Bible Commentaries
1 Samuel 2

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-10

Y Ana or� y dijo: Mi coraz�n se regocija en el Se�or.

Canci�n de Hannah

La cr�tica moderna ha decidido, para su propia satisfacci�n, que el noble himno que aqu� se atribuye a Ana, no puede haber sido pronunciado por sus labios como agradecimiento por el nacimiento de Samuel. Rompe la conexi�n obvia de la narraci�n: su tema real es la derrota de los enemigos de la naci�n y el triunfo de los ej�rcitos nacionales: sobre todo, las palabras finales, que hablan del Rey de Jehov�, y oran para que �l pueda exaltar el cuerno de Su ungido, inequ�vocamente, lo estampa como un producto del per�odo regio, cuando el reino ya estaba establecido.

Algunos cr�ticos, de reputaci�n nada despreciable, llegan a nombrar a David como el verdadero autor y asignan la matanza de Goliat y la posterior derrota de los filisteos como la verdadera ocasi�n. Examinemos el himno en detalle. Se llama oraci�n; sin embargo, con la excepci�n de las palabras finales, que deben presentarse como una petici�n, est� enteramente ocupada con alabanza y acci�n de gracias. La oraci�n no se limita a la s�plica.

Abarca todas las direcciones del alma humana al Alt�simo: incluye todas las formas de adoraci�n. La alabanza y la acci�n de gracias son partes verdaderas y necesarias de la oraci�n. �Y cu�les son los pensamientos que llenan el coraz�n de Hannah y que no ser�n reprimidos? Un gozo profundo y santo por la salvaci�n que Jehov� ha obrado por ella. Su reproche de esterilidad es quitado. Ahora es madre en Israel: �y madre de qu� ni�o! Ella est� exultante; sin embargo, en medio del triunfo no hay venganza, ning�n recuerdo poco caritativo de las burlas y la crueldad que tuvo que soportar.

Su coraz�n est� lleno, no de ella misma, sino de Dios. Solo �l es santo: solo �l existe por s� mismo: solo �l es la Roca de Israel, segura, inmutable, fiel en su pacto. De contemplar el car�cter de Jehov�, pasa a examinar su trato con los hombres. En su propia experiencia individual ve una ilustraci�n de las leyes que regulan la econom�a divina. El observador m�s casual no puede dejar de notar las repentinas vicisitudes de la fortuna en la vida de los individuos y en la historia de las naciones.

�De d�nde proceden estos marcados contrastes? Es Jehov� quien es �el Dios de vida y muerte y todas las cosas que le pertenecen�; la pobreza y la riqueza, la promoci�n y la degradaci�n proceden de �l. Las vicisitudes de la humanidad no son fortuitas; Jehov� cre� el mundo; Jehov� sostiene al mundo; Jehov� gobierna el mundo y todo lo que hay en �l con justicia. Defiende a sus santos: silencia a los imp�os: �y qui�n puede resistir su voluntad? "Con la fuerza nadie prevalecer�". Su visi�n prof�tica se aclara a medida que avanza. Ahora estamos en una mejor posici�n para estimar el valor de las cr�ticas hostiles.

I. �Se puede sostener seriamente por un momento que este himno interrumpe la narraci�n y obviamente est� fuera de lugar? �Qu� podr�a ser m�s natural que Ana se uniera a la adoraci�n de su esposo y derramara todo su coraz�n en la energ�a de una inspiraci�n prof�tica? �Qu� lugar podr�a ser m�s apropiado para esto que el tabern�culo donde Jehov� hab�a fijado Su morada visible? �Qu� momento m�s apropiado que aquel en que le devolvi� a Jehov� el regalo que hab�a recibido de sus manos para su servicio?

II. En segundo lugar, tampoco podemos estar de acuerdo con la afirmaci�n de que el tono y el contenido del himno lo marcan como una vieja canci�n de guerra, una acci�n de gracias por la victoria sobre los enemigos. No se menciona directamente una victoria israelita: la derrota de los poderosos guerreros no es m�s que una ilustraci�n incidental: no es m�s que uno de los contrastes presentados para mostrar c�mo se ejerce el gobierno de Jehov� en el mundo.

III. La tercera objeci�n es a primera vista m�s contundente. La menci�n de un rey parece indicar una fecha posterior. Pero incluso esta dificultad es solo superficial. �Por qu� no habr�a hablado Ana de un rey, el ungido de Jehov�? Las promesas hechas a Abraham apuntaban al eventual establecimiento de un reino para el pueblo elegido. �Har� de ti naciones, y reyes saldr�n de ti.

�Bendecir� a Sara, y ella ser� madre de naciones; reyes de pueblos ser�n de ella ". Y en este per�odo, el deseo de un rey se estaba agitando manifiestamente en la mente nacional. Los hombres de Israel ya hab�an propuesto una monarqu�a hereditaria cuando le dijeron a Gede�n: "Domina sobre nosotros, t� y tu hijo, y el hijo de tu hijo"; y aunque se neg�, diciendo: "El Se�or te gobernar�", debe haberse sentido que el establecimiento de una monarqu�a no podr�a estar muy lejos.

La monarqu�a, de hecho, no era la forma ideal de gobierno para el pueblo elegido. Al exigirlo, fueron impulsados ??por la incredulidad y la desconfianza de Jehov�, y por lo tanto le desagrad�, porque fue un �rechazo de �l�. Sin embargo, tuvo su parte en la preparaci�n para la venida del Mes�as; fue incorporado como un elemento en la evoluci�n de los prop�sitos divinos. �Y por qu� no habr�a de inspirarse Ana con una previsi�n prof�tica para ver que finalmente el rey era inevitable y orar para que Jehov� hiciera efectivo su gobierno? La revisi�n del car�cter divino y el gobierno divino del mundo es un tema que se sugerir�a de la manera m�s natural a quien sintiera que acababa de experimentar una manifestaci�n de esos principios en su propio caso.

Pasemos a considerar la idea principal del himno. El problema de las misteriosas e incalculables vicisitudes de la fortuna se ha presentado a todos los tiempos. �Cu�l es la causa de ellos? Es ?????? el ???????, dijo el griego. La Envidia de los Dioses arrastra a los m�s pr�speros al abismo de la ruina y derriba el orgullo del hombre en el curso intermedio. Contaba a los dioses como seres de pasiones similares a �l, esclavos de los celos y el rencor.

Algunos, con el esp�ritu de un credo m�s verdadero, negaron una hip�tesis tan degradante: y vieron a N�mesis, la diosa de la venganza, siguiendo los pasos del pecador y exigi�ndole hasta el m�ximo el castigo por su transgresi�n. Es la Necesidad, respondi� el romano antiguo, la Necesidad severa, inexorable, desalmada, ante cuyo mandato debemos inclinarnos, cuyas decisiones no podemos investigar. Es la Fortuna, ri� el esc�ptico Horacio: �La fortuna se regocija en su cruel tarea, y se empe�a en jugar su juego despiadado.

Pero siglos antes de que los griegos o los romanos enfrentaran el problema, su soluci�n hab�a sido revelada a la mente hebrea. La profetisa hebrea no ve ninguna deidad enojada y rencorosa, celosa de la prosperidad del hombre: ning�n destino severo y despiadado: ninguna Fortuna voluble y caprichosa al tim�n del universo; sino un Gobernante personal, santo, justo, omnisciente, omnipotente, que gobierna en verdad y rectitud. Era una verdad que ten�a un valor especial para los israelitas de esa �poca.

No ten�a una revelaci�n clara de una vida futura: y sin el conocimiento de una vida futura, el misterio de la existencia humana es mil veces m�s desconcertante. Su fe a menudo se puso a prueba porque "vio a los imp�os en tal prosperidad". El castigo inmerecido de hombres justos como Job parec�a casi una falla en la justicia del Todopoderoso: y tuvo que reforzar su conciencia moral recurriendo a una confesi�n como �sta, declarando en t�rminos no equ�vocos el gobierno universal de Jehov�, fundado en justicia y verdad.

Para nosotros, la reiteraci�n de esta verdad es valiosa por una raz�n muy diferente. El estudio de las segundas causas, la formaci�n de leyes f�sicas, sociales y morales, tienden a oscurecer nuestra visi�n de la Gran Primera Causa y a borrar nuestra concepci�n del control personal directo ejercido por el gobernante del universo. �Jehov� humilla y ensalza. Con la fuerza nadie prevalecer� �. Hay una lecci�n personal y nacional en esto.

Todos nos vemos obligados, en alg�n momento de nuestras vidas, a aprender nuestra propia impotencia, nuestra peque�ez, nuestra dependencia de un poder que no es el nuestro. Aqu� tambi�n hay una lecci�n para las naciones. Es Dios quien eleva, es Dios quien da prosperidad nacional; la continuaci�n de esa prosperidad est� seguramente condicionada a la observancia de sus leyes, y esas leyes se observar�n mejor cuando la conciencia nacional reconozca que su prosperidad brota en �ltima instancia de una fuente superior a su propio genio o industria. El orgullo y la confianza en uno mismo siempre han sido los padres de la corrupci�n y la degeneraci�n. ( AF Kirkpatrick, DD )

Canci�n de acci�n de gracias de Ana

La emoci�n que llen� el pecho de Ana despu�s de entregar a Samuel al Se�or y dejarlo asentado en Silo fue de gozo triunfante. En su canci�n no vemos rastro de depresi�n, como la de una madre afligida y desolada. Algunos pueden estar dispuestos a pensar menos en Hannah por este motivo; pueden pensar que ella habr�a sido m�s una verdadera madre si algo de arrepentimiento humano hubiera sido evidente en su canci�n.

Pero seguramente no deber�amos culparla si la emoci�n Divina que llen� tan completamente su alma excluy� por el momento todo sentimiento ordinario. Este era el sentimiento de Ana, como lo fue luego el de Isabel, y a�n m�s el de la Virgen Mar�a, y no es de extra�ar que sus canciones, que se parecen mucho entre s�, hayan sido utilizadas por la Iglesia cristiana para expresar el grado muy alto de agradecimiento.

El coraz�n de Ana se ensanch� al pensar en cu�ntas almas humildes que le llevaban su carga ser�an aliviadas; y cu�ntos corazones vac�os y hambrientos, suspirando por comida y descanso, descubrir�an c�mo �l �satisface el alma anhelante y colma de bondad el alma hambrienta�. Pero parece que sus pensamientos tomaron un barrido a�n m�s amplio. Consider�ndose a s� misma como representante de la naci�n de Israel, parece haber sentido que lo que le hab�a sucedido a ella en peque�a escala le iba a suceder a la naci�n en general.

�No podr�a el Esp�ritu Santo haberle dado un vislumbre de la gran verdad: "Un ni�o nos ha nacido, un hijo nos es dado?" �Y no puede haber sido este tema elevado la causa de esa total ausencia de arrepentimiento humano, esa aparente falta de avivar el coraz�n maternal, que marcamos en la canci�n? Cuando examinamos la esencia de la canci�n con m�s cuidado, encontramos que Ana deriva su gozo de cuatro cosas acerca de Dios:

I. Su naturaleza (vv. 2-3). En el segundo y tercer vers�culo encontramos consuelo derivado de

(1) la santidad de Dios,

(2) Su unidad,

(3) Su fuerza,

(4) Su conocimiento, y

(5) Su justicia.

(1) La santidad, la inmaculaci�n de Dios es una fuente de consuelo, "No hay santo como el Se�or". Para los malvados, este atributo no es un consuelo, sino s�lo un terror. Dejados a s� mismos, los hombres eliminan este atributo y, como los griegos, los romanos y otros paganos, atribuyen a sus dioses las concupiscencias y pasiones de las pobres criaturas humanas. Sin embargo, para aquellos que pueden apreciarlo, �cu�n bendita es la santidad de Dios!

(2) Su unidad da consuelo: "No hay nadie fuera de ti".

(3) Su fuerza da consuelo: "Ni hay roca como nuestro Dios".

(4) Su conocimiento da consuelo: "El Se�or es un Dios de conocimiento". �l ve toda la maldad secreta y sabe c�mo lidiar con ella. Su ojo est� en cada complot tramado en la oscuridad. Conoce a sus fieles siervos, a qu� apuntan, qu� sufren, qu� tensi�n se pone a menudo en su fidelidad.

(5) Su justicia da consuelo. "Por �l se pesan las acciones". Se comprueba su verdadera calidad; lo que se hace con fines mezquinos y ego�stas se destaca ante �l en toda su fealdad innata, y atrae la retribuci�n que se merece.

II. El santo gobierno de Dios (vers�culos 3-8). La caracter�stica principal de la providencia de Dios en la que se habla aqu� son los cambios que ocurren en la suerte de ciertas clases. Y estos cambios son obra de Dios. Si no se ense�ara nada aqu�, excepto que hay grandes vicisitudes de fortuna entre los hombres, entonces se obtendr�a una lecci�n tanto para los altos como para los bajos: que los altos tengan cuidado de no gloriarse en su fortuna, que los bajos no se hundan en el abatimiento y la desesperaci�n. .

Si adem�s se tiene en cuenta que estos cambios de fortuna est�n todos en manos de Dios, surge una lecci�n m�s: tener cuidado de c�mo ofendemos a Dios y vivir con el ferviente deseo de disfrutar de su favor. Pero hay una lecci�n m�s. La clase de cualidades que aqu� se marcan como ofensivas para Dios son el orgullo, el ego�smo y la autosuficiencia tanto en los asuntos ordinarios como en su desarrollo espiritual.

III. Su trato m�s amable a sus santos.

IV. Ana se regocija en esa dispensaci�n de misericordia que vendr�a en relaci�n con el "rey, su ungido" de Dios (5:10). Guiada por el Esp�ritu, ve que viene un rey, que se establecer� un reino y ser� gobernado por el ungido del Se�or. �Pudo vislumbrar lo que iba a suceder bajo reyes como David, Josafat, Ezequ�as y Jos�as? �Vio ella en una visi�n prof�tica el cuidado amoroso de tales reyes por el bienestar del pueblo, su santo celo por Dios, su actividad y seriedad en hacer el bien? �Y el vislumbre de estos beneficios venideros le sugiri� la idea de lo que iba a lograr Aquel que iba a ser el ungido, el Mes�as en un sentido superior? Dif�cilmente podemos evitar darle este alcance a su canci�n.

�Cu�l es la gran lecci�n de esta canci�n? Que por la respuesta a la oraci�n, por la liberaci�n de la prueba, por el cumplimiento de las esperanzas, por las cosas gloriosas que a�n se han dicho de la ciudad de nuestro Dios, se deben a Dios nuestras m�s cordiales acciones de gracias. ( WG Blaikie. )

Alegr�a espiritual

As� como los olores y los dulces aromas de Arabia son transportados por los vientos y el aire a las provincias vecinas, de modo que antes de que los viajeros lleguen tienen el olor de ese pa�s arom�tico; de modo que los gozos del cielo son los dulces alientos y los vendavales del Esp�ritu Santo que soplan en los corazones de los creyentes, y los dulces aromas del para�so superior se transmiten a los jardines de las iglesias. Esos gozos que el Esp�ritu despierta en nosotros antes de que lleguemos al cielo son una garant�a de lo que podemos esperar en el futuro. ( T. Manton, DD )

Versículo 2

Tampoco hay roca como nuestro Dios.

Dios comparado con una roca

I. Aqu� se describe a Dios como una roca. Dios con frecuencia se compara a s� mismo con una roca, y eso para animar a su pueblo.

1. Se le compara con una roca, porque, como refugio, defensa, refugio, cada perfecci�n de Su naturaleza es como su baluarte alrededor de Su pueblo.

2. Tambi�n se habla de �l como de una roca, porque en la antig�edad tambi�n hicieron de las rocas su habitaci�n con frecuencia. Est�n los habitantes de las rocas ( Jeremias 48:28 ). �Dir� del Se�or: �l es mi refugio y mi fortaleza; Dios m�o, en �l confiar�. Habitan en Su amor y en Sus atributos, y les encuentran el lugar de residencia y tambi�n el lugar de la felicidad.

3. Pero tambi�n lleva el nombre de una roca porque es la sombra de su pueblo. As� leemos en el quinto vers�culo del Salmo ciento veintiuno: �El Se�or es tu guardador; el Se�or es tu sombra a tu diestra �. As� son las perfecciones de Dios la sombra de su pueblo, que lo protege del calor abrasador; y est�n igualmente agradecidos con sus almas.

II. �En qu� sentido peculiar es que Dios se relaciona con su pueblo como su roca, mientras atraviesan este pobre mundo des�rtico?

1. En primer lugar, podr�a decir que se debe a su amor eterno hacia ellos, en el sentido de que se ha hecho a s� mismo para ser su roca, en el hecho de que se ha dado a s� mismo para ser su porci�n, en el hecho de que se ha hecho a s� mismo sobre que sean su Dios, hasta la muerte.

2. Y a medida que el Esp�ritu de Dios lleva al alma hacia adelante, comienza a ver el gran misterio de la justicia en la salvaci�n. As� vemos desde qu� punto de vista es que el Se�or Dios Todopoderoso es la roca de su pueblo, y c�mo llega a serlo en su paso por este pobre valle de l�grimas. Primero que todo, por el don soberano de S� mismo, seg�n Su amor eterno, y luego por el poder eficaz del Esp�ritu Santo para sacar a las pobres almas de la poblaci�n mundial a trav�s de Su amado, para que puedan descansar en �l.

III. No hay roca como nuestro Dios, "ni hay roca como nuestro Dios". El Dios de un sociniano no se puede comparar con nuestro Dios, un Dios que perdona por pura piedad, un Dios que deja que su propia ley sea pisoteada y su propia justicia sea anulada, para dar paso a la exhibici�n. de su propia misericordia, que Dios no puede compararse con nuestro Dios. El hombre que habla del evangelio y vive en el pecado, que habla de ser feliz en Dios y confunde las nociones precisas con la conversi�n del coraz�n y un credo bien equilibrado con el amor de Cristo al alma, que el Dios del hombre no puede ser comparado con nuestro Dios; porque nuestro Dios es santo.

El fariseo moralista que mira a su Dios, no puede pensar que se le puede comparar con nuestro Dios. El Dios que puede aceptar sus pobres servicios formales: la idea misma de una vez no solo muestra su locura, sino que exhibe el car�cter de remolque del Dios que adora. �Oh, no hay roca como nuestro Dios!

1. No hay roca tan segura como esta. �Oh, qu� bendita es esa seguridad que no admite una grieta, una abertura para que entre la tormenta!

2. �Oh, la anchura de esta bendita roca! �Hay un caso ahora tan malo, hay una circunstancia en s� misma tan desesperada, que no podemos decir que hay en esa roca un ancho para todos los interesados?

3. Y, oh, �qui�n dir� lo que hay dentro de esta roca? El Dios de nuestra salvaci�n es una porci�n satisfactoria. ( JH Evans. )

Versículos 2-3

No hay santo como el Se�or.

Las cuatro perfecciones de Dios

1. Habla de su santidad; "No hay santo como el Se�or". Santa Mar�a la Virgen se hace eco de ella, cuando en su canci�n dice: "Santo es su nombre". Este ser�a un pensamiento muy triste para los pecadores, cuyos pensamientos, palabras y acciones son tan profanos, si no fuera porque nuestro Se�or Jesucristo ha expiado nuestros pecados con Su muerte, y tambi�n ha llevado en nuestra naturaleza a una vida perfectamente santa. vida; y que, si nos unimos a �l por fe, Dios nos mira a trav�s de �l y nos acepta por Su causa.

2. A continuaci�n, Ana habla del poder de Dios. "Tampoco hay roca", dice ella, "como nuestro Dios". Entonces, Santa Mar�a en su canci�n llama a Dios: "El Poderoso"; y dice: "Ha mostrado fuerza con su brazo". Para que el pueblo de Dios pueda confiar en �l con seguridad debido a Su gran poder. Y ahora observe qu� ejercicio particular del poder de Dios celebraron tanto Ana como Santa Mar�a. Es esto, que cuando los hombres se vuelven orgullosos y ambiciosos, �l inmediatamente, sin importar cu�n grande sea el poder que hayan alcanzado, los derriba. La forma favorita de Dios de mostrar Su poder en el reino de la Providencia es derribar a los orgullosos y enaltecer a los humildes.

3. El tercer atributo de Dios del que habla Ana es Su sabidur�a. �El Se�or�, dice ella, �es un Dios de conocimiento�, y ella da esta prueba de ello, que �por �l se pesan las acciones�. Su conocimiento llega a las profundidades del personaje; �l es "un discernidor de los pensamientos y las intenciones del coraz�n". No toma una acci�n por una buena, porque se ve bien afuera. Es interesante observar que St.

Mar�a en su canci�n no hace ninguna menci�n expl�cita de la sabidur�a o el conocimiento de Dios, aunque s� menciona dos veces sobre otro atributo, del cual Ana no hace menci�n expl�cita. Este es el m�s hermoso y sonriente de todos los atributos de Dios: su misericordia, es decir, su bondad para con los que no lo merecen y lo que lo merecen. El c�ntico de Ana fue entregado a la Ley, mientras que el pueblo de Dios todav�a estaba bajo esa dispensaci�n m�s severa y severa, que deliberadamente los hizo familiarizados con Su santidad, poder y sabidur�a, que con Su amor.

Pero el c�ntico de Santa Mar�a, que marca el comienzo del nacimiento de Cristo, no podr�a ser sin una alusi�n a la tierna misericordia de nuestro Dios, la misericordia que lo llev� a dar a su Hijo de su seno para la salvaci�n de los perdi�. ( Dean Goulburn. )

Versículos 3-4

No hables m�s con orgullo.

Las diferentes formas de orgullo

1. El orgullo de la conquista. "Los arcos de los valientes est�n rotos".

2. El orgullo de la abundancia. Puede haber orgullo en todas y cada una de las condiciones de la vida. Los ni�os, al igual que las personas adultas, pueden estar muy orgullosos; y Dios odia el orgullo de los j�venes tanto como de los viejos. Algunos ni�os, no, y algunas personas adultas tambi�n est�n orgullosas de la ropa fina y les gusta pavonearse mientras el brillo es nuevo en su ropa. Otros est�n orgullosos de ser inteligentes; mientras que deben considerar sus talentos como un encargo que les ha dado Dios, del cual tendr�n que rendir cuentas.

Otros son vanidosos por su belleza; y luego tal vez su belleza sea arrebatada por alguna repugnante queja, o peor a�n, se convierta en una trampa para ellos, ya que la fina y larga cabellera de Absal�n fue el medio para llevarlo a su fin. ( Dean Goulburn. )

El Se�or es un Se�or del conocimiento.

El conocimiento de dios

El conocimiento considera las cosas de manera absoluta y en s� mismas: la sabidur�a considera los aspectos y relaciones de las cosas entre s�, y bajo la noci�n de medios y fines. El conocimiento de Dios, es una perfecta comprensi�n de la naturaleza de todas las cosas, con todos sus poderes y cualidades, y circunstancias: la sabidur�a de Dios, es una perfecta comprensi�n de los aspectos y relaciones de las cosas entre s�; de su armon�a y oposici�n; de su idoneidad e incapacidad para tales y tales fines.

I. Para probarlo, lo intentar� de dos maneras.

1. De los dictados de la luz natural y la raz�n. A menos que la raz�n natural nos asegure que Dios est� dotado de conocimiento y entendimiento, es en vano preguntar por la revelaci�n divina. Porque para que cualquier revelaci�n sea cre�ble, se requieren dos cosas por parte del revelador: habilidad e integridad. Las perfecciones divinas no deben probarse a modo de demostraci�n, sino a modo de convicci�n, mostrando los absurdos de lo contrario.

(1) Es una perfecci�n y, por lo tanto, pertenece a Dios.

(2) El conocimiento se encuentra en algunas de las criaturas y, por lo tanto, est� mucho m�s en Dios el Creador, porque se deriva de �l. �Entiendan, brutales entre el pueblo; y vosotros, necios, �cu�ndo ser�is sabios? El que plant� la oreja, �no oir�? �l form� el ojo, �no ver�? "

(3) La negaci�n de esta perfecci�n a Dios, argumenta muchas otras imperfecciones en la naturaleza Divina. Nada eclipsar�a m�s la naturaleza divina que quitarle esta perfecci�n; esto traer�a una oscuridad universal sobre las dem�s perfecciones de Dios; esto ser�a apagar la luz del cielo y convertir el resplandor de la ma�ana en sombra de muerte. Si quitamos esta perfecci�n de Dios, negamos Su sabidur�a.

Y debilitamos Su poder. �Qu� cosa tan impotente e ineficaz ser�a el poder sin conocimiento! �Qu� cosas irregulares producir�a! Y, en consecuencia, quitamos Su providencia; porque sin conocimiento no puede haber consejo, ni provisi�n para el futuro, ni gobierno del mundo. Y eso no es todo; porque sin conocimiento no puede haber bondad, porque no es bueno el que hace el bien por ignorancia o por necesidad ciega. No puede haber veracidad, ni justicia, ni misericordia en Dios; porque todo esto supone conocimiento.

2. De las Escrituras y la revelaci�n divina. Solo mencionar� dos o tres ejemplos: ( Job 36:4 ) "El perfecto en conocimiento est� contigo". ( Job 37:16 ) "�Conoces las maravillas de Aquel que es perfecto en conocimiento?"

(1) Que Dios se da cuenta de todas nuestras acciones. La Escritura menciona con frecuencia esto: ( Salmo 129:1 , etc. Proverbios 5:21 ) "Los caminos del hombre est�n ante los ojos del Se�or, y �l considera todos sus caminos". ( Jeremias 32:19 ) "Tus ojos est�n abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno seg�n sus caminos y seg�n el fruto de sus obras".

(2) Es un observador curioso, que se da cuenta de todo lo que hacemos.

(3) Se da cuenta de las acciones m�s secretas y ocultas, tanto las buenas como las malas.

3 . Dios conoce los corazones y pensamientos de los hombres; lo que implica estas dos cosas: Dios conoce perfectamente el coraz�n de los hombres ( Jeremias 17:10 ). ( 1 Reyes 8:39 ) �Porque t�, t� mismo, conoces el coraz�n de todos los hijos de los hombres.

�( 1 Cr�nicas 27:9 ). �Conoce los secretos de los corazones� ( Proverbios 15:11 ).

(1) La raz�n de la mente de todo hombre le dice que el Ser supremo a quien llamamos Dios est� dotado de toda perfecci�n, y entre Sus otras perfecciones, que sobresale en conocimiento.

(2) Los temores naturales de los hombres son igualmente un reconocimiento secreto de esto.

2. Que tener un conocimiento perfecto y completo del coraz�n de los hombres es una prerrogativa peculiar de Dios.

3. El conocimiento de Dios de los eventos futuros. Este Dios propone como camino para discernir al Dios verdadero de los �dolos ( Isa�as 41:21 , etc.)

(1) Que Dios conoce los eventos futuros.

(2) Que solo los conoce.

Objeci�n primera: La imposibilidad de la cosa. La certeza de todo conocimiento depende de la certeza del objeto; por tanto, no puede haber un conocimiento cierto y determinado de nada, sino de lo que es cierta y decididamente verdadero; pero los acontecimientos futuros, que pueden ser o no, no tienen una verdad cierta y determinada; es decir, tampoco es seguro que lo sean o no, porque no tienen una causa determinada; por tanto, no puede haber conocimiento infalible acerca de ellos.

1. Podr�a decir, con muy buena probabilidad, que la certeza del conocimiento no depende de la incertidumbre de la causa, sino del objeto, que puede ser cierto, aunque la causa sea contingente.

2. Aunque no pudimos explicar la posibilidad de que Dios conozca las contingencias futuras, mucho menos la forma en que; sin embargo, estamos suficientemente seguros de que Dios los conoce.

3. Es muy irrazonable esperar que conozcamos todas las formas que tiene el conocimiento infinito de conocer las cosas. Tenemos s�lo facultades y medidas finitas, que no guardan proporci�n con poderes y objetos infinitos.

En segundo lugar, se objeta que si podemos admitir en Dios tal conocimiento que parece contradicciones e imposible para nuestra raz�n, �por qu� no podemos permitir y enmarcar tales nociones de su bondad y justicia? A esto respondo: Hay una gran diferencia entre las perfecciones de Dios que son imitables y las que no lo son. El conocimiento de los eventos futuros es una perfecci�n en la que no estamos obligados a ser como Dios; y si estamos seguros de la cosa, de que �l los conoce, no es necesario que sepamos la manera de hacerlo, y lo desenredemos de la contradicci�n y la imposibilidad: pero es de otra manera en la bondad y justicia de Dios, que son imitables; el que imita, se esfuerza por ser como algo que conoce, y debemos tener una idea clara y una noci�n de aquello a lo que nos acercar�amos a la semejanza;Jeremias 9:24 ). La tercera objeci�n se compone de varios inconvenientes que se derivar�an del conocimiento de Dios de los eventos futuros.

1. Perjudicar�a la libertad de la criatura. Respuesta. La presciencia de Dios no impone ninguna necesidad al evento; en todo evento, podemos considerar el efecto en s� mismo, o en relaci�n con la causa, y la forma en que ocurre; considerado en s� mismo, es futuro; en relaci�n con sus causas, es contingente. Dios lo ve como ambos.

2. Si Dios infaliblemente sabe de antemano lo que har�n los hombres, �c�mo puede ser serio en sus exhortaciones al arrepentimiento, en su expectativa y en su dolor por la impenitencia de los hombres? Respuesta: Todo esto se basa en la libertad de nuestras acciones. Dios exhorta al arrepentimiento, y lo espera, porque por Su gracia podemos hacerlo: se dice que se lamenta por nuestra impenitencia, porque podemos hacer lo contrario, y no lo haremos.

Las exhortaciones no son en vano en s� mismas, sino muy adecuadas a su fin. Habiendo respondido las objeciones contra el conocimiento previo de los eventos futuros de Dios, procedo a mostrar que solo Dios conoce los eventos futuros ( Isa�as 44:6 ). Ahora he terminado con el primer jefe general al que propuse hablar con estas palabras; es decir, para probar que este atributo del conocimiento pertenece a Dios. Procedo a la

II. Considerar la perfecci�n y la prerrogativa del conocimiento Divino; a los que me referir� en los siguientes detalles:

1. El conocimiento de Dios est� presente y actual, Su ojo est� siempre abierto y todo est� a la vista de �l. El conocimiento de la criatura es m�s poder que acto.

2. El conocimiento de Dios es un conocimiento �ntimo y completo, mediante el cual �l conoce la naturaleza y esencia misma de las cosas. El conocimiento que tenemos de las cosas es s�lo en parte, exterior y superficial.

3. El conocimiento de Dios es claro y distinto. Nuestro entendimiento en el conocimiento de las cosas est� sujeto a una gran confusi�n; a menudo somos enga�ados con la semejanza y semejanza cercana de las cosas, y confundimos una cosa con otra.

4. El conocimiento de Dios es cierto e infalible. Somos objeto de dudas y errores en nuestra comprensi�n de las cosas.

5. El conocimiento de Dios es f�cil y sin dificultad. Debemos profundizar en el conocimiento, hacer un gran esfuerzo para conocer un poco.

6. El conocimiento de Dios es universal y se extiende a todos los objetos. Sabemos solo algunas cosas; nuestra ignorancia es mayor que nuestro conocimiento.

III. Vengo ahora a sacar algunas inferencias de las distintas partes de este discurso.

1. De la perfecci�n del conocimiento de Dios.

(1) La perfecci�n del conocimiento divino requiere nuestra veneraci�n.

(2) Por lo tanto, podemos aprender la humildad, y eso en esta doble cuenta, ya que tenemos todo nuestro conocimiento de �l: "�Qu� tenemos que no hayamos recibido?"

(3) Este es un asunto de consuelo y aliento; Conoce nuestros deseos y nuestras debilidades.

2. Del conocimiento de Dios de nuestras acciones secretas, infiero,

(1) Si Dios ve nuestras acciones m�s secretas, esto descubre y refuta el ate�smo secreto de muchos. El que comete el pecado m�s secreto, niega la omnisciencia de Dios.

(2) Viva como aquellos que creen esto: est� continuamente bajo el poder de esta aprehensi�n, que Dios toma un aviso particular y exacto de todas sus acciones.

3. El conocimiento de Dios del coraz�n nos ense�a,

(1) La locura de la hipocres�a: cu�n vano es hacer una demostraci�n de eso por fuera, que por dentro y en nuestro coraz�n no somos; ponernos una m�scara de religi�n y pintarnos maravillosamente sin ella.

(2) Si Dios conoce sus corazones, entonces esfu�rcense por aprobarle sus corazones; c�rgate de pureza y santidad interiores.

(3) Esto es motivo de est�mulo para nosotros en muchos casos: en nuestros problemas secretos ( Salmo 142:3 ).

(4) Esto convierte en vanidad todas las pol�ticas profundas y profundas de los hombres malvados: �El Se�or conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad� ( Salmo 94:11 ): porque los conoce y puede vencerlos.

(5) Si s�lo Dios conoce los corazones de los hombres, entonces "�qu� eres t�, oh hombre, que juzgas el coraz�n de otro?"

4. Del conocimiento de Dios de los eventos futuros, podemos aprender,

(1) La vanidad de la astrolog�a y todas las dem�s artes que pretenden predecir eventos futuros, cosas que dependen de la voluntad de los agentes libres.

(2) Refiera las cosas futuras a Dios, quien solo las conoce; conf�a en �l con todos los eventos; "Echa tu cuidado sobre �l". ( J. Tillotson, DD )

Por �l se pesan las acciones.

Acciones ponderadas por Dios

En todos los tratos de Dios con nosotros hay una cosa de la que podemos estar perfectamente seguros: se har�n deliberadamente; delicadamente, por medici�n, con precisi�n, en proporci�n. All� estamos bastante a salvo de toda prisa y desconsideraci�n, esas dos pesadillas del juicio humano. La oraci�n de Job siempre es respondida: "D�jame ser pesado en la balanza". Tanto el m�s grande como la correa, desde esos gigantes de la naturaleza, las colinas eternas, hasta el polvo de la tierra y el pensamiento m�s peque�o que jam�s haya pasado por la mente de un hombre, todos son pesados.

