Bible Commentaries
Apocalipsis 19

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

Versículo 6

Apocalipsis 19:6

La Cena de las Bodas del Cordero.

I. Al pueblo de Dios se le mira de dos maneras. Primero, como formando un gran cuerpo: el cuerpo de Cristo, la Iglesia. Bajo esta luz, toda la Iglesia es la esposa del Cordero. En segundo lugar, como una gran multitud de creyentes separados, considerados ahora como invitados a la gran cena de bodas de su Se�or. Ambas partes de esta sagrada visi�n tienen su contraparte completa en otras porciones de las Escrituras. Por un lado, encontramos muchos pasajes en los que se habla de toda la Iglesia junta como la esposa de Cristo, la Reina que reinar� al lado del Rey en el cielo; Por otro lado, no faltan pasajes que hablan de la gran fiesta de bodas en la que los cristianos, ahora considerados uno por uno, deben sentarse a comer en el reino de los cielos, recibidos a la cena de bodas del Rey, cada uno en su propio traje de boda de arrepentimiento y fe.

II. As� como la Iglesia est� representada, por un lado, como una sola, la esposa de Cristo, la esposa del Cordero, que se ha preparado, as� debemos tener mucho cuidado de mantenernos en la Iglesia, de aferrarnos a la unidad de la Iglesia, para que no tengamos parte ni porci�n en la inefable bienaventuranza de la esposa de Cristo. Como, por otro lado, se representa a los cristianos como si fueran recibidos uno a uno en las bodas del Cordero, as� debemos recordar que, adem�s de aferrarse a la Iglesia de Dios y formar parte de la unidad de la reina esposa de Cristo , nosotros mismos debemos ser invitados aptos para esa fiesta celestial, y vivir y morir con ese atuendo limpio y blanco, ese vestido de bodas de arrepentimiento y fe, que es el �nico que puede darnos la admisi�n a ella,

G. Moberly, Brighstone Sermons, p�g. 292.

Versículo 9

Apocalipsis 19:9

I. Parece trazarse una distinci�n entre "las bodas" y la "cena de las bodas" del Cordero. "El matrimonio" tiene lugar ahora; "la cena de las bodas" seguir� poco a poco. "El matrimonio" es ese acto de uni�n entre cada alma y Cristo cuando el alma, atra�da por el amor de Dios y dispuesta por su gracia, se une y se hace una con el cuerpo m�stico de Cristo; "la cena de las bodas" ser� la celebraci�n p�blica y la gloriosa consumaci�n de esa uni�n.

Por tanto hay diferencias. "El matrimonio" aqu�, bendito y hermoso como es, tiene sus problemas y su separaci�n. El alma tiene que dejar, no sin dolor, lo que alguna vez le fue muy querido. Y algo de miedo no puede ayudar a mezclarse incluso donde prevalece el amor. Pero en la "cena de bodas" ser� todo uni�n y no separaci�n; y no habr� lugar para la sombra de un miedo all�.

II. "El matrimonio" aqu� es un acto individual. Una a una, cada una como Dios elija, una aqu� y otra all�, las almas se entregan a Cristo. "La cena de las bodas" ser� la solemnidad de la colaboraci�n colectiva de toda la Iglesia, una y otra, con Jes�s. "El matrimonio" aqu� al menos, por lo que a veces parece que el coraz�n del pobre cristiano es capaz de disolverse nuevamente; pero cuando llegue la "cena de bodas", �a qui�n se le ocurrir� romper el lazo? En "el matrimonio" aqu�, por real y perfecto que sea, hay intervalos de distancia, estaciones en las que no hay uni�n entre el alma y Aquel a quien ama; pero en la "cena de las bodas" la presencia sentida y visible de Cristo ser� por los siglos de los siglos.

