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Bible Commentaries
1 Corintios 15

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículos 1-2

1 Corintios 15:1

I. "Yo os declaro"

Yo les recordar�a "el evangelio que les he predicado, el cual tambi�n han recibido". Aqu� hay una alusi�n conmovedora a tiempos pasados. Hay un toque de ternura, ya que el Ap�stol recuerda delicadamente su propio ministerio temprano entre los corintios y su aceptaci�n del mismo. Hay ocasiones en la experiencia cristiana en las que tal retrospectiva puede ser m�s conveniente y provechosa, cuando puede ser �til recordar a los cristianos el tipo de bienvenida que estaban acostumbrados a dar al evangelio en d�as pasados.

Sin duda, es bueno para nosotros, cuando nuestra confianza y nuestro afecto comienzan a fallar, cuando nos sentimos tentados a echar la culpa del fracaso al evangelio que se nos predic� a la antigua usanza, y imaginar que podr�a decirnos m�s. con un vestido nuevo, para volver a los tiempos antiguos y recordar nuestra recepci�n temprana en los d�as del nacimiento espiritual de nuestra alma, la marcha matutina de nuestra vida cuando nuestro pecho era joven.

II. "Yo os declaro el evangelio, ... en el cual est�is" o tenemos una posici�n. Obtuvo su asentimiento y consentimiento una vez, su c�lido abrazo y su cordial aceptaci�n. Y bien podr�a hacerlo; bien podr�a estar dispuesto a recibirlo como lo hizo. Porque en ella tienes ahora una posici�n que de otra manera nunca podr�as alcanzar una posici�n de justicia y paz segura, estable y firme.

III. Tambi�n por el evangelio "sois salvos". Este evangelio es en verdad el poder de Dios para salvaci�n a todo aquel que cree. Todos los elementos de la salvaci�n nos son provistos y asegurados en este evangelio, el perd�n gratuito, la aceptaci�n completa a los ojos de Dios, una posici�n segura en Su favor, un nuevo principio de santa lealtad. �Seguramente, entonces, no es un evangelio que deba abandonarse, reemplazarse o cambiarse a la ligera!

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 2.

Referencia: 1 Corintios 15:1 ; 1 Corintios 15:2 . Revista del cl�rigo, vol. v., p�g. 31.

Versículos 1-4

1 Corintios 15:1

Evangelio de Pablo.

I. Tenemos aqu� el evangelio de Pablo en su esencia. "C�mo que Cristo muri� por nuestros pecados seg�n las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucit� al tercer d�a, seg�n las Escrituras". (1) La gran peculiaridad, y la gran bendici�n y signo de la adaptaci�n universal del cristianismo, es que cuenta la historia de las cosas que sucedieron en esta tierra verde s�lida nuestra. (2) El evangelio de Pablo se fij�, como su hecho central, en la muerte y el entierro que lo acompa��, y la consiguiente resurrecci�n, de Jesucristo. All� est� el centro vital del evangelio.

II. Note lo que aprendemos aqu� sobre el evangelio de Pablo en su poder. �l especifica dos de sus poderosas influencias sobre los hombres "en lo que est�is vosotros", "por la cual tambi�n sois salvos".

III. Note lo que nuestro texto nos dice sobre el evangelio de Pablo en sus condiciones. (1) Debe haber una fe s�lida, no una fe que se adopte a la ligera y sin la debida causa. (2) La otra condici�n es la comprensi�n continua de la verdad que constituye la esencia del evangelio. Es mientras crees que el evangelio te est� salvando.

A. Maclaren, Christian Commonwealth, 27 de mayo de 1886.

Referencias: 1 Corintios 15:1 . C. Kingsley, National Sermons, p�g. 285. 1 Corintios 15:1 . Homilista, vol. VIP. 190. 1 Corintios 15:2 .

J. Edmunds, Sixty Sermons, p�g. 335. 1 Corintios 15:3 . Preacher's Monthly, vol. vii., p�g. 261; WJ Knox-Little, El misterio del dolor, p. 1. 1 Corintios 15:3 ; 1 Corintios 15:4 . Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 105.

Versículos 3-11

1 Corintios 15:3

I. El evangelio que predic� Pablo fue muy simple. (1) Los art�culos de su credo eran pocos y sencillos. "Cristo muri�, fue sepultado, resucit�". (2) �l los entreg� "en primer lugar". Fueron de las primeras cosas de las que habl�. Los puso en la camioneta y al frente de toda su ense�anza. (3) Los entreg� como lo que �l tambi�n recibi�. Constituyeron su mensaje y su misi�n, los cuales le llegaron directamente del Se�or.

II. Habiendo descrito el evangelio que estaba acostumbrado a predicar en Corinto, Pablo indica el car�cter en el que lo predic�. Lo predic� como un ap�stol, como alguien que realmente hab�a visto al Se�or resucitado. Porque fue el haber visto realmente al Se�or despu�s de Su resurrecci�n lo que capacit� a los ap�stoles para declarar esa doctrina de la expiaci�n que depende de la verdad de ella. Por lo tanto, Pablo les recuerda a los corintios c�mo, al entregarles lo que recibi� con respecto a la muerte, sepultura y resurrecci�n de Cristo, su pr�ctica era apelar al testimonio de los ap�stoles originales.

Tambi�n ten�a la costumbre de asociarse con ellos, como competente para dar el mismo testimonio que ellos daban. En consecuencia, se le autoriz� a predicar el mismo evangelio que ellos predicaron, y a predicarlo en el mismo car�cter con el que lo predicaron, el de un testigo ocular de la resurrecci�n de Cristo.

III. En lo que testificamos y en lo que ense�amos, todos somos uno. Esta es la �ltima consideraci�n que Pablo insta a favor de la antigua doctrina, que algunos quer�an mejorar con sus innovaciones. Tiene, argumenta, esta gran recomendaci�n, que al declararlo y al dar testimonio del gran hecho sobre el que descansa, los ap�stoles del Se�or est�n unidos y un�nimes. "As� que predicamos, y as� cre�steis".

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 13.

Referencias: 1 Corintios 15:5 . JN Norton, The King's Ferry Boat, p�g. 255. 1 Corintios 15:6 . Homilista, segunda serie, vol. iv., p�g. 191; T. Arnold, Sermons, vol. v., p�g. 1. 1 Corintios 15:7 .

T. Gasquoine, Christian World Pulpit, vol. x., p�g. 20 1 Corintios 15:9 . G. Dawson, The Authentic Gospel, p�g. 205; H. Wonnacott, Christian World Pulpit, vol. xvii., p�g. 238.

Versículo 10

1 Corintios 15:10

Conversiones repentinas.

La conversi�n de San Pablo fue una conversi�n maravillosa, como la llama nuestra iglesia en un lugar, porque fue tan inesperada y (en cuanto a la apariencia) tan repentina. Puede ser �til mencionar uno o dos tipos de lo que pueden llamarse conversiones repentinas y preguntar cu�l de ellas tuvo lugar realmente en el caso de San Pablo.

I. Primero, algunos hombres se vuelven a la religi�n de una vez por alg�n impulso mental repentino, alguna excitaci�n poderosa o alguna persuasi�n fuerte. Conversiones tan repentinas enga�an durante un tiempo incluso a las mejores personas.

II. En estos casos de conversi�n repentina, cuando los hombres cambian de inmediato, ya sea del pecado manifiesto, o nuevamente del celoso partidismo de un cierto credo, a alguna forma nueva de fe o adoraci�n, su ligereza se detecta por sus frecuentes cambios, su cambio una y otra vez. , de modo que uno nunca pueda estar seguro de ellos. Esta es la prueba de su falta de solidez, que no tiene ra�z en s� mismos; sus convicciones y sinceridad se desvanecen en la actualidad.

Pero hay otro tipo de conversi�n s�bita, en la que un hombre persevera hasta el final, consistente en la nueva forma que adopta, y que puede ser correcta o incorrecta, como sucede, pero que no puede decirse que nos recomiende o confirme. por su propio cambio. Un hombre que de repente profesa la religi�n despu�s de una vida derrochadora, simplemente porque est� harto de sus vicios, o atormentado por el pensamiento de la ira de Dios, no honra la religi�n.

III. Cuando los hombres cambian sus opiniones religiosas real y verdaderamente, no son s�lo sus opiniones las que cambian, sino sus corazones, y esto evidentemente no se hace en un momento, es un trabajo lento. Sin embargo, aunque gradual, el cambio a menudo no es uniforme, sino que se produce, por as� decirlo, a trompicones, siendo influenciado por eventos externos y otras circunstancias. Hab�a mucho en el car�cter de San Pablo que no cambi� con su conversi�n, sino que simplemente se dirigi� a otros objetos superiores y se purific�.

Fue su credo lo que cambi� y su alma por regeneraci�n. Ese Ojo compasivo y santo, que se volvi� enamorado de San Pedro cuando neg� a Cristo y, por lo tanto, lo llev� al arrepentimiento, mir� tambi�n a San Pablo mientras lo persegu�a y obraba en �l la conversi�n repentina.

JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. viii., p�g. 217. (V�ase tambi�n Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. V., P. 307.)

Referencias: 1 Corintios 15:10 . Beecher, Sermones, vol. ii., p�g. 59; HJ Wilmot Buxton, La vida del deber, vol. ii., p�g. 94; A. Blomfield, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. vii., p�g. 53; Revista del cl�rigo, vol. ix., p�g. 25; W. Page, Christian World Pulpit, vol. xxxiv., p�g. 204; J.

A. Carr, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xi., p�g. 305; AKHB, Pensamientos m�s graves de un p�rroco rural, tercera serie, p�g. 216. 1 Corintios 15:11 . P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xviii., p�g. 185. 1 Corintios 15:12 . HW Beecher, Cuarenta y ocho sermones, vol. i., p�g. 257.

Versículos 12-14

1 Corintios 15:12

Demostrada la certeza de la resurrecci�n.

Hay dos proposiciones proporcionadas por el Ap�stol en nuestro texto, cada una abarca muchas verdades y puede dividirse en m�s. La primera es que si no hay resurrecci�n de entre los muertos, entonces Cristo no resucit�, una proposici�n que asume o afirma que la resurrecci�n de todos los hombres es una consecuencia necesaria de la resurrecci�n de Cristo; de modo que probar uno es establecer el otro. El segundo, que si Cristo no resucit�, "nuestra predicaci�n es vana y vuestra fe es vana", una proposici�n que claramente hace que el cristianismo no sea nada mejor que un enga�o sin valor si lo tomas del art�culo de la resurrecci�n del Redentor.

I. Considere primero la conexi�n necesaria entre la resurrecci�n de Cristo y la resurrecci�n de todos los hombres. Si Cristo resucit�, no resucit� como individuo, sino como cabeza de toda la raza; La suya fue la resurrecci�n de la naturaleza humana y, por lo tanto, todos los hombres deben eventualmente resucitar. Si, por otro lado, los muertos van a resucitar, Cristo debe haber resucitado; s�lo pueden resucitar si la naturaleza humana ha sido redimida de su propia imagen oscura por la resurrecci�n de Cristo.

Todos estar�an de acuerdo en la afirmaci�n de que si los hombres no han de morir, Ad�n no est� muerto. Est�n obligados por el mismo razonamiento a asentir a la proposici�n de nuestro texto, que si no hay resurrecci�n de los muertos, entonces Cristo no resucit�.

II. Considere lo indispensable de la verdad de la resurrecci�n al valor del cristianismo. Si Cristo no resucit�, nosotros no resucitaremos. Pero si no nos levantamos, nuestra naturaleza a�n no ha sido redimida, y el Mediador debe haber fracasado en la gran obra que vino a realizar. Si Cristo no ha asegurado una resurrecci�n para el cuerpo, no puede haber asegurado la felicidad eterna para el alma. Si tuvo �xito, arroj� vida al polvo humano y rescat� el esp�ritu humano; si fracas�, dej� tanto el alma en el infierno como el cuerpo en la tumba. Al abogar por la verdad de la resurrecci�n, estamos abogando por todo el sistema cristiano.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1502.

Versículos 12-17

1 Corintios 15:12

El hecho de la resurrecci�n de Cristo y la creencia en una resurrecci�n general est�n �ntima e inseparablemente conectados. As� que el ap�stol Pablo aqu�, como en otras partes, ense�a. La resurrecci�n de Cristo y la resurrecci�n general est�n tan relacionadas entre s� que permanecen o caen juntas. Si Cristo resucit�, los muertos resucitar�n; si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucit�.

