Bible Commentaries
Apocalipsis 19

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

Este cap�tulo se abre con un relato del gozo en el cielo, a la vista de los triunfos del Se�or sobre el Anticristo en la tierra. La Iglesia en el Cielo celebra el Matrimonio de Cristo con su Iglesia. Una visi�n bendita y gloriosa de Cristo. La Bestia y el falso Profeta arrojados vivos a un lago de fuego que arde con azufre.

Versículos 1-3

(1) Y despu�s de estas cosas o� una gran voz de mucha gente en el cielo, que dec�a: Aleluya; Salvaci�n y gloria y honra y poder a Jehov� nuestro Dios; (2) Porque verdaderos y justos son sus juicios; porque �l juzg� a la gran ramera, que corrompi� la tierra con su fornicaci�n, y veng� la sangre. de sus sirvientes en su mano. (3) Y de nuevo dijeron: Aleluya. Y su humo se elev� por los siglos de los siglos.

Parece que la atenci�n de Juan se ha desviado aqu� de la vista con la que se hab�a deleitado tanto al contemplar el derrocamiento total de la m�stica Babilonia, al escuchar las felicitaciones de la multitud en el cielo, incluso de la Iglesia, que todos participaron en la triunfo. Escucha su himno de alabanza y sus palabras. Lo ha registrado tambi�n para la Iglesia. Comienza con la bendita palabra Aleluya y termina con la misma.

La Iglesia del Antiguo Testamento se destac� por el uso de esta palabra. Por lo general, comenzaban y terminaban todos sus himnos de alabanza con �l. Y a decir verdad, es muy dulce. La alabanza es hermosa para los justos.

Pero lo que desear�a a�n m�s particularmente que el lector observara, en este canto triunfal de la Iglesia en el cielo, es que en �l registraron la fidelidad de Dios, en la destrucci�n del anticristo. No hay perfecci�n de Dios, que el Se�or siempre recomienda a la atenci�n y consideraci�n de su pueblo, m�s que su fidelidad. Conoce ahora, dice el Se�or por medio de Mois�s, que el Se�or tu Dios, el es Dios, el Dios fiel. Deuteronomio 7:9 .

Y como es para la gloria del Se�or, cuando confirma esa fidelidad por el cumplimiento de sus promesas; as� es para el cr�dito del pueblo del Se�or, cuando lo reconocen con la misma facilidad y alegr�a.

La Iglesia, en la ruina de la ramera, rastre� sus misericordias hasta esta �nica fuente, Dios hab�a ense�ado desde el principio, que ning�n arma formada contra Israel deber�a prosperar. Por lo tanto, cuando Roma volvi� todas sus armas contra la Iglesia para destruirla, y el Se�or hizo lo que hab�a dicho y ech� por tierra todo el poder del Papa; aqu� hab�a una viva prueba de la fidelidad de Dios. Y la Iglesia lo cant�. �Es una bendici�n mirar a Dios y a Cristo en todas las cosas!

Deseo que el lector se d� cuenta del lenguaje fuerte que usa la Iglesia en el cielo, al llamar a esta herej�a la gran ramera. Y no le ruego menos que considere lo que se dice del humo de su horno, (como si se refiriera a Sodoma y Gomorra), que se elev� por los siglos de los siglos. Estos son grandes puntos.

Perm�taseme suplicarle al lector que no deje de comentar tambi�n lo que se dice de los juicios de Dios, al juzgar a la gran ramera, a saber, que son verdaderos y justos. Su atrevida oposici�n a la verdad de Dios, sus blasfemias y su tr�fico injusto en la venta de perdones, que s�lo Dios debe otorgar, y su arrogancia del derecho de supremac�a en las cosas divinas, reclaman justamente la venganza divina. Por lo tanto, por lo tanto, su destrucci�n eterna forma parte del gran sistema de lo que es verdadero y justo que el Se�or debe realizar.

Y en el mismo momento, es parte de la justicia de Dios albergar y proteger a todos sus fieles; Es justo para Dios castigar a sus enemigos y a los de ellos, y pagar al que lo odia en su propia cara.

Versículos 4-10

(4) Y los veinticuatro ancianos y las cuatro bestias se postraron y adoraron al Dios que estaba sentado en el trono, diciendo: Am�n; Aleluya. (5) Y sali� del trono una voz que dec�a: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le tem�is, peque�os y grandes. (6) Y o� como la voz de una gran multitud, y como la voz de muchas aguas, y como la voz de fuertes truenos, que dec�a: Aleluya, porque el Se�or Dios omnipotente reina.

(7) Goc�monos y alegr�monos y d�mosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su mujer se ha preparado. (8) Y a ella se le concedi� que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque las justificaciones de los santos son el lino fino. (9) Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las verdaderas palabras de Dios.

(10) Y me postr� a sus pies para adorarlo. Y me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jes�s; adora a Dios; porque el testimonio de Jes�s es el esp�ritu de profec�a.

