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1 Corintios 12

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-31

En cuanto a los dones espirituales, hermanos, no quiero que ignor�is.

Dones espirituales

Los dones particulares a los que se refer�a San Pablo no eran exactamente como un todo como todo lo que se ha de presenciar en la Iglesia ahora. Produjeron efectos que desafiaron la atenci�n del ojo y el o�do, y estaban calculados para encender la imaginaci�n. San Pablo menciona nueve de estos dones. De �stos, la palabra de conocimiento, la palabra de sabidur�a y profec�a, eran las que se pueden encontrar en una escala considerable en la actualidad difundidas en la Iglesia de Cristo.

La palabra de sabidur�a parecer�a ser un poder eminente de aprehender la verdad revelada en sus relaciones con el campo general del pensamiento y el conocimiento humanos, como deber�amos decir, de aprehenderla filos�ficamente. La palabra de conocimiento implica una penetraci�n en los diversos departamentos de la verdad revelada y en sus relaciones mutuas entre s�; mientras que la profec�a no significa simplemente la predicci�n del futuro, sino especialmente el poder de declarar la verdad y el deber de manera clara y contundente a los dem�s.

Y el don de la fe aqu� mencionado ser�a probablemente algo distinto de la fe de los creyentes ordinarios: una iluminaci�n extraordinaria del alma creyente, que hace que Dios y el mundo sean invisibles tan v�vidamente presentes que todos los obst�culos al deber parecen por el momento inmediatamente desaparecer. Esto tambi�n se encuentra en algunos cristianos dotados de todas las edades de la Iglesia. Los otros cinco regalos son al menos menos ordinarios.

Hab�a cristianos en Corinto que ten�an el don de curaciones, y otros un don m�s extenso de obrar milagros; casos, estos, claramente, en los que el fuego del Esp�ritu Santo, poseyendo, iluminando, calentando el alma creyente, se hizo sentir a trav�s del alma y el cuerpo del creyente sobre la naturaleza circundante, y produjo efectos para los cuales no se conoc�an causas naturales. cuenta. Otros, nuevamente, ten�an el don de esp�ritus discernidores, algo m�s profundo, es decir, que cualquier conocimiento del car�cter, aunque an�logo a este gran y poco com�n don.

Un poder que ten�an de ver en otras almas la investidura exacta con la que el Esp�ritu Santo les hab�a proporcionado, lo que en ellas era realmente la obra de la gracia, lo que solo la falsificaci�n de la naturaleza. Otros, de nuevo, hablaban en lenguas, probablemente, como en Pentecost�s, en lenguas extranjeras, a veces con miras a la obra misional entre los forasteros que se encontraban en el puerto y en las calles de Corinto; probablemente tambi�n, y con mayor frecuencia a�n, en un lenguaje m�stico al que no correspond�a ninguna lengua humana conocida, pero en el que un alma embelesada e iluminada podr�a, a veces, ser la �nica capaz de expresarse.

Otros, nuevamente, ten�an el don de interpretar lenguas: probablemente el lenguaje m�stico de la devoci�n, que, de no ser por el talentoso int�rprete, se habr�a extinguido en el o�do de la audiencia sin dejar ni una idea atr�s. Era natural que el ejercicio de tales investiduras como �stas debiera haber dado lugar a una gran discusi�n en Corinto, donde el tema se tra�a continua y pr�cticamente ante los ojos y o�dos de los cristianos.

Se hicieron preguntas con entusiasmo; a menudo fueron respondidas de forma apresurada y err�nea. Finalmente fueron remitidos al ap�stol. San Pablo responde a estas preguntas y, al hacerlo, establece principios de importancia permanente y vital. Primero, cada don, dice, incluso el m�s m�nimo, es importante, porque todos provienen de una sola fuente: el Esp�ritu Divino y eterno que vive y trabaja en la Iglesia de Cristo.

En segundo lugar, dictamina que los dones difieren en importancia, y que su importancia debe medirse por su valor pr�ctico para el alma y para la Iglesia de Cristo. Por este motivo, decide que el don de lenguas que excit� un entusiasmo tan extraordinario en Corinto es realmente un don menos importante que el don relativamente tranquilo y d�cil de la ense�anza o la profec�a, simplemente porque este �ltimo es de mayor servicio a los dem�s, de mayor valor. servicio a la Iglesia.

En tercer lugar, no permitir� que la posesi�n de cualquier regalo deba convertir al poseedor en objeto de celos. Al ser un regalo, no implica ning�n tipo de m�rito en el poseedor, sino s�lo en el que lo da. Tambi�n se da, no en beneficio, ni en el m�rito del poseedor, sino simplemente por el bien de la Iglesia en general. Por consiguiente, ning�n don podr�an poseer los paganos fuera de la Iglesia que maldijeran el bendito nombre de Jes�s; y ning�n regalo hac�a a su poseedor independiente de otros en el cuerpo santo, o pod�a ser monopolizado por completo en beneficio del poseedor.

El ojo no podr�a decirle al pie: "No te necesito". Y, por �ltimo, todos estos dones eran inferiores a los que compart�an todos los cristianos, incluso los m�s humildes en estado de gracia: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, especialmente las gracias. de fe, de esperanza, de caridad. Especialmente si eran inferiores al �ltimo y m�s grande de estos, la gracia de la caridad, el amor de Dios por Su propia bendici�n porque �l es lo que �l es; el amor del hombre en y por Dios.

La importancia de este conocimiento para nosotros en la actualidad me parece innegable, porque vivimos en una �poca en la que los hombres est�n dispuestos a ignorar la existencia misma del mundo espiritual: la presencia y la acci�n del Santo Consolador sobre las almas. de hombres. Esto es, quiz�s, en parte una reacci�n de algunas ideas fan�ticas sobre su obra que se encontraban aqu� y all� en una generaci�n pasada; pero lo entiendo mucho m�s debido al inmenso lugar que ocupa el universo material en los pensamientos y especialmente en las imaginaciones de la generaci�n actual.

Hemos explorado el reino de la materia; lo hemos subyugado; lo hemos convertido a la vez en nuestro amigo y en nuestro esclavo de formas jam�s so�adas por nuestros antepasados. Debajo de todo esplendor material, incluso del m�s grande, hay en el fondo un vac�o doloroso, porque el hombre fue creado para algo m�s elevado y noble que la materia, porque no puede encontrar su verdadera satisfacci�n en la materia. Fue creado para Dios, y todo lo que le recuerda al hombre su verdadero destino, s�, lo dir�, su verdadera nobleza, tiene un derecho sobre su o�do y su coraz�n que no puede ser ignorado permanentemente.

Y cuando el ap�stol clama: �Hermanos, en cuanto a los dones espirituales, no quiero que ignoren�, toca una cuerda a la que el hombre tarde o temprano responde, porque en lo m�s profundo de su ser el hombre es, y se sabe, esp�ritu. Su yo real es algo m�s profundo y central de lo que puede ser tocado por este entorno meramente externo; y, por tanto, el hombre no puede olvidar permanentemente, incluso en esta misma metr�poli de la civilizaci�n material del mundo, que los dones m�s elevados que cualquiera que pueda proporcionarle la materia est�n realmente a su alcance, y que no conviene ignorarlos.

Pero algunos que saben que algo m�s elevado que la materia es su verdadero objetivo y porci�n, no siempre fijan su mirada en lo realmente espiritual. Confunden intelecto con esp�ritu. Pero la raz�n y el pensamiento del hombre no son m�s que un instrumento de su yo m�s profundo, de su ser personal indestructible. Los dones espirituales son mucho m�s elevados que los meramente intelectuales. Esto �ltimo no implica nada en cuanto a la excelencia moral del ser m�s �ntimo.

La brillantez de Voltaire era innegable, pero �qui�n cambiar�a la s�lida paz del alma por el poder de hacer los epigramas que deleitaban a Par�s, pero que no pod�an brindar una hora de verdadero descanso o felicidad a su talentoso autor? �Digo que los dones materiales o intelectuales no valen nada? �Dios no lo quiera! Ellos tambi�n han venido de �l. Sus dones para el viejo mundo pagano, su asombroso cultivo de la raz�n, la fantas�a, el lenguaje, sus vastos y variados esfuerzos en el camino de la empresa constructiva, su ardiente pasi�n, su abundante genio para el arte, su vigoroso talento para la administraci�n y para el gobierno. , eran y siguen siendo dignos de venir de �l.

Aunque estos dones fueron frecuentemente, o, mejor dicho, casi como algo natural, mal utilizados, degradados por la presencia omnipresente del pecado, eran en s� mismos admirables, y hacemos bien en honrarlos y admirarlos aunque solo sea por su Autor. . Y todo lo que �l ha dado adem�s al mundo moderno, fuera del reino de Su Hijo, e independientemente de �l, nuestro progreso material e intelectual en todos sus departamentos, no es materia de depreciaci�n, menos a�n de temor secreto, sino por el reconocimiento agradecido y generoso, si tan solo recordamos que hay dones superiores m�s all�; que, cuando nuestros arquitectos, nuestros comerciantes, nuestros ingenieros, nuestros historiadores, nuestros poetas, nuestros metaf�sicos, han hecho todo lo posible, todav�a queda una esfera m�s sublime desde la cual un ap�stol susurra: "Con respecto a los dones espirituales, hermanos, no quisiera que ignorante.

Sin duda, aqu� tocamos, como tantas veces en el reino de Jesucristo, el misterio, es decir, una verdad de la realidad de la que estamos convencidos, pero cuya plena explicaci�n y raz�n est� en nuestro presente estado de ser y conocimiento, m�s all� de nosotros. �Qui�n intentar� imaginar, y mucho menos describir, el proceso por el cual �l, el Eterno, el Increado, eclipsa, envuelve, penetra, moldea, cambia, quema, nuestros esp�ritus finitos y creados, ba��ndolos, si queremos, de cabo a rabo? con Su luz y con Su calor, dot�ndolos de poderes que, de acuerdo con los t�rminos originales de su estructura natural, les resultan completamente extra�os, acomod�ndolos por anticipaci�n aqu�, en medio de las escenas de los sentidos y del tiempo, para una mayor y mejor �mundo? �Qui�n de verdad dir�: ya que, �qui�n conoce lo suficiente de la naturaleza y las capacidades intr�nsecas del esp�ritu para intentar la descripci�n? De una era a otra, los dones del Esp�ritu pueden variar en su forma; sustancialmente son los mismos hasta el final de los tiempos; y, adem�s de la muerte expiatoria de Jesucristo y el poder de Su sangre para limpiar nuestros pecados, no hay ning�n hecho de igual importancia pr�ctica para los seres humanos que est�n vivos y deben morir.

En conclusi�n, una o dos consideraciones pr�cticas. Ahora bien, estas palabras nos brindan una gu�a para la verdadera idea de educaci�n, con una prueba y criterio de algunas teor�as educativas actuales. Cuando escucho de esquemas de educaci�n que son solo esquemas para llenar la mente de hechos, y que incluyen entre esos hechos casi todo, excepto lo que tiene que ver con ese tema que es de mayor importancia para un ser humano conocer, una voz de por encima de los sonidos en mis o�dos: �Hermanos de esta generaci�n, en cuanto a los dones espirituales, no quiero que ignor�is.

��De qu� servir� haber medido y sopesado todo el reino de la materia, haber explorado y estudiado todos los logros del pensamiento humano; si, despu�s de todo, los dones de Dios al alma - Sus dones de un nuevo nacimiento, de una redenci�n real, de una nueva comprensi�n de la verdad, de un manto en el que un d�a el alma pueda aparecer incluso ante �l en Su santidad y en Su justicia sin temblores y sin confusi�n, si se ignoran por completo? As� tambi�n, en la frase del ap�stol veo una regla para formar amistad.

Quiz�s antes de que la idea de una fraternidad universal en Cristo hubiera surgido en la conciencia del mundo, un �nico v�nculo sincero entre dos seres humanos ten�a un significado que hoy con dificultad podemos apreciar. Pero, en todo caso, los antiguos ten�an raz�n al estimar muy positivamente la importancia moral de la amistad; para un amigo �y apenas hay una verdad que un joven deba tomar m�s en serio�, un amigo refleja y moldea el car�cter a la vez.

Su influencia penetra de mil maneras en los recovecos del pensamiento y del sentimiento. All� deja su huella, con toda seguridad. Es una ayuda o un estorbo; es una bendici�n o una maldici�n, seg�n sea el caso. �Cu�l es su verdadero car�cter? �Cu�les son las cualidades de su coraz�n? �Cu�les son, hablando con propiedad, sus dotes espirituales? �Cu�l es su grado de fe en lo invisible, de esperanza en un futuro eterno, del amor de Dios y del hombre? Y, por �ltimo, aqu� hay una regla para todos los esfuerzos constantes y sistem�ticos de superaci�n personal.

Aprovechemos al m�ximo los medios de la gracia, como se denominan, mientras podamos. De los cauces certificados a trav�s de los cuales deben llegarnos estos dones, de la oraci�n, en primer lugar, de las Divinas Escrituras, de los santos sacramentos, la vida es demasiado corta, hermanos m�os, para permitir que cualquier hombre lo sepa o lo haga todo. Hay mucho de lo que podemos ignorar con seguridad e incluso con provecho; pero como seres inmortales no nos atrevemos a ignorar, no nos atrevemos a descuidar, los dones que el Esp�ritu eterno nos concede aqu� para que en el futuro nos envuelvan en una feliz inmortalidad. ( Canon Liddon .)

Sobre los dones espirituales

1. Esta ep�stola est� bien adaptada para desenga�ar nuestras mentes de la idea de que la Iglesia primitiva era en todos los aspectos superior a la Iglesia de nuestros d�as. Pasamos p�gina tras p�gina y encontramos poco m�s que contenci�n, errores, inmoralidad, etc.

2. En este punto, sin embargo, la Iglesia primitiva se diferencia de la nuestra, y hubiera sido sorprendente que la revoluci�n que introdujo el cristianismo no hubiera ido acompa�ada de una manifestaci�n anormal. La nueva vida divina, repentinamente vertida en la naturaleza humana, la agit� con un poder inusual. Las personas que ayer solo pod�an sentir el p�same de sus amigos enfermos, hoy descubrieron que pod�an impartirles energ�a vital. Los hombres educados en la idolatr�a y la ignorancia de repente encontraron sus mentes llenas de ideas nuevas y estimulantes que se sintieron impulsados ??a impartir.

3. El Esp�ritu de Cristo no produce estas manifestaciones ahora porque:

(1) Ya no son necesarios. Cuando siembras una parcela, colocas ramitas alrededor de ella para que la planta invisible no sea pisoteada, pero cuando las plantas han llegado a ser tan altas como las ramitas, entonces estas son in�tiles. De modo que los milagros ayudaron al crecimiento de la joven Iglesia; pero ahora se ha vuelto lo suficientemente visible y entendida como para no necesitarlos m�s.

(2) No se pod�a esperar que continuaran los disturbios producidos por el primer impacto de estas nuevas "fuerzas cristianas". Las nuevas ideas pol�ticas o sociales que de repente se apoderan de un pueblo, como en la Revoluci�n Francesa, inspiran una energ�a que no puede ser normal.

4. Nada puede ser m�s natural que sobrevalorar estos dones. Llegaron a ser apreciados por su propio bien y, como de costumbre, lo �til no pod�a competir con lo sorprendente.

5. Pablo ahora explica el objeto de estos dones y el principio de su distribuci�n.

(1) Les recuerda que su historia previa explicaba suficientemente su necesidad de instrucci�n ( 1 Corintios 12:1 ). Por lo tanto, lo primero que se necesitaba para guiarlos era un criterio mediante el cual pudieran juzgar si las llamadas manifestaciones del Esp�ritu son genuinas o falsas ( 1 Corintios 12:3 ).

En la Iglesia se encontraron hombres muy antiguos que no pudieron reconciliarse con la muerte maldita de Cristo. Cre�an en su evangelio, milagros, reino, pero la crucifixi�n fue un tropiezo. Y entonces sostuvieron que el Logos Divino descendi� sobre Jes�s en Su bautismo, pero lo abandon� antes de la Crucifixi�n. Esta degradaci�n de Jes�s no deb�a tolerarse, y reconocer su se�or�o era la prueba del cristianismo de un hombre.

Y esta es la �nica prueba segura hoy. Ninguna obra maravillosa que pueda realizar prueba su posesi�n del Esp�ritu de Cristo ( Mateo 7:22 ).

(2) Y en cuanto a los dones mismos, no deben ser motivo de discordia, porque tienen todo en com�n: tienen su fuente en Dios; son para el servicio de Cristo; son formas del mismo Esp�ritu ( 1 Corintios 12:4 ).

(3) La nueva vida asumi� diversas formas y fue suficiente para todas las necesidades del hombre. As� como el sol en primavera desarrolla cada semilla de acuerdo con su propio car�cter especial, as� ocurre con esta nueva fuerza espiritual. La influencia cristiana no corta a todos los hombres seg�n un patr�n como �rboles en una avenida, sino que hace que cada uno crezca seg�n su propia individualidad, uno con la irregularidad escarpada del roble, otro con la ordenada riqueza del plano.

6. Que la sociedad sea un organismo similar al cuerpo humano, no es una idea exclusivamente cristiana. Era una doctrina estoica com�n, y en los primeros d�as de Roma, Men�nio Agripa pronunci� su f�bula que Shakespeare ayud� a hacer famosa. Pero aunque esta comparaci�n no es nueva, ahora est� siendo examinada m�s seria y cient�ficamente y llevada a su conclusi�n leg�tima. Paul sugiere:

I. Que la unidad de los cristianos es una unidad vital ( 1 Corintios 12:13 ). Esta unidad no es una unidad mec�nica, como un tiro en una bolsa; ni una unidad forzada, como de las fieras en un zool�gico; ni una unidad de mera yuxtaposici�n accidental, como de pasajeros en un tren. Pero as� como la vida del cuerpo humano mantiene a todos los miembros y los alimenta a un crecimiento armonioso y bien proporcionado, as� ocurre en el cuerpo de Cristo.

II. Que la eficiencia del cuerpo depende de la multiplicidad y variedad de sus miembros ( 1 Corintios 12:17 ; 1 Corintios 12:19 ). Las formas m�s bajas de vida no tienen �rganos diferenciados o tienen muy pocos; pero cuanto m�s ascendemos, m�s numerosos y claramente diferenciados son los �rganos.

La misma ley se aplica a la sociedad. Entre las tribus incivilizadas, cada hombre es su propio granjero o cazador, y su propio sacerdote, carnicero, cocinero y pa�ero. Pero a medida que los hombres se civilizan, las diversas necesidades de la sociedad son suplidas por diferentes individuos, y cada funci�n se especializa. La misma ley se aplica necesariamente al cuerpo de Cristo. En una sociedad en la que el cristianismo reci�n est� comenzando a echar ra�ces, puede corresponder a un solo hombre hacer el trabajo de todo el cuerpo cristiano, etc.

Pero a medida que avanza hacia una condici�n perfecta, sus funciones y �rganos se vuelven tan m�ltiples y distintos como los �rganos del cuerpo humano. Por tanto, cada miembro tiene algo que contribuir a su bien y al trabajo que realiza. Y le corresponde a �l descubrir ad�nde le conducen sus instintos cristianos. No es necesario que se le diga al ojo que es para ver, ni a la mano que es para agarrar. Y donde hay verdadera vida cristiana, no importa cu�l sea el miembro del cuerpo de Cristo, encontrar� su funci�n, aunque esa funci�n sea nueva en la experiencia de la Iglesia.

III. Que as� como no debe haber desprecio perezoso de uno mismo en el cuerpo de Cristo, tampoco debe haber desprecio de otras personas ( 1 Corintios 12:21 ). Cuando las personas celosas descubren nuevos m�todos, desprecian inmediatamente el sistema eclesi�stico normal que ha resistido la prueba y est� sellado con la aprobaci�n de siglos.

Un m�todo no puede regenerar y cristianizar el mundo, como tampoco un miembro puede hacer todo el trabajo del cuerpo. Pablo va a�n m�s lejos y nos recuerda que las partes �d�biles� del cuerpo son �las m�s necesarias�; el coraz�n, el cerebro, los pulmones, etc., son m�s necesarios que la mano o el pie, cuya p�rdida sin duda paraliza, pero no mata. De modo que en la Iglesia son las almas ocultas las que, mediante sus oraciones y la piedad dom�stica, mantienen la salud de todo el cuerpo y permiten que los miembros m�s conspicuamente dotados hagan su parte. El desprecio por cualquier miembro del cuerpo de Cristo es sumamente indecoroso y pecaminoso.

IV. Que "a cada uno le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho", y no para la glorificaci�n del individuo. Por muy hermoso que sea cualquier rasgo de un rostro, es espantoso aparte de su posici�n; tambi�n lo es el cristiano que atrae la atenci�n sobre s� mismo y no subordina su don en beneficio de todo el cuerpo de Cristo. Si en el cuerpo humano alg�n miembro no est� subordinado a la voluntad central, eso se reconoce como enfermedad: St.

Baile de virus. Si alg�n miembro deja de obedecer la voluntad central, se indica par�lisis. E igualmente as� se indica la enfermedad donde un cristiano busca sus propios fines o su propia glorificaci�n, y no el beneficio de todo el cuerpo. ( M. Doris, DD .)

De dones espirituales

1. Los antiguos profetas hab�an predicho claramente que al per�odo mesi�nico deber�a asistir una notable efusi�n del Esp�ritu Santo. Nuestro Se�or, antes de Su crucifixi�n, prometi� enviar el Esp�ritu Santo ( Juan 14:1 ., Etc.), y despu�s de Su resurrecci�n dijo: �Estas se�ales seguir�n a los que creen�, etc.

( Marco 16:17 ; cf . Hechos 1:5 ). En el d�a de Pentecost�s, estas promesas y profec�as se cumplieron literalmente.

2. La peculiaridad de la nueva dispensaci�n consisti�:

(1) En la difusi�n general de estos dones. Se extendieron a todas las clases.

(2) En su maravillosa diversidad.

3. En circunstancias tan extraordinarias era inevitable que surgieran muchos trastornos.

(1) Algunos dec�an ser los �rganos del Esp�ritu, que eran enga�ados o impostores.

(2) Algunos estaban descontentos con sus dones y envidiaban a los que consideraban m�s favorecidos.

(3) Otros estaban inflados y desplegaban ostentosamente sus poderes.

(4) Muchas personas deseaban ejercer sus dones al mismo tiempo.

4. A la correcci�n de estos males se dedica ahora el ap�stol. Nota&mdash

I. El criterio por el cual ellos podr�an decidir si aquellos que pretend�an ser los �rganos del Esp�ritu estaban realmente bajo Su influencia. �Blasfeman a Cristo o lo adoran? Si reconocen a Jes�s como Se�or, entonces est�n bajo la influencia del Esp�ritu Santo ( 1 Corintios 12:1 ).

II. Estos dones, ya sean vistos como gracias del Esp�ritu, o como formas de ministrar a Cristo, o como los efectos del poder de Dios, no son sino manifestaciones diferentes del Esp�ritu Santo, y todos est�n destinados a la edificaci�n de la Iglesia ( 1 Corintios 12:4 ).

III. Su arreglo.

1. La palabra de sabidur�a y la palabra de conocimiento.

2. Fe, el don de sanar, el poder de obrar milagros, profetizar y discernir esp�ritus.

3. El don de lenguas y su interpretaci�n ( 1 Corintios 12:8 ).

IV. No son solo los frutos del esp�ritu, sino que se distribuyen de acuerdo con su voluntad soberana ( 1 Corintios 12:11 ).

V. Hay en este asunto una sorprendente analog�a entre la Iglesia y el cuerpo humano. Para&mdash

1. As� como el cuerpo es uno porque est� animado por un solo esp�ritu, as� la Iglesia es una debido a la morada del Esp�ritu Santo.

2. As� como la unidad de vida en el cuerpo se manifiesta en una diversidad de �rganos y miembros, as� es la morada del Esp�ritu en una diversidad de dones y oficios.

3. Como la idea misma del cuerpo como organizaci�n supone esta diversidad en la unidad, lo mismo ocurre con la Iglesia.

4. Como en el cuerpo los miembros son mutuamente dependientes, y nadie existe para s� solo, as� tambi�n en la Iglesia.

5. As� como en el cuerpo la posici�n y funci�n de cada miembro est� determinada por Dios, as� tambi�n estos dones se distribuyen seg�n el benepl�cito de su Autor.

6. En el cuerpo, las partes menos atractivas son las indispensables para su existencia, por lo que en la Iglesia no son los dones m�s atractivos los m�s �tiles.

VI. Inferencias de esta analog�a.

1. Todo el mundo debe estar contento con el don que ha recibido, como la mano y el pie est�n contentos con su posici�n y funci�n en el cuerpo.

2. No debe haber exaltaci�n de un miembro de la Iglesia debido a sus dones.

3. Debe haber simpat�a mutua entre los miembros de la Iglesia, como la hay entre los miembros del cuerpo. No se puede sufrir sin que todos los dem�s sufran con �l. Nadie vive, act�a o siente por s� solo, sino cada uno en todos los dem�s ( 1 Corintios 12:12 ). Conclusi�n: Lo que el ap�stol hab�a dicho con respecto a estos dones espirituales, se aplica con toda su fuerza a los diversos oficios de la Iglesia, que son los �rganos a trav�s de los cuales se ejercen los dones del Esp�ritu ( 1 Corintios 12:28 ). ( C. Hodge, DD .)

Dones espirituales

I. La distribuci�n de los dones espirituales.

1. La distribuci�n es tan variada como la de los dones corporales y terrenales.

(1) Se penetra en las profundidades de la sabidur�a de Dios en la naturaleza, la historia, la vida humana y en el plan de salvaci�n.

(2) Otro comunica la suma del conocimiento humano en libros o mediante el habla.

(3) A otro se le da un poder espiritual especial que es capaz de sostenerlo en las circunstancias m�s dif�ciles.

(4) O hay dones de milagros, profec�a, discernimiento de esp�ritus, lenguas. Nuestro propio tiempo no est� falto de dones espirituales. Piense en el esp�ritu de investigaci�n y en la multitud de cantantes, predicadores, l�deres y hombres de oraci�n. Ning�n pueblo es demasiado peque�o en el que no se pueda encontrar un rastro de dones espirituales.

2. Hay suficientes dones, pero nadie los posee todos. Por tanto, todo culto al hombre est� completamente fuera de lugar. No se permite la exaltaci�n propia. Cada uno tiene sus limitaciones, que no puede trascender sin pagar la pena. Y de ah� que todo descontento en nuestro tiempo y en el arte tambi�n est� fuera de orden.

3. Todo el mundo tiene alg�n tipo de don. A menudo nos invade un sentimiento de tristeza en vista de dones m�s gloriosos y mayores �xitos de parte de otros. Pero a los ojos de Dios la humildad y la fidelidad son m�s �tiles que la gloria y el esplendor. Emplea, entonces, tus propios dones sin envidia y sin obst�culos. El que no pueda construir un magn�fico parque puede plantar rosas en el peque�o jard�n de su familia.

II. El uso correcto de los dones espirituales.

1. �Hay diversidad de dones�, pero �qu� es el Esp�ritu de d�nde vienen y al que sirven? Cuanto mayores sean los dones, mayor ser� la responsabilidad; un Saulo se convierte en un Pablo, pero �cu�ntos han revertido este curso!

2. �Hay diferencias de administraciones�.

3. Hay diversidad de operaciones.

4. Pero a cada uno le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho. ( K. Gerok, DD .)

Inspiraci�n y dones espirituales

I. El ap�stol establece un principio general amplio con respecto a la inspiraci�n espiritual ( 1 Corintios 12:3 ).

1. Esto hizo la amplia separaci�n entre la Iglesia y el mundo, y est� muy por encima de todas las distinciones en cuanto a dones. Es mucho m�s importante asegurarse de que un hombre es cristiano que la clase de cristiano que es ( 1 Corintios 12:4 ). En lo que nos diferenciamos del mundo y no en lo que nos diferenciamos de otros cristianos, consiste nuestra distinci�n a los ojos de Dios.

�Ense�a el bautismo una diferencia entre los cristianos ( 1 Corintios 12:13 )? Hay variedades, pero todas son del "mismo Esp�ritu".

2. Llevemos esto a casa personalmente. �Qu� es lo que m�s despert� las energ�as de estos corintios? �Fue eso lo que estimul� al ap�stol en Atenas ( Hechos 17:16 )? �O fue m�s bien la diferencia entre partido y partido? �Qu� es lo que despierta las energ�as pol�micas de este d�a? �Es oposici�n al mal o es oposici�n a alguna doctrina sostenida por otros cristianos? Si se gastara la mitad de la energ�a en pisotear el pecado que se gasta en controversias religiosas, pronto se establecer� el reino de Dios en este mundo; pero �si os mord�is y os devor�is unos a otros, mirad que no os consum�is unos a otros�.

II. El lugar y el valor que San Pablo asigna a las diferencias de dones espirituales.

1. Estas diferencias son las condiciones mismas de la unidad cristiana. La distinci�n entre una sociedad y una asociaci�n es que la asociaci�n artificial une al hombre con el hombre seg�n el principio de similitud, mientras que la sociedad natural une a los hombres en la diversidad. La idea de la Iglesia que se presenta en la Biblia es la de una familia que no es una uni�n de semejanza, porque el padre se diferencia de la madre, etc., y sin embargo juntos forman un tipo de unidad m�s bendita.

2. San Pablo sigue este principio y extrae de �l deberes personales especiales; dice que se conceden dones a las personas por el bien de toda la Iglesia. Despu�s de esto, aplica el principio a:

(1) Los poseedores de dones inferiores. Estos son&mdash

(a) No envidiar. Observe aqu� la diferencia entre la doctrina cristiana de la unidad y la igualdad y la doctrina mundial de nivelar todo con un solo est�ndar. La intenci�n de Dios no es que la mano grosera tenga la delicadeza del ojo, o la fuerza del pie del cerebro, sino proclamar la igualdad real de cada uno en la simpat�a y el amor mutuos.

(b) No desanimarse. Hay pocas tentaciones m�s comunes para los esp�ritus ardientes que lamentarse de su suerte, creyendo que en alguna otra situaci�n podr�an servir mejor a Dios. San Pablo dice que es deber de todo hombre tratar de ser �l mismo, de cumplir con su propio deber; porque aqu� en este mundo no somos nada m�s que su extra�o y curioso mecanismo de relojer�a; y si cada hombre tuviera el esp�ritu de la Cruz, no le importar�a si estaba haciendo el trabajo del resorte principal o de una de las partes inferiores.

(2) Aquellos dotados de poderes superiores. Estos deberes fueron ...

(a) Humildad. No deb�an despreciar a los inferiores. Al igual que con el cuerpo natural, las partes m�s rudas son las m�s �tiles, y las partes delicadas requieren m�s cuidados, lo mismo ocurre con el cuerpo pol�tico; los oficios m�s mezquinos son aquellos de los que menos podemos prescindir.

(b) Simpat�a ( 1 Corintios 12:26 ). �Qu� poco, durante mil ochocientos a�os, se ha conseguido que los corazones de los hombres laten juntos! Tampoco podemos decir que esto es culpa de los capitalistas y de los amos solamente, es culpa de los sirvientes y dependientes tambi�n. ( FW Robertson, MA .)

La obra del Esp�ritu en la vida moderna

Lo que el ap�stol vio hacer al Esp�ritu Divino en el �rea limitada de la Iglesia primitiva, podemos verlo haciendo en general en la sociedad civilizada moderna. Dondequiera que las mentes de los hombres se enciendan en actividad, redimi�ndolas de la servidumbre de la existencia meramente animal, all� act�a la inspiraci�n del Esp�ritu Divino. De esto, las formas m�s grandiosas son:

I. La satisfacci�n del deseo apasionado que llena tantos corazones, pregunt�ndose ansiosamente, �qu� es verdad? Porque eso es equivalente a, �Qu� es Divino? �Qu� es lo que realmente representa para nosotros el pensamiento y la forma de trabajar de Dios?

1. Este don del Esp�ritu de verdad es condenado por los mundanos, porque lleva a los hombres a cuestionar lo que parece establecido.

2. No todos los hombres bajo la inspiraci�n de este Esp�ritu son impulsados ??a los mismos departamentos de investigaci�n.

(1) Un hombre se va por la v�a cient�fica y quiere saber la verdad sobre el universo exterior.

(2) Otros nuevamente, sintiendo que las monta�as, los r�os y los animales pueden decirles poco sobre el asunto m�s fascinante, se vuelven para preguntar: �Cu�l es la naturaleza de Dios y Su relaci�n con el hombre? Lo que inspira esta pregunta es la voz del gran Padre que dice dentro de nosotros: "Buscad mi rostro".

II. La revelaci�n de la belleza.

1. La facultad que percibe lo bello, obra del Esp�ritu Divino, nunca fue tan activa en general como en la actualidad.

(1) Uno de los desarrollos m�s notables de la mente humana es su reciente despertar a la belleza y la poes�a de la naturaleza externa. Los poetas y pintores m�s antiguos no acudieron a la naturaleza en busca de inspiraci�n de sus obras maestras, sino al hombre y la mitolog�a. Miles de personas viajan por mares y continentes para ver una gran cascada o una sublime cadena monta�osa.

(2) El pensamiento y el sentimiento musical nunca han vuelto a alcanzar una expresi�n tan maravillosa, y en toda la historia del mundo nunca hemos escuchado estallidos de canciones gloriosas como las que hemos escuchado de Bach, Handel, etc.

2. S� que ni la poes�a, ni la pintura, ni la m�sica renovar�n por s� mismas la naturaleza moral de un hombre; pero si puedes inspirar junto con el amor por la verdad y la bondad un amor por lo grandioso y lo bello, has hecho mucho para ayudar a las influencias religiosas m�s directas.

3. Llegar� el d�a en que la religi�n se asociar� m�s estrechamente con sus amigos naturales de la cultura y el arte, y en combinaci�n consagrar� la vida familiar y echar� fuera el demonio de la intemperancia.

III. El don de bondad o beneficencia.

1. Los dones de sanidad estaban entre los dones espirituales, y seguramente debemos considerarlos entre los dones m�s preciosos concedidos a los d�as modernos. La vida humana est� asediada por todo un ej�rcito de enfermedades y peligros, tanto de la mente como del cuerpo, de modo que quien da toda su mente y energ�a para prevenirlos o curarlos, es un regalo de Dios para el que sufre. Cuando todo m�dico se convierta en un estudioso profundo de su arte, buscando toda la nueva luz que Dios env�a, libre de las tradiciones meramente de su profesi�n, se convertir� en un fiel ministro de ese Esp�ritu que lo ha llamado a Su obra divina, y una bendici�n indescriptible para la sociedad.

2. "Gobierno" es otro elemento. Esto, ya sea local o imperial, debe considerarse como una de las mayores bendiciones modernas. Cualquiera que ayude a gobernar bien una ciudad, a promover la salud y la seguridad de sus habitantes, aunque reciba poca gratitud por sus servicios, es tan claramente un ministro de Dios como el que predica el evangelio. Y cualquier hombre que ayude a gobernar bien una naci�n, que busque guiar a un pueblo con leyes justas y una pol�tica sabia, se encuentra en la primera fila entre los siervos eminentes de Dios. La prosperidad de toda una naci�n depende de que tales hombres est�n al mando del barco nacional.

3. Los dones de la palabra se han convertido en nuestros de una manera mucho m�s maravillosa que los de la Iglesia Apost�lica. El universo se ha vuelto vocal, y el sol y los planetas distantes est�n llenos de palabras, cont�ndonos algo de su propia historia. Los monumentos enterrados de imperios extintos han surgido para contarnos la historia de su historia. Los idiomas que se hablaron en el gris amanecer del mundo nos hablan de nuevo a trav�s del trabajo de los eruditos que han trabajado en un trabajo mal remunerado.

Casi todo el habla y los dialectos que ahora se hablan en el mundo entero han sido dominados y se nos han hecho inteligibles. El mundo oriental le habla al occidental con la misma facilidad con que dos personas conversan en la misma habitaci�n, y el tel�grafo envuelve el globo con pensamientos ardientes y habla intermitente. Y considere c�mo los canales de comunicaci�n de mente a mente se multiplican en todas las comunidades civilizadas. Existe el m�s grande de todos los milagros modernos: el peri�dico diario, y ser�a interminable hablar de los libros y publicaciones peri�dicas que se imprimen en todos los departamentos de investigaci�n o imaginaci�n.

Y luego considere c�mo Dios ha dotado a algunos hombres con el poder de hablar como oradores. Piense en lo que esta lengua inglesa moderna se convierte en su uso: flexible, rica, majestuosa, para la expresi�n de cada variedad de pensamientos y sentimientos. ( C. Breve, MA .)

La unidad de la Iglesia cristiana es su diversidad.

1. Hay varios creyentes, pero una sola fe ( 1 Corintios 12:1 ).

2. Hay varias ordenanzas, pero un Ordenador ( 1 Corintios 12:4 ).

3. Hay varias operaciones, pero una sola obra ( 1 Corintios 12:7 ). ( Pastor Pfeiffer .)

La asamblea de Cristo

Cada miembro de esta comunidad ...

I. Ha pasado por un cambio radical ( 1 Corintios 12:1 ).

1. Este es un cambio del esp�ritu de los gentiles o del mundo al Esp�ritu de Cristo, el cambio m�s radical que puede tener lugar en un hombre.

2. Esto se describe:

(1) Negativamente. Ning�n hombre que lo haya experimentado tiene algo irreverente o profano en su esp�ritu hacia Cristo ( 1 Corintios 12:3 ).

(2) Positivamente ( 1 Corintios 12:3 ). �Puedo decir�, por supuesto, no solo las palabras, porque todos podr�an hacerlo f�cilmente, sino con el coraz�n y la vida.

3. Esta es la producci�n del Esp�ritu Santo. Ning�n hombre es miembro de la verdadera Iglesia que no haya estado bajo el control del Esp�ritu de Cristo. Hay tales que no se encuentran en ninguna Iglesia, y puede haber Curches donde no se encuentran tales. Todos estos, sin embargo, dondequiera que se encuentren, pertenecen a la Iglesia del "primog�nito escrito en el cielo".

II. Ha recibido dotes especiales de Dios ( 1 Corintios 12:4 ).

1. Estos pueden dividirse en:

(1) Los del intelecto. "Sabidur�a", "conocimiento", etc.

(2) Aquellos de "fe", que operan la fe en palabras, hechos y "discernimiento".

(3) Los de idioma. �Lenguas�, hablar e interpretar.

2. Ahora todos los hombres responsables tienen ...

(1) Intelecto de alg�n tipo y cantidad.

(2) Fe de alg�n tipo. El hombre tiene una tendencia instintiva a creer, de ah� que su credulidad sea proverbial. Y es necesario que crea: no podr�a llevar a cabo el negocio de la vida sin fe.

(3) Un idioma de alg�n tipo u otro.

3. El hombre que ha llegado a poseer el Esp�ritu y el prop�sito de Cristo y, por lo tanto, es miembro de la Iglesia genuina, recibir�:

(1) Una nueva fuerza y ??elevaci�n del intelecto.

(2) Un nuevo objeto y energ�a de fe.

(3) Un nuevo estilo y �nfasis de expresi�n, una nueva lengua.

4. Esta gran variedad de dones revela:

(1) La soberan�a del Esp�ritu. �Por qu� otorg� alguno en absoluto? A�n m�s, �por qu� tan diferente a diferentes hombres? La �nica respuesta es porque le agrad� hacerlo. "Hizo todas las cosas seg�n el consejo de su propia voluntad".

(2) Su opulencia. �l es la Fuente inagotable, no solo de toda vida, sino de todas las dotes espirituales.

(3) Su benevolencia. Todas estas dotaciones variadas son para "lucro".

5. Dado que todas nuestras investiduras son dones gratuitos de Dios, no hay raz�n para que los m�s humildes se sientan insatisfechos, ni para los que tienen lo m�s espl�ndido para regocijarse.

III. Debe considerar estas dotaciones como parte de un todo vital, es decir. , del "cuerpo de Cristo". As� como el alma reside, dirige y se revela en el cuerpo, as� Cristo en la verdadera Iglesia ( 1 Corintios 12:12 , etc.). Grande es la variedad en las diversas facultades, �rganos y partes del cuerpo humano.

Algunas son m�s grandes y m�s bonitas que otras, pero todas, incluso las m�s insignificantes y desagradables, son igualmente esenciales ( 1 Corintios 12:22 , etc.). �Qu� absurdo ser�a que una parte del cuerpo compitiera con otra por la importancia y la supremac�a! Sin embargo, no es m�s absurdo que un miembro de una Iglesia se enfrente a otro. ( D. Thomas, DD .)

Versículo 2

Sab�is que sois gentiles, llevados a estos �dolos mudos.

El gran cambio y sus obligaciones

Observar&mdash

I. La condici�n de los paganos.

1. Adoradores de �dolos mudos.

2. Llevados por sus concupiscencias.

3. Dirigido por el diablo y sus agentes.

II. Esta condici�n era tuya.

1. Literalmente en tiempos pasados.

2. Espiritualmente en su propia experiencia anterior.

III. El cambio en ti ha sido efectuado por la gracia de Dios.

1. A trav�s del evangelio.

2. Por la agencia de otros.

3. De ah� tu obligaci�n de enviarlo al mundo.

Cristianismo y paganismo

Aqu� se expresan dos cosas:

I. El silencio sepulcral del estado de paganismo - los �dolos parados sin voz, sin boca para hablar ni o�dos para o�r - silenciosos entre sus adoradores silenciosos. "Los or�culos son tontos". Esto contrasta con la m�sica y el habla del cristianismo, �el sonido de un viento recio que soplaba�, �la voz de muchas aguas�, que reson� en toda la Iglesia en la difusi�n de los dones, especialmente de profetizar y hablar en lenguas.

II. El estado inconsciente e irracional del paganismo, en el que los adoradores fueron ciegamente apresurados por alg�n poder dominante del destino, o por un esp�ritu maligno de adivinaci�n o casta sacerdotal, sin ninguna voluntad o raz�n propia para adorar en el santuario de los �dolos inanimados. Esto se contrasta con la conciencia de un Esp�ritu que mora en el interior, que se mueve en armon�a con sus esp�ritus y est� controlado por un sentido de orden y sabidur�a. Posiblemente exista la intenci�n ulterior de impresionar la superioridad del consciente sobre los dones inconscientes del Esp�ritu. ( Dean Stanley .)

Nadie que hable por el Esp�ritu de Dios llama anatema a Jes�s: y ... nadie puede decir que Jes�s es el Se�or sino por el Esp�ritu Santo.

Jes�s anatema

Lo primero que necesitaba una Iglesia tan inexperta era saber cu�l era el verdadero car�cter de la influencia Divina. El ap�stol dice que toda expresi�n, ya sea profec�a, lengua o doctrina, que equivale a decir �maldito es Jes�s�, no es divinamente inspirada. Pero, �a qui�n podemos atribuir este lenguaje? A los jud�os o gentiles incr�dulos que trataron a Jes�s como un impostor y vieron en su muerte ignominiosa y cruel una se�al de la maldici�n divina ( 1 Corintios 1:23)? No; porque �c�mo podr�an los cristianos sentirse tentados a estimar a los inspirados? Adem�s, aqu� tenemos que ver con los discursos pronunciados en la iglesia; y �c�mo se les habr�a permitido hablar all� a los anticristianos? �Admite, entonces, Pablo la posibilidad de discursos de cristianos a este efecto? Recuerde la poderosa fermentaci�n de las ideas religiosas que el evangelio suscit� en ese momento.

En 2 Corintios 11:3 , el ap�stol habla de maestros reci�n llegados a Corinto, que predicaron a otro Jes�s y elevaron un esp�ritu diferente al que hab�a recibido la Iglesia. Por lo tanto, no fue solo otra doctrina, sino otro soplo, un nuevo principio de inspiraci�n, lo que esta gente trajo consigo.

En 1 Corintios 16:22 dedica al anatema a ciertas personas que no aman a Jes�s cuando el Se�or venga, lo que ser�a muy severo si no fuera por el anatema que le arrojaron en la cara. �C�mo fue esto posible en una iglesia cristiana? Debemos observar el t�rmino �Jes�s�, detectando la persona hist�rica y terrena de nuestro Se�or, y tener presente que desde los primeros tiempos hubo personas que, ofendidas por la idea del ignominioso castigo de la Cruz, y la inaudita humillaci�n de el Hijo de Dios, pens� que deb�an establecer una distinci�n entre el hombre Jes�s y el verdadero Cristo.

El primero hab�a sido, seg�n ellos, un jud�o piadoso. Un Ser celestial, el verdadero Cristo, lo hab�a elegido para que le sirviera de �rgano mientras �l actuaba abajo como el Salvador de la humanidad. Pero este Cristo de arriba se hab�a separado de Jes�s antes de la Pasi�n, y dej� que este �ltimo sufriera y muriera solo. Es f�cil ver c�mo, desde este punto de vista, se puede maldecir al Crucificado que parec�a haber sido maldecido por Dios en la Cruz, y que sin pensarlo maldec�a al verdadero Salvador, y permaneciendo sin escr�pulos como miembro de la la Iglesia.

Cerinto ense�� esta doctrina y Epifanio afirma que esta ep�stola fue escrita contra �l. Los ofitas, o tambi�n adoradores de serpientes, que existieron antes de fines del primer siglo, pidieron a los que deseaban entrar en sus iglesias que maldijeran a Jes�s. Al enunciar este primer criterio negativo, el ap�stol quiere decir, por tanto, por muy ext�tico en la forma o profundo en la materia que pueda ser una manifestaci�n espiritual, si tiende a degradar a Jes�s, a convertirlo en un impostor o en un hombre digno de la ira divina, si lo hace. violencia de cualquier manera a Su santidad, puede estar seguro de que el aliento inspirador de tal discurso no es el del Esp�ritu de Dios. Tal es la norma decisiva que los profetas, por ejemplo, est�n llamados a usar cuando se sientan a juzgar unos a otros (cap. 14:29). ( Prof. Godet .)

La negaci�n de Cristo

I. Sus formas.

1. La infidelidad lo convierte en un impostor.

2. El socinianismo le roba su divinidad.

3. La impenitencia y la incredulidad resisten sus pretensiones y autoridad.

4. Todo al negarlo pr�cticamente lo declara maldito.

II. Su causa. La falta del Esp�ritu. Por lo tanto, un hombre se rige en sus puntos de vista y conducta, ya sea por una raz�n depravada o por un sentido natural corrupto.

III. Sus consecuencias.

1. Delirio.

2. Miseria.

3. Ruina. ( J. Lyth, DD .)

La confesi�n de cristo

I. Lo que implica.

1. Una plena convicci�n de Su autoridad suprema como Se�or y Cristo.

2. Una confianza creyente en �l.

3. Una sumisi�n voluntaria a Su autoridad.

II. �C�mo se obtiene? Por el Esp�ritu Santo, quien ...

1. Ilumina.

2. Convenciones.

3. Asegura.

4. Santifica - al que cree. ( J. Lyth, DD .)

La confesi�n de que Jes�s es Se�or por el Esp�ritu Santo

Nota&mdash

I. La impotencia general del hombre en los deberes espirituales. Aqu� vemos

1. La universalidad de nuestra p�rdida en Ad�n. Nadie tiene poder para hacer esto. El cual nota su blasfemia que exime a cualquier hombre de la infecci�n del pecado.

2. D�nde reside esta impotencia: en el hombre. "Ning�n hombre." Que se�ala su blasfemia que dicen que el hombre puede salvarse por sus facultades naturales como es hombre.

3. Por la justa ocasi�n de esa palabra "puede", es capaz, vemos tambi�n la pereza del hombre que, aunque no puede hacer nada de manera efectiva y primaria, no hace tanto como podr�a hacer.

II. Qu� es este deber espiritual en el que todos somos tan impotentes.

1. Un acto exterior, una profesi�n; no es que el acto exterior sea suficiente, sino que el afecto interior por s� solo tampoco es suficiente. Pensarlo, creerlo, no es suficiente; debemos decirlo, profesarlo.

2. �Y qu�?

(1) Que Jes�s es: no solo un asentimiento a la historia, y de hecho que Jes�s fue e hizo todo lo que est� registrado de �l, sino que todav�a es lo que pretend�a ser. C�sar no es todav�a C�sar, ni Alejandro, Alejandro; pero Jes�s es Jes�s todav�a, y lo ser� por siempre.