I. Asegur�monos de dar a las acciones el lugar que les corresponde en el plan de nuestra salvaci�n. Las acciones nunca salvan a un hombre. Las acciones, estrictamente hablando, no tienen nada que ver con nuestra salvaci�n. Pero las acciones ocupan cuatro partes en el gran plan de nuestra redenci�n.

1. Son las pruebas de la vida: "El que permanece en m�, �ste da mucho fruto".

2. Son el lenguaje del amor: "Si me am�is, guardad mis mandamientos".

3. Ellos glorifican a Dios delante de los hombres: "Deje que su luz brille ante los hombres de tal manera que, viendo sus buenas obras, glorifiquen a su Padre que est� en los cielos".

4. Y aunque no son las causas meritorias de nuestras recompensas finales, sin embargo, determinan los grados y proporciones de nuestro estado final: "�l recompensar� a cada hombre seg�n sea su obra".

II. Ser�a la mayor presunci�n de nuestra parte decir c�mo pondera Dios nuestras acciones. Es suficiente saber que �l los pesa. Esa mano no puede errar Pero podemos llevar a cabo un poco la propia met�fora de Dios y concebirla as�:

1. Por un lado est� la acci�n; por el otro, lo que esa acci�n podr�a haber sido, y deber�a haber sido, y, de no haber sido por nuestro pecado, habr�a sido.

2. Por un lado la acci�n que hicimos; por el otro, la acci�n que pretend�amos hacer y prometimos hacer.

3. Por un lado, lo que hemos recibido; por el otro, lo que hemos rendido.

III. Cuando Dios sostiene la balanza de las acciones de sus hijos, pone algo de lo suyo por encima y por encima, y ??cuando pone eso, la viga que hab�a preponderado contra nosotros, se vuelve hacia el otro lado, y "la misericordia se regocija contra el juicio". Debemos tener cuidado de no usurpar un cargo que solo la Omnisciencia puede ejercer correctamente.

IV. Todos debemos sentir que cuando se nos pesa en esta balanza sagrada, el veredicto solo puede ser: �Tekel; has sido pesado en balanza y hallado falto ". Pero el Se�or Jesucristo muri� en la cruz. Que la muerte est� por un lado y la culpa de todo el mundo est� por el otro. Dios los est� "pesando": la sangre de Cristo y los pecados de toda la humanidad. Dios te ha equilibrado a ti y a tu sustituto, y Dios est� satisfecho por Su causa por los siglos de los siglos ( J. Vaughan ) .

Los pesajes del rey

Es muy hermoso ver c�mo los santos de anta�o estaban acostumbrados a encontrar consuelo en su Dios. As� Ana piensa en el Se�or y se consuela en su nombre. Como otros miembros del pueblo instruido de Dios, Ana estaba muy feliz al pensar en la santidad de Dios. Ana tambi�n volvi� su coraz�n para celebrar el poder de Jehov�. Ana toc�, en su entusiasta himno, la sabidur�a del Se�or. Ana tambi�n se consol� por el hecho de que Dios es estrictamente justo.

I. El elemento b�sico de nuestro discurso consistir� en una consideraci�n del proceso del juicio divino, que se lleva a cabo continuamente: "El Se�or es un Dios de conocimiento, y por �l se pesan las acciones". La figura de ponderaci�n sugiere una prueba exhaustiva y una estimaci�n precisa de los asuntos en consideraci�n.

1. Nuestra primera nota aqu� permanecer� as�: esto no es como sue�a el hombre. Considere, a continuaci�n, que esta forma de procedimiento no es como juzga el hombre. Los hombres juzgan las acciones con ligereza, pero "Dios las sopesa". Los hombres son sumamente aptos para medir las acciones por sus consecuencias. �Qu� equivocado es medir las acciones por resultados, en lugar de por su propio car�cter intr�nseco! Un hombre en la v�a f�rrea se olvid� de encender un interruptor, pero por el cuidado de otro no ocurri� ning�n accidente.

�Debe ser excusado? Otro hombre fue igualmente negligente, ciertamente no m�s; pero en su caso sigui� el resultado natural: hubo una colisi�n y se perdieron muchas vidas. Se culp� merecidamente al �ltimo hombre, pero el ex delincuente fue igualmente culpable. Si hacemos el mal y no resulta ning�n da�o, no estamos justificados. S�, si hici�ramos el mal y el bien saliera de ello, el mal ser�a igual de malo.

No es el resultado de la acci�n, sino la acci�n misma lo que Dios pesa. El que estafa y prospera es tan vil como aquel cuyo robo lo meti� en la c�rcel. El que act�a con rectitud, y por ello se convierte en un perdedor, es tan honrado ante Dios como si su honestidad lo hubiera conducido a la riqueza. Si buscamos hacer el bien y fracasamos en nuestro esfuerzo, seremos aceptados por el intento y no condenados por el fracaso.

Si un hombre da su vida para convertir a los paganos, y no lo logra, recibir� tanta recompensa de Dios como el que convierte a una naci�n a la fe. Ahora quisiera que notara que este pesaje es un negocio muy exigente. "Por �l se pesan las acciones". Un hombre entra en una tienda de orfebrer�a y dice: �Aqu� hay oro viejo para vender. Mira, tengo bastante ". �S�, dice el orfebre, �d�jame pesarlo.

"�Pesarlo?" Mira la cantidad; llena esta canasta ". �Qu� est� haciendo el orfebre? Buscando sus pesos y ciertos �cidos con los que pretende probar el metal. Cuando ha usado sus �cidos, pone las baratijas en la balanza. "�No vas a comprar por peso?" �Nunca compro de otra forma�, dice el orfebre. "Pero hay tal cantidad". �Eso puede ser, pero compro por peso.

�Siempre sucede as� con Dios en todas nuestras acciones: �l estima su peso real. Podemos martillar nuestro poco de oro y hacer una gran demostraci�n de �l, pero el Se�or no se burla ni se enga�a. Cada trato entre nosotros y Dios tendr� que ser por un equilibrio justo y un peso est�ndar. �Y de qu� manera lo pesar�? Los pesos son algo de este tipo. La norma es su ley santa y justa, y todo lo que no llega a eso es pecado.

Cualquier falta de conformidad con la ley de Dios es pecado, y por tanto nuestros actos resultan deficientes. Recuerden esto, ustedes que se justifican a s� mismos. El Se�or tambi�n pregunta cu�nta sinceridad se encuentra en la acci�n. El Se�or tambi�n sopesa las acciones de acuerdo con sus motivos. Otro modo de juzgar es por nuestro esp�ritu y temperamento. A veces, las acciones pueden ser sopesadas por las circunstancias que las rodean. Multitudes de hombres son honestos porque nunca tuvieron la oportunidad de hacer un gran bot�n al establecer una empresa burbuja, que es la forma moderna de robar.

El lugar en el Jard�n Zool�gico es muy bueno porque est� tras las rejas de hierro, y la bondad de muchos hombres debe m�s a las barras de hierro de su posici�n que a su propio coraz�n y motivo. Otro peso para poner en la balanza es este: �Hab�a algo de piedad en tu vida? Una vez m�s, �hemos vivido por fe? porque sin fe es imposible agradar a Dios; y si no hay fe en nuestra vida, entonces no valemos nada.

4. Esta ponderaci�n de nuestras vidas debe ser sumamente precisa porque la hace personalmente Dios mismo. Una vez escuch� una historia (no s� si es verdad) de un viejo banquero que le dijo a su hijo a quien le leg� el negocio: �Esta es la llave de nuestra gran caja fuerte de hierro: cu�dala mucho. El banco depende de esa caja fuerte; Deje que la gente vea que tiene una caja fuerte de este tipo, pero nunca la abra a menos que el banco se encuentre en la mayor dificultad.

El banco sigui� funcionando bien mientras la caja fuerte de hierro se cerr� r�pidamente, pero, por fin, corri� hacia ella y, en su mayor extremo, el joven caballero la abri� y no encontr� nada en ella. Ese era el valor del banco: la pobreza cuidadosamente oculta, la riqueza imaginaria ganando confianza y viviendo de los resultados. �No hay muchas personas que durante toda su vida est�n haciendo un negocio de banca espiritual y obteniendo un ingreso considerable de reputaci�n de lo que resultar� ser mera nada? Tenga cuidado de conducir un comercio por la eternidad sobre capital ficticio, porque el resultado seguro ser� el fracaso.

5. Una vez m�s, quiero que noten que este pesaje se lleva a cabo en este momento: "Por �l se pesan las acciones". As� como en el Banco todos los dineros pasan por un proceso mediante el cual se detectan las monedas ligeras, as� cada vez m�s nuestra vida pasa por encima de la gran balanza de la justicia del Se�or, y �l separa lo que es escaso de lo que es precioso, haciendo esto en el momento tan infalible como en el d�a del juicio. "Por �l se pesan las acciones". Esto es cierto para todos nosotros, no solo para los pecadores abiertos, sino tambi�n para aquellos que son considerados santos.

6. Y un d�a, para concluir este punto, se publicar� el pesaje del Rey, donde los hombres y los �ngeles las leer�n.

II. La naturaleza humillante de esta consideraci�n. �No hables m�s con tanto orgullo; que no salga de tu boca la arrogancia; porque el Se�or es un Dios de conocimiento, y por �l se pesan las acciones ". El hecho del juicio Divino sobre nosotros mismos deber�a evitar para siempre que insultemos a los dem�s. A continuaci�n, creo que debemos abandonar toda idea de hablar con orgullo en la presencia de Dios. Si alguna vez ha tenido el proceso de pesar en su propio coraz�n, s� que ha renunciado a toda esperanza de ser salvado por su propio m�rito o fuerza si la conciencia se ha despertado, y si la ley ha cumplido su oficio sobre usted, ha renunci� a toda idea de presentarse ante Dios en su propia justicia.

III. La posici�n en la que todo esto nos deja. Si Dios sopesa nuestras acciones y, por lo tanto, nos encontramos faltos, y solo podemos gritar: �Culpables� ante sus ojos, �entonces qu�? Entonces estamos en manos de Dios. Ah� es donde deseo que cada uno de mis oyentes se sienta a s� mismo. Pero, �qui�n es el Se�or?

1. Primero, seg�n Ana, �l es un Dios de salvaci�n.

2. A continuaci�n, seg�n la canci�n de Ana, tie es el Dios que se deleita en invertir el orden de las cosas. Derriba a los que est�n en lo alto y levanta a los que est�n abajo.

3. Una vez m�s, este Dios es uno que se deleita en llevar a cabo extra�os procesos en los corazones de su pueblo. "El Se�or mata y da vida; hace descender al Seol y levantar". ( CH Spurgeon. )

Conocimiento divino de la acci�n humana.

El conocimiento de Dios se extiende a:

I. El universo material. No hay nada en ninguna parte de este universo que no est� bajo Su mirada. Nuestra imaginaci�n nos falla cuando tratamos de pensar lo que est� incluido en el conocimiento de Dios en la amplia esfera de la creaci�n f�sica.

II. Todas las inteligencias finitas. Debemos concluir del ejercicio de nuestra raz�n, y la Escritura confirma plenamente la creencia ( Colosenses 1:16 ), de que, adem�s y por encima del nuestro, hay muchos grados de inteligencias espirituales que pueblan los vastos espacios de los cielos. La sabidur�a de Dios que todo lo abarca debe incluir un conocimiento perfecto de estos: de su naturaleza, de sus capacidades, de sus h�bitos, de su vida. Pero busquemos m�s bien lo que nos concierne en la pr�ctica, el conocimiento que nuestro Padre tiene de Sus hijos humanos. Dios supo desde el principio:

1. Las posibilidades de nuestra naturaleza; qu� tan alto podr�amos elevarnos y cu�nto podr�amos hundirnos, cu�nto podr�amos disfrutar y cu�nto podr�amos soportar.

2. El curso de la historia humana. Vio qu� uso y qu� mal uso de su gran oportunidad har�a el hombre, c�mo ser�a vencido en el d�a de la prueba y qu� largo y oscuro camino de pecado y sufrimiento seguir�a.

3. Nuestra capacidad de elevarnos.

III. El valor y la indignidad de la vida y la acci�n humanas. Por el Dios del conocimiento "las acciones se pesan".

1. �Qu� incluye la acci�n humana? No debemos tener una visi�n restringida de aquellas �acciones� que son sopesadas por el Juez de todos. Incluyen&mdash

(1) Todo movimiento visible, todos los actos abiertos; las cosas que ejecutan nuestras manos, los caminos que recorren nuestros pies, las actividades del ajetreado mundo, el desempe�o de las tareas dom�sticas, nuestras indulgencias, nuestros estudios, nuestras devociones. Pero incluyen mucho m�s que esto; ellos abrazan

(2) toda expresi�n, tanto premeditada como casual. La distinci�n entre palabras y hechos solo es cierta en parte. A menudo ocurre que hablar es la acci�n m�s noble y noble.

(3) Todos los pensamientos, sentimientos y determinaci�n son acciones del alma. El esp�ritu del hombre trabaja constantemente cuando no se oye ning�n sonido ni se ve ning�n acto. Podemos ir tan lejos como para decir que la acci�n humana incluye

(4) nuestra actitud fija del alma, especialmente la que tomamos deliberadamente hacia el Padre y el Salvador de nuestro esp�ritu.

2. Pesos en la balanza Divina. �Por qu� determina Dios el valor o la culpa de una acci�n?

(1) Por la pureza o impureza de nuestro motivo ( Mateo 6:1 ; Mateo 6:5 ; Mateo 6:16 ; Mateo 23:15 ; 1 Corintios 13:1 ).

(2) Por la medida de la dificultad a dominar. Dios �conoce nuestro marco; Recuerda que somos polvo �. �l requiere de nosotros "seg�n lo que tenemos, y no seg�n lo que no tenemos".

(3) Por la presencia o ausencia de privilegio. Se esperaba mucho m�s de los que ten�an �la ley� que de los que no la ten�an ( Mateo 5:46 ; Romanos 2:12 ). ( W. Clarkson, BA )

El equilibrio uniforme

"Grande es nuestro Se�or, y de gran poder: Su entendimiento es infinito". El que "pes� los montes en balanza y los collados en balanza, pesa el esp�ritu", y por �l se pesan las acciones. Mirando hacia adelante, el fiel Abraham dijo: "�No har� bien el Juez de toda la tierra?"

I. La verdad misma. "Por �l se pesan las acciones:" -

1. Infaliblemente. "El Se�or es un Dios de conocimiento"; y todos nosotros podemos decir con el salmista: "De lejos entiendes mis pensamientos; conoces todos mis caminos". "Estamos seguros de que el juicio de Dios es conforme a la verdad".

2. En relaci�n y teniendo en cuenta sus antecedentes. Cuando los israelitas provocaron al Se�or en el mar, "incluso en el mar Rojo", su pecaminosidad se vio agravada por su falta de memoria de "la multitud de sus misericordias". Por otro lado, el valor moral de las acciones dignas se ve reforzado por la relaci�n con antecedentes desfavorables. A la mujer cananea, Jes�s le dijo: "Oh mujer, grande es tu fe".

3. En relaci�n con el grado de conocimiento pose�do en el momento. Que Abraham obedeci� y sali�, �sin saber a d�nde iba�, y que �ofreci� a Isaac�, muy a oscuras en cuanto al designio Divino. Por otro lado, el pecado de Saulo de Tarso, cuando era �blasfemo, perseguidor e injurioso�, por grande que fuera, estaba muy por debajo de lo que hubiera sido si hubiera cre�do que Jes�s era el Cristo.

4. En relaci�n y teniendo en cuenta las circunstancias en las que se realizan.

5. En relaci�n y teniendo en cuenta el motivo del que surgen. Cuando Ezequ�as mostr� �todo lo que se hall� en sus tesoros�, fue el car�cter de sus motivos, tan peculiarmente impropios en medio de tan grandes y tiernas misericordias del Se�or, lo que tuvo que ver especialmente con su subsiguiente humillaci�n bajo la providencia de Aquel que �pesa los esp�ritus �( Proverbios 16:2 ). �Fue el motivo amoroso de Mar�a, que tom� un ung�ento muy costoso y precioso� y ungi� los pies de Jes�s, lo que condujo al honor se�alado conferido por nuestro Se�or.

II. Reflexiones.

1. En vista de la gran verdad de que �por �l se pesan las acciones�, cu�n contundente pisadas llenas de sugesti�n las palabras: �Muchos de los primeros ser�n postreros, y los postreros primeros� ( Marco 10:31 ).

2. Cu�n diferente deber�an verse afectadas las diferentes mentes por la verdad que ahora estamos considerando. �Conozco tus obras y el lugar donde moras, horno donde est� la silla de Satan�s; y retienes mi nombre �.

3. Qu� gratitud debe despertar la seguridad de que el Se�or, por quien se pesan las acciones, "se deleita en la misericordia". �No es bueno una balanza falsa�: y �no son sabios midi�ndose por s� mismos y compar�ndose entre s� ( 2 Corintios 3:2 ). Es bueno sentirse con Job: "D�jame pesar en una balanza equilibrada". ( J. Elliot. )

La verdadera valoraci�n de las acciones de los hombres.

El hombre de ciencia tiene electr�metros, espectroscopios, medidores de gasa, balanzas de hadas, pruebas m�gicas; puede hacer las cosas m�s maravillosas en la forma de analizar los cuerpos f�sicos, en la medici�n de las sutiles fuerzas naturales. Pero toda esta delicadeza de la cr�tica es mera barbarie comparada con la cr�tica a Dios. "El Se�or pesa los esp�ritus". Pone pensamientos, gustos, emociones en la balanza; con pruebas m�s severas de las que so�amos, las cualidades y principios ocultos de cada coraz�n se manifiestan ante sus ojos.

Se informa que un m�dico estadounidense, el Dr. Upham, de Salem, Massachusetts, demostr� recientemente a una audiencia a la que estaba dando una conferencia las variaciones del pulso en ciertas enfermedades al hacer que la sala de conferencias se colocara en comunicaci�n telegr�fica con el Hospital de la Ciudad. en Boston, a quince millas de distancia; y luego, por medio de un aparato especial y un rayo vibrante de luz de magnesio, los latidos del pulso se exhibieron en la pared.

No hay un latido de nuestro coraz�n pero hace su se�al en el gran trono blanco. "�l conoce nuestros pensamientos de lejos". �Pusiste nuestros pecados delante de ti, nuestros pecados secretos a la luz de tu rostro�. Y lo que queda as� revelado est� destinado a recibir una justa retribuci�n. ( WL Watkinson. )

Acciones reveladas en su verdadera luz

Los hombres olvidan su pecaminosidad en su prosperidad. Si el soldado gana la batalla, concluye que su causa era correcta; si el pol�tico gana su elecci�n, concluye que su pol�tica es correcta; si el comerciante acumula una fortuna, considera que el cielo ha respaldado sus principios, sean los que sean. Y, sin embargo, esta l�nea de argumentaci�n puede ser, y a menudo es, completamente falsa. Un hombre puede ser un vencedor y, sin embargo, su gloria sea su verg�enza; puede alcanzar el honor, y su manto escarlata sea la se�al encendida de sus pecados escarlata; puede enriquecerse, y cada moneda de sus arcas testifica en su contra; puede poseer todos los medios de felicidad y, sin embargo, haber perdido todo derecho a la felicidad misma.

"Su honor a�n est� arraigado en la deshonra". M�s de un hombre tiene un cierto sentido de respeto por s� mismo que no deber�a tener ninguno, porque el respeto por s� mismo se basa en su riqueza y posici�n, no en su m�rito personal; en su ropa, no en su car�cter. De modo que, mediante varios m�todos, los hombres se disfrazan de s� mismos y de los dem�s con sus pecados; villanos ante el cielo, son se�ores, moralistas, sales ante sus semejantes.

En Venecia, a Quinet se le mostr� un casco de estudiada belleza, construido para aplastar las cabezas de los acusados. �Por lo tanto,� comenta el fil�sofo, �Venecia fue art�stica incluso en sus torturas�. Cu�ntos hombres son art�sticos en sus pecados. Inteligentemente disfrazado como el pecado puede estar, inevitablemente ser� detectado. ( WL Watkinson. )

Versículo 6

El SE�OR mata y da vida; hace descender al Seol y resucita.

Asesinado, luego hecho vivo

Debemos vaciarnos de nosotros mismos antes de que podamos ser llenos de gracia; debemos ser despojados de nuestros harapos antes de que podamos revestirnos de justicia; debemos estar desnudos para que podamos estar vestidos; heridos, para que seamos curados; asesinados, para que seamos vivificados; sepultados en desgracia, para que resucitemos en santa gloria. Estas palabras: �Sembrado en corrupci�n, para que seamos resucitados en incorrupci�n; sembrado en deshonra, para que seamos resucitados en gloria; sembrados en debilidad, para que seamos resucitados en poder �, son tan ciertos para el alma como para el cuerpo.

Para tomar prestada una ilustraci�n del arte del cirujano: el hueso que est� mal colocado debe romperse nuevamente para que pueda arreglarse correctamente. Presiono esta verdad en su atenci�n. Es cierto que un alma llena de s� mismo no tiene lugar para Dios; y como la posada de Bel�n, atestada de hu�spedes m�s mezquinos, un coraz�n preocupado por el orgullo y su tren sin Dios, no tiene c�mara dentro de la cual Cristo pueda nacer en nosotros "la esperanza de gloria". ( T. Guthrie, DD )

De la muerte a la vida

Esta frase tiene su propio significado simple y natural, que yace sobre su superficie como polvo de oro; tiene, adem�s, un significado espiritual, que necesita ser excavado como plata en la mina.

I. En referencia a su primer y m�s manifiesto significado, "El Se�or hace descender al sepulcro y levantar". Aqu� se nos revela claramente la agencia de Dios, en la vida y en la muerte. Qu� bueno es discernir la mano del Se�or en todo. Atribuimos eventos a causas segundas, a las leyes de la naturaleza y no s� qu�. Creo que ser�a mucho mejor si pudi�ramos volver a la vieja manera de hablar y hablar del Se�or como si estuviera en todo. Mientras negamos las leyes de la naturaleza, ni condenamos los descubrimientos de la ciencia, no permitiremos que ninguno de estos sea colgado como un velo ante nuestro Dios actual.

1. En primer lugar, debe despertar gratitud. �Qu� misericordia es que estemos aqu� esta noche!

2. Si bien causa gratitud, debe impulsar la consideraci�n. �El Se�or baja al sepulcro�, y su regla es nunca hacer nada sin un prop�sito. "No aflige voluntariamente ni entristece a los hijos de los hombres por nada". Siempre hay una "necesidad".

3. El hecho de que el Se�or nos traiga la ley y nos resucite, deber�a causar un gran escrutinio del coraz�n. Supongamos que hubiera muerto la �ltima vez que estuve enfermo: �estaba entonces preparado para morir?

4. Para aquellos de nosotros que somos creyentes en Cristo, la restauraci�n de la enfermedad y el privilegio de volver a la casa de Dios despu�s de una ausencia total de ella, deber�a sugerir una actividad renovada. �Date prisa! porque detr�s de ti est�n las ruedas voladoras del carro de la muerte, y sus cenizas est�n al rojo vivo con la velocidad. Huye, hombre, si quieres llevar a cabo la obra de tu vida, porque no tienes ni un momento para ahorrar. Est�n atentos, hermanos, porque el Se�or baja a la tumba, y de esa tumba no nos hace volver a trabajar, aunque lo haga. ll�vanos a la recompensa y al descanso que queda para el pueblo de Dios.

II. Nuestro texto parece indicar un estado de coraz�n por el que pasan los que son llevados a Dios. Hablar� nuevo experimentalmente, porque si hay un alma en la tierra que pueda hablar experimentalmente aqu�, yo soy ese hombre.

1. El pecador es llevado, ante todo, a escuchar su propia sentencia pronunciada.

2. M�s all� de esto: al pecador convencido a menudo se le hace sentir, no solo la sentencia y la justicia de la misma, sino el horror mismo de la muerte misma. Es posible que haya le�do en la narrativa de la vieja guerra estadounidense, de la ejecuci�n de desertores. Fueron sacados una ma�ana luminosa, cuando a�n el roc�o estaba sobre la hierba, y se les pidi� que arrodillaran a cada hombre sobre su ata�d, y luego una fila de soldados se adelant�; se dio la palabra, y cada hombre cay� sobre su ata�d en el que iba a ser enterrado.

Cosas como el castigo de los desertores son comunes en todas las guerras, pero �qu� debe sentir el horror del hombre que est� all�, sabiendo que la bala espera llegar a su coraz�n? En las guerras antiguas, sol�an tener un coraz�n negro cosido en el pecho del hombre, y todos los soldados deb�an apuntar y disparar contra eso. Vaya, el hombre debe sufrir mil muertes. Se qued� esperando la orden. Me he parado all�, espiritualmente; y hay cientos aqu� que se han enfrentado as� a su perdici�n eterna.

3. Luego hay una muerte a�n m�s que se hace sentir al pecador convencido, y es la muerte de la incapacidad. Se siente llevado a un perfecto estado de muerte, como si un estupor hubiera atravesado todos los nervios y congelado todos los m�sculos r�gidamente en su lugar, de modo que incluso levantar el dedo me�ique para ayudarse a s� mismo parece estar m�s all� de sus posibilidades. El cl�max de tu enfermedad es solo el amanecer de mis esperanzas; tu m�s extrema pobreza es el momento en que espero verte enriquecido, porque cuando est�s completamente vac�o y no tengas nada, entonces Jesucristo ser� tu fuerza y ??tu salvaci�n.

4. Sin duda, el hombre ahora ve la muerte escrita en todas sus esperanzas. Hab�a una puerta por la que esperaba entrar a la vida eterna. Hab�a pasado mucho tiempo pint�ndolo y haci�ndolo agradable a la vista. Me pareci� que ten�a una aldaba dorada, un umbral de m�rmol y postes y dinteles de caoba, y pens� que era la puerta de la vida para m�. Pero ahora, �qu� veo? Veo una gran cruz negra junto a ella, y sobre ella est� escrito: �Se�or, ten piedad de nosotros.

�Esta puerta es la puerta al cielo por mis propias buenas obras, la cual pens� completamente seguro que siempre estar�a abierta para m�; pero he aqu�, veo que todas mis mejores obras son malas, y "Se�or, ten misericordia de nosotros", es lo m�s elevado que mis obras pueden producir para m�. La muerte de la esperanza legal es la salvaci�n del alma. Me gusta ver c�mo la esperanza legal se eleva como un traidor. All� lo dejaron colgar para pudrirse ante el sol, m�s maldito que cualquier otro que haya sido colgado de un �rbol.

No m�s, entonces, acerca de esta muerte: "El Se�or derriba". Pero ahora una palabra o dos de consuelo para cualquiera de ustedes que sea llevado a esta tumba espiritual. Hay muchas promesas preciosas para eso. "Despierta, t� que duermes, y lev�ntate de entre los muertos, y Cristo te alumbrar�". �Aunque teng�is derecho entre las ollas, ser�is como las alas de una paloma cubiertas de plata, y sus plumas de oro amarillo.

�Recuerda la experiencia de Jon�s. Deja que la esperanza de Jerem�as sea tu consuelo: "Pero aunque cause dolor, sin embargo, tendr� compasi�n de acuerdo con la multitud de (sus misericordias. Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres". as� ha matado y derribado, podemos estar seguros de que ciertamente resucitar� ( CH Spurgeon ) .

Versículo 7

El Se�or empobrece.

Los ricos y los pobres

Todo lo creado es ense�ado por Dios una lecci�n de dependencia; la tierra que pisamos est� sujeta a continuas necesidades; el mar requiere reabastecimiento de sus corrientes tributarias. El hombre es un volumen de deseos, como se registra en cada p�gina de su historia.

I. Consideremos las verdaderas necesidades de los pobres y de los ricos. Por las razones m�s convincentes, las verdades del Evangelio son de inefable ventaja para el pobre; su mente es como un gran campo que necesita cultivo. El rico tiene cierta ventaja en este punto; por la educaci�n y las oportunidades literarias, as� como por las relaciones con hombres de informaci�n y mentes bien reguladas, se abastece del vac�o y, en general, se preserva de las consecuencias prontas y temibles de las que son presa los ignorantes.

Pero el rico tiene este terrible contrapeso sobre �l: - Cuanto m�s ocupada su mano, m�s probable es que se olvide del Dador de todos los dones. Los promotores de las doctrinas socinianas, de�stas, e incluso ateas, se encuentran siempre entre los meramente intelectuales y educados, m�s que entre los pobres. Con demasiada frecuencia, el rico se ve rodeado por una reluciente reja que le niega la entrada a todos los que no tienen la llave de su coraz�n, o que no son auxiliares de sus placeres.

El rico, en verdad, quiere el Evangelio: necesita una restricci�n en sus placeres. Pero si el rico es pobre en muchas cosas, �cu�n grande es el pobre! Hablando en cierto sentido, la mente del pobre requiere estar ocupada con temas de pensamiento; All� deben alentarse los razonamientos relacionados con la moral, o de lo contrario, bajo las tentaciones de la lujuria, se olvidar� de razonar como Jos� ( G�nesis 39:9 ).

Una vez que le ha resultado m�s f�cil ganar un chel�n con el fraude o la mendicidad, que con la laboriosidad y el trabajo, �adi�s, una larga despedida del esfuerzo honrado y minucioso! El pobre necesita sentir su verdadera posici�n; la opini�n general con respecto a la condici�n relativa del pobre es, en muchos aspectos, err�nea. El pobre generalmente se siente como si apenas se tratara de �l, especialmente si no puede atribuir sus privaciones a ninguna indiscreci�n propia.

Siente como si el rico solo fuera feliz. Siente como si su condici�n fuera completamente de mala reputaci�n, que puede ser total y leg�timamente ego�sta, y que no hay ninguna simpat�a que se pueda exigir salvo de ricos y pobres. Ciertamente, cualquier cosa que corrija tales errores, ense�ar� al hombre su verdadera posici�n, d�ndole independencia en medio de la pobreza, la paz bajo las privaciones y el contentamiento bajo la adversidad, tal es la verdadera filosof�a, digna de ser comprada a cualquier precio: el hombre, en la pobreza y negligencia, quiere recursos.

La mente inculta es a menudo inquieta, y la tendencia del coraz�n es explorar los misterios de la gratificaci�n sensual, que, una vez probadas, a menudo son insoportables para siempre. Vuela a bajas emociones. Si se le ense�ara a una mente a buscar el lujo en s� misma, a ser feliz en alguna fuente que se posea en s� misma y que siempre fluya, �qu� bendici�n se le conferir�a! Los recursos de tipo meramente intelectual no alcanzan el objetivo. Deben introducirse ense�anzas m�s elevadas y santas.

II. La adaptaci�n del Evangelio a los pobres. El mayor error, en esta vida, en la que puede caer cualquier hombre, es el de no conocer o de pasar por alto a sus verdaderos e indispensables amigos. �Cu�n cierto es esto del "pobre y el Evangelio"! porque, aunque parezca extra�o, no hay necesidad que el Evangelio no suplir�, mitigar� ni convertir� en bendici�n. Un cambio de una clase muy notable, y que requiere no poca delicadeza de delineaci�n, es el que la recepci�n del conocimiento del Evangelio otorga al pobre, al revelarle la posici�n real en la que se encuentra con respecto al rico.

No es su superior ni su igual y, sin embargo, hay un sentido en el que no es su inferior. Ve al rico ocupando su posici�n apropiada ante Dios y el hombre: lo ve en rango u oficio, y no lo envidia; bendice a Dios por cada eslab�n de la cadena, desde el monarca en el trono hasta el mendigo en la encrucijada. No siente tanta curiosidad por saber en qu� parte exacta de la cadena, como eslab�n, se le puede asignar un lugar: sabe que es un lugar subordinado, pero tambi�n conf�a en que es �til, y sabe que en el ojo de su Padre celestial, no es oscuro ni despreciado. Vastos y variados son los recursos que se abren a los pobres en su �escudri�amiento de las Escrituras�.

III. Por �ltimo, consideremos las bendiciones peculiares del pobre. El que debe ir diariamente a la fuente, no puede olvidar que existe tal fuente; y si es una fuente de pureza y placer, se vuelve a�n m�s caro a medida que se extiende la vida. Y aquel cuyas necesidades lo env�an cada hora al Dador de aguas vivas, es menos probable que olvide a su benefactor. No es de extra�ar que los pobres sean llamados �ricos en la fe�, ya que deben vivir por la fe.

Para �l es una bendici�n estar as� mantenido bajo un esp�ritu de continua vivacidad y dependencia. La ca�a cascada es siempre tierna, fin el objeto de la mirada celestial y la compasi�n; para que no se quede solo un momento. Si el pobre es a menudo probado y tentado, sin embargo, sus tentaciones son todas de car�cter de urgencia, para llevarlo a Dios; mientras que su pr�jimo, poseedor de riquezas, a menudo es asaltado por tentaciones, donde la influencia es poderosa, para llevarlo cada vez m�s lejos de Dios. En medio de todas estas cosas, el coraz�n est� envuelto en el Evangelio. Quita esto, y �qu� es la vida? ( Thomas Drew. )

Versículo 8

�l levanta del polvo al pobre y al mendigo del muladar; para ponerlos entre los pr�ncipes.

Los pobres levantados del polvo

I. Por estos "pobres" algunos entienden a los que son literalmente mendigos. No cabe duda de que el coraz�n de Hannah se apoyaba en el recuerdo de su propia condici�n comparativamente oscura; No puedo dudar ni por un momento, que ella ten�a en su mente la conciencia de que este Samuel iba a ser juez y profeta en Israel; No dudo ni por un momento, que ella recordaba a Gede�n sacado de su era en el lagar para ser juez en Israel.