Ruego al lector que se fije en lo que aqu� se dice de una voz, que sali� del trono, diciendo: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos. Ahora bien, la correcta aprehensi�n de esta voz servir� para arrojar luz sobre lo que sigue a continuaci�n. Creo que esta voz no podr�a ser la voz de Dios Padre, Hijo o Esp�ritu, es muy evidente, porque si lo hubiera hecho, las palabras no habr�an sido, alabado sea nuestro Dios, sino alabado sea Dios.

La palabra nuestro no pudo en esta ocasi�n haber sido apropiada, ya que est� llamando a otros a alabar con la voz que llam�. Adem�s, deber�a parecer una voz de entre la multitud que cantaba Aleluya y, por tanto, no la voz de Dios. Agregue a estas cosas, cuando se dice, porque el Se�or Dios omnipotente reina, esto se dice claramente de Cristo, cuya omnipotencia ha sido probada ahora en la destrucci�n de la ramera y su total derrocamiento.

Y este himno no es m�s que una continuaci�n del primer himno, al comienzo del cap�tulo, y se repite una y otra vez en esos varios versos, tercero y sexto. Porque �de qui�n es la salvaci�n sino Cristo? �Y a qui�n todo el tiempo oy� Juan el himno de salvaci�n y gloria y honra y poder atribuido? �No era �l, dec�an ellos, que nos am� y nos lav� de nuestros pecados con su propia sangre? Apocalipsis 5:9 ; Apocalipsis 5:9

As� que una vez m�s. �Cu�les son todas las atribuciones de honor que se dice que le son dadas a �l, sino a la Persona de Cristo, porque ha llegado su matrimonio, y de ah� el gozo y regocijo de su pueblo? El matrimonio mismo es con Cristo, quien desde la eternidad despos� a su Iglesia consigo mismo por el don del Padre, y quien, desde el estado temporal de la ca�da de Ad�n, la restaur� por la redenci�n; desposa a cada individuo consigo mismo por medio de la regeneraci�n, a su llamado personal, y aqu� finalmente lleva a casa a su Iglesia a la cena de bodas en el estado de la iglesia de Jerusal�n en el cielo.

Y con respecto a la esposa prepar�ndose, el siguiente vers�culo explica lo que se quiere decir, cuando se dice, que a ella se le concedi� que se vistiera de lino fino, es decir, que el Se�or, quien proporcion� el vestido de bodas de su justicia, se lo pone. As� canta la Iglesia por medio del Profeta: Me visti� con las vestiduras de la salvaci�n, me cubri� con el manto de la justicia, como el esposo se engalana con adornos, y como la esposa se adorna con sus joyas, Isa�as 61:10

Y, por �ltimo, para no a�adir m�s, el hablante, quienquiera que sea, cierra todo este relato con esas palabras tan notables: Y me dijo: Estos son los verdaderos dichos de Dios. En consecuencia, no podr�a ser Dios o Cristo, o el Esp�ritu Santo, sino el mensajero de Dios, como en muchos casos antes, encontramos a Juan ense�ado por uno u otro.

Ahora, de todas estas consideraciones unidas, nada puede ser m�s claro, que las palabras del siguiente vers�culo son del mismo hablante, un �ngel o mensajero, y nada m�s. Y aunque Juan, por el momento en la gloriosa inteligencia que acababa de recibir, estaba tan conmovido, como Cornelio en el caso de Pedro, que se postr� para adorarlo, sin embargo, es bastante claro que esto se debi� al estado de �nimo del Ap�stol. mente, y nada m�s.

Y que ni Juan pens� que era la Persona de Cristo que le hablaba, es tan cierto; porque de otro modo no habr�a dicho: Tengo el testimonio de Jes�s, si hubiera sido el mismo Jes�s.

He sido el m�s particular de lo que, tal vez, noventa y nueve de cada cien hubieran cre�do necesario, porque unas pocas personas, no instruidas por Dios el Esp�ritu Santo, y de un sello dispuesto a dudar de la Deidad de Cristo, han pensado este pasaje m�s bien se inclina por esa opini�n. Que, cuando se les presta atenci�n, en estos sorprendentes detalles, nada puede ser m�s extra�o. Lo m�s evidente es, de principio a fin, que todo lo que hemos repasado, hasta ahora, en este cap�tulo, es un relato que Juan recibi� del ministerio de un mensajero o �ngel, y bendito relato de la verdad como est� en Jes�s.

Versículos 11-13

(11) Y vi el cielo abierto, y he aqu� un caballo blanco; y el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra. (12) Sus ojos eran como llama de fuego, y en su cabeza hab�a muchas diademas; y ten�a un nombre escrito, que nadie conoc�a, sino �l mismo. (13) Y estaba vestido con una ropa te�ida en sangre; y su nombre es El Verbo de Dios.

Aqu� en verdad tenemos a Cristo, como es m�s evidente por sus dobles nombres, fiel y verdadero. Sus perfecciones tambi�n confirman las glorias de su persona, porque la justicia es el cinto de sus lomos, y la fidelidad el cinto de sus ri�ones, Isa�as 11:5 . Admiro lo que se dice de las muchas coronas del Se�or Jes�s. �Qui�n puede enumerarlos?

