Bible Commentaries
2 Reyes 9

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículos 1-3

2 Reyes 9:1

I. El profeta jud�o no fue principal ni caracter�sticamente un profeta. El �nico poder que pose�a el profeta de declarar lo que deb�a ser surgi� de su conocimiento de lo que hab�a sido y lo que era. Medit� en la ley del Se�or, y en esa ley se ejercit� d�a y noche. Los frutos de la rebeli�n su monitor interior le permitieron prever y predecir. Todo lo que fue repentino en sus declaraciones fue testigo de l�neas de pensamiento y h�bitos de reflexi�n previos.

II. Suponiendo que la creencia y el trabajo habituales del profeta hayan sido de este tipo, no parece muy extra�o que haya sido un educador de otros, o que uno de los principales objetivos de su educaci�n haya sido el de adecuarlos a funciones como las suyas. propio. Dios hab�a dado su ley a toda la naci�n. Todos estaban debajo de ella; por tanto, todos podr�an estudiarlo y deleitarse en �l; y dado que se da luz para que pueda ser comunicada, no hab�a raz�n por la cual ninguno de los miembros del pueblo del Se�or no debiera ser profeta.

III. Los hijos de los profetas fueron un testimonio continuo para los israelitas contra ciertos errores en los que pod�an caer con respecto al oficio prof�tico. El hombre de Dios podr�a haber sido considerado como un mero ser separado, aislado por lo espantoso de su car�cter y dignidad del resto de sus compatriotas, un objeto de distante admiraci�n y pavor, no un ejemplo de lo que deber�an ser.

Estos hombres, tomados de entre ellos y asociados con �l, declararon que �l solo fue retirado de su comuni�n para poder reclamar mejor los privilegios para ellos que estaban en riesgo de perder, que solo fue elegido por el Se�or Dios de Israel. para que pudiera comprenderlos con mayor claridad y ayudarlos a comprender su vocaci�n nacional.

IV. Jeh�, el hijo de Nimshi, hab�a sido declarado a El�as como el sucesor conjunto de Eliseo en la obra que �l hab�a dejado sin realizar. No hay dos hombres en Israel m�s diferentes. Sin embargo, Jeh� ten�a el tipo de fe que podr�a esperarse de un soldado, algo imprudente, pero con su sentido del derecho no sofocado por la falsedad religiosa. Consider�ndose un azote de Dios y regocij�ndose en el oficio, dio rienda suelta a todos sus sangrientos instintos.

Nos encontramos con tales personajes en el mundo, personajes con algo diab�lico que yace cerca de algo que es realmente Divino; y aunque lo diab�lico es lo que molesta, y puede llegar a ser la parte omnipresente del alma del hombre, no puede evitar sentir que el otro est� en lo m�s profundo de ello, y se�ala lo que se supone que debe ser y lo que puede ser.

FD Maurice, Profetas y reyes del Antiguo Testamento, p. 141.

Referencias: 2 Reyes 9:1 . Revista del cl�rigo, vol. v., p�g. 89. 2 Reyes 9:17 . FO Morris, Christian World Pulpit, vol. xxviii., p�g. 403.

Versículo 18

2 Reyes 9:18

I. La dispensaci�n del juicio y la dispensaci�n del amor, tan opuestas en todos los puntos, procedieron, de hecho, de una sola y misma voluntad divina. La espada de Jeh� y la voz sanadora de Cristo ten�an, de hecho, este origen com�n; ambos eran parte de la econom�a divina para la conquista del mal. Uno de ellos brill� en venganza y retribuci�n; el otro respiraba amor incluso a los m�s indignos.

Pero ambos eran iguales en este punto Divino, que marcaron la enormidad del pecado a los ojos de Dios, aunque uno consumi� al pecador y su casa, y el otro levant� al pecador y lo dej� ir libre, porque Uno que hab�a hecho ning�n pecado estaba dispuesto a sufrir en su lugar.

II. La nueva ley del Evangelio, tan llena de amor, tan profunda, tan ennoblecedora en su observancia, puede comenzar de inmediato a obrar en el coraz�n tan pronto como se comprendan sus divinas prescripciones. Pero cuando miramos a nuestro alrededor y encontramos un mundo lleno de resistencia a esa ley, comprendemos que el mismo hecho de que se nos resista nos limita en nuestra adopci�n como regla. Cuando el invasor, en su cruel ego�smo, rompe las cuerdas de seda del Evangelio y parece no conocer otra ley que la del ego�smo, parece que s�lo se entender� el lenguaje severo. "�Qu� tienes que ver con la paz? Vu�lvete detr�s de m�".

III. La guerra es un remanente del antiguo y m�s severo pacto, que debe perdurar en el pacto de amor, simplemente debido al mal genio de la humanidad que a�n no est� sometida, y porque la ley de Cristo no puede tener su perfecta operaci�n excepto donde est� fermentando el masa entera. Somos soldados de Cristo, y Su guerra contin�a. Luchar� por nosotros; Siempre nos encontrar� servicio.

Arzobispo Thomson, Vida a la luz de la Palabra de Dios, p. 71.

Referencias: 2 Reyes 9:18 . JM Neale, Sermones en Sackville College, vol. ii., p�gs. 145, 155. 2 Reyes 9:20 . G. Brooks, Outlines of Sermons, p�g. 267. 2 Reyes 9:36 .

JW Burgon, Ninety-one Short Sermons, No. 73. 2 Reyes 9:37 . E. Monro, Sermones pr�cticos sobre el Antiguo Testamento, vol. ii., p�g. 173. 2 Reyes 9 Parker, vol. viii., p�g. 203. 2 Reyes 10:10 . R. Heber, Sermones parroquiales, vol. ii., p�g. 148.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Kings 9". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/2-kings-9.html.