En general, no es cierto que Dios "saca al pobre del polvo, y al final levanta al mendigo del muladar". Son raros los casos en los que "los pone entre pr�ncipes y los hace heredar tronos de gloria". Y creo que el siguiente verso nos lleva algo por encima de la mera letra; ��l guardar� los pies de sus santos� Algunos entienden por ella la Iglesia de Dios en su condici�n abatida y perdida; como hijos ca�dos de un padre ca�do.

Sin duda, hay una gran gloria en esa interpretaci�n. Un pecador es un pobre; en verdad es uno de los necesitados, en su pobreza. �Un deudor? debiendo diez mil talentos. Pero hay una expresi�n que no me permitir� pensar que esta sea la mente de Dios en este pasaje. Se habla de �l, no solo como pobre, sino como un "mendigo". Una cosa es que un hombre est� en "el polvo" y en "el muladar"; pero otra cosa es saberlo y sentirlo, y clamar al Se�or por ello.

El sentimiento de mendicidad se produce en el alma �nicamente por el Esp�ritu Santo. Esta es la vida se�alada por Dios para sus santos en la tierra; es su vocaci�n. Es una vida muy dolorosa. Cuanto m�s mendiga un hombre, m�s tiene; cuanto m�s tiene, m�s quiere; cuanto m�s quiere, m�s recibe; y cuanto m�s recibe, m�s mendiga. Pero se puede decir que tambi�n es una vida feliz. �Oh! el relieve de un trono de uva! Grande es la bendici�n relacionada con �l.

II. Pero observe ahora lo que se dice del Se�or acerca de Su trato con estos "pobres", estos "mendigos". Ahora, antes de considerar lo que hace el Se�or, considere por un momento qu� es el Se�or. Aqu� se le describe como "alto sobre todas las naciones, y su gloria sobre los cielos". Creo que Dios es Amor; sin embargo, cuando uno mira al infinito, el Dios eterno centrando su amor en uno mismo, uno tan mezquino, tan in�til, tan por debajo de toda su consideraci�n, quien que mira en �l no ve que hay largos y profundos y anchos y alturas, que parece a la vez por encima de la mente? Al considerar todo lo que Dios hace, nunca desear�a olvidar lo que Dios es.

Todo lo que Dios hace surge de lo que Dios es. Sus obras son grandiosas; pero su naturaleza es mayor. El Se�or mir� a su pobre Israel sufriente en su estado de Egipto, y escuch� su clamor; sus miserias subieron ante �l y se acord� de ellos. Tambi�n hay infinita piedad en �l; porque ��l levanta� a este pobre; encontramos, �l lo levanta. El Se�or siempre va m�s all� de tus deseos; �l nunca se queda corto de ellos. Pero veo, no solo una piedad infinita, sino una gracia maravillosa en ella.

Cuando lleva a estos mendigos, �d�nde los sienta? �Es entre mendigos entregados? Los pone en medio de "pr�ncipes" y les hace "heredar un trono de gloria". ( JH Evans. )

Las riquezas de la humildad

La lluvia corre de las monta�as a los valles y prados bajos. Las regiones elevadas, por lo tanto, no se benefician tanto de ella como las tierras bajas. El hecho natural sugiere una verdad espiritual. "El dulce roc�o y la lluvia de gracia de Dios", dice Leighton, "se deslizan de las monta�as del orgullo y caen en los valles bajos de los corazones humildes, y los hacen agradables y f�rtiles". Esto explica el hecho de que ocasionalmente ves a personas de alto intelecto y mucha cultura desprovistas de la paz y el contento que poseen aquellos con logros m�s bajos; carece, tambi�n, de la riqueza de la naturaleza moral y de la utilidad de la vida. ( W. Welters. )

La humildad es una fuente de honor

La noche del d�a en que sir Eardley Wilmot bes� la mano de su soberano, al ser nombrado presidente del Tribunal Supremo, uno de sus hijos, un joven, lo acompa�� junto a su lecho. �Ahora�, dijo el padre, �te dir�, hijo m�o, un secreto que vale la pena conocer y recordar. La elevaci�n con la que me he encontrado en la vida, en particular este �ltimo caso, no se debe a ning�n m�rito o habilidad superior, sino a mi humildad, a no haberme puesto por encima de los dem�s y a un esfuerzo uniforme para pasar por vida libre de ofensas hacia Dios y el hombre �.

Elevaci�n de los humildes

Edward Smith, en su libro m�s interesante, �Tres a�os en el centro de Londres�, habla de un trabajador pobre que llega a la iglesia y exclama: �Antes de que comenzara la Misi�n, yo no era nadie aqu�; pero ahora soy alguien ". S�, la misi�n del cristianismo es hacer que el hombre m�s humilde sienta su dignidad personal y su gran importancia como uno de los trabajadores del mundo. ( WL Watkinson. )

Pobre ascenso a la distinci�n

As� tambi�n agrada a Dios dar pruebas conspicuas de vez en cuando de que las cualidades que en los hombres pobres a menudo se asocian con una carrera humilde y trabajadora son agradables a sus ojos. Porque, �qu� cualidades de los pobres son tan valiosas desde el punto de vista social, la laboriosidad, la diligencia abnegada, la devoci�n sistem�tica e incansable incluso al trabajo que les reporta escasa remuneraci�n? Con mucho, la mayor parte de esos hombres y mujeres est�n llamados a trabajar, pasan desapercibidos y son recompensados, y cuando su d�a termina, se hunden en una tumba indistinguible.

Pero de vez en cuando, algunas de esas personas se destacan. La clase a la que pertenecen est� ennoblecida por sus logros. Cuando Dios, en el siglo XVI, quiso lograr el gran objetivo de castigar a la Iglesia que hab�a ca�do en tan miserable ineficacia e inmoralidad y arrancar a la mitad de Europa de sus garras, encontr� a su agente principal en una pobre caba�a de mineros en Sajonia. Cuando quiso convocar a la durmiente Church a la gran obra de evangelizar la India, el hombre al que llam� al frente era Carey, un pobre zapatero de Northampton.

Cuando su prop�sito fue presentar a su Iglesia una imagen incomparable de la peregrinaci�n cristiana, sus peligros y pruebas, sus alegr�as, sus tristezas y sus triunfos, el artista designado para la tarea fue John Bunyan, el calderero de Elstow. Cuando el objetivo era proporcionar un hombre que abriera el gran continente de �frica a la civilizaci�n y al cristianismo, y que necesitaba, para ello, afrontar peligros y pruebas ante los cuales todos los hombres corrientes se hab�an encogido, encontr� a su agente en un pobre muchacho hilandero, que trabajaba doce horas al d�a en una f�brica de algod�n en las orillas del Clyde.

En todos estos asuntos, al humillar al rico y exaltar al pobre, el objetivo de Dios no es castigar a uno porque es rico, ni exaltar al otro porque es pobre. En un caso es para castigar los vicios engendrados por un uso indebido de la riqueza, y en el otro para recompensar las virtudes que han surgido del suelo de la pobreza. �Padres pobres y piadosos�, escribi� David Livingstone en la l�pida de sus padres en Hamilton, cuando quiso dejar constancia de su agradecimiento por la posici�n en la vida que ocupaban. ( WG Blaikie, DD )

Porque las columnas de la tierra son del Se�or, sobre ellas ha puesto el mundo.

El Dios de la naturaleza tambi�n el Dios de la Providencia y de la gracia.

El vers�culo 6 establece que Dios tiene poder absoluto sobre la vida humana. �l es quien palidece con la enfermedad mortal la alguna vez rubicunda mejilla de la salud y la belleza. �l es, nuevamente, quien arrebata a un hombre de las fauces de la muerte, cuando su recuperaci�n parece m�s all� de toda esperanza. El s�ptimo vers�culo y la primera parte del octavo establecen el poder absoluto de Dios sobre las circunstancias humanas. �l es quien da una fortuna a uno y reduce a otro a la mendicidad.

El que sac� a Jos� del calabozo y lo hizo montar en el segundo carro que ten�a el rey Fara�n. Todos estos son ejemplos del poder de Dios en la Providencia, en la gesti�n de los asuntos humanos. Y ahora observe c�mo Ana pasa a hablar del poder de Dios en la naturaleza; �Porque�, agrega, �las columnas de la tierra son del Se�or, y sobre ellas ha puesto el mundo�. Se habla de la tierra como si fuera un gran templo o palacio, sostenido por pilares como la casa de Dag�n: firme y asentada, mientras esos pilares permanezcan inquebrantables, el autob�s seguramente se arruinar� en el momento en que se arrojen los pilares. abajo.

Ahora podemos tomar la expresi�n de Ana de la misma manera, como figurativa, lo que significa que no la tierra est� literalmente sobre pilares, sino que el Dios poderoso, que la cre�, la sostiene en cada instante por un acto de Su voluntad, y que , si ese acto de voluntad fuera retirado por un momento, caer�a de inmediato en esa nada, de la que fue extra�do por la creaci�n. Ana, entonces, de acuerdo con esta visi�n de su significado, agrega a los ejemplos que ha dado del poder de Dios en la Providencia este maravilloso ejemplo de Su poder en la Naturaleza.

La ciencia desde la �poca de Ana nos ha ense�ado la forma en que Dios hace esto, es decir, mediante la ley de la gravitaci�n que, a medida que la tierra sigue su curso en el espacio, la empuja en todo momento hacia el sol; pero ciertamente la operaci�n no es menos maravillosa, porque resulta que hemos descubierto el principio sobre el que se lleva a cabo. Y ahora observe la fuerza del para en las palabras - �porque los pilares� (el poder sustentador y preservador) �de la tierra son del Se�or, y �l ha puesto el mundo sobre ellos.

�No es de extra�ar, quiere decir, que Dios haga cosas tan grandes, provoque vicisitudes tan extra�as en la vida y la fortuna de los hombres d�biles. Porque s�lo, mira las tremendas fuerzas irresistibles que siempre est� ejerciendo en la naturaleza. Ahora bien, esto da lugar a uno o dos pensamientos edificantes. El Dios de la Providencia, afirma Hannah, es tambi�n el Dios de la Naturaleza; y Sus caminos en la Naturaleza, implica ella, nos parecen m�s asombrosos y estupendos que Sus caminos en la Providencia.

Yo digo que nos parecen serlo, no que en realidad lo sean. �Por qu� las obras de Dios en la Providencia nos sorprenden mucho menos que sus obras en la naturaleza? Supongo que porque comparativamente estamos tan familiarizados con Sus obras de la Providencia; la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, el aumento de la fortuna de un hombre y la ca�da de la de otro, nos rodean por todos lados; y, siendo cuesti�n de la experiencia de cada d�a, dejar peque�as impresiones.

Otra raz�n es que nosotros mismos participamos en la obtenci�n de resultados en la Providencia; un hombre puede llegar a las puertas de la tumba por descuido de su salud, o puede recuperarse por la habilidad del m�dico; puede hacer una fortuna con asidua laboriosidad, o puede perder una por descuido de sus cuentas y derroche de gastos; pero nadie puede detener al sol en su curso, ni sacudir la tierra hasta sus cimientos.

La lecci�n es que deber�amos tratar cada vez m�s de considerar al Dios de la Naturaleza y de la Providencia como uno solo, y arrojar esas nociones de magnificencia y poder, que derivamos de la Naturaleza, a otras esferas de la acci�n de Dios, a la esfera de la naturaleza. Providencia de Dios y tambi�n de Su Gracia. �Veo un dise�o en cada lado de m� en la Naturaleza, una sabia invenci�n para el bienestar de las criaturas? Perm�tanme estar seguro de que en los asuntos humanos tambi�n este mismo sabio designio es el de idear y arreglar todas las cosas, con un objetivo moral, para la exaltaci�n de los humildes, la humillaci�n de los orgullosos y el mayor bien para los que aman a Dios. ( Dean Goulburn. )

Versículo 9

El guardar� los pies de sus santos, y los imp�os callar�n en las tinieblas; porque con la fuerza nadie prevalecer�.

La seguridad de los santos y la ruina de los imp�os

I. La seguridad de los santos de Dios.

1. El t�tulo, santos, aunque usado por un mundo profano como un t�rmino de desprecio, es de todos los nombres el m�s honorable. Literalmente significa los Santos. �Y no debe ser ese en verdad un t�tulo honorable que asocia al siervo de Dios con su Hacedor, "cuyo nombre es Santo?" con su Redentor, "el Santo de Israel"? �y con �el Esp�ritu Santo?�, sin mencionar a esos santos �ngeles, que se cubren el rostro ante su trono.

2. Aqu� se declara la seguridad de todos los tales: "�l guardar� los pies de sus santos".

(1) Es una seguridad contra la angustia externa. Como los tres ni�os, pueden entrar en el horno de fuego, pero el Hijo de Dios estar� con ellos en el fuego.

(2) Es una seguridad contra el mal espiritual, que constituye su mayor privilegio.

II. El gobierno seguro de los malvados. Ellos "callar�n en la oscuridad".

1. Las personas aqu� intencionadas son manifiestamente todas aquellas que no entran en la descripci�n anterior de "santos".

2. � Horrible porci�n! "�Guardar�n silencio!" Aqu� en la tierra, los malvados tienen mucho que decir por s� mismos, pero en el mundo venidero todo su lenguaje elevado actual ser� mudo como la muerte. Adem�s, guardar�n silencio "en la oscuridad". �Y qu� es la oscuridad? Es la ausencia de luz, de consuelo, de esperanza, de toda posibilidad de liberaci�n. ( J. Jowett, MA )

Preservaci�n celestial

Los gu�as alpinos a menudo vendan los ojos al viajero que busca ascender a esas espantosas alturas donde habitan la escarcha y el hielo eternos. Cuando pasa el peligro, se quita el vendaje y el viajero ve por primera vez el camino resbaladizo por el que ha sido conducido. De la misma manera, nuestro Padre Celestial oculta misericordiosamente el futuro, con sus pruebas y peligros, hasta que pasemos a salvo. Todo lo que esconde est� escondido en misericordia; y todo lo que �l revela se revela en amor. No lo sabr�a todo, Padre. T� lo sabes, y eso es suficiente. "Por fe caminamos y no por vista". ( C. Perren. )

La custodia de Dios sobre su pueblo

I. El estado y condici�n de las personas constituidas por dos ramas. ��l guardar� los pies de sus santos�. Y en primer lugar, al considerarlo en lo espiritual, ver�n la custodia de Dios de su pueblo al protegerlo de esos pecados, tentaciones y trampas a las que est� sujeto. ( Salmo 121:7 ) ( 2 Timoteo 4:18 .

) ( Salmo 37:28 .) Para la apertura de esto un poco a nosotros podemos tomarlo en estas explicaciones. Primero, mediante la prevenci�n de ocasiones malas y pecaminosas, Dios guarda los pies de su pueblo. En segundo lugar, previniendo las ocasiones de pecado, fortaleciendo y fortaleciendo el coraz�n y la mente para que no se acerquen a ellos. ( Lucas 22:32 .

( 2 Corintios 12:9 ) Hay cuatro gracias entre el resto, que son especialmente conducentes a esto. En primer lugar, la gracia del miedo y la vigilancia espiritual. Bienaventurado el hombre que siempre teme. En segundo lugar, la gracia de la fe, que tambi�n es otro apoyo. La fe se aferra a todas las promesas de ayuda y fortalecimiento.

( 1 Pedro 1:5 ) En tercer lugar, Dios evita que los pies de sus santos progresen y procedan en el pecado, cuando caen. As� ( Salmo 94:18 ). Por �ltimo, evita que los pies de sus santos recaigan y vuelvan a pecar. Ahora bien, para que este punto sea realmente pertinente para nosotros, debemos ocuparnos de dos cosas.

El primero es la calificaci�n de nuestras personas. Observe aqu� de qui�n son los pies que �l guarda aqu�. Deben ser santos cuyos pies Dios guardar�. Santos, y tambi�n Sus santos, santos de Su creaci�n, y santos de Su llamamiento, y santos de Su propiedad. En segundo lugar, no es suficiente que tengamos raz�n para nuestras personas en las calificaciones generales de ellas; pero tambi�n debemos ser correctos para nuestro porte y nuestro comportamiento.

Aquellos que son los santos de Dios pueden a veces, por su propia negligencia deliberada, provocar a Dios por un tiempo al menos para que suspenda esta salvaguardia de ellos. Pero tanto de la primera referencia de estas palabras, como pueden ser tomadas espiritualmente, y en relaci�n con el hombre interior. Ahora, en segundo lugar, tambi�n podemos tomarlos en referencia a lo temporal, y a la Providencia de Dios en cuanto a las cosas de esta vida. Primero, los bendecir� en sus caminos.

Toma nota de eso. Esta es una forma de mantener los pies. ( Salmo 121:8 ) De nuevo, adem�s, nombra los pies como los que est�n m�s expuestos al peligro y al da�o de todos los dem�s. En segundo lugar, en lo que respecta a sus obras, haga lo que haga. Esto se dice de un hombre piadoso. ( Salmo 1:3 ) ( G�nesis 39:8 )

II. El segundo es el estado de los malvados en estos. Pero los imp�os callar�n en las tinieblas. As� como hay una diferencia entre los imp�os y los piadosos en cuanto a su car�cter, tambi�n la hay en cuanto a su condici�n. Primero, un estado de oscuridad. Primero, por esta vida presente como camino. Hombres malvados est�n aqu� en la oscuridad. Primero, en la ignorancia de sus mentes. ( Efesios 4:18 .

) En segundo lugar, en la desmesura de sus afectos, tambi�n hay oscuridad en ellos desde all�. ( 1 Juan 2:11 .) La malicia ensombrece la mente y, por lo tanto, cualquier otra pasi�n rebelde en ellos. En tercer lugar, en la pr�ctica de todos los dem�s pecados, adem�s de las obras de maldad, hay obras de tinieblas, y por eso todav�a se les llama. Las obras infructuosas de las tinieblas.

( Efesios 5:11 .) Por �ltimo, en esa ceguera espiritual a la que se entregan. El segundo es la oscuridad del fin. Esa oscuridad a la que est�n sujetos en otro mundo. Esto es de dos tipos, ya sea la oscuridad de la muerte o el juicio. El segundo es el estado de silencio, a fin de esta oscuridad. �Callar�n en la oscuridad.

Primero, el dolor, el horror y la perplejidad mental que se apoderar�n de ellos en esta condici�n. El silencio acompa�a al dolor y la expiaci�n en sus extremos. En segundo lugar, el silencio es una nota de convicci�n. Guardar�n silencio, es decir, no tendr�n nada que decir por s� mismos. Los imp�os, como estar�n llenos de dolor, as� tambi�n de confusi�n. En tercer lugar, es una nota de residencia y de continuidad en esta miserable condici�n.

Ser�n guardados y atados en �l. Ahora (para unirlos a los dos) son personas que est�n muy de acuerdo con ese tipo de personas. Tanto la oscuridad como el silencio en ella son muy adecuados para los hombres malvados. Primero, la oscuridad de la condici�n responde a la oscuridad del pecado. Los malvados aborrecen la luz, porque sus obras son malas. En segundo lugar, silencio en el mal, que responde al silencio del bien: a los malvados no les importa hablar nada que pueda ser para la honra de Dios.

Comenzamos con la primera, es decir, ya que se refiere a la primera cl�usula. ��l guardar� los pies de sus santos�, es decir, tom�ndolo exclusivamente, �l y solo �l. Lo reduciremos brevemente a tres cabezas. Primero, la fuerza del cuerpo y el poder humano con sus accesorios. En segundo lugar, la fuerza de las partes y las mejoras del ingenio y la comprensi�n, la fuerza de la gracia en el mero prop�sito de la misma.

Por tanto, nadie conf�e en esto, sean quienes sean. En segundo lugar, no por fuerza contra �l, en referencia especialmente a la segunda cl�usula. Los imp�os callar�n en las tinieblas. Los imp�os no escapar�n del castigo, porque no pueden ser demasiado fuertes para Dios, que es un Dios de poder y fuerza. Primero, agradecimiento y reconocimiento de la gran misericordia y bondad de Dios para con nosotros en este particular.

En segundo lugar, en lo que respecta a la fe, debemos mejorarla para que tambi�n, habiendo tenido experiencia de la bondad de Dios hasta ahora, estemos preparados para esperar tanto de �l en el futuro. En tercer lugar, y especialmente, a la fecundidad y la obediencia. Dios, habiendo hecho cosas tan grandes por nosotros, deber�amos esforzarnos por hacer algo por �l. Ahora, adem�s, en segundo lugar, para el silencio del imp�o en la oscuridad, en la decepci�n de sus enemigos, podemos observar el paralelo en esto tambi�n.

Aqu� hab�a oscuridad y silencio en la oscuridad. Oscuridad hab�a en la mism�sima carta. Fue un trabajo a oscuras. Y eso tanto en cuanto al lugar como al tiempo en que se hizo. ( T. Herren, DD )

La conducta del Se�or hacia los santos y los pecadores

I. El Se�or guardar� los pies de sus santos.

1. La palabra santo significa santo.

2. Los santos est�n en un viaje a trav�s de este mundo de pecado y dolor hacia un pa�s mejor. ( Hebreos 11:14 .)

3. El Se�or mismo guarda sus pies. �l los gu�a y dirige con su consejo. ( Salmo 73:24 .)

II. Los imp�os callar�n en las tinieblas.

1. Los malvados est�n sin Dios en el mundo. ( Efesios 2:12 .)

2. Estos son ruidosos y clamorosos, se jactan de s� mismos y tienden a hablar mal de Dios y de la religi�n; pero ha llegado el momento en que ser�n callados. ( Salmo 31:17 .)

3. La oscuridad los rodear� por todos lados. A veces son llevados a las tinieblas en el mundo actual, por los juicios de Dios. ( Isa�as 8:22 .)

III. Porque con la fuerza nadie prevalecer�. Los malvados luchan contra Dios y la verdad, pero no pueden prevalecer. ( Bosquejos de cuatrocientos sermones. )

Versículos 12-17

Los hijos de El� fueron hijos de Belial.

Vida hogare�a indulgente

I. Los pecados que induce. Los hijos, Ofni y Finees, son los m�s destacados, por lo que contemplaremos,

1. Su conducta y car�cter. Aparecen a t�tulo oficial; pero el funcionario debe verse en su asociaci�n con lo personal. Un sacerdote degenerado no es m�s que la consecuencia natural del hombre degenerado. El mal est� en la constituci�n moral de estos hombres, y cualquier cosa que hagan, dondequiera que vayan, aparecer�.

(1) Fueron audaces. (Ver. 12.) Los hijos de Satan�s, y sin embargo en el templo de Dios. No conoc�an al Se�or. Hay ciertas calificaciones necesarias para el desempe�o correcto de cada ocupaci�n, y es un hombre valiente que asumir� el deber sin la idoneidad. �Qu� veredicto le dar�a la sociedad a quien siguiera la carrera de m�dico, sin haber estudiado los principios de la anatom�a, ignorante de las leyes de la medicina? Con toda probabilidad, el resultado ser�a la muerte del paciente.

Mucho m�s criminal el que se compromete a remediar la enfermedad del alma inmortal cuando ignora su ant�doto. "No conoc�an al Se�or". Estaban en el mismo lugar rodeados de indicaciones de lo Divino: �qu� obstinada ignorancia! La historia de su vida religiosa estaba incorporada en el arca; no pod�an mirar sus viejas vigas sin ver en cada tabla la misericordia y providencia de Dios.

Pero sus corazones no simpatizaban con estas asociaciones santas, y en lugar de estimular la devoci�n, el contacto habitual con tales santidades conduc�a a una familiaridad criminal. Cuando se dice que no conoc�an al Se�or, no puede significar que dudaban de la realidad de Su existencia. D�biles destellos de Su vida esencial hab�an brillado sobre sus intelectos. Aunque a la luz del sol, no vieron las bellezas que revelaba.

Probablemente, cuando al principio asumieron los deberes del Templo, fue con pasos d�biles: la palidez de un temor revelado les palidec�a las mejillas; pero ahora el miedo hab�a perdido su temblor en la fr�a dureza del pecado habitual. �Qu� grado de desaf�o revela su conducta!

(2) Eran codiciosos. (Vers. 18, 14.) �Qu� contradicci�n es un sacerdocio avaro! cu�n extra�amente fuera de armon�a con la real beneficencia de su Institutor, y la noble munificencia de su ejercicio previsto. Un ministerio devoto mira m�s a la remuneraci�n Divina que a la humana, y no clava su �anzuelo� en el �caldero� del adorador. Entonces, en lugar de estimular los sentimientos religiosos de las almas arrepentidas y elevarlas hacia Dios, pervirtieron el dise�o de su oficio al hacerse ellos mismos el objeto de su trabajo.

�El sacerdote tom� para s� mismo�. Tal clase de hombres tiene un campo casi ilimitado para el ejercicio de su prop�sito. Los instintos m�s fuertes del alma son los que pertenecen a Dios y su adoraci�n. Por lo tanto, cuando se presentan reclamos a los mentalmente d�biles y moralmente cr�dulos, tales demandas s�lo tienen que ser pronunciadas para ser obedecidas. �Cu�n malo es hacer de la religi�n un medio de ganancia personal!

(3) Fueron desp�ticos. (Ver. 16.) La coerci�n est� operando sin su esfera cuando se ejerce sobre asuntos de religi�n. La vida y la devoci�n espirituales son esencialmente libres, tanto en el principio de su acci�n como en la forma de su homenaje. "Lo tomar� por la fuerza" de estos sacerdotes malvados. Una religi�n que no puede establecer su reclamo por motivos debe ser d�bil. La fuerza es siempre el arma del imb�cil moral.

(4) Eran ad�lteros. (Ver. 22.)

(5) Trajeron desprecio a la religi�n. (Ver. 17.) Los hombres fallaron en hacer una distinci�n entre los sacerdotes y la religi�n cuyos intereses ten�an pretendiendo servir. La naturaleza es intr�nsecamente hermosa, pero si se mira a trav�s de una vidriera, su perfecci�n se ver�a empa�ada por un tinte antinatural. Entonces, si deseamos contemplar la hermosura de la piedad, no debemos considerarla presentada a trav�s de ning�n medio de color, sino por contacto directo e inspecci�n.

Se debe sentir la religi�n para estimarla correctamente; no es algo que deba admirar el ojo, sino que el coraz�n lo aprecie. Sin embargo, los hombres imp�os tienen sus ideales de rectitud, a menudo claramente definidos, y tales, al ver el sacrilegio de los sacerdotes, "aborrec�an la ofrenda del Se�or".

(2) La conducta y el car�cter de Eli. Como padre, era demasiado indulgente ( 1 Samuel 13:18 ). Esta afirmaci�n queda demostrada incluso por sus reprensiones. El� era "muy viejo", y la menor molestia acosaba sus d�biles energ�as, pero sobre todo cuando era ocasionada por la mala conducta de sus hijos. �Qu� triste realidad! �El padre viejo en a�os, los hijos viejos en pecado!

�Qu� reflexi�n sobre su disciplina y su ejemplo!

(1) El m�todo de la reprensi�n de El�. El los reprende

(1) Colectivamente - "Vosotros". Si no hubieran sido llevados a cada uno a la c�mara privada, esa correcci�n podr�a haberse adaptado a la disposici�n y la edad. La reprimenda fue, por tanto, indiscriminada. El reprueba

(2) Por interrogatorio (Ver. 23);

(3) Por afirmaci�n (Ver. 24);

(4) Por argumento (Ver. 25).

(2) El efecto de su reproche. "Ellos no escucharon". A Eli se le recordar�a que la correcci�n hab�a llegado demasiado tarde; aunque la naturaleza pl�stica de la ni�ez podr�a haber cedido a su toque, ahora ten�a que lidiar con un material m�s duro. La controversia de Dios con un padre indulgente (ver. 27). Eli es responsable de los pecados de su familia. "A Eli". Est� acusado de

(1) Ingratitud (Ver. 28);

(2) Con insulto (Ver. 29).

II. Los dolores que conlleva.

1. Dios revoca el mandato de la elecci�n de El� y afirma el principio universal de su acci�n (vers. 30). La elecci�n de Eli no fue inalterable, ni al margen de la conducta personal. Un lema para el almac�n, "A los que me honran, honrar�". El castigo previsto. Esta fue la nube antes de la tormenta.

(1) Fue humillante (Ver.31). La familia que una vez fue sacerdotal debe ser despojada de toda autoridad o poder. "Te cortar� el brazo".

(2) Fue irreparable (Ver. 32).

(3) Fue eterno. Se iba a establecer una nueva l�nea de sacerdotes que deber�a ser "para siempre". �C�mo se vuelve hist�rico lo prof�tico! Es una p�gina de guerra que emite en

(1) Derrota nacional ( 1 Samuel 4:10 );

(2) Consternaci�n social - "Toda la ciudad grit�".

(3) Declinaci�n espiritual (ver. 22).

(4) Extinci�n familiar (Vers. 17-20). Mientras El� estaba sentado en la puerta, encima de ella estaba sentado el Dios Eterno. As� que una familia malvada conten�a el germen del derrocamiento de la naci�n.

Lecciones:

(1) La disciplina de los padres debe ser tan firme como amable.

(2) El bienestar de la naci�n y la iglesia depende de la preparaci�n de la familia.

(3) Un respeto a Dios, la forma m�s verdadera de promoci�n.

(4) El doloroso final de la vida incluso de un buen hombre.

(5) La terrible extinci�n de un sacerdocio imp�o. ( JS Exell, MA )

La casa de Eli

Los avisos del peque�o Samuel, que se alternan en este pasaje con los relatos tristes de El� y su casa, son como las manchas verdes que var�an las opacas extensiones de arena en un desierto; o como los pedacitos de cielo azul que encantan tu mirada cuando el firmamento se oscurece por una tormenta. Vemos el mal poderoso y destructivo; vemos el instrumento de curaci�n muy d�bil: un mero infante. Sin embargo, el poder de Dios est� con el ni�o y, a su debido tiempo, prevalecer� la fuerza que �l representa.

Es solo una imagen del gran conflicto del pecado y la gracia en el mundo. Se verific� enf�ticamente cuando Jes�s era un ni�o. Debe notarse que El� era descendiente, no de Eleazar, el hijo mayor de Aar�n, sino de Itamar, el menor. No sabemos por qu� se transfiri� el sumo sacerdocio de una familia a otra, en la persona de El�. Evidentemente, la afirmaci�n de El� sobre el sacerdocio era v�lida, porque en la reprimenda que se le dirigi� se asume plenamente que �l era el ocupante adecuado del oficio. Parece que se esperaban grandes cosas de la administraci�n de El�; tanto m�s lamentable y vergonzoso fue el estado de cosas que sigui�.

1. Primero, nuestra atenci�n se centra en la gran maldad y el comportamiento escandaloso de los hijos de El�. Ofni y Finees ocupan sus lugares en esa banda deshonrada donde los nombres de Alejandro Borgia y muchos altos eclesi�sticos de la Edad Media emiten su olor apestoso. Est�n marcados por los dos vicios predominantes de las naturalezas m�s bajas: la codicia y la lascivia. Es dif�cil decir si tal conducta infligi� el mayor da�o a la causa de la religi�n o a la causa de la moralidad ordinaria.

En cuanto a la causa de la religi�n, sufri� ese terrible golpe que siempre sufre cuando se disocia de la moral. El coraz�n y el alma son arrancados de la religi�n cuando se induce a los hombres a creer que su deber consiste simplemente en creer ciertos dogmas, prestar atenci�n a las observancias externas, pagar las cuotas y �realizar� la adoraci�n. �Qu� tipo de concepci�n de Dios pueden tener los hombres que son animados a creer que la justicia, la misericordia y la verdad no tienen nada que ver con Su servicio?

2. A menudo es muy dif�cil explicar c�mo es que los hombres piadosos han tenido hijos imp�os. Hay poca dificultad en dar cuenta de esto en la presente ocasi�n. Hubo un defecto fatal en el m�todo de Eli. Su protesta a sus hijos no se hace en el momento adecuado. No se hace en el tono apropiado. Cuando se ignora, no se le siguen las consecuencias adecuadas. No debemos olvidar que, por imperdonable que fuera su padre, la gran culpa del procedimiento fue de ellos.

�C�mo deben haber endurecido sus corazones contra el ejemplo de El�, contra las solemnes demandas de Dios, contra las santas tradiciones del servicio, contra los intereses y demandas de aquellos a quienes arruinaron, contra el bienestar del pueblo escogido de Dios! �Podr�a algo acercarse m�s al pecado contra el Esp�ritu Santo? No es de extra�ar, aunque su condenaci�n fue la de personas judicialmente ciegas y endurecidas. Fueron entregados a una mente reprobada, para hacer aquellas cosas que no eran convenientes.

3. Pero es hora de que miremos el mensaje que el hombre de Dios le trajo a El�. La casa de Eli sufrir�a una terrible degradaci�n. �l (esto incluye a sus sucesores en rebanada) ser�a despojado de "su brazo", es decir, su fuerza. Ning�n miembro de su casa llegar�a a una buena vejez. Una palabra con respecto a ese gran principio del Reino de Dios anunciado por el profeta como aquel sobre el cual Jehov� actuar�a en referencia a Sus sacerdotes: �A los que me honran, honrar�, pero a los que me desprecian, les ser� poco estimados.

�Es uno de los dichos m�s grandiosos de las Escrituras. Es el gobierno eterno del Reino de Dios, no limitado a los d�as de Ofni y Finees, sino, como las leyes de Medea y Persas, eterno como las ordenanzas del cielo. Sin embargo, los hombres pueden intentar hacerse con su destino en sus propias manos; sin embargo, pueden protegerse de este y otro problema; sin embargo, como el primer Napole�n, puede parecer que se vuelven omnipotentes y ejercen un poder irresistible, pero el d�a de la retribuci�n llega por fin; habiendo sembrado para la carne, de la carne tambi�n cosechan corrupci�n. Qu� gran regla de vida es, para j�venes y mayores. ( WG Blaikie, DD )

Los hijos de Eli

El� era sumo sacerdote de los jud�os cuando el arca del Se�or estaba en Silo. Sus dos hijos, Ofni y Finees, eran sacerdotes del Se�or. Su oficio era santo, pero su car�cter era corrupto. Tocaron cosas sagradas con manos indignas. El incidente muestra con demasiada claridad la diferencia vital entre lo espiritual y lo oficial. Ofni y Finees estaban oficialmente entre los hombres m�s importantes de su �poca.

