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Salmos 63

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 1

Salmo 63:1

En este texto hay una postraci�n, una apropiaci�n, una obediencia y un ahora.

I. Es una gran cosa tener grandes puntos de vista de Dios, tener un acercamiento a una idea de la inmensa grandeza de Dios. Acudimos demasiado a Dios por lo que queremos obtener. Debemos ir a Dios, meditar en �l y adorarlo por lo que �l es en s� mismo, sus atributos, su gloria.

II. Por importante que esto sea, es infinitamente m�s importante poder decir: "T� eres mi Dios". Esta es la fe. La naturaleza puede decir: "Oh Dios"; pero solo el creyente puede decir: "Dios m�o".

III. Para aquellos que puedan decir eso, la �ltima parte de las palabras de David y su firme resoluci�n llegar� como algo muy f�cil y necesario; no pueden evitar decirlo: "Temprano te buscar�". Porque es la atracci�n la que lo hace. El secreto de toda religi�n verdadera es la atracci�n. Tan pronto como Dios es "mi Dios", hay una fuerza que me obliga a hacerlo; No puedo evitar acercarme m�s y m�s a �l; es mi necesidad; es mi vida.

IV. La verdadera religi�n es esencialmente una cosa temprana. "Los que me buscan temprano, me encontrar�n". Son las semillas de la primavera las que hacen las cosechas m�s ricas, y un Dios buscado temprano ser� un Dios encontrado para siempre.

J. Vaughan, Sermones, novena serie, p�g. 189.

I. El salmista estaba solo, supongamos, a la puerta de la tienda mirando la noche. La luz de la luna y las estrellas ca�a sobre un pa�s ancho, sin hierba y sin agua, que se extend�a por todas partes ante �l; y los sonidos bajos e indefinidos del desierto se arrastraron hasta sus pies, trayendo consigo la sensaci�n de misterio y asombro, y enviaron su tranquilidad con un toque de angustia a su coraz�n. El misterio de la noche y la soledad cre� un vago anhelo, la impresi�n de la tierra sedienta profundiz� el anhelo por asociaci�n con el apetito de la sed, y ambos se convirtieron, en ese momento receptivo por el esp�ritu excitado, en el anhelo del alma por la uni�n. con el misterio y el amor de Dios.

II. Llevado por la naturaleza a la oraci�n, recuerda los viejos tiempos cuando Dios estaba cerca de �l. El alma del hombre ahora est� a solas con Dios y se comunica con �l por memoria. La duda y la dureza del coraz�n se van. El dolor rodea al salmista, pero lo olvida; dificultad ante �l, pero parece nada. Se pierde a s� mismo y estalla en alegr�a en medio de la tristeza. "Mejor es tu bondad que la vida; mis labios te alabar�n", etc.

III. El torrente de alegr�a cesa al final del sexto verso, y la parte meditativa de la canci�n comienza con el s�ptimo. Se acab� la experiencia: la angustia, la oraci�n, el recogimiento, la alegr�a. El resultado es doble: el sentido de la justicia de Dios como propia, el sentido de gozo en la confianza en Dios. Y ambos trajeron paz a su coraz�n. "Mi alma confi� en ti. Tu justicia se aferra a m�".

IV. La sensaci�n de ser el cuidado de Dios, de ser uno con �l, lleva al salmista m�s all�, fuera de s� mismo. Se pierde en la oraci�n por los dem�s. El Salmo que comenz� en la timidez termina en el olvido de uno mismo.

SA Brooke, El esp�ritu de la vida cristiana, p�g. 80.

Lo que significa la sed en un desierto tropical, nadie m�s que aquellos que han pasado por �l lo pueden decir. Es una necesidad abrumadora y paralizante. Todo esto lo hab�a sentido el salmista. Hab�a vagado en sus d�as de pastor por esos vastos y hermosos p�ramos; hab�a sentido lo que era la sed; y cuando, en d�as posteriores, se acost� en su cama, el contraste entre la grandeza de ese paisaje y su sed invencible se convirti� para �l en una par�bola de la vida.

Como en las largas marchas por las arenas del desierto, en el terrible resplandor de un mediod�a oriental, hab�a suspirado por los pastos y los manantiales, as� la vida parec�a un desierto seco y fatigado hasta que su alma qued� satisfecha con la vista de Dios. Es una par�bola de la vida, no s�lo del salmista, sino del mundo; es una imagen de la educaci�n de Dios para nuestra raza. �l no satisface nuestra boca de una sola vez con cosas buenas.

