Bible Commentaries
1 Samuel 7

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículo 2

El tiempo fue largo, ya que fueron veinte a�os.

Un dios ausente

Bien podr�a decirse: "El tiempo fue largo". Veinte horas, sin Tu presencia, son realmente largas, nublan el d�a m�s brillante y cubren las escenas m�s hermosas. �C�mo le gustar�a estar veinte a�os lejos de su amado padre o madre? �No parecer�a el tiempo muy largo? �Y alguna vez has llorado por un Dios ausente? �Has sido como Job, cuando mir� por todos lados y no lo encontr�? ( Job 23:8 ); �O como Mar�a Magdalena, cuyas l�grimas fueron su alimento, d�a y noche, hasta que encontr� a Aquel a quien amaba su alma? Vea c�mo se para junto a la grava vac�a que Peter puede dejar, John puede irse, pueden ir a su casa oa sus redes.

El lugar donde hab�a estado el cuerpo de Jes�s era m�s dulce y m�s querido para Mar�a que todos los dulces de la tierra: y aunque sus ojos llorosos le hab�an dicho claramente que su precioso cuerpo no estaba all�, una vez m�s se inclina, vuelve a mirar, como aunque esperaba que sus ardientes deseos pudieran traerlo de regreso. S�, mujer bendita, y tienen poder ante tu Dios y prevalecen. R�pidamente estaba a su lado a quien ella buscaba con dolor; y r�pidamente, en su presencia, se intercambian l�grimas por un gozo inefable: �Feliz eres, oh Israel, cuando puedes llorar por un Dios ausente! En 2 Corintios 7:10 nos da una hermosa descripci�n del dolor real y seg�n Dios .

Si uno de ustedes le pidiera a un caballero o una dama que viniera a verlo, �se sentar�a con la caba�a llena de basura y confusi�n? �No lo ordenar�a, limpiar�a todos los rincones, desempolvar�a cada mueble y lo dejar�a lo mejor posible? �Oh! cuando clamen verdaderamente al Se�or para que regrese a ustedes, �cu�n diligentes estar�n preparando sus corazones para el Se�or! ( 2 Cr�nicas 30:19 .

) �Qu� cuidado, que no quede nada por hacer! �Qu� limpieza de �dolos y basura! �Qu� indignaci�n contra las cosas que han usurpado Su lugar en tu coraz�n y te han robado todo tu gozo! �Qu� vehemente deseo de verlo de nuevo llenando todo y llevando cautivo todo pensamiento! �Qu� celo por recuperar el tiempo perdido! �Qu� venganza contra el yo ingrato y traicionero! �Le gustar�a saber el primer paso que da un alma para apartarse de Dios? Puede encontrarlo en su c�mara secreta, al lado de la peque�a cama o silla, donde sol�a tener una dulce comuni�n con �l.

�Has reprimido la oraci�n�, es la huella del primer paso en el camino descendente. �Conocer�as el primer paso del alma que regresa? Ve de nuevo y mira en la c�mara secreta: ahora que el alma angustiada lo busca temprano; y pronto su juventud se renueva como la del �guila: camina, corre, vuela (Isa 11:81). ( Helen Plumptre. )

Versículos 3-11

Y Samuel habl� a toda la casa de Israel, diciendo: Si os volv�is a Jehov� de todo vuestro coraz�n.

Samuel el juez

Durante m�s de veinte a�os, los filisteos hab�an tenido un dominio indiscutible sobre la mayor parte del territorio de Israel. Siquem y Silo, los antiguos santuarios de adoraci�n, estaban ambos en posesi�n de los filisteos. Incluso el arca sagrada del pacto hab�a sido entregada sin gloria en manos de los incircuncisos. Restaurado por milagro, todav�a permanec�a en la ciudad hevea de Quiriat-jearim en la frontera.

Israel no ten�a santuario ni gobernante. El poder del opresor iba a romperse. La liberaci�n vendr�a de la �nica manera en que podr�a llegar, a trav�s de la interposici�n de la ayuda divina. Esta ayuda de Dios que trae liberaci�n es el gran tema que se trae a nuestra consideraci�n.

I. La ayuda de Dios que trae liberaci�n viene a trav�s de la agencia de un libertador personal. �sta es la primera gran lecci�n hist�rica de aquellos d�as oscuros en los que gobernaron los jueces. Cada uno de los h�roes-jueces era oficialmente un tipo del gran Libertador. En cada uno de los sucesivos, las analog�as personales con el gran Antitipo se hacen cada vez m�s evidentes, hasta que en Samuel, el �ltimo y m�s noble de la l�nea, llegamos a uno de los tipos m�s ilustres de Cristo que se encuentran en la historia del Antiguo Testamento.

II. La ayuda que trae liberaci�n viene solo con la condici�n de un arrepentimiento sincero por el pecado y un regreso de todo coraz�n al Se�or. Sans�n se aventur� todo sobre la base de su destreza personal. Consciente de poderes extraordinarios, trat� de molestar e intimidar a los filisteos para que se sometieran. Malgastando sus fuerzas en haza�as brillantes pero vanas, una vida rom�ntica fue coronada con una muerte gloriosa, pero falleci�, dejando a los filisteos todav�a en posesi�n de la tierra.

Samuel, rastreando las miserias del pueblo hasta su verdadera fuente en el castigo de Dios por sus pecados, d�ndose cuenta de que el primer paso hacia el desencanto debe darse en el arrepentimiento y la reforma, se pone a trabajar tranquila pero firmemente para reavivar los corazones de su pueblo. compatriotas, el fuego ardiente de la religi�n. En la base de toda verdadera libertad de los filisteos que gobiernan el coraz�n, de la esclavitud de la corrupci�n, de las cadenas de la culpa, de los "deseos que luchan contra el alma", est� esta amarga obra de arrepentimiento, este despojo de los �dolos. del alma, este volverse con todo el coraz�n al servicio del Se�or.

III. La ayuda que trae liberaci�n viene a trav�s de un pacto sellado con sangre. As� como la liberaci�n de la servidumbre filistea se produjo solo a trav�s de la provisi�n del pacto con Abraham, ya que ese pacto fue ratificado y descansado por el pueblo oprimido y que sufr�a, as� la liberaci�n de la esclavitud de Satan�s solo viene a trav�s de las provisiones del pacto de gracia, como ese pacto est� sellado con la sangre de Cristo y gozosamente aceptado y descansado por el alma oprimida por el pecado.

IV. La ayuda que trae liberaci�n viene en respuesta a la oraci�n. La Iglesia de Dios nunca ha probado en su m�xima expresi�n el poder de la oraci�n. Es el memorial de Samuel que �l est� ( Salmo 99:6 ) "entre los que invocan el nombre de Dios", quien "invoc� al Se�or, y �l les respondi�". Lutero, Knox, Whitefield, Wesley, los hombres que llevaron a cabo grandes movimientos y realizaron obras gloriosas para Dios, han sido hombres preeminentes en la oraci�n.

V. La ayuda que trae liberaci�n viene en el uso de los medios designados. No cuando son� la primera alarma, y ??el pueblo, asustado por el asalto inesperado, �tuvo miedo de los filisteos�, apareci� el Se�or, sino cuando Samuel, avanzando tranquilamente con el sacrificio frente al enemigo que avanzaba, hab�a mostr� la sinceridad de su confianza en Dios, cuando las huestes de Israel, inspir�ndose en la fe de su intr�pido l�der, hab�an preparado la batalla y estaban haciendo uso de todos los medios de defensa disponibles.

En todos nuestros convictos con Satan�s, el mundo y el pecado, la ayuda viene de Dios, pero solo cuando hacemos un esfuerzo directo. Se trata de dar eficacia y �xito a nuestros esfuerzos. No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando alguna maravillosa interposici�n del poder de Dios. Es posible que primero no hagamos nuestra parte con nuestras propias fuerzas y luego esperemos que Dios haga la Suya. Es en y a trav�s de nuestro trabajo que se manifiesta el poder Divino y se da la ayuda Divina. Trabajamos nuestra propia salvaci�n con temor y temblor, porque es Dios quien obra en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad,

VI. La ayuda que trae la victoria en el primer conflicto es la promesa, para ser reconocidos con gratitud, de la liberaci�n completa y final.

VII. La ayuda que trae liberaci�n se compromete con el servicio de por vida de Aquel que tan bondadosamente se interpone para nuestro alivio. Cada misericordia recibida debe ser un cord�n de seda que se une m�s estrechamente al servicio de Dios. En lugar de presumir de interposiciones llenas de gracia en el pasado como ocasiones para la indulgencia o la inacci�n en el presente, deber�amos encontrar en ellas tanto el incentivo como el aliento para un progreso constante y una labor paciente en la vida cristiana. ( TD Witherspoon, DD )

Un estadista ideal

Las palabras "veinte a�os" deben estar relacionadas con la siguiente oraci�n, "y toda la casa de Israel se lament� en pos del Se�or". As� hab�an transcurrido veinte a�os antes de que comenzaran a revivir de su triste estado de decadencia religiosa. �Y Samuel habl�. Ahora aparece Samuel en escena. Ha estado ausente desde el tercer cap�tulo. Pero ahora se le ve con toda la energ�a de la fortaleza espiritual, consecuente con una profunda devoci�n, tratando de excitar en otros corazones la aspiraci�n del suyo. Tal ocasi�n es digna de su presencia, y en la secuela hemos presentado de inmediato el poder y el elogio de una vida devota. Tenemos aqu� ante nosotros a un estadista modelo.

I. Era un hombre de disposici�n espiritual. Generalmente sucede que los esp�ritus dirigentes de una naci�n son los famosos por el pensamiento filos�fico, el descubrimiento cient�fico o la revoluci�n pol�tica. El problema puede ser ateo, el an�lisis anticristiano y el cambio social degradante; sin embargo, debido a que el hombre, mediante una maravillosa demostraci�n de genio, ha hecho brillar su nombre ante los ojos desconcertados de un mundo asombrado, est� llamado a la eminencia.

As�, la prominencia nacional se logra mediante la mera fuerza del poder mental, independientemente del car�cter, y aunque la vida es tan comercial en su tendencia y tan secular en su h�bito, debemos esperar que contin�e, este era el caso en la antigua teocracia jud�a. Samuel, la figura central de estos tiempos, fue elevado a la autoridad, no por el mero poder del pensamiento, sino por la intensa espiritualidad de su car�cter. Se manifiesta la espiritualidad del car�cter de Samuel:

1. Por su protesta con la gente ( 1 Samuel 7:3 ). Esta exposici�n contiene

(1) Una suposici�n. �Si os volv�is a Jehov� de todo vuestro coraz�n�, en esta crisis Samuel no sugiere una serie de decretos civiles, o una gran estratagema militar, calculada para obtener la libertad, pero que penetra en la fuente m�s profunda de la derrota, insta a un volver a Dios. Los estadistas civilizados de hoy pueden re�rse de este modo primitivo de gobierno y escribir, con sarc�stico gui�n, "superstici�n" sobre su deseo, pero �no podr�an aprender una lecci�n de su �xito de que los problemas pol�ticos a menudo deben remediarse con una reforma moral? no por la contrici�n burlona de los malhechores que buscan un lugar, sino por la devota penitencia de los esp�ritus culpables.

(2) Instrucci�n. �Aparta a los dioses extra�os�. Por tanto, Samuel coloca el reconocimiento de Jehov� en la base de toda reforma nacional. La idolatr�a ha demostrado ser el derrocamiento de muchos reinos. �No son la riqueza, el placer, la fama nuestros Penates? Si es as�, escuchemos la voz de Samuel. "Guardar", etc.

(3) Una garant�a. �Y �l te librar� (vers�culo 3).

(4) Fue oportuno. "Entonces toda la casa de Israel se lament� en pos del Se�or".

(5) Tuvo �xito ( 1 Samuel 7:4 ).

2. Por su s�plica a la naci�n ap�stata.

(1) Convenci�n. �Re�na a todo Israel en Mizpa� (vers�culo 5). Se requer�a una humillaci�n universal. Se celebr�: -

(1) Por oraci�n. "Rezar� por t�." Qu� tranquilo y digno era este lenguaje.

(2) Ayunando ( 1 Samuel 7:6 ).

(3) Por alegr�a penitente. "Y sac� agua y la derram� delante del Se�or". Algunos han pensado que se trataba de una ceremonia perteneciente a la purificaci�n legal, o una expresi�n de profunda humillaci�n o de expiaci�n, pero es posible que vertieran esta agua en se�al de alegr�a, como sol�an hacer en la Fiesta de los Tabern�culos.

(4) Por sacrificio ( 1 Samuel 7:9 ).

3. Por su estricto reconocimiento de Dios Esto es observable: -

(1) En la vida ordinaria de la naci�n. Les dice que se alejen de los dioses extra�os.

(2) En crisis nacionales importantes. "El Se�or nos ha ayudado". La victoria condujo a: -

(1) Retrospecci�n. "Hasta ahora." �Y qu� larga sucesi�n de acontecimientos representa eso, qu� contingencias, qu� dolores, qu� alegr�as? �Todas sus vidas pasadas se agruparon en una sola palabra!

(2) Perpetuaci�n. "Tom� una piedra".

(3) Ministraci�n. "Nos ha ayudado". Aqu� contemplamos la fuerza del car�cter de Samuel. Era uno contra una naci�n. Ten�a fuerza de voluntad para resistir la marea del mal y hacer que retrocediera.

II. Es de esperar que tal car�cter anticipe la cooperaci�n del cielo. �Pero el Se�or tron� ( 1 Samuel 7:10 ). Samuel, el santo legislador, era el eslab�n de conexi�n entre Dios y la ayuda. �Cu�n dependiente es la vida humana de las potencias principales!

1. Una asamblea religiosa confundida con un ej�rcito nacional ( 1 Samuel 7:7 ). Ahora los filisteos se acercan para la batalla. Este es un incidente t�pico; el esfuerzo de mejoramiento moral necesariamente suscita oposici�n, ya sea la burla de la amistad abandonada, la persecuci�n de sectas o la enemistad de Satan�s.

2. Los adoradores sorprendidos.

(1) Fueron temerosos. �Miedo� ( 1 Samuel 7:7 ). Causas de su miedo. No ten�an medios de defensa. Eran conscientes de que el pecado del pasado hab�a debilitado su destreza nacional. La disciplina de la extremidad desarroll� su car�cter reformado.

(2) Salieron victoriosos. Aqu� hemos ilustrado el poder inherente que se encuentra en una asamblea convocada para ejercicios religiosos: tal asociaci�n de almas contritas posee una influencia misteriosa que casi naturalmente atrae a Dios a su vida, y tal lealtad es potente para cualquier conflicto.

Los problemas de la victoria.

(1) Subyugaci�n de enemigos ( 1 Samuel 7:13 ).

(2) Restauraci�n del territorio ( 1 Samuel 7:14 ).

3. En la elevaci�n del car�cter espiritual, tenemos una garant�a para la ejecuci�n de la justicia. �Y Samuel juzg� a Israel todos los d�as de su vida� ( 1 Samuel 7:15 ).

4. Hogar del santuario de la vida p�blica.

(1) El regreso 1 Samuel 7:17 ( 1 Samuel 7:17 ).

(2) la devoci�n de Samuel. ��l edific� un altar al Se�or�. Para que un hombre sea influyente en el extranjero, debe ser devoto en casa. La verdadera vida p�blica se inspira en las lecciones del altar dom�stico: -

(1) La influencia pr�ctica de una vida santa sobre una naci�n.

(2) Dios acepta las humillaciones nacionales.

(3) la misericordia de Dios ilustrada en las victorias de la vida.

(4) Que la vida p�blica debe tener su altar de devoci�n. ( JS Exell, MA )

Samuel el juez

El intervalo entre el tiempo de los Jueces y el tiempo de David lo llena la historia de Samuel. Su influencia fue la que condujo con seguridad a la naci�n a trav�s de dos revoluciones: una en la religi�n y la otra en el gobierno. Sacerdote, sin embargo, Samuel fue el primero de un nuevo orden espiritual que de ahora en adelante ser�a m�s grande que el sacerdocio, mucho m�s directamente el portavoz de Dios, m�s autoritario, el verdadero l�der del pueblo, aunque firme e inquebrantable servicio al pueblo, si la intrepidez y la fidelidad, si la bondad infalible y la gu�a sabia pueden dar derecho a cualquiera aqu� en Israel a estar al lado de Mois�s y El�as, ese hombre seguramente es Samuel.

Sin embargo, adem�s de estos dos oficios, sacerdote y profeta, el m�s grande que cualquier hombre puede ocupar, tambi�n es Juez de Israel, es decir, rey en todo menos en el nombre, y en todo menos en los atav�os externos y las ventajas personales. �Samuel fue uno de esos grandes hombres de m�ltiples dones y funciones a quienes Dios levanta en grandes crisis y para grandes servicios. No era como Mois�s, el fundador de la econom�a, ni como El�as, su restaurador.

Pero fue su preservador a trav�s de una revoluci�n que se hab�a vuelto inevitable; a los que oponerse todo el tiempo que pudo, a los que acept� de mala gana cuando ya no pudo oponerse m�s, y a los que, mediante la fuerza de su car�cter, regul� y molde� para evitar la desorganizaci�n nacional. Como Lutero, construy� los nuevos cimientos sobre los viejos. En la medida en que las circunstancias lo permitieron, reform� su �poca y, con su genio, su piedad y su sabidur�a, control� poderosamente los turbulentos elementos de la vida nacional.

�Es interesante rastrear la analog�a entre Juan el Bautista y Samuel. Hay una sorprendente similitud en las circunstancias de su nacimiento, en su temprana separaci�n al servicio de Dios, en el rumor que se extiende sobre ellos por todo el pa�s, despertando la expectativa de un gran avivamiento religioso. Cada uno de ellos marca un per�odo de transici�n en la historia de Israel. Samuel es el �ltimo de los jueces y el primero de los profetas, como Juan el Bautista es el �ltimo de los profetas y el primero de los predicadores cristianos, de pie y clamando: �He aqu� el Cordero de Dios.

Cada uno de ellos comienza su obra convocando al pueblo a un gran acto nacional de arrepentimiento ante Dios, y en cada caso el s�mbolo de su arrepentimiento tiene una singular similitud. Debemos recordar que no fue un trabajo ligero y f�cil lo que se les exigi�. La idolatr�a no era una mera fantas�a perversa; tampoco fue solo una complacencia ego�sta. Fue la separaci�n de toda la asociaci�n con quienes los rodean, la configuraci�n de s� mismos para ser el pueblo peculiar de Dios, algo que siempre cuesta tanto esfuerzo y coraje como la mayor�a de las cosas que un hombre tiene que hacer.

El arrepentimiento nacional es seguido por una gran asamblea nacional. Samuel orden� a los jefes y representantes que se reunieran para una santa convocaci�n en Mizpa. Mediante el contacto consigo mismo y la comuni�n unos con otros, llevar�a al pueblo m�s lejos en esta obra de reforma. Mientras mucho tiempo despu�s el arrepentimiento de Israel encontr� su expresi�n al venir a Juan para el bautismo en el Jord�n, aqu� se reunieron solemnemente para confesar sus pecados y declarar su prop�sito de enmienda.

Samuel se inclin� ante el Se�or en oraci�n por el pueblo, mientras "sacaban agua y la derramaban delante del Se�or, y dec�an: Hemos pecado contra el Se�or". Como el s�mbolo del bautismo, era la se�al de su muerte y sepultura al pecado, para que pudieran resucitar a la nueva vida de Dios. As� fue como la sabia mujer de Tecoa le dijo al rey: �Porque es necesario que mueramos, y somos como agua derramada por tierra, que no se puede volver a recoger.

De pie junto al altar en lo alto de Mizpa, la torre de vigilancia, Samuel extendi� los brazos hacia el cielo suplicando por el pueblo. R�pidamente las nubes negras se juntaron, como si la gran artiller�a de Dios saliera al combate. Cualquiera que haya sido la manifestaci�n, asistida o no por un terremoto, como afirma Josefo, es seguro que los filisteos nunca perdieron el terrible recuerdo de esa figura orante en las alturas solitarias, con las manos alzadas hacia el Dios del cielo.

