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Deuteronomio 3

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-11

Y Jehov� nuestro Dios entreg� tambi�n en nuestras manos a Og, rey de Bas�n.

Dominio de enemigos formidables

Ver&mdash

1. C�mo consiguieron el dominio de Og, un pr�ncipe formidable.

(1) Muy fuerte, porque era del remanente de los gigantes ( Deuteronomio 3:11 ). Su fuerza personal fue extraordinaria; un monumento del cual fue conservado por los amonitas en su lecho, que se mostr� como una rareza en su ciudad principal. Puede adivinar su peso por los materiales del armaz�n de su cama; era de hierro, como si una cama de madera fuera demasiado d�bil para que �l confiara en ella. Y podr�as adivinar su estatura por sus dimensiones: ten�a nueve codos de largo y cuatro codos de ancho; que, suponiendo que un c�bico no fuera m�s que media yarda, ten�a cuatro yardas y media de largo y dos de ancho; y si permitimos que su cama sea dos codos m�s larga que �l, y eso es todo lo que necesitamos permitir, med�a tres yardas y media de altura, el doble de la estatura de un hombre com�n y proporcional en todos los sentidos; sin embargo, lo golpearonDeuteronomio 3:3 ).

Cuando Dios defiende la causa de su pueblo, puede tratar con los gigantes como con los saltamontes. Ning�n poder de hombre puede protegerlo contra el Todopoderoso. Su ej�rcito tambi�n era muy poderoso, porque ten�a el mando de sesenta ciudades fortificadas, adem�s de las ciudades sin murallas ( Deuteronomio 3:5 ); sin embargo, todo esto no fue nada contra el Israel de Dios, cuando vinieron con la comisi�n de destruirlo.

2. Era muy corpulento y atrevido; sali� a la batalla contra Israel ( Deuteronomio 3:1 ). Era de extra�ar que no tomara en cuenta la advertencia de la ruina de Seh�n y enviara a desear condiciones de paz: pero confiaba en su propia fuerza y, por lo tanto, estaba endurecido para su propia destrucci�n. Aquellos que no son despertados por los juicios de Dios sobre otros, pero que persisten en su desaf�o al cielo, est�n madurando r�pidamente para los mismos juicios sobre ellos mismos ( Jeremias 3:8 ).

Dios le pidi� a Mois�s que no le temiera ( Deuteronomio 3:2 ). Si el mismo Mois�s era tan fuerte en la fe como para no necesitar la precauci�n, es probable que el pueblo la necesitara; y para ellos est�n dise�adas estas nuevas garant�as: "Lo entregar� en tus manos". No solo te libere de su mano, para que �l no sea tu ruina; pero entr�galo a tu banda, para que seas su ruina, y le hagas pagar caro su intento.

Agrega: "Har�s con �l como hiciste con Seh�n"; insinuando que deben ser animados por su victoria anterior a confiar en Dios para otra victoria; porque �l es Dios y no cambia.

2. C�mo se apoderaron de Bas�n, un pa�s muy deseable. Tomaron todas las ciudades ( Deuteronomio 3:4 ), y todo su despojo ( Deuteronomio 3:7 ); los hicieron todos suyos ( Deuteronomio 3:10 ), de modo que ahora ten�an en sus manos toda esa tierra f�rtil que estaba al este del Jord�n, desde el r�o Arn�n hasta Herm�n ( Deuteronomio 3:8 ).

Su conquista y posesi�n de estos pa�ses estaba destinada no s�lo a animar a Israel en las guerras de Cana�n, sino tambi�n a la satisfacci�n de Mois�s antes de su muerte; debido a que no debe vivir para ver la finalizaci�n de su victoria y asentamiento, Dios le da as� una muestra de ello. As�, a los que creen, se les da el Esp�ritu como las arras de su herencia hasta la redenci�n de la posesi�n comprada. ( Matthew Henry, DD )

Revisi�n y prospecci�n

�No es sorprendente que las buenas causas y los buenos hombres se enfrenten a una constante oposici�n? Ahora estamos examinando la historia de un viaje que fue emprendido por la direcci�n Divina, y una y otra vez nos encontramos con el hecho de que el viaje fue de un extremo a otro amargamente opuesto. Si se tratara de un asunto de historia antigua, en una condici�n de civilizaci�n m�s feliz y en un estado de �nimo m�s feliz, podr�amos disputar la teor�a de que Israel viaj� bajo la direcci�n y gu�a divina; pero esto mismo se hace hoy en nuestro pa�s, en todos los pa�ses, en nuestro propio coraz�n y en nuestra vida.

Seguramente, ning�n hombre fue a la iglesia sin alg�n enemigo en forma de tentaci�n, sugerencia o bienvenida en otras direcciones, buscando impedirle lograr el prop�sito sagrado. El que quiera ser bueno debe pelear una batalla; quien quiera orar bien, primero debe resistir al diablo. Esto hace la vida muy dif�cil; la carga a veces es demasiado pesada; pero la voz de la historia concuerda tanto con el testimonio de la conciencia, y todo est� tan corroborado por el esp�ritu de profec�a, que debemos aceptar la disciplina y esperar con cu�nta paciencia Dios mismo puede obrar en nosotros el resultado del tr�gico milagro.

�No existe ninguna consideraci�n o circunstancia compensatoria? El Se�or mismo debe hablar muy claramente en algunas condiciones y relaciones de la vida. "Y el Se�or me dijo". As� es como se ajusta el saldo. En un verso, Og, rey de Bas�n; en el siguiente vers�culo: Jehov�. As�, la historia de nuestra vida se alterna: ahora un enemigo, ahora un amigo; ahora la lucha va a ser demasiado severa para nosotros y ciertamente caeremos, y ahora el Se�or de los ej�rcitos est� en la camioneta, y los reyes son quemados por Su presencia como el rastrojo se quema con el fuego.

�Cu�l fue el mensaje divino? Fue un mensaje adaptado a la sensibilidad de las circunstancias: �No le tem�is; porque lo entregar� a �l, ya todo su pueblo, y su tierra, en tu mano: �Deshazte del miedo y aumentar�s el poder. El que es fuerte en esp�ritu es fuerte en toda su naturaleza; el que s�lo tiene fuerza muscular fracasar� en la lucha. El coraz�n valiente, el alma viva con Dios, eso siempre vencer�.

Vivamos, nos movamos y tengamos nuestro ser en Dios. �Cu�l fue la consecuencia? Leemos la historia en el cuarto vers�culo: "Y tomamos todas sus ciudades en ese tiempo, no hubo ciudad que no les quitamos, sesenta ciudades, toda la regi�n de Argob, el reino de Og en Bas�n". Oponerse a Dios siempre significa p�rdida. No hay hombre malo que tenga �xito. No interpretemos la palabra �exitoso� de manera restringida y parcial, como si fuera un t�rmino descriptivo de meras apariencias o relaciones moment�neas.

En la aceptaci�n parcial del t�rmino, la proposici�n no soportar� examen; pero al discutir las grandes realidades espirituales debemos tener una visi�n completa; y, al fijar la atenci�n en ese punto de vista, la proposici�n sigue siendo una verdad indestructible: que ning�n hombre malo es realmente pr�spero. No tiene consuelo. Come como un glot�n, pero no disfruta verdaderamente; de su pan no extrae poes�a, ni pensamiento, ni fuego; se le escapa, porque es un comensal malvado.

En su aparente riqueza, es miserablemente pobre. Si se pudiera probar que un hombre puede oponerse a Dios y ser verdaderamente feliz, todo el reino cristiano ser�a destruido por esa prueba, la palabra del Se�or, como est� escrita en el Libro, est� en contra de esa posibilidad. Pero, �qu� fue de Og, rey de Bas�n? Leemos en el und�cimo vers�culo, "He aqu� su cama", etc. �Qu� final! �Qu� apropiado! �Qu� amarga la s�tira! Og, rey de Bas�n, sali� a pelear contra el pueblo de Dios; se escriben unos pocos vers�culos en los que se libran batallas y se toman ciudades, y al final, el lecho de Og es casi todo lo que queda del poderoso rey de Bas�n. Esta es una fama sin valor; este es el renombre que es digno de l�stima.

Pero no hay otra fama para los hombres malvados: dejar�n un nombre en la historia, pero un nombre del que los ni�os se reir�n; dejar�n tras de s� un memorial, pero el memorial en s� ser� un sarcasmo permanente. El Se�or trastorna el consejo de los imp�os; el Se�or se reir� del imp�o y se burlar� de todas sus maquinaciones. Su cama ser� recordada cuando �l mismo sea olvidado; se hablar� de �l en general y no en calidad; ser� medido como un tronco; ser� olvidado como un mal sue�o.

Los justos ser�n tenidos en memoria eterna. �Qui�n ser�a malvado? �Qui�n se opondr�a a Dios? �Qui�n no preferir�a unirse a los cielos y orar para que el Esp�ritu de Dios obtuviera en el coraz�n humano el milagro de la reconciliaci�n con las cosas eternas y celestiales? ( J. Parker, DD )

Armaz�n de cama del rey Og

�Por qu� la Biblia no nos dio el tama�o del gigante en lugar del tama�o del armaz�n de la cama? �Por qu� no indicaba que el hombre med�a once pies de alto, en lugar de decirnos que su sof� ten�a trece pies y medio de largo? Sin duda, entre otras cosas, fue para ense�arnos que se puede juzgar a un hombre por su entorno. Mu�strame los asociados de un hombre, mu�strame los libros de un hombre, mu�strame la casa de un hombre y te dir� lo que es sin que me digas una palabra sobre �l.

Los gigantes morales y los pigmeos morales, los gigantes intelectuales y los pigmeos intelectuales, como los gigantes f�sicos o los pigmeos f�sicos, pueden ser juzgados por su entorno. Ese hombre ha sido fiel durante treinta a�os asistiendo a iglesias, reuniones de oraci�n y escuelas dominicales, y se ha colocado entre las asociaciones religiosas intensas. Puede que tenga sus imperfecciones, pero es un muy buen hombre. Grande es su estatura religiosa.

Ese otro hombre ha estado durante treinta a�os entre influencias intensamente mundanas, y se ha excluido de todas las dem�s influencias, y su estatura religiosa es la de un enano. Pero que nadie con este pensamiento sea inducido a rendirse a entornos desfavorables. Un hombre puede hacer su propia cama. Chantrey y Hugh Miller nacieron como canteros, pero uno se convirti� en un escultor inmortal y el otro en un cient�fico cristiano cuyo nombre nunca morir�.

El difunto juez Bradley se abri� camino desde un quemador de carb�n hasta el banco de la corte suprema de los Estados Unidos. S�, un hombre puede decidir el tama�o de su propia cama. Observe adem�s, que incluso los gigantes deben descansar. Tan enorme dote f�sico por parte del rey Og podr�a sugerir la capacidad de superar toda fatiga y omitir el sue�o. No. Necesitaba una cama de hierro. Los gigantes deben descansar.

Sin apreciar el hecho, �cu�ntos gigantes se derrumban anualmente! Gigantes en los negocios, gigantes en el arte, gigantes en elocuencia, gigantes en la utilidad. Que nadie piense, porque tiene una gran fuerza de cuerpo o de mente, que puede permitirse jugar con sus dones inusuales. El rey Og, sin duda, ten�a un cetro, pero la Biblia no menciona su cetro. Sin embargo, uno de los vers�culos m�s grandes de la Biblia se retoma al describir el armaz�n de su cama.

