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Ezequiel 18

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículos 1-4

Ezequiel 18:1

Este cap�tulo nos ayuda a aclarar un acertijo que ha atormentado la mente de los hombres en todas las �pocas cada vez que han pensado en Dios, y en si Dios los tuvo bien o mal. Porque todos los hombres han sido tentados. A veces nos sentimos tentados a decir: "Los padres han comido uvas agrias y los ni�os tienen los dientes de punta". Es decir, somos castigados no por lo que hemos hecho mal, sino por lo que hicieron mal nuestros padres. Los hombres se quejan de su mala suerte y mala suerte, como ellos lo llaman, hasta que se quejan de Dios y dicen, como dijeron los jud�os en la �poca de Ezequiel: Los caminos de Dios son desiguales, parciales, injustos.

I. Dios visita los pecados de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generaci�n, pero �de qui�n? De los que le odian. Si una familia, una clase o una naci�n entera se vuelven incorregiblemente derrochadores, tontos, viles en tres o cuatro generaciones, morir�n o desaparecer�n. As� se hundir�n naciones enteras; como los jud�os se hundieron en el tiempo de Ezequiel, y nuevamente en el tiempo de nuestro Se�or; y ser conquistados, pisoteados, contados para nada, porque no valen nada.

II. Pero supongamos que los hijos, cuando los pecados de sus padres recaen sobre ellos, no son incorregibles. Supongamos que son como el hijo sabio de quien habla Ezequiel 18:14 ( Ezequiel 18:14 ), que ve todos los pecados de su padre, y no los hace as�, �no ha sido Dios misericordioso y bondadoso con �l al visitar los pecados de su padre en �l? �l tiene.

Dios es justificado en eso. Sus leyes eternas de retribuci�n natural, por severas que sean, han obrado con amor y misericordia, si le han ense�ado al joven la ruina, la letalidad del pecado. Los hombres caen por el pecado; resucitan por el arrepentimiento y la enmienda. Se levantan, entran en su nueva vida d�biles y heridos, por su propia culpa. Pero entran, y desde ese d�a las cosas comienzan a mejorar, el clima comienza a aclararse, el suelo comienza a ceder nuevamente; el castigo cesa gradualmente cuando ha hecho su trabajo, el peso aligera, las heridas sanan, la debilidad se fortalece, y por la gracia de Dios se vuelven hombres y se salvan.

C. Kingsley, D�a de Todos los Santos y Otros Sermones, p�g. 238.

Versículo 2

Ezequiel 18:2

No es extra�o que una ley tan conocida como la fatal perseverancia con la que el mal se transmite de generaci�n en generaci�n, encuentre su expresi�n en los Proverbios de Israel, pero es extra�o que encuentres al profeta cit�ndola solo para denunciarlo. . Se levanta, habiendo citado el proverbio, y declara que es indigno de los que llevan el nombre de Israel. "Es un proverbio pagano. �Qu� piensan usarlo con respecto a Israel? No es solo pagano, le hace mal a Dios; viola los derechos del Todopoderoso sobre Sus criaturas. He aqu�, todas las almas son M�as".

I. El proverbio es incuestionablemente cierto. Cada pa�s, cada raza, cada �poca, ha visto su verdad. A menudo miramos a nuestro alrededor y vemos cu�n cierto es que un hombre est� pesado en la carrera de la vida por la locura, por la extravagancia de su padre. Un hombre, por otra parte, trabaja laboriosamente, acumula posesiones para sus hijos y, al hacerlo, les da la ventaja de la posici�n que ha establecido.

Lo que es cierto con respecto a la historia personal lo es tambi�n con respecto a la historia nacional. �No soportamos el peso de los pecados de nuestros padres? Estamos soportando el dolor de que nuestros dientes se pongan de punta debido a las locuras y los pecados de las generaciones pasadas.

