Bible Commentaries
Salmos 27

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 1

Salmo 27:1

Estas palabras reclaman una estrecha relaci�n con Dios. Profesan una lealtad total a Dios. Implican la correspondiente fidelidad a Dios para que, por mucho que Su luz llegue al alma, admita esa luz y goce en ella, y sea fiel a ella.

I.Estas palabras son la nota clave de una creencia contradictoria directa de ese sistema de "no intervenci�n" que, para no ser ateo, admite una Causa Primera de todas las cosas creadas, pero que, una vez hecha esta nuestro hermoso mundo y nuestras propias inteligencias, �l se mantiene apartado de todas las vidas, como los dioses de Epicuro, en un reposo eterno, y deja Su creaci�n al desarrollo regular de leyes inmutables, �l mismo no m�s preocupado por ello que presionando a aquellos leyes sobre �l.

II. La naturaleza humana, incluso sin la palabra de Dios, sigue siendo testigo del hecho de que la sabidur�a humana y la divina nos llega continuamente suministrada por Dios. Los maravillosos instintos del genio parecen inspiraciones del Creador que revela a Sus criaturas los misterios de Su creaci�n.

III. Tampoco es s�lo principalmente en el intelecto donde se manifiesta la agencia de Dios. �Qui�n, de los muchos millones de seres humanos, logr� alguna vez encontrar el descanso de Dios? Dios manifiesta igualmente su obra en ese dibujo universal, esa variada inquietud, hasta que el coraz�n ha encontrado eso como reposo universal cuando ha encontrado a Dios.

IV. Es parte del atractivo peculiar del Antiguo Testamento que Dios levanta el velo y muestra su relaci�n continua con sus criaturas. Aparte de Sus obras sobrenaturales, exhibe a Dios en Sus m�ltiples formas, de actuar para nosotros, colectiva o independientemente, en las acciones ordinarias de Su providencia.

Con Dios ser es actuar. En toda la eternidad contempl� inmutablemente todo lo que har�a. En toda la eternidad entonces �l te contempl�. En toda la eternidad quiso crearte, el objeto de su amor ilimitado. Ahora, en esta vida, es el momento de crecer en la capacidad de recibir ese amor de Dios.

EB Pusey, Sermones predicados ante la Universidad de Oxford, p�g. 32.

"El se�or es mi luz." Aqu� solamente David, en todos sus salmos, as� habla del Se�or; y, de hecho, esta expresi�n exacta s�lo aparece dos veces en el Antiguo Testamento. "Cuando me siente en tinieblas", dice el profeta Miqueas, "el Se�or ser� mi luz".

I. "El Se�or es mi luz". La de David fue una vida de grandes vicisitudes. Su temperamento tambi�n era de un tipo que alterna entre per�odos de gran euforia y gran depresi�n. El Se�or era su luz, la luz con la que ve�a las cosas como realmente eran cuando las brumas de la pasi�n y del amor propio quisieran haberlas ocultado.

II. Jesucristo fue "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene al mundo". Es luz porque es lo que es: perfecci�n absoluta con respecto a la verdad intelectual; perfecci�n absoluta con respecto a la belleza moral. De ah� esas palabras trascendentales, "Yo soy la Luz del mundo", y de ah� esa confesi�n del credo cristiano, "Dios de Dios, Luz de Luz".

III. "El se�or es mi luz." Aqu� hay un lema para la Iglesia de Cristo. En los tiempos m�s oscuros de la Iglesia, la oscuridad nunca ha sido universal, la savia nunca se sec�; la tradici�n de la luz y el calor se ha transmitido a tiempos m�s felices, cuando sus miembros pod�an decir nuevamente con algo as� como un acuerdo sincero: "El Se�or es mi luz".

IV. Aqu� tambi�n hay un lema para la educaci�n cristiana. Un solo tipo de educaci�n es seguro, uno solo merece el nombre, y su principio rector es de �poca en �poca: "El Se�or es mi luz".

