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Ezequiel 37

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-14

Hijo de hombre, �pueden vivir estos huesos?

La visi�n de un verdadero avivamiento

I. Tal avivamiento a menudo parece completamente desesperado. La condici�n de una naci�n en algunas de sus �pocas de desgracia; la condici�n de la raza humana en sus tumbas; la condici�n de los hombres que han ca�do en una vida espiritual baja; son todas condiciones cuyo emblema llamativo ser�a un valle lleno de huesos secos. Parece que no hay nada que prometa mejores cosas. No hay esfuerzo, no lucha hacia arriba. La esperanza est� perdida.

II. Tal avivamiento es profundamente interesante para los hombres buenos. A trav�s de un di�logo, Ezequiel se interesa por la condici�n presente, el posible futuro, de estos �huesos�, se le ense�a su propia debilidad, y le ha revelado la fuente de la fuerza y ??los m�todos de renovaci�n. De modo que siempre llega alguna influencia Divina a interesar a los hombres buenos en la recuperaci�n a una vida superior de aquellos con quienes �l tiene que tratar. Tambi�n por Su Esp�ritu, y por la disciplina de la vida, y por las Escrituras, Dios, como en un di�logo con el alma de tal hombre, le ense�a todo lo que necesita saber acerca de una renovaci�n que �l ve que es profundamente necesaria.

III. Este avivamiento es en parte provocado por la agencia de las criaturas. Para la regeneraci�n pol�tica se nombran h�roes del Estado; para la resurrecci�n del cuerpo est� designado el �ngel con la trompeta, que sonar� cuando los muertos sean resucitados; para el avivamiento de la Iglesia de Dios, se designan hombres de alma ferviente.

IV. Tal avivamiento es gradual en su progreso. Hubo varias etapas en el logro del avivamiento en este valle de visi�n. As� en cada avivamiento. Primero, "un ruido". Este es el menos importante de todos, pero a menudo parece ser un acompa�amiento necesario, un indicio del despertar de la vida. Luego "un temblor". Esto pol�ticamente encuentra su cumplimiento en la revoluci�n y, a menudo, en la guerra. En las cosas espirituales encuentra su plenitud en las agon�as del esp�ritu, a veces en las agon�as de la duda.

Luego, "los huesos se juntaron, hueso con hueso". Esto seguramente apunta a una correcta organizaci�n y consolidaci�n, ya sea de la naci�n o del car�cter individual. Entonces "los tendones y la carne vinieron sobre ellos, y la piel los cubri� desde arriba". Aqu� est� el logro de todo lo que se puede lograr con un orden y belleza meramente externos. �Pero qu� pobres son todos! Porque "no hab�a aliento en ellos".

V. Tal avivamiento requiere la operaci�n especial de Dios. De los cuatro vientos vino el aliento, que es el s�mbolo del Esp�ritu Divino. De modo que solo �la justicia exalta a una naci�n�, y sin el Esp�ritu de Dios no habr� justicia: as� los muertos en el �ltimo d�a ser�n resucitados por Dios.

VI. Tal avivamiento produce resultados sublimes. En lugar de un valle de huesos secos, hay un ej�rcito vivo, unido, leal, poderoso. Entonces, por su verdadera regeneraci�n, las naciones pasan de ser abyectas, pobres, inmorales a reinos de libertad, prosperidad y virtud. De modo que el car�cter humano ser� elevado: el hombre que ya no est� �muerto en pecado�, tendr� un coraz�n unido para temer a Dios, una naturaleza que revela lo Divino en armon�a espiritual, fuerza y ??gloria. ( Urijah R. Thomas. )

�Pueden estos huesos vivir?

Ezequiel se diferencia de los otros profetas en esto: que se presenta ante nosotros como mitad profeta y mitad sacerdote. Ha sido descrito por una gran autoridad como un sacerdote con manto de profeta. En �l, las dos corrientes se encontraron y se separaron. En este pasaje, sin embargo, Ezequiel no es un sacerdote, sino un profeta puro, y est� en la l�nea prof�tica directa. Quiz�s estemos en condiciones de rastrear el desarrollo de esta famosa alegor�a y reconstruir el proceso por el cual tom� forma en el pensamiento del profeta.

Hab�a tomado fuego de una chispa, y esa chispa era una frase que hab�a escuchado de sus compa�eros exiliados en Babilonia: "Nuestros huesos se secaron y nuestra esperanza se perdi�". La met�fora creci� en su imaginaci�n hasta convertirse en una visi�n y se convirti� en uno de los grandes sue�os del mundo, mucho m�s un sue�o porque su explicaci�n es el prop�sito insomne ??del Dios Todopoderoso con el hombre. Ezequiel se levanta entre la lasitud y la indiferencia imperantes, y es profeta porque es un hombre de esperanza, porque tiene fe en Dios.

Lo que tenemos aqu� es una alegor�a; es una alegor�a de la resurrecci�n, pero no de la resurrecci�n del cuerpo, ni quiz�s de los muertos como individuos, sino de la naci�n. La resurrecci�n de los muertos individuales quiz�s todav�a no formaba parte de la fe hebrea.

I. En cuanto a la escena, fue el escenario de tantas visiones: el valle junto al r�o Quebar. Ahora ten�a un aspecto espantoso, y para el profeta su rostro era una escena de desolaci�n; era espantoso con la ruina seca, con la lepra cr�nica de la muerte. Y era la muerte que se volv�a gris y seca, una muerte que no ten�a esperanza de vida por venir; la muerte se instal� en posesi�n; muerte privilegiada, entronizada y segura.

Ese era Israel: derrotado, destruido y desmembrado, derrumb�ndose en el paganismo, algunos sin esperar, sin querer revivir. Los huesos eran muchos y estaban muy secos. La muerte siempre tiene a la mayor�a de su lado. La sequedad y muerte de una multitud muerta es algo m�s que la muerte del mismo n�mero esparcido por la comunidad. La ciudad muerta es siempre peor que tantos muertos esparcidos por el pa�s; por tanto, derriba los lugares infestados; borrar los tugurios, destruir los semilleros del vicio, por dif�cil que sea, y deshacerse del fermento de la corrupci�n.

II. En cuanto a la actuaci�n del profeta. �l �pas� junto a ellos�; no los pis� como el pat�n en las tumbas del cementerio. El Esp�ritu que se mov�a entre ellos era Dios; �l tambi�n es Dios de estos huesos y, por lo tanto, Ezequiel les muestra reverencia. Que el Esp�ritu de Dios nos haga reverentes hacia todos los naufragios humanos, ya sean blancos o negros. El predicador cristiano no tiene derecho a ser otra cosa.

�Puede ser de otra manera que respetuoso con aquellos cuya esperanza y alegr�a se han ido? Quien act�a de otra manera lo hace con un coraz�n abatido. �Pueden vivir estos huesos secos? Bueno, son reliquias, cosas con recuerdos, cosas que alguna vez estuvieron unidas a la vida, aunque ahora est�n en un divorcio tan tr�gico de ella. La simple momia de un hombre, que vive bajo la ira y la maldici�n de Dios, no puede ser objeto de la negligencia de Dios. La ira de Dios no est� fuera de toda relaci�n con su amor; no m�s all� de Su compasi�n; no ajenos a su gracia.

Tener la ira de Dios, me atrevo a decir, es al menos una dignidad melanc�lica. "Hijo de hombre, �pueden vivir estos huesos?" Esta pregunta se plantea cada vez que revisamos el pasado. �No hay a menudo en los muertos una vida pasada para el presente? "�Pueden vivir estos huesos?" Es la pregunta que Dios nos hace hoy en boca de la historia. Pues bien, estos Evangelios que han hecho tanto son comparativamente escasos - son Sus huesos - cuando los comparas con la plenitud de todo el Cristo hist�rico, que toma siempre una relaci�n salvadora con �l como una revelaci�n hist�rica de Dios.

La fe de Pentecost�s marca una gran diferencia en el significado del credo hist�rico. Entonces el Cristo dentro de nosotros puede medir plenamente al Cristo exterior. Su testimonio es �l mismo, y la historia del Resucitado, con la experiencia de la Iglesia durante estos dos mil a�os, debe interpretar y complementar la evidencia hist�rica de Su Resurrecci�n. La experiencia verifica los evangelios. La evidencia viva no se limita a los siglos primero, segundo y tercero.

Es vital y poderoso en cada siglo, y no menos importante en el siglo en que vivimos. El Esp�ritu que da vida es tan esencial como la visi�n que ve. La fe que sent�a lo que pod�an ser estos huesos era tan real como la vista que los ve�a en la llanura. De hecho, no puede haber una nueva revelaci�n del Padre: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos". Pero el futuro puede revelar m�s de la revelaci�n que est� fijada en la historia del pasado y obtener sus infinitos recursos.

A modo de historia vendr� la extracci�n de los recursos de esa revelaci�n. Las circunstancias de la historia deben trabajar siempre con las reliquias de la historia - historia personal e historia p�blica - ese es el camino del Esp�ritu de Dios. Y el avivamiento venidero que no mover� a una mera secta o cuadrilla, que cambiar� la totalidad de nuestra vida nacional, ese avivamiento mostrar� su genio tambi�n en esto: puede reformular aqu� y all� la historia de la Iglesia, pero ampliar� con nuevas razas el cristianismo del futuro.

De �poca en �poca, Dios confunde a los pesimistas. Toma al hombre de poca fe, lo lleva a trav�s de la historia a la edad oscura y le pregunta: "�Pueden vivir estos huesos?" Dios te pone en el valle del siglo XV cuando el paganismo incluso se instalaba en la Iglesia misma, cuando los fieles casi hab�an dejado de creer. "�Podr�an vivir estos huesos?" No ves c�mo, pero la respuesta de Dios fue el maravilloso siglo XVI con el redescubrimiento de Pablo y la coronaci�n de la fe, con todo lo que sigui�.

Una vez m�s, te planta en la Iglesia a principios del siglo dieciocho. �Puede esa cosa vivir? La respuesta de Dios es Wesley, el Oxford Club y el Renacimiento Evang�lico. �Dudas de que se pueda dar una respuesta as� a la pregunta ahora? Tenemos la respuesta ante nuestros ojos, y el mundo la tiene, y a menudo es como humo en los ojos del mundo. Pero los hombres que primero enfrentaron el problema misionero no lo ten�an ante sus ojos, lo ten�an ante su fe solamente.

Eran profetas, en verdad, y ten�an la respuesta con mayor certeza por fe de lo que muchos de nosotros la tenemos incluso de vista. Vieron a hombres saliendo de sus tumbas vivientes, vieron a las razas a su alrededor rescatadas y civilizadas por el Evangelio. Vieron reconvertida a la Iglesia porque ten�an en su interior el esp�ritu que la hace ser as� y sintieron los primeros latidos de su aliento. �Qu� predicador no se desespera a veces cuando mira los esqueletos espirituales que lo rodean? O, quiz�s, el predicador mismo predica solo porque es un deber y profetiza en obediencia m�s que en fe.

�Qu� hay de estos? Bueno, predique la esperanza hasta que la tenga, y luego pred�quela porque la tiene; ya ha escuchado algo de ese tipo antes. Hoy el predicador es un hombre de papeles y asuntos. A menudo, la congregaci�n se ve bien y c�moda, pero falta algo. Le falta vida. Es una congregaci�n y no una iglesia. Puede cultivarse, pero no se enciende. Hay m�s religi�n que regeneraci�n.

Ha sido vestido, pero no revivido. Conoce las cosas sagradas, pero poco sobre el Esp�ritu Santo. Oh, profetiza una vez m�s, profetiza hasta que venga el Esp�ritu de vida. Predica, pero reza a�n m�s. �Y c�mo puedes hacer eso si tu apelaci�n al hombre no est� inspirada por tu residencia con Dios? Ore al Esp�ritu de Dios y predique al esp�ritu en los hombres. No importa la literatura actual, pero predique las cosas profundas de Dios y recuerde que es posible perder sus almas por esfuerzos equivocados para ganar a otros.

Predique el car�cter por todos los medios, m�s de lo que se ha hecho, pero pred�quelo a trav�s del Evangelio que lo hace. Son las exigencias de la vida las que nos hacen hombres. P�deles grandes sacrificios. No los dejes a gusto. Hay quienes no han ido m�s all� de lo humano, la naturaleza y sus bondades, que se preocupan m�s por la cultura y por tener algo que por el Evangelio. Haz que entren en conflicto, pide al Esp�ritu que se apodere de ellos y haz con ellos lo que t� nunca pudiste hacer. �No hace el Esp�ritu por nosotros lo que ning�n hombre puede hacer jam�s?

III. En cuanto al resultado. �Sabr�is que yo soy el Se�or, cuando abra vuestros sepulcros, oh pueblo m�o, y os saque de vuestros sepulcros�. La verdadera percepci�n y el conocimiento vienen por medio de la resurrecci�n. Sabemos lo que debe gobernar a otros sabiendo lo que nos ha cambiado y gobernado. �sta es la fuente de la verdadera conquista y dominio del mundo. El poder del se�or�o final es uno del cual no sabemos nada hasta que hayamos salvado a los hombres.

Y no podemos usar el poder hasta que nosotros mismos lo hayamos experimentado. El mundo debe ser gobernado finalmente s�lo por esos hombres y esa sociedad que conoce las leyes y poderes del alma nueva. No podemos conocer el camino de Dios con el mundo poderoso a menos que demos nuestra propia hombr�a como prenda y nos entreguemos ante �l. El poder espiritual hace su propio procedimiento, y la sociedad humana debe finalmente tomar su forma a partir de la luz del alma redimida.

Supongo que nunca hubo un momento en el que, para bien o para mal, la organizaci�n significara tanto como hoy. Ha sido llamado a existir hasta que amenaza con derrocar el hogar y sumergir a la Iglesia. Pero, �no hay peligro en este deseo apasionado de un estado de existencia organizado? A medida que perfeccionamos la forma, �qu� ser� del esp�ritu? �Podemos organizarnos para la vida eterna? �D�nde vamos a encontrar esa vida que salvar� a nuestra organizaci�n de convertirse en nuestra tumba? �Sabr�is que yo soy el Se�or cuando os saque de vuestros sepulcros.

�La eficiencia del mundo s�lo puede asegurarse mediante la suficiencia del Esp�ritu. Es el poder, el coraje y el recurso de Cristo lo que necesitamos para afrontar los peligros que nos rodean, y el problema es que estos no se les ocurren a nuestros pensamientos comunes, a nuestra prensa com�n y a nuestro Parlamento com�n. Lo que necesitamos es conocernos a nosotros mismos por lo que somos, por los rezagados morales, los traidores y los rebeldes que somos. Queremos un poder que nos permita seguir adelante cuando falle la seguridad s�lida y llegue la desilusi�n y nos encontremos a nosotros mismos.

Si no tenemos tal descubrimiento, ni Redentor, ni Quickener, entonces no hay Dios, no hay futuro. En Su redenci�n debemos encontrar nuestro poder y nuestros m�todos para gobernar el mundo. La vida de un pueblo depende no solo de la magnanimidad o la devoci�n, sino de la justicia cuya fuente es Cristo. Nuestra �tica est� sufriendo hoy porque pensamos en el amor y el sacrificio por su propio bien. Escuchamos tanto sobre ellos que se han vuelto cohibidos.

Se imaginan, como decimos, y se visten para la mirada del p�blico. Deber�an perderse en la inspiraci�n moral. Antes de admirar cualquier sacrificio o ardor, deseo saber c�mo se ha inspirado. No es el idealismo sino la santidad lo que salva a una naci�n. El mayor poder que conocemos es la santidad. El primer cuidado de Cristo fue no sacrificarse por un ideal; era para glorificar la santidad de Dios.

Muri� para bendecir al hombre, pero a�n m�s para glorificar a Dios. El primer cargo sobre nosotros no debe ser la felicidad de los hombres, sino la santidad de Dios. Entonces la gente ser� "llamada de sus tumbas". No hay futuro para el comercio sin Dios o el ardor sin Dios de ning�n tipo. El esp�ritu misionero es el esp�ritu que saca a las naciones de sus tumbas y las resucita a la piedad. Si me preguntas si todos los restos humanos de este mundo pueden vivir, estoy seguro; primero, porque Dios ha hecho algo de mi naufragio, y segundo, porque s� que cuando muri�, muri� por todo el mundo.

Y Dios sabe, si yo no lo s�, el futuro del mundo y las posibilidades del mundo; es �l quien todav�a manda y me ha dicho que act�e y ore hasta que todo hombre sea salvo, y por tanto todo hombre ser� salvo. No ser�a tan dif�cil creer en las razas negras si estuvi�ramos firmes en nuestra creencia sobre las razas blancas. Estamos angustiados dentro de nosotros mismos, y cuando hay falta de poder, �qu� podemos hacer sino orar? Estamos atados a nuestras pasiones y pecados: nuestros huesos est�n secos, estamos cansados ??y abrumados con demasiada facilidad.

Estas cosas caen sobre nosotros como el peso de la tierra. Solo podemos vivir en Ti, oh Se�or de la vida. Viste nuestros huesos, aviva nuestra carne, y el valle de la muerte ser� un valle de esperanza, porque aunque hayamos ca�do, nos elevaremos a un amor m�s santo y una vida m�s noble. ( TP Forsyth, DD )

Lecciones del valle de la visi�n

El objetivo principal de este cap�tulo era animar a los jud�os a esperar su restauraci�n del cautiverio babil�nico. En el momento en que se pronunci� esta profec�a, estaban esparcidos entre las ciudades de los dominios babil�nicos sin ninguna existencia como naci�n independiente. Pero como los huesos en el valle de la visi�n de Ezequiel solo necesitaban el proceso de aceleraci�n descrito en la narrativa para convertirse en un ej�rcito viviente, los jud�os solo necesitaban la interposici�n de Dios en su nombre para volver a ser una naci�n independiente.

El significado de la visi�n se explica en los vers�culos 11 al 14. Pero hay otros tres significados que se considera que transmite. Aplicando la visi�n a la Iglesia cristiana nominal, ense�a que si alguno de los miembros del pueblo de Dios ha perdido su vida espiritual y, por lo tanto, su capacidad de utilidad, el Esp�ritu Santo puede avivarlos y as� restaurarles su poder de eficiencia, haci�ndolos un ej�rcito de Emmanuel.

Aplicando la visi�n a la raza humana, nos muestra el m�todo de Dios para despertar a la vida espiritual a los muertos en delitos y pecados. Un tercer punto de vista considera que la visi�n ense�a la resurrecci�n del cuerpo en el �ltimo d�a, y se hace especial referencia a los cuerpos de los creyentes.

I. El texto nos presenta una imagen del estado espiritual de nuestra raza; "Muerto en delitos y pecados". La escena presentada a la vista de Ezequiel en visi�n era un valle lleno de huesos. Estaban "muy secos". Durante mucho tiempo estuvieron bajo el calor abrasador de un sol del este, hasta que estuvieron a punto de convertirse en polvo. Aqu� hemos simbolizado la condici�n de nuestra raza. Los hombres est�n �muertos en delitos y pecados.

�La vida espiritual se ha ido. Por triste que parezca la imagen, no est� sobredibujada. El testimonio de las Escrituras es verdadero. Toda carne es corrupta, el hombre nace en pecado y es formado en iniquidad. �No hay justo�, naturalmente, �no, ni uno solo�. Es de suma importancia para nosotros mantener esta doctrina ahora. Porque hay quienes quieren persuadirnos de que el hombre no es del todo corrupto; que la carrera est� mejorando; que hay g�rmenes del bien en nosotros; que por el cultivo de sus facultades, un hombre puede someter las propensiones viciosas y volverse virtuoso y santo.

�Por qu� vino Cristo a este mundo? No simplemente para dejarnos un ejemplo de perfecta santidad, sino para expiar el pecado. Muri� para salvarnos de una muerte de la que no pudimos salvarnos a nosotros mismos. Pero si se quita toda necesidad de la expiaci�n de Cristo, el amor de Dios no parecer� tan grande como lo hace parecer la doctrina de la depravaci�n del hombre. Esta doctrina del pecado original es demasiado humillante para el orgullo del hombre como para ser recibida sin reproche, y la oposici�n profundamente arraigada a ella es una prueba de su verdad.

�A qui�n le gusta que le digan que por naturaleza es totalmente corrupto y que no tiene vida espiritual? El cristianismo es la gran potencia civilizadora en el mundo de hoy, pero en los pa�ses m�s cristianizados hay amplia evidencia de la prevalencia universal del pecado. No hay esperanza para el mundo en s� mismo. Cuando Ezequiel mir� hacia el valle de la desolaci�n, Dios le dijo: "Hijo de hombre, �vivir�n estos huesos?" y �l respondi�: �Oh Se�or Dios, t� lo sabes.

"Preguntamos:" �Es posible que los millones de nuestra raza ahora en la ignorancia del Evangelio, en la oscuridad sobre un estado futuro, sin haber escuchado nunca del �nico camino de salvaci�n, sean iluminados y todos llevados al fin a adorar al mismo? Se�or y confiar en el mismo Salvador que nosotros mismos? " Miramos a nuestro alrededor: vemos que en una tierra cristiana, como la nuestra, las masas de nuestros semejantes, con todas las ventajas espirituales que poseen, descuidan la salvaci�n y tratan el Evangelio como si fuera una f�bula ingeniosamente ideada.

"�Pueden vivir estos huesos secos?" No pueden salvarse a s� mismos; son impotentes para procurarse la vida espiritual. Visto desde un punto de vista humano, el trabajo es una imposibilidad. Para Aquel que cre� un mundo de la nada, no hay imposibilidad de restaurar a la vida, ya sea un muerto en pecados o un muerto en cuerpo. Sea nuestro seguir las instrucciones de la Divina Providencia y esperar pacientemente el ejercicio del omnipotente poder de Dios.

II. El texto nos presenta una ilustraci�n de la instrumentalidad humana que Dios generalmente emplea en la obra de dar vida a los muertos en pecados; la predicaci�n del evangelio. A Ezequiel se le orden� profetizar a los huesos y decir: "Huesos secos, o�d la palabra del Se�or". Por tanto, parece que los huesos secos eran sujetos aptos para la profec�a. Pod�an escuchar la Palabra de Dios y entenderla.

Recordando que los huesos secos representaban principalmente a la naci�n jud�a, vemos la propiedad del mandato. Y tomando los huesos secos como representantes de la familia humana, vemos una propiedad igual en la visi�n. Nuestro negocio es el comando, no los resultados. Debemos usar los medios y dejar que Dios los prospere. El de Ezequiel fue un mensaje de vida (vers�culos 5, 6). El Evangelio es un mensaje de vida.

Se nos dice que vayamos y prediquemos a toda criatura. Esta predicaci�n ha sido el instrumento humano empleado principalmente. Sin embargo, el cristianismo triunf� sobre las religiones de las paganas Grecia y Roma; reemplaz� las filosof�as sutiles y las idolatr�as antiguas de Oriente; destruy� el culto de los b�rbaros galos y alemanes, y de los salvajes salvajes del norte y este de Europa, y desde entonces ha mantenido su dominio.

Sin embargo, el mundo todav�a habla de la insensatez de la predicaci�n y se maravilla de que medios tan simples logren resultados tan grandiosos. Dejemos que la gente diga lo que quiera, el poder del p�lpito es el mayor de los instrumentos humanos empleados para lograr la conversi�n del mundo. La prensa no puede reemplazarlo y nunca lo har�; porque en la voz viva de un hombre que simpatiza con su misi�n y que arde por salvar almas, hay un poder que la p�gina sin vida nunca podr� ejercer.

Es una instituci�n divinamente designada. Dios lo honra. En este valle de visi�n, hubo un profeta encargado de declarar la voluntad de Dios. Ahora es diferente. Uno era suficiente entonces para que se hiciera el trabajo. Pero el mandato de predicar el evangelio de Cristo fue dado a todos sus disc�pulos. Ezequiel estaba preparado para entregar su mensaje, y habr�a sido un pecado grave en �l rehusarse a hacerlo. As� que ahora los disc�pulos de Cristo, que est�n llamados a predicar su Evangelio, est�n preparados para su trabajo.

Dios da dones f�sicos, mentales y espirituales a sus siervos. Ezequiel ten�a el mensaje que deb�a entregarle, y no se atrevi� a anunciar ning�n otro. Si lo hubiera hecho, el castigo de Dios se habr�a merecido abundantemente, y se habr�a infligido r�pidamente, y no habr�a habido resurrecci�n del ej�rcito. Y si un predicador predica cualquier otro Evangelio que el de �Cristo crucificado�, no solo se expone al castigo de la infidelidad en un asunto de tan trascendente importancia, sino que tampoco servir� para salvar almas.