Nos ense�a a trav�s de la disciplina de la sed y la miseria. Deja que cada �poca siga su propio camino, resuelva sus propios problemas, afronte sus propias dificultades y, por fin, sea llevado a �l por la fuerza restrictiva de un deseo insatisfecho.

I. Si miramos las primeras edades de nuestra fe, vemos que no convenci� de una vez a los hombres de su verdad, como el sol que sali� esta ma�ana les dijo a todos los que ten�an ojos para ver que brillaba una luz. Los hombres pasaron por ella por muchos caminos, y el m�s grande de todos estos caminos los condujo a trav�s del espl�ndido escenario de la filosof�a. Para los mejores hombres, la filosof�a era una pasi�n; absorbi� todos los dem�s intereses de la vida.

Al lado de la filosof�a estaba la superstici�n. No fue hasta que se descubri� que todas las dem�s aguas eran amargas que la masa de hombres educados vino a beber del agua viva que la fe cristiana suministr� el agua del conocimiento de Dios en Cristo.

II. La par�bola se est� cumpliendo nuevamente ante nuestros ojos en nuestro propio tiempo. Tanto desde las cimas de las monta�as y los barrancos y las estrellas lejanas, como desde las profundidades de los mares profundos, brillan esplendores sobre esplendores de nuevos conocimientos y nuevas posibilidades de conocimiento, que parecen elevarnos a un nivel superior. esfera de la vida que la que para nuestros antepasados ??era posible. Es un escenario espl�ndido, el mundo nunca ha visto uno igual, pero espl�ndido como es, hay necesidades, las necesidades m�s profundas del alma, que no satisface, que no puede satisfacer. Consciente o inconscientemente, de mil maneras diferentes, los hombres de nuestro tiempo est�n sedientos de Dios.

III. Y esa sed queda satisfecha. Para el salmista ingenuo, la satisfacci�n era aparecer ante el s�mbolo visible de la presencia de Dios en Jerusal�n. La satisfacci�n del alma es darse cuenta de la presencia de Dios. El otro nombre es fe. Es ver a Aquel que es invisible.

E. Hatch, Christian World Pulpit, vol. xxviii., p�g. 40.

I. Considere la oraci�n del Salmo. �Por qu� reza David? No por lo que podr�amos haber orado si hubi�ramos estado en sus circunstancias. Ponte en su lugar como un fugitivo en el desierto al borde de lo que parece ruina. La mayor�a de nosotros habr�a tenido solo una oraci�n, a saber, ser levantados del fango. Pero de labios de David no surge ninguna oraci�n por una ventaja material. Lo que quiere es Dios. Su oraci�n es que Dios se acerque; a�ora a Dios como en una tierra seca y sedienta donde no hay agua.

II. Observe los elementos de su oraci�n. (1) Quiere la visi�n de Dios. La vista es la facultad regia, el m�s claro, seguro y grande de los sentidos; y como has visto a un amigo parado cerca de ti, as� ha conocido a Dios cerca de �l: traz� los rasgos del alma de Dios, lo vio en el santuario, ayudado por el resplandor y la marea de la adoraci�n. (2) Quiere el amor de Dios. Lo hab�a probado y dice que es mejor que la vida.

(3) Espera la ayuda y la protecci�n de Dios. Con innumerables enemigos, quiere una defensa infinita, la sombra de un ala, una protecci�n suave, gentil, perfecta. (4) Existe el deseo de que Dios reivindique su derecho. Esperaba y deseaba que Dios abogara por la causa de su alma, y ??en lo que �l ten�a raz�n, tomar�a su parte y le dar�a el deseo de su coraz�n.

III. Note las lecciones de esta oraci�n. (1) No se separe a la ligera de su fe en Dios. (2) Ore con m�s fervor. (3) Para poder orar, haz lo que David te dice que hizo: "Sigue con empe�o a Dios".

R. Glover, Christian World Pulpit, vol. xxx., p�g. 228.

I. Tomemos, primero, los anhelos espirituales del verdadero creyente, y se encontrar�, como regla, que tienen las siguientes caracter�sticas: (1) Son ocasionados por alguna experiencia de prueba; (2) se basan en alguna experiencia pasada de la bondad de Dios; y (3) est�n completa y finalmente satisfechos en Dios.

II. Considere el caso de los pecadores despiertos. Su desdicha es una condici�n esperanzadora si tan s�lo interpreten correctamente los anhelos de su coraz�n y vayan a la �nica fuente donde pueden estar satisfechos. Es por Dios que el alma del pecador despierto est� llorando; por tanto, cu�dese de intentar satisfacer su coraz�n con cualquier cosa que no sea Dios. Vu�lvete de Dios en el Sina� a Dios en Cristo. Escuchen a Aquel que dice: "Si alguno tiene sed, venga a m� y beba".