Ese hombre era m�s poderoso que todos sus ej�rcitos. Parec�a como si pudiera abrir las ventanas de los cielos y convocar a todas sus fuerzas contra los enemigos de Israel. "No volvieron m�s a las costas de Israel". ( MG Pearse. )

Poder solitario

Como profeta del Se�or, la voluntad de Samuel era suprema: todas las caracter�sticas principales de la historia derivan su expresi�n del esp�ritu de Samuel. Hay autoridad en su palabra, hay inspiraci�n en su �nimo, hay muerte en su ce�o fruncido. En estas circunstancias, ve con qu� naturalidad nos vemos llevados a meditar sobre la profunda influencia de una vida.

I. En primer lugar, observe la actitud sublime que asumi� Samuel en relaci�n con la corrupci�n de la fe. Samuel acus� claramente a la casa de Israel de haberse apartado del Dios viviente. Claramente, sin reservas, sin nada que indicara timidez de su parte, present� esta terrible acusaci�n contra la casa de Israel. Al hacerlo, asumi� una actitud sublime.

Se present� ante Israel como representante del Dios que hab�a sido insultado, deshonrado y abandonado. Encontramos sublimidad en la actitud, fuerza imperial en el tono. �C�mo lleg� a ser tan profunda la influencia de Samuel en esta ocasi�n? La respuesta instant�nea es, porque su influencia es moral. La influencia moral va al coraz�n de las cosas. El que se ocupa de cuestiones morales se ocupa de la vida del mundo.

Cualquier otra influencia se dirige a los asuntos del momento; todas las dem�s influencias son superficiales y transitorias. Aquel que vuelve a pronunciar los mandamientos de Dios y le dice al coraz�n del mundo los encargos de Dios, ejerce una influencia moral y, por lo tanto, profunda. Aqu� est� la ventaja suprema del Evangelio. El Evangelio de Cristo pone su mano salvadora sobre el coraz�n humano y dice: ��sta es la esfera de mi misi�n.

Afectar� todas las cosas que son superficiales, locales y temporales; pero los afectar� indirectamente. Al arreglar la vida, corregir� las extremidades; al hacer que el coraz�n sea como debe ser, toda la superficie de la naturaleza se volver� saludable y hermosa ". Necesitamos hombres en la sociedad que se mantengan aparte, liberen las peque�as peleas, las mezquinas controversias y las airadas contiendas que parecen ser parte integral de la vida diaria, y que hablen de grandes principios, respiren una influencia celestial y ejerzan sobre los combatientes de todos. consideraciones de tipo que sobrevivir�n a todos sus malentendidos.

Considere a Samuel bajo esta luz, y ver� la sublimidad de su actitud. Aqu�, nuevamente, est� la gran influencia de un maestro moral, un revelador de la verdad cristiana. Siempre que escuchamos a un predicador que habla la palabra correcta, escuchamos a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Esp�ritu Santo; a trav�s de su voz escuchamos el testimonio de los �ngeles no ca�dos; �De sus palabras surge la declaraci�n de todo lo que es brillante, puro, verdadero, sabio en el universo de Dios!

II. Veamos ahora la santa actitud que asumi� Samuel en relaci�n con la culpa de Israel. En el primer caso, describe la corrupci�n del caso, se�ala el camino correcto, exhorta a la gente a tomar ese camino instant�neamente, y luego dice estas palabras sanadoras: �Si hac�is estas cosas y os reun�s en Mizpa, Rogar� al Se�or por ti �. Eso es todo lo que podemos hacer unos por otros: el trabajo de un instrumento, el ministerio de un agente.

�Orar� por ti al Se�or�. Entonces lo humano necesita lo Divino. Nunca encontramos - tomando grandes extensiones de historia, edades y siglos - que el humano haya podido existir solo y crecer hacia arriba y hacia adelante en su ate�smo. �Qu� fue de los filisteos? Ahora que Israel est� recuperando su viejo coraz�n y sus ojos se est�n volviendo al cielo, �qu� ser� de los filisteos? El Se�or tron� aquel d�a sobre los filisteos, los desconcert� y fueron heridos delante de Israel.

Los filisteos se enfrentaron a un ej�rcito que oraba. Debemos considerar no lo que hizo el ej�rcito de oraci�n en primera instancia, sino lo que hizo Dios. Observe cu�ndo fue que Samuel dijo que orar�a por la casa de Israel. La gran lecci�n aqu� gira en torno a un momento determinado. Cuando Israel volvi� al Se�or con todo su coraz�n; cuando Israel desech� a los dioses extra�os ya Astarot; cuando Israel prepar� el coraz�n para el Se�or y estuvo listo para servirle debidamente; cuando Israel hubo hecho esta parte, Samuel dijo: �Orar� por ti al Se�or.

En otras circunstancias, la oraci�n habr�a sido un desperdicio de aliento. Aqu� encontramos una gran ley que se aplica a lo natural y lo espiritual. �Hay plaga en la ciudad? Purifique sus arreglos sanitarios, limpie sus desag�es, desinfecte sus canales, use todo lo que pueda conducir a un buen fin, luego ore al Se�or. Una vez que la naturaleza se ha agotado, puede que el Se�or pueda hacer algo, �no es as�? A veces la gente del mundo dice: �Ruega por nosotros.

�Los hombres nos han dicho eso. �Qu� clase de hombres eran? A veces, hombres que se han arruinado a s� mismos, que han ido tan lejos como pudieron, cuyos corazones eran como una cueva de bestias inmundas, hombres que ya no ten�an dominio sobre el mundo; todo se les estaba escapando. - le han dicho al ministro a quien previamente hab�an caracterizado como un p�rroco cantar�n, �Ruega por nosotros.

�Pero una condici�n debe ser cumplida por su parte. Debe haber abnegaci�n, contrici�n, angustia moral, dolor del alma, arrepentimiento hacia Dios. Cuando se presenten estas condiciones, el siervo de Cristo puede decir: "Orar� por ti al Se�or".

III. En tercer lugar, observe la actitud exaltada que asume Samuel en relaci�n con toda su vida. Leemos en el vers�culo quince de este cap�tulo: "Samuel juzg� a Israel todos los d�as de su vida". �Piense en poder dar cuenta de todos los d�as de toda la historia de la humanidad! �Piense en poder escribir su biograf�a en una oraci�n! �Piense en poder prescindir de par�ntesis, notas al pie, reservas, disculpas y auto-reivindicaciones! Cuando intentamos escribir nuestras vidas, hay tanto que decir que es colateral y modificador en su efecto, tanto que es para explicar la l�nea central.

Entonces nuestro registro biogr�fico se vuelve an�malo, contradictorio, irreconciliable. He aqu� un hombre cuya vida se resume en una frase. �Samuel juzg� a Israel todos los d�as de su vida�. Lo hemos visto en su ni�ez, hemos tenido miradas de �l mientras se acercaba a su edad madura. Hoy lo vemos en tres actitudes impresionantes y notables. Toda su historia est� en esta frase: fue juez de Dios todos sus d�as.

Piense en darle toda una vida a Dios. Hay quienes no pueden hacer eso ahora. Pero los j�venes pueden dar veinte, treinta, quiz�s cincuenta a�os todos a Cristo. Vea entonces la profunda influencia que puede ejercer una vida. Estamos tratando con Samuel y solo con Samuel. La vida de Samuel no se limita a s� mismo; es una vida radiante, que brota de s� misma y toca miles de puntos en la vida social y nacional de los dem�s. �Qui�n puede decir lo que puede hacer un hombre? �Habla la verdad de Dios, y la eternidad misma no puede agotar el feliz efecto de esa bendita influencia! ( J. Parker, DD )

Samuel el juez

Esta escena en Mizpeh, y los resultados que siguen, sugieren varias lecciones. Aprendemos que:

I. Uno, para tener poder sobre los hombres, debe tener poder con Dios. �Por qu� la gente, aunque tard�a en arrepentirse, ahora est� tan dispuesta a escuchar las palabras del profeta y obedecerlas? Samuel influy� en la gente, porque Dios influy� en �l. El secreto de su poder sobre los hombres era su poder ante Dios. En un grado preeminente, este profeta y juez de Israel fue un hombre a quien se acercaron realidades invisibles.

As�, Dios prepar� a Samuel para hacer una obra en Israel en el per�odo de transici�n entre la teocracia y la monarqu�a, convirti�ndolo en un juez eminente, el primero en la sucesi�n regular de profetas, el fundador de las escuelas prof�ticas, el ungidor del primero y segundo de Israel. rey, y el hombre a quien el pueblo, aun cuando corrompido por la idolatr�a, reverenciaba, y cuya voz era para ellos como la voz de Dios. �l era todo esto, porque manten�a una relaci�n cercana con el Cielo. La mano que se extiende para salvar, debe abrazar el trono. Los ministros son d�biles en el p�lpito cuando son d�biles en el armario.

II. La necesidad y el valor de las ordenanzas religiosas, correctamente utilizadas. No fue suficiente que Samuel reuniera a Israel en Mizpa. All� reunidos, la gente deb�a estar tan influida que las impresiones que se produjeran fueran permanentes, y se fijaron en su nueva actitud de lealtad a Dios. Samuel debe instruirlos en el uso apropiado de los ritos religiosos y mostrarles c�mo se puede acercar a Dios para ganar Su favor.

As�, muy atr�s en Mizpa, se les ense�aron las verdades del Calvario. Se acerca a Dios con reverencia, con confesi�n, con sacrificio y con s�plica. Estas dos formas de acercarnos a Dios, la de Samuel con sacrificio y s�plica, y la de Israel de llevar el arca en alto con gritos imprudentes, nos ense�an lecciones sobre los m�todos por los cuales, ahora, Dios es y no es adorado apropiadamente. No magnificando lo exterior, dando prominencia a lo visible y lo tangible, mientras que lo invisible y lo espiritual se estiman a la ligera.

El valor de las ordenanzas religiosas no consiste en lo que el ojo del hombre ve o su o�do oye, sino en lo que siente su coraz�n y en lo que el ojo de Dios percibe dentro del pecho. No es de extra�ar que Israel, dirigi�ndose as� al Trono de la Gracia, prevaleciera sobre sus dedos de los pies. Dios escuch� su clamor, y el brazo de la Omnipotencia fue su defensa. �Qu� pasa si los filisteos, o Israel, o el profeta mismo, no pudieron responder a la pregunta de c�mo Dios en ese momento puso una voz en los cielos arqueados, o encendi� las nubes con fuegos el�ctricos? �Pero qu�, entonces, as� como ahora, y ahora tan bien como entonces, la filosof�a de la oraci�n desconcierta la habilidad finita? �Es, por tanto, menos cierto que la oraci�n de penitencia y fe prevalece ante Dios? Ahora se necesita otro elemento para completar la adoraci�n, es decir, una expresi�n de acci�n de gracias.

Fue una continuaci�n apropiada, por lo tanto, cuando Samuel "tom� una piedra y la puso entre Mizpa y Shen, y la llam� Ebenezer", diciendo: "Hasta aqu� nos ha ayudado el Se�or". Por lo tanto, aprendemos que la gratitud expresada a Dios debe encontrar un lugar destacado en toda nuestra adoraci�n. Israel no solo se sinti� agradecido, lo expres�; revistieron de forma los sentimientos que sent�an sus corazones. ( Sermones del club de los lunes ) .

Arrepentimiento y Victoria

I. Preparaci�n para la victoria en el arrepentimiento y el regreso. En el momento de la primera pelea en Ebenezer, Israel estaba lleno de idolatr�a e inmoralidad. Entonces, su preparaci�n para la batalla consisti� simplemente en llevar el arca al campamento, como si fuera un fetiche o un hechizo m�gico. Eso era paganismo puro, y eran id�latras en tal adoraci�n a Jehov�, tanto como si hubieran estado inclin�ndose ante Baal. No el nombre de la deidad, sino el esp�ritu del adorador, hace al �id�latra�.

��Qu� diferente la segunda preparaci�n! Si queremos infundir Su fuerza para la victoria, debemos desechar nuestros �dolos y regresar a �l con todo nuestro coraz�n. Las manos que lo apretar�an y quedar�an sostenidas por el broche, deben vaciarse de bagatelas. Entregarnos completamente a Dios es el secreto de la fuerza. La confesi�n rompe la atadura del pecado y sustituye la triste expectativa de su continuaci�n por la alegre convicci�n del perd�n y la limpieza.

No hace innecesaria una dura pelea; porque la libertad asegurada del pecado no es el premio f�cil de la confesi�n, sino el resultado duramente ganado del esfuerzo tenaz en la fuerza de Dios. Pero es como tocar la trompeta de la revuelta: da la se�al y comienza el conflicto. La noche antes de la batalla no debe ser gastada en banquetes, sino en oraci�n y humilde exhortaci�n de nuestras almas ante el gran Confesor.

Nuestro enemigo es fuerte y no hay culpa m�s fatal que subestimar su poder. Si vamos a la batalla cantando, probablemente saldremos llorando o no saldremos nunca. Deber�amos pensar mucho en nuestros enemigos y poco en nosotros mismos. Tal temperamento conducir� a la cautela, la vigilancia, la sabia sospecha, la vigorosa tensi�n de todo nuestro peque�o poder y, sobre todo, nos har� arrodillarnos para suplicar a nuestro gran Capit�n y Abogado.

II. Victoria en el campo de la derrota anterior. La batalla se libra en el campo viejo. Las consideraciones estrat�gicas probablemente determinaron la elecci�n del terreno, como lo hicieron las muchas batallas en la llanura de Esdrel�n, por ejemplo, o en los campos de los Pa�ses Bajos. En todo caso, all� estaban, cara a cara una vez m�s en el antiguo lugar. En ambos lados podr�a haber hombres que hab�an estado en el compromiso anterior.

Los recuerdos deprimentes o el ardiente deseo de borrar la verg�enza se agitar�an en los de un lado; los desde�osos recuerdos de la facilidad con que se hab�a obtenido la �ltima victoria animar�an a la otra. Dios mismo los ayud� con la tormenta, cuyo solemne redoble fue "la voz del Se�or" respondiendo a la oraci�n de Samuel. �Fueron heridos antes �, no por los vencedores.

El verdadero vencedor fue Dios. La historia ofrece una esperanza ilimitada de victoria, incluso en los campos de nuestras anteriores derrotas. Podemos dominar las faltas de car�cter arraigadas y vencer las tentaciones que a menudo nos han conquistado. Entonces, aunque todo el campo est� sembrado de reliquias, elocuentes de la desgracia anterior, podemos renovar la lucha con la confianza de que el futuro no siempre copiar� el pasado. Somos salvados por la esperanza; por la esperanza somos fortalecidos.

Es el casco mismo en nuestras cabezas. La guerra con nuestros propios males debe librarse con la seguridad de que cada campo de nuestra derrota alg�n d�a ver� puesto en �l el trofeo, no de nuestra victoria, sino de Dios en nosotros.

III. Conmemoraci�n agradecida de la victoria. Nadie sabe d�nde se encuentra esa piedra gris hoy en d�a, pero su nombre vive en el reverso. Este trofeo no se jactaba de la habilidad de l�der ni de la valent�a de un soldado; Solo se le asocia un nombre. Es "la piedra de la ayuda", y su mensaje para las generaciones venideras es: "Hasta ahora nos ha ayudado el Se�or". Ese "hasta ahora" es la palabra de una fe poderosa.

Incluye como partes de un todo el desastre no menos que la victoria. El Se�or estaba ayudando a Israel no menos con dolor y opresi�n que con gozo y liberaci�n. La derrota que los gui� de regreso a �l fue una tierna bondad y una ayuda preciosa. Tal recuerdo contiene una oraci�n a medio pronunciar y una esperanza para el futuro. La memoria se convierte en esperanza, y el resplandor en el cielo detr�s arroja luz sobre nuestro camino hacia adelante.

El "hasta ahora" de Dios lleva el "de ahora en adelante" envuelto en �l. La "gratitud" del devoto es, y deber�a ser, "un vivo sentido de los favores que vendr�n". El mejor uso de la memoria es marcar m�s claramente de lo que se puede ver en este momento la ayuda divina que ha llenado nuestras vidas. ( A. Maclaren, DD )

Arrepentimiento y avivamiento

Hay dos grandes servicios para Dios y para Israel en los que encontramos a Samuel involucrado en los primeros nueve vers�culos de este cap�tulo.

1. Exhort�ndolos y dirigi�ndolos con miras a ponerlos en un estado correcto ante Dios.

2. Esto se logr� al orar por ellos en su momento de angustia y obtener ayuda divina cuando los filisteos se acercaron en la batalla.

1. Con el transcurso del tiempo, la gente parece haber llegado a sentir lo triste y desolada que era su vida nacional sin ninguna se�al de la presencia y la gracia de Dios. "Toda la casa de Israel se lament� en pos del Se�or". Estos s�ntomas de arrepentimiento, sin embargo, no se hab�an manifestado de una forma muy concreta o pr�ctica. Ahora, la eliminaci�n de los dioses extra�os y Ashtaroth era una condici�n m�s dif�cil de lo que deber�amos suponer al principio.

Algunos se inclinan a imaginar que fue una mera obstinaci�n absurda y rid�cula lo que atrajo tanto a los israelitas a la adoraci�n de los dioses id�latras de sus vecinos. En realidad, la tentaci�n era mucho m�s sutil. Su culto religioso prescrito por Mois�s ten�a poco para atraer los sentimientos naturales del coraz�n humano. Fue simple, fue severo, fue abnegado. La adoraci�n de las naciones paganas era m�s viva y atractiva.

Se a�adieron entretenimientos de moda y juergas f�ciles y libres para complacer la mente carnal. Apartar a Baalim y Ashtaroth era abjurar de lo que estaba de moda y era agradable, y recurrir a lo poco atractivo y sombr�o. �No fue tambi�n una demanda antiliberal? No. Si la gente hablara en serio ahora, deb�an demostrarlo desechando cada imagen, cada objeto y adorno que estuviera relacionado con la adoraci�n de otros dioses.

Pero la gente estaba seria; y esta primera demanda de Samuel fue cumplida. Entonces, los primeros pasos hacia el avivamiento y la comuni�n deben ser el abandono de estos pecados y de las formas de vida que preparan el camino para ellos. No es suficiente que en la iglesia, o en alguna reuni�n, o en nuestro armario, experimentemos una dolorosa convicci�n de cu�nto hemos ofendido a Dios, y el deseo de no ofenderlo m�s de la misma manera.

Debemos "preparar nuestro coraz�n" para este fin. Debemos recordar que en el mundo con el que nos mezclamos estamos expuestos a muchas influencias que alejan a Dios de nuestro pensamiento, que estimulan nuestras debilidades, que dan fuerza a la tentaci�n, que disminuyen nuestro poder de resistencia, que tienden a atraernos hacia nuestro interior. viejo seno. Habiendo encontrado al pueblo obediente hasta ahora a sus requisitos, el siguiente paso de Samuel fue convocar a una asamblea de todo Israel a Mizpa.

Es importante se�alar el �nfasis que se pone aqu� en la asamblea p�blica del pueblo. Cuando Samuel convoc� al pueblo a una asamblea p�blica, evidentemente lo hizo bas�ndose en el principio seg�n el cual, en el Nuevo Testamento, se nos exige que no dejemos de reunirnos. Es para que la presencia de personas de ideas afines y con los mismos sentimientos y prop�sitos fervientes pueda tener una influencia estimulante y reconfortante sobre nosotros.

La siguiente escena en el panorama del texto es: los filisteos invadiendo Israel. Aqu� el servicio de Samuel es el de un intercesor, orando por su pueblo y obteniendo la bendici�n de Dios. Los israelitas sab�an d�nde pod�a encontrar su ayuda y, reconociendo a Samuel como su mediador, le dijeron: �No ceses de clamar por nosotros al Se�or nuestro Dios, que nos salvar� de la mano de los filisteos.

�Con esta petici�n, Samuel cumple m�s f�cilmente. Pero primero ofrece un cordero lechal como holocausto completo al Se�or, y solo despu�s de esto se nos dice que �Samuel clam� al Se�or, y el Se�or lo escuch�. La lecci�n es sumamente importante. Cuando los pecadores se acercan a Dios para suplicar su favor, debe ser por el camino nuevo y vivo, rociado con sangre expiatoria. Todas las dem�s formas de acceso fallar�n.

