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Bible Commentaries
1 Corintios 7

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 7

1 Corintios 7:7

Las virtudes sociales y severas (para el d�a de San Felipe y Santiago).

I.Santiago, apodado el Justo, fue notable por la severidad de una vida mortificada y una santidad mansa y austera, de modo que la muerte violenta a la que fue sometido por los jud�os fue considerada incluso por sus propios compatriotas como trayendo por el juicio divino sobre su naci�n. Su ep�stola se comprende mejor cuando tenemos esto en cuenta. De ah� sus memorables preceptos de la bienaventuranza de la paciencia, de la sabidur�a buscada desde arriba, de la fe y la oraci�n; de ah� sus sentenciosos proverbios breves de sabidur�a celestial y los dichos de un hombre de Dios, intercalados con esa dulzura que siempre se encuentra en la abnegada devoci�n.

San Felipe, en cambio, parece m�s bien un ejemplo de caridad social y fraterna, de f�cil acceso a todos, buscado y buscado en la amistad cristiana; como cuando va a Natanael, con San Andr�s, y cuando los griegos, que ver�an a Jes�s en la �ltima Pascua, vienen a �l. Por grande que sea la bendici�n de tal temperamento tanto para s� mismo como para los dem�s, sin embargo, su deficiencia tiende a ser en esto, que comprende menos esos misterios espirituales de Dios que se revelan al coraz�n en el secreto y la soledad de esp�ritu. De ah� esa queja en las palabras de nuestro Se�or en el Evangelio de hoy: "�Hace tanto tiempo que estoy contigo, y a�n no me conoces, Felipe?"

II. Sin embargo, debe observarse que la gracia cristiana armoniza y llena el car�cter de tal manera, que tales diversidades personales no deben extenderse demasiado. Santiago el Menor fue muy amado por todos los cristianos por su singular mansedumbre; y sin duda San Felipe, en las pr�cticas de la mortificaci�n, lleg� a comprender los secretos de la sabidur�a divina; sin embargo, bajo el mismo esp�ritu, subsisten algunas de tales diversidades y diferencias de car�cter; y en las palabras del texto, "Cada uno tiene su propio don de Dios; uno seg�n esta manera, y otro despu�s".

I. Williams, Las ep�stolas y los evangelios, vol. ii., p�g. 373.

Referencias: 1 Corintios 7:10 . RS Candlish, Personajes de las Escrituras y Miscel�neas, p�g. 156. 1 Corintios 7:10 . FW Robertson, Lectures onCorinthians, p�g. 103. 1 Corintios 7:14 .

Expositor, primera serie, vol. x., p�g. 321. 1 Corintios 7:16 . Preacher's Monthly, vol. ix., p�g. 173. 1 Corintios 7:17 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. xi., p�g. 53. 1 Corintios 7:18 . FW Robertson, Sermones, tercera serie, p�g. 156.

Versículo 19

1 Corintios 7:19

(con G�latas 5:6 ; G�latas 6:15 )

Formas versus car�cter.

Nota:

I. La proclamaci�n enf�tica de la nulidad de los ritos exteriores.

II. Mire la triple variedad de la designaci�n de lo esencial. (1) El guardar los mandamientos de Dios lo es todo ( 1 Corintios 7:19 ). (2) "Una nueva criatura" ( G�latas 6:15 ). Lo �nico que se necesita es guardar los mandamientos de Dios, y la �nica manera en que podemos guardar los mandamientos de Dios es que seamos formados de nuevo a la semejanza de �l, de quien es el �nico cierto que �l siempre hizo las cosas. que agrad� a Dios.

(3) "Fe que obra por amor" ( G�latas 5:6 ). Si vamos a ser hechos de nuevo, debemos tener fe en Jesucristo. Hemos llegado a la ra�z ahora, en lo que a nosotros respecta. Debemos guardar los mandamientos de Dios; si vamos a guardar los mandamientos, debemos ser hechos de nuevo, y si nuestro coraz�n pregunta c�mo podemos recibir ese nuevo poder creador en nuestra vida, la respuesta es por "la fe que obra por el amor".

A. Maclaren, Cristo en el coraz�n, p�g. 229.

Referencias: 1 Corintios 7:19 . Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 210. 1 Corintios 7:22 . Parker, Hidden Springs, p�g. 366.

