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2 Corintios 1

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 4

2 Corintios 1:4

La aflicci�n, una escuela de comodidad.

I. A veces miramos con placer a los que nunca han sido afligidos. Miramos con una sonrisa de inter�s la frente suave y el rostro abierto, y nuestro coraz�n se estremece dentro de nosotros ante la risa pronta o la mirada penetrante. Hay una vivacidad y frescura de mente en aquellos que nunca han sufrido que, por hermoso que sea, tal vez sea poco adecuado y seguro para el hombre pecador. Es propio de un �ngel; conviene a personas muy j�venes y ni�os, que nunca han sido entregados a sus tres grandes enemigos.

No me atrever� a negar que hay personas cuyas vestiduras blancas y coronas inmarcesibles muestran que tienen derecho a regocijarse siempre, incluso hasta que Dios se las lleve. Pero este no es el caso de muchos, a quienes la tierra ensucia y que pierden su derecho a la alegr�a de coraz�n. Dios hace que sus santos sufran para que sean como Cristo y puedan ser inducidos a pensar en �l, no en s� mismos.

II. Ense�ados por nuestro propio dolor, nuestro propio dolor, es m�s, por nuestro propio pecado, tendremos corazones y mentes ejercitados para cada servicio de amor hacia aquellos que lo necesitan. En nuestra medida seremos consoladores seg�n la imagen del Todopoderoso Par�clito, y eso en todos los sentidos de la palabra abogados, asistentes, ayudas reconfortantes. Nuestras palabras de consejo, nuestros mismos modales, voz y mirada ser�n suaves y tranquilizadores, como los de aquellos que han llevado su cruz despu�s de Cristo.

No pasaremos por delante de sus peque�os con rudeza, como lo hace el mundo. Las voces de la viuda y del hu�rfano, del pobre y del desamparado, llegar�n de inmediato a nuestros o�dos, por muy bajo que hablen. Nuestros corazones se abrir�n hacia ellos, nuestras palabras y hechos se har�n amigos de ellos. Las pasiones m�s rudas de la naturaleza del hombre, el orgullo y la ira, la envidia y la contienda, que tanto desordenan a la Iglesia, ser�n sofocadas y abrumadas en otros por la seriedad y bondad de nuestra amonestaci�n. As�, en lugar de ser las criaturas ego�stas que fuimos por naturaleza, la gracia, que act�a a trav�s del sufrimiento, tiende a prepararnos maestros y testigos de la verdad para todos los hombres.

JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. v., p�g. 300.

Referencias: 2 Corintios 1:5 . Spurgeon, Sermons, vol. i., No. 13; Ib�d., Morning by Morning, p�g. 43; Preacher's Monthly, vol. i., p�g. 249. 2 Corintios 1:6 . EM Goulburn, Occasional Sermons, p�g. 327.

2 Corintios 1:6 . S. Martin, Comfort in Trouble, p�g. 66. 2 Corintios 1:9 . Spurgeon, Sermons, vol. xxvi., No. 1536.

Versículo 11

2 Corintios 1:11

I. Debemos tener cuidado de no obstaculizar. Podemos obstaculizar por la indiferencia. Las personas que obstaculizan son a menudo personas que viven a gusto. Tenga cuidado de no obstaculizar ning�n buen trabajo, no desanime a ning�n trabajador; si no est� de acuerdo con sus m�todos, haga todo lo posible para no da�ar su trabajo.

II. An�mate a triunfar sobre los obst�culos. Tu vida y la m�a deber�an significar conquista. Queremos la victoria en todas partes, Cristo glorificado en toda nuestra vida. El servicio de Cristo nunca se cansa. No hay servicio en el mundo del que no estar�as cansado si tuvieras que vivir y trabajar solo para la humanidad.

III. Abordemos el tema en la l�nea de la variedad de trabajos. Hay mucho que decir sobre las numerosas formas en que podemos ayudar. Algunas personas en el mundo tienen la facultad de ayudar, aunque no est�n dotadas de ricos dones. Donde est� el esp�ritu de ayudar juntos, no es solo el resultado que se logra, sino que en este proceso de moldeo perdemos nuestras angulosidades y divisiones.

IV. Esta ayuda conjunta ser� recompensada de formas en las que poco pensamos. Primero trata de darte cuenta de la gran miseria del ego�smo del mundo escuchando su sollozo, suspiro y canci�n rota. Como cristianos, estamos felices de ayudar. Todos somos disciplinados por ello. Hay una influencia refleja en todo lo que hacemos sobre nosotros mismos. La ociosidad es el padre de todos los pecados, es decir, la cuna en la que nacen; y un buen resultado de ayudar a los dem�s es este, que para ayudar a los dem�s debo tener fuerza yo mismo.

