Bible Commentaries
San Juan 21

Comentario popular de Schaff sobre el Nuevo TestamentoComentario del NT de Schaff

Versículo 1

Juan 21:1 . Despu�s de estas cosas Jes�s se manifest� de nuevo a los disc�pulos en el mar de Tiber�ades, y as� se manifest�. Las palabras 'despu�s de estas cosas' son indefinidas y no arrojan luz sobre la duraci�n del intervalo que transcurri� entre la �ltima y la presente aparici�n de Jes�s. El punto sobre el que llama la atenci�n el evangelista es que tenemos aqu� otra 'manifestaci�n' de s� mismo por parte del Salvador resucitado, similar a las dos mencionadas en el cap�tulo anterior (comp.

cap. Juan 21:14 ). Lo que tenemos ante nosotros, por lo tanto, no es simplemente el hecho de que Jes�s se mostr� a los disc�pulos, sino que se exhibi� en una gloria que el ojo natural no podr�a haber discernido (ver cap. Juan 2:11 ). Fue 'en el mar de Tiber�ades', es decir, el mar de Galilea, donde tuvo lugar la manifestaci�n.

Los primeros evangelistas no lo relatan, pero dan el mensaje de nuestro Se�or a sus disc�pulos indic�ndoles que vayan a Galilea, porque all� lo ver�n ( Mateo 28:10 ; Mateo 28:16 ; Marco 16:7 ). Juan no nos habla del mensaje, pero relata el encuentro. Seguramente tales avisos por parte de diferentes historiadores son complementarios, no discordantes.

Versículos 1-14

La autenticidad y autenticidad del cap�tulo en el que ahora entramos ha sido muy cuestionada; mientras que muchos, que admiten que Juan es el autor del cap�tulo, ven en �l no tanto una parte org�nica de su obra original como una secci�n a�adida en una fecha posterior, pero antes de que el Evangelio haya pasado m�s all� del primer c�rculo de sus lectores. Los principales argumentos presentados por los defensores de estos dos puntos de vista son, (1) Que en el cap.

Juan 20:30-31 , tenemos lo que obviamente es el cierre del Evangelio; y (2) que ciertas expresiones de este cap�tulo, particularmente las de Juan 21:24-25 , son inconsistentes con la idea de una paternidad literaria de Johan nueve. En un comentario como este no podemos discutir el tema en detalle, ni valernos de consideraciones que dif�cilmente se puede esperar que el lector ingl�s aprecie. Unas pocas palabras, por lo tanto, sobre los dos puntos antes mencionados deben ser suficientes.

En cuanto a la primera de estas hip�tesis, ese cap. 21 no fue escrito por Juan, no necesitamos decir m�s que se opone a toda la evidencia que poseemos, ya sea externa o interna. Sus defensores, por tanto, han sido pocos en n�mero en comparaci�n con los que han aceptado el cap�tulo como genuino. Con esto �ltimo estamos de acuerdo, abrigando sin duda que los primeros veintitr�s versos son en todo caso de la mano del Ap�stol: de Juan 21:24-25 hablaremos cuando lleguemos a ellos.

Es m�s dif�cil decir si el cap�tulo es una parte constitutiva del plan original, o un Ap�ndice a�adido despu�s de que el Evangelio hab�a sido terminado, y cuando hab�a pasado un per�odo de tiempo m�s largo o m�s corto. Se trata de una cuesti�n que debe determinarse principalmente teniendo en cuenta el contenido del cap�tulo. Cuando se hace esto, parece haber pocas razones para dudar de que tenemos aqu� un ep�logo correspondiente al pr�logo, y no menos que este �ltimo perteneciente propiamente a la estructura org�nica del Evangelio como un todo.

Consideremos por un momento la idea particular que desarrolla el cap�tulo. Esa idea no es simplemente una nueva ilustraci�n de la gloria de la vida posterior a la resurrecci�n del Redentor. Si no fuera m�s que esto, deber�amos admitir de inmediato que el cap�tulo es, en el mejor de los casos, un Ap�ndice del Evangelio. Ser�a imposible pensar que, despu�s de haber escrito las palabras del cap. Juan 20:30-31 , el evangelista debe pasar inmediatamente a otra ilustraci�n del mismo pensamiento.

Sin duda, la idea de la que hablamos est� involucrada en la primera narraci�n del cap�tulo, que se afirma claramente que es una 'tercera' manifestaci�n de S� mismo por el Se�or Resucitado ( Juan 21:14 ), y as� se coloca, en un sentido al menos, en la misma l�nea que las dos manifestaciones precedentes del cap. 20. Sin embargo, una consideraci�n atenta de esa narraci�n mostrar� que la gran verdad que el evangelista ve en ella es el gozo que Jes�s brinda a sus disc�pulos en relaci�n con la obra que realizan para la conversi�n del mundo, que el pensamiento dominante que le presenta no es meramente la gloria del Se�or Resucitado, sino la gloria de la obra cristiana tal como se realiza a trav�s de �l, y sus frutos se disfrutan con �l.

Si esta es la idea de la primera parte del cap�tulo, encontraremos, cuando lleguemos al comentario, que sus partes segunda y tercera, relativas a los dos ap�stoles Pedro y Juan, son mucho m�s que simples narraciones de hechos. Conducen los pensamientos al trabajo apost�lico ya la acci�n cristiana, ya la espera de la segunda venida del Se�or. As�, se nos presentan tres ideas principales en el cap�tulo, que tal vez se describan as� (1) El gozo mutuo del Se�or Resucitado y Sus disc�pulos en el cumplimiento exitoso de la obra de Cristo, Juan 21:1-14 ; (2) La obra del testimonio apost�lico y cristiano entre la resurrecci�n de Jes�s y su segunda venida, Juan 21:16-19 ; (3) La Segunda Venida misma, Juan 21:20-23 .

Si ahora comparamos estos tres pensamientos con los pensamientos principales del Pr�logo, la correspondencia parecer� cercana y notable. En el Pr�logo, as� como aqu�, se profundiza en tres temas principales: (1) El Verbo con Dios, el Hijo con el Padre, en Sus manifestaciones generales antes de Su Encarnaci�n, Juan 21:1-5 ; (2) El testimonio de Aquel que hab�a de venir, que culmin� en Juan, el representante del testimonio del Antiguo Testamento, Juan 21:6-13 ; La venida de Jes�s al mundo, Juan 21:14-18 . En otras palabras, tenemos en las partes de apertura y cierre del Cuarto Evangelio

I. EL PR�LOGO CON SUS TRES PENSAMIENTOS.

1. La Luz de la que se debe ser testigo, tal como aparece en su plenitud y poder internos. 2. La preparaci�n por testimonio para esa Luz 3. La venida de la Luz.

II. EL EP�LOGO CON SUS TRES PENSAMIENTOS.

1. El Redentor a quien se debe testimoniar, tal como aparece en el gozo de la obra exitosa y cumplida. 2. La preparaci�n del mundo para ese gozo por la obra del testimonio. 3. La Segunda Venida.

