Bible Commentaries
Job 31

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-32

Hice un pacto con mis ojos.

Guarda los sentidos

Pon una fuerte guardia sobre tus sentidos externos: estos son los lugares de aterrizaje de Satan�s, especialmente el ojo y el o�do. ( W. Gurnall. )

M�todos de vida moral

Veamos el tipo de vida que Job dice que vivi�, y al hacerlo, observemos que todos los cr�ticos coinciden en decir que este cap�tulo contiene m�s joyas de ilustraci�n, figura o met�fora, que probablemente cualquier otro cap�tulo de la totalidad. del elocuente libro. Por tanto, Job est� en su mejor momento intelectual. Que nos diga la clase de vida que vivi�: mientras se jacta de ella, podemos recibir una advertencia por ella; las mismas cosas sobre las que es m�s claro quiz�s despierten nuestra desconfianza.

Job hab�a probado una vida mec�nica: "Hice un pacto con mis ojos" (vers�culo 1). El significado de "una vida mec�nica" es una vida de regulaci�n, penitencia, disciplina; una vida marcada como un mapa; una especie de vida tabulada, cada hora tiene su deber, cada d�a su forma peculiar o expresi�n de piedad. Job se golpe� a s� mismo; puso ante sus ojos una tabla de negaciones; no iba a hacer cien cosas.

Se mantuvo bien bajo control; cuando se quem� con fuego, se hundi� en la nieve; cuando sus ojos vagaron por un momento, los golpe� a ambos y se ceg� en su piadosa indignaci�n. �l reclama una recompensa por esto. Verdaderamente, parecer�a que se merec�a alguna recompensa. �Qu� puede hacer un hombre m�s que escribir en un papel simple lo que ejecutar�, o lo que dejar� de hacer, durante todos los d�as de la semana? Su primera l�nea dice lo que har� o no har� al amanecer; se levantar� con el sol, y luego cumplir� tal deber, o crucificar� tal o tal pasi�n, vivir� una especie de vida militar; ser� un muy soldado.

�Es esta la verdadera forma de vivir? �O hay una forma m�s excelente? �Podemos vivir desde el exterior? �Podemos vivir seg�n los gr�ficos, los mapas, los horarios y las regulaciones impresas? �Se puede entrenar a la raza en sus facultades y aspectos m�s elevados a la sombra del monte Sina�? �O hay que regular la vida desde dentro? �Es la conducta lo que debe ser refinado, o el motivo el que debe ser santificado e inspirado? �Es la vida un lavado de manos o una limpieza del coraz�n? El momento de la respuesta no es ahora, porque estamos ante una instancia hist�rica, y el hombre en cuesti�n inmediata dice que prob� una vida programada.

Escribi� o imprimi� con su propia mano lo que har�a y lo que no har�a, y lo mantuvo; y aunque se mantuvo firme, una mano invisible lo golpe� en la cara, y un rayo nunca le asest� un golpe m�s mortal. Job luego dice que trat� de mantener una buena reputaci�n entre los hombres: �Si he caminado con vanidad, o si mi pie se apresur� a enga�ar; d�jame pesar en balanza, para que Dios conozca mi integridad.

Si mi paso se apart� del camino, y mi coraz�n anduvo tras mis ojos, y si alguna mancha se ha adherido a mis manos; luego d�jame sembrar y que otro coma; s�, sea desarraigada mi descendencia �(vers�culos 5-8). Ese fue un desaf�o p�blico. Hubo testigos; que se destaquen: se llev� un registro p�blico; que se lea en voz alta. Este hombre no pide cuartel; simplemente dice, lee lo que he hecho, deja que el enemigo mismo lo lea, porque ni siquiera la lengua de la malicia puede pervertir el registro de la honestidad.

�No traer� esto una providencia soleada? �No tentar� esto al cielo condescendiente a ser bondadoso y a dar coronaci�n p�blica a un patr�n tan fiel? �No hay nobleza para un hombre que ha hecho todo esto? No, �debe ser desplazado de la comunidad y derribado, para que pueda ser hermano de los dragones y compa�ero de los b�hos? Todo esto lo ha hecho, y sin embargo dice: �Mi piel est� negra sobre m�, y mis huesos est�n quemados por el calor.