Me lleva a Cristo por la gracia de la paciencia y la fuerza para superar los obst�culos en mi camino. Felices si, cuando llega la noche, podemos sentir que hemos sido reunidos con grandes y leales prop�sitos para la obra de Cristo.

WM Statham, Christian World Pulpit, vol. xxiv., p�g. 365.

Referencia: 2 Corintios 1:11 ; 2 Corintios 1:12 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., No. 507.

Versículo 12

2 Corintios 1:12

Sencillez y sinceridad.

I. Sencillez. La palabra significa unicidad, unicidad de mente, prop�sito, car�cter, vida. Lo opuesto a esto es duplicidad, duplicidad en el habla, el comportamiento, el coraz�n. Y el mundo est� lleno de eso, como todos saben. Hay una sencillez divina que debemos conservar en cada parte de nuestra vida. Sobre todo, debemos mantener esta pura sencillez en la parte m�s elevada de la esfera religiosa; evitando, por un lado, la alta fraseolog�a que expresa mucho m�s de lo que creemos y queremos decir, y, por otro, el silencio comprometedor, o el discurso breve y vacilante, que expresa menos de lo que creemos, sentimos y somos.

Estar mucho m�s ansioso por estar bien con nuestra propia conciencia que en las opiniones de otros acerca de nosotros, y estar sumamente ansioso por agradar a Dios y vivir en su amor y de acuerdo con sus leyes, tal es la sencillez cristiana.

II. Sinceridad es la siguiente palabra, y las dos son muy parecidas. Son casi como hermanas gemelas. La palabra "sinceridad" significa literalmente translucidez o claridad mental. Se le llama sinceridad piadosa, ya sea porque es como la suya propia, como la franqueza y honestidad de todo su proceder ante hombres y �ngeles, o porque viene directamente de �l al coraz�n y la vida de su poseedor. Los sinceros obtienen su sinceridad de �l.

No pueden dejar de ser sinceros cuando ceden a Su misericordia. El que saca el agua, pura, de la tierra filtrante, y la sostiene all�, una peque�a joya de belleza, un peque�o esp�cimen de Su obra en el profundo pozo trasl�cido donde puedes ver tu imagen, aclara las almas que se rinden a �l, como Los lleva a trav�s de la tensi�n de las circunstancias, y a trav�s de la atm�sfera purificadora de la expiaci�n, y a trav�s del vivificante esp�ritu-aire, hasta que se vuelven sinceros y sin ofensa, aptos para la preservaci�n Divina hasta el d�a de Cristo.

A. Raleigh, The Little Sanctuary, p�g. 66.

Referencias: 2 Corintios 1:12 . Revista del cl�rigo, vol. iii., p�g. 93; H. Crosby, Christian World Pulpit, vol. xxxiii., p�g. 27. 2 Corintios 1:15 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g.

269. 2 Corintios 1:17 . J. Kennedy, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 289; JP Gledstone, Ib�d., Vol. xviii., p�g. 393. 2 Corintios 1:18 . S. Holl, Ib�d., Vol. xxxiv., p�g. 161.

Versículo 19

2 Corintios 1:19

I. Hay un grito del alma tras la certeza y la satisfacci�n. Cristo resuelve el problema de la naturaleza. El alma llora en la naturaleza. El alma eleva su doloroso lamento, su nota de dolor. "En �l est� el s�". �l era y es el resplandor de la gloria del Padre y la imagen expresa de Su persona. Como la luz pinta semejanzas, para que yo tenga la imagen expresa de una persona a la que nunca he visto, as� Cristo es el retrato de Dios. Se adapta a la personalidad de Dios; las octavas de la eternidad recorren todo el arquitrabe de la naturaleza. La luz fluye a trav�s de todas las cosas cuando creemos en �l.

II. "En �l est� el s�". �l reconcilia las contradicciones de la Escritura no menos que las contradicciones de la naturaleza, porque la incredulidad surge de la contradicci�n. No creemos en la unidad que preside nuestra vida, por su contradicci�n; no creemos en la unidad de la Escritura, porque parece estar cargada de contradicciones: nos asustan y espantan. Cristo es la s�ntesis del ser y por �l todas las cosas subsisten.

Te aconsejo que lleves todas tus dificultades a Cristo, y aquellas que se ciernen como nubes amenazantes sobre las p�ginas de las Escrituras, las llevas todas a Cristo. Desde siempre, Dios ha estado fomentando esp�ritus a quienes hablar; dando, en todas las edades, tanto como la conciencia, es decir, el conocimiento o la conciencia, es decir, la susceptibilidad moral, pudiera soportar. Los hombres de �pocas y �pocas m�s lejanas sent�an que se reservaba algo mejor. Desde el nacimiento de Cristo, hay capacidad para una nueva verdad, una nueva luz.