Lutero se humilla en el polvo e implora el favor de Dios, y lucha con todas sus fuerzas para reformar su coraz�n; pero Lutero no puede encontrar la paz hasta que vea c�mo es en la justicia de otro acercarse y encontrar la bendici�n - en la justicia del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. ( WG Blaikie, DD )

Un avivamiento del Antiguo Testamento

I. Al principio se predic� un serm�n. Se hab�a alcanzado una crisis; y en su penetrante y solemne discurso, Samuel parece haber tratado de hacer estos cuatro puntos, que ciertamente son dignos de ser empleados siempre:

1. Esas personas deben admitir inmediatamente la necesidad de un nuevo rumbo en su conducta y vida; deben "volver al Se�or con todo su coraz�n".

2. Deben eliminar toda se�al y vestigio de un mal pasado; Los "dioses extra�os" tendr�an que ser abandonados por completo.

3. Deben entrar instant�neamente en una nueva consagraci�n espiritual: tendr�an que "preparar sus corazones para el Se�or y servirle s�lo a �l".

4. Entonces deben confiar plenamente en las antiguas promesas que Dios les hab�a hecho a sus padres ya ellos; porque hab�a convenido en �librarlos de las manos de� sus enemigos.

II. Luego sigui� una respuesta ejemplar de la naci�n: "Entonces los hijos de Israel desecharon a los baales y Astarot, y sirvieron solo al Se�or". Esta repentina y completa limpieza de s� mismos de las formas de idolatr�a nos recuerda lo que en Gran Breta�a sol�a llamarse "una reforma de los modales".

III. A continuaci�n, su l�der convoc� a una gran asamblea para un servicio religioso de oraci�n.

IV. Ahora viene lo que podr�a llamarse una reuni�n prolongada. Siempre hay un punto en el que debe cesar la mediaci�n humana en favor de los pecadores; entonces los pecadores deben asumir el deber de suplicar por s� mismos, o se perder�n. Esto fue cierto incluso de un profeta-sacerdote como Samuel ( Jeremias 15:1 ): �Entonces el Se�or me dijo: Aunque Mois�s y Samuel estuvieran ante m�, mi mente no podr�a estar hacia este pueblo: �chalos de mi vista y d�jelos salir ". En este caso, la gente fue lo suficientemente inteligente como para asumir al menos estos cuatro deberes que se mencionan.

1. Llegaron a una postura directa de humillaci�n; ellos "ayunaron ese d�a".

2. Entonces estas personas hicieron confesiones de pecado: "dijeron all�: Hemos pecado contra el Se�or".

3. A continuaci�n, estas personas arrepentidas renovaron sobriamente su convenio: "Sacaron agua y la derramaron delante del Se�or". Uno de los Targums traduce la cl�usula as�: "Y derramaron su coraz�n en arrepentimiento como aguas ante el Se�or". Gill dice: "Esto significaba que renunciaron por completo a la idolatr�a, que no quedaba nada de ella, ya que cuando se vierte agua de un barril no queda olor, como ocurre cuando se vierten otros licores".

4. Se ponen en condiciones para una nueva actividad en la devoci�n. La mejor explicaci�n de esa afirmaci�n, "Samuel juzg� a los hijos de Israel en Mizpa", parece ser que reorganiz� al pueblo de nuevo, para el servicio militar, el orden civil y el culto religioso.

V. As� vino el descenso de la bendici�n en cumplimiento del pacto del Se�or.

1. La consagraci�n real de los cristianos genera generalmente una nueva oposici�n por parte de los enemigos.

2. La oraci�n importuna es la condici�n de todo �xito.

3. La plena consagraci�n del alma debe reconocer el sacrificio por los pecados. Este cordero fue la sugerencia de expiaci�n hecha por un Redentor.

4. Dios es fiel al instante en su interposici�n.

VI. Ahora no quedaba nada m�s que erigir un memorial de la transacci�n.

1. Toda la gloria y el honor del logro deben atribuirse claramente a Dios: "El Se�or nos ayud�".

2. Debemos hacer que nuestro reconocimiento sea lo m�s permanente posible. Samuel eligi� la piedra; tambi�n lo hizo Jacob ( G�nesis 28:18 ).

3. Debemos esforzarnos por agrupar nuestros memoriales de modo que uno fortalezca al otro. Samuel levant� su columna entre Mizpa, donde se concedi� esta liberaci�n, y Shen, donde otro hab�a sido concedido en la victoria obtenida sobre los filisteos veinte a�os antes. As� uni� las historias, como perlas en un collar.

4. Cada liberaci�n sucesiva de un Dios misericordioso debe profundizar nuestra confianza y avivar nuestras expectativas.

La cuidadosa investigaci�n de un incidente como �ste nos ha dado ciertas conclusiones que bien podr�an exponerse ahora al final de nuestro estudio.

1. Un avivamiento de religi�n se encuentra en la iglesia y asume un estado previo de retroceso triste y culpable.

2. La conversi�n de los pecadores no es un avivamiento; es el gracioso resultado que sigue a uno que es genuino.

3. Todas las �medidas� son admisibles, siempre que sean decentes y ordenadas, que conduzcan a los creyentes a la penitencia y al deber.

4. Bienaventurada la congregaci�n cuya espiritualidad se eleva y cuya vida es salvada por un d�a de la visitaci�n de Dios.

5. M�s bendita a�n es esa iglesia que nunca tuvo un avivamiento en toda su historia, y nunca lo necesit�. ( CS Robinson, DD )

Una ciudad cambiada por un avivamiento

Cuando el peor de los Papas, Alejandro VI, ocup� la silla papal, hacia fines del siglo XV, la predicaci�n de Savonarola en Florencia bien podr�a causar tal alarma entre el Papa y los cardenales en la sede central como para asegurar el silenciamiento y el martirio del predicador. . �Cu�l fue el efecto de su predicaci�n en Florencia en 1495? El aspecto de la ciudad cambi� por completo. Las mujeres dejaron a un lado sus joyas y sus mejores galas, vistieron con sencillez y se comportaron con recato; los j�venes florentinos licenciosos se transformaron como por arte de magia en hombres religiosos y sobrios; los himnos ocuparon el lugar de las canciones de carnaval de Lorenzo.

Todos oraban con frecuencia, acud�an en masa a las iglesias y daban en gran parte a los pobres. Lo m�s maravilloso de todo, los banqueros y comerciantes fueron impulsados ??por escr�pulos de conciencia a restaurar ganancias mal habidas, que ascend�an a muchos miles de florines. Todos los hombres quedaron maravillados por este cambio singular y casi milagroso; y, a pesar de su estado de salud destrozado, Savonarola debi� sentirse profundamente regocijado al ver a su pueblo convertido a un modo de vida tan cristiano.

El desastre ayuda al arrepentimiento

Cuando los hombres han sufrido mucho como consecuencia de sus faltas o de su falta, es muy probable que se esfuercen con fervor por protegerse contra la repetici�n de tal desastre. No hay momento en el que sea m�s seguro viajar sobre una gran l�nea de ferrocarril, que justo despu�s de una colisi�n por el descuido de un guardagujas o un arrancador de tren. Y mientras que todo el pa�s est� conmocionado por la p�rdida de vidas y propiedades debido al derrumbe de una represa construida de manera imperfecta, habr� un cuidado razonable en la inspecci�n y en la construcci�n de las represas.

Por lo tanto, es perfectamente natural que el pueblo de Israel, que hab�a sufrido la derrota debido al mal uso del arca del Se�or por parte de los que estaban destinados a protegerla, est� listo para llevarla de nuevo a un lugar apropiado, al final de aparta a una persona id�nea para que la guarde en forma sagrada. Es mejor intentar hacerlo bien despu�s de un gran desastre que no intentarlo en absoluto; pero cu�nto mejor que todo es hacerlo bien desde el principio. ( HC Trumbull. )

Volviendo a experiencias perdidas

Un hombre en el camino, habiendo perdido accidentalmente su bolso, es interrogado por su compa�ero de viaje d�nde lo tuvo por �ltima vez. "�Oh!" dice �l: "Estoy seguro de que lo saqu� de mi bolsillo cuando estaba en una ciudad as�, en una posada". "�Porqu� entonces!" dice el otro, "no hay mejor manera de volver a tenerlo que volviendo al lugar donde lo tuvo por �ltima vez". Este es el caso de muchos hombres en estos tiempos inestables e inestables; han perdido su amor por Cristo y su verdad, ya que su trigo, su vino y su aceite han aumentado; puesto que se les han a�adido en abundancia las cosas exteriores, han menospreciado la luz del semblante de Dios.

Cuando eran pobres y estaban desnudos de todo consuelo mundano, entonces buscaban el rostro de Dios tanto temprano como tarde, y nada era m�s querido y precioso para ellos que la verdad de Cristo. Entonces, �qu� se debe hacer para recuperar este amor perdido por Cristo? �De regreso, de regreso directamente donde lo tuvo por �ltima vez! �Volvamos a la se�al del coraz�n contrito y humillado! All� fue donde lo plasm� en buenas palabras y mejores obras; y aunque desde entonces est� perdido en la multitud de empleos mundanos, all� y en ning�n otro lugar, seguramente lo volver� a encontrar. ( J. Spencer. )

Tres pasos decisivos

I. Primero, entonces, estas personas estaban en una condici�n muy esperanzadora. "Toda la casa de Israel se lament� en pos del Se�or". �Qu� significa?

1. Significa que estaban muy oprimidos. Sus mercanc�as se les quitan. Fueron golpeados. Vieron c�mo mataban a sus hijos. Eran esclavos de los filisteos.

2. Creo que, por la casa de Israel lamentarse por el Se�or, se quiere decir, a continuaci�n, que comenzaron a estar interiormente convencidos de que nadie pod�a ayudarlos sino el Se�or.

3. Me parece que, mientras lo deseaban, ten�an miedo de que no los librara. Oraron de alguna manera, pero hab�a una pizca de duda al respecto.

4. Adem�s, estas personas ten�an muy pocas esperanzas, pero ten�an mucho deseo.

5. Si lees el tercer vers�culo, ver�s que, durante todo este tiempo, no se hab�an separado de sus �dolos. Se lamentaron por el Se�or, pero no consiguieron al Se�or, porque quer�an tener al Se�or y tambi�n a sus �dolos. John Bunyan nos dice que, cuando estaba jugando al juego del "gato" un domingo, en Elstow Green, cuando iba a golpear al gato con su bast�n, crey� o�r una voz que gritaba: "�Conservar�s tus pecados?". y vete al infierno; �O abandonar�s tus pecados e ir�s al cielo? Esa pregunta, sin la voz de un �ngel, es posible que la escuche en este momento.

Se lo digo ahora a algunos de ustedes a quienes les gustar�a guardar sus pecados y, sin embargo, ir al cielo. Te lamentas por el Se�or. Ser�as un santo; pero luego tambi�n quieres ser un pecador. Es in�til lamentarse por el Se�or, si no te lleva a renunciar a tus �dolos.

6. Significaba que nunca podr�an descansar hasta que Dios regresara. Algunos de ustedes han probado muchas formas de descansar. Hace algunos a�os te arponearon en una reuni�n; y aunque, como una gran ballena, has arrastrado millas de l�nea y has ido al fondo del mar del pecado, el arp�n todav�a se te pega. S� lo que has estado haciendo para descansar. Has probado el mundo y ahora no hay nada que te agrade.

Me pregunto qu� intentar�s a continuaci�n. �Probar�s la disipaci�n? �Probar�s la borrachera? �Probar�s el uso de drogas? Bien; si Dios quiere salvarlo, nunca descansar� hasta que est� anclado en el puerto del sacrificio expiatorio de Cristo. A veces escucho de personas que se enojan mucho despu�s de un serm�n del evangelio, y me digo a m� mismo: "No lo lamento". A veces, cuando estamos pescando, el pez se mete el anzuelo en la boca.

Tira con fuerza de la l�nea: si estuviera muerto, no lo har�a; pero es un pez vivo que vale la pena conseguir; y aunque se escapa por un tiempo, con el garfio en la mand�bula, no puede escapar. Su misma contoneo y su enojo muestran que �l tiene el anzuelo, y el anzuelo lo tiene a �l. Tenga lista la red de aterrizaje; lo aterrizaremos pronto. Dale m�s l�nea; d�jelo gastar sus fuerzas, y entonces lo aterrizaremos, y pertenecer� a Cristo para siempre.

II. Se pidi� a estas personas que dieran tres pasos muy decididos.

1. Lo primero que deb�an hacer era "desechar a los dioses extra�os". Cada hombre parece tener un �dolo diferente. Uno tiene orgullo: es tan maravillosamente bueno, tan moralista; nunca ha hecho nada malo. Es tan bueno como un cristiano, y bastante mejor. El dios de otro hombre es su confianza en s� mismo. Esc�chalo hablar. Entiende todo; no necesita que le ense�en nada; y si hay algo en la Biblia que �l no entiende, por qu�; entonces no lo cree.

2. Ahora, f�jense en el siguiente paso de decisi�n: "Abandonen los dioses extra�os y preparen su coraz�n para el Se�or". La mera reforma exterior no fue suficiente. Podr�an haber derribado todos los �dolos de la tierra y no estar m�s cerca de Dios por eso. Vea, en Francia hoy, c�mo la gente que durante tanto tiempo se ha doblado la rodilla en superstici�n e idolatr�a, muchos de ellos, han abandonado su vana adoraci�n, solo para hundirse en la infidelidad.

�Qu� mejor son, cuando exaltan a la �Diosa de la Raz�n� donde antes estaban los altares del Papado, cuando el coraz�n est� intacto y Dios no est� en todos sus pensamientos? A�n as�, hay muchos en esa tierra, como conf�o, hay muchos aqu�, que se lamentan por Dios, y solo esperan la preparaci�n del coraz�n, que viene de �l, para c�mo en lealtad ante Su trono. Entonces, �cu�l es la forma de preparar el coraz�n? Lo primero es la confesi�n del pecado.

Entonces resuelva en su alma que dejar� estos pecados. Entonces debe haber mucha oraci�n; porque as� fue con esta gente. Clama poderosamente a Dios: "�Se�or, s�lvame!" Recuerde tambi�n que debe haber confianza, o de lo contrario el coraz�n no est� debidamente preparado. Luego, al�jate del mundo.

3. Ese es el siguiente paso, el servicio de Dios: �S�rvale s�lo a �l�, dijo Samuel. �Entonces los hijos de Israel desecharon a los baales y Astarot, y sirvieron solo al Se�or�.

III. Se les ayud� a hacer todo esto al tener fe. Fue la fe en Samuel, como ya lo hemos notado. Puede ser mucho m�s ayudado, s�, capacitado por gracia, si tiene fe en Cristo.

1. Creyeron en la palabra de Samuel.

2. Esta gente cre�a principalmente en las oraciones de Samuel.

3. El pueblo tuvo fe en el sacrificio de Samuel.

4. Israel tambi�n acept� el gobierno de Samuel.

El Se�or te ayude a creer en Dios encarnado, en Dios haciendo sacrificio por el pecado, en Jes�s muerto, sepultado, resucitado, ascendido, sentado a la diestra de Dios, �y pronto vendr� en gloria! Deja que �l entre en tu vida y que viva en tu coraz�n, juzgue cada una de tus acciones y gobierne sobre toda tu vida. ( CH Spurgeon. )

El avivamiento

Los avivamientos de religi�n han sido la experiencia bendita de la Iglesia en todas las �pocas de su historia viva. En Bochim, en la temprana edad de los Jueces, tuvo lugar un gran avivamiento. En los d�as de Samuel, la Iglesia de Dios se alegraba con otro. El reinado de Ezequ�as fue muy se�alado por el renacimiento general de la religi�n; tambi�n lo fue el de Jos�as. La naci�n de Jud� fue preservada de la idolatr�a por medio de estos grandes despertares.

En el momento de la construcci�n del segundo templo hubo un renacimiento de la religi�n que obr� de manera m�s influyente. Pentecost�s se destaca en la historia de los avivamientos. Es posible que las ordenanzas y los medios de gracia se hubieran realizado en una rutina aburrida, pero eran "impecablemente impecables, glacialmente regulares, espl�ndidamente nulos". Pero cuando llegaron tiempos de refrigerio, se sinti� el poder del Esp�ritu. En general, dos caracter�sticas han marcado estos per�odos de despertar espiritual: el poder de la oraci�n y el poder de la predicaci�n.

La oraci�n recupera entonces su unci�n, su lucha y su eficacia. Puede ser que s�lo unos pocos busquen una cosa: la renovaci�n de la obra de Dios; pero estos son sinceros: oran con fe, en el Esp�ritu Santo y esperando la bendici�n. Antes de que ocurriera Pentecost�s, la compa��a de los creyentes estaba muy en oraci�n. Fue as� en un grado notable en el siglo XVIII. En tales temporadas, la predicaci�n ha tenido poder.

Los predicadores se despertaron y hablaron su palabra con audacia y libertad, y esperando el �xito. Solo necesitamos nombrar a Baxter y Doolittle, Alleine y Flavel, de la era puritana, cuyo ministerio fue bendecido en gran medida; Jonathan Edwards, Thomas Shephard y Tennant, de Am�rica, quienes casi nunca predicaron sin �xito; Wesley y Whitefield, y sus coadjutores en Inglaterra; William Burns, Robert M'Cheyne y Asahel Nettleton, de nuestro tiempo.

Todos estos eran hombres radiantes de piedad, ardientes de fervor, incansables en el trabajo y singularmente claros y precisos en su enunciaci�n del evangelio. Eran instrumentos para revivir. El avivamiento bajo Samuel se produjo mediante la oraci�n y la predicaci�n. A este hombre se le deb�a rastrear instrumentalmente. Luch� en secreto y exhort� en p�blico; esper� la bendici�n y, bajo la direcci�n de Dios, dirigi� el avivamiento bendecido.

Cuando el arca de Dios fue tomada e Icabod se convirti� en el nombre m�s adecuado de Israel, la causa de la piedad era deplorablemente baja. La forma, que por un tiempo hab�a suplantado a la fe, finalmente se fue con el arca. Dios, con gran misericordia, les ense�� que la forma es in�til sin piedad viva. Si la victoria hubiera permanecido con los hebreos en Ebenezer, el arca de Dios se habr�a convertido en un �dolo y las ordenanzas de una religi�n divina se habr�an corrompido en el paganismo.

Pero se permiti� su captura, a pesar de que eso deshonr� la religi�n del pueblo, en lugar de incurrir en este peligro. Cuando el arca fue restaurada a Israel, el pueblo elegido no estaba preparado para llevarla nuevamente a Silo. Los hombres de Bet-semes, despu�s de que terminaron su primer entusiasmo y sacrificio, no sintieron m�s inter�s que una curiosidad ociosa, y se atrevieron a inspeccionar lo que se hab�a ordenado que se cubriera de todos menos de los ojos del sumo sacerdote.

Y, aunque tantos perecieron por la mano de Dios por su sacrilegio, ning�n esp�ritu de arrepentimiento y reforma movi� al pueblo. Los betshemitas no carecen de paralelos. Se pueden encontrar almas insensibles en todas partes. La misericordia y el juicio no los mueven. La gracia y la ley no los derriten. Pueden escuchar las s�plicas del Amor encarnado que sufre por salvar, y nunca desear un inter�s personal en Su benigna salvaci�n.

Los Bet-semitas rogaron a los habitantes de Quiriat-jearim que se llevaran el arca de Dios; pero cuando se hizo esto, no parece haber un solo sacerdote presente para recibir el s�mbolo sagrado o para depositarlo dentro del tabern�culo. Durante veinte a�os los hijos de Israel se olvidaron de su Dios y Redentor, y fueron pervertidos por sus inmundas idolatr�as. La apostas�a de Dios nunca mejora el alma.

La adoraci�n falsa no puede elevarse. Israel no recuper� su independencia ni su felicidad hasta que fueron devueltos a Dios como pueblo. Este fue el gran objetivo de la reforma bajo Samuel.

1. Samuel predic� el arrepentimiento. Este ha sido siempre el tema de una ferviente exhortaci�n en tiempos de intentos de avivamiento. Son� en Alemania por los labios de la m�sica de Lutero, y reson� entre los valles alpinos del alma patri�tica de Zuingle. Fue el tema de los contundentes ataques caseros de Latimer en el coraz�n pr�ctico de Inglaterra, y retumb� por toda Escocia desde el severo e intr�pido Knox.

