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San Juan 21

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

El Se�or Jes�s renueva su aparici�n a sus disc�pulos en el mar de Tiber�ades. Alimenta a sus disc�pulos: le da una carga particular a Pedro. Juan termina su Evangelio.

( Juan 21:1 ) Despu�s de estas cosas, Jes�s se mostr� de nuevo a los disc�pulos en el mar de Tiber�ades; y as� se mostr� �l mismo.

Al final del Cap�tulo anterior, parec�a como si el Evangelista hubiera terminado entonces su Evangelio, teniendo los �ltimos vers�culos toda la apariencia de una conclusi�n. Pero es nuestra misericordia que Dios el Esp�ritu Santo haya dirigido la mente del amado Ap�stol para que contin�e y agregue este dulce Cap�tulo, porque en verdad es dulce. No se dice qu� intervalo hubo entre las manifestaciones anteriores que hizo el Se�or Jes�s de s� mismo, y esto se registra aqu�; pero en un vers�culo posterior se nos dice que esta era la tercera vez que el Se�or hab�a sido tan misericordioso. Ver Juan 21:14 .

Versículo 2

Estaban juntos Sim�n Pedro y Tom�s, llamado D�dimo, y Natanael, de Can�, de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus disc�pulos.

Si el lector cuenta el n�mero aqu� que se dice que est� junto, encontrar� que es siete. Sin duda, todos a la espera de las renovadas visitas del Se�or Jes�s. Y como aquellos de los que se habla aqu�, estaban ahora en las fronteras del mar de Galilea, que es el mar de Tiber�ades, ver Juan 6:1 , es evidente que vinieron aqu� desde Jerusal�n en obediencia a los mandamientos de Cristo, y como el Se�or hab�a prometido verlo. Mateo 28:16 ; Mateo 28:16 .

Versículos 3-4

Sim�n Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Nosotros tambi�n vamos contigo. Salieron y entraron en un barco inmediatamente; y esa noche no pescaron nada. (4) Pero cuando lleg� la ma�ana, Jes�s

estaba en la orilla, pero los disc�pulos no sab�an que era Jes�s.

Hay algo muy interesante en este relato. Y la representaci�n sencilla y sin arte de la historia es mucho m�s hermosa que si el relato hubiera estado disfrazado con toda la pompa del lenguaje. La falta de �xito en esos pescadores, y el Se�or Jes�s de pie en la orilla temprano en la ma�ana, form� una ocasi�n bendita para la manifestaci�n de su persona y gracia, que iban a seguir. Cuando el Se�or est� a punto de revelarse a su pueblo, �con qu� gracia prepara a veces el camino para una mayor demostraci�n de su amor!

Versículos 5-8

Entonces Jes�s les dijo: Ni�os, �ten�is algo de comer? Ellos le respondieron: No. (6) Y �l les dijo: Echen la red a la derecha del barco, y hallar�n. Lanzaron, por tanto, y ahora no pod�an sacarlo para la multitud de peces. (7) Por tanto, aquel disc�pulo a quien amaba Jes�s, dijo a Pedro: Es el Se�or. Cuando Sim�n Pedro oy� que era el Se�or, le ci�� la t�nica de pescador (porque estaba desnudo) y se arroj� al mar. (8) Y los otros disc�pulos vinieron en una barca (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos codos), arrastrando la red con los peces.

Es bastante sorprendente, que cuando Jes�s los llam� con un nombre tan tierno, y que eran las mismas palabras, hijitos, como hab�a usado antes, (ver Juan 13:33 ), no hubieran descubierto de inmediato qui�n era. . Pero esto estaba reservado para el milagro que a�adi� y que produjo el efecto. Ruego al lector que note, de todos estos tiernos incidentes del Se�or Jes�s, cu�n cerca de su coraz�n est� su pueblo.