Versículo 23

1 Corintios 7:23

I. Las palabras de San Pablo, "No se�is esclavos de los hombres", tienen una influencia importante en el ejercicio del entendimiento. "Comprado con precio" por quien reclama, no una parte, sino la totalidad de ti, no m�s la conducta que la voluntad, no m�s las energ�as que los afectos, no m�s el alma que la raz�n, no puede estar seguro, no puede ser correcto, no puede ser honesto renunciar a que otro mantenga el ejercicio del intelecto en asuntos de evidencia o asuntos de doctrina; hacer que el punto de vista de un hombre, o el pensamiento de un hombre, o la fe de un hombre, sirvan para diez, veinte o cien otros; apegarse a una escuela, una fiesta o un sistema,

II. Lo que es verdad del entendimiento es verdad tambi�n de la conciencia. Hay un santuario dentro de cada uno de nosotros al que ning�n ministro ni hermano puede entrar sin presunci�n y sin profanaci�n. Es la conciencia del hombre a los ojos de Dios, es ese esp�ritu del hombre que nadie conoce sino el hombre, es el santuario secreto del motivo y la voluntad, de la memoria y la responsabilidad, y de la vida de la vida.

Puede ser instruido, puede ser informado, puede ser influenciado, puede ser movido; pero en todos los aspectos, excepto en uno, es libre, ning�n dictado y ninguna direcci�n puede entrometerse en sus recintos, porque Uno es su Maestro, Cristo, y todos los dem�s, incluso los ministros de Jesucristo, no son aqu� se�ores, sino hermanos. Establecer sobre la conciencia individual un derecho de inspecci�n, o un derecho de disciplina para dictar reglas para su divulgaci�n habitual o peri�dica para decir sin esto no hay salvaguarda para la vida, ni seguridad para la muerte, esto es para negar u oscurecer la gran caracter�stica del evangelio; esto es decir una palabra en contra de la suficiencia total del Esp�ritu Santo como la Luz y el Gu�a, el Recuerdo y el Consolador del pueblo de Cristo.

III. En tiempos comunes, bajo circunstancias usuales, el directorio de la Iglesia es el p�lpito y el confesionario de la Iglesia es la congregaci�n. All�, donde el arco se tira por necesidad en una aventura, la flecha vuela hacia su objetivo, tanto m�s sentida como invisible. All�, donde la oraci�n del predicador y la oraci�n del oyente han invocado conjuntamente la gu�a que es la sabidur�a omnisciente, la voz detr�s se escuchar� diciendo una y otra vez en cada emergencia del ser espiritual: "Este es el camino, camina. en eso.

Todos fuisteis comprados por un precio; no se�is siervos de los hombres ".

CJ Vaughan, Oxford and Cambridge Journal, 18 de octubre de 1877

I. Mire primero la afirmaci�n: "Por precio sois comprados". �sta es una de las formas en las que, en las Escrituras, se describe el gran efecto de la muerte de Cristo en la habitaci�n de los pecadores. En las palabras del texto, el Ap�stol parece decir: "Vosotros no sois vuestros propios", perteneces, por derecho de Su compra, a Cristo: tus intelectos son Suyos para que �l los instruya; sus conciencias son Suyas para ser reguladas por �l; sus vidas son suyas para ser gobernadas por �l; absoluta y enteramente eres Suyo.

Ahora, a primera vista, eso parece un env�o de nosotros a la esclavitud m�s abyecta; porque ninguna opresi�n humana puede encadenar completamente el esp�ritu. Pero aqu� hay que recordar que lo que del lado del Se�or es una compra, es del lado del creyente una consagraci�n voluntaria, y que el Maestro no es un hombre, sino el Dios-hombre, con quien la opresi�n es imposible. As� sucede que la propiedad divina de nosotros por parte de Jes�s es el estatuto de nuestra liberaci�n de nuestros semejantes, y la paradoja de que el servicio de Cristo es la perfecta libertad se ha cumplido.

II. Pablo no quiere decir aqu� que todo tipo de servicio a los hombres sea incompatible con nuestra propiedad de Cristo; s�lo tenemos que leer sus exhortaciones a los siervos en sus diversas ep�stolas para convencernos de eso. Lo que desea alegar es que la propiedad de Cristo en nosotros nos emancipa de la abyecta esclavitud de los hombres en todas las formas que sean incompatibles con esa propiedad. Nadie puede privarnos de lo que ya pertenece a Cristo; y es mediante la afirmaci�n de ese principio por parte de los cristianos que se han ganado todas las victorias de la libertad religiosa en el mundo.