I. Da una dura realidad viva a la declaraci�n de que Cristo muri� por nuestros pecados. Muri� por nuestros pecados en el sentido de morir en ellos, literal y plenamente en ese sentido. Nuestros pecados fueron la ocasi�n de su muerte. Lo hicieron necesario. Ellos fueron la causa de ello. �l no podr�a habernos salvado de nuestros pecados de otra manera que muriendo por nuestros pecados. Si hubiera sido posible que �l estuviera retenido de muerte, debi� haber continuado ocupando el puesto y teniendo el car�cter de los criminales culpables a quienes represent� cuando muri�.

II. El entierro de Cristo, visto a la luz del argumento del Ap�stol, es un hecho de gran importancia. La agon�a ha pasado; la maldici�n ha sido soportada. Pero a�n no se ha liberado de su asociaci�n vicaria con nosotros en nuestros pecados. Su tumba estar� con los malvados. Jesucristo hombre, en cuanto a toda su humanidad, tanto en cuerpo como en alma, a�n no se ha deshecho de nuestros pecados. Est�n con �l, est�n sobre �l, �l est� en ellos, mientras �l yace, como Su cuerpo deshonrado, en esa celda oscura y angosta.

III. Hasta el momento de Su resurrecci�n, �l est� cargando con nuestros pecados. Pero ahora se ha librado de nuestros pecados. Y si estamos en �l, tambi�n nos deshacemos de ellos, en el mismo sentido y en la misma medida en que �l est�. Ahora no hay condenaci�n para los que est�n en Cristo. Nuestra fe en �l no es vana ahora, porque �l muri� por nuestros pecados y resucit� para nuestra justificaci�n.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 35.

Referencia: 1 Corintios 15:13 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 215.

Versículo 14

1 Corintios 15:14

Esta es la manera que tiene el Ap�stol de decir, con tanta fuerza como puede, que no hay duda alguna sobre el hecho de la resurrecci�n de nuestro Se�or de entre los muertos. Les dice a sus lectores que Cristo ha resucitado, porque si no resucit�, deben seguir consecuencias que �l sabe que tratar�n como claramente absurdas.

I. "Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicaci�n es vana". "Nuestra predicaci�n". San Pablo se asocia con los ap�stoles m�s antiguos que hab�an visto al Se�or Jes�s en la tierra, y especialmente despu�s de Su resurrecci�n. Tanto �l como ellos hab�an estado predicando un mensaje al mundo que, si Cristo no hubiera resucitado realmente de su tumba, ser�a vano, literalmente vac�o, una mera variedad de palabras y frases sin alma, una doctrina que, si pudiera llamarse doctrina , carec�a de todo lo que le permit�a llamar la atenci�n de los seres humanos.

La resurrecci�n fue la raz�n por la que los ap�stoles predicaron. La resurrecci�n fue la sustancia principal de lo que ense�aron. Si fueron enga�ados en cuanto a su realidad, su ense�anza no ten�a base ni sustancia.

II. Pero el Ap�stol a�ade: "Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe tambi�n es vana". (1) El estado m�s caracter�stico del pensamiento habitual de un cristiano es la convicci�n de que, aunque absolutamente indigno, es un hombre redimido. Pero si Cristo no resucit� de su tumba, �d�nde est� la justificaci�n de esto? La resurrecci�n derrama un torrente de luz sobre la pasi�n. Si Cristo no resucit�, no hay prueba de que Aquel que sufri� en el Calvario fuera m�s que la d�bil v�ctima de una enorme injusticia.

(2) Una segunda caracter�stica dominante del estado mental habitual de un cristiano es que est� constantemente esperando otra vida. Pero si Cristo muri� y no rompi� los grilletes de la muerte, es jugar con las esperanzas y las ansiedades del alma del hombre decirnos que ha sacado a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio, o que ha abierto el reino de los cielos a todos los creyentes.

(3) Una tercera caracter�stica del estado mental creado en el alma por la fe cristiana es la creencia en la posible perfecci�n del hombre. Si Cristo no resucit�, nuestra fe en la perfecci�n del hombre perecer� irremediablemente. (4) Una �ltima caracter�stica del estado mental producido por la fe cristiana es la confianza en la victoria final del bien sobre el mal. Si Cristo no resucit�, nuestra fe en la victoria final del bien es con toda seguridad vana.

Si Cristo en verdad resucit�, entonces ni la ense�anza apost�lica es vana, ni la fe de los cristianos es vana; y, por tanto, hasta el fin de los tiempos, el mensaje apost�lico influir� en las sucesivas generaciones de hombres con la convicci�n de su verdad y poder, y la fe de los cristianos ser�, como lo ha sido, la fuerza y ??el consuelo de millones de pasa por el mundo a la vida que est� m�s all� de la tumba.

HP Liddon, Penny Pulpit, No. 1092.

Referencias: 1 Corintios 15:14 . Homilista, segunda serie, vol. iii., p�g. 378; A. Ainger, Sermones en la iglesia del templo, p�g. 74; J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 185.

Versículos 14-15

1 Corintios 15:14

�Qu� viene de un Cristo muerto?

I. El primer punto que hace el Ap�stol es este: que con la resurrecci�n de Jesucristo todo el evangelio permanece o cae.

II. En segundo lugar, con la resurrecci�n de Jesucristo permanece o cae el car�cter de los testigos.

III. Una vez m�s, con la resurrecci�n de Jesucristo permanece o cae la fe del cristiano.

IV. Por �ltimo, con la resurrecci�n de Cristo permanece o cae el cielo de Sus siervos.

A. Maclaren, El Cristo inmutable, p�g. 136.

Versículos 16-17

1 Corintios 15:16

La resurrecci�n de Cristo.

I. Cuando Cristo muri�, todos murieron. Su muerte no fue por �l mismo, sino por la humanidad. Y al ser todos as� sujetos al castigo del pecado en �l, el pecado del mundo fue quitado. Pero segu�a siendo que deb�amos asegurarnos los resultados positivos de la redenci�n. Fue entregado por nuestras ofensas, pero, para nuestra justificaci�n, debe resucitar. Su muerte por el pecado fue la realizaci�n voluntaria al m�ximo de su asunci�n de toda esa naturaleza que hab�a incurrido en la muerte como castigo del pecado. Pero Su resurrecci�n fue la se�al de que toda la pena fue pagada, y �l, nuestro representante, fue descargado.

II. Ahora bien, �qu� ha sido para nosotros, qu� para nuestro mundo, las consecuencias de esta resurrecci�n de nuestro Se�or? Tom�moslos, invirtiendo el proceso negativo de razonamiento, en nuestro texto. Si Cristo resucit�, los muertos tambi�n resucitar�n. Hemos insistido mucho en �l como cabeza de nuestra raza. �l, la Cabeza, est� levantado y est� en gloria. Por esto se ha convertido en las primicias de los que duermen. Tan verdaderamente como las primeras espigas del grano maduro no est�n solas, sino que son una muestra de la innumerable multitud que ha de seguir, as� verdaderamente nuestro Salvador resucitado no es m�s que lo que ser� Su pueblo.

Sus cuerpos, como su cuerpo, pasar�n a la muerte. Sus cuerpos, a diferencia de Su cuerpo, ver�n corrupci�n. Pero el gran poder de �l, su Cabeza, morando y obrando en ellos, traer� de nuevo sus cuerpos, pero cambiados y glorificados, de entre los muertos de la tierra, y los recuperar� con sus esp�ritus, y los embellecer� y vigorizar� para una bendita eternidad.

III. La gran doctrina de la resurrecci�n del cuerpo fue siempre en los tiempos antiguos la marca del credo cristiano. A�n as�, es de temer, sigue siendo un obst�culo incluso ahora para algunas mentes cristianas. Est�n dispuestos a conceder una inmortalidad del esp�ritu, pero un resurgimiento del cuerpo les parece algo extra�o y, de hecho, innecesario. Recordemos a tales personas que la salvaci�n que Cristo ha de obrar para el hombre debe ser tan completa como la ca�da en el pecado, del cual debe resucitar.

En esa ca�da, el cuerpo se convirti� en instrumento de iniquidad; por esa salvaci�n debe convertirse en un instrumento de santidad. Que la salvaci�n no lo libra de la muerte, consecuencia de su pecado heredado y actual; pero pone al hombre en comuni�n con ese Esp�ritu vigorizante, que vivificar� a todo el hombre en cuerpo, alma y esp�ritu a una vida gloriosa y celestial.

IV. Nuestro texto nos extrae otra inferencia importante de la resurrecci�n de Cristo. "Si Cristo resucit�, nuestra fe no es vana; no estamos todav�a en nuestros pecados". Esa tumba vac�a da testimonio de que somos justificados ante Dios. Esa piedra removida declara que nuestra redenci�n se logr�. Ahora, por fin, se ha ganado la victoria del hombre. Ahora los reinos de este mundo han sido arrebatados de la mano del pr�ncipe de este mundo, y se est�n convirtiendo en los reinos de nuestro Se�or y de Su Cristo, y �l reinar� por los siglos de los siglos.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. iv., p�g. 146.

Referencia: 1 Corintios 15:17 . WJ Woods, Christian World Pulpit, vol. ix., p�g. 381.

Versículo 18

1 Corintios 15:18

Certeza moral de la resurrecci�n del verdadero cristiano.

I. El Ap�stol se refiere a las palabras del texto para expresar lo m�s impactante y lo m�s imposible. Si aquellos que hab�an vivido todos sus d�as en paciencia, abnegaci�n y amor, hubieran hecho todo esto por nada; si hubieran puesto sus esperanzas en un sue�o cari�oso, purificando sus corazones y encendiendo sus mejores afectos con el pensamiento de Aquel para quien no eran nada y que no era nada para ellos; si los �nicos hombres buenos del mundo resultaran ser los �nicos necios, los �nicos que hab�an vivido en vano, entonces nuestro lenguaje y nuestra propia naturaleza parecen confundidos; Nos ir�a bien si nosotros y todos los que nos rodean fu�ramos criaturas de un sue�o.

II. Muchas personas disminuyen por su conducta, tanto para ellos mismos como para los dem�s, el argumento a favor de la creencia en la resurrecci�n; viven de tal manera que, cuando se hayan ido, no parecer�a monstruoso pensar que murieron para siempre. Por "perecieron" me refiero a lo que la palabra significa en el texto, es decir, se convirtieron en como si nunca hubieran nacido y se desvanecieran en la nada. Pero imagina a alguien que, amando a Dios en Cristo, haya sido castigado por su mano paternal en un largo curso de severo sufrimiento.

Concebir a alguien as�, tan joven, tan sufriente, tan santificado, que no encuentra en la �ltima hora un alivio del dolor, sino un espantoso aumento del mismo; sin embargo, aunque los que estaban all� estaban m�s angustiados, la fe y el amor de los que sufr�an nunca se nublaron, y la confianza en Cristo y la alegre sumisi�n a su voluntad nunca fueron conmovidas ni por un momento. Concebir esto; �Y no pasar�n el cielo y la tierra antes que aquel que duerme en Jes�s, no ser� tambi�n levantado por el Esp�ritu de Jes�s, y presentado por �l ante el trono de su Padre, para vivir para siempre en la plenitud de su bendici�n?

T. Arnold, Sermons, vol. iii., p�g. 103.

Referencias: 1 Corintios 15:18 . EC Wickham, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. vii., p�g. 308.

Versículos 18-19

1 Corintios 15:18

I. "Entonces tambi�n los que durmieron en Cristo perecieron". Han perecido. Esto no significa que, bajo el supuesto hecho, hayan dejado de existir. La cuesti�n de la existencia continuada de los hombres despu�s de la muerte no se plantea en el argumento Lo que el Ap�stol tiene en su opini�n, en cuanto a aquellos que hab�an dormido en Cristo, no es su perecimiento en el sentido de dejar de existir en el cuerpo o en el fuera del cuerpo, pero pereciendo en el sentido de no ser salvos, sino perdidos.

�Era mentira lo que estos hombres y mujeres santos agarraban con la mano derecha cuando caminaban con tanta valent�a por el valle de sombra de muerte? Y sus ojos est�n ahora abiertos en ese otro mundo a la triste y terrible verdad de que a pesar de toda su fe en Cristo, todav�a est�n en sus pecados; �Que creyeron en Aquel que muri�, en verdad, por sus pecados, pero que, hasta este momento, �l mismo no ha sido liberado de ellos?

II. En verdad, la innovaci�n nos involucra a todos, muertos y vivos, que hemos cre�do en Cristo en una ruina com�n: "Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los m�s miserables de todos los hombres". En esta vida tenemos esperanza en Cristo, y puede haber placer en tal esperanza en Cristo mientras dure. Pero es una esperanza que, si hay, como seguramente hay, un m�s all�, se encontrar� completamente vac�a y falsa. Porque es la esperanza, es la fe de ser salvos de nuestros pecados. Pero no somos salvos de nuestros pecados si Cristo no resucit�.

