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Bible Commentaries
2 Samuel 12

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículos 1-7

2 Samuel 12:1

El principal ejercicio devocional que convierte la religi�n en algo personal, que la lleva a los negocios y el pecho de los hombres, es el autoexamen. La religi�n de un hombre no puede ser simplemente una de buenas impresiones, el elemento b�sico de ella no puede ser un sentimiento que se evapora, si ha adquirido el h�bito de mirar hacia adentro con honestidad y franqueza.

I. El autoexamen puede llamarse una lectura de cargos de nosotros mismos en nuestro propio bar. Es un ejercicio sumamente esencial para nuestra salud espiritual, y tanto m�s fervientemente para presionar a los protestantes, porque en las iglesias reformadas no existe m�s seguridad que la del principio correcto para que se practique siempre. El sistema del confesionario, con todos sus males y abominaciones, puede al menos reclamar con justicia la ventaja de exigir una cierta cantidad de introspecci�n con aquellos que se conforman honestamente con �l.

II. La necesidad del autoexamen surge del hecho, tan claramente expresado en las Escrituras, de que "Enga�oso es el coraz�n m�s que todas las cosas", y que "el que conf�a en su propio coraz�n es necio". Si bien todos los personajes est�n sujetos a esta trampa del autoenga�o, est�n m�s particularmente expuestos a ella aquellos que, como San Pedro y David, son personas de aguda sensibilidad, temperamento c�lido y afectos r�pidos.

Un personaje acre y amargado no puede adularse a s� mismo que est� en lo correcto con la mitad de la facilidad de un personaje c�lido y afable. El amor propio conspira con la confianza en nuestro propio coraz�n para enga�arnos en lo que respecta a nuestra cuenta espiritual.

III. El primer paso en el autoexamen es ser plenamente consciente del enga�o del coraz�n y orar contra �l, velar contra �l y utilizar todos los m�todos posibles para contrarrestarlo. La prueba del autoexamen debe aplicarse tanto a las mejores como a las peores partes de nuestra conducta. Y no debemos olvidar que la insatisfacci�n con nosotros mismos no nos servir� de nada, excepto cuando nos lleve a una perfecta, gozosa y amorosa satisfacci�n con nuestro Salvador.

EM Goulburn, Pensamientos sobre la religi�n personal, p. 68.

Referencias: 2 Samuel 12:1 . S. Goebel, Las par�bolas de Jes�s, p�g. 10. 2 Samuel 12:1 . Parker, vol. vii., p�g. 160.

Versículo 4

2 Samuel 12:4

La mezcla de oro y arcilla de la que se compone nuestra naturaleza no se muestra en ninguna parte de manera tan sorprendente como en la tendencia constante de los hombres a concebir prop�sitos nobles y luego alcanzarlos con m�todos mezquinos y s�rdidos. El alto impulso y el bajo m�todo autoindulgente son ambos reales, y esta humanidad nuestra confusa y contradictoria es capaz de alcanzarlos a ambos. Siempre estamos construyendo escalones de paja para subir a alturas de oro.

Hay caridad real en el impulso del rico en Samuel, hay mezquindad esencial en su acto. Ten�a muchas ganas de ayudar al pobre viajero que se le acercaba, pero quer�a ayudarlo con la propiedad de otro hombre, para alimentarlo con las ovejas de un vecino. Gran parte de nuestra caridad oficial se acerca mucho al patr�n de este antiguo benefactor.

I. Una de las verdades sobre el avance de la cultura de la naturaleza humana es que siempre est� profundizando la idea de posesi�n y haci�ndola m�s �ntima. Hay grados de propiedad cada vez m�s profundos y, a medida que cada uno de ellos se vuelve real para un hombre, las propiedades anteriores adquieren una especie de irrealidad. Con esta profundizaci�n de la idea de propiedad, la idea de caridad debe profundizarse tambi�n. Ning�n alivio de la necesidad es satisfactorio si no llega al menos al esfuerzo de inspirar car�cter, de hacer del pobre un part�cipe de lo que es al menos la sustancia de la riqueza del rico.

Y en el fondo de esta concepci�n m�s profunda de la caridad debe haber una concepci�n m�s profunda y espiritual de la propiedad. La riqueza del rico, �qu� es? No es su dinero. Es algo que le vino en la lenta acumulaci�n de su dinero. Es un car�cter en el que entran esas cualidades que hacen verdadera y robusta virilidad en todas las �pocas y en todo el mundo; la independencia, la inteligencia y el amor de la lucha.

II. Esto hace que el c�ntico sea mucho m�s exigente de lo que podr�a ser sin esa idea. Lo reviste de autosacrificio. Requiere la entrada en �l de un motivo elevado.