Dice tanto ahora como entonces: Hijos, �ten�is carne? Lanza sobre el lado derecho, y encontrar�s. Si estamos atrasados ??para buscar nuestro sustento espiritual de �l, Jes�s ser� hallado entre los que no lo buscan. Y cu�ntas veces Jes�s se da a conocer por sus actos de gracia, como aqu� a Juan, cuando las revelaciones externas no siempre lo logran. �No es conocido el Se�or por su providencia y por su gracia, en los innumerables casos en los que menos lo esper�bamos?

Versículos 9-14

Tan pronto como llegaron a tierra, vieron all� un fuego de brasas, y pescado sobre �l y pan. (10) Jes�s les dijo: Traed del pescado que hab�is pescado. (11) Sim�n Pedro subi� y sac� la red a tierra llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y a pesar de que eran tantos, no se rompi� la red. (12) Jes�s les dijo: Venid, comed. Y ninguno de sus disc�pulos se atrevi� a preguntarle: �Qui�n eres t�? sabiendo que era el Se�or. (13) Entonces Jes�s viene, y toma pan y les da, y tambi�n los peces. (14) Esta es la tercera vez que Jes�s se mostr� a sus disc�pulos, despu�s de que resucit� de entre los muertos.

La primera manifestaci�n que hizo el Se�or de s� mismo, en prueba de qui�n era, la mostr� al llamarlos por el tierno nombre con el que les hab�a hablado recientemente, y despu�s de esto, hizo que encerraran una multitud de peces. Y ahora, tan pronto como pisan la orilla, se encuentran con la provisi�n inmediata hecha para ellos de la misma manera milagrosa. Ambos casos no pod�an dejar de recordarles c�mo Jes�s, cerca del mismo lugar, hab�a alimentado a la multitud en el desierto y les hab�a dado �xito tambi�n en el agua.

Juan 6:1 ; Lucas 5:1 . Algunos han pensado, y probablemente podr�a ser as�, que adem�s del suministro que esas misericordias dieron a sus necesidades presentes, estas cosas ten�an respeto al futuro ministerio de los Ap�stoles. Y como esos pescadores no hab�an pescado nada antes de encontrarse con Jes�s, todas las labores en la palabra y la doctrina son in�tiles sin �l.

Juan 15:5 . Y as� como por orden de Cristo su captura fue tan abundante, as� es con todos los ministros fieles de la salvaci�n, cuando, bajo la direcci�n de Jes�s y la presencia de Jes�s, arrojaron la red del Evangelio en el lado derecho.

Hay algo muy dulce y lleno de gracia en la invitaci�n del Se�or a venir a cenar. Aunque lo conoc�an, y aunque Jes�s les hab�a mostrado lo suficiente con tal atenci�n hacia ellos, que no hab�a alteraci�n en su amor hacia ellos, sin embargo, dado que el Se�or hab�a salido ahora del mundo invisible, hab�a, sin duda, un cierto algo en su aspecto, que indujo una santa solemnidad en los Ap�stoles.

Debe haber sido una entrevista solemne, aunque muy graciosa. La presencia del Se�or no puede dejar de llenar la mente de asombro. Un hijo de Dios tendr� el sentido m�s vivo de su propia criatura e indignidad, en esas temporadas en las que Jes�s est� dando la mayor parte de su amor.

�Y no hubo algo sacramental en esta comida? Jes�s tom� pan, se dice, y tambi�n les dio. �Precioso Se�or! �C�mo cada vista de tus tiernas palabras y acciones ministra el cari�o de tu Persona y Car�cter?

El evangelista dice que esta fue la tercera vez que Jes�s se manifest� a sus disc�pulos despu�s de su resurrecci�n. Pero se refer�a a la tercera vez de manera p�blica a los disc�pulos en cuerpo. Porque el Se�or se hab�a mostrado cinco veces antes de esto. Primero, a Mar�a Magdalena. Marco 16:9 . En segundo lugar, a las otras Mujeres que fueron temprano al Sepulcro, quienes a la orden del �ngel, mientras corr�an a anunciar a los disc�pulos la resurrecci�n de Cristo, fueron recibidas por Jes�s, diciendo: �Salve! Mateo 28:9 .