Pero no es as�. Cristo ha resucitado de entre los muertos. El que estaba muerto vive para siempre. Por tanto, nosotros, as� como nuestros predecesores en la vida de fe, tenemos una esperanza que ni la muerte ni el pecado pueden tocar.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 48.

Versículo 19

1 Corintios 15:19

�Cu�l es la esperanza exacta con respecto al futuro que le debemos a nuestro Se�or resucitado? �Es la esperanza de que existiremos para siempre? �Nuestra existencia continua en el m�s all� depende totalmente de la fe en comuni�n con Cristo resucitado? No, esto no es lo que quiso decir el Ap�stol; nuestra inmortalidad no es un regalo del Redentor, es un regalo del Creador; y es tan parte de nuestro ser como cualquiera de los miembros de nuestro cuerpo, o como la raz�n, la imaginaci�n o cualquiera de las dotes naturales de nuestra mente.

I. Esperamos como seres razonables la inmortalidad. Pero, �a qu� tipo de inmortalidad apunta esta anticipaci�n? �Es, por ejemplo, (1) la inmortalidad de la raza, y el individuo realmente perece al morir? No, no es esto lo que los hombres esperamos. Una raza de seres no vive realmente separada de los individuos que la componen; s�lo una persona, s�lo un centro de sentimiento, pensamiento y resoluci�n y sede de la vida puede ser propiamente inmortal.

(2) �Es, entonces, una inmortalidad de la fama? �Cu�ntos de cada generaci�n podr�an esperar compartir una inmortalidad como esta? (3) �Es una inmortalidad de buenas obras? No; la inmortalidad de nuestras acciones no es una inmortalidad que jam�s podr� satisfacer el coraz�n o la raz�n del hombre, ya que este anhelo de inmortalidad se basa ante todo en el sentido de la justicia.

II. La esperanza en Cristo es la esperanza de una inmortalidad bendita. Esto lo ha ganado para nosotros por Su perfecto y suficiente sacrificio en la cruz, mediante el cual nuestros pecados son borrados; y Su cruz y Su virtud nos ha sido probada por Su resurrecci�n de entre los muertos, que �l vive para que nosotros tambi�n vivamos es la base misma de nuestra esperanza en �l. Aparte de esta convicci�n, el cristianismo es en verdad un sue�o; los esfuerzos y sacrificios de la vida cristiana se desperdician; somos las v�ctimas de la vana ilusi�n, y somos los m�s miserables de todos los hombres.

HP Liddon, Christian World Pulpit, vol. xxiii., p�g. 209.

Referencias: 1 Corintios 15:19 . Spurgeon, Sermons, vol. x., n�m. 562; HP Liddon, Easter Sermons, vol. i., p�g. 1; Homilista, segunda serie, vol. iv., p�g. 61; J. Fordyce, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 342; HW Beecher, Ib�d., Vol. xxii., p�g. 36; JG Rogers, Ib�d., Vol.

xxxvi., p�g. 59. 1 Corintios 15:20 . Spurgeon, Sermons, vol. viii., n� 445; Ib�d., Morning by Morning, p�g. 131; GEL Cotton, Sermones y discursos en Marlborough College, p�g. 126; J. Kennedy, Christian World Pulpit, vol. v., p�g. 369; JB Brown, Ib�d., Vol. viii., p�g. 347; UNA.

Craig, Ib�d., Vol. xvi., p�g. 197; Plain Sermons, vol. vii., p�g. 118. 1 Corintios 15:20 ; 1 Corintios 15:21 . G. Huntington, Sermones para las estaciones santas, p�g. 99. 1 Corintios 15:21 .

E. White, Christian World Pulpit, vol. xxiii., p�g. 185. 1 Corintios 15:21 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 223.

Versículos 20-23

1 Corintios 15:20

I. El principio sobre el que procede el Ap�stol es el mismo cuando razona sobre la suposici�n de que la resurrecci�n de Cristo es admitida, como cuando argumenta sobre la hip�tesis de su negaci�n. Ese principio es la unidad sustancial de Cristo y su pueblo creyente. Tu fe te une a Cristo y te identifica con �l. Te compromete a compartir Su fortuna. Te involucra en Su destino, cualquiera que sea.

Tu uni�n con Cristo, que ser�a tu destrucci�n si Cristo no hubiera resucitado, ahora que resucit� es tu vida y tu gloria. Su uni�n con Cristo, por lo tanto, es la explicaci�n de la conexi�n entre Su resurrecci�n y la suya. T� eres t� mismo en �l, y tu resurrecci�n, en consecuencia, tambi�n est� en �l. Su resurrecci�n es tuya.

II. Las dos econom�as, la original y la reparadora, la econom�a original de la naturaleza, o una ley que obra la muerte, y la econom�a reparadora de la gracia, con su resurrecci�n de los muertos, tienen varias caracter�sticas en com�n para quienes tienen experiencia de ambas. (1) En ambas econom�as hay representaci�n. Es por oa trav�s de un representante que la muerte te llega. Es por oa trav�s de un hombre representante que les espera la resurrecci�n de la vida.

Cristo en Su resurrecci�n te representa a ti, precisamente como Ad�n, cuando sufri� la muerte, te represent�. (2) En ambas econom�as hay uni�n. Est�s en el hombre Ad�n, por quien viene la muerte. Est�s en Jesucristo hombre, por quien viene la resurrecci�n de los muertos. Es como estando en Ad�n por naturaleza que todos ustedes mueren la muerte que viene por �l, y es como por la vida en Cristo por gracia que todos ser�n vivificados con la vida, la resurrecci�n de los muertos, que viene por �l. . (3) Subordinaci�n. "Cada uno en su propio orden". Cristo es solo �l mismo las primicias. Esa es Su posici�n, Su rango y Su orden. Con mucho gusto y alegr�a se lo concedemos.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 63.

Versículo 22

1 Corintios 15:22

La vida del cristiano en Cristo.

I. "En Cristo todos ser�n vivificados". Entonces viviremos, no solo como si nuestras almas fueran restauradas a nuestros cuerpos, y nuestras almas y cuerpos vivieran en la presencia del Dios Todopoderoso; Por grande e inefable que sea esta bienaventuranza, hay una a�n m�s elevada en reserva, para vivir "en Cristo". Morar en Dios debe ser por Su morada en nosotros. �l nos saca de nuestro estado de naturaleza en el que est�bamos, ca�dos, alejados, en un pa�s lejano, fuera de �l y lejos de �l, y nos lleva a �l.

�l viene a nosotros, y si lo recibimos, �l habita en nosotros y hace Su morada en nosotros. �l ensancha nuestros corazones por su Esp�ritu santificador que nos da, por la obediencia que �l nos capacita para rendir, por los actos de fe y amor que �l nos fortalece para hacer, y luego habita en aquellos que son Suyos en mayor medida. Al habitar en nosotros, nos convierte en partes de s� mismo, de modo que en la Iglesia antigua pod�an decir con valent�a: "Me deifica, es decir, me hace parte de �l, de Su cuerpo, que es Dios".

II. Ya sea que Cristo le d� o no al alma fiel para que sienta su propia bienaventuranza, o en cualquier grado que haga que el alma tenga hambre de �l, y as� satisfaga al alma hambrienta con Su propia riqueza, la presencia interior invisible de Dios en el alma es la don del evangelio. �sta es su mayor promesa, su �nica y completa promesa. Aquellos que obedecen al Esp�ritu, que reciben el Esp�ritu de Dios para habitar en ellos, aunque en el cuerpo, son S.

Pablo dice, "no en la carne, sino en el Esp�ritu" est�n rodeados, envueltos, envueltos en el Esp�ritu. El Esp�ritu est� penetrando en todo el hombre e impartiendo as� al todo su propia naturaleza. As� como el hierro, cuando se coloca en el fuego, ya no es oscuro, pesado y fr�o, sino transparente y resplandeciente y brillante y encendido, y emite luz y calor, y parece de otra naturaleza, as� toda el alma y el cuerpo de el que obedece al Esp�ritu de Dios est� en un curso de cambio, volvi�ndose, como dice nuestro Se�or, "lleno de luz" y resplandeciente y ardiendo de amor.

EB Pusey, Sermones de Adviento a Pentecost�s, vol. i., p�g. 230.

Versículo 24

1 Corintios 15:24

El fin seguro.

No es posible descartar estas palabras de la vida. Son perpetuamente recurrentes. Hablas de cualquier proceso, trazas c�mo va a funcionar paso a paso, t�. vean c�mo la causa se abre al efecto, y luego el efecto, convirti�ndose en causa, se abre a un efecto a�n m�s all�; pero siempre, poco a poco, tu pensamiento se detiene y cambia. El proceso est� agotado. "Entonces viene el fin". Tu historia tiene que redondearse a eso.

Pensemos en esta caracter�stica de la vida y veamos qu� significa.

I. Podemos comenzar por se�alar lo que es lo m�s sorprendente de todo el asunto, la forma en que el deseo y el temor de los hombres son provocados por esta constante llegada de los fines de las cosas. Mire (1) el deseo del hombre del fin. Es, en el aspecto m�s superficial, parte de su miedo a la monoton�a. Hay algo muy pat�tico, me parece, en el miedo instintivo del hombre a cansarse incluso de la m�s deliciosa y satisfactoria de todas las experiencias con las que se encuentra en el mundo.

�No es un signo, uno de los muchos signos, del sentido del hombre que su naturaleza est� hecha para mundos m�s grandes que �ste, y s�lo permanece aqu� temporalmente y en educaci�n para destinos que ser�n dignos de sus capacidades? "No vivir�a siempre" ha sido un verdadero grito del alma humana. (2) Pero este es el aspecto m�s superficial. Muy temprano en cada experiencia surge la sensaci�n de imperfecci�n y fracaso en lo que ya hemos hecho, y el deseo de que fuera posible comenzar de nuevo el juego.

Ya hay algunas cosas en la vida que el alma desear�a obtener de la vida. El primer boceto ha estropeado tanto el lienzo que la imagen perfecta parece imposible. En muchos tonos, pero todos ellos tonos de satisfacci�n, los hombres desean el final. (3) Vaya ahora al otro lado y piense en el pavor con que los hombres piensan en la llegada de los fines de la vida. Existe ( a ) la pura fuerza del h�bito. Es la inercia de la vida.

Que esto deje de ser es impactante y sorprendente. ( b ) Muy a menudo uno se asusta ante el anuncio del pr�ximo fin de la condici�n en la que vive ahora, porque, cuando lo escucha, se da cuenta de lo lejos que est� de haber agotado a�n la condici�n en la que vive ahora. . ( c ) Existe la gran incertidumbre que envuelve toda experiencia que no se ha probado.

II. La voz del obrero no tiene que convocar del oriente las sombras de la noche en la que ning�n hombre puede trabajar. Dios lo env�a. Y, si alrededor de la inestabilidad de la vida humana se envuelve la gran permanencia de la vida de Dios, �no se ilumina todo? Toda satisfacci�n con la temporalidad proviene solo de estar envuelto y abrazado dentro de la eternidad del Eterno.

Phillips Brooks, La luz del mundo, p�g. 401

Referencias: 1 Corintios 15:24 . HJ Wilmot Buxton, Waterside Mission Sermons, segunda serie, No. 20. 1 Corintios 15:24 . El p�lpito del mundo cristiano, vol. xiv., p�g. 384.

Versículos 24-28

1 Corintios 15:24

I. Hay una transacci�n notable y significativa entre el Hijo y el Padre Eterno. "Entonces vendr� el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre". Claramente, el reino aqu� significa, no los reinos o territorios sobre los cuales se ejerce la autoridad real, sino la autoridad real en s�. No son ciertos dominios los que Cristo entrega, sino el derecho de dominio.

Y el derecho de dominio que entonces ha de ser entregado es evidentemente el que ejerce Cristo, teniendo todas las cosas bajo sus pies. Es aquello por lo que �l suprime todo dominio, toda autoridad y poder. Es Su soberan�a mediadora, Su prerrogativa de supremac�a e imperio, como Mes�as Pr�ncipe. Pero, �c�mo se lo entrega a Dios el Padre? �Qu� implica eso? �La entrega de tal manera que pasa de �l y deja de reinar? Dif�cilmente puede ser eso, respondemos.

Cristo viene como delegado y virrey de su Padre al mundo, investido de pleno poder y autoridad absoluta sobre toda la provincia y todo lo que est� dentro de ella. El poder y la autoridad universales as� transmitidos a �l, �l est� comisionado para usar, por un lado, para unir a todos los que deben ser Sus adherentes a �l, y, por otro lado, para el derrocamiento de toda fuerza hostil. La guerra es larga, la lucha es dura; pero al fin se acab�.