As� que Dios, de arriba abajo en la Biblia, honra el sue�o. Ad�n, con la cabeza sobre una almohada de rosas ed�nicas, tiene su sue�o bendecido por un regalo divino de una hermosa compa��a. Jacob, con su cabeza sobre una almohada de roca, tiene su sue�o glorificado con una escalera llena de �ngeles que descienden y ascienden. Cristo, con una almohada hecha con el abrigo doblado de un pescador, rinde homenaje al sue�o en la parte trasera del barco azotado por la tormenta.

Uno de nuestros pecados nacionales es el robo del sue�o. Walter Scott era tan urgente con este deber de dormir que, al llegar a un hotel donde no hab�a lugar para dormir, excepto aquel en el que hab�a un cad�ver, pregunt� si el fallecido hab�a muerto de una enfermedad contagiosa y, cuando se le asegur� no lo hab�a hecho, tom� la otra cama de la habitaci�n y se durmi� profundamente. Aquellos de poca resistencia ciertamente deben necesitar descanso si incluso el gigante necesita un armaz�n de cama de hierro.

Observe adem�s, que el pueblo de Dios en el camino a Cana�n no necesita sorprenderse si se enfrenta a alg�n tipo de gigante. �No hab�a tenido ya suficientes problemas la hueste israelita? �No! El Mar Rojo no es suficiente. La hambruna de agua no es suficiente. Las marchas largas no son suficientes. La oposici�n de enemigos de estatura corriente no es suficiente. Deben encontrarse con Og, el gigante de la cama de hierro. �Sabes el nombre del gigante m�s grande que posiblemente puedas conocer, y lo conocer�s? No mide once pies de altura, sino cien pies de altura.

Su cama es tan larga como un continente. Su nombre es Duda. Su comida com�n son los libros para infieles y las conferencias esc�pticas, y los ministros que no saben si la Biblia est� inspirada en absoluto o inspirada en algunos puntos, y los cristianos que son m�s infieles que cristianos. Nunca llegar�s a la tierra prometida a menos que mates a ese gigante. Mata la duda, o la duda te matar�. Otra impresi�n de mi tema. La marcha de la Iglesia no puede verse obstaculizada por una oposici�n gigantesca.

Esa hueste israelita liderada por Mois�s era la Iglesia, y cuando Og, el gigante, el de la cama de hierro, sali� contra �l con otra hueste, las cosas debieron verse mal para Israel. Mois�s de tama�o ordinario contra Og de dimensiones extraordinarias. Adem�s de eso, Og estaba respaldado por sesenta ciudades fortificadas. Mois�s estaba aparentemente respaldado por nada m�s que el desierto que lo hab�a desgastado a �l y a su ej�rcito en un grupo de rezagados indisciplinados y exhaustos.

Pero los israelitas triunfaron. El d�a se acerca. O�dlo, todos los que est�is haciendo algo por la conquista del mundo para Dios y la verdad, llegar� el momento en que, como no quedaba nada de Og, el gigante, sino el armaz�n de la cama de hierro, guardado en Rabbath como curiosidad, No quedar� nada de los gigantes de la iniquidad excepto algo para que los cazadores de reliquias lo examinen. ( T. De Witt Talmage. )

El �ltimo de los gigantes

Nosotros, en nuestra guerra, tenemos muchos gigantes contra los que luchar. A medida que avanzamos en nuestros vagabundeos, hay muchos lugares desolados y salvajes como los enredados frenos y las escarpadas rocas de Argob, en la tierra de Bas�n. Tenemos que pasar por alto nuestros desiertos de la tentaci�n. En esos p�ramos hay muchos gigantes m�s grandes que Og, m�s terribles que Anak, alardeando con mayor insolencia que Goliat de Gath. Quiz�s hayas conquistado a muchos de ellos.

�Es tan? �Yacen heridos y vencidos a tus pies? Hombre envidioso, �has atado a la envidia de pies y manos y lo has dejado fuera de tu casa y de tu hogar? No est� muerto, solo encadenado. Tenga cuidado no sea que en alg�n momento de descuido sea liberado y lo lleve cautivo con el poder acumulado del largo reposo y la mayor precauci�n provocada por su anterior derrota. �Ha sido vencido el esp�ritu maligno de la ira que antes era de proporciones tan gigantescas? �O todav�a se levanta a voluntad de su lecho al que, bajo un sol pr�spero, cuando nada se nos cruza o nos frustra, se retira voluntariamente? �Est� atado all�, o simplemente yace all� escondido, sin ataduras de religi�n que obliguen a su inactividad adormecida? Tambi�n est�n los gigantes de Bunyan, algunos muertos, algunos vivos: los gigantes Pope y Pagan lamentablemente discapacitados,

Dudar de su terrible esposa. Giant Despair les dice a los hombres y mujeres que se suiciden, les dice que Dios nunca los perdonar�, los encierra en su sombr�o castillo y �c�mo pueden escapar? Esos peregrinos encontraron una llave llamada "Esperanza". Con la esperanza en el pecho, la adversidad puede sobrellevarse. El gigante de la lujuria tambi�n es un gigante poderoso. Y de todos los dem�s gigantes, el m�s peligroso para algunas naturalezas. Muchos pecadores y algunos santos han encontrado este Og que ha sido vencido por �ltima vez.

Dios dice: "No temas". �Temer�s cuando tu Hacedor te diga que no temas? �No preferiremos ir y hacer nuestro mejor esfuerzo contra el pecado que todav�a lucha en nuestras almas y que de buena gana nos llevar�a a la destrucci�n? ( SB James, MA )

Versículos 23-26

Has comenzado a mostrarte.

Revelaci�n siempre nueva

"T� has comenzado". Eso es todo lo que puede hacer. Siempre comenzando, nunca terminando ese es el misterio y esa es la gloria de la revelaci�n Divina. Cuando lleguemos a ver que todas las cosas est�n en el capullo, y nunca podremos salir de �l, comenzaremos a ver la grandeza de Dios. �Cu�n lamentable es la condici�n del hombre que ha desgastado todo lo que tiene vida real, poes�a, significado y aplicaci�n a los asuntos y destinos de la vida! No debemos quitar nuestra l�nea de vida de esos vagabundos.

Debemos hacernos ver y sentir que todo tiene eternidad. Seremos verdaderos estudiantes y adoradores cuando digamos sobre los p�ramos tan desolados, y el mar tan melanc�lico, y el bosque incluso en diciembre: ��Mira! Dios est� aqu� y yo no lo sab�a; esta no es otra que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo �. Deber�amos ser m�s sabios si no fu�ramos tan inteligentes. Si pudi�ramos considerar que todas las cosas est�n todav�a en plasma, principio, esbozo y sugerencia, remitir�amos a un d�a m�s largo la discusi�n y el arreglo de cuestiones que ahora constituyen el misterio y tormento de nuestra vida intelectual.

Un per�odo hermoso de la vida es aquel en el que un hombre comienza a ver la forma de un prop�sito Divino en su propia existencia. Algunos pueden recordar el momento en que el significado de las palabras vino por primera vez a la mente. Qu� luz, qu� contento estaba el cerebro; toda la mente se levant� y dijo: "Esto es algo realmente ganado y nunca se puede perder". Una sensaci�n similar les llega a los hombres que viven sabiamente. En su ni�ez no sab�an lo que Dios quer�a que fueran, por eso propusieron muchas cosas a su propia imaginaci�n; luego vino la vida temprana y las cosas empezaron a asentarse en una especie de contorno borroso; luego vino la virilidad, con todas sus experiencias y con todos sus conflictos, y por fin hubo, por as� decirlo, la mano de un hombre construyendo la vida, poni�ndola en cuadrado, forma y proporci�n, y ruboriz�ndola de color.

Entonces comenzamos a ver lo que Dios quiso que fuera el tema de nuestra vida. Nos hizo grandes, peque�os, fuertes, d�biles, ricos, pobres; pero si hemos reposado en Sus manos tranquila, gentil, obediente y amorosamente, vemos que la pobreza es riqueza y la debilidad es fuerza. Un pensamiento santo de este tipo ha santificado todo el �mbito y el resultado de la vida, de modo que los hombres ahora pueden decir: �Eso es obra del Se�or, y es maravilloso a nuestros ojos.

�Cuando el Se�or se encarga de edificar y dar forma a una vida, nadie puede obstaculizarlo. "Oh Se�or Dios, has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza". A lo largo de la Biblia, Dios nunca se representa como una cantidad menguante. Dios, en otras palabras, no crece cada vez menos, sino cada vez m�s. Cuando nuestra imaginaci�n se agota, la luz de Dios ya ha comenzado a brillar. Una era tras otra ha venido y ha escrito en su registro estas palabras: ��l es poderoso para hacer todas las cosas mucho m�s abundantemente de lo que pedimos o entendemos.

�Dios siempre se ha reservado el uso del instrumento de educaci�n que llamamos sorpresa. Nunca nos hemos anticipado a Dios. Cuando salimos temprano en el d�a ha sido con la ayuda de Su luz. Si no hubiera encendido la l�mpara, no hubi�ramos podido dar un paso en nuestro viaje. Dios nos sorprende con bondad. Creemos que hemos participado de lo mejor que �l puede darnos y, �he aqu�! cuando hemos bebido de nuevo de la copa del amor divino, decimos: �Has guardado el buen vino hasta ahora. Es en ese esp�ritu de esperanza, en esa g�nesis eterna, debemos vivir; entonces seremos j�venes para siempre. ( J. Parker, DD )

Te lo ruego, d�jame ir y ver la buena tierra que est� m�s all� del Jord�n. .. Pero el Se�or. .. no me escuchar�a.

El pecado del hombre y la voluntad de Dios

Cuando leemos la historia de una naci�n como lo hacemos en el Antiguo Testamento, no podemos dejar de sorprendernos por la medida en que una naci�n depende de sus hombres representativos. Sus ambiciones, virtudes y esperanzas pueden ser lo que quieras, pero deben encontrar encarnaci�n visible e instrucci�n capaz en alguna personalidad grande y dominante. Una lecci�n del cap�tulo inicial de Deuteronomio es que las naciones, por regla general, no simpatizan mucho con aquellos sobre quienes recae la carga de sus asuntos.

Atribuyen responsabilidades a sus l�deres y los dejan llevar pesos m�s all� de la fuerza humana. Dif�cilmente piensan en sus limitaciones como hombres como ellos, que, adem�s de los deberes p�blicos que desempe�an, tienen una vida espiritual propia que cuidar, una conciencia propia para mantener la meta con Meta, una escalera espiritual que ascender, convicciones individuales y un alma para salvar. No consideran que Dios est� mirando la prueba de un esp�ritu fuerte pero cansado, mientras que los hombres pueden estar haciendo todo lo posible para que la prueba resulte en su da�o.

Este pasaje nos muestra a este gran hombre en el �ltimo a�o de su vida. La muerte de Mois�s se hab�a extendido m�s all� de la medida com�n de la humanidad, y su experiencia hab�a sido tan variada como su vida se hab�a prolongado. Hab�a visto los atrios de Fara�n; hab�a vivido en las tiendas de Madi�n durante cuarenta a�os, y durante cuarenta a�os m�s nunca hab�a escapado de la presi�n de las decenas de miles de Israel.