III. Considere los anhelos del coraz�n de los mundanos a�n no convencidos. En cada alma hay suspiros de felicidad que, si los hombres los entendieran bien, son realmente sed de Dios. Hasta que no se cure el coraz�n, todo ser� para nosotros como para el Predicador: vanidad y aflicci�n. Y esta curaci�n del coraz�n que Dios en Cristo realiza por nosotros por Su Esp�ritu Santo.

WM Taylor, The Christian at Work, 4 de septiembre de 1879.

El texto podr�a formar un lema para lo que se denomina, en la frase moderna, "religi�n personal".

I. "Dios m�o". La palabra no representa una impresi�n, deseo o vanidad humana, sino un aspecto, una verdad, una necesidad de la naturaleza divina. Cuando Dios, el Ser perfecto, ama a la criatura de Su mano, no puede dividir Su amor. Debe forzosamente amar con toda la franqueza, fuerza e intensidad de Su ser; porque �l es Dios, y por lo tanto incapaz de una acci�n parcial e imperfecta. Y por su parte, el hombre sabe que este don de S� mismo por Dios es as� �ntegro; y no con un esp�ritu estrecho de ego�smo ambicioso, sino como captando y representando el hecho literal, clama: "Dios m�o".

II. Hay dos causas dentro del alma que podr�an indisponernos para mirar m�s verdadera y m�s de cerca la verdad que tenemos ante nosotros. (1) De estas causas, la primera es moral; es el estado de pecado voluntario y sin arrepentimiento. (2) La otra causa es intelectual. Puede describirse sin ofensas como el esp�ritu subjetivo, que es una influencia tan caracter�stica y predominante en el pensamiento de nuestros d�as. En t�rminos sencillos, este esp�ritu es un ego�smo intelectual, que hace al hombre, y no a Dios, el monarca y centro del mundo del pensamiento.

III. En la verdad de que Dios nos ha creado, vemos gran parte del significado de las palabras del salmista. Pero vemos a�n m�s cuando reflexionamos que �l nos ha creado para �l mismo. Lo que ser�a ego�smo en una criatura es en el gran Creador un resultado necesario de Su perfecci�n solitaria. El conocimiento y el amor de nuestro Hacedor no es, como la complacencia de un sentimiento o un gusto, una cuesti�n de elecci�n.

Para todo hombre que mira fijamente a Dios y a la vida a la cara, es una imperiosa necesidad. No servir a Dios lo es. ser en el mundo moral lo que es una deformidad o monstruo en el mundo de la existencia animal. No se trata solo de desafiar las afirmaciones de Dios. Es ignorar las claras demandas de nuestro ser interior, violentar la gu�a m�s elevada de nuestra misteriosa y compleja vida.

HP Liddon, University Sermons, primera serie, p�g. 1.

Referencias: Salmo 63:1 . FW Farrar, En los d�as de tu juventud, p�g. 285; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 125.

Versículos 1-2

Salmo 63:1

Aviso:

I. Algunas de las caracter�sticas del culto p�blico. (1) El texto sugiere la promesa de una cercan�a especial a Dios. La expresi�n del salmista no es solo que desea ver el poder y la gloria de Dios en el santuario, sino que puede realizar la comuni�n con Dios mismo. En el santuario, David buscaba una cercan�a especial a Dios, la cercan�a de la amistad, la reconciliaci�n, la protecci�n y el amor.

(2) �Cu�l es la causa de esta cercana cercan�a a Dios en el santuario, y en qu� etapas llegamos a ella? Estas etapas son progresivas, comenzando con la mente iluminada, procediendo con la voluntad subyugada, y terminando en los afectos entregados, atray�ndonos el Cielo con sus cuerdas de amor. (3) En este deseo del salmista se indica un amor sincero a Dios, un deleite creciente en lo sagrado, un placer en la adoraci�n, porque amamos a Aquel a quien servimos. La obediencia no es obediencia si no es una ofrenda del coraz�n, una retribuci�n del amor por el amor y que encuentra en los sentimientos m�s felices de nuestra naturaleza tanto el incentivo para el deber como su recompensa.

II. N�tese el deleite que, como sugiere el texto, debemos sentir al contemplar el culto p�blico. (1) Una parte del gozo que David buscar�a en el santuario ser�a el gozo del reposo espiritual. (2) Otra parte del deleite que el salmista encontraba en la adoraci�n p�blica ser�a que dar�a mayor viveza a sus anticipaciones de la bienaventuranza de la vida venidera.

