Bible Commentaries
1 Samuel 30

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-31

Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag.

David en tres situaciones

en Siclag en su angustia, camino a los amalecitas y entre los amalecitas.

I. David en su angustia. Vea en �l el beneficio frecuente de la aflicci�n del pueblo de Dios. En este caso, hizo inmediatamente dos cosas por David.

1. Le devolvi� el valor y la fuerza espirituales. Mira unos m�s al cap. 27. Encontramos all� que su coraz�n le falla; y, como un ciervo asustado, huye de Jud� a la tierra de los filisteos. Ahora bien, �cu�ndo sucedi� esto? Dir�s: "Sin duda, cuando Sa�l estaba cerca de �l, listo para quitarle la vida"; pero no; fue en un momento en el que parec�a menos probable que sucediera, cuando David hab�a humillado a Sa�l hasta el polvo con su magnanimidad.

David dice en su coraz�n: "Un d�a perecer� ahora por mano de Sa�l", y all� va el otrora valiente campe�n de Israel, t�mido y agachado, a buscar la protecci�n de un rey pagano. Vea aqu� lo que es el hombre; ver lo que es incluso un siervo de Dios, cuando se lo deja a s� mismo. Puede caer sin un golpe. Ahora, regresemos al cap�tulo que tenemos ante nosotros. Aqu� est� este mismo David, el fugitivo asustado, tranquilo y valiente, �y d�nde? En una situaci�n de extrema angustia y peligro; con su casa incendiada, su familia en manos de sus enemigos, y con seiscientos hombres medio fren�ticos a su alrededor amenazando con quitarle la vida. �Oh, c�mo Dios glorifica a veces su gracia en nuestro mundo! "A qu� hora tengo miedo", no, en una hora tranquila, no, en una hora espantosa, "a qu� hora tengo miedo, en ti confiar�".

2. La aflicci�n de David le devolvi� tambi�n una santa precauci�n y desconfianza en s� mismo. Lo llev�, aunque no tem�a nada m�s, a temerse a s� mismo. Ahora busca el consejo del Se�or. Deber�amos haber esperado que hubiera hecho esto antes por su miedo cuando huy� a la tierra de los filisteos, o cuando sigui� al ej�rcito de Aquis contra Israel, pero no lo hizo. �David consult� a Jehov�, diciendo: �Perseguir� a esta tropa? �los alcanzar�? " Esto es lo que quiere decir la Escritura al reconocer a Dios en nuestros caminos.

Y as�, la aflicci�n de David fue un beneficio para �l: le devolvi� el valor y la fuerza espirituales, lo llev� a buscar el consejo del Se�or y a someterse a �l en sus caminos. En el caso de Su pueblo, el Se�or convierte incluso estas cosas amargas en una cuenta bendita. As� ama a Su pueblo, que ni siquiera puede herirlos sin bendecirlos. Sus mismos juicios se convierten en misericordias. As� encontramos a David, en el Salmo, de unir misericordia y juicio, y decir que se regocijar� en ambos y cantar� en ambos.

II. Veamos ahora a David en otra situaci�n: de camino a los amalecitas. Veremos que se encontr� en �l con des�nimo y tambi�n con �nimo, una mezcla de ambos.

1. El des�nimo que encontr� al principio. No sabemos el n�mero de estos amalecitas, pero est� claro que fue grande, porque los que escaparon, dice el vers�culo 17, fueron cuatrocientos, y se habla de ellos como un remanente, una peque�a parte del total. Estos soldados, estos fugitivos y exiliados, no solo pueden llorar como si sus corazones se quebraran por sus esposas e hijos, sino que en el momento en que existe la posibilidad de recuperarlos, est�n tan ansiosos en la persecuci�n que un tercio de su n�mero hundirse r�pidamente en el cansancio.

"Llegaron", leemos, "al arroyo Besor", y all� "estaban tan d�biles que no pod�an pasar". Pero, �c�mo funcionar� esto en David? �No volver�n ahora sus viejos miedos? �No lo veremos detenerse y vacilar y quiz�s volverse? No; un hombre nunca vacila ni se vuelve atr�s en el camino del deber, que est� haciendo del Se�or su fuerza.

2. El �nimo de David. Y perm�tanme decirles que en su viaje al cielo, o al emprender cualquier buen trabajo en ese viaje, deben calcular el encontrarse con ambas cosas, tanto con des�nimo como con �nimos. Tu camino no ser� uniforme. El des�nimo de David fue la p�rdida de doscientos hombres, aparentemente una p�rdida formidable; no result� nada. �Su est�mulo fue qu�? Proven�a de un hombre, un hombre enfermo, un hombre apenas vivo; e hizo todo lo que David quiso.

El caso fue este. Uno de los amalecitas, al irse de Siclag, ten�a un esclavo enfermo, un egipcio. Lo abandona, lo deja en un campo a morir. Tres d�as despu�s, los hombres de David suben y lo encuentran; amablemente le dan de comer y lo restauran. "�Puedes decirnos", pregunta David, "d�nde podemos encontrar a los amalecitas?" "Puedo", dice el hombre, y en poco tiempo lo lleva a la vista del campamento.

Aqu�, como puede observar, David recibi� ayuda de alguien que no pod�a ayudarse a s� mismo; y, como result�, una ayuda eficaz; y ayuda, observa tambi�n desde la misma hueste de sus enemigos. Cualquier cosa servir� al Se�or cuando el Se�or tenga que derrocar a sus enemigos o ayudar a su pueblo, no necesita mover cielo o tierra, no necesita crear instrumentos poderosos para hacerlo; cualquier cosa en su poderosa mano lo har� - una cosa n�ufraga, una cosa despreciada, abandonada.

III. Pero mire ahora a David en una tercera situaci�n: en el campamento de los amalecitas. Cuando se encontr� con ellos, los encontr� en un estado de alboroto y desorden. �Paz y seguridad� son palabras espantosas en la boca de un hombre pr�spero que se deleita; luego, a menudo, "viene destrucci�n repentina, y no escapar�". Belsasar se deleit� con alegr�a y sin miedo en el banquete que hab�a preparado; pero �en esa noche�, la misma noche de su fiesta, �fue muerto Belsasar, rey de los caldeos.

Y f�jense, fue el gran bot�n que estos Amalecitas hab�an tomado lo que los regocij� tanto. Se regocijaban con su bot�n en el mismo momento en que estaban a punto de perder su bot�n y sus vidas juntos. �Hay aqu� un hombre cuyo mayor gozo sea el bot�n que ha tomado? las adquisiciones que ha realizado? sus honores o su riqueza? Que ese hombre vea que �l y ellos pueden separarse en una hora. Ma�ana pueden estar en otras manos y �l en otro mundo.

