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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
El Ilustrador Bíblico El Ilustrador Bíblico
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Utilizado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Utilizado con permiso.
Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "2 Chronicles 13". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/2-chronicles-13.html. 1905-1909. Nueva York.
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "2 Chronicles 13". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/
Versículos 4-12
Y Ab�as se puso de pie sobre el monte Zemaraim.
Un gran discurso
sus afirmaciones sobre Jud�. Dios reconoci�
1. En el don del reino.
2. En el culto y servicios del templo.
3. En la guerra de la vida.
II. En sus acusaciones contra Israel.
III. Su apasionado atractivo para la gente.
1. Se apela a la religi�n.
2. Se apela a la historia.
3. Se apela a la humanidad. ( J. Wolfendale. )
El discurso de Ab�as
El discurso de Ab�as es �nico. Ha habido otros casos en los que los comandantes han intentado que la oratoria sustituya a las armas. Los enviados de Senaquerib. Cuando Octavio estaba en guerra con su compa�ero triunviro L�pido, hizo un atrevido intento de atropellar al ej�rcito de su enemigo. Cabalgando abiertamente hacia el campamento hostil, apel� a los soldados por motivos tan elevados como los instados por Ab�as, y les pidi� que salvaran a su pa�s de la guerra civil abandonando a L�pido.
En ese momento su apelaci�n fracas�, y solo escap� con una herida en el pecho; pero despu�s de un tiempo, los soldados de su enemigo se acercaron a �l en destacamentos, y finalmente L�pido se vio obligado a rendirse a su rival. Otro ejemplo de una apelaci�n exitosa a una fuerza hostil se encuentra en la historia del primer Napole�n, cuando marchaba sobre Par�s despu�s de su regreso de Elba. Cerca de Grenoble se encontr� con un cuerpo de tropas reales.
Inmediatamente avanz� hacia el frente y, exponiendo su pecho, exclam� a las filas opuestas: �Aqu� est� su emperador; si alguien quiere matarme, d�jelo disparar ". El destacamento, que hab�a sido enviado para detener su avance, desert� de inmediato ante su antiguo comandante. ( W. H . Bennett, MA .)
Las lecciones del discurso de Ab�as
Estos son dos.
I. La importancia de un ministerio oficial y debidamente acreditado. Cada Iglesia tiene en la pr�ctica alg�n ministerio oficial, incluso aquellas Iglesias que profesan deber su existencia separada a la necesidad de protestar contra un ministerio oficial. Los hombres cuya ocupaci�n principal es denunciar el arte sacerdotal pueden estar ellos mismos saturados con el esp�ritu sacerdotal.
II. La importancia de un ritual adecuado y autorizado. Cada Iglesia tambi�n tiene su ritual. El silencio de una reuni�n de Amigos es tanto un rito como la genuflexi�n m�s elaborada ante un altar muy ornamentado. Considerar esencial la ausencia o la presencia de ritos es igualmente ritualista. El hombre que abandona su lugar de adoraci�n habitual porque se canta "Am�n" al final de un himno es un ritualista tan intolerante como su hermano, que no se atreve a pasar por un altar sin persignarse. ( WH Bennett, MA )
Versículos 12-17
Y he aqu�, Dios mismo est� con nosotros como nuestro capit�n
Dios con nosotros
Tenemos aqui&mdash
I. Una doctrina misteriosa.
II. Una verdad reconfortante.
III. Un hecho solemne. ( Mons. Montagu Villiers .)
La extremidad del hombre y el poder de Dios para ayudar
I. El pueblo de Dios a menudo se encuentra en situaciones extremas.
1. Por sus propias empresas insensatas.
2. Por las tentaciones de sus enemigos.
3. Por la providencia de Dios gui�ndolos, para probarlos y entrenarlos.
II. El pueblo de Dios es liberado por �l en los extremos.
1. Orando: "Clamaron al Se�or".
2. Por poder sobrenatural. ( J. Wolfendale .)
La guerra santa
No es mi intenci�n discutir los m�ritos de la disputa entre Jud� e Israel. Esa es una historia interesante; pero ahora debo hablarles acerca de nuestra obra y guerra por Cristo nuestro Rey. Debe admitirse que estamos inmersos en una lucha encarnizada, con un enemigo poderoso. Oh, entendamos desde el principio que nuestra guerra es real, seria, desesperada; que no estamos jugando a ser soldados.
I. Reconozcamos al enemigo. Es un gran error, que se comete con demasiada frecuencia, ignorar la fuerza de nuestros oponentes, no investigar su posici�n y sus pr�cticas. Ning�n general pensar�a en realizar una campa�a sin la debida precauci�n de realizar un reconocimiento. Haremos bien en nuestra guerra contra el error y la iniquidad, y todo lo que no es de nuestro Dios, para hacer todas las investigaciones, para enviar a algunos a espiar el pa�s para descubrir, si es posible, lo que el enemigo est� tramando contra nosotros.
