Bible Commentaries
Deuteronomio 32

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-2

Escuchad, cielos, y hablar�.

El conjuro de Mois�s

Isa�as hace un comienzo sublime similar a sus profec�as, apostrofando el cielo y la tierra en un lenguaje casi id�ntico. Mois�s ya hab�a usado el mismo sentimiento en forma did�ctica simple cuando dijo: "Llamo al cielo y a la tierra para que sean testigos de este d�a, que he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendici�n y la maldici�n", y as� explica el significado de este estilo de conjuraci�n m�s po�tico.

Tal conjuraci�n indica una gran intensidad, elevaci�n y sinceridad de sentimiento, al tiempo que llama la atenci�n sobre la importancia solemne de lo que est� a punto de decirse. Es como el grito de un heraldo, el sonido del toc�n o la convocatoria de un asistente. Porque ambos, el cielo y la tierra, hab�an sido testigos del pacto y de la promulgaci�n de la ley. Mediante una transici�n repentina pero sugerente se nos presenta el estilo y el tema de la canci�n.

El cambio es de un estado de �nimo impresionante al m�s tierno; pero est� hecho sin menoscabar la exaltaci�n del pensamiento. La imagen de la lluvia suave y el roc�o que se destila suavemente es una secuela adecuada del llamamiento inicial al cielo y la tierra, y llama la atenci�n sobre la fuente, la calidad y el dise�o de la canci�n.

1. Su fuente. La referencia al roc�o y la lluvia implica, en primer lugar, que todo el tema, la sugerencia y el origen de la canci�n es de arriba. Nada m�s que una voz Divina servir� para ablandar la naturaleza humana, volver a casa a la conciencia, subyugar la voluntad y reinar en los afectos. �Dad grandeza�, por tanto, es decir, autoridad, �a nuestro Dios�.

2. Su calidad. "Mi doctrina caer� como la lluvia, mi discurso se destilar� como el roc�o". La canci�n es solo la esencia y la sustancia del Libro de Deuteronomio; la quintaesencia destilada de la ley y el pacto deuteron�micos. Es una protesta de que ninguna comunidad puede prosperar, superar sus peligros y deshacerse de sus corrupciones, simplemente limitando su atenci�n a las relaciones y requisiciones terrenales. Necesitan un motivo y un esp�ritu de vida m�s elevados como principio sustentador y autolimpiante: en una palabra, un Evangelio de Dios.

3. Su dise�o. �Como la llovizna sobre la hierba tierna, y como la lluvia sobre la hierba�; suave, pero copioso y penetrante; suave, estacional y saturante; no como una tormenta repentina pero pronto desaparecida, ni como el granizo que se precipita donde se posa; m�s bien como una peque�a lluvia, cuanto m�s suave cae, m�s se hunde; o como el roc�o, cuanto m�s insinuante es, m�s fecundante y duraderamente eficaz. ( AH Drysdale, MA )

Mi palabra destilar� como el roc�o.

La doctrina de Dios como el roc�o

�Qu� representaci�n de dulzura! La doctrina no caer� a torrentes, sino que caer�; el habla ni siquiera se sentir� en su descenso, porque destilar�. Sin embargo, �qui�n emplea la m�s suave de todas las im�genes amables? Es Mois�s: el mismo hombre que hab�a pronunciado los terribles juicios sobre Egipto. Hab�a promulgado un sistema que se dio a conocer entre truenos, rel�mpagos, densa oscuridad y una terrible tempestad; la publicaci�n de esta ley estuvo acompa�ada de las penas m�s severas.

A pesar de todas las apariencias de lo contrario, era verdad de cada palabra que Dios habl� por medio de Mois�s, as� como de cada palabra que habl� Jes�s, que su doctrina goteaba como la lluvia y se destilaba como el roc�o. Apenas necesitamos decirles que el t�rmino �doctrina� incluye toda la ense�anza de Dios en cada porci�n de Su revelaci�n al hombre. No importa si la verdad se encuentra en afirmaciones directas de grandes principios, o si est� envuelta en la imaginer�a de la poes�a, las sombras de los tipos, los hechos de la historia o las alegor�as de las par�bolas; es toda la misma verdad.

Por lo tanto, no solo todas las formas de la Palabra de Dios son �doctrinas�, sino que sus efectos fertilizantes sobre el alma pueden compararse m�s apropiadamente con la lluvia que cae y el roc�o destilado. Pero para comprender este car�cter amable atribuido por Mois�s a la doctrina de Dios, debe tener cuidado de no caer en varios errores que dejar�n perpleja su creencia en la influencia de la verdad divina como el roc�o.

El primero de estos errores es confundir el efecto de la doctrina misma con esa ense�anza externa por la que a menudo se puede establecer. La mera forma de ense�ar no es un criterio justo de la materia de ense�ar. Hay diferencias de car�cter que incluso exigen diferencias de instrucci�n externa. Pero, en segundo lugar, debemos advertirle que no debe suponerse que Dios a veces no adopta un modo de ense�anza tanto interno como externo, que puede parecer estar en conflicto con las declaraciones de nuestro texto.

�Cu�n a menudo parece que las amenazas de la ira divina se apoderan del esp�ritu, y por un tiempo lo mantienen encogido ante la perspectiva de una destrucci�n inevitable! Pero a pesar de estos modos de ense�anza que Dios puede emplear a menudo, mantenemos que la sustancia de esa ense�anza es lo que Mois�s describe: suave como la lluvia que cae, el roc�o destilador, la peque�a lluvia, la lluvia suave. Observar� que el escritor sagrado declara que su doctrina debe ser como �una peque�a lluvia sobre la hierba tierna�; y esta frase es la que explica toda la aparente anomal�a que hemos notado.

La verdad de Dios no cae como una peque�a lluvia sobre la hierba resistente, dura y fuerte, sino como una peque�a lluvia sobre la hierba tierna. Debe haber una preparaci�n, un ablandamiento del alma para recibir las suaves influencias del Evangelio. Y no solo en nuestra primera conversi�n a Dios, sino incluso despu�s, la hierba puede endurecerse y requerir un ablandamiento ocasional, antes de que se d� la peque�a lluvia. El cristiano avanzado a veces se queja de las olas y las olas; oye un profundo llamado a lo profundo ante el ruido de las trombas de agua de Dios.

Pero la �nica raz�n de esto es que hay alguna deficiencia en la ternura de la hierba - alguna inclinaci�n de la cabeza que necesita la r�faga de la tormenta para bajarla, a Dios le encanta no ver una mirada orgullosa; No ama la obediencia terca; Le encanta que su sirviente no se enfurezca con el bocado; Debe tener la hierba tierna. As� preparado el terreno, la doctrina del Se�or siempre cae como la lluvia y destila como el roc�o. Pero echemos un vistazo a algunas breves verdades pr�cticas que sugieren las im�genes de nuestro texto.

1. Si eres regado por este roc�o celestial, debe ser omnipresente: mira la hierba despu�s de que haya ca�do el roc�o; est� completamente cubierto de humedad; nada lo satura tan completamente; una tormenta no lo mojar�a con la mitad de eficacia; la planta es todo lo mismo; ninguna hoja, pero brilla con gotas de roc�o; ninguna hoja se escapa; todos est�n empapados de roc�o. Ahora, �te pasa lo mismo a ti? La operaci�n del Esp�ritu es siempre total y completa. Todas las cosas se vuelven nuevas donde �l trabaja.

2. Luego, en segundo lugar, recuerda que otra de las caracter�sticas de este roc�o es su difusividad. No s�lo el roc�o es el dador m�s equitativo y generalizado de humedad, sino que las plantas que lo reciben lo transmiten a los dem�s. De hoja en hoja, y de hoja en hoja, cae, de modo que si pasas por un bosque en una ma�ana h�meda, es una ca�da constante. As� debe ser con el cristiano. No solo debe ser influenciado por el Esp�ritu mismo, sino que con la ayuda del mismo Esp�ritu debe transmitir esa influencia a otros.

3. En tercer lugar, otra caracter�stica m�s de este roc�o son sus efectos fertilizantes. A menudo cae con mayor fuerza en las �pocas del a�o en que prevalece la sequ�a y cuando las plantas se quemar�an y secar�an de otro modo. Su efecto final no es superficial; no se limita a mojar las hojas y las flores, sino que se filtra hasta la ra�z. El roc�o se desarrolla as� en frutos: riega la planta y la hace dar abundantemente. Y as� con nuestro roc�o. Siempre que se sienten las influencias del Esp�ritu, se ven los frutos del Esp�ritu.

4. Pero, por �ltimo, otra caracter�stica de este roc�o es que resultar� especialmente y abundantemente operativo en el momento de la prueba. No es cuando el sol brilla cuando cae el roc�o; desciende principalmente cuando el d�a est� envuelto en las sombras del atardecer o cuando la ma�ana todav�a est� oculta en el crep�sculo, o cuando la noche oscura ya se ha puesto: as� tambi�n el dolor es un tiempo de ca�da de roc�o especial. �Cu�ndo han tenido las promesas y el amor de Dios una influencia tan suave y poderosa como en la triste hora de la aflicci�n? �Cu�ndo son tan dulces sus alentadoras verdades como cuando la angustia amarga el alma? ( DF Jarman, MA )

El roc�o de la palabra

"Destila como el roc�o". �Qui�n oye caer el roc�o? �Qu� micr�fono podr�a revelar esa m�sica a nuestros "o�dos asquerosos sin purgar"?

1. El roc�o destila en silencio. Tambi�n lo hace el discurso de Dios. En la quietud, el amor de Dios se condensa en comunicaciones como el roc�o; no le�do ni o�do, sino conocido por el poder directo del Esp�ritu sobre el alma. No hay mucho ruido, agitaci�n y bullicio.

2. El roc�o destila en la oscuridad. Miras hacia una noche oscura: no hay tormenta, no hay lluvia, ni la menor se�al para tus sentidos de lo que est� sucediendo. Por la ma�ana ves cada brizna y cada hoja con una gota de roc�o, todo revivido y refrescado, preparado para el calor del d�a. De modo que sus palabras caen sobre vuestras almas en tinieblas, no con poder sensible; nada brilla en la p�gina, nada brilla para iluminar tu camino con una luz agradable. No oyes el sonido de la lluvia en abundancia, pero las palabras te destilan como el roc�o y te preparan para el d�a.

3. El roc�o no cae en una masa de agua, sino en innumerables gotitas. Lo que una gota no llega a otra s� lo hace. No es una palabra abrumadoramente poderosa la que obra esta noche santa en el alma, sino las influencias no realizadas de muchos, cayendo silenciosamente sobre las plantas del Se�or; uno descansando aqu�, otro all�; uno tocando una necesidad no reconocida, otro alcanzando una gracia inconsciente que falla. "Cada gota no contada tiene su propia misi�n, y es debidamente enviada a su propia hoja".

4. A veces, el roc�o de Dios sigue cayendo muchas horas de la noche. Los relojes parecen largos y la luz de las estrellas no lo revela. Pero ninguno se pierde; algunos ya est�n haciendo un trabajo oculto al caer alrededor de las ra�ces mismas de nuestro ser, algunos est�n listos para ser revelados en un brillo resplandeciente cuando termine la noche; lecciones aprendidas entre las sombras para vivirlas al sol.

5. El objeto del roc�o es mantener la vida en lugares y estaciones secas. En las regiones sin lluvia esto se comprende mejor. Cualquier semana seca en verano vemos lo suficiente como para comprender la belleza de la figura. Este discurso es esp�ritu y vida para las almas, por d�bil que sea, pero realmente vivo para Dios. El roc�o no hace nada por las piedras, ni por una hoja muerta. Cae sobre peque�as plantas marchitas, cuyas hojas absorben la vida, renovando la humedad, y las flores cerradas se abren de nuevo con una fragancia m�s fresca que antes. La sequedad es m�s temible que la oscuridad. ( FR Havergal. )

Ense�anza religiosa genuina

I. La ense�anza religiosa genuina es gentil. Desciende sobre el alma como el roc�o y la peque�a lluvia. Los grandes maestros religiosos han sido conversadores silenciosos.

II. La ense�anza religiosa genuina es penetrante. Desciende a trav�s del intelecto hasta la conciencia y el coraz�n.

III. La ense�anza religiosa genuina es refrescante. Desciende con influencia vivificante al alma. ( Homilista. )

La naturaleza reconfortante de la doctrina cristiana

La hermosa dulzura, la naturaleza refrescante y alentadora de la doctrina Divina se expone aqu� de la manera m�s hermosa. Y, de hecho, es muy �til que el car�cter amable de nuestra bendita religi�n se presente tanto como sea posible a la vista de los hombres. Porque si pudieran verlo una vez, estar�an tan enamorados de su belleza que toda su alma se embriagar�a de placer al pensar en �l, y rebosar�a de deseo de poseerlo efectivamente.

Pero, �c�mo se puede mostrar a los hombres la belleza de la religi�n? No se puede aprehender realmente sino mediante la experiencia. Por tanto, ofrezcan una ferviente oraci�n al cielo pidiendo gracia para disponer sus corazones a recibir esta Palabra. No nos puede sorprender encontrar el "yugo suave y la carga ligera" de ese Maestro que es as� "manso y humilde de coraz�n". �l gentilmente promete que si tomamos este yugo sobre nosotros, �encontraremos descanso para nuestras almas.

�Esta doctrina, de hecho, cae sobre las almas de los pecadores afligidos con la suavidad de una suave lluvia que cae sobre un vell�n de lana. Entonces, �est� todo perdonado? �Estoy limpio de todos mis pecados, liberado de toda mi culpa? �Estoy en paz con Dios? �Participo de Su amor? "Bienaventurado aquel cuya injusticia es perdonada y cuyo pecado est� cubierto". Pero cuando llegamos a considerar la nueva vida, el servicio de Cristo, que debe seguir si queremos caminar en el favor de Dios, �encontraremos entonces este consuelo y mansedumbre de la doctrina cristiana? Seguramente lo haremos en la doctrina misma.

La resistencia que nuestras pasiones e inclinaciones hacen a la ley divina provoca todo el malestar y el dolor al someter nuestros corazones a ser gobernados por ella. Pero se puede reconocer que la santidad de coraz�n y de vida, cuando se alcanza, puede ser reconfortante, placentera; y, sin embargo, un hombre puede decir: Sin duda, ser�a bueno para m� renunciar a mi manera de vivir descort�s e intemperante, pero no puedo soportar la abnegaci�n necesaria para ello.

Un hombre puede decir: Ser�a bueno para m� ser un siervo devoto de Jes�s, pero no s� c�mo arrancarme de mis viejos h�bitos y dejar a mis compa�eros m�s fingidos. Si pudiera ver todo esto hecho, verme convertirme en una nueva criatura y asociarme con personas religiosas, creo que podr�a ser feliz. Pero ahora piensa en esta �nica cosa. �A qu� tipo de Maestro est�s llamado a servir? �No es Jesucristo, el bondadoso y tolerante? �No ser� �l un Maestro amable para ti? �Con qu� dulzura se le representa administrando alimento espiritual a las almas de su pueblo! �Cu�n considerado es �l ante las diferentes condiciones y circunstancias espirituales de los hombres, cu�n tierno con los que est�n en debilidad o en una gran prueba y dificultad! Por las suaves influencias del Esp�ritu Santo puede convertir el alma, y cambiar todas sus disposiciones y afectos. As�, Jes�s, de la manera m�s gentil y poderosa, guiar� a los que se entregan a �l. (RL Cotton, MA )

Doctrina como lluvia; habla como roc�o

La tierra sin lluvia no puede hacer crecer una peque�a brizna de hierba; cuando las nubes se alejan, las flores cuelgan de sus cabezas, se marchitan y arden, y representan el esp�ritu mismo de la necesidad y el dolor. Debemos tener las nubes negras; �Qu� bienvenidos son despu�s de un tiempo de sequ�a y quemaduras, cuando la tierra abre la boca y pide un trago de agua! As� que la doctrina de Dios debe ser derramada sobre almas sedientas, vidas quemadas y quemadas, naturalezas arruinadas e improductivas.

La lluvia es una m�sica dulce, un tierno atractivo, una persuasi�n l�quida. La lluvia se acomodar� a todas las formas y formas, y visitar� imparcialmente el peque�o pu�ado de jard�n del pobre y los incontables acres del gran hombre. Tal es el Evangelio de Cristo: es imparcial, amable, necesario; encuentra el coraz�n cuando el coraz�n se quema, y ??pide curar su ardor y embellecer la tierra �rida de la vida interior con flores de verano.

No podemos decir c�mo la Palabra llega al coraz�n, cu�n suave, cu�n silenciosamente: est� ah� y no lo sab�amos; lo esper�bamos, y en el mismo momento en que lo busc�bamos, ya estaba all�; es el secreto del Se�or, y se mueve por un noble misterio de acci�n, de modo que no se le puede imponer ninguna l�nea, y ning�n hombre puede manejar arbitrariamente la riqueza del oro. �Como la llovizna sobre la hierba tierna, y como la lluvia sobre la hierba.

�Habr� adaptaci�n entre uno y otro: si la hierba es� tierna �la lluvia debe ser� peque�a �. No truenes sobre nosotros con tu gran poder; No intercedas contra nosotros con todos los vientos de tu elocuencia, porque �qui�n podr� resistir la tormenta? Por otro lado, cuanto m�s tierna sea la hierba, mejor podr� soportar incluso el chaparr�n y el fuerte aguacero. Grandes �rboles son arrancados, arrancados de sus ra�ces o arrojados con desprecio, pero toda la hierba de la pradera es m�s verde para los vientos que han galopado sobre ella, o los grandes r�os que se han derramado sobre el lecho esmeralda. .

Jes�s bendecir� al manso, al misericordioso, al limpio de coraz�n, al amante de la paz; pero a los que en vanidad pagana se levantan contra �l, los har� pedazos como vasijas de alfarero. La Palabra no siempre produce un efecto instant�neo: la Palabra a veces tiene que filtrarse bien en el pensamiento, en el coraz�n y en la vida; y la Palabra no se informa en la mera cantidad de la doctrina, sino en el verdor de la hierba tierna, en la belleza y fecundidad de la tierna hierba: no se har� ning�n retorno estad�stico del n�mero de discursos o�dos, ni del n�mero del Cap�tulo s le�do, pero la vida ser� m�s verde en la belleza primaveral, y m�s espl�ndida en todos los colores del verano. ( J. Parker, DD )

Como la peque�a lluvia sobre la tierna hierba.

Lluvia peque�a para hierbas tiernas

El poder m�s alto es consistente con la ternura m�s humilde. El m�s poderoso en palabra es poderoso, no tanto en truenos, terremotos y fuego, como en persuasi�n silenciosa.

I. Mois�s quiso ser tierno. Mois�s pretend�a, en el serm�n que estaba a punto de predicar, ser sumamente gentil. Regar�a las mentes como si fueran hierbas tiernas y las regar�a de la misma manera que lo hace la peque�a lluvia. No ser�a un granizo que golpeaba, ni siquiera un aguacero, sino que ser�a "como la peque�a lluvia sobre la tierna hierba".

1. Y esto es m�s notable, porque estaba a punto de predicar un serm�n doctrinal. �No dice: "Mi doctrina caer� como la lluvia"?

2. Es igualmente notable que este discurso de Mois�s fue un serm�n de reprensi�n, reprendi� al pueblo, con no poca severidad, cuando dijo: �Jesur�n engord� y pate�; engorda, engorda; luego abandon� a Dios que lo hizo �. Advirti� al pueblo de su gran pecado, y no dud� en decir: "Son una naci�n sin consejo, ni hay entendimiento en ellos". Sin embargo, sinti� que lo hab�a reprendido con la mayor mansedumbre, y que segu�a siendo como el suave roc�o y la suave lluvia. La reprensi�n debe hacerse con ternura.

3. Adem�s, su estilo de hablar era compasivamente considerado, incluso cuando el roc�o parece considerar la hierba seca y la peque�a lluvia para adaptarse a la tierna hierba. Evidentemente, en su ense�anza pensaba en los m�s d�biles y se adaptaba a los deprimidos por el dolor.

4. Adem�s, note bien que la verdad que nuestro Se�or habl� siempre tuvo un efecto refrescante sobre aquellos que estaban espiritualmente vivos. Los sermones de nuestro bendito Maestro fueron �como la peque�a lluvia sobre la tierna hierba�, no solo por la suavidad de su descenso, sino por la maravillosa eficacia con la que llegaron. Sus palabras no cayeron como copos de fuego para destruir, ni como polvo del desierto para contaminar, sino siempre como lluvia tibia para acariciar. Entonces aprendemos que Mois�s ten�a la intenci�n de ser tierno y Jes�s era tierno. �Qu� m�s aprendemos?

5. Pues, que todos los siervos de Jesucristo deben ser tiernos; porque si Mois�s fue as�, mucho m�s deber�amos serlo nosotros.

II. Mois�s esperaba ser penetrante: "como la peque�a lluvia sobre la tierna hierba". Ahora, una peque�a lluvia debe entrar en la hierba, para que beba el alimento y se refresque de verdad. La lluvia no debe empapar la hierba ni inundarla; es alimentarlo, revivirlo. Esto era lo que pretend�a Mois�s. Eso es a lo que apuntan todos los verdaderos predicadores de Cristo. �Por qu� parece que algunas personas nunca asimilan la Palabra, �como la llovizna sobre la hierba tierna�?

1. Supongo que lo es, en primer lugar, porque parte de ella puede estar por encima de su comprensi�n. Si escuchas un serm�n y no sabes en absoluto de qu� se trata el buen hombre, �en qu� puede beneficiarte?

2. Muchos no beben de la sagrada Palabra porque les parece demasiado buena para ser verdad. Esto est� limitando la bondad de Dios: Dios es tan bueno que nada puede ser demasiado bueno para buscarlo.

3. Muchas personas no reciben la promesa del Evangelio en su totalidad porque no creen que sea verdadera para ellos; cualquier otra persona puede ser bendecida de esa manera, pero no puede pensar que sea probable que lo sea. Aunque el Evangelio est� especialmente dirigido a los pecadores, estas buenas personas piensan: "Seguramente la gracia nunca nos alcanzar�". �Oh, c�mo perdemos nuestro trabajo y dejamos de consolar a los hombres a causa de la incredulidad que pretende ser hija de la humildad, pero que en realidad es fruto del orgullo! La peque�a lluvia no llega a la hierba tierna, porque la hierba se encoge de las gotas de plata que la acariciar�an.

4. Sin duda, muchos extra�an las encantadoras influencias de la verdad celestial porque no piensan lo suficiente. �No es extra�o que la gente piense que vale la pena escuchar sermones, pero que no vale la pena meditar en ellos? Es tan tonto como si un hombre pensara que vale la pena comprar un trozo de carne, pero que no vale la pena cocinarlo; porque la meditaci�n es, por as� decirlo, una especie de sagrada cocina mediante la cual se prepara la verdad para ser alimento del alma.

5. Y, una vez m�s, debemos orar para que cuando escuchemos la Palabra estemos preparados para recibirla: es de gran importancia que abramos las puertas de nuestra alma para que el Evangelio entre en nosotros. La hospitalidad a la verdad es caridad para con nosotros mismos.

III. Mois�s esperaba ver resultados. "Como la peque�a lluvia sobre la tierna hierba". Ahora, observe, al mirar entre la humanidad, que siempre que los sabios esperan alg�n resultado de sus labores, siempre van a trabajar de una manera adaptada al fin que tienen a la vista. Al encontrar que la gente era comparable a las hierbas tiernas, adapt� su discurso a ellos y lo hizo como la peque�a lluvia. Ahora bien, �cu�l ser� el resultado si hacemos lo mismo? Suceder� que habr� entre nosotros j�venes conversos como tiernas hierbas, reci�n plantadas, y si hablamos con ternura veremos el resultado, porque echar�n ra�ces en la verdad y crecer�n en ella.

Pablo plant� y luego Apolos reg�. �Por qu� hizo agua Apolos? Porque debes regar las plantas despu�s de plantarlas, para que penetren m�s f�cilmente en la tierra. Feliz ser�s si empleas tu mayor experiencia en fortalecer a aquellos cuya nueva vida es a�n d�bil. Luego, cuando el discurso de un hombre es como un carnero a la tierna hierba, ve al d�bil y moribundo revivir y levantar la cabeza.

La hierba se estaba marchitando al principio, yac�a d�bil y lista para morir; pero lleg� una peque�a lluvia y pareci� decir �Gracias�, mir� hacia arriba, levant� la cabeza y se recuper� de su desmayo. Ver� un efecto revitalizador producido en corazones d�biles y mentes abatidas. Ser�s un consolador, alejar�s los temores de muchos y alegrar�s a los t�midos y temerosos. �Qu� bendici�n es cuando ves ese resultado, porque hay mucho m�s gozo en el mundo y Dios es mucho m�s glorificado! Cuando riegas hierbas tiernas y las ves crecer, tienes una recompensa adicional. Es delicioso observar el desarrollo y el aumento de la gracia en aquellos que est�n bajo nuestro cuidado. ( CH Spurgeon. )

Versículo 3

Atribuid grandeza a nuestro Dios.

La grandeza de dios

I. Nuestra principal preocupaci�n deber�a ser intentar realizar la grandeza de Dios, por inadecuadas que sean todas nuestras concepciones.

1. Su existencia infundida, independiente y eterna. En esto, su naturaleza se distingue de todo ser creado.

2. La infinitud de Su conocimiento. No hay forma de evadir Su mirada, no viajar m�s all� del alcance de Su omnisciencia, no desconcertar Su habilidad, no frustrar Sus planes, "no hay que escudri�ar Su entendimiento".

3. La ilimitaci�n de Su poder y dominio. "Grande es el Se�or y de gran poder". Toma el microscopio, y todos los �rdenes de existencia que revela est�n abrazados en Su providencia. Tome el telescopio, y mientras los mundos en los mundos pasan ante su visi�n, solo inspecciona otras partes de Su gran e ilimitado imperio.

4. La grandeza de sus perfecciones morales. Su santidad es sin mancha, la norma y modelo de justicia para todas las criaturas y para todos los mundos. Su bondad es vasta e indecible. Nos dio "Su don inefable". Su fidelidad perdura por todas las generaciones, dando estabilidad al mundo que cre�.

II. Las lecciones pr�cticas reforzadas en el llamado a "atribuir grandeza a nuestro Dios".

1. Nuestra adoraci�n es un tributo apropiado a su grandeza y majestad. "El que ofrece alabanza, me glorifica". Es el reconocimiento de nuestra parte de sus perfecciones naturales y morales.

2. Sin embargo, no es s�lo mediante el ejercicio directo de la adoraci�n que debemos cumplir la exhortaci�n del texto, sino cultivando una impresi�n humillante de la Divina Majestad siempre en nuestro coraz�n. �Qu� humildad debemos tener nosotros, como criaturas, en la presencia de la grandeza de Dios! �Qu� humildad de esp�ritu debe haber en nuestras s�plicas y ruegos a Dios! �Cu�n indecoroso es todo lo que es irreverente ante �l!

3. Si bien la grandeza divina debe humillarnos, sin embargo, tambi�n puede inspirarnos confianza, si vivimos y caminamos ante �l. �Qu� amigo y ayudante es �l para aquellos que le sirven lealmente! Se cuenta de uno de los m�s grandes predicadores franceses que, cuando fue llamado a predicar un discurso f�nebre para Luis XIV ante una audiencia abarrotada y en presencia de la corte francesa, rompi� el silencio de la vasta asamblea cuando entr� en la sala. p�lpito y comenz� a hablar, con la exclamaci�n: No hay nada grande sino Dios, y luego, habi�ndose preparado para su trabajo, se dirigi� a su tema.

En los dolores m�s dolorosos que �l puede soportar, y en el solemne vac�o que han creado, puede hacer que Su propia presencia se sienta de manera m�s real. Tengamos especialmente en cuenta esa confianza en referencia a los intereses de la religi�n en el mundo, y miremos hacia un gran futuro para la Iglesia de Dios, aunque la tierra y el infierno se opongan. ( ET Prust. )

El gran supremo

I. Una advertencia. En tanto que Mois�s hab�a dicho: �Atribuid grandeza a nuestro Dios�, ten�a la intenci�n de insinuarnos que no debemos atribuir grandeza a nadie m�s.

1. Si adoro a un ser creado, si busco la intercesi�n de alguien excepto de la Persona que est� ordenada como Mediador entre Dios y el hombre, Jesucristo Hombre, en ese grado me desv�o de la grandeza de Dios.

2. Aunque no nos postramos y adoramos im�genes, sin embargo, lamento decirlo, hay poca congregaci�n que est� libre de ese error de atribuir grandeza a su ministro. Si las almas se convierten, cu�n propensos somos a pensar que hay algo maravilloso en el hombre. Somos tus siervos por amor de Cristo.

3. Preste deferencia a las autoridades como deber�a hacerlo; pero si en algo se desv�an, recuerde que su rodilla debe inclinarse ante Dios, y solo ante Dios. Si en algo hay algo malo, aunque deber�a tener el nombre de un soberano adjunto, recuerde que uno es su Maestro y Rey.

4. En el caso de los que est�n al servicio de maestros, es justo que paguen a sus amos lo que les corresponde; pero cuando el maestro ordene lo que est� mal, perm�tame advertirle solemnemente que no le d� nada que no est� obligado a hacer. Tu maestro te dice que debes romper el s�bado. Lo haces porque �l es tu maestro; hab�is violado este mandamiento, porque est� dicho: "Atribuid a Dios grandeza".

5. Este texto tiene relaci�n con ciertos credos filos�ficos que solo mencionar�. Algunos hombres, en lugar de atribuir grandeza a Dios, atribuyen grandeza a las leyes de la naturaleza y a ciertos poderes y fuerzas que creen que gobiernan el universo. Miran hacia lo alto; sus ojos ven los maravillosos orbes caminando en su misterio a lo largo del cielo. Dicen: "�Qu� maravillosas leyes son las que gobiernan el universo!" Y ver�is en sus escritos que atribuyen todo a la ley y nada a Dios.

Ahora, todo esto est� mal. La ley sin Dios no es nada. Dios pone la fuerza en la ley, y si Dios act�a por leyes en el gobierno del universo material, sin embargo, es la fuerza de Dios la que mueve los mundos y los mantiene en su lugar. La ley sin Dios es nulidad. Rechaza toda filosof�a que no atribuya grandeza a Dios, porque hay un gusano en la ra�z y, sin embargo, ser� destruido.

II. Un comando.

1. Este mandamiento llega al pecador cuando por primera vez comienza a considerar seriamente su posici�n ante Dios. Cuando miras tus pecados, atribuye grandeza a la justicia de Dios.

2. Que el pecador que ya est� convencido de la delgadez atribuya grandeza a la misericordia de Dios. Adem�s, perm�tanme apelar al cristiano: "Atribuid grandeza a nuestro Dios". Est�s en problemas; est�s cansado de la dureza de tu viaje; tu pobreza se ha apoderado de ti. Es una noche oscura contigo ahora mismo; no ves tus se�ales; no tienes una dulce promesa que iluminar. �Atribuid grandeza a nuestro Dios.

�Por grandes que sean tus problemas, recuerda que �l es m�s grande. Y cuando el diablo te tiente a creer que Dios no puede ayudarte, dile que piensas mejor en �l que eso; atribuyes grandeza al Todopoderoso, y crees que �l es lo suficientemente grande como para librarte de todos tus dolores. ( CH Spurgeon. )

La grandeza de dios

I. Ofrezca algunos comentarios sobre la naturaleza de la grandeza de Dios.

1. La grandeza no es un atributo distinto de la naturaleza Divina, sino una excelencia que pertenece a todos Sus atributos. Todo lo que hay en Dios es grandioso. �l es grande en su sabidur�a, poder, justicia, bondad y verdad. Hay tal mezcla de grandeza y bondad en Dios, que aquellos que lo conocen mejor lo temer�n y lo amar�n m�s; e incluso los demonios se ven obligados a creer y a temblar.

2. Hay una grandeza esencial y tambi�n relativa en Dios, una grandeza entretejida en todo su car�cter y que aparece en todas sus obras. �Es �l nuestro padre? �l es nuestro Padre que est� en los cielos, morando en el estado m�s exaltado de majestad; exigiendo nuestra reverencia y excitando nuestras m�s altas esperanzas ( Eclesiast�s 5:2 ). �Es un rey? Es un gran Rey, el Rey de reyes.

3. La grandeza de Dios es inescrutable e incomprensible. Con un conocimiento cada vez mayor, tendremos un sentido cada vez mayor de nuestra propia deficiencia.

II. Pregunte de qu� manera debemos atribuir "grandeza a Dios".

1. Debemos atribuir grandeza a nuestro Dios reconociendo y declarando Su grandeza y Su gloria.

2. Al atribuir grandeza al Se�or, debemos hacerlo de manera pr�ctica; no solo con nuestros labios, sino en nuestra vida.

3. Al acercarnos a Dios con reverencia y santo temor, le atribuimos la gloria debida a Su nombre, luchando contra los pensamientos errantes y las vanas imaginaciones, y abrigando un profundo sentido de nuestra propia indignidad. Cuanto m�s nos elevemos en nuestras aprehensiones de Dios, m�s bajo seremos en nuestra propia estima.

4. Al albergar las expectativas m�s ampliadas de Dios, de hecho le atribuimos grandeza. Debe ejercerse una gran fe hacia un gran Dios; ni debemos decir: ��Puede perdonar? puede ayudar �O puede salvar? " porque �qu� no puede hacer? �Qu� necesidades son tan grandes que �l no puede suplir? �Qu� obra tan grande que �l no nos puede capacitar para realizar? �Qu� cargas tan grandes que �l no puede soportar? �Qu� peligros son tan grandes que no puede librarnos de ellos?

5. Si atribuimos grandeza al Se�or, esa grandeza ser� para nosotros motivo de gozo y alegr�a, y nos gloriaremos en Su santo nombre.

6. El temor a ofender a Dios y el temor a su disgusto est�n incluidos en el deber prescrito. ( B. Beddome, MA )

Versículo 4

El es la Roca.

La Roca y sus asociaciones

Siete veces aparece esta fuerte figura de la Roca en la canci�n. La met�fora se explica por s� misma, la estabilidad de la roca es un emblema apropiado de la inmutabilidad Divina de prop�sito y de Dios siendo fiel a Su pacto y promesas. Esta es la idea dominante y recurrente de la canci�n, entrando como un estribillo y dando unidad al conjunto. �Y cu�n profundamente se apoder� de la mente de Israel esta imagen de Dios, la Roca! Aqu� est� a la vanguardia; la primera palabra en la construcci�n, para marcar la importancia que debemos asignarle.

Porque, adem�s de su significado nativo de fuerza y ??seguridad inexpugnables, el emblema recibi� una profundidad adicional de significado de la propia historia y experiencia de �xodo 17:6 ( �xodo 17:6 ; �xodo 33:21 ). Pasa gradualmente hacia arriba de una aplicaci�n objetiva a una subjetiva o experimental, cuando no s�lo la naturaleza de la roca, sino sus diversos usos, brind� emblemas frescos y �tiles.

El Evangelio para la Iglesia del Antiguo Testamento no era simplemente, "Dios es una roca, firme y fiel", sino "�l es la Roca, con todas las asociaciones preciosas y todo el valor pr�ctico realizado agregado al t�rmino, ya sea que se emplee para un escondite y protecci�n o para la sombra - "la sombra de una gran roca en una tierra fatigada" - o, lo m�s significativo de todo, sugerido por la roca golpeada en Horeb, una fuente y garant�a de suministro adecuado y suficiente en caso de de extrema necesidad para los que perecen.

Es enf�ticamente un pacto hecho y habla el lenguaje de la redenci�n. La canci�n procede a desarrollar la aplicabilidad de la palabra en una direcci�n triple, uni�ndola de una vez a la obra de Dios, a sus caminos y a su car�cter. "La roca&mdash

1. Su trabajo es perfecto ". No es como art�fice, sino como arquitecto, estamos aqu� para considerar su obra perfecta. Tiene un plan providencial y redentor, completo en todos sus detalles; sin necesidad de reflexiones posteriores y sin necesidad de reconstrucci�n o enmienda. En este sentido, �Su obra es perfecta�; y cuando se cumpla plenamente se justificar� y reivindicar�.

2. Para comprender el plan Divino o hablar de �l correctamente, debemos esperar hasta entonces. �Porque todos sus caminos son juicio�, sin que nada est� sujeto a capricho o arbitrariedad. La suya es una inmutabilidad de consejo, llevada a cabo por la buena voluntad que se ha propuesto en s� mismo. �Qu� contraste con las formas d�biles, vacilantes y arbitrarias del hombre!

3. Pero, sobre todo, �l mismo en Su propio car�cter es la Roca. Esta confianza en la naturaleza Divina misma; en la absoluta verdad y equidad de Jehov�; en su rectitud infalible y fidelidad omnisciente, este es el lugar de descanso supremo. Tambi�n se presenta aqu� como la alta fuente de toda sumisi�n obediente, de toda lealtad de coraz�n leal y de toda incorrupci�n en la religi�n y la piedad. En �l, el cantor encuentra el terreno m�s fuerte para la reprimenda, la reprimenda y el reproche al pueblo. ( AH Drysdale, MA )

Dios como una roca

��l es la Roca�, una Roca de hecho. Si hablamos de fuerza, he aqu� que �l es fuerte; si es de estabilidad, �l es el Se�or, y no cambia: el Anciano de D�as. �No has o�do y considerado esto, que el Todopoderoso no se fatiga ni se cansa? �l se presenta en tal nombre a Su pueblo, un Refugio listo, suficiente y duradero para todos los que conf�an en �l; y este es el fundamento sobre el que est� edificada la Iglesia, contra el cual no prevalecer�n las puertas del infierno.

La omnipotencia de Dios para las defensas, Su eternidad, fidelidad e inmutabilidad para asegurarlo, Su misericordia y bondad hacen un agujero en esa Roca para entrar, un acceso f�cil para los pobres n�ufragos y los hombres quebrantados, que no tienen otro refugio. Esta es nuestra Roca, sobre la cual est� edificada la Iglesia, Jesucristo ( 1 Corintios 10:4 ; Mateo 16:18 ).

Dios era inaccesible en s� mismo: una torre inexpugnable; �C�mo lo vencer�an los pecadores y entrar�an en �l para ser salvos de la ira? �Oh, qu� triste es la reprensi�n secreta contenida en este elogio de Dios! �l ha sido una Roca para nosotros, nuestro Refugio al que huimos y lo encontramos seguros, pero hemos dejado nuestra Roca, salidos de nuestra Fortaleza; �l se ofrece a s� mismo como una Roca, su total suficiencia, y sin embargo dejamos la Fuente de aguas vivas y excavamos cisternas rotas; Preferir�amos elegir nuestro propio barco averiado para lanzarnos hacia arriba y hacia abajo.

�l permanece para siempre igual; aunque cambiamos, �l no cambia. �C�mo podr� reprender nuestras rebeliones, que nos apartamos de nuestra Roca, y d�nde encontraremos refugio en el d�a de la indignaci�n? �Hay alguna monta�a creada, pero algunas inundaciones cubrir�n? Por tanto, es una locura y una locura abandonar esta Roca. ( H. Binning. )

Su trabajo es perfecto .

Las obras de dios perfectas

As� como no se molesta a s� mismo cuando todo est� turbado por �l, as� mantiene en perfecta paz a todos los que tienen la mente puesta en �l; as� tambi�n lo que hace entre los hombres, aunque no puede pasar sin la censura del hombre, sin embargo, es en s� mismo perfecto, completo, sin defecto.

1. Sus obras son perfectas en relaci�n con el principio y originales de ellas: su propio prop�sito eterno. Los hombres a menudo producen obras por conjetura, por su prop�sito, por lo que no es de extra�ar que no responda a sus deseos; pero �l conoce todas sus obras desde el principio, por lo que no hace nada en el tiempo, excepto lo que fue su eterno placer. A menudo nos propusimos bien y resolvemos perfectamente, pero nuestra pr�ctica es un fracaso: la ejecuci�n es mutilada e imperfecta; pero todas sus obras est�n talladas y hechas tal como las dise��, sin la menor alteraci�n; y, si no hubiera estado bien, �lo habr�a pensado as� y lo habr�a resuelto de antemano?

2.Sus obras son perfectas en relaci�n con el fin para el que las design�. Puede ser que no sea perfecto en s� mismo; un ojo ciego no es tan perfecto como un ojo que ve: no, pero en relaci�n con la gloria de Su nombre, quien tiene el prop�sito de declarar Su poder al restaurar esa vista, es tan perfecto. Y en este sentido toda la imperfecci�n de las criaturas y la creaci�n, todas son obras perfectas, porque cumplen el fin para el cual fueron enviadas; y as� la noche declara su nombre, y pronuncia un discurso como el d�a, el invierno como el verano, el desierto como el campo f�rtil; porque �qu� es la perfecci�n de la criatura sino en la medida en que cumple Su prop�sito como Creador de ella? Y, por tanto, toda su obra es perfecta, porque toda est� enmarcada en sabidur�a para sus propios fines, en n�mero, medida y peso; est� tan exactamente de acuerdo con eso,

3. Una vez m�s, su trabajo es perfecto si lo tomamos en su totalidad, y no lo cortamos en paquetes y lo miramos as�. Las letras y las s�labas no tienen sentido hasta que las unes en palabras y las palabras en oraciones. Aun as� es aqu�: si miramos solo el d�a, la luz de que es perpetua nos fatigar�a, la noche sola lo ser�a m�s; pero el intercambio de ellos es agradable. El d�a y la noche juntos forman un lenguaje distinto de la alabanza de Dios.

As� que Dios ha opuesto la prosperidad y la adversidad a la una contra la otra; uno de ellos, puede ser, parece imperfecto; no, pero es una obra perfecta que se compone de ambos. Las manchas en la cara elogian la belleza del resto. Entonces, si miras correctamente la obra de Dios, m�rala a la luz del santuario y dir�s: "Todo ha hecho bien".

4. Tenga este pensamiento en su coraz�n, que �l ha hecho todo bien; no permitas que tus pensamientos secretos los pongan en tela de juicio. Si una vez preguntas, los censurar� r�pidamente. Mant�n esta persuasi�n, que nada puede ser mejor que lo que �l hace.

5. Que esto reprenda en secreto vuestros corazones, la perfecci�n de sus obras mancha nuestras obras. �Oh, qu� imperfectos son! Y lo que es peor, �cu�n audaces somos para censurar a los suyos y absolver a los nuestros! Si �l tiene una mano en nuestro trabajo, sin embargo, estas obras imperfectas son perfectas con respecto a �l; como tenemos mano en sus obras perfectas, sin embargo, sus obras perfectas son imperfectas para con nosotros. ( H. Binning. )

Todos sus caminos son juicio.

Los caminos de Dios perfectos

Esto tiene el mismo prop�sito: Sus caminos y Sus obras son uno; y esta es la perfecci�n de Su obra, que todo es correcto e igual. Ya sea en justicia o en misericordia, todos son justos y santos, sin iniquidad en ellos. Sus caminos son rectos e iguales, exactos como si estuvieran medidos por una regla exacta y uniforme; pero debido a que les aplicamos una regla torcida, nos imaginamos que est�n torcidos, como el ciego considera que no hay luz porque no la ve.

�C�mo podr� el Se�or contender y suplicarnos, como a la gente? ( Ezequiel 18:25 .) Y sin embargo, he aqu� la iniquidad de los corazones de los hombres; hay un reflejo secreto de nuestro esp�ritu en Su majestad como si Sus caminos no fueran iguales, siempre que nos lamentamos contra ellos. He aqu�, el Se�or afirmar� sus propios caminos, y suplicar� con toda carne esta controversia, que todos sus procedimientos est�n llenos de equidad; Camina de acuerdo con una regla, aunque no est� atado a una regla. Pero no caminamos de acuerdo con una regla, aunque estemos sujetos a una regla, y una regla llena de equidad. Aqu� est� la equidad de sus caminos; el Evangelio lo presenta en una doble consideraci�n.

1. Si alguno se aparta de su iniquidad y huye a Mi Hijo como Ciudad de Refugio, vivir�. La iniquidad no ser� su ruina, aunque haya hecho iniquidad. �Oh! "�Qui�n es Dios como t�, que perdona la iniquidad?" �No es esto una misericordia total? Y por otra parte, el que persevera en el pecado, aunque se le parezca a s� mismo y a los dem�s nunca tan justo, �no morir� en su iniquidad? �Hay alguna iniquidad en esto de que reciba el salario de sus obras, que coma del fruto de sus propios caminos y beba de sus propios artificios?

2. Este camino del Se�or es igual y recto en s� mismo, pero no para todos; el justo andar� en ella y no tropezar�, como en camino recto; nada lo ofender� ( Oseas 14:9 ). Sin embargo, igual y recto como es, muchos otros transgresores caer�n en �l; tropiezan incluso en el mediod�a y en la carretera, donde no hay tropiezo.

Por supuesto, abraza la Palabra y si�ntete satisfecho con ella cuando no comprendas Su obra; ense�a tanto en general como puede ponernos en silencio. Todos sus caminos son juicio; justo y verdadero en todos sus caminos es el Rey de los santos. Si no comprendo c�mo es, no es de extra�ar, porque �l hace de las tinieblas Su cobertura; �l extiende sobre Sus piezas m�s curiosas de mano de obra un velo de oscuridad durante una temporada. Por tanto, escuchemos Su Palabra y creamos su sentencia sobre Su obra, cuando la raz�n no pueda comprenderla. ( H. Binning. )

Un Dios de verdad

La verdad de dios

I. Lo que debemos entender por la verdad de Dios. No solo su veracidad, sino su fidelidad.

II. Que esta perfecci�n pertenece a Dios. Y esto me esforzar� por demostrar.

1. De los dictados de la luz natural. La luz natural nos dice que la verdad y la fidelidad son perfecciones y, en consecuencia, pertenecen a la naturaleza divina; y que la falsedad y la mentira son imperfecciones y deben ser quitadas de Dios.

2. De las Escrituras. La Escritura con mucha frecuencia atribuye esto a Dios ( 2 Samuel 7:28 ; Salmo 25:10 ; Salmo 31:5 ; Apocalipsis 3:7 ; Apocalipsis 6:10 ; Salmo 15:3 ; Salmo 16:7 ).

Y la Escritura no s�lo atribuye en general esta perfecci�n a Dios, sino que m�s particularmente nos asegura su sinceridad, verdad y fidelidad. De su sinceridad, que nos trata claramente y dice lo que quiere, que sus palabras son la imagen de sus pensamientos y una verdadera representaci�n de su mente. Y como la Escritura nos asegura de Su sinceridad, �l de Su verdad y fidelidad en el cumplimiento de Sus predicciones y cumplimiento de Sus promesas.

Llego ahora a lo �ltimo que propuse, para hacer alg�n uso de esta doctrina.

1. Si Dios es un Dios de verdad, entonces esto nos da la seguridad de que no nos enga�a, que las facultades que nos ha dado no son falsas, pero cuando tienen una percepci�n clara de las cosas, no se equivocan ni se equivocan.

2. Si Dios es un Dios de verdad, entonces hay una raz�n por la que debemos creer que todo lo que estamos satisfechos nos es revelado por Dios. Una revelaci�n divina es base suficiente para el m�s firme asentimiento; porque precisamente esto, que cualquier cosa es revelada por Dios, es la m�s alta evidencia, y debe darnos la m�s firme seguridad de la verdad de ello. De ah� que a la Palabra de Dios se le llame la Palabra de verdad, s�, y la verdad misma: �Tu Palabra es verdad� ( Juan 17:17 ).

3. Si Dios es un Dios de verdad y fiel en el cumplimiento de su promesa, entonces aqu� hay un fundamento firme para nuestra esperanza y confianza.

4. La verdad de Dios es motivo de terror para los malvados.

5. Propong�monos la verdad de Dios para nuestro modelo e imitaci�n. �Ser�as como Dios? s� veraz y fiel. ( Monse�or Tillotson. )

Un dios de verdad

Es extra�o que Su Majestad se complace en revestirse de tantos t�tulos y nombres para nosotros. Considera cu�l es nuestra necesidad y, en consecuencia, expresa Su propio nombre. Creo que nada sostiene m�s la incredulidad de los hombres y el ate�smo de nuestros corazones que los muchos t�tulos que Dios toma en las Escrituras; hay una necesidad para una multitud de ellos, para hacernos tomar a Dios, porque nosotros, manteni�ndonos en una noci�n general de Dios, m�s bien enmarcamos en nuestra imaginaci�n un �dolo que el Dios verdadero.

�Necesitaba algo m�s que decir, pero "Yo soy su Dios, yo soy Dios", si nuestros esp�ritus no hubieran degenerado hasta ahora en ate�smo e incredulidad? Por lo tanto, maravillarse de estos dos cuando lee las Escrituras, la condescendencia de Dios hacia nosotros y nuestra incredulidad en �l. No hay un nombre de Dios pero nos da un reproche. Este nombre es claro: es un Dios de verdad; no solo un Dios verdadero, sino la Verdad misma, para notar Su eminencia en ella.

Es el nombre de Cristo: �Yo soy la Verdad�, la Verdad sustancial, en quien todas las promesas son verdad, son s� y am�n. Su verdad es su fidelidad en cumplir sus promesas y hacer lo que su boca ha dicho: y esto est� establecido en los mismos cielos ( Salmo 89:2 ). Su prop�sito eterno est� en el cielo, donde mora, y por lo tanto no se ha hecho nada en el tiempo que pueda perjudicarlo u obstaculizarlo.

Puede cambiar sus mandamientos como le plazca, pero no puede cambiar su promesa. Esto le impone la obligaci�n, como �l es fiel y verdadero, de cumplirla; y cuando se a�ade un juramento, �oh! �Cu�n inmutables son estos dos! - cuando �l promete en Su verdad y jura en Su santidad. �Hay alg�n poder en el cielo y en la tierra que pueda romper esa doble cuerda? ( Mateo 5:18 ; Hebreos 6:18 .