El Capit�n de la salvaci�n ha reunido a su alrededor a todo el pueblo que ha de ser salvado. Su autoridad delegada ha estado ejerciendo en su nombre. No necesita empu�arlo m�s. En su nombre, as� como en el suyo, "�l entrega el reino a Dios, el Padre".

II. Cristo y sus redimidos ocupan la tierra para siempre. �l contin�a reinando sobre la semilla que le fue dada y comprada por �l. En la tierra, como en cualquier otro lugar, Dios es todo en todos.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 77.

Referencia: 1 Corintios 15:24 . Homilista, primera serie, vol. i., p�g. 92.

Versículo 25

1 Corintios 15:25

La cantidad y calidad de la evidencia de la resurrecci�n.

Mirar:

I. Por la cantidad de pruebas aportadas. San Pablo lo resume ( 1 Corintios 15:1 ). �Puede haber algo m�s concluyente, dentro de los l�mites que, por las razones m�s elevadas, parec�a importante observar? No hab�a ninguna expectativa tr�mula, ninguna expectativa entusiasta y excitada. La Cruz hab�a marchitado todas sus esperanzas.

Lejos de esperar una resurrecci�n, las mujeres tomaron especias para embalsamarlo. Lejos de estar en un estado de �nimo para inventar una resurrecci�n para cumplir sus esperanzas, los ap�stoles estaban mucho m�s en condiciones de considerar la resurrecci�n real como una ilusi�n. Pero la evidencia fue simplemente abrumadora. "Se mostr� vivo despu�s de su pasi�n" con tantas pruebas infalibles que no hab�a lugar para la m�s m�nima vacilaci�n.

Vieron e inevitablemente creyeron. Y cuando se complet� la demostraci�n a los jueces m�s capaces, se le vio a quinientos hermanos a la vez, y luego el hecho se consagr� indiscutiblemente en la historia de la humanidad. No disponemos de medios para filtrar las pruebas en detalle y examinar a los testigos. Pero hubo cuerpos pol�ticos y religiosos muy poderosos que tuvieron la oportunidad y que, adem�s, tuvieron el m�s profundo inter�s en probar que la resurrecci�n era una impostura. Pero ofreci� pruebas que aseguraron su aceptaci�n y la plant� firmemente en las m�s profundas convicciones de la humanidad.

II. La calidad de la evidencia es enteramente la de los disc�pulos, aquellos que conocieron al Se�or seg�n la carne, y por quienes, cuando la primera sorpresa incr�dula fue vencida, la verdad fue recibida con entusiasmo y gozosamente consagrada en sus corazones. Es la evidencia de aquellos cuyas simpat�as, afectos y esperanzas los dispusieron a creer. Le doy la mayor importancia a la evidencia del ap�stol Pablo.

Podemos sopesar las objeciones en la balanza de la mente de un hombre que era un maestro de la argumentaci�n, que ten�a el m�s amplio conocimiento y el m�s agudo discernimiento, y que nos dice lo que pensaba viviendo y muriendo como el m�rtir de la Resurrecci�n. Saulo de Tarso, que lo sab�a todo, se convirti� a la verdad de la Resurrecci�n; vivi� una larga vida de pruebas y sufrimientos incomparables con un simple objeto para predicarlo; y alz� su voz para proclamar su fe en �l en el momento en que esa voz fue silenciada en la muerte.

J. Baldwin Brown, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 347.

Referencias: 1 Corintios 15:25 . Spurgeon, Sermons, vol. xiv., n�m. 807. 1 Corintios 15:26 . Spurgeon, Sermons, vol. xii., n�m. 721; vol. xxii., n�m. 1329; RL Browne, Sussex Sermons, p�g. 31; S. Minton, Christian World Pulpit, vol.

v., p�g. 305. 1 Corintios 15:26 ; 1 Corintios 15:27 . CW Furse, Sermones en Richmond, p�g. 72. 1 Corintios 15:27 . Preacher's Monthly, vol., Ii., P. 254.

Versículo 28

1 Corintios 15:28

Nuestras relaciones con Cristo en la vida futura.

I. Avanzando hacia la vida futura, tanto parece estar determinado, que all� conoceremos a Dios inalterablemente y para siempre como Padre, Hijo y Esp�ritu trinitarios. El Hijo, por lo tanto, tal como se descubre en la trinidad, por supuesto, nunca debe ser fusionado, ni desaparecer de la vista, o en tal sentido, ser sujeto. �C�mo, entonces, entenderemos al Ap�stol cuando testifique que el Hijo ser� sujeto o retirado de la vista? �l est� hablando claramente del Hijo como encarnado, o exteriorizado en la carne, visible exteriormente y en forma de hombre, y conocido como el Hijo de Mar�a.

�l es el que, despu�s de haber puesto como rey exteriormente todas las cosas bajo sus pies, se convertir� a su vez en sujeto tambi�n �l mismo, para que Dios sea todo en todos, y las maquinarias hasta ahora conspicuas sean retiradas para siempre como antes del advenimiento. .

II. Entonces, la Trinidad, como Pablo concibe, permanecer�, pero la Filiaci�n mortal, el hombre, desaparecer� y no ser� m�s visible. Y no retrocedamos demasiado apresuradamente ante esto. Puede ser que nos hayamos prometido a nosotros mismos una felicidad en el mundo futuro compuesta casi en su totalidad por el hecho de que estaremos con Cristo en Su forma humanamente personal, y hayamos usado esta esperanza para alimentar nuestros anhelos, al margen de todas las relaciones superiores. a Su condici�n de Hijo eterno.

Nuestras relaciones con Cristo en la vida futura deben ser relaciones con Dios en Cristo y nunca con Jes�s en Cristo. Se centran en la Deidad trina, y especialmente en el Verbo o Hijo Eterno, que est� representado por un tiempo en la persona de Jes�s. Pero cuando venga lo perfecto, lo que es en parte ser� quitado. Cristo permanecer� porque el Hijo Eterno est� en �l, pero Jes�s, la parte humana, ser� sujeta o quitada, porque todo lo que �l pudo hacer por nosotros en la revelaci�n de Dios, est� hecho.

All� atr�s bajo ese velo est� el Hijo de Mar�a, el Ni�o de su pesebre, el Sanador que vino a pie y durmi� descubierto en los caminos y en las monta�as, El que se inclin� al sufrimiento, El que pod�a ser odiado y morir. Todo esto �l est� arriba, como lo caracteriza para nosotros por lo que �l era abajo, nunca exaltado por encima de �l, sino por �l, para siempre. Pasado como el Jes�s, tambi�n como el Cristo bajo el tiempo, �l es todav�a el Hijo Eterno para siempre Cristo Cristo por Su historia mortal; de modo que lo contemplamos eternizado como nuestro Cristo, y lo o�mos decir, como si fuera de Su humanidad: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es y el que era y el que ha de venir". Es como si el Cristo que amamos fuera visible en todas sus queridas humanidades, aunque s�lo queda la Trinidad.

H. Bushnell, Sermones sobre sujetos vivos, p�g. 442

Referencias: 1 Corintios 15:28 . G. Matheson, Momentos en el monte, p�g. 182. 1 Corintios 15:29 . Homilista, tercera serie, vol. vii., p�g. 278.

Versículos 29-32

1 Corintios 15:29

I. El primer y principal enigma de este pasaje est� en el vers�culo vig�simo noveno. �Qu� significa ser bautizado por los muertos? El significado que m�s se recomienda al menos a la fantas�a y al coraz�n es el que, reteniendo la idea de sustituci�n, la convierte no en una representaci�n vicaria de las personas de los muertos, sino como la ocupaci�n vicaria del puesto que hasta muerte que llenaron.

Las vacantes que quedan en las filas del ej�rcito cristiano cuando santos y m�rtires se duermen en Jes�s son suplidas por nuevos reclutas, deseosos de ser bautizados como estaban y comprometidos por el bautismo a caer como cayeron, en el puesto del deber y el peligro.

II. El Ap�stol se�ala los peligros que siempre y en todas partes acechan a los creyentes bautizados as� por los muertos, y describe de manera m�s enf�tica su propia condici�n como una no meramente de exposici�n continua a la muerte, sino de la continua perseverancia de la muerte. Es un lenguaje singularmente fuerte el que usa. �D�nde, dice, si los muertos no resucitan, est� ese gozo vuestro que tengo, que es mi gozo en nuestro Se�or Jesucristo? Por tanto, si los muertos no resucitan, �deber�a yo ser condenado a morir todos los d�as por tan vano sue�o de bienaventuranza?

III. Y si, dice Pablo, tu gozo, que tengo en Cristo Jes�s y que me reconcilia con mi muerte diaria, si eso no te conmueve, �qu� dices de mi actual estado exterior aqu� en �feso, de donde te escribo ahora? ? Al hablarles, como los hombres suelen hablarse unos a otros de sus pruebas, les digo que aqu� en �feso me ha parecido como si fuera m�s con bestias salvajes que con seres humanos que tuve que contender. �Por qu� provocar el resentimiento de las fieras en �feso, si, despu�s de todo, no hay resurrecci�n de muertos?

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 91.

Referencias: 1 Corintios 15:31 . Spurgeon, Sermons, vol. xiv., n� 828; HJ Wilmot Buxton, Sunday Sermonettes for a Year, p�g. 174; Homilista, tercera serie, vol. ix., p�g. 334. 1 Corintios 15:32 . Ib�dem.

, Tercera serie, vol. vii., p�g. 339; CS Robinson, Sermones sobre textos desatendidos, p�g. 268 1 Corintios 15:33 . G. Litting, Treinta sermones para ni�os, p�g. 85; W. Braden, Christian World Pulpit, vol. ix., p�g. 52.

Versículos 33-34

1 Corintios 15:33

I. A veces sentimos una dificultad para entender por qu� Pablo deber�a ser tan ferviente al insistir en la resurrecci�n del cuerpo. Parece como si pensara que sin ese elemento, la creencia en la inmortalidad podr�a no solo dejar de ejercer una buena influencia, sino que incluso podr�a ejercer una influencia maligna sobre quien la abraza. La doctrina favorita de los gn�sticos de que la materia es en s� misma esencial e irremediablemente corrupta, y es la causa de toda corrupci�n, los oblig� a negar la posibilidad de una resurrecci�n corporal literal.

De esta teor�a suya surgieron dos conclusiones pr�cticas. Los llev� a echar toda la culpa de cualquier mal que todav�a se les adhiriera, no al alma renovada y resucitada, sino a ese cuerpo muerto y contaminado que no dejaba que el alma viviera pura y libremente. Y lo que es peor, los llev� a argumentar que la cantidad de maldad, m�s o menos, que a�n podr�a adherirse a ellos, era realmente una cuesti�n de indiferencia.

Dado que todo est� centrado en el cuerpo, todo se eliminar� cuando el cuerpo sea arrojado a un lado. As�, por breves etapas, su error condujo al pecado. Bien podr�a el Ap�stol escribir la solemne advertencia: "�No os enga��is; las malas comunicaciones corrompen las buenas costumbres!"

II. El Ap�stol est� pensando aqu� en esa visi�n m�s profunda y amplia que ha estado adoptando en cuanto a la relaci�n de la negaci�n de la resurrecci�n en todo el esquema del evangelio como una provisi�n de vida y salvaci�n para los hijos de los hombres perdidos y culpables. Si Cristo no ha resucitado corporalmente, entonces toda prueba es la falta de su emancipaci�n, y la nuestra en �l de la pena del pecado. Toda prueba es falta de Su justa justificaci�n para nosotros y nuestra justa justificaci�n en �l.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 109.

Versículo 34

1 Corintios 15:34

�Qui�nes son, pues, estos disc�pulos corintios, que no tienen ni siquiera el conocimiento de Dios? Claramente, nuestro Ap�stol no los acusa aqu� de ignorancia, sino de alguna falta de la iluminaci�n Divina que deber�a, si son verdaderos disc�pulos, estar en ellos. Ciertamente conocen a Dios de la manera tradicional y meramente cognitiva.

I. Comprenderemos mejor el punto asumido en este juicio pol�tico si planteamos la distinci�n entre conocer a Dios y conocer a Dios. Sin duda, es mucho saber acerca de Dios acerca de sus operaciones, sus obras, sus planes, sus leyes, su verdad, sus atributos perfectos, sus misericordias salvadoras. Este tipo de conocimiento se presupone en toda fe y constituye el fundamento racional de la fe, y hasta ahora es necesario incluso para la salvaci�n.

Pero la fe verdadera descubre otra clase de conocimiento m�s absoluto: el conocimiento de Dios mismo; conocimiento personal e inmediato, que no surge de ning�n informe o declaraci�n, o de cualquier cosa que se llame verdad, como si se ense�ara en el lenguaje. Es conocer a Dios en nuestro interior, como nos conocemos a nosotros mismos.