Llevaban un nombre santo, pronunciaban palabras santas, estaban vestidos con t�nicas emblem�ticas. Sin embargo, Ofni y Finees eran hombres de Belial. El exterior era hermoso; el interior estaba lleno de corrupci�n y muerte. �No hay aqu� una lecci�n para los maestros de la verdad cristiana? Es posible que un hombre tenga un p�lpito y no tenga a Dios; tener una Biblia y ning�n Esp�ritu Santo; estar empleando sus labios para pronunciar la elocuencia de la verdad, cuando su coraz�n se ha desviado de todo lo que es verdadero, bello y bueno.

�No hay aqu� una lecci�n para los profesantes de Cristo? Llevamos el santo nombre y los hombres tienen derecho a esperar la santa obra. Necesitamos instrucci�n sobre la gran cuesti�n de la disciplina espiritual. Cuando un hombre que profesa conocer a Cristo se encuentra borracho en las calles, lo expulsamos de la Iglesia y llamamos a eso disciplina; cuando un hombre es condenado por alg�n crimen atroz, lo separamos de la comuni�n de la Iglesia, y llamamos a eso la disciplina de la comuni�n cristiana.

No es nada por el estilo; eso es mera decencia. No hay un club en el mundo que se preocupe un �pice por su propia respetabilidad que no haga lo mismo. La nuestra es la disciplina cristiana. Sin embargo, incluso aqu� hay un misterio, una cosa extra�a y maravillosa. Ofni y Finees, oficialmente grandes y espiritualmente corruptos; ministro tras ministro cayendo, contaminando sus vestiduras y degradando su nombre; profesor tras profesor pronunciando la palabra adecuada con los labios, pero sin darse cuenta en la vida.

Tal es la historia de la Iglesia. Frente a todo esto, Dios todav�a emplea al hombre para revelar la verdad a otros hombres, para hacer cumplir sus demandas sobre su atenci�n. En lugar de en un momento de justa ira barrer el piso de la Iglesia, de modo que no quede ni un paso de hombre en ella, terminar y luego llamar al mundo que lo rodea y hablar personalmente cara a cara, todav�a emplea a hombres para ense�ar a los hombres, para �Atrae a mundos m�s brillantes y abre el camino.

�El incidente muestra el resultado mortal de la corrupci�n en sectores influyentes. Todos los sectores, de hecho, son influyentes; sin embargo, se sabe que algunos son m�s influyentes que otros, por lo que adoptamos esta forma de expresi�n. Los sacerdotes eran hijos de Belial. �Cu�l fue la consecuencia? El pueblo aborreci� la ofrenda del Se�or. El ministro es un mal hombre. �Cu�l es la consecuencia? Su car�cter se siente en toda la congregaci�n. Debemos recordar tres cosas en relaci�n con este consejo.

1. La tendencia natural de los hombres a la laxitud e indiferencia religiosas.

2. El efecto de la falta de sinceridad sobre la doctrina. La sinceridad es en s� misma un argumento. �Es posible decir la verdad con el coraz�n de un mentiroso? Si sus labios pronuncian la verdad, si su coraz�n la contradice y su vida la blasfema, �qu� maravilla si los hombres, que tienen una tendencia natural a la indiferencia religiosa, creyeran en la vida y negaran la ense�anza!

3. La peculiaridad de la ense�anza moral al requerir ilustraci�n personal. Los hombres no pueden comprender la moral meramente te�rica; deben tenerlos personificados; deben tenerlas ense�adas por encarnaci�n e ilustradas en la vida diaria. �El artista puede ense�arte a pintar un cuadro hermoso! sin embargo, puede que no tenga respeto por la verdad moral, Su desprecio por la verdad moral no puede interferir, hasta donde puede ver, con su habilidad y seriedad como artista mete�rico.

No es as� en la Iglesia de Dios. El car�cter de un hombre es su elocuencia; La realidad espiritual de un hombre es el argumento que gana a la larga. La lecci�n es para las iglesias. �Qu� somos en nuestra capacidad corporativa? �Somos santos? Si no, estamos ayudando a degradar y arruinar el mundo; �Hemos aprovechado la influencia de Dios para ayudar a deshacer la obra de Dios! �La terrible ca�da de un l�der moral! Por otro lado, no podemos admitir la s�plica de que los malos l�deres son excusa suficiente para los malos seguidores, cuando esa s�plica se insta en relaci�n con la ense�anza y la vida cristianas.

Tampoco podemos permitir que una incoherencia excepcional vicie a toda la Iglesia. Entramos en un huerto, se�alamos un trozo de fruta defectuosa y decimos: "Debido a que hay un defecto en ese trozo de fruta, todo el huerto est� podrido y corrupto". �Qui�n lo creer�a? Se puede encontrar una moneda ligera en cada moneda de la civilizaci�n. Supongamos que tomamos una moneda est�ndar por debajo del peso y dijimos: �Debido a que esta no es del peso est�ndar, toda su moneda est� defectuosa y, como naci�n de financistas, no es digno de confianza.

�Qui�n lo creer�a? Tal teor�a se destruye instant�neamente por el hecho de que Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia. No decimos: "Mira a los cristianos". Decimos: "Mira a Cristo". Entonces, tal teor�a nunca es impulsada sino por hombres que buscan excusas para su propia corrupci�n. No debemos ser seguidores de Ofni y Finees. El sacerdote no es Dios; el ministro no es Jesucristo; el profesor no es el Redentor del mundo.

Por lo tanto, debemos insistir en la investigaci�n honesta de los grandes principios por un lado, e insistir especialmente en el escrutinio severo y sereno y el estudio de la vida personal y el ministerio de nuestro Salvador. Tenemos una revelaci�n escrita. A esa revelaci�n debemos hacer un llamamiento; a la ley y al testimonio debe ser nuestro desaf�o. ( J. Parker, DD )

Los hijos de Eli

Podemos considerar con justicia que esto proporciona el lema de una historia muy instructiva y triste, dejada para advertir de la debilidad en la que incluso los hombres buenos pueden caer, y de la manera en que un Dios justo a menudo castiga el fracaso de sus siervos. en el deber, a trav�s de las consecuencias derivadas de su propia negligencia. En consecuencia, no se dice, ni se debe suponer que la debilidad de El�, por culpable que sea, sirvi� de excusa para la maldad de sus hijos.

I. La culpa agravada que se imputaba a los hijos de El�. Ofni y Finees est�n, en esta parte de la historia sagrada, se�alados como ejemplos de lo que es vicioso y depravado. No contentos con cometer iniquidad en secreto, hab�an alcanzado un estado de indiferencia, pecando contra el Se�or p�blicamente y con mano alta. Tampoco fue un momento en la historia de Israel en el que la conciencia del pueblo estaba peculiarmente viva.

El fervor del sentimiento de agradecimiento por la bondad pasada de Dios hab�a desaparecido; en cambio, parec�a que prevalec�a el olvido del gran prop�sito, por cuyo avance hab�an sido tan favorecidos, a saber, mantener viva la adoraci�n de Dios en medio de la ignorancia y la idolatr�a circundantes. Tanto la pol�tica civil como religiosa de la naci�n estaban en un estado de desorden. En la persona de El� se unieron los dos cargos m�s altos que exist�an entonces en el estado; durante el largo espacio de cuarenta a�os ocup� sobre Israel el cargo, no solo de juez, sino tambi�n de sumo sacerdote.

Pero a pesar de que la conducta de Eli hacia su familia parece haber sido defectuosa, a pesar de las tentaciones a las que estuvieron expuestos, la culpa de Ofni y Finees estuvo marcada por un agravamiento peculiar; hab�an abusado de grandes ventajas. Conocer la verdad y, sin embargo, rechazarla; Ser informado de las demandas de Dios sobre nuestra obediencia, y negarnos a cumplirlas, es comenzar en la juventud un curso que a menudo conduce a una virilidad rebelde y libertina, conduciendo, tal vez, a una tumba prematura, o prolongada a una deshonra y miserable la edad.

Tal parece haber sido el caso de los hijos de Eli. Hab�an abusado de grandes ventajas y hab�an incurrido en una gran responsabilidad. No ignoraban las demandas de Jehov�, ni la santidad de coraz�n y vida que �l requer�a; en consecuencia, su culpa era conspicua e innegable. Las vidas de los hijos de El�, que estaban tan cerca del altar, podr�an haber estado dedicadas al cielo. Los �hijos de El� eran hijos de Belial:� hab�an alcanzado una madurez espantosa en la depravaci�n y madurez en el crimen.

Parec�an haber perdido de vista la distinci�n entre el bien y el mal, haber olvidado la existencia de un Dios que "juzga con justicia". Esa maldad fue realmente grande. Se les aplica en el texto un t�tulo que no indica una competencia ordinaria en lo que era ofensivo para Dios y opuesto a su ley. Se les llama "hijos de Belial", como si se distinguieran por el esp�ritu de maldad que manifestaban. Pero, �podemos suponer que esa depravaci�n se haya alcanzado de inmediato? Por el contrario, �no habr�an temblado de miedo y luchado con la desgana del transgresor menos experimentado?

II. Procedemos a notar la reprimenda ineficaz de sus hijos por parte de El�, y el castigo con el que sigui� su maldad. En esta etapa de la historia se menciona por primera vez a El� por haber reprobado la conducta vergonzosa de sus hijos. Era viejo; sus facultades pueden haber fallado y su percepci�n se ha embotado, pero seguramente no podr�a haber ignorado por completo lo que estaba sucediendo.

En lugar de usar su poder oficial para poner fin a sus enormidades, su deber como padre y legislador, en lugar de la severidad de la censura y la reprimenda que se ped�an, todo lo que dijo Eli estaba bastante desproporcionado con lo que exig�a. las exigencias del caso. Eran sus hijos, pero a pesar de lo queridos que hab�an sido, si la reprimenda fuera infructuosa, �no deber�an haber sido apartados, considerando el oficio sagrado que ocupaban, de la posibilidad de seguir transgrediendo? En este sentido tambi�n fracas� Eli, a�adiendo a la negligencia pasada lo que en realidad equival�a a una traici�n a esa causa a la que, con todas sus faltas y fallas, estaba fuertemente apegado.

III. Intentemos ahora extraer del texto una o dos lecciones pr�cticas.

1. Tenemos aqu� una lecci�n para padres y otras personas, que tienen una esfera de autoridad e influencia. El servicio del Se�or sigue siendo aquello ante lo que el coraz�n corrupto retrocede con renuencia. Cu�n a menudo se ha sufrido la tiran�a del mal h�bito, como en el caso de la casa de Eli, para confirmarse, sin un intento adecuado de detener su crecimiento. Con qu� frecuencia se deja pasar el per�odo durante el cual se podr�a haber puesto un �buen fundamento� en los h�bitos de piedad y temor de Dios.

2. Tambi�n tenemos aqu� una lecci�n m�s general de advertencia para aquellos que perseveren en la conducta denunciada por las Escrituras, tanto por preceptos positivos como por medio de ejemplos de advertencia. ( A. Bonar. )

Sacerdotes de archivo y el ni�o puro

El cambio en la vida diaria y las circunstancias de Samuel, cuando su madre lo dej� en Silo, debe haber sido como el que atraen a muchos ni�os cuando sale por primera vez del refugio del hogar y comienza a encontrar su camino en nuevas asociaciones, entre otros. caras nuevas, sin los viejos soportes y protecci�n. Samuel, sin embargo, era demasiado joven cuando su madre lo dej� por primera vez para quedar muy manchado por el pecado que lo rodeaba en Silo, porque la iniquidad era demasiado vil, demasiado madura, demasiado burda para �l a esa temprana edad para conocer su verdadero significado. y horror; pero el peligro de infecci�n, de su propia sangre vital, su alma m�s �ntima siendo envenenada y toda su vida futura profanada, era, si lo miramos con expectativa humana, sumamente inminente y triste.

Entre el tabern�culo del Se�or en Silo y la casa de su padre en Ram�, hab�a una diferencia lo suficientemente grande y mala como para arruinar cualquier vida. En lugar de Elcana estaba El�; en lugar de la fe pura y el tierno amor de su madre, estaban los hijos de El� y las mujeres que iban al tabern�culo; en lugar de la santidad del hogar, estaba la miseria de la religi�n sacerdotal y oficial, junto con la degradaci�n casi inevitable de las cosas m�s santas.

El Se�or guarda los pies de Sus santos cuando est�n rodeados de viles peligros y tristes peligros espirituales. Puedo entender f�cilmente c�mo Lutero, en sus d�as oscuros de conflicto y batalla por la verdad y la pureza y Cristo contra la apostas�a y el formalismo y un sacerdocio tan oscuro y vil como el de los dos hijos de El�, a menudo deber�a volver a esos primeros cap�tulos de el primer libro de Samuel, y debe levantarse fortalecido para el Se�or y la lucha contra la maldad espiritual en los lugares altos y el error impuro.

I. Samuel estaba en peligro por la profanaci�n sacerdotal de las ordenanzas divinas. As� como algunas de las flores m�s dulces huelen m�s mal cuando est�n muertas, as� se descubri� que estos hombres y su oficio sagrado se volv�an repugnantes y repugnantes, contaminando todo lo que llegaba al santuario y depravando incluso las cosas m�s sagradas del Alt�simo. El sacerdocio, los sacrificios, las temporadas santas, los lugares santos, las fiestas luminosas que Dios hab�a designado, se volvieron a sus propios usos viles.

Aquellas cosas y oficios de la religi�n que a Samuel le hab�an ense�ado a considerar como m�s sagrados, debi� de encontrarlos, si es que ten�a la edad suficiente para pensar, sistem�ticamente ultrajados y violados; y la religi�n, tarde o temprano, ser�a considerada por �l como una imposici�n y sus servicios enga�osos. No es que para �l o para cualquier mente joven razonar o pensar as� hubiera sido o ser�a ahora sabio; pero habr�a sido humano, natural y no es de extra�ar.

Porque siempre ha sido un error com�n en las vidas de los j�venes confundir principios con personas. A veces he escuchado las malas vidas de los hijos de padres piadosos, o de los ministros del Evangelio, explicadas por el comentario sombr�o: �est�n detr�s de la escena de la vida de la iglesia� y de la vida cristiana. Pero no deber�a haber una visi�n detr�s de escena. Si verdaderamente en Cristo, sois hijos de la luz y del d�a, y deb�is andar en la luz, como �l es en la luz.

Aqu� puede ser bueno reconocer claramente el mayor peligro que existe de profanaci�n de cosas santas y deberes sagrados donde hay un sistema ceremonial que cuando hay un reconocimiento constante y consistente de la creencia de que la religi�n que es m�s aceptable para Dios y lo m�s consecuente con la mente de Cristo es aquello que es menos ceremonial, menos ritual, menos sacerdotal, que, teniendo la menor santidad posible en instituciones, d�as y oficios, debe, si fuera coherente y digno, el nombre de una religi�n, insistir al m�ximo en la mayor pureza y santidad posibles en el coraz�n y en el alma.

II. Otro de los peligros de Samuel era la sensualidad sacerdotal. Al arreglar as� los riesgos de Samuel en Silo, deseo que se mantengan en nuestra mente los peligros que almas tan queridas para nosotros como lo fue el hijo de Ana para ella, pueden y deben enfrentar cuando abandonan la protecci�n inmediata de su hogar. No dir�a m�s sobre esta parte del tema si no fuera por los grandes, los crasos peligros que hasta la vida de los ni�os encuentra ahora en las impurezas de las calles, la vil sensualidad, rayana en la sensualidad y el libertinaje, de gran parte de la literatura popular. y, con algunos, en la contaminaci�n diaria en los lugares de negocios y en otros lugares de aquellos que ya llevan consigo la mancha de la peste y, como los miserables enloquecidos por la peste de anta�o, se deleitan en manchar y contaminar a otros.

Son asociaciones tan perniciosas, peligros tan horribles, los que con tanta frecuencia conducen a la profanaci�n m�s profunda de partes de nuestra vida que deber�an ser consideradas como las m�s sagradas y tratadas con la mayor pureza. Es tal infecci�n que en muchos casos destruye por completo la influencia de los consejos de despedida de una madre o los mandatos casi divinos de un padre.

III. Otro peligro de Samuel surgi� de la rapacidad sacerdotal de los hijos de El�. Ha habido ministros de religi�n codiciosos, mundanos y rapaces en todas las �pocas, pero nunca ha habido tantos como cuando y donde un sistema sacerdotal ha seguido su propio camino y ha desarrollado su propia vida. La codicia y la rapacidad terrenales presionan tan de cerca la atenci�n de los j�venes en los negocios modernos y la vida social, como lo hizo la vida de Samuel sobre �l.

El juicio de la mayor�a de las cosas y de los hombres seg�n un patr�n monetario; la falta de escr�pulos p�blica de tantos en cuanto a las formas y los medios que adoptan siempre que se alcance el fin de la ganancia; las costumbres sociales que hacen que el dinero sea cada vez m�s lo principal; la prodigiosa riqueza de nuestro tiempo, y los encaprichados esfuerzos de los ricos por enriquecerse, por a�adir casa a casa y campo a campo; todas estas cosas producen una atm�sfera, si se me permite decirlo as�, cargada de peligro.

La vileza de ning�n hombre garantizar� que te apartes de la verdad. Ning�n pecado de hip�crita, ni la indignidad de ning�n ministro, absolver� a cualquier joven de culpabilidad al apartarse de la esperanza y promesa de los primeros d�as piadosos. Quiz�s ahora nos ayude a ver c�mo vivi� Samuel en medio de los pecados de Silo.

1. Y sabemos, en primer lugar, que Samuel vivi� sin estar contaminado por la blasfemia, la codicia y la lujuria que estaban tan cerca de �l. Ahora aprenda de esta historia, que no hay necesidad de pecar en nadie en ninguna parte. No puedes evitar correr el riesgo, pero habiendo permitido tanto, todo ha sido permitido. Si ha pecado es porque ha sido descuidado o voluntarioso, y no porque no pudo evitar pecar. Egipto, Silo y Babilonia presionaron m�s a los j�venes h�roes que all� lucharon por el Se�or de lo que tenemos que soportar; sin embargo, no pecaron. Tampoco necesitamos nosotros.

2. Nuevamente: Se nos dice que Samuel creci� en la gracia divina y el favor humano en un entorno tan vil. Dios les da esto a ustedes que son tentados como una esperanza y una promesa para controlar nuestros lamentos por circunstancias y tentaciones desafortunadas. Puedes crecer en gracia en cualquier lugar, as� como puedes pecar en cualquier lugar. Puedes crecer en gracia en los l�mites de la fosa; y te hundir�s en el hoyo de la casa de Dios. Samuel creci� en gracia: �qu� haremos?

3. Adem�s, Samuel creci� as� por la gracia que podemos tener. El m�s fuerte de nosotros vivir� tan desamparado como un ni�o que a�n no puede caminar, si avanzamos con nuestras propias fuerzas, y fracasaremos por completo; mientras que los m�s d�biles de nosotros y aquellos de nosotros cuya suerte en la vida est� llena de peligros y cuidados espirituales, podamos tener una confianza m�s plena y firme de que el Se�or guardar� los pies de Sus santos y nos fortalecer� con toda clase de fuerzas, mientras que los imp�os pronto callar�n, en tinieblas. ( GB Ryley. )

Degradaci�n en el altar

Como vestiduras para el cuerpo, as� son las ceremonias para la religi�n. Las prendas de un cuerpo vivo conservan el calor natural; ponlos en un cad�ver y nunca recuperar�n la vida. Las ceremonias ayudan a aumentar la devoci�n; pero en un coraz�n muerto no pueden engendrarlo. Estos vestidos de religi�n sobre un hombre santo son como los vestidos de Cristo sobre su propio cuerpo santo; pero unidos a un coraz�n profano, son como las vestiduras de Cristo sobre sus asesinos que crucifican. ( Ralph Brownrig. )

Hijos de Eli, Hijos de Belial

Eso parecer�a imposible. El� era un hombre santo; El� era sacerdote. El� no era intelectualmente un hombre fuerte, pero moralmente era justo y fiel hasta un grado muy alto, no era un gran gobernante en casa; aun as�, era sustancialmente un buen hombre. Belial representa la corrupci�n, la oscuridad, el diablo, el genio imp�o del universo; cualquier cosa que indique ego�smo, bajeza o corrupci�n de car�cter.

Ahora lea el texto: - Los hijos del santo sacerdote El� eran hijos de Belial, el esp�ritu malo, el genio maligno. Siempre nos encontramos con estos conflictos, iron�as, imposibilidades. Al mismo tiempo est� el hecho, solemne, tr�gico, tremendo, de que los hijos de un hombre bueno pueden ser hombres malos, y que los mismos hombres buenos pueden ser sorprendidos o conducidos insidiosamente a los males m�s profundos y graves. A menos que vivamos, nos movamos y tengamos nuestro ser en Dios, no podemos realizar todos nuestros privilegios y convertirlos en un car�cter s�lido y ben�fico.

Puede haber algo en la descendencia f�sica y deber�a haber una descendencia espiritual. El� no deber�a haber tenido malos hijos. La gente mala nunca deber�a salir de los buenos hogares. El peligro es que el propio Eli pueda ser acusado de responsabilidad. Es tan dif�cil para una naturaleza humana mal juzgada y prejuiciosa distinguir entre causa y efecto. No suponga que ser� un buen hombre porque su padre fue un buen hombre y su madre una buena mujer.

Puede alterar todo el proceso de la herencia; puede crear un punto de partida en su propio desarrollo. Est� dentro del poder, pero no del derecho, de todo hombre decir: Desde la fecha de mi nacimiento habr� sangre negra en nuestra familia; Vivir� la vida de abajo, har� hospitalidad en la casa de los esp�ritus malignos. Tan f�cil es destruir, tan tentador es hacer mala fama. Vemos delgado no solo religiosamente, en el sentido distintivo de ese t�rmino, sino que vemos esta inversi�n y perversi�n de la herencia a lo largo de todas las l�neas de la vida y dentro de todas las esferas de la experiencia humana.

Un hombre civilizado, un hijo de civilizaci�n, puede ser el hombre m�s b�rbaro sobre la faz de la tierra. No est� en el poder de un salvaje ser tan b�rbaro como puede serlo un hombre civilizado. Los hijos de El� fueron hijos de Belial. La frase correspondiente en los niveles inferiores de la historia es, los hijos de la civilizaci�n son hijos de la barbarie. As� que podr�amos pasar a una ilustraci�n adicional y decir: Los hijos de la educaci�n son hijos de la mayor ignorancia.

�Qui�n puede ser tan ignorante como un hombre bien informado cuando se ha entregado al servicio del mal? No es la ignorancia del tipo b�sico y vulgar lo que puede excusarse por falta de privilegio y falta de oportunidad, pero es esa ignorancia peculiar que el conocimiento de la luz la oculta, que el conocimiento del bien hace el mal. Su educaci�n es un elemento de su condena. A veces podemos decir que los hijos del refinamiento son hijos de la vulgaridad.

El punto es este: que nuestra herencia pueda ser interrumpida, nuestros privilegios ancestrales pueden ser desechados, - los hijos de Eli pueden ser hijos de Belial. No tenemos nada moral por derecho de ascendencia. Todo hombre deber�a poseer su propiedad por derecho de trabajo, por derecho de conquista moral honesta. Lo que sea que tengas, joven, t�malo a punta de lanza. No se puede transmitir un buen car�cter a los dem�s. Puede establecer una buena reputaci�n de bondad, y eso deber�a ser una sugerencia y un est�mulo y una direcci�n y un consuelo, pero no puede transmitir su car�cter mientras agrupa sus acres y sus libras esterlinas.

Todo hombre tiene que conquistar el alfabeto como si ning�n otro hombre lo hubiera conquistado antes. �Por qu� no ampliar esa idea y llevarla a todo el esquema del car�cter y ver c�mo se nos pide que trabajemos por lo que tenemos y no dependamos de las bendiciones y privilegios ancestrales? Entonces, no digas: Mi padre era bueno, mi madre era buena, por lo tanto, yo no necesito interesarme en estos asuntos: parte de su virtud est� reservada para m�, puedo aprovecharla pronto.

Todo ese razonamiento es vicioso, falso y espiritualmente destructivo. Una doble condenaci�n es la de quienes tuvieron grandes ventajas al principio y quienes no se elevaron a la nobleza y grandeza de sus oportunidades. �Con qu� ten�an algunos hombres para empezar! �cu�nto! Ten�an casas tan espaciosas, tales bibliotecas, tanta amabilidad y amor por parte de padres y amigos; nacieron con todo tipo de ventajas sociales as� llamadas.

�D�nde est�n ellos hoy? �Qu� han hecho? �No empezaron con demasiado? �No estaban sobrecargados? Posiblemente algunos de ustedes hayan comenzado demasiado bien. No se te debe culpar del todo por haber ca�do como lo hiciste. Ahora tengo solicitantes de recompensa de hombres cuyos padres val�an cien mil libras. Estos son hombres que han desperdiciado toda una herencia de reputaci�n ancestral por sabidur�a y bondad.

Sin embargo, no puedo culparlos del todo; el padre Eli no puede escapar por completo de la responsabilidad. Ten�an demasiado, las cosas sal�an con demasiada facilidad; �Lo f�cil viene, lo f�cil se va�, es el lema que la experiencia ha probado y respaldado. Con lo poco que han comenzado algunos otros hombres y, sin embargo, m�relos hoy. ( J. Parker, DD )

Vidas corruptas contagiosas

Los hombres de vidas corruptas a la cabeza de la religi�n, que son desvergonzados en su despilfarro, tienen un efecto de reducci�n en la vida moral de toda la comunidad. El nivel de vida desciende y desciende. Clase tras clase se infecta. La maldad se esparce como podredumbre seca en un edificio; Dentro de poco, toda la estructura de la sociedad est� infectada con el veneno. ( WG Blaikie, DD )

No conoc�an al Se�or. -

Ignorancia pecaminosa e infantil de Dios

(comparar con 1 Samuel 3:7 ): - Ofni y Finees no conoc�an al Se�or; sus vidas lo demostraron. Samuel no conoc�a al Se�or, y sus acciones tambi�n lo demostraron. Pero as� como entre los actos ilustrativos, as� tambi�n entre el significado de las palabras en los dos casos, hay una diferencia tan amplia como es posible concebir. Nos ayudar� recordar aqu� cu�n amplio terreno en las Escrituras cubre esta expresi�n "conocer" o "no conocer al Se�or". La primera forma es a veces sin�nimo de salvaci�n, de todo el curso de la redenci�n perfecta y la santificaci�n completa. .

La segunda, la forma negativa, es una de las expresiones m�s intensas que usa la Escritura para declarar la condici�n de un alma pecadora y para mostrar el origen de algunas de las enormidades m�s oscuras que jam�s hayan degradado el nombre de la religi�n. El Nuevo Testamento nos presenta esto de manera muy clara. Cuando Cristo expres� Su perfecta Albi�n y su relaci�n con el Padre incluso en la tierra, dijo: �No he venido por m� mismo, pero el que me envi� es verdadero; a quien vosotros no conoc�is, pero yo le conozco.

�� Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el �nico Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien has enviado. Oh Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y �stos han conocido que t� me enviaste �. Juan explica el antagonismo mundano hacia los santos de la antig�edad de esta manera: "El mundo no nos conoce porque no le conoci� a �l".

I. Que la expresi�n �no conocer al Se�or� pueda implicar y dar cuenta de todo tipo y grado de pecado. Esta es la ignorancia pecaminosa de Dios. En el caso que nos ocupa ahora, explica algunas de las transgresiones m�s degradantes de las que el hombre puede ser culpable.

1. Pero esta ignorancia pecaminosa de Dios puede coexistir con el conocimiento pleno de la verdad de Dios, es decir, el conocimiento intelectual, recibido por medio de la educaci�n, el ejemplo de otros, la educaci�n en el hogar, la costumbre social o el h�bito general. Puede ver esto en el ejemplo de los dos sacerdotes j�venes. Es cierto que conoc�an la ley del Se�or, que es perfecta. Conoc�an la verdad de Dios, los caminos del Se�or, las expectativas y esperanzas del Todopoderoso que estaban asociadas con su sacerdocio y la ofrenda de sacrificio.

Sab�an la verdad, pero no conoc�an a Dios. Sus corazones y los de �l estaban enemistados. Hagamos la misma distinci�n para nosotros, entre conocer la verdad de Dios y conocer al Se�or; entre saber lo que Dios ha dicho y conocer a Dios mismo. �No es uno de los hechos m�s tristes que algunas de las peores vidas son aquellas que, como Ofni y Finees, conocen el camino del Se�or, han tenido una formaci�n santa y una crianza gentil, muchas asociaciones con la casa de Dios, mucho escuchar la Palabra y todav�a muestran que no conocen a Dios? No se puede depender del conocimiento de la verdad o de las formas de la verdad, ni de las creencias correctas ni de nada por el estilo para ponernos bien con nuestro Dios.

2. Note, nuevamente, que hay una ignorancia de Dios que es pecaminosa en sus consecuencias, pero al mismo tiempo no es culpable. Podemos comprender las vastas transgresiones de las grandes ciudades, las tendencias brutales de una masa tan grande de la poblaci�n recordando su herencia de ignorancia y animalismo flagrantes en cuerpo y mente, su herencia impl�cita de ignorancia absoluta de Dios, de incapacidad casi para darse cuenta o incluso para reconocer a un Dios y Padre de amor, o ver alg�n significado en la cruz sobre la que se llevaron sus pecados. �No es parte de la responsabilidad que recae en los cristianos, por cuya parte se ha descuidado la extensi�n de la luz de la gloria de Dios?

3. Debemos notar adem�s que hay casos en los que la ignorancia del Se�or es en s� misma, una transgresi�n mayor que los peores pecados que pueda engendrar o justificar. Estos dos sacerdotes eran tan malvados en algunas cosas como los hombres. Pero m�s vergonzoso que su m�s profunda impiedad fue la causa de ello, incluso su ignorancia voluntaria de Dios. Pr�cticamente no queda ninguna restricci�n que pueda tocar el coraz�n. Conocer a Dios es tener ahora la ra�z de la vida eterna dentro de nosotros; no conocer a Dios es tener la semilla de la muerte eterna creciendo en nosotros ahora, y en el mundo venidero para estar completamente contaminado.

II. El no conocer al Se�or puede comprender y explicar todo grado de inmadurez en la vida espiritual. Hay una ignorancia pecaminosa, como hemos visto; y ahora tenemos la ignorancia de la inmadurez, del estado infantil. De este estado, el ni�o Samuel es la ilustraci�n. Samuel hab�a recibido la preparaci�n preparatoria del amor de su madre, la gu�a reverente de su vida por el camino que conduce literalmente a Dios; pero a�n no hab�a llegado el momento de la revelaci�n inteligente de Dios.

Su amor por el Se�or hab�a crecido como una plantita; ahora iba a ser trasplantado a un suelo m�s lleno, aire m�s libre, para tener espacio para las ra�ces del ronquido, m�s espacio para la vida en total. Vientos m�s fuertes, vigorosos y vigorizantes soplar�an sobre �l su bendici�n; un sol m�s caliente lo estimular�a; Los elementos que maduran roncan eran mentir sobre las ra�ces. Pronto lleg� el d�a de la revelaci�n, la noche de la apertura del cielo en solemnidad a su joven alma; pero en la perspectiva de esa visitaci�n por la cual su vida fue fijada para siempre, Samuel no conoci� al Se�or.

Descans� hasta entonces como en los brazos de Dios; viv�a de Dios como una vez hab�a colgado del pecho de su madre, sin saber el amor que lo ten�a aunque viv�a en �l y por �l; sin ver claramente el rostro que se inclinaba sobre �l con un afecto indecible, aunque sus propios rasgos mostraban las mismas l�neas y las mismas marcas. A�n no lo sab�a; pero esta fue la ignorancia del crecimiento imperfecto, del desarrollo incompleto.

Para algunos, puede haber una necesidad especial de considerar este aspecto de la vida de Samuel, y una ventaja particular al notar su significado obvio. Porque esto ciertamente significa que puede haber vida en Dios antes de que haya un reconocimiento inteligente de ella. El padre ve su imagen en el ni�o antes de que el peque�o la reconozca. El Se�or estaba en nuestra vida y no lo sab�amos; ni le conocimos hasta que �l mismo descorri� el velo.

O, como parec�a a veces, divagamos, como lo har�a un ni�o en el tabern�culo, en lo que est� dentro del velo, en el mismo Lugar Sant�simo, y all�, en lugar de una gran gloria y un poder terrible, encontramos a Uno m�s amable que cualquiera en la tierra, una voz que habla m�s suavemente que una mujer amorosa, diciendo: "Hijo m�o, dame tu coraz�n!" y, en cuanto a presencias, no pudimos ver en el Lugar Santo, �Este es Mi Hijo amado.

�No conoc�amos a Dios, pero �l nos conoc�a como Suyos. �Te puse sobrenombre, aunque no me conociste. Yo te ci��, aunque t� no me conociste �. "Entonces sabremos si seguimos conociendo al Se�or". Puede ser que todos estemos involucrados, hasta cierto punto, en culpa, porque no hemos alcanzado ese conocimiento que depende de la b�squeda ferviente de Dios. Dios no ense�ar� a las almas que no esperan en �l.