II. Entonces, �cu�l es la raz�n por la que el profeta deber�a encargarse de denunciar lo que es tan obviamente cierto? Denuncia su uso porque se usa en un sentido falso y con un prop�sito falso. Se cita en el sentido de tratar de hacer que la gente arroje una sombra sobre la misericordia de Dios; por tanto, el profeta retoma su par�bola contra ellos. Para cada alma, para cada naci�n, hay un destino glorioso; y que los hombres se protejan de su deber declarando que un destino duro los ha atado con sus grilletes de hierro y que no hay escapatoria para ellos; que toda su vida naufraga y se arruina; que son los �ltimos miserables herederos de la fatalidad de su propia organizaci�n, de la tiran�a de su posici�n nacional, es declarar que han perdido la fe en el poder de Dios;

La vida es prerrogativa del hombre, y el poder de asumir una nueva vida nunca se les niega a quienes miran a Dios a la cara, a quienes agarran firmemente las armas de la vida y se vuelven hacia su deber como hombres. No nos corresponde vivir eternamente en el polo norte de la vida y declarar que todo es amargura y un destino maldito; no es nuestro deber vivir en el soleado sur y declarar que nuestra vida es todo dulzura y sol; tu suerte y la m�a est� puesta en estos polos moderados, donde sabemos que la ley gobierna y el amor gobierna sobre nuestras cabezas, dulce amor bajo nuestros pies, dulce ley, ambos fuertes, ambos dulces, ambos descendientes de Dios, ambos heraldos de �nimo. , levantar nuestras energ�as, esforzarnos en el trabajo de la vida, y ser hombres. Es en las verdades contrarias de la ley que es inexorable, y el amor que nunca es inexorable,

Obispo Boyd Carpenter, Christian World Pulpit, vol. xxiii., p�g. 353.

Referencia: Ezequiel 18:2 . Revista homil�tica, vol. xiv., p�g. 107.

Versículo 4

Ezequiel 18:4

I. Cada alma viviente es, en cierto sentido, el sujeto, el part�cipe de los privilegios, los atributos de Dios. (1) Existe, sin contradicci�n, el privilegio de la vida. Mejor que la piedra silenciosa, las ondas sonoras o los mundos en movimiento, es alguien que tiene la chispa eterna de la vida. Sea lo que sea que venga, sentimos que lo sabemos; es algo para haber vivido. Eso es lo que significa. Habr� sido �nico, separado, autodeterminado.

El hombre es consciente de que �l mismo es una causa, un poder autodeterminante, que puede querer y elegir libremente entre caminos alternativos. Libre, personal, individual, tiene una espl�ndida, aunque terrible, herencia de vida y como la vida de Dios: "Todas las almas son M�as". (2) Otro privilegio de este elevado lugar en la escala del ser es la inmortalidad. (3) Un tercer privilegio es la intuici�n de la verdad moral, y con esto el sentido de obligaci�n moral.

II. Si el alma est� dotada por Dios, se sigue necesariamente que Dios tiene un derecho sobre el alma. Es del �xito en darnos cuenta, recordar y actuar sobre esta verdad de nuestra relaci�n con Dios, de lo que depende gran parte de nuestra verdadera felicidad y nuestra verdadera dignidad. �De qu� car�cter es esta afirmaci�n? (1) Dios tiene un derecho leg�timo sobre nuestra dependencia consciente. Debemos prestarle este servicio por muchas razones. ( a ) Claramente porque hacerlo es reconocer y reverenciar hechos.

Nos qu� dependemos de Dios. �l nos sostiene a ti y a m� en el hueco de Su mano. Todas las cosas brillantes y oscuras, alegres y tristes, est�n llenas de los prop�sitos de Su inefable compasi�n. ( b ) Tal reconocimiento es s�lo un resultado justo de gratitud. Ser ingrato es ser a la vez irreflexivo, ego�sta y deshonroso. La gratitud es el recuerdo amoroso de aquellos que, en cierto sentido, nos amaron primero.

( c ) El mantener vivo el sentido de dependencia consciente de Dios ejerce sobre nuestro car�cter una gran influencia moral. Nunca nos elevamos a la dignidad de la naturaleza si no somos naturales. Esta dependencia es uno de esos hechos puros de la naturaleza que no ha absorbido nada del veneno de la ca�da. Dos poderes se acumulan en el alma al cultivar el sentido de resignaci�n y fuerza. (2) Dios preserva y dota tan ricamente el alma le da un reclamo de que en su plan y actividades �l debe tener el primer lugar. (3) Y por �ltimo, Dios te reclama que no desprecies a ning�n alma.

III. Aprendemos de este tema dos lecciones serias: (1) La primera es la responsabilidad individual. (2) El segundo que la verdadera bienaventuranza del alma es conocer a Dios.

WJ Knox-Little, Manchester Sermons, p�g. 22.