Son muchas las formas en que los siervos de Dios, comisionados divinamente para predicar el Evangelio, realizan su tarea. Cada uno por s� mismo debe dar cuenta a Dios de la forma en que ha cumplido su comisi�n, y debe cumplir con su deber sin ser conmovido por los ce�os fruncidos o el favor de los hombres. No todos son eruditos como Apolos, o celosos como Pablo, o amorosos y persuasivos como Juan en la vida posterior. Como la diversidad en el plumaje de las tribus emplumadas; como la variedad en las tonalidades de las flores; como la variaci�n perpetua en las formas de las nubes fugaces, as� es la variedad infinita en los dones y maneras de los predicadores del Evangelio comisionados por Dios. Mientras Dios sea due�o de las labores de sus siervos, estemos al margen y no murmuremos contra sus embajadores.

III. El texto nos presenta una visi�n de la agencia divina empleada en la obra de dar vida a los muertos en sus delitos y pecados: el poder del Esp�ritu Santo. �Cu�l fue el resultado de la profec�a de Ezequiel (vers�culos 7, 8)? Ezequiel pudo profetizar, pero todas sus profec�as no pudieron darles vida. El cambio que se hab�a logrado no fue hecho por las profec�as de Ezequiel, sino por el poder de Dios.

Por lo tanto, fue el poder del Esp�ritu Santo el que hizo que ese ej�rcito de hombres muertos viviera. De manera similar, cuando los siervos de Dios predican el mensaje del Evangelio a los espiritualmente muertos a su alrededor, sienten su total impotencia para avivarlos a la vida espiritual. As� como los cuerpos de la visi�n de Ezequiel ten�an la forma de seres vivientes antes de que el aliento entrara en ellos, los hombres pueden ser como cristianos en su comportamiento exterior, pero carecen de su vida espiritual.

Dar esto es obra del Esp�ritu. Oh, reconozcan el poder del Esp�ritu, Tercera Persona en la Sant�sima Trinidad. Toda la predicaci�n del mundo ser� in�til para dar vida espiritual a una sola alma a menos que �l ejerza su poder. No conf�es en el predicador, quienquiera que sea, sino en el Esp�ritu. Ya en respuesta a la oraci�n fiel, el Esp�ritu ha descendido, y las almas muertas han sido vivificadas, y son un ej�rcito para Cristo haciendo Su obra. Porque la visi�n de Ezequiel mostr� que los muertos cuando resucitan se convierten en un ej�rcito viviente.

Se les dio la vida para que pudieran luchar contra los enemigos de Dios y someterlos: no deb�an simplemente disfrutar de la vida ellos mismos. Y cuando por la obra del Esp�ritu Santo, los pecadores son llevados a confiar en Jes�s y ganar vida espiritual; son a la vez soldados eficaces para Cristo y capaces de guiar a otros a servir bajo el mismo Rey bondadoso. ( TD Anderson, BA )

El valle de los huesos secos

En las galer�as de Versalles la historia de Francia est� escrita en color. Pasando de corredor en corredor, el observador lee en esas p�ginas ilustradas de los siglos, la fortuna de las ideas, las instituciones y las dinast�as. Es un m�todo de ense�anza impresionante. Muchos pasajes de las Escrituras son maravillosos ejemplos de escritura en color. La verdad no se ense�a en f�rmulas �ridas, sino que se refleja en la mente a partir de una par�bola, un s�mbolo o una imagen.

La inspiraci�n es el arte m�s elevado. �Qui�n pinta la verdad como Dios? Zarza ardiente, columna de fuego y nube, visiones de patriarcas y profetas, esplendores del monte de la Transfiguraci�n, lienzo llameante del Apocalipsis, �qu� hay que iguale a estas l�neas del l�piz divino? El pasaje que tenemos ante nosotros es uno de estos bocetos en color de inspiraci�n. Est� claro que Dios dise�� para ense�ar al Israel desolado, mediante esta visi�n, tres cosas.

1. Que hab�a esperanza para ellos. A juicio de los hombres, no ten�an ayuda. Fueron completamente destruidos, su tierra devastada, su capital derrocada, ellos mismos cautivos en Babilonia. �D�nde en el horizonte hab�a un rayo matutino de promesa? Dios todav�a viv�a. Dios no hab�a sido llevado al cautiverio, y "en el Se�or Jehov� hay fuerza eterna".

2. La lecci�n de la desconfianza en uno mismo. No pudieron librarse por s� mismos. Las cabezas m�s sabias entre ellos podr�an planear, los conspiradores m�s audaces podr�an planear, pero de nada servir�a. Aquellos huesos blanqueados en el valle eran el s�mbolo de la impotencia absoluta.

3. Total dependencia de Dios. Era la Palabra del Se�or, ante cuya expresi�n los huesos se convert�an en huesos y se cubr�an de carne. Fue la Palabra del Se�or, a cuyo mandato la inspiraci�n de la vida entr� en los cuerpos inm�viles y transform� el valle de la sepultura en un anfiteatro atestado de una multitud de hombres valientes. La esperanza de Israel era el Dios de Israel. La historia de Israel era un microcosmos, la historia del mundo en tipo y miniatura.

Los principios sobre los que Dios gobern� a esa gente, son los principios sobre los que gobierna la raza. Sus argumentos, apelaciones e instrucciones para ellos son para todos los hombres y para todos los tiempos. Este es un mundo perdido. Muchos consideran que esa declaraci�n es injustificable. �Qu� maravillosa es la marcha de nuestra civilizaci�n moderna! �C�mo caza y subsidia las fuerzas ocultas de la tierra, el mar y el cielo, c�mo aniquila la distancia y acelera el tr�nsito del pensamiento humano! �Qu� cambios ben�ficos ha producido en ideas e instituciones! Pero hay otro lado del asunto.

Es un hecho universalmente confesado que existe una gran cantidad de inercia moral y espiritual, que el llamado progreso de la raza no supera, ni disminuye sensiblemente. La humanidad se hace m�s grande, en lugar de mejorar. No existe una correspondencia equilibrada entre la inteligencia creciente y la rectitud creciente de la raza. El intelectual supera al avance moral. Los descubrimientos de la curiosidad superan en n�mero y superan las acumulaciones de car�cter.

1. Que los recursos humanos resultar�n ineficaces. No ha habido escasez de esfuerzos para recuperar el mundo, por parte de los hombres buenos. Lo m�ximo que el esfuerzo humano puede abarcar en este asunto es la reforma, y ??lo que necesita un mundo perdido es una reconstrucci�n. La reforma altera la forma, pero no la naturaleza de las cosas. La sabidur�a del hombre no ha encontrado todav�a la forma de renovar a la humanidad.

2. El instrumento a utilizar es la predicaci�n del Evangelio. Como cuesti�n de historia, la predicaci�n del Evangelio ha demostrado ser el m�todo m�s eficaz para llegar a un mundo perdido. La peque�a compa��a de los ap�stoles, mediante la simple proclamaci�n de Cristo y la resurrecci�n, asest� el golpe de gracia a la superstici�n griega y romana, atrincherada en la fortaleza de los siglos. Cirilo y Cris�stomo trasladaron dos continentes con su mensaje. La tierra tiembla con el paso de los millones que se est�n reuniendo al llamado del Evangelio. En las selvas de la India, bajo la sombra de la gran muralla de China, en el Jap�n abarrotado y ansioso.

3. El agente eficiente es el Esp�ritu de Dios. Las reliquias blanqueadoras se convirtieron en cuerpos de hombres, pero "no hab�a aliento en ellos". Hay una cierta medida de influencia en la simple expresi�n y el reconocimiento de las afirmaciones de la verdad divina. Los gobiernos cristianos, las instituciones cristianas, la �tica cristiana son el resultado de la soberan�a confesada de las ense�anzas del Evangelio. Pero este no es el �ltimo poder del Evangelio de Cristo.

S�lo cuando, y s�lo cuando el Esp�ritu de Dios "toma las cosas de Dios y las muestra a los hombres", se producen maravillosas transformaciones en la naturaleza y el car�cter. Ninguna elocuencia magistral, ning�n conocimiento exhaustivo pueden ocupar Su lugar. "Pablo puede plantar y Apolos regar, pero Dios da el crecimiento". La consolidaci�n de todas las agencias humanas es comparativamente inoperante en la obra de renovaci�n del hombre y elevaci�n a la vida espiritual.

Es "no con ej�rcito, ni con fuerza, sino con mi Esp�ritu, dice el Se�or". Debemos preocuparnos menos por nuestra grandeza intelectual y m�s por nuestra aptitud para ser instrumentos, a trav�s de los cuales y con los cuales el poder divino puede trabajar.

Vale la pena se�alar ciertas ense�anzas inferenciales de este pasaje.

1. Algunos de los m�todos por los cuales las iglesias y las escuelas sab�ticas se esfuerzan por aumentar su influencia son d�biles y malvados. Est� en juego el bienestar eterno, y lo bello, lo sociable, el concierto, el drama no pueden elevar a los hombres "muertos en delitos y pecados" a "vida nueva en Cristo Jes�s".

2. El pasaje est� lleno de aliento para los obreros cristianos. Los espiritualmente muertos no est�n fuera de su alcance. El mismo poder que pobl� ese valle silencioso con huestes de hombres incondicionales, que transform� al blasfemo Saulo en un Pablo ferviente, est� a su disposici�n.

3. El resultado general y concentrado de esta porci�n de la Escritura es instar a todos los que trabajan para Dios a confiar completamente en Dios. El Esp�ritu invencible, si es por nosotros, �qui�n contra nosotros? ( Sermones del Monday Club ) .

La visi�n de Ezequiel

I. Una descripci�n sorprendente del estado religioso del mundo pagano.

1. Las personas que fueron objeto de esta visi�n prof�tica est�n representadas como muertas. Estar muerto es estar en un estado que despierta resentimiento y simpat�a. Perder la imagen de Dios es morir; porque as� como la muerte destruye la forma humana, el pecado destruye la verdad, la santidad y el amor, en los que consiste la imagen de Dios en el hombre. Este es el infeliz caso de los paganos. El mundo pagano est� judicialmente muerto, bajo la ira y la maldici�n del Dios Todopoderoso.

Para contrarrestar los sentimientos generosos y detener el torrente de la piedad en su misma fuente, somos conscientes de que la doctrina de la seguridad de los paganos ha sido afirmada con confianza. La verdadera pregunta est� entre esas personas que a menudo se equivocan. No es, si es posible que los paganos se salven, - lo que concedemos: pero esa circunstancia prueba que el estado actual del mundo pagano es m�s peligroso que si no se pudiera probar tal posibilidad; porque la posibilidad de su salvaci�n los muestra indiscutiblemente como sujetos de un gobierno moral y, por lo tanto, sujetos a un castigo agravado en caso de desobediencia. La verdadera pregunta es: �Son los paganos, inmorales e id�latras como son, realmente seguros?

2. El n�mero de los muertos forma otra parte del cuadro, "el valle estaba lleno de huesos". Los muertos por el pecado son innumerables. El valle, a medida que lo trazamos, parece abarcar una extensi�n ilimitada y, sin embargo, �est� lleno en todas partes! Toda la tierra es ese valle. �D�nde est� el pa�s donde la transgresi�n no acecha con una actividad audaz y destructiva? donde no ha cubierto y contaminado el suelo con sus v�ctimas? Si nos volvemos hacia el este, los valles poblados de Asia se extienden ante nosotros; pero poblado con quien? �Con los muertos! S�lo ese cuarto de la tierra presenta quinientos millones de almas, salvo contadas excepciones, sin Dios, salvo dioses que sancionen el vicio; sin sacrificio, salvo los sacrificios de insensatez y sangre.

3. Al n�mero de los muertos, el profeta a�ade otra circunstancia: �no fueron enterrados�: los efectos destructivos del pecado, los tristes estragos de la muerte, yac�an expuestos y abiertos al sol. Tan abierta y expuesta ha sido la incredulidad y las blasfemias de los jud�os, y la idolatr�a y los vicios de los gentiles.

4. El profeta cierra su descripci�n agregando que "los huesos estaban muy secos". Bajo esta fuerte figura se representa la desesperanza de su condici�n. As�, a los jud�os, introducidos en el vers�culo II, se les hace decir: "Nuestros huesos se secaron, nuestra esperanza se perdi�"; y el estado de los paganos debe, al menos, ser igualmente desesperado. En lo que respecta a los meros medios humanos y las probabilidades humanas, "no hay esperanza". Por s� mismos es seguro que no hay ninguno.

II. Los medios por los que se efectuar� su resurrecci�n m�stica: "Profetiza sobre estos huesos", etc.

1. Esta direcci�n da a entender que el ministerio de la Palabra es el gran medio designado por Dios para la salvaci�n del mundo. Otros han buscado la mejora de la raza humana a partir del progreso de la ciencia. Otra clase de especuladores esperar�a hasta que las guerras y revoluciones hayan roto los viejos sistemas de despotismo e introducido la libertad pol�tica, antes de que se tomen los medios para difundir el Evangelio. Aqu� hay otro intento de construir la pir�mide sobre su punta. En vano los hombres esperan libertad sin virtud.

2. Las palabras pueden considerarse como un mandato a los ministros del Evangelio. Pero, �a qui�n va dirigido el mensaje? �Solo para misioneros? No; sino a todos los que son llamados a "predicar entre los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo".

3. El mandato "Profetizar" no solo respeta a los ministros, sino tambi�n a usted, que tiene una posici�n privada en la Iglesia. En la sociedad de los cristianos, la obra particular de cada miembro es su propia salvaci�n; pero tiene un deber para con todo el cuerpo, que es promover, por todos los medios a su alcance, el fin com�n de la asociaci�n. Ese objetivo com�n es "poner fin a la iniquidad de los imp�os y establecer al justo".

III. La profec�a expresa el �xito seguro que deber�a seguir a la aplicaci�n de los medios designados. Estamos comprometidos con una causa indudable: el reino de Cristo debe prevalecer; y la Palabra que le ha dado a los paganos por herencia est� �para siempre en los cielos�. Nuestra confianza descansa

1. Sobre el poder del Evangelio. No debemos considerar el Evangelio como un mero sistema de doctrinas, deberes y esperanzas, ofrecidos fr�amente a la raz�n de la humanidad. Es este sistema, pero es m�s; es la fuente de una influencia divina que se ejerce sobre las facultades de quienes la escuchan. La Palabra nunca se env�a sin su Autor. �Id y predicad mi evangelio, y he aqu� que yo estoy con vosotros�. La misma uni�n subsiste entre el Esp�ritu y la Palabra.

2. Nuestra confianza en el �xito seguro del Evangelio se basa tambi�n en la experiencia. El cristianismo no es una novedad; y su eficacia no se pondr� ahora, por primera vez, a prueba de experimentos. Es ese poderoso y Divino instrumento que durante siglos se ha utilizado con glorioso �xito en la causa de Dios y la verdad.

3. La profec�a confirma la certeza del �xito. ( R. Watson. )

El valle de los huesos secos y el verdadero predicador

I. Este predicador ten�a una excelente iglesia para predicar. Est� en "en medio del valle". El verdadero predicador de Cristo tiene naturaleza abierta para su templo. No necesita estar confinado a los edificios de las manos del hombre o atado a los convencionalismos de la sociedad. Dondequiera que est�n los hombres, en el valle, en las colinas, en la orilla del mar, en la carretera principal o en el mercado, puede abrir su misi�n, puede transmitir su mensaje. As� predicaron Cristo y sus ap�stoles.

II. Este predicador ten�a una congregaci�n conmovedora a la que dirigirse. El valle estaba lleno de huesos, "muchos y muy secos". Las almas no regeneradas son como cad�veres en muchos aspectos.

1. Son las criaturas del exterior. Si bien hay vida en el cuerpo humano, �ste tiene el poder de apropiarse de lo externo para su propio uso; pero cuando la vida se ha ido, los elementos externos lo convierten en su deporte. Es as� con las almas no regeneradas. Son las criaturas de las circunstancias.

2. Son repugnantes a la vista. El cuerpo humano que es bello en la vida se vuelve tan ofensivo en la muerte, que el amor busca un lugar para enterrarlo fuera de la vista. Las almas no regeneradas son repugnantes a los ojos de todos los que est�n verdadera y espiritualmente vivos.

III. Este predicador ten�a un serm�n divino que dar.

1. Apel� a su auditivo muerto. Esto mostr� su fuerte fe en Dios. Su propia raz�n le sugerir�a lo absurdo de su trabajo, pero confiaba en Dios.

2. Apel� al cielo. �Ven de los cuatro vientos, oh aliento�, etc. Del cielo vino el poder, y ese poder lo invoc� con toda la seriedad de su naturaleza. As� ocurre con el verdadero predicador de Cristo. Sus palabras ser�n impotentes a menos que el Esp�ritu poderoso las haga poderosas.

IV. Este predicador tuvo maravillosos resultados de los que testificar.

1. Los resultados fueron para lo que trabaj�. Los esfuerzos que realiz� fueron para la reanimaci�n, y lleg� la reanimaci�n. Todo verdadero predicador obtendr�, hasta cierto punto, aquello por lo que trabaja con seriedad.

2. Los resultados se desarrollaron gradualmente. Aqu� est�&mdash

(1) Movimiento: huesos en movimiento.

(2) Organizaci�n: huesos tejidos y cubiertos de carne.

(3) Vitalidad: la organizaci�n animada.

(4) Esfuerzo - se puso de pie "un gran ej�rcito".

Debajo de todo verdadero predicador, el trabajo en una congregaci�n se desarrolla de esta manera. ( Homilista. )

La visi�n de los huesos secos

I. La representaci�n que se nos da en esta visi�n de la condici�n moral de nuestro mundo. Huesos, huesos secos, huesos insepultos, muchos de ellos, �qu� multitud de pensamientos sugestivos parece evocar esta imagen! Un hueso, �a qui�n le gusta mirar esta deshonrada reliquia de la vida? �Qu� retroceso sienten la juventud y la belleza cuando se les dice que "a esta tez deben llegar por fin"! Pero los huesos que vio el profeta fueron, seg�n nuestra interpretaci�n espiritual, a�n m�s dolorosos de contemplar; representaban los huesos, no de un cuerpo muerto, sino, por as� decirlo, de un alma muerta, miembros dispersos de la parte inmortal: la imagen de Dios desfigurada, corrompida, quebrada en polvo y fragmentos.

Adem�s, para completar el cuadro de muerte y desolaci�n, el profeta agrega, "y estaban muy secos". No solo hab�an permanecido mucho tiempo en este estado, estaban blanqueados y desmoronados al sol, y todo vestigio de lo humano hab�a desaparecido. La aplicaci�n de esto se encuentra en la superficie. Dios nos hizo hombres, pero el pecado nos ha convertido en esqueletos. Observe, adem�s, que la visi�n parece apuntar a la total desverg�enza del estado inconverso.

Los huesos estaban en un valle abierto o champa�a. Puede haber quienes pecan en secreto, quienes defraudan y saquean por medio de libros de contabilidad cerrados y secretos, quienes inventan sus enga�osos planes en c�maras oscuras como el sepulcro sin sol y sin frecuentar; pero los muchos apenas se preocupan por ocultar su iniquidad, dejan el aliento pest�fero de la corrupci�n para subir desde el valle, y parecen gloriarse en su verg�enza.

�Y con qu� desverg�enza camina el vicio por nuestras calles, y la mentira entra en nuestro comercio, y las bromas pecaminosas y necias deshonran nuestros entretenimientos, y la oferta de excursiones baratas afrenta las santidades del d�a santo de Dios! Y se justifican los que hacen tales cosas. Incluso el ocultamiento, ese homenaje que los hombres malos rinden a la divinidad de la virtud, se considera innecesario. �Est�n muertos en delitos y pecados�, y desean que nadie los entierre fuera de nuestra vista.

Otro espect�culo l�gubre que exhibe la visi�n de la muerte espiritual que reina a nuestro alrededor es su universalidad. No es s�lo en medio del valle, en la multitud de ciudades, y en la agitaci�n febril de las cortes, los lugares frecuentados por la disipaci�n, o en medio de las familias de los desterrados, donde nos encontramos con estas reliquias de la corrupci�n espiritual. Dondequiera que pasemos, con el profeta, por ah�, en el retiro del pueblo, en la reclusi�n del claustro, en las tranquilas intimidades de las relaciones familiares y dom�sticas, el dulce Auburn, el poderoso Londres, todo es uno, all� no es una casa en la que no haya un muerto.

II. Los medios a emplear para la recuperaci�n del mundo de su condici�n espiritualmente muerta. ��Pueden vivir estos huesos secos? �Puede su fe comprender el gran hecho de que estos huesos se conviertan en hombres? " Y la respuesta que devolver�a el abatido hombre de Dios, ser�a en esencia la respuesta de Ezequiel: "Oh Se�or Dios, t� lo sabes". �A juzgar por los resultados pasados, a juzgar por las evidencias presentes, a juzgar por cualquier est�ndar de probabilidad humana, deber�a decir que estos huesos seguir�n siendo huesos.

No veo esperanza ni se�al de vida entre ellos. Toda forma de incentivo moral falla. Observe aqu�, el ministerio de la Palabra es la gran agencia de Dios para la conversi�n del mundo. Los d�as en que vivimos son f�rtiles de expediente, proyecto y pensamiento audaz. Cada sol que sale encuentra mil mentes ocupadas planeando e ideando algo para el bien de la humanidad. La vocaci�n del fil�ntropo es absolutamente exagerada; y mediante la educaci�n, el cultivo del gusto por las artes, la reducci�n de las labores de los hijos del trabajo y las puertas abiertas para el criminal arrepentido, los reformatorios, los dormitorios, las penitenciar�as y las escuelas industriales, todo el mundo tiene su plan para reparar el mundo actual. condici�n.

En medio de esta multitudinaria colecci�n de remedios humanos, todos buenos a su manera, sin embargo, es un gran reposo para la mente solo para ver cu�l es el remedio de Dios. No interfiere con nuestra maquinaria social, nuestro comercio, nuestra ciencia, nuestra filantrop�a o nuestras leyes; todo esto puede continuar como antes; pero tiene Su propia cura para los des�rdenes morales de la humanidad; y donde esa cura se pierde de vista, Dios no bendecir� a nadie m�s.

Y es decir, profetizar sobre estos huesos y decirles: "�Huesos secos, o�d la palabra del Se�or!" Y en esta parte de la visi�n, el ministro de Dios encuentra su lecci�n: tiene una preferencia perdonable por los grandes campos de trabajo prometedores. Es cierto que debe ir a donde lo env�en, pero no elegir�a un valle de huesos si pudiera obtener un auditivo de los seres vivos. Pero el tenor de su comisi�n es: �Predica a los m�s ignorantes, oscuros y desesperados; hablar con los muertos; incluso en el lugar de las tumbas y en la boca misma de las tumbas; profetiza sobre estos huesos.

�Tampoco debemos ser narradores de cosas suaves cuando profetizamos, para evitar llamar a las personas por sus nombres correctos y dirigirnos a muchos de ellos como espiritualmente muertos; porque ven all� las propias instrucciones de Dios al predicador: "Diles: Huesos secos, o�d la palabra del Se�or". Y esta es nuestra confianza cuando hablamos: que es la palabra del Se�or.

III. El �xito que acompa�ar� al uso de todos los medios celestiales para la conversi�n de las almas. No podemos dejar de observar aqu� c�mo, bajo cada dispensaci�n, los muertos y los desesperados son los objetos del cuidado del Todopoderoso. Son los tentados entre los disc�pulos, los cargados entre los pecadores, los que lloran entre los pr�digos; es entre los juncos los m�s lastimados, y entre los huesos los "muy secos", donde la misericordia encuentra ocasi�n para sus manifestaciones m�s tiernas y brillantes.

Veamos este principio actuado en la visi�n. Hubo un ruido y un temblor. Para dos de las tres interpretaciones propuestas de la visi�n sugeridas al principio, estos efectos parecen bastante aplicables. Por tanto, no podemos tener ninguna dificultad en imaginar que una gran conmoci�n pol�tica deber�a suscitarse con la primera proclamaci�n de Ciro para el regreso de los jud�os a su propia tierra; mientras que para la otra interpretaci�n, o la que aplica la visi�n a la resurrecci�n del cuerpo, tenemos la confirmaci�n posterior del Nuevo Testamento, que los cielos pasar�n con gran estruendo y los poderes del cielo ser�n conmovidos.

Pero, �qu� idoneidad tienen estos t�rminos para nuestra interpretaci�n espiritual? Mucho en todos los sentidos. No hay resurrecci�n a la vida espiritual, ya sea en una naci�n, en una familia o en un alma individual, sin un ruido y un temblor. S�, los carros del Redentor nunca han sido carros silenciosos. Hubo un ruido en Judea cuando Juan predic� el bautismo de arrepentimiento; hubo un ruido en Atenas cuando Pablo predic� las doctrinas de la resurrecci�n; Hubo un ruido en �feso cuando los artesanos vieron el peligro que amenazaba sus santuarios de plata.