�l tiene la corona esencial de Dios. Tiene la corona personal del Dios-Hombre, que era, y es su derecho innato, en virtud de ese car�cter especial suyo, e independiente de cualquier acto �nico por el que se haya ganado el cari�o de su pueblo. Tiene la corona de Mediador, tanto de oficio como de trabajo, por el m�rito infinito y la dignidad de sus labores de redenci�n. Y tiene la corona que le corresponde sobre su sagrada cabeza, por cada individuo de su pueblo, para quien ha obrado y logrado la salvaci�n.

�Oh! la vista dichosa de contemplar al Se�or Jes�s, llevando as� sus muchas coronas, y especialmente cuando el pobre pecador esp�a entre los muchos, al mismo que hab�a puesto sobre la cabeza de Cristo, al atribuirle, como es m�s justamente lo que le corresponde, el �nico honor de la salvaci�n de todo pobre pecador.

Debo ser el Lector para considerar conmigo, la gran bienaventuranza del nombre aqu� mencionado, que ning�n hombre conoc�a sino �l mismo.

No pretendo hablar decididamente sobre tal tema. De hecho, lo que aqu� se dice es suficiente, uno deber�a pensar, para disuadir a cualquier hombre, y a todo hombre, s�, a todo �ngel de Luz, de hablar decididamente sobre un tema tan misterioso. Porque si nadie conoce escrito este nombre de Jes�s, sino �l mismo, cu�n presuntuoso debe ser en cualquiera intentar el descubrimiento. �Lector! Haga una pausa por un momento y, antes de continuar, preg�ntese si se puede desear alg�n testimonio superior en prueba de la Divinidad de Cristo.

Si nadie puede conocer su nombre, �qui�n conocer� su Persona? �Qui�n contar� su generaci�n? �Oh! cu�n abrumador es el testimonio de un coraz�n ense�ado por Dios. Verdaderamente, querido Se�or, contemplo una bendici�n en tus palabras, usadas en otra ocasi�n, que aportan una fuerza peculiar de expresi�n, cuando se aplican aqu� sobre esto. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ninguno conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo le revelar�, Mateo 11:27

Pero no debemos detenernos aqu�. Aunque nadie conoce su nombre, sino �l mismo, sin embargo, su nombre est� adjunto, y se llama Palabra de Dios. �Lector! Te lo suplico, reflexiona bien. Estamos acostumbrados a este nombre en las escrituras. Juan, al comienzo de su evangelio, llama a Cristo por este mismo nombre, la Palabra. Pero aprendemos aqu�, que aunque el Se�or es llamado por este nombre, ning�n hombre tiene, ni puede tener, una comprensi�n plena y clara de �l.

Soy libre de confesar que aunque durante muchos a�os he sentido una satisfacci�n en mi mente, que la peculiaridad del nombre, el Verbo perteneciente al Hijo de Dios ten�a la intenci�n de expresar, la dignidad infinita de su Persona; sin embargo, aqu� descans� y conclu�; que esto implicaba el todo, en relaci�n con su Persona y dignidad. Ahora contemplo en �l algo m�s. Y aunque esta misma Escritura, que se ha convertido en el medio para despertar una creciente aprensi�n en mi mente, de su vasta importancia, mientras la leo ahora, me asegura, y con esa seguridad, me satisface al mismo tiempo, que la plena Su investigaci�n desconcierta todo conocimiento humano, pero espero no volver a leerlo nunca m�s, sino con una solemnidad cada vez mayor y una profunda reverencia al pensamiento.

�Oh! qu� sublimidad infinita debe haber en el nombre; �La palabra de Dios! Cu�n finitamente grande debe ser �l, a quien pertenece peculiar y personalmente. Cu�n inconcebiblemente profundo y secreto debe ser el mismo nombre, quien, cuando sali� de la invisibilidad de Jehov�, para dar a conocer las revelaciones de Dios que hab�a hecho, y sin cuya venida, nunca se hubiera sabido ninguna, todav�a vino en un nombre, que nadie conoce sino �l mismo? �Precioso Se�or Jes�s! �Tu nombre es verdaderamente maravilloso! �Oh! para que la gracia est� contemplando eternamente lo que por toda la eternidad nunca podr� ser plenamente conocido, tienes un nombre escrito que nadie conoc�a sino t� mismo; y tu nombre es llamado, la Palabra de Dios.

Una palabra m�s sobre esta escritura tan preciosa. �Y estaba vestido con una vestidura te�ida en sangre! Le ruego al lector que se detenga en este relato tan interesante de Jes�s, y mientras reflexiona sobre el tema, mire hacia arriba con un ojo de fe y contemple al Se�or en este manto de redenci�n. Seguramente el dise�o debe haber sido de lo m�s elegante. Y bien puede ser que todo hijo de Dios busque y busque la causa de tal revelaci�n condescendiente de s� mismo, al aparecer as� a su pueblo.

Es una bendici�n mirar a Cristo en cada nombre, en cada relaci�n, en cada oficio y en cada car�cter. Y es doblemente bendecido cuando el hijo de Dios lo conoce en todo, lo disfruta en todo y vive de �l en todo. Cuando en el concilio de paz ante todos los mundos, Cristo se levant� a la llamada de su Padre, Cabeza y Esposo de su pueblo, la Iglesia fue contemplada en �l, aceptada en �l, santificada en �l y una con �l para todos. la eternidad, para todos los prop�sitos, concilio, voluntad y complacencia de Jehov�, que de ahora en adelante deber�a tener lugar, y en todas las circunstancias que deber�an seguir.