La exposici�n detallada de estos pensamientos aparecer� en el comentario. Mientras tanto, hemos dicho lo suficiente para justificar nuestra consideraci�n del cap. 21 como Ep�logo, como parte integrante del organismo del Evangelio tal como lo tenemos, su S�ptima y �ltima gran secci�n.

Esta �ntima conexi�n del cap�tulo con el plan general del Evangelio es el punto de verdadera importancia, y es en esto en lo que queremos insistir. Si el Ep�logo form� parte del Evangelio desde los primeros tiempos o fue a�adido por el ap�stol en una fecha posterior, es una cuesti�n subordinada, ya la que naturalmente se dar�n diferentes respuestas. Hay peculiaridades del lenguaje y de la estructura que parecen favorecer decididamente la �ltima suposici�n.

Por otro lado, ciertamente deber�amos esperar que, si el Evangelio circulara alguna vez en dos formas (con y sin el Ap�ndice), el �ltimo cap�tulo estar�a ausente de algunos de nuestros manuscritos antiguos, o en todo caso se encontrar�a ocasionalmente separado. del resto De hecho, es posible que el Evangelio, en su forma m�s breve, se limite a un c�rculo muy limitado de cristianos y se publique para uso general solo cuando est� completo.

Tal vez pueda decirse que, de esta forma, la teor�a del Ap�ndice cumple las condiciones del caso. Toda la estructura de la narraci�n en la que ahora entramos muestra que, a los ojos del evangelista, no es solo historia sino par�bola . Como, por lo tanto, es con una mente viva al significado espiritual de la escena que Juan describe lo que realmente sucedi�, se puede buscar un significado especial en las expresiones que emplea.

Versículo 2

Juan 21:2 . Estaban juntos Sim�n Pedro, y Tom�s llamado D�dimo, y Natanael de Ca�a de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus disc�pulos. Es dudoso que las siete personas aqu� referidas est�n dispuestas, como se supone a menudo, en dos grupos, uno de tres y el otro de cuatro miembros.

Puede haber significado en la menci�n de Tom�s como ahora (despu�s del cap�tulo 20) completamente unido a sus hermanos Ap�stoles, y en el hecho de que Natanael (comp. cap. Juan 1:51 ) est� asociado con el milagro.

Versículo 3

Juan 21:3 . Sim�n Pedro les dice: Voy a pescar. Le dijeron: Nosotros tambi�n venimos contigo. Salieron y entraron en la barca, y aquella noche no echaron mano a nada. Es poco probable que en esto los disc�pulos pensaran en otra cosa que no fuera la provisi�n de sus necesidades temporales. Para John, sin embargo, hay m�s en su acto que esto.

Su palabra 'sali�' nos lleva inmediatamente a sentir que �l ve en su marcha la gu�a providencial de Dios (comp. notas sobre el cap. Juan 18:1 ; Juan 18:4 ). No es un evento ordinario: ilustrar� ese plan divino para la salvaci�n de los hombres que se llev� a cabo a trav�s de Aquel que 'sali�' de Dios.

Adem�s, as� como una vez antes Pedro y algunos de sus compa�eros hab�an sido llamados del trabajo de la pesca a la primera etapa de su apostolado ( Lucas 5:1-11 ), as� �l y los que estaban con �l ser�an llamados de una escena similar a esa etapa superior en la que ahora van a entrar. En el hecho de que Pedro fuera el primero en hacer la propuesta, dif�cilmente podemos dejar de ver los elementos de ese car�cter que le dieron la prominencia que luego tuvo en la Iglesia del Redentor.

�l es el resorte que mueve a todo el grupo apost�lico; �l propone, y los otros dicen, 'Nosotros tambi�n vamos contigo.' Sin embargo, se pueden encontrar escritores que insisten en que un gran objetivo del Cuarto Evangelio es despreciar a Pedro en comparaci�n con Juan, �uno de esta misma compa��a! Los siete salen por la 'noche' (la hora habitual para pescar), pero no pescaron nada. No hay raz�n para pensar que la temporada fue desfavorable; pero no tuvieron �xito. La palabra usada para 'atrapar' es digna de menci�n. Significa agarrar, y no parece que se use en otra parte en el sentido de pescar.

Versículo 4

Juan 21:4 . Pero cuando ya llegaba la ma�ana, Jes�s se par� en la orilla; los disc�pulos, sin embargo, no sab�an que era Jes�s. Pas� la noche y empez� a despuntar el d�a. Entonces Jes�s se par� en la orilla, pero no lo reconocieron, puede ser que la luz era insuficiente, puede ser que a�n no era su deseo que lo conocieran.

Versículo 5

Juan 21:5 . Entonces Jes�s les dice: Hijitos, �ten�is algo de comer? Ellos le respondieron: No. Es casi imposible imaginar que la palabra 'hijos' se usa aqu� porque Jes�s se est� dirigiendo a s� mismo como 'un maestro para sus trabajadores', o porque lo es. Hablando con la dignidad de un superior. Es una palabra de ternura y cari�o.

Al mismo tiempo, quiz�s tenga un significado m�s profundo, ya que la palabra 'hermanos' del cap. Juan 20:17 , que ahora expresa la relaci�n de Jes�s con sus disc�pulos, m�s bien conduce directamente a la suposici�n de que, en cierto sentido, �l habla como Uno que est� en pie de igualdad con ellos. Hay al menos una sorprendente coincidencia entre la palabra ('hijos') que se usa aqu� y la que se usa en Hebreos 2:13 ( Isa�as 8:18 ).

El que habla est� ocupado en la misma ocupaci�n, ocupa la misma posici�n, est� llamado al mismo trabajo que ellos. La pregunta que hace es importante, especialmente la palabra que en la Versi�n Autorizada se traduce como 'carne', pero que nosotros hemos traducido por 'comer'. Porque as� observamos el verdadero punto de la pregunta, no, '�Has pescado ?' sino, '�Tienes pescado para comer?' El t�rmino, sin embargo, se usaba com�nmente para los peces.

Aqu� parece referirse a la provisi�n de pescado que tomaban para comer cuando comenzaron. Conviene advertir tambi�n que, como lo muestra la forma particular de la pregunta, es la comida lo que est� ante la mente de Jes�s: s�lo cuando vemos esto alcanzamos el verdadero punto de vista desde el cual contemplar la narrativa completa. A la pregunta de Jes�s, los disc�pulos responden: 'No'. Reconocen as� la inutilidad de sus trabajos y su necesidad de m�s luz y gu�a.

Versículo 6

Juan 21:6 . Y les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallar�is. Echaron, pues, y no tuvieron m�s fuerza para sacarla por la multitud de peces. compensaci�n Lucas 5:6 .

