Bible Commentaries
1 Tesalonicenses 2

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-2

Porque vosotros, hermanos, sabed nuestra entrada en vosotros, que no fue en vano

Elementos esenciales para el �xito en la predicaci�n: audacia

Los forasteros testificaron del �xito del evangelio; y los ap�stoles pod�an apelar confiadamente a los conversos en confirmaci�n del informe.

�Para ustedes�, etc. La Dra. Lillie observa: �La entrada de Paul no fue un asunto f�cil, aleatorio, descuidado - no fue en absoluto un asunto de ret�rica u ostentaci�n - no fue una diversi�n de vacaciones o un pasatiempo intelectual; sino un hecho de la mayor gravedad para �l y para esa ciudad c�lebre, una crisis, una �poca en la historia de ambos �. Trazamos en sus esfuerzos ministeriales cuatro elementos esenciales que se encuentran siempre en toda predicaci�n exitosa: audacia, sinceridad, mansedumbre, coherencia moral. Considere, primero, su audacia.

I. Esta audacia manifestada en la ferviente declaraci�n de la verdad. "Somos valientes en nuestro Dios", etc.

1. Audaces en su concepci�n del origen divino y el vasto alcance del evangelio y su adaptaci�n a las necesidades del hombre, no fueron menos tenidos en su anuncio fiel. Su profunda convicci�n de la autoridad suprema de la verdad les dio un valor inusual. Vemos el mismo esp�ritu en Pablo, cuando sus intr�pidas palabras provocaron la ira de Festo, sacudieron la conciencia del irreflexivo F�lix o conmovieron el coraz�n de Agripa.

Lo vemos en El�as cuando reprendi� los pecados del malvado Acab o arroj� a los desconcertados sacerdotes de Baal a una histeria enloquecedora, mientras �l mismo se mostraba impasible y confiado. Lo vemos conspicuamente en Aquel cuyas ardientes palabras atacaron todo mal y que denunci� a los l�deres de una Iglesia corrupta como "serpientes". "�Generaci�n de v�boras!"

2. �Con mucha contienda� - en medio de mucho conflicto y peligro. Este tipo de predicaci�n provoc� oposici�n y los involucr� en grandes luchas internas. El fiel mensajero de Dios no teme el asalto m�s violento del exterior: pero el pensamiento de los problemas fatales para aquellos que rechazan obstinadamente y luchan contra el evangelio lo llena de angustiosa preocupaci�n.

II. Esta osad�a que ning�n sufrimiento podr�a amedrentar. �Incluso despu�s de eso hab�amos sufrido antes�, etc. Hab�an llegado reci�n llegados de una ciudad donde hab�an sido cruelmente ultrajados. Pero sus sufrimientos solo profundizaron su amor por el evangelio y encendieron la pasi�n por darlo a conocer. Un profesor alem�n ha hecho �ltimamente experimentos con calcedonia y otros minerales de cuarzo, y ha demostrado que cuando esas piedras se muelen sobre ruedas grandes que giran r�pidamente, exhiben un brillo fosforescente brillante en toda su masa. Lo mismo ocurre con el trabajador resuelto. Cuanto m�s se mueva bajo la fuerte rueda del sufrimiento y la persecuci�n, m�s intensamente brillar� su car�cter.

III. Esta audacia fue divinamente inspirada. "En nuestro Dios". No fue presunci�n ni bravuconer�a; pero cansan la calma, el grandioso hero�smo de una profunda fe en Dios. El profeta Jerem�as, en un momento de abatimiento, decidi� "no hablar m�s en el nombre del Se�or"; pero cuando pudo decir: "El Se�or est� conmigo como un poderoso y terrible", recuper� el valor y obedeci� impl�citamente el mandato divino: "Ir�s", etc.

Pablo, que recibi� una comisi�n similar, exclam� una vez: "Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece". Dotado con el mismo esp�ritu, Lutero pronunci� su noble protesta contra la Dieta de Worms: �Aqu� estoy; No puedo hacer otra cosa; �Dios ay�dame!" Lecciones:

1. La osad�a es indispensable para atacar los males de la �poca, no en masa, sino en detalle.

2. Audacia adquirida solo por una familiaridad estudiosa y orante con Dios y Su mensaje. ( G. Barlow. )

El verdadero p�lpito

I. Su coraje sublime. "Fuimos valientes en nuestro Dios". El verdadero valor del p�lpito no debe confundirse con esa audacia, descaro, seguridad en s� mismo que, �ay! es tan frecuente. Es valor en Dios, y brota de:

1. Amor por el car�cter de Dios. El amor es el alma del coraje. El amor fuerte absorbe todos los miedos ego�stas y hace que el alma sea heroica. Pablo amaba a su Dios con tanta fuerza que perdi� todos los sentimientos ego�stas en la pasi�n.

2. Confianza en el evangelio de Dios. Pablo sab�a que el evangelio que hab�a recibido y que predicaba no era de hombres, sino de Dios. Ning�n argumento de infieles podr�a hacer perder su fe en esto. Para �l era un tema m�s all� de toda duda y debate, asentado entre los hechos inamovibles de su propia conciencia. Audacia en Dios es lo que quiere el p�lpito ahora. Algunos predicadores hablan como si fueran audaces en su teolog�a, en su secta, en sus propias capacidades; pero Pablo era "valiente en Dios". Se sent�a a s� mismo como nada.

II. Su tema trascendente. Las buenas nuevas.

1. Que Dios ama a todos los hombres, aunque sean pecadores. La naturaleza muestra que Dios ama a todos los hombres como criaturas; pero el evangelio solo revela su amor a los pecadores ( Juan 3:16 ).

