Bible Commentaries
Job 41

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-34

�Sacar�s a Leviat�n?

Behemot y leviat�n

La descripci�n del "gigante" en el cap�tulo anterior y del "leviat�n" aqu� sugiere algunas reflexiones morales.

I. La prodigalidad del poder creado. �Con qu� fuerza asombrosa est�n dotadas estas criaturas! �Qu� enormes sus proporciones! �Qu� exuberante su energ�a vital!

II. El poder restrictivo del gobierno divino. �Qu� mantiene a esas criaturas en la mejilla? Est�n bajo el hechizo del Todopoderoso. Para todas las criaturas, el Creador ha establecido un l�mite m�s all� del cual no pueden pasar.

III. Lo absurdo de que el hombre se enorgullezca de su fuerza. �No se glor�e el valiente de su poder�, etc.

IV. La probabilidad de gigantes mentales en el universo. �No puede haber en el dominio espiritual una diferencia tan grande en el poder de sus inquilinos como en el f�sico?

V. El modo divino de resolver las dificultades morales del hombre. Grandes fueron las dificultades de Job en relaci�n con el gobierno de Dios. Dios no razona con Job, sino que se le muestra, y esto resuelve toda disputa, y siempre lo har�.

VI. Debe estudiarse la obra de Dios en la naturaleza para impresionarnos con su majestad. Debemos recordar las religiones profundas y el car�cter serio del patriarca oriental. ( Homilista. )

Versículo 32

Hace camino para brillar tras �l.

Fosforescencia

�Cu�l fue ese camino iluminado? Fue fosforescencia. Lo encuentras en la estela de un barco en la noche, especialmente despu�s de un mal tiempo. La fosforescencia es el rel�mpago del mar. Encontr� un libro de John Ruskin, y la primera frase en la que cayeron mis ojos fue su descripci�n de la fosforescencia, en la que �l la llama el "rel�mpago del mar". Son las olas del mar diamantadas; es la inflorescencia de las olas; las olas del mar se enrojecieron, como el abismo despu�s de la batalla mar�tima de Lepanto; las olas del mar en llamas.

Hay momentos en los que de horizonte a horizonte todo el oc�ano parece conflagrarse con este extra�o esplendor, ya que cambia a cada momento a un color m�s suave o m�s deslumbrante en todos los lados de ti. Te sientas mirando por encima de la barandilla del yate o del vapor oce�nico, observando y esperando ver qu� cosas nuevas har� el Dios de la belleza con el Atl�ntico. Esta fosforescencia es la aparici�n de mir�adas del reino animal que se elevan, caen, destellan, viven, mueren.

Estos anim�lculos luminosos durante casi ciento cincuenta a�os han sido el estudio de los naturalistas y la fascinaci�n de todos los que tienen suficiente cerebro para pensar. Ahora Dios, que no pone en Su Biblia nada trivial o in�til, llama la atenci�n de Job, el cient�fico m�s grande de su �poca, sobre esta fosforescencia, y como el leviat�n de las profundidades barre el pasado, se�ala el hecho de que ��l hace un camino para brillar despu�s de �l ". ( T. De Witt Talmage. )

Versículos 33-34

Sobre la tierra no hay nada parecido.

La supremac�a del leviat�n

A menudo se habla del le�n como "el rey del bosque" o "el rey de las bestias", y en un sentido similar se habla aqu� del leviat�n como la cabeza de la creaci�n animal. No tiene miedo de ninguno de ellos; ninguno de ellos lo somete; no es presa de ninguno de ellos. Todo el argumento, por tanto, se cierra con esta afirmaci�n, que �l est� a la cabeza de la creaci�n animal; y fue por esta magn�fica descripci�n del poder de las criaturas que Dios hab�a creado, que se pretendi� impresionar la mente de Job con un sentido de la majestad y el poder del Creador.

Tuvo el efecto. Estaba abrumado por la convicci�n de la grandeza de Dios, y vio cu�n equivocado hab�a sido para �l presumir de poner en tela de juicio la justicia o juzgar las acciones de tal Ser. Dios, en verdad, no examin� los diversos puntos que hab�an sido objeto de controversia; No explic� la naturaleza de su administraci�n moral para aliviar la perplejidad de la mente; pero evidentemente quer�a dejar la impresi�n de que era vasto e incomprensible en su gobierno, de poder infinito y ten�a derecho a disponer de su creaci�n como quisiera.