David, leemos, hiri� a estos amalecitas, los hiri� desde el crep�sculo, de un d�a hasta la tarde del siguiente. Su destrucci�n fue completa o casi completa. Recuerda qui�nes eran estos hombres. Eran una naci�n condenada por Dios a ser exterminada como consecuencia de su odio decidido hacia �l y su pueblo. David lo sabe. Por lo tanto, no estaba complaciendo su propia venganza, sino obedeciendo el mandato del Se�or, al herirlos.

Pero observe, aunque estos hombres eran enemigos de Dios, �l los hab�a empleado antes en su obra. Hay un siervo suyo para ser castigado; ser�n vara en su mano para castigarlo. �Iremos y saquearemos a Siclag�, dicen; �l los deja ir, y mientras ellos logran sus fines, �l los hace cumplir los Suyos; �l anula su incursi�n de saqueo para traer de vuelta al David errante a S� mismo.

Es un pensamiento solemne, pero glorioso, que hombres inicuos y esp�ritus inicuos, que el infierno con sus legiones, as� como el cielo con sus gloriosas huestes, est�n haciendo cada hora la obra de Jehov�. Esto no debe reconciliarnos con el pecado, pero ayuda mucho a aquietar la mente cuando est� enferma y angustiada por el pecado, �el agravio y el ultraje�, con el que el mundo est� lleno. Otro incidente en esta historia que debemos notar: esta victoria sobre estos amalecitas fue acompa�ada de una recuperaci�n de todo lo que David hab�a perdido.

Dos veces esto se menciona y se menciona particularmente. No somos solo nosotros los que estamos a salvo en las manos de Dios si somos suyos, todo lo que nos pertenece est� a salvo all�. No es seguro en ning�n otro lugar. Cuando se lo entregamos, �l recuerda que lo hemos hecho y lo toma como Su cargo. Llegar� una hora en la que Dios nos permitir� ver que ha cuidado bien de todo lo que es nuestro, as� como de nosotros, tal cuidado en el que apenas hab�amos pensado.

La salud que hemos perdido en Su servicio, las propiedades que pudimos haber gastado en Su causa, la ganancia terrenal o el amor o el honor terrenales que hemos sacrificado por Su pastel, volveremos a o�r hablar de ellos en el cielo. �Oh, qu� recompensa nos espera all� para ellos! ( C. Bradley, MA )

Versículo 6

David se anim� a s� mismo en el Se�or su Dios.

David anim�ndose a s� mismo en Dios

I. La angustia de David.

1. David estaba muy angustiado, porque hab�a estado actuando sin consultar a su Dios. Quiz�s algunos de ustedes est�n angustiados de la misma manera: han elegido su propio camino y ahora est�n atrapados en los arbustos enredados que desgarran su carne. Ustedes se han tallado y se han cortado los dedos; has obtenido el deseo de tu coraz�n, y mientras la carne a�n est� en tu boca, ha venido con ella una maldici�n. Dices que "lo hiciste para mejor"; s�, pero ha resultado ser lo peor.

2. Peor que esto, si peor puede ser, David tambi�n hab�a seguido la pol�tica en lugar de la verdad. La mente oriental estaba, y probablemente todav�a lo es, a la mentira. Los orientales no creen que est� mal decir una mentira; muchos lo hacen habitualmente. As� como un comerciante honrado en este pa�s no ser�a sospechoso de una falsedad, tampoco en la antig�edad se sospechar�a que el oriental promedio alguna vez dijera la verdad si pudiera evitarlo, porque sent�a que todos los dem�s lo enga�ar�an. y por eso debe practicar una gran astucia. La regla de oro en los d�as de David era: "Haz otros, porque otros ciertamente te har�n".

3. Sin embargo, su angustia fue m�s severa por otra raz�n, porque David se hab�a puesto del lado de los enemigos del pueblo del Se�or.

4. Imag�nese la posici�n de David, en el centro de su banda. Ha sido expulsado por los se�ores filisteos con palabras de desprecio; sus hombres se han burlado de - ��Qu� hacen estos hebreos aqu�? �No es este David? �Qu� hacen estos hebreos aqu�? " es la pregunta sarc�stica del mundo. "�C�mo es posible que un cristiano profesante act�e como lo hacemos nosotros?"

5. Detr�s de esto vino el duelo. Sus esposas se hab�an ido.

II. El �nimo de David: "Y David se anim� a s� mismo". Eso est� bien, David no intent� al principio animar a nadie m�s; pero se anim� a s� mismo. Algunas de las mejores charlas del mundo son las que un hombre tiene consigo mismo. El que habla a todos menos a s� mismo es un gran necio. Creo escuchar a David decir: ��Por qu� te abates, oh alma m�a, y por qu� te turbas dentro de m�? espera en Dios; porque a�n lo alabar�.

David se anim� a s� mismo. Pero se anim� a s� mismo "en el Se�or su Dios", es decir, en Jehov�. �sa es la forma m�s segura de animarte. David podr�a haber obtenido, si hubiera querido, una medida de aliento de aquellos hombres valientes que se unieron a �l en esta �poca en particular; pues sucedi�, seg�n 1 Cr�nicas 12:19 , que muchos se unieron con su banda a esa hora.

Si est�n en problemas, y sus problemas est�n mezclados con el pecado, si se han afligido por sus rebeliones y perversidades, sin embargo, les ruego que no busquen ayuda en ning�n otro lugar que no sea el Dios a quien han ofendido. Cuando levante su brazo, por as� decirlo, para ejecutar venganza, ag�rralo y te perdonar�. �No dice �l mismo: "Que se aferre a mi fuerza?" Recuerdo que el viejo maestro Quarles tiene una extra�a imagen de uno tratando de golpear a otro con un mayal, y �c�mo escapa el otro? Vaya, entra corriendo y se mantiene cerca, por lo que no es golpeado.

Es exactamente lo que hay que hacer. Ac�rcate a Dios. Af�rrense a �l por la fe; mant�nganse firmes en �l en la esperanza. Di: "Aunque me matare, tendr� terror en �l". Resuelve: "No te dejar� ir". Tratemos de concebir la forma en que David se animar�a en el Se�or su Dios.