III. La concepci�n m�s profunda de la bondad, que no quedar� satisfecha con nada que no sea impartir car�cter, todav�a no elimina las ideas inferiores y m�s superficiales. Utiliza las formas inferiores de donaci�n como medios o tipos o promesas. La entrega de dinero se ennoblece al convertirse en el tipo de regalo Divino que est� m�s all�.

Phillips Brooks, La vela del Se�or, p�g. 336.

Referencia: Preacher's Monthly, vol. VIP. 18.

Versículo 7

2 Samuel 12:7

I. Es justamente en esta circunstancia, que los actos justos y malos de David no deben armonizarse, que reside la integridad de su historia escrita. No sentimos la inconsistencia que los incr�dulos se�alan en David, con la pregunta burlona: "�Es �ste el hombre conforme al coraz�n de Dios?" M�s bien pensamos que si no fuera por estas inconsistencias, David ser�a diferente a nosotros, y su historia no ser�a un patr�n nuestro.

II. El m�todo de David de alcanzar su objeto traicionero aqu� nos parece torpe cuando se lo compara con algunos refinamientos modernos de la traici�n; pero la causa conmovedora de la gratificaci�n del yo y el desprecio de todo lo que se interpon�a en su camino, este es el pecado: el resto es meramente un accidente de tiempo y localidad.

III. �C�mo explicaremos la extra�a conversi�n de David? Las personas que se enorgullecen de ser sabias en el mundo le dir�n que la conciencia de un hombre no lo perturba hasta que se descubre. Le dir�n que el arrepentimiento es f�cil cuando no hay escapatoria. Pero esto nunca explicar� el verdadero arrepentimiento de cualquier hombre que haya sido tra�do de las tinieblas a la luz. Cuando los argumentos de un hombre a favor del pecado desaparecen y �l lo ve como es, es muy posible que se llene de horror y disgusto. El horror no es motivo de burla descuidada, sino de asombro y reverencia.

A. Ainger, Sermones predicados en la iglesia del templo, p�g. 26.

I. Note primero el car�cter general de David. Est� lleno de variedad, lleno de impulso, lleno de genio; cubre una gran variedad de personajes entre nosotros; no es como una sola clase o personaje, sino como muchos. �l es exactamente esa mezcla de bien y mal que hay en nosotros, no todo bien o todo mal, sino una mezcla de ambos, de un bien superior y de un mal m�s profundo, pero ambos juntos.

II. Veamos ahora c�mo de esta uni�n de gloria y verg�enza, de santidad y pecado, podemos sacar las lecciones adecuadas del arrepentimiento de David y del nuestro. (1) Observe que la narraci�n de las Escrituras no exagera ni exagera. La historia sabia e imparcial nos presenta sin temor ni favor, en todo su resplandor y en toda su oscuridad, la vida de David. Su bondad no se niega a causa de su pecado, ni su pecado a causa de su bondad.

(2) El pecado de David y su inconsciencia de su propio pecado, y as� tambi�n su arrepentimiento a trav�s de la revelaci�n de su propio pecado, son exactamente lo que es m�s probable que ocurra en personajes como el suyo, como el nuestro, compuestos de formas mixtas del bien y del mal. Sus buenas acciones ocultan sus malas acciones, a menudo incluso de los dem�s, m�s a menudo a�n de s� mismo. (3) Note que Nat�n en su par�bola llam� la atenci�n, no sobre la sensualidad y crueldad del crimen de David, sino simplemente sobre su ego�smo intenso y brutal.

Note tambi�n que a�n m�s profundo que el sentido de David, cuando una vez despert�, de su injusticia hacia el hombre, fue su sentimiento de culpa y verg�enza ante Dios. (4) La historia ense�a: ( a ) que ning�n caso es demasiado tarde o demasiado malo para regresar si solo el coraz�n puede despertar verdaderamente a un sentido de su propia culpa y la santidad de Dios; ( b ) que la bondad anterior de David ten�a esta ventaja: que, por grande que fuera su ca�da, hab�a para �l una esperanza de restauraci�n que en otro no habr�a existido. La base del bien en un car�cter nunca se desecha. Si no es capaz de resistir la prueba por completo, al menos podr� recuperarse mejor de ella.

AP Stanley, Oxford Lent Sermons, 1858, No. 2.

I. Cuando Alejandro, rey de Macedonia, se tom� su retrato, se sent� con la cara apoyada en los dedos, como si estuviera sumido en un profundo ensue�o, pero en realidad para ocultar a la vista del observador una cicatriz desagradable. Nuestra Biblia siempre mantiene los dedos de la ni�era alejados de las cicatrices. Pinta todo el rostro con impecables detalles de belleza y manchas, santidad y cicatrices.

