Bible Commentaries
Apocalipsis 18

Comentario popular de Schaff sobre el Nuevo TestamentoComentario del NT de Schaff

Introducción

El cap�tulo que tenemos ante nosotros se ocupa de la ca�da de Babilonia y, naturalmente, se divide en tres partes. El primero contiene el anuncio de la ca�da de la ciudad ( Apocalipsis 18:1-3 ); la segunda es una poderosa descripci�n de asombro y lamentaci�n por su destino, procedente de todos los que hab�an dependido de ella ( Apocalipsis 18:4-20 ); el tercero se�ala lo completo e irremediable de su ruina ( Apocalipsis 18:21-24 ).

Versículo 1

Apocalipsis 18:1 . Aparece otro �ngel que tiene gran autoridad; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Estas �ltimas palabras son con toda probabilidad tomadas de Ezequiel 43:2 , 'y la tierra resplandeci� con su gloria.

Ilustran la grandeza de su misi�n y la manera en que toda la 'tierra' ser� golpeada con su glorioso cumplimiento. Como en el cap. Apocalipsis 7:2 este �ngel tiene una conexi�n m�s estrecha de lo normal con el Se�or mismo.

Versículo 2

Apocalipsis 18:2 . Grit� con gran voz. Este es el �nico pasaje del libro en el que se habla de una voz como 'poderosa', siendo la denominaci�n habitual 'grande'. En el cap. Apocalipsis 19:6 leemos de 'poderosos truenos' y es imposible dudar, por lo tanto, que esta voz se describe de manera similar, no porque todos los hombres la oigan, sino porque es para golpear a todos con temor y terror. (comp. Apocalipsis 18:8 ).

Babilonia la grande ha ca�do, ha ca�do. Estas palabras ya nos han llegado al cap. Apocalipsis 14:8 (comp. Isa�as 21:9 ), pero ahora se ampl�a la descripci�n, pasajes del Antiguo Testamento como Isa�as 13:21 ; Jeremias 51:37 , suministrando los detalles.

Todo en la ciudad se convierte en un desierto salvaje y odioso. Las mismas bestias inmundas y aves que son conducidas a sus ruinas las consideran como una prisi�n.

Versículo 3

Apocalipsis 18:3 . La causa de la ca�da de la ciudad se establece nuevamente en las palabras de este vers�culo.

Versículo 4

Apocalipsis 18:4 . Se abre una nueva etapa en el drama. Se oye otra voz del cielo , que dice: Salid de ella, pueblo m�o, para que no teng�is comuni�n con sus pecados, y para que no recib�is parte de sus plagas. La voz es la de un �ngel aunque, como viniendo del cielo, hemos de o�r en ella la voz de Dios o de Cristo; y de ah� el uso de la palabra 'Mi' antes de 'gente'.

Es un llamado al pueblo de Dios a salir de Babilonia, y hay muchos paralelos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, G�nesis 19:15-22 ; N�meros 16:23-26 ; Isa�as 48:20 ; Isa�as 52:11 ; Jeremias 51:6 ; Jeremias 51:45 ; Mateo 24:16 .

Se asignan dos razones para esta salida; primero, para que el pueblo de Dios no tenga comuni�n con los pecados de Babilonia, y segundo, para que escapen a la participaci�n en su castigo. En cuanto a los primeros, no parece necesario pensar que estaban en peligro de ser traicionados al pecado; �No eran todos ellos sellados? Pero fue bueno para ellos ser librados incluso de la misma presencia del pecado, y de los juicios que le siguen (comp. 2 Pedro 2:7-9 ).

Versículo 5

Apocalipsis 18:5 . Tan multiplicados eran sus pecados que se amontonaban como una masa que llegaba hasta el cielo. La figura est� tomada de Jeremias 51:9 (comp. G�nesis 18:20 ).

Versículo 6

Apocalipsis 18:6 . dadle como ella dio, y dadle el doble conforme a sus obras; en la copa que ella llen�, llenadle el doble. La misma voz contin�a, pero ahora se dirige a los ministros del juicio, los reyes y la bestia que se ha vuelto contra la ramera (cap.

Apocalipsis 17:16 ). El juicio se administra de acuerdo con la lex talionis; y el desdoblamiento parece estar fundado en la ley de �xodo 22:4 ; �xodo 22:7 ; �xodo 22:9 , y sobre la amenaza de Jeremias 16:18 .