2. Que el amor de Dios por los pecadores es tan grande que dio a su Hijo unig�nito. Este es el evangelio de Dios; �y qu� tema trascendente para el predicador! Esto predicaba Pablo: no teolog�a, ciencia, filosof�a, teor�as metaf�sicas. ( D. Thomas, DD )

Verdadero coraje

es fresco y tranquilo. Los hombres m�s valientes tienen menos de una brutal insolencia intimidatoria, y en el momento mismo de peligro se encuentran los m�s serenos y libres. Sabemos que la rabia puede hacer que un cobarde se olvide de s� mismo y pelee. Pero lo que se hace con furia o ira nunca puede contarse con el valor. ( Shaftesbury. )

Audacia ministerial

El arzobispo Whately dijo una vez, cuando un amigo le pregunt� si no se sent�a nervioso por la predicaci�n, que no se atrev�a; porque el nerviosismo implicaba pensamientos sobre uno mismo, cuando solo deber�amos estar pensando en el mensaje de Dios. ( J. Hutchinson, DD )

Un ministro sin atrevimiento

es como una lima lisa, un cuchillo sin filo, un centinela que teme disparar su arma. Si los hombres se atreven a pecar, los ministros deben ser audaces para reprender. ( W. Gurnal. )

Influencia del car�cter

La influencia diaria de ministros semejantes a Cristo fluye en el car�cter de su pueblo cuando la imponderable luz del sol penetra en la s�lida sustancia de la vegetaci�n. ( Revisi�n de Boston. )

Devoci�n cristiana

El reverendo Johnson, un misionero bautista en China, relata este hecho de un converso nativo que, al tratar de persuadir a sus compatriotas para que renunciaran a sus �dolos y creyeran en Cristo, fue ridiculizado y despreciado, y finalmente arrojado con barro y piedras. hasta que su rostro estaba rojo por la sangre que manaba de los cortes en sus sienes. El Sr. Johnson, que se reuni� con �l, dijo: "Hoy lo han tratado mal". �l respondi� sonriendo: "Pueden matarme si aman a Jes�s".

Un predicador valiente

El Sr. Moody nos dice que hab�a un predicador c�lebre en uno de los Estados del Sur de Am�rica, que fue a un lugar donde le dijeron que si se atrev�a a hablar lo maltratar�an. Pero sigui� adelante. Dijo que quer�a contarles una historia. Un hombre de Texas fue a la ciudad y vendi� un hato de ganado; puso el dinero en sus alforjas, se mont� en su caballo y se dirigi� a casa, con su perro. Despu�s de un rato se cans�, se acost� debajo de un �rbol y se fue a dormir, dejando las alforjas junto a �l.

Despu�s de un rato se despert�, tom� las maletas, se mont� en su caballo y se fue. Pero su perro segu�a ladrando y corriendo, y no lo acompa�aba ni se quedaba callado. As� que finalmente, enfurecido, sac� su rev�lver, le dispar� al perro y sigui� adelante. Pero cuanto m�s pensaba en lo que hab�a hecho, m�s preocupado estaba. Hizo girar su caballo y mont� de regreso, y descubri� que el perro se hab�a arrastrado hasta llegar al �rbol donde hab�a dormido.

All� estaba, muriendo; pero a su lado estaba el fajo de dinero de su amo, que hab�a dejado caer y sin �l, y que su fiel perro hab�a perdido la vida al intentar salvarlo. �Ahora�, dijo el ministro, �estoy aqu� como ese perro, para contarte el tesoro que est�s perdiendo. Huevo podrido si quieres. Pero no lo hicieron; lo escucharon con alegr�a.

No en vano

Un joven se dedicaba a ense�ar a una clase de muchachos bastante salvajes en una escuela sab�tica: pens� que no estaba calificado para causarles ninguna impresi�n, y se desanim� mucho. Gracias a los incentivos de sus compa�eros profesores y del superintendente, se vio convencido de que continuara en el trabajo durante a�os, hasta que al final se neg� rotundamente a continuarlo por m�s tiempo. Muchos a�os despu�s, un eminente misionero escribi� a casa: ��Sigue vivo ese caballero que ense�aba en la escuela sab�tica? Si es as�, h�gale saber que hay al menos un vivo que data su conversi�n a Cristo a partir de las lecciones recibidas en su clase.

�As� que veis que, aunque el maestro abandon� su trabajo porque no vio fruto, la semilla sembrada no se perdi�; un alma, si no m�s, fue salvada y utilizada como medio de Dios para salvar a muchas otras.

Versículos 3-6

Porque nuestra exhortaci�n no fue por enga�o, ni por inmundicia, ni por enga�o

Exhortaci�n

Toda la predicaci�n y el mensaje del Evangelio se llama as�, ya que est� impregnado y viviendo en una atm�sfera de afecto suave y reconfortante.

La religi�n se ha definido como "moralidad te�ida por la emoci�n". Con mucha m�s verdad, todo el evangelio es un sistema "te�ido por la emoci�n" , es decir, una paraklesis. Por tanto, en la palabra se mezclan dos matices diferentes de significado. Dirigida a los descuidados, perezosos, tentados, ca�dos, es exhortaci�n ; dirigido a los tristes y que lo buscan es consuelo y consuelo. Es la exhortaci�n del evangelio, que nunca deja de tener cierta dulzura reconfortante y compasiva.

Los dos sentidos de paraklesis exhortaci�n y consolaci�n, tan f�cilmente pasar a los otros ( 1 Tesalonicenses 2:11 ) son indicativos del estado externo de la Iglesia primitiva, con angustia en medio de los males del mundo, y que necesitan como su primera lecci�n de consolaci�n y no menos sugerente de la primera lecci�n del evangelio para el alma individual de paz en la fe. ( Prof. Jowett. )

Elementos esenciales para el �xito en la predicaci�n: sinceridad

Esto no es menos esencial que el coraje. As� como el giro de la monta�a refleja la clara luz de las estrellas, el predicador refleja en su conducta los motivos que lo sustentan.

