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Bible Commentaries
Deuteronomio 34

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-4

El Se�or le mostr� toda la tierra.

Visiones no realizadas

La gran par�bola de los vagabundeos de Israel tiene una de sus aplicaciones m�s profundas en la muerte de sus dos grandes l�deres: hombres por encima de todos los dem�s con derecho a entrar en la tierra prometida; ni caer en batalla ni morir de muerte natural; ambos condenados a morir por la sentencia de Jehov� a quien serv�an, y bajo el cual dirig�an al pueblo.

I. La esperanza no realizada de la vida humana. Cada vida es una peregrinaci�n que busca su meta en alg�n Cana�n de descanso. Lo imaginamos, luchamos por ello y, a veces, parece que estamos a punto de darnos cuenta. Lo �vemos con nuestros ojos�; pero, en la misteriosa providencia de la vida, tienen "prohibido pasar". Nuestros prop�sitos se rompen, estamos decepcionados y resentidos si la fe no lo impide. Aprender&mdash

1. El �xito no es la principal nobleza de la vida.

2. La principal bendici�n de la vida es la capacidad de servicio.

3. Es una bendici�n morir cuando el trabajo est� tan hecho que justifica al trabajador, demuestra su car�cter, reivindica su nobleza; para que no se averg�ence de dejarlo para completar; para que sus amigos est�n orgullosos de sus fragmentos inconclusos.

4. La negaci�n formal de nuestras esperanzas puede ser el medio para perfeccionar nuestro car�cter.

5. Si en nuestro servicio hemos pecado contra los m�todos correctos y el temperamento del servicio, si hemos pecado contra Aquel a quien servimos, es bueno que se manifieste su desaprobaci�n de nuestro pecado.

6. La prohibici�n viene con mitigaciones manifiestas.

(1) �Qu� mayor gracia obr� en un hombre que la aquiescencia de tal mandato?

(2) A Mois�s se le permite prepararse para la partida.

(3) Se le permite ver a su sucesor.

7. Dios honra a su siervo fiel preparando �l mismo su sepulcro.

8. Dios cumpli� Sus promesas y las esperanzas de Su siervo de una manera m�s profunda y elevada de lo que anticip�.

II. Las visiones que pueden inspirar la vida humana, a pesar de sus esperanzas no realizadas. A los hombres que viven grandemente, Dios les da visiones a trav�s de este mismo idealismo de vida, que son inspiraciones gloriosas y fuerza; visiones de una gran fe y una brillante esperanza; de descanso a trav�s del trabajo, de triunfo mientras luchan, de perfecci�n celestial y bienaventuranza. Mois�s recibi� muchas visiones gloriosas.

Qui�n sabe, pero para su noble alma Cana�n habr�a sido un desencanto. Muchas de nuestras esperanzas realizadas lo son. En el mejor pa�s, sin defectos, sin decepci�n. Cana�n puede ser suficiente para una profec�a sugerente; solo el cielo de Dios puede ser un cumplimiento satisfactorio. Una gran cosa para la fe es subir a las alturas para contemplar la herencia de Dios. Y cuanto m�s cerca del Jord�n, m�s gloriosa es la perspectiva. La tierra hermosa se revela. Todas las luces terrenales palidecen ante la gran gloria, todas las cosas aqu� parecen peque�as y sin importancia en esa gran bendici�n. ( H. Allon, DD )

Pisgah; o una foto de una vida

I. La vida termina en medio del trabajo. El granjero deja su campo medio arado; el artista muere con figuras sin forma en el lienzo; el comerciante es talado en medio de su mercader�a; el estadista es arrestado con grandes medidas pol�ticas en la mano; y los ministros parten con muchos esquemas de pensamiento instructivo y planes de utilidad espiritual sin desarrollar.

1. Debe haber cautela en cuanto al trabajo realizado. Es triste morir en medio de un trabajo imp�o.

2. Seriedad en la persecuci�n de nuestro llamamiento. Poco tiempo.

3. Atenci�n a la influencia moral de nuestro trabajo, tanto en nosotros mismos como en los dem�s. Debemos hacer de nuestro trabajo diario un medio de gracia; todo acto secular debe expresar y fortalecer aquellos principios morales sobre los que la muerte no tiene poder. Todo trabajo debe tener un solo esp�ritu: el esp�ritu de bondad.

II. La vida termina en medio de las perspectivas terrenales. Si los hombres mueren en medio de perspectivas de bien que nunca se dan cuenta, entonces ...

1. Deben moderarse las aspiraciones humanas despu�s de lo terrenal.

2. Las aspiraciones humanas despu�s de lo espiritual deben ser supremas.

III. La vida termina en medio de la fuerza f�sica.

1. La muerte en cualquier momento es dolorosa, dolorosa cuando la maquinaria f�sica se ha agotado; cuando los sentidos est�n adormecidos, los miembros paralizados y la corriente de la vida fluye fr�a y tard�amente por las venas. Pero mucho m�s, cuando se trata de un vigor varonil y un fuerte entusiasmo por una existencia prolongada.

2. �No predice esta visi�n de la vida, que termina en medio de un trabajo importante, brillantes perspectivas terrenales y fuerza viril, un estado superior para la humanidad m�s all� de la tumba? ( HP Bowen. )

La cima de Pisgah

Mois�s, el siervo del Se�or, emprende ahora su �ltimo viaje. Ha sido m�s o menos un peregrino toda su vida, y su �ltimo viaje est� en perfecta armon�a con todos los anteriores, pues se realiza �por mandamiento del Se�or�. A lo largo de su vida, la compa��a de su Dios hab�a sido su deleite. Habitar con Dios hab�a sido el refrigerio de su vida; y Dios parece decirle: �Lo que ha sido vuestro gozo y refrigerio en la vida, ser� vuestro privilegio peculiar en la muerte.

Te he conocido cara a cara en la vida; y ahora morir�s a solas conmigo, cara a cara con tu Dios �. Este pensamiento es v�lido en otro aspecto. Todo en la carrera de Mois�s se hab�a hecho en absoluta obediencia a Dios. Toda la vida de Mois�s fue una ejecuci�n de los mandamientos divinos. As� es ahora. Dios le dice: "Sube y muere"; entonces, caracter�sticamente, subi� y muri�. Su acto de morir fue uno de obediencia intencional.

Pero antes de morir, Dios le concedi� una vista maravillosa. �El Se�or le mostr�. Su ojo no se hab�a oscurecido, pero, tal vez, Dios le dio poder extra al ojo viejo que hab�a estado buscando durante ciento veinte a�os, y tal poder que pod�a mirar al norte, sur, este y oeste, y ver el toda la tierra. Y qu� panorama se extend�a ante �l. �Vio los prados verdes sonrientes a sus pies, entre los cuales flu�a velozmente el Jord�n, y a la derecha su ojo mir� a lo largo de los valles y bosques, y los campos de ma�z brillantes y ondulantes, que se extend�an en la distancia oscura donde se elevaba la nieve p�rpura. colinas coronadas del L�bano.

A su izquierda, vio las monta�as que se hinchaban como poderosas olas del mar, todas golpeadas en la quietud. Y tal vez, mientras los miraba, alguna voz de �ngel le susurr� al o�do: 'All� estar� Jerusal�n, la ciudad de paz. All� estar� el templo donde, por siglos y siglos, ser� adorado a Jehov�. Y mira, all� entre las colinas sobre esa peque�a mancha en el paisaje, un d�a se levantar� una Cruz, y el Hijo de Dios morir� para salvar al mundo.

Y a trav�s de la hermosa tierra tal vez podr�a ver alguna oscura visi�n del Mediterr�neo azul, o al menos haber descubierto d�nde colgaban las nieblas blancas sobre sus aguas. Y luego, dulcemente emblem�tico como me parece, debajo estaban las sombr�as aguas del Mar Muerto. Oh, cuando Dios lleva a un hombre a la cima de Pisgah, mira hacia las aguas de la muerte. Esta fue la visi�n que recibi� a los ojos que a�n no se hab�an oscurecido.

Luego, habiendo tenido esta vista de la tierra, Mois�s, el siervo del Se�or, "muri� conforme a la palabra del Se�or", o, como dicen los rabinos, "de su boca". Dios tom� al anciano, arrugado por la edad pero sencillo de esp�ritu como un ni�o, y cant� su canci�n de cuna y lo bes� para dormir. Lo que sigui� nunca se ha revelado por completo. Un velo cuelga espeso sobre la escena del entierro de Mois�s, pero est� registrado el hecho de que Dios lo enterr�.

"Oh", dices, "qu� funeral tan silencioso". S�, mayor es el honor de ello. Creo que, cuando la visi�n de Cana�n se desvaneci�, apareci� la visi�n del rostro de Dios, y quien hab�a conocido a su Se�or cara a cara ahora sabe lo que es contemplar Su gloria sin un velo entre ellos. Ah� tienes el escenario de nuestro peque�o texto. Pisgah fue a la vez el cl�max y el cierre de un personaje y una carrera. En cierto sentido, es terriblemente triste, y con respecto a la cima de Pisga, se puede decir: �He aqu� la severidad de Dios.

�El que tiene un gran honor puesto en �l por Dios, encontrar� que hay algo en la otra escala. Solo por la peligrosa posici�n de honor a la que Dios hab�a elevado a Mois�s, ese pecado suyo, cuando, en un momento de impaciencia, golpe� la roca dos veces, es castigado con la severa sentencia: �T�, Mois�s, no pasar�s por alto el Jordania a la tierra ". La cima de Pisgah tambi�n tiene, creo, ense�anza dispensacional. Era absolutamente necesario que Mois�s no cruzara el Jord�n. Si lo hubiera hecho, toda la alegor�a de las Escrituras se habr�a derrumbado.

I. La cima de Pisgah es una hermosa ilustraci�n de la vida espiritual. �Qu� era Pisgah? Era una eminencia en el desierto desde donde se pod�a ver la extensi�n completa de la salvaci�n de Dios. Cuando Dios sac� a su pueblo de Egipto, lo hizo para llevarlo a Cana�n; y creo que Cana�n est� destinado a representar la vida del creyente en la tierra, con todos sus privilegios y todas sus alegr�as y todos sus combates tambi�n.

Le corresponde al hijo de Dios tener una vista completa de la buena tierra a la que Dios lo lleva, una vista a�rea de toda la grandiosa salvaci�n de Dios. Pero, �c�mo se hace esto? �sta es la pregunta m�s importante. Creo que hay dos elementos esenciales absolutos, y el primero es este: si quieres ver toda la tierra, debes subir a las alturas de las Escrituras. Si su Biblia es un libro descuidado, no puede ver a lo largo y ancho del pa�s.

Es el Pisgah de Dios, y debes llegar a la cima. Media hora con Dios y Su Libro, y el poder del Esp�ritu Santo le dar� una visi�n m�s grandiosa de la salvaci�n de Dios que toda la experiencia que pueda escuchar. Y la segunda necesidad absoluta es la soledad con Dios. Mois�s no tuvo la visi�n cuando estaba en una turba. Lo consigui� cuando estaba solo. No es suficiente que tengamos un conocimiento cr�tico de las Escrituras.

Se necesita �sabidur�a espiritual�. Preferir�a aceptar la interpretaci�n de una mujer pobre en el asilo de trabajo, si est� llena del Esp�ritu Santo, que la interpretaci�n del cr�tico m�s capaz que no tiene la sabidur�a �espiritual�. Necesitamos tanto revelaci�n como elevaci�n. No es suficiente para nosotros simplemente estar en la cima de Pisgah. Dios debe hacer por nosotros lo que hizo por Mois�s. �Y el Se�or le mostr�.