Dios no puede mostrar su belleza a los ojos que se apartan de �l. �l puede revelar su secreto solo a aquellos que le temen. Si entregamos la fuerza de la vida, y todo el poder de nuestros d�as, a una o muchas cosas terrenales inferiores, sin darle al Se�or ninguna de nuestras fuerzas, �c�mo podemos esperar la luz y el conocimiento del Se�or, con la consiguiente bendici�n de nuestro avance? en santidad, ser nuestro? ( GB Ryley. )

Versículos 18-19

Pero Samuel ministr� ante el Se�or.

Piedad temprana

I. la devoci�n de la madre.

II. La piedad temprana de Samuel.

1. Surgi� primero de la piedad de una madre. Fue el acto de la madre por medio del cual todas sus primeras impresiones fueron de cosas sagradas. Se ha dicho que el secreto de la grandeza normalmente se remonta a las madres. La influencia de la madre es la m�s poderosa sobre la vida joven: surge del amor m�s puro. Le debemos a Agust�n las oraciones de M�nica, y en los tiempos modernos hay quienes nos han atrevido a cu�l fue la fuente de su �xito: la formaci�n de una madre.

2. Pero la influencia tiene sus l�mites. Samuel, cuando era ni�o, "ministr� ante el Se�or". Acept� su vocaci�n y estuvo a la altura de sus demandas.

3. Samuel ministr� a Dios como levita. Algunos han pensado que era sacerdote, porque ofrec�a sacrificios; pero ofreci� sacrificio por �comisi�n especial� de Dios, debido a la degeneraci�n del sacerdocio. De la misma manera, los sacrificios se ofrec�an en diferentes lugares, en lugar de uno, no porque las leyes lev�ticas fueran desconocidas, sino porque no era posible quedarse en un solo lugar hasta que el arca fuera recuperada y colocada en su lugar de descanso final. Dios no est� atado por sus propias leyes o modos ordinarios de actuar, ya sea en la esfera de la naturaleza o de la gracia, y algunas veces afirma directamente Su supremac�a.

4. Que Samuel era un levita se ve por el hecho de que su padre era un levita ( 1 Cr�nicas 6:27 ). Se le describe como efratita, porque su familia resid�a en Efra�n. Adem�s, no era de los hijos de Aar�n. Y el "efod de lino", seg�n algunos escritores, era una vestidura lev�tica. Sin embargo, esto parece dudoso.

Tanto el efod como la "t�nica peque�a", que era una prenda exterior larga, no eran vestiduras exclusivamente sacerdotales, por lo que no se puede deducir de la menci�n de ellos que Samuel ten�a un "sacerdocio irregular". En los Salmos no est� incluido entre los sacerdotes: "Mois�s y Aar�n entre sus sacerdotes"; sino �Samuel entre los que invocan su nombre� ( Salmo 99:6 ).

5. Samuel, adem�s de ser levita y nazareo, fue el primero de un nuevo orden, "la buena comuni�n de los profetas". San Pedro lo pone en primer lugar ( Hechos 3:20 ): "todos los profetas de Samuel". La corriente de comunicaci�n entre Dios y el hombre casi se hab�a secado ( 1 Samuel 3:1 ).

III. Lecciones.

1. Los padres pueden aprender de la devoci�n de Ana la bendici�n de ofrecer a sus hijos a Dios, y eso no con un esp�ritu de rencor, sino al darse cuenta con Ana de la nobleza de una vida consagrada a Dios y las bendiciones que de ese modo fueron tra�das a Su pueblo.

2. Los ni�os deben aprender de Samuel a no dejar nunca el servicio a Dios para m�s adelante en la vida, cuando es m�s dif�cil y menos entusiasta. Samuel, cuando ten�a canas, tuvo la reflexi�n m�s feliz cuando mir� hacia atr�s en la fidelidad temprana ( 1 Samuel 12:1 ).

3. El arrepentimiento despu�s de un joven malgastado es un medio de regresar a Dios y puede ser la base de la santidad futura; pero la inocencia preservada tiene una belleza, una grandeza, una vivacidad y una semejanza con Cristo, el �Santo Ni�o�, que el penitente pr�digo desconoce. ( Canon Hutchings, MA )

El ni�o que ministra

Uno de nuestros poetas ha comentado maravillosamente que "el ni�o es el padre del hombre"; y la observaci�n es tan verdadera como hermosa. As� como se caracteriza la juventud, tambi�n se distinguir� la masculinidad. La juventud es el per�odo de las impresiones, cuando el coraz�n est� tierno y los rasgos comienzan a desarrollarse. Como el �rbol que crece seg�n la influencia de un �rbol joven, el hombre es moldeado por los prejuicios de su ni�ez.

�La ni�ez de los grandes hombres� ilustra esto en un grado sorprendente. En los d�as de su juguetona ni�ez, se dice que Cromwell ten�a tan poco respeto por la dignidad que golpe� al pr�ncipe Carlos mientras jugaban juntos en Hitchinbrook; en cuya mansi�n hospitalaria descansaba la caravana real que llev� a James al trono de Inglaterra. Y en los a�os posteriores, ninguna santidad de la realeza pudo impedir que el triunfante Oliver trajera a Charles al cadalso.

Cuando Nelson en su ansioso anidamiento de p�jaros se hab�a colocado en una posici�n de peligro, cerca de un r�o que no pod�a cruzar, y hab�a causado mucha alarma a sus familiares, su respuesta a una abuela enojada, quien expres� su asombro de que el miedo no hubiera lo llev� a casa, fue, ��Miedo, abuela! �Nunca vi miedo! �qui�n es �l?" Y este es el personaje m�s expresivo de ese gran Almirante, cuya carrera fue tan brillante y cuya muerte fue tan valiente.

Mozart, cuando era un ni�o de siete a�os, compuso un concierto para clavec�n, y muri� cuando solo ten�a treinta y cinco, con la inmortalidad en su memoria y en su m�sica. Aunque la piedad no es un derecho de nacimiento y con frecuencia ha sido injertada en una carrera salvaje, nadie se sorprender� de que la infancia de Samuel, tan hermosa en piedad y promesas, resulte en una virilidad piadosa, una bendici�n para sus padres, su pa�s y su Iglesia. .

Entonces, contemplemos a Samuel en este interesante per�odo de su historia, y observemos c�mo la buena semilla ech� ra�ces y mostr� su verdor, y c�mo la piedad paternal buscaba bendecir y consolar a un joven de casa. No ser�a una prueba peque�a para Elcana y Ana dejar a su querido hijo en el tabern�culo de Silo, donde los sacerdotes abandonados estaban ministrando. Dios se preocup� por Samuel y lo mantuvo alejado de la maldad de su tiempo.

�l era "uno de los cuidados de la Providencia" y nunca quiso nada bueno. Residente en el santuario, iba a ser entrenado para el ministerio; y aunque era ni�o, estaba vestido con un efod de lino. En la dispensaci�n lev�tica, el efod, que llevaba el sacerdote, atestiguaba la misma gran verdad. Siempre que se acercaba para consultar al Se�or y ofrecer sacrificios, se vest�a con el efod de lino ( 1 Samuel 23:9 14: 3; 1 Samuel 23:9 .

) Entonces podr�a abogar en nombre de los hombres y actuar como mediador. Santific� su persona y lo convirti� en un tipo de Aquel que hab�a de venir. En la Iglesia del Nuevo Testamento hay un efod para que lo usen todos los que se acercan a Dios. Es el manto inmaculado de la justicia del Redentor. Este es el s�mbolo de aceptaci�n y garantiza la admisi�n en todo momento a la c�mara de presencia de Jehov�. Samuel era joven en a�os.

No pod�a saber mucho de las cosas divinas; pero fue capaz de experimentar la bendici�n divina. Era m�s que un ni�o dedicado. Naci� de arriba. Una ascendencia ilustre no lo ennobleci� tanto como este nacimiento celestial. Lo exalt� a un lugar en esa familia cuyos nombres est�n escritos en el cielo. Samuel ministr� ante el Se�or. Estaba ocupado en el servicio del tabern�culo. Los levitas no sol�an comenzar su servicio hasta los veinticinco a�os de edad, pero Samuel asumi� un cargo activo en su misma ni�ez.

El hijo de su adopci�n parec�a mejor que los hijos de sangre de El�. Revivi� los corazones de todos los piadosos de toda la tierra, cuando Samuel en su belleza juvenil fue visto en el lugar santo. Siempre es interesante ver a los j�venes al servicio de Cristo. �Quiz�s�, dice Matthew Henry, �atendi� inmediatamente a la persona de Eli - estaba listo para que �l lo recogiera y lo trajera cuando tuviera la ocasi�n; y eso se llama ministrar al Se�or.

.. Podr�a encender una vela, sostener un plato, hacer un recado o cerrar una puerta; y debido a que hizo esto con una disposici�n mental piadosa, se le llama ministrar al Se�or, y se le presta mucha atenci�n �. No tenemos ahora un tabern�culo como el que hab�a en Silo, ni tenemos los servicios que Samuel fue llamado a prestar; pero en la Iglesia de Dios hay una esfera lo suficientemente amplia para la energ�a m�s activa, lo suficientemente diversificada para muchos trabajadores y lo suficientemente simple para que la emprendan los m�s j�venes.

Los corazones de los padres a menudo laten con ansiedad por sus hijos ausentes. Las oraciones de Hannah tambi�n lo segu�an a menudo, y sus manos estaban ocupadas ocupadas en satisfacer sus necesidades. Como esposa prudente, "buscaba lana y lino, y trabajaba de buena gana con sus manos", e hizo un abrigo para que su hijo se lo pusiera en Silo. Su coraz�n estaba con �l en el tabern�culo; y mientras trabajaba con su rueca, o tej�a su telara�a, o tej�a aguja e hilo, pensaba en su hijo ausente.

Es posible que tenga hijos ausentes que, en medio de los negocios y el pecado de las grandes ciudades, est�n muy expuestos. Ten cuidado con ellos. Recuerda su caso todos los d�as en el altar de tu familia. Escr�bales a menudo palabras de verdad y seriedad. Es especialmente �til verlos a menudo. Es posible que algunos de los que hayan salido temprano de casa y se hayan separado de sus amigos lean estas p�ginas. Tuviste en el comienzo de los d�as de la juventud al agitado �mar tempestuoso de la vida.

�Piense a menudo en su hogar. Hay encanto en esa palabrita. Piense en el coraz�n anhelante de un padre en nombre de los ausentes. Las letras son los cables el�ctricos de las familias; �Llevan en el pecho alg�n mensaje de amor� y hacen estremecer el coraz�n. Hannah fue una esposa y madre trabajadora. Entre las muchas virtudes del personaje femenino, esta no es la menor. En el retrato de una mujer virtuosa esbozado por el rey Lemuel en el �ltimo cap�tulo del Libro de Proverbios, de veintid�s versos que describen la excelencia femenina, once se refieren a la industria; y de estos once apenas uno apunta al trabajo que es �til netamente.

Muchos malgastan su tiempo en labores que no reportan provecho, pero aquella a quien la Biblia se deleita en honrar es trabajadora en hacer el bien. Debe recordarse, sin embargo, que los deberes de una casa y una familia han demostrado ser una trampa para muchos que, como Marta, se han visto obstaculizados por tal servicio y distra�dos con muchas preocupaciones. Donde hay h�bitos de orden y de oraci�n, estos males pueden evitarse, y aunque �no sea perezosa en los negocios�, la matrona cristiana tambi�n puede ser �ferviente de esp�ritu, sirviendo al Se�or.

Ana no estaba tan ocupada con los deberes dom�sticos como para ausentarse del santuario y de la fiesta de la pascua. El pr�stamo que Elcana y Ana dieron al Se�or cuando dejaron a Samuel en Silo no se perdi�. Tuvo su bendita recompensa. Dios nunca est� en deuda con su pueblo, y amablemente ha prometido una recompensa. Puede que no siempre se realice en esta vida, pero ser� en la resurrecci�n de los justos. �Qu� est�mulo para hacer el bien y sacrificarse por la causa del Se�or! ( R. Steel. )

Infancia y servicio

�Una linda foto! Aqu� hay un ni�o que vino al mundo, por as� decirlo, a trav�s de la misma puerta de la oraci�n. Por as� decirlo, fue la criatura directa de la intercesi�n. Su madre fue inmediatamente a la casa de Dios por �l; de hecho fue directamente a Dios y le pidi� el ni�o. Aqu�, entonces, hay un ni�o profeta, y ese hecho est� pre�ado del significado m�s profundo. Que un ni�o tenga alg�n lugar en el templo de Dios, y especialmente que un ni�o ocupe un cargo en ese templo, es una circunstancia que debe llamar nuestra atenci�n.

1. El inter�s de Dios en la vida humana comienza en el per�odo m�s temprano posible. �Cu�ndo comienza el inter�s de Dios en la vida humana? �Cu�ndo comienza el coraz�n de Cristo a sentir l�stima por todas las criaturas humanas? �Es cuando tienen cinco a�os o diez? �Calla Su amor hasta los veinti�n a�os? La pregunta puede parecer curiosa, pero la presiono. �Cu�ndo comienza el inter�s de Cristo por la vida humana? Sostengo que su inter�s se relaciona con la vida, no con la edad; al nacimiento, no a los cumplea�os.

Tan pronto como nace un ni�o, ese gran coraz�n redentor anhela con amor compasivo. Luego, animo a todos los padres a que traigan a sus hijos temprano al templo; prestarlos al Se�or antes de que puedan entregarse; �Y qu� sabemos nosotros, sino que el pr�stamo de la madre sea confirmado por el propio don del hombre!

2. "Adem�s, su madre le hac�a una t�nica y se la tra�a de a�o en a�o, cuando sub�a con su marido para ofrecer el sacrificio anual". Grandes r�os bah�as a menudo peque�as fuentes. El r�o de la alegr�a de todo un a�o surgi� al hacer este peque�o abrigo. Parece una circunstancia muy simple para anotar en el gran volumen del mundo que Ana le hac�a a Samuel un peque�o abrigo todos los a�os. F�jense, entonces, c�mo la edad debe trabajar para la ni�ez, la fuerza debe trabajar con amor y ayuda por la debilidad.

Los recursos de la vida deben gastarse en los ni�os necesitados. Esta es la forma de obtener la felicidad; es decir, haciendo felices a esos mont�culos. Quien env�a la alegr�a a las ra�ces de la sociedad, encontrar� esa alegr�a reproduci�ndose en los consuelos y comodidades de su propia vida. La confecci�n de este peque�o abrigo hizo que las horas volaran velozmente; y el regalo de la misma, en el momento se�alado, enriqueci� m�s al donante que al usuario. De modo que dar es recibir, y que esparcir puede ser la verdadera consolidaci�n de la riqueza.

3. Ahora avancemos un paso y veamos c�mo avanza este ni�o. En el cap�tulo siguiente, todav�a se le llama ni�o, ni�o ministrador. �La experiencia me ha ense�ado a tener m�s fe en los ni�os que en los adultos! Los ni�os se parecen m�s a Dios que los hombres y las mujeres. Los ni�os son sencillos, directos, sencillos, confiados, alegres, cari�osos; los adultos a menudo son corruptos, astutos, de doble �nimo, ego�stas, malhumorados, rencorosos y viles.

Simpatizo con el poeta cuando desea poder volver a Dios a trav�s de sus "ayeres". Ay, no hay camino al cielo excepto a trav�s de nuestros ma�anas; ya medida que envejecemos al viajar a trav�s de estos ma�anas, a menudo perdemos la simplicidad y la belleza de la ni�ez, y nos concentramos en compromisos que tienden m�s bien a degradarnos y hacernos incapacitados para la alta sociedad del cielo.

4. Seg�n el vers�culo inicial del tercer cap�tulo, �la palabra del Se�or era preciosa en aquellos d�as; no hab�a visi�n abierta ". Lo que es raro es precioso. La palabra del Se�or no resplandeci� con la gloria del mediod�a; era como un rayo en el horizonte. El reino de Dios en la tierra comienza con peque�as demostraciones. Es peque�o como una semilla de mostaza. A menudo, en la narrativa del Evangelio, se compara con todas las cosas m�s diminutas.

En nuestros d�as hay una visi�n abierta. Todo el cielo est� resplandeciente de luz. Pero, �a qui�n le importa hoy, cuando Inglaterra est� inundada con la gloria celestial? Nosotros, como naci�n, siendo exaltados al cielo con multitud de privilegios, no es improbable que seamos arrojados al infierno por nuestra perversi�n y negligencia personal. Es una hermosa imagen de El� y Samuel dedicados al servicio del templo. Aqu� tenemos la vejez extrema y la juventud extrema unidas en una misma labor.

Es como si la puesta de sol de barro del amanecer hubiera encontrado un punto de encuentro; aqu� est� todo el brillo de uno y todo el hermoso colorido y la solemne pompa del otro. Cual es la leccion? La lecci�n que veo es que Dios tiene trabajo para todas las clases.

I. Mirando esta escena, tenemos, en primer lugar, a Dios todopoderoso llamando al hombre en un momento poco probable. El tiempo es de noche: el sue�o profundo ha ca�do sobre el hombre, y en el tiempo de descanso e inconsciencia suena la voz del cielo. �Por qu� no en el templo y por qu� no en jornada de puertas abiertas? Esto es como Dios, las tinieblas y la luz son iguales para �l.

II. En el siguiente lugar, tenemos a Dios todopoderoso llamando a una persona poco probable. Deber�amos haber pensado que habr�a sido m�s probable que Dios hubiera llamado al profeta anciano en lugar del ni�o que ministraba. Pero los primeros ser�n los �ltimos y los �ltimos, los primeros. ( J. Parker, DD )

Ministerio de un ni�o

Samuel era muy, muy joven; pero los peque�os esfuerzos de Samuel por ministrar al Se�or fueron preciosos; y aqu� est�n registrados por Dios mismo. �Son solo los ni�os adultos y fuertes de una familia, a quienes sus padres notan y aprueban? �No aman tu padre y tu madre al peque�o beb� que solo puede arrastrarse? y si se limita a extender su peque�o brazo para mostrarles su afecto, �no lo notan y parecen muy complacidos? Oh, s�, sabes que lo hacen; es m�s, a veces te imaginas que piensan m�s en los peque�os que en ti los grandes, y se fijan m�s en el d�bil esfuerzo que hacen los m�s peque�os, que en todas tus grandes haza�as; y casi podr�a pensar que si nuestro Padre celestial tiene favoritos peculiares en su familia, son sus infantes, a quienes les ha ense�ado a extender los deseos de sus almas despu�s de �l.

Es su Samuel y su Timoteo, que desde la infancia han conocido y amado las Escrituras y al Dios de las Sagradas Escrituras. Pero, tal vez pienses, Samuel no pudo evitar ser devoto del Se�or y servirle, cuando lo dejaron tan joven en el templo, con el bueno de El� y buena gente a su alrededor. Mi querido hijo, si tuvieras que conseguir una zarza y ??plantarla en un terreno muy bueno y poner buenos �rboles a su alrededor, �esperar�as que tu zarza se convierta tambi�n en un buen �rbol? Sonr�es ante la sola idea.

Pero, �no les dice Dios en su palabra que nuestros corazones son como espinas y zarzas, y que ning�n poder, salvo el suyo, puede hacer crecer un mirto o una rosa en lugar de la espina? Es m�s, �no nos ense�a la experiencia diaria la misma lecci�n? Mientras miramos al santo ni�o Samuel con deleite y amor, nos duele el coraz�n al mirar a los dos malvados hijos de El�; abusar del oficio de sacerdote y hacer que se hable mal del camino de la verdad.

A ninguno de ustedes le gustan los espinos ni los cardos, me atrever�a a decir; si te agarran cuando andas o corres, te pinchar�n o ara�ar�n, y no sacar�s fruto de ellos; pero cuando se metan entre tus �rboles frutales o flores favoritos, los ahogan y obstaculizan su crecimiento, te hacen doblemente enojado con ellos. Ahora bien, este era el estado de cosas con los hijos inicuos de El�: no solo eran como espinas sin valor, sino que, al crecer entre el pueblo del Se�or y ministrar en las cosas santas, detuvieron el crecimiento de los fieles, e incluso hizo transgredir al pueblo del Se�or.

Con mucho gusto nos apartamos un rato de un tema tan espantoso para mirar al querido ni�o Samuel. �Samuel ministraba delante del Se�or, siendo un ni�o, ce�ido con un efod de lino. Adem�s, su madre le hac�a un peque�o abrigo y se lo tra�a de a�o en a�o, cuando sub�a con su marido. As� que ofrece el sacrificio anual ". Tenemos aqu� se�alado el tierno cari�o de la madre, con la bendita firmeza del cristiano.

Mientras le trae su peque�o abrigo de su propia fabricaci�n, como muestra de su amor, no expresa ning�n deseo de recuperar el pr�stamo que le hab�a prestado al Se�or, el pr�stamo de su �nico hijo, lo deja alegremente. �l una y otra vez, y regresa a su casa, donde no ten�a un hijo para recibirla o animarla. Pero, �qui�n fue un perdedor al prestarle al Se�or? mire todo lo que ponga con alegre y humilde confianza, le ser� devuelto cien veces m�s en su seno. ( Helen Plumptre. )

Adem�s, su madre le hizo un peque�o abrigo.

Una charla para las madres

Tenemos tres declaraciones separadas sobre la naturaleza de un ni�o peque�o. La primera es que, de alguna manera, est� completamente depravada y perdida; incapaz de concebir un buen pensamiento, decir una buena palabra o hacer una buena cosa. Esta afirmaci�n, en mi opini�n, es falsa. Choca con la revelaci�n m�s elevada jam�s hecha a nuestra raza sobre la naturaleza infantil. Jes�s dijo: �Dejad que los ni�os vengan a m�, y no se lo prohib�is: porque de los tales es el reino de los cielos.

�Si el ni�o es completamente depravado, y de tales es el reino de los cielos, �en qu� se diferencia el reino de los cielos del reino del infierno? La segunda teor�a es una que he escuchado de algunos cristianos liberales: que el coraz�n y la naturaleza de un ni�o peque�o son como un molde de jard�n fresco en la primavera. Nada ha brotado de �l: pero las semillas del vicio ya est�n sembradas en �l; y debemos plantar buenas semillas y cuidarlas hasta que haya un crecimiento fuerte de la mejor promesa; con cuidado, todo el tiempo, eliminando todo lo que es malo a medida que sale a la superficie.

A primera vista, parece que se trata de la verdad. Sin embargo, me temo que no ha surgido tanto de esa verdadera filosof�a que se basa en una observaci�n atenta de nuestra naturaleza, como ha surgido de un deseo de no diferir tanto de aquellos que nos denuncian de coraz�n como no cristianos. Tal idea de la naturaleza infantil es, despu�s de todo, una teor�a moderada de la depravaci�n infantil; y como tal lo rechazo, en la medida en que da alguna preocupaci�n y predominio al pecado, y acepto la tercera teor�a, como el verdadero y puro evangelio sobre la naturaleza infantil; a saber, que el reino de los cielos, en un ni�o, es semejante a un hombre que sembr� buena semilla en su campo; pero despu�s, mientras los hombres dorm�an, vino su enemigo, sembr� ciza�a entre el trigo y se fue; y cuando brot� la hierba y dio fruto, apareci� tambi�n la ciza�a.

La buena semilla se siembra primero. El bien es primario y puramente bueno; lo malo es secundario y no del todo malo. Y todo ni�o ministra delante del Se�or, y toda madre hace sus vestidos de a�o en a�o. Propongo hablar brevemente sobre la naturaleza y posibilidades de esta influencia materna, qu� es y qu� puede ser.

1. Y tenga en cuenta, en primer lugar, que mientras en la otra vida el padre puede llegar a tener una influencia igual o incluso m�s fuerte sobre el ni�o, en la pl�stica ma�ana de la vida, cuando el alma infantil se pone su primera t�nica de alegr�a y amor y fe y asombro, s�lo la mano de la madre puede darles su rica calidad y textura.

2. Luego, en segundo lugar, si bien es eminentemente cierto que el ni�o peque�o tiene una dotaci�n tan rica y usted tiene una preeminencia tan maravillosa, tambi�n es cierto que las posibilidades se abren de dos maneras: puede arruinar enormemente su vida o usted puede bendecirlo grandemente. Las prendas que las madres le ponen a los esp�ritus de los ni�os peque�os, al igual que las prendas que se ajustan a la forma exterior, s�lo que con mayor certeza, tienen mucho que ver con toda la vida futura de ese ni�o.

Perm�tanme darles ejemplos que se guardan en los archivos del mundo. �Qu� juzgar�a usted que es lo m�s importante en Washington? La respuesta obvia es su perfecta, impecable y radiante integridad. Ahora bien, es un hecho instructivo para las madres que de los pocos libros que nos han llegado con los que la madre de Washington rode� a su hijo en sus primeros a�os de vida, el m�s gastado y bien utilizado es un libro de moral, por ese eminente patr�n de la vieja integridad inglesa, sir Matthew Hale; y el lugar donde ese libro se abre con m�s facilidad, donde es m�s fr�gil y con las orejas de perro, es en un cap�tulo sobre el gran relato que todos debemos dar de las obras realizadas en el cuerpo.

Antes de que ese ni�o saliera de su casa, su madre se ocup� de estampar profundamente en su alma la imagen y el t�tulo de integridad. �Qu�, despu�s de su gran genio, mencionar�a como lo m�s notable de William Ellery Channing? Respondemos enseguida, su constante lealtad a un examen amplio, libre, intr�pido de todas las cuestiones que se le presenten; una confesi�n franca de lo que �l cre�a que era cierto, sin importar lo que se dijera en contra; y un esfuerzo activo por hacer de esa verdad parte de su vida.

Channing testific�, con un orgulloso afecto, de su madre: "Ella tuvo la firmeza para examinar la verdad, decirla y actuar en consecuencia, m�s all� de todas las mujeres que conoc�". Y as� fue que, cuando su fr�gil muchacho tuvo que salir a la batalla, ella lo hab�a armado con la coraza de la justicia y el yelmo de la salvaci�n. Y as� uno podr�a ir recitando ejemplos casi sin cesar, si fuera necesario, para mostrar cu�n cierto es que la madre hace al hombre.

�Qu�, entonces, positivamente, har� la madre que har� lo mejor que pueda? Primero responder� a esta pregunta se�alando lo que ella no har�. Y no puedo decir nada antes de esto: que la prenda espiritual que ella confecciona para sus peque�os de a�o en a�o no ser� negra. Todas las madres saben cu�nto tiempo antes de que sus hijos puedan pronunciar una palabra pueden leer alegr�a o tristeza en el rostro de la madre. D�jala sonre�r y el ni�o se reir�; que se vea triste y llorar�.

Ahora bien, algunas madres, si han tenido grandes problemas o se han esforzado mucho en su vida diaria, adquieren el h�bito de la tristeza que es como una segunda naturaleza. Hablan con unci�n de qui�n ha muerto, qu� tan j�venes eran, cu�ntos est�n enfermos y qu� dolor hay en la tierra. Y el ni�o escucha todo lo que se dice. La madre puede pensar que no le importa; pero, si mis propios recuerdos m�s tempranos son del todo fieles a la infancia com�n, a �l le importa.

Estas cosas le dan escalofr�os hasta la m�dula. Entonces le pedir�a que la prenda de la influencia espiritual, que siempre est� confeccionando, no tenga la naturaleza de una camisa de fuerza. �Tiene su hijo un pie pesado, una voz fuerte, un gran apetito, una actitud desafiante y una presencia corpulenta en conjunto? Entonces agrad�zcale a Dios por ello, m�s que si su esposo tuviera una granja donde el ma�z crece a doce pies de altura; su hijo tiene en �l la formaci�n de un gran y buen hombre.

El �nico temor es que no pueda satisfacer la demanda de esta naturaleza fuerte y grandiosa y trate de romper donde deber�a construir. La pregunta que debes resolver, madre, no es c�mo someterlo, sino c�mo dirigirlo. El Dr. Kane fue una maravilla de la energ�a bulliciosa en la infancia, trepando �rboles y techos, proyect�ndose contra todos los obst�culos, hasta que recibi� el nombre de ser el peor chico de toda la ciudad de Branch; pero el tiempo revel� la divinidad de esta dura vida, cuando luch� contra el rey del hielo en su propio dominio y se hizo un nombre en la exploraci�n del �rtico insuperable.

No hablar� en ning�n sentido material; pero, cuando el ni�o comienza a pensar, de inmediato comienza a cuestionar. Est� ubicado aqu� en un gran universo de maravillas y misterio, y quiere conocer su significado y el significado de s� mismo. Pero algunas madres, cuando sus hijos se les acercan con sus preguntas de buena fe, o tratan la pregunta con ligereza o se asustan y reprenden la peque�a cosa por preguntar.

Madres, todo esto est� mal. Esta es una de sus oportunidades m�s raras para revestir el esp�ritu de su hijo con las ropas frescas que lo har�n todo hermoso, mientras est� de pie ante el Se�or. Entonces, como esta mujer primitiva se cuidar�a cada vez m�s de encontrar la forma agrandada de su hijo, cuando iba a verlo de pie ante el Se�or de a�o en a�o, �tendr� cuidado de encontrar el esp�ritu agrandado de su hijo? Temo por la madre que no se da cuenta de c�mo su hijo exige y necesita confidencias cada vez nuevas y mayores. ( R. Collyer. )

Un abrigo para Samuel

1. Ana est� ante ti, entonces, hoy, en primer lugar, como una madre trabajadora. No hab�a necesidad de que ella trabajara. Elcana, su esposo, estaba lejos de ser pobre. Es trabajadora tanto por principios como por placer. Dios no quiere que una madre se convierta en esclava o esclava; Querr�a que empleara todas las ayudas posibles en este d�a en la crianza de sus hijos. Pero Ana nunca debe avergonzarse de que la encuentren confeccionando un abrigo para Samuel.

La mayor�a de las madres no necesitan consejo en esta direcci�n. Las arrugas de su frente, la palidez de sus mejillas, atestiguan que son fieles en sus deberes maternos. Las madres indolentes e infieles ser�n hijos indolentes e infieles. No se puede esperar pulcritud y orden en ninguna casa donde las hijas no vean nada m�s que picard�a y desnudez en sus padres. Las madres de Samuel Johnson y de Alfred el Grande, y de Isaac Newton, final de San Agust�n, y de Richard Cecil, y del presidente Edwards, fueron en su mayor parte madres trabajadoras y trabajadoras.

2. Nuevamente: Hannah se presenta hoy ante ti como una madre inteligente. Por la forma en que habl� en este cap�tulo y por la forma en que manej� a este chico, sabes que era inteligente. No hay personas en una comunidad que necesiten ser tan sabias y bien informadas como las madres. Oh, este trabajo de cultivar ni�os para este mundo y el pr�ximo. Este ni�o es t�mido y hay que despertarlo y ponerlo en actividad.

3. Nuevamente: Ana est� hoy ante ti como una madre cristiana.

4. Una vez m�s, y por �ltimo: Ana est� hoy ante ti, la madre recompensada. Por todas las t�nicas que le hizo a Samuel; por todas las oraciones que ella ofreci� por �l; por la disciplina que ejerci� sobre �l, obtuvo abundante compensaci�n en la piedad, la utilidad y la popularidad de su hijo Samuel; y eso es cierto en todas las edades. Cada madre recibe el pago completo por todas las oraciones y l�grimas en nombre de sus hijos. ( T. De Witt Talmage. )

El peque�o abrigo

I. Tenemos aqu� - el trabajo sagrado de una madre.

1. Trabajo de la casa consagrado por el amor y el culto. Sirva a Dios, entonces, esforz�ndose por sus hijos. Ofrezca al Se�or el sacrificio de su cansancio por ellos y encontrar� que Dios no ser� �injusto para olvidar su obra de fe y obra de amor� en su ministerio a aquellos a quienes ha tratado de hacer Sus santos.

2. Aqu� no solo tenemos un trabajo bendecido por el amor y la adoraci�n, sino tambi�n el amor familiar consagrado por la religi�n. "El amor es de Dios"; y ese afecto hogare�o no es digno de ese nombre, cuyo principio, continuidad y fin no est�n en Dios.

3. Y ahora, en un retorno de bendici�n, tenemos la religi�n embellecida por el trabajo amoroso. La religi�n y el trabajo com�n no solo no son incongruentes, sino que se dan mutuamente una mayor dignidad, bienaventuranza y hermosura.

II. El homenaje piadoso y obediente de un hijo, ya he presumido para qu� tenemos una justificaci�n justa: - que tenemos esta historia, ya sea por la propia escritura de Samuel en este libro, o por su comunicaci�n de la historia a otros. Cualquiera de los dos positrones implica por parte de Samuel un tierno recuerdo que no debe pasarse por alto. Aunque solo puede pensar en un hogar humilde y en personas hogare�as como gu�as de su vida; sin embargo, si, como Samuel, puede recordar el trabajo com�n hecho con amor por usted, vale la pena recordarlo y honrarlo.

La misma verdad debe ser sostenida por padres y madres. Ning�n hombre o mujer puede dejar a los ni�os un recuerdo m�s honorable que el del trabajo duro, de la fe y el trabajo diligente de amor en o para el hogar, en y para el Se�or. ( GB Ryley. )

Versículo 21

Y el ni�o Samuel creci� ante el Se�or.

Crecimiento la mejor prueba

�Donde hay vida, habr� crecimiento, y si la gracia es verdadera, seguramente aumentar�. Una flor pintada guarda siempre el mismo tono y estatura; el artista puede otorgarle belleza, pero no puede otorgarle vida. Un ni�o pintado ser� tan peque�o dentro de diez a�os como lo es ahora ��Qu� necesidad hay de observar la amplia distinci�n entre el cuadro y el ser vivo! De semejanzas pintadas de cristianos tenemos m�s que suficiente; tampoco la fabricaci�n de retratos es una operaci�n dif�cil: lo que queremos es lo real y no la imitaci�n art�stica.

Manton dice bien que el crecimiento es la prueba. Muchos profesores deben comenzar de nuevo para siempre: se quedan donde estaban, o pensaban que estaban. Estaban ansiosos por sus almas y est�n tan quietos. ( CH Spurgeon. )

Versículos 23-24

No, hijos m�os, porque no es un buen informe lo que oigo.