I. Sinceridad en el motivo ( 1 Tesalonicenses 2:3 ). El Ap�stol niega albergar malas intenciones.

1. En relaci�n con Dios. "No por enga�o". Habiendo recibido la verdad de Dios y sobre Dios, la transmite en toda su integridad sin error ni impostura.

2. En relaci�n a s� mismo. "No por inmundicia". Puro en su propio afecto y prop�sito, predic� un evangelio que era puro en s� mismo, en su tendencia y en sus resultados experimentados.

3. En relaci�n con los dem�s. "No con enga�o". Trat� de no propagar el evangelio mediante artima�as fraudulentas o representaciones falsas. No descendi� a la hipocres�a para atrapar hombres. �Hip�critas�, dice Bernard, �deseo de parecer, no de ser bueno; no parecer, sino ser malo; no les importa seguir o practicar la virtud, sino colorear el vicio, poni�ndole la tez pintada de la virtud �. La vida de un hombre cuyos motivos son sinceros ser� transparente como la luz.

Un cierto rey de Castilla, que hab�a estado muy familiarizado con la duplicidad de la humanidad, dijo una vez con arrogancia: "Cuando Dios hizo al hombre, dej� un defecto capital: deber�a haber puesto una ventana en su pecho". El hombre sincero abre una ventana en su pecho, por todo el tenor de sus palabras y acciones, para que sus pensamientos m�s �ntimos sean evidentes.

II. En habla.

1. Hablan con un solemne sentido de responsabilidad. �Pero como nos fue permitido�, etc. ( 1 Tesalonicenses 2:4 ). A su cargo, cuando los hombres fueron probados y aprobados por Dios, se les confi� el precioso tesoro del evangelio; y conscientes de sus riquezas, se preocuparon por distribuirlas con toda fidelidad y sinceridad.

2. Buscaron principalmente la aprobaci�n divina. �No como para agradar a los hombres�, etc. Hay mucho en el evangelio que desagrada al hombre natural: su humillante exposici�n de nuestra depravaci�n e impotencia, su santidad, sus misterios, la inflexible severidad de su ley y el car�cter absoluto de su reclamaci�n (es. A veces es grande la tentaci�n de templar y modificar la verdad a prejuicios carnales y sacrificar la fidelidad por la popularidad. Pero los ap�stoles arriesgaron todo, de modo que consiguieron la aprobaci�n divina.

3. No practicaron ni la adulaci�n ni el enga�o. �Porque en ning�n momento usamos palabras lisonjeras�, etc. ( 1 Tesalonicenses 2:5 ). "La adulaci�n", dice Plutarch, "ha sido la ruina de la mayor�a de los estados". �Pero Ay! �Qui�n puede decirle a las almas que se ha deshecho para siempre?

III. De fin ( 1 Tesalonicenses 2:6 ). Visto&mdash

1. En la generosa supresi�n de la autoridad con la que iban armados. �Cuando pudimos haber sido gravosos�, etc. Ya sea al renunciar a su leg�timo reclamo de manutenci�n o al restringir la exhibici�n de la dignidad y el poder de su apostolado como se admite generalmente, fue igualmente honorable para el car�cter puro y desinteresado de su objetivo m�s alto.

2. En ausencia de toda ambici�n ego�sta. "Ni de los hombres buscamos la gloria". Podr�an afirmar concienzudamente: "No buscamos a los suyos, sino a ustedes". "Amo a un predicador serio", dice Fenelon, "que habla por m� y no por el suyo: que busca mi salvaci�n y no su propia gloria". Se dice de uno de los antiguos padres que lloraba por los aplausos de sus discursos. ��Ojal� se hubieran marchado en silencio y pensativos!�, Dijo �l. Es un final lamentable predicar por mera alabanza humana ef�mera. Un hombre as� puede hundirse en la tumba con el conmovedor lamento de Grocio: ��Ay! �He perdido la vida por no hacer nada con mucho trabajo! "

Lecciones

1. La sinceridad en la proclamaci�n de la verdad s�lo puede adquirirse mediante una experiencia personal de su poder.

2. La sinceridad se profundiza mediante una comisi�n divina consciente.

3. La sinceridad se evidencia inequ�vocamente en palabras y hechos.

4. La sinceridad se satisface �nicamente con el objetivo de alcanzar los m�s altos resultados en la predicaci�n. ( G. Barlow. )

El evangelio y sus predicadores

I. El Evangelio.

1. Pertenece a Dios; de ah� que se le denomine "el Evangelio de Dios". De hecho, era su autor; y debido a que es bueno, concede su evangelio a los hombres para su bien.

2. Reclama aceptaci�n universal. Si no se recibe por amor a ella, no hay otro evangelio para la humanidad; es la �nica estrella con la que los hombres pueden navegar por el mar de la vida y ganar con seguridad las costas de la eternidad.

3. Tiene una influencia ben�fica.

II. Los predicadores del Evangelio.

1. Eran hombres y no �ngeles. Los �ngeles no saben nada experimentalmente de las fallas y los lamentos humanos, las dificultades y pruebas humanas, por lo tanto, son incompetentes para predicar el evangelio. Debe ser predicado por hombres como Pablo y Silas, "hombres de pasiones similares a las nuestras". Est�n en pie de igualdad con los tesalonicenses y con toda la humanidad.