En "el matrimonio" aqu� hubo muchos que, aunque verdadera e indisolublemente unidos a Cristo, sin embargo, a menudo les parec�an a los dem�s y les parec�an a s� mismos no ser Suyos. El mundo no los reconoci�; la Iglesia no los reconoci�; no se reconocieron a s� mismos. Pero en "la" cena de las bodas "no habr� malentendidos. Cristo habr� proclamado a los suyos, y todo el universo lo confesar� a �l ya sus santos.

J. Vaughan, Fifty Sermons, 1874, p�g. 289.

Versículo 10

Apocalipsis 19:10

Cristo, el tema de la profec�a.

I. Las palabras de nuestro texto fueron dirigidas por un �ngel al evangelista Juan. Son muy grandes y generales; no se hace ninguna excepci�n. Cualquiera que sea el tema de la predicci�n, el texto lo declara como un testimonio para �l; Cualquiera que sea el profeta, ser� contado entre los que dieron testimonio de Jes�s. De hecho, las palabras pueden invertirse con igual equidad, y su significado ser� a�n m�s evidente: "El esp�ritu de profec�a es el testimonio de Jes�s.

"Seg�n esta lectura, la profec�a, por variable que sea y sea cual sea su tema inmediato, tiene un solo objeto: el de dar testimonio de Cristo. As� tambi�n San Pedro, en su discurso a Cornelio, dice del Redentor:" A �l dale todo los profetas testifican que por su nombre todo aquel que en �l cree, recibir� la remisi�n de los pecados. "Y sin embargo, indudablemente hay muchas predicciones de la Biblia en las que no podemos profesar encontrar un testimonio estricto de Cristo; y si nos referimos a cada profeta para encontrar una predicci�n expresa cumplida en Cristo, probablemente deber�amos estar algo perdidos.

Los escritos, por ejemplo, de Nahum y Sofon�as parecen no contener nada que equivalga a una profec�a distinta del Mes�as. Indudablemente hay alusiones a los tiempos del Evangelio, pero no hay una declaraci�n prof�tica de la que tengamos que decir que pertenece expresamente a la persona y obra del Mediador. Y, sin embargo, es evidente de nuestro texto que algo puede extraerse de estos profetas, as� como de Isa�as, quien esboza con tan maravillosa precisi�n todo lo que le ocurrir� al Mes�as.

Veamos, entonces, c�mo se puede hacer frente a esto. Tomemos en nuestras manos a los profetas del Antiguo Testamento, y examinemos si de una forma u otra no dan tal testimonio de Jes�s que corrobore la afirmaci�n: "El esp�ritu de profec�a es el testimonio de Jes�s". Si la profec�a contribuy� a introducir y sostener una dispensaci�n que convirti� a los jud�os en los grandes heraldos del mundo de un Libertador que nacer�a en el cumplimiento de los tiempos, no puede haber nada m�s claro que que, al delinear las profec�as nacionales, los profetas realizaron el parte de los testigos de Cristo, de modo que, ya sea que hablaran de lo que suceder�a en Jerusal�n o vertieran sus tensiones en descripciones de las victorias y derrotas de las naciones paganas,

"El tema inmediato de la profec�a puede ser, de hecho, el asedio de una ciudad o el derrocamiento de un estado; pero para nosotros, al menos, que somos privilegiados con toda la revelaci�n, es evidente que la ciudad sitiada o el estado derrocado representa conquistas a�n m�s poderosas y victorias m�s estupendas. En las ruinas de Babilonia se nos ense�a a contemplar la derrota del anticristo; de modo que, como los antiguos profetas atraviesan las tierras que fueron habitadas por los enemigos de Israel, y anuncian la venganza por la cual deber�an ser derrocados r�pidamente, escuchamos las tensiones que hablan de liberaciones que deben ser concedidas al pueblo de Cristo y efectuadas por la interferencia de Cristo.