Tambi�n mi arpa se convierte en duelo, y mi �rgano en la voz de los que lloran �( Job 30:30 ). Esto no es lo que pensamos de la Providencia. Hemos dicho: Quien viva mejor en el ojo p�blico ser� el juicio p�blico m�s honorable y cordialmente estimado: el p�blico cuidar� de sus servidores; el p�blico defender� al hombre que ha hecho todo lo que pudo en inter�s del p�blico; esclavo, hombre o mujer, saltar� al rescate del amo, debido a las bondades recordadas.

�Job est� bastante seguro de esto? Ciertamente, o no habr�a utilizado las imprecaciones que brotaban de sus elocuentes labios: - Si he hecho as� y as�, d�jame sembrar y dejar que otro coma; s�, sea desarraigada mi descendencia; que mi mujer muela servilmente a otro; que mi brazo caiga de mi om�plato, y mi brazo se parta del hueso. Entonces el mismo Job est� hablando con seriedad. Sin embargo, dice, aunque he hecho todo esto, soy arrojado al lodo y soy como polvo y ceniza; aunque he hecho todo esto, Dios es cruel conmigo y no me escucha: estoy de pie. y no me tiene en cuenta; con su mano fuerte se opone a m�; me ha elevado al viento, y con desprecio me ha arrojado; no me ha dado tiempo de tragarme la saliva: yo, el hombre modelo de mi �poca, han sido aplastados como una bestia venenosa.

Job, por lo tanto, no modifica el caso contra Dios. No se pierde nada del argumento y no oculta nada del tr�gico hecho. Hace una declaraci�n larga, minuciosa, completa y urgente. �Y esta declaraci�n se encuentra en la Biblia! �Se encuentra en realidad en un Libro que pretende afirmar la providencia eterna y justificar los caminos de Dios al hombre! Es algo que la Biblia podr�a contener dentro de sus l�mites el Libro de Job.

Es como arrojar los brazos alrededor de un horno; es como si un hombre insistiera en abrazar a alguna bestia hambrienta y considerarla como un miembro de la casa. Estos cargos contra la Providencia no se encuentran en un libro escrito en inter�s de lo que se llama infidelidad o incredulidad; este juicio pol�tico es parte del propio libro de Dios. ( Joseph Parker, DD )

Versículo 14

�Qu� har� entonces cuando Dios se levante?

La gran pregunta

1. La mente de Job qued� profundamente impresionada por el sentido de su propia responsabilidad. Hay una inclinaci�n natural en la mente del hombre a disminuir el sentido de responsabilidad. En la mayor�a de las transacciones de la vida, los hombres manifiestan con frecuencia el deseo de escapar tanto como sea posible de la responsabilidad personal. Hay responsabilidades que surgen de la propia conformaci�n de la sociedad en la que vivimos, que no se pueden evitar.

Nunca puede ser una cuesti�n de elecci�n para nosotros, si seremos responsables ante Dios y ante los ojos de Dios. La naturaleza misma de nuestra relaci�n con Dios implica responsabilidad, y el car�cter mismo de Dios, en referencia a esa relaci�n, tambi�n implica responsabilidad. La responsabilidad del hombre para con Dios alcanza a todo el ser moral del hombre.

2. La convicci�n de Job de que llegar� un d�a en el que Dios se levantar�. Como soberano, haciendo inquisiciones y celebrando una gran asamblea en la que el universo deber�a estar involucrado. Y Dios "visitar�". Ese t�rmino se usa a menudo en el sentido de visitaci�n con el prop�sito de castigar. Dios se levantar� como legislador del universo, como promulgador de una ley que ha sido violada universalmente y que no ha ejercido su influencia restrictiva sobre los corazones de los hombres porque su lealtad se hab�a ido.

Necesariamente debe haber una reivindicaci�n. O la justicia de Dios debe fallar, o debe haber una reivindicaci�n. A medida que la ley de Dios llega a los m�s m�nimos detalles de la existencia humana y de la conducta humana, la reivindicaci�n debe alcanzar cada inter�s personal, los detalles de cada vida individual. Y el Se�or debe visitar como vengador; porque la vindicaci�n implica venganza. El Dios cuyo brazo ha tra�do la salvaci�n, ser� el Dios que visitar� en camino de venganza.