Sus pecados han sido tan grandes que ha habido una doble menci�n de ellos ( Apocalipsis 18:5 ), y el castigo ser� proporcional al pecado (comp. tambi�n Isa�as 40:2 ; Jeremias 17:18 ).

Versículo 7

Apocalipsis 18:7 . En este vers�culo todav�a se administra la lex talionis tanto en extensi�n como en severidad. La humillaci�n de Babilonia ser� la contrapartida de su gloria. Porque dice en su coraz�n: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y nunca ver� luto. El esp�ritu de su gloria se expresa en tres cl�usulas, de las cuales la segunda es particularmente digna de nuestra atenci�n.

Los comentaristas que ven en Babilonia la ciudad-mundo se ven obligados a pensar en la bestia y en los reyes asociados con ella como el marido por cuya p�rdida Babilonia hab�a quedado viuda. Tal interpretaci�n es imposible. Ese esposo no se hab�a perdido; los reyes no estaban muertos, s�lo se hab�an vuelto contra ella; mientras que las palabras implican que ella realmente es viuda aunque no lo siente.

Si es as�, su jactancia s�lo puede ser que no necesita al Se�or como esposo. Ha encontrado otro marido y muchos amantes. Que ella diga estas cosas 'en su coraz�n' dif�cilmente puede pretender excluir la idea de jactancias ruidosas. Las palabras m�s bien nos llevan a pensar en la naturaleza profunda de ese esp�ritu de gloriarse que la posee (comp. Isa�as 47:7-8 ).

Versículo 8

Apocalipsis 18:8 . De repente y con espanto vendr�n sobre ella sus plagas. En un d�a su gloria se convertir� en verg�enza. En medio de su fest�n, una mano invisible escribir� en la pared de su sala de banquetes que ella es pesada en la balanza y se encuentra deficiente, y 'esa noche' perecer� (comp. Isa�as 47:9 ), por poderosa es el Se�or Dios quien la juzg�.

En este punto se nos presentan tres clases de personas, expresando sus lamentaciones por la ca�da de los reyes de Babilonia ( Apocalipsis 18:9-10 ), comerciantes ( Apocalipsis 18:11-16 ), marineros ( Apocalipsis 18:17-19 ).

En Apocalipsis 18:20 sigue un llamado general a regocijarse por lo que le ha pasado. El conjunto est� moldeado sobre el lamento sobre Tiro en Ezequiel 26, 27, y es de un patetismo sin igual.

Versículos 9-10

Apocalipsis 18:9-10 . En estos vers�culos tenemos el lamento de los reyes de la tierra por el desastre que han contribuido a lograr. Las obras de los imp�os, incluso cuando cumplen los prop�sitos de Dios, no les traen ning�n gozo. S�lo los justos se alegran ( Apocalipsis 18:20 ). Note el triple nombre de la ciudad, 'la gran ciudad', 'Babilonia', 'la ciudad fuerte'.

Versículo 20

Apocalipsis 18:20 . Se supone que ha tenido lugar el juicio de Dios sobre la ciudad culpable. Si bien es una fuente de lamentaci�n para los malvados, es un gozo para los justos, y ahora est�n llamados a experimentar ese gozo.

Porque Dios ha juzgado tu juicio sobre ella. El significado es que el juicio sobre los imp�os que han pasado los justos se considera ejecutado por ellos por Dios mismo.

Versículo 21

Apocalipsis 18:21 . Y un �ngel poderoso tom� una piedra como una gran piedra de molino y la arroj� al mar. Se dar� una representaci�n simb�lica de la destrucci�n de Babilonia; y para esta nueva visi�n aparece un tercer �ngel, habiendo aparecido el primero en el cap. Apocalipsis 17:1 , el segundo en el cap.

Apocalipsis 18:1 . Es un �ngel 'poderoso', el tercero de este tipo en el Apocalipsis, los otros dos nos encontramos en los caps. Apocalipsis 5:2 y Apocalipsis 10:1 .

Este �ngel act�a de la manera descrita en Jeremias 51:63-64 , solo que aqu�, para resaltar de manera m�s impresionante la naturaleza del juicio, la piedra es pesada como 'una gran piedra de molino'. La destrucci�n es repentina y completa. La ciudad desaparece como una piedra arrojada al mar (comp. Jeremias 51:63-64 ).