(2) Que �l es el Se�or. No fue enviado aqu� como el mayor de los profetas, ni como el mayor de los sacerdotes; Su obra consiste no s�lo en habernos predicado, ni en haberse sacrificado para ser ejemplo para nosotros; pero �l es el Se�or. Compr� un dominio con Su sangre. �l es el Se�or, no solo el Se�or supremo, sino el �nico Se�or, ning�n otro tiene se�or�o en nuestras almas y ninguna otra parte en salvarlas sino �l.

III. Esto no se puede hacer sino por el Esp�ritu Santo.

1. Todos los recordatorios menos uno est�n excluidos y, por lo tanto, uno debe ser necesariamente dif�cil de alcanzar. El conocimiento y el discernimiento del Esp�ritu Santo es algo dif�cil.

2. Como todos los dem�s medios est�n excluidos, este se incluye seg�n sea necesario. Nada puede afectarlo sino tener el Esp�ritu Santo, y por lo tanto, se puede tener el Esp�ritu Santo. ( J. Donne, DD .)

Jes�s el Se�or

I. La verdad de que Jes�s es el Se�or. El hombre Jes�s durante treinta y tres a�os actu� como un hombre en relaci�n con los hombres, y finalmente muri�. Este hombre es el Se�or. La palabra que usa es casi invariablemente la traducci�n de Jehov� en la LXX, una versi�n de uso com�n entre los ap�stoles. Ahora bien, si Pablo, como jud�o, llam� a Jes�s Jehov�, debe haberle exigido todos esos atributos que su naci�n sol�a asociar con ese nombre; y ning�n lector sincero y calificado de sus sermones y ep�stolas puede dudar de que �l reclam� estos atributos para Jes�s.

II. Esta tremenda verdad es tan trascendente que no puede aceptarse sin la ayuda divina. Ning�n hombre por s� mismo puede afirmarlo, puede afirmarlo como la convicci�n natural de su juicio. Cuando me dices que Jes�s naci�, vivi�, ense�� y muri�, te entiendo; porque has narrado un evento natural; pero cuando me dices que Jes�s es el gran Dios, me transportas de la esfera de la declaraci�n y el testimonio inteligibles al pa�s de las maravillas.

No quiero decir que la Deidad de Cristo sea naturalmente inconcebible, sino simplemente que la doctrina est� por encima de m�. No puedo decir que Jes�s es Dios a menos que agregue alg�n otro poder a mi mente, o estimule con una intensidad antinatural los poderes que tengo. San Pablo afirma que nadie puede: y si San Pablo no lo hubiera afirmado, lo habr�amos averiguado. La historia de la controversia lo ha repetido en todas las �pocas.

Los fil�sofos modernos mantienen esto con un esp�ritu de jactancia, mal disimulado bajo una afectaci�n de certeza cient�fica; como si lo hubieran dejado para que lo descubrieran; mientras que Pablo lo afirm� desde el principio. �Y ha descrito este temperamento mental con tanta franqueza y precisi�n como si �l mismo hubiera sido un fil�sofo! �El hombre natural no percibe las cosas que son del Esp�ritu de Dios�, etc .; tampoco puede conocerlos.

Los hombres naturales han estado repitiendo inconscientemente las palabras de Pablo desde su �poca hasta la nuestra. Ahora bien, hay una parte de esta maravillosa verdad que es hist�rica: las obras y la resurrecci�n de Jes�s. Estos eran hechos visibles y se podr�a suponer que pertenec�an al �mbito de la observaci�n y el testimonio. Pero mira c�mo los tratan los hombres naturales, como no se atreven a tratar ninguna otra historia. Primero dicen que Jes�s no puede ser Dios, y luego leen los evangelios para explicar los hechos del Nuevo Testamento.

No culpo a estos hombres porque no pueden decir que Jes�s es el Se�or, como tampoco calificar�a a un ciego por no conocer el sol; pero deber�a censurar al ciego si declara que no hay sol porque no puede verlo.

III. La evidencia mediante la cual se puede afirmar esta gran verdad. La persuasi�n interna del Esp�ritu Santo. Esto nos lleva de inmediato a la regi�n de lo sobrenatural. Aqu� nos separamos del sabio, el escriba y el disputador de este mundo. Aqu� les hablamos en par�bolas a los que est�n afuera. El Esp�ritu es el autor de la expresi�n o manifestaci�n de la religi�n cristiana. Los labios de los profetas fueron tocados, y las plumas de los escribas fueron movidas por �l; el santo ni�o Jes�s fue concebido por �l; se le confi� la impartici�n de las buenas nuevas, que ese ni�o era una luz para alumbrar a los gentiles.

Ahora, el primer paso hacia la confesi�n de la Deidad de Cristo es la convicci�n de pecado por el Esp�ritu Santo. La miseria que sigue a tal convicci�n de pecado har� que el hombre luche contra ella y aprenda por amargos fracasos su impotencia. Cuando le predico a Jes�s a un hombre en este estado, con su desesperaci�n y sus ansiosos gritos de ayuda, no solo ve ninguna dificultad en aceptar la Deidad de Cristo, sino que la comprende como la �nica verdad que puede consolarlo.

Quiere un mediador de Dios porque ha pecado contra Dios. Debe tomar su perd�n de Aquel contra quien ha pecado; y, habiendo sido perdonado, debe rendirle el servicio completo y leal de su coraz�n y de su vida. Lo que hace de Jes�s nuestro lugar de descanso final es Su Deidad: lo que da una potencia omnipotente a Su sangre es Su igualdad con el Padre. �Qu� f�cil para aquellos a quienes el Esp�ritu Santo ha convencido del pecado, y que han imaginado bajo la tiran�a de su poder qu� contrapoder debe ser para redimirnos de �l; qu� f�cil para tales admitir que Jes�s es Dios! ( EE Jenkins, DD .)

La imposibilidad de creer verdaderamente y confesar a Cristo de manera salvadora, pero por el Esp�ritu Santo

I. La declaraci�n en el texto necesita explicaci�n. No significa que una persona no pueda repetir las palabras, "Jes�s es el Se�or", sino por el Esp�ritu Santo. Entonces, �cu�l es el verdadero significado del texto? Es que nadie puede hacer esta confesi�n sin el Esp�ritu Santo:

1. Con una firme creencia en su verdad.

2. Con una firme confianza en �l para la salvaci�n. Para que podamos confiar en Jesucristo para la salvaci�n, son necesarias dos cosas.

(1) Debemos sentir nuestra necesidad de tal salvaci�n.

(2) Debemos creer que existe tal provisi�n para nuestra salvaci�n en Cristo Jes�s, ninguna de las cuales podemos hacer sin la influencia del Esp�ritu Santo.

3. Con el pleno prop�sito de vivir para Su gloria.

II. Aqu� se nos instruye:

1. En la naturaleza de la verdadera religi�n. La fe en el Se�or Jesucristo es la base de toda religi�n verdadera. Esa gloriosa verdad, "Jes�s es el Se�or", que el que muri� en la Cruz por nuestros pecados es "el Se�or", esta verdad es el gran punto de inflexi�n de la salvaci�n, y quien verdaderamente cree en ella es llevado a un estado de salvaci�n. Al creer en esta gloriosa verdad, tambi�n est� preparado para el servicio de Dios, para confesarlo ante los hombres y para mantener una conducta, de acuerdo con su voluntad, frente a todas las dificultades internas y externas.

2. En la necesidad del Esp�ritu Santo. No podemos saber y creer que "Jes�s es el Se�or" para que nuestro coraz�n sea afectado de manera salvadora por �l, para depender de Jes�s como nuestro Salvador, para ser renovados por �l a su imagen en justicia y verdadera santidad. Para alcanzar esta fe, es necesaria la operaci�n especial del Esp�ritu Santo.

3. El oficio peculiar del Esp�ritu Santo. C�mo trabaja y por qu� medios. ( G. Maxwell, BA .)

La obra del Esp�ritu Santo necesaria para el hombre

I. La necesidad de la obra del Esp�ritu. Es una cuesti�n de necesaria consideraci�n preliminar que nos extendamos en la culpabilidad de nuestra propia naturaleza. Y nadie quiere m�s evidencia que la que encuentra simult�neamente en la p�gina de la Biblia y en el volumen de su propio coraz�n; s�lo tiene que mirar al primero para ver qu� es santo, justo y bueno; s�lo tiene que mirar en este �ltimo para ver cu�n completamente nos hemos apartado de �l. Y esta condici�n no debe ser cambiada por ning�n poder que podamos poner en movimiento.

No debe ser cambiado por la fuerza de la educaci�n. Es cierto que podemos educar y disciplinar a nuestros hijos para que adopten un cierto rumbo exterior; podemos imponerles la necesidad de mantener cierta l�nea de conducta, pero esto no tiene nada que ver con el coraz�n. Ni siquiera mediante las ordenanzas del nombramiento de Dios podemos asegurar la conversi�n de las almas.

II. El modo de las operaciones del Esp�ritu. Es una obra maravillosa que se realiza en el alma de todo hombre que pasa de un estado de naturaleza a un estado de gracia. Es un cambio de deseos, esperanzas, prop�sitos, objetos: un nuevo nacimiento. Podemos rastrearlo por sus resultados; no siempre podemos rastrearlo por su realizaci�n. �El viento sopla de donde quiere�, etc. Pero estamos seguros de que si el efecto se produce real y verdaderamente en cualquier hombre, los resultados ser�n manifiestos.

�El fruto del Esp�ritu es amor, gozo, paz�, etc. Cuando el mal ha sido quitado, cuando la dureza ha sido sometida, cuando la puerta del entendimiento se ha abierto para admitir la verdad del cristianismo, y cuando la puerta del coraz�n ha sido abierto a todas sus benditas influencias, el hombre viene a perseguir con seriedad y diligencia aquellas cosas por las que una vez no tuvo estima. ( S. Robins .)

La fe es un don del Esp�ritu

Quiz�s no haya un h�bito que la Escritura atribuya m�s a menudo, ya sea expl�cita o impl�citamente, a la agencia del Esp�ritu Santo que una fe sana y viva; y no hay ninguno, por tanto, que el alma busque y apreciar� con m�s cuidado. La fe, en el sentido en que aqu� nos ocupamos de ella, es la creencia de una revelaci�n profesada de Dios al hombre, sobre la autoridad de Dios que la hizo, y una fe viva es una convicci�n de su verdad tal que la hace operan como motivo de nuestros afectos y vidas.

Es en s� mismo, entonces, un h�bito del intelecto y, hasta ahora, parece volverse moral s�lo en el punto en el que influye en la voluntad, en lugar de ser influido por ella. Y a la luz de esto, como motivo moral, unido tambi�n, como suele suceder en la Escritura, a los efectos que deber�a producir en la voluntad, no parece haber mayor dificultad en ver la fe como obra del Esp�ritu que en el arrepentimiento. , amor u obediencia.

Pero en el proceso intelectual previo �la convicci�n del entendimiento por la fuerza de la prueba� hay una dificultad que probablemente ha sentido la mayor�a de las mentes. Hasta donde se puede ver, no parece haber m�s raz�n para buscar o esperar que la interposici�n divina corrija o prevenga un error l�gico, que detener los efectos de cualquier poder f�sico que nosotros mismos hayamos puesto en movimiento. Cualquiera de los dos ser�a un milagro que Dios puede obrar, pero que no tenemos autoridad para suponer que lo har�.

No podemos negarnos a creer lo que est� probado, o creer lo que carece de prueba aparente, de la misma manera que el ojo puede rechazar o cambiar las formas y colores que arrojan los objetos externos en la retina. Entonces, �c�mo puede la recepci�n de una doctrina por la raz�n verse afectada por las operaciones de la gracia divina? Si est� probado, �no debe creerse? Sin embargo, esta dificultad, tal como es, no es peculiar de las Escrituras, ni de la verdad religiosa, ni de la cuesti�n de la influencia del Esp�ritu Santo.

Pertenece igualmente al hecho reconocido de que, en casi todos los temas, los hombres, aparentemente con un poder intelectual equivalente, con exactamente la misma evidencia ante ellos, llegan a conclusiones muy diferentes. As� ocurre todos los d�as en la historia, en la pol�tica, en mucho de lo que se llama ciencia, en el juicio que nos formamos sobre el car�cter y la conducta de los dem�s, e incluso en el cr�dito que se da a supuestos eventos casi dentro de la esfera de nuestra propia observaci�n.

Sea que una ceguera parcial y temporal del juicio sea superinducida por la fuerza de la pasi�n y la tensi�n de la voluntad; o si, como parece m�s probable, la atenci�n, el cristal �ptico, o m�s bien el ojo de la mente, est� dirigido por la emoci�n predominante excitada por el sujeto en cuesti�n, con m�s intensidad en una determinada clase de consideraciones que inciden sobre �l, mientras que otras mira ligeramente, o ignora por completo, incluso cuando el ojo corporal que mira fijamente un objeto est� tan ciego por el momento para todos los dem�s como si no lo fueran, de modo que de todos los temas que deber�an haber sido considerados en su debido momento peso y medida, descarta s�lo aquellos que conducen a la conclusi�n deseada, o les da tal prominencia indebida en el campo de visi�n que el juicio, enga�ado y descarriado, llega, a un nivel parcial, aunque aceptable,

Nos basta con que se admita el hecho de que en todas partes, salvo en las verdades necesarias del razonamiento demostrativo, las conclusiones de la raz�n se modifican realmente por los deseos, intereses o prejuicios del razonador; de modo que la creencia no es meramente el resultado del intelecto, sino que es, quiz�s en la gran mayor�a de los casos, el producto mixto de las facultades morales e intelectuales combinadas. Y si esto es cierto cuando los sentimientos y las pasiones se ven afectados s�lo remotamente, y no deber�a ser as� en absoluto, cu�nto m�s tendr� lugar cuando el tema sea la religi�n, que debe ense�ar la parte m�s tierna de nuestra naturaleza moral; que golpea las esperanzas y los temores; que incide directamente en todo afecto, pasi�n, motivo, h�bito y acto; que, si se admite que es cierto,

La elecci�n de la disposici�n de los materiales con los que trabajar� la raz�n est� en gran medida en el poder de la voluntad; y la voluntad tiene prejuicios y no puede, o no har�, honestamente hacer su parte. No es de extra�ar, entonces, que nuestro Se�or haya atribuido la incredulidad siempre a causas morales, nunca puramente intelectuales (ver Juan 3:18 ; Juan 5:40 ; Juan 7:17 ).

Tambi�n se seguir�, que es el punto m�s inmediato que tenemos ante nosotros, no solo que en la formaci�n de una fe sana y viva hay lugar para la agencia del Esp�ritu Santo, sino que sin Su ayuda tal fe no puede existir. Porque si el car�cter de nuestra creencia depende no meramente de la correcci�n del proceso de razonamiento, sino mucho m�s de operaciones previas de la voluntad, mediante las cuales se seleccionan y ordenan los antecedentes y materiales de la raz�n, y si nuestra naturaleza moral est� en nuestro estado no regenerado. Estado deformado y deteriorado de modo que no se inclina por lo bueno y se inclina por lo malo, es evidente que el evangelio, presentado ante tal tribunal, debe ser juzgado por un juez incapaz y prejuicioso; que, siendo deseado falso y admitiendo objeciones susceptibles de magnificarse y te�irse en refutaciones, es seguro que se encontrar� falso;

Intentemos ahora, como ilustraci�n adicional de lo que se ha dicho, tratar de rastrear en uno o dos casos el proceso por el cual las causas morales, actuando sobre el intelecto, pueden conducir a una creencia pr�ctica o declarada.

1. En cierta clase de mentes, la infidelidad y la herej�a parecen deber su origen al orgullo intelectual. Creer es adoptar las mismas opiniones que han sido el credo de multitudes antes, y confundirse en la masa de mentes irracionales que han recibido impl�citamente los mismos principios tradicionales. Las objeciones, en cambio, tienen un aire de novedad. Hay al menos la apariencia de poder al superar las dificultades.

Es un placer embriagador sentirse diferente de otros hombres, es decir, a nuestro juicio, superior a ellos, y el cerebro a menudo se tambalea por ello. Adem�s de esto, existe un prejuicio contra el evangelio por la mera circunstancia de que sea antiguo. En cada ciencia se hacen nuevos descubrimientos a diario. En la historia, en la pol�tica, en la ciencia, los hombres se han equivocado durante mucho tiempo, �por qu� no tambi�n en la religi�n? Con tales sentimientos y preferencias, la mente capta las objeciones al cristianismo, o algunas de sus doctrinas, como justo lo que esperaba encontrar.

Se demora en ellos; los magnifica excluyendo otras presunciones, hasta que llenan el campo de la visi�n mental y no dejan lugar a la verdad. La humildad y la fe son dones afines del mismo Esp�ritu.

2. Otra fuente de incredulidad es a�n m�s evidentemente moral. Surge cuando el alma se esconde de Dios despu�s de desagradarle con un pecado deliberado. Algunos, por ejemplo, sofocan los pensamientos acusadores con diversiones mundanas y la disipaci�n de la alegr�a fr�vola. Pero muchos, mucho m�s, probablemente, de los que se pueden conocer hasta que se revelen los secretos de todos los corazones, se refugian en una especie de incredulidad parcial. Hay dificultades en la revelaci�n, y en algunas de sus doctrinas, livianas como una pluma, de hecho, cuando se pesan imparcialmente en la balanza contra las evidencias acumuladas de la verdad, pero no sin peso, por supuesto, cuando se equilibran y reflexionan por s� mismas. El alma que se retuerce se alegra de apoderarse de ellos. �Supongamos que el evangelio no deber�a ser verdadero? sus obligaciones son imaginarias y su culpa e ingratitud son irreales. ( Bp. Jackson.)

La necesidad de la influencia divina en el estudio y uso de la Sagrada Escritura

I. �Qu� progreso se puede lograr en el estudio y uso de las Escrituras sin la influencia especial del Esp�ritu Santo?

1. Es obvio que, sin tal influencia especial del Esp�ritu de Dios, es posible llegar a una creencia meramente especulativa en la verdad de las Escrituras. Los hombres de agudas facultades en otras actividades no las pierden al acercarse a la Palabra de Dios.

2. Es posible que un individuo, sin la influencia especial del Esp�ritu Santo, obtenga un conocimiento general del contenido del volumen sagrado. El ojo m�s fuerte har� los mayores descubrimientos.

3. Es posible, sin la influencia especial del Esp�ritu Santo, sentir la m�s alta admiraci�n por partes del volumen sagrado.

4. Tal individuo puede proceder de manera clara y sorprendente a mostrar el contenido del volumen sagrado a otros. Puede ser un hombre de viva imaginaci�n y evocar las im�genes m�s atractivas para ilustrar la verdad. Puede ser un maestro en composici�n y, por lo tanto, capaz de describir con fuerza lo que ve con claridad. Pero, sin embargo, todos estos poderes y facultades pueden ponerse en acci�n sin la operaci�n de ning�n principio de piedad y, por lo tanto, sin las influencias santificadoras del Esp�ritu Santo sobre el alma.

II. �Cu�l es ese conocimiento y uso de la Escritura del cual el Esp�ritu Santo debe ser considerado como Autor exclusivo?

1. Es por el Esp�ritu Santo que somos guiados a hacer una aplicaci�n personal de la Sagrada Escritura a nuestro propio caso.

2. Es el Esp�ritu de Dios solo quien hace querer al coraz�n las promesas de las Escrituras. Antes llamaban nominalmente a Cristo �Se�or�, pero ahora usan la expresi�n en un sentido superior y m�s apropiado. Son completamente suyos. Ellos "le entregan sus miembros como instrumentos de justicia".

3. Es solo el Esp�ritu Santo quien hace que la Palabra de Dios influya eficazmente en el temperamento y la conducta. Tan pronto como esta nueva influencia se siente en el alma, nuestras cadenas comienzan a soltarse.

Conclusiones:

1. Dejemos que el texto nos ense�e a no confundir los resultados de nuestros poderes naturales con los frutos del Esp�ritu.

2. Dejemos que el texto nos ense�e la trascendente importancia de buscar habitual y devotamente la presencia e influencia del Esp�ritu de Dios.

3. Si �l no nos lleva a "decir que Jes�s es el Se�or" - a reconocerlo, pr�ctica y espiritualmente, como nuestro Redentor, nuestro Salvador, nuestro Maestro, nuestro Ejemplo - toda la Escritura es como para nosotros un letra muerta, y hemos "recibido en vano la gracia de Dios". ( JW Cunningham .)

El se�or�o de Jes�s la base de la unidad

I. Hay razones para creer que la expresi�n �Jes�s es el Se�or� era la forma primitiva del credo cristiano, de la cual han surgido todas las otras formas m�s elaboradas ( Filipenses 2:11 ).

1. Esta sencilla f�rmula contiene en germen toda la fe, tanto objetiva como subjetivamente. No podemos aceptar esto de coraz�n sin aceptar con �l las verdades de Su encarnaci�n, expiaci�n, resurrecci�n, reinado. Tambi�n incluye todo lo que necesitamos para nuestro propio bienestar espiritual. Si �l es Se�or, nosotros somos Suyos, �l es nuestro.

2. Tan plena y tan poderosa es esta confesi�n de fe que no podemos hacerla de coraz�n salvo por el poder del Esp�ritu Santo ( cf. San Mateo 16:16 )

. Hacerlo sobre la base de la autoridad de otros, o porque nuestras facultades de razonamiento han sido convencidas de su verdad, no es suficiente. Es real solo cuando el Esp�ritu Santo ha convencido a nuestro esp�ritu de que es una verdad viva.

II. De las consideraciones anteriores podemos obtener alguna orientaci�n en la b�squeda de la unidad entre los cristianos. Si el credo primitivo esencial de que "Jes�s es el Se�or" se mantiene espiritualmente ...

1. Se nos puede permitir diferir en cuanto a los m�todos exactos con los que obra en nuestro ser espiritual. San Pablo admite que hay diversidad de dones, diferencias de administraci�n, diferencias de funcionamiento.

2. Aprenderemos a no contradecir las experiencias espirituales de otros porque han sido adquiridas con m�todos diferentes a los nuestros. Nuestro credo es un credo de afirmaciones, no de negaciones. La educaci�n espiritual de San Pedro difer�a de la de San Juan, y ambos difer�an de la de San Pablo o Santiago, pero est�n unidos en su fe en el �nico Se�or. ( Bot�n Canon Vernon .)

La ense�anza del Esp�ritu de Dios

I. La lecci�n que debemos aprender, decir. "Jes�s es el Se�or".

1. Es breve, pero es el evangelio completo. Aqu� est� Jes�s, "un Salvador" y "el Se�or", y como est�n unidos en un solo Cristo, nadie debe separarlos. Si queremos tener a Cristo como nuestro Salvador, debemos hacerlo nuestro Se�or; y si lo hacemos nuestro Se�or, entonces �l ser� nuestro Salvador. Si no hubiera sido el Se�or, el mundo habr�a sido un caos, la Iglesia un cuerpo sin cabeza, una familia sin padre, un ej�rcito sin capit�n, un barco sin piloto y un reino sin rey.

2. Qu� es decirlo. Pronto se dice: son s�lo tres palabras. Los mismos demonios lo dijeron ( Mateo 8:29 ). Y si el hereje no lo confiesa, dice Hilario, "�qu� m�s apropiado para convencerlo que el grito de los mismos demonios?" Los "jud�os vagabundos" pensaban hacer milagros con estas palabras ( Hechos 19:13 ). Decir toma en la lengua, el coraz�n, la mano, es decir, una profesi�n exterior, una persuasi�n interior, una pr�ctica constante que responde a ambos.

(1) Estamos obligados a decirlo ( Romanos 10:9 ; 1 Juan 4:15 ).

(a) Pero si decir que era suficiente, no se necesitaba el Esp�ritu Santo para ense�arlo. Podr�amos aprender a decirlo como lo hizo el loro para saludar a C�sar. Y de hecho, si hacemos una encuesta o la conversaci�n de la mayor�a de los cristianos, encontraremos que nuestra confesi�n es muy parecida a la de los p�jaros.

(b) Algunos no se atreven a decirlo por verg�enza, no sea que aquellos con quienes viven los refuten. Sin embargo, la voz puede ser para Jes�s y el coraz�n para Mammon. "Es una voz, y nada m�s". As� pueden nombrar a Aquel que nunca lo nombra sino en sus execraciones.

(2) As� como hay �una palabra que flota en la lengua�, as� tambi�n existe la palabra del coraz�n, cuando por el debido examen estamos bien persuadidos de que Jes�s es el Se�or. Lo llamamos "fe", que como fuego no se encubrir� ( Jeremias 20:9 ; Salmo 39:3 ; Salmo 116:10 ).

A veces leemos sobre su valor ( Hebreos 11:33 ); su pol�tica ( 2 Corintios 2:11 ), su fuerza; pero que la fe sea ociosa, muda o muerta, es contraria a su naturaleza. Ahora bien, son muchos los que mantienen la verdad, pero por caminos contrarios a la verdad ( 2 Timoteo 3:5 ); clamando: "Jes�s es el Se�or", pero azot�ndolo con sus blasfemias y peleando contra �l con sus deseos. Por lo tanto&mdash

(3) Para que podamos decirlo verdaderamente, debemos hablarle a Dios como Dios nos habla a nosotros; quien, si �lo dice, lo cumplir� ( N�meros 23:19 ). Y as� como �l nos habla por Sus beneficios, as� debemos hablarle por medio de nuestra obediencia. Porque si �l es en verdad nuestro Se�or, entonces estaremos bajo Su mando.

II. El maestro. Como la lecci�n es dif�cil, debemos tener un maestro h�bil.

1. Buena raz�n por la que el Esp�ritu Santo deber�a ser nuestro maestro. Pues como es la lecci�n, as� deber�a ser el maestro. La lecci�n es espiritual; el maestro un Esp�ritu. La conferencia es una conferencia de piedad; y el Esp�ritu es Esp�ritu Santo. No es la agudeza de ingenio, ni la rapidez de aprehensi�n, ni la fuerza de elocuencia, lo que nos puede elevar a esta verdad.

2. �Cristo habita en nosotros por su Esp�ritu� ( Romanos 8:11 ). Quien nos ense�a

(1) Santificando nuestro conocimiento de Cristo; mostr�ndonos las riquezas de Su evangelio y la majestad de Su reino, con esa evidencia de que estamos obligados a postrarnos y adorar.

(2) Viviendo, animando e incluso actuando nuestra fe. Porque este Esp�ritu "habita en nuestros corazones por la fe", nos hace "arraigados y cimentados en el amor", nos capacita para creer con eficacia ( Efesios 3:17 ).

3. Maestro, entonces �l es. Pero hay que tener mucho cuidado de no confundirlo con �l, o tomar alg�n otro esp�ritu para �l. Y no se sigue, porque algunos hombres confunden y abusan del Esp�ritu, que ning�n hombre es ense�ado por �l. Porque no aprender�, �no ense�a el Esp�ritu? Y si algunos hombres toman los sue�os por revelaciones, �debe el Esp�ritu Santo perder Su oficio?

4. Pero tal vez dir�s que "el Esp�ritu Santo era un maestro en los tiempos de los ap�stoles, pero �todav�a mantiene la escuela abierta?" S�, claro. Aunque no seamos ap�stoles, somos cristianos; y el mismo Esp�ritu ense�a a ambos. Y por Su luz evitamos todos los caminos secundarios del peligroso error y discernimos, aunque no toda la verdad, sin embargo, todo lo que es necesario.

III. Su prerrogativa. �l es nuestro "�nico instructor".

1. "Hay diversidad de dones, pero el mismo Esp�ritu". Y hay diversidad de maestros, pero el mismo Esp�ritu.

(1) La Iglesia es "la casa de la ense�anza" y "la columna de la verdad".

(2) La Palabra es maestra: y Cristo, por proclamaci�n abierta, nos ha mandado recurrir a ella.

(3) Tambi�n somos ense�ados por la disciplina de Cristo.

2. Todos estos son maestros; pero su autoridad y eficacia proviene del Esp�ritu. La Iglesia, si no la dirig�a el Esp�ritu, no era m�s que una derrota o un convent�culo; la Palabra, si no es vivificada por el Esp�ritu, �letra muerta�; y su disciplina una vara de hierro, primero para endurecernos, y luego quebrarnos en pedazos. Pero el Esp�ritu sopla sobre su jard�n la Iglesia, y fluyen sus especias arom�ticas ( Cantares de los Cantares 4:16 ); Se sienta sobre la semilla de la Palabra, y da a luz una nueva criatura, un sujeto a este Se�or; �l se mueve sobre estas aguas de amargura, y luego nos hacen �fruct�feros para toda buena obra.

�Conclusi�n: �Sabr�s hablar este idioma verdaderamente, que� Jes�s es el Se�or �, y estar seguro de que el Esp�ritu te ense�a por as� decirlo? Marque bien, entonces, esos s�ntomas de Su presencia.

Recordar&mdash

1. Que �l es Esp�ritu, y el Esp�ritu de Dios, y por eso es contrario a la carne, y no ense�a nada que pueda halagarlo o tolerarlo, o desatarlo para insultar al esp�ritu.

2. Que �l es �Esp�ritu recto� ( Salmo 51:10 ); no ahora mirando al cielo, y teniendo el ojo fijo y enterrado en la tierra.

3. Que es un Esp�ritu de verdad. Y es propiedad de la verdad ser siempre semejante a s� misma, no cambiar ni de forma ni de voz. ( A. Farindon, BD .)

Qui�n tiene y qui�n no tiene el Esp�ritu

Yo que no habla por el esp�ritu de Dios, y no tiene sus influencias. �Los que llaman maldito a Jes�s� ( Lev�tico 27:21 ; Lev�tico 27:28 ).

1. La prueba puesta a los cristianos por sus perseguidores fue que deb�an injuriar y blasfemar a Cristo. Plinio, escribiendo a Trajano, dice: "Cuando ellos" (los cristianos) "pudieran ser inducidos a invocar a los dioses ... y, adem�s, a injuriar a Cristo, a ninguna de las cuales se dice que los que son en realidad cristianos pueden ser obligados, pens� que deber�an ser liberados ". Y los jud�os no solo profirieron blasfemias contra Cristo mismos, sino que las extorsionaron, si era posible, de aquellos a quienes aprehend�an como sus disc�pulos ( Hechos 26:11 ).

El ap�stol, por lo tanto, aqu� significa que los que injuriaron a Cristo no ten�an el Esp�ritu. Esto es aplicable a aquellos que de alguna manera le restan m�rito a la gloria de Cristo, o que no le reconocen como Se�or.

2. Incluye:

(1) Todos los que lo blasfeman, o lo consideran un impostor; como todos los infieles, paganos, jud�os, mahometanos y cualquiera que no reconozca que Jes�s es el Mes�as ( Juan 8:24 ; 1 Juan 4:3 ).

(2) Todos los que lo rechazan ( Hechos 4:11 ).

(a) Como Maestro, no recibir la totalidad de Su doctrina como infaliblemente verdadera.

(b) Como Mediador, no hacer de Su expiaci�n o intercesi�n el fundamento de su justificaci�n ( Romanos 9:31 ; Romanos 10:3 ).

(c) Como Salvador del pecado y sus consecuencias.

(d) Como Rey, desobedeciendo sus leyes. Porque, como el fin principal por el cual se nos ha dado el Esp�ritu Santo es glorificar a Cristo, si lo descuidamos o somos indiferentes hacia �l, es seguro que no somos inspirados por ese Esp�ritu.

II. �Qui�n tiene el Esp�ritu Santo? Todo eso "dicen que Jes�s es el Se�or".

1. �Qu� implica decir esto? Decirlo es ...

(1) Creer y confesar que, aunque fue despreciado y perseguido, era el Se�or que Cristo prometi� a los patriarcas, predicho por los profetas ( Malaqu�as 3:1 ; Sal 110: 1; 1 Juan 4:2 ; Mateo 16:16 ); ungido y calificado para ser nuestro Maestro, nuestro Redentor ( Isa�as 59:20 ; Hebreos 2:14 ), nuestro Salvador, nuestro Due�o, nuestro Rey ( Filipenses 2:11 ), nuestro Se�or y Maestro ( Romanos 14:7 ), nuestro Juez ( Romanos 14:9 ).

(2) Creer y confesarle que es el Hijo de Dios, en el sentido de que ning�n otro ser es Su Hijo ( 1 Juan 4:15 ; Mateo 16:16 ; Hebreos 1:3 , etc.); por lo tanto, ser el �heredero� y �se�or de todo� - ser �Emanuel, Dios con nosotros� ( Romanos 9:5 ). Es imposible que �l sostenga Sus oficios, o sea nuestro Se�or, si no es Dios.

2. La importancia de la misma.

(1) Es el final de Su vida, muerte y resurrecci�n, que �l debe ser reconocido como tal ( Filipenses 2:6 ).

(2) Es necesario para nuestra salvaci�n, y ciertamente est� relacionado con ella ( Romanos 10:8 ; 1 Juan 4:13 ).

(3) Tiende a la gloria de Dios y la salvaci�n de otros.

3. Solo se puede decir "por el Esp�ritu Santo". Debe decirse:

(1) En la mente con fe y sinceridad; por lo tanto, debe proceder de un conocimiento que no podemos tener sino por el Esp�ritu ( Mateo 11:27 ; 1 Corintios 2:10; 1 Corintios 2:12 ; Juan 16:13 ; Efesios 1:17 ; 2 Corintios 4:6 ) .

(2) En el coraz�n, con afecto ( Romanos 10:10 ; y 1 Corintios 16:22 ; 1 Pedro 2:7 ); pero este amor no lo podemos tener sino por el Esp�ritu ( Romanos 5:5 ).

(3) Con los labios, abiertamente, cueste lo que cueste ( Romanos 10:9 ; 2 Timoteo 2:8 ; Mateo 10:25 ; Mateo 10:28 ; Mateo 10:32 ), que no podemos hacer por nosotros mismos. , o sin fe y un nuevo nacimiento ( 1 Juan 5:4 ), y, por tanto, sin el Esp�ritu.

(4) Por la vida, consistentemente. ( J. Benson .)

Discernimiento espiritual

I. �Qu� significa esta declaraci�n? El Esp�ritu Santo debe ...

1. Conv�ncenos de su verdad.

2. Revelanos su importancia.

3. Insp�ranos a confiar en �l.

II. �En qu� se basa? Est�&mdash

1. Necesariamente una cuesti�n de revelaci�n.

2. Contrario a la mente carnal.

3. Superior a la raz�n humana. ( WW Wythe .)

Gracia divina necesaria para la correcta apreciaci�n de la verdad revelada

Parece una cosa muy simple decir que Jes�s es el Cristo y, sin embargo, el ap�stol declara que nadie puede hacer esto sino por el Esp�ritu Santo. De hecho, esto est� reduciendo el poder humano a un nivel muy bajo; y si es as�, entonces todo el Apocalipsis debe ser un libro sellado para nosotros, a menos que el Esp�ritu de Dios lo abra.

I. El texto no afirma la incompetencia del entendimiento humano en materia de religi�n. Aunque el entendimiento result� gravemente da�ado por la ca�da, en general sigue cumpliendo fielmente su parte. Pero s�lo puede juzgar las cosas de acuerdo con las representaciones que se le presentan; y si esas representaciones son incorrectas, puede emitir un juicio incorrecto y, sin embargo, no tener ninguna culpa.

Por ejemplo, presentamos un caso ante un abogado; da una opini�n favorable; sin embargo, cuando vamos a la corte, el veredicto es en nuestra contra. Ahora bien, es bastante posible que el abogado haya sido el culpable, pero es posible que el caso no se le haya presentado de manera justa; Puede que se haya arrojado un matiz sobre ciertos hechos, lo que los ha distorsionado. Entonces seguramente el abogado no tiene la culpa.

II. El entendimiento puede estar enga�ado.

1. Por los sentidos. Supongamos un hombre nacido con los sentidos deteriorados, pero con un entendimiento claro. Supongamos que su ojo distorsiona todo o es incapaz de discriminar colores; supongamos que su tacto es imperfecto o su o�do es defectuoso. Ahora bien, �de qu� le servir�n los poderes del entendimiento del hombre cuando tales sentidos den su informe? �No necesitar�a �l mismo ser objeto de un proceso de rectificaci�n antes de poder enmarcar concepciones verdaderas y adecuadas del mundo en el que se encuentra?

2.Por los afectos. En todos nosotros hay facultades por las que amamos y por las que odiamos ciertas cosas; el primero est� en el orden correcto si no se fija en nada m�s que lo que es digno de nuestro amor, y el segundo si no se fija en nada m�s que lo que es digno de nuestro odio. Pero si, como el ojo o el o�do enfermos, tergiversan los objetos, �qu� podr� hacer el entendimiento, ya que la impresi�n que le transmiten del mal puede hacer que parezca bueno, y del bien puede hacer que parezca malo? �Y no es el hombre en su estado natural un ser con afectos depravados, aunque no sea un ser con sentidos viciados? Por naturaleza, considera digno de su mejor amor lo que Dios quiere que desprecie, y manifiesta su aversi�n a lo que Dios quiere que valore; busca la felicidad donde Dios afirma que no se puede encontrar,

La tarea exigida al entendimiento por la religi�n es determinar que en Dios est� el bien principal del hombre, y que en la obediencia a Dios tambi�n est� la verdadera felicidad. Pero mientras los afectos en su estado natural dan preferencia a alg�n bien finito y se alejan del servicio de Dios, �c�mo puede el entendimiento dar el veredicto requerido por la religi�n m�s de lo que podr�a formar una noci�n correcta de un �rbol, si los sentidos lo representan como mentiroso? en el suelo en lugar de brotar de �l?

III. Se requiere que el Esp�ritu Santo trabaje en aquello por lo que el entendimiento es enga�ado, es decir , en el coraz�n; quitando el sesgo corrupto de los afectos y purific�ndolos para que encuentren su mayor bien en Dios, antes de que la cabeza pueda aprehender las grandes verdades del evangelio, confesar su fuerza e inclinarse ante su autoridad. Los hombres a menudo profesan considerar muy extra�o que los hagamos incapaces de comprender las cosas espirituales, cuando confiesan tener tanto poder en otros departamentos del conocimiento.

La respuesta adecuada es que los afectos son para las cosas espirituales lo que los sentidos son para las cosas naturales. Si, entonces, los afectos tergiversan los objetos de los que tienen que dar impresiones al entendimiento, el resultado ser� del mismo tipo que si el trabajo fuera realizado por los sentidos. El Esp�ritu Santo no vino para dar un nuevo entendimiento, porque hab�a suficiente fuerza en la cabeza; Lleg� a poner en orden aquellas facultades a trav�s de las cuales se influye necesariamente en el entendimiento.

Y se sigue indudablemente, de pasajes como nuestro texto, que hasta que un hombre no se haya sometido a las influencias del Esp�ritu, no podr� entrar en el significado de la Biblia y entregarse a los deberes de la religi�n. ( H. Melvill, BD .)

Sumisi�n real a Cristo el efecto de la influencia divina

I. La manera en que se describe aqu� a un verdadero cristiano.

1. Dice "Jes�s es el Se�or". El t�rmino "Se�or" se usa aqu� para significar el Mesianismo de Cristo, incluyendo Su autoridad y dominio. "�l es el Se�or de todo". Cristo tiene autoridad

(1) Ense�ar, prescribir la fe de Sus seguidores, promulgar leyes para Su Iglesia, dirigir y mandar en todas las cosas relacionadas con nuestro deber presente y nuestras esperanzas para el futuro.

(2) Gobernar. Como Se�or de todo, �l es el jefe de ese gobierno mediador que se extiende sobre el mundo, por el bien de Su Iglesia que est� en el mundo. Su reinado es un reinado de gracia. Su trono est� en el coraz�n de los fieles, a quienes se les da la voluntad en el d�a de Su poder, y se complacen en su obediencia.

(3) Perdonar y salvar. Cuando estuvo en la tierra, tuvo poder para perdonar pecados; y ahora es "exaltado para ser Pr�ncipe y Salvador, para dar perd�n de los pecados". Se nos exige que miremos a �l para que podamos ser salvos.

(4) En lo sucesivo vendr� en las nubes del cielo con toda autoridad para juzgar.

2. Pero, �qu� significa decir que Jes�s es el Se�or?

(1) Que, para decirlo correctamente, debes recibir cordialmente a Cristo y confiar en �l como tu Redentor y Salvador ( Juan 1:12 ).

(2) Con esto est� conectado un esp�ritu de sumisi�n y un reconocimiento pr�ctico de Su se�or�o sobre nosotros. Decir que �l es el Se�or y, sin embargo, negarse a obedecerle, es burlarse de �l con palabras vanas.

(3) A esto deben unirse los ejercicios de la mente que son obra propia de la fe, frutos del Esp�ritu de gracia.

II. La obra del Esp�ritu Santo al producir una sujeci�n cordial a Cristo el Se�or.

1. La mente humana muestra una renuencia a la recepci�n espiritual del evangelio que significa decir que Jes�s es el Se�or.

2. No es de esperar que el coraz�n, bajo este sesgo err�neo, se cure a s� mismo. Tampoco puede efectuarse un cambio tan deseable, excepto si nuestro Padre celestial asumi� con gracia esta obra para �l mismo ( Ezequiel 36:26 ). Las escrituras conectan la santificaci�n del Esp�ritu con la fe en la verdad.

�Qu� ocasiona el rechazo de la autoridad de Jes�s el Se�or? �No es ignorancia e incredulidad? �Y c�mo se eliminar�n estos si no es por instrucci�n y evidencia? Estos deben obtenerse de la Palabra de Dios, y es por medio de su propia verdad, tal como all� se revela, que las almas se renuevan y reconcilian. Su Esp�ritu ayuda en nuestras debilidades y �obra en nosotros tanto el querer como el hacer de su buena voluntad� ( 1 Tesalonicenses 2:13 ).

Conclusi�n:

1. Deduzcamos, para nuestro perfeccionamiento, la gran importancia de la obra del Esp�ritu Santo en las preocupaciones de nuestra salvaci�n.

2. Usemos todos con cuidado los medios por los cuales nuestras almas puedan ser avivadas a toda santa obediencia. ( Recuerdo congregacional de Essex )

Versículos 4-6

Ahora hay diversidad de dones, pero el mismo Esp�ritu.

Diversidades de dones

1. La gloria de la Iglesia Apost�lica no estaba meramente en su fe, celo, conversiones o martirios; pero sobre todo, y como su fuente, en la posesi�n del Esp�ritu Santo.

2. Sus dones milagrosos se han dejado de lado durante mucho tiempo; pero el Esp�ritu Santo sigue siendo la gloria de la Iglesia, dot�ndola de dones a�n m�s nobles; y de ellos el texto sigue siendo cierto. Hay variedad en la unidad.

I. En dotes espirituales.

1. Existe la mayor diversidad:

(1) En el orden natural.

(a) Tome una familia. Uno tiene m�s habilidad que otro, y las habilidades corren en l�neas tan diferentes que hacen imposible el mismo tratamiento o destino.

(b) Tome el peque�o mundo de la escuela. Cada ni�o tiene su propia capacidad, una aparentemente prometedora, otra la opuesta seg�n nuestro est�ndar artificial, un est�ndar que se invertir� en la vida futura.

(c) Tome el mundo m�s grande. Qu� diversidad hay aqu�: el orador y el hombre sin palabras, sino un hombre de hechos; el poeta y el hombre severo de los hechos, etc. Y todas estas diversidades son para el bienestar del hombre, y no debemos despreciar ninguna de ellas.

(2) Ahora bien, reconociendo que la religi�n es obra del mismo Dios, �no deber�amos anticipar una diversidad af�n en Sus dones espirituales? Todos los cristianos tienen sus talentos espirituales, unos cinco, unos dos, etc., pero cada hombre seg�n varias habilidades. Todos los hijos de Dios

(a) Son ense�ados por el Se�or por una iluminaci�n divina. Pero cu�n grande es la diversidad entre el ap�stol que se eleva en una visi�n inspirada y el cristiano iletrado que simplemente conoce la verdad de su Biblia, su Salvador suficiente.

(b) Son, en com�n, participantes de una fe igualmente preciosa; pero aqu� hay diversidad entre la fe que no se tambalea ante las imposibilidades prometidas, y la fe que solo puede decir: "Se�or, creo, ayuda a mi incredulidad".

(c) Amar a Cristo. Pero, �qu� sorprendente diversidad entre el amor que se regocija en entregarlo todo por �l, y el amor que no puede sino mantener las vestiduras sin mancha y siempre listo para enfriarse! De esta diversidad, entonces, se sigue que algunos se volver�n m�s notables por la fe, otros por el amor. Algunos tienen las cualidades m�s grandiosas y severas que predominan; otros tienen el m�s suave, m�s suave.

2. Sobre todas estas diversidades existe una unidad penetrante del �nico Esp�ritu que las crea y las sostiene. As� como todas las diversas obras de la naturaleza prueban la unidad del Creador, as� todos los dones de la gracia llevan la amplia flecha de Su mano. Algunos son como grandes r�os que difunden la fertilidad a trav�s de un imperio, sostienen a una poderosa poblaci�n en sus orillas y llevan grandes armadas en su seno; otros son como peque�os arroyos, que s�lo sirven para alegrar los ojos de una casa o dos, y luego se dispersan en las grandes aguas; sin embargo, todos son canales llenos de la misma agua viva; cada uno tiene su propio flujo desde una cadena monta�osa, cada uno es de la misma calidad, cada uno tiene su propia belleza separada.

(1) Los dones m�s humildes de la gracia tienen un uso y un valor, superando todos los dones de genio y riqueza, y no deben ser despreciados. La verdadera ciencia encuentra su campo no s�lo en la exploraci�n del firmamento, sino tambi�n en el estudio de las flores.

(2) No, cuanto m�s humildes y oscuras son estas gracias, m�s se parecen a Aquel cuya gloria principal brilla en Su condescendencia. Los dones m�s humildes son los m�s divinos, porque no inflan el coraz�n con el sentido de su propia grandeza. Y en un mundo superior, �no se puede encontrar que estos humildes eran los m�s altos en la estima de Dios, porque los menos confundidos con el yo?

II. En el ministerio espiritual. �La propiedad tiene sus derechos, tambi�n tiene sus deberes�, tambi�n los tienen los dones naturales. Y cuanto mayores son los poderes de un hombre, m�s sagrado est� obligado a ministrar al bienestar de la humanidad. Y todos los poderes de la gracia est�n sujetos a la misma condici�n. La Iglesia es como un gran palacio donde cada hombre tiene su puesto, y el ministerio m�s humilde es tan necesario como el m�s distinguido.

En un gran barco de vapor, no es suficiente que haya un capit�n para dar instrucciones, el piloto para dirigir, el ingeniero para controlar sus poderosos poderes; pero debe haber quienes realicen los servicios m�s humildes, de lo contrario toda la habilidad y el poder de los dem�s ser�n in�tiles. Entonces en la Iglesia. Qu� vidas de poder y productividad fueron las de Pablo, Lutero, Knox, etc. Cu�n insuficientes parecen otros ministerios en comparaci�n; sin embargo, el mayordomo fiel de unas pocas cosas es tan �til a su manera y tan honorable como el fiel ocupante del cargo m�s espl�ndido. Hay un ministerio de ...

1. Instrucci�n de los padres. No puede transferir esto a otra mano, incluso si estuviera ansioso por hacerlo con los mejores y m�s sabios. Solo t� puedes recorrer el camino hacia los afectos y la confianza del coraz�n joven. Por el bien de sus hijos y por el de su propia alma, no renuncie a este ministerio. Es su m�s noble bendici�n y la de ellos que estos ni�os sean suyos por el doble v�nculo de la naturaleza y la gracia.

2. Simpat�a. Esto nos lleva a la comuni�n inmediata con el Esp�ritu de Jes�s, que ha consagrado todos los dolores de la humanidad por los suyos. En la Iglesia Primitiva, este oficio fue anunciado por dones de curaci�n. Estos se han ido, pero podemos simpatizar con la angustia, y con ese acorde tocar el coraz�n y obtener una audiencia para Cristo. "La misericordia es dos veces bendecida", etc.

3. Liberalidad. �Qu� magn�fico poder de bendici�n para la Iglesia es un hombre rico que, con un coraz�n liberado del ego�smo, est� dispuesto a usar las provisiones de su Maestro en el servicio de su Maestro!

4. Oraci�n. La Iglesia es m�s poderosa de rodillas.

III. En operaciones espirituales. Nada podr�a ser m�s infinitamente variado que las operaciones de Dios en la naturaleza y en la providencia. Est� la tempestad, as� como el suave viento del oeste; el suave soplo de la primavera y el calor del verano. Y hay diferencias correspondientes en el trato de Dios con el pecador.