En tercer lugar, por los dos disc�pulos, en su camino a Ema�s. Lucas 24:13 , etc. En cuarto lugar, a los Once, mientras estaban sentados a la mesa. Lucas 24:36 , etc. Y quinto, el mismo d�a de la semana siguiente, cuando el Se�or le habl� particularmente a Tom�s. Juan 20:26 .

Pero el evangelista, por tercera vez, signific� la tercera visita a los disc�pulos como un cuerpo. Pero Pablo parece intimar, como si Pedro hubiera sido bendecido con una visita y manifestaci�n de Jes�s solo, adem�s de las que el Se�or le hab�a concedido en com�n, con los otros Ap�stoles. Porque Pablo, al hablar de la resurrecci�n de Cristo, dice que fue visto de Cefas, luego de los doce. Y ruego al lector que observe, con qu� aire de triunfo agrega el Ap�stol, despu�s de que se le vio a m�s de quinientos hermanos a la vez; de los cuales (dice Pablo) la mayor parte permanece hasta el presente.

Por mucho que decir, si alguno de ustedes duda del hecho mismo de la resurrecci�n de Jes�s, pueden preguntar por ustedes mismos; porque est�n vivos y te informar�n. Porque esto (como dijo Pablo en otra ocasi�n), no se hizo en un rinc�n. Hechos 26:26; 1 Corintios 15:3 . V�ase tambi�n el comentario sobre ese cap�tulo. Y busque un testimonio de la resurrecci�n de Cristo, por la ense�anza del Esp�ritu Santo. Hechos 25:19 .

Versículos 15-25

Cuando terminaron de cenar, Jes�s dijo a Sim�n Pedro: Sim�n, hijo de Jon�s, �me amas m�s que �stos? le dijo: S�, Se�or; t� sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos. (16) Le volvi� a decir la segunda vez: Sim�n, hijo de Jon�s, �me amas? le dijo: S�, Se�or; t� sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis ovejas. (17) Le dijo la tercera vez: Sim�n, hijo de Jon�s, �me amas? Pedro se entristeci� porque le dijo por tercera vez: �Me amas? Y �l le dijo: Se�or, t� sabes todas las cosas; sabes que te amo.

Jes�s le dijo: Apacienta mis ovejas. (18) De cierto, de cierto te digo: Cuando eras joven, te ce��as y caminabas adonde quer�as; pero cuando seas viejo, extender�s tus manos, y otro te ce�ir�, y te llevar� adonde no quieras. (19) Esto dijo, dando a entender con qu� muerte deb�a glorificar a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: S�gueme.

(20) Entonces Pedro, volvi�ndose, vio que lo segu�a el disc�pulo a quien Jes�s amaba, el cual tambi�n se reclin� sobre su pecho durante la cena, y dijo: Se�or, �cu�l es el que te entrega? (21) Al verlo Pedro, dijo a Jes�s: Se�or, �y qu� har� este? (22) Jes�s le dijo: Si quiero que se quede hasta que yo venga, �qu� te importa? S�gueme t�. (23) Entonces se difundi� entre los hermanos esta palabra, que el disc�pulo no morir�a; pero Jes�s no le dijo: No morir�; pero si quiero que se quede hasta que yo venga, �qu� te importa? (24) Este es el disc�pulo que da testimonio de estas cosas, y escribi� estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

(25) Y hay tambi�n muchas otras cosas que hizo Jes�s, las cuales, si se escribieran todas, supongo que ni siquiera el mundo mismo podr�a contener los libros que deber�an escribirse. Am�n.

Qu� hermoso e interesante discurso tuvo lugar inmediatamente, tan pronto como el Se�or y sus disc�pulos terminaron su comida en esta santa mesa. �Oh! que el pueblo del Se�or lo recordaba con frecuencia. Cu�n verdaderamente bienaventurado ser�a si las mesas de los fieles del Se�or estuvieran cerradas as�: y cuando las imperiosas demandas del cuerpo hubieran sido satisfechas; no se permiti� que el alma se debilitara.