Job pregunta: "Cuando me visite, �qu� le responder�?" �No deber�amos hacernos la misma pregunta? �Qu� responder� el hombre de este mundo, de placer y de ganancia? Date cuenta de la necesidad de encontrar alguna respuesta. Solo hay una respuesta. No hay nada que hacer m�s que aferrarse a la Cruz de Jes�s. ( George Fish, LL. B. )

La gran cuenta

El tema que se nos presenta aqu� es nuestra responsabilidad personal; que todos deben dar cuenta de s� mismos a Dios. Nada se esconde al ojo de Jehov� que todo lo ve, que escudri�a el coraz�n y las riendas, y mira el motivo, el objeto, el esp�ritu en que act�a el hombre.

I. Responsabilidad del hombre. Todos debemos rendir cuentas a Dios, no s�lo a los amos, sino tambi�n a los siervos; y debemos dar cuenta en todas las transacciones de la vida cotidiana. Todo hombre tiene tiempo, talentos, oportunidades, dones; cada hombre tiene una determinada posici�n, todo hombre tiene una cierta cantidad de influencia; y todos somos responsables del uso correcto ante Dios. Ninguno de ustedes puede evitar que esta influencia caiga sobre quienes los rodean; Ninguno de ustedes puede evitar las cosas que hace, contando, de una forma u otra, a aquellos con quienes tiene relaciones sexuales. Debes hacer el bien o debes hacer el mal. Esta responsabilidad �la tenemos que afrontar, porque es una que presiona siempre.

II. La forma de afrontar esta responsabilidad. Aqu� se habla de dos cosas.

1. �Qu� haremos? Consider�ndonos responsables ante Dios, �qu� haremos cuando �l se levante en juicio? �No temeremos enfrentarnos a un Dios santo? �Nos esconderemos de Dios para eludir su mirada escrutadora? Seguramente es una consideraci�n vana. �Resistiremos Su llamado? Seguramente eso tambi�n es en vano.

2. �Qu� responderemos? �Diremos que no hemos quebrantado uno de los mandamientos de Dios? �Nos comparamos, como el fariseo, con los dem�s? �Vamos a "empezar a dar excusas"? �Rogaremos la misericordia de Dios? Los descuidados no pueden encontrarse con Dios. Tampoco el formalista; ni el hip�crita y el pretendiente. Las dos grandes cosas que necesitamos conocer experimentalmente son el arrepentimiento y la fe en el Se�or Jesucristo.

�Cree en el Se�or Jesucristo�, y ser�s liberado de inmediato del poder de la ley y de todas las acusaciones de Satan�s, porque Jes�s lo ha vencido, y tambi�n ganar�s la victoria por la fe en �l. ( John W. Reeve, MA )

La sentencia definitiva y el motivo de la absoluci�n

I. La certeza de un d�a de visitaci�n y ajuste de cuentas.

1. Esto lo indica el testimonio de conciencia. La conciencia es el vicegerente del Todopoderoso. Discrimina entre virtud y vicio, adjuntando a cualquiera de sus respectivos premios.

2. Por una referencia a la econom�a moral del hombre, o la econom�a de los tratos de Dios hacia el hombre.

3. La certeza de un d�a de visitaci�n se desarrolla completamente en el Libro de Dios.

II. El terreno sobre el que se debe preparar una respuesta a la pregunta de nuestro texto. Clasifique la comunidad cristiana en cuatro compartimentos.

1. Hay quienes no tienen una respuesta preparada. Este es un hecho de indudable certeza.

2. Otros preparan una respuesta sobre un principio de justicia propia. Suplican obediencia a los requisitos de la ley de Dios.

3. Otros conf�an en la misericordia de Dios no pactada.

4. Pero algunos toman un terreno m�s elevado y est�n preparando su respuesta en referencia a la justicia de Cristo Jes�s nuestro Se�or. Este es el �nico motivo que merecer� una inspecci�n, el �nico fundamento para el ejercicio de la misericordia. ( Adam Gun, AM )

El d�a de la visitaci�n

Aunque Job parece haber tomado una estimaci�n indebida de su propia justicia, y ciertamente se adhiri� a su propia integridad con una tenacidad reprochable, su escrupulosa escrupulosidad es digna de admiraci�n. El acto m�s peque�o de injusticia u opresi�n, es m�s, incluso de negligencia, hacia el esclavo o el sirviente de la casa m�s mezquino, fue visto por Job como un pecado contra Dios, �y uno por el cual Dios lo llamar�a de ahora en adelante!