La devoci�n m�s absoluta a Cristo es la declaraci�n m�s completa de independencia individual, incluso cuando el desafiante rechazo de Cristo en este aspecto de la libertad se traduce en la forma m�s degradante de esclavitud. Estas cosas pueden parecer contradictorias, pero son ciertas, y a menudo se ha demostrado que lo son tanto en la historia de los individuos como de la raza. Por tanto, escoge ser rescatado por Cristo para que puedas ser liberado de la servidumbre de los hombres.

WM Taylor, Vientos contrarios, p�g. sesenta y cinco.

Referencias: 1 Corintios 7:23 . Spurgeon, Sermons, vol. xx., n� 1163; WE Collen, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 20; Preacher's Monthly, vol. VIP. 118; H. Stowell Brown, Contemporary Pulpit, vol. iv., p�g. 208.

Versículo 24

1 Corintios 7:24

La vida cristiana.

I. De las palabras que tenemos ante nosotros somos guiados al pensamiento de que nuestro principal esfuerzo en la vida debe ser la uni�n con Dios. "Permaneced con Dios", que, dicho en otras palabras, significa, creo, principalmente dos cosas: comuni�n constante, la ocupaci�n de toda nuestra naturaleza con �l y, en consecuencia, el reconocimiento de Su voluntad en todas las circunstancias. Creamos que cada alma tiene un lugar en el coraz�n, y es tenida en cuenta en los prop�sitos de Aquel que mueve la tempestad y hace brillar su sol sobre los ingratos y los buenos.

Tratemos de anclar y descansar nuestras propias almas firmes y firmes en Dios todo el d�a, para que, tomando Su mano, podamos contemplar toda la danza confusa de las circunstancias fugaces y decir: "En la tierra est� hecha tu voluntad". si no todav�a "como se hace en el cielo", todav�a lo hago en los asuntos y eventos de todas las cosas, y lo hago con mi alegre obediencia y agradecida aceptaci�n de sus mandamientos y asignaciones en mi propia vida.

II. La segunda idea que surge de estas palabras es la siguiente: tal uni�n con Dios conducir� a una permanencia feliz en nuestro lugar, cualquiera que sea. La calma y la paz central son nuestras, una verdadera apreciaci�n de todo el bien externo y un encanto contra el aguij�n m�s amargo de los males externos son nuestros, una perseverancia paciente en el lugar donde �l nos ha puesto es nuestro, cuando por la comuni�n con �l hemos aprendido a Considere nuestro trabajo principalmente como hacer Su voluntad, y todas nuestras posesiones y condiciones principalmente como un medio para hacernos semejantes a �l.

III. Tal permanencia satisfecha en nuestro lugar es el dictado de la sabidur�a m�s verdadera. (1) Despu�s de todo, aunque puede cambiar todo lo que quiera, existe un equilibrio e identidad bastante sustancial en la cantidad de dolor y placer en todas las condiciones externas. �De qu� sirven esos deseos ansiosos de cambiar nuestra condici�n, cuando toda condici�n tiene desventajas que acompa�an a sus ventajas, tan ciertamente como una sombra? (2) Si bien la porci�n de dolor y placer externos resumidos es pr�cticamente la misma en la vida de todos, cualquier condici�n puede producir el fruto de una comuni�n devota con Dios.

(3) Nuestro texto es revolucionario. Pero ciertamente Cristo es m�s que Mamm�n, y un esp�ritu alimentado por deseos tranquilos y pensamientos santos en virtudes crecientes y semejanza creciente a Cristo es mejor que las circunstancias ordenadas a nuestra voluntad, en cuyo torbellino hemos perdido a nuestro Dios.

A. Maclaren, Sermones en Manchester, tercera serie, p�g. 1.

Referencias: 1 Corintios 7:24 . M. Nicholson, Redimiendo el tiempo, p�g. 91; AKHB, Pensamientos m�s graves de un p�rroco rural, tercera serie, p�g. 293.