II. �No crees tambi�n que Pisgah puede servir como una profec�a de la hora de la muerte? Mois�s se perdi� en el campamento. Los escucho decirse unos a otros: �Se va; �l va. Ahora est� m�s all� de nuestro alcance ". No pueden verlo. Est� en lo alto. �Has sabido lo que es estar al lado de un moribundo que ha llegado tan lejos que no puede hablarte? Se ha vuelto inconsciente de todos los alrededores.

En lo que a ti respecta, se ha ido. S�, y tal vez Israel estaba diciendo: ��Pobre Mois�s! Lo compadecemos por tener que morir as� �; y mientras le ten�an l�stima, �l ten�a visiones de Dios. No me atrevo a hablar dogm�ticamente, pero s� digo que hay un consenso de evidencia que no se puede dejar de lado de que los moribundos a menudo ven mucho m�s que los vivos. A menudo decimos de alguien que se va: �Oh, ahora est� pr�cticamente muerto, porque est� inconsciente.

S�, puede que est� inconsciente para los que est�n junto a la cama, pero �oh, qu� consciente de Dios! �Oh, cu�n consciente de un ambiente espiritual! No s� si Mois�s pens� en el campamento que hab�a dejado. Supongo que no lo hizo. Estaba mirando lo que Dios le mostr�. El mundo espiritual no es un mero sue�o sin sustancia. No, es real, y alrededor de nosotros todos est�n las huestes del cielo.

Despu�s de todo, la cima de Pisgah era solo el punto de partida para el vuelo ascendente. Nos parece alto porque vivimos en la llanura de Moab. Pero cuando Mois�s estaba en la cima de Pisga, solo estaba en la plataforma de "salida", no en la "llegada". Desde lo alto de Pisgah veo mi casa y luego tomo mi vuelo. La vista de Cana�n no permaneci� mucho tiempo en sus ojos. L�bano se desvanece. El Mar Muerto se convierte en niebla.

Los ondulados campos de ma�z dorado se vuelven borrosos. Cana�n se desvanece. Viene otra visi�n; y el hombre de Dios est� cara a cara con su Se�or. Hijo de Dios, as� ser� contigo. Si mueres en el abrazo del Se�or, tu cabeza sobre Su pecho, puedes ver mucho en esa hora de la muerte. Pero ver�s m�s despu�s. ( AG Brown. )

La frontera de la tierra prometida

Cada uno de nosotros es un Mois�s, no en cuanto a misi�n, gloria o virtud, sino en este �ltimo rasgo de su carrera. Todos estamos en la frontera de una tierra prometida a la que no entraremos.

I. S�; estamos en la frontera, en el umbral, en la puerta misma de una tierra prometida, y moriremos antes de entrar en ella. La raz�n est� hecha para la verdad y la busca; pero �qui�n sabe todo lo que �l sabr�a? La ignorancia ha llegado a este punto: en su arrepentimiento instintivo se queda quieta, mirando con tristeza los misterios que no puede penetrar, las profundidades del conocimiento de las que tiene una percepci�n instintiva, pero que no puede sondear.

La ciencia ha llegado a este punto: toda ciencia termina en un �ltimo esfuerzo que no logra, en un �ltimo secreto que es ineficaz de descubrir, en una �ltima palabra que es incapaz de pronunciar. La incredulidad ha llegado a este punto. Recuerde al astr�nomo esc�ptico que se esforzaba a diario por explicar el primer movimiento de los planetas sin admitir que hab�an sido puestos en movimiento por una mano divina, y que desped�a a sus alumnos d�a tras d�a, orden�ndoles que �vuelvan ma�ana�. La fe tambi�n ha llegado a este punto.

Fe que sabe que no se puede cambiar en vista, y que �nadie ha visto a Dios�, que �nadie conoce al Padre sino el Hijo�, que �grande es el misterio de la piedad�, que aun los �ngeles tiemblan al mirar en ello. S�; la raz�n y la fe contemplan una tierra prometida que se extiende ante sus ojos, pero siempre oyen la voz severa y poderosa que dice: No pasar�s all�.

II. �Y la felicidad? �No es cierto que siempre estamos en sus l�mites? El deseo de felicidad es natural; m�s que esto, es l�cito, es religioso. Todo individuo lo disfruta, a pesar de su experiencia de vida. A veces lo vemos de cerca, m�s a menudo de lejos; pero este mundo est� tan hecho que no podemos cruzar la frontera y entrar en �l.

III. Sin paz no puede haber verdadera felicidad. �Qui�n no ha so�ado con una vida de paz, armon�a y amor? Pero no; la maquinaria de la vida se apodera de nosotros; la competencia pone una barrera en nuestro camino; tenemos derechos que debemos defender, por el bien de los que amamos, si no por el nuestro; debemos adoptar como nuestra la m�xima de Pablo: �Si es posible, en la medida de vosotros, vivid en paz con todos.

�En el terreno mismo de la religi�n, estamos llamados a defender nuestra fe, a enfrentarnos a las calumnias de la intolerancia; con gusto oramos y nos comunicamos con todos, pero nos repugna; anhelamos un asilo de paz y descanso, y se oye la terrible voz: "�No entrar�s en �l!"

IV. Este estado de cosas influye en toda nuestra existencia, el progreso de nuestra alma, todo el trabajo de nuestra vida. �D�nde est� el hombre que lleva todas sus empresas a un �xito o realiza todos sus planes? �D�nde est� el hombre que alcanza un perfecto equilibrio en sus deseos, facultades, sentimientos y deberes? �D�nde est� el hombre que, en un sentido moral y cristiano, realiza su ideal? �Cu�ntas tareas inconclusas! El mundo esta lleno de ellos.

La muerte llega e impide su finalizaci�n. Cuando nos examinamos a nosotros mismos, �qu� lejos estamos de la santificaci�n! �Pobre de m�! el perfecto cumplimiento de los planes de la vida y del progreso del alma es una tierra prometida, acerca de la cual se nos dice a cada uno de nosotros: "�No pasar�s all�!" �Qui�n es el que, de toda la raza humana, solo ha entrado en su tierra prometida? �Qui�n? Jes�s. En Jesucristo estamos capacitados para marchar hacia la meta, aumentar el conocimiento y la fe, la felicidad y la paz, lograr obras mayores y progresar en nuestro camino hasta llegar a la �ltima etapa del camino: la eternidad. ( A. Coquerel. )

Te hice ver con tus ojos, pero no pasar�s all�.

Confort en medio del fracaso de las esperanzas

Debe haber habido en la mente de Mois�s, cuando pens� en su vida, una fuerte conciencia de las oportunidades de la cultura interior y espiritual que Dios le hab�a abierto incluso en y a trav�s del fracaso de su plan de vida. En su arrepentimiento y confesi�n de pecados personales, se hab�a acercado m�s a Jehov� que nunca y ahora, como resultado de todo, ten�a una confianza paciente y amorosa en Dios; una profunda desconfianza de s� mismo; un anhelo de pureza interior m�s que de gloria exterior; un amor puro y profundo rebosante de gratitud por el perd�n, que se hab�a profundizado con cada apreciaci�n cada vez m�s profunda del pecado, todo esto llenaba su coraz�n mientras avanzaba con Dios, reflexionando sobre el fracaso de su vida.

Y esta misma riqueza de consuelo ha llegado a muchos hombres debido al fracaso de sus esperanzas. Llegas a la certeza de que no vas a lograr lo que una vez quisiste hacer, que podr�as haber hecho si no hubieras pecado intencionalmente. Echa una �ltima mirada afectuosa a la Cana�n de los logros en la que no debe entrar. Dices: �Nunca har� lo que so�� hacer�, pero al mismo tiempo surge en ti otra firme seguridad: �Dios ha hecho en m� lo que no veo c�mo podr�a haber hecho si no fuera mis esperanzas rotas y mis esfuerzos frustrados.

�No te alegras de haber pecado; est�s seguro todo el tiempo de que, si pudieras haber permanecido sin pecado, alg�n car�cter m�s noble habr�a sido entrenado en ti, pero nunca puedes pensar en tu pecado sin sentir junto a �l todo lo que Dios ha hecho por ti a trav�s de �l. All� est� la cultura de la penitencia, el sentido m�s querido y cercano de Dios, que proviene de ir tan a menudo a �l con el coraz�n quebrantado, el anhelo de depender cada hora de �l, el ansioso, casi agonizante conocimiento de la bondad de la santidad, que solo te lleg� cuando lo perdiste, el valor de la vida espiritual sobre todo deleite o consuelo visible y f�sico, y una gratitud por el perd�n que ha convertido toda la vida en un salmo de alabanza o en una obra de consagraci�n,

Pero piensa en otro. Toda la cuesti�n de cu�nto sab�a Mois�s de la inmortalidad es muy imprecisa, pero es imposible pensar que en este momento supremo su gran alma no alcanz� la gran esperanza humana universal. Debe haberle llegado a la conclusi�n de que esto que parec�a un final no era un final; que mientras la corriente de la historia jud�a corr�a sin �l, tambi�n para �l hab�a un futuro, una vida que vivir, un trabajo que hacer en alguna parte, con el Dios que lo tom� de la mano y se lo llev�.

Y aqu� siempre debe estar la explicaci�n final, la explicaci�n completa y satisfactoria de los fracasos humanos. Sin esta verdad de otra vida no puede haber claridad; todo es triste oscuridad. Un hombre ha fracasado en todos los prop�sitos de su vida. �Qu� le queda? Se detiene en la cultura que le ha llegado en y desde su fracaso; pero �qu� hay de �l, este precioso ser humano, esta �nica existencia personal, el alma, con toda su vida y sus amores? �Es eso, de hecho, arrojado a un lado como una ceniza muerta, de la cual se ha quemado todo el poder? Luego viene la verdad de la inmortalidad de Cristo.

�No tan! Este fracaso no es definitivo. La vida que se ha quedado tan corta a�n no ha terminado. Se ha probado y se ha encontrado deficiente. Pero por su propia conciencia de debilidad, est� preparado para una nueva prueba con una fuerza superior. ( Mons. Phillips Brooks. )

Mois�s y la tierra prometida

Hay en la historia pocos personajes cuya grandeza iguale a la de Mois�s, y no s� si el Antiguo Testamento contiene un relato m�s sublime o m�s conmovedor que el de su muerte. Hab�a pasado casi un siglo desde que, en el palacio del fara�n, donde se hab�a criado en medio de las delicias de Egipto y del esplendor real, el pensamiento de la opresi�n de su pueblo se hab�a apoderado de su alma para no darle m�s reposo. .

Por fin alcanz� la meta, tanto tiempo deseada, de todos sus pensamientos. La tierra prometida estaba all� ante �l, y solo las olas del Jord�n lo separaban de ella. �La tierra prometida! �Oh, cu�ntas veces lo pidi� y lo contempl� de antemano en sus sue�os solitarios durante las largas noches del desierto, cuando, bajo el cielo estrellado, convers� con Jehov�! Desde la cumbre silenciosa del monte Nebo, el anciano con exceso de trabajo dirige sus miradas ansiosas ante �l y en todas direcciones: ve todo el pa�s desde Galaad hasta Dan; all� se extiende Jeric�, la ciudad de las palmeras; all� las ricas palmas de Neftal�, de Efra�n y de Manas�s; all� Jud�; all�, m�s all�, hacia el horizonte lejano, el mar Mediterr�neo.