2. Eran hombres santos. En el orden divino de las cosas, la bendici�n de la conversi�n precede al llamado al ministerio con tanta seguridad como la estrella de la ma�ana precede al orbe del d�a. En otras palabras, los hombres no son predicadores primero y luego cristianos verdaderos, sino cristianos verdaderos y luego predicadores.

3. Fueron sinceros y valientes. Hab�an sufrido mucho por el evangelio en Filipos, hab�an sido vergonzosamente maltratados por sus ciudadanos; pero muchas aguas no pudieron apagar su amor por el evangelio ni por las almas que el evangelio pod�a salvar. As� que lo predicaron en Tesal�nica con el mismo celo ardiente que hab�an hecho en Filipos. ( J. Cumming, DD )

Ministerio de San Pablo - Descrito

I. Negativamente.

1. No de enga�o. La palabra as� traducida, a diferencia de "enga�o", denota un error mental sin tener en cuenta ning�n mal dise�o (ver Proverbios 14:8 ). No era una teor�a falsa, un capricho salvaje, una especulaci�n vac�a lo que predicaba Paul.

2. No por inmundicia. Entender por este fraude o impostura no solo introducir�a una tautolog�a innecesaria, sino que interferir�a con el sentido �tico reconocido de la palabra, que es la mala moral, especialmente la sensualidad. El Ap�stol afirma que �l y sus asociados no predicaron una doctrina que justificara o confabulara el vicio, y no buscaban, mediante la predicaci�n, satisfacer sus propias pasiones sensuales.

El car�cter contrario se ejemplifica en Jezabel ( Apocalipsis 2:20 ), y en las personas descritas en 2 Pedro 2:1 ; Jueces 4:10 ; Jueces 4:16 .

3. No con enga�o. No hab�an actuado como impostores o hip�critas.

II. Afirmativamente.

1. Pablo y Silas eran ...

(1) �Permitido por Dios� - t�rmino que denota una idea mucho m�s fuerte que la de por misi�n, es decir, elecci�n distinta o aprobaci�n positiva.

(2) �Ser confiados del evangelio�, una frase que no solo representa su admisi�n real al oficio ministerial, sino que establece su responsabilidad como ministros.

2. Hablaron de una manera que correspond�a al doble hecho de su vocaci�n por Dios y su responsabilidad para con �l, "No como agradando a los hombres", etc.

(1) No reconocieron ni aplicaron lo que agradaba a los hombres como una norma segura y satisfactoria para regular su conducta ministerial.

(2) Reconocieron tal norma en lo que agradaba a Dios. Vieron motivo para una vigilancia especial y una referencia habitual a �l en el hecho de que "escudri�a el coraz�n y prueba las riendas", y conoc�a �ntimamente sus pensamientos y sentimientos secretos.

(3) Impulsados ??por tales consideraciones, le preguntaron: "�Qu� quieres que haga?" ( COMO Patterson, DD )

El enga�o es un elemento inseguro en la construcci�n moral

Es dif�cil mantener la falsedad. Cuando los materiales de un edificio son s�lidos bloques de piedra, bastar� con una arquitectura muy tosca; pero una estructura de materiales podridos necesita el ajuste m�s cuidadoso para que se mantenga firme. ( Arzobispo Whately. )

Ventajas a veces adquiridas por astucia

A veces, las ventajas pueden obtenerse de forma artesanal. Un zorro se meti� en un gallinero una noche y se atiborr� tanto que no pudo salir por el estrecho agujero por el que entr�. As� que se acost� fingiendo estar muerto cuando la gallina vino a buscar sus aves. Pensando que Reynard estaba realmente muerta, en su disgusto por la p�rdida de sus gallinas, lo tom� por la maleza y lo arroj� afuera, cuando �l se escap�.

Sixto, Papa de Roma, debi� su elecci�n a su enfermedad y vejez h�bilmente falsificadas; as� que obtuvo la mayor�a de los votos, ya que otros cardenales, que probablemente esperaban ser papa, pensaron que morir�a pronto. ( HK Burton. )

Pero como Dios nos permiti� ser confiados con el Evangelio.

I. �Qu� significa la palabra "permitido"? La palabra griega significa:

1. Probar.

2. Aprobar.

3. A su juicio.

Como en Romanos 1:25 , a los paganos, se dice, no les gustaba retener a Dios en su conocimiento, es decir , no cre�an conveniente hacerlo. Permitido no significa juzgar apropiado, en el sentido de que Pablo fue nombrado ministro por sus propios m�ritos, ni sobre la base de la previsi�n de lo que ser�a, sino que fue un acto de la gracia soberana de Dios.

As� que en el relato de su conversi�n ( 1 Timoteo 2:13 ) da gracias a Cristo. En 1 Corintios 7:25 , dice que hab�a obtenido misericordia para ser hallado fiel. Consideraba que ser puesto en el ministerio era una gran e inmerecida misericordia.

II. �Qu� es el evangelio? La alegre noticia de la salvaci�n revelada en las Escrituras. No es un c�digo de moral, ni un culto, ni una vida; es el sistema de doctrinas acerca de Dios, el hombre y Cristo. Se le llama la sabidur�a de Dios, en contraste con la sabidur�a de los hombres, es decir , lo que Dios ha revelado en contraposici�n a lo que ense�a la raz�n. Por lo tanto, estar en confianza con el evangelio significa ser un administrador de los misterios, es decir, las verdades reveladas por Dios. El evangelio incluye dos cosas: la verdad y su proclamaci�n. El evangelio es un informe, algo escuchado.

III. �En qu� sentido es el Evangelio una confianza? Dos cosas est�n incluidas en un fideicomiso o dos deberes de un fideicomisario.