III. En la vida "en �l estaba el s�". Nuestro Jos� a�n est� vivo. La reuni�n, los dolores acumulados y los pecados del mundo lo llevaron a �l, lo encarnaron en la plenitud de los tiempos. Una vez m�s, el clamor anhelante de la conciencia dolorosa del mundo, en la plenitud del tiempo, lo traer� sin pecado en la hora del segundo advenimiento, cuando vendr� con nubes y todo ojo lo ver�.

E. Paxton Hood, Dichos oscuros, p�g. 135.

Referencia: 2 Corintios 1:19 . S. Martin, Sermones, p�g. 219.

Versículo 20

2 Corintios 1:20 (RV)

Las certezas de Dios y las certezas del hombre.

I. Note primero las certezas de Dios en Cristo. (1) Existe la certeza sobre el coraz�n de Dios. Las esperanzas y las sombr�as revelaciones previas del amoroso coraz�n de Dios son confirmadas por el hecho de la vida y la muerte de Cristo. (2) En �l tenemos la certeza del perd�n. (3) Nuevamente, tenemos en Cristo certezas divinas con respecto a la vida. Tenemos certezas de por vida en materia de protecci�n, gu�a, suministro de todas las necesidades y cosas por el estilo, atesoradas y acumuladas en Jesucristo. (4) Por �ltimo, en Cristo tenemos las certezas divinas en cuanto al futuro, sobre el cual, aparte de �l, se encuentran las nubes y las tinieblas.

II. Observe, en segundo lugar, las certezas del hombre, que responden a las certezas de Dios. Los �ltimos est�n en Cristo, los primeros est�n a trav�s de Cristo. Ahora bien, est� claro que la �nica actitud adecuada para los cristianos profesantes en referencia a estas certezas de Dios es la actitud de afirmaci�n sin vacilaciones y asentimiento gozoso. La certeza es la respuesta adecuada a la certeza. Si nos mantenemos cerca de Cristo, nuestra fe nos traer� la experiencia presente y el cumplimiento de las promesas, y estaremos seguros de ellas, porque ya las tenemos.

A. Maclaren, El Cristo inmutable, p�g. 82.

Referencias: 2 Corintios 1:20 . SD Thomas, Christian World Pulpit, vol. xxvi., p�g. 200; Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 234; Sermones sobre el Catecismo, p�g. 135; F. Temple, Rugby Sermons, primera serie, p�g. 235.

Versículo 21

2 Corintios 1:21

La unci�n que establece.

I. Note la fuente profunda de la firmeza cristiana. El lenguaje del original, cuidadosamente considerado, me parece que soporta esta interpretaci�n, que la "unci�n" de la segunda cl�usula es el medio de "establecer" la primera, es decir, que Dios confiere firmeza de car�cter cristiano. por el otorgamiento de la unci�n de Su Esp�ritu Divino. Ning�n hombre estar� seguramente ligado a la verdad y persona de Cristo con lazos que no se puedan romper, excepto aquel que en su coraz�n tiene el conocimiento que es posesi�n por el don de ese Esp�ritu Divino para unirlo a Jesucristo.

II. En el siguiente lugar, observe el objetivo o prop�sito de esta firmeza cristiana. Me parece que las palabras "en Cristo" implican (1) que nuestra firmeza, hecha posible por nuestra posesi�n de ese Esp�ritu Divino, es firmeza en nuestras relaciones con Jesucristo; (2) que tal firmeza como hemos estado tratando de describir tiene como resultado una penetraci�n m�s profunda en Jesucristo y una posesi�n m�s plena de �l.

III. N�tese la esfera muy humilde y vulgar en la que se manifiesta la firmeza cristiana. No era nada de m�s importancia que el hecho de que Pablo hab�a dicho que iba a Corinto, y no lo hizo, sobre lo cual aplica toda esta variedad de grandes principios. De donde extraigo este pensamiento, que los dones m�s elevados de la gracia de Dios y las m�s grandes verdades de la palabra de Dios est�n destinados a regular las cosas m�s peque�as de nuestra vida diaria.

A. Maclaren, El Cristo inmutable, p�g. 93.

Versículo 22

2 Corintios 1:22

El sello de seriedad.