Versículo 7

Juan 21:7 . Aquel disc�pulo, pues, a quien Jes�s amaba, dice a Pedro: Es el Se�or. Entonces, cuando Sim�n, el mismo Pedro, oy� que era el Se�or, se ci�� la falda (porque estaba desnudo) y se arroj� al mar. Que el incidente as� relatado de cada uno de los dos ap�stoles est� en armon�a con todo lo dem�s que sabemos de ellos sorprende a todos los lectores.

Solo es necesario se�alar que el mismo Juan nos da una muestra de su deseo de que veamos en la acci�n de Pedro una ilustraci�n de ese car�cter que apareci� en toda su carrera posterior. No lo llama simplemente Sim�n Pedro; pero, como en el cap. Juan 18:10 , interpone una palabra entre los dos nombres, 'Sim�n, por lo tanto, Pedro.' Tan pronto como Pedro oy� que era el Se�or, se ci�� la t�nica, "porque estaba desnudo".

No hay raz�n para pensar que la desnudez de la que as� se habla fuera absoluta. El uso del t�rmino es consistente (en griego como en el idioma de la vida com�n en Escocia hasta el d�a de hoy) con ropa parcial. El ce�ido probablemente no pase desapercibido. Fue as� que en Juan 13:4-5 , nuestro Se�or se prepar� para el servicio: Su ap�stol, al prepararse para el servicio activo de su Maestro, debe hacer lo mismo.

Versículo 8

Juan 21:8 . Pero los otros disc�pulos ven�an en la barca (que no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos) arrastrando la red de peces. Mientras Pedro toma la delantera, lanz�ndose impetuosamente al agua (comp. Mateo 14:29 ), sus condisc�pulos llegan a tierra m�s lentamente.

Sin embargo, en realidad no desembarcan la red: solo la arrastran hasta la orilla. El desembarco est� reservado para el que ha mostrado mayor seriedad y actividad. Ahora todo procede directamente hacia el punto culminante de la narraci�n, la comida.

Versículo 9

Juan 21:9 . Cuando, por tanto, salieron a tierra, vieron un fuego de carb�n puesto all�, y un pez puesto sobre �l, y un pan. No se da ninguna indicaci�n de d�nde se hab�a obtenido la llanta de carb�n, o c�mo se hab�a llevado all�. Los pensamientos del evangelista est�n tan enteramente ocupados con la comida, que no tiene importancia para �l dar explicaciones sobre tales puntos.

�l desea que fijemos nuestra atenci�n en un hecho: Jes�s proporciona la comida, ya sea milagrosamente o de alguna manera ordinaria, �l no la pide. Es imposible no notar las palabras 'un pez' y 'un pan', no 'pez' y 'pan': el contraste con 'los peces' de Juan 21:10 obviamente est� dise�ado.

Versículo 10

Juan 21:10 . Jes�s les dice: Traed de los peces que ahora hab�is echado mano. La comida, por lo tanto, consiste en materiales proporcionados por la acci�n conjunta de Jes�s y sus disc�pulos.

Versículo 11

Juan 21:11 . Entonces subi� Sim�n Pedro, y sac� la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y para todos hab�a tantos, sin embargo, no era la renta neta. Nuevamente Pedro aparece en todo el protagonismo de su car�cter y obra, el l�der de la compa��a apost�lica. Los peces llevados a la orilla por medio de la red eran 'grandes': sin embargo, ni por su padre ni por su n�mero se desgarraba la red. No se perdi� ning�n pez. (Ver m�s abajo).

La comparaci�n de este milagro con el de la corriente de peces en Lucas 5:4-7 proporciona varios puntos de contraste, y al mismo tiempo resalta y confirma lo que todav�a tenemos que hablar como el significado interno de la secci�n que tenemos ante nosotros. De estos, los m�s interesantes son que los peces son todos grandes y buenos, y est�n numerados; en la narraci�n anterior no tenemos tales afirmaciones.

En el primero, tambi�n, la red se estaba rompiendo: aqu� 'la red no se rasg�'. Todos los contrastes apuntan a la diferencia entre un ministerio de prueba con un Se�or sufriente y un ministerio de triunfo con un Se�or glorificado.

Versículo 12

Juan 21:12 . Jes�s les dijo: Id y desayunad. No se registra el hecho de llevar el pescado de la red al fuego. El evangelista se apresura al punto principal de su narraci�n. Jes�s da la invitaci�n a la comida, y es aceptada.

Ninguno de los disc�pulos se atrevi� a preguntarle: �Qui�n eres t�? sabiendo que era el Se�or. El asombro y la reverencia les impidieron preguntarle a Jes�s qui�n era �l (comp. cap. Juan 4:27 ). Hicieron lo que les dijeron.

Versículo 13

Juan 21:13 . Jes�s viene y toma el pan, y les da, y tambi�n el pescado. Podr�amos haber esperado leer sobre los 'peces' en lugar del 'pez', porque la comida preparada debe haber incluido una porci�n de los 'peces' de Juan 21:10 as� como el 'pez' de Juan 21:9 . Sin embargo, es tal la importancia que el evangelista atribuye a este �ltimo que habla de �l solo, y no hace m�s alusi�n a los dem�s.

Versículo 14

Juan 21:14 . Esta es ahora la tercera vez que Jes�s se manifest� a los disc�pulos, despu�s de que resucit� de entre los muertos. Es la tercera 'manifestaci�n', aunque la cuarta aparici�n, del Se�or Resucitado que se ha descrito. La aparici�n a Mar�a Magdalena en el cap. Juan 20:16 no se cuenta, ya sea porque s�lo conten�a el mensaje preparatorio sobre el estado en que se encontraba Jes�s, o porque no se hizo (como los tres siguientes) a compa��as de ap�stoles y disc�pulos, sino a uno solo. disc�pulo.

El hecho de que se diga que la presente manifestaci�n es la tercera no excluye las otras apariciones del Salvador resucitado registradas por los primeros evangelistas. Es simplemente el tercero en la enumeraci�n del propio Juan, el tercero en esa selecci�n de las diferentes manifestaciones que hab�a cre�do conveniente hacer. Debe notarse que la repetici�n de la palabra 'manifestado' (comp. Juan 21:1 ) muestra que la palabra se usa intencionalmente.

Expresa m�s que el hecho de que Jes�s se mostr� despu�s de su Resurrecci�n. En estas manifestaciones �l realmente se revel� a S� mismo a partir del estado enteramente nuevo que hab�a comenzado en la Resurrecci�n. As� como cuando se 'manifest� en la carne' fue diferente de lo que hab�a sido antes, y revel� su gloria con el ropaje de una humanidad d�bil y sufriente, as� en su manifestaci�n de s� mismo en este momento fue diferente de lo que hab�a sido cuando vestido con la humildad que hab�a asumido por una temporada.

Esa bajeza ha sido puesta a un lado: �l sigue siendo Jesucristo Hombre, pero glorificado. Lo vemos ahora bajo un nuevo aspecto, y en un nuevo punto de Su historia. Esta consideraci�n nos ayudar� a comprender la conexi�n de los dos p�rrafos siguientes del cap�tulo y su lugar en el organismo del Evangelio.

