Bible Commentaries
Job 9

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-4

Entonces Job respondi� y dijo.

La respuesta de Job a Bildad

Job desconoc�a por completo las circunstancias en las que estaba sufriendo. Si Job hubiera sabido que iba a ser un ejemplo, que se estaba librando una gran batalla por �l, que los mundos se hab�an reunido a su alrededor para ver c�mo tomar�a la p�rdida de sus hijos, su propiedad y su salud, las circunstancias. habr�a sido viciado, y el juicio habr�a sido un mero aborto. En tales circunstancias, Job podr�a haberse empe�ado en realizar un esfuerzo heroico.

Si todo con nosotros fuera simple y sencillo, todo ser�a proporcionalmente f�cil y proporcionalmente in�til. Las pruebas, las persecuciones y las pruebas est�n destinadas a cultivar tu fuerza, perfeccionar tu paciencia, consolidar tu esperanza y tu amor. Dios no nos explicar� las causas de nuestra aflicci�n, como tampoco le explic� al patriarca las causas de la aflicci�n de Job.

Pero la historia viene a hacer lo que Dios mismo se abstiene de hacer. �Qu� curso dice Job que tomar�? Un punto de partida est� marcado en el d�cimo cap�tulo. Ahora le habla al cielo. Hablar� con amargura de alma. Eso es correcto. Escuchemos lo que el alma de Job tiene que decir. No seas duro con los hombres que hablan con cierta indignaci�n en el momento del dolor. Estamos irritados y afligidos por las cosas que nos suceden en la vida. Sin embargo, incluso en nuestra misma franqueza deber�amos esforzarnos al menos por hablar en tono castigado. Job dice que le preguntar� por una raz�n.

"Mu�strame �por qu� contiendes conmigo?" Job tambi�n apelar� a la conciencia divina, si se permite la expresi�n ( Job 10:3 ). Debemos tener confianza en la bondad de Dios. Job entonces se defiende a s� mismo: su misma fisiolog�a, su constituci�n ( Job 10:8 ).

Lo que pesaba tanto sobre Ad�n y Job era la limitaci�n de su existencia. Esta vida, tal como la vemos, no lo es todo; es un alfabeto que tiene que moldearse en literatura, y una literatura que termina en m�sica. La inmortalidad consciente del alma, como esa alma fue formada en el prop�sito de Dios, ha mantenido a la raza libre de la desesperaci�n. Job dijo, si esto fuera todo lo que vemos, le gustar�a ser extinguido.

Preferir�a dejar de ser antes que vivir bajo un sentimiento de injusticia. Esta bien puede ser nuestra convicci�n, de las agon�as y agon�as de la experiencia individual y las convulsiones nacionales, vendr� una creaci�n hermosa como el mediod�a, tranquila como las estrellas silenciosas pero radiantes. ( J. Parker, DD )

La idea de Dios de Job

I. Lo consideraba justo. "S� que es una verdad: pero �c�mo puede el hombre ser justo con Dios?" Su lenguaje implica la creencia de que Dios era tan justo que requer�a que el hombre fuera justo a sus ojos. La raz�n lo afirma; el Infinito no puede tener ning�n motivo para la injusticia, ninguna circunstancia externa que lo tiente a equivocarse. La conciencia afirma esto; en lo profundo del centro de nuestro ser moral, est� la convicci�n de que el Creador es justo.

La Biblia declara esto. Job bien podr�a preguntar c�mo puede el hombre ser justo ante �l. �l dice, no estableciendo una defensa y suplic�ndole; "Si contiende con �l, no puede responderle ni una entre mil". �Qu� puede suplicar un pecador ante �l?

1. �Puede negar el hecho de su pecaminosidad?

2. �Puede probar que pec� por una necesidad de su naturaleza?

3. �Puede darse cuenta satisfactoriamente de que, aunque ha pecado, el pecado ha sido una excepci�n en su vida, y que todo el t�rmino de su existencia ha sido bueno y de servicio al universo? No puede hacer nada de esta manera; ninguna s�plica responder�. Debe llegar a ser justo antes de poder aparecer justo ante Dios.

II. Lo consideraba sabio. "�l es sabio de coraz�n". �Qui�n duda de la sabidur�a de Dios? Todo el sistema de la naturaleza, los arreglos de la Providencia y la mediaci�n de Cristo, todos revelan Su "multiforme sabidur�a". �l es sabio, de modo que ...

