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Bible Commentaries
Deuteronomio 9

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 1

Deuteronomio 9:1

I. Aunque Dios no est� lejos de cada uno de nosotros, muchos de nosotros no tenemos conciencia de Su presencia; porque una gran parte de nuestras vidas no pensamos en �l, y cuando lo hacemos es m�s bien un sentimiento incierto despu�s de �l en medio de una densa oscuridad que verlo en la luz clara revelada en y por Su Hijo Jesucristo. Y estos dos estados, el ver a Dios constantemente en Cristo y el no verlo as�, son las grandes y eternas diferencias que nos separar�n a todos, las diferencias que har�n y har�n nuestras vidas santas o imp�as, que har�n que nuestras vidas sean santas o imp�as. bendiga o maldiga nuestra muerte.

II. Es muy cierto que muchos de los que viven sin pensar en Dios todav�a tienen la intenci�n de guardar, y de hecho guardan, muchas de las leyes de Dios. Precisamente porque puede haber, y es hasta cierto punto, el bien sin Dios, porque los hombres sienten que incluso sin un sentido vivo de Dios mismo pueden amar sus obras morales, como pueden amar sus obras naturales, que por lo tanto quieren ellos mismos est�n ciegos, y nosotros con demasiada frecuencia estamos ciegos para ellos, ante su peligro infinito; se hablan paz a s� mismos, y nosotros hacemos eco de la palabra hasta que la verdadera paz se les oculta para siempre.

III. �Qu� fuerza en medio de la debilidad, qu� decisi�n en medio de indefinidas vacilaciones, qu� alegr�a en la vida, qu� esperanza en la muerte, se encuentran en esta conciencia de Dios en Cristo! Es la vida del pueblo de Cristo, la vida de los hijos de Dios.

T. Arnold, Vida cristiana: Sermones, vol. v., p�g. 305.

Referencias: Deuteronomio 9:1 . Parker, vol. v., p�g. 7. Deuteronomio 9:4 ; Deuteronomio 9:5 . Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 222.

Versículo 6

Deuteronomio 9:6

I. La direcci�n de Mois�s es muy diferente de las direcciones de la mayor�a de los capitanes de ej�rcitos en circunstancias similares. (1) No intenta subestimar el poder de los enemigos con los que los israelitas tuvieron que enfrentarse. �l comienza su discurso dici�ndole a la gente que ese d�a deben pasar el Jord�n, entrar y poseer naciones m�s grandes y poderosas que ellos. La raz�n por la que dio tal informaci�n fue que el plan de Dios no era simplemente conquistar a los cananeos, sino educar a Israel, para ense�arles que por el poder de Dios la debilidad puede ser fortalecida y los poderosos vencidos por los d�biles.

(2) Mois�s asegura al pueblo en un lenguaje sencillo que ninguna justicia de ellos les hab�a ganado la tierra. Podr�an estar lo suficientemente dispuestos a admitir que no fue su propio coraje o su propia fuerza corporal, pero a�n podr�an estar dispuestos a pensar que hab�an merecido el favor de Dios, que si no hubieran merecido la victoria, Dios no lo habr�a hecho. entregado a ellos. La auto-adulaci�n es f�cil y, por lo tanto, Mois�s protest� muy sabia y decididamente de una vez por todas contra tal visi�n de los hechos de Dios.

II. El principio de la vida espiritual con nosotros mismos es precisamente lo que Mois�s estableci� como el principio de la vida nacional de los israelitas. Dios nos da la tierra prometida sin ninguna justicia propia. Todo depende de la misericordia de Dios, la voluntad de Dios, el prop�sito de Dios; la certeza de la victoria no depende de ning�n sentimiento, experiencia o conflicto nuestro, sino de la ayuda siempre presente del Dios todopoderoso.

Obispo Harvey Goodwin, Sermones parroquiales, quinta serie, p�g. 78.

Referencias: Deuteronomio 9:18 ; Deuteronomio 9:19 . JD Coleridge, Sermones para domingos: festivales y ayunos, editado por A. Watson, primera serie, p. 40; Parker, vol. v., p�g. 8.

Versículos 26-29

Deuteronomio 9:26

Esta oraci�n resalta con su mayor fuerza un contraste que atraviesa el Libro de Deuteronomio y toda la Biblia. Los israelitas son el pueblo de Dios, su herencia redimida por su mano poderosa. Son tercos, tercos, malvados. Nos familiarizamos tanto con los pasajes que contienen estas dos descripciones de ellos, que les damos poco significado.

Al buscar una resoluci�n de esta dificultad, notamos:

I. Que las Escrituras no relatan la historia de un hombre que busca a Dios, sino de Dios que busca a los hombres. Separar a Mois�s, el hombre justo, de Mois�s, el libertador de los israelitas, es imposible. No podr�a haber sido justo si no hubiera cumplido esa tarea; no podr�a haber sido justo si no hubiera testificado en todos sus actos y palabras que Dios, no �l, era el Libertador. Si alguna vez vemos sobre qu� base se encontraba la santidad de Mois�s, debemos admitir que la naci�n de la que �l era miembro era santa precisamente en el mismo sentido y precisamente por la misma raz�n que �l; es m�s, que ten�a un t�tulo anterior al suyo, un t�tulo del que se derivaba el suyo. Era una naci�n santa porque Dios la hab�a llamado, la hab�a elegido para ser Suya; �l le hab�a puesto su nombre.

II. Vea entonces cu�n razonable fue la oraci�n del texto. Debido a que Mois�s consideraba a los israelitas como un pueblo santo y escogido, redimido por la propia mano de Dios, porque cre�a que esta descripci�n pertenec�a a todo el pueblo del pacto en todo momento, sinti� con intensa angustia su terquedad, su maldad y su pecado. Fue el olvido de su estado santo lo que confes� con tanta verg�enza y dolor ante Dios; Fue porque se hab�an desviado del camino correcto, cada uno prefiriendo su propio camino ego�sta, que necesitaban su intercesi�n y la misericordia renovadora y restauradora de Dios.

FD Maurice, Sermons, vol. ii., p�g. 53.

Referencias: Deuteronomio 9:29 . Obispo Lightfoot, Contemporary Pulpit, vol. ii., p�g. 63. Deuteronomio 9 Parker, vol. iv., p�g. 195. Deuteronomio 10:14 .

Spurgeon, Sermons, vol. vi., No. 303. Deuteronomio 10:16 . Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times" vol. v., p�g. 9 (v�ase tambi�n Keble, Sermones para el a�o cristiano: Navidad y epifan�a, p. 193); Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 12; Parker, vol. v., p�g. 8. Deuteronomio 10 ; Deuteronomio 11 Parker, vol. iv., p�g. 204. Deuteronomio 11:10 . Spurgeon, Sermons, vol. ii., p�g. 58.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Deuteronomy 9". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/deuteronomy-9.html.
 
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