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Josué 24

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 15

Josu� 24:15

Estas fueron las palabras valientes y fieles de un hombre valiente y fiel, palabras valientes para con los hombres, palabras valientes para con Dios. Josu�, el gran l�der del ej�rcito y del pueblo de Israel, habiendo ganado para ellos la posesi�n segura de la Tierra Prometida, justo antes de su fin, re�ne a la gente para decirles cu�l es la �nica condici�n verdadera en la que pueden continuar. Mantenga esta tierra.

Les dice que la prosperidad y la seguridad nacionales dependen de la religi�n nacional, y luego, conociendo la naturaleza d�bil de las personas a las que se dirige, les dice a la multitud reunida que pueden hacer su elecci�n, rechazando la adoraci�n del Se�or si parece ellos mal para servirle, pero que en cuanto a �l y los suyos, la elecci�n fue hecha, y se hizo inalterable.

I.Estas palabras no s�lo expresan un prop�sito grande y elevado, sino que expresan una idea y un hecho grandes e infinitamente preciosos: expresan para nosotros la idea de la religi�n familiar, distinta, por un lado, de la religi�n personal y, por otro, de la religi�n personal. religi�n nacional. Nos revelan a la familia como lo que en verdad es y lo que Dios dise�� para que sea el hogar y la ciudadela de la fe religiosa en el coraz�n de la naci�n.

II. Dios tiene Su gran obra para que la hagan las personas. Coloca a un Mois�s en el monte para hacer descender la ley. Env�a a un Pablo a predicar el Evangelio. Env�a a un Agust�n para defenderlo, un Lutero para reformarlo y un Wesley para revivirlo. Pero m�s poderosa que todo esto, m�s profunda que todo esto, aunque m�s oculta que esto, es la tarea que Dios conf�a a cada hogar religioso y creyente sobre la tierra. Es la tarea de tomar la semilla que estos grandes sembradores de la palabra han sembrado y cuidarla bajo la tierna, bondadosa y poderosa influencia del hogar. Esa es la voluntad de Dios y el prop�sito de Dios para la preservaci�n de su fe. La familia es su escondite seguro, su verdadero vivero, que nadie puede invadir o profanar.

Obispo Magee, Serm�n predicado en la catedral de Peterborough, 1 de julio de 1880.

Referencias: Josu� 24:15 . Spurgeon, Sermons, vol. xxi., n�m. 1229; J. Kennedy, Christian World Pulpit, vol. vii., p�g. 289; W. Anderson, Ib�d., Vol. xiv., p�g. 309; H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. iii., p�gs. 423, 439, 456; J. Vaughan, Christian World Pulpit, vol. xviii., p�g. 219; E. Irving, Collected Writings, vol.

iii., p�gs. 217, 231; Obispo Walsham How, Veinticuatro sermones pr�cticos, p�g. 250; Sunday Magazine, 1877, p�g. 88; R. Heber, Parish Sermons, p�gs. 435, 448; G. Brooks, Quinientos bosquejos de sermones, p�g. 124; Parker, vol. v., p�g. 288; JC Hare, Sermones en la iglesia de Herstmonceux, p. 369; Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 354.

Versículo 19

Josu� 24:19

Encontramos aqu� que Josu� ofrece repulsi�n a los hombres que desean declararse del lado de Dios. Hay muchos motivos para creer que estaba bajo la direcci�n divina, y como no hab�a evidencia de que la gente no fuera sincera en su promesa, debe haber alguna raz�n para la manera en que se cumplieron.

I. Este procedimiento por parte de Dios no es inusual. En la Biblia se pueden encontrar f�cilmente varios casos de obst�culos en el camino de los hombres que se ofrecen al servicio de Dios. Hay muchas amenazas terribles, muchos juicios espantosos contra el pecado y los pecadores, que tienen en ellos todo el lenguaje del texto. Muchos profesan el cristianismo con mucha m�s irreverencia que otros se mantienen al margen de �l.

Hay naturalezas reflexivas y desconfiadas de s� mismas que se han encogido durante mucho tiempo y profundamente porque sus ojos han visto la pureza de Dios y la pobreza de s� mismos. Dentro de ciertos l�mites, el sentimiento es verdadero y muy positivo. Es Dios repitiendo con un coraz�n humilde las palabras de Josu�: "No pod�is servir al Se�or, porque �l es un Dios santo".

II. Habiendo tratado de mostrar que este procedimiento por parte de Dios no es tan inusual, ahora podemos intentar encontrar algunas razones para ello. (1) Separa lo verdadero del falso buscador. No nos referimos aqu� a llegar a la profesi�n de cristianismo, sino a su principio en el coraz�n. El Evangelio viene al mundo para ser una piedra de toque de la naturaleza humana, para ser la lanza de Ithuriel entre los hombres. Nadie podr� quejarse de ning�n da�o real de estos obst�culos.

El falso buscador no se lastima, porque nunca busc� con sinceridad. El verdadero buscador no est� herido, porque nunca alguien as� se decepcion�. Cuando la fosforescencia parpadeante se desvanece, la chispa, aunque tan d�bil como en el lino humeante, sigue viva y se convierte en una llama. (2) Conduce al verdadero buscador a examinarse a s� mismo m�s a fondo. Es muy bueno para un hombre, cuando est� en peligro de una aquiescencia demasiado apresurada, que se vea obligado a examinarse a s� mismo tanto sobre su visi�n del car�cter de Dios en el perd�n del pecado, como sobre lo que esto requiere de �l en el camino del yo. -entregarse a Dios.

(3) Vincula al hombre a su profesi�n mediante un mayor sentido de coherencia. Dios no enga�ar� a ninguno de nosotros para que lo sirva con falsos pretextos. Nos dice la naturaleza de la obra, lo que Su propio car�cter le da derecho a esperar de nosotros; entonces, si seguimos adelante, �l puede decir: "Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que hab�is elegido al Se�or para servirle". (4) Nos educa para un mayor crecimiento y una mayor capacidad de felicidad.

Si vamos a elevarnos a algo grande en la vida espiritual, debe ser, no mediante una crianza suave e indulgente, sino soportando las dificultades y presionando contra el rechazo. La demora que tienen los cristianos para lograr un sentido de aceptaci�n por parte de Dios surge a menudo de hacer del sentido de aceptaci�n el principal objetivo de b�squeda. Pero hay algo m�s elevado: servir a Dios, tengamos el sentido de aceptaci�n o no, tener esto como el �nico gran prop�sito de la vida y el fin de nuestro ser: "No, pero serviremos al Se�or".

J. Ker, Sermones, p�g. 56.

Referencias: Josu� 24:19 . Spurgeon, My Sermon Notes, p�g. 48; Revista del cl�rigo, vol. x., p�g. 274. Josu� 24:24 . G. Woolnough, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 307. Josu� 24:25 .

W. Morley Punshon, Christian World Pulpit, vol. xix., p�g. 56; Bosquejos del Antiguo Testamento, p�g. 59. Josu� 24:26 ; Josu� 24:27 . J. Foster, Conferencias, vol. ii., p�g. 396; H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. v., p�g. 63; J.

Van Oosterzee, A�o de salvaci�n, vol. ii., p�g. 408; Parker, vol. v., p�g. 289. Josu� 24:19 . Homiletic Quarterly, vol. i., p�g. 399. Josu� 24:29 ; Josu� 24:30 .

JR Macduff, Atardeceres en las monta�as hebreas, p�g. 36. Josu� 24:32 . J. Kennedy, Sunday Magazine, 1876, p�g. 810; Expositor; 3ra serie, vol. ii., p�g. 299.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Joshua 24". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/joshua-24.html.