1. No puedes enga�arlo con tus falsedades; �l lo sabe todo sobre ti, ve lo m�s profundo de tu ser.

2. No puedes frustrarlo con tus estratagemas. Sus prop�sitos deben mantenerse.

III. Tan fuerte. "Poderoso en fuerza". Su poder se ve en la creaci�n, sustento y gobierno del universo. La fuerza de Dios es absoluta, independiente, ilimitada, inconmovible y siempre del lado del derecho y la felicidad.

IV. Lo consideraba retributivo. Hay un elemento retributivo en la naturaleza divina: un instinto de justicia. La retribuci�n en gobernadores humanos es pol�tica. El Eterno retribuye el mal debido a Su repugnancia instintiva al mal. Por tanto, el malhechor no puede tener �xito. El gran principio es que si un hombre desea prosperidad, debe aceptar los arreglos de Dios en Su providencia y gracia; y se ve sabidur�a al estudiar estos arreglos y ceder a ellos. ( Homilista. )

Pero, �c�mo deber�a ser el hombre justo con Dios?

Sobre la justificaci�n

Con respecto a la relaci�n que el hombre tiene con Dios, dos consideraciones son esenciales: una sobre nosotros mismos y la otra sobre nuestro Hacedor. Somos sus criaturas, y por lo tanto total e indivisiblemente suyas, y le debemos todo nuestro servicio. El que empleemos cualquier parte de nosotros mismos en algo contrario a Su deseo, es una injusticia hacia �l; y, por tanto, nadie que lo haga puede ser justo con �l en esto.

Pero como nuestra voluntad y nuestros pensamientos no est�n en nuestro propio poder, hagamos lo que hagamos, es in�til esforzarse por poner al hombre en su totalidad al servicio de Dios. Una obediencia tan perfecta como confesamos que le debemos como criaturas a nuestro Creador, es absolutamente inalcanzable. �Debemos entonces rebajar, no nuestros esfuerzos, sino nuestro est�ndar? �Estar� Dios satisfecho con algo menos que la perfecci�n absoluta? Dado que somos criaturas de Dios, le debemos una obediencia perfecta y sin pecado en pensamiento, palabra y obra. Y Dios no puede estar satisfecho con menos. Si Su santidad y Su justicia no fueran tan perfectas como Su misericordia y Su amor, �l no ser�a perfecto, o en otras palabras, �l no ser�a Dios.

1. Que el hombre no puede ser justificado por la ley, es decir, por su obediencia a la ley o el desempe�o de sus deberes, se desprende de su condici�n: "Haz esto, y vivir�s". No disminuye la sinceridad; no tiene en cuenta la enfermedad. La piedad es inadmisible aqu�; simplemente pide lo que se le debe y ofrece la recompensa al pagarla.

2. Tampoco puede ser justificado por una ley atenuada; es decir, baj�ndolo hasta que est� al alcance.

3. Ni tampoco puede ser absuelto por el paso de sus transgresiones por el olvido (por as� decirlo) de Dios; como si no fuera a ser extremo para se�alar lo que se hizo mal.

4. �C�mo, pues, ser� el hombre justo con Dios? Debe ser de una manera que respete la ley. Cristo "engrandeci� la ley y la hizo honorable" -

(1) Manteni�ndolo completo e intacto; y

(2) soportando su maldici�n, como si la hubiera quebrantado; convirti�ndose en "pecado por nosotros que no conocimos pecado, para que seamos hechos justicia de Dios en �l". ( George Jeans, MA )

El modo de la justificaci�n del pecador ante Dios

�C�mo se justifica el hombre ante Dios? Hablamos del hombre tal como se encuentra ahora en el mundo: ca�do, culpable y contaminado. El hombre fue enderezado al principio. La primera acci�n de su naturaleza, en sus varias partes, estaba en armon�a con las leyes correspondientes a cada una, por lo que continu� durante un breve per�odo de tiempo. Cuando hablo de las leyes que pertenecen a cada parte, me refiero a las de la materia y la mente, el cuerpo, los sentidos y el intelecto.

Dios le hab�a impuesto una prohibici�n, y a la observancia de esto le hab�a prometido su favor continuo, y a la no observancia le atribuy� la p�rdida de ese favor. La prueba aqu� no era si el hombre alcanzar�a el favor divino, sino si deb�a retenerlo. El peligro a ser aprehendido, porque el peligro est� involucrado en la noci�n misma de un per�odo de prueba, era que Ad�n cayera, no que no pudiera resucitar, como es el caso de nosotros, sus descendientes.

