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Isaías 9

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

Aqu� hay otra profec�a bendita, llena del Se�or Jes�s y de las misericordias del evangelio, plegada en �l. El profeta habla del gozo del pueblo de Dios cuando, en medio de las tinieblas, la luz de la venida de Cristo irrumpir� sobre ellos. El cap�tulo termina con juicios amenazados para los despreciadores de su palabra.

Isa�as 9:1

La apertura de este cap�tulo es una continuaci�n del mismo tema que el anterior. All� se dec�a que la Iglesia estaba en tinieblas. Y ciertamente, antes de la venida de Cristo, la oscuridad era extraordinariamente grande: porque desde la �ltima profec�a dada por Malaqu�as hasta la hora en que Zacar�as ministr� en el altar del incienso, no hubo visiones abiertas durante un per�odo de cerca de 350 a�os; Lucas 1:8 .

Versículo 2

Este bendito relato se cumpli� cuando el Se�or Jes�s, precedido por su heraldo, Juan el Bautista, se manifest� a Israel. El evangelio est� lleno de eso. Mateo 4:12 .

Versículos 3-5

El gozo del que se habla aqu� no es el gozo carnal que buscan los hombres del mundo; pero el gozo espiritual de la gracia en el coraz�n: y la semejanza de los cosechadores y los guerreros es extraordinariamente hermosa. El labrador siembra en esperanza; el soldado pelea en lo mismo: pero la carrera no es siempre para los veloces, ni la batalla para los fuertes. La semilla sembrada debe pasar por un proceso largo y ansioso; y el guerrero debe pasar por una campa�a larga y dolorosa, antes de poder gritar: �Victoria! Pero la alegr�a de ambos es grande, cuando el final ha coronado la acci�n.

Tal es el gozo de lo espiritual. Cuando el Se�or haya quebrantado el yugo del pecado y de Satan�s, esos enemigos, m�s tremendos que todo el ej�rcito de Madi�n, y sacado el alma de la c�rcel y de la c�rcel; y cuando esta batalla del guerrero, haya sido cumplida por la sangre de Cristo y el combustible del fuego del Esp�ritu; �Oh! �el gozo del alma en Cristo Jes�s! El Profeta est� aqu�, bajo el esp�ritu de profec�a, hablando de esas cosas como ya cumplidas, cuando todav�a Cristo, el �nico autor y consumador de ellas, no ha venido.

Pero esta es una de las caracter�sticas de la profec�a: porque lo que ciertamente suceder�, est� en la mente divina como si ya se hubiera cumplido. Por eso a Cristo, que hab�a de venir en el cumplimiento de los tiempos, se le llama el Cordero inmolado desde la fundaci�n del mundo, Apocalipsis 13:8 .

Versículos 6-7

Ahora viene esa bendita profec�a que ha refrescado a la Iglesia y, mientras dure el tiempo, continuar� refrescando a la Iglesia en todas las �pocas; y que, en comparaci�n con el logro, en la medida en que se ha completado en la persona y la obra del Se�or Jes�s, y cuya fe espera con ansias su completa realizaci�n, forma uno de los temas m�s benditos de todos, para convocar nuestro amor, contemplaci�n y alabanza, durante toda una vida de gracia, hasta que la fe sea absorbida en la gloria.

A nosotros, la Iglesia; nace un ni�o; Jes�s, al asumir nuestra naturaleza, la retoma desde la infancia: porque le conven�a en todo ser semejante a sus hermanos. Y no s�lo vino por su propia voluntad voluntaria, al llamado de Dios su Padre; pero el que lo llam� al servicio de Mediador, lo dio como su Hijo al pueblo. Estos son puntos de vista unidos (y los puntos de vista m�s benditos que son, cuando se ven juntos) mezclados en uno, de Cristo, el Redentor de su pueblo.

Su propia ofrenda voluntaria se volvi� esencialmente necesaria, para dar valor y eficacia a todo lo que hizo y sufri�. Y la autoridad de Jehov�, en el nombramiento, se volvi� igualmente necesaria para que la fe actuara, al defender la eficacia de sus m�ritos y la propiciaci�n ante Dios. Habi�ndolo presentado as� el Profeta, da ahora algunos de sus adorables nombres, que, como la hermosa constelaci�n de los cielos, se convierte en un c�mulo de glorias todo en uno, para se�alar la infinita hermosura y grandeza de su persona, y sus trascendentes excelencias. en todos sus oficios, personajes y relaciones.