I. La ocasi�n contemplada. "Cuando Dios se levantar� y cuando visitar�" en el juicio.

1. Parece ahora, por as� decirlo, indiferente a los asuntos de los hombres.

2. Se acerca un d�a en que �l se levantar� y visitar�. Es el dia de la muerte. Es el d�a del castigo. Es el d�a del juicio.

3. La certeza de su enfoque. La rendici�n de cuentas parece casi un instinto en el hombre. El d�a del juicio debe llegar, no hay escapatoria.

4. Sin embargo, la mayor�a de las personas creen y act�an como si no lo creyeran. �Qu� sorprendente es la indiferencia de los creyentes profesos!

II. La importante indagaci�n respecto a este solemne evento. "Cuando me visite, �qu� le responder�?"

1. Hay individualidad en esta pregunta; es el soliloquio del alma. No �qu� har� este hombre? pero que har�

2. Es, �qu� debo hacer? Pero entonces se acab� el tiempo de actuar. �Puedo escapar y esconderme? �Puedo evadir o enga�ar? �Puedo contender con �l?

3. Es, �qu� debo responder? Varias son las excusas con las que los hombres satisfacen ahora sus conciencias, pero de nada servir�n entonces. Los siguientes no tendr�n nada que responder, - hombres viciosos y disipados. Hombres que han descuidado su alma. Formalistas satisfechos de s� mismos. El profesor espiritual que no se ha apartado del pecado secreto. Habr� uno que pueda responder: el disc�pulo pobre, penitente, humilde y creyente de Jes�s. ( F. Cierre, AM )

Versículo 15

El que me hizo en el vientre, �no lo hizo a �l?

Dios el Creador universal

I. Ilustre la doctrina que aqu� se transmite. Tanto altos como bajos, ricos y pobres, todo tipo y condici�n de hombres, tienen un Creador com�n.

1. La unidad de la creaci�n, los gustos, los h�bitos, las moradas y las apariencias de los hombres difieren, pero los hombres son una sola familia.

2. La alta posici�n del Ser Divino. No hay nadie que divida Su alabanza, nadie que reclame Su posici�n.

3. La armon�a de los tratos providenciales de Dios. �l puede hacer que un evento encaje con otro, que una persona asista y ayude a su pr�jimo, y que, a partir de los elementos aparentemente diversos, forme un todo perfecto, armonioso y hermoso.

II. Aplicar el tema a nuestra propia mejora. Se nos ense�a por el hecho declarado por Job. Si vemos otro pecado, nuestro lenguaje deber�a ser: "�No lo hizo el que me hizo a m�?" Y deber�amos soportarlo con ternura. Si vemos a otro en necesidad o pobreza, nuestros pensamientos deber�an ser: "�No lo hizo el que me hizo a m�?" Y deber�amos permitirnos nuestro mejor alivio.

1. Algunas sugerencias para nuestro deber hacia Dios. El es nuestro Creador. Como nuestro supremo Benefactor y Hacedor, debemos manifestar nuestro sentido de Su autoridad sobre nosotros y nuestra dependencia de Su cuidado.

2. Algunas reflexiones sobre nuestro deber para con los dem�s. ( Homilista. )

Los derechos comunes del hombre

�No ten�amos el mismo Creador y, en consecuencia, no tenemos la misma naturaleza? Podemos observar con respecto a este sentimiento:

1. Que indica un estado de vista muy avanzado con respecto al hombre. El intento siempre ha sido hecho por aquellos que desean tiranizar a otros, o que pretenden convertir a otros en esclavos, para demostrar que son de una raza diferente y que en el dise�o para el que fueron hechos, son totalmente inferiores. Se han derivado argumentos de su complexi�n, de su supuesta inferioridad intelectual y de la profunda degradaci�n de su condici�n, a menudo poco por encima de la de los brutos, para demostrar que originalmente eran inferiores al resto de la humanidad.

Sobre esto se ha alegado a menudo, y con m�s frecuencia se ha sentido que se ha insistido, de que es correcto reducirlos a la esclavitud. Dado que este sentimiento existi� tan temprano, y dado que hay tanto que puede decirse de manera plausible en defensa de �l, muestra que Job hab�a derivado sus puntos de vista de algo m�s que las especulaciones de los hombres y el deseo de poder, cuando dice que �l consideraba que todos los hombres eran originalmente iguales y ten�an el mismo Creador. Es, de hecho, un sentimiento en el que los hombres se han mostrado pr�cticamente muy reacios a creer, y que se abre camino muy lentamente incluso todav�a en la tierra.