�C�mo se mantuvo a Ad�n, mientras estuvo en un estado de aceptaci�n ante Dios? es decir, �c�mo fue justificado Ad�n, en la medida en que el t�rmino justificaci�n se puede predicar de �l? Continu� en el favor divino mientras obedeciera la ley. Fue justificado por las obras. No hay nada malo necesariamente en la idea de la justificaci�n por las obras. La conciencia, naturalmente, no conoce otro modo de justificaci�n, y cuando eso es imposible, entrega al ofensor a la condenaci�n y la desesperaci�n.

La conciencia no conoce m�s justificaci�n que la de las obras. Cuando es posible, lo primero, lo obvio y lo leg�timo, el modo natural de obtener el favor divino es mediante una perfecta obediencia, en la propia persona, a los mandatos divinos contenidos en la ley moral. �C�mo se justifica la posteridad de Ad�n? No de la misma manera que �l. Sus circunstancias son tan diferentes. �l era inocente, ellos son culpables; �l era puro, ellos son impuros; �l era fuerte, ellos son d�biles.

El modo de justificaci�n del Evangelio no puede ser por obras. Pero, �qu� es positivamente? El conocimiento de este tema debe abarcar dos cosas, a saber, lo que Dios ha hecho con este fin: hacer posible la justificaci�n; y lo que hace el hombre cuando se vuelve actual. A Dios le agrad� salvarnos, no arbitrariamente, sino indirectamente. �l no ha cancelado nuestro pecado, como un hombre podr�a cancelar la obligaci�n de un vecino endeudado, simplemente dibujando su pluma sobre el registro en su libro mayor.

Esto puede ser �til para una criatura en relaci�n con sus compa�eros. Se nos dice en las Sagradas Escrituras que Dios el Padre ha dado a Su Hijo para que sea un "rescate" por nosotros, un "sacrificio por nuestros pecados", un "mediador entre �l y nosotros", el "�nico nombre bajo el cielo entre los hombres mediante el cual puede ser salvado." El Padre puso en su muerte expiatoria el fundamento de nuestras esperanzas, la �piedra angular elegida� de nuestra salvaci�n.

Por el Esp�ritu Santo y por medio de ese Hijo, tambi�n ha concedido a la humanidad, adem�s de una oferta de perd�n, una oferta de ayuda, s�, ayuda en la misma oferta. La mediaci�n del Esp�ritu comenz� en el momento en que se predic� por primera vez el Evangelio a Ad�n ca�do. De hecho, tambi�n lo hizo el Mediador de Cristo, es decir, Dios comenz� inmediatamente a tener una perspectiva prospectiva de la escena que un d�a se promulgar�a en el Calvario.

Pero la mediaci�n del Esp�ritu no pod�a demorarse ni un momento. Para que la salvaci�n de los hombres sea subjetivamente posible, el Esp�ritu debe ser dado real e inmediatamente. Entonces, �qu� es necesario por parte del hombre? Esto puede parecerle a algunos una forma peligrosa de ver el sujeto. No voy a establecer un reclamo de m�rito por parte del hombre. Cuando un hombre es justificado, como la justificaci�n tiene lugar por parte de Dios, debe haber algo correlativo por parte del hombre; el hombre tambi�n debe hacer algo.

Este gran acto de Dios debe encontrar alguna respuesta en el coraz�n del hombre. Debe haber, en una criatura ca�da, culpable y contaminada, emociones que al principio eran desconocidas en el Para�so. Le conviene una profunda penitencia, un dolor punzante, un amargo reproche y un absoluto desprecio por s� mismo. Si miramos al honor de Dios, o las exigencias de su gobierno moral, llegamos a la misma conclusi�n. As� como su honor requiere que los obedientes sigan siendo obedientes, tambi�n requiere que, habiendo desobedecido, se arrepientan y dejen de ser desobedientes: es, en verdad, el mismo esp�ritu en ambos casos, solo adaptado a la adversidad del circunstancias.

Si Dios, en misericordia, justifica al imp�o, debe ser de tal manera que no entre en conflicto con estos primeros y manifiestos principios; y el Evangelio, por lo tanto, debe tener alg�n artificio por el cual los hombres puedan alcanzar la justificaci�n sin menoscabar el gobierno divino, o degradar el car�cter divino, o pensar muy bien de s� mismos. Entonces, �cu�l es ese artificio? No es la forma de trabajar.

