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Bible Commentaries
Isaías 49

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículos 1-26

Isa�as 49:4

Hay dos causas principales del des�nimo del cristiano. El primero es la grandeza de la tarea que Dios le propone; el segundo es su incapacidad para lograrlo.

I.Estamos tan constituidos que cada vez que se nos presenta en su sublime belleza el ideal de amor y santidad al que nos llama el Evangelio, nuestro coraz�n vibra con un profundo asentimiento, y sentimos que es por este fin que estamos creado. Pero cuando no s�lo debemos admirar, sino actuar, cuando ya no debemos dejar que la imaginaci�n se encienda en una perfecci�n que la arrebata, sino que debemos realizar esta perfecci�n en la vida, entonces medimos con consternaci�n la distancia que nos separa de ella, el des�nimo se apodera de nosotros. .

Vea lo que ocurre en los asuntos humanos. Dejemos que una mente com�n proponga alg�n fin, un lugar com�n como �l mismo; le costar� pocos problemas conseguirlo; artista, pensador o poeta, quedar� satisfecho f�cilmente. Pero que un verdadero genio conciba un ideal sublime, que busque reproducirlo, �lo oir�s lamentarse por sus fracasos! Cada uno de sus esfuerzos tal vez produzca una obra maestra que satisfar� a todos menos a �l mismo. Si Dios exigiera menos de nosotros que la santidad, ser�a inferior a nosotros, y nuestra conciencia exigir�a lo que �l mismo ya no exig�a.

II. La segunda causa del des�nimo del cristiano es el fracaso de sus esfuerzos. Entra en el plan de Dios ocultarnos casi siempre los resultados de lo que hacemos por �l. �Por qu� Dios lo quiere? (1) Para que se ejerza la fe. Imag�nese una vida cristiana, donde cada esfuerzo dar� sus frutos, donde la respuesta seguir� a la oraci�n, la cosecha de la siembra y el gozo de la liberaci�n de largos y dolorosos sacrificios.

En tal caso, �qui�n no ser�a cristiano? El inter�s propio ser�a el primer motivo de todos, y el reino de Dios estar�a poblado de mercenarios. (2) Dios nos trata as� para humillarnos. (3) En esta escuela nos ense�a la mansedumbre y la compasi�n. El �xito por s� solo nunca los desarrollar�.

III. El fruto de nuestro trabajo solo est� escondido; aparecer� a su debido tiempo. Y aunque nada de �l quede sobre la tierra, y la indiferencia del mundo parezca ocultar para siempre vuestros trabajos y vuestros sacrificios, os quedar� el consuelo del profeta: "Mi juicio es con el Se�or, y mi trabajo con mi Dios ". Esto es lo que siempre constituye la fuerza del cristiano. Solitario, abandonado, despreciado por los hombres, tiene por Testigo, Aprobador, Juez, al Maestro invisible del que nada escapa, del que nada se olvida.

E. Bersier, Sermones, segunda serie, p�g. 305.

I. Este es precisamente el lenguaje que a veces encontramos saliendo de los labios de la mayor�a de esos grandes hombres que se han sentido m�s conscientes de tener una misi�n de Dios. Aquellos que han influido m�s profunda y radicalmente para bien en las mentes de su generaci�n se han distinguido generalmente por accesos de profunda melancol�a; lamentan haber entrado alguna vez en su camino heroico; cansancio ante la oposici�n con la que se encuentran; desconfianza de su propia aptitud para la tarea; duda de que Dios realmente los haya comisionado a actuar en su nombre.

�Por qu� es esto? Es porque los resultados de Dios son en su mayor parte secretos. Un hombre que da un gran ejemplo casi nunca es consciente del efecto que produce su ejemplo. Si sus planes no se llevan a cabo precisamente de la manera y con el fin que originalmente hab�a contemplado, se persuade a s� mismo de que han sido un fracaso total, de que de ellos no puede haber surgido nada bueno; mientras que la verdad es, y otras personas lo ven, que los planes particulares fueron desde el principio in�tiles, en comparaci�n con la exhibici�n de car�cter que acompa�� al intento mismo de ejecutarlos.

II. La cruz de Cristo es la verdadera gu�a de la naturaleza y el valor del �xito real. �Qu� fracaso fue la vida de Cristo, si la medimos por resultados inmediatos! No es de extra�ar que para los jud�os la cruz fuera un duro tropiezo, y para los griegos cultos una absoluta locura, tal como ahora nos parecer�a a la mayor�a de nosotros. Porque incluso nosotros, los herederos de dieciocho siglos de fe en el Crucificado, parece que apenas hemos aprendido todav�a la lecci�n de que el sufrimiento, la abnegaci�n, la devoci�n a los principios y la negligencia de las consecuencias inmediatas son los fundamentos indispensables de todo �xito permanente. .

HM Butler, Harrow Sermons, p�g. 308.

I. Algunas personas se causan mucho dolor innecesario al subestimar su verdadero servicio en el mundo. La cuesti�n del bien es muy sutil. El trabajador silencioso tiende a envidiar al hombre que vive ante la sociedad en una gran amplitud de auto-demostraci�n. Es como si el roc�o quisiera ser el granizo, o como si la suave brisa se inquietara porque no puede rugir como una tormenta.

Olvidamos que el torbellino y el terremoto, el fuego y la nube, la tempestad y el silencio, han sido todos mensajeros de Dios; y ser�a una tonter�a por parte de ellos suponer que no hab�a sido de ninguna utilidad en el mundo.

II. El texto muestra el verdadero consuelo de quienes lloran la peque�ez y el vac�o de sus vidas. "Mi juicio est� con el Se�or, y mi obra con mi Dios". Dios conoce nuestros prop�sitos, nuestras oportunidades y nuestros esfuerzos, y perfeccionar� lo que nos concierne. La intenci�n del coraz�n, que era impracticable de realizar, ser� puesta a nuestro favor, como si lo hubi�ramos cumplido todo; y algunos de nosotros que pensamos que nuestra herencia puede ser muy escasa e infructuosa, encontraremos que en lugar de la espina crecer� el abeto, y en lugar del brezo crecer� el mirto, y nuestra peque�a porci�n en Israel se convertir� en una gran posesi�n.

Parker, Analista del p�lpito, vol. i., p�g. 661.

Referencias: Isa�as 49:4 . J. Ker, Sermones, segunda serie, p�g. 352; J. Keble, Sermones desde el Adviento hasta la Nochebuena, p�g. 401. Isa�as 49:6 . R. Veitch, Christian World Pulpit, vol. xxviii., p�g. 293. Isa�as 49:8 .

Spurgeon, Sermons, vol. ii., n�m. 103; Ib�d., Morning by Morning, p�g. 3. Isa�as 49:11 . A. Maclaren, Contemporary Pulpit, vol. vii., p�g. 125. Isa�as 49:13 . C. Breve, Christian World Pulpit, vol. xvi.

, pag. 163. Isa�as 49:16 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., n�m. 512; Ib�d., Morning by Morning, p�g. 312. Isa�as 49:20 ; Isa�as 49:21 . Ibid., Mis notas para sermones: Eclesiast�s a Malaqu�as, p�g. 240.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Isaiah 49". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/isaiah-49.html.
 
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