II. Tenemos cada uno dos tipos de conocimientos relacionados con nosotros mismos. Uno es lo que sabemos mediatamente sobre nosotros mismos, a trav�s del lenguaje, y otro lo que tenemos inmediatamente como conscientes de nosotros mismos. En el primero aprendemos qui�nes eran nuestros padres y qu� piensan los dem�s de nosotros, qu� efectos tiene el mundo en nosotros, qu� poder tenemos sobre �l y qu� se cree que es la ciencia, puede ser, de nuestra naturaleza como inteligente. ser.

Bajo el segundo tenemos un conocimiento de nosotros mismos tan inmediato, que no hay lenguaje en �l, ning�n pensamiento, ning�n acto de juicio u opini�n; simplemente tenemos un sentimiento de nosotros mismos que es intuitivo y directo. Ahora, fuimos hechos para tener primero un conocimiento tan inmediato de Dios como de nosotros mismos, para ser conscientes de Dios, solo que esta conciencia de Dios ha sido cerrada por nuestro pecado, y ahora est� abierta por nuestra fe; y esto es exactamente lo que distingue a toda alma iluminada por el Esp�ritu y nacida de Dios.

III. Pero hay una objeci�n a este modo de concebir la experiencia santa como implicando un descubrimiento inmediato de Dios. Seg�n este punto de vista, preguntar�n algunos, �de qu� sirve una Biblia o una revelaci�n externa? �De qu� sirve la encarnaci�n misma? �No son estos avances en nuestro conocimiento externo reemplazados e in�tiles cuando concebimos que Dios se ofrece al conocimiento y la experiencia inmediatos? En un punto de vista lo son y en otro no.

�De ello se sigue que, debido a que tenemos un conocimiento inmediato del calor, no tenemos ning�n uso para la doctrina cient�fica del calor, o las leyes por las que se expone? Supongamos que forma parte de nuestro inter�s en este art�culo de calor que seamos capaces de generar m�s, o utilizarlo de manera diferente y con mejor econom�a. Hasta ahora tenemos utilidad en conocer el calor, as� como en conocer el calor. De la misma manera, es de inmensa importancia conocer todo lo posible acerca de Dios, para que podamos descubrir de la manera m�s perfecta c�mo conocer a Dios.

H. Bushnell, Sermones sobre sujetos vivos, p�g. 114.

Referencias: 1 Corintios 15:34 . Homilista, segunda serie, vol. ii., p�g. 81. 1 Corintios 15:35 . Ib�d., Tercera serie, vol. i., p�g. 28; WJ Woods, Christian World Pulpit, vol. x., p�g. 398; WJ Keay, Ib�d., Vol. xvii., p�g. 213.

Versículos 35-38

1 Corintios 15:35

I.Muerte, disoluci�n, decadencia, descomposici�n, cualquiera que sea el cuerpo sometido a ese proceso, no s�lo no es obst�culo para que ese cuerpo vuelva a vivir, sino que da la presunci�n de que, si ha de volver a vivir, puede ser que no lo sea. vivir en una condici�n superior; puede ser vivir pose�do de una nueva naturaleza, una nueva organizaci�n, adaptada a la nueva esfera en la que se va a introducir. En el caso de la semilla, el grano desnudo se echa en la tierra para morir, la resurrecci�n es a una nueva vida, a una vida completamente nueva y fresca. La semilla muerta se aviva a una nueva vida. Entonces, si el cuerpo va a existir nuevamente, puede estar bajo una nueva ley de vida. La muerte no es la destrucci�n, sino su avivamiento.

II. El cuerpo que recibir�s en la resurrecci�n puede diferir mucho del que tienes ahora, ya que lo que brota de la tierra y se presenta a la vista a fines del oto�o en forma de una exuberante mata de ma�z, difiere de la semilla desnuda. cay� en la tierra arada en primavera. El cuerpo que ahora es y el cuerpo que ser� no deben ser exactamente el mismo.

III. A�n as�, existe una identidad real. "A cada semilla su propio cuerpo". Ha de ser un cuerpo como el que Dios quiera dar, pero a�n as� debe ser su propio cuerpo. Debe ser un cuerpo que el individuo mismo y todos los que lo conocieron pueden y deben reconocer como suyo. Puede cambiar de lo que era cuando la tumba la recibi� d�bil, gastada, gastada. Puede llevar la flor de la vida de verano, en lugar de la fr�a y sombr�a muerte del grano desnudo. Sin embargo, no cambiar� tanto, sino que el instinto de conciencia lo sentir� como el cuerpo en el que se realizaron las obras de esta vida.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 134.

La analog�a de la naturaleza.

Esta es la respuesta de San Pablo a las objeciones contra la resurrecci�n del cuerpo. El objetor tom� su posici�n sobre supuestas imposibilidades. "�C�mo se levantan los muertos?" (como si la muerte fuera extinci�n) "�y con qu� cuerpo vienen?" (como si la corrupci�n fuera aniquilaci�n). La respuesta de San Pablo no proviene de la fe, sino de la naturaleza. "La muerte", dice, "es una condici�n de la vida. La muerte no extingue la semilla; debe morir antes de que pueda ser vivificada, y no siembras ese cuerpo que ser�, sino el grano desnudo".

'"El cambio o la corrupci�n de la semilla no es la aniquilaci�n, sino la germinaci�n de una nueva forma, una estructura m�s perfecta, la hoja, el tallo y la oreja. La naturaleza refuta tu imaginaria imposibilidad con sus hechos perpetuos. La resurrecci�n est� antes tus ojos. Ya lo crees. La naturaleza tiene su resurrecci�n y su gracia; ambos son reinos de Dios, y Su omnipotencia est� en ambos por igual. Hay una relaci�n de virtud y poder, como entre la semilla y el fruto; as� que entre el cuerpo sembrado y el cuerpo que resucitar� de entre los muertos.

Consideraremos, no el tema particular de la controversia de San Pablo, la resurrecci�n del cuerpo, sino la forma de su argumento, que solemos llamar la analog�a de la naturaleza. Es de gran importancia que entendamos bien su uso; porque ning�n argumento es tan fuerte dentro de su esfera, y ninguno es m�s fatal si se lleva demasiado lejos. Dentro de su rango leg�timo, hace que la naturaleza sea divina; cuando se empuja m�s all�, reduce la fe a una religi�n natural. Veamos, entonces, hasta qu� punto es bueno y cu�ndo se vuelve malo.

I. El argumento de la analog�a es bueno e incontestable. (1) Primero, cuando se usa, como por San Pablo en este lugar, para refutar objeciones. Es claramente absurdo argumentar en contra de la revelaci�n, o de cualquier doctrina espec�fica de la revelaci�n, sobre la base de dificultades y supuestas imposibilidades de las cuales se puede encontrar que ya existen en los hechos reconocidos de la naturaleza. (2) El argumento de la analog�a puede usarse hasta cierto punto tambi�n afirmativamente.

Lo que era una simple refutaci�n se convierte en una presunta prueba. Ahora podemos decir: "No puedes negar estos hechos en la naturaleza; reconoces que la naturaleza es de Dios; la fe es hasta ahora una contraparte de la naturaleza, tiene las mismas caracter�sticas, las se�ales de una y la misma mano: �c�mo puedes negar? que la fe tambi�n es de Dios? " Esto no se ofrece como prueba positiva o constructiva. Es una presunci�n fuerte, una probabilidad alta, pero la revelaci�n aguarda su propia evidencia adecuada. S�lo reduce al agresor a su defensa y arroja la carga sobre el objetor.

II. Esta forma anal�gica de razonamiento puede ser mala y destructiva. (1) Ser�a mera infidelidad tomar la analog�a de la naturaleza como medida o l�mite de la revelaci�n. Porque esto, de hecho, ha sido el argumento habitual de los librepensadores. En verdad, como ha dicho un gran maestro de la analog�a, no podemos ser jueces de la sabidur�a de Dios en el orden que encontramos establecido en el mundo; y nada m�s que el conocimiento de otro mundo, con el que podr�amos compararlo, dar�a el criterio para tal juicio. Entonces, mientras seguimos la unidad y armon�a de todas las obras de Dios, tanto en la naturaleza como en la gracia, cuid�monos de c�mo limitamos la multiplicidad de la plenitud del procedimiento divino.

HE Manning, Sermons, vol. iv., p�g. 152.

Referencias: 1 Corintios 15:35 . Spurgeon, Sermons, vol. vi., n�m. 306; Homilista, primera serie, vol. VIP. 328. 1 Corintios 15:35 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g.

232. 1 Corintios 15:36 ; 1 Corintios 15:37 . HP Liddon, Christian World Pulpit, vol. xxxiii., p�g. 241. 1 Corintios 15:37 ; 1 Corintios 15:38 .

G. Dawson, The Authentic Gospel, p�g. 308. 1 Corintios 15:38 . H. Batchelor, La Encarnaci�n de Dios, p. 101; CS Brooks, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 161; HJ Wilmot Buxton, El pan de los ni�os, p�g. 88.

Versículos 39-42

1 Corintios 15:39

Siguiendo la l�nea de pensamiento indicada en los vers�culos anteriores con referencia a la pregunta "�C�mo resucitan los muertos?" Se puede suponer que el Ap�stol preguntar�: "�No se responde ahora la pregunta? Si no, todav�a hay otros tres hechos, o analog�as fundadas en hechos, que pueden reconciliarlo con la idea de que los muertos resucitan, con cuerpos sustancialmente iguales. y, sin embargo, con la diferencia que Dios considere conveniente hacer ".

I. Los cuerpos en la tierra difieren entre s� en cuanto al tipo de carne que poseen. Si Dios puede formar aqu�, en la tierra, tantas clases diferentes de cuerpo, todos de carne, pero de carne todos, pero indefinidamente e infinitamente diversificados; �C�mo podr�a pensarse que es incre�ble que �l provea para sus santos resucitados cuerpos adecuados a su nueva condici�n?

II. Los cuerpos celestes difieren de los terrestres. Dios da a las innumerables estrellas cuerpos como le agrada; y �no puede encontrar cuerpos para que los santos sean levantados? �No puede encontrar para ellos cuerpos mucho mejores que los que tienen ahora, ya que la carne de los hombres es mejor que la carne de las bestias, los peces y las aves? �No puede encontrar para ellos cuerpos diferentes de los actuales, como la gloria de los cuerpos celestes en el firmamento arriba difiere de la gloria de los terrestres aqu� abajo?

III. Entre los propios cuerpos celestes hay diversidad. El poder del Creador para tratar con la materia a fin de adaptarla a la mente en cualquier etapa del avance no debe medirse meramente por las formas y fantas�as que asume nuestra carne en la tierra. Los orbes celestiales se mueven libremente, y entre ellos hay gradaci�n. La materia es capaz de una elevaci�n indefinida a trav�s de las diversas clases de carne terrenal y las gradaciones de gloria en los cuerpos celestes; �Por qu� no puede elevarse a�n m�s?

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 147.

Versículo 41

1 Corintios 15:41

Esto es parte del gran argumento de San Pablo a favor de la inmortalidad. El razonamiento es bastante claro. Habla del esplendor de las cosas celestiales. Ha estado reclamando la resurrecci�n del hombre sobre la base de la resurrecci�n de Cristo. Cristo ha resucitado y ha entrado en Su gloria; el hombre, porque es uno en la naturaleza humana con Cristo, debe resucitar.

I. San Pablo basa el argumento de la inmortalidad en la riqueza y el esplendor de esta vida mortal. Debido a que este mundo es tan grande y hermoso, debe haber otro m�s grande y a�n m�s hermoso. San Pablo hace del cielo no una compensaci�n, sino un desarrollo. Su doctrina parece ense�ar que la inmortalidad no es una verdad por la que se deba luchar claramente como un fin, sino una verdad que se mantendr� alrededor del hombre que comprende profundamente el significado de la vida, el hombre que se da cuenta de vivir, c�mo la identidad y la variedad se mezclan y unirnos para hacer la riqueza y solemnidad de vivir. Acelerar la identidad con la variedad, estabilizar la variedad con la identidad, es hacer que un hombre siempre se mantenga a s� mismo y, sin embargo, siempre sienta el poder de las nuevas condiciones que lo rodean.

II. Considere las consecuencias de esta verdad de identidad y variedad. (1) Producir� respeto por uno mismo. Si solo puedes saber dos cosas, primero, que eres una criatura diferente de cualquiera que el mundo haya visto desde Ad�n, y, en segundo lugar, que eres una rama del �rbol de la vida del que brotaron Isa�as y San Juan, debe Proviene el respeto por uno mismo de estas dos verdades cuando realmente est�n forjadas y amasadas en la sustancia de la naturaleza humana.