II. Despu�s de todo, �no es un verdadero instinto humano y un sano canon de arte lo que pone el dedo en las cicatrices del rostro? �Es justo y justo para el mismo David reducir el relato de sus numerosas victorias sobre enemigos adyacentes a unos pocos vers�culos y ser tan pr�digo en esbozar la �nica maldad evidente de una carrera de espl�ndido prop�sito, excelente osad�a y magn�ficos logros? Todo eso depende del esp�ritu con el que el bi�grafo conciba y lleve a cabo su dise�o, y principalmente del prop�sito que domina cada parte de su pintura.

(1) Esta historia ha asentado en la l�gica irrefutable de los hechos la verdad de que las travesuras crecientes e incre�bles siguen a la violaci�n de las leyes de la pureza social tanto en el monarca como en el sujeto, en los hijos del genio y de la bondad, as� como en la descendencia. de sensualismo y vicio. (2) Ha proclamado que la mujer no es un cebo sat�nico para el alma del hombre, sino una ministra de su pureza y felicidad. (3) Ha revelado la falsedad esencial de la base pol�gama de la vida familiar.

(4) Es una pat�tica y poderosa aplicaci�n de la ley, descubierta en los albores de la vida del mundo, que es imposible silenciar un lapsus solitario. (5) Pero el mensaje principal de este cap�tulo en la vida del h�roe m�s grande de Israel es que el gran pecado de David es enfrentado y dominado por la mayor gracia de Dios.

III. No es bueno que ninguno de nosotros escape a las dificultades, los combates o las cr�ticas. No debemos olvidar los peligros de los a�os que pasan. La edad tiene sus peligros no menos que la juventud. El verdadero soldado aspira a ser fiel hasta la muerte. Si David cae despu�s de medio siglo de experiencia de la misericordia de Dios, �qui�n est� a salvo?

IV. Dios agranda el arrepentimiento completo con Su perd�n instant�neo y gratuito, y lo corona con paz r�pida, ensanchamiento del alma y progreso santificado. "El Se�or tambi�n ha quitado tu pecado".

V. Pero el perd�n no es todo lo que David busca, ni es todo lo que obtiene. La mayor gracia de Dios triunfa sobre el gran pecado de David al hacer que contribuya a su ensanchamiento espiritual, la limpieza y expansi�n de sus concepciones del pecado, de la responsabilidad, de la personalidad de Dios y de la santidad.

J. Clifford, Fortaleza diaria para la vida diaria, p�g. 203.

Referencias: 2 Samuel 12:7 . T. Coster, Christian World Pulpit , vol. xxii., p�g. 332; Obispo Armstrong, Parochial Sermons, p�g. 144; JG Packer, Doce sermones, p�g. 112; Revista del cl�rigo, vol. i., p�g. 15; J. Edmunds, Sixty Sermons, p�g. 293; C. Girdlestone, Un curso de sermones para el a�o, p�g.

165; HM Butler, Harrow Sermons, primera serie, p�g. 85. 2 Samuel 12:7 . Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 348.

Versículo 13

2 Samuel 12:13

El David del Antiguo Testamento y el Pedro del Nuevo eran igualmente entusiastas, impetuosos y engre�dos. Cada uno cae en su punto fuerte, porque la fuerza del bien es necesariamente la fuerza del mal. Pero en ambos pecado est� el par�ntesis; el hilo de la gracia se recoge de nuevo.

I. Esta no fue la �nica transgresi�n de David. Pero fue el m�s grande, y tal vez si esto hubiera sido resistido, los otros no se habr�an cometido, porque el pecado extra�amente hace pecado, como las nieblas de hoy caen en la lluvia de ma�ana. Sus grandes �xitos lo hab�an llevado a ese estado mental que est� m�s expuesto a los asaltos del mal.

II. La fuerza de la confesi�n de David radica en las tres palabras "contra el Se�or". Cualquiera puede decir: "He pecado", pero debe haber conocido a Dios, debe haberse dado cuenta de lo que es el pecado para Dios, y debe haber sentido algo de lo que Dios es para usted antes de poder decir: "He pecado contra Dios. El Se�or."

J. Vaughan, Sermones, s�ptima serie, p�g. 112.

2 Samuel 12:13

I. El primer pensamiento que nos llama la atenci�n en relaci�n con este texto es la rapidez con la que el penitente recibi� su respuesta, una rapidez tan grande que el perd�n en realidad hab�a precedido a la confesi�n, pues en el instante en que el reconocimiento de David pas� por sus labios, el mensajero de Dios dijo: "El Se�or ha quitado tu pecado".