1. De pie en medio de esas ruinas, dec�a: "Sin embargo, el Se�or me ama y yo lo amo".

2. Luego fue m�s all� y argument�: ��No me ha elegido Jehov�? �No me ha ordenado rey de Israel? �Necesita una interpretaci�n de esta par�bola? �No pueden ver su aplicaci�n a ustedes mismos?

3. Luego repasar�a todas las liberaciones pasadas que hab�a experimentado.

III. David preguntando a Dios.

1. Observe que David da por sentado que su Dios lo ayudar�. Solo quiere saber c�mo est�. ��Debo perseguir? debo adelantar? "

2. Cabe se�alar, sin embargo, que David no espera que Dios lo ayude sin que �l haga lo mejor que pueda. �l pregunta: ��Perseguir�? debo adelantar? "

3. David tambi�n desconfiaba de su propia fuerza, aunque estaba bastante dispuesto a usar lo que ten�a; porque dijo: "�Debo adelantar?" �Pueden mis hombres marchar lo suficientemente r�pido para alcanzar a estos ladrones?

IV. La respuesta de paz de David. El Se�or escuch� su s�plica. �l dice: "En mi angustia, clam� al Se�or y �l me escuch�". Conf�a en el Se�or tu Dios. Cree tambi�n en su Hijo Jes�s. Deshazte de la fe falsa y cree de verdad. Deshazte de la fe profesional y conf�a en el Se�or en todo momento, en todo. ( CH Spurgeon. )

David anim�ndose a s� mismo en Dios

I. Se �anim� a s� mismo en el Se�or su Dios�, eso es lo que se dice que hizo.

1. �En el Se�or�, observe. El primer paso hacia el verdadero consuelo en el dolor real es sentir que debe venir de Dios, y el siguiente es elevar nuestras mentes a Dios; para llevarlos por encima de las cosas que nos angustian.

2. �El Se�or�, observe nuevamente - Jehov�, como indican las letras may�sculas en nuestras Biblias; el Dios autoexistente, eterno, inmutable, ilimitado y todo suficiente.

3. Pero un punto material que debe notarse aqu� es la conexi�n de David con este Ser superior. Fue "el Se�or su Dios", en quien se anim�. Implica claramente un conocimiento de Dios, alguna relaci�n previa con �l y una conexi�n formada entre �l y el alma.

(1) Lo que hizo se opone a dos cosas: primero, al desaliento en los problemas, a entregarnos en ellos a la inacci�n y la desesperaci�n.

(2) Y esta conducta de David se opone tambi�n a un torpe que espera en aflicci�n por consuelo. No se qued� quieto, observ�, para que Dios lo animara, se dispuso a animarse a s� mismo en Dios.

II. Ahora veamos las dif�ciles circunstancias bajo las cuales David hizo lo que aqu� se le atribuye. El texto en s� llama nuestra atenci�n sobre estos. "Pero David se anim� a s� mismo en el Se�or su Dios"; lo hizo a pesar de las circunstancias en las que se encontraba.

1. A pesar de su gran dolor y angustia. A veces pensamos que los soldados no tienen coraz�n, pero no podemos leer este cap�tulo y pensamos que s�. Los hombres que regresaban a sus desolados hogares estaban abrumados por el dolor. La p�rdida de sus esposas e hijos los dej� completamente sin tripulaci�n.

2. David se anim� a s� mismo en el Se�or a pesar de su pecaminosidad. No se nos dice eso, pero debe haber habido una voz all� que dijo: �Todo esto es obra m�a. Todo es fruto de mi propia locura y pecado. Si hubiera confiado en mi Dios y me hubiera quedado en Jud�, o incluso si me hubiera quedado aqu� en Siclag, esto no habr�a sucedido ". No se limit� a esforzarse por animarse a s� mismo, sino que en realidad se anim� a s� mismo, encontr� aliento para s� mismo, en el Se�or su Dios.

Debe haber sido en un momento como este que sinti� por primera vez, si no dijo: "S�, oh Se�or, que tus juicios son justos, y que su fidelidad me ha afligido". ( C. Bradley, MA )

El secreto del coraje

Ahora lo primero que noto es

I. La gran seguridad de la que se apoder� este hombre. No es por accidente, ni si es una mera tautolog�a, que leemos "el Se�or su Dios". Porque, si recuerdas, la nota clave de los salmos que se atribuyen a David es precisamente esa expresi�n: "Dios m�o", "Dios m�o". En lo que respecta a los registros muy fragmentarios de la literatura jud�a, parecer�a que David fue el primero de todos los cantantes antiguos en lidiar con el pensamiento de que �l estaba en una relaci�n personal e individual con Dios, y Dios con �l.

Y as� fue a su Dios a quien se aferr� en esa hora oscura. Ahora bien, no estoy poniendo demasiado en una palabrita cuando insisto en que la esencia misma y el nervio de lo que fortaleci� al rey, en ese momento supremo de desolaci�n, fue la convicci�n que brot� en su coraz�n que, a pesar de todo, �l ten�a un apret�n de Dios, una mano como propia, y Dios lo ten�a a �l, no me atrever�a a decir que la realizaci�n viva, en el coraz�n y en la mente, de esta posesi�n personal de Dios es el diferencia entre una profesi�n de religi�n tradicional, triste y vaga, y una posesi�n vital de la religi�n, pero si no es la diferencia, contribuye en gran medida a explicar la diferencia.

El hombre que se contenta con la generalidad de un Evangelio para el mundo, y que no puede decir m�s que Jesucristo muri� por todos, a�n tiene que aprender la dulzura m�s �ntima y la fuerza m�s vivificante y transformadora de ese Evangelio. y solo lo aprende cuando dice: "Quien me am� y se entreg� a s� mismo por m�".

II. La suficiencia de esta �nica convicci�n y seguridad. Aqu� est� uno de los muchos "peros" elocuentes de la Biblia. Por un lado, se amontona un mont�n negro de calamidades, p�rdidas, traiciones y peligros; y se opone a ellos solo esa cl�usula: "Pero David se anim� a s� mismo en el Se�or su Dios". Dios es suficiente: todo lo que pueda pasar. El Se�or su Dios fue la porci�n suficiente para este hombre cuando era un indigente sin hogar.

Entonces, para la pobreza, la p�rdida, la destrucci�n de las esperanzas terrenales, el aplastamiento de los afectos terrenales, el peligro extremo y la mayor amenaza de muerte, aqu� est� el remedio suficiente: esa poderosa seguridad: "El Se�or es mi Dios". Porque si �l es la fuerza de mi coraz�n, �l ser� mi porci�n por delante. No es pobre quien tiene a Dios por suyo, ni vaga con un coraz�n hambriento quien puede descansar su coraz�n en el de Dios; ni tiene que temer a la muerte quien posee a Dios, y en �l la vida eterna.

