Bible Commentaries
Ezequiel 25

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-7

Pon tu rostro contra los amonitas.

Profec�as contra naciones extranjeras

Al principio, debe entenderse que las profec�as de este tipo forman parte del mensaje de Jehov� a Israel. Aunque generalmente se emiten en forma de direcci�n directa a pueblos extranjeros, esto no debe llevarnos a imaginar que estaban destinados a una publicaci�n real en los pa�ses a los que se refieren. La audiencia real de un profeta siempre consisti� en sus propios compatriotas, ya sea que su discurso fuera sobre ellos mismos o sobre sus vecinos.

Y es f�cil ver que era imposible declarar el prop�sito de Dios con respecto a Israel en palabras que llegaran a los negocios y los pechos de los hombres, sin tener en cuenta el estado y el destino de otras naciones. As� como no ser�a posible hoy en d�a pronosticar el futuro de Egipto sin aludir al destino del Imperio Otomano, tampoco fue posible entonces describir el futuro de Israel de la manera concreta caracter�stica de los profetas sin indicar el lugar reservado para �l. aquellos pueblos con los que tuvo relaciones estrechas.

Adem�s de esto, una gran parte de la conciencia nacional de Israel estaba compuesta por intereses, amigos o al rev�s, en los estados vecinos. No podemos leer las declaraciones de los profetas con respecto a ninguna de estas nacionalidades sin ver que a menudo apelan a percepciones profundamente arraigadas en la mente popular, que podr�an utilizarse para transmitir las lecciones espirituales que los profetas deseaban ense�ar.

Sin embargo, no debe suponerse que tales profec�as sean en alg�n grado expresi�n de la vanidad o los celos nacionales. Lo que pretenden los profetas es elevar los pensamientos de Israel a la esfera de las verdades eternas del reino de Dios; y s�lo en la medida en que puedan llegar a tocar la conciencia de la naci�n en este punto, apelar�n a lo que podr�amos llamar sus sentimientos internacionales.

Ahora, la pregunta que tenemos que hacernos es: �Qu� prop�sito espiritual para Israel tienen los anuncios del destino de las poblaciones paganas perif�ricas? Hablando en general, las profec�as de esta clase ten�an un valor moral por dos razones. En primer lugar, repiten y confirman la sentencia de juicio dictada sobre la propia Israel. Lo hacen de dos maneras: ilustran el principio con el que Jehov� trata a su propio pueblo y su car�cter como juez justo de los hombres.

Dondequiera que se encontrara un "reino pecaminoso", ya sea en Israel o en cualquier otro lugar, ese reino debe ser quitado de su lugar entre las naciones. Pero de nuevo, no s�lo se enfatiz� el principio de la sentencia, sino que se expuso con mayor claridad la forma en que deb�a ejecutarse. En todos los casos, los profetas anteriores al exilio anuncian que el derrocamiento de los estados hebreos lo llevar�an a cabo los asirios o los babilonios.

Estas grandes potencias mundiales fueron sucesivamente los instrumentos que Jehov� dise�� y utiliz� para llevar a cabo Su gran obra en la Tierra. Ahora bien, era manifiesto que si esta anticipaci�n estaba bien fundada, implicaba el derrocamiento de todas las naciones en contacto inmediato con Israel. As� se ense�� al pueblo de Israel o Jud� a considerar su destino como involucrado en un gran plan de providencia divina, anulando todas las relaciones existentes que les daban un lugar entre las naciones del mundo, y prepar�ndose para un nuevo desarrollo del prop�sito. de Jehov� en el futuro.

Cuando nos dirigimos a ese futuro ideal, encontramos un segundo aspecto m�s sugerente de estas profec�as contra los paganos. Todos los profetas ense�an que el destino de Israel est� indisolublemente ligado al futuro del reino de Dios en la tierra. Lo que se necesitaba ense�ar a los hombres entonces, y lo que debemos recordar todav�a, es que cada naci�n mantiene su posici�n en subordinaci�n a los fines del gobierno de Dios; que ning�n poder, sabidur�a o refinamiento salvar� a un estado de la destrucci�n cuando deje de servir a los intereses de Su reino.

Los pueblos extranjeros que son objeto de la encuesta de los profetas son todav�a extra�os al Dios verdadero y, por lo tanto, carecen de aquello que podr�a asegurarles un lugar en la reconstrucci�n de las relaciones pol�ticas de las que Israel ser� el centro religioso. Y el que una naci�n en particular sobreviva para participar en las glorias de esos �ltimos d�as depende del punto de vista que se adopte de su condici�n actual y de su idoneidad para incorporarse al imperio universal de Jehov� que pronto se establecer�.