1. En el acto de preparaci�n o en la falta de �l. En el amanecer en nuestra propia tierra, la oscuridad de la noche pasa gradualmente al gris p�lido del amanecer, el gris al azafr�n y el azafr�n a los matices rojizos de la ma�ana, y c�mo �stos a su vez se desvanecen en la luz brillante que anuncian. . Mientras que, en las tierras tropicales, el sol sale de inmediato. �Y no es lo mismo con el amanecer de una nueva vida en el alma? He estado en la orilla del mar y durante un tiempo considerable no pude saber si la marea estaba subiendo o bajando.

Una vez m�s, estuve junto a �l cuando su masa de aguas fue sacudida por la feroz tempestad, y cuando barri� todo lo que ten�a delante, mientras hac�a rodar sus poderosas olas hasta la orilla. Y en estos diferentes aspectos del oc�ano tenemos una imagen de las diversas experiencias del alma al pasar por el gran cambio. Tomemos el caso, por ejemplo, de Lydia y el carcelero, John y Paul.

2. En la experiencia posterior de la vida cristiana. Algunos avanzan con un progreso ininterrumpido. Hay otros cuyo curso es como el del Israel de anta�o en el desierto. Con algunos, el campo se encuentra entre los profundos valles sombreados; otros caminan por terrenos elevados, siempre al sol. Una clase sigue su camino con alegr�a y cantando, la otra avanza con paso t�mido, yendo y llorando a medida que avanza. Pero por muy opuestas que sean las experiencias de los hijos de Dios, y por diversos que sean sus caminos, todos son conducidos por el camino correcto, por un solo Esp�ritu, al �nico hogar. ( J. Riddell .)

Diversidades de dones

Dios ha distribuido variedad de dones y gracias en diferentes grados entre Su pueblo. Todo hombre tiene su propio don de Dios, y los dones y las gracias de todos se vuelven �tiles y beneficiosos de esta manera. Job fue ejemplar por su sencillez y paciencia; Mois�s por la fidelidad y la mansedumbre; Josiah por la ternura. Atanasio era prudente y activo; Albahaca celestial y de dulce esp�ritu; Cris�stomo laborioso y sin afectaci�n; Ambrosio reservado y serio.

Uno tiene rapidez de partes, pero un juicio no tan s�lido; otro es s�lido, pero no tan listo y r�pido. Uno tiene un buen ingenio, otro una mejor memoria, un tercero los supera a ambos en expresi�n. Uno es celoso, pero infundado, otro de buenos principios, pero t�mido. Uno es cauteloso y prudente, otro abierto y sincero. Uno est� temblando, otro alegre. Ahora, el fin y el uso de Churchfellowship es hacer una rica mejora de todos mediante el uso y ejercicio regular de los dones y las gracias que se encuentran en cada uno.

Uno debe impartir su luz y otro su calor. El ojo, es decir, el hombre conocedor, no puede decirle a la mano, es decir, el hombre activo, no te necesito. Inefables son los beneficios que resultan de la comuni�n espiritual y ordenada; pero todos est�n cortados por disensiones; porque as� como la fe es la gracia por la cual recibimos todo de Dios, as� el amor es la gracia por la cual compartimos el consuelo de todos entre nosotros. ( J. Flavel .)

Diversidad de la naturaleza

Rompa una rama de elan de un metro de largo, en hoja completa, y col�quela sobre la mesa frente a usted, e intente dibujarla, hoja por hoja. Es diez a uno si en toda la rama (siempre que no la tuerza mientras trabaja) encuentra una forma de hoja exactamente igual a otra; tal vez ni siquiera tengas uno completo. Cada hoja ser� oblicua, o en escorzo, o rizada, o cruzada por otra, o sombreada por otra, o tendr� algo u otra materia con ella; y aunque toda la rama se ver� elegante y sim�trica, dif�cilmente podr� decir c�mo o por qu� lo hace, ya que no hay una l�nea como otra. ( J. Ruskin .)

Unidad en la diversidad

I. El progreso intelectual consiste en descubrir la unidad que subyace a toda diversidad. En edades tempranas, todo parec�a ser totalmente diferente a todo lo dem�s. �Los muchos y muchos se�ores de Dios� encontraron en el universo material un c�modo patio de recreo para sus m�ltiples caprichos. La historia de la ciencia es un registro del descubrimiento en este caos primitivo del principio unificador del derecho. Fen�menos que parec�an completamente diferentes han resultado ser simplemente diferentes operaciones de la misma fuerza.

La manzana que cae al suelo una vez parec�a no tener nada en com�n con la luna que no cae; pero ahora sabemos que ambos est�n igualmente bajo el control de la gravedad. Incluso para muchos, las estrellas fugaces pueden parecer ejemplos extremos de lusus naturae; pero la investigaci�n ha demostrado que estos objetos exc�ntricos contienen restos de animales, lo que demuestra que en las partes m�s distantes del universo actuaban hace siglos las mismas fuerzas biol�gicas que operan aqu� y ahora.

II. Esta unidad en medio de la diversidad se encuentra tambi�n en la esfera espiritual.

1. Hay "diversidad de dones, pero el mismo Esp�ritu". Estos dones pueden dividirse aproximadamente en la clase secular, que incluye los dones de ense�anza, curaci�n y gobierno; y la clase religiosa, que incluye a los de profec�a y de lenguas. Qu� era exactamente el don de lenguas, no lo s�; pero la emulaci�n imp�a para poseerlo que muestra San Pablo fue tonta y err�nea. En comparaci�n con la caridad o el entusiasmo del hombre por los hombres, no val�a nada.

La prueba crucial mediante la cual se pueden conocer los dones espirituales y determinar su valor relativo es la "ganancia". Incluso una dotaci�n secular, como el poder de sanar, se convierte en un don del Esp�ritu para quien la usa para el bienestar de su pr�jimo. Tal deseo es una inspiraci�n que solo puede venir de arriba, y esta inspiraci�n transforma lo que de otro modo ser�a una mera dotaci�n natural en un don del Esp�ritu.

El error de los corintios fue similar a uno no infrecuente en la actualidad. A veces se imagina que un cl�rigo, como tal, est� en un grado �nico bajo la gu�a del Esp�ritu. En asuntos espirituales no hay prerrogativa exclusiva. Compadezco al cl�rigo a quien nunca se le ha ministrado cuando fue a ministrar. La rentabilidad es la prueba de los dones espirituales. Es el hombre m�s dotado que hace el mayor bien.

2. No solo los diferentes dones proceden del mismo Esp�ritu, sino que hay diferentes desarrollos del mismo don. El oficio del Esp�ritu no es proporcionarnos un conjunto infalible de doctrinas o un conjunto inmaculado de acciones; sino para darnos poderes, instintos, emociones y sentimientos, que se desarrollar�n de manera diferente en diferentes individuos y de acuerdo con diferentes circunstancias.

"Dios se cumple a s� mismo de muchas maneras, para que una buena costumbre no corrompa el mundo". La uniformidad est�ril es muerte. Nuestra vida espiritual consiste en nuestra cooperaci�n con Dios, y la cooperaci�n de diferentes individuos en diferentes circunstancias conduce necesariamente a una diversidad de opiniones y pr�cticas. El mismo deseo de honrar a Dios puede manifestarse de las m�s diversas formas. Algunos piensan que es necesario pasar por un ritual elaborado, mientras que para otros una simplicidad audaz parecer� m�s en armon�a con la adoraci�n.

Algunos sentir�n que la m�sica los atrae hacia el cielo; otros que los ata a la tierra. Algunos encontrar�n que dif�cilmente pueden orar sin una forma de palabras; otros que apenas pueden orar con �l. Hay diversidad de trabajo, pero es el mismo Dios quien obra. Lo que tenemos que buscar en las esferas espiritual como f�sica no es la uniformidad, sino la unidad, la unidad manifestada a trav�s de la diversidad.

3. Esta es una lecci�n que muchos encuentran muy dif�cil de aprender. Hace alg�n tiempo, se le dijo al autor de "Denominaciones religiosas" que en el norte de Escocia hab�a una secta que estaba a punto de desaparecer, cuyos miembros estaban particularmente seguros de que eran los �nicos que estaban en el camino de la salvaci�n. Fue a la casa del principal representante de esta secta que expiraba. El hombre estaba ausente, pero la esposa admiti� que hab�an perdido miembro tras miembro debido a la falta de solidez de sus puntos de vista, hasta que al final, como ella lo expres� pat�ticamente, �solo quedamos mi esposo y yo, y no estoy tan seguro de �l.

Ahora bien, podemos sonre�r a esta anciana tonta, pero ella es solo un ejemplo extremo de muchos que parecen encontrar un consuelo supremo en la seguridad de que el Esp�ritu de Dios est� obrando solo en los muy selectos que est�n de acuerdo en la doctrina y la pr�ctica con ellos mismos.

4. En el cielo, si no en la tierra, los hombres descubrir�n que sus diferencias eran mucho menores y su acuerdo mucho mayor de lo que aparec�a en ese momento. Todos los buscadores honestos de Dios est�n unidos de coraz�n, lo sepan o no; aunque distintos como las olas, son uno como el mar; aunque distintos como los colores del arco iris, son como la luz blanca pura que componen esos colores. El monte de la verdad tiene muchos senderos; los que ascienden por diferentes caminos se miran con demasiada frecuencia con recelo y desprecio; pero todos ser�n guiados hacia adelante y hacia arriba por el Esp�ritu Santo, hasta que finalmente se encuentren de pie uno al lado del otro ante el trono del Eterno. ( Prof. Momerie .)

Unidad con la diversidad

�Oye, Israel, el Se�or nuestro Dios, el Se�or uno es�, pero hay distinciones en la naturaleza divina: en el Antiguo Testamento se le llama Elohim, sustantivo plural unido al verbo singular; y en el Nuevo se habla de �l como Padre, Hijo y Esp�ritu Santo. Una vez m�s, la ley moral tambi�n se resume, como el car�cter divino, en el amor; pero tiene una diversidad de aplicaciones. Hay unidad con variedad en ...

I. Las obras de Dios.

1. En materia del universo. La materia es la misma en todos los tiempos y en todo el espacio. Tanto la qu�mica como la geolog�a lo demuestran. Pero en qu� diversidad de modos aparece: en tierra, agua, aire y fuego; en los troncos, ramas, frutos, etc., de plantas; en los huesos, m�sculos, etc., de los animales.

2. En las fuerzas del universo. La suma de fuerzas es siempre la misma. Si lo consume de una forma, aparece de otra. Una gran parte de la que proviene del sol es absorbida por la planta, que es devorada por el animal, y se convierte en nosotros en el poder que usamos para servir a nuestros prop�sitos. Pero en qu� diversidad de modos aparece esta fuerza; en materia que atrae materia y mantiene unidos �tomos y mundos; en elementos que se combinan seg�n sus afinidades; conducir nuestras m�quinas de vapor, calentar nuestras casas, temblar en la aguja magn�tica, soplar en la brisa, sonre�r al sol, golpear los rel�mpagos y vivir en todos los �rganos del cuerpo; siempre cambiante y sin embargo nunca cambia; impartiendo una actividad incesante y, sin embargo, asegurando una estabilidad inalterada.

3. En la disposici�n ordenada de la materia y las fuerzas del universo. El que cre� los elementos y sus propiedades los ha dispuesto de tal manera que caen en orden como las piedras en un gran edificio, o como soldados en compa��as, cada uno con el deber de cumplir. El problema es ...

(1) Leyes ben�ficas y muy complejas, como la revoluci�n de las estaciones. Cu�ntas agencias, por ejemplo, est�n involucradas en el regreso peri�dico de la primavera.

(2) La adecuaci�n de la ley a la ley, para provocar eventos individuales. Eso es lo que constituye la providencia. Esta providencia es general, se extiende sobre el todo, porque es particular que atiende a todos los seres y a todos los deseos.

4. En nuestros talentos y gustos mentales. La mente se adapta a la posici�n en la que se encuentra en el mundo, y el mundo se adapta a las mentes que deben observarlo y utilizarlo. El intelecto del hombre, formado a imagen de Dios, se deleita en la unidad con la variedad, y la naturaleza los presenta en todas partes.

II. En la palabra de Dios. Esto fue escrito en momentos muy diferentes por diferentes hombres en diferentes estilos y sobre diferentes temas: pero hay unidad de principio a fin. Es un credo con respecto a Dios, Cristo, el hombre, este mundo y el mundo venidero. Esto surge

1. De la circunstancia de que hay un Dios que inspira a los escritores. As� como �el Se�or nuestro Dios es un solo Se�or�, la Palabra que �l ha inspirado tambi�n es una. Si bien "toda la Escritura es inspirada por Dios", "es provechosa" para una variedad de prop�sitos.

2. De todo ser un desarrollo del �nico plan de redenci�n. Hay una armon�a universal en la naturaleza, pero de alguna manera se ha introducido un elemento discordante. Mirando hacia adentro, encontramos la conciencia que indica que el hombre no est� en paz con Dios ni consigo mismo. Mirando hacia afuera, vemos guerras, derramamiento de sangre, enfermedades, desilusi�n y muerte. Todas estas cosas pueden atribuirse directa o indirectamente al pecado.

Ahora, la Palabra de Dios revela una forma de eliminar esta discordancia. En su evoluci�n, el plan asume varias formas, la patriarcal, la jud�a, la cristiana. Pero es sustancialmente lo mismo en toda la l�nea. Dios aparece en todas partes como un Dios santo, salvando a los pecadores a trav�s del sufrimiento de Su Hijo. Excepto en el grado de desarrollo, no hay diferencia entre Dios como se revel� en el Ed�n, en el Sina� y en el Calvario.

El primer libro de la Escritura nos revela a un adorador que ofrece un cordero en sacrificio, y el �ltimo muestra un cordero inmolado en medio del Trono. En el cielo "cantan el c�ntico de Mois�s, siervo de Dios y del Cordero".

3. De la unidad con la variedad en la experiencia de los creyentes. En puntos esenciales, la experiencia de todos es igual, y lo ha sido desde el principio; pero debido a que el Esp�ritu obra de cierta manera en el pecho de un creyente, esta no es raz�n por la que deber�a trabajar de la misma manera en el coraz�n de todos los dem�s. �l adapta Sus manifestaciones a la diferencia de su estado y car�cter.

III. Hay una concordancia entre las obras y la Palabra de Dios y, sin embargo, hay una diferencia.

1. Ambos provienen de Dios y, por lo tanto, reflejan Su car�cter, pero bajo una luz algo diferente. Las obras manifiestan Su poder y Su sabidur�a; la Palabra Su santidad por un lado y Su misericordia por el otro.

2. Hay momentos en que la ciencia y la Escritura parecen contradecirse; pero s�lo como una rama de la ciencia puede parecer incompatible con otra. La geolog�a, por ejemplo, requiere largas edades para explicar sus fen�menos, mientras que la astronom�a parece decir que no ha transcurrido tanto tiempo desde que la tierra se form� por la rotaci�n de la materia nebulosa, todos creen que tarde o temprano se aclarar�n las aparentes inconsistencias. hasta.

Por lo que podamos explicarlo, existe una correspondencia general entre el G�nesis y la geolog�a, y con tales correspondencias podemos dejar que las aparentes irreconciliaciones se expliquen mediante investigaciones futuras. A veces no es f�cil reconciliar la historia profana con la Escritura; pero de vez en cuando los monumentos de Egipto, N�nive y Moab nos dicen que el Antiguo Testamento nos da una imagen correcta del estado de las naciones en la antig�edad.

3. Podr�a detenerme en las numerosas analog�as entre la naturaleza y la revelaci�n. Ambos dan las mismas visiones ampliadas de la grandeza de Dios; uno mostrando Su hechura, el otro por sus descripciones. �Los cielos declaran�, etc. Ambos muestran que hay un solo Dios; las obras, que est�n ligadas en un sistema concatenado, y la Palabra cuando declara que "el Se�or nuestro Dios, el Se�or uno es". Nota: dos puntos destacados por la ciencia reciente.

(1) El funcionamiento de la evoluci�n. No est� probado, como algunos afirmar�an, que no haya nada m�s que desarrollo. Porque no puede haber desarrollo sin una semilla previa. Vemos una operaci�n similar en el reino de la gracia: la econom�a jud�a se desarrolla a partir de lo patriarcal, la cristiana a partir de lo jud�o; y la semilla plantada hace mil ochocientos a�os se ha convertido en un �rbol muy extendido.

(2) El estado de cosas en el que nos encontramos. Los fr�volos pueden sentirse como si las Escrituras hubieran dibujado una imagen demasiado oscura de nuestro mundo; pero todos los que han tenido una gran experiencia en la vida humana reconocen que el relato es correcto. Cu�nto de la historia est� ocupada con la narrativa de guerras desoladoras. Nos jactamos de nuestras espl�ndidas ciudades, pero en cada una de ellas encontrar�s el crimen y la miseria fermentando.

Hay elementos en guerra en cada seno humano y en cada sociedad. Cualquiera que busque eliminar las causas de la discordia seguramente se irritar� y encontrar� una oposici�n decidida. Los hombres m�s grandes han sido m�rtires que, para derribar el mal, se han visto obligados a perecer. Y la ciencia da la misma imagen. �Qu� significan estos descubrimientos de mundos formados a partir de elementos en guerra? �Qu� significa la "lucha por la existencia"? La ciencia, al igual que la Escritura, muestra que toda la creaci�n gime y sufre dolores de parto a una hasta ahora.

Se ve as� que los dos mantienen una curiosa correspondencia; pero difieren en esto, que mientras ambos hablan de un d�a turbulento, la �ltima y m�s reconfortante revelaci�n nos asegura que �al atardecer habr� luz�. ( J. McCosh, DD .)

Cronometradores aleg�ricos

En la esfera de un reloj hay tres trabajadores, y un hombre ignorante concluir�a que el segundero es lo m�s importante. Pero puede quitar eso, e incluso el minutero, y a�n as� poder decir la hora si se dej� la manecilla de la hora fija. De modo que hay diversidad de operaciones en la Iglesia y podemos llegar a conclusiones err�neas en cuanto a su valor relativo. Tenemos hombrecitos quisquillosos, que pueden dar la vuelta sesenta veces antes de que otro hombre se d� la vuelta una vez, pero no siempre son los m�s fiables en cuanto al tiempo espiritual, ni son los obreros m�s importantes de la Iglesia.

Lo que queremos son hombres y mujeres de car�cter firme y confiable, en cuya esfera de conducta siempre se registre el tiempo real. Una vez entr� a un relojero al mediod�a y los relojes daban la hora. Hab�a "diversidad de operaciones", pero "el mismo esp�ritu" las mov�a a todas, es decir, para decirles a todos que eran las doce en punto. Fue divertido escuchar los peque�os relojes marcar las doce antes de que los m�s grandes hubieran comenzado m�s que bien.

Pero cada uno hizo su propio trabajo, de acuerdo con sus propios impulsos, y no encontr� fallas en los dem�s porque ten�an diferentes m�todos para hacer lo mismo. El efecto de una pelea habr�a sido una p�rdida de tiempo y da�os. Aprendo de esto

1. Que todos los cristianos deben estar ocupados en la gran obra de su vida.

2. Que la actividad cristiana debe ser impulsada y controlada desde adentro.

3. Que la uniformidad de m�todo es imposible y, por lo tanto, que cada uno debe trabajar a su manera y no encontrar fallas en aquellos cuyos m�todos pueden diferir.

4. Ese m�todo es bastante secundario. �Cu�l es la calidad del trabajo realizado? Perm�tanme describir los relojes que vi.

I. El reloj que no son�. Un reloj de buen aspecto, que solo dec�a la hora a los ojos, mientras que otros tambi�n lo dec�an al o�do. Ahora, como regla, todos los verdaderos cristianos est�n hechos para golpear, pero de vez en cuando te encontrar�s con uno que parece no tener el peso del golpe o la campana; pero, en muchos casos, si miras la esfera de su conducta, la encontrar�s invariable como el sol. A menudo me he quedado despierto por la noche pregunt�ndome qu� hora era, cuando de repente el fiel reloj dio la respuesta. Es una gran bendici�n para el mundo, en medio de su oscuridad moral, que haya tantos cristianos que publican el tiempo sin miedo.

II. El reloj que solo hizo un zumbido. Pas� por todos los movimientos de golpe sin que uno se diera cuenta de lo que estaba tratando de decir. As� que algunas personas bien intencionadas realizan todos los movimientos de dar testimonio del Maestro, pero nadie puede entenderlos. Esto, sin embargo, es en muchos casos el resultado de un h�bito o una inconsistencia. Conoc� a un orador pol�tico muy poderoso que, al relatar su experiencia cristiana, parec�a tener miedo de todos los presentes; y conozco buenas hermanas, cuyas voces pueden sonar por todos lados, que solo pueden murmurar su experiencia cristiana.

III. El reloj que dio demasiado. Hab�a un reloj al que parec�a gustarle o�rse a s� mismo golpear, y era poco menos que una molestia: sin embargo, el doblar un peque�o alambre, alrededor de un octavo de pulgada, lo habr�a hecho tan ordenado como cualquier otro en la habitaci�n. Entonces, aquellos que oran y hablan demasiado en nuestras iglesias solo requieren una sugerencia gentil y fraternal, y el problema en muchos casos llegar�a a su fin, pero no en todos.

Porque, cuando est�n muy templados, el alambre a veces se rompe al doblarse, y luego he sabido que se hunden en un silencio mal�volo, y apenas hacen tictac en p�blico despu�s. Algunos de estos grandes conversadores son muy malos conservadores de la melod�a. Los he escuchado tachar "Las doce en punto, mediod�a espiritual aqu�", cuando las manecillas de la esfera de su conducta apenas indicaban la salida del sol espiritual.

IV. El reloj que necesitaba ponerse en marcha. Pens� que tal vez estaba fuera de marcha o que no hab�a terminado, pero el caballero me dijo que estaba en orden, pero que se hab�a olvidado de ponerlo en marcha. De modo que hay personas que solo necesitan el toque suave del est�mulo cristiano para iniciarlas en el camino de la justicia. Y en la Iglesia hay muchos que orar�an en la reuni�n de oraci�n, trabajar�an en la escuela dominical o dar�an generosamente si alguna vez comenzaran.

V. El reloj que no estaba a plomo, que estaba a punto de detenerse. Hab�a algo debajo. �Cu�ntos miembros de la iglesia se dejan llevar a un lado por cosas que son inconsistentes con el car�cter cristiano? Mientras est� en tal actitud, puede pedir, pero no puede recibir bendiciones espirituales.

VI. La �nica caracter�stica que todos los relojes ten�an en com�n. Me di cuenta de que en medio de todas las "diversidades" de tama�o, mecanismo y "operaciones", todos estos relojes ten�an una tendencia a agotarse. As� ocurre con todos los cristianos. Puede ser tan puntual en la iglesia y tan ejemplar en su departamento como de costumbre, y estar agotado todo el tiempo. El p�ndulo de la profesi�n puede continuar movi�ndose cuando el mecanismo est� obstruido con el polvo de la mundanalidad o los placeres prohibidos.

Ning�n cristiano puede correr a tiempo, si se lo deja solo, durante una sola hora. Entonces, �cu�l debe ser la condici�n de aquellos que viven libres de Dios seis de cada siete d�as? Algunos relojes est�n hechos de tal manera que pueden funcionar durante semanas y mantener el tiempo; pero nunca conoc� a un cristiano que pudiera hacerlo, y he conocido a muchos que le dieron un juicio justo. Conclusi�n: recuerdo bien mi primer reloj. A veces, recitaba una hora en quince minutos, mientras que otras veces no pod�a hacer una hora en veinticuatro.

Dediqu� mucho tiempo a averiguar la hora y d�rsela a mi reloj, colocando las manecillas en la posici�n adecuada. Mi padre por fin, supongo que para ahorrar tiempo, se lo llev� al relojero, y pens� que mi reloj se arruin� cuando el hombre lo hizo pedazos, pero cuando el trabajo estuvo hecho, pudo mantener sus propias manos en la hora real sin cualquier ayuda de la m�a. Muchos en nuestras iglesias act�an con ellos mismos como yo lo hice con ese viejo reloj.

Su mecanismo interno est� obstruido y trastornado por el polvo y la contaminaci�n del pecado. Cuando realizan cualquier deber cristiano, todo es un trabajo mec�nico y externo con ellos. No se puede medir el tiempo desde el exterior. Debes estar bajo la mano limpiadora y reguladora de Dios antes de que puedas seguir el camino de Sus mandamientos. ( T. Kelly .)

La dispensaci�n del Esp�ritu

Las edades del mundo se pueden dividir en tres dispensaciones.

1. Del Padre cuando Dios era conocido como Creador; la creaci�n manifest� Su poder eterno y su Deidad.

2. Del Hijo cuando Dios se manifest� a trav�s del hombre; la Palabra Eterna habl� a trav�s de los inspirados y dotados de la raza. Su cl�max fue el advenimiento del Redentor.

3. Del Esp�ritu en el que Dios se ha comunicado a S� mismo por la m�s alta revelaci�n, como un Esp�ritu mezclado con un esp�ritu. Hay una doble forma de considerar las operaciones del Esp�ritu.

I. Los dones espirituales conferidos a las personas. En el vers�culo 28, estos se dividen en dos clases; las primeras son aquellas capacidades que se encuentran originariamente en la naturaleza humana, elevadas y engrandecidas por el don del Esp�ritu; los segundos son aquellos que fueron creados por la repentina aproximaci�n de la misma influencia. As� como si la temperatura de este hemisferio norte se elevara repentinamente y un poderoso r�o tropical vertiera su fertilizante inundaci�n sobre el pa�s, el resultado ser�a la impartici�n de un crecimiento vigoroso y gigantesco a la vegetaci�n ya existente, y al mismo tiempo. tiempo el desarrollo de la vida en semillas y g�rmenes que hab�an permanecido latentes en el suelo durante mucho tiempo, incapaces de vegetaci�n en el clima desagradable de su nacimiento. Considerar&mdash

(1) Los dones naturales.

(a) La docencia es un don, natural o adquirido. Saber es una cosa; tener la capacidad de impartir conocimientos es otra.

(b) La curaci�n no es un misterio sobrenatural; El estudio largo y cuidadoso de las leyes f�sicas capacita al m�dico para su tarea.

(c) El gobierno, una vez m�s, puede aprenderse, pero hay algunos que nunca pudieron adquirirlo. Algunos hombres parecen nacidos para mandar. Ahora bien, la doctrina del ap�stol era que todos estos son transformados por el Esp�ritu de modo que se conviertan en poderes casi nuevos.

(2) Dones sobrenaturales. De estos encontramos dos dones preeminentes.

(a) El don de lenguas no era simplemente la facultad impartida de hablar idiomas extranjeros; m�s bien parecer�a que el Esp�ritu de Dios, mezcl�ndose con el alma del hombre, glorific� tanto sus concepciones, que las formas ordinarias del habla resultaron inadecuadas para su expresi�n. En un departamento mucho m�s bajo, cuando un hombre se vuelve poseedor de grandes ideas, su lenguaje se rompe. Pero sucede a menudo que cuando existe una simpat�a perfecta, las expresiones incoherentes, una palabra, una s�laba, son tan eficientes como las oraciones elaboradas.

En el d�a de Pentecost�s, todos los que estaban en el mismo estado de emoci�n espiritual que los que hablaban entendieron a los que hablaban; para los que miraban con escepticismo, los efectos parec�an los de una intoxicaci�n. En el cap. 14.

(b) El don de profec�a parece haber sido un estado de comuni�n con la mente de Dios, m�s bajo la gu�a de la raz�n que el don de lenguas.

2. Sobre estos dones hacemos dos observaciones.

(1) Incluso los m�s elevados no estaban acompa�ados de impecabilidad espiritual. El desorden y la vanidad podr�an acompa�ar a estos dones, y la expresi�n prof�tica en s� misma podr�a ser degradada a una mera pelea, por lo que San Pablo declar� la necesidad de sujeci�n y dominio sobre los dones espirituales; los esp�ritus de los profetas deb�an estar sujetos a los profetas; si los dotados de lenguas no pod�an interpretar lo que quer�an decir, deb�an callar.

No hay nada exactamente id�ntico en nuestros d�as con estos dones, pero hay algunos que est�n en una relaci�n algo an�loga. Los vuelos de la genialidad aparecen como desvar�os man�acos a mentes no elevadas al mismo nivel, y son perfectamente compatibles con el desorden moral. El m�s talentoso de nuestros compatriotas fue "el m�s grande, m�s sabio y m�s malo de la humanidad". El don m�s glorioso de la intuici�n po�tica se asocia con demasiada frecuencia con la vida degradada.

(2) Los dones, que eran m�s altos en un sentido, eran m�s bajos en otro; como dones sobrenaturales se clasificar�an as�: lenguas, profec�a, ense�anza; pero como bendiciones deseables, este orden se invierte. El principio sobre el que se prob� fue el de una utilidad cuya medida era el amor ( 1 Corintios 14:19 ).

Nuestra estimaci�n es casi la inversa: valoramos un regalo en proporci�n a su rareza. Uno de nuestros compatriotas se ha ganado un extraordinario renombre cient�fico, pero ese mismo hombre aplic� su raro intelecto a la construcci�n de esa sencilla l�mpara que hab�a sido la guardiana de la vida del minero. El acto m�s insignificante que es �til es m�s noble a los ojos de Dios que el logro m�s brillante del genio.

II. La unidad espiritual de la Iglesia: "el mismo Esp�ritu". Hay dos ideas de unidad: igualdad de forma e identidad de esp�ritu. Algunos han esperado con cari�o realizar una unidad para la Iglesia de Cristo que debe manifestarse mediante expresiones uniformes en todo. Hay otros que han desechado por completo esta idea por quim�rica; y quienes, al percibir que la ley del sistema universal es la multiplicidad en la unidad, han dejado de esperar para la Iglesia de Cristo cualquier otra unidad que la de una igualdad de esp�ritu, manifest�ndose a trav�s de la diversidad de dones. Entre ellos estaba Paul.

1. Toda unidad real es m�ltiple. Los sentimientos id�nticos en s� mismos encuentran innumerables formas de expresi�n. En el mundo tal como Dios lo ha hecho, una ley se manifiesta bajo diversas manifestaciones, incluso opuestas.

2. Toda unidad viva es espiritual, no formal. Puede que se muestre una unidad en la identidad de forma; pero es una unidad sin vida. La ilustraci�n que da el ap�stol es la del cuerpo humano. La uniformidad aqu� habr�a sido una p�rdida irreparable: la p�rdida de cada parte que se fusion� en una. La unidad del cuerpo es la unidad de una conciencia viva que anima a cada �tomo separado del marco y reduce a cada uno a la realizaci�n de una funci�n adecuada al bienestar del conjunto.

3. Nadie m�s que una unidad espiritual puede preservar los derechos tanto del individuo como de la Iglesia. Algunos han reclamado el derecho al juicio privado de tal manera que toda opini�n individual se convierte en verdad y toda expresi�n de conciencia privada en derecho; as� la Iglesia se sacrifica al individuo; y la conciencia universal, la fe com�n, se convierte en nada. De nuevo, hay otros que, como la Iglesia de Roma, entregar�an la conciencia de cada hombre a la conciencia de la Iglesia. La unidad espiritual salva el derecho de ambos en el sistema de Dios. Respeta la santidad de ...

(1) La conciencia individual. "Que cada uno est� plenamente persuadido en su propia mente". La creencia de todo el mundo no puede hacer que eso me sea verdadero, lo que me parece falso.

(2) El car�cter individual. De los millones de la raza, unos pocos rasgos se diversifican en tantas formas de semblante, que apenas dos pueden confundirse entre s�. No hay dos hojas iguales en el mismo �rbol; ni dos lados de la misma hoja, a menos que la cortes y la mates. Cada hombre nacido en este mundo es un alma nueva y fresca que su Creador tiene la intenci�n de desarrollarse a s� mismo de una manera nueva y fresca. ( FW Robertson, MA .)

Los dones del cristianismo

El cristianismo afirma ser, y es, en la creencia de todos sus verdaderos hijos, una religi�n universal. Y considere lo que eso significa. Significa que es una religi�n para todos los pueblos, cualquiera que sea su tierra, cualquiera que sea su car�cter; tanto para las razas emocionales del sur como para los habitantes m�s duros y duros del norte, para los orientales sutiles y so�adores como para los habitantes fuertes y pr�cticos del oeste.

Significa que es una religi�n para todas las edades; que puede adaptarse a los tiempos cambiantes. Significa que es una religi�n para todas las clases; que puede atraer a los ricos como a los pobres, al intelecto cultivado de unos pocos como a la raz�n inexperta de muchos, a la mujer como al hombre, al ni�o tanto como al anciano. Significa que es una religi�n para todos los temperamentos. Veamos qu� derecho tiene el cristianismo para pretender ser y hacer todo esto.

�A trav�s de qu� agencias funciona? �Est�n preparados para hacer que cumpla el fin de su ser? No olvidemos nunca, en primer lugar, que la �nica gran agencia a la que debe acudir, es m�s, la que es su vida e inspiraci�n misma, es el Esp�ritu Santo de Dios. Sin �l no puede haber religi�n, ni cristianismo; sin su obra e influencia, ning�n alma humana puede nacer de nuevo en el reino de los cielos.

Y si hay un atributo de Su obra en el que se habla m�s que otro en la Biblia, es su diversidad. No puedes ponerle l�mites; no puede asignar razones para ello. Puede apoderarse de un Balaam ego�sta o de un Saulo de alma estrecha y hacer de ellos sus portavoces tan f�cilmente como puede apoyarse en un El�as, un Juan el Bautista o un San Pablo. Es en este poder ilimitado, este poder de cambiar y exaltar, este poder de encender las diversas capacidades de los hombres, de darles nuevos dones extra�os, que el ap�stol habla tan elocuentemente en este pasaje de la ep�stola a los Corintios.

Y luego pasar a otra agencia, que en un sentido no es otra, sino la misma; Me refiero al Libro que el Esp�ritu de Dios ha inspirado y que la Iglesia de Cristo lleva en su mano para la ense�anza de las naciones. �Cu�l es el car�cter de esto? No, como era de esperar, un libro de referencia breve, l�gico y exacto. �La Biblia es un libro de una maravillosa variedad! Verdaderamente un libro de maravillosa diversidad y, sin embargo, no menos maravillosa de unidad, porque el hilo dorado del prop�sito de salvaci�n de Dios en Cristo lo atraviesa y lo une en uno desde el principio hasta el final.

Existe a�n otra agencia que el cristianismo debe usar, y esa es la Iglesia. San Pablo, en el pasaje en el que me refiero, aclara que tambi�n aqu�, en su opini�n, debe haber la misma diversidad en la unidad. La Iglesia debe ser una, conocer �un solo Cuerpo, un solo Esp�ritu y una sola Esperanza de nuestra vocaci�n, un solo Se�or, una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos nosotros�: y sin embargo, es encontrar lugar y juego para todo tipo de mentes y personajes, como el cuerpo encuentra trabajo para todos sus diferentes miembros.

�Dios se realiza a s� mismo de muchas maneras�; hay lugar en la iglesia para todos los temperamentos, caracteres y mentes; su verdadero objetivo como Iglesia es seguir la obra del Esp�ritu, no intentar fabricar cristianos seg�n un solo ejemplo, sino m�s bien tomar lo que es m�s fuerte y mejor en el car�cter de cada uno, y hacer que sirva a Dios. ; no para aplastar el entusiasmo de un San Pablo, o el pensamiento independiente de un Agust�n, o el poder art�stico de un Fra Angelico, o la poes�a de un Milton, o el esp�ritu cient�fico de un Livingstone, sino para destinen sus dones especiales a los fines de Dios y cons�gralos a todos los prop�sitos santos.

Hay diversidad de dones, pero el mismo Esp�ritu, diferencias de ministerios, pero el mismo Se�or, diversidad de operaciones, pero el mismo Dios que obra todo en todos. Y, sin embargo, a pesar de esta universalidad de la que nos hemos estado jactando, es in�til cerrar los ojos ante el hecho de que hay muchos fracasos por los que llorar, mucho �xito que es s�lo parcial en el mejor de los casos, en el progreso del cristianismo.

�No hay cristianos que tengan fe sin caridad, cuya fe en Cristo sea una creencia de la mente, cuya religi�n sea dogma sin amor, intolerancia sin humildad? Bien podemos preguntarnos, si el cristianismo es lo que dice ser, �de d�nde vienen estos fracasos? Y cuando nos dispusimos a responder esa pregunta, lo primero que encontramos es que una falla se debe a otra. Si la religi�n de Cristo ha fallado en esta o aquella parte del mundo, es porque no se ha apoderado completamente de la naci�n que la predica.

S�, si queremos encontrar la explicaci�n del fracaso comparativo del cristianismo entre las razas del mundo, o entre los trabajadores de nuestra propia tierra, debemos buscarlo en esto, que nosotros mismos somos s�lo cristianos unilaterales. Pero luego llevamos nuestras investigaciones un paso m�s atr�s. �Por qu� hay tanto de este cristianismo unilateral? Y la respuesta es que los hombres no se dan cuenta del ideal que se les presenta.

Porque ese ideal es este: que cada parte, poder, capacidad y tendencia dentro de ellos debe ser iluminado e inspirado por el Esp�ritu de Dios, entregado a Su supremac�a y a Su gobierno, subordinado y hecho obediente a Su voluntad. El hombre es un ser multifac�tico; y no es suficiente, no es toda la religi�n de Cristo, si el intelecto est� convencido pero la conciencia silenciada, si las emociones se encienden y la vida intacta.

La rendici�n, si se ha de llamar rendici�n donde rendirse significa victoria, debe ser completa; el servicio del coraz�n a Dios, si el servicio es donde el servicio es perfecta libertad, debe ser sin reservas y sin reservas. Pero muy probablemente me dir�n que me estoy contradiciendo; que una entrega, un servicio, una uniformidad, una armon�a tan completa es pr�cticamente ese nivel muerto, esa ausencia de diversidad, que hace un momento rechac�.

Pero eso no es as�. Dios te pide todos tus poderes, pero no te pide que los ejerzas todos en igual medida; No exige el mismo inter�s, el mismo fruto de tu mente y coraz�n si uno es por naturaleza m�s grande que el otro. Te deja libre. As�, para un hombre, la religi�n es la consagraci�n de su intelecto a Dios. La verdad del mensaje y la misi�n de Cristo le ha llegado como una revelaci�n; llena sus pensamientos; la convicci�n que se apoder� de �l lo arrastra como un diluvio; Para �l, ahora es una vida aprender m�s y m�s del conocimiento de Dios.

O, de nuevo, con otro, la religi�n es la consagraci�n de la voluntad y los afectos; la sal que lo salva de la corrupci�n y la decadencia moral. La fuerza de su vida, la flor de su servicio a Dios, no es intelectual, sino moral y espiritual. Su papel en la gran guerra es menos activo que uno de firmeza y descanso. En la quietud est� Su fuerza. Y una vez m�s: la vida religiosa puede ser la consagraci�n de las energ�as.

Todos conocemos a hombres que no tienen ni una habilidad excepcional ni un poder singular de autocontrol; pero hagan lo que hagan, lo hacen con todas sus fuerzas, viendo una sola cosa frente a ellos y haciendo eso con todo el poder y la capacidad que poseen. Su ambici�n no es estar a la vanguardia de la marcha, sino salvar a los rezagados y fortalecer a los cansados ??y d�biles mientras vacilan y fracasan.

Bien por ti si el Esp�ritu de Dios toma tu intelecto y lo hace suyo; bien para ti si �l te eleva a una vida de santidad vivida en la misma presencia de Dios; pero si ninguno de estos lotes puede ser tuyo, entonces ruega a �l que te haga uno de Sus obreros, dondequiera que est� tu campo. ( JA James, BD .)

Diversidad de dones en la Iglesia

La obra de Dios, la vida de Su Iglesia, �qu� extra�o, confuso, mezclado y accidental se ve cuando pasamos nuestros ojos por la superficie! Y San Pablo, aqu�, en mi texto, est� mirando a su Iglesia en Corinto; y lo presionan mucho los accidentes de las circunstancias y los detalles locales. Por desordenado que pueda parecer todo en su cruda escena exterior, para �l, mirando hacia abajo, todo est� bajo el control de un solo principio, es toda la evidencia de un solo Agente Supremo.

No hay accidente ni posibilidad, sino que en todas partes hay una Fuerza determinante, y esa Fuerza es el Esp�ritu de Dios, el Esp�ritu Santo. �l es el que mueve todos estos remolinos. Dondequiera que los hombres crean, �l es quien hace posible la fe; y todas las variedades del car�cter humano, todas las distinciones de las peculiaridades personales, s�lo muestran Su actividad solitaria. Dondequiera y sin embargo, y en la medida en que los hombres, por cualquier medio, confiesen lealmente que el Hombre Jes�s es el Cristo de Dios, all� debemos reconocer y reverenciar la inspiraci�n del Esp�ritu Santo.

El Esp�ritu no tiene tarea m�s alta que la que le ha sido asignada y circunscrita por el cuerpo de Cristo. Dondequiera que hable o act�e, ser� perfectamente seguro que har� a Jes�s, el Hombre, prominente y enf�tico. Testificar� de su autoridad; har� a�n m�s preciosa su apariencia corporal; magnificar� Su posici�n hist�rica. Nada que disminuya la importancia de Jes�s, o que disuelva Su supremac�a, o que haga a la ligera Su valor �nico, puede provenir del Esp�ritu.

"Nadie, hablando con el Esp�ritu de Dios, llama anatema a Jes�s". La Encarnaci�n, entonces, opera sobre el mundo del hombre con perfecta regularidad de ley a trav�s de un Agente. �l es el Trabajador, este Esp�ritu de Dios; Entonces, �cu�l es su obra? �C�mo aplica la Encarnaci�n de Jesucristo a los hombres? Lo hace de dos modos, que para el forastero pueden parecer contradictorios, pero que no son m�s que los efectos de esta �nica causa.

Primero, el efecto de la conmoci�n del Esp�ritu se ve en el estallido de los dones espirituales. Cada alma se aviva con un nuevo impulso; emociona con una sensaci�n de vitalidad reci�n nacida; y brotan nuevos poderes, y de �l brotan dones. San Pablo vio al Esp�ritu obrar en esa nueva iglesia suya en Corinto; y cu�n fuerte era ese vino nuevo, y cu�n ardiente era la llama, cu�n fuerte y plena la profec�a. Cada alma, vivida en Jes�s, est� rebosante de la gloria de su nueva investidura, el estr�s y la tormenta del Esp�ritu est�n conmocionando a estas almas en �xtasis.

Aqu� estaba la intuici�n intelectual, all� estaba la visi�n prof�tica; aqu� estaba la pasi�n espiritual, all� estaba la capacidad administrativa. Ese fue el resultado del Esp�ritu, el estallido de la libertad individual de la experiencia. Y entonces San Pablo mir�, y hubo otra visi�n y otra vista por completo. All� vio surgir un tejido majestuoso y ordenado, la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo. All� lo observ�, tendido miembro a miembro, hasta que el cuerpo se uni�, por articulaciones y tendones, se compactaron y se unieron.

Estaba la doble visi�n: por un lado, una inspiraci�n interior de almas individuales exaltadas, variadas y extasiadas; por otro lado, una afirmaci�n exterior de orden visible, administrativo, completo, total y armonioso. Y, sin embargo, aqu� estaba este punto: por contradictorios que parezcan estos efectos, son los s�ntomas, el resultado de un solo y mismo Esp�ritu. Si el Esp�ritu que aviva los dones individuales es el mismo que edifica la Iglesia corporativa, entonces, por un lado, las experiencias internas y privadas de las almas no necesitan ver con sospecha y desagrado la disciplina de la regla eclesi�stica o las f�rmulas teol�gicas; tampoco, por otro lado, el sistema eclesi�stico debe condenar o desconfiar de la libertad de las experiencias espirituales individuales.

Tomemos el primer punto. A estas experiencias espirituales individuales, por m�ltiples y variadas que sean, al ser necesarias para armonizarse con el orden de la Iglesia y con el credo formulado, no se les pide que cedan a alguna restricci�n arbitraria, que sometan sus pretensiones a alguna conveniencia general que no sea la suya propia, que se ajusten a ellas. a un expediente convencional, necesario, tal vez, pero todav�a una esclavitud. Cada regla corporativa surge de la misma fuente que la experiencia individual.

El Esp�ritu que da una experiencia personal especial interior es el mismo Esp�ritu que edifica la Iglesia. Al afirmar sus propias peculiaridades, ning�n don puede atribuirse a s� mismo un valor que no deba atribuir por la misma necesidad a todos los dem�s, porque su valor �nico le viene del Esp�ritu en el que comparten por igual. Cualquiera que sea la prerrogativa que posea un don, esa misma ventaja deben poseer todos los dem�s dones.

Ese prop�sito con el que �l asigna el regalo a este hombre debe ser el mismo con el que �l asigna ese otro regalo a ese otro. Quien autoriza el don autoriza el fin, y si ese fin �ltimo no tiene ning�n derecho v�lido, tampoco lo tiene el don. �Y cu�l es ese prop�sito? - edificaci�n - la edificaci�n del cuerpo de Cristo, la edificaci�n de todas las capacidades individuales separadas para el enriquecimiento de la Iglesia corporativa.

Si el Esp�ritu que llena y enmarca el tejido eclesi�stico es todav�a y siempre el Esp�ritu que pone en acci�n toda la variedad de dones individuales, entonces la Iglesia, el sistema, no deber�a tener que condenar o desagradar estas experiencias espirituales internas. Sin embargo, aqu� hay una repugnancia muy natural. Para nosotros, que amamos la dulce calma del trabajo ordenado del Esp�ritu, no puede dejar de ser un shock al enfrentar la agitaci�n y la confusi�n que a menudo acosan los estallidos de Su obra en las almas individuales.

�Seguramente aqu� hay algo repelente, algo que no est� en armon�a con la mente de Dios, algo que no est� en afinidad con la antigua herencia de Cristo! Tantos instintivamente sienten, y, cuando sientan as�, que recuerden que el Esp�ritu siempre tiene su doble manifestaci�n, recuerden que el mismo Esp�ritu que da forma a la dulce tela que tanto aman es el mismo Esp�ritu que, mientras agita en el individuo. alma, la moldea en esos arrebatos apasionados; esos trastornos, son Su material apropiado, del cual �l se deleita en construir; no los enciende otro esp�ritu, sino �l mismo.

Y, al criarlos, no los confrontar� como a un enemigo, sino que se acercar� a ellos como Aquel que est� en casa con ellos, que es consciente de su significado interior, que puede saludarlos como un amigo. Es cierto que �l puede tener todav�a muchas grandes lecciones reservadas para estas experiencias. Ni por un momento desea que permanezcan como est�n en su actual desorden temporal. Pero, a pesar de todo eso, no vendr� a ellos como lo que le es extra�o, espantoso o angustioso.

��l sabr� el secreto que est� vivo en todo este tormentoso torrente? A medida que se inclina, entonces, con gentil apariencia, estar� en la m�s completa simpat�a. �Venid a M�, les estar� diciendo a todas las almas que han vivido en el Esp�ritu, �venid bajo Mi disciplina, conformad a Mi regla, no porque seas malo, o peligroso, o humano, o errante, no porque necesites algo. represi�n externa arbitraria, pero ven a M� y obedece Mi don.

Ya eres M�o, de Mi malteado, Mi inspiraci�n. Te despert� porque te necesitaba; Tengo un lugar para ti en el trabajo; para m� y por m� fuiste hecho; encuentra, pues, en M� tu paz �. Y por nosotros mismos recordaremos, finalmente, que hay una sola regla establecida por San Pablo para gobernar todo nuestro tratamiento de los dones y experiencias espirituales, ya sea en nosotros mismos o en los dem�s: la regla del amor, de la edificaci�n.

Amor, primero en relaci�n a los dones que no son nuestros. El amor se alegrar� de reconocer por cu�ntos caminos se llevan los hombres a Cristo, de reconocer cu�n infinitos son los recursos del Esp�ritu. Reconocer� r�pidamente cu�n sagradas son las diversidades individuales. Respetar� todo lo que pueda, encontrar� trabajo en todo lo que pueda, simplemente porque es el car�cter y la nota del �nico Esp�ritu el exhibir Su excelencia en una infinita diversidad de operaciones. El primer objetivo del amor es hacer que su don sea inteligible para todos, �til para todos, una posesi�n com�n, un bien com�n y una alegr�a com�n. ( Canon Scott Holland .)

