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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Comentario Bíblico de Sermón Comentario Bíblico de Sermón
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto Cortesía de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
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Texto Cortesía de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 28". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/job-28.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 28". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/
Versículo 1
Job 28:1 , Job 28:12 ; Job 28:20
Este cap�tulo se divide naturalmente en tres secciones, las dos primeras secciones terminan con esta pregunta, con una ligera variedad de afirmaciones: "�De d�nde, pues, viene la sabidur�a?" y el �ltimo por el resultado de la investigaci�n.
I. La primera de estas secciones se ocupa de lo abstruso y maravilloso de los descubrimientos humanos. Job habla del descubrimiento de objetos naturales, gemas para la frente del monarca, metales para el labrador, minerales para el m�dico, pero podemos hablar del descubrimiento mucho m�s curioso de los poderes naturales. �Hemos sacado a la luz, con todas nuestras fatigas, esa sabidur�a en cuya posesi�n podemos consentir por toda la eternidad?
�Pobre de m�! no. No hay descanso, no hay paz, no hay satisfacci�n en la sabidur�a de este tipo.
II. La segunda secci�n de este poema divino nos presenta la verdad de que, aunque los descubrimientos humanos son sumamente abstrusos y maravillosos, hay un l�mite infranqueable que no pueden traspasar. Hay un campo de conocimiento que nos desconcierta de entrada, y ese es el campo de la Providencia. La naturaleza no nos brinda ninguna luz para resolver el secreto de las dispensaciones divinas. De esta sabidur�a dice la profundidad: "No est� en m�"; y el mar dice: "No es conmigo".
III. "El temor del Se�or, eso es sabidur�a". Debe ser as�, si considera el asunto. El mal, el mal moral o el pecado, es el padre y la ra�z de la locura. De ello se sigue, entonces, que apartarse de �l debe ser la m�s elevada, la �nica sabidur�a verdadera. El camino es tan llano que los m�s simples pueden entrar en �l, y eso sin demora. En cualquier empleo que estemos comprometidos, hay lugar para el cultivo de esta sabidur�a sencilla, grandiosa y majestuosa, espacio para que tememos al Se�or, espacio para que nos apartemos del mal.
EM Goulburn, Occasional Sermons, p�g. 211.
Referencias: Job 28:7 ; Job 28:8 . AP Stanley, Discursos y sermones en St. Andrews, p�g. 127. Job 28:10 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., n�m. 985; J. Martineau, Horas de pensamiento, vol. ii., p�g. 176.
Versículo 12
Job 28:12
Todo hombre tiene, en el fondo de su propio ser, una sabidur�a mucho mayor que la sabidur�a de la vida que est� viviendo o de los pensamientos que ya est� pensando.
I. Hay una conciencia, hay una luz, hay una visi�n de la verdad, hay un esp�ritu, en cada uno, como quiera que hable y como quiera que act�e, que si hubiera cultivado y obedecido, habr�a sido un mejor y un hombre m�s feliz que �l. El gran poder de las ense�anzas de nuestro Salvador a menudo resid�a en extraer el bien latente que hab�a en todo hombre que entraba en contacto con �l; y es sabio el que lo cree en s� mismo y lo reconoce en todo hombre con quien tiene que tratar.
II. La sabidur�a est� en toda la experiencia de la vida. Est� en cada mente con quien conversas. Est� en cada providencia. Est� en todos los idiomas de la naturaleza. Toda la vida es un libro de lecciones de sabidur�a.
III. La sabidur�a es una revelaci�n. Ninguna mente, aunque sea del orden m�s elevado, nunca fue ni podr� ser independiente de la revelaci�n. El dep�sito de la sabidur�a es la palabra de Dios. Pero Dios nos ha dado m�s que un libro; Nos ha dado una encarnaci�n, una realidad visible. Una Persona, y una Persona viva, es mucho m�s que todas las palabras. Las palabras son el marco del Hombre, y ese Hombre es el Se�or Jesucristo.
J. Vaughan, Sermones, d�cima serie, p�g. 133.
Referencia: Job 28:12 . AP Stanley, Sermones en ocasiones especiales, p�g. 212.
Job 28:12 , Job 28:28
Los intereses y actividades del hombre encuentran su mayor inspiraci�n en la cultura y la religi�n. Las relaciones que estos lados de la acci�n humana puedan tener entre s� nunca pueden ser de poca importancia. Algunos sostienen que son antag�nicos. Se dice que los tiempos de la fe no son tiempos de la inteligencia; el aprendizaje hace que la religi�n disminuya. Si esto es as�, es ciertamente extra�o que la historia nos proporcione repetidas ilustraciones de lo que casi podemos llamar una ley del desarrollo de la raza humana, a saber, que las �pocas del progreso del hombre, cuando hay una fuerza mayor y un vitalidad m�s vigorosa, est�n marcados por est�mulos, no s�lo a la inteligencia y el aprendizaje de la mente humana, sino tambi�n a la fe y el car�cter correspondiente del coraz�n humano.