Lo que conviene a Ad�n en el Para�so no nos conviene a nosotros, expulsados ??al desierto del pecado y la culpa. Estamos preguntando, como el correlativo a la justicia y la ley por parte de Dios es la obediencia por parte del hombre, �cu�l es el correlativo a la mera y la expiaci�n? no puede ser ese sentimiento de autosatisfacci�n que le pertenece a quien ha cumplido la ley. Su presente obediencia, por perfecta que fuera, no pod�a deshacer la desobediencia pasada.

El correlativo a los actos divinos de justificaci�n no pueden ser actos humanos en obediencia a la ley. "Por las obras de la ley ninguna carne ser� justificada". Pero, �no puede el hombre ser justificado por la obediencia a una ley mitigada? �No es el Evangelio, despu�s de todo, s�lo la ley moral con algunas reducciones dise�adas para reducirlo al nivel de nuestra debilidad? �sta es la suposici�n m�s plausible y enga�osa que podr�a hacerse.

Concuerda exactamente con el orgullo natural del hombre, su afici�n por sus �dolos y, al mismo tiempo, tiene un aire de misericordia y justicia mezcladas. Pero, por enga�oso que sea, es completamente infundado en la raz�n o en las Escrituras. Supone que la ley, que consideramos como una transcripci�n del car�cter divino, se encuentra defectuosa y, en consecuencia, sus requisitos se reducen al nivel verdadero. Ni la violaci�n de la ley, ni su observancia en su forma original o mitigada, puede ser el fundamento de nuestra justificaci�n ante Dios, en nuestro estado actual, �qu� camino queda entonces para este objeto infinitamente deseable? �No estamos encerrados en el camino de la fe? �Ser justificados por la fe.

�Nada que sea moralmente bueno precede a la justificaci�n o es simult�neamente instrumental de ella; todo el bien real lo sigue. Por fe entendemos la confianza en Cristo como nuestro sacrificio expiatorio, y en el Se�or nuestra justicia, para ser aceptado ante Dios. Es la dependencia de otro. Aqu� no hay confianza en uno mismo ni complacencia en uno mismo. Este principio consulta y proporciona todos los intereses involucrados en una dispensaci�n de misericordia a las criaturas ca�das a trav�s de un Redentor Divino.

Humilla al pecador. Exalta al Salvador. Se promueve la santidad. Si tal es entonces la naturaleza y tendencia de la fe, si es el �nico instrumento de justificaci�n, y si es s�lo en un estado de justificaci�n que el hombre puede rendir una obediencia real y aceptable, cu�n ferviente e incesante debe ser nuestra oraci�n ". �Se�or, aumenta nuestra fe! " ( W. Sparrow, DD )

Expiaci�n y pensamiento moderno

Lo que arranc� este grito de Job fue una conciencia aplastante de la omnipotencia de Dios. �C�mo podr�a yo, la criatura impotente que soy, levantarme y afirmar mi inocencia ante �l? Lo que provoca la exclamaci�n ahora es algo bastante diferente. Hemos perdido incluso el sentido de Job de una relaci�n personal con Dios. La idea de la responsabilidad individual inmediata ante �l parece estar sufriendo un eclipse en esta generaci�n.

La ense�anza moderna prevaleciente fuera del cristianismo hace del hombre su propio centro y lo impulsa, por motivos de inter�s propio, a buscar su propio bienestar, y el bien de todos como contribuyente al suyo. En �ltima instancia, es una ley en s� mismo. Las reglas morales que �l encuentra vigentes en el mundo son solo experiencias registradas de las l�neas a lo largo de las cuales se puede asegurar la felicidad. Tienen cierto peso, ya que los hechos meteorol�gicos comprobados tienen peso entre los marineros, pero eso es todo.

No tiene ninguna obligaci�n en el estricto sentido moral. El conjunto es una cuesti�n de inter�s. Ahora sostenemos que todo esto no es cierto. La obligaci�n que nos presiona desde el exterior establece una autoridad sobre nosotros; y la conciencia, reconociendo la obligaci�n, s�, estampando el alma con un auto-juicio instintivo, mientras cumple o se niega a cumplir con las obligaciones: estas van con nosotros dondequiera que vayamos, a la escuela, la universidad, los negocios, las relaciones sociales, el deber p�blico.