"Hay una gloria del sol, otra gloria de la luna y otra gloria de las estrellas". Existe la base del respeto por uno mismo. (2) Luego vea c�mo el respeto por los dem�s est� inevitablemente ligado a un respeto por uno mismo como este. El car�cter absorbente del gran entusiasmo es un asunto de la m�s com�n de las observaciones. Aquel que se preocupa mucho por cualquier cosa tiende a preocuparse muy poco por otras cosas y a indignarse de que otras personas no se preocupen tanto como �l por las cosas que a �l le importan.

�Pero seguramente debe ser posible que los hombres se dediquen profundamente a su propio trabajo y, sin embargo, est�n profundamente agradecidos por el trabajo que est�n haciendo otros hombres, un trabajo que no pueden hacer, y cuyos detalles y m�todos no est�n en su naturaleza de entender! "Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios". Que todo llegue a su mejor nivel, que cada hombre haga lo mejor en su propio lugar, en su propia l�nea, que cada estrella brille intensamente en su propia esfera, se convierte en el deseo, la oraci�n y el prop�sito de mi vida.

(3) Para Pablo, esta verdad era una prueba de inmortalidad. Queremos la vida de la tierra ahora, la vida del cielo en el futuro, y todo despejado con su propia gloria, y nuestra humanidad capaz de ambos, capaz de un deber agudo y oportuno aqu� y ahora, capaz tambi�n de lo supremo, trascendente. esplendor del mundo invisible cuando llegue el momento: la gloria de la estrella primero, la gloria del sol al final.

Phillips Brooks, La luz del mundo, p�g. 63.

Referencia: 1 Corintios 15:41 ; 1 Corintios 15:42 . JH Thom, Leyes de la vida despu�s de la mente de Cristo, segunda serie, p�g. 284.

Versículos 42-44

1 Corintios 15:42

I. Este cuerpo nuestro es un cuerpo que, cuando y como sea que se siembra, se siembra en corrupci�n, en deshonra y en debilidad. �stas son las tres fallas capitales de nuestros cuerpos mortales actuales. Y las tres fallas est�n �ntimamente conectadas y relacionadas entre s�. Crecen el uno en el otro; fluyen el uno del otro; primero corrupci�n, luego deshonra, finalmente debilidad. (1) La corrupci�n es susceptible de disoluci�n y decadencia.

El cuerpo que se va a sembrar en corrupci�n es un cuerpo capaz o susceptible de descomposici�n. Puede estar roto. Y cuando se rompe, sus fragmentos, o restos fragmentarios, pueden descomponerse en los elementos constituyentes, o part�culas componentes, de los que est�n compuestos. (2) Pero la deshonra tambi�n pertenece a lo que se siembra: al grano desnudo, al cuerpo mortal. Bajo la ropa rica y rara de la salud gozosa, de la flor radiante y sonriente, vemos el lento y secreto roer del elemento insidioso de la corrupci�n que es demasiado seguro para socavarlo todo.

El honor que es tan perecedero es apenas honor en absoluto. (3) As� como la corruptibilidad implica deshonra, tambi�n ocasiona o causa debilidad. Paraliza la fuerza f�sica. Paraliza tanto la fuerza de resistencia como la fuerza para la acci�n y el rendimiento.

II. Ninguno de estos defectos se encontrar� en el cuerpo resucitado. Ese cuerpo es incorruptible, indestructible, un compa�ero de encuentro para el alma inmaterial e inmortal. No debe obstaculizar ni restringir, a trav�s de su impotencia, el alma libre; pero apto y capaz, como su ministro, fuerte para hacer su voluntad.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 159.

Referencia: 1 Corintios 15:43 . F. Basset, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xii., p�g. 238.

Versículo 44

1 Corintios 15:44

Ni siquiera nos atrevemos a imaginar el significado completo de esta frase un cuerpo espiritual. Pero hay tres ideas al respecto que podemos aventurarnos a indicar. Insinuamos tres de sus probables caracter�sticas.

I.En primer lugar, toma la impronta o sello del principio espiritual superior de la inteligencia divina, o inteligencia divinamente iluminada e inspirada, tan f�cil y espont�neamente tanto en la forma de ser una cuesti�n de curso como naturalmente, en resumen , ya que el cuerpo actual asume el car�cter, la actitud y la expresi�n del principio inferior de la mera vida animal del sentimiento y la emoci�n animales. Es un �ndice tan bueno de lo que es espiritual, como lo es el cuerpo actual de lo que es animal en el hombre.

II. El cuerpo es una entrada, as� como una salida. Es el �ndice o imagen de lo que hay dentro. Pero tambi�n es una avenida hacia adentro para cosas externas. Toma el sello o impronta de la vida interior, cualquiera que sea, para la que est� adaptada. Toma el sello e impresi�n tambi�n del mundo exterior, y transmite ese sello e impresi�n del mundo exterior al principio viviente, el amo al que sirve.

El cuerpo espiritual ser� verdadero y fiel como ministro del esp�ritu; y ser� apto y capaz tambi�n. Pondr� todo el universo de Dios bajo contribuci�n, no en absoluto, en ning�n sentido o en ninguna medida, al principio inferior de la vida y el sentimiento animal, sino total y exclusivamente al principio superior de la inteligencia pura y el pensamiento divino.

III. El cuerpo es un instrumento mediante el cual trabaja el esp�ritu. El cuerpo espiritual estar� desvelado, sin cansancio, sin necesidad de comida ni descanso, hecho como los �ngeles. �C�mo pueden los redimidos en gloria, con esos gloriosos cuerpos espirituales suyos, estar siempre ejerciendo la alegre y ocupada tarea de poner en pr�ctica los impulsos de su propia naturaleza espiritual, y hacer el agrado del Se�or que los compr�!

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 170.

Referencias: 1 Corintios 15:44 . FW Aveling, Christian World Pulpit, vol. xvii., p�g. 120. 1 Corintios 15:45 . Spurgeon, Ma�ana a ma�ana, p�g. 362.

Versículos 45-49

1 Corintios 15:45

Los dos cuerpos, el natural y el espiritual, est�n conectados con el primer Ad�n y el segundo Ad�n respectivamente. Esa es la ense�anza de estos vers�culos. El Ap�stol est� ansioso por fortalecer en las mentes de aquellos a quienes les est� razonando la convicci�n de que existe un cuerpo espiritual adem�s de un cuerpo natural.

I. "El primer hombre Ad�n fue hecho alma viviente". La declaraci�n del Ap�stol es una cita de G�nesis 2:7 . Si Ad�n no hubiera ca�do, se podr�a haber dicho de �l que se convirti�, no en un alma viviente, sino en un esp�ritu viviente; su estructura material est� ahora acomodada y asimilada, no al principio inferior "an�mico" de la vida animal, sino al principio superior de la vida, espiritual y Divina.

Incluso en ese caso, sin embargo, no se puede decir que se convierta en un esp�ritu vivificante o vivificante. Ese honor pertenece solo al segundo Ad�n. En el mejor de los casos, el primer Ad�n s�lo habr�a sido un receptor de la nueva espiritualidad, o vitalidad espiritual, en su cuerpo, que reemplazar�a y desplazar�a su vitalidad original meramente animal. Para �l personalmente habr�a sido un regalo de gracia. No era suyo para d�rselo a su posteridad.

II. "El postrer Ad�n fue hecho esp�ritu vivificante". �D�nde y c�mo? En su resurrecci�n y por su resurrecci�n. No puede ser Su encarnaci�n a la que se hace referencia aqu�. Entonces fue hecho, luego se convirti� en el primer Ad�n, y como la simiente de la mujer en el primer Ad�n simplemente un alma viviente. Como esp�ritu vivificante, el segundo Ad�n, el Se�or del cielo, muriendo por nosotros y resucitando, aviva espiritualmente toda nuestra naturaleza humana en todas sus partes.

Por tanto, debe haber un cuerpo espiritual. No es una imaginaci�n devota hablar de tal cosa. Es m�s, el Ap�stol aparentemente considera el cuerpo espiritual como la secuela adecuada y, por as� decirlo, como complemento del natural.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 190.

Versículo 46

1 Corintios 15:46

Considerar:

I. Las dispensaciones de la religi�n revelada. "La ley fue dada por Mois�s, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo". El evangelio es m�s excelente que la ley. La ley era la sombra; el evangelio es la sustancia. La ley era esclavitud; el evangelio es libertad. No fue primero lo espiritual, sino lo natural. Primero la ley, y luego el evangelio primero Mois�s, luego Cristo primero trueno, terremoto, terror; luego el amor.

II. En segundo lugar, el progreso ascendente se ve en la experiencia cristiana y el desarrollo del car�cter cristiano. La historia de cualquier alma cristiana reflexiva, desde la cuna hasta la tumba, manifestar�a esto.

III. Este progreso ascendente se ve en el aumento del reino espiritual en el mundo. El progreso no es r�pido. Pero que la Iglesia de Dios calme su coraz�n. Aprendamos a esperar y trabajar. "El que creyere, no se apresure".

T. Jones, Penny Pulpit, nueva serie, No. 659.

Referencia: 1 Corintios 15:46 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 239.

Versículo 47

1 Corintios 15:47

Dios siempre considera a los hombres como puestos bajo alg�n encabezado federal o representativo. No hay duda de que ahora es as� en cierto grado en todas las familias: Dios trata con la familia a trav�s del padre y de acuerdo con el car�cter del padre. Pero el principio es cierto a una escala mucho mayor. Ad�n no era un simple hombre; era el jefe representativo de toda la raza humana. Si se hubiera puesto de pie, todos se habr�an puesto de pie; cuando cay�, todo cay�.

I. Seguramente deber�a eliminar todo temor que cualquier hijo de Dios pueda tener acerca de la Segunda Venida, saber que Aquel que se sentar� en el trono de gloria ser� el segundo Hombre. All�, aunque perfecto y glorificado, seguir� siendo en todas las cosas como nosotros; solo que no como lo que somos ahora, como seremos en ese momento. Como se inclin� hacia el hombre cuando estaba en la tierra, entonces se inclinar�; la mirada con la que mir� a Juan, el acento con el que habl� a muchos, ser� la mirada y el acento del Rey de reyes.

El cuerpo ser� distinguible, pero perfecto; aunque con alg�n proceso que no podamos seguir, ser� todo espiritual; y all� se ver�n, como cuando Tom�s vio, las mismas marcas de Sus heridas. A estas heridas todo pecador se volver� y dir�: "Suplico esas heridas"; y con la luz que rodea esa cabeza con muchas coronas, �l mirar� y dir�: "Para m� as� te levantaste; para m� te vestiste con esta gloria; para m� eres radiante con esa dignidad".

II. La humanidad del segundo Hombre es nuestra. Estamos en �l, seremos como �l; as� como el primer hombre fue de la tierra, terrenal, para que nosotros seamos terrenales, el segundo hombre es el Se�or del cielo, para que seamos celestiales.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, cuarta serie, p�g. 263.

Nos sentimos tentados a preguntarnos en qu� sentido nuestro Se�or podr�a ser llamado el segundo Hombre, mientras que hab�a tantos millones de hombres interviniendo entre �l y el antepasado com�n Ad�n. La respuesta es, en resumen, que los otros eran meras copias del primero que difer�an, de hecho, en detalles de car�cter y naturaleza, pero fundamentalmente iguales y presentaban los mismos defectos radicales; mientras que Cristo introdujo una nueva clase de hombre, no seg�n el modelo de Ad�n, y se convirti� en la cabeza de una nueva familia de hombres.

As�, Ad�n y Cristo, dividiendo toda la vida humana entre ellos, son justamente llamados el primer y segundo hombre respectivamente. Miremos esto m�s de cerca, y primero investiguemos las diferencias entre Ad�n y Cristo. Ahora bien, estas diferencias son dos diferencias de origen y una diferencia de naturaleza.

I. De origen. "El primer hombre es de la tierra, terrenal". Independientemente de lo que se diga, y se diga verdaderamente, sobre la ascendencia divina y sobrenatural de Ad�n, es cierto que, de acuerdo con su naturaleza f�sica, �l y los suyos pertenecen esencialmente a esta tierra. El segundo hombre fue el Se�or del cielo. Su origen fue tan claramente divino y celestial como el origen de Ad�n fue terrenal. Baj� a las filas de la vida creada; Supuso que la humanidad, que quiz�s estaba en su lado f�sico, se desarroll� a partir de la forma m�s baja de existencia; pero �l mismo, en Su verdadera e inalterada personalidad, era el Se�or y gobernante del universo, cuya morada est� en el cielo.