S�, ciertamente es la Tierra Prometida; pero ... �tiene prohibido entrar! Por un momento, su coraz�n se doblega bajo la carga de angustia; pero, perdi�ndose de vista, piensa en el futuro de Israel; contempla con emoci�n aquellos lugares en los que Dios establecer� su santuario, esos valles de donde saldr� un d�a la salvaci�n del mundo; al norte, las lejanas monta�as de Galilea; al sur, Bel�n, Moriah y el cerro donde se erigir�a la Cruz en la que nos gloriamos.

Luego, habiendo abrazado con una �ltima mirada esa tierra, tanto tiempo deseada, Mois�s inclina la cabeza y muere. De esta gran escena fluye para nosotros una gran lecci�n. Quienquiera que seas, �no has so�ado aqu� abajo con una tierra prometida? �No lo has deseado, no has pensado en alcanzarlo, y no se ha escuchado una voz que te dice tambi�n: "�No entrar�s en �l!" Quiero preguntar hoy por qu� Dios nos rechaza lo que pedimos en la tierra; Quiero defender su causa y justificar sus caminos.

S�, todos so�amos aqu� abajo con una tierra prometida. No hay uno de nosotros que no haya esperado mucho de la vida, ni uno a quien la vida haya satisfecho. No te f�es de la apariencia, no dependas de la alegr�a exterior, de la ausencia de cuidados pintados en tantos rostros. Todo eso es la m�scara, debajo est� el ser real, quien, si es sincero, te dir� lo que busca y lo que sufre. �Es la tierra prometida que buscas esa tierra renovada donde morar� la justicia? �Es el reinado del Se�or realizado entre los hombres? �Es Dios amado, adorado, ocupando el primer lugar en los corazones y las mentes? �Es el Evangelio aceptado, la Iglesia resucitada, las almas convertidas, la Cruz victoriosa? �Bien! �Necesito dec�rtelo? No poseer�s esa tierra prometida aqu� abajo, aunque en el ardor de tu fe hab�as pensado entrar en ella.

Por algunos signos determinados hab�as pensado descubrir en nuestra �poca una �poca de renovaci�n; hab�as visto a las naciones sacudidas abandonar su sue�o de muerte, a la Iglesia levantarse a la voz de Dios y despertar al sentimiento de sus magn�ficos destinos; hab�as visto al Esp�ritu Santo descender, como en el d�a de Pentecost�s, e inflamar los corazones. As�, en la Iglesia primitiva, los creyentes esperaban sobre las ruinas del mundo pagano el regreso triunfal de Cristo.

S�, fue all� donde estaba la tierra prometida. �Pobre de m�! el mundo ha continuado su progreso, el reino de Dios no llega con espect�culo, la obra del Esp�ritu avanza misteriosa y en secreto, y, mientras esa brillante visi�n de una tierra renovada se mueve ante tus ojos turbados, una voz murmura en tu o�do : "�No entrar�s!" S�, no nos halamos. Rara vez se encuentran en nuestros d�as aquellos que, devorados por el hambre de la verdad y la justicia, anhelan ardientemente el reino de Dios.

Hab�as so�ado con una existencia grandiosa y hermosa en la tierra, porque tu naturaleza no te llevaba hacia los placeres viles. Dios les hab�a dado talentos, facultades brillantes, el conocimiento de todo lo que es noble y justo. �Con qu� alegr�a saltaste en tu carrera! �C�mo te atrajeron todas las buenas causas! Cada d�a era para hacerte mejor y m�s fuerte. Saber, amar, actuar, era tu objetivo.

Todos esos caminos encantados se abrieron ante ti, cubiertos con esa bruma de la ma�ana a trav�s de la cual se predice en primavera la serena claridad y el calor de un buen d�a. La tierra prometida estaba ah� en tus ojos; lo contemplabas con miradas ansiosas, ibas a entrar. De pronto vino la desgracia, la enfermedad quebr� tus fuerzas, tu propiedad desapareci� de ti, estabas obligado a empezar a ganar con el sudor de tu frente tu pan de cada d�a; preocupaciones aplastantes han llegado a abrumar tu coraz�n y arruinar tus esperanzas; el ego�smo y la dureza de los hombres te han dado amargas y crueles sorpresas, y mientras otros se te adelantaban en la carrera y corr�an hacia las perspectivas de felicidad que te quedaban cerradas, la austera voz de la prueba murmuraba en tu o�do: �ingresarlo!" Tu tenias mi hermana so�� en la tierra con la felicidad de los afectos compartidos; el curso de la vida te pareci� agradable de seguir, apoyado en un brazo varonil y un coraz�n leal.

�Qu� alegr�a poder verter cada d�a tus pensamientos y tus afectos en un alma que comprende los tuyos! La tierra prometida estaba ah� para ti; y ahora quedas viuda, y vas, solitario, por ese camino, cuyas asperezas nadie allana en tu caso. O, lo que es mucho peor, has visto la infidelidad, la falsedad y, tal vez, una fr�a indiferencia penetrar entre t� y el coraz�n de aquel cuyo nombre llevas.

Para otros, Dios les ha librado de esa prueba. Has visto que se forma un c�rculo familiar alegre a tu alrededor; has preparado para la vida a los ni�os que Dios te dio. �Con qu� alegr�a hab�is seguido los primeros indicios de inteligencia en ellos, con qu� angustia sus tentaciones y sus sufrimientos, con qu� gratitud sus victorias y sus progresos! Por fin casi hab�as alcanzado tu objetivo. Estaban listos para las luchas de la vida; todo lo que un amor vigilante pod�a sembrar en sus corazones lo hab�as derramado en el exterior.

Fue para ti la tierra prometida. �Pobre de m�! �Qu� tan �ltimamente era verdad? Pero lleg� un d�a, un d�a de ansiedad y presagios espantosos, que termin� en una realidad a�n m�s espantosa. Desde tu desolada morada ha pasado una procesi�n f�nebre, y hoy es en el Cielo donde tu vacilante fe debe buscar una imagen que flote ante tus ojos turbados. �Quieres que te recuerde aquellas obras, llevadas a cabo durante mucho tiempo con abnegaci�n, con amor, al final de las cuales recogiste el fracaso y la ingratitud, y has visto tus mejores intenciones incomprendidas y calumniadas? �Vanos deseos! ilusiones est�riles! el mundo nos llora, y en nombre de su filosof�a ego�sta nos predica el olvido y la disipaci�n.

�Pero deseas ese olvido? No, es mejor sufrir y haber conocido estos deseos, estos afectos, estas esperanzas; es mejor sobrellevar con uno estas santas im�genes y sagrados recuerdos; Mejor es el tormento de un alma que cree y de un coraz�n que ama que la est�pida y vil frivolidad del mundo. �Es mejor, Mois�s! �Despu�s de cuarenta a�os de fatiga y de sufrimiento, morir a la vista de las costas de Cana�n que conducir en los palacios de Egipto la est�pida y vergonzosa servidumbre del placer y del pecado! Y sin embargo, ante esa rigurosa ley, que nos cierra aqu� debajo de la tierra prometida, nuestro coraz�n atribulado se vuelve tembloroso a Dios; le pedimos a �l, Dios de amor, el secreto de sus caminos que nos asombran y de vez en cuando nos confunden.

"�Por qu�?" le decimos, "�por qu�?" Aqu� abajo nunca conoceremos completamente la causa de los caminos de Dios. Hay, sobre todo en el sufrimiento, misterios que van m�s all� de todas nuestras explicaciones. Sin embargo, est� escrito que el secreto del Se�or est� con los que le temen. Intentemos entonces explicar algo de ello. Si Mois�s no entra en la tierra prometida, ciertamente es, en primer lugar, porque Mois�s pec�.

�Qu�! me dir�s, �no podr�a Dios olvidar las faltas de su siervo? Mientras Mois�s permanezca en la tierra, sufrir� las consecuencias visibles de su transgresi�n en tiempos pasados. Como pec� en presencia del pueblo, ser� herido tambi�n en presencia del pueblo. Ahora, eso es lo que nos cuesta comprender hoy. Hoy se borra el sentimiento de santidad de Dios.

Dios es amor, decimos con el Evangelio, �y olvidamos que el Evangelio nunca separa Su amor de Su santidad! Lo olvidamos ante el Getseman�, ante el Calvario, ante esos dolores, sin nombre, que nos recuerdan que el perd�n no aniquila la justicia, y que la justicia divina exige una expiaci�n. S�, Dios es amor; pero �hab�is reflexionado sobre esto, que lo que Dios ama antes que todo es lo bueno? �Puede Dios amar a sus criaturas m�s de lo que ama la bondad? Esa es la pregunta.

Nuestra �poca lo resuelve en el sentido que agrada a su debilidad. Dios, nos dice, ama ante todo a sus criaturas; y diciendo eso, todo el Evangelio se invierte; porque es evidente que si Dios ama a sus criaturas m�s de lo que ama el bien, las salvar�, sea lo que sea su corrupci�n y su incredulidad. Entonces el cielo est� asegurado para todos: para los impenitentes, para los orgullosos, para los rebeldes, as� como para los corazones arrepentidos y quebrantados.

Esto no es todo. Si Dios puede as� colocar lo que es bueno en el segundo lugar, �no puede ponerlo all� siempre? Entonces, �qu� pasa con la santidad? �Qu� se nos dice de Su ley, ya que esa ley cede cuando �l quiere? Voy m�s lejos. �Qu� se nos dice de la redenci�n, y qu� nos dice la Cruz del Calvario, si borras la idea de un sacrificio exigido por la justicia divina? Pero admitamos, por el contrario, con la Escritura, que Dios ama lo bueno antes que todo; que la santidad es Su misma esencia; y ver�s que, si cara a cara con los pecadores, su nombre es amor, cara a cara con el pecado, su nombre es justicia; que el sufrimiento querido por �l est� inseparablemente unido al mal.

Preguntaste por qu� la vida no cumpl�a sus promesas, por qu� tus sue�os, tus planes de felicidad fueron destruidos sin piedad, por qu�, en presencia de la tierra prometida, te lleg� una voz inexorable: ��No entrar�s en ella!�. La Escritura les responde, porque son pecadores; porque esta tierra, que el mal ha contaminado, no puede ser para vosotros la tierra del reposo y de la felicidad; porque Dios te advertir�a y te preparar�a para encontrarte con �l.

Preguntabas: �Oh, redimidos por el Evangelio! �Por qu� despu�s de haber cre�do en el perd�n de Dios, Su amor y Sus promesas, fuiste tratado por �l con un rigor que te confunde? Ah, es porque Dios, quien los hizo Sus hijos, los har�a part�cipes de Su santidad; es porque �l desea que el sufrimiento asociado a tu vida terrenal te recuerde todos los d�as lo que eras antes y lo que ser�as sin �l.

As�, en todo momento, Dios act�a con aquellos que m�s lo han amado. Preg�ntele a Mois�s por qu� no entra a Cana�n. �Murmura? �l se queja �Acusa a la justicia divina? No; inclina la cabeza y adora. Preg�ntale a Jacob por qu� sus canosos cabellos bajan con dolor a la tumba. �Acusa a Dios? No; recuerda, sus enga�os de anta�o, su conducta hacia Isaac, su perfidia hacia Esa�.

As� cumple la palabra, que el juicio comienza en su propia casa. As�, Dios recuerda a aquellos a quienes ha perdonado y salvado, que si son hijos de un Dios de amor, deben convertirse en hijos de un Dios santo. Pero al negarnos, como Mois�s, la admisi�n aqu� a la tierra prometida, Dios tiene otro objetivo m�s: el de fortalecer nuestra fe. Supongamos que nos hubiera sido dado realizar nuestros deseos en la tierra, ver cumplidos nuestros designios, recompensados ??nuestros sacrificios, reunir aqu�, en una palabra, todo lo que hemos sembrado.