Nunca se sabe lo bueno del rompeolas hasta que la tormenta hace rodar las olas contra su lado exterior. Ponga una peque�a vela en una habitaci�n, y no ver� el rel�mpago cuando destella afuera, por m�s tormentoso que sea el cielo y marcado con los dardos de fuego. Si tenemos a Dios en nuestro coraz�n, tenemos suficiente valor y fortaleza.

III. El esfuerzo mediante el cual se logra y se mantiene esta seguridad. Las palabras del original transmiten a�n m�s en�rgicamente que las de nuestra traducci�n el pensamiento de la propia acci�n de David al asegurarle el dominio de Dios como suyo. �l "se fortaleci� en el Se�or su Dios". El hebreo transmite la noci�n de esfuerzo, persistente y continuo; y nos dice esto, que cuando las cosas est�n tan negras como lo estaban alrededor de David a esa hora, no es natural, ni siquiera para un buen hombre, que brote en su coraz�n esta convicci�n tranquilizadora y victoriosa; pero tiene que esforzarse para alcanzarlo y mantenerlo.

Dios lo dar�, pero no lo dar� a menos que el hombre se esfuerce por conseguirlo. �l "se fortaleci� en el Se�or", y si no se hubiera propuesto resistir obstinadamente la presi�n de las circunstancias y arrojarse, por as� decirlo, con un esfuerzo, a los brazos de Dios, las circunstancias habr�an sido demasiadas para �l, y la desesperaci�n habr�a envuelto su alma. En el momento m�s oscuro es posible que un hombre se rodee de la luz de Dios, pero incluso en el m�s brillante no es posible hacerlo a menos que se afecte seriamente.

Ese esfuerzo puede consistir principalmente en dos cosas. Una es que trataremos honestamente de ocupar nuestra mente, as� como nuestro coraz�n, con la verdad que nos certifica que Dios es, de hecho, nuestro. Si nunca pensamos, o pensamos l�nguidamente y raras veces, en lo que Dios nos ha revelado por la Palabra y la vida y la muerte y la intercesi�n de Jesucristo, acerca de �l mismo, Su coraz�n de amor hacia nosotros y Sus relaciones con nosotros, entonces lo haremos. Si un hombre no piensa en la verdad cristiana, no tendr�, ni en tiempos de desastre ni de gozo, la bendita sensaci�n de que �l es nuestro. Si un hombre no piensa en la verdad cristiana, no tendr� la bendici�n de la posesi�n cristiana de Dios.

No hay misterio en el camino hacia la dulzura, la santidad y el poder que puede pertenecer a un cristiano. La �nica manera de conseguirlos es estar ocupados, mucho m�s que la mayor�a de nosotros, con las verdades claras de la revelaci�n de Dios en Jesucristo. Si nunca puedes pensar en ellos, no te afectar�n y no te asegurar�n de que Dios sea tuyo. Hay otra cosa que tenemos que hacer un esfuerzo por hacer, si queremos tener la bienaventuranza de esta convicci�n llenando e inundando corazones de remo.

Porque la posesi�n es rec�proca; decimos: "Dios m�o", y �l dice: "Pueblo m�o". A menos que nos entreguemos a �l y digamos: "Yo soy tuyo", nunca podremos decir: "T� eres m�o". Debemos reconocer su posesi�n de nosotros; debemos rendirnos a nosotros mismos; debemos obedecer; debemos elegirlo a �l como nuestro principal bien, debemos sentir que no somos nuestros, sino comprados por un precio. Y luego, cuando miramos a los cielos as� sumisos, as� obedientes, reconociendo as� Su autoridad y Sus derechos, as� como reclamando Su amor y Su ternura, y lloramos; "Padre m�o", se inclinar� y susurrar� en nuestros corazones: "T� eres mi hijo amado". Entonces seremos fuertes y valientes, por d�biles y t�midos que sean, y seremos ricos, aunque, como David, lo hemos perdido todo. ( A. Maclaren, DD )

Caracter�sticas de la fe de David

I. La realidad de la fe de David. Prob� su realidad por su poder de animarlo. Le inspir� coraje; reuni� los poderes dispersos y postrados de su alma; le abri� un camino de esperanza; lo prepar� para las necesidades de la ocasi�n.

II. Esto nos lleva a comentar sobre la suficiencia de la fe de David. Es posible que tenga la fuerte impresi�n de que, con certeza, ser� ayudado, liberado, pero la impresi�n puede ser toda una ilusi�n, �el tejido sin fundamento de una visi�n�, una alucinaci�n de la mente. La fe de David era real subjetivamente, porque estaba suficientemente bien fundamentada objetivamente. �l �se anim� a s� mismo en el Se�or su Dios.

�La fe separada de un objeto adecuado es impotente; inspirado por tal objeto - s�lo hay Uno - es poderoso, pone coraz�n en los d�biles, pone entusiasmo en los desesperados, imponiendo a Dios es omnipotente.

III. Otro rasgo de la fe de David es su actividad, su energ�a. David se apresur� a apropiarse de la fuerza que el Objeto de su fe, y su fe en ese Objeto, estaban calculadas para inspirar. "Se anim� a s� mismo en el Se�or su Dios". �Qu� bendito arte este de autoanimarse en Dios! Hay una actitud de fe pasiva. El lenguaje de su triunfo entonces es el manso, "H�gase tu voluntad". Pero la fe es activa, viva. Este es su rasgo caracter�stico.

IV. No olvidemos el car�cter pr�ctico de la fe de David (de 5: 7). No era el momento de tumbarse en la tierra; hab�a algo que hacer, y hacerlo de inmediato. La fe de David dio forma y fuerza a su acci�n. Pide el efod, consulta al Se�or, obtiene una respuesta favorable, persigue a los amalecitas, rescata a los cautivos, inflige un golpe demoledor a los captores. Aplicaci�n: - "�Nil desperandum!" Podemos animarnos unos a otros en el Se�or nuestro Dios.

�l es nuestro si lo aceptamos. En Jesucristo, �l es nuestro Se�or y nuestro Dios. Y si queremos animarnos as�, debemos mantener un esp�ritu de tranquila ecuanimidad. ( Joseph Morris. )

Versículos 11-13

Y encontraron a un egipcio en el campo.