Los dones del espiritu

I. Su naturaleza. Son&mdash

1. Ordinario. Estos nos los transmite el Esp�ritu a trav�s de nuestros propios esfuerzos, ya que se puede decir que quien hace el reloj y da cuerda a las ruedas es el autor de su movimiento. Entre estos podemos clasificar la oratoria, la filosof�a, etc. Y Dios normalmente no se los da a nadie m�s que a los que trabajan duro por ellos. Dios est� listo para hacer Su parte, pero no para hacer la Suya y la nuestra tambi�n.

2. Extraordinario. Estos son enteramente de Dios, como, por ejemplo, los dones de milagros, curaciones, etc., que de hecho podr�an ser objeto de la admiraci�n y envidia de los hombres, pero nunca el efecto de sus esfuerzos. Algunos quiz�s pregunten cu�nto tiempo continuaron estos dones extraordinarios en la Iglesia. Siempre que lo requiriera el establecimiento de una nueva religi�n en el mundo. Por lo tanto, el prop�sito de los milagros, siendo extraordinarios y de servir s�lo por un tiempo, no deb�an frustrar su dise�o con su continuidad, ni hacerse comunes por ser perpetuos.

Dif�cilmente se puede asignar el per�odo exacto de su duraci�n; pero lo cierto es que ahora han cesado y que por tan buenas razones como al principio empezaron. Porque cuando el edificio espiritual est� terminado, �con qu� prop�sito deber�an permanecer los andamios?

II. Su diversidad. �Qu� se entiende por esta diversidad de dones? Nota aqu�:

1. Algo a modo de afirmaci�n, que es variedad. Esta variedad es ...

(1) Para su uso. En la Iglesia hay, y debe haber, varios miembros que tienen sus diversos usos y estaciones (vers�culo 28); el empleo de tantas partes al servicio del inter�s com�n y el dise�o del conjunto, como el movimiento de un reloj es un movimiento complicado de tantas ruedas colocadas en forma adecuada; y la vida misma, sino el resultado de varias operaciones, todas provenientes del mismo cuerpo y contribuyendo al sustento (vers�culos 29, 30).

As� como en el cuerpo natural los ojos no hablan, ni la lengua ve, as� tampoco en el espiritual todo el que tiene el don de profec�a est� investido tambi�n con el don y el esp�ritu de gobierno, etc. temperamentos y constituciones de los hombres, para servir a la Iglesia. P.ej&mdash

(a) Algunos hombres tienen una disposici�n optimista y alegre. Y estos est�n hechos para los espaciosos y alegres oficios de la devoci�n. Una vez m�s, hay otros de temperamento reservado y severo, y estos son los m�s aptos para servir a la Iglesia en un retiro del mundo, y una serena compostura de sus pensamientos para la meditaci�n y para tratar con conciencias atribuladas.

(b) Algunos, nuevamente, son de esp�ritu ferviente; y Dios sirve a su Iglesia incluso por medio de estos como particularmente capacitados para predicar los rigores de la ley a los pecadores obstinados. Y por el contrario, hay otros de un genio m�s suave, y estos son �tiles para hablar de consuelo y refrigerio al cansado, etc. Y as� el evangelio debe tener tanto su Boanerges como su Bernab�; el primero, por as� decirlo, para limpiar el aire y purgar lo vendido, antes de que pueda ser apto para las sonrisas de un Salvador.

(2) Para adorno: para vestir y destacar a la esposa de Cristo. �D�nde estar�a la belleza de los cielos y la tierra? �D�nde estar�a entonces la gloria y el brillo del universo, si nuestros sentidos se vieran obligados a estar siempre atentos a las mismas cosas sin el gusto vivificante de la variedad? Y, adem�s, �una efusi�n tan liberal de regalos no argumenta por igual tanto el poder como la generosidad del dador?

2. Como esta diversidad de los dones del Esp�ritu importa variedad, tambi�n excluye la contrariedad; diferentes son, pero no opuestos. No hay jarro ni contienda entre ellos, pero todos se eliminan con mutuo acuerdo y feliz subordinaci�n; porque como la variedad adorna, la oposici�n destruye. El esp�ritu de mansedumbre y el esp�ritu de celo, por ejemplo, sirven y llevan a cabo igualmente el gran fin y el negocio de la religi�n.

III. Sus lecciones.

1. Si el Esp�ritu obra tal variedad y multitud de dones sobrenaturales, es racional concluir que �l es un ser superior a la naturaleza y, por tanto, a Dios.

2. Esta gran diversidad de los dones del Esp�ritu puede ser un discurso de humildad para algunos y de contentamiento para otros. Dios, en verdad, ha dibujado algunas letras may�sculas y ha dado regalos a algunos hombres, por as� decirlo, con ambas manos; pero a pesar de todo, nadie puede presumir de un monopolio de ellos. No ha llenado tanto el intelectual de ning�n hombre, pero ha dejado algunos vac�os que a veces pueden enviarlo a buscar suministros a las mentes inferiores.

Mois�s, con todo su conocimiento y habilidades para gobernar, requiri� la elocuci�n de Aar�n; y el que �habla con lengua de �ngeles� a�n puede estar perdido cuando se trata de asuntos controvertidos. Y esto deber�a evitar el abatimiento de los entendimientos m�s mezquinos (vers�culos 21, 22). Que el pie no se pisotee porque no gobierna el cuerpo, pero considera que tiene el honor de sostenerlo. No, las mayores habilidades a veces son contempladas por los m�s mezquinos. Los dos talentos subieron al cielo tan f�cilmente como los cinco.

3. Tenemos aqu� una piedra de toque para la prueba de los esp�ritus; porque como son los dones, �ste debe ser tambi�n el Esp�ritu del que fluyen.

4. Esta emanaci�n de dones del Esp�ritu nos asegura que el conocimiento y el aprendizaje no son de ninguna manera opuestos a la gracia; ya que vemos tanto los dones como las gracias conferidas por el mismo Esp�ritu. ( R. Sur, DD .)

Las trinidades

I. Personal.

1. El mismo Esp�ritu.

2. El mismo Se�or.

3. El mismo Dios.

II. Verdadero.

1. Regalos.

2. Administraciones u oficinas.

3. Operaciones u obras.

III. Real.

1. Dividir.

2. Manifestaci�n.

3. Beneficio.

Los tres reales son el fundamento de todo. Los tres personales son de donde proceden. Los tres reales son si lo har�n.

(1) Dividido.

(2) Tan dividido que se manifiesta.

(3) Tan manifiesto como no s�lo ...

(a) Para hacer un espect�culo pero con alg�n fin.

(b) Que el fin no sea "el dolor o el problema", sino "el bien".

(c) El bien, no privado, de nosotros mismos, sino com�n, de todo el cuerpo de la Iglesia. ( Mons. Andrewes .)

Versículos 5-6

Hay diferencias de administraci�n, pero el mismo Se�or.

Las agencias de la Iglesia

I. Est�n ampliamente diversificados.

1. Cada rama tiene su propia esfera.

2. Cada miembro su propio cargo.

(1) Diferentes en car�cter, importancia, alcance.

(2) Sin embargo, todo es necesario.

II. Est�n bajo el control del mismo Se�or, Cristo, quien

1. Designa a cada hombre su deber.

2. Le da gracia.

3. Observa y premia su conducta.

III. Est�n dirigidos a un extremo. De ah� el cargo m�s humilde:

1. Es honorable.

2. Es �til.

3. Debe cumplirse fielmente. ( J. Lyth, DD .)

Diferencias de administraciones

Glycera, la florista, supo tan bien diversificar la combinaci�n y disposici�n de sus flores, como con las mismas flores para hacer una gran variedad de ramilletes. De modo que cuando el pintor Pausias intent� emular su habilidad fracas�, porque no pod�a variar su pintura de tantas maneras como Glycera hac�a sus ramilletes. As� el Esp�ritu Santo dispone y ordena con tanta variedad las instrucciones de devoci�n que nos da por las lenguas y plumas de sus siervos que, aunque las doctrinas son siempre las mismas, los tratados que se elaboran con ellas son muy diferentes, seg�n a las diferentes formas en que se combinan. ( San Francisco de Sales .)

Hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios.

La diversidad de las operaciones divinas

Estas palabras sugieren reflexiones pr�cticas en cuanto a:

I. La gran variedad de clases para las que se lleva a cabo la obra cristiana. Tal trabajo es trabajo

1. Para todas las variedades de necesidades.

(1) Corporal. El hospital; Se incluye la empresa sanitaria de cualquier forma.

(2) Mental. Se incluye todo el verdadero trabajo educativo, sobre todo cuando se trata de fijar una escalera que se eleve desde la cuneta hasta la universidad.

(3) Moral. Todas las cruzadas por la templanza y la castidad est�n incluidas.

(4) Espiritual. Se incluye la proclamaci�n, en su multiforme plenitud, del evangelio que convierte, conforta y edifica.

(5) Nacional. Se incluye el esfuerzo correcto en la causa de la paz, de la reforma agraria, etc.

2. Para las necesidades de personas de todas las edades: ni�os, j�venes, adultos, ancianos.

3. Para las necesidades de personas de todos los lugares. La predicci�n sobre la utilidad de los hombres de la Iglesia primitiva ( Hechos 1:8 ) parece insinuar lo que llamamos

(1) Misiones en la ciudad: "testigos de m� en Jerusal�n".

(2) Misiones en el hogar: "y en toda Judea".

(3) Misiones coloniales - "y en Samaria".

(4) Misiones en el extranjero: "y hasta lo �ltimo de la tierra".

II. La gran variedad de medios por los que se lleva a cabo la obra cristiana. Hay m�todos en los que el individuo es una fuerza poderosa y otros en los que la elaborada maquinaria cumple una funci�n �til. Hay esferas para la m�s alta cultura y otras para el habla m�s simple, dominios para la pluma y para la lengua. La verdadera empresa cristiana es de manos de hidra. Toca las innumerables cuerdas del gran arpa de la humanidad, a veces con suavidad, como con la delicadeza de los dedos de una mujer, y a veces con fuerza, como con el golpe de la mano de un seraf�n.

III. El �nico esp�ritu motivador bajo cuya influencia se lleva a cabo la obra cristiana. En todos ya trav�s de todos los que son fieles a Cristo hay un motivo impulsor, es decir, el amor a �l. Esta es la gran fuerza unificadora en el coraz�n central de todos los hombres cristianos. ( UR Thomas .)

Las operaciones divinas

Est�n ricamente ejemplificados:

1. En la naturaleza.

2. En la Iglesia.

II. Son maravillosamente variados.

III. Son singularmente armoniosos.

IV. Exhiba la gloria del �nico Dios: Su

1. Sabidur�a.

2. Poder.

3. Amor. ( J. Lyth, DD .)

La diversidad de las operaciones del Esp�ritu

El testimonio del Esp�ritu admite grados. As� como la ventana de un rico puede ser m�s ancha que la de un pobre, y as� el sol puede iluminar m�s su casa, para que se puedan discernir mejor las cosas dentro de ella, sin embargo, el pobre puede realmente disfrutar de los rayos del sol, y mira lo que hay en su casa; para que el m�s pobre, el creyente m�s d�bil sepa que el Esp�ritu ha brillado en su coraz�n, as� como otros que disfrutan de rayos m�s brillantes que los que �l ha conocido. ( TH Leary, DCL .)

Versículos 7-11

A todo hombre le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho.

La manifestaci�n del Esp�ritu

As� como hay diversidad de dones, tambi�n hay diversidad de medidas en las que se otorgan estos dones. En las Escrituras se mencionan tres grados del poder del Esp�ritu.

I. Para alguna ocasi�n especial. Esto es transitorio y ocasional. Se le concedi� a los hombres en la antig�edad, como cuando Balaam profetiz� y Sans�n mostr� su fuerza. La frase que se usa generalmente para esto es: "El Esp�ritu del Se�or vino sobre �l". el sujeto de esta influencia no era necesariamente un hombre de vida santa, sino que fue utilizado como un instrumento, y por el momento se puso en conformidad con la voluntad divina.

II. Por la salvaci�n. Esta es la posesi�n continua del Esp�ritu como una nueva vida. Se describe en t�rminos tales como "guiado por el Esp�ritu", "andar en el Esp�ritu", "tener una mente espiritual", que "es vida". La entrada a este estado es la regeneraci�n, la inclinaci�n de la voluntad hacia Dios. Esta es la "vida eterna".

III. Por un servicio exaltado. Esta es la vida nueva en su plenitud, el florecimiento y el fruto de las plantas de la gracia divina. Se llama estar "lleno del Esp�ritu". Es el desarrollo de la vida cristiana, a veces alcanzado por un influjo repentino del poder divino, y llamado el bautismo del Esp�ritu Santo. ( J. Hunt Cooke .)

Gracia dada a las personas por el bien general

Con la palabra �manifestaci�n� se entiende lo mismo que se expresa en las frases, �don�, �administraci�n� y en este contexto, sin duda, la alusi�n es a milagros. Por la frase, �provecho con todo�, debe entenderse, para beneficio de otros, es decir, como lo prueba el contexto, de la Iglesia en primera instancia, y luego, a trav�s de la Iglesia, del mundo en general. La transici�n de los dones milagrosos de los primeros tiempos a las gracias en las que el Esp�ritu se manifiesta ahora m�s com�nmente, es f�cil y apropiada; a cada uno de ustedes se les da la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho.

�Cu�les son, entonces, las manifestaciones del Esp�ritu que no son propias de ninguna �poca de la Iglesia? Hay una manifestaci�n del Esp�ritu en el milagro de un coraz�n cambiado, evidenciado por una vida santa, y por esta manifestaci�n del Esp�ritu, Dios ahora habla a los hombres y llama a los que han recibido ese don para beneficiar a los hermanos. �Es un hombre manso, gentil, paciente, templado y bondadoso? Debe usar estas gracias para beneficiar a otros.

�Es un hombre bendecido con gozo y paz? �l est�, a trav�s de la instrumentalidad de estos dones, para beneficiar a otros. �Tiene un hombre una fe fuerte? Debe ejercerlo en beneficio general. Tiene un hombre una esperanza inteligente y vigorosa, bien fundada en Cristo; debe ejercitarse en beneficio general. �Est� uno lleno de caridad? Tal persona no necesita que le digan que debe ser sol�cito con sus compa�eros. Veamos de qu� manera se puede hacer esto, y tomemos los diversos detalles en el orden que acabamos de enumerar.

�Es alguien manso, gentil, paciente, templado y bondadoso? �Que recuerde que su ejemplo es muy necesario en una �poca de represalias, impaciencia y extremos! Pasar� ahora a considerar el caso de aquel que ha sido bendecido con gozo y paz. Y que aquellos que as� tienen derecho a confiar en el favor de Dios, y que obtienen un gozo terrible, y no solo temor, de la contemplaci�n de su santidad, que tal amor recuerde c�mo pueden beneficiar a la Iglesia hablando de su propia santidad. consuelo al penitente de luto.

�Tienes el don de la fe? Es para que puedas beneficiar a otros. Primero, por su instrumento para mantener su vida espiritual vigorosa, por lo que puede ser un ejemplo en todas las cosas. Un santo ejemplo es mejor que mil sermones. El primero puede convencer, el segundo debe. Pero hay otra forma en la que estamos llamados a ejercer nuestra fe en beneficio de todos. Solo la fe puede dar audiencia a nuestras oraciones en la c�mara de presencia de la Divinidad.

La oraci�n ferviente y eficaz del justo vale mucho; pero la oraci�n no lo es, no puede ser eficaz a menos que sea la oraci�n de fe. Ore por la conversi�n de los pecadores y el buen estado de la Iglesia a trav�s de la gu�a de su gran y glorificado Cabeza, Cristo Jes�s. As� que aquellos cuya esperanza es fuerte har�n bien en dejar que su convicci�n de que est�n caminando humildemente con su Dios los incite a edificar a otros en la misma confianza reverente; mientras que aquellos cuyo amor est� a la altura de la norma del evangelio estar�n dispuestos a beneficiar a otros; es m�s, al beneficiar a otros se hace esta manifestaci�n del Esp�ritu.

El que cree y el que espera, puede olvidar que el Cuerpo no es un solo miembro, sino; muchos; y as� pueden llegar a olvidar que la manifestaci�n del Esp�ritu les es dada para beneficiar a otros; pero el que ama no puede olvidar esto; por tanto, "el amor es el cumplimiento de la ley". Por lo tanto, la caridad es la gracia principal, la m�s valiosa para el tiempo, �no menos que la �nica que se necesita en la eternidad! El que ama usa el don de la gracia para el bien com�n; es un miembro vivo del Cuerpo de Cristo. ( A. Watson, MA .)

Pero a cada uno le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho.

En el primer vers�culo de este cap�tulo, San Pablo se propone a s� mismo un argumento, que prosigue durante todo el cap�tulo y, despu�s de una provechosa digresi�n en la alabanza de la caridad en el cap�tulo siguiente, reanuda de nuevo en el cap�tulo catorceavo, gastando tambi�n eso todo el cap�tulo en el mismo; y se trata de los dones espirituales, "Ahora bien, hermanos, no quiero que ignor�is los dones espirituales", etc.

Estos dones de gracia del Esp�ritu Santo de Dios, que les fueron otorgados para la edificaci�n de la Iglesia, los corintios, convirti�ndolos en el combustible de su orgullo por despreciar a los que eran inferiores a ellos mismos, o de su envidia al malinterpretar a los que sobresal�an. all�, abusado para el mantenimiento del cisma, y ??la facci�n, y la emulaci�n en la Iglesia. Para remediar cu�les males, el ap�stol aborda el argumento, disertando completamente sobre la variedad de estos dones espirituales, y qui�n es el autor de ellos, y con qu� fin fueron dados, y de qu� manera deben emplearse, sin omitir nada. que era necesario hablar sobre este tema.

En esta parte del cap�tulo, suplicando tanto antes como despu�s de este vers�culo de la maravillosa, grande, pero dulce y �til variedad de estos dones espirituales, muestra que, por muy m�ltiples que sean, ya sea por clase o grado, para que puedan diferir en el material y formal, sin embargo, todos coinciden en la misma causa eficiente y final. En la misma causa eficiente, que es Dios el Se�or por su Esp�ritu ( 1 Corintios 12:6), �Ahora hay diversidad de dones, pero el mismo Esp�ritu; y hay diferencias de administraciones, pero el mismo Se�or; y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos �Y en la misma causa final, que es el avance de la gloria de Dios, en la propagaci�n de Su evangelio y la edificaci�n de Su Iglesia, en este vers�culo , �Pero a cada uno le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho.

�Con motivo de qu� palabras podemos indagar sobre la naturaleza, transmisi�n y uso de estos dones. Primero, su naturaleza en s� mismos y en su original; qu� son y de d�nde. Son las obras del Esp�ritu de Dios en nosotros, "la manifestaci�n del Esp�ritu". En segundo lugar, su transmisi�n a nosotros: c�mo llegamos a tenerlos y a tener propiedades en ellos; es por don: �A todo hombre se le da.

�En tercer lugar, su uso y fin; por qu� nos las dieron y qu� debemos hacer con ellas. Deben emplearse para el bien de nuestros hermanos y de la Iglesia; a cada uno le es dado "para provecho". De �stos brevemente, y en su orden, y con especial referencia siempre a nosotros que somos del clero. Por �manifestaci�n del Esp�ritu�, aqu� nuestro ap�stol no entiende nada m�s que por la palabra adjetiva ????????? en la primera, y por la palabra sustantiva ????????? en el �ltimo vers�culo del cap�tulo. dones y gracias mediante los cuales Dios capacita a los hombres, y especialmente a los eclesi�sticos, a los deberes de sus llamamientos particulares para el bien general.

Tales como son los detalles, que se nombran en los siguientes vers�culos, la palabra de sabidur�a, la palabra conocimiento, fe, los dones de sanidad, obra de milagros, profec�a, discernimiento de esp�ritus, diversas clases de lenguas, interpretaci�n de lenguas. Todo lo cual, y todo lo dem�s de naturaleza y utilidad similar, porque son obra de ese �nico y mismo Esp�ritu, que divide a cada uno individualmente como �l quiere, se denominan , por tanto , ?????????? , �dones espirituales�; y aqu� ????????? ??? ?????????, �la manifestaci�n del Esp�ritu.

La palabra �Esp�ritu�, aunque en la Escritura tiene muchos otros significados, sin embargo, en este lugar la concibo para ser entendida directamente del Esp�ritu Santo, la Tercera Persona en la siempre bendita Trinidad. Primero, en 1 Corintios 12:3 , lo que se llama Esp�ritu de Dios en la primera parte, en la �ltima parte se llama Esp�ritu Santo.

�Os hago saber que nadie, hablando por el Esp�ritu de Dios, llama anatema a Jes�s; y que nadie puede decir que Jes�s es el Se�or, sino por el Esp�ritu Santo �. Una vez m�s que variedad de regalos, que en 1 Corintios 12:4 se dice que proceder del mismo Esp�ritu, se dice tambi�n en 1 Corintios 12:5 para proceder de la misma Se�or, y en 1 Corintios 12:6 para proceder de la misma Dios, y por lo tanto tal Esp�ritu se refiere, como tambi�n es Se�or y Dios, y eso es solo el Esp�ritu Santo.

Y de nuevo, en esas palabras en 1 Corintios 12:11 : "Todo esto obra uno y el mismo Esp�ritu, repartiendo a cada uno seg�n su voluntad". El ap�stol atribuye a este Esp�ritu la recopilaci�n y distribuci�n de tales dones de acuerdo con el poder libre de su propia voluntad y placer, cuyo poder libre no pertenece a nadie m�s que a Dios, �quien ha puesto los miembros a cada uno en el cuerpo, como tiene le agrad�.

�Lo cual a�n no debe entenderse as� de la Persona del Esp�ritu; como si el Padre y el Hijo no tuvieran parte ni comuni�n en este negocio. Porque todas las acciones y operaciones de las Personas Divinas (salvo las de relaci�n intr�nseca y mutua) son obra conjunta e indivisa de las tres Personas, seg�n la m�xima com�n conocida, recibida constante y uniformemente en la Iglesia Cat�lica, Opera Trinitatis ad extra sunt indivisa .

Y en cuanto a este particular concerniente a los dones, las Escrituras son claras. En donde, como se le atribuyen a Dios el Esp�ritu Santo en este cap�tulo, as� se le atribuyen en otro lugar a Dios el Padre, "Toda buena d�diva y toda perfecta d�diva procede de lo alto, del Padre de las luces" ( Santiago 1:1 .), y en otra parte a Dios Hijo, �A cada uno de nosotros es dada la gracia, seg�n la medida del don de Cristo� ( Efesios 4:1 .

). S�, y puede ser que por esta misma raz�n en los tres vers�culos que siguen a mi texto, se usen estas tres palabras: �Esp�ritu� en 1 Corintios 12:4 , �Se�or� en 1 Corintios 12:5 y �Dios�. en 1 Corintios 12:6 , para darnos una idea de que estos dones espirituales proceden igualmente e indivisiblemente de las tres Personas: de Dios el Padre, y de Su Hijo Jesucristo nuestro Se�or, y del Esp�ritu eterno de ambos, el Santo. Fantasma, como de un Agente entero, indivisible y coesencial.

Pero por eso somos groseros de entendimiento e incapaces de concebir la distinta Trinidad de Personas en la unidad de la Deidad, de otra manera que aprehender alguna distinci�n de sus operaciones y oficios hacia nosotros, ha agradado la sabidur�a de Dios en las Sagradas Escrituras. , que habiendo sido escritas para nuestro bien deb�an ajustarse a nuestras capacidades, hasta el punto de condescender a nuestra debilidad y torpeza como para atribuir algunas de esas grandes y comunes obras a una persona, y otras a otra, de una manera m�s especial que a el resto; aunque en verdad y en verdad ninguna de las Tres Personas tuvo m�s o menos que hacer que otra en ninguna de esas grandes y comunes obras.

Esta forma de hablar Divinos sol�a llamar apropiaci�n. Mediante la cual la apropiaci�n, como se atribuye el poder al Padre y la sabidur�a al Hijo, as� tambi�n la bondad al Esp�ritu Santo. Y por lo tanto, como la obra de la creaci�n, en la que se ve especialmente el gran poder de Dios, es apropiado para el Padre; y la obra de redenci�n, en la que se ve especialmente la sabidur�a de Dios, al Hijo; y as�, las obras de santificaci�n y la infusi�n de las gracias habituales, mediante las cuales se nos comunican las cosas buenas de Dios, son apropiadas al Esp�ritu Santo.

Y por esta raz�n, los dones que Dios nos ha comunicado de este modo se denominan ?????????? , "dones espirituales", y ????????? ??? ????????? , "la manifestaci�n del Esp�ritu". Vemos ahora, �por qu� Esp�ritu? pero entonces, �por qu� manifestaci�n? La palabra, como la mayor�a de los otros verbos de esa forma, puede entenderse en el significado activo o pasivo. Y no es material, si de las dos maneras lo tomamos en este lugar, siendo ambas verdaderas, y ninguna incorrecta.

Porque estos dones espirituales son la manifestaci�n activa del Esp�ritu, porque por medio de ellos el Esp�ritu manifiesta la voluntad de Dios a la Iglesia, siendo estos los instrumentos y medios para transmitir el conocimiento de la salvaci�n al pueblo de Dios. Y tambi�n son la manifestaci�n pasiva del Esp�ritu, porque donde cualquiera de estos dones, especialmente en cualquier tipo eminente, aparec�a en cualquier persona, era una evidencia manifiesta de que el Esp�ritu de Dios obr� en �l.

Como lo leemos ( Hechos 10:1 .), Que los de la circuncisi�n se asombraron "cuando vieron que tambi�n sobre los gentiles se derramaba los dones del Esp�ritu Santo", si se les exig�a, pero �c�mo se hizo eso? �aparecer? sigue en el siguiente vers�culo, �Porque les oyeron hablar en lenguas�, etc. El don espiritual, entonces, es una manifestaci�n del Esp�ritu, como cualquier otro efecto sensible es una manifestaci�n de su propia causa.

Ahora estamos a�n m�s lejos para saber que los dones y las gracias obrados en nosotros por el Esp�ritu Santo de Dios son de dos clases. Las Escrituras a veces los distinguen por los diferentes t�rminos de ????? y ???????; aunque esas palabras a veces se vuelven a usar con indiferencia y promiscua, ya sea para otras. Son com�nmente conocidos en las escuelas y se diferencian por los nombres de Gratice gratum facientes y Grutiae gratis datae .

Qu� t�rminos, aunque no son muy apropiados (porque uno de ellos puede afirmarse del otro, mientras que los miembros de toda buena distinci�n deber�an ser opuestos), sin embargo, porque han sido recibidos durante mucho tiempo (y cambio de t�rminos, aunque quiz�s para mejor, si por experiencia se ha encontrado en su mayor parte infeliz en el caso de que, al multiplicar disputas de libros innecesarias, podamos retenerlas de manera provechosa y sin prejuicios.

Las primeras, a las que llaman Gratum facientes, son las gracias de la santificaci�n, por medio de las cuales la persona que las posee est� capacitada para hacer un servicio aceptable a Dios en los deberes de su llamamiento general; estas �ltimas, a las que llaman fechas gratis, son las gracias de la edificaci�n, por medio de las cuales la persona que las tiene est� capacitada para prestar un servicio provechoso a la Iglesia de Dios en los deberes de Su llamamiento particular.

Esos son Nobis, et Nobis, tanto para nosotros como para nosotros, que es principalmente por nuestro propio bien; estos Nobis, sed Nostris, para nosotros ciertamente, pero para otros; es decir, principalmente por el bien de nuestros hermanos. Esos se nos dan ad salutem, para la salvaci�n de nuestras almas; estos ad lucrurm para ganar las almas de otros hombres. Aquellos proceden del amor especial de Dios a la persona y, por tanto, pueden llamarse personales o especiales; �stos proceden del amor general de Dios a su Iglesia, o a�n m�s general a las sociedades humanas, y por lo tanto pueden ser llamados dones o gracias eclesi�sticos o generales.

Del primer tipo son la fe, la esperanza, la caridad, el arrepentimiento, la paciencia, la humildad y todas esas otras gracias santas, �frutos del Esp�ritu�, que acompa�an a la salvaci�n. Obrado por la operaci�n bendita y poderosa del Esp�ritu Santo de Dios, de la manera m�s eficaz pero inconcebible, regenerando, renovando, sazonando y santificando los corazones de Sus escogidos. Sin embargo, estos no son los dones de los que tanto se habla en este cap�tulo; y es decir, en mi texto, toda rama de la cual los excluye.

De esas gracias de santificaci�n, en primer lugar, es posible que tengamos probables incentivos para persuadirnos de que est�n, o no, en este o aquel hombre. Pero la hipocres�a puede tener tal semejanza que podemos pensar que vemos esp�ritu en un hombre en quien, sin embargo, no hay nada m�s que carne, y las enfermedades pueden arrojar una niebla tal que no podemos discernir nada m�s que carne en un hombre en quien todav�a hay esp�ritu. Pero los dones de los que se habla aqu� inciden en los sentidos y nos dan una seguridad evidente e infalible del Esp�ritu que los obr�; aqu� est� ?????????, una �manifestaci�n del Esp�ritu.

�De nuevo, en segundo lugar, esas gracias de santificaci�n no se comunican por distribuci�n - Alius sic, alius vero sic . Fe para uno, caridad para otro, arrepentimiento para otro; pero cuando se dan, se dan de una vez y juntos, como si estuvieran ensartados en un hilo y unidos en una sola cadena. Pero los dones de los que se habla aqu� se distribuyen, por as� decirlo, por medio de un subsidio, y se dividen individualmente, seg�n le agrad� a Dios, se reparten en varias porciones y se dan a cada hombre algunas, a nadie; porque "a uno le es dada por el Esp�ritu palabra de sabidur�a, a otro" palabra de conocimiento ", etc.

En tercer lugar, esas gracias de santificaci�n, aunque pueden y deben ser ejercidas en beneficio de otros, quienes por el "resplandor de nuestra luz" y la "vista de nuestras buenas obras" pueden ser provocados a glorificar a Dios al caminar en el mismo caminos; sin embargo, eso es utilitas emergens y no finis proprius ; un buen uso se hizo de ellos en el adi�s, pero no el fin principal apropiado y directo de ellos, por lo que fueron principalmente dados.

Pero los dones de los que se habla aqu� fueron dados directamente para este fin, y por eso el dador ten�a la intenci�n de ser empleados en beneficio de otros y para la edificaci�n de la Iglesia; se les dio "para provecho". Luego queda comprender este texto y cap�tulo de ese otro y posterior tipo de dones espirituales, esas gracias de edificaci�n, o gratiae gratis datae, mediante las cuales los hombres son capacitados en sus varios llamamientos, de acuerdo con la calidad y medida de las gracias que han recibido. , para ser miembros rentables del organismo p�blico, ya sea en la Iglesia o en la Commonwealth.

Bajo esta denominaci�n (excepto los primeros poderes y facultades naturales del alma, que, fluyendo a principiis speciei, son en todos los hombres iguales y similares), comprendo todas las dem�s dotes y habilidades secundarias del alma razonable, que son capaz de los grados de m�s y menos, y de mejor y peor; junto con todas las ayudas subsidiarias que conduzcan al ejercicio de cualquiera de ellas.

Ya sean, primero, gracias sobrenaturales, dadas por infusi�n inmediata y extraordinaria de Dios; tales como los dones de lenguas y de milagros, y de curaciones y de profec�a propiamente dichos, y muchos otros similares, que eran frecuentes en la infancia de la Iglesia, y cuando se escribi� esta ep�stola, seg�n la necesidad de aquellos los tiempos primitivos consideraban que Dios lo ve�a conveniente para su Iglesia.

O si son, en segundo lugar, como los fil�sofos llaman disposiciones naturales, como la rapidez de ingenio, la rapidez de la presunci�n, la solidez de la memoria, la claridad de comprensi�n, la solidez de juicio, la prontitud de hablar y otras similares, que fluyen inmediatamente a principiis individuo,de la condici�n individual, constituci�n y temperamento, atractivo de personas particulares. O si son, en tercer lugar, como los fil�sofos llaman h�bitos intelectuales, es decir, cuando esas disposiciones naturales son tan mejoradas y perfeccionadas por la educaci�n, el arte, la industria, la observaci�n o la experiencia, que los hombres se convierten as� en h�biles ling�istas, sutiles disputadores, copiosos oradores. , Te�logos profundos, predicadores poderosos, abogados expertos, m�dicos, historiadores, estadistas, comandantes, artesanos o excelentes en cualquier ciencia, profesi�n o facultad.

A lo que podemos agregar, en cuarto lugar, todas las ayudas externas de servidumbre de cualquier forma, que de alguna manera puedan promover o facilitar el ejercicio de cualquiera de las gracias, disposiciones o h�bitos anteriores, tales como la salud, la fuerza, la belleza y todas esas otros bona corporis , como tambi�n bona fortunae, honor, riqueza, nobleza, reputaci�n y el resto. Todos estos, incluso estos entre ellos que parecen tener su fundamento en la naturaleza, o la perfecci�n del arte, pueden de alguna manera ser llamados ?????????? , �dones espirituales�; por cuanto el Esp�ritu de Dios es el primer y principal obrero de ellos.

La naturaleza, el arte, la industria y todos los dem�s avances subsidiarios, siendo s�lo segundos agentes bajo �l, �l y seg�n los medios establecidos. Y ahora hemos descubierto la justa latitud de los dones espirituales de los que se habla en este cap�tulo y de la manifestaci�n del Esp�ritu en mi texto. De donde no pasar sin algunas inferencias observables para nuestra edificaci�n, podemos aqu� primero contemplar, admirar y magnificar el amor singular, el cuidado y la providencia de Dios por y sobre Su Iglesia.

Esos dones activos, gracias y habilidades que se encuentran en los miembros del cuerpo m�stico de Cristo, son una fuerte manifestaci�n de que hay un poderoso Esp�ritu de Dios dentro, que une todo el cuerpo y obra todo en todos. y todo en cada parte del cuerpo. En segundo lugar, aunque tenemos motivos justos para tom�rnoslo en serio, cuando se nos quite a hombres de dones eminentes y un lugar en la Iglesia, sin embargo, debemos sostenernos con este consuelo de que es el mismo Dios que todav�a se preocupa por Su Iglesia. .

Y por lo tanto, no podemos dudar sino de este Esp�ritu, como lo ha hecho hasta ahora desde el principio, as� se manifestar� de vez en cuando, hasta el fin del mundo; levantando instrumentos para el servicio de su Iglesia y proporcion�ndoles dones. En tercer lugar, cuando el Esp�ritu de Dios se ha manifestado a cualquier hombre mediante la distribuci�n de dones, no es m�s que una raz�n para que el hombre manifieste el Esp�ritu que est� en �l, ejerciendo esos dones en alg�n llamamiento leg�timo.

II. Consideremos a continuaci�n, y en segundo lugar, el traspaso de estos dones a nosotros; c�mo llegamos a tener una propiedad en ellos, y con qu� derecho podemos llamarlos nuestros. El traspaso se realiza mediante escritura de donaciones; la manifestaci�n del Esp�ritu "le es dada a todo hombre". Comprendan que no se pretende tanto aqu� que todo hombre en particular tenga la manifestaci�n del Esp�ritu, sino que todo hombre que tiene la manifestaci�n del Esp�ritu se le ha dado y dado con este fin, para que pueda hacer el bien con ella. .

La variedad de los dos dones que se encuentran para varios oficios y de los oficios en los que implican esos dones es maravillosa; y no menos maravillosa la distribuci�n tanto de obsequios como de oficios. Pero toda esa variedad se deriva de una misma fuente, el Esp�ritu Santo de Dios; todas esas distribuciones nos pasan de la misma manera, de donaci�n sumamente gratuita y liberal. Posiblemente alegar�s tus excelentes partes naturales; estas no fueron dadas, pero las trajiste al mundo contigo; o dar�s fe de lo que has logrado con el arte y la industria, y estos no te fueron dados, pero los has ganado y, por lo tanto, mereces pon�rtelos.

No te enga�es a ti mismo. Pero la verdad es que la diferencia que hay en los hombres con respecto a estos dones y habilidades no surge ni del poder de la naturaleza ni del m�rito del trabajo, de otra manera que a Dios le agrada usarlos como segundas causas bajo su mando. Cualesquiera que sean las habilidades espirituales que tengamos, las tenemos de regalo y por gracia. A todo hombre se le da la manifestaci�n del Esp�ritu. Un punto de consideraci�n muy fruct�fera para hombres de todo tipo, ya sean de mayor o menor talento.

Y en primer lugar, todos nosotros, en general, podemos tomar dos direcciones rentables; uno, si tenemos algunos dones �tiles, a qui�n agradecer por ellos; el otro, si queremos regalos necesarios, d�nde buscarlos. Ahora debo dirigirme m�s particularmente a ustedes a quienes Dios ha concedido la manifestaci�n de Su Esp�ritu en mayor proporci�n que a muchos de sus hermanos, d�ndoles, como a Su primog�nito, doble porci�n de Su Esp�ritu, como Eliseo tuvo de El�as, o tal vez tratar con usted a�n m�s generosamente, como lo hizo Jos� con Benjam�n, cuyo l�o, aunque era el m�s joven, design� cinco veces m�s que cualquiera de sus hermanos.

Es necesario que a ti, entre todos los dem�s, se te recuerde que esas eminentes manifestaciones del Esp�ritu que tienes te fueron dadas. Primero, ser� de gran ayuda derribar ese orgullo que es tan apto para engendrar en el alma a trav�s de la abundancia de conocimiento, y dejar salir algo de la corrupci�n. Es muy dif�cil saber mucho y no saberlo demasiado. En segundo lugar, todo hombre sabio y consciente debe sopesar deliberadamente sus propios dones y hacer de ellos su regla para trabajar, sin pensar que hace lo suficiente si hace lo que la ley le obliga a hacer, o si hace tanto como otros vecinos.

Pero en tercer lugar, aunque sus gracias deben serlo para ustedes mismos, tengan cuidado de no ponerlas en reglas para los dem�s. A todo hombre se le da la manifestaci�n del Esp�ritu; que nadie sea tan severo con su hermano como para esperar que manifieste m�s del Esp�ritu de lo que ha recibido. Ahora, en cuanto a usted a quien Dios le ha dado estos dones espirituales con una mano m�s parca, la libertad de la distribuci�n de Dios puede ser una meditaci�n fruct�fera para usted tambi�n.

En primer lugar, seas quien seas, no tienes ninguna raz�n para sentir rencor por la escasez de tus dones o quejarse del Dador. Cu�n poco te ha dado Dios, es m�s de lo que te debe. �l no te ha hecho nada malo, �no puede hacer lo que quiera con los suyos? En segundo lugar, dado que la manifestaci�n del Esp�ritu es un don gratuito, no tienes motivo para envidiar a tu hermano, cuya porci�n es mayor. En tercer lugar, si tus dones son mezquinos, tienes el consuelo de que tus cuentas ser�n mucho m�s f�ciles.

Los comerciantes que tienen los mejores tratos no son nunca los hombres m�s seguros. Y qu� feliz habr�a sido para muchos hombres en el mundo si hubieran tenido menos bienes de otros hombres en sus manos. Cuanto menos hayas recibido, menos tendr�s que responder. Por �ltimo, recuerde lo que dice el predicador en Eclesiast�s 10:10 : �Si el hierro est� desafilado, entonces debe poner m�s fuerza.

�Muchos hombres que est�n bien dejados por sus amigos y llenos de dinero, porque piensan que nunca ver�n el fondo del mismo, no se preocupan por ning�n empleo de aumentarlo, sino que gastan sin miedo ni ingenio; mientras que, por el contrario, los hombres trabajadores que tienen poco para empezar, pero con su cuidado y providencia, y concienzudamente, se levantan maravillosamente. Es casi incre�ble lo que la laboriosidad, la diligencia, el ejercicio y la santa emulaci�n pueden lograr para mejorar y aumentar nuestros dones espirituales; de modo que, aunque tus comienzos sean peque�os, tu �ltimo fin aumentar� maravillosamente.

De este modo, no s�lo te beneficiar�s a ti mismo en el aumento de tus dones para ti mismo, sino que tambi�n beneficiar�s a otros comunic�ndoles tus dones. Cu�l es el fin adecuado para el que fueron otorgados, y del que hablaremos a continuaci�n. A todo hombre le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho. �Para beneficiar a qui�n? puede ser �l mismo. Es verdad, �Si eres sabio, ser�s sabio por ti mismo�, dijo Salom�n; y Salom�n sab�a lo que pertenec�a a la sabidur�a tanto como a otra.

El que no es bueno consigo mismo, es s�lo una posibilidad de que sea bueno con los dem�s. El que tiene un don, entonces, deber�a hacer bien en mirar lo suyo, as� como el beneficio de los dem�s, y en cuanto a la doctrina ( 1 Timoteo 4:16 ), para que tambi�n y primero se cuide de s� mismo, para que as� se salve a s� mismo y a los que le oyen.

Esto, entonces, debe hacerse; pero esto no es todo lo que hay que hacer. Con sabidur�a no podemos hacer menos; pero en la caridad estamos obligados a hacer m�s que eso con nuestros dones. Vean, entonces, qu� fuerte obligaci�n recae sobre todo hombre que ha recibido el Esp�ritu de llamar sus dones al tesoro com�n de la Iglesia, de emplear sus buenas partes y gracias espirituales para que de una manera u otra puedan ser provechosas para su persona. hermanos de religion.

No fue solo para el embellecimiento de Su Iglesia que Dios dio algunos ap�stoles, y algunos profetas, y algunos evangelistas, y algunos pastores y maestros; pero tambi�n, y especialmente, para usos m�s necesarios y rentables; para perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificaci�n del cuerpo de Cristo ( Efesios 4:11 ).

El est�mago come, no para llenarse, sino para nutrir el cuerpo; el ojo ve, no para agradarse a s� mismo, sino para espiar el cuerpo; el pie se mueve, no para ejercitarse, sino para llevar el cuerpo; la mano trabaja, no para ayudarse a s� misma, sino para mantener el cuerpo. Ahora bien, esta necesidad de emplear los dones espirituales para el bien y el beneficio de los dem�s, surge primero de la voluntad y la intenci�n del Dador. Mi texto muestra claramente cu�l fue esa intenci�n.

Por tanto, a cada uno le ha sido dada la manifestaci�n del Esp�ritu para que se beneficie con ella. Ciertamente, como no lo hace la naturaleza, mucho menos el Dios de la naturaleza hace cualquier cosa sin prop�sito, o apenas para exhibir, sino para usar; y el uso para el cual todas estas cosas fueron hechas y dadas, es edificaci�n. El que tiene una propiedad entregada a �l en fideicomiso y para usos, no tiene en equidad ninguna propiedad en absoluto, si cambia las mercanc�as de la cosa de otra manera, y no para los usos especiales para los cuales fue propiedad en ella. .

Es justo con el Padre de las Luces, cuando �l ha encendido una vela a cualquier hombre otorg�ndole dones espirituales, y tambi�n le ha prestado un candelabro sobre el cual colocarlo, proporcion�ndole una estad�a en la Iglesia, si ese es el caso. Entonces el hombre esconder� su vela debajo de un celem�n y envidiar� la luz y el consuelo de los que est�n en la casa, ya sea para quitar su candelero o para apagar su vela en la oscuridad.

Como la intenci�n del Dador, as�, en segundo lugar, la naturaleza y la calidad del regalo nos exigen que lo empleemos. No es con estos dones espirituales, como con la mayor�a de las otras cosas, que, cuando se imparten, se deterioran y disminuyen al comunicarse. Aqu� no hay lugar para esa acusaci�n de las v�rgenes, "No sea que no haya suficiente para ti y para nosotros". Estas gracias son del n�mero de cosas que se comunican por multiplicaci�n, como el sello imprime en la cera, y como el fuego transforma el calor en hierro, y como una vela encuentra mil, todo sin p�rdida de figura, calor o luz. .

�Alguna vez ha tenido alg�n hombre menos conocimiento, o ingenio, o aprendizaje, al ense�ar a otros? �No ten�a m�s? En tercer lugar, nuestra propia insuficiencia para todos los cargos y la necesidad que tenemos de los dones de otros hombres deben obligarnos a prestarles la ayuda y el consuelo de los nuestros. Seguramente, entonces, aquellos hombres, en primer lugar, corren un curso extra�amente exorbitante, que, en lugar de emplearlos en provecho, desv�an los dones que han recibido, ya sean espirituales o temporales, para la ruina y destrucci�n de sus hermanos.

Abusando de su poder para la opresi�n, su riqueza para el lujo, su fuerza para la embriaguez, su ingenio para la burla, el ate�smo, la blasfemia, su aprendizaje para el mantenimiento de la herej�a, la idolatr�a, el cisma, la novedad. Persuadid, en segundo lugar, a todos vosotros a quienes Dios ha puesto como mayordomos de su casa, y ha bendecido vuestro cesto y vuestro almac�n, para "sacar de vuestros tesoros cosas nuevas y antiguas"; Manifiesta el esp�ritu que Dios te ha dado, para que sea m�s provechoso para tus hermanos.

En tercer lugar, dado que el fin de todos los obsequios es obtener ganancias, apunte m�s a los obsequios que m�s se beneficiar�n, y esfu�rcese por enmarcar a los que tiene en el ejercicio de ellos, ya que es m�s probable que traigan ganancias a aquellos que participar�n de ellos. ellos. "Codicia con sinceridad los mejores dones". No puedes hacer m�s bien a la Iglesia de Dios, no puedes beneficiar m�s al pueblo de Dios con tus dones que presionando eficazmente estos dos grandes puntos, la fe y las buenas obras.

Estos son buenos y provechosos para los hombres. Podr�a agregar aqu� otras inferencias de este punto, como a saber, dado que la manifestaci�n del Esp�ritu se nos da a cada uno de nosotros, principalmente para este fin, para que podamos beneficiar a la gente con ella, para que, por lo tanto, en cuarto lugar, en nuestra predicaci�n podamos deber�amos buscar m�s bien beneficiar a nuestros oyentes, aunque quiz�s con reprensiones agudas e indeseables, que complacerlos halag�ndolos con el mal; y que, en quinto lugar, deber�amos desear m�s sacarles provecho que ganarnos el aplauso para nosotros mismos. ( Obispo Sanderson .)

Los dones del espiritu santo

Estos son&mdash

I. rentable. Algunos son m�s llamativos, otros son m�s �tiles.

1. Por la conversi�n de los pecadores.

2. Para la edificaci�n de los santos.

II. Diverso.

1. La palabra de sabidur�a.

2. La palabra de conocimiento.

3. Fe, tales como los confesores y m�rtires ( Hebreos 11:1 ).

4. Dones de curaci�n ( Hechos 3:4 ).

5. Obrar milagros.

6. Profec�a ( 1 Corintios 14:24 ).

7. Discernimiento de esp�ritus ( Hechos 5:3 ; Hechos 5:9 ).

8. Diversos tipos de lenguas ( Hechos 2:4 ).

9. La interpretaci�n de lenguas ( 1 Corintios 14:27 ).

III. Otorgado a todos y cada uno por el mismo esp�ritu (vers�culo 11). Que no haya rivalidad en las Iglesias.

IV. Debe unificar la Iglesia en un solo cuerpo (vers�culos 12, 13).

V. Debe ser codiciado con sinceridad (vers�culo 31). Al que tiene, se le dar�, y le sobrar�. ( LO Thompson .)

Diversidad de operaciones, pero un solo Esp�ritu

Note los m�todos espec�ficos de la operaci�n del Esp�ritu:

I. En la iglesia.

1. Como un soplo, viento. Vea la visi�n de Ezequiel del valle, Cristo respirando sobre sus disc�pulos y el viento impetuoso de Pentecost�s. S�mbolo de vida, inspiraci�n vivificante.

2. Refresco. Riegue el tipo. �Si alguno tiene sed�, �verter� agua�, etc. Fertilizante, purificaci�n de lo exterior.

3. Purificaci�n interior. Dispara el s�mbolo. "El bautizar� con ... fuego". "He venido a enviar fuego a la tierra". Tambi�n de vital calidez, celo, fervor.

