Bible Commentaries
Isaías 2

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 2

Isa�as 2:2

Cuando Cristo vino y tom� posesi�n de su propia casa, no pod�a ser sino que se producir�an grandes cambios en su econom�a y su condici�n. Y as� hab�a. Fue exaltado y establecido por encima de todo poder terrenal, y se convirti� en refugio y hogar para todas las edades. Segu�a siendo lo que hab�a sido antes, una Iglesia, en su estructura interior y caracter�stica la misma; pero se convirti� en lo que nunca hab�a sido antes, o s�lo en una medida parcial en la �poca de David y algunos otros pr�ncipes, y que en el tipo de lo que estaba por venir, se convirti� en una Iglesia imperial. Era la cabeza de un imperio.

I. Cuando nuestro Se�or estaba ascendiendo, dijo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra " . Creemos en su poder en el cielo; pero, por extra�o que parezca, es habitual que le tengamos rencor por su poder sobre la tierra. Es el Rey invisible de un reino visible ; porque no se sigue en absoluto, porque un monarca se retira de la vista, que por lo tanto Su reino debe dejar de ser un hecho tambi�n a la luz del d�a.

II. �Qui�nes son los gobernantes del reino, los virreyes de Cristo? Los doce ap�stoles y, en primer lugar, Pedro. Su autoridad era igual a la de Aquel que los nombr�. "El que os recibe a vosotros", dice, "me recibe a m�". Es m�s, parecer�a que su autoridad fuera incluso mayor que la que le agrad� a nuestro Se�or poseer en los d�as de Su carne; porque mientras �l sopl� sobre ellos y dijo: "Recibid el Esp�ritu Santo", antes hab�a dicho: "Cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del Hombre, le ser� perdonado; pero cualquiera que hable contra el Esp�ritu Santo, ser� perdonado". no le sea perdonado ".

III. La �nica pregunta que puede surgir aqu� es la siguiente: �si este poder imperial fue conferido solo a los doce ap�stoles, o a otros adem�s y despu�s de ellos? Respondo: (1) Debemos concluir que el poder fue conferido a otros tambi�n, por el tama�o del imperio; porque unas pocas personas, aunque inspiradas, no se puede suponer que hayan estado a la altura del cuidado de todas las iglesias. (2) Nuevamente, se dice expresamente, que la Iglesia perdurar� hasta el fin de los tiempos, y las puertas del infierno fallar�n en su guerra contra ella.

Pero los ap�stoles pronto fueron eliminados; por lo tanto, el poder de la Iglesia recay� en otros adem�s de los Ap�stoles. (3) La promesa no fue hecha ni cumplida exactamente a los doce Ap�stoles; uno de ellos cay� y otro ocup� su lugar. (4) Sin honores que se otorgan a los Ap�stoles se otorgan a ellos por su propio bien, o eran, estrictamente hablando, recae en ellos; eran de ellos s�lo como instrumentos de Aquel que, siendo "inmortal, invisible", gobierna Su reino en cada �poca a Su manera; el �nico Maestro, el �nico Se�or, el �nico Maestro, el �nico Sacerdote, solo glorificado en todos Sus santos, mientras vivan y cuando mueran. Cualesquiera que fueran los honores y poderes que pose�an entonces los Ap�stoles, no ten�an por qu� morir con ellos, porque en realidad nunca les hab�an pertenecido.

JH Newman, Sermones sobre los temas del d�a, p. 26.

Referencias: Isa�as 2:2 . Spurgeon, Sermons, vol. v., No. 249. Isa�as 2:3 . Revista del cl�rigo, vol. xi., p�g. 272.

Versículo 4

Isa�as 2:4

Se nos pregunta c�mo, con esos pasajes escritos con rayos de sol en el Libro que consideramos divinos, podemos considerar con complacencia los actos y el car�cter de un guerrero.