Beneficencia cristiana

La influencia degradante de la prosperidad y el �xito, y la tendencia humanizadora del desastre y la angustia, nunca fueron contrastadas m�s sorprendentemente que en la parte de la historia sagrada a la que las palabras que ahora se han le�do dirigen nuestra atenci�n. Nos muestra, por un lado, un ejemplo doloroso de crueldad salvaje y negligencia, en medio del triunfo y la alegr�a; y presenta, por otro lado, un grato ejemplo de ternura y simpat�a en la �poca del dolor y la depresi�n.

Con la excepci�n de una circunstancia, el caso de este joven egipcio es uno que se nos presenta a diario y hace un llamamiento constante a nuestra simpat�a y beneficencia. La excepci�n a la que aludo es aquella por la que nunca podremos estar suficientemente agradecidos con Aquel que se�ala los l�mites de nuestra habitaci�n. En esta tierra de hombres libres, la esclavitud nunca se suma a las miserias de los miserables y, en la hora m�s l�gubre de pobreza y angustia, la conciencia de la libertad se deja para consolar al que sufre.

Pero en esta �nica, aunque invaluable, excepci�n, los sufrimientos de este joven egipcio tienen muchos paralelos en este valle de l�grimas. La uni�n de la pobreza y la enfermedad es una de las formas m�s comunes de miseria humana; su amargura puede estimarse sin ning�n esfuerzo de fantas�a, y su angustia pintada sin la ayuda de la imaginaci�n. La pobreza y la enfermedad se nos presentan tan a menudo en uni�n melanc�lica que, describirlas, no es recurrir a la fantas�a, sino copiar el triste original.

1. La primera y m�s obvia consideraci�n que nos llama al ejercicio de la humanidad y la misericordia, es nuestra propia responsabilidad ante esos mismos males que reclaman nuestra simpat�a y alivio. La pobreza y la enfermedad no afectan exclusivamente a ning�n individuo en particular, entre los hijos de los hombres. Implican la ausencia de las bendiciones m�s fr�giles y perecederas de nuestro destino.

2. A continuaci�n, eres consciente de que la autoridad del Evangelio impone la compasi�n hacia los pobres afligidos. El divino autor del cristianismo fue ungido para proclamar buenas nuevas a los pobres, y los pobres y los afligidos fueron su constante cuidado. Toda su vida fue un gran acto de benevolencia; y ya sea que pensemos en la pureza de sus motivos, o en la extensi�n de sus designios del bien, o en sus infatigables labores o en sus dolorosos sufrimientos por la causa de la humanidad, tenemos ante nosotros un modelo de caridad y misericordia, el m�s conmovedor e instructivo .

Y con Su conducta, Su doctrina coincide de la manera m�s hermosa. Respira paz y buena voluntad al hombre; e impone a todos sus seguidores el mismo amor que �l mismo manifest� a los hijos de los hombres.

3. Les ruego que recuerden que nuestra negligencia en los ejercicios de misericordia hacia los afligidos ser� la base de esa sentencia que en el d�a de nuestro �ltimo relato se pronunciar� sobre todos nosotros. En t�rminos que el entendimiento m�s simple puede comprender, pero que ning�n coraz�n puede o�r sin el m�s profundo temor, el Juez de todos nos ha asegurado que en esa hora cuando estemos ante �l, se har�n las preguntas m�s escrutadoras acerca de nuestra conducta hacia el hijo de la necesidad. ( John Johnston. )

El sirviente marginado

Aqu� tiene una viva imagen del siervo desechado de Satan�s: "Y encontraron a un egipcio en el campo". Al no poder seguir trabajando activamente para su maestro, se queda a vivir una existencia miserable. Nunca uno de los siervos felices de Cristo dir�: "Mi amo me dej�". David ahora descubre que hab�a estado alimentando a un antiguo enemigo, que este hombre era uno de los que hab�an saqueado y destruido Siclag: pero nunca David fue un perdedor al ministrar a un enemigo.

Este egipcio se ha convertido ahora en su gu�a y lo lleva al lugar donde los amalecitas se deleitaban con lo que se hab�an llevado de Siclag. �Y cuando lo hizo descender, he aqu� que se esparcieron por toda la tierra�. Habiendo estado tres d�as sin perseguidores, concluyen que ahora todo est� a salvo, y como si el mundo fuera suyo, se extienden por toda la tierra. �Conoce el tiempo establecido en el que los pecadores ser�n destruidos? Es justo cuando dicen �Paz y seguridad� ( 1 Tesalonicenses 5:3 ), cuando se sienten m�s seguros, y en una hora en que no piensan.

As� fue con estos miserables juerguistas. �Oh! cuando el Se�or de David venga sobre sus enemigos como un valiente, cuando venga a recuperar todo el bot�n, cuando presente la acusaci�n solemne: "Hab�is robado a Dios", cuando todo sea restaurado a su leg�timo due�o, entonces volver� el juicio. a la justicia, y todos los rectos de coraz�n la seguir�n ( Salmo 94:15 ).

�Crees que David podr�a olvidar a sus doscientos d�biles soldados? No si David tuviera algo de la mente que est� en Cristo. No, el primer acto es volver con ellos y saludarlos o preguntarles c�mo les fue. Pero todos los que siguen a David no son como David: "empujar�an al d�bil con el costado y el hombro", y de buena gana se quedar�an con todos ellos mismos. �Oh! Cuando sientas este esp�ritu codicioso y codicioso, este temor creciente y ojos celosos, no sea que otro, a quien no crees que lo merezca, obtenga tanto como t�, recuerda que es la marca de un animal inmundo, es la caracter�stica de los hijos de Belial.

Muy diferente es el lenguaje de David y sus verdaderos seguidores. �Entonces dijo David: No har�is as�, etc. �Hermosa ley! digno del rey David y del Se�or de David. S�, bendito sea el Dios de toda gracia, "as� fue desde ese d�a en adelante, que lo convirti� en estatuto y ordenanza para Israel hasta el d�a de hoy". La que se queda en casa sigue repartiendo el bot�n; su Dios lo considera su acto, aunque s�lo sea en su coraz�n; s�, �l dice con bondad: �El deseo del hombre es su bondad� ( Proverbios 19:22 ).