Versículos 22-24

Apocalipsis 18:22-24 . La destrucci�n de la que se habla se ampl�a en un tono de conmovedora elocuencia, pero no es necesario insistir en los detalles. Incluyen todo lo que pertenece al negocio oa la alegr�a de vivir. Solo se puede observar que siguiendo la palabra para en Apocalipsis 18:23 tenemos una descripci�n triple de los pecados por los cuales el juicio hab�a sido tra�do sobre la ciudad.

Las palabras de Apocalipsis 18:24 , Y en ella se hall� la sangre de los profetas, y de los santos, y de todos los que fueron degollados sobre la tierra, son importantes para confirmar la interpretaci�n que hemos estado tratando todo este tiempo, no con un solo ciudad, sino con la representaci�n de alguna impiedad universal y oposici�n a Cristo.

Tampoco existe un paralelo tan cercano como el contenido en las palabras de nuestro Se�or dirigidas a los jud�os degenerados, 'para que venga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacar�as el hijo de Baraqu�as, a quien matasteis entre el santuario y el altar. De cierto os digo que todo esto vendr� sobre esta generaci�n� ( Mateo 23:35 ). El 'sacrificio' del que se habla sugiere la idea de que, como el Cordero inmolado, los hijos de Dios hab�an sido inmolados en el sacrificio.

Antes de pasar de este cap�tulo, debemos volver a la importante pregunta: �Qu� representa esta mujer, esta Babilonia? Se han dado diferentes respuestas a la pregunta, la m�s aceptada de las cuales es que ella es la Roma pagana o una gran ciudad-mundo de los �ltimos d�as (la metr�polis de la potencia mundial simbolizada por la bestia sobre la que cabalga). ), o la Iglesia Romana. Que no hay poco en la descripci�n (m�s especialmente en el cap.

Apocalipsis 17:9 ; Apocalipsis 17:15 ; Apocalipsis 17:18 ) para favorecer la idea de la Roma pagana puede admitirse de inmediato. Pero los argumentos en contra de tal interpretaci�n son decididamente preponderantes.

Supone que la bestia en su forma final es controlada por la metr�polis del Imperio Romano (cap. Apocalipsis 17:3 ). Esto est� tan lejos de ser el caso que el Imperio Romano est� 'ca�do' antes de que la mujer suba al escenario. Ha desaparecido tan completamente como las otras potencias mundiales que hab�an gobernado antes que �l.

Sin duda, la mujer se menciona en el cap. Apocalipsis 17:1 , mientras que es solo en Apocalipsis 18:10 que leemos, de la ca�da del poder romano. Pero la bestia sobre la que se sienta la mujer en Apocalipsis 18:3 es la potencia mundial en su �ltima y m�s alta manifestaci�n y, por lo tanto, es posterior a cualquiera de sus formas anteriores a las que luego se alude cuando el Vidente lleva sus pensamientos hacia atr�s para rastrear su origen. historia.

Una vez m�s, la Roma pagana nunca fue vuelta en contra (de la manera necesaria por el cap�tulo Apocalipsis 17:16 ), y odiada, desolada y quemada por cualquier poder mundial que precedi� a su condici�n cristiana. Una vez m�s, varias expresiones individuales empleadas en estos Cap�tulos son inadecuadas para la Roma pagana cap.

Apocalipsis 16:19 , porque Babilonia existir� en el momento en que se derramen las �ltimas plagas; cap. Apocalipsis 17:2 , porque no exist�an relaciones del tipo de las que aqu� se habla entre la Roma pagana y aquellos reyes de la tierra sobre los cuales, en el lenguaje de Alford, ella m�s bien 'rein� con dominio indiscutible y aplastante'; cap, Apocalipsis 18:2 , porque la Roma pagana cay� sin haber sido reducida a la condici�n all� descrita; cap.

Apocalipsis 18:11 ; Apocalipsis 18:19 , porque la Roma pagana nunca fue una gran ciudad comercial, o, (si se dice que s�lo se refiere a sus compras), porque no ces� de comprar aun despu�s de que termin� su condici�n pagana.

Por otra parte, las palabras del cap. Apocalipsis 18:24 , obviamente basado en Mateo 23:35 , no se puede aplicar a la Roma pagana.

