Bible Commentaries
2 Crónicas 29

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículos 1-2

2 Cr�nicas 29:1 ; 2 Cr�nicas 31:20

I. Al estudiar la vida y el reinado de Ezequ�as, descubrimos, primero, que �l es una ilustraci�n de la soberan�a de Dios en la conversi�n. Era el hijo de uno de los monarcas m�s imp�os que jam�s se sent� en el trono de Israel. La influencia paterna y real se combinaron para convertirlo en un mal hombre y en un peor rey.

II. La conversi�n de Ezequ�as, por tanto, deber�a animar a los hijos de padres no cristianos. Es el camino de Dios para salvar a los hombres cuando, para los humanos, su salvaci�n es incre�ble. Se deleita en milagros de gracia.

III. El car�cter recto de Ezequ�as tambi�n ilustra que la conversi�n de los hombres a menudo es asistida por su retroceso natural ante la iniquidad extrema. El pecado se usa a menudo para derrotarse a s� mismo.

Una de las razones por las que se le permite seguir su curso y llegar a un punto cr�tico es que los hombres pueden verlo en su espantosa madurez.

IV. La narraci�n ilustra el hecho de que cuando Dios convierte a los hombres en un entorno de gran depravaci�n, a menudo tiene un gran y destacado servicio para que le presten. Convoc� a Ezequ�as a reformar un reino.

V. La obra de Ezequ�as ilustra el poder moral de un hombre al realizar una gran obra a la que Dios lo ha llamado.

VI. La obra de Ezequ�as tambi�n ilustra la rapidez con la que Dios a menudo logra, de la mano de tales hombres, grandes cambios en el progreso de Su reino.

A. Phelps, The Old Testament a Living Book, p�g. 111.

Versículo 27

2 Cr�nicas 29:27

Los viejos sacrificios pasaron y se hicieron para siempre. Ya no hay altares humeantes ni bestias sangrantes; pero lo que ellos representaron a�n permanece, y permanecer� mientras el hombre y Dios sean hijo y Padre el uno para el otro. La entrega de la vida del hombre lejos de s� mismo para servir a su verdadero y leg�timo Maestro, la entrega de su vida a Otro, el autosacrificio, que es lo que estos holocaustos representaban pintorescamente, es universal y perpetuamente necesario.

No son bestias, sino vidas, lo que ofrecemos. �Se puede ofrecer tambi�n la vida ahora como se ofreci� a la bestia en la antig�edad: con canto y trompeta? �Puede el autosacrificio ser una cosa de triunfo y regocijo? �Puede ser la glorificaci�n consciente de una vida dar esa vida en abnegaci�n?

I. Las diferentes formas de autosacrificio nos rodean con sus demandas. Existe la necesidad de que el hombre se sacrifique a s� mismo, su yo inferior a su yo superior, sus pasiones a sus principios. Existe la necesidad de sacrificarse por el pr�jimo. Existe la mayor necesidad de todas, la necesidad de entregar nuestra propia voluntad a la de Dios. Todas estas necesidades un hombre las reconocer� y las honrar�. Intentar� encontrarlos toda su vida. Pero cuando vienes a hablar de la alegr�a de conocerlos, ese es otro asunto. El autosacrificio le parece algo aparte de la noci�n total de disfrute.

II. Las palabras de nuestro texto, por extra�o que suenen al principio, son literalmente verdaderas, como la historia de la vida de muchos hombres.

Desde el momento en que comenz� a vivir para otras personas, la naturaleza que antes no ten�a canci�n se volvi� jubilosa con la m�sica. El alma que juega con el autosacrificio y juega con las nimiedades nunca podr� obtener su verdadera alegr�a y poder. S�lo el alma que, con un impulso abrumador y una confianza perfecta, se entrega para siempre a la vida de otros hombres, encuentra el deleite y la paz que esa entrega total debe dar.

III. Hay otra raz�n por la que parecer�a absolutamente necesario que el hombre tenga el poder de encontrar placer en sus autosacrificios, en el cumplimiento real de sus tareas completadas, en el cumplimiento real de los deberes necesarios de su vida, y es encontrado en el hecho de que la alegr�a o el deleite en lo que estamos haciendo no es un mero lujo; es un medio, una ayuda, para hacer m�s perfecto nuestro trabajo. El gozo en el trabajo de uno es la herramienta consumada sin la cual el trabajo puede realizarse, pero sin la cual el trabajo siempre se har� lentamente, con torpeza y sin su m�xima perfecci�n.

IV. El hombre que realmente vive en el mundo de la redenci�n de Cristo reclama su abnegaci�n. Sube a su martirio con una canci�n. Vivir en este mundo y no hacer nada por el propio yo espiritual, el pr�jimo o Dios es algo terrible. No hay vida feliz excepto en la autoconsagraci�n.

Phillips Brooks, Candle of the Lord, p�g. 22.

Referencias: 2 Cr�nicas 29:27 Revista Homil�tica, vol. xv., p�g. 105; AB Evans, Church Sermons, vol. i., p�g. 361. 2 Cr�nicas 29:31 . J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 373.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 29". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/2-chronicles-29.html.