1. La custodia segura de lo encomendado a su cuidado.

2. Correcta administraci�n. En cuanto a la primera, debe conservarse en condiciones de seguridad y preservarse del deterioro. Si se conf�a oro a un hombre, no debe depositarlo en un lugar inseguro; debe defenderlo y preservarlo. No puede sustituirlo por papel sin valor. El evangelio es el tesoro m�s preciado, mucho m�s que el oro o el poder. El ministro est� obligado a preservarlo y no sustituirlo por los productos in�tiles de su propio cerebro. Debe usarlo, no esconderlo en una servilleta. Debe usarlo para el prop�sito para el que fue dise�ado, no para su propio beneficio. Pablo dice de s� mismo que actu�:

(1) No como para agradar a los hombres, sino a Dios.

(2) No usar halagos.

(3) No por codicia.

(4) No buscar la gloria de los hombres.

La culpa de un administrador infiel es grande. Su fatalidad espantosa. La recompensa y la bienaventuranza de un ministro fiel, la m�s grande imaginable. ( C. Hodge, DD )

El ministerio cristiano

I. Su privilegio - "permitido por Dios".

II. Su responsabilidad sublime - "poner en confianza".

III. Su fiel administraci�n - "aun as� hablamos".

IV. Su terrible escrutinio: "Dios que prueba los corazones". ( W. Bengo Collyer, DD )

I. Las razones del ap�stol para predicar el evangelio.

1. Era un mayordomo, "confiado en el evangelio". Por tanto, no era el Evangelio de Pablo, sino el Evangelio de Dios. A todos los ministros se les concede un gran honor y se les conf�a. No deben atreverse a corromper la pura Palabra de Dios, sino hacer uso diligente de lo que se les conf�a, sabiendo que ser�n llamados para dar cuenta de ello.

2. Su dise�o era agradar a Dios y no al hombre. Dios es un Dios de verdad y requiere la verdad en sus entra�as. El evangelio no se adapta a las vanas fantas�as y deseos de los hombres; pero, por el contrario, estaba dise�ado para mortificar sus afectos corruptos y librarlos del poder de la fantas�a, para que pudieran ser sometidos al poder de la fe.

3. Actu� bajo la consideraci�n de la omnisciencia de Dios. Este es en verdad el gran motivo de la sinceridad: considerar que Dios no solo ve todo lo que hacemos, sino que conoce nuestros pensamientos de lejos y escudri�a el coraz�n; y es de Dios que debemos recibir nuestra recompensa.

II. Las evidencias de la sinceridad del ap�stol.

1. Evitaba los halagos. �l y sus compa�eros de trabajo predicaron a Cristo y lo crucificaron, y no pretend�an interesarse por los afectos de los hombres por s� mismos, glorific�ndolos, adulando y adulando: estaban lejos de eso. Tampoco adulaban a los hombres en sus pecados, ni les dec�an que si formaban parte de su grupo, podr�an vivir como lo indicaban. No los edificaron con vanas esperanzas, ni los entregaron a ninguna obra o camino perverso, prometi�ndoles la vida y embadur�ndolos con argamasa sin templar.

2. Evit� la codicia. �l no hizo del ministerio un manto o cobertura para este deseo carnal, como Dios fue testigo. No se enriquecer�a predicando el evangelio; lejos de eso, no los carg� por pan. En todo caso, hizo lo mismo que los falsos ap�stoles, que "por avaricia con palabras vanas hicieron mercader�a" del pueblo.

3. Evit� la ambici�n y la vanagloria. No esperaba ni los monederos ni las gorras de la gente, ni ser acariciado ni adorado por ellos, y llamado rabino. �l podr�a haber usado una mayor autoridad como ap�stol, y haber esperado mayor estima y exigido mantenimiento; pero algunos tal vez pensaron que todo esto era una carga demasiado grande para ellos, y por eso evit� toda menci�n de tales cosas. Pens� siempre en su Divino Se�or y pocas veces en s� mismo. ( R. Fergusson. )

La confianza, la fidelidad y las pruebas del ministro

I. La confianza del ministro.

1. Su base. El permiso divino - "permitido por Dios". Esta es la prerrogativa y la autoridad del ministro.

2. Su tema: el evangelio.

(1) En sus maravillosas revelaciones de la gracia de Dios.

(2) En su poder operativo sobre el coraz�n y la vida.

(3) En su presentaci�n de la Persona y obra de Cristo.

3. Su objeto: la salvaci�n, la edificaci�n, el consuelo y la bienaventuranza eterna de los hombres.

II. La fidelidad del ministro.

1. El ministro que es consciente de su responsabilidad habla como alguien que tendr� que rendir cuentas de su mayordom�a, con consideraci�n, cautela, humildad, oraci�n, valent�a.

2. Esta fidelidad se expresa en la singularidad y santidad de su objeto. �No como para agradar a los hombres�, etc. ( 1 Corintios 2:1 ).

3. Esta unicidad de prop�sito en agradar a Dios m�s que a los hombres es tambi�n una prueba de nuestra fidelidad. El ministro fiel se contenta con trabajar sin aplausos humanos.

III. Las pruebas del ministro.

1. Est� sujeto no s�lo a las pruebas que son comunes a todos los hombres, sino a las que son propias de su oficio: des�nimo, ansiedad por las almas, dudas sobre trabajos pasados, un sentido de su indignidad ante los ojos de quien prueba la coraz�n.

2. Pero Dios prueba el coraz�n con fines sabios y ben�volos.

(1) Para hacernos m�s puros.

(2) M�s comprensivo.

(3) M�s eficiente. ( WD Horwood, MA )

Fideicomisarios de Dios

I. Los fideicomisarios.

1. Los ministros cristianos son fideicomisarios de Dios. Tienen un cargo que guardar diferente al que es com�n a los cristianos. Poco importa por qu� canal el Gran Cabeza de la Iglesia ha comunicado Su voluntad al individuo; basta con que sea "permitido por Dios".