Entonces Cristo se present� como Cabeza y Esposo de su Iglesia, su esposa; escogido en �l, para ser santo y sin mancha delante de Dios en amor. Pero cuando en el estado posterior de la Iglesia, en la ca�da de Ad�n, la Iglesia se involucr� e implic� en esa ca�da; la Iglesia conocer�a entonces a su Cabeza y Esposo en otro car�cter entra�able, a saber, ella, Redentor y Salvador. De modo que de ahora en adelante, la redenci�n se convirti� en otro gran y glorioso tema, a juicio de la Iglesia; y Cristo volvi� a casa, recomend� y se hizo querer por su afecto, tanto como su Cabeza y Esposo, como su Redentor y Salvador, el Se�or su justicia.

El Esp�ritu Santo ha declarado bendecidamente ambos, en ese glorioso pasaje de Pablo a los Colosenses. Y �l es la Cabeza del cuerpo, la Iglesia: quien es el principio, el primog�nito de entre los muertos; para que en todas las cosas pudiera tener la preeminencia. Porque agrad� al Padre que en �l habitase toda plenitud. Luego viene el segundo car�cter glorioso del Se�or Jes�s como Redentor. Y, habiendo hecho la paz mediante la sangre de su cruz, por �l reconciliar todas las cosas consigo mismo; por �l digo, sean cosas en la tierra o cosas en el cielo, Colosenses 1:18 .

Por lo tanto, tenemos aqu� al Se�or Jesucristo en su doble relaci�n con su Iglesia, como Cabeza y Salvador. Primero, como Cabeza en uni�n, el principio y el primog�nito de entre los muertos, como el fundador del mundo futuro, para el cual la Iglesia ha sido dise�ada desde la eternidad, y por su resurrecci�n, para la cual Cristo engendr� la Iglesia. . Y, en segundo lugar, como Salvador en la redenci�n, habiendo hecho las paces con todos los pecados de su cuerpo la Iglesia, por la sangre de su cruz, para reconciliar todas las cosas consigo mismo.

�Lector! detente sobre el tema maravilloso, y luego, una y otra vez, mira hacia arriba y m�ralo, como lo vio Juan aqu�, en su caballo blanco, con sus muchas coronas, (y, �oh! si puedes contemplar la corona de tu propia salvaci�n personal. , entre el n�mero, y en su vestidura te�ida en sangre. �No parece que Jes�s habla con esta vestimenta? �No parece decir, por qu� me pongo esto sino para convencer a mi pueblo de la eficacia eterna de mi sangre? No aparezco todav�a en �l, para convencerlos con una demostraci�n tan palpable, de que la obra de redenci�n ha terminado, y todav�a estoy vestido con mis ropas de redenci�n, para decirles a mis pobres de la tierra, esta verdad m�s segura, y alentarlos. que vengan a m�, bajo todos sus pecados, dolores y tentaciones, con plena certeza de fe. �No estaban estas entre las causas por las que Cristo se apareci� a Juan? �Y no sentir� su Iglesia confianza en ella y lo ver� como tal, cuyo nombre es Fiel y Verdadero?

Versículos 14-16

(14) Y los ej�rcitos que estaban en el cielo lo siguieron sobre caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio. (15) De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones; y las regir� con vara de hierro; y �l pisa el lagar del vino del ardor y de la ira del Dios Todopoderoso. (16) Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SE�OR DE SE�ORES.

Habiendo mirado a Cristo, en aquellos puntos de vista m�s gloriosos y reconfortantes en los que Juan lo contemplaba, ahora vio los ej�rcitos que lo segu�an; y tambi�n se les ve�a sobre caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio. Me atrevo a dar por sentado que por los ej�rcitos que estaban en el cielo se entiende la Iglesia, los redimidos del Se�or. Su indumentaria parece decidir esto. No los �ngeles de la luz.

Porque aunque elegidos �ngeles y preservados por Cristo en su santidad; sin embargo, como Cristo es visto aqu� peculiarmente, desde su vestidura te�ida en sangre, como Redentor; deber�a parecer, que sus seguidores fueron los redimidos. Adem�s, se les llama ej�rcitos; m�s, deber�a concebir, por su estado militante, que en este lugar, de su n�mero. Porque aunque la palabra ej�rcitos implica muchos, y los ej�rcitos del Se�or son una gran multitud, que nadie puede contar; Apocalipsis 7:9 , sin embargo, aqu� se ve al Se�or mismo, como en su caballo de batalla, en justicia, juzgando y haciendo guerra; y en consecuencia, los que le siguen, de sus ej�rcitos, est�n en el campo de acci�n.