La doctrina del arrepentimiento es el ap�ndice de cada nueva publicaci�n de los Diez Mandamientos y el prefacio de cada oferta del Evangelio. Entonces, cuando Samuel ense��, este fue su tema de despertar. La ley de Dios fue su gran argumento, y la conciencia complaciente del pueblo fue su respuesta a la verdad; por tanto, con autoridad y con denuedo convenci� del pecado, de la justicia y del juicio.

La gente empez� a despertar. Una profunda impresi�n cay� sobre todos ellos, desde Dan hasta Beerseba. Vieron su pecado a la luz de la ley de Dios. Veinte a�os de pecado no perdonado fue una retrospectiva desgarradora. Y por eso se lamentaron. Fue bueno despertar del largo sue�o espiritual. Era bueno lamentar su pecado.

2. Samuel busc� frutos dignos de arrepentimiento. La gente estaba ansiosa, porque el pecado oprim�a su alma; pero Samuel no se qued� satisfecho con la emoci�n expresada. Exigi� una prueba instant�nea de su sinceridad profesada. Renunciar a los malos caminos es uno de los primeros signos de un alma arrepentida. Es indispensable separarse de todo lo que contamina el alma. Eliminar la idolatr�a fue, por tanto, el primer requisito que Samuel hizo del pueblo despierto.

En el momento de la Reforma Protestante, cuando la gente se despert�, limpiaron las iglesias y tambi�n sus casas de todas las im�genes utilizadas para el culto. Cuando el cristianismo se introdujo con �xito entre los isle�os de los mares del Sur, la quema de los �dolos fue la prueba de su sincero despertar.

3. Samuel inst� a que los creyentes regresaran al Se�or. El arrepentimiento no constituye reforma. Es solo el patio exterior. Por la fe entramos en el lugar santo. La fe se aferra a un Dios del pacto, a su misericordia que perdona y a su justicia que justifica. La fe es la reuni�n del alma con el Se�or. El coraz�n debe tener un objeto. Ninguna persona est� sin un dios, a quien se dedican todos sus esfuerzos y en quien se depositan sus afectos.

Puede ser el mundo, o la criatura, o el yo, o alguna superstici�n, o el verdadero Dios. La tendencia del coraz�n es lo falso y lo mundano. Pero la conciencia despierta no encuentra satisfacci�n en nada menos que Dios. Cuando se estaba llevando a cabo la obra de reforma entre la gente, Samuel se sinti� ansioso de que toda la naci�n se diera cuenta del beneficio. Por tanto, convoc� a todo Israel a reunirse.

"Sacaron agua y la derramaron delante del Se�or". �sta no era una instituci�n divina; pero era una pr�ctica frecuentemente observada dar confirmaci�n a promesas solemnes. Quiz�s implicaba que as� como �el agua se derrama sobre el suelo y no se puede recoger de nuevo�, su voto nunca se volver� a recordar, sino que se conservar� en toda su obligaci�n y obediencia. Es como ese testimonio que Escocia, como naci�n, dio una vez al Pacto en un tiempo de avivamiento espiritual.

�A pedido de sus devotos l�deres en la Reforma, la gente se agolp� en Edimburgo desde todas partes del pa�s, �y se reuni� en el Cementerio de Greyfriars hasta el n�mero de sesenta mil! Alexander Henderson se puso de pie en medio de ellos y, en una oraci�n de maravilloso poder y patetismo, confes� los pecados de la naci�n y su deseo de volver al Se�or y a la pureza de la adoraci�n ordenada en Su palabra.

Luego se propuso unirse en un compromiso de pacto para mantener la causa del Se�or. La escritura fue le�da y explicada �. Los que tuvieran dudas fueron conferidos antes de que se suscribiera la escritura. �De nuevo�, dice el historiador, �se produjo una pausa profunda y solemne; no la pausa de la indecisi�n, sino de la modesta timidez, cada uno pensando que los dem�s son m�s dignos que �l mismo para poner el primer nombre en este v�nculo sagrado.

Un anciano noble, el venerable conde de Sutherland, dio un paso adelante lenta y reverencialmente, y con el coraz�n palpitante y la mano temblorosa suscribi� el pacto de Escocia con Dios. Toda vacilaci�n en un momento desapareci�. El nombre sigui� al nombre en r�pida sucesi�n, hasta que todos los miembros de la iglesia dieron sus firmas. Luego se traslad� al cementerio y se extendi� sobre una l�pida nivelada para obtener la suscripci�n de la multitud reunida.

A medida que se llenaba el espacio, escrib�an sus nombres en forma contra�da, limit�ndolos por fin a las letras iniciales, hasta que no quedaba un lugar en el que pudiera inscribirse otra letra. Hubo otra pausa. La naci�n hab�a elaborado un pacto en d�as anteriores y hab�a violado sus compromisos, de ah� las calamidades en las que hab�a estado y estaba involucrada. Si ellos tambi�n rompieran este v�nculo sagrado, �cu�n profunda ser�a su culpa! Tales parecen haber sido sus pensamientos durante este per�odo de comuni�n silenciosa con sus propios corazones; pues, movidos por un esp�ritu, alzaron su diestra al cielo, declarando con esta solemne s�plica que ahora se hab�an unido al Se�or mediante un pacto eterno que no ser� olvidado.

En Israel, Samuel se destac� y dirigi� los servicios de adoraci�n. El pueblo tampoco pudo olvidar pronto ese d�a. Fue testigo de la renovaci�n de su pacto con el Se�or. Registraba su maravillosa misericordia, cuando Dios borr� para siempre las manchas carmes� de veinte a�os. Celebraba la recuperaci�n de la reca�da de una naci�n, cuando los pecados que como una densa nube hab�an oscurecido su firmamento moral fueron borrados.

�Reincidente, Mizpa te habla! Ese espect�culo de la penitencia de una naci�n, y la curaci�n de una larga reincidencia, les dice que hay misericordia para con Dios, e ilustra Sus palabras de amor: �Vu�lvanse a m�, hijos rebeldes; Yo sanar� tus rebeliones ". �Pecador inconverso, Mizpa te habla! Esa escena de arrepentimiento despu�s de veinte a�os de pecados, revela a muchos que entonces encontraron al Se�or por primera vez. Los reincidentes fueron restaurados, los impenitentes podr�an salvarse. ( R. Steel. )

Re�na a todo Israel en Mizpa.

La hermandad del culto

En el establecimiento de uno de nuestros grandes orfebres hay una gran caja fuerte de hierro con muchas cerraduras, que contiene un tesoro inmenso, pero nadie puede abrir ese cofre; las llaves est�n en manos de muchos fideicomisarios, y s�lo con su concurrencia se puede manifestar la riqueza oculta. As� es en el mundo natural y en el espiritual, la riqueza de la bendici�n divina s�lo puede alcanzarse mediante la hermandad del hombre, la hermandad de los santos. "No renunciar a reunirse". ( WL Watkinson. )

Versículos 7-11

Los filisteos subieron contra Israel.

La guerra santa

El resurgimiento de la religi�n ha tenido siempre una influencia muy importante como mejora social y pol�tica. El regreso del hombre a Dios lo restaura a su hermano. La restauraci�n del desempe�o ferviente y cordial de los deberes espirituales para con Dios conduce a una reforma correspondiente en los deberes relativos y pol�ticos. Fue el resurgimiento de la religi�n lo que dio tanta libertad a las naciones protestantes en el siglo XVI.

Fue el resurgimiento de la religi�n lo que asegur� la sucesi�n protestante en Inglaterra y muchas de las libertades que ahora disfrutamos. Fue el renacimiento de la religi�n lo que dio tal rol de m�rtir a los Covenanters escoceses y condujo al asentamiento de la Revoluci�n de 1688. Es a los renacimientos religiosos a los que Estados Unidos debe gran parte de la felicidad pol�tica que, en medio de los elementos m�s discordantes, ha pose�do.

En la reforma de Samuel se reaviv� el patriotismo, se recuper� la independencia de la naci�n, y de tal manera que se demostr� la interposici�n bondadosa de un Dios del pacto. Muchos avivamientos han tenido experiencias dif�ciles desde el principio y un bautismo de fuego. Pentecost�s fue inmediatamente sucedido por una persecuci�n Moody. La plantaci�n de la Iglesia entre los paganos fue en medio de enemistad y oposici�n. Diez persecuciones feroces fueron la experiencia de la religi�n de Cristo, mientras avanzaba con �xito a trav�s del Imperio Romano.

Pocas reformas se llevaron a cabo en el siglo XVI sin los fuegos m�rtires. As� que encontramos en los d�as de Samuel que la Iglesia renovada de Israel era hija de tormentas y conflictos. No era extra�o que, cuando la predicaci�n de Samuel hab�a sido fundamental para despertar a los hebreos, y cuando buscaban reformar su adoraci�n y renovar su pacto con Dios, sus opresores intentaran refrenar su incipiente patriotismo e infligir un castigo. .

La persecuci�n es el primer objeto de los poderes tir�nicos cuando un pueblo sujeto revive a la libertad de pensamiento y la devoci�n a Dios. Cuando la causa de Dios recibe un nuevo impulso espiritual, no faltan los que buscan detenerla mediante persecuci�n, controversia o tentaciones seculares. Cuando el maric�n no puede pervertir, la disensi�n puede debilitarse; cuando fallan las amenazas, el soborno puede corromper. El primero prevaleci� en Espa�a, cuando la terrible Inquisici�n destruy� el protestantismo naciente.

El segundo anul� la influencia de la Reforma en algunos de los estados alemanes. El tercero prevaleci� donde un tentador erastianismo redujo a la Iglesia a la mundanalidad. El tiempo del avivamiento es, por tanto, una temporada de peligro inminente. Entonces los filisteos est�n sobre ti. �Est� despierto a la preocupaci�n espiritual? Satan�s tambi�n se despierta para efectuar su intenci�n de arruinar tu alma. �Est�s a punto de tomar la cruz y hacer profesi�n cristiana? �l est� activo para provocar tu ca�da.

Entonces los filisteos est�n sobre ti. En una ocasi�n anterior, cuando estaban en un peligro similar, depositaron su confianza en el arca del Se�or; pero ahora su confianza est� en el Dios del arca. Confiaron en la forma, ahora en la realidad. Antes eran ap�statas e impenitentes; ahora, se despiertan, se reconcilian y se dedican al servicio de Dios. En su situaci�n extrema, por lo tanto, instan a la oraci�n. Buscan la intercesi�n de Samuel.

1. Fue el medio de ayuda m�s poderoso. "La oraci�n mueve el brazo que mueve el universo". Puede luchar con el �ngel y tener poder con Dios para que prevalezca. Es el medio de ayuda divinamente designado: "Inv�came en el d�a de la angustia, y te librar�".

2. Era la oraci�n en la que todos ten�an un inter�s creyente. La gente est� lista para unirse cuando Samuel pronunci� su s�plica. Su ferviente deseo dio intensidad a las palabras de Samuel; su fe dio poder a su intercesi�n creyente. Muchos corazones unidos en un solo ejercicio.

3. Era una oraci�n al Dios del pacto. "Clama a nuestro Dios por nosotros". Acababan de renovar su pacto con Dios y lo aceptaron como suyo. �l hab�a sido el Dios de su padre, un Dios que escuchaba las oraciones y guardaba el pacto. Sab�an a qui�n dirig�an su grito. No era para ning�n dios desconocido, ni para una deidad imaginaria. Descanse su alma en Jes�s. Luego, cada oraci�n se ofrece a un Amigo en quien tiene confianza y de quien puede esperar una bendici�n.

4. Era una oraci�n por un objeto definido. Especificaron su deseo. Expresaron el deseo de sus corazones. Demasiados oran de una manera tan general que muestran poco inter�s en lo que piden. Cuando se hac�a la oraci�n p�blica, se ofrec�a un sacrificio. La intercesi�n depend�a de la expiaci�n. La eficacia de la petici�n radica en la aceptaci�n del sustituto. As� fue como Samuel tom� un cordero en toda la pureza de su juventud y lo ofreci� enteramente al Se�or.

La expiaci�n hecha por el Redentor fue infinita y es suficiente para quitarte la ira. "�He aqu� el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" Nuestras oraciones deben descansar siempre para toda su eficacia en el Cordero de Dios. Ascendiendo en el nombre de Jes�s prevalecer�n. Esto es lo que queremos decir cuando pedimos por amor a Cristo. La oraci�n de Samuel prevaleci� y la respuesta lleg� antes de que se realizara su adoraci�n.

Hab�an vuelto a Dios; hab�an conseguido Su ayuda. El Se�or escuch� su oraci�n de fe, y ese d�a pele� sus batallas. La artiller�a del cielo se movi� contra los filisteos. Israel sali� victorioso sin haza�as de armas. Tampoco fue este el �nico caso en su historia. Dios hab�a hecho de las aguas del Mar Rojo sus armas para vencer a los egipcios. En el valle de Ajal�n, el granizo hizo obra de conquistadores, y el d�a natural se prolong� para darle la victoria a Josu�.

En los d�as posteriores, tambi�n, las huestes de Senaquerib fueron vencidas por el �ngel destructor en respuesta a la oraci�n de Ezequ�as. Y en el futuro, a�n por realizarse, la s�plica creyente de la Iglesia rescatada asegurar� la interposici�n de Dios en el campo del Armaged�n para desconcertar a los ej�rcitos del mundo unidos para destruir su causa. "Si Dios es por nosotros, �qui�n contra nosotros?" es la lecci�n que podemos sacar de este evento en los d�as de Samuel.

La Iglesia de Dios est� amenazada en tiempos cr�ticos. En todo el mundo, los eventos parecen prepararse para probar la fe y la energ�a de los cristianos profesantes. Pero mientras la oraci�n sea un recurso tan bendito, el peque�o reba�o no debe temer. Dios es la gloria en medio de su causa, y el muro de fuego a su alrededor. ( R. Steel. )

Liberaci�n nacional

El gran trueno con el que Dios tron� sobre los filisteos llev� de Dios la respuesta y la ayuda necesaria. No es necesario suponer que el trueno fue sobrenatural. Fue un ejemplo de lo que es tan com�n, una fuerza natural adaptada al prop�sito de una respuesta a la oraci�n. Natural, pero no casual. Aunque natural, fue la respuesta de Dios a la oraci�n de Samuel. Pero, �c�mo pudo haber sido esto? Si fue una tormenta natural, si fue el resultado de la ley natural, de las condiciones atmosf�ricas, cuyo funcionamiento era fijo y seguro, debe haber tenido lugar tanto si Samuel or� como si no.

Indudablemente. La uniformidad de la ley natural permite al Todopoderoso, que ve y planea el fin desde el principio, para enmarcar un esquema integral de la Providencia que no solo producir� el resultado final en Su tiempo y manera, sino que tambi�n resolver� cada resultado intermedio. precisamente como �l dise�a y desea. Seguramente, si hay una Providencia general, debe haber una Providencia especial. Si Dios gu�a el todo, tambi�n debe guiar las partes.

1. Apliquemos este punto de vista al tema de la oraci�n. La oraci�n de Samuel fue la oraci�n que Dios hab�a inspirado. �Qu� m�s razonable que eso en el gran plan de la Providencia deber�a haber sido incluida una provisi�n para el cumplimiento de la oraci�n de Samuel en el momento apropiado? La tormenta, podemos estar seguros, fue un fen�meno natural. Lo �nico milagroso fue que formaba parte de ese plan m�s maravilloso, el plan de la Divina Providencia, una parte del plan que se llevar�a a cabo despu�s de que Samuel hubiera orado.

Si el t�rmino sobrenatural puede aplicarse adecuadamente a ese esquema que es la suma y sustancia de todas las leyes de la naturaleza, de toda la Providencia de Dios y de todas las obras y pensamientos del hombre, entonces fue un milagro; pero, si no, fue un efecto natural. Es importante tener en cuenta estas verdades, porque muchos tienen la impresi�n de que la oraci�n por resultados externos no puede responderse sin un milagro, y que no es razonable suponer que todos los d�as se realizar�an tantos milagros como los que implica la oraci�n.

No negamos que la oraci�n puede ser respondida de una manera sobrenatural. Pero es muy �til que se tenga en cuenta la idea de que esa oraci�n suele ser respondida por medios naturales. Al no prestar atenci�n a esto, los hombres a menudo no perciben que la oraci�n ha sido respondida. Que los medios sean tan naturales como sea posible: para aquellos que tienen ojos para ver, el dedo de Dios est� en ellos de todos modos. Pero volvamos a los israelitas y los filisteos.

La derrota de los filisteos fue muy completa. La impresi�n as� causada en los enemigos de Israel corresponde en cierto grado a la influencia moral que los hombres temerosos de Dios tienen a veces en una comunidad que de otro modo ser�a imp�a. En el gran despertar en Northampton en los d�as de Jonathan Edwards, hubo un arresto completo sobre las formas abiertas de vicio. Y siempre que en una comunidad la presencia de Dios se ha realizado poderosamente, las tabernas se han vaciado, la mesa de juego desierta, bajo el sentido de su augusta majestad. �Ojal� el car�cter y la vida de todos los siervos de Dios fueran tan verdaderamente divinos que su mera presencia en una comunidad tuviera una influencia moderadora y restrictiva sobre los malvados!

2. El paso dado por Samuel para conmemorar esta maravillosa interposici�n divina. ( WG Blaikie, DD )

Versículo 8

Y los hijos de Israel dijeron a Samuel: No ceses de clamar por nosotros al Se�or nuestro Dios.

El grito de mediaci�n

I. Se busca mediaci�n. Los israelitas, desarmados, indefensos, est�n muy consternados. Se vuelven hacia Samuel e imploran su continua intercesi�n.

1. Los tiempos de humillaci�n por el pecado y de reforma del pecado son tiempos en los que el enemigo est� muy ocupado, haciendo lo que puede para atarse.

2. Los tiempos de humillaci�n y despertar producen un sentimiento de necesidad de un intercesor por la indignidad personal, por la gravedad y peligro de la ocasi�n, por la dificultad de la relaci�n con lo invisible. Queremos que alguien act�e por nosotros. El principio de mediaci�n en el Evangelio de Jesucristo encaja con nuestra naturaleza y condici�n.

II. Mediaci�n ejercida. Samuel reza y se sacrifica.

1. Toma un cordero joven.

2. Ora. La mediaci�n de Jesucristo es tan divinamente adecuada y suficiente, ya que �l es a la vez sacerdote y sacrificio. Su ofrenda e intercesi�n pueden darnos "audacia y acceso con confianza".

III. Mediaci�n aceptada. "El Se�or lo escuch�".

1. Interposici�n mediante los elementos del mundo natural.

2. El enemigo est� completamente derrotado. ( H. Gammage. )

Versículo 12

Y Samuel tom� una piedra.

El memorial eterno

�Cu�n pocos de los habitantes modernos de Egipto saben qui�n construy� esas obras maravillosas que a�n atraen a multitudes de viajeros! Se podr�a decir, en las palabras de alguien que anhelaba la fama p�stuma y hab�a hecho mucho para merecerla, pero que sab�a cu�l hab�a sido la experiencia de la grandeza difunta, podr�a decirse con Salom�n: �No hay recuerdo de el sabio m�s que el necio para siempre; viendo lo que ahora es, en los d�as venideros todo ser� olvidado.

�( Eclesiast�s 2:16 .) Pero hay un memorial que nunca ser� borrado, un monumento que nunca se convertir� en polvo, y personas que nunca ser�n olvidadas. Los eventos relacionados con la vida eterna tienen todas sus piedras de recuerdo, y los justos siempre brillar�n como el sol en el reino del Padre.

Las providencias que ministraron a los hijos de Dios est�n registradas en el coraz�n y siempre ser�n recordadas con acci�n de gracias al Dios de gracia que las orden�. En la historia de Su Iglesia, Dios ha conmemorado las interposiciones y providencias de Su mano. Muchas piedras monumentales se encuentran en las cr�nicas de Israel. Ararat siempre se asocia con la ofrenda de agradecimiento de No� despu�s del Diluvio.

El monte Moriah ha sido embalsamado en corazones creyentes desde que Abraham construy� all� su altar y lo llam� Jehov�-jireh: "El Se�or proveer�". Desde que Jacob coloc� la piedra que hab�a sido su almohada en esa noche memorable cuando vio la escalera, todos los que aman la Casa de Dios han apreciado con cari�o a Betel. Cuando la iglesia peregrina atraves� el Jord�n, doce piedras delimitaron el lugar donde hab�an estado los pies de los sacerdotes; y Bochim se asoci� con el registro de las l�grimas de una naci�n.