Atentos a la fuerza de tales consideraciones, u otras de �ndole similar, la tendencia de los expositores posteriores ha sido abandonar la idea de la Roma pagana y recurrir a la de otra ciudad a la que llaman la ciudad-mundo de los �ltimos d�as; algunos, de hecho, ven tal ciudad en todas las grandes ciudades que en cualquier momento han dirigido la persecuci�n contra el pueblo de Dios, otros la limitan m�s estrictamente a una ciudad a�n por surgir.

Las dificultades de esta interpretaci�n son a�n mayores que en el caso de la primera. El tono del pasaje en su conjunto es desfavorable al pensamiento de cualquier metr�poli ya sea del pasado, del presente o del futuro. No es costumbre del Apocalipsis simbolizar con sus emblemas objetos materiales como una ciudad, por muy grande que sea su emplazamiento, por espl�ndidos que sean sus palacios o por amplio que sea su dominio. El escritor trata de verdades espirituales; y pensar que presentar�a a esta mujer como el s�mbolo de una ciudad mucho m�s vasta que Londres, Par�s o Nueva York es perder el esp�ritu con el que escribe.

Si se insiste en que es el dominio, no la piedra y la cal, de la ciudad lo que tiene a la vista, la extensi�n de este dominio es fatal para la explicaci�n. Ninguna regla de este tipo ha pertenecido a ninguna ciudad, ya sea en tiempos antiguos o modernos. O, si la respuesta es de nuevo que la ciudad a�n no ha llegado, es innecesario decir m�s que la existencia de una ciudad tan grande es todav�a al menos inconcebible, y que por lo tanto una de las partes m�s solemnes y de mayor peso de la El apocalipsis lleva dieciocho siglos sin sentido.

Adem�s, el uso de la palabra 'misterio' en el cap. Apocalipsis 17:5 est� en desacuerdo con la suposici�n. Esa palabra apunta inmediatamente a algo espiritual (comp. en el cap. Apocalipsis 17:5 ), y no puede aplicarse a lo que es meramente terrenal. Esta interpretaci�n, como la anterior, debe dejarse de lado.

La idea que tenemos ante nosotros en la mujer Roma papal, ya sea la Iglesia Romana, o el esp�ritu papal dentro de esa iglesia, es de un tipo diferente, y su principio fundamental puede aceptarse con poca vacilaci�n. El emblema empleado lleva directamente a la idea de algo relacionado con la Iglesia. La mujer es una 'ramera;' y, con una uniformidad casi invariable, ese apelativo y el pecado de prostituci�n se atribuyen en el Antiguo Testamento no a las naciones paganas que nunca hab�an disfrutado de una revelaci�n especial de la voluntad del Todopoderoso, sino s�lo a aquellas con quienes �l se hab�a desposado consigo mismo y que hab�an demostraron ser infieles a su relaci�n de pacto con �l ( Isa�as 1:21 ; Jeremias 2:20 ; Jeremias 3:1 , etc.

). No pueden aducirse m�s de dos pasajes a los que esta observaci�n parece a primera vista inaplicable ( Isa�as 23:15-17 ; Nah�m 3:4 ), y estas excepciones pueden ser m�s aparentes que reales. La menci�n de la prostituci�n en lo que obviamente era un sentido simb�lico sugiri� inmediatamente a los o�dos jud�os el pecado de deserci�n de un estado de privilegio anterior en Dios.

Nuevamente, la ramera aqu� se contrasta tan claramente con la 'mujer' del cap. 12 y con la 'novia la esposa del Cordero' del cap. 21, que es dif�cil, si no imposible, resistir la convicci�n de que debe haber entre ellos un parecido mucho m�s estrecho que el que existe entre una mujer y una ciudad. Comparada con la primera, es una mujer; ella est� en un desierto (caps. Apocalipsis 12:14 ; Apocalipsis 17:3 ); es madre (caps.

Apocalipsis 12:5 ; Apocalipsis 17:5 ). Comparada con esta �ltima, se nos presenta casi exactamente en el mismo idioma ( Apocalipsis 17:1 ; Apocalipsis 21:9 ); sus vestiduras sugieren ideas que, aunque espec�ficamente diferentes, pertenecen a la misma regi�n de pensamiento (caps.