V. Este es el lema de los cristianos individuales. Precisamente en el sentido en que podemos decir con sinceridad estas palabras, somos leales a nuestro Se�or Jesucristo.

HP Liddon, Christian World Pulpit, vol. xxiii., p�g. 24.

Referencias: Salmo 27:1 . J. Baldwin Brown, The Higher Life, p�g. 114; Spurgeon, Evening by Evening, p�g. 168.

Versículo 4

Salmo 27:4

Efectos morales de la comuni�n con Dios.

I. �Qu� es la oraci�n? Es conversar con Dios. Conversamos con nuestros semejantes y luego usamos un lenguaje familiar, porque son nuestros semejantes. Conversamos con Dios, y luego usamos el lenguaje m�s humilde, terrible, tranquilo y conciso que podemos, porque �l es Dios. La oraci�n, entonces, es divina rec�proca, diferenci�ndose de la humana como Dios difiere del hombre. Las oraciones y las alabanzas son el modo en que el cristiano se relaciona con el mundo venidero, as� como la conducci�n de los negocios o la recreaci�n es el modo en que este mundo se desarrolla en todos sus cursos separados. El que no ora no reclama su ciudadan�a con el cielo, sino que vive, aunque es un heredero del reino, como si fuera un hijo de la tierra.

II. Ahora bien, no es sorprendente que ese deber o privilegio, que es la se�al caracter�stica de nuestra herencia celestial, tambi�n tenga una influencia especial sobre nuestra aptitud para reclamarlo. El que no reza no s�lo suspende el goce, sino que de alguna manera pierde la posesi�n de su ciudadan�a divina. El caso es como el de una lengua o estilo de hablar de este mundo; conocemos bien a un extranjero de un nativo.

La oraci�n tiene un efecto natural en la espiritualizaci�n y elevaci�n del alma. Un hombre ya no es lo que era antes: gradualmente, de manera imperceptible para s� mismo, ha absorbido un nuevo conjunto de ideas y se ha imbuido de nuevos principios. Es como quien viene de las cortes del rey, con una gracia, una delicadeza, una dignidad, un decoro, una frescura de pensamiento y gusto, una claridad y firmeza de principios, todo suyo. As� como el habla es el �rgano de la sociedad humana y el medio de la civilizaci�n humana, la oraci�n es el instrumento de la comuni�n divina y el entrenamiento divino.

III. Sabemos c�mo se sienten y act�an los hombres cuando van a morir; descargan sus asuntos mundanos de su mente y tratan de realizar el estado invisible. Est�n dejando atr�s sus bienes, sus hechos, sus dichos, sus escritos, sus nombres; y no se preocupan por ellos, porque esperan en Cristo. Para una sola cosa est�n vivos: Su venida; est�n en guardia contra ella, si es as�, entonces se les puede encontrar sin verg�enza.

�sa es la conducta de los moribundos. Y lo que todos, excepto los muy endurecidos, hacen al final, si los sentidos no fallan y sus poderes se mantienen, eso es lo que hace el verdadero cristiano durante toda su vida; y por lo tanto, d�a tras d�a desaprende el amor de este mundo y el deseo de su alabanza: puede soportar pertenecer a la familia sin nombre de Dios, y parecerle al mundo extra�o en �l y fuera de lugar, porque as� es.

JH Newman, Selecci�n de los "Sermones parroquiales y sencillos " 1878, p. 349 (v�ase tambi�n el vol. Iv., P�g. 226).

I. La confianza del creyente es simple y sincera. " Una cosa le he pedido al Se�or". Un pensamiento domina en su alma todos los dem�s pensamientos; un objetivo da unidad y concentraci�n a todos sus esfuerzos; un afecto atrae a todos los dem�s impulsos y deseos a su r�pida corriente. El hombre de doble �nimo es inestable en todos sus caminos, pero esta sencillez de coraz�n le da a la vida un objetivo claro y firme, une todas sus partes en una coherencia armoniosa, lo inspira con una esperanza continua, lo refuerza y ??vigoriza con fuerza celestial.