�Qu� pasar�a pronto? Que andemos por vista y no m�s por fe, camino agradable y f�cil, donde todo esfuerzo ser� seguido con su resultado, todo sacrificio con su recompensa. �A qui�n no le gustar�a ser cristiano a ese precio? �Qui�n no buscar�a esa bendici�n cercana y visible? �Ah! �No ves que el esp�ritu ego�sta del mercenario vendr�a, como un veneno fr�o, a mezclarse con nuestra obediencia? �No ves que nuestro coraz�n, atra�do a la tierra por todo el peso de nuestra felicidad, pronto olvidar�a el mundo invisible y su verdadero, su destino eterno? �En qu� se convertir�a entonces la vida de fe? �Esa lucha heroica del alma que se arranca del mundo de la vista para unirse a Dios? �En qu� se convertir�a esa noble herencia que nos han transmitido todos los creyentes del pasado? Ahora,

Por eso te rechaza aqu� abajo el reposo, la paz, la dulce seguridad del coraz�n y esos gozos en los que te gustar�a descansar; y por qu�, cuando el mundo ha hecho pasar ante ti esa tierra prometida de la felicidad que te encanta y atrae, su inexorable voz te dice: "No entrar�s en ella". Pero, sepan bien, �l no los enga�a, porque el verdadero reposo y la verdadera felicidad a�n los esperan.

�Ah! Es mejor morir en el monte Nebo, porque Dios te ha reservado una mejor herencia, una tierra prometida a la que entrar�s en paz. All�, el pecado ya no existe; all�, voces puras proclaman la gloria del Se�or; all�, su santuario se erige en luz inefable y en una belleza ideal; all�, reposen en el seno del Amor Infinito a todos aquellos que, como t�, han combatido por la justicia; all�, Dios reina, rodeado de la multitud sin n�mero de sus adoradores.

�Cierra los ojos, peregrino fatigado, volver�s a abrirlos a la luz, en la Cana�n celestial, en la santa Si�n, en la Jerusal�n celestial! Por �ltimo, si Dios nos rechaza, como hizo con Mois�s, lo que nos hubiera gustado poseer en la tierra, es que nuestro coraz�n le pertenezca y sea dado a Hint para siempre. Creo que escucho tus protestas. T� me respondes: �S�, la fe y la santidad se pueden ense�ar en esa escuela ruda; pero �es correcto que Dios obtenga el amor de esta manera? " Y agrega: ��Deber�amos haberlo amado menos si nos hubiera dejado esos tesoros que su mano celosa tan pronto nos arrebat�? �Deber�amos haber amado menos si nuestro coraz�n, en lugar de caer tristemente sobre s� mismo, hubiera podido florecer? y respirar libremente en toda la confianza de la felicidad? " �Menos! ah, somos testigos de ello.

Hoy, si se nos pudiera devolver lo que hemos perdido; si nuestra juventud, nuestra vida, nuestras esperanzas pudieran renacer hoy,no habr�a palabras en el lenguaje de los hombres para testificarle nuestra gratitud y nuestro amor. Te entiendo; pero cuidado, has dicho �hoy�, y tienes raz�n; por ayer, �ay !, por antes, cuando pose�as esos tesoros, cuando tu vida era feliz, �d�nde estaba esa gratitud, ese amor, que deber�a haberse desbordado? En esa tierra, bendecida y adornada con todas tus alegr�as, �pensaste que Dios mismo fue mal entendido y tratado como un extra�o? �Reflexion� que Su causa fue olvidada, Su Evangelio atacado, Su Iglesia d�bil y dividida? �Pensaste en esas miles de almas gimiendo bajo el peso de la ignorancia, la miseria y el pecado? �Pidiste la tierra donde mora la justicia? No; para revelarte todo eso era necesario el dolor.

Hemos visto c�mo Dios nos educa; hemos visto c�mo nos prepara para la tierra prometida, que no est� aqu� abajo sino en el cielo. Feliz el que no espera los golpes de la prueba para encaminar su rumbo hacia ella; pero, feliz, tambi�n, aqu�l cuyas cadenas de prueba se han roto, y que ha entrado en el viaje de regreso a casa. ( E. Bersier, DD )

Versículo 5

Entonces muri� Mois�s, el siervo del Se�or.

La muerte de Mois�s

I. Los m�s grandes de los hombres no son m�s que instrumentos en las manos de Dios, y �l puede darse el lujo de dejarlos a un lado cuando as� lo desee. Deja que este pensamiento ...

1. Disipe los temores por el futuro de la Iglesia de Dios.

2. Abatir el orgullo personal.

3. Calmar los miedos por los seres queridos.

II. Dios fija el tiempo y la manera en que cada hombre se retira de la tierra.

III. Cuando Dios saca a sus siervos de la tierra, es para llevarlos al cielo.

IV. Hasta que Dios nos llame, seamos diligentes en hacer el bien.

V. Dios frecuentemente da a entender a los hombres que est� a punto de llamarlos a s� mismo.

VI. Dios eliminar� todas las dificultades en nuestro viaje hacia el cielo. ( Predicador ' es mensual. )

La muerte de Mois�s

I. Los mejores deben morir.

II. Los mejores pueden morir en el cenit de su grandeza.

III. Los mejores pueden morir cuando aparentemente son indispensables.

IV. Los mejores pueden morir donde poco esperan.

V. Pero todos mueren cuando y donde Dios decreta. ( RA Griffin. )

La muerte de Mois�s

No hay nada m�s sublime en la historia de Mois�s que la historia de su muerte. Probado por un est�ndar mundano, parece un final pobre y vergonzoso de tal vida. �Qui�n tan apto, podr�amos preguntar, para conducir a los hijos de Israel a la tierra prometida como el que, por amor de ellos, desafi� la ira de Fara�n, que los sac� de Egipto y comparti� con ellos los vagabundeos por el desierto? �Qui�n es el hombre m�s noble? �el que se regocija en el cumplimiento de sus esperanzas, o el que sabe soportar y ver el fruto de su desilusi�n?

I. Los peligros de una llamada al servicio.

1. Hay peligros en sus gracias. Los hombres piadosos transgredir�n justo donde parezcan m�s seguros, ceder�n a las tentaciones contra las que parecen estar mejor armados. En un momento, la vieja naturaleza aparece como un rel�mpago; el pecado de un momento sobresalta de la autocomplacencia de muchos a�os.

2. Hay peligros que pertenecen a los dones de una alta vocaci�n. No hay que envidiar a los que est�n m�s ricamente dotados y pueden hacer m�s por los hombres. Hay que advertirles constantemente contra el orgullo y la autosuficiencia; ser castigados y humillados a menudo por confiar en sus dones en lugar de en el Dador.

3. Existen peligros relacionados con el cumplimiento de un alto llamamiento.

II. La seriedad de Dios en el cumplimiento de su voluntad. �Se asust� Mois�s despu�s de haber dicho sus imprudentes palabras al pueblo y haber golpeado la roca en su ira? �Se sorprendi� al pensar que hab�a sido llevado tan f�cilmente al pecado, y que su pecado era grande en el sentido de que no hab�a santificado a Dios a los ojos de los hijos de Israel? Si es as�, las palabras con las que el Se�or lo reprendi� deben haber ca�do benditas en sus o�dos.

Nuestro primer pensamiento tonto es el deseo de esconder nuestro pecado de Dios; Nuestro segundo pensamiento m�s sabio es regocijarnos de que �l lo haya visto y marcado, porque solo �l puede quitar nuestros pecados. Nuestro primer impulso necio es ofrecer nuestras excusas y suplicar que no seamos castigados; nuestro segundo impulso m�s sabio es el del hombre espiritual dentro de nosotros, que acepta toda la disciplina paternal mediante la cual podemos ser purificados. Nuestro primer pensamiento tonto es culpar a las responsabilidades de nuestra posici�n, e incluso desear ser relevado de ellas; Nuestra segunda persuasi�n m�s sabia es que las responsabilidades son los honores del cielo y que es motivo de gratitud cuando Dios nos haga dignos de cumplirlas. ( A. Mackennal, DD )

La muerte de Mois�s: �qu� pensamos al respecto?

"Tenemos que morir". As� habl� la viuda de Tecoa. Pero, �por qu� debemos morir? �Por qu� despu�s de tantos a�os de vida sana y vigorosa se manifiestan los signos de debilidad, decadencia y disoluci�n venidera? Hasta donde sabemos, solo hay una respuesta satisfactoria: es la voluntad de Dios �. "Est�" establecido que los hombres mueran una sola vez ". El Se�or dio y el Se�or quit� �. Pero la muerte de Mois�s no fue el resultado de la decadencia de los poderes y las debilidades de la vejez.

�l estaba a la altura de su trabajo, y si se le perdonaba, pronto lo habr�a completado, porque el pueblo, cuyo l�der lo hab�a designado el Se�or, estaba ahora en los l�mites de la tierra prometida. Solo hab�a que cruzar el Jord�n. Entonces, �por qu� Dios, justo en este punto, se lo hab�a llevado?

I. En la muerte de Mois�s, somos testigos de la severidad de Dios. "Dios es amor." Esa es Su naturaleza, pero est� calificada por la justicia, la rectitud y la fidelidad. "He aqu�", dice Pablo, "la bondad y la severidad de Dios". �l es Padre, y en todos Sus caminos el m�s paternal. Pero tambi�n es Rey, y tambi�n es el m�s real. No se puede jugar con Dios. Sus leyes no pueden ignorarse impunemente.

El pecado siempre es y debe ser castigado. Bendice su nombre, hay perd�n con �l. Es posible que nuestros pecados no nos excluyan del cielo. Puede que no nos impidan disfrutar de la vida futura, con su gloria inmaculada. Pero obstaculizan el disfrute del presente. Nos persiguen como un feo sue�o. Las cicatrices que han dejado son siempre dolorosas. No puedes pecar impunemente. El pecado es lo que se adhiere al hombre y lo maldice.

No es como un abrigo que pueda ponerse y quitarse a su gusto. Es un veneno que, si no mata, te doler� durante a�os. O actuar� de la misma manera en que actu� en relaci�n con Mois�s. Le impidi� entrar en Cana�n, por lo que hay muchas tierras dulces, muchas experiencias felices en las que podr�amos entrar, pero nuestro pecado, en un acto o discurso imprudente, lo impide.

II. En la muerte de Mois�s hay testimonio del deseo de Dios de que los hombres pongan su confianza, no en el hombre, sino en �l. El libro del que se toma nuestro texto termina como ning�n otro, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. Se cierra con un gran elogio a Mois�s. No sabemos de qui�n fue la mano que escribi� el elogio; pero no dudamos que expres� el sentimiento universal de Israel despu�s de su muerte. Si se hubiera librado de traerlos a la tierra, podr�a haber existido la tentaci�n de entronizar a la criatura en lugar del Creador, y para su gran peligro, podr�an haber puesto en el hombre esa confianza que deber�a ponerse en Dios y en El solo.

No pod�an hacer esto sin infligirse una gran autolesi�n. D�jelos hacerlo, y seguramente cosechar�n vejaciones, desilusiones y desdichas. Pero al quitar a Mois�s justo en el mismo momento en que probablemente sintieron que pod�an perdonarlo tan mal, se les ense�� la saludable lecci�n de que su confianza no debe estar puesta en el hombre, sino en Dios. Es solo la confianza que se aferra a Dios lo que, sin falta, es recompensado. La mente de Dios est� puesta en que los hombres descubran esto por s� mismos, y como es para su inter�s eterno hacerlo, por muchas providencias dolorosas �l obra Su voluntad.