Ahora sabemos que esta no era la forma en que el prop�sito de salvaci�n de Jehov� estaba destinado a realizarse en la historia del mundo. Desde la venida de Cristo, el pueblo de Israel ha perdido su posici�n central y distintiva como portador de las esperanzas y promesas de la religi�n verdadera. En su lugar, tenemos un reino espiritual de hombres unidos por la fe en Jesucristo y en la adoraci�n de un Padre en esp�ritu y en verdad, un reino que por su misma naturaleza no puede tener un centro local u organizaci�n pol�tica.

Por tanto, la conversi�n de los paganos ya no puede concebirse como un homenaje nacional que se rinde a la sede de la soberan�a de Jehov� en Si�n; ni el desarrollo del plan divino de salvaci�n universal est� ligado a la extinci�n de las nacionalidades que alguna vez simbolizaron la hostilidad del mundo hacia el reino de Dios. Este hecho tiene una relaci�n importante con la cuesti�n del cumplimiento de las profec�as extranjeras del Antiguo Testamento.

Como encarnaciones concretas de los principios eternos exhibidos en el ascenso y la ca�da de las naciones, tienen un significado permanente para la Iglesia en todas las �pocas; pero el desarrollo real de estos principios en la historia no podr�a, por la naturaleza de las cosas, estar completo dentro de los l�mites del mundo conocido por los habitantes de Judea. Si vamos a buscar su realizaci�n ideal, s�lo la encontraremos en la progresiva victoria del cristianismo sobre todas las formas de error y superstici�n, y en la dedicaci�n de todos los recursos de la civilizaci�n humana: su riqueza, su empresa comercial, su poder pol�tico - para el avance del reino de nuestro Dios y Su Cristo. ( John Skinner, MA )

Versículo 2

Ser� reabastecido, ahora ella est� devastada.

Dise�os de avaricia derrotados

Todo su cuidado (los tirios) era conseguir propiedades y ampliar su comercio, y no ve�an a Jerusal�n como un enemigo, sino como un rival. Tiro se prometi� a s� misma que la ca�da de Jerusal�n ser�a una ventaja para ella con respecto al comercio y el comercio, que ahora tendr� los clientes de Jerusal�n. Estar secretamente complacido con la muerte o la decadencia de otros, cuando es probable que la superemos, con su ca�da cuando podamos prosperar, es un pecado que nos asedia m�s f�cilmente.

Esto proviene de la falta de ese amor al pr�jimo como a nosotros mismos que la ley de Dios exige tan expresamente, y de ese amor desmesurado al mundo como nuestra felicidad que el amor de Dios proh�be tan expresamente. Y es justo con Dios destruir los designios y proyectos de aquellos que as� se las ingenian para erigirse sobre las ruinas de otros; y vemos que a menudo se sienten decepcionados ( M. Henry. ).

Versículo 3

Estoy contra ti, oh Tyrus.

Sobre la importancia de tener a Dios como amigo

Que la venganza pertenece a Dios se declara enf�ticamente en el libro de Dios ( Romanos 12:19 ). Y ejemplar es la venganza con la que el Todopoderoso ha visitado de vez en cuando, no s�lo a aquellos que se hab�an enfrentado a s� mismos en hostilidad contra �l, Su Palabra o Sus siervos; pero aquellos que, sin su autorizaci�n, hab�an atacado u oprimido a su pueblo, ni a individuos meramente, sino a asambleas de hombres, no, ciudades, e incluso naciones, a menudo, en un derrocamiento repentino y calamitoso, han dado testimonio memorable de la verdad de estos comentarios.

Mi texto se refiere a una ocasi�n de ese tipo. Los tirios, llamados as� desde su ciudad principal, Tiro, pero tambi�n conocidos con el nombre de fenicios, fueron en un tiempo las personas m�s comerciales, m�s opulentas y, al mismo tiempo, m�s orgullosas del mundo oriental. La construcci�n naval se llev� a cabo en gran medida en este c�lebre lugar. Tambi�n el comercio de transporte de la mayor parte del mundo mercantil estaba en manos de los tirios; adem�s de lo cual la ciudad era el gran dep�sito de las m�s raras y ricas producciones de naciones lejanas.