�Y no hay a menudo un ruido en las familias cuando la profec�a apenas comienza a surtir efecto, cuando alg�n miembro solitario de una casa sale del resto, y con un alto desprecio por los resultados, decide echar su suerte con el pueblo? �de Dios? Preg�ntense, �alguna vez han sido sacudidos de estos cimientos arenosos e inestables sobre los que tantos est�n construyendo su casa inmortal? �Ha sido usted sacudido de esos credos huecos y no b�blicos que son la �nica respuesta que muchos tienen que dar a los temores de la muerte, los terrores de la tumba y la dura acusaci�n que se preferir� contra ellos en el �ltimo d�a? O, por �ltimo, �alguna vez han sentido un temblor en ustedes mismos? �Has sabido alguna vez lo que es tener el coraz�n para hundirse y las rodillas para herir, �Y la lengua vacila a causa de la opresiva sensaci�n del peligro y la urgente necesidad de tu alma? Si es as�, tenga buen �nimo; en ese momento hubo un temblor en ti, los huesos comenzaban a moverse y la carne comenzaba a brotar, y sobre el rostro de tu alma regenerada el Esp�ritu de Dios se mov�a y te impart�a los primeros alientos de vida espiritual.

IV. La �ltima escena de este imponente espect�culo. Vea en este rasgo de la visi�n del profeta, un tipo de esa etapa de interrupci�n en la vida cristiana, en la que todas las formas externas de piedad se mantienen sin ninguna experiencia creciente de su poder; viviendo, de hecho, en forma, pero sin aliento en ellos. Viendo que no hab�a aliento en estas formas resucitadas, la voz dijo a Ezequiel: �Profetiza al viento, profetiza, hijo de hombre, y di al viento: As� ha dicho Jehov� el Se�or; Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos para que vivan.

As� que profetic� como me hab�a mandado, y el aliento entr� en ellos, y vivieron y se pusieron de pie, un ej�rcito sumamente grande �. Queremos m�s aliento en nuestro cuerpo, m�s de lo que distingue al esqueleto del hombre y al aut�mata religioso de la cosa de la vida, y esto s�lo se obtendr� profetizando al viento; por todos y cada uno en la iglesia y en sus aposentos ofreciendo esa ferviente petici�n: "Ven, oh aliento, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, para que vivan". ( D. Moore, MA )

La visi�n de los huesos secos

Como muchas otras visiones anteriores y posteriores, est� en parte moldeada por las circunstancias de la �poca. Los horrores de la invasi�n caldea, que hab�a resultado en llevar al pueblo jud�o a Babilonia, a�n estaban frescos en la memoria de los hombres. En muchos valles, en muchas laderas del sur de Palestina, la trayectoria del ej�rcito invasor a medida que avanzaba y se retiraba habr�a estado marcada por los huesos del campesinado inofensivo pero asesinado.

En un trabajo escrito hace algunos a�os, el Sr. Layard ha descrito una escena de este tipo en Armenia, un valle de las tierras altas, cubierto por los huesos de la poblaci�n cristiana que hab�a sido saqueada y asesinada por los kurdos. Ezequiel, envuelto en un �xtasis espiritual, fue depositado en un valle que estaba lleno de huesos. Pero, �qu� debemos entender por los huesos secos de la visi�n de Ezequiel? Esta es claramente una imagen de una resurrecci�n, no, de hecho, de la resurrecci�n general, porque lo que vio Ezequiel fue claramente limitado y local, pero al mismo tiempo es una muestra de lo que ocurrir� en la resurrecci�n general.

Se puede insistir en que esta representaci�n se explica actualmente para que se refiera a algo bastante distinto, a saber, la restauraci�n del pueblo jud�o de Babilonia y, por lo tanto, que lo que pas� ante los ojos del profeta no ten�a por qu� haber sido considerado por �l como algo m�s que un imaginario. o incluso un acontecimiento imposible destinado a simbolizar un acontecimiento venidero. Pero si este fuera el caso, la visi�n, hay que decirlo, estaba muy mal adaptada al prop�sito propuesto.

El hecho es que la forma de la visi�n de Ezequiel, y el uso popular que Ezequiel hizo de ella, muestra que en esta fecha la idea de la resurrecci�n del cuerpo no podr�a haber sido ajena a los puntos de vista religiosos. Si hubiera sido as�, la visi�n de Ezequiel se habr�a vuelto en su contra. La restauraci�n del cautiverio se habr�a pensado m�s improbable que nunca si la medida de su improbabilidad se encontrara en una doctrina en la que a�n no se hab�a cre�do el pueblo de la revelaci�n.

Sabemos, de hecho, por sus propias escrituras, que los jud�os hab�an tenido durante muchos siglos vislumbres m�s o menos distintos de esta verdad. Hace mucho tiempo, la madre de Samuel pod�a cantar que el Se�or baja al sepulcro y levanta, y Job pod�a estar seguro de que aunque los gusanos destruyeran su cuerpo en su carne, �l ver�a a Dios; y David, hablando por un Ser Superior que �l mismo, sabe que Dios no dejar� Su alma en el infierno ni permitir� que Su Santo vea corrupci�n; y Daniel, contempor�neo de Ezequiel o casi, prev� que muchos que "duermen en el polvo de la tierra se despertar�n, algunos para vida eterna, y otros para verg�enza y desprecio eterno", y m�s tarde llora la valerosa madre de los siete m�rtires macabeos a sus hijos moribundos que �el Creador del mundo, que form� las generaciones de los hombres y pens� en el principio de todas las cosas,

Indudablemente, exist�a entre los jud�os una cierta creencia en la resurrecci�n del cuerpo, creencia que esta misma visi�n debe haber representado y confirmado a la vez. La visi�n de Ezequiel, entonces, puede recordarnos lo que Cristo nuestro Se�or nos ha ense�ado una y otra vez en Sus propias palabras sobre la resurrecci�n del cuerpo. Pero su ense�anza de ninguna manera termina con esto. Porque los huesos secos de la visi�n de Ezequiel bien pueden representar las condiciones de las sociedades de los hombres en momentos particulares de su historia, la condici�n de las naciones, de las iglesias, de las instituciones menos importantes.

De hecho, Ezequiel no tuvo ninguna duda sobre el significado divinamente intencionado de su visi�n. Los huesos secos eran im�genes de lo que la naci�n jud�a cre�a ser, como consecuencia del cautiverio en Babilonia. Todo lo que quedaba de �l podr�a compararse mejor con los huesos de los jud�os que hab�an sido masacrados por el invasor caldeo y que blanquearon las laderas de Palestina. �Me dijo: Estos huesos son toda la casa de Israel; he aqu�, dicen: Nuestros huesos se secaron, y nuestra esperanza se perdi�; estamos aislados.

Ciertamente, en el cautiverio poco qued� de Israel m�s all� del esqueleto de su antiguo yo. Estaban los libros sagrados, hab�a descendientes reales de la raza de Jacob, hab�a sacerdotes, hab�a profetas, estaba el antiguo hebreo y el idioma sagrado a�n no completamente corrompido en caldeo, hab�a preciosas tradiciones de los �ltimos d�as de Jerusal�n, estos eran los huesos secos de lo que hab�a sido antes.

No hab�a nada que los animara, yac�an en el suelo del paganismo, estaban separados unos de otros como si estuvieran completamente desconectados. Para el pueblo cautivo, Babilonia no era simplemente un valle de huesos secos, sino que social y pol�ticamente era fatal para la vida corporativa de Israel: "As� dice el Se�or Dios: He aqu�, pueblo m�o, abrir� tus tumbas". Y esto es lo que realmente sucedi� en la restauraci�n de los jud�os de Babilonia.

Cada una de las promesas de la visi�n de Ezequiel se cumpli�. Los restos de la historia pasada, sus libros sagrados, sus sacerdotes, sus profetas, sus leyes, sus grandes tradiciones, sus espl�ndidas esperanzas, estos una vez m�s se movieron en el alma de la naci�n como con el movimiento de revivir la vida. Fue una restauraci�n maravillosa, casi �nica en la historia, si no del todo. Lo vemos en progreso en el Salmo 119, que sin duda pertenece a este per�odo, que exhibe la lucha ascendente de un alma sincera y hermosa en el primer amanecer de la resurrecci�n nacional, y leemos de su finalizaci�n en los libros de Esdras y Nehem�as. ; se complet� cuando el Templo, el centro de la vida espiritual y nacional, fue completamente reconstruido,

Y algo del mismo tipo se hab�a visto en porciones de la Iglesia cristiana. En conjunto, sabemos que la Iglesia de Cristo no puede fallar, las puertas del infierno no prevalecer�n contra ella; pero las iglesias particulares pueden fallar en sus diferentes grados: iglesias nacionales, iglesias provinciales, iglesias locales. Estas, como las siete iglesias en Asia, que son una advertencia para todas las edades de la cristiandad, pueden experimentar sus diversos grados de corrupci�n y ruina y la insensibilidad moral que precede a la muerte.

Y algunos de nosotros podemos haber notado una resurrecci�n similar en alguna instituci�n, ni como definida como una iglesia ni tan amplia o inclusiva como una naci�n, en una escuela, una universidad, un hospital, un edificio caritativo, una empresa. Es la creaci�n, es la reliquia de una �poca lejana, es magn�fico en su pintoresquismo, solo le falta nada m�s que vida. Persiste en estatutos que ya no se observan, observa ceremonias y costumbres que han perdido su sentido, se apega constantemente a una fraseolog�a que habla de un tiempo pasado y cuyo objeto ha sido olvidado.

Pero cierto es que en cada a�o sus miembros se re�nen, pasan por los usos habituales, se�alan su reuni�n, puede ser con espl�ndidos banquetes, con una oratoria dominante, pero en el fondo de su coraz�n saben que se est�n reuniendo en un valle de sequ�a. huesos. Las viejas reglas, usos, frases, vestidos, estos est�n esparcidos alrededor de ellos como los huesos de la visi�n de Ezequiel, una vida que una vez animada y vestida ha perecido hace mucho tiempo.

Por �ltimo, los huesos secos de la visi�n de Ezequiel pueden descubrirse, y no pocas veces, dentro del alma humana. Cuando el alma haya perdido el control de la verdad o la gracia, cuando haya dejado de creer o de amar todas las huellas de lo que alguna vez fue, no desesperes de inmediato. Hay supervivencias de la vieja vida creyente, fragmentos y esqueletos del antiguo afecto, fragmentos de l�gica descarriada que una vez crearon frases que expresan el sentimiento que una vez gan� a la oraci�n, puede permanecer en medio de la �rida desolaci�n de cada valle lleno de huesos secos el aspiraciones que no tienen un objetivo, las acciones que no tienen un fundamento real, ninguna consecuencia pr�ctica, las amistades que sentimos santas y que a�n se mantienen, los h�bitos que han perdido todo sentido, nos encontramos con escritores, conversadores, con historiadores,

"�Pueden vivir estos huesos?" �Pueden estas frases, estas formas, estos h�bitos y estas asociaciones que una vez fueron parte de la vida espiritual, pueden volver a convertirse en lo que fueron? Un hombre puede haber dejado de significar sus oraciones, sus oraciones pueden ser ahora solo los huesos secos de esa comuni�n c�lida y amorosa que una vez tuvo con su Dios, pero no dejes que por eso las entregue, no dejes que se rompa. con lo poco que queda de lo que fue la vida.

Es bastante f�cil condenar el h�bito, pero el h�bito puede ser el andamio que nos salva de una gran ca�da, el h�bito puede ser el arco que cruza un abismo que se abre entre una altura y otra en nuestro camino ascendente; el h�bito sin motivo es suficientemente insatisfactorio, pero el h�bito es mejor, mucho mejor que nada. Algunos de nosotros, al examinar los elementos marchitos de nuestra vida religiosa, no podemos evitar la pregunta que nos viene del cielo: "�Vivir�n estos huesos?" Nos parecen, incluso en nuestros mejores momentos, tan desesperadamente dislocados, tan secos, tan muertos, pero a esta pregunta la respuesta siempre debe ser: �Oh Se�or Dios, t� lo sabes.

�S�, lo sabe; �l ve, como vio en la antig�edad, en la tumba de L�zaro; �l ve como vio el interior de la tumba del Se�or Jes�s, por eso �l ve el interior de la cripta de un alma de cuya fe y amor s�lo quedan estos huesos secos, y sabe que la vida es posible de nuevo. ( Canon Liddon. )

La restauraci�n y conversi�n de los jud�os

I. Habr� una restauraci�n pol�tica de los jud�os. Israel ahora est� borrado del mapa de naciones; sus hijos est�n esparcidos por todas partes; sus hijas lloran junto a todos los r�os de la tierra. Pero ella ser� restaurada; ella ser� restaurada "como de entre los muertos". Ella va a ser reorganizada; sus huesos esparcidos ser�n reunidos. Habr� de nuevo un gobierno nativo; habr� nuevamente la forma de un cuerpo pol�tico; se incorporar� un estado y reinar� un rey.

�Te pondr� en tu propia tierra�, es la promesa de Dios para ellos. Caminar�n de nuevo sobre sus montes, se sentar�n una vez m�s debajo de sus vides y se regocijar�n debajo de sus higueras. Y tambi�n se reunir�n. No habr� dos, ni diez, ni doce, sino uno: un Israel alabando a un Dios, sirviendo a un rey, y ese �nico rey, el Hijo de David, el Mes�as descendiente. Tendr�n una prosperidad nacional que los har� famosos; es m�s, tan gloriosos ser�n que Egipto, Tiro, Grecia y Roma olvidar�n su gloria en el mayor esplendor del trono de David.

II. Israel va a tener una restauraci�n espiritual o una conversi�n. Tanto el texto como el contexto ense�an esto. La promesa es que renunciar�n a sus �dolos y, he aqu�, ya lo han hecho. Destetada para siempre de la adoraci�n de todas las im�genes, de cualquier tipo, la naci�n jud�a ahora se ha encaprichado con las tradiciones o ha sido enga�ada por la filosof�a. Sin embargo, en lugar de estos enga�os, debe tener una religi�n espiritual: debe amar a su Dios.

�Ellos ser�n mi pueblo y yo ser� su Dios�. El invisible pero omnipotente Jehov� debe ser adorado en esp�ritu y en verdad por Su pueblo antiguo; deben presentarse ante �l en Su propia manera designada, aceptando al Mediador a quien sus padres rechazaron; entrando en una relaci�n de pacto con Dios, porque as� nuestro texto nos dice: "Har� un pacto de paz con ellos", y Jes�s es nuestra paz, por lo tanto, entendemos que Jehov� entrar� en el pacto de gracia con ellos, ese pacto de que Cristo es la cabeza federal, la sustancia y la fianza. Deben caminar en las ordenanzas y los estatutos de Dios, y as� exhibir los efectos pr�cticos de estar unidos a Cristo, quien les ha dado paz.

III. Los medios de esa restauraci�n. Observe que hay dos tipos de profec�a de los que se habla aqu�. Primero, el profeta profetiza a los huesos - aqu� est� la predicaci�n; y luego, profetiza a los cuatro vientos - aqu� est� orando.

1. Es deber y privilegio de la Iglesia cristiana predicar el Evangelio al jud�o ya toda criatura, y al hacerlo, puede tomar la visi�n que tenemos ante nosotros como gu�a.

(1) Ella puede tomarlo como su gu�a, primero, en cuanto a la materia. �Qu� vamos a predicar? El texto dice que debemos profetizar, y ciertamente todo misionero a los jud�os debe mantener especialmente las profec�as de Dios de manera muy prominente ante el ojo p�blico. Todo hombre tiene un lado tierno y un coraz�n c�lido hacia su propia naci�n, y si le dices que en tu libro est�ndar hay una revelaci�n de que esa naci�n va a desempe�ar un papel importante en la historia de la humanidad y, de hecho, va a tomar el lugar m�s alto en el parlamento de naciones, entonces el prejuicio del hombre est� de su lado, y �l lo escucha con mayor atenci�n.

Pero a�n as�, lo principal sobre lo que tenemos que predicar es sobre Cristo. Predica su vida santificada, la justicia de su pueblo; declarar su dolorosa muerte, la eliminaci�n de todos sus pecados. Vindique Su gloriosa resurrecci�n, la justificaci�n de Su pueblo; hablar de su ascenso a las alturas, su triunfo sobre el mundo y el pecado; declare Su segunda venida, Su venida gloriosa, para hacer glorioso a Su pueblo en la gloria que �l ha ganado para ellos, y Cristo Jes�s, como �l es predicado as�, ciertamente ser� el medio para hacer vivir estos huesos.

Que esta predicaci�n resuene con soberana misericordia; que siempre tenga en s� el anillo claro y distintivo de la gracia inmerecida. El hombre tiene una voluntad, y Dios nunca ignora esa voluntad, pero por Su gracia todopoderosa, bendita la conduce con grilletes de seda. Predica, predica, predica, entonces, pero que sea la predicaci�n de Cristo y la proclamaci�n de la gracia gratuita. La Iglesia, digo, tiene aqu� un modelo en cuanto al tema de la predicaci�n.

(2) Y estoy seguro de que ella tambi�n tiene aqu� un modelo en cuanto a su manera de predicar. La manera de nuestra predicaci�n debe ser por medio de un mandato, as� como por medio de una ense�anza. Arrepi�ntanse y convi�rtanse, cada uno de ustedes. Echa mano de la vida eterna. "Busca y encontrar�s; llamad, y se os abrir� �. "Cree en el Se�or Jesucristo, y ser�s salvo".

(3) Tenemos aqu� un modelo, adem�s, en cuanto a nuestra audiencia. No debemos seleccionar nuestra congregaci�n, pero debemos ir a donde Dios nos env�e; y si nos env�a al valle abierto, donde los huesos est�n muy secos, debemos predicar all�. No digas: "Tal y tal hombre es demasiado intolerante"; el caso no es de �l, ni de su fanatismo, sino de Dios. Estos huesos estaban muy secos, pero vivieron. Por tanto, no se interponga jam�s en nuestro camino la mayor crueldad de un pueblo, ni su mayor dureza de coraz�n, sino que les digamos, secos como est�n: "Huesos secos, vivan".

(4) Y aqu�, nuevamente, tenemos otra lecci�n en cuanto a la autoridad del predicador. Si observa, ver� que el profeta dice: "Escucha la palabra del Se�or". Siempre exponga a su pr�jimo la verdad que usted aprecia, no como algo con lo que pueda jugar o hacer lo que quiera, que est� a su elecci�n de elegir o descuidar como mejor le parezca; pero d�gaselo como es en verdad, la Palabra de Dios; y no est� satisfecho a menos que le advierta que es bajo su propio riesgo que rechaza la invitaci�n, y que en su propia cabeza debe estar su sangre si se aparta de la buena palabra del mandamiento de Dios.

(5) No puedo dejar este punto sin darme cuenta de c�mo el profeta describe el efecto de su predicaci�n: hubo una voz y hubo un ruido. �Es esta agitaci�n, entonces, la agitaci�n de la oposici�n, o es la agitaci�n de la investigaci�n? Cualquier cosa es mejor que el estancamiento: de un perseguidor tengo tantas esperanzas como de un despreciador callado.

2. Despu�s que el profeta profetiz� a los huesos, profetizar�a a los vientos. Deb�a decirle al Esp�ritu bendito, el Dador de vida, el Dios de toda gracia: "Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos para que vivan". La predicaci�n sola hace poco; puede causar revuelo, puede unir a la gente, pero no hay poder vivificante en el Evangelio en s� mismo sin el Esp�ritu Santo.

El "aliento" debe soplar primero, y luego estos huesos vivir�n. Dediqu�monos mucho a esta forma de profetizar. Observe que esta segunda profec�a de Ezequiel es tan audaz y tan llena de fe como la primera. Parece no tener ninguna duda, pero habla como si pudiera dominar el viento. �Ven�, dice �l, y viene el viento. Poca fe, Mender cosecha; mucha fe, abundantes gavillas.

Deje que su oraci�n, entonces, sea con un sentido de cu�nto la necesita, pero a�n con una firme convicci�n de que el Esp�ritu Santo seguramente vendr� en respuesta a sus oraciones. Y luego que sea una oraci�n ferviente. Ese �Ven de los cuatro vientos, oh aliento�, me suena como el grito, no de Uno desesperado, sino de alguien que est� lleno de un deseo vehemente, satisfecho con lo que ve, ya que los huesos se han unido, y han sido misteriosamente vestidos de carne, pero ahora claman apasionadamente por la inmediata culminaci�n del milagro: "Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos para que vivan". ( CH Spurgeon. )

Las perspectivas del cristianismo cuando se aplica a las razas inferiores

Propongo concentrar nuestra atenci�n en las perspectivas del cristianismo cuando se aplica a las razas inferiores y las religiones m�s humillantes que forman una secci�n tan grande de nuestro Imperio, y tratar de responder a la objeci�n com�nmente alegada al esfuerzo misionero, a saber, que el los huesos secos no pueden vivir. Es una p�rdida de poder, dicen, tanto en dinero como en hombres; un desperdicio de poder que podr�a ser mucho m�s �til para elevar y cristianizar a nuestros virtual paganos en casa. Quienes afirman esto mantienen

(1) sobre una base a priori , que la inferioridad etnol�gica los hace poco receptivos a la civilizaci�n m�s alta e incapaces de apreciar la verdad cristiana o reconocer la obligaci�n cristiana; y

(2) a posteriori, afirman que el esfuerzo misionero entre ellos, de hecho, ha resultado un fracaso. Consideremos primero si el argumento a priori es concluyente. Francamente, podemos reconocer desde el principio la realidad de las diferencias raciales; estamos plenamente conscientes de todo lo que denota la expresi�n idiosincrasia nacional; tampoco podemos cuestionar la relativa inferioridad de la raza en comparaci�n con la raza.

"Dios ha hecho de una sangre todas las naciones de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra". Es decir, que todos los que llevan en ellos el sello del hombre, todos los que, por esa intuici�n inexplicable que gu�a al mast�n, al galgo, al terrier, al Terranova, a pesar de su absoluta disimilitud de contorno, actividades y h�bitos, para reconocerse como perros iguales, sentir y no poder desprenderse del sentimiento de que tienen una humanidad com�n; de hecho, y en derecho de ese sentimiento, se mantienen en una relaci�n fraterna el uno con el otro.

Una vez reconocida esta humanidad com�n, y el cristiano, que cree en la Encarnaci�n, tambi�n debe reconocer que toda unidad humana est� potencialmente redimida en Cristo, cuyo glorioso t�tulo no es el Rey de los jud�os sino el Hijo del Hombre; de modo que seg�n la idea cristiana las distinciones raciales, por caracter�sticas que sean, se desvanecen y se funden en la humanidad glorificada del segundo Ad�n, �en quien no hay griego ni jud�o, circuncisi�n ni incircuncisi�n, b�rbaro, escita, esclavo ni libre; pero Cristo es todo y en todos.

Y sobre esta hip�tesis no hay nada que nos asuste en las palabras de Cristo tomadas en su significado literal, �haced disc�pulos a todas las naciones�; �Predicad el evangelio a toda criatura�. Digo en su significado literal, aunque sabemos bien que hacer esto a menudo sacrifica el esp�ritu al pie de la letra. Pero una vez que se concede el postulado de la redenci�n universal, una vez que se acepta la verdad, "Cristo prob� la muerte por todos", y la evangelizaci�n sistem�tica de todos los hombres se convierte en un corolario necesario.

Pasamos al argumento a posteriori de que la obra misional entre los paganos es un fracaso reconocido. �Es tan? �sta es una cuesti�n de evidencia. �A qui�n llamaremos primero en el estrado de los testigos? Citaremos a nosotros mismos. Los ingleses de hoy somos una respuesta permanente a la supuesta inutilidad del esfuerzo misionero. Es cierto que nuestro cristianismo es de larga data; pero dejemos que nuestras mentes regresen r�pidamente a los or�genes del cristianismo en estas islas.

�A qu� tipo de personas acudieron los primeros misioneros cristianos? �Crees que eran un campo prometedor para la labor evang�lica? �Fueron nuestros predecesores Keltic, vestidos de piel y tatuados, material esperanzador para que trabajaran los primeros sacerdotes misioneros de la Galia? �O, unos siglos m�s tarde, nuestros rudos antepasados ??sajones, degradados por la embriaguez y la glotoner�a, fueron receptivos de manera patente y obvia de una religi�n que inculc� la justicia, la templanza y el juicio venidero? Pero el kelt y el saj�n, se responde, a pesar de su salvajismo y rudeza, pertenec�an a mejores razas; �No eran miembros de la gran familia aria? Concedido, sin embargo, tenemos alg�n derecho a afirmar que cuando pasaron por primera vez bajo el suave yugo del cristianismo estaban en un nivel superior, moral o espiritualmente, que los maor�es de Nueva Zelanda o los charaib de las Indias Occidentales? Y que no asumamos con justicia que hereditario,I.

mi. el cristianismo transmitido, �ha sido un factor perceptible en su elevaci�n moral y espiritual? Al menos, �es posible eliminar este factor para estar seguros al decir que originalmente eran mejores razas y, naturalmente, m�s receptivos a las influencias cristianas? Pero podemos dar un paso m�s y afirmar audazmente que no ha sido un fracaso incluso con los salvajes, es decir, con razas de organizaci�n confesamente baja, dadas dos condiciones necesarias: tiempo suficiente y un entorno favorable.