Hay algo verdaderamente interesante y hermoso en esta descripci�n de la Iglesia, en su estado militante. Son, como su Se�or, vistos sobre caballos blancos, para dar a entender su pureza y santidad en Cristo. Van tras �l, y con �l, a la batalla; pero no a una guerra incierta, porque �l est� coronado con las muchas coronas de la victoria, y est�n vestidos con ropas blancas, para insinuar que ya los han blanqueado con la sangre del Cordero.

Adem�s, van en pos de Cristo, no antes de Cristo. Esta escritura dice que lo siguieron. Para que todo est� en hermosa correspondencia con las principales verdades de nuestra sant�sima fe. Todo es de �l, por �l y por �l. Y si lo amamos, es porque �l nos am� primero.

Pero aunque podamos, como se nos pide que lo hagamos, contemplar esos ej�rcitos en el cielo que siguen a Cristo, y por un momento mirarlos al pasar; sin embargo, el �nico objeto en el que debemos insistir en esta hermosa vista, �es el mismo Jes�s! Y la descripci�n adicional que se da de �l en esta escritura, debe necesariamente ocultar cualquier otro objeto de algo m�s que la mera atenci�n moment�nea. �Lector! Mirad cu�n bienaventuradamente habla Juan de �l, cuando dice: De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones; y los regir� con vara de hierro.

Es una gran caracter�stica del car�cter del Se�or Jes�s, que mientras sale para la salvaci�n de sus escogidos, tambi�n sale para la destrucci�n de los suyos y de sus enemigos. �l mismo dice, por el esp�ritu de profec�a, edades antes de su venida, mientras est� en la perspectiva de ella; el d�a de la venganza est� en mi coraz�n; y ha llegado el a�o de mis redimidos, Isa�as 63:4 ; Habacuc 3:13 .

Y debe recordarse particularmente, en esta escritura en la que estamos ahora, que es para la destrucci�n de los poderes anticristianos, las herej�as de Oriente y Occidente, as� como todas las obras de Satan�s, y su reino, el Se�or. Jes�s es contemplado aqu�, como saliendo vestido con una armadura. Los t�rminos usados, de vara de hierro, y el golpearlos con la espada de su boca, son bien conocidos en las escrituras, Salmo 2:9 y ver Juan 18:6 con la nota en el Comentario.

El pisar el lagar del vino del ardor y la ira del Dios Todopoderoso tiene doble aspecto; en lo que respecta a los redimidos del Se�or y en lo que respecta a los no regenerados. Cristo, como Fiador de su pueblo, pis� solo el lagar; y del pueblo no hab�a nadie con �l, Isa�as 63:3 . �Y qui�n describir� el peso y la presi�n sobre el alma del Redentor, cuando se ofreci� a s� mismo como ofrenda por el pecado, cuando carg� con sus pecados y carg� con sus dolores? Pero el lagar del ardor y la ira del Dios Todopoderoso tambi�n respeta a los incorregibles; de quien dice el Se�or Jes�s: Porque los hollar� en mi ira, y los hollar� con mi furor, y su sangre ser� rociada sobre mis vestidos; y manchar� toda mi ropa, Isa�as 63:3 .

Sin duda, el d�a, el d�a terrible de nuestro Dios, cuando venga a vengarse de sus enemigos, estar� tan marcado. Esos poderes anticristianos, tanto de Oriente como de Occidente, el diablo y todo su ej�rcito, s�, todos los no regenerados, en cada naci�n y clima, ser�n hollados por CHRTST, en el lagar de la venganza de Dios; y cuando est�n completamente maduros en su iniquidad, como la vendimia de la vi�a, el Se�or los hollar� en su ira, y los hollar� con su furor, manchar� toda su ropa y har� caer a la tierra sus fuerzas.

Una vista dulce m�s. Jes�s tiene otro nombre en su vestidura y en su muslo, que todos sus redimidos no pueden sino deleitarse en leer y conocerlo; es decir, REY de reyes y Se�or de se�ores. �S�! �Lector! el Se�or Jesucristo tiene este glorioso t�tulo en com�n con el Padre y el Esp�ritu Santo; y especial y personalmente, como Mediador Dios-Hombre. No puede haber nada m�s dulce y refrescante para la Iglesia de Dios que la contemplaci�n de esta distinci�n de car�cter, tanto en relaci�n con la naturaleza como con la esencia de la Deidad; y en relaci�n con la gloria personal y la dignidad del Dios-Hombre Jesucristo.

En muchas partes de esta humilde obra, este Poor Man's Commentary, me he referido a ambos; como los diversos temas que conducen a ellos, de las distintas partes de las Sagradas Escrituras, los han presentado ante nosotros. Pero, ahora que me estoy acercando al final de todo el volumen sagrado, anhelar�a la indulgencia de mi lector una vez m�s, para dejar caer una palabra o dos sobre ambos, cuanto m�s vivo, m�s estoy convencido del presente terrible, Generaci�n que desprecia a Cristo.