Oro, especias y piedras preciosas de Etiop�a y la costa de Arabia; - esmeraldas, trabajos de lino fino y bordados, coral, �gata y lana de delicada tonalidad y textura, de Damasco y otras partes de Siria; - cofres de cedro para dar fragancia a espl�ndidas prendas, y espl�ndidas prendas en s� mismas en abundancia, de Mesopotamia y otros pa�ses lim�trofes; - trigo, miel, aceite y b�lsamo, as� como hierro forjado, acero y gomas arom�ticas, de diversas barrios de Palestina; - plata, hierro, esta�o y plomo, de Tarsis, un lugar en s� mismo de considerable comercio mar�timo; - buques de bronce y, �ay! esclavos, de Jonia; - corderos, con otras criaturas utilizadas como provisiones, de Arabia; - y marfil de diversas partes del este: - todas estas mercanc�as, �tiles, ornamentales, costosas, elegantes y diversas, tra�das en abundancia en Tiro, se vendieron en sus ferias y mercados; de donde fueron exportados, o dispersados ??de otro modo, a pa�ses, ciudades y provincias diferentes y distantes.

La consecuencia fue que Tiro se extendi� hasta tener casi veinte millas de circunferencia; conteniendo, es probable, casi un mill�n de almas. Adem�s, tal era la lujosa prodigalidad que surg�a de la opulencia que flu�a sobre Tiro a partir de su vasto comercio, que no solo la gente estaba muy generalmente vestida con telas costosas, te�idas de los tonos m�s ricos, entre el resto, el famoso tirio. p�rpura, pero hasta las mismas velas de sus barcos eran �de lino fino, con bordados de Egipto.

Esta minuciosidad en la descripci�n ha parecido apenas menos de lo necesario para una comprensi�n adecuada de la fuerza de esa declaraci�n en el texto: "Yo (Dios) estoy contra ti, oh Tyrus". Habiendo aprendido de los detalles cu�n comercial, grande y espl�ndida, cu�n fuerte, opulenta y bien poblada era una ciudad de Tiro, podemos f�cilmente considerar c�mo fue que los tirios, enaltecidos con orgullo y llenos de confianza en s� mismos, En sus corazones, hab�an despreciado el poder del Dios Todopoderoso, pensando que su monta�a era demasiado fuerte para que ni siquiera Su brazo lo sacudiera.

En efecto, concluimos, fue a trav�s de un esp�ritu como este que se jactaban de s� mismos sobre el pueblo jud�o y hablaban con desprecio de Jerusal�n; aunque plenamente consciente, al mismo tiempo, de que los primeros estaban bajo el patrocinio especial de Dios, y que el segundo era el asiento m�s favorecido de Su majestad y gloria en la tierra. Entonces, como se ha descrito, era la famosa ciudad de Tiro cuando se orden� al profeta Ezequiel que la denunciara como se�alada para el juicio particular del Alt�simo. La raz�n se da en verso.

2. Jerusal�n hab�a sido tomada y saqueada por Nabucodonosor; pero esto deber�a haber estado lejos, muy lejos de ministrar a los tirios una ocasi�n de autogratulaci�n y triunfo. Sin embargo, �no se limitaron estos �ltimos a la manifestaci�n de una alegr�a ego�sta y brutal por las desgracias de sus vecinos jud�os, a un mero regocijo por la circunstancia de que el comercio de Jerusal�n fluir�a a partir de ese momento por los canales de Tiro?

Hay pruebas demasiado completas del hecho de que fueron m�s all� de esto: de que se convirtieron en compradores listos de todo el bot�n que pod�a arrancarse a la gente infeliz; y, no contento ni siquiera con ser c�mplice de la crueldad y rapacidad de otros, compr� con avidez a los mismos jud�os miserables, los compr� en grandes cantidades y los mantuvo o transfiri� como esclavos. �Por tanto, as� ha dicho Jehov� el Se�or: He aqu�, yo estoy contra ti, oh Tiro.

Sobre los detalles de la denuncia que sigue, muy larga y terrible, no necesito detenerme. A continuaci�n, mi plan me lleva a contemplar el cumplimiento de esas predicciones de venganza que Ezequiel recibi� el encargo de derramar contra la ciudad devota. �Al pasar�, dice un viajero c�lebre, �por Tiro, s�lo por curiosidad, llegu� a ser un testigo triste de la verdad de la profec�a de que Tiro, la reina de las naciones (tambi�n se la llamaba reina del mar); que Tiro, la reina de las naciones, deber�a ser una roca para que los pescadores secar sus redes: dos pescadores miserables con redes miserables acababan de renunciar a sus ocupaciones.

