Bible Commentaries
Isaías 2

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículo 1

La palabra que vio Isa�as, hijo de Am�s, acerca de Jud� y Jerusal�n.

Dirigi�ndose a una peque�a colecci�n

(cap�tulos.

2-4), cuyo contenido es&mdash Isa�as 2:1 ) Todas las naciones reconocer�n a�n al Dios de Israel. Isa�as 2:5 ; Isa�as 3:1 ; Isa�as 4:1 ) Mediante grandes juicios tanto Israel como las naciones ser�n llevados al conocimiento de Jehov� Isa�as 4:2 ) Cuando estos juicios hayan pasado, todos los ciudadanos de Sion ser�n santos. ( AB Davidson, LL. D. )

Una vista general del cap�tulo

Los Isa�as 2:2, deber�a ser premisa, se repite con ligeras variaciones en el cuarto cap�tulo de Miqueas, y muchos autores suponen que han sido tomados prestados por ambos escritores de alguna fuente m�s antigua. El profeta se presenta ante una asamblea del pueblo, quiz�s en s�bado, y recita este pasaje, que describe en im�genes hermosas y efectivas la preeminencia espiritual que se otorgar� en el futuro a la religi�n de Si�n. �l insistir�a m�s en el tema; pero apenas ha comenzado a hablar cuando el espect�culo descorazonador se encuentra con sus ojos de una multitud de adivinos, de adornos y adornos de oro y plata, de caballos e �dolos; su tono cambia de inmediato, y estalla en una diatriba contra las modas extranjeras e id�latras, la devoci�n a la riqueza y al brillo, que ve a su alrededor, y que al final le extorsiona el terrible deseo,

Y luego, en uno de sus per�odos m�s majestuosos, Isa�as declara que el juicio est� a punto de caer sobre todo lo que es "alto y sublime", sobre las torres y murallas de Uz�as, sobre los grandes barcos mercantes en Elath, sobre todo objeto de satisfacci�n y orgullo humanos. , cuando la riqueza y el rango ser�n impotentes para salvar, cuando los �dolos ser�n arrojados desesperadamente a un lado, y cuando todas las clases por igual se alegrar�n de encontrar un escondite, como en los viejos tiempos de la invasi�n madianita o la opresi�n filistea ( Jueces 6:2 ; 1 Samuel 13:6 ), en las hendiduras y cuevas de las rocas. ( Prof. SR Driver, DD )

La ciudadan�a de Isa�as en Jerusal�n

La ciudadan�a de Isa�as en Jerusal�n colorea toda su profec�a. M�s que Atenas a Dem�stenes, Roma a Juvenal, Florencia a Dante, es Jerusal�n a Isa�as. Ella es su mirada inmediata y �ltima, el centro y retorno de todos sus pensamientos, la bisagra de la historia de su tiempo, lo �nico que vale la pena preservar en medio de sus desastres, la cumbre de esas brillantes esperanzas con las que colma el futuro. Nos ha trazado los rasgos principales de su cargo y algunas de las l�neas de su construcci�n, muchas de las grandes figuras de sus calles, las modas de sus mujeres, la llegada de las embajadas, el efecto de los rumores.

Ha pintado su aspecto en triunfo, asedio, hambre y terremoto; la guerra llenando sus valles con carros, y nuevamente la naturaleza arrastrando mareas de fecundidad hasta sus puertas; sus estados de �nimo de adoraci�n, p�nico y libertinaje, hasta que los vemos a todos tan claramente como la sombra que sigue la luz del sol y la brisa a trav�s de los campos de ma�z de nuestros propios veranos. ( Prof. GA Smith, DD )

Jud� y Jerusal�n

Hay poco acerca de Jud� en estos cap�tulos: el pa�s no forma m�s que una franja de la capital. ( Prof. GA Smith, DD )

La Palabra del Se�or "vista"

Aunque el esp�ritu del hombre no tiene ojos ni o�dos, cuando est� capacitado para percibir lo suprasensible, es completamente ojo. ( F. Delitzsch. )

Versículos 2-4

Y suceder� en los �ltimos d�as

La descripci�n de Isa�as de los �ltimos d�as

La descripci�n de �los �ltimos d�as�, que en hebreo comienza, �Y ha sucedido. ... se establecer� el monte de la casa de Jehov� �, etc.

es un ejemplo del uso del tiempo perfecto para expresar el futuro cierto. Su explicaci�n parece ser que la estructura de un pasaje como el que tenemos ante nosotros es imaginativa, no l�gica: una imagen, no una declaraci�n. El hablante se proyecta completamente a s� mismo en �los �ltimos d�as�; �l est� all�, los encuentra venir; mira a su alrededor para ver lo que realmente est� sucediendo, y ve que la monta�a de la casa de Jehov� est� a punto de establecerse �a�n en proceso de establecerse� en la cabecera de las monta�as; mira de nuevo, y las naciones ya han llegado al lugar preparado para ellos, pero tan frescas que todav�a se est�n llamando unas a otras; y cuando suben, encuentran que el Rey que buscan ya est� all�, y ha efectuado algunos de Sus juicios y decisiones antes de que lleguen a su turno. ( Sir E. Strachey, Bart.)

Un ep�tome de la visi�n de Isa�as

(vers�culos 2-4): - Isa�as, "arrebatado a los tiempos futuros", ve el trono del Se�or de Israel establecido en soberan�a sobre todas las naciones de la tierra, y ellos se vuelven s�bditos dispuestos a �l, y ciudadanos amistosos para cada uno. otro. Las naciones alcanzan la verdadera libertad, porque llegan a someterse a las leyes e instituciones justas, ya la sabia y amable palabra y direcci�n de ese Rey cuyo servicio es la perfecta libertad; ya la verdadera hermandad, porque dejan sus antiguas enemistades y conflictos, y hacen del mismo Se�or su Juez, �rbitro y Reconciliador.

Y todo esto, no por alg�n dispositivo reci�n inventado de las naciones, alg�n resultado nuevo de su propia civilizaci�n, sino por la realizaci�n del antiguo prop�sito y plan original de Dios, que su pueblo escogido de los jud�os deber�an ser los ministros de estos. cosas buenas, y que en ellas sean bendecidas todas las naciones de la tierra, - que �de Sion salga la ley, y de Jerusal�n la Palabra de Jehov�.

�Esta es la vocaci�n del pueblo hebreo. Esta, dice el profeta, es la clave de todos nuestros deberes como naci�n, esta es la luz maestra que nos gu�a a la acci�n correcta. ( Sir E. Strachey, Bart. )

La supremac�a del monte Sion

Transp�rtate por un momento al pie del monte Si�n. Mientras est� all�, observa que no es m�s que una colina muy peque�a. Bashan es mucho m�s alto, y Carmel y Sharon lo superan. En cuanto al L�bano, Si�n no es m�s que una peque�a colina comparada con �l. Si piensas por un momento en los Alpes, o en los Andes m�s altos, o en los Himalayas a�n m�s poderosos, este monte Sion parece ser una colina muy peque�a, una simple monta�a de arena, insignificante, despreciable y oscuro.

Qu�dese all� por un momento, hasta que el Esp�ritu de Dios toque su ojo, y ver� que esta colina comienza a crecer. Sube, con el templo en su cima, hasta llegar al Tabor. Contin�a creciendo, hasta que el Carmelo, con su verde perpetuo, se queda atr�s, y el Salm�n, con su nieve eterna, se hunde ante �l. Sigue creciendo hasta que los picos nevados del L�bano se eclipsan. Todav�a hacia adelante asciende la colina, dibujando con sus poderosas ra�ces otras monta�as y colinas en su tejido; y asciende hacia adelante, hasta que traspasa las nubes llega por encima de los Alpes; y en adelante todav�a, hasta que el Himalaya parece ser absorbido por sus entra�as, y las monta�as m�s grandes de la tierra parecen ser como las ra�ces que brotan del lado de la colina eterna; y all� se eleva hasta que apenas se ve la cima, tan infinitamente por encima de todas las monta�as m�s altas del mundo como por encima de los valles. , la metr�poli de Dios, el palacio real de Jes�s Rey? El sol es eclipsado por la luz que brilla desde lo alto de esta monta�a; la luna cesa de su resplandor, porque ya no hay noche; pero este monte, elevado en lo alto, ilumina la atm�sfera, y las naciones de los que se salvan caminan a su luz. el palacio real de Jes�s el Rey? El sol es eclipsado por la luz que brilla desde lo alto de esta monta�a; la luna cesa de su resplandor, porque ya no hay noche; pero este monte, elevado en lo alto, ilumina la atm�sfera, y las naciones de los que se salvan caminan a su luz. el palacio real de Jes�s el Rey? El sol es eclipsado por la luz que brilla desde lo alto de esta monta�a; la luna cesa de su resplandor, porque ya no hay noche; pero este monte, elevado en lo alto, ilumina la atm�sfera, y las naciones de los que se salvan caminan a su luz.

El monte de Sion ha sobrepasado ahora a todos los dem�s, y todos los montes y collados de la tierra se han convertido en nada ante ella. Esta es la magn�fica imagen del texto. No s� que en todo el �mbito de la poes�a haya una idea tan enorme y estupenda como esta: una monta�a que se agita, se expande, se hincha, crece, hasta que todas las colinas altas quedan absorbidas, y lo que no era m�s que un peque�o terreno en ascenso. antes, se convierte en una colina cuya cima ense�a hasta el s�ptimo cielo. Ahora tenemos aqu� una imagen de lo que ser� la Iglesia. ( CH Spurgeon. )

Una visi�n de las glorias de los �ltimos d�as

Antiguamente, la Iglesia era como el monte Sion, una colina muy peque�a. �Qu� vieron las naciones de la tierra cuando la contemplaron? Un hombre humilde con doce disc�pulos. Pero ese cerro creci�, y algunos miles fueron bautizados en el nombre de Cristo; volvi� a crecer y se hizo poderoso. Pero a�n as�, comparada con los colosales sistemas de idolatr�a, ella es peque�a. Los hind�es y los chinos se vuelven hacia nuestra religi�n y dicen: �Es un infante de ayer; la nuestra es la religi�n de las edades.

�Los orientales comparan el cristianismo con alg�n miasma que se arrastra a lo largo de las tierras bajas del pantano, pero imaginan que sus sistemas son como los Alpes, superando los cielos en altura. Ah, pero respondemos a esto: �Tu monta�a se desmorona y tu colina se disuelve, pero nuestra colina de Sion ha estado creciendo, y es extra�o decirlo, tiene vida en sus entra�as, y crecer� en ella, crecer� en ella debe, hasta que todos los sistemas de idolatr�a ser�n menos que nada antes de �l. " Tal es el destino de nuestra Iglesia, ella debe ser una Iglesia que todo lo conquista, que se eleva por encima de todos los competidores. La Iglesia ser� como una monta�a alta, porque ella ser� ...

1. Preeminentemente conspicuo.

2. Horrible y venerable en su grandeza.

3. Se acerca el d�a en que la Iglesia de Dios tendr� supremac�a absoluta.

La Iglesia de Cristo ahora tiene que luchar por su existencia; pero llegar� el d�a en que ser� tan poderosa que no quedar� nada para compotar con ella. �C�mo se hace esto? Hay tres cosas que asegurar�n el crecimiento de la Iglesia.

1. El esfuerzo individual de cada cristiano.

2. Podemos esperar m�s.

El hecho es que la Iglesia, aunque es una monta�a, es un volc�n, no uno que lanza fuego, sino que tiene fuego dentro de ella; y este fuego interior de verdad viva, y gracia viva, expande su costado y levanta su cresta, y debe elevarse hacia arriba, porque la verdad es poderosa, y debe prevalecer - la gracia es poderosa y debe vencer - Cristo es poderoso , y debe ser Rey de reyes. Por tanto, hay algo m�s que los esfuerzos individuales de la Iglesia; hay algo dentro de ella que debe hacerla crecer, hasta que supere las monta�as m�s altas.

3. Pero la gran esperanza de la Iglesia es la segunda venida de Cristo. Cuando �l venga, entonces el monte de la casa del Se�or ser� exaltado sobre los collados. Debemos luchar d�a tras d�a y hora tras hora; y cuando pensamos que la batalla est� casi decidida contra nosotros, vendr�, el Pr�ncipe de los reyes de la tierra. ( CH Spurgeon. )

"Todas las naciones acudir�n a ella"

Observa la figura. No dice que llegar�n a �l, sino que fluir�n hacia �l.

1. Implica, primero, su n�mero. Ahora es s�lo el derramamiento de agua del balde; entonces ser� como el rodar de la catarata desde la ladera.

2. Su espontaneidad. Deben venir voluntariamente a Cristo; no ser impulsado, no ser animado, no ser forzado a ello, sino ser educado por la Palabra del Se�or, para rendirle homenaje voluntario. As� como el r�o fluye naturalmente cuesta abajo por ninguna otra fuerza que la que es su naturaleza, as� la gracia de Dios ser� tan poderosamente dada a los hijos de los hombres, que no se utilizar�n actos del parlamento, ni iglesias estatales, ni ej�rcitos para hacer una conversi�n forzada.

3. Pero nuevamente, esto representa el poder de la obra de conversi�n. Ellos "fluir�n hacia �l". Imag�nese a un idiota tratando de detener el r�o T�mesis. El secularista puede levantarse y decir: �Oh, �por qu� convertirse a esta religi�n fan�tica? Mira las cosas del tiempo ". ( CH Spurgeon. )

El monte de la casa del Se�or

El texto llama nuestra atenci�n:

I. HASTA UN PERIODO DE TIEMPO EN QUE OCURRAN LOS ACONTECIMIENTOS DE LOS QUE HABLA. "Los �ltimos d�as." La frase significa, generalmente, la edad del Mes�as; y as� lo entienden tanto los comentaristas jud�os como los cristianos. El ap�stol ha puesto este significado m�s all� de toda duda. �Dios, que en tiempos pasados ??habl� a los padres, en estos �ltimos d�as nos ha hablado por Su Hijo�.

1. La expresi�n da a entender que las dispensaciones que vivieron los profetas del Antiguo Testamento no fueron sino preparatorias para una de completa perfecci�n. Todos estos antiguos hombres santos miraban hacia el futuro. El patriarcal fue sucedido por la era mosaica. Profeta vino tras profeta; pero todos miraban hacia adelante. Todas las cosas a su alrededor, y antes de ellas, eran t�picamente sombr�as.

2. El �nfasis que el de los �ltimos d�as insin�a, tambi�n, las opiniones que ten�an de la completa eficiencia de ese sistema religioso que el Mes�as iba a introducir. En esa �poca descansaban todas sus esperanzas de la recuperaci�n de un mundo que ve�an hundirse a su alrededor; y en la contemplaci�n de este eficiente plan de amor redentor, mitigaron sus dolores. Sintieron que el mundo necesitaba un sistema m�s eficiente y lo vieron descender con el Mes�as del cielo.

3. Los d�as del Mes�as fueron considerados por la Iglesia antigua como �los �ltimos d�as�, porque en ellos todos los grandes prop�sitos de Dios deb�an desarrollarse y completarse.

II. AL ESTADO DE LA IGLESIA GENERAL DE DIOS EN LOS �LTIMOS D�AS. �El monte de la casa del Se�or ser� establecido en la cumbre de los montes, y ser� exaltado sobre los collados; y todas las naciones acudir�n a �l �. Algunos han considerado esto como una predicci�n de la reconstrucci�n real del templo y la restauraci�n del estado pol�tico y eclesi�stico de los jud�os al final de los �ltimos d�as de los tiempos del Mes�as.

Tal interpretaci�n, si se permite, no interferir�a en absoluto con aquello en lo que todos est�n de acuerdo, que, cualquier otra cosa que pueda significar la predicci�n, establece, bajo cifras tomadas de las instituciones lev�ticas, el estado futuro de la Iglesia general de Cristo. Para el principio que lleva a tal interpretaci�n, no tenemos menos autoridad que la del ap�stol Pablo, quien uniformemente considera el templo, sus sacerdotes y su ritual como tipos de cosas celestiales; y en un pasaje muy conocido, los utiliza para caracterizar la verdadera Iglesia de Cristo.

�Pero hab�is venido al monte Sion ya la ciudad� del Dios viviente, la Jerusal�n celestial. El monte de la casa del Se�or ya no est� cubierto de ruinas, sino establecido en lo alto de las colinas. Aprendemos de ello

1. Que la Iglesia sea restaurada al orden y la belleza evang�licos: ser� como el monte Sion.

(1) Sion era el lugar del sacrificio. Y en los �ltimos d�as se exhibir� aqu� el verdadero sacrificio.

(2) El monte Sion era el trono de majestad. Y al venir a la Si�n evang�lica, llegamos a Dios como el Soberano y Juez universal. En los �ltimos d�as, la ley del Evangelio brillar� all� con tanta fuerza como la gracia del Evangelio.

(3) Sion era el monte de la santidad. Y en estas arcillas gloriosas ser�n santos todos los que nombran el nombre de Cristo.

(4) Sion era la residencia especial de Dios. El d�a de Pentecost�s tom� posesi�n de la Iglesia; pero en los �ltimos d�as habr� manifestaciones especiales de Su presencia en demostraciones m�s ricas de poder vital. A este estado debemos trabajar siempre para llevar a la Iglesia, evitando, nosotros mismos, todo lo que sea incompatible con la verdad en la doctrina y la santidad en la vida. Por las m�s ricas efusiones de gracia debemos orar con fervor.

2. En este estado, la Iglesia se distinguir� por su celo. �De Sion saldr� la ley, y de Jerusal�n la palabra del Se�or�. Entonces fue en el mejor estado de la Iglesia jud�a. El evangelio se predicar� en todas las naciones; y hasta que env�es la ley, no dir�n: "Venid y subamos al monte del Se�or". Vemos as� la conexi�n entre el mejor estado de la Iglesia y este santo celo. Toda la historia lo prueba.

III. PARA CIERTAS OPERACIONES ESPECIALES DE DIOS POR LAS CUALES LOS ESFUERZOS DE SU IGLESIA RESTAURADA PARA BENDECIR Y SALVAR AL MUNDO SER�N EFECTUADOS. Sin Dios, no todos los esfuerzos de la Iglesia, incluso en su mejor estado, pueden ser efectivos.

1. Juzgar� entre las naciones. La palabra "juez" no siempre se usa en su sentido puramente judicial, sino en el de gobierno, el ejercicio del poder real tanto en la misericordia como en el juicio; y en este sentido aqu� lo tomamos. �l ordenar� los asuntos del mundo de tal manera que se le brinden oportunidades a Su Iglesia para que se esfuerce por su beneficio. Y as� est� juzgando entre las naciones en nuestros d�as.

2. Es parte del oficio real mostrar misericordia; y as�, tambi�n, "juzgar� entre las naciones". Esto lo har� quitando las deserciones judiciales que, como castigo por la infidelidad, ha infligido. "�l juzgar� entre las naciones". Lo har� judicialmente, pero no para destrucci�n, sino para correcci�n. Entonces hay dos tipos de juicios; juicios de ira y juicios de misericordia. Cuando la gracia se da con juicios, estos se vuelven correctivos y saludables.

3. Se a�ade, por tanto, �y reprender� a muchos�; o, seg�n la traducci�n de Lowth, "trabajen convicci�n entre ellos". �Y no podemos esperar que esto se acerque? Incluso mientras espera el per�odo glorioso descrito y prometido en la profec�a anterior, la Iglesia est� llamada a �andar en la luz del Se�or� ( Isa�as 2:5 ).

1. Caminen ustedes mismos por esta luz de la verdad.

2. Ponga ante usted la gloria de estas espl�ndidas escenas y d�jelas que le animen a esforzarse cada vez m�s por difundir la verdad, la santidad y el amor por toda la tierra. ( Richard Watson. )

La gloriosa exaltaci�n y ampliaci�n de la Iglesia

I. LA GLORIA Y EXALTACI�N. �Se establecer� el monte de la casa del Se�or�, etc.

II. LA AMPLIACI�N. "Todas las naciones acudir�n a �l".

III. LA PROSPERIDAD de la Iglesia comienza a describirse en Isa�as 2:4 . ( J. Mede, BD )

Visibilidad y gloria de la Iglesia

Existen&mdash

I. TIEMPOS EN QUE LA IGLESIA ES VISIBLE PERO NO GLORIOSA.

II. MOMENTOS EN LOS QUE NO ES VISIBLE NI GLORIOSO.

III. MOMENTOS EN LOS QUE DEBE SER VISIBLE Y GLORIOSO. ( J. Mede, BD )

El monte de la casa del Se�or

I. EL PERIODO AL QUE SE REFIERE. La referencia no es a la era del Evangelio en su conjunto, sino a un per�odo avanzado de la misma, incluso a la �poca de la gran prosperidad milenaria. La edad de oro de los griegos y romanos fue el pasado, pero nuestra edad de oro a�n est� por llegar.

II. LA VIVA VERDAD DECLARADA. �La monta�a�, etc. A menudo Sion ha languidecido, pero se convertir� en una alabanza en toda la tierra. En esta sorprendente figura se abrazan dos cosas:

1. Posici�n elevada.

2. Duraci�n permanente.

III. EL INTER�S GENERAL DESPIERTO. Tenemos aqui&mdash

1. La invitaci�n dada. �Y mucha gente ir� y dir�: Venid, y subamos al monte del Se�or, a la casa del Dios de Jacob�.

2. Las consideraciones por las que se aplica. �Y �l nos ense�ar� sus caminos, y caminaremos por sus sendas; porque de Sion saldr� la ley, y de Jerusal�n la palabra del Se�or�. Es la sede de la instrucci�n divina por un lado, y el centro de la santa influencia por el otro.

IV. LOS FELICES RESULTADOS DECLARADOS (vers�culo 4). Este es&mdash

1. Una consumaci�n muy devotamente deseable.

2. Absolutamente cierto en su realizaci�n. �Convertir�n sus espadas en rejas de arado�.

3. Los medios por los cuales se lograr�. Por Dios juzgando o gobernando entre las naciones, y reprendiendo o obrando convicci�n entre ellas. ( Anon. )

La futura gloria y amplitud de la Iglesia

1. La dispensaci�n del Evangelio fue dise�ada para reemplazar la que fue dada por la mano de Mois�s; deb�a ser exaltado por encima de esta colina.