) No hay nombre de Dios, pero es c�modo para algunos y terrible para otros. �Qu� consuelo es para un hombre piadoso que conf�a en Su Palabra, �l es un Dios de verdad! Ustedes que han arriesgado sus almas en Su Palabra, tienen una ventaja inefable: Su verdad permanece para siempre, y est� establecida en los cielos; su fundamento no tiene principio, su fin no tiene fin. La misericordia hizo tantas promesas preciosas, y la verdad las cumple.

La misericordia es la fuente de nuestro consuelo, y la verdad y la fidelidad nos la transmiten y nos la guardan. Son estos dos los que van delante de Su rostro cuando se sienta en un trono de majestad y se hace accesible a los pecadores ( Salmo 89:14 ), y por eso son el camino por el que camina hacia los que lo buscan ( Salmo 25:10 ). .

Pero este precioso nombre, que es como ung�ento derramado para los que le aman, �c�mo huele a muerte a los que andan en contra de �l! �l es un Dios de verdad, para ejecutar sus amenazas sobre aquellos que desprecian sus mandamientos; y aunque se halaguen a s� mismos ante sus propios ojos y clamen: "Paz, paz", aunque anden en la imaginaci�n de su coraz�n, sin embargo, ciertamente �l es un Dios de verdad. Fue la incredulidad de la amenaza de Dios al primer hombre arruinado; es esto lo que mantiene a muchos alejados del remedio y hace que su miseria sea irrecuperable.

Pero si alguno ha sellado que Dios es veraz en sus amenazas y est� suscrito a la ley, entonces, les suplico, no agreguen la incredulidad del Evangelio a su desobediencia anterior. No has guardado sus mandamientos, y por eso la maldici�n ha venido sobre ti. �Crees eso? Si lo hace, entonces el Evangelio le habla, el Dios de verdad tiene una palabra m�s: "El que creyere, ser� salvo", a pesar de toda su infracci�n de la ley.

Si no pone su sello a esto tambi�n, entonces dice que �l no es un Dios de verdad; dices que es un mentiroso. Y en cuanto a ustedes que le han entregado sus almas, como a un fiel guardi�n, y han accedido a Su palabra de promesa de salvaci�n, piensen cu�n inadecuado es que desconf�en de �l en otras cosas menores. ( H. Binning. )

Sin iniquidad .

La pecaminosidad del hombre en contraste con las infinitas perfecciones de Dios

Nadie puede contemplar su propia vileza tal como es, sino a la vista de la gloriosa santidad de Dios. El pecado es oscuridad y no se ve a s� mismo ni a nada m�s; por tanto, su luz debe brillar para descubrir esta oscuridad. Entre todos los agravamientos del pecado, nada demuestra su locura como la perfecci�n, la bondad y la absoluta inmaculada de Dios. Es esto lo que quita toda pretensi�n de excusa; y por eso es que Mois�s, cuando convence a este pueblo de sus caminos y los hace inexcusables, traza el paralelo de los caminos de Dios y sus caminos, declara qu� es Dios, cu�n absolutamente perfecto en s� mismo y en sus obras, y ha dado no hay motivo de provocaci�n para que se aparten de �l.

�Y entonces cu�n odiosa debe ser su partida! Cuando ambos est�n pintados en una tabla ante sus ojos, el pecado se vuelve sumamente pecaminoso. Hay dos cosas en el pecado que abusan excesivamente de la criatura: su iniquidad y su necedad. Es contrario a toda equidad y raz�n apartarse de Aquel que nos hizo y nos dio una ley, a quien estamos atados por tantas obligaciones. Pero, �qu� locura es apartarse de la Fuente de aguas vivas y cavar cisternas rotas que no pueden contener? Esto es algo que puede asombrar a los cielos; y si la tierra tuviera el sentido com�n de comprender tal cosa, toda su estructura temblar�a de horror ante tal locura de las almas razonables.

Y este mal tiene dos males: abandonamos la vida y amamos la muerte, nos alejamos de �l y elegimos la vanidad. Es una gran iniquidad partir sin una ofensa de su parte. �l puede apelar a todas nuestras conciencias y dejar que se sienten y examinen Su camino de la manera m�s estrecha. ��Qu� maldad hab�is hallado en m�? �Qu� motivo ten�is para dejarme? Pero cuando �l es una Fuente viviente, �l es nuestra gloria, �l es una tierra f�rtil, una tierra de luz, nuestro adorno y atav�o; en una palabra, nuestra vida y nuestro consuelo, nuestra alegr�a y nuestra belleza.

�Qu� palabra se hallar� para expresar la extrema locura de los hombres por apartarse de �l y cambiar su gloria por lo que no aprovecha? Si no fuera una Fuente de aguas vivas, o si hubiera alguna fuente al lado que pudiera producir agua para satisfacer los deseos insaciables de los hombres, ser�a m�s excusable; pero �qu� sombra se encontrar� para cubrir tal iniquidad, que es tanto pecado infinito como p�rdida incomparable? �Oh, que los hombres consideren cu�n bueno es el bendito Se�or, c�mo �l est� solo y nada m�s que �l en el cielo y en la tierra; todas cisternas rotas, todas in�tiles; �l solo es autosuficiente, todos los dem�s insuficientes y, por lo tanto, un bien proporcionado para nuestras necesidades y deseos; y estoy seguro de que te ver�as obligado a gritar con David: ��A qui�n tengo yo en los cielos contigo? �O en la tierra junto a ti? Es bueno para m� acercarme a Dios.

�Mirar�as acercarte y caminar con �l y delante de �l no s�lo como lo m�s razonable, sino como lo mejor, lo m�s hermoso para ti, lo m�s provechoso para ti, y todos los dem�s caminos ser�an considerados como caminos de muerte. . ( H. Binning. )

Justo y recto es �l.

La justicia de dios

Por la justicia de Dios entendemos esa rectitud universal de Su naturaleza por la cual, en Su gobierno del mundo, �l hace todas las cosas con perfecta justicia, dando a cada uno lo que le corresponde.

1. Debemos considerar a Dios, no solo como el Creador y Conservador de los hombres, sino tambi�n como su Gobernador. El que hizo al hombre tiene el derecho ilimitado de dictar leyes para su conducta y de hacer cumplir las leyes mediante recompensas y castigos; y al hacerlo, consulta tanto el bien de sus criaturas como su propia gloria.

2. Dios es justo al castigar la desobediencia a su santa ley.

3. Si consultamos las Escrituras, encontraremos que Dios ha mostrado Su justicia, en muchos casos espantosos, mediante el castigo de los pecadores.

4. Pero la demostraci�n m�s conmovedora de la justicia divina se hizo en los sufrimientos y la muerte de nuestro Salvador Jesucristo. ( G. Burder. )

La justicia de dios

I. Pensemos en la justicia como residiendo desde la eternidad en el Ser Divino y operando independientemente de la existencia de los seres creados.

1. Desde este punto de vista, la justicia debe contemplarse como surgiendo de la existencia misma de la Deidad. La justicia existe necesaria e infinitamente en la gloriosa Deidad.

2. Puede ser visto como operando dentro del Ser Divino mismo, de manera distinta a toda perspectiva de la existencia futura de un universo de criaturas, de maneras como estas: en una justa valoraci�n y honra de la distintiva preciosidad de otras excelencias divinas, tales como poder, santidad, bondad, etc .; en un arreglo justo, uni�n y armon�a bien ajustada de todas las dem�s perfecciones Divinas; y en el reconocimiento mutuo de la igualdad de derechos, dignidad y relaciones de cada una de las Tres Personas en la Deidad.

II. Pensemos en la naturaleza del bien y del mal moral, tal como se encuentra en los agentes creativos, que es el objeto propio de la justicia.

1. Tales agentes poseen la imagen natural de Dios, en la espiritualidad, en la inteligencia, en la capacidad de elecci�n, en la actividad voluntaria, en el discernimiento del bien y del mal. Estas cosas son necesarias para la existencia del bien moral o del mal moral. Se puede preguntar: �Cu�l es el significado de estas palabras?

2. El bien y el mal moral son cualidades opuestas de tales criaturas, en cuanto a sus disposiciones y acciones.

3. El principal bien y mal moral debe encontrarse en las disposiciones y acciones de la criatura hacia Dios mismo. Aqu� debe estar la m�s grande, la m�s noble belleza, o la m�s repugnante deformidad, la m�s rica dulzura aromatizada o la m�s venenosa amargura.

4. Existe una amplia gama de bien y de mal, en disposici�n y en acci�n, en relaci�n con el hombre hecho a imagen de Dios.

5. Hay una importancia general en todo el bien y el mal moral, incluso en sus movimientos m�s ordinarios y tranquilos; porque son los actos de una criatura dotada de la imagen natural del gran Dios, a quien tambi�n estos actos y cualidades tienen una referencia �ltima.

6. En relaci�n con estas cosas tenemos que pensar en la vasta multitud de agentes morales, hombres y �ngeles, a quienes conocemos con certeza, y en la vasta variedad de circunstancias y eventos, y tambi�n en el largo vuelo de las edades, antes del final. juicio; adem�s de los innumerables mundos de agentes inteligentes que pueden estar detr�s de un impenetrable velo de oscuridad e incertidumbre. Y as� tenemos una visi�n de ese imperio moral espantoso, muy extendido, el objeto directo del conocimiento y el procedimiento de la justicia divina, y del cual todos los que ahora piensan en este tema son una parte interesada e importante.

Solicitud&mdash

1. � Cu�n contrario a toda esta doctrina de la justicia de Dios es ese esp�ritu de frivolidad, presunci�n y alegr�a que generalmente reina en el mundo!

2. Consideremos la majestad y el poder de la justicia de Dios como el atributo guardi�n de todas las dem�s excelencias de la Divinidad.

3. �Qui�n puede estimar suficientemente el valor de la liberaci�n de la ira venidera por los sufrimientos y la sangre de Jes�s, el Hijo de Dios?

III. La naturaleza de esta justicia gloriosa y de su ejercicio respetando el bien y el mal.

1. Su penetrante y trascendentemente perfecta inspecci�n del bien y del mal moral ( Isa�as 3:8 ; 2 Cr�nicas 16:9 ; Apocalipsis 1:14 ).

2. Su aprobaci�n del bien moral y su complacencia y deleite en �l.

3. Su honra y recompensa de la bondad moral.

4. Pensemos en el aspecto y procedimiento de este gran Juez contra el mal moral, por el rechazo, la desaprobaci�n y la venganza.

Solicitud&mdash

1. Al repasar las cosas que se hablan sobre este tema, la gloriosa justicia de Jehov�, es importante notar el lugar que ocupa esta excelencia entre las otras perfecciones de la Deidad. Es, en algunos aspectos, una consecuencia de la rectitud general del Ser Divino y de algunas otras excelencias particulares de Dios. Pero es de destacar especialmente que a la justicia pertenece el alto car�cter del atributo guardi�n, tanto en relaci�n a la gloria de todo lo Divino, como en referencia a los derechos e intereses de los seres creados entre s�.

2. Exige nuestra consideraci�n m�s seria, que no es sin gran dificultad que una criatura ap�stata pueda alcanzar visiones genuinas y poderosas del atributo de la justicia.

3. � Cu�n solemnes son los ejercicios de un alma creyente despierta, pidiendo expresamente a Dios la reconciliaci�n y la paz por la sangre de Jes�s!

4. � Cu�n perfecta es la gloria del sacrificio y la justicia de Jes�s, el Hijo de Dios! ( John Love, DD )

La justicia de dios

I. La excelencia de Su naturaleza lo prueba. Si �el que gobierna a los hombres debe ser justo�, si los gobernantes humanos deben ser justos, �cu�nto m�s debe ser el que los exige, el Gobernador, el Hacedor de todo el mundo! Y si le conviene a su oficio que sea as�, �qu� le puede inducir a apartarse de su car�cter?

II. Su propia Palabra lo muestra ( Jeremias 9:24 ; Salmo 19:9 ; Salmo 145:17 ; Hechos 17:31 ).

III. Sus mandamientos a los hombres lo prueban. Las cualidades que �l requiere en ellos son las que existen en �l mismo, y el fin de la obediencia del hombre debe compararse con su Hacedor.

IV. Su trato con los hombres lo demuestra. A ellos se declara eminentemente santo y justo; que de ninguna manera absolver� al culpable, y que finalmente pagar� a cada uno seg�n las cosas que haya hecho.

V. La necesidad de Su misma naturaleza lo demuestra. Es absolutamente imposible que un ser santo, bueno y sabio como la Deidad sea indiferente a las acciones de sus criaturas, o que habiendo dado una ley para su gu�a, sea indiferente en cuanto a la medida de su obediencia a ella. Entonces, �qu� queremos decir cuando hablamos de la justicia de Dios? Significa que ejecutar� toda Su ley; para que cumpla su palabra y pague a cada uno seg�n sus obras.

Para perfeccionar esta justicia, como deben suponerse todos los atributos de Dios, descender� a cada detalle de nuestra conducta; nada ser� demasiado peque�o para ser notado; nada se le puede ocultar; �l no pasar� por alto nada. Para que sea coherente con el car�cter espiritual de Su naturaleza y con esa santidad espiritual que �l requiere en Su pueblo, se extender� a todo pensamiento, a todo prop�sito, a todo deseo oculto del coraz�n, as� como a toda obra y obra. a cada acci�n. ( H. Raikes, MA )

Versículo 5

Se han corrompido a s� mismos.

Hombre corrompiendo su camino

Si consideramos lo que alguna vez pareci� ser este pueblo y lo que pens� que era, es posible que sepamos f�cilmente c�mo se corrompieron. Si los miras a la vez ( �xodo 19:8 ; Deuteronomio 5:27 ), los llamar�as ni�os. Nunca hubo una empresa de obediencia m�s justa.

Pero compare toda la pr�ctica de este pueblo con esta profesi�n, y la encontrar� sumamente contraria; de hecho se corrompieron a s� mismos, aunque se les advirti� que le prestaran atenci�n ( Deuteronomio 4:15 ). �Pero Ay! fue dentro de ellos que los destruy�; no hab�a en ellos un coraz�n como para escuchar y obedecer; pero se comprometen, ignorando sus propios corazones enga�osos, que eran desesperadamente malvados.

Y, por tanto, he aqu� la corrupci�n que sigui� a tal resoluci�n profesada: nunca antes prometieron obediencia, sino que desobedecieron; hicieron obras abominables y no hicieron bien, y esto es para corromper su camino ( Salmo 14:1 ). Podemos hacer nuestra esta canci�n. Nos hemos corrompido. Una vez que tuvimos una muestra justa de celo por Dios, de amor y deseo de reformar la vida, muchas empresas solemnes fueron que deber�amos enmendar nuestras acciones.

Pero, �cu�l es el fruto de todos? �Pobre de m�! nos hemos corrompido m�s de lo que Israel prometi�, pero hicimos voto de la m�s Alta enmienda de la vida. Imponga esta regla a nuestras pr�cticas, y �no somos una generaci�n perversa? �Oh! que est�bamos m�s afectados por nuestras corrupciones y �ramos m�s sensibles a ellas; entonces no podr�amos elegir sino lamentarnos por los nuestros y la partida de la tierra de Dios. Hay un gran estruendo de una reforma p�blica de las ordenanzas y la adoraci�n; �pero Ay! la deformaci�n de la vida y la pr�ctica a�lla todo ese ruido.

Todo hombre suele imputar sus faltas a algo fuera de s� mismo. Antes que los hombres tomen con su propia iniquidad, acusar�n a Dios que no les dio m�s gracia. Pero si los hombres se conocieran a s� mismos, deducir�an su corrupci�n y destrucci�n tanto de una fuente, es decir, de s� mismos. �Cu�l fue la fuente de la corrupci�n de este pueblo y el apostato de sus profesiones? El Se�or lo insin�a ( Deuteronomio 5:25 ).

�Oh, que tuvieran tal coraz�n! �Pobre de m�! Pobres, no os conoc�is a vosotros mismos que hablan tan bien; Te conozco mejor que t� mismo. Te declarar� tu propio pensamiento: no tienes coraz�n para hacer lo que dices. Si conocieras esta fuente de corrupci�n original, desesperar�as de hacerlo y dir�as: No puedo servir al Se�or. �Por qu� se corrompe nuestro camino? Porque nuestro coraz�n interior no fue limpiado, y porque no fue conocido.

Si hubi�ramos secado la fuente, los arroyos hubieran cesado; pero solo hicimos una represa y cortamos algunos arroyos durante una temporada. Pusimos nuestras resoluciones y prop�sitos como un cercado para contenerlo, pero el mar de la iniquidad del coraz�n, que est� sobre todas las cosas, lo desbord� y profan� nuestro camino m�s que en tiempos anteriores. Los tiempos no traen consigo males, sino que descubren lo que antes estaba escondido.

Todos los males y corrupciones que ahora ves entre nosotros, �d�nde estaban en el d�a de nuestro primer amor, cuando �ramos como un ni�o amado? �Se han levantado todos estos �ltimamente? No, ciertamente; todo lo que has visto y encontrado fue antes, aunque no aparecieron. Antes estaban en la ra�z, ahora ves el fruto. Ahora, as� es con nosotros; nos hemos corrompido a�n m�s. La reincidencia se presenta como canas, aqu� y all�, y no es percibida por los espectadores.

Ning�n hombre se vuelve peor al principio. Hay muchos pasos entre eso y lo bueno. La corrupci�n llega en el camino de los hombres como en los frutos; alguna parte comienza a alterar, y luego empeora, y pudre y corrompe al resto de las partes. Una manzana no se pudre de una sola vez, as� es con nosotros. Los hombres comienzan cuando tienen tiempo, pero corren por correo o ya est�. ( H. Binning. )

No el lugar de Sus hijos .

El lugar secreto

Con frecuencia existen grandes dificultades para identificar a las personas de los hombres, incluso cuando se las ha visto claramente. Nuestros tribunales de polic�a nos han proporcionado las pruebas m�s serias de que los hombres pueden ser enga�ados por completo en cuanto a la identidad de las personas. Volviendo al universo moral, la identidad all� es mucho m�s dif�cil de distinguir, ya que tanto el mundo moral como el religioso est�n plagados de pretendientes. No puedes saber con certeza qui�n de tus conocidos es cristiano y qui�n no.

Ves que el texto habla de ciertos lugares secretos. Estas son se�ales en las que los hombres no pueden enga�ar tan f�cilmente en cuanto a su identidad. La madre podr� saber si este es su hijo o no por el lugar que nadie m�s que ella conoce. El pretendiente puede ser muy parecido a su hijo: la voz puede ser la voz de Jacob, y las manos pueden no ser diferentes, y �l puede ser capaz de relatar muchas cosas acerca de su juventud que parecer�a que nadie m�s que el ni�o real podr�a saber. ; pero la madre recuerda que hab�a un lugar secreto, y si no est�, desv�a al pretendiente; pero si descubre esa muestra privada, sabe que el demandante es su hijo.

Hay marcas secretas en todo cristiano, y si no tenemos tambi�n la mancha del hijo de Dios, de poco nos servir� la forma en que, en nuestro atuendo y modales externos, podamos conformarnos con los miembros de la familia celestial.

I. Primero, entonces, ante la menci�n de lugares privados que ser�n la insignia de los regenerados, hay miles que dicen: �No eludimos ese examen. �En verdad, las se�ales de los santos tambi�n est�n en nosotros! �Son otros israelitas? nosotros tambi�n: desafiamos una investigaci�n ". �Que as� sea, entonces! Comencemos un examen minucioso. Ahora no voy a ocuparme de nada que sea p�blico. No estamos hablando ahora de acciones o palabras, sino de esas cosas secretas que los hombres han juzgado como marcas infalibles de su salvaci�n.

Aqu� hay un amigo ante nosotros, y al desnudar su coraz�n nos indica el lugar que cree que lo proclama como hijo de Dios. Lo describir�. El hombre ha abrazado la sana doctrina. Dondequiera que vaya, toda su charla es sobre su Shibboleth favorito, ��La verdad! �La verdad!" No es que la verdad antes mencionada haya renovado jam�s su naturaleza; no es que haya hecho de �l un mejor marido o un padre m�s bondadoso; no es que le influya en el comercio.

Ahora, se�or, no dudamos en decir acerca de usted, aunque no estar� muy complacido con nosotros por ello, que Cuatro manchas no es la mancha de los hijos de Dios. Ninguna forma de doctrina, por b�blica que sea, puede salvar el alma si s�lo la recibe la cabeza y no obra con su poderosa energ�a sobre el coraz�n. �Os es necesario nacer de nuevo�, es la palabra del Salvador; ya menos que nazcas de nuevo, tu naturaleza carnal puede retener la verdad en la letra sin discernir el esp�ritu; y si bien la verdad ser� deshonrada por sostenerse as�, usted mismo no se beneficiar� de ello.

II. �Cu�l es el verdadero lugar secreto que infaliblemente presagia al hijo de Dios? "A todos los que le recibieron, les dio poder para llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre". Entonces, aqu� est�: si he recibido a Cristo Jes�s en mi coraz�n, entonces soy un hijo de Dios. Esa recepci�n se describe en la segunda cl�usula como una creencia en el nombre de Jesucristo. Entonces, si creo en el nombre de Jesucristo, soy miembro de la familia del Alt�simo.

III. La discriminaci�n de manchas contaminantes. El t�rmino �mancha� tal como se usa en el texto no se leer� normalmente como lo hemos le�do. Sin duda, a la mayor�a de los lectores les sugerir� la idea del pecado, y muy apropiadamente, entonces el texto ser�a as�: el pecado del pueblo mencionado aqu� no es el pecado del pueblo de Dios. Hay una diferencia entre su culpa y las ofensas de los escogidos del Se�or.

Hay que hacer una discriminaci�n, incluso en cuanto a los puntos pecaminosos. Dios no permita que imagines que deseo disculpar los pecados de los creyentes. En algunos puntos de vista, cuando un creyente peca, su pecado es peor que el de otros hombres, porque ofende contra una luz mayor; se rebela contra mayor amor y misericordia; vuela en contra de su profesi�n; hace a pesar de la cruz de Cristo, y deshonra el nombre de Jes�s.

Los creyentes no pueden pecar a bajo precio. La menor mancha en un cristiano se ve m�s claramente que la mancha m�s sucia en el imp�o, as� como un vestido blanco muestra la suciedad antes. El pecado es una cosa horrible y, sobre todo, es detestable cuando acecha en un hijo de Dios; sin embargo, los pecados del pueblo de Dios difieren de los pecados de otros hombres en muchos aspectos importantes: no pecan con determinaci�n fr�a, es decir, pecar y pecar por s� mismo.

Un pecador en sus pecados es un p�jaro en el aire, pero el creyente en el pecado es como el pez que salta por un tiempo en el aire, pero debe regresar o morir. El pecado no puede ser satisfactorio para un esp�ritu inmortal regenerado por el Esp�ritu Santo. Si pecas, "abogado tienes para con el Padre, a Jesucristo el justo"; pero si pecas y amas el pecado, entonces eres siervo del pecado, y no hijo de Dios.

Una vez m�s, el hijo de Dios no puede mirar atr�s al pecado con ning�n tipo de complacencia. El imp�o tiene esta mancha, que despu�s del pecado hasta se jacta de ella; les dir� a los dem�s que se divirti� mucho en su malvado deporte. "Ah", dijo �l, "�qu� dulce es!" Pero ning�n hombre de Dios peca sin sentir dolor.

IV. Una exhortaci�n. Asegurarse de trabajar por la eternidad y dejar claro a su propia conciencia que son hijos de Dios. Ahora est� pendiente un caso famoso, en el que una persona afirma ser el hijo de un baronet fallecido. Supongo que dentro de poco lo decidir�n las m�ximas autoridades; mientras tanto, el caso est� pendiente, un caso muy importante para �l, porque de la decisi�n depender� su posesi�n o no posesi�n de vastas propiedades y enormes propiedades.

Ahora, en su caso, muchos de ustedes profesan ser hijos de Dios, y el cielo depende de la cuesti�n de la veracidad de su profesi�n. �Un hijo de Dios! Entonces tu porci�n es la vida eterna. �Un heredero de la ira, como los dem�s! Entonces tu herencia ser� la muerte eterna. �No est� seguro ahora si es un hijo de Dios o no? �No est� seguro ahora si su lugar es el lugar de los hijos de Dios? Entonces no dejes que pase una hora sobre tu cabeza hasta que hayas dicho: �Exam�name, oh Dios, y conoce mi coraz�n; pru�bame y conoce mis pensamientos; y mira si hay en m� camino de perversidad, y gu�ame por el camino�. camino eterno! " ( CH Spurgeon. )

Los ni�os y las manchas

I. Los hijos de Dios tienen sus manchas en esta vida. �Cu�ntas manchas nos observa cada d�a el santo ojo de Dios!

II. Hay una diferencia esencial entre las manchas de los hijos de Dios y las manchas de los no regenerados. Ciertamente, a la vista de Dios no hay diferencia en el pecado. Su naturaleza es la misma. Y el pecado sobre uno de los hijos de Dios, considerado abstractamente, es odioso.

1. Los hombres no regenerados pecan de manera deliberada y habitual. �Cu�ndo encontr� a un buen hombre que era un pecador habitual?

2. Los hombres no regenerados pecan libremente: no hay principio en su coraz�n que se oponga al pecado.

3. En las mentes no regeneradas siempre hay amor por alg�n pecado en particular; pero en el regenerado no hay un solo pecado que no desee su muerte.

4. � Cu�n diferentes son los sentimientos de los regenerados y los no regenerados, despu�s de haber cometido el mismo pecado, ambos por igual a los ojos de los hombres! Un hombre no regenerado puede llorar amargamente: �cu�l es la causa? �Verg�enza! Los hombres lo saben; tiene miedo al castigo. Pero, �qu� produce el dolor que siente un creyente? Porque ha blasfemado entre los hombres; porque ha ofendido a su Dios y ha levantado un muro entre Dios y su alma. Si un hijo de Dios ha ca�do, se mantendr� alerta y orante; si el imp�o gana la paz, seguir� su camino y seguir� pecando. ( John Hyatt. )

El lugar de los hijos de Dios

I. El pueblo de Dios tiene su lugar o s�mbolo distintivo. El t�rmino mancha se emplea aqu� claramente en alusi�n a la insignia distintiva que los id�latras sol�an recibir en sus frentes, rostros o manos, para mostrar a qu� Dios adoraban ( Apocalipsis 20:4 ). Ahora, los adoradores del Se�or tienen su marca distintiva, impresa no en sus personas, sino en su esp�ritu, temperamento, principios, conversaci�n y comportamiento, que es santidad para el Se�or ( Jeremias 2:3 ). Esta ha sido la marca del pueblo de Dios desde el principio, y todav�a lo es ( Zacar�as 14:20 ).

II. La deshonra de los que "no tienen la mancha de sus hijos". La lectura marginal da un giro notablemente importante al significado del texto. "No son sus hijos, esta es su mancha". Que no todos son Sus hijos a quienes se les considera as�, se admitir� f�cilmente, ya que la Iglesia visible abraza a muchos que no exhiben la marca distintiva. Y, si dentro de los l�mites de la Iglesia se encuentran aquellos que no son hijos de Dios, �qu� estimaremos de los que est�n fuera? Y si todos los que no son hijos de Dios pudieran serlo si lo hicieran, �qu� terrible mancha es esta en su car�cter!

1. Qu� reflejo del entendimiento de cualquier hombre pensar a la ligera en un beneficio tan grande:

2. Nuevamente, �cu�l debe ser su peligro si vive en este estado? �Cu�l es su miseria quien est� sin esperanza y sin Dios en el mundo? �Permanecer� tal mancha mucho tiempo sobre alguno de nosotros? ( J. Burdsall. )

Versículo 6

As� pagad�is al Se�or.

Magnitud de los favores divinos

I. Lo que Dios ha hecho por nosotros. Todo. Estamos en deuda con �l por nuestro ser y nuestro bienestar; para todas nuestras comodidades presentes y esperanzas futuras. La bondad de Dios es un mar sin l�mites, sin fondo ni orilla. Sus favores a la multitud, la diversidad y el esplendor, se asemejan a las estrellas del cielo, que cuanto m�s atentamente se miran, aparecen m�s numerosas y, si no estuvi�ramos tan inmensamente distantes de ellas, igualmente nos asombrar�an por su magnitud y orden.

1. Creaci�n.

2. Conservaci�n.

3. Redenci�n.

4. El Evangelio.

5. El Esp�ritu Santo.

II. C�mo debemos en raz�n, deber e inter�s recompensar al Se�or por Sus dones.

1. Si nosotros mismos somos las criaturas del poder de Dios, y no tenemos ninguna facultad del alma, ning�n miembro del cuerpo, ninguna dote de ning�n tipo, sino lo que hemos recibido de �l, seguramente nos conviene jactarnos de cualquier cosa que tenemos, como si no lo recibi�ramos; o para valorarnos por lo que no es nuestro, sino que nos prest� por poco tiempo, y pronto ser� redimido con usura.

2. Esto me lleva a una segunda inferencia, que las muchas misericordias de Dios han impuesto una obligaci�n indispensable sobre nosotros, sincera y agradecida, de alabarlo.

3. Pero, de nuevo, �no podemos inferir, de las observaciones anteriores, que no es menos nuestro deber confiar en Dios que alabarlo humildemente? Las muchas y maravillosas cosas que ha hecho por nosotros no dejan lugar para dudar ni de su bondad ni de su poder; ya sea por su inclinaci�n o capacidad para ayudarnos y salvarnos.

4. La bondad amorosa del Se�or para con nosotros, tan maravillosamente demostrada, tan incesantemente ejercitada, a pesar de nuestra ingratitud, ciertamente exige recompensas de amor y nos pone bajo la obligaci�n indispensable de servirle y glorificarle. ( J. Benson. )

Un llamado a la conciencia

Ninguna flecha es tan afilada como una pregunta oportuna y bien dirigida, con alas con tanta precisi�n como �sta. Va directo a la conciencia; y cualquier otra cosa de la que trate la religi�n, debe ocuparse principalmente de la conciencia. La canci�n procede a apelar a la imaginaci�n, la memoria, el juicio, el coraz�n, pero todo con el fin de llegar, a trav�s de ellos, a la conciencia. Su gran prop�sito es poner al Se�or en contacto con la conciencia del pueblo; y como no hay ganchos de agarre m�s efectivos para apoderarse de la conciencia y amarrarla estrechamente junto a �l que una serie de preguntas, las tenemos aqu� en una serie triple: �As� pag�is al Se�or, oh pueblo necio e insensato ?

�No es �l tu Padre que te compr�? es decir, �ha pagado por tu emancipaci�n fuera de Egipto, para que puedas escapar sin escamas y libre? "�No te hizo y te estableci�?" Hiciste de ti un pueblo y una naci�n, te dieron un nombre y un lugar de distinci�n sin precedentes entre las tribus circundantes, establecieron leyes e instituciones establecidas entre ti, te promovieron a privilegios peculiares y te pusieron en la condici�n de una Iglesia ordenada y bien regulada. y el estado? Era un momento adecuado para recordar el pasado, recordar su nada original, hacer una revisi�n de lo que alguna vez fueron y en lo que ya se hab�an convertido. ( AH Drysdale, MA )

La retribuci�n ingrata del hombre a Dios

A veces he tenido la desgracia de sentarme en conciertos donde las personas charlaban y re�an y re�an durante la interpretaci�n de los pasajes m�s profundos de las sinfon�as de los grandes artistas; y nunca dejo de pensar, en esos momentos, �No pido saber ni a ti, ni a tu padre y a tu madre, ni a tu nombre: s� lo que eres, por la forma en que te conduces aqu�, por la falta de simpat�a y aprecio que manifiestas respetando lo que pasa a tu alrededor.

�Dif�cilmente podr�amos evitar golpear a un hombre que deber�a estar mirando las Cataratas del Ni�gara sin mostrar emociones de asombro y admiraci�n. Si vi�ramos a un hombre caminar a trav�s de galer�as de genios, totalmente indiferente a lo que vio, deber�amos decirnos a nosotros mismos: "Libr�monos de una criatura tan insensible como esa". Ahora les pido que se emitan el mismo juicio. �Qu� crees que los �ngeles, que han temblado y estremecido de gozo ext�tico en la presencia de Dios, piensan cuando ven cu�n indiferente eres al amor y bondad Divinos en los que est�s perpetuamente ba�ado, y por los que eres bendecido y sostenido cada d�a? momento de sus vidas? �C�mo pueden hacer otra cosa que acusarte de una monstruosa ingratitud e insensibilidad moral que presagia tanto culpa como peligro? ( HW Beecher. )

�No es �l tu Padre que te compr�?

Relaci�n y reclamo paternos de Dios

I. Dios como padre de su pueblo.

1. Los ha redimido por Cristo ( 1 Pedro 1: 18-19 ).

2. �l es el Autor de su existencia espiritual ( Efesios 2:10 ).

3. Les ha provisto paternalmente ( Filipenses 4:19 ).

4. Les concede protecci�n parental ( Salmo 91: 4 ).

5. Imparte instrucci�n paterna ( Isa�as 54:13 ).

6. Se deleita mucho en ellos ( Isa�as 66:13 ).

7. Administra la correcci�n paternal ( Jerem�as 30:11 ).

8. �l les ha provisto paternalmente ( Salmo 31:19 ).

II. Los derechos que tiene sobre sus hijos.

1. Debe tener nuestra mayor reverencia ( Hebreos 12:28 ).

2. Debe tener nuestro afecto supremo ( Deuteronomio 6: 5 ).

3. Debe poseer nuestra confianza inquebrantable ( Isa�as 12: 2 ).

4. Debe tener nuestra alegre obediencia ( 2 Corintios 10: 4-6 ).

5. Nuestra continua gratitud y alabanza ( 1 Pedro 2: 9 ). ( TB Baker. )

El car�cter paterno de Dios

El t�rmino "padre" implica todo lo m�s tierno y cari�oso. El amor de un padre es inconmensurable. Se extiende a todo lo que pueda afectar el bienestar de su descendencia. �No es Dios tu padre?

1. �No te cre� �l? �No fue �l quien, habi�ndote creado, te confi� al cuidado de tus padres terrenales y dispuso sus mentes para velar con incesante cuidado por tu bienestar? Por lo tanto, �no es s�lo en un sentido secundario que debemos atribuir el t�rmino de padre a nuestro padre terrenal, mientras que el significado principal y completo de la palabra pertenece solo a nuestro Creador? Recordemos que, al tener a Dios por Padre, poseemos el honor m�s alto y el privilegio m�s noble que cualquier ser creado puede disfrutar.

2. Hay otro sentido en el que Dios reclama justamente el t�tulo de Padre. �l es el Padre que nos compr�. Cuando he reflexionado sobre las pruebas importantes que Dios ha dado de sus sentimientos paternos hacia nosotros, a menudo me ha sorprendido que aquellos cuya gratitud hacia sus padres terrenales es ilimitada, muestren tan poco afecto a su Padre celestial y dependan tan poco de ellos. Su amor y misericordia.

Las razones de esta inconsistencia me parecen las siguientes.

1. El apego indebido que solemos poner en los objetos de los sentidos. Vemos y conversamos con un padre terrenal, pero nuestros sentidos corporales no nos informan de la presencia de Dios. Sin embargo, las pruebas de su presencia son en realidad m�s fuertes y numerosas que las que dan fe de la existencia de cualquier objeto material.

2. Debido a la debilidad del entendimiento humano, continuamente abrigamos una estimaci�n indebida de las segundas causas. No sentimos el alcance de nuestras obligaciones para con nuestro Padre celestial, porque muchas de las bendiciones que �l otorga nos las comunica alg�n instrumento designado para ese fin. Sin embargo, probablemente se reconocer� en general que el car�cter de Dios es bueno y misericordioso. Es en el uso pr�ctico de tal conocimiento que estamos m�s predispuestos a fracasar.

Este es, por tanto, el fin al que ahora dirigir� su atenci�n.

1. Debes tener la mayor reverencia por sus leyes. Lea la Biblia constantemente porque contiene la voluntad de su Padre celestial.

2. Esta visi�n del car�cter de Dios como nuestro Padre da una idea justa de la verdadera naturaleza de la religi�n. La religi�n es el homenaje que le rindes a tu Padre celestial. Es la regulaci�n de sus vidas por Su santa Palabra. Es el disfrute de los innumerables beneficios ofrecidos a la humanidad a trav�s de Su amado Hijo. La religi�n debe llevar el sello y el car�cter de su Autor.

3. �Es Dios nuestro Padre? Entonces debemos mantener una relaci�n con �l mediante la oraci�n frecuente, y alabarlo diariamente por Sus innumerables misericordias.

4. �Es Dios nuestro Padre? Pongamos, entonces, una generosa confianza en �l. ( J. Venn, MA )

El car�cter paterno de Dios

I. Dios como padre de su pueblo.

1. Dios es el Autor de su existencia espiritual.

2. Hace provisi�n paterna para sus hijos.

3. Brinda protecci�n parental a sus hijos.

4. Imparte instrucci�n paterna.

5. Se deleita paternalmente con sus hijos.

6. Administra la correcci�n paterna a sus hijos.

7. �l pone una provisi�n paterna para sus hijos.

II. Los derechos que tiene sobre sus hijos.

1. Debe recibir de nosotros la m�s alta reverencia. Debemos cultivar Su miedo.

2. Debe tener nuestros afectos supremos. "Amar�s al Se�or tu Dios", etc.

3. Debe poseer nuestra inquebrantable confianza. Conf�a en �l en todo momento.

4. Debe tener nuestra alegre obediencia. �Sed seguidores de Dios como hijos amados�, etc.

5. Recibir� de nosotros nuestras m�s exaltadas alabanzas. ( J. Burns, DD )

Versículos 7-8

Recuerda los d�as de anta�o.

Ejemplos particulares de la bondad de Dios

1. Algunos eran antiguos; y para probarlos recurre a los registros. Las historias aut�nticas de la antig�edad son de singular utilidad, especialmente la historia de la Iglesia en su infancia.

2. Otros eran m�s modernos; y como prueba de ellos, apela a sus padres y ancianos que ahora estaban vivos y con ellos. Los padres deben ense�ar diligentemente a sus hijos no solo la Palabra de Dios, Sus leyes ( Deuteronomio 6:7 ) y el significado de Sus ordenanzas ( �xodo 12:26 ), sino tambi�n Sus obras y los m�todos de Su providencia ( Salmo 87:3 ; Salmo 87:6 ). Y los ni�os deben desear el conocimiento de aquellas cosas que ser�n �tiles para comprometerlos con su deber y dirigirlos en �l.

3. Aqu� se ampl�an tres cosas como ejemplos de la bondad de Dios para con su pueblo, y fuertes obligaciones sobre ellos de no abandonarlo nunca.

(1) La designaci�n temprana de la tierra de Cana�n para su herencia; porque aqu� era un tipo y figura de una herencia celestial, que fue ordenada y preparada desde hace mucho tiempo en los consejos divinos.

(a) La sabidur�a de Dios ha establecido los l�mites de la habitaci�n del hombre y ha determinado tanto el lugar como el tiempo de nuestra vida en el mundo ( Hechos 17:26 ).

(b) La sabidur�a infinita tiene un vasto alcance y dise�a de antemano lo que se lleva a cabo mucho despu�s ( Hechos 15:18 ).

(c) El gran Dios, al gobernar el mundo y ordenar los asuntos de los estados y reinos, tiene una consideraci�n especial por Su Iglesia y pueblo, y consulta su bien en todos ( 2 Cr�nicas 16:9 ; Isa�as 45:4 ).

(2) La formaci�n de ellos en un pueblo, para que fueran aptos para entrar en esta herencia, como un heredero mayor de edad, en el tiempo se�alado. En esto tambi�n Cana�n era una figura de la herencia celestial; porque como fue propuesto y dise�ado desde la eternidad para todo el Israel espiritual de Dios, as� est�n en el tiempo (y es una obra del tiempo) preparados y hechos Colosenses 1:12 para �l ( Colosenses 1:12 ).

(3) El asentamiento de ellos en una buena tierra.

(a) Gloriosas victorias sobre sus enemigos.

(b) Muchas cosas buenas. ( Matthew Henry, DD )

Preg�ntale a tu padre y �l te lo mostrar�; tus ancianos, y ellos te lo dir�n .

Ventajas de la consulta

Hay mucha verdad en el proverbio: El que no aprender� de nadie m�s que de s� mismo, seguramente tendr� un necio por maestro. La forma de avanzar en el conocimiento es ser conscientes de nuestras propias deficiencias y estar dispuestos a aprovechar nuestra ayuda. �Si alguno de vosotros tiene falta de sabidur�a, p�dala a Dios�, etc. Hay �teres que pueden consultarse subordinadamente; poseen y pueden impartir un poco de Su juicio: porque en Su luz ven la luz.

Los labios del sacerdote deben guardar conocimiento; y buscar�n la ley de su boca, porque �l es el mensajero del Se�or de los ej�rcitos. Y no solo los ministros, sino los cristianos privados pueden ser �tiles. Fuimos dise�ados para vivir en un estado de conexi�n y dependencia unos de otros: y mientras los ancianos necesitan la fuerza y ??la actividad de los j�venes, los j�venes necesitan la prudencia y el consejo de los mayores. �Pero qu� ventaja obtenemos de la escritura y la impresi�n! Los p�jaros y las bestias no son m�s sabios ahora que cuando fueron a No� en busca de refugio y a Ad�n en busca de nombres.

Es casi lo mismo con la vida salvaje: el conocimiento no se conserva, transmite y aumenta por falta de libros. Pero como consecuencia de estas ayudas, las mejoras de una �poca fluyen a otra, y la corriente se agranda continuamente por la afluencia de descubrimientos adicionales. ( H. Jay. )

Cuando el Alt�simo reparti� a las naciones su herencia.

Las naciones divididas

1. Dios originalmente dividi� a las naciones su herencia. Cuando, despu�s del diluvio, dio la tierra nueva a los hijos de los hombres, no la arroj� entre ellos, por as� decirlo, para una especie de revuelo, para que cada uno pudiera apoderarse de lo que pudiera; sino que les asign� sus varios porciones, para que los descontentos no invadan a los pac�ficos, ni los poderosos se aprovechen de los d�biles. Dios permite lo que no aprueba, pero nada puede ser m�s contrario a su designio y placer que los estados poderosos invadir e incorporar a los peque�os. Y el crimen generalmente se castiga a s� mismo. Tales accesiones injustas y forzadas se convierten en fuentes de malestar, corrupci�n y revuelta.

2. En la disposici�n de los l�mites y condiciones de la humanidad, hizo especial referencia a la futura comunidad de Israel. Porque eran, con mucho, el destacamento m�s importante de la raza humana. Eran los depositarios de la religi�n revelada, los herederos de la justicia que es por la fe, etc. Debe observarse una cosa. No estaban destinados a absorber el favor divino, sino a ser sus difusores. No solo deb�an ser bendecidos, sino tambi�n bendiciones.

3. Si bien aqu� vemos que no hay nada como el azar en el gobierno del mundo, existe lo que podr�a llamarse una providencia peculiar en casos particulares. Y no podemos evitar pensar en nuestro propio pa�s. Ning�n pa�s en la tierra tiene tal comparaci�n con Judea, en privilegios y dise�o.

4. Las econom�as del cielo en la tierra siempre han estado reguladas por un fin - la causa del Mes�as: y si pudi�ramos ver las cosas como Dios las ve, deber�amos percibir c�mo todas las revoluciones del mundo; los cambios de imperio han afectado esta causa - inmediatamente o - remotamente - en una forma - de logro - o preparaci�n - de purificaci�n o - aumento - de solidez o - difusi�n: y que todas las cosas son continuar, no solo de manera coherente, sino tambi�n conducente a �l. ( H. Jay. )

Versículo 9

La porci�n del Se�or es su pueblo.

Una porci�n de elecci�n

1. El texto nos ense�a que la Iglesia de Dios es propiedad peculiar y especial del Se�or. �De Jehov� es la tierra y su plenitud: el mundo y los que en �l habitan�. Tanto por creaci�n como por providencia, Jehov� es el poseedor soberano de todo el universo. Que nadie se atreva a disputar sus afirmaciones, ni a decir que �l no es el gran due�o de todas las cosas, porque as� dice el Se�or: �He aqu�, todas las almas son m�as.

�Pero �l tiene una propiedad especial en Su Iglesia. Como un rey puede tener abundantes posesiones, sobre todas las cuales tiene indudable derecho, pero a�n as� tiene tierras de la corona real que son suyas en un sentido muy especial; as� tiene el Se�or de todos un inter�s peculiar en Sus santos. As� como Osborne, Balmoral y Windsor pertenecen a nuestro soberano por una tenencia que difiere de su t�tulo y derecho al Reino Unido, la Iglesia es la herencia peculiar del Rey de reyes. "La porci�n del Se�or es su pueblo". �C�mo son las suyas?

(1) Respondemos, primero, por Su propia elecci�n soberana. As� lo orden� para hacer Sus elegidos y poner Su amor sobre ellos.

(2) No solo son Suyos por elecci�n, sino por compra.

(3) Tambi�n son suyos por conquista. El viejo Jacob, cuando yac�a moribundo, le dio a Jos� una porci�n por encima de sus hermanos, que hab�a tomado de la mano del amorreo con su espada y con su arco. El Se�or Jes�s puede decir verdaderamente de su pueblo, que los ha tomado de la mano del amorreo con su espada y con su arco. Tu mano conquistadora, oh Jes�s, cuando est�s clavada en la Cruz, rasga las cadenas de Tus hijos. De hecho, somos los cautivos conquistados de Su amor omnipotente.

2. En segundo lugar, el texto muestra que los santos son objeto del cuidado especial del Se�or. "Los ojos del Se�or corren de un lado a otro por toda la tierra", �con qu� objetivo? "Para mostrarse fuerte en favor de aquellos cuyo coraz�n es perfecto para con �l". Las ruedas de la providencia est�n llenas de ojos; pero �en qu� direcci�n miran? Pues, para que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayuden a bien, esto es, a los que conforme a su prop�sito son llamados.

3. El texto incluye la idea de que la Iglesia es el objeto del gozo especial del Se�or, porque la porci�n del hombre es aquello en lo que se deleita. Vea qu� t�rminos usa; �l los llama Su morada. "En el juda�smo es conocido Dios, su nombre es grande en Israel, en Salem tambi�n est� su tabern�culo, y su morada en Sion". �Porque el Se�or ha escogido a Sion; Lo ha deseado para su habitaci�n.

�D�nde se siente m�s c�modo un hombre? En casa. Se nos dice expresamente que la Iglesia es el reposo del Se�or. "Este es Mi reposo para siempre, aqu� habitar�, porque lo he deseado". Como si todo el mundo fuera Su taller y Su Iglesia Su reposo. En el universo ilimitado, �l est� ocupado ordenando las estrellas, cabalgando sobre las alas del viento, haciendo de las nubes Su carro; pero en Su Iglesia �l est� en reposo, en Sion el Eterno pasa Sus S�bados.

A�n m�s, hay una imagen incomparable en la Palabra donde el Se�or incluso es representado cantando con gozo sobre Su pueblo. �Qui�n podr�a haber concebido al Eterno estallando en una canci�n? Sin embargo, est� escrito: �l se regocijar� por ti con gozo, descansar� en su amor, se gozar� por ti con c�nticos. Mientras miraba el mundo, habl� y dijo: �Es muy bueno�, pero no cant�.

Y al ver las obras de la providencia, no oigo que cante; pero cuando �l mira en ti, la sangre comprada por Jes�s, Sus propios escogidos, el gran coraz�n del Infinito ya no se refrena, sino, maravilla de maravillas, Dios, el Eterno, canta con el gozo de Su alma. En verdad, "la porci�n del Se�or es su pueblo".

4. Nuestro texto nos ense�a que el pueblo de Dios es su posesi�n eterna. �l nunca vender� a Sus hijos por un precio; ni si pudiera tener mejores personas en su lugar, las cambiar�a. Son Suyos y ser�n Suyos mientras dure el tiempo; y cuando el tiempo termine y la eternidad llegue, �l nunca podr�, nunca rechazar� a Su pueblo elegido. Regocij�monos en esto y alegr�monos sobremanera. "La porci�n del Se�or es su pueblo". ( CH Spurgeon. )

El pueblo del Se�or

I. �Qu� se dice del pueblo del Se�or?

1. Son un pueblo elegido.

2. Son un pueblo renovado.

3. Son un pueblo de fe.

4. Son un pueblo justificado.

5. Son personas que realizan buenas obras.

II. Donde Dios encuentra a su pueblo cuando los llama.

1. Alienado de Dios.

2. Ignorante de Dios.

3. Como vagabundos, descarriados.

4. Extra�os a s� mismos.

5. Voluntarios esclavos de Satan�s.

6. Muerto en pecados.

III. El cuidado especial que el Se�or tiene de su pueblo.

1. �l los gu�a:

(1) A Cristo para salvaci�n.

(2) Ver m�s en la plaga de su propio coraz�n.

(3) En el horno de la aflicci�n espiritual.

2. Les instruye:

(1) En el plan de salvaci�n.

(2) En la doctrina de la Trinidad.

(3) En la eficacia de la muerte de Cristo.

(4) En la entra�able relaci�n que Dios mantiene con su pueblo, como su Padre, etc.

(5) En todas las bendiciones del pacto. ( JJ Eastmead. )

El pueblo de Dios su porci�n

La palabra "porci�n" significa una posesi�n que un hombre reclama como suya, que valora mucho y en la que se deleita mucho. No podemos creer que los ingleses son el pueblo de Dios, los franceses, los alemanes o los rusos; pero podemos decir que Dios tiene un pueblo en Inglaterra, Francia, Alemania y Rusia; etc�tera. Porque su pueblo real ya no es conocido como jud�o o gentil, b�rbaro, escita, esclavo o libre; pero los que est�n en toda naci�n debajo del cielo son suyos que le adoran en el Esp�ritu, y se regocijan en Cristo Jes�s, y no tienen confianza en la carne.