II. �sta era la diferencia de origen, y hab�a una segunda de naturaleza y car�cter. Cada ni�o que crece no solo ofrece un nuevo ejemplo de la tendencia a obrar mal, sino que es cada vez m�s un principio de la ciencia afirmar el car�cter hereditario de todas esas tendencias. Si el instinto por el que se alimenta el pich�n es la experiencia de sus remotos antepasados, transmitida por descendencia hereditaria, �con cu�nta m�s facilidad creeremos que el mal moral que comenz� en Ad�n se ha convertido en una caracter�stica inseparable de su raza! Pero Cristo no fue pecador, y la consecuencia de Su santidad, tan peculiar de �l entre los hijos de los hombres, fue que la muerte y la tumba no ten�an ning�n derecho sobre �l.

�l prob� la muerte por todos los dem�s, pero no por s� mismo. Ad�n y Cristo dividen a la humanidad entre ellos, no solo como los dos tipos, sino como los dos autores de toda la vida humana. Tenemos vida de Dios por ambos indirectamente, a trav�s de Ad�n, y de �l contaminado y mortal; directamente, a trav�s de Cristo, y de �l puro e inmortal; ambos viven en nosotros, el primer hombre y el segundo hombre.

R. Winterbotham, Sermones y exposiciones, p�g. 306.

Referencias: 1 Corintios 15:48 . Spurgeon, Ma�ana a ma�ana, p�g. 341. 1 Corintios 15:49 . EL Hull, Sermones, tercera serie, p�g. 12; M. Dix, Sermones doctrinales y pr�cticos, p�g. 298; G. Brooks, Quinientos contornos, p�g. 188. 1 Corintios 15:50 . Homilista, tercera serie, vol. ix., p�g. 334.

Versículos 50-53

1 Corintios 15:50

Las dos proposiciones principales contenidas en este vers�culo son las siguientes: La carne y la sangre son corrupci�n; el segundo, el reino de Dios es incorrupci�n.

I. Carne y sangre es corrupci�n. Decir que los cuerpos corrompidos por el pecado, o por la ca�da, no pueden entrar al cielo ser�a simplemente una perogrullada irrelevante, y las partes con las que Pablo est� tratando lo sostendr�an as�. Es la admisi�n, o la afirmaci�n, que la carne y la sangre, incluso en su mejor estado, es corrupci�n y, por lo tanto, no puede heredar la incorrupci�n; que es el �nico que se ajusta a su punto de vista de manera justa y sienta las bases para la inferencia o conclusi�n de que lo que se compone de carne y sangre debe transformarse en algo mejor.

La corrupci�n, entonces, de la que aqu� se habla no es una cualidad o efecto maligno sobreinducido por el pecado sobre el cuerpo; es la propiedad esencial de la carne y la sangre, tal como se hizo originalmente. (1) El cuerpo necesariamente limita y fragmenta cualquier conocimiento de la Deidad. (2) Es el antagonista de la vida Divina en nosotros; tenemos que luchar contra eso. (3) Se ha vuelto mortal. A causa del pecado est� condenado a morir.

Permaneciendo en la tierra sin cambios, la carne y la sangre seguramente morir�n. La sentencia sobre el hombre culpable, "Polvo eres, y al polvo volver�s", tiene un efecto pleno y universal. "Sale su aliento, vuelve a su tierra".

II. El reino de Dios es incorrupci�n. Es un estado o condici�n de cosas en el que no hay nada perecedero, no hay corrupci�n. Lo que es positivo no se dice aqu�. El reino de Dios, el mundo celestial en una palabra, el cielo no se describe aqu�. No se especifican los elementos que entran en su alegr�a pura y santa. Pero se identifica con la incorrupci�n. (1) La muerte est� fuera de discusi�n y, por lo tanto, no puede haber lugar ni ocasi�n para los arreglos que aqu� son necesarios para evitar la muerte. (2) En el reino de Dios no puede haber nada que intercepte u oscurezca la beat�fica bienaventuranza celestial de los puros de coraz�n.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 206.

Referencia: 1 Corintios 15:50 . Preacher's Monthly, vol. i., p�g. 346.

Versículo 51

1 Corintios 15:51

La Conmemoraci�n de los Fieles Difuntos.

I. La Iglesia primitiva conmemor� a los muertos, (1) por amor a ellos ya su imagen. Ya no pod�a contemplarlos y partir el pan con ellos; pero pod�a prolongar su presencia con el recuerdo v�vido de su amada imagen y con la conciencia de una adoraci�n unida; sab�a que mientras se demoraba orando afuera, ellos estaban dentro del recinto de un patio interior, m�s cerca del trono eterno.

(2) Y a continuaci�n, los conmemor� en la fe para mantener la unidad consciente de la Iglesia. No fueron cortados, sino solo fuera de la vista. La comuni�n de los santos segu�a siendo una. Nada cambi� excepto la relaci�n de la vista, como cuando el jefe de una procesi�n que se extiende a lo lejos, serpenteando por una tierra quebrada y hueca, se esconde en alg�n valle tortuoso; todo sigue siendo uno, todos avanzan juntos; los que est�n m�s lejos en el camino son conscientes de su seguimiento prolongado; los que se demoran con los �ltimos son atra�dos hacia adelante, por as� decirlo, por la atracci�n de la multitud que avanza.

Aun as�, sab�an que iban a seguir adelante; siempre estaban presionando m�s all� de los l�mites de este mundo material. (3) Una vez m�s, conmemoraron a sus hermanos durmientes en la fe, para que pudieran darle a Dios la gloria de su salvaci�n de este mundo malo. En la conmemoraci�n de los santos mostraron la multiforme gracia de Cristo y los m�ltiples frutos de su misteriosa pasi�n; y as�, mientras atesoraban amorosamente sus recuerdos, tambi�n y sobre todo glorificaban a los santos del Rey.

II. Consideremos, a continuaci�n, qu� momento especial es este afectuoso recuerdo de los santos en las fiestas y eucarist�as en la Iglesia de estos �ltimos tiempos. (1) En primer lugar, es un testimonio contra lo que puedo llamar el saduce�smo del cristianismo. Las m�s terrenales son las im�genes de los santos durmientes, incluso en mentes mejores; en cuanto al resto de hombres, pronto los olvidan. Cuando han enterrado a sus muertos fuera de su vista, el mundo invisible se cierra con la boca de la tumba, y regresan a sus hogares y reflexionan con tristeza c�mo pueden comenzar a tejer la misma red de nuevo y hacer una nueva. lanzar para la felicidad y comenzar la vida de nuevo.

�Y por qu� es todo esto? �Qu� deber�a poner un rostro tan antinatural en los propios instintos del coraz�n sino la fr�a tradici�n del saduce�smo cristiano? Contra esto, entonces, la conmemoraci�n de la Iglesia es un testimonio directo y sano. (2) Otro beneficio excelente de esta conmemoraci�n es su tendencia a sanar los cismas de la Iglesia visible. En todas las contiendas de la Iglesia en la tierra todos sus miembros, aunque nunca est�n tan divididos (para que no sea por herej�a o cisma), todav�a mantienen la comuni�n con la corte del cielo.

Todos encuentran la cabeza com�n en el Rey y una comuni�n com�n en la comuni�n de los santos. Y as� como los santos de la cristiandad son el v�nculo sagrado incluso de las iglesias divididas, as� es la ascendencia sagrada de cada iglesia en particular un v�nculo de unidad con sus varios miembros.

HE Manning, Sermons, vol. i., p�g. 320.

Referencias: 1 Corintios 15:51 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 94; Todd, Lectures to Children, p�g. 222; HJ Wilmot Buxton, Sunday Sermonettes for a Year, p�g. 186; Revista del cl�rigo, vol. iv., p�g. 86. 1 Corintios 15:51 ; 1 Corintios 15:52 .

J. Edmunds, Sermones en una iglesia de aldea, p�g. 111. 1 Corintios 15:52 ; 1 Corintios 15:53 . Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. ix., p�g. 205. 1 Corintios 15:53 . J. Taylor, Saturday Evening, p�g. 333.

Versículos 53-54

1 Corintios 15:53

De qu� va a ser el cambio del que habla el Ap�stol, y c�mo ha de efectuarse, es innecesario indagar particularmente. Puede resultar m�s provechoso observar algunas lecciones que sugiere.

I. Mediante un argumento irresistible, a fortiori cierra la puerta a todo lo que es profano, impuro, sensual o vil. Si incluso la corruptibilidad f�sica es inadmisible all�, �qu� diremos de la contaminaci�n moral? �Es mejor el cuerpo que el esp�ritu? Si no podemos pasar a estos reinos de luz y gloria con un cuerpo corruptible y mortal, �c�mo podemos llegar a ellos con la mente, el coraz�n y el alma contaminados e inmundos?

II. �Cu�n elevada y santa es esa comuni�n con Cristo a la que somos introducidos como miembros de Su cuerpo, de Su carne y de Sus huesos! �l tom� nuestro cuerpo natural, corruptible y mortal, para que pudi�ramos tomar su cuerpo espiritual, incorruptible, inmortal. Con respecto a nuestra naturaleza corporal y espiritual, estamos casados, estamos unidos a Cristo.

III. �Qu� motivo tenemos en esto para tener una mente espiritual y una mente celestial; y serlo m�s y m�s a medida que nuestra uni�n con Cristo se hace m�s cercana y se acerca el tiempo de nuestra gloria con �l. Seguramente las cosas que deben ocupar principalmente mi mente e interesar a mi coraz�n, en la vista de lo que ser� entonces y d�nde estar�, son las b�squedas para las cuales se adaptar� mi cuerpo resucitado en ese mundo celestial, en lugar de aquellas para lo cual est� preparado mi cuerpo natural aqu� en la tierra! Seguramente se puede esperar que me entregue a la adquisici�n de esos gustos y h�bitos que ser�n agradables cuando sea resucitado en Cristo incorruptible tanto en cuerpo como en esp�ritu, para estar con �l en gloria para siempre.

IV. Finalmente, �qu� raz�n hay, en esta gran esperanza, para esperar pacientemente todos los d�as de nuestro tiempo se�alado, hasta que llegue nuestro cambio! "Este corruptible debe vestirse de incorrupci�n, y este mortal debe vestirse de inmortalidad".

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 229.

Versículo 54

1 Corintios 15:54

I. La muerte en este mundo es la gran devoradora. Se traga todos los seres vivos. El poder no tiene un arma para resistir su aparici�n. Worth no tiene protecci�n contra su rencor, ni sabidur�a contra sus reglas. Ninguno es lo suficientemente humilde como para ser pasado por alto y compadecido. Ninguno es lo suficientemente bueno para ser reverenciado y perdonado. Ninguno es lo suficientemente alto como para tener derecho a pedirle que se mantenga a raya. El rey de los terrores, formidable para todos, no le teme a nadie. Se apodera y se traga a toda la familia del hombre. Pero el destructor mismo ser� destruido.

II. "La muerte es devorada por la victoria". Es la victoria la que se traga la muerte. Esta es la segunda idea sugerida por el or�culo. Y admite subdividirse en dos. En primer lugar, la muerte es devorada o destruida victoriosa, triunfalmente, finalmente y para siempre. En segundo lugar, la muerte se traga y se destruye, se fusiona y se pierde, en la victoria. En cualquier punto de vista, la victoria est� en el campo, determinando, por un lado, la forma de destrucci�n de la muerte, y por otro lado, el fruto de ella.

En primer lugar, la muerte es devorada o destruida en la victoria; victoriosamente, en campo abierto, en lucha abierta y triunfo. Es mediante la conquista abierta que se efect�a la ruina de la muerte, y no mediante el sigilo y la estratagema. La victoria en la que la muerte es devorada por el Ap�stol ya la describi� en una parte anterior del cap�tulo. Es la restituci�n de todas las cosas. Es el advenimiento glorioso del Se�or.

Regresa triunfante a esta tierra que fue el escenario de Su sufrimiento y verg�enza. Y ante Su resplandeciente aparici�n, sus santos parten de sus tumbas con una belleza inmortal, y un mundo renovado se regocija en la vida sin fin, el sol inmutable y sin nubes del para�so finalmente restaurado.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 248.

Referencia: 1 Corintios 15:55 . Todd, Lectures to Children, p�g. 99.

Versículo 55

1 Corintios 15:55 , 1 Corintios 15:56 .

El triunfo sobre la muerte.

I. El rasgo m�s notable del triunfo sobre la muerte es el reconocimiento de la victoria de la muerte y de la forma en que se produjo. El triunfo se ve as� como un triunfo de car�cter humillante y mortificante. El canto triunfal se ocupa principalmente de un reconocimiento de la conquista indigna de la muerte, ahora feliz y gloriosamente invertida. Una vez un aguij�n y una victoria le pertenecieron, pero �d�nde est�n ahora? La muerte, entonces, tiene una victoria.