Y qu� tiempos m�s temblorosos est�n a la mano, no lo s�; pero, por el aspecto de las cosas que ahora tenemos ante nosotros, aparece una perspectiva triste, triste. Antes del derrocamiento final de esos poderes anticristianos, que este libro de Dios predice claramente, y de los cuales, este mismo Cap�tulo anuncia el glorioso triunfo; debemos esperar, de esas escrituras, como la �ltima lucha de la bestia, y el falso profeta, y el drag�n, las oposiciones m�s violentas; s�, los dos testigos de nuestro Dios y Salvador, yacer�n muertos, bajo su violencia, en la gran ciudad de la ramera, que espiritualmente se llama Sodoma, y ??Egipto, tres d�as y medio, Apocalipsis 11:10 ; Apocalipsis 11:10 .

Espero, por tanto, un breve vistazo m�s en relaci�n con este t�tulo glorioso de nuestro glorioso Dios, nuestro Salvador, tanto como le pertenece a �l, como Dios, en com�n con el Padre y el Esp�ritu Santo; y en su propio car�cter personal y de Mediador, como Dios-Hombre, no ser� considerado innecesario ni in�til seg�n las ense�anzas del Se�or.

De la unidad divina, de un Dios en esencia, todas las Escrituras est�n llenas. Oye, Israel, el Se�or nuestro Dios, el Se�or uno es, Deuteronomio 6:4 . Todo, y cada parte de la revelaci�n, confirma la gloriosa verdad. Hay, no puede haber m�s que un Dios. Porque como todos los atributos y perfecciones divinos son, en la mayor medida posible, ilimitables e inmensos; por tanto, por necesidad, el Se�or Dios Todopoderoso, llena todo espacio, y es Omnipresente, y de una omnipresencia eterna. De modo que se excluye la idea misma de otro Dios; porque esta inmensidad y esta ubicuidad se romper�an. Algo imposible.

Las Escrituras de Dios, que declaran esta primera y principal verdad, no declaran menos al mismo tiempo, la existencia de esta primera, grande y eterna causa, como existiendo en un triple car�cter de Personas, conocidas y distinguidas por distintos nombres, como se revel� a la Iglesia: Padre, Hijo y Esp�ritu Santo. Se les llama los Tres Santos, que dan testimonio en el cielo; el Padre, el Verbo y el Esp�ritu Santo: y estos Tres son Uno. 1 Juan 5:7

Y aqu�, antes de seguir adelante, detengo humildemente al Lector para proponerle una pregunta breve y sencilla. Suponiendo que nunca hubi�ramos recibido este testimonio de las Escrituras; y suponiendo, por primera vez tuyo, que t� o yo conoci�ramos la revelaci�n del Ser de Dios; �No deber�amos esperar encontrar que la naturaleza de su Ser y existencia, cuando se den a conocer, ser�an en una forma de perfecta distinci�n, de todas sus criaturas? Digo, �no deber�amos estar inclinados a pensar que cuando se nos hace alg�n descubrimiento, con respecto a la naturaleza y el Ser de Dios, deber�amos esperar encontrarlo completamente diferente al nuestro? Entonces aqu� est�.

El testimonio de las Escrituras sobre este gran punto es que el Se�or Jehov� existe, en la eternidad de su naturaleza y Ser, de una manera totalmente distinta; y se distingue de todas sus criaturas; y que, en la naturaleza y esencia de la Deidad, hay tres personalidades distintas, de igual gloria, poder, sabidur�a y existencia; Padre, Hijo y Esp�ritu Santo. �Lector! �Qu� misericordia es para todo hijo de Dios en relaci�n con esta gran verdad, que adem�s de este bendito testimonio de las Escrituras, tenga un conocimiento y aprehensi�n personal de cada Persona gloriosa, en las revelaciones que se le hacen a s� mismo; en el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comuni�n del Esp�ritu Santo?

Pero, para volver. Las Sagradas Escrituras, que declaran la unidad de la esencia divina, y la existencia de los Tres PER Hijo S en esa Unidad, han condescendido graciosamente, y en una variedad de partes en la palabra divina, llamar a cada uno de ellos por la misma distinci�n. de car�cter y t�tulo, para dar a conocer a la Iglesia su Unidad en el Ser, en el honor, en la dignidad, en el culto, en el poder y, en definitiva, en todas las gloriosas prerrogativas de Dios.

Por eso tambi�n, en todos los departamentos de la naturaleza, providencia, gracia y gloria, se nos ense�a que cada Persona gloriosa ha tomado parte y participa; y tanto en la creaci�n, redenci�n, santificaci�n y todo lo que concierne a la Iglesia; en la vida que ahora es, o en la que vendr�; todas las Personas se han presentado, y se han presentado, a la Iglesia en Cristo en �l, como la �nica v�a o canal de comunicaci�n posible; para ense�ar a la Iglesia, de la cual, conjunta y solidariamente, brotan sus Misericordias; ya quienes nuevamente, en y por Cristo, sus infinitas alabanzas deben ser devueltas, tanto aqu� como en el m�s all�.

Me quedo sin citar, ni siquiera en este lugar, para referirme a las numerosas escrituras que se expresan a tal efecto en la prueba. En innumerables partes de este Trabajo, ya lo he hecho; y espero, lo m�s claro y satisfactorio para todos los ense�ados por Dios. Solo ahora estoy presentando, una vez m�s, el bendito tema en s�, antes de concluir mi Comentario del pobre.