Este es su pueblo; �l se complace en ellos, y los cuenta como Su porci�n, una posesi�n m�s querida para �l por encima de todas las dem�s. Por supuesto, hablamos de tierra. En el cielo puede tener lo que es a�n m�s caro; pero cuando mira hacia la tierra, no ve nada tan precioso como aquellos a quienes ha elegido para ser su pueblo, la suerte de su herencia. Veamos, entonces, por qu� motivos �l los valora tanto. Estos son tres: le son queridos - como comprados a un precio tan costoso; como regenerado por Su gracia en la tierra; como en el futuro para ser glorificado en el cielo.

I. Ahora bien, cuando un hombre paga un gran precio por algo, debe haberlo estimado muy valioso antes de que se le pudiera inducir a dar tanto por ello; y de la misma manera, argumentamos muy correctamente cuando decimos que el hecho de que Dios haya dado a su Hijo para salvar al mundo fue una prueba de cu�n fuertemente sus entra�as anhelaban la humanidad, cu�n preciosas eran a sus ojos. Pero esta no es la caracter�stica exacta del caso que tenemos ante nosotros, que nos proponemos considerar.

No estamos hablando de ese amor de Dios al mundo que lo llev� a dar a su Hijo para salvarlo; sino de Su amor para con los que as� fueron comprados y salvados. Y aqu� tambi�n, si miramos la manera de los hombres, sabemos bien que aquello por lo que un hombre ha trabajado duro y ha comprado caro, lo premia en consecuencia; inspecciona las hect�reas que, a costa de mucho trabajo, ha hecho suyas, con sentimientos muy diferentes a los de su heredero, en cuyas manos caen sin ning�n cuidado ni gasto de su parte, y que acaso disipa lo que su antecesor. hab�a adquirido.

Es este �ltimo caso el que ilustra el amor que Dios tiene por su pueblo, los ama porque tanto se ha pagado por ellos; No quisiera que perecieran las almas por las que Cristo muri�; Su alma se entristecer�a por la p�rdida de aquello que los consejos de Su sabidur�a y los tesoros de Su amor se hab�an gastado en procurar.

II. Cuando un hombre, a un precio muy alto, ha comprado un terreno bald�o que, debido al paisaje, el aire y las capacidades del suelo, destina para su futura residencia, examina lo que ahora se ha convertido en su lugar. propiedad con mucho inter�s. Pero en su estado actual no puede verlo con entera satisfacci�n; no puede morar en el pantano, ni establecerse en la �nica casucha mezquina que se encuentra en las instalaciones; pero no permitir� que se pierda la gran suma que ha pagado.

Por lo tanto, hace que se inspeccione el conjunto, establece un plan de mejora y fija el lugar de su vivienda prevista. Despu�s de un tiempo, la escena cambia, se recupera el pantano, aula y maleza, y se barren todos los objetos desagradables, se plantan �rboles, se distribuyen los terrenos con buen gusto y se erige una hermosa mansi�n. El propietario ahora lo mira con otros ojos que antes, est� encantado con la belleza que contempla y con gusto fija su morada all�.

As� es como el Se�or al principio contempla a los que compr� con la muerte de Su Hijo. El mero hecho de que Cristo haya muerto por ellos no cambia su car�cter m�s de lo que el hecho de que un hombre haya pagado la compra de un desolador com�n lo convierte en una escena de hermosura. No; hay mucho que hacer con la tierra del coraz�n, as� como con la tierra de la tierra; y el que emprende el trabajo es un h�bil operador y seguro que tendr� �xito.

Pero aqu� cesa el paralelo; nuestra ilustraci�n nos abandona, no puede ayudarnos m�s. C�mo act�a el hombre sobre el suelo inerte, podemos comprenderlo; pero no puede entender c�mo act�a Dios sobre la mente. El proceso de educaci�n es el m�s cercano a �l; porque as� como ense�amos a los ni�os con libros y los estimulamos con recompensas y castigos, Dios trata con su pueblo en una forma de instrucci�n y disciplina.

III. Si, entonces, el pueblo de Dios es Su porci�n aqu� abajo; si tal es la excelencia de la santidad real, que, por imperfecta que sea su santidad, su Padre celestial no ve nada que se le compare, nada digno de ser mencionado con �l, en todo el �mbito de nuestro globo, �qu� porci�n ser� Su los redimidos sean para �l, cuando todo resto del pecado sea terminado; cuando vea en ellos la semejanza completa de su hermano mayor, su amado Hijo, y se complazca en ellos, como �l est� complacido con �l. Y ahora perm�tanme, en conclusi�n, mostrarles que todas las consideraciones que mueven a Dios a tomarnos como Su porci�n deben ser tantos argumentos para inducirnos a seguir la santidad.

1. En primer lugar, el precio pagado por nosotros. �Cristo muri� para redimirnos de este presente mundo malo? y �seremos conformados al mundo que lo crucific�?

2. Adem�s, considere cu�n excelente es la verdadera santidad. Si el pueblo del Se�or es Su porci�n, es porque es un pueblo santo. Se regocija por ellos a causa de su santidad. Piense, entonces, en la dignidad real y el valor excelente que debe haber en lo que Dios mismo aprueba.

3. Pero mire m�s all� del fin de sus d�as aqu� abajo - mire esos d�as que no conocer�n un fin. Piense en la santidad y la bienaventuranza de ese estado para el cual Dios lo est� preparando, y si�ntase contento de ser guiado y disciplinado para ello de la manera que a �l le plazca. ( J. Fawcett, MA )

Los buenos hombres como propiedad de Dios

I. Se encuentran entre sus propiedades m�s valiosas.

1. Tienen alma. Un alma es m�s valiosa que el mundo entero. Las almas pueden pensar en Dios y amarlo; el universo material no puede.

2. Almas redimidas.

II. Se encuentran entre sus propiedades m�s gratificantes. ( Homilista. )

La Iglesia la porci�n de Dios

Con esto no se da a entender que Dios nos necesita, o cualquier criatura, para agregar algo a Su bienaventuranza; es imposible suponerlo. No podemos ser necesarios para el Se�or de otra manera que le proporcionemos oportunidades de mostrar Su gracia y suficiencia total. Pero aunque no implica nada tan despectivo para Dios, significa algo de la mayor consecuencia para nosotros.

1. En primer lugar, implica un cuidado tierno. La porci�n de un hombre es la parte m�s valiosa de su sustancia, que se preocupa m�s que nada por preservar: y si en alg�n momento est� en peligro, es infatigable hasta que sea asegurada. De la misma manera, la Iglesia, y cada miembro particular de ella, est� a cargo de la providencia de Dios.

2. Una porci�n es objeto de deleite. �Con qu� placer contempla el mundano sus posesiones! Deja a su �ntimo amigo y agradable compa��a para contar su amado tesoro. Camina por sus campos todos los d�as con un nuevo placer; y cada vez ve, o cree ver, nuevas bellezas en la perspectiva que lo rodea. Sin embargo, esto representa de manera muy imperfecta el deleite que el Se�or se describe como tomando en Su pueblo. Joyas, tesoros, herencia, ni�os son las entra�ables denominaciones por las que se distinguen.

3. Una porci�n implica expectativa. Donde se da mucho, se requerir� mucho. Donde ha distinguido a alguien con peculiar se�ales de consideraci�n, espera obras de fe y obras de amor; fecundidad en toda buena obra, y aumento en el conocimiento de Dios. Espera que su pueblo sea esencialmente diferente del resto del mundo; que brillen como luces en el mundo y adornen la doctrina de Dios su Salvador en todas las cosas; y que su progreso en gracia y santidad sea proporcional a sus diversas ventajas.

4. Podr�a mostrarles aqu� en particular c�mo llegamos a ser la porci�n de Dios.

(1) Pero consideremos ahora, por lo que se ha dicho, cu�n lamentable es que la porci�n del Se�or sea tan peque�a; que, entre toda la raza humana, haya tan pocos a quienes las palabras del texto puedan aplicarse correctamente.

(2) � Cu�n sol�citos debemos ser para saber si somos la porci�n del Se�or o no!

(3) �Caminemos dignos de la vocaci�n a la que somos llamados�.

(4) Finalmente, regocij�monos en la perspectiva de ese per�odo glorioso, cuando el Se�or posea plenamente Su porci�n y nosotros poseamos plenamente la nuestra. ( S. Lavington. )

Versículo 10

Lo encontr� en una tierra des�rtica.

Dios y su pueblo

I. Ahora bien, aunque uno de los principales objetivos de este discurso ser� adaptar esta porci�n de la Escritura a nuestro propio tiempo, ser� bueno ofrecer algunos comentarios con respecto a su aplicaci�n principal; y se puede considerar que contienen un resumen de todo lo que hab�an sufrido los israelitas, de todo lo que Dios hab�a hecho a favor de ellos, de su salida de la esclavitud de Egipto, los peligros de su viaje y el poder de su liberaci�n.

II. Ahora hablar�a sobre tres estados y condiciones de los creyentes que el texto parece representar.

1. Contemplamos al creyente o israelita espiritual en su estado natural: "Una tierra des�rtica, un desierto desolado y aullante". Debemos ser humildes; porque la idea de un "buen coraz�n", de la que tanto se habla, es como un gusano en el alma. Cualesquiera que sean los consuelos de la fe, no es posible que Cristo sea todo, a menos que el hombre se sienta realmente nada.

2. Nuestro texto describe al creyente en un estado regenerado. Encontrado por Dios, dirigido e instruido por Dios. Aqu� est�n las diversas etapas de la experiencia cristiana. El hombre se encuentra en Dios, en lugar de Dios se busca en el hombre. La obra de redenci�n es Divina en su comienzo, as� como en su consumaci�n; y el Esp�ritu Santo, a trav�s de cuyas operaciones solamente el alma est� preparada para la gloria final, da el primer impulso y excita la gloriosa aspiraci�n.

�Fui hallado de los que no me buscaban�; y, sin embargo, estas palabras pueden aludir especialmente al llamado de la Iglesia Gentil, observa que son descriptivas de la experiencia individual de cada creyente. "Encontrado por Dios". Este, entonces, es el comienzo de la vida espiritual; y aunque cuando la flecha de la convicci�n entra por primera vez en la conciencia, el pecador exclama, como Acab hizo con El�as: "�Me has encontrado, oh enemigo m�o?" Sin embargo, actualmente el alma se regocija en su liberaci�n.

El sentido de la carga del pecado cede antes de la manifestaci�n de Cristo: y el hombre as� hallado por Dios encuentra su culpabilidad quitada, y una salvaci�n plena ampliamente provista y asegurada. Pero mientras que los �caminos de la religi�n son caminos agradables, y todos sus caminos son paz�, sin embargo, el curso de los tratos de Dios con su pueblo nunca es de serenidad inquebrantable; es, por el contrario, "a trav�s de mucha tribulaci�n" que se entra en el reino de los cielos; y el camino que recorre un cristiano es generalmente tan tortuoso que s�lo puede describirse diciendo: Dios lo llev�, desde jardines sonrientes con flores de esperanza hasta desiertos despojados de hojas, de follaje, de belleza.

3. Aquel que est� en un estado regenerado tambi�n est� en un estado seguro y protegido, que es la �ltima condici�n que describe nuestro texto; Dios mantiene a los verdaderos creyentes "como a la ni�a de sus ojos". ( H. Melvill, BD )

El viaje por el desierto

I. Los tratos de Dios con su pueblo antiguo. Dios "encontr�" a Israel. Por su propio amor inescrutable, Dios eligi� llevar a este pueblo consigo; Los encontr� y los convirti� en una naci�n para su alabanza. Y se dice: "Lo encontr� en una tierra des�rtica, y en un desierto aullador y desolado". Entiendo que esta expresi�n puede relacionarse tanto con la posici�n en la que los hijos de Israel fueron hallados por primera vez por Dios, en esclavitud en Egipto, como con su posici�n durante sus cuarenta a�os de estancia en el desierto.

Luego se dice adem�s que "�l lo llev� de un lado a otro". Esto es en alusi�n a la circunstancia de que Dios no condujo al pueblo por un camino recto a trav�s del desierto, desde la orilla del Mar Rojo hacia la tierra prometida; pero en lugar de esto, se ocuparon cuarenta a�os en una ruta tortuosa. Y al conducir as� a la gente, �les instruy�. Los instruy� de muchos tipos, de muchos acuerdos providenciales, de muchos estatutos y ordenanzas que no fueron dadas a ninguna otra naci�n.

Los instruy� con misericordias, con amonestaciones, con juicios; Les instruy� con muchas muestras de bondad amorosa, con muchas interposiciones de poder, con muchas manifestaciones de su determinaci�n de bendecir a los obedientes y castigar a los transgresores. Y durante todo el per�odo, se dice adem�s: "Lo guard� como a la ni�a de sus ojos". Los protegi� con su poder, dej� en claro a todos sus enemigos que el amplio escudo de la Omnipotencia estaba arrojado sobre ellos, y que estaba decidido a protegerlos del peligro y a ponerlos en posesi�n de la tierra que hab�a prometido. sus padres que les dar�a.

II. Tal es la aplicaci�n literal de las palabras. Ahora, veamos su acomodaci�n espiritual - su acomodaci�n al Israel espiritual de Dios.

1. Primero, aqu� est� el creyente "encontrado" por Dios. �Lo amamos porque �l nos am� primero�. �D�nde lo encuentra Dios? �En una tierra des�rtica�, etc. No hay nada en la creaci�n de lo que podamos obtener el suministro de las necesidades espirituales del alma. E incluso despu�s de que Dios ha encontrado a una persona, la descripci�n sigue siendo v�lida. No tenemos una habitaci�n fija en la tierra; y estamos en constante peligro de enemigos.

Pero �oh! es una bendici�n saber que as� como Dios en la antig�edad encontr� a su pueblo Israel en el desierto desolado y aullante y en la tierra desierta, tambi�n encuentra a su pueblo todav�a; y la prueba de que los ha encontrado es que los gu�a. Y aqu�, tambi�n, la descripci�n que se da en el texto es muy precisa, ya que se dice: "Lo llev� de un lado a otro".

2. A menudo entran en juego m�ltiples pruebas en el trato de Dios con su pueblo; Les permite encontrar aflicciones agudas, pruebas inesperadas, pueden ser duelos desgarradores; Les quita el apoyo terrenal en el que sol�an apoyarse con demasiado cari�o. Pero de esto pueden estar seguros: por mucho que Dios gu�e a su pueblo, lo lleva por el camino correcto.

3. Entonces, de nuevo; todo el tiempo que Dios est� guiando a su pueblo, los est� instruyendo. �No has experimentado esto? Un cristiano tiene que crecer tanto en conocimiento como en gracia. A medida que Dios contin�a sus tratos providenciales hacia nosotros, llegamos a hacer un estudio m�s amplio del amor, la fidelidad y la bondad de Dios en todos sus tratos con nosotros. Dios nos instruye en nuestra propia debilidad y Su total suficiencia, nuestra corrupci�n y Su gracia, nuestra propia fragilidad y Su constancia, nuestra incredulidad y Su inquebrantable fidelidad a Su Palabra. Y as� se instruye al creyente; y viene a dar un paso m�s audaz ya sentir su posici�n m�s segura, como si estuviera anclado en la Roca de las Edades y poniendo su confianza en la segura Palabra de Dios.

4. Y luego debemos notar, adem�s, que se dice: "Lo guard� como a la ni�a de sus ojos". �Qu� hermosa met�fora es esta! De todos los �rganos corporales que Dios nos ha dado, el ojo es el m�s exquisitamente tierno y sensible. Sabes c�mo la m�s m�nima part�cula de polvo irrita y angustia las delicadas fibras de este tierno y sensible �rgano; sin embargo, de todos los �rganos de nuestro cuerpo, es el m�s exquisitamente provisto; y los mismos guardias que Dios ha puesto a su alrededor son tan sensibles y tan r�pidos en la percepci�n del peligro, que el ojo mismo puede ser defendido.

Ahora bien, esta es la figura que Dios usa para presentar Su tutela vigilante sobre Sus santos. �Lo mantuvo como a la ni�a de sus ojos�, lo observ� con incesante vigilancia, coloc� a su alrededor innumerables guardias, lo defendi� con la mayor precauci�n posible para su verdadero bienestar, y as� lo escudaron y protegieron del peligro inminente. Dios guarda y defiende as� a su pueblo. Se dice que son "guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvaci�n". �Y hay un hombre que camina por esta tierra tan feliz, tan verdaderamente bendecido como el hombre que est� as� bajo la tutela de Dios? ( Mons. R. Bickersteth. )

La bondad de Dios para con Israel

I. El estado en el que Dios encuentra a sus siervos. "En una tierra des�rtica, en el desierto aullador y desolado".

1. Su condici�n, por lo tanto, si se ve como una imagen de la condici�n original del hombre, nos ense�a que el pueblo de Dios estaba por naturaleza a una gran distancia de �l. Los enemigos de Dios por obras inicuas; los esclavos voluntarios de Satan�s; atado y atado con la cadena de mil concupiscencias; con todos sus afectos fijos en el pecado, y todos sus deseos apartados de Dios, �c�mo lo encontrar�n, c�mo se acercar�n a �l?

2. Una condici�n desolada. Echemos un vistazo a los d�as pasados. Imaginamos que no necesit�bamos nada, pero �cu�l era nuestra verdadera condici�n? �ramos desdichados y miserables, pobres y desnudos, listos para perecer. El mundo se nos apareci� hermoso; nos promet�a mucho y est�bamos dispuestos a reconocerlo. Tontos que �ramos, lo intentamos; pero �qu� podr�a hacer por nosotros? Nos dio, entre sus zarzas y espinas, algunas flores para divertirnos, pero nos dej� hambrientos de miseria. No nos trajo perd�n por nuestra culpa, ni paz para una conciencia acusadora, ni liberaci�n de la tumba, ni refugio del infierno. Nos dej� desamparados, desamparados y miserables.

3. Un estado de peligro. El territorio de un enemigo.

II. De qu� manera act�a el Se�or hacia su pueblo en medio de su miseria y peligros. �Como un �guila�, etc. Esta hermosa semejanza ilustra notablemente la ternura con la que el Todopoderoso condujo a Israel desde Egipto a Cana�n, y la bondad amorosa que a�n manifiesta hacia todos los que lo buscan en el desierto de este mundo. Nos muestra lo que hace por ellos y c�mo lo hace.

1. Nos muestra lo que Dios hace por su pueblo. Nos dice que �l los aflige, los gu�a y los preserva.

2. Pero, �de qu� manera el Se�or aflige, gu�a y defiende as� a Sus siervos? �l ejerce su misericordia para con ellos constantemente, con paciencia, con deleite. ( C. Bradley, MA )

Versículos 11-12

Como el �guila revuelve su nido.

La disciplina espiritual de la humanidad

I. El gran fin de la disciplina espiritual de la humanidad es asegurar la acci�n correcta de nuestros poderes. �Qu� es la acci�n correcta?

1. Una acci�n constitucionalmente adecuada. Estamos hechos para amar, estudiar y servir a Dios.

2. Una acci�n autosuficiente. Esta es la condici�n del progreso e implica confianza en los principios morales y en Dios.

3. Una acci�n inspirada por Dios.

II. Los medios de la disciplina espiritual de la humanidad involucran una variedad de acciones divinas.

1. Acci�n estimulante. Dios nos quita la salud, las propiedades, los amigos, los ni�os, para estimularnos.

2. Una acci�n ejemplar. En Cristo vemos c�mo podemos y debemos actuar.

3. Una acci�n protectora.

III. El genio del disc�pulo espiritual de la humanidad es siempre el del afecto paterno.

1. Debe haber de nuestra parte una cordial aquiescencia. Nuestro Padre sabe lo que es mejor y lo que necesitamos.

2. Debe haber un esfuerzo de nuestra parte para realizar el fin de la disciplina ( Job 23:10 ; Salmo 66:10 ). ( Homilista. )

Ense�ado por el �guila

Nos llevan a las soledades donde un acantilado, de copa harapienta y astillada, eleva su forma gigante en el aire, y tiene en la base, supongamos, la roca ba�ada por las olas y la masa siempre agitada de las aguas del oc�ano. Muy arriba, encaramado en una repisa que forma su aguilera, se sienta el monarca del aire, el �guila, representante de todo lo que es elegante y poderoso en la creaci�n de las aves. El nido, construido con palos toscamente dispuestos, est� tan protegido por su inaccesibilidad que uno ve de inmediato que nada m�s que los profundos instintos del p�jaro podr�an haberle ense�ado a hacer de un lugar tan salvaje su hogar.

Sin embargo, est� tan cerca del borde del acantilado que cuando sus cr�as est�n listas para volar, las aves parentales pueden tener menos dificultades para tentar a sus cr�as reci�n desarrolladas a los cielos. Aqu� se dan dos cosas por sentado, y no necesitamos ir m�s lejos hasta que las notifiquemos. Estos son que Dios es nuestro Padre, y los poderes por los que le servimos duermen dentro de nosotros.

I. Dios es nuestro Padre. �Un oyente dice: "No hay nada en esto"? Tanto, amigo m�o, que el d�a que te des cuenta de esto, la salvaci�n ha entrado en tu morada. Soy perfectamente consciente de que esto a veces es dif�cil de creer, que cuando un compa�ero mortal est� acostado en una cama de dolor y ve a su esposa e hijos indefensos llorando junto a su cama, y ??la muerte avanzando constantemente para abrazarlo, s� que es dif�cil para �l. que piense que detr�s de toda esta disciplina hay un cari�o de Dios y Padre.

Pero recuerde, aqu� solo vemos el comienzo de las cosas. El fin est� all�. All� se encuentran las explicaciones y el verdadero regreso a casa. Tomando prestada una ilustraci�n de un arte del que todos sabemos algo, el arte de la fotograf�a, le recordamos que si el cristal de la c�mara es tan peque�o que el fot�grafo solo puede cubrir parcialmente una vista codiciada, digamos una cadena monta�osa elevada y amplia, �l fotograf�a parte por parte hasta que ha completado la vista completa, y luego, uniendo sus puntos de vista, es capaz de presentar una imagen impecable y precisa del todo. As� debe ser con nosotros en nuestra vida y en nuestro juicio de la Paternidad de Dios.

II. El segundo supuesto agotador es que los poderes por los cuales los hijos de Dios le sirven est�n dentro de nosotros. Piense en nuestra ilustraci�n. Las alas con las que la descendencia del �guila se eleva hacia los cielos no necesitan ser creadas. Simplemente esperan ser ejercitados; lo mismo ocurre con los hombres. Le hemos recordado, entonces, que Dios es nuestro Padre, y que los poderes por los que le servimos est�n dentro de nosotros.

III. Si todos somos hijos de Dios, entonces no nos atrevemos a esperar vivir sin ser educados por �l. Tampoco podemos, y de la ilustraci�n que se nos proporciona aqu� aprendemos c�mo el Gran Padre nos entrena para Su servicio superior. Su m�todo es doble, y ahora vamos a tener este doble m�todo ilustrado gr�ficamente para nosotros.

1. El primero es el m�todo educativo. El acantilado ahora se eleva ante nosotros. All� est� el nido de palos de construcci�n tosca, el abismo bostezo debajo, los aguiluchos y el p�jaro padre. �Ver! Ahora est� a punto de comenzar su curso de instrucci�n. Adormilada, parpadeando, temblando, su prole se posa sobre la cumbre irregular del acantilado. Como un rayo, la madre se sumerge en el golfo de abajo. Da vueltas y vueltas, adelante y atr�s, ante sus t�midos hijos.

Ella desea que sigan su ejemplo. Ella sigue este curso; pero no, no lo har�n; son pusil�nimes; la experiencia es nueva. Con un barrido audaz, el endrino se ha redondeado y se ha posado junto a ellos. Aqu�, d�jela que se entretenga por un breve espacio mientras nos preguntamos �qu� significado espiritual podemos atribuir a esto? Es la gu�a del camino: mostrar a los dem�s c�mo hacer cualquier cosa, primero que nada haci�ndolo usted mismo.

Todo amo conoce su valor cuando pide a un sirviente torpe que se haga a un lado y vea c�mo se debe hacer. La madre m�s pobre de toda la tierra conoce el valor de este m�todo imitativo cuando, al caer la noche, se arrodilla en oraci�n al lado de su hijo y le ense�a al peque�o a balbucear �Padre Nuestro�. El oficial conoce el valor de esta regla, que hunde sus espuelas en los costados de su caballo y lidera el camino 'en medio del choque de acero y el crujido de la mosqueter�a.

Este, entonces, es el m�todo imitativo, y todos sabemos m�s o menos su valor; pero no lo suficiente, a menos que hayamos imitado al exponente m�s noble de este simple arte: Jes�s el Cristo. �l conoc�a el valor total de este plan, y el mundo nunca ha conocido a un seguidor m�s noble de �l. Pero, �qu� pasa si el esp�ritu reverencial en una persona se niega a ser vivificado? �Qu� pasa si la facultad religiosa sigue sin despertar? Si el alma del hombre no cede al m�todo de educaci�n apacible y gentil de Dios, entonces observe lo que nos dice nuestro texto.

2. Dios recurre a su segunda regla para educarnos, el m�todo prohibitivo. Dejemos que el texto nos diga qu� es esto. De nuevo nos dirigimos a la selva, y ahora veremos al p�jaro padre pidiendo un segundo dispositivo en su ayuda para obligar a sus t�midos hijos a tomar alas y romper el aire. Se han negado a que se les ense�e de manera amable, ahora ser�n instruidos con reglas m�s severas.

Con impaciencia, ella revolotea hacia atr�s y hacia adelante, luego se lanza en picado junto a ellos. All� todav�a se sientan, dormitando y temblando junto al viejo nido. En un instante (y los naturalistas nos dicen que esto es estrictamente cierto), literalmente en las palabras de la Escritura, "Ella revuelve el nido". Ella esparce los palos. Proh�be que permanezcan m�s tiempo en un estado de infancia y debilidad. Los palos se desparraman y de nuevo se sumerge en el enorme abismo de abajo.

Ahora, mira lo que est� haciendo nuestro Dios y Padre. Nuestros corazones en su locura se aferrar�n con cari�o a la esperanza de que en la tierra tenemos todo lo que necesitamos; tratamos de asentarnos aqu�. Le decimos a nuestras almas que lo pasaremos muy bien. Pero la mano invisible de Dios nos sostiene; he aqu� la obra de esa mano. Ha retirado los viejos hitos familiares, uno tras otro. D�as escolares y compa�eros de escuela, �d�nde est�n? �l ha esparcido a nuestros compa�eros de escuela, est�n esparcidos por la faz del globo, a lo largo y ancho, y muchos hoy duermen su �ltimo sue�o, �junto al monte, al arroyo y al mar.

�La alegre banda de chicos de la escuela riendo se dispers�. La empresa est� rota. Nos ha decepcionado. �l ha sumergido a algunos de nosotros en las fr�as y oscuras aguas del duelo, y nos ha ense�ado a algunos de nosotros que este mundo es una vanidad gigantesca y la tierra un valle de l�grimas. �Y qu� significa todo esto? �Qu� sino que estamos destinados a otro mundo? Esta es solo la escuela. �Vamos a seguir siendo ni�os todos nuestros d�as? �Nuestras facultades del alma nunca se desarrollar�n mediante la oraci�n y la fe? �El lado espiritual de nuestra naturaleza es permanecer dormido o muerto? �No! La vida es como el nido de los aguiluchos; y si no aprendemos por imitaci�n, Dios continuar� aplic�ndonos Su m�todo prohibitivo.

3. Pero observe, si nos negamos a ser entrenados ya sea por imitaci�n o por prohibici�n, si la vida de Cristo no es nada para un hombre, y las olas de aflicci�n ba�an su alma pero lo endurecen en impenitencia, les pregunto, �tiene el infinito misericordia de Dios no hay forma de vengarse? No habr� represalias, pero nuestro texto, tal como lo tenemos, nos habla nuevamente; el �nico camino que queda abierto al amor Todopoderoso es dejarlo solo. No hay compulsi�n. Ninguna voluntad se somete a la fuerza a la sumisi�n. ( DDF Macdonald, MA )

El �guila; una par�bola de dios

I. El objetivo divino. Educaci�n espiritual.

1. Su car�cter. Educando las energ�as y poderes latentes del alma.

2. Su importancia. Personaje. Mayor logro. Disfrute m�s noble.

3. Su dificultad. Amamos el nido de la comodidad y estamos satisfechos con logros escasos, o ninguno.

II. El m�todo divino.

1. Perturbaci�n. El ministerio de la aflicci�n.

2. Ejemplo.

3. Ayuda. ( JP Allen, MA )

El nido del �guila

1. El cuidado de Dios al proveer de antemano los deseos y destinos de su pueblo.

2. La disciplina a la que Dios somete a su pueblo para su bien.

3. La instrucci�n que Dios da a su pueblo por precepto y ejemplo.

4. La protecci�n y el apoyo que Dios extiende a su pueblo.

Lecciones

1. Una lecci�n de aliento para comenzar una vida cristiana. Tu alma tiene alas; est�relos. Aprende a volar volando.

2. Una lecci�n de consuelo. No temas ( Isa�as 40:31 ).

3. Una lecci�n de esperanza para todo el futuro. Lo que ha sido, ser�. ( HJ Vandyke, DD )

Unidad de la providencia

El texto sugiere el curso de los tratos de Dios con su pueblo elegido: el hecho de que, a lo largo de las cambiantes escenas de su peregrinaje, solo Dios es su gu�a y protector. Toda la esencia del pasaje est� en la palabra "solo", y nos presenta, no tanto la idea de la providencia misma, como la unidad de la providencia.

I. Esta unidad no siempre se percibe en esta vida.

1. Una raz�n de esto se encuentra en la naturaleza y extensi�n de las capacidades actuales del hombre. El hombre aprende poco a poco.

2. Otra raz�n se encuentra en la variedad de circunstancias de la providencia. La vida se compone de luces y sombras, dulces y amargos, con sus gradaciones interminables. No podemos ver c�mo estos grabados angulares y torcidos pueden colocarse de manera que representen la imagen esbozada por Dios de Su propia gloria y nuestro bienestar.

3. La naturaleza aparentemente trivial de algunos acontecimientos de la vida nos oculta esta unidad. Pero, �puede haber algo trivial en el trato de Dios con nosotros? �Qui�n puede decir que un acontecimiento de su vida es m�s importante que otro?

II. Esta unidad encuentra una analog�a en el propio procedimiento general del hombre. Dios a menudo coloca un principio celestial bajo arreglos terrenales. "Como un padre se compadece de sus hijos", etc.

III. Esta unidad se percibir� en un per�odo futuro. En la providencia hay una doble unidad.

1. La perfecci�n de la humanidad y la restauraci�n a la imagen Divina,

2. La promoci�n de la gloria de Dios. Estos dos se unen; ninguno puede estar sin el otro. Cuando esto se logre, se realizar� la idea de unidad de Cristo. ( C. Gowand, MA )

Dios despierta a su pueblo

I. Algunas de las razones por las que es necesario que Dios incite a su pueblo.

1. Existe una fuerte tendencia a la indolencia espiritual en la humanidad.

2. El peligro de �asentarse sobre las l�as� es omnipresente. El aire debe mantenerse en constante movimiento o perder� su vida; el oc�ano debe fluir y agitarse incesantemente o sus aguas se estancar�n.

3. El coraz�n del hombre es naturalmente t�mido, temeroso, como el p�jaro, y debe ser ense�ado por Dios de una manera similar a la descrita en el texto.

4. Es la prueba, la experiencia, la disciplina solo lo que puede contrarrestar estas tendencias, disipar estos miedos y dudas, y dar ejercicio, desarrollo y fuerza a nuestros poderes, dones, ventajas y, por lo tanto, permitirnos remontarnos en el azul emp�reo como la madre �guila.

II. Algunas de las formas en que Dios incita a su pueblo.

1. La Palabra y las ordenanzas.

2. Medios especiales y extraordinarios.

(1) Avivamientos.

(2) Sentencias nacionales.

(3) Visitaci�n personal: enfermedad, duelo, p�rdidas, pruebas, tentaciones, disciplina. ( JM Sherwood, DD )

El �guila removiendo su nido

I. La disciplina que Dios usa. �l conoce nuestra tendencia a hacer de esta tierra nuestro descanso, y perturba nuestro nido para ense�arnos a levantarnos sobre las alas de la fe, hacia las duraderas realidades del cielo. �Con qu� frecuencia Dios quita nuestras comodidades terrenales cuando ve que nos aferramos con demasiado cari�o a ellas? Quiz�s algo en lo que depositamos la m�xima confianza, en lo que parec�a descansar nuestra �nica estancia, nos es arrebatado repentina y misteriosamente, y cuando intentamos captarlo descubrimos que se ha ido.

Un vendaval en el mar puede destruir las esperanzas del comerciante; la depresi�n en el comercio puede traer deseos a su puerta; la quiebra de alguna gran empresa mercantil, o la quiebra de un banco, puede implicar la ruina de muchos y hundir a muchas familias en una miseria hasta ahora desconocida. Cu�ntos han tenido ocasi�n, por estas y otras causas similares, de llorar por circunstancias alteradas. No te maravilles de que as� sea contigo; es Dios que agita tu nido para ense�arte a volar al cielo. �Cu�ntos de nosotros tendremos que alabar a Dios porque alguna vez agit� nuestro nido por las dispensaciones de su providencia? D�jenos notar.


II.
El cari�o que Dios muestra. �Como el �guila revolotea sobre sus cr�as�, o se cierne sobre ellas, para comunicarles un calor vital. Aqu� se representa a Dios manifestando el mismo afecto hacia su pueblo que el ave madre muestra hacia sus cr�as, nutri�ndolas y calent�ndolas.

III. El cuidado guardi�n que Dios ejerce. "Como el �guila extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus alas". Ser�a dif�cil imaginar una representaci�n m�s conmovedora del cuidado de Dios por su pueblo.

1. Les ense�a el camino que deben seguir.

2. Los sostiene cuando est�n cansados.

El afecto del ave parental a que se refiere el texto es tan grande que toma a sus cr�as y las lleva en las alas, y las protege de tal manera que ninguna flecha puede alcanzarlas sino atravesar el coraz�n de sus padres. �Y no es Dios as� un Padre para nosotros? �No nos levant� de la ruina de la ca�da y m�s all� del alcance de una venganza amenazante? �No asumi� el Hijo de Dios, que es uno en esencia con el Padre, nuestra naturaleza y carg� con nuestros pecados en Su propio cuerpo sobre el madero? ( WJ Brock, BA )

Expulsiones divinas

I. Incitaciones divinas. Es maravilloso lo felices que se vuelven a veces los hombres en el nido mundano. Un hombre consigue la esposa que quiere. Vienen los ni�os, y la prosperidad, la bondad, la salud, el consuelo y la reputaci�n, y �l dice en su coraz�n: "Morir� en mi nido despu�s de vivir en �l durante largos y felices a�os". Cuando lo! viene de alguna manera, y de alguna parte, una agitaci�n del nido: incitaciones, sorpresas, cambios, p�rdidas, controversias, dolores.

Los pichones est�n creciendo y el nido es demasiado peque�o, y se amontonan unos contra otros, y eso provoca un gran revuelo. O hay dolores y p�rdidas que aplastan el coraz�n desproporcionado y lo sacuden temblando de su seguridad. Ser�a in�til intentar describir todas las formas en las que Dios puede hacer a�icos lo que el hombre construye, ahuyentar lo que el hombre recolecta, tomar lo que el hombre en vano trata de retener. Lo que hay que hacer es convencernos de que todo esto es enviado para nuestro bien.

El �guila no revuelve su nido con ning�n mal plan. Dios no trae sus fuerzas de cambio y angustia sobre los hombres con el fin de entristecerlos y arruinarlos. �l tambi�n tiene buenas intenciones. Sus voces, Sus golpes, parecen decir a los hombres: ��Qu� quer�is vosotros, durmientes? Despierto. Ya tienes suficiente de eso. No tienes en la criatura una porci�n permanente; b�scalo y lo encontrar�s en M� �.

II. Ejemplo divino. �Como el �guila que agita su nido, revolotea sobre sus cr�as�; como mostr�ndoles el camino a volar; as� que Dios nos presenta los ejemplos del bien, las luchas de los grandes, la vida de los santos y principalmente la vida perfecta de su Hijo encarnado. �l siempre nos muestra el camino; siempre elev�ndose hacia el aire m�s puro, para que podamos seguir; siempre mostrando nuevos caminos y se�alando lugares altos; y nunca se ha hecho que los pobres placeres pasajeros de la tierra se vean tan hermosos como Dios hace que parezca la bondad, brillando en la vida de Sus santos y perfectamente en �l mismo.

III. Protecci�n divina. "El �guila extiende sus alas". Esto, en verdad, puede no ser m�s que la expansi�n completa del significado de la primera frase, siendo el despliegue de las alas el ejemplo completo del m�todo de volar. Pero la probabilidad parece ser m�s bien que la extensi�n de las alas es la promesa de protecci�n para los pichones, tanto mientras est�n en el nido como mientras intentan volar.

Dios protege, �a qui�n? No son criaturas ego�stas y perezosas cuyo objetivo principal es hacer del mundo un nido. Dios protege, �qu�? No indolencia, cobard�a, ego�smo, miedo, indiferencia. �l protege a los que se mueven cuando se agita el nido; los que extienden el ala en respuesta a las alas extendidas sobre ellos; los que trabajan; los que se quedan en la tarea; los que se niegan a abandonar el campo del deber; los que, en una palabra, intentan, al menos, montar en alas como las �guilas, correr sin cansarse, caminar sin desmayarse.

IV. Obligaci�n divina. �Como un �guila. ... los toma �, si lo desean, en ayuda; si no lo hacen, en compulsi�n; de una forma u otra, hay que sacarlos del nido. He visto, no un �guila en verdad, sino un p�jaro de alg�n tama�o, dar un empuj�n maternal o paternal a una criatura joven y fuerte que se sienta en el borde del nido participando en un estudio general del mundo de abajo. �Es hora�, dijo la madre, �de que bajes y veas la vida m�s de cerca por ti mismo, y vueles tu camino por el aire, y pruebes lo que puedes encontrar en los campos: s� un p�jaro, como tus antepasados ! " Los toma.

Estas tomas de Dios en ciertos per�odos y �pocas de la vida individual son muy instructivas, si las observa. Me refiero a Su recaudaci�n del tipo m�s fuerte. Sus expulsiones. Sus destierros. Entonces, �l est� siempre listo con ayudas adecuadas y suficientes para aquellos que est�n as� completamente lanzados y comenzados en la nueva vida. �Como un �guila. .. los lleva en sus alas. " La madre �guila se coloca debajo de su cr�a en el aire cuando est� a punto de hundirse, por miedo o debilidad, la levanta sobre sus propias alas extendidas y la lleva de regreso al nido o por el aire, hasta que la debilidad se recluta y el miedo. se supera. ( A. Raleigh, DD )

El nido del �guila

No es una mera adaptaci�n fantasiosa de mi texto, sino una interpretaci�n justa del mismo, que encuentra en �l una descripci�n del llamado y entrenamiento de las almas humanas para la gloriosa "herencia de los santos en la luz".

I. Hay un desalojo necesario. El �guila "revuelve su nido", haci�ndolo desagradable para sus cr�as; lo mismo hace el Se�or con aquellos a quienes llama a s� mismo. En el d�a de nuestra comodidad mundana y riqueza comercial, pensamos poco en Dios; nos preocupan poco las preocupaciones de nuestra alma; no nos sentimos atra�dos en lo m�s m�nimo por la tierra celestial. Pero cuando nos sobreviene un rev�s, cuando nos ataca la pobreza, la enfermedad, el duelo o la aflicci�n de cualquier tipo, nos vemos obligados a enfrentar el gran problema del alma: "�Qu� debo hacer para ser salvo?" y cuando ese clamor ansioso sale de nuestro coraz�n, encontramos al Se�or cerca de nosotros con Su liberaci�n.

Por lo tanto, no es una verdadera bendici�n para un hombre tener una prosperidad ininterrumpida. Fomenta una falsa seguridad; genera orgullo; puede hacer que el individuo se sienta independiente incluso de Dios. Por eso el salmista ha dicho: "Porque no han cambiado, por eso no temen a Dios". Es el hombre realmente desafortunado, por lo tanto, que nunca ha conocido la adversidad.

II. Pero encuentro en esta figura, en segundo lugar, un ejemplo perfecto. Como el �guila revolotea sobre sus cr�as, as� hizo el Se�or con su pueblo. Hay un pasaje en Salmonia de Sir Humphry Davy (un libro querido por todos los amantes del arte del pescador) que bien puede ilustrar esta parte de mi texto. Dice: �Una vez vi una vista muy hermosa e interesante sobre uno de los riscos de Ben Weevis, cerca de Strathgarve.

Dos �guilas parentales estaban ense�ando a sus cr�as, dos p�jaros j�venes, las maniobras de vuelo. Comenzaron ascendiendo desde la cima de una monta�a en el ojo del sol (era alrededor del mediod�a, y estaba brillante para este clima). Al principio hac�an peque�os c�rculos y los pichones los imitaban; se detuvieron sobre sus alas esperando hasta haber hecho su primer vuelo, y luego dieron un segundo y mayor giro, siempre ascendiendo hacia el sol y agrandando su c�rculo de vuelo, para hacer una espiral ascendente gradualmente.

Los j�venes todav�a los segu�an lentamente, aparentemente volando mejor mientras montaban, y continuaban este tipo de ejercicio sublime, siempre subiendo, hasta convertirse en meros puntos en el aire, y los peque�os se perdieron, y luego sus padres, para mi dolor. visi�n." Ahora bien, �podr�a haber algo m�s fino que eso como una ilustraci�n del m�todo por el cual, a trav�s del ejemplo que nos presenta, Dios nos ense�a a vivir? No se contenta con imponer la ley por nosotros, pero en su propio trato con nosotros nos muestra la ley glorificada e iluminada por sus acciones.

�Nos manda a ser misericordiosos? �l mismo es "rico en misericordia para con todos los que le invocan". �Nos manda a ser benevolentes? �l mismo nos ha "cargado con sus beneficios". �Requiere que perdonemos? �l mismo se ha "multiplicado para perdonar". Mira a ese joven con su pincel y paleta en las manos, de pie ante la obra maestra del gran italiano. Est� estudiando cada rasgo m�s minucioso del soberbio original, y finalmente se ve pose�do, por as� decirlo, por el hechizo del genio que lo mira desde el lienzo silencioso.

Luego se pone a trabajar por s� mismo, y aunque sus primeros esfuerzos son tan inc�modos como los primeros t�midos aleteos del aguilucho, lo intenta una y otra vez, disminuyendo cada vez el intervalo entre �l y su modelo, hasta que por fin se destaca. ante el mundo reconocido como alguien que ha captado el fervor y la inspiraci�n de su maestro. As� sea con nosotros, y el modelo perfecto que nos dej� el gran Redentor.

III. Es una ayuda eficaz. Philip Henry Gosse, el conocido naturalista, en su interesante trabajo sobre las aves de Jamaica, hablando del ratonero de cola roja, que est� estrechamente aliado con el �guila, nos dice que un amigo suyo, que probablemente no era haber o�do hablar de los versos que tenemos ante nosotros, �una vez presenci� el surgimiento de dos cr�as de un nido cerca de la copa de un inmenso �rbol de algod�n, y su primer intento de huida.

Vio claramente a la madre ave, despu�s de que la primera cr�a hab�a volado un poco y estaba comenzando a revolotear hacia abajo, volar debajo de ella y presentar su espalda y alas para su apoyo. De hecho, no pod�a decir que el joven descansara sobre el padre o incluso lo tocara; tal vez su confianza volvi� al ver el apoyo tan cerca, de modo que logr� llegar a un �rbol alto, cuando el otro peque�o, invitado por su padre, prob� sus alas de infante de la misma manera.

"Esto, en cualquier caso, es claro: el p�jaro padre est� siempre cerca del aguilucho que lucha, y est� listo en un momento con una ayuda eficaz, y por eso Dios le ha dicho a cada uno de sus hijos:" Nunca te dejar�, ni te desamparar� ". El e." "B�state mi gracia".

1. En primer lugar, no pretende reemplazar nuestros propios esfuerzos. Un hombre no es llevado indefenso a la nueva vida como tampoco los israelitas fueron llevados por el Mar Rojo. Vive cuando elige creer, y ese creer, por mucho que la agencia Divina pueda estar preocupada por ello, es su propio acto. Por lo tanto, no espere a que nadie le extienda el ala de la fe en la que debe elevarse, sino que haga el esfuerzo de expandirla por s� mismo, y encontrar� a su lado al Salvador que lo gu�a y sostiene.

2. Esta ayuda divina siempre est� cerca. El �guila progenitora se mantuvo siempre flotando cerca de su cr�a, y en su momento de extremado se lanz� debajo de ella con r�pida ayuda. As� que Dios est� siempre cerca de los que lo necesitan. De hecho, no hay nadie tan cerca de nosotros como lo est� Jehov�.

3. Esta ayuda divina es suficiente. Satisface todas nuestras necesidades. Hay dos pensamientos pr�cticos:

(1) Veamos en este tema la clave para comprender correctamente la disciplina providencial de Dios sobre su pueblo. Parece una paradoja decir que las aflicciones son una indicaci�n de que Dios nos ama; o, en la figura de mi texto, mueven el nido y nos empujan, para que podamos ser instados a usar nuestras alas de fe y remontarnos en el servicio de nuestro Dios.

(2) Aprendamos de este tema c�mo debemos proceder con sabidur�a y ternura para entrenar a otros para Dios. Debemos ser para aquellos a quienes deseamos beneficiarnos lo m�s cerca posible de lo que Dios ha sido para nosotros. ( WM Taylor, DD )

Disciplina divina

Sin atribuir ning�n significado m�stico a esta figura del �guila, podemos descubrir f�cilmente los grandes principios de la acci�n de Dios que se pretend�a ilustrar.

I. La disciplina divina de la vida est� dise�ada para despertar al hombre al desarrollo de sus propios poderes. El instinto del �guila al romper su nido es despertar las energ�as nativas de sus cr�as. El poder del vuelo est� en ellos, pero se desconoce, porque nunca ha sido puesto en juego; es una facultad adormecida y debe despertarse a la acci�n. El alma del hombre se forma a la imagen de Dios mediante la acci�n correcta de sus poderes espirituales, y estos poderes solo se despiertan mediante la actividad de Dios.

1. El gran prop�sito de toda disciplina espiritual es hacer que los hombres sean divinos. Por la misma constituci�n del alma, la imagen divina debe formarse despertando las energ�as que yacen ardiendo en su interior. El alma contiene en s� misma las fuerzas germinales de la vida que pueda poseer en las edades futuras.

2. La imagen del texto sugiere dos m�todos de acci�n divina: el estimulante y el ejemplar. El �guila rompe su nido, �y no es la voz de la experiencia de la vida la llamada de Dios al hombre para que se levante y viva para �l? Dios env�a un impacto de cambio a trav�s de nuestras circunstancias y nos despierta del reposo.

II. La disciplina alcanza su fin s�lo cuando se considera que est� bajo el control de un padre. Es obvio que el instinto del �guila es el del cari�o paterno.

1. Cree en el Padre y aceptas sumisamente lo misterioso de la vida.

2. Cree en el Padre y te esforzar�s por realizar el prop�sito de esta disciplina. No tenemos ning�n impulso a ninguna aspiraci�n espiritual, a ning�n verdadero autosacrificio, al ejercicio de ninguna energ�a espiritual, que no se despierta con el toque del Esp�ritu Eterno. Entonces, despertemos del sue�o. Dios est� rompiendo nuestros lugares de reposo materiales para que podamos aspirar a lo imperecedero y lo inmortal. ( EL Hull. )

Educaci�n del duelo

�Qu� pensamiento tan sorprendente, que romper el nido es un acto de la benevolencia de Dios! Siempre lo consider� una calamidad. Todos conocemos la experiencia de la ruptura del hogar. Recordamos el alegre c�rculo alrededor del viejo fuego, y c�mo se hizo m�s y m�s delgado. Se fue a las colonias; una sali� a ser institutriz; una parti� con un extra�o a su propia casa; m�s de uno pas� a la tierra silenciosa.

Siempre pens� que era un tema de l�grimas. Pero aqu� hay un viejo escritor que lo convierte en un tema de alabanza, bendice a Dios por ello, �declara que es el primer paso de mi educaci�n! Puedo entender el amor de Dios en muchas cosas. Puedo entender por qu� deber�a alabarle por sus dones para el cuerpo y el alma. �Pero me quedo sin aliento por la sorpresa cuando me piden que haga de la primera estrofa de mi himno la adoraci�n de su misericordia al desatar los lazos del hogar! No, alma m�a, es para fortalecer estos lazos que tu Padre rompe el nido.

No es para deshacerse de casa. �l te ense�ar�a a volar. Es para que aprendas viajando que tu hogar es m�s ancho que tu nido. Quiere que aprendas que en la casa de tu Padre hay muchas mansiones, de las cuales tu nido es solo una. �l te hablar�a de una hermandad en Cristo que incluye, pero trasciende, los fuegos de tu hogar. Te hablar�a de un altar familiar que te convierte en hermano del marginado, hermana del desamparado, padre del desamparado, madre del enfermo, hijo del d�bil, hija del anciano, en parentesco de todos.

Tu Padre te ha dado alas en la noche, alas en la ruptura de tus ataduras. Te has elevado por tu dolor; has amado con tu p�rdida; te has ensanchado con tu llanto; has crecido con tu dolor; te has ensanchado al ser quebrantado; has aumentado tu simpat�a al vaciar tus tesoros. La tormenta que sacudi� tu nido te ense�� a volar. ( G. Matheson, DD )

El �guila removiendo su nido

I. Dios corrige a su pueblo. Cuando las �guilas j�venes son lo suficientemente fuertes para volar, pero no muestran ninguna inclinaci�n a hacerlo, la ave madre "revuelve su nido". Aqu� se hace especial referencia al �nido� que Dios provey� para las setenta almas que bajaron a Egipto ( G�nesis 47:6 ). �Su ganado prosperaba, ten�an buenas posesiones y el favor de un monarca.