Cuando el hombre ha despertado del sue�o que a menudo le sobreviene en medio de una espesa noche de penumbra, no s�lo ha mostrado un nuevo inter�s por los objetos de investigaci�n mental, sino que tambi�n ha vuelto a alzar la mirada hacia las estrellas que brillan en su interior. cielo, y extendi� sus manos con un agarre m�s vigoroso hacia el Poder y la Persona que s�lo se revelan a su naturaleza espiritual.
I. Primero, observe que la religi�n es en s� misma un medio de disciplina mental. Los objetos de estudio que proporciona la religi�n son (1) la naturaleza del alma humana; (2) el progreso de la doctrina cristiana y el desarrollo de la Iglesia; (3) la naturaleza de Dios y su relaci�n con el hombre. �D�nde encontrar� una disciplina tan elevada, tan severa, tan perfecta, como en los objetos de pensamiento que la religi�n puede proporcionar?
II. El otro lado de la relaci�n que la religi�n tiene con el cultivo mental es esa influencia protectora y meditativa que puede ejercer para proteger o remediar los males en peligro de los que siempre se encuentra un ejercicio exclusivamente mental. (1) La religi�n corrige la tendencia de la cultura a ignorar los l�mites del poder del hombre. (2) La religi�n nos ense�a la lecci�n de la humildad. La fe, la adoraci�n y el amor de adoraci�n mantienen para siempre el coraz�n humano en el reconocimiento listo y leal de su Dios.
(3) Un aprendizaje que no es m�s que intelectual tiende a hacernos olvidar nuestra hermandad. No hay nada m�s ego�sta que la cultura. Nos retira a un c�rculo estrecho. Nos convierte en miembros de un conjunto. Para esta falta el �nico correctivo es la religi�n. En sus tribunales nos apoyamos en un terreno com�n. Aqu� encontramos un altar en el que las dotes mentales m�s selectas ser�n una ofrenda demasiado pobre, y aqu� podemos obtener la inspiraci�n de ese ejemplo que forma el pin�culo m�s alto del logro humano.
LD Bevan, Christ and the Age, p�g. 333.
Versículos 12-13
Job 28:1 , Job 28:12 ; Job 28:20
Este cap�tulo se divide naturalmente en tres secciones, las dos primeras secciones terminan con esta pregunta, con una ligera variedad de afirmaciones: "�De d�nde, pues, viene la sabidur�a?" y el �ltimo por el resultado de la investigaci�n.
I. La primera de estas secciones se ocupa de lo abstruso y maravilloso de los descubrimientos humanos. Job habla del descubrimiento de objetos naturales, gemas para la frente del monarca, metales para el labrador, minerales para el m�dico, pero podemos hablar del descubrimiento mucho m�s curioso de los poderes naturales. �Hemos sacado a la luz, con todas nuestras fatigas, esa sabidur�a en cuya posesi�n podemos consentir por toda la eternidad?
�Pobre de m�! no. No hay descanso, no hay paz, no hay satisfacci�n en la sabidur�a de este tipo.
II. La segunda secci�n de este poema divino nos presenta la verdad de que, aunque los descubrimientos humanos son sumamente abstrusos y maravillosos, hay un l�mite infranqueable que no pueden traspasar. Hay un campo de conocimiento que nos desconcierta de entrada, y ese es el campo de la Providencia. La naturaleza no nos brinda ninguna luz para resolver el secreto de las dispensaciones divinas. De esta sabidur�a dice la profundidad: "No est� en m�"; y el mar dice: "No es conmigo".
III. "El temor del Se�or, eso es sabidur�a". Debe ser as�, si considera el asunto. El mal, el mal moral o el pecado, es el padre y la ra�z de la locura. De ello se sigue, entonces, que apartarse de �l debe ser la m�s elevada, la �nica sabidur�a verdadera. El camino es tan llano que los m�s simples pueden entrar en �l, y eso sin demora. En cualquier empleo que estemos comprometidos, hay lugar para el cultivo de esta sabidur�a sencilla, grandiosa y majestuosa, espacio para que tememos al Se�or, espacio para que nos apartemos del mal.
EM Goulburn, Occasional Sermons, p�g. 211.