Por eso, cuando Samuel y los hijos de Israel recibieron tal muestra del amor y la ayuda del Se�or en su victoria en Mizpa en respuesta a la oraci�n, erigieron una piedra y la llamaron Ebenezer, para perpetuar su gratitud. As� ha avanzado la Iglesia de Dios. Constituida una peregrina a trav�s de este desierto hacia la tierra prometida, cada paso del progreso marca su gratitud. Encargada de la guerra contra el pecado, toda conquista se convierte en una marcha espiritual en la m�sica.

Enviado a evangelizar, todo converso es un trofeo y �Hasta ahora nos ayud� el Se�or� es el coro de cada estrofa de su progresivo canto. As�, David puso m�sica a la historia de la misericordia divina hacia su pueblo, y record� el pasado en sus alabanzas diarias, mientras que la experiencia de su propia alma se convirti� en el �Hasta ahora� del coro com�n. Los peligros a los que estaban expuestos los hijos de Israel estaban m�s all� de sus propias fuerzas para superarlos.

Fueron debilitados por la opresi�n. Se desmayaron por la reincidencia. Necesitaban ayuda de la mano de Dios. Se hab�an reunido en Mizpa y, en medio del llanto general, hab�an confesado sus pecados y renovado su pacto con Dios. Pero mientras cumpl�an sus votos y se un�an a un servicio religioso, fueron atacados sin sentido. Su celo reci�n nacido fue puesto a prueba temprano; pero as� como su penitencia era sincera, su voto sincero, su oraci�n creyente, as� tambi�n la fidelidad de Dios val�a en su necesidad.

�Cu�ntos corazones fueron restaurados a Dios ese d�a, confirmados en la fe y reanimados para la oraci�n! La liberaci�n temporal y la restauraci�n espiritual iban de la mano, y un Ebenezer com�n marc� la rara experiencia. La Iglesia fue bendecida con un avivamiento y el Estado con libertad; se despertaron las almas y se restableci� el patriotismo de los ciudadanos. El hombre espiritual se convirti� en el m�s verdadero patriota, el mejor s�bdito de las leyes y el m�s valiente defensor del Estado.

As� ten�an raz�n para esta piedra del recuerdo y esta inscripci�n eucar�stica. Pero nos ense�an una lecci�n, tanto en cosas temporales como espirituales, para reconocer la respuesta a nuestra oraci�n y dar gracias. �Ha experimentado las misericordias providenciales de Dios? Exigen reconocimiento: una piedra conmemorativa y un Ebenezer, un salmo de acci�n de gracias. �Has progresado en la vida hasta el d�a de hoy, encontrando el pan de cada d�a y un cuidado vigilante? Pero hay otras bendiciones de mayor importancia para el alma y que exigen una atenci�n especial y una gratitud incesante: las ayudas otorgadas en la gracia.

La liberaci�n del alma del pecado es una interposici�n divina del tipo m�s grandioso. La recuperaci�n del alma de la reincidencia es una ocasi�n apropiada para un Ebenezer. Fue esto especialmente lo que fue la bendici�n nacional de Israel. Su liberaci�n de los filisteos sigui� a su restauraci�n del retroceso de veinte a�os. Fue una muestra conmovedora de la aceptaci�n del Se�or de sus l�grimas y de sus oraciones.

Fue una promesa manifiesta de Su amor inmutable. Despu�s de una temporada de descuido, pereza espiritual y frialdad en la oraci�n, �ha sido revivido? �Ha vuelto tu primer amor? Entonces, �has vuelto a dar gracias a Dios, y con una devoci�n m�s constante inscribiste el Ebenezer de tu alma? Estos Ebenezers son �tiles para el creyente. Le recuerdan la dependencia y recuerdan su confianza en la fuerza de Dios. Lo animan por el pasado, a confiar y no tener miedo en todas las pruebas futuras. ( R. Steel. )

Ebenezer

Ciertamente es algo muy delicioso marcar la mano de Dios en la vida de los santos antiguos. Pero, �no ser�a a�n m�s interesante y provechoso para nosotros observar la mano de Dios en nuestras propias vidas? �No deber�amos considerar nuestra propia historia como al menos tan llena de Dios, tan llena de Su bondad y de Su verdad, como una prueba de Su fidelidad y veracidad como la vida de cualquiera de los santos que han pasado antes? �No has tenido liberaciones? �No has atravesado ning�n r�o, apoyado por la presencia Divina? �Has atravesado ning�n incendio ileso? �No ha tenido manifestaciones? Una vez m�s, es un ejercicio muy agradable recordar las diversas formas en que los santos agradecidos registraron su gratitud.

�Qui�n puede mirar sin placer el altar que No� levant� despu�s de ser preservado del diluvio universal? �No ser�a tan agradable y m�s provechoso para nosotros registrar los hechos poderosos del Se�or como los hemos visto? �No deber�amos erigir el altar a su nombre, o tejer sus misericordias en un c�ntico?

I. El lugar donde se coloc� la piedra de ebenezer.

1. Veinte a�os antes, en ese campo, Israel fue derrotado. Veinte a�os antes, Ofni y Phineas, los sacerdotes del Se�or, fueron asesinados en ese terreno, y el arca del Se�or fue tomada y los filisteos triunfaron. Era bueno que recordaran la derrota que hab�an sufrido y que, en medio de la gozosa victoria, recordaran que la batalla se hab�a convertido en una derrota a menos que el Se�or hubiera estado de su lado. Recordemos nuestras derrotas.

2. El campo entre Mizpa y Shen tambi�n refrescar�a sus recuerdos con respecto a sus pecados, porque fue el pecado lo que los conquist�. Si sus corazones no hubieran sido capturados por el pecado, su tierra nunca hab�a sido capturada por Filistea. Si no hubieran dado la espalda a su Dios, no habr�an dado la espalda en el d�a del conflicto. Recordemos nuestros pecados; Servir�n como una hoja negra en la que la misericordia de Dios brillar� m�s intensamente.

3. Una vez m�s, ese lugar les recordar�a sus dolores. Qu� cap�tulo m�s triste de la historia de Israel es el que sigue a su derrota ante los filisteos.

4. Mientras reflexionamos sobre la peculiaridad de la localidad, debemos se�alar que, como hab�a sido el lugar de su derrota, su pecado, su dolor, ahora antes de la victoria, fue el lugar de su arrepentimiento. Ver�n, se reunieron para arrepentirse, para confesar sus pecados, para desechar sus dioses falsos, para echar a Astarot de sus casas y de sus corazones. Fue all� donde vieron la banda de Dios y fueron llevados a decir: "Hasta ahora nos ha ayudado el Se�or". Cuando t� y yo seamos m�s diligentes en la caza del pecado, entonces Dios ser� m�s valiente para derrotar a los enemigos.

5. Debes recordar, tambi�n, que Ebenezer fue el lugar de lamentaci�n despu�s del Se�or. Se reunieron para orar a Dios para que regresara a ellos. Seguramente veremos a Dios cuando lo anhelemos.

6. En ese d�a, tambi�n, Mizpa fue el lugar del pacto renovado, y su nombre significa la atalaya. Estas personas, digo, se reunieron para renovar su pacto con Dios, y esperar en �l como en una atalaya. Cada vez que el pueblo de Dios mira hacia el pasado, debe renovar su pacto con Dios. Vuelve a poner tu mano en la mano de Cristo, santo del Alt�simo, y entr�gate de nuevo a �l.

II. Con motivo de la erecci�n de este monumento. Las tribus se hab�an reunido desarmadas para adorar. Los filisteos, al enterarse de su reuni�n, sospecharon una revuelta. En ese momento no se contemplaba un levantamiento, aunque sin duda acechaba en los corazones de la gente la esperanza de que de una forma u otra ser�an liberados. Como los filisteos eran una naci�n muy inferior en n�mero a los hijos de Israel, ten�an la desconfianza natural de los opresores d�biles. Si debemos tener tiranos, que sean fuertes, porque nunca son tan celosos o crueles como esos peque�os d�spotas que siempre temen la rebeli�n.

1. La victoria obtenida fue por el cordero. Tan pronto como el cordero fue sacrificado y el humo se elev�, la bendici�n comenz� a descender sobre los israelitas y la maldici�n sobre los enemigos. "Los hirieron" - observe las palabras - "los hirieron hasta que llegaron debajo de Bethcar", que, interpretado, significa "la casa del Cordero". Al ofrecer el cordero, los israelitas comenzaron a pelear contra los filisteos y los mataron hasta la casa del cordero. Si hemos hecho algo por Cristo, testifique que todo ha sido por medio del Cordero.

2. As� como en este acontecimiento se exalt� el sacrificio, tambi�n se reconoci� el poder de la oraci�n. Los filisteos no fueron derrotados excepto por la oraci�n. Samuel or� al Se�or. Dijeron: "No dejes de clamar al Se�or por nosotros". Demos testimonio de que si se ha logrado algo bueno, ha sido el resultado de la oraci�n.

3. Una vez m�s, como hubo oraci�n y sacrificio, debes recordar que en respuesta al dulce olor del cordero y al dulce perfume de la intercesi�n de Samuel, Jehov� sali� para derrotar a sus enemigos.

III. La inscripci�n sobre el memorial. "Ebenezer, hasta ahora el Se�or nos ha ayudado". La inscripci�n se puede leer de tres formas. Debes leer ante todo su palabra central, la palabra de la que depende todo el sentido, donde se concentra la plenitud. "Hasta ahora el Se�or nos ha ayudado". Tenga en cuenta que no se quedaron quietos y se negaron a usar sus armas, pero mientras Dios truenaba, ellos estaban luchando, y mientras los rel�mpagos brillaban en los ojos del hombre de hielo, les hac�an sentir la potencia de su acero.

De modo que mientras glorificamos a Dios no debemos negar ni descartar el albedr�o humano. Debemos luchar porque Dios lucha por nosotros. Dije que este texto se puede leer de tres maneras. Lo hemos le�do poniendo �nfasis en la palabra central. Ahora deber�a leerse mirando hacia atr�s. La palabra "hasta ahora" parece una mano apuntando en esa direcci�n. Mira hacia atr�s, mira hacia atr�s. Entonces, el texto puede leerse de una tercera manera: mirando hacia el futuro.

Porque cuando un hombre llega a una determinada marca y escribe "hasta ahora", mira hacia atr�s a mucho del pasado, pero "hasta ahora" no es el final, hay todav�a una distancia que recorrer. ( CH Spurgeon. )

Un serm�n de a�o nuevo

Esa batalla se gan� antes de que se diera un solo golpe. Esa victoria se logr� en el Trono de la Gracia, donde se obtuvieron muchos triunfos gloriosos que nunca podr�an haberse asegurado en otro lugar. La oraci�n fue el arma poderosa que esgrimi� Israel para total desconcierto de las huestes filisteas. El poder de la oraci�n reside en el poder que ordena la oraci�n: el poder de Dios.

I. Los principios del texto, a medida que penetran profundamente en la experiencia religiosa. Se nos ense�a:

1. Que todos necesitamos la ayuda de Dios. Los cristianos necesitan la ayuda de un poder superior al suyo con tanta certeza como lo hizo Israel en esta crisis. El pecado, que ha despojado al hombre de su rectitud original, tambi�n lo ha despojado de su fuerza. Sin ser rescatado por la gracia divina, es completamente impotente. El cristiano m�s maduro tampoco posee la menor energ�a espiritual que no la reciba de lo alto. No hay igualdad entre el poder de los enemigos del cristiano y sus propios esfuerzos sin ayuda.

Hay momentos en que el cristiano se vuelve tan dolorosamente consciente de esto que est� casi listo para abandonar el campo, pero esto, en lugar de llevarnos a la desesperaci�n, debe operar poderosamente para llevarnos a Dios en busca de ayuda, para sentir con el Ap�stol. : "Cuando soy d�bil, entonces soy fuerte".

2. La ayuda de Dios se concede en relaci�n con el uso de los medios designados por Dios, y es s�lo en su empleo que podemos razonablemente esperar ayuda Divina. Ni el hecho de nuestra debilidad ni la promesa de asistencia divina se han revelado para llevar a la exclusi�n del esfuerzo humano. El texto implica que lo que se promete es "ayuda", no la realizaci�n del trabajo para nosotros, sino la asistencia mediante la cual seremos capacitados para cumplir con nuestro deber.

3. La concesi�n real de esta ayuda. El texto registra un hecho: "Hasta ahora nos ayud� el Se�or". No se trataba simplemente de ayuda prometida o proporcionada, sino de ayuda realmente enviada. La ayuda implica precisamente la cantidad de ayuda que requiere el caso, y por la cual el cristiano ser� sostenido en cada prueba y liberado de la �ltima.

II. El car�cter de la ayuda que Dios proporciona.

1. Adecuado y eficiente. Sin adaptaci�n en el remedio, el caso no debe ser resuelto. La fuente de la ayuda del cristiano marca su car�cter. Es divino.

2. La ayuda divina es segura. La ayuda humana, por d�bil que sea, es muy incierta en su concesi�n. Por una triste perversidad de la naturaleza humana, hay una disposici�n a otorgar favores con mano liberal a los que ya son ricos, mientras que a los indigentes a veces se les permite arrastrar una existencia miserable y consumirse en la miseria. Si un hombre que alguna vez fue opulento se arruina por las desgracias, las personas que lo reconocieron con orgullo cuando se encontraba en el apogeo de la prosperidad lo pasan de largo como si las calamidades del hombre hubieran alterado tanto todos los rasgos de su rostro que no pueden reconocerlo.

Si un individuo cae presa de su propia locura, orgullo y extravagancia, debe luchar solo con las miserias que �l mismo ha causado. Y no pocas veces una simpat�a fr�a, inactiva, in�til es todo lo que se manifiesta hacia los m�s merecedores. Pero las causas que hacen que la ayuda humana sea tan incierta no pueden afectar a Dios. La relaci�n que mantiene con su Iglesia le impide considerar con indiferencia los intereses de cualquiera de sus miembros: �Dios est� en medio de ella; .. Dios la ayudar� y eso desde el principio ".

3. Esta ayuda es oportuna, llega en el momento adecuado a un momento. Puede que no se administre justo cuando se espera, ni cuando a los ojos humanos parecer�a m�s deseable. Pero, �los planes y arreglos divinos deben precipitarse y confundirse solo para enfrentar la inquietud y la paciencia humanas? El Dios por Quien se concede la ayuda conoce la temporada m�s oportuna para su concesi�n. Dios est� atento a "los tiempos finales de las estaciones"; y la lentitud divina nunca se ha opuesto a la puntualidad divina.

4. La ayuda de Dios es constante e infalible. "Hasta ahora", escribi� Samuel, "el Se�or nos ha ayudado". Esto fue en un per�odo prolongado en la historia del pueblo de Dios, y hasta ese momento no hab�a fallado nada de todo lo que el Se�or hab�a dicho. Siempre que fueron derrotados, no fue el resultado de fallas en la Fuente de sus suministros, sino de sus propias infidelidades y pecados. La promesa de ayuda divina es condicional; y s�lo que se cumplan las condiciones de la promesa, y la ayuda continuar�.

El �ltimo soldado en el campo de la guerra cristiana; el �ltimo obrero en la vi�a del Se�or; el �ltimo peregrino en el penoso camino al cielo, necesitar� la ayuda de Dios como nosotros en este momento; y todos lo tendr�n.

III. Esta conducta a la que debe conducir esta ayuda de nuestra parte.

1. Reconocimiento agradecido de favores pasados. La expresi�n de gratitud fue p�blica y monumental. Hay una manera de hacer que la expresi�n de nuestra gratitud sea monumental y duradera haci�ndola pr�ctica. Aprovecha toda oportunidad de testificar de la bondad y fidelidad de Dios. Que el mundo sepa lo sabio y todopoderoso que es el nuestro. Esfu�rcese por difundir la verdad de Dios; y trabajar para perpetuar las instituciones y auxiliares de la Iglesia cristiana.

2. La ayuda pasada debe conducir a la confianza en Dios en el momento presente. Las palabras de Samuel fueron retrospectivas; pero este reconocimiento de la ayuda pasada fue dise�ado para ense�ar la lecci�n pr�ctica: "Tened fe en Dios" ahora. Cuando se encuentran amigos que tienen un pasado que recordar, pronto hablan de las dificultades y pruebas con las que han tenido que luchar, la memoria generalmente los recuerda primero. En una crisis profundamente aflictiva en la vida de David, cuando nuestras arpas hubieran estado sin cuerda y mudas, el salmista barri� la suya y replic�: "Cantar� misericordia y juicio". Vio que los dos estaban mezclados y cantaba de ambos; pero como la �misericordia� predominaba mucho, la coloc� en primer lugar en su canci�n.

3. Inspire esperanza en cuanto al futuro. ( Samuel Wesley. )

Ebenezer

Dios debe ser reconocido en todas nuestras misericordias, y es delicioso poder ver en ellas la respuesta de la fe y la s�plica ferviente. "No a nosotros, oh Se�or, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria".

I. Consideremos lo que tenemos que registrar.

II. Consideremos ahora con qu� puntos de vista y sentimientos debe erigirse nuestra piedra conmemorativa, y esta palabra expresiva, Ebenezer, inscrita en ella.

1. Con sincera piedad. Atribuir el honor y el poder de una obra de gracia a ministros en lugar de a Dios el Esp�ritu, es tan irracional como lo ser�a dar alabanza y gloria a la pluma con la que Milton escribi� su poema inmortal, en lugar de d�rsela a lo sublime. genio del propio bardo. Oh, d�jame ser olvidado en la medida de lo posible, y Cristo solo pens� en �l.

2. Esta expresi�n, Ebenezer, debe ser pronunciada por nosotros, como lo fue por Samuel y los jud�os, con admiraci�n y adoraci�n.

3. �Puede faltar la alegr�a o ser inadecuada en esta ocasi�n? �Imposible!

4. Un sentimiento de indignidad deber�a hacer que nuestra gratitud sea m�s intensamente ferviente. ( JA James. )

Ebenezer

Los monumentos generalmente tienen dos objetos. Est�n destinados a adornar un pa�s o una ciudad, y para celebrar las glorias del h�roe a cuya memoria se elevan. Se erige un monumento despu�s de una batalla exitosa, para glorificar al l�der bajo cuyos auspicios se libr� la batalla y se gan� la victoria. La catedral de San Pablo es, por la inscripci�n sobre la puerta, una prueba perpetua de c�mo incluso un gran hombre puede estar pensando demasiado prominentemente en s� mismo cuando est� erigiendo un templo al Dios Alt�simo.

Pero Samuel, aunque ha sido fundamental para lograr mucho m�s que un triunfo en la batalla, ya que ha efectuado una gran revoluci�n moral y un avivamiento, nunca piensa en s� mismo. Dos pensamientos y prop�sitos ocupan y llenan v�vidamente su mente. Uno es engrandecer a Jehov�, exaltar su nombre, mantenerlo delante del pueblo; y el otro es de utilidad a la gente. Quiere ayudarlos a ser confiados y valientes, porque conf�an en Dios.

I. Ebenezer es el hito del trabajo realizado. Hay algunas personas, como ustedes saben, o quiz�s deber�a decir que es una peculiaridad que caracteriza a todas las personas m�s o menos, que tienen un sentido muy agudo de los males y desventajas que pertenecen al presente, y una percepci�n muy aburrida. de los privilegios asegurados y el progreso que se ha realizado. De esto tenemos una ilustraci�n familiar en los propios israelitas. Los hombres miran constantemente con afectuoso pesar el pasado.

�Ese pasado que siempre gana gloria por estar lejos,

Y orbes en la estrella perfecta que no vimos cuando nos movimos all� ".

Cualquiera que sea el milenio que pueda haber, existe en los "buenos viejos tiempos". Por lo tanto, el mundo siempre est� parado o retrocediendo. Ahora contra tendencias como estas, Ebenezer es una protesta necesaria y �til. Puede que haya otras colinas que escalar, y pueden ser colinas que pondr�n a prueba nuestras fuerzas al m�ximo; pero que esto no impida que reconozcamos con alegr�a y agradecimiento que, al menos, se ha subido una colina.