Apocalipsis 17:4 ; Apocalipsis 19:8 ); ella tiene el nombre de una ciudad, 'Babilonia', mientras que la novia se llama 'Nueva Jerusal�n' (caps. Apocalipsis 17:5 ; Apocalipsis 21:2 ): ella persigue, mientras que los santos son perseguidos (caps.

Apocalipsis 12:13 ; Apocalipsis 17:6 ); hace beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicaci�n, mientras los fieles se nutren de su Se�or (caps. Apocalipsis 14:8 ; Apocalipsis 12:14 ); ella tiene un nombre de culpa en su frente, mientras que los 144,000 tienen el nombre de su Padre escrito all� (caps.

Apocalipsis 17:5 ; Apocalipsis 14:1 ). Cuando recordamos el gran papel que juega en el Apocalipsis el principio de los contrastes, es casi imposible resistirse a la convicci�n de que las condiciones asociadas con 'Babilonia' se cumplen mejor si contemplamos en ella un sistema espiritual opuesto y contrastado con la verdadera Iglesia de Dios.

Llegamos a esta conclusi�n tambi�n por el hecho de que tanto Jerusal�n como Babilonia tienen la misma designaci�n, la de 'la gran ciudad', que se les da. Este ep�teto se aplica en el cap. Apocalipsis 11:8 a una ciudad, que no puede ser otra que Jerusal�n (ver nota), y la misma observaci�n se puede hacer del cap. Apocalipsis 16:19 (ver nota).

En otros seis pasajes se aplica el ep�teto a Babilonia (caps. Apocalipsis 14:8 ; Apocalipsis 18:10 ; Apocalipsis 18:16 ; Apocalipsis 18:18-19 ; Apocalipsis 18:21 ).

La inferencia necesaria es que debe haber un sentido en el que Jerusal�n es Babilonia y Babilonia Jerusal�n. Si no es as�, tendremos que luchar, en la interpretaci�n del Apocalipsis, con dificultades de un tipo completamente diferente de las que generalmente nos encontramos. De hecho, la interpretaci�n se volver� imposible, porque la misma palabra, que aparece en diferentes lugares del libro, tendr� que aplicarse a objetos totalmente diferentes.

Sin duda se puede afirmar que las dos ciudades, Jerusal�n y Babilonia, tienen tan poco en com�n que no es natural encontrar en la �ltima una figura de la primera. La objeci�n tiene poco peso. En primer lugar, se puede observar que la descripci�n de la ca�da de Babilonia en este cap�tulo con toda probabilidad est� tomada tanto de la profec�a de Oseas (cap. Apocalipsis 2:1-12 ) como de algo dicho expresamente de esa ciudad . en el Antiguo Testamento; y, como esa profec�a se aplica a 'la casa de Israel', tenemos una prueba de que en la mente del vidente apocal�ptico hab�a un sentido en el que la Babilonia de este cap�tulo y un aspecto particular de Israel (y por lo tanto tambi�n Babilonia y Jerusal�n) ) estaban estrechamente relacionados entre s�.

Tampoco parece indigno de notarse que, en el momento en que Oseas pronuncia sus advertencias, tiene ante s� el pensamiento de un cambio de nombre: 'Entonces dijo Dios: Ponle por nombre Loammi; porque vosotros no sois mi pueblo, y yo no ser� vuestro Dios' (cap. Apocalipsis 1:9 ). El cambio de nombre podr�a transferirse f�cilmente del pueblo a la ciudad que lo representa; y si es as�, ning�n nombre se conectar�a m�s naturalmente en la mente de St.

Juan con las cosas de las que se habla en el cap. 2 de Oseas que el de Babilonia. En segundo lugar, hay un aspecto de Jerusal�n que se parece mucho al aspecto de Babilonia por el cual se hace referencia aqu� de manera peculiar a esta �ltima ciudad. No podemos leer el Cuarto Evangelio sin ver que, en opini�n del evangelista, hab�a una segunda Jerusal�n para ser a�adida a la Jerusal�n de anta�o, que no s�lo hab�a una Jerusal�n 'la ciudad de Dios', el centro de una Teocracia Divina, sino una Jerusal�n que representa una teocracia degenerada, de la cual el pueblo de Cristo debe ser llamado a fin de que pueda formar su Israel fiel, una parte de su '�nico reba�o' (ver com. Juan 10:1-10 ).