2. El Evangelio tambi�n estaba destinado a triunfar sobre todos esos corruptos sistemas de religi�n que alguna vez han sido recibidos entre los hombres.

3. La afirmaci�n que tenemos ante nosotros tambi�n se entiende como una profec�a relativa a la plenitud de la Iglesia cuando los jud�os ser�n llamados. Este importante evento es predicho por los escritores sagrados. ( S. Ramsey, MA )

La amplitud de visi�n de Isa�as

Considere lo que significaba esa predicci�n en la �poca de Isa�as. Viv�a dentro de l�mites y limitaciones bien definidos: el jud�o no era un gran hombre en el sentido de incluir dentro de sus aspiraciones personales todas las clases, condiciones y propiedades de los hombres; abandonado a s� mismo, pod�a permitir que los gentiles murieran por miles todos los d�as sin derramar una l�grima sobre sus cuerpos ca�dos; viv�a entre su propia gente; le bastaba con que los jud�os fueran felices, porque los gentiles no eran m�s que perros. Aqu� hay una nueva visi�n de la naturaleza humana, una gran ampliaci�n de los l�mites espirituales. ( J. Parker, DD )

La Iglesia del futuro: Goethe e Isa�as

Est� muy de moda en estos d�as que aquellos que no creen en la religi�n cristiana le otorguen su patrocinio. La Biblia est� llena de enga�os y falsedades, pero ellos la consideran, en general, como un libro que merece atenci�n; partes de �l son casi tan buenas como el Rig-Veda. La Iglesia ha sido la esclava del fanatismo y la superstici�n, sin embargo, encuentran en la historia de la Iglesia algunos pasajes que son inspiradores.

Jes�s de Nazaret fue un maestro en cuya doctrina encuentran muchas cosas para corregir; sin embargo, sus contribuciones a la ciencia �tica fueron tan ricas que se sienten justificados en otorgarle una aprobaci�n calificada. Es posible que Goethe haya establecido esta moda de patrocinar el cristianismo. En ese templo del futuro que describe en su Cuento, la peque�a caba�a del pescador, por la que simboliza el cristianismo, fue graciosamente admitida.

�Esta peque�a choza, de hecho, se hab�a transfigurado maravillosamente. En virtud de la L�mpara encerrada en ella [la luz de la raz�n], la choza se hab�a convertido de adentro hacia afuera en plata maciza. Pronto, tambi�n, su forma cambi�; porque el noble metal hizo a un lado la forma accidental de tablas, postes y vigas, y se extendi� hasta convertirse en una noble caja de mano de obra batida y ornamentada. As� se erigi� un peque�o y hermoso templo en medio del grande; o, si se quiere, un altar digno del templo.

�Esta es la visi�n de Goethe de la Iglesia del futuro. Ha sido lo suficientemente magn�nimo como para proporcionarle un nicho en el templo perfeccionado del Gran M�s All�; es para servir como una bonita decoraci�n de esa gran estructura, como un delicado trocito de baratijas. Unos veinticinco siglos antes de la �poca de Goethe, otro poeta, que viv�a en alg�n lugar de las fortalezas de Siria, tuvo visiones del futuro en forma y color muy diferentes a las del fil�sofo alem�n.

A la vista de Isa�as de los �ltimos d�as, la Iglesia de Dios no es simplemente una caracter�stica: proporciona el contorno, llena todo el campo de visi�n. No es simplemente un rasgo de la imagen, es la imagen. En lugar de poner a la Iglesia en un nicho en el templo del futuro, para mantenerla all� como una especie de reliquia, una curiosidad antigua bien conservada, Isa�as insiste en que la Iglesia en el templo y que todas las reservas y fuerzas del bien ser�n reunidos en �l, para celebrar su imperio y decorar su triunfo.

El monte de la casa del Se�or, la t�pica Si�n sobre la que se edifica la Iglesia espiritual, debe ser exaltada por encima de todas las dem�s eminencias. Hacia que todos los ojos se vuelvan; hacia eso llevar�n todos los caminos; hacia ese caminar�n con alegr�a todos los pies de los peregrinos. Para los heraldos de su progreso, para los misioneros de sus buenas nuevas, tendr� muchas naciones; dar� a todo el mundo la ley que rige y la palabra informativa.

Esta es la visi�n de Isa�as de la Iglesia del futuro. Cuando hayan pasado veinticinco siglos m�s, ser� m�s f�cil saber si el hebreo o el alem�n fue el mejor vidente. ( Washington Gladden, DD )

La Iglesia del futuro

Isa�as nos muestra la Iglesia del futuro solo en l�neas generales; el gran hecho que nos da es que en los �ltimos d�as la Jerusal�n espiritual reunir� en s� todos los reinos del mundo y toda la gloria de ellos. Es posible que, de alguna manera indistinta, completemos este bosquejo; imaginar, si no podemos profetizar, cu�l ser� el alcance y el car�cter de la futura Iglesia.

I. � TENDR� UN CREDO? Un credo es solo una declaraci�n, m�s o menos elaborada, de los hechos y principios de la religi�n aceptados por quienes se adhieren a �l. La religi�n no es un asunto enteramente de las emociones; implica la aprehensi�n de la verdad. En el futuro, como en el pasado, esta verdad debe afirmarse para ser aprehendida. El credo de un hombre es lo que cree; y debe haber credos mientras haya creyentes.

Sin embargo, es probable que los credos se modifiquen considerablemente con el paso de los a�os. Ciertamente han ido sufriendo modificaciones, continuamente, a lo largo de los siglos. Debe recordarse, sin embargo, que los cambios por los que ha pasado la ciencia teol�gica han sido cambios de esp�ritu m�s que de fondo, de forma m�s que de hecho. La verdad esencial permanece. Los grandes cambios en teolog�a son cambios morales.

La teolog�a se vuelve cada vez menos materialista y m�s �tica. Este progreso continuar� en el futuro. El credo del futuro contendr�, no tengo ninguna duda, la misma verdad esencial que se encuentra en los credos del presente; pero puede haber una diferencia considerable en su redacci�n y en el punto de vista desde el que se aborda.

1. Los hombres creer�n en el futuro en un Dios personal infinito, el Creador, el Gobernante, el Padre de los hombres. La Fuerza abstracta e impersonal a la que nos conduce el agnosticismo no tiene relaci�n con lo m�s profundo del hombre, y no puede tener ninguna. Cristo nos orden� amar al Se�or nuestro Dios con todo nuestro coraz�n, mente y alma. �Puede alg�n hombre ser perfectamente feliz hasta que haya encontrado alg�n Ser a quien pueda amar de esta manera? El Ser que es digno de ser amado de esta manera, �no debe ser a la vez perfecto e infinito? �Y es posible que un hombre ame con el coraz�n, la mente y el alma a cualquier ser, por vasto o poderoso que no tenga coraz�n, ni mente, ni alma?

2. En cuanto al modo de existencia divina, los hombres aprender�n en el futuro a hablar m�s modestamente de lo que han hablado en el pasado. Se har� cada vez m�s evidente que no es posible poner el infinito en t�rminos de finito. Est� la doctrina de la Trinidad; hay verdad en �l, o debajo de �l; pero �puede alguien poner esa verdad en proposiciones que sean definidas y no contradictorias?

3. Si uno puede juzgar el futuro por el pasado, no hay raz�n para temer que la persona de Jesucristo sea menos dominante en la Iglesia del futuro que en la Iglesia del presente.

4. La Iglesia del futuro no negar� el hecho del pecado. Sin duda, la organizaci�n y las circunstancias se tendr�n en cuenta al estimar la conducta humana; pero tambi�n se comprender� claramente el poder de la voluntad humana para controlar las tendencias naturales, para liberarse de las enredaderas circunstancias y para aferrarse a la gracia divina mediante la cual puede vencer el pecado. Se reivindicar� la supremac�a de la naturaleza moral.

5. El castigo, tal como lo concibe y representa la Iglesia del futuro, no ser� una imposici�n arbitraria de sufrimiento, sino la consecuencia natural e inevitable de la desobediencia a la ley. Se descubrir� que la ley moral est� incorporada al orden natural, y que sus sanciones se encuentran en ese orden; mientras que, en la obra de la redenci�n, Dios interviene por su gracia personal y sobrenatural para salvar a los hombres de las consecuencias de su propia desobediencia e insensatez. La ley es natural; La gracia es sobrenatural Se har� ver a los transgresores, lo que ahora perciben tan vagamente, que ning�n efecto puede estar m�s estrechamente unido a su causa que la pena del pecado.

6. Cualquiera que sea el credo del futuro, sin embargo, no se le dar� el tipo de uso para el cual el credo del presente est� destinado a servir. No se establecer� como la plataforma doctrinal sobre la que deben caminar todos los que entran en la comuni�n de la Iglesia. La Iglesia, como cualquier otro organismo, tiene una idea org�nica, y es la simple lealtad a Jesucristo, Cabeza de la Iglesia. Habr� una sola puerta a esa Iglesia: Cristo ser� la puerta.

II. �CU�L SER� LA POL�TICA DE LA FUTURA IGLESIA? Es probable que, de los diversos tipos de maquinaria eclesi�stica, cada uno de los diversos cuerpos religiosos elija libremente lo que m�s le guste. Sin duda, la Iglesia tendr� alguna forma de gobierno: no ser� una turba santa; la anarqu�a no ser� considerada como el bien supremo, ni en la Iglesia ni en el Estado. Cualquiera que sea el molde eclesi�stico que pueda moldearse la Iglesia del futuro, no existir� entonces ning�n sectarismo insignificante.

Las diversas familias de cristianos vivir�n juntas tan felizmente como lo hacen ahora las familias bien educadas en la sociedad. Aunque habr� diversidad de formas en el futuro, habr� una verdadera y profunda intercomuni�n y cooperaci�n entre cristianos de todos los nombres, y nada podr� separar a los que siguen al mismo l�der y viajan por el mismo camino.

III. �QU� TIPO DE OBRA SER� REALIZADA POR LA IGLESIA DEL FUTURO? Tendr� muchas formas de trabajar con las que la Iglesia del presente no ha so�ado. �El campo es el mundo�, nos ha dicho Cristo; y en ese mejor d�a la Iglesia habr� aprendido a ocupar el campo.

1. Pablo dijo que como predicador del Evangelio magnific� su oficio. No hay oficio m�s honorable. Pero no se debe inferir que no hay otra manera de predicar el Evangelio que la expresi�n formal de la verdad religiosa, en presencia de una congregaci�n. La verdad se difundir�, en ese momento, de muchas otras formas. Porque aunque la voz viva es el mejor instrumento para la proclamaci�n de la verdad, hasta donde llegue, no podr� llegar muy lejos.

El arte de la imprenta se le ha dado al mundo desde ese d�a; y por esa invenci�n se ha revolucionado todo el asunto de instruir e influir en los hombres. La Iglesia ya se ha apropiado de esta agencia; y sin duda es cierto que se utilizar� en el futuro con mayor eficacia que en el pasado. El alcance de la ense�anza tampoco ser� tan reducido como a veces lo ha sido en el pasado. Aplicar la regla �tica del Nuevo Testamento a la conducta de los individuos y a las relaciones de los hombres en la sociedad ser� la obligaci�n constante del p�lpito.

De Sion debe salir la ley por la cual los padres, hijos, vecinos, ciudadanos, obreros, maestros, maestros, alumnos, benefactores, beneficiarios, guiar�n su comportamiento. La ciencia, durante mucho tiempo la pesadilla de los te�logos, no perturbar� m�s sus sue�os; se entender� que no puede haber conflicto entre verdades; que la ciencia f�sica tiene sus hechos y leyes, y la ciencia espiritual sus hechos y leyes; que son diversos pero no contradictorios, y que uno es tan positivo y cognoscible como el otro. La hostilidad que existe ahora entre los cient�ficos y los te�logos ya no existir�, porque ambas partes habr�n aprendido la sabidur�a.

2. Pero la obra de ense�ar no ser� la �nica obra a la que se dirigir� la Iglesia del futuro. Se pondr�n en marcha grandes y sabias empresas para el bienestar de los hombres; muchos de los instrumentos actualmente en uso seguir�n utiliz�ndose, bajo formas modificadas, y se dise�ar�n muchos nuevos. Se entender� que la ley de la Iglesia es simplemente esta: "Hagamos el bien a todos cuando tengamos oportunidad". ( Washington Gladden, DD )

El im�n que atrae a las naciones

La Iglesia est� establecida en la cima de la monta�a, y todas las naciones fluyen hacia ella. �S�, fluyendo colina arriba! �S�, por la ladera de la monta�a! Cuando era ni�o dije: �Esa es una ret�rica falsa, un error: fluir hacia la cima de la monta�a; no puede ser." Fui al taller de un amigo y vi en el polvo un paquete de limaduras de acero. Y ten�a un im�n y, al acercarlo a las limaduras de acero, se sintieron atra�das por �l y besaron el im�n.

Entonces dije: Dame un im�n lo suficientemente grande, col�calo en la cima de la monta�a, y atraer� a todas las naciones hacia �l. Ese im�n es el Se�or Jesucristo, porque dijo: "Si fuere levantado de la tierra, a todos atraer� a m�". ( Mons. M. Simpson, DD )

Versículo 3

Venid y subamos al monte del Se�or

"Muchas personas"

Para "gente", lea "pueblos".

�As� que ver.

4. ( AB Davidson, LL. D. )

Deseo de instrucci�n espiritual

Lo que pretendo es hacer uso de las palabras ya que expresan un deseo sincero en muchas personas de estar mejor informadas en la mente y voluntad de Dios, por alguna revelaci�n particular de �l mismo de lo que podr�an estarlo por la mera luz natural de sus propias mentes. , reflexionando solo sobre las obras generales de la creaci�n y la providencia.

I. TODO HOMBRE RACIONAL, QUE CREE QUE UN DIOS Y UNA PROVIDENCIA QUE GOBIERNA EL MUNDO, TIENE LA OBLIGACI�N NATURAL DE CONSULTAR SI DIOS HA HECHO ALGUNA REVELACI�N PARTICULAR DE SU VOLUNTAD A LOS HOMBRES, DE LA CUAL EST�N PREOCUPADOS DE TENER EN CUENTA.

II. QUIEN HAGA EN SERIO ESTA INVESTIGACI�N, ENCONTRAR� RAZONABLE CONCLUIR QUE SE PUEDE ESPERAR ALGUNA REVELACI�N DE DIOS, CONSIDERANDO EL ESTADO GENERAL DE LA HUMANIDAD.

1. En la naturaleza de las cosas, no es imposible que Dios haga una revelaci�n particular de su voluntad a los hombres. Que Dios comunique su voluntad a los hombres de una manera particular, no implica nada contradictorio, ni con la naturaleza del hombre ni con la de Dios. Porque si creemos que Dios es el Hacedor de la humanidad, y que de �l recibieron su raz�n y entendimiento, entonces es irrazonable suponer que la mente del hombre es incapaz de recibir ninguna impresi�n de revelaci�n o instrucci�n de la mente Suprema, solo porque esa mente Suprema es de naturaleza invisible.

Y a�n es mucho m�s irrazonable suponer alguna incapacidad en el Ser Divino, de hacer tal descubrimiento de Su voluntad en la mente del hombre, como Su sabidur�a lo considere conveniente; pues esto ser�a, en efecto, negar la perfecci�n de Su naturaleza, y convertirlo en un Ser no actuando libremente sino por necesidad, sin libertad ni elecci�n, y esto al final equivale a negar su Ser por completo.

2. Teniendo en cuenta nuestras nociones naturales de la bondad de Dios, no hay raz�n para pensar que sea incre�ble que �l, en alg�n momento u otro, haga tal descubrimiento de Su voluntad.

3. Teniendo en cuenta la condici�n general de la humanidad, tal revelaci�n no es en modo alguno innecesaria.

(1) Es evidente que hay una sorprendente corrupci�n en la naturaleza humana; que la generalidad de los hombres casi nunca ha atendido debidamente, en ning�n momento, a los dictados naturales de su propia raz�n. Pero la mayor parte se ha mostrado m�s propensa a extinguir que a mejorar la luz de la raz�n.

(2) Supongamos que realmente hubieran conocido el verdadero estado de su propio caso, sin embargo, la verdadera cura para �l era m�s de lo que el poder o la habilidad humanos pod�an lograr. Algunos de ellos recurrieron a la filosof�a. Pero la enfermedad era demasiado empedernida y epid�mica para curarla con un medicamento tan d�bil.

(3) Suponiendo que los fil�sofos hubieran sido realmente dise�ados para reformar la moral y la religi�n de la humanidad, no estaban suficientemente calificados para tal empresa, porque ellos mismos ignoraban muchas cosas necesarias para ello. Como no conoc�an la primera causa de la corrupci�n de la naturaleza humana, tampoco pod�an saber nada del designio de Dios al sufrirla, ni del esquema y orden de Su providencia, por la cual �l dise�� para conducir a la humanidad fuera de ella, hacia una situaci�n m�s profunda. estado perfecto y feliz que aquel del que hab�an ca�do.

(4) En cuestiones de religi�n, que, naturalmente, tienen la mayor influencia sobre la mente del hombre y que, por lo tanto, deber�an estar bajo la mejor y m�s verdadera direcci�n de todas las dem�s, eran a�n m�s deficientes que en cualquier otra cosa. Cuando la humanidad hab�a abandonado una vez la adoraci�n del �nico Dios verdadero, se hundi�, gradualmente, en la m�s brutal superstici�n e idolatr�a.

(5) Los buzos de los fil�sofos m�s sabios confesaron ellos mismos que quer�an una revelaci�n divina para corregirlos, incluso en asuntos que eran de suma importancia.

(6) Los hombres que ahora piensan que nunca fue necesaria ninguna revelaci�n, pero que la falta de ella podr�a haber sido siempre suficientemente suplida por el uso de la raz�n humana solamente, no plantean el asunto con equidad; porque confunden parte de esa luz que recibimos insensiblemente por la revelaci�n del Evangelio, con esa luz de la naturaleza que los hombres ten�an antes: es decir, no distinguen entre las nociones que el mero mundo pagano pose�a antes, y los que alcanzaron despu�s de la predicaci�n del Evangelio.

III. SI ES AS�, ENTONCES ES EL DEBER DE TODOS LOS HOMBRES DE UTILIZAR TODOS LOS MEDIOS APROPIADOS QUE PUEDAN DESCUBRIR QU� ES LA VERDADERA REVELACI�N Y LO S�LO FINGIDO. ( R. Boyle. )

"Subamos"

Aquellos que est�n entrando en pacto y comuni�n con Dios mismos deben traer consigo tantos como puedan. ( M. Henry. )

El nos ense�ar� sus caminos

Los caminos de dios

Por los caminos de Dios puede entenderse:

1. Sus prop�sitos y consejos, en la medida en que sean apropiados y necesarios para que sus siervos los conozcan, a fin de promover su felicidad y salvaci�n.

2. Sus dispensaciones providenciales, en la medida en que sea compatible con su deber e inter�s por conocerlas. Para que comprendan la bondad amorosa del Se�or.

3. La ministraci�n de su Esp�ritu y el camino de salvaci�n, mediante el cual se manifiesta admirablemente la multiforme sabidur�a de Jehov�. Estos son, con gran propiedad, llamados los caminos de Dios, como �l nos los indica en Su Palabra, y como est�n destinados a conducirlos para que �l los disfrute en la tierra de la rectitud eterna. ( R. Macculloch. )

Y caminaremos por sus sendas

Caminando por los caminos de Dios

La resoluci�n que tenemos ante nosotros ...

1. Implica claramente una elecci�n libre de los preceptos del Evangelio, con preferencia a todos los dem�s caminos, y en oposici�n a cualquier tipo de compulsi�n.

2. Incluye un prop�sito fijo de coraz�n, una firme determinaci�n de unirse al Se�or, a pesar de cada dificultad y des�nimo que pueda encontrarse en el camino.

3. Y como caminar es un movimiento uniforme y progresivo, comprende un progreso constante y perseverante en los buenos caminos del Se�or, en los que se les instruye. ( R. Macculloch. )

Versículo 4

Y juzgar� entre las naciones. .. ni aprender�n m�s la guerra

El reino de cristo en la tierra

1 .

Cuando se dice que debe "juzgar entre las naciones", debemos observar que el t�rmino se usa continuamente en el Antiguo Testamento para referirse al gobierno de un magistrado superior. Bajo la teocracia, los que gobernaban la naci�n, como leemos en Jueces 2:1 , y en muchos otros lugares, eran llamados "jueces". De uno de ellos se dice: �El Esp�ritu del Se�or descendi� sobre Otoniel, juzg� a Israel y sali� a la guerra�, actu� como su gobernante supremo.

Y el mismo lenguaje se emplea continuamente de aquellos que gobernaron en Israel, bajo Dios su Rey. La predicci�n es casi paralela a una en el Salmo setenta y dos con respecto al Mes�as: "�l juzgar�" - o gobernar� - "al pueblo con justicia, y al pobre con juicio". En consecuencia, en nuestro texto se declara que el Mes�as deber�a ser un Gobernante "entre las naciones". Esta regla tendr�a lugar, seg�n el lenguaje de la profec�a, cuando el Redentor viniera a este mundo.

Por eso, cuando nuestro Se�or estuvo en la tierra, �l mismo proclam� que "el reino de los cielos se hab�a acercado". Dirigi� a sus disc�pulos a predicar la misma verdad. Y sabemos que vendr� un tiempo, cuando "los reinos del mundo se convertir�n en los reinos de nuestro Se�or y de Su Cristo". Cuando nuestro Salvador estuvo sobre la tierra, permiti� la expresi�n usada por Natanael: �Rab�, t� eres el Hijo de Dios, t� eres el Rey de Israel.