�Se separar�n por igual! el mismo Cristo, el mismo Consolador, el mismo don gratuito, el mismo cielo. David tampoco olvid� a ninguno de sus antiguos amigos. Todos los que lo hab�an servido en sus apuros y dificultades encontrar�n que no es olvidadizo ni ingrato. A todos los lugares donde �l y sus hombres sol�an frecuentar, se env�a un regalo. �Porque Dios no es injusto. Olv�dense de su obra y de su labor de amor que han mostrado hacia su nombre, Hebreos 6:10 a los santos y ministrando� ( Hebreos 6:10 ). ( Helen Plumptre. )

Versículo 20

Este es el bot�n de David.

El bot�n de David

David puede ser considerado como un tipo muy especial de nuestro Se�or Jesucristo.

I. Comenzamos con la primera observaci�n de que, pr�cticamente, todo el bot�n de ese d�a fue bot�n de David, y en verdad, todo el bien que disfrutamos nos llega a trav�s de nuestro Se�or Jes�s.

1. Los hombres de David derrotaron a los amalecitas y tomaron su bot�n, pero fue por el bien de David que Dios dio �xito a la banda.

2. Adem�s, los hombres de David obtuvieron la victoria sobre Amalec gracias al liderazgo de David. Si no hubiera estado all� para guiarlos a la lucha, en el momento de su desesperaci�n habr�an perdido todo el �nimo y habr�an permanecido entre los muros en llamas de Ziklag como una compa��a desconcertada. El Se�or Jesucristo estuvo aqu� entre nosotros y pele� nuestra batalla por nosotros, y recuper� todo lo que hab�amos perdido por la ca�da de Ad�n y por nuestro propio pecado.

Dijeron de Waterloo que era una batalla de soldados y que la victoria se deb�a a los hombres; pero la nuestra es la batalla de nuestro Comandante, y cada victoria que ganemos se debe al gran Capit�n de nuestra salvaci�n. Y nuestro Se�or Jes�s ha recuperado para nosotros tanto el lucro como el pasado. Nuestra perspectiva era ciertamente sombr�a y oscura hasta que vino Jes�s; pero �oh, qu� brillante es ahora que ha completado su gloriosa obra! La muerte ya no es la temida tumba de todas nuestras esperanzas. El infierno ya no existe para los creyentes. El cielo, cuyas puertas fueron cerradas, ahora est� abierto de par en par a toda alma que crea. Hemos recuperado la vida y la dicha inmortal.

II. Esas cosas buenas que ahora poseemos, adem�s de las que perdimos por el pecado, nos llegan por medio del Se�or Jes�s. Y primero, piense: En Cristo Jes�s, la naturaleza humana se eleva donde nunca deber�a haber estado antes. El hombre fue creado en su inocencia para ocupar un lugar muy elevado. �Le hiciste se�orear sobre todas las obras de tus manos; Todo lo pusiste bajo sus pies �. El ser m�s cercano a Dios es un hombre.

La existencia m�s noble - �c�mo lo dir�? - el m�s noble de todos los seres es Dios, y el Dios-hombre Cristo Jesse, en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, est� con �l en el trono. Es un honor maravilloso esto, que la hombr�a sea llevada a una conexi�n �ntima, s�, �uni�n absoluta con Dios!

2. Otra bendici�n que no exist�a antes de la ca�da y, por lo tanto, nunca se perdi�, sino que llega a ser un excedente, es el hecho de que somos redimidos.

3. Seremos criaturas que han conocido el pecado y hemos sido recuperados de su contaminaci�n. Siempre recordaremos el precio por el que fuimos redimidos; y tendremos lazos sobre nosotros que nos unir�n a una lealtad inquebrantable hacia Aquel que nos exalt� a una condici�n tan gloriosa.

4. Recibimos bendiciones desconocidas para seres que nunca han ca�do.

5. Una vez m�s, en mi opini�n, es un hecho muy bendecido que usted y yo participaremos de un privilegio que ciertamente habr�a sido innecesario para Ad�n, y que Ad�n no pudo haber sido conocido, y es el privilegio de la resurrecci�n. Nuestra relaci�n singular con Dios y, sin embargo, con el materialismo, es otro raro don de Jes�s. Dios quiso, mediante la salvaci�n del hombre y la elevaci�n del hombre a la uni�n consigo mismo, unir en uno lo m�s bajo y lo m�s alto: su creaci�n y �l mismo.

El materialismo es algo exaltado por estar conectado con el esp�ritu. Cuando el esp�ritu se conecte con Dios, y el materialismo refinado se conecte con un esp�ritu purificado, por la resurrecci�n de entre los muertos, entonces se llevar� a cabo la elevaci�n del barro y su uni�n con lo celestial.

7. Nuestra manifestaci�n de la plena gloria de Dios es otro de los dones escogidos que s�lo las manos traspasadas de Jes�s otorgan. Los principados y potestades ver�n en el cuerpo m�stico de Cristo m�s de Dios que en todo el universo adem�s. Estudiar�n en los santos los prop�sitos eternos de Dios, y ver�n en ellos Su amor, Su sabidur�a, Su poder, Su justicia, Su misericordia mezclada de una manera asombrosa.

III. Lo que damos voluntariamente a Jes�s puede llamarse bot�n. Hay un bot�n para Cristo que todos los sinceros siguieron con entusiasmo sus votos.

1. Primero, nuestros corazones son Su �nico antecedente. De todo coraz�n creyente se puede decir: "Este es el bot�n de David".

2. Ahora hay otra propiedad que me gustar�a que tuviera el Rey Jes�s, y eso en nuestros dones especiales. Conozco a uno que, antes de su conversi�n, sol�a cantar, ya menudo encantaba los o�dos de los hombres con la dulce m�sica que derramaba; pero cuando se convirti� dijo: "De ahora en adelante mi lengua no cantar� m�s que alabanzas azules a Dios". Se dedic� a proclamar el evangelio con su canci�n, porque dijo: "Este es el bot�n de David". �No tienes alg�n regalo u otro, querido amigo, del que puedas decir: "De ahora en adelante esto ser� sagrado para mi Se�or sangrante"?

3. Adem�s, aunque todo nuestro ser debe estar entregado al Se�or Jes�s, hay una cosa que siempre debe ser de Cristo, y es nuestro homenaje religioso como iglesia.

4. Por �ltimo, �no tienes algo de tu propia sustancia que ser� el bot�n de David en este momento? Hab�a un hombre que, por la providencia de Dios, hab�a sido capacitado para poner por muchos miles. Era un hombre muy rico y respetado. He o�do decir que pose�a al menos medio mill�n; y en una colecta, cuando se sinti� especialmente agradecido y generoso, encontr� seis peniques gastados para el lugar, �porque eso era el bot�n de David! Ese fue el bot�n de David.

