Bible Commentaries
Job 27

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-10

Adem�s, Job continu� su par�bola.

Puntos en la par�bola de Job

I. Una solemne aseveraci�n. "Vive Dios". Las palabras implican una creencia:

1. En la realidad de la existencia Divina. Si bien algunos niegan este hecho, la mayor parte de la carrera pr�cticamente lo ignora.

2. En lo espantoso de la existencia Divina. Hay un sublime horror en las palabras: "Vive Dios".

3. En la severidad de la existencia divina. "Quien ha quitado mi juicio, y el Todopoderoso que ha afligido mi alma". As� como la naturaleza tiene tanto invierno como verano, Dios tiene un aspecto tanto severo como benigno.

4. En la cercan�a de la existencia divina. �El esp�ritu de Dios est� en mi nariz. Su aliento es mi vida ".

II. Una noble determinaci�n. �Mis labios no hablar�n maldad, ni mi lengua hablar� enga�o. No permita Dios que te justifique; hasta que muera, no quitar� de m� mi integridad; a mi justicia me aferro, y no la dejar� ir; mi coraz�n no me reprochar� mientras viva �. �Qu� determina?

1. Nunca desviarse de la rectitud. �Hasta que muera, no quitar� de m� mi integridad; a mi justicia me aferro, y no la dejar� ir �. Pase lo que pase, no actuar� en falso, no ser� poco sincero. Nadie puede robarme mi integridad.

2. Nunca reivindicar la maldad. Job ha aludido tantas veces a la prosperidad de los malvados que teme que se sospeche que envidia su suerte y desea estar en su lugar. Grande es la tendencia de algunos hombres a reivindicar la maldad en relaci�n con la riqueza y el poder mundano.

III. Un reflejo de peso. ��Qu� esperanza tiene el hip�crita, aunque haya ganado, cuando Dios le quite el alma? �Oir� Dios su clamor cuando le sobrevenga la angustia �? El escritor reflexiona aqu� sobre los malvados ricos y concluye:

1. Que en la muerte no tendr�n esperanza.

2. Que en problemas no tendr�n respuesta a sus oraciones ni se deleitar�n en Dios. Conclusi�n&mdash

(1) La mayor realidad fuera de nosotros. �Que es eso? Dios. Todo lo dem�s es sombra.

(2) El mayor valor dentro de nosotros. �Que es eso? Virtud, o lo que aqu� se llama "integridad", "justicia". ( Homilista.)

Versículo 2

El Todopoderoso ha afligido mi alma.

Un alma afligida consolada

La palabra "qui�n" fue puesta en este vers�culo por los traductores, pero no es deseada; es mejor como os lo he le�do: "El Todopoderoso ha afligido mi alma". La lectura marginal es quiz�s una traducci�n m�s exacta del original: "El Todopoderoso ha amargado mi alma". De esto aprendemos que un buen hombre puede tener su alma afligida; es posible que no pueda conservar la serenidad de su mente. Es necesario, a veces, que estemos �abrumados por m�ltiples tentaciones.

�Incluso en los r�os hay r�pidos y cataratas, y as�, creo, en la vida que fluye m�s tranquilamente, seguramente debe haber pausas de distracci�n y angustia. De todos modos, as� sucedi� con Job. Tambi�n est� claro, de nuestro texto, que un buen hombre puede atribuir claramente la aflicci�n de su alma a Dios. No era simplemente que los problemas anteriores de Job hubieran venido de Dios, porque �l los hab�a soportado; cuando todo lo que ten�a se hab�a ido, todav�a hab�a bendecido el nombre del Se�or con santa serenidad.

Pero Dios hab�a permitido que estos tres hombres eminentes y distinguidos, poderosos en el habla, se acercaran a �l, le echaran sal en las heridas y as� aumentaran su agon�a. Avanzando un paso m�s, notamos que, en todo esto, Job no se rebel� contra Dios, ni pronunci� una palabra en su contra. Jur� por ese mismo Dios que hab�a afligido su alma. Vea c�mo est� aqu�: �Vive Dios, que quit� mi juicio, y el Todopoderoso, que afligi� mi alma.

�Se mantuvo firme en que este Dios era el Dios verdadero, lo llam� bueno, lo crey� todopoderoso; Nunca se le ocurri� a Job presentar una acusaci�n contra Dios, o comenzar aparte de su lealtad a �l. Ahora, da otro paso y observa que esta amargura del alma de Job estaba destinada a su bien. El patriarca iba a duplicar su riqueza y, por lo tanto, necesitaba una doble gracia para poder soportar la carga. Cuando se logr� ese fin, toda la amargura se convirti� en dulzura.

I. Primero, hablar� sobre un hecho personal. Muchas personas tienen que decir: "El Todopoderoso ha amargado mi alma".

1. Esto le sucedi�, quiz�s, a trav�s de una serie de problemas muy notables.

2. Puede ser, sin embargo, que no haya tenido una sucesi�n de problemas, pero ha tenido una prueba constantemente carcomiendo su coraz�n.

3. Espero que se haya entristecido por un sentimiento de pecado.

4. Puede ser que este no sea exactamente tu caso, pero est�s inquieto y cansado.

5. Adem�s de todo esto, hay un pavor indefinido sobre ti. "El Todopoderoso ha amargado mi alma".

II. De este hecho personal del que he hablado quiero extraer un argumento instructivo, que tiene dos aristas.

1. Si el Todopoderoso - note la palabra �Todopoderoso� - ha afligido su alma tanto como �l lo ha hecho, �cu�nto m�s puede afligirla! Ahora gire el argumento al rev�s.

2. Si es el Todopoderoso quien nos ha turbado, seguramente tambi�n puede consolarnos. El que es fuerte para hundirse, tambi�n es fuerte para salvar.

III. He aqu� una pregunta saludable para todos aquellos cuya alma ha sido afligida por Dios.

1. La pregunta es, primero, �no est� Dios simplemente afligiendo mi alma? Escucha. Algunos de ustedes lo han molestado durante mucho tiempo; has contristado a su Esp�ritu Santo durante a�os. Bueno, si molesta al pueblo de Dios, no debe sorprenderse si �l lo molesta.

2. Otro punto de investigaci�n es este: �Cu�l puede ser el designio de Dios al afligir tu alma? Seguramente �l tiene un dise�o amable en todo. Dios nunca es otra cosa que bueno. Tenga la seguridad de que �l no se deleita en sus miserias. Te olvidaste de �l cuando todo fue feliz como un repique de bodas. Tambi�n puede ser que �l est� enviando esta prueba para hacerle saber que �l piensa en usted.

3. � No podr�a ser tambi�n por otra raz�n: que �l pueda destetarte por completo del mundo? �l te hace odiarlo. Creo que escucho a alguien decir: "Como el Todopoderoso ha afligido mi alma, �qu� es mejor que haga?" �Hacer? Vete a casa, cierra la puerta y pasa una hora a solas contigo mismo y con Dios. Esa hora a solas con Dios puede ser la crisis de toda tu vida; �Pru�balo! "Y cuando estoy a solas con Dios, �qu� es mejor que haga?" Bueno, primero, cu�ntale todo tu dolor. Entonces cu�ntale todo tu pecado. No escondas nada de �l; ponlo todo, desnudo y desnudo, delante de �l. Luego p�dale que lo borre todo, de una vez por todas, por el amor de Jesucristo. ( CH Spurgeon.)

Versículos 3-6

Hasta que muera, no quitar� de m� mi integridad.

Coraje moral

El objetivo de todos los hombres es lograr la felicidad. En cuanto al curso que creen que se adapta mejor para lograrlo, difieren m�s ampliamente, y en cuanto a lo que constituye la verdadera felicidad se abrigan las opiniones m�s diferentes, sin embargo, el deseo de aquello que cada uno considera felicidad es universal. El coraje f�sico es bastante com�n en todo el mundo, pero el coraje moral es un fen�meno raro. Ante el miedo a ser considerados tontos, nuestro coraje moral se relaja y se derrite como la nieve ante el sol.