Se necesitar�a un volumen de s� mismo para presentar al Se�or Jes�s bajo los varios nombres por los que el profeta lo ha distinguido aqu�; y estos son s�lo algunos de los innumerables nombres preciosos, en los que las Escrituras revelan a Cristo, por los cuales su pueblo lo conoce y lo usa como lo requieren sus necesidades diarias y su gloria. Su nombre ser� llamado Maravilloso, dice el Profeta. Pero, �qui�n es capaz de mostrar hasta qu� punto es as�? Las maravillas de su persona, como Dios y como hombre, y como ambos, formando un solo Cristo; las maravillas de su esencia, naturaleza y perfecciones; las maravillas de sus oficios, personajes y relaciones; las maravillas de su encarnaci�n, nacimiento, vida, ministerio, labores, muerte, resurrecci�n, ascensi�n y todos los grandes acontecimientos que est� llevando a cabo ahora en gloria:�

Las maravillas de la redenci�n que hizo, ahora est� cumpliendo y cumplir�; las maravillas de su amor, gracia, misericordia y compa�erismo, en todas sus alturas, profundidades, anchuras y longitudes; las maravillas de su gracia salvadora, en el coraz�n de los hombres, y en tu coraz�n, alma m�a, para ti; la mayor de las maravillas es que despu�s de tanta gracia y misericordia, y tus repetidas rebeliones, no se apague la chispa, no se apague el p�bilo humeante, ni se rompa la ca�a cascada; lo cual todo el infierno siempre est� tratando de lograr, y tu propio coraz�n indigno e incr�dulo se une con demasiada frecuencia a la confederaci�n para llevarlo a cabo. �No es maravilloso su nombre?�

Y su gracia para contigo, �no te hace maravillarte a ti mismo como consecuencia de ello? �Oh! �T�, maravilloso Se�or! �T�, infalible, fiel, bondadoso y tierno consejero, en quien est�n escondidos todos los tesoros de la sabidur�a y el conocimiento! �Oh! �T�, Dios poderoso! �T�, Jes�s todo suficiente! para ver la compra de tu sangre y el regalo de tu Padre completado y hecho efectivo. �Oh! �Padre eterno! en todas las cosas eternas, en amor, en provisi�n; en cuidado, en seguridad una bendita eternidad de todas las relaciones en uno eres t�, para tu pueblo.

Y ciertamente t� eres el Pr�ncipe de la paz, porque con la sangre de tu cruz hiciste la paz, y ordenaste la paz para siempre. �Oh! por la gracia de conocer tu nombre, y de todo nombre para poner nuestra confianza en ti; en tu nombre para regocijarnos todo el d�a, y en tu justicia para gloriarnos. Seguramente todo en tu reino debe corresponder a la grandeza de tu nombre. Debe ser un reino creciente, un reino justo, un reino pac�fico, un reino glorioso, s�, un reino eterno, que no tendr� fin.

El celo de tu Padre se encargar� eficazmente de esto: porque lo entregas todo para la gloria de tu Padre; y todo el prop�sito de la salvaci�n es que Dios sea glorificado en todas las cosas por medio de Jesucristo. �Oh! por la gracia de bendecir a un Dios del pacto en Cristo, por todas estas maravillas de la redenci�n, y ahora comienza el c�ntico, que nunca terminar� en la eternidad: �Salvaci�n a Dios y al Cordero!

Versículos 8-12

Lo que se dice aqu�, aunque puede tener una referencia peculiar al estado de la Iglesia en los d�as del profeta, no es tan limitado, sino que tiene respeto por la Iglesia en todas las edades. El Se�or envi� su palabra, su redenci�n, a su pueblo, y alumbr� hasta los fines de la tierra. �Pero Ay! Incluso hasta la hora presente, �qui�n ha cre�do sobre el informe? Todo siervo del evangelio exclamar� y dir�: �A qui�n se le revela el brazo del Se�or? Ni los juicios ni las misericordias, ni las providencias pr�speras ni humillantes, aunque acompa�en la palabra del Se�or, procurar�n reverencia a los mandamientos del Se�or.

Si el Se�or golpea en una dispensaci�n, el coraz�n orgulloso y sin humildad buscar� consuelo en otra; y aunque el Se�or derribe el edificio que el pecado erigi�, el pecado levantar� otro. Por lo tanto, el Profeta clama, y ??cada espectador bondadoso se une en la misma confesi�n: "Esta es la triste causa, por qu�. Los juicios contin�an, la ira del Se�or no se quita, �pero su mano a�n est� extendida!"