I. El viejo profeta, se dice a menudo, estaba anticipando el Evangelio o la era cristiana del mundo, y estaba se�alando cu�l deber�a ser su condici�n siempre, lo que alg�n d�a ser� realmente su condici�n. No me opongo a esta afirmaci�n, excepto por ser demasiado vaga. Las palabras: "Juzgar� entre las naciones y reprender� a muchos", no se pueden diluir en la frase: "Las doctrinas puras y benignas del Evangelio o del cristianismo se difundir�n por todo el mundo.

"No hablan del cristianismo, sino de Cristo; no de una doctrina, sino de un Rey. El lenguaje que lo describe aqu� no sugiere, en primer lugar, una imagen de tranquilidad y paz". �l juzgar� entre las naciones, y reprender� a muchas personas; "as� se nos representa a nosotros quien, creemos, tom� sobre �l la forma de un siervo, y fue manso y humilde de coraz�n. Si, entonces, hacemos de Cristo nuestro est�ndar, debemos honrar a cualquier hombre quien reconoci� lo correcto, quien, estamos seguros, fue un hombre justo.

Se ha dicho que este sentido del derecho y el orden es enf�ticamente la cualidad de un soldado; y la consecuencia parece ser que la disciplina y el car�cter que moldea no merecen nuestra reprobaci�n, sino nuestra admiraci�n e imitaci�n, porque somos hombres cristianos.

II. Sin embargo, es la siguiente cl�usula del texto la que est� m�s frecuentemente en boca de la gente. "Observa", se dice, "cu�n fuertes son las palabras. No es que las espadas se arrojen a un lado como rejas de arado, o lanzas por podaderas; las primeras deben cambiarse por las �ltimas, no hay caso. para ellos en su forma original ". Entonces parecer�a deducirse que el material del que est�n hechos los instrumentos pac�ficos es el mismo del que fueron hechos los instrumentos b�licos, no el primero de hierro, y el otro de alguna sustancia d�bil y m�s flexible. Hasta que, entonces, todas las energ�as de la guerra est�n fielmente representadas en los actos y servicios de la paz, la profec�a no se cumplir�.

III. Pero est� escrito adem�s, "Naci�n no levantar� espada contra naci�n", etc. Observe que cuando el profeta dice, "Naci�n no levantar� espada contra naci�n", claramente asume que habr� distintas naciones en el m�s perfecto condici�n de la sociedad que se pueda concebir. La distinci�n de su propia naci�n le hab�a asegurado que Dios lo hab�a elegido a �l y a sus padres, que �l mismo estaba en medio de ellos.

Anhelaba un tiempo en el que cada naci�n tuviera el mismo terreno estable para su existencia, en el que cada uno sintiera que el Dios de toda la tierra era su Dios. Por lo tanto, estemos seguros de que si alguna vez vi�ramos una verdadera familia de naciones, como los profetas cre�an que alg�n d�a surgir�a del caos que vieron a su alrededor, una familia de naciones que poseer� a Dios como su Padre y a Cristo como su padre. Hermano mayor, esto debe provenir de que cada naci�n mantenga su propia integridad y unidad.

FD Maurice, Sermones del d�a de reposo, p�g. 78.

Referencias: Isa�as 2:4 . H. Melvill, Penny Pulpit, n�m. 2188; B. Jowett, Christian World Pulpit, vol. xxvii., p�g. 177. Isa�as 2:5 . Revista del cl�rigo, vol. ix., p�g. 280; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 340; Homiletic Quarterly, vol. ii., p�g. 263; Spurgeon, Mis notas del serm�n: Eclesiast�s a Malaqu�as, p�g. 216; HP Liddon, Esquemas del Antiguo Testamento, p�g. 167.

Versículo 11

Isa�as 2:11

I. En el d�a del juicio se cumplir�n, una vez y para siempre, todos los dichos y profec�as de nuestro Se�or y Sus Ap�stoles acerca de la exaltaci�n de los humildes y la humillaci�n de los altos y sublimes. Recuerde cu�les son las cosas que naturalmente admiramos m�s en este mundo, y vea si no todas llegan a su fin en ese d�a. (1) "Todos los cedros del L�bano que son altos y elevados", es decir, las personas grandes y de noble cuna, a quienes Dios ha dado un lugar en el mundo por encima de los dem�s.