Si defiendes un principio, la sociedad te considera como un esp�cimen anormal de humanidad. No son los m�rtires m�s grandes que mueren como m�rtires, sino los que tienen el valor moral de vivir una vida de m�rtir por la conciencia y el deber. Pero la falta de valor moral es visible en todas partes a nuestro alrededor. Infesta y envenena todos los oficios y profesiones; y la cobard�a moral abunda en el �ltimo lugar donde deber�a encontrarse: la Iglesia.

Es dif�cil determinar si la deficiencia de valor moral es para nosotros una falla nacional o no. Sin lugar a dudas, existe una grave necesidad de ella a nuestro alrededor. Casi nadie se saldr� de su camino en aras de la verdad abstracta, o llorar� y luchar� contra un mal por el cual no sufre directa y personalmente. ( DP Faure.)

Manteniendo la integridad r�pida

No podemos dominar las sonrisas de la fortuna o la amistad de los hombres. Pero, desafiando cada evento externo, podemos, con Job, �retener nuestra integridad y no dejarla pasar mientras vivamos�. Para explicar y recomendar esta excelente disposici�n, ilustre su influencia sobre el gusto, los sentimientos y la conducta, y los efectos felices que resultan de ella.

1. En oposici�n al prejuicio y la intolerancia, implica un amor predominante por la verdad. Elevarse completamente por encima de la influencia del prejuicio no est� atribuido a la naturaleza humana, en nuestro actual estado de ignorancia e imperfecci�n. La integridad no puede proteger la mente por completo de los prejuicios, pero disminuir� su n�mero y fuerza, y dispondr� al hombre que est� bajo su influencia a renunciar a ellos cuando se descubran.

Redunda en el m�rito del entendimiento de un hombre haber elegido principios s�lidos en la primera deliberaci�n. Pero no es menos evidencia de una mente viril e independiente el renunciar a las opiniones que ya ha abrazado, cuando se oponen a las inmutables leyes de la verdad y la justicia.

2. Frente a la ostentaci�n y la afectaci�n, la integridad consiste en apegarse a la naturaleza y la sencillez. Los modales de cada individuo deben, en cierto grado, formarse sobre los ejemplos y las modas de la multitud circundante. Pero esto se puede afirmar con certeza, un hombre �ntegro no ser� el primero en inventar o imitar ninguna costumbre que se aparte de la sencillez y la naturaleza, y que consista s�lo en ceremonia y falso refinamiento. Por su predilecci�n por la sencillez, su religi�n no tendr� nada de afectaci�n, pero ser� sincera y sustancial.

No asume la profesi�n de ella con ning�n fin ego�sta. Es poco sol�cito con los elogios de los hombres. Su atenci�n se dirige principalmente a la cultura de la piedad interior y la bondad.

3. La integridad implica un amor por la justicia en oposici�n al fraude y el trato deshonesto. El personaje que estoy describiendo es superior a la influencia de motivos mercenarios y humillantes. El hombre de honrada integridad, por el irresistible y placentero impulso de su coraz�n, est� en todo momento preservado de la aproximaci�n m�s lejana al fraude y la deshonestidad.

4. En oposici�n al disfraz y la hipocres�a, el personaje bajo revisi�n es abierto, audaz y complacido de ser visto en sus verdaderos colores. La conciencia de la culpa personal engendra una sospecha de los dem�s y hace que los hombres que est�n contaminados por ella estudien los logros naturales del ocultamiento y el disimulo.

(1)

La integridad es el camino m�s seguro hacia la verdad. Un hombre �ntegro no s�lo mira hacia arriba a trav�s de un medio claro a los brillantes rayos de la divinidad, sino que tambi�n percibe en su propia naturaleza y temperamento los lineamientos genuinos, aunque d�biles e imperfectos, de la imagen de Dios.

(2) La disposici�n de la integridad tiene una poderosa influencia para nutrir y confirmar todas las gracias del car�cter cristiano. La sinceridad y la rectitud de conducta son la mejor seguridad para el cumplimiento de todo deber social.

(3) La virtud de la integridad, por la relaci�n que establece entre Dios y el alma, y ??su influencia moral que se extiende a todas las ramas del car�cter, inspira, de una manera peculiar, a un hombre con buena conciencia y una confianza inquebrantable en la protecci�n del cielo. ( T. Somerville, DD)

Rectitud en la vida y en la muerte

"Hasta que yo muera." Este pensamiento impregna gran parte de este libro. A veces, como un pensamiento de bienvenida, "no vivir�a siempre". En otros, como algo inevitable. "Cuando vengan algunos a�os, entonces ir� por el camino de donde no regresar�". Para un cristiano, la muerte es algo muy diferente de lo que fue para Job. Cristo ha abolido la muerte. Sus disc�pulos pueden decir a la muerte: "�D�nde est� tu aguij�n?" Job resuelve que su mirada retrospectiva desde su lecho de muerte no le reprochar� falta de sinceridad, infidelidad o falsedad en sus convicciones.

I. Todos los hombres desear�n morir en amor y caridad con su pr�jimo.

1. Cuando estamos enojados, quiz�s vengativos, la raz�n se debe tanto a la consideraci�n del futuro como al resentimiento por el pasado.

2. Pocos hombres dir�an palabras de enojo, especialmente de enojo resentido, si pensaran que son las �ltimas palabras.

3. Es un impulso natural, al despedirse del mundo, pedir perd�n y concederlo. Todo esto es admirable y excelente. Pero&mdash

II. Es igualmente deseable que los hombres sean honestos, justos y rectos tanto en la vida como en la muerte.

1. El amor sin justicia no es amor verdadero, en realidad no bendice.

2. Pero dificultades en el camino de la estricta fidelidad.

(1)

Parece ser incompatible con el amor y la bondad. Un error, pero muy natural. Por lo tanto, reprimimos las palabras que la honestidad de nuestras convicciones nos obligar�a a hablar.

(2) Es una aparente suposici�n de superioridad de la que nos rehuimos.

(3) Es una especie de desaf�o a los dem�s para que escudri�en nuestra propia conducta. Por estas y otras razones, los hombres a menudo guardan silencio cuando deben hablar; a veces dicen cosas suaves cuando deber�an ser severas.

3. Nadie puede dudar, sin embargo, de que un verdadero amigo es aquel que es perfectamente sincero.

(1) Al tratar con nuestras faltas, as� como

(2) En reconocer nuestras buenas cualidades.

III. Una advertencia importante. ( WR Clarke, MA)

Paz de conciencia

En estas palabras no podemos dejar de observar la gran satisfacci�n que siente el buen hombre por la paz de su conciencia, el cumplimiento de su deber y la firmeza de su resoluci�n, de no dejar nunca de asustarse por ninguna tentaci�n o des�nimo. A falta de todas las cosas buenas de las que hab�a abundado anteriormente, para Job fue un consuelo recordar que las hab�a disfrutado inocentemente y las hab�a empleado fielmente.

No fue por ninguna provocaci�n notoria de su Dios, o da�o a su pr�jimo, que le llegaron. Ten�a confianza en su integridad y valientemente se atrevi� a mirar a Dios mismo y a mantener sus caminos delante de �l. Muestre la sabidur�a de esta resoluci�n, de mantener firme nuestra integridad; y nunca dejarlo pasar por ninguna perspectiva o tentaci�n de ning�n tipo. Las huellas y los pasos de nuestro deber son todo el tiempo tan claros y legibles como podemos desear; y si los seguimos, nos conducir� por un camino tan estrecho y directo como podamos.