II. Esta confianza es esencialmente de car�cter espiritual. La "�nica cosa" que el salmista deseaba era "habitar en la casa del Se�or todos los d�as de su vida". Bien, David sab�a que se le asign� una suerte muy diferente a la del retiro pac�fico y enclaustrado del Templo; que ser�a un d�a para �l sentarse en el trono de Israel, para salir como su l�der a la batalla, para hacer juicio y justicia, como el padre de su pueblo, en la puerta.

Sentado all� y as�, podr�a estar tan cercado por el sentido de la presencia Divina, y sacando conscientemente fuerza, felicidad y paz de la comuni�n interior con su Dios, como si hubiera estado en vigilia perpetua ante el altar.

III. Esta confianza en Dios fue tranquila y gozosa. Le permiti� decir que en tiempos de angustia Dios lo esconder�a en Su pabell�n y pondr�a sus pies sobre una roca. Cuando las cosas est�n m�s oscuras, el creyente tiene una perspectiva brillante hacia el futuro y puede estar seguro de que nada puede alcanzar o afectar las fuentes de su confianza. Dentro del c�rculo de la protecci�n Divina, su vida es inexpugnable. "T� mantendr�s en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento permanezca en ti".

JD Burns, Hacienda de la familia, abril de 1863

I. Al principio, la belleza se concibi� como algo f�sico. Probablemente, la primera admiraci�n que se le dio como cualidad moral fue la concepci�n del coraje. Entonces los hombres aprendieron, en una etapa posterior, no solo que el coraje es hermoso, sino que el sufrimiento y el autosacrificio son hermosos. Todos entienden que el amor es hermoso. Y as�, paso a paso, las cualidades morales llegan a considerarse hermosas. En general, a medida que la belleza se eleva, se eleva de lo material a lo espiritual, y en lo espiritual se aprecia en la proporci�n en que los hombres se desarrollan para reconocer, amar, reverenciar, lo espiritual.

II. El Antiguo Testamento estaba, en primer lugar, lleno de una entusiasta admiraci�n por Dios tal como se presenta en la naturaleza. Luego viene el largo per�odo de desarrollo de las ideas f�sicas de la belleza en ideas espirituales; y esto todo el Nuevo Testamento toma prestado claramente hasta el �ltimo libro. Luego viene el Apocalipsis y nuevamente eleva el antiguo est�ndar, y llena sus poderosas c�maras con la gloria y la belleza tomadas del cielo, de la tierra, del tiempo y de la eternidad imaginada.

Cuando por fin seamos purificados de los sentidos y de la carne, y nos elevemos para contemplar a Dios tal como es, entonces la hermosura de Dios, as� como su gracia, amor y tierna misericordia, llenar�n el alma de admiraci�n por los siglos de los siglos.

HW Beecher, Sermones, 1882-3, p�g. 221.

I. Note la unicidad de prop�sito de David en la adoraci�n. La idea de la adoraci�n era un pensamiento dominante que manten�a todos los dem�s pensamientos de su mente sujetos a s� mismos; era un pensamiento central alrededor del cual giraban todos los dem�s objetos. (1) Observe la intensidad del deseo de David: "Eso buscar�". Los deseos genuinamente fervientes son semillas vivas que germinan y dan frutos preciosos en buenas obras. El alma ferviente no debe descansar hasta que se d� cuenta de sus aspiraciones espirituales. (2) Observe la fuente de donde el salmista esperaba obtener su objetivo: "Una cosa he pedido al Se�or".

II. Note el lugar particular donde deseaba adorar: "Para que yo habite en la casa del Se�or". Deseaba, sobre todas las cosas, que su vida fuera espiritual decidida y supremamente espiritual. (1) Observe que David ten�a un objetivo particular en mente al entrar en la casa del Se�or. Entr� "para contemplar la hermosura del Se�or". La hermosura del Se�or es Su santidad. David deseaba contemplarlo para que pudiera ser cambiado a la misma imagen. (2) Observe la curiosidad del esp�ritu del salmista en la casa de Dios: "Para consultar en su templo" Entr� en la casa del Se�or para aprender.