Antes de pasar, sin embargo, es necesario decir unas palabras sobre el sentido interior de este milagro, sobre la luz con que el mismo Se�or quiso que se mirara, y con que el evangelista lo presenta. Remitiendo a nuestros lectores a los comentarios generales hechos sobre Juan 2:11 , observamos que aqu�, como all�, el milagro debe ser visto no solo hist�ricamente sino simb�licamente.

Los hechos son hist�ricos, pero tienen al mismo tiempo mucho m�s que la simple fuerza hist�rica. Est�n dispuestos y agrupados de tal manera por Aquel que ense�� tanto con la acci�n como con la palabra, que revelan una de las grandes lecciones de Su reino. Tampoco podemos tener ninguna duda en el presente caso de cu�l es esa lecci�n. Tenemos ante nosotros un cuadro del maravilloso �xito que habr�a de seguir a los ap�stoles cuando, en la fuerza de su Se�or Resucitado, salieron a predicar la salvaci�n a todo el mundo; as� como una imagen del gozo que compartir�n con �l, cuando en este �xito tanto �l como ellos 'ver�n el fruto de la aflicci�n de' su 'alma, y ??ser�n satisfechos.

' Alrededor de estos pensamientos se encontrar� que todos los detalles del milagro, en su significado m�s profundo, se ordenan f�cilmente: la impotencia de estos 'pescadores de hombres' cuando est�n sin su Se�or, su �xito triunfal cada vez que escuchan Su voz , la invitaci�n que les ha sido dada a venir y participar en esa comida que �l ha preparado, y cuyo car�cter sacramental es tan sorprendentemente resaltado por la menci�n del 'pez' y el 'pan.

Cada detalle de la escena est� lleno de significado espiritual; y aun cuando no podamos estar seguros de que hemos descubierto el significado, sabemos que est� all� y podemos descansar en la esperanza de que poco a poco ser� percibido. Quiz�s el punto m�s dif�cil de interpretar de esta manera es el n�mero de peces que se da en Juan 21:11 .

De ese n�mero diremos poco. Ser� dif�cil para los estudiantes de este Evangelio no creer que tambi�n tiene un significado m�s profundo que el de los simples n�meros. Cu�l es ese significado no es dif�cil de determinar. Todo el curso de la narraci�n muestra que el 153 representa la plenitud de la Iglesia, la reuni�n completa de todos sus miembros, la red no rasgada, ning�n creyente perdido. Es mucho m�s dif�cil decir de d�nde se obtiene el n�mero 153.

Se han hecho muchas sugerencias, pero no las discutiremos. No se puede decir que ninguno de ellos haya ganado hasta ahora nada parecido a la aceptaci�n general. Hasta que se llegue a un resultado m�s satisfactorio, es mejor quedarse satisfecho con el significado general, del que ya hemos hablado, y sobre el cual no se puede albergar ninguna duda.

Versículo 15

Juan 21:15 . Cuando hubieron desayunado, Jes�s dijo a Sim�n Pedro: Sim�n, hijo de Juan, �me amas m�s que �stos? �l le dijo: S�, Se�or; t� sabes que te amo. La pregunta ('amas t�') contiene el segundo de los dos verbos griegos para amar, de los que ya hemos hablado en el cap.

Juan 5:20 . Este verbo es menos expresivo de emociones de ternura, de sentimiento personal y afecto, que el verbo usado por Peter en su respuesta. Las palabras 'm�s que estos' en la pregunta de nuestro Se�or dif�cilmente pueden surgir de algo m�s que el recuerdo de la afirmaci�n apresurada del ap�stol antes de negar a su Maestro: 'Aunque todos se escandalizar�n por causa de ti, yo nunca me escandalizar�'. .

Por lo tanto, estaban especialmente dise�ados para exponer a la vista de Pedro el orgullo y la autosuficiencia por los cuales se hab�a acelerado su ca�da; y que lograron este objeto podemos inferirlo de la ausencia de estas palabras en su respuesta. No har� menci�n de otros ahora: se ha ganado un paso en su educaci�n. No solo eso; debe notarse adem�s que el ap�stol no usa la misma palabra para 'amor' que hab�a sido empleada por Jes�s.

Utiliza uno que habla de un afecto m�s familiar y amistoso, lo que implica menos profundidad de pensamiento serio. El cambio puede estar relacionado con el recuerdo de su ca�da; pero debe atribuirse principalmente a la sinceridad genuina, al calor real de su amor por Jes�s. Jes�s acepta la declaraci�n de su amor y reconoce su autenticidad, de ah� el encargo dado ahora al ap�stol.

�l le dice: Apacienta mis corderos. Este cargo se notar� m�s plenamente cuando hayamos tratado con la exposici�n de los siguientes vers�culos.

Versículos 15-19

Antes de hablar del contenido de este p�rrafo es necesario hacer un esfuerzo por descubrir su lugar en el organismo del cap�tulo. Hasta donde hemos visto, todav�a no se ha hecho ning�n esfuerzo exitoso para lograr esto. La explicaci�n habitual es que, antes de partir finalmente, Jes�s deseaba arrojar luz sobre la historia y el destino de los dos principales ap�stoles, Pedro y Juan. Tal explicaci�n es insatisfactoria.

Aparte del hecho de que no es propio de Juan reclamar para s� mismo una posici�n tan prominente como la que se implica, es suficiente observar que, si ese es el objetivo, no se alcanza. Ciertamente, se arroja luz sobre la historia futura de Pedro, pero ninguna sobre la de Juan, que queda m�s bien en una vaguedad misteriosa, desconcertante en lugar de instructiva para la mente. Otros, nuevamente, declaran in�til cualquier esfuerzo por descubrir la conexi�n, a menos que consideremos a Juan 21:14 como un par�ntesis; que no se puede hacer. Al pasar a la explicaci�n que nos atreveremos a proponer, simplemente pedimos a nuestros lectores que la sopesen con calma, y ??que no la rechacen porque a primera vista les parezca improbable.

Ya nos hemos esforzado por mostrar que el cap. 21 es un Ep�logo a la parte narrativa del Evangelio, y que tiene una correspondencia general con el Pr�logo. Pero si existe una correspondencia en cuanto al todo, no es extra�o pensar que tambi�n puede ser rastreada en las diversas partes. Esto se hace a�n m�s probable por la circunstancia de que las partes de cada uno son indiscutiblemente tres en n�mero; y que, mientras uno trata del Logos preexistente y la eternidad que precede a Su Encarnaci�n, el otro trata del Logos despu�s de Su Resurrecci�n y la Segunda Venida.

En este �ltimo aspecto la correspondencia entre el cap. Juan 1:1-5 y cap. Juan 21:1-14 es, como hemos visto, sumamente cercano. Pero en el cap. Juan 1:6 hay una transici�n s�bita e inesperada a Juan el Bautista y el testimonio que dio de la 'Luz' eterna, hasta que la Luz misma resplandeci� y no necesit� m�s tal testimonio.