Conoc�a la preocupaci�n de su cargo p�blico, y tambi�n conoc�a el terrible mensaje de Dios. La figura m�s grande del Antiguo Testamento, hasta donde podemos juzgar la grandeza, su coraz�n estaba m�s profundamente comprometido con su pueblo y la promesa que Dios les hizo. Hac�a mucho que hab�a pasado el d�a en que se hab�a identificado con Israel para bien o para mal. Al final de su larga vida, con la maravillosa experiencia de lo que Dios hab�a hecho detr�s de �l, �cu�l fue el pensamiento que lleg� a los labios de Mois�s? Es que todo esto solo ha sido suficiente para despertar la esperanza - �Oh Se�or Dios, has comenzado a mostrar a Tu siervo Tu grandeza y Tu mano poderosa.

�El nombre misterioso de Dios, que nuestra Biblia traduce,� Yo soy �, ha sido traducido por algunos eruditos,� Yo ser�; Har� lo que har�. Es Mi misma naturaleza ser un Dios de promesas inimaginables, haciendo por aquellos que me miran mucho m�s de lo que pueden pedir o pensar �. Creo que la interpretaci�n es tan leg�tima como la m�s metaf�rica. En cualquier caso, esta es la concepci�n de la naturaleza divina que la experiencia le ha impuesto a Mois�s.

Al final de su larga vida, solo puede sentir que Dios ha comenzado a mostrar Su grandeza. Si est� seguro de algo, es que Dios puede hacer m�s y har� m�s de lo que ha hecho hasta ahora. Su mismo nombre es un nombre de promesa. Ahora, ese es un esp�ritu digno con el que llegar al final de la vida. La muerte es un final decisivo para nosotros, el cierre de todo nuestro trabajo en esta escena. Pero si hemos estado en la compa��a de Dios y hemos aprendido a conocerlo, no mediremos su obra por nada de lo que hayamos visto.

Aunque nuestras fuerzas est�n gastadas, �l no ha hecho m�s que indicar Su prop�sito y despertar el inter�s y las esperanzas de Su pueblo. Cuando San Pablo estaba listo para morir, le escribi� a Timoteo: He terminado mi curso. Pero si hubiera podido ver lo que vemos ahora, �no habr�a exclamado, como lo hizo Mois�s: "Oh Se�or, t� has comenzado"? Hay un pasaje famoso en la poes�a latina en el que se lleva al fundador de la raza romana al fin del mundo y se le muestra la suerte de la posteridad.

Las grandes figuras de la historia posterior pasan en magn�fica procesi�n ante sus ojos. Pero lo que Mois�s sinti� fue mucho mejor que tal visi�n. Ten�a fe en que la obra que hab�a sido tan importante para �l estaba en las manos de Dios, y que aunque su participaci�n en ella hab�a terminado, la de Dios solo estaba comenzando. Es m�s f�cil aplicar esta consideraci�n a los tiempos del Nuevo Testamento. Cuando muri� el �ltimo de los ap�stoles, �qu� hab�a hecho Dios en el mundo? Hab�a encendido Sus peque�as chispas de luz aqu� y all� en la oscuridad del paganismo.

Pero todo el marco, todo el esp�ritu de la sociedad eran paganos. Una sociedad como la que vivimos, en la que hay un reconocimiento instintivo de Cristo como autoridad moral final, en la que los ni�os son bautizados en Su nombre, tal sociedad estaba m�s all� de la visi�n de los Ap�stoles, y quiz�s m�s all� de su concepci�n. El Se�or ten�a m�s que hacer por el mundo de lo que hab�an visto. Es lo mismo ahora. Generaci�n tras generaci�n pasa, los hombres envejecen, se vuelven grises y mueren en la obra del Se�or, pero esa obra siempre est� comenzando.

Vemos la autoridad de Cristo extendi�ndose incluso en la cristiandad. Vemos que la aplicaci�n de Su voluntad se vuelve m�s constante y completa. Envejecen, no para ser pesimistas, para no perder la esperanza en el mundo porque sus propios ojos est�n nublados o su fuerza natural disminuida, pero con su coraz�n joven dentro de ellos; ansioso e interesado en lo que Dios est� haciendo; Seguro que lo mejor est� por llegar. Mois�s, con esta noble fe en el prop�sito de Dios, ofreci� una oraci�n apasionada a Dios: �Te ruego que me dejes ir a ver la buena tierra.

�Apenas podemos imaginar el inter�s de Mois�s en Cana�n. Era la tierra de los padres: Abraham, Isaac y Jacob. Era la tierra que Dios hab�a elegido como herencia de Israel. Era el objetivo de cuarenta a�os de andanzas. Fue por fin, por segunda vez, y despu�s de que una generaci�n infiel hab�a perecido en el desierto, ante sus ojos. No era la voluntad de Dios que Mois�s viviera para ver la conquista de Cana�n.

Hay gente tan profundamente interesada en la evoluci�n de las cosas: en qu� aplicaciones pr�cticas se pondr� la electricidad, qu� har� el socialismo en la forma de reconstruir la sociedad, cu�l ser� la posici�n del cristianismo y de la Iglesia, qu� ser� del Imperios chino y turco: que puedan rezar para que se les mantenga con vida para ver el final. Y si no es as�, es posible que se vayan del mundo con una gran decepci�n.

�Cu�l fue el pecado de Mois�s? A primera vista parece muy extra�o. A Mois�s se le da este testimonio en la Biblia: que era m�s manso que todos los hombres. Sin embargo, no siempre fue manso. Estaba acalorado y apresurado en su juventud cuando mat� a un egipcio, y el pecado de su juventud estall� en un momento fatal cuando golpe� la roca. Finalmente su pecado lo descubri� y lo excluy� de Tierra Santa. Puedo imaginarme a alguien sintiendo que en este asunto apenas se trat� a Mois�s, y que la inexorableidad de Dios es dolorosa de contemplar.

Sin duda, est� destinado a impresionarnos de esa manera. Cr�anlo a tiempo, hombres y mujeres j�venes. Hay cosas buenas, las mejores cosas, las �nicas cosas que alg�n d�a te preocupas, que el pecado hace imposible; una sola mala acci�n puede perder esperanzas que nunca podr� redimir. Puede trazar una l�nea invisible a tu alrededor, una l�nea invisible para todos excepto para Dios y para ti, que no puedes cruzar. Aqu� se nos presenta a Mois�s aprendiendo una de las lecciones m�s dif�ciles: la aceptaci�n de la voluntad de Dios tal como est� determinada por nuestros propios pecados.

A menudo, nuestro arrepentimiento no es mejor que el deseo de escapar del castigo de nuestras faltas. Pero nuestra esperanza radica en aceptar, no en rebelarnos y luchar contra, las consecuencias que Dios ha atribuido a nuestros pecados. Aprender la humildad, aprender que Dios conoce la disciplina que es mejor para nosotros, aprender a caminar con suavidad y aceptar como Su voluntad las restricciones y p�rdidas que nuestros pecados han tra�do consigo, ese es el secreto para restaurar el alma.

La rebeli�n no sirve de nada. El desaliento incr�dulo no sirve de nada. Lo que se requiere es que el castigo de nuestro pecado sea reconocido como lo que es y tomado como la voluntad de Dios para nuestro bien. Nunca es agradable, �c�mo podr�a serlo? Se ha dicho que lo m�s terrible del mundo es el pecado no perdonado, y el siguiente es el pecado que ha sido perdonado. Aceptar el castigo de nuestra iniquidad es tener experiencia de ambos, y lo necesitamos para hacernos odiar el pecado como deber�amos.

Porque recuerde, aunque la oraci�n de Mois�s no fue concedida, no debemos suponer que su pecado no fue perdonado. Llama la atenci�n que en el Nuevo Testamento Mois�s apareciera en gloria y hablara con Jes�s de la muerte que deb�a cumplir en Jerusal�n. As�, todos los l�mites que el pecado hab�a impuesto a su vida se hab�an desvanecido; as� vio cu�n lejos hab�a progresado la gran obra de Dios. Por lo tanto, su mente a�n esperaba con ansias el gran evento en el que esa gran obra deber�a consumarse con la muerte de Jes�s en la Cruz.

Mois�s habl� de eso, porque esa era su esperanza como la nuestra. No es cierto que las consecuencias del pecado sean inmutables. Si fuera as�, no habr�a evangelio. Por la voluntad de Dios permanecen por un tiempo, pero hay un mundo en el que la maldici�n ya no existir�. No es cierto que las limitaciones del pecado y sus deformidades se vean incluso en el cielo. Pero la respuesta de Dios a la oraci�n de Mois�s no termin� con su negativa. �Encarga a Josu�, y an�malo y fortal�celo, porque �l pasar� delante de este pueblo, y les har� heredar la tierra que ver�s.

�El efecto natural de la desesperaci�n es que nos desanimamos. Perdemos inter�s en nuestro trabajo cuando su realizaci�n es algo en lo que no tenemos ning�n inter�s. No vamos a estar ah�, �por qu� gastarnos como si estuvi�ramos? Hablar as� es olvidar que el trabajo no es nuestro. Es de Dios. Nuestro inter�s no debe limitarse como si fuera una preocupaci�n privada de los nuestros. Es una se�al de verdadera bondad cuando un hombre puede admirar y alentar a su sucesor, y mantener su inter�s y esperanza en la causa com�n, aunque la participaci�n activa en sus asuntos se ha vuelto imposible para �l.

A veces vemos a hombres que han sido grandes l�deres retirarse de mala gana. Miraron con recelo a los que llevaban a cabo su trabajo. Est�n m�s dispuestos a ser cr�ticos y malhumorados que a gritar: "Bien hecho". �No tienen la obligaci�n de animar a sus sucesores! En contraposici�n a esto, coloque estas palabras de Dios a Mois�s: "Acusad a Josu�". Posiblemente hay algunos cuyos propios pecados les han causado p�rdidas que son muy dif�ciles de sobrellevar.

Podr�amos haber entrado en la tierra prometida. Podr�amos haber sido hombres y mujeres infinitamente diferentes de lo que somos: m�s brillantes, m�s felices, m�s ricos en nuestras almas. Bueno, �qu� dice Dios despu�s de nuestras decepciones? Dice lo que le dijo a Mois�s: No seas ego�sta, no te pongas de mal humor; no permita que sus desilusiones, por amargas que sean, ensombrezcan a su familia oa la iglesia. Digerirlo en soledad. Pero m�s all� de todo, sube por encima de Pisga y contempla la hermosa monta�a del L�bano, y luego, con la gloria de esa perspectiva en tu rostro, vu�lvete hacia aquellos cuyos corazones est�n fr�os dentro de ellos, cuyo esp�ritu est� quebrantado, y acar�cialos, ali�ntalos y fortal�celos. . Diles lo que Dios ha preparado para los que lo aman, y regoc�jate con ellos de que heredar�n la tierra que solo has visto desde lejos. ( J. Denney, DD )

Mois�s sin respuesta

1. Nuestra primera consideraci�n es que el caso que tenemos ante nosotros no refuta la voluntad de Dios de escuchar y contestar la oraci�n.

2. Nuestra segunda consideraci�n es que Dios no siempre responde a nuestra manera. Las dos cosas que deseaba Narices eran estas:

(1) Para ingresar a la Tierra Prometida. De hecho, no cruz� el Jord�n hacia la Cana�n terrestre; pero, cerrando los ojos, los abri� a una visi�n de belleza celestial como nunca hab�a so�ado.

(2) Quer�a ver �establecida sobre �l la obra de sus manos� ( Salmo 90:16 ). Esto tambi�n se dio en m�ltiples medidas. La influencia de Mois�s fue, bajo Dios, el factor de control en la teocracia. Su nombre siempre ha sido venerado entre los jud�os.