De todo lo que pose�a, �esos seis peniques eran el bot�n de David! �Esta fue la medida de su gratitud! Juzgue por esto cu�nto debe, o al menos cu�nto desea pagar. �No hay muchas personas que, en esa escala despreciable, recompensan al Salvador por la aflicci�n de Su alma? ( C. H Spurgeon. )

Versículos 21-25

Y David se acerc� a los doscientos hombres que estaban tan cansados ??que no pod�an seguirlos.

El estatuto de David para compartir el bot�n

I. Comenzar� diciendo, primero, que los d�biles ocurren incluso en el ej�rcito de nuestro Rey. Tenemos entre nosotros soldados cuya fe es real y cuyo amor arde; y sin embargo, a pesar de todo eso, ahora mismo sus fuerzas se debilitan en el camino, y est�n tan deprimidos de esp�ritu, que se ven obligados a detenerse atr�s con el equipaje.

1. Posiblemente algunos de estos cansados ??se hab�an desmayado porque estaban bastante perplejos. David se hab�a enredado tan injustamente con el rey filisteo, que se sinti� obligado a ir con Aquis a pelear contra Israel. Estaban perplejos con los movimientos de su l�der. No s� si est� de acuerdo conmigo, pero encuentro que la perplejidad de media hora le quita m�s a un hombre que el trabajo de un mes.

2. Quiz�s, tambi�n, el ritmo estaba matando a estos hombres. Hicieron marchas forzadas durante tres d�as desde la ciudad de Aquis hasta Siclag. Puede que nos lleguen muchos trabajos, y nos desmayamos porque nuestras fuerzas son peque�as.

3. Lo peor de todo, su dolor lleg� en ese momento. Sus esposas se hab�an ido. Aunque, al final result� que, no fueron asesinados ni heridos de ning�n otro modo; sin embargo, no pod�an decir esto y tem�an lo peor.

4. Quiz�s, tambi�n, la fuerza del torrente fue demasiado para ellos. Con toda probabilidad, el arroyo Besor era s�lo un lugar hueco, que en tiempos ordinarios estaba casi seco; pero en una temporada de grandes lluvias se llen� de repente con un torrente fangoso, contra el cual s�lo los hombres fuertes pod�an resistir. Es posible que estos hombres hubieran continuado en tierra firme, pero la corriente era demasiado feroz para ellos, y tem�an que los derribara y los ahogara. Por lo tanto, David les dio permiso para detenerse all� y guardar las cosas.

5. Sin embargo, estos desmayados estaban, despu�s de todo, en el ej�rcito de David. Sus nombres estaban en su Registro de Capit�n tanto como los nombres de los fuertes.

II. Estos desmayados se regocijan al ver regresar a su l�der.

1. David salud� a los que se quedaban en casa. Los saludos de nuestro Rey son maravillosos por su cordialidad. No usa cumplidos vac�os ni palabras vanas. Cada s�laba de Sus labios es una bendici�n. Cada mirada de Su ojo es una inspiraci�n.

2. La cortes�a de David fue tan gratuita como verdadera. Cuando Cristo entra en compa��a, su presencia marca una diferencia celestial. �Nunca ha visto una asamblea escuchando a un orador, impasible e impasible? De repente, el Esp�ritu Santo ha ca�do sobre el que habla, y el rey mismo se ha presentado visiblemente entre ellos en medio de la asamblea, y todos han sentido como si pudieran ponerse de pie de un salto y gritar: "�Aleluya, aleluya!" Entonces los corazones laten r�pido y las almas brincan alto; porque donde se encuentra Jes�s, su presencia llena el lugar de deleite.

III. Los d�biles tienen a su l�der como abogado.

1. Primero, �se da cuenta de que �l aboga por su unidad? Los seguidores del hijo de Isa� son uno e inseparables. David dijo: "Hermanos m�os, no har�is as� con lo que el Se�or nos ha dado y nos ha guardado". �Todos somos uno�, dice David. �Dios ha dado el bot�n, no solo a ti, sino a todos nosotros. Todos somos una compa��a de hermanos ". La unidad de los santos es el consuelo de los d�biles. Una vida es nuestra, un amor es nuestro, un cielo ser� nuestro en nuestro �nico Salvador.

2. David suplic� adem�s la gracia gratuita, porque se les dijo: "Hermanos m�os, no har�is as� con lo que el Se�or nos ha dado". El don de Dios es la vida eterna. No niegues a ninguno de tus hermanos el consuelo del pacto de gracia.

3. Luego aleg� su necesidad. �l dijo: "Estos hombres cumplieron con las cosas". Ning�n ej�rcito lucha bien cuando su campamento no est� vigilado. El tipo de servicio que parece m�s com�n entre los hombres es a menudo el m�s precioso para Dios. Por lo tanto, en cuanto a aquellos que no pueden entrar en los primeros lugares de la guerra, no les niegue los asientos de honor, ya que, despu�s de todo, pueden estar haciendo el bien mayor. Recuerde el estatuto, "Se separar�n por igual".

4. Note que David agrega a su alegato un estatuto. Hace un estatuto para los que se ven obligados a quedarse en casa porque est�n desmayados. Bendito sea el nombre de nuestro Se�or Jes�s, �l siempre busca los intereses de aquellos que no tienen a nadie m�s que los cuide. Algunas personas del pueblo de Dios son analfabetas y tienen un poco de talento nativo. Algunos queridos siervos de Dios parecen siempre derrotados.

Parecen enviados a un pueblo cuyo coraz�n se vuelve duro y sus o�dos sordos para o�r. Algunos santos est�n constitucionalmente deprimidos y tristes; son como ciertos hermosos helechos, que crecen mejor bajo un constante goteo. Bueno, bueno, el Se�or recoger� estos hermosos helechos de la sombra y las rosas del sol; compartir�n Su aviso tanto como los girasoles resplandecientes y los m�s tristes se regocijar�n con los m�s alegres.

Si se le detiene legalmente del campo de trabajo activo, este estatuto permanece firme para siempre, tanto para usted como para los dem�s: �Como su parte es el que desciende a la batalla, as� ser� su parte el que se demore en el material: se dividir�n por igual . "

IV. Ahora, los d�biles encuentran que Jes�s es su buen Se�or en todos los sentidos. ( CH Spurgeon. )

Quedarse por las cosas

Existe la impresi�n en el exterior de que las grandes recompensas del mundo eterno deben darse a los grandes h�roes, a los grandes fil�ntropos, a los grandes estadistas, a los grandes hombres, a las grandes mujeres. Mi texto establece la idea de que tan grandes recompensas vendr�n para aquellos que se quedan en casa y se ocupan de sus propios asuntos, as� como grandes recompensas para aquellos que nunca se ven en los lugares altos del campo, as� como grandes recompensas para aquellos que nunca se ha o�do hablar de ellos: el deber de guarnici�n es tan importante como el deber en el frente.