Tenga en cuenta algunos de los elementos que constituyen el valor inestimable del alma.

I. Cuando Dios dice, "Todas las almas son M�as", hay en el t�rmino "M�a" una fuerza peculiar, inaplicable en un grado similar a cualquier otra existencia creada en la tierra. Dios se coloca al morar en tal relaci�n con las almas de sus elegidos, que la separaci�n de un alma perdida se convierte en la ocasi�n de una profunda y misteriosa tristeza para Dios mismo. Ha vivido en ella. Se hab�a propuesto vivir en �l para siempre. Lo hizo para este fin.

II. El alma posee el terrible atributo de la inmortalidad; es infinito en su duraci�n. La sensaci�n de infinitud es en s� misma abrumadora. La mente es incapaz de concebir un tiempo o un espacio infinitos, y est� agobiada incluso por la vaga y vaga idea que la imaginaci�n intenta representar. Cuando no se refiere al tiempo o al espacio, sino al alma que respira y piensa, es muy posible que retrocedamos con asombro y miedo ante la contemplaci�n.

III. Hay en el alma capacidades que parecen tan inagotables como su duraci�n de existencia. Los primeros sue�os de la juventud a menudo se encarnan en la vida despu�s de la vida en realidades reales; y de la misma manera, las imaginaciones espirituales del alma pueden ser cuadros ideales de lo que de aqu� en adelante se realizar�, del amor, la bienaventuranza, el poder o la belleza, en mundos donde todas las energ�as de la vida alcanzan su perfecta plenitud en Dios.

IV. Nuevamente, para adentrarse en el misterio de un alma, es necesario considerar su vocaci�n especial. Cada alma separada es la encarnaci�n de una idea distinta de la mente de Dios. Cada uno est� ordenado para lograr alg�n prop�sito distinto de Dios. Esta es la vocaci�n del alma. Es esta personalidad distinta la que da su dignidad a los hombres individuales.

V. Es propiedad de cada alma individual comprender m�s o menos claramente el hecho de su propia responsabilidad y contemplar el fin de su existencia. Cada uno habita en una esfera propia, que gira en su propia �rbita, que est� m�s all� de nuestra visi�n terrenal, como los cielos reales est�n dentro del aire azul que es el l�mite de nuestra vista. Todos estos elementos del mundo interior de la vida depender�n en gran medida, en cuanto a su car�cter e intensidad, de la aprehensi�n que el alma haya alcanzado, por la gracia, de su verdadera dignidad, su origen y prop�sito, su vocaci�n y su fin. .

TT Carter, Sermones, p�g. 1.

Referencias: Ezequiel 18:4 . Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times " , vol. vii., p�g. 153; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 232; vol. viii., p�g. 288; vol. x., p�g. 308. Ezequiel 18:5 . S. Cox, Exposiciones, tercera serie, p�g.

30. Ezequiel 18:13 . Ib�d., P�g. diecis�is; EV Hall, Sermones en la catedral de Worcester, p�g. 58. Ezequiel 18:16 ; Ezequiel 18:17 . HS Fagan, Buenas palabras, 1874, p�g. 842.

Versículo 20

Ezequiel 18:20

( �xodo 20:5 )

Estos pasajes profesan individualmente dar una regla de trato Divino, si no con el mundo en general, al menos con el pueblo de Israel. Y a primera vista ciertamente parecen enunciar principios diametralmente opuestos. Para usar el lenguaje de la controversia moderna, uno parece adoptar y el otro repudiar, la doctrina del pecado imputado.

I. Independientemente de otras dificultades, el cuadro del gobierno divino dibujado por Ezequiel sugiere de inmediato estas preguntas. �Es cierto? �Es cierto que el hijo no lleva la iniquidad del padre, ni el padre la iniquidad del hijo? Pregunte la historia del mundo. �Qu� respuesta da? Fortuna arruinada, nombre arruinada, la salud deteriorada, descendiendo hasta la tercera y cuarta generaci�n �No te dice que el hijo hace llevar� el pecado de su padre? Padre de un ni�o malo, hundiendo el coraz�n roto en su tumba, puede que no lea en su vida marchita que el padre no llevar� el pecado del hijo? Solo se necesita un peque�o conocimiento de la historia del mundo para saber que en esta vida el sufrimiento vicario no es una mera ficci�n teol�gica, sino una terrible realidad.