De modo que los mismos serpenteos y vueltas por los que vaga la infidelidad bastan para convencernos de que desv�a su rumbo, y en lugar de llevarnos, como pretende, un camino m�s corto, es perder de vista el ritmo de la felicidad, y encaminarse insensiblemente a la miseria. . El primer paso de estos hombres procede por error. Dividen falsamente su deber de su inter�s, las dos cosas en el mundo de todas las dem�s m�s estrictamente inseparables.

Todo hombre es tan feliz como virtuoso y miserable como vicioso. Sobre este fundamento es que se concibe la felicidad de Dios mismo. Si el diablo mismo hubiera "mantenido firme su integridad", habr�a sido feliz todav�a; ni jam�s podr� destruir la felicidad del hombre, sino persuadi�ndolo de aquello por lo que perdi� la suya. Dios nos ha dado una posesi�n m�s segura de nuestra integridad que de cualquier otra cosa en el mundo que no sea nuestra. La sabidur�a de sostenerlo firmemente y nunca dejarlo ir, surgir� de las siguientes consideraciones.

1. Al separarnos de nuestra integridad, dejamos ir eso, sin lo cual la prosperidad misma nunca puede hacernos felices. No hay mayor error que la noci�n com�n de la felicidad de los malvados en esta vida. �Cu�ntas falsas excepciones contra la Providencia y desalientos de la virtud ha comenzado a veces en el mejor de los hombres! Incluso en la aparente igualdad de sus distribuciones entre los malos y los buenos, Dios ha hecho una distinci�n muy sensata y ha hecho lo suficiente para justificar la conducta de su providencia y la sabidur�a de nuestra integridad.

Dios castiga a los malvados con esas mismas bendiciones de las que admite que participe. "No envidies la gloria del pecador, porque no sabes cu�l ser� su fin". No, ni siquiera sabes c�mo le va en este momento a �l.

2. Porque dejamos ir lo que una vez se fue, la aflicci�n debe hacernos insoportablemente miserables. Nada es m�s seguro en la vida de un hombre que participar en los problemas que lo acompa�an inseparablemente. Sin embargo, cu�n pocos prev�n lo que nadie puede evitar. Mientras el mundo fluya suavemente de su lado, ellos viajan, desconsiderados y seguros, sin considerar nunca que, aunque ahora hace sol y hace sol, el clima pronto puede cambiar, y una tormenta con la que poco sue�an puede estallar repentinamente sobre ellos.

El hombre sabio, que edifica sobre los cimientos seguros de su propia integridad, permanece firme y seguro. Las aflicciones pueden precipitarse y consumirse en �l, pero su esperanza y confianza "no se quitan, sino que permanecen firmes para siempre". El esp�ritu de un hombre contribuir� en gran medida a mantener sus debilidades.

3. El que abandona su integridad, se separa de lo �nico que puede beneficiarlo en el d�a del juicio. Cualesquiera que sean las esperanzas que un hombre pueda tener de mantener un inter�s en este mundo, actuando en contra de su deber, ning�n hombre fue lo suficientemente d�bil como para imaginar que podr�a serle de alguna utilidad en otro. Cu�n audaces e intr�pidos ser�n los que han mantenido su integridad ante el terrible tribunal, seguros de ser justificados en su juicio y claros cuando sean juzgados. ( Pawlet St. John, AM)

Reteniendo nuestra justicia

Job hab�a perdido casi todo lo dem�s, pero todav�a se aferraba a su justicia. Su riqueza y su honor, sus reba�os y sus reba�os, sus hijos e hijas, su salud y su hogar, todo se hab�a perdido, pero a�n conservaba su integridad.

I. La justicia es el verdadero tesoro de un hombre, y debe retenerlo a toda costa y nunca dejarlo ir. No es la riqueza que tiene un hombre, o el honor y la grandeza que alcanza, o el �xito que obtiene en los negocios y la vida profesional, lo que lo hace verdaderamente rico, sino el car�cter santo y cristiano que construye. Para los rectos es a quien se levanta la luz en las tinieblas; los que tienen las manos limpias y el coraz�n puro y no han elevado el alma a la vanidad, recibir�n la bendici�n del Se�or.

Las promesas de Dios y las bendiciones de Su salvaci�n est�n todas ligadas al car�cter, y no al accidente de nacimiento o entrenamiento, de posici�n o riqueza, de modo que el car�cter es algo de valor en el juicio de Dios. No, todos los dem�s tipos de riqueza quedar�n atr�s y no encontrar�n lugar en el mundo eterno. Porque, como nos recuerda San Pablo, "No trajimos nada al mundo, y es seguro que no podemos llevar a cabo nada". La puerta de entrada a la muerte es tan estrecha que antes de que podamos pasar debemos ser despojados de todo excepto de nuestro car�cter.

II. Pero aunque la justicia es el verdadero tesoro de un hombre, este tesoro a menudo es atacado y puesto en peligro.

1. Las m�ltiples pruebas de la vida hacen que sea dif�cil mantener firme la propia justicia.

2. Luego, adem�s, no solo el sufrimiento, sino tambi�n la perplejidad y la duda hacen que sea dif�cil retener nuestra justicia. �stas fueron la principal causa de dificultad en el caso de Job. Hay algunos a quienes hoy en d�a les resulta dif�cil creer en Dios, la libertad y la inmortalidad, y si se niegan estas cosas, �d�nde hay alguna base para la rectitud de la vida?

3. Entonces, nuevamente, debemos recordar que hay m�ltiples formas de tentaci�n que asaltan a los hombres en sus negocios y su placer, en sus horas de ocio y sus horas de trabajo, en el hogar y en la oficina, los domingos y los d�as de semana. .

III. Pero ahora, para terminar, perm�tanme recordarles que un hombre puede aferrarse a su justicia, sin importar cu�n ferozmente pueda ser atacada. Hemos escuchado tanto en los �ltimos a�os sobre la herencia, el medio ambiente y la solidaridad que corremos el peligro de pasar por alto el poder y la prerrogativa de la voluntad individual. Podemos aborrecer lo malo y apegarnos a lo bueno. Podemos resistir al diablo para que huya de nosotros; podemos acercarnos a Dios para que �l se acerque a nosotros. ( G. Hunsworth, MA)

Mi coraz�n no me reprochar� mientras viva .

De un coraz�n implacable

I. El estado de �nimo o coraz�n que es necesario para evitar que seamos reprochados por nosotros mismos. Como los hombres est�n dotados de un sentido del bien y el mal moral, de m�rito y dem�rito en sus propios afectos y acciones, son por naturaleza una ley para s� mismos, y tienen la regla del derecho, y el est�ndar de valor y excelencia, grabado en sus mentes. Se aprueban o condenan a s� mismos seg�n encuentran que sus afectos y acciones concuerdan con la ley de su naturaleza.

�Cu�les son los afectos dignos, amables y buenos, cuya prevalencia constituye ese buen estado de coraz�n que nos libera de la angustia y el remordimiento internos, y de todos los dolores de la autocondena, y que nos da el deleite, la alegr�a y la seguridad? que fluyen de la aprobaci�n de nuestras conciencias? Son tales como �stos: reverencia, amor, gratitud, dependencia, sumisi�n y resignaci�n, con respecto al gran Autor y Gobernador de todas las cosas.

Probidad, verdad, justicia, mansedumbre y bondad para con los hombres; amor por el p�blico y consideraci�n por el inter�s com�n del mundo; una moderaci�n de nuestros deseos y pasiones inferiores; y un cultivo de las facultades superiores. Estas disposiciones tienen una excelencia y un encanto intr�nsecos en ellas. As� como estas virtudes y disposiciones prevalecen en grados muy diferentes en el coraz�n de los hombres, el placer, la satisfacci�n y la paz que encuentran en sus reflexiones sobre su interior son igualmente muy diferentes y desiguales. Donde los movimientos del alma hacia la virtud son todos libres y vivos, intensos y vigorosos, uniformes, permanentes y fijos, el hombre disfruta de la m�s perfecta satisfacci�n y paz.