�Entonces que? Es posible que hayan pasado siglos desde que los profetas tocaron las cuerdas de la historia de la batalla y la conquista. Es posible que las notas de sus acordes no les dijeran nada a los oyentes de Jerusal�n, salvo la marcha y la derrota de alg�n monarca ante cuyo poder temblaban; pero escuchamos en cada una de sus efusiones el avance irresistible del Se�or nuestro Redentor, y sabiendo que es el Capit�n de nuestra salvaci�n apareciendo al final como el Libertador de Su Iglesia a quien aclaman como "viniendo de Edom con vestiduras te�idas de Bosra, "Damos nuestro asentimiento a la exactitud de la descripci�n:" El esp�ritu de profec�a es el testimonio de Jes�s ".

II. La verdadera idea de profec�a, una idea que debe tenerse constantemente en cuenta mientras examinas las predicciones de las Escrituras, se deriva de esta verdad: "que en todos los profetas" Cristo hall� las cosas que le conciernen. Los hombres tienden a asumir como �nico prop�sito de una profec�a el dar aviso a los hombres de alg�n evento venidero. No buscan ning�n prop�sito ulterior y, por lo tanto, se sorprenden si la profec�a parece oscura cuando ha ocurrido el evento, o si la correspondencia entre los dos no es del todo exacta; y ciertamente las predicciones de las Escrituras no siempre responder�n a las pruebas que los hombres creen que es justo imponer.

Muchas de estas profec�as siguen siendo misteriosas, aunque conocemos su cumplimiento; y los hechos a que se refieren otros apenas guardan proporci�n con los t�rminos en que se anuncian. Pero todo esto debe explicarse por el hecho de que "el esp�ritu de profec�a es el testimonio de Jes�s". Si hubiera sido el negocio de un profeta simplemente decirle a los hombres de antemano el tema de un asedio o una batalla, podr�a haberse esperado, y probablemente deber�amos haber encontrado, que toda la oscuridad en la descripci�n habr�a sido eliminada por el hecho, y que los dos hubieran correspondido en todos los detalles; pero si, por otro lado, el objeto de la profec�a es decir a los hombres de antemano sobre el asedio o la batalla, pero para dar forma a la predicci�n de que tambi�n dar� testimonio de Cristo, puede esperar justamente que,

De hecho, hay mucho que despertar nuestra admiraci�n cuando estudiamos los eventos predichos y los comparamos con eventos en los que encuentran su cumplimiento. Poder, como lo somos en una variedad de casos, leer la suerte de las naciones tanto en la profec�a como en la historia, esto proporciona al cristianismo un milagro permanente, y nos coloca en una posici�n ventajosa en nuestros combates con la infidelidad, como si pudi�ramos hacerlo. apelar al poder obrador de maravillas que a�n posee la Iglesia.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2687.

Versículo 11

Apocalipsis 19:11

Luchando por Dios.

I. Si vamos a luchar seriamente contra el mal, debemos odiarlo nosotros mismos. Odiar el mal no es tan f�cil como antes. A medida que las personas se civilizan y las vidas se vuelven c�modas, el mal es lo suficientemente astuto como para ocultar sus rasgos m�s desagradables y pedir la ayuda de muchos aliados poderosos, como la buena naturaleza, el sentido com�n, la caridad e incluso la filosof�a, para decir una palabra. palabra en su nombre. Entre ellos se las ingenian para producir un retrato muy indulgente del mal, y para representarlo como una debilidad amable, o una tentaci�n irresistible, o un desliz convencional, o incluso un bien imperfecto y subdesarrollado.

Y cuanto m�s miramos caricaturas del mal tan amables pero realmente imp�as, m�s dif�cil se vuelve para nosotros odiarlo. Las palabras de San Pablo parecen exageradas: "Aborreced lo malo; ap�gate a lo bueno".

II. Tenga en cuenta dos de las principales dificultades que probablemente debiliten nuestro coraje y nos hagan desanimados en nuestra lucha contra el mal. Hay, por supuesto, muchos de ellos, pero seleccionar� s�lo dos. (1) Hemos le�do acerca de ese legendario "Caballero de Dios", en cuyos labios el poeta ha puesto las nobles palabras,

"Mi fuerza es como la fuerza a menudo,

Porque mi coraz�n es puro ".