La Iglesia est� muy, muy lejos de la perfecci�n, lo s�. El amanecer gris no est� rompiendo en este mismo momento en los matices dorados de la ma�ana milenaria; es m�s, las nubes pueden ser tan densas como lo fueron en Israel bajo Acab y Jezabel. Sin embargo, recuerde El�as que esa gloriosa escena tuvo lugar en el Carmelo, el fuego descendi� del cielo y el rey de las tinieblas recibi� un golpe asombroso.

Di lo que quieras, el Se�or hizo truenos en los cielos con un gran trueno, y los filisteos quedaron desconcertados; por tanto, levanta una piedra y ll�mala Ebenezer. El mundo ya es bastante malo, Dios lo sabe, pero gracias a Dios no est� exento de Ebenezers. En aquellos buenos tiempos a los que est�s mirando atr�s, no se registraron tantos casos de embriaguez; pero tampoco hab�a tanta gente para emborracharse ni tantos peri�dicos para sacar a la luz el pecado.

En aquellos buenos tiempos, el artesano ingl�s y el terrateniente ingl�s eran poco mejores que siervos; y aunque el d�a de la emancipaci�n est� sacando a relucir una generaci�n tan desmoralizada (o eso dicen) como la que sigui� a Mois�s fuera de Egipto, y est� marcada por excesos tan salvajes como los que se enfurecieron en Meriba y Mas� y bajo el monte, todav�a la Ha amanecido el d�a de la emancipaci�n, y mi firme expectativa es que el �tero del futuro lleve en su interior una raza de israelitas que entrar� en la tierra prometida.

En aquellos buenos tiempos, el tr�fico de almas humanas, que degrada al hombre al nivel de bienes y muebles, no s�lo era tolerado, sino defendido sobre principios cristianos. En los buenos tiempos, la guerra era un recurso al que cualquier tirano que se sintiera lo suficientemente fuerte recurr�a sin escr�pulos y sin provocar una profunda indignaci�n. Ahora ha surgido un sentido moral con respecto a la guerra, que puede obligar incluso al m�s poderoso de los tiranos a hacer una pausa antes de desenvainar la espada.

S�; los filisteos no pueden ser expulsados ??del pa�s; no pueden ser completamente aniquilados; pero su garra, que estuvo en nuestra garganta durante m�s de veinte a�os, ha sido sacudida. Han sido fuertemente heridos; al menos est�n tranquilos. Levanta, pues, una piedra y ll�mala "Ebenezer", porque el Se�or nos ha ayudado hasta ahora.

II. Esta piedra es un monumento monumental del secreto del �xito. Ac�rquese a �l y lea lo que est� escrito en �l, y encontrar�, no una exagerada grandilocuencia que ensalza el valor de los israelitas, sino una oraci�n muy simple, que da gloria a Jehov� de los ej�rcitos. Y vea c�mo el futuro que se resume brevemente en el siguiente vers�culo confirma este "hasta ahora". �La mano del Se�or estuvo contra ellos todos los d�as de Samuel.

�Y qu� era Samuel? �Un valiente hombre de valor? un Moltke entre los generales? �un Bismarck entre los estadistas? No; sino un juez que edific� un reino de justicia, y sobre todo un hombre que pod�a orar. Rezar, como su propio nombre lo indica, era su fuerte. Fue como alguien que invoc� al Se�or que se distingui�. Y fue bajo el r�gimen de oraci�n que los filisteos fueron sometidos a tan completa subyugaci�n.

La verdad que as� se condensa en la palabra Ebenezer es de suma importancia pr�ctica. Hay un Gobernante Divino que gobierna providencialmente y supervisa personalmente la vida de los individuos y la historia de las naciones. No vivimos bajo un reino de leyes abstractas o un destino inexorable; no somos movidos por un mecanismo de ruedas, girando en ciclos predestinados y puliendo una secuencia inalterable de causas y efectos.

Que la fe piadosa ponga, pues, una piedra y escriba en ella, Ebenezer, y con qu� solemnidades espantosas y, sin embargo, arrebatadas se reviste la vida. A menudo me he parado con un sentimiento de casi reverencia, en lo alto de la ladera de una monta�a, mirando vastas rocas misteriosas, una vez depositadas all� por fuerzas que dif�cilmente es posible concebir, pero a cuya existencia son estas poderosas masas de roca. el testimonio indiscutible.

Pero cuando llego a Ebenezer, me encuentro con una piedra que me dice: �El Dios fuerte, el mismo Jehov�, ha estado aqu�. Aqu� la espada del Se�or ha estado destellando desenvainada, y aqu� el estandarte del Se�or ha estado ondeando desplegado �. Que la fe piadosa ponga una piedra y escriba en ella Ebenezer y con qu� calma, perseverancia e intransigencia nos sentimos inspirados a avanzar, viviendo y cumpliendo la voluntad eterna de justicia, y simplemente haciendo lo que es justo, verdadero y aceptable para todos. Dios.

El �nico peligro que realmente debe temer es la extinci�n de Samuel como influencia reinante; porque entonces estar�s en pie de igualdad con las dem�s naciones de la tierra, y la pregunta ser�: �Puedes enviar tantos batallones como puedan al campo? Mientras Samuel, el hombre de justicia y el hombre de oraci�n, sea influyente, saldr�s a salvo de cada crisis, bajo la bandera del Dios de las batallas.

Acu�rdate de Ebenezer, y deja que eso te impida entrometidas, t�cticas apresuradas, as� como del desaliento o la consternaci�n; y que el creyente venga y descanse su alma sobre esta piedra. ( RH Roberts, MA )

Las misericordias pasadas de Dios el est�mulo para la confianza futura

Al formarnos nuestra opini�n sobre ciertas acciones, y al declararlas buenas o malas, �tiles o perjudiciales, su car�cter debe determinarse a partir del principio sobre el que se han realizado. de Dios, sea una indicaci�n casi tan fuerte de un coraz�n corrupto, como una transacci�n repugnante, que todos se unir�an para condenar. El hecho es que el hombre solo considera la apariencia exterior, el Se�or mira el coraz�n.

Una simple piedra erigida en el nombre del Se�or puede denotar con tanta eficacia los desbordes de gratitud, como un costoso y magn�fico templo, dedicado con toda la pompa y solemnidad de la arquitectura moderna. Tal fue el caso de la instancia registrada en el texto. El profeta Samuel, aunque muerto, todav�a nos habla; parece ofrecer una ilustraci�n pr�ctica de la amonestaci�n de Salom�n: �Reconoce a Dios en todos tus caminos, y �l enderezar� tu camino.

Este es el deber inculcado, que desear�amos sinceramente que se transcribiera en sus vidas. Si, entonces, a�adimos nuestra maravillosa preservaci�n de peligros visibles e invisibles; la forma en que el Se�or nos ayud� a superar nuestras monta�as de dificultad, o salir de las profundidades de la tribulaci�n, allanando nuestro camino cuando era accidentado a nuestro paso, o enderez�ndolo cuando estaba torcido; si hemos experimentado que una bendici�n ha descansado en la operaci�n de nuestras manos, o en la meditaci�n de nuestro coraz�n; si, en las relaciones dom�sticas de la vida, hemos sido favorecidos con alguna muestra especial de la providencia supervisora ??de Dios y la protecci�n que fomenta (�y qui�n no las ha tenido?), qu� gratitud deber�a ser la nuestra; qu� ocasi�n abundante tenemos para adoptar, qu� demonios de las tinieblas deber�amos ser si no adoptamos, el sentimiento de Samuel: �Hasta ahora nos ayud� Jehov�.

Pero esto puede ser una mera expresi�n vac�a de los labios o, al menos, una mera ebullici�n transitoria de sentimiento, que se evapora con el evento que ha provocado el sentimiento. Desear�amos que la impresi�n fuera permanente, tal que solo terminar�a con nuestras vidas; desear�amos que se erigiera alg�n monumento permanente de la bondad amorosa del Se�or, que declare su bondad y exprese nuestra gratitud.

�C�mo se va a llevar a cabo esto en la actualidad, ya que un memorial tan rudo de la misericordia divina ser�a incompatible con las nociones del refinamiento moderno? Puede lograrse de dos formas. Aquellos que hayan omitido hacerlo, pueden colocar la primera piedra de un altar dom�stico y levantar una estructura en sus casas, sobre la cual se puede colocar el sacrificio de oraci�n y alabanza matutino y vespertino. Pero la conducta de Samuel puede ser imitada desde otro punto de vista, por la recepci�n de Cristo Jes�s en nuestros corazones; as� erigir un edifica espiritual en nuestras almas, y hacer de nuestros cuerpos el templo del Esp�ritu Santo.

Cristo es en verdad esa piedra viva, que ver�amos al inquilino de cada seno testificando en una forma vivaz de misericordias providenciales y redentoras: una "piedra ciertamente desaprobada por los hombres, pero escogida de Dios y preciosa"; una "piedra probada", un "fundamento seguro"; pero a "algunos piedra de tropiezo y roca de esc�ndalo": una piedra que los constructores, en su impiedad y necedad, desecharon, que ahora se ha convertido en la cabeza del �ngulo; s�, es de hecho esta Roca de las Edades, la que deseamos ver erigida en todos nuestros corazones, en todo momento y en todas las ocasiones, como la base estable sobre la cual erigir; una estructura de bienaventuranza temporal o eterna; como refugio seguro y escondite de la tormenta de la adversidad o del vendaval de la prosperidad.

Aqu�, entonces, tenemos la l�nea de conducta que recomendamos encarecidamente para su adopci�n, fuertemente impuesta por el patriarca de la antig�edad: rec�bale en su coraz�n, a quien le predicamos como el autor y consumador de su salvaci�n. Que sea derribado el altar de los �dolos, y se inscriba en �l el nombre de Jesucristo; que ese coraz�n natural, muerto e indurado ceda su lugar a la piedra viva, que impartir� nueva vida y vigor a todas sus energ�as y emociones, y registrar� con gratitud los logros de la gracia divina para la gloria de Dios Padre. ( HS Plumptre, MA )

Memoriales de la Divina Misericordia

Aqu� se reconoce claramente la mano de Dios en la providencia; y hay una se�al del evento de la interferencia de Dios en su favor por alguna se�al externa visible que servir�a para devolv�rselo. Porque ning�n hombre, despu�s de la batalla y la victoria, volviendo por ese camino y contemplando esta piedra, la olvidar�a. Lo guardar�an en su memoria y se lo contar�an a sus hijos.

Y si alguna vez sus ocasiones o necesidades llevaran a alguno de ellos nuevamente a la regi�n de su antiguo cautiverio, su antiguo miedo, la vieja batalla y la vieja victoria, ese memorial exterior se mantendr�a para recordarles, no s�lo cada evento externo, sino tambi�n de la verdad moral interior de que fue por misericordia del Se�or que fueron preservados, y que fue la providencia interpuesta de Dios que salieron victoriosos.

Ahora, somos en muchos aspectos como los israelitas. Hay, en la historia de todo hombre, ciertos acontecimientos notables que merecen ser recordados. La interferencia misericordiosa y providencial de Dios a favor nuestro merece ser notada. El recuerdo de todas sus misericordias debe perpetuarse. Cada per�odo cr�tico, como el cambio de a�o; cada punto de �xito en cualquier empresa de la vida; cada punto en el que obtenemos un mayor gozo, ya sea secular, social o espiritual; cada nueva relaci�n que promete grandes cosas; bienaventuranza para nosotros; cada logro empresarial que parece sacarnos de las tinieblas y de las dificultades; toda gran maldad que se avecinaba como un cielo amenazante, pero; que se elimina: cada evento o experiencia de este tipo debe tener un reconocimiento distinto.

Deber�amos pensar en ellos en su individualidad y en sus secuencias; y ser�a bueno para nosotros si pudi�ramos establecer alg�n monumento, y poder decirnos a unos y a otros: "Hasta ahora el Se�or me ha ayudado". Es el Se�or, no mi habilidad, no mi sabidur�a, no mi destreza, lo que me ha ayudado hasta ahora. �Nuestra verdadera� vida es la vida interior. Merece, por tanto, ser especialmente observado y grabado.

Ninguna otra cosa merece tales celebraciones como la victoria interior de un hombre, su liberaci�n interior. Una bendici�n que viene de Dios deber�a ser reconocida por nosotros, aunque no venga en forma visible. Nadie que tenga una sucesi�n constante de buena fortuna, guarda en su mente un ideal del n�mero de misericordias divinas de las que es receptor. Si Dios contara lo que ha hecho por nosotros, parecer�a que nuestra vida fuera una cadena de oro, en la que un eslab�n de oro se entrelaza con otro, cada hora es un eslab�n y cada d�a alarga la cadena.

A veces pienso, en una noche, que es un pecado entrar en la casa y dejar la gloria de Dios brillando en el exterior en la aurora boreal, o en las exhibiciones estelares en toda la amplia extensi�n de arriba, sin un testigo, ciertamente sin mi testimonio. ellos. Siento como si fuera una estupidez retirarme a dormir con toda esta exhibici�n asombrosa. Pues, �qu� son las invenciones y los ingenios de los hombres comparados con esos asombrosos desarrollos que cada d�a de verano nos muestra en las nubes, en las tormentas y en los frescos de luz y belleza? Cada d�a hay suficiente en el silencio de la naturaleza y en el poder de la naturaleza, suficiente para llenar el alma de alegr�a y gratitud.

Pero, mientras el d�a lo dice que es d�a y la noche lo repite a la noche, el hombre ve poco de �l. All� pudo llevar un calendario de fechas. Es asombroso cu�nto se puede conservar de esta manera con muy pocos problemas. Cuando viajaba por Europa, estaba tan lleno de entusiasmo y disfrute que no tuve tiempo de llevar un diario; as� que escribo debajo de cada fecha una sola palabra: el nombre de la ciudad; o el nombre de la imagen; o el nombre de la monta�a; o el nombre del pase; o el nombre de alguna persona que hab�a conocido; y ahora puedo retroceder cada mes de viaje y, aunque solo hay estas palabras, toda la historia comienza cuando las miro.

Si toma regularmente un libro de memorias, por la noche, y piensa en el d�a, y presenta ante usted lo que Dios ha hecho por usted, lo que le ha mostrado, lo importante que ha sucedido, y coloque la leyenda debajo la fecha correcta, se sorprender� al descubrir en qu� calendario se convertir� su libro al final de cada a�o. En algunas casas alemanas hay un h�bito encantador de este tipo.

En lugar de empapelar sus habitaciones o pintarlas con frescos de la manera habitual, emplean a los artistas m�s capaces de su �poca para pintar sus paredes con los paisajes m�s exquisitos, que permanecer�n all� durante siglos. Y en estos paisajes hay representaciones de su propia familia aqu� y all�. Aqu�, por ejemplo, est�n los abuelos; est�n los ni�os; y aqu� est�n los amigos y vecinos. Y as�, uno tiene en su casa, una especie de memorial de sus relaciones sociales, y de todo lo significativo de su historia familiar.

Es una idea muy encantadora si se ejecuta adecuadamente. Pero no le recomendar�a una costumbre como esta, que es muy cara y no se ajusta a nuestros h�bitos y modales. Y, sin embargo, es muy posible que uno tenga objetos en su pared, que responder�n en gran medida al mismo prop�sito: Una hoja aqu�, un ancla all� o una peque�a flor, arrancada, secada y colgada en su lugar apropiado, pueden marcar alg�n pasaje significativo en la historia de uno. Esto se puede ver en los castillos.

El hombre del castillo dice: ��Ves esas astas? �Ves ese frontal? Te dar� una historia de esa expedici�n de caza ". Son memoriales que ha conservado de diversas experiencias de caza. �Por qu� no ha de tener toda misericordia naciente una estrella que resplandezca en la pared y diga a todo el que la mira: "Hasta ahora el Se�or me ha ayudado"? �Por qu� nuestras casas deber�an estar tan desprovistas de nuestra propia historia? �Por qu� deber�amos dejar nuestros ojos tan completamente sin la ayuda de interpretar s�mbolos? No s� por qu� la casa de una persona no deber�a convertirse en una especie de memorial de la historia personal.

O se podr�a hacer un diario con la Biblia. Si mantiene una especie de registro, de modo que el texto se refiera y se asocie con el evento, su Biblia se convierte en un memorial. Est�s erigiendo todo el camino a trav�s de �l piedras de recuerdo, por as� decirlo. Est� proporcionando un registro de su vejez. Y poco a poco, cuando bajes tu Biblia, te pongas los anteojos y mires hacia atr�s a tu vida pasada, no solo ser� la palabra de Dios, sino que encontrar�s que la palabra de Dios te aliment� en el desierto. , te fortaleci� en la enfermedad y te consol� en circunstancias de des�nimo.

�Cu�ntas cosas puede registrar un hombre en las hojas de su Biblia que le proporcionar�n placer y provecho en la vida! Y cu�n preciosa ser� esa Biblia para �l cuando la haya entretejido en su experiencia como una especie de personificaci�n de su vida. O bien, uno podr�a, si tiene la suerte de contar con los medios, aprovechar las ocasiones de la esperanza de Dios para �l y convertirlas tambi�n en ocasiones de caridad. Hay lo que se llaman �ventanas conmemorativas� en las iglesias. Estas ventanas se colocan a menudo, por afecto, para ser el monumento de una esposa, hermana, padre, hijo o amigo.

En el viejo pa�s hay much�simos de ellos. Una de las cosas m�s conmovedoras que he visto en mi vida fue en la iglesia de la Virgen "Succourina", es decir, de Mar�a, la Succourer. Creo que fue en una de las ciudades francesas. Toda la iglesia se llen� de tablas. Aqu� estaba uno de un oficial, para la liberaci�n de tres d�as, en tales y tales fechas. Era una peque�a losa de m�rmol empotrada en la pared, inscrita con letras de oro.

Al preguntar y comparar fechas, descubr� que fue durante la batalla de Inkerman, en un momento en que el ej�rcito franc�s estaba en gran peligro. El hombre hab�a sido preservado; y cuando regres�, coloc� en esta iglesia esta tabla, recordando la misericordia de Dios al perdonarle la vida. Otra inscripci�n era: �Mi beb� estaba enfermo; Llam� a la Virgen; ella me escuch�; y mi hijo vive ". All� estaba la tableta que celebr� ese evento.

Y no podr�a leer estas inscripciones sin que me cayeran l�grimas de los ojos como gotas de un arbusto de especias cuando se agita en una ma�ana cubierta de roc�o, todo el mundo deber�a tener una iglesia en alg�n lugar para s� mismo, no una iglesia literal; pero en alg�n lugar donde pueda celebrar la bondad especial de Dios para con �l. ( HW Beecher. )

El lugar de los memoriales en la vida cristiana

I. Lo que conmemor� el monumento. Fue erigido en un campo de batalla donde hab�an sido derrotados dos veces. Por lo tanto, les record� a los suyos.

1. Desamparo. Pero tambi�n se erigi� en un lugar donde hab�an presenciado una gran victoria, obtenida con la ayuda de Dios. Por lo tanto, tambi�n les record�

2. Dios fue su Ayudador. La piedra tambi�n conmemor�:

3. El alcance de su victoria. "Hasta ahora los ha ayudado el Se�or", hasta este lugar. Era una especie de piedra fronteriza que marcaba su avance en una posici�n anterior.

II. C�mo les ayud�. Lo llamaron "Piedra de ayuda". Al conmemorar la ayuda pasada, result� ser una ayuda presente.

1. Manteni�ndolos alejados de la confianza en s� mismos.

2. Estimulando su actividad. La vista de esta piedra despert� su patriotismo y fervor religioso. Era como la bandera que agita el esp�ritu marcial del soldado.

3. Profundiz� su sentido de obligaci�n. Retirarse de la posici�n marcada por este monumento habr�a sido tan vergonzoso como que un ej�rcito perdiera su estandarte.

III. El lugar del memorial es una vida cristiana. Una promesa escrita o un voto hablado es para nosotros lo que fue la "Piedra de la Ayuda" para Israel. Con ese acto advertimos al enemigo que ya no tiene derecho a reclamar el territorio de nuestros corazones. Y cada comuni�n subsiguiente es una mirada nueva al memorial de la victoria ganada por Cristo. ( RC Ford, MA )

La ayuda de dios

1. Observe, el lenguaje aqu� del escritor es retrospectivo. Abarca la amplia extensi�n de la historia jud�a.

2. As� se convierte en el lenguaje de la gratitud.

3. Entonces, tambi�n, considere c�mo la inscripci�n en la piedra colocada por Samuel, sienta un buen fundamento para la esperanza y la confianza. Y en esta ayuda tambi�n fundamentamos nuestra fe. El verdadero cristiano debe sentirse siempre profundamente humillado al recordar sus transgresiones, pero en el esfuerzo de un verdadero arrepentimiento es consciente de la ayuda misericordiosa y la compasi�n de Dios. El texto proporciona un motivo para la perseverancia futura.

