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1 Corintios 9

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 16

1 Corintios 9:16

Es un ministerio de necesidad que Cristo llama, que el mundo necesita, que una Iglesia revivida suple hoy. No necesitamos ministros que puedan o que quieran, sino ministros que deben predicar el evangelio. No necesitamos miembros que puedan o que quieran, pero que deben vivir el evangelio.

I. El trabajo. Predican el evangelio. (1) Sin abrir los labios para predicar, ni poner la mano en la obra misional, todo aquel que lleva el nombre de Cristo ayuda o entorpece el evangelio con su esp�ritu y su vida. Miles de oportunidades se desperdician debido a la irreflexi�n y un h�bito mental mundano y complaciente. (2) Otro departamento del ministerio es la palabra y el trabajo que contribuyen directamente al reino de Cristo. Los m�todos y las oportunidades son m�ltiples y variados seg�n el car�cter y las circunstancias de los cristianos. "Ha hecho lo que pudo", es el est�ndar de medida.

II. El motivo. Es digno de menci�n que el Ap�stol confiesa francamente que fue mantenido en su trabajo como esclavo por el sonido del l�tigo detr�s de �l. Observe algunas de las fuerzas particulares que presionan al alma humana a actuar con diligencia en la obra del Se�or. (1) El amor de Cristo lo constri�e; (2) el nuevo apetito de la nueva criatura; (3) la necesidad de un mundo que sufre y peca. La vida que se coloca bajo el juego de estos tres poderes afines ser� una vida activa. Estos tres bien pueden remover al m�s r�gido de todas sus ataduras a la tierra, y enviarlo, como fuego llameante o vientos tormentosos, en diligencias de misericordia por mandato de Dios y por el bien del hombre.

W. Arnot, El ancla del alma, p�g. 182.

Referencias: 1 Corintios 9:17 . FD Maurice, Sermons, vol. VIP. 207. 1 Corintios 9:22 . E. Jenkins, Christian World Pulpit, vol. xxxiii., p�g. 280. 1 Corintios 9:24 . J. Edmunds, Sixty Sermons, p�g. 81; FW Farrar, En los d�as de tu juventud, p�g. 275; HE Manning, Contemporary Pulpit, vol. i., p�g. 145; T. Kelly, Pulpit Trees, p�g. 283.

Versículos 24-27

1 Corintios 9:24

La carrera y el premio.

I. El premio, en el concurso del que habla San Pablo, es un premio diferente al que buscaban estos corintios en sus juegos. No era algo ligero, como los hombres llaman ligereza, lo que buscaban estos corredores. El hombre que busca ser sorprendido porque es tan rico, o porque es tan culto, o incluso porque es tan bondadoso y caritativo, este hombre busca exactamente el mismo tipo de recompensa que los corredores, los luchadores, los saltadores y los saltadores. codiciaban los lanzadores entre los corintios.

San Pablo fue un hombre que tuvo que luchar tan duro como t� en este mundo. Los sue�os no le habr�an satisfecho m�s que a ti; Quer�a realidades, se quejaba de las cosas que buscan los hombres en general, no porque sean demasiado sustanciales, sino porque no lo son, porque no hay comida en ellas para satisfacer los apetitos de los hombres hambrientos. Deseaba conocer a Dios, y deseando esto, no deseaba nada en vano; deseaba la m�s real de todas las cosas deseaba lo que el esp�ritu de usted y de m� y de todo hombre en esta tierra est� deseando, y que debemos tener o perecer descontentos y miserables.

II. Les he mostrado en qu� se diferenciaba esta raza de la carrera con la que la comparaba San Pablo. Ahora te mostrar� en qu� se parecen ambos. (1) Se parecen en esto, que el premio est� ante todos. (2) Todos corren, pero algunos solo reciben el premio. (3) Las carreras se parecen entre s� en la conducta de aquellos que ganan la carrera y obtienen el premio. Se mantienen debajo de sus cuerpos y los someten.

San Pablo no tiene ning�n m�rito en restringir el cuerpo de sus indulgencias y deseos: es simplemente un punto de sabidur�a que nadie que realmente se esfuerza en buscar a Dios y su gloria, puede descuidar. Lo descuidamos, �ay! pero lo hacemos bajo nuestro propio riesgo; lo descuidamos, porque descuidamos, al mismo tiempo, el pensamiento del premio glorioso que Dios nos ofrece, ese premio de ser hallados en Cristo, ese premio de despertar a su semejanza y estar satisfechos con �l.

FD Maurice, D�a de Navidad y otros sermones, p. 89.

Versículo 25

1 Corintios 9:25

I.Podemos tomar como un hecho indudable que el cristianismo marca una gran diferencia en cuanto a la abnegaci�n, al fortalecer y multiplicar los motivos que nos inducen a someternos a �l, e infundir en cada hombre una naturaleza superior que ofrece una ayuda divina. que tiende a hacer que la abnegaci�n sea f�cil y placentera. Pero, �el cristianismo, que aumenta tanto nuestro poder para soportar la abnegaci�n, modifica nuestra concepci�n de la naturaleza de la abnegaci�n? �Lo convierte de un medio en un fin, o condena el placer como algo malo en s� mismo?

II. Antes de responder a esto, volver� a otra consideraci�n que distingue la abnegaci�n del creyente de la del incr�dulo. Mientras que el agn�stico reconoce un deber relativamente superficial para con el hombre solo, el cristiano reconoce adem�s un deber supremo e inagotable para con Dios. El secreto de la fuerza del cristiano es la fe, la visi�n de Aquel que es invisible. Pero para mantener esta fe con vigor se requiere mucha abnegaci�n.

