Este cap�tulo nos relata la historia de Ab�as, el hijo de Roboam. Y aqu� tenemos el relato melanc�lico de las guerras entre Jud� e Israel. Esto nos lleva al final de la historia de Ab�as.
El lector har� bien en consultar la historia paralela, 1 Reyes 15:1 aunque aqu� est� m�s relacionada con el reinado de Ab�as que en ese registro sagrado. Pero el tema es realmente interesante; y el lector, espero, no dejar� de considerarlo. El nombre de Ab�as es sorprendente; Abba, padre; Jab, Jehov�; es decir, el Se�or es mi Padre.
Su ej�rcito era muy inferior. Pero esto no lo considera. Aboga bien, como descendiente de David; mientras que Jeroboam es un usurpador. El pacto de la sal deber�a parecer implicar un pacto con el sacrificio. Porque todo sacrificio es salado con sal. David, con la mirada puesta en Cristo, as� lo hab�a expresado, Salmo 50:5 . Es precioso ver tanto de Jes�s en las circunstancias generales de la gente en esas edades remotas. Al estar Ab�as sobre el monte de Efra�n, est� claro que hab�a penetrado bastante en el coraz�n de los dominios de Jeroboam.
Este discurso de Ab�as es muy animado y poderoso. Se�ala la iniquidad de Jeroboam, quien como siervo se hab�a levantado en abierta rebeli�n contra su Se�or. Pide a la gente que se d� cuenta de los hombres vanidosos, ligeros e insignificantes que fueron sus partidarios. A continuaci�n, se refiere al terrible estado en el que se encontraban �l y su ej�rcito, con respecto a la religi�n. Hab�a abandonado la verdadera religi�n del Dios de Israel, hab�a establecido becerros para dioses y consagrado hombres imp�os para sus sacerdotes. Como si hubiera dicho: �Es posible que alguno de ustedes pueda concebir que tal causa pueda prosperar?
Ab�as, habiendo se�alado en la primera parte de su discurso la maldad de la causa de sus enemigos, en esos vers�culos llama al pueblo a juzgar la bondad de su causa de parte del Se�or. �l representa firmemente que sus sacerdotes son los descendientes de Aar�n, y habla m�s particularmente (y deseo que el lector no pase por alto esta parte de su discurso) en ese car�cter distintivo de la verdadera religi�n, la observancia del holocausto por la ma�ana. y la tarde de todos los d�as. �Lector! �No fue esto evidentemente con la mirada puesta en Cristo? �Dulce pensamiento! Si Jes�s es por nosotros, �qui�n contra nosotros?
Y este es un testimonio tan dulce de que el Se�or oy� y respondi� a la oraci�n. - No fue la espada de Ab�as, no el discurso de Ab�as, sino que fue el Se�or quien hiri� a Jeroboam e Israel con �l.
�Qu� breve pero terrible relato da el Esp�ritu Santo de este hombre! Piensa s�lo en el terror que este desgraciado hab�a sido para las multitudes. Como otro Herodes, el Se�or lo hiere y muere. �Oh! Si tales personajes consideraran cu�n d�biles criaturas son en medio de toda su jactancia, �qu� freno podr�a dar a la vanidad de su mente! Ver Hechos 12:23 .
Parece que no hubo gracia en el coraz�n de Ab�as; aunque al Se�or le agrad� hacer de �l un instrumento en su mano para la destrucci�n de Jeroboam. �Lector! �No es �ste el caso en la hora actual?
Dif�cilmente es posible leer la historia de la guerra y el derramamiento de sangre sin que nuestras mentes sean conducidas a las graves consecuencias del pecado, que ha introducido la muerte con todas sus cadenas de maldad. He aqu�, lector, en el ejemplo que tenemos ante nosotros, c�mo los descendientes de Jacob, en las diferentes tribus y familias, han perdido de vista su estirpe original y est�n ocupados en destruirse unos a otros. �Oh! �las miserables consecuencias de un estado ca�do! precioso Jes�s! aqu� de nuevo, como en mil otros casos, perm�teme hacer una pausa para alabarte por tu graciosa intervenci�n en la redenci�n de nuestra naturaleza ca�da.
�Se�or! Te ruego que en todos los conflictos y guerras en que pueda estar envuelta mi alma, me dejes ver, como Ab�as, que el Se�or est� de mi lado, entonces no necesito temer lo que los hombres puedan hacerme. �Y oh, Se�or! est� mi causa al mismo lado que la suya, con la casa de David. Jes�s es mi leg�timo soberano: por herencia; porque el Padre le ha hecho heredero de todas las cosas; y por compra y por conquista, porque ha comprado mi redenci�n con su sangre; y por la victoria de su gracia sobre mi coraz�n, tiene derecho a reclamar mi obediencia y mi amor.
Se�or, conc�deme que nunca me encuentren levantando el calca�ar de la desobediencia contra ti, no sea que, como Jeroboam, el Se�or me hiera, y nunca despu�s recobre las fuerzas para levantar la cabeza. Pero hazme sujeto voluntario de tu gracia, para que mi rodilla se doble ante ti, y con todos los redimidos confiesen con gozo que Jesucristo es Se�or para gloria de Dios Padre. - Am�n.
Versículo 1
CONTENIDO
Este cap�tulo nos relata la historia de Ab�as, el hijo de Roboam. Y aqu� tenemos el relato melanc�lico de las guerras entre Jud� e Israel. Esto nos lleva al final de la historia de Ab�as.