I. La primera met�fora del texto, el "sello" del Esp�ritu. Se imprime un sello sobre el material del recipiente suavizado por el calor, para dejar all� una copia de s� mismo. El Esp�ritu de Dios entra en nuestros esp�ritus y, mediante un contacto suave, imprime en el material, que era intratable hasta que se derriti� por el calor cordial de la fe y el amor, la semejanza de s� mismo; pero, sin embargo, las prominencias corresponden a los huecos, y lo que est� en relieve en uno se hunde en el otro.

II. Note el "fervor" que consiste igualmente en "el Esp�ritu". La "fianza", por supuesto, es una peque�a parte del dinero de la compra, o del salario, o del dinero del contrato, que se entrega al finalizar el trato como garant�a de que la cantidad total se pagar� a su debido tiempo. "Y", dice el Ap�stol, "este sello es tambi�n una arras". No solo asegura la propiedad de Dios y garantiza la seguridad de aquellos en quienes est� impresa, sino que tambi�n apunta hacia el futuro, y de inmediato lo garantiza y hasta cierto punto revela la naturaleza del mismo.

No tienes m�s que tomar la fe, el amor, la obediencia, la comuni�n, de los momentos m�s altos de la vida cristiana en la tierra, y quitarles todas sus limitaciones, restar todas sus imperfecciones y estirarlas hasta la eternidad absoluta, y obtienes el cielo. Las arras es parte de la herencia.

A. Maclaren, El Cristo inmutable, p�g. 104.

Versículo 24

2 Corintios 1:24

Amabilidad ministerial.

Esta declaraci�n se divide muy naturalmente en dos partes, la negativa y la positiva; lo que se niega y lo que se profesa; lo que el Ap�stol no es y no ser�, no puede ser para ellos, y lo que aspira ser y es.

I. Primero, entonces, observe con cu�nta distinci�n y precisi�n repudia y niega la posici�n de suprema autoridad religiosa sobre ellos y su fe. Si �l, que fue un instrumento escogido y bien adaptado para la plena revelaci�n de la verdad del evangelio al mundo gentil, en un caso particular como este en Corinto, cuando lo ha revelado, retrocede y parece apartarse en serio y reverencial contemplaci�n del estupendo problema que debe resolverse entre el Salvador y el pecador, entre Dios y el alma individual, cu�n insensato e imp�o debe ser que otros tan inferiores a �l pretendan tener poder sacerdotal, afirmar la eficacia sacramental respecto a lo que hacen, para legislar y decidir por otros sobre esas cosas elevadas, profundas y trascendentales comprendidas bajo la frase "fe y moral".

II. "Somos ayudadores de tu gozo". (1) En estos tiempos hay una gran cantidad de obst�culos intelectuales para la vida y la decisi�n religiosa. Mientras se escuchan gritos jactanciosos de que la batalla est� perdida, que nuestras principales posiciones est�n tomadas y que debemos retirarnos de inmediato, se nos ve manteniendo un buen rango, y a�n avanzando en el alto campo de conflicto, y en la larga batalla del edades, como buscando la victoria en el cumplimiento de los tiempos.

Y esto no puede dejar de tener un efecto tranquilizador sobre aquellos cuyas mentes han sido perturbadas. As�, en nuestra misma posici�n y trabajo, cuando se mantienen honestamente, nos convertimos en ayudantes del gozo de los dem�s. (2) Por otra parte, existe la continua deficiencia de la vida cristiana, lo que hace que la ayuda del ministerio cristiano sea muy necesaria y muy bienvenida. Somos enviados como reparadores de todas las brechas que podamos encontrar y restauradores de los caminos m�s desolados para habitar.

(3) Dondequiera que vayamos, encontramos dolor y problemas en sus diversas formas y medidas. Solo los cristianos, y especialmente los maestros cristianos, son colaboradores del gozo inmortal, gozo que se convertir� en gloria eterna en el gran mundo futuro. (4) La tumba no es el fin de todos, pero para cada uno hay una tumba. Para ayudar al soldado cansado a librar su �ltima batalla, el marinero arrojado por la tormenta al refugio del descanso y la seguridad eternos, esto es, en verdad, cosechar. Los triunfos ganados en la vida pueden perderse. El triunfo ganado en la muerte es algo sellado y ganado para siempre. Ayudar en esto es ser un ayudante para tu gozo eterno.

A. Raleigh, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 241.

Referencias: 2 Corintios 1:24 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 96; Ib�d., Vol. iv., p�g. 154; FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 274. 2 Corintios 2:6 . Ib�d., P�g. 280. 2 Corintios 2:10 ; 2 Corintios 2:11 . CJ Vaughan, Palabras de la Cruz, p�g. 126; FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 70.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Corinthians 1". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/2-corinthians-1.html.