3. Nuestra tercera consideraci�n es que ninguna oraci�n es verdadera oraci�n a menos que se ofrezca con esp�ritu filial. Algunas s�plicas no son filiales en su presuntuosa audacia. Otras s�plicas no son filiales en su servilismo. ( Revisi�n homil�tica. )

La oraci�n que Dios neg�

I. Observe que aqu� Mois�s recuerda su propio pecado. La tabla que se rompi� bajo el peso de uno no es apta para ser guardada como una reliquia sagrada o atesorada con afecto. El lugar asociado con alg�n pecado cuyo recuerdo nos hace sonrojar, o alg�n error tan tonto como para ser digno s�lo de un idiota, no es un lugar que nos deleite en volver a visitar. Por lo tanto, es m�s notable que cuando Mois�s, en el �ltimo momento de la vida, repasa la misericordia de Dios para con su pueblo, no debe pasar por alto el gran error y pecado de su propia carrera. Pero con el dedo de la honestidad transparente toca el punto m�s doloroso de su memoria.

II. Observe por qu� Dios neg� la apelaci�n de Mois�s.

1. No debemos olvidar que lo que Mois�s buscaba de Dios era una bendici�n temporal, no espiritual.

2. Quiz�s, tambi�n, Dios pudo haber rechazado el llamado de Mois�s porque lo humill� y lo hizo sentir su completa dependencia de la gracia de Dios para salvarlo.

3. Tambi�n puede ser que el rechazo divino fuera solo una parte del proceso por el cual Dios estaba preparando a Mois�s para una mejor herencia que Cana�n. Cuando se hizo por primera vez la negaci�n de su oraci�n, a�n faltaban dos a�os para que terminara su peregrinaje terrenal. En esos dos a�os, Dios estaba saturando la obra final de preparaci�n de Su siervo. Beethoven dijo una vez de alg�n famoso compositor musical: "Habr�a sido un gran m�sico si s�lo hubiera sido criticado terrible y sin piedad". ( Mons. Cheney. )

La petici�n de Mois�s a Dios

Aqu� Mois�s nos ense�a a orar. �l comienza primero y le dice a Dios que ha comenzado a mostrarle favor; y bien podr�a decirlo Mois�s, porque apenas naci�, pero el Se�or comenz� a mostrarle Su grandeza, al salvarlo cuando fue arrojado al r�o, etc. Si se considera todo lo que el Se�or ha hecho por �l hasta este momento ten�a un gran motivo para decir: �Oh Se�or, has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza.

En esto Mois�s, en alguna parte, se muestra agradecido por lo que hab�a recibido, confiando as� en suplicar a Dios que contin�e con sus beneficios y bondad amorosa hacia �l, que es algo que agrada a Dios. No es como uno que se sienta a su puerta y le dice un d�a a d�a que pasa por �l y lo saluda, y sin embargo no lo conoce, de modo que si lo necesita, o no sabe d�nde vive; o bien, como no lo conoce, se averg�enza de preguntarle algo.

Mois�s no es uno de ellos, pero conoce al Se�or, que tan a menudo pasaba a su lado; y por lo tanto, ahora dice: "T� has comenzado", etc. Luego, Mois�s desaf�a a todos los dioses �dolos, y les dice que entre todos ellos no hay uno que pueda hacer como su Dios. As� que Dios, cuando se opone y se opone a sus enemigos, es entonces sumamente glorioso y los confunde a todos ( Salmo 89:6 ).

Ahora, Mois�s procede en su oraci�n, diciendo: "Te lo ruego, d�jame pasar", etc. Aqu� Mois�s ora como uno de nosotros, que siempre est� deseando, pero nunca respeta la voluntad de Dios, para decir: " H�gase tu voluntad ". �Qu� es esta monta�a del L�bano? Ciertamente Mois�s se refiere al lugar donde se debe construir el templo, y honrar a Dios; porque despu�s de que Josu� hab�a pose�do tranquilamente la tierra de Cana�n, solo construy� un tabern�culo ( Josu� 18:1 ) para invocar al Se�or.

Ahora sigue en el texto, �Pero Jehov� estaba enojado conmigo�, etc. Tan pronto como Mois�s cambi� su oraci�n, Dios se apart� de �l y no lo escuch�; tan pronto hacemos que Dios nos abandone, si no hacemos conforme a su voluntad. Mois�s muestra la causa por la que Dios no quiso escucharlo; aunque fue un gran hombre y de gran autoridad, no se averg�enza de confesar su falta. Entonces vemos que donde est� el pecado, la oraci�n no es eficaz; de modo que si esperamos recibir por medio de la oraci�n cualquier cosa de las manos de Dios, primero debemos quitar y quitar la causa de nuestro obst�culo, que es el pecado, antes de que podamos recibir lo que oramos.

Dios, cuando Mois�s or�, no concedi� su pedido, pero se enoj� con �l; pero para que Mois�s no se desanimara por completo, enseguida mitig� su ira y le pidi� que se contentara y no le hablara m�s de ese asunto. Dios no le orden� que no le orara m�s, sino que no orara m�s por eso. Primero, Dios le pide que se contente; como si dijera: Aunque no puedas entrar en la tierra, te contentar� de otra manera.

Por lo tanto, Dios quiere que, en cualquier estado en el que estemos, estemos contentos con nuestro llamamiento, porque es Su designaci�n. Dios es tan misericordioso que, aunque no podemos orar correctamente, considera nuestras oraciones y hace todo lo mejor para nuestro bien; no concediendo nuestra petici�n muchas veces, sino algo mejor de lo que deseamos de �l. �Qui�n, entonces, ofender� a un Padre tan misericordioso y amoroso? Teniendo en cuenta que Dios es tan misericordioso con nosotros, cuidemos de no abusar de sus misericordias, no sea que al hacerlo lo provoquemos a juicio.

Ahora, Dios le ha dicho a Mois�s que no entrar� en la tierra, �l comienza a ense�arle c�mo debe hacer para verla, y le ordena que suba a la cumbre del Pisga, y que mire hacia el este, el oeste y el norte. y hacia el sur, y m�ralo, etc. Como un p�jaro se qued� con una peque�a cuerda, o un hombre fuerte nadando retenido por una peque�a ramita, as� un peque�o pecado mantiene a este gran capit�n, que no puede entrar en la tierra de Cana�n. .

Primero, Dios est� enojado con �l y lo envidia por completo, como si no valiera tanto como subir al monte. As� podemos ver c�mo uno de los pecados m�s peque�os es capaz de apartar de nosotros toda la bondad y todo el favor que Dios nos concede. Despu�s, Dios le ordena a Mois�s que suba al monte. Aqu�, Mois�s obedece el mandamiento de Dios; pero si hubiera sido como muchos murmuradores, se habr�a negado a subir al monte, diciendo: �Qu� banquete es este para m�, sino un plato exquisito puesto delante de alguien que no puede comer? Pero Mois�s prefiri� morir antes que enojar al Se�or otra vez cuando le pidi� que se contentara.

Esto lo podemos aprender de Mois�s, para estar contentos con nuestro llamado, tengamos poco o mucho; porque Dios contento a Mois�s tanto con la vista de Cana�n como con los que la pose�an. As� que cuando Dios no nos ha ordenado que veamos gran sustancia, como lo ha hecho con algunos de nuestros hermanos, sin embargo, debido a que no debemos estar descontentos, �l nos complacer� tanto al verlos en los dem�s como si los disfrutamos nosotros mismos.

Mois�s pudo haber objetado muchas cosas que podr�an haberle impedido subir al monte; porque sin duda debe ser una pena para �l, cuando consider� el gran dolor que hab�a tenido al traerlos por el desierto, y conducirlos cuarenta a�os juntos; y ahora, cuando ya no ten�a m�s que ir, sino incluso el Jord�n, para que se lo llevaran; y otro, que nunca se esforz�, posey� todas sus labores: esto, digo, debe ser una cosa grande e intolerable para la carne y la sangre; porque cuando uno ha puesto un fundamento y otro viene y edifica sobre �l, seguramente pensar� que apenas se ha ocupado de �l.

Tal es nuestra naturaleza; y sin embargo, a pesar de todo esto, Mois�s est� contento. �l sabe que Dios no le hace mal, sino que tambi�n es justo y misericordioso. �l bendice a todos por igual, como fueron bendecidos los hijos de Jacob ( G�nesis 49:1 ). Mois�s, mientras estuvo en terreno llano, no pudo ver el tipo de cielo; pero cuando estuvo en el monte, lo vio antes de llegar al cielo mismo.

As� que, incluso ahora, escalemos el monte como lo hizo Mois�s, para que podamos ver y considerar esos gozos; lo cual servir� para rescatar nuestros corazones de los asuntos terrenales. As� como Pedro subi� al monte para ver la gloria de Cristo, y Mois�s subi� al monte para ver la tierra prometida, as� asciendamos de estas cosas terrenales a la contemplaci�n de las celestiales. Ahora, Mois�s est� en su perspectiva como David estaba en su torre.

Aqu� debe prepararse para morir, mientras contempla la tierra a la que tanto tiempo ha venido. �Qui�n no se habr�a lamentado de que, despu�s de tanto viaje de cuarenta a�os con la esperanza de poseerlo, ahora al final se contentara con verlo y desapareciera! Sin embargo, Mois�s, a pesar de todo esto, no murmura, sino que, como Job, lo toma con paciencia. Y como estaba en el monte donde Dios desapareci�, aqu� est� en el monte y �l mismo se desvanece; como aparece ( Job 24:6 ).

As� que los buenos gobernantes desaparecen en una �poca en la que menos se sospecha de la muerte. Como Lot fue llevado antes que la gente de Sodoma lo supiera, como se muestra ( G�nesis 19:10 ); de modo que vemos que cuando llega nuestro momento y se nos acaba el vaso, ni nuestras riquezas, ni nuestro ingenio, ni nuestros amigos, ni nada de lo que tenemos en este mundo, pueden llevarnos m�s lejos. No, no m�s de lo que Mois�s pudo cruzar este Jord�n. ( H. Smith. )

La buena tierra que est� m�s all� del Jord�n

Est� ah�, un vidente lo ha visto; y Dios le dio palabras para pintarnos la visi�n. Una buena tierra; glorioso en belleza, pero hogare�o; familiar en todas sus formas y caracter�sticas, pero todav�a un mundo transfigurado. Es la esperanza que ilumina el camino del desierto, la esperanza de que alg�n d�a podamos contemplar las glorias de una creaci�n que ha sido �liberada de la esclavitud de la corrupci�n a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

�Nadie cree que el presente sea definitivo. Los hombres, so�ando con una humanidad liberada, tambi�n han so�ado con un mundo liberado. Un mundo, un hogar para habitar, no maldito como est�, con toda su belleza prof�tica - un mundo sin desperdicios, pantanos, inundaciones de lava, plagas, hambrunas, plagas - un mundo que se adaptar� a un redimido, seg�n este encaje. una naturaleza ca�da, un mundo cuyos caminos ser�n los caminos de los �ngeles, cuyo sol ser� el rostro de Dios.

En Egipto, el trabajo del hombre es el rasgo m�s destacado; el hombre hizo su fertilidad: en Cana�n, la generosidad de Dios es la caracter�stica destacada; "Bebe el agua de la lluvia del cielo". Egipto es el campo en el que un hombre, por la baja forma de trabajo, podr�a existir ampliamente; Cana�n, el hogar en el que un hombre, en concierto gozoso con Dios, podr�a vivir noblemente.