2. Un fideicomisario es elegido por ser un hombre de car�cter, alguien en quien se puede confiar para administrar su fideicomiso de manera justa. Generalmente, es un amigo elegido debido a sus calificaciones superiores. Y, independientemente de lo que se pueda decir acerca de que la verdad es independiente del predicador, as� como la luz es te�ida y refractada por la ventana por la que pasa, es imposible separar a un hombre del sistema que defiende.

Es dif�cil creer que ser bueno expresa los sentimientos de un mal hombre. �Mira por ti mismo y por la doctrina�. El yo modifica la doctrina. Los hombres reconocen esto universalmente, y la primera necesidad del �xito es no dar ocasi�n a mentiras calumniosas. Lo que es culpable en un cristiano ordinario lo es doblemente en un ministro.

3. Pero aunque como fideicomisarios hacemos bien en mirarnos a nosotros mismos, eso no significa que debamos sentirnos abrumados por el sentido de nuestra propia importancia. Ha sido el reproche de los sacerdotes de todas las �pocas que han estado m�s ansiosos de magnificar que de usar su oficio. Sin recurrir a la falacia explotada de la sucesi�n apost�lica, podemos encontrar una plataforma lo suficientemente fuerte y amplia en el valor inestimable de lo que se ha confiado a nuestra confianza. El fideicomisario de un pr�ncipe, heredero de un antiguo trono, tiene necesariamente m�s responsabilidad que un vagabundo sin hogar.

II. Su confianza. Esa �nica palabra "Evangelio" sugiere la naturaleza de la misma. No simplemente la proclamaci�n de un soberano a sus s�bditos, aunque eso implicar�a una gran responsabilidad; sino la revelaci�n de la naturaleza misma de la Deidad, y c�mo esa naturaleza ha obrado su obra para la salvaci�n de los hombres.

1. � Incluso con la Biblia en t cu�ndo vendr� Cristo?

III. Sabiendo que cuando Cristo venga no ser� como el nazareno crucificado, sino como el Hijo de Dios. Entonces, nuestra oraci�n diaria ser� contestada y su voluntad se har�.

IV. Manteniendo la comuni�n incluso aqu� con un Redentor fuera de la vista; porque nuestros gozos m�s elevados son s�lo un anticipo de la plenitud del gozo que se revelar� cuando lo veamos tal como es.

V. En el recuerdo de que el tiempo se apresura hacia la gran consumaci�n. Cada hora acerca el momento del matrimonio y la glorificaci�n de la Iglesia.

VI. En el pensamiento de que cada gracia que logremos complacer� a nuestro Se�or cuando �l venga. La riqueza y el placer social ser�n en vano. En relaci�n con el futuro, estos no pueden brindarnos ning�n consuelo.

VII. Sabiendo que la fidelidad es todo lo que Cristo requiere hasta su venida. ( CS Robinson, DD )

Consuelo cristiano

I. Los cristianos a menudo se encuentran en circunstancias que necesitan consuelo.

1. En tiempo de persecuci�n ( 2 Timoteo 3:12 ).

2. En la temporada de aflicci�n ( Job 5:7 ).

3. Ante la perspectiva de la muerte.

II. Las palabras de la Escritura est�n especialmente calculadas para consolar ( 1 Tesalonicenses 4:13 ). Aqu� est� prometido

1. Una resurrecci�n.

2. Un triunfo con Cristo.

3. Descanse en la eternidad.

III. Este consuelo debe administrarse mutuamente. ( T. Massey, BA )

Palabras de consuelo

El consuelo significa tanto ayuda como consuelo. Cuando el Salvador fue ungido para consolar a todos los que lloran, no fue solo para hablar palabras de bondad, sino para extender la mano de la beneficencia para que el dolor no solo se alivie sino que se convierta en gozo. Este tambi�n es el oficio del Par�clito; y el cristianismo nos llama a ser cumplidores de la ley de Cristo llevando las cargas los unos de los otros. Mientras lamentamos la partida de nuestros amigos cristianos, recordemos:

I. Que la muerte no es algo extra�o. "Est� establecido que los hombres mueran una sola vez". Si la muerte fuera algo raro, si algunas fueran se�aladas por las flechas del �ltimo enemigo, entonces nuestro dolor podr�a no admitir mitigaci�n, pero no es as�; La carne y la sangre no pueden entrar en el reino de Dios.

II. Esa muerte es el mensajero del Se�or que llama a los santos a su presencia. "Preciosa a los ojos del Se�or es la muerte de sus santos". Puede ser dif�cil ver la mano de Dios en la partida de aquellos a quienes amamos. Nuestros corazones ego�stas hubieran prolongado su estad�a, olvidando que la muerte es ganancia para ellos.

III. Esa muerte pone fin al trabajo y la guerra de esta vida. Mientras estaban en este tabern�culo, gem�an abrumados; ahora la carga se ha levantado y han entrado en reposo. Aqu� pelearon la buena batalla de la fe; all� son coronados como conquistadores. Aqu� sufrieron; all� entran en el gozo de su Se�or.

IV. Esa muerte es el comienzo de la perfecci�n. Los mejores y m�s felices de los santos eran aqu� imperfectos; ahora son "los esp�ritus de los justos perfeccionados" en santidad y felicidad; porque son como Cristo, porque lo ven como �l es.

V. Que la muerte es un avivamiento de amistades sagradas y una introducci�n a la asamblea general y la Iglesia del primog�nito. La mayor�a de nosotros, al mirar hacia el mundo celestial, podemos reconocer all� a un pariente sagrado. Cuando mueras, ser� para reunirte con viejos asociados y con toda la compa��a de los redimidos. Comparado con un compa�erismo como este, �qu� puede ofrecer la tierra?