Precisamente de la misma manera, entonces, tenemos aqu� una transici�n repentina e inesperada al ap�stol Pedro, y el testimonio dado por �l al Verbo Encarnado, hasta que Jes�s venga por segunda vez, y ya no necesitar� ser anunciado a los hombres. .

Tal es la idea general que ofrecemos a consideraci�n en cuanto a la conexi�n entre los dos primeros p�rrafos del presente cap�tulo; y cuando lleguemos a hablar del contenido del siguiente p�rrafo esta idea recibir� mucha confirmaci�n. Mientras tanto, pasamos a observar que si se permite la correcci�n del pensamiento, no puede dejar de ejercer en otro aspecto una poderosa influencia sobre nuestra comprensi�n general del significado del pasaje que tenemos ante nosotros.

Porque, como el Bautista en el cap. Juan 1:6 debe ser considerado m�s que un individuo, como representante de todo el testimonio del Antiguo Testamento sobre Jes�s, lo mismo ocurre con Pedro aqu�. �l es representante de todo testimonio cristiano de Jes�s; y el p�rrafo trata de m�s que su reinstalaci�n en el oficio apost�lico. Es una reinstituci�n, ahora hecha por Jes�s en Su nuevo estado, de todo el deber del testimonio cristiano.

Jes�s ha mostrado que el banquete que en Su estado de gloria prepara para Sus disc�pulos consiste en los frutos del trabajo exitoso en Su causa; y ahora, en la persona de Pedro, Sus disc�pulos reciben de �l su comisi�n para la obra en la que han de dar testimonio de �l, una obra que s�lo puede descansar y llevarse a cabo a trav�s del amor a �l mismo.

Versículo 16

Juan 21:16 . Le dice de nuevo por segunda vez: Sim�n, hijo de Juan, �me amas? El mismo verbo ('amar') que hab�a sido usado por nuestro Se�or en Su primera pregunta aparece nuevamente aqu�, y la pregunta solo difiere de la primera en la graciosa omisi�n de las palabras m�s que estas. Jes�s hab�a apreciado el motivo que hab�a llevado a Pedro en su anterior respuesta a evitar toda comparaci�n entre su propio amor a Jes�s y el de los dem�s. Acepta la evidencia de humildad proporcionada por su ap�stol, y en esa direcci�n al menos ya no lo probar� m�s.

�l le dijo: S�, Se�or ; t� sabes que te amo. La respuesta de Peter est� exactamente en los mismos tetras que antes; siendo la palabra 'yo amo' la que �l hab�a usado previamente, y no la que us� Jes�s.

�l le dice: S� pastor de mis ovejas. Ver en el siguiente verso.

Versículo 17

Juan 21:17 . Le dice la tercera vez: Sim�n, hijo de Juan, �me amas? En esta tercera pregunta, aparentemente una repetici�n de la primera y la segunda, se cambia una palabra ('amar'): la palabra que hab�a usado antes, Jes�s la sustituye por esa palabra menos elevada, m�s familiar con la que Pedro ya hab�a respondido dos veces, 'Te amo a ti.

Es esto lo que constituye para el ap�stol la fuerza dolorosa de la tercera pregunta. Jes�s no s�lo toma su propia palabra, sino que esa palabra es una por la cual �l hab�a tratado de dar expresi�n a la fuerza de su afecto. Y ahora Jes�s le dice: 'Pedro, �realmente me amas as� como dices? Pero hace un rato, �cu�l fue tu negaci�n de tu Amigo? �Es de otra manera ahora? Te tomar� en tu propia palabra. �Puedo confiar en ti que, con ese amor del que hablas, me amas?

Pedro se entristeci� porque le dijo por tercera vez: �Me amas? Y le dijo: Se�or, t� sabes todas las cosas; ves que te amo. El dolor de Pedro es inmediatamente inteligible, no simplemente porque le hab�an preguntado tres veces sobre su amor, sino porque la tercera vez su propia declaraci�n, hecha dos veces, hab�a sido retomada, y se le hab�a pedido que considerara bien si realmente era cierto, si no podr�a estar juzg�ndose mal de nuevo.

Pero no s�lo se entristeci�, sino que tambi�n fue disciplinado; su dolor era saludable. Hasta este punto, parece haber un leve rastro de ego�smo en sus respuestas: en cualquier caso, se hab�a parado ante su Se�or como si su Se�or lo estuviera leyendo de manera peculiar: no se hab�a olvidado por completo de s� mismo. Ahora, sin embargo, toda su pasada debilidad y pecado saltan a su vista: �puede tener alg�n valor especial aquel que ha sido tan culpable? Seguramente no: si se le conoce, se le conoce s�lo como una de 'todas las cosas'; con tal vaciedad de s� mismo se arrojar� sobre su Se�or, y s�lo dir�: 'Se�or, T� sabes todas las cosas; Ves que te amo. La victoria de la gracia es completa y recibe su cargo final. Jes�s le dijo: Apacienta mis ovejas.

Todav�a tenemos que decir una o dos palabras del triple encargo que se da en las palabras: 'Apacienta mis corderos', 'S� pastor de mis ovejas', 'Apacienta mis ovejas'. Es un poco dudoso si debemos entender por 'corderos' a los miembros m�s j�venes de la comunidad cristiana, o a todo el reba�o en su etapa m�s d�bil y elemental de crecimiento cristiano: el contraste con 'ovejas' lleva en general a la vista anterior.

El encargo al ap�stol es 'Apacienta' estos corderos: no menos que los miembros m�s viejos del reba�o, ellos requieren el cuidado m�s atento y tierno del pastor. Despu�s de esto tenemos "ovejas" mencionadas dos veces (ya que una ligera diferencia de lectura encontrada en algunos manuscritos antiguos no afecta materialmente el significado), y el �nico punto que tenemos que considerar es la diferencia entre "Ser pastor de" y "Alimentar".

Los principios estructurales del Evangelio dicen inmediatamente que hay un cl�max; y ese cl�max parece corresponder a la gradaci�n ejemplificada por un pastor a medida que �l mismo crece en conocimiento y experiencia. Al principio est� ansioso por realizar todos los oficios para su reba�o, pensando que todos son igualmente importantes; tal vez incluso m�s complacido con la regla que se le ha asignado, y en la que su propia importancia aparece m�s.

Pero pronto, si tiene el esp�ritu de un verdadero pastor, aprende que llevar la regla es cosa relativamente peque�a, y que 'alimentar' el reba�o de Dios, alimentarlo con pastos siempre frescos y con aguas siempre vivas, es a la vez su tarea m�s dif�cil y m�s noble. Pedro ahora est� listo para escuchar lo que, al cuidar el reba�o de su Maestro, debe hacer y sufrir.