4. Consagraci�n. Unci�n. Aceite el tipo. Estableci�ndose aparte, dotando de poder.

II. Con el mundo.

1. Un reprobador ( Juan 16:8 ).

2. Lucha con los hombres ( G�nesis 6:3 ; Hechos 7:51 ).

3. Ilumina al revelar a Cristo.

4. Regenera despertando la fe en Cristo. ( Homil�tica Mensual .)

La distribuci�n de dones en la Iglesia es

I. Liberal. Para todos los hombres.

II. Sabio. Dise�ado para el beneficio de:

1. El individuo.

2. Toda la Iglesia.

III. Apropiado.

1. La sabidur�a y el conocimiento contribuyen a ampliar la vista.

2. Fe para edificaci�n y aumento.

3. Dones de curaci�n, etc., para la confirmaci�n de la verdad.

IV. Soberano. Por el Esp�ritu, como �l quiere, por lo tanto, toda la gloria pertenece a Dios. ( J. Lyth, DD .)

Versículo 11

Pero todas estas cosas las obra el mismo Esp�ritu, repartiendo a cada uno como �l quiere.

La obra del espiritu

I. Cristo prometi� que estar�a presente con su Iglesia hasta el fin del mundo ( Mateo 28:20 ). Y esto es lo que diferencia a Su Iglesia de cualquier otra sociedad. Si Cristo no est� presente, no hay Iglesia. Falta la base; y donde no hay cimientos, cuanto m�s alto sea el edificio, o cuanto m�s gloriosa sea su apariencia, antes caer�.

II. Cristo est� as� presente con Su Iglesia principal y fundamentalmente por Su Esp�ritu ( Juan 14:1 ; Juan 15:1 ; Juan 16:1 ). Cristo no tiene vicario sino el Esp�ritu.

Algunos dicen que Cristo no est� presente de otra manera que por ordenanzas externas. Concedo que estas son prendas de Su presencia e instrumentos con los que, por Su Esp�ritu, obra eficazmente. Pero haz de ellos la presencia completa de Cristo, y no tendremos mejor estado de Iglesia que los jud�os.

III. Esta presencia del Esp�ritu es prometida y dada a la Iglesia por �un pacto eterno� ( Isa�as 59:21 ).

IV. De ah� que el ministerio del evangelio sea �el ministerio del Esp�ritu� ( 2 Corintios 3:6 ).

1. Nunca hubo sino dos ministraciones, una la ministraci�n �de la letra y de la muerte�, la otra �del Esp�ritu y de la vida�; el uno de la ley, el otro del evangelio. Cualquier otro es del anticristo.

2. La ministraci�n del Esp�ritu debe significar:

(1) Que el Esp�ritu es el eficiente de la ministraci�n, dando dones espirituales a los ministros del evangelio, para permitirles administrar todas las ordenanzas del evangelio para la gloria de Cristo y la edificaci�n de la Iglesia.

(2) La comunicaci�n de �l, y por lo tanto el efecto de la ministraci�n ( G�latas 3:2 ). Luego se sigue que, mientras exista la predicaci�n del evangelio, existe la comunicaci�n del Esp�ritu.

V. El fin general, por qu� se promete as� el Esp�ritu a la Iglesia. Dios ha prometido a Cristo un reino y una Iglesia en el mundo para siempre ( Salmo 72:17 ; Isa�as 9:7 ; Mateo 16:18 ).

El cumplimiento de esta promesa debe depender del Esp�ritu. Si �l debe cesar en cualquiera de Sus operaciones, ya sea en la obra de la gracia salvadora interna o en las habilidades espirituales para la admiraci�n del Evangelio, la Iglesia debe cesar.

VI. El Esp�ritu Santo as� prometido y dado proporciona a los ministros del evangelio habilidades espirituales en el desempe�o de su obra; y sin �l, no est�n preparados para ello.

1. Lea Mateo 15:14 . Note en esta par�bola:

(1) Que dondequiera que Cristo llame y designe a un ministro en Su casa, le dar� habilidades espirituales para esa obra del Esp�ritu Santo. No puso a ninguno a trabajar, pero les dio talentos.

(2) Que los hombres los tomen para servir a Cristo que no han recibido ninguna de estas habilidades espirituales es una alta presunci�n, y arroja una reflexi�n sobre Cristo, como si �l llamara al trabajo y no diera fuerzas, como si llamara al comercio y diera no ten�a acciones, o requer�a deberes espirituales y no daba habilidades espirituales.

(3) Aquellos que han recibido talentos o dones del Esp�ritu Santo deben comerciar con ellos.

2. Lea Romanos 12:4 . Nota aqu�:

(1) Que este discurso se refiere al estado ordinario de la Iglesia en todas las �pocas.

(2) Que los dones son el fundamento de toda la obra de la Iglesia.

(3) Que el trabajo no solo depende de la administraci�n de los dones, sino que la medida del trabajo depende de los hombres, seguros de los dones ( Efesios 4:8 ).

VII. As� como los dones espirituales se otorgan con este fin, son necesarios para ello. La forma en que el mundo perdi� los ministerios espirituales del evangelio fue por el descuido y desprecio de los dones espirituales, por medio de los cuales solo se pueden realizar.

VIII. Que hay una comunicaci�n de los dones espirituales en todas las ordenanzas del Evangelio que conocemos por experiencia. Esto es ridiculizado por los burladores, pero defendemos la experiencia de los cristianos humildes que tienen un conocimiento espiritual de estas cosas. ( J. Owen, DD .)

Las operaciones del Espritu son

I. Rico en su variedad. Regalos&mdash

1. Del poder.

2. De gracia.

II. Libres en su dispensaci�n.

III. Soberano en su distribuci�n.

IV. Beneficioso en su dise�o. ( J. Lyth, DD .)

Variedad en la unidad

I. El obrero divino.

1. "Todo don bueno y perfecto es de arriba". Bezaleel y Aholiab fueron llenos del Esp�ritu de Dios al igual que Mois�s y Aar�n. El tacto del hombre de negocios, la fantas�a del poeta, la habilidad del cient�fico son todos de �l.

2. Entonces en la esfera espiritual. La vida espiritual es Su regalo; que la vida es preservada por Su renovaci�n, y todos sus desarrollos progresivos deben ser referidos a �l. Todas las aspiraciones a la pureza, todos los prop�sitos elevados de la consagraci�n provienen de �l. De cualquier manera que podamos fortalecer a la Iglesia y bendecir al mundo, el don es un talento que �l nos confi�.

3. Hay un gran consuelo en este pensamiento. Los hombres que han prestado un servicio eminente mueren y, a veces, surge la inquietante pregunta: �D�nde encontrar� el ej�rcito del Se�or a sus l�deres? �No tem�is! Sus dones nunca fallan y Su Iglesia nunca puede ser abandonada. Mois�s muri�, pero Josu� condujo al pueblo a la tierra prometida. Esteban cay� como un m�rtir, pero Saulo llen� con creces la brecha en las filas. Nuestro Se�or les dijo a los disc�pulos que era bueno para ellos que incluso �l fuera llevado, para que viniera el Consolador.

II. La caracter�stica de sus obras. Variedad en unidad. La variedad es en todas partes una condici�n de fuerza y ??belleza.

1. Pronto nos cansaremos de los paisajes en los que alguna vez se reprodujeron las mismas caracter�sticas. Habr�a habido poca belleza en el firmamento si la estrella no se hubiera diferenciado de la estrella en gloria.

2. El intelecto ha podido prestar un verdadero servicio a la humanidad porque ha tenido "diversidad de dones". Queremos que los hombres de ciencia y de acci�n reduzcan sus pensamientos a la pr�ctica; algunos para dar impulsos fuertes y nobles, y otros para aplicar el control de la prudencia y la experiencia; algunos para llevarnos en alto al mundo de la fantas�a, otros para detenernos entre las duras realidades de la vida.

3. As� que en la regi�n m�s alta de todas.

(1) Las edades de la historia de la Iglesia han estado marcadas por diferentes caracter�sticas. Ha habido edades misioneras, edades de defensa, edades de construcci�n silenciosa a las que debemos las grandes obras de nuestra teolog�a, edades de derribo para reformar, purificar, revivir y edades de sufrimiento, tiempos heroicos. Aqu� hay variedad, y el observador sabio ver� la presencia del Esp�ritu de Dios en todos y admirar� la sabidur�a que ha hecho que todos contribuyan a la prosperidad de la Iglesia.

(2) Lo mismo ocurre con las distintas secciones en las que se ha dividido la Iglesia. Hombres formados con diferentes poderes y temperamentos, entrenados en diversas circunstancias, seguramente llegar�n a conclusiones diferentes. En cuanto a las cuestiones de la pol�tica de la Iglesia, algunos insistir�n en la autoridad, mientras que otros se preocupar�n por mantener los derechos del cristiano individual. En el ritual, algunos dar�n importancia a la belleza externa, otros se negar�n a apartarse de la sencillez primitiva.

Algunos pueden estar movidos por un entusiasmo incontenible, otros se adherir�n a un mero servicio formal. Algunos pueden decir la verdad de una manera que puede resultar ofensiva para los hombres de cultura, mientras que otros pueden tratar de presentarla filos�ficamente y disgustar a los hombres de coraz�n sincero. Sin embargo, en todas partes podemos sentir que el trabajo de la Iglesia se hace m�s a fondo como resultado de las agencias diversificadas que se alistaron en su nombre.

(3) La misma multiplicidad se ve tambi�n en el car�cter y la experiencia individuales. La historia de no dos almas es exactamente igual.

(a) Hay variedades de agencia. Siempre la misma verdad debe ser el poder de Dios para la salvaci�n, pero hay muchas v�as por las cuales obtiene la admisi�n al alma y gana poder y dominio all�. En uno, la conciencia se despierta a agonizantes convicciones de pecados; otros son conducidos por manos suaves y gentiles hacia los caminos de la paz. Lidia y el carcelero fueron convertidos en la misma ciudad por la agencia del mismo ap�stol; pero al que vino el Esp�ritu en la �voz apacible y delicada�; al otro le habl� en los terrores de un terremoto.

Algunos son llevados a entrar en el reino a trav�s de una gran "lucha de aflicciones", y otros son atra�dos como "por las cuerdas del amor". Aqu� el trabajo es instant�neo, all� gradual. Uno se convierte por la s�plica del predicador, otro por la meditaci�n solitaria de la verdad, otro por las palabras ingenuas de un ni�o peque�o.

(b) Hay diversidad en el resultado. En todo hay fe en Jes�s, pero con innumerables diferencias. En algunos hay un entusiasmo ardiente, en otros hay una santa quietud. Uno es todo actividad y atrevimiento; a otra, como Mar�a, le encanta sentarse a los pies de Jes�s. Uno es un Boanerges, otro un Bernab�. Estos, entonces, son los fen�menos, y son exactamente los que podr�amos haber esperado. "El viento sopla donde quiere". A veces su m�sica es suave y dulce, luego es clara y estridente, y nuevamente es profunda, solemne y triste.

Conclusi�n:

1. Tenemos aqu� una reprimenda de exclusividad intolerante. Hay una fuerte tendencia en la mayor�a de los hombres a esperar que la piedad se moldee en un molde y se forme seg�n un modelo.

2. Tenemos un llamado a la diligencia seria. A todo hombre le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho. Cualquiera que sea el don que el Esp�ritu otorgue a cualquier hombre, por cualquier impulso que �l mueva el alma, el prop�sito es que el talento se use para el avance de la gloria Divina. ( J. Guinness Rogers, BA .)

Puntos de vista �tnicos y cristianos de la influencia divina

Gran parte de nuestro conocimiento proviene de los sentidos, no es maravilloso que muchas personas crean que todo nuestro conocimiento proviene de los sentidos. Una gran parte de nuestro tiempo est� ocupada con este mundo exterior de im�genes y sonidos, que no es de extra�ar que muchos piensen que esto es todo lo que tenemos que hacer. �Qu� es el esp�ritu, qu� es el alma, sino un desarrollo superior de la materia? �Qu� sabemos de ambos, excepto de lo que vemos a trav�s de formas de organizaci�n material? Este es el materialismo moderno, que no niega el esp�ritu pero sostiene que todo lo que sabemos de �l es lo que nos llega desde afuera, a trav�s de formas de materia.

No es curioso que multitudes de hombres hayan sido materialistas; porque la materia se imprime constante y necesariamente en todos. Pero el hecho realmente curioso es que la gran mayor�a de la humanidad deber�a haber sido siempre espiritualista; creer en el esp�ritu m�s que en la materia, en el infinito m�s que en lo finito; creyendo no en la evoluci�n, sino en la emanaci�n; aceptar como origen del universo una ca�da hacia abajo desde lo infinito, hacia lo finito, o una creaci�n del mundo por los dioses.

I. El cristianismo se diferencia de todas las dem�s religiones por mantener la universalidad de esta influencia. Otras religiones, hasta donde yo s�, tienen una inspiraci�n limitada, ya sea para unas pocas almas selectas, como profetas y santos; o, en segundo lugar, a alguna clase selecta; como sacerdotes; o, en tercer lugar, a aquellos que la buscaron por reclusi�n, por meditaci�n, por oraci�n solitaria, por abnegaci�n, entrando en cuevas y celdas para macerar el cuerpo por inanici�n y ascetismo.

Pero en el d�a de Pentecost�s, en las primeras palabras que dijo Pedro, declar� que la profec�a de Joel se hab�a cumplido: �Suceder� en los postreros d�as, dice el Se�or, que derramar� mi Esp�ritu sobre toda carne, y tus hijos e hijas profetizar�n �. En consecuencia, a trav�s del Libro de los Hechos y en todas las Ep�stolas, encontramos que dondequiera que se predicara el evangelio, a todos se les dec�a que deb�an recibir el Esp�ritu Santo.

Todos los cristianos fueron inspirados; pero su inspiraci�n se manifest� de diferentes maneras. Inspir� a algunos de ellos con conocimiento, ayud�ndolos a tener una visi�n clara de la verdad. Inspir� a algunos de ellos con sabidur�a, ayud�ndoles a ver qu� era lo mejor que se pod�a hacer en cualquier emergencia. Inspir� a algunos de ellos con fe, permiti�ndoles sentir la presencia y el amor de Dios en medio del duelo, la soledad, la amarga decepci�n y la prueba aguda.

Inspir� a algunos de ellos a ser buenos m�dicos, tiernos y cuidadosos enfermeros de los enfermos. Si ve�an a un hombre o una mujer que ten�a el don de sanar, dec�an: "El Esp�ritu Santo la inspira para curar enfermedades, como el ap�stol Pablo est� inspirado a predicar". Los regalos eran especiales, pero la inspiraci�n era universal; uno y el mismo para todos, desde el m�s bajo hasta el m�s alto. Dios estaba en cada coraz�n de esta feliz comunidad de hermanos y hermanas.

Este, por lo tanto, es uno de los caracteres de la verdadera doctrina cristiana de la influencia divina, que la influencia de Dios nos llega a todos cuando lo deseamos. Esto es lo que dice Jes�s: �Si un ni�o hambriento les pide pan a su padre ya su madre, �le dar�n una piedra? �No! �Piensas, entonces, �que si alguno de ustedes le pide a Dios poder para hacer lo correcto y tener la raz�n, �l no se lo dar�? Tan cierto es que Dios dar� su Esp�ritu Santo a quienes le pidan �.

II. Seg�n el Nuevo Testamento, la influencia Divina no solo es universal, sino que es continua, constante, una corriente inagotable, que desciende a cada alma abierta. No es solo para todos los hombres, sino que lo es en todo momento. Sin duda, hay temporadas en las que el coraz�n humano es m�s tierno, m�s susceptible, m�s abierto a la influencia divina que en otras ocasiones. Entonces, en esta temporada de apertura del a�o, las semillas y los brotes son m�s susceptibles a la influencia del sol.

Los brotes se est�n hinchando por millones en los �rboles; cada d�a se hacen un poco m�s grandes; ahora se abren en folletos delicados y suaves; luego cuelgan sus bonitas formas cada vez m�s desplegadas. Una fuerza inmensa los empuja desde dentro y los atrae desde fuera. La peque�a planta en la ventana de la ni�a enferma en alg�n callej�n estrecho de la ciudad siente la misma influencia; las malas hierbas y pastos a m�s de diez mil millas de latitud sienten la influencia.

Cada veinticuatro horas aumenta esta marea de vida vegetal que fluye sobre nosotros como el oc�ano. As� tambi�n, sin duda hay temporadas de primavera en el alma humana, cuando somos m�s susceptibles a la influencia Divina que en otras �pocas. Dios no est� necesariamente m�s cerca que en otras ocasiones, pero nuestro coraz�n est� m�s vuelto hacia �l.

III. Una tercera peculiaridad de la visi�n cristiana de la influencia divina es que considera la inspiraci�n como algo natural, racional y pr�ctico.

1. Es racional. No llega a confundir su mente, sino a darle una mayor comprensi�n, un conocimiento m�s profundo. Parte de nuestro conocimiento nos llega del mundo exterior mediante la observaci�n; pero otra parte, y muchas veces la mejor, nos llega desde adentro, por intuici�n.

2. La influencia divina, seg�n el cristianismo, no solo es racional, sino tambi�n pr�ctica. Hemos visto que uno de los dones del Esp�ritu Santo es el don de "sanidad". Tambi�n leemos sobre los "dones" de "ayudar", de "gobernar", de "discernir los esp�ritus". Un hombre que cree en la inspiraci�n y la busca, se llenar� del poder divino de ayudar a los que est�n en dificultad, de mostrarles lo que deben hacer, de echar una mano a un hermano o hermana d�bil.

Otro hombre, en respuesta a su oraci�n interior, ser� dotado de capacidad ejecutiva para dirigir, guiar y gobernar. Sabemos c�mo algunas personas pueden gobernar sin parecer gobernar. Algunos son l�deres natos, pero algunos tambi�n son l�deres inspirados. Est�n capacitados por un poder que no es el suyo para guiar, reprimir, restringir, elevar y unir muchos corazones, hasta que laten como uno solo. Este tambi�n es un don del Esp�ritu Santo.

Y otros se hacen discernidores de esp�ritus. El ojo se hace claro y penetrante para discernir las imposturas. El hip�crita y el enga�ador se desenmascara en su presencia. Estos diversos poderes del alma son todos tan avivados y alimentados y vitalizados por el Esp�ritu Santo como el del profeta que habla con la lengua de los hombres y los �ngeles, o el devoto absorto que lleva las piedras con las rodillas en constante oraci�n. Es un solo esp�ritu por el cual todos los siervos de Dios son bautizados en ese cuerpo, la iglesia invisible de hombres y mujeres buenos.

3. Aunque esta influencia es sobrenatural, tambi�n es natural. La vida divina, que fluye hacia el mundo a trav�s de las almas humanas, debe estar y est� en armon�a con la misma vida divina que fluye hacia el mundo a trav�s de la naturaleza externa. En consecuencia, dondequiera que Dios env�a una marea m�s completa de inspiraci�n religiosa a cualquier per�odo, es seguida por un mayor crecimiento del arte, la ciencia, el conocimiento y la civilizaci�n.

Lo que debemos creer, por lo tanto, es que Dios siempre est� interiormente cerca de nosotros, en lo m�s profundo de nuestra alma, y ??siempre est� listo para fortalecernos y aclarar nuestras tinieblas cuando nos volvemos hacia �l. Pero es un error hablar de una influencia irresistible del Esp�ritu Santo. Dios respeta nuestra libertad y, si elegimos resistir estas tiernas atracciones e iluminaciones, nunca se nos impondr�n.

No nos endurezcamos contra la voz interior, ya sea para darnos una mejor comprensi�n de la verdad o para mostrarnos cu�n aceptable es trabajar: ya sea que abra nuestros ojos para ver, nuestros o�dos para o�r, nuestras manos para actuar, nuestros labios. para hablar, o nuestros corazones para amar. ( James Freeman Clarke .)

Un Esp�ritu, muchos dones

Pero ahora estos mejores dones de Dios, as� como todos Sus otros dones, est�n en peligro de ser profanados por los hombres. Y parece que los corintios los profanaron. Emplearon el poder de hablar nuevos idiomas, as� como otros dones espirituales, para su gloria y no solo para la gloria de Dios. Su cuerpo m�stico, la Iglesia, es como Su cuerpo natural, o cualquiera de nuestros cuerpos, en cuanto a que, aunque est� formado por muchos miembros, cada uno con su propio oficio, es verdadera, estricta y misteriosamente uno.

Lo que lo hace uno, y lo une, es el Esp�ritu Santo de Dios que habita en el alma y el cuerpo de cada persona, para unirlo verdaderamente a Jesucristo. As� se recuerda a los cristianos la �nica Iglesia, a la que pertenecen todos por igual; y tambi�n se tienen en cuenta la diversidad de dones, por lo que cada miembro se hace diferente de otro. Primero, al miembro m�s d�bil y menos honorable le dice, no debes sentirte abatido ni descontento, como si nadie se preocupara por ti, porque otros ocupan lugares m�s altos que t�.

�No�, podr�a decirse, �seguramente tienes en ti la misma vida, la misma sangre, que cualquier otro miembro del cuerpo tiene. El pulso que late en ti viene del coraz�n, el poder y la voluntad que te gu�a desde la cabeza; eres tan miembro del Hombre como cualquiera de los miembros m�s preciados. Si escuchas en lugar de hablar, si te mueves en lugar de gobernar, si act�as en lugar de ordenar, no eres, por tanto, las partes menos del cuerpo.

Y mucho m�s debemos callar con las mismas palabras de gracia todos los pensamientos descontentos y envidiosos. �No eres miembro de Cristo? y qu� es, en comparaci�n con tan grandes misericordias, si otro hombre es m�s culto, m�s respetado, m�s rico; o m�s saludable que t�? Entonces, el d�bil no debe envidiar al fuerte, y el fuerte, por otro lado, no debe despreciar al d�bil. �El ojo no debe decir a la mano: No te necesito; ni otra vez la cabeza a los pies, no te necesito.

�Aquellos que est�n por encima de los dem�s, ya sea en educaci�n o en dignidad, por supuesto, corren cierto peligro de volverse orgullosos y despreciativos. Que esta sea, pues, la lecci�n asentada en nuestro coraz�n; creer que somos verdaderamente hermanos cristianos, y albergar en nuestro coraz�n un verdadero sentimiento fraterno entre nosotros. Ahora, pues, con esta fe profunda en el Esp�ritu Santo de Cristo, como habiendo sido realmente dado para habitar en nuestros corazones, pensemos en cualquier otra persona, quien queramos, como participante tambi�n del mismo Esp�ritu.

Considerar; si �l fuera part�cipe de la misma sangre que nosotros, si fuera nuestro hermano o hermana seg�n la carne, �no deber�amos estar llenos de amor por �l? Una vez m�s, debido a que este Esp�ritu no trata a todos exactamente de la misma manera, sino que divide a cada hombre individualmente como �l quiere, �c�mo podr�a el recuerdo de �l dejar de hacernos contentos en nuestros lugares, ordenados y diligentes en nuestros deberes? ya que dondequiera que estemos en la obra de Dios, �l nos asign� nuestro lugar.

�Eres, entonces, una persona rica y pr�spera? no conf�es en tus propias riquezas: ten cuidado de pensar que puedes prescindir de los pobres, que no los necesitas. �Es usted, por el contrario, un hombre pobre? Entonces tenga cuidado de c�mo se permite pensar con tristeza en los ricos, como si estuvieran mejor que usted. Es muy probable que esos pensamientos terminen en quejas y envidia. Una vez m�s, �ha aprendido en comparaci�n? �Puedes leer las Escrituras? pero no conf�es en tu lectura: no creas que puedes cumplir tu deber y salvarte bastante bien: todav�a necesitas las oraciones de los afligidos y pobres de Cristo.

�Es usted, por otro lado, una persona ignorante, y le mortifica ver y sentir que sabe mucho menos que la mayor�a de los dem�s? no se preocupe por ella, sino que dirija sus pensamientos hacia la verdad infinita y maravillosa, que, como todos sabemos, nos pertenece a nosotros ya los m�s sabios por igual. �Es usted tan inocente como para haber guardado, por la misericordia de Dios, su alma y su cuerpo del pecado mortal voluntario? Usted sabe que es obra del Esp�ritu de Dios: crea y piense en esto; te mantendr� alejado del orgullo y la justicia propia. ( Sermones sencillos de los colaboradores de los tratados del Times .)

Versículo 12

Porque como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros� as� tambi�n es Cristo.

De la gran variedad de caracteres de los hombres en la Iglesia

Se cumple la ley de la variedad en la unidad:

I. En la naturaleza.

1. No hay dos hojas del mismo �rbol, no hay dos caras, ni siquiera de mellizos, que se correspondan enteramente. La ciencia, sin embargo, est� continuamente sacando a la luz una unidad y simplicidad de tipo en cosas aparentemente diferentes. �Qu� objetos pueden presentar una diferencia superficial mayor que los cuadr�pedos y los peces, los cuales, sin embargo, al ser vertebrados , se forman en el mismo plano general?

2. Y el parecido no es s�lo de planta, sino de agencia. El mismo poder de gravitaci�n que une los planetas al sol y los retiene en sus �rbitas, hace que la hoja o el fruto caigan al suelo. El mismo poder de la electricidad que atraviesa el roble, atrae las sustancias ligeras hacia la cera de sellado irritada. La misma refracci�n de los rayos del sol produce el arco iris y hace que la diminuta gota de roc�o brille con los colores prism�ticos.

3. Las diversas partes del universo trabajan juntas para un fin. En la Tierra y alrededor de ella act�an fuerzas poderosas que, si se permiten un dominio ilimitado, podr�an poner en peligro la existencia del planeta; pero juegan en las manos del otro, y se mantienen en equilibrio.

II. En la Palabra de Dios. Las Escrituras son una colecci�n de libros escritos bajo diversas circunstancias en diferentes momentos. Tenemos historias, biograf�as, poes�a, aforismos, profec�as, rituales, cartas. Pero, por muy diferentes que sean, son un todo org�nico, unido por un plan y unos principios determinados. La profec�a de la Simiente de la mujer, que herir� la cabeza de la serpiente, es evidentemente el n�cleo alrededor del cual se ha formado toda la Biblia. Todo el Antiguo Testamento espera al Mes�as hist�rica, t�pica y prof�ticamente.

III. En la iglesia. �No esperaremos encontrar la misma caracter�stica aqu�, para la Iglesia, tanto como la Naturaleza y las Escrituras son obra de Dios?

1. Los miembros de la Iglesia Apost�lica ten�an varios dones, cuyos fen�menos eran diferentes, pero todos eran el resultado de la agencia de un solo Esp�ritu, y todos trabajando juntos para la gloria de un solo Salvador. Estos dones sobrenaturales ten�an algo en las dotes naturales de la mente del poseedor que les correspond�a. As�, por ejemplo, correspondiente al don de lenguas, algunas personas tienen ahora una gran facilidad para adquirir idiomas; Correspondiente al ce�ido de la profec�a, encontramos en otros un don natural de alta y ferviente elocuencia ;algunas personas, incluso hoy en d�a, tienen un arte tan maravilloso de impartir lo que saben, que dif�cilmente se puede decir que hayamos perdido el don de ense�ar; otros est�n admirablemente adaptados para el gobierno; mientras que incluso el don de los milagros en s� mismo descansa en el poder de la mente sobre la materia, de cuyo poder tenemos ejemplos naturales incluso hoy en d�a.

2. El car�cter y temperamento de cada cristiano es diferente al de su pr�jimo. As�, San Juan representa al disc�pulo contemplativo y estudioso. San Pedro es el gran baluarte y la roca de la Iglesia, enfrentando valientemente sus peligros y responsabilidades antes de que aparezca San Pablo; Apolos es un declamador elocuente, "poderoso en las Escrituras"; Bernab� tiene una voz todav�a peque�a de consuelo; mientras que Pablo, en sus poderes de resistencia f�sica y mental, en la amplitud de sus afectos, es el principal instrumento de Dios para la difusi�n de las buenas nuevas. Estos son algunos de los moldes en los que se molde� el car�cter cristiano y en los que podemos esperar que se siga moldeando en la actualidad.

Conclusi�n:

1. No nos angustiemos porque no fuimos llevados a Dios de la misma manera que otros. Las formas de Dios de influir en la mente humana para bien var�an, primero, con el car�cter original de la mente, sobre la cual el Esp�ritu Santo tiene que operar; y, en segundo lugar, con la forma adquirida que esa mente ha tomado de las circunstancias en las que ha sido arrojada. En la misma p�gina de las Escrituras se encuentra el relato de Lidia, que se convirti� al cristianismo a trav�s de la suave apertura del coraz�n, y del carcelero que fue sacudido por una gran alarma, como si estuviera en el abismo del infierno; nada m�s hubiera roto lazos tan firmemente clavados.

2. Nuestro m�todo de servir a Dios debe depender de nuestras capacidades, dotes, posici�n y oportunidades. Puede que no sea una obra importante o muy influyente la que estamos haciendo para Dios, pero es posible que �l no nos haya llamado a tal obra. "Me comprometer�a a gobernar cien imperios", dijo el Dr. Payson, "si Dios me llamara a �l, pero no me comprometer�a a gobernar cien ovejas a menos que �l me llamara".

3. Aprenda una lecci�n de gran caridad. Debemos, si estamos bien pensados, regocijarnos en la exuberancia y variedad de los dones espirituales que poseen los cristianos, as� como nos deleitamos en la rica variedad de la Naturaleza o la Palabra de Dios. El prop�sito de Dios es que cada cristiano exhiba, en la peculiaridad de sus circunstancias, educaci�n, temperamento moral y dotes mentales, una nueva muestra de amor y gracia redentores.

Por medio de diversas disciplinas, acomoda y pule cada piedra viva para el lugar que est� destinada a ocupar en el templo espiritual; y cuando todas las piedras est�n listas, las edificar� juntas cada una en su lugar, y mostrar� a los hombres ya los �ngeles su perfecta unidad. ( Dean Goulburn .)

Trabajo diferente dado a diferentes personas.

Si examinamos un cardo, encontramos que cada una de las franjas violetas de las que se compone la cabeza es una flor distinta, de modo que la pluma del cardo no es, en realidad, una flor, sino una colecci�n de flores. Cada parte tiene su propio trabajo que hacer, y cambia de forma o color, seg�n su trabajo. Una parte produce miel; otro atrae, por su color, insectos para fertilizar la planta; otro ayuda a producir semillas. Cada parte tiene su propia calidad excelente, y el efecto de su trabajo combinado es promover el bienestar de todos. ( H. Macmillan, LL.D. )

La Iglesia: unidad en la diversidad; diversidad en la unidad

El discurso del ap�stol se refiere a los dones espirituales. Estos se distribuyeron en gran medida entre los cristianos de Corinto, en gran medida, al parecer, por la gracia que los acompa��. La diversidad en la unidad aqu� afirmada por el ap�stol de los dones comunicados a la Iglesia primitiva, pertenece a la Iglesia en toda su estructura. De hecho, es la ley de su composici�n: una identidad de car�cter y experiencia, combinada con una diversidad infinita en los detalles.

La ejemplificaci�n m�s palpable de esta ley es la que ofrecen las diversas formas exteriores en las que existe la Iglesia. No es la Iglesia visible la que el ap�stol afirma ser una; sino la verdadera Iglesia, la Iglesia formada por los regenerados y salvos, que no est�n confinados a una sola comuni�n y son conocidos solo por Dios. Pero no es sin su significado que �l ha permitido que la Iglesia visible sea moldeada en muchos moldes separados.

Pudo haber prescrito un sistema de gobierno con tal distinci�n, y haberlo ordenado en t�rminos de autoridad tales, que todas las iglesias se hubieran conformado con �l. Pero consider� oportuno enmarcar sus instrucciones sobre este tema de modo que dejara espacio para una diversidad de interpretaciones. El hecho es indiscutible, que para una clase de mentes esta forma de adoraci�n es la m�s edificante; a otro, eso. Desde este punto de vista, podemos referirnos a la Iglesia visible como ilustradora del principio de diversidad en la unidad.

El principio, sin embargo, encuentra su esfera leg�tima dentro de la hermandad de los verdaderos creyentes. Esta frase, de hecho, define el sentido en que se afirma que son uno; son "verdaderos creyentes": esto los hace uno. As� que el ap�stol ense�a en el pasaje que tenemos ante nosotros: El cuerpo de Cristo (la Iglesia) es uno: �porque (vers�culo 13) por un solo Esp�ritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean jud�os o gentiles, sean esclavos o gratis.

�Es a trav�s de la unci�n del Esp�ritu que los hombres nacen de nuevo, y son injertados en Cristo como para llegar a ser miembros de Su cuerpo. Esta es la comunicaci�n de una nueva naturaleza que los hace uno, tan realmente como el nacimiento natural, la posesi�n de una humanidad com�n, los hace uno. Las diversidades externas no tienen importancia en ninguno de los dos casos. El hijo de la choza, el wigwam, el palacio, no importa d�nde ni cu�ndo nazca, hereda la naturaleza com�n y pertenece a la raza. Entonces, con el nuevo nacimiento, fusiona todas las distinciones externas.

1. Esta unidad incluye un jefe com�n. "Cristo es la Cabeza de la Iglesia". La uni�n con Cristo es indispensable.

2. Denota, adem�s, una unidad de fe. Ciertamente hay diversidad de creencias entre los verdaderos creyentes. Todos los cristianos coinciden en la necesidad del "arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Se�or Jesucristo".

3. Tambi�n tienen un prop�sito. Los distintos miembros del cuerpo, controlados por una sola voluntad, trabajan juntos para los mismos fines. Los miembros del cuerpo m�stico de Cristo tienen un objetivo com�n.

4. Tambi�n est�n unidos por los lazos de una simpat�a mutua. En el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren; si uno se regocija, todos se regocijan. Pero esta unidad no es monoton�a. La Iglesia es una. Pero es uno como el cuerpo es uno; como el reino animal es uno; el vegetal; el mineral; todo el reino de la naturaleza. La f�rmula de definici�n en todos estos casos es Unidad en la diversidad y diversidad en la unidad.

La Iglesia cristiana comenz� de esta manera y comenz� gloriosamente. El d�a de Pentecost�s proporcion� el molde en el que se iba a moldear. Partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia en Egipto, y en las partes de Libia alrededor de Cirene, y extranjeros en Roma, jud�os y pros�litos, cretas y �rabes ". �Qu� reuni�n fue esta! Y como se propuso, as� ha continuado.

Condenando todas las distinciones de clima, imperio, idioma y religi�n, la Iglesia ha continuado, reuniendo en su amplio redil a personas de todas las tierras, lenguas y religiones; ciment�ndolos en un todo armonioso; y eso, sin perturbar los elementos que marcan sus diversas nacionalidades. Pero podemos ver esta diversidad en la unidad sin convocar a la Iglesia Ecum�nica. Es la ley del reino en todas partes.

En la era apost�lica, la familia de la fe comprend�a personas de todos los rangos y ocupaciones. Y esta variedad se ha perpetuado. El ministerio nunca ha estado sin sus Johns y Pauls, sus Thomases y Peters, sus hijos del trueno y sus hijos de consolaci�n. Perm�tanme nombrar a Baxter, Owen, Bunyan, Jeremy Taylor, Bishop Hall, los Wesley, los Erskine, Romaine, el presidente Edwards, Whitefield, Dwight, Robert Hall, Chalmers, Davies, Mason, los Alexanders.

�Qu� galaxia es esta! Cada estrella es brillante; pero no hay dos que brillen con el mismo brillo. Y al igual que con el ministerio, as� con la gente. Delinear la variedad que pertenece a los muchos miembros de un cuerpo espiritual ser�a describir los numerosos tipos de personas agregadas en una comunidad. Porque la Iglesia se recluta con indiferencia entre las vastas masas perif�ricas de la humanidad. Se apropia de todas las edades, sexos y condiciones.

Por supuesto, la formaci�n a la que los somete exige la eliminaci�n de excrecencias y la curaci�n de trastornos que, olvidados, consumir�an la vida. Pero dentro de las sabias y amplias limitaciones prescritas por el Divino Labrador, permite que todos los �rboles y arbustos trasplantados a su recinto sigan cada uno la ley de su propio crecimiento. No se espera que el pino se convierta en un roble; ni la naranja una vid; ni la violeta una rosa.

Esta regla se observa incluso con respecto a los m�todos por los cuales las ramas muertas se injertan en la Vid Verdadera y se les da vida. Es prerrogativa del �nico Esp�ritu Todopoderoso efectuar esto; aqu� est� la unidad. Pero lo hace en una gran variedad de modos; aqu� est� la diversidad. Ni solo en conversi�n. Lleva la misma variedad de modos y medios al cultivo y desarrollo del germen inmortal depositado en la regeneraci�n.

La eficiencia en todos los casos es suya. Y la �nica agencia que �l mismo ha prescrito, en Su Palabra. Pero, �qui�n puede describir los caminos por los que conduce a su pueblo, y las infinitas combinaciones de influencias proverbiales y de gracia por las que los conduce paso a paso por las aclividades de la vida superior y los modela a la �semejanza de los celestiales�? El hecho es patente para todos. Hablemos de algunos de los aspectos m�s importantes en los que se ofrece a nuestra contemplaci�n.

No ser� dif�cil demostrar que esta ley divina de la diversidad en la unidad es tan esencial para la propia perfecci�n de la Iglesia como moralmente hermosa.

1. Perm�tanme comenzar con este �ltimo pensamiento, la belleza moral de este arreglo. Esto no es algo que deba discutirse. La belleza no es cuesti�n de l�gica, sino de sentimiento. Su atractivo es una susceptibilidad constitucional. Y es parte de nuestra constituci�n anhelar variedad. No queremos que la pintura sea de un solo color, ni una melod�a de una sola cepa. El oc�ano nos empa�ar�a si estuviera siempre quieto o siempre bullicioso.

Nos cansamos de mirar d�a a d�a a las mismas personas en la misma situaci�n, a menos que sean nuestros amigos �ntimos. Y en cuanto a nuestros amigos, no los tendr�amos a todos iguales si pudi�ramos. Es uno de los encantos del estado dom�stico, la variedad que hay en las familias. El que hizo al hombre hizo la Iglesia; y por supuesto lo adapt� a esto, as� como a cualquier otra parte de su naturaleza. Nadie puede quejarse del Nuevo Testamento como un libro mon�tono; ni sentir que cuando ha visto a uno de sus personajes los ha visto todos. Amamos a la Iglesia tanto m�s porque su unidad, como la de un jard�n, florece en una variedad agradecida de frutos y flores.

2. El principio de diversidad en unidad sobre el que se construye la Iglesia ilustra el poder y la eficacia de la gracia divina. El hecho palpable que se ve a simple vista es que, si bien la gracia es m�s que un rival para la depravaci�n en sus peores formas, renueva y eleva todos los rasgos m�s nobles de la humanidad; y en cualquier caso, sin perturbar la identidad de car�cter. En las manos del hombre, estos diversos tipos de car�cter pueden doblarse o romperse; nunca podr�an renovarse.

Pueden ser cambiados, pero no cambiados sin una triste contorsi�n o mutilaci�n. Con demasiada frecuencia se ha intentado el experimento. Un logro maravilloso es, tan maravilloso en el poder como en el amor, el de imbuir a toda una comunidad con una nueva vida, desde su misma naturaleza penetrando, elevando y controlando, y sin embargo incorpor�ndola con todas las facultades y funciones naturales como para ayudar a su correcto funcionamiento y su verdadero desarrollo. Lo citamos como uno de los frutos de esa diversidad en la unidad que entra radicalmente en la constituci�n de la Iglesia.

3. Es a�n m�s nuestro prop�sito referirnos a la sabidur�a, tal vez podr�amos decir la necesidad, de este principio, en vista de la misi�n asignada a la Iglesia. No le corresponde al hombre decir que algo es absolutamente necesario para Dios para llevar a cabo sus prop�sitos que �l no haya declarado que es as�. Pero podemos hablar de la perfecta adecuaci�n del principio que estamos considerando, a los fines para los que se estableci� la Iglesia.

Sin mencionar otros temas, la Iglesia est� designada para ser, bajo Dios, Maestra y Gu�a del mundo. Su negocio es discipular a todas las naciones. Necesita, por tanto, obreros de todo tipo y de toda variedad de talentos. Con menos donaciones en especie, se descuidar�an algunas partes de su trabajo. Si ha de llevar el cristianismo por todo el mundo, debe contar con hombres cuyas constituciones y formaci�n se adapten a los diversos climas de la tierra.

Debe tener hombres de nervio de hierro que puedan enfrentar peligros. Debe tener hombres con la erudici�n necesaria para lidiar con idiomas extra�os y predicar a pueblos extra�os. En su campo de origen hay lugar para el ejercicio de todo tipo de dones. Un plan tan vasto exige la correspondiente variedad y abundancia de talentos. Y esta necesidad se satisface en esa diversidad que, como hemos visto, entra en el �mbito de la Iglesia.

Hay ministros de todos los grados de cultura y con todo tipo de dones. De lo contrario, �c�mo podr�a el ministerio cumplir con su dise�o? La gente var�a indefinidamente. �Y qui�n puede examinar las amplias hect�reas que est� cultivando la Iglesia sin regocijarse por la combinaci�n de dones empleados para llevar adelante la obra? Una parte radical de esta agencia reside en el poder silencioso del ejemplo; la simple rutina de una vida tranquila y recta. Algunos est�n rompiendo el terreno en barbecho. Algunos est�n sembrando. Algunos est�n alimentando el preciado grano. Y otros recogiendo y recogiendo la cosecha. Pero todos son sirvientes del gran Taskmaster.

El desarrollo de tal tema sugiere las lecciones pr�cticas que se derivan de �l.

1. Una es una lecci�n de instrucci�n y aliento con respecto a la experiencia religiosa. Hemos visto que esto no es de tipo uniforme. Ciertos elementos son esenciales, pero m�s all� de estos, participa de una gran variedad. No debemos, entonces, establecer este o aquel caso de conversi�n, ni esta o aquella forma de vida cristiana, como el est�ndar por el cual todos los dem�s deben ser probados. Dios tiene sus propios m�todos para traer hombres a su reino. El �nico modo seguro o autorizado de juzgar nuestro estado es acudir a la ley y al testimonio.

2. Como la unidad en la diversidad es la ley de la Iglesia, es deber de todos sus miembros cuidar y promover el esp�ritu de unidad. El ap�stol se�ala el efecto de un cisma entre los miembros del cuerpo, como ejemplo de un esp�ritu de divisi�n entre los miembros de la Iglesia. Las divisiones entre cristianos siempre han sido el oprobio de la religi�n.

3. Como la diversidad en la unidad es la ley de la Iglesia, tratemos de aprender cu�les son nuestros propios dones y de ocupar cada uno su propio lugar. Para saber qu� es esto, debemos pedir Su ense�anza en oraci�n. Debemos considerar nuestra situaci�n y circunstancias. Debemos esforzarnos por descubrir qu� dones tenemos y c�mo se pueden utilizar para el mejor prop�sito.

4. Hay otra lecci�n que con gusto har�a cumplir si el tiempo lo permitiera, a saber, una lecci�n de caridad para juzgar el cristianismo de otros. ( HA Boardman, DD .)

Cristo la cabeza, la Iglesia su cuerpo

El apelativo "Cristo" se aplica aqu�, no a la persona o nuestro Se�or, sino a Su Iglesia, dando a entender que ella est� identificada con su Salvador; y ser entregado a la Iglesia como un cuerpo, indica la armon�a y uni�n de todas sus partes.

I. La uni�n de los creyentes con Cristo. Esto se representa aqu� como correspondiente a lo que subsiste entre la cabeza y los miembros del cuerpo. ( Efesios 4:15 ; Colosenses 1:18 ). Esto nos recuerda que Cristo es ...

1. La misma naturaleza con nosotros, as� como la cabeza es de la misma naturaleza que el cuerpo (Hebreos 4: 16-17).

2. El poder gobernante en la Iglesia, como cabeza del cuerpo. En la cabeza, los ojos est�n colocados como centinelas vigilantes; los o�dos reciben la informaci�n transmitida por el sonido; los �rganos del gusto y el olfato disciernen las cosas que difieren y contribuyen eminentemente tanto a nuestra seguridad como a nuestro disfrute; la lengua, el int�rprete del pensamiento: all�, en suma, est� el rostro, el asiento de la belleza, dando al hombre una impronta de dignidad que no se encuentra en ninguno de los animales inferiores. Ahora, las dotes superiores de este capital del cuerpo humano ofrecen un emblema apropiado del honor y supremac�a de Aquel que es nuestra Cabeza espiritual.

3. El principio vital, fuente de vida y sentimiento de todo el cuerpo. Cristo, nuestra Cabeza, en quien habita toda sabidur�a y todo poder, imparte y sostiene los principios de la vida espiritual.

II. Su relaci�n entre ellos.

1. Los miembros del cuerpo son muchos y difieren enormemente y, sin embargo, en una m�quina tan compleja, cada movimiento y circunvoluci�n se ajusta exactamente a su fin espec�fico. De los muchos huesos, por ejemplo, de la mano o el pie, ninguno podr�a cambiar de lugar sin da�ar la extremidad a la que pertenece. De la misma manera, cada m�sculo, nervio y arteria tiene su propio lugar y oficina, que ning�n otro podr�a suplir.

Entonces, en el cuerpo m�stico de Cristo hay muchos miembros, cada uno con su propio oficio. Un cristiano sobresale en la inteligencia del ojo, otro en la discriminaci�n del o�do: uno tiene la actividad y adaptaci�n de la banda, otro la firmeza y perseverancia del pie: uno tiene la energ�a del brazo, otro la ternura del pecho (vers�culos 4-11).

2. Esta diversidad ocasiona una dependencia de los varios miembros entre s� (vers�culos 21, 22). Que ning�n creyente, por m�s mezquino que sea, se desanime; que ning�n creyente, por eminente que sea, presuma que es independiente. La analog�a sugiere la simpat�a mutua que deber�a subsistir entre los creyentes (vers�culo 26). La ternura que cada uno debe apreciar a nuestros hermanos cristianos, el celo que cada uno debe mostrar.

4. Esta cooperaci�n mutua tiene los resultados m�s felices. En el cuerpo natural, cuando el ojo es r�pido para discernir, la mano diligente para ejecutar, el pie firme para perseguir, el o�do abierto para escuchar y la lengua lista para dar una respuesta correcta, el ejercicio combinado de nuestros poderes asegura fines que sus intentos separados y desconectados nunca podr�an haberse logrado. De la misma manera, los esfuerzos de los varios miembros del cuerpo de Cristo tienen �xito cuando se combinan honesta y afectuosamente. ( H. Gray, DD .)

La Iglesia el cuerpo de Cristo

I. Lo que esto implica. Que sus miembros, como un organismo vivo, son ...

1. Animado por un esp�ritu (vers�culo 13).

2. Mutuamente dependientes (vers�culos 14-18).

3. Unidos por un fin (vers�culos 19, 20).

II. Lo que requiere en los varios integrantes.

1. Humildad y contentamiento (vers�culos 21-24).

2. Unidad y simpat�a (vers�culos 25, 26).

3. Gratitud y fidelidad (vers�culos 27-31). ( J. Lyth, DD .)

Versículos 13-20

Porque por un solo Esp�ritu todos somos bautizados en un cuerpo .

De uni�n con cristo

Considerar&mdash

I. C�mo se aplica la redenci�n de Cristo a un pecador. Uniendo al pecador a Cristo ( 1 Corintios 1:30 ). Los hombres no deben pensar en estar lejos de Cristo, sino que deben unirse con Cristo, y as� participar de la redenci�n comprada por �l, como la viuda pobre ahogada en deudas, al casarse con el hombre rico, est� interesada en sus bienes.

II. Existe una uni�n real entre Cristo y los creyentes. Considerar&mdash

1. Los t�rminos en los que se expresa esta uni�n. Se dice que Cristo est� en los creyentes ( Colosenses 1:27 ; Romanos 8:10 ), y ellos en �l ( 1 Corintios 1:30 ).

Se dice que �l habita en ellos y ellos en �l ( Juan 6:54 ). Se dice que permanecen el uno en el otro ( Juan 15:4 ). Los creyentes se han G�latas 3:27 Cristo ( G�latas 3:27 ). Est�n tan unidos como para ser un solo Esp�ritu ( 1 Corintios 6:17 ).

2. Las diversas uniones reales y propias a las que se asemeja. La vid y las ramas ( Juan 15:5 ); la cabeza y el cuerpo ( Efesios 1:22 ); el m�rito se come y el que se come ( Juan 6:56 ); s�, a eso entre el Padre y Cristo ( Juan 17:21 ).