Versículos 13-17

Aqu� est� la triste causa del lamento del Profeta, y en verdad hace un final miserable del triste tema, en cada terminaci�n: porque la cosa se explica a s� misma. El Se�or corrige con misericordia; pero los hombres no lo consideran. El Se�or humilla a su pueblo, en sus casas y familias; en sus cargos y rango; en sus conexiones y relaciones; pero es todo lo mismo. Aunque sea derribado el sublime, y humillado el anciano y el honorable; aunque la muerte entre por sus ventanas, y sus j�venes sean cortados, y la angustia siga a los hu�rfanos ya las viudas; los juicios no reclaman; ning�n hombre se arrepiente de su maldad, diciendo �qu� he hecho? Jes�s y su salvaci�n no son buscados ni considerados. Se niegan a escuchar la voz del encantador, �nunca lo hechizan tan sabiamente! Por eso el profeta cierra este p�rrafo como el primero,

Versículos 18-21

Si el Lector compara este cap�tulo en varias partes del mismo, con Lev�tico 26:1 , encontrar� una explicaci�n solemne dada de lo que aqu� se dice, y marcar� la progresi�n de las visitaciones divinas en ambos. Todo manifiesta que cuando el Se�or golpea, es para reformar: y cuando las calamidades que env�a el Se�or, (como aqu� se se�ala), son llevadas al punto m�s alto cuando los hombres, como un ej�rcito sitiado y sin provisi�n, se reducen al extremo. de comer la carne de su propio brazo: si estas espantosas visitaciones no van acompa�adas de gracia; conf�a en ello, si el Se�or deja de corregir, los juicios est�n a la mano.

Por lo tanto, el Profeta repite de nuevo, como el lamento continuo de cada angustiosa visi�n del tema, "Estas son las tristes causas de la justa ira del Se�or", porque el pueblo no se vuelve al que lo hiere, ni busca al Se�or de los ej�rcitos. !

Versículo 21

REFLEXIONES

�Mi alma! he aqu� en la historia de Israel, la historia real de todos los hombres por naturaleza; y la �nica causa universal de la controversia del Se�or con los hijos de los hombres. Todos pecaron, y est�n destituidos de la gloria de Dios: Y piensa, alma m�a, qu� misericordia es que el Se�or corrige. De no ser por esto, no habr�a esperanzas de reforma. Una de las escrituras m�s tremendas es la que el Se�or proclama acerca de los incorregibles, al entregarlos para que se cumplan la medida de sus iniquidades: As� har� descansar mi furor contra ti y mi.

los celos se apartar�n de ti. �Se�or! Yo dir�a por m� mismo, y por cada pobre pecador como yo, no nos dejes comer el fruto de nuestras propias maquinaciones. Mejor es sufrir ahora que perecer para siempre. Pero �oh! acompa�a tus correcciones con tu gracia; y haz que tus hijos oigan la vara, y qui�n la dispuso.

�Precioso Jes�s! �Cu�n bienaventurado es, en tales circunstancias, contemplar esas dulces promesas que se dan en este cap�tulo acerca de ti y tu gran salvaci�n, por quien solo se efect�an todas las liberaciones! �Si no hubiera sido por ti, bondadoso y glorioso Se�or! aunque la ira del Se�or se hab�a extendido por toda la eternidad, ning�n alma podr�a haber encontrado la posibilidad de regresar a �l. Su justicia debe haber ardido hasta el �ltimo infierno: ni pudo haberse satisfecho para siempre, �Salve! �Todopoderoso Libertador de tu pueblo! �Damos la bienvenida a tu venida en el nombre del Se�or! Bendito sea para siempre el sonido de alegr�a, que nos ha nacido un ni�o; �A nosotros se nos ha dado un hijo! �Oh! la inefable felicidad de que el gobierno est� sobre tu hombro; y que todo el poder es tuyo, en el cielo y en la tierra.

Da entonces, amado Se�or, a tu pueblo, para conocerte, por cada nombre entra�able y en cada car�cter glorioso. �S� t� para m�, para cada uno, para todos, nuestro maravilloso Consejero, nuestro Dios poderoso, nuestro Padre eterno, nuestro Pr�ncipe de Paz! Y como en nosotros mismos, y en todas nuestras circunstancias, no somos nada, no podemos hacer nada, y por causa del pecado somos peores que nada; oh, Se�or, contin�a tu obra con poder en nuestras almas; y del aumento de tu gobierno y de la paz no haya fin.

Que est� siempre creciendo y que siga creciendo. Da un aumento de gracia en cada coraz�n de tus redimidos en la tierra. Y aun cuando hayas tra�do a casa a tu rescate de la tierra al cielo, y toda la obra y la gloria de la redenci�n se manifiesten plenamente como tuyas; sin embargo, bendito Jes�s, aun entonces, cuando hayas entregado el reino de tu poder mediador, y Jehov� en su triple car�cter de persona sea glorificado en la salvaci�n de la Iglesia; entonces, entonces, adorable Redentor, seguir�s siendo la gloriosa Cabeza, causa y fuente; de toda la bienaventuranza de tu Iglesia y pueblo; y cada nuevo regalo de felicidad que disfruten, lo disfrutar�n en ti, y de ti, y contigo, y ser� Jes�s, y su iglesia, los que ser�n gloriosos y continuar�n en gloria, por los siglos de los siglos, �Oh!

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre Isaiah 9". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/isaiah-9.html. 1828.