5. El texto indica que aquellos que son asistidos divinamente en su empresa, encontrar�n al final que su vida de trabajo y de rectitud, tanto en el car�cter como en la conducta, no ha sido en vano. No. En algunos asuntos de �ndole exterior, a primera vista, puede parecer que hasta la carrera m�s ejemplar ha terminado en desilusi�n, en perfecta inutilidad.

6. De ah� surge el deber de cooperar con la ayuda del Todopoderoso. El constructor, cuando se le proporcionen los materiales adecuados, debe utilizarlos. Ser�a una locura que cruzara las manos, no hiciera ning�n esfuerzo y solo pidiera ayuda en voz alta. Tambi�n el cristiano debe ocupar su lugar en la Iglesia, como en una ciudad, y aunque sabe que sin la ayuda de Dios su vigilancia no le servir� de nada, no debe dormir en su puesto. ( WG Horwood. )

El Se�or ayuda a su pueblo

doctrina.

Es deber del pueblo del Se�or guardar el recuerdo de la experiencia que tienen de la ayuda del Se�or. Discutir� este punto bajo dos encabezados generales.

I. El Se�or est� ayudando a su pueblo.

1. �C�mo ayuda el Se�or a su pueblo?

(1) A veces el Se�or ayuda a su pueblo, trabajando todo para ellos, sin que ellos mismos contribuyan en nada a su liberaci�n. Mois�s dijo al pueblo: �No tem�is, estad quietos y ved la salvaci�n del Se�or, que �l os mostrar� hoy; porque a los egipcios que hab�is visto hoy, no los volver�is a ver m�s de frente. El Se�or pelear� por vosotros, y callar�is �.

(2) A veces el Se�or ayuda a Su pueblo a trabajar. Ellos se esfuerzan por su propia liberaci�n a la manera de Dios, y �l los capacita para actuar, y bendice sus esfuerzos, coron�ndolos con �xito.

(3) A veces, Dios ayuda a su pueblo designando medios. As�, en el caso de Ezequ�as, Isa�as dijo: "Que tomen una masa de higos y la pongan a hervir como yeso, y sanar�". Si tiene la intenci�n de sacar a su pueblo de Babilonia, levanta a Ciro con ese prop�sito. Si El�as debe ser alimentado en su escondite, se emplear� a los cuervos en lugar de sufrir necesidad.

(4) A veces sin medios. "No con ej�rcito, ni con fuerza, sino con mi esp�ritu, dice el Se�or de los Ej�rcitos".

(5) A veces por medios contrarios, como nuestro Se�or cur� al ciego colocando barro sobre sus ojos.

2. Preguntemos por qu� el Se�or ayuda a su pueblo.

(1) Porque est�n en pacto con �l.

(2) Debido a su relaci�n especial con �l. Cristo es la cabeza del creyente. Por tanto, si el pie se lastima, la Cabeza en el cielo clama ( Hechos 9:4 ).

(3) Porque lo buscan y conf�an en �l para que les ayude. El Salmo 91 contiene muchas promesas benditas, pero mira a qui�n pertenecen.

(4) Porque el Se�or pone a Su pueblo en apuros por este mismo fin, para que �l tenga la gloria de ayudarlos; y que puedan tener la mayor experiencia de Su bondad.

II. Hablar del mantenimiento de la memoria de las experiencias que han tenido de la ayuda del Se�or.

1. Qu� es mantener el recuerdo de la ayuda del Se�or.

(1) Implica observar las dispensaciones con las que nos encontramos, para nuestra ayuda en el curso de nuestra vida. Si no se observa la cosa en s�, no podemos mantener su memoria.

(2) Un discernimiento de la mano del Se�or en la ayuda que recibimos.

(3) Guardar estas experiencias agrega registrarlas, si no en un libro todav�a en una memoria fiel. �Y todos los que las oyeron (las cosas que se dijeron de Juan el Bautista cuando naci�) las guardaron en su coraz�n, diciendo: �Qu� ni�o ser� �ste! Y la mano del Se�or estaba con �l �. Muchos, en lugar de dejar tales cosas, las ponen en la tumba del olvido, y en lugar de poner una piedra, colocan una piedra sobre ellas, enterr�ndolas fuera de la vista.

2. Investigue cu�les de estas experiencias de la ayuda del Se�or deben registrarse y guardarse en la memoria.

(1) Debemos registrar el momento o la conveniencia de los mismos. A menudo hay un peso en esta misma circunstancia, que la ayuda lleg� en ese momento y ninguna otra es digna de ser recordada.

(2) Los efectos de ellos en nuestro esp�ritu. C�mo nos afectan cuando llegan. �Entonces�, dice la Iglesia, �se llen� nuestra boca de risa y nuestra lengua de c�nticos�. Muchas veces el Se�or ayuda a su pueblo de tal manera que la experiencia de su bondad los llena de verg�enza, ve sus dudas y temores, prueba que su incredulidad es un falso profeta y los hace decididos a no volver a desconfiar de Dios nunca m�s. los llena de agradecimiento.

( Isa�as 38:10 ; Isa�as 38:12 , Salmo 73:22 ; Salmo 116:11 .) �Oh, cu�n �til ser�a esto despu�s para el cristiano!

(3) Su armon�a y acuerdo con la promesa.

(4) Su acuerdo con sus oraciones. ( G�nesis 24:45 .) �Cu�les son las experiencias del cristiano sino retornos de oraciones? Tal era eso en el texto. Este parece ser el fundamento de esa conclusi�n; "En esto s� que me favoreces, porque mi enemigo no me vence". Incluso el mismo lugar de nuestras experiencias debe registrarse.

"Me acordar� de ti", dice David, "de la tierra del Jord�n y de los hermonitas, desde la colina de Mizar". ( G�nesis 28:11 .) Y al Se�or le encanta que su pueblo recuerde estos lugares benditos ( G�nesis 31:13 ; G�nesis 35:1 ). D�janos ahora,

3. Investigue por qu� debemos mantener el memorial de estas cosas.

(1) Le debemos esto a Dios: en cuanto a la obediencia, cuando nos encontramos con experiencias de su bondad, �l nos llama a establecer nuestro Ebenezer. Oh monstruosa ingratitud por olvidar experiencias. Tambi�n se lo debemos a �l, en el punto de cumplimiento de Su designio de dar la experiencia de Su ayuda a Su pueblo, Dios quiere que Su pueblo consuele m�s con una misericordia, que la misericordia en s� misma considerada individualmente. da el valle de Acor por puerta de esperanza.

(2) Nos lo debemos a nosotros mismos en el punto de inter�s. Si busc�ramos nuestras propias ventajas, no las dejar�amos escapar. Porque las experiencias pasadas de la ayuda del Se�or son un gran apoyo para el alma en una noche oscura. Estas experiencias son promesas de m�s misericordias. Algunas promesas tienen su d�a de pago aqu�, otras despu�s de esta vida. La realizaci�n del primero es un fervor dado a la fe para buscar al otro. ( T. Boston, DD )

El Se�or nuestra ayuda

De este pasaje se nos ense�a a la fuerza, en primer lugar:

I. que es nuestro deber especial, bajo el temor de cualquier calamidad inminente, buscar la liberaci�n de Dios mediante la oraci�n ferviente y creyente.

II. Esta parte de la historia sagrada nos ense�a que Dios escuchar� las oraciones de alivio de sus siervos. Estamos lejos de afirmar que las oraciones, ofrecidas con fe, y "por cosas agradables a la voluntad de Dios", siempre se otorgar�n en el tiempo o en la forma que los suplicantes deseen, o en su juicio falible, consideren m�s apropiado. �No! Esto ser�a usurpar la prerrogativa de Dios y sustituir nuestros propios juicios err�neos en lugar de Su sabia y omnipresente soberan�a. Todo lo que Dios nos permite hacer es acercarnos a �l en una oraci�n inoportuna y creyente, dejando el resultado a su disposici�n infalible.

III. Es nuestro deber reconocer la mano de Dios en cada liberaci�n.

IV. Se debe un reconocimiento p�blico de gratitud al Dios todopoderoso por las misericordias recibidas y por la liberaci�n de los males inminentes. Al examinar la historia del mundo pagano, nos sorprende especialmente la pr�ctica de perpetuar la memoria de los grandes acontecimientos para las generaciones futuras. Cuando las naciones eran liberadas de calamidades inminentes o favorecidas con bendiciones inesperadas, elevaban el canto de gratitud a aquellos a quienes estimaban sus preservadores. El poeta cantaba alabanzas a sus libertadores y el historiador las ensalzaba; sus estatuas adornaban las ciudades que les dieron origen; y se instituyeron otros monumentos destacados para transmitir a las generaciones futuras un sentido permanente del valor de sus servicios.

Si, de los paganos, nos dirigimos al mundo iluminado, encontraremos que los memoriales que, en uno, fueron erigidos para el estadista o el conquistador, fueron, en el otro, instituidos expresamente en se�al de gratitud a Dios: el gran y �nico Libertador.

V. Deje que el recuerdo de las misericordias pasadas de Dios le inspire sentimientos de confianza sin reservas en el futuro.

VI. Perm�tanme invitarlos a dar testimonio de su sentido de las misericordias divinas, mediante una creciente devoci�n al servicio de su Dios. ( Robert Cook. )

Retrospecci�n y gratitud

El car�cter de la gratitud cristiana, etc. "Hasta ahora el Se�or nos ha ayudado".

1. La gratitud cristiana es retrospectiva.

2. La gratitud cristiana es devota. Conecta el pensamiento de Dios con el pasado viajado. Puede que haya habido segundas causas: interposiciones amables y agencias amistosas; pero sobre todo, el buen hombre reconoce la mano de Dios, y con verdadera devoci�n dice: "Hasta ahora el Se�or me ha ayudado".

3. La gratitud cristiana es gozosa. Cada evento en la providencia de Dios tiene un mensaje de misericordia para el buen hombre. D�a tras d�a le est� diciendo: "Regocijaos en el Se�or, justos, y gritad con j�bilo todos los rectos de coraz�n".

4. La gratitud cristiana es siempre confiable. Habla con gratitud del pasado y mira hacia el futuro con esperanza; hasta ahora suena la nota clave del m�s all�. ( WG Barrett. )

Versículos 15-17

Y Samuel juzg� a Israel con todos los dardos de su vida.

El juez profeta

En la esperanzadora emergencia del lamento de Israel por Jehov�, �Samuel habl� a toda la casa de Israel�; y la palabra clara y luminosa, y el acto sabio de ese d�a y de los d�as siguientes, nos lo muestran como digno de ser profeta del Se�or y juez o gobernante de un gran pueblo. Los grandes soldados han sido admirados por la forma en que han aprovechado la negra y sangrienta oportunidad de una crisis en una batalla para sumergirse en una carnicer�a m�s exitosa; pero, �qu� mejor que el r�pido y oportuno giro del tibur�n y se abalanza sobre su presa que casi se escapa? �Cu�nto m�s elevado y exigente qu� dones y poder m�s elevados es el acto de aquel que ve y aprovecha la oportunidad de sacar a una naci�n de su casi ruina, e incluso antes de que llegue el momento de la entrega ve la flor de la esperanza floreciendo entre las ruinas? Tal fue el acto de Samuel en este pasaje; y tal en nuestros d�as la esperanza y la haza�a de Cavour y Victor Emmanuel, que previeron y posibilitaron el crecimiento de la Italia unida, en un momento en que los sacerdotes y soldados hab�an llevado a la Italia de la historia a una degradaci�n que solo los soldados y sacerdotes conocen. el camino hacia. Es de suma importancia que comprendamos los arreglos de Samuel para la recuperaci�n nacional y apliquemos los principios involucrados de la manera m�s piadosa e inteligente posible.

1. N�tese, entonces, que el primer gran acto de Samuel en su car�cter de profeta-juez fue llamar al pueblo a una completa limpieza religiosa y moral: religiosa en el sentido de que se les exig�a que repudiaran la idolatr�a que hab�a en sus vidas y se opon�an a la adoraci�n de Jehov�; y moral en el sentido de que el culto a Baal y Astart� era licencioso, degradante; viciosos en la sociedad y profanos ante su Dios.

Samuel exigi� esto de ellos, adem�s de "lamentarse por el Se�or". Israel necesitaba la verdadera adoraci�n del Dios puro. Pureza de coraz�n, templanza de esp�ritu, castidad de cuerpo, justicia los unos para con los otros; estas cosas, destinadas por el amor de Dios, son Su verdadera adoraci�n; �stas eran las verdaderas formas de quitarles los �dolos falsos y inmundos que Dios aborrec�a. Entonces tenemos que aprender. Llorar por Dios; s� arrepentido y contrito; pero apunta tambi�n a la semejanza de Dios.

Llora por tus pecados, pero muestra la verdadera contrici�n que busca ser como Dios; que dice: "Me levantar� e ir� a mi padre". Recuerda que el invasor estaba en la tierra; los contaminadores del santuario a�n en los lugares sagrados. Un soldado "patriota" podr�a haber ganado renombre mediante expediciones militares y asaltos al territorio conquistado; pero el d�a oscuro de los jueces-soldados se hab�a ido. Ahora hab�a un hombre l�der que prefer�a la pureza de su pa�s a la prosperidad de ella, y hubiera preferido ver morir a su naci�n antes que hacerla prosperar con el trabajo y el salario de la iniquidad.

Por eso los llam� a una purificaci�n nacional. Pero la llamada de Samuel est� destinada a ser para nosotros. Porque no es el �nico deber de una naci�n convocar a sus escuadrones y bandas armadas en tiempos de peligro nacional o ansiedad internacional. Tampoco es menos que una blasfemia enviar ej�rcitos invocando al "Dios de las batallas", olvidando que antes de la barbarie del hombre derramando sangre humana en la guerra, Dios era un Dios de pureza, y debe ser recordado en la guerra y la contienda, y antes conflicto y matanza, como el Dios de justicia, que exigir� el derramamiento de sangre injusta o negligentemente a manos de aquellos que la han derramado para clamar a �l desde la tierra.

2. El siguiente gran acto de Samuel como profeta-juez fue convocar al pueblo a una gran asamblea de oraci�n. Tan claramente puso el deber de consagraci�n a Dios por encima de todas las cosas que, en lugar de deliberaciones militares, en lugar de celebrar un gran consejo de guerra, les dijo: �Re�nen a todo Israel en Mizpa, y yo orar� por ti a la Se�or." Pero este poderoso acto de penitencia y oraci�n fue bruscamente perturbado.

Como los dragones reales y prel�ticos, que se precipitaron por la ladera de la monta�a contra las reuniones de los Covenanters escoceses, para manchar los brezos con su sangre, los filisteos marcharon r�pidamente hacia Mizpa contra sus afluentes indefensos. Evidentemente, los israelitas no hab�an hecho ninguna preparaci�n militar; y todos parec�an amenazar con que la reuni�n de oraci�n y purificaci�n terminar�a en una masacre horrible, como muchas reuniones similares en la �poca cristiana.

El �nico coraz�n valiente que hab�a era el de Samuel. El padrino fue el m�s valiente. La penitencia llev� a la oraci�n, la oraci�n a la victoria y la victoria a la alabanza. Ese es el camino seguro de nuestra alma. La caracter�stica destacada del d�a en relaci�n con Samuel es una que se muestra repetidamente en su vida, y ese es su car�cter de intercesor. Or� con esperanza cuando todo era sombr�o y presagio, y no lo hizo porque o cuando no pod�a hacer nada m�s.

No actu� como lo hacemos con tanta frecuencia; no hizo de la oraci�n un �ltimo recurso, pero ante todo clam� al Se�or. Fue para la oraci�n que reuni� al pueblo, y fue mientras pronunciaba su peculiar clamor de ferviente intercesi�n que se escuch� la voz del trueno del Se�or. Tampoco, al pensar en las oraciones de Samuel y la penitencia del pueblo y su eficacia, debemos olvidar el instructivo contraste que hay entre este d�a de triunfo inesperado y el d�a de la batalla en el mismo lugar; cuando, a pesar de la presencia del arca y todos los acompa�amientos divinamente ordenados de su misterio cuando dirig�a los ej�rcitos de Israel, no hab�a nada m�s que desastre, deshonra y muerte.

Bajo Samuel, sin el arca, ni el sacerdote, ni ning�n s�mbolo de la presencia de Dios, los enemigos de Israel fueron destruidos y el pueblo arrepentido fue liberado. La diferencia estaba en la penitencia; en el establecimiento de sus corazones hacia el Se�or en contrici�n y oraci�n. Icabod fue la palabra que puso fin al d�a de confiar en el arca; pero Ebenezer coron� el d�a de la penitencia y la oraci�n.

3. El siguiente gran acto de Samuel como profeta-juez fue consolidar la reforma y la prosperidad mediante un juicio justo y sistem�tico. "Iba de a�o en a�o en circuito a Betel, Gilgal y Mizpa, y juzgaba a Israel en todos esos lugares". Era demasiado sabio para no saber, y demasiado devoto para no recordar, que una tierra dejada solo con un �xito militar, y que se regocija principalmente por el da�o infligido a sus rivales pol�ticos, ser�a siempre una tentaci�n para s� misma y se expondr�a m�s. y m�s a los peligros de la ambici�n burlona y la aventura.

La historia est� llena de ejemplos de esto. La ambici�n gobernar� a la naci�n militar y la avaricia a la comercial, sin tener en cuenta al Dios de la justicia en ninguna de las dos. Pero al juzgar por Dios, testificar regularmente de la presencia de la ley de Dios mientras recorr�a los diversos distritos, Samuel evit� que la penitencia del pueblo fuera solo fugitiva, "como la nube de la ma�ana y como el roc�o temprano", y se protegi� de los peligros de su enorme liberaci�n de la opresi�n extranjera.

Concentre la verdad de esto en el rango m�s peque�o de su propia vida privada y desarrollo personal. Porque es posible que la penitencia, aunque sea fugaz, y las grandes bondades de Dios se conviertan en ocasiones de mayor condenaci�n. Y esta gracia de conocer al Se�or y las revelaciones de �l mismo a Sus sinceras almas no son espasm�dicas, interjeccionales y poco confiables; porque �Su salida est� preparada como la ma�ana; y vendr� a nosotros como la lluvia, como la lluvia tard�a y temprana a la tierra.

�Consolide su penitencia en piedad, su agradecimiento por la liberaci�n en devoci�n sincera y buenas acciones regulares. Vaya, rodee su naturaleza y dedique todo y cada poder a la adquisici�n de la "santidad, sin la cual nadie ver� al Se�or". ( GB Ryley. )

Samuel el juez

Samuel es un modelo espl�ndido de autoridad santificada. As� como el monte Gede�n se eleva con una majestuosidad majestuosa y majestuosa sobre esa amplia meseta en la que luego se desenvolvi� la fortuna de la monarqu�a jud�a, as� su fuerte car�cter puro se eleva en una magn�fica sublimidad por encima de la �poca voluble y ego�sta en la que vivi�. �l era el tipo m�s alto de gobernante. Hay dos clases de autoridad, la que se sostiene por la fuerza de las armas y la que se sostiene por la fuerza del car�cter.

Samuel ten�a el �ltimo; el primero es dif�cil de conseguir y dif�cil de mantener. Es posesi�n de tiranos. En estos �ltimos d�as hemos tenido una ilustraci�n sorprendente de estos dos tipos de poder en el Zar de Rusia y el difunto ex Emperador de Brasil. Cierto escritor, al comentar la vida del primero, dice: �Nadie en el mundo es un monarca tan grandioso y, sin embargo, nadie en el mundo de hoy es m�s miserable.