Versículo 18

Juan 21:18 . De cierto, de cierto te digo, que cuando eras m�s joven, te ce��as, y andabas por donde quer�as; pero cuando seas viejo, extender�s tus manos, y otro te ce�ir�, y te llevar� adonde no quisiste. Nuestros lectores pueden recordar, antes de continuar con el examen m�s profundo de este vers�culo, que 'ce�ir' fue el paso previo a la crucifixi�n.

Las palabras 'en verdad, en verdad' con que comienza el verso, marcan, como siempre, la importancia y solemnidad de la declaraci�n hecha, y as� nos preparan para pensar que tenemos en ellas m�s que un simple anuncio de la muerte que el ap�stol iba a morir. De nuevo, el uso de la palabra. 'ce�ido' aunque no es el compuesto de Juan 21:7 , pero el verbo simple nos recuerda tanto la acci�n de este �ltimo vers�culo, donde el significado metaf�rico es obviamente prominente en la mente del escritor, como para llevar aqu� tambi�n al pensamiento de met�fora.

Nuevamente, el uso de la palabra 'walkedst' (comp. caps, Juan 6:66 ; Juan 8:12 ; Juan 11:9-10 ; Juan 12:35 ), que en su significado literal no est� bien adaptado para expresar el libre actividad de la juventud, sugiere una interpretaci�n figurativa del pasaje.

Una vez m�s, la menci�n de extender las manos antes de que se hable de llevarse es fatal para un significado meramente literal; porque tal extensi�n de las manos no puede considerarse como un paso preliminar necesario para el ce�ido, mientras que ser�a una acci�n natural por parte de aquellos que voluntariamente se sometieron a su destino y que deseaban ayudar en lugar de obstaculizar a los funcionarios en la descarga. de su deber. Parecemos, por lo tanto, obligados a adoptar una interpretaci�n metaf�rica de las palabras. Cuando lo hacemos, todas las dificultades desaparecen.

La alusi�n al tiempo en que Pedro se ci�� y camin� por donde quiso, se convierte en la expresi�n de esa voluntad propia por la que, antes de su actual consagraci�n total al servicio de Jes�s, se hab�a caracterizado. Ahora, sin embargo, su voluntad propia ser� crucificada; la vieja naturaleza que buscaba s�lo su propia gratificaci�n ser� tan completamente impotente como lo es el cuerpo de alguien clavado en una cruz; ser� tan verdaderamente part�cipe de los sufrimientos de Cristo que encontrar� en esta comuni�n con su Se�or moribundo el fundamento mismo y el comienzo de su actividad apost�lica.

Entonces "extender� sus manos", asumir� la actitud de quien se entrega a la direcci�n de otro, y se resignar� enteramente a la disposici�n de ese "otro", a cuya voluntad se ha sometido la suya. Entonces, tambi�n, 'otro' lo ce�ir�, es decir, lo ce�ir� en el sentido en que se acaba de usar la palabra, lo equipar� para su tarea. Finalmente, otro lo 'traer� (no llevar�)' a donde �l no quiera; lo conducir� por caminos que �l mismo no habr�a elegido, lo guiar� a campos de actividad en los que se someter� gozosamente a Aquel que inmediatamente a�ade: 'S�gueme.

Puede hacerse la pregunta: �De qui�n se habla entonces del 'otro'? La �nica respuesta parece ser que es el 'otro' del cap. Juan 5:32 , es decir, Dios (comp. tambi�n cap. Juan 4:38 ).

Versículo 19

Juan 21:19 . Pero esto dijo, dando a entender con qu� clase de muerte hab�a de glorificar a Dios. Es imposible negar que con estas palabras el evangelista se refiere a la 'muerte' en el sentido ordinario del t�rmino. Si, entonces, consideramos (1) las expresiones peculiares usadas en el �ltimo vers�culo; (2) la tradici�n de la Iglesia (generalmente considerada como digna de confianza), de que Pedro muri� crucificado; y (3) el hecho de que, en el momento en que se escribieron las palabras, la muerte de Pedro debe haber ocurrido hace mucho tiempo: debe admitirse de inmediato que el evangelista aplica Juan 21:18 , al menos en primera instancia, a la crucifixi�n real de Pedro.

Pero no es necesario suponer que todas las cl�usulas del vers�culo se refieren a la crucifixi�n literal, o que el significado de alguna de ellas se agota por ese hecho (comp. Juan 12:32-33 ). Las palabras singulares, '�l debe glorificar a Dios', confirman la interpretaci�n que hemos dado. No hay evidencia de que en esta etapa temprana de la historia cristiana se usara esta expresi�n para el martirio.

Por lo tanto, no puede explicarse �nicamente a la luz del martirio. Debemos comparar pasajes como los cap�tulos, Juan 12:28 ; Juan 13:31 ; Juan 14:13 ; Juan 15:8 ; Juan 17:1 ; Juan 17:4 ; y al hacerlo, aprendemos que la muerte de Pedro no es vista simplemente como el acto final de su carrera, sino como un acto en el cual esa segunda vida suya de la que se hab�a hablado en Juan 21:18 alcanz� su punto culminante.

Por lo tanto, no hay nada en Juan 21:19 que limite a Juan 21:18 a ese acto de crucifixi�n que las diversas cl�usulas del vers�culo nos obligan a pasar.

Y dicho esto, le dice: S�gueme. Limitar el significado de las palabras 'S�gueme' al seguimiento literal de Jes�s en la presente ocasi�n, como si todo su significado fuera que Jes�s hab�a avanzado unos pasos, dici�ndole a Pedro que lo siguiera, est� muy fuera de lugar. en consonancia con el sentido en que se usan palabras similares incluso en los Evangelios anteriores, y tanto m�s fuera de acuerdo con el estilo de Juan, que tal interpretaci�n no necesita ser refutada. Que ciertamente nuestro Se�or avanz�, y que quiso que Pedro lo siguiera, es muy probable, especialmente por Juan 21:20 .

Pero esto ciertamente no es todo el significado. El seguimiento externo presagia una imitaci�n de Cristo en el cumplimiento de la voluntad del Padre, y en el beber de la copa puesta en sus manos por el Padre, hasta llegar, en un caso como en el otro, a la cruz misma.

Versículo 20

Juan 21:20 . Volvi�ndose Pedro, vio que lo segu�a el disc�pulo a quien Jes�s amaba, el cual tambi�n se recost� sobre su pecho en la cena, y dijo: Se�or, �qui�n es el que te entrega? Es imposible pensar que el evangelista pretende que limitemos nuestra atenci�n a los detalles literales que se dan en este vers�culo. La larga descripci�n por la que se indica a s� mismo estar�a completamente fuera de lugar si se nos presentara simplemente dando unos pasos detr�s de Jes�s y Pedro.

Adem�s de esto, el verbo 'seguir', que, como hemos visto, se us� tanto metaf�rica como literalmente en Juan 21:19 , ciertamente debe entenderse aqu� en el mismo sentido. Juan no es aqu� simplemente el individuo: es el ap�stol que sigue a Pedro en el trabajo apost�lico, y como �l, representante (aunque en un aspecto diferente) de todos los obreros y testigos cristianos.