2. Este sentimiento, si se acepta y se lleva a cabo de manera justa, pronto destruir�a la esclavitud en todas partes. Si los hombres sintieran que estaban reduciendo a la esclavitud a aquellos que originalmente estaban al mismo nivel que ellos mismos, hechos por el mismo Dios, con las mismas facultades y con el mismo fin; si sintieran que en su origen mismo, en su naturaleza, hab�a algo que no pod�a convertirse en mera propiedad, pronto abolir�a todo el sistema.

S�lo se mantiene cuando los hombres se esfuerzan por convencerse a s� mismos de que hay alguna inferioridad original en el esclavo que hace que sea apropiado que sea reducido a la servidumbre y mantenido como propiedad. Pero tan pronto como pueda difundirse el sentimiento de Pablo de que "Dios ha hecho de una sangre todas las naciones de los hombres", en ese momento caer�n los grilletes del esclavo y ser� libre. ( Albert Barnes. )

Versículo 19

Si he visto morir a alguno por falta de ropa.

La justicia del buen hombre

Estas palabras en general establecen la pr�ctica de un buen hombre en los actos de misericordia y justicia, que, por encima de todos los dem�s, lo declaran seguidor de nuestro bendito Se�or. Pero principalmente implican algo sobre la naturaleza, la manera y el objeto de esos actos. En la pr�ctica vulgar, de hecho, los hombres no se preocupan mucho por conocer a los necesitados, y todos est�n dispuestos a hacer bondades a aquellos cuya fortuna no lo requiere, o que pueden devolver lo mismo de nuevo; pero la conducta del buen hombre es como la de Job.

Si no nos preocupamos por aprobarnos a nosotros mismos ante Dios, al hacer todo el bien que podamos a nuestros hermanos, estamos tan hundidos en el miserable estado del infierno. Para prevenir esta miseria debemos estar atentos a nuestras mentes, para que no caigan en un humor codicioso, que es una mancha para el alma, que dif�cilmente se puede sacar. La codicia siempre presiona al pecador y no deja lugar para un pensamiento sobrio o abatido.

La humanidad parece distinguirse en rangos superiores e inferiores por la sabidur�a y la providencia divinas, para el ejercicio de una caridad universal. Una caridad que endulza el �nimo de los hombres y, de ser �spera y amarga, los vuelve bondadosos y afables con la persona m�s mezquina, dispuestos a complacer a todos con una obediencia gentil y humilde. Una caridad como �sta no envidia a nadie, pero se complace en la prosperidad de los dem�s, mejora con su salud y se regocija al verlos alegres.

Una caridad como nunca domina, pero desprecia esa habitual insolencia que es la fuente de muchos des�rdenes y de tanto desprecio por los pobres. Una caridad tal que nunca se rebaja con altivez o con reproche en palabras o gestos, sino que debate con calma todos los asuntos, para que no se comporte indecorosamente. En fin, una caridad que no considere nada demasiado grande para emprender, o demasiado dif�cil de realizar, por el bien de la humanidad.

Ahora bien, si este tipo de caridad se asentara en el mundo, mejorar�a mucho la condici�n y los modales de la misma. Debe esperarse una reforma completa s�lo de aquellos que mejoran a los dem�s, mediante su consejo y su ejemplo. Los mejores argumentos para dar limosna son que es el �nico camino que podemos tomar.

1. Ser como nuestro bendito Salvador.

2. Hacer servicios aceptables a Dios.

3. Para salvar nuestras almas para siempre. Por tanto, si sab�is estas cosas, felices ser�is si las hac�is. ( John Hartcliffe, BD )

La s�plica del pobre escuchado

Alguien expres� sorpresa a Eveillon, can�nigo y archidi�cono de Angers, porque ninguna de sus habitaciones estaba alfombrada. �l respondi�: �Cuando entro a mi casa en invierno los pisos no me dicen que est�n fr�os; pero los pobres, que tiemblan a mi puerta, me dicen que quieren ropa �.

Versículos 24-28

Si he hecho del oro mi esperanza.