Sabe que el esp�ritu del nihilismo se extiende por todos sus vastos dominios, teme ver en cada rostro la mirada de un asesino. Pasemos ahora al otro cuadro, Dom Pedro, durante muchos a�os el amado y confiable emperador del pueblo brasile�o, el amigo de los oprimidos, el emancipador del esclavo, el patr�n de las artes y las ciencias, que estuvo dispuesto cuando su pueblo hab�a se convirti�, a trav�s de su propia influencia generosa y entrenamiento, maduro para una forma republicana de gobierno, para abdicar de su trono y marcharse sin quejarse al exilio.

La suya era una autoridad resultante del car�cter. Ten�a un trono dentro de un trono que no pod�a ser tocado o derrocado por las vicisitudes de una civilizaci�n en progreso. La influencia del �ltimo de los emperadores brasile�os, como la influencia del �ltimo de los jueces de Israel, se dejar� sentir a lo largo de generaciones sucesivas. El poder autoritario de un car�cter fuerte y continuo es un hecho familiar para todos nosotros.

Samuel gobernaba en virtud de lo que era en s� mismo, y era lo que era debido a su formaci�n inicial y al continuo crecimiento de su car�cter. Me gustar�a decir algunas palabras sobre esta continuidad de justicia. Por regla general, los hombres y mujeres que tienen la mayor influencia en el mundo de hoy son aquellos cuyos caracteres morales se han construido desde su juventud. No quiero decir nada que pueda desanimar a aquellos que han emergido de los salvajes excesos de la juventud a una hombr�a comparativamente fuerte e influyente.

Pienso en hombres como Augustine, John Bunyan, John Newton y John Gough, quienes, habiendo salido del horno ardiente de la disipaci�n, andaban entre sus semejantes y, a pesar de las terribles cicatrices de su car�cter y del olor a fuego sobre sus prendas, ejerci� una poderosa influencia para el bien y ejerci� una autoridad moral en el mundo que podr�a haber sido imposible si, como Timothy y St.

Anthony y Eduardo VI de Inglaterra llevaron una vida de rectitud inquebrantable. Y, sin embargo, estos hombres pueden considerarse excepciones a la ley general de influencia. La teor�a de la avena salvaje est� totalmente equivocada, la afirmaci�n de que debes ser un libertino y un pr�digo antes de poder ser un pr�ncipe entre los hombres es el evangelio del diablo. No tengo ninguna duda de que el diablo se excede a s� mismo y se enga�a a s� mismo, pero en cualquier transacci�n entre usted y �l, tiene m�s cabeza que usted.

Si le da una hipoteca sobre su vida en los primeros d�as, estar� bastante seguro de que le sacar� el doble de la cara de su nota antes de que termine con usted. Muchos hombres reformados, muchos convertidos, se ven obligados a lamentarse hoy, como lo hizo Job, porque "las iniquidades de su juventud" lo poseen. El pecado es perdonado, pero el cuerpo discapacitado, la voluntad debilitada, la influencia debilitada, el pensamiento de aquellos que han sido descarriados por su ejemplo, deben permanecer con �l.

Chaucer, "el brillante heraldo de la canci�n inglesa", un hombre de habilidades incomparables, no logr� ser el poder que podr�a haber tenido debido a sus primeros pecados. Grit� repetidamente en su lecho de muerte: ��Ay de m� que no puedo recordar y anular estas cosas; �pero Ay! contin�an de hombre a hombre y no puedo hacer lo que deseo �. Recib� una carta de uno de estos desafortunados hace solo unos d�as.

Durante muchos a�os ha cedido a la tentaci�n. Una y otra vez se ha esforzado por romper con la esclavitud de su vida pasada, pero hasta ahora ha sido en vano. �l dice: �He estado en un deslizamiento cuesta abajo desastroso durante las �ltimas semanas; nada malo m�s que la disipaci�n, que deber�a ser un delito, especialmente para m�. Pecar y tratar de arrepentirme parece ser mi suerte. �Por qu� no puedo ser salvo? La diferencia entre un car�cter que se ha convertido en una fuerza madura a partir de la bondad y la pureza tempranas y lo que resulta de una conversi�n repentina y violenta despu�s de a�os de excesos debilitantes es como la diferencia entre la estalactita y el car�mbano: se parecen mucho, se parecen mucho. est�n formados por las mismas fuerzas de la naturaleza; pero el uno lleva muchos a�os form�ndose y el otro crece de noche.

Mantenga el car�mbano en las condiciones adecuadas de temperatura y permanecer�, como la estalactita, s�lido y hermoso; pero cambia esas condiciones, pon las dos juntas bajo el calor abrasador del sol, y la creaci�n de una noche se mudar�, mientras que el dep�sito de muchos a�os ser� fuerte y s�lido todav�a. El pr�ncipe entre los hombres que es el mayor poder moral del mundo de hoy, el hombre que m�s puede hacer para moderar y guiar las pasiones de sus semejantes, el que mejor puede ayudar a los d�biles y animar a los d�biles, y que impresiona a sus semejantes. El car�cter de la �poca en que vive, es el hombre que, como Samuel, puede mirar hacia atr�s a trav�s de la madurez, la juventud y la ni�ez, en una vida que ha sido limpia y verdadera. ( CA Dickinson. )

Samuel el gobernante

Otros libros - las obras de grandes hombres y pose�dos de gran m�rito - se han escrito para el uso de pr�ncipes en formaci�n para un trono; pero con preferencia a todos ellos, si fu�ramos tutores de un pr�ncipe, deber�amos elegir la Biblia; y como modelo para los gobernantes, aquel cuyo nombre est� al comienzo de este cap�tulo. Am�rica se jacta de su Washington; Inglaterra su Hampden; Escocia su Wallace; Grecia y Roma sus patriotas o reyes patriotas; pero entre los pocos hombres ilustres cuyas haza�as brillan en los anales y cuyos nombres son embalsamados en el coraz�n de las naciones, donde, en toda la historia, sagrada o profana, hay uno tan eminentemente apto para gobernar como Samuel, que presenta tan notable combinaci�n de poder mental, el m�s puro patriotismo y la m�s alta piedad?

1. Fue un gobernante patriota.

(1) Su objeto no era la posesi�n del poder, aquello por lo que tantos reyes y estadistas han recurrido a los m�s mezquinos recursos. �Cu�n vilmente abandon� Enrique IV la causa sagrada por la que, con su pluma blanca bailando en medio de la lucha, hab�a llevado a menudo a sus seguidores a la batalla! Y de aquel que abraz� el papado para ganar Par�s, y, con su alegre capital, el reino y la corona de Francia, a aquellos que por soborno han comprado cargos m�s mezquinos, qu� sacrificios de conciencia, virtud y verdad se han ofrecido en el santuario del poder! Los cr�menes que algunos han cometido para ganarlo no han tenido paralelo, salvo los que otros han cometido para retenerlo.

A diferencia de ese gran viejo romano que arroj� el tim�n del estado y se retir� para arar sus acres paternos, cu�ntos ha visto el mundo aferr�ndose al poder como un hombre que se ahoga en una tabla; y retener su posesi�n, recurriendo a los medios m�s deshonrosos y viles! Con este prop�sito, una y otra vez se hundi� la espada de Joab en el coraz�n de un rival; para apuntalar su trono, Carlos I, en Stratford, entreg� el cuello de un amigo devoto al hacha del verdugo; para asegurar sus lugares y apaciguar a una multitud enojada, un ministerio brit�nico envi� a un almirante de la flota a la turba y lo colg� delante del sol; y Richelieu, un cardenal de la Iglesia y primer ministro de Francia, dispuso que sus ej�rcitos sufrieran una derrota ignominiosa, sin escr�pulos, en lugar de que �l perdiera su lugar,

Con la pol�tica torcida que han perseguido para ganar o retener lugar y poder, �qu� cosas viles han hecho los grandes hombres y qu� cosas malas han hecho los buenos! Un contraste m�s sutil con el car�cter general de los pr�ncipes y los estadistas y, ya sea que ocuparan un lugar alto o bajo, de los gobernantes de este mundo, no podemos imaginarnos que el que presenta Samuel. El lugar, el honor y el poder lo buscaban a �l, no �l a ellos. Se convirti� en juez de Israel, o su gobernante, por llamado de Dios; y cuando, sin respeto por sus canas y largos a�os de honorable y exitoso servicio, un pa�s ingrato lo llam� a renunciar a su cargo, como el sol que parece m�s grande en su puesta, nunca parece tan grande, tan grandioso, como en el �ltimas escenas de su vida p�blica.

2. Su objeto no era su propio engrandecimiento personal. � L'etat, c'est moi � (�El Estado, soy yo�), dec�a Luis XIV a quien por casualidad hablaba en su presencia de los intereses del Estado. Una imagen sorprendente la de alguien que, aunque llamado "el grande", era una encarnaci�n de las peores pasiones de la naturaleza humana: el ego�smo, el orgullo, la crueldad despiadada, la ambici�n insaciable y la lujuria abominable. por su propia mano, que cualquier dejado por Bossuet, o Massillon, o los otros aduladores de un tirano sanguinario y perseguidor implacable de la herencia de Dios.

No nos encontramos con tales escenas bajo el gobierno de Samuel. A diferencia de las que hab�an precedido o iban a seguir, la espada durmi� en su vaina todos los d�as de Samuel, excepto esa gran batalla que inaugur� su reinado y fue ganada por sus oraciones. Bajo su gobierno �el mismo Samuel el m�s alto ejemplo de ello� floreci� la piedad; la corriente de la justicia corr�a pura; se respetaron los derechos de todas las clases; la propiedad privada estaba a salvo; y las cargas p�blicas, presionando a la ligera, fueron f�cilmente soportadas por un pueblo pr�spero.

Me imagino, cuando los ancianos describieron la vida feliz y tranquila que llevaban en los buenos d�as de Samuel, cu�ntos sintieron que cuando sus padres clamaron por un rey, en esa ocasi�n, como dijo el viejo obispo Latimer de otro, la vox populi era m�s bien la vox diaboli que la vox Dei, la voz del diablo que la voz de Dios.

2. Samuel era un gobernante piadoso, adem�s de patriota. Parecer�a que en los tiempos m�s rudos de la antig�edad siempre se levantaba un altar cerca del trono; y que una parte indispensable de todo palacio era la capilla, donde aquel ante quien otros se arrodillaban, se arrodillaba ante Dios; y aprendi� a recordar que hab�a Uno por encima de �l cuyo trono cubr�a el suyo; en cuyo propiciatorio los reyes ten�an que buscar misericordia; cuyas leyes iban a formar la regla, y su gloria el fin principal de su gobierno.

Simplemente el vicegerente de Dios, y sin rey, Samuel no ten�a lugar en Israel; el palacio, si as� se le puede llamar, era el tabern�culo, donde Dios habitaba entre las cortinas del lugar santo. Ning�n guardia armado proteg�a a la persona, ni un bello s�quito acompa�aba los pasos de Samuel. Ninguna pompa de realeza perturb� la manera sencilla de su vida, ni lo distingui� de otros hombres; sin embargo, junto a su casa en Ram� se levant� lo que proclamaba a toda la tierra el car�cter personal de su gobernante, y los principios sobre los cuales deb�a conducir su gobierno. De una manera que no debe confundirse, Samuel asoci� el trono con el altar; poder terrenal con piedad; el bien del pa�s con la gloria de Dios.

�Juzg� a Israel�, se dice, �todos los d�as de su vida, y fue de a�o en a�o en circuito a Betel, Gilga y Mizpa, y juzg� a Israel en todos estos lugares; y su regreso fue a Ram�, porque all� estaba su casa, y all� juzg� a Israel, y all� �, se agrega,� edific� un altar al Se�or �. Ese altar ten�a una voz que ning�n hombre pod�a confundir. De una manera m�s expresiva que la proclamaci�n hecha por la voz de los heraldos reales con tabardos pintados y trompetas sonoras, proclam� a las tribus de Israel que la piedad deb�a ser el car�cter y la voluntad de Dios la regla de su gobierno.

Qu� ejemplo presenta Samuel a nuestros magistrados, nuestros jueces, nuestros miembros del parlamento, a todos los que tienen autoridad, y c�mo deben rezar todos los que aman a su Dios y a su pa�s para que cada puesto de honor y de confianza p�blica pueda ser ocupado por un hombre. del tipo de Samuel! La religi�n es la ra�z del honor; la piedad es el �nico fundamento verdadero del patriotismo; y la mejor defensa de un pa�s, un pueblo criado en piedad, de tal virtud, energ�a y alta moral, que, animados con un coraje que los eleva por encima del miedo a la muerte, pueden ser exterminados, pero no pueden ser sometidos. .

No es, como algunos alegan, nuestra sangre, con su feliz mezcla de elementos celtas, sajones y escandinavos, sino la religi�n de nuestra isla: nuestras Biblias, nuestras escuelas, nuestros s�bados, nuestras iglesias y nuestros hogares cristianos. -que, m�s que cualquier otra cosa y que todas las cosas, ha formado el car�cter de sus habitantes; ya eso, m�s que al genio de sus estadistas, oa sus flotas y ej�rcitos, Gran Breta�a le debe su prosperidad sin igual y la paz que se ha instalado durante cien a�os ininterrumpida en sus costas bordeadas por el mar. ( T. Guthrie, DD )

El juez en circuito; o religi�n en los negocios

En todo Estado mucho depende de la debida administraci�n de la justicia, y es de primera consecuencia mantenerla incorrupta. Es con el cuerpo pol�tico como con el individuo. Deben tenerse en cuenta las leyes secundarias que influyen en la salud y contribuyen a nuestra aptitud para el desempe�o de las funciones ordinarias. Si no respetamos las leyes de la dieta, el ejercicio y la ventilaci�n, mediante las cuales se conserva la salud, nos volvemos incapaces de realizar nuestro trabajo, la econom�a interna se trastorna y todos los miembros del cuerpo sufren.

En la sociedad existen principios que regulan el orden y la prosperidad, que no se pueden dejar de lado impunemente. Si se descuida o pervierte la administraci�n de justicia, la libertad y la religi�n deben sufrir seriamente. Pero cuando se revive la religi�n, es de gran importancia poner todos los asuntos civiles bajo su influencia purificadora. Sin esto, las ceremonias religiosas servir�an como mantos para el pecado y la libertad excusar�a el libertinaje.

Fue, por lo tanto, el gran negocio de Samuel, cuando por la bendici�n de Dios recuper� la piedad y restableci� el orden nacional, liberar el tribunal de la corrupci�n y convertirlo en respeto y pavor en toda la tierra. El gobierno civil de Israel fue peculiar. Ten�a su origen en Dios y era una instituci�n tan divina como la Iglesia misma. Jehov� era su legislador y rey, tanto en la Iglesia como en el Estado.

Como la Iglesia y el Estado eran coextensivos en Israel, los levitas adquirieron una gran participaci�n en la administraci�n de justicia. En los d�as de David, leemos que seis mil de los levitas eran oficiales y jueces ( 1 Cr�nicas 23:4 ), adem�s del n�mero empleado en el servicio del tabern�culo. Los miembros del Estado estaban sujetos a la ley de la Iglesia y los miembros de la Iglesia eran ciudadanos.

El error religioso era criminal en el derecho civil. La idolatr�a era traici�n, porque Dios era su rey. Las ofensas contra la sociedad estaban sujetas a la censura eclesi�stica y separaban a los culpables de la congregaci�n del Se�or. Las dos formas de gobierno eran mutuamente �tiles e interdependientes. El renacimiento de la piedad purific� el Estado y los oficiales espirituales llevaron a los gobernantes a la reforma. Samuel era un levita y estaba consagrado al santuario por las circunstancias de su nacimiento.

Pero tambi�n destituy� altos cargos civiles debido al cargo en el que fue ascendido providencialmente. Ofici� como sacerdote y gobern� como juez. Samuel fue un juez recto y piadoso. Existe el peligro de separar al funcionario del car�cter personal, y siempre que se hace esto, el individuo resulta gravemente herido. Ha habido hombres buenos que han sido malos jueces y hombres malos que han sido jueces respetables.

Existe otro peligro al que est� expuesto un juez, cuando se ve tentado a complacer sus sentimientos personales mientras est� sentado, donde se debe emitir un juicio imparcial. Se registra de Ar�stides, uno de los nombres m�s brillantes de la antigua Grecia, y un hombre a quien sus contempor�neos le otorgaron el t�tulo de "el Justo", que cuando era juez entre dos particulares, "uno de ellos declar� que su adversario hab�a herido mucho a Ar�stides.

De este modo, esperaba despertar los sentimientos personales del juez contra su oponente y obtener un veredicto favorable para �l. Pero el juez justo respondi�: "Cuenta m�s bien el da�o que te ha hecho, porque es tu causa, no la m�a, de la que ahora me siento como juez". Los sentimientos privados, sin embargo, a veces pueden probarse severamente. Cuando Bruto tuvo que ocupar la sede de la justicia y sus dos hijos fueron colocados en el tribunal acusado de traici�n al Estado, se pretend�a que el patriota dejara a un lado al padre y que el deber actuara contra el afecto.

Pero la majestad de la ley prevaleci� sobre las emociones de los parientes, y se dice que los espectadores miraron m�s al juez que a los culpables en esa augusta ocasi�n, y consideraron la escena como una ilustre exhibici�n de hero�smo moral. El sentimiento de partido es otro peligro al que est�n expuestos los jueces. Cuando Richard Baxter tuvo que soportar el juicio grosero, obsceno e injusto de Jeffreys, fue evidente que el sentimiento de fiesta dominaba la decisi�n de ese hombre malvado.

Un juez deber�a ser recto, y Samuel trajo al asiento judicial un personaje apto para el alto cargo que ten�a que desempe�ar. El altar estaba al lado de su banco y su casa. La profesi�n de su fe estaba al lado de la t�nica del cargo. El creyente estaba en el juez. Conect� al funcionario con lo personal tan �ntimamente que no pod�a ser un hombre piadoso sin ser al mismo tiempo un juez �ntegro.

Tampoco ha estado solo en la vida de los jueces. Sir Matthew Hale era un hombre seg�n el modelo de Samuel. Bajo el poder de la piedad y familiarizado con la palabra de Dios, busc� evidenciar los principios de la religi�n en la pr�ctica de su profesi�n. Cuando era abogado, no abogaba por una causa si estaba convencido de su injusticia; y cuando ascendi� a la banca y fue Bar�n Jefe del Tesoro, se destac� por la imparcialidad de sus decisiones.

Un par del reino que ten�a un caso en la corte una vez le pidi� que le diera informaci�n privada, para que pudiera tener una comprensi�n m�s completa de la misma cuando se presentara para el juicio. Se dice que Sir Matthew dijo que �no actu� de manera justa para acudir a su c�mara sobre tales asuntos, porque nunca recibi� ninguna informaci�n sobre las causas sino en audiencia p�blica, donde ambas partes deb�an ser escuchadas por igual.

El duque se quej� al rey; pero su majestad observ� que "cre�a que no se habr�a usado mejor si hubiera ido a solicitarlo en alguna de sus causas". Sir Matthew tem�a a Dios y consideraba al hombre, pero su integridad de acci�n justa no deb�a ser sacrificada. Samuel no olvid� de qui�n era la ley que impart�a, de qu� adoraci�n observaba, cuyo altar estaba en su casa. Despu�s de la fatiga del deber oficial, el ejercicio de la devoci�n en el altar familiar fue un dulce refrigerio. Antes de entrar en las ansiedades del juicio o las vejaciones de un litigio, el culto dom�stico era su mejor preparaci�n.

En medio de las dificultades de los casos conflictivos que ten�a ante s�, se acordaba del altar y buscaba del Se�or Alt�simo la sabidur�a necesaria para la ocasi�n. Los compromisos seculares no pervirtieron su piedad ni lo llevaron a descuidar el culto familiar. Podr�a pasar de la contienda de lenguas a la sangre que habla de paz y acercarse con humilde fe al altar de su Dios. Esa no es una casa completa sin altar.

Puede que tenga un hogar para calentar y una acomodaci�n que se adapte al cuerpo, pero no tiene lo que lo asemeja, ya que lo une al cielo. Puede que tenga un negocio respetable y lo lleve bien, y sin embargo desee lo que lo bendiga: un altar dom�stico. Una casa sin altar carece de su adorno m�s brillante, de su luz m�s clara, de su mejor principio y de su segura consagraci�n. Pero donde est� el altar en la casa, tiene una l�mpara de seguridad. Numerosos han sido los testimonios del valor del altar dom�stico. ( B. Acero. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Samuel 7". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-samuel-7.html. 1905-1909. Nueva York.