II. Solo tenemos que admitir que el legislador y el profeta est�n hablando de cosas diferentes, y la dificultad de estos dos pasajes casi desaparecer�. (1) Todo el alcance de la ley mosaica, por lo menos en lo que respecta a sus sanciones, est� en la vida presente. Gratitud por las bendiciones terrenales, esperanza de prosperidad terrenal, la ley no tiene mayor �xodo 20:5 que estas y, por lo tanto, podemos interpretar con justicia que �xodo 20:5 refiere �nicamente a esta vida y que contiene una declaraci�n que, incluso sin la autoridad b�blica, deber�amos saber. a decir verdad.

(2) El mensaje divino entregado por Ezequiel nos dice, de hecho, que las reglas por las que se rige el mundo de la eternidad no son id�nticas a las que gobiernan el mundo del tiempo. Nos dice que las cosas est�n permitidas, hechas, no, ordenadas aqu�, que no encuentran lugar all�. Y una de estas ordenanzas esencialmente temporales es el sufrimiento vicario. El sufrimiento de los inocentes juega un papel importante en la historia de este mundo.

Y si no hubiera otro mundo que este, ser�a dif�cil conciliar tal ordenanza con la existencia de un gobernador perfectamente moral. Pero mire esa maravillosa existencia, algunos destellos que el cristianismo abre a nuestra vista. Piense en todos los poderes de compensaci�n por el sufrimiento terrenal que se pueden encontrar all�; y luego decir si, por puro ego�smo, puede que no sea bueno para el mismo sufriente inocente haber sufrido. Ciertamente, as� lo pens� San Pablo cuando declar�: "Nuestra leve tribulaci�n, que es moment�nea, produce en nosotros un cada vez m�s excelente y eterno peso de gloria".

JH Jellett, El hijo mayor y otros sermones, p�g. 103.

Referencias: Ezequiel 18:20 ; Ezequiel 18:21 . S. Cox, Exposiciones, tercera serie, p�g. 1. Ezequiel 18:23 ; Ezequiel 18:32 . Spurgeon, Sermons, vol. xxx., No. 1795.

Versículo 25

Ezequiel 18:25

Parece que los jud�os se quejaron de la ley bajo la cual viv�an como injusta, porque hablaba de que los pecados de los padres reca�an sobre sus hijos. El proverbio de las uvas agrias era uno que ten�a una relaci�n muy directa con la conducta de la gente; si el proverbio generalmente encontraba gracia en sus ojos y expresaba los pensamientos de sus corazones, entonces de nada servir�a que Ezequiel hablara del pecado y su castigo, y de la necesidad de arrepentimiento y enmienda.

Por lo tanto, Ezequiel protest� contra el proverbio como inicuo y profano, y establece como la gran verdad que debe destruir el efecto del proverbio mentiroso, el del castigo necesario del pecado; "el alma que pecare, esa morir�".

I. Ezequiel no estaba introduciendo ning�n principio nuevo de gobierno, sino que solo afirmaba un principio tan antiguo como la creaci�n; y lo que deseaba que la gente creyera era esto, que aunque hab�a sido presentado como una advertencia contra la desobediencia y un est�mulo a la obediencia, que aquellos que pecaban estaban trayendo una maldici�n que afectar�a a otros adem�s de ellos mismos, y que por el contrario, aquellos que eran santos y buenos estaban trayendo una bendici�n sobre sus hijos; sin embargo, esto no deb�a suponerse que estuviera en oposici�n a la gran ley de que todo hombre de pie o cayendo por sus propios hechos, sea "juzgado por las cosas hechas en el cuerpo, sean buenas o malas ..." Y entonces �l los exhortaba al arrepentimiento; les instar�a a no especular sobre los pecados de sus padres, sino a dejar los suyos.

II. Todav�a hay algo repugnante en nuestra idea de la justicia en la ley, que los pecados de los padres recaigan sobre los hijos, como dice el segundo mandamiento que en algunos casos es as�. Pero el principio de que los hijos sufrieran por el pecado de los padres no era en absoluto peculiar de la ley jud�a; es un principio que, justo o no, es manifiestamente el principio sobre el que se rige el mundo.