En este punto, entonces, parecer�a que debemos buscar principalmente el fundamento de la comparaci�n entre Jerusal�n y Babilonia. En esta �ltima ciudad el pueblo de Dios pas� setenta a�os de cautiverio; y, al final de ese tiempo, fueron llamados a salir de �l. Muchos de ellos obedecieron la convocatoria. Regresaron a su propia tierra para establecerse bajo sus vides e higueras, para reconstruir su ciudad y templo, y para disfrutar del cumplimiento de las promesas del pacto de Dios.

Todo esto se repiti� en los d�as de Cristo. Los l�deres de la antigua Teocracia se hab�an convertido en 'ladrones y asaltantes'; hab�an tomado posesi�n del redil para poder 'robar, matar y destruir'; era necesario que las ovejas de Cristo escucharan al Buen Pastor y abandonaran el redil para encontrar pastos abiertos. No solo eso. Repetido entonces, el mismo curso de la historia se repetir� una vez m�s.

De nuevo habr� una salida de las ovejas de Cristo del redil que las ha preservado por un tiempo; y aquel redil ser� entregado a la destrucci�n. Lo m�s probable es que este pensamiento se encuentre incluso en el cap. Apocalipsis 11:8 , donde Jerusal�n es 'espiritualmente' llamada Sodoma y Egipto. No solo por sus pecados recibi� estos nombres, sino porque Sodoma y Egipto proporcionaron ilustraciones sorprendentes de la manera en que Dios llama a Su pueblo de entre los malvados, Lot de Sodoma ( G�nesis 19:12 ; G�nesis 19:16-17 ; Lucas 17:28-32 ), Israel fuera de Egipto ( Oseas 11:1 ; Mateo 2:15 ).

Babilonia, sin embargo, proporcion� la ilustraci�n m�s llamativa de tales pensamientos, y as� lleg� a identificarse con la Jerusal�n que aprendemos a conocer en el Cuarto Evangelio como la ciudad de 'los jud�os'. Fuera de esa Jerusal�n, los disc�pulos de Cristo son exhortados por sus propios labios a huir ( Mateo 24:15-20 ). El mismo mandato se da en el pasaje que tenemos ante nosotros (cap. Apocalipsis 18:4 ).

Por estos motivos, nos parece que no se debe dudar en adoptar la interpretaci�n de aquellos que entienden por Babilonia a la Iglesia Romana como para ver en ella lo que es fundamental y esencialmente correcto. La 'gran ciudad' es el emblema de una iglesia degenerada. Como en el cap. 12 tenemos, bajo la apariencia de una mujer, esa verdadera Iglesia de Cristo que es la encarnaci�n de todo bien, as� que aqu�, bajo la apariencia de una ramera, tenemos esa falsa Iglesia que ha sacrificado a su Se�or en aras de los honores , las riquezas y los placeres del mundo.

No hay que pensar, con Auberlen, que la mujer se transforma en ramera. Tal idea se opone a la ense�anza general del Apocalipsis con respecto a la Iglesia de Cristo; y el sentimiento de que es inconsistente con la promesa de nuestro Se�or en Mateo 16:18 ha llevado a muchos a rechazar, quienes de otro modo habr�an acogido con agrado el punto de vista que hemos defendido.

Pero tal idea de cambio no es necesaria. Babilonia es simplemente un segundo aspecto de la Iglesia. As� como hab�a dos aspectos de Jerusal�n en los d�as de Cristo, bajo uno de los cuales esa ciudad era el centro de atracci�n tanto para Dios como para Israel, bajo el otro la metr�polis de un juda�smo degenerado, as� hay dos aspectos de la Iglesia de Cristo, bajo uno de los cuales pensamos en aquellos que dentro de ella son fieles a su Se�or, bajo el otro del gran cuerpo de cristianos meramente nominales que en palabras lo confiesan pero en hechos lo niegan.