I. Era una tierra, una buena tierra, la ladera de esa hermosa monta�a, el L�bano, que Mois�s mir�; era una tierra prometida que Dios hab�a preparado. Cana�n era en cierto sentido el cielo de la esperanza de Israel; el m�s celestial, quiz�s, porque era un rasgo tan hermoso de nuestro mundo; porque era un hogar en el que un hombre, una familia, una naci�n, pod�a habitar noblemente. Un deseo detr�s del velo es la creencia instintiva de todo esp�ritu humano; un mundo, con todos los atributos de un mundo como este, en el que se realizar�n todas las promesas de esta creaci�n fracturada, en el que no se frustrar� ninguna esperanza, no se romper� ning�n lazo de asociaci�n, que ha sido consagrado aqu� por la santa comuni�n.

Esta es la visi�n del hombre, inseparable tambi�n de su condici�n aqu�. �Imaginaci�n! podemos decir; sue�os en blanco, no m�s! y pasarlo. �Imaginaci�n seguramente! pero �qui�n inspir� la imaginaci�n? �Qui�n sino el Ser que es el Hacedor de la realidad, que ha mantenido durante siglos ante la imaginaci�n del mundo? Acepto aqu� la imaginaci�n como testimonio de la realidad. Los sabios aqu� son los sabios para siempre, porque ser sabio no es simplemente saber; la sabidur�a toma conocimiento de lo que es com�n a los dos mundos.

Nada de lo que se haya aprendido de manera verdadera y reverente tendr� que desaprenderse. Los fieles estudiantes de la mano de Dios en lo visible est�n aprendiendo a conocer Su mente a trav�s de toda la esfera de lo invisible; aqu� est�n familiarizados con las cosas que los �ngeles desean mirar; y pasar inmediatamente de la escuela de formaci�n del Esp�ritu al c�rculo interior, los esp�ritus elegidos que est�n al lado del trono. "Una hermosa tierra m�s all� del Jord�n". Un mundo real, sustancial y hogare�o.

II. Las im�genes que los escritores sagrados emplean como m�s expresivas cuando tratan del cielo son todas tomadas de las formas superiores del desarrollo de la vida social y nacional del hombre. Todo lo que la sociedad en la tierra apunta y pierde, el gran orden de las relaciones humanas, la majestuosa procesi�n de las actividades humanas, de las cuales, estropeadas y lisiadas como est�n en la tierra, los m�s sabios y nobles no han dejado de so�ar, se realizar� all�. , con Cristo Rey visiblemente en el centro, y los �ngeles asistentes para observar a los actores y aplaudir los resultados.

III. Esa buena tierra m�s all� del Jord�n ten�a aqu� alguna caracter�stica celestial; iba a ser el teatro de la asociaci�n humana m�s elevada y santa, en las condiciones m�s favorables para el desarrollo m�s perfecto, y en una atm�sfera de vida en la que la bendici�n de Dios deber�a convertir en una atm�sfera de bienaventuranza. Esto es gozo, esto es gloria, habitar noble, pura y fielmente con los hombres bajo la sonrisa de Dios. ( JB Brown, BA )

Cielo sobre la tierra

Tomamos las palabras de Mois�s ante nosotros como apropiadas para indicar la sincera aspiraci�n del coraz�n cristiano despu�s de "el reposo y la herencia de los santos".

I. Ahora observe, este grito puede ser, despu�s de todo, meramente sentimental, y en tal caso no puede ser condenado con demasiada firmeza. Uno de los grandes peligros a los que estamos expuestos en la vida religiosa, en nuestras canciones, oraciones y expresiones, es el de albergar emociones elevadas, forzadas y ficticias, y de ir m�s all� de nuestros verdaderos sentimientos. Lo que queremos es un sentimiento santo, transmutado en una vida y un servicio a Cristo. La perspectiva de una vida brillante m�s all� deber�a tener el efecto de hacer muy feliz la vida presente.

II. Una vez m�s, este grito puede ser el resultado de la madurez y la madurez, y luego el esp�ritu que lo impulsa es brillante y hermoso. Veo a uno que sufre mucho. A Dios le agrad�, en el orden de Su inescrutable Providencia, apartarlo de las actividades de la vida durante meses, o incluso a�os. Y el dolor ha sido santificado. No ha buscado alivio abrigando un esp�ritu estoico o buscando fuentes terrenales, pero con plena conciencia de que el sufrimiento est� dise�ado con sabidur�a y gracia, ha mirado hacia arriba y ha encontrado en Dios una fuerza todopoderosa.

A pesar de las influencias adversas, ha ido avanzando hacia el refugio del descanso eterno. Y as� ha madurado y madurado, completamente destetado de la tierra; su coraz�n ha estado en el cielo desde hace mucho tiempo, su tesoro est� all�, y como es debido, �l anhela la hora de la plena liberaci�n, y clama, con un esp�ritu disciplinado, totalmente resignado a la voluntad divina y lleno de esperanza expectante: �Te ruego que yo voy �, etc.

III. Y ahora notemos especialmente que hay una aspiraci�n al cielo que puede ser apreciada oportunamente en todas y cada una de las etapas de la vida: incluso la aspiraci�n a esas excelencias morales que constituyen la perfecci�n de la vida celestial.

1. El cielo es "la buena tierra", porque est� libre de pecado. Entonces ser� nuestro desear la pureza del cielo, e incluso aqu� romper con el cautiverio del mal.

2. El cielo es "la buena tierra", porque es el reino donde se realiza en toda su perfecci�n la visi�n de Dios. Entonces sea nuestro deseo habernos concedido aqu� esta visi�n; busquemos, mediante la ayuda divina, llegar a poseer un coraz�n justo y leal a la voluntad divina, en el que se han destronado las malas pasiones y los deseos, y en el que se ha establecido el reino espiritual de Dios; para que as�, renovado y santificado, Dios sea ahora aprehendido por nosotros. "Bienaventurados los de limpio coraz�n, porque ellos ver�n a Dios".

3. El cielo es "la buena tierra", porque es el reino de la luz. La progresi�n sin fin en el conocimiento caracteriza a sus habitantes. Entonces, sea nuestro clamar por "m�s luz" aqu�, y buscar las influencias del Revelador de la verdad, para que bajo Su gu�a podamos "crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Se�or y Salvador Jesucristo".

4. El cielo es �la buena tierra�, porque es la tierra del descanso y la paz: descanso del pecado, descanso de la tentaci�n, descanso del cuidado, descanso del acoso y la duda desconcertante; Descanso tranquilo, sereno, perfecto. Entonces veamos si no podemos obtener una garant�a de esto incluso mientras permanecemos en este mundo, al aceptar la amable invitaci�n de Aquel que ha dicho: "Venid a m� todos los que trabaj�is", etc.

5. Y el cielo es "la buena tierra", porque es la tierra donde prevalece la concordia y el amor. All� no se oye ninguna nota de discordia, all� no prevalece ninguna disputa de partidos; la unidad y el amor reinan, y all� reinar�n eternamente. Sea nuestro aspirar aqu� a esta caracter�stica de la vida celestial. Evitemos toda estrechez y exclusividad, y valoremos el esp�ritu que se expresa en la bendici�n: "Gracia sea con todos los que aman a nuestro Se�or Jesucristo con sinceridad". Cualquiera que sea la falta de caridad que otros puedan mostrar hacia nosotros, que no falte de nuestra parte hacia ellos. ( SD Hillman. )

Anhelos por la tierra

I. El deseo de Mois�s de entrar.

1. Fue fuerte y profundo; El deseo m�s fuerte de su alma con respecto a cualquier cosa terrenal, �es nuestro anhelo por la Cana�n celestial tan vehemente como el suyo por lo terrenal?

2. Fue un santo deseo. No hab�a nada carnal en ello; nada de uno mismo. Era el deseo de un hombre santo de participar en el cumplimiento de la promesa divina.

3. Fue un deseo patri�tico. Cana�n era su verdadera patria, aunque nunca hab�a vivido en ella.

4. Fue un deseo natural. Aunque educado en la comodidad, por ahora ochenta a�os hab�a vivido en tiendas de campa�a en el desierto, un hombre sin hogar. �Qu� natural que est� cansado del desierto y anhele un lugar de descanso!

5. Era un deseo relacionado con el bienestar de su naci�n. Israel iba a ser bendecido �en esa tierra de bendici�n, y deseaba que su naci�n se estableciera en la tierra del Se�or.

6. Fue un deseo relacionado con la gloria de Dios. Sab�a que Dios estaba a punto de elegir un lugar donde establecer Su nombre y mostrar Su gloria. Una vez antes hab�a suplicado: "Mu�strame tu gloria"; �Y qu� podr�a ser m�s deseable a sus ojos que ver la manifestaci�n de esta gloria y ser testigo del gran poder de Dios en la tierra que �l sab�a que iba a ser el centro y el escenario de todo esto?

II. Sus argumentos (vers�culo 24). La primera parte de su argumento es: �T� me has mostrado el principio, �no me mostrar�s el final? Es natural, incluso en las obras del hombre, cuando hemos visto el principio, desear ver el final y esperar que quien nos ha mostrado uno nos mostrar� el otro. Mois�s siente que se sentir�a tentado, casi burlado, al no ver el final. Argumenta que la voluntad de Dios de mostrarle el comienzo es una garant�a de su voluntad de mostr�rselo todo.

Todos podemos usar este argumento. T�, que me perdonaste los pecados pasados, �no perdonar�s todos los pecados presentes y futuros? ( Filipenses 1:6 ) La segunda parte de su argumento es que detenerse aqu� dejar�a mucho sin descubrir de Su grandeza y poderosa mano, que, por el bien de la gloria que se desplegar� y el poder que se revelar�, �l esperar�a que se le permitiera entrar.

Tan grande es la gloria de Dios no descubierta, y tan deseoso est� Dios de revelarnos, que podamos usar este argumento con �l con respecto a cualquier cosa que deseemos. El tercer argumento analiza lo poco que ya se ha visto, solo un vistazo. Mois�s suplica este poco, y por eso pide entrar en Cana�n. Hab�a visto mucho del poder de Dios, pero habla como si fuera poco; no como si subestimara el pasado, pero sinti�ndose como si fuera comparativamente nada.

As� que todo lo que hemos probado hasta ahora es peque�o. Es en los siglos venideros cuando �l mostrar� las abundantes riquezas de Su gracia; y por eso podemos llamar al pasado una peque�a cosa y usarlo como un argumento con Dios.

III. La respuesta de Dios. Suena severo; sin embargo, es la respuesta de la sabidur�a y el amor.

1. La ira.

2. La negativa.

3. La prohibici�n.

IV. La gracia condescendiente de Dios. Se niega la entrada, pero se concede una visi�n completa de la tierra (vers�culo 27). �l fuerza Su prop�sito (si se puede hablar as�) tanto como sea posible, sin romperlo. Se niega la solicitud real, pero se acuerda algo tan parecido y tan cercano como podr�a ser. �Qu� ni�o favorecido parece Mois�s, incluso en esta misma escena de aparente severidad! �Oh amor que sobrepasa todo conocimiento! �Oh condescendencia de Dios, a qu� profundidad de ternura indulgente no te rebajar�s!

1. Qu� puede hacer un pecado. Un pecado le cost� a Ad�n el para�so; un pecado le cuesta a Mois�s Cana�n. En el caso de Mois�s es m�s sorprendente, porque es un pecado perdonado, y �l es un pecador perdonado. Su pecado est� perdonado, pero deja una mancha detr�s de �l; da testimonio de su inefable maldad en la persona del pecador.