Si reconocemos nuestras obligaciones y las cumplimos concienzudamente, aseguramos nuestros m�s altos intereses. Pero eso de ninguna manera convierte la obligaci�n en inter�s. Las dos posiciones son mutuamente excluyentes. Si un hombre por mero inter�s propio hiciera todas las cosas que otro hombre hizo por un sentido de obligaci�n, ni una sombra de la paz y la justa aprobaci�n de este �ltimo ser�a suya. El objetivo ego�sta evacuar�a los actos de todas sus cualidades ennoblecedoras.

Mientras que el hombre concienzudo se perder�a a s� mismo, el ego�sta se encerrar�a en un fr�o aislamiento, se perder�a a s� mismo, sin tener ning�n control real sobre ninguna otra alma, porque su objetivo desde el principio ha sido salvarse y servirse a s� mismo. Pero si esta es la verdadera visi�n de la vida, debemos aceptar todo lo que fluye de ella. Confiemos en nuestra naturaleza moral como lo hacemos con esa parte de nuestra naturaleza que mira hacia el mundo de los sentidos.

Si estoy realmente obligado, soy libre. La obligaci�n no tiene el significado que le atribuimos, a menos que presupongamos libertad. Si la moral es m�s alta en m�, si cada facultad e inter�s del derecho est� sujeto a su influencia, entonces en simple lealtad a los hechos debo inferir que el orden m�s alto de este mundo es un orden moral. Pero una vez que concedas eso, estar�s en la regi�n de la personalidad de una vez. En el momento en que te sientes bajo el deber, te reconoces como una persona, libre, moral, consciente de s� mismo.

Est�s cara a cara con un Gobernador Moral Divino, en quien todas tus obligaciones morales inferiores encuentran su �ltimo descanso, desde que �l las estableci�; y quien, como su autor y sustentador, tiene derecho a la entrega total de todo su ser. El significado supremo de la vida para ti es cumplir con tus obligaciones para con tu Dios. Siendo hechos por un Dios de santidad, debemos suponer que hemos sido llamados a la existencia como un medio para ejemplificar y glorificar el derecho.

El derecho es supremo sobre todos nuestros intereses meramente personales. Existimos por el derecho. El hombre puede justificarse consigo mismo s�lo si agrada a Dios: con la conciencia de la desobediencia viene la culpa, el miedo, el alejamiento. Cuando sobreviene esta desafortunada comodidad, como ha sucedido en la comodidad de todos, el primer punto es resolver esta cuesti�n del derecho entre el hombre y Dios. Antes que nada y todo lo dem�s en religi�n, antes de la santificaci�n, antes incluso de que consideremos en detalle c�mo nuestra vida debe unirse a Dios, surge la gran cuesti�n de nuestro encuentro y cumplimiento de las exigencias de la ley de Dios.

La expiaci�n es nuestra primera y m�s urgente preocupaci�n. La Biblia se compromete con tres declaraciones sobre usted. Toma el �ltimo primero. Por las obras de la ley, o por sus propias acciones, no puede ser considerado un hombre perfectamente justo a los ojos de Dios. En segundo lugar, no puede liberarse de la culpa por este resultado. En tercer lugar, usted ve que la Biblia ocupa un terreno propio, y debe juzgarla en su propio terreno. Ahora considere la principal dificultad para ejercitar la mente de los hombres en este momento.

Vivimos en una �poca m�s pr�ctica que te�rica. Decimos: �C�mo puede un mero arreglo, como la expiaci�n, rectificar mis relaciones con Dios, separarme del pecado y asegurar mi conformidad real con la voluntad de Dios? Tomando el camino del Evangelio tal como est�, contin�o mostrando la verdadera ra�z y rama de redenci�n y restauraci�n que confiere. Donde los hombres yerran es en dejar fuera de vista la gran personalidad de Cristo. Olvidan que la redenci�n est� en �l. ( John Smith, MA )

La demanda de la naturaleza humana por la expiaci�n

1. Nuestro tema es la expiaci�n y los hechos de la naturaleza humana que la exigen. La religi�n puede explicar todos sus principios y doctrinas apelando a los hechos de nuestro ser. La doctrina de la reconciliaci�n con Dios mediante la muerte expiatoria de Jes�s es, sin duda alguna, la doctrina principal y, en algunos aspectos, la m�s oscura de la religi�n cristiana. Sin embargo, creer en sus caracter�sticas generales es esencial para cualquier aceptaci�n honesta del Evangelio. Sin discutir las tinieblas, deseo, en ayuda de la fe, simplemente se�alar cu�n cierto es para todos los hechos de la naturaleza humana.