Deuteronomio 6:25 ; Malaqu�as 3:16

Ruego al lector que no pase por alto, en esta muy interesante conversaci�n del Se�or Jes�s con Pedro, la principal prueba que Jes�s le puso en prueba de su sinceridad fue el amor. El Se�or no lo dice; �Me has honrado u obedecido, o qu� pruebas puedes traer de tus deberes hacia m�? pero simplemente, �me amas? Y aunque el Se�or repiti� la pregunta tres veces, que el coraz�n consciente de Pedro, en su triple negaci�n, interpret� que hab�a sido la causa; sin embargo, no lo dice, ni tampoco lo insin�a en absoluto el Se�or Jes�s, como si esta fuera la causa por la cual el Se�or le pregunt� tres veces.

De hecho, m�s bien creo, por el amor y la gracia bien conocidos y demostrados de Jes�s hacia su pueblo, que el Se�or m�s bien pretend�a darle a Pedro la oportunidad de repetir tres veces las seguridades de su amor, de eliminar la impresi�n de su negaci�n tres veces. El Se�or sab�a por qu� hab�a ca�do Pedro. Y el Se�or sab�a que toda su Iglesia deb�a haber ca�do por la misma causa, �no se manten�a y preservaba su gracia todopoderosa?

Parece, por tanto, en mi opini�n, uno m�s de esos innumerables casos que tenemos registrados, de la ternura de Jes�s hacia su pueblo, que en aquellas circunstancias en las que han mostrado mayor debilidad, su gracia puede manifestarse m�s, al capacitar ellos para mostrar mayor amor!

Es algo muy bendecido tambi�n en el hecho de que el Se�or le haya dado al Ap�stol tal firmeza de fe; no s�lo para afirmar su amor, sino para apelar a �l, quien, como Dios, pod�a leer su coraz�n y sab�a que ese amor estaba all�. Aunque Pedro se entristeci�, como se dice, por la tercera demanda de Jes�s, �me amas? sin embargo, me atrevo a pensar que no fue m�s que el dolor del momento. S�, me inclino a creer que el Ap�stol luego se regocij� por ello; cuando de ser llevado a la mente de Jes�s, descubri� la gracia y la intenci�n del Se�or en ella.

�sta era la tercera, si no la cuarta vez, que Pedro hab�a visto a su Se�or, despu�s de que resucit� de entre los muertos; y ni una palabra (hasta donde sabemos del Evangelio), hab�a pasado entre el Se�or y su siervo, en el d�a siguiente. sujeto de la negaci�n de Pedro. Sin duda, el Ap�stol anhelaba una entrevista para contarle a Jes�s su verg�enza y recibir su perd�n de boca de Jes�s. Y qu�, pues, podr�a ser m�s satisfactorio para Pedro, que as� Jes�s le preguntara acerca de su amor; y en prueba de que el Se�or conoc�a el alcance de ese amor, le hab�a encomendado el cuidado de sus Corderos y sus Ovejas.

En este lugar no necesito extenderme sobre el tema del encargo de Jes�s a Pedro. Cristo mismo es el gran Pastor y Pastor de su reba�o. Y es su provincia alimentarlos. Porque �l es la vida y el sustento de todo su reba�o; siendo el pan de vida y el agua de vida; y su carne es verdadera comida, y su sangre es verdadera bebida. Pero el Se�or condesciende a nombrar pastores para alimentar a su pueblo con entendimiento y conocimiento.

Y se supone que, como en este encargo a Pedro, respeten las diferentes edades de su reba�o; para conducir las ovejas del redil, y para observar el estado tierno de los corderos. Pero un gran car�cter que Jes�s se�ala, en sus demandas de Pedro, como la primera cualidad de un pastor, es el amor de Jes�s. Por cualquier habilidad de conocimiento mental que posean, el todo no es nada sin este amor del coraz�n.