Referencias: Job 28:7 ; Job 28:8 . AP Stanley, Discursos y sermones en St. Andrews, p�g. 127. Job 28:10 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., n�m. 985; J. Martineau, Horas de pensamiento, vol. ii., p�g. 176.
Versículos 20-28
Job 28:1 , Job 28:12 ; Job 28:20
Este cap�tulo se divide naturalmente en tres secciones, las dos primeras secciones terminan con esta pregunta, con una ligera variedad de afirmaciones: "�De d�nde, pues, viene la sabidur�a?" y el �ltimo por el resultado de la investigaci�n.
I. La primera de estas secciones se ocupa de lo abstruso y maravilloso de los descubrimientos humanos. Job habla del descubrimiento de objetos naturales, gemas para la frente del monarca, metales para el labrador, minerales para el m�dico, pero podemos hablar del descubrimiento mucho m�s curioso de los poderes naturales. �Hemos sacado a la luz, con todas nuestras fatigas, esa sabidur�a en cuya posesi�n podemos consentir por toda la eternidad?
�Pobre de m�! no. No hay descanso, no hay paz, no hay satisfacci�n en la sabidur�a de este tipo.
II. La segunda secci�n de este poema divino nos presenta la verdad de que, aunque los descubrimientos humanos son sumamente abstrusos y maravillosos, hay un l�mite infranqueable que no pueden traspasar. Hay un campo de conocimiento que nos desconcierta de entrada, y ese es el campo de la Providencia. La naturaleza no nos brinda ninguna luz para resolver el secreto de las dispensaciones divinas. De esta sabidur�a dice la profundidad: "No est� en m�"; y el mar dice: "No es conmigo".
III. "El temor del Se�or, eso es sabidur�a". Debe ser as�, si considera el asunto. El mal, el mal moral o el pecado, es el padre y la ra�z de la locura. De ello se sigue, entonces, que apartarse de �l debe ser la m�s elevada, la �nica sabidur�a verdadera. El camino es tan llano que los m�s simples pueden entrar en �l, y eso sin demora. En cualquier empleo que estemos comprometidos, hay lugar para el cultivo de esta sabidur�a sencilla, grandiosa y majestuosa, espacio para que tememos al Se�or, espacio para que nos apartemos del mal.
EM Goulburn, Occasional Sermons, p�g. 211.
Referencias: Job 28:7 ; Job 28:8 . AP Stanley, Discursos y sermones en St. Andrews, p�g. 127. Job 28:10 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., n�m. 985; J. Martineau, Horas de pensamiento, vol. ii., p�g. 176.
Versículo 28
Job 28:12 , Job 28:28
Los intereses y actividades del hombre encuentran su mayor inspiraci�n en la cultura y la religi�n. Las relaciones que estos lados de la acci�n humana puedan tener entre s� nunca pueden ser de poca importancia. Algunos sostienen que son antag�nicos. Se dice que los tiempos de la fe no son tiempos de la inteligencia; el aprendizaje hace que la religi�n disminuya. Si esto es as�, es ciertamente extra�o que la historia nos proporcione repetidas ilustraciones de lo que casi podemos llamar una ley del desarrollo de la raza humana, a saber, que las �pocas del progreso del hombre, cuando hay una fuerza mayor y un vitalidad m�s vigorosa, est�n marcados por est�mulos, no s�lo a la inteligencia y el aprendizaje de la mente humana, sino tambi�n a la fe y el car�cter correspondiente del coraz�n humano.
Cuando el hombre ha despertado del sue�o que a menudo le sobreviene en medio de una espesa noche de penumbra, no s�lo ha mostrado un nuevo inter�s por los objetos de investigaci�n mental, sino que tambi�n ha vuelto a alzar la mirada hacia las estrellas que brillan en su interior. cielo, y extendi� sus manos con un agarre m�s vigoroso hacia el Poder y la Persona que s�lo se revelan a su naturaleza espiritual.
I. Primero, observe que la religi�n es en s� misma un medio de disciplina mental. Los objetos de estudio que proporciona la religi�n son (1) la naturaleza del alma humana; (2) el progreso de la doctrina cristiana y el desarrollo de la Iglesia; (3) la naturaleza de Dios y su relaci�n con el hombre. �D�nde encontrar� una disciplina tan elevada, tan severa, tan perfecta, como en los objetos de pensamiento que la religi�n puede proporcionar?
II. El otro lado de la relaci�n que la religi�n tiene con el cultivo mental es esa influencia protectora y meditativa que puede ejercer para proteger o remediar los males en peligro de los que siempre se encuentra un ejercicio exclusivamente mental. (1) La religi�n corrige la tendencia de la cultura a ignorar los l�mites del poder del hombre. (2) La religi�n nos ense�a la lecci�n de la humildad. La fe, la adoraci�n y el amor de adoraci�n mantienen para siempre el coraz�n humano en el reconocimiento listo y leal de su Dios.