2. "�C�mo debe el hombre ser justo con Dios?" No es una cuesti�n que surja de la cultura �tica reciente o del progreso del hombre en el desarrollo moral, como algunos han pensado. Es tan antiguo como el alma humana, tan antiguo como el sentido del pecado, tan universal como la humanidad, y se escucha en todas las religiones. Bajo los cielos ardientes de la Arabia primitiva, un jeque �rabe y sus tres amigos debaten este gran problema. Primero&mdash

(1) Bildad, el shuhita, establece la premisa incontrovertible de la que parte la discusi�n, una premisa basada en la conciencia universal, y axiom�tica en su verdad: �He aqu�, Dios no apartar� al hombre perfecto, ni ayudar� al malhechor. . " Es decir, Dios hace una distinci�n eterna y una diferencia en el trato que da a los justos e injustos.

(2) Entonces arriba Job habla: �S� que es as� de verdad. Pero, �c�mo deber�a ser el hombre justo con Dios? �Si contiende con �l, no puede responderle como una entre mil! " �No hay quien haga el bien; no, ni uno. "

(3) Desanimado, Job contin�a: �Si Dios no aparta su ira, los orgullosos ayudantes se inclinan debajo de �l. �Cu�nto menos le responder� y elegir� palabras negativas para razonar con �l? Es decir, todos nuestros arrepentimientos y justificaciones, de los que tanto confiamos, son, por la desnudez de nuestra necesidad, pero como trapos de inmundicia. El grito de misericordia, en lugar de justicia, debe ser nuestro �nico ruego.

(4) Entonces Job contin�a de nuevo: �Tengo miedo de todos mis dolores. S� que no me considerar�s inocente ". "Todos mis dolores". Est� el remordimiento, el infierno que hay en m�, el sentido de la justicia insatisfecho, "�les tengo miedo!"

(5) Entonces Job reanuda una vez m�s: "�No hay entre nosotros ning�n hombre de d�a, para que ponga su mano sobre ambos!" Ah, el Cristo bendito, el Mediador, nuestro Hombre de D�as, poniendo una mano sobre la Justicia y la otra sobre nuestras cabezas culpables, nuestra Expiaci�n, haciendo que Dios y el hombre sean uno en paz: ��l no hab�a venido! "�No hay entre nosotros ning�n hombre de d�a, para que ponga su mano sobre ambos!" �Ves ahora por qu� Abraham y Job y todos los reyes y profetas de la antig�edad anhelaban ver el d�a de Cristo, y cu�n dif�cil fue para ellos morir sin verlo? "�No tenemos hombre de d�a!" Oh, la profundidad abismal del anhelo en esa palabra, "No tenemos hombre de d�a" y "�C�mo debe el hombre ser justo con Dios?" Y luego, por todo lo que se nos dice, ese coloquio en el desierto se detuvo all�, en total tristeza y tristeza.

Oh, si alguno de nosotros tan solo hubiera estado all�, y hubiera podido golpear y arrojar al abismo los a�os que transcurrieron entre el d�a de Job y el de Cristo. O, si pudi�ramos haber conducido al ap�stol Juan a esa compa��a de Job y sus tres amigos, y haber pedido a Juan que hablara, con un tono claro, sobre su debate, y que les dijera a esos, los antiguos �rabes, como �l dijo. a nosotros: �Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo.

�Y �l es la propiciaci�n por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino tambi�n por el mundo entero! " Pero Pablo lo vuelve a decir, en su manera exacta y positiva, e insiste en ello. "�Para declarar, digo, en este momento su justicia, para que �l sea justo y el que justifica al que cree en Jes�s!" Y luego quedan satisfechos. Y ahora Job, Bildad, Zofar y Eli� se ponen de pie sobre las arenas del desierto, y con Juan y Pablo levantan los ojos y las manos hacia el cielo y claman a una sola voz: �Al que nos am� y nos lav�. de nuestros pecados en su propia sangre, a �l sea la gloria, el dominio, la honra y el poder, por los siglos de los siglos. Am�n."