II. La gran importancia de mantener nuestro coraz�n siempre en este estado. As� como el poder del discernimiento moral, o nuestra conciencia natural del bien y del mal, es el principio de la virtud y la gu�a de la vida en nosotros, tambi�n es la gran causa y fuente de nuestra felicidad. La integridad, o una disposici�n de coraz�n sincera y uniformemente buena, ciertamente debe permitirse que sea la m�s feliz o la m�s llena de verdadera felicidad.

Esta conciencia nos da la sensaci�n de que poseemos una dignidad y un m�rito intr�nsecos s�lidos, y que estamos en un estado de lo m�s favorable y honorable para los agentes racionales. Los placeres derivados de esta fuente son permanentes y no dependen de ning�n objeto externo incierto. Un hombre tranquilo y sereno en su interior, no se conmover� mucho con esos males que le suceden a todos en el curso de esta vida fr�gil e incierta. Y estos placeres internos son tambi�n la vida de todos nuestros dem�s placeres.

III. Reglas para alcanzar este estado de �nimo.

1. Considere las diversas b�squedas y acciones en las que nos permitimos, si son realmente las que aprueba nuestra conciencia.

2. Revise y examine con frecuencia el estado de nuestra mente, para que podamos descubrir nuestros defectos y saber qu� progreso estamos haciendo.

3. Debemos corregir nuestros errores y compensar nuestros defectos, en la medida de lo posible, con un arrepentimiento sincero. Y debemos obtener nuevas fuerzas para nosotros mismos mediante el ejercicio de una devoci�n seria y humilde.

Reflexiones

1. Vea el valor inestimable de la integridad de coraz�n y el testimonio de una buena conciencia.

2. Vea cu�n infundados son esos miedos y perplejidades que tan a menudo perturban la mente de las personas sinceras.

3. Ver la presunci�n de aquellos pecadores que se hablan de paz a s� mismos, cuando no hay fundamento para la paz para ellos, en el temperamento y disposici�n de sus corazones. ( J. Orr, DD)

Versículo 8

Porque, �cu�l es la esperanza del hip�crita?

El car�cter y la esperanza del hip�crita

I. El car�cter del hip�crita. Por hip�crita entendemos no un autoenga�ador, sino un enga�ador de los dem�s. �l mismo conoce su verdadero car�cter, como tambi�n lo es Dios, el Juez de todos; pero est� escondido de sus semejantes, quienes son enga�ados por su profesi�n plausible y sus discursos justos. La palabra implica que, como un antiguo actor de teatro, act�a bajo una m�scara y personifica un personaje que no le pertenece propiamente. La m�scara que usa es una forma de piedad, y la parte que act�a es la de un hombre religioso. Su religi�n es solo una falsificaci�n.

1. El hip�crita es una persona cuya conducta exterior, en general, es irreprochable a los ojos de los hombres.

2. Su verdadero car�cter est� lejos de estar a la altura de los requisitos del Evangelio. Es alguien cuyo coraz�n no est� bien con Dios. Su coraz�n no ha cambiado, no ha sido renovado, no ha sido santificado, est� desprovisto de fe y humildad y no tiene el amor y el temor de Dios.

3. El hip�crita hace todas sus obras para ser visto por los hombres. No es a Dios a quien busca agradar. El yo es el �dolo que adora y en el que se quema su incienso.

4. El hip�crita es parcial y formal en su obediencia. Su obediencia tiene respeto solo por algunos de los mandamientos. El principio por el cual es impulsado es terrenal y humillante, lo que lo lleva a buscar solo la gloria de los hombres. Un hombre as� no tiene parte en la vida venidera; no tiene tesoro en el cielo.

II. La naturaleza de su esperanza. Job da por sentado que el hip�crita puede ganar con su profesi�n. En muchos aspectos, puede tener �xito en obtener el objeto de sus deseos o la recompensa que codicia. Pero, �cu�l es su esperanza cuando Dios le quita el alma? Considerar&mdash

1. El fundamento sobre el que descansa su esperanza.

2. El autor de su esperanza. No Dios, sino Satan�s.

3. Los efectos que produce.

Entonces examin�monos a nosotros mismos mediante esta prueba. Hay quienes no llegan ni tan lejos como los hip�critas. Incluso �l muestra cierta deferencia a la religi�n. �Qu� personaje tenemos? Cuid�monos de la levadura de los fariseos, que es hipocres�a. Evite la hipocres�a y cultive la sinceridad. Sean cristianos, no solo de nombre, sino en realidad. Edifica tu esperanza solo en Cristo, consider�ndolo como tu mayor ganancia. ( D. Rees.)

Una advertencia a los hip�critas

I. La temible naturaleza de la hipocres�a religiosa. Con toda su dulzura, mansedumbre y compasi�n, todav�a encontramos a Cristo atronando contra el hip�crita. Hay una clase de hombres que profesan una religi�n que saben que es falsa. Estas son las personas a las que denuncia el Redentor. Una profesi�n religiosa es indudablemente una excelencia, pero esta es la confesi�n honesta de la religi�n que ya est� en el coraz�n; teniendo cuidado, que as� como el hip�crita esconde sus pecados bajo un manto, no debemos esconder nuestra religi�n bajo un manto, sino que debemos confesar honestamente a ese Salvador en quien profesamos creer en secreto.

Ahora bien, lo que se pronuncia y se declara ante el mundo, porque lo tenemos en secreto, es seguramente un asunto diferente de una mera profesi�n que se al�a con un intento de imponer a los hombres y desafiar la omnisciencia de Dios.

II. Vanas son todas las advertencias dadas a los hip�critas, porque la hipocres�a endurece el coraz�n. Vea el caso de Judas. Debemos estar hechos de vidrio, para que todo hombre pueda ver cu�l es nuestro verdadero car�cter. Somos m�s transparentes que el cristal ante los ojos del Dios eterno. El pecado de la falsa profesi�n enamora la mente, endurece el coraz�n y mantiene al hombre siempre formando tales falsos razonamientos y conclusiones que conducen al fin al m�s manifiesto a abrumarlo con sus propios cr�menes y con el juicio de Dios.

III. Cu�n vanas son todas las cosas en las que el hip�crita pone su esperanza cuando Dios se levanta para juicio. Un hombre puede acostumbrarse a la falsedad hasta que hace de la mentira su refugio, y apenas puede distinguir entre la imposici�n m�s burda sobre s� mismo y el trato sincero y seguro. Cuando los hombres se acostumbran a un sistema de enga�o, quedan perfectamente desconcertados y no saben lo que un ni�o habr�a sabido y esperado.

IV. Es probable que una vida de hipocres�a termine en una muerte de impenitencia. El sacrificio de los imp�os es abominaci�n; la oraci�n s�lo de los rectos es el deleite de Dios. No nos atrevamos a pensar que un hombre, despu�s de vivir una vida de hipocres�a, solo necesita pronunciar unas pocas oraciones y todo est� bien y a salvo. La verdadera oraci�n es solo la oraci�n de la verdadera penitencia. ( James Bennett, DD)

La esperanza del hip�crita

La ense�anza del texto puede resumirse en esta sencilla proposici�n: la esperanza del hip�crita. Por m�s feliz que parezca de ello por un tiempo, lo dejar� miserable cuando Dios le quite el alma.