Si desea saber qu� puede hacer el Evangelio por el salvaje puro y simple, estudie los registros de la misi�n de Moravia. Los rincones m�s oscuros y sombr�os del paganismo son el campo de trabajo de su elecci�n. Thibet, Groenlandia, la Costa de los Mosquitos, Surinam, Australia aborigen: estas son sus principales estaciones misioneras. Vale la pena leer sus registros e informes; tienen en ellos el anillo de la veracidad; narran fielmente los malos �xitos y las desilusiones; pero pueden se�alar resultados tangibles de todo este paciente esfuerzo; Confesamente han logrado lo que se hab�a considerado imposible: la elevaci�n del nativo australiano, donde han podido ponerlo dentro del rango de la continua influencia cristiana, desde su profundidad de degradaci�n, a trav�s del poder del Evangelio,

O lea la vida y las cartas de John Coleridge Patteson, primer obispo misionero de Melanesia. En su primera traves�a por esas islas, que luego fueron destinadas a ser su di�cesis dispersa, y posteriormente escenario de su martirio, describe as� su visita a Bauro: �La casa de Iri era larga, baja y abierta en los extremos; a lo largo del poste de la cresta se alineaban veintisiete cr�neos que a�n no estaban ennegrecidos por el humo; y los huesos estaban esparcidos afuera, porque recientemente hab�a tenido lugar una pelea cerca.

Sin embargo, m�s tarde escribe as� de sus j�venes que se hab�a reunido a su alrededor desde este mismo G�lgota: �He aprendido a creer que no hay 'salvajes' en ninguna parte, al menos entre la gente negra o de color; Me gustar�a ver a alguien llamar salvajes a mis muchachos Bauro ". De lo salvaje puro y simple pasamos a aquellas razas que son ciertamente inferiores a los tipos superiores de humanidad, pero que, ya sea por contacto m�s o menos continuo con esas razas superiores, o porque naturalmente no caen muy abajo en la escala, han manifestado cierta receptividad de la ense�anza cristiana y las influencias cristianas.

De �stos, el negro de las Indias Occidentales proporciona un buen ejemplo; un ejemplo, tambi�n, m�s instructivo, porque es posible comparar al negro que ha vivido as� bajo el cristianismo con su cong�nere pagano en �frica. Es tan probable que esta comparaci�n se pueda hacer en m�s lugares de uno; y la yuxtaposici�n es sorprendente por la fuerza del contraste. En la costa occidental de �frica, a unas cien millas de Sierra Leona, hay un peque�o asentamiento misionero cerca de la desembocadura del r�o Pongas.

Se inici� principalmente gracias al celo y la energ�a del obispo Rowle, de Trinidad, mientras era director del Codrington College, en Barbados, con el objeto de pagar espiritualmente la vasta deuda de da�os materiales infligidos principalmente en esa parte del continente oscuro por las Antillas. trata de esclavos. Es una misi�n apoyada principalmente por la Iglesia de las Indias Occidentales, con la ayuda de un comit� en Inglaterra, y ahora, desde hace alg�n tiempo, est� dirigida exclusivamente por indios occidentales de color formados en Codrington, o por africanos occidentales nativos de Sierra Leona.

De hecho, es un contraste sorprendente entre el Susus degradado, que se humilla en una superstici�n abyecta, y estos sacerdotes pacientes, amorosos y abnegados, hombres de su propia raza y complexi�n, que han venido a vivir entre ellos y a elevar ellos, no meramente por la ense�anza cristiana, sino por el ejemplo cristiano. Esa otra misi�n negra existe y florece bajo los auspicios de la Sociedad Misionera de la Iglesia en el Valle de N�ger, gobernada y dirigida por el santo obispo Crowther, �l mismo un negro de pura ascendencia africana, nacido y criado en la tierra en la que ahora trabaja.

Bien podr�a exclamar, como lo hizo en una ocasi�n memorable, con orgullosa humildad, a la Sociedad Misionera de la Iglesia reunida en Exeter Hall: �Soy tu resultado; se le pregunta qu� resulta de todos sus gastos y de todo su esfuerzo; Yo soy tu resultado ". Y ten�a raz�n. Pero, �cu�l ha sido el efecto del cristianismo sobre las bases de la poblaci�n negra? porque, hasta ahora, confesamos que hemos tratado s�lo con sus mejores representantes.

Debemos responder con toda franqueza muy grande, pero muy poco. Si se nos preguntara cu�l ha sido el resultado pr�ctico del cristianismo en las naciones europeas civilizadas, me temo que tendr�amos que dar una respuesta similar: �Vigilante, �qu� pasa con la noche? Viene la ma�ana, tambi�n viene la noche �. Pero en el caso del cristianismo negro, al menos del cristianismo negro de las Indias Occidentales, las fallas y vicios no erradicados son mucho m�s palpables y aparentes, y quiz�s m�s difundidos que los del cristianismo europeo.

Son los vicios que les han llegado desde los d�as de su paganismo africano o fueron incidentes a su condici�n en las Indias Occidentales antes de la emancipaci�n y el cristianismo. Adem�s de ser esclavizado por supersticiones inicuas, el cristiano negro tiene con demasiada frecuencia una creencia pr�ctica muy limitada en la santidad de la verdad y la honestidad; muchos asistentes habituales a la iglesia son propensos a mentir, hacer trampa y cometer peque�os robos.

Con demasiada frecuencia no logra refrenar su lengua, y a los pecados de hablar mal y mentir muchos, muchos a�aden calumnias. Y, sin embargo, mientras se permite a s� mismo en este cat�logo desagradable de pecado no cristiano, el negro cristianizado valora su religi�n. En las Indias Occidentales, los servicios religiosos, cuando son abundantes y van acompa�ados de una predicaci�n franca y llana de un hombre que trata pacientemente de vivir de acuerdo con lo que predica, siempre est�n abarrotados.

Se buscan ansiosamente las ordenanzas de la religi�n. Leen, conocen y aman sus Biblias. Sobre todo, dan la mejor prueba de sinceridad; est�n dispuestos a negarse considerablemente a s� mismos para asegurarse los medios de la gracia. Desde su profunda pobreza, contribuyen libremente al apoyo de la Iglesia. Si queremos conocer la causa de la imperfecci�n del cristianismo negro en las islas de Occidente, recordemos las dos condiciones necesarias para que el cristianismo surta efecto: tiempo suficiente y un entorno favorable.

Dudo que aquellos que niegan o cuestionan la realidad o la posibilidad del trabajo misionero entre razas inferiores hayan reflejado alguna vez cu�nto de su propio cristianismo, o al menos su receptividad de los principios cristianos, es una peculiaridad heredada, una idiosincrasia transmitida, tan enteramente como muchos. de esas otras cualidades morales de las que como raza nos enorgullecemos; y si se dan cuenta de cu�nto de ello se debe a la presencia en todas partes entre nosotros de patrones, puede ser imperfecto, pero no menos valioso, de un alto ideal de conducta cristiana, y a la fuerza restrictiva desde la ni�ez hacia arriba de un sonido generalmente s�lido. opini�n p�blica con respecto a la obligaci�n cristiana.

�Can these dry bones then live?� The answer still must be, �O Lord God, Thou knowest.� The bones are exceeding many and very dry; centuries of superstition and oppression and degradation have driven all the vital moisture from them. They must reform themselves gradually. Gradually each bone must adjust itself to his bone; gradually the flesh must clothe them and the skin cover them above.

Gradualmente (es decir) deben desarrollarse entre ellos las deficiencias y las propiedades del cristianismo. E incluso entonces, hasta que el viento de Dios les haya soplado, y en Su capacidad de Dador de vida haya inspirado las formas a�n inanimadas, no puede haber religi�n vital; no puede haber una producci�n general de los frutos del esp�ritu, que son "amor, gozo, paz, longanimidad, mansedumbre, bondad, fe, mansedumbre, templanza". ( Mons. Mitchinson. )

El valle de los muertos

I. La muerte natural de la humanidad. No hace falta decir que hay algunas personas en el mundo a las que describir�as como muertas moral y espiritualmente. Si desciendes, por ejemplo, hombres y mujeres tan perdidos para todos en la escoria m�s baja de la sociedad, siempre encontrar�s nobleza, pureza y bondad de que est�n "muertos": muertos para Dios, muertos para la humanidad, muertos incluso para su propio mejor yo. Ahora, si el Evangelio de Cristo confinara esta palabra "muerto" a tales ruinas de la humanidad, supongo que nadie se sorprender�a; ciertamente nadie tendr�a una palabra que decir en contra del t�rmino.

Pero aqu� est� lo notable; este Libro se niega firmemente a limitar este t�rmino "muerto" a estos marginados morales; lo toma en todo su oscuro y terrible significado, y declara que es cierto para todos los hombres sin excepci�n, y que cualquier otra conversi�n que pueda ser, antes que nada es esto: "pasar de la muerte a la vida". Tomemos, por ejemplo, un hecho ilustrado. No fue sin el m�s profundo significado que el �nico hombre seleccionado por Cristo para escuchar el discurso sobre la suprema necesidad del nuevo nacimiento no fue un libertino abandonado, ni el publicano golpe�ndose el pecho y clamando: �Dios, ten misericordia de m�, un pecador �, sino Nicodemo, el fariseo respetable y aparentemente irreprensible.

Hay una tendencia en algunos de los pensamientos teol�gicos a pintar un cuadro de la naturaleza humana dejando fuera las l�neas m�s oscuras. �Me dice que la visi�n m�s bondadosa de la naturaleza humana que se adopta hoy no es s�lo en s� misma una visi�n m�s verdadera, sino que es una reacci�n saludable de las declaraciones exageradas de la teolog�a calvinista de una �poca pasada? No tengo cuidado de negar que hay algo de verdad en lo que dices.

Que as� sea; pero no olvide que el p�ndulo del pensamiento humano siempre est� oscilando de un extremo al otro, y si alguna vez hubo peligro por una severidad no b�blica, puede haber el mismo peligro hoy por una declaraci�n de caridad no b�blica. Muy poca sombra estropear� una imagen tanto como muy poca luz. �O me recuerdas de nuevo que hay algo bueno que se puede encontrar incluso en el peor de los hombres? que el coraz�n m�s duro tiene un punto sensible en alguna parte si supi�ramos d�nde encontrarlo; que, en una palabra, hay algunos movimientos de vida moral en todos los hombres, y que hasta ahora ciertamente no est�n �muertos�, no discutir� el hecho.

Si no hubiera conciencia en el hombre, no quedar�a nada a lo que Cristo pudiera apelar; pero no olvidemos que los movimientos ocasionales de esta conciencia hacia la virtud pueden estar asociados con la m�s profunda indiferencia hacia Dios. Debajo del murmullo de los labios del durmiente, el alma puede estar en el sue�o de la muerte. No es la inmoralidad el pecado universal, es un pecado m�s profundo, m�s oscuro y m�s mortal: �es la impiedad! Puede que est�s vivo para el hombre, pero muerto para Dios.

As� como la luna tiene esa parte de su superficie que se vuelve hacia la tierra toda radiante de luz, mientras que el hemisferio opuesto girado hacia los cielos distantes est� oscuro como la medianoche y est� envuelto en el silencio de la muerte eterna, as� el coraz�n del hombre est� iluminado con destellos de bondad humana, mientras que est� completamente oscuro y muerto para Dios. En la superficie del mar puede haber una luz tenue e imperfecta que penetre en el agua; pero a medida que profundizas, la luz se hace cada vez m�s tenue, hasta que en las profundidades se apaga en las tinieblas de una noche eterna.

Es un gran error, es un error fatal imaginar que elogiar�s el Evangelio ocultando cualquier parte de su mensaje. Habla, digo, todo lo que encuentres en tu coraz�n para decir del honor y la gloria del hombre, pero cuando lo hayas dicho, no todo termine ah�. Agrega otra palabra. Di, dilo con l�grimas en los ojos: �Este glorioso templo est� en ruinas. Este hijo del Eterno es un hijo perdido, un hijo muerto ".

II. El proceso de avivamiento. Dios le ordena al profeta que �profetice sobre estos huesos y d�gales: Huesos secos, o�d la palabra del Se�or�, y luego sigue esa palabra. El primer acto, es decir, de cualquier profeta, en la resurrecci�n de los muertos es la emisi�n de un mensaje divino que le ha sido confiado. El Evangelio es llamado en el Nuevo Testamento "el Mensaje", y un mensaje solo pide ser entregado.

No somos descubridores de la verdad, solo somos testigos de una verdad que se nos ha dado para declarar. Es "la Palabra del Se�or", no la palabra del hombre, lo que tenemos que hablar. Y de este hecho dependen dos cosas: primero, la autoridad del mensajero, y luego el poder de su mensaje. Eres un �embajador de Cristo�, con toda la responsabilidad, pero con toda la autoridad de un embajador. Y como esta verdad confiere autoridad al mensajero de Cristo, crea todo el poder de Su mensaje.

�Durante unos treinta a�os�, escribi� el difunto Dr. Pusey en el prefacio de su sabio y laborioso trabajo sobre Daniel, �esta ha sido una profunda convicci�n de mi alma, que ning�n libro se puede escribir en nombre de la Biblia como la Biblia s� mismo"; y lo que Pusey dijo del Libro, podemos decirlo del mensaje que el Libro contiene, y que nos es dado para hablar. El poder de la Palabra est� m�s en el mensaje que en el mensajero que lo transmite.

No olvido porque digo esto cu�nto, cu�nto, depende del hombre; c�mo un instrumento desafinado puede estropear la m�sica m�s noble, as� un mensajero indigno o inadecuado puede estropear toda la dulzura del mensaje. Pero a pesar de todo esto, el mensaje es lo primero, lo grandioso, y el mensajero solo tiene valor cuando habla el mensaje. "�Qui�n, pues, es Pablo, o qui�n es Apolos, sino ministros en quienes cre�steis?" Aqu�, entonces, repito, est� el secreto de nuestro poder en lo que respecta a nuestra palabra al hombre: tenemos que hablar �la Palabra del Se�or.

�No hay nada m�s que hablar. Si lo desea, puede intentar sustituirlo por otras cosas; puede dar a su gente ingeniosas especulaciones sobre ciencia, conferencias sobre arte. No hay poder en ellos para alcanzar las necesidades m�s profundas del pecado y el dolor del mundo. Hay un solo tema para el predicador cristiano, pero es un tema infinito; es Cristo mismo - Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, Cristo en todo el significado inconmensurable de ese Nombre glorioso -

Bien vale la pena todos los idiomas en la tierra o el cielo.

Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cristo ascendi� al trono eterno, Cristo Amigo, Hermano, Salvador, Se�or, Juez de los hombres, y s�lo cuando ese Nombre poderoso est� en nuestros labios, la m�sica del mensaje tocar� el coraz�n del hombre.

III. Predicaci�n infructuosa. El profeta ha profetizado �sobre los huesos�, y ahora observe el resultado: �Fue un ruido, y he aqu� un terremoto, y los huesos se juntaron, hueso con hueso. Y mir�, �y he aqu�! ten�an tendones, y la carne subi�, y la piel los cubri� arriba, pero �-� pero no hab�a aliento en ellos �. Con qu� frecuencia se repite esta experiencia en nuestro propio trabajo.

Predicamos �la Palabra del Se�or�, quiz�s la prediquemos con fervor y seriedad, y luego, �qu� sigue? Hay algo de entusiasmo en la congregaci�n, hay movimiento, hay inter�s; algunos ojos se llenan de l�grimas; aqu� y all� se crean impresiones; hay lo que parecen los primeros movimientos de la vida divina. �Pobre de m�! �Pobre de m�! no es tan. La congregaci�n se dispersa, los ojos se secan pronto de nuevo, el coraz�n no se ha tocado, las profundidades nunca se han movido, Dios a�n no ha venido a esas almas muertas, �no hay aliento en ellas.

�Era la apariencia, no la realidad de la vida que hab�amos producido. A algunos de nosotros nos lleva mucho tiempo aprender esta lecci�n de humildad, pero muy saludable. Podemos hacer tanto, o lo que parece tanto; tenemos �la Palabra de Dios� en nuestros labios, podemos predicarla fielmente, podemos trabajar duro, muy duro, toda la noche, y parece imposible que todo este trabajo no termine en nada. Sin embargo, lo hace. Cuando hemos hecho todo, hemos fracasado, totalmente fracasado, en revivir a los muertos.

S�lo cuando viene �l, que es el Se�or y Dador de vida, en un momento nuestro infructuoso trabajo se ve coronado por un �xito abundante y desbordante. �Me preguntas c�mo vamos a obtener este poder? �C�mo este aliento Divino puede venir respirando en el golpe? Respondo con las palabras de la visi�n: �Profetiza al viento�, y la profec�a, que se habla al hombre es predicaci�n, pronunciada a Dios es oraci�n. Es la oraci�n, s�lo la oraci�n, la que tiene en sus manos extendidas el secreto del poder de Dios. ( GS Barrett, BA )

Una resurrecci�n moral

I. La multitud de sus muertos.

II. La aparente desesperanza de los muertos.

III. Una orden sorprendente.

1. Es el Se�or quien habla.

2. En Sus palabras, son:

(1) Vida.

(2) Poder.

IV. Una promesa gloriosa.

V. La resurrecci�n.

1. Un ruido.

2. Un reencuentro.

3. Armon�a en este reencuentro.

4. Fuerza el�stica para la acci�n.

5. Una forma humana.

6. Vida.

(1) Dios, la Fuente.

(2) El Esp�ritu, el Agente.

(3) Su Palabra, el instrumento.

(4) Hombre, el m�dium. ( J. Gill. )

La fe remite toda posibilidad a Dios

Luego viene el desaf�o Divino al hombre que est� dispuesto honestamente, y sin ning�n disfraz, a contemplar los hechos: "Y me dijo: Hijo de hombre, �vivir�n estos huesos?" Dios tendr� la simpat�a, la esperanza y la ansiosa anticipaci�n de Su siervo por Su empresa antes de que �l se comprometa abiertamente con ella. Reflexiona sobre la situaci�n: �Dios y Su siervo solos y juntos contemplando ese valle lleno de huesos muy secos! �As� comienzan las cosas que estremecen la tierra y el cielo! Sin vida, sin promesa, sin esperanza, en ning�n otro lugar que no sea en Aquel que nos escudri�a con Su desaf�o.

No puede haber un gran comercio entre la tierra y el cielo, excepto mediante la fe que cree en Aquel que �da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran�. Es un peligro principal de nuestra condici�n de criatura hacernos a nosotros mismos, no al Dios viviente, la ley, medida y explicaci�n de todas las cosas. ��ramos a nuestros ojos como saltamontes, y por eso est�bamos a sus ojos�, �lloraban los esp�as incr�dulos! �Y qu� podr�an lograr los saltamontes contra los gigantes? Sin embargo, la Palabra de Jehov� hab�a prometido la victoria.

Dos dominios est�n siempre abiertos para nosotros: el yo o Dios, los pensamientos de nuestra criatura o la Palabra de nuestro Creador. En esa hora de prueba trascendental, no fue en s� mismo y sus pensamientos que Ezequiel tom� su posici�n, sino en Dios y Su grandeza: "�Oh Se�or Dios, T�!" Sigamos su ejemplo y seamos as� �hombres de Dios�, la m�s alta dignidad que se nos abre, hombres que siempre consideran al Dios vivo como el factor primero y principal en todo problema de pensamiento y conducta.

La alternativa miserable es la manera de saltamontes: �miedos de saltamontes, pensamientos de saltamontes, acciones de saltamontes! �Y de qu� sirve un saltamontes en un valle de huesos secos? ( CG Macgregor. )

Versículo 7

Entonces profetic� como se me orden�; y mientras profetizaba, hubo un ruido, y he aqu� un temblor, y los huesos se juntaron, hueso con hueso.

La resurrecci�n de huesos secos

La profec�a de Ezequiel es una ilustraci�n notable de la cercan�a del mundo espiritual y de muchas de sus leyes, escenas y circunstancias. El profeta fue llevado de vez en cuando al estado espiritual en el que se ve el mundo espiritual circundante, y �l "Vi visiones de Dios". El hecho de que estemos en dos mundos sugiere consideraciones muy profundas. Resuelve el misterio de los movimientos de la tierra y su vida variada y siempre abundante.

La tierra vive porque est� unida a un mundo vivo, como el cuerpo vive porque est� unido a un alma viviente. Estamos unidos a la materia en cuanto a nuestra vida exterior, pero en cuanto a nuestra interior, ahora vivimos en la eternidad, y simplemente seguiremos viviendo en el mundo interior cuando nos liberemos de esta esfera exterior. Tambi�n tenemos compa�eros, tanto en el esp�ritu como en el cuerpo. El alma virtuosa est� impregnada de v�nculos espirituales con una innumerable compa��a de �ngeles: el malvado conspirador contra la paz ajena no lo sabe, y ojal� lo supiera bien, pero es el instrumento de demonios malignos �m�s perversos que �l.

�El objeto de la visi�n que ten�amos ante nosotros era doble, natural y espiritual, temporal y eterna. Se le dio en su significado natural para consolar a los israelitas con la esperanza de que regresaran del cautiverio en el que se encontraban en Babilonia; y fue, en su significado espiritual, para testificar de la resurrecci�n de cada hombre de la muerte del pecado a la vida de justicia. El Se�or abri� las tumbas del cautivo Israel despu�s de que declararon que su esperanza misma se hab�a perdido; y este mismo Se�or puede y nos rescatar� de las profundidades de la dificultad, e incluso de la desesperaci�n, cuando nuestra penitencia nos haya preparado para la bendici�n futura.

Que nuestro lenguaje sea siempre: ��Por qu� te abates, oh alma m�a, y por qu� te turbas dentro de m�? Espera en Dios, porque a�n lo alabar�s, quien es la ayuda de mi rostro y mi Dios �. El hombre natural est� muerto para Dios, el cielo, la justicia y la verdad. Toda posibilidad de resurrecci�n surge del hombre interior, que el Se�or ha implantado en la creaci�n de cada persona, y fortalecido por las influencias celestiales, tanto desde dentro como desde fuera, desde su ni�ez.

Pero por este arreglo de la misericordia Divina, la resurrecci�n del desorden y el pecado es posible. ( Juan 5:24 ; Efesios 5:14 ; Filipenses 3:11 .

) Estos pasajes muestran, de la manera m�s sorprendente, cu�n verdaderamente a la luz de las Escrituras estamos muertos por naturaleza, y la absoluta necesidad de una resurrecci�n espiritual. Pero toda nuestra experiencia ense�a lo mismo. �De qu� otra manera somos tan fr�os para reconocer el amor de nuestro Padre celestial, que a�n nos rodea de bendiciones? �Que somos tan propensos a equivocarnos, tan dif�ciles de llevar a adoptar lo correcto? �Que la sabidur�a celestial es tan poco luminosa para nuestras mentes, hasta que nuestro gusto ha cambiado, mientras que la m�s simple locura, y con frecuencia las peores contaminaciones, son recibidas con avidez? Es por este estado depravado y embotado del grado inferior del alma.

El estado de la mente natural se describe en la visi�n que tenemos ante nosotros, por el valle que estaba lleno de huesos. A la mente natural se le llama valle, porque sus principios, comparados con los elevados afectos del amor celestial, son como un valle comparado con las monta�as. Se dice que las monta�as traen paz ( Salmo 72:3 ), porque los afectos exaltados que unen el alma al Se�or, en verdad traen paz; pero en los valles se encuentra la fecundidad, porque las obras que son los frutos de la religi�n s�lo pueden producirse en la vida pr�ctica.

All men start on their spiritual journey in the valley, and only by effort and by prayer ascend to higher, holier states. But the valley the prophet saw was full of bones. What are these bones? The doctrinal truths of religion which form the framework or skeleton of man�s regenerate state, round which all other virtues fix and cluster, are as bones. These bones of doctrinal truth are taught in childhood.

Se almacenan en la memoria, pero a menudo, despu�s de eso, se descuidan. En tal caso, su condici�n es como la que se menciona en la descripci�n que tenemos ante nosotros, "est�n muy secos". Miras al descuidado e indiferente poseedor de las verdades m�s sagradas y las ves, si es que las percibes, consideradas como cosas sin importancia, y te sientes tentado a decir, como la pregunta que se le hizo al profeta: "�Pueden estos huesos vivir ? " �Pueden aquellos que escuchan con indiferencia los temas m�s grandiosos, los llamamientos m�s solemnes, realmente despertar a sus intereses superiores? Mientras reflexiona con tristeza sobre esta desolaci�n, una voz llega del cielo a la conciencia: "�Vivir�n estos huesos?" Y aunque apenas nos atrevemos a aventurarnos a esperar una restauraci�n tan grande, de nuevo la Divina misericordia habla dentro de nosotros la misericordiosa promesa: �As� ha dicho Jehov� el Se�or a estos huesos: He aqu�,

�La confianza se transmite a la conciencia. El �ngel Esperanza ocupa el lugar de la triste desesperaci�n, y vamos a la Palabra, y de ella aprendemos a profetizar como el Se�or nos ha mandado. Se describen los efectos que siguen a esta sagrada profec�a. Primero, "hubo un ruido y luego un temblor". El ruido representa la agitaci�n que tiene lugar en los pensamientos del converso reci�n despertado, el temblor es el temblor y el cambio experimentado en los afectos.