"Cuando lleg� triunfante a Jerusal�n, y la gente grit�:" �Hosannah! Bendito el que viene en el nombre del Se�or �, nuestro Se�or no reprimi� el j�bilo. Todos los creyentes, entonces, ya se han convertido en s�bditos de Su Reino, y las Escrituras dicen que �l es su Rey. Tiene un dominio, de hecho, mucho m�s extenso que el de la Iglesia; �l tiene �todo el poder que se le ha dado en el cielo y en la tierra.

Pero el pasaje que tenemos ante nosotros no se refiere a este dominio universal, que �l ejerce en la providencia, sino que habla del dominio de la gracia, Su dominio limitado a Su Iglesia, porque es un dominio que iba a resultar de la promulgaci�n de Su Palabra de Si�n, y un dominio que ser� coextensivo con la exaltaci�n de Su Iglesia de Si�n. �De Sion saldr� la ley, y de Jerusal�n la palabra del Se�or. Y juzgar� entre las naciones �.

(1) Dado que este dominio iba a ser establecido por la promulgaci�n de la Palabra de Dios, podemos aprender que ninguna otra forma es leg�tima para la extensi�n y el establecimiento del Reino de Cristo que esta arma de la verdad.

(2) Hasta que �l establezca Su dominio sobre el coraz�n de cualquier hombre, ese hombre no es cristiano.

(3) Cristo tiene derecho a gobernar. ( Romanos 14:9. ) Pero aqu� se ha dicho, no s�lo que juzgar� entre multitudes, entre su Iglesia universal, pero, ��l juzgar� entre las naciones�, por el cual aprendemos que �l significa todav�a para multiplicar los n�meros de su pueblo, hasta que nazcan naciones en un d�a, y la irreligi�n y la rebeli�n contra Cristo en esta tierra ser�n tan raras como lo son ahora en general.

2. Se agreg�, como un acto contempor�neo de Su soberan�a, "�l reprender� a muchos pueblos". Por esa palabra "reprensi�n" se quiere decir evidentemente, �l los reprender� por su pecaminosidad.

(1) Dondequiera que �l establece Su dominio sobre cualquier coraz�n, primero hace que ese coraz�n se sienta abatido por la carga de su culpa.

(2) Las naciones tambi�n ser�n reprendidas por su pecado. El Evangelio tiende a reprender todos los abusos y males entre la humanidad, en iglesias, gobiernos, etc.

3. Se describe con m�s detalle el efecto del reinado del Salvador; es la paz universal. "Ellos golpear�n", etc. ( BW Noel, MA )

Anomal�as en la historia de la cristiandad

Un reflejo obvio que se nos ocurre, al leer esta predicci�n, o al menos que es probable que se le ocurra a cualquiera que no conozca bien las Escrituras, es que el efecto del Evangelio, saliendo de Si�n y de Jerusal�n, parec�a de el primero en ser todo lo contrario de esta predicci�n. �C�mo se puede decir que el efecto del Evangelio ha sido el de introducir una paz universal, cuando parece que el hombre parte de la historia que ha introducido la confusi�n y la perturbaci�n universales? Nuestro Se�or mismo, cuando estuvo en la tierra, por Su ministerio y vida, solo condujo a una conspiraci�n universal contra �l; y cuando ascendi� a su gloria y sus disc�pulos empezaron a predicar en su nombre, fue la se�al de confusi�n generalizada.

A medida que avanzaba ese Evangelio, fue la se�al para una oposici�n m�s salvaje, hasta que cada parte del imperio romano se manch� con la sangre de los seguidores de Cristo, hasta que en todas partes hubo una guerra universal entre el men� entre aquellos que eran los defensores del antiguo sistema, y los que proclamaron lo nuevo. Por fin, cuando se conquist� el imperio, fue s�lo la ocasi�n de disturbios a�n m�s amplios y sanguinarios.

Muchos de los que hab�an perecido a causa de la furia popular, o por interferencia legal, durante los tres primeros siglos, murieron multitudes m�s, como consecuencia indirecta del Evangelio en las edades posteriores. Cuando el imperio romano fue estremecido por el impacto de los invasores b�rbaros, y los reinos feudales de Europa se levantaron en su lugar, en cada uno de esos reinos el castillo de los nobles desafi� al castillo de todo buen y gran hombre; las guerras entre naciones vecinas se hicieron interminables; y cuando por fin se consolidaron las monarqu�as y las grandes monarqu�as modernas surgieron de esa confusi�n, fue s�lo para ver en cada p�gina de la historia una interminable guerra entre naciones cristianas.

De modo que, por ejemplo, en nuestras propias fronteras, la guerra fronteriza entre Escocia e Inglaterra fue casi interminable; y sin embargo, estas eran naciones cristianas; y las naciones cristianas de Francia e Inglaterra fueron llamadas enemigas hereditarias, y no hubo un monarca de Europa que no se uniera a alguna contienda sanguinaria, para complacer a un ministro, o para gratificar su propia ambici�n, o por alguna vana pretensi�n, como corrupta ya que a menudo era falso.

Pero esta no ha sido la �nica forma en que esta predicci�n parece haber sido perpetuamente frustrada, porque en realidad ha habido guerras sanguinarias que no han surgido por otra causa que la religi�n. Las guerras de Bohemia y los Pa�ses Bajos, y las guerras civiles de Francia y muchos otros pa�ses que durante mucho tiempo asolaron los corazones de las naciones, sin otra causa que una diferencia en la doctrina cristiana, parecen contradecir la profec�a de nuestro texto. , m�s all� de toda disculpa.

E incluso cuando los disturbios de las naciones no se han convertido en una guerra real, �cu�n lamentables han sido las crueldades ejercidas sobre una creencia profesional en el cristianismo! Vea a los duques de Saboya empapando los valles del Piamonte con la sangre de sus mejores s�bditos; vea la furia de los perseguidores cat�licos romanos que se exhiben en la masacre de San Bartolom�; ver las Dragonades implacables en el sur de Francia; vea las muchas atrocidades que se perpetraron en nuestro propio pa�s durante los reinados de Enrique VII y VIII, y de Carlos I y II.

Lleve sus puntos de vista a las partes del norte de esta isla, y all� ver� a Claverhouse y sus compa�eros apestando con la sangre de los Covenanters inocentes; cruzar el Canal y ver a los cat�licos romanos de Irlanda masacrando a miles de protestantes porque eran protestantes, y el regreso igualmente sangriento asegurado por los soldados implacables y de coraz�n de hierro de Oliver Cromwell. De modo que en todas partes la masacre y la miseria han seguido a la introducci�n del Evangelio.

�Es este el cumplimiento de la promesa: "Convertir�n sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas; no alzar� espada naci�n contra naci�n, ni aprender�n m�s para la guerra"?

1. En primer lugar, observemos que el Evangelio no es responsable de los actos de sus enemigos, y en todos los casos que he mencionado, sus amigos podr�an seguir siendo como ovejas en medio de lobos. Podr�an "ser sabios como serpientes, inocentes como palomas" y, sin embargo, toda esta matanza podr�a tener lugar bajo el nombre de religi�n. Han sido los enemigos del Evangelio, y no sus amigos, quienes han manifestado as� una crueldad salvaje y una codicia sin principios hacia sus semejantes.

2. Y observemos, en el siguiente lugar, que la predicci�n en nuestro texto evidentemente no se cumplir� inmediatamente; iba a tener lugar �en los �ltimos d�as�, y esos ��ltimos d�as� a�n no han transcurrido. ( BW Noel, MA )

Guerra durante los siglos cristianos, aunque la paz predijo

Se puede decir que, por m�s inocente que haya sido el Evangelio de estos resultados sanguinarios, son hechos de la historia. La predicci�n fue la paz universal a seguir del Evangelio, y la experiencia ha sido la guerra universal. �No parece esto contradecir la predicci�n? Nada es m�s concluyente que la respuesta que pueda darse a esta objeci�n.

1. Se declar� que el Evangelio era de tendencia pac�fica. Proh�be todas las causas de la guerra en el mundo: orgullo, pasi�n, codicia, etc. Exhorta a todos los que se convierten en s�bditos del dominio de Cristo a ser apacibles, mansos y pacientes como lo fue su Maestro.

2. Debe existir la misma tendencia pac�fica entre las naciones cristianizadas en alg�n grado.

3. Esta tendencia no ha sido ni puede contrarrestarse por completo. Es cierto que ha habido guerras vergonzosas; pero no es menos cierto que incluso bajo la influencia parcial del Evangelio, las guerras han asumido en nuestros d�as una humanidad que nunca antes hab�an manifestado.

4. La influencia de cada cristiano individual y la tendencia de las instituciones cristianas se combinan para asegurar el cumplimiento de estas perspectivas. Y si es as�, �no podemos razonablemente regocijarnos en esta bendita doctrina de Cristo? Y si miramos atr�s con verg�enza y dolor a la historia de las naciones que se llaman cristianas, busquemos nosotros mismos para manifestar un mejor esp�ritu y ser hombres de paz. ( BW Noel, MA )

Dios el �rbitro

Aqu� hay una predicci�n de arbitraje en caso de guerra. "�l. ... reprender� a mucha gente. " Lea la palabra "reprensi�n" - �l arbitrar� entre muchas personas; El escuchar� su causa; �l reparar� sus agravios; �l determinar� sus controversias y los hombres aceptar�n Su premio como definitivo. ( J. Parker, DD )

Aprendiendo la guerra no m�s

No aprender la guerra es algo m�s que no seguir practic�ndola (Calvino), y significa dejar de saber c�mo practicarla. ( JA Alexander. )

Guerra

I. LAS MISERIAS Y LOS CR�MENES DE GUERRA.

II. LAS FUENTES DE LA GUERRA. Muchos imaginar�n que se debe dar el primer lugar a la malignidad y al odio. Pero la justicia de la naturaleza humana requiere que atribuyamos a las animosidades nacionales una operaci�n m�s limitada de la que se les asigna habitualmente en la producci�n de la guerra.

1. Uno de los grandes resortes de la guerra es la fuerte y generalizada propensi�n de la naturaleza humana al amor por la excitaci�n, la emoci�n, el fuerte inter�s.

2. Otro principio poderoso de nuestra naturaleza, que es un manantial de guerra, es la pasi�n por la superioridad, por el triunfo, por el poder.

3. Otro poderoso manantial de la guerra es la admiraci�n por las brillantes cualidades que se manifiestan en la guerra.

4. Otra causa de la guerra es el falso patriotismo.

5. Otra primavera de guerra, la impresi�n (y las falsas visiones de la guerra) que recibimos en los primeros a�os de vida. Estas principales causas de la guerra son de naturaleza moral. Pueden resolverse en visiones err�neas de la gloria humana y en excesos de pasiones y deseos que, con la direcci�n correcta, promover�an los mejores intereses de la humanidad. De estas causas aprendemos que esta costumbre salvaje debe ser reprimida por medios morales, por influencias saludables sobre los sentimientos y principios de la humanidad.

III. LOS REMEDIOS DE LA GUERRA. Sin tomar una posici�n extrema, debemos atacar la guerra, atacando los principios y pasiones que la engendraron, y mejorando y exaltando los sentimientos morales de la humanidad.

1. Se puede prestar un servicio importante a la causa de la paz comunicando y haciendo cumplir sentimientos justos y elevados en relaci�n con el verdadero honor de los gobernantes.

2. A estas instrucciones deben agregarse los sentimientos justos en cuanto a la gloria de las naciones.

3. Otro m�todo muy importante para promover la causa de la paz es convertir la admiraci�n de los hombres del valor militar en cualidades de verdadera nobleza y dignidad.

4. Que los ministros cristianos exhiban, con mayor claridad, el esp�ritu pac�fico y ben�volo del cristianismo. ( WE Channing, DD )

La guerra privada abolida

Hubo un tiempo, no hace mucho, en que la guerra privada era incluso m�s universal que la guerra p�blica o internacional en la actualidad. �Ciudad contra ciudad! �Bar�n contra bar�n! Incluso los particulares tienen derecho a resolver sus diferencias mediante un combate judicial si as� lo prefieren. El derecho a juicio por combate a�n sobrevive en algunos pa�ses europeos en forma de duelo. Pero con esa �nica excepci�n, la guerra privada ahora ha sido completamente abolida en todo el mundo civilizado.

�C�mo se ha logrado esta inmensa mejora? Lo que hay que recordar especialmente es que los barones de la Edad Media se sometieron muy a rega�adientes y lentamente a la sustituci�n del arbitraje judicial por la guerra privada. Los reyes no ten�an el poder de obligar, y los barones desafiaban continuamente a los reyes. Gradualmente, una opini�n p�blica m�s ilustrada y moral fue creciendo a favor del m�todo racional y cristiano de resolver disputas.

Por fin se estableci� la supremac�a de la ley y de los tribunales de justicia. La guerra privada es ahora imposible, tan absoluto es el triunfo del cristianismo en los asuntos internos de la naci�n. Ahora, un cambio lento e intermitente exactamente similar est� desarrollando un mejor orden en la vida internacional. Los gobiernos b�rbaros y paganos todav�a desaf�an los dictados de la raz�n y la conciencia como lo hicieron las ciudades y los barones de la Edad Media.

Pero lenta e intermitentemente se va superando su ferocidad. El arbitraje ya ha sustituido a la guerra en un gran n�mero de casos importantes que, en cualquier per�odo anterior de la historia humana, inevitablemente habr�an inundado de sangre al mundo. ( HP Hughes, MA )

Guerra

I. LOS MALOS TERRIBLES DE LA GUERRA. Hay muchos males que tenemos que soportar en esta vida que no podemos evitar. Son imprevistos, indirectos, irresistibles. Las enfermedades, las penas dom�sticas, la adversidad y otros males caen sobre los hombres; pero nadie puede igualar la guerra.

II. ES IMPOSIBLE SOLUCIONAR LAS DISPUTAS NACIONALES MEDIANTE LA GUERRA. No es necesario ning�n argumento para demostrar que la fuerza f�sica nunca puede resolver el bien o el mal de una cuesti�n. Los batallones m�s poderosos no siempre est�n del lado de la causa justa. Y cuando termina una guerra, �qui�n la acepta como soluci�n definitiva a la cuesti�n en disputa? A menudo, a una guerra sangrienta le siguen conferencias y tratados, y despu�s de un vasto gasto de tesoros y vidas, despu�s de la entrada del dolor en muchos hogares, las medidas a las que se deber�a haber recurrido al principio son las medidas que deciden la cuesti�n de cu�n a menudo uno lado acepta la paz simplemente porque, por el momento, ya no puede continuar con la guerra.

El �nico m�todo verdadero para resolver las disputas es la raz�n, el suministro de explicaciones, el otorgamiento de concesiones, la manifestaci�n de un deseo y prop�sito de ponerse de acuerdo. As�, dos naciones pueden resolver sus malentendidos sin llamar a un tercero, o pueden llamar a otros para que arbitren entre ellos y acepten acatar su decisi�n. Un tribunal superior de arbitraje est� totalmente de acuerdo con la raz�n ilustrada y la ense�anza cristiana; parece en el m�s alto grado posible, y demostrar�a, en sus operaciones y resultados, una de las mayores bendiciones para las naciones de la tierra.

III. Uno de los deberes m�s apremiantes de los hombres cristianos es emplear todos los medios posibles para la extinci�n de la guerra. Debemos oponernos firmemente al mantenimiento de grandes ej�rcitos permanentes. Debemos fermentar la opini�n p�blica con los principios de paz mediante la prensa, en las relaciones sociales y utilizando nuestro poder como ciudadanos para tratar de purgar nuestra Legislatura tanto como sea posible de las influencias b�licas. No hay ninguna causa en la que la influencia de la mujer pueda ejercerse de manera m�s adecuada o pueda tener mayor peso. Los predicadores del Evangelio deben predicar la paz. ( W. Walters. )

Paz universal

Perm�tanme intentar eliminar un enga�o que existe sobre el tema de la profec�a. Sus cumplimientos son todos seguros, dicen muchos, y por eso no tenemos m�s que esperarlos en una expectativa pasiva e indolente. Ahora bien, es muy cierto que la Divinidad har� Su obra a Su propia manera, pero si �l elige decirnos que esa manera no es sin la instrumentalidad de los hombres, �no podr�a resultar este sentarse en la mera actitud de los espectadores? �Ser la conclusi�n m�s perversa y desobediente! La profec�a de una paz tan universal como la expansi�n de la raza humana, y tan duradera como la luna en el firmamento, se cumplir�; pero ser� provocada por la actividad de los hombres, por la filantrop�a de cristianos inteligentes.

I. LOS MALOS DE LA GUERRA. La mera existencia de esta profec�a es una sentencia de condena a la guerra. Tan pronto como el cristianismo gane una supremac�a total en el mundo, la guerra desaparecer�. Hemos escuchado que hay algo noble en el arte de la guerra; que hay algo de generoso en el ardor de ese fino esp�ritu caballeresco que se enciende en la hora de la alarma y se precipita con deleite entre los m�s espesos escenarios de peligro y empresa; que borra la guerra, y borra algunos de los nombres m�s brillantes del cat�logo de la virtud humana, y demuele ese teatro en el que se han desplegado algunas de las energ�as m�s sublimes del car�cter humano.

Uno casi podr�a reconciliarse con toda la serie de sus calamidades y sus horrores, si no creyera en su Biblia, y aprendiera que en los d�as de perfecta justicia no habr� guerra; que tan pronto como el car�cter del hombre haya si se le hubiera echado encima el �ltimo acabado del principio cristiano, todos los instrumentos de guerra ser�an desechados y todas sus lecciones olvidadas. Pero aparte de este testimonio de la maldad de la guerra, ech�mosle un vistazo directo, y veamos si podemos encontrar su car�cter grabado en el aspecto que presenta a los ojos de un observador atento.

Si el hombre que se encuentra ante ustedes en plena energ�a de salud, para ser en otro momento puesto por alg�n objetivo mortal como un cad�ver sin vida a sus pies, no hay ninguno de ustedes que no probar�a cu�n fuertes son los abatimientos de la naturaleza en un instante. espect�culo tan espantoso como la muerte. Pero, en general, la muerte de la violencia no es instant�nea y, a menudo, hay un intervalo triste y l�gubre entre su consumaci�n final y el infligir el golpe que la causa.

Un soldado puede ser cristiano, y desde el campo sangriento en el que est� tendido su cuerpo, su alma puede volar hacia las orillas de una eternidad pac�fica. Pero cuando pienso que los cristianos no forman m�s que un peque�o reba�o, y que un ej�rcito no es un suelo propicio para el crecimiento de los principios cristianos; cuando los sigo al campo de batalla y pienso, adem�s, que en ambos lados de una contienda exasperada la gentileza del cristianismo no puede tener cabida en casi ning�n pecho, pero que casi todos los corazones se iluminan con furia y respiran un vengativo prop�sito contra un hermano de la especie, no puedo dejar de considerar una de las m�s terribles calamidades de la guerra, que mientras la obra de la muerte se espesa a lo largo de sus filas, tantos esp�ritus incorp�reos deben pasar a la presencia de Aquel que se sienta en el trono, en tal postura,

II. Perm�tanme que dirija su atenci�n a LOS OBST�CULOS QUE SE ENCUENTRAN EN EL CAMINO DE LA EXTINCI�N DE LA GUERRA, y que amenazan con retrasar, por un tiempo, el cumplimiento de esta profec�a.

1. El primer gran obst�culo es la forma en que el coraz�n del hombre se desv�a de sus barbaridades y de sus horrores, por el esplendor de sus enga�osos acompa�amientos. Hay un sentimiento de sublime al contemplar el choque de los ej�rcitos, como lo hay al contemplar la energ�a devoradora de una tempestad; y esto eleva y absorbe tanto a todo el hombre, que su ojo est� ciego a las l�grimas de los padres afligidos, y su o�do est� sordo al lamentable gemido de los moribundos y al grito de sus desoladas familias.

Hay una gracia en la imagen de un joven guerrero ardiendo por la distinci�n en el campo, y atra�do por esta generosa aspiraci�n a lo m�s profundo de la animada multitud, donde, en la cruel obra de la muerte, los opuestos hijos del valor luchan por un recuerdo. y un nombre; y este lado de la imagen es tanto el objeto exclusivo de nuestra consideraci�n, como para ocultar de nuestra vista los cad�veres destrozados de los ca�dos, y las agon�as retorcidas de los cientos y cientos m�s que han sido depositados en el suelo fr�o, donde se les deja languidecer y morir.

A cada lado de m� veo causas en acci�n que van a difundir una coloraci�n m�s enga�osa sobre la guerra y a eliminar sus espantosas barbaridades al trasfondo de nuestras contemplaciones por completo. Lo veo en la historia que me habla del soberbio aspecto de las tropas y la brillantez de sus sucesivas cargas. Lo veo en la poes�a que presta la magia de sus n�meros a la narrativa de la sangre y transporta a sus muchos admiradores, ya que con sus im�genes y figuras y sus plumas de caballer�a que cabecea arroja sus enga�osos adornos sobre una escena de matanza legalizada.

2. Pero otro obst�culo para la extinci�n de la guerra es el sentimiento de que las reglas y promesas del Evangelio que se aplican a un solo individuo, no se aplican a una naci�n de individuos. Si la paciencia es la virtud de un individuo, la paciencia tambi�n es la virtud de una naci�n. Si la gloria de un hombre es aplazar su ira y pasar por alto una transgresi�n, esa naci�n confunde su gloria, que est� tan profundamente viva, con el m�s m�nimo insulto, y re�ne sus amenazas y sus armamentos ante la m�s leve sombra de una provocaci�n. .

Si es la magnanimidad de un hombre herido abstenerse de venganza, y si al hacerlo, amontona carbones encendidos sobre la cabeza de su enemigo, entonces esa es la naci�n magn�nima, que, retrocediendo ante la violencia y la sangre, servir�. nada m�s que enviar su embajada cristiana y preferir su suave e impresionante protesta; y esa es la naci�n deshonrada la que rechazar� la impresionabilidad del llamamiento moral que se le ha hecho.