II. En estas grandiosas y simples palabras "guardar", �qu� distancias inconmensurables se encuentran! Incluso el ojo de la Omnipotencia no puede alcanzarlos. "Cuanto est� el oriente del occidente, alej� de nosotros nuestras rebeliones".

J. Vaughan, Sermones, s�ptima serie, p�g. 120.

I. Com�nmente se presta muy poca atenci�n a la severidad con la que David fue castigado por sus pecados. Fue castigado mientras vivi�, y mientras vivi� se arrepinti� de esos pecados y se humill� bajo la conciencia de ellos. Cuando Nat�n fue enviado a David, �l pronunci� cinco profec�as distintas, no solo "No morir�s", sino tambi�n otras cuatro, y estas de un tenor muy diferente; y todos se cumplieron por igual.

Se�alar el cumplimiento de estas profec�as es simplemente dar un resumen de la vida futura de David. (1) Primero leemos c�mo el hijo que Betsab� le hab�a dado a David fue herido por el Se�or y muri�. (2) La espada no se apart� de su casa durante el resto de su vida. (3) Este enemigo le fue levantado a David de entre los miembros de su propia casa y familia. (4) Como hab�a invadido el santuario de la casa de otro hombre, su propio hogar ya no era sagrado.

Todo esto nos ense�a que "con todo lo que pecare el hombre, de ello tambi�n ser� castigado". Pero, sobre todo, es una lecci�n que Dios nunca es m�s misericordioso que cuando hace que el castigo siga al pecado.

II. Aunque David fue severamente castigado, fue perdonado gratuitamente. El perd�n de un delincuente puede otorgarse de dos maneras: puede ser sin condiciones, o puede otorgarse con la misma verdad, con la misma libertad y, sin embargo, no de manera tan incondicional. En el caso presente, Dios hab�a anexado un castigo a su perd�n y hab�a declarado que recaer�a sobre David, y desde ese d�a en adelante, cada visita mundana que recordaba el recuerdo de su pecado tra�a consigo una doble bendici�n: manten�a su conciencia tierna, que su ca�da podr�a ser su advertencia; y renov� la promesa del perd�n total y definitivo que le hab�a sido prometido.

R. Scott, University Sermons, p�g. 251.

Referencias: 2 Samuel 12:13 . R. Heber, Sermones parroquiales, vol. ii., p�g. 54; RC Trench, Pensamientos breves y meditaciones, p. 120; J. Van Oosterzee, A�o de salvaci�n, vol. ii., p�g. 57; Sermones para las temporadas cristianas, segunda serie, vol. iii., p�g. 705.

Versículos 13-14

2 Samuel 12:13

I. Cuando leemos la historia de la ca�da de David, lo que nos sorprende y quiz�s un poco nos deja perplejos al principio es lo repentino que parece. Parece que no hay preparaci�n, no hay advertencia. Pero si miramos hacia atr�s al primer vers�culo del cap�tulo anterior, encontraremos la explicaci�n all�: "Cuando los reyes salieron a la batalla ... David se detuvo en Jerusal�n". Si hubiera estado soportando dificultades con los ej�rcitos de Israel, estas tentaciones al lujo y la inmundicia probablemente nunca se le habr�an acercado; ciertamente no habr�a sucumbido debajo de ellos. La primera lecci�n de la historia es que los tiempos pr�speros son tiempos peligrosos.

II. Observe la forma en que los pecados est�n vinculados entre s�, en el que, como por una terrible necesidad, se conduce a un segundo, y de un segundo a un tercero, y as� sucesivamente. El gran enemigo de las almas no tiene nada m�s h�bil que derribar los puentes de retirada detr�s del pecador. Lo incorrecto puede empeorar, pero nunca se vuelve correcto. Caminar cerca de Dios es el �nico caminar seguro.

III. No te pierdas esta lecci�n de la innoble servidumbre a los hombres en la que muy a menudo se enreda el pecador a causa de su pecado. Observa c�mo David se convierte en siervo de Joab desde el momento en que lo ha hecho part�cipe de sus malos consejos, c�mplice de su crimen. Que nadie en este sentido sea tu amo. Que nadie sepa de ti aquello que, si quisiera revelarlo, te echar�a abajo de la hermosa estima y reputaci�n de que disfrutas ante los hombres.

IV. Note las tinieblas del coraz�n que el pecado trae sobre sus siervos. Durante casi un a�o entero David ha estado en su pecado, y sin embargo, todo el tiempo su conciencia est� en un sue�o mortal, de modo que necesita una voz de trueno del cielo, la reprensi�n de un profeta, para despertarlo de este letargo. .