Versículos 1-2
El lector har� bien en consultar la historia paralela, 1 Reyes 15:1 aunque aqu� est� m�s relacionada con el reinado de Ab�as que en ese registro sagrado. Pero el tema es realmente interesante; y el lector, espero, no dejar� de considerarlo. El nombre de Ab�as es sorprendente; Abba, padre; Jab, Jehov�; es decir, el Se�or es mi Padre.
Versículos 3-5
Su ej�rcito era muy inferior. Pero esto no lo considera. Aboga bien, como descendiente de David; mientras que Jeroboam es un usurpador. El pacto de la sal deber�a parecer implicar un pacto con el sacrificio. Porque todo sacrificio es salado con sal. David, con la mirada puesta en Cristo, as� lo hab�a expresado, Salmo 50:5 . Es precioso ver tanto de Jes�s en las circunstancias generales de la gente en esas edades remotas. Al estar Ab�as sobre el monte de Efra�n, est� claro que hab�a penetrado bastante en el coraz�n de los dominios de Jeroboam.
Versículos 6-9
Este discurso de Ab�as es muy animado y poderoso. Se�ala la iniquidad de Jeroboam, quien como siervo se hab�a levantado en abierta rebeli�n contra su Se�or. Pide a la gente que se d� cuenta de los hombres vanidosos, ligeros e insignificantes que fueron sus partidarios. A continuaci�n, se refiere al terrible estado en el que se encontraban �l y su ej�rcito, con respecto a la religi�n. Hab�a abandonado la verdadera religi�n del Dios de Israel, hab�a establecido becerros para dioses y consagrado hombres imp�os para sus sacerdotes. Como si hubiera dicho: �Es posible que alguno de ustedes pueda concebir que tal causa pueda prosperar?
Versículos 10-12
Ab�as, habiendo se�alado en la primera parte de su discurso la maldad de la causa de sus enemigos, en esos vers�culos llama al pueblo a juzgar la bondad de su causa de parte del Se�or. �l representa firmemente que sus sacerdotes son los descendientes de Aar�n, y habla m�s particularmente (y deseo que el lector no pase por alto esta parte de su discurso) en ese car�cter distintivo de la verdadera religi�n, la observancia del holocausto por la ma�ana. y la tarde de todos los d�as. �Lector! �No fue esto evidentemente con la mirada puesta en Cristo? �Dulce pensamiento! Si Jes�s es por nosotros, �qui�n contra nosotros?
Versículo 13
Parecer�a que mientras Ab�as se dirig�a a los ej�rcitos, Jeroboam h�bilmente envi� un grupo para rodearlo.
Versículo 14
Este es un hermoso testimonio de piedad; este clamor al Se�or.
Versículo 15
Y este es un testimonio tan dulce de que el Se�or oy� y respondi� a la oraci�n. - No fue la espada de Ab�as, no el discurso de Ab�as, sino que fue el Se�or quien hiri� a Jeroboam e Israel con �l.
Versículos 16-19
El evento fue realmente espantoso. Esta matanza es la m�s grande que jam�s hayamos le�do en la historia sagrada.
Versículo 20
�Qu� breve pero terrible relato da el Esp�ritu Santo de este hombre! Piensa s�lo en el terror que este desgraciado hab�a sido para las multitudes. Como otro Herodes, el Se�or lo hiere y muere. �Oh! Si tales personajes consideraran cu�n d�biles criaturas son en medio de toda su jactancia, �qu� freno podr�a dar a la vanidad de su mente! Ver Hechos 12:23 .
Versículos 21-22
Parece que no hubo gracia en el coraz�n de Ab�as; aunque al Se�or le agrad� hacer de �l un instrumento en su mano para la destrucci�n de Jeroboam. �Lector! �No es �ste el caso en la hora actual?
Versículo 22
REFLEXIONES
Dif�cilmente es posible leer la historia de la guerra y el derramamiento de sangre sin que nuestras mentes sean conducidas a las graves consecuencias del pecado, que ha introducido la muerte con todas sus cadenas de maldad. He aqu�, lector, en el ejemplo que tenemos ante nosotros, c�mo los descendientes de Jacob, en las diferentes tribus y familias, han perdido de vista su estirpe original y est�n ocupados en destruirse unos a otros. �Oh! �las miserables consecuencias de un estado ca�do! precioso Jes�s! aqu� de nuevo, como en mil otros casos, perm�teme hacer una pausa para alabarte por tu graciosa intervenci�n en la redenci�n de nuestra naturaleza ca�da.
�Se�or! Te ruego que en todos los conflictos y guerras en que pueda estar envuelta mi alma, me dejes ver, como Ab�as, que el Se�or est� de mi lado, entonces no necesito temer lo que los hombres puedan hacerme. �Y oh, Se�or! est� mi causa al mismo lado que la suya, con la casa de David. Jes�s es mi leg�timo soberano: por herencia; porque el Padre le ha hecho heredero de todas las cosas; y por compra y por conquista, porque ha comprado mi redenci�n con su sangre; y por la victoria de su gracia sobre mi coraz�n, tiene derecho a reclamar mi obediencia y mi amor.
Se�or, conc�deme que nunca me encuentren levantando el calca�ar de la desobediencia contra ti, no sea que, como Jeroboam, el Se�or me hiera, y nunca despu�s recobre las fuerzas para levantar la cabeza. Pero hazme sujeto voluntario de tu gracia, para que mi rodilla se doble ante ti, y con todos los redimidos confiesen con gozo que Jesucristo es Se�or para gloria de Dios Padre. - Am�n.