Nadie puede dudar de que Dios pudo, con infinita facilidad, haber explicado la naturaleza de su administraci�n de tal manera que huyera de la perplejidad de la mente, y que resolviera las dificultades que se cern�an sobre los diversos temas que hab�an entrado en debate entre Job y sus amigos. Por qu� no hizo esto en ninguna parte, y solo puede ser objeto de conjeturas. Sin embargo, es posible que las siguientes sugerencias puedan hacer algo para mostrar las razones por las que esto no se hizo.

1. Debemos recordar el per�odo temprano del mundo cuando ocurrieron estas transacciones y cuando se redact� este Libro. Fue en la infancia de la sociedad, y cuando poca luz hab�a brillado en la mente humana con respecto a cuestiones de moral y religi�n.

2. En ese estado de cosas, no es probable que ni Job ni sus amigos hubieran podido comprender los principios seg�n los cuales se permite que los imp�os prosperen, y los justos est�n tan afligidos, si se hubieran dicho. Era necesario un conocimiento mucho mayor del que pose�an entonces sobre el mundo futuro para comprender el tema que entonces agitaba sus mentes. No podr�a haberse hecho sin una referencia muy decidida al estado futuro, donde todas estas desigualdades deben eliminarse.

3. El plan general de Dios ha sido comunicar el conocimiento por grados: impartirlo cuando los hombres hayan tenido plena demostraci�n de su propia imbecilidad y cuando sientan la necesidad de la ense�anza divina; y reservar las grandes verdades de la religi�n para un per�odo avanzado del mundo. De acuerdo con este arreglo, Dios se ha complacido en mantener en reserva, de �poca en �poca, ciertas grandes y trascendentales verdades, y aquellas que fueron particularmente adaptadas para arrojar luz sobre los temas de discusi�n entre Job y sus amigos.

Son las verdades relativas a la resurrecci�n del cuerpo; las retribuciones del D�a del Juicio; las glorias del cielo y las aflicciones del infierno, donde todas las desigualdades del estado actual pueden recibir su ajuste final e igual. Estas grandes verdades estaban reservadas para el triunfo y la gloria del cristianismo; y haberlos expresado en el tiempo de Job hubiera sido anticipar las revelaciones m�s importantes de ese sistema.

Las verdades que ahora poseemos habr�an aliviado gran parte de la ansiedad que entonces se sent�a y resuelto la mayor�a de estas cuestiones; pero el mundo no estaba entonces en el estado apropiado para su revelaci�n.

4. Fue una lecci�n muy apropiada que se les ense�ara a los hombres, que se inclinaran con sumisi�n ante un Dios soberano, sin saber la raz�n de sus obras. Tal vez no se pueda aprender ninguna lecci�n de mayor valor que esta. Para una mente orgullosa, segura de s� misma y filos�fica, una mente propensa a depender de sus propios recursos y a confiar en sus propias deducciones, era de suma importancia inculcar el deber de sumisi�n a la voluntad y la soberan�a.

�sta es una lecci�n que a menudo tenemos que aprender en la vida, y que casi todas las pruebas de la providencia est�n preparadas para ense�arnos. No es porque Dios no tenga raz�n para lo que hace; no es porque �l tenga la intenci�n de que nunca sepamos la raz�n, sino porque es nuestro deber inclinarnos en sumisi�n a Su voluntad y aceptar Su derecho a reinar, incluso cuando no podemos ver la raz�n de Sus acciones.

Si pudi�ramos razonarlo y luego someternos porque vimos la raz�n, nuestra sumisi�n no ser�a al placer de nuestro Hacedor, sino a las deducciones de nuestras propias mentes. Por lo tanto, todo el tiempo trata con el hombre, ocultando la raz�n de sus acciones, para someterlo a su autoridad y humillar todo orgullo humano. A esta terminaci�n se llevan a cabo todos los razonamientos del Todopoderoso en este Libro; y despu�s de la exhibici�n de Su poder en la tempestad, despu�s de Su sublime descripci�n de Sus propias obras, despu�s de Su apelaci�n a las numerosas cosas que son, de hecho, incomprensibles para el hombre, sentimos que Dios es grande, que es presuntuoso en que el hombre juzgue sus obras, y que la mente, no importa lo que haga, se postra ante �l con profunda veneraci�n y silencio. ( Albert Barnes. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 41". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-41.html. 1905-1909. Nueva York.