3. Si esta uni�n no es verdadera y real, el sacramento de la cena no es m�s que un signo desnudo, no un mar1.

III. �Qu� es esa uni�n? Hay tres uniones misteriosas en nuestra religi�n: la uni�n sustancial de las tres personas en una Deidad; la uni�n personal de las naturalezas divina y humana en Jesucristo; la uni�n m�stica entre Cristo y los creyentes, que es aquella en la que Cristo y los creyentes est�n tan unidos que son un solo Esp�ritu y un solo cuerpo m�stico ( 1 Corintios 6:17 y texto).

En esta uni�n todo el hombre est� unido a un Cristo total. El alma creyente est� unida a �l ( Efesios 3:17 ). Su cuerpo tambi�n est� unido a �l ( 1 Corintios 6:19 ; 1 Tesalonicenses 4:14 ).

Est�n unidos a �l en Su naturaleza Divina ( Colosenses 1:27 ), y en Su naturaleza humana ( Efesios 5:30 ), y as� a trav�s del Mediador hacia Dios ( 2 Corintios 6:16 ).

IV. Los lazos de esta uni�n. Toda uni�n corporal se realiza por contacto; pero Cristo est� en el cielo y nosotros en la tierra, por lo que no podemos tener tal uni�n con �l; y si lo tuvi�ramos, �de qu� nos beneficiar�a? ( Juan 6:63 .) Pero esta uni�n es espiritual ( 1 Corintios 6:17 ), y tambi�n lo son sus lazos. Y son dos.

1. El Esp�ritu de parte de Cristo, por el cual �l nos toma y nos guarda ( 1 Juan 3:1 . Ult. ). Y la distancia entre Cristo y los creyentes, tan grande como es entre el cielo y la tierra, no puede impedir la uni�n de nuestras almas y cuerpos con los Suyos, ya que el Esp�ritu es un Esp�ritu infinito, presente en todas partes.

2. Fe por parte del creyente ( Efesios 3:17 ). De ese modo, el creyente aprende, toma y se aferra a Cristo. Es por eso que recibimos a Cristo ( Juan 1:12 ), venimos a �l ( Juan 6:35 ) y nos alimentamos de �l (vers�culo 56). Y su idoneidad para esto.

V. El autor y causa eficaz de esta uni�n.

1. El Esp�ritu de Cristo viene en la Palabra y entra en el coraz�n del pecador elegido muerto en pecado ( G�latas 3:2 ).

2. Ese Esp�ritu vivificante obra la fe ( Efesios 2:8 ; Colosenses 2:12 ). De este modo, el alma se aferra a Cristo y, de hecho, se une a �l.

VI. Los. Propiedades de esta uni�n.

1. Una uni�n verdadera, real y propia, no meramente relativa.

2. Una uni�n espiritual ( 1 Corintios 6:17 ).

3. Una uni�n misteriosa ( Efesios 5:32 ; Colosenses 1:27 ).

4. Una uni�n sumamente cercana e �ntima ( 1 Corintios 6:17 , 1 Corintios 6:17 ; Juan 6:56, 1 Corintios 6:17 , Efesios 5:30 ; Efesios 5:30 ).

5. Una uni�n indisoluble ( Juan 10:28 ).

6. Es el privilegio principal, integral y fundamental de los creyentes ( 1 Corintios 3:23 ). Todos sus otros privilegios se derivan e injertan sobre esto: su justificaci�n, adopci�n, santificaci�n y glorificaci�n. ( T. Boston, DD .)

La unidad en Cristo, el secreto de la vida del hombre: "todos uno" por la fe en Cristo, la �nica vida de todos

Hay un gozo familiar para usted, por la experiencia de la vida diaria, que puede ayudarlo a comprender la naturaleza de la bendici�n que se deriva de la Cena del Se�or. Todos ustedes se han sentido renovados al conocer a un amigo. La sola vista de �l puede haberte hecho bien, como una medicina. Si alguna vez ha probado la bendici�n de la comuni�n con un amigo cristiano, comprender� a�n mejor la naturaleza de este alimento espiritual.

El eunuco et�ope lo prob� cuando sigui� su camino gozoso, despu�s de que Felipe subi� a su carro y convers� con �l acerca de Aquel de quien estaba leyendo. Los dos disc�pulos aprendieron a�n m�s la lecci�n en el camino a Ema�s, donde se encontraron con Jes�s, aunque disfrazados de otro hombre, un compa�ero de viaje en el camino. Ten�an �carne para comer� de la que otros no sab�an nada, mientras �l se manifestaba a ellos de otra manera que al mundo. Ellos y �l se estaban volviendo uno en esp�ritu. Ellos estaban creciendo en �l, bebiendo de Su esp�ritu. Antes de separarse, se hab�an convertido en uno.

I. En otros lugares, as� como en la mesa de la comuni�n, la comuni�n con Cristo hace uno a los cristianos y alimenta as� su esp�ritu. Esta unidad es alimento para el esp�ritu del hombre y se encuentra solo en Cristo, de modo que es el secreto de los verdaderos cristianos. Todos los hombres en su esp�ritu buscan esta unidad, m�s o menos conscientes de que es el alimento de sus esp�ritus, el secreto de la felicidad; de hecho, vida eterna.

Sin fe en Cristo, esta unidad no se logra en absoluto, y por lo tanto el esp�ritu del hombre, hambriento, escaso del sustento apropiado, permanece insatisfecho y atormentado con anhelos insaciables y desilusiones en todas las cisternas rotas a las que recurre. La fe es la que da a la amistad su sustancia, su fuerza, su vida eterna; s�lo eso evita que el hombre tenga hambre y sed de un alimento mejor que se adapte a la naturaleza inmortal y los anhelos eternos de su esp�ritu.

La fe sola une el v�nculo perfecto entre amo y siervo, entre comprador y vendedor, entre gobernante y s�bdito, entre los ciudadanos de una comunidad o los miembros de una Iglesia cristiana. En todos estos y en los dem�s canales de intercambio entre hombre y hombre, sin fe el amor est� esperando, o es impuro e imperfecto. Las partes, por tanto, no se vuelven una. Porque el amor es unidad. El enga�o del hombre es esperar unidad sin amor y amor sin fe.

Los hombres saben que no pueden ser felices hasta que se vuelven uno; pero creen que pueden llegar a ser uno sin beber del �nico esp�ritu de Cristo, sin estar arraigados y cimentados en el amor de Dios, sin llegar a ser uno como el Padre y el Hijo son uno, mediante la fe contemplando en el Hijo la revelaci�n del Padre, reclamando la filiaci�n en Cristo y, por lo tanto, la hermandad en el Se�or, y as� llegar a la reconciliaci�n en el Redentor.

La comuni�n con Cristo solo alimenta el esp�ritu del hombre; y es alimento en proporci�n a su fe, amor o caridad. Es alimento al traerlo en esp�ritu y en verdad a la presencia de Dios, al secreto del Se�or, a la revelaci�n de la gracia y gloria de Dios en el pacto y en el reino, a una comuni�n consciente con el Padre y con Su Hijo. Jesucristo, en toda su comuni�n con sus hermanos cristianos y semejantes.

II. La comuni�n sacramental une a "todos en uno" y, en la medida en que lo hace, es una fiesta de comuni�n: la fe discierne el cuerpo del Se�or, los creyentes all� y, por lo tanto, se vuelven uno en esp�ritu.

1.Ellos festejan viniendo, a trav�s del cuerpo y la sangre de Cristo discernidos por la fe, todos a un Padre. Viste alguna vez al ni�o que estuvo mucho tiempo lejos de casa en el momento de su feliz regreso, corriendo a los brazos de su madre, apretado contra el coraz�n que estallaba de su padre, acogido de nuevo en el seno de la familia que ha estado contando los a�os de su ausencia, �Y esperando la hora bendita en que lo volver�n a ver, a uno de su c�rculo en todo? �Acaso el soldado que regresaba as�, de este o aquel campo de batalla y de una larga campa�a, no encontraba alimento para su coraz�n abatido el sentirse uno de nuevo, y todav�a uno como siempre, o m�s que nunca, con aquellos a quienes amaba y dejaba atr�s? triste? M�s a�n, el hijo pr�digo, recibido de vuelta al perd�n, no vivi� de nuevo, respir� libremente, volvi� a la vida y renov� sus fuerzas, cuando escuch� los labios de su padre pronunciar una vez m�s: "Hijo m�o", y supo que el coraz�n de un padre todav�a lo recib�a en la tierra, por muy indigno que hubiera demostrado por su mala conducta. As� es para el comulgante en el pan y el vino de la comuni�n.

Se�alan el cuerpo quebrantado por �l, la sangre del nuevo pacto derramada para la remisi�n de sus pecados y, por lo tanto, el v�nculo perfecto entre �l y el Dios vivo, su Padre celestial. Lo acercan conscientemente y con mal esp�ritu a ese Padre.

2. Se celebran viniendo, a trav�s del cuerpo y la sangre de Cristo discernidos por la fe, unos con otros, y m�s cerca unos de otros. Es una fiesta familiar, la mesa de un Padre repartida para todos los miembros de Su �nica familia, sin respeto por las personas. Todos son hermanos que deben sentarse uno al lado del otro en una mesa, comer un pan com�n y beber una copa de comuni�n, la copa de la hermandad. Sin el esp�ritu de hermandad no tenemos nada mejor que la sombra.

Nuestra fiesta es una falsificaci�n, una obra de la carne. Es m�s, es peor, una sustituci�n de la concupiscencia de la carne por el amor del Esp�ritu. �Hijitos, �mense unos a otros�. Esta es la fiesta. Es una fiesta de amor; y los �nicos que se aman en el Se�or son comulgantes aqu�; aquellos solo tienen comuni�n en el cuerpo y la sangre. El �mandamiento nuevo� es la ley de la mesa de la comuni�n, el v�nculo de perfecci�n en la nueva alianza.

3. Ellos festejan acerc�ndose, o m�s cerca, a trav�s del cuerpo y la sangre discernidos por la fe, a ese reino de Dios en el que todos son uno. En ese cuerpo y sangre debemos discernir escrito el nuevo pacto en Cristo, el reino de Dios y de los cielos acercados, tan cerca que podemos reclamar el lugar de ciudadanos y entrar en una comuni�n bendita con todos, ya sea en la tierra o en el cielo, los que doblan la rodilla ante Jes�s y lo llaman Se�or, llevando sobre ellos su yugo.

En el nombre de Jes�s debemos recibir y usar todo, sin llamar a nada "com�n o inmundo", lo que �l ha santificado. �sta es la libertad de los hijos de Dios, una libertad que debemos guardar con el mayor celo, pero de la que tambi�n debemos tener cuidado de no abusar. Nuestra vida en este reino debe ser una vida de Dios, celestial, santa, semejante a Cristo, "no del mundo, como tampoco era del mundo". ( R. Paisley .)

La igualdad de la religi�n

A menudo leemos acerca del agua, del agua viva, de sacar agua de los pozos de la salvaci�n y de la sed y la bebida. Expresiones que indudablemente significan el esp�ritu interior y la experiencia de la religi�n, con los muchos consuelos y bendiciones de la misma. Ahora, dice el ap�stol, cualquiera sea nuestro car�cter o circunstancias en otros aspectos, sin embargo, habiendo sentido la influencia renovadora de la gracia de Dios, se nos ha dado a beber de un solo esp�ritu.

Todos hemos tenido hambre y sed de justicia, todos hemos sido conducidos a la misma fuente-cuenta, y todos, en nuestra diferente proporci�n, hemos bebido de las mismas bendiciones Divinas que fluyen libre y ampliamente de all�.

I.En cuanto a esa diversidad de circunstancias naturales y externas que acompa�a a la profesi�n de religi�n, ser� necesario tener una visi�n general de la misma, para poner el contraste en la luz m�s fuerte, y especialmente como el propio ap�stol nos dirige a en el mismo texto.

1. Es obvio para todos que hay una gran diferencia entre los que temen a Dios, con respecto a sus circunstancias externas y mundanas. La religi�n no se limita a ninguna naci�n o �poca del mundo en particular, ni a ning�n rango o condici�n particular de los hombres.

2. Existe una diferencia notable entre los hombres buenos en cuanto a sus capacidades intelectuales y su temperamento natural. Estas, sean las que sean, no son las pruebas por las que se determinar� de manera decisiva el car�cter de los disc�pulos de Jes�s.

3. La diferencia puede ser considerable con respecto a las dispensaciones, formas y medios de religi�n particulares a los que se encuentren. No se ha disfrutado del mismo grado de luz, ni se ha obtenido el mismo modo de adoraci�n desde el principio.

4. La diversidad de dones espirituales no infiere una diversidad real en cuanto a la religi�n misma.

5. Puede haber, y a menudo hay, una diferencia en cuanto al grado de religi�n, aunque todav�a conserva la misma naturaleza. En el lenguaje de las Escrituras, hay beb�s, j�venes y padres en Cristo; algunos d�biles y otros fuertes en la fe.

II. En qu� consiste esa uniformidad en la religi�n que nuestro texto menciona como un elogio peculiar de su excelencia real e intr�nseca.

1. Por igualdad de religi�n se entiende aqu� la semejanza exacta que existe en el esp�ritu y el temperamento de todos los hombres buenos. As� como los diversos individuos de la humanidad est�n todos hechos de una sangre, y como la misma facultad de la raz�n en mayor o menor grado es com�n a cada una de las especies humanas, lo que la Escritura llama "una nueva criatura" es una divina o espiritual. naturaleza com�n a todo el pueblo de Dios.

2. Las principales expresiones de la religi�n interior pueden incluirse en este breve relato de la misma. Primero humilla el coraz�n del hombre, luego lo inspira con esperanzas y alegr�as divinas, de este modo lo refina y santifica, y as� lo hace capaz de un amor puro y una amistad exaltada. Y con respecto a cada uno de estos detalles hay una uniformidad exacta, al menos en cierto grado, entre todo el pueblo de Dios. A todos se les ha hecho beber del mismo esp�ritu.

III. Los motivos o razones de esta uniformidad.

1. Son todos de la misma naturaleza. De hecho, se reconoce que hay una fuerza de genio y una suavidad de temperamento natural en algunos, que los hace m�s amables que otros; sin embargo, los principales rasgos de la apostas�a humana son pr�cticamente los mismos en todos. Esta inferencia es igualmente con la misma fuerza de raz�n que se extrae de una contemplaci�n:

2. De la gran fuente u origen de donde se deriva la religi�n. Es de arriba, la descendencia de Dios y el fruto genuino de la influencia y operaci�n de Su Esp�ritu. Ahora bien, as� como ninguna fuente puede emitir en el mismo lugar agua dulce y amarga, podemos estar muy seguros de que el efecto de una influencia Divina en las almas de los hombres debe ser de la misma naturaleza y tendencia pura y espiritual.

Y por la misma raz�n podemos concluir con seguridad en general, que por m�s que las circunstancias de personas particulares puedan diferir en algunos aspectos, sin embargo, la manera de la operaci�n Divina en los corazones de los hombres es muy parecida. La religi�n comenzar� entonces en nuestra humillaci�n y avanzar� a trav�s de varios grados de santificaci�n, hasta que se eleve a una perfecci�n de felicidad y gloria en el mundo celestial.

3. Los grandes e importantes fines que propone la religi�n, evidencian claramente la sencillez y uniformidad de la misma. Se reconoce que la gloria de Dios, nuestra propia felicidad y el bienestar de la sociedad son los principales objetos de esta gran preocupaci�n. ( S. Stennett, DD .)

Cristianos injert�ndose en Cristo

I. �Qu� es este cuerpo de Cristo, en el cual el Esp�ritu de Dios injerta a su pueblo? Primero, es la Iglesia de Dios; como dice el ap�stol ( Colosenses 1:18 ), "�l es la cabeza del cuerpo, la Iglesia". Para que la Iglesia sea el cuerpo de Cristo, esa misma compa��a peculiar de hombres y mujeres, como los llama San Pedro, �Ustedes son una generaci�n escogida, un pueblo peculiar, un sacerdocio real� ( 1 Pedro 2:9 ).

El autor de Hebreos los llama �la asamblea de los primog�nitos� ( Hebreos 12:23 ). Ahora llamo a esto invisible, porque aunque se vean y se conozcan sus personas, sus trayectorias y su forma de vida, y se les conozca qui�nes son, nunca se conocieron ni se conocer�n jam�s ( 2 Timoteo 2:39). . En segundo lugar, es una compa��a que se re�ne de todas las naciones debajo del cielo; como St.

Juan habla ( Apocalipsis 7:9 ). En tercer lugar, esta misma compa��a piadosa es una compa��a de hombres predestinados para vida eterna. En cuarto lugar, es una compa��a tan piadosa como la que re�ne la Palabra de Dios. La Palabra de Dios los re�ne. En quinto lugar, son una compa��a que se hace uno, se une y se combina en Cristo, aunque ellos mismos nunca son tantos, ni tan remotos y distantes unos de otros.

Es cierto, ustedes son diferentes entre ustedes: uno es un amo, otro un sirviente, uno es un hombre rico, otro un hombre pobre - entonces hay una diferencia; pero todos son uno en Cristo Jes�s, todos tienen uno y la misma fe, todos tienen uno y el mismo Padre, hay un solo Se�or y un solo Esp�ritu para vivificarlos y unirlos a todos. As� vemos lo que es este cuerpo de Cristo.

II. Ahora, en segundo lugar, �qu� se va a poner en este cuerpo? para ser implantado en �l? Respondo: Primero, es parte del injerto del hombre en Cristo; porque el injerto de un hombre en Cristo y en el cuerpo de Cristo no son dos cosas, sino que Dios las hace por una y el mismo acto, como puede ver ( Romanos 12:5 ).

Debe ser la misma obra, porque al poner a un hombre en Cristo en quien est�n los otros miembros, ese mismo acto hace que un hombre tenga comuni�n con Cristo, junto con todos los dem�s miembros. En segundo lugar, esto tambi�n se hace por fe. Luego, en tercer lugar, hace que un hombre tenga una vida en com�n con todos los dem�s miembros de Jesucristo. Como puede ver ( Colosenses 3:4 ), �Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, vosotros tambi�n aparecer�is con �l en gloria.

�Cristo que es nuestra vida. En cuarto lugar, hace que el hombre est� de acuerdo con todo el pueblo de Dios en todas partes ( Sofon�as 3:9 ). En quinto lugar, todo esto es para beneficio mutuo, ayuda, cuidado y simpat�a.

III. En tercer lugar, debemos mostrar que el esp�ritu hace esto y por qu� lo hace. Primero, que es el Esp�ritu el que une y une a todos estos miembros. Esto los hace colgar juntos, por eso se llama la �unidad del Esp�ritu� ( Efesios 4:3 ). Ahora bien, la raz�n por la que el Esp�ritu de Dios hace esto es, primero, porque nadie m�s que el Esp�ritu puede hacerlo.

Porque por naturaleza somos lamentablemente diferentes del cuerpo de Cristo, somos de otra naturaleza, de otra clase, de otra vida; no, somos contrarios a ella. En segundo lugar, no hay nadie tan apto como el Esp�ritu de Dios para hacerlo. En tercer lugar, c�mo hace esto el Esp�ritu de Dios; y eso es de dos maneras, como nos revela la Escritura. El uno es, siendo uno y el mismo Esp�ritu en todos los miembros de Cristo. �l entra en ellos y habita en ellos como uno y el mismo Esp�ritu, y as� forma esta uni�n.

El mismo Esp�ritu que estaba en Pablo estaba en Pedro; y as� todos los dem�s miembros de Cristo uno y el mismo Esp�ritu est� en ellos ( 1 Corintios 3:16 ). En segundo lugar, el Esp�ritu hace esto uniendo y haciendo un nudo entre estos miembros. Los une y los hace colgar juntos en uno; Los hace ser de un solo coraz�n.

IV. Ahora vengo a los usos. Primero, �es as� que el Esp�ritu de Dios une a todos los santos de Dios en un solo cuerpo? Entonces aqu� podemos ver la raz�n de la diferencia de los hombres en el mundo. Algunas empresas tienen un esp�ritu diferente; pero todos los santos de Dios tienen el Esp�ritu de Dios que los hace colgar juntos. En segundo lugar, �el Esp�ritu de Dios une a todos los santos de Dios en un solo cuerpo? Entonces lo que Dios junt�, nadie lo separe.

En tercer lugar, aqu� podemos ver c�mo probar nuestro conocido, y si la empresa a la que nos unimos es buena o no. Si nuestra compa��a tiene raz�n, el Esp�ritu de Dios se casa. El �ltimo uso es este: �es as� que el Esp�ritu de Dios une a todos los santos de Dios en un solo cuerpo? Entonces deber�amos tener un sentimiento de compa�erismo con todos los miembros de Cristo. Pero, �c�mo tendremos comuni�n con los miembros de Cristo? Primero, debemos informarnos lo m�s que podamos acerca de los dem�s.

En segundo lugar, deber�amos visitar a nuestros compa�eros. Como se dice de Mois�s, aunque era un gran cortesano en la corte de Fara�n, sin embargo, sali� a contemplar las cargas de sus hermanos ( �xodo 2:11 ). En tercer lugar, debemos tener en cuenta sus aflicciones. ( W. Fenner .)

La verdadera unidad de la Iglesia

I. Es espiritual.

1. En su naturaleza.

2. En su origen.

II. Supera todas las distinciones terrenales.

1. De nacionalidad.

2. Denominacionalismo.

3. De condici�n. ( J. Lyth, DD .)

Porque el cuerpo no es un miembro, sino muchos. -

Conexiones humanas

Alrededor de Dios hay un universo de conexiones. Nada est� solo. La econom�a de la administraci�n universal es la de pedir prestado y prestar. La ra�z arranca del suelo; el suelo del sol. No hay una masa de materia tan grande que pueda sostenerse por s� sola. Todos los grandes mundos se apoyan unos en otros. Los sistemas dependen de sistemas, como mundos en mundos. Son "todas partes de un todo estupendo". De la naturaleza inanimada a la sociedad humana. Aqu� encontramos la misma ley.

1. Podemos rastrearlo en todas las etapas del desarrollo del hombre. �Qu� es tan dependiente como un beb�? �Qu� no le debemos todos al amor materno y al amor paterno? Cu�ntos ojos vieron por nosotros, cu�ntos pies corrieron por nosotros, etc., cuando �ramos j�venes. Adem�s, cuando el beb� se ha convertido en un hombre, es m�s dependiente que nunca. Porque el hombre depende en la medida de sus necesidades; y a medida que un hombre crece, una gran cantidad de necesidades crecen con �l.

2. De hecho, la sociedad es s�lo una asociaci�n y es m�s una confesi�n de debilidad que una prueba de fuerza. La sociedad es solo un sistema educado de pedir prestado y prestar. Hablamos de que los hombres son los art�fices de su propia fortuna, de que se hicieron a s� mismos. �Pero c�mo? Porque en ellos estaba el poder de absorci�n. Sus mentes ten�an esa cualidad imperial que les permit�a poner a prueba las fuentes de todo conocimiento y obligar al universo de la materia y del pensamiento a rendir tributo a los pies de su crecimiento. Pero plante a cualquier hombre o mujer correctamente, es decir, br�ndeles conexiones favorables y crecer�n. Plant�elos mal y se controlar� su crecimiento.

3. Considere las conexiones favorables en las que se encuentran los hombres hoy en este pa�s. Antiguamente, todo iba en contra del individuo. El gobierno, la religi�n, la riqueza le robaron en efecto, las antiguas civilizaciones fueron el robo organizado del individuo. El gobierno de hoy no es nada, la religi�n no es nada, a menos que ayuden al hombre. El mundo, en todas sus combinaciones de ley y amor, se ha convertido en su amigo.

Si es ignorante, le ayuda al conocimiento; si es grosero, le ense�a la lecci�n del refinamiento; si es pobre, lo empuja hacia la riqueza; si es ciego, le ense�a a ver con los dedos; si es mudo, instruye a sus labios a hablar sin sonido. Toda la tendencia de la civilizaci�n moderna es hacer que las conexiones del hombre sean ben�volas y �tiles. En tales condiciones, es una verg�enza que uno no tenga �xito. El conocimiento, la virtud, la virilidad y la feminidad, la piedad, hoy son posibles para todos.

4. Es a trav�s de las conexiones que la civilizaci�n de su �poca teje alrededor de un hombre que �l ministra la benevolencia a los hombres, m�s que por cualquier canal creado por �l mismo. Hay una benevolencia consciente, pero lo que un hombre da con su mano no es nada comparado con lo que da a trav�s de sus actividades. Solo cuando comprendemos cu�n estrechamente estamos conectados con las personas, nos volvemos comprensivos con ellas.

El amor exige contacto y crece gracias a �l. Si deseas amar a los hombres, ve entre ellos. �Por qu� los hombres llaman base a un instrumento tan fino como la naturaleza humana, cuando s�lo se afloja en sus cuerdas y se debilita en su estructura? �No se puede reajustar el marco y volver a ensartar las cuerdas? Y cuando se haya hecho esto, y la mano del Hacedor lo vuelva a barrer, y las armon�as latentes resuenen, �ser� entonces bajo? Y es s�lo cuando vives en estrecha relaci�n con los hombres que puedes saber lo espl�ndidas que son en sus posibilidades.

Cristo tom� la naturaleza humana para conocerla. Amaba a los hombres porque eran hermanos. Y as�, hoy los salvadores de los hombres son los amantes de los hombres. Para ayudar al cuerpo de un hombre a salir de un pantano, debes agarrarlo con las manos y levantarlo, y para ayudar a que la mente y el alma de un hombre se eleven, tu mente y tu alma deben tomar las suyas y elevarlas.

5. No hay otra forma de mantener unida a la sociedad, salvo mediante el principio de benevolencia mutua, que favorece la dependencia mutua. Los fuertes deben soportar las enfermedades de los d�biles, o el orden universal de la creaci�n se volver�a ca�tico y destructivo. Porque el universo est� poblado de debilidad. Mira el reino natural. �Cu�n pocos son los robles y cu�ntos los juncos! Sin embargo, no hay una aguja de hierba, un p�jaro ni un gusano tan bajo y d�bil como para estar bajo el cuidado de Dios.

Y si los fuertes ignoraran el principio del amor, el mundo se ver�a arrastrado hacia atr�s y hacia abajo hasta la profundidad en la que se encontraba cuando naci� el cristianismo. Sin embargo, no solo el fuerte ayuda al d�bil, sino que el d�bil ayuda al fuerte. Las hierbas protegen las ra�ces del roble. Y as�, a trav�s de todos los �rdenes de la vida, desde los �rboles hasta los hombres, descubrir�s que los orgullosos y los elevados necesitan las cosas humildes.

El millonario necesita al sastre m�s que el sastre necesita al millonario. Las ramas del �rbol necesitan el suelo m�s que el suelo necesita las ramas. Por tanto, si alguno de vosotros, que es pobre y tiene pocos talentos, ha dicho: No servimos de nada; si solo tuvi�ramos talentos, dinero, conocimiento o poder, podr�amos ayudar a la gente; no lo digas m�s, porque por peque�o, d�bil y falto que sea, no faltas, no eres in�til. Si no pueden ser grandes �rboles, sean s�lo pastos y sepan que los pastos embellecen el mundo.

6. El autor de nuestra religi�n, sobre todos los dem�s hombres, reconoci� la responsabilidad de sus conexiones humanas. Vivi� en medio de la debilidad del mundo e hizo lo que pudo para fortalecerlo. La gente no tard� en comprender su bondad ni en amarlo por ello. Lo segu�an en multitudes; y mientras lo segu�an, continu� haci�ndoles bien. Todo esto se hizo para nuestro ejemplo. ( WHH Murray .)

Versículos 20-25

Pero ahora son muchos miembros, pero un solo cuerpo.

Los miembros del cuerpo de Cristo

I. Su unidad. "Un cuerpo."

II. Su diversidad. El ojo, la mano, etc.

III. Dependencia mutua.

IV. Compensaciones admirables.

V. Intereses comunes. ( J. Lyth, DD .)

Una unidad viva requiere

1. La combinaci�n de muchos miembros.

2. La disposici�n armoniosa de las partes.

3. La inspiraci�n de un Esp�ritu.

4. Cooperaci�n para un fin com�n. ( J. Lyth, DD .)

Cooperaci�n �til

�Me par� hace un rato y mir� una fuente para beber. Un �ngel de m�rmol, bellamente esculpido, estaba apuntando al cielo. Luego vino el granito pulido con inscripciones en letras doradas y enormes losas de piedra. Pero not� que el agua ven�a por una peque�a tuber�a de lat�n y la gente beb�a de una taza de hierro sujeta a una cadena de hierro. Y el �ngel de m�rmol apuntando hacia el cielo no habr�a servido de nada a nadie m�s que a la tuber�a de bronce y la copa de hierro.

Piensa si la pipa hubiera dicho: "Si no me hacen de oro, no pertenecer� a la cosa"; o si la copa hubiera dicho: "Debo ser de plata, o me avergonzar� de estar all�". No, cre� haber escuchado la m�sica de los tres: agua com�n, taza com�n, pipa com�n, todos cooperando para proporcionar el refrescante trago ".

Cada uno debe mantenerse en su propia estaci�n

En el repicar de las campanas, mientras cada uno guarda su tiempo y orden, �qu� sonido tan dulce y armonioso hacen! Todos los pueblos vecinos se animan con su sonido. Pero una vez que se agitan y se controlan entre s�, ya sea tintineando o golpeando de manera absurda, �qu� duro y desagradable es ese ruido! De modo que mientras testificamos nuestro regocijo p�blico con un repique ordenado y bien afinado, as�, cuando queremos decir que la ciudad est� en llamas, hacemos sonar las campanas al rev�s de una manera confusa.

As� sucede en la Iglesia y en la comunidad: cuando cada uno conoce su posici�n y mantiene sus debidas filas, hay un melodioso concierto de consuelo y alegr�a; pero cuando los estados o las personas chocan entre s�, la discordia es grave y extremadamente perjudicial. ( J. Spencer .)

Apoyo mutuo

�Fue s�lo el otro d�a�, dice uno, �not� una colina elevada, coronada con una madera robusta y gruesa. '�Cu�n a menudo', reflexion�, 'las orgullosas copas de esos �rboles son sacudidas de "la hiriente tempestad!" En muchas tormentas han luchado noblemente y han conquistado. Si estos �rboles se hubieran esparcido por las colinas circundantes, cada uno separado y solo, estas nobles ramas habr�an estado mucho antes de que se hubieran roto y pelado por el azote de muchas tormentas.

El viento impetuoso habr�a torcido y partido hace mucho tiempo estos troncos expuestos, o los habr�a llevado al valle. En la actualidad se refugian y se sostienen mutuamente, desafiando la tempestad. Anot� el pensamiento, como ilustrativo de los beneficios de la comuni�n en la iglesia ".

Y el ojo no puede decirle a la mano: No te necesito. -

El menor servicio al mayor

1. Es hermoso observar los estrechos v�nculos que existen entre las distintas clases de una comunidad, y c�mo la ruptura de una de ellas contribuir�a en gran medida a dislocar todo el sistema social. �El rey mismo es servido en el campo�; el trono est� conectado con el c�sped; el ilustre ocupante de uno depende del tim�n del otro. Es literalmente del campo de donde surgen todas las artes y comodidades de la vida civilizada.

Cuando miras una comunidad; con sus nobles, comerciantes, predicadores, hombres de ciencia, art�fices, quiz�s pienses poco del campesinado. Sin embargo, s�lo hay que suponer que el campesinado cesar� en sus labores y que se detendr�n casi de inmediato los negocios y los placeres de nuestra conmovedora comunidad. Una tierra cubierta de palacios, pero sin caba�as, ser�a una tierra de costosos sepulcros. �No expone esto efectivamente la ridiculez de ese orgullo que despreciar�a a los pobres?

2. Pero consideremos este gran hecho desde un punto de vista algo m�s pr�ctico. Supongamos el caso de una comunidad de la que se ha desterrado todo lo que se parece a la necesidad, de modo que, aunque todav�a existan gradaciones de rango, deber�a haber suficiencia en todas partes. Este es un estado de cosas que muchos fil�ntropos anhelan ardientemente, como la perfecci�n misma del sistema social. Pero no sabemos c�mo unirnos a este anhelo de opulencia universal.

El pa�s en el que ser�a m�s dif�cil progresar en la piedad genuina ser�a aquel en cuyas moradas no se encontrar�a ninguna que requiriera el socorro de la benevolencia cristiana. Una de las tendencias m�s fatales de nuestra naturaleza es la tendencia al ego�smo. �Y qui�n puede dejar de ver que el tener entre nosotros objetos que continuamente atraen nuestra compasi�n est� maravillosamente adaptado para contrarrestar esa tendencia? �Por qu�, entonces, deber�amos dudar en declarar a los pobres entre los benefactores de una comunidad? Podemos imaginar una revoluci�n tal en las circunstancias de este pa�s, que muchas de sus estructuras p�blicas podr�an ya no ser necesarias para los fines a los que originalmente estaban dedicadas.

Pero no ser�a la ruina de nuestros almacenes, museos o arsenales lo que podr�a llenarnos de aprensi�n por el bienestar espiritual de nuestro pueblo. Si bien barri� con edificios que nos pertenecen como pueblo rico, inteligente y poderoso, deber�amos sentir que, aunque podr�a haber mucho en la remoci�n que fue humillante, tambi�n podr�a haber mucho que sea rentable. Pero cuando se trata de remover estructuras levantadas para el refugio de los miserables, deber�amos sentir que la remoci�n es una indicaci�n de que de ahora en adelante habr� poco atractivo para las simpat�as del coraz�n y, por lo tanto, podr�amos anticipar el r�pido crecimiento del ego�smo.

Puede ser perfectamente cierto que el indigente no puede prescindir del benevolente, pero es igualmente cierto el robo que el benevolente no puede prescindir del indigente. Siempre que prestes o�do a una historia de angustia y contribuyas de acuerdo con tu capacidad al alivio del suplicante, recibes y confieres beneficio. El afligido evita, por su s�plica, que las caridades de su naturaleza crezcan ciervo, hormiga, y as� se puede decir que corresponde a la obligaci�n.

3. Era f�cil extenderse sobre la total inutilidad de �rdenes o individuos que pueden compararse con los miembros m�s honorables del cuerpo, si no hubiera otras �rdenes o individuos que pudieran compararse con igual idoneidad con los menos honorables. �De qu� servir�a, por ejemplo, el coraje y la habilidad de un general sin tropas para obedecer sus �rdenes? �De qu� el ingenio de los ingenieros, no hubo obreros para emplear sus inventos? �De qu� la sabidur�a del legislador, sin funcionarios para llevar a cabo sus medidas? Si los ministros cristianos se comparan con los ojos o la cabeza, dependen de los m�s bajos de la gente mientras persiguen su honorable y dif�cil empleo.

Porque si la presencia del sufrimiento es el gran antagonista del ego�smo, los pobres de su reba�o deben ser los mejores auxiliares del cl�rigo, ya que ayudan a apartar a los dem�s de esa dureza moral que los har�a insensibles a sus m�s fervientes protestas. ( H. Melvill, BD .)

Dependencia mutua

I. Es una ley general.

1. En la naturaleza.

2. En el mundo.

3. En la Iglesia.

II. Surge de ...

1. Imperfecci�n individual.

2. Diferencia de cargo y funci�n.

III. Est� ordenado divinamente.

1. Por el beneficio com�n.

2. Promoviendo mutuo:

(1) Amor.

(2) Soporte.

(3) Unidad. ( J. Lyth, DD .)

�Trabajadores, escuchen!

La sociedad est� tan completamente equilibrada, que si da�as una parte, da�as todas. El hombre que vive en una mansi�n y el hombre que rompe los adoquines afectan mutuamente la desgracia o la prosperidad. Dives no puede patear a L�zaro sin lastimarse su propio pie. Quienes arrojan a Sadrac al horno se queman la cara. �Y si el ojo dijera: �Soy supervisor de esta anatom�a f�sica; �Desprecio esos miserables dedos! " �Y si la mano dijera: �Soy un trabajador de primera clase; si hay algo que detesto es el ojo, �que no hace m�s que mirar! " �Oh, ojo tonto! �Cu�n pronto morir�as si no tuvieras la mano para sostenerte y defenderte! Oh, mano tonta, ser�as un simple torpe en la oscuridad si no fuera por el ojo. El alivio llegar� a las clases trabajadoras de este pa�s a trav�s de ...

I. Un mejor entendimiento entre capital y trabajo. Sus intereses son id�nticos; lo que ayuda a uno ayuda a ambos; lo que hiere a uno hiere a ambos. Mu�streme cualquier punto de la historia del mundo donde el capital prosperara y el trabajo oprimido, o donde el trabajo prosperaba y el capital oprim�a. Mu�streme cualquier punto en los �ltimos cincuenta a�os en el que el capital haya tenido una gran acumulaci�n y le mostrar� el punto en el que el trabajo obtuvo grandes salarios.

Mu�streme una �poca en la que el trabajo ganaba grandes salarios y le mostrar� el punto en el que el capital obten�a grandes beneficios. Cada discurso que el capital hace contra el trabajo o que el trabajo hace contra el capital es un aplazamiento de nuestra prosperidad nacional. Cuando el capital maligna trabaja, es el ojo el que maldice la mano. Cuando el trabajo difama al capital, es la mano la que maldice el ojo. La distancia entre el capital y el trabajo es s�lo un paso, y los trabajadores all� cruzar�n y se convertir�n en capitalistas, y los capitalistas cruzar�n y se convertir�n en trabajadores.

Ojal� se dieran la mano mientras cruzan. Los combatientes en la gran guerra son principalmente hombres que nunca se han visto obligados a trabajar y hombres que podr�an obtener trabajo pero no lo tendr�n. Quiero que se entienda que los trabajadores son el estilo m�s alto de capitalistas. Su inversi�n son sus m�sculos, nervios, huesos, habilidad, salud.

II. Asociaci�n cooperativa. Ese plan por el cual los trabajadores se convierten en sus propios capitalistas. Thomas Brassey declar�: �La cooperaci�n es la �nica soluci�n a la cuesti�n laboral; es el �nico camino por el cual las clases trabajadoras, en su conjunto, obtendr�n alguna vez su parte de las recompensas y los honores de nuestra civilizaci�n avanzada ". Thomas Hughes, Lord Derby, John Stuart Mill, hombres que dedicaron la mitad de su vida al estudio de esta cuesti�n, todos favorecen la asociaci�n cooperativa. Nuestro pueblo trabajador se volver� m�s sabio despu�s de un tiempo, y el dinero que desperdician en indulgencias dolorosas lo pondr�n en asociaciones cooperativas y se convertir�n en capitalistas.

III. M�s providencia y previsi�n. "Oh", dices, "no deber�as hablar as� en los tiempos dif�ciles". Te digo que los tiempos dif�ciles no siempre son para quedarse. Conozco a trabajadores que est�n en perfecto estado de nerviosismo hasta que se han librado de su �ltimo d�lar. Un joven trabaj� duro para ganar sus seiscientos o setecientos d�lares anuales. Lleg� el d�a del matrimonio. La novia hab�a heredado quinientos d�lares y se gast� cada d�lar en el vestido de novia.

Luego, el joven tom� un empleo nocturno adicional, �que casi le apaga la vista! �Por qu�? �Dejar algo para un d�a lluvioso? No; que podr�a conseguir ciento cincuenta d�lares por un manto de piel de foca para su esposa. Un ministro me dijo, en Iowa, que su iglesia y el vecindario se hab�an empobrecido por el hecho de que pusieron hipotecas en sus granjas para enviar a sus familias al Centenario de Filadelfia.

No era respetable no ir al Centenario. Ahora bien, entre esos tontos y el pauperismo hay un paso muy corto. Los tiempos f�ciles y dif�ciles cambian. En tiempos de paz, prep�rate para la guerra. No siento ninguna simpat�a por el ahorro flaco, pero suplico por la providencia cristiana. Algunas personas piensan que es una mala intenci�n bajar el gas cuando salen de la sala. El ahorro es mezquino o magn�fico seg�n lo sea para usted o para los dem�s.

IV. Descubrimiento m�s completo por parte de los empleadores de que es mejor para ellos dejar que sus empleados sepan c�mo est�n las cosas. Conoc� a un fabricante que empleaba a m�s de mil manos. Le dije: ��Alguna vez has tenido problemas con tus trabajadores? �Tienes alguna huelga? " "No. De vez en cuando convoco a mis empleados y les digo: 'Lo que resultaron este a�o no es tanto como lo que obtuvimos el a�o pasado.

No puedo pagarle tanto como lo hice. Ahora, sabes que puse todos mis medios en este negocio. �Cu�l cree que deber�a ser mi porcentaje y qu� salario deber�a pagarle? Ven, arreglemos esto. Y siempre somos un�nimes. Cuando sufrimos, todos sufrimos juntos. Cuando avanzamos, avanzamos todos juntos y mis hombres morir�an por m� ". Pero cuando un hombre va entre sus empleados con aire arrogante y se dirige a su f�brica como si fuera el aut�crata del universo, tendr� huelgas y ver� al final que ha cometido un terrible error.

V. La rectificaci�n religiosa del pa�s. El trabajo se aprecia y se recompensa en la misma proporci�n en que se cristianiza un pa�s. �Por qu� nuestra moneda m�s peque�a es un Benny, mientras que en China se necesitan seis o una docena de piezas para hacer un centavo? Mu�strame una comunidad infiel y te mostrar� una comunidad donde los salarios son peque�os. Mu�strame una comunidad que est� completamente cristianizada y te mostrar� una comunidad donde los salarios son comparativamente altos.

Nuestra religi�n es una religi�n democr�tica. Hace que el propietario del molino comprenda que es hermano de todos los operarios de ese molino. No me importa cu�nto dinero tengas, no tienes suficiente dinero para comprar tu camino a trav�s de la puerta del cielo. No me importa lo pobre que seas, si tienes la gracia de Dios en tu coraz�n nadie te puede excluir. La religi�n de Cristo vino a rectificar todos los males del mundo, y todav�a resolver� esta cuesti�n entre el trabajo y el capital.

La mano dura de la rueda y la mano suave de la sala de contar abrazar�n cada �ter en felicitaci�n todav�a. La mano dura dir�: "Arre� el desierto en un jard�n"; la mano suave responder�: "Yo proporcion� la semilla". por un lado dir�: "Golpe� los montes"; el otro dir�: "Pagu� por el mayal". Una mano dir�: "Clav� la lanza en una podadora"; la otra responder�: �Firm� el tratado de paz que lo hizo posible.

�Entonces el capital y el trabajo caer�n juntos, y no habr� nada que da�ar o destruir en todo el monte santo de Dios, porque la boca del Se�or lo ha hablado. ( T. De Witt Talmage, DD .)

Es m�s, son mucho m�s necesarios aquellos miembros del cuerpo que parecen ser m�s d�biles.

Poder de los d�biles

I. Los dones de primer orden. Son de dos clases.

1. Sobrenatural - como hablar en lenguas desconocidas, curar enfermedades, profetizar.

2. Natural, relacionado con:

(1) El coraz�n;

(2) El intelecto.

II. Los dones m�s d�biles.

1. Humildad.

2. Fidelidad.

3. Pureza de modales y de pensamiento.

4. Verdad.

5. Contentamiento.

6. Actividad en la causa de Dios.

7. Caridad, es decir, amor verdadero.

III. El hecho de que estos dones oscuros son los m�s necesarios para ...

1. El individuo que los posee.

2. La Iglesia. ( A. Vinet, DD .)

Los usos de los d�biles

I. La verdadera Iglesia tiene miembros aparentemente d�biles.

1. Hay quienes carecen de aquello a lo que el mundo atribuye la idea de poder.

(1) La gran riqueza es poder en la estimaci�n del mundo, y el que carece de ella es d�bil. Pero la excelencia m�s perfecta apareci� en forma de miseria mundana; de ah� que Cristo pareciera una ra�z de la tierra seca, sin forma ni hermosura. El alto oficialismo es poder en la estimaci�n del mundo. Ve el poder en el general que organiza sus ej�rcitos, en el estadista que gu�a los destinos de su pa�s, etc. Pero una larga vida de bondad en la regi�n de la oscuridad, donde viven muchos cristianos, pasa desapercibida.

(2) Las grandes dotes mentales son poder en la estimaci�n del mundo. Pero la mayor�a de los cristianos no suelen ser bendecidos con tales dones y, por lo tanto, por buenos que sean, parecen d�biles.

2. Hay quienes desarrollan su misi�n con un esp�ritu tranquilo y sin ostentaci�n. Todos los que tienen la mayor parte del esp�ritu de su Maestro trabajan as�. Las cosas m�s poderosas son las m�s silenciosas. La gravedad hace girar soles y sistemas sobre la inmensidad sin ruido.

II. Los miembros aparentemente d�biles son de vital importancia. Es importante tener hombres de grandes dotes en la Iglesia. Hombres as� a menudo han prestado un servicio destacado en la causa de la verdad. Pero la Iglesia puede seguir adelante sin grandes dotes, pero muere sin piedad. La gran piedad es m�s "necesaria" que las grandes dotes.

1. Al individuo. Estos �ltimos no solo existen a menudo aparte del primero, sino que a menudo militan en su contra al fomentar el orgullo. El genio enciende a menudo una antorcha que extrav�a el alma.

2. A la Iglesia. No son los razonamientos del fil�sofo, la elocuencia del orador, los que m�s han hecho por la Iglesia, sino la vida santa, las oraciones fervientes de los santos humildes.

3. Al mundo. �Qu� es lo que m�s requiere la sociedad en el momento actual? �M�s ciencia, leyes, inventos, oportunidades comerciales? No; pero piedad m�s encarnada. �sta es la sal que puede prevenir su corrupci�n, la luz que puede revelar a todos el camino de la paz.

Conclusi�n: Nuestro tema

1. Muestra que las condiciones de nuestros mayores intereses est�n disponibles para todos. Si nuestro bienestar e influencia para el bien dependieran de los grandes talentos, el caso de los millones ser�a desesperado, pero al consistir en la bondad simple, todos pueden alcanzar la felicidad que buscan.

2. Nos urge a reconocer y reverenciar la bondad dondequiera que la veamos. V�alo en la caba�a m�s humilde, y en un marco desgastado y p�lido por la pobreza; y, al verlo, honrarlo como un rayo del "Padre de las luces". ( D. Thomas, DD .)

Un lugar para los m�s d�biles

Al estallar la Guerra Civil Estadounidense, hab�a muchos hombres fuertes que estaban completamente de coraz�n y alma con el movimiento por la liberaci�n de los esclavos. Muchos de ellos eran peque�os agricultores a los que dif�cilmente se les pod�a salvar de sus granjas; pero aun as�, donde hay voluntad, hay un camino. Un d�a, por esta �poca, un caballero iba por la carretera y vio a un ni�o peque�o en el arado. Pregunt� c�mo se ve�a obligado a hacer un trabajo que no era el trabajo de un muchacho en absoluto, sino de un hombre adulto. �Bueno, ya ve, se�or�, dijo el muchacho, �el padre est� peleando y la madre est� rezando, y yo estoy trabajando. �Todos estamos haciendo lo que podemos! "

Los d�biles son necesarios

Las almas d�biles son como esas huellas de tierra que no tienen ni profundidad ni riqueza de suelo, pero, por m�s �ridas que sean, producen algo para servir al mundo. Los desiertos arenosos y tormentosos del Cabo est�n cubiertos de brezos de todas las l�neas y formas, para embellecer la escena y encantar al viajero. Aun as�, el alma m�s d�bil puede mostrar alguna fase de sentimiento y car�cter que a�adir� belleza a su esfera. El mundo quiere el p�ramo tanto como el roble, y los cielos geniales brillan por igual en ambos. "Incluso los m�s d�biles son necesarios". ( D. Thomas, DD .)

Versículos 25-26

No deber�a haber cisma en el cuerpo.

El cisma puede ser destructivo

Un tornillo en el cig�e�al de una locomotora de un tren expreso a toda velocidad se dirigi� as� a la maquinaria circundante: �Soy muy peque�o, pero sumamente importante. Sin m�, todo el tejido se vendr�a abajo. De m� depende el buen funcionamiento de todo el motor. �Ahora observa lo importante que soy! " y luego, sin m�s pre�mbulos, el tornillo salt� de su casquillo, envolviendo a todo el tren en una ruina irremediable. ( Grandes pensamientos. )

Cisma

I. Su naturaleza.

1. Su ascenso: una divisi�n de opiniones. En esta etapa existi� entre los oyentes del Salvador con respecto al Mesianismo de Jes�s; y Juan nos informa "as� que hubo una divisi�n (cisma) entre la gente a causa de �l". Si bien no avanza m�s, se convierte en el deber obvio de los creyentes esforzarse por la oraci�n ferviente, la investigaci�n diligente de las Escrituras y una conferencia tranquila y amistosa, para llegar a la misma mente.