El ruido inducido como primer efecto por la profec�a del profeta, recuerda v�vidamente los pensamientos conflictivos que llenan la c�mara del consejo del alma, cuando hace sus primeros esfuerzos por una nueva vida. Tanto la esperanza como el miedo pronuncian sus voces. Acusaciones y defensas, est�mulos y reproches, se oponen entre s�; un completo tumulto de sentimientos enfrentados chocan entre s�; el tema en debate es: �Nos levantaremos y viviremos para el cielo, o nos acostaremos y moriremos para siempre? El ruido fue seguido por un temblor.

Cuando el alma ha decidido seguir la verdad y emplear su luz divina para explorar los afectos, tiene lugar un descubrimiento de su car�cter impuro. Temblamos y decidimos renunciar a nuestra voluntad propia y a todas sus impurezas. Temblamos, pero miramos a Aquel que ha dicho: "Te doy poder para hollar serpientes y escorpiones, y nada te har� da�o". Este es un temblor que es sumamente saludable y rompe los lazos que nos han mantenido en cautiverio espiritual a la tierra y al pecado.

La verdad nos ha hecho libres. As� se describe la siguiente operaci�n. "Los huesos se juntaron, hueso con hueso". El alma se ha vuelto seria. Se ve que hay una hermosa armon�a y orden en las verdades religiosas. Cada uno tiene su lugar que le corresponde y lo ocupa; se juntan, hueso con hueso. Hay doctrinas en relaci�n al Se�or, estas forman la cabeza del sistema religioso; hay doctrinas en relaci�n al pr�jimo, estas son el pecho; hay doctrinas en relaci�n a los usos activos del amor y la fe en el mundo, estos son los brazos y las manos; y hay doctrinas para los deberes de la vida cotidiana, estas son las piernas y los pies.

Percibir todo esto en armon�a, y tener as� un sistema religioso completo y completo, es de la mayor importancia para nuestros mejores intereses. El logro de esto se insin�a con las significativas palabras: "Los huesos se juntaron, hueso con hueso". El profeta describe adem�s, "y vio que los tendones y la carne sub�an sobre ellos". La palabra traducida tendones ser�a m�s correcta si se tradujera nervios.

Hemos notado que el movimiento y la disposici�n de los huesos representan la formaci�n de un sistema religioso completo y correcto en el alma. Pero el sistema es duro y firme, como un esqueleto desnudo, a menos que est� acompa�ado y suavizado por la presencia de la bondad celestial. Esta bondad est� representada por la carne, que es a la vez suave y s�lida. En forma de m�sculos, es la gran fuente de energ�a y poder del cuerpo.

La carne, en toda la Palabra, es el s�mbolo de la bondad, que imparte a la vez plenitud y suavidad a nuestros estados espirituales. La carne, entonces, que vino sobre los huesos a la vista del profeta, representaba la bondad que se imparte al alma a medida que avanza en su carrera celestial, y busca no solo saber y creer, sino amar y hacer lo que el Los mandamientos divinos ense�an. Con fervientes deseos, sigue adelante para alcanzar la vida celestial y, afortunadamente, siente que se est� fortaleciendo para siempre, m�s c�lido en el curso que sigue a diario.

A continuaci�n, el profeta observ� que, despu�s de los cambios anteriores, vio aparecer piel que rodeaba y embellec�a el conjunto. Las funciones de la piel son triples. Viste, siente, purifica. Es el asiento de la sensaci�n y el tacto. El sentimiento, en relaci�n con todos los detalles siempre presentes de la vida moment�nea, se expresa en la piel. Sin esta presencia de vida en los extremos, deber�amos hacer y sufrir mucho que ser�a absolutamente perjudicial para la salud y la vida.

En segundo lugar, la piel es un medio para absorber la luz, la humedad y otros elementos agradecidos de los objetos circundantes, que son eminentemente �tiles para la preservaci�n y belleza del cuerpo. En tercer lugar, la piel es el gran instrumento mediante el cual el material de desecho, que hab�a formado parte del cuerpo, es arrastrado de manera invisible, y se asegura la renovaci�n y progresi�n del cuerpo. Me detengo en la importancia de la piel, para ilustrar lo que es igualmente importante desde un punto de vista espiritual, es decir, una vida cristiana coherente, porque nuestra vida exterior de virtud es la piel del car�cter cristiano.

Consiste en la fe y el amor, como diminutos vasos sangu�neos y nervios, que viven en todos los actos cotidianos, las palabras y las obras de la vida. Una vida justa, amable y hermosa es la expresi�n de las emociones y los sentimientos m�s elevados del alma: la piel que revela los principios internos. Entonces, mientras miras bien el amor y la fe, el coraz�n y los pulmones de la religi�n, no olvides esas obras de justicia, piedad y dulzura que hacen de la piel del cristiano.

Al contrario, ve a menudo y mant�n la comuni�n con el Se�or, para que puedas llegar a ser radiante de santidad, como la piel del rostro de Mois�s, cuando hab�a hablado con Dios. Nuestro texto agrega, respetando estos cuerpos que se preparan para la vida, "todav�a no hab�a aliento en ellos". Aliento, o esp�ritu, significa vida espiritual consciente. A medida que aprendemos, pensamos y actuamos de acuerdo con los mandatos divinos, se forman en nuestro interior nuevos principios de virtud y orden.

Crecemos en gracia, adquirimos una nueva naturaleza; pero durante un tiempo considerable no tenemos conciencia interna de vivir una vida espiritual. Para sacar nuestra libertad, para regenerarnos como hombres y para hacernos m�s completamente hombres, nos quedamos durante un tiempo considerable al crecimiento comparativamente lento del pensamiento racional, la obediencia constante y el esfuerzo constante, como si fuera de nosotros mismos, para extraer cerca del Se�or, y para ganar su reino.

Sin embargo, llega el momento en que sentimos la presencia y el poder de la vida celestial. "Ven de los cuatro vientos (dice la Divina Misericordia), y sopla sobre estos muertos". Descubrimos que las energ�as de un nuevo estado se difunden con vigor y deleite por todo nuestro ser, y nos levantamos como una parte del gran ej�rcito del Se�or. ( J. Bailey, Ph. D. )

La resurrecci�n de huesos secos

Que el mundo sea contemplado por quien sabe y siente que los hombres est�n destinados a la eternidad, y �qu� aspecto tendr� si no es el del valle de la visi�n, por el que el profeta Ezequiel recibi� el encargo de pasar? Por todos lados est�n los restos de seres poderosos, nacidos para la inmortalidad, pero dislocados por el pecado. �Pueden ser estos hombres, criaturas formadas a imagen de Dios y construidas para compartir Su eternidad? �Qu� enfermedad ha estado aqu�, carcomiendo el tend�n espiritual y consumiendo la sustancia espiritual, de modo que la raza que camin� gloriosamente erguida en la libre luz del cielo y pudo mantener la comuni�n con los �ngeles, se ha consumido en esqueletos morales, s�, desarticulada? fragmentos, de los que podemos adivinar su origen, mientras publican su ruina? No es que los hombres sean espectros, fantasmas de lo que fueron, hechos a semejanza de Dios,

Han ido m�s all� de esto. Es en su parte espiritual e inmortal que se han vuelto materiales y sin vida: es el alma de la que se ha tomado el aliento del cielo: y el alma, privada de este aliento, parec�a convertida en una cosa de la tierra, como compuesta. como el cuerpo de polvo; y mengu� hasta que sus fibras se marchitaron y se partieron, y sus poderes yac�an esparcidos y enervados, como huesos donde la guerra se ha desatado y los vientos han barrido.

Si no tuvi�ramos nada por lo que juzgar m�s que la aparente probabilidad, tan poco terreno habr�a para esperar la resurrecci�n de estas almas, y su re-dotaci�n con la vitalidad difunta, eso si, despu�s de vagar de un lado a otro por el valle, y el duelo sobre las ruinas de lo que hab�a sido creado magn�fico y perdurable, deber�a llegar a nosotros, como al profeta, la voz del Todopoderoso: "Hijo de hombre, �vivir�n estos huesos?" nuestra respuesta podr�a ser s�lo la humilde confesi�n de ignorancia: �Oh Se�or Dios, t� lo sabes.

Pero seguimos observando que la par�bola no es m�s precisa, ya que delinea nuestra condici�n por naturaleza, que exhibe la posibilidad de una restauraci�n a la vida. Sucede con frecuencia, muy frecuentemente, puede ser, de lo que se conocer� hasta que todos los secretos sean descubiertos en el gran d�a del juicio, que, cuando el ministro de Cristo est� lanzando los truenos de la Palabra, o dilatando, con todos persuasi�n, sobre la provisi�n que se ha hecho para los arrepentidos, un sonido es escuchado, si no por los hombres, pero por los �ngeles asistentes que se agolpan en nuestros santuarios; el sonido de un esp�ritu agitado, movi�ndose con sus ropas funerarias, como si las fr�as reliquias estuvieran misteriosamente perturbadas.

La profec�a contin�a en el valle de la visi�n; y hay un estremecimiento entre los huesos, cuando se hacen llamamientos a la conciencia larga y t�rpida, y los motivos de un estado posterior del ser se ejercen sobre aquellos que est�n muertos en sus pecados. Y luego puede decirse que el hueso se convierte en hueso - las diferentes facultades del alma, que hasta ahora han sido desarticuladas y dispersas, combin�ndose en una resoluci�n y esfuerzo para arrepentirse y abandonar el pecado - y que los tendones y la carne se entrelazan, y vestir los huesos, cada uno de los poderes del hombre interior despertado a su debido trabajo; de modo que, como se present� ante el profeta el cuerpo humano completo a cambio del esqueleto roto, tenemos ahora un esp�ritu picado con la conciencia de su inmortalidad, donde ten�amos ante lo eterno sin signo de animaci�n.

Pero esto no es suficiente. Puede haber convicci�n de pecado y un sentido de la necesidad de que se haga un gran esfuerzo para asegurar su perd�n; y as� el alma, ya no resuelta en fragmentos ineficaces, pueda unirse como heredera de la eternidad; sin embargo, puede que no haya vida espiritual, porque es posible que el alma no haya sido avivada con el aliento que viene del cielo. En consecuencia, la par�bola no termina con la formaci�n del cuerpo perfecto, figurativo como fue la reconstrucci�n del alma en un ser consciente de su inmortalidad; procede a animar el cuerpo y, por tanto, a representar el avivamiento del alma.

Se le ordena al profeta que profetice al viento, y luego entra aliento en los cuerpos que hab�a visto suceder a los huesos esparcidos. Esta parte de la par�bola se interpreta expresamente en el sentido de que denota la entrada del Esp�ritu de Dios en la casa de Israel para que vivan; y, por lo tanto, aprendemos la importante verdad de que, cualesquiera que sean los avances que se puedan hacer hacia la simetr�a y las caracter�sticas de una nueva criatura, no hay nada que pueda llamarse vida, hasta que el Esp�ritu Santo venga y sople sobre los muertos.

Y tenemos que bendecir a Dios porque, tambi�n en esta parte, la visi�n est� recibiendo continuamente su cumplimiento.Es el oficio especial del Esp�ritu Santo abrir las tumbas en las que yacen los pecadores y animar el cad�ver moral, para que los muertos son "nacidos de nuevo". De nada servir�a profetizar sobre los huesos, si no existiera este agente divino para revivir a los enterrados: ciertamente podr�amos descender a los sepulcros y reunir los restos de la humanidad en descomposici�n, y componerlos en un cuerpo, y luego, como por el extra�o poder de la electricidad, mueva los miembros en una breve y terrible imitaci�n del ser vivo: pero el luchador activo y perseverante por los premios de la eternidad, �oh! el Esp�ritu de Dios debe estar en cada miembro de esta criatura, en cada nervio y en cada m�sculo; y que ese Esp�ritu solo le sea quitado,

But there is one respect in which the vision, as thus interpreted, appears not to be thoroughly accomplished. We carry on our prophesying over the heaps of dry bones; and now and then there may be produced the effects of which we have spoken: a solitary sinner arises from his lethargy, and sets himself to the working out salvation. But what is there in any one district of the valley I nay, what is there in the combined districts of the valley, supposing that valley to include the whole earth, which answers to the starting up of an �exceeding great army�? In the valley which Ezekiel traversed, such was the result of his prophesying.

�Cu�l ser�a el paralelo de esto, si, en este momento y en este lugar, la par�bola se cumpliera espiritualmente? Ser�a que, si todav�a hubiera entre ustedes las decenas, o las cincuenta, o las centenas, de almas sepultadas en carne, estas decenas, o estas cincuenta, o estas centenas, se despertar�an por el anuncio de la ira venidera. , y tomar conciencia de que han nacido para la eternidad; de modo que, sin embargo, al comienzo de nuestra adoraci�n, los huesos secos se hab�an esparcido profusamente entre nosotros, en su clon, toda la asamblea ser�a una masa de vida, y ning�n individuo se ir�a, como �l vino, �muerto en delitos y pecados .

"Ser�a - no nos atrevemos a esperar una reanimaci�n tan poderosa, y sin embargo vendr�n d�as en que incluso las naciones" nacer�n en un d�a "- que todo lo que sea humano dentro de estos muros llevar�a rastros de una nueva creaci�n, y hombre, mujer, ni�o, viva para Dios en Cristo Jes�s su Se�or. Y si el cumplimiento espiritual se efectuara en todo el valle de la visi�n, estar�amos viviendo bajo la dispensaci�n del milenio, en esa temporada bendita en la que todos conocer�n al Se�or "desde el menor hasta el mayor", y el conocimiento de Su gloria es para llenar la tierra, �como las aguas cubren el mar.

�Cuando corresponda a la maravillosa resurrecci�n de los muertos que mir� Ezequiel: los sepulcros espirituales ser�n vaciados, y la inmortalidad casi apagada se volver� a iluminar por todas partes. ( H. Melvill, BD )

Versículo 8

No hab�a aliento en ellos.

No hay vida sin el Esp�ritu de Dios

I. El siervo de Dios, ocupado con ansiedad en su obra, ve a menudo entre las personas a las que ministra, un estado de cosas que puede describirse as�: "No hab�a aliento en ellos". Esto se puede decir donde hay:

1. Teolog�a sin religi�n. La teolog�a es verdad. La religi�n es vida. Y una estructura de huesos sin aliento vivo en ella, representa acertadamente un esquema de doctrina bien organizado sin un esp�ritu inspirador que lo anime. Las doctrinas pueden estar tan bellamente establecidas como la maravillosa estructura humana: todo en su lugar; pero si eso es todo, hay un grave defecto: �no hay aliento en ellos! Gloriosa como es la doctrina del Evangelio cuando est� viva en las almas vivientes, no hay nada tan odioso como las doctrinas muertas contenidas en las almas muertas.

2. Conocimiento sin servicio. Hay un hombre que siempre est� investigando en una u otra direcci�n: en filosof�a, literatura, ciencia, historia o arte. No pasa un d�a sin que �l haga algo nuevo. Su memoria es tan retentiva que no deja que nada se le escape, y puede convocar a voluntad cualquier pensamiento o hecho de lo m�s rec�ndito de su cerebro cuando es necesario. Su digesti�n mental es maravillosamente fuerte; su lectura casi universal.

Las leyes que ministran a la salud y las leyes que conducen a la riqueza las conoce con una claridad y plenitud m�s all� de las de la mayor�a de los hombres. Pero todo lo que sabe es simplemente material muerto; como tantos muebles magn�ficos cubiertos en un sal�n sin usar: un �ndice de riqueza, pero de ninguna manera de uso.

3. Fe sin obras. Hay un hombre que se ha criado desde la ni�ez en las creencias de las doctrinas del Evangelio - y no duda de ninguna de ellas - pero para �l, estas creencias son todos dogmas muertos como un cad�ver; nunca se mueven. Ellos no lo mueven a la penitencia ni al amor. Aqu� hay una masa de capital in�til, que, aunque m�s precioso que el oro, est� inactivo como madera.

4. Ense�ar que no tiene coraz�n. �No hemos tenido la mayor�a de nosotros la experiencia suficiente para comprender qu� es esto? Se�or.

Es un pensador claro, un razonador cercano y un orador y predicador elocuente. Escucha. Las palabras brotan ininterrumpidamente, sin dificultad, sin tacha; impecablemente precisos y, sin embargo, de alguna manera, no sabes c�mo, no dejan ninguna impresi�n. �Prefiero darme un discurso sencillo y humilde de un hombre que tenga coraz�n, que todas las bellas palabras y arengas impecables del mundo, si no hay aliento en ellas!

5. Organizaci�n sin animaci�n. Eso es exactamente lo que mostrar�a un esqueleto sin aliento, pero por lo dem�s perfecto. La maquinaria ordinaria del trabajo cristiano avanza sin incomodidad. Ortodoxia intachable. Propiedad sin mancha. Pero es como estar en una casa de hielo estar all�. El mecanismo oficial sofoca, reprime, sofoca todo af�n; eso ser�a irregular, y no se permite nada m�s que un convencionalismo estereotipado. Las almas fervorosas corren desesperadas a otra parte. El hueso se ajusta al hueso, �pero no hay aliento en ellos!

6. Culto ceremonial sin devoci�n. El agua imparte vida espiritual; el pan y el vino la nutren. El sacerdote absuelve - el sacerdote en la pila - el sacerdote en el altar de las bodas - el sacerdote en la comuni�n - el sacerdote en el confesionario - el sacerdote enfermo - el sacerdote en el art�culo de la muerte - el sacerdote en la tumba! �Oh, la miserable farsa! El mero trabajo esquel�tico de una religi�n. �Sin vida, sin aliento!

7. Palabras sin hechos. La fluidez en la lengua puede ser una bendici�n, pero a menudo es una trampa. Y donde Dios ha impartido este don, que, cuando se usa para usos elevados y santos, es de gran servicio, sin embargo, su uso puede traer consigo su propia tentaci�n. El hablante m�s justo puede no ser el hombre de la vida m�s santa. Puede que sea un cr�tico consumado, que tenga un buen ojo para los defectos de sus compa�eros, y tal vez tenga un buen flujo de ingenio, que no dude en utilizar para picar y herir a otro.

Pero todo el tiempo se olvida de volver la conversaci�n sobre s� mismo; nunca piensa en criticar sus propios actos y palabras, ni en ponerlos a la luz de la santa y escudri�adora ley de Dios: �ni le importa indagar c�mo se encuentra ante los ojos de Aquel con Quien tiene que tratar! Su religi�n es superficial y vac�a. No hay aliento en �l.

8. Profesi�n sin posesi�n o membres�a en la iglesia sin verdadera piedad. Su religi�n, tal como es, es de un tinte neutro. No ofende por provocaci�n: ni ayuda a nadie en la religi�n, como si su coraz�n y su alma estuvieran inspirados para Cristo. Sin fervor, sin brillo. Los huesos, a la voz del profeta, se han unido, hueso contra su hueso, y la piel los cubre por encima, para que no vuelvan a caer en pedazos, �pero no hay aliento en ellos!

II. �Qu� se puede decir de tal estado de cosas?

1. Tal estado de cosas es extremadamente insatisfactorio. De hecho, esto es decir poco; porque el hecho es que en cada caso hay un fracaso total. �Qu� prop�sito puede responder una hilera de cad�veres, por m�s perfectos que sean los esqueletos? El mundo no es m�s pobre por los huesos de los muertos cayendo en pedazos en ata�des subterr�neos; y si la teolog�a est� muerta, y las creencias est�n muertas, y las iglesias est�n muertas, �lejos de ellas! �No hay p�rdida si se van! La p�rdida de la falta de vida es algo que tanto el mundo como la Iglesia pueden permitirse soportar; y, de hecho, �es una de las misericordias de Dios que las cosas muertas deban irse!

2. "No hay aliento en ellos". Mirando la visi�n de Ezequiel, vemos que, en ese caso, por malo que fuera, hab�a sido a�n peor. Para estos cad�veres se organizaron. �No conocemos ninguna ley revelada de Dios por la cual el aliento pueda entrar en una colecci�n promiscua de huesos! Pero que cese el caos, que reine el orden, que los huesos se adapten a los huesos y que la piel los cubra por encima, y ??entonces, en todo caso, habr� algo para que el aliento viviente anime. As� que eso&mdash

3. El caso no es desesperado. Porque si en el nombramiento de Dios, cuando el profeta habl� a los huesos muertos, hubo un susurro, un temblor, de modo que el hueso lleg� a su hueso, - eso parece como si Dios no quiso decir que las cosas se detuvieran all�. "No hay aliento en ellos". Pero Dios quiere que haya.

4. Por tanto, el caso es uno que indica deber. A saber, el deber, el importante deber de suplicar a Dios. "Ven de los cuatro vientos, oh aliento". ( C. Clemance, DD )

Versículo 9

Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos para que vivan.

La visi�n del valle de los huesos secos

Todo lo dem�s estaba hecho. Tres cosas son prominentes: la multitud, la sequedad y el aislamiento. No nos detendremos a detallar la figura en su aplicaci�n nacional. Pero, �qui�n no lo hace por s� mismo una vez que se sugiere el pensamiento? �Cu�les son las cosas desesperadas en el problema que este d�a presenta al estadista, al fil�ntropo, al cristiano, cuando cualquiera de los tres dedica su mente al estudio de su amada, su sufrimiento, su pueblo ingobernable? �Es net multitud el primero de ellos? La poblaci�n ha crecido m�s que su mancha de tierra; ha superado sus suministros y recursos para el hogar; ha superado sus influencias civilizadoras; ha superado sus medios de gracia.

Pero si la multitud es un pensamiento desesperado, otro es la sequedad. Lo que a veces se llama "la leche de la bondad humana", ese algo indescriptible al que debe poder apelarse para que responda con seguridad, ese aprecio por la bondad en el motivo, en la intenci�n, en el esfuerzo de servir, en ese encuentro a mitad de camino el sentimiento de amor del pr�jimo: todo esto parece haber sido (como dir�a la visi�n) secado y secado del ser humano que se encuentra con nosotros en las calles y carriles, las carreteras altas y los setos, en los que el El mensajero de una compasi�n desinteresada trata de abrirse camino: los huesos son much�simos, eso no es lo peor, tambi�n son por costumbre desde hace mucho tiempo, de negligencia por un lado, de sospecha por el otro, tan completamente secos .

Todav�a hay una tercera cosa desesperante: es el aislamiento. Cada hueso, del que alguna vez fue un marco compacto, est� separado y separado. La par�bola se lee con demasiada facilidad. La vida corporativa, como hablamos, est� extinta en vastas masas de nuestro pueblo. El patriotismo, la lealtad, el esp�ritu p�blico, no son ideas, no son nombres, solo, son bromas y burlas. "Cada uno por s� mismo" es la m�xima odiosa, bastante odiosa si fuera todo, pero hay una m�xima que la acompa�a: "�y la mano de cada uno contra su hermano!" Pasamos por un momento del aspecto social al religioso.

Multitud, sequedad, aislamiento, s�, todos est�n aqu�. No es s�lo la dificultad (aunque enorme) de proveer lo que llamamos la miseria espiritual de las masas: masas que surgen repentinamente en el valle y la monta�a, en el puerto y la aldea, en la ciudad y el campo. Considerar�amos m�s ampliamente la religi�n de nuestro tiempo. Ciertamente tiene multitud. Legi�n es su inscripci�n. Esto en s� mismo es desconcertante: desconcertante de cualquier manera: profundamente deprimente para el amante del orden, para el cl�rigo educado que debe tener la cosa exacta o nada.

Es in�til sentarse a desear lo que los hombres llaman uni�n, que generalmente significa uniformidad; por lo general significa una uniformidad que debe producirse mediante la entrega incondicional de todas las formas menos una a la �nica. Es demasiado tarde, o demasiado pronto, para esto. La �nica esperanza ahora para la religi�n es la confederaci�n pr�ctica (sin mucho hablar de ella, sin programa o tratado de paz) de todas las escuelas y todos los partidos, de todas las sectas y todas las iglesias contra lo que deber�a ser el enemigo com�n de todos: la ignorancia. y blasfemia, infidelidad y pecado.