Por fin, Jos� muri� y sus servicios fueron olvidados. El pueblo que alguna vez fue favorecido lleg� a ser considerado poco mejor que bestias de carga. Estaban rodeados de fuertes; fueron puestos a trabajos forzados. Su nido se volvi� tan inc�modo hacia el final de los cuatrocientos treinta a�os en Goshen, que decidieron probar sus alas y volar hacia la "tierra prometida".

1. Las riquezas, las casas, los muebles costosos y los cuadros forman un nido confortable y son inofensivos siempre que no nos tienten a la indolencia espiritual. �Ay, qu� pocos saben c�mo usar este mundo sin abusar de �l! El cuidado de su comodidad terrenal se ha cultivado hasta tal punto que casi le quita todo gusto por las cosas espirituales.

2. Dios, en misericordia, a menudo revuelve los nidos de tales personas. Los negocios fracasan y sus recursos se cortan. Como dijo uno: "Dios sac� al hijo del hombre de la piedra de su hogar, pero eso lo llev� a buscar consuelo en el unig�nito Hijo de Dios". En medio de su angustia, aprendi� esta lecci�n: "Dios es amor". Le quit� poco, pero le dio mucho. Si Dios no remov�a los nidos de algunas personas, se hundir�an en la mundanalidad absoluta.

II. Dios compadece a su pueblo. "Ella revolotea sobre sus cr�as". Recordemos siempre que Dios es m�s compasivo que la madre m�s tierna. Una religi�n nacida del terror nunca puede ser una religi�n sana y vigorosa. Cuando vengas a Dios en busca de salvaci�n, y cuando busques a �l en busca de ayuda para hacer el trabajo de la vida y enfrentar las dificultades de la vida, no vengas a �l como si �l fuera un Dios que siempre est� buscando faltas y ansioso por encontrarlas. .

III. Dios entrena a su pueblo. Los israelitas pasaron cuarenta a�os en el desierto, y les habr�a ido peor. Ese viaje tuvo otras ventajas adem�s de llevarlos a Cana�n. Sus largas marchas y las arenas del desierto desarrollaron poderes de resistencia que hab�an permanecido dormidos en medio de las ollas de carne de Egipto. En la mayor�a de las personas hay facultades y energ�as aprisionadas, reprimidas.

IV. Dios protege a su pueblo. El p�jaro padre, mientras entrena a sus cr�as, las protege. Si se avecina una tormenta, o un cazador se�ala a sus cr�as, �las abandona sin hacer un esfuerzo por salvarlas? ( H. becada. )

El cuidado de los padres de Dios

I. el Se�or �revuelve nuestro nido� envi�ndonos malestares y aflicciones. Naturalmente, somos como los �guilas perezosas, que prefieren adormecer su vida en su confortable hogar que probar sus inestables alas en vuelo hacia el cielo. Pero Dios es m�s bondadoso con nosotros de lo que ser�amos con nosotros mismos. �l �revuelve nuestro nido�: rompe esas comodidades que amamos demasiado. �Ah! �Qui�n volar�a hacia el cielo, qui�n buscar�a un mundo m�s justo y mejor, si no fuera porque Dios de vez en cuando �revuelve nuestro nido� de una u otra de estas formas?

II. Nuestro texto nos recuerda, con una imagen muy viva, el amor y la tierna solicitud de Dios por su pueblo. Se le compara con un �guila "revoloteando" sobre su prole, observ�ndola y anim�ndola en sus esfuerzos por volar. Dios observa con el m�s afectuoso inter�s nuestros m�s d�biles esfuerzos por elevarnos por encima del mundo y de las cosas mundanas. Su m�s d�bil intento de oraci�n, su esfuerzo m�s torpe de autoexamen, su lectura m�s poco inteligente de las Escrituras, si se inicia con sinceridad, ser� muy bien recibido y ayudado por �l. No desprecia los comienzos de la piedad sincera. Escucha con deleite el primer suspiro de sincero arrepentimiento.

III. Pero, m�s all� de esto, se nos recuerda que Dios nos ha dado a todos instrucci�n con el ejemplo: as� como el �guila al "extender sus alas" ense�a a sus cr�as a volar, Dios ha tomado sobre �l nuestra naturaleza y ha vivido sobre la tierra. para ense�arnos a vivir. Jesucristo fue "Dios manifestado en carne"; y pas� toda su vida ense�ando a sus disc�pulos los caminos de la santidad y la paz.

�Toda su vida es nuestra regla; de hecho, no Sus obras milagrosas; Sus pasos caminando sobre el mar, y cosas por el estilo; no son para que las sigamos; pero su obediencia, santidad y humildad son nuestra copia, que debemos estudiar continuamente ".

IV. La ayuda r�pida y suficiente que Dios da a su pueblo en la hora de necesidad o dificultad. Se representa al �guila "tomando" su descendencia y "llev�ndola en sus alas". Cuando el �guila ha logrado que sus cr�as salgan volando del vertiginoso pe�asco en el que est� asentado su nido, sus pi�ones vacilantes podr�an ceder y podr�an Cay� impotente al suelo, �no se lanz� en su ayuda en el momento en que sus fuerzas fallaron, y los sostuvo con sus propias alas a tiempo para salvarlos?

As�, Dios act�a con el creyente. Aunque tiembles, no caer�s; aunque desmayes, no te perder�s. Algunos escritores dicen que, cuando las �guilas j�venes son atacadas por el cazador, la ave madre volar� debajo de ellas y se colocar� entre ellas y su enemigo, de modo que sus flechas no puedan herirlas a menos que primero la atraviesen. Sea esto cierto o no, puede servir como un emblema conmovedor del amor de Cristo por su pueblo.

Se interpuso entre nosotros y nuestro enemigo. Ha recibido en su propio seno las flechas que estaban destinadas a nosotros; nuestras heridas han sido soportadas por �l; ha derramado la sangre de su vida por nosotros, para salvarnos de la destrucci�n.

V. Que el Se�or es nuestra �nica ayuda. �Solo el Se�or lo gui�; y no hab�a ning�n dios extra�o con �l. ( John Tagg, MA )

Educaci�n divina

El nido del �guila se construye com�nmente al borde de un precipicio ( Job 39:28 ). Por eso dice Jerem�as, prediciendo la ca�da de Edom ( Jeremias 49:16 ). El Antiguo Testamento contiene muchas similitudes hermosas extra�das de la historia natural del �guila.

Los d�as del hombre se comparan con un �guila que se apresura hacia la presa. Se dice que las riquezas toman alas y vuelan como un �guila hacia el cielo. Se dice que los justos levantan alas como las �guilas; y la furia de la persecuci�n, debido a que se apresura a destruir, se compara con la rapidez del vuelo del �guila. Pero quiz�s la alusi�n m�s hermosa a los h�bitos del �guila es esta en el texto. Es un hecho bien comprobado en la historia natural que, cuando la madre ve que su prole es capaz de volar, los insta a ejercitarse de la manera mencionada.

I. Ella revuelve el nido. Ella lo demuele por completo, o al invertir sus materiales bien ajustados, lo hace tan inc�modo que los j�venes se alegran de escapar de �l. El instinto natural que posee la lleva a instarlos a que se alejen; y para este prop�sito, considera necesario hacer que su primera habitaci�n sea inc�moda y molesta. Y as�, dice el texto, hizo el Todopoderoso con los israelitas.

Hab�an tenido su nido en Egipto; y les pidi� que lo dejaran para Cana�n. Si no hubieran sufrido ning�n inconveniente all�, no habr�an mostrado ninguna inclinaci�n a emigrar a un pa�s mejor. La adversidad es el gran instrumento por el cual los hombres se despiertan hacia prop�sitos y objetivos m�s elevados. Se les ense�a los inconvenientes de las tiendas de Kedar, a fin de que puedan buscar las habitaciones pac�ficas de los justos.

En cada perspectiva arruinada de ambici�n, en cada esperanza frustrada de �xito, en cada visita de enfermedad, en cada golpe de duelo, nuestro Dios est� haciendo por nosotros lo que el �guila madre hace por sus cr�as cuando agita el nido. As� nos recuerda que nacimos para goces m�s elevados y que estamos preparados para destinos m�s elevados. As� nos ense�a que ya es hora de abandonar las diversiones de un estado infantil y perseguir objetos dignos de nuestro poder.

II. Esta semejanza puede aplicarse tambi�n a la graciosa disciplina que Dios ejerce para despertar la conciencia. Naturalmente, amamos el nido de la seguridad carnal y la justicia propia. No estamos dispuestos a que nos saquen de eso. Lo estimamos nuestro enemigo quien nos dice la verdad, que somos miserables y ciegos y desnudos. Nos complace el adulador que nos grita �Paz, paz� cuando no hay paz.

Esta autocomplacencia ser�a sumamente ruinosa para nuestros mejores intereses. Mientras sea complacido, el hombre fuerte mantiene en paz su palacio y sus bienes. Ahora, esta falsa paz debe romperse antes de que la paz de Dios pueda gobernar el coraz�n. Y, por tanto, es que, mediante la aplicaci�n aguda de la palabra de verdad, el Esp�ritu Santo de Dios convence a la mente del pecado, de la justicia y del juicio. Nunca conseguir�s que un hombre vea su necesidad de un Salvador hasta que se d� cuenta de la pureza, el rigor y la amplitud de la ley que ha quebrantado. Debes convencerlo del pecado antes de que puedas esperar persuadirlo de la excelencia de la salvaci�n.

III. Esta semejanza puede aplicarse al caso del buen hombre que est� a punto de dejar el mundo. Hay alojado en el seno humano un horror innato a la muerte. Incluso los hombres buenos, que tienen fuertes razones para creer y esperar que les ir� bien en un estado futuro, tienen apegos y simpat�as que los unen a la tierra. No pueden, sin un gran esfuerzo, reconciliarse con la idea de cerrar los ojos a todo lo que est� bajo el sol, de ser excluidos de los placeres de la amistad y de estar confinados en la casa estrecha, donde no se tramitan negocios ni se trabaja. hecho.

Pero, para vencer esta desgana natural, el Todopoderoso se complace en hacerles sentir los inconvenientes de esta vida mortal, y as� engendrar en ellos un anhelo anhelante de aquello en lo que no hay dolor ni llanto. Por lo tanto, los dolores de la enfermedad son fundamentales para avivar sus deseos de ese estado de ser m�s saludable en el que el habitante nunca dice "Estoy enfermo". Las inquietudes y decrepitudes de la edad son tantos argumentos para resignarse a ese golpe severo pero pasajero que es introducirlos en una regi�n de juventud inmortal.

Amante y amigo que ven alejados de ellos, ya sus conocidos en tinieblas; y surge el pensamiento: �Por qu� deber�amos desear demorarnos? vayamos a ellos, porque no volver�n a nosotros. ( JL Adamson. )

El �guila y su prole

La frase debe leerse as�: �Como el �guila que agita su nido, revolotea sobre sus cr�as, extiende sus alas�, etc., la persona de la que se habla en las �ltimas cl�usulas es Dios mismo.

I. Un gran pensamiento acerca de Dios. Lo que trae a la vista son las caracter�sticas comunes del �guila y el buitre: soberbia fuerza en el pico y las garras, agudeza de visi�n casi incre�ble, magn�fico movimiento de pi��n y poder de vuelo r�pido e incansable. Y estas caracter�sticas tienen sus an�logos en la naturaleza divina, y el emblema no es impropio que ensombrece un aspecto del Dios de Israel, que es fuerte para destruir y salvar, cuyo ojo que todo lo ve marca cada cosa repugnante, y que a menudo se abalanza sobre �l r�pidamente para despedazarlo.

Pero la acci�n descrita en el texto no es destructiva, terrible o feroz. El monarca del cielo se ocupa de los tiernos cuidados de su prole. Luego est� la dulzura junto con lo terrible. El pico y la garra fuertes, el ojo que puede ver tan lejos y la poderosa extensi�n de alas que pueden levantarlo hasta convertirse en una mancha invisible en la b�veda azul, acompa�an al instinto de paternidad; y los novatos en el nido miran el pico feroz y los ojos brillantes, y no conocen el terror.

La impresi�n de esta mezcla de poder y dulzura se profundiza mucho si notamos que es el p�jaro macho de quien se habla. Las tendencias modernas, que leg�timamente retroceden ante la unilateralidad de una generaci�n pasada, ahora se est�n alejando demasiado de las concepciones de Jehov� en el Antiguo Testamento, que se concentran en esta met�fora. Y as� destruimos el amor en cuyo nombre exploramos la ira.

"Misericordia infinita, pero tambi�n deseo una justicia infinita". �Como el buitre remueve su nido�, esa es la revelaci�n del Antiguo Testamento de la terrible y mansedumbre de Jehov�. �Con qu� frecuencia habr�a reunido a tus hijos�, etc. Esa es la modificaci�n de la imagen en el Nuevo Testamento. Pero nunca podr�a haber tenido lo Nuevo a menos que primero tuviera lo Viejo. Y eres tonto si, en nombre de la santidad del Nuevo, desechas la ense�anza del Antiguo. Conserve ambas met�foras, y se explicar�n y confirmar�n entre s�.

II. Un pensamiento esclarecedor del significado de la vida. �Para qu� es todo esto? Ense�arnos a volar, a ejercitar las alas a medias en vuelos cortos, que nos prepare y posibilite tomar m�s largos. Cada evento que nos acontece tiene un significado m�s all� de s� mismo; y cada tarea que tenemos que hacer reacciona sobre nosotros, los hacedores, y nos encaja o nos obstaculiza para un trabajo m�s grande. La vida como un todo, y en su m�s m�nimo detalle, es digna de que Dios la d�, y digna de que la poseamos, solo si reconocemos la ense�anza que se pone en forma pintoresca en este texto: que el significado de todo lo que Dios hace para nosotros es entrenarnos para algo m�s all�.

La vida, en su conjunto, est� llena de ruido y furia, y no significa nada a menos que sea un aprendizaje. �Para qu� estamos aqu�? Para hacer car�cter; adquirir experiencia; para aprender el uso de nuestras herramientas. El car�cter puede manifestarse en los grandes momentos, pero se hace en los peque�os. As� que la vida est� destinada a la disciplina y, a menos que la usemos para eso, por mucho que disfrutemos de ella, la usamos mal.

III. Un pensamiento tranquilizador en cuanto a la variedad de m�todos de Dios con nosotros. �Mover el nido� significa hacer que un hombre se sienta inc�modo donde est�, a veces por el aguij�n de su conciencia, que a menudo son las voces del Esp�ritu de Dios; a veces por cambios de circunstancias, para bien o para mal; y muchas veces por dolores. La paja se saca del nido y no es tan c�modo tumbarse; o un poco desarrolla una punta afilada que se adentra en la piel medio emplumada y hace que el pich�n se alegra de salir al aire.

Todos rehuimos el cambio. �Qu� deber�amos hacer si no lo tuvi�ramos? Deber�amos endurecernos en h�bitos que nos empeque�ecer�an y debilitar�an. Todos retrocedemos ante las tormentas. �Qu� deber�amos hacer si no los tuvi�ramos? El mar y el aire se estancar�an, y se volver�an pesados, podridos y pestilentes, si no fuera por el viento salvaje del oeste y las tormentas. As� que todos nuestros cambios, en lugar de ser lloriqueados; y todos nuestros dolores, en lugar de ser tomados de mala gana, deber�an ser reconocidos como lo que son, un llamado amoroso al esfuerzo.

Entonces se modificar�a su presi�n y se asegurar�a su bendici�n cuando se cumpliera su prop�sito. Pero el entrenamiento del padre �guila no se limita a remover el nido. �Qu� ser� de los j�venes cuando salgan de ella y nunca se hayan acostumbrado a soportarse en el �ter invisible que los rodea? As� que "revolotea sobre sus cr�as". Es una palabra muy hermosa la que se emplea aqu�; la misma palabra que se usa en G�nesis acerca del Esp�ritu de Dios �que mora sobre la faz de las aguas.

Y sugiere cu�n cerca, cu�n protector, con las alas expandidas, el Padre Divino se acerca al ni�o cuyo descanso ha perturbado. Una vil pieza de la mitolog�a griega cuenta c�mo una vez Jove, disfrazado de �guila, se llev� a un ni�o entre sus grandes alas. Es asqueroso donde se encuentra, pero es benditamente cierto acerca de la experiencia cristiana. Si nos ponemos en las alas de Dios, y no en la ociosidad, sino probando nuestro pobre y peque�o vuelo, �l ver� que no nos sobrevenga ning�n da�o. ( A. Maclaren, DD )

En el ala de Dios y debajo de ella

(con Salmo 57:1 ): - Aqu� tenemos dos experiencias sorprendentemente diferentes y, sin embargo, estrechamente relacionadas entre s�.

I. Tenemos la seguridad de Dios de que en su trato con su pueblo durante su estancia en el desierto, hab�a actuado con ellos como un �guila con sus cr�as cuando ella les ense�aba a volar. Esta ilustraci�n refuerza una verdad importante, a saber, la preparaci�n de los jud�os por Dios para el ejercicio saludable de los poderes crecientes dentro de ellos, y el complemento de los mismos por Su propio gran poder, de modo que aquellos que eran "ning�n pueblo" deber�an convertirse en " un pueblo entre las naciones del mundo.

�Ese fue un entrenamiento maravilloso mediante el cual a Israel se le ense�� a volar, a un pueblo degradado c�mo convertirse en una naci�n poderosa. Esto representa el m�todo de Dios para tratar con su pueblo, el proceso de entrenamiento a trav�s del cual usted y yo estamos llamados a pasar si somos suyos. Dios en cada caso comienza con un objeto lamentable, un pobre pecador quebrantado en el coraz�n y en el prop�sito, uno al que no le queda esp�ritu y que, con todo, puede haber ca�do en las profundidades m�s bajas del pecado.

Aunque sea degradado a las mayores posibilidades de degradaci�n humana, Dios tomar� a ese pobre hombre destrozado en la esperanza y la expectativa, y a�n ser� llevado como en alas de �guila.

II. Tenemos otro aspecto de los tratos de Dios con su pueblo, a saber, el de protegerlos bajo sus alas, como la madre ave cr�a en la hora de la tormenta y el peligro. �S�, a la sombra de tus alas�, etc. Algunos de nosotros sabemos lo que es estar en las alas de Dios cuando nos lleva en vuelo, cuando nos inspira valor y nos ense�a a usar nuestras alas. Hay otros de nosotros que hemos llegado a esa experiencia cuando despu�s de todo el vuelo, despu�s de todo el hacer, todo el aguante, estamos cansados ??de coraz�n y buscamos refugio bajo sus alas, como el �guila despu�s de su vuelo con su peque�o. uno los lleva de regreso a su refugio, y en efecto dice: �Est�s cansado ahora, pondr� las alas que te han llevado cuando te fatigaste en vuelo a tu alrededor para protegerte por igual contra la tormenta y el enemigo.

�As� los peque�os ni siquiera escuchar�n la tormenta afuera. Han sentido el lado duro del ala: ahora sienten el lado suave y plumoso, y el amor de la madre, como su calor, atraviesa cada p�jaro joven que se junta bajo sus alas. El salmista sabe lo que es haber estado en el ala de Dios, soportado por la tormenta para aprender a volar; pero ahora da gracias a Dios porque cuando se ha cansado de la tormenta, porque es demasiado para sus fuerzas, es devuelto al nido, bajo el calor y el abrigo de esa ala que antes lo sosten�a.

Algunos de ustedes est�n casi siempre a la sombra de las alas de Dios. El d�a est� llegando a su fin, todas las actividades de la vida casi han terminado, y Dios, antes de llevarlos a Su cielo, les pide que vengan y se refugien bajo Sus plumas. ( D. Davies. )

El trato de Dios con los hombres

I. Los caminos de Dios no pueden dejar de parecer extra�os e inexplicables a los ojos de los hombres. Un reconocimiento agradecido de esto es el secreto de una mente fuerte y satisfecha. Que mi vida y mi destino no est�n en mis propias manos; que el glorioso sue�o de una "Divinidad que modela nuestros fines, �spelos como podamos", es algo m�s que un sue�o; que hay una inteligencia y una sabidur�a m�s grandes que las nuestras, presidiendo el nido de toda vida humana, �hay algo m�s que una muda desesperaci�n mir�ndonos a la cara en el abandono de una fe como esa?

II. La prosperidad y la comodidad ininterrumpidas no son buenas para nadie. Engendra una falsa seguridad. Ciega al hombre a la delgadez de ese hilo del que penden todas las cosas humanas. Crea una audacia que no es de Dios, que lo aleja de Dios, y algunas veces las cosas inferiores todav�a siguen en su tren. �Qu� orgulloso, qu� intolerante, qu� indiferente puede hacer a un hombre una carrera prolongada de �xito! �La prosperidad pura es buena para una naci�n? Esta maravillosa historia de Israel, la verdadera imagen y cuadro de todas las historias, responde �No.

�Los registros de ese pueblo casi se resuelven en esto: una sucesi�n de prosperidades y una sucesi�n de reca�das en la idolatr�a y el pecado. Visitaci�n tras visita es necesaria para agitar su nido ocioso. �La prosperidad pura es buena para una familia? �Invariablemente encuentra elevado el tono moral y religioso? �Son los ni�os pensativos y desinteresados? �Es la vida algo serio? �O no es esto con demasiada frecuencia la caracter�stica del hogar: ensimismamiento familiar, ego�smo familiar? que puede ser tan real y tan atroz como el ego�smo de clase o personal.

No, la mera vida de nido de comodidad inmutable o de felicidad inquebrantable no es buena para nadie. De modo que el Todopoderoso tiene formas de agitarlo para que ninguno de Sus hijos, que deber�an ser como �guilas, cortando el aire y enfrentando la tormenta, y mirando directamente al ojo del sol, deber�a estar recostado y c�modo, decr�pito y in�til, en su nido en casa.

1. Observaci�n sobre el m�todo de las operaciones divinas. Es caracter�stico de este rey de los p�jaros que se levanta ante sus peque�os y les pide que los sigan. Al principio, el p�jaro padre realiza peque�os c�rculos, ampli�ndolos y haci�ndolos m�s grandes, sin embargo, a medida que ascienden; pero siempre manteni�ndose por delante y a la vista, salvo cuando se ve obligado a descender y llevar a un pich�n exhausto a un lugar seguro. �Es ese tambi�n el m�todo de Dios? �No lo es?

2. En el mayor dolor al que puede ser arrojado, Dios est� cerca y a la vista. Tenga cuidado de que ning�n esp�ritu murmurador o rebelde lo oculte de su vista cuando m�s lo necesite. ( J. Thew. )

Despertado de anidar

Hemos visto algo as�, en primer lugar, en la vida dom�stica y secular que nos rodea. Los padres cr�an a sus hijos junto a la piedra del hogar de la familia. Y me compadezco de la casa que no tiene altar familiar. La chimenea es agradable en el hogar familiar, la compa��a de hermanos y hermanas es sumamente deliciosa; pero el nido est� lleno, no los sostendr�. No siempre pueden ser ni�os y ni�as, que no ganan nada y consumen mucho; que traer�a ociosidad y miseria.

As� los padres prudentes revuelven el nido. Los mayores vuelan y tratan de cambiar por s� mismos. Al principio es un trabajo duro y triste. Que un ni�o salga de un dulce hogar rural a un mundo tan vasto como este tiene terrores en �l. El muchacho est� a punto de volar por s� mismo. Al principio se hunde y es desgarrado por las zarzas; pero finalmente, por la bendici�n de Dios, resucita. Tiene brazos fuertes para trabajar y un cerebro sano para pensar.

�l tiene algunos fracasos, tal vez, pero los fracasos son m�s bien bendiciones, porque disciplinan a uno para que tenga habilidad y confianza en Dios. Pero con la ayuda del brazo fuerte de Aquel que ayuda a los que se ayudan a s� mismos, se levanta. Poco a poco construye su nido entre los acantilados con el verdadero esp�ritu de �guila. Se convierte en un comerciante ahorrativo, un ciudadano �til. Lo mejor de todo es que es cuando se recuerdan las oraciones de los padres y, por la gracia de Dios, �l alcanza el estilo m�s elevado de hombre: un cristiano ferviente.

Ahora, en el siguiente lugar, veamos el aspecto espiritual de las condiciones. Dios trata con los cristianos como un �guila trata con sus cr�as. �l ve que todos estamos tratando de anidar. Llenamos estos nidos terrenales para nosotros mismos, los llenamos con todo tipo de comodidades, y luego nos sentamos y fijamos nuestro afecto en ellos. Aumenta la riqueza, crece la ambici�n. Se abandona la antigua residencia y se construye una nueva.

El trabajo ferviente y ben�volo para Cristo - reuniones de oraci�n y todo ese estilo de piedad - lleg� a ser un tab� en esa lujosa casa como lo ser�a un leproso en Londres. Si se permite que la bancarrota lleve esa espl�ndida propiedad al martillo, �se pregunta? Y si llega la muerte y escribe palidez en alguna mejilla de rosas, �te preguntas? Dios vio que Sus hijos comenzaban a anidar y decidi�, por el bien de sus almas, despertarlos.

Y as� removi� el nido, no por venganza, no por crueldad; Lo hizo con amor, amor por el pecador y amor por las almas inmortales de aquellos que estaban desperdiciando su vida en autocomplacencia. La tercera parte de este prol�fico texto es esta: cuando un alma inmortal se anida en el gozo pecaminoso o en las posesiones mundanas, despierta, inconversa, �no es una calamidad terrible? �Puede caer una peor maldici�n sobre un alma as� que ser dejada en paz? Si es cierto que un �guila joven, dejada sola, se convertir�a en un simple debilucho, hambriento y nunca podr� volar, �cu�nto m�s cierto es que cada alma, si se deja sola, se arruinar�! Es el amor divino el que primero despierta al pecador, aunque sea a costa de hacer sangrar el coraz�n.

A nadie le gusta que lo despierten de un sue�o confortable a medianoche. Pero si escuchas la alarma de incendio y ves el humo saliendo de la casa del vecino de enfrente, y alguien sale corriendo a trav�s del humo sofocante hacia tu pasillo y grita ��Fuego! �fuego!" no le golpeas; te arrodillas y le das las gracias temblando de todo coraz�n. �l te despert�, pero te salv�. Cuando una de nuestras compa��as �rticas de exploradores fue a buscar hace a�os a Sir John Franklin entre la nieve y los icebergs (el alcohol se congel� en una botella a su lado y el term�metro descendi� a setenta grados por debajo del punto de congelaci�n), los pobres, abrumados por fr�o, acu�state a dormir.

Hogares c�lidos y chimeneas encantadoras se mezclaban con sus visiones. Pero el l�der sab�a que media hora m�s de ese sue�o ilusorio dejar�a a cada uno de ellos cad�veres en el hielo. Los despert�. Dijeron: �No tenemos fr�o; solo queremos un poco de descanso ". Media hora m�s los habr�a dejado r�gidos. As� que su l�der los golpe�, los encajon�, los magull�, cualquier cosa para sacarlos del letargo. �Pobres compa�eros! se tambalearon hasta la caba�a, pero se salvaron. El brazo que los despert� fue el brazo que los salv�. ( TL Cuyler, DD )

El grano de Dios de Israel

Aqu� vemos la explicaci�n de ese cap�tulo extra�o y tortuoso de la historia de Israel; los toques de desplazamiento e inquietud en Egipto son seguidos por la conducci�n de ellos dando vueltas y vueltas en sus vagabundeos por el desierto durante cuarenta a�os. Eran un pueblo carnal, terrenal y complaciente entre las ollas carnales de Egipto, y bajo la opresi�n se hund�an en todos los vicios, debilidades y supersticiones de su condici�n de esclavos. Dios no establecer� su tierra con tales; y ning�n golpe repentino har� que desaparezcan los males. Debe hacerse mediante un progreso educativo prolongado de ternura y severidad mezcladas.

�Incluso como un p�jaro intenta cada cari�o cari�oso,

Para tentar a sus reci�n nacidos descendientes a los cielos ".

Por instrucciones rudimentarias, por tipo y s�mbolo, por los elementos de la ley y la profec�a, haci�ndolos pasar por pruebas de criba, haci�ndolos marchar de un lado a otro, para ventilar sus bajas inclinaciones y deshacerse de sus cualidades m�s bajas, trat� de av�velos de su paja, dejando morir a multitud de ellos, y que otros nazcan en un nuevo estado de cosas, hasta que por fin se convirtieron en un pueblo completamente diferente, con otros objetivos y capacidades.

Las alas de los aguiluchos crecen. Su primer vuelo d�bil y sus aleteos terrestres se han transformado en un ataque m�s audaz y m�s alto. El Se�or los hab�a despertado y destetado de su nido; A menudo, tambi�n, los dej� solos, luego vino oportunamente a rescatarlos, los desnud� sobre sus alas y los llev� todos los d�as de anta�o, un proceso todav�a familiar en la experiencia de su pueblo amablemente ense�ado, d�bil y lento en su vuelo hacia el cielo. ( AH Drysdale, MA )

Nutrici�n del �guila

El poder del vuelo a�reo, de dejar la tierra y atravesar los campos del aire circundante mediante el uso de alas, es el modo de locomoci�n m�s perfecto que conocemos, y una de las prerrogativas f�sicas m�s maravillosas. Es el que m�s desea y codicia el hombre y, sin embargo, el que m�s ha desafiado el logro o la imitaci�n. Sin duda, este anhelo de una vida de mayor libertad y alcance ha dado lugar a la idea de que el poder de volatilizaci�n ser� un atributo humano en otra etapa de la existencia.

Pero, aunque se le niega al hombre como atributo f�sico, el poder del vuelo a�reo parece m�s adecuado que cualquier otro para ilustrar las actividades y movimientos del alma. Hablamos de la fuga del pensamiento, apenas conscientes del uso de la met�fora. El �guila posee este poder f�sico en el m�s alto grado. Pero el poder de vuelo del �guila necesita un vigoroso cuidado. La posici�n del nido donde se cr�an las cr�as aumenta la dificultad de este entrenamiento.

Por lo general, se encuentra en una repisa de alguna roca escarpada, o en un acantilado debajo de la cima de un acantilado escarpado. Por lo tanto, las cr�as del �guila no pueden ser atra�das o expulsadas del nido y dejarlas revolotear hasta el suelo como las aves j�venes del nido y h�bitat m�s bajos. Deben ser conducidos con prudente cuidado, no sea que su primer vuelo sea el �ltimo.

I. La primera verdad con la que nos impresiona esta lecci�n objetiva inspirada es: la grandeza esencial y las estupendas posibilidades de nuestra naturaleza. El hombre no es una criatura inferior, sin potencias que desarrollar, sin aptitudes nobles que poner en juego, sin facultades en las que reside la profec�a de los grandes logros. Es un objeto de la consideraci�n y el cuidado divinos; y lo es porque, muy por encima de todas las dem�s criaturas terrestres, es part�cipe de la naturaleza divina y capaz de una vida que, en todo salvo en infinitos alcances, refleja la vida de Dios.

Es infantil, un simple novato hasta ahora; pero es la infancia de un ser glorioso, con una posibilidad de crecimiento cuya existencia inmortal es el �nico t�rmino adecuado. Es un novato, pero un novato del nido de un �guila.

II. Otra verdad que ilustra esta sorprendente lecci�n objetiva es: el vigor de la crianza Divina. El �guila agita su nido y revolotea sobre sus cr�as, no para deleitar a sus cr�as en el nido, contentarlas con �l y detenerlas all�, sino para llevarlas adelante, inducirlas a una vida de mayor envergadura. y convertirlos en las criaturas grandes, libres y competentes que deb�an ser.

Hay una apariencia de dureza y severidad en esto hasta que nos damos cuenta de lo que significa. �C�mo puede el �guila madre llevar a los j�venes a una aventura tan peligrosa, e incluso remover el nido y atraerlos para que lo hagan? Lo mismo ocurre con el entrenamiento Divino de nuestras almas. Dios nos ama con un amor tan profundo y verdadero que puede permitirse ser severo; s�, eso debe ser y ser� severo, seg�n lo requiera el desarrollo de nuestra naturaleza y la configuraci�n de nuestra vida.

El amor que solo complace y no nutre es reprendido incluso por el cuidado instintivo de las criaturas inferiores. Pero el amor de Dios trasciende todo el amor de los seres finitos, y los efectos m�s sutiles del amor instintivo o inteligente solo reflejan vagamente su grandeza superadora y perfeccionadora. Para un punto de vista meramente sentimental, la crianza de Dios hacia sus hijos s� parece severa. Consideramos que nuestra seguridad y bienestar consiste en permanecer en el nido, pero Dios sabe lo contrario; y �l act�a sobre Su conocimiento seguro, no sobre nuestra ignorancia malinterpretada.

No permitir� que permanezcamos inexpertos y toscos. La vida de anidaci�n puede ser hermosa, pero debe ser breve, porque es inceptiva. Rompe el nido de instrucci�n autorizada y fe f�cil e impl�cita. Nos construimos nidos de fe, pero estos tampoco pueden permanecer; y construimos y volvemos a construir, pero siempre con el mismo resultado meramente temporal. En horas de exaltaci�n espiritual y vigor se concede una visi�n maravillosa y se hacen revelaciones maravillosas.

Vemos al Cristo centrado. Y enseguida nos proponemos construir nuestros tabern�culos y permanecer all� hasta que la fe se convierta en vista. S�, decimos que nunca m�s podremos dudar. El nido se agita tan pronto como comenzamos a vivir supinamente en �l, y la fe debe encontrar nuevas pruebas para que pueda regocijarse en nuevos triunfos. Tambi�n lo es con nuestros nidos de experiencia. �Qu� dulces son estos! �Cu�n profunda es la paz, cu�n rica la alegr�a, cu�n intenso el deleite que brindan! �Qu� ganancia clara y permanente parecen denotar! Y con qu� seguridad afirmamos que la vida nunca m�s puede ser la misma, que nunca m�s podr� moverse en los viejos niveles, o conocer la vieja lucha sin alegr�a y la esterilidad de la alegr�a.

Pero estas experiencias son para ce�irnos para las luchas que ser�n, as� como para coronar las luchas por las que hemos pasado. Su mejor resultado se obtiene cuando esto se realiza, pero, ya sea que se realice o no, el nido se agita. Y lo mismo ocurre con nuestros nidos de logros y satisfacci�n con ellos. �Qu� alegr�a nos llega a veces en nuestro trabajo, qu� sensaci�n de logro, qu� evidencia de aceptaci�n y �xito! Pero incluso estos nidos, por sustanciales que parezcan, no permanecen.

A veces duran muy poco, ni siquiera desde el servicio de la ma�ana hasta el de la tarde del d�a de reposo. Entonces Dios revuelve el nido en el que Sus hijos vivir�an una vida supina o circunscrita. Los hombres no son para nidos, sino para volar. Dios ciertamente nos da nidos, pero tambi�n nos da alas; y las alas son el regalo m�s rico. Pero Dios no nos deja solos cuando nos saca del nido. �l est� con nosotros en todos los ensayos aventureros a los que nos obliga.

Estos tiempos de agitaci�n del nido son �pocas de avance espiritual. El pasado se anula y se abre un futuro m�s grandioso. La vida se vuelve m�s real, adquiere un rango m�s grandioso, un alcance m�s amplio y un tono m�s sublime.

III. Las agencias que Dios emplea en este nido se conmueven. Son dolor, decepci�n, vicisitud, oportunidad, voz, visi�n, descanso interior y otras cosas que no se pueden tabular.

IV. Un d�a Dios romper� nuestro �ltimo nido terrenal. La muerte es un ascenso. Es una realizaci�n necesaria de la vida presente. Aqu� nunca llegamos al sol hacia el que nos elevamos. Ni siquiera podemos mirarlo fijamente; nos quema y nos ciega; pero lo haremos. El legendario vuelo del �guila hacia el sol es una profec�a pagana de nuestro destino. Y Dios estar� con nosotros en ese �ltimo largo vuelo. ( JW Earnshaw. )

El cuidado de Dios ilustrado por el �guila

Al describir Su trato con Su pueblo, el Se�or a menudo hace uso, en las Escrituras, de similitudes tomadas del mundo natural. De este modo, se produce en nuestra mente una impresi�n m�s v�vida de lo que �l quiere que sepamos, que si hubiera empleado meros preceptos did�cticos; y adem�s, se nos ense�a a asociar pensamientos de sabidur�a espiritual con las circunstancias y eventos que pasan ante nuestros ojos naturales.

I. El origen del cuidado de Dios se exhibe en la primera parte del texto: �La porci�n del Se�or es Su pueblo; Jacob es la suerte de Su herencia. Lo encontr� en una tierra des�rtica, y en un desierto aullador y desolado ". Fue una bondad inmerecida, no ganada por ning�n m�rito, lo que influy� en el Se�or en Su elecci�n de Israel como Su propia herencia peculiar. No fue por su bondad que Dios se revel� a Abraham, Isaac y Jacob como su Dios; pero fue como consecuencia de esa revelaci�n, fue el resultado de Su amor soberano como causa.

Ahora, esto es admirablemente descriptivo de la primera causa de la salvaci�n de cada creyente, que el ap�stol expresa en un lenguaje sencillo y no metaf�rico, cuando dice: "No que am�ramos a Dios, sino que �l nos am�".

II. El modo en que Dios ejerce su cuidado. Dios no trata a los hombres como meras m�quinas. Es cierto que �l obra en nosotros tanto el querer como el hacer, y sin Su ayuda no podemos hacer nada; pero luego �l querr�a que nosotros colaboremos con �l, s�, para trabajar en nuestra propia salvaci�n. Su objetivo es sacar nuestras facultades y poderes, para que puedan ser consagrados a Su servicio y mostrar toda Su alabanza.

"El �guila despierta a sus cr�as". Y as� Dios despierta y agita a su pueblo. Hay un trabajo que hacer, hay talentos que emplear, hay trabajo que realizar. Por lo tanto, no deben permanecer como ni�os en el regazo de una tranquila indulgencia. El �guila "revolotea sobre sus cr�as". Y as� Dios atrae a su pueblo hacia adelante. El �guila �extiende sus alas, las toma, las lleva sobre sus alas.

�Cuando realmente los saca del nido, ella los sostiene para que no se caigan y vuela debajo de ellos para evitar que se caigan. Y as� Dios se interpone entre Su pueblo y la destrucci�n: �l lleva sus cargas; s�, los lleva con amor sustentado y alentador. Tal es el modo, como lo indica el texto, en el que Dios ejerce su cuidado sobre su pueblo: cu�nto se preocupa por su bienestar en esto puede verse en la expresi�n: "Lo guard� como a la ni�a de sus ojos". Tan celosamente velaba por el Israel de anta�o, que no permitir�a que prosperara ninguna arma formada contra ellos.

III. Las lecciones pr�cticas que podemos deducir de la asignatura.

1. La primera es una lecci�n de humildad: nos mantenemos firmes en la fe: no debemos ser altivos, sino temer. Ya les he mostrado que los primeros comienzos de la piedad son el don y la operaci�n de Dios. Debo agregar que todos los d�as necesitamos su cuidado vigilante para mantenernos adonde ya hemos llegado. Ninguna criatura puede estar m�s desamparada o desamparada, si se le priva del cuidado de sus padres, que las cr�as de cualquier ave.

Y por lo tanto, la semejanza del texto nos da una idea viva de nuestra continua dependencia del Se�or para toda la fuerza y ??bendici�n que necesitamos. Si �l nos dejara, no podr�amos dar un solo paso correctamente: nuestra seguridad, por lo tanto, y nuestro consuelo, dependen de nuestra estrecha y humilde espera en �l. �sta es una lecci�n dif�cil de aprender: de hecho, en general, solo se adquiere mediante una experiencia dolorosa. Los hombres pr�cticamente no tendr�n en cuenta la verdad humillante de que sin Cristo no pueden hacer nada.

2. Tambi�n podemos aprender una lecci�n de precauci�n. No todos los que eran de Israel eran Israel; porque hubo muchos desobedientes y alejados de Dios, incluso en la naci�n particularmente llamada por Su nombre. Y, por tanto, no debemos dar por sentado que los privilegios de los que he hablado nos pertenecen, o que el cuidado que he descrito se ejerce sobre nosotros, a menos que podamos descubrir las huellas genuinas en nosotros mismos de la reconciliaci�n con Dios.

3. Observo, de nuevo, que aprendemos de ah� una lecci�n de fe infantil e impl�cita. No es sabio, no es agradecido en el pueblo de Dios estar continuamente cuestionando, como es muy probable que lo hagan, Su poder o Su amor. Tal conducta es un andar no por fe sino por vista.

4. Por �ltimo, dir�a, aqu� tenemos una lecci�n de un amor m�s devoto. �Qu� corazones fr�os y perezosos debemos tener, si no los conmueve un recital de tanta ternura como se desarrolla el texto! ( J. Ayre, MA )

La inauguraci�n de la experiencia cristiana

La inauguraci�n de una experiencia cristiana es la inauguraci�n de una nueva vida. Un hombre se mueve hacia un nuevo elemento. Andar por fe en lugar de por vista es mucho lo que para el joven aguilucho tratar de volar. �l se encoge de �l. Mira con nostalgia el nido. Y de ah� el cambio total de esfera, este desapego de viejas f�rmulas de pensamiento, viejos h�bitos de vida, viejos deseos, viejos principios de acci�n, viejos prop�sitos, es una agitaci�n literal del nido. Dios lo quiere adonde �l solo pueda llevarlo. ( M. Vincent, DD )

Versículos 13-14

Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra.

El trato de Dios con su pueblo

Todo sobre el pueblo jud�o era significativo y enf�ticamente prof�tico. Cana�n en s� fue un tipo de la condici�n tanto aqu� como en el futuro de los disc�pulos de Cristo. Por lo tanto, cualesquiera que sean los t�rminos en los que se describe la riqueza de la Cana�n literal, podemos suponer justamente que estos t�rminos, tomados metaf�ricamente, son expresi�n de la provisi�n hecha "en Cristo" para Su Iglesia, y de los privilegios "pertenecientes" a los que viven y conf�an en �l, �con todo el coraz�n, y con toda el alma, y ??con todas las fuerzas.

Parecer�a m�s bien indicado por el texto que una gran lucha debe preceder a la posesi�n de los ricos productos de Cana�n. Y esto les deseamos particularmente que observen - que �cabalgar sobre las alturas de la tierra� es para, - es preparatorio para �comer el crecimiento de los campos�; como si ese "comer" fuera en recompensa por el dominio ganado sobre las fortalezas del enemigo.

I. El cristianismo, como no se instal� de una vez en el mundo, sino que se abri� camino en una lucha lenta y dolorosa hacia el dominio que a�n no ha alcanzado, es progresivo, y no instant�neo en la adquisici�n del imperio en casos individuales. Quiz�s no exista una analog�a despreciable entre la historia del cristianismo en el mundo y su historia en el individuo. El cristianismo, cuando se public� por primera vez, se abri� camino r�pidamente, como si pudieran pasar pocos a�os antes de que todo sistema falso desapareciera antes que �l.

Pero hubo interrupciones: retrocesos, degeneraci�n y luego arrepentimiento y reforma parcial. Pero la consumaci�n es todav�a una cosa de esperanza, y Cristo debe "reaparecer en poder y gran majestad" antes de que Su religi�n prevalezca en cada hogar y en cada coraz�n. De la misma manera, el individuo convertido se dedica al principio con el mayor ardor a los deberes de la religi�n; pero despu�s de un tiempo, con demasiada frecuencia, el ardor disminuye y los deberes se descuidan parcialmente o se cumplen l�nguidamente.

Entonces el hombre se despierta de nuevo y trabaja con amargura de esp�ritu para recuperar la tierra tan tristemente perdida. Aunque en general avanza, queda mucha languidez, y no ser� antes del d�a del Se�or cuando ser� santificado, santo en cuerpo, alma y esp�ritu. Sin embargo, la verdadera caracter�stica de la religi�n en ambos casos es la progresividad, o mejor dicho, deber�amos decir, la incapacidad para permanecer estacionario.

Existe tal cosa, seg�n el ap�stol, como continuar en la infancia y ser "alimentados con leche". Tambi�n existe el hecho de avanzar a la edad adulta y ser alimentado con carne. �sta es otra representaci�n t�pica de lo que parece sugerido en nuestro texto, que algunos simplemente comen de lo que el campo produce por s� mismo, mientras que el aumento m�s rico est� reservado para aquellos que se esfuerzan seriamente en cultivar la tierra.

De hecho, no es que las verdades m�s ricas sean completamente diferentes de las dem�s; porque Cristo debe ser el elemento b�sico en todas las verdades del alma; son m�s bien las mismas verdades en un estado m�s refinado y exquisito preparado para aquellos que se han afanado aqu� para asegurarse una porci�n en el mundo venidero.

II. Ahora procedemos a considerar la segunda parte de la profec�a, o la promesa de nuestro texto, porque es una de las dos cosas; lo que tiene que ver con la obtenci�n de "miel de la roca y aceite del pedernal". Esta parte, quiz�s, va m�s all� que la primera al conectar la bendici�n con la diligencia de aquellos a quienes se les confiere. Si se obtiene �miel� de la �roca�, se debe escalar la �roca�; y como no reposar� en la superficie, las hendiduras o fisuras deben explorarse cuidadosamente; de modo que la promesa parece presuponer trabajo y, por lo tanto, confirma lo que siempre hemos argumentado, que el texto pertenece peculiarmente a aquellos que est�n obrando su salvaci�n con m�s seriedad que la ordinaria.

Pero, sin embargo, puede suponerse que las abejas pueden enjambrar en las hendiduras de la roca y, por lo tanto, podr�a haber literalmente la obtenci�n de "miel de la roca", parecer�a haber una especie de oposici�n entre la cosa producida y el lugar. , eso lo produce. La poca probabilidad aparente de que la "roca" produzca "miel" tiene un paralelo con la certeza del hecho de que Cristo venci� al ceder, y someti� la muerte al morir.

Y si se toma la palabra "roca" en el sentido de la roca t�pica que fue golpeada por Mois�s en Horeb, entonces la promesa de miel de la roca puede ser tanto una promesa de privilegios peculiares para aquellos que son diligentes en la justicia, como la de los �Comiendo de las cosechas de los campos�, cada creyente saca agua de la roca, pero la miel puede estar reservada para aquellos �quienes, por perseverancia paciente en hacer el bien, muestran eminentemente la alabanza de Aquel que llev� nuestros pecados en Su propio cuerpo el el �rbol.

�Y, de hecho, hay un valor oculto en el Salvador, en esa� Roca de las Edades que se ha abierto para nosotros �, que se aprecia cada vez m�s a medida que el creyente se familiariza con Cristo, esforz�ndose por magnificarlo en todas las acciones de su vida. No es meramente un sentido general de la suficiencia de la expiaci�n que obtienen tales hombres: la persuasi�n de que el Mediador ha dispuesto una provisi�n para las necesidades de los pecadores, incluso las principales: van m�s all� de esto; encuentran en Cristo tales reservas de consuelo, tales tesoros de sabidur�a y conocimiento, que nunca se cansan de buscar, ya que nunca pueden agotarlos.

Cada necesidad que surge es suplida por estas provisiones de Cristo; toda nube esparcida por su resplandor; todo deseo satisfecho o satisfacci�n garantizada por las inescrutables riquezas de su obra de mediaci�n. Y esta "miel" es de la "roca" - de las hendiduras de la roca. Debo ir, por as� decirlo, a las heridas del Salvador si quiero obtener esta preciada y siempre multiplicadora provisi�n.

Debo estar mucho con �l en el huerto y en la cruz. Seguramente podemos decir confiadamente, que si hay plenitud y preciosidad en el Redentor, eso se comprueba, aunque se deja sin agotar cuando se contempla Su poderoso sacrificio, y se ponen en pr�ctica las lecciones que proporciona; si hay esta recompensa para encontrar una piedad constante y perseverante, - que encuentra una abundancia cada vez m�s profunda en el Salvador - una dulzura y una riqueza en Su oficio que dan un �nfasis indescriptible a la expresi�n b�blica - �La mayor entre diez mil y en total encantador"; y si, adem�s, es Cristo, molido y quebrantado, traspasado y hendido como una gran masa de piedra sobre la que ha ca�do el rayo, quien entrega estos ricos tesoros,

III. Esta idea se expresa a�n con m�s fuerza, como ve, en las palabras finales de nuestro texto: �y aceite del pedernal�; la adici�n de la palabra �pedernal� da una imagen m�s fuerte de rocosidad y, por lo tanto, hace que el lugar sea menos prometedor para producciones tan ricas y delicadas. �Qu� denota la met�fora as� interpretada, si no que Dios hace la aflicci�n para consolar a su pueblo? para que cuando sean llevados por su providencia a lugares salvajes y accidentados, puedan encontrar all� provisiones a�n m�s ricas que en lugares verdes y cultivados? No necesitamos aducir ninguna prueba m�s larga de que la promesa as� interpretada se verifica al pie de la letra en la experiencia de la Iglesia.

El testimonio de los creyentes, en todas las �pocas del mundo, ha sido que la temporada de aflicci�n ha demostrado ser una temporada de ricas comunicaciones desde arriba, una temporada en la que la fidelidad y el amor de Dios se han realizado m�s que nunca antes. �poca en la que los textos de las Escrituras han adquirido un significado nuevo y m�s profundo, y las verdades que hasta ahora habitaban s�lo en la cabeza han llegado al coraz�n y han difundido all� una "paz que sobrepasa todo entendimiento".

IV. Y quiz�s, aun as�, nuestro texto puede no haber sido completamente explicado, porque si en su aplicaci�n primaria a los jud�os denotaba el sustento que se les proporcionar�a en Cana�n, tal como se aplica a nosotros mismos, puede relacionarse con la provisi�n reservada para nosotros en el cielo. , de la cual Cana�n fue el tipo, cuando Dios nos habr� hecho �cabalgar sobre las alturas de la tierra� y nos exaltar� a Su reino, donde la promesa que tenemos ante nosotros puede estar siempre cumpli�ndose.