1. Volviendo a este cap�tulo, encontraremos que el enemigo en este caso consisti� en rebeldes contra la autoridad designada por Dios. Eran, de hecho, insurgentes, de los cuales los hijos de Jud� dijeron verdaderamente: �Mantenemos el cargo del Se�or de Dios; pero le hab�is abandonado ". As� que los hombres de Jud� ten�an esto para ayudarlos en su lucha: sab�an que su posici�n era una que Dios aprobaba. No lo hab�an abandonado; no eran de ninguna manera perfectos, pero aun as� se aferraron al trono de David ya su leg�timo sucesor.
Ten�an la fuerza que siempre proviene de la conciencia del derecho. �Lo correcto es poder�, aunque algunos dir�n que el poder es correcto. �No no! "Est� tres veces armado el que tiene su disputa justa" y quiero animar mi propio coraz�n y el tuyo diciendo: De ninguna manera somos todo lo que deber�amos ser, pero por la gracia de Dios somos lo que somos. El enemigo se ha rebelado contra Dios. Estas cosas con las que luchamos est�n condenadas a la destrucci�n, y estamos autorizados a ayudar a acelerar la llegada de esa condenaci�n.
2. Encuentro, adem�s, que estos hombres de Israel eran id�latras. Adoraban a los becerros de oro, y casi cualquier hombre que lo deseara pod�a convertirse en sacerdote para aquellos que no eran dioses. Nuestra lucha tambi�n es contra la idolatr�a. Hablo en nombre de las misiones extranjeras. Cr�ame, hay idolatr�a aqu� y all�.
3. Encuentro aqu� de nuevo, que se habla de los hijos de Israel como hombres vanidosos e hijos de Belial. Se hab�an reunido en ese pa�s del norte hombres de mala reputaci�n, que no lo hac�an bien, y los que hab�an llegado al dolor, hombres con la cabeza vac�a, porque tal es el verdadero significado de la palabra "vanidoso". Los hijos de Belial carec�an por completo de principios, muchos de ellos eran sin duda renegados, los n�ufragos de la sociedad.
No luchamos contra aquellos que han perdido su reputaci�n, que han pecado contra las leyes de nuestra tierra, as� como contra los cielos altos; salimos a tratar de salvarlos, luchamos contra la impiedad, la inmundicia, el libertinaje y la insobriedad.
4. Adem�s, si observa este cap�tulo, notar� que los hombres de Israel eran personajes determinados, o | a quien est� escrito que "se fortalecieron". Eran muy numerosos, pero no confiaban en los n�meros, tomaron todas las precauciones para asegurar el �xito. Podemos aprender algunas lecciones de nuestros enemigos. Cu�n diligentes son, cu�n activos, cu�n unidos. Cu�n fervientemente se combinan para derrotar, si es posible, los prop�sitos de Dios y nuestros intentos de hacer Su voluntad. �Oh, que fu�ramos tan serios como ellos! Con un Maestro infinitamente mejor, �por qu� no deber�amos servirle con el doble de celo que los que sirven al diablo?
5. El n�mero de Israel era muy grande, el doble de lo que pose�a Jud�; y �oh, cu�ntas fuerzas y principios del mal con los que tenemos que luchar! �Ah! pero recordemos que los n�meros no lo son todo. Tendremos que recordarnos unos a otros en la actualidad que Dios est� con nosotros. �Por cu�ntos te contamos Jehov�? Sin embargo, no debemos subestimar al enemigo; son innumerables. �Oh, que aumentaran nuestras fuerzas!
6. Y, adem�s, son astutos. �Notaron, mientras leemos, c�mo el rey de Israel tendi� una emboscada contra Ab�as y sus hombres? Dif�cilmente fue algo valiente de hacer. Bueno, nuestro enemigo no es muy particular en c�mo va a trabajar. La serpiente sigue siendo la m�s sutil de todas las bestias del campo, pero no ignoramos sus artima�as.
II. �Qu� pasa con nuestras propias fuerzas? No debemos cantar nuestras propias alabanzas, pero para la gloria de Dios, al revisar nuestras tropas, declararemos, primero, que somos Suyos.
1. Adem�s, estamos bien ordenados. �Notaste lo que dijo el rey en el vers�culo 12? "Y he aqu�, Dios mismo est� con nosotros como nuestro Capit�n". Cuando Napole�n sub�a y bajaba entre sus tropas en v�speras de la batalla, sol�a asegurarles que �l mismo dirig�a sus batallones. Eso fue lo que los puso nerviosos para la refriega. Creo que escucho a mi bendito Maestro decir: "He aqu�, estoy contigo siempre, hasta el fin de los tiempos". �Nos inclinamos ante Ti, glorioso Capit�n! �Gu�anos hacia adelante! Porque solo T� puedes conducir a la victoria.