Y, para ello, una unidad espiritual: la tenencia de una unidad de esp�ritu en el v�nculo de la paz. �Ven de los cuatro vientos, oh aliento, y sopla sobre estos muertos, para que vivan� - vive cada uno primero, vive luego todos. Nos apresuramos a nuestro �ltimo uso del texto, que es el individuo. �Es fant�stico ver un valle lleno de huesos secos dentro del continente del ser �nico? Multitud - sequedad - aislamiento - �esas palabras, esas cosas desesperadas que las hemos llamado, no tienen significado para el hombre? �El esparcimiento de Babel, la confusi�n misma de lenguas, no tiene par�bola para el individuo? �Oh, cu�ntas provincias, cu�ntas islas y continentes hay en una vida, en un solo seno! La desuni�n que opera en todas partes, primero funciona en el interior.

Oh, si hubiera paz interior, cu�ntas discordias ser�an excluidas o curadas. Temperamento incierto, afectos desordenados, pasiones rebeldes, concupiscencias da�inas - deseo de cosas prohibidas, indisposici�n a las cosas ordenadas - dudas sobre la verdad revelada, alejamiento de Dios en su belleza y santidad - cuestionamientos sobre qu� pensar de Cristo - suspenso acerca de cosas vitales para la fe, vitales para la esperanza, vitales para la caridad: estas son las cosas de las que hablamos cuando hacemos la visi�n personal.

No hay necesidad de atravesar esta parte del terreno: todos nos declaramos culpables del cargo de ego�smo. M�s bien escuchemos lo que la visi�n dice como los pasos del avivamiento. Podemos rastrearlos m�s claramente en el caso individual que en el colectivo. Primero, hay lo que un profeta llama un "ruido" - el margen de la versi�n revisada lo llama un "trueno": un "temblor" - la versi�n revisada lo llama un "terremoto".

�Qu� hay en el hombre? Es algo, es cualquier cosa, que interrumpe el curso de la vida cotidiana. Puede ser una p�rdida, puede ser una decepci�n, puede ser una enfermedad, puede ser una muerte. El resultado inmediato de esta sacudida, donde tiene su debido trabajo, ser� el esfuerzo ferviente para enmendar la vida. Dios, cuya mano est� en todos, espera esto del hombre. Si desea ser salvo, debe ayudar en la obra reformando la vida.

Debe renunciar, con resoluci�n y esfuerzo honesto, a sus pecados conocidos. Debe esforzarse, con resoluci�n y esfuerzo honesto, para cumplir con sus deberes conocidos. Y luego, tarde o temprano, no de una vez, sino poco a poco, esa profec�a al viento, el aliento, el esp�ritu, se har� audible por dentro, y Dios mismo "soplar� sobre los muertos", de modo que el cad�ver muerto llegar� a ser un hombre vivo, y la recolecci�n de los huesos y la reconstrucci�n del marco tendr� su obra perfecta en la reanimaci�n del todo por la entrada del Esp�ritu vivificante. ( Dean Vaughan. )

El viento del Esp�ritu Santo que sopla sobre los huesos secos en el valle de la visi�n

I. Habla un poco de esta muerte que es incidente a un pueblo externamente en pacto con Dios.

1. Algunos tipos de muerte.

(1) La muerte, propiamente dicha, es algo tan conocido que no es necesario que les diga lo que es.

(2) Hay una muerte que es metaf�rica; que no es otra cosa que una enfermedad o malestar del alma, por lo que se vuelve insatisfecha e incapaz de realizar ejercicios santos y espirituales. Y esto nuevamente es doble, total o parcial. Hay un incidente de muerte total para los malvados e imp�os, que est�n completamente muertos y no tienen nada de vida espiritual en ellos. Hay un incidente de muerte parcial para los creyentes, a quienes Dios ha resucitado de la tumba de un estado no renovado, y en cuyas almas ha implantado un principio de vida espiritual.

Y esta muerte parcial, incidente de los creyentes, consiste en una decadencia manifiesta de los principios y h�bitos espirituales, en la disminuci�n de su vida habitual, vigor y actividad en el camino y obra del Se�or: su fe, su amor, su esperanza y otras gracias, est�n todas en una condici�n de desmayo y languidez; yacen dormidos en el alma, como la vida del �rbol que yace escondido en su ra�z, sin frutos ni flores, durante la temporada de invierno.

2. Algunas de las causas de esta muerte espiritual.

(1) La abstinencia o el descuido de la comida, ya sabes, pronto llevar� al cuerpo a una condici�n de aflicci�n y languidez: as�, si los medios de la gracia no se mejoran diligentemente, si descuidamos, por fe, para aprehender y mejorar a Cristo, y para alimentarse de �l, cuya �carne es verdadera comida, y cuya sangre es verdadera bebida�, la vida espiritual del alma pronto languidecer� y se marchitar� ( Juan 6:53 ).

(2) Hundir el alma con placer sensual es otra gran causa de muerte espiritual ( Oseas 4:11 ).

(3) La inactividad y la pereza en la obra de salvaci�n y generaci�n es otra causa de muerte espiritual.

(4) El contagio del mal ejemplo, del mundo carnal y las relaciones irreligiosas, tiene una influencia fatal de esta manera.

(5) Alguna herida mortal en el alma, que no se nota cuidadosamente, puede ser la causa de la muerte espiritual.

(6) Un Dios santo tiene a veces una mano justa y santa en esta muerte espiritual, a la que el pueblo del Se�or est� sujeto, al retirar y suspender las influencias de Su Esp�ritu sobre ellos. A veces lo hace con una soberan�a terrible y adorable, para mostrar que no es deudor de ninguna de sus criaturas. A veces lo hace para humillar a su pueblo y evitar su orgullo, lo que hace que los contemple de lejos.

Lo hace para que valoren a Cristo y vean su continua necesidad de suministros frescos de Su plenitud. A veces lo hace para la prueba de Su pueblo, para ver si lo seguir�n en un desierto, en una tierra que no est� sembrada, as� como cuando los est� alimentando con comunicaciones sensibles de Su gracia y Esp�ritu; para ver si vivir�n de �l por fe, cuando no puedan vivir de la vista o de los sentidos.

A veces lo hace para castigarlos, para corregirlos por sus iniquidades. No escuchar los movimientos de Su Esp�ritu es una gran raz�n por la que el Se�or retira Su Esp�ritu. La tibieza y la formalidad en el cumplimiento del deber es otra causa de ello, como vemos en la iglesia de Laodicea; lo hizo escupir esa iglesia de su boca. Prostituir los dones y las gracias del Esp�ritu para fines carnales, ego�stas y viles, para conseguir un nombre o hacer un espect�culo en el mundo.

Pecando contra la luz, pisoteando la conciencia, como sin duda hizo David en el asunto de Ur�as y Betsab�; por lo cual provoc� que el Se�or lo dejara tanto que grita ( Salmo 51:11 ). Esterilidad e infructuosidad bajo los medios de la gracia. No escuchan atentamente la voz de Dios en las ordenanzas y providencias ( Salmo 81:11 ).

3. Algunos de los s�ntomas de la misma y quisiera Dios que no fueran demasiado visibles, abundantes y comunes.

(1) La falta de apetito por el pan y el agua de vida es un s�ntoma de muerte espiritual.

(2) Aunque un hombre tiene algo de apetito, sin embargo, si no crece, o no se parece a su comida, parece algo peligroso y parecido a la muerte.

(3) Ya sabes, cuando la muerte trata con una persona, hace que su belleza se desvanezca. Quiz�s haya sido el d�a, oh creyente, en que la belleza de la santidad adorn� cada paso de tu conversaci�n; pero ahora, �ay! la belleza de tu conversaci�n se ensucia y se mancha, yaciendo entre las ollas del pecado. Esto dice que la muerte espiritual est� tratando con tu alma.

(4) La muerte no solo desperdicia la belleza, sino tambi�n la fuerza ( Eclesiast�s 12:3 ).

(5) La muerte desperdicia el calor natural y el calor del cuerpo. Por lo tanto, es una se�al de decadencia espiritual y muerte, cuando el celo acostumbrado por Dios y Su gloria, y las preocupaciones de Su Iglesia y Su Reino, disminuye.

(6) Un hombre muerto, ya sabes, no puede moverse, pero solo cuando es movido desde afuera, en lo que respecta a que quiere un principio de movimiento dentro. Por lo tanto, es un signo de muerte espiritual, incluso en los creyentes, cuando los motivos y consideraciones externas tienen una mayor influencia en los deberes de la religi�n sobre ellos, que un principio interno de fe y amor.

II. Habla un poco sobre estos alientos e influencias del Esp�ritu de Dios, que son absolutamente necesarios para el avivamiento del pueblo del Se�or bajo la muerte.

1. La naturaleza de estas respiraciones o influencias. Las influencias y los dones del Esp�ritu de Dios son de dos tipos, comunes o salvadores.

2. La variedad de estas influencias del Esp�ritu.

(1) Est�n las influencias convincentes del Esp�ritu ( Juan 16:8 ).

(2) Est�n las influencias iluminadoras y los alientos del Esp�ritu. Por eso se le compara con un colirio ( Apocalipsis 3:18 ).

(3) Est�n las influencias renovadoras del Esp�ritu. Se dice que somos �salvos por el lavamiento de la regeneraci�n y la renovaci�n del Esp�ritu Santo� ( Tito 3:5 ). Por eso se le llama "un Esp�ritu nuevo".

(4) Est�n las influencias consoladoras del Esp�ritu. Este es el viento del sur, por as� decirlo, suave, suave y refrescante; y por eso se le llama el Consolador.

(5) Est�n las influencias corroboradoras y fortalecedoras del Esp�ritu. Por los soplos del Esp�ritu, los d�biles se vuelven "como David, y como el �ngel de Dios delante de �l".

(6) Est�n las influencias que atraen y agrandan del Esp�ritu. Es como aceite para las ruedas de sus carros; y cuando �l venga, ser�n como los carros de Amminadib, o como un pueblo dispuesto.

(7) Est�n las influencias del Esp�ritu que mortifican y matan el pecado.

(8) Est�n las influencias intercesoras del Esp�ritu ( Romanos 8:26 ).

(9) Est�n las influencias del Esp�ritu para sellar y testificar.

3. La manera en que act�an u operan estas influencias, o c�mo es que este viento sopla sobre el alma.

(1) El viento del Esp�ritu Santo sopla libremente; el Esp�ritu act�a como soberano independiente ( Juan 3:8 ).

(2) �l respira en el alma a veces de manera muy sorprendente.

(3) Estos alientos e influencias del Esp�ritu son a veces muy penetrantes y penetrantes.

(4) Los soplos de este viento son muy poderosos, fuertes y eficaces. �l domina las tinieblas de la mente, la contumacia y rebeli�n de la voluntad, y la carnalidad de los afectos: la enemistad del coraz�n contra Dios, y toda la maldad espiritual que hay en las alturas del alma, se hace caer. a sus pies, como lo hizo Dag�n ante el arca del Se�or.

(5) Aunque act�a as� de manera poderosa e irresistible, sin embargo es con una dulzura vencedora, de modo que no se ofrece la menor violencia a ninguna de las facultades naturales del alma.

(6) Hay algo en la respiraci�n de este viento que es incomprensible para la raz�n ( Juan 3:8 ).

(7) Estas influencias del Esp�ritu a veces se sienten antes de ser vistas; como sabes, un hombre sentir� el viento y lo oir� cuando no pueda verlo.

4. La necesidad de estas respiraciones.

(1) Que son necesarios, aparecer� - De la declaraci�n expresa de Cristo ( Juan 15:5 ). Del reconocimiento expreso de los santos de Dios sobre esta cabeza ( 2 Corintios 3:5 ). De las fervorosas oraciones de los santos por los soplos de este viento ( Cantares de los Cantares 4:16 ).

(2) �Para qu� son necesarias estas respiraciones? Para la vivificaci�n de los elegidos de Dios, cuando est�n completamente muertos en sus delitos y pecados. Para el adecuado desempe�o de todos los deberes de la religi�n. Por lograr nuestra guerra espiritual contra el pecado, Satan�s y el mundo. Al ejercicio de la gracia ya implantada en el alma.

5. Algunas de las razones de estas influencias del Esp�ritu: porque el viento, ya sabes, tiene sus estaciones y tiempos para soplar y respirar.

(1) Las influencias vivificadoras del Esp�ritu soplan de manera muy com�n en un d�a de conversi�n.

(2) Cuando el alma ha sido profundamente humillada bajo un sentimiento de pecado e indignidad.

(3) Despu�s de una noche oscura de deserci�n, cuando el Se�or regrese de nuevo.

(4) Tiempos de ferviente oraci�n y lucha; porque da su Esp�ritu a los que lo piden ( Ezequiel 36:37 ).

(5) Tiempos de meditaci�n seria ( Salmo 63:5 ; Salmo 63:8 ).

(6) Los d�as de comuni�n son a veces d�as de dulces influencias.

(7) A veces se ha descubierto que el d�a de la muerte es un d�a de tan agradables vendavales del Esp�ritu, que se les ha hecho entrar triunfantes en el puerto de la gloria.

III. La vida que se efect�a y obra en las almas de los elegidos de Dios por estas influencias y soplos del Esp�ritu Santo.

1. Es una vida de fe ( G�latas 2:20 ).

2. Es una vida de justificaci�n.

3. Es una vida de reconciliaci�n con Dios.

4. Es una vida de santidad y santificaci�n: porque el Esp�ritu del Se�or es un Esp�ritu que limpia, purifica y renueva.

5. Es una vida muy liviana y confortable: y no es de extra�ar; porque Su nombre es El Consolador. Sus consuelos son tan fuertes que le dan al alma terreno de gozo en el d�a m�s oscuro y nublado ( Habacuc 3:17 ).

6. Es una vida de libertad; porque "donde est� el Esp�ritu del Se�or, hay libertad".

7. Es una vida escondida ( Colosenses 3:3 ).

8. Es una vida celestial; est�n hechos para vivir por encima del mundo: "Nuestra conversaci�n est� en el cielo".

9. Es una vida real: porque son �hechos reyes y sacerdotes para Dios� ( Apocalipsis 1:6 ).

10. Es una vida eterna ( Juan 17:3 ).

IV. El uso de la doctrina.

1. El primer uso ser� de prueba y examen.

(1) Si estos alientos han soplado sobre tu alma, hombre, mujer, entonces �l ha quitado el velo y el rostro de la cubierta que estaba naturalmente sobre tu mente y entendimiento.

(2) Si el viento del Esp�ritu Santo ha soplado sobre tu alma, �l ha quitado parte de la inmundicia del infierno que se adhiri� a tu alma, y ??te ha transformado a Su propia imagen ( 2 Corintios 3:18 ).

(3) Si este viento ha soplado sobre sus almas, entonces los ha expulsado de sus refugios mentirosos y los ha hecho tomar santuario en Cristo.

(4) Si alguna vez sinti� alguno de los vendavales revitalizantes de este viento del Esp�ritu, anhelar� nuevos vendavales y soplos de �l; y cuando estas respiraciones se suspendan y retengan, sus almas ser�n como desmayarse, por as� decirlo, como un hombre que necesita aliento.

(5) Si has sentido el aliento de este viento, no apagar�s el viento del este del pecado y la vanidad ( Juan 4:14 ).

(6) Si este viento ha soplado sobre tu alma, seguir�s el movimiento de este viento; no correr�s contra este viento, sino que lo acompa�ar�s. Pero t� dir�s: �C�mo sabr� si soy guiado por el Esp�ritu de Dios? Respondo: Si segu�s al Esp�ritu, no satisfacer�is los deseos de la carne; pero, por el contrario, estudiar�s para �crucificar la carne, con los afectos y las concupiscencias�. Entonces el camino por donde andes ser� un camino de santidad, porque �l es un Esp�ritu de santificaci�n; y camino de la verdad. Ya conoces la espontaneidad y la voluntad de las principales importaciones.

2. El segundo uso ser� el de exhortaci�n.

(1) Considere que la muerte espiritual prevalece mucho en el d�a en que vivimos.

(2) Considere la maldad y el peligro de la muerte espiritual. La maldad de ella aparecer�, si consider�is que es un marco de esp�ritu que se cruza directamente con el mandato de Dios. El mal y el peligro de esto parece m�s lejos de esto, que incapacita el alma para cada deber y estropea nuestra comuni�n y compa�erismo con Dios. Abre una puerta para todos los dem�s pecados y convierte al hombre en presa f�cil de toda tentaci�n. Sienta las bases para los tristes y terribles desaf�os de conciencia.

(3) Considera que as� como los soplos del Esp�ritu son necesarios para todo deber, as� en particular para la obra solemne que tienes ante tus manos de conmemorar la muerte del exaltado Redentor.

(4) Considere la excelencia de estas influencias del Esp�ritu. Soplan de un excelente original: el Esp�ritu Santo es el autor de ellos; y sabes que procede del Padre y del Hijo. Para que toda una Trinidad, por as� decirlo, se transmita con estas respiraciones. Son la compra de la sangre de un Redentor y, por lo tanto, son excelentes. Estas influencias del Esp�ritu, por as� decirlo, suplen la habitaci�n de Cristo mientras �l est� en gloria. ( E. Erskine. )

El advenimiento del esp�ritu

La visi�n ilustra:

I. Los efectos mortales del pecado.

1. Engendra muerte. Aunque el �rbol upas en Java se alimenta de tierra sana, luz y roc�o, sin embargo esparce el miasma de la muerte; as� que el pecado, cuanto m�s florece en el coraz�n del hombre, m�s completamente destruye todo lo bueno.

2. Este es el testimonio de la experiencia. Incluso tu pecado secreto ha entumecido tus mejores sentimientos, te ha robado tu paz, ha levantado una barrera entre t� y Dios. Ha minado tu car�cter, cegado tus ojos a la belleza de la verdad, embotado tu sentido del deber, embotado el fino borde de la conciencia.

3. La observancia de los dem�s profundiza esta convicci�n. Por todos lados vemos hombres y mujeres arruinados por el pecado. Conciencia, reverencia a Dios, amor filial, aspiraciones a una vida santa, todos muertos.

II. El poder de Dios que salvamos.

1. Dar vida es prerrogativa de Dios solamente.

2. Se requiere la plenitud del poder del Esp�ritu.

3. Se env�a una variedad de fuerza e influencia. Algunos necesitan terror, otros suavizar las influencias.

III. El lugar de la agencia humana.

1. Est� en el poder del hombre mantener esta energ�a vivificante.

2. La condici�n de Su advenimiento es muy simple. Simplemente pregunte.

3. La alternativa es algo que hay que temer. ( JD Davies, MA )

Vida a los muertos

I. Formas sin vida. El trabajo hab�a alcanzado una etapa avanzada incluso antes de la profec�a del aliento. Se hab�an ajustado y articulado huesos separados, se coloc� carne sobre el esqueleto y se cubri� con piel. Esto fue obra divina, no humana. El profeta hab�a hablado el mensaje, pero Dios le hab�a dado el poder. Sin embargo, estas formas eran impotentes, para todos los prop�sitos de la vida, hasta que el aliento las aceleraba.

1. Puede haber una obra divina sobre la naturaleza de los hombres, que, sin embargo, se detendr� antes de la vida espiritual. Deja que dos hombres vengan ante ti. Uno se opone a la verdad divina o, al menos, es absolutamente indiferente a ella. La ciencia lo atrae; la pol�tica lo conmueve; el arte le encanta; la m�sica le fascina; el comercio lo absorbe. Pero la Biblia no tiene belleza ni poder para �l; no tiene cabida en sus pensamientos y no ejerce ninguna influencia en su vida.

Dejemos que otro pare hacia adelante. Tiene un conocimiento perfecto de la Cruz de Cristo y de la obra que se realiz� all�; �l puede explicarles muy claramente c�mo un alma puede ser justificada ante Dios por la justicia del Se�or Jesucristo. El estudio del tema es para �l una recreaci�n. Sabe c�mo ser justificado ante Dios, pero nunca ha buscado la justificaci�n. Sabe que debe nacer de nuevo, pero nunca ha orado para ser regenerado.

En ese hombre vemos el comienzo de la obra de Dios. Dios ha abierto su mente para comprender las grandes verdades relacionadas con el Evangelio de Cristo. �l los conoce todos, y en esas verdades tiene el terreno ventajoso para la acci�n espiritual.

2. Estas formas poseen todas las capacidades de la vida. Tienes todas las facultades para la reverencia, la confianza y la consagraci�n amorosa; entiendes c�mo usar estos poderes en todas las direcciones de tu vida, excepto en esa direcci�n ascendente que mira hacia Dios. Tienes fe y amor hacia los que te rodean, y consagraci�n hacia los que son queridos; pero para Dios, sin confianza, sin amor, sin dedicaci�n. Est�s sin vida espiritual.

El propio desarrollo de estas capacidades es un elemento de esperanza. Simplemente recibe a Cristo y Dios te ha dado todas las capacidades que son necesarias. Solo su conexi�n con Cristo es necesaria para alcanzar la vida espiritual.

3. Sin embargo, antes de la respiraci�n, estas formas son impotentes para todos los prop�sitos de la vida. Puede rendir homenaje a la belleza de la verdad y los principios cristianos; incluso puede hablar con reverencia y ternura de la hermosura de Cristo; dif�cilmente puede evitar hacer eso; si tiene alguna susceptibilidad, dif�cilmente podr� negarle a Jes�s el medio de alabanza, pero esto no servir� de nada si no hay vida espiritual.

Esto no solo es cierto para el cristiano individual, sino tambi�n para la Iglesia cristiana. Ninguna correcci�n de forma y apariencia servir� sin vida espiritual. Preferir�a pertenecer a una Iglesia que tiene alg�n error en su organizaci�n, pero que, al mismo tiempo, est� dotada del vigor del Esp�ritu Santo, que pertenecer a alguna organizaci�n correcta en la que no hay vida ni fuerza espiritual.

II. La inspiraci�n de la vida.

1. La obra del Esp�ritu Santo es tan esencial para la salvaci�n como la obra de Jes�s. No estar�s siempre consciente de Su obra. Solo estar�s consciente de ciertos sentimientos en tu propio coraz�n. Si siente un ansioso deseo de servir a Cristo y amarlo, aseg�rese de que provenga del Esp�ritu. Act�e sobre ello. Encuentra tu camino a Cristo.

2. El Esp�ritu Santo obra en respuesta a la oraci�n del siervo de Dios, porque leemos que el profeta profetiz� al aliento, y vino el aliento.

(1) El Esp�ritu Santo es la gran esperanza de la Iglesia hoy. Si hace tres siglos era necesario que Dios levantara a Lutero para insistir en la gran verdad de la justificaci�n por la fe, hoy es necesario que la obra del Esp�ritu Santo se presente en toda su grandeza, y que la Iglesia se despierte para ruega por su gran poder. Es en respuesta a la oraci�n que el Esp�ritu Santo obrar�.

(2) La obra del Esp�ritu Santo es tan esencial para la salvaci�n personal como lo es para la Iglesia. ( Colmer B. Symes, BA )

Ven, oh aliento

I. Miremos la escena circundante y veamos si eso no nos dice que debemos tener el Esp�ritu Santo. �Cu�l fue la escena que se encontr� con los ojos de Ezequiel? Debemos notar esto, porque nuestro prop�sito es hacer lo que creo que ser� un uso leg�timo de la visi�n. Cuando Ezequiel mir� al exterior, vio la naturaleza humana destrozada, y ruego que lo noten, no la naturaleza humana m�s bien estropeada de su belleza, no la naturaleza humana enferma, no la naturaleza humana muriendo, sino la naturaleza humana muerta, no, m�s , muerta y dislocada.

Cuando mir� al exterior, fue la naturaleza humana destrozada y arruinada. Los huesos estaban esparcidos. Estaban tan completamente esparcidos, y la muerte hab�a hecho su trabajo de tal manera, que estaban m�s all� del poder del reconocimiento humano, y m�s all� del poder de la reconstrucci�n humana. Oh, cuando miramos a nuestro alrededor, �qu� es lo que vemos? �No es id�nticamente el mismo que encontr� la mirada de Ezequiel? S� que hay algunos que parecen mirar el mundo a trav�s de un medio del que t� y yo no sabemos nada.

No puedo decir de d�nde sacan su tinte rosa, pero a sus ojos les queda algo de belleza y valor espiritual en el hombre. Cuando el hombre cay�, fue una ca�da tal que no se limit� a lastimarse a s� mismo: rompi� su naturaleza en pedazos; y ahora el pecado ha abatido la estructura misma de nuestro ser, y de la cabeza a los pies no hay una parte que no haya sufrido por el fatal fracaso. Los afectos, la memoria, todos los poderes del hombre, yacen postrados.

Dije que habr�a sido dif�cil para cualquiera reconocer en esos huesos a los hombres que una vez caminaron hacia la batalla. �Estoy yendo demasiado lejos cuando digo que debe ser casi tan dif�cil para los �ngeles, cuando miran hacia la tierra, reconocer, en los espec�menes de humanidad que ven ahora, al hombre como primero vino de las manos del Creador? Y me parece que cuando ahora miran hacia abajo y ven a algunos de los borrachos hinchados que se tambalean por nuestras calles, los ca�dos de rostro descarado que hacen alarde a lo largo de nuestras calles, cuando miran a los libertinos y degradados espec�menes de la humanidad que se encuentran en cada mano, dicen, �En estos es dif�cil reconocer al hombre como vino de las manos del Creador.