2. Qu� es la inflexibilidad de Dios. No puede cambiar. No puede llamar pecado a eso que es pecado; ni ese pecado peque�o que es un gran pecado; ni ese pecado privado que era un pecado p�blico. Su prop�sito no es lo f�cil, flexible y cambiante que es el nuestro. �l es el �nico Dios sabio, s�lo justo, �nico poderoso y, por tanto, est� por encima de todas esas vacilaciones.

3. Qu� es la gracia de Dios. Muchas aguas no pueden apagarlo, ni las inundaciones lo ahogan. �Hasta d�nde llegar� para perdonar a un pecador o para bendecir a un santo! ( H. Bonar, DD )

Consuelo

Hay muchas cosas en la vida de un hombre que desea; pero estos pueden ir y venir, y sin embargo dejar la vida real del hombre poco tocado. Pero hay pocos hombres que no hayan tenido una y otra vez en su vida, ciertamente al menos una vez, alg�n gran objeto en el que pusieron todo su coraz�n, alguna visi�n que se elev� por encima de todas las dem�s, como el L�bano ahora lo ten�a a los ojos de Mois�s. - alg�n ideal, alg�n bien supremo, que encendi� sus horas m�s brillantes y apasionadas.

I. Lo que Dios se niega a conceder. Tomemos a un hombre que ha puesto su coraz�n en alg�n plan de vida. Puede que haya sido una ambici�n. Se ha agotado para lograrlo. Cada l�nea de su vida converge a ella; pero finalmente llega su Waterloo, y es destronado para siempre. Puede ser una creaci�n de aprendizaje o genialidad. Lo ha meditado en el caos, ha reunido lentamente todos los materiales, est� a punto de moldearlos por fin con la destreza y vivificarlos con la luz del alma dentro de �l; pero el fuego se apaga y finalmente se apaga, y el gran designio y el anhelo anhelante permanecen apartados para siempre.

No se logra, y se lleva el plan roto a la tumba consigo; �l mismo es talado, mientras que la cosecha de su vida se desperdicia sin recoger en los campos que se oscurecen. O puede ser alg�n cargo de honor e influencia. Pero cuando llega el momento de apoderarse de �l, interviene otro y te quedas con las manos vac�as. Luego, tambi�n, hay visiones superiores, visiones del orden moral y espiritual, que no se cumplen.

�Qui�n no ha sentido tiempos, digamos, de conversi�n, cuando se elev� sobre el alma la dulce aurora divina de la salvaci�n de Cristo, temblando sobre sus olas calmadas y revelando mundos trascendentes de belleza? o de avivamiento, cuando en un nuevo giro en el camino alguna visi�n celestial nos encontr� y nos bendijo con �un gozo inefable y lleno de gloria�; o de consuelo, cuando la esperanza inmortal brot� de alguna tumba oscura junto a la cual nos sentamos aplastados y solos; �O de un extra�o frente de fuerza en lo alto, cuando casi hab�amos perecido? Tales temporadas han sido; pero vean c�mo algunos fallan en pasar por alto la tentaci�n que se cruz� inesperadamente en nuestro camino, algunos pasi�n mezquina que detiene nuestra marcha hacia adelante, algunos apartan la mirada de los grandes L�bano de cercan�a a Dios y comuni�n con la muerte y resurrecci�n misma de Cristo, nos impidi� nuestro �ltimo paso de coronaci�n;

II. Por qu� Dios se neg� a conceder la oraci�n de Mois�s.

1. El pecado de Mois�s.

2. Fue el �ltimo golpe del cincel de Dios que Mois�s necesit� para limpiar su �ltima enfermedad.

3. Elev� a Mois�s a una elevaci�n de car�cter m�s noble: m�s desinteresado, m�s divino.

4. Fue una oportunidad como nunca antes tuvo Mois�s de honrar a Dios, en medio de la desilusi�n, ante todo.

IV. �Qu�, debido a la negativa, Dios m�s concede?

1. Un mayor derramamiento de gracia en el coraz�n de Mois�s. Gracia del perd�n, gracia del gozo restaurado de la salvaci�n de Dios, gracia del regocijo de los huesos rotos, gracia de la comuni�n fresca.

2. El m�s r�pido de cruzar el Jord�n de la muerte hacia la vida eterna. ( Prof. W. Graham, DD )

El rechazo del deseo de Dios

1. Es natural desear entrar en Cana�n como objeto de curiosidad, del que tanto hab�a o�do; m�s a�n como un objeto de esperanza, que se hab�a prometido durante tanto tiempo con cada mejora. Esto anim� a la gente a salir de Egipto y los anim� en el desierto. Este era el final, la recompensa de sus esfuerzos durante cuarenta a�os, y ahora casi lo hab�an alcanzado. �Qu� doloroso perder el premio cuando la mano lo estaba agarrando, que la copa saliera disparada incluso desde el labio!

2. Sin embargo, el deseo fue rechazado. Dios a veces rechaza los deseos de sus siervos, incluso los m�s eminentes. Lo hace de dos formas.

3. A veces lo hace con amor. Lo que se desea puede resultar peligroso y nocivo. �En muchos casos un padre sabio y bueno debe distinguir entre deseos y anhelos! Un ni�o puede desear libertad y querer moderaci�n; para unas vacaciones y quiero estudiar; para manjares delicados, y quiere medicinas. Aqu� el padre debe actuar, no seg�n el deseo, sino por el bienestar del ni�o. �Cu�nto mejor para los jud�os hab�a hecho Dios o�dos sordos a su importunidad! �Qui�n sabe lo que es bueno para un hombre en esta vida? Nadie m�s que Dios, el buen Dios.

4. A veces se niega con ira. La ira es incompatible con el amor; pero la ira no lo es: la ira incluso puede fluir de ella. Aunque los cristianos no pueden ser condenados, s� pueden ser castigados: y la ley de la casa es que si los hijos no obedecen, �l visitar� con la vara. Por lo tanto, los que se salvan eternamente pueden caer bajo la reprimenda actual y se les rechazar�n muchas cosas en las que pusieron su coraz�n. Con tal conducta, la Providencia ense�a la sumisi�n a su pueblo y la maldad del pecado a los dem�s.

5. Sin embargo, su deseo fue parcialmente satisfecho. La orden de subir a la cima de Pisgah no fue para atormentarlo, sino para mitigar la severa sentencia. La preservaci�n de la vista le conven�a para la mirada: la perspectiva le mostraba lo digno que era el pa�s de todo lo que se hab�a dicho al respecto; y le dar�a una alta visi�n de la verdad y la bondad de Dios en Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.

Con esto tambi�n estaba la influencia de la gracia divina que satisfizo la insinuaci�n y lo hizo contento con su condici�n. Mientras su mente se elevaba a las cosas de arriba, en tipo y emblema, a un pa�s mejor, al que deb�a entrar de inmediato, y no le faltar�a Cana�n. As�, en el juicio, Dios se acuerda de la misericordia, y aunque cause dolor, tendr� compasi�n. ( W. Jay. )

El largo viaje

1. Aprendemos de esto, en primer lugar, que un pecado puede sacarnos del cielo. Mois�s hab�a cometido un pecado hace mucho tiempo; desde entonces hab�a prestado un buen servicio a Dios, pero ese pecado no fue olvidado, lo excluy� de la tierra prometida. El pecado siempre trae su propio castigo, en un momento u otro, y de una forma u otra. Algunos pecados, como algunas semillas, crecen y dan su fruto amargo muy r�pidamente. Otros permanecen escondidos durante mucho tiempo, pero dan frutos.

2. Aprenda a continuaci�n, que hacer el bien no exp�a un pecado pasado. "Todas nuestras obediencias", dice un antiguo escritor de la Iglesia, "no pueden borrar un solo pecado contra Dios". Cuando nos hemos olvidado de nuestros pecados, Dios los recuerda, y aunque no nos enojamos, nos pide que paguemos nuestros atrasos. Si Mois�s muri� la primera muerte por una falta, �c�mo �escapar�n de la segunda muerte por pecar siempre�? No piense que los viejos pecados de sus vidas pasadas no tienen importancia porque es posible que haya estado viviendo una vida decente en los �ltimos tiempos.

"Te ruego que me dejes pasar, para que pueda ver la buena tierra que est� m�s all� del Jord�n". Algunos de nosotros, que hemos vagado durante estos muchos a�os en el desierto, anhelamos con ansias ese "descanso que queda para el pueblo de Dios". Muchos son tentados a veces, cuando el dolor es muy agudo y el camino muy tentado a veces a decir: �Te ruego que me dejes pasar, para que pueda ver la buena tierra que est� m�s all� del Jord�n.

�Desear el para�so no nos llevar� all�. Para todos nosotros hay un trabajo por hacer, y un tiempo determinado para hacerlo. Un escritor antiguo y pintoresco nos dice que "Dios env�a a sus siervos a la cama cuando han hecho su trabajo". Nuestro viaje a trav�s de este mundo debe ser uno de observaci�n, lucha, oraci�n y espera, y cuando eso termine, nuestro Maestro dar� sue�o a Su amado. Cuando el santo y h�roe estadounidense "Stonewall" Jackson se estaba muriendo, dijo: "Crucemos el r�o y descansemos bajo la sombra de los �rboles"; as�, que alg�n d�a esperemos cruzar el r�o de la muerte y ver la buena tierra que est� m�s all� del Jord�n, y descansar bajo la sombra del �rbol de la vida, "cuyas hojas son para la curaci�n de las naciones". ( HJ Wilmot Buxton, MA )

La petici�n de Mois�s

I. Con respecto a la oraci�n en s�, cabe se�alar:

1. Que el deseo que expresaba era muy natural. �l hab�a estado esperando, tal vez, a�os de servicio honorable y rico disfrute, y podr�a llorar en el corte de sus d�as, que iba a ir a las puertas de la tumba, y decir, como lo hizo Ezequ�as bajo como perspectivas, en la tristeza de su coraz�n, �No ver� al Se�or, al Se�or en la tierra de los vivientes. No ver� m�s al hombre con los habitantes del mundo �.

2. El deseo expresado fue ben�volo. Fue dictado por su consideraci�n por el bienestar de la gente. Era un deseo que se le perdonara para ayudar a efectuar su asentamiento en la tierra de Cana�n y a establecer un orden que pudiera promover su prosperidad como naci�n all�.

3. El deseo expresado puede considerarse piadoso, impulsado por un afecto devoto. Lo que ya hab�a visto lo hab�a convencido de que no hay dios en el cielo ni en la tierra que pudiera hacer seg�n Sus obras y seg�n Su poder; pero sent�a que a�n quedaban maravillas por mostrar en la introducci�n de Su pueblo en la tierra prometida y su establecimiento all�, que podr�an llenar su mente de creciente admiraci�n y gozo al contemplarlos.

II. Procedemos, entonces, en segundo lugar a se�alar algunas de las razones por las cuales, como podemos concebir, esta oraci�n de Mois�s fue negada. Estos pueden haber sido como los siguientes:

1. Para marcar el desagrado divino con una parte de su conducta.

2. Transmitir una lecci�n de reprensi�n e instrucci�n a Israel. �El Se�or se enoj� conmigo�, dice Mois�s, �por vosotros�. Hubo desagrado, entonces, con su conducta, as� como con la de Mois�s, manifestado en su destituci�n. Y Dios, al llev�rselo, podr�a planear decirles que no eran dignos de tal l�der.