III. Observe la determinaci�n de David de perseverar en la adoraci�n del Dios verdadero: "Para que habite en la casa del Se�or todos los d�as de mi vida " . Si el alma ha de ser alimentada con esmero, debe tener una atenci�n asidua y constante durante todo el tiempo. d�as de nuestra vida. El salmista deseaba morar en la casa del Se�or todos los d�as de su vida (1) porque le daba una sensaci�n de seguridad; (2) porque le dio una dulce sensaci�n de descanso.

D. Rhys Jenkins, La vida eterna, p�g. 88.

Referencias: Salmo 27:4 . El p�lpito del mundo cristiano, vol. xi., p�g. 113 y vol. xxiv., p�g. 163; G. Matheson, Momentos en el monte, p�g. 106; G. Brooks, Outlines of Sermons, p�g. 251; A. Watson, Sermones para domingos, festivales y ayunos, tercera serie, p�g. 304; S. Cox, El nido de p�jaro, p�g. 328; JM Neale, Sermones sobre pasajes de los salmos, p�g. 28. Salmo 27:5 . Ib�d., P�gs.39, 46.

Versículo 8

Salmo 27:8

El texto se divide en dos partes. Tenemos (1) la direcci�n de Dios para el hombre; (2) la respuesta del hombre a Dios.

I. El discurso de Dios al hombre: "T� dijiste: Buscad mi rostro". (1) Aqu� tenemos el origen de toda religi�n verdadera. Comienza con Dios. Todos los que saben algo sobre las disputas entre hombres saben que, por regla general, la parte ofendida es generalmente la primera en buscar la reconciliaci�n. Esto es gloriosamente cierto en la gran disputa entre Dios y el hombre. El hombre hab�a pecado y Dios estaba enojado con el hombre. �Esper� a que el hombre viniera y confesara su ingratitud y pecaminosidad? Sabemos que no lo hizo.

"Porque se deleita en la misericordia", habl� primero. El primer d�a del pecado del hombre fue el primer d�a de la revelaci�n de la misericordia de Dios. (2) Dios tambi�n habla primero a cada individuo. �l est� siempre listo para recibirnos, y en el momento en que el pecador retire las barras y los cerrojos que han mantenido la puerta cerrada en Su rostro, "entrar� el Rey de gloria". (3) El texto tambi�n nos muestra la naturaleza de la religi�n: "Buscad Mi rostro.

"Esto significa" Ven a m� ". Cuando Dios dice esto, �no implican las palabras que ( a ) estamos a una distancia de �l, ( b ) que existe la posibilidad de venir a �l? obst�culo legal para la salvaci�n del hombre. Esto es, pues, la religi�n, el coraz�n que vuelve a Dios.

II. Tenemos la respuesta del hombre a Dios: "Tu rostro, Se�or, que buscan". (1) La respuesta fue personal. Existe un gran peligro en esta era de empresas de perdernos en la forma de humanidad. Todos nuestros asuntos espirituales deben realizarse individualmente. (2) La respuesta fue r�pida: " Cuando dijiste". (3) Se decidi�: "Tu rostro, Se�or, tendr� que buscar." (4) Fue expl�cito. David quiere decir exactamente lo que Dios quiere decir. (5) La respuesta vino del lugar correcto: "Mi coraz�n te dijo". Lo que dice el coraz�n, Dios siempre escucha.

C. Garrett, Catholic Sermons, vol. ii., p�g. 37.

Todo lo que es realmente bueno en este mundo es el reflejo de un bien grande, original, perfecto, que yace lejos, fuera de la vista: nuestra felicidad de su felicidad, nuestra santidad de su santidad, nuestro amor de su amor. Todos los objetos hermosos de la naturaleza son s�lo transcripciones visibles de algunas ideas hermosas que yacen desde toda la eternidad en la mente de Dios. De modo que cuando Dios llam� a la creaci�n a la existencia, fueron solo Sus propios pensamientos tomando forma y volviendo de nuevo a �l. Nuestras aceptaciones son solo el eco de las invitaciones de Dios.