�� En el lado norte de Tiro �, dice otro viajero, Maundrell,� hay un antiguo castillo turco sin guarnici�n; adem�s de lo cual no ves nada aqu� m�s que una mera babel de muros rotos, pilares, b�vedas, etc .; no quedaba ni una casa entera. Sus habitantes actuales son s�lo unos pocos miserables que se refugian en las b�vedas y se subsisten principalmente de la pesca; que parec�a ser preservado en este lugar por la Divina Providencia, como un argumento visible de c�mo Dios ha cumplido Su palabra con respecto a Tiro.

�No se ha mostrado entonces Dios en verdad �contra Tiro�? A continuaci�n, sea nuestro esfuerzo investigar el uso que nosotros mismos, con la ayuda de Dios, deber�amos hacer de este interesante fragmento de la historia b�blica.

1. Primero, entonces, podemos discernir m�s claramente la fuerza de esa escritura de que �la venganza pertenece solo a Dios�; a quien debe dejarse para pagar los males o las injurias cometidas, derivadas o deseadas contra su pueblo. El pueblo de Dios debe poner su causa en manos de Dios. �Y por qu� deben actuar as�? �Por qu�, cuando las injurias que reciben son grandes e incuestionables, no pueden ellos mismos esforzarse por tomar una venganza adecuada? Porque el temperamento verdaderamente religioso, que s�lo Dios puede aprobar, es un temperamento que no puede tener afinidad con una disposici�n vengativa.

La retribuci�n que Dios inflige tampoco es aliada a la venganza. Es el justo castigo de un legislador, cuyos estatutos, santos, justos y buenos, han sido inexcusablemente transgredidos, y su autoridad anulada, por aquellos sobre quienes recaen las visitaciones.

2. Nuestro tema nos ense�a que Dios no dejar� de vengar, hasta donde sea apropiado, a su pueblo, de sus adversarios inveterados e irrevocables.

3. Esta escritura nos ense�a la severidad de la venganza divina, una vez que la longanimidad de Dios ha llegado a su l�mite, as� como la imposibilidad absoluta de que alguien escape o evite los efectos terribles de la ira despertada del Jehov� Todopoderoso. . Que su paciencia sea probada durante mucho tiempo antes de que se excite esa santa ira, pero una vez que se enciende, cu�n insoportable y destructivo es su poder.

Pavorosa, en verdad, es la condici�n de quienes, estando a�n en sus pecados, tienen a Dios �en contra�. Alarmante ser�a el peligro de ese viajero que, desarmado, descubriese un le�n avanzando hacia �l, en un camino fuera del cual no podr�a volverse para escapar de la terrible bestia; con lo cual, de nuevo, la contienda personal ser�a en apariencia desesperada. Sin embargo, existir�a alguna posibilidad de escape en tal caso.

La ayuda, desconocida para el extra�o, podr�a estar a mano. A otro objeto, un tipo diferente de presa, la atenci�n de la criatura salvaje podr�a desviarse. La presencia de la mente, que ayuda a la feliz ejecuci�n de alg�n pensamiento repentino, puede hacer que el extra�o en peligro salga victorioso, o ponerlo sin llave por seguridad. Es m�s, el le�n podr�a, no picado por el hambre, o con la magnanimidad que a algunos les ha gustado atribuir a este animal, permitir que el otro, ileso y silencioso, pase a su lado.

De hecho, tales cosas han sucedido. Pero no existen probabilidades, no existe posibilidad alguna, de que aquel contra quien viene Dios como adversario vengador, pueda evitar encontrarse con �l y perecer en el encuentro. Ninguno. Sus prop�sitos no cambian; su ejecuci�n nada puede obstaculizar. Y en cuanto a que Dios no se preocupa por el mal que no puede dejar de ver, piense cu�l es su propio car�cter. Primero, �no es �l de una sabidur�a, pureza y santidad infinitas? Luego piense en lo que ha hecho por el hombre pecador, cuando era un creyente arrepentido y reformado; no por el m�rito propio del hombre en ser tal, sino cuando es tal; - dado a �l, es decir, vida eterna en felicidad y gloria.

Piense en estas cosas, y luego deje que el sentido com�n responda a la pregunta de si este Ser totalmente santo y ben�fico se dar� cuenta o no de, castigar� o no tremendamente, a los incr�dulos, impenitentes e imp�os. ( WM Wade. )

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Ezekiel 25". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/ezekiel-25.html. 1905-1909. Nueva York.