VI. Esa muerte ser� una temporada de reencuentro para nosotros. Solo se han ido antes, un poco antes. El gran abismo se cruzar� a la llamada del Maestro, y nuestra comuni�n se reanudar� para nunca m�s ser perturbada.

VII. Que toda muerte es parte de ese proceso que resultar� en la dispensaci�n del cumplimiento de los tiempos. El cielo se enriquece con la partida de cada santo. ( RW Betts. )

El deber de consolarnos unos a otros

I. Las personas: "unas a otras".

1. Un hombre es imagen de otro, porque la imagen de Dios est� sobre todos. Un hombre interpreta a otro. Somos como anteojos, y uno ve en otro lo que es y lo que �l mismo puede ser tambi�n. Puede verse a s� mismo en el miedo, el dolor y las quejas de otro. En la enfermedad de otro, �l puede ver la enfermedad que puede apoderarse de s� mismo; en la pobreza de otro, sus propias riquezas con alas; en la muerte de otro, su propia mortalidad. Tambi�n son un llamado silencioso pero poderoso a su compasi�n para que haga lo que �l har�a con la misma facilidad.

2. �Los unos a los otros� abarca el mundo entero. Uno es diferente del otro, pero apenas podemos distinguirlos, son tan parecidos.

(1) De la misma roca son extra�dos los d�biles y los fuertes. De la misma extracci�n son los pobres y los ricos. El que hizo al idiota hizo al escriba. �Qui�n, pues, se separar�?

(2) Adem�s de esto, el Dios de la naturaleza tambi�n ha impreso nuestra inclinaci�n natural que nos lleva a amarnos y consolarnos unos a otros. Un hombre es como otro, por s� mismo d�bil e indigente, que necesita la ayuda y el suministro de otros ( 1 Corintios 12:4 ), y as� se proporciona. Un hombre sobresale en sabidur�a, otro en riquezas, otro en fuerza, para que se sirvan unos a otros en amor ( G�latas 5:13 ).

3. Una relaci�n m�s cercana une a los hombres: su relaci�n en Cristo. En �l son llamados a la misma fe, llenos de la misma gracia, rescatados por el mismo precio, y ser�n coronados con la misma gloria. Y siendo uno en estos, deben unirse de la mano para sostenerse unos a otros, y as� avanzar unos a otros a la gloria com�n ( Mateo 22:38 ; 1 Corintios 12:12 ).

Como cada hombre, cada cristiano es como un vaso para el otro. Veo mi dolor en los ojos de mi hermano; Lanzo un rayo de consuelo sobre �l, y �l refleja una bendici�n sobre m�. Y en nuestra oraci�n diaria, "Padre Nuestro" se acoge "unos a otros", incluso a toda la Iglesia.

II. El acto.

1. La comodidad es de gran significado. Puede ser ser ojos para los ciegos y pies para los cojos, para vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Habla y haz algo que pueda curar un coraz�n herido y despertar un esp�ritu deca�do.

2. Consolar es obra de caridad interior y exterior. Qu� pobre es un pensamiento o una palabra sin una mano; y qu� cosa tan poco caritativa es el consuelo sin compasi�n. Entonces realmente consuelo a mi hermano cuando mis acciones se corresponden con mi coraz�n. Y si son verdad, nunca se cortar�n; porque si las entra�as anhelan, la mano se extender� hacia adelante.

3. Debemos buscar el motivo. Nuestro consuelo puede provenir de un coraz�n vac�o; entonces es farisaico; puede ser ministrado a trav�s de una trompeta, y luego se pierde en el ruido; puede ser producto del miedo. Todos estos son principios falsos, y la caridad fluye a trav�s de ellos como el agua en el barro, contaminada. Cristo es nuestro motivo y modelo ( Marco 9:41 ).

4. Seamos ambiciosos de consolar, porque tenemos grandes ocasiones. Todos los d�as presenta alg�n objeto. Aqu� hay una boca vac�a; �Por qu� no lo llenamos? Aqu� hay un cuerpo desnudo; �Por qu� no nos separamos de lo superfluo para cubrirlo? Aqu� Dios habla, el hombre habla, la miseria habla; y son nuestros corazones tan duros que no se abren, y as� abren la boca y las manos.

III. La forma o los m�todos - "con estas palabras".

1. En cada acci�n debemos tener un m�todo correcto. El que comienza mal a�n no ha comenzado, ya que cuanto m�s avanza, m�s se aleja del final. Como Santiago habla de la oraci�n ( Santiago 4:3 ), as� buscamos consuelo y no encontramos porque busquemos mal. Nuestra fantas�a es nuestro m�dico. Nos pedimos consejo, y somos necios los que lo damos; les pedimos a los dem�s y son miserables consoladores.

En la pobreza buscamos la riqueza; y eso nos hace m�s pobres de lo que �ramos. La riqueza no es una cura para la pobreza, ni la ampliaci�n para la moderaci�n, ni el honor para el descontento. As� tambi�n ocurre en los males espirituales. Cuando la conciencia levanta el l�tigo, huimos de �l; cuando est� enojado lo adulamos. Estamos tan dispuestos a olvidar el pecado como a cometerlo. Nos consolamos por nosotros mismos y por los dem�s, por nuestra propia debilidad y la debilidad de los dem�s, y por el pecado mismo. Pero el ant�doto es veneno o, en el mejor de los casos, una cisterna rota.