I. A qui�n pertenece el car�cter de un hip�crita. La palabra sugiere, "alguien que act�a en una obra de teatro", que representa a otra persona en lugar de a la suya. Transferido a la religi�n, se usa para denotar a aquellos que se han revestido de una apariencia de piedad y pasar�an por santos, pero en realidad no son lo que parecen. La palabra hebrea proviene de una que significa nube, ya que su maldad est� cubierta; o como se pintan con otro color, ocultando el natural, para que no se conozca. Por lo tanto, un hip�crita es un enemigo real de Dios, actuando externamente como uno de Sus hijos. Abre su personaje.

1. Un hip�crita es aquel que pretende haberse dedicado por completo a Dios, cuando no lo ha hecho, pero dividido su coraz�n entre Dios y el mundo; y por eso Dios no tiene ning�n inter�s en �l. Es todo el coraz�n que Dios pide, y no tendr� nada menos.

2. Es alguien que profesa tener en cuenta la voluntad de Dios, como la raz�n, y la gloria de Dios como el fin, de lo que hace en la religi�n; cuando, mientras tanto, act�a desde otras fuentes, y con fines inferiores y ego�stas.

3. Es uno que se esfuerza m�s en parecer exteriormente religioso que en serlo realmente, entre Dios y su propia alma. Un verdadero cristiano es tan sol�cito con su coraz�n como con su vida. Pero esta no es la preocupaci�n del hip�crita. Si tiene un exterior justo, tiene poco cuidado de c�mo est�n las cosas por dentro.

4. Es uno que, en los deberes religiosos, se despoja de Dios con el servicio corporal, mientras que el coraz�n no se compromete y se deja fuera.

5. Es parcial y desigual en su obediencia a Dios y en su caminar con �l.

II. Los tales pueden tener una esperanza que mantendr�n mientras vivan. Es extra�o que en almas tan inseguras esta esperanza se mantenga tan larga. Es debido a cosas como estas:

1. A la miserable ignorancia de s� mismos, por descuidar la mirada a su propio coraz�n.

2. A que no atiendan el alcance y la espiritualidad de la ley, en cuanto a lo que �sta les exige y hasta qu� punto no la obedecen.

3. A las aprensiones favorables que otros puedan tener de ellos.

4. Para compararse a s� mismos con pecadores abiertos o profesantes m�s vagos.

5. Hasta donde puedan llegar a alcanzar lo que parece gracia.

III. Lo que se puede decir de los hip�critas para ganar un tiempo. Se supone que apuntan a alguna ventaja, y tambi�n pueden alcanzarla.

1. Por la parte que act�an, pueden ganar m�s del mundo.

2. Pueden ganarse la estima y el aplauso de los hombres, y tener la reputaci�n de ser eminentemente santos y religiosos.

3. Pueden obtener una especie de paz en sus propias mentes.

4. En ese momento, pueden obtener un paso suave por el mundo y una salida f�cil de �l.

5. Pueden tener un funeral pomposo, y se hablar� bien de ellos cuando est�n muertos.

IV. La vanidad y el vac�o de la esperanza y la ganancia del hip�crita, y la certeza y el espanto de su miseria cuando Dios le quita el alma.

1. �Cu�l es la esperanza del hip�crita? Una esperanza sin suelo, sin fruto; y una esperanza que no resistir� ante el juez.

2. �Cu�l es la ganancia del hip�crita? Es inadecuado para su alma, su mejor parte. Est� ligado a esta vida presente y no puede acompa�arlo m�s. Entonces emprende sin esperanza alguna que la que te sirva de ayuda cuando Dios te quite el alma.

(1) No la esperanza que se basa en una mera profesi�n, por enga�osa que sea.

(2) No es una esperanza construida sobre excelentes dones y logros.

(3) No es una esperanza construida sobre una reforma externa.

(4) No es una esperanza construida sobre la buena opini�n de los dem�s.

(5) No es una esperanza construida sobre lo que disfrutamos o sufrimos en el mundo actual.

(6) No es una esperanza construida sobre los privilegios de la Iglesia; sino una esperanza que tiene la misericordia de Dios en Cristo como base, y la promesa de Dios como garant�a. ( D. Wilcox.)

La esperanza del hip�crita

I. A qui�n se aplica el personaje del texto. A todos aquellos que, en las preocupaciones de la religi�n, act�an de manera diferente a lo que realmente son. Particularmente se aplica:

1. A los que fingen una total devoci�n a Dios, con el coraz�n dividido ( Salmo 12:2 ).

2. Que profesan tener en cuenta la voluntad de Dios como la raz�n y Su gloria como el fin de lo que hacen en religi�n; mientras que, al mismo tiempo, act�an desde otras fuentes, y con fines inferiores y ego�stas ( Mateo 6:1 ).

3. Quienes tienen m�s cuidado de parecer externamente religiosos, que de serlo realmente entre Dios y sus propias almas ( Mateo 23:27 ).

4. Quien rechaza a Dios con el servicio corporal, mientras el coraz�n no se ocupa de �l ( Isa�as 29:13 ; Juan 4:24 ).

5. Quienes son parciales en su obediencia a Dios, mientras que el verdadero cristiano dice Salmo 119:128 .

II. La esperanza y la ganancia de un personaje as�.

1. Su esperanza se relaciona con un estado futuro de bienaventuranza.

2. Es infundado, sin una base s�lida ( Colosenses 1:27 ).

3. Es infructuoso. Vea la esperanza del cristiano, 1 Juan 3:3 .

4. Ser� cortado ( Mateo 7:23 ).

Y esta falsa esperanza generalmente se debe:

1. Al desconocimiento de s� mismos; sus propios corazones.

2. Falta de atenci�n al alcance y la espiritualidad de la ley de Dios ( Romanos 7:9 ).

3. La opini�n favorable que los dem�s tienen de ellos.

4. Compararse con pecadores abiertos o profesores tibios ( Lucas 18:11 ).

5. Hasta d�nde llegan, en cuanto al ejercicio de lo que parece ser gracia; abstenerse de muchos pecados; practicando muchos deberes religiosos, etc.

En cuanto a sus adquisiciones; ellos pueden ganar

1. M�s de este mundo.

2. La estima y el aplauso de los hombres.

3. Una falsa paz ( Apocalipsis 3:17 ).

4. Un suave paso por la vida.

5. Un funeral pomposo. Pero he aqu� ...

III. El espantoso final de tales; expresado en estas palabras, "Cuando Dios le quite el alma".

1. Su alma, su parte inmortal, que ha enga�ado y arruinado.

2. Dios se lo quitar�; cuyo poder no hay resistencia; de cuya presencia no hay escapatoria.

3. �l se lo quitar�; quiz�s con violencia ( Proverbios 14:32 ), siempre con disgusto.

4. Al�jelo de los logros y esperanzas presentes, a la verdadera miseria y a la mayor parte de ella. De todo esto es continuamente responsable y en ning�n momento est� a salvo de ello. Mientras clama: Paz, paz, la destrucci�n repentina le sobreviene.

Mejora&mdash

1. Examine seriamente su propio car�cter. Juzgad vosotros mismos para que no se�is juzgados.

2. No temas m�s que la esperanza del hip�crita y, con frecuencia, busca el fundamento de la tuya.

3. Bendice a Dios si puedes dar una raz�n a la esperanza que hay en ti; pero hazlo con temor y temblor; el juicio final a�n no ha terminado.

4. No haga nada para hundir su esperanza o llenarlo de un miedo abrumador. Piense a menudo en lo que espera, en qui�n espera y en el terreno en el que espera; y as� prep�rate para el fruto de tu esperanza en la gloria eterna. ( T. Hannam.)

Versículos 9-10

�Oir� Dios su clamor cuando le sobrevenga la angustia?

Las privaciones de la divinidad

I. No tiene refugio en los problemas. Cuando �le sobreviene la angustia�, no puede clamar a Dios con la esperanza de ser escuchado y respondido ( Job 27:9 ).