La debilidad es la maldad

No se nos ocurre a menudo qu� verg�enza y culpa pertenecen a la vacilaci�n y la debilidad de los mortales. Con demasiada frecuencia se acepta la debilidad de un hombre como excusa suficiente para su pecado. Los arrebatos de pasi�n maligna se excusan porque un hombre tiene una naturaleza apasionada. La vacilaci�n es tolerada, porque un hombre por naturaleza es d�cil e indeciso. La desconsideraci�n se considera irreprochable, porque un hombre es impulsivo por disposici�n natural.

Que todo esto es incorrecto en el juicio y falso en principio, no podr�a ense�arse con m�s severidad que en la experiencia de El�. Inmaculado y puro, humilde y devoto, no hay car�cter m�s hermoso, en muchos de sus aspectos, que se puede encontrar en las Escrituras que el suyo; sin embargo, �cu�n severa es la reprensi�n que le sobreviene, y cu�n terrible es la retribuci�n! Es evidente que a los ojos de Dios la debilidad moral es pecado.

En el Bar of Judgement, "No puedo" no encuentra aceptaci�n como alegato en contra de "Debes". Decir que no tienes la fuerza, el coraje, la determinaci�n para hacer el bien es una confesi�n que en s� misma es un error vergonzoso. Es la s�plica de un debilucho, y la debilidad a los ojos de Dios es iniquidad. Es la s�plica de un cobarde, y la cobard�a moral es pecado. ( J. Bainton. )

Indulgencia paterna

I. La indulgencia fatal de Eli.

1. Les dice en voz baja: "�Por qu� hac�is tales cosas?" (v. 23). Esto fue para reprenderlos, dice Jer�nimo, con la indulgencia de un padre, no con la autoridad de un magistrado: �Es un viejo dicho:� La piedad saquea una ciudad �; Estoy seguro de que lo hizo aqu�, porque ech� a perder a su familia, lo que provoc� que se le quitara el sacerdocio.

2. "Escuch� de tus malas acciones". Esto era demasiado suave, mencionarlos s�lo en general, y no particularizarlos con sus detestables agravios, deber�a haberlos reprendido, cortante o duramente ( Tito 2:15 ) con toda autoridad.

3. �Por todo el pueblo:� Como si fuera solo su informe, y que el pueblo lo pusiera a decir lo que dec�a.

4. "No, hijos m�os". Deber�a haberse fijado en su reprensi�n, diciendo: "Os comport�is m�s como hijos de Belial que como mis hijos, los hijos de los sumos sacerdotes del Dios Alt�simo".

5. �No es un buen informe:� Deber�a haberlo llamado, el m�s l�gubre y diab�lico, si hubiera tenido el celo correcto por la gloria de Dios, etc.

6. No estaba dispuesto a reprenderlos, pero los clamores de los dem�s lo obligaron a hacerlo.

7. No los reprendi� p�blicamente ( 1 Timoteo 5:20 ) por los pecados p�blicos de ensanchar el yeso como la herida.

8. Fue s�lo una reprimenda verbal, cuando deber�a haberlos sacado del sacerdocio y castigado por su adulterio seg�n la ley, sin respetar a las personas como juez, etc.

9. No los reprendi� a tiempo, sino que les permiti� vivir mucho tiempo en el pecado. 10. Pronto dej� de reprenderlos, por lo que se dice: "No los refren�" (cap. 3:18).

II.La disculpa de Eli en este caso es: que ahora era muy viejo, algunos suponen que ahora ha llegado a los noventa a�os, incluso en su edad avanzada, por lo que no pudo conversar con sus hijos para observar sus malas administraciones, y Adem�s, era miope, por lo que no pod�a ver tan bien sus pr�cticas pecaminosas: su jubilaci�n provoc� su frecuente ausencia del Tabern�culo, lo que dio una mayor oportunidad para la maldad de sus hijos, para quienes la administraci�n de la adoraci�n de Dios era (en su padre se jubil�), y no es improbable, sus hijos no tuvieron mucho en cuenta sus reprensiones, porque era viejo y desgastado, pero ellos mismos, estando en su vigor, ten�an esposas casadas y eran padres de hijos. Y es bien sabido que la antig�edad inclina a los hombres a la misericordia, de modo que no es de extra�ar que El� parezca m�s halagar que castigar a sus hijos.

III. Sentencia pronunciada sobre Eli. La promesa de perpetuar el sacerdocio a la familia de Aar�n ( �xodo 28:43 ; �xodo 29:9 ) era condicional solo mientras ellos �xodo 29:9 Dios en ella, lo que condiciona que la l�nea mayor de Aar�n no cumpliera en el caso del voto de Jeft�, por lo tanto, el sumo sacerdocio fue transferido a la l�nea m�s joven, que ahora, al fallar de manera similar en la condici�n, hizo una nueva p�rdida de la misma, al deshonrar a Dios tan notoriamente en los hijos de El�.

1. Esto puede llamarse incumplimiento de la promesa, ya que es ( N�meros 14:34 ) cuando la vieja generaci�n fue destruida en el desierto, y sin embargo, la nueva fue tra�da a Cana�n como Dios lo hab�a prometido.

2. Este Hombre de Dios amenaza con la extirpaci�n de la familia de El� ( 1 Samuel 2:31 ). Su brazo ser� cortado.

3. Este Hombre de Dios lo amenaza con un rival en el lugar del sacerdocio, que �l o su posteridad deben contemplar con sus ojos, para su gran pesar y pesar ( 1 Samuel 2:32 ).

4. Este Hombre de Dios lo amenaza con la muerte violenta de sus hijos antes de la muerte de su padre ( 1 Samuel 2:34 ).

5. Lo amenaza con la pobreza de su posteridad ( 1 Samuel 2:36 ). Vendr�n agachados como lo hizo Abiatar ( 1 Reyes 2:26 ) cuando fue desterrado a Anatot. ( C. Ness. )

La imbecilidad de Eli

Ells est� fuera de lugar en este mundo; solo son aptos para la sociedad de los �ngeles. Coloca uno de ellos sobre un negocio. �Oh, es un hombre tan bueno! Conf�a en todo el mundo, no despide a nadie, deja que todo brib�n y holgaz�n del local le juegue una mala pasada. Pronto llega el final, y lo deletreas con ruina. Un hombre tan querido, bien intencionado y tan desafortunado; todos ustedes lo compadecen. S�, esos hombres son dignos de l�stima, pero principalmente porque son muy d�biles y tolerantes.

Buenos hombres, pero no aptos para estar a la cabeza de nada. No apto para gobernar un reino o un manicomio, ni siquiera una iglesia, y quiz�s, menos a�n, un hogar. Es una l�stima que el gobierno nacional caiga en sus manos. �Qu� buena comida, mujeres tan angelicales! �Pero Ay! lo convierten en un asunto lamentable si se convierten en padres y madres. ( JG Greenough. )

Necesidad de la severidad de los padres

Cuando Jorge III dese� que se instruyera a sus dos hijos, el Pr�ncipe de Gales y el Duque de York, envi� a llamar a uno de los disciplinarios m�s r�gidos del momento; y cuando el rey y el maestro estaban juntos, uno se habr�a perdido para saber si admirar m�s la majestad de la realeza o la majestad del saber. El rey mir� de reojo a los dos muchachos que estaban a sus pies y le dijo al severo m�dico que estaba frente a �l: �Se�or, deseo que les ense�e a estos, mis dos hijos.

"Y, por favor, su majestad", respondi� el maestro, "�c�mo desea que se trate a estos pr�ncipes?" �Simplemente tr�telos�, respondi� el rey, �como tratar�a a los hijos de un caballero particular; si lo requieren, golp�elos; haz con ellos lo que haces en Westminster School ". Y as� lo hizo el m�dico; les hizo saber por experiencia que la vara estaba hecha para la espalda del necio. Y cuando Luis XIV de Francia, uno de los reyes m�s orgullosos que jam�s se sent� en el trono franc�s, comenz� a sentir su inferioridad en el conocimiento despu�s de haber llegado a los a�os de madurez, se quej� a sus cortesanos de que ignoraba muchas cosas que Ellos sab�an.

Ante lo cual un noble cercano a �l se aventur� a insinuar que cuando era ni�o era obstinado y descarriado, y se negaba a escuchar la voz de la instrucci�n. "�Qu�!" exclam�: "�No hab�a suficientes abedules en el bosque de Fontainebleau?" ( J. Hutchinson. )

Laxitud de la patria potestad

Eli seguramente tiene su paralelo en muchos hogares morales que presentan el espect�culo de un padre de vida y car�cter ejemplares rodeado de ni�os que, como ellos lo expresan, toman su propia l�nea en cualquier forma de disipaci�n o extravagancia, o en el mejor de los casos sin rumbo y sin rumbo. vida fr�vola. La culpa puede ser totalmente del ni�o, pero generalmente en este mundo cuando los hijos se equivocan, al menos hay fallas en ambos lados.

�Y no ser� que en los a�os cr�ticos, cuando el car�cter tomaba forma y las tentaciones apremiaban con ansiosa importunidad, no se hizo nada, tal vez no se dijo nada para frenar, reprender, guiar, alentar? Se permiti� que el car�cter del ni�o se desviara; se lo permiti� el hombre cuyo sentido de responsabilidad como su padre deber�a haberlo salvado de un error tan ruinoso. La autoridad no tiene por qu� ser despotismo; puede ser tierno y considerado en cualquier medida, siempre que sea autoridad, y que su voz no sea silenciosa, ni su brazo paralizado por un afecto fuera de lugar o por una falta de coraje moral, o por una secreta indiferencia, a las mayores cuestiones. que �l ante todo ser humano. ( Canon Liddon. )

Versículo 25

Si un hombre peca contra otro, el juez lo juzgar�.

El amigo del pecador

Incluso si no tuvi�ramos una revelaci�n sobre el tema, inferir�amos un juicio futuro de la raz�n; porque por analog�a deber�amos llegar a la conclusi�n de que, como cuando "un hombre pec� contra otro, el juez lo juzg�" y le otorg� su castigo, as� Dios ciertamente entrar�a en juicio con los que pecaron contra �l. Se nos ense�a en los tratos de Dios tanto con las personas como con las naciones; se nos dice en los t�rminos m�s sencillos.

Lo vemos en la expulsi�n de nuestros primeros padres culpables del otrora feliz Ed�n. Lo vemos en el fuego y el azufre que consumieron a Sodoma y Gomorra. "Si un hombre peca contra otro, el juez lo juzgar�". Gracias a Dios por este arreglo: los jueces son sus vicegerentes en la tierra y llevan la espada por �l. Debemos estar agradecidos por esta bendici�n; porque las leyes, los magistrados y los jueces - "los poderes f�cticos" - son ordenados por Dios.

Sin ellos, los lazos de la sociedad se romper�an; los lazos de la iniquidad prevalecer�an en todas partes. Si cuando un hombre peca contra otro, el juez lo juzga y lo condena, �qu� se har� cuando Dios venga a juicio? Si un juez terrenal puede castigar severamente a un pecador en la tierra, �c�mo no juzgar� y castigar� Dios terriblemente a los pecadores en Su gran d�a? Si un juez puede dictar sentencia por el castigo de la persona de un hombre o por quitarle la vida aqu�, �cu�nto m�s sentenciar� Dios al alma por un m�s all� eterno! Si no hay nadie para poner ahora en arresto de juicio para un pecador condenado, �qui�n suplicar�, qui�n salvar�, cuando Dios juzgue entonces?

Si toda la maquinaria empleada para poner en vigor las leyes aprobadas por el hombre en la tierra, es de una naturaleza sorprendente y sorprendente, �cu�nto m�s cuando Dios entrar� en juicio con los infractores de su ley! Si una persona acusada en el juicio aqu� empleara a un abogado capaz para defender su causa, �cu�nto m�s necesitaremos y desear�amos la ayuda de alguien que suplicara por nosotros cuando estemos ante la barra de Dios! Si observamos con ansiedad la cadena y el tejido de pruebas que se presentan ante el juez en los tribunales de Assize Holden aqu�, �no marcaremos con intensa solicitud las pruebas producidas a partir de los libros que se abrir�n y expondr�n a la vista en ese gran d�a?

Dios ha denunciado su juicio contra el pecado, y ha dictado la sentencia sobre el pecador, "el alma que pecare, esa morir�". Ahora la verdad y la justicia de Dios son los pilares que sostienen Su trono; y �stos, no admitiendo espacio para la exhibici�n de misericordia incondicional, exigen la ejecuci�n de la sentencia, parte de la cual ya ha entrado en vigor, la otra parte pende sobre nuestras cabezas.

En Ad�n todos estamos muertos; a causa de su pecado en el para�so, la culpa y la ruina recayeron sobre nosotros: somos part�cipes de su ca�da y de las consecuencias de su ca�da, siendo �l la cabeza de nuestro pacto. Y, �debe ser �sta nuestra fatalidad inevitable? �Debe toda la humanidad perecer eternamente? Porque todos hemos pecado contra el Se�or, �hay quien ruegue por nosotros? Fue as� una vez. Dios Padre plane� el esquema de un sacrificio vicario: Dios el Hijo, al asumir la naturaleza humana y morir en su forma, ofreci� ese sacrificio en la misma persona del pecador.

Pero, �hay alguno aqu� que busque a otro que no sea Cristo para suplicar por ellos? La esperanza es vana. La expectativa no se puede realizar. Hay un solo mediador entre Dios y el hombre, y ese mediador es Cristo. Ninguna criatura puede suplicar por otra: la desesperaci�n de nuestro caso es tan grande, que la fuerza unida de hombres y �ngeles nunca podr� alcanzarla. �Hay alguno que tenga la esperanza de no tener necesidad de un Salvador que suplique por ellos? que conf�an en las buenas obras? �sta es una esperanza enga�osa.

Aqu�, entonces, llego a la parte pr�ctica de mi asignatura. Todos debemos comparecer ante el tribunal: todos necesitaremos a Jesucristo para suplicar por nosotros ante Dios entonces. Te suplico, entonces, que huyas en busca de refugio en �l, ese Salvador que se dio a s� mismo en rescate por todos. Hazle tu amigo ahora, y no te faltar� nadie que suplique por ti cuando los cielos se rompan, y el Juez Todopoderoso descienda para celebrar ese gran premio, que otorgar� a todos su perdici�n eterna. ( EJ Wilcocks, MA )

Si un hombre peca contra el Se�or, �qui�n rogar� por �l? -

Razones por las que el hombre no puede suplicar por nosotros

1. El hombre no puede suplicar por ti porque es de tu clase. Todos estamos en el mismo barco. Un hombre ha pecado de una manera, otro de una manera diferente; pero ambos son pecadores. La dificultad es que un hombre piensa que porque otro no peca a su manera, el otro es el mayor pecador. Esa es la travesura.

2. Una vez m�s, el hombre no puede suplicar por nosotros, porque la ofensa no es contra el hombre.

3. Ning�n hombre puede suplicar por nosotros porque no sepa cu�l es la ofensa, y nadie m�s puede ayudarlo a saberlo. El negro nunca se ve tan negro como cuando est� contra el blanco. El sol no hace polvo, el sol lo revela. No podemos ver nuestra ofensa, como su gran alcance, su profundidad, su corrupci�n, su espanto; solo Dios sabe qu� es el pecado. �Qui�n, pues, suplicar�? Aqu� viene el gran evangelio de la gracia.

Jes�s no muri� en nuestro lugar, muri� por nosotros. Dice: �Solo vine a encontrarme con este gran problema; la reconciliaci�n debe venir por gracia; la eternidad debe ayudar al tiempo; los cielos deben venir a redimir la tierra. He venido a buscar y salvar lo que se hab�a perdido ". Si un hombre peca contra otro, juzga y s�lvalo, pero si un hombre peca contra Dios, �c�mo entonces? ( Christian Weekly ) .

Versículo 26

Y el ni�o Samuel creci� y goz� del favor del Se�or y tambi�n de los hombres.

Crecimiento infantil

Una de las cosas m�s hermosas que Dios ha hecho en el mundo es el crecimiento, y el mundo est� lleno de �l. Dios no hizo un gran Samuel de una vez, sino un peque�o Samuel, que creci� antes que �l. Hablar� de cuatro pensamientos incluidos en crecer ante el Se�or.

I. Samuel creci� en la casa del Se�or. En este momento no hab�a templo. No hab�a tabern�culo con atrio alrededor, donde se consum�an los holocaustos sobre el altar.

II. Samuel creci� es la vista del Se�or. Esto significa que al Se�or le agrad� ver a Samuel crecer como �l. �Creced en la gracia� es la palabra del Ap�stol. El crecimiento en el amor es el verdadero progreso; porque el amor es santidad, y la santidad es luz y la luz es Dios.

III. Samuel creci� por la gracia del Se�or. Su madre se lo hab�a prestado al Se�or, y el Se�or se encarg� de que creciera.

IV. Samuel creci� para el servicio del Se�or.

1. Los peque�os servicios de la gente peque�a son aceptables para Dios.

2. Lo peque�o crece poco a poco hacia lo grande. ( J. Edmond. )

El entrenamiento de un profeta

La Biblia nos dice muy poco sobre la infancia de sus grandes hombres. No sabemos nada de los primeros d�as de Abraham, o de la vida infantil de Mois�s, David, San Pedro y San Pablo. Incluso de Jes�s, solo se da una hermosa imagen de sus j�venes y brillantes d�as. La �nica excepci�n que hace la Biblia es el caso de Samuel. El relato de su vida temprana es realmente lo �nico del tipo que contienen las p�ginas sagradas. Es la historia del crecimiento de un ni�o, de la educaci�n de un ni�o, de las primeras oraciones y comienzos religiosos de un ni�o, de la transformaci�n de un ni�o en un hombre de Dios.

I. Nos habla de su madre. Ninguna biograf�a est� completa sin eso. El padre no tiene tanta importancia en la historia; la madre es indispensable. P�ntame su retrato moral y puedo adivinar c�mo ser� la ni�a. La vida de Samuel comenz� bien, con una madre orante arrodillada junto a su cuna, y labios que oraban ense��ndole las primeras palabras que supo. Dej� su tesoro m�s querido sobre el altar y or�: �T�malo, oh Dios, y hazlo Tuyo y hazlo digno.

�Y el Se�or respondi�, como Jes�s podr�a haber respondido:� Oh mujer, grande es tu fe; sea ??contigo como quieras. " Nuestros hijos se convertir�n en las caracter�sticas principales de lo que sus madres, en oraci�n y con perseverancia, determinen que ser�n. La imagen de la vida que la madre siempre les presenta ser� el final, el ideal por el que luchan, y sus pensamientos cotidianos habituales, sus pensamientos dominantes y rectores moldear�n y colorear�n sus esperanzas y sue�os.

II. Se nos habla de su maestro de escuela. Era el �nico alumno de un anciano de coraz�n triste. Hay un toque de patetismo en esa parte de la historia. Este ni�o se convirti� en la �nica alegr�a de una casa solitaria, la m�sica en sus c�maras silenciosas. Lleg� a Eli como los rayos del sol entran en una prisi�n, o el olor de las flores a un hombre enfermo en su cama. Era un anciano sin alegr�a, cansado y decepcionado, que arrastraba tras de s� los hilos rotos de todas las esperanzas de su vida.

Sus propios hijos se hab�an convertido en su verg�enza, de modo que deseaba haberlos enterrado cuando eran peque�os. Su pa�s estaba en peligro, porque la gente hab�a abandonado a Dios y todas las cosas buenas, y estaba en declive hacia la ruina. Era un anciano amable y bondadoso, pero sin fuerzas para el puesto que ocupaba. Sus manos estaban d�biles y sus ojos nublados. Oscuro era el panorama, y ??su vida descend�a con dolor a la tumba.

Y ahora mira la bondad del Se�or. Llega a su casa este rayo de sol, esta risa en la corriente hosca, esta canci�n en la noche. Un ni�o cuyos pies corr�an por el camino de sus mandamientos, un ni�o a quien era bueno amar y un gozo de ense�ar, un ni�o que tomar�a el lugar de sus hijos perdidos y proporcionar�a nuevos intereses y crear�a nuevas esperanzas. Hab�a algo por lo que vivir y trabajar de nuevo.

La presencia del ni�o trajo el verano al triste invierno, y el calor y la alegr�a al fr�o y desolado coraz�n. Sobre ese ni�o, el anciano derram� su afecto y dio todas las fuerzas que le quedaban, y el ni�o tom� una hermosa forma bajo estas manos gastadas pero tiernas. Debe haber sido un buen maestro de escuela, aunque no era muy bueno en nada m�s. No era un profeta, pero ayud� a hacer un profeta.

No ten�a grandeza propia, pero desarroll� la grandeza de otro. Si Israel no le deb�a nada m�s, le deb�a a Samuel: y esa no era una deuda peque�a. Su vida dio ese magn�fico fruto en su vejez, y muchas vidas exitosas tienen mucho menos que mostrar al final. No llames fracasado a ning�n hombre o mujer que haya enviado una valiente vida verdadera para enriquecer al mundo. Cuando pienses en Samuel, no olvides al anciano apacible y cansado que fue su maestro de escuela.

III. Se nos habla de su crecimiento. Pero hay diferentes tipos de crecimiento. Algunos ni�os crecen m�s altos y fuertes, pero no mejoran en otras cosas. Obtienen un poco m�s de conocimiento, pero no mucho m�s sabios. Aumentan en estatura, a�os y fuerza; pero parecen perder, poco a poco, toda su bondad, y lo bello en ellos se vuelve feo, y lo bondadoso, gentil e inocente se vuelve ego�sta, malhumorado, duro y desagradable.

Samuel creci� en el favor de Dios y tambi�n del hombre. Creci� con la oraci�n. Dios lo escuch�, y por cada oraci�n le dio un poco m�s de sabidur�a y un poco m�s de bondad. Y as� creci� en obediencia, en veracidad, en modestia, en bondad de coraz�n, en ayuda. Y todos vieron que se estaba formando bien. Porque as� como podemos sentir desde los primeros signos si un �rbol crecer� torcido o recto, y si una planta se convertir� en una solan�cea venenosa o en un rosal fragante, y si las part�culas brillantes bajo el mar formar�n una concha de ostra com�n o cristalizar en una perla, as� pueden aquellos que observan la vida de un ni�o hoy saber cu�l ser� el hombre o la mujer que vendr�. Samuel se estaba formando constantemente en la vida que Dios hab�a dise�ado para �l.

IV. Que �l era la estrella en ascenso en un cielo oscuro y la esperanza de una tierra sin Dios. Fue una �poca triste y desesperada. Los pocos que, como el viejo El�, todav�a cre�an en Dios y en la justicia estaban al l�mite de sus ingenios. No vieron la m�s m�nima grieta en la nube negra de tormenta que oscurec�a el cielo. Y sin embargo, en medio de todo eso, Dios estaba entrenando a este ni�o como maestro y libertador, manteni�ndolo fuera de toda impureza e incredulidad, d�ndole un gran coraz�n y una mente sabia, y prepar�ndolo para un gran liderazgo.

Si lee estos tres cap�tulos, parece que oye hablar a dos voces distintas. Una es una voz de queja quejumbrosa, triste presagio; la otra, una voz de esperanza, promesa y buen �nimo. Se habla de sacerdotes codiciosos que robaban al pueblo y saqueaban el santuario; y luego interrumpe la otra voz: "Pero el ni�o Samuel creci� y ministr� delante del Se�or". Una vez m�s, los labios tristes recogen la tensi�n y cuentan de nuevo c�mo los gobernantes se revolcan en los pecados m�s inmundos y la gente se burla de la religi�n, y toda la sabidur�a se convierte en necedad; y de nuevo la otra voz responde: �Pero el ni�o crec�a, crec�a en el favor de Dios y del hombre.

Las nubes se espesan arriba y el peligro y la ruina amenazan por todos lados. A�n as�, el ni�o crece y Dios est� con �l. Y entonces Dios est� entrenando a nuestros hijos hoy. Siempre se nos dan nuevas esperanzas cuando vemos la vida de un ni�o, porque en cada grupo de ni�os, especialmente si son ni�os ense�ados por Dios, hay grandes y brillantes posibilidades del futuro. En lugar de los padres subir�n los hijos.

Cuando hay escasez de grandes hombres, a menudo hay una mayor abundancia de almas j�venes que crecen lentamente hacia la grandeza. La semilla ha sido sembrada y la cosecha se cosechar� m�s adelante. Los tendremos de nuevo, no temas. Los Samuel, los l�deres valientes, los hombres fortalecidos por la fe y la oraci�n, est�n creciendo en muchos hogares piadosos hoy. El Se�or los conoce aunque nosotros no. ( JG Greenough, MA )

El ni�o Samuel

I. Ahora, en primer lugar, �qu� era Samuel, como se describe en la Palabra de Dios? Hay, entre otras, tres cosas sobre �l, que quiero contarles sobre su car�cter, su conducta y sus circunstancias. Primero que nada, sobre su car�cter. Dios lo amaba y los hombres tambi�n lo amaban; todos los que lo conoc�an no pod�an evitar amarlo. Ese era su personaje. Lo primero fue que ten�a el amor de Dios. Eso es de suma importancia, queridos hijos; porque si todos en el mundo nos amaran y no tuvi�ramos el amor de Dios, no podr�amos ser verdaderamente felices.

Ahora, una prueba de ser aceptado por Dios es que nuestra conducta ser� la correcta. Leemos que Samuel ten�a el car�cter ante los hombres de ser un buen chico. �l "estaba a favor de los hombres". Si Samuel hubiera estado acostumbrado a mentir, �cree usted que a los hombres les hubiera gustado? Pero me atrevo a decir que le gustar�a que le dijera algo m�s particularmente respecto a la conducta de Samuel.

1. Entonces, en primer lugar, Samuel fue muy obediente. Fue obediente a la voluntad de Eli. El� solo ten�a que decirle lo que ten�a que hacer, y Samuel corri� lo m�s fuerte que pudo para hacerlo.

2. El segundo es, respeto y cari�o por un anciano. Ahora bien, hay muchos ni�os que est�n dispuestos a encontrar placer en mostrar respeto y afecto a las personas mayores. Los ni�os peque�os a menudo tienden a tratar a los ancianos con negligencia, no a mostrarles la debida atenci�n.

3. Pero otra cosa en la conducta de Samuel fue su humildad. A Dios le agrad� revelarse a Samuel. Ahora, muchos ni�os se habr�an enorgullecido de esto.

4. Hay una cosa m�s en la conducta de Samuel que debes notar; y esa es su veracidad. �Samuel le cont� todos los giros y no le ocult� toda la verdad�. Cuando fue examinado, no guard� nada. No hubo enga�o, ni enga�o, nada de este tipo que estropeara su car�cter o que le hiciera perder ese favor que ten�a con todos los que lo conoc�an. Pero debemos decir una palabra sobre las circunstancias de Samuel; porque quiz�s hay algunos ni�os presentes que piensan que ten�a todo para favorecerlo, que no ten�a tentaciones de hacer el mal.

Pueden pensar que tuvo una madre piadosa, y tal vez tambi�n un padre piadoso, y que El�, con quien viv�a, era ministro de Dios, y que estaba empleado en la casa de Dios, y que, por lo tanto, hab�a a su alrededor circunstancias que favorec�an a todos. para hacerlo bueno. Pero, si Dios no le hubiera dado a Samuel un coraz�n nuevo, todas estas circunstancias no lo habr�an hecho bueno. Pero las circunstancias de Samuel no fueron todas favorables. Los dos hijos de El� con los que Samuel ten�a que ver todos los d�as eran j�venes muy malos.

II. �C�mo vas a llegar a ser como el peque�o Samuel? Creo que deber�a preguntarte, en primer lugar, si deseas ser como el peque�o Samuel. Para ser como Jes�s, para estar "en el favor de Dios y de los hombres", debes tener "la mente que estaba en Cristo Jes�s". Les he dicho que deben orar para ser como Jes�s; luego, en segundo lugar, deben orar para recordar la verdad de sus Biblias. �Hijo m�o, no te olvides de mi ley, sino que tu coraz�n guarde mis mandamientos.

No dejes que la misericordia y la verdad te abandonen; �talas a tu cuello; escr�belas en la tabla de tu coraz�n. As� hallar�s gracia y buen entendimiento a los ojos de Dios y de los hombres �. Ahora, para recordar la Palabra de Dios debes conocerla, debes aprenderla. Perm�tame aconsejarle, entonces, que nunca deje pasar un solo d�a sin aprender alg�n texto de las Escrituras. La tercera cosa es ir y practicar lo que sabe de inmediato. Nuestro bendito Se�or dice: "Si sab�is estas cosas, felices ser�is si las hac�is". ( W. Cadman, MA )

Versículo 27

Y vino un hombre de Dios a El�.

Los dos mensajeros de Eli

�Ese fue un discurso terrible para un anciano cuya vida hab�a quedado atr�s, que ahora se tambaleaba en el �ltimo borde! Se requiere que los ministros de Dios lleguen a este punto de fidelidad, de vez en cuando; tener que decir estas palabras, terribles como un rel�mpago a medianoche, directamente a un anciano, cuando nadie m�s est� all� para escuchar, tronar a un hombre, sacudir el universo en torno a un pobre anciano. No es nada para predicar a una multitud.

Pero cuando el hombre de Dios viene y habla con un auditor, y cuando ese auditor siente, debido a su soledad, que cada s�laba est� destinada �nicamente a �l, vas muy lejos para probar la fuerza del car�cter de un hombre y la extensi�n de la capacidad moral de un hombre. El� era un sacerdote, el que hablaba era un hombre de Dios. El hombre primero, el sacerdote en segundo lugar; vida original, oficina secundaria. El� era sumo sacerdote, y el hombre que se enfrent� a �l era un hombre de Dios.

Hay algo m�s profundo en lo humano que lo sacerdotal. Tengamos fe en las personas, en la humanidad; no en efods, mitras y varas de oficio, sino en ese esp�ritu divino, vivo e imperecedero que Dios ha puesto en los seres redimidos y santificados. Seguramente este mensaje fue suficiente por un d�a. �Qui�n puede soportar semejante trueno desde la ma�ana hasta la tarde? El siguiente mensajero que lleg� fue un ni�o peque�o.

As� es como Dios nos educa, poniendo tutores a ambos lados, atr�s y delante. Escuchas a un hombre que te dice lo que para ti pueden ser malas noticias, mensajes agudos y sorprendentes para tu juicio y tu conciencia, y dices: "El hombre es un fan�tico". Te alejas, y antes de que hayas avanzado una milla, un ni�o peque�o se levanta y te sonr�e el mismo mensaje, lo dice con sonrisas, con miradas tiernas, con un tono infantil tembloroso, y comienzas a pensar que hay algo en ella.

Vas m�s all� y la atm�sfera parece estar cargada de reproches Divinos y mensajes Divinos. As� que contin�as, hasta que los hombres m�s viejos, mejores y m�s majestuosos tiemblen bajo influencias sutiles, impalpables, omnipresentes e irresistibles. ( J. Parker, DD )

Versículo 30

A los que me honran honrar�, y los que me desprecian ser�n tenidos en cuenta.

La recompensa de honrar a Dios

Las palabras son, en el sentido m�s estricto, la palabra de Dios, pronunciada inmediatamente por Dios mismo; y de all� que nos exija una atenci�n y un respeto especiales.

I. La recompensa puede considerarse absolutamente, como lo que es en s� misma; o relativamente, en cuanto a su origen y de d�nde procede.

1. En s� mismo, es honor; una cosa, si se valora seg�n la tasa que tiene en el mercado com�n, de mayor precio entre todos los objetos del deseo humano; la principal recompensa que las mayores acciones y las mejores acciones pretenden o son capaces de hacer; lo que por lo general domina m�s los corazones y tiene la influencia m�s fuerte en la vida de los hombres; el deseo de obtener y mantener que com�nmente domina otras inclinaciones m�s poderosas.

El amor por el placer se rebaja a ello: para los hombres, para obtener o mantener la reputaci�n, rechazar� los placeres m�s placenteros, abrazar� los dolores m�s duros. Si observamos lo que se hace en el mundo, podemos discernir que es la fuente de la mayor�a de las empresas all�. Por honor, el soldado sufre dificultades. En tal petici�n, de tal fuerza, parece ser el honor. Si examinamos por qu�, podemos encontrar algo m�s que una mera moda en la que basar el experimento.

Hay una raz�n obvia por la que no deber�a tenerse en cuenta esto; su gran conveniencia y utilidad: siendo un motor muy necesario para la gesti�n de cualquier negocio, para el trazado de cualquier dise�o, al menos con dulzura y suavidad. Pero buscando m�s all�, encontraremos el apetito del honor de tener un terreno m�s profundo, y que est� enraizado incluso en nuestra propia naturaleza. Porque podemos verlo brotar en la primera infancia de los hombres (antes del uso de la raz�n o el habla); incluso los ni�os peque�os ten�an la ambici�n de ser exaltados, manteniendo entre ellos descaradamente emulaciones y competencias, como si se tratara de puntillos de honor.

Es un esp�ritu que no solo acecha nuestros patios y palacios, sino que frecuenta nuestras escuelas y claustros, s�, se infiltra en las caba�as, en los hospitales, en las c�rceles e incluso en los perros hombres en los desiertos y soledades. La raz�n es clara: porque es como si uno debiera disputar la comida y la bebida, o debiera esforzarse por librarse del hambre y la sed: el apetito del honor es en verdad, como el de la comida, innato para nosotros, para no ser sofocado o sofocado, excepto por alg�n violento malestar o indisposici�n mental; incluso por el sabio Autor de nuestra naturaleza implantado originalmente all�, para muy buenos fines.