"Como su parte es el que desciende a la batalla, as� ser� su parte el que se demora en el material". Mucha gente se desanima cuando leen la historia de David y Josu�, y de Pablo, Juan Knox y Mart�n Lutero; dicen: �Esos hombres tuvieron oportunidades especiales; tal vez si hubiera tenido las mismas oportunidades podr�a haberlo hecho igual de bien; pero nunca ser� llamado para ordenar al sol ya la luna que se detengan; Nunca ser� llamado a predicar en Mars 'Hill; Nunca ser� llamado, como lo fue John Knox, para hacer temblar a una reina por sus cr�menes; Nunca presidir� un hospital; mi vida es todo un lugar com�n y mon�tono.

Y muchas mujeres dicen para s� mismas: �Ah, ustedes en la plataforma y en el p�lpito est�n todo el tiempo hablando de hero�nas, grandes mujeres, y fueron geniales, pero tuvieron una oportunidad especial; quiz�s, si tuviera la misma oportunidad, podr�a hacerlo igual de bien; mi vida es mon�tona, mi vida es coser el bot�n, evitar que los ni�os se asfixien con la tos ferina, mantener bajos los gastos familiares, que las comidas est�n listas en el momento adecuado; No tengo ninguna posibilidad, todo es mon�tono, mon�tono.

�Mujer, tu recompensa en el mundo eterno ser� tan grande como la de Florence Nightingale, a quien los soldados del campamento llamaron� La Dama de la L�mpara �; porque al pasar por los hospitales encendi� las tinieblas con esta l�mpara, y atendi� a los que sufr�an, y todos dijeron: �Aqu� viene la se�ora de la l�mpara�. Tu recompensa en la eternidad ser� tan grande si haces tu trabajo donde te pusieron tan bien como ella hizo su trabajo donde fue puesto.

Su recompensa ser� tan grande como la de la Sra. Hertzog, quien dot� el seminario teol�gico para la educaci�n del ministerio joven. �Ah, cu�ntos de los que ten�an diez talentos no reciben recompensa en el mundo eterno, y cu�ntos de los que ten�an un solo talento se les encomendar�n dominios!

1. �Oh, qu� consuelo hay para todas las personas que hacen un trabajo poco apreciado! He aqu� un gran fil�ntropo comerciante; es tan bueno y generoso como rico; �Sabes su nombre? �Sabes el nombre de su secretario de confianza? �El hombre en cuya fidelidad se construy� esa fortuna, para que pudiera acumular su vasta riqueza y luego distribuirla generosamente? Oh, no, no sabe el nombre del secretario confidencial.

�No obtendr� ninguna recompensa? Les digo que en el mundo eterno el pr�ncipe comerciante, que distribuy� sus millones, no recibir� m�s recompensa que el empleado de confianza. "Como su parte es el que desciende a la batalla, as� ser� su parte el que se demora en el material". Supongo que conoces los nombres de los grandes presidentes de los ferrocarriles. �Sabes los nombres del guardafrenos, del ingeniero, de cuya mu�eca anoche pend�an 300 vidas? del guardagujas, �qui�n, moviendo el interruptor tres o cuatro pulgadas en esa direcci�n, y todo el tren pasa en paz y las familias llegan a sus casas en condiciones de seguridad? Hace muchos a�os, se ve�a a una mujer cristiana cada noche que pasaba por el borde del bosque.

Ten�a una familia numerosa y sus vecinos dec�an: "�C�mo puede esta mujer, con todas sus preocupaciones y ansiedades, perder el tiempo recorriendo el borde del bosque al atardecer?" No supieron hasta despu�s de su muerte por qu� fue. Ella fue all� a orar por su casa, y una noche, mientras estaba all�, escribi� ese hermoso himno que se canta en todas nuestras iglesias en Am�rica y, no tengo ninguna duda, que se canta en sus iglesias:

Me encanta robar un rato

De cada cuidado engorroso,

Y pasar las horas del d�a de la puesta

En humilde oraci�n agradecida.

Ning�n ministro de religi�n que est� hoy en el p�lpito europeo o americano dando ese himno tendr� m�s recompensa que la que recibi� esa mujer por escribirlo.

2. Hay un gran consuelo en el tema para todos aquellos que sol�an estar al frente en grandes empresas de benevolencia y religi�n. Por qu�, cuando apareci� un peri�dico de suscripci�n, su nombre estaba en la parte superior por una buena suma. Cuando llegaba un avivamiento, oraban toda la noche con los ansiosos. Eran fuertes, sanos, ricos. Pero no ahora. Su fortuna se ha derrumbado, su salud se ha ido, est�n claramente desanimados; no ven c�mo pueden ayudar m�s a la obra de Dios.

No; mira esos 200 hombres junto al arroyo Besor. Simplemente empuje la manga hacia atr�s y muestre c�mo se torcieron los m�sculos en la batalla. Solo tira a un lado el turbante y mira la cicatriz donde golpe� el hacha de batalla. Solo aparta un poco el abrigo y mira d�nde entr� la lanza. Obtuvieron la misma recompensa que los que iban al frente, y t�, que estabas al frente en los viejos tiempos, ten�as la salud, el m�sculo, el buen humor. por todo ese tipo de trabajo. Dios no te ha olvidado.

3. � Qu� consuelo es esto para los ancianos! �Qu� tienes que hacer? Solo esperar. Tu recompensa vendr�. En esto hay un gran consuelo para todos los ministros ancianos. S� que algunos de ellos est�n predicando el Evangelio. Un hombre no puede predicar el Evangelio durante cincuenta a�os sin mostrarlo con un semblante iluminado. �Oh! tiene que haber un reajuste de las coronas; gente que no tiene corona en este mundo para ser coronada; gente que tiene grandes honores en este mundo a perder su corona.

�Oh, tiene que haber una redistribuci�n de coronas! �No tendr� el ni�o una corona? el padre una corona? la madre una corona? Y todos los que est�is haciendo un trabajo despreciado, se acerca el d�a de vuestra recompensa. ( T. De Witt Talmage, DD ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Samuel 30". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-samuel-30.html. 1905-1909. Nueva York.