Versículo 29

1 Corintios 7:29

I. San Pablo nos dice que el tiempo es corto. En cierto sentido, una sola vez es muy larga. El gran Dios que est� ejecutando Su plan en el universo no tiene escasez de tiempo. Lo que vemos no es m�s que un punto en una l�nea infinita, del cual no podemos ver ni principio ni fin. Son pensamientos como estos los que nos liberan de la impaciencia, los que fortalecen la fe. Puede que tengamos prisa e inquietudes, pero Dios no tiene prisa; la evoluci�n de Su prop�sito es segura, aunque nos parezca lenta.

Es como el movimiento de la sombra en el reloj de sol. Pero es muy posible insistir demasiado en este aspecto de �l y dejar que paralice nuestra acci�n y nos haga fatalistas. Y, por tanto, es m�s necesario pensar en la opini�n de San Pablo de que el tiempo es corto; a aprender a ser sinceros sin impacientarse, a saber que tenemos poco tiempo y que tenemos mucho que hacer y, sin embargo, a estar dispuestos cuando hemos hecho todo lo posible por dejar el resultado en manos de Dios.

II. El tiempo es muy corto para el trabajo que tenemos que hacer. Existe: (1) el trabajo de la autodisciplina, la disciplina de la mente; (2) la apertura de la mente en nuevas direcciones; (3) la disciplina de la carne; (4) trabajar para los dem�s y para Dios. Dios nos muestra su trabajo para hacer en el mundo y nos pide ayuda, pero nuestra ayuda debe ser genuinamente nuestra; si no hacemos nuestro trabajo, quedar� sin hacer para siempre.

Aqu� reside el patetismo infinito del tiempo perdido; se ha ido irrecuperablemente. Si no hacemos lo que tenemos que hacer, ni nosotros mismos, ni nadie m�s, ni Dios mismo, podemos hacer el trabajo. Se deja sin hacer. �Recuerdas un pasaje de George Eliot que termina "Dios no puede hacer la obra de Antonio Stradivari sin Antonio"? Hace unos dos o tres siglos, en una ciudad del norte de Italia, viv�a Antonio Stradivari, fabricante de violines.

Ahora son mundialmente famosos y casi invaluables. Alguien le dijo una vez con desd�n que si Dios quer�a violines ciertamente pod�a fabricarlos para �l mismo, y Antonio dijo: No, que era obra de Antonio Stradivari; ni siquiera Dios podr�a hacerlo sin Antonio. Este dicho es atrevido, pero cierto para �l y cierto para ti y para m�. T� y yo tenemos nuestro trabajo que hacer, nuestro trabajo para Dios y el uno para el otro, y Dios no puede hacer nuestro trabajo por nosotros. Debemos hacerlo nosotros mismos, y nuestro tiempo es corto.

JM Wilson, Sermones en la capilla de Clifton College, p�g. 79.

Supongamos que un hombre con m�s o menos lucha, con la gracia que puede, ha aceptado la brevedad de la vida como una convicci�n. �Qu� efecto tendr� esa convicci�n en su vida? �Qu� efecto deber�a tener? Evidentemente, deber�a ser m�s profundo que su esp�ritu. Deber�a hacer algo m�s que alegrarlo o arrepentirlo.

I. En primer lugar, �no debe hacer que un hombre trate de tamizar las cosas que se le ofrecen y luego averiguar cu�les son sus cosas? La indiscriminaci�n de la vida de la mayor�a de los hombres nos impresiona cada vez m�s. Las almas de muchos hombres son como �mnibus, deteni�ndose para tomar cada inter�s o gusto que levanta su dedo y los llama desde la acera. La escrupulosidad, el autoconocimiento, la independencia y la tolerancia de la libertad ajena, que siempre va acompa�ada de la m�s seria y profunda afirmaci�n de nuestra propia libertad, est�n �ntimamente ligadas a la sensaci�n de que la vida es corta.

II. La sensaci�n de la brevedad de la vida trae un poder de libertad al tratar con las cosas que consideramos propias. El que sabe que est� en el mundo por muy poco tiempo, que lo sabe y lo siente, no es como un hombre que va a vivir aqu� para siempre. Ataca por el centro de la vida. Se preocupa por los principios y no por las formas de vida. Es como un escalador en un camino rocoso, que pone su pie en cada punta de piedra saliente, pero que pisa en cada uno, no por s� mismo, sino por el. por el que est� encima.

III. En la brevedad de la vida, las grandes emociones y experiencias por las que se rige y configura el car�cter humano asumen su mayor poder y act�an con su influencia m�s ennoblecedora.