D. Moore, Penny Pulpit, No. 3166.

Referencias: Salmo 63:1 ; Salmo 63:2 . Spurgeon, Sermons, vol. xxiv., n�m. 1427; Homiletic Quarterly, vol. ii., p�g. 119.

Versículos 1-11

Salmo 63:1

Este Salmo, con su pasi�n de amor y su arrebato m�stico, es un monumento para nosotros de c�mo los dolores del escritor le hab�an tra�do una uni�n m�s estrecha con Dios, como nuestros dolores pueden hacer por nosotros, como un tesoro lavado a nuestros pies por una tormenta. mar. La clave para la disposici�n del Salmo se encuentra en la triple repetici�n de una palabra enf�tica. En el primer vers�culo leemos: "Mi alma tiene sed de ti"; en el quinto verso, "Mi alma quedar� satisfecha"; en el octavo verso, "Mi alma te sigue con determinaci�n". Estos tres puntos son los puntos de inflexi�n del Salmo; y nos muestran el anhelo del alma, el alma anhelante satisfecha y el alma satisfecha que todav�a busca.

I. Tenemos el alma anhelando a Dios. (1) Este anhelo no es el de un hombre que no tiene posesi�n de Dios. M�s bien es el deseo de un coraz�n que ya est� en uni�n con �l por una uni�n m�s estrecha; m�s bien es el apret�n de manos con que el hombre ya sostiene a su Padre en los cielos. Todo comienza con la expresi�n de una fe personal y apropiada. (2) Sobre eso se construye la b�squeda ferviente, expresada en las palabras "Temprano", es decir, "Con sinceridad", "Te buscar�", �y! el anhelo m�s intenso, respirando la pat�tica expresi�n, "Mi alma tiene sed de ti", etc.

(3) F�jate qu� es, o m�s bien qui�n es, lo que anhela el salmista. "Mi alma tiene sed de ti". Todas las almas lo hacen. Bienaventurados los que pueden decir: "T� eres mi Dios". (4) F�jense cu�ndo fue que este hombre anhelaba tanto. Fue en medio de su dolor. (5) Este anhelo, aunque vencido por el dolor, no se lo impone por primera vez el dolor. El anhelo que brota de su coraz�n es un anhelo antiguo: "As� te he contemplado en el santuario, para ver tu poder y tu gloria.

"(6) Este anhelo est� animado por una profunda conciencia de que Dios es lo mejor:" Porque tu bondad amorosa es mejor que la vida ". (7) Este anhelo va acompa�ado de una firme determinaci�n de perseverancia:" As� te bendecir� mientras Yo vivo."

II. En la segunda parte del Salmo, que se incluye en los siguientes tres vers�culos, tenemos el alma anhelante satisfecha. (1) El fruto de Dios es contempor�neo con el deseo de Dios. (2) El alma que posee a Dios se alimenta por completo. (3) El alma satisfecha rompe con la m�sica de alabanza. (4) Esta satisfacci�n conduce a una esperanza triunfante. El pasado del alma que busca es la garant�a segura de su futuro.

III. La secci�n final del Salmo nos da el alma satisfecha que todav�a sigue a Dios. La palabra traducida "sigue" aqu� significa literalmente aferrarse o aferrarse. (1) "Mi alma sigue a Dios". El deseo expande el coraz�n; la posesi�n expande el coraz�n. M�s de Dios viene cuando podemos retener m�s de �l, y el fin de toda fruici�n es el deseo renovado despu�s de una fruici�n adicional. (2) Tambi�n hay aqu� muy bellamente la cooperaci�n y la acci�n rec�proca del alma que busca y el Dios sustentador.

Aguantamos y nos retienen. (3) El alma que as� se separa y sigue est� dotada de una certeza prof�tica. La certeza de David de la destrucci�n de sus enemigos es la misma seguridad triunfante, en un nivel espiritual inferior, como el toque de trompeta de victoria de Pablo: "�Qui�n nos separar� del amor de Cristo?" etc.

A. Maclaren, Cristo en el coraz�n, p�g. 243.

Referencias: Salmo 63:2 . G. Brooks, Outlines of Sermons, p�g. 251. Salmo 63:3 . JM Neale, Sermones sobre pasajes de los Salmos, p�gs. 162, 170. Salmo 63:7 .

H. Allon, congregacionalista, vol. viii., p�gs. 305, 820; J. Armstrong, Parochial Sermons, p�g. 76; Homiletic Quarterly, vol. ii., p�g. 559; WM Statham, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 214. Salmo 63 A. Maclaren, Life of David, p�g. 250. Salmo 65:1 ; Salmo 65:2 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., No. 1023.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 63". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/psalms-63.html.