Aqu�, sin embargo, que el lector piadoso se detenga de nuevo, encuentre, mientras lee su Biblia, que recuerde, si puede, los muchos pasajes dulces y llenos de gracia, en los que abunda la Palabra de Dios, como prueba de la Personalidad del Santo. Tres en uno. �Con qu� frecuencia los encontramos conversando juntos? G�nesis 1:26 ; Isa�as 6:8 ; Juan 17:1 todas partes; Isa�as 49:1 todas partes; Juan 12:28 .

Cu�n a menudo hablando de su deleite el uno en el otro, Proverbios 8:22 hasta el final; Mateo 3:17 ; Juan 17:23 ; Apocalipsis 3:21 ; Juan 16:15 ; Juan 16:15 . Estas son cosas preciosas; y preciosas escrituras en la confirmaci�n de ellos. Que el lector piadoso sea muy alegre con ellos.

Una palabra m�s. Los diversos t�tulos, honores y dignidades, por los cuales los Santos Tres en Uno son conocidos en las Escrituras, en com�n uno con el otro, son todas tantas confirmaciones adicionales, y de la naturaleza m�s bendita, de esta doctrina divina. �Con qu� frecuencia nos encontramos con atribuciones de alabanza, a cada uno ya todos; �En cuanto al bendito y �nico Potentado, Rey de reyes y Se�or de se�ores! Y al Rey eterno, inmortal, invisible, el �nico Dios sabio, se le atribuye gloria, tanto al Padre como al Hijo y al Esp�ritu, 1 Timoteo 6:15 ; 1 Timoteo 6:15 .

Compare 1 Pedro 5:11 con 2 Pedro 3:18 y Judas 1:25 . Compara Isa�as 6:3 con Apocalipsis 4:8 y Apocalipsis 1:4

Y lo mismo encontramos ofrecido personalmente a la Persona de Cristo, como Mediador; no solo en este texto que tenemos ante nosotros, sino en cada parte de la palabra de Dios. En este mismo libro de Apocalipsis, para no ir m�s lejos, tenemos muchos casos, Apocalipsis 5:9 hasta el final. Apocalipsis 1:5 . �Lector! mira ambos. Bendice a Dios Esp�ritu, por su testimonio de gracia para todos, en su palabra de verdad; y ora por sus ense�anzas, para que todo sea provechoso.

Versículos 17-18

(17) Y vi a un �ngel de pie al sol; y clam� a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid y reun�os para la cena del gran Dios; (18) para que com�is carne de reyes, carne de capitanes, carne de valientes y carne de caballos, y de los que se sientan en ellos, y carne de todos los hombres, libres y esclavos. , tanto peque�os como grandes.

No es f�cil conjeturar a qui�n se refiere este �ngel que Juan vio de pie al sol. Pero no pod�a ser otro que un sirviente. Porque el sol es el emblema de Cristo. Y no se podr�a decir que Cristo estaba parado en s� mismo. Debo concebir que mientras �l estaba llamando a las aves del cielo para que vinieran a la gran cena de Dios, podr�a ser incluso un siervo muy humilde en el ministerio; similar a lo que se dice de los siervos en el Evangelio, enviados a llamar a los pobres, lisiados, detenidos y ciegos, a la fiesta de la palabra de Dios, Lucas 14:21 .

Pero sea quien sea, vale la pena tener en cuenta una cosa. Se dice que est� de pie al sol. Por lo cual podemos, sin violencia en la expresi�n, interpretarlo, como si estuviera en Cristo y su justicia, Malaqu�as 4:2 . Aqu� est� todo Predicador de Cristo. Est� abierto como el sol; y predica a Cristo, y solo a Cristo.

Y su llamado de invitaci�n a la cena, no es un llamado a ordenanzas, sino a triunfos. Que el lector recuerde que esto que se representa aqu� es el derrocamiento total del Papa y el Prelado, Mahoma y el Diablo. Por tanto, el pueblo de Dios est� llamado a regocijarse por ellos. Se llama la cena del gran Dios, Jes�s; porque estos son sus triunfos. Era �l, a quien Juan hab�a visto poco antes, sobre su caballo blanco, con sus muchas coronas, y con su vestidura empapada en sangre, y sus ej�rcitos sigui�ndolo a la victoria.

Por lo tanto, como un poderoso Conquistador, terminada la batalla, hace un banquete, como todos los pr�ncipes orientales, para sus nobles y pr�ncipes de las provincias; es decir, todos, la familia redimida de Cristo, a quien ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y el Padre, y los invita a la cena; y donde muestra las riquezas de su reino glorioso, y el honor de su excelente majestad, no muchos d�as, no, no ciento ochenta d�as, porque estos pronto expirar�an, sino por toda una eternidad, donde Jes�s ser� glorificado en sus santos, y ellos hicieron completamente bienaventurados en �l por los siglos de los siglos, Ester 1:3

No olvide el lector que forma una parte interesante en todo el plan de redenci�n, cuando Cristo trae a casa a sus elegidos, que tambi�n tiene un triunfo completo sobre sus enemigos. Es una gran conclusi�n para el conjunto. Y la Iglesia est� tan interesada en �l, que una de las promesas del Pacto, en la carta de la gracia, dice estas palabras: cuando los imp�os sean Salmo 37:34 , lo ver�s, Salmo 37:34 .