IV. Todos los hombres que han cre�do que hab�a otra vida han sostenido de alguna manera que esta vida era cr�tica, y que el hombre est� hecho para que sea necesario cierto sentido de cr�tica para la vida m�s vigorosa y mejor de siempre.

V. Cuando su tiempo de relaciones sexuales es corto con cualquier hombre, sus relaciones con ese hombre se vuelven verdaderas y profundas. �No pueden los hombres y mujeres con quienes vivimos ahora ser sagrados para nosotros por el conocimiento de qu� maravilloso y misterioso terreno es el que caminamos juntos, aqu� en esta estrecha vida humana, cerca de las fronteras de la eternidad?

Phillips Brooks, Sermones, p�g. 313.

Referencias: 1 Corintios 7:29 . Preacher's Monthly, vol. vii., p�g. 338; JS Howson, Penny Pulpit, No. 3961.

Versículos 29-31

1 Corintios 7:29

I. Comparemos el trato que da el mundo al dolor con el de Cristo. Aqu� usamos la palabra mundo en el sentido m�s amplio, el mundo del que habla el ap�stol Juan como que incluye todo lo que no est� bajo el poder del evangelio de Jesucristo, que no tiene ley sino su propio inter�s, pasi�n o capricho, sin objetivos. m�s all� de las que comienzan y terminan en la vida presente, no hay comprensi�n ni preocupaci�n por las cosas que no se ven sino que son eternas.

�Qu� tiene que decirle al esp�ritu abatido en sus horas de desolaci�n? El contacto con el dolor profundo despierta una verdadera simpat�a incluso en los hombres del mundo. Seguramente vienen del cielo los instintos que nos ense�an a pensar en aquellos que siempre son representados especialmente como objetos de la compasi�n divina: las viudas y los hu�rfanos, los hu�rfanos y los solitarios. El mundo, al menos tal como lo conocemos en tierras cristianas, les extiende su l�stima, est� dispuesto a atender sus necesidades materiales, reconoce la obligaci�n de la sociedad de cuidar de estos miembros indefensos.

Pero m�s all� de esto, el mundo no puede ir ni puede ir. No tiene medicina que pueda ministrar a un coraz�n enfermo. Los problemas deben venir, pero son tan dolorosos, interfieren tan tristemente con el curso ordinario de la vida, interrumpiendo sus deberes y compromisos, arrojando su oscura sombra sobre escenas de alegr�a y regocijo, perturbando la corriente del pensamiento al introducir en ella elementos que Es deseable excluir que cuanto menos los hombres se dediquen a ellos y cuanto antes puedan despedirlos, mejor.

El mundo desear�a que el doliente llorara como los que no lloraron, porque cuanto menos vean y oigan sus l�grimas, mejor; pero no dicen nada sobre c�mo se llevar� a cabo esta autoconquista. La cepa que adopta el mundo se repite, aunque con una cepa completamente diferente y con otros acompa�amientos del evangelio. Bendice a los dolientes, pero no significa que sigan de luto para siempre, y renuncien a la lucha y al trabajo, para que tengan tiempo de llorar, pero los consuela.

Dice: "Llora, como si no lloraste", es decir, inculca la sobriedad incluso en nuestro dolor, proh�be el lamento extravagante que sugerir�a que lo hab�amos perdido todo, inculca no solo el autocontrol, sino el ejercicio de la simple confianza. y sabidur�a celestial mediante la cual nuestro dolor se convierta en gozo. Pero al dar la exhortaci�n, pone en acci�n las influencias que pueden ayudar al alma a obedecerla.

II. Tenga en cuenta las consideraciones que pueden permitir a los corazones afligidos aceptar este punto de vista del evangelio y obedecer esta exhortaci�n. "Comamos y bebamos, que ma�ana moriremos", es una m�xima que los hombres bien podr�an aceptar, si no hubiera la esperanza que el cristianismo despierta en el coraz�n. La vida eterna y la esperanza que resplandece con su resplandor, el Cristo siempre vivo e inmutable, las palabras infalibles de su amor, son la porci�n en cuya posesi�n el coraz�n encuentra un consuelo, e incluso una plenitud de gozo con la que nada puede interferir. .