III. En la muerte de Mois�s hay testimonio de la bondad de Dios. El Se�or declar� que Mois�s no deb�a entrar en la tierra y cumpli� estrictamente Su palabra. Pero suaviz� su severidad con bondad. No pisar�a la tierra, pero se le permitir�a verla. Qu� paternal era esto. Su hijo pierde cierto privilegio. No romper�s tu palabra y se la dar�s. Pero en tus paternalidades lo sustituyes por alg�n otro privilegio.

As�, en su bondad, trat� el Se�or con Mois�s. Y si proyectamos nuestras mentes hacia el futuro, su remoci�n parece ser todo un acto de bondad. Ahora era un anciano y su vida hab�a sido dura, decepcionante y triste. Seguramente fue amable llamarlo a casa, a descansar y a la bienaventuranza m�s all� de sus m�ximas esperanzas, y a gozos indescriptibles y llenos de gloria. Para �l, la muerte no era el llamado a la destrucci�n, sino a una vida mejor y m�s elevada.

Como declar� su Se�or el Alt�simo, debe morir; como su Padre, lo �reuni� con su pueblo. Hab�a otra cosa relacionada con su muerte que expresaba la bondad o la bondad del Se�or. Sabemos que debemos morir y, sabiendo esto, tenemos el deseo de morir entre los nuestros; ser atendidos en nuestros �ltimos momentos por nuestros seres m�s queridos en la tierra; y cuando todo termine, se pondr� junto a nuestros parientes.

"Como si los huesos quietos fueran bendecidos

Entre nombres familiares para descansar ".

Y si bien esto es cierto, tambi�n es cierto que tenemos el deseo de que, si alguien de nuestra casa estuviera �enfermo de muerte�, muriera con nosotros. Si se enterara de que su hijo ausente est� gravemente enfermo, su primer pensamiento ser�a llevarlo a casa, y si est� demasiado enfermo para ser trasladado, entonces har�a arreglos para ir a �l y cuidarlo, donde sea que est�, hasta que la muerte lo alivie. t� de tu triste pero amado cargo.

Escuch� a una hija decir, no hace mucho, hablando de la larga y fatal enfermedad de su madre: �Estoy muy agradecida de haber podido cuidarla y hacer todo por ella con mis propias manos hasta el final�. Y cuando pronunci� las palabras fue bastante evidente que los hechos que declar� le dieron la m�s profunda satisfacci�n y alegr�a. As� que Mois�s fue bien escuchado en su muerte, porque Dios, como una madre consoladora, lo tom� bajo su cuidado y lo acost� a descansar.

IV. En la muerte de Mois�s, somos testigos de la gloria de la gracia de Dios. Shakespeare dice de uno de sus personajes:

"Nada en su vida

Se le hizo como el dejarlo �;

y con verdad podr�amos decir lo mismo de Mois�s. Al final estaba en su mejor momento. Los cuarenta a�os en Madi�n fueron sin duda todos necesarios para prepararlo para su trabajo en la tierra; los cuarenta a�os de duro servicio y disciplina en el desierto fueron ciertamente necesarios para encontrarlo para la vida superior y el servicio del cielo. Pero ahora, cuando hab�an ido y venido, �l estaba completamente listo, por la gracia de Dios, y as� su muerte, tan hermosa en su esp�ritu de total abnegaci�n, fue un testimonio de la gloria de esa gracia obradora de maravillas.

Esta ma�ana fui a mi jard�n. Las semillas sembradas hace unas semanas se mostraban con nueva vida y se formaban sobre el suelo. �Esto�, dije, �es obra del sol. �Qu� maravilloso es el poder del sol! Pero mir� hacia adelante. Llegar� el d�a en que las plantas que me rodean est�n maduras y listas para el uso de mi familia. Por tanto, el sol deber�a hacer cosas m�s importantes: mediante el aumento del calor y el poder, deber�a perfeccionar la vida que hab�a acelerado.

As� ocurre con la gracia de Dios. No disminuye, sino que aumenta a medida que brilla sobre el coraz�n, se ha acelerado hasta que se alcanza la perfecci�n; y as� el final es mejor que el principio. ( Adam Scott. )

La muerte de los buenos hombres

El car�cter honorable que aqu� se le da a Mois�s es igual al de los �ngeles, el orden m�s alto de criaturas. Como siervo fue fiel en toda la casa de Dios ( Hebreos 3:5 ). Habiendo sido fiel hasta la muerte, fue a recibir la corona de la vida. Bendita la memoria de los justos.

I. C�mo se preocupa la voluntad de Dios en nuestra muerte.

1. Dios fija la sentencia general de mortalidad ( G�nesis 3:19 ; Eclesiast�s 12:7 ; Hebreos 9:27 ). Es la suerte com�n de todos los hombres.

2. La muerte recibe su peculiar comisi�n de Dios. No puede atacar sino por Su orden o permiso. La vida y la muerte est�n en su mano.

3. El tiempo lo fija Su voluntad. Todo el cuidado y la habilidad del hombre no pueden prolongar la vida ni por un momento.

4. El lugar donde est� fijado por Su voluntad. Algunos mueren por mar, otros en tierra; cada uno en su lugar seg�n la voluntad de Dios.

5. Los medios de muerte, naturales, violentos o casuales, est�n todos bajo Su direcci�n. Lo que nos parece casualidad o accidente es todo cierto y determinado con �l.

6. La manera y las circunstancias de nuestra muerte est�n determinadas por la voluntad de Dios. Algunas se las llevan de repente y por sorpresa, otras poco a poco y poco a poco; algunos con fuerte dolor, otros con gran facilidad.

II. Qu� clase de obediencia debemos ceder a la voluntad de Dios al morir.

1. Hay muchas cosas que no son incompatibles con esta obediencia a la voluntad de Dios.

(1) La vida de todos es un encargo que Dios le ha encomendado, y debe dar cuenta de su cuidado al preservarla. Por lo tanto, est� obligado por todos los medios legales a cuidarlo y mantenerlo.

(2) Las solicitudes condicionales de perdonar misericordia no son incompatibles con la obediencia a la voluntad de Dios ( Lucas 22:42 ; Salmo 39:13 ).

(3) El debido cuidado al arreglar nuestros asuntos mundanos antes de morir es consistente con nuestra obediencia a la voluntad de Dios al llevarnos lejos. Fue el mandato de Dios mismo a Ezequ�as ( Isa�as 38:1 ).

(4) Una b�squeda celosa de las preocupaciones religiosas hasta el �ltimo pozo consiste en nuestra obediencia a la voluntad de Dios al morir.

(5) Las luchas de la naturaleza contra la amargura de la muerte pueden consistir en nuestra obediencia al morir.

2. Habiendo visto lo que no es incompatible con la obediencia aqu� ejemplificada, consideremos a continuaci�n lo que implica:

(1) Esperar y esperar tranquilamente el llamado de Dios. Las circunstancias de la vida de una persona pueden ser tan atormentadoras que se alegrar�a de encontrar la tumba y buscar refugio en la muerte. Aqu� Dios corta el trabajo por la paciencia, y siendo esta la �ltima prueba, la paciencia puede encontrar aqu� su trabajo perfecto.

(2) Un comportamiento humilde del disgusto paternal de Dios, si hubiera alguna se�al de ello sobre nosotros en nuestra muerte.

(3) Un �ltimo adi�s al mundo y, en particular, a aquellas cosas que hacen m�s deseable una estancia en �l.

(4) A abandonar esta carne mortal con la esperanza de una feliz resurrecci�n.

(5) Una entrega voluntaria de nuestra alma en Sus manos de quien vino originalmente.

(6) Una preparaci�n terrible y seria para dar cuenta de nosotros mismos a Dios.

(7) Un entretenimiento agradecido de nuestra destituci�n del cuerpo como un verdadero privilegio.

(8) Un vigoroso ejercicio de fe con respecto a un estado invisible, cuando Dios nos est� guiando hacia �l ( Hebreos 11:8 ).

III. Por qu� debemos rendir la obediencia que se ha explicado.

1. Dios es nuestro Se�or supremo y absoluto, quien tiene un derecho indiscutible a nuestra obediencia, y no sostenemos nuestra vida por ning�n otro mandato que no sea Su voluntad.

2. Considere que somos sus siervos y contradezcamos nuestra propia profesi�n si no morimos de acuerdo con su voluntad.

3. Considere el ejemplo que nuestro Se�or nos ha dado en esto. �Deber�a un creyente en Cristo estar atrasado para seguirlo, o buscar otro camino al cielo que el que ha tomado?

4. Otra raz�n por la que debemos obedecer la voluntad de Dios al morir es que el tiempo de Dios es el m�s adecuado y el mejor.

5. Este es el acto final de nuestra obediencia a Dios en este mundo; es s�lo aguantar un poco m�s, y luego nuestro trabajo se va con nosotros, y nuestra recompensa est� ante nosotros ( Apocalipsis 14:13 ).

6. Morir con resignaci�n a la buena voluntad de Dios tendr� la mayor influencia sobre los que dejamos atr�s.

7. Este es un acto de obediencia del cual los principales favoritos del cielo no est�n exentos. Abraham est� muerto. Mois�s y los profetas est�n muertos. No somos mejores que nuestros padres muertos.

Solicitud&mdash

1. Si es nuestro deber ser obedientes hasta la muerte, �cu�nto m�s someternos a todos esos males que le preceden!

2. Si morir seg�n la voluntad de Dios es un acto de obediencia tan necesario, es un acto de gran bondad en Dios el perdonarnos; para dar tiempo a preparar a los que no est�n preparados.

3. Aqu� podemos ver que terminan una buena vida con una muerte honorable quienes mueren en obediencia a la voluntad de Dios, y dejan un recuerdo agradecido detr�s de ellos. Entonces, seamos exhortados:

(1) Hacer que la muerte sea familiar para nuestras mentes mediante la previsi�n frecuente.

(2) Considerar todos los placeres de la vida con santa indiferencia, y no respetarlos m�s que como simples conveniencias designadas por Dios para ayudarnos en nuestro trabajo y camino hacia un mundo mejor.

(3) Vivir en la muerte de Cristo como el �nico fundamento de nuestra esperanza. ( W. Beat. )

La muerte de Mois�s

I. El soberano del mundo puede llevar a cabo sus prop�sitos en �l sin la ayuda del hombre. Mois�s fue quitado de Israel justo en el momento en que les parec�a m�s necesario. �Cu�n misteriosa fue esta dispensaci�n! Y, sin embargo, los sucesos de todos los d�as est�n envueltos en un misterio casi igual. �Nos preguntamos por qu� act�a as�? Para ense�arnos nuestra nada y su grandeza; para mostrar al mundo que, aunque le agrada emplear instrumentos humanos, no los necesita; para que Sus criaturas vieran que, incluso si las huestes del cielo dejaran de obedecer Su palabra, �l podr�a formar otras manos para hacer Su obra o cumplir Sus prop�sitos sin ning�n instrumento en absoluto.

II. El pecado es sumamente aborrecible a los ojos de Dios, y �l lo marcar� con su disgusto incluso en Sus siervos m�s amados. Recuerde que una transgresi�n excluy� al fiel Mois�s de Cana�n; �Cu�l ser� entonces tu destino, cargado como est�s de tantos pecados y tan endurecido en la culpa?