�Pobre de m�! la triste raz�n por la que nuestra fuerza es a menudo un poco mejor que la de un cobarde es porque nuestro coraz�n no es puro. (2) El segundo obst�culo es este: la fantas�a de que estamos casi solos en nuestro deseo de un mejor estado de las cosas, y que la masa de quienes nos rodean son indiferentes u hostiles. Por tanto, la empresa parecer� desesperada. Recuerde, Dios no le pide que tenga �xito; Solo te pide que lo intentes. Y toda la historia nos dice que todas las mejores cosas que se han hecho en el camino de las reformas morales las han hecho las minor�as, la fuerza perfeccionada en la debilidad, la fe de unos pocos triunfando sobre el estancamiento o la oposici�n de los n�meros. Este es el dispositivo, escrito con letras de oro, muchas veces con letras de sangre, sobre el frente de todas las grandes causas. "Dios ama", se ha dicho, "no edificar sobre nada".

HM Butler, Harrow Sermons, segunda serie, p�g. 266.

Referencias: Apocalipsis 19:11 . Spurgeon, Sermons, vol. xxv., n�m. 1452; C. Kingsley, Westminster Sermons, p�g. 202. Apocalipsis 19:12 . Spurgeon, Sermons, vol. v., n�m. 281; RW Dale, Christian World Pulpit, vol. iv., p�g. 353.

Versículo 16

Apocalipsis 19:16

Cristo el Soberano Universal.

I. El t�tulo del texto testifica de las cualidades reales y permanentes de Cristo. El verdadero rey no es simplemente el hombre que reina, sino cuyas cualidades lo distinguen para el dominio. �l es, como indica el t�tulo mismo, el mejor regulador, o, como decimos en nuestro habla sajona, el hombre que puede, el hombre capaz, el hombre que puede mandar, no simplemente porque puede dominar la fuerza bruta que obliga al hombre. d�bil para someterse, pero las cualidades sabias y buenas que hacen que sea un privilegio obedecerle, y que muestra a los hombres lo que es conveniente y mejor para ellos hacer.

Cristo es el Rey ideal del mundo, el objeto de todos sus anhelos, ya sean relatados en una historia o expresados ??en una canci�n. Sus h�roes fabulosos o los verdaderos reyes a quienes m�s ha honrado, casi deificando a algunos de ellos, por el bien que han conferido a su pueblo, existieran o no, como se ven a trav�s de la bruma que la distancia y el romance han rodeado. para ellos estos hombres, en la medida en que eran buenos, no son m�s que tipos oscurecidos y sombr�os del todo perfecto. �l combina en s� mismo todo lo que hab�a en ellos de realeza, mientras que est� exento de todas las imperfecciones por las cuales se estrope� su car�cter real.

II. Entonces, nuevamente, el pasaje afirma Su control sobre el m�s poderoso y exaltado de los hombres, porque aunque Su dominio no es tan extenso como est� destinado a ser, y el t�tulo que �l lleva no ha alcanzado a�n su significado m�s completo, es Sin embargo, es cierto que incluso ahora ejerce control sobre los reyes de la tierra. Ya sea que reconozcan o no Su autoridad, todav�a est�n bajo Su dominio.

III. Este t�tulo predice Su dominio universal, y al hacerlo, no hace m�s que coincidir con otras Escrituras, que, por mucho que difieran en cuanto a los medios por los cuales se debe lograr una consumaci�n tan deseable, son uno en la creencia de que el mismo Se�or que gobierna en la naturaleza y en la providencia est� todav�a por extender Su dominio y ser el Rey reconocido sobre toda la tierra.

W. Landels, Penny Pulpit, Nueva Serie, No. 313.

Referencias: Apocalipsis 20:1 . Homilista, tercera serie, vol. VIP. 162. Apocalipsis 20:4 . Spurgeon, Sermons, vol. vii., No. 391. Apocalipsis 20:11 ; Apocalipsis 20:12 . Revista homil�tica, vol. xiii., p�g. 70.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 19". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/revelation-19.html.