Cualquier otra fuente de consuelo puede secarse, pero esta siempre es fresca y abundante en su fluir. Todos los dem�s amigos pueden fallar, pero aqu� est� Uno que sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre. Todas las dem�s alegr�as pueden desvanecerse y morir, pero aqu� hay placeres en los que est� la flor y la belleza de la eterna juventud.

J. Guinness Rogers, Christian World Pulpit, vol. xiv., p�g. sesenta y cinco.

La espera de la Iglesia visible.

La mayor�a de los hombres son exactamente lo que son en esta vida y nunca se elevan ni miran m�s all�. El pensamiento del d�a de Cristo no controla ni controla ning�n prop�sito de su coraz�n. �Qui�n se atreve a decirnos cu�ndo no ser� ese d�a ? La incertidumbre es la condici�n misma de la espera y el acicate de la expectativa. Todo lo que sabemos es que Cristo no nos ha dicho cu�ndo vendr�; pero �l ha dicho: "Estad tambi�n vosotros preparados, porque a la hora que no pens�is, vendr� el Hijo del Hombre". Dibujemos, entonces, algunas reglas para aplicar esta verdad en nuestra propia conducta.

I. Primero, aprendamos a no salirnos de nuestro destino y car�cter en la vida, sino a vivir por encima de ellos. Qu� y d�nde estamos es la cita de Dios. Tenemos un trabajo que hacer para �l, y es precisamente ese trabajo que tenemos ante nosotros en nuestra vida diaria. Afectar el desprecio por todos los estados naturales y acciones de la vida, con la s�plica de que vivimos para Dios, es mera afectaci�n y desprecio de la propia ordenanza de Dios; vivir sin pensar habitualmente en Dios y en el d�a de la aparici�n de Cristo, con el argumento de que estamos controlados por los accidentes externos de la vida, es un mero autoenga�o y un abandono de Dios mismo.

II. Para controlar estos dos extremos, esforc�monos por vivir como desear�amos que �l nos encontrara en Su venida. �Qui�n no temer�a ser encontrado en ese d�a con un talento enterrado y una l�mpara apagada, con una conciencia adormecida y una mente doble, con un arrepentimiento superficial o un coraz�n medio convertido? Por la disciplina del yo, el cristiano est� tan preparado que el d�a de Cristo no puede llegar ni demasiado tarde ni demasiado pronto para �l.

III. Seguramente, entonces, no tenemos necesidad de perder tiempo, porque "el tiempo es corto". Para un hombre que espera la venida de Cristo, �cu�n absolutamente in�tiles son todas las cosas que pueden perecer! �Cu�n terrible es lo �nico imperecedero! Por tanto, asegur�monos de que estamos ante los ojos de Dios, y todas las cosas caer�n en su lugar; todas las partes de la vida de un cristiano est�n en armon�a con el tiempo y la eternidad, su propia alma con Dios.

HE Manning, Sermons, vol. i., p�g. 349.

Solo un rato.

En ninguna parte San Pablo o cualquier otro escritor inspirado usa el hecho de la brevedad de la vida para fomentar un sentido de indiferencia hacia los deberes de la vida. La ense�anza de Cristo y de sus ap�stoles es clara y aguda, que la vida, por breve que sea, es un tiempo de trabajo, de deber, de ministerio. Si no se debe abusar del mundo, no obstante, se debe usar. Por breve que sea el tiempo, es suficiente para mucho llanto y regocijo; y como es breve, no debemos cultivar la indiferencia ante el gozo y el dolor de nuestros hermanos, sino m�s bien regocijarnos con los que se alegran y llorar con los que lloran. Note los detalles de la aplicaci�n del texto por parte del Ap�stol.

I. Si nuestros hogares terrenales desplazan los atractivos de nuestro hogar celestial, si los usamos para fomentar nuestra mundanalidad, nuestro orgullo, vanidad y autocomplacencia, los estamos abusando y necesitamos la precauci�n del Ap�stol. Su mandato se cumple cuando el hogar se trata como un medio para una vida santa y �til aqu�, y como una preparaci�n para un hogar mejor en el futuro.