Porque, �acaso no brillaba alg�n amor por el honor en los pechos de los hombres, si esa noble chispa se extinguiera por completo, pocos hombres probablemente estudiar�an por cualidades honorables o realizar�an haza�as loables? no habr�a nada para mantener a algunos hombres dentro de los l�mites de la modestia y la decencia. Una consideraci�n moderada del honor tambi�n es encomiable como un ejemplo de humanidad o buena voluntad hacia los hombres, s�, como un argumento de humildad o una sobria presunci�n de nosotros mismos.

Porque desear la estima de otro, y en consecuencia su amor, implica algo de estima y afecto rec�procos hacia �l; y valorar el juicio de otros hombres sobre nosotros, significa que no estamos demasiado satisfechos con el nuestro. Pero m�s all� de todo esto, la Sagrada Escritura no nos ense�a a menospreciar el honor, sino m�s bien en su debido orden y justa medida para amarlo y valorarlo. De hecho, nos instruye a que lo fundamos bien, no en malas cualidades o malas acciones; no sobre cosas mezquinas e indiferentes, eso es vanidad; sino en valor real y bondad, que puede consistir en modestia y sobriedad.

Tal es la recompensa que se nos propone en s� misma; no es una cosa vil o despreciable, pero en varios aspectos muy valiosa; aquello que las aprensiones comunes de los hombres, los simples dictados de la raz�n, un instinto predominante de la naturaleza, los juicios de hombres muy sabios, y la certificaci�n divina misma, conspiran para recomendarnos como muy considerable y precioso. Tal recompensa nuestro texto nos prescribe la �nica y segura forma de alcanzarla.

2. Tal beneficio nos lo ofrece Dios mismo: "Yo", dice, "honrar�". Es santificado al venir de Su santa mano; se dignifica siguiendo Su disposici�n m�s sabia y justa; se fortalece y asegura al depender de su palabra incuestionable y poder incontrolable: quien, como es el primer autor de todo bien, es de modo especial el soberano dispensador de honor.

No es m�s que un intercambio de honor por honor; de honra de Dios, que es un don gratuito, de honra de nosotros, que es un deber justo; de honor de �l, nuestro Se�or soberano, de honra de nosotros, sus pobres vasallos; de honor de la alt�sima Majestad de los cielos, por honor de nosotros, los viles gusanos que se arrastran sobre la tierra. Uno pensar�a que tal propuesta no s�lo es razonable de aceptar, sino imposible de rechazar. Porque �puede alguien no atreverse a honrar el poder invencible, la sabidur�a infalible, la justicia inflexible?

II. Hay varias formas de honrar a Dios, o varias partes y grados de este deber.

1. El alma de ese honor que se requiere de nosotros para con Dios, es esa estima y reverencia internas que debemos tener en nuestro coraz�n hacia �l; importando que hemos grabado en nuestras mentes aquellas concepciones acerca de �l que son dignas de �l, adecuadas a la perfecci�n de Su naturaleza, a la eminencia de Su estado, a la justa calidad de Sus obras y acciones. En actos, digo: no en opiniones especulativas acerca de las excelencias divinas, como las que tienen todos los hombres que no son completamente ateos.

Tal aprensi�n del poder de Dios, que nos har� temer Su mano irresistible, nos har� desesperar de prosperar en los malos caminos, nos dispondr� a confiar en �l, como capaces de realizar todo lo que �l quiera que esperemos de �l. "Este pueblo", dice Dios, "me honra con sus labios, pero su coraz�n est� lejos de m�". Ese honor no es un honor en absoluto, sino un abuso descarado y una burla profana.

2. Esta parte corporal consiste en expresiones y actuaciones externas, mediante las cuales declaramos nuestra estima y reverencia a Dios, y producimos o promovemos cosas similares en los dem�s. Primero, en general, Dios es honrado por una pr�ctica voluntaria y cuidadosa de toda piedad y virtud por causa de la conciencia, o por la obediencia declarada a Su santa voluntad. �sta es la expresi�n m�s natural de nuestra reverencia hacia �l y la forma m�s eficaz de promover la misma en los dem�s.

La luz y el brillo de las buenas obras realizadas con respecto al mandato divino, har� que los hombres vean claramente las excelencias de nuestro m�s sabio y misericordioso Se�or; en consecuencia, los inducir� y excitar� "a glorificar a nuestro Padre que est� en los cielos". "En esto", dice nuestro Salvador, "es glorificado mi Padre, si ustedes dan mucho fruto". Es una agravaci�n de la impiedad, en la que a menudo se insiste en las Escrituras, que difama, por as� decirlo, y difama a Dios, le trae reproche y deshonra, hace que Su nombre sea profanado; y es, como respuesta, un elogio de la piedad, que mediante la pr�ctica de la misma engendramos estima por Dios mismo y santificamos su nombre siempre bendito.

En segundo lugar, pero hay, que merecen una inspecci�n particular, algunos miembros de la misma, que de una manera peculiar y eminente constituyen este honor: algunos actos que conducen de manera m�s significativa a la ilustraci�n de la gloria de Dios.

Tales son ...

1. El desempe�o frecuente y constante (de manera seria y reverente) de todos los deberes religiosos o devociones.

2. Usando todas las cosas refutadas peculiarmente a Dios, Su santo nombre, Su santa palabra, Sus lugares santos (los lugares �donde mora Su honra�) Sus tiempos santos (ayunos y festividades religiosas) con especial respeto.

3. Dar la debida observancia a los diputados y ministros de Dios.

4. Gastar libremente lo que Dios nos ha dado (por respeto a �l) en obras de piedad, caridad y misericordia; lo que el sabio llama, "honrar al Se�or con nuestras riquezas".

5. Todos los actos penitenciales por los que nos sometemos a Dios y nos humillamos ante �l. Como se dice que Ac�n, al confesar su pecado, "da gloria al Se�or Dios de Israel".

6. Alegre sufriendo aflicciones, p�rdidas, desgracias, por la profesi�n de la verdad de Dios o por la obediencia a los mandamientos de Dios. (Como dice San Pedro "por su muerte", sufri� por tales razones, "para glorificar a Dios").

7. Honraremos especialmente a Dios, desempe�ando fielmente los oficios que Dios nos ha confiado; mejorando diligentemente los talentos que Dios nos ha encomendado; utilizando cuidadosamente los medios y oportunidades que Dios nos ha concedido, para hacerle servicio y promover su gloria. Es algo muy notorio, tanto para la raz�n como para la experiencia, la ventaja extrema que tienen las grandes personas, especialmente por la influencia de su pr�ctica, para dar cr�dito a Dios mismo, por as� decirlo; cu�nto est� en su poder f�cilmente hacer de la piedad una cosa a la moda ya pedido.

Porque en lo que hacen, nunca est�n solos o mal atendidos; adonde van, llevan el mundo consigo: llevan tras ellos a multitudes de personas, tanto cuando van por el camino correcto como cuando se descarr�an. Su buen ejemplo tiene, sobre todo, las ventajas de que los hombres no pueden encontrar excusa, no pueden pretender que no lo sigan.

III. Ahora debo mostrar por qu� se nos exige el deber, o cu�n razonable es. Dios ciertamente no nos exige honor porque lo necesite, porque es mejor para �l, porque �l, por s� mismo, se deleita en ello. Es infinitamente excelente, m�s all� de lo que podamos imaginar o declarar.

1. Porque honrar a Dios es la obra m�s adecuada de la raz�n; aquello para lo que principalmente fuimos dise�ados y enmarcados; de donde su ejecuci�n preserva y perfecciona a nuestros enemigos; descuidarlo por ser antinatural y monstruoso.

2. Por eso tambi�n es un deber de lo m�s grato. No es un hombre que no se deleite en hacer algunos retornos all�, donde ha encontrado mucha buena voluntad, de donde ha sentido gran bondad.

3. Porque de la misma manera nuestro honrar a Dios nos dispone a imitarlo (porque nos parecemos a lo que reverenciamos), es decir, a hacer aquellas cosas en las que consiste nuestra perfecci�n y felicidad principales, de donde brota nuestro mejor contento y gozo. .

4. En fin, por lo que la pr�ctica en este deber es de lo m�s provechosa y beneficiosa para nosotros; a ella por una regla eterna de justicia nuestro bienestar y prosperidad finales se anexan.

IV. �l cumple esta promesa de varias maneras.

1. El honrar a Dios es en s� mismo una cosa honorable; el empleo que ennoblece el cielo mismo, en el que los �ngeles m�s elevados se regocijan y se glor�an. Es el mayor honor de un sirviente darle cr�dito a su amo.

2. Al honrar a Dios, inmediatamente somos instalados en gran honor; entramos en las relaciones m�s nobles, adquirimos los t�tulos m�s ilustres, disfrutamos de los privilegios m�s gloriosos.

3. Dios lo ha ordenado de tal manera que el honor es naturalmente consecuente con el honrarlo. Dios ha hecho del bien algo noble y majestuoso; ha grabado en �l esa belleza y majestad que inspira un amor y una veneraci�n universales, que en la actualidad infunde un respeto bondadoso y terrible en las mentes de todos los hombres.

4. Dios, por su extraordinaria providencia, seg�n la raz�n y la ocasi�n, interviene para procurarles honor, para mantener y promover la reputaci�n de quienes le honran. Muchos son los casos de personas (como Abraham, Jos�, Mois�s, David, Job y Daniel) que, por su se�al de honrar a Dios, desde una condici�n vil y oscura, o desde una condici�n afligida y desamparada, han extra�o y maravilloso, avanzado a una dignidad eminente.

5. Mientras que los hombres est�n naturalmente inclinados a tener mucho en cuenta el juicio de la posteridad sobre ellos, est�n deseosos de dejar un buen nombre detr�s de ellos y de que su memoria sea retenida en estima: Dios dispone las cosas de tal manera que �la memoria de los justos ser� bendecido �; que "su justicia ser� tenida en memoria eterna".

6. Por �ltimo, para aquellos que honran a Dios aqu�, Dios ha reservado un honor infinitamente grande y excelente, en comparaci�n con el cual todos los honores aqu� no son m�s que sue�os, las aclamaciones m�s fuertes de los hombres mortales no son m�s que sonidos vac�os. ( I. Barrow, DD )

Divinamente aprobado

El principio que subyace a estas palabras es que Dios est� celoso de Su honor y gloria. El gran objetivo de Dios todav�a, al revelarse a s� mismo, es lograr que los hombres lo honren. Cuando eso se logra, �l est� satisfecho y los hombres est�n cumpliendo el gran fin de su existencia.

I. Considere algunas razones por las que Dios debe ser honrado.

1. Debe ser honrado por su poder. Parece casi un instinto en la mente humana honrar el poder. Algunos paganos adoraban al buey y al le�n como s�mbolos de fuerza. En nuestros d�as, en relaci�n con los deportes atl�ticos, etc., vemos lo que equivale casi a un culto a la fuerza bruta. Pero aparte de las perversiones de la idea, toda mente bien regulada reconoce la necesidad de honrar a aquellos a quienes se les debe honor, y en particular a los que poseen el poder. Ahora considere el poder de Dios.

2. Debe ser honrado por su car�cter. Algunos dir�an que los hombres que poseen poder, si carecen de car�cter, no deben ser honrados. Sin discutir este punto, se admitir� en todas las manos que el poder y el car�cter combinados merecen, y recibir�n, todo el honor debido. Adem�s de esto, debe observarse que el car�cter de Dios es perfecto en la combinaci�n de lo fuerte con lo tierno.

Su poder debe ser tomado junto con Su bondad, Su justicia con Su amor, Su santidad con Su compasi�n. De modo que tenemos en Dios la perfecci�n en cada atributo y la perfecci�n en todos juntos.

3. Debe ser honrado por todo lo que est� haciendo en la gracia de la Providencia.

II. Considere algunas formas en las que Dios puede y debe ser honrado.

1. Debemos honrarlo confiando en �l. No hay nada m�s deshonroso para un hombre honrado y veraz que dudar o desconfiar de �l. La vida de fe, desde el principio hasta el final, es una vida que honra a Dios.

2. Honramos a Dios con los servicios del Santuario, si se realizan con el esp�ritu correcto. En conjunto, si estamos en un estado de �nimo adecuado, estamos ofreciendo sacrificios espirituales a Dios.

3. Debemos honrar a Dios con nuestra sustancia.

III. Considere las consecuencias de honrar a Dios. Se dice en el Salmo 75, �La promoci�n no viene ni del este, ni del oeste, ni del sur. Pero Dios es el Juez: a uno echa por tierra y a otro pone �. �l es el Gobernante del Universo y, por lo tanto, todo honor proviene de �l. Esta verdad tambi�n se pone de manifiesto en: la historia de Jos�, Mois�s, David, Daniel y muchos otros.

IV. Considere: el principio sobre el cual Dios act�a al otorgar honor.

Dios honra a los hombres, no por el bien de sus padres, sino por los suyos. En otras palabras, trata con los hombres no de manera representativa sino individual. Este principio tambi�n se muestra en el cap�tulo 18 de Ezequiel, cuya esencia se comprende en la declaraci�n, "el alma que pecare, esa morir�". ( D. Macaulay, MA )

Honor y verg�enza

No puede haber un movimiento que ilustre con fuerza la verdad de estas palabras que la triste historia de la que forman parte. Exteriormente, no vemos nada que culpar en la conducta personal de Eli. Nunca hab�a vivido por encima de su oficina. Que Dios se deleitaba en los holocaustos y los sacrificios, se hab�a grabado a s� mismo, y estas cosas eran la cima de su estimaci�n. Nunca hab�a aprendido que hay cosas mejores que el sacrificio y m�s aceptables que la grasa de carneros.

Un coraz�n afable, un delicado sentimiento conservador por todo lo que Dios ordenaba, lo hab�an mantenido firme y lo hab�an hecho respetar: pero, lamentablemente, ahora parece que no hubo Misa m�s que estos. No sab�a que para hacer el bien, un hombre debe vivir por encima, no a la altura de sus deberes externos: que la influencia sobre los dem�s se encuentra, no donde la vida se eleva a la rutina del deber, sino donde se acelera esa rutina del deber. e inspirado por una vida llevada en lugares m�s altos y guiada por motivos m�s nobles.

El que habita en la circunferencia de su vida no gana la simpat�a de los que habitan en su centro. Y nadie est� tan interesado como los j�venes en descubrir d�nde falta el principio central; ninguno tan d�ctil, para ser atra�do despu�s, donde otro conduce. El padre confiaba en la estima p�blica. Vivi� y actu� como se esperaba de �l. Sab�an que la piedad de su padre era s�lo conformidad con lo que ve�a a su alrededor: era s�lo amabilidad, propiedad, aquiescencia en lo que encontraba entre los siervos de Dios en su tabern�culo.

Y cuando con las pasiones y sentimientos de la juventud empezaron a hacer lo mismo, ellos tambi�n encuentran lo que todos en las mismas circunstancias han encontrado. El resultado en este caso fue natural y se sigui� r�pidamente. Eli, cayendo entre los decentes y los religiosos, conociendo sus deberes y habiendo heredado quiz�s un sentimiento de su naturaleza sagrada, hizo lo que se esperaba de �l: sus hijos, cayendo entre los sin principios y derrochadores, aprendiendo a cuidar de sus deberes sagrados. como formas decentes meramente, hicieron lo que se esperaba de ellos: se desenfrenaron con sus imp�os compa�eros; careciendo de un principio rector, fue de mal en peor; Deshonraron abiertamente el solemne servicio del santuario por su codicia y por su sensualidad.

La triste historia termina como Dios les hab�a advertido que suceder�a, y a�n m�s terriblemente en sus detalles de lo que le hab�a agradado revelar. Lo m�s caracter�stico e instructivo es cada paso de la narraci�n: instructivo, con el efecto producido en un pueblo por la larga resistencia de un sistema como el que ahora hemos estado rastreando. �A qu� debe haber sido degradado un pueblo, que podr�a mirar ese arca as� acompa�ada y saludar su llegada con gritos de triunfo? Y ahora se acumula r�pidamente en la cat�strofe oscura y vergonzosa.

S�, y as� se aparta toda la gloria, de los hombres, de las familias, de las naciones, dejando a Dios fuera de la vida y estim�ndolo a la ligera. Vaya por un instante a otro ejemplo, de un tipo muy diferente, y observe el central. Nunca hubo un hombre religioso que dio casos m�s lamentables de olvidar a su Dios y caer en el pecado que David. Pero cuando David cay�, resucit�. De hecho, nunca perdi� las consecuencias cambiantes de su pecado; llovi� su paz, rompi� su familia, amarg� su lecho de muerte; pero no lo abrumaba del todo.

�Y por qu�? Porque puso al Se�or siempre delante de �l, en las realidades de su vida interior. Por tanto, el uno fue honrado y el otro deshonrado. Y ahora, a partir de estos ejemplos antiguos, escritos para nuestro aprendizaje, volvamos a nosotros mismos y ajust�moslos a nuestra instrucci�n. Estos son d�as de todo menos un acuerdo externo universal en las grandes verdades de nuestra fe cristiana. Es m�s bien meritorio que de otra manera mantenerlos: es lo que la sociedad espera de los hombres y de las familias, ajustarse a una cierta cantidad de caridad religiosa.

Y la consecuencia es que una historia como �sta necesita ser aplicada, y sus lecciones deben hacerse valer en la mente de los hombres, quiz�s m�s que en cualquier per�odo anterior. Hay entre nosotros, es de temer, una gran cantidad de esta misma decencia deshonrosa e irreprensible, este respeto uniforme por los usos y ordenanzas de la religi�n, que subsiste sin una aprehensi�n personal viviente y sin honrar a Dios en el car�cter en el que �l. se ha revelado a s� mismo, y en el que profesamos haberlo recibido y estar sirvi�ndole.

Pongamos ante nosotros las consecuencias de tal estado en el individuo, en la familia, en la comunidad. �No vemos de inmediato que contiene necesariamente los elementos de la decadencia y del progreso descendente? Y correspondiente a este progreso ser�, como era de esperar, otro, y en otra direcci�n. Cuando Israel fue actuado por el sistema que prevaleci� bajo El�, la superstici�n sucedi� al temor de Dios.

Ahora bien, la superstici�n es el refugio de la conciencia cuando ha perdido el sentido de la presencia personal de Dios. Puede medir por su prevalencia, la ausencia de Dios en los corazones de los hombres. Y otro resultado no dejar� de seguir, de la mera conservaci�n decente de la religi�n entre un pueblo: una depreciaci�n de la Verdad, como verdad: una negativa a considerar preguntas solemnes que lleguen a nuestra misma veracidad y autenticidad como hombres y cristianos, y recurrir a conveniencia como principio.

Podr�a se�alar muchas m�s travesuras resultantes de una visi�n de la religi�n como la que hoy he estado impugnando. Podr�a seguir a los j�venes, como resultado, no solo en la superstici�n, lo que he hecho, sino en consecuencias a�n m�s oscuras y terribles: podr�a mostrar cu�nto de la fe laxa y la creciente incredulidad de nuestros d�as se debe a esta falta de conocimiento. realidad viva en nuestros hombres y familias religiosas: pero m�s bien me apresuro a lo que concibo deber�a ser nuestra gran lecci�n pr�ctica de esta terrible historia y tema.

Y esa lecci�n pr�ctica est� m�s all� de toda duda: que la realidad interna de la religi�n es lo �nico necesario, muy, muy por encima de las expresiones externas de la misma que, por necesarias que sean sus acompa�amientos, pueden existir y a menudo existen voluntariamente. "A los que me honran, los honrar�". ( H. Alford, BD )

Hombre honrando a Dios y Dios honrando al hombre.

�A los que me honran, honrar� ( 1 Samuel 2:30 ).

I. El hombre honra a Dios como un deber. �C�mo puede el hombre honrar a Dios? No haci�ndolo m�s grande de lo que es. Es infinitamente glorioso. No atribuy�ndole, en c�nticos u oraciones y en las formas m�s sublimes de hablar, el atributo m�s elevado del ser. �Entonces como?

1. Por una reverencia pr�ctica por Su grandeza. Su grandeza debe realizarse en cada paso de la vida. El mundo es la casa de Dios y la puerta del cielo. La vida debe ser reverente, no fr�vola.

2. Por una gratitud pr�ctica por su bondad.

3. Por una adoraci�n pr�ctica a su excelencia. Los cielos declaran Su gloria, s�, toda la tierra est� llena de Su gloria.

II. Dios honrando al hombre como recompensa. "A los que me honran, honrar�". �C�mo honra Dios a un hombre as�?

1. Con una comisi�n a su servicio. Le da trabajo que hacer y calificaci�n para su descarga.

2. Con una adopci�n en su familia.

3. Con participaci�n en Su gloria. "Entra en el gozo de tu Se�or". ( Homilista. )

El deber y la recompensa de honrar a Dios

Es muy evidente que Dios es eminentemente digno del m�s alto honor.

I. Hay formas especiales en las que, en circunstancias especiales, podemos ser llamados a honrar a Dios. Estos son diversos como la naturaleza cambiante de nuestro destino en Providence y las caracter�sticas de la �poca y el lugar en que vivimos. Pero hay formas comunes de honrarlo que incumben a todos los que han sido bendecidos con los privilegios del Evangelio.

1. Como criaturas rebeldes perdidas y arruinadas, es un deber primordial y fundamental que honremos a Dios al obedecer Su recomendaci�n, creer en Su Hijo a quien �l envi� como el Salvador de los pecadores de la humanidad.

2. Otra forma importante de honrar a Dios es teniendo en cuenta estrictamente las ordenanzas de Su adoraci�n. Y lo honramos de una manera especial al observar estrictamente, conservar cuidadosamente y defender fervientemente cualquiera de estas ordenanzas, que por el momento pueden ser corrompidas, descuidadas o negadas. As� lo honran, por ejemplo, los que �evitan que el d�a de reposo lo contamine� en un tiempo como este, cuando la profanaci�n del d�a de reposo en una variedad de formas abiertas y flagrantes prevalece de manera tan general y lamentable.

3. Dios tambi�n nos honra al aferrarnos y sostener sus verdades reveladas, especialmente aquellas que est�n siendo ignoradas, despreciadas, corrompidas o negadas.

II. Es una seguridad alentadora y animada de que en la medida en que nosotros honremos a Dios de esta manera y en otras similares, �l nos honrar� a nosotros.

1. Dios a veces honra a quienes lo honran en el honor que reciben durante sus vidas de sus semejantes. �l los trata de tal manera en Su providencia que los se�ala como aquellos a quienes �l se deleita en honrar. Muchos ejemplos de esto se encuentran no solo en las Escrituras, sino en la vida cotidiana, como en el siguiente caso. Hab�a una gran empresa mercantil cuyo balance anual se hac�a el s�bado.

El se�or C&mdash, un escribiente superior en su establecimiento, hab�a tomado siempre, sin escr�pulos, un papel principal en este trabajo. Habiendo quedado impresionado de manera salvadora con las cosas divinas, sinti�, cuando lleg� el primer balance anual a partir de entonces, que no podr�a volver a deshonrar a Dios al participar en su llamamiento secular en el d�a de reposo, cualesquiera que sean las consecuencias de su negativa. Por lo tanto, inform� respetuosa pero firmemente a sus empleadores que no podr�a volver a participar en el balance habitual del s�bado.

Lleg� el s�bado y finalmente le preguntaron si estar�a o no en su puesto habitual al d�a siguiente. Declin� firmemente estar presente y recibi� la ominosa respuesta de que una carta de la firma se enviar�a a su casa por la noche. A altas horas de la noche lleg� la carta. Demasiado emocionado y nervioso para hacerlo �l mismo, le pidi� a su hermana que lo abriera y leyera. Comenz�, como esperaba, a saber, que como consecuencia de su negativa a realizar los deberes habituales, sus empleadores lo despidieron de su servicio; pero la carta continuaba, �admiramos enormemente su firme y franca conciencia, y sentimos con tanta fuerza que podemos depositar una confianza impl�cita en usted, que le ofrecemos una asociaci�n en nuestra firma y estamos seguros de que su presencia con nosotros ser� un bendici�n.

Podemos agregar que el siguiente balance qued� en manos del Sr. C, bajo cuyos arreglos se hizo satisfactoriamente sin invadir el d�a de reposo. Y nunca m�s se profan� el d�a sagrado en la firma en la que se hab�a convertido en un socio tan preciado.

2. Una vez m�s, Dios a veces honra a quienes lo honran en la estima en que son tenidos por una generaci�n tras otra. "La memoria de los justos es bendita". Esto se ilustra abundantemente en la historia sagrada y de la Iglesia. Se ve en la honorable reputaci�n que tienen los Patriarcas, Profetas y Ap�stoles dondequiera que se lean y reciban los escritos inspirados. Se ve en la admiraci�n que se siente en toda la cristiandad protestante por los grandes l�deres de la Reforma, como Lutero, Zwingle, Calvino, Wickliffe, Cranmer y Knox.

Se ve en la estima que tienen Knox, Melville y Henderson en todo el mundo presbiteriano. Se ve en menor escala en el honor que, al menos en Escocia, se atribuye a la memoria de los Erskines y otros Padres de la Secesi�n, a la memoria del Dr. M'Crie, el historiador de la Reforma y los Reformadores Escoceses, ya la memoria de Chalmers, y otros fundadores de la Iglesia Libre, ya la memoria de muchos otros que se sugieren f�cilmente.

3. Una vez m�s, Dios a veces honra en su posteridad a aquellos que lo honran. Hace m�s de doscientos a�os, el marqu�s de Argyle fue decapitado en Edimburgo, nominalmente por el delito de alta traici�n, pero en realidad por su eminente honor a Dios como cristiano piadoso, presbiteriano ac�rrimo y devoto Covenanter. Y no es digno de menci�n, como ilustrativo de nuestro tema, que la familia Argyle, aunque todav�a presbiteriana, ha ocupado durante mucho tiempo un lugar destacado entre la nobleza escocesa, por su talento, car�cter e influencia, y que uno de sus descendientes directos, el actual Marqu�s de Lorne: �ha tenido el honor de convertirse en yerno de nuestra reina? Podemos dar otra ilustraci�n reciente similar.

El c�lebre John Welsh, ministro de Ayr y yerno del ilustre reformador Knox, fue condenado a muerte por traidor, por su firme e intransigente oposici�n a la invasi�n erastiana y prel�tica del rey Jacobo VI a la Iglesia escocesa. . Esta sentencia fue conmutada por la de exilio perpetuo de su tierra natal. El trato brutal e insensible que le dio a su esposa, la hija de Knox, ese vanidoso monarca, cuando busc� la remisi�n de este castigo para salvar la vida de su marido, es bien conocido por todos los lectores de Historia de la Iglesia Escocesa.

�Y qu� encontramos ahora con respecto a su posteridad? La Casa Real de Stuart hace tiempo que fue desterrada del trono de Gran Breta�a. Y, seg�n el Boston Advertiser, el Honorable John Welsh, quien el mes pasado lleg� a este pa�s como Ministro Plenipotenciario de Estados Unidos ante la Corte Brit�nica, es descendiente directo del mism�simo gal�s, ministro de Ayr, quien, por fidelidad a el Rey de Sion, fue injustamente condenado por traici�n contra su rey terrenal.

Pero ya sea que aquellos que honran a Dios sean honrados en los aspectos a los que nos hemos referido o no, Dios mismo los honrar� y siempre lo ser�n. Tienen Su aprobaci�n y estima actuales, tanto en como para honrarlo. Y lo contrario de todo esto es igualmente cierto. Aquellos que desprecian a Dios, que lo desprecian al menospreciar o rechazar sus ofrecimientos de s� mismo en el evangelio para ser su Dios en Cristo, que lo desprecian al descuidar o corromper las ordenanzas de su adoraci�n, que lo desprecian al menospreciar, o separarse de, o rechazar cualquiera de sus verdades reveladas, �ser� tenida en cuenta a la ligera.

�Ser�n as� necesariamente, porque no puede haber honor verdadero y duradero aparte de la excelencia moral. Aquellos que desprecian a Dios son tenidos en ligera estima por aquellos cuya estima es m�s digna de tener. En el fondo, a menudo son despreciados incluso por hombres malvados, que con prop�sitos ego�stas pueden adularlos y adularlos en su prosperidad exterior. Su posteridad a menudo pierde cualquier honor exterior heredado de ellos y se deshonra de otra manera.

"La semilla de los malhechores nunca ser� renombrada". Pero ya sea que los que desprecian a Dios sean estimados en gran o poco por sus semejantes, Dios mismo los tiene en poca estima. Todos los aplausos, honores y recompensas que el mundo pueda acumular sobre ellos no pueden contrarrestar esto. �El que se sienta en los cielos se reir�; el Se�or se burlar� de ellos ". ( Revista original de la Secesi�n. )

El camino al honor

Nuestras gallinas generalmente regresan a casa para dormir. Nuestros pensamientos de otros hombres se convierten en pensamientos de otros hombres sobre nosotros. Seg�n nos midamos a nuestros semejantes, ellos nos miden en el pecho, para bien o para mal. As� que especialmente, en referencia al Se�or mismo, el Dios de justicia, tarde o temprano, hace que un hombre coseche su propia siembra y recoja su propia dispersi�n. As� se repite la vida; as�, la semilla desarrolla la flor y la flor vuelve a producir la semilla.

Es una cadena sin fin; porque lo que fue, eso es lo que ser�. Un hombre puede vivir para ver una procesi�n l�gubre de todos sus pecados antiguos que pasan a su lado, vestidos con el cilicio y las cenizas donde la justicia los condena a vestirse. Lo mismo ocurre con nuestras alegr�as. Dios nos da gozo despu�s de la semejanza de nuestro servicio. Si desea ver esto ejemplificado en las Escrituras, cu�ntas instancias surgen antes de que su Enoc camine con Dios porque Dios le agrada, y luego encontramos que agrada a Dios.

No� apoya obedientemente los asuntos de su vida en la verdad de Dios, y Dios le da descanso. Abraham era famoso por confiar en Dios, y es maravilloso c�mo Dios confiaba en �l. Muy llamativo como ejemplo de represalia de la providencia es el caso de Adonibezek. Samuel, cuando hiri� a Agag, le dijo que, como su espada hab�a dejado a las mujeres sin hijos, as� tambi�n la espada del Se�or ese d�a dejar�a a su madre sin hijos al matarlo.

El m�s memorable de todos es el ejemplo de Am�n y su horca, de cincuenta codos de altura. Mira c�mo se balancea sobre eso. Construy� la horca para Mardoqueo. La malicia usa una especie de bumer�n providencial. El hombre lo arroja con todas sus fuerzas al enemigo, y vuelve a �l; no en su mano para que pueda usarlo de nuevo, sino en su frente para golpearlo hasta el polvo. Mirad lo que pon�is en la medida que repart�s a los dem�s, y especialmente a Dios; porque "con la medida con que midas, se te volver� a medir". �A los que me honran honrar�, y a los que me desprecian ser�n tenidos en cuenta�.

I. El deber que nos incumbe a todos, pero especialmente al pueblo de Dios, de honrar al Se�or. Como somos criaturas de Dios, estamos obligados a honrar a Dios. Solo observe c�mo debemos honrarlo y considere d�nde radica este deber.

1. Debemos honrarlo confesando su deidad: me refiero a la deidad del Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo. �El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Esp�ritu Santo es Dios; y, sin embargo, no hay tres dioses, sino un solo Dios ".

2. Honremos a�n m�s a Dios reconociendo Su gobierno.

3. Honremos la santidad de Dios y la justicia de Dios y la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento siempre que sintamos que hemos hecho mal.

4. Quisiera presionarle para que honre a Dios reconociendo la sabidur�a de Su ense�anza y por una capacidad de ense�anza que acepte Su doctrina.

5. Honramos a Dios cuando creemos que la Sagrada Escritura es inspirada, infaliblemente inspirada; y, tom�ndolo como tal, diga: "No me corresponde cuestionarlo o argumentar en contra, sino simplemente aceptarlo".

6. Adem�s, honramos el amor de Dios confiando diariamente en �l.

7. Tambi�n honramos a Dios cuando confesamos su bondad al soportar pacientemente su voluntad, y especialmente al regocijarnos en ella.

II. La influencia en nuestra vida diaria de este h�bito de honrar a Dios. Un hombre que honra a Dios lo hace de manera pr�ctica; para �l no es una forma o una farsa, sino una profunda realidad pr�ctica.

1. Lo hace a menudo consultando a Dios.

2. Honramos a Dios en nuestra vida diaria cuando lo confesamos.

3. A veces puedes honrar a Cristo con alg�n servicio distinto que puedas hacer por �l, o con alguna obediencia especial a su voluntad. Siempre he admirado el ejemplo del jud�o piadoso a quien se le dijo que cierta ciudad del continente se adaptar�a excelentemente a sus negocios. "Pero", pregunt�, "�hay una sinagoga all�?" y cuando dijeron que no hab�a sinagoga, prefiri� quedarse en otro lugar, para poder adorar a Dios, aunque har�a menos negocios.

No s� si este es el caso m�s frecuente entre los jud�os que entre los gentiles; y lamento decir que conozco a muchos gentiles para quienes la adoraci�n de Dios no tiene consideraci�n alguna: ir�an al abismo si pudieran obtener grandes ganancias.

4. Entonces puedes honrar a Dios con tu sustancia cuando �l te la d�.

5. En una palabra, el hombre que realmente honra a Dios busca alabarlo.

III. La recompensa de todo esto. "A los que me honran, los honrar�". �No es esta una gran recompensa? No es, "Los que me honran ser�n honrados", sino, "A los que me honran honrar�". �Honra Dios a los hombres? Promete hacerlo. Comparado con el honor que el Se�or puede dar, no hay honor que valga la pena nombrar en el mismo d�a. Cuando Dios honra a un hombre, la gloria es verdadera gloria.

Uno de los reyes franceses le dio a un general conquistador unas 500 libras al a�o, m�s o menos, por una proeza maravillosa, pero el soldado le dijo al rey que hubiera preferido la cruz de oro. No creo que debiera haber tenido tanta preferencia por una chucher�a; pero el honor es un bien precioso. Recibir honra de Dios es muy diferente a recibirla de un rey. Se dec�a de Alejandro que, de dos nobles que le hab�an servido bien, a uno se le dio diez mil talentos, y al otro un beso; y el que ten�a el dinero envidiaba al que recib�a el beso.