Dios siempre estar� comunicando suministros de Su propia plenitud, a medida que una era tras otra de expansi�n o ensanchamiento pasa sobre los redimidos; y estos suministros a�n pueden ser suministros de miel de la roca. No habr� agotamiento de Cristo ni redenci�n. Los esp�ritus glorificados nunca se cansar�n de escudri�ar los misterios de la gracia, ni considerar�n esos misterios como explorados a fondo. Contin�e, si quiere, con la met�fora de nuestro texto.

La eternidad se dedicar� a contemplar y examinar la "Roca de las Edades"; cada momento descubrir� una nueva profundidad; las hendiduras de esta roca, muy extra�as, pero muy verdaderas, la encajan para sostener el universo, y cada hendidura fresca produce nuevas reservas de miel, satisfaciendo deseos que crecer�n con su provisi�n. ( H. Melvill, BD )

El gozo de Israel en el desierto

El punto de vista com�n de la suerte de Israel en el desierto es que fue uno de dificultades y de tribulaci�n ininterrumpida. Al refutar este punto de vista, no sostenemos que su suerte fuera de felicidad sin mezcla. Este no es el estado de la humanidad bajo ninguna circunstancia.

1. Gran parte de su felicidad proven�a del sentido de la grandeza del movimiento de la Divina providencia del que eran sujetos inmediatos.

2. Otra fuente de su alegr�a vino de su condici�n de liberada.

3. Otro fue la evidencia sensible de la bondad de Dios.

4. Otro era de las nuevas fases del paisaje natural por el que eran constantemente saludados.

5. Otro fue por la abundancia y riqueza de sus provisiones temporales.

6. Otro fue su fe en las promesas del pacto.

7. Sus goces sociales y dom�sticos. Ten�an hogares; y sab�an que sus hijos ten�an perspectivas gloriosas.

Conclusi�n&mdash

1. Dios quiere que todos seamos felices y siempre felices. Haz un balance de tus alegr�as.

2. Algunas de las mayores promesas de la Palabra de Dios son para los jud�os. ( BF Rawlins, DD )

Versículo 15

Jeshurun ??engord� y pate�.

Prosperidad mundana

I. Una comunidad que se da cuenta de la prosperidad mundana. La prosperidad mundana a veces le llega a un hombre:

1. Independientemente de sus esfuerzos.

2. Por sus honestos esfuerzos.

3. Por sus esfuerzos deshonestos.

II. Una comunidad que abusa de la prosperidad mundana.

1. Por simpat�a, se apartaron de Dios.

2. En la vida desatendieron a Dios.

(1) Un gran error.

(2) Un error com�n. ( Homilista. )

Sobre los peligros de la prosperidad

Dos temas principales recorren esta canci�n, fuertemente contrastados, como un cord�n de oro brillante y un cord�n negro entrelazados. El que lleva la delantera es la misericordia del Se�or para con Israel en las maravillas realizadas para su liberaci�n y exaltaci�n, y los beneficios de toda clase que les han sido concedidos. Luego, frente a esto, se encuentra la flagrante mejora de Israel de estas bendiciones, la ingratitud y apostas�a de Israel, con los juicios que naturalmente siguieron a su infidelidad.

El texto es el punto de inflexi�n de esta maravillosa composici�n. Hasta este vers�culo, la tensi�n ha sido (en general) exultante y alegre, celebrando la elevada distinci�n a la que Israel hab�a sido elevado; ahora se vuelve triste, amenazante y lamentable una declinaci�n sin igual. �C�mo se lleg� a esto? Todo est� contenido en estas pocas palabras, que tienen una solemne advertencia para nosotros: �Jeshurun ??engord� y pate�.

Jesur�n, �el recto�, el pueblo que hab�a sido llamado y apartado para ser una naci�n santa, con el objetivo de la justicia, y que hasta ahora se hab�a distinguido por una medida de integridad, se corrompi� a causa de la prosperidad.

I. Consideremos a los hombres en su capacidad social y con respecto a sus intereses mundanos generales, y observemos c�mo com�nmente se ven afectados por la abundante prosperidad. La historia est� llena de ejemplos que muestran c�mo el car�cter nacional se ha deteriorado a medida que aumenta la riqueza y el poder de una naci�n. Un pueblo, mientras lucha por la existencia y lucha por la libertad, ha mostrado todas las virtudes de la laboriosidad y la frugalidad, la energ�a y el coraje, el esp�ritu p�blico y la abnegada consideraci�n por el bien com�n.

As� establecen su mancomunidad y se vuelven fuertes y poderosos. Entonces las riquezas fluyen; el lujo sigue en su tren; los hijos pronto olvidan las virtudes de sus padres o los desprecian; luego se forman los partidos; cada clase, cada individuo, tiene la ambici�n de enfrentarse o eclipsar al otro. Todas las peque�as pasiones de nuestra naturaleza pronto se convierten en una actividad feroz. Reina el ego�smo, se olvida el bien general y se ridiculizan y desprecian los principios que antes se ten�an en honor.

II. Pasar de aquellos aspectos del tema que son nacionales y sociales a los que conciernen a nuestras iglesias. Aqu� es donde tal mal es m�s peligroso y m�s condenable. Las naciones, las sociedades, incluso las clases de hombres, indudablemente tienen relaciones con Dios; est�n en deuda con �l por los ricos beneficios de su providencia; y son verdaderamente culpables cuando abusan de ellos con la autocomplacencia y el olvido de �l.

Pero su culpa es mucho menor que la de las iglesias, sociedades de cristianos profesantes, que se alejan del amor y la lealtad que le deben a su Se�or. Ahora, esa es la agravaci�n en la que se insiste aqu� por el uso mismo del t�tulo �Jeshurun�: el Vertical. �Qu� parte tan vil para quienes deben distinguirse por esta excelencia de convertir la abundancia de los ministerios de la gracia en ocasi�n de orgullo, confianza en s� mismos y descuido! Sin embargo, esto ha sucedido una y otra vez.

En diversas formas, este temperamento desenfrenado, este esp�ritu satisfecho de s� mismo y autoindulgente se manifiesta. Hace sesenta o setenta a�os sali� en antinomianismo, que hizo del Evangelio todo privilegio y ning�n deber, bajo el pretexto del celo por la gratuidad de la gracia divina. Este enga�o, que arruin� muchas almas y debilit� gravemente las energ�as de las Iglesias, se ha desvanecido en gran medida; pero su esp�ritu, el esp�ritu de indolencia carnal y complacencia, perdura todav�a.

La autocomplacencia puede asumir muchas formas, deslizando su cuello fuera del suave yugo de Cristo. Pero la tentaci�n que nos asedia ahora es el orgullo de la iluminaci�n, la engre�da noci�n de que hemos alcanzado visiones m�s amplias y liberales del cristianismo; y as� se explican las grandes doctrinas de la gracia, o se diluyen de tal manera que se les roba su fuerza.

III. Habiendo mostrado as� la influencia perjudicial de la prosperidad continua, perm�tanme ahora indicar c�mo se puede corregir esta tendencia perjudicial.

1. Por un recuerdo constante y agradecido de la Fuente y Dador de nuestra prosperidad. Esto nos mantendr� en el lugar que nos corresponde como humildes beneficiarios y deudores, dependientes de Su generosidad.

2. Usemos nuestros recursos y ventajas como Dios quiere que se usen, y como �l mismo nos da el ejemplo. Dios est� otorgando constantemente. No se guarda nada para s� mismo.

3. No deseemos la prosperidad para s� misma. ( A. Thompson, MA )

El peligro de ser peor por misericordia

Primero, demu�strales que incluso los mejores hombres est�n en peligro de volverse peores por las misericordias: por las misericordias externas, incluso por las misericordias espirituales. En segundo lugar, d� algunos fundamentos y razones para demostrar la veracidad de los mismos, c�mo sucede que deber�a haber tanto peligro de que un pueblo empeore por misericordia.

I. Para la prueba, para que comprendan mejor, perm�tanme establecerla en una doble distinci�n de misericordia. Las misericordias son privativas o positivas: privativas, es decir, liberaciones, preservaci�n de una variedad de males y peligros, a los que de otra manera estar�amos sujetos; nuestras misericordias privativas son mayores y m�s que nuestras misericordias positivas, aunque no las percibimos: los peligros de los que somos liberados son m�s que las misericordias presentes que disfrutamos.

Veamos ahora si las misericordias privativas empeoran a los hombres; cuando los hombres son liberados, �empeoran por su liberaci�n? Mire esto ( Deuteronomio 32:26 ), el Se�or habla de una gran misericordia privativa. �Qu� bien, ahora, hizo esta liberaci�n a este pueblo? En el verso treinta y dos. Su vid es la vid de Sodoma, y ??sus uvas son las uvas de Gomorra.

Aqu� est� el fruto ahora que estos hombres sacaron de sus misericordias privativas, que el Se�or no los entreg� en manos de sus enemigos, por cuanto el pueblo se volvi� m�s inicuo bajo estos, y sus uvas fueron, etc. De esta manera ellos mejorado sus corrupciones. En Salmo 78:38 , muchas veces apart� su ira y no permiti� que surgiera todo su disgusto.

�Fue mejor la gente despu�s? No, se volvieron mucho m�s rebeldes. As�, las misericordias privativas pueden empeorar a los hombres. Y los hombres pueden ser librados, y una naci�n liberada, y ellos empeoran por ello, el Se�or puede reservarlos para m�s plagas. En segundo lugar, hay misericordias positivas, y son de dos tipos, y los hombres corren el peligro de empeorar con ambos. Ya sean misericordias temporales o espirituales, como si el Se�or les diera a los hombres las Escrituras, est�n en peligro de arrebatarlas para su propia destrucci�n ( 2 Pedro 3:6 ); si Dios les da su evangelio, corren el peligro de convertir su gracia en libertinaje ( Judas 1:4 ).

No la palabra de gracia, sino los privilegios de la gracia; si Dios da a los hombres las ordenanzas, ellos dicen: El templo del Se�or, el templo del Se�or. Y somos entregados a cometer toda esta abominaci�n ( Jeremias 7:8 ), y as� en Hebreos 6:7 , All� est� la tierra que bebe la lluvia de ordenanzas e influencias, y sin embargo produce zarzas y espinos.

Entonces, si los hombres reciben privilegios espirituales, pueden ser peores para ellos ( Mateo 3:9 ). No, adivinaci�n espiritual, y estar en peligro de ser peor por ello: Pablo era as� ( 2 Corintios 3:7 ). No, movimientos y operaciones espirituales ( Hebreos 6:5 ).

II. Pero dir�s: �Cu�l es la raz�n? �Son las misericordias de Dios de una naturaleza tan maligna que hacen que los hombres empeoren? Un hombre pensar�a, si algo pudiera hacer a los hombres mejores, la misericordia lo har�a; es cierto, los hombres ten�an naturalezas ingenuas como la gracia trae. Pero hay cuatro grandes razones por las que es peligroso para una persona o personas disfrutar de la misericordia y no ser peor por la misericordia.

1. Primero, proviene de la corrupci�n que hay en el coraz�n del hombre; es cierto, la misericordia de Dios no es una causa de que los hombres empeoren: porque no infunde ninguna disposici�n maligna en el alma del hombre. Pero la misericordia de Dios es una ocasi�n, aunque no sea la causa; como se dice de la ley de Dios ( Romanos 7:11 ).

2. En segundo lugar, de la maldici�n general que por causa del pecado ha venido sobre todas las criaturas y todas las dispensaciones providenciales de Dios.

3. En tercer lugar, de la especial malicia del diablo contra la misericordia. Es cierto, �l es un enemigo de todas las criaturas, y las destruir�a a todas como criaturas por su enemistad con Dios. Pero de una manera m�s especial, el diablo es enemigo de la misericordia de Dios m�s que de cualquier otra criatura de Dios. �Por qu�? porque el pecado del diablo es enemistad directa, malicia y venganza. Dios espera la mayor gloria de Su misericordia, y por lo tanto, de todas las otras cosas, el diablo tiene la mayor envidia de eso, para que Dios sea deshonrado por ellos.

4. En cuarto lugar, hay algunas misericordias que Dios ha dado a personas y pueblos debido a un disgusto particular; escuchaste de la maldici�n general que cay� sobre todas las criaturas antes. Pero ahora digo, hay algunas misericordias que Dios da por un peculiar disgusto, y resultan ser una maldici�n m�s peculiar. Concibo que les parecer� claro en Zacar�as 5:3 .

No es de extra�ar que estos hombres empeoren por las misericordias, porque es debido a un disgusto peculiar que el Se�or les da, como dice Austin de que Dios escucha las oraciones, escucha las oraciones de los hombres malvados y les da las cosas que piden, aunque no como una respuesta propiamente dicha. a la oraci�n. Dios escucha las oraciones con venganza. Da las cosas por las que se ora, pero por un peculiar disgusto. Dios hace llover tantas trampas sobre los hombres en misericordia como en cualquier otra de Sus dispensaciones, y por lo tanto, m�ralo; Es peligroso que un pueblo reciba misericordia si no la mejora.

III. Hablar� ahora unas pocas palabras de aplicaci�n; hay dos usos que le dar�a. Primero, de examen. Recuerda todas las misericordias que has recibido de Dios: misericordias temporales y espirituales; misericordias positivas, privativas. De hecho, es tu deber ( Salmo 68:26 ). No solo por las misericordias recibidas tard�amente, sino mire hacia la Fuente de donde todas las misericordias brotaron primero ( Miqueas 6:5), es desde el primer principio de la misericordia hasta el �ltimo fin de ellos, pregunten ahora a sus propios corazones, miren sus propias misericordias personales cada uno en las misericordias familiares privadas, y las misericordias p�blicas que Dios ha otorgado a la naci�n, y dime, �eres mejor o peor para ellos? �Has dado fruto que responda a la misericordia? Hay seis cosas que son las formas ordinarias por las que los hombres parecen ser peores en cuanto a misericordia.

Y, por favor, veamos si todos estos no se encuentran entre nosotros; este es un d�a en el que deb�is exponeros desnudos ante Dios. Primero, el abuso ordinario de la misericordia es el olvido de Dios ( Deuteronomio 6:14 ). En segundo lugar, cuando se hayan decidido por ellos y est�n satisfechos con ellos. Que guarden esta misericordia y les ir� bien.

Disfrutemos esto, y todo est� bien. En tercer lugar, cuando los hombres se vuelven refractarios al deber y se oponen a las cosas de la piedad con mano m�s alta. En cuarto lugar, cuando un pueblo comienza a adorar su propia belleza, Dios lo pone en buenas condiciones y comienza a descansar en �l, que el mal era el fruto de su misericordia ( Ezequiel 16:15 ).

En quinto lugar, cuando los hombres se atribuyen misericordia a s� mismos y quitan la gloria de Dios ( Habacuc 1:16 ). Por �ltimo, cuando los hombres emplean todo para su propio uso, cuando todas las misericordias de los hombres s�lo sirven a sus concupiscencias; un hombre dice, hemos obtenido esta misericordia, por tanto ser� rico; ahora debo sentarme a popa, dice otro; la gesti�n de todas las negociaciones del Estado est� en mis manos; tanto como para decir, Dios ha dado todas estas misericordias para que me sirvan: recuerda ese lugar en Isa�as 29:1 .

Hay un segundo uso de precauci�n y amonestaci�n; �Oc�pate de ver que es algo tan peligroso, que no se diga justamente lo mismo de usted, y se cargue contra usted como lo fue aqu� en Jeshurun: que fueron los peores por sus misericordias; las misericordias que recibieron no hicieron m�s que madurar sus pecados y acelerar su ruina; ten cuidado de dar frutos dignos de la misericordia que recibes. Primero, el fruto apropiado de la misericordia es un humilde reconocimiento de nuestra propia indignidad.

En segundo lugar, el fruto apropiado de la misericordia por el cual se puede decir que un hombre es mejor es cuando atribuye toda misericordia a Dios. En tercer lugar, cuando las misericordias recuerdan los pecados de un hombre, el alma se inclina ante la aprensi�n de la misericordia: �qu�, Dios me mostrar� misericordia a uno tan rebelde y desobediente como yo! y luego el alma lee sobre la culpa de su pecado con nuevo remordimiento. En cuarto lugar, cuando las misericordias recaen sobre el hombre obligaciones m�s fuertes, y un hombre hace este uso de ellas; se considera a s� mismo m�s firmemente ligado a Dios; ese es el uso que hacen de la misericordia en Esdras 9:13 .

En quinto lugar, cuando el alma estudia lo que le devolver� a Dios por todas sus misericordias: sabes que Dios no solo espera retornos, sino retornos proporcionales. Y deseo que se fijen en ello ( 2 Cr�nicas 32:26 ). Por �ltimo, esa alma es mejor para la misericordia cuando ama m�s a Dios por ella ( Salmo 18:1 ).

Pero, �c�mo sabr� que soy mejor para las misericordias? Ore, observe estas cuatro reglas. Primero, tus misericordias nunca te har�n mejor, a menos que sean misericordias que procedan de un derecho e inter�s del pacto. En segundo lugar, cuando un hombre, al recibir todo de Dios, lo dirige todo a Dios. En tercer lugar, considera que esta es la misericordia que te hace bien, cuando hace prosperar tu alma. Por �ltimo, en el que sus oraciones a Dios se dirigen m�s por un uso santificado de la misericordia que por la misericordia misma. ( Wm. Fuerte. )

Prosperidad no santificada

I. Que todos tienen la obligaci�n m�s solemne de amar y obedecer a Dios.

1. �l es nuestro Creador y Propietario absoluto.

2. �l es el Autor de nuestra salvaci�n.

II. Que, a pesar de estas obligaciones, muchas personas abandonan a Dios.

1. Por mero olvido.

2. Descuidando las ordenanzas de la religi�n.

3. Por falta de atenci�n a los deberes relativos.

III. Esa prosperidad no santificada es a menudo la causa de estos males. Es muy posible ser muy pr�spero y muy religioso tambi�n, pero, aunque posible, es muy dif�cil (Jer 20:21 � Jeremias 5:7 ?).

Conclusi�n&mdash

1. Una forma de prevenir estos males es recordar la incertidumbre de las cosas terrenales.

2. Otra forma es ser ferviente en oraci�n a Dios por su gracia que sostiene. ( WG Barrett. )

Enervado por la prosperidad

En medio de la lujosa tranquilidad del valle, los hombres degeneran, pero entre las monta�as encontramos una raza valiente y dura, porque all� los peligros de los pe�ascos y el fr�o del invierno refuerzan los nervios y los m�sculos hasta que cada uno se vuelve vigoroso y los hombres son aptos para actos de valor y hechos de hero�smo. Es en la batalla y el servicio donde se cr�an los soldados veteranos. ( CH Spurgeon. )

Versículo 17

Ofrecieron sacrificios a los demonios.

la adoraci�n del diablo

I. El diablo de la sensualidad. Esto incluye la intemperancia, el libertinaje y la gratificaci�n de todos los apetitos animales inferiores. �No sacrifican los hombres en todas partes el intelecto, el genio, el tiempo, el dinero, la salud e incluso la vida misma en su santuario infernal?

II. El diablo de la avaricia. La codicia de la ganancia, el deseo de riqueza, es la inspiraci�n de millones en esta era mercenaria. La verdad, la honestidad, la conciencia, el respeto por uno mismo, la libertad moral, la paz y el honor se sacrifican a esta siniestra deidad.

III. El diablo de la vanidad. Amor al espect�culo, deseo de aplauso popular. Se sacrifican fortunas a este diablo.

IV. El diablo del sectarismo. Dif�cilmente se puede encontrar un diablo mayor que �ste. A ella los hombres sacrifican la verdad, la caridad, la nobleza moral. ( Homilista. )

Versículo 18

De la Roca que te engendr�, olvidaste.

Olvidadizo de la Roca

�C�mo es que los hombres olvidan pronto lo s�lido, lo real, lo sustancial? �Qu� es lo que deleita a los hombres en el chisporroteo de los cohetes, en las fuentes de colores, en las l�mparas que se balancean sobre los �rboles que se ofenden con su presencia? �Vea la gran multitud furiosa esperando que broten las fuentes de colores, y que todas las peque�as l�mparas el�ctricas confinadas en globos de colores brillen entre las ramas ondulantes! �Qu� exclamaciones de est�pido deleite! �Cu�n asombrada queda la inteligencia moderna ante la maravillosa exhibici�n de colores! Quien escucha la tranquila luna que mira con indecible asombro, y que en su coraz�n maternal est� diciendo: �Oh, que fueran sabios, que fueran menos dados a la adoraci�n de juguetes y la alegr�a de ese tipo! Aqu� he estado brillando siglos y siglos, �qui�n me escucha? �Cu�l de todos los sofocantes, �Multitud sobrealimentada vuelve un ojo empa�ado hacia mi curso para observarme en mi gentil soberan�a? �Y las estrellas, tambi�n, miran hacia abajo a las fuentes de colores sin sentir envidia por su sonrojo moment�neo y por su chapoteo inaudito! Olvidamos la Roca tan pronto; preferimos el juguete; queremos algo ligero, algo que se pueda decir con la lengua a la ligera, una nada fluida y f�cil.

No nos importa inclinar la cabeza para estudiar, criticar, examinar y estimar la evidencia, y comprometernos con la aceptaci�n de conclusiones s�lidas. �Podemos ir a cualquier parte para ver una fuente de colores? Los hombres que no viajan media milla hasta el p�lpito m�s grande del mundo, o el altar m�s grande jam�s construido para el Dios del cielo, se expondr�an a s� mismos y a sus familias a cualquier inconveniente y gasto para contemplar con la admiraci�n de la idiotez a un hombre. fuente de colores! Bienaventurados los que aman las estrellas permanentes, las l�mparas del cielo, y que ponen sus pies amplia y firmemente sobre la Roca eterna de Dios.

Vayamos a lo real, a lo sustancial, a la misma revelaci�n de la verdad de Dios, y permanezcamos all�; La fuente de color mineral solo puede venir de vez en cuando, pero los cielos eternos siempre est�n llenos de luz o ricos en belleza. ( J. Parker, DD )

Versículo 20

Una generaci�n muy perversa.

La perversidad de la incredulidad

1. La incredulidad es algo muy perverso, porque, en primer lugar, le da a Dios la mentira. �Hay algo peor que esto? Dios dice: "Cree en el Se�or Jesucristo y ser�s salvo", y el incr�dulo responde: "No puedo creer que Jes�s me salvar�". Oh, alma, �puedes atreverte a mirar hacia la Cruz de Jes�s y decir: �No hay vida en una mirada al Crucificado para m�? �Puedes pensar en el Esp�ritu Santo y luego decir que no tiene poder para cambiar un coraz�n tan negro y duro como el tuyo?

2. Nuevamente, la incredulidad es una gran perversidad, porque rechaza el camino de salvaci�n de Dios. Nadie puede leer las Escrituras sin ver que el camino de la salvaci�n de Dios no es por el trabajo ni por los sentimientos, sino confiando en el Hijo de Dios, quien ha ofrecido una expiaci�n completa por el pecado. Ahora el pecador dice: �Se�or, har�a o sufrir�a cualquier cosa si pudiera ser salvo.

3. La incredulidad es una cosa muy perversa, nuevamente, porque muy a menudo hace demandas irrazonables de Dios. Cuando Tom�s dijo: "Si no metiera mi dedo en la huella de los clavos y metiera la mano en Su costado, no lo creer�", estaba hablando de forma muy perversa. He escuchado al pecador decir: "Oh, se�or, si pudiera tener un sue�o, si pudiera estar abatido por la angustia, o si pudiera disfrutar de alguna revelaci�n notable, entonces le creer�a a Dios"; esto tambi�n es perversidad.

4. La incredulidad es muy perversa, a continuaci�n, porque da lugar a pensamientos duros de Dios. �Dices que �la salvaci�n por la fe es demasiado buena para ser verdad�? �Hay algo demasiado bueno para venir de Dios, que es infinitamente bueno?

5. Y una vez m�s, la incredulidad es algo muy perverso porque desacredita al Se�or Jes�s. Oh alma, �dudas de la virtud infinita del sacrificio divino? �Cuestionas el poder de la intercesi�n del Se�or resucitado?

6. � Y no crees que es otro ejemplo de gran perversidad que la incredulidad arroja reflejos sobre el Esp�ritu Santo? �No te salva? �Qui�n eres t� para destacarte contra el testimonio del Esp�ritu de verdad? �Rechazar�s el testimonio triple del Esp�ritu, el agua y la sangre? ( CH Spurgeon. )

Ni�os en los que no hay fe .

Fe en su sentido superior

No malinterpretes la palabra "fe". Es una palabra cristiana; aqu� no ocurre en su sentido espiritual o cristiano. "Fe" es una palabra que pertenece a Cristo, no a Mois�s. La palabra "fe" aqu� significa cumplimiento de pactos, realidad, honestidad en los votos. Han firmado un papel, pero romper�n el v�nculo: son ni�os en los que no hay fe, no hay confianza, no hay confianza. Este no es el "sexto sentido", esta no es la raz�n sobre las alas; esto es veracidad simple y honrar el pacto.

La fe a�n no nace en la Biblia, en cuanto al nombre y la influencia definida, aunque muchos hombres en el libro antiguo fueron movidos por la fe y no pudieron explicar sus propios motivos e impulsos. Estamos llamados a la fe en su sentido m�s elevado; y al ser llamados a la fe en su sentido m�s elevado, no estamos llamados a renunciar a la raz�n. �Deber�a decirle a un ni�o, querido peque�o, tus dos manos no son lo suficientemente fuertes para soportar ese peso, ni siquiera de oro, pero podr�a buscarte una tercera, y con eso podr�as levantarla f�cilmente, y con eso? no tendr�a peso; Podr�as llevarlo siempre sin cansancio y sin fatiga, �deshonro las otras manos? �Someto al ni�o a alguna humillaci�n? �Ignoro el poco poder que tiene? Ciertamente no: lo aumento, lo magnifico, lo honro; lo mismo hace el grande y amoroso, que quiere que oremos sin cesar, magnifica la raz�n diciendo: Quiere fe; la fe magnifica los sentidos al decir: Son cinco en total, y puedo hacerlos seis; no renuncies a ninguno de ellos, mantenlos a todos en su integridad, pero quieres el sexto sentido que se aferra a lo invisible y lo eterno.

Por lo tanto, no podemos guardar los convenios y honrar los votos en el sentido en que se usa aqu� la palabra "fe", de manera completa, hasta que seamos inspirados por la fe superior: esa confianza que todo lo abarca en Dios, ese maravilloso sexto sentido. que ve a Dios. �Se�or, aumenta nuestra fe! �Que nuestra prosperidad nunca interfiera con nuestra oraci�n! Danos lo que quieras: pobreza, riquezas, salud, enfermedad, fuerza o debilidad, pero no quites tu Santo Esp�ritu de nosotros. ( J. Parker, DD )

La generaci�n infiel

�Sin fe es imposible agradar a Dios�, imposible hacer lo que es el fin apropiado de nuestro ser; en el cual, si fracas�ramos, ser�a mucho mejor para nosotros que nunca hubi�ramos nacido. No se dice lo mismo de la caridad, ni de ninguna otra gracia cristiana, sino s�lo de la fe. No es que podamos esperar agradar a Dios, si falta alguno de los ornamentos de un esp�ritu manso, gentil y cristiano en nuestro car�cter; sino porque hay una necesidad peculiar de a�adir la fe, que le da derecho a esta marca de distinci�n.

No hay un solo eslab�n en la cadena de virtudes y gracias evang�licas que pueda decirse que es innecesario; pero es necesario sobre todo ese eslab�n que es el final de la cadena y que la conecta con Dios mismo. En el texto, Dios se queja de la provocaci�n de sus hijos e hijas, la simiente rebelde de Abraham; y �l atribuye todas las faltas de su car�cter a este defecto capital, que son "hijos en los que no hay fe".

I. La falta de fe en el estado actual del mundo cristiano.

1. La excesiva atenci�n concedida a meros objetos terrenales y sensibles. La frase com�n "Ver para creer" es una simple confesi�n de que caminamos por vista, no por fe. La suma de nuestro credo es esta: que las cosas buenas de este mundo son s�lidas y sustanciales; los del otro mundo, visionarios y quim�ricos.

2. La creciente y prevaleciente negligencia de las ordenanzas. Esto surge de la noci�n infiel e infiel de que no son materiales, que son meras ceremonias, que no hay virtud en ellas. Aqu� hay una negaci�n directa de la fe.

3. La timidez y reserva generalizada que prevalece entre las personas religiosas. Si no se puede decir de nosotros, como de los imp�os y profanos, que Dios no est� en todos nuestros pensamientos, seguramente no se puede negar que �l no est� en todas nuestras conversaciones. La falta de fe est� en el fondo de esto. No estamos completamente persuadidos en nuestras propias mentes y, por lo tanto, nos sentimos inc�modos y reservados al comunicarnos nuestros pensamientos.

4. El descuido y la indiferencia que generalmente prevalece con respecto a los sacramentos de la Iglesia.

II. �Cu�l es la conclusi�n natural de todo esto? Si la falta de fe es la causa de todos nuestros des�rdenes, el remedio sencillo es ir donde podamos obtener m�s fe; a tomar lo poco que tenemos y arrojarnos a los pies de Cristo, diciendo: �Se�or, yo creo; ayuda a mi incredulidad ". Y su ministro, como en todas sus oraciones, ir� delante de usted en esto igualmente. �Se�or, aumenta mi fe; para que pueda, tanto por mi vida como por mi doctrina, exponer Tu Palabra verdadera y viva, y con raz�n de estas cosas solemnes. ( Homilista. )

Considerando el �ltimo fin

I. Una lamentaci�n impl�cita.

II. Una descripci�n de la verdadera locura.

III. Un deber de suma importancia. Considerando nuestro �ltimo fin ...

1. Nos recuerda su certeza.

2. Urge preparaci�n.

3. Evitar� que nos tomen por sorpresa. ( Homilista. )

Sobre el recuerdo de la muerte

I. En primer lugar, la muerte, si se la atendiera seriamente, dirigir�a nuestro juicio y corregir�a esas cosas falsas que son las grandes fuentes de todos nuestros errores en la vida. �No rebajar�a nuestra opini�n sobre los placeres temporales si este sentimiento fuera familiar para nuestras mentes de que pronto debemos ser arrancados de ellos? �C�mo elevar�a nuestra estima por las disposiciones cristianas! �Con qu� colores vivos ver�amos la maldad del pecado y el peligro de practicarlo, si vivi�ramos en el recuerdo de ese terrible evento que arreglar� nuestra condici�n eterna! �No ver�amos la gran importancia del tiempo, y la absoluta necesidad de mejorarlo, si pens�ramos que es corto e incierto, y que de �l depende la eternidad?

II. La contemplaci�n seria de la muerte, adem�s de corregir nuestras nociones equivocadas, ayudar�a a moderar nuestras pasiones rebeldes, tan dif�ciles de contener. Ante la viva idea de la muerte, todas las pasiones ceden y dejan el alma en un estado de seria tranquilidad. El orgullo cae; la vanidad se extingue; la envidia muere; el resentimiento se enfr�a; y la admiraci�n afectuosa de las cosas mundanas decae y se desvanece.

III. Una atenci�n habitual a nuestro �ltimo fin, ya que apartar�a nuestros afectos de las cosas del tiempo y de los sentidos, los fijar�a en objetos de naturaleza espiritual y eterna. Las grandes virtudes de la vida cristiana, como el amor a Dios y el amor al hombre, no son, como las posesiones mundanas, de tipo perecedero. Contin�an despu�s de esta vida; son los requisitos para ser admitidos en el reino de gloria; es m�s, constituyen el temperamento mismo del cielo y son los ingredientes esenciales de la felicidad futura y eterna.

La muerte gu�a la imaginaci�n hacia el futuro; da las recompensas y los castigos del mundo que vendr�n con todo su peso e impresi�n sobre nosotros. Por lo tanto, al sugerir los motivos m�s poderosos para una vida piadosa, naturalmente disuadir� a los hombres del pecado y reforzar� la pr�ctica de la santidad y la virtud. Los comprometer� a evitar ese curso de la vida que los expondr�a al castigo futuro.

Y los excitar�, por una perseverancia paciente en hacer el bien, para buscar la gloria, el honor y la inmortalidad en el reino de los cielos. Como la muerte, por la consideraci�n de sus terribles consecuencias, impone una vida santa; de modo que, al representar la brevedad y la incertidumbre del tiempo, nos llevar�a instant�neamente a emprender el gran negocio de la vida humana y a perseguirlo con una atenci�n incesante. �Por qu� los hombres se permiten la pr�ctica continua del vicio? Es porque se adulan con la esperanza de vivir a�n m�s, y con planes de arrepentimiento futuro: y as�, el gran asunto de la eternidad se pospone con frecuencia, de d�a en d�a, hasta que la enfermedad o la muerte los sobrepasa. Ahora bien, no hay una forma m�s segura, no hay forma m�s eficaz de evitar este error fatal que recordando nuestro �ltimo fin.

IV. Nos har�a tener cuidado, no sea que en cualquier momento nos sobrecarguemos con la hastia, la embriaguez y las preocupaciones de este mundo, y por lo tanto, el dardo de la muerte caiga sobre nosotros sin darnos cuenta. Una de las grandes ventajas de considerar la muerte es que ayudar�a a mantener la calma y la compostura en todas las condiciones de la vida. Como en la prosperidad, nos preservar�a de la insolencia, as� que bajo la adversidad, del abatimiento de la mente.

V. En �ltimo lugar, al meditar frecuentemente sobre nuestro �ltimo fin, podr�amos familiarizarnos con la idea de la muerte y superar el miedo a ella. El asombro que naturalmente provoca en la mente se desvanece a medida que aumentamos nuestro conocimiento de �l. Pero en lugar de cultivar este conocimiento, lo evitamos laboriosamente; y la sorpresa debe sumarse al horror de su aparici�n siempre que constri�a, como a veces constri�e, nuestra atenci�n. Hay ciertas ocasiones en las que nos es imposible rehuir el recuerdo de la muerte. ( Andrew Donnan. )

La consideraci�n de la muerte

I. Qu� es para un hombre considerar su �ltimo fin. Por el �ltimo fin de una persona en particular entiendo lo mismo que Balaam hace en su deseo ( N�meros 23:10 ), donde est� claro que por su �ltimo fin se refiere al tiempo de su muerte, que Salom�n, en Eclesiast�s 7:2 , llama �el fin de todos los hombres.

�Y as� es, en cuanto a todas las preocupaciones de esta vida y las oportunidades de proveer para otra. Pone fin a todos los proyectos, las labores, los cuidados de los hombres de este mundo por la obtenci�n de las cosas buenas de �l, y a la satisfacci�n que tienen en el goce de los que han obtenido. Pone fin a la obra de los hombres buenos, a todas las dificultades y sus conflictos con sus enemigos espirituales.

Finalmente, pone fin a todo lo que el bien o el mal pueden hacer o sufrir, lo que pasar� a su cuenta futura. Pero aunque el fin �ltimo de un hombre sea la disoluci�n de la uni�n actual del alma y el cuerpo, y ponga un per�odo final a todas las acciones de esta vida, sin embargo, es la apertura de una nueva escena, la entrada a otro estado. Antes de proceder a mostrar lo que est� impl�cito en la palabra "considerar", puede que no est� mal formar algunas proposiciones de nuestro "�ltimo fin", que pueden ser los objetos de su consideraci�n. Como&mdash

1. Que es muy cierto que un momento como este nos suceder� una vez a cada uno de nosotros.

2. Que, aunque es seguro que ese tiempo llegar� una vez, no es seguro cu�ndo llegar�.

3. Que si es cierto que ese tiempo nos suceder� una vez a cada uno de nosotros, pero no se sabe cu�ndo, tambi�n es seguro que no puede ser largo primero; porque �cu�l es nuestra vida, la vida m�s larga a la que alguien llega? Este ser� el objeto de nuestra consideraci�n, lo que implica tres cosas.

(1) Un asentimiento indudable a la verdad de la misma, pues las proposiciones, por verdaderas que sean en s� mismas, si no lo son para m�, no pueden causarme gran impresi�n.

(2) Una reflexi�n frecuente y un revuelo en mi mente; pues las proposiciones a las que he aceptado, si no pienso en ellas, no tienen mucha m�s influencia sobre m� que las que niego o cuestiono.

(3) Y principalmente, una aplicaci�n diligente de la misma al gobierno de mi vida, y llevarla a cabo con las medidas que sugiera esa creencia; porque s�lo una consideraci�n pr�ctica de este �ltimo fin har� sabio a un hombre.

II. Cu�n sabio lo har�; qu� pr�cticas sensatas ser�n los efectos de tal consideraci�n. Y seguramente se permitir� que lo har� muy sabio si lo hace sabio para este mundo y tambi�n para el pr�ximo.

1. En cuanto a este mundo, esa es ciertamente la verdadera sabidur�a que conducir� al hombre m�s silenciosamente a trav�s de �l con la menor molestia. Ahora bien, la mayor�a de las perturbaciones e inquietudes que encontramos aqu� surgen de nuestras propias nociones falsas y de la b�squeda imprudente de las cosas buenas de este mundo, o de los males que nos sobrevienen con el permiso de la providencia; y la consideraci�n de nuestro �ltimo fin contribuir� en gran medida a prevenir o eliminar el primero, y aliviarnos y apoyarnos en el segundo.

2. Pero la mayor ventaja de considerar nuestro �ltimo fin es que nos hace sabios para el otro mundo.

(1) Ser frugal con nuestro tiempo y aprovecharlo al m�ximo. Este corto d�a es toda la temporada de trabajo; cuando llega la noche nadie puede trabajar. �Tengo un gran trabajo que hacer en tan poco tiempo? �Depende mi eterna dicha o aflicci�n de que termine ese trabajo? �Y puedo ser tan tonto como para desperdiciar este tiempo en holgazaner�a o disturbios, en vanas recreaciones y conversaciones sueltas? �Padecer� el sue�o, el placer y el pecado para compartirlo entre ellos?

(2) No diferir nuestro arrepentimiento.

(3) Hacer uso de todos los medios de gracia que se nos ofrecen, y no descuidar una oportunidad que se pone en nuestras manos de esperar en Dios en Sus santas ordenanzas, o de hacer el bien a nuestro pr�jimo seg�n nuestro poder.

(4) Continuar con la obra y el servicio de Dios, y perseverar hasta el final con presteza; porque me muestra estas dos cosas:

(a) Que mi servicio puede ser mas corto. Y&mdash

(b) Que recibir� r�pidamente mi salario. ( Mons. Wm. Talbot. )

Memento mori

Hace algunos a�os, un c�lebre autor, Drelincourt, escribi� una obra sobre la muerte, una obra valiosa en s� misma, pero que no obtuvo venta alguna. Cualquier cosa en la que los hombres piensen en lugar de la muerte: cualquier ficci�n, cualquier mentira. Pero esta severa realidad, esta verdad maestra, la guarda y no permitir� que entre en sus pensamientos. Los egipcios mayores eran m�s sabios que nosotros. Se nos dice que en cada fiesta siempre hab�a un invitado extraordinario que se sentaba a la cabecera de la mesa.

No comi�, no bebi�, no habl�, estaba cubierto con un velo. Era un esqueleto que hab�an colocado all� para advertirles que incluso en sus banquetes deb�an recordar que habr�a un final de la vida. Sin embargo, nuestro texto nos dice que deber�amos ser sabios si consider�ramos nuestro �ltimo fin. Y ciertamente deber�amos estarlo, porque el efecto pr�ctico de una verdadera meditaci�n de la muerte ser�a sumamente saludable para nuestro esp�ritu.

Se enfriar�a ese ardor de la codicia, esa fiebre de la avaricia, si record�ramos que deber�amos dejar nuestras tiendas. Ciertamente nos ayudar�a a quedarnos tranquilos con las cosas que aqu� poseemos. Quiz�s nos lleve a poner nuestro afecto en las cosas de arriba y no en las que se pudren abajo. En cualquier caso, los pensamientos de muerte a menudo pueden detenernos cuando estamos a punto de pecar.

I. Considere la muerte.

1. Su origen. El hombre es un suicidio. Nuestro pecado, el pecado de la raza humana, mata a la raza. Morimos porque hemos pecado. �C�mo deber�a esto hacernos odiar el pecado!

2. Su certeza. Morir debo. Hay un camello negro sobre el que cabalga la Muerte, dicen los �rabes, y que debe arrodillarse ante la puerta de todo hombre. Debo cruzar ese r�o Jord�n. Puedo usar mil estratagemas, pero no puedo escapar. Incluso ahora soy como el ciervo rodeado por los cazadores en un c�rculo, un c�rculo que se estrecha cada d�a; y pronto tendr� que caer y derramar mi vida por el suelo. No olvides nunca, entonces, que mientras otras cosas son inciertas, la muerte es segura.

3. Luego, mirando un poco m�s hacia esta sombra, perm�tame recordar el momento de mi muerte. Para Dios es fijo y seguro. Ha ordenado la hora en que debo expirar. Pero para m� es bastante incierto. No s� cu�ndo, ni d�nde, ni c�mo exhalar� mi vida. Oh, pensemos, entonces, en lo incierta que es la vida. Hablamos de un cabello; es algo enorme en comparaci�n con el hilo de la vida.

Hablamos de una telara�a; es pesado comparado con la red de la vida. Somos como una burbuja; mejor dicho, menos sustancial. Como espuma de un momento sobre el rompeolas, as� somos nosotros. Oh, prepar�monos, entonces, para encontrarnos con nuestro Dios, porque desconocemos cu�ndo y c�mo nos presentaremos ante �l.

4. Los terrores que rodean a la muerte. Para los mejores hombres del mundo, morir es algo solemne: lanzarse a un mar desconocido. �Despedida! a esa casa que con tanto cari�o he llamado mi hogar. �Despedida! a ella que ha compartido mi vida y ha sido la amada de mi seno. Adi�s a todas las cosas: la propiedad, el oro, la plata. �Despedida! tierra. Las bellezas m�s bellas se desvanecen, tus melod�as m�s melodiosas mueren en la penumbra.

No escucho m�s y no veo m�s. Ninguna campana de iglesia me convocar� ahora a la casa de Dios. Si he descuidado a Cristo, no volver� a o�r hablar de Cristo. No se presenta ninguna gracia ahora; sin luchas del Esp�ritu.

5. Los resultados de la muerte. Porque, en verdad, sus resultados y terrores para los malvados son los mismos. �Oh, si fueras sabio al considerarlos! Perm�tanme, sin embargo, recordarle al cristiano que para �l la muerte nunca deber�a ser un tema sobre el que deber�a detestar meditar. �Morir! Para sacudir mi debilidad y ce�irme con la omnipotencia. Diles que tu guerra est� consumada, tu pecado es perdonado, y ver�s el rostro de tu Se�or sin un velo entre ellos.

II. Deseo que consideren ahora la advertencia que la muerte ya nos ha dado a cada uno de nosotros. La muerte ha estado muy cerca de muchos de nosotros; ha atravesado la ecl�ptica de nuestra vida muchas y muchas veces. Ese planeta siniestro a menudo ha estado en estrecha relaci�n con nosotros. Observemos con qu� frecuencia ha estado en nuestra casa. Piense, de nuevo, en las advertencias solemnes y repetidas que hemos recibido �ltimamente, no en nuestras familias, sino en el ancho, ancho mundo.

�Aqu�, all�, en todas partes, oh Muerte! Veo tus obras. En casa, en el extranjero, en el mar y al otro lado del mar, est�s haciendo maravillas. La muerte nos ha dado un toque hogare�o a todos. Pon tu dedo en tu propia boca, porque all� tienes la marca de la muerte. �Qu� significan esos dientes cariados, esos dolores espasm�dicos en las enc�as? Una agon�a despreciada por aquellos solos que no lo sienten. �Por qu� algunas partes de la casa tiemblan y se apresuran a deteriorarse? Porque la podredumbre que hay en los dientes est� en todo el cuerpo.

Habla de un diente con caries: recuerde que no es m�s que parte de un hombre con caries. �Qu� significan esos pulmones que se agotan tan pronto de su respiraci�n si subes un tramo de escaleras hasta tu cama? �Por qu� necesitas tus lentes �pticos para tus ojos, pero que los que miran por las ventanas se oscurecen? �Por qu� esa audici�n afectada?

III. Y ahora, en �ltimo lugar, se imaginar� a s� mismo muriendo ahora. ( CH Spurgeon. )

La verdadera sabidur�a deseable

I. Falta de sabidur�a. La �sabidur�a� se usa a veces para la religi�n, y la conexi�n entre ellos es muy cercana. El pecado es ...

(1) Ignorancia de uno mismo.

(2) Ignorancia de Dios.

(3) Desconocimiento de las consecuencias futuras.

Y la ignorancia es necedad, en cuanto es causa de necedad, esp�ritu de necedad y semilla de necedad.

II. Un deber descuidado. El "�ltimo fin" es la gran crisis de la existencia. �Por qu� los hombres descuidan su consideraci�n?

(1) Porque la perspectiva no es agradable.

(2) Debido a la flotabilidad natural de la vida humana.

(3) Mirar nuestro �ltimo fin nos dar� una estimaci�n real de nuestro propio valor.

(4) Mirar nuestro �ltimo fin har� que usemos el tiempo que nos queda para los fines m�s elevados. ( Homilista. )

La consideraci�n habitual de la muerte

I. El evento que se va a contemplar. Este es su �ltimo fin: no le suceder�n otros cambios en la tierra; nunca m�s ser� visible entre los hijos de los hombres; nunca m�s estar� ocupado en sus negocios, agobiado por sus preocupaciones, enredado por sus tentaciones y encadenado por sus compromisos. Todo se ha ido y pasado.

II. La consideraci�n que exige.

1. Debemos considerar que este cambio debe ocurrirnos a todos.

2. Debemos considerar que esto puede suceder en cualquier momento. Puede que te suceda en la edad adulta, en medio de todos los cuidados y deberes de la vida. Puede que te suceda en la juventud. Puede que te parezca en la ni�ez. La muerte no espera la vejez confirmada y los a�os temblorosos para realizar sus triunfos, sino que golpea cuando y donde quiere.

3. Debemos considerar nuestro �ltimo fin a fin de determinar si estamos preparados para enfrentarlo. �Est�s dispuesto a renunciar a las cosas de la vida presente?

4. Entonces considere no s�lo si est� preparado para renunciar a las cosas de esta vida, sino tambi�n si est� preparado para los acontecimientos que seguir�n inmediatamente. Las Escrituras nos ense�an que dos grandes eventos seguir�n inmediatamente despu�s de este �ltimo final de nuestra vida; debemos encontrarnos con Dios, y debemos ser juzgados.

5. No solo debemos considerar si estamos preparados para el gran cambio, sino que debemos reflexionar profundamente sobre las consecuencias de no estar preparados para enfrentarlo.

6. Luego considere el m�todo por el cual podemos estar preparados para alcanzar este �ltimo fin. Felizmente somos bendecidos con una revelaci�n de Dios; felizmente esa revelaci�n contiene en s� misma la gran preparaci�n de la misericordia redentora y recuperadora; y felizmente este es el �nico remedio soberano, mientras que todos los dem�s est�n excluidos de nuestra confianza y nuestra esperanza. Por lo tanto, el m�todo por el cual podemos esperar encontrarnos con Dios en paz es el m�todo de Su propio dispositivo; ideado por su infinita sabidur�a, y realizado por un poder tambi�n infinito, convirti�ndose en la prueba de un amor tambi�n infinito.

Considere que su esperanza y seguridad radica en no idear su propio m�todo de felicidad, sino en aceptar el m�todo de Dios para la felicidad, en inclinarse ante la proposici�n de Dios y creer en el amado Hijo de Dios. ( A. Reed. )

En la muerte

I. �De qu� manera debemos considerar nuestro �ltimo fin?

1. Completamente; Me refiero a juicio y entendimiento, para formar aprensiones justas y regulares sobre sus causas y consecuencias.

2. Estacionalmente. Debe pensarse y preverse de antemano.

II. La sabidur�a y la ventaja de considerar nuestro �ltimo fin.

1. Nos ayudar�a a formarnos una estimaci�n m�s fiel de la vida.

2. Nos dispondr�a a razonar y actuar. ( S. Lavington. )

El ultimo fin

I. Reflexione sobre esta consideraci�n como un curso de sabidur�a. La sabidur�a comparativa del hombre en los asuntos de esta vida se estima en su totalidad por su disposici�n a anticipar los resultados de sus propias acciones y su capacidad para calcular esos resultados con �xito.

II. Reflexione sobre las circunstancias relacionadas con este �ltimo fin, que deben ser consideradas especialmente. Considere las pruebas que se involucrar�n en �l, las necesidades peculiares que manifestar�, los resultados que deben fluir de �l, las provisiones que requerir�.

III. Con la autoridad de las verdades que as� se les han presentado, conf�o en poder instarles ahora a que cumplan en la pr�ctica este deber. Cuando consideras el �ltimo fin de los dem�s y contrastes los diversos temas de sus vidas; cuando contempla la piedad de la juventud y la vida activa que se convierte en el gozo y la paz de la partida de un cristiano, y marca el triunfo final de un alma que ha considerado sabiamente y ha provisto toda su responsabilidad, no puede dejar de ver cu�nto se ha ganado adoptando el Evangelio como el poderoso y pr�ctico principio de conducta en la ma�ana del d�a de gracia del hombre. ( SH Tyng, DD )

La consideraci�n de la muerte

El hecho de que, en general, exista una extra�a falta de reflexi�n y preocupaci�n por nuestra condici�n de mortal es m�s evidente en muchas verdades sencillas y familiares. Quiz�s nada en el mundo que parezca tan fuera de coherencia sea tan obvio. El hecho de que haya muerto toda una raza, desde el principio de los tiempos hasta la generaci�n actual, nos impresiona muy poco, salvo en momentos ocasionales. Al examinar la historia, es con los hombres de �pocas pasadas como vivos que nuestros pensamientos est�n ocupados.

Pero no hay necesidad de ilustraciones de tan amplia referencia. La insensibilidad puede mostrarse en ejemplos m�s familiares. Personas que habitan una casa de una antig�edad considerable: �con qu� frecuencia se les recuerda que las personas que antes ocupaban sus apartamentos, que caminaban por sus avenidas, est�n muertas, con una clara aplicaci�n de este pensamiento a ellos mismos? Y as� de los lugares de culto y de otros lugares de recreo. Pero a�n hay evidencia m�s inmediata.