III. El siervo de Dios afligido generalmente est� capacitado para someterse con resignaci�n a los castigos de su Padre celestial. De hecho, no est� mal sentir el dolor de las aflicciones. La insensibilidad bajo ellos no solo es antinatural, sino pecaminosa, ya que subvierte los prop�sitos para los que nos fueron enviados. Mois�s sinti� pena y dolor cuando se le prohibi� entrar a Cana�n; y uno m�s grande que Mois�s ten�a su alma turbada ante la idea de un sufrimiento inminente.

Tampoco est� mal suplicar al Todopoderoso que nos quite los castigos con los que nos ha visitado. Mois�s suplic� al Se�or que le permitiera cruzar el Jord�n; y �cu�l fue el lenguaje del sufriente Jes�s? ( Mateo 26:39 .) No vemos aqu� insensibilidad, ning�n desprecio del castigo del Se�or. Vemos, por el contrario, el sentimiento m�s vivo, m�s profundo. Pero luego este sentimiento va acompa�ado de un esp�ritu de total sumisi�n.

IV. La muerte de los siervos de Dios, con todas las circunstancias relacionadas con ella, es ordenada por el Se�or. Nuestras Biblias nos dicen que �l se deshace de las preocupaciones m�s peque�as y mezquinas de nuestra vida; �Cu�nto m�s entonces de la vida misma!

V. El pueblo de Dios puede esperar con confianza de �l apoyo y consuelo en la hora de la muerte. En tal hora, la carne y el coraz�n deben desfallecer; el alma debe necesitar apoyo; y los que temen al Se�or encontrar�n toda la gracia y la ayuda que necesitan. El que estaba con Mois�s estar� con ellos, como "la fortaleza de su coraz�n y su porci�n para siempre". ( C. Bradley, MA )

La muerte de Mois�s

Una nube de misterio y pavor envuelve la muerte de este gran profeta y legislador. Ninguna otra muerte registrada en las Escrituras se le acerca o es paralela a ella. A trav�s del misterio sentimos que ninguna otra muerte hubiera sido tan apropiada; �y por qu�?

1. Toda su vida Mois�s hab�a sido un hombre solitario, solo en el mundo, sin nadie con quien compartir sus grandes pensamientos y responsabilidades. Hab�a vivido solo con Dios; conven�a que muriera a solas con Dios.

2. La suya hab�a sido una vida absolutamente humilde y desinteresada; siempre se hab�a sacrificado por el bien de la gente; dej� su grandeza para unirse a sus compatriotas en su degradante servidumbre; se olvid� de s� mismo para vengar sus agravios.

3. De todos los otros grandes l�deres de Israel leemos que �fue sepultado con sus padres� - con manos amorosas y reverentes impuestas en el sepulcro de sus padres - y que se levant� sobre �l una tumba que record� la memoria de sus padres. grandeza a trav�s de largas generaciones. Mois�s, el m�s grande de todos - guerrero, estadista, poeta - fue enterrado lejos de sus hermanos. Ninguna mano humana amorosa lo puso en su �ltima morada; el lugar mismo era desconocido.

4. Mois�s es el ejemplo m�s noble de religi�n desinteresada - de amor desinteresado a Dios y al hombre - que se encuentra en la Biblia, no, creo, en toda la historia del hombre. Tal olvido de s� mismo y altruismo nunca es triste y decepcionante. Un alma as� no busca la felicidad; encuentra la felicidad. Es morbo, es auto-introspecci�n, lo que entristece y desilusiona a los hombres. Dios y el amor son el cielo. ( EJ Rose, MA )

La muerte de Mois�s

Sus pensamientos, naturalmente, ser�an de dos tipos. Una clase de ellos lo har�a reacio a morir; el otro tender�a a reconciliarlo con la muerte.

I. No estar�a dispuesto a morir porque ...

1. Casi hab�a logrado, pero no del todo, un gran trabajo. M�s de un patriota, m�s de un fil�ntropo, de un l�der de pensamiento, ha sentido que la vida era valiosa para �l solo en la medida en que le permit�a llevar a cabo, o colocar sobre una base segura, la �nica obra de su vida.

2. Todav�a estaba en posesi�n de salud y vigor. El trabajo que ten�a entre manos era del orden m�s noble. Parec�a ser el �nico hombre capaz de hacerlo. Y se sent�a todav�a adecuado a sus demandas.

3. Piensa tambi�n en la perspectiva que se extend�a ante �l y juzga lo que debi� parecerle la muerte en ese momento. Nunca hab�a visto esta tierra tan hermosa o tan gloriosa. Despu�s de todas las fatigas y peligros del desierto, �no ha de hacerse con el premio, cuya esperanza le hab�a fortalecido tanto para llevarlos?

4. A�n m�s desagradable ser�a el llamado a dejar el mundo tan temprano, porque era una se�al del disgusto de Dios con �l ( N�meros 20:10 ; Deuteronomio 32:48 ). "El aguij�n de la muerte es el pecado". Mois�s sab�a que, de no haber sido por el disgusto de Dios, podr�a haber continuado viviendo, y podr�a haber muerto durante mucho tiempo bajo auspicios m�s felices.

5. Tuvo que morir solo.

II. Cosas que llegar�an lejos para reconciliarlo con la muerte.

1. Ten�a el favor y la presencia de Dios. Su culpa fue perdonada. Adem�s, se le concedi� la presencia de Dios.

2. Su trabajo, por inacabado que pareciera, estaba realmente hecho. Su sucesor ya fue nombrado y consagrado.

3. Est� dejando todo dolor, especialmente todo pecado, detr�s de �l. Para �l, morir era una ganancia.

4. Est� a punto de entrar en un mundo m�s brillante que el que est� dejando. ( BP Pratten, BA )

La muerte de Mois�s

I. Una muerte solitaria. Toda muerte, en gran medida, debe ser necesariamente as�. Solo hay un Amigo que puede atravesar el valle de la muerte, y si �l est� con nosotros, podemos hacerlo sonar con la voz del triunfo.

II. Una muerte pac�fica. La muerte siempre se puede encontrar sin temor cuando el cielo se puede anticipar sin temor.

III. Probablemente una muerte s�bita. Para el hombre mundano hay algo peculiarmente impactante en la muerte s�bita; para el cristiano a menudo es al rev�s. �Cu�nto se le ahorra! Korniloff, el general ruso, que cay� con la captura de Sebastopol, dijo que era agradable morir cuando la conciencia estaba tranquila. Pero eso solo puede ser a trav�s de la sangre de Jes�s.

IV. Una muerte precedida por miradas pisgah. Este suele ser el caso del hombre verdaderamente bueno. Dice el Dr. Payson, al acercarse al final de la vida: �La ciudad celestial est� a la vista. Sus glorias me iluminan; sus brisas me abanican; sus olores me llegan flotando; sus sonidos llegan a mis o�dos; y su esp�ritu se infunde en mi coraz�n. Nada me separa de �l sino el r�o de la muerte, que ahora aparece como un riachuelo insignificante que se puede cruzar de un solo paso cuando Dios lo permite.

El Sol de Justicia se est� acercando gradualmente, apareciendo m�s grande y m�s brillante a medida que se acerca; y ahora �l llena todo el hemisferio, derramando un torrente de gloria en el que parezco flotar como un insecto en Sus rayos; exultante, pero casi tembloroso, mientras contemplo este brillo excesivo, y me pregunto con asombro indecible por qu� Dios se dign� as� brillar sobre un gusano pecador ". ( G. Corto, BA )

La muerte de Mois�s

I. Seg�n la advertencia del Se�or.

1. Su muerte fue prevista desde hace mucho tiempo. �No hemos recibido tambi�n muchas advertencias?

2. Fue sumamente decepcionante. �Estamos dispuestos a decir en cuanto a nuestra m�s preciada esperanza: "H�gase tu voluntad"? �Estamos sosteniendo el prop�sito m�s querido de nuestra vida con una mano suelta? Ser� nuestra sabidur�a hacerlo.

3. Aparentemente fue un castigo severo. Dios ser� santificado en los que se acercan a �l.

4. Parec�a una gran calamidad. Hab�a sido instruido por una larga experiencia, castigado por una disciplina maravillosa y elevado por una relaci�n sublime con Dios; y sin embargo debe morir.

5. Era una oraci�n que no deb�a evitarse con la oraci�n.

II. Seg�n el nombramiento divino.

1. Todos los detalles de la muerte de Mois�s hab�an sido ordenados por el Se�or.

2. Seg�n una cita muy generalizada entre el pueblo de Dios. La mayor�a de los hombres tienen que sembrar para que otros cosechen. Estemos contentos de hacer nuestra parte para sentar las bases.

3. Por una profunda raz�n dispensacional. La ley puede llevarnos a los l�mites de la promesa, pero solo Josu� o Jes�s pueden llevarnos a la gracia y la verdad. Tambi�n responderemos en vida o muerte a alg�n prop�sito de gracia del Se�or. �No estamos contentos de que sea as�?

III. Seg�n la amorosa sabidur�a del Se�or.

1. Al hacerlo, conserv� su identidad con las personas por las que se hab�a preocupado. Por ellos hab�a abandonado un principado en Egipto, y ahora por ellos pierde un hogar en Palestina, �no estamos satisfechos de tomar nuestra suerte con los santos hombres y mujeres que ya duermen en Jes�s?

2. Por tanto, fue puesto en libertad de todos los juicios posteriores. �Lamentas que la batalla se libra y la victoria se gana para siempre? Tambi�n nosotros, en nuestra muerte, encontraremos el fin de la fatiga y el trabajo, y el resto ser� glorioso.

3. Fue aliviado de una nueva tensi�n sobre �l, que habr�a estado involucrada en la conquista de Cana�n. Habr�a cruzado el Jord�n no para disfrutar del pa�s sino para luchar por �l: �no estaba bien salido de una lucha tan dura? Piensas en los grupos de Eshcol, pero yo estoy pensando en los asedios y las batallas. �Era tan deseable estar all�? �Hubiera deseado realmente Mois�s esa terrible refriega?

IV. La forma en que muri� muestra abundantemente la gracia de Dios.

1. Despu�s de que Mois�s estuvo bien seguro de que deb�a morir, nunca escuchas una queja al respecto, ni siquiera una oraci�n en su contra.

2. Muy acertadamente, el anciano hizo uso de todas sus energ�as para terminar su trabajo. �No es �ste un excelente fruto de gracia? �Oh, que podamos soportarlo!

3. Hizo todo lo que quedaba por hacer y luego se fue voluntariamente a su fin. Como las flores, antes de derramar sus hojas, derraman todos sus perfumes, as� derramemos nuestras almas al Se�or.

V. Seg�n el favor divino. Su muerte no deja nada que lamentar; tampoco falta nada deseable. No pasar por encima de Jordan parece un simple pinchazo de alfiler, en presencia de los honores que rodearon sus horas de salida. Ahora vio que hab�a cumplido su destino, y no era como un pilar roto. ( CH Spurgeon. )

La muerte de Mois�s

I. Total resignaci�n a la voluntad de Dios. Hacemos el viaje de la vida como pasajeros de un barco Dormidos o despiertos, se dirigen hacia su puerto de destino; y pronto lo alcanzar�n, ya sea que hayan cruzado un oc�ano en calma o tormentoso. El siervo celoso de su Dios y Salvador estar� ocupado en su puesto de deber, comprometiendo el per�odo de su remoci�n a la designaci�n de esa providencia que no permita que un cabello de su cabeza caiga al suelo desapercibido.

II. El pleno ejercicio de la fe y la esperanza. La naturaleza que se hunde, en verdad, temblar� ante la perspectiva de la disoluci�n, aunque la fe pueda sentir el apoyo de los brazos eternos: como quien est� sobre una torre elevada puede estremecerse en las profundidades debajo de �l, aunque las almenas eviten eficazmente su ca�da. Pero si ese Dios y Salvador, a quien por un acto deliberado de fe eligi� como su herencia, est� con �l, no sentir� ning�n mal, aunque camine por el valle de sombra de muerte.