. �Qu� pensaremos del hombre que, en el orden de su vida, no se preocupa por su cuenta? Es como el capit�n que se embarca en el mar sin estar preparado para una tormenta, o el general que sale a campo abierto sin estar preparado para enfrentarse al enemigo. No estar provisto para ello es ser cruelmente negligente con una de nuestras mayores necesidades. Pero, �qu� refugio tiene el imp�o en apuros? �Puede esconderse en Dios como en una roca segura? Para el hombre piadoso la cercan�a ( Salmo 23:4 ), la simpat�a ( Salmo 31:7 ; Salmo 103:13 ; Hebreos 4:15 ), y la gracia Salmo 91:15 de Dios ( Salmo 91:15 ; Salmo 138:7 ) tienen un valor incalculable.

Pero el imp�o s�lo recuerda que Dios est� preocupado por el pensamiento de que, habi�ndolo abandonado en la prosperidad, no puede reclamar Su socorro en el oscuro d�a de la adversidad. Sin embargo, hay aqu� una verdad calificativa. Puede ser que los problemas lleven al hombre imp�o a Dios en penitencia, a Jesucristo en fe y abnegaci�n. Entonces �l puede llorar, y seguramente ser� escuchado; pero entonces ya no es un hombre �imp�o�.

II. No tiene esperanzas de morir. �Cu�l es su esperanza "cuando Dios le quite el alma"? As� como hay incertidumbre en cuanto a la medida y el car�cter de nuestra angustia, tambi�n lo hay en cuanto al momento de nuestra muerte. Pero no hay duda sobre el hecho de su llegada.

III. No tiene gozo en Dios. "�Se deleitar� en el Todopoderoso?" Evidentemente, Job piensa que el verdadero hombre podr�a y deber�a hacer eso. Es un pensamiento avanzado y elevado. Deleitarnos en Dios, no simplemente buscar favores de �l, sino encontrar nuestra herencia en �l, en todo lo que �l es en S� mismo y en todo lo que �l es para nosotros; en&mdash

(1) Nuestro sentido de su cercana presencia con nosotros; en

(2) Nuestra comprensi�n de su estrecha relaci�n con nosotros como nuestro Padre Divino; en

(3) Nuestro profundo aprecio por Su cuidadoso cuidado por nosotros y por Su aceptaci�n de cada uno de nuestros actos de obediencia y sumisi�n; en

(4) Nuestro gozo en la comuni�n que tenemos con �l en Su gloriosa obra de amor redentor. Por supuesto, el hombre imp�o pierde esta marca por completo. No tiene ninguna concepci�n de ello, mucho menos participaci�n en �l.

IV. Vive sin el privilegio de la oraci�n. �El imp�o "invocar� a Dios en todo momento"? El valor de la oraci�n es doble.

1. Es una fuente constante de bendici�n para nuestro coraz�n y nuestra vida. Vivir en comuni�n diaria, incluso cada hora, con Dios debe ser una condici�n espiritual cargada del bien supremo, debe ejercer sobre nosotros una influencia elevadora y purificadora del orden m�s fino y de la mayor fuerza.

2. Es nuestro �nico recurso con necesidades especiales. �Cu�n grande es la destituci�n del esp�ritu de ese hombre que, cuando su coraz�n se est� quebrando, no puede ir a Aquel que venda el coraz�n quebrantado y sana el esp�ritu herido! Frente a todas estas privaciones, qu� pobre es �la ganancia� de los imp�os. ( El Pensador.)

�Siempre invocar� a Dios? -

El hip�crita descubierto

Un hip�crita puede ser una imitaci�n muy clara de un cristiano. Profesa conocer a Dios, conversar con �l, estar dedicado a Su servicio e invocar Su protecci�n; incluso practica la oraci�n, o al menos la finge. Sin embargo, la falsificaci�n m�s inteligente falla en alguna parte y puede ser descubierta por ciertos signos. La prueba est� aqu� "�Siempre invocar� a Dios?"

I. �Orar� en todos los tiempos de oraci�n? �Rezar� en privado? �O depende del ojo humano y del aplauso de los hombres? �Rezar� si est� prohibido? Daniel lo hizo. �Va a? �Orar� en los negocios? �Practicar� la oraci�n eyaculatoria? �Buscar� orientaci�n por horas? �Orar� con placer? �Tendr� un santo temor de ofender con su lengua? �O la compa��a le har� olvidar a su Dios? �Orar� en la oscuridad del alma? �O se enfurru�ar� en silencio?

II. �Orar� constantemente? Si practica el acto ocasional de oraci�n, �poseer� el esp�ritu de oraci�n que nunca deja de suplicar al Se�or? Debemos estar continuamente en oraci�n, porque siempre dependemos de Dios para la vida, tanto temporal como espiritual. Siempre necesitando algo, no, mil cosas. Siempre recibiendo, y por lo tanto siempre necesitando, gracia fresca con la que usar la bendici�n dignamente.

Siempre en peligro. El peligro visible o invisible siempre est� cerca, y nadie m�s que Dios puede cubrirnos la cabeza. Siempre d�bil, propenso al mal, apto para contraer toda infecci�n de enfermedad del alma, "listo para perecer" ( Isa�as 27:13 )

. Siempre necesitando fuerza, para sufrir, aprender, cantar o servir. Siempre pecando. Incluso en nuestras cosas santas, el pecado nos contamina y necesitamos un lavado constante. Siempre ponderado con las necesidades de otros hombres. Especialmente si son gobernantes, pastores, maestros, padres. Tener siempre la causa de Dios cerca de nuestro coraz�n si estamos en lo correcto; y en su inter�s encontrar multitud de motivos para la oraci�n.

III. �Rezar� importunadamente? Si no recibe respuesta, �perseverar�? Si llega una respuesta brusca, �continuar� suplicando? �Sabe c�mo luchar con el �ngel y dar tir�n por tir�n? Si nadie m�s reza, �ser� singular y rezar� contra el viento y la marea? Si Dios le responde con decepci�n y derrota, �sentir� �l que las demoras no son negaciones y a�n orar�?

IV. �Continuar� orando durante toda su vida? El hip�crita pronto abandonar� la oraci�n en determinadas circunstancias. Si tiene problemas, no orar�, sino que acudir� a ayudantes humanos. Si se sale de un l�o, no rezar�, sino que olvidar� por completo sus votos. Si los hombres se r�en de �l, no se atrever� a rezar. Si los hombres le sonr�en, no le importar� rezar.

1. Se vuelve formal. Est� medio dormido, no est� atento a la respuesta. Cae en una rutina muerta de formas y palabras.

2. Se cansa. Puede hacer un chorro, pero no puede mantenerlo. Las oraciones cortas son dulces para �l.

3. Crece seguro. Las cosas van bien y no ve la necesidad de rezar; o es demasiado santo para rezar.

4. Se vuelve infiel y se imagina que todo es in�til, sue�a que la oraci�n no es filos�fica. ( CH Spurgeon.)

El hip�crita detectado por sus oraciones

Con la palabra hip�crita, Job se refer�a a todos aquellos cuya religi�n es meramente nominal , es decir , todos los profesores insinceros e inconsistentes, todos los que no practican lo que son de profesi�n. El �nfasis en el texto se coloca en la segunda pregunta: "�Siempre invocar� a Dios?" Se da a entender que a veces lo har�; se niega que siempre lo har�. As� que la perseverancia en la oraci�n, la perseverancia en la oraci�n bajo toda variedad de circunstancias, se da como una prueba para probar la sinceridad, la realidad de la religi�n.

El hombre cuya religi�n es del coraz�n, ora siempre; cualquier otro, que no tenga religi�n, orar�, pero no siempre, s�lo por alguna contingencia. Hay un instinto en nuestra naturaleza que impulsa al hombre a la oraci�n, incluso si se ocultan las tendencias derivadas de la educaci�n cristiana. Podemos preguntarnos si las meras oraciones formales de aquellos cuya religi�n es un nombre deben llamarse oraciones en absoluto; porque, a menos que el coraz�n est� de acuerdo con los labios, indudablemente no hay nada de petici�n aceptable.