Es un conquistador, el conquistador. Todos los dem�s conquistadores se rinden ante �l; no cede a nadie. Presta su ayuda a otros conquistadores. Por medio de �l y sus instrumentos de destrucci�n, lo logran. Pero cualquier otra cosa que puedan conquistar, no pueden conquistarlo a �l. �l, por el contrario, los vence. Ni la ciencia ni el poder, ni las artes ni las armas pueden vencerlo. Las huellas de su victoria est�n por todas partes. Es una victoria como la que podr�a esperarse de un aguij�n. Porque sin duda un aguij�n es un tipo de arma vil, y cualquier victoria que se consiga debe ser vil.

II. La muerte es la humillaci�n del hombre. El pecado es su aguij�n. Viene a conquistar, introducido por el pecado. El pecado, traidoramente, abre las puertas y le permite entrar a la ciudad. Y al entrar, obliga al traidor a convertirse en su herramienta. El pecado es tanto su arma como su garant�a. Literal y enf�ticamente, el aguij�n de la muerte es el pecado.

III. Pero la victoria es nuestra. Es una victoria que es cada vez m�s brillante a medida que avanzamos en nuestro curso y llamado cristianos. La seguridad de la misma se ve cada vez m�s claramente. La paz de ella se siente cada vez m�s profundamente. La gran esperanza que anima es cada vez m�s aferrada a la plenitud de su eterno gozo celestial.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 266.

Referencias: 1 Corintios 15:56 . JM Gibson, Christian World Pulpit, vol. xxv., p�g. 56. 1 Corintios 15:56 ; 1 Corintios 15:57 . Spurgeon, Sermons, vol. i., No. 23; FW Robertson, Sermones, tercera serie, p�g. 212; Homilista, primera serie, vol. i., p�g. 98.

Versículo 56

1 Corintios 15:55 , 1 Corintios 15:56 .

El triunfo sobre la muerte.

I. El rasgo m�s notable del triunfo sobre la muerte es el reconocimiento de la victoria de la muerte y de la forma en que se produjo. El triunfo se ve as� como un triunfo de car�cter humillante y mortificante. El canto triunfal se ocupa principalmente de un reconocimiento de la conquista indigna de la muerte, ahora feliz y gloriosamente invertida. Una vez un aguij�n y una victoria le pertenecieron, pero �d�nde est�n ahora? La muerte, entonces, tiene una victoria.

Es un conquistador, el conquistador. Todos los dem�s conquistadores se rinden ante �l; no cede a nadie. Presta su ayuda a otros conquistadores. Por medio de �l y sus instrumentos de destrucci�n, lo logran. Pero cualquier otra cosa que puedan conquistar, no pueden conquistarlo a �l. �l, por el contrario, los vence. Ni la ciencia ni el poder, ni las artes ni las armas pueden vencerlo. Las huellas de su victoria est�n por todas partes. Es una victoria como la que podr�a esperarse de un aguij�n. Porque sin duda un aguij�n es un tipo de arma vil, y cualquier victoria que se consiga debe ser vil.

II. La muerte es la humillaci�n del hombre. El pecado es su aguij�n. Viene a conquistar, introducido por el pecado. El pecado, traidoramente, abre las puertas y le permite entrar a la ciudad. Y al entrar, obliga al traidor a convertirse en su herramienta. El pecado es tanto su arma como su garant�a. Literal y enf�ticamente, el aguij�n de la muerte es el pecado.

III. Pero la victoria es nuestra. Es una victoria que es cada vez m�s brillante a medida que avanzamos en nuestro curso y llamado cristianos. La seguridad de la misma se ve cada vez m�s claramente. La paz de ella se siente cada vez m�s profundamente. La gran esperanza que anima es cada vez m�s aferrada a la plenitud de su eterno gozo celestial.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 266.

Referencias: 1 Corintios 15:56 . JM Gibson, Christian World Pulpit, vol. xxv., p�g. 56. 1 Corintios 15:56 ; 1 Corintios 15:57 . Spurgeon, Sermons, vol. i., No. 23; FW Robertson, Sermones, tercera serie, p�g. 212; Homilista, primera serie, vol. i., p�g. 98.

Versículo 57

1 Corintios 15:57

San Pablo habla en este cap�tulo como si la resurrecci�n de Cristo fuera la victoria sobre el sepulcro. �Era entonces imposible para los hombres, antes de la resurrecci�n de Cristo, mirar m�s all� de la tumba?

I. Los ap�stoles, sin duda, hablan de la resurrecci�n de nuestro Se�or como un hecho sin precedentes en la historia del mundo. Pero dicen que su importancia para los seres humanos radica en esto, que declara que Jes�s es el Hijo de Dios con poder. Fue un acto retrospectivo y prospectivo. Revelaba la cabeza de la raza humana. Revel� la relaci�n de la raza humana, en la persona de su Cabeza, con el Padre de todos.

Lo que se manifest� como verdad, cuando Aquel que hab�a tomado sobre �l nuestra naturaleza, y hab�a muerto como nosotros morimos, resucit� de la muerte porque no pod�a ser retenido por ella, hab�a sido siempre verdad. Aquellos que cre�an en Cristo no pod�an dudar de que el hombre aprender�a su condici�n de Cristo, que s�lo pod�a aprenderla de Cristo. La evidencia de la resurrecci�n est� en toda la historia, en todas las experiencias y la vida de los hombres, hasta esa hora.

Los pescadores y los fabricantes de tiendas de campa�a no pudieron establecerlo. Si hubiera tal Persona, tal Cabeza de hombre, tal Hijo de Dios, como ellos dijeron que fue denotado por este evento, Dios mostrar�a que lo hubo; si no, no hab�a evangelio.

II. Es Dios quien nos da la victoria. Corremos tanto peligro de imaginar que �l no es el Dios de la vida, sino de la muerte que est� empe�ada en nuestra destrucci�n, como lo fueron los jud�os o los griegos. Y a continuaci�n, es muy necesario recordar que esta victoria es un regalo. Por tanto, entrega tu vida a Dios, para que �l la use como mejor sabe. D�jalo tener tu vigor, para volverlo contra los enemigos de tu pa�s y de los hombres.

D�jale tener tu debilidad, para que su amor paternal y su simpat�a, y la obediencia que obr� en Cristo mediante el sufrimiento, resplandezcan en ti. Aseg�rese de que �l tiene la mayor�a de los m�todos para manifestar el poder de la resurrecci�n de Su Hijo aqu�; pero que, si conf�as en �l y no desmayas, el fin ser� el mismo; todos participar�n por igual en la victoria.

III. Es una victoria. La inmortalidad no es natural si por natural se entiende lo que nos ocurrir�a suponiendo que no fu�ramos seres espirituales voluntarios. Nos pertenece solo como seres espirituales voluntarios. Si renunciamos a esa condici�n, renunciamos a nuestra inmortalidad, asumimos nuestra posici�n de mortales. Pero no podemos entregarlo; sentimos y sabemos que no podemos, incluso cuando m�s intentamos hacerlo, incluso cuando nos estamos rebajando a la m�s profunda ignominia.

Y, por tanto, no dejemos ni un momento de relacionar la resurrecci�n con la fe, con la esperanza; por lo tanto con conflicto. No podemos, si conectamos la resurrecci�n de Cristo con la nuestra, si juzgamos la nuestra por la Suya. Puso su rostro como un pedernal, Sus vestiduras eran las vestiduras de Aquel que pis� la sebo del vino. Fue una agon�a, aunque fue la agon�a de la sumisi�n. Su sudor era como gotas de sangre, aunque el tema era: "Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya". Por tanto, Dios le dio la victoria, la victoria perfecta de esp�ritu, alma y cuerpo.

FD Maurice, Sermons, vol. iii., p�g. 299.

Referencias: 1 Corintios 15:57 . GB Ryley, Christian World Pulpit, vol. vii., p�g. 116; HW Beecher, Ib�d., Vol. xxiv., p�g. 402; G. Brooks, Quinientos contornos, p�g. 112; JJS Perowne, Contemporary Pulpit, vol. ii., p�g. 230.

Versículo 58

1 Corintios 15:58

I. El deber que est� relacionado con ser firmes e inamovibles en la fe de la resurrecci�n y de la vida de resurrecci�n es (1) estar relacionado con la obra del Se�or; (2) abundar en �l; (3) abundar en �l siempre.

II. El motivo de tu trabajo no es en vano. Es en el Se�or que su trabajo no es en vano vac�o, o sin resultado ni resultado. Entras en la obra del Se�or como el Se�or mismo entr� en la obra que se le hab�a encomendado. Le pertenece a �l ver que su labor en Su obra no sea en vano. Su labor no es en vano, (1) porque ha ido, en ese mismo cuerpo, el mismo hombre precisamente que estaba en la tierra, el mismo hombre completo, para presentarse ante el Padre cuya voluntad ha hecho y cuya obra ha hecho. ha terminado, diciendo: He aqu�, yo y los hijos que me diste.

"�l pide que se dicte sentencia sobre �l mismo en ese cuerpo, y sobre lo que �l ha hecho y sufrido en ese cuerpo. Pide un laudo judicial. El mero mejoramiento de Su condici�n, como una consecuencia natural y graciosa posesi�n de Su pasado y la historia olvidada, no ser� suficiente, pide un veredicto sobre esa historia, como una historia no enterrada en la indulgente tumba del olvido, sino levantada para un justo juicio.

(2) Y luego, en segundo lugar, su labor no es en vano, ya que no solo en su cuerpo resucitado desaf�a el juicio sobre s� mismo y su obra, sino que, con ese mismo cuerpo resucitado, toma la obra y la sigue. �l lleva a cabo en el cielo la obra que ten�a entre manos en la tierra. Lo reanuda para llevarlo a cabo a sus interminables resultados de bienaventuranza y gloria en los cielos nuevos y la tierra nueva, en los que mora la justicia. Y as� como el propio trabajo del Se�or en la obra no es en vano, tampoco el vuestro es en vano en �l; y eso por la misma doble raz�n.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 346.

La verdad sobre la resurrecci�n es de vital importancia. Toca la esencia misma y el coraz�n del evangelio de Cristo. La visi�n que adoptes de ella, cualquiera que sea, debe te�ir todo tu cristianismo, toda tu fe cristiana y toda tu vida cristiana. Eso ense�a el Ap�stol.

I. As�, en primer lugar, toca la credibilidad de aquellos en cuyo testimonio descansa su fe. "Somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos testificado de Dios que resucit� a Cristo, a quien no resucit�, si es que los muertos no resucitan". Esto en s� mismo es sin duda una consideraci�n muy seria.

II. No s�lo la autoridad del Se�or, o la autoridad divina, est� involucrada as� en la cuesti�n de la resurrecci�n; tambi�n est� en juego la realidad de Su gran obra de propiciaci�n. Si no hay, y puede haber, tal cosa como una resurrecci�n del cuerpo; si la noci�n misma de ella ha de ser descartada contundentemente con una burla, como una resurrecci�n de reliquias, una resurrecci�n de corrupci�n, entonces Cristo no ha resucitado.

Lo que sucedi� el tercer d�a despu�s de Su crucifixi�n pudo haber sido una misteriosa remoci�n o aniquilaci�n de lo que estaba enterrado. De ello se sigue, por una parte, que la muerte no es para los hombres la pena del pecado y, por otra, que Cristo no ha redimido a los hombres de la pena del pecado.

III. Nuestra posici�n como creyentes, nuestra justificaci�n, nuestra paz, est� �ntimamente relacionada con esa doctrina de la resurrecci�n, en cuya fe se les exhorta a ser firmes e inamovibles. Es una doctrina tan esencial para su plenitud en Cristo como lo es para Su plenitud para usted.

IV. Por �ltimo, por su relaci�n con su santidad de car�cter y su diligencia en el deber, hace bien en ser firme e inquebrantable en su fe en la doctrina de la resurrecci�n.

RS Candlish, La vida en un Salvador resucitado, p�g. 325.

Referencias: 1 Corintios 15:58 . Spurgeon, Sermons, vol. xix., n�m. 1111; TT Munger, La libertad de fe, p�g. 193; El p�lpito del mundo cristiano, vol. VIP. 198; JB Heard, Ib�d., Vol. xiii., p�g. 216; D. Burns, Ib�d., Vol. xxiii., p�g. 88; Dean Bradley, Ib�d., Vol. xxix., p�g.

225; Homiletic Quarterly, vol. iii., p�g. 412. 1 Corintios 16:1 . E. Bersier, Sermones, primera serie, p�g. 91. 1 Corintios 16:1 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 247. 1 Corintios 16:2 .

EM Goulburn, Pensamientos sobre la religi�n personal, 1 Corintios 16:3 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 249. 1 Corintios 16:6 . W. Morison, Christian World Pulpit, vol. xxi., p�g. 24. 1 Corintios 16:7 . HP Liddon, Church Sermons, vol. ii., p�g. 225.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 15". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-15.html.
 
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