�Sin oratoria, sin elocuencia, sin poder humano; ninguna maquinaria eclesi�stica puede servir de nada. "Ven, oh aliento", porque la tranquilidad es demasiado desesperada para la sabidur�a humana o para el poder humano. Si miras el pasaje, ver�s que a Ezequiel no se le permiti� cerrar los ojos al verdadero estado del caso. "Y el Se�or me hizo pasar por ellos". No deb�a mirarlos desde la distancia. Para darse cuenta del hecho, Ezequiel tuvo que tomar una de las caminatas m�s espantosas que pueda imaginar que haya hecho un hombre mortal.

�Por qu�? Que pudiera darse cuenta de la desesperada condici�n. Me temo que hay muchos cristianos profesantes viviendo en un para�so para los tontos. H�bleles sobre el pecado y ellos dir�n: �Oh, pero estos pensamientos son tan tristes; Realmente preferir�a no o�r hablar de ellos ". Se�or, �el hecho de ignorarlo lo alterar�? �Cerrar los ojos a las llagas supurantes las curar�? El Se�or le dijo a Ezequiel: �Da una vuelta alrededor de estos huesos y contempla la escena.

�Ay, son much�simos. Por qu�, toma Londres solo, y tienes que decir: "Oh Dios, son much�simos". Londres es m�s que un rival para la iglesia. Tenemos que clamar por la metr�poli: "Ven, oh aliento". Pero deje que sus ojos vayan m�s lejos, contemplando nuestras grandes ciudades de provincia: nuestros centros de fabricaci�n. �Oh, c�mo colma la gente, c�mo enjambran en ellos! Tome nuestros Liverpools y nuestros Manchesters.

Ve, pregunta acerca de la historia de algunos de esos lugares, y luego tendr�s que gritar: �Ven, oh aliento, que el caso es desesperado. Los huesos son muchos ". Pero qu�date, ahora solo estoy hablando de un pa�s cristiano. Tienes que atravesar el canal revoloteando. �Qu� hay de los millones que est�n envueltos en la oscuridad de la superstici�n? Pasar a�n m�s lejos a China. Ah� te das cuenta. �Sabes que uno de cada tres hombres del mundo es chino? �Sabes que una de cada tres mujeres en el mundo es una mujer china y que uno de cada tres ni�os nacidos en el mundo es un ni�o chino? Bien puedes decir: �Oh Dios, son much�simos.

�� Y estaban muy secos �- sin tu�tano, sin savia, nada en ellos que pudiera cultivarse para dar vida. Y ese es el caso del mundo en general. Ahora, �d�nde est� su poder para resolver el caso? Seguramente esta vista de los alrededores debe llevarlo a la conclusi�n de que el �nico poder que puede cumplir con el caso es el poder de lo alto. �Ven, oh aliento, porque los huesos son muchos y los huesos secos�.

II. La profunda necesidad del poder del Esp�ritu se demuestra en la escena que se encontr� con los ojos despu�s de la predicaci�n. Solo hemos visto el valle como era antes de que Ezequiel comenzara a predicar. Ahora veamos c�mo apareci� despu�s de su serm�n.

1. Observo, primero, que Ezequiel s� predic�. La predicaci�n siempre ha sido la gran agencia de Dios para la recolecci�n de almas; y ninguno de nosotros debe permanecer al margen y decir: "�De qu� sirve predicar a los pecadores que se encuentran en la condici�n que has descrito?" Dios le dijo a Ezequiel: "Ve, profetiza hasta los huesos secos", y �l dijo: "Yo profetic� como se me orden�". Y la obra de la Iglesia de Cristo no es discutir, no preguntar la raz�n, sino obedecer el mandato de su Se�or y enviar a sus ej�rcitos al gran valle de los huesos secos y predicar en todas partes.

�Y observas lo que predic�? Predic� sobre los grandes elementos esenciales. Si lees su breve serm�n hasta los huesos, todo se trataba de la vida. Ah, eso era lo que quer�an. Ezequiel no perdi� el tiempo hablando de una serie de cosas que posiblemente no podr�an tener que ver con huesos secos. Vio la muerte: predic� la vida. Vio ruina: predic� remedio. �Sermones semipol�ticos a los pobres huesos secos? �Entretenimiento nocturno para huesos secos? �Ensayos magn�ficos, ese olor a aceite de la l�mpara de medianoche pero no saben nada de unci�n, para huesos secos? Vosotros, Ezequiels de Dios, en el valle de la muerte, si predican, prediquen los grandes elementos esenciales: la vida, la limpieza, el poder de Dios para la salvaci�n. Aqu� est� el tema a proclamar.

2. Ahora, f�jense, lo hizo, y �cu�l fue el resultado? "Hubo un ruido." Eso no siempre es un signo de la presencia de Dios. No siempre se puede decir que hay un avivamiento porque hay una cantidad considerable de entusiasmo. Si a alg�n hombre le gusta, puede crear cierta emoci�n. Puede que haya ruido y no haya energ�a. El Se�or no estuvo en el terremoto que rasg� las rocas. El Se�or no estaba en el viento que rug�a alrededor de la cueva.

El Se�or estaba en la voz apacible y delicada. No siempre debes decir: "Oh, hubo un poder maravilloso, porque hubo un gran ruido". M�s que eso, hubo un encuentro. Todos los huesos llegaron hueso a hueso. Bueno, ser�a un predicador extra�o que no sent�a placer al ver que la gente lo rodeaba para escuchar la palabra. Gracias a Dios por las grandes reuniones de personas, porque el primer paso hacia la salvaci�n es generalmente el venir abajo, el sonido de la palabra.

Pero, recordemos, las congregaciones grandes no necesariamente prueban la presencia de Dios. Es posible que tengamos multitudes de personas que se unan y, sin embargo, ning�n resultado espiritual. Luego hubo una mejora externa. Despu�s del serm�n de Ezequiel, el valle no se ve�a tan espantoso como antes. En lugar de huesos dislocados, primero hab�a esqueletos. Y luego le� que en los huesos vino la carne, y sobre la carne vino la piel.

�Ves lo que hab�a hecho la predicaci�n de Ezequiel? Les hab�a hecho parecer mucho m�s respetables. S�, la predicaci�n puede hacer eso sin el poder del Esp�ritu Santo. Se puede inducir al borracho a que abandone su copa; se puede inducir al profano a renunciar a sus juramentos; se puede hacer que el imp�o viva una vida pura, y se pueden revolucionar los hogares. Puede haber una gran mejora moral y, sin embargo, es necesario agregar la oraci�n, la encuentra en el vers�culo 8, la �ltima cl�usula, "pero no hab�a aliento en ellos". Eran m�s guapos, pero estaban igual de muertos. Y as� puede tener una mejora moral sin ninguna vida espiritual.

III. Vayamos, entonces, acertadamente al recurso de Ezequiel. Debe haber sido un gran espect�culo. Ezequiel hab�a estado predicando, y hasta ahora hab�a estado mirando los huesos, supongo, de la misma manera que yo he estado mirando a esta congregaci�n, y hab�a visto un cambio maravilloso. Ahora, �ves al hombre de Dios? Ya no mira a su congregaci�n. No tiene nada m�s que ver con ellos. Ha terminado su predicaci�n.

Se vuelve a rezar. Lo veo alzar los ojos al cielo, rodeado como estaba de cad�veres, y grita: �Ven, oh aliento de Dios. Ven y respira sobre estos muertos ". Hab�a llegado a su l�mite. Hab�a hecho todo lo que pod�a hacer. Predic� como se le orden�: ahora deja resultados con el Esp�ritu de Dios. �Notan con qu� maravillosa fe or�? No es el lenguaje de la fe vacilante mezclada con la incredulidad.

Es "Ven, oh aliento de Dios". No tiene ninguna duda de que llegar�. �Por qu�? Porque ten�a un "As� dice el Se�or". El Se�or le hab�a dicho que invocara el viento y, por lo tanto, sab�a que vendr�a. Cuando usted y yo estemos pidiendo clemencia temporal, ser� bueno que no seamos demasiado importunos. Pero cuando venimos a pedir el poder del Esp�ritu, podemos atrevernos a ser valientes. Aqu� est� una promesa: �Si, pues, siendo malos, sab�is dar buenos dones a vuestros hijos, cu�nto m�s vuestro Padre celestial dar� el Esp�ritu Santo a los que lo pidan.

�Iglesia de Dios, no necesitas temblar mientras respiras la oraci�n. Quiero que noten un elemento de fe en Ezequiel que ser� bueno que sigamos. �Ves la fe ilimitada que ten�a en el poder del Esp�ritu? D�jame leerte las palabras. �Ven, oh aliento�, �y qu� haces? �Y soplar�s sobre estos muertos, y vivir�n�. Estamos casi listos para decir: ��Qu�, Ezequiel, crees que ser� tan f�cil para el Esp�ritu de Dios levantar todos estos cad�veres como para ti respirar? S� �, habr�a dicho Ezequiel,� puedo predicar, y puedo llorar, y puedo agotarme.

No puedo hacer nada, pero todo lo que el Esp�ritu Santo tiene que hacer es simplemente respirar �. Oh, la magn�fica facilidad expresada en la oraci�n: "soplo sobre estos muertos". Madre, aunque ese hijo tuyo haya escuchado a todos los evangelistas y predicadores de Inglaterra, el Esp�ritu Santo s�lo tiene que respirar y vivir�. Oh, volvamos a nuestra simple fe en el gran poder del Esp�ritu Santo. Me temo que el Esp�ritu es deshonrado con demasiada frecuencia, ignorado con demasiada frecuencia. ( AG Brown. )

"�Ven de los cuatro vientos, oh aliento!"

I. No somos nada sin el Esp�ritu Santo. Encontramos que los hombres est�n muertos; lo que se necesita es que sean avivados; y no podemos avivarlos. Entonces, �c�mo deber�a afectarnos este hecho? Debido a nuestra impotencia, �nos quedaremos quietos, sin hacer nada y sin importarnos nada? No podemos quedarnos quietos: no creemos que haya sido la intenci�n de Dios que alguna verdad nos conduzca a la pereza; en cualquier caso, no nos ha llevado a eso; nos ha llevado en la direcci�n opuesta.

Tratemos de ser tan pr�cticos en este asunto como lo somos en las cosas materiales. No podemos gobernar los vientos ni crearlos. El marinero sabe que no puede detener la tempestad ni provocarla. �Entonces que? �Se queda quieto? De ninguna manera. Tiene todo tipo de velas de diferentes cortes y formas que le permiten aprovechar cada gramo de viento que llega; y sabe c�mo arrinconarlos o enrollarlos en caso de que la tempestad sea demasiado fuerte para su barca.

Aunque no puede controlar el movimiento del viento, puede usar lo que le plazca a Dios enviar. Por lo tanto, aunque no podemos comandar esa poderosa influencia que fluye del omnipotente Esp�ritu de Dios; aunque no podemos girarlo en la direcci�n que queremos, porque "el viento sopla donde quiere", sin embargo, podemos hacer uso de �l; y en nuestra incapacidad de salvar a los hombres, nos volvemos a Dios y nos aferramos a Su poder.

1. Por este hecho, debemos sentirnos profundamente humillados, vac�os y apartados de nosotros mismos. Nos har� bien estar muy vac�os, ser muy d�biles, ser muy desconfiados de nosotros mismos, y as� continuar con el trabajo de nuestro Maestro.

2. Luego, debido a nuestra absoluta necesidad del Esp�ritu Santo, debemos dedicarnos a la oraci�n antes de nuestro trabajo, en nuestro trabajo y despu�s de nuestro trabajo.

3. Ya que todo depende del Esp�ritu de Dios, debemos tener mucho cuidado de ser hombres que el Esp�ritu de Dios pueda usar. Si alguno de nosotros se vuelve perezoso, indolente o autoindulgente, no podemos esperar que el Esp�ritu, cuyo �nico fin es glorificar a Cristo, trabaje con nosotros. Si nos volvi�ramos orgullosos, dominantes, intimidadores, �c�mo podr�a la dulce Paloma permanecer con nosotros? Si nos desanimamos, tenemos poca o ninguna fe en lo que predicamos y no esperamos que el poder del Esp�ritu Santo est� con nosotros, �es probable que Dios nos bendiga?

4. A continuaci�n, dado que dependemos totalmente del Esp�ritu, debemos estar sumamente ansiosos por usar la Palabra y mantenernos cerca de la verdad en toda nuestra obra por Cristo entre los hombres. No puede trabajar para Cristo excepto por el Esp�ritu de Cristo, y no puede ense�ar para Cristo a menos que ense�e a Cristo; tu palabra no tendr� ninguna bendici�n sobre ella, a menos que sea la Palabra de Dios hablada por tus labios a los hijos de los hombres.

5. Nuevamente, dado que no somos nada sin el Esp�ritu Santo, debemos evitar en nuestro trabajo cualquier cosa que no sea de �l. Un celo precipitado incluso por Cristo puede precipitarse en una zanja. Lo que pensamos que es muy sabio puede ser muy imprudente; y cuando consideremos que al menos una peque�a �pol�tica� puede entrar, esa peque�a pol�tica puede manchar el conjunto y producir un hedor nauseabundo que Dios no soportar�.

6. Adem�s, debemos estar siempre dispuestos a obedecer las m�s suaves advertencias del Esp�ritu Santo; con lo que quiero decir, las admoniciones que est�n en la Palabra de Dios, y tambi�n �pero poniendo esto en segundo lugar� los susurros internos que �l concede a los que moran cerca de �l. Cuando el Esp�ritu Santo te impulse a renunciar a tal o cual cosa, r�ndetelo instant�neamente, no sea que pierdas Su presencia; cuando te impulse a cumplir tal o cual deber, no seas desobediente a la visi�n celestial; y cuando de rodillas parezca dirigirte en oraci�n, ve en esa direcci�n; o si te sugiere que alabes a Dios por tal o cual favor, entr�gate a la acci�n de gracias. Entr�gate por completo a Su gu�a.

7. Una vez m�s: dado que, sin el Esp�ritu, somos impotentes, debemos valorar mucho cada movimiento de Su poder. �Cuidado con el primer deseo, el primer miedo! Al�grate de cualquier cosa que le suceda a tu pueblo que parezca obra del Esp�ritu Santo; y, si lo valoras en sus obras anteriores, es probable que contin�e haciendo m�s y m�s, hasta que por fin d� el aliento, y la hueste muerta se levantar� y se convertir� en un ej�rcito para Dios.

II. Podemos actuar de tal manera que tengamos el Esp�ritu Santo.

1. Si queremos que el Esp�ritu Santo est� ciertamente con nosotros, para darnos una bendici�n, debemos, en el poder del Esp�ritu, darnos cuenta de la escena en la que debemos trabajar. �Quieres salvar a la gente de los barrios marginales? Entonces debes ir a los barrios bajos. �Quieres que los pecadores se derrumben bajo un sentimiento de pecado? Debes estar destrozado t� mismo; al menos, debes acercarte a ellos en su coraz�n quebrantado; y poder simpatizar con ellos.

2. Luego, si el Esp�ritu Santo va a estar con nosotros, debemos hablar con el poder de la fe. Si la predicaci�n no es un ejercicio sobrenatural, es un procedimiento in�til.

3. Adem�s de esto, si deseamos tener el Esp�ritu de Dios con nosotros, debemos profetizar seg�n el mandato de Dios. Dios bendecir� la profec�a que �l mande, y ninguna otra; as� que debemos mantenernos alejados de lo que es contrario a Su Palabra, y decir la verdad que �l nos da para declarar.

4. Observe, a continuaci�n, que si queremos tener el Esp�ritu de Dios con nosotros, debemos estallar en vehemencia de deseo. �Venid de los cuatro vientos�, etc. Un hombre sin deseos obtiene lo que anhela; y eso no es nada en absoluto.

5. Entonces, si queremos tener m�s del poder del Esp�ritu de Dios con nosotros, debemos ver solo el prop�sito divino, el poder divino y la obra divina.

III. Ojal� pudi�ramos hablar con nuestros oyentes.

1. Ustedes que a�n no han sido avivados por la vida divina, o tienen miedo de no estarlo, les exhortamos a escuchar la Palabra del Se�or.

2. A continuaci�n, le recordamos su absoluta necesidad de vivir del Esp�ritu de Dios. Ponlo en la forma que quieras, no puedes ser salvo a menos que nazcas de nuevo; y el nuevo nacimiento no es un asunto que est� dentro de su propio poder.

3. Pero queremos que note lo que el Esp�ritu Santo ha hecho por otros. Dite a ti mismo: "Si el Esp�ritu Santo pudo convertir en santo a un pecador como ese, seguramente �l puede convertirme en santo".

4. � Puedo ir un poco m�s lejos y decir que queremos que observe atentamente lo que se hace en usted mismo? Has apartado de ti muchas cosas que antes te agradaban, y ahora te deleitas en muchas cosas que antes despreciabas. Hay algo de esperanza en eso, aunque puede ser nada m�s que los tendones que vienen sobre los huesos y la carne sobre los tendones. Dios se deleita tanto en su obra que, habi�ndola comenzado, la completa.

5. Adem�s, te recordamos que la fe en Jes�s es signo de vida. �El que en �l cree, no es condenado�; por tanto, ten buen �nimo.

6. Le rogamos que no se deje llevar por la discusi�n de las dificultades. Deja las dificultades; habr� tiempo suficiente para resolverlos cuando lleguemos al cielo; mientras tanto, si la vida viene por medio de Jesucristo, hag�moslo y dejemos de alimentar nuestras dudas.

7. Adem�s, deseamos que anhele la visitaci�n de Dios, el Esp�ritu Santo. �nase a nosotros en la oraci�n, �Ven, Esp�ritu Santo, ven con todo Tu poder; �Ven de los cuatro vientos, oh aliento! " Un solo viento no sirve, debe venir de todos lados. Est� dispuesto a tener el Esp�ritu Santo como �l quiera venir. Que venga como un viento del norte, fr�o y cortante, o como un viento del sur, dulce y que se derrite. Di: ��Ven, de cualquiera de los cuatro vientos, oh aliento! s�lo ven. " ( CH Spurgeon. )

Avivamiento espiritual

I. La oraci�n. "Ven de los cuatro vientos".

1. Es una expresi�n de profunda necesidad. La oraci�n era algo m�s que un grito de "auto-alivio", como el que pronuncian los animales. La escena en todo el valle es extra�a y espantosa: un gran osario, un llamado a la s�plica ferviente en medio de la quietud y el estado inm�vil de los muertos que no despiertan, de s�plica por el aliento de vida.

2. Tambi�n fue una expresi�n de esperanza. La desesperaci�n es tonta. Puede parecer imposible a los hombres, pero el mandato divino se hab�a emitido: "Di al viento: As� ha dicho Jehov� el Se�or: Ven"; y el mandato divino no es en vano.

3. Fue tambi�n la expresi�n del anhelo anhelante, y el deseo es la mano del alma que se extiende tras lo que anhela. Es una disposici�n para recibir los dones divinos. Despu�s de la Ascensi�n, se dejaron transcurrir diez d�as antes de la venida del Esp�ritu, llamando y agudizando as� el deseo de los ap�stoles por el afflatus divino.

II. A quien se dirige.

1. No al viento natural. De lo que sol�amos llamar los "cuatro elementos" - fuego, aire, tierra, agua - tres son s�mbolos del Esp�ritu Santo. La tierra sola es demasiado material para representarlo. Es del Esp�ritu que nuestro Se�or habl� ( Lucas 12:49 ). En la visi�n de las �aguas santas�, Ezequiel describe el derramamiento del Esp�ritu. Y en la conversaci�n con Nicodemo, Cristo compar� las operaciones del Esp�ritu con el viento ( Juan 3:8 ).

2. Es el Esp�ritu Santo representado por "aliento" y "viento" en esta visi�n. En relaci�n con Cristo, �l es el aliento. Cristo �sopl� a los ap�stoles, �y les dijo: Recibid el Esp�ritu Santo� ( Juan 20:22 ). Y en lo que respecta al hombre; porque Dios sopl� en la nariz del hombre �aliento de vida, y el hombre se convirti� en alma viviente� ( G�nesis 2:7 ).

3. La oraci�n dice: "Ven de los cuatro vientos, oh aliento". Esto presagia dos cosas: primero, la omnipresencia del Esp�ritu Santo, para usar el lenguaje de la divinidad, Su inmensidad, los cuatro vientos que representan todas las direcciones, todo el espacio; en segundo lugar, que, aunque omnipresente, podr�a �venir� y estar presente de una manera nueva.

4. Por medio del Hijo del Hombre, por la Encarnaci�n, y todos los misterios de la vida del Redentor, culminando en Su glorificaci�n e intercesi�n a la diestra del Padre, se dio aliento de vida a la raza que, por el pecado, se hab�a convertido como los huesos secos y muertos. Estaban las dos "profec�as", las dos apelaciones a un mundo "muerto en delitos y pecados", el exterior, del Hijo del Hombre visible; el interior, del Esp�ritu invisible de Dios, el uno preparando el camino para el otro, que fue el resultado de �l.

III. Por lo que ofrece.

1. "Sopla sobre estos muertos para que vivan". Observe que la influencia est� en calma. Hay momentos de violencia, como con el viento natural: "sonido del cielo como de un viento recio que soplaba" ( Hechos 2:2 ); o tambi�n, cuando �tembl� el lugar donde estaban reunidos� ( Hechos 4:31 ); pero, por regla general, Dios obra en quietud. Siempre hay algo inusual que acompa�a a los "comienzos". As� que aqu�. Pero, de acuerdo con las leyes ordinarias de la gracia, las operaciones del Esp�ritu se llevan a cabo con tranquilidad.

2. Pero la influencia es potente. Provoc� una maravillosa restauraci�n y transformaci�n. Donde hab�a muerte, quietud, insensibilidad, ahora hay vida, movimiento y conciencia. Hace lo que nada m�s tiene el poder de hacer: resucita al pecador de la muerte del pecado.

3. La resurrecci�n fue

(1) completo. Ellos "vivieron y se pusieron de pie". No permanecieron como valetudinarios, en una postura reclinada, esperando alg�n nuevo acceso de vitalidad. Se pusieron de pie, listos para la acci�n.

(2) Fue corporativo. Cualesquiera que sean las operaciones individuales del Esp�ritu en el hombre y en el hombre, �l es restaurado como parte de �una vida m�s grande que la suya�; es por el mismo hecho de su restauraci�n un miembro de un cuerpo, un miembro de una sociedad divina en la que mora el Esp�ritu de vida. Tiene a su alrededor, por todos lados, a otros con la misma emoci�n de la vida que ha ahuyentado las garras heladas en las que la muerte lo hab�a atado.

(3) Fue agresivo. "Un ej�rcito sumamente grande". La Iglesia deb�a salir y atacar las fortalezas del pecado o las creencias falsas, y conquistar el mundo. Cada miembro de ella, si es fiel a su llamamiento, debe estar animado por un esp�ritu misionero.

4. La visi�n, por lo tanto, es un cuadro m�stico de la obra de la Iglesia en el mundo, impartiendo vida a los "huesos secos" de la naturaleza corrupta, y a las naciones que antes estaban sin Dios y sin esperanza ( Efesios 2:12 ).

5. Adem�s, siempre se ha considerado como una representaci�n de la resurrecci�n general en el �ltimo D�a, cuando la obra del Esp�ritu como �el Dador de vida� se extender� al cuerpo ( Romanos 8:11 ).

IV. Lecciones.

1. Orar con un sentido de profunda necesidad, esperanza confiada, deseo ferviente.

2. Orar a Dios Esp�ritu Santo. �Ven, Esp�ritu Santo, nuestras almas inspiran�, etc.

3. Examinarnos a nosotros mismos, si nuestra resurrecci�n espiritual lleva las marcas antes mencionadas.

4. Creer en el und�cimo art�culo del Credo, �la resurrecci�n del cuerpo�, y mantener el cuerpo en templanza, sobriedad y castidad, en vista de ese evento. ( El Pensador. )

La dorada del Esp�ritu

�Cu�l fue en su gran suma total la condici�n moral del mundo hasta que Cristo vivi�, muri� y resucit�, y ascendiendo desde all� dio dones a los hombres? Contemplad ese mundo, no como revestido de ese falso espejismo y enga�osa gloria con que lo revest�an el arte y la poes�a, sino como debi� presentarse a ojos m�s puros que para contemplar la iniquidad, contempl�moslo, digo, exactamente en ese d�a pentecostal, que podemos llamar con justicia el nacimiento de la Iglesia; - s�lo un peque�o pueblo en toda la tierra preservando el conocimiento, la fe, la adoraci�n del Dios verdadero; y ellos s�lo usan este conocimiento para pecar con m�s culpabilidad, porque contra una luz y un conocimiento m�s claros, que las otras naciones del mundo; sus manos todav�a enrojecidas por la sangre de Aquel a quien deber�an haber recibido como su Rey y su Dios; - el resto del mundo "totalmente entregado a la idolatr�a"; �y con idolatr�a a qu� extra�as y horribles formas de maldad! Contempla por un instante los espect�culos de gladiadores de Roma, hombres mat�ndose unos a otros para divertirse a los espectadores; por decenas y por centenares �masacrados para hacer una fiesta romana.