Sobre el amor al dinero

Cu�n universal es entre los que buscan la riqueza hacer del oro su esperanza; y, entre los que poseen riquezas, hacer del oro fino su confianza. Sin embargo, aqu� se nos dice que esto es una renuncia virtualmente tan completa a Dios como practicar algunos de los peores encantos de la idolatr�a. Retrocedemos ante un id�latra como ante aquel que sufre un gran trastorno moral, al sufrir que sus miradas se desv�en del Dios verdadero a un �dolo.

Pero, �no es el mismo trastorno, por parte del hombre, que ame cualquier bien creado, y en el disfrute de �l pierda de vista al Creador, que, completamente absorto en la gratificaci�n presente y sensible, deber�a haber �No habr� lugar para los movimientos del deber, ni para la consideraci�n del Ser que le proporcion� los materiales y le dot� de los �rganos de toda gratificaci�n? Hay una distinci�n importante entre el amor al dinero y el amor por lo que compra con dinero.

Cualquiera de estos afectos puede igualmente desplazar a Dios del coraz�n. Pero hay una malignidad y un empe�o de ate�smo en el primero que no pertenece al segundo, y en virtud de lo cual se puede ver que el amor al dinero es, en verdad, la ra�z de todos los males. Un hombre se diferencia de un animal en ser algo m�s que un ser sensible. Tambi�n es un ser reflexivo. Tiene el poder del pensamiento, la inferencia y la anticipaci�n.

Y, sin embargo, se encontrar�, en el caso de todo hombre natural, que el ejercicio de esos poderes, lejos de haberlo acercado m�s, solo ha ampliado su alejamiento de Dios y ha dado un car�cter m�s deliberado y voluntarioso a su ate�smo que si hubiera estado sin ellos por completo. En virtud de las facultades mentales que le pertenecen, puede llevar sus pensamientos m�s all� de los deseos y la gratificaci�n presentes.

Puede calcular las visitaciones del deseo futuro y los medios de su gratificaci�n. Pero la raz�n del hombre, y el poder retrospectivo del hombre, a�n no logran llevarlo, por un proceso ascendente, a la primera causa. Se detiene en la causa instrumental que, por su propia sabidur�a y su propio poder, ha puesto en funcionamiento. En una palabra, la comprensi�n del hombre est� invadida por el ate�smo, as� como por sus deseos.

No mirar m�s all� de la fortuna como el dispensador de todos los placeres que el dinero puede comprar, es hacer que esa fortuna ocupe el lugar de Dios. Tiene sentido excluir la fe. Tenemos la autoridad de esa Palabra que ha sido pronunciada como discernidora de los pensamientos e intenciones del coraz�n, que no puede tener dos maestros, o que no hay lugar en ella para dos grandes y ascendentes afectos.

La codicia ofrece una agresi�n m�s atrevida y positiva a la derecha y el territorio de la Deidad, que incluso la infidelidad. Este �ltimo solo desolar�a el santuario del cielo; el primero establecer�a una abominaci�n en medio de ella. Cuando el gusto y la confianza de los hombres se dirigen hacia el dinero, no hay relaci�n directa, ni por uno ni por otro, de estos afectos hacia Dios; y en la misma proporci�n en que env�a sus deseos y apoya su seguridad en los primeros, en esa misma proporci�n renuncia a Dios como su esperanza ya Dios como su dependencia. ( T. Chalmers, DD )

El culto a la riqueza

�Cu�l es la verdadera idea de propiedad, algo que se debe dejar atr�s cuando morimos, o algo que puede estar entretejido con nuestra naturaleza inmortal y, por lo tanto, nos durar� por la eternidad? El dinero, las joyas, las tierras, las casas, los libros, las decoraciones de todo tipo, deben ser despedidas en el lecho de la muerte. Pero hay cosas que perduran. Los h�bitos se forjan en el intelecto y la voluntad: el amor de Dios y del hombre, la sinceridad, la pureza, el desinter�s, estas cosas viven y son realmente una propiedad, porque la muerte no puede tocarlas.

La mayor�a de los hombres consideran la civilizaci�n como un mero progreso material; pero la verdadera mejora humana debe ser una mejora del hombre mismo. Y el hombre mismo no es lo que posee y puede manejar, ni siquiera su estructura corporal, sino que es un esp�ritu revestido de una forma corporal. Su mejora real consiste en aquello que asegura la libertad y la supremac�a de la parte m�s noble de su naturaleza. Una verdadera civilizaci�n es la que promover� esto a gran escala en la sociedad humana.