(2) "Los montes altos y los collados que se levantan". Todo este espect�culo de glorias visibles tendr� un final; y tambi�n lo ser�n los reinos e imperios, las compa��as y las ciudades de los hombres, a los que en las Escrituras se comparan estos montes. (3) En la siguiente oraci�n, el profeta pasa de las creaciones de Dios a las de los hombres: de los �rboles y las monta�as a "torres altas y muros cercados", a los "barcos de Tarsis y a cuadros agradables", i.

e., a todas aquellas obras y artilugios que m�s admiramos cuando pertenecen a otros, y en los que, siendo nuestros, estamos m�s tentados a confiar. De todas estas cosas habla el profeta, para advertirnos que el d�a del Se�or de los ej�rcitos se acerca r�pidamente; ese d�a que acabar� con todos ellos.

II. Considere c�mo los pobres y humildes ser�n enaltecidos en ese d�a, si son pobres y humildes de coraz�n. El gran modelo y ejemplo del favor de Dios a los pobres, hacia el que se atraer�n todos los ojos y corazones, ser� la aparici�n del humilde Hijo de Mar�a, de Aquel que no tuvo d�nde recostar la Cabeza, el rechazado, el burlado, el azotado y crucificado, sobre su trono de gloria, juzgando al mundo.

Veremos "todas las cosas sujetas a �l", quien fue "un gran desprecio de los hombres y un marginado del pueblo". Y junto con �l veremos a sus santos coronados y gloriosos. Habr� una gran multitud de pobres, como L�zaro en la par�bola, que vivieron y murieron desconocidos entre los hombres, despreciados, quiz�s maltratados, por aquellos que estaban m�s obligados a ayudarlos; pero debido a que tuvieron fe, paciencia y obediencia, Cristo los reconocer� en ese d�a como Sus propios miembros, Sus propios pobres.

J. Keble, Sermones para el a�o cristiano: Adviento a Nochebuena, p�g. 279.

Versículo 12

Isa�as 2:12

Esp�ritu de fiesta desconcertado por la venida de Cristo.

I.En todas las �pocas en las que la religi�n no ha sido completamente ignorada, tal vez incluso cuando ha sido pr�cticamente dejada de lado por la gran mayor�a de los hombres, suele haber una fuerte tendencia en acci�n, que divide en dos grandes porciones las mentes de los hombres. la m�s seria y reflectante, o al menos colorea y designa una divisi�n m�s profunda y esencial. Nadie negar� que en nuestro tiempo, y especialmente en las Universidades, existe una divisi�n de este tipo en las principales direcciones y tendencias de las opiniones religiosas.

Los serios y serios se enfrentan a una fuerte tentaci�n de lanzarse a una u otra de estas escuelas o partidos religiosos, que parecen estar solos y profundamente comprometidos en los conflictos de la fe en la tierra.

II. Considere cu�l debe ser la consecuencia del h�bito del partidismo temprano. (1) Tenga la seguridad de que ning�n conjunto de opiniones, ning�n cuerpo de maestros, est� o puede estar en posesi�n de toda la verdad. Aquel que se al�a de tal manera con un partido, en la guerra de la opini�n religiosa, como para hacer suya su causa, como partido, est� bastante seguro, cualquiera que sea su bando, de estar luchando al final contra alguna porci�n de la verdad de Dios. y en beneficio de una parte, ya sea menor o mayor, de ese error que el enemigo, mientras los hombres dorm�an, sembr� entre �l. (2) El candor cristiano y la caridad cristiana dif�cilmente pueden coexistir, ni siquiera por un tiempo, con un esp�ritu de decidido partidismo.