2. Su progreso: una ruptura de la amistad, ya sea por palabras o tratos desagradables, por negligencia parcial u obvia, por falta de amor a los hermanos y preocupaci�n por su inter�s y bienestar, o por respeto a cualquier miembro o miembros de la Iglesia como inferior, in�til o innecesaria.

3. Sus resultados.

(1) Divide los intereses del pueblo de Dios.

(2) Destruye el esp�ritu de oraci�n.

(3) Expone la religi�n al desprecio.

(4) Trae miseria o ruina al individuo que lo excita o promueve.

II. El deber de los creyentes como lo respeta.

1. Ejerciendo gran cuidado en la admisi�n de personas en la Iglesia.

2. Vigilando nuestro propio temperamento, protegi�ndonos de toda mirada, palabra o acci�n orgullosa y altiva. Debemos cultivar la paciencia mutua y la imparcialidad en nuestro trato y expresiones con respecto a nuestros compa�eros miembros y los ministros del Evangelio. Debemos estar muy atentos a la lengua. Muchos cismas han comenzado con una palabra insignificante y descuidada. Debemos evitar todas las falsas doctrinas.

3. Por sumisi�n a la disciplina de la Iglesia.

4. Por la oraci�n. La comuni�n con Dios nos conforma a Su imagen, y esa imagen es el amor. ( J. Hicks .)

De cisma

En general, no puede haber cisma, pero en los casos en que lo hay, hay una obligaci�n de unidad y comuni�n; de modo que para definir su naturaleza debemos encontrar alg�n centro de uni�n que sea com�n a todos los cristianos.

1.En cuanto a la uniformidad del sentimiento en cuestiones de creencia especulativa, ese nunca puede ser el centro com�n de la unidad cristiana, porque es en la naturaleza de las cosas imposibles. Porque para ello, toda la humanidad debe tener exactamente la misma fuerza de entendimiento, las mismas ventajas, la misma forma de educaci�n, las mismas pasiones, prejuicios e intereses. Adem�s, si todos los cristianos deben coincidir en la misma forma de pensar acerca de cada controversia en religi�n, �qu� opini�n prevalecer� y se convertir� en la norma p�blica? �La mayor�a debe decidir por nosotros? �C�mo determinaremos, sin recoger el voto de cada individuo, qui�nes son la mayor�a? �La mayor�a siempre tiene raz�n? �O debemos, en aras de la uniformidad, profesar (creer que no podemos) en contra de la verdad y la raz�n? �No har� esto disimulo e hipocres�a a toda religi�n? Pero si no se puede asegurar la uniformidad de opini�n de esta manera, �no seremos gobernados por los cristianos m�s eruditos y piadosos, que no se dejan influir por pasiones irregulares ni se dejan influir por prejuicios criminales? Respondo que qui�nes son realmente los m�s eruditos y piadosos ser�n objeto de una disputa interminable, y nunca podr� ser resuelto con certeza.

Son falibles al igual que otros; y han mantenido con frecuencia principios que derogan en gran medida el honor de Dios, y son un gran perjuicio para la religi�n. Entonces, de lo que se ha dicho, se desprende que esforzarse por llevar a toda la humanidad a los mismos sentimientos en cuestiones de controversia religiosa es un esquema absurdo y rom�ntico, y representa la religi�n como nada m�s que formalidad exterior, artificio y oficio.

Lo mismo puede decirse de la uniformidad en los modos externos de adoraci�n y disciplina, es decir, que �ste, igualmente, no puede ser un t�rmino necesario de la comuni�n cristiana. Porque ser� tan dif�cil determinar qui�nes han de establecer los ritos y ceremonias externas, y las formas de gobierno de la Iglesia, como art�culos de creencia especulativa. Adem�s, la legalidad, conveniencia o autoridad divina de cualquier forma particular es tanto una cuesti�n de opini�n privada como la verdad o falsedad de las proposiciones doctrinales; y por lo tanto es natural esperar una variedad de sentimientos al respecto.

Perm�tanme agregar a esto, que una variedad de sentimientos en la religi�n, mientras se mantienen la moderaci�n y la caridad mutua, no pueden hacer da�o, mientras que un intento de introducir la uniformidad p�blica ha sido una fuente constante de cismas en la Iglesia, y mantendr� viva infaliblemente. un esp�ritu de animosidad. Y finalmente, cuando hay una diferencia de opiniones y una variedad de formas externas, este es el estado de cosas que el sabio esperar�a, si todos fueran investigadores honestos e imparciales; que si prevaleciera universalmente un conjunto de principios y el mismo esquema de culto, no se parecer�a a la naturaleza humana; no tendr�a nada de apariencia de sinceridad; y, en consecuencia, debe llevar a un espectador indiferente a concluir que la religi�n era todo complacencia, cortes�a y pol�tica carnal, y no brotaba de una convicci�n del entendimiento,

2. Har�a algunas observaciones, relacionadas con la naturaleza y la culpa del cisma, y ??as� concluir�a.

(1) Parece que haya tantas diferencias entre los cristianos, mientras se mantenga la caridad mutua no puede haber culpa de cisma. Un hombre que tiene la fe com�n del evangelio, lleva una vida santa, se comporta pac�ficamente y tiene caridad para todos, a pesar de las peque�as variedades por las que se distinguen unos de otros, no difiere de ninguna iglesia en la medida en que est� formada. sobre los principios esenciales del cristianismo; pero s�lo se toma esa libertad de juzgar por s� mismo que la raz�n permite y la revelaci�n le confirma; una libertad para diferir de las exposiciones falibles de la Escritura, de las constituciones civiles u ordenanzas eclesi�sticas de bastante menos autoridad.

(2) Las diferencias entre cristianos no solo son inocentes mientras se conserva la unidad de afecto, sino que hay muchos casos en los que la separaci�n de una iglesia en particular es absolutamente necesaria.

(3) Ninguno que sea verdaderamente honesto, que no se deje llevar por pasiones irregulares o prejuicios viciosos, sino que, tras una investigaci�n deliberada e imparcial, de acuerdo con su capacidad y ventajas, se crea obligado, en conciencia, a disentir de sus hermanos; ninguna persona como �stas, digo, puede incurrir en la culpa del cisma. Porque esto ser�a convertir la honestidad misma en un crimen; y al mismo tiempo que suponemos que es deber del hombre actuar seg�n la luz y las indicaciones de su conciencia, reprocharlo y condenarlo por ello. �Y no trataremos los errores involuntarios con franqueza y humanidad? ( James Foster .)

Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con �l. -

Los sufrimientos de todos en los sufrimientos de uno

Mira esto ...

I. De hecho.

1. Los sufrimientos de los desdichados en una comunidad afectan a todos. Los sufrimientos del comerciante cuyo negocio se quiebra, del agricultor al que le fallan las cosechas, de los operarios que se quedan sin trabajo, afectan m�s o menos a cada individuo del Estado.

2. Los sufrimientos de los criminales en una comunidad afectan a todos. Est� el estafador cuyos planes, despu�s de enriquecer sus propias arcas, se derrumban, esparciendo desastres por todas partes. Est� el asesino, ya sea por asesinato o por guerra, sus sufrimientos, porque los sufrimientos que tiene, afectan a todos de una forma u otra. El registro de la vida, el juicio y la ejecuci�n del asesino provoca una punzada en el coraz�n de muchos. As� tambi�n las guerras traen sufrimiento, de una forma u otra, a todos los individuos de una comunidad.

3. Los sufrimientos de los no trabajadores en una comunidad afectan a todos. Hay decenas de miles en cada comunidad civilizada que holgazanea su existencia en salones, clubes y tabernas: consumen todo y no producen nada. Suspiran su miserable existencia bajo el peso del hast�o; cada uno de la comunidad se ve m�s o menos afectado. El capital com�n de la subsistencia humana depende del trabajo y es limitado: por lo tanto, quienes participan de ese ganado sin trabajo son ladrones sociales. Estos sufrimientos pueden ser corporales, por privaci�n de alg�n consuelo, o necesarios, o en la mente.

(1) Por un doloroso sentido de responsabilidad.

(2) Por una dolorosa sensaci�n de disgusto por la carrera. �Qui�n puede ver a la naturaleza humana estafando, asesinando, holgazaneando, corrompiendo, sin sentirse avergonzado de la raza a la que pertenece?

II. Como deber. Se nos ordena �llevar las cargas unos de otros�, �llorar con los que lloran�, etc., de hecho, seguir a Cristo. �Y qu� era Cristo? La encarnaci�n de una filantrop�a divina. Ahora bien, el deber de todo hombre es, como miembro de la raza, sufrir mediante la filantrop�a pr�ctica con y por un mundo que sufre: tanto sufrir por �l como para orar, trabajar y morir por �l, si es necesario.

Conclusi�n&mdash

1. No seas demasiado severo con los criminales. El criminal m�s vil que jam�s haya producido Inglaterra ha sido alimentado y madurado por las influencias conjuntas de la vida de cada hombre: cada miembro del Estado ha contribuido con algo para producirlo.

2. Vivir para purificar la atm�sfera moral del mundo. Un d�a creemos que la atm�sfera del mundo ser� tan pura con santidad que las serpientes humanas y los reptiles venenosos ya no vivir�n all�. Aporta tu parte a este fin, env�ale los pensamientos m�s nobles, para que circule y respire en �l las influencias m�s puras del amor y la luz. ( D. Thomas, DD .)

La unidad del cuerpo en el sufrimiento.

Como cuando por casualidad se planta una espina en el tal�n, todo el cuerpo manifiesta un sentimiento de compa�erismo; la espalda, las manos, el est�mago y los muslos se juntan, las manos como asistentes o escuderos se acercan a la parte herida y proceden a extraer el doloroso accesorio; La cabeza se inclina, los ojos se ven tristes, la frente se ahonda en paralelos de solicitud. ( Cris�stomo ).

La unidad del cuerpo en el sufrimiento.

Cuando uno se lastima el dedo, tal es el sentimiento de compa�erismo que se extiende a lo largo del cuerpo hasta el alma hasta que alcanza el principio rector, que, durante todo el condolencias con la parte afectada, el hombre no dice "me duele el dedo", sino que yo me duele el dedo. ( Plat�n .)

Pertenencia a un organismo

1. �Hubo alguna vez un comentario m�s verdadero que el del texto? Una part�cula de polvo en el ojo, un nervio irritable en un diente, un esguince en el pie y �qu� cese instant�neo del disfrute de la vida! �En qu� se convierte el placer de un d�a cuando un dolor de cabeza o un ojo inflamado tiene que ser transportado a trav�s de �l? Por otro lado, cuando un miembro es especialmente honrado, todos los miembros se regocijan con �l. Imag�nese que una part�cula de polvo ha estado al acecho en el ojo durante una noche y un d�a; ahora imag�nelo eliminado, �y qu� sentido positivo de placer se difunde por todo el marco! Todas las dem�s partes se encuentran, por as� decirlo, para felicitar a la parte aliviada. Tal es la verdad de la que San Pablo extrae aqu� su lecci�n espiritual.

2. No es bueno que el hombre est� solo; en cierto sentido, no es posible. Un personaje pobre y atrofiado ser�a aquel que fuera completamente aut�nomo. A eso se dirige la naturaleza humana ca�da; pero no lo ama cuando lo ve en un ejemplo vivo. Nadie piensa que ego�sta es un t�rmino de alabanza. Y Dios, conociendo bien esta tendencia, se ha interpuesto a cada paso para salvarnos a todos de ella.

I. Nos ha establecido en familias, y la tendencia de la vida familiar es contrarrestar el ego�smo. �Cu�les creemos que son los efectos de la necesidad pr�ctica de un hogar? Pero, por desgracia, podemos vivir en hogares cristianos ejemplares y no aprender la lecci�n de ser miembros de un cuerpo; no conocer la deuda de gratitud que el ojo tiene con la mano por obedecer su indicaci�n, y la cabeza con el pie por ejecutar su mandato; No aprender c�mo un hijo debe comportarse con una madre, o c�mo un hermano debe tratar con una hermana.

II. Lo que, para una parte de la familia humana, s�lo puede hacer el hogar, lo hacen varias subsidiarias para otra. Lo que califica especialmente a una escuela p�blica para ser �til en la formaci�n del car�cter es el hecho de que es un cuerpo, un todo organizado compuesto de partes, cada una de las cuales tiene su propio trabajo definido, que sin embargo afecta y es afectado por todos los dem�s. . No conozco nada tan satisfactorio, en relaci�n con los juegos escolares, como su influencia para llevar a los ni�os a valorar la habilidad o la fuerza, no tanto como un medio de �xito o reputaci�n individual, sino como un medio de seguridad para el �xito o la reputaci�n de la escuela.

Queda por ver si el sentimiento escolar dar� buenos frutos en el futuro. Y para que lo haga, recemos para que el patriotismo escolar se lleve a su campo leg�timo. Si, por ejemplo, ve a uno de sus compa�eros de escuela pecar, sufra con �l; no te des descanso hasta que hayas hecho algo para salvar un alma de la muerte.

III. El patriotismo es una de las formas en que se debe manifestar el sentimiento de vida colectiva. Dios ha dise�ado nuestro pa�s para que sea el objeto m�s elevado, pero uno de nuestros pensamientos y preocupaciones en la tierra.

IV. Pero somos el cuerpo de Cristo, y miembros en particular. Procura vivir juntos como los que lo son. No se haga nunca ning�n acto que sea incompatible con el funcionamiento adecuado de las diversas partes y miembros de todo el cuerpo cristiano. Nunca se digan a ustedes mismos, soy demasiado insignificante para ser de alguna importancia entre los miembros de Cristo, ni para otros, no los necesitamos. El objetivo de Cristo al tener un cuerpo terrenal es que nos ayudemos unos a otros.

No seas ego�sta en tu religi�n: el cielo no se gana as�. La vida individual ser� saludable y vigorosa en la medida en que se expanda y se difunda hacia los que le rodean. Que la vida cristiana no sea la belleza de unos pocos ex�ticos que perfuman una habitaci�n; sino m�s bien el de un huerto del Se�or, regado, cuidado y que da fruto; a plena luz, al aire libre; teniendo en medio de nosotros ese �rbol de la vida, cuyas hojas no son para el privilegio de unos pocos, sino para la curaci�n de las naciones. ( Dean Vaughan .)

La benevolencia del evangelio

I. Dios no nos concede nada simplemente por nuestra propia cuenta, sino por el bien de los dem�s. Todos deber�amos simpatizar con los dolores y regocijarnos en las alegr�as de los dem�s, como si fueran nuestras. Este principio no es exclusivo de la Iglesia. Entra en la idea misma de una sociedad, que somos afectados rec�procamente por cualquier cosa que afecte a cada miembro.

1. Tome, por ejemplo, la familia. �Que sufran los m�s peque�os y los menos considerables, y qu� sombra de tristeza se esparce por toda la casa! Cuando la familia alcanza la madurez, al principio puede parecer que la cadena que los un�a tan estrechamente se hubiera roto. El pensamiento mutuo rara vez interrumpe las preocupaciones apremiantes de la ocupaci�n diaria de cada uno. Pero que cualquiera de estos hermanos alcance una alta distinci�n, �y qu� brillo se refleja a la vez en todos los que llevan su nombre! O deje que un miembro se deshonre a s� mismo por el crimen, y cu�n tristemente caiga la desgracia sobre sus parientes.

2. Pero somos miembros de una sociedad m�s amplia. Nuestra felicidad en la comunidad est� sujeta a la misma ley. Si nuestro pr�jimo a nuestro alrededor sufre, nosotros tambi�n sufriremos, a menos que hagamos todo lo que est� a nuestro alcance para aliviarlos. Dejemos que una epidemia mort�fera caiga sobre alg�n vecindario abandonado, y llegar� a las moradas de los opulentos, y la pestilencia pronunciar� con solemne acento las palabras del texto.

3. Tome un campo m�s extenso. �Cu�n a menudo se ha construido la forma de organizaci�n social en beneficio exclusivo de unos pocos y no del conjunto! Ver�s la faz de la tierra aqu� y all� embellecida por las mansiones de los propietarios, mientras el mill�n, los hijos de la ignorancia y el vicio, se juntan en caba�as como brutos. Todo esto contin�a silenciosamente, puede ser, durante generaciones. Por fin, alguna hambruna o alg�n acto gigantesco de opresi�n enloquece a la multitud hasta el frenes�, y de repente la estructura del gobierno que las edades hab�an cimentado se desmorona en polvo.

4. O podemos observar las relaciones de un solo individuo con toda una naci�n. Supongamos que un gobierno pone su mano injustamente sobre la porci�n m�s peque�a de la propiedad de un ciudadano. Puede ser, por ejemplo, el dinero de los barcos de Hampden o el impuesto insignificante sobre el t� que inaugur� la revoluci�n estadounidense. De inmediato, el ciudadano m�s remoto del reino siente la conmoci�n. Un miembro ha sufrido y todos los miembros han sufrido con �l.

Al infligir injusticia a un solo ciudadano, el Gobierno ha ultrajado el sentimiento moral de la naci�n. Y debe volver sobre sus pasos; o de lo contrario, a menos que el amor a la libertad se extinga por completo, debe sobrevenir una revoluci�n.

II. Si Dios ha hecho que nuestra felicidad dependa del curso de la vida aqu� indicado, lo ha hecho para ense�arnos Su voluntad. Se nos impone as� una necesidad moral. No podemos vivir para nosotros mismos sin violentar nuestra conciencia e incurrir en las consecuencias de la desobediencia a Dios. Pero, en un asunto de tanta importancia, no nos dejamos a la luz sin ayuda de la religi�n natural. La Biblia nos ense�a esta doctrina en cada p�gina.

Nuestro Padre no nos impone ning�n deber que no nos haya dado ejemplo. Debemos imitar su ilimitada beneficencia, utilizando los talentos de todo tipo que nos ha encomendado para el bien de los dem�s. Debemos imitar su amor abnegado en el plan de redenci�n, llevando las buenas nuevas de salvaci�n a los perdidos. Tal era el Esp�ritu de Cristo, y se nos dice que a menos que tengamos el Esp�ritu de Cristo, no somos de �l.

Dios es amor, y el que vive en el amor habita en Dios, y Dios en �l. El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. Conclusi�n: Estamos pasando nuestro per�odo de prueba en la m�s solemne de todas las condiciones posibles. A cada uno de nosotros se nos presenta la elecci�n entre dos modos de vida. �Vivir�s para ti mismo y perder�s tu propia alma, o vivir�s para Dios y entrar�s en el reposo que queda? Ahora es el momento de tomar una decisi�n. ( J. Wayland, DD .)

Responsabilidad social

San Pablo pensaba principalmente en los sufrimientos morales, no f�sicos. La Iglesia de Corinto hab�a sido culpable de graves cr�menes que, seg�n �l, deber�an sentirse como una desgracia para todos. �Nuestra estimaci�n del crimen se corresponde con el esp�ritu de estas palabras? Es notorio que nuestro inter�s en una gran prueba es solo lo que sentimos en una novela. Es muy interesante, muy horrible, pero no tenemos nada que ver con eso.

Observamos al criminal como si fuera una criatura salvaje en los Jardines Zool�gicos; y luego, cuando es declarado culpable y sentenciado, decimos: �Est� debidamente servido; no tengamos ning�n sentimentalismo sensiblero; la sociedad est� bien librada del sinverg�enza ". Y as� cerramos nuestra novela y recurrimos a temas m�s d�ciles, nuestras tareas diarias, hasta que se presenta una nueva emoci�n. Ahora bien, �es esto justificable, cristiano o justificado por los hechos? Nota&mdash

I. Los principios que deben regir el pensamiento de un cristiano en su estimaci�n de un gran caso criminal.

1. Todo criminal es, en cierta medida, producto del esp�ritu de la sociedad en la que ha pasado su vida. As� como ciertos distritos pantanosos son favorables al crecimiento de insectos nocivos o enfermedades, los estados de �nimo particulares del sentimiento popular son favorables al crecimiento del crimen. Por supuesto, ning�n criminal es del todo la v�ctima inconsciente indefensa de sus circunstancias. El libre albedr�o de un hombre nunca est� necesariamente esclavizado por nada externo a �l mismo.

Sin embargo, la mayor�a de nosotros estamos gobernados en gran medida por las influencias en medio de las cuales pasamos nuestras vidas. Para muchos, respirar una atm�sfera de corrupci�n moral es casi inevitablemente volverse criminales. Ahora bien, �qui�n es el responsable de esta atm�sfera? �Yo no� ser�a la respuesta de la mayor�a de nosotros, y sin duda no hemos contribuido directamente a este o aquel crimen en particular; pero, �no hemos contribuido en nada a ese estado de sentimiento que hace que el crimen sea natural para el criminal? No, hay una reserva general de maldad moral en el mundo al que todos contribuimos con el pecado que cometemos, as� como cada peque�a casa de Londres hace algo para espesar el aire. Y esto nos toca a todos como la atm�sfera com�n que todos respiramos. Si uno sufre, por tanto, todos deber�amos sufrir con �l.

2. Toda culpa es relativa a las oportunidades de un hombre ante los ojos de Dios. Nuestro Se�or insiste una y otra vez en que la responsabilidad de un hombre se corresponde exactamente con sus oportunidades de saber lo que es correcto. �Ay de ti, Coraz�n�, etc. �A quien se le da mucho�, etc. Esto pr�cticamente lo ignoramos. Pensamos en el pobre al que se le han negado nuestras ventajas como si hubiera actuado desde el mismo nivel de conocimiento, etc.

, que ocupamos. Pero su grave crimen puede, en �l, significar menos infidelidad a la luz y la gracia que lo que consideramos nuestros peque�os pecadillos. Si tenemos esto en cuenta cuando un miembro sufre, todos deber�amos sufrir con �l.

3. Debe haber una convicci�n profunda y sincera de nuestra propia condici�n de pecadores ante Dios; entonces no tendremos coraz�n para ser duros con los dem�s. Nuestra propia capacidad para el mal solo es controlada por la gracia de Dios. "Si no fuera por la gracia de mi Hacedor", dice San Agust�n, "habr�a sido el peor de los criminales".

II. �Cu�les han sido, cu�les deber�an ser los efectos de esta forma cristiana de ver el crimen?

1. La suavizaci�n de las penas de la ley penal. La conciencia de la sociedad se detiene con el susurro: "�Qui�n eres t� que juzgas a otro?"

2. Esfuerzos constantes por arrancar sus ra�ces mediante escuelas, reformatorios, caridad cristiana, etc.

3. La determinaci�n de vivir nosotros mismos m�s cerca de Dios. No podemos influir en la legislaci�n, o fundar instituciones para la reforma de los criminales, pero todos podemos hacer algo dentro de nuestras propias almas que ayudar� a purificar la moral corrupta al m�ximo, aqu�. ( Canon Liddon .)

O un miembro sea honrado, todos los miembros se regocijan con �l.

El deber de todos de regocijarse por el honor dado a sus hermanos

I. Regocijarse es un deber cristiano - requerido -

1. Por nuestra propia cuenta.

2. Por cuenta ajena. Aqu� una simpat�a desinteresada por el honor de otro, no solo para no envidiarlo, sino para regocijarse en �l.

II. De qu� puede ser el medio este regocijo por el honor otorgado a otros. De&mdash

1. Incrementar su alegr�a.

2. Demostrar su amor y simpat�a.

3. Involucrar y confirmar su amor por ti. ( T. Robinson .)

Versículo 27

Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en particular.

El cuerpo de Cristo

I. Los verdaderos cristianos, como cuerpo de Cristo, manifiestan Su presencia personal entre los hombres. En Cristo encarnado "Dios fue manifestado en carne". As� como realmente Cristo se manifiesta en Su Iglesia.

II. El cuerpo de Cristo revela la mente de Cristo. El cuerpo y la mente se corresponden tan estrechamente, que la mente a veces adapta el cuerpo a su propio car�cter. Las caracter�sticas esenciales, si no todos los pensamientos y sentimientos, se revelan en el gesto, el andar y el semblante. El cuerpo humano de Cristo cumpli� el mismo prop�sito al expresar Su mente. Ahora tiene otra manifestaci�n. �l est� formado en nosotros y as� se expresa tan verdaderamente como una vez a trav�s de la carne y la sangre.

Estas �ep�stolas vivientes son conocidas y le�das por todos los hombres�, escritas con los pensamientos de Cristo, como esos pensamientos fueron escritos una vez en Su propio rostro. Somos cristianos s�lo en la medida en que encarnamos y revelamos a Cristo a los hombres.

III. Estos miembros del cuerpo de Cristo son los instrumentos para la ejecuci�n de su voluntad. El cuerpo es el sirviente del alma. Tal era el cuerpo de Cristo en la tierra. Ahora se deja a un lado para otros �rganos, incluso Su Iglesia, que son "miembros de Su cuerpo, de Su carne y Sus huesos". Aqu� est� la idea radical del servicio cristiano. No somos independientes para seguir nuestros propios prop�sitos, sino la voluntad de Cristo.

Mientras que las manos y los pies son instrumentos involuntarios movidos por el alma, los �rganos del cuerpo de Cristo act�an libremente, aunque Dios obra en ellos el querer y hacer de Su buena voluntad. Aunque no pierden la identidad ni la individualidad, est�n tan asimilados entre s� y con Cristo que act�an libremente junto con la armon�a de la m�quina m�s bellamente adaptada. Una vez m�s, Cristo ahora no se limita a ning�n lugar a la vez, sino que est� en todas partes, en cada coraz�n cristiano.

Si se apoderara por completo de todos los miembros de su cuerpo y de todos los agentes que ellos comandan, �qu� �xitos r�pidos y abrumadores alcanzar�a! Cuando la Iglesia sea santificada, cuando ning�n miembro est� paralizado, dormido o reacio, pero el conjunto sea �claro como el sol, hermoso como la luna y terrible como un ej�rcito con estandartes�, �cu�n pronto ser� redimido el mundo! ( H . Mead, DD ).

El cuerpo de Cristo

El qu�mico mezcla sus diversos elementos en la bater�a, y cuando se juntan y se cumplen las condiciones, la electricidad est� ah�. No invoca electricidad desde una distancia remota; pero ya dormida en estos elementos estaba la energ�a el�ctrica, y cuando se combinan, instant�neamente surge la energ�a el�ctrica. Entonces Cristo dice: �En cada uno de ustedes, cristianos, hay un poder latente.

Yo estoy en ustedes, pero hay m�s de M� en todos ustedes juntos que en cualquiera de ustedes separados e individualmente; y cuando te has combinado alrededor de Mi estandarte y Mi nombre para hacer Mi voluntad, surge no solo la fuerza que proviene de la uni�n, sino la ayuda Divina que proviene de esto, que estoy en medio de esa organizaci�n, el esp�ritu que inspira el cuerpo ". Se vuelve a la vez m�s que humano, se vuelve Divino, el cuerpo de Cristo. ( Lyman Abbott .)

El cuerpo de Cristo

Dios ha elegido los objetos m�s familiares para que sean los emblemas de Cristo y Su Iglesia: �rbol, roca, casa, trigo, pan y aqu� el cuerpo humano. En el cuerpo."

I. Toda la vida es la cabeza. Si separas de �l la part�cula m�s peque�a del cuerpo, en ese momento muere. Y entonces la Iglesia est� en tal uni�n con Cristo que si voluntariamente rompes la uni�n por el pecado o la incredulidad, �est�s, espiritualmente, tan muerto como un miembro amputado!

II. Todos los sentimientos y todas las fuentes de poder y acci�n residen en la cabeza. Cuando se lesiona cualquier parte del cuerpo, un nervio comunica el hecho al cerebro y ah� est� el sufrimiento. Y luego, desde el cerebro, un nervio comunica al lugar lesionado lo que se debe hacer dadas las circunstancias. Y as�, todo lo que toca a cualquier miembro vivo de la Iglesia, ya sea para bien o para mal, sube de inmediato a Cristo; y de �l nuevamente fluyen hacia ti las cuerdas inquebrantables de Su simpat�a, gu�a y poder.

III. Las diferentes partes de nuestro cuerpo se mantienen juntas por su encuentro en una sola cabeza. De modo que no hay unidad real de los cristianos, excepto cuando todos se encuentran y se unen en el �nico Cristo. Cristo es, y debe ser, la pieza central del arco de la unidad. Si esa pieza central no est� all�, �el arco se caer�!

IV. Ninguna parte del cuerpo puede comunicarse con otra excepto a trav�s de la cabeza. Mi mano derecha no puede tocar mi izquierda sino a trav�s de la cabeza. As� es en la Iglesia. Todo verdadero servicio y caridad debe ser por medio de Cristo. Si he sido amable con alguien es que lo ha hecho el Director, de principio a fin.

V. Algunos miembros son considerados "m�s honorables" y otros menos, pero todos pertenecen al mismo "jefe" y, por lo tanto, comparten la misma dignidad. As� ocurre con la Iglesia. El hombre m�s pobre y mezquino que camina sobre esta tierra, si es un �hijo de Dios�, est� en la Cabeza. Te encuentras con �l all�; �l es igual contigo all�. Conclusi�n:

1. � Fuera todo ego�smo, orgullo, aislamiento! Somos todos un cuerpo.

2. Este principio va m�s all� de este mundo. En el cielo mismo est� "el Cuerpo de Cristo". Y no hay nada m�s grande que eso. Los santos en la gloria son mis compa�eros en ella. ( J. Vaughan, MA .)

El cuerpo de Cristo y sus miembros

I. La Iglesia es el cuerpo de Cristo ( cf . Efesios 1:22 ; Efesios 4:12 ; Colosenses 1:24 ).

1. Tenga en cuenta las semejanzas.

(1) As� como el cuerpo revela el alma, la Iglesia revela a Cristo. Lo que amamos est� en nuestros amigos, no en el cuerpo. Eso es solo el ata�d. Pero no sabemos nada de sus almas excepto a trav�s del cuerpo. Nos las revela la mirada de los ojos, el tono de la voz, las obras de amor. De modo que nunca se ve a Cristo directamente. La salvaci�n de los hombres depende de la revelaci�n de Cristo por la Iglesia.

(2) Como el alma act�a por el cuerpo, as� Cristo act�a a trav�s de la Iglesia. El alma es el asiento de los afectos y los motivos, pero el cuerpo debe realizar sus prop�sitos. El alma del padre sale tras los hijos que est�n esparcidos por el mundo. El cuerpo debe escribir con pluma y tinta los mensajes de amor. Un vecino anhela ayudar a un enfermo. Hay que privar al cuerpo del sue�o para ayudar al vecino. Por eso Cristo, alma de la Iglesia, ama y desea salvar a todos los hombres. Pero dondequiera que los hombres se salvan, generalmente es por la acci�n de "Su cuerpo, la Iglesia".

(3) Como el alma habla a trav�s del cuerpo, as� Cristo habla por la Iglesia ( 1 Corintios 6:1 ; Mateo 18:17 ).

2. Si todo esto es cierto ...

(1) � Cu�n grande es el honor que Cristo ha puesto sobre nosotros!

(2) � Cu�n grande es nuestra responsabilidad!

(3) � Cu�n importante es que nos aseguremos de no convertirnos en un cuerpo sin alma, una Iglesia sin Cristo!

II. Los cristianos individuales son miembros en particular, es decir , cada uno en su lugar designado. La ense�anza de los vers�culos anteriores es:

1. Que todos somos miembros o partes del cuerpo de Cristo. Es posible que no tengamos nada que nos haga destacar y, sin embargo, somos partes componentes del cuerpo. Sin nosotros estar�a incompleto.

2. Que todos participamos en el trabajo del cuerpo. Ninguna parte de un cuerpo vivo carece de una funci�n que pueda realizar por s� solo. Entonces, en el cuerpo de Cristo, nuestro oficio puede ser humilde, pero es uno para el que estamos divinamente designados.

3. Que las oficinas m�s humildes suelen ser las m�s importantes. C�mo el desorden de una peque�a parte oscura del cuerpo obstaculiza el todo: �pleures�a o tic! As� que en el cuerpo de Cristo. Si la Iglesia se ve obstaculizada, debemos convertirlo en un asunto personal. "Se�or, �soy yo?" Nuevamente, los oficios menos prominentes de la Iglesia son ahora m�s necesarios. Hemos tenido mucha predicaci�n; queremos que la religi�n se viva en las peque�as cosas. ( J. Ogle .)

El cuerpo de Cristo y sus miembros

Hay varias analog�as entre nuestros cuerpos y la Iglesia como el cuerpo de Cristo, a saber.

I. Estos son nuestros cuerpos porque nuestros esp�ritus los poseen y los animan. De modo que el esp�ritu de Cristo vitaliza a la Iglesia.

II. Nuestras naturalezas f�sica y ps�quica est�n tan estrechamente unidas que constituyen una unidad virtual. Por eso Cristo dice de su Iglesia: "Como t�, oh Padre, en m� y yo en ti, que tambi�n ellos sean uno en nosotros".

III. Nuestros esp�ritus est�n en la m�s sensible simpat�a por todas las partes de nuestro cuerpo. Si alguna parte est� cortada o magullada, a eso se dirige inmediatamente la mente con una conciencia dolorosa. De modo que Cristo soporta todos nuestros dolores y lleva nuestro dolor en su esp�ritu compasivo.

IV. Nuestros esp�ritus est�n alerta de que pueden defender y ayudar a los miembros corporales. Si se acerca un proyectil, es el alma quien, mirando a trav�s de los ojos, lo ve y advierte al nervio que haga saltar el m�sculo que mueve la parte adecuada del cuerpo para evitarlo. Tal es la vigilancia de Cristo por su pueblo.

V. Nuestros esp�ritus frecuentemente, en su sabidur�a m�s profunda, ordenan al cuerpo que reciba dolor - por ejemplo, presentar una mano al bistur� del cirujano, soportar la fatiga, etc. As� que Cristo ordena el sufrimiento para la disciplina de Su pueblo.

VI. Nuestros esp�ritus imparten la fuerza de su valor a nuestros cuerpos, para que puedan soportar el dolor sin inmutarse, la voluntad resuelta sosteniendo el nervio encogido; el coraje moral es la fuente del verdadero hero�smo f�sico. Por eso nos basta la gracia de Cristo,

VII. Nuestro esp�ritu est� constantemente entrenando nuestros cuerpos para una obediencia f�cil, casi involuntaria, por ejemplo, aprendemos a hacer, como instintivamente, muchas cosas que al principio solo se ejecutan con dificultad: tocar las notas de un piano, leer sin pensarlo definitivamente. de las letras, todo lo que entendemos por "segunda naturaleza". De modo que Cristo est� entrenando nuestras almas para obedecer sus preceptos con libertad, sin la presi�n constante del sentido del deber. La santidad perfecta ser� tan natural como los procesos del movimiento f�sico.

VIII. Nuestros esp�ritus est�n modificando constantemente el aspecto de nuestros cuerpos, imprimiendo car�cter en el semblante y expresando disposici�n mediante modales y semblantes. De modo que Cristo, por la morada de su Esp�ritu Santo, nos santifica.

IX. Nuestros esp�ritus mantienen vivos nuestros cuerpos mientras est�n asociados. No puede haber muerte hasta que el alma se retira; s�lo entonces cae el tabern�culo de la carne. De modo que Cristo es la vida de todos los miembros de su cuerpo. Y como Su promesa es: �He aqu�, estoy contigo siempre�, nunca podremos morir. �Porque yo vivo, vosotros tambi�n vivir�is�. ( JM Ludlow, DD .)

Uni�n de cristianos con Cristo y entre s�

I. La uni�n de Cristo con Su Iglesia. Esto se ilustra a veces con im�genes tomadas de las relaciones de la vida dom�stica: las del amo y los sirvientes, los padres y los hijos, el marido y la mujer; a veces por im�genes derivadas de obras de arte, o de la historia natural: �l mismo lo representa por la uni�n de la vid con sus p�mpanos. La idea b�blica de Cristo lo representa como identificado con la Iglesia, que se llama la plenitud o complemento de Cristo: para que Cristo quisiera algo esencial para �l, sin la Iglesia. En el texto, a los creyentes se les llama Su cuerpo, lo que implica:

1. La participaci�n de car�cter com�n. En la primera parte de este cap�tulo, el ap�stol hab�a hablado de la uni�n de los cristianos y los que participan de un mismo Esp�ritu. Cristo los hace todos suyos por la comunicaci�n de su propio Esp�ritu; as� como los miembros naturales est�n unidos a la cabeza. Reciben, de Su plenitud, gracia por gracia. A pesar de la diferencia de naturaleza y oficio entre �l y ellos, las gracias de los cristianos son del mismo origen y naturaleza que la suya.

Todo cristiano verdadero est� animado por los mismos puntos de vista, deseos, temperamentos, principios de conducta que su Divino Maestro. "Si alguno no tiene el Esp�ritu de Cristo, no es de �l". La diferencia entre cristianos y hombres del mundo no es una diferencia de grado; es una diferencia en la naturaleza.

2. La direcci�n que Cristo tiene sobre su Iglesia. �l es la autoridad suprema que prescribe todos nuestros deberes. Toda religi�n emana de �l como Se�or de todo. La obra del Esp�ritu es establecer Su autoridad en el coraz�n: un cetro con el cual �l suavemente, pero eficazmente, somete a Su pueblo.

3. La uni�n afectiva que subsiste entre ambos. La Iglesia es amada por Cristo como su cuerpo, amada por �l con los m�s tiernos lazos. Enamorado de ella, descendi� de su trono a la cruz. El amor que el Padre le tiene, lo tiene a la Iglesia. Y, por analog�a, debemos tener el mismo amor por �l, manifestado al caminar en Sus pasos, consagr�ndonos a �l que tanto nos am�. Como amores; y si Cristo es el modelo y el amigo de Su pueblo, �cu�n completa, intensa y constante deber�a ser nuestra devoci�n a �l!

II. La uni�n de los cristianos entre s�. "Somos miembros en particular".

1. Todo miembro del cuerpo natural, por miserable, d�bil y oscuro que sea, es un miembro; por tanto, no se debe pasar por alto a ning�n cristiano, por humilde que sea, ya que mantiene una relaci�n sagrada con Jesucristo. Despreciar la imagen de Dios en el hombre natural implica un desprecio profano de ese Dios que hizo al hombre a Su propia imagen; pero despreciar esta imagen en el hombre espiritual es una especie superior de impiedad.

2. Existe afecto y simpat�a entre todos los miembros. En el sistema de la vida animal, que probablemente sea una modificaci�n del esp�ritu que anima al todo, las funciones de todos los dem�s se ven afectadas por uno. As�, los cristianos deben sentirse los unos por los otros, "llevar las cargas los unos de los otros y cumplir as� la ley de Cristo"; no deben decir, como Ca�n, "�Soy yo acaso guarda de mi hermano?"

3. No hay cisma en el cuerpo, siempre que est� en un estado natural y saludable; de lo contrario, tiende a descomponerse. Por lo tanto, que un miembro de Cristo envidie a otros, es tan antinatural y destructivo como una divisi�n en el sistema animal.

4. Hay diferentes oficios en el cuerpo; algunas partes son org�nicas, como el ojo, el o�do; estos son instrumentos del sentido y de especial importancia. As�, en la Iglesia, algunos son ap�stoles, algunos evangelistas; pero no todos son as�, sin embargo, cada uno tiene su propio lugar y uso; cada uno puede contribuir con su parte al bien com�n. ( R. Hall, MA .)

Miembros de Cristo y su servicio

"Un miembro de Cristo". Ahora, �qu� �miembro� ser�s? Si es �miembro de Cristo�, debe hacer la parte del miembro. Si dices: "Ser� como la mano", �qu� har�s? Debes trabajar �tilmente con tu mano, debes trabajar para Dios, debes dar a Dios. O, con los pies, debes correr con mensajes. Sea muy �til. Piense: �Quiz�s sea un misionero, con mis pies hermosos en las monta�as, para los paganos.

Lo har� por el amor de Dios ". O, "Siempre escuchar� las cosas buenas". Sea el o�do. O, con los ojos, mira las cosas hermosas del cielo. O, como la lengua, habla de Dios, de bondad y de felicidad. Entonces eres un �til "miembro de Cristo". Recuerde, si tiene a Cristo en su coraz�n, entonces es "un miembro" en verdad. ( J. Vaughan, MA .)

Versículos 28-31

Y a algunos puso Dios en la Iglesia, primeros ap�stoles.

Ayuda-trabajo

Las palabras que he tomado como texto ocupan, recordar�n, una posici�n un tanto excepcional. Ocurren en medio de lo que al principio parece una clasificaci�n sistem�tica de dones en la Iglesia apost�lica y las funciones que descansan sobre esos dones: se encuentran entre los "dones de curaci�n" y las "diversidad de lenguas". Los dos t�rminos no nos encontramos en ninguna otra parte de los escritos del Nuevo Testamento.

Est� abierto a nosotros, a la vista de los int�rpretes, identificarlos respectivamente con los oficios de di�conos, obispos y ancianos de la Iglesia; pero tambi�n nos est� abierto creer que los t�rminos se le ocurren a la mente de San Pablo como cubriendo, cada uno de ellos, una clase especial de dones sobrenaturales, o de dones naturales purificados e iluminados por los dones superiores, de cuyo curso el el diaconado y el presbiterio eran en verdad los exponentes representativos, pero que se encontraban tambi�n en aquellos que no estaban llamados a ninguna de esas funciones especiales.

Todo miembro de esa Iglesia que el Esp�ritu Eterno gobierna y santifica tiene una vocaci�n. La historia de la palabra que traducimos "ayuda" explica suficientemente su significado: asir como con mano firme y amorosa a quien se tambalea y tropieza y est� a punto de caer. Ese es su sentido tal como lo encuentro en un viejo l�xico. En ese sentido nos encontramos en las palabras que San Pablo dirigi� a los ministros de �feso cuando los invita a ministrar para que puedan "apoyar a los d�biles", prueba suficiente, supongo, de que no podemos limitar la palabra a los funci�n del diaconado, Como en toda gracia, as� en esta; lo que desde un punto de vista es un don especial de Dios es desde otro el desarrollo de una capacidad natural, y con la capacidad hay un deleite natural en su ejercicio.

La flor silvestre, que al borde del camino podr�a haber sido marchita por los vientos abrasadores o degenerada en una mala hierba, es trasplantada al para�so del gran Jardinero, y regada por el roc�o de Su bendici�n y fomentada por el calor del eterno sol de Su amor se convierte en una hermosa flor, brillante en sus variados matices y fragante como las especias del L�bano. El observador de la naturaleza infantil le dir�, por experiencia bien confirmada, que hay pocos ni�os en los que este deseo de ayudar no sea, en mayor o menor medida, un motivo de acci�n.

Se deleitan con sus peque�os dones: peque�os ministerios y servicios a padres, hermanos, hermanas, amigos y maestros. Todo lo que buscan es un reconocimiento por palabra o mirada, por mirada amorosa o sonrisa, que su servicio es apreciado. Su labor de amor, por peque�a que sea, es su propia recompensa enorme. La siguiente etapa de la vida de la mayor�a de los hombres es, en su mayor parte, menos favorable para el crecimiento del esp�ritu ministrador.

La vida de la escuela p�blica, con su lucha por la existencia, su inevitable autoafirmaci�n, su ejercicio competitivo. El ni�o tiene que aprender a hacer una estimaci�n justa de sus poderes de cuerpo y mente, a hacer valer sus propios derechos, a veces tambi�n a defender los derechos de los dem�s luchando por ellos. Est� bien, en general, que as� sea. Ser d�bil es miserable, y la fuerza del cuerpo, el cerebro y la voluntad no se pueden asegurar sin chocar.

Cuando estos primeros a�os terminan y el ni�o pasa a ser el hombre, es a la vez correcto y prudente trazar un plan definido. Ceder al impulso pasajero del momento es ir a la deriva sin saber ad�nde. �Qu� formas de trabajo de ayuda, entonces, son posibles para quienes viven, como usted vive, en medio de tareas y deberes? De lo que a algunos les ha parecido el significado principal, si no exclusivo, de las ayudas de las que habla San Pablo, �apoyar a los d�biles�, en el sentido de atender a los enfermos, supongo que no tienes mucha experiencia u oportunidades.

Ese don pertenece, en general, m�s a las mujeres que a los hombres, y sus esfuerzos por amamantar directamente pueden ser torpes e ineficaces. Para aquellos que no tienen esa llamada especial para la ministraci�n, puede que no sea un mal entrenamiento de su capacidad de servicio el visitar a veces las salas del hospital para leerles a los pacientes all�, o hablar con ellos, o mejor a�n, como conocer lo que es a menudo un deseo real de los discapacitados pobres, escr�bales cartas a sus amigos.

Una forma m�s familiar y f�cil de ayudar a los d�biles se encuentra, no necesito decirlo, en la labor de ense�ar a los j�venes. Y luego, entre las funciones de la verdadera amistad est� la de ayudar a los d�biles, no en el cuerpo, sino en la mente y la voluntad. Quiz�s conozcas a alguien que te ha sido querido como hermano, compa�ero de deportes o estudios, que tiene un prop�sito d�bil, que se deja llevar por el impulso del pecado, en las olas de la duda.

Conozco muy bien la dificultad de esa forma de ayudar, los obst�culos de la timidez, la reserva, la desconfianza en s� mismo, que frenan la expresi�n de las palabras fieles que pueden evitar el mal amenazado. Tienes miedo de empeorar las cosas, de perder el control de afectos que hasta ahora son s�lo inestables. Entre los medios de trabajo, el de ayudar a los que llamamos pobres ocupan, por supuesto, un lugar permanente. Su suerte es en la naturaleza del caso, en su mayor parte, dif�cil, incluso si han ca�do en la lucha por la existencia sin tener la culpa.

M�s a menudo, puede ser, su suerte es a�n peor porque sus faltas lo hacen m�s dif�cil. La ayuda en este caso exige el don superior del gobierno. Afortunadamente, en este caso, la gu�a no est� lejos de ser buscada. Trabajar en subordinaci�n a los dem�s, al ministro de una parroquia o a la sociedad que por su mismo t�tulo se compromete a organizar la caridad, suministra el eslab�n perdido. Amar todo lo que puedas y ayudar todo lo que puedas es el verdadero camino hacia la cultura m�s elevada, y produce una plenitud espiritual m�s elevada que cualquier forma de esteticismo, ascetismo y, dir�, atletismo, en el que, de acuerdo con el car�cter y el temperamento de los hombres , con demasiada frecuencia buscan esa integridad.

Me he detenido principalmente en la manifestaci�n del don, la ?????????? de la que he hablado. Debo decir algo sobre la fuente de la que brota, la fuente que es el secreto de su permanencia. Se oye mucho de la religi�n de la Humanidad, del altruismo que oponen por igual a la autoconciencia ordinaria de la humanidad y a la amorosa caridad de la mente de Cristo.

Esa religi�n, se dice, nos proporciona un motivo suficiente para el amor al sacrificio, si no lo que ese sacrificio implica, el sacrificio de uno mismo. Creo que ning�n esfuerzo por servir carece de fruto, para que en esta vida o en la venidera el que busque encuentre, para que el hombre aprenda la fe por la virtud, y para que a su debido tiempo la fe madure con el conocimiento. Reverencio a los santos, incluso del budismo o del islam, y a�n m�s a los de la edad oscura de la cristiandad, en quienes encuentro esa semejanza del futuro del cristianismo.

De todos modos, considero que es capaz de probar que esa semejanza nunca ha sido tan v�vida y distinta como cuando ha sido una reproducci�n consciente del original divino, una verdadera Imitatio Christi . ( Dean Plumtre, DD .)

Ayuda

1. Se ha pensado que se trataba de ministros auxiliares, di�conos auxiliares, diaconisas o asistentes, que se ocupaban de que los extra�os fueran acomodados y gestionaban varios detalles. Pero quienesquiera que fueran, se los consider� dignos de ser mencionados con los ap�stoles, maestros, etc. cualquier capacidad.

2. Bunyan ha descrito la parte de su trabajo que es m�s valiosa. Describe que Help lleg� a Christian cuando estaba en el Slough of Despond. Cuando atraves�bamos un paso en el norte de Italia, vimos, a unas tres o cuatro millas de la cima, un hombre con una pala, que baj� y nos salud�. Poco a poco llegamos a la nieve profunda, y el hombre despej� una acera, y cuando llegamos a un tramo de carretera muy feo, llev� a algunos de los del grupo a la espalda.