Debe haber una verdadera religi�n, la religi�n del coraz�n, la religi�n arraigada en el hombre interior, antes de que pueda haber un verdadero llamado a Dios siempre. Toda oraci�n supone un sentido de deseos que se deben suplir y una conciencia de que el suministro debe provenir de Dios. Puede haber una oraci�n a trompicones. En circunstancias particulares, todos los hombres sienten deseos. No existe el h�bito de la oraci�n, excepto cuando hay un sentido constante de necesidades, que requieren un suministro constante.

Existe una estrecha conexi�n entre las dos partes del texto. Es porque no se "deleita en el Todopoderoso", por lo que el hip�crita o el formalista no "siempre invocar�n a Dios". Aqu� hay una diferencia muy amplia e importante entre el cristiano real y el nominal. Con el don, el cristiano nominal est� satisfecho. Nada puede satisfacer al cristiano verdadero y sincero sino Dios mismo. ( Henry Melvill, BD)

Explicaci�n de la inconstancia del hip�crita en la oraci�n

El t�rmino hip�crita, como se usa aqu�, comprende a todo profesor de religi�n insincero y que se enga�a a s� mismo, aunque se supone que no debe desempe�ar un papel con el prop�sito de imponer a los dem�s.

1. Se supone que tal persona puede observar por un tiempo la pr�ctica de la oraci�n. La oraci�n, en ciertas ocasiones, parece ser casi todo instinto de la naturaleza. Pero si la oraci�n es la voz de la naturaleza en la hora de la extrema, se puede esperar a�n m�s de aquellos que viven bajo la luz de la revelaci�n. Como la oraci�n es simplemente un deber instrumental, puede ser m�s o menos espiritual y ferviente.

2. La principal falta del hip�crita es la falta de constancia y perseverancia en este ejercicio sagrado. Considere por qu� los inconversos de coraz�n son, por tanto, esencialmente defectuosos.

(1) Quieren el Esp�ritu de Dios, "que es el Esp�ritu de gracia y de s�plica".

(2) El hip�crita no se deleita en Dios. Aquellos en quienes nos deleitamos con frecuencia nos acercamos; aquellos en cuya conversaci�n no encontramos placer, evitamos.

(3) Los hip�critas no sienten sus deseos. Los pobres de esp�ritu, que sienten sus necesidades espirituales, son los verdaderos disc�pulos de Cristo.

(4) Los hip�critas descuidan la oraci�n porque no pueden reconciliar su ejercicio con la pr�ctica del pecado. El pecado arrepentido es un incentivo urgente para la oraci�n; pero el pecado consentido es apagar el esp�ritu de oraci�n.

(5) Las oraciones del hip�crita tienden a su propia extinci�n. En tales oraciones no hay principio de vitalidad. Una persona as� simplemente quiere obtener una opini�n tranquila de su estado, una paz falsa. El hip�crita har�a que su herida se curara levemente. ( R. Hall, MA)

El hip�crita

I. Un hecho melanc�lico expresado. Que el hip�crita no rezar� siempre, es decir, habitualmente. Vive en el abandono total, si no de los actos externos, pero ciertamente del esp�ritu de oraci�n. El deseo se mueve impetuosamente en todos los canales menos en el que pueda llevarlo al cielo. �Por qu�?

1. Porque su coraz�n no est� en absoluto en el negocio de la religi�n. Sin tocar, sin santificar, sin renovar.

2. Porque �l es experimentalmente un extra�o a esos puntos de vista del car�cter divino que hacen de la devoci�n un deleite. "�Se deleitar� en Dios?" Insinuando que un hombre debe deleitarse en Dios, antes de poder desear habitualmente la comuni�n con �l.

3. Porque la influencia progresiva del pecado asume un predominio predominante y predominante.

4. Porque judicialmente est� resignado a la dureza y la impenitencia de coraz�n.

II. Una advertencia solemne, presentada t�citamente.

1. Considere el peligro y la culpa de tal estado. Es el s�ntoma de algo malo, presagio de algo peor. Garantiza las inferencias m�s humillantes en cuanto a nuestro estado espiritual. Si no lloramos, no sentimos. Prot�jase de los primeros s�ntomas. Inflige una grave p�rdida; es el precursor de una gran condenaci�n.

2. Vea hasta d�nde se extienden las miserias de los imp�os. Dios no responder� a sus oraciones en el juicio. �Porque llam�, etc. Incluso en las horas pr�speras no hay seguridad. En la plenitud de la suficiencia - estrechos. Busc� mucho, pero, etc.

3. Vea cu�nto dura la condenaci�n de los imp�os. Para siempre. Dios quita el alma.

4. Antic�pese a las terribles revelaciones del �ltimo d�a.

5. Compare con ellos la esperanza del cristiano. ( El evangelista.)

El hip�crita

A menudo se producen en la mente impresiones de tipo religioso que son de naturaleza muy fugaz. Esto se afirma a menudo y se ejemplifica abundantemente en las Escrituras. Un cat�logo melanc�lico. Esto es muy natural y de esperar.

1. Los incentivos para pecar no siempre son igualmente violentos, por lo que a menudo hay un momento para la reflexi�n.

2. Ocasionalmente se despierta un sentimiento de miedo y se impulsa a actos externos de devoci�n.

3. La conciencia a veces se despierta en una especie de paroxismo, despu�s de la comisi�n de alg�n gran pecado, etc.

4. A veces se cultiva una especie de sentimentalismo que llena los intervalos entre la mundanidad burda.

5. Para vengarse del mundo que los ha decepcionado, los hombres a veces, durante una temporada, practican la austeridad.

6. En determinadas �pocas sacramentales, los hombres suelen ser extraordinariamente devotos.

7. Bajo las opiniones m�s justas de la verdad Divina, algunos act�an durante un tiempo y luego se apartan.

8. Aflicci�n. Como prueba y muestra de tal declinaci�n religiosa, en la actualidad s�lo veremos el h�bito de la oraci�n.

La restricci�n de la oraci�n es una de las primeras y m�s seguras indicaciones de un alejamiento de Dios. La restricci�n de la oraci�n es una de las principales causas de la decadencia religiosa. Pero en el texto, no se dice que muestre que el coraz�n se ha apartado de Dios, sino que el individuo es un hip�crita. La verdad de este texto puede hacerse evidente f�cilmente. El hip�crita no contin�a en oraci�n.

I. Porque no tiene esp�ritu de s�plica.

1. El Esp�ritu produce intensidad en la oraci�n.

2. De igual manera, y por las mismas razones, causa perseverancia en la oraci�n.

3. El que no tiene el Esp�ritu, no muestra intensidad ni perseverancia.

II. Porque no tiene un sentido permanente de deseos espirituales.

III. Porque no comprende ni valora las bendiciones prometidas en Cristo.

IV. Porque por ella no siempre se puede obtener la estima humana.

1. El hip�crita est� preocupado por su posici�n entre los hombres ( Juan 5:44 ).

2. Todo lo que no le afecta es insignificante.

3. Por lo tanto, hay una oraci�n social, aunque a menudo no secreta.

V. Porque no encuentra tiempo y oportunidades.

VI. Porque la comuni�n de Dios no se disfruta.

1. El creyente: Dios. El hip�crita - ordenanzas.

2. Las ordenanzas desagradables, porque sugieren a Dios.

(1) Culpa reciente.

(2) Piensa bien de s� mismo. ( James Stewart.)

Versículos 11-23

Yo te ense�ar� por la mano de Dios.

El trato de Dios a los hombres malvados

Mirando la conferencia o el discurso de Job, tenemos que notar dos cosas.