III. ES �NICAMENTE POR LA EXTENSI�N DEL PRINCIPIO CRISTIANO ENTRE LOS PUEBLOS DE LA TIERRA QUE LAS ATROCIDADES DE LA GUERRA SER�N ARRANCADAS A LA LARGA DURACI�N DE ELLA. ( T. Chalmers, DD )

La liberaci�n del mundo de la guerra

Desde la ca�da, nuestro mundo ha mostrado mucha degradaci�n y miseria; y es lamentablemente cierto que gran parte de su miseria ha sido producida por la acci�n activa de sus propios habitantes. El hombre ha odiado y oprimido a su pr�jimo.Pero qu� delicioso es pensar que la palabra de inspiraci�n divina nos ha asegurado que es el designio del gran Creador de todas las cosas, rescatar nuestra tierra de su estado de degradaci�n y la maldad y la miseria, y convertirlo de nuevo en el escenario de la santidad, la armon�a y la felicidad.

I. LA NATURALEZA DEL MAL QUE DEBE SER ELIMINADO. Se representa que este mal consiste en levantar la espada y aprender el arte de la guerra.

II. EL CAR�CTER DEL CAMBIO A PRODUCIR. �Golpear�n�, etc. Llegar� el per�odo, en la historia de nuestro mundo, en el que ser� sometida la operaci�n de esas pasiones imp�as por las que se ha producido tanta destrucci�n y miseria; y en el que el principio del amor a Dios ya los hombres predomine deliciosamente en el seno humano.

III. LOS MEDIOS POR LOS CUALES SE REALIZAR� LA FELIZ TRANSICI�N. Las espadas se convertir�n en rejas de arado y las lanzas en podaderas, y la guerra ya no se aprender� m�s, cuando mucha gente ir� y dir�: �Venid y subamos al monte del Se�or, al casa del Dios de Jacob, porque �l nos ense�ar� sus caminos �. Por tanto, parece que el cambio ser� producido por la agencia del Evangelio.

Puede haber otros instrumentos de naturaleza subordinada que se ponen en funcionamiento, como la relaci�n comercial de las naciones entre s� y el conocimiento que pueden adquirir de sus intereses y dependencias mutuas; pero la religi�n de Jes�s ser� la causa principal de la terminaci�n de las hostilidades en nuestro mundo y la introducci�n del reino de la paz y la felicidad universales.

El Evangelio de Cristo nos informa de la fuente de donde proceden todas nuestras enemistades y contiendas, incluso del enga�o y la desesperada maldad de nuestro coraz�n. El Evangelio de Cristo, ante todo, reconcilia al hombre con su Dios, y luego obra en �l las disposiciones que le llevan a reconciliarse con su pr�jimo y a "amarle con un coraz�n puro y fervientemente". El Evangelio de Cristo inculca esos principios de paz y buena voluntad, cuyo reconocimiento compone las diferencias, suaviza los resentimientos, inspira sentimientos de bondad y perd�n, e impulsa a obras de beneficencia.

Es el testimonio de la experiencia, adem�s, que nada m�s que el Evangelio de Cristo se ha opuesto al sistema de guerra y ha disminuido en alg�n grado la cantidad del mal que ocasiona. La filosof�a antigua dignific� con el nombre de virtudes las pasiones imp�as de las que surgi�, y los poetas de la antig�edad la convirtieron en tema de su m�s alta admiraci�n y de su m�s dulce alabanza.

El paganismo cl�sico de Grecia y Roma ten�a su dios y la diosa de la guerra, y representaba a sus deidades mezcl�ndose en la refriega y deleit�ndose en la carnicer�a del campo de batalla. Pero Jes�s apareci� en nuestro mundo como el Pr�ncipe de Paz; y uno de los preceptos m�s deliciosos de su fe mansa y gentil es: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos ser�n llamados hijos de Dios". �Qu� fue sino el esp�ritu del cristianismo el que puso fin a los crueles barcos de gladiadores del anfiteatro de Roma? �Qu� fue sino el esp�ritu del cristianismo el que someti� la fiereza de los hunos, los godos y los v�ndalos de anta�o, y convirti� a tantos de ellos en soldados de la Cruz y seguidores del Capit�n de nuestra salvaci�n? ( W. M ' Kerrow. )

El cese de la guerra un efecto del predominio del cristianismo

A pesar de las referencias que lo acompa�en, no podemos dudar en tomar esto como una predicci�n de los tiempos por venir. Evidentemente, a�n no se ha cumplido.

1. Es en conjunto con casi el comienzo de nuestra carrera, que tenemos que contemplar este terrible fen�meno. Pero, �qu� extra�o, para una criatura, haber salido fresca, viva y pura de las manos del benefactor Creador! Lo menos que podemos pensar de ese estado original del hombre es que debe haber existido en su alma el principio de todos los afectos bondadosos, un estado de sentimiento que se habr�a horrorizado ante la idea de infligir sufrimiento.

Y, de la criatura as� originalmente constituida, toda la raza iba a descender. �Puede tal naturaleza enfurecerse con malignidad y venganza, y alborotar en sufrimiento y destrucci�n? Sin embargo, en esta familia original, en el primer grado de descenso, comenzaron la guerra y la matanza. Mientras pensamos en los conflictos mortales de esas edades tempranas, se nos puede ocurrir la idea de la peculiar atrocidad de destruir una vida que, en el curso de la naturaleza, podr�a haber durado tanto tiempo.

Seres vivientes hendidos o perforados de muerte o envenenados o quemados que podr�an haber vivido siete u ocho siglos, para mejorar, para servir a Dios, para ser �tiles, �para cualquier felicidad que pudiera haber en este mundo o preparaci�n para otro!

2. El mundo comenz� de nuevo en la persona y la familia de un patriarca seleccionado, a quien solo "el Se�or hab�a visto justo en esa Generaci�n". Ahora, entonces, por una raza mejor, - si la naturaleza humana fuera intr�nsecamente buena, o corrigible por las dispensaciones m�s espantosas. �Pero todo en vano! El diluvio no pudo limpiar la naturaleza del hombre; ni el terrible recuerdo y los memoriales reprimen el surgimiento del ego�smo, el orgullo, la ambici�n, la ira y la venganza.

3. La historia sagrada, despu�s de apenas relatar algunas sucesiones de nombres en las diferentes ramas de la nueva raza, limita su narrativa al origen y progreso de lo que se convirti� en el pueblo jud�o: Abraham y su posteridad. Su historia, sin embargo, al proceder hacia abajo, involucra gran parte de la de las naciones circundantes. Y algunas de las historias profanas se remontan al per�odo posterior al diluvio.

�Y qu� es tan llamativo en toda la vista, como guerras y devastaciones? Hay una parte de esta tr�gica exposici�n que debemos sacar del relato de la guerra ordinaria, a saber, la guerra de extirpaci�n contra los cananeos. Pero, dejando a un lado esta parte de la historia, piense en el largo curso de conflictos sanguinarios dentro de los l�mites de la naci�n seleccionada, entre Israel y Jud�.

Adem�s de las matanzas, de batalla y masacre, dentro de cada una por separado, de estas dos divisiones de ese pueblo, agregue, todas sus guerras con Siria y Egipto, con las potencias babil�nicas, griegas y romanas, cerradas finalmente, en esa terrible cat�strofe, el asedio y destrucci�n de Jerusal�n.

4. Luego, eche un vistazo a la vista m�s amplia de todo el mundo antiguo; tan lejos en el extranjero y tan alto en el tiempo como la historia lo ha hecho visible. La raza humana se exhibe, en algunas regiones, en forma de numerosos estados peque�os. Pero su peque�ez de tama�o y fuerza no era la medida de sus pasiones. Lo que estamos seguros de leer de ellos es que se atacaron y lucharon entre s� con la ferocidad de las fieras.

Por alg�n ambicioso "h�roe conquistador", un gran n�mero de ellos fueron sometidos y moldeados juntos en un gran reino, en un gran espacio de la tierra, y lo mismo en otro. Y luego, con un tremendo choque, estos imperios entraron en conflicto.

5. � Pero ahora, si pudi�ramos tener una gran visi�n general de la tierra, y a trav�s del tiempo desde ese per�odo hasta este! �Qu� visi�n de destrucci�n! Y para completar el relato, como si toda la tierra s�lida no fuera lo suficientemente ancha, el mar se ha te�ido de sangre y ha recibido en su oscuro golfo mir�adas de muertos, �como si no pudiera destruir lo suficiente con sus tempestades y naufragios! Reflexiones

(1) � Qu� estado del esp�ritu de la humanidad, de su coraz�n e intelecto se revela aqu� ante nosotros!

(2) Qu� estado de su constituci�n social, y de su situaci�n nacional, que la masa y la fuerza de las naciones, en la mayor parte del mundo, est�n a la absoluta disposici�n de unos pocos individuos, para este mismo asunto de la guerra. !

(3) � Qu� estado del sentido moral, que deber�a haber una multitud de hombres, l�deres y seguidores, capaces de mantenerse totalmente despojados de toda responsabilidad personal por el bien y el mal, en la persecuci�n celosa de tales logros!

(4) � Qu� estado del cristianismo, en cuanto a su prevalencia real y vital entre las naciones denominadas cristianas! ( John Foster. )

Guerra

I. ALGUNAS DE LAS CARACTER�STICAS PRINCIPALES DE LA GUERRA, SEG�N SE REGISTRAN EN LA PALABRA DE DIOS.

1. La causa de la guerra ( Santiago 4:1 ). De este pasaje, vemos que as� como en las ri�as dom�sticas, as� como en las contiendas entre sectas y partidos, as� en las contiendas entre naci�n y naci�n, todas proceden de las concupiscencias de los hombres, y de esa mente carnal que es enemistad contra Dios. .

2. Aprendemos de la Palabra de Dios que la guerra es un mal tremendo. �Qu� horror llen� el alma del profeta Jerem�as cuando escuch� el rumor de la guerra: �Mis entra�as, mis entra�as! Me duele el coraz�n; mi coraz�n hace un ruido en m�; No puedo callar, porque t� has o�do, alma m�a, sonido de trompeta, alarma de guerra �( Jeremias 4:19 ).

Vea nuevamente Jeremias 47:2 , c�mo el profeta describe la angustia y la angustia de los filisteos ante la llegada de un ej�rcito invasor, una angustia tan grande y tan terrible, que los lleva incluso a olvidar los lazos comunes de la humanidad. Vea nuevamente Deuteronomio 28:50 , c�mo Mois�s habla de la fuerza devastadora de un ej�rcito invasor; y Joel 2:2 , donde el profeta describe el d�a del Se�or en comparaci�n con un ej�rcito invasor.

3. La Palabra de Dios nos muestra que la guerra es uno de los flagelos de Dios, mediante el cual �l castiga a las naciones culpables por su maldad. En Ezequiel 14:21 , se habla claramente de la espada como uno de los cuatro dolorosos juicios de Dios.

4. La Palabra de Dios nos muestra que solo �l puede poner fin a la guerra. Salmo 46:9. En cada guerra, Dios tiene un dise�o especial propio que cumplir, un prop�sito en el que el ojo de la mortalidad nunca puede perforar, pero hasta que ese prop�sito sea ejecutado, la guerra nunca terminar�. ( Jeremias 47:6. )

5. La Palabra de Dios muestra que la guerra ser� el precursor inmediato de los terrores de los �ltimos d�as. ( Joel 3:9 , etc .; Mateo 24:6. )

6. La Palabra de Dios declara que se acerca un tiempo en el que las guerras cesar�n para siempre.

II. LECCIONES PR�CTICAS.

1. �Cu�l es nuestro deber actual?

2. La necesidad de estar preparados para las cosas que vendr�n sobre la tierra.

3. El horror de ser superado sin estar preparado. Te quedar�s sin palabras. ( AWSnape, MA )

Los medios por los cuales se cumplir� esta profec�a

I. UNA ESTIMACI�N ADECUADA DE LAS MISERIAS DE LA GUERRA debe preparar el camino para la paz universal.

II. LA DIFUSI�N DE LA PALABRA DE DIOS. Nada m�s que la Palabra de Dios puede efectuar la curaci�n de este malestar moral; nada m�s que el Esp�ritu de Dios puede someter los principios nativos del coraz�n; nada m�s que la salvaci�n del Evangelio puede eliminar el mal que deploramos. No hay otro remedio que pueda llegar al centro de la enfermedad.

III. LAS ORACIONES DE LOS CRISTIANOS deben acompa�ar a los dem�s medios utilizados para el establecimiento de la paz. ( J. Gray, MA )

Guerra para cesar

I. LA INDUSTRIA HUMANA ES UNA CARACTER�STICA EN LA IMAGEN BRILLANTE DE FUTURA FELICIDAD. Los habitantes de la tierra a lo largo del milenio, cuando el globo se cubra con su primera belleza, no subsistir�n sin alguna medida de trabajo. Deben utilizar la reja de arado y el gancho de podar; y este uso es suficiente para mostrar que la tierra no dar� sus frutos, excepto a cambio del trabajo del labrador.

Parece indicar con qu� precisi�n el mundo ser� devuelto a su condici�n antes de ser contaminado por el pecado - que se debe alegar o implicar la necesidad de trabajar duro; aunque debe suponerse que todo lo que es doloroso o agotador en el trabajo de parto ha cesado. Estamos muy impresionados por el cuidado que se muestra a lo largo de la Biblia para honrar la industria y representar el trabajo como, en el sentido m�s amplio, un nombramiento de Dios.

La suposici�n demasiado com�n es que el trabajo fue una maldici�n que provoc� la desobediencia, mientras que el trabajo fue designado para el hombre mientras a�n disfrutaba plenamente del favor de su Dios. Estamos constituidos de tal manera que el trabajo es indispensable para nuestra felicidad, para el fortalecimiento de nuestras facultades y para la preservaci�n de un tono saludable en nuestro esp�ritu. No sabemos si ir a las armer�as y saquearlas en busca de los materiales de los implementos de la agricultura, no marcar� tal aumento en el n�mero de habitantes del mundo, que requerir�a un esfuerzo continuo por parte del agricultor para mantener seguir el ritmo de la demanda creciente, de modo que las rejas de arado y las podadoras no se suministran con la suficiente rapidez, y es necesario fabricar espadas y lanzas para cumplir su funci�n.

II. Ciertamente, no habr� m�s uso para las armas de guerra: "No alzar� espada naci�n contra naci�n, ni aprender� m�s la guerra". Es la afirmaci�n de Isa�as, que el cese de la guerra es el resultado de la difusi�n general de los principios cristianos. Y no hay dificultad en trazar la conexi�n necesaria entre la soberan�a de Cristo y la extinci�n de la guerra; porque la tendencia de la religi�n de Jes�s es unir al mundo entero en hermandad.

III. LA GUERRA NO SOLO CESAR� COMO EMPLEO, SINO TAMBI�N COMO CIENCIA - �Tampoco aprender�n m�s la guerra�. No s�lo disfrutar�n de la libertad de la paz, porque la paz puede ser, y con demasiada frecuencia es una temporada en la que se estudia la guerra y se hacen preparativos para futuras batallas; estar�n tan seguros de que la paz ser� permanente, que las artes del ataque y la defensa caer�n en el olvido, y toda la gama de t�cticas militares pasar� del mundo como la ciencia del nigromante, o cualquier otro estudio explotado y reprobado.

No encontramos ning�n indicio en las Escrituras, sino todo lo contrario, de que la profesi�n de soldado no puede armonizar con la piedad. El �ngel enviado al centuri�n romano no dio ning�n mensaje sobre la ilegalidad de su vocaci�n. Pero estas admisiones est�n bastante en armon�a con lo que hemos dicho en cuanto a la condena de la guerra, que termina en la frase de que la guerra es una ciencia. Que los hombres no deber�an haber sido impulsados ??simplemente por una pasi�n repentina a hacer violencia entre ellos, sino que deber�an haber estudiado la mejor manera de llevar a cabo la matanza de miles, teniendo sus escuelas y establecimientos en los que muchos puedan ser entrenados en el arte de destrucci�n: esto, en s� mismo, presenta una imagen de la depravaci�n humana que servir�a para el pintor que quisiera exhibirla en los colores m�s oscuros posibles.

Hay una gran diferencia entre una profec�a que deber�a afirmar la terminaci�n de la guerra como un empleo, y otra que afirma su terminaci�n como ciencia; ya que el primero s�lo puede mostrar la existencia de un poder restrictivo, mientras que el segundo indica tal olvido o renuncia a todo lo militar que requiere suponer que la raza humana haya cambiado universalmente y todos los elementos de discordia erradicados de cada pecho. ( H. Melvill, BD )

William Penn

El rey de Inglaterra inst� encarecidamente a William Penn (el fundador de Pensilvania), debido al gran respeto del rey por su padre, el almirante Penn, ya que sal�a con muchos seguidores entre los salvajes conocidos, a que llevara consigo suficientes tropas que deber�an ser puesto a su servicio. Se afirm� que William Penn y sus seguidores ser�an puestos r�pidamente en la olla de guerra de los indios ignorantes, si no sal�a bien armado para protegerse a s� mismo ya su gran colonia.

En el esp�ritu de su Maestro, el Pr�ncipe de Paz, se neg� a llevar soldados; �Se fue con las manos abiertas y desarmado hacia los hombres rojos! Cuando se celebr� el Consejo de Estado, los hombres rojos cre�an en las profesiones de amistad de William Penn y, a partir de entonces, siempre vivieron en paz. Cuando los indios discrepaban entre sus diversas tribus, con frecuencia consideraban que sus diferencias las resolv�a "justamente" William Penn, o su "padre Onas", como sol�an llamarlo. ( James Withers. )

Guerra a veces justificable

Una guerra emprendida en leg�tima defensa es natural y justa, y bajo el derecho de leg�tima defensa debe incluirse la protecci�n de nuestros compatriotas en tierras lejanas y de nuestros intereses tanto en el futuro como en el presente. Debe llevarse a cabo con una mente seria, con un prop�sito constante y no sin la esperanza de beneficiar a otras naciones, as� como a nosotros mismos; s�lo puede justificarse por el evento si deja al mundo mejor de lo que lo encontr�.

Hay muchos males para los que la guerra es el �nico remedio, y no podemos decir que siglos de opresi�n sean mejores que una lucha por la independencia. La religi�n de Cristo no sanciona ni anima la guerra. La conciencia de la humanidad reconoce que mientras contin�an las guerras, hay algo que no est� del todo bien en el mundo; y sin embargo, en determinadas circunstancias, puede ser deber de una naci�n dar el golpe; la mayor seguridad puede ser la voluntad de afrontar el mayor peligro. ( Prof. B. Jowett, DD )

Los males de la guerra: p�rdida de vidas

�Qu� terrible p�rdida de vidas humanas conlleva! Se calcula que Alejandro y C�sar provocaron, cada uno de ellos, la muerte de dos millones de la raza humana. La campa�a de Bonaparte en Rusia llev� la muerte a quinientos mil seres humanos, y en la gran mayor�a de ese n�mero la muerte estuvo acompa�ada de los sufrimientos m�s espantosos. En Borodino, en un d�a, ochenta mil fueron sacrificados en medio de las m�s horribles crueldades.

Al d�a siguiente se encontr� que una superficie de aproximadamente nueve millas cuadradas estaba cubierta de muertos y heridos; estos �ltimos, acostados unos sobre otros, desprovistos de ayuda, revolvi�ndose en su sangre, profiriendo terribles gemidos y suplicando a los que pasaban que pusieran fin a sus insoportables tormentos. Durante el incendio de Mosc�, doce mil heridos estaban en los hospitales; y casi todos perecieron en las llamas.

Ninguna lengua o pluma puede describir los horrores del retiro. �Multitudes de estos fugitivos desolados�, dice Sir RK Porter, en su Narrativa de la campa�a en Rusia, �perdieron el habla, otros se sintieron presa del frenes� y muchos estaban tan enloquecidos por los extremos del dolor y el hambre que desgarraron a los muertos. los cuerpos de sus compa�eros en pedazos, y se deleitaron con los restos ". La �ltima guerra rusa le cost� a este pa�s cien mil vidas humanas.

Cientos de miles cayeron v�ctimas durante la guerra franco-alemana. En una salida de Metz, cuatrocientas esposas quedaron viudas y m�s de mil ni�os hu�rfanos de padre, de un solo regimiento prusiano en el transcurso de una hora. �Qu� barbaridades se practican! �Qu� desastrosos resultados siguen! �Qu� desolaci�n para los distritos f�rtiles y florecientes del pa�s! �Qu� plaga para el comercio! �Qu� aumento de impuestos! �Qu� corrupci�n de la moral p�blica! Es imposible exagerar, en concepci�n o afirmaci�n, los males de la guerra. ( W. camareros. )

El enorme costo de la guerra

Cuando el ej�rcito de Napole�n march� hacia Mosc�, quemaron todas las casas a lo largo de ciento cincuenta millas. Nuestra guerra revolucionaria le cost� al gobierno ingl�s seiscientos ochenta millones de d�lares. Las guerras que surgieron de la Revoluci�n Francesa le costaron a Inglaterra tres mil millones de d�lares. La cristiandad, o, como podr�a pronunciarlo mal para hacer el hecho m�s espantoso, la cristiandad, ha pagado en veintid�s a�os quince mil millones de d�lares por batalla.

Esos fueron los veintid�s a�os, creo, que terminaron en 1820 m�s o menos. Edmund Burke estim� que las naciones del mundo delgado hab�an gastado treinta y cinco mil millones de d�lares en guerra; pero hizo su cifrado antes de que nuestras grandes guerras americanas y europeas se hundieran. Nunca so�� que en esta tierra, en la �ltima parte de este siglo, en cuatro a�os, gastar�amos en batalla tres mil millones de d�lares. ( T. DeWitt Talmage, DD )

Enorme sacrificio de vida humana a trav�s de la guerra.

En una batalla, bajo Julio C�sar, cayeron cuatrocientos mil. Bajo Jerjes, en una campa�a, cinco millones fueron asesinados. Bajo Jengispham, en Herat, murieron un mill�n seiscientos mil. En Nishar murieron un mill�n setecientos cuarenta y siete mil. En el sitio de Ostende, ciento veinte mil. En Acre trescientos mil. En el sitio de Troya, cayeron un mill�n ochocientos diecis�is mil.