Poco tiempo despu�s lleg� uno de sus compa�eros con un refrigerio. Estos hombres eran "ayudantes", que pasaban sus vidas donde sus servicios ser�an necesarios. No habr�an valido nada en las llanuras. Las �ayudas� no sirven de nada a un hombre cuando puede ayudarse a s� mismo. Y as� como la Royal Humane Society mantiene a sus hombres a lo largo de las orillas de los lagos en los parques cuando se est� formando el hielo, un peque�o grupo de cristianos siempre debe estar listo en cada iglesia para brindar asistencia donde sea necesario. D�jame&mdash

I. D� algunas instrucciones sobre estas "ayudas". Cuando te encuentres con pecadores en el pantano del abatimiento,

1. Haga que expongan su caso. Cuando Help fue a Christian, �l dijo primero: ��Qu� est�s haciendo all�? �C�mo llegaste all�?" He descubierto que el mero acto de plantear una dificultad ha sido el medio mismo de eliminarla de inmediato.

2. Entre, en lo que est� en su mano, en su caso. La simpat�a es un gran poder.

3. Consu�lelos con las promesas. Help le dijo a Christian que hab�a buenos pasos a lo largo del lodo. Ahora, puedes apuntar a estos pobres hundidos hacia los escalones.

4. Instr�yalos m�s plenamente en el plan de salvaci�n.

5. Cu�nteles su propia experiencia. Muchos han podido salir del Slough de esta manera. Hemos recorrido el mismo camino y ser�a muy dif�cil si no pudi�ramos describirlo.

6. Ore con ellos. Cuando no puedes decirle al pecador lo que quieres decir, a veces puedes dec�rselo a Dios en el o�do del pecador. Tan ciertamente como el fluido el�ctrico lleva el mensaje de un lugar a otro, y las leyes de la gravitaci�n mueven las esferas, la oraci�n es ciertamente un poder misterioso pero real.

II. Describe qui�nes pueden ayudar. Una verdadera "ayuda" debe tener ...

1. Un coraz�n tierno. Hay algunas personas que parecen estar preparadas por la gracia divina con el prop�sito de ganar almas, as� como hay algunas personas que parecen nacer enfermeras ...

2. Un ojo r�pido. Hay una manera de agudizar la vista con sensibilidad con respecto a los pecadores.

3. O�dos r�pidos. Cuando tienen estos escuchan, y poco a poco oyen un chapoteo, y aunque puede estar muy oscuro y brumoso, van al rescate.

4. Pies r�pidos.

5. Un rostro cari�oso. La alegr�a se recomienda a s� misma, especialmente a un coraz�n atribulado.

6. Un pie firme. Si tengo que sacar a un hermano del pantano, debo saber c�mo mantenerme firme yo mismo, o puedo caer. La plena seguridad no es necesaria para la salvaci�n, pero es muy necesaria para su �xito como ayudante de los dem�s.

7. Mano fuerte.

8. Una espalda encorvada. No puede sacarlos si se mantiene erguido. Se dice que los sermones de Agust�n est�n en mal lat�n, no porque Agust�n no fuera un buen erudito, sino porque el lat�n canino de la �poca se adaptaba mejor a su turno para atraer a los hombres. Esa predicaci�n es lo mejor que entienden las pescadoras. "�Pero la dignidad del p�lpito!" dice uno. Pues bien, la �dignidad� de un carro de guerra radica en los cautivos arrastrados por sus ruedas, y la �dignidad del p�lpito� radica en el n�mero de almas convertidas a Dios. Debes ser condescendiente con los hombres de baja condici�n.

III. Incitar "ayudas" a una mayor seriedad.

1. Las almas quieren ayuda. �No es eso suficiente? El grito de miseria es un argumento suficiente para la misericordia.

2. Recuerden c�mo se ayudaron a ustedes mismos cuando estaban en una condici�n similar. Pague la obligaci�n.

3. Cristo se lo merece. El cordero perdido es Su cordero; no te va a interesar? Ese pecador es el comprado con sangre de tu Salvador; es un hijo pr�digo, pero es el hijo de su Padre y, en consecuencia, su propio hermano.

4. No querr�as ning�n otro argumento, �sab�as lo bendecida que es la obra en s� misma? �Adquirir�as conocimientos? crecer en gracia? sacudirse el desaliento? ayuda a otros.

5. Est�s llamado a este trabajo. Tu amo te ha contratado; no le corresponde a usted escoger y elegir. Esta noche, entonces, trate de hacer alg�n servicio pr�ctico para su Maestro. Si no lo hace, probablemente obtendr� la varilla para corregirla.

6. Nos estamos acercando al cielo y los pecadores se est�n acercando al infierno. ( CH Spurgeon .)

Gobiernos

La segunda de las dos palabras que he considerado que incluye una gran parte de las actividades de la vida humana para el bien de los dem�s es incluso m�s directamente figurativa que la primera. La vida marinera de los griegos ense�� a una raza m�s dotada que la mayor�a de las dem�s con el poder de interpretar los problemas del mundo que los rodeaba, y los llev� a ver en el trabajo de pilotar el barco lo que ten�a su contraparte en los deberes de quienes los rodeaban. fueron llamados a ser gobernantes de la humanidad.

Probablemente ninguna semejanza se ha apoderado tanto de la mente de los hombres como la que encontramos en la Rep�blica de Plat�n, y en la que compara la democracia de su tiempo con una tripulaci�n inexperta en la que todos pensaban que sin ninguna disciplina previa. era competente para tomar el tim�n. �l describe la confusi�n que debe sobrevenir cuando los hombres emprenden ese trabajo sin ning�n conocimiento de los mares o el cielo, de las estrellas o del viento; c�mo el hombre verdaderamente dotado de poder de direcci�n ser�a despreciado y rechazado como el demos de Atenas despreciaba y rechazaba a los maestros de sabidur�a que les daban verdaderos consejos para su bien.

El pensamiento de la palabra pas� de Grecia a Roma. El significado figurativo casi reemplaz� al literal y, por lo tanto, se convirti� en el gobernador de Europa occidental. Apenas puedo dudar que alguien con las experiencias de San Pablo de los peligros por el agua, tres veces n�ufrago, capaz de dar sabios consejos al capit�n y a los marineros a partir de su propia experiencia, usar�a la palabra con un sentido pleno de la semejanza bajo la cual ser�a. presente en sus pensamientos.

Le resultaba tan familiar como la armadura del soldado o el conflicto por el premio y el entrenamiento del atleta. Pinta a Himeneo y Alejandro como si hubieran naufragado en cuanto a la fe. �l advierte a los hombres que no se dejen llevar por cada r�faga de falsa doctrina. Algunos hombres parecen haber nacido con una capacidad innata para esta forma de gobierno en su sentido m�s literal. Tienen el ojo atento, la mano lista, el pron�stico sagaz que, trabajando juntos, los lleva al refugio donde estar�an.

Solo necesitan ense�ar y practicar, y r�pidamente se vuelven competentes. Y pasando del sentido literal al figurado, vio que aqu� tambi�n hab�a un don de direcci�n, gobiernos, as� como un poder de gobierno, que se manifestaba en ayudas. Los maestros de escuela exigentes pronto aprenden a ver qu� ni�os pueden tomar la iniciativa entre sus compa�eros. Reconocen en �l un prop�sito firme, dispuesto a aceptar sugerencias cuando son razonables, sin rehuir el uso de su poder cuando la ocasi�n lo requiere.

Para la mayor�a de ustedes, por supuesto, que a�n se encuentran en la etapa de prueba de la hombr�a, las oportunidades de gobernar son pocas y espaciadas. La influencia de los j�venes es en su mayor parte, como dije, la del ministerio. Pero no pocas veces, como puede decirle su propia experiencia o la historia del pasado, un regalo surge del otro. El buen sujeto madura para convertirse en un buen gobernante. La ayuda conduce a la comprensi�n del car�cter y borra las angulosidades del temperamento y la autoafirmaci�n que menoscaban la capacidad de gobernar.

Esa disciplina donde existe la capacidad de gobernar lleva a los hombres a la semejanza del rey ideal, que reina no por su propio bien sino por el de su pueblo, mientras que sin �l el don mismo puede degenerar en el modelo del tirano gobernante de la turba. . Encontramos esto en los l�mites y los caminos del deber que se encuentran a su alcance inmediato. El maestro de la escuela dominical se convierte en profesor de teolog�a o, como en dos casos familiares, en el titular de uno de nuestros m�s altos cargos estatales.

El administrador del gremio de ni�os puede llegar a ser un mayordomo fiel y sabio en alguna organizaci�n m�s amplia, en la que dar� a cada hombre su porci�n de carne a su debido tiempo. Te enfrentar�s al menos a algunos de los grandes problemas de nuestro tiempo, las relaciones del capital y el trabajo, la cuesti�n de la tenencia de la tierra y la divisi�n equitativa de sus beneficios, la organizaci�n de la caridad para que tienda a elevar y no degradar, el problema de c�mo salvar mejor el abismo que se abre entre las clases y las masas; estas y otras consultas afines dif�cilmente pueden dejar de satisfacerle.

Es f�cil, fatalmente f�cil, ignorar estos problemas, seguir los impulsos de la b�squeda de placer o de trabajar por su propio �xito. Pero Inglaterra espera mejores cosas de ti. Necesitas aprender a gobernar, a conocer las fuerzas que act�an a tu alrededor, las corrientes y las corrientes de pensamiento que se apoderan de las mentes de los hombres, el momento en que desplegar las velas al viento de la opini�n p�blica y en el momento de arriarlas. , para discernir los signos de los tiempos, para liberarse del enga�o de un optimismo irreal o de un pesimismo igualmente irreal y mucho m�s peligroso.

Y en estrecha conexi�n con estas visiones del don de gobierno hay una amplia esfera de cuestionamientos a�n m�s amplios, que hacen que el pensador, que se ve inducido a especular, reflexione sobre el curso de la historia del mundo, el misterio de la vida del hombre y de la vida de Dios. alianza, las maravillas de nuestro ser, el origen del mal que deja su rastro de serpiente por igual en nuestra vida individual y en la experiencia colectiva de la humanidad, la forma de la victoria final sobre ese mal.

Aqu� tambi�n se necesita el don de la direcci�n. No es un viaje por el mar de verano en el que la fr�gil barca del intelecto d�bil o inexperto pueda lanzarse a la ligera. Nos viene a la mente la idea de que es m�s seguro estar de pie en la orilla y observar el oleaje desde una posici�n segura. Las advertencias pueden ser desatendidas, los impulsos que hacen que la mente mire hacia delante y hacia atr�s y reflexione sobre muchas cosas no se reprimen f�cilmente.

Todo lo que podemos intentar, con alguna esperanza de �xito, es poner ante el investigador las condiciones de una navegaci�n segura en ese vasto mar de pensamientos. Podemos decirle que debe existir el temperamento del amor y la pureza, porque ahora, como siempre, es cierto que "en un alma maliciosa no entrar� la paz, ni morar� en el cuerpo sujeto al pecado". Debe haber un reconocimiento inmediato de la capacidad y las limitaciones del conocimiento del hombre.

El interrogador debe restringirse a s� mismo para mantenerse dentro de los l�mites de lo conocido o cognoscible. Debe haber reverencia por el pasado en sus esfuerzos, aspiraciones y �xitos, el reconocimiento de los prop�sitos crecientes que operan a lo largo de los tiempos, de la educaci�n de la humanidad en muchas formas variadas y en muchas medidas diferentes. El sistema de pensamiento especulativo en el que el hombre pens� en ganar a sus compa�eros para llegar al puerto deseado puede resultar impropio de navegar y fracasar a la vista de la costa.

Puede que haya con ellos en el barco, como en esa noche en el Adria, alguien cuya oraci�n es poderosa para prevalecer, a quien Dios ha dado la vida de sus compa�eros. Aqu�, tambi�n, la forma m�s elevada del don de gobierno es la que ha sido correctamente disciplinada mediante el ejercicio de los anteriores dones de ayudas. "Ayudas, gobiernos". Vuelvo a las dos palabras de las que part� abarcando amplias razones de toda actividad humana.

Cada uno de ustedes, al mirar dentro de las profundidades de su propia personalidad, o en el entorno en el que vive, puede encontrar en s� mismo los g�rmenes de uno de esos - ??????????, ???????? - posiblemente no rara vez de ambos g�rmenes. Es tuyo avivarlos a la vida, entrenar mediante el ejercicio de los talentos que tienes que conservar, como aquellos que dar�n cuenta al Maestro que te los ha otorgado.

Por el ejercicio fiel de esos dones hay una recompensa segura de oportunidades cada vez mayores. Con la voluntad de hacer lo que en verdad es la voluntad de Dios, tarde o temprano en esta vida, o detr�s del velo, vendr� el poder de conocer la doctrina del Cristo, ya sea de Dios. ( Dean Plumptre, DD .)

Codicia los mejores dones y, sin embargo, te mostrar� un camino m�s excelente.

Santa codicia

I. Todas las bendiciones de Dios son valiosas. Entre todos sus dones no hay nada sin valor. Un soplo de aire, una gota de agua, un rayo de luz, una corteza de pan tienen un valor incalculable. Las circunstancias a menudo ocurren en la historia de los hombres cuando sienten su invaluable valor.

II. Algunas de estas bendiciones son m�s valiosas que otras.

1. Intelectual que material.

2. Moral que intelectual. Pablo dice que sin caridad, amor, no somos nada.

III. La m�s valiosa de estas bendiciones debe buscarse con sinceridad. Codiciar algunas de las bendiciones menores es un pecado. Pero estamos justificados en codiciar estas mejores cosas, porque:

1. No hay monopolio de ellos. El bien material es limitado. Cuanto m�s se tiene, menos queda para los dem�s. Pero los dones espirituales son tan libres como el aire, tan vastos como la inmensidad, tan infinitos como Dios.

2. Cuanto m�s uno tiene de ellos, m�s generoso se vuelve. Cuando un hombre recibe este amor en �l, quema su ego�smo y lo derrite en simpat�a por el universo.

3. Cuanto m�s uno tiene de ellos, m�s �til para el universo se vuelve. Cuanto m�s refleja a Dios, m�s luz y felicidad derrama sobre la creaci�n. ( D. Thomas, DD .)

Los mejores regalos para ser codiciados

Considerar&mdash

I. Cu�les son algunos de los mejores regalos.

1. Negativamente.

(1) No son los que son externos a la naturaleza del alma, como el dinero, el poder o la reputaci�n. A un cristiano no se le proh�be buscarlos de la manera correcta, y cuando los obtenga, pueden ser empleados para fines elevados. Sin embargo, ni Pablo ni su Maestro los contar�an entre los mejores dones.

(2) Tampoco son todos los dones que tocan nuestra naturaleza interior. La capacidad intelectual, el gusto y la cultura son muy valiosos, y Pablo estaba lejos de despreciarlos, pero estar�a lejos de describirlos como "los mejores".

2. Positivamente. Nos se�ala los dones con los que est� conectado el amor.

(1) Con respecto a Dios, reverencia, humildad y confianza.

(2) Con respecto al hombre, juicio sincero y generoso y simpat�a.

(3) En lo que respecta a nosotros mismos, paciencia, alegr�a, coraje y fortaleza.

(4) En cuanto a las cosas que nos rodean, templanza del deseo castigado.

3. Para que estemos convencidos de su superioridad, veamos en qu� se diferencian de los dem�s. Ellos&mdash

(1) Ad�ntrate m�s profundamente en nuestra naturaleza. Dif�cilmente se puede decir que las cosas exteriores del mundo entran en nuestra naturaleza, excepto cuando su abuso la corrompe. El intelecto, la cultura y la ambici�n pueden ser m�s profundos, pero �pueden llegar al centro? Si la naturaleza espiritual se deja sin cuidado, la mente es un hogar muy triste para la felicidad. El valor de los dones de amor en el alma es que llegan al centro donde reside la felicidad. A medida que profundizan, se convierten en el poder gobernante y hacen que todo lo dem�s que un hombre posee sea una bendici�n para s� mismo y para los dem�s.

(2) Son los m�s duraderos. Sabemos lo r�pido que pueden despedirse las posesiones externas. Y las ganancias intelectuales no est�n demasiado seguras. Las reservas de conocimiento est�n guardadas en un recuerdo traicionero. M�s melanc�lico que la p�rdida del imperio es el dicho del pobre Swift, al leer una de sus propias obras: "�Qu� mente tan gloriosa ten�a cuando escrib� eso!" Pero si un hombre tiene los dones de un coraz�n amoroso, paciente y abnegado, la regla es que se enriquecer�n y suavizar�n a medida que avanza la vida.

(3) Son m�s parecidos a Dios. Es en un peque�o grado que podemos compartir la sabidur�a de Dios; en un grado a�n menor Su poder. Pero "el que vive en el amor, permanece en Dios, y Dios en �l".

II. El estado de �nimo que debemos apreciar hacia estos dones.

1. Debemos codiciarlos fervientemente. Los corintios codiciaban el lugar, el honor y el talento de los dem�s. �Si�, dice Pablo, �solo pusieras tu coraz�n en las cosas correctas, puedes desear y apropiarte de lo que pertenece a tu pr�jimo. Codicia si quieres, pero deja que sean los dones de la caridad y la abnegaci�n ". Aqu� la palabra deja de tener pecado. Si codiciamos las posesiones materiales de nuestro pr�jimo, desearemos despojarlo.

Si codiciamos sus dones intelectuales, habr� envidia. Pero si codiciamos su esp�ritu amoroso, le estamos rindiendo nuestro m�s profundo afecto y reverencia. No le estamos quitando sino entreg�ndole, encendiendo nuestra vela en su fuego y a�adi�ndola a la llama. La palabra de prohibici�n en la ley se convierte as� en una palabra de mandato en el evangelio.

2. Debemos codiciar estos dones fervientemente, haciendo que el crecimiento en ellos sea un deseo constante y supremo.

(1) Trate de descubrir qu� es lo mejor de los que le rodean y regocijarse en ello. �sta es una manera de hacer suyo lo bueno que hay en ellos sin quitarles nada. Es un trabajo bendecido recorrer el mundo tratando de poner a los hombres y las cosas de la mejor manera.

(2) Deber�a mezclarse mucho con aquellos que lo tienen en gran medida. Es muy dif�cil vivir mucho tiempo entre gente ego�sta sin llegar a ser como ellos. Pero hay un mundo desinteresado: vive en eso.

Conclusi�n: Al codiciar fervientemente los mejores dones,

1. Nunca podemos da�ar a nadie, ni a nosotros mismos ni a los dem�s. �Hay algo m�s de lo que pueda decir esto?

2. Estamos seguros de que los ganaremos. �De qu� m�s se puede afirmar esto? ( J. Ker, DD .)

La estimaci�n cristiana de los dones

I. En s� mismos. Los dones de la Iglesia de Corinto fueron concedidos seg�n la voluntad de Dios: que se �dividen a cada uno en particular como �l quiso.� Fueron provechosos para los dem�s. No eran la perfecci�n m�s elevada de la naturaleza humana, porque un hombre podr�a tenerlas y, sin embargo, perecer. As� es con el nuestro. Considerar&mdash

1. Qu� regalo es. En eso radica nuestra principal fortaleza. Un hombre es notable por sus calificaciones intelectuales y otro por sus calificaciones morales. Uno es muy sensible y el otro no impresiona. Uno tiene un gusto exquisito y otro, como los ingleses, perseverante y capaz de mejorar los inventos. Todos los dones de Dios no son sublimes. Todos reconocer�an que la profec�a es un don, pero San Pablo dice que las facultades m�s humildes tambi�n son dones.

2. Todos estos son regalos, a veces pensamos que no lo son, porque los moralistas tristes nos recuerdan que estas cosas son vanas. �La belleza es fugaz; la fuerza pronto es trabajo y dolor; el camino de la gloria no lleva m�s que a la tumba ". Es cierto que todos estos son pasajeros; y por eso, se nos proh�be poner nuestro coraz�n en ellos; pero a�n los hombres los codician, y el ap�stol dice que es justo: Dios los dio: �Le honras despreci�ndolos? Son buenos siempre que sean deseados en subordinaci�n al bien mayor, pero malos si se los reemplaza.

3. Deben cultivarse con fervor. El mundo hace muy poco de la caridad; y los religiosos, percibiendo la trascendente excelencia de esta gracia, hacen muy poco los talentos. Ahora, por el contrario, San Pablo reza para que toda el alma, tanto el hombre natural como el esp�ritu, "sea preservada sin mancha hasta la venida de Cristo".

4. Permite una distinci�n: "los mejores regalos". El mismo ap�stol que urgi� con tanta seriedad el contentamiento con los dones que tenemos, nos invita todav�a a aspirar. Y tal como dijo San Pedro, �A�ada a su fe, virtud; ya la virtud, el conocimiento �, etc., as� habr�a dicho San Pablo:� Agregue a su nobleza de rango, nobleza de mente; a tu constituci�n fuerte, salud por ejercicio; a tu memoria, juicio; a tu poder de imitar ', invenci�n ".

II. En comparaci�n con las gracias. El que recorre el camino brillante de los logros m�s elevados es, como hombre, inferior al que recorre el camino del Amor. Porque en el mundo espiritual, el hombre no se mide por su genio, sino por su semejanza con Dios. ( FW Robertson, MA .)

Al mando de los dones

Estos que eran tan valorados por los corintios ahora ya no se encuentran en la Iglesia, pero hay otros dones a los que todos pueden aspirar leg�timamente, siempre que no sean sustituidos por el camino m�s excelente.

I. El poder del discurso popular, la facultad de llamar la atenci�n y de excitar a voluntad emociones de miedo, esperanza, confianza, alegr�a, es de hecho una cualidad imponente.

II. El don literario: la capacidad de informar al entendimiento, dirigir el juicio, por medio de la prensa.

III. La influencia de una manera encantadora, Nos encontramos con algunos, principalmente, aunque no exclusivamente, del sexo m�s amable, quienes, mediante el ejercicio de un tacto, encanto y gracia peculiares, obtienen acceso a corazones rudos y �speros, que se negaron a ceder a todas las influencias ordinarias. Conclusi�n:

1. Se puede decir que estos son dones naturales y no dependen de la cultivaci�n. Pero aqu� la regla es v�lida, "al que tiene, se le dar�". El hombre de poderes moderados, con diligencia se eleva por encima de las expectativas de sus amigos, mientras que el hombre de genio a menudo los decepciona.

2. El precepto nos indica que hagamos una estimaci�n debida del valor de estos dones y de nuestra responsabilidad por el uso de ellos, y nos advierte que no despreciemos ni exageremos los dones de los que tenemos una porci�n muy limitada.

3. Estos dones no son las caracter�sticas esenciales del reino de Cristo; Por m�s escasas que sean nuestras pretensiones de poseer cualquiera de ellos, todos podemos seguir el camino m�s excelente. ( W. Webster, MA .)

Los dones de la civilizaci�n

I. Dado que todo don bueno y perfecto desciende del Padre de las Luces, etc., el lenguaje de San Pablo puede aplicarse a los intereses universales de la sociedad humana.

1. El contraste a menudo ha sorprendido a los observadores entre la civilizaci�n y el cristianismo. Es cierto que ambos han trabajado juntos; pero en sus objetivos y naturaleza son distintos y pueden oponerse. Y las mentes que est�n fuertemente bajo la influencia de uno tienden a temer o alejarse del otro. Pero ning�n cristiano puede sentir dificultad en creer que ambos proceden de Aquel que ha hecho al hombre para este mundo y que lo han destinado a otro.

2. El mundo sugiere f�cilmente visiones muy horribles de su propia condici�n; pero ser�a mucho m�s terrible si no vi�ramos en su civilizaci�n la mano conductora y guiadora de Dios. Tampoco debemos desanimarnos de esto debido a su uso, por el lujo y el orgullo, por la impureza y el mal. Los dones de Corinto se usaron de manera tonta e incorrecta.

3. La civilizaci�n tiene ciertamente su lado oscuro; hay mucho de triste y ominoso en la historia de su crecimiento; �Y qui�n puede mirar sin ansiedad los peligros de su futuro? Pero sus tendencias irreligiosas no deben combatirse simplemente conden�ndolas. Miremos al mundo como aquellos que fueron puestos aqu� para "rechazar el mal y elegir el bien".

(1) Siga la historia de un gran pueblo y considere lo que trae. Observe el progresivo refinamiento de la naturaleza humana; c�mo, a medida que pasa el tiempo, los hombres ganan poder; c�mo los grandes h�bitos morales echan ra�ces profundas en una sociedad: el sentido de la justicia como justicia, la empresa abnegada, el patriotismo y el esp�ritu p�blico. Si las naciones tienen defectos caracter�sticos, crecen en ellas virtudes caracter�sticas. Para nosotros, la civilizaci�n significa libertad, una vida pac�fica, honor creciente por la hombr�a, el desinter�s, la sinceridad.

(2) Y nos ha revelado en el curso de su desarrollo cada vez m�s de lo que est� contenido en los caracteres y capacidades humanos. En esta �poca, estamos extrayendo con asombro descubrimientos que parecen inagotables del tesoro de la naturaleza material. Piense en las grandes formas de la historia, tan diversificadas, tan diferentes entre s�, tan inesperadas en sus rasgos. Piense en lo que la ficci�n, con todos sus abusos, ha hecho por nosotros; multiplicarse y desplegarse para los tipos de conocimientos generales que de otro modo se habr�an perdido donde crecieron; piense en su mundo de historias ideales, revel�ndose al hombre mismo.

Piense de nuevo en lo que se le ha otorgado al hombre en el perfeccionamiento del lenguaje. Piense en la forma en que, por as� decirlo, surgen en nosotros nuevas facultades de ver y sentir; c�mo, por el arte, por la poes�a, nuestros ojos se abren cada vez m�s para discernir de nuevas formas las maravillas del universo f�sico y su significado. Cuenta todas nuestras grandes posesiones. �Nos atrevemos a decir que todo esto no proviene de la Fuente de toda belleza, de toda sabidur�a y de toda luz? Y lo que �l da, nos corresponde a nosotros aceptarlo y mejorarlo. "Codicia fervientemente los mayores y mejores dones". De hecho, este es uno de los lados del asunto. Pero hay otro y uno superior.

II. Codicia fervientemente lo que ser�a m�s deseado y seguido, incluso si la parte del hombre terminara aqu�, pero recuerda que hay un camino a�n m�s excelente. Por encima de los mayores dones de Dios est� la caridad; porque "Dios es amor".

1. A�n ser�a cierto, incluso si este mundo fuera todo, que esta perfecci�n de car�cter es el logro m�s elevado de la naturaleza humana.

2. Pero este mundo, con todos sus maravillosos resultados, no lo es todo; tenemos un lugar en algo m�s amplio y duradero. Somos part�cipes juntos de un gran desastre y de una gran recuperaci�n, incluso ahora que ha comenzado �tanto am� Dios al mundo�, etc. Aquello por lo que �l nos hace comprender y acercarnos a �l es Su amor por nosotros. De ahora en adelante el mundo lo conoce a �l, si es que lo conoce, en la Cruz. El mundo nunca volver� a ser el mismo despu�s de eso, como era antes. Ha tra�do un nuevo esp�ritu al mundo, con una prerrogativa divina de excelencia, a la que todas las dem�s cosas excelentes y admirables deben ceder el primer lugar.

3. Hay algo m�s en lo que pensar adem�s de la civilizaci�n. No necesariamente estamos haciendo mejores hombres, aunque podemos estar haciendo un gran trabajo cuando estamos dispersando los m�ltiples dones de conocimiento o habilidad de Dios. Y para lo que estamos aqu� es, en todo caso, para ser buenos; y bondad significa ahora ese esp�ritu de amor que une al hombre con el hombre y lo eleva a Dios. Al lado de nuestros brillantes �xitos y esperanzas, conviven las condiciones de nuestro estado: dolor, maldad moral, muerte.

Cuando un hombre entra en su armario y est� quieto, y solo mira a la cara su terrible destino, dif�cilmente puede evitar sentir que los dones de Dios para esta vida son para esta vida; no pueden ir m�s all�; no pueden tocar lo que ser�. Como sostiene San Pablo, son incompletos, transitorios y, comparados con lo que debemos buscar, son juguetes y ejercicios de ni�os; comparten nuestra condenaci�n de la mortalidad.

Una sola cosa "nunca deja de ser". En el pr�ximo mundo, como en este, es por amor que las criaturas reciben y muestran la semejanza de su Hacedor. Conclusi�n: Dios nos ha puesto aqu� para que desarrollemos nuestra plena naturaleza; pero �l nos ha colocado aqu�, creemos, a�n m�s para llegar a ser como �l mismo. Entonces, mientras aprende a comprender, valorar y utilizar las mayores dotes que el curso de las cosas ha desarrollado en la sociedad humana, recuerde que hay un camino para que usted camine que lo lleva mucho m�s all� de ellos y le abre perspectivas a�n m�s amplias. , pensamientos m�s espantosos, un tren m�s profundo de ideas y relaciones y deberes que nos tocan en lo m�s interno, en lo m�s veloz. Somos pecadores que hemos sido salvados por un Dios que nos am�. ( Dean Church .)

Los mejores regalos

Comenzamos en orden con el consejo o la exhortaci�n, �Codicia fervientemente�, etc. En lo que nuevamente tenemos tres detalles m�s. Por eso digo que son todas aquellas habilidades con las que est� dotado cualquiera, cualquiera que sea el tipo, o para cualquier prop�sito. Esto hasta ahora nos es �til, ya que sirve para engendrar en nosotros toda mansedumbre y humildad. De la misma manera, adem�s, es v�lido para la mejora y el ejercicio de estos dones que Dios nos ha dado, que no seamos miserables o limitadores de ellos, sino buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

"De gracia recibisteis, dad de gracia". La dignidad y excelencia de ellos se puede exponer brevemente a nosotros en tres detalles: Primero, desde su original y transmisi�n, cuando consideremos c�mo los obtenemos y c�mo se nos transmiten en verdad. Ahora bien, si no hubiera m�s que esto en �l, ciertamente hab�a una muy buena raz�n por la que deber�amos cuidarlos un poco. Pero en segundo lugar, eso no es todo, hay una base m�s para abrazarlos adem�s, y es considerarlos sustancialmente, lo que son en su propia naturaleza, y esa impresi�n que dejan sobre el tema en el que se encuentran: estos dones si nosotros los consideramos en s� mismos, son muy amables y encantadores, y as� hacemos m�s a las personas que est�n dotadas de ellos.

Son adornos y embellecimientos especiales para ellos. En tercer lugar, y especialmente por su uso y mejora y los fines de gracia a los que conducen. Tanto por lo tanto ahora para eso, a saber, el primer particular considerable en este primer general, y ese es el objeto propuesto, "dones". El segundo es la calificaci�n de este objeto a modo de comparaci�n o distinci�n, y que son los mejores o mejores dones.

Primero, por lo que est� impl�cito, hay algunos dones que son mejores que otros. Considere en qu� consiste esta distinci�n, a saber, en qu� se dice que algunos dones son mejores que otros. Primero, los obsequios a veces se cuentan mejor, ya que son algo m�s raro e inusual. Aquellos que pueden hacer algo que pocos pueden hacer adem�s, lo hacen de ah� que en su mayor parte se estimen a s� mismos.

As� ocurre con algunos eruditos, al igual que con algunos libros a los que se les pone un precio m�s por su escasez que por la materia o el valor intr�nseco que contienen. Pero esta no es una mejora como la que el ap�stol pretende en este lugar. En segundo lugar, los regalos a veces se cuentan mejor porque son m�s gloriosos y conspicuos a los ojos del mundo; as�, hay algunos que son especialmente m�s que otros, que tienen un mayor brillo sobre ellos.

No son los obsequios siempre m�s raros e inusuales, ni los m�s conspicuos y plausibles, los que son verdaderamente los mejores obsequios. Por lo tanto, en tercer lugar, para hablar en serio, hay dos cosas especialmente que el ap�stol nos menciona aqu�. Y se puede decir que los regalos son mejores en un doble aspecto. Primero, se dice que los obsequios son intr�nseca y materialmente mejores si se consideran dentro de su propia br�jula y esfera.

Pero luego, en segundo lugar, se dice que los dones son mejores extr�nsecamente o extensivamente en sus efectos, ya que se comunican m�s y se ampl�an m�s all� del tema, en el que son para el bien de otros hombres. Por tanto, esos son los mejores dones que tienden mejor a la edificaci�n. El segundo es lo que se expresa, que si hay dones que son mejores que otros, esos son los que nosotros, para nuestros detalles de todos los dem�s, debemos aplicarnos: �Codiciamos fervientemente los mejores dones.

Esto lo requiere el ap�stol aqu�, y lo hace s�lo sobre la base de consideraciones razonables. Primero, esa inclinaci�n com�n y general que hay en todos los hombres en todo lo dem�s; no hay nada m�s de ning�n tipo que los hombres deseen o cuiden en cualquier momento, pero tendr�an lo mejor de ello tan cerca como puedan; incluso all�, en ocasiones, donde lo peor puede ser su turno, y puede ser lo suficientemente bueno para ellos, se les hace la boca agua despu�s de eso.

Las mejores prendas, las mejores casas, las mejores provisiones, las mejores preferencias. �Quieres tener lo bueno y ser lo peor de ti mismo? �Qu� cosa tan incongruente e inadecuada es esto! En segundo lugar, la consideraci�n de la naturaleza del alma misma, que nos exige tanto. Cuanto mejor se considere el alma en su propia sustancia y esencia, mejor ser�n aquellas cosas que la califiquen y con las que est� dotada.

Los mejores regalos se convierten en la mejor parte. En tercer lugar, tambi�n en referencia a la pr�ctica y la ejecuci�n; por lo tanto, los mejores dones, para que podamos lograr mejores resultados y hacer el mayor bien. Las operaciones responden a los principios; aquellos que tienen dones significantes, por lo tanto, no pueden hacer m�s que servicios. Esto, por lo tanto, vuelve justamente a la conciencia de muchas personas en el mundo; hay algunos que no se preocupan por ninguno de estos dones; como Gali�n, no se preocupan por ninguna de estas cosas.

Si pueden tener algo para subsistir y prosperar en su condici�n temporal, eso es todo de lo que se preocupan o se preocupan. Dales s�lo la vida y deja que otros se vayan con los regalos. De nuevo, hay otros a los que cualquier obsequio les agradar� muy bien y les servir� a su turno; que muchas veces quieren juicio para discernir los mejores dones a los que deben darse.

Para que esto pueda desarrollarse m�s correctamente, debemos agregar las siguientes limitaciones a modo de explicaci�n. Primero, que estas palabras aqu� del ap�stol, no deben tomarse exclusivamente, sino solo enf�ticamente. No como neg�ndonos la libertad de cuidar otros dones, sino como llev�ndonos m�s especialmente a estos que son de mayor consideraci�n. Es l�cito y tambi�n encomiable codiciar dones m�s mezquinos, como el conocimiento y el aprendizaje.

Esto se nos aclarar� f�cilmente a este respecto. Primero, porque es eso lo que nos lleva a una semejanza y semejanza m�s cercanas a Dios mismo; �se es sin duda el camino m�s excelente que nos hace m�s conforme con Aquel que es la m�xima excelencia. Ahora bien, esto no somos tanto por nuestros dones y partes como por la obra de la gracia en nuestros corazones. De hecho, es cierto que somos hechos semejantes a Dios en alg�n tipo, en las facultades naturales de nuestra alma, nuestra raz�n, entendimiento, etc.

Pero esto no es todo, ni lo m�s importante; no, sino en la medida en que seamos creados de nuevo y hechos de nuevo por la obra santificadora del Esp�ritu de Dios en nosotros. En segundo lugar, la gracia es el camino m�s excelente y m�s all� de los dones comunes, ya que el fin es mejor que los medios que est�n ordenados y asignados a �l. En tercer lugar, es m�s excelente tambi�n en lo que respecta a sus efectos y consecuencias. Porque da paz de conciencia y gozo en el Esp�ritu Santo.

No somos salvos porque tenemos m�s partes que otros, m�s conocimiento e iluminaci�n en nuestro entendimiento; sino m�s bien porque tenemos m�s gracia que otros, y m�s amor y flexibilidad en nuestros afectos. La consideraci�n de este punto puede servirnos como una buena regla para estimarnos tanto a nosotros mismos como a otros hombres; y eso no es tanto por el primero como por el segundo. No nos consideremos mejores hombres tanto por nuestro ingenio y conocimiento como por nuestra piedad y gracia religiosa.

Y mucho tambi�n para ese segundo punto: que la gracia y la piedad es el camino m�s excelente. El tercero es lo que se sigue de este segundo, y es �ste: que es un deber que nos incumbe perseguir el �ltimo por encima del primero, codiciar el camino m�s excelente, por encima de los mejores dones, la gracia antes que otros logros. Y seguramente no sin una buena causa y base para ello. En primer lugar, de lo contrario seremos defectuosos en el logro m�s importante de todos.

Hay un argumento en el mismo t�tulo que le da cuando lo llama "la forma m�s excelente". �Qu� insensatez es pensar en cosas inferiores! En segundo lugar, de lo contrario seremos capaces de hacer menos bien con regalos como estos; donde haya mejores dones sin el camino m�s excelente, no habr� ese perfeccionamiento de esos dones como conviene que haya para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia o mancomunidad en la que un hombre est� y a la que pertenece.

Tomemos a un hombre que no tiene nada m�s que partes, y no tiene gracia para ordenar sus partes, y har� muy poco o ning�n bien con ellas. Adem�s, en tercer lugar, estos a menudo har�n mucho m�s da�o. San Pablo ten�a muy buenas razones, cuando mencion� los mejores dones, para proponer inmediatamente sobre �l la manera m�s excelente, porque los que no lo tienen son mucho m�s da�inos y perniciosos.

La iniquidad cuando est� armada con el saber es mucho m�s peligrosa. �A qu� viene todo esto ahora, sino tanto m�s fuertemente para hacer cumplir esta exhortaci�n actual del ap�stol, que tenemos aqu� ahora ante nosotros, sobre nosotros mismos? Para unir estos dos juntos en nuestro esfuerzo, lo que �l hace aqu� juntos en su discurso. Y adem�s, como debemos tener en cuenta la piedad y la religi�n en primer lugar, tambi�n lo que es principal y principal en ellas; existe el camino excelente, considerable en el camino excelente, en oposici�n a lo que es m�s malo e inferior en �l.

Existe la forma y el exterior de la religi�n, y existe el poder y la eficacia de la misma. No deber�amos ser s�lo cristianos formales, sino reales; no s�lo los cristianos negligentes, sino tambi�n celosos; no s�lo cristianos ligeros y superficiales, sino sanos, s�lidos y sustanciales. De nuevo a�n m�s, para explicarnos un poco m�s este punto del excelente camino, ya que debemos esforzarnos despu�s de esto simplemente considerado en s� mismo; as� tambi�n en referencia a nuestras diversas actuaciones para el ejercicio y ejecuci�n en particular.

Hay alg�n tipo de acciones y actuaciones en la religi�n, que en lo que respecta al derecho y al mejor desempe�o de las mismas, se mezclan tanto en partes como en piedad. Requieren los mejores dones y requieren la forma m�s excelente de realizarlos. Y no debemos satisfacernos en uno sin el otro. Una vez m�s a�n m�s, debemos tener cuidado de ordenar y disponer de nuestros dones para obtenerlos y mejorarlos, de manera que no perjudiquemos nuestras gracias, y las estorbemos y obstruyamos; debemos tener cuidado de no perdernos en nuestros estudios, en lo que respecta a la forma y el temperamento de nuestro coraz�n.

Trabaja para avanzar en el aprendizaje, pero recuerda mantenerte en la gracia. Por �ltimo, esta excelente manera, no se refiere solo a obtener la gracia por nosotros mismos, sino tambi�n a promoverla en otros. Y esto era lo que el ap�stol Pablo en este lugar parec�a apuntar especialmente en estos Corintios. La humildad y el agradecimiento en el disfrute de los dones, y la caridad y la fidelidad en la mejora de los dones, es la forma m�s excelente de llegar a los dones mismos.

La segunda es la proposici�n de la misma, que tenemos en esta palabra, "Te lo muestro". �Ens��alo? �C�mo lo demostr�? De dos formas, como podemos concebir m�s especialmente. Primero, lo mostr� en thesi; y en segundo lugar, mostr� en hip�tesis . Lo demostr� en la pr�ctica. Lo mostr� en su doctrina y ministerio. Primero, se lo mostr� a ellos en su doctrina, y por medio de una simple proposici�n lo public� y se lo declar�, y eso en general aqu� en esta Ep�stola en el cap�tulo inmediatamente siguiente.

El ap�stol mostr� a estos corintios el camino m�s excelente; y lo mostr� ante todo en su doctrina. Aqu� hay varias cosas en las que, por lo tanto, podr�a insistir muy pertinente; como - Primero, vemos aqu� que la religi�n es capaz de demostraci�n. Es tal que se puede evidenciar y demostrar claramente y hacer bien a aquellos que no ser�n malhumorados, refractarios y perversos. De nuevo, en segundo lugar, en que el ap�stol aqu� hablando de su predicaci�n y escritura y dispensaci�n ministerial dice: �Os lo muestro.

�Vemos aqu� de qu� manera se debe llevar a cabo la predicaci�n y la ense�anza. En la demostraci�n del Esp�ritu y el poder ( 1 Corintios 2:4 ). No nos basta con proponer verdades, sino tan cerca como podamos para evidenciarlas y demostrarlas. Por lo tanto, estamos aqu� especialmente para prestar atenci�n a todo lo que pueda ser un obst�culo o un prejuicio al respecto.

En segundo lugar, lo demostr� tambi�n en su propia pr�ctica y ejemplo. Esto lo podemos deducir del cap�tulo siguiente, "Aunque deber�a hablar ... sin caridad", etc. "Aunque deber�a", est� aqu� tanto como "No quiero", y este es otro tipo de demostraci�n, que pertenece a todos los dem�s ministros, sean quienes sean, sin los cuales la otra manifestaci�n har� poco o ning�n bien en absoluto. El ap�stol Pablo, como era un buen maestro, tambi�n fue seguidor de lo que �l mismo ense��. Esto es un requisito para que nuestra doctrina sea m�s eficaz y tenga m�s �xito. �Qui�n creer� nuestro informe si no lo creemos nosotros mismos? ( Thomas Horton, DD .)

Gracia y amor m�s all� de los regalos

La Iglesia de Corinto abundaba en la mayor�a de los dones espirituales, y por eso abusaron de ellos. Todos no ten�an esos dones espirituales, algunos ten�an los que los ten�an, despreciaban a los que no los ten�an; y los que los ten�an no envidiaban a los que los ten�an. Pablo, por lo tanto, para poder curar este malestar, les dice que aunque el camino de los dones es un camino excelente, sin embargo, el camino de la gracia y el amor es m�s excelente y m�s deseable.

I. Hay un camino de dones distinto del camino de la gracia y viceversa . Todos los santos tienen gracia, pero no todos tienen dones. La gracia es esa excelencia por la cual somos hechos semejantes a Dios en Cristo; dones, por los que somos �tiles para Dios en la Iglesia. Un hombre puede tener un don y, sin embargo, no tener gracia en la oraci�n o la predicaci�n, y puede tener el don, pero no la gracia salvadora de la fe.

II. Pero, �qu� excelencia hay en el camino de los dones?

1. Son �tiles. El sol es una criatura excelente, porque hace bien a los dem�s. Aunque hay excelentes productos b�sicos en otros pa�ses, sin embargo, si no tienes medios de transporte, no eres mejor para ellos; por lo tanto, hay un gran uso del env�o. Entonces, mediante estos dones, la gracia que crece en el coraz�n de un hombre se transporta al de otro ( Efesios 4:1 ). Si no puede alcanzar un libro, tome un taburete y luego podr� bajarlo; el taburete son estos dones.

2. A�aden excelencia a lo que es m�s excelente. Por lo general, si se agrega una cosa peor a otra mejor, la mejor se contamina, por ejemplo, cuando se agrega plomo a la plata. Pero ahora la gracia es la mayor excelencia del mundo, pero agr�guele dones, y la gracia misma se hace m�s excelente; porque as� como el templo santificaba el oro, pero el oro embellec�a el templo; as� la gracia santifica los dones y los dones embellecen la gracia.

III. Donde la gracia y el amor son excelentes.

1. Amor

(1) No es una cosa vac�a ( 1 Corintios 13:1 ).

(2) Nunca falla.

(3) No se provoca f�cilmente, etc.

2. Gracia

(1) Es el efecto apropiado del Esp�ritu; los regalos son opus ad extra .

(2) No soporta el pecado.

IV. Solicitud:

1. A los que tienen dones. Les pide a todos que bendigan al Se�or y busquen el camino m�s excelente. Porque los dones y la gracia difieren:

(1) En su naturaleza; uno es una gracia muerta, el otro un regalo vivo.

(2) En su disposici�n, porque la gracia se contenta con la sencillez del evangelio, los dones no se contentan. Los corintios, que sobresalieron en dones, adulteraron el evangelio con sus palabras hinchadas; y los g�latas con falsa doctrina. Un ni�o en un campo de ma�z se siente m�s atra�do por las malas hierbas y las margaritas de colores; pero el labrador no tiene m�s que ma�z. As� que un hombre que s�lo tiene dones, cuando viene a un serm�n oa una oraci�n, queda muy impresionado con las bellas expresiones; pero el hombre que tiene gracia mira la espiritualidad y el poder de las cosas que all� se entregan.

(3) En sus efectos; la gracia tiene buena mano tanto para sufrir como para hacer; los dones tienen muy buena mano para hacer, pero mala para sufrir.

(4) En su abatimiento y extinci�n: si un hombre tiene gracia y cae en pecado, ese pecado obstaculizar� y apagar� las acciones anteriores de su gracia; pero si un hombre tiene dones solamente, y cae en pecado, ese pecado no obstaculiza sus acciones, puede orar como lo hizo, etc. Una vela pintada sobre una tabla, si se pone en agua, no se apaga por eso; porque es una vela muerta y no viva.

2. Para aquellos que no tienen dones o dones muy d�biles. Les pide que se sientan c�modos. El camino de los dones, de hecho, es un camino excelente; pero si Dios te ha conducido de una manera m�s excelente, �tienes alg�n motivo para quejarte? �Te quejar�s por falta de eso, que si tuvieras en abundancia, tendr�as menos tiempo para cuidar tus propias almas? �O te quejar�s por falta de eso, que si lo tuvieras sin gracia, ser�a tu perdici�n? (W. Bridge, MA .)

Una comparaci�n, entre dones y gracias

I. Las gracias son mejores que los regalos. Los dones eran necesarios en las primeras edades de la Iglesia; como ilustraciones externas de los nuevos hechos espirituales, como evidencias de la autoridad divina de los predicadores del evangelio, y como aptos para llevar su mensaje a todas las naciones. Y todav�a hay dones otorgados a la Iglesia. Hablamos de una persona que tiene el don de predicar o ense�ar, orar o dar, etc. El reino del Redentor necesita conocimientos consagrados, elocuencia, etc. Pero el ap�stol antepone las gracias a los dones, algo seguramente muy notable en su caso.

II. Qu� tienen en com�n las gracias y los dones.

1. Un origen divino. ��Qu� tenemos que no hayamos recibido? Por la gracia de Dios somos lo que somos �.

2. Un prop�sito de efecto. Ambos son para uso edificante. Si tenemos dones, debemos usarlos en acciones bondadosas y sabias, ayudando a nuestros hermanos a llevar sus cargas o ense��ndoles cu�l es la mejor manera de poner piedra sobre piedra. Si tenemos gracias, entonces estamos capacitados para ejercer una influencia santa, inspirando y animando almas.

3. Ambos pueden crecer y sufrir p�rdidas.

III. �Qu� gracias tienen los dones que no tienen?

1. Las gracias tienen el poder de llegar a todos y enriquecer a todos. En un sentido muy amplio, los regalos solo pueden ser para unos pocos.

2. Las gracias perduran para siempre. Las cosas que tenemos deben caer un d�a de nuestras manos; la mano muerta no tiene nada. Lo que somos en nosotros mismos debemos serlo para siempre.

3. Las gracias tienen el poder de obrar siempre. Los dones dependen de la voluntad de los hombres, y esas voluntades a menudo se gobiernan por completo. Rara vez podemos obtener el m�ximo beneficio de los dones de los superdotados. Pero si un hombre tiene una gracia, no puede dejar de trabajar por sus semejantes y por Cristo. ( R. Tuck, BA .).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Corinthians 12". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-corinthians-12.html. 1905-1909. Nueva York.