Cu�l es la diferencia de aspecto, se muestra por la manera especial en que se describe a s� mismo. �l no es s�lo el 'disc�pulo a quien Jes�s amaba;' �l es el ap�stol que 'se recost� sobre el pecho de Jes�s en la cena y dijo: Se�or, �qui�n es el que te entrega?' (cap. Juan 13:12 ; Juan 13:25 ).

En otras palabras, �l es el ap�stol cuya mente estaba m�s cerca de la mente de Jes�s, y a quien Jes�s encontr� m�s apto para recibir las revelaciones m�s profundas de Su voluntad. Juan, entonces, representa un aspecto completamente diferente del testimonio cristiano del representado por Pedro. Este �ltimo representa la lucha, y la muerte al final de ella, por la cual Dios es glorificado. El otro representa la paciente espera de la gloriosa revelaci�n de Jes�s en Su Segunda Venida.

Versículos 20-23

El esfuerzo por introducir el pasaje que ahora tenemos ante nosotros en unidad org�nica con el resto del cap�tulo ciertamente ha tenido tanta dificultad y tan poco �xito como en el caso del segundo p�rrafo. Sin detenernos en las opiniones de los dem�s, aplicamos el mismo principio que el aplicado al segundo p�rrafo, y consideramos este tercer p�rrafo del Ep�logo del Evangelio como la contrapartida del tercer p�rrafo del Pr�logo (cap.

Juan 1:14-18 ). Ese p�rrafo est� ocupado con la venida de Aquel de quien en el segundo p�rrafo se hab�a dado testimonio antes de Su Encarnaci�n por la profec�a del Antiguo Testamento. De hecho, se habla expresamente de �l en la profec�a como 'El que ha de venir'; y cuando �l venga, el testimonio preparatorio ya no existe. Aqu�, de la misma manera, Jes�s en efecto habla de s� mismo como Aquel que ha de venir; en todo caso, se usan dos veces las palabras 'hasta que yo venga' ( Juan 21:22-23 ).

La venida se muestra as� como un pensamiento prominente del pasaje; y su correspondencia con la 'venida' del Pr�logo debe impactar a todos. El contenido de este p�rrafo, por lo tanto, no es para darnos informaci�n sobre el futuro de John como individuo, informaci�n que no dan; pero est�n dise�adas para llamar nuestros pensamientos a la terminaci�n del testimonio cristiano, que finalmente, con todos sus trabajos y sufrimientos, terminar� en el gozo de la segunda venida del Se�or. La interpretaci�n especial de los vers�culos confirmar� este punto de vista.

Versículos 21-22

Juan 21:21-22 . Entonces Pedro, vi�ndolo, dice a Jes�s: Se�or, �y qu� de este hombre? Era una pregunta natural. Aunque Pedro no sab�a el significado completo de las palabras que acababa de dirigirse a s� mismo, sinti� que presagiaban prueba, dolor, tal vez incluso prisi�n y muerte. Por lo tanto, cuando vio a Juan siguiendo a Jes�s, nada se le ocurri� m�s f�cilmente que preguntar.

Y qu�. Se�or, �ser� su destino? Sin embargo, la respuesta de Jes�s implica evidentemente que hab�a algo que no era del todo digno de elogio en el esp�ritu o en el tono de la pregunta de Pedro. No podemos imaginar que se hubiera dado tal respuesta a una pregunta en la que el inter�s afectivo era el rasgo principal. En verdad, no tenemos raz�n para pensar que la pregunta fue dictada por la envidia, pero probablemente fue la impaciencia del esp�ritu sereno de John, de esa calma que inmediatamente antes hab�a contrastado tan sorprendentemente con su propia impetuosidad, porque cuando se hab�a arrojado al agua. mar para apresurarse a los pies de su Maestro, Juan se hab�a quedado en la barca arrastrando a la orilla la red con los peces. En consecuencia, a este esp�ritu responde Jes�s.

Jes�s le dice: Si quiero que �l se quede hasta que yo venga, �qu� a ti? S�gueme. En otras palabras: 'No tienes derecho a impacientarte del esp�ritu tranquilo y meditativo de tu hermano Ap�stol. Cierto, te he hablado s�lo de pruebas pesadas. Pero de ello no se sigue que no sea tan fiel como t�, o que no tenga sus propias pruebas en la obra que se le ha encomendado.

Tienes raz�n, alabo tu esp�ritu, solo prepar�ndote para las consecuencias inevitables. Pero su esp�ritu tambi�n tiene raz�n. Que sea tu preocupaci�n' ('t�' es enf�tico) 'seguirme; y en cuanto a �l, si quiero que se quede hasta que yo venga, �qu� a ti?' Por la 'venida' de la que aqu� se habla no puede entenderse nada m�s que la Segunda Venida del Se�or. Es el objeto de Jes�s, como veremos con m�s detalle en Juan 21:23 , dar �nfasis al pensamiento de Su Segunda Venida, para que as� �l pueda manifestar la verdad de que entonces ser� el fin de todo trabajo y espera, que entonces Sus testigos descansar�n de sus trabajos, con sus obras sigui�ndolos.

Al mismo tiempo, no nos atrever�amos a excluir por completo la idea de la destrucci�n de Jerusal�n. Pero la relaci�n de ese evento con la 'venida del Se�or' es un tema sobre el cual no podemos entrar aqu�.

El punto del contraste, entonces, entre las palabras dichas respectivamente a Pedro y Juan, no es entre una muerte violenta por martirio y una partida pac�fica; sino que entre un apostolado impetuoso y luchador, que termina en una muerte violenta, y una espera tranquila, pensativa, meditativa, de la segunda venida de Jes�s, que termina en una transici�n pac�fica al reposo celestial. Ni Pedro ni �l mismo son para el evangelista un mero individuo.

Cada uno es un tipo de un aspecto del trabajo apost�lico. del testimonio cristiano de Jes�s hasta el final de los tiempos. Pero los testigos que luchan se impacientan con los meditativos, los activos con los pasivos, los beligerantes con los que esperan. No ven que la obra de estos �ltimos no es menos importante que la suya, y que toca los resortes mismos de la vida de la Iglesia. Lo subestiman, porque su lucha no es lo suficientemente visible.

Ellos claman, 'Este trabajo, Se�or, �es realmente como nuestro trabajo, trabajo para Ti?' Y Jes�s responde: 'Yo juzgo de eso. Si esto continuar� hasta que yo venga, �qu� es eso para ti? Tu camino es claro; seguidme.

Versículo 23

Juan 21:23 . Esta palabra, pues, sali� entre los hermanos: Ese disc�pulo no muere. Mas Jes�s no le dijo: No muere; pero si quiero que �l permanezca hasta que yo venga, �qu� a ti? Habiendo informado la respuesta de Jes�s, el evangelista se ve obligado a corregir una mala interpretaci�n de su significado que hab�a prevalecido en la Iglesia.