Cu�n poco efecto, en el camino de la reflexi�n sobre nosotros mismos, parecen producir las instancias y espect�culos de la mortalidad real; �la terminaci�n de una vida en nuestro vecindario cercano, o entre aquellos a quienes bien conoc�amos! Las personas que conocen frecuente y oficialmente las circunstancias de la muerte a menudo se alejan notablemente de la reflexi�n sobre ella, tal como se aplica a s� mismas. Considere, nuevamente, cu�n poco y rara vez nos impresiona el reflejo, �cu�ntas cosas a las que estamos expuestos que pueden causar la muerte! �Qu� peque�as cosas pueden ser fatales! Pero avanzamos como si ninguna de estas peque�as flechas envenenadas de la muerte volara, ni tampoco los dardos m�s grandes.

Observe tambi�n cu�n pronto una recuperaci�n del peligro deja a un lado la seria idea de la muerte. Observe, nuevamente, c�mo se forman los esquemas para un largo tiempo futuro, con tanto inter�s y tanta confianza anticipada como si no existiera en el mundo tal cosa como la muerte. Y cuando se pregunta: "�Y c�mo es esto?" la explicaci�n general es la que explica todo lo que est� mal, a saber, la terrible depravaci�n radical de nuestra naturaleza. Pero asignar esta causa general no es suficiente para la investigaci�n. Sin duda hay causas especiales por las que ese gran general opera, aprovech�ndose de ellas.

1. Uno de estos puede ser la perfecta distinci�n entre la vida y la muerte. No coexisten parcialmente en el individuo como una salud imperfecta con un grado de enfermedad. Tenemos vida en absoluto y muerte en absoluto; de modo que no podamos hacer ninguna comparaci�n experimental entre ellos; no podemos saber por medio del uno qu� es el otro.

2. Nuevamente pensamos que incluso la certeza y la universalidad de la muerte pueden contarse entre las causas que tienden a apartar de ella los pensamientos de los hombres.

3. Podr�amos especificar otra cosa como una de las causas buscadas; es decir, la absoluta incapacidad para formarse una idea definida de la forma de existencia despu�s de la muerte. Los pensamientos enviados hacia ese l�mite de la vida no pueden detenerse all�; la mera terminaci�n en s� misma no es nada; miran m�s all�; pero m�s all� est� la oscuridad m�s densa, cada vez que van all�; de modo que, por as� decirlo, no se muestra nada que lleve la mente hacia all� para mirar m�s all� del l�mite. Pero, despu�s de todo, las causas principales por las que se piensa y se preocupa tan poco por este gran tema son de un tipo mucho m�s obvio e implican culpa.

4. Uno es la presunci�n general de tener una larga vida. En cada etapa de la vida todav�a se disfruta esta confianza enga�ada.

5. Otra gran causa de la irreflexi�n y la insensibilidad (de hecho, es a la vez causa y efecto) es que los hombres ocupan toda su alma y su vida con cosas para excluir el pensamiento de su fin.

6. Podemos agregar a estas causas una noci�n inadecuada y contra�da de lo que es necesario como preparaci�n para el evento.

7. Y para dar plena vigencia a todas estas causas, existe, en una gran proporci�n de hombres, un esfuerzo formal y sistem�tico para alejar el pensamiento de la muerte. Una acci�n fuerte para cambiar los pensamientos en otra direcci�n: un libro divertido incautado, o un recurso apresurado a la ocupaci�n, o una excursi�n, o una entrada en un c�rculo gay, posiblemente una zambullida en la intemperancia. �Y todas las cosas desafortunadas que pueden haber sucedido no han sido una medida de calamidad igual a la involucrada en el �xito de este esfuerzo! Apenas nos queda un momento para los temas de amonestaci�n y reproche en contra de complacer tal h�bito del alma.

Pero que quede grabado en nosotros que poner fin a nuestra vida es el evento m�s poderoso que nos espera en este mundo. Y es aquello a lo que estamos viviendo pero a lo que vamos a llegar. Presenta una gran protesta contra ser absorbido y perdido en este mundo. Es la terminaci�n de un per�odo confesamente introductorio y probatorio. Sin pensar en ello, a menudo y con profundo inter�s, no hay posibilidad de que nuestro plan y curso de vida se dirija hacia el prop�sito supremo de la vida. Haber sido desconsiderado, entonces, ser� en �ltima instancia una inmensa calamidad; ser� estar en un estado que no est� preparado para ello. ( J. Foster. )

De la consideraci�n de nuestro �ltimo fin y los beneficios de �l

1. Los hombres no est�n dispuestos a albergar este pensamiento desagradable de su propio fin; el pensamiento es un hu�sped tan molesto, que parece menospreciar todos los presentes goces de los sentidos que ofrece esta vida.

2. Una presunci�n vana e insensata de que la consideraci�n de nuestro fin �ltimo es una especie de presagio e invitaci�n al mismo.

3. Una gran dificultad que habitualmente acompa�a a nuestra condici�n humana, pensar en nuestra condici�n de otra manera que lo que en la actualidad sentimos y encontramos.

4. Es verdad, esta es la manera de la humanidad de apartar de nosotros el d�a malo y los pensamientos sobre �l; pero este es nuestro camino, nuestra locura, y una de las mayores ocasiones de esas otras locuras que com�nmente acompa�an a nuestras vidas; y, por tanto, el gran medio para curar esta locura y hacernos sabios es considerar sabiamente nuestro �ltimo fin.

I. La consideraci�n de nuestro �ltimo fin no hace que nuestras vidas sean m�s cortas, pero es un gran medio para mejorar nuestras vidas.

1. Es una gran advertencia y una gran advertencia para nosotros de evitar el pecado, y un gran medio para prevenirlo. Cuando considere que ciertamente debo morir, y no s� cu�n pronto, �por qu� debo cometer esas cosas, que si no apresuran mi �ltimo fin, lo har�n m�s inc�modo y problem�tico por la reflexi�n sobre lo que he hecho? �mal? Puedo morir ma�ana; �Por qu�, entonces, debo cometer ese mal que luego ser� hiel y amargura para m�? �Lo har�a si muriera ma�ana? �Por qu� deber�a hacerlo hoy? Quiz� sea el �ltimo acto de mi vida, pero no me dejes concluir tan mal; porque, por lo que yo s�, puede ser mi acto final en esta escena de mi vida.

2. Es un gran motivo y medio para ponernos en la mejor y m�s provechosa mejora de nuestro tiempo.

3. Ciertamente, la sabia consideraci�n de nuestro �ltimo fin, y el empleo de nosotros mismos, por ese motivo, en esa �nica cosa necesaria, hace que la vida sea la vida m�s contenta y c�moda del mundo: porque como hombre, eso es de antemano en el mundo tiene una vida mucho m�s tranquila para lo externo que el que est� atrasado; de modo que un hombre que aprovecha la oportunidad para ganar una reserva de gracia y favor con Dios, que ha hecho las paces con su Hacedor por medio de Cristo Jes�s, ha realizado gran parte de los principales asuntos de su vida y est� listo en todas las ocasiones. , para todas las condiciones que le asigne la Divina Providencia, sea de vida o de muerte, de salud o de enfermedad, de pobreza o de riquezas; �l est�, por as� decirlo, de antemano en el negocio y la preocupaci�n de su eternidad, y tambi�n de su estado presente.

II. As� como esta consideraci�n mejora la vida, tambi�n facilita la muerte.

1. Al considerar frecuentemente la muerte y la disoluci�n, se le ense�a a no temerla; �l est�, por as� decirlo, familiarizado con �l de antemano, a menudo prepar�ndose para �l.

2. Al considerar con frecuencia nuestro �ltimo fin, la muerte no nos sorprende.

3. El mayor aguij�n y terror de la muerte son los pecados no arrepentidos de la vida pasada; la reflexi�n sobre estos es aquello que es la fuerza, el veneno de la muerte misma. El, por tanto, que considera sabiamente su �ltimo fin, se preocupa de hacer las paces con Dios durante su vida; y por la verdadera fe y el arrepentimiento para obtener su perd�n; dedicar su tiempo al temor de Dios; para observar su voluntad y guardar sus leyes; para tener su conciencia limpia y clara. Y estando as� preparado, se cura la malignidad de la muerte, se cura su amargura y se quita el miedo a ella.

4. Pero lo que, sobre todo, hace que la muerte sea f�cil para un hombre tan atento es esto: que con la ayuda de esta consideraci�n y el debido mejoramiento de ella, como se mostr� antes, la muerte para tal hombre se convierte en nada m�s que un puerta a una vida mejor. No tanto una disoluci�n de su vida actual, sino un cambio de ella por una vida mucho m�s gloriosa, feliz e inmortal. De modo que aunque el cuerpo muere, el hombre no muere; porque el alma, que de hecho es el hombre, no hace sino una transici�n de su vida en el cuerpo a una vida en el cielo. A�adir� ahora algunas advertencias que es necesario adjuntar a esta consideraci�n.

Debemos saber que, aunque la muerte sea as� sometida, y sea m�s un beneficio que un terror para los hombres buenos; todav�a&mdash

1. La muerte no es para desear ni desear, aunque no sea un objeto para temer, es algo que no debe ser codiciado; porque ciertamente la vida es la mayor bendici�n temporal de este mundo.

2. As� como los negocios y ocupaciones de nuestra vida no deben alejarnos del pensamiento de la muerte, as� tambi�n debemos tener cuidado de que el pensamiento excesivo de la muerte no se apodere de nuestras mentes como para hacernos olvidar las preocupaciones de nuestra vida, ni descuidar el negocio para el que se nos concede esa porci�n de tiempo. Como el negocio de preparar nuestras almas para el cielo; los negocios sobrios de nuestros llamamientos, relaciones, lugares, estaciones? No, los placeres c�modos, agradecidos y sobrios de esos honestos y leg�timos fortines de nuestra vida que Dios nos presta; as� que se haga con gran sobriedad y moderaci�n, como en la presencia de Dios, y con mucho agradecimiento a �l; porque esto es parte de ese mismo deber que le debemos a Dios por esas comodidades y bendiciones externas que disfrutamos. ( Sir M. Hale. )

La sabidur�a de considerar nuestro �ltimo fin

I. El deber aqu� mencionado. Considerar nuestro �ltimo fin es:

1. Familiarizar nuestra mente con el pensamiento de la muerte y de ese estado eterno en el que la muerte es la entrada.

2. Considerar c�mo podemos proveer para nuestro bienestar en nuestro �ltimo fin.

3. Dedicarnos principalmente a la gran obra de proveer para nuestro bienestar en nuestro �ltimo fin.

II. La sabidur�a de atenderlo.

1. Porque tal atenci�n agrada al Alt�simo.

2. Porque el descuido nos expondr� infaliblemente a los tremendos efectos de la justa indignaci�n de Dios.

3. Porque sirve para facilitar nuestra victoria sobre los enga�os del mundo.

4. Porque tiende a dar sustento ante todas las aflicciones que nos asaltan.

5. Porque ser� el medio de darnos una buena esperanza en la muerte. ( J. Natt, BD )

El cierre del a�o

El deseo que Mois�s expresa aqu� para la congregaci�n de Israel es un deseo que un ministro del Evangelio tambi�n puede expresar en nombre de su congregaci�n, m�s especialmente en la temporada actual. Porque ciertamente tambi�n nos incumbe a nosotros, que hemos sido tra�dos al conocimiento de Cristo y del poder de su resurrecci�n, considerar nuestro fin �ltimo; y tanto m�s cuanto hemos recibido una certeza m�s plena y clara de lo que ese El fin ser�, tanto de la gloria a la que somos llamados, como de la miseria que podamos atraer sobre nuestras almas.

El avance del tiempo en s� mismo es invisible, no se siente. Sus pasos caen tan suavemente que no golpean ninguno de nuestros sentidos. Gota tras gota brotan de la fuente ciega de la eternidad; y, sin embargo, no se oye su burbujeo. Ola tras ola en un flujo interminable e interminable; y, sin embargo, no se oye ning�n sonido de su rompimiento contra la orilla. El tiempo nunca se detiene para que lo atrapemos, no tiene voz para que lo escuchemos, ni forma externa o cuerpo para que lo veamos.

Pero el hombre, para sus propios fines, lo ha reunido en horas, d�as, semanas, meses y a�os; en la medida en que sin tales medidas de tiempo, ninguno de los negocios de este mundo podr�a llevarse a cabo. Dif�cilmente sin ellos podr�amos mantener relaciones con nuestros vecinos o tener alg�n conocimiento ordenado. Esta divisi�n del tiempo, es cierto, es poco atendida por la mayor�a de las personas, excepto con referencia a las preocupaciones de su vida mundana.

Sin embargo, nadie que tenga una noci�n correcta de la importancia de una buena limpieza para el manejo de Nuestras preocupaciones celestiales, no menos que de nuestras preocupaciones terrenales, dejar� de hacer eso con respecto a su vida espiritual, sin la cual no puede haber una buena limpieza en ninguna parte. Al final de cada d�a, los que est�n ansiosos por hacer el bien y prosperar en este mundo pensar�n en lo que han hecho y considerar�n lo que dejaron sin hacer que debieron haber hecho; calcular�n lo que han gastado, lo que han vendido, lo que han ganado, lo que han perdido y encontrar�n un equilibrio.

Al final de una semana, abarcan un campo m�s amplio; hacen las cuentas de toda la semana y estiman sus ganancias y sus p�rdidas. Pero al final del a�o, el rango es mucho m�s amplio todav�a; luego se deben registrar las cuentas de todo el a�o, ponerlas en orden, ponerlas en orden y liquidarlas. Nadie que tenga una porci�n de las riquezas de este mundo, y que desee mantenerse alejado de las dificultades, lo descuidar�; nadie que est� involucrado en el tr�fico de este mundo puede descuidarlo sin causar cierta ruina.

Este es tambi�n el trabajo que debe realizar ahora. El a�o viejo est� en sus �ltimas piernas, y pronto estar� junto a la multitud de los que han fallecido antes. Que todos hemos olvidado demasiado a Dios durante el a�o pasado, nadie lo negar�. Los mejores y m�s piadosos entre nosotros ser�n los primeros en reconocer esto. Otros pueden hacer el reconocimiento descuidadamente; pero los piadosos ser�n afligidos por el dolor y la verg�enza.

Sin embargo, seguramente hay algo muy extra�o en este olvido. Porque, �no ser�a extra�o que un siervo se olvidara de su amo, en cuya casa viv�a y que lo alimentaba y vest�a? �No ser�a extra�o que un hijo olvidara a su padre, a quien le debe la vida, su cuidado y apoyo, su educaci�n, todo lo que tiene y todo lo que sabe? Ahora, Dios es, en un sentido mucho m�s elevado, nuestro Maestro y Padre, y ha hecho mucho m�s por nosotros que lo que cualquier amo terrenal hizo por sus siervos, o cualquier padre terrenal por sus hijos.

Lo que deseo insistirles es la apremiante importancia de emprender un examen estricto y solemne de toda la llama y moda de su vida durante el �ltimo a�o de sus acciones, de sus sentimientos, de sus pensamientos. Tenga cuidado de que el relato sea verdadero; Es una cuesti�n de vida o muerte. Pon a prueba tu coraz�n en la barra de tu conciencia, como ante un juez; y no ejerzas tu sutileza para tratar de disminuir, disculpar u ocultar tus ofensas, sino m�s bien sacarlas a la luz, descubrir su desnudez y exponer su enormidad.

Esfu�rcense por mirar dentro de sus corazones con el mismo ojo con que Dios los mira; y luego confesar todos tus pecados a Dios. L�nzate a la misericordia de tu Salvador; suplicale que te perdone; suplicale que te sane; Rogadle que os conceda su Esp�ritu, para que se�is purificados de estos vuestros pecados. Consideren la lista de ellos y escr�banla en su coraz�n, para que siempre est� ante ustedes para ponerlos en guardia en la hora de la tentaci�n.

Sopesa tus acciones con referencia, no al fruto que dar�n en este mundo, sino al fruto que dar�n en el pr�ximo mundo; y en todos sus planes y prop�sitos, en todas sus esperanzas y deseos, cualesquiera que sean sus prop�sitos inmediatos, considere su �ltimo fin. ( JC Hare, MA )

La utilidad de la consideraci�n para el arrepentimiento

I. Que Dios desea real y sinceramente la felicidad de los hombres y evitar su miseria y ruina. Porque el prop�sito mismo de estas palabras es expresarnos esto, y est� hecho de una manera muy vehemente y, como puedo decir, apasionada.

II. Que es un gran punto de sabidur�a considerar seriamente el �ltimo problema y consecuencia de nuestras acciones, ad�nde tienden y qu� les seguir�. Y por lo tanto, la sabidur�a se describe aqu� considerando nuestro �ltimo fin.

III. Que este es un medio excelente para prevenir la miseria que de otro modo nos sobrevendr�. Y esto est� necesariamente impl�cito en este deseo, que si consideraran estas cosas, podr�an evitarse.

IV. Que la falta de esta consideraci�n es la gran causa de la ruina de los hombres. Y esto tambi�n est� impl�cito en las palabras, que una gran raz�n de la ruina de los hombres es porque no son tan sabios como para considerar las consecuencias fatales de una conducta pecaminosa. �sta es la locura desesperada de la humanidad, que rara vez piensan seriamente en las consecuencias de sus acciones, y menos en las que m�s les preocupan y tienen la principal influencia sobre su condici�n eterna. No consideran en qu� da�o e inconveniente una vida inicua puede sumirlos en este mundo, qu� problemas y disturbios puede causarles cuando lleguen a morir.

1. Esa consideraci�n es el acto propio de las criaturas razonables, y por eso nos mostramos hombres. As� insin�a el profeta ( Isa�as 46:8 ).

2. Ya sea que lo consideremos o no, nuestro �ltimo fin vendr�; y todas esas l�gubres consecuencias de una conducta pecaminosa, que Dios ha amenazado tan claramente, y que nuestra propia conciencia tanto teme, ciertamente nos alcanzar�n al fin; y por no pensar en estas cosas no podemos prevenirlas o evitarlas. ( Arzobispo Tillotson. )

El sabio del futuro

I. Algunas circunstancias de nuestro �ltimo fin que conviene considerar.

1. La muerte separar� el cuerpo y el alma.

2. La muerte disolver� todos nuestros lazos terrenales.

3. La muerte nos despojar� de todos nuestros t�tulos y de ese cargo, poder e influencia que implican.

4. La muerte nivelar� todas las distinciones.

5. La muerte nos despojar� de nuestras posesiones terrenales.

6. La muerte debe poner fin a todos nuestros planes.

7. La muerte acabar� con nuestro per�odo de utilidad.

8. La muerte acabar� con nuestro car�cter y cerrar� nuestras cuentas para el juicio.

II. La sabidur�a de considerar adecuadamente las circunstancias de nuestro �ltimo fin.

1. Dios ha dicho que es prudente considerar nuestro �ltimo fin y actuar con referencia constante y cuidadosa a la vida venidera.

2. La sabidur�a de tal curso se infiere del hecho de que en todas las dem�s cosas lo consideramos indispensable.

3. Hacer de la muerte una cuesti�n de c�lculo previo es necesario para la promoci�n de nuestro inter�s temporal y el de nuestros herederos.

4. Considerar bien nuestro �ltimo fin tender� a adelantar nuestra preparaci�n para las escenas de la muerte. ( DA Clark. )

El inevitable m�s all�

Todo hombre que crea genuinamente en las cosas invisibles debe parecer lo m�s impracticable. El hombre llamado pr�ctico por los hombres de este mundo es el que se afana en construir su casa en la arena, mientras que ni siquiera habla de un alojamiento en el inevitable m�s all�. ( George Macdonald. )

Viviendo sin pensar en la muerte

En un buen prado donde hay muchos buenos bueyes, viene el carnicero, toma uno y lo mata; al d�a siguiente, toma otro y le mata el dedo del pie. Ahora, los que �l deja atr�s se alimentan y engordan hasta que son llevados al matadero, sin considerar qu� ser� de sus compa�eros o qu� ser� de ellos. As� que cuando la muerte llega entre una multitud de hombres, aqu� tomando a uno, y all� a otro, nos mimamos hasta que �l tambi�n nos alcanza; vivimos como si, como Ad�n y Abel, nunca vi�ramos a un hombre morir antes que nosotros, mientras que cada cementerio, cada �poca, cada enfermedad deber�a ser un predicador de la mortalidad para nosotros. ( J. Spencer. )

Versículo 31

Porque su roca no es como nuestra Roca, incluso nuestros enemigos mismos son Jueces.

El testimonio de los infieles de la verdad del cristianismo

Profesamos creer que el sistema de doctrina y �tica establecido en las Escrituras es verdadero. Es nuestro deber demostrarlo.

1. Podemos utilizar un m�todo a priori ; es decir, podemos tomar una probabilidad antecedente y proceder a verificarla. Si hay un Dios, probablemente se revelar�a a s� mismo.

2. El m�todo a posteriori ; es decir, razonando desde los hechos hasta las conclusiones. Hay ciertos hechos que es imposible explicar de otra manera que atribuyendo un poder sobrenatural a la religi�n.

3. Nuestro caso puede fundamentarse con pruebas externas.

4. Evidencia interna o experiencia personal.

5. Al demostrar la verdad del cristianismo, podemos utilizar el testimonio de sus amigos. Un ej�rcito de tales testigos siempre pasa por delante.

6. Sin embargo, todav�a hay otro punto de vista, a saber, el testimonio del enemigo. Nuestro prop�sito es seguir un breve argumento de las concesiones hechas por los incr�dulos en cuanto a la divinidad de Jes�s y el poder de la religi�n que tiene su centro vivo en �l.

I. Nuestros primeros testigos ser�n un grupo de tres que pudieron testificar por un conocimiento m�s o menos �ntimo del Cristo viviente.

1. Pilato. "Soy inocente de la sangre de esta persona justa". Plat�n utiliza la palabra traducida "persona justa" para caracterizar al hombre ideal.

2. El Centuri�n que estuvo a cargo de la crucifixi�n de Jes�s. "�Verdaderamente este era el Hijo de Dios!" Conoc�a las esperanzas de Israel con respecto a la venida del Mes�as, uno de cuyos t�tulos distintivos era �el Hijo de Dios�, y estaba persuadido de que �esas esperanzas se realizaron en este Jes�s a quien hab�an condenado al �rbol maldito.

3. Judas. "�He traicionado sangre inocente!"

II. Llegamos ahora al per�odo post-apost�lico y convocamos a una camarilla de enemigos incondicionales de Cristo.

1. Josefo, el historiador jud�o, que escribi� en el primer siglo de la era cristiana. En sus Antig�edades dice: �Por esta �poca vivi� Jes�s, un hombre sabio, si es apropiado llamarlo hombre, porque era un hacedor de obras maravillosas. Fue maestro de hombres que reciben la verdad. Fue llamado el Cristo. Y cuando Pilato, por instigaci�n de nuestros principales hombres, lo conden� a la Cruz, los que lo hab�an amado no lo abandonaron.

Y se les apareci� vivo de nuevo al tercer d�a, habiendo predicho los profetas de la antig�edad estas y muchas otras cosas maravillosas acerca de �l. Y la secta de los cristianos, que lleva su nombre, no se ha extinguido hasta el d�a de hoy ".

2. Celso, fil�sofo griego del siglo II, que escribi� vigorosamente contra la secta de los galileos. Cita generosamente del Nuevo Testamento y concede la autenticidad de los milagros de Cristo.

3. Porfirio, del siglo II, neoplat�nico, que escribi� quince vol�menes contra el cristianismo. Dice, al hablar de los or�culos, �La diosa H�cate ha declarado que Jes�s es un hombre muy piadoso, Su alma, como las almas de otros hombres piadosos, favorecida con la inmortalidad despu�s de la muerte. Los cristianos lo adoran err�neamente. Y cuando preguntamos en el or�culo, '�Por qu�, pues, fue condenado?' Ella respondi�: 'El cuerpo est� expuesto a sufrir, pero el alma de los piadosos habita en mansiones celestiales. De hecho, ha sido ocasi�n de error al alejar a otros del reconocimiento del inmortal J�piter; pero, siendo �l mismo piadoso, se ha ido a la morada de los dioses �.

4. Juliano, el emperador ap�stata del siglo IV. Era un enemigo ac�rrimo del cristianismo. En una campa�a contra los persas, cay� atravesado con una lanza. Agarr�ndose al polvo en su agon�a, grit�: "�Galileo, t� has vencido!" �l dice: �Jes�s, habiendo persuadido a algunos de los m�s bajos de los galileos para que se unieran a �l, ahora se celebra alrededor de trescientos a�os. No hizo nada en su vida digno de fama, a menos que se considere una gran obra curar a los cojos y ciegos y exorcizar a los endemoniados ". �Un espl�ndido tributo, este, a la obra ben�fica de Cristo!

III. Saltamos mil a�os y llegamos a otro grupo de incr�dulos. Ahora nos encontramos en medio de influencias que, en �ltima instancia, provocar�n una agitaci�n social y pol�tica en toda la tierra civilizada.

1. Spinoza. Se le conoce como el padre del pante�smo moderno. No cre�a en la personalidad de Dios, sino que lo consideraba un algo omnipresente con los atributos de extensi�n y pensamiento. En cuanto a este Dios, sin embargo, dice que �Jesucristo era el templo. En �l, Dios se ha revelado de la manera m�s completa �.

2. Thomas Chubb, l�der de los de�stas modernos. Era un comerciante de sebo en sus primeros a�os de vida, y sus simpat�as estaban con la gente com�n. Aunque rechaz� la divinidad del Evangelio, se complaci� en complementarlo como una religi�n para los pobres. �l dice: �En Cristo tenemos un ejemplo de un esp�ritu tranquilo y pac�fico, de una modestia y sobriedad que llega a ser, justa, honesta, recta y sincera, y sobre todo, de un temperamento y un comportamiento muy bondadoso y ben�volo. que no cometi� ning�n mal, ning�n da�o a ning�n hombre, en cuya boca no hab�a enga�o; quien anduvo haciendo el bien, no solo por su ministerio, sino tambi�n curando toda clase de enfermedades entre la gente. Su vida fue una hermosa imagen de la naturaleza humana en su propia pureza y sencillez, y mostr� de inmediato las excelentes criaturas que los hombres podr�an ser bajo la influencia de Su Evangelio �.

IV. Y ahora presentamos tres esp�ritus malignos, que probablemente ning�n otro en la historia haya ejercido una influencia m�s desastrosa sobre el pensamiento humano, los esp�ritus maestros del per�odo de la revoluci�n francesa.

1. Diderot, padre de la Enciclop�dica, que fue el huevo de drag�n del Reino del Terror En una conversaci�n con el bar�n de Holbach se le representa diciendo: �Por una maravilla, se�ores, no conozco a nadie, ni en Francia ni en ning�n otro lugar, que podr�a escribir como se escriben estas Escrituras. Este es un Satan�s de un libro. Desaf�o a cualquiera a que prepare un relato tan sencillo, tan sublime y conmovedor, como el de la pasi�n de Jesucristo �.

2.Jean Jacques Rousseau, brillante, err�tico, inconsistente. He aqu� un dicho notable suyo: �Te confesar� que la majestad de las Escrituras me impresiona de admiraci�n, ya que la pureza del Evangelio tiene su influencia en mi coraz�n. Examine las obras de nuestros fil�sofos, con toda su pompa de dicci�n: �qu� mezquinas, qu� despreciables son comparadas con las Escrituras! �Es posible que un libro tan simple y a la vez tan sublime sea simplemente obra de un hombre? �Es posible que el personaje sagrado cuya historia contiene sea �l mismo un mero hombre? �Qu� dulzura, qu� pureza en su manera! �Qu� gracia conmovedora en Sus instrucciones! �Qu� sublimidad en sus m�ximas! �Qu� profunda sabidur�a en Sus discursos! �Qu� presencia de �nimo, qu� sutileza, qu� idoneidad en Sus respuestas! �D�nde est� el hombre, d�nde est� el fil�sofo, �Qui�n podr�a vivir y morir as� sin debilidad y sin ostentaci�n? Cuando Plat�n describe a su imaginario hombre justo, cargado con todos los castigos de la culpa, pero mereciendo las m�s altas recompensas de la virtud, describe exactamente el car�cter de Jesucristo, y el parecido es tan sorprendente que todos los Padres de la Iglesia lo percibieron.

La muerte de S�crates, filosofando pac�ficamente entre sus amigos, parece la m�s agradable que uno podr�a desear: mientras que la de Jes�s que muere en agon�as, maltratado, insultado y acusado por toda una naci�n, es lo m�s horrible que uno podr�a temer. En efecto, S�crates, al recibir la copa de veneno, bendijo al verdugo que lloraba y la administr�; pero Jes�s, en medio de insoportables torturas, or� por sus despiadados verdugos. S�, en verdad, si la vida y la muerte de S�crates fueron las de un sabio, la vida y la muerte de Jes�s fueron las de un Dios ".

3. Voltaire. No ha existido jam�s un hombre que haya escrito m�s amargamente sobre la religi�n cristiana que �l; Sin embargo, escuche esta carta, la �ltima que escribi�, expresada en una hora honesta, y digna de consideraci�n como la expresi�n de un moribundo: �Yo, el suscriptor, declaro que durante estos cuatro d�as pasados, habiendo estado afligido con v�mitos de sangre - a la edad de ochenta y cuatro - y no pudiendo arrastrarme a la iglesia, el reverendo Rector de Sulpice tuvo el placer de agregar a sus muchos favores que de enviarme al Abbe Gautier, le confes�, que si a Dios le agrada disponer de m�, morir�a en la Iglesia en la que nac�. Con la esperanza de que la Divina misericordia perdone mis faltas, me firmo en presencia del Abbe Mignon, mi sobrino, y del Marqu�s de Villeville, mi amigo Voltaire. 2 de marzo de 1778 �.

V. Aqu� presentamos a un testigo que est� solo, la figura m�s colosal de la historia. Napole�n. Si no un incr�dulo en el sentido radical, ciertamente fue un fatalista. Su estrella del destino fue su �nica providencia. En una ocasi�n, durante su exilio, G�nesis Bertrand le dijo: �No puedo concebir, se�or, c�mo un gran hombre como t� pudiera creer que un Ser Supremo podr�a exhibirse ante el hombre en forma humana.

Napole�n respondi�: �Conozco hombres; y les digo que Jesucristo no era un hombre. Las mentes superficiales ven una semejanza entre Cristo y los fundadores de imperios y los dioses de otras religiones. Ese parecido no existe. Entre el cristianismo y cualquier otra religi�n existe la distancia del infinito. Todo en Cristo me asombra. Su esp�ritu me intimida y su voluntad me confunde.

Entre �l y cualquier otra persona en el mundo no existe un t�rmino de comparaci�n posible. �l es verdaderamente un ser por s� mismo. Sus ideas y sus sentimientos, la verdad que anuncia y su manera de convencer no se explican ni por la organizaci�n humana ni por la naturaleza de las cosas. Su nacimiento y la historia de Su vida; la profundidad de su doctrina, que afronta las dificultades m�s poderosas, y que es de esas dificultades la soluci�n m�s admirable; Su Evangelio, Su aparici�n, Su imperio, Su marcha a trav�s de las edades y los reinos - todo es para m� un prodigio, un misterio insoluble, que me sumerge en enso�aciones de las que no puedo escapar; un misterio que est� ante mis ojos, un misterio que no puedo negar ni explicar.

Aqu� no veo nada humano. .. �Y qu� s�mbolo tan misterioso, el instrumento de castigo del Hombre-Dios! Sus disc�pulos estaban armados con �l. "El Cristo", dijeron, "Dios ha muerto por la salvaci�n de los hombres". �Qu� contienda, qu� tempestad, estas sencillas palabras han levantado en torno a la humilde norma del castigo del Hombre-Dios! Por un lado vemos la rabia y todas las furias del odio y la violencia; por el otro, la dulzura, el coraje moral, la resignaci�n infinita.

En todas partes los cristianos cayeron y en todas partes triunfaron. Hablas de C�sar, de Alejandro, de sus conquistas y del entusiasmo que encendieron en el coraz�n de sus soldados; pero �puedes concebir a un muerto haciendo conquistas, con un ej�rcito fiel y enteramente dedicado a su memoria? ... Ahora que estoy en Santa Elena, ahora que estoy solo, encadenado sobre esta roca, que lucha y gana imperios �para mi? �Qui�nes son los cortesanos de mi miseria y mis desgracias? quien piensa en mi �Qui�n se esfuerza por m� en Europa? �Donde est�n mis amigos? �Qu� abismo entre mi profunda miseria y el eterno reino de Cristo, que es proclamado, amado, adorado y que se extiende por toda la tierra! �Esto es morir? �No es m�s bien vivir? La muerte de Cristo, es la muerte de Dios ".

VI. Convocamos ahora a dos testigos de entre los poetas, los cuales, dotados de un genio extraordinario, rechazaron el Evangelio de Cristo.

1. Goethe. "Considero que los Evangelios son completamente genuinos, porque en ellos est� el reflejo efectivo de la sublimidad que emana de Jes�s, y esto es tan Divino como siempre apareci� el Divino en la tierra".

2. Jean Paul Richter, adorador de lo bello. "Jes�s de Nazaret es el m�s puro entre los poderosos, el m�s poderoso entre los puros, quien con su mano traspasada levant� imperios de sus cimientos, desvi� el cauce de la historia de su antiguo cauce y a�n contin�a gobernando y guiando las edades".

VII. Los dos que ahora aparecer�n y dar�n testimonio son l�deres representativos de las alas derecha e izquierda del unitarismo moderno.

1. El Dr. Channing, l�der de los conservadores, dice: �Sostengo que este es un personaje completamente alejado de la concepci�n humana. Imaginarlo como una producci�n de impostura o entusiasmo muestra una extra�a torpeza mental. Lo contemplo con una veneraci�n s�lo superada por el profundo asombro con el que miro hacia Dios. No tiene ninguna marca de invenci�n humana. Pertenece y se manifiesta al amado Hijo de Dios.

Siento que no me pueden enga�ar. Los evangelios deben ser verdaderos. Fueron extra�dos de un original vivo. El personaje de Jes�s no es una ficci�n. �l era lo que dec�a ser y lo que sus seguidores atestiguaban. Tampoco esto es todo. Jes�s no solo era, sigue siendo, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Ha entrado en el cielo que siempre esperaba en la tierra. All� vive y reina. Entonces, por imitaci�n de Sus virtudes y obediencia a Su Palabra, prepar�monos para unirnos a �l en esas mansiones puras donde �l se rodea de buenos y puros, y les comunicar� para siempre Su propio esp�ritu, poder y gozo. . "

2. Theodore Parker, l�der de los radicales, dice: �Jes�s combina en S� mismo los preceptos m�s sublimes y las pr�cticas m�s divinas, por lo tanto m�s que realizar el sue�o de profetas y sabios. Rechaza a los doctores de la ley, sutiles, eruditos, irrefutables, y derrama una doctrina hermosa como la luz, sublime como el cielo y verdadera como Dios. �Se nos dir� que un hombre as� nunca vivi�? Supongamos que Newton nunca vivi�. Pero, �qui�n hizo sus obras? y pens� sus pensamientos? Se necesita un Newton para forjar un Newton. �Qu� hombre pudo haber fabricado a un Jes�s? Nadie excepto Jes�s."

VIII. Los dos testigos que quedan han sido los principales l�deres de la incredulidad moderna.

1. David Strauss, autor de la teor�a m�tica de la historia de Jes�s, quiz�s la figura m�s conspicua del pensamiento alem�n reciente. Hace unos a�os fue enterrado sin una oraci�n ni una palabra de canto cristiano. �l dice: �Si en Jes�s la uni�n de la autoconciencia con la conciencia de Dios ha sido real, y se ha expresado no solo en palabras sino realmente revelada en todas las condiciones de Su vida, �l representa dentro de la esfera religiosa el punto m�s alto, m�s all� a la que la humanidad no puede ir, s�, a quien no puede igualar, ya que todo el que en el futuro deba subir a la misma altura solo podr�a hacerlo con la ayuda de Jes�s, quien la alcanz� por primera vez. �l sigue siendo el modelo m�s elevado de religi�n dentro de nuestro pensamiento, y ninguna piedad perfecta es posible sin Su presencia en el coraz�n.

2. Ernest Renan, autor de la legendaria teor�a. Rechaz� lo sobrenatural del registro del Evangelio. Su rom�ntica biograf�a de Jes�s concluye con estas palabras: �Descansa ahora en tu gloria, noble Fundador. Desde ahora, m�s all� del alcance de la fragilidad, ser�s testigo, desde las alturas de la paz divina, de los infinitos resultados de tu obra. �Durante miles de a�os el mundo te defender�! Ser�s el estandarte sobre el que se librar� la batalla m�s ardiente. Cualesquiera que sean las sorpresas del futuro, Jes�s nunca ser� superado.

Su adoraci�n rejuvenecer� sin cesar; Su leyenda provocar� l�grimas sin fin; Sus sufrimientos derretir�n los corazones m�s nobles; todas las edades proclamar�n que entre los hijos de los hombres no ha nacido nadie m�s grande que Jes�s �.

Conclusi�n - En vista de estas concesiones hechas por los principales representantes de la incredulidad a lo largo de los siglos, se sostiene que las personas reflexivas no pueden detenerse en un rechazo parcial o calificado de Jesucristo.

1. En cuanto a Su persona. �Era hombre? Ay, grandiosamente. Pero �l era menos que un verdadero hombre o m�s. Siendo testigos sus enemigos mismos, �l era un impostor o el Hombre Divino, como dec�a ser.

2. En cuanto a su car�cter. �l era la �nica estrella brillante en un firmamento de luces imperfectas. �l solo es digno de ser el ejemplo de car�cter, porque solo �l re�ne las condiciones de la hombr�a ideal.

3. En cuanto a Su ense�anza. Ha habido otros maestros sagrados: S�neca, Confucio, Zoroastro, Sakya-Muni, pero estos fueron en comparaci�n con �l como luci�rnagas al sol del mediod�a. Nunca un hombre habl� como este hombre.

4. En cuanto a su obra. "Se fue haciendo bien". Y desde su crucifixi�n, ha continuado la edificaci�n de un reino de verdad y justicia en la tierra. Su forma exterior es la Iglesia, "hermosa como la luna, clara como el sol y terrible como un ej�rcito con estandartes".

5. En cuanto a la forma de Su muerte. �Ah, aqu� se espesa el misterio! Debajo de Su Cruz aprendemos la verdad, la justicia, la santidad y la misericordia del Dios viviente. Y aqu� Cristo entra en relaci�n vital con nuestras almas. Nuestro Dios es el Dios de salvaci�n. Entonces, �qu� diremos? En cuanto a m�, creo que este Jes�s est� destinado a reinar hasta los confines de la tierra. La historia de Su Iglesia es un r�cord inquebrantable de triunfo. El gobierno est� sobre sus hombros. �l es Rey sobre todo y bendecido para siempre. �Qu� m�s? En cuanto a m�, este Cristo ser� mi Salvador. �Ser� tuyo? ( DJ Burrell, DD )

Testigo citado del valor del cristianismo

Cuando Mois�s habla de una roca, se refiere a aquello en lo que los hombres buscan seguridad, reposo, refrigerio. Por �nuestra roca� se refiere al Dios viviente en quien los santos conf�an - �l es la fuerza inexpugnable de Su pueblo; en medio del cansancio de la vida, �l es el resto de su alma, en �l encuentran un dulce deleite. Por �su roca� Mois�s se refiri� a los �dolos, los sistemas religiosos, las cosas mundanas, las vanidades mentirosas en las que el hombre natural pone su esperanza.

El mundo exterior a menudo concede la superioridad de la esperanza cristiana. Es cierto que el veredicto dado a nuestro favor por hombres mundanos e incr�dulos no siempre es verbal y directo; A menudo es involuntario, impl�cito e indirecto, pero tales concesiones tienen un gran valor; en algunos aspectos son m�s importantes que los testimonios directos y verbales. Y hay otra objeci�n que podemos anticipar.

Se puede decir que el testimonio de hombres mundanos y esc�pticos de la superioridad de la fe cristiana puede tener poca sinceridad si no siguen su admisi�n aceptando esa fe. Pero un credo puede tener la aprobaci�n del entendimiento y la conciencia de un hombre y, sin embargo, puede negarse a adoptarlo. Existe el poder del prejuicio, del inter�s mundano, existe la tiran�a de la pasi�n y el apetito, existe el orgullo de la vida, existe la falta de inclinaci�n a creer y obedecer, existe la falta de voluntad de los hombres para pagar el precio de un gran ideal.

I. Los reconocimientos de la mundanalidad. Los millonarios conf�an en el oro, el placer, la posici�n, y en determinadas horas son muy confiados y desde�osos. La florida roca del placer es la verdadera roca; el dise�o de la vida es la gratificaci�n de los sentidos; el sol, las rosas y el canto son las cosas deseables. Para otros, la roca dorada es la verdadera roca. La seguridad, el ocio, el honor, la grandeza y la plenitud del gozo est�n garantizados por el arrecife dorado; acumular tesoros en el cielo es una ilusi�n tonta de los santos.

Otros declaran que la orgullosa roca de la posici�n es la verdadera roca. El que construye un palacio ha alcanzado la esperanza y la gloria de la vida; no hay religi�n sino la religi�n del �xito, y los hijos de la ventaja y el renombre miran con l�stima a los hombres cuya �nica distinci�n es la bondad y la fe, enrojecidos de placer, intoxicados de salud y riqueza, cegados por el orgullo de la vida, lloran fren�ticamente : �Grande es Diana de los Efesios.

Pero llegan los d�as en que piensan muy poco en Diana. Habiendo servido a la fama, el placer, el apetito, el orgullo, el mam�n, declaran que han sido traicionados y burlados, y miran con simpat�a y a�oranza la vida religiosa que han descuidado. No encuentran bajo su roca la dulzura que esperaban; en los d�as de salud, de opulencia, de placer, se decepcionan; la miel de su roca est� envenenada y sus aguas amargas.

Ellos ensalzan la manzana de Sodoma y hacen muecas mientras la comen. No encuentran el resto que esperaban. La vida es un cansancio, la carga y el calor del d�a son demasiado grandes para soportarlos. No encuentran la seguridad y la paz que desean. Se pelean con su roca mientras viven; desconf�an de ella en la tumba, porque en sus labios est� el grito de Balaam: "D�jame morir con la muerte de los justos", etc.

II. Los reconocimientos de la incredulidad.

1. El mundo esc�ptico hace concesiones intelectuales a nuestro credo. En nuestros d�as hemos sido testigos de un espect�culo extraordinario en el mundo esc�ptico. Hemos visto a un gran esc�ptico hacer una nueva roca, y hemos visto cu�n servilmente ha copiado nuestra roca. Nadie puede estudiar el m�s maravilloso sistema moderno de laicismo conocido como positivismo sin sorprenderse por su gran parecido con la doctrina, el culto y la esperanza cristianos.

Se cuenta la historia de uno de nuestros pintores que, habiendo pintado un cuadro con una piedra fina, fue a ver otro cuadro pintado por un artista hermano en el que tambi�n una piedra era un rasgo destacado; Inmediatamente lo vio, el artista original estall�: "�Ha robado mi roca, ha robado mi roca!" Cuando leo las multitudinarias p�ginas del esc�ptico franc�s, encuentro una y otra vez que el mismo grito asoma a mis labios.

Por supuesto, pronto veo que no es mi roca, ni el cimiento de granito, ni la Roca de las Edades, sino solo yeso de Par�s, sobre el cual no se puede construir ninguna casa de salvaci�n. Sin embargo, es una gran concesi�n al cristianismo que la incredulidad siga as� sus l�neas, imite sus dogmas, adoraci�n, compa�erismo y esperanza. En la naturaleza existe un fen�meno conocido como �mimetismo�, es un hecho curioso sobre el que nuestros cient�ficos modernos han escrito en gran parte, a saber, que una clase de insectos o aves adquieren caracter�sticas que pertenecen a otra clase, se acercan mucho a parecerse a criaturas con que no tienen ninguna afinidad real. Pero tenga en cuenta esto, es siempre la criatura d�bil e inferior la que imita a la m�s fuerte y superior, nunca la superior que imita a la inferior.

2. La incredulidad hace muchas concesiones pr�cticas a nuestro credo.

(1) Tal reconocimiento de la preciosidad de nuestra fe proviene del c�rculo dom�stico en la indisposici�n del incr�dulo de convertir en esc�pticos a su familia. Los hombres desean hacer todo lo posible por sus familias.

(2) Tal reconocimiento proviene del mundo empresarial. El escepticismo puede considerarse una virtud en los c�rculos literarios, pero dif�cilmente es aceptado como tal en el mundo pr�ctico, incluso por los hombres irreligiosos. Una vez vi un anuncio de un empleado: "Se prefiere el librepensador". No s� qu� tipo de negocio se tramit� en esa oficina, o qu� sali� de ese anuncio, �pero qu� extra�o son�! Lo he visto solo una vez, hecho significativo.

(3) Tal reconocimiento proviene de la esfera pol�tica. La validez de la religi�n se niega en teor�a, pero los hombres que niegan su verdad y autoridad confiesan que pol�ticamente es �til, mejor dicho, indispensable; aceptan considerarla como una superstici�n �til. Gibbon, infiel como era, atacaba la religi�n cristiana con erudici�n, elocuencia y s�tira, pero iba a la iglesia porque confes� que sent�a que el gobierno y el orden ser�an imposibles a menos que la gente com�n se sintiera atemorizada por lo sobrenatural.

Cuando m�s tarde un racionalista como Edmond About dijo: �Lo que Francia necesita son diez millones de protestantes, expres� el mismo pensamiento: que una fe espiritual es esencial para el orden, la civilizaci�n y el progreso. Y muchos incr�dulos capaces de los �ltimos a�os han mirado con el m�s profundo recelo la difusi�n de la opini�n de los infieles; cre�an que la opini�n era correcta, pero que social y pol�ticamente era peligrosa. Desacreditar la fe religiosa era aflojar las ataduras del orden y el gobierno.

III. Los reconocimientos del paganismo.

1. Los paganos est�n profundamente impresionados con nuestra civilizaci�n superior, que tiene sus ra�ces en nuestra fe. No acudimos a ellos con una fe abstracta, sino con un credo atestiguado por muchas demostraciones poderosas y conspicuas. Poseemos unas ciencias maravillosas, un vasto comercio, una literatura espl�ndida: poder, riqueza, cultura, libertad casi sin igual. El cristianismo puede decir con su autor: �Cr�ame por las mismas obras.

Este espect�culo de una civilizaci�n suprema afecta de muchas maneras el pensamiento del pagano cuando considera el m�rito de nuestra fe. Mira a su alrededor el atraso, la debilidad, la ignorancia, la pobreza, la subordinaci�n de su propia tierra, y siente que algo anda muy mal con sus dioses, templos y escrituras. �Su roca no es como nuestra Roca, incluso nuestros enemigos mismos son jueces.

�Los paganos est�n profundamente impresionados por nuestra filantrop�a, que tambi�n es fruto de nuestra fe. En un art�culo reciente sobre �La mejora de la condici�n de las mujeres hind�es�, que apareci� en un peri�dico nativo de la India, llamado The Hindu, aparecen estas palabras: �De ninguna manera aprobamos los intentos de los evangelistas de cristianizar la India. Creemos en la religi�n hind� y en la idoneidad de sus doctrinas para la gente de esta tierra.

. .pero es imposible no admirar y agradecer el buen trabajo que est�n haciendo los misioneros. Es cuesti�n de reprocharnos que no podamos hacer por nuestros compatriotas ni la mitad de lo que los misioneros cristianos est�n haciendo por nosotros �. ( WL Watkinson. )

El lado pat�tico de la infidelidad

La infidelidad moderna tiene muchos tonos y muchas voces. Algunos de ellos son insolentes y arrogantes, nos alejan de inmediato. Solo hay uno que es profundamente pat�tico. Es la que confiesa que su roca no es como nuestra Roca; que sus razonamientos y sus descubrimientos no han enriquecido sino empobrecido. �Nuestra Roca� es el Dios de la revelaci�n cristiana. La roca de nuestro enemigo es una divinidad construida por el hombre, por muchas o pocas que admita las caracter�sticas del otro. Perm�tanme nombrar uno o dos de los atributos de nuestra Roca.

I. La personalidad divina. El hombre quiere y debe tener a alguien por encima de s� mismo a quien adorar, confiar y amar.

II. El perd�n de los pecados. Est� muy bien decir que el pecado no es pecado; o decir, en cambio, que el pecado debe dejarse como est�, para que d� su fruto en consecuencia, y no conozca otra cura que el olvido: esto no responde al caso, no cura el remordimiento, no repara el da�o no libera al pecador para trabajar, porque no lo libera para la esperanza. El perd�n es un nombre que a�n no se nombra: hasta que no se lo nombre, todav�a estoy indefenso. Pero el perd�n de los pecados se menciona en la revelaci�n. Es la piedra angular del Evangelio.

III. La legalidad, realidad y eficacia de la oraci�n. �Cu�n listos est�n los viejos recelos! �C�mo detendr� el hombre o guiar� la mano de Dios?

IV. Vida e inmortalidad reveladas por el evangelio. �Qu� tiene �su roca� que contar de un mundo m�s all� de la muerte? Una suposici�n, una aventura, en el mejor de los casos, un reconocimiento de rostros de �ngeles amados y perdidos, en el mejor de los casos, una reanudaci�n, en alguna forma estropeada y da�ada, de las relaciones formadas aqu� y rotas, en el mejor de los casos, una absorci�n en el gran oc�ano. o fuente del ser, impasible, impersonal, inconsciente, irresponsable. ( Dean Vaughan. )

Homenaje hostil a la supremac�a de la fe cristiana

Los enemigos con los que estamos familiarizados en estos tiempos, los enemigos con cuya roca entramos en contacto, no son adoradores de �dolos ni devotos de ninguna de las formas m�s burdas de superstici�n. En estos, admiten que el cristianismo es un gran avance. Desde�ar�an la idea de recurrir a la superstici�n y la idolatr�a como la verdadera soluci�n a la necesidad espiritual del hombre. En comparaci�n con estos, admiten que la fe cristiana es m�s pura y m�s elevada, pero no es su roca.