Con el cristiano, como con otros hombres, lo que est� fuera de la vista corre el peligro de perder la mente, y se necesita una resoluci�n firme y una perseverancia constante para superar esta tendencia. Y adem�s de la abnegaci�n que se elige as� deliberadamente, est� la abnegaci�n que es impulsiva. No fue ning�n pensamiento ni el deber ni la conveniencia lo que provoc� que David se negara a beber del agua del pozo de Bel�n cuando sus soldados se la llevaron a riesgo de sus vidas.

As� que no fue ni el deber ni la conveniencia lo que hizo que San Pablo se regocijara de que se le permitiera participar en los sufrimientos de los cristianos; era ese deleite del que ninguno de nosotros puede ser del todo extra�o, el deleite de sacrificar algo por un amigo, y as� dar una expresi�n m�s profunda a nuestro afecto y, por as� decirlo, darnos cuenta de ello para nosotros mismos. Vuelvo ahora a la pregunta que hice antes. �No debe un cambio como este, en el �mbito de la abnegaci�n, necesitar un cambio tambi�n en nuestra concepci�n de la abnegaci�n? La pregunta es, �cu�l es la forma m�s verdadera de cristianismo, el cristianismo asc�tico en cualquiera de sus desarrollos, puritano o mon�stico, o lo que podemos llamar cristianismo de Shakespeare? En la Biblia nunca encontramos la disposici�n asc�tica contada entre los frutos del Esp�ritu, ni las pr�cticas asc�ticas forman una porci�n prominente del cristiano ''.

Las virtudes y los deberes que enfatizan nuestro Se�or y sus ap�stoles son las virtudes y los deberes de la vida cotidiana. El gran da�o del ascetismo err�neo es que confunde las ideas de los hombres sobre el bien y el mal, y los encierra en un peque�o mundo eclesi�stico propio, donde el vicio y la virtud quedan relegados a un segundo plano por una multitud de pecados imaginarios y virtudes imaginarias. De tal sistema se puede decir que el cristianismo ha tenido pocos enemigos m�s peligrosos, ya sea que lo consideremos en su efecto sobre aquellos que lo han aceptado o sobre aquellos que han sido repelidos por �l.

JB Mayor, Oxford and Cambridge Journal, 26 de febrero de 1880.

1 Corintios 9:25

Templanza cristiana.

I. Ser moderado, en el sentido primario de la palabra, es estar bajo el mando, autogobernarse, sentir las riendas de nuestros deseos y poder controlarlos. Es obvio que esto de por s� implica cierta prudencia, para saber cu�ndo, en qu� momento, ejercer este control. Existe tanto la intemperancia negativa como la positiva. Dios hizo Su mundo para nuestro uso; Nos dio nuestras facultades para ser empleadas.

Si no usamos uno y no empleamos el otro, entonces, aunque no solemos llamar a tal insensibilidad con el nombre de intemperancia, ciertamente es una violaci�n de la templanza, cuya esencia misma es usar las bondades de Dios con moderaci�n, emplear nuestras facultades y deseos, pero para retener la gu�a y controlarlos. Y siendo tal la definici�n moral pura de la templanza, procedamos a basarla en bases cristianas, para preguntarnos por qu� y c�mo el disc�pulo de Cristo debe ser templado.

II. Nuestro texto nos dar� una amplia raz�n. El disc�pulo de Cristo es un combatiente, luchando en un conflicto en el que necesita todo el ejercicio de todos sus poderes. Siempre, en medio de un mundo visible, tuvo que ser gobernado y guiado por su sentido de un mundo invisible. Para ello, debe estar alerta y activo. No puede permitirse que sus facultades se emboten por el exceso, o que sus energ�as se relajen por la pereza. Se esfuerza por lograr el dominio y, por lo tanto, debe ser moderado en todas las cosas.

III. Un cristiano debe ser moderado en su religi�n. No es una pasi�n que lo saque de su lugar en la vida y de sus deberes asignados; ni un capricho, que lo lleva a toda clase de nociones descabelladas, que requieren una novedad constante para alimentarlo y evitar que lo fatiga; ni tampoco es un encanto que se lo pase con diligencia como un b�lsamo para su conciencia. Es un asunto que exige el mejor uso de sus mejores facultades.

La templanza tambi�n debe manifestarse en la vida intelectual, en las opiniones y en el lenguaje. El fin de todo es nuestra santificaci�n por el Esp�ritu de Dios para la gloria de Dios; la perfecci�n, no de la moral estoica, sino de la santidad cristiana.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. v., p�g. 199.

Referencias: 1 Corintios 9:26 . EM Goulburn, Pensamientos sobre la religi�n personal, p. 191. 1 Corintios 9:27 . CS Robinson, Sermones sobre textos desatendidos, p�g. 108. 1 Corintios 10:1 .

GT Coster, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 141. 1 Corintios 10:1 . Homiletic Quarterly, vol. v., p�g. 481; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 89. 1 Corintios 10:1 . Revista del cl�rigo, vol.

i., p�g. 22; vol. viii., p�g. 88. 1 Corintios 10:3 ; 1 Corintios 10:4 . J. Edmunds, Quince sermones, p�g. 164. 1 Corintios 10:4 .

C. Kingsley, Town and Country Sermons, p�g. 282; WCE Newbolt, Consejos de fe y pr�ctica, p. 176; CJ Elliott, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iii., p�g. 53; Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. iii., p�g. 87. 1 Corintios 10:6 . Obispo Harvey Goodwin, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol.

xiv., p�g. 109. 1 Corintios 10:7 . T. Wilkinson, Thursday Penny Pulpit, vol. ii., p�g. 1; RL Browne, Sussex Sermons, p�g. 95.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 9". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-9.html.