I. Si desea que un llamado sea eficaz, debe recibirlo en lo m�s rec�ndito de su alma y reconocer y sentir la naturaleza del derecho que tiene Aquel que habla sobre las cosas que llama. Recuerda que es el derecho de un soberano absoluto. Incluso de acuerdo con las reglas terrenales, una invitaci�n real es en verdad una invitaci�n, pero tambi�n es un mandato, y no puede ser rechazado. Pero no es solo soberan�a, es amor, �l te ha llamado. Todo lo que tienen que hacer es dejarse colocar dentro de esas majestuosas influencias de Su poderoso afecto, para que puedan ser atra�dos hacia el centro.

II. Otra parte m�s importante de la correcta recepci�n de la llamada radica en la rapidez, lo instant�neo, de la obediencia: "Cuando dijiste". La apelaci�n y la respuesta son coet�neas. Hay un "ahora o nunca" en las llamadas de Dios. Las llamadas e invitaciones de Dios no siempre son las cosas que deber�amos haber esperado. A menudo caen de forma extra�a. De nuestra fidelidad a cada uno en sucesi�n depende la viveza y el poder con que el otro caer�.

III. Hay una cosa que parece caracterizar cada llamada; es decir, una llamada a la acci�n. Siempre hay algo que hacer, y hacer el acto es aceptar la llamada.

J. Vaughan, Fifty Sermons, 1874, p�g. 93.

La ley de la creaci�n y la ley de salvaci�n son una ley, una sola cosa. El sol les dice a los planetas: "Hijos, buscad mi rostro". Los planetas responden: "Lo haremos; buscaremos tu rostro. Somos fr�os, tristes, sin flor y est�riles; somos infructuosos y sin esperanza; buscaremos tu rostro". Y enseguida los planetas trepan y trepan, un ascenso de seis meses, de enero a junio, hasta el cenit, hasta el encuentro cara a cara.

�Entonces que? Todo ese verano y cosecha significa lo siguiente: luz, calor, flor, amor, canci�n; toda la tierra se aviva y se llena de belleza y buenos frutos. Infinitamente mayor es el verano que resulta de la relaci�n directa del rostro espiritual de Dios y el rostro espiritual del hombre, el rostro que todo lo da de nuestro infinito Creador, Amante, Padre, Salvador y los rostros receptores de Sus hijos y hijas.

I. La luz del rostro de Dios, tambi�n llamada la luz de Su gloria, no es lo que entendemos por sustancia, y sin embargo act�a en toda sustancia, y toda la belleza del universo proviene de ella. Es maravilloso porque trasciende la vida natural; es maravilloso porque es Dios en el alma; es maravilloso porque hay un sin fin de vida y alegr�a en �l: es una vida indescriptible, m�s pura y m�s noble de lo que la naturaleza conoce.

II. Piense en Cristo, entonces, como la luz del rostro de Dios, no como un nombre, no simplemente como una Persona hist�rica, sino como la luz del rostro de Dios por los siglos de los siglos y, por lo tanto, la luz del alma como el Abridor de la infinitud del cielo en el alma. El elemento iluminador, regenerador, trascendente y transfigurador de todo esp�ritu humano, eso es lo que entendemos por Cristo.

III. A la luz del mundo, nunca se conocen a s� mismos, nunca pueden valorarse a s� mismos. Se valorar�n diez mil veces m�s que nunca cuando se vean a la luz del rostro de Dios. Tu esperanza se elevar� entonces y no se pondr� m�s para siempre.

IV. �Cu�ndo dice Dios: "Buscad mi rostro"? Lo dice especialmente en la forma y en el momento en que nuestro coraz�n est� m�s dispuesto a escucharlo. En su primer problema real, Su coraz�n comienza a tocar su coraz�n de una manera secreta, y Su presencia viva suplica: "Buscad mi rostro". El mundo no puede ayudarte y consolarte. Los instintos m�s profundos de tu coraz�n surgen en el d�a de la angustia hacia Dios, y Dios lo ve, porque est�s palpitando dentro de ti para encontrarte con Su rostro.