II. Note la relaci�n de este hecho con el gozo y la tristeza de este mundo "el tiempo es corto". Hay personas que han seguido cavilando sobre la miseria, la desigualdad y la crueldad de esta vida hasta que literalmente se llenan de maldiciones. El mundo no los tomar� por su propio valor, por lo tanto, odian al mundo. Esta es realmente la esencia de esta parte de nuestro texto, Los que lloran; los que sienten agudamente la crueldad y el dolor del mundo como si lloraran, no actuando como si toda la vida consistiera en que el mundo fuera justo y bondadoso con ellos, como si vivir no fuera s�lo llorar, sino por el contrario sentir que es mucho m�s importante tener raz�n que ser considerado correcto; Es mucho m�s importante ser dulces, amorosos y tolerantes, y estar alegremente ocupados con la obra de Dios, que que el mundo les d� lo que les corresponde.

Y as� de nuestras alegr�as. No es que vayamos a pasar esta vida en la tristeza y el mal humor porque es corta y se avecina otra vida. Pero si hay un gozo m�s grande, m�s rico y m�s duradero en la vida m�s all� de esto, no es parte de la sabidur�a estar demasiado absorto en el gozo terrenal. �No nos conviene tomar este mundo a la ligera en vista de estas dos verdades que queda tan poco tiempo y que se acerca la eternidad?

MR Vincent, Dios y el pan, p. 363.

Referencias: 1 Corintios 7:29 . Spurgeon, Sermons, vol. viii., n� 481; Homilista, segunda serie, vol. ii., p�g. 42; FW Robertson, Sermones, tercera serie, p�g. 169; Ib�d., Lectures on Corinthians, p�g. 114. 1 Corintios 7:29 . C. Breve, Christian World Pulpit, vol. xiv., p�g. 344.

Versículo 31

1 Corintios 7:31

Nota:

I. La raz�n por la que no debemos abusar de este mundo: "Porque la moda de este mundo pasa". Literalmente, la escena cambia. La superficie del mundo siempre est� cambiando. La inestabilidad moral de la tierra, en la historia de sus habitantes, es como la inestabilidad f�sica del agua. Ese hombre est� en una situaci�n lamentable cuya alma se adhiere a la moda de este mundo; porque se mueve continuamente, y cada movimiento lo desgarra.

Los redimidos del Se�or, incluso en el mundo actual, obtienen una base m�s firme y disfrutan de una esperanza m�s brillante. Si tu coraz�n est� en el cielo, y el peso de tu esperanza habitualmente se inclina all�, el mundo no puede lastimarte aunque se resbale debajo de tus pies.

II. El abuso de este mundo que el texto proh�be. El "mundo" que debe ser usado y no abusado es esta tierra con todo lo que el Creador ha esparcido a su alrededor o almacenado en su interior para beneficio del hombre. Cuando los dones se desv�an de su sabia y amable intenci�n, el Dador se lo toma mal. Consumir m�s de lo que necesitamos o usamos, ya sea que lo hagan ricos o pobres, es abusar del mundo que Dios amablemente enmarc� y prepar� para el uso de los hombres. En la experiencia real, el abuso del mundo se reduce a las transacciones m�s peque�as de la vida individual.

III. El uso de este mundo que el texto permite y prescribe. Los cristianos pueden y deben usar el mundo. (1) Se pueden utilizarlo. La religi�n pr�ctica no consiste en negarnos el uso del bien temporal, ni en saborearlo con terror. Toda criatura de Dios es buena y debe ser recibida, no rechazada. Cuando nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo, no estamos excluidos de la plenitud de la tierra y el mar; entonces los poseemos con un t�tulo mejor y, por lo tanto, los disfrutamos m�s.

(2) Deben usarlo. No permitas que las riquezas, por ejemplo, permanezcan tanto tiempo que se oxiden. El �xido da�ar� tu carne en ese momento y testificar� en tu contra en el juicio. Cualquier cosa que Dios te haya dado de calificaci�n personal, posici�n social o medios materiales, �sala t� mismo y deja que tu pr�jimo participe en el beneficio.

W. Arnot, Roots and Fruits, p�g. 102.

El uso y abuso del mundo.

I. El uso del mundo. Hay algo muy significativo en la frase "los que usan el mundo". En labios del ap�stol Pablo implica que el mundo puede ser empleado religiosamente; para que podamos aprovechar adecuadamente sus ventajas y someterlo a tributo para fines dignos. (1) El primer pensamiento que sugiere la frase "usar el mundo" es este: nosotros mismos somos m�s y m�s grandes que el mundo, como el trabajador es m�s y m�s grande que sus herramientas.