3. Fue para satisfacer de otra manera, y m�s plenamente, los afectos y deseos que expresaba su siervo. La perspectiva le mostr� cu�n digna era la tierra de todo lo que el Se�or dijo acerca de ella. La realidad super�, podemos concluir, todo lo que la imaginaci�n hab�a imaginado. Pero hab�a m�s en la visi�n disfrutada que la gratificaci�n de una curiosidad natural: hab�a algo que satisfac�a el afecto benevolente y piadoso.

Vio el fin de sus preocupaciones y esfuerzos por el pueblo, y la verdad y la bondad de Dios en Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob fueron vindicadas. Y la visi�n con la que fue favorecido pudo haber sido, por as� decirlo, el sello de su propia reconciliaci�n con el Dios a quien hab�a ofendido, quien ahora vino a llevarlo a una recompensa m�s gloriosa que si se le hubiera ahorrado reinar all�. durante largos a�os sobre las tribus de Israel.

Y no podemos concebir que cuando vio la buena tierra que estaba m�s all� del Jord�n, supiera que ve�a en tipo y emblema el mejor pa�s, es decir, el celestial, que se encuentra m�s all� del oscuro r�o de la muerte. Los patriarcas que antes moraban en ella como en una tierra extra�a demostraron que as� la consideraban, y la misma fe con la que caminaban habitaba en Aquel que registr� su historia. ( J. Henderson, DD )

Santo ardor despu�s de un estado celestial

I. �De qu� principio surge este deseo despu�s de un estado celestial?

1. Por haber formado una estimaci�n correcta del mundo actual. Ha pasado por el mundo no como un c�nico. Se ha mezclado en la sociedad del mundo, ha probado algunos de sus placeres, ha adquirido algunas de sus riquezas, ha disfrutado de algo de su estima; sin embargo, por la gracia de Dios, se le ha ense�ado a ver que "vanidad de vanidades" est� inscrito "en todo lo que el mundo llama bueno o grande"

2. Por haber comprendido las bendiciones de la verdadera religi�n.

3. De una fe firme en el honor y la integridad intachables de Aquel que nos ha prometido esta buena tierra. El cristiano cree lo que Dios ha revelado en gracia de este estado celestial.

II. �Cu�les son las evidencias de que realmente deseas un estado celestial?

1. La Tierra pierde su atracci�n.

2. La religi�n asume su importancia personal. "D�jame ir."

3. Habr� una inquietud de deseo mientras est� ausente del Se�or. Sienten que este no es su descanso.

4. La muerte perder� sus terrores.

III. Perm�tanme instarlos ahora, por algunos motivos apropiados, a apuntar al logro de este santo ardor despu�s de un estado celestial.

1. Estar convencido de que es alcanzable. �Oh, cu�ntos cristianos hay que no llegan a este santo estado de �nimo! Parecen estar bastante satisfechos si pueden llegar al cielo, y nunca manifiestan ninguna ansiedad por alcanzar esa perfecci�n que es la gran preparaci�n para su disfrute.

2. Tenga la seguridad tambi�n de que este estado es deseable. Es deseable que est�s as� muerto para este mundo y vivo para lo que est� por venir, en varios aspectos.

(1) Considere la ventaja personal para el individuo.

(2) Pero debe aspirar a este santo ardor, debido al beneficio que probablemente resultar� para los dem�s. �Se puede colocar una ciudad as� en una colina y no ser observada? Imposible. Hay que admirar una ciudad as�.

(3) Y con esto tambi�n ser�s un honor para la religi�n que profesas.

(4) Por esto Dios ser� glorificado. ( G. Hyatt. )

Ardor tras la Cana�n celestial

Si tomamos esta oraci�n en su sentido espiritual, encontraremos en ella mucho para elevar nuestras esperanzas y puntos de vista m�s all� de las escenas pasajeras del tiempo, y para fijarlas en las realidades m�s permanentes de ese mundo eterno al que todos nos estamos acercando r�pidamente. "Te lo ruego", le dice Mois�s a Dios, "d�jame ir y ver la buena tierra". Las palabras de esta oraci�n implican un fuerte deseo, un sincero anhelo, por parte de quien las pronuncia, de ver la buena tierra, y no solo de verla, sino de entrar en ella y disfrutar de sus placeres.

I. Ahora, naturalmente, nos vemos llevados a la pregunta, �de d�nde surge este sentimiento en el coraz�n del cristiano, este anhelo de ver la buena tierra? Debo decir, por haber hecho una estimaci�n adecuada del mundo. Al cristiano se le ha ense�ado a mirar por encima de ella y sus bajas preocupaciones hacia los objetos m�s nobles, el cielo y las cosas celestiales, como el objeto supremo de su ambici�n y como su porci�n incorruptible e inmaculada.

II. Ahora bien, �qu� pruebas tenemos de que deseamos esta �buena tierra�, este pa�s mejor y celestial? Si anhelamos estar con Dios en el cielo, ahora estamos esforz�ndonos:

1. Para sentarse a las cosas de este mundo.

2. Otra prueba de nuestra b�squeda ferviente de este pa�s celestial es que ahora estamos haciendo de la religi�n nuestra principal preocupaci�n, que es el asunto m�s importante que tenemos en el coraz�n, que nuestros compromisos mundanos, de la naturaleza que sea, sean todos secundario a los intereses del alma.

3. Otra evidencia de que estamos avanzando hacia la Cana�n celestial es que el pecado se est� convirtiendo en un motivo de repugnancia habitual para nosotros. ( Dr. LF Russell, MA )

El rechazo

Decepci�n: la misma palabra suena desagradable; pero, �qui�n es capaz de describir plenamente el dolor de la realidad que indica esta palabra? Imag�nese a un viajero haciendo sus preparativos en otra parte del mundo para visitar a sus amigos m�s queridos una vez m�s antes de morir. Durante a�os ha estado haciendo sus arreglos con el mayor cuidado; a la hora se�alada se ha embarcado con todas sus pertenencias y se las ha arreglado con seguridad durante la mayor parte de su viaje, aunque muy peligroso.

Pero de repente se levanta una violenta tormenta que hace que los m�stiles y los aparejos se resquebrajen, la barcaza, aunque a la vista del refugio deseado, se hunde hasta el fondo, y el vagabundo, que ven�a esperando descansar dentro del c�rculo de sus amigos, no encuentra m�s que una tumba en las profundidades l�gubres. "�Qu� imagen tan triste!" exclamas. No es m�s triste, respondemos, que la realidad de muchas vidas en la tierra. La vida p�blica de Mois�s, como legislador y gu�a de Israel, es, por as� decirlo, un cuadro dentro de la llama de dos grandes decepciones.

La primera es la ocasi�n en que, al matar al egipcio, imagina que sus hermanos lo reconocer�n como su libertador, y se encuentra traicionado de la manera m�s cruel; el segundo, cuando ve se le niega la entrada a la tierra prometida.

I. Se arrodilla en oraci�n un hombre piadoso para quien, como podemos ver de inmediato, tal relaci�n con Dios no es meramente un deber o un h�bito, sino un placer y deleite. �Debemos ahora imaginarnos a Mois�s en la quietud de la tienda del testimonio, o en el templo ilimitado de la creaci�n, o en la soledad de la noche de vigilia? Nos basta con que ahora se atreva, a solas con Dios, a poner en sus labios la oraci�n que ya hab�a estado pesadamente sobre su coraz�n durante d�as y semanas, y recibe la respuesta que t� tan bien conoces, pero que produjo , sobre un coraz�n como este, tal cantidad de dolor.

Bien, antes que nada, podemos hablar de un trato oscuro en la providencia de Dios. Porque, �qui�n es aquel a quien ahora vemos expulsado del trono de la gracia con tan inexorable severidad? �Es un hombre inicuo a quien se aplican las palabras del rey sabio con toda su fuerza: "El que aparta su o�do para no o�r la ley, hasta su oraci�n ser� abominaci�n"? No, pero es el favorito especial de Dios, quien a menudo pudo lograr, por poderosa intercesi�n, apartar de cien mil cabezas culpables la espada de la justicia cuando hab�a sido levantada para herir.

�Qu� pide para que as� despierte la ira de Aquel a quien habla? Alguna recompensa especial, tal vez, por a�os de trabajo; o posiblemente, la liberaci�n de ese arduo puesto al que se acerc� con tanta desgana. No; simplemente pidi� una entrada gratuita, una estad�a breve, en la tarde de su vida, en esa herencia que Dios hab�a prometido a los padres. �C�mo se expres� esa oraci�n? �Fue con excesiva urgencia, fe inestable, en tono descort�s? No; �l mismo no tiene miedo de admitir que pidi� un favor como culpable; y es absolutamente imposible escuchar su oraci�n sin percibir all� el esp�ritu de profunda humildad y la m�s sincera gratitud. �No son muchos los que han tenido una experiencia como la que vivi� Mois�s? Una hermosa perspectiva te sonri�, un peregrino en el camino de la vida; os pareci� una Cana�n muy de lujo terrestre; luego haces tus mayores esfuerzos para alcanzar esa altura y llamas tuyo al tesoro.

�Pobre de m�! ves las palmeras de Cana�n, pero no te est� permitido descansar bajo su sombra. �D�nde me detendr�a, incluso si del libro de la vida de cada hombre no quisiera hacer m�s que indicar el jefe entre las p�ginas selladas que llevan el encabezado �Oraciones sin respuesta�? En verdad, el Se�or no dijo sin una buena raz�n en la antig�edad que morar�a en la densa oscuridad.

II. Pero, �es realmente �l, el �nico sabio, el bondadoso, el Dios inmutable en justicia, que habita en esta oscuridad? Antes de que dude en responder afirmativamente, mire hacia atr�s un momento desde el valle frente a Bethpeor, donde la conclusi�n de este cap�tulo lo coloca, a Kadesh, que usted conoce tan bien. Tal rechazo, que, visto en s� mismo, parece casi inexplicable, severo, aparece de inmediato bajo otra luz, cuando has escuchado no solo lo que dice el coraz�n de Mois�s, sino tambi�n lo que dice su conciencia.

Sabemos muy bien que hay un hilo �a menudo, de hecho, invisible, pero natural, y que nadie puede romper� que forma un v�nculo entre nuestra conducta y nuestro destino; y si conoci�ramos con precisi�n la historia relacionada con cada uno de ustedes, no ser�a nada dif�cil probar que Dios tiene realmente buenas razones para la elecci�n que hace de senderos tan empinados para algunos. En un momento, d�bil de cuerpo, rezas en vano por la recuperaci�n de la salud y las fuerzas, y exclamas: "�Qu� oscuro mi camino!" Pero, �no empleaste en tu juventud tus poderes, cuando estaban frescos, como instrumentos del pecado? Que tu sufrimiento presente, adem�s, no sea una espina afilada que debe recordarte, a trav�s de la carne, cu�n profundamente ca�ste una vez. O, una vez m�s, alg�n padre desdichado puede estar suplicando a Dios que le devuelva a su hijo perdido a sus brazos y a la tierra. hogar de Dios, pero todo en vano;

Pero, �ha pensado alguna vez en el momento en que su propia madre le inst� en vano a que abandonara el camino pecaminoso? �Y tambi�n has dicho dentro de ti mismo: �Ahora soy castigado, en mi propia familia, por los pecados cometidos en mi juventud�?