Las guerras t�rtara y africana costaron ciento ochenta millones de vidas. Las guerras contra los turcos y los sarracenos costaron ciento ochenta millones de vidas. Sumado a todo esto, el mill�n que cay� en nuestro propio conflicto. Luego considere el hecho de que treinta y cinco veces la poblaci�n actual de la tierra ha ca�do en batalla. ( T. DeWitt Talmage, DD )

La mayor paz

La mayor paz s�lo puede lograrse mediante la completa extinci�n, lo m�s r�pidamente posible, de los falsos evangelios del materialismo y la fuerza. Los imperios construidos sobre la Fuerza nunca han persistido. Los reinos militares deben desaparecer. Ninguna naci�n fue m�s militar que Roma; estaba armado de pies a cabeza; era un gran imperio de lucha y, aunque dur� mucho, tuvo que desaparecer. Los siete imperios orientales que precedieron a Roma fueron militares; ellos tambi�n han desaparecido. La permanencia del imperio depende de la paz, la justicia social, la libertad y la hermandad. ( J. Clifford, DD )

Christian achier y guerra

No hay ninguna raz�n por la que un soldado cristiano no deba denunciar la guerra con tanta vehemencia como un m�dico ataca la enfermedad, como un ministro peca. El �xito significar�a en cualquier caso el final de su trabajo, pero en ambos casos ser�a una consumaci�n devotamente deseable. Cuanto antes se vuelva innecesaria e imposible la profesi�n de las armas, mejor para todos. ( HP Hughes, MA )

Versículo 5

Venid, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Se�or

Aliento mutuo

I. SENTIMIENTO COMPA�ERO SIMP�TICO. Todos los que est�n ansiosos por su propio bienestar, desean el bienestar de los dem�s.

II. PROGRESO MUTUO. Dos juntos son m�s fuertes que dos separados. �D�janos� Un hermano d�bil a nuestro lado no solo obtendr� ayuda, sino que nos brindar� ayuda.

III. CONOCIMIENTO APRECIATIVO. �Caminemos a la luz del Se�or�. La luz es el lugar de seguridad. La luz es vida, la oscuridad es muerte.

IV. DISPOSICI�N INFALTABLE. "La luz del Se�or". Dios es la �nica fuente de luz, pero es una fuente totalmente eficiente. Nunca puede fallar. Dios es luz. ( Homilista. )

Una invitaci�n al arrepentimiento

I. ESTA ES LA INVITACI�N DE ISA�AS A SUS PA�SES PARA ARREPENTIRSE. Para sentir toda la fuerza de su atractivo debemos notar la conexi�n del texto con su contexto.

1. El profeta comienza citando ( Isa�as 2:2 ) lo que probablemente sea una predicci�n antigua, citada tambi�n por Miqueas ( Miqueas 4:1 ). El pueblo dudar�a menos de esperar ansiosamente el cumplimiento de esta profec�a, tan agradable a sus esperanzas nacionales.

Pero no se ve�a ninguna se�al de su logro. Ciertamente disfrutaban en el reinado de Uz�as de una temporada de prosperidad secular, pero estaban lejos de estar �establecidos en la cima de las monta�as�; estaban rodeados de enemigos vigilantes, y ciertamente no hab�a se�ales del largo reinado de paz predicho.

2. La luz de la prosperidad mundana no les hab�a tra�do el cumplimiento de la profec�a de la paz. Isa�as luego les invita a "caminar a la luz del Se�or"; porque, como contin�a mostrando, Dios hab�a abandonado a su pueblo a causa de los pecados que hab�a engendrado su prosperidad. Por tanto, esta profec�a no les fue cumplida. Su misma prosperidad les impidi� una mayor prosperidad (vers�culos 6-9).

3. Pero este estado de cosas no pod�a continuar. Si se niegan a caminar a la luz del Se�or, �l no solo retirar� las bendiciones prometidas, sino que los humillar� al quitarles la prosperidad que ya disfrutaban (vers�culos 10-21).

II. LA SITUACI�N DE LA IGLESIA DE DIOS AS� DESCRITA POR ISA�AS PERMANECE CASI SIN CAMBIOS HASTA EL D�A ACTUAL.

1. Todav�a esperamos el momento en que �la monta�a de la casa del Se�or se establezca en la cumbre de las monta�as� y se cumpla la prometida �paz en la tierra�; pero no vemos se�ales de su acercamiento inmediato. La Iglesia a�n contin�a acosada por enemigos, incapaz de detener la creciente ola de racionalismo e incredulidad; y ciertamente estos no son signos del reinado de paz pronosticado desde hace mucho tiempo.

2. Si preguntamos por qu� es as�, la respuesta es la misma que en los d�as de Isa�as. No caminamos con un solo ojo a la luz del Se�or. Disfrutamos de una gran medida de prosperidad mundana. La ciencia, el conocimiento secular y las artes �tiles progresan r�pidamente, y en su luz caminamos, olvidando con demasiada frecuencia que no es m�s que un resplandor reflejado, tomado de la �nica fuente de toda luz verdadera. Si la Iglesia causa alguna impresi�n en el mundo, el mundo tambi�n hace grandes avances en la Iglesia.

3. Pero este estado de cosas no puede durar para siempre. Isa�as en la antig�edad habl� del d�a del Se�or, que seguramente alcanzar�a a Su pueblo si continuaban siguiendo sus propios inventos y descuidando a Dios. Se acerca un d�a del Se�or a�n m�s grande y m�s terrible. En ese d�a, todo el orgullo de nuestra civilizaci�n moderna, su sabidur�a y conocimiento, no nos ayudar�n m�s que los �dolos de plata y oro, a menos que nos encontremos caminando a la luz del Se�or. ( AK Cherril, MA )

Caminando a la luz del Se�or

"Andar a la luz del Se�or" implica:

I. QUE NOS DISPONEMOS DE SU REVELACI�N DE VERDAD.

II. QUE ORDENAMOS EL CURSO DE NUESTRAS VIDAS SEG�N SU EJEMPLO Y LA GU�A DE SU PALABRA Y ESP�RITU ( Jeremias 10:23 ).

III. PROGRESO. Supone que dejamos atr�s nuestras tinieblas y pecados anteriores, nuestra pereza y error, y caminamos todos los d�as alguna distancia en nuestro camino hacia la vida eterna.

IV. LA LUZ INSPIRA ALEGR�A Y ALEGR�A; y si �caminamos a la luz del Se�or�, debemos tener la �nica verdadera felicidad y paz. La verdad del Evangelio es suficiente para provocar un regocijo constante. ( Homilista. )

Caminando a la luz del Se�or

I. LA IMPORTACI�N DE LAS PALABRAS, �la luz del Se�or�. Aqu� parece haber una alusi�n a esa sorprendente muestra de tutela especial que fue otorgada a los israelitas en la Shejin�, tal como le apareci� a la Iglesia en el desierto; lo cual, si bien era la se�al reconocida del favor especial de Dios, tambi�n indicaba su curso de movimiento. La expresi�n "andar a la luz del Se�or", consideramos:

1. Como indicativo de una recepci�n cordial de su verdad. La luz es el emblema general del conocimiento; y hay muchos puntos sorprendentes de analog�a entre el conocimiento religioso y la luz. La frase es aplicable a todo el cuerpo de la revelaci�n Divina, que puede verse como la luz de Dios, que brota, por as� decirlo, de Su rostro: Su rostro, que es el emblema de Su inmaculada pureza, as� como Su inteligencia infinita.

Se dice que "habita en la luz a la que ning�n hombre puede acercarse". Y esto tambi�n es significativo de la gloria de la verdad revelada: es la misma luz en la que se manifiestan las perfecciones de Dios; la luz que nos desarrolla Sus secretos consejos, Sus planes de gobierno, especialmente Su plan de misericordia salvadora; la luz, en alusi�n a la que el profeta en otra parte habla cuando dice: �Lev�ntate, resplandece, que ha venido tu luz�, etc.

(1) Esta expresi�n es aplicable a la ley, esa ley que encarnaba los principios de la verdad, de hecho, la �nica verdad autenticada que exist�a entonces en el mundo. El prop�sito de Dios era que Su Iglesia caminara en esta luz bajo esa dispensaci�n preparatoria; que la Iglesia debe viajar hacia adelante para encontrar los esplendores superiores de la dispensaci�n del Evangelio, la dispensaci�n del Sol de Justicia.

(2) Para el Evangelio, especialmente, la expresi�n "la luz del Se�or" es sumamente aplicable. Esta es esa gran luz que brilla en medio de las tinieblas del mundo. Esta es la gloria del Se�or que es "revelada". Y este Evangelio tambi�n arroj� su luz sobre el futuro; aboli� la muerte; proclam� una resurrecci�n. El Evangelio mostr�, tambi�n, los principios sobre los que Dios gobierna el mundo, tanto moral como providencial; que el mundo entero est� bajo un gobierno mediador; y que todo se mueva con fines religiosos: apoyar a la Iglesia, difundir la verdad.

�Andar�, entonces, �a la luz del Se�or� con respecto a los jud�os, era retener la fe que hab�a sido transmitida a la Iglesia; para mantenerlo libre de todo enga�o gentil, de toda mezcla pagana, de todas las sutilezas rab�nicas.

2. "Andar en la luz del Se�or" parece implicar la recepci�n plena de todas las bendiciones que la luz revel�. Y hay esta idea sugerida en esta visi�n de la frase, "la luz del Se�or", que hay una conexi�n inseparable entre la verdad de Dios y el favor de Dios. Mientras que la verdad crea piedad, la piedad de la Iglesia es reaccionar sobre la Iglesia y preservarla del declive.

3. �Andar a la luz del Se�or� implica el cumplimiento celoso de todos aquellos deberes que la luz despliega.

(1) Parece implicar que la Iglesia est� obligada a declararse a s� misma, no a poner su luz debajo de un celem�n.

(2) Tambi�n que debe haber un esp�ritu agresivo en la Iglesia, que surge de esas visiones del mal que la luz dar�, y que si bien se refieren a la pureza de la Iglesia, se arrojan sobre la masa de tinieblas que rodea a la Iglesia. .

(3) �Andar a la luz del Se�or� es dirigir el esp�ritu de empresa en la Iglesia. La misma Iglesia antigua ten�a un oficio que desempe�ar ante el mundo. Esa Iglesia ten�a que preservar la teolog�a primitiva, protestar contra las corrupciones del paganismo: mostrar, en la conexi�n de la religi�n con la felicidad p�blica y personal, la locura del paganismo gentil, y mostrar la absoluta necesidad de sumisi�n a lo espiritual. gobierno de Dios Todopoderoso.

( Isa�as 2:3. ) La Iglesia, en su m�s pura edades caminaron este punto de vista de la empresa evang�lica; y sus logros fueron nobles: en beneficencia m�s espl�ndidos, en sus resultados los m�s excelentes del mundo. Y hay en los tiempos modernos las mismas evidencias decisivas de la voluntad divina en cuanto a la Iglesia.

4. �Caminar a la luz del Se�or� es caminar en la tranquila contemplaci�n del cumplimiento final de la profec�a.

II. LOS MOTIVOS O PRINCIPIOS QUE APLICAN ESTA EXHORTACI�N.

1. Existe una obligaci�n moral, porque �qu� es una obligaci�n moral sino sumisi�n a la voluntad de Dios - y a Aquel que es el Soberano, siendo nosotros los s�bditos? Por lo tanto, nos incumbe someternos a Su voluntad y reconocerla, amar Su ley, marcar Su regla y sentir toda la fuerza de las sanciones adjuntas a esa regla. Esto puede ilustrarse muy apropiadamente con la misma frase: es �la luz del Se�or�, la luz de Jehov�, luz soberana; la luz dispensada por �l para prop�sitos especiales y la luz natural no indica m�s claramente su oficio que la luz moral indica las intenciones especiales del Dios del cielo. Esta luz se da para un prop�sito especial; est� dirigiendo la luz; y ahorro de luz; regula el grado de responsabilidad tanto personal como colectiva.

2. Luego est� tambi�n la obligaci�n especialmente inducida por la convicci�n de privilegio. El privilegio existe dondequiera que exista la luz. No hab�a nada en la Iglesia jud�a que pudiera compararse con el don de la verdad religiosa a esa naci�n. Cualquier naci�n que tenga la luz del Se�or y la habilidad de usarla, es notablemente privilegiada y alcanza la misma altura de la gloria humana. Todo esto no nos es dado para vana gloria; se nos confiere que podamos predicar a Cristo y poner al mundo bajo Su gobierno.

3. Las bendiciones que acompa�an a caminar a la luz del Se�or. Existe la salvaci�n personal, por ejemplo, difundida en la mayor medida posible. Entonces, si miras el tema simplemente en referencia a las iglesias, hay un motivo muy poderoso; porque, "andar en la luz del Se�or" es la �nica condici�n para retener la luz. ( G. Steward. )

Caminar en la luz

De mirar hacia el futuro, Isa�as regresa a su trabajo de tratar de enmendar el presente. No pierde el tiempo cantando cantos f�nebres sobre la decadencia de Israel, ni pasa su vida en enso�aciones in�tiles sobre el futuro. Vio el triste presente y llor�; vio el futuro brillante y se regocij�; y luego se pusieron a trabajar con el coraz�n y la lengua para despertar a la naci�n, clamando: "Oh casa de Jacob", etc. As� que actuemos todos.

I. LA CAUSA SECRETA DE LA CULPA DE ESTE PUEBLO - tristeza moral y espiritual. Por implicaci�n, al menos, aprendemos de este texto que la oscuridad moral es la madre fecunda de toda especie de iniquidad. Un trazo maestro de la pluma de Pablo da el secreto de los pecados de Roma en su d�a: �su necio coraz�n fue oscurecido. El camino de los imp�os �, dice Salom�n,� es como tinieblas �.

I. Deteng�monos en la oscuridad natural de los hombres.

(1) Observe que el pecado ciega a los hombres en cuanto a su propia naturaleza. Sus solicitudes a nuestros primeros padres fueron tales que ocultaron a sus mentes inocentes y desprevenidas todo conocimiento de sus propios rasgos horribles; y no fue hasta que fue demasiado tarde que supieron lo malvado y amargo que era pecar contra el Se�or. Hasta que el pecado no ha hecho su obra, no se deja ver y conocer. Est� en el mes de la miel, sino cuando se ingiere un veneno mortal. Cambia su forma como Proteus y sus colores como el camale�n. Tiene la fascinante voz de una sirena, atrayendo a la destrucci�n.

(2) El pecado tambi�n enga�a a los hombres en cuanto a su propia condici�n moral. ( Isa�as 5:20. )

(3) El pecado, adem�s, oculta al hombre la profunda espiritualidad de la ley divina. �l est� en la oscuridad en cuanto a su significado interno y su influencia de largo alcance. Si observa la letra de la ley, piensa que lo ha hecho bien. �l pasa por alto por completo el hecho de que "cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos".

(4) El pecado tambi�n oscurece la mente y el coraz�n del hombre en cuanto al car�cter divino. Esto debe ser as�, porque solo los de limpio coraz�n pueden ver a Dios.

2. Se incurre en esta oscuridad deliberada y perversamente. Si la �casa de Jacob� ignoraba el car�cter de Dios, era culpa suya, porque Dios se hab�a revelado a S� mismo de m�ltiples y maravillosas formas. Y si tuvieran suficiente luz los que habitaban en el tenue amanecer de la revelaci�n, �qu� se dir� de nosotros, que tenemos la luz acumulada de los siglos intermedios?

II. Tenemos EL �NICO REMEDIO DECLARADO. "Andad a la luz del Se�or". Como todos los remedios divinos, sorprende por su sencillez.

1. Entra en la luz. La conversi�n es el paso del alma "de las tinieblas a su luz maravillosa". �Qu� es esta luz?

(1) Las personas a quienes se dirigi� esta exhortaci�n por primera vez, creo, entender�an por ella la luz del Verbo Divino. Para Israel, las palabras del profeta significaban: "Estudia la ley del Se�or, y as� entra en la luz de esa ley". Para nosotros, ellos significan �escudri�ar las Escrituras� y as� entrar en la luz de la verdad divina. La lectura de la Biblia en s� misma no salvar�, pero revela al Salvador que puede y lo har�.

(2) Isa�as tambi�n quiso decir con esta exhortaci�n que deb�an entrar en la luz de la comuni�n con Dios. Ellos hab�an buscado la comuni�n con los �dolos, pero ahora Isa�as los llama a regresar a la comuni�n con Jehov�. Toda bendici�n nace de la comuni�n. El diamante que brilla y destella rayos de luz alguna vez fue solo un trozo de carb�n negro. No ten�a luz inherente. Es como si por alg�n proceso misterioso la luz se hubiera absorbido hasta transformar esa sustancia negra en la semejanza de su propia esencia. As�, la naturaleza del pecador, negra y oscura por el pecado, se vuelve, en comuni�n con lo eterno, pura y hermosa con la luz de Dios.

2. Avanza en la luz. "Camina en la luz". Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo hablan de la vida diaria del hombre piadoso como un caminar, sugiriendo que debe ser una vida progresiva.

3. As�ciese con los hijos de la luz. �Vamos a nosotros en la luz del Se�or�, dice Isa�as. No caminar� solo en la luz, sino que buscar� la compa��a de quienes piensan como �l mismo. Utilizar� su influencia para inducir a otros a caminar en la luz con �l. ( W. Williams. )

La suave fuerza de la luz

He visto el sol con un rayo de luz distante desafiar todos los poderes de las tinieblas, y sin violencia ni ruido, subiendo la colina, ha hecho que la noche se retire de tal manera que su memoria se perdi� en las alegr�as y la vivacidad de la ma�ana. Si la luz f�sica tiene una fuerza tan suave, cu�nto m�s tiene la espiritual. ( Bp. Taylor. )

Caminar en la luz asegura una revelaci�n cada vez mayor

Esa es la �nica preparaci�n para una mayor revelaci�n. Caminando en la luz, recibiremos un aumento de iluminaci�n; agradecidos por el amanecer de la ma�ana, veremos el esplendor del mediod�a; fieles en poco, se nos confiar� mucho; hijos honestos del crep�sculo, todav�a veremos las cosas en su realidad m�s grande y grandiosa. Si hacemos la voluntad, conoceremos la doctrina. ( J. Parker, DD )

Las naciones prosperan mientras caminan a la luz del Se�or

En el pedestal de la estatua de Samuel Morley, difunto diputado por Bristol, est� inscrita esta frase, citada de un discurso suyo, que concuerda con la experiencia de cada pa�s, antiguo o moderno: �Creo que el poder de Inglaterra es para ser contada, no por su riqueza o ej�rcitos, sino por la pureza y virtud de la gran masa de su poblaci�n ". ( F. Sesiones. )

Religi�n nacional

Las ideas religiosas por s� solas tienen el poder de transformar las tendencias y acciones de una naci�n. La idea religiosa es el aliento mismo de la humanidad, su vida, alma, conciencia y manifestaci�n. ( Mazzini. )

La fotopolimerizaci�n

�ltimamente hemos descubierto un nuevo m�todo mediante el cual se puede curar una terrible enfermedad. Se le llama el m�todo de la luz, y la cura se logra concentr�ndose en la forma cicatrizada y enferma de una luz poderosa y peculiar. El efecto de la luz es tan grande que con el tiempo la enfermedad se detiene y la piel se vuelve sana y natural. ( Cr�nica de la Escuela Dominical. )

Las mejores cosas vistas a la luz de Dios

El Dr. Charles Berry dijo, en la �ltima carta pastoral que escribi�: �Hay algunas cosas, las mejores, que solo se pueden ver cuando las luces de la vida se apagan y la luz de Dios se deja brillar sola. . "

Las limitaciones de la luz terrenal

La luz clara y brillante a menudo resalta colores exquisitos, como ocurre entre los Alpes y tambi�n en la zona g�lida del norte, donde las humildes plantitas llamadas l�quenes y musgos se ti�en en muchos casos de las tonalidades m�s brillantes, predominando el p�rpura y el dorado. El calor, de la misma manera, estimular� el crecimiento vegetal de la manera m�s asombrosa, pero es un crecimiento que no necesariamente va acompa�ado de la secreci�n de sustancias valiosas, que dan calidad e importancia real a la planta.

En los invernaderos ingleses, por ejemplo, tenemos abundantes �rboles de especias, esas plantas generosas que producen canela y casia, la nuez moscada y el clavo; pero aunque sanos y floreciendo libremente, nunca maduran sus secreciones arom�ticas. Aunque tienen un calor artificial igual al de sus islas nativas, que arden bajo el sol del Oc�ano �ndico, no podemos suministrarles una luz solar similar y proporcionada. Nuestros cielos nublados nos encierran del total y directo resplandor del sol, y si queremos esto, el calor por s� solo no servir�. ( Ilustraciones y s�mbolos cient�ficos. )

Versículos 6-9

Por tanto, has abandonado a tu pueblo

Dios nunca lo abandon� sin una buena raz�n

�Por tanto, has abandonado a tu pueblo.

El t�rmino es l�gico. Dios nunca abandona a Su pueblo de ninguna manera caprichosa: �l no es un hombre, o un hijo de hombre, para que �l trate a Sus criaturas de manera arbitraria, taciturna, renovadas llenas de sol en relaci�n a ellas, y ahora cubierto de grandes nubes, sin dar ninguna raz�n para el cambio. Es una caracter�stica m�s notable en la revelaci�n b�blica que cuando Dios abandona a los hombres, da la raz�n para abandonarlos.