(3) Un aprendizaje que no es m�s que intelectual tiende a hacernos olvidar nuestra hermandad. No hay nada m�s ego�sta que la cultura. Nos retira a un c�rculo estrecho. Nos convierte en miembros de un conjunto. Para esta falta el �nico correctivo es la religi�n. En sus tribunales nos apoyamos en un terreno com�n. Aqu� encontramos un altar en el que las dotes mentales m�s selectas ser�n una ofrenda demasiado pobre, y aqu� podemos obtener la inspiraci�n de ese ejemplo que forma el pin�culo m�s alto del logro humano.
LD Bevan, Christ and the Age, p�g. 333.
Job 28:28
I. La sabidur�a no es aprender. Gran parte de lo que sus contempor�neos admiraban en Salom�n consist�a en la masa acumulada de hechos con los que se almacenaba su memoria. Sin embargo, es una observaci�n que constantemente nos vemos obligados a hacer sobre cu�nto puede saber un hombre y, sin embargo, qu� tonto puede ser. Que Salom�n, por ejemplo, con toda su sabidur�a, fue un gobernante sabio, no tenemos la menor raz�n para suponer. El lector apresurado queda tan impresionado con todo lo que se dice de su magnificencia que a menudo no se da cuenta de lo que tambi�n se dice sobre el costo al que se manten�an las corv�es del trabajo forzoso, los impuestos abrasadores de los sujetos. Encontramos que a la muerte del rey el pueblo insisti� en un cambio absoluto de sistema y, al no obtenerlo, arroj� a su dinast�a del trono.
II. La sabidur�a no es inteligencia. Me refiero a ese tipo de habilidad que encuentra f�cil inventar argumentos a favor de cualquier l�nea de acci�n que desee elogiar, que no se toma f�cilmente por sorpresa, est� lista con respuestas plausibles a las objeciones y puede arrojar de la forma m�s atractiva. las razones para llegar a la conclusi�n deseada. Todo esto no es m�s que la astucia del abogado. Lo que realmente queremos como gu�a pr�ctica es la sabidur�a del juez.
III. "El temor del Se�or es sabidur�a", es la declaraci�n del Antiguo Testamento. La sabidur�a nos ense�a a proporcionar nuestra felicidad de la manera m�s iluminada. Pero en el Nuevo Testamento tenemos lo que parece una regla bastante diferente: no busques tu propia felicidad en absoluto; vivir y trabajar por la felicidad de los dem�s; abandona todo pensamiento sobre ti mismo, todo c�lculo sobre c�mo puedes hacerte m�s grande, m�s honrado o m�s pr�spero. Esa puede ser una conducta noble, pero �se puede decir que es sabidur�a?
IV. La clave de la paradoja se encuentra en ese dicho dorado de nuestro Se�or: "M�s bienaventurado es dar que recibir". Y no hay ninguna dificultad para comprender que este es realmente el caso. Aquellos a quienes Dios les ha dado poderes encuentran felicidad en su ejercicio con total independencia de los frutos que estos poderes puedan obtener. Y en el caso del trabajo realizado para otros, no es solo que haya placer en el ejercicio de nuestras facultades, no es solo que es m�s halagador para nuestro orgullo dar que recibir, sino que el coraz�n debe estar fr�o lo cual no se deleita cuando a trav�s de nuestro regalo brota la felicidad para los dem�s, y su dolor se convierte en gozo.
V. Si, entonces, el Nuevo Testamento nos ha ense�ado a entender por "el temor del Se�or" algo m�s de lo que hab�a sido claramente revelado en el Antiguo Testamento, a�n podemos decir verdaderamente que el temor del Se�or es sabidur�a. Es eminentemente cierto del amor: "Dad, y se os dar�". Si por experiencia se descubriese que uno est� perfectamente libre de objetivos ego�stas, alguien por quien nunca se pronunci� una palabra desagradable, alguien que siempre estaba planeando alg�n acto de bondad hacia los dem�s, es imposible que tal persona inspire una confianza tan perfecta, y estar�a rodeado de tal amor y gratitud, que iluminar�a su propia vida mientras se esforzaba por iluminar la de los dem�s.
G. Salmon, Cristianismo no milagroso, p. 171.
Referencias: Job 28:28 . Revista homil�tica, vol. xiv., p�g. 57; Revista del cl�rigo, vol. VIP. 21.