Contempla, pero con ojos apresurados y desviados, los extra�os deseos de Grecia, hombres que se enorgullecen de su verg�enza y se jactan de iniquidades que uno habr�a pensado que ninguna oscuridad les habr�a parecido lo suficientemente oscura como para ocultar. Entonces, cuando todo fue as� en el peor de los casos, el Hijo de Dios se manifest� en carne, vivi� una vida de perfecta obediencia, hizo en Su Cruz una ofrenda perfecta por todos los pecados, pasados, presentes y venideros, de todos. humanidad; resucit�, subi� a las alturas y, exaltado a la diestra de Dios, derram� sus dones sobre los hombres, incluso sobre los rebeldes.

Y cuando los que eran embajadores de su gracia comenzaron a profetizar por orden suya, inmediatamente hubo un gran temblor entre los huesos secos en el valle de la muerte, y en todas partes una gran agitaci�n; �la vida una vez m�s estaba en conflicto con la muerte y la venc�a! y cuando el aliento de Dios pas� primero sobre la Iglesia jud�a, y luego sobre el mundo gentil, y sopl� sobre los muertos, multitudes salieron de sus tumbas, las tumbas que el pecado hab�a cavado para ellos, tres mil almas, nosotros saben, en el d�a de Pentecost�s, fueron las primicias de una cosecha mucho m�s poderosa, y todos se pusieron de pie, un ej�rcito enormemente grande de hombres vivientes, hechos ahora por ese soplo vivificante del Esp�ritu Santo vivo para Dios.

Y siempre que estos mensajeros de Cristo, y los que en sucesi�n tomaron el mensaje de sus labios, siguieron los mismos efectos; se dio el Esp�ritu Santo; y multitudes, alejadas hasta ahora de la vida de Dios, muertas en sus pecados, vivieron para la santidad y para Dios. Es triste pensar que alguna vez deber�a haber habido una pausa o una remisi�n en una obra de reanimaci�n tan bendita como esta. Pero no podemos negar que tal pausa o remisi�n ha sido.

La muerte no reina ahora en todas partes, como antes; pero aun as�, �oh! cuanta muerte, cuanto que se ha negado y se sigue negando a vivir. Por no hablar de aquellos a quienes las falsas religiones del mundo, hind�, budista y mahometano, han matado, ni tampoco de los devotos y v�ctimas de mil supersticiones e idolatr�as m�s mezquinas, no es la cristiandad misma un espect�culo en estos d�as que bien podr�a hacer los �ngeles lloran? Porque ciertamente son muchos los muertos en �l, los que la superstici�n ha matado, y los que la infidelidad ha matado, los muertos por la intemperancia, la codicia, la inmundicia, el orgullo y mil otras armas del enemigo; que podr�an contarse sus multitudes? Oren, ustedes que tienen alg�n sentido de lo que deber�a ser la Iglesia del Dios viviente, terrible en sus filas apretadas como un ej�rcito con estandartes, y lo que es, que se asemeja demasiado a un valle de huesos secos; ora, como lo hizo el profeta de la antig�edad: "Ven de los cuatro vientos", etc. Y como la oraci�n es una burla, a menos que se le agregue trabajo, agrega una moldear u otro su trabajo a sus oraciones. (Arzobispo Trench. )

Versículos 11-13

Por tanto, profetiza y diles: as� ha dicho el Se�or Dios; he aqu�, pueblo m�o, abrir� tus sepulcros, har� que subas de tus sepulcros y te llevar� a la tierra de Israel.

Desesperaci�n denunciada y gracia glorificada

I. Una palabra verdadera: "Dicen que nuestros huesos est�n secos".

1. Observe, en primer lugar, que se describen a s� mismos como muertos, secos y divididos. Esta gente hablaba de sus huesos y, por tanto, se consideraban muertos; y as� el pecador puede, sin exageraci�n, concebirse a s� mismo como desprovisto de vida espiritual. No conoce la vida de Dios, porque est� muerto en delitos y pecados. Ellos tambi�n estaban divididos. Estos israelitas fueron esparcidos por todas partes; y quiz�s t�, querido amigo, sientes que, como dice Oseas, tu coraz�n est� dividido y te encuentras falto.

Quiz�s vayas m�s all� con la figura, y parezcas seco, sin savia, in�til, sin esperanza. Esta es una descripci�n muy triste del alma de un hombre y, sin embargo, cu�ntos de nosotros hemos tenido que suscribirnos a ella por nosotros mismos. Es simplemente lo que nos sentimos cuando est�bamos sin Dios y sin esperanza; y, sin embargo, el Esp�ritu de Dios nos estaba convenciendo de nuestra culpa.

2. Adem�s, estos huesos de ninguna manera podr�an levantarse solos. No quedaba rastro de humedad sobre ellos; no pod�an darse vida ni moverse; era una esperanza tonta buscar algo as�. �Es ese el triste hecho que se te impone? No intentes olvidarlo. Est�s descubriendo la verdad. En ti no hay poder espiritual que se mueva hacia Dios hasta que Su Esp�ritu se mueva hacia ti.

3. Parec�a haber ante estos huesos ninguna perspectiva m�s que el fuego. �Empieza a sentir en su propia conciencia las primeras quemaduras del fuego que nunca se apagar�? Ah, sean cuales sean sus sombr�as aprensiones, no son demasiado sombr�as.

4. Adem�s, estas personas sent�an que estaban aisladas de las agencias sanadoras. Dicen: "Estamos cortados por nuestras partes"; es decir, cada hueso se corta de su compa�ero, y todo se corta en sus partes de toda esperanza y consuelo. Felices los que han sido liberados de este miserable estado; pero casi hab�a dicho, felices los que lo est�n experimentando, porque aquellos que sienten su pecaminosidad est�n en el camino hacia cosas mejores. Hermano, espero que su extremo sea la oportunidad de Dios. Cuando tus huesos est�n secos, entonces Dios entrar� como la resurrecci�n y la vida y har� que estos huesos secos vivan.

5. A estos pobres les parec�a como si estuvieran completamente entregados, porque cuando se arrojan huesos en el campo y se dejan blanquear por el viento y el sol, cuando nadie los entierra, pero all� yacen, los desechos del osario, entonces, con toda probabilidad, se dejar�n para la destrucci�n. Aparte de Cristo, somos desechados: sin Cristo, Dios no puede mirarnos sino con ira: sin la sangre expiatoria, nuestros pecados protestan contra la entrada de la misericordia, y all� yacemos condenados a nosotros mismos y desamparados, abandonados en nuestro propio juicio a condenaci�n r�pida y segura.

II. Aqu� hay una mala palabra en el texto: "Nuestra esperanza est� perdida". Es bueno que se pierdan nuestras falsas esperanzas; pero todav�a hay esperanza verdadera. Dijeron de viejo en el lat�n, Dum spiro spero, mientras respiro espero; y le doy la vuelta al proverbio y digo: Dum spero spiro, mientras espero respirar. Expresar las frases con bastante libertad me vendr� bien: �Mientras vivo espero, y mientras espero vivir.

La desesperaci�n, que es la declaraci�n de la mente de que no hay esperanza, no es tanto una enfermedad del entendimiento como un pecado del alma. Ning�n hombre tiene derecho a la desesperaci�n; ning�n hombre puede tener raz�n mientras est� desesperado.

1. La desesperaci�n es un gran insulto a Dios; deshonra Sus principales atributos.

(1) Es sumamente despectivo para la verdad de Dios. Si un hombre dice: "No puedo ser salvo", contradice la voz Divina: "M�rame, y s� salvo".

(2) El que desespera insulta el poder de Dios. En efecto, le dice al Se�or que finge tener un poder que no posee.

(3) Pero la desesperaci�n arroja abundantemente deshonra sobre la misericordia de Dios. El Se�or se glor�a en su poder para salvar, y ha declarado claramente que salvar� a todos los que confiesen sus pecados y pongan su confianza en �l; �Y dudamos de �l?

2. F�jense, mientras hace esto, lo cual es bastante malo, la desesperaci�n saca al diablo y lo corona en lugar de Cristo. La desesperaci�n le dice a Satan�s: �T� eres victorioso sobre la misericordia de Dios; has conquistado al mismo Cristo ".

3. Este atroz pecado de desesperaci�n pisotea la sangre de Cristo. Cristo muri� y derram� Su sangre, y sabemos que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Tenemos la Palabra de Dios para ello; sin embargo, aqu� hay un hombre que dice: "No puede limpiarme de mi pecado".

4. La desesperaci�n tiene algo de pecar contra el Esp�ritu Santo; porque el Esp�ritu Santo les trae ricos cordiales en las promesas de Dios, que levantar�n su esp�ritu y los restituir�n de la muerte; y que haces con ellos Los tomas y los arrojas contra la pared; como si esta medicina todopoderosa, ideada por la sabidur�a infinita, fuera el enga�oso olfato de un charlat�n, y no pudieras recibirlo.

5. Cuando un hombre cede a la desesperaci�n, por lo general le sobreviene el h�bito de luchar contra Dios y Su verdad. A veces, el desesperado se pone de mal genio contra todo lo que le viene de la Biblia y de los ministros de Dios, que uno empieza a pensar que debe estar medio loco. Quiz�s lo sea, pero no es una locura lo que lo salva de la responsabilidad; es una locura que se le imputar� en el gran d�a de la cuenta, porque es autoinfligida y persiste voluntariamente en ella.

6. Peor que esto, la desesperaci�n hace que un hombre est� listo para cualquier pecado, porque hay muchos que dicen: "Nunca podr� ir al cielo, por lo tanto, har� un buen swing aqu� y obtendr� todo el placer que pueda mientras est� a mi alcance". . "

7. Perm�tanme decir m�s, la desesperaci�n degrada al hombre, lo degrada por debajo de la bestia bruta; porque los brutos no se desesperan. Piensas peor en Dios de lo que tu perro piensa en ti. En lugar de agacharte a Sus pies, como lo hace tu pobre perro contigo, para tratar de obtener una palabra de gracia, le gru�es al gran Se�or: "De nada me sirve ser humilde: no hay esperanza".

8. �Oh, esta desesperaci�n! Ev�tala, te lo ruego, como evitar�as la muerte misma, porque har� que todos los medios de gracia sean in�tiles para ti. Si no cre�is, tampoco ser�is establecidos.

9. La desesperaci�n tambi�n es ciertamente vana y perversa, porque no tiene Escritura alguna que la respalde.

III. Una palabra de gracia.

1. Dios nos encuentra en nuestro propio terreno y nos lleva donde estamos. Dijeron: "Somos como huesos secos". "S�", dice Dios, "y yo te dar� vida"; pero el Se�or incluso va m�s all� de todo lo que han sentido o dicho, porque no dijeron que fueron sepultados. No, eran como huesos esparcidos por el valle abierto, insepultos; pero el Se�or sabe que son peores de lo que creen; y as� �l va m�s lejos en misericordia de lo que ellos pensaban que hab�an ido en la miseria.

�l dice: "Abrir� sus sepulcros", y eso parece como si finalmente hubieran sido depositados en el sepulcro; pero el Se�or agrega, "y te har� salir de tus sepulcros". �Oh, la misericordia del Se�or! No hay l�mite para ello.

2. Ahora, observe c�mo la Palabra trae consuelo al presentar a otro actor en la escena. Eres como un hueso seco, que no sirve para nada y para nada puede; pero el Se�or viene en S� mismo y dice: "Quiero, quiero". �Oh, ese gran "lo har�"!

3. Pero recuerde que Dios nos consuela aqu� al describir la plenitud de Su obra.

4. Por �ltimo, observe el sentimiento que produce. Ah, qu� sentimiento tiene un hombre de que hay un Dios cuando Dios lo ha salvado; cuando comienza a bailar con el mismo gozo del coraz�n porque est� completamente perdonado, entonces sabe que Jehov� es Dios; cuando su coraz�n se siente tranquilo y lleno de paz, cuando puede decir: "Dios es m�o, Cristo es m�o, el cielo es m�o", no necesita evidencias de la existencia de Dios ni argumentos para probar el poder de Dios. Lleva una demostraci�n de la verdad dentro de su propio coraz�n y se la cuenta a otros con ojos llorosos. ( CH Spurgeon. )

Resurrecci�n del alma

I. La resurrecci�n del alma es una cuesti�n de responsabilidad individual. El hombre no tiene elecci�n en la cuesti�n de su resurrecci�n corporal. No puede hacer nada para acelerarlo o retrasarlo, prevenirlo o efectuarlo. No es as� con el alma. Su condici�n moral depende de s� misma. �Lev�ntate de entre los muertos�, es la voz de la justicia eterna y de la misericordia redentora.

II. La resurrecci�n del alma es un bien en s� mismo. Es el prisionero que deja el calabozo y sus cadenas, y sale como un hombre perdonado y reformado, en el pleno juego de su libertad, para disfrutar con un coraz�n agradecido de las bendiciones de la vida y cumplir con un esp�ritu recto los deberes de su vida. esfera. Es el hombre enfermo, que abandona la oscura c�mara del sufrimiento y sale, con una salud renovada y un marco vigorizado, a los campos de la naturaleza, en la primavera que se abre, para respirar ese nuevo aliento de Dios que est� dando vida a toda la naturaleza.

III. La resurrecci�n del alma es el gran fin de todos los tratos de Dios con los hombres. En cada evento de la Providencia, en cada p�gina de la historia, en cada vers�culo de la Biblia, en cada dictado de la raz�n, en cada latido de conciencia, en cada dolor y en cada gozo, Su voz al alma es esta: �Lev�ntate de los muertos �: - Rompe tu tumba de carnalidades, prejuicios, h�bitos corruptos, hacia la vida de la verdad y el amor.

IV. La resurrecci�n del alma involucra la m�s alta agencia de Dios. El poder divino, que se emplear� para llamar al fin a las innumerables mir�adas de muertos enterrados, no tiene nada de grande en comparaci�n con esa energ�a divina que se desplegar� para despertar a la vida al alma muerta. En el primer caso, el mero mandato o voluntad lo har�. Dios solo tiene que quererlo y est� hecho. Pero se emplea mucho m�s que esto para levantar el alma. Para ello tiene que �inclinar los cielos y descender�, asumir nuestra naturaleza, y en esa naturaleza razonarnos los argumentos de su amor omnipotente.

V. La resurrecci�n del alma es la �nica garant�a de una gloriosa resurrecci�n corporal. ( Homilista. )

Versículos 15-17

Toma un palo.

Uniendo los palos

I. La triste condici�n del pueblo de Israel en el momento en que escribi� el profeta. Fue el de la separaci�n y el alejamiento. Tal condici�n era ...

1. Contrariamente a la naturaleza.

2. Desagradar a Dios.

3. Desastroso para ellos mismos.

Ese y otros pecados los hab�an reducido a una condici�n de bancarrota nacional, servidumbre f�sica, miseria social y degradaci�n moral.

II. La feliz condici�n a la que el pueblo de Israel estaba a punto de ser restaurado. El de la unidad, la armon�a y la unidad. La uni�n en una iglesia cristiana es una condici�n que debe desearse mucho, y todos sus miembros deben buscarla con sinceridad.

1. Es de gran importancia para la Iglesia misma.

2. Es una inmensa ventaja para la comunidad circundante.

3. Le agrada y honra mucho a Dios.

III. La agencia mediante la cual se efectuar�a este delicioso cambio.

1. Les insufl� un principio de vida espiritual.

2. Les envi� sabios consejeros e intercesores fervientes.

3. Los visit� con un doloroso juicio. El cautiverio babil�nico. El sufrimiento com�n a menudo despierta la simpat�a com�n y el dolor com�n engendra inter�s mutuo.

4. Les nombr� obra com�n. La reconstrucci�n de la ciudad y el templo de Jerusal�n. Un servicio com�n a Cristo todav�a promueve la uni�n entre los cristianos.

5. Hace Su residencia en medio de ellos ( Ezequiel 37:27 ). Cristo en medio de una Iglesia act�a como un im�n en medio de part�culas de acero: atrae a todos hacia �l. As� como los cristianos pueden amar a Cristo y acercarse a Cristo, tambi�n se amar�n unos a otros y se acercar�n unos a otros. ( F. Morgan. )

Versículo 28

Yo, el Se�or, santifico a Israel.

Santificaci�n

I. Lo veremos como la obra del Esp�ritu Santo para "santificar a Israel". �l da una vida nueva, otra, espiritual, s�, su propia vida, a los pecadores que estaban muertos en delitos y pecados. Esa es la religi�n de la Biblia. Esa santificaci�n que se vuelve conspicua y visible es el dar vida Divina, vida espiritual y en el alma de un pecador muerto en delitos y pecados. �A vosotros dio vida a los que estabais muertos en delitos y pecados.

�El ap�stol Juan lo pone de otra forma, y ??dice a sus hermanos que fueron regenerados por el poder del Esp�ritu Santo:� Somos de Dios �, es decir, tenemos una vida obtenida de Dios,� sabemos que somos de Dios, y el mundo entero yace en maldad ". El mismo Hijo de Dios habla de ello en el tercer cap�tulo del Evangelio de San Juan como un �nuevo nacimiento�; y �qu� es eso sino la participaci�n en una nueva, otra naturaleza? �Yo, Jehov�, santifico a Israel.

Perm�tanme echar un vistazo a la identidad de la semilla del pacto en esta gran operaci�n de gracia. Dondequiera que el Esp�ritu Santo implante vida espiritual, esa alma se identifica, de inmediato, como israelita. "Las gentes sabr�n que yo, el Se�or, santifico a Israel". �Y qui�n es Israel? La simiente de una cabeza de pacto; un pueblo rescatado; un pueblo emancipado; un pueblo peculiar. �Oh! la enorme importancia de esta distinci�n.

Quisiera a Dios que se mantuviera y se mantuviera entre los seguidores del Cordero. �Cu�l es la primera caracter�stica de su peculiaridad? Son circuncidados de coraz�n, aman a Dios y se distinguen de los egipcios. La luz est� en sus moradas, cuando todo lo dem�s est� oscuro y muerto. Mira bien este punto. �Soy realmente santificado por el Esp�ritu Santo, apartado del mundo y hecho part�cipe de la naturaleza divina? Entonces soy linaje de Cristo.

Entonces estoy separado del mundo por �l; redimido por su preciosa sangre; sacado de la esclavitud egipcia, y ya no puede vivir bajo los capataces y bajo el yugo. Entonces estoy hecho para servir a Jehov� y adorarlo �en esp�ritu y en verdad�. Piense en nuestra dependencia diaria y horaria. Piense en el hecho de que no podemos avanzar un paso en la vida Divina, que ni siquiera podemos reclamar una promesa, o disfrutarla, que no podemos superar una dificultad, que no podemos enfrentarnos a un enemigo, que no podemos soportar una prueba. , sin comunicaciones de gracia de lo alto.

Y por eso, dice el ap�stol, al referirse a Aquel en quien todo est� atesorado, �De su plenitud recibimos todo, y gracia por gracia�. No intenten satisfacerme, no intenten satisfacerse con una religi�n perezosa. Todos los santificados de Dios est�n empleados; porque �l les dice a cada uno de ellos: "Hijo, ve hoy a trabajar en mi vi�a". No pares hasta ma�ana. Ve todos los d�as. La familia creyente de Dios est� llamada a glorificarlo "con sus cuerpos y esp�ritus", porque sus cuerpos y esp�ritus son del Se�or.

�Oh Dios! �Emplea a Tus santificados y deja que cada hijo Tuyo sea activo y vigilante para extender los triunfos de la Cruz! No me digas que eres incapaz de hacer nada. Esa es una de las falsedades y artificios de Satan�s para seducirlo a que se entregue a la pereza. No me digas que no tienes talento. No puedo aceptar ninguna de estas excusas. Todos los santificados de Dios tienen al menos algo que hacer en Su vi�a para glorificar Su nombre.

Y les pedir�a que aprendieran una lecci�n de uno de nuestros viejos m�rtires, recogido del m�s bajo nivel de la vida, analfabeto y sin un centavo que pudiera llamar suyo; y qui�n cuando fue llevado ante un proc�nsul romano y pregunt� con desd�n: "�Qu� puedes hacer por tu Cristo?" respondi�: �No puedo predicarle: no tengo talento. No puedo apoyar Su causa; No tengo dinero, pero hay dos cosas que puedo hacer por �l; Puedo vivir para �l y puedo morir por �l ".

II. �Las gentes sabr�n que yo, Jehov�, santifico a Israel�. �Los paganos lo sabr�n! �Qu�, quieres enviar a todos como misioneros a tierras extranjeras y tribus b�rbaras, para dar a conocer lo que Dios ha hecho por nuestras almas? No creo, al menos en este momento, que todos deban emplearse as�, porque no es necesario salir de Inglaterra o de Londres para encontrar un gran n�mero de paganos. Ahora volver�amos aqu� de nuevo al tema de la decisi�n.

Dime, �c�mo te va? Con una vida tan superior, con una dignidad tan sobrenatural, con perspectivas tan brillantes, a un costo tan vasto como la sangre expiatoria de Cristo, �se degradar�n ustedes mismos, permitir�n que los paganos triunfen sobre ustedes? Oh, poder revestirnos cada d�a y cada hora del Se�or Jesucristo, para que Su semejanza, Su imagen, Su mente, Su Esp�ritu puedan ser exhibidos por nosotros, mientras no busquemos provisi�n para la carne, para satisfacer sus concupiscencias.

Esta es la manera de dar a conocer, que los paganos conocer�n y ver�n el contraste. No pocos mundanos, a quienes he catalogado as� como paganos, han sido llevados a reconocer que hay algo muy singular, algo muy extra�o, algo muy misterioso, que no pueden sondear, en el cristianismo que poseemos. No pueden descubrir qu� es ese algo; y nunca lo har�n hasta que Dios se los d�; es Suyo otorgar.

Y esto me lleva a detenerme por un momento en la soberan�a absoluta de la gracia que la imparte. �Yo, Jehov�, lo hago�. �Oh, c�mo desear�a poder estar m�s familiarizado con Sus hechos y sentir celos por los m�os! Oh, c�mo desear�a que cada acto espiritual que un creyente es capaz de realizar, se pueda rastrear instant�neamente, como el ap�stol lo hizo con el suyo. �la mano de Dios! Oh, la bendici�n de suscribirse a ese art�culo del credo del ap�stol, "Toda buena d�diva y todo don perfecto es de arriba", etc.

Luego, habiendo puesto los cimientos en la soberan�a absoluta, vea c�mo contin�a en el siguiente vers�culo para describir sus operaciones: - �De su propia voluntad nos engendr� a nosotros� - no el orgulloso libre albedr�o del hombre - �de Su propia voluntad �l nos engendr�, por la palabra de verdad, para que seamos una especie de primicia de sus criaturas �. �Oh, la gran importancia de tener esta distinci�n entre nosotros y los paganos, y la preservaci�n de esa distinci�n como obra de Dios, un acto de la operaci�n de Su poder absoluto! �Yo, el Se�or, lo har�, y las naciones lo sabr�n.

�Ahora aqu� hay una distinci�n gloriosa - que los paganos la conocer�n. No solo deben reconocer que lo que se hace es algo bueno, sino que es sobrenatural y est� m�s all� del poder de la criatura; y admitir, como lo hizo el monarca pagano de la antig�edad, en el caso de la liberaci�n de Sadrac, Mesec y Abednego, que es obra de Aquel cuya morada no est� en esta tierra, que es una obra divina sobrenatural.

Otro punto que llamar� la atenci�n de los paganos es su circunspecci�n; porque, cuando Dios santifica, hace muy circunspecto al destinatario de su gracia santificante. Los paganos no ver�n la relaci�n secreta que est� teniendo lugar en su coraz�n con Dios. No pueden ver los manantiales ocultos de la vida. No pueden ver el prop�sito secreto de predestinar el amor, de donde todo procede; pero pueden ver tu circunspecci�n.

Pueden ver c�mo caminas; ellos pueden ver el esp�ritu, la mente y el temperamento que exhibe. Pueden ver si hay algo en usted, en toda su conducta y comportamiento, que desmiente su profesi�n; y no se demorar�n en hablar de ello. Lo descubren en un momento. �Oh, cu�n importante es, por tanto, ese solemne consejo del ap�stol! - �Sed, pues, vosotros santos, como santo es el que os llam�.

Un punto m�s: se relaciona con el disfrute experimental, que la gracia santificante imparte cuando nos presentamos ante los paganos como un pueblo distinguido, y los paganos lo sabr�n. ( J. Hierros. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Ezekiel 37". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/ezekiel-37.html. 1905-1909. Nueva York.