La raz�n es siempre moral. Dios nunca deja al hombre porque sea peque�o, d�bil, desconfiado de s� mismo, sin amigos, sin hogar o con el coraz�n quebrantado; cuando Dios abandona al hombre es porque el hombre primero lo ha abandonado, ha quebrantado sus leyes, ha desafiado su espada, ha desafiado su juicio, ha abandonado con ingrato abandono el altar en el que la vida ha recibido su m�s rica bendici�n. Por lo tanto, nunca descuidemos la palabra "por tanto" al leer acerca de los juicios divinos. Dios nunca abandonar� la vida que conf�a en �l. ( J. Parker, DD )

Un pueblo abandonado

Leer: �porque has desechado. .. se dan la mano �(hacen alianzas)� con los hijos de extra�os �. ( AB Davidson, LL. D. )

Dios reclama la soberan�a �nica de la vida

Cuando somos abandonados es porque hemos abandonado a Dios. �Ha de ser Dios el compa�ero de los �dolos? �Habr� que invitar al Se�or a habitaciones oscuras, para que sea una de las deidades del universo y ocupe Su lugar en orden de antig�edad o de superioridad nominal? �Debe ser invitado a competir con las fantas�as del cerebro humano por la soberan�a de la mente humana y el arbitraje del destino humano? En esto, �l es un Dios celoso.

�Solo el Se�or sea exaltado en aquel d�a�. Si hacemos dioses, debemos contentarnos con las manufacturas que producimos; pero nunca podremos persuadir al Dios eterno de que se siente con nuestras deidades de madera y se aconseje con las invenciones y ficciones de una imaginaci�n enferma. �Escogeos hoy a qui�n sirv�is�. �Si Baal es Dios, s�rvele; si al Se�or, s�rvele ". ( J. Parker, DD )

Dios los hab�a abandonado como su padre y amigo.

Dios los hab�a abandonado como su Padre y Amigo, pero viene a llamarlos a rendir cuentas como su Juez. ( Sir E. Strachey, Bart. )

Una triste secuencia: el dinero conduce a la idolatr�a

Observe c�mo se desarrolla la secuencia: dinero en abundancia: el dinero comprar� caballos, y los caballos representan el poder: los caballos necesitar�n carros, y los carros significan carrera, velocidad, ostentaci�n: dinero, caballos, carros, �pueden los hombres terminar ah�? Ellos no pueden; y dado dinero, caballos, carros, sin la correspondiente santificaci�n, sin la acci�n de ese esp�ritu de dominio propio que expresa la acci�n del Esp�ritu Santo, y oblig�is a los hombres a ir m�s lejos ya caer su tierra con �dolos.

La secuencia no se puede romper. Los hombres pueden tener dinero, caballos, carros y el Dios verdadero; pero cuando los hombres tienen dinero, caballos, carros y ning�n dios verdadero, se hacen dioses, porque deben ganarse su ostentaci�n con alg�n tipo de piedad nominal. ( J. Parker, DD )

Idolatr�a espiritual

Los hombres construir�n iglesias; los hombres deben tener ritos y ceremonias religiosas; y lo que le conviene m�s al hombre mundano que un �dolo que no se fija en �l, una deidad de madera que nunca le molesta con sus obligaciones disciplinarias. ( J. Parker, DD )

Un pueblo honrado pero abandonado por Dios

I. La casa de Jacob es aqu� honrada con el car�cter del PUEBLO DE DIOS. Eran suyos de una manera especial, como consecuencia de que los eligi� para su pueblo peculiar; redimi�ndolos con mano fuerte y brazo extendido; y entraron en pacto con ellos, de modo que llegaron a ser de su propiedad, fueron llamados por su nombre y profesamente dedicados a su servicio.

II. A pesar de esta �ntima conexi�n, DIOS LOS HAB�A ABANDONADO. Quit� la influencia restrictiva de su providencia, por la cual impidi� que sus enemigos ejecutaran su destrucci�n; Quit� el seto de Su bondadosa protecci�n, con el que disfrutaban de la m�s agradable seguridad. Les retuvo la direcci�n de gracia que les hab�a acompa�ado en todas sus fortunas. El Alt�simo les ocult� un consejo, de modo que andaban a tientas al mediod�a.

Retir� de ellos Su divino favor, que los hab�a rodeado durante mucho tiempo como un escudo; Les neg� su presencia misericordiosa y su Esp�ritu Santo, que era la belleza y la gloria de sus asambleas, teniendo en reserva para ellos las m�s espantosas calamidades temporales. ( R. Macculloch. )

Versículo 7

Su tierra tambi�n est� llena de plata y oro

Un inventario actualizado

Hay algo sorprendentemente moderno en este cap�tulo; si se sienta a analizarlo, siente que hay algo sorprendentemente actualizado en el Inventario.

�De qu� se jactaba este pueblo orgulloso?

1. La abundancia de su tesoro; tambi�n su tierra est� llena de plata y oro, y sus tesoros no tienen fin.

2. Su env�o y su comercio activo todos los barcos de Tarsis.

3. Su equipo militar; �Su tierra tambi�n est� llena de caballos, y sus carros no tienen fin�.

4. Sus defensas naturales; "Todas las monta�as altas, todas las colinas que se levantan".

5. Sus defensas artificiales; "Cada torre alta, cada muro vallado".

6. La riqueza de su madera; "Todos los cedros del L�bano, todas las encinas de Bas�n".

7. Se jactaban incluso de los tesoros de su arte; "Todas las im�genes agradables". ( JHJowett, MA )

El oro puede cerrar la visi�n de Dios

Un viejo proverbio dice: "Los seis peniques en el ojo del hombre le impidieron ver al soberano con la punta de la nariz". Y algunos hombres permiten que el dinero de la pasi�n se vuelva tan absorbente que la moneda llena toda su visi�n y excluye a Dios y Su cielo. ( WC Bonner. )

Versículo 8

Su tierra tambi�n est� llena de �dolos

�dolos

La teor�a filos�fica del polite�smo es �un centro, muchas emanaciones.

J�mblico y Porfirio la defienden en esta l�nea contra el monote�smo del cristianismo primitivo. Hermes Trismegistus, seg�n San Agust�n, dice que los egipcios consideraban que las im�genes eran simplemente los cuerpos de los dioses. En la India se puede ver cualquier d�a de la semana la ceremonia de rezar un esp�ritu de Vishnu o de Shiva en una estatua, o en una piedra simb�lica, por el sacerdote brahm�n. La teor�a sacerdotal es una de "consubstanciaci�n", como la teor�a luterana de la Eucarist�a, la diferencia es entre la morada espiritual en el pan material y el vino material en un caso, y madera y piedra materiales en el otro.

Los dioses, as� hechos visibles a la gente com�n, est�n dotados, por consentimiento popular, de pasiones y prejuicios humanos. Cada uno representa una o m�s de estas propensiones humanas. Algunos son emblemas de los poderes reproductivos de la naturaleza: fertilizantes de los reba�os y los campos. Su culto, posiblemente puro al principio, se volvi� m�s all� de todo lo que se dice, licencioso y abominable. ( F. Sesiones. )

Versículo 9

El hombre malo

El hombre malo

�Malo� no significa ego�sta o taca�o, sino el hombre entre dos extremos, el hombre medio, mediocre y corriente.

El hombre malo y el gran hombre se inclinan, �a qu� se inclinan? Algo debajo de ellos; han perdido el sentido de su dignidad y se han olvidado de que son reyes, y ahora se inclinan ante cosas que deber�an controlar. ( JH Jowett, MA )

Versículo 10

Entra en la roca y esc�ndete en el polvo

La ignominia del pecador ante la manifestaci�n de la gloria de Dios

Ahora no les queda otro camino que seguir el mandato sarc�stico del profeta: ��Sum�rgete en la roca y enti�rrate en el polvo, ante la mirada de pavor de Jehov�, y ante la gloria de Su majestad!�. La naci�n que se supon�a que era gloriosa deber�, y debe, escabullirse y esconderse ignominiosamente, cuando la gloria de Dios que hab�a rechazado, pero que es la �nica gloria verdadera, se manifieste judicialmente.

Debe esconderse en los agujeros de las rocas como de una multitud de enemigos ( Jueces 6:2 ; 1 Samuel 13:6 ; 1 Samuel 14:11 ), y enterrarse con el rostro en la arena, como desde el sim�n mortal. del desierto, para que puedan evitar la necesidad de soportar esta vista intolerable. ( F. Delitzsch, DD )

Versículo 11

Las miradas altivas del hombre ser�n humilladas. .. solo el Se�or ser� exaltado en ese d�a

Hombre humillado y Cristo exaltado

El d�a puede aplicarse muy apropiadamente a cualquiera de esos d�as en que el Se�or rebaja el orgullo del hombre culpable, o cuando hace sentir Su presencia por el poder de Su Esp�ritu sobre el coraz�n; porque es entonces cuando se humilla la mirada altiva del hombre; es entonces cuando la altivez del hombre se inclina, y el Se�or es exaltado en el coraz�n.

�Qu� m�s que este es el objeto de Dios en el Evangelio? Definitivamente es para que el yo sea humillado y Cristo exaltado.

I. Miremos algunos puntos en los que los HOMBRES DEBEN SER ELEVADOS y fortalecerse en su orgullo y autosuficiencia.

1. Sostienen que tienen la habilidad natural de entender la Palabra de Dios. �Qu� dice la Escritura sobre este punto? ( 1 Corintios 2:11 , etc.) �Cu�ntos toman la Palabra de Dios para leerla como lo har�an con cualquier otro libro, olvidando su car�cter - olvidando su objeto! Lo leen simplemente para saber, no para ser. Mientras que el valor del Libro es que tiene que ver con el car�cter del hombre. Es convertirlo en una nueva criatura en Cristo Jes�s.

2. Otro punto de profunda importancia es la opini�n que tienen los hombres con respecto a su poder para salvarse a s� mismos. No es que piensen que realmente pueden borrar sus pecados, o que pueden guardar perfectamente la ley de Dios; pero ellos, en la imaginaci�n, logran una especie de equilibrio entre sus buenas y malas acciones. Piensan que hay algo bueno en lo que hacen, y que lo que fallan en Cristo lo compensar�; y la consecuencia es que no hay verdadera humillaci�n ante Dios mientras dure esta idea.

3. Los pensamientos necios que los hombres tienen sobre el car�cter de Dios, como si fuera uno como ellos. A menudo oir�s a hombres hablar de lo que conciben que es la justicia de Dios, sin prestar atenci�n en lo m�s m�nimo a las declaraciones que �l hace de s� mismo en su santa Palabra. Hablan como si pensaran que la diferencia entre ellos y Dios, que es santo, es meramente de grado y no de naturaleza.

Dejan de lado por completo el hecho de que Dios es Esp�ritu, y que ellos mismos son carnales, y hablan como si la moralidad fuera adecuada para un hombre para el cielo, ignorando por completo las palabras del Se�or: �El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios �. Los hombres, en efecto, forman sus propias opiniones; pero recuerda la forma en que Dios habla de ello: �Pensabas que yo era como t�; pero yo te reprender� �.

II. Ahora bien, todos estos puntos de vista err�neos son muchas fuentes de orgullo en los hombres; pero cuando el Esp�ritu Santo entra en el coraz�n con poder, SE ARROZAN Y SE HUMILITAN ANTE DIOS. Uno de los efectos que produce el Esp�ritu Santo, cuando llega al coraz�n de un hombre, es hacerle considerar sus caminos. Se mira a s� mismo y no ve nada m�s que pecado; que no hay un solo motivo de esperanza; y cuando el Esp�ritu Santo lo ha tra�do bondadosamente a este punto, entonces le muestra la salvaci�n de Cristo. Y luego, en esta exaltaci�n del Se�or Jes�s, viene la verdadera humillaci�n del hombre mismo. Lecciones

1. El objeto de todas las dispensaciones de Dios es humillarnos y hacernos descender a los pies de Cristo.

2. La naturaleza de la fe verdadera. Es humildad; es dependencia; viene de toda confianza en uno mismo; descansa sobre otro, y solo ese Cristo. ( JW Reeve, MA )

Dios exaltado

1. Al albergar aprensiones elevadas de Su majestad infinita y ejercer los afectos adecuados hacia �l: temer a Aquel que derrama desprecio sobre los pr�ncipes, confiar en Aquel en quien hay fuerza eterna y amar a Aquel en cuyo favor hay vida.

2. Celebrando las alabanzas de sus divinas excelencias con gratitud y alegr�a.

3. Por una conducta que pueda dar la representaci�n m�s sensible y viva de Dios - comenzando, llevando a cabo y terminando todos sus negocios en �l; haciendo de Su amor el principio, Su ley la regla y Su gloria el fin de todas sus acciones. ( R. Macculloch. )

Humildad

La vida es una larga lecci�n de humildad. ( JM Barrie. )

Versículos 12-17

El d�a de Jehov� de los ej�rcitos estar� sobre todo soberbio y enaltecido

Escepticismo desconcertado por el advenimiento de Cristo

I.Entre LAS CAUSAS DEL ESP�RITU DEL ESCEPTICISMO RELIGIOSO hay&mdash

1. Un h�bito temprano de negligencia espiritual.

2. Un estado de creencia exagerada y cr�dula.

II. Considere LAS CONSECUENCIAS INSEPARABLES DE TAL ESTADO, cualesquiera que sean las causas peculiares de las que brota.

1. Quien est� en suspenso por la verdad del Evangelio no puede orar. "El que viene a Dios debe creer que �l es". El que siente que ha pecado y que Dios es santo, sabe que necesita un mediador; y el que quiera confiar en un mediador debe creer que lo es.

2. No puede resistir el pecado. El que est� en suspenso acerca de la verdad del Evangelio de Cristo es tan d�bil como el que la niega, s�, m�s d�bil. Porque el otro sabe que est� arrojado sobre los recursos de su propia fuerza sin ayuda, y los convoca a todos juntos para su apoyo. Pero el hombre que duda es un hombre dividido. Se ha despojado de su otra armadura; y esta, la armadura de Dios, no puede tomarla, porque no la ha probado.

III. PIENSE LO QUE SER� EL ADVIENTO PARA TAL MENTE. El d�a del Se�or de los ej�rcitos estar� "sobre" �l, y lo humillar�. Preguntamos si vendr�a un d�a; y he aqu�, ha venido. Mientras indagamos, razonamos y especulamos, Aquel de quien dudamos estaba llevando a cabo Su juicio sobre nosotros. ( CJ Vaughan, DD )

El dia del se�or

El diluvio, la destrucci�n de Sodoma, la invasi�n de Judea en los reinados de Acaz y Ezequ�as, la toma de Jerusal�n por Nabucodonosor o por Tito, fueron consideradas por los profetas y predicadores jud�os - como crisis nacionales similares en la antig�edad y en la actualidad. Los fil�sofos e historiadores cristianos han sostenido la historia como �d�as del Se�or�, en los que �l ha venido a juzgar la tierra; y anticipaciones parciales del juicio final del mundo. ( Sir E. Strachey, Bart. )

El d�a del Se�or y la majestuosa belleza de la naturaleza.

( Isa�as 2:13): - �Tiene este lenguaje un significado meramente figurativo? ... Para entender al profeta hay que tener presente lo que supone la Sagrada Escritura en toda su extensi�n, que toda la naturaleza se une al hombre para formar una historia com�n; que el hombre y todo el mundo de la naturaleza est�n conectados inseparablemente como centro y circunferencia; que esta circunferencia tambi�n est� bajo la influencia del pecado que procede del hombre, as� como bajo la ira y la gracia que proceden de Dios al hombre; que los juicios de Dios, como lo prueba la historia de las naciones, traen una parte del sufrimiento a la creaci�n objeto, y que esta participaci�n de la creaci�n inferior en la corrupci�n y la gloria del hombre cobrar� especial prominencia al final de este la historia del mundo, como lo hizo al principio; y por �ltimo, el mundo en su forma actual,

De acuerdo con este punto de vista fundamental de las Escrituras, por lo tanto, no podemos sorprendernos de que, cuando el juicio de Dios sobre Israel, se extienda a la tierra de Israel y, junto con la falsa gloria de la naci�n, derroque todo lo glorioso en Israel. la naturaleza circundante que se ha visto obligada a ministrar al orgullo nacional y al amor por la exhibici�n, ya la que el pecado nacional se adhiri� de muchas maneras.

Lo que el profeta predice ya estaba comenzando a cumplirse en las incursiones militares de los asirios. El bosque de cedros del L�bano estaba siendo podado sin tregua; las colinas y los valles del pa�s fueron pisoteados y devastados y, durante el per�odo de la historia del mundo, comenzando con Tiglath-Pileser, la tierra santa se redujo a una sombra de su antigua belleza predicha. ( F. Delitzsch. )

El Se�or de los ej�rcitos

Todas las criaturas del universo son las huestes o ej�rcitos de Jehov�; �ngeles, que se destacan en fuerza; el sol, la luna y las estrellas; el trueno y el rel�mpago; el viento, el granizo y la lluvia; la tormenta y la tempestad; los insectos m�s insignificantes, como las moscas y las orugas; s�, la arena del mar y el polvo de la tierra. ( R. Macculloch. )

El d�a del Se�or sobre los soberbios y altivos

�Es la fuerza personal, el vigor y la firmeza de constituci�n lo que le alegra? Aunque est� entre los hijos de los valientes, fuerte como los hijos de Anac, la debilidad de Dios es m�s fuerte que los hombres; ante el Todopoderoso, es s�lo como un saltamontes, y es f�cilmente aplastado como la polilla. �Es el coraje y la fortaleza lo que lo ha hecho valiente y ha hecho su coraz�n como el coraz�n de un le�n? El que les dice a los de coraz�n temeroso: Sed fuertes, puede privarlo r�pidamente de su valor y volverlo temeroso y pusil�nime, hasta que se estremezca con el movimiento de una hoja.

�Son las riquezas las que se cuentan como una torre fuerte, una defensa y los tendones de la fuerza? El d�a del Se�or soplar� sobre ellos, y pasar�n como la flor del campo o el �guila que vuela hacia el cielo. �Es el honor y la fama lo que lo ha elevado al pin�culo de la gloria terrenal? Dios, que derriba a los poderosos, derribar� toda esa dignidad por la que se valoraba a s� mismo y lo reducir� a la condici�n m�s humillante. La historia, sagrada y profana, confirma la verdad de esta predicci�n. ( R. Macculloch. )

Hombre humillado

Sedequ�as, rey de Jud�, privado de su dignidad real, de sus hijos, que fueron asesinados ante sus ojos, y luego de su vista, fue atado con grilletes de bronce y llevado a Babilonia. Bajazet, el emperador de Turqu�a, fue atado con grilletes de oro, por el victorioso Tamerl�n, y llevado con �l en su marcha por Asia, en una jaula de hierro, como objeto de burla. Enrique V, emperador de Alemania, se vio reducido a tal pobreza, que fue a la gran iglesia que �l mismo hab�a construido en Spires, pidiendo el lugar de un corista, para evitar que muriera de hambre. ( R. Macculloch. )

Barcos de Tarsis

Los barcos de Tarsis son barcos de aguas profundas. Posiblemente Tartessus, al oeste del estrecho de Gibraltar. ( AB Davidson, LL. D. )

Versículo 16

Fotos agradables

El uso adecuado del arte

Sir Joshua Reynolds, sabiamente, declar� el canon para los artistas cuando, refiri�ndose a la elecci�n de temas, dijo.

�Ning�n tema puede ser apropiado que no sea generalmente interesante. Deber�a ser un ejemplo eminente de acci�n heroica o sufrimiento heroico. Debe haber algo, ya sea en la acci�n o en el objeto, en lo que los hombres se preocupen universalmente y que golpee p�blicamente la simpat�a del p�blico ". Aquellos que no se contentan con copiar lo innoble o reproducir lo insignificante &mdashque usan el arte para exponer y aplicar la ense�anza de Dios en la naturaleza y la revelaci�n&mdash que se proponen dirigirse al coraz�n y as� elevar la imaginaci�n y los juicios de los hombres son benefactores de su raza, ministros en el altar de la verdad y la justicia. El trabajo de estos artistas puede considerarse eminentemente sagrado. ( JH Hitchens, DD )

La gran influencia del arte

La voz del predicador debe ser silenciada ocasionalmente por el cansancio y finalmente silenciada por la muerte; pero las pinturas del artista contin�an contando su propia historia y hacen cumplir sus propias lecciones a todos los espectadores, d�a y noche, siempre que puedan ser preservadas. El libro del autor, sobre el tema m�s sublime posible, s�lo puede ser le�do por aquellos que est�n familiarizados con el idioma en el que est� escrito, y entre los lectores potenciales habr� algunos que, al no estar acostumbrados a las leyes del pensamiento, se inclinar�n. el libro a un lado como poco interesante; pero las im�genes son biograf�as, historias, homil�as, poemas que, sin palabras, se pueden estudiar de un vistazo. ( JH Hitchens, DD )

Im�genes

Algunas personas relegan las im�genes al �mbito de lo trivial, accidental, sentimental o mundano, pero el texto muestra que Dios escudri�a las im�genes, y si son buenas o malas, ya sea que se usen para prop�sitos correctos o incorrectos, es una cuesti�n de observaci�n divina. y juicio. ( T. DeWitt Talmage, DD )

La prostituci�n del arte

Se admite con franqueza que el l�piz del artista y el cuchillo del grabador se han subordinado a veces al reino del mal. Despu�s de que se retiraron las cenizas y el candelabro de Herculano y Pompeya, los muros de esas ciudades descubrieron a los exploradores una degradaci�n en el arte que no puede exagerarse. Satan�s y todos sus diablillos siempre han querido tocar el caballete; preferir�an poseer eso que el arte de la imprenta, porque los tipos no son tan potentes y r�pidos para el mal como los cuadros. ( T. De Witt Talmage, DD )

Deben evitarse las malas im�genes

Plinio el mayor perdi� la vida al acercarse lo suficiente para ver la erupci�n del Vesubio, y cuanto m�s te alejes del cr�ter ardiente del pecado, mejor. Hasta que no se abran los libros del �ltimo D�a, nunca sabremos cu�l ha sido la terrible cosecha de pinturas malignas y galer�as de arte impropias. Despoja a la imaginaci�n de un hombre y se convierte en un cad�ver moral. Los escaparates de las ciudades inglesas y americanas en las que en ocasiones se han colgado largas filas de actores y actrices descarados en estilo insultante a todo decoro, han abierto un amplio camino a la muerte para multitud de personas. ( T. De Witt Talmage, DD )

El valor de las im�genes b�blicas

Me refiero a su memoria y a la m�a cuando le pregunto si su conocimiento de las Sagradas Escrituras no se ha incrementado enormemente con los grabados en madera o grabados en la antigua Biblia familiar, que padre y madre leyeron y pusieron sobre la mesa en la antigua granja. cuando eran ni�os y ni�as. Las escenas b�blicas que todos llevamos en la mente no se obtuvieron de la tipolog�a b�blica, sino de las im�genes b�blicas. Para probar la verdad de esto en mi propio caso, el otro d�a tom� la vieja Biblia familiar que hered�.