Cuanto m�s alto se eleva el sol sobre la tierra, m�s perfectamente dispersa las nubes y las tinieblas que han usurpado el cielo. Y cuanto m�s firmemente se establezca la esperanza del Evangelio en el alma, m�s seguramente estar� sumisa a ese decreto que viene a llevarla a las espantosas realidades del mundo invisible; tanto m�s eficazmente triunfar� sobre el �ltimo asalto. , en esa confianza de esperanza que s�lo la gracia de la fe puede conferir.

III.Una resignaci�n que surgi� as� de la fe y la esperanza permiti� a Mois�s ascender al monte Nebo y morir en paz y comodidad. A quien pasa una vida de fe, utilidad y santidad, como Hooker, generalmente se le permitir� adoptar su lenguaje al acercarse la muerte. �Me he estado preparando durante mucho tiempo para dejar este mundo y reuniendo consuelo para la terrible hora de rendir cuentas con Dios, que ahora aprendo que est� cerca, y aunque por Su gracia lo am� en mi juventud y lo tem� en mi edad, y me esforc� por tener una conciencia libre de ofensa a �l y a todos los hombres, sin embargo, si T�, oh Se�or, eres extremo para notar lo que he hecho mal, �qui�n podr� soportarlo? Y por tanto, donde he fallado, Se�or, mu�strame misericordia; porque no abogo por mi justicia, sino por el perd�n de mi injusticia, por sus m�ritos que murieron para comprar el perd�n de los pecadores arrepentidos. Estoy en paz con todos los hombres, y Dios est� en paz conmigo; de cuya bendita seguridad siento un gozo interior que este mundo no puede dar ni quitar �.

IV. Los �ltimos momentos de Mois�s se distinguieron por un fervoroso celo por el bienestar de Israel y la gloria de Dios. ( RP Buddicom, MA )

Soledad en la muerte

Mois�s a menudo hab�a estado arriba antes y solo con Dios; as� estaba preparado para esta soledad de afrontar la eternidad. Una monta�a es a la vez un escenario natural y un emblema adecuado de la soledad.

I. Su absoluta soledad en la muerte. Muere en medio de la robustez y el vigor, y tan conscientemente siente que se rompen los lazos de la vida; y, con la sensaci�n de separaci�n de todo lo que se ve y lo familiar, se adentra conscientemente en lo invisible y lo desconocido.

II. La verdadera soledad en cada muerte. En la muerte los hombres est�n, y siempre deben estar, solos; porque&mdash

1. Los sentidos que se pierden. Ojos apagados, carro apagado, tacto entumecido, lengua inarticulada, alejan a los moribundos de todos los alrededores, por fieles y amorosos que sean.

2. Las facultades adquirieron agudeza de intuici�n. Hay una elevaci�n en la muerte de muchos cristianos que los separa tanto de los vivos, como lo hace el debilitamiento de los sentidos por los que sol�an comulgar con ellos.

Lecciones

1. Aprender en la vida por la soledad ocasional a ser independiente de los hombres. Entonces, cuando al morir, la ayuda humana se haya ido, no habr� una sorpresa terrible y repentina.

2. Busque en la vida el compa�erismo de Dios en la soledad. Entonces, habiendo estado a menudo a solas con Dios antes, la soledad con �l en la muerte no ser� una experiencia aterradora, sino la repetici�n y consumaci�n de algunas de las mejores experiencias de la vida. ( UR Thomas. )

Saintset en Nebo

Aqu� tenemos una imagen de c�mo mueren los buenos hombres.

1. Van a la muerte. No conducido ni arrastrado. Sienta que es un llamado de Dios para ir a encontrarlo y, estando preparado, salir de buena gana y con gozo.

2. Suben a la muerte. Ni un salto en la oscuridad. Surgen vida y luz, santidad y cielo.

3. Suben solos a la muerte. Tengo que dejar atr�s a los amigos terrenales m�s cercanos y queridos.

I. �Qu� le ense�ar�a la escena final de la vida de Mois�s?

1. Que su vida, aunque defectuosa, no hab�a sido un fracaso. Dios lo acept� y lo admiti� al descanso y recompensa de los cielos.

2. Que aunque hab�a incurrido en el desagrado Divino, no hab�a perdido el favor Divino. Podemos sufrir desventajas a lo largo de la vida, y p�rdidas al final por hacer mal; pero si nos arrepentimos del mal y somos restaurados al favor de Dios y retenidos en Su servicio, �l todav�a nos guiar�, y finalmente nos tomar� de la mano y nos dar� una entrada abundante en Su gozo eterno.

3. Que en medio de todos sus miedos y ansiedades no debe temer entrar en el futuro solemne y cercano.

II. �Qu� nos ense�a la escena final de la vida de Mois�s?

1. Lo incompleto de la vida humana.

2. La ilusi�n de la vida humana. Vamos en busca de descanso y recompensa, y sabemos que los conseguiremos si somos firmes y fieles; pero �c�mo la meta que buscamos parece alejarse con frecuencia de nosotros, y el premio que queremos conseguir parece escapar a nuestro alcance!

3. Lo inescrutable de la vida humana. La partida inesperada y aparentemente inoportuna de hombres buenos y �tiles nos llena de asombro y consternaci�n. Buscamos la continuaci�n y finalizaci�n del servicio; pero he aqu�, hemos visto, en cambio, el puesto desierto y la silla vacante. ( FW Marr�n. )

La �ltima etapa era un largo viaje.

I. Escalando la monta�a. Lentamente asciende la monta�a, trepando solo, mientras los ojos de Israel empa�ados por las l�grimas observan su ascenso. �Hasta! �Hasta! �Hasta! el va. Cada paso lo aleja de sus seres queridos. Cada paso lo lleva a una regi�n de misterios m�s divinos. Pero, �qu� pensamientos surgen y se precipitan en su mente mientras se afana? Se va de Israel, la naci�n cuya cuna ha cuidado, cuyos malos humores e impetuosidades ha soportado.

Solo Dios sabe lo que ha sufrido por esas personas durante estos cuarenta largos a�os. Si le pregunto a cualquier madre o padre aqu� acerca de los hijos que han perdido, me dir�n que el hijo por el que perdieron m�s descanso, el hijo por el que m�s sacrificaron, fue el que m�s sinti� el coraz�n. . Entonces Mois�s descubre que es terrible desgarrarse por ese mandato divino y dejarlos all�, mientras �l va m�s all� para morir.

Est� dejando el trabajo de su vida. �Es horrible sentir que el trabajo de tu vida est� hecho! �C�mo se siente Mois�s mientras sube por esas laderas? Alguien m�s est� entrando en su lugar que ahora ya no es suyo. �Dios lo ha jubilado! Por supuesto, hay personas a las que no les preocupa todo esto. �Pertenecen al regimiento de los holgazanes! y es un regimiento tremendamente fuerte. No saben nada de estos problemas. No conocen la agon�a de dejar una clase de escuela dominical o de verse obligados a abandonar la predicaci�n. Esa gente no puede entrar en los sentimientos de Mois�s en este momento.

II. Viendo la tierra.

III. Los ojos abiertos. En lugar de �rabes oscuros, ve una compa��a de �ngeles vestidos de blanco y su o�do comienza a captar la m�sica de su canci�n. Y el viejo Jericho, que parec�a un lugar bastante com�n, ahora parece m�s grande, m�s brillante que antes. Sus paredes relucen con joyas; sus puertas resplandecen de un blanco perlado; y la gloria de la amatista se derrama sobre sus torreones. La tierra parece estar llena de luz, alegr�a y felicidad.

La banda de �ngeles est� aumentando en n�mero. Las colinas distantes est�n radiantes con luz eterna. La gloria aumenta. Dios est� abriendo sus ojos y las cosas pasajeras de la tierra est�n dando paso a las cosas eternas. All� se encuentra la "ciudad cuyo Constructor y Hacedor es Dios". Su alma revolotea como un p�jaro enjaulado que lucha por huir. Y Dios est� liberando esa noble alma. Los sentidos f�sicos est�n siendo apoyados por los espirituales.

Dios lo lleva insensiblemente al otro lado de la frontera. No conoce el momento en que deja de ser mortal y se vuelve como los �ngeles de Dios. Todo el horror de la cosa, que enferma el coraz�n, lo extra�a. Entra, por mandato de Dios, en una vida m�s amplia y satisfactoria, por un camino glorioso con la presencia divina. Con �l conversando, se olvida de que esto es la muerte.

IV. En memoria. Mois�s se ha ido, pero en cada generaci�n Dios mantiene la sucesi�n de Sus santos, quienes le ministran aqu� por un tiempo a nuestra vista, y luego pasan a los ministerios superiores de Jerusal�n arriba. ( F. Denton. )

La muerte de Mois�s

Mois�s hab�a soportado a plenitud la soledad que es el castigo de la grandeza. Su esp�ritu elevado, austero y firme, como la cumbre de granito del Sina�, se elevaba solitario, como �l, por encima de las alturas inferiores, y a menudo estaba envuelto, como �l, en la nube que se separaba, s�mbolo de un Dios presente. Ahora Miriam se hab�a ido y Aaron dorm�a sobre Ella, y todos los viejos rostros familiares eran recuerdos. La convocatoria para subir a Pisgah y morir no ser�a desagradable.

Hab�a vivido solo; solo subi� a la monta�a, con fuerza natural sin cesar, la gente lo miraba mientras sub�a; solo �l va a morir, un cierre apropiado para tal vida. Hab�a vivido en las alturas, no morir� en la llanura. Hab�a vivido apoyado solo en Dios; Dios solo estar� con �l al fin.

1. N�tese, entonces, la visi�n del l�der moribundo del pa�s inalcanzado, que hab�a sido su objetivo en toda su obra. �Cu�n nost�lgica y larga ser�a la mirada! La auto-represi�n r�gida y sublime de su vida no lo abandonar�a por fin; y bien podemos creer que el arrepentimiento por su propia exclusi�n ser�a absorbido por el agradecimiento de que el premio estuviera tan cerca y tan rico. �Ahora deja que tu siervo parta en paz, porque mis ojos han visto tu salvaci�n�, ser�a la voz de su coraz�n.

Dios no le mostr� la tierra para tentarlo con la visi�n de lo que se hab�a perdido, sino para animarlo con la seguridad de lo que hab�a ganado para su pueblo. Mois�s recibi� su porci�n cuando vio la tierra y qued� satisfecho. Esa visi�n de Pisgah se ha convertido en el tipo de las grandes visiones del futuro que Dios a menudo da para consolar finalmente a sus fieles siervos. "Debe haber sabidur�a con una gran muerte", y cuando se coloca el polvo del conflicto, la perspectiva se ensancha, y el ojo despejado ve la hermosa tierra a la que las tortuosas marchas han estado conduciendo con m�s esperanza y verdad que cuando todav�a estaban ocupados en mirar hacia el futuro. peligros del presente, y elegir terreno firme para el siguiente paso.

Todos los hombres que hacen �poca tienen el destino de Mois�s. Se pasan la vida guiando a los rebeldes y reacios hacia alg�n ideal justo, y mueren cuando aparentemente est�n a punto de realizarlo. En nuestras propias peque�as vidas se aplica la misma ley. "Uno siembra y otro cosecha". Rara vez un hombre completa el prop�sito de su vida.