III. Pero nuestra esfera de contemplaci�n tiende a ensancharse por todos lados. No es s�lo en la historia previa de Mois�s, sino tambi�n en las necesidades de Israel, que debemos buscar la verdadera soluci�n del enigma relacionado con la firme negativa a acceder a su solicitud. Si no nos equivocamos, la providencia de Dios se hace evidente aqu� despu�s de Su justicia; y cuando damos un paso a�n m�s adelante, nos damos cuenta de que podemos alabarlo f�cilmente por un sabio arreglo en su providencia.

Mois�s no era m�s que un hombre; es imposible que un solo hombre haga todo; tambi�n debe reconocerse que �l era m�s apto para guiar a Israel a trav�s del desierto que llevarlo a Cana�n. Cuando presentamos una queja en voz alta tan precipitadamente porque nuestras oraciones quedan sin respuesta, �no olvidamos con demasiada frecuencia que no estamos aqu� para nosotros mismos, sino con y para los dem�s? �Y que el que hace provisi�n para las necesidades de todos, sin respeto por las personas, con frecuencia debe ocultar algo a uno, para que el cumplimiento de sus deseos no resulte en da�o de otro? Cu�nto m�s a la ligera nos presionar�an nuestras desilusiones si el ego�smo influyera menos; y qu� multitud de casos ofrece la historia en los que Dios a menudo, en Su sabidur�a, no dio respuesta a las oraciones de los hombres, al menos,

IV. Pero alguien puede responder, seguramente debi� entristecer el coraz�n de Mois�s pensar que hab�a sido incitado al sacrificio de su propio deseo personal y leg�timo por el beneficio de Israel. Tal objeci�n podr�a llamarse justa, si el hombre de Dios, a trav�s de lo que fue privado, hubiera sido realmente un gran perdedor en el caso. Pero as� como muchas c�scaras duras y desagradables a menudo ocultan una semilla del fruto m�s dulce, as� ocurre con los castigos de Dios; las mismas varas empleadas para herir caen con la bendici�n del Se�or.

Est� privado de - s�, Cana�n; y esa palabra significa - �significa todo? No, a los ojos de la fe no lo es todo; simplemente le parece as� a la mente de Mois�s ahora. Cana�n es - �y c�mo podr�a ser de otra manera? - su ideal terrenal; pero los ideales rara vez ganan al realizarse, e incluso la Tierra Prometida no ofrece ninguna excepci�n a la regla melanc�lica de que hay mucho m�s placer en el deseo que incluso en el disfrute real de la prosperidad.

Pero, �ser� imposible perder el Para�so incluso en Cana�n? �Ser� all� desconocido el pecado? �No dominar� la muerte all�? �Hace una gran diferencia para alguien como Mois�s si la muerte tiene lugar en Nebo o, unos meses despu�s, en la colina de Sion? porque ciertamente para tales mentes y corazones toda la tierra es una tierra de peregrinaje, donde todo es extra�o. �Ha estado pensando en la cruz diaria que debe esperar, porque en las primeras semanas solo ve escenas tristes de sangre y l�grimas, y luego descubre que Israel ciertamente ha cambiado para mejor en lo que respecta a su lugar de residencia, pero no en �coraz�n? Muchas oraciones fervientes por una vida m�s larga son totalmente rechazadas, para que el ojo, cerrado antes de que llegue el d�a del mal, no perciba la miseria que nos seguir�.

V.Nos colocamos sobre el punto de vista del mundo venidero, y entonces la bendici�n disfrazada se nos aparece como un motivo eterno de gratitud. Pero, �no te sientes todav�a convencido, con nosotros, de que Mois�s ha recibido el castigo de su ofensa por completo en esta vida presente, y que Dios ha compensado abundantemente la p�rdida temporal en el cielo? Bien, podemos estar seguros de que todos los amigos de Dios tendr�n muchos motivos de gratitud en el cielo, pero m�s especialmente por esto: que �l ha dicho tan a menudo, en este mundo, a trav�s de Su gran amor, "�No m�s de esto!" Pero, �no empezamos a descubrir esto incluso en este lado de la tumba? Muchos de ustedes, en silenciosa admiraci�n,

Pero el pobre coraz�n, que ha sido curado de la lujuria por el dolor que ha sentido, encuentra constantemente, en una medida abrumadora, c�mo el Todo suficiente, de la manera m�s maravillosa, compensa lo que ha retenido d�ndonos a s� mismo. ( JJ Van Oosterzee, DD )

El deseo de Mois�s

El lado este del Jord�n hab�a sido conquistado, Mois�s y el pueblo hab�an experimentado la cercan�a y la ayuda de Jehov�; y Mois�s hab�a exhortado a Josu� a seguir adelante sin miedo. Fue entonces cuando&mdash

I. El deseo de entrar en Cana�n despert� de nuevo en el coraz�n de Mois�s:

1. Una oraci�n, coloreada por una profunda emoci�n, brot� de su coraz�n como un arroyo del bosque que se abre paso a trav�s de un barranco que se estrecha y luego se precipita sobre las cataratas.

2. �Era posible que el hombre de Dios clamara por lo que hab�a detr�s en un deseo conquistado? Debe recordarse el poder de las esperanzas terrenales sobre el coraz�n. Mois�s sigui� siendo Mois�s, y su coraz�n sigui� siendo el coraz�n de un hombre, que solo vence despu�s de nuevas luchas, que renuncia a la esperanza solo cuando el Alt�simo, sin lugar a dudas, golpea estas esperanzas y desarraiga los deseos del coraz�n.

3. Fue la hora de la conquista donde el gozo llen� los corazones de los israelitas. �No era, entonces, natural que el viejo deseo se despertara en medio de este arrebato de gozosa esperanza? y que su lengua pronunciara aquello de lo que estaba lleno su coraz�n? Las palabras de la oraci�n muestran que �el bello monte y el L�bano� estaban ante sus ojos; y fue en vista de ellos que volvi� a orar y deb�a someterse de nuevo.

II. La recepci�n de Mois�s de la respuesta a su oraci�n.

1. Todos entendemos esta fluctuaci�n del coraz�n humano. "Junto a la tumba nos quedamos en silencio y sembramos la semilla de las l�grimas". Pero sale el sol de Pascua, y en su resplandor florecen las flores en las tumbas. Suenan las campanas de Pascua. En esta alegr�a pascual se acalla el dolor y el coraz�n encuentra la paz. Conquista a trav�s de Aquel que se ha tragado la muerte en victoria.

2. Sin embargo, �el dolor nunca regresa? Debemos recordar que la gracia deja el coraz�n todav�a en un coraz�n humano. "La gracia no culpa a tu suspiro, sino que lo calma y lo purifica". El coraz�n a�n conserva sus profundas emociones, deseos, amor, esperanza, anhelo y dolor; y ser�a un d�a malo para los hombres cuando las l�grimas no traen alivio, ni las palabras de la lengua expresen la emoci�n del coraz�n.

3. Cuando un deseo ferviente o un dolor profundo llena el coraz�n creyente, encuentra alivio en la oraci�n, que a veces estalla como un arroyo reprimido. As� fue aqu� con Mois�s. Entr� en este conflicto en oraci�n, y su coraz�n encontr� descanso solo cuando lleg� la respuesta clara.

4. El poeta tiene raz�n cuando piensa que tal conquista es imposible en el plano del mundo. "El coraz�n que aqu� en el dolor navega por una playa barrida por la tormenta gana la paz, pero en el d�a de ma�ana cuando no latir� m�s". Pero es de otra manera en el reino de Dios. Mois�s, en sus palabras al pueblo, mostr� que hab�a vencido y alcanzado el descanso. En su coraz�n sali� victorioso cuando fue guiado por Dios en su respuesta a su oraci�n al sepulcro de sus esperanzas terrenales. Su coraz�n no se rompi�, las olas espumosas y las rocas irregulares no arruinaron su fe. Casi escuchamos las palabras, No es mi voluntad, pero Throe h�gase.

III. �Son respuestas tan decisivas e inconfundibles, como esta que se le dio a Mois�s, dadas desde lo alto ahora?

1. Respuestas en vista de las cuales cesan todos los cuestionamientos y lamentos, se retiran todas las peticiones y la oraci�n termina en sumisi�n, acci�n de gracias y victoria.

2. No precisamente como vinieron a Mois�s, que viv�a en tan �ntima comuni�n con lo Invisible, ya que s�lo as� en ese tiempo pudo progresar la Revelaci�n Divina; ni como en tiempos posteriores al ap�stol ( 2 Corintios 12:9 ). Para los ap�stoles, como instrumentos de revelaci�n, el mundo eterno estaba m�s cerca que para los hombres comunes.

3. Sin embargo, incluso a los cristianos corrientes les llegan indicaciones y mensajes de arriba que no pueden malinterpretarse. No todos los d�as, no siempre cuando lo deseamos, pero en los acontecimientos de la vida, en el orden de las circunstancias, en las indicaciones del fin de la vida que se acerca, a menudo se dan respuestas tan claras y definidas como en las palabras: te basta �, etc. Y el que comprende la Palabra de Dios y la ha escondido en su coraz�n, como Mois�s, mira fijamente a Pisga. El esp�ritu vence y mira hacia la Cana�n terrenal, pero solo para dejarla. Deja que el coraz�n gire, deja que el ojo mire hacia arriba, hacia el Cana�n de arriba. ( W. Granhoff. )

Plegarias sin responder

Recuerdo que hace muchos a�os, un domingo por la tarde, me sent� en un aposento alto junto a un ata�d en el que yac�a el cuerpo de un ni�o querido, sin importar de qui�n. Un ni�o se acerc� a m� con un sentimiento profundo y, mostr�ndome hasta qu� punto a veces los ni�os penetran en los misterios profundos de la vida y las cosas espirituales, me dijo: �T�o, quiero preguntarte algo�. Dije: "�Y bien?" Dijo: ��Dios siempre nos da lo que le pedimos?

Y apenas supe qu� responder, y dije. "�Por qu� preguntas?" �l dijo: "Porque le ped� que perdonara a mi querido primo, y no lo hizo, y no s� qu� pensar al respecto". El ni�o toc� fondo. Todos hemos tenido la misma dificultad. Le dije: �Supongamos que tu padre te mandara a un internado y te dijera, como se despidi� de ti: 'Ahora, si quieres algo, p�demelo y te lo enviar�. a usted.

�No cree que quiso decirle que le enviar�a cualquier cosa que no fuera mejor para usted? Ahora, Dios dice: 'Pide, y se te dar�'; pero no dice que nos dar� nada que no sea lo mejor para nosotros ". Y dije: "�Eso te ayuda en algo?" Y �l dijo: "Creo que veo". Ahora, eso es lo m�s lejos que he podido llegar: "Creo que veo". �Pero no ves que aqu� mismo est� el privilegio de orar a Dios? Por qu�, si Dios nos diera todo lo que le pedimos, los mejores y m�s sabios de nosotros casi tendr�an miedo de orar.

Cu�ntas veces la gente buena ha orado por ciertas cosas y no las ha recibido. Muchos a�os despu�s vieron que habr�a sido mil l�stima que Dios les hubiera dado lo que ped�an. Cuando subamos las relucientes pendientes del cielo, y desde la luz del mundo eterno miremos hacia atr�s en este enigma de la vida humana, no tendremos nada por lo que alabar a Dios m�s que por no habernos dado todo lo que aqu� le pedimos. en la tierra. Sabe dar. Ve lo que es mejor. Entonces, lo que a primera vista puede parecer uno de los mayores desalientos, puede ser una bendici�n disfrazada. ( JA Broadus, DD ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Deuteronomy 3". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/deuteronomy-3.html. 1905-1909. Nueva York.