I. Su introducci�n. Los vers�culos und�cimo y duod�cimo pueden considerarse un exordio; y en este exordio indica dos cosas.

1. Que sus argumentos se basan en las operaciones de Dios en la historia de la humanidad. "Yo te ense�ar� por la mano de Dios".

2. Que los hechos de la historia humana est�n abiertos a la observaci�n de todos. �He aqu�, todos vosotros lo hab�is visto�.

II. Su doctrina. La doctrina es esta, que el castigo finalmente alcanzar� a los hombres malvados, por mucho que, por un tiempo, puedan prosperar en el mundo. "�l devuelve", dice un escritor moderno, "a sus tres amigos la doctrina que le hab�an impartido plenamente".

1. Esa gran maldad a menudo prospera por un tiempo en esta vida.

2. Que, aunque pueda, debe ir seguido de un castigo terrible. Conclusi�n&mdash

(1)

Esta direcci�n de Job es digna de imitar a los maestros religiosos.

(2) Muestra que la prosperidad mundana no es una prueba de car�cter ni una salvaguardia contra el castigo. ( Homilista.)

El discurso perdido de Zofar

Ha habido mucha diversidad de opiniones con respecto al resto de este cap�tulo. La dificultad es que Job parece afirmar aqu� las mismas cosas que hab�an sostenido sus amigos y contra las que hab�a luchado desde el principio. Se ha sentido que esta dificultad es muy grande y muy grande. No se puede negar que existe una gran semejanza entre los sentimientos aqu� expresados ??y los que hab�an sido mantenidos por sus amigos, y que este discurso, si fuera ofrecido por ellos, habr�a acordado enteramente con su posici�n principal.

Job parece abandonar todo lo que hab�a defendido y conceder todo lo que hab�a condenado tan calurosamente. El Dr. Kennicott supone que el texto es imperfecto y que estos versos constituyeron el tercer discurso de Zofar. Sus argumentos para esta opini�n son:

1. Que Elifaz y Bildad hab�an hablado cada uno tres veces, y que, naturalmente, se nos lleva a esperar un tercer discurso de Zofar; pero, seg�n el presente arreglo, no hay ninguno.

2. Que los sentimientos concuerdan exactamente con lo que se podr�a esperar que hiciera Zofar, y que est�n exactamente en su estilo; que se expresan en "su forma feroz de acusaci�n", y est�n "en el mismo lugar donde naturalmente se espera el discurso de Zofar". Pero las objeciones a este punto de vista son insuperables. Son&mdash

(1)

La total falta de autoridad en los manuscritos, o versiones antiguas, para tal disposici�n o suposici�n. Todas las versiones y manuscritos antiguos hacen que esto sea parte del discurso de Job.

(2) Si este hubiera sido un discurso de Zofar, deber�amos haber esperado una respuesta, o una alusi�n a �l, en el discurso de Job que sigue. Pero no se produce tal respuesta o alusi�n.

(3) Si la forma que es habitual en la apertura de un discurso - "Y Zofar respondi� y dijo" - hubiera existido alguna vez aqu�, es incre�ble que se haya eliminado. Pero no aparece en ning�n manuscrito o versi�n; y no se permite hacer tal alteraci�n en la Escritura por conjetura. Wemyss, en su traducci�n de Job, est� de acuerdo con el punto de vista de Kennicott y hace que los vers�culos 13-23 sean el tercer discurso de Zofar.

Para esto, sin embargo, no alega autoridad ni razones, excepto las sugeridas por Kennicott. Coverdale ha insertado la palabra "decir" al final del vers�culo 12, y considera lo que sigue al final del cap�tulo como una enumeraci�n o recapitulaci�n de los falsos sentimientos que hab�an mantenido, y que Job considera como las cosas "vanas" ( vers�culo 12) que hab�an mantenido. En apoyo de este punto de vista, se puede alegar:

(1) Que evita toda la dificultad de la transposici�n y la necesidad de insertar una introducci�n, como debemos hacer, si suponemos que es un discurso de Zofar.

(2) Evita la dificultad de suponer que Job hab�a contradicho aqu� los sentimientos que hab�a presentado antes, o de admitir todo lo que sus amigos hab�an mantenido.

(3) Est� de acuerdo con la pr�ctica de los oradores de este libro, y la pr�ctica habitual de los debatientes, que enumeran extensamente los sentimientos que consideran err�neos y a los que se proponen oponerse.

(4) Es la suposici�n m�s simple y natural y, por lo tanto, es m�s probable que sea la verdadera. ( Albert Barnes.)

Versículos 16-17

Aunque amontone plata como polvo.

Acaparamiento

I. Los malvados acaparan sus riquezas. Ellos "amontonan plata como el polvo". Como regla general, esta es la gran obra de los hombres malvados en la tierra. En �l concentran todas sus energ�as; a ella le dedican todo su tiempo.

II. La riqueza atesorada de los malvados llega a manos de los buenos. "El justo se vestir�, y el inocente dividir� la plata".

1. Esto est� sucediendo parcialmente ahora todos los d�as. Los malvados mundanos mueren y los justos se apoderan de sus riquezas.

2. Este ser� el caso universalmente, alg�n d�a. Toda la riqueza acumulada por los imp�os caer� en manos de los cristianos. Si el malvado es bendecido con hijos, el castigo puede venir de esa parte. La espada y el hambre pueden privarlo de ellos; y quedar� tan desolado que todos sus afligidos amigos ser�n enterrados. Si los malvados son bendecidos con grandes riquezas, sus riquezas caer�n en manos de los buenos. "�l puede prepararlo, pero el justo se lo pondr�". Que si el imp�o es bendecido con casas, no se resistir�n. ( Homilista.)

Versículo 23

Los hombres le aplaudir�n; y le silbar� fuera de su lugar.

Silbido fuera del escenario

Esta alusi�n parece dram�tica. La Biblia m�s de una vez hace tales alusiones. Pablo dice: "Somos un teatro o un espect�culo para los �ngeles y los hombres". Es evidente por el texto que algunos de los h�bitos de los asistentes al teatro eran conocidos en la �poca de Job, porque describe a un actor que sise� fuera del escenario. El imitador aparece en los pizarrones y, ya sea por falta de estudio del papel que debe asumir o por inaptitud u otra incapacidad, el p�blico se ofende y expresa su desaprobaci�n y disgusto con un silbido.

"Los hombres le aplaudir�n y lo sacar�n de su lugar". Mi texto sugiere que cada uno de nosotros sea puesto en el escenario de este mundo para participar. Cu�ntas penurias, sufrimiento y disciplina han sufrido los grandes actores a�o tras a�o para que puedan perfeccionarse en sus papeles, has le�do a menudo. Pero nosotros, puestos en el escenario de esta vida para representar la caridad y la fe y la humildad y la ayuda, �qu� poca preparaci�n hemos hecho, aunque tenemos tres galer�as de espectadores, la tierra y el cielo y el infierno! �No hemos estado m�s atentos a la parte que han tomado los dem�s que a la parte que tomamos nosotros mismos y, si bien ten�amos que mirar a casa y concentrarnos en nuestro propio deber, hemos estado criticando a los dem�s int�rpretes y diciendo �eso fue demasiado alto, o demasiado bajo, o demasiado d�bil, o demasiado extravagante, o demasiado d�cil,

A cada uno se le asigna un lugar; no hay supernumerarios rondando el drama de la vida para tomar esta o aquella o la otra parte, seg�n se le pida. Nadie puede ocupar nuestro lugar. No podemos ocupar ning�n otro lugar. Tampoco podemos despojarnos de nuestro car�cter; ning�n cambio de ropa puede convertirnos en nadie m�s que lo que eternamente somos.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 27". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-27.html. 1905-1909. Nueva York.