2. Note la muerte solitaria y la tumba escondida. El legislador, cuyo mensaje fue �La paga del pecado es muerte�, ejemplifica �l mismo, al modo mismo de su propia muerte, sus dos caracter�sticas que m�s golpean el coraz�n: su misterio y su soledad. Y las mismas lecciones son ense�adas por esa tumba escondida. Como dice Thomas Fuller en alguna parte, �Dios primero lo enterr� y luego enterr� su tumba.

�Algunos dicen que la intenci�n era evitar la reverencia id�latra de los israelitas; pero no hay indicios de que, en medio de todas sus aberraciones, alguna vez tuvieran alguna tendencia a ese sentido. Las tumbas de los patriarcas de Hebr�n y de los reyes de Jerusal�n se dejaron indistinguibles y aparentemente poco consideradas. Algunos han pensado que el misterio de su sepulcro apunta a su resurrecci�n, o traducci�n, y han encontrado confirmaci�n en la historia de su aparici�n con El�as en la transfiguraci�n.

Pero eso es pura imaginaci�n. �El ocultar la tumba fue un prop�sito de Dios, o simplemente el resultado de que fue enterrado fuera de la tierra prometida, que no ten�a ninguna otra intenci�n? No deb�a entrar en �l, ni siquiera en la muerte. Los huesos de Jos� fueron llevados all�, pero Mois�s yacer�a donde muri�, en medio de extranjeros, por supuesto; luego, pasaron a�os antes de que Israel pudiera aventurarse nuevamente en Moab; e incluso si alguien hubiera conocido el lugar, el conocimiento no se transmitir�a.

Esa tumba solitaria y olvidada entre los acantilados salvajes estaba en consonancia con todo el car�cter y el trabajo de quien yac�a all�. Compara esa tumba con el sepulcro en el jard�n donde yac�a Jes�s, cerca de una muralla de la ciudad, custodiado por enemigos, perseguido por tropas de amigos llorosos, visitado por una gran luz de rostros de �ngeles. El uno estaba escondido y solitario, como ense�ando la soledad de la muerte; el otro revel� luz en la oscuridad y compa�erismo en la soledad.

El uno se desvaneci� de la memoria de los hombres porque no era nada para ning�n hombre; de �l no pod�an salir impulsos, ni esperanzas, ni dones. El otro atrae para siempre corazones y recuerdos, porque en �l se forj� la victoria en la que est�n arraigadas todas nuestras esperanzas.

3. Observe cu�n pronto se llena el lugar del l�der. Un mes termina el duelo. No se pod�a esperar que la nueva generaci�n sintiera a �l como a los hombres de su propio tiempo. Para ellos, su muerte parecer�a natural y no dif�cil de soportar. Se hab�a demorado mucho, como un pico m�s duro que sobrevive a la intemperie que desmorona rocas m�s blandas a su alrededor. Pero, no obstante, la vida joven que lo rodeaba sentir�a que pertenec�a al pasado.

Es el destino de todos los que sobreviven a su generaci�n. El nuevo trabajo requer�a hombres nuevos. No podemos imaginarnos al legislador empu�ando la espada del comandante, como tampoco Josu� empu�ando la vara de Mois�s. Los instrumentos m�s peque�os y toscos eran los mejores para la nueva fase del servicio. Un simple soldado, fiel y agudo como su propia espada, pero incapaz de las grandes revelaciones que el esp�ritu del legislador hab�a sido lo suficientemente capaz para recibir, era el hombre buscado ahora.

Entonces Mois�s se va a casa y toma su salario, y Josu� ocupa su lugar. El hombre m�s peque�o completa el poderoso torso que el hombre mayor dej� a medio tallar. Dios tiene todo tipo de herramientas en Su gran caja de herramientas. Cada uno sirve para una parte del trabajo, y se guarda cuando se hace, y todos se necesitan antes de que se termine. El mayor tiene sus limitaciones y su per�odo de servicio. Solo hay un nombre que perdura para siempre. Mois�s muere sobre Pisga y Aar�n sobre ella; pero Cristo vive para siempre, y puede guiar a todas las generaciones y terminar la obra de Dios.

4. Tenga en cuenta que, despu�s de todo, el lugar del gran l�der permanece vac�o. No sabemos cu�ndo fueron escritas las �ltimas palabras de Deuteronomio; pero cuanto m�s abajo son llevados, m�s significativo es su testimonio de la superioridad inaccesible de Mois�s. Los siglos posteriores lo miraron como la marca m�s alta de las comunicaciones de Dios a los hombres, y no encontraron ninguno en toda la larga serie de reyes, sacerdotes, salmistas o incluso profetas que hab�an estado tan cerca de Dios, o escuchado tales mensajes de parte de �l, o realiz� tales obras por �l. Otros hab�an desarrollado sus ense�anzas o restaurado su ley. ( A. Maclaren, DD )

Versículos 6-12

Lo enterr�, pero nadie sabe de su sepulcro.

El entierro de Mois�s

I. Dios no tendr� a nadie, vivo o muerto, que se interponga entre Sus criaturas y �l mismo.

II. Dios desea que los hombres vean algo m�s dejado de sus siervos que el santuario exterior.

III. Dios toma el honor de Sus siervos bajo Su propio cuidado.

IV. Dios les ense�ar�a a los hombres que �l tiene una relaci�n con sus siervos que se extiende m�s all� de su muerte.

V. Dios ense�ar�a a los hombres desde el principio que su consideraci�n no se limita a ning�n terreno elegido.

VI. El aparente fracaso en una vida verdadera puede tener por fin una completa compensaci�n. ( John Ker, DD )

Entierro divino

El mismo Dios que por mano de sus �ngeles llev� el alma de Mois�s a su gloria, tambi�n por mano de sus �ngeles lleva su cuerpo al valle de Moab, a su sepulcro. Aquellas manos que le hab�an quitado la ley, esos ojos que hab�an visto su presencia, esos labios que hab�an hablado con �l tan a menudo, ese rostro que as� resplandec�a con los rayos de su gloria, no pueden ser descuidados cuando el alma se ha ido. .

El que se hizo cargo de su nacimiento, y la preservaci�n en las ca�as, se encarga de su carruaje fuera del mundo. El cuidado de Dios no cesa sobre los suyos, ni en la muerte ni despu�s de ella. �Cu�n justamente cuidamos los hermosos entierros de nuestros amigos, cuando Dios mismo nos da este ejemplo! ( Mons. Joseph Hall. )

El entierro de Mois�s

Ning�n hombre ha tenido un entierro m�s maravilloso. Ninguna mano humana lo ayud�. No qued� para que los vientos cubrieran con el polvo de la monta�a la forma incondicional del l�der con ojos de �guila; ni que el roc�o y la lluvia lo mojen; ni que el sol lo desperdicie y lo blanquee. No qued� sin enterrar. Mois�s muri�, conforme a la palabra del Se�or, y lo sepult� en un valle en la tierra de Moab. ( Alexander R. Thompson, DD )

As� terminaron los d�as de llanto y duelo por Mois�s .

El trabajador se retir�, el trabajo continu�

Y cuando estos d�as terminaron, inmediatamente se abre la carrera de Josu�, la marea de las cosas avanza y la marcha de los acontecimientos contin�a. �Y es este el final de todo en lo que respecta a Mois�s? No podemos pensarlo. En algunos cementerios vemos la columna rota, y eso siempre entendemos como el emblema de una vida rota. �D�nde est�n las vidas que no est�n rotas? �Y sobre qu� tumbas no se levantar� la columna rota? �All� muri� Mois�s, el siervo del Se�or�, etc.

Que la vida se cae; pero el hilo de su conjunci�n con el prop�sito eterno no se rompe; que no cae con la vida. El arroyo falla, pero el caudaloso r�o contin�a. Mois�s muere y es sepultado, pero Josu� toma la vara y extiende la mano. �Qu� es la vida de Mois�s o cualquier otra vida? Est� a salvo con Dios, si en un prop�sito, al menos, y la intenci�n y la deriva se viven en �l y para �l: a salvo con Dios mientras sus cursos mortales est�n en marcha, y a salvo con �l cuando se detienen.

Pero mientras est�n corriendo, �l obra por ellos, y cuando est�n detenidos, obra sin ellos y por otras vidas. Y es cuando el alma del hombre est� en armon�a con este hecho, y se gobierna por �l, como el alma de Mois�s estaba en armon�a con �l, es entonces cuando se vivir� la verdadera vida, y no habr� sombra de miedo. Descansar� sobre el futuro. Pero de hecho, es una gran cosa de lo que hablamos, esta armon�a mental con el prop�sito de Dios. Es la vida m�s elevada del hombre. Es el fruto de mucha paciencia y mucha lucha, y el triunfo de la gracia del Esp�ritu Todopoderoso dentro del alma humana. ( D. Wright, MA )

Joshua. .. estaba lleno del esp�ritu de sabidur�a .

Josu� y Mois�s

Tenemos aqu� un encomio muy honorable tanto de Mois�s como de Josu�; cada uno tiene su alabanza, y deber�a tenerla. Es tan ingrato magnificar a nuestros amigos vivos como para olvidar los m�ritos de aquellos que se han ido, a cuyos recuerdos hay una deuda de honor. No se deben rendir todos los respetos al sol naciente; y por otro lado, es tan injusto clamar los m�ritos de los que se han ido, como despreciar el beneficio que tenemos de los que sobreviven y los suceden. Sea Dios glorificado en ambos como aqu�.

1. Josu� es elogiado como un hombre admirablemente calificado para el trabajo al que fue llamado.

(1) Dios lo prepar� para ello. En esto �l era un tipo de Cristo, en quien est�n escondidos los tesoros de la sabidur�a.

(2) Mois�s lo hab�a ordenado por nombramiento divino; le hab�a impuesto las manos, sustituy�ndolo para que fuera su sucesor y rogando a Dios que lo calificara para el servicio al que lo hab�a llamado. Y esto viene como una raz�n por la que Dios le dio un esp�ritu de sabidur�a m�s que ordinario, porque su designaci�n para el gobierno fue un acto de Dios; y aquellos a quienes Dios emplea, en cierta medida los har� aptos para el empleo. Cuando la presencia corporal de Cristo se retir� de Su Iglesia, or� al Padre para que enviara otro Consolador; y obtuvo lo que pidi�.

(3) La gente lo reconoci� alegremente y se someti� a �l. El inter�s por los afectos de la gente es una gran ventaja y un gran est�mulo para los llamados a fideicomisos p�blicos de cualquier tipo. Tambi�n fue una gran misericordia para el pueblo, que cuando Mois�s muri�, no eran como ovejas sin pastor. Se alaba a Mois�s (vers�culos 10, 11, 12) y con raz�n.

(1) De hecho, fue un gran hombre por dos razones entre otras:

(a) Su intimidad con el Dios de la naturaleza; Dios lo conoc�a cara a cara, y por eso conoc�a a Dios ( N�meros 12:8 ). Vio m�s de la gloria de Dios que cualquiera (al menos) de los santos del Antiguo Testamento jam�s vio; ten�a un acceso m�s libre y frecuente a Dios; y se le habl�, no en sue�os y visiones y dormidos en la cama, sino cuando estaba despierto y de pie ante los querubines.

(b) Su inter�s y poder en el reino de la naturaleza. Fue m�s grande que cualquier otro de los profetas del Antiguo Testamento; aunque eran hombres de gran inter�s en el cielo y gran influencia en la tierra, sin embargo, ninguno de ellos pod�a compararse con este gran hombre; ninguno de ellos evidenci� ni ejecut� una comisi�n del cielo como lo hizo Mois�s. ( Matthew Henry, DD )

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Deuteronomy 34". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/deuteronomy-34.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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