�Qu� vemos todos los a�os a medida que se acerca la temporada de Londres, sino un grupo de madres, como generales, que se embarcan en una campa�a, preparadas para sufrir cualquier grado de fatiga si solo pueden casar a sus hijas, no necesariamente con almas elevadas, hombres virtuosos, pero con cualquier facilidad para una fortuna! �Qu� vemos sino un grupo de j�venes, pensando, tal vez despu�s de una carrera de disipaci�n, que ha llegado el momento de asentarse respetablemente en la vida, y buscar, cada uno de ellos, no a una chica que tenga las gracias y el car�cter que har� felices a su marido y a sus hijos, �pero para alguien que tenga una dote suficiente que le permita mantener un gran establecimiento! �Qui�n puede preguntarse, cuando la m�s sagrada de todas las relaciones humanas, la uni�n de los corazones por el tiempo y la eternidad, se prostituye as� hasta el nivel brutal de un asunto de dinero en efectivo, que tales transacciones son seguidas r�pidamente por meses o a�os de miseria, �miseria que, despu�s de un largo tiempo en privado, finalmente se exhibe ante los ojos del mundo asombrado en medio de la indecible verg�enza y degradaci�n de la Corte de Divorcios! (Canon Liddon. )

Versículo 33

Si he cubierto mis transgresiones como Ad�n, escondiendo mi iniquidad en mi seno.

Ocultar y confesar el pecado

Cubrir y ocultar el pecado es pecado: es a�adir pecado al pecado. El pecado es la enfermedad del alma, y ??no hay forma de aumentar y hacer desesperada una enfermedad que la oculte. El silencio alimenta y acaricia las enfermedades del cuerpo; y as� ocurre con las enfermedades de nuestras almas. El pecado aumenta de dos maneras, al ocultarlo o al esconderlo.

1. En la culpa de ello. La obligaci�n del castigo se apodera m�s fuerte del alma, y ??todo hombre est� m�s atado con esas cadenas de oscuridad por cuanto m�s se esfuerza por mantener sus pecados en la oscuridad. Cuanto m�s tiempo permanece un pecado en la conciencia sin perd�n, m�s aumenta la culpabilidad. Ahora, mientras el pecado est� escondido, mientras el pecado est� artificial e intencionalmente cubierto, permanece sin perd�n; y por tanto, la culpa de ello debe aumentar necesariamente sobre el alma.

2. El pecado as� cubierto, aumenta en la inmundicia y el contagio de �l, en la fuerza y ??el poder de �l, gana m�s en el alma, se vuelve m�s amo y m�s magistral; La lujuria comienza a enfurecer, delirar, manda y lleva todo delante de ella, mientras nosotros somos tan tontos como para mantenerla cerrada y tapada. Si alguno dice: Ciertamente, no es tan pecado cubrir y esconder el pecado, porque �no condena la Escritura a los que no lo ocultaron? Yo respondo que hay un doble no esconder el pecado.

(1) Hay un no esconder que procede del arrepentimiento.

(2) Y hay un no ocultar que procede de la insolencia. O hay un no esconder el pecado que procede de un coraz�n quebrantado, y hay un no esconder el pecado que procede de un rostro descarado, de una frente de bronce. Como Job al hablar esto, negar�a el esconder y cubrir su pecado, as� afirma la confesi�n del mismo. De modo que aqu� se pretende m�s que se expresa; cuando dice que "no cubri�", lo que quiere decir es que descubri� su pecado; cuando dice que no lo ocult�, lo que quiere decir es que lo revel�.

Un hombre piadoso no solo �no se esconde�, sino que est� listo para confesar su pecado. Confiesa que puede ser liberado de la condenaci�n. La santa confesi�n del pecado, que se opone a cubrir o esconder el pecado, tiene tres cosas.

1. Una confesi�n del hecho o de lo hecho ( Josu� 7:19 ).

2. Una confesi�n de la culpa; es decir, que al hacerlo hemos hecho mal, o hemos hecho pecado y necedad.

3. Hay en la confesi�n no s�lo un reconocimiento del hecho y la culpa, sino una sumisi�n al castigo. La confesi�n es juzgarnos a nosotros mismos como dignos de muerte. La verdadera confesi�n es someterse a la sentencia del Juez, s�, juzgarnos a nosotros mismos y justificar a Dios en todos, incluso en Sus dispensaciones m�s agudas y severas. Algunos pueden decir: �Existe la necesidad de hacer tal confesi�n de pecado, viendo que Dios ya conoce y conoce nuestros pecados, con todas las circunstancias y agravamientos de ellos? Pero no confesamos para informar a Dios de lo que �l no sabe, sino para dar gloria a Dios en lo que �l sabe.