2. El m�todo del ap�stol es:

(1) En general, la Palabra de Dios. Porque la Escritura es una tienda com�n de comodidad, donde puedes comprarla sin dinero y sin precio. Los consuelos de las Escrituras son:

(a) Permanecer ( 1 Pedro 1:23 ) - su esperanza ( 1 Pedro 1:3 ); su alegr�a ( Juan 16:22 ); su paz ( Salmo 72:7 ); as� todas sus comodidades ( 2 Corintios 1:20 ). Todo lo dem�s est� pereciendo.

(b) Universal. Nada, nadie se esconde de la luz de ellos. Pero debemos tener cuidado de c�mo los aplicamos y prepararnos para recibirlos. La misericordia de Dios est� sobre todas sus obras, pero no cubrir� a los impenitentes. Sin embargo, el codicioso se consuela con la hormiga en Proverbios ( Proverbios 6:6 ); el ambicioso por ese buen ung�ento en Eclesiast�s ( Eclesiast�s 7:1 ); el hombre contencioso por la pelea de Pablo y Bernab�; el let�rgico en la paciencia de Dios; y as� convertir la medicina sana en veneno por aplicaci�n incorrecta.

(2) En particular, la doctrina de la resurrecci�n y la venida de Cristo. �stos son la suma de todas las comodidades, la destrucci�n de todos los males. ( A. Farindon, BD )

La fe de un ni�o

Un caballero que caminaba en uno de los cementerios metropolitanos observ� arrodillada junto a una l�pida a una ni�a de unos diez a�os. En su mano sosten�a una corona, que coloc� sobre la tumba. Acerc�ndose a ella, le pregunt� si hab�a alguien muy querido para ella. "S�", respondi�, "mi madre est� enterrada aqu�". "�Tienes padre, hermanas o hermanos, peque�o?" pregunt� el extra�o.

�No, est�n todos muertos y yo soy el �nico que queda. Todos los s�bados por la tarde vengo aqu� y traigo flores para poner en la tumba de mi madre. Luego hablo con ella y ella me habla a m� ". "Pero, querida ni�a, si ella est� en el cielo, �c�mo puede hablarte?" "No lo s�", fue la respuesta ingenua, "pero lo hace, y me dice que sea veraz y que haga lo correcto, para que un d�a Jes�s me lleve a vivir con ella en el cielo".

El telescopio del evangelio

Lo que el telescopio hace por la ciencia, el evangelio lo hace por aquellos que lo creen. Convierte la vaga conjetura en certeza inamovible, e interpreta las d�biles esperanzas y los sue�os que brillan en el ojo de la raz�n en verdades demostradas y bien definidas. �Oh, que todos mis hermanos�, dijo Rutherford, al morir, �sepan a qu� Maestro he servido y qu� paz tengo este d�a. Esta noche cerrar� la puerta y pondr� mi ancla dentro del velo ".

Una perspectiva exultante

Rowland Hill, cuando era muy mayor, predic� para el reverendo George Clayton, de Walworth. Los servicios lo agotaron, y mientras avanzaba d�bilmente por el pasillo, despu�s de que toda la congregaci�n se hab�a ido, el Sr. Clayton lo escuch� repetir en voz baja para s� mismo el himno que m�s le gustaba durante sus �ltimos a�os:

�Y cuando me muera, rec�beme llorar�,

Porque Jes�s me ha amado, no s� por qu�;
Pero esto puedo encontrar, los dos estamos tan unidos

Que no estar� en la gloria y me dejar� atr�s ".

�En mi coraz�n�, dijo el Sr. Clayton, �esta fue una escena de inigualable solemnidad; ni podr� volver a �l sin un resurgimiento de esa tierna y sagrada simpat�a que despert� originalmente ".

Prepar�ndose para el cielo

Hace algunos a�os, un viajero, que acababa de regresar de Jerusal�n, descubri�, en una conversaci�n con Humboldt, que estaba tan familiarizado con las calles y casas de Jerusal�n como �l mismo; Entonces, le pregunt� al anciano fil�sofo cu�nto tiempo hab�a pasado desde que visit� Jerusal�n. �l respondi�: "Nunca he estado all�, pero esperaba pasar sesenta a�os desde entonces, y me prepar�". �No deber�a el hogar celestial ser tan familiar para aquellos que esperan vivir all� eternamente?

Confort celestial

Rara vez leemos algo m�s conmovedoramente hermoso que la forma en que Catherine Tait, esposa del difunto arzobispo de Canterbury, trat� de consolar su propio coraz�n y el coraz�n de su esposo despu�s de que de repente se vieron privados por la muerte de �cinco peque�as hijas bendecidas�. . " Otros padres, que lloran por las cunas vac�as y los lugares desolados junto al fuego, pueden fortalecerse con su ejemplo.

La Sra. Tait escribe: - �Ahora, constantemente, con nuestras oraciones diarias, decimos la acci�n de gracias y la conmemoraci�n por ellos: 'Se�or, has dejado partir a Tus peque�os en paz. Se�or Jes�s, has recibido sus esp�ritus y les has abierto la puerta de la gloria eterna. Tu amoroso Esp�ritu los conduce a la tierra de la justicia, a tu santo monte, a tu reino celestial. Enviaste a tus �ngeles para que los encontraran y los llevaran al seno de Abraham.

Los has puesto en la morada de luz y paz, de gozo y alegr�a. Los has recibido en los brazos de tu misericordia, y les has dado una herencia con los santos en luz. All� reinan con Tus �ngeles elegidos y Tus benditos santos partieron, Tus santos profetas y gloriosos ap�stoles, en todo gozo, gloria, felicidad y bienaventuranza, por los siglos de los siglos. Am�n.'".

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Thessalonians 2". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-thessalonians-2.html. 1905-1909. Nueva York.