En lo que sigue a la predicci�n del Se�or a Pedro con qu� muerte glorificar�a a Dios, y la curiosidad del Ap�stol por saber qu� iba a ser de Juan; era innecesario morar. Es m�s interesante considerar el testimonio de Juan sobre la verdad del Evangelio, que lleva su nombre. Y aunque �l sab�a que su testimonio era verdadero, y la Iglesia entonces en existencia, sab�a lo mismo; Ser� una bendici�n tanto para el escritor como para el lector del comentario de este pobre, si del testimonio de Dios el Esp�ritu Santo en cada uno de nuestros corazones, podemos dar un testimonio similar.

1 Juan 5:20 . Y mientras bendecimos a Dios por esta preciosa porci�n de su santa palabra, que puede hacernos sabios para la salvaci�n mediante la fe en Cristo Jes�s; Podemos decir verdaderamente con Juan, que el mundo, s�, toda la creaci�n de Dios, no es lo suficientemente grande en su seno para contener todo lo que podr�a decirse, si todo se dijera de Jes�s, ya que sus riquezas y sabidur�a son inescrutables, y de S� mismo, como lo ha expresado el Sagrado Escritor, su grandeza no tiene fin. Salmo 145:3 .

Versículo 25

REFLEXIONES

�Bendito Se�or Jes�s! �Qu� alabanza, qu� agradecimiento, qu� amor te debe tu Iglesia, querido Se�or, por las muchas manifestaciones repetidas que tan amablemente mostraste a tus pobres disc�pulos despreciados, despu�s de tu resurrecci�n de entre los muertos! Milagros sobre milagros: y gracia sobre gracia. �Oh! Dejad que ense�e a mi pobre alma, ya las almas de todos tus redimidos, de los testimonios sorprendentes que aqu� se registran, cu�n cercano est� Jes�s a su pueblo, cuando ellos no lo saben.

�S�, Se�or! cu�nto est�s cuidando de todas sus preocupaciones y proveyendo, tanto para su sustento corporal como espiritual, cuando ellos no pueden proveer para ninguno. �Oh! por la gracia mostrada a Pedro, para consolar a todos los miembros ejercitados del cuerpo m�stico de Cristo. �Oh! por la fe y el amor, para poder apelar, como Pedro a Jes�s, diciendo: Se�or, t� sabes todas las cosas; t� sabes que te amo.

Alabado sea el Padre, el Hijo y el Esp�ritu por todas las revelaciones que Jehov� ha hecho bondadosamente a la Iglesia del amado Hijo de Dios. �Se�or! conc�denos que todos tus redimidos bajo la ense�anza del Esp�ritu Santo, con el disc�pulo que testific� de estas cosas y escribi� estas cosas, puedan agregar, de su propia seguridad, y decir, como la Iglesia entonces lo hizo; sabemos que su testimonio es verdadero.

�Despedida! �Por el momento, amado ap�stol Juan! Esperamos encontrarnos con tus registros adicionales de tu querido Se�or, y nuestro querido Se�or, cuando lleguemos a esos preciosos escritos tuyos, bajo la inspiraci�n de Dios el Esp�ritu Santo, que est�n en el mismo volumen sagrado. Pero aqu� te damos gracias por tu labor en este Evangelio y por todas las preciosas relaciones que has dado de Cristo nuestro Se�or. Y bendito, bendito por siempre el que te llam� a este servicio, en su Iglesia.

En breve ser� llamada a verle toda la Iglesia de Dios, en cuyo seno yac�a el amado Ap�stol, que escribi� estas cosas de su divino Se�or. Y luego, todos los redimidos con Juan rodear�n el trono y har�n sonar sus alabanzas unidas, en un himno completo de acci�n de gracias, a Dios y al Cordero, para siempre. Am�n.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre John 21". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/john-21.html. 1828.