III. Dejemos que el texto recuerde nuestros pensamientos para el d�a venidero, cuando el esp�ritu de partidismo religioso, como cualquier otro fruto del orgullo humano, ser� sometido a la luz penetrante del d�a del Se�or de los ej�rcitos. Ese d�a ser� sobre todo lo que es sublime y enaltecido, y lo humillar�. �Y no es �ste el car�cter de todo grupo humano, de todo sistema humano, ya sea en las cosas divinas o terrenales? Piensa en lo que ser� el d�a del Se�or para el que ha disputado sobre la religi�n sin que �sta entre en su alma; quien ha luchado por lo que �l llam� la verdad, en lugar de abrir las ventanas de su propio coraz�n para dejarla entrar de lleno; quien ha discutido acerca de la gracia de Dios y los medios y canales de su funcionamiento eficaz, en lugar de ser �l mismo, en voluntad, vida y car�cter, transformado por su renovaci�n.

CJ Vaughan, Nueve sermones en la capilla de la escuela Harrow, p. 25.

Escepticismo desconcertado por el advenimiento de Cristo.

I. Entre las causas del esp�ritu de escepticismo religioso, hay (1) un h�bito temprano de negligencia espiritual; (2) un estado de creencia exagerada y cr�dula.

II. Considere las consecuencias inseparables de tal estado, cualesquiera que sean las causas peculiares de las que brota. (1) Quien est� en suspenso acerca de la verdad del Evangelio no puede orar. El que viene a Dios debe creer que �l es. El que siente que ha pecado y que Dios es santo sabe que necesita un mediador y el que quiere confiar en un mediador debe creer que lo es. (2) No puede resistir el pecado.

El que est� en suspenso acerca de la verdad del Evangelio de Cristo es tan d�bil como el que lo niega es tan d�bil, s�, m�s d�bil. Porque el otro sabe que est� arrojado sobre los recursos de su propia fuerza sin ayuda, y los convoca a todos juntos para su apoyo. Puede tomar el escudo del orgullo, el casco de la confianza en s� mismo y la espada de la raz�n; y con ellos, dentro de sus propios y estrechos l�mites, puede salir adelante y conquistar.

Pero el hombre que duda de qui�n ser�a cristiano, o piensa que lo ser�a, pero no puede satisfacer su intelecto de la certeza de la palabra de Cristo, es un hombre dividido. Se ha despojado de su otra armadura; y esta, la armadura de Dios, no puede tomarla, porque no la ha probado.

III. Piense en lo que ser� el advenimiento para tal mente. El d�a del Se�or de los ej�rcitos estar� "sobre" �l, y lo humillar�. Nos preguntamos si los tontos no era un d�a que viene; y he aqu�, ha llegado. Mientras indagamos, razonamos y especulamos, Aquel de quien dudamos estaba llevando a cabo Su juicio sobre nosotros. El que iba a venir exigi� fruto. Ha venido a buscar fruto y no encuentra nada, s�lo deja.

CJ Vaughan, Nine Sermons, p�g. 47.

Referencias: Isa�as 2:12 . JM Neale, Sermones sobre pasajes de los profetas, vol. i., p�g. 1. Isa�as 2:16 . JH Hitchens, Christian World Pulpit, vol. xxiii., p�g. 365. Isa�as 2:17 .

WJ Knox-Little, ib�d., Vol. xxi., p�g. 406. Isa�as 2:18 . G. John, Ib�d., Vol. xxii., p�g. 129. Isa�as 2:20 . H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2230. Isa�as 2:22 .

JM Neale, Sermones sobre pasajes de los profetas, p�g. 9. Isa�as 3:10 ; Isa�as 3:11 . Spurgeon, Sermons, vol. xiii., n� 729; G. Brooks, Outlines of Sermons, p�g. 180; E. Mason, A Pastor's Legacy, p�g. 206. Isa�as 3:11 .

Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 17. Isa�as 4:1 . CA Fowler, Parochial Sermons, p�g. 1. Isa�as 4:2 . Revista del cl�rigo, vol. xi., p�g. 273.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Isaiah 2". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/isaiah-2.html.