�Oh! Es una parte bendita en la redenci�n, que Satan�s no solo sea derribado, sino que el Dios de paz lo lastime bajo nuestros pies, Romanos 16:20

La batalla de Armaged�n traer� ante la Iglesia el triunfo eterno de la Iglesia sobre la ramera y el falso profeta; y, si alg�n poder pagano, ayudado por el diablo, es llevado a esta guerra, para pelear contra Cristo; su destrucci�n es segura. Y al ver su completa destrucci�n; esto en lenguaje prof�tico es comer carne de reyes y capitanes, de valientes y caballos, esclavos y libres, peque�os y grandes.

Versículos 19-21

(19) Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ej�rcitos, reunidos para hacer guerra contra el que montaba el caballo y contra su ej�rcito. (20) Y fue tomada la bestia, y con �l el falso profeta que hac�a milagros delante de �l, con el cual enga�aba a los que hab�an recibido la marca de la bestia y a los que adoraban su imagen. Ambos fueron arrojados vivos a un lago de fuego que arde con azufre. (21) Y el resto fue muerto a espada del que estaba montado en el caballo, espada que sali� de su boca; y todas las aves se llenaron de su carne.

�Qu� escritura m�s bendita hay aqu�! Entonces, por fin, es capturada la bestia y el falso profeta; y dentro de poco el diablo tambi�n ser� apresado. El Esp�ritu Santo hab�a ense�ado a la Iglesia a esperar esto en relaci�n con la ramera. 2 Tesalonicenses 2:8 . Y la Iglesia de Dios gritar� en voz alta, y dir�, en el lenguaje de la Iglesia de anta�o: As� perezcan todos tus enemigos, oh Se�or, pero sean los que le aman, como el sol, cuando sale en su fuerza. , Jueces 5:31 .

Versículo 21

REFLEXIONES

�Oh! los raptos, el gozo, la felicidad inefable, que estallar� en el cielo, cuando, como Juan en visi�n, la Iglesia de Dios oir� en realidad, esa gran voz, de mucha gente, diciendo Aleluya, salvaci�n y gloria, y honor y poder al Se�or nuestro Dios! La imaginaci�n de la mente humana no puede concebir los triunfos de la Iglesia, cuando el Se�or traer� a casa a los redimidos de su pueblo; y el Se�or habr� vengado la sangre de sus siervos a manos de la gran ramera, que durante tantos siglos y generaciones ha corrompido la tierra con la multitud de sus fornicaciones.

�Oh! �vosotros, Iglesia de mi Dios, seguidores de Dios y del Cordero! �Qui�n contar� tus misericordias, o hablar� de la felicidad infinita de tu estado feliz, cuando se te lleve sano y salvo a casa de todos los ejercicios del pecado y la tristeza, y seas llamado a la cena de las bodas del Cordero? �Siervos del Se�or! �Mirad que os vistais de lino fino, limpio y resplandeciente, la justicia de los santos, que es el manto de salvaci�n de Jes�s! Mira que Dios, que te lo proporciona, se lo pone.

�Ning�n otro puede ser admitido a la mesa del Se�or, ya sea aqu� en gracia o en el m�s all� en gloria! �Oh! por estar tan vestidos, que todos los redimidos del Se�or puedan regocijarse en el lenguaje de la Iglesia de anta�o, y decir: Me regocijar� grandemente en el Se�or; mi alma se alegrar� en mi Dios; porque me ha vestido con ropas de salvaci�n; Me cubri� con el manto de la justicia, como el esposo se engalana con adornos, y como la esposa se engalana con sus joyas.

Pero, �oh! por la gracia de contemplar a mi Dios y Salvador como lo vio Juan, montado en su caballo blanco, en su glorioso car�cter de fiel y verdadero, y en justicia juzgando y haciendo la guerra. �Se�or! dame para verte, con tus muchas coronas. Y, �oh! por aquel mismo que me has permitido poner sobre tu sagrada cabeza, cuando el d�a que me diste a ser salvo a tu manera, y la rodilla de mi coraz�n se inclin� ante ti; y clam�: Jes�s me redimi�, me salv� y me lav� de todos mis pecados con su sangre. �Se�or! d�jame contemplarte cada d�a, con tu vestidura empapada en sangre. d�jame leer todos los d�as y conocer tu nombre, la Palabra de Dios.

Perm�teme, hasta el �ltimo momento de mi vida en la tierra, hasta que caiga ante tu trono en gloria, te saludo, mi Rey, y mi Dios, s�, Rey de reyes y Se�or de se�ores. �Oh! el d�a, el dichoso y feliz d�a de la boda, cuando Jes�s me llevar� a casa, y mientras la bestia y el falso profeta caigan para no levantarse m�s, sino hundirse en el lago de fuego; Por gracia soberana, contemplar� a mi Dios y Salvador tal como es, y morar� con �l para siempre. Am�n.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre Revelation 19". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/revelation-19.html. 1828.