Afirman haber avanzado m�s all� del cristianismo. Ahora propongo, en el esp�ritu de estas palabras de Mois�s, comparar la fe cristiana con los principios de quienes se diferencian de ella, y mostrar c�mo su superioridad debe ser y es reconocida incluso por sus enemigos.

I. La formaci�n del car�cter. Com�nmente se admite que la fe cristiana produce el tipo de car�cter m�s elevado. Nunca ha aparecido sobre la tierra un ser cuyo car�cter pueda colocarse junto al de Jesucristo. Sin duda, es posible encontrar fuera de las filas de los cristianos no pocos que no solo son inofensivos en su forma de vida y tienen un car�cter no manchado por ning�n vicio decidido, sino tambi�n hombres de notorio honor y adornados con virtudes en un grado que averg�enza a muchos que profesan ser cristianos.

Pero en referencia a esto, debe notarse, primero, que las cualidades por las cuales tales hombres se distinguen son precisamente aquellas que el cristianismo ense�a a los hombres a valorar y practicar, y que es justamente en el grado en que han desarrollado las virtudes. del cristianismo que se les tiene en honor; y en segundo lugar, debe recordarse que es dif�cil decir hasta qu� punto estas virtudes, cuando se manifiestan dentro del �mbito de la cristiandad, no son atribuibles a las influencias cristianas.

II.La satisfacci�n interior y la paz que dan al alma. Hay un anhelo en el coraz�n humano que busca algo que �l mismo no puede proporcionar, una sed que no encuentra en el coraz�n que lo siente bien para saciarlo. Fuera de la fe cristiana existen innumerables m�todos para ministrar a esa sed: las delicias del amor, el compa�erismo de mentes afines, la b�squeda del conocimiento, la gratificaci�n de los deseos de la mente y el coraz�n, la excitaci�n del placer, y muchos otros. otros adem�s, pero �hay alguno de todos ellos que satisfaga este anhelo interno del coraz�n humano de manera tan directa o tan completa como lo hace en el don de una vida nueva y eterna en Dios por medio de Jesucristo nuestro Se�or? Cava los pozos que quieras en este mundo des�rtico; Saca las cisternas que elijas para reunir en ellas tus peque�as reservas de placer atra�do por la tierra: �te producen algo que se pueda comparar con los arroyos de agua viva que fluyen de la roca golpeada? �Le han proporcionado alguna vez una satisfacci�n de coraz�n que se compare en calidad y permanencia con la satisfacci�n de coraz�n que siente el cristiano al darse cuenta del amor de Dios hacia �l y su propia entrada en la vida divina en Cristo? Una vez m�s, hay problemas oscuros y dif�ciles que se le presentan al alma al ponderar su posici�n presente y su destino futuro; y aunque hay algunos que predican que es el deber m�s alto del hombre seguir adelante en su camino designado con solo una terrible sensaci�n de la oscuridad que lo rodea, y el misterio ante �l,

III. El apoyo brindado en las emergencias de la vida.

1. En �pocas de peligro, en la hora en que el naufragio parece inevitable, o una enfermedad repentina se apodera del cuerpo tembloroso, o la pestilencia est� peligrosamente cerca, �qui�n manifiesta la mayor sensaci�n de seguridad?

2. O tambi�n, en tiempos de profunda angustia, cuando la desilusi�n terrenal te ha empobrecido, o la aflicci�n te ha debilitado y consumido, o el duelo te ha dejado afligido y solo, �conoces alguna estancia que entonces tanto desear�as, como el que posee el cristiano?

3. Por �ltimo, �qui�n, cree usted, est� tan bien preparado para morir como el que ha entregado su alma al cuidado y guarda de Cristo? �Es tan probable que se preocupe por los remordimientos de la muerte como t�, que no lo has hecho? �Crees que �l lamentar� en esa hora el tiempo dedicado a la oraci�n y al estudio de la Palabra de Dios, sus d�as de humillaci�n y arrepentimiento, sus luchas, abnegaciones y sacrificios por Cristo, y el trabajo realizado para lograr la conformidad con la mente de Cristo? ( G. Robson, DD )

La verdadera roca de la vida

I. El Dios de un hombre es la roca de su ser.

1. Porque es el objeto m�s estable para �l. Las almas se aferran a su religi�n como lapas a las rocas; cuanto m�s furiosas est�n las olas, m�s r�pido se agarran.

2. Porque es el objeto en el que m�s conf�a. En �l se centran los afectos del alma, en �l se basan sus m�s altas esperanzas.

II. El Dios de la Biblia es la mejor roca de las almas.

1. �l es la Roca m�s grandiosa. Todos los dem�s son vanidades y mentiras.

2. Es el m�s duradero. Todos los dem�s se deterioran.

3. Es el m�s accesible. Siempre al alcance incluso de los m�s distantes de �l.

III. La superioridad de esta roca est� bien atestiguada:

1. Por aquellos que lo han probado.

2. Por quienes lo rechazan. �Qu� dice Rousseau? �La majestad de las Escrituras me impresiona de admiraci�n, ya que la pureza del Evangelio tiene su influencia en mi coraz�n. Repase las obras de nuestros fil�sofos, y con toda su pompa de dicci�n, �cu�n mezquinas, cu�n despreciables son comparadas con las Escrituras! " ( Homilista. )

Testimonio del cristianismo arrancado de sus enemigos

El gran legislador, prohibido entrar en la tierra prometida, se despide del m�s cari�oso de los que hab�a conducido por el desierto; y les lega, como su mejor legado, exhortaciones a perseverar en la obediencia al verdadero Jehov�. Se reunieron dentro del alcance de su visi�n las futuras fortunas de Israel; y alternativamente se regocijaba y se lamentaba, ya que con mirada prof�tica marcaba el avance y la depresi�n del pueblo escogido de Dios.

Nada m�s que su propio descarr�o y rebeli�n podr�a interferir con su prosperidad y felicidad; y por lo tanto, cuando observ� c�mo las im�genes del desastre abarrotaban la a�n distante escena, estall� en la exclamaci�n: ��C�mo podr�a uno perseguir a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido y el Se�or hubiera cerrado? �hacia arriba?" Vio que en lugar de comportarse con �xito en la batalla, los israelitas ceder�an ante una fuerza insignificante, pero �por qu� era as�, a menos que la maldad hubiera provocado que Dios retirara Su protecci�n y Su fuerza? �Fue porque las deidades falsas de los paganos eran m�s poderosas que el Jehov� de Israel? De hecho, los mismos adversarios no hicieron tal afirmaci�n.

Sab�an, y confesaron, que sus fuentes de fuerza eran inferiores a aquellas a las que los israelitas podr�an aplicar, y por lo tanto ellos mismos no referir�an su �xito a la mayor proeza del poder que adoraban. "Su roca no es como nuestra Roca, incluso nuestros enemigos mismos son jueces". Y bien podr�a el legislador, mientras estaba a punto de reunirse con sus padres, protestar indignado con Israel sobre la locura de esa idolatr�a en la que previ� que se precipitar�an.

Consideramos enf�ticamente a los enemigos del cristianismo a aquellos que rechazan absolutamente la revelaci�n, y a aquellos que (supuestamente la reciben) explican sus principales misterios. El primero es el de�sta, que no tendr� nada m�s que lo que le agrada llamar religi�n natural, y que niega que Dios tenga alguna revelaci�n a sus criaturas que no sea lo que est� dado en el universo o en la tabla de la conciencia; el segundo es el cristiano filosofante, ya se llame arriano, sociniano o unitario, que de una u otra forma impugna la doctrina de una Trinidad y, por tanto, quita de la Biblia el gran art�culo de la expiaci�n del pecado.

Decimos que estos son los principales enemigos del cristianismo, y de ellos debemos buscar un testimonio de la excelencia de ese credo que nosotros mismos profesamos haber adoptado. Y, por lo tanto, a lo largo del resto de nuestro discurso habr� dos grandes verdades en cuya ilustraci�n debemos trabajar: la primera, que la roca del de�sta "no es como nuestra roca", el de�sta "es �l mismo juez"; y el segundo, que la roca del Unitario "no es como nuestra Roca", el Unitario "�l mismo es juez".

1. Ahora, comenzaremos con un argumento que es aplicable a toda especie de infidelidad, ya sea que tome la forma de un rechazo total o s�lo parcial de la Escritura. No deber�amos tener de�smo, si el contenido de la revelaci�n no estuviera dise�ado para humillarnos y producir abnegaci�n; No tendr�amos socinianismo, si la doctrina de una Trinidad en unidad no exigiera la sumisi�n incondicional de nuestra raz�n.

Pero entonces deber�a ser evidente que ning�n sistema religioso se adaptar�a a nuestra naturaleza y condici�n que no se opusiera vigorosamente a nuestro orgullo y nuestras pasiones; Deber�a ser evidente que sin una gran renovaci�n moral, un cambio profundo en las disposiciones y tendencias con las que nacemos, no podemos estar preparados para el trato con un Ser como Dios necesariamente debe ser, ni para el disfrute de tal felicidad. ya que solo se puede esperar como Su regalo a Sus criaturas.

Por tanto, debe recomendarse a nosotros como una verdad incontrovertible, que el cristianismo es digno de nuestra credibilidad y nuestra veneraci�n, en la exacta proporci�n en que tiende a producir humildad y santidad; y si de alguna manera, directa o indirecta, se hace una confesi�n de que el cristianismo est� m�s adaptado que cualquier otro sistema a someter la altivez y corrupci�n de nuestra naturaleza, podemos afirmar de tal confesi�n que equivale a un testimonio directo. de la superioridad de nuestra religi�n.

Y sostenemos que esta misma confesi�n la proporciona el rechazo del cristianismo. Encontramos las causas del rechazo en las tendencias humillantes y santificantes de la religi�n. Trazamos el de�smo y el socinianismo, y bajo estos todas las formas de infidelidad, hasta una apreciada aversi�n a la verdad, que exige la subyugaci�n del yo y la postraci�n de la raz�n. Entonces, �qu� prueba el rechazo sino que el sistema adoptado es m�s complaciente con el orgullo y m�s complaciente con la pasi�n? Y si prueba esto, es en s� mismo nada menos que un testimonio del lado del cristianismo.

Podemos desafiar a los mismos adversarios a dar testimonio; podemos esgrimir un testimonio de la superioridad del cristianismo como motor adaptado a las exigencias de una creaci�n desorganizada, a partir de las razones secretas, pero discernibles, que hacen que una tierra se deforme por tantas formas de infidelidad. �Oh! sabiendo que esas razones tienen que ver con las tendencias humillantes, santificadoras de la religi�n de Jes�s, y que, en consecuencia, lo que sustituye a esta religi�n debe tender menos a la humildad y menos a la santificaci�n y, por tanto, menos apto para seres como nosotros. , podemos mirar triunfalmente a nuestros oponentes a la cara, y declarar resueltamente que �su roca no es como nuestra Roca, nuestros enemigos mismos son jueces.

Trazamos, entonces, un contraste entre lo que se llev� a cabo para mejorar la condici�n humana mientras el paganismo ten�a el mundo para s� mismo, y lo que se ha hecho desde que el cristianismo gan� un dominio parcial. No tememos referirlo a la decisi�n del m�s empedernido oponente del cristianismo, si la civilizaci�n no ha avanzado con la marcha m�s r�pida dondequiera que el Evangelio se ha asentado, y si las instituciones de un pa�s profesamente cristiano podr�an cambiarse por aquellas. de los m�s renombrados en la �poca pagana, sin la p�rdida de lo m�s querido en nuestra carta y la entrega de lo que arroja su mejor belleza alrededor de nuestros hogares.

Nunca hemos escuchado de un defensor tan completo y consecuente de la suficiencia de la raz�n, que luchara por la civilizaci�n superior, la jurisprudencia m�s fina, la mayor libertad civil, la felicidad dom�stica m�s pura, lograda mientras la raz�n no se vea interferida por las comunicaciones. que se declararon de Dios. Y esto es suficiente para justificar que lo reclamemos como testigo de la superioridad de nuestra Roca.

Sostenemos que solo en la posesi�n del cristianismo se encuentra la diferencia entre nosotros y las naciones a las que hemos superado ampliamente. No los superamos en el fuego del genio y el vigor del intelecto. La acci�n de la raz�n por s� sola no es comparable en ning�n grado a la de la revelaci�n, cuando los fines propuestos son los que busca ansiosamente todo enemigo del mal y todo amigo del hombre. Y �oh! entonces, �no es una confesi�n la que nos garantiza afirmar cuando nos oponemos a los que rechazan el Evangelio de Cristo: �Su roca no es como nuestra Roca, siendo nuestros enemigos mismos jueces�?

2. Pero somos conscientes de que en este �ltimo argumento no hemos tomado el terreno m�s elevado que tenemos derecho a ocupar. Nos hemos esforzado por mostrarles que se puede arrancar un reconocimiento del de�sta al valor del cristianismo, considerado en lo que respecta a su poder para promover el bienestar de la sociedad; pero este no es el punto de vista m�s importante bajo el cual debemos considerar el cristianismo. La excelencia de una religi�n debe probarse por su poder de preparar al hombre para la muerte; es al indicarnos c�mo proveer para el futuro que un sistema religioso es valioso; y aunque puede conferir beneficios colaterales y mejorar la condici�n temporal de un pueblo, no podemos hacer una estimaci�n de su valor como religi�n hasta que lo hayamos examinado como gu�a para la inmortalidad.

Y si el de�smo y el cristianismo deben compararse en un lecho de muerte, obtendremos f�cilmente el testimonio que se afirma en nuestro texto. Entonces no se negar� que personas de todas las �pocas y de todos los rangos de la vida est�n continuamente enfrentando la muerte con calma e incluso con alegr�a, siendo los principios del cristianismo aquellos por los que se sostienen, y sus / lops aquellos por los que son sostenidos. animado. Hay pocas historias m�s emocionantes o m�s horrorosas que las de las �ltimas horas de Paine o Voltaire.

Y donde no ha habido indiferencia afectada ni pavor insoportable, ha habido una absoluta falta de tranquilidad y alegr�a. �Oh! esperaremos en vano a que �stos se produzcan desde el lecho de muerte del de�sta. Estamos dispuestos a que se investiguen los registros del de�smo; pero estamos seguros de que no se puede encontrar un caso en el que el incr�dulo moribundo pueda exclamar con �xtasis o incluso con serenidad: �Oh muerte, �d�nde est� tu aguij�n? Oh tumba, d�nde est� la victoria. Y, por tanto, el de�sta es un testimonio del valor del cristianismo; por lo tanto, apelamos a �l, como prueba de que la religi�n de la raz�n no debe compararse con la religi�n de la revelaci�n.

3. Ahora, consideramos que la mayor parte, si no todo, de este �ltimo razonamiento es tan aplicable al caso del unitario como al del de�sta. Creemos que, donde ha habido rechazo de la doctrina fundamental del cristianismo, la doctrina de una expiaci�n por el pecado, nunca hay nada de esa calma y confianza en la muerte que puede verse continuamente donde la confianza descansa en la gran propiciaci�n.

�La roca� del Unitario �no es como nuestra Roca�, el Unitario ��l mismo es juez�; porque el hombre que piensa ser su propio pacificador con Dios no puede exhibir nada de esa seguridad al pasar a la eternidad que poseen los m�s d�biles que saben que sus pecados han sido puestos en Fianza. El Unitario busca ser salvo por su arrepentimiento y obediencia, sin respetar los m�ritos de un Mediador.

Ahora, el arrepentimiento y la obediencia son una parte importante de nuestro sistema, as� como el del Unitario; sostenemos, al igual que �l, que ning�n hombre puede ser salvo a menos que se arrepienta y haga �obras dignas de arrepentimiento�; y ser�a absurdo decir que el motivo del buen vivir no es al menos tan fuerte para quienes conf�an en Cristo, como para quienes conf�an en s� mismos; de modo que nuestro sistema abarca todo lo que abarca el unitario, al tiempo que agrega doctrinas que, si son verdaderas, no pueden omitirse sin ruina, y que, si son falsas, s�lo sirven para fortalecernos en ese sistema sobre el que descansa nuestra aceptaci�n.

Si entonces el Unitario tiene raz�n, no tiene ninguna ventaja sobre nosotros: el arrepentimiento y la obediencia se presentan al menos por igual en ambos sistemas; pero si el Unitario se equivoca, tenemos una ventaja indescriptible sobre �l; tenemos una Fianza, en cuya perfecta satisfacci�n encontrar refugio cuando la inutilidad de todo lo que el hombre puede efectuar por s� mismo est� siendo probada ante el Juez de vivos y muertos. �Qu� tiene entonces que decir el Unitario de nuestra Roca, excepto que es m�s fuerte que la suya? Nos hemos dedicado a mostrarles c�mo se pueden arrancar a nuestros adversarios los argumentos a favor del cristianismo; nos corresponde prestar atenci�n a que los argumentos en su contra no puedan derivarse de nosotros mismos. ( H. Melvill, BD )

La superioridad del verdadero cristiano

I. Hay una diferencia entre el pueblo de Dios y los dem�s, que estos �ltimos descubren; una diferencia de car�cter y condici�n de la que son conscientes y que a veces se ven obligados a reconocer. No digo que esta distinci�n sea visible en todos los profesores de religi�n. �C�mo deber�a ser? No es real en absoluto. Hay quienes se diferencian de los dem�s solo en profesar ser diferentes de ellos.

Tampoco digo que esta distinci�n sea tan manifiesta en todos los verdaderos cristianos como en algunos; ni en estas igualmente manifiestas en todo momento; pero existe, y los pecadores ven que existe, una clase de personas en el mundo que, en su esp�ritu y principios, y act�an consecuentemente de acuerdo con sus principios, en sus deseos, aversiones y prop�sitos, y en todo lo que se refiere a ellos. constituyen el car�cter, son diferentes de ellos y de la generalidad de la humanidad; como tambi�n en sus esperanzas, consuelos, apoyos y fuentes de goce.

Un joven inteligente y consumado, en su lecho de muerte, le dijo a un cl�rigo que lo visit� que hab�a sido un infiel y un libertino, y que en todo el curso de su infidelidad solo hab�a una cosa que lo perturbaba y que pod�a responder a todas las preguntas. argumento a favor del cristianismo, pero uno, y ese fue el ejemplo piadoso y las oraciones de una madre creyente. La percepci�n de esta diferencia ejerce este poder, porque los pecadores disciernen que en la medida en que los cristianos son diferentes a ellos, son superiores a ellos, tienen la ventaja decidida sobre ellos.

I. En cuanto al car�cter, los pecadores ven y admiten la superioridad del verdadero cristiano. Compare a Juan el Bautista con Herodes, o Mar�a, la hermana de L�zaro, con Herod�as o su hija Salom�, la bailarina. Mire primero a Pablo, y luego a Festo o incluso a Agripa. Ves cu�l es la diferencia y d�nde radica la superioridad. O mira a un cristiano vivo y luego a ti mismo, y haz una comparaci�n.

Mire su esp�ritu y luego el suyo; su esp�ritu de mansedumbre y el tuyo de resentimiento; su humildad y tu orgullo; su desinter�s y tu ego�smo. Su objetivo es hacer el bien, el tuyo hacer el bien. Enriquecerse, gratificarse o engrandecerse es su objetivo. El suyo es glorificar a Dios y bendecir a la humanidad. El amor de Cristo lo constri�e; pero no es as� contigo. Ahora bien, �de qui�n es el esp�ritu m�s excelente? �De qui�n son los principios de acci�n m�s dignos? cual personaje el superior? �No sientes tu propia inferioridad? S�, y los pecadores a menudo se desprecian secretamente por ello.

Aqu� ven a uno que niega y se esfuerza por dominar sus apetitos, mientras ellos dan rienda suelta a todos los suyos; y el tiempo que pasan en la vanidad, ven a otros ocuparlos en visitas de caridad y oficios de bondad hacia los pobres y desamparados; y saben que est�n equivocados y que los dem�s tienen raz�n. Mire la parte devocional del car�cter del cristiano. Consagra una parte de cada d�a a la comuni�n secreta con Dios, a la oraci�n, a la confesi�n del pecado y a la contrici�n por �l, al agradecido recuerdo de la bondad de Dios para con �l, a la lectura seria de la Palabra de Dios, a la meditaci�n y al autoexamen. ya intercesi�n por ti y por los dem�s.

Ahora bien, no tienes esos h�bitos de devoci�n. Vives sin Dios en el mundo. Aqu� hay una diferencia entre usted y el cristiano. �De qu� lado est� la superioridad? �No decides que la conducta del cristiano es m�s filial, m�s cari�osa, agradecida, razonable y digna? Mire ahora al cristiano en su familia; y recuerda entonces lo que eres en el tuyo. Escuche la expresi�n de acci�n de gracias y la invocaci�n de la bendici�n, acompa�ando la recepci�n de las d�divas de la Divina providencia.

Ver noche y ma�ana a la familia reunida para escuchar la Palabra de Dios y unirse en la ofrenda de oraci�n y alabanza. �No es preferible esta manera de conducir los asuntos de una familia a la suya?

II. Paso a la condici�n del cristiano. Si es mejor que su vecino, mejor con �l.

(1) Con respecto a la seguridad, �no es la condici�n del cristiano superior? �No tienes algo que aprehender, pero tiene alg�n motivo para temer a quien Dios le dice: "No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios"? El que tiene a Dios por �l est� m�s a salvo del mal natural que cualquier otro; y ciertamente m�s seguro del pecado es aquel a quien se le ha prometido: "El pecado no se ense�orear� de ti; mi gracia te basta".

(2) Con respecto a la paz, quisiera preguntar si el cristiano no tiene ventaja sobre ti. Si se debe confiar en el testimonio de Dios, �l tiene todas las ventajas impl�citas en la diferencia entre una gran paz y ninguna paz, porque "mucha paz tienen los que aman tu ley", se dice en un lugar; y en otro, �no hay paz, dice mi Dios, para los imp�os�; El, siendo justificado por la fe, tiene paz para con Dios por medio de nuestro Se�or Jesucristo; y la paz de Dios que sobrepasa el entendimiento guarda su coraz�n y su mente por medio de Jesucristo.

�Sabes algo de tanta tranquilidad? �No est� esto lejos de la calma filos�fica? �C�mo es posible que en �pocas de peligro, en la hora del naufragio, en la repentina invasi�n de la enfermedad o en la �poca de una pestilencia inminente, los hombres caen de rodillas, se acercan a la Biblia y piden inter�s en las oraciones? de los cristianos? �No testifican con ello que la roca de su confianza no es como nuestra Roca?

(3) En cuanto al consuelo en la aflicci�n y el apoyo en las pruebas de la vida, �no tiene el cristiano una ventaja reconocida sobre todos los dem�s? Debajo de �l est�n los brazos eternos. �Qu� apoyo igual tienes? �Tienes alg�n refugio al que correr en busca de refugio cuando las tormentas del dolor te azoten furiosamente? �Alguna voz as�, del Hijo del Hombre, para decirte en tus momentos de abatimiento, �ten buen �nimo�? �Crees que est�s tan bien preparado para morir como quien ha entregado su alma al cuidado y la guarda de Cristo? �Crees que es tan probable que a �l le preocupen los remordimientos de la muerte como a ti?

(4) �Vamos un paso m�s all�? Eso nos lleva al tribunal de Dios. �En qu� car�cter, crees t�, ser�a m�s deseable que aparecieras all�? ( W. Nairns, DD )

La Roca del creyente

Qui�n era la Roca de Israel, lo sabemos: Cristo. Y �l es nuestra Roca tambi�n, para fortaleza, protecci�n, suministros espirituales, refugio en el que escondernos, no tenemos otro. Y ser� nuestro seg�n los t�rminos en los que estuvo dispuesto a ser una Roca para Israel; es decir, sobre un pacto preservado, una separaci�n, un guardarnos totalmente en �l, un abandono de todas las alianzas prohibidas, una renuncia a todos los dem�s fideicomisos.

Las palabras sugerir�n que se considere, no solo la suficiencia de la Roca del creyente en s� misma, sino tambi�n su superioridad confesada sobre todas las dem�s dependencias. Y primero, en cuanto a la imagen en s�. La comparaci�n de Dios con una roca es un hecho frecuente en las Escrituras. Sin duda, el motivo de la selecci�n de esta imagen se encuentra en el paisaje natural de Palestina, que a menudo es clave para la correcta comprensi�n de gran parte de la poes�a b�blica.

Los israelitas amaban y estaban justamente orgullosos de sus rocas. Eran, por as� decirlo, los guardianes de sus valles ricos y f�rtiles, eran la fuente de sus r�os cuyas aguas refrescaban sus campos, y en medio de las poderosas municiones de estas rocas encontraron un refugio de los enemigos invasores. Los muros y fortalezas de sus ciudades, y en d�as posteriores el glorioso templo mismo, descansaban sobre la fuerza de esos profundos cimientos.

Las asociaciones morales, por tanto, que la imagen de una roca suscitar�a en la mente de un jud�o piadoso, ser�an las de estabilidad, permanencia, protecci�n, bendici�n. No pod�a mirar las colinas que rodeaban Jerusal�n, ni las rocas, que frunc�an el ce�o con dureza en su orilla natal, sin ver en ellas tipos de esa presencia invisible que lo rodeaba por todos lados, sin recordar que Dios era su Roca. , y que el Dios Alt�simo era su Redentor.

Y como asociaciones felices surgen en la mente cristiana cuando pensamos en Cristo como nuestra Roca. Por lo tanto, la imagen sugiere la seguridad, la fuerza y ??la base firme de nuestra confianza y esperanza religiosas. Estos anuncios son muy bienvenidos a los primeros sentimientos de nuestra naturaleza religiosa. En asuntos relacionados con nuestra salvaci�n, todos sentimos la necesidad de una base segura. No nos gusta construir nuestra casa para el cielo en la arena; sobre una base cedente, traicionera y cambiante de conjetura racional, o hip�tesis no muy improbables.

Debemos poner nuestros pasos sobre una Roca, y esta Roca la tenemos en Cristo. Debe haber estado en el seno del Padre, quien podr�a revelar tales cosas, y sin embargo, no debe ser una cosa intangible, una cosa irracional, un mero fantasma del mundo de los esp�ritus; Debe ser Dios manifestado en carne. Nuevamente, al tener a Cristo como su Roca, los creyentes sienten que tienen una defensa segura contra todos sus enemigos. Contra sus tentaciones, para que no prevalezcan; o sus miedos, para que no los esclavizaran; o sus pruebas, no sea que opriman y abatir�n.

Las rocas de Palestina abundaban en profundos huecos o cavernas, en las que la gente a menudo se refugiaba en el enemigo invasor. Y la misma idea se emplea en las Escrituras para describir un refugio espiritual. As� David exclama: "Pero el Se�or es mi refugio, y mi Dios es la Roca de mi refugio". Mientras que Isa�as en un pasaje que expresa sorprendentemente la seguridad del hombre bueno ante todas las tentaciones externas dice: ��l habita en lo alto, su lugar de defensa son las municiones de las rocas.

�La Roca de nuestra salvaci�n, entonces, en lo espiritual, es tambi�n la Roca de nuestra defensa en lo temporal. La piedad tiene la promesa de ambos mundos, y aunque es cierto que las tormentas del tiempo y la adversidad pueden sobrevenirnos, y brecha tras brecha pueden sacudir los s�lidos cimientos de nuestra confianza espiritual; sin embargo, incluso contra estos males externos, Dios condesciende a ser nuestra Roca. �l sabe que nuestra alma se desmayar�a si no se pusiera un l�mite misericordioso al poder de nuestros enemigos para hacernos da�o, o a la fuerza de nuestras tentaciones para vencernos, o al dolor del castigo que prueba nuestro esp�ritu, o al grandeza de los miedos que espantan nuestras almas; y por eso en todas nuestras pruebas y adversidades, dondequiera que nos opriman, �l nos invita a nuestro refugio, nos conduce a la Roca que es m�s alta que nosotros, y m�s alta que nuestros peligros tambi�n.

Y all� vivimos seguros; nos sentimos como aquellos que son arrastrados al lugar secreto de Dios, cubiertos con sus plumas, protegidos bajo su sombra, escondidos en el hueco de su mano. �Y el hombre ser� como escondite del viento, y escondido de la tempestad; un r�o de agua en un lugar seco, y la sombra de una gran roca en una tierra �rida ". Una vez m�s, contemplamos el texto como mostrando que hay en Cristo nuestra Roca una rica provisi�n para todas las comodidades y necesidades espirituales.

En las Escrituras se mencionan tres tipos de productos que provienen de las rocas de Judea, que no puede ser dif�cil considerar como sorprendentemente emblem�ticos de lo que tenemos en Cristo. El primero es el agua. "Sac� arroyos de las rocas", se dice en el Salmo setenta y ocho, "e hizo que las aguas corrieran como r�os". Luego, otro producto de la roca fue miel y aceite. �Le hizo chupar miel de la roca y aceite del pedernal.

�No hay mucho en la actual geograf�a f�sica de Palestina que pueda decir mucho sobre esta alusi�n; Sin embargo, para la precisi�n general de la ilustraci�n puede ser suficiente observar que los olivos sol�an prosperar m�s en suelos rocosos, y que las plantas arom�ticas y los arbustos que atraen naturalmente a las abejas abundaban en las partes monta�osas de Judea, y ha sido as�. sugiri� que nada es m�s posible que que, a veces, se encuentren dep�sitos de miel en las cavidades de las rocas.

�Qui�n no ve la idoneidad del emblema para representar a Cristo? �Cu�n dulces son tus palabras a mi boca; s�, m�s dulce que la miel a mi paladar �. El oro, la plata y las piedras preciosas se encontraban entre los productos de estas rocas. �Ciertamente�, dice Job, �hay una veta para la plata, y un lugar para el oro, donde lo encuentran�; pero �qu� tan profundo deben cavar los hombres en el coraz�n de la roca natural antes de encontrar los tesoros que encontr� David?

�Amo tus mandamientos; m�s deseables son que el oro, s�, que mucho oro fino �. "Mejor es para m� la ley de tu boca que millares de oro y plata". S�, la sabidur�a se puede encontrar en nosotros, pero debe buscarse como un tesoro escondido; "Y este tesoro est� escondido en Cristo". Todo lo que conecta al hombre con Dios, o al pecador con su esperanza, todo nos viene de la roca de Cristo.

Y, sin embargo, no se nos ha abierto la mitad de sus tiendas opulentas y ocultas. Pero no debemos pasar por alto sin notar la visi�n comparada con la Roca del creyente aqu� sugerida, o m�s bien su superioridad confesada sobre todas las dem�s dependencias. �Porque su roca no es como nuestra Roca, incluso nuestros enemigos mismos son jueces�. Por supuesto, la principal alusi�n aqu� es a los dioses de la idolatr�a, los bloques de madera y piedra adorados por las naciones paganas.

Pero el principio de comparaci�n admitir� manifiestamente ser aplicado mucho m�s, y as� abrazar la confianza de todos los que no conocen a Dios, o que rechazan la misericordiosa obertura de Su Evangelio. Por lo tanto, se puede decir que la comparaci�n que debe instituirse es generalmente entre Cristo como el medio revelado y el m�todo de la justificaci�n del pecador, por un lado, y cualquiera de los m�todos no autorizados de aceptaci�n que los hombres pueden haber inventado para s� mismos, por el otro. ( D. Moore, MA )

Testimonio del cristianismo arrancado de sus enemigos

I. La "roca" de un hombre es aquello sobre lo que construye su esperanza; aquello en lo que busca su seguridad; aquello en lo que encuentra su descanso; aquello de lo que busca su satisfacci�n y su placer. El mundo tiene muchas "rocas", pero todas se distinguen por esta caracter�stica: son "de la tierra, terrenales". Est�n en el mundo y son del mundo; y con el mundo terminan.

Los hombres se levantaron varias rocas. La fortaleza del rico es su riqueza; la confianza del gran hombre es su poder; La vana confianza del hombre moralista es su propia bondad imaginada. Pero todos est�n de acuerdo en esto, que es algo m�s que Dios, algo menos que Dios, sobre lo que descansan. Dios mismo no es la Roca de su confianza. No buscan en �l la porci�n de sus almas, el gozo de sus corazones.

Si tienen problemas, se vuelven hacia la criatura; Dios, su Creador, Preservador, Redentor, queda fuera en todos sus planes de felicidad y en todas sus anticipaciones del bien futuro. Pero no es as� con aquellos a quienes Dios ha ense�ado. �l les ha ense�ado como la primera lecci�n fundamental en la escuela de la verdadera sabidur�a, que sus almas necesitan una porci�n infinita para que puedan ser llenas de bien. �l les ha ense�ado que esa porci�n infinita era originalmente �l mismo, pero que perdieron esa porci�n cuando cayeron de su Dios.

Les ha ense�ado que en s� mismos y por s� mismos son "pobres, ciegos, miserables, miserables y desnudos". No tienen justicia para aparecer ante sus ojos puros; no tienen medios en s� mismos para protegerse contra las vicisitudes de la vida o las revelaciones de la eternidad.

II. Teniendo as� la Roca del creyente y las rocas del incr�dulo, una al lado de la otra, permite que desafiemos al mundo entero a la controversia; y con su propia demostraci�n demostraremos la trascendencia de nuestra roca en comparaci�n con la de ellos. Si realmente tuvi�ramos que tomar el testimonio de aquellos que han probado y probado la Roca de la salvaci�n, y aquellos que la han probado y probado seguramente pueden estimar mejor su valor; si tuvi�ramos que tomar el testimonio de los esp�ritus rescatados de los justos, que ahora rodean la Roca de su salvaci�n en el cielo, a una sola voz y a un solo esp�ritu declarar�an: �No hay nadie en el cielo comparado con �l; nadie es digno de un pensamiento, de una esperanza o de un afecto en comparaci�n con �l �.

1. Presentamos, entonces, el testimonio indirecto y no dise�ado del mundo a favor de la Roca de nuestra salvaci�n, en primera instancia, en el sentido de que el mundo le da a esa Roca una medida de respeto y reverencia totalmente inconsistente con la manera en que, en su coraz�n y en su vida, tratan a esa Roca. �Por qu� encuentras que la mayor�a de los hombres que nunca entregan su coraz�n a Cristo, ni su vida a Su servicio, le rinden un homenaje indirecto y reacio? Ellos rinden cierta reverencia a Su d�a, cierta consideraci�n a Su santuario, cierto homenaje a Sus ordenanzas y Sus leyes.

Ellos �har�n muchas cosas� en nombre de la religi�n de Jesucristo; y, sin embargo, ante todas estas concesiones, le niegan su coraz�n y "no quieren que �l reine sobre ellos". Ellos mismos, entonces, "siendo los jueces", admiten a la religi�n de Cristo, que hay en ella un poder y una verdad y una majestad que no pueden vencer o repudiar por completo.

2. Esto tambi�n se muestra de manera m�s sorprendente cuando presentamos el respeto y el homenaje que a menudo rinden al valor y la excelencia de los verdaderos siervos de Cristo. �D�nde est� tambi�n el burlador audaz y atrevido que muchas veces no ha sentido una convicci�n interna del valor y la excelencia de los siervos de Cristo, aunque haya podido reprimir la expresi�n de sus sentimientos internos? �Siendo ellos mismos jueces�, el hombre de Dios ten�a una elevaci�n, una pureza, una dignidad que ellos no conoc�an y, sin embargo, el valor y el poder que no pod�an dejar de sentir.

3. Y mucho m�s es este tributo indirecto de los enemigos de �nuestra Roca� a la Roca de nuestra salvaci�n que a menudo se rinde cuando los siervos de Dios han pasado a su reposo, y su odiosa proximidad y su ejemplo de reprensi�n no perturban m�s la falsa paz. de los hombres de este mundo. Sobre la tumba del siervo de Dios verdadero y no disimulado, �cu�n pocas veces, incluso de los labios de los malos, se oye algo que no sea respeto y amor! "La memoria de los justos es bendita".

4. Pero tenemos otro testimonio dado por los mundanos y los inicuos a la Roca del Cristiano que es m�s sorprendente; y eso es, el alto est�ndar que establecieron para que los justos lo observaran. �Qu� es m�s com�n que encontrar hombres del mundo viendo con ojos de �guila cualquier peque�a deserci�n o desviaci�n de los principios elevados en el soldado de la cruz? - diciendo: �No habr�a importado si no hubiera profesado ser religioso. ; pero para alguien que se llama a s� mismo cristiano comportarse as�, es intolerable ".

5. Pero m�s all� de esto: encuentras al mundo una y otra vez presentando acusaciones contra los cristianos, que si hubieran sido incurridos por alguien de su propia compa��a, nunca habr�an pensado en hacer ni siquiera aducir. Lo que ellos considerar�an en el mundo como casi una evidencia de esp�ritu y de altivez, no pueden tolerarlo en el cristiano.

6. Pero hay otro testimonio, que el mundo no puede retener a pesar de s� mismo, que es, gracias a Dios, un dar diario; y es decir, las multitudes que son sacadas del mundo y llevadas a la Roca de nuestra esperanza. El Redentor atrae a uno y al otro hacia S� mismo; y eso, no ofreci�ndoles sobornos terrenales e incentivos temporales, sino frente a las burlas y el ce�o del mundo, ya menudo ante la p�rdida de reputaci�n y de todas las ventajas terrenales.

�Cu�ntas veces se ha llamado al mensajero de Cristo al lecho de la enfermedad! cu�ntas veces el hombre tembloroso y moribundo ha comenzado a llorar: "�Cond�ceme a la Roca que es m�s alta que yo!" Feliz por �l si no ha comenzado demasiado tarde, y si la casa de su confianza no se est� derrumbando a su alrededor, cuando ya sea demasiado tarde para �volar en busca de refugio a la esperanza que se le ha puesto�. ( H. Stowell, MA )

Nuestra Roca

I. �Qu� se entiende por estas respectivas "rocas"? Por supuesto, para ti est� claro que uno se refiere a la roca del mundo y el otro a la Torre del cristiano.

1. �Qu� es la roca del mundo? �De qu� parece depender el mundo? Hay mucha gente en el mundo que es muy indiferente a Dios; es decir, no tienen a Dios en todos sus pensamientos y no buscan agradar a Dios en todas sus obras. Y hay mucha gente que parece pensar que Dios les es completamente indiferente; y por lo tanto viven y mueren, descuidados y sin tener en cuenta a Dios su Salvador.

"Tush, �c�mo lo sabr� Dios?" Ahora, esta es una de las rocas de los hombres inconversos. Pero hay otros que tienen una visi�n diferente del asunto. Estas personas no niegan que Dios todo lo ve, que conoce el coraz�n, que �no tiene secretos para �l�; y por eso buscan otra roca, y comienzan de inmediato a magnificar la misericordia de Dios: �Dios es misericordioso; Nunca tuvo la intenci�n de condenar al mundo.

" Eso es verdad; pero no como ellos lo dicen. Una tercera clase no se atrever� a negar esto, sino que declarar�: �Ning�n hombre es infalible; todo hombre est� expuesto a equivocarse; �Por qu� deber�a suponerse que ustedes, que defienden tal rigor de vida, tal santidad de vida, deber�an tener raz�n cuando hay tantas multitudes que tienen una opini�n contraria? En otras palabras, estas personas dicen: �Lo que tanta gente piensa no puede estar mal.

Ahora bien, �no nos dice la Escritura m�s claramente que el camino al cielo es el camino por el que van muy pocas personas, que es un camino "angosto", y que la gran mayor�a de los hombres van por el camino ancho que conduce �al infierno? Y, por tanto, �de qu� sirve hablar de lo que hacen los n�meros? Si tuvieran cinco mil de sus conocidos en el infierno con ustedes mismos, solo aumentar�a su miseria y no ayudar�a a su felicidad; y si estuvieras con uno solo en el cielo, a quien nunca antes hab�as visto, tu felicidad no ser�a menor.

Por otra parte, hay muchos que reconocen que, despu�s de todo, debe ser una cuesti�n individual; y por lo tanto, en lugar de considerar lo que hacen los dem�s, se concentran por completo en lo que hacen ellos mismos. De ah� que nos encontremos con un gran n�mero de personas que declaran que no han hecho da�o, construyendo as� sobre su moralidad, y pensando en levantar sobre �l un templo en el que habitar� el Se�or. �Cu�n moralistas eran los escribas y fariseos! Hay algo m�s necesario que la mera conducta moral externa.

2. En lugar de demorarme m�s en las rocas del mundo, perm�tanme volver de inmediato a lo que pretende la "Roca" del creyente. Cristo es esa Roca. Pero puede ser bueno examinar los beneficios especiales de esta Roca. En primer lugar, es en Cristo que realmente aprendemos la naturaleza del pecado. Tan grande es el pecado que Dios s�lo pudo perdonarlo con la muerte de Su amado Hijo; en Cristo, por lo tanto, veo la extrema pecaminosidad del pecado, grabado como en una roca, incluso en el lado de donde fluyeron el agua y la sangre.

Adem�s, leo tambi�n la misericordia de Dios, no la misericordia del hombre, sino la tierna misericordia de nuestro Dios, templada con su justicia. �La misericordia y la verdad se encuentran juntas; la justicia y la paz se han besado �en Cristo. Entonces, �qu� reclamo tiene esta Roca sobre nuestra atenci�n?

II. En qu� se puede decir que consiste la diferencia entre estas dos rocas. Podr�a mencionar que todas las dem�s rocas terminan en duda, pero esto con certeza. Ninguna de las rocas a las que me he referido puede darnos seguridad en el �ltimo d�a; pero el Salvador nos ha dicho que "todo aquel que en �l conf�a, no ser� jam�s avergonzado". No hay desilusi�n para aquellos que realmente est�n en Cristo. Y no nos detendremos a considerar lo que ser� en el futuro, pero podemos considerar lo que es ahora.

En cualquier otra circunstancia que no sea la de ver claramente nuestro inter�s en Cristo, nuestra vida presente debe ser una vida de constante ansiedad, si va acompa�ada de alg�n pensamiento sobre el futuro. Pero en lo que respecta al creyente, �l tiene paz, y es una paz permanente. �En perfecta paz guardar�s a aquel cuyo esp�ritu� permanezca en Ti, porque en Ti conf�a. Una vez m�s, puedo decir, no habr� nada de esa desilusi�n que tan constantemente encontramos sucediendo entre los hombres del mundo, que han elegido como su roca algunos de los placeres o circunstancias externas de la vida; porque sabemos que en Cristo tenemos todo lo que podemos necesitar.

�Todas las cosas son nuestras; porque somos de Cristo, y Cristo es de Dios ". Pero simplemente observe que hay otros que est�n llamados a testificar de estos hechos. �Porque su roca no es como nuestra Roca, incluso nuestros enemigos mismos son jueces�. Nuestros enemigos se ven obligados a reconocer que desear�an creer como creemos nosotros, porque entonces ser�an felices. ( HM Villiers, MA )

La excelencia de la Roca de Israel

I. Jehov� es sumamente digno de nuestra confianza y devoci�n.

1. �l es la fuente de nuestro ser ( Salmo 100:3 ; Hechos 17:29 ). La causa tanto de apoyo como de producci�n de la existencia creada.

2. La fuente de bendici�n.

(1) Redenci�n.

(2) Sustento.

(3) Instrucci�n.

(4) Seguridad.

3. �l merece nuestro m�s humilde y sincero respeto y confianza.

II. Los tratos bondadosos de Jehov� proporcionan un tema apropiado para la alabanza de Sus siervos.

1. Su beneficio solo est� destinado, no el de Dios, en Sus dispensaciones hacia ellos.

2. S�lo ellos se benefician, no Dios, que no necesita nada y no puede recibir ning�n favor de ellos.

3. No merecen tales beneficios, ni en su totalidad ni en parte.

4. No pueden devolver lo suficiente para cancelar ni la m�s m�nima parte de sus obligaciones.

5. La gratitud es su propio sentimiento, y elogio la expresi�n adecuada de ella.

III. La excelencia de Jehov� extorsiona, y extorsionar�, el homenaje y reconocimiento incluso de Sus enemigos. Escuche lo que se registra en el caso de los magos egipcios ( �xodo 8:18 ; �xodo 9:11 ); del fara�n ( �xodo 9:27 ; �xodo 10:16 ); del ej�rcito de Fara�n ( �xodo 14:25 ); de Balaam ( N�meros 23:7 ; N�meros 23:18 ); de los filisteos ( 1 Samuel 4:8 ); de los adoradores de Baal ( 1 Reyes 18:39 ); de Nabucodonosor ( Daniel 3:29 ; Daniel 4:28 ); de Dar�o ( Daniel 6:26 ). Conclusi�n&mdash

1. El tema sugiere una investigaci�n seria. �Es la Roca de las Edades nuestra Roca? �Lo estimamos, confiamos en �l, nos dedicamos a �l, etc.?

2. El tema ofrece una advertencia seria (vers�culo 4).

3. El tema nos da una advertencia solemne:

(1) Contra la rebeli�n (vers�culos 32-35).

(2) Contra la indiferencia (vers�culos 46, 47).

(3) Contra la apostas�a (vers�culos 15-25).

4. El tema fomenta la confianza humilde y la esperanza vigorizante (vers�culo 43; ver Deuteronomio 33:25 ). ( Bosquejos de cuatrocientos sermones. )

La Roca como el Dios de Israel

I. Ilustre la met�fora.

1. Cuando hablamos de Dios como una Roca en referencia a �l mismo, las ideas son como estas:

(1) Fuerza.

(2) Estabilidad.

(3) Perpetuidad.

2. Considere la met�fora en referencia a lo que Dios es para sus hijos creyentes.

(1) La Roca de su defensa.

(2) La Roca de su fundaci�n. Ellos conf�an y conf�an en �l.

(3) Su Roca de refugio y sombra.

(4) La Roca de sus suministros.

II. La comparaci�n triunfante que se instituye. Para el pagano, infiel, sensualista, etc., su roca no es como nuestra Roca. No tienes la seguridad, los placeres sensibles, los suministros; en una palabra, la felicidad que posee el pueblo de Dios.

1. Apelamos a su experiencia. �Qu� cambios profesa haber experimentado? �Qu� males elimin�? �Qu� principios implanta?

2. Apelamos a su disfrute. �Qu� paz, qu� consuelo, qu� esperanza, qu� verdadera dicha?

3. Apelamos a su pr�ctica. �De qu� locuras y pecados te has librado? �Son tus principios m�s puros? Esp�ritu, conversaci�n, temperamento, etc.

4. Apelamos a nuestras ventajas en la enfermedad y la muerte. �Qu� seguridad, qu� �xtasis, qu� claras perspectivas cautivadoras! Sabes que tu Roca no lo es, etc.

Solicitud&mdash

1. Invite al pecador a elegir al Se�or como la Roca de su salvaci�n. Huye a �l arrepentido. Edifique sobre �l por la fe en Cristo Jes�s.

2. Que el cristiano est� satisfecho con su elecci�n. El Dios eterno es su refugio. ( Bocetos de sermones. )

Testimonio de incr�dulos al cristianismo

1. En general, los esc�pticos y los incr�dulos alaban muy ruidosamente el progreso de nuestro mundo moderno. Hablan en gran parte de los grandes avances que la ciencia, el conocimiento y la sabidur�a pr�ctica han logrado en estos �ltimos tiempos. �Qu� es esto sino la concesi�n de que su roca no es como nuestra Roca?

2. Una vez m�s, �cu�n sorprendente es el testimonio que dan en su comportamiento en el juicio y cuando se enfrentan cara a cara con la muerte! �Qui�n ha conocido a un cristiano s�lido y fiel que cambie de religi�n en los �ltimos extremos de la vida? Pero es muy diferente con aquellos que construyen sobre algo diferente a la Roca Cristiana. Entonces el alegre Lord Chesterfield simpatiza con las palabras de Salom�n, que todo este mundo es vanidad y aflicci�n de esp�ritu.

Entonces Byron reconoce que, fuera lo que fuese lo que hab�a sido, "era mejor que no fuera". Entonces Talleyrand confiesa que no le queda nada m�s que una gran fatiga de cuerpo y mente, un profundo sentimiento de des�nimo por el futuro y disgusto por el pasado. Luego Hobbes declara: "Si fuera el due�o del mundo, lo dar�a todo por vivir un d�a m�s". Entonces Paine, en su terrible soledad, lanza su grito salvaje a ese Jes�s a quien blasfemaba.

Entonces Voltaire pide a un sacerdote, maldice a sus hermanos con incredulidad como contribuyentes a su miseria, y muere en una terrible queja por el abandono de Dios y el hombre. Entonces Hume no puede soportar estar solo, por los terrores que lo atormentan en ausencia de sus amigos bromistas.

3. De igual manera, podr�a referirme a las mir�adas de conversiones del mundo esc�ptico e incr�dulo a la aceptaci�n reverente de nuestra fe y esperanza cristianas. El sangriento Saulo de Tarso; el caprichoso y sensual Agust�n, etc. Pensamos en Lord Littleton y Gilbert West sentados a escribir ensayos en refutaci�n de ciertos grandes eventos registrados en el Nuevo Testamento, y quedando tan completamente convencidos por sus ex�menes que renunciaron a todo su escepticismo y volvieron su ensayos en tratados nobles en vindicaci�n de la causa cristiana.

5. Cristianos, no se han equivocado al dar la confianza de su coraz�n a la religi�n de Jes�s. Has plantado tus cimientos sobre la Roca s�lida. Solo mant�n tu dominio y dependencia de �l; y cuando los difamadores de la fe de Newton claman desesperadamente: "�Dios de Sir Isaac Newton, ten piedad de m�!" dir�s con Payson moribundo: "�Nado, nado, en un torrente de gloria!" ( JA Seiss, DD )

Versículo 35

Su pie resbalar� a su debido tiempo.