Un beso de la boca de Dios pesar�a m�s que los reinos. Honra de Dios, favor de Dios, esta es una gran recompensa, que no se puede comparar con diez mil mundos y toda su gloria. "A los que me honran, los honrar�". El hombre que honra a Dios ser� honrado en su propio coraz�n por la paz de conciencia, honrado en su propio esp�ritu por la convicci�n de que debe ser sabidur�a ser recto, verdadero y honesto, y que nunca puede ser correcto, bajo ninguna circunstancia, el hacer mal, o sabio romper un mandato divino.

El hombre que honra a su Dios entre sus hermanos ser� honrado por Dios en la iglesia. Y en el mundo ser� igual. No creo que un hombre sirva verdaderamente a Dios sin, a la larga, ganarse la estima de sus conciudadanos. ( CH Spurgeon. )

La forma correcta de honrar a Dios

Estas palabras fueron dichas por un profeta del Se�or a El�, en ocasi�n de la iniquidad de sus hijos, y la deshonra que ello trajo a la religi�n.

1. Que sus pecados fueron de naturaleza escandalosa, siendo una afrenta abierta tanto a la ley ceremonial como a la moral. La ofrenda del Se�or era la que �l mismo hab�a se�alado en la Ley de Mois�s (( Lev�tico 7:31 ; Lev�tico 7:33 ).

Pero estos hijos de El� se consideraban demasiado grandes para estar atados a una observancia tan estricta de las sutilezas de la ley. Dios quiere y debe ser servido a su manera, y ellos, que pensaban ser m�s sabios que sus leyes, sufrieron su insensatez.

2. Que la casa de El� fue elevada a la dignidad de la que disfrutaba entonces mediante un extraordinario m�todo de providencia.

3. Que aunque Dios fue justamente provocado por los pecados de la casa de El�; sin embargo, hubo una concurrencia de los pecados del pueblo en la ca�da de juicios tan severos.

I. El nombre de ese honor que les corresponde.

II. Las reglas y medidas por las cuales Dios otorga honor a la humanidad. �A los que me honran, honrar�; y los que me desprecian �, etc. Hay tres clases de hombres que deben ser considerados con respecto a la honra debida a Dios.

1. Hay quienes lo desprecian en lugar de honrarlo. Como los hijos de El� mencionados aqu�, que se dice que son los hijos de Belial, que no conoci� al Se�or.

2. Hay quienes pretenden honrar a Dios, pero no lo hacen. El que quiera dar verdadero honor a otro debe tener una justa aprehensi�n de su valor y excelencia, y darlo de la manera m�s conveniente y agradable para �l.

Ahora bien, hay dos formas en las que los hombres pueden ser culpables de deshonrar a Dios con el pretexto de honrarlo.

1. Por nociones falsas de Dios en sus mentes, cuando las personas se forman en sus mentes imaginaciones o concepciones falsas de �l; y as� dan su adoraci�n no al Dios verdadero, sino a un �dolo de su propia fantas�a. Y cuando nuestras mentes est�n fijadas aqu�, lo siguiente es excluir todos los pensamientos mezquinos e indignos de �l, por ser incompatibles con sus perfecciones divinas.

2. Los hombres deshonran a Dios, cuando pretenden honrarlo, no seg�n su voluntad, sino seg�n sus propias intenciones e imaginaciones.

3. Pero ciertamente queda un camino para darle a Dios ese honor que le es debido.

�Cu�les son los medios m�s probables para ser eficaz?

1. Un desprecio universal de todo tipo de vicios y blasfemias, sean las personas de cualquier rango o calidad.

2. Una ejecuci�n uniforme, firme, vigorosa e imparcial de las leyes contra la laxitud y el libertinaje.

3. Una sabia elecci�n de los instrumentos adecuados para perseguir un fin tan bueno.

4. Por �ltimo, una diligente inspecci�n del comportamiento de quienes son los instrumentos adecuados e inmediatos para llevar a cabo tan buen designio.

II. Las reglas y medidas que Dios observa al distribuir el honor entre los hombres. �A los que me honran, yo honrar�; pero los que me desprecian, ser�n tenidos en cuenta �. Que puede entenderse de dos formas.

1. En cuanto a las sociedades de hombres que tienen un inter�s com�n. Y entonces implica que el bienestar y la condici�n floreciente de tales depende de su celo y preocupaci�n por Dios y la religi�n. Dios se ocupa de Su propio honor con m�todos que no somos capaces de comprender. Y si no podemos saber el n�mero y el agravamiento de los pecados de un pueblo, nunca podremos fijar las medidas y los grados de su castigo.

Pero, sin embargo, algunas cosas son seguras;

1. Que los pecados de una naci�n tienden naturalmente a su debilidad y deshonra.

2. A veces, Dios se sale de su m�todo ordinario y el curso de la Providencia, ya sea en forma de juicio o de misericordia. Y luego muestra m�s particularmente que aquellos que lo honran, �l honrar�; y los que lo desprecian ser�n tenidos en cuenta.

2. En cuanto a personas particulares, hasta qu� punto esto se sostiene aparecer� por estas cosas.

1. Que la estima y el honor siguen naturalmente la opini�n del m�rito o la excelencia de otro.

2. La pr�ctica sincera de la piedad y la virtud impone estima y reverencia. ( Obispo Stillingfleet. )

Dios honrando a los justos

I. El justo debe honrar a Dios.

1. Poniendo su confianza impl�citamente en las palabras de la promesa de Dios.

2. El justo honra a Dios uni�ndose r�pidamente al Se�or cuando el mundo est� en su contra.

3. Otra forma en que el justo honra a Dios es mediante su actividad incesante y su mayor benevolencia.

4. Por su sencillez de ojo y su fidelidad hasta la muerte.

II. C�mo honra Dios a los justos. Dios honra a sus santos que entregan sus almas a su custodia para el perd�n y la reconciliaci�n, otorg�ndoles esa paz que sobrepasa todo entendimiento. ( T. Myers, MA )

Honor de Dios

El deseo de honor, cr�dito, reputaci�n, pronto surge en nosotros, porque pronto se nos aparece la utilidad de ello, ya que, mientras vivimos en sociedad y conversamos continuamente con los dem�s, y los necesitamos, vemos cu�n necesario es. que los dem�s piensen y hablen bien de nosotros. El deseo de honor que nos es com�n a todos es muy provechoso para la sociedad, de singular utilidad para mantener a los hombres en orden, disuadirlos de la maldad y estimularlos a muchas virtudes. Los escritores sagrados tambi�n han presentado el honor como algo deseable y, en cierta medida, digno de ser buscado y amado.

I. Expliquemos qu� es honrar a Dios. Honrar a Dios es formularnos nociones justas y dignas de �l, de Sus perfecciones, de Su poder, sabidur�a, justicia, bondad y misericordia, reflexionar sobre ellas con placer y respeto, amarlo, confiar en �l, Deseamos asemejarnos a �l tanto como nuestra naturaleza lo permita, y en todo consultar Su voluntad como regla de nuestra vida. Honrar a Dios es declarar abiertamente ante los hombres mediante nuestro comportamiento que lo reverenciamos y que elegir�amos por encima de todas las cosas aprobarnos ante �l.

Honrar a Dios es ser constante en la realizaci�n de todos los actos p�blicos de religi�n. Honrar a Dios es mejorar nuestras habilidades y cumplir con los deberes de nuestra posici�n de una manera que procurar� respeto por la religi�n que profesamos.

II. Hemos visto lo que es honrar a Dios y, por lo tanto, podemos saber qu� significa, por el contrario, deshonrarlo. Dios es deshonrado, en general, por todo tipo de maldad moral, que es un desprecio de su autoridad, un abuso de sus dones y una desobediencia a su voluntad. Pero m�s particularmente: Dios es deshonrado por el ate�smo y la incredulidad. Dios es deshonrado por ese tipo de idolatr�a, en la que, en lugar de �l, se adora a muchos dioses falsos. Dios es deshonrado por aquellos que rechazan el evangelio de Cristo. Entre los que profesan la religi�n cristiana, Dios es deshonrado por aquellos que no la viven adecuadamente.

III. Procedamos ahora a considerar la recompensa prometida a los que honran a Dios. Por el honor as� prometido a los justos, no se quiere decir exactamente lo mismo en el Antiguo Testamento y en el Nuevo; porque, debido a que bajo la Ley las recompensas futuras no se propon�an tan claramente, el honor all� mencionado se relaciona principalmente con este mundo, aunque el honor en el mundo venidero no est� excluido: por el contrario, en el Nuevo Testamento, donde la vida eterna es m�s plena ense�ado, el honor prometido se relaciona principalmente con el honor que el bien recibir� en el futuro, aunque el honor, incluso por el momento, no debe excluirse.

La promesa, por lo tanto, contenida en el texto puede ser bastante restringida y reducida a esto, que el bien ser� recompensado con honor, generalmente en este mundo, y ciertamente en el mundo venidero. El honor no debe ser obtenido por aquellos que no hacen nada. para merecerlo. Todos los dones que este mundo puede otorgarnos no lo asegurar�n. Una buena persona siempre ser� �til a la sociedad, en la medida en que su posici�n y habilidades se lo permitan: no despreciar� ni agraviar� a los dem�s, y les har� todos los servicios que hasta ahora est� en su poder, por lo tanto, como se le conoce, probablemente ser� estimado.

Por tanto, el respeto y el honor son la consecuencia natural de la bondad, y en el curso com�n de las cosas deben acompa�arlos. Pero hay, adem�s de todo esto, una promesa de Dios de que as� ser�, y no debemos suponer que �l deja las cuestiones de las cosas por completo a causas secundarias, y nunca se interpone �l mismo. En las Escrituras del Antiguo Testamento encontramos cu�n extraordinaria fue la manera en que Dios honr� a quienes lo honraron.

Si descendemos a los tiempos en que la piedad floreci� m�s, y sin embargo fue acompa�ada con la menor cantidad de recompensas temporales, a la primera edad del cristianismo, encontramos que los disc�pulos de Cristo y otras personas eminentes en la iglesia, aunque perseguidos, despreciados y calumniados por los gentiles y los jud�os incr�dulos, recibieron gran autoridad y poderes milagrosos de Dios, y el mayor deber, amor y respeto de sus numerosos hermanos en la fe. ( J. Jortin, MA )

El servicio de Dios la �nica verdadera dignidad

I. Qu� es honrar a Dios. Conf�o en que no necesito usar muchas palabras para mostrarte la supremac�a �nica del Dios del cielo y de la tierra. Para honrar correctamente a este gran Ser, �l requiere que lo amemos con todo el coraz�n, el alma, las fuerzas y la mente, que tengamos hacia �l una suprema reverencia y afecto, que hagamos todo lo que hagamos. para su gloria. Entonces, para honrar a Dios como pecador, primero debes rendir homenaje a Su Hijo como Salvador.

II. Para ilustrar la promesa y la amenaza en el texto. Muchas y grandes son las bendiciones prometidas en las Escrituras de verdad a los justos, a los que temen a Dios. De todos los principios de acci�n subordinados en el pecho humano, quiz�s no haya ninguno de influencia m�s universal o de eficacia m�s poderosa que el deseo de honor. No hay clase de hombres tan alta como para despreciarlo, ni tan bajo como para ser incapaz de sentirlo.

Pr�ncipes y nobles, estadistas y guerreros, abogados y comerciantes, fil�sofos y poetas, campesinos y mec�nicos, son todos sensibles a su influencia. Para conseguirlo se someter�n a los m�s pesados ??trabajos, a los mayores riesgos, a las m�s severas penurias, a las ansiedades m�s devastadoras y a los peligros m�s alarmantes. Bajo su influencia se han superado los obst�culos m�s formidables y se han obtenido los mayores resultados.

Un principio, entonces, tan universal y tan poderoso, puede justamente ser considerado un principio de la constituci�n original de remo y destinado a servir a los prop�sitos m�s importantes y beneficiosos; y, sin embargo, no debe ocultarse que, al ser dirigido a objetos necios, vanos, insatisfactorios y prohibidos, ha producido insatisfacci�n, desilusi�n y amargo remordimiento para quien fue impulsado por �l, as� como una gran injusticia, crueldad. y opresi�n a otros.

Para gratificarlo, por extra�o que parezca, muchos han sido culpables de la m�s despreciable mezquindad. Aunque es un principio de nuestra naturaleza, entonces, y capaz de producir los resultados m�s extensos, est� claro que antes de que estos resultados puedan ser beneficiosos o permisibles, como medio de adquirir honor, deben ser tales como las leyes de Dios, los principios de la justicia, la verdad y la bondad lo permitir�n; por eso Dios dice: "No se glor�e el rico en sus riquezas", etc.

Si buscas, entonces, la honra que viene de Dios en aquellas b�squedas que son agradables a la justicia, la verdad y la misericordia, que solo la raz�n y la conciencia pueden elogiar, que promueven la gloria de Aquel que es todo en todos, el bien de la humanidad. , y la salvaci�n y felicidad de vuestras propias almas inmortales, entonces sin duda es un principio de acci�n leg�timo, apropiado y digno. Pero si el honor que proviene de Dios es el objeto de su deseo y lo persigue de la manera que hemos se�alado, no puede decepcionarse.

As� se transmite la palabra del Dios viviente de que si lo honran, en otras palabras, se dedican a una vida de fe y santidad, �l los honrar�. Y el que es Dios sobre todo, omnipotente en su poder e infinito en sus recursos, no puede desear los medios para cumplir su promesa: "Las riquezas y la honra proceden de �l, porque �l domina sobre todo; en su mano est� el poder y la fuerza". en su mano est� para engrandecer y fortalecer a todos.

�Se considera un honor ser asociados de los ilustres grandes, y los hombres codician, incluso hasta la debilidad, ser considerados personas de ilustre extracci�n y rango; ahora Dios promueve a los que lo honran al rango de sus hijos, los hace "herederos de Dios y coherederos con Cristo". El Todopoderoso dispone Su providencia de tal manera que al final, y a menudo en este mundo, se aprecia debidamente el car�cter de los justos.

"Los que me desprecian ser�n tenidos en cuenta". Si bien no hay nada que los hombres, especialmente los j�venes, deseen tanto como el honor, no hay nada que teman tanto como la deshonra y el desprecio, pero esta ser� infaliblemente la porci�n de todos los que descuidan o desprecian a Dios. Pero, �es posible, preguntar�amos, despreciar a Dios? ( J. Gibson, MA )

Honrando a Dios

Que aunque est� en el poder de cada hombre, m�s o menos, as� como tambi�n es su deber, honrar a Dios con sus palabras y acciones; sin embargo, esta ma�ana pertenece especialmente a aquellos que est�n en una posici�n m�s eminente, y tienen mayores ventajas y oportunidades para hacer el bien que otros, por su autoridad, poder y ejemplo.

I.Tratar� de las palabras por s� mismas. "A los que me honran, yo honrar�". El honor debido a Dios Todopoderoso se basa en la misma raz�n que Su Ser. Porque, �qui�n puede considerar el maravilloso poder y la sabidur�a que brillan a trav�s de las obras de la creaci�n visible? Qui�n puede contemplar Su bondad y Su misericordia, Su misericordia para con el mundo. �Qui�n puede considerar el gobierno de Dios sobre el mundo y su constante preservaci�n de la humanidad? �Qui�n que considera la equidad y perfecci�n de la ley divina? �Qui�n puede reflexionar sobre la preservaci�n de una iglesia? Por �ltimo, �qui�n est� all� que se ha observado a s� mismo y ha mirado las circunstancias de su vida en los distintos escenarios de la misma, pero debe poseer una causa superior a �l? y sus obligaciones para con este Poder Todopoderoso? Seguramente no hay necesidad de ning�n otro argumento que la naturaleza de la cosa para inducirnos a honrar a nuestro Creador, Preservador y Benefactor.

1. La religi�n y el inter�s civil est�n estrechamente relacionados. Era estrictamente as� entre los jud�os, cuyo gobierno era una teocracia. Y siendo la ley de la tierra entonces de la propia instituci�n de Dios, hab�a una providencia y bendici�n peculiar que estaba relacionada con su obediencia por una promesa divina: y por esto estaban eminentemente distinguido de otras naciones. Pero aunque fue as� con ellos de una manera especial, sin embargo, el mundo entero siempre estuvo, y siempre estar�, bajo el gobierno de la providencia de Dios.

Y sin embargo, la providencia de Dios puede variar en sus movimientos, volvi�ndose ahora hacia un lado y luego hacia otro; sin embargo, hay razones inamovibles sobre las que siempre procede, y esa es la religi�n y la bendici�n de Dios; nuestro honor de �l, y su honor de nosotros, en conjunto y cooperaci�n. Porque la religi�n permanecer� hasta el fin del mundo, pase lo que pase de personas y gobiernos particulares. Mientras que los mortales se involucran s�lo con los mortales, existe una fuerza similar para defender, como para el asalto, y el �xito depende del mayor n�mero, el coraje innato de los soldados, la conducta del comandante o alg�n accidente afortunado; pero ahora, cuando se trata de la providencia divina, no es lo que el n�mero, el coraje, la conducta, no los accidentes, est�n en el lado adverso: porque eso es todo en s� mismo, y se vuelve todo donde sea que est�.

Y all� estar�, en lo que respecta al honor de Dios y la religi�n. Hay una gran diferencia entre lo que hace la Divina providencia por nuestro propio bien y lo que hace por el bien de los dem�s. Si por nuestro propio bien, como es cuando se basa en la religi�n, y el honor que rendimos al Dios Todopoderoso, entonces continuar�, y durar� mientras dure la raz�n sobre la que se apoya. Pero si es por otras razones por las que tenemos �xito en un dise�o, y no por nuestro propio bien, entonces cuando cesan las razones, nuestra asistencia que recibimos de la Divina providencia cesa con �l.

As� sucedi� con el altivo asirio, que prosper� en su invasi�n de Judea, no como �l mismo pensaba, por la sabidur�a de su propio consejo, sino como �l fue la vara de la ira de Dios, y enviado por su comisi�n especial contra la naci�n hip�crita. Pero ese servicio termin�, se detuvo su victoria, y pronto cay� bajo la misma calamidad ( Isa�as 10:5 , etc.

El mundo es entonces como el estado jud�o, una especie de teocracia, Dios es el gobernador y la religi�n, por as� decirlo, su alma: Y entonces es que Dios se convierte en su patr�n y Su providencia en su seguridad.

2. Como estos dos deben estar conectados, la religi�n debe tener la preferencia: "A los que me honran, yo honrar�". Las segundas causas tienen la ventaja de la primera, que son visibles y, por tanto, nos afectan antes que el Supremo, que es invisible; y por lo tanto la humanidad se ha inclinado a dirigir sus esfuerzos de otra manera. Pero este es un descuido imperdonable, comenzar as� por el lado equivocado; como si un art�fice utiliza un l�piz y colores en las diversas figuras que dibuja, y pone en marcha con su habilidad para la mayor ventaja; que una persona debe atribuir todo a los instrumentos que usa el artista y aplaudir su habilidad, y aplicarse a ellos como operador, y pasar por alto al pintor.

Mucho lo hacen los que se dedican a las causas siguientes y a los medios para descuidar a Aquel que es la Causa Suprema. La oraci�n se debe en alguna parte, porque recibimos lo que no podemos conseguir por nosotros mismos; vivimos tan bien como empezamos a ser, por el mismo Poder; y si nos ocupamos de nuestros asuntos s�lo bajo la influencia de nuestra propia sabidur�a y poder, tambi�n podemos orarnos a nosotros mismos, como depender de nosotros mismos; ya que donde est� nuestra dependencia, se deben nuestras devociones. Pero, �qu� rid�culo parecer�a si se adorara as� y se rezara a s� mismo?

3. De acuerdo con el honor que le damos a Dios y el respeto que se muestra a la religi�n, podemos esperar ser honrados por �l; as� podemos esperar que sea el evento. Es f�cil concebir que as� ser� el evento, ya que Dios gobierna el mundo, y cuando ponemos las cosas en su debido orden, no hay raz�n para pensar que la prosperidad, el honor y el �xito deben acompa�ar a los que honran a Dios. , como el calor y la luz hacen el sol.

Y, sin embargo, si nos acercamos y vemos el caso como suele ser de hecho, lo encontraremos muy diferente de lo que es en la especulaci�n. Si, en verdad, esto fuera as� constantemente, que aquellos que honran a Dios siempre fueran honrados por �l con marcas de favor tan peculiares que los distingu�an de los dem�s, servir�a como un car�cter por el cual los buenos podr�an distinguirse de los malos. Pero como nada es m�s evidente de la experiencia com�n que que todas las cosas, en t�rminos generales, son iguales para todos, entonces aquellos que no honran a Dios pueden tener la misma suerte que aquellos que s� lo hacen, y los que s� lo honran no obtienen mejores resultados que los que s� lo hacen no; y as� se perder� la fuerza del argumento en el texto.

Pero dejando a un lado, por el momento, lo que pueda decir en defensa del m�todo de la providencia divina en una dispensaci�n tan promiscua de las cosas y la conciliabilidad de la proposici�n en el texto con ella, en cuanto a personas particulares, debemos recordar qu� Ya se ha dicho que se debe aplicar m�s especialmente a aquellas personas que son de car�cter eminente en cuanto a calidad u oficio, o por las ventajas que tienen y mejoran para la honra de Dios y la promoci�n de la religi�n.

Y seguramente Dios los considerar� m�s especialmente. Pero si elevamos el argumento m�s alto y lo aplicamos a naciones y comunidades, mejorar� en nuestras manos, y tenemos un ejemplo noble de esta verdad. Debe reconocerse que Dios, que se preocupa por las flores del campo, las aves del cielo y las bestias de la tierra, est� mucho m�s preocupado por el bien, la conservaci�n y la felicidad de la humanidad, como �stos en su la naturaleza supera a la otra; pero como no vemos todos los eventos y circunstancias relacionados con los hombres en este mundo, y que hay una reserva para ellos en otro, no podemos resolver lo que se relaciona con ellos, sino que nos vemos obligados a suspender, y debemos reconocer hay grandes dificultades, y eso debe seguir siendo as�, hasta que el todo llegue a ser revelado.

Pero ahora, en cuanto a los hombres combinados en sociedades, el caso no es tan confuso, porque all� podemos, hablando en general, observar, y tal vez, si se conservara una historia cuidadosa de hechos y eventos, parecer�a que Dios honra a esas naciones. que lo honran, y que no hay pueblo entre los cuales, as� como por su pr�ctica como las leyes, la virtud y la religi�n, han sido y son alentados, pero tienen una bendici�n adecuada acompa��ndola, y la providencia divina aparece eminentemente en su favor.

Hay algunos vicios que, por su propia naturaleza y aparentes consecuencias, desarraigan familias, hacen a las naciones afeminadas y de esp�ritu pobre, y las convierten en una presa f�cil para el intr�pido invasor: como fue evidente en los tiempos de declive del imperio romano, en declive en tanto en virtud como en poder, y decayendo en poder, porque decayeron en virtud. Pero hay otros pecados que tienen influencia en los juicios que caen sobre una naci�n, y especialmente una naci�n en alianza con Dios, como iglesia, que los priva de su mejor defensa, la protecci�n de Dios, y los expone a la el peor de los peligros; y estos pecados son un desprecio profano o un descuido de las cosas sagradas.

II. Considerar la proposici�n en el texto, en relaci�n con el contexto, y con la cuesti�n de hecho a la que est� sujeta. Eli, investido con el poder y la autoridad supremos, tuvo la oportunidad de hacer el mayor bien, de reformar los asuntos en la Iglesia y el Estado, y asentarlos sobre una base segura y duradera. En el cual, cu�n felizmente lo logr� durante un tiempo, y para que se verificara en �l la primera parte del texto: �A los que me honran, honrar�; sin embargo, despu�s siguieron tan grandes des�rdenes, a trav�s de las malas pr�cticas de sus hijos, y su indulgencia hacia ellos, que atrajeron sobre �l una severa serie de juicios.

�Y pueden las personas a quienes Dios ha bendecido con dones y talentos por encima de otros, o elevado por su providencia a un estado de eminencia, pensar que no se les exige m�s en su puesto p�blico que si perdieran el tiempo en alg�n rinc�n oscuro? , igualmente desconocido y no rentable para el mundo? ( Lucas 12:48 .) ( John Williams, DD )

Honrando a Dios

Primero, aqu� est� el honor que reside en Dios. En segundo lugar, honrar�; es decir, honor comunicado y difundido de Dios. En tercer lugar, honor por honor, un pacto establecido para el avance de nuestra gloria, si glorificamos a Dios. Dejemos que el honor debido a Dios tenga el primer lugar. Si se nos ordenara magnificar y adorar lo que es vil y despreciable, como dioses de plata y oro, entonces se podr�a demostrar por qu� la carne y la sangre deber�an desde�arlo.

Es el Rey de reyes y la excelencia de Jacob; Se sienta en un trono que est� rodeado por un arco iris ( Apocalipsis 4:1 ). S� que ser� m�s provechoso ejemplificar detalles de honor y adoraci�n, en los que Dios se deleita especialmente.

1. Debemos magnificar su nombre.

2. Obedezca su palabra y sus mandamientos.

3. Debemos dar reverencia a Sus sacramentos, como a los sellos de Su amor y misericordia.

4. Obedece a sus magistrados. Perm�tanme declarar esta bendici�n de Dios en particular. La vida del hombre se divide en tres edades. Primero, aqu� est� nuestra conversaci�n sobre la tierra, cuyos honores llamamos ascensos pol�ticos, pero los d�as de esta vida son pocos y malvados, y los honores son igualmente breves. La segunda vida es la voz de la fama cuando estamos muertos, seg�n vivimos en el buen testimonio de los hombres, o seamos olvidados por completo. Y la �ltima vida es la vida de gloria. As� ves que Dios ha dispersado su bendici�n de honores:

1. En t�tulo y preeminencia;

2. En un bendito recuerdo;

3. En una corona de gloria.

De esto he hablado por la primera parte del honor que Dios da en esta vida, y por estos dos fines: Primero, promover el bien p�blico; en segundo lugar, estar deprimido en humildad. Pero dir�s: �con qu� honraremos a Dios? Con el coraz�n, dese�ndolo; con la boca, confes�ndole; con la mano, con la abundancia de su sustancia enriqueciendo la porci�n de Dios. "Los que lo desprecian ser�n tenidos en cuenta". �Qu� palabras soportar�n mejor esta divisi�n de dos partes?

1. Aqu� hay un desd�n muy inmerecido de que Dios sea despreciado en la opini�n de los hombres.

2. Aqu� hay un desprecio y un desprecio justamente merecidos, un hombre tan despreciado a los ojos de Dios. La primera se�al de desprecio es que condenamos lo que descuidamos comprender, como cuando un hombre prudente no se golpea la cabeza para estudiar artes curiosas e ilegales, es manifiesto que las desprecia; as� que, quienquiera que seas, que no sea doloroso comprender la suma de tu fe y el misterio de tu salvaci�n, debe ser concedido que no lo pongas en precio ni estimaci�n.

En segundo lugar, las cosas que despreciamos las olvidamos f�cilmente, el olvido es un signo de desprecio. En tercer lugar, el desprecio se ve en no tomarlo en serio, en no ser herido de compasi�n cuando Sion se desperdicia y el honor de Dios es pisoteado. Escuchen ahora el cuarto signo de desprecio y desprecio, que consiste en hablar mal de aquellas cosas que son preciosas para Dios y de alta estima.

En quinto lugar, entrar en la observaci�n de un comentarista juicioso es una aparente repugnancia por el desprecio; para no temblar ante su ira que amenaza. En sexto lugar, sacar otra flecha del mismo carcaj, es una se�al de que subestimamos el poder de otro, de no volar en Su ayuda cuando necesit�bamos alivio.

En s�ptimo lugar, perm�tame tomar prestado el discurso de la diosa enojada, cuando pens� que deber�a ser condenada; es decir, cuando el sacrificio no llega en abundancia al altar, es una indignidad inigualable, y Dios lo desprecia mucho.

1. El orden de estas partes nos lo insinuar�; porque la promesa va antes que Minacie, el afecto del amor antes que la destrucci�n de la ira. A los que me honran, honrar�. Dios comienza al final donde hay una recompensa en la mano derecha.

2. Dios honrar� el bien, lo asumir�, que la bendici�n es su acto apropiado. �D�nde est� el avance de los orgullosos? �D�nde hay un honor que sea noble y, sin embargo, apueste por la verdadera nobleza de la virtud y la religi�n? ( Obispo Hackett. )

Versículos 31-34

Te cortar� el brazo.

Juicio sobre un sacerdocio falso

�Como un sacerdote o int�rprete de lo santo es el m�s noble y supremo de todos los hombres, as� el sacerdote falso es el m�s falso y el m�s vil; tampoco es dudoso que sus can�nicos, si fueran las tiaras del Papa, le sean arrancados alg�n d�a para hacer vendajes para las heridas de la humanidad, o incluso para quemarlos en yesca con fines cient�ficos o culinarios honestos �. ( T. Carlyle. )

Versículo 33

En la flor de su edad.

Muerte prematura como consecuencia de la negligencia de los padres

Ahora bien, es demasiado evidente para exigir prueba, que el pecado, del que El� fue culpable, naturalmente tiende a producir la consecuencia que aqu� se amenaza como castigo. Cuando se permite que los j�venes se vuelvan viles, sin restricciones, es casi inevitable que caigan en caminos que tienden a socavar sus constituciones y acortar sus d�as. De hecho, es un hecho bien conocido que, en las ciudades populosas, comparativamente pocos viven hasta envejecer, y que una proporci�n mucho mayor de la humanidad, especialmente del sexo masculino, que est� m�s expuesto a la influencia de la tentaci�n, muere en la flor. o meridiano de sus d�as, que en el pa�s donde la disciplina de los padres est� menos descuidada y los j�venes est�n sometidos a mayores restricciones.

Si los padres desearan que sus hijos prolongaran una corta vida de debilidad y enfermedad, y murieran antes de llegar a la mitad de la edad com�n de los hombres, no podr�an adoptar medidas mejor calculadas para producir este efecto que soltar las riendas de la autoridad paterna. y permitirles que sigan sus propias inclinaciones y se asocien sin restricciones con compa�eros viciosos. Por lo tanto, podemos considerar la muerte prematura de los ni�os no gobernados como la consecuencia natural, as� como el castigo habitual, de la negligencia de los padres. ( E. Payson, DD )

Versículo 35

Y me levantar� sacerdote fiel.

Rechazo y elecci�n

I. El principio del rechazo Divino es siempre el mismo.

1. No hay nada arbitrario en el trato de Dios con los hombres.

(1) Nos lo parecen:

(2) Solo porque ignoramos muchos de los hechos que �l conoce.

(3) Si conocemos el todo, deber�amos ver c�mo todos Sus hechos son atribuibles a Su amor y sabidur�a eternos.

(4) Por lo tanto, nunca debemos justificar los tratos de Dios con simples apelaciones a su poder, a su derecho a hacer lo que le plazca, como si su placer pudiera estar en desacuerdo con los dictados del amor infinito y la sabidur�a perfecta.

2. La verdadera causa del rechazo siempre se encuentra en la enemistad contra Dios en el hombre natural. Y esta enemistad se manifiesta en la voluntad propia. �A los que me honran honrar�, ya los que menosprecian a m� ser�n menospreciados� ( 1 Samuel 2:30 ).

(1) As� fue en Sa�l: "�Se complace el Se�or tanto en los holocaustos y en los sacrificios como en obedecer la voz del Se�or?"

(2) As� en los hijos de El�. No amaban la voluntad ni el camino de Dios.

(3) El ejemplo m�s terrible de Judas.

II. Dios no permitir� que Su obra sea descuidada a causa de nuestra infidelidad. �Levantar� a un sacerdote fiel� ( 1 Samuel 2:35 ). En el Antiguo Testamento, Samuel ocup� el lugar de la familia de El�. En el Nuevo Testamento, Mat�as ocup� el lugar de Judas. Observe aqu�, en conclusi�n, dos lecciones separadas.

1. A los que rechazan la obra de Dios. Ser�n rechazados, pero el trabajo no se dejar� sin hacer.

2. A los que se ofrecen a esa obra con sinceridad y devoci�n. �Cu�l es su curso?

(1) Fidelidad: "un sacerdote fiel".

(2) Simpat�a por los prop�sitos de Dios: "Haz conforme a lo que est� en mi coraz�n".

(3) La protecci�n y bendici�n de Dios: "Le edificar� una casa segura".

(4) Aguante: "Andar� delante de mi ungido para siempre". ( WR Clark, MA )

Andar� delante de mi ungido para siempre. -

La santidad se convierte en ministro de Dios

"As� como los licores preciosos se guardan mejor en vasos limpios, as� es el misterio de la fe en una conciencia pura". �Qui�n, de hecho, verter�a a sabiendas un vino selecto en un barril contaminado? No ser�a un ejemplo de su sabidur�a si lo hiciera. Cuando escuchamos de hombres que viven en pecado y, sin embargo, afirman ser ministros de Dios, nos disgustan sus pretensiones, pero sus profesiones no nos enga�an. De la misma manera, nos importan poco los que son cristianos ortodoxos de credo si est� claro que son heterodoxos en la vida.

El que cree la verdad debe ser �l mismo verdadero. �C�mo podemos esperar que otros reciban nuestra religi�n si nos deja asquerosos, falsos, maliciosos y ego�stas? Nos enfermamos al ver un plato sucio y rechazamos incluso la buena carne cuando se coloca sobre �l. Tan pura y santa es la doctrina de la cruz, que al que la oye correctamente se le limpiar� el o�do, al que cree en ella se le limpiar� el coraz�n, y al que la predique, se le limpiar� la lengua. ( CH Spurgeon. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Samuel 2". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-samuel-2.html. 1905-1909. Nueva York.