J. Pulsford, Christian World Pulpit, vol. xxii., p�g. 193.

Referencias: Salmo 27:8 . JP Chown, Christian World Pulpit, vol. xiv., p�g. 1; H. Melvill, Penny Pulpit, n�m. 2213; C. Garrett, Consejos amorosos, p�g. 81; Spurgeon, Sermons, vol. xiii., n� 767; G. Forbes, La Voz de Dios en los Salmos, p. 198. Salmo 27:8 ; Salmo 27:9 .

A. Maclaren, Esquemas del Antiguo Testamento, p�g. 105; v�ase tambi�n Sunday Magazine, 1881, p�g. 458; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 7. Salmo 27:9 . Spurgeon, Sermons, vol. xix., No. 1144.

Versículo 11

Salmo 27:11

El mapa de la vida es una red de caminos; y los m�s amplios y los que se presentan m�s f�cilmente a la vista no son generalmente los mejores, y los estrechos son muy dif�ciles de encontrar, mientras que cada coraz�n est� naturalmente inclinado hacia su propio camino descarriado.

I. F�jense, primero, en el Maestro. Y aqu� encontramos a la vez a las Tres Personas en la Trinidad, todas unidas para hacer el �nico oficio de Maestro. David, dirigi�ndose al Padre, dice: " Ens��ame a hacer tu voluntad"; de Cristo Nicodemo dio testimonio: "Sabemos que has venido de Dios". y del Esp�ritu Santo, Cristo mismo lo predijo como Su bendito oficio: "�l os ense�ar� todas las cosas". De modo que la ense�anza se consagra a s� misma en la Trinidad.

II. La expresi�n no es "Mu�strame tu camino", sino "Ens��ame tu camino". Mostrar puede ser un acto instant�neo, pero ense�ar es un proceso. Aprendemos gradualmente; aprendemos mediante el estudio; aprendemos con esfuerzo; aprendemos por disciplina. No es poca cosa lo que pides, y no es poca sumisi�n, trabajo y fe a lo que te comprometes cuando le dices a Dios: "Ens��ame tu camino".

III. Una de las cosas m�s dif�ciles de la vida, y una dificultad que a menudo se repite, es la distinci�n entre una providencia l�der y una tentaci�n. Nunca aceptes nada como una providencia hasta que le hayas pedido a Dios que arroje luz sobre ello, para mostrar si realmente es de �l. Es posible que, por no ver o por no usar todas las respuestas que Dios seguramente le dar�, cometa errores en la vida; pero si eres diligente en el uso de esta peque�a oraci�n, puedes decir con David: "No errar� mucho".

J. Vaughan, Sermones, serie 11, p�g. 5.

Versículo 13

Salmo 27:13

El texto nos pone ante nosotros:

I. Una experiencia futura aceptada o anticipada por la fe. Indica el poder sustentador de tal anticipaci�n. (1) La bondad de Dios es Su bondad. De la bondad de Dios podemos comentar: ( a ) es natural; ( b ) es infinito; ( c ) es eterno; ( d ) es de calidad perfecta; ( e ) es la bondad la que crea la bondad. (2) El conocimiento que David ten�a de la bondad de Dios se deriv� de tres fuentes: ( a ) la historia de su manifestaci�n al hombre desde su creaci�n; ( b ) la historia de su expresi�n al propio pueblo y naci�n de David; ( c ) su propia experiencia desde su ni�ez.

(3) La fe de David descansaba ( a ) en las promesas de Dios; ( b ) sobre el car�cter de Dios; ( c ) sobre la conducta uniforme de Dios que requiere lo que es pasado; ( d ) su experiencia pasada y presente.