3. Afirmo, como cuesti�n de experiencia cristiana, que todas las caracter�sticas e implicaciones necesarias de la doctrina ortodoxa de la expiaci�n son fieles a los hechos de la naturaleza humana. Cuando digo el punto de vista ortodoxo, me refiero a ese punto de vista en la forma m�s elevada de su enunciado, el punto de vista sustitutivo, a saber, que la muerte de Cristo se convierte en una satisfacci�n real de la justicia, de ese sentido de justicia que existe en nuestro propio pecho y en el pecho. de todas las criaturas inteligentes, y que, en la naturaleza de las cosas, debe ser una duplicaci�n del sentido de justicia dentro del seno de Dios mismo; que los sufrimientos y la muerte de Cristo se conviertan en una satisfacci�n real de la justicia por nuestros pecados pasados, cuando la aceptamos como tal por la fe.

Y la prueba de que es una satisfacci�n, la evidencia de que nos quita la sensaci�n de dem�rito, la sensaci�n de que le debemos algo a la justicia, es que somos conscientes de que lo hace. Los fil�sofos a veces han rechazado y rechazado la conciencia por grandes mayor�as, pero se niega a quedarse abajo y afuera. Vuelve y se reafirma. �Un hombre simplemente lo sabe, se�or�, como dijo el Dr. Johnson, �y eso es todo sobre el asunto.

�Todo lo que los cristianos podemos hacer, todo lo que tenemos que hacer, es tener la experiencia de ello, y luego quedarnos quietos, y declarar magn�fica e imperiosamente que s�, porque sentimos que es as�. Los hombres pueden decirnos que no deber�a ser as�; volveremos a unirnos que es as�. Pueden decir que nuestro sentido del bien y del mal est� muy desarrollado de manera imperfecta, o que no podemos obtener paz del pensamiento de que un Ser inocente ha sufrido en nuestro lugar. Contra nuestra experiencia, el mundo no puede responder. Afirmamos que el hombre siente que su pecado necesita propiciaci�n y que, si lo desea, puede encontrar que la muerte de Cristo satisface esa necesidad.

4. Salgamos de la experiencia distintivamente cristiana y observemos algunos hechos de la naturaleza humana que muestran su tendencia hacia la expiaci�n en Jes�s.

(1) Afirmamos que el arrepentimiento y la reforma por s� solos no satisfar�n el sentido de derecho en el hombre. Hace veinticinco a�os un amigo m�o, un ni�o, en circunstancias de gran tentaci�n, rob� y luego tuvo que mentir para ocultar el robo. Despu�s no tuvo el valor de confesar y restaurar. La oportunidad de reconocer su pecado y hacer la restituci�n pronto pas� para siempre. En unos pocos a�os, me ha asegurado que el recuerdo de ese primer y �nico robo todav�a est� muy presente en su alma, y ??que nunca podr� sentirse a gusto hasta que ese asunto se arregle de alguna manera.

Manteniendo este hecho resplandeciente en la experiencia, afirmo que el sentido moral exige satisfacci�n. El arrepentimiento no es suficiente, �l se ha arrepentido. La reforma no es suficiente, nunca ha robado desde entonces. A�n as�, no puede responder a Dios ni a s� mismo. �l no es inocente, y los "orgullosos ayudantes se inclinan debajo de �l". Era necesaria la propiciaci�n de su propio sentido del derecho. �l y mi amigo van y se paran al lado de Job all� en el desierto, y dicen con �l: �Tengo miedo de mis dolores.

S� que no me considerar�s inocente ". No se consideran inocentes. Perm�tanme agregar algunos ejemplos m�s de los sentimientos m�s �ntimos de hombres representativos que miran en la misma direcci�n. Byron no era un hombre dado a la superstici�n ni a la volatilidad. En su "Manfred", se sabe que habl� de los hechos de su propio coraz�n culpable. Ah� dice ...

�No hay poder en los santos,

Ni encantos en la oraci�n, ni forma purificadora

De penitencia, ni de mirar hacia afuera, ni de ayuno,

Ni agon�a, ni mayor que todos ellos,

Las torturas innatas de esa profunda desesperaci�n

Que es el remordimiento sin miedo al infierno,

Pero en general suficiente por s� mismo

Har�a un infierno en el cielo , puede exorcizar

Desde el esp�ritu ilimitado el sentido r�pido

De sus propios pecados, sufrimientos y venganza

Sobre s� mismo ".