Aqu� hay un principio que lo guiar� en el uso del mundo. Sea su amo, no su esclavo; �selo, no lo use. (2) El verdadero valor del mundo radica en los fines a los que hacemos que sirva. �Qu� deber�amos pensar de un trabajador que us� sus herramientas simplemente por usarlas, o que produjo art�culos que no valen el costo de los materiales y la mano de obra? Es un desperdicio y no un usuario del mundo que simplemente vive en �l, sin dejar logros detr�s de �l.

El mundo es m�s que autodisciplina. Solo usa el mundo correctamente quien logra en �l y por medio de �l algo que vale la pena lograr. (3) El mundo es de Dios. El Padre que nos ha colocado aqu� para nuestra propia educaci�n y para el ejercicio de una bendita comuni�n humana, viene una y otra vez para ver el progreso que estamos haciendo; y la capacidad de reconocer Su presencia y regocijarse en ella es una prueba segura en cuanto al uso que estamos haciendo de Su mundo.

II. El peligro de abusar del mundo. El mundo tiene este peligro solo por todo lo que tiene de valioso; su poder para despertar la pasi�n m�s profunda, para despertar altos impulsos, para poner su mano en grandes prop�sitos y atraer pensamientos fuertes y ansiosos. Un mundo sin valor solo tendr�a peligros para la base; corremos m�s peligro cuando hay posibilidades dignas a nuestro alcance. Dado que la pasi�n maestra de la vida seguramente se convertir� en su pasi�n solitaria, mira que la tuya es la pasi�n por Dios.

Entonces, �usar�s el mundo para no abusar de �l? Y todas las cosas ser�n tuyas; en el mundo, o la vida, o la muerte, o las cosas presentes, o las cosas por venir, todo ser� suyo, ya que ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.

A. Mackennal, La vida de la consagraci�n cristiana, p. 115.

Referencias: 1 Corintios 7:31 . T. Binney, Christian World Pulpit, vol. v., p�g. 129; Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 94; GEL Cotton, Sermones y discursos en Marlborough College, p�g. 438; T. De Witt Talmage, Old Wells desenterrado, p�g. 169; P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iii., p�g. 341; J. Vaughan, Cincuenta sermones, novena serie, p�g. 199; S. Martin, Sermones, p�g. 98; J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. xvi., p�g. 209.

Versículo 32

1 Corintios 7:32

I. Si observa el contexto de este pasaje, percibir� que las palabras de San Pablo se refieren a un caso particular, o surgen de circunstancias propias de la �poca. Fueron tiempos de persecuci�n, cuando los hombres que declaraban la fe cristiana se expon�an a la p�rdida de la sustancia y de la vida. Era indeseable, en tiempos como estos, que los hombres se sumaran a las causas de la inquietud y la ansiedad; y por eso el Ap�stol les advirti� que no contrajeran matrimonios, ya que los hombres solteros estaban menos comprometidos y ten�an m�s libertad para dedicarse sin impedimento ni estorbo al servicio de Dios. Es obvio que lo que el Ap�stol designa con cuidado no es una atenci�n prudente, sino un cuidado ansioso.

II. No es tanto la prueba actual de hoy como la prueba anticipada del ma�ana lo que genera ese cuidado del que los cristianos deber�an estar libres. Considere la expresi�n "Basta hasta el d�a su maldad", porque ayuda a mostrarles, de acuerdo con todo el sentido de nuestro discurso, d�nde debe haber cuidado y d�nde no. Algunos cristianos tienen el temor de que la exenci�n de la prueba demuestre una deficiencia en la piedad.

A los cristianos tan cuidadosos se les debe decir que "basta para el d�a su maldad". Si no sufren mucho mal, pueden estar seguros, por el testimonio de Cristo, de que tienen suficiente. Es el bien futuro, y no el mal futuro, en el que deber�amos fijar nuestro coraz�n en el cielo con su magn�fica abundancia de bien. Deje que la imagen de esta multitud sea su ma�ana, y el ma�ana no puede ocupar demasiado del hoy.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2201.

Referencias: 1 Corintios 7:32 . Spurgeon, Sermons, vol. xxviii., No. 1692. 1 Corintios 7 Expositor, 1� serie, vol. i., p�g. 237. 1 Corintios 8:1 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. xi., p�g. 89; WC Magee, Trescientos contornos, p�g. 144; JR Gardner, Christian World Pulpit, vol. v., p�g. 393.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 7". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-7.html.
 
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