II. Vea c�mo obr� la fe de David. (1) Ocupaba sus pensamientos de manera agradable y provechosa. (2) Lo salv� de la miseria del abatimiento y la desesperaci�n. (3) Le dio valor en peligro. (4) Le hizo paciente. (5) Fue su escudo contra muchos dardos de fuego y fuertes estocadas. (6) Le impidi� considerar la vida como una carga y la muerte como un objeto de ansioso deseo. (7) Detuvo cualquier tendencia a ceder a sus circunstancias y hacer "el mal para que venga el bien".

S. Martin, Comfort in Trouble, p�g. 20.

Referencias: Salmo 27:13 . Spurgeon, vol. xiii., n� 766; WG Horder, Christian World Pulpit, vol. xxviii., p�g. 82.

Versículo 14

Salmo 27:14

I. C�mo debemos esperar en Dios. (1) Debemos esperar en Dios en Sus ordenanzas. (2) Debemos esperar en Dios en Sus ordenanzas con fe y perseverancia.

II. Los que esperan en el Se�or recibir�n fuerza. Dios cumplir� Su promesa: "Como son tus d�as, as� ser�n tus fuerzas".

T. Guthrie, El camino a la vida, p�g. 282.

Referencias: Salmo 27:14 . Spurgeon, Sermons, vol. xxiii., n� 1371; Ib�d., Morning by Morning, p�g. 243.

Salmo 27:14

Ning�n estado es m�s l�gubre que el del pecador arrepentido cuando por primera vez comprende d�nde est� y comienza a dirigir sus pensamientos hacia el Gran Maestro a quien ha ofendido. Un hombre descubre que tiene un gran trabajo que hacer y no sabe c�mo hacerlo, ni siquiera qu� es; y su impaciencia e inquietud son tan grandes como su ignorancia consciente; de hecho, est� inquieto porque es ignorante. Existe un gran peligro de que d� pasos equivocados, ya que est� ansioso por moverse y no sabe hacia d�nde.

I. Los pecadores arrepentidos a menudo est�n impacientes por ponerse en una nueva l�nea de acci�n o adoptar alguna regla de vida en particular. Com�nmente sucede que Dios no les revela su voluntad de una vez, y por esa voluntad deben esperar, mientras que est�n impacientes; y cuando la voluntad de Dios no aparece claramente, tratan de persuadirse a s� mismos de que la han averiguado cuando no es as�. San Pablo deber�a ser el modelo del verdadero penitente aqu�.

II. A continuaci�n, dir�a a las personas que he descrito: Est�n en guardia, no s�lo contra el compromiso con un cierto modo de vida u objeto de esfuerzo, sino que est�n atentos a los excesos en las observancias penitenciales que tengan un derecho inmediato sobre ustedes y son privados en su ejercicio. Todas las cosas se hacen gradualmente. Todas las cosas, por la gracia de Dios, pueden llegar a tiempo, pero no de una vez. Lo mismo podr�a pensar un ni�o en convertirse inmediatamente en un hombre como el penitente incipiente se vuelve repentinamente como San Pablo anciano.

III. Cuando las personas est�n muy angustiadas por sus pecados, a veces se sienten tentadas a hacer promesas imprudentes y a asumir profesiones sin tener en cuenta el costo. Quiz�s incluso hayan sido lo suficientemente imprudentes como para comprometerse en forma de voto, y esto aumenta enormemente su dificultad. Esto muestra cu�n incorrecto es hacer votos privados. Es m�s seguro y conveniente hacer hincapi� en orar a Dios por ese don o ese estado que codician.

IV. Cuando los hombres est�n en el primer fervor de la penitencia, deben tener cuidado de no actuar seg�n su propio juicio privado y sin el debido consejo. No solo para formar compromisos duraderos, sino en todo lo que hacen, necesitan una gu�a m�s tranquila que la suya. Como nadie jam�s so�ar�a con ser su propio abogado o su propio m�dico, debemos dar por sentado, si queremos servir a Dios c�modamente, que no podemos ser nuestros propios te�logos y nuestros propios casuistas.

JH Newman, Sermones sobre los temas del d�a, p. 41.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 27". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/psalms-27.html.