Efectivamente, lo que he llevado en mi mente de la escalera de Jacob fue exactamente el grabado b�blico de la escalera de Jacob; y as� con Sans�n al llevarse las puertas de Gaza; Eliseo restaurando al hijo sunamita; la masacre de los inocentes; Cristo bendiciendo a los ni�os peque�os; la crucifixi�n y el juicio final. Mi idea de todo esto es la de los antiguos grabados de la Biblia que escane� antes de poder leer una palabra. ( T. De Witt Talmage, DD )

Im�genes de Gustave Dor�

En 1833, procedente de Estrasburgo, Alemania, lleg� un ni�o que iba a eclipsar en velocidad, audacia y grandeza cualquier cosa y todo lo que el mundo hab�a visto desde que apareci� el primer color en el cielo en la creaci�n, Paul Gustave Dore. A los once a�os public� maravillosas litograf�as propias. Sin decir nada de lo que hizo para El Para�so perdido de Milton, adorn�ndolo con la atenci�n del mundo, retoma el Libro de los libros, el monarca de la literatura, la Biblia y en sus cuadros "La creaci�n de la luz", "El juicio". de la fe de Abraham "," El entierro de Sara "," Jos� vendido por sus hermanos "," La serpiente de bronce "," Booz y Rut "," David y Goliat "," La Transfiguraci�n "," Las bodas en Can� ", "Babylon Fallen", doscientas cinco escenas b�blicas en total,

De hecho, baj� tambale�ndome los escalones de la Galer�a de Arte de Londres bajo el poder de "Cristo dejando el pretorio" de Dore. �Profesas ser un hombre o una mujer cristianos, y no ves una misi�n divina en el arte, y no reconoces ninguna obligaci�n ni en agradecimiento a Dios ni al hombre? ( T. De Witt Talmage, DD )

Versículo 18

Y los �dolos abolir� por completo

El cese de la idolatr�a

En los sistemas de religi�n paganos, Dios y la naturaleza no se mantienen distintos.

Su personalidad tambi�n est� confundida. Los miedos y esperanzas de los id�latras se proyectan en deidades. Se necesitan dos cosas para destruir la idolatr�a en su forma m�s grosera.

I. LA PREVALENCIA DE LA PALABRA DE DIOS.

1. En sus p�ginas, Dios y la naturaleza se distinguen y separan cuidadosamente.

2. Aqu� se presenta claramente su personalidad.

3. Aqu� se promulgan plena y solemnemente los mandamientos contra la idolatr�a.

4. Aqu� el Dios verdadero se presenta en todos los atributos gloriosos que constituyen Su car�cter, se ordena la lealtad, se demanda el servicio y cada alma est� sujeta a una estricta responsabilidad.

II. LA PREVALENCIA DE LA CIVILIZACI�N CRISTIANA.

1. La Biblia es indispensable. La ciencia pagana es insuficiente para liberar a los hombres de la idolatr�a, como lo atestiguan Roma y Grecia.

2. La mera ciencia corre el peligro de volverse materialista o agn�stica.

3. La ciencia necesita ser vitalizada por la Biblia, la ley moral y la conciencia.

Reflexiones

1. La ciencia es la esclava de la Biblia.

2. No puede haber contradicci�n entre la obra de Dios y la Palabra de Dios.

3. Es deber de todo cristiano ayudar en la circulaci�n de la Biblia, con el fin de que todo �dolo sobre la faz de la tierra sea r�pidamente destruido. ( Revisi�n homil�tica. )

Los males de la idolatr�a y los medios para su abolici�n

El progreso del cristianismo en el mundo ya ha sido tan grande y maravilloso como para llevar evidencia de su original divino y de su prometido triunfo final sobre toda religi�n falsa.

I. EL MAL QUE SERA ABOLIDO. Idolatr�a. Se ha distinguido com�n y muy apropiadamente como de dos tipos, literal y espiritual. La idolatr�a espiritual es un mal que, por la apostas�a de nuestra naturaleza, se adhiere a toda la humanidad, ya sea que habita en regiones cristianas o paganas, excepto aquellas personas cuyos corazones han experimentado una renovaci�n por el Esp�ritu de Dios. Es a la idolatr�a literal a lo que se refiere el profeta en el texto; esto lo muestra la conexi�n, donde se hace menci�n de esos �dolos de plata y oro que los id�latras convertidos desechar�an.

El progreso del cristianismo estuvo, desde el principio, marcado por el cese del culto a los �dolos. Hay dos puntos de vista principales en los que podemos considerar la naturaleza maligna y los efectos de la idolatr�a: su aspecto hacia Dios y su aspecto hacia el hombre. En el primer aspecto, aparece como un delito; en el segundo como una calamidad: as� contemplada, aparece como un mal destructor tanto de la gloria divina como de la felicidad humana. El hombre tiende naturalmente a este mal; y una generaci�n tras otra acumul� gradualmente las locuras de la superstici�n, hasta llegar al extremo monstruoso de la idolatr�a grosera.

1. La Palabra de Dios reprocha en todas partes la idolatr�a como algo abominable que aborrece el alma de Dios. Prevenir contra �l era el objeto principal en el departamento pol�tico y municipal de la ley mosaica. Est� expresamente prohibido por el primer y segundo mandamiento de la ley moral. El becerro de oro estaba destinado a representar al Dios de Israel; y los becerros colocados por Jeroboam eran los mismos; sin embargo, la adoraci�n del becerro de oro ocasion� la matanza, por mandato divino, de tres mil personas; y los verdugos de la venganza divina fueron ensalzados por haber olvidado los sentimientos de la naturaleza hacia sus parientes m�s cercanos: a cada hombre se le orden� matar a su hermano o su hijo, y as� consagrarse al Se�or.

Donde el honor de Dios estaba tan profundamente preocupado, los hombres deb�an perder de vista la humanidad com�n. Cuando los israelitas fueron tentados por los artificios de Balaam a cometer idolatr�a en Baal Peer, veinticuatro mil fueron muertos a la vez; la memoria de Finees qued� inmortalizada a causa del santo celo que despleg� en la destrucci�n de ciertos transgresores conspicuos; y los moabitas se dedicaron al exterminio, porque, a este respecto, hab�an sido una trampa para Israel.

La idolatr�a es, con respecto al gobierno de Dios, lo que es traici�n o rebeli�n con respecto al gobierno civil. Es el establecimiento de un �dolo en el lugar del Poder supremo; afrenta ofrecida a esa Majestad, en la que se conjuga y concentra todo orden y autoridad, y que es la fuente de todas las bendiciones sociales. La idolatr�a es un mal que contamina toda virtud aparente; porque destruye el alma del deber, que es la conformidad con el mandato divino.

2. Pero nos volvemos a contemplar la idolatr�a desde otro lado; en su aspecto hacia el hombre, su influencia en la sociedad. El ap�stol Pablo nos informa ( Romanos 1:19 ) que Dios ha mostrado a los hombres lo que se sabe acerca de �l; que Su Ser invisible, Su poder eterno y Deidad, puedan ser claramente vistos y comprendidos por las obras de la creaci�n; de modo que no tienen excusa los que han cambiado la gloria del Dios incorruptible en una imagen a semejanza del hombre corruptible, de las aves, de las bestias y de los reptiles.

No tienen excusa; su conducta no admite disculpas. El origen de todas las atrocidades que cometieron se encuentra en la aversi�n a Dios; disgusto por la espiritualidad y pureza de Su car�cter; un deseo, como Ca�n, de retirarse de la presencia de su Hacedor; un deseo de olvidar a un Ser cuyo car�cter sab�an que era completamente desagradable con el suyo. Esta disposici�n originalmente llev� a los hombres a sustituir a Dios por �dolos. Esos �dolos, por supuesto, ser�an concebidos con un car�cter diferente al de Dios.

II. Debemos advertir ahora una escena m�s brillante, presentada por el profeta, cuando nos asegura que JESUCRISTO (de quien �l est� hablando) ABOLUIR� TOTALMENTE LA IDOLATR�A, y la barrer� de la faz de la tierra con la "escoba de destrucci�n". Al enviar el Evangelio a los paganos, ofrec�is, por as� decirlo, el incienso santo, como Mois�s, cuando se interpuso entre Dios y los israelitas que perec�an: est�s, como �l, entre los muertos y los vivos, entre los muertos y los israelitas. �Viviendo por la eternidad! �Y t� mantienes la plaga! Tan pronto como apareci� el cristianismo, se sinti� y se manifest� su formidable poder, como oponente de la idolatr�a. La predicaci�n, un instrumento tan poco prometedor desde el punto de vista de la raz�n carnal, ha sido el principal instrumento empleado para producir estas revoluciones morales. ( Robt. Hall. )

La ca�da de la idolatr�a

Deseo llamar su atenci�n sobre algunas de las razones que me inducen a creer que los reinos paganos de este mundo se convertir�n en los reinos de nuestro Dios y de Su Cristo.

I. Considere, en primer lugar, LA LUZ EN LA QUE DIOS CONSIDERA LA IDOLATR�A. A veces me preguntan: ��Por qu� trastornan las convicciones religiosas de un pueblo altamente civilizado como los chinos? " Lord Macartney, el primer embajador en China, por escrito al emperador chino, dio esto como una raz�n por la que los ingleses nunca intentaron disputar o perturbar el culto de los dem�s.

Pero sea cual sea la luz que el hombre considere la idolatr�a, sabemos que es algo que Dios no puede mirar con indiferencia. Cuando vemos la idolatr�a asociada con la inmoralidad y la inhumanidad, nuestros instintos son naturalmente conmocionados, pero cuando ese no es el caso, incluso el misionero encuentra dif�cil pensar y sentir correctamente al respecto. La idolatr�a espiritual dentro de nosotros ha distorsionado tanto nuestra visi�n intelectual y pervertido nuestro gusto espiritual que requiere un esfuerzo para ver la idolatr�a literal en toda su horrible deformidad y sentir hacia ella como deber�amos.

Todo el paganismo est� bajo el dominio del pr�ncipe de este mundo, y �l y sus �ngeles son los poderes adorados por los paganos, por muy poco que ellos mismos sepan del hecho. Toda la estructura del paganismo ha sido criada bajo la inspiraci�n del esp�ritu de las tinieblas, y es �l quien se sienta como Dios en ese vasto templo, llam�ndose Dios y recibiendo oblaciones, sacrificios y adoraci�n de sus devotos enga�ados.

Dios ve en la idolatr�a no solo debilidad, sino tambi�n pecado, pecado positivo, en su naturaleza opuesta a Dios y destructora del alma. Es un intento de robarle esa gloria, que es peculiarmente suya, y conferirla a la criatura. Pero si esta es la luz en la que Dios considera la idolatr�a, podemos inferir racionalmente que no se permitir� que la abominaci�n contamine el mundo para siempre.

II. Mi fe en EL TRIUNFO FINAL DE LA VERDAD en el progreso de la carrera tiende a producir esta convicci�n en mi mente. Al comienzo de la era cristiana, el Sol de Justicia comenz� a esparcir la densa oscuridad con Sus rayos. Durante alg�n tiempo se elev� m�s y m�s, y miles se regocijaron en la luz divina que promet�a llenar r�pidamente toda la tierra de vida y alegr�a.

Pero estas esperanzas, tan pronto como surgieron, se desvanecieron. Dos nubes oscuras se levantaron entre las naciones y el sol, que, descendiendo y extendi�ndose, las envolvi� en algo m�s que tinieblas egipcias. Estos fueron el papado y el mahometismo. Se estima que m�s de ochocientos millones, o aproximadamente dos tercios de la familia humana, son id�latras en la actualidad. Pero las cosas no permanecer�n en este estado para siempre.

La luz es m�s grande que las tinieblas; la verdad del cielo es m�s poderosa que la falsedad del infierno, y Dios es infinitamente m�s fuerte que el diablo. Ocasionalmente puede haber algo parecido a un movimiento retr�grado; el retroceso es solo en apariencia. Se ha comparado el rumbo de la regata con el de un barco abri�ndose paso contra la brisa; Consiste en una serie de movimientos, cada uno de los cuales parece alejarla de la verdadera direcci�n, pero, de hecho, la acerca cada vez m�s al puerto destinado.

Pero si la raza est� progresando, y finalmente se dar� cuenta del objeto de su existencia, la idolatr�a debe desaparecer. No se puede concebir tal cosa como el progreso de la raza junto con la existencia de la idolatr�a. ( Griffith John. )

Los dioses y diosas de la mitolog�a

Homero, el primero que parece haber compuesto un cuadro regular de idolatr�a, pinta a su J�piter, o deidad suprema, como deficiente en todos los atributos divinos; en la omnipotencia, en la justicia e incluso en la paz dom�stica. Pinta a Juno como la v�ctima de los celos eternos; y con raz�n para sus celos, cuando la tierra estaba poblada, seg�n Homey, con la descendencia ileg�tima de J�piter, a quien casi todos los h�roes atribu�an su pedigr�.

Marte era la personificaci�n de la rabia y la violencia; Mercurio, el patr�n del artificio y ellos. Hasta qu� punto tal mitolog�a influy� en el car�cter de sus devotos, es quiz�s imposible para nosotros saberlo: nada podr�a ser m�s curioso que mirar en la mente de un pagano. Pero es seguro que la mente debe haber sido sumamente corrompida por la influencia de tal credo: y probablemente cada id�latra individual ser�a influenciado por la deidad cuyo car�cter result� ser el m�s acomodado a sus propias pasiones peculiares.

Aquiles emular�a a Marte con ferocidad y actos de sangre; Ulises ser�a como Mercurio en arte y estratagema; Mientras que la mente ambiciosa de Alejandro o Julio C�sar aspirar�a a actuar como un J�piter en la tierra. �Qu� estado de la sociedad debe ser, en el que ning�n vicio, ning�n crimen puede perpetrarse que no est� sancionado por los mismos objetos del culto religioso! �Qu� religi�n la que ejerci� una fuerza antagonista contra la conciencia misma! �Una religi�n que silenci� o pervirti� los dictados del sentido moral, los pensamientos que deber�an acusarnos o excusarnos por dentro! Los templos de Venus, se nos informa, fueron llevados por mil prostitutas, como sirvientes y representantes de esa diosa licenciosa; los mismos lugares de su culto fueron el escenario de sus vicios, �y parec�a como si estuvieran dise�ados para consagrar la peor parte de su conducta! (Robt. Sala. )

Destruyendo un �dolo

Dos j�venes pose�an y manten�an un templo hind� en una aldea llamada Rammakal Cooke. Ambos, convirti�ndose en cristianos, decidieron despu�s de mucha oraci�n destruir el �dolo que anteriormente hab�a sido adorado en el templo. Cuando fueron a llevar a cabo su intenci�n, se reuni� una gran concurrencia para estorbarlos. Uno de ellos sac� el �dolo y, levant�ndolo, pregunt� si alguien mantendr�a su causa. Las palabras audaces asombraron a la multitud, y luego se escuch� la voz de una mujer que dec�a: "Victoria, victoria para Jesucristo". Otros tomaron el grito. El �dolo fue roto, el templo destruido. ( J. Vaughan. )

El �xito de JG Paton entre los adoradores de �dolos

Despu�s del hundimiento del pozo por Paten en Aniwa, y el descubrimiento de agua en respuesta a la oraci�n, el jefe, Namakei, en un llamativo discurso, se pronunci� por Jehov�. Esa misma tarde, �l y varios otros llevaron sus �dolos a la casa de la misi�n. Sigui� una intensa emoci�n. Durante semanas, vino compa��a tras compa��a y, con l�grimas, sollozos o gritos, depositaron sus preciados �dolos en montones, repitiendo una y otra vez: ��Jehov�!�. ( Cr�nica de la Escuela Dominical. )

Versículo 19

Y entrar�n en los agujeros de las rocas

No hay escape de los juicios de Dios

Tratar�n en vano de escapar, como campesinos o mujeres desarmados que vuelan a la cueva o agujero m�s cercano cuando escuchan los cascos de alguna tribu saqueadora de Edom o Ismael desde el desierto; pero el juicio de Jehov� los alcanzar�, como el terremoto (entonces, como ahora, no es raro en Judea) har�a caer la cuenta sobre el que buscaba refugio en �l.

( Sir E. Strachey, Bart. )

Por temor al Se�or

El temor del se�or

1. Es un alivio para la desgracia de un hombre, si conoce lo peor. Porque la aprehensi�n del mal es a veces peor que el mal mismo. Pero esta regla s�lo vale para los males temporales.

2. En el estado actual de las cosas, los hombres pueden endurecer su coraz�n contra todas las amenazas y terrores del Se�or, y se han acostumbrado tanto a disputar y no creer en todo lo que es sobrenatural, que las preocupaciones de otro mundo no les dejan m�s que d�biles impresiones. .

3. El gran fundamento, por lo tanto, sobre el cual se construye la sustancia de nuestra religi�n, es la creencia de ese d�a cuando Dios llamar� a los hombres a rendir cuentas por todas las obras que han hecho en esta vida, y las tratar� de acuerdo con a las promesas y amenazas de su propia palabra.

4. La manera de no tener miedo de la ira de Dios entonces, es estar asombrado de ella ahora.

5. Ha declarado que siente una indignaci�n extraordinaria contra los hombres orgullosos, es decir , los que no tienen en cuenta sus leyes, y que alg�n d�a los humillar� eficazmente.

6. Cuando tememos a Dios como un Padre misericordioso y misericordioso, vivimos tranquilos en Su familia y nos regocijamos en Su presencia; pero un miedo culpable nos hace huir de

�l como nuestro primer padre, temiendo que �l se sintiera justamente provocado para enojarse con nosotros, y listo para ejecutar Sus juicios amenazados sobre nosotros.

7. �El temor de Jehov�, dice Salom�n, �es el principio de la sabidur�a�; y me atrever� a agregar que tambi�n es el final: porque un hombre nunca puede ser llamado sabio sin este temor; siempre que lo deja a un lado, ciertamente se hace el tonto.

8. No hay hombre que, al leer y escuchar diariamente la Palabra de Dios, mantenga la regla de su vida en sus ojos, pero debe ver que tiene m�ltiples razones para sentirse humillado por no actuar de acuerdo con ella.

9. Y como miedo horrible, as� ser� la verg�enza y la confusi�n de rostro la porci�n de todos aquellos que ahora no ser�n reprimidos por una modestia virtuosa de ofender a Dios.

10. Entonces, escojamos sabiamente estas restricciones a su debido tiempo, y mantengamos su influencia tan fuerte en nuestras mentes, que ninguna tentaci�n pecaminosa, incluso en el retiro m�s cercano y en el rinc�n m�s secreto, pueda jam�s prevalecer contra ellos. ( W. Reading, MA )

Versículo 20

En ese d�a, un hombre cortar� sus �dolos de plata

El regreso a Dios: los �dolos desechados

La vista m�s hermosa en la tierra de Dios es un hombre que vuelve a casa hacia Dios.

�Qu� pasar� cuando regrese? "Lanzar�n sus �dolos a los murci�lagos y a los topos". Ciego como un topo, ciego como un murci�lago, y los �dolos tienen que acudir a ellos. El hombre descubre que la cosa por la que ha sido conducido es en s� misma una cosa ciega, y la arroja a las cosas ciegas, a los topos y a los murci�lagos. �l ve que la cosa es ciega: lo que significa que ha recobrado la vista, y por eso Malaqu�as dice: �Volver�n y discernir�n.

Cuando regresen, ver�n; ver�n qu� son las cosas y qu� no son, y ya no ser�n seducidos. Sus tierras a�n estar�n llenas de plata y oro. No deseo que mi pa�s sea pobre. Pero, cuando hayamos dicho eso, podremos alterar la otra frase. Ya no diremos: "La tierra est� llena de plata y oro, la tierra est� llena de �dolos"; pero este ser� el estribillo, "La tierra est� llena de plata y oro, la gloria del Se�or llena la tierra como las aguas cubren el mar" ( JH Jowett, MA )

Versículo 22

Dejaos del hombre.

La Septuaginta omite este vers�culo. ( Margen de RV. )

La insignificancia del hombre y la supremac�a de Dios

Dos cosas son indispensables para la tranquilidad mental imperturbable, a saber, una visi�n humilde y desconfiada de nosotros mismos, y una confianza suprema e inquebrantable en Dios. Mientras un hombre dependa de su propia sabidur�a, poder y bondad, debe estar inquieto e infeliz. Podemos alcanzar una quietud sustancial s�lo cuando sentimos que nuestra dependencia es de un Ser omnipotente, independiente y supremo, adem�s de abundante en verdad y amor ( Isa�as 26:3 ).

Producir en nosotros este doble sentimiento es el objetivo constante de la Sagrada Escritura. El gran plan de redenci�n se basa en el principio aqu� establecido. El hombre es pecador, ignorante, impotente para el bien y de s� mismo inclinado s�lo al mal, y eso continuamente. Dios, en su infinita misericordia, sabidur�a y poder, ha provisto el �nico medio por el cual puede ser restaurado a la santidad, al favor de su Dios y a la vida eterna.

Pero si bien hay en todas las personas instruidas religiosamente una disposici�n a conceder a Cristo el m�rito de la salvaci�n, hay demasiada disposici�n para confiar en nosotros mismos y en nuestros propios arreglos para el �xito en las cosas temporales y f�sicas, y para reclamar el m�rito de ello si queremos tiene �xito. Hay varias cosas que tienden a producir en nosotros un sentimiento de autodependencia y nos llevan a ignorar el poder y la eficiencia divinos.