La Iglesia en este �ltimo aspecto est� ante nosotros bajo el t�rmino 'Babilonia;' y parecer�a ser la ense�anza de las Escrituras, como ciertamente lo es tanto de la historia jud�a como de la cristiana, que cuanto m�s dura la Iglesia como una gran instituci�n externa en el mundo, m�s tiende a darse cuenta de este cuadro. Al fracasar su primer amor, abandona el esp�ritu por la letra, hace formas de una u otra especie en sustituci�n del amor, se al�a con el mundo y, adapt�ndose a �l, se asegura la comodidad y la riqueza que el mundo nunca le otorgar�. tan sinceramente sobre cualquier cosa como sobre una Iglesia en la que los or�culos divinos son mudos. M�s all� de este punto no es posible acompa�ar a quienes entienden por Babilonia a la Iglesia Romana. Profundamente esa Iglesia ha pecado.

No pocos de los rasgos m�s oscuros de 'Babilonia' se aplican a ella con una cercan�a de aplicaci�n que puede llevarnos naturalmente a pensar que la imagen de estos cap�tulos se ha extra�do de la nada tanto como de ella. Sus idolatr�as, su exterior esplendor carnal, su opresi�n de los santos de Dios, sus despiadadas crueldades con torturas en el calabozo y la hoguera, las l�grimas y agon�as y sangre con que ha llenado tantos siglos estas y mil circunstancias de una clase similar bien pueden ser� nuestra excusa si en 'Babilonia' leemos la Roma cristiana.

Sin embargo, la interpretaci�n es falsa. La ramera es totalmente lo que parece. Christian Rome nunca ha sido del todo lo que por un lado de su car�cter era en gran medida. Ha mantenido la verdad de Cristo contra la idolatr�a y el error anticristiano, ha preferido la pobreza al esplendor como nunca lo ha hecho el protestantismo, ha alimentado las formas m�s nobles de devoci�n que el mundo ha visto y ha emocionado las olas del tiempo. mientras pasaban sobre ella con una constante letan�a de s�plicas y cantos de alabanza.

Sobre todo, la principal caracter�stica de Roma no ha sido aliarse con reyes. M�s bien ha pisoteado reyes bajo sus pies; y, en inter�s de los pobres y los oprimidos, ha ense�ado tanto a los orgullosos barones como a los tiranos imperiales a acobardarse ante ella. Por hechos como estos su registro no es con la bestia sino con el Cordero. Babilonia no puede ser la Roma cristiana; y nada ha sido m�s da�ino para las iglesias protestantes que la impresi�n de que ella lo era, y que estaban libres de participar en su culpa.

Babilonia abarca mucho m�s que Roma, y ??las ilustraciones de lo que ella es se encuentran m�s cerca de nuestra propia puerta. Dondequiera que los hombres profesantes cristianos han pensado que el favor del mundo es mejor que su reproche; dondequiera que han estimado sus honores como una posesi�n m�s deseable que su verg�enza; dondequiera que han cortejado la comodidad en lugar de dar la bienvenida al sufrimiento, han amado la autocomplacencia en lugar del sacrificio propio, y han sustituido la codicia en la avaricia por la generosidad en la distribuci�n de lo que ten�an, ha habido una parte del esp�ritu de Babilonia.

En resumen, no tenemos en la gran ciudad ramera ni a la Iglesia cristiana como un todo ni a la Iglesia romana en particular, sino a todos los que en cualquier lugar dentro de la Iglesia profesan ser el 'peque�o reba�o' de Cristo y no lo son, negando en sus vidas el principal caracter�stica por la que deben distinguirse, que 'siguen' a Cristo.

Puede ser bueno se�alar, en conclusi�n, que el punto de vista adoptado ahora nos libera de cualquier dificultad para explicar el lamento en el cap. 18 de reyes y mercaderes y capitanes de barcos por la ca�da de Babilonia, como si estas personas no tuvieran inter�s en su destino. Tan lejos est� de ser as�, que nada ha contribuido m�s a profundizar y fortalecer la mundanalidad del mundo que la infidelidad de quienes deber�an testimoniar que la verdadera herencia del hombre est� m�s all� del sepulcro, y que el deber de todos es a buscar 'una patria mejor, incluso una celestial.

Se puede confiar mejor en un sistema de �tica meramente mundano y utilitario para corregir los males de un lujo creciente, que en un sistema que ense�a que podemos servir tanto a Dios como a Mammon, y que es posible sacar lo mejor de ambos mundos.

Información bibliográfica
Schaff, Philip. "Comentario sobre Revelation 18". "Comentario popular de Schaff sobre el Nuevo Testamento". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/scn/revelation-18.html. 1879-90.