2. Adem�s, el servicio sacerdotal con el pueblo de Jud� nunca hab�a cesado. Por la ma�ana y por la tarde se sacrificaba el cordero, se encend�a la l�mpara y se agitaba el enfurecido. Esta fue una se�al de que Dios todav�a era honrado y obedecido. �Ah, pi�nsalo! Salimos a la batalla d�a a d�a, pero nuestro gran Sumo Sacerdote ante el Trono todav�a suplica. ��l vive siempre para interceder por nosotros�.
III. Y ahora sobre la batalla. No debemos extra�arnos, si, al comenzar a luchar por Dios, nos encontramos en una dificultad. Estos hombres lo hicieron. No hab�an llegado al campo de batalla antes de ser atrapados en una emboscada. Hab�a enemigos detr�s de ellos as� como frente a ellos. No es lo m�s f�cil del mundo luchar contra quienes nos atacan por la espalda. Conozco a algunos que salen a servir al Se�or, ya sea en el hogar o en el campo extranjero, quienes, tan pronto como encuentran que la batalla se enciende contra ellos, o se descubren atrapados en una trampa, comienzan a imaginar que la batalla est� terminando. ya perdido, que han cometido un error al tomar las armas para Dios, y son como volver la cola de inmediato, solo el enemigo est� detr�s de ellos, �y ellos no pueden! �Ah! �Qu� error es este! Si Dios nos mete en una crisis, es para que confiemos en Cristo.
�Qu� es lo mejor que podemos hacer cuando llegamos a ese estado? Por qu�, exactamente lo que hicieron estos. �Clamaron al Se�or�. �Hab�a tiempo para orar cuando hab�a enemigos a cada lado? S�, s�, siempre hay tiempo para rezar. El tiempo de oraci�n no es tiempo perdido. Clamemos al Se�or de los Ej�rcitos.
2. Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas para animar al pueblo, para llamarlo a su deber, para despertar en su interior sus energ�as adormecidas y su valor agonizante. Te garantizo que no emitieron un sonido incierto. Esas trompetas de plata fueron hechas todas de una sola pieza, porque Dios har� que toda Su obra sea unida, sim�trica y completa. Esas trompetas de plata sonaron en su forma m�s dulce y fuerte en esta coyuntura cr�tica. Sea nuestro, l�deres de las huestes de Dios, para hacer sonar la Palabra de Dios para que no haya error en cuanto al significado, y por nuestra conducta valiente animar a todo el pueblo.
3. �Not�, a continuaci�n, que la base comenz� a gritar? "Los hombres de Jud� gritaron". �No no! clamemos y gritemos, porque grande es el Santo de Israel en medio de nosotros. El grito de la oraci�n debe ir acompa�ado del grito de fe, y si no gritamos audiblemente en nuestros servicios y reuniones, que haya gritos en el alma que el Se�or nuestro Dios pueda o�r. El secreto y la esencia de todo est� aqu�.
4. "Confiaron en el Se�or". Hab�a perfecta confianza en el cielo. Incluso en medio del choque de armas, incluso cuando vieron que aparentemente hab�an sido vencidos por esta emboscada, todav�a confiaban. Padre, confiar� en ti, porque la obra es tuya.
5. "Confiaron en el Se�or Dios de sus padres". �Oh! Me gusta esa palabra. "�El Dios de Abraham!" La historia del patriarca pasa por sus mentes ante la menci�n de su nombre. �El Dios de Isaac y de Jacob� y de David, con quien hab�a hecho un pacto de sal. Este era el Dios en el que confiaban, y este Dios es nuestro Dios, el Dios de nuestros padres. �No trat� bien a nuestros padres? �No glorific� Su nombre a trav�s de ellos? �No los hizo columnas en la casa del Se�or? Lo que Dios ha hecho, Dios puede hacerlo. Confiemos en �l.
6. Tan pronto como confiaron plenamente en �l, comenz� a trabajar y entreg� a Jeroboam en manos de Ab�as. S�, la regla siempre es v�lida: "A los que me honran, honrar�". Si conf�as en �l en esa peque�a obra que tienes entre manos para Dios, �l te usar�.
7. Entonces debemos dar seguimiento al trabajo que Dios hace. Ab�as y su pueblo mataron a sus adversarios derrotados. �Ab�as los persigui�.
8. �Y el bot�n? Cuando se hace el trabajo y se gana la victoria, �qu� pasa con el bot�n? �Ah! pertenece a Aquel que dio el poder. Todo debe ser arrojado a los pies de Jes�s. �No nos hemos equivocado a menudo aqu�? Le pedimos poder para servir, y gracias a Dios lo obtuvimos; pero cuando la victoria fue nuestra, quisimos compartir el honor con el Rey. ( T. Spurgeon ).