Con demasiada frecuencia hay en nosotros una idolatr�a de la agencia humana y los instrumentos naturales o artificiales, y con demasiada frecuencia estos ocupan en nuestras almas el lugar de Dios. En el orden de la naturaleza, las causas producen sus efectos leg�timos, de modo que si podemos asegurar ciertos antecedentes, nos sentimos seguros de los resultados correspondientes. Usar toda la sabidur�a y la discreci�n en el uso de los medios es un deber sencillo. Pero la dificultad con nosotros es que, al depender de agencias secundarias, con demasiada frecuencia dejamos a Dios fuera de la cuenta.

Olvidamos que �l est� por encima de todos los medios, que puede trabajar sin ellos, o puede frustrar todos nuestros medios y todos nuestros planes mejor concertados. No hay nada en lo que los hombres est�n m�s dispuestos a confiar que en la superioridad del intelecto. Sin embargo, Dios nos ha dado razones suficientes para abatir nuestra idolatr�a del talento humano. Para&mdash

1. La mayor capacidad del hombre es realmente muy peque�a. El conocimiento de todos los hombres es muy limitado, incluso de los que m�s saben.

2. Hombres de gran capacidad y logros extraordinarios raras veces, quiz�s nunca, soportan ser examinados muy de cerca. Si alguien sobresale en una cosa, es deficiente en otra. Sir Isaac Newton, tan grande como era en ciencia y filosof�a, fracas� en los asuntos comunes de la vida. Laplace, cuya amplia gama de pensamientos abarc� todo el mecanismo del universo planetario, no justific� en absoluto la alta opini�n formada sobre �l por Napole�n cuando, por invitaci�n del emperador, emprendi� el negocio del estadista.

3. Hombres de las m�s grandes pretensiones han sido y siguen siendo culpables de lo pueril, lo absurdo, el degradante crimen de la idolatr�a. Por ejemplo , Plat�n, Arist�teles, S�crates, hind�es modernos.

4. Los relativamente pocos ejemplares de car�cter religioso inmaculado.

5. Vemos en el registro que Dios ha dado de sus tratos con nuestra raza, una serie de ilustraciones de la ineficiencia del hombre y la supremac�a de Dios. Rara vez ha utilizado los medios para lograr un fin que el hombre hubiera elegido o supuesto. Egipto salvado de morir por una hambruna de siete a�os por un joven esclavo acusado falsamente, echado injustamente en prisi�n. Naam�n. Liberaci�n de Israel de los madianitas ( Jueces 7:1 ). Destrucci�n de la Armada Espa�ola, Waterloo, etc., lecciones&mdash

(1) Debido a que los medios a veces fallan, esa no es una buena raz�n por la que debamos esperar el fin sin ellos Dios normalmente obra por los medios.

(2) No debemos confiar en que los medios sean efectivos en s� mismos.

(3) Despu�s de haber usado todas las agencias y toda la discreci�n que prescriben la sabidur�a y la sagacidad, a�n debemos confiar en Dios para resolver el problema.

(4) Aplique la misma regla a las cosas espirituales. Debemos utilizar todos los medios prescritos y prudenciales; frecuentan los medios de la gracia, etc. Pero estos son s�lo los medios que nos llevan a Dios. ( J. Holdich, DD )

Cesando del hombre

I. DEJEN DE ESPERAR DEMASIADO GRAN PERFECCI�N EN EL HOMBRE. Muchos est�n tristemente equivocados en este punto. Tienen ideas de la excelencia de la naturaleza humana m�s elevadas que las que garantiza la Palabra de Dios. Es triste que nuestra experiencia de la vida enfr�e sus generosas simpat�as y que el coraz�n se vuelva fr�o y ego�sta a medida que aumenta nuestro conocimiento de la humanidad. Debemos vivir de tal manera que cuanto m�s nos familiaricemos con la maldad humana, m�s se ampl�en nuestros sentimientos de compasi�n; y esa persona tiene un esp�ritu cristiano cuya experiencia de depravaci�n y amor por el hombre ha aumentado en la misma proporci�n.

II. LA REGLA DE NUESTRO TEXTO SE APLICAR� TAMBI�N A LOS CRISTIANOS. Deja de esperar la perfecci�n en ellos.

1. La Biblia nos ense�a a considerar a un cristiano como diferente de los dem�s s�lo en la medida en que el hombre que se recupera de una enfermedad difiere de uno que todav�a est� bajo su pleno poder, no como uno en perfecta salud y fuerza.

2. Como cristianos, podemos aprender a dejar de esperar demasiado de nuestros hermanos cristianos.

3. Tambi�n debemos dejar de hacer de cualquier hermano cristiano nuestro modelo, o de medir nuestra fe por su fidelidad.

4. Y dejemos de esperar demasiado de la amistad cristiana. Cristo fue abandonado por los doce, y en la primera respuesta de San Pablo ante el emperador romano, nadie estuvo con �l, sino que todos lo abandonaron.

III. APAGADOS DEL TEMOR DEL HOMBRE es otra aplicaci�n apropiada del texto.

1. La Palabra de Dios nos advierte contra esto. �Qui�n puede decir que sigue precisamente ese camino que aprueba la conciencia sin dejarse apartar por el miedo al hombre? �Y cu�n fuerte es el ant�doto contra tal miedo que presenta el texto! �Su aliento est� en su nariz!

2. Debemos tener cuidado, sin embargo, de que nuestra separaci�n del hombre no sea acompa�ada de malos sentimientos hacia �l. Si un pobre no tiene miedo en presencia de los ricos porque los desprecia, est� mal. Si seguimos adelante en el camino del deber, sin dejarnos intimidar por la opini�n del mundo, porque somos obstinados y no nos importan las conclusiones que no sean las nuestras, eso est� mal.

IV. ABANDONOS DEL HOMBRE COMO FUENTE DE FELICIDAD. Construimos nuestro disfrute en familiares y amigos. Reunimos a nuestro alrededor a los que son dignos de nuestro amor; nuestros corazones comienzan a entrelazarse con los de ellos, y decimos: Esto es consuelo, aqu� est� la felicidad. Pero un toque de muerte lo convierte en polvo y nos deja llorar por nuestras expectativas decepcionadas. ( WH Lewis, DD )

La �nica dependencia del hombre de Dios

Nuestro texto habla de dos maneras: hay en �l una advertencia expresada de manera intencionada; tambi�n instrucciones transmitidas indirectamente:

I. SOBRE LA CONDICION DEL HOMBRE.

II. CON RESPECTO A LA LIBERACI�N Y SALVACI�N DEL HOMBRE.

III. SOBRE LA CONVERSI�N DE TODO PECADOR SALVO. El hombre no puede salvarte, haga lo que pretenda hacer.

IV. SOBRE EL CAR�CTER DEL EVANGELIO. Tal es el hombre que sostendr� la verdad con la cabeza y pensar� que puede ser salvo mientras su coraz�n est� en el mundo.

V. SOBRE EL MANTENIMIENTO Y PROMULGACI�N DE LA DIVINA VERDAD

EN LA TIERRA. �Cu�n frecuentemente se ve la necesidad de esta advertencia en las empresas misioneras! �Oh�, dicen algunos, �ahora tienes los misioneros adecuados; sus cabezas est�n llenas de conocimiento; tienen cuerpos muy fuertes, capaces de soportar cualquier clima; hay mucho dinero en el tesoro misionero �; y se van. Ah, �no se glor�e el rico en sus riquezas; no se glor�e el fuerte en su fuerza; No se glor�e el sabio en su sabidur�a; pero el que se glor�a, glor�ese en esto, que me comprende y me conoce, dice el Se�or Dios Todopoderoso.

�Y luego, no solo hay trabajo que hacer en el extranjero, sino tambi�n en casa. Si hablas con algunos hombres sobre la infidelidad y la superstici�n en casa, te dir�n que el gobierno deber�a hacer esto y aquello, y hacer tal o cual acto en el parlamento. �Cree que los hombres pueden convertirse mediante actos del parlamento? �Oh! "Dejaos del hombre". El texto no significa ...

1. Que cualquier persona inconversa diga: Esperar� hasta que Dios considere apropiado convertirme.

2. Que no hay necesidad de que los hombres prediquen el Evangelio. La predicaci�n es necesaria, porque Dios lo ha ordenado.

3. Que est� mal que los gobernantes o los gobiernos brinden su ayuda leg�tima a

La verdad de Dios. Finalmente, se nos ense�a el gran deber de la oraci�n a Dios. ( Hugh Allen, MA )

Cesando del hombre

I. LO QUE NO IMPLICA LA EXHORTACI�N.

1. Que Dios quiere nuestro aislamiento de la sociedad del hombre.

2. Que no debemos dar ninguna confianza al hombre.

3. Que debemos retirarnos de los medios de gracia designados por ser superiores a ellos, o por no necesitarlos.

II. LO QUE IMPLICA LA EXHORTACI�N.

1. Que cesemos de toda esa vana admiraci�n por la apariencia externa en el car�cter y la condici�n de los hombres en la que estamos tan propensos a complacernos.

2. Que no debemos complacer el deseo de aplauso del hombre.

3. Que no envidiemos al hombre: su popularidad, prosperidad, etc.

4. Que cesemos de toda confianza en el hombre que supere a la confianza en Dios.

5. Que dejemos de temer al hombre.

6. Que cesemos de toda expectativa de perfecci�n en el car�cter de los hombres, incluso de los que profesan la religi�n.

7. Que cesemos de todo apego desordenado a las criaturas.

III. EL ARGUMENTO POR EL CUAL SE CUMPLE ESTA EXHORTACI�N. Cesa del hombre

1. Porque es una criatura depravada, sujeta a pasiones violentas y peligrosas.

2. Porque es una criatura enga�osa, que a menudo se enga�a a s� mismo ya los dem�s.

3. Porque es una criatura voluble y cambiante.

4. Porque es una criatura d�bil e indefensa.

5. Porque es una criatura moribunda. ( E. Parsons. )

Hombre, "alma y suelo"

El hombre est� hecho, como dec�an los antiguos escritores, de alma y suelo. �Ay, la tierra ensucia terriblemente su alma! �Mi alma se ha pegado al polvo� podr�a ser la confesi�n de todo hombre en un sentido u otro. ( CHSpurgeon. )

Hombre, cuyo aliento est� en su nariz

Una consecuencia del materialismo imperante de nuestra naturaleza corrupta es nuestro anhelo de algo tangible, audible, visible, como objeto de nuestra confianza. El hombre es, por naturaleza, un id�latra. La gente de la �poca de Isa�as era como el resto de su raza: mostraban su falta de espiritualidad y su incapacidad para caminar a la luz del Se�or al hacer de sus propias riquezas su principal confianza (vers�culo 7).

Tambi�n las naciones, como el pueblo israelita, tienden a idolatrar el poder; incluso el poder en forma de fuerza bruta. Leemos: "Su tierra tambi�n est� llena de caballos, y sus carros no tienen fin". Esta gente, en el calor de su idolatr�a, erigi� muchos �dolos. La idolatr�a es com�n incluso aqu�. �No podemos convertirnos f�cilmente en �dolos? No hay nada m�s absurdo en la historia de la naturaleza humana que el hecho de que el hombre pueda confiar en el hombre. No obstante, el pecado es maldito por su car�cter com�n.

I. Nuestra primera pregunta es: �QU� ES EL HOMBRE? Esta pregunta se hace muchas veces en las Escrituras, y con frecuencia se ha respondido con abundante instrucci�n.

1. �Qu� es el hombre? Seguramente es una criatura muy d�bil. Debe estar d�bil, porque "su aliento est� en su nariz". Medimos la fuerza de una cadena por su eslab�n m�s d�bil. F�jense, pues, cu�n d�bil es el hombre, porque es la debilidad misma en un punto vital.

2. El hombre, adem�s, es una criatura fr�gil. Parece como si su vida en su aliento estuviera en las puertas, lista para irse, ya que est� en sus fosas nasales.

3. El hombre tambi�n es una criatura moribunda. �Contempla a los muertos! �Qu� piensas ahora de tu �dolo?

4. El texto tambi�n nos recuerda que el hombre es una criatura muy voluble. Su aliento est� en sus "fosas nasales". As� como su respiraci�n se ve afectada por su salud, tambi�n cambia. Hoy ama y ma�ana odia; promete justicia, pero olvida sus palabras.

5. Si lee todo el cap�tulo, tambi�n encontrar� que el hombre es una criatura temblorosa, una criatura cobarde, una criatura, de hecho, que, si no fuera cobarde, tiene abundantes razones para temer. (Lea desde el vers�culo 19 . ) �Ellos se meter�n en las cavernas de las piedras�, etc. Piense en los d�as de la ira divina, y especialmente del �ltimo d�a terrible del juicio, y de la consternaci�n que luego apoderarse de muchos de los orgullosos y los grandes. �Vas a convertir a estos en tus confidentes?

II. �CU�L SER� NUESTRA RELACI�N CON EL HOMBRE, o qu� significa el texto cuando dice: "Dejad del hombre"? Implica que es muy probable que ya tengamos demasiado que ver con esta pobre criatura. Incluso podemos requerir revertir nuestra conducta actual, romper uniones, cancelar alianzas y alterar todo el tenor de nuestra conducta.

1. �Dejad del hombre� significa, primero, dejad de idolatrarlo en vuestro amor. Es muy com�n idolatrar a los ni�os. Una madre que hab�a perdido a su beb� se preocup� y se rebel� al respecto. Ella estaba en una reuni�n de la Sociedad de

Amigos, y esa ma�ana no se dijo nada excepto esta palabra de una Amiga que fue movida, no dudo, por el Esp�ritu de Dios a decir: "En verdad, percibo que los ni�os son �dolos". Ella no conoc�a la condici�n de la mente de ese doliente, pero era la palabra correcta, y ella a quien Dios se la aplicaba sab�a cu�n cierta era. Ella someti� su rebelde voluntad y de inmediato se consol�. Dejad de estos peque�os hombres y mujeres; porque su aliento est� en sus narices, y de hecho est� d�bilmente all� en la ni�ez.

Debe cultivarse un amor apropiado y correcto por los ni�os; pero llevar esto m�s all� de su debida medida es contristar al Esp�ritu de Dios. Puedes idolatrar a un ministro, puedes idolatrar a un poeta, puedes idolatrar a un mecenas; pero al hacerlo, quebrantas el primero y m�s grande de los mandamientos, y enojas al Alt�simo.

2. �Dejad del hombre�: dejad de idolatrarle en vuestra confianza.

3. Deje de idolatrar a cualquier hombre d�ndole un honor indebido. "Honra a todos los hombres". Debe prestarse una medida de cortes�a y respeto a todas las personas, y especialmente a aquellos cuyos cargos lo exigen; por eso est� escrito: "Honra al rey". Algunos tambi�n, por su car�cter, merecen mucho respeto por parte de sus semejantes; pero hay un l�mite para esto, o nos convertiremos en aduladores y esclavos y, lo que es peor, en id�latras.

A uno le duele ver c�mo ciertas personas ni siquiera se atreven a pensar, y mucho menos a hablar, hasta que han preguntado c�mo piensan otras personas. La mayor�a de la gente es como un reba�o de ovejas; hay una brecha, y si una oveja pasa, todas la seguir�n. El pueblo de Dios deber�a despreciar tal humillaci�n. Si el Hijo te libera, ser�s verdaderamente libre.

4. Del mismo modo, el texto nos pide que cesemos del miedo al hombre.

5. Una vez m�s, deja de preocuparte por los hombres. Debemos hacer todo lo posible por nuestros semejantes para corregirlos y mantenerlos en lo correcto, tanto con la ense�anza como con el ejemplo; pero algunas personas piensan que todo debe ir de acuerdo a sus deseos, y si no podemos estar de acuerdo con ellos, se preocupan a s� mismos y a nosotros. No nos dejemos abatir indebidamente si no podemos corregir a todo el mundo. El cuerpo pol�tico, la sociedad com�n, y especialmente la Iglesia, pueden causarnos una gran ansiedad; pero a�n as� el Se�or reina, y no debemos dejarnos morir de dolor. �l solo requiere de nosotros lo que nos capacita para hacer.

6. "Pero ellos dicen". �Qu� dicen ellos? Que digan. No te har� da�o si tan solo puedes ce�ir los lomos de tu mente y dejar de ser hombre. "Oh, pero me han acusado de esto y aquello". �Es verdad? "No, se�or, no es cierto, y por eso me duele". Si fuera cierto, deber�a preocuparle; pero si no es verdad d�jalo en paz. Nueve de cada diez veces, si un ni�o hace una mancha en su cuaderno y toma prestado un cuchillo para sacarlo, empeora el desorden diez veces; y como en su caso, despu�s de todo, no hay mancha, no necesita hacer una intentando quitar lo que no est� all�.

Toda la suciedad que cae sobre un hombre bueno se cepillar� cuando est� seca; pero que espere hasta que se seque y no se ensucie las manos con barro h�medo. Pensemos m�s en Dios y menos en el hombre. Ven, deja que el Se�or nuestro Dios llene todo el horizonte de nuestros pensamientos. Dejemos que nuestro amor vaya hacia �l; deleit�monos en �l. Confiemos en Aquel que vive para siempre, en Aquel cuya promesa nunca deja de ser. Dejad al hombre porque hab�is llegado a conocer lo mejor de los hombres, que es m�s que un hombre, el Se�or Jesucristo, y ha llegado a ser tan plenamente el amado de vuestras almas, que nadie puede compararse con �l.

Descansa tambi�n en el gran Padre en cuanto a tus cuidados providenciales: �por qu� descansar en los hombres cuando �l cuida de ti? Descanse en el Esp�ritu Santo en cuanto a sus necesidades espirituales; �Por qu� tener que depender del hombre? S�, arr�jase por completo al Dios todo suficiente, El Shaddai, como lo llama la Escritura.

III. �POR QU� DEBEMOS ABANDONAR AL HOMBRE? La respuesta es, porque �l no es nada digno de ser tenido en cuenta. Todo hombre debe cesar primero de s� mismo, y luego de todos los hombres, como su esperanza y su confianza, porque ni nosotros ni los dem�s somos dignos de tal confianza. "�En qu� se le tendr� en cuenta?" Comparado con Dios el hombre es menos que nada y vanidad. Consid�relo as� y act�e de acuerdo con el ajuste de cuentas. ( CH Spurgeon. )

Dios, la Verdad de las verdades

No te preocupes por la vanidad de las vanidades, sino conf�a en la Verdad de las verdades. ( CH Spurgeon. )

La moralidad del hombre

"Su aliento est� en sus fosas nasales", resoplaba a cada momento, pronto desapareci� para siempre. El hombre es una criatura moribunda y puede morir r�pidamente; nuestras fosas nasales, donde est� nuestro aliento, son las partes externas del cuerpo; �Qu� hay como alguien parado a la puerta listo para partir? No, las puertas de las fosas nasales est�n siempre abiertas; el aliento en ellos puede escaparse, antes de que nos demos cuenta, en un momento; �En qu�, pues, ha de ser contado el hombre? Ay, no se le har� ning�n ajuste de cuentas; porque no es lo que parece ser, lo que pretende ser, lo que nos imaginamos que es ( M. Henry ) .

Insignificancia de los hombres

Un sult�n, divirti�ndose caminando, observ� a un derviche sentado con un cr�neo humano en su regazo y que parec�a estar sumido en una profunda enso�aci�n. Su actitud y sus modales sorprendieron al sult�n, quien exigi� la causa de que estuviera tan profundamente involucrado en la reflexi�n. �Se�or�, dijo el derviche, �esta calavera me fue presentada esta ma�ana, y desde ese momento he estado esforz�ndome, en vano, para descubrir si es el cr�neo de un monarca poderoso como Su Majestad, o de un derviche pobre como yo. ( Baxendale ' s an�cdotas. )

Locura del hombre

Una vez se le coment� a Lord Chesterfield que el hombre es la �nica criatura dotada del poder de la risa. "Es cierto", dijo el compa�ero; "Y quiz�s puedas agregar que �l es la �nica criatura que merece que se r�an de �l". ( Timba. )

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Esquema del cap�tulo

La primera parte comienza con una predicci�n general de la p�rdida de aquello en lo que confiaban, comenzando por los medios de subsistencia necesarios ( Isa�as 3:1 ). Luego tenemos una enumeraci�n de los hombres p�blicos que estaban a punto de ser removidos, incluidos los funcionarios civiles, militares y religiosos, con los practicantes de ciertas artes ( Isa�as 3:2 ).

Como efecto de esta remoci�n, el gobierno cae en manos incompetentes ( Isa�as 3:4 ). A esto le sigue la insubordinaci�n y la confusi�n ( Isa�as 3:5 ). Al fin, nadie est� dispuesto a aceptar un cargo p�blico, la gente es miserable y la rep�blica en ruinas ( Isa�as 3:6 ).

Se declara que esta ruina es consecuencia del pecado, y se representa al pueblo como sus propios destructores ( Isa�as 3:8 ). Los juicios de Dios, es cierto, no son indiscriminados. El inocente no perecer� con el culpable, pero el culpable debe sufrir ( Isa�as 3:10 ).

Especialmente hay que castigar a los gobernantes incompetentes e infieles, que en lugar de ser los guardianes son los saqueadores de la vi�a, en lugar de los protectores los opresores de los pobres ( Isa�as 3:12 ). Como causa principal de estos males prevalecientes, el profeta ahora denuncia el lujo femenino y lo amenaza con condonar el castigo, la privaci�n y la deshonra ( Isa�as 3:16 ).

Esta denuncia general se ampl�a luego con gran amplitud, en una enumeraci�n detallada de los ornamentos que estaban a punto de ser quitados y seguidos por las insignias de cautiverio y luto ( Isa�as 3:18 ). La agencia que se emplear� en esta retribuci�n es una guerra desastrosa, por la cual los hombres ser�n barridos y el pa�s quedar� desolado ( Isa�as 3:25 ).

El alcance de esta calamidad est� representado por una viva exhibici�n de la desproporci�n entre los supervivientes masculinos y el otro sexo, sugiriendo en ese momento la condici�n desolada de las viudas de los muertos ( Isa�as 4:1 ). ( JA Alexander. )

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Isaiah 2". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/isaiah-2.html. 1905-1909. Nueva York.