Es obra del Se�or, por maravilloso que sea a nuestros ojos. Dios no nos puso aqu� para explicar las dificultades, sino para trabajar en nuestra salvaci�n; Dios no nos exige que mostremos c�mo todas sus acciones son las mejores y m�s sabias que podr�an ser; pero �l requiere de nosotros que hagamos Su voluntad. "Vivo yo, dice el Se�or Dios, que no me complazco en la muerte del que muere". Aqu� hay suficiente argumento para una vida santa; argumento suficiente para todas las obras de misericordia, de paciencia, de fe y de amor.

Obispo Harvey Goodwin, Sermones parroquiales, tercera serie, p�g. 1.

Referencias: Ezequiel 18:27 . RDB Rawnsley, Village Sermons, primera serie, p�g. 91. Ezequiel 18:29 . F. Wagstaff, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 136. Ezequiel 18:30 . S. Cox, Exposiciones, tercera serie, p�g. 43.

Versículo 31

Ezequiel 18:31

I. Quien quiera ense�ar como lo hacen las Escrituras, y especialmente quien quiera ense�ar como lo hace Cristo, debe tener cuidado de mostrar a los hombres ambos lados del terrible panorama m�s all� de la tumba: debe hablar de juicio, as� como de misericordia; debe tratar siempre de templar el miedo con amor. Observe el tono incluso de un pasaje tan consolador como el texto. �No ense�an claramente las palabras que si los pecadores no aceptan la oferta m�s misericordiosa de nuestro Salvador si no desechan todas sus transgresiones y les hacen un coraz�n nuevo y un esp�ritu nuevo ... seguramente morir�n? no hay remedio para eso.

II. El Todopoderoso habla como si en este asunto de nuestra salvaci�n se hubiera separado de alguna manera maravillosa de Su propio poder y lo hubiera puesto en nuestras manos. El texto es la voz de un Padre tierno, que no est� dispuesto a castigar a sus hijos, pero declara que debe castigarlos si contin�an en su desobediencia. Y por otro lado, cuando la misma voz llena de gracia cambia a un tono m�s severo y perentorio, la misma amenaza sigue siendo una promesa de Su amor inagotable por el penitente.

III. El arrepentimiento verdadero y total es una obra m�s grande de lo que algunos de nosotros podemos haber imaginado. Son dos grandes obras en una; el primero es odiar el mal, "desechando todas nuestras transgresiones"; el otro es amar el bien, "hacernos un coraz�n nuevo y un esp�ritu nuevo". La conversi�n y enmienda de los pecadores es de alguna manera misteriosa tanto la obra de Dios como la obra de ellos; ellos "obran su propia salvaci�n", porque es "Dios que obra en ellos tanto el querer como el hacer de Su buena voluntad.

"El mero odio por nuestros pecados anteriores no es suficiente, porque eso puede ser, como en el caso de Judas, un mero abatimiento, sin un buen fin; de hecho, es a lo que el transgresor impenitente debe llegar en el pr�ximo mundo. Pero aquellos a quienes Cristo est� guiando al verdadero arrepentimiento est�n aprendiendo a amarlo y a odiar sus pecados. Est�n aprendiendo a deleitarse en Su Presencia y a regocijarse en el sentimiento de que �l siempre los contempla, a tener el placer de negarse a s� mismos por Su causa, como una madre se complace en lo que hace y soporta por su hijo.

Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. viii., p�g. 193.

Ezequiel 18:31

I. �C�mo vamos a conseguir un coraz�n nuevo? Algunas respuestas llegan muy f�cilmente a nuestros labios. Nos han sido predicados una y otra vez; son muy ciertas, pero no ayudan mucho al investigador serio. Se queda en la misma posici�n; no sabe a d�nde acudir ni qu� hacer, y as� contin�a hasta que deja de preocuparse por un coraz�n nuevo. El primer paso hacia un coraz�n nuevo y mejor es la convicci�n de que necesitamos un coraz�n nuevo.

La respuesta que se suele dar a la pregunta: �C�mo conseguir� un coraz�n nuevo? es esto: debe venir de Dios. Esto es perfectamente cierto; pero no ayuda mucho a un hombre. Todo el bien viene de Dios. Pero la pregunta es, �c�mo viene de Dios? Es un regalo que debemos buscar de cierta manera, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, las leyes de nuestra constituci�n. Debe, en cierto sentido, estar dentro de nuestro poder; de lo contrario, nunca se nos deber�a haber ordenado, como se nos ha hecho, hacernos un coraz�n y un esp�ritu nuevos.