Tambi�n estamos llamados a reconocer y confesar nuestros pecados a Dios, para que nosotros mismos podamos ser afectados m�s profundamente por ellos. El conocimiento que Dios tiene del pecado en y por s� mismo puede ser un terror para los pecadores, su conocimiento de ellos por nosotros es s�lo una base de consuelo; Dios en ninguna parte ha prometido perdonar el pecado porque lo sabe, pero lo ha hecho si lo damos a conocer. Dios no conoce nada propiamente en esa capacidad como perdona y perdona, excepto aquello que nosotros reconocemos. El reconocimiento del pecado es:

(1) La confesi�n de todo pecado.

(2) De nuestros pecados especiales de una manera especial.

(3) Y toma en cuenta todas las diversas circunstancias y agravamientos de la misma.

El pecado debe confesarse con sentimiento, con sinceridad, con auto-aborrecimiento y con fe. ( Jos� Caryl )

Versículo 40

Se acaban las palabras de Job.

Puesto final de Job

Corriendo como un hilo de oro a trav�s de todo este lenguaje vehemente y apasionado, hemos visto una vena de pensamiento que ha dado a este interrogador medio rebelde un reclamo de nuestra simpat�a, y que incluso si el libro hubiera terminado aqu�, habr�a impedido que los hombres reflexivos se unieran. sus oponentes, y de abandonar al sufriente solitario y torturado a los reproches de sus amigos, ya la condena de los futuros lectores de esta gran controversia.

Su alma, madurada por el calor de la aflicci�n cruel, est� siendo preparada para dar un paso, un gran paso adelante, en esa progresiva revelaci�n de Dios mismo al hombre, que nos da la Sagrada Escritura. Se enferma al ver y sentir el mal, y se aferra a la convicci�n de que, a pesar de todas las apariencias, Dios debe ser justo, m�s justo de lo que sus amigos, o su propio credo, o su propia experiencia han declarado que �l es. lucha por ser sincero, a la vez consigo mismo, con su conciencia y con su Dios.

Anhela una visi�n m�s clara y un acercamiento m�s cercano al Ser Divino contra quien, visto en la luz insuficiente que se le ha dado, ha lanzado una acusaci�n tan vehemente, un torrente tan terrible de ira ferviente y po�tica. Y aunque no tiene una esperanza segura y segura de una vida m�s all� de la tumba, tal como fue revelada al mundo en Cristo, sin embargo, sus pat�ticos gemidos ante la finalidad de la muerte dan lugar, una vez a una vaga aspiraci�n, y una y otra vez a una tristeza. afirmaci�n m�s fuerte de su convicci�n, que brota como un destello de luz de su estado de �nimo m�s oscuro, de que incluso si va a morir, morir en su miseria y desolaci�n, Dios seguir� siendo su Goel, su Vindicador; que de alguna manera, �l no sabe c�mo, incluso despu�s del impacto de la muerte tendr� la vista de Dios, y sus agravios ser�n reparados; y por lo tanto, quien alguna vez le fue tan querido,

Y hemos notado c�mo, en su descripci�n de su vida temprana, se mueve en una atm�sfera serena y elevada, nos presenta un est�ndar moral de pr�ctica e incluso de pensamiento que un cristiano podr�a estar agradecido de alcanzar y realizar. Y ahora, �l y sus amigos son igualmente silenciosos, silenciosos pero poco convencidos. Ni un bando ni otro se han ganado la adhesi�n de aquellos contra los que discuten. No pueden se�alar ninguna culpa por parte de Job.

No puede convencerlos de su inocencia. Ni un lado ni el otro, no podemos dejar de sentir, han puesto sus manos sobre toda la verdad. Sin embargo, cada uno ha agotado su reserva de argumentos, ha disparado sus flechas y ha vaciado su carcaj. Y a pesar de lo profundo que es el dominio que Job ha ganado sobre nuestro inter�s y simpat�a, "la luz y la sombra se han graduado de tal manera que esas simpat�as no se limitan por completo a un lado". ( Dean Bradley ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 31". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-31.html. 1905-1909. Nueva York.