El despertar de los pecadores

Esta es la culminaci�n de la denuncia m�s terrible de los pecadores que se encuentra en la Biblia.

I. La inseguridad del pecador.

Un sentimiento de pecado y de castigo inminente est� siempre presente en el coraz�n del hombre. Las naciones paganas del mundo antiguo y del nuevo mundo lo reconocieron y establecieron formas de culto religioso para evitarlo. Pero la Biblia da una seguridad doblemente segura y emite advertencias solemnes sobre el hecho.

II. La certeza del resultado. La vida humana no conoce nada como permanecer en un lugar. El hombre siempre avanza o retrocede, lo que depende de s� mismo. Los hombres cierran los ojos y se creen seguros, Ninguno se precipita de inmediato a las extremidades del pecado. Casi todos pueden recordar la primera falsedad, la primera palabra profana, el primer acto deshonesto, despu�s de haber alcanzado profundidades de depravaci�n con las que nunca so�aron. Tomaron al diablo por su amo, y �l los presiona con fuerza a cada paso. El descenso se rige por una ley inexorable.

III. Considere d�nde se est�n deslizando. �Lejos de la virtud, lejos de la paz, lejos de la buena compa��a, lejos de Dios! Los hombres miran con l�stima y disgusto el avance descendente del borracho. La destrucci�n deliberada de todo lo noble del hombre parece incomprensible. ( JO Peck, DD )

Versículo 36

Porque el Se�or juzgar� a su pueblo.

Poder para los impotentes

I. El pueblo que Jehov� posee y reclama como "Su pueblo" y "Sus siervos". Dios tiene un pueblo peculiarmente suyo. Debes estar ciego; de hecho, al mirar su Biblia, no ver que este hecho es una de las cosas m�s destacadas que se establecen en el Libro de Dios. Adem�s, este pueblo, a quien Jehov� llama "Su pueblo" y "Sus siervos", lo tiene como Su propiedad especial, como Su propia herencia.

"La porci�n del Se�or es su pueblo". �Qu� raci�n! Uno podr�a entender f�cilmente al salmista, y tambi�n al profeta, cuando dijeron: �El Se�or es mi porci�n, dice mi alma�; y una porci�n bendita es para un pobre pecador arruinado tener al Dios del pacto como su porci�n. Pero invi�rtalo y vea c�mo Dios reclama a su pueblo, y lo llama "su porci�n", como si valiera algo, como si tuviera alg�n valor.

Sin embargo, no debo pasar por alto el segundo t�rmino empleado en nuestro texto: "siervos". "Sois sus siervos a quien obedec�is". Entonces, si su vida, su coraz�n, su alma y todas sus facultades est�n enteramente al servicio de Dios; si ese servicio es tu deleite, y lo encuentras en �l, seguramente llegar�s a la conclusi�n de que perteneces a Sus siervos. Pero hay otro punto: que Su pueblo y Sus siervos esencialmente difieren de todos los dem�s. Fueron separados de entre las naciones, el pueblo de Dios y los siervos de Dios difieren del mundo en su vida, en su idioma y en sus leyes.

II. Las exigencias a las que se vieron reducidos. Se dice, en mi texto, que su propio Dios los ve como si hubieran perdido todo su poder, y "ninguno se encerr� ni se fue", una descripci�n muy conmovedora del pueblo escogido de Dios bajo la condici�n de ruina a la que el pecado los ha llevado. ; y tambi�n del extremo al que se ven reducidos en la experiencia personal, antes de que la liberaci�n de Dios aparezca en su favor.

�Qu� descripci�n tan marcada de la ruina del hombre bajo la ca�da y por el pecado real! �Tan completamente destruida que no tiene poder! Dios vio que su poder se hab�a ido. Cuando el pobre pecador se despierta por primera vez por la gracia de Dios, y comienza a sentir la importancia de obtener la salvaci�n, no cree que no tenga poder, sino que se pone inmediatamente a poner su poder, se determina al leer mucho, escuchar mucho. , orando mucho, evitando mucho mal y haciendo mucho bien.

Adem�s, en el lenguaje de mi texto, el pueblo y los siervos de Dios deben ser expulsados ??de todos los falsos refugios, "Ninguno encerrado ni abandonado". Hay exigencias en la experiencia del creyente con respecto a las cosas espirituales y providenciales que responden exactamente a esta descripci�n - "ninguno encerrado ni dejado" - en cuanto a la experiencia, no queda una esperanza; no es un vestigio de supuesta fuerza, no es un refugio falso, sino que ser� barrido como un refugio de mentiras; no queda un ayudante.

Adem�s, puede implicar, en la experiencia espiritual, ning�n consuelo encerrado o abandonado, ninguna reserva, nada a lo que apoyarse, ni una promesa a la que aferrarse, ni un serm�n que se supone que ha escuchado para sacar provecho, pero que se levanta en juicio contra �l! �Qu�! �Ninguno de sus sentimientos m�s santos? No, ninguno de ellos. �Qu�, ninguna de sus fervientes oraciones y su confianza creyente? No, ninguno de ellos - �Ninguno se calla ni se marcha.

Ahora, ya sea en cuanto a la experiencia espiritual, o la experiencia providencial de Su pueblo, �l con frecuencia, para mostrar Su sabidur�a, Su gracia, Su poder, Su amor y condescendencia, despoja al hombre de su todo, para que �l mismo pueda convertirse en su todo. y que Cristo sea todo en todos para �l.

III. Por el hecho de que el Se�or juzgue a su pueblo, comprendo que juzgue por ellos; juzgando a sus enemigos por su crueldad; juzgando por ellos para decidir que son Suyos, que el castigo se ha prolongado lo suficiente y que sus enemigos ser�n castigados, como en el vers�culo anterior, "A M� pertenece la venganza". Esto es lo que entiendo cuando juzga a su pueblo.

La otra frase, �arrepentirse por Sus siervos�, significa una alteraci�n, por supuesto, en los eventos de la Providencia y en Su manera de tratar con Su pueblo; que cambia el orden de las cosas. De esto derivamos la verdad espiritual, que sin importar c�mo el Se�or castigue a Su pueblo, y por m�s tiempo que dure el castigo, llegar� un momento en que el Se�or se �arrepentir� o cambiar� Su curso y dir�: �Su aflicci�n es al final, y no afligir� ni afligir� m�s a mi pueblo.

�Entonces se hablar� al perverso Efra�n como por profeta,� He visto sus caminos, y lo sanar�. Dios es un Libertador incansable para su pueblo; y veremos algunas cosas en las que esto se manifiesta. La primera es que la fidelidad de Su pacto se manifiesta cuando la infidelidad de Su pueblo se ha elevado a su m�xima expresi�n y ha sido castigada. Si me preguntas qu� pertenece a un cristiano en s� mismo, debo confesar, despu�s de todos los a�os que he conocido al Se�or, que una sola palabra, �infidelidad�, marcar�a todo.

Si me preguntan qu� constituye el car�cter y la conducta de la Deidad hacia Su Iglesia y la gente de todas las �pocas, en medio de todas sus aflicciones, y cuando se reducen al reflujo m�s bajo, dir�a: �La justicia es el cinto de Sus lomos, y fidelidad el cinto de sus ri�ones �. Una palabra m�s; la liberaci�n total es segura cuando Dios interfiere. El que ha librado, librar�; y ten la seguridad, pobre alma probada, quienquiera que seas, y en cualquiera de esas exigencias que te encuentres, ten la seguridad de esta �nica cosa, que si el Se�or ha comenzado a juzgar por ti, ha cambiado el curso y el orden de Sus procedimientos. para ti, ha creado un rayo de esperanza y te ha dado deseos espirituales que antes no pose�as, te ha comunicado la capacidad de derramar tu alma en suplicarle y de colgar de �l aunque parezca como si fuera de un hilo, �l perfeccionar� tu liberaci�n a su debido tiempo. Todo enemigo ser� derrotado. Todas las dificultades desaparecer�n. (J. Irons. )

Extremidad del hombre, oportunidad de Dios

Para los imp�os, el tiempo de su ca�da es fatal; no hay levantamiento de nuevo para ellos. Suben cada vez m�s alto por la escalera de las riquezas; pero al fin no pueden subir m�s alto, sus pies resbalan y todo ha terminado. Esta calamidad se acelera ( Deuteronomio 32:35 ). No es as� con tres personajes de los que ahora consideraremos: son juzgados en este mundo para que no sean condenados en el m�s all� ( 1 Corintios 11:32 ; Salmo 37:24 ).

I. La propia Iglesia del Se�or.

1. Una Iglesia puede ser duramente probada: "se fue el poder, no qued� ninguno".

(1) Por persecuci�n.

(2) Por mudanzas, muerte, pobreza.

(3) Por la falta de un ministerio fiel.

(4) Por ca�da generalizada de miembros. Varias circunstancias pueden dispersar a un pueblo: disensi�n interna, herej�a pestilente, falta de vida espiritual.

2. Pero luego puede clamar a Dios.

(1) Si en verdad su pueblo, el pacto se mantiene, y �l los juzgar�.

(2) Si todav�a son Sus siervos, el v�nculo se mantiene de Su lado, y �l se arrepentir� por ellos.

(3) Su ojo est� siempre sobre ellos, y sus ojos deben estar hacia �l.

3. Regresar� y revivir� Su propia Iglesia ( Deuteronomio 32:39 ).

4. Mientras tanto, se permite el juicio:

(1) Para encontrar a sus siervos y expulsar a los hip�critas ( Isa�as 33:14 ).

(2) Para probar la fe de los santos sinceros y fortalecerla.

(3) Manifestar Su propia gracia apoy�ndolos en tiempos dif�ciles y visit�ndolos con bendiciones futuras.

(4) Para asegurarse la gloria cuando se concedan los d�as m�s felices.

II. El creyente probado.

1. Puede que su poder se haya ido. La salud corporal falla, la prudencia se desconcierta, la habilidad se pierde, el valor se hunde, incluso la fuerza espiritual se aleja (Samuel 3:17, 18).

2. Su ayuda terrenal puede fallar. Un hombre sin un amigo mueve la compasi�n de Dios.

3. Puede ser asaltado por dudas y temores, y dif�cilmente saber qu� hacer consigo mismo ( Job 3:23 ).

4. Su esperanza radica en la compasi�n de Dios: no se complace en hacer sufrir a su pueblo ( Miqueas 7:19 ).

5. Es posible que se env�en juicios tan duros porque:

(1) Nada menos curar�a el mal que se esconde en su interior.

(2) Nada menos podr�a ser suficiente para llevar todo el coraz�n solo a Dios.

(3) Nada menos podr�a afectar la vida futura del creyente.

(4) Nada menos podr�a completar su experiencia, ampliar su conocimiento de la Palabra y perfeccionar su testimonio de Dios.

III. El pecador convencido. Est� limpio de todo aquello de lo que se enorgullec�a.

1. Su justicia propia se ha ido.

2. Ha perdido su capacidad para realizar trabajos aceptables.

3. Sus esperanzas secretas que estaban encerradas ahora est�n todas muertas y enterradas.

4. Sus orgullosos sue�os rom�nticos se han ido.

5. Sus delicias mundanas, su atrevido desaf�o, su incredulidad, su gran charla, su descuido, su vana confianza, se han ido.

6. No queda nada m�s que la piedad de Dios. Cuando la marea ha bajado al m�ximo, cambia. El hijo pr�digo hab�a gastado todo antes de regresar. Los pecadores con las manos vac�as son bienvenidos a la plenitud de Cristo. ( CH Spurgeon. )

Versículos 39-41

Mira ahora que yo, incluso yo, soy �l, y no hay Dios conmigo.

La prerrogativa real

I. Nadie m�s que el Se�or puede querer o sanar.

1. Solo el Se�or puede herir espiritualmente. La obra del Esp�ritu Santo es convencer del pecado, y hasta que no haga uso de su poder, el predicador puede predicarse a s� mismo mudo de cansancio y ciego de llanto, pero ning�n resultado puede seguir.

2. Nadie m�s que el Se�or puede sanar. La verdad del Evangelio es suficiente en s� misma para consolar a todos los que lloran, pero no consolar� a nadie mientras permanezca la incredulidad natural del coraz�n. Agarra un esp�ritu lacerado, desgarrado por la incredulidad, y prueba lo que puedes hacer. Diga: "Conf�a en el Se�or, amigo m�o", y �l responde: "No puedo confiar". D�gale que Cristo Jes�s vino al mundo para salvar a los pecadores; y �l dice que lo sabe, pero que no puede conseguirlo.

Cumpla con su deber con �l, porque ya sea que pueda curarlo o no, est� obligado a presentarle el Evangelio; pero encontrar� que ha trabajado en vano si ha ido con sus propias fuerzas. Dios puede usarte para sanar un coraz�n roto, pero no puedes hacerlo t� mismo.

II. El Se�or puede herir y curar.

1. El Se�or puede herir. Puede perforar el coraz�n m�s inveros�mil. Por lo tanto, la desesperaci�n de nadie. El miserable que es el m�s cercano a un diablo encarnado puede convertirse todav�a en un �ngel de Dios.

2. Qu� lado tan dulce de la verdad es la segunda parte, es decir, que �l puede sanar. �Hay algunos casos horribles de heridas sangrantes! He conocido que el coraz�n sangra como si fuera a desangrarse bajo la espada de la convicci�n. Algunos son llevados a la desesperaci�n y han estado dispuestos a imponerse violentas manos sobre s� mismos en la amargura de sus almas. Que suene como una trompeta, para que estos pobres desesperados puedan o�rlo: el Se�or puede sanar. No hay caso m�s desesperado que el que Jehov�-Jes�s pueda recuperar. �Desesperaci�n! debes dejar ir a tu cautivo. �Abatimiento! debes abrir tu prisi�n cuando venga Jes�s.

III. El Se�or hiere y sana.

1. Tengo un manojo de flechas que he visto disparar en diferentes momentos desde el arco de Dios para herir a los hombres.

(1) La flecha de la dulzura continua. Agust�n habla de alguien con quien Dios fue tan maravillosamente bondadoso, y el hombre fue tan maravillosamente malo, que al final se asombr� de la bondad de Dios, y como el Se�or segu�a colm�ndolo de beneficios, se volvi� y grit�: �Muy benigno Dios, me averg�enzo de seguir siendo tu enemigo. Confieso mi pecado y me arrepiento de �l ".

(2) "Dios se enoja con los imp�os todos los d�as". Seguramente esto deber�a cortarlo r�pido.

(3) "El que no cree, ya ha sido condenado".

(4) "Los imp�os ser�n trasladados al infierno", etc.

(5) "Te destruiste a ti mismo"

(6) �Est�s muerto en pecado. Te has destruido a ti mismo, pero no puedes salvarte a ti mismo ".

2. Ahora, les mostrar� el frasco de b�lsamo. Cuando un alma es herida, el Se�or aplica Su sagrada cirug�a al coraz�n. �l ha sanado a algunos de nosotros.

(1) La botella particular de b�lsamo que us� para curarme es una que conozco bien y nunca olvidar�. Esta era la etiqueta: �M�renme y sean salvos, todos los extremos de la tierra, porque yo soy Dios, y fuera de m� no hay nadie m�s�. �Por qu� lo sabes? Ten�a miedo de Dios hasta que escuch� que Dios estaba en Cristo, y que deb�a mirar a Dios en Cristo, y que el mismo Dios a quien tem�a me salvar�a.

�Esa revelaci�n lleg� a casa con poder divino para mi alma! El predicador dijo: �Mira. Esto es todo lo que se necesita ". �Ah�, dijo, �un tonto puede mirar; un ni�o peque�o puede mirar; un medio idiota puede mirar; un moribundo puede mirar �� Mira �dijo �l� y ya est� �. �Realmente lo entend�, que solo deb�a mirar a Cristo muriendo en la cruz por m�, y ver a Dios haciendo una expiaci�n por mi pecado en la persona de Su Hijo? Que solo deb�a mirar y vivir �En seguida? Incluso as� fue, y mir�. Mi carga pas�.

(2) Aqu� hay otra gota de b�lsamo: Cuando un hombre es herido, siente que no puede ayudarse a s� mismo; pero luego viene esta preciosa verdad: que el Esp�ritu de Dios puede hacerlo. Oh heridos, que el gran Esp�ritu les muestre en este momento la persona del amado Hijo de Dios, Dios y hombre. ( C H. Spurgeon. )

Tampoco hay quien pueda librar de Mi mano .

La imposibilidad de liberar al hombre de la mano de Dios

1. La continuidad de la existencia de todo hombre depende enteramente de la voluntad divina.

2. La preservaci�n de la existencia de todo pecador debe atribuirse a la paciencia divina.

3. El bienestar de una inteligencia moral es imposible sin la suprema simpat�a por Dios. Todos los infiernos y cielos morales est�n en el odio o el amor. �Cu�l es entonces nuestro deber e inter�s? Apreciar el amor supremo por el Absoluto. ( Homilista. )

Versículos 46-47

Ordene a sus hijos que observen y cumplan todas las palabras de esta ley.

La ventaja de una educaci�n adecuada

I. Las ventajas y, de hecho, la necesidad de una educaci�n correcta. Otras criaturas llegan, sin su cuidado, a la peque�a perfecci�n de la que son capaces, y all� se detienen; pero parece que toda la existencia del hombre es un estado de disciplina y progresi�n. La juventud es su preparaci�n para los a�os m�s maduros; toda esta vida para que venga otra. La naturaleza da las habilidades para mejorar; pero la mejora real debemos tener el placer y la recompensa de darnos a nosotros mismos y los unos a los otros.

Algunas mentes, de hecho, como algunos suelos, pueden ser fruct�feras sin cultivo; otros est�riles con �l; pero la necesidad general es la misma en ambos casos; y en ambos, los m�s ricos y m�s capaces de producir buenos frutos, ser�n invadidos, si se descuidan, con las malas hierbas m�s rancias y peores. El cultivo regular del entendimiento, entonces, es con lo que comienza la buena educaci�n. La primera rama de esto, el conocimiento de los lenguajes �tiles, descubre los tesoros del saber antiguo y hace nuestras las mejoras de cada �poca y clima.

Entonces, las partes m�s educadas de la literatura abren las facultades de la manera m�s agradable y forman el gusto de los j�venes; adornar nuestro discurso, y agradar a nuestra empresa, en los a�os m�s maduros; da gracia a la sabidur�a y la virtud; alivie la fatiga de nuestras horas ocupadas y llene con elegancia el ocio de nuestros vacantes. Al mismo tiempo, entra oportunamente el arte del razonamiento justo, para frenar la licencia de la imaginaci�n, y dirige su fuerza; para fijar los fundamentos de la ciencia; determinar los grados de probabilidad y descubrir errores enga�osos.

Con esta gu�a procedemos con seguridad. El conocimiento de la naturaleza abre el universo a nuestra vista; nos permite juzgar dignamente la constituci�n de las cosas; nos protege de la debilidad de las supersticiones vulgares; y contribuye, de muchas formas, a la salud y la seguridad, la comodidad y el placer de la vida humana. Si desde aqu� pasamos a examinar a la humanidad: una contemplaci�n de sus diferentes estados en diferentes �pocas, y especialmente de sus antiguas regulaciones y leyes, la sabidur�a p�blica de las naciones valientes y grandes proporcionar� una variedad de reflexiones �tiles a la mente; a menudo ense��ndonos a mejorar nuestras propias condiciones, a menudo a ser felices en ellas.

Pero si la educaci�n se detiene aqu�, solo ha otorgado habilidades y poderes, cuya direcci�n hacia los prop�sitos correctos o incorrectos es a�n muy incierta. El que no conoce el uso adecuado de su propio ser; �Qu� es el hombre y a qu� sirve? cu�l es su bien y cu�l es su maldad (Sir 18: 8), puede emplear f�cilmente sus otros conocimientos para ser mucho peor por ello. Esta pregunta, entonces, es la importante.

Y cu�ndo deber�a ense�arse la ciencia de la vida, sino al comienzo de la vida, antes de que se agreguen los malos h�bitos a la depravaci�n original; mientras que la consideraci�n natural por la verdad y la justicia, la �nica restricci�n interior de la juventud imprudente, permanece comparativamente incorrupta, y las semillas del pecado yacen algo sueltas en la superficie de la mente; mucho m�s dif�cil de eliminar una vez que han echado ra�ces y se han retorcido fuertemente sobre el coraz�n.

�sta es, por tanto, la oportunidad favorable, en la que la autoridad y la raz�n deben ejercer a la vez su fuerza conjunta. Porque la disciplina sin instrucci�n es mera tiran�a; e instrucci�n sin disciplina, poco mejor que una charla in�til. Pero falta todav�a la parte m�s grave de la educaci�n: la parte que nos lleva, por la estima de la excelencia moral, a honrar y amar a ese Ser en quien habita la perfecci�n; y extiende nuestro sentido interno del deber, sugerido primero por las relaciones bajas y ef�meras entre nosotros y nuestros semejantes, al objeto m�s elevado posible y eterno de �l, el Creador y Gobernante de este universo.

II. Todas las personas interesadas deben esforzarse, con el mismo cuidado, en sus puestos, para que estas ventajas puedan obtenerse eficazmente. Para ustedes que son padres, la naturaleza misma se ha preocupado tiernamente por el bienestar de sus hijos como propio; y le recuerda justamente que, como los ha llevado a los peligros de la vida, su tarea es hacer que se recuperen de ellos. Puede ser negligente con la instrucci�n de su hijo; pero es sobre ti, as� como sobre �l mismo, que su ignorancia y desprecio traer�n tanto reproche como molestias.

Puede ser independientemente de su moral; pero es posible que usted sea la persona que finalmente sienta m�s gravemente su deseo de ellos. Puede que le sea indiferente su religi�n; pero recuerde, la obediencia a usted es un gran precepto de la religi�n; y todos los dem�s promueven tales h�bitos, de los que te arrepientas amargamente, cuando sea demasiado tarde, tu omisi�n de cultivar en �l; y vive y muere miserable a causa de �l, a quien el cuidado oportuno habr�a hecho tu gozo y honor. ( Arzobispo Secker. )

Versículo 47

Porque no es cosa vana para ti; porque es tu vida.

La religi�n una necesidad

La religi�n no es un lujo, sino una necesidad de nuestro ser. No es un servicio vano, porque es nuestra vida. Inmersos como est�n los hombres en el mundo y familiarizados con los intereses materiales, les resulta dif�cil sentir esta realidad y absoluta necesidad de la religi�n para su mejor vida. Se ha dado demasiado color a la presunci�n de que la religi�n no estaba profundamente arraigada e incrustada en nuestra naturaleza, sino que era un regalo del exterior, una cultura y una experiencia facticia superinducidas sobre ella, no el verdadero funcionamiento del ser supremo con todos sus poderes. .

Porque la religi�n se le ha ofrecido al hombre demasiado como algo extra�o, antinatural y especial, no como la verdadera luz de la vida. Ha estado envuelto en misterio, rodeado de un formidable despliegue de dolores y penas, inculcados como sobrenaturales, no s�lo en la sanci�n y revelaci�n de sus verdades, sino en su incorporaci�n y asimilaci�n al alma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es crear en los hombres la creencia de que la religi�n no es un deseo manufacturado, sino una necesidad natural de nuestro ser; que, en lugar de ser una gracia innata de temperamento y constituci�n que, como el genio, unos tienen y otros no, y muchos prescinden, es el pan de vida para todos.

I. La naturaleza del hombre da testimonio inequ�voco de la necesidad de la religi�n. "En el escepticismo", dijo Goethe, "no es bueno". La religi�n es un desarrollo posterior, como lo es la sabidur�a en general, pero tan normal como cualquier otra manifestaci�n de nuestra naturaleza, arte, invenci�n o vocaci�n de vida. Todos los elementos est�n en el hombre. Por eso cree naturalmente. Puede que no siempre crea igual, a veces en Mois�s, Mahoma o Cristo, pero uniformemente tiene fe en algo.

As�, tambi�n, naturalmente hace distinciones entre el bien y el mal; sus decisiones sobre estos puntos pueden no ser siempre coincidentes en todas las naturalezas y bajo diferentes sistemas de cultura. En Esparta, un conjunto de cosas, en Inglaterra otro, est� mal o est� bien. Pero eso no va en contra del hecho de un sentido moral, porque todav�a no se ha encontrado a ning�n pueblo tan hundido que no haga la distinci�n en alguna parte.

Entonces, en lo que respecta al futuro, la esperanza, la aspiraci�n, la anticipaci�n, trabajan en todos los senos humanos en diferentes grados de intensidad, y hacia fines y objetos variados en el futuro ilimitado, pero siempre, en todas partes, hacia unos fines, hacia unos altos ideales, entronizados. y velado por la cortina de nubes del futuro.

II. La condici�n del hombre corrobora el punto de vista extra�do de su naturaleza; porque su condici�n es su naturaleza en progresi�n, mala continuidad. Si repasamos el cat�logo de art�culos de esta condici�n, desde el momento en que yace indefenso en la cuna hasta que yace indefenso nuevamente en el ata�d, trazamos una l�nea ininterrumpida de deseos religiosos. Es un hambre grande y continua. Porque en cada punto, en todo momento, bajo cada combinaci�n de circunstancias circundantes, detectamos la demanda de esa cantidad peculiar y valor desconocido sin los cuales no podemos trabajar la ecuaci�n de la vida correctamente, o resolver con certeza su gran problema.

La vida humana, por ejemplo, es una condici�n de formaci�n, crecimiento, educaci�n y, sin embargo, vemos de inmediato que, si este proceso no se lleva a cabo de acuerdo con los principios primarios que est�n involucrados en el plan del Gran Labrador, tendremos ganancias inesperadas crudas y crecimiento atrofiado, no la fruta dorada. La vida humana es un estado de exposici�n a grandes y dif�ciles tentaciones, tirando de nuestra virtud y arrastrando nuestros prop�sitos y actos, hasta que seguimos el camino de toda la tierra. Solo las verdades dominantes, los sentimientos v�vidos y las impresionantes promesas de la religi�n pueden dispersar esta prole imp�a y exorcizar a los esp�ritus malignos de la mente y el coraz�n pose�dos.

III.El destino del hombre refuerza todos los argumentos anteriores sobre la realidad y necesidad de la religi�n. Si el hombre ha sido creado a imagen del Dios eterno, y llamado a la herencia de un ser consciente a trav�s de todas las edades interminables del futuro, si, incluso en esta ma�ana de sus d�as, est� lleno de aspiraciones, aten�elo. puede ser, pero vasto, grandioso y exaltante, para placeres m�s dulces, para placeres m�s puros, una felicidad m�s serena, una dicha m�s emocionante, interior y duradera, que la que han dado los momentos m�s raros de esta vida; si tal es el reino del ser al que el hombre va camino, y hacia cuya ciudad celestial ya est� levantando los ojos, �qu�, nos preguntamos, ser� mejor para �l para una carrera tan sublime? �Qu� es suficiente para prepararlo para vivir para siempre? Solo lo que es de la misma clase consigo mismo puede satisfacer las necesidades de un esp�ritu inmortal, a saber,

El poder, la fama, e incluso el saber, y algunos de los logros m�s bajos del hombre, incluso en la esfera moral e intelectual, no son m�s que consoladores helados para los afligidos, los enfermos y los moribundos. Pero en estas �pocas cr�ticas de nuestro ser, cuando el hombre es conducido desde el exterior al centro y sustancia de su naturaleza, la religi�n pronuncia sus grandes tonos de coraje, promesa y eternidad, y se reivindica a s� misma como la suprema necesidad del alma, la �nica. algo necesario que, una vez pose�do, nunca podr� ser quitado, sino que se volver� m�s querido, m�s brillante y m�s adivino para siempre. ( AA Livermore. )

Religi�n-una realidad

La dispensaci�n cristiana requiere mucha fe para recibirla. No caminamos por la vista, sino solo por la fe; y no es de extra�ar que cuando hombres imp�os ven afligidos a los justos y descubren que su consuelo radica en asuntos que solo la fe puede comprender, clamen: "Es una cosa vana" y se aparten de las ordenanzas de Dios. . Adem�s, para confesar la verdad, ha habido tantas falsificaciones de la religi�n verdadera, que no es de extra�ar que los inconversos consideren que incluso el art�culo genuino es algo vano.

I. La verdadera religi�n de Cristo, que consiste en una fe vital en Su persona, Su sangre y Su justicia, y que produce obediencia a Sus mandamientos y amor a Dios, no es una ficci�n.

1. Los objetos de la verdadera religi�n, para los que creen en Jes�s, no son ficci�n.

(1) Dios el Padre.

(2) Cristo Jes�s.

(3) El Esp�ritu Santo.

2. La experiencia que trae la verdadera religi�n no es ficci�n.

(1) Arrepentimiento.

(2) Gozo y paz al creer.

3. Hay una realidad en los privilegios de la religi�n.

(1) Oraci�n,

(2) Comuni�n con Cristo.

(3) Amor cristiano el uno por el otro.

4. La religi�n de Cristo evidentemente no es una cosa en vano si nos fijamos en sus efectos.

5. Para el hombre que realmente lo posee, es su vida. Su religi�n no es como los regimientos de un hombre, que puede quitarse y desvestirse; est� dentro de �l; est� tejido a trav�s de �l.

II. No es una bagatela.

1. Se trata de sus almas.

2. Te conecta con Dios.

3. Aquellos que alguna vez han sabido algo de esto, les dicen que no es un "juego de ni�os".

4. Los pecadores, cuando est�n en sus cabales, no encuentran ninguna bagatela.

5. Los verdaderos ministros de Dios no creen que sea una bagatela.

III. No es una locura. Si desea lograr la proeza m�s orgullosa del intelecto humano, es alcanzar el conocimiento de Cristo crucificado. Aqu� el hombre cuya mente lo vuelve elefantino puede encontrar una profundidad en la que nadar. Aqu� se agotar� el saber m�s rec�ndito. Aqu� la imaginaci�n m�s brillante encontrar� sobrepasados ??sus vuelos m�s altos, Aqu� el hombre que comprende la historia puede coronar su conocimiento con la historia de Dios en el mundo; aqu� los hombres que quieran conocer el secreto, el mayor secreto que el cielo, la tierra y el infierno pueden contar, pueden descubrirlo, porque el secreto del Se�or est� con los que le temen, y �l les mostrar� Su pacto.

Toda la ciencia del hombre es sin duda una locura para los �ngeles, pero la locura de Dios en el Evangelio es sabidur�a para los querubines y serafines, y por medio de la Iglesia se les dar� a conocer en los siglos venideros la multiforme sabidur�a de Dios,

IV. No es ninguna especulaci�n. La gente a veces nos pregunta qu� pensamos de los paganos, si se salvar�n o no. Bueno, se�ores, hay lugar para diferencias de opini�n all�; pero me gustar�a saber qu� piensan de ustedes mismos - �ser�n salvos o no? - porque despu�s de todo. esa es una cuesti�n de mucha m�s importancia para usted. Ahora bien, la religi�n de Cristo no es algo que ponga a un hombre en un estado de salvaci�n, sino que lo salva.

No es una religi�n la que le ofrece algo que quiz�s pueda salvarlo; no, lo salva de inmediato. No es algo que le diga a un hombre: "Ahora, te he puesto en marcha, debes seguir contigo mismo". No, va todo el camino y lo salva de principio a fin. El que dice "Alfa" nunca se detiene hasta que puede decir "Omega" sobre cada alma. ( CH Spurgeon. )

La religi�n no es una cosa vana

I. El objeto al que se refiere Mois�s.

1. Religi�n personal.

(1) Imperativo en su naturaleza.

(2) Integral en sus requisitos.

(3) Universal en su extensi�n.

(4) Perpetuo y eterno en su obligaci�n.

Ponga su coraz�n a considerar la naturaleza de esta ley. Ponga su coraz�n a orar por esa gracia que le permitir� amar la ley del Se�or. Ponga su coraz�n a esperar el cumplimiento de esa promesa ( Deuteronomio 30:6 ).

2. Religi�n familiar.

(1) El deber de los padres debe estar regulado por la ley de Dios.

(2) El deber de los padres est� autorizado por el mandato de Dios.

II. La afirmaci�n que hace al respecto.

1. No es

(1) algo vac�o, aireado y sin sustancia;

(2) no es una cosa vana o enga�osa;

(3) no es una cosa tonta, sin sentido;

(4) no es algo infructuoso e improductivo.

2. Es "tu vida". Especialmente para los jud�os:

(1) fue el medio para prolongar su vida;

(2) a�adido a la felicidad de su vida.

(3) promovi� la utilidad de su vida;

(4) los prepar� para la vida eterna.

Conclusiones inferencias

1. La religi�n consiste en poner el coraz�n en conocer y guardar los mandamientos de Dios.

2. La religi�n no es cosa vana. Miles se enga�an a s� mismos. Algunos lo tratan con un desprecio soberano. Otros profesan saberlo, pero su conducta contradice su profesi�n.

3. La religi�n es tu vida. Luego busque conocer, amar y servir a Dios. ( Bosquejos de cuatrocientos sermones. )

Versículos 49-52

Sube a esta monta�a. .. y morir en el monte.

Mois�s orden� subir al monte y morir

I. La providencia aparentemente dura que le sobrevino a Mois�s en esta ocasi�n.

1. Fue la muerte en presencia de una obra inconclusa, una obra a la que Mois�s hab�a consagrado su vida, por la que se hab�a sacrificado mucho y a la que hab�a demostrado ser preeminentemente fiel.

2. Fue una muerte en medio de planes destrozados y esperanzas incumplidas.

3. Le lleg� a Mois�s cuando, aunque era viejo, todav�a era vigoroso.

II. Pero tambi�n fue una providencia sabia y amorosa.

1. Fue la afirmaci�n de la imparcialidad divina.

2. Fue una ilustraci�n sorprendente del pecado de un hombre que lo sigui� en sus resultados, incluso cuando el pecado mismo ha sido perdonado.

3. Proporcion� una prueba de la adaptaci�n divina de los medios hacia el fin deseado.

4. Ense�� a los hombres que Dios no depend�a ni siquiera del m�s grande y m�s honrado de Sus siervos para el triunfo final de Su causa. ( D. Davies. )

La escena y las circunstancias de la muerte de Mois�s

I. La soledad de la muerte en Nebo. Mois�s era fuerte en la fe, y su fuerza fue probada aqu�. A menudo se hab�a probado antes y hab�a resistido el juicio. En batallas, en contiendas con su pueblo, hab�a sido probado y hab�a resistido la prueba. Pero, �qu� es la muerte, cuando la sangre se calienta y las pasiones, comparada con la muerte sola, sin amigos y simpat�a amistosa, sin ojos bondadosos y sin sonidos de palabras amorosas? Aqu� hubo un gran coraje.

Hab�is le�do acerca de hombres que, en la excitaci�n de la batalla, cuando la muerte cubr�a la llanura roja de arcilla humana, se regocijaron con una alegr�a que no conoc�a el miedo y, a trav�s del infierno de la carnicer�a, abrieron camino hacia la victoria. En tales casos, la muerte fue recibida con gran valent�a; pero se encontr� con mayor en el caso de aquel que, "con la mirada intacta y la fuerza natural inquebrantable", abandon� un alto cargo de mando, abandon� una empresa cuando estaba en v�speras de su realizaci�n, sin comprender el por qu� ni el por qu�, y con vida vigoroso y fuerte dentro de �l, solo, sin compa��a, y sin ser visto por el ojo humano, esperaba tranquilamente la muerte.

II. El misterio de Nebo: uno siembra y otro cosecha. �No ha conocido usted nunca a un hombre cuya juventud y primera madurez haya sido empleada laboriosamente prepar�ndose para la seria obra de la vida, en cuyo pecho ard�an nobles aspiraciones, de quien era evidente que el mundo ser�a mejor para �l, y que, con extensas adquisiciones, cultura madura, principios confirmados y un entrenamiento completo, estaba a punto de dar un paso as� equipado en la arena de la vida, resuelto a dejar su marca para siempre en su edad y tiempo, cuando lleg� la orden: �Sube a la monta�a y morir all� �, etc.

? Y pas� la magn�fica perspectiva de su vida; el �rbol que muchos sol hab�an madurado y muchas influencias de la tierra y el cielo hab�an acariciado, cay� mientras su masa de flores se convert�a en fruto. �Nunca ha conocido a una madre que, despu�s de una larga y fiel educaci�n de sus hijos, despu�s de una paciente vigilancia y custodia durante muchos a�os, durante los cuales no haya considerado ning�n trabajo demasiado grande, ninguna lucha demasiado dura, ning�n sufrimiento y pellizco demasiado severo para prepararlos para la competencia de la vida, ya que est� a punto de recibir la recompensa de su largo y paciente trabajo, y de ver en el �xito y la gratitud de sus hijos la recompensa de muchos d�as ansiosos y noches de insomnio, escucha la orden , agudo y repentino, del Maestro de la vida, "Lev�ntate", etc.

? �Nunca ha conocido a un comerciante que, despu�s de muchos a�os de incesante trabajo, durante el cual, con astucia y paciencia, haya amasado la fortuna suficiente para darle tranquilidad y consuelo para el resto de su vida, cuando estaba a punto de entrar en su Cana�n de descanso? , es repentinamente derribado, habiendo llegado la orden, "Lev�ntate", etc.?

III. El ingrediente de alegr�a que se mezcl� en la copa. "Reun�os a tu pueblo". Estas palabras implican un cielo social, no el cielo como una escena oscura, vaga y et�rea, sino como una comuni�n, una comuni�n. Si no fuera as�, toda nuestra naturaleza e instintos necesitar�an ser cambiados al entrar en �l. �Como muri� Aar�n tu hermano�. �Por qu� esta alusi�n, si no para consolar al anciano? si no para insinuar que su muerte ser�a el encuentro con su hermano? Esta perspectiva debe haberle quitado al menos una punzada de muerte e infundido al menos una gota de alegr�a en la amarga copa que fue llamado a beber.

IV. La escena y la perspectiva que se le permiti� disfrutar a Mois�s. ( John Stuart, DD )

El pecado y el castigo de Mois�s

Es una circunstancia notable, no sin una moraleja obvia, que los m�s grandes favoritos del Todopoderoso hayan estado entre las personas m�s severamente tratadas por Su providencia. Sin mencionar a nuestro Salvador mismo - el �nico sin pecado, pero el m�s afligido de los hombres - Abraham, "el amigo de Dios", fue puesto a prueba; Tambi�n fueron grandes las aflicciones de Jacob; Los de Job son proverbiales; las dolorosas vicisitudes de la vida de David superan en n�mero a sus �xitos; y St.

Pablo, el siervo de Dios m�s heroico en los tiempos del Nuevo Testamento, estuvo sujeto a una larga serie de calamidades. La verdadera causa de la aflicci�n es siempre el pecado. Si se pregunta: �C�mo puede esto ser consistente con el hecho de que los sufrimientos de los instrumentos m�s distinguidos de la gloria de Dios han sido severos m�s all� de la suerte com�n de los mortales? la respuesta es - que o bien podemos observar en tales personas grandes cr�menes contra las virtudes se�aladas; o, al menos, el pecado contra una luz peculiar, ya pesar de una gracia inusual: adem�s, tales personas deben ser elevadas a notables alturas de perfecci�n; y esto no debe hacerse sino mediante el castigo y la severa disciplina de la aflicci�n. Pasemos, sin embargo, de las consideraciones generales al caso individual que tenemos ante nosotros.

I. Las circunstancias que dieron ocasi�n al decreto divino contra Mois�s: que no viviera para entrar a la tierra prometida (ver N�meros 20:1 ). El fundamento de toda la transgresi�n parece haber sido una apresurada entrega a las pasiones carnales; que en este caso, como siempre, excluy� la fe y la confianza en Dios, y sustituy� la desconfianza y la confianza en uno mismo.

Y la criminalidad de esta conducta fue indudablemente aumentada por la eminente dignidad y las grandes dotes de los delincuentes. Correspond�a al jefe y legislador, y al Sumo Sacerdote ungido, dar ejemplo a la gente de mansedumbre y confianza paciente.

II. El significado y los resultados doctrinales y espirituales de este evento.

1. La inclinaci�n de los israelitas a la adoraci�n id�latra, absorbida principalmente en ese vivero de supersticiones, Egipto, fue fuerte en todos los per�odos tempranos de su historia. Profunda, tambi�n, debe haber sido su veneraci�n por ese hombre de maravillosos dones, que los hab�a sacado con el brazo de Dios de la casa de servidumbre, y durante cuarenta a�os los hab�a conducido al desierto. Por lo tanto, si Mois�s hubiera terminado su gran obra en su propia persona y, junto con los israelitas de esta generaci�n, los hijos y nietos de sus primeros contempor�neos, hubieran tomado posesi�n de Cana�n como dise�o y finalizaci�n de la empresa, es muy probable que, a pesar de s� mismo, habr�a sido deificado por sus supersticiosos compatriotas; y sustituido o confundido con el Divino Libertador, de quien era vicegerente.

2. Que la comisi�n de llevar a Cana�n a los hijos del pueblo que Mois�s por el poder divino hab�a liberado de Egipto, ahora recae sobre Josu� - o, como se le llama en el Nuevo Testamento, Jes�s - es un ejemplo que yo no puede pasar por completo en silencio, del car�cter t�pico de toda la historia b�blica. Mois�s fue un tipo de Cristo, en su oficio y car�cter, como libertador, l�der y pastor del reba�o de Dios, a trav�s de las pruebas y misericordias mezcladas del desierto; pero Josu� lo fue m�s notablemente, al prefigurar la marcha de nuestro Se�or ante Su pueblo al cielo, en Su ascensi�n, para tomar posesi�n para ellos y con ellos de la herencia celestial.

3. Hay un sentido obvio y sublime, en el hecho de que Mois�s, el dador de la Ley, el administrador de esa dispensaci�n imperfecta y temporal, no fue a la Tierra Prometida. Su trabajo hab�a terminado, su funci�n hab�a terminado. La conducci�n del pueblo pas� ahora a otro: a Josu�, el tipo de Cristo que asciende a lo alto y entra en Su reposo; �La ley fue dada por Mois�s, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo�.

III. Esta severidad de Dios hacia su siervo Mois�s, tan favorecido y �fiel en toda su casa�, presenta una circunstancia muy conmovedora. Nos advierte cu�nto de las buenas consecuencias de una vida pueden ser derrotadas por un acto de prevaricaci�n y desobediencia. Nos advierte que tengamos cuidado de c�mo "terminamos nuestro camino", no sea que "perdamos estas cosas que hemos hecho", incluso a la vista de "el premio de nuestro supremo llamamiento". ( R. Cattermole, BD )

Que es morir

Estoy de pie en la orilla del mar. Un barco a mi lado despliega sus velas blancas a la brisa de la ma�ana y parte hacia el oc�ano azul. Ella es un objeto de belleza y fuerza, y me quedo mir�ndola hasta que finalmente cuelga como una mota de nube blanca justo donde el mar y el cielo descienden para encontrarse y mezclarse entre s�. Entonces alguien a mi lado dice: ��Ah�! �ella se ha ido!" Ido a donde? Desaparecido de mi vista, eso es todo.

Ella es tan grande en el m�stil, el casco y el larguero como lo era cuando se fue de mi lado, y tan capaz de llevar su carga de carga viva hasta el lugar de su destino. Su tama�o disminuido est� en m� y no en ella. Y justo en ese momento, cuando alguien a mi lado dice: ��Ah�! �ella se ha ido!" hay otros ojos que miran por su llegada y otras voces dispuestas a tomar el grito de alegr�a, "�Ah� viene!" Y eso es - morir. ( Registrador episcopal. )

Sin embargo, ver�s la tierra delante de ti. -

Buen �nimo Dios fruncir el ce�o

I. Un mensaje para los trabajadores cristianos. La semilla que hemos sembrado dar� fruto cuando la mano que la esparci� est� en reposo. Detr�s de cada obrero cristiano est� Dios. Gran parte del trabajo est� oculto todav�a, ya que Mois�s no pod�a ver las granjas de la tierra, las divisiones de las tribus, etc., pero pod�a ver la tierra. Entonces, �podemos por fe ver en l�neas generales la meta hacia la que la Iglesia cristiana est� viajando a�o tras a�o? Mejor ser� la tarde de la vida que la ma�ana.

II. Un mensaje al cristiano en su peregrinaje. Los jud�os no pod�an pensar sin arrepentirse de su vida. Nosotros tampoco. �Qu� sublime misericordia de parte de Dios! La gratitud misma se vuelve muda en silencioso asombro. Solo podemos decir: "Perdona". Pero mira hacia adelante ahora, �qu� ves? Muchos fracasos, etc., pero el crecimiento constante de la voluntad de Dios en ti, por lo tanto, el futuro ser� mejor que el pasado. La vida madura como la cosecha bajo el sol de verano. �Con la marea de la tarde ser� ligero�, y m�s ligero a�n cuando el velo de la carne sea arrancado del esp�ritu.

III. Un mensaje para los que no son cristianos. �El pueblo sentado en tinieblas ha visto una gran luz�, se ha vuelto hacia ti para que puedas ver la tierra delante de ti. ( R. Betts. )

La gente feliz: qui�n y por qu�

Solemos prestar atenci�n a los dichos de los moribundos. El testimonio tanto de los piadosos como de los imp�os es m�s valioso y confiable en ese momento. Mois�s fue especialmente preparado para dar una estimaci�n de la experiencia pasada y las perspectivas futuras de Israel. Hab�a estado �ntimamente relacionado con ellos durante un per�odo prolongado.

I. �Qui�n es Israel?

1. Un pueblo perverso. A menudo son rebeldes, murmuran a menudo, se castigan a s� mismos por su obstinaci�n. Son lentos para aprender y obedecer. El tipo y el antitipo se corresponden. El pueblo de Dios lo es a menudo; y el mundo lo ve a menudo. Su l�der y ellos no siempre est�n de acuerdo.

2. Un pueblo peculiar. Son diferentes de las naciones que los rodean.

3. Pueblo peregrino. A�n estaban en el desierto cuando Mois�s habl� de ellos.

4. Un pueblo que protesta. Fueron levantados con este mismo prop�sito. "Vosotros sois mis testigos".

5. Un pueblo perseguido. Los amalecitas los encontraron casi tan pronto como cruzaron el Mar Rojo. Tuvieron que encontrar enemistad y oposici�n durante todo el camino.

II. Entonces, �en qu� consiste la felicidad de Israel? No ciertamente en sus circunstancias visibles, externas y mundanas. No hay nada en estos que despierte el entusiasmo arrebatado de Mois�s. No; pero su visi�n y su voz se extienden m�s all� de las cosas vistas y temporales. Su felicidad surge de su relaci�n con Dios, el �nico Dios verdadero.

1. Son elegidos por Su gracia. Debajo de ellos est�n los brazos eternos.

2. Son redimidos por Su ann.

3. Son guiados por su ojo. �l va delante de ellos; �l es su recompensa.

4. Son guardados por Su poder. �l es su refugio y su fuerza. Jehov�-nissi: el Se�or es mi estandarte.

5. Se sienten alentados por Su presencia, Su promesa y Su prop�sito.

III. No hay felicidad como la de Israel.

1. Porque ninguno proviene de tan buena fuente. Contigo est� la Fuente de la Vida. De esta fuente fluye el r�o del agua de la vida. Otras fuentes fallan; son cisternas rotas.

2. Porque ninguno se puede disfrutar con tanta seguridad. La promesa de Dios es la mejor seguridad que podemos poseer.

3. Porque ninguno es tan satisfactorio por s� mismo. Fuera de Cristo no hay felicidad digna de la naturaleza con la que estamos dotados.

4. Porque ninguno es tan beneficioso en sus efectos. El mundo, con sus placeres y b�squedas, degrada y endurece el coraz�n que est� absorto en ellos.

5. Porque ninguno es tan permanente en su duraci�n. �Ese brib�n, la Muerte�, como dijo John Knox, se lo quitar� todo, estropear� la belleza, estropear� el tesoro y pondr� fin a la tenencia. ( J. Smith, MA )

La gente feliz

Feliz en su nombre. "Israel" significa:

1. Que Dios los ha elegido y preparado para ser su pueblo.

2. Ese v�nculo los ha privilegiado con la comuni�n consigo mismo.

II. Felices en su salvaci�n. Liberado del yugo y dominio de Satan�s, etc.

III. Felices en su Divina ayuda.

1. Protecci�n.

2. Seguridad.

3. Fuerza.

IV. Feliz ante la perspectiva de una conquista completa sobre todos sus enemigos.

V. Felices en su �ltima llegada a la tierra de Cana�n. ( Homilista. )

Tus enemigos te ser�n hallados como mentirosos.

El diablo un mentiroso

Ese archienemigo, el diablo, es un mentiroso desde el principio; pero es tan plausible que, al igual que la madre Eva, nos vemos llevados a creerle. Sin embargo, seg�n nuestra experiencia, demostraremos que es un mentiroso.

1. Dice que caeremos de la gracia, deshonraremos nuestra profesi�n y pereceremos con la condenaci�n de los ap�statas; pero confiando en el Se�or Jes�s, nos mantendremos en nuestro camino y probaremos que Jes�s no pierde a nadie a quien Su Padre le dio.

2. Nos dice que nuestro pan se acabar� y que moriremos de hambre con nuestros hijos; sin embargo, el Alimentador de los cuervos a�n no nos ha olvidado, y nunca lo har�, sino que nos preparar� una mesa en presencia de nuestros enemigos.

3. �l susurra que el Se�or no nos librar� de la prueba que se avecina en la distancia, y amenaza con que la �ltima onza romper� el lomo del camello. �Qu� mentiroso es! Porque el Se�or nunca nos dejar� ni nos desamparar�. "�Que lo libere ahora!" grita el falso demonio; pero el Se�or lo silenciar� viniendo a nuestro rescate. Se complace mucho en decirnos que la muerte ser� demasiado para nosotros. "�C�mo har�s en la hinchaz�n del Jord�n?" Pero tambi�n nos resultar� mentiroso, y pasaremos por el r�o cantando salmos de gloria. ( CH Spurgeon. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Deuteronomy 32". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/deuteronomy-32.html. 1905-1909. Nueva York.