II. El coraz�n nuevo, es decir, un estado correcto de los sentimientos, consiste generalmente en la aversi�n y el odio del mal, y el amor al bien y a Dios. Es una ley de nuestra naturaleza que estemos gobernados y gobernados por nuestro amor m�s fuerte. Todo lo que m�s nos importa en el mundo, eso gobierna nuestra vida; y si llegamos a amar a Dios como el mejor de todos, cualquiera que sea nuestro gusto por el mal, debemos expulsarlo, porque nunca podr� ser gratificado, ya que el amor de Dios gobierna, y ese amor no permite la complacencia en el pecado.

Si queremos cambiar nuestros sentimientos hacia Dios, si queremos aprender a amarlo, debemos llegar a conocerlo, debemos llegar a conocer algo acerca de �l que apele a nuestro amor y reverencia. Antes de Cristo, el amor de Dios era en gran medida, y en casi todas las naciones, una imposibilidad. Los gobiernos civiles eran tiran�as y el pueblo era esclavo, y su sistema religioso era una tiran�a y su servicio la esclavitud.

A Cristo le debemos nuestra salvaci�n. Ense�� una fe m�s verdadera y ganadora. �l fue el �nico Mediador que tom� al ni�o asustado y vacilante de la mano y lo condujo suavemente hasta el trono donde estaba sentado el gran Padre, brillando su infinita ternura, y el ni�o se convirti� y se olvid� de temblar y comenz� a amar. y adorar con deleite.

III. Y si queremos amar a Dios, debemos, d�a a d�a, con Cristo para ense�arnos, aprender a conocer a nuestro Padre, a ver Su hermosura, majestad y amor salvador; d�a a d�a debemos tratar de estar con �l, porque el amor viene por la cercan�a; el amor viene de la conversaci�n mutua. Y esta es la oraci�n. As� llegaremos a amar a Dios con todo nuestro coraz�n, y nuestra alma tendr� una mirada hacia arriba como las plantas se sienten hacia la luz; nuestras cargas se alivian, porque hay un lugar seguro al que podemos volar en busca de refugio y ser consolados; por ansiedades terrenales

"... superado,

Como por alg�n hechizo divino,

Tus preocupaciones caen de ti, como las agujas agitadas

Desde el pino racheado ".

W. Page-Roberts, Ley y Dios, p�g. 101.

Ezequiel 18:31

I. La naturaleza de nuestra ruina. La muerte del cuerpo no se refiere aqu�. Eso es inevitable. La muerte natural ser� solo el comienzo de la muerte m�s espantosa a la que alude nuestro texto. (1) Esta muerte no es la extinci�n de la existencia, el pensamiento, el sentimiento, la conciencia. (2) Es la muerte del placer, la esperanza y el amor. (3) Implica la exclusi�n del cielo, de la sociedad de los realmente grandes y buenos, del Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo.

II. El autor de nuestra ruina. �Procede primaria y efectivamente de la voluntad de Dios o de la voluntad del hombre? Esto �ltimo, m�s all� de toda duda. El pecador se destruye a s� mismo. El hecho de la autodestrucci�n del pecador es evidente por: (1) el car�cter del Evangelio; (2) el car�cter del hombre; (3) el car�cter de su condici�n futura.

III. La raz�n de nuestra ruina. No depende en absoluto de nuestra voluntad si moriremos en este mundo. Pero la mayor�a de ustedes en respuesta a esta pregunta del texto �Por qu� van a morir? tendr�a que decir: "Porque amamos los placeres del mundo m�s que los gozos de la vida eterna; porque deseamos la aprobaci�n del hombre m�s que la herencia del cielo; porque somos adictos a los caminos del pecado, no estamos dispuestos a romper con nuestros malos h�bitos, porque hemos estado viviendo en impenitencia e incredulidad, y no tenemos intenci�n de cambiar nuestro rumbo ". La culpa, la locura, la verg�enza y la ignominia del suicidio te pertenecen.

J. Stoughton, Penny Pulpit, No. 1714.

Referencias: Ezequiel 18:31 . J. Keble, Sermones para los domingos despu�s de la Trinidad, parte ii., P. 197; Preacher's Monthly, vol. VIP. 171. Ezequiel 18:32 . Christian Chronicle, 3 de mayo de 1883.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ezekiel 18". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/ezekiel-18.html.