Al mismo tiempo, el hecho de que vuelva a dar las palabras de Jes�s en la misma forma que antes muestra la gran importancia que les atribu�a y lleva a creer que algo en ellas ten�a para �l un encanto peculiar. Si es as�, las palabras que lo atrajeron solo podr�an ser 'hasta que llegue'. Es el pensamiento de esta Segunda Venida lo que Juan encuentra como el punto prominente en las palabras de su Maestro. �l ve en ellos la seguridad de que hab�a un fin fijado para todo el trabajo y sufrimiento incurridos en la tarea de dar testimonio de Jes�s, cuando el Redentor a quien amaba venga otra vez y lleve consigo a sus disc�pulos, para que donde �l est�, ellos tambi�n puedan ser (cap. Juan 14:3 ).

Versículo 24

Juan 21:24 . Este es el disc�pulo que da testimonio acerca de estas cosas, y escribi� estas cosas. A lo que se ha dicho anteriormente sobre esta cl�usula, podemos agregar que el uso del tiempo presente, 'testigo', parece se�alar a Juan como el escritor de estas palabras: cualquier otro probablemente habr�a escrito 'testigo', de conformidad con el palabra que sigue, 'escribi�.

La palabra 'testigo' se usa con gran solemnidad, y en el sentido que com�nmente tiene (comp. nota en el cap. Juan 1:7 ) en este Evangelio. El escritor quiere decir m�s que las cosas que dice son verdaderas; est� pronunciando un testimonio Divino de su realidad y valor internos. Con su testimonio pretende ser m�s que un historiador: se proclama profeta de Dios, encargado de anunciar grandes verdades a los hombres.

Debe entenderse que 'estas cosas' se refieren no solo a las cosas de las que se habla en este cap�tulo, sino al Evangelio en su conjunto. El pasaje an�logo en el cap. Juan 20:30 , junto con Juan 21:25 del presente cap�tulo, hace absolutamente necesaria esta interpretaci�n.

Y sabemos que su testimonio es verdadero. Como ya se ha dicho, nos parece mejor considerar estas palabras como una adici�n hecha por los ancianos de �feso. No pudieron dejar de notar cu�n diferente era este Evangelio de sus predecesores. Les puede parecer que vacilar�an en recibirlo, y lo estampan con su sello autenticador. O, si ese no fuera su motivo, las palabras pueden ser poco m�s que una especie de respiraci�n involuntaria de su asombro y asombro, mientras una y otra vez cerraban la lectura de este Evangelio.

Versículos 24-25

Los dos vers�culos ante nosotros cierran el Evangelio. Su autenticidad ha sido muy discutida; y no pocos que aceptan el resto del cap�tulo como de Juan, se niegan a admitir que son producto de su pluma. Tanto la evidencia externa como la interna proh�ben que les transmitamos una condenaci�n tan radical. Juan 21:25 es ciertamente aut�ntico, y la fuerza a�adida a �l, visto as� en su car�cter de Johan nueve, aparecer�, confiamos, en el comentario.

Es m�s dif�cil hablar de Juan 21:24 . Aceptarlo todo como de nuestro evangelista parece imposible. De hecho, se ha apelado a un pasaje de su Tercera Ep�stola ( Juan 21:12 ); pero all� la lectura verdadera es: 'Tambi�n nosotros damos testimonio, y t� sabes que nuestro testimonio es verdadero.

La dificultad en el vers�culo que tenemos ante nosotros no radica en el uso del pronombre plural 'nosotros': es perfectamente concebible que el evangelista pueda escribir 'sabemos' incluso si se refiere a s� mismo solamente. Pero nos parece inconcebible que en una y la misma frase escriba de s� mismo: ' Este es el disc�pulo que da testimonio...' y ' Sab�amos que su testimonio es verdadero'.

' Debemos concluir, por lo tanto, que la �ltima cl�usula del vers�culo fue escrita por los ancianos de �feso, u otros cristianos de influencia all�; y la �nica pregunta es si esta cl�usula sola o todo el vers�culo debe atribuirse a ellos. Si todo el vers�culo es su adici�n, debe haber sido intercalado porque deseaban explicar qui�n era el 'disc�pulo a quien Jes�s amaba'. La palabra 'este' se referir�a entonces a �l como el escritor del Evangelio, que era bien conocido en �feso por ser nada menos que el ap�stol Juan: el ap�stol y el 'disc�pulo' se identifican as�.

Por otro lado, la adici�n hecha por los ancianos de �feso puede comenzar con las palabras 'y sabemos'. En este caso, las palabras adjuntas deben considerarse como la expresi�n casi involuntaria de su confianza y admiraci�n por alguien cuyo Evangelio difer�a tanto de los Evangelios anteriores que algunos pueden haber dudado de c�mo ser�a recibido. La primera parte del vers�culo, seg�n este punto de vista, ser� la declaraci�n del propio Juan; y su similitud con el cap. Juan 19:35 es una marca de autenticidad. La cuesti�n en cuesti�n se reduce as� a l�mites muy estrechos.

Versículo 25

Juan 21:25 . Y hay tambi�n muchas otras cosas que hizo Jes�s, las cuales, si se escribieren una por una, supongo que ni aun en el mundo cabr�n los libros que se escribir�an. Ya hemos expresado nuestra creencia de que estas son las palabras de nada menos que el mismo Juan. Parecen contener la explicaci�n del propio evangelista de ese principio de selecci�n que ha seguido a lo largo de su obra.

Haber dado una historia completa de los hechos de la vida de Cristo hubiera sido imposible. �l ha elegido s�lo aquellos que se relacionan con su objetivo particular. Ha sido habitual describir este vers�culo como una fuerte hip�rbole. Pero, �no es a la vez m�s reverente y m�s verdadero decir que el lenguaje aqu� usado expresa la infinitud que el ap�stol contempl� en la vida de Jes�s, las profundidades insondables que �l sab�a que conten�a cada obra y cada palabra de su Se�or? Y podemos preguntarnos, mientras leemos estas palabras: �Qu� ap�stol o disc�pulo de Jes�s, conocido por nosotros como perteneciente a la primera �poca de la Iglesia cristiana, podr�a haber hablado as� sino ese ap�stol a quien Jes�s amaba? En ninguna parte de su obra se nombra expresamente a s� mismo, ni es necesario.

Se le nombra por casi cada l�nea que ha escrito, por casi cada toque del l�piz con el que ha dibujado su dibujo. Imitemos su ejemplo; y, en vez de cerrar con el pensamiento del siervo, cerrar m�s bien con el pensamiento del Maestro cuya eterna existencia nos fue ense�ada por el primero, y cuya infinita plenitud nos ense�an ahora las �ltimas palabras de este Evangelio.

Información bibliográfica
Schaff, Philip. "Comentario sobre John 21". "Comentario popular de Schaff sobre el Nuevo Testamento". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/scn/john-21.html. 1879-90.