V. En la respuesta de David a Nat�n observamos: (1) La bendici�n que acompa�a a una confesi�n de pecado plena, libre y sin reservas, siendo, como es, la se�al segura de un verdadero arrepentimiento. (2) Mientras que el que ha confesado plenamente es totalmente perdonado, todav�a hay, en lo que respecta a esta vida presente, un triste "sin embargo" detr�s. Dios le hab�a quitado la pena eterna por su pecado; pero nunca hab�a dicho: Tu pecado no te ser� amargo.

Dios puede perdonar a sus hijos su pecado y, sin embargo, puede hacerles m�s amargos el pecado de ellos aqu�, ense��ndoles de esta manera su maldad, que de otra manera podr�an haber estado en peligro de olvidar, la agravaci�n que hay en los pecados de un ni�o, en pecados contra la luz, contra el conocimiento, contra el amor.

RC Trench, Sermones predicados en la Abad�a de Westminster, p�g. 351.

I. El perd�n no significa impunidad. Dios perdon� a David, pero lo afligi�. Todo lo que los hombres siembren, eso lo cosechar�n, por m�s amargamente que se arrepientan de haber mezclado ciza�a con el trigo.

II. El significado y la misericordia del castigo. (1) El castigo profundiza tanto nuestro sentido del pecado como nuestro odio hacia �l. (2) El castigo profundiza la desconfianza en uno mismo y la confianza en Dios. (3) El castigo pone a prueba nuestro arrepentimiento.

S. Cox, Contemporary Pulpit, vol. iv., p�g. 29.

Referencias: 2 Samuel 12:13 ; 2 Samuel 12:14 . S. Cox, Exposiciones. Primera serie, p�g. 143; Obispo Harvey Goodwin, Parish Sermons, vol. v., p�g. 139; FW Krummacher, David el Rey de Israel, p. 373. 2 Samuel 12:14 .

Parker, vol. vii., p�g. 236. 2 Samuel 12:15 . WM Taylor, David Rey de Israel, p�g. 210. 2 Samuel 12:20 . Preacher's Monthly, vol. iii., p�g. 355. 2 Samuel 12:22 . Parker, vol. vii., p�g. 236.

Versículo 23

2 Samuel 12:23 .

La doctrina de nuestro futuro encuentro y reconocimiento se insin�a en los registros anteriores de las Escrituras. Se nos dice de Abraham, Jacob, Aar�n y Mois�s que cada uno estaba reunido con su pueblo. Esto no puede ser simplemente un idioma peculiar que significa que murieron. En algunos casos se dice expresamente que murieron, y luego se agrega, "fueron reunidos con sus padres". Parecer�a haber en el coraz�n mismo de la expresi�n un reconocimiento de que sus padres todav�a exist�an en un estado u otro. A medida que avanzamos hacia el Nuevo Testamento, encontramos que el crep�sculo se est� ampliando hacia el d�a perfecto. Esta doctrina forma gran parte de la misma distorsi�n de la ense�anza de nuestro Salvador y Sus ap�stoles.

I. Se ense�a, por ejemplo, que en la eternidad y en el cielo conservaremos nuestra identidad personal. Lo que la vida no ha podido hacer para destruir nuestra identidad, la muerte no lo har�. El sentido de yo, de m� mismo, estar� con nosotros como antes.

II. Tambi�n debemos recordar que los difuntos no se difunden por el universo, sino que est�n reunidos en un solo lugar. Est�n con el Se�or y est�n all� en una relaci�n familiar. Basta apreciar plenamente este hecho para ver que el reconocimiento mutuo es indispensable e inevitable.

III. No so�amos que los "esp�ritus de los justos hechos perfectos", que moran en la casa de nuestro Padre, se sentar�n uno al lado del otro en reserva silenciosa, y tan poco so�amos que su discurso nunca estar� relacionado con la forma en que el Se�or los ha llevado. A menos que toda la familia en el cielo est� marcada por rasgos opuestos a toda familia terrenal, a menos que se distinga por el aislamiento, la reserva y la frialdad, el reconocimiento mutuo debe ser no solo una cosa posible, sino inevitable, y conoceremos como somos conocidos.

E. Mellor, Tras las huellas de los h�roes, p�g. 125.

Referencias: 2 Samuel 12:23 . J. Vaughan, Sermones, novena serie, p�g. 205. 2 Samuel 12:24 . Congregacionalista, vol. vii., p�g. 734. 2 Samuel 13 E. White, El misterio del crecimiento, p. 357.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Samuel 12". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/2-samuel-12.html.
 
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