Ahora, recuerde que esto es poes�a. En la poes�a obtenemos la filosof�a m�s profunda: all� habla el coraz�n. No tiene m�s voz que la voz de la naturaleza. Byron habla fiel a la naturaleza cuando declara que ni la oraci�n, ni el ayuno, ni la agon�a, ni el remordimiento pueden expiar el pecado o satisfacer el alma. �No hay en la confesi�n de ese esp�ritu volc�nico un hecho que mira hacia la necesidad del hombre del Calvario? Tomo mi Shakespeare y lo abro en �Macbeth�, esa tragedia m�s terrible de nuestra lengua, incomparable en la literatura por su descripci�n del funcionamiento de una conciencia culpable, para ser estudiada cada vez m�s.

Lady Macbeth - el rey Duncan ha sido asesinado - camina en sue�os por el castillo de su marido por la noche con una vela en sus manos. �M�dico: �C�mo lleg� ella a esa luz? Sirviente : Bueno, estuvo a su lado; ella tiene luz a su lado continuamente; es su orden ". Mientras camina, se frota las manos. Un criado explica: �Es una acci�n acostumbrada con ella parecer que se lava las manos; La he conocido para continuar en esto un cuarto de hora.

Entonces Lady Macbeth habla: �Sin embargo, aqu� hay un lugar. �Qu�! �Estas manos nunca estar�n limpias? ... Aqu� est� el olor de la sangre todav�a; �No todos los perfumes de Arabia endulzar�n esta manita! " �No hay algo all� que suene como el eco de las palabras de Job en el desierto: "Tengo miedo de todos mis dolores"? Lady Macbeth, caminando de noche y arrepinti�ndose de su crimen y lav�ndose las manos en sue�os con la sangre de Duncan, �no parece como si una conciencia acusadora y el sentido de la justicia insatisfecho pudieran crear su propio infierno?

(2) A�n m�s, afirmo que el sentido moral nunca se apacigua hasta que se hace de alguna manera la expiaci�n. El golpe expiatorio debe caer en alguna parte, aunque sea sobre �l mismo, antes de que un hombre pueda estar en paz consigo mismo. Esa es una serie de pasajes profundamente instructivos, porque profundamente verdaderos, en la tragedia de Coleridge de �Remordimiento�, que expone este hecho. �El culpable y herido por la culpa Ordonio es apu�alado por Alhadra, la esposa del Isadore asesinado.

Mientras el acero bebe la sangre de su coraz�n, �l pronuncia una sola palabra, '�Expiaci�n!' Su esp�ritu de auto-acusaci�n, que se conmueve con sus recuerdos arrepentidos, y que el perd�n c�lido y cordial de su hermano herido no ha podido calmar en lo m�s m�nimo, en realidad siente su primer chorro de alivio solo cuando entra el cuchillo vengador, y el crimen se encuentra con la pena ". Ordonio, moribundo, expira diciendo:

�Me qued� en silencio, como un esclavo ante ella,

Para probar el ajenjo y la hiel,

Y sacia este coraz�n que se acusa a s� mismo

Con agon�as m�s amargas que las que puede dar la muerte ".

Eso me parece decirme que nada le dar� paz al alma sino una expiaci�n de alg�n tipo.

5. Creo, por lo tanto, que si pudieras traer a Job y sus tres amigos, y mi conocido que rob� en su juventud, y Byron, Shakespeare y Coleridge aqu� hoy, estar�an de acuerdo y estar�an de acuerdo en algunas cosas. en nombre de los hechos de la naturaleza humana.

(1) Estar�an de acuerdo en que el arrepentimiento por s� solo no hace que un hombre est� en paz. Toda esta compa��a se hab�a arrepentido amargamente.

(2) Estar�an de acuerdo en que la reforma no era suficiente.

(3) Estar�an de acuerdo en que el remordimiento del alma culpable, su "mordida" sobre s� misma, era su propio infierno, suficiente para su castigo.

(4) Estar�an de acuerdo en que la mente exige tan severamente que se haga la expiaci�n, en alg�n lugar y de alguna manera, que antes ofrecer� su propio seno, como lo hizo Ordonio, que dejar insatisfecho su propio sentido de la justicia.

(5) Probablemente estar�an de acuerdo con S�crates cuando le dice a Plat�n, como algunos de ustedes pueden haber dicho hoy: �Quiz�s Dios pueda perdonar el pecado, pero no veo c�mo puede hacerlo, porque no veo c�mo deber�a hacerlo. " Es decir, "No veo c�mo el hombre que ha pecado pueda estar jam�s en paz".

(6) Y luego afirmo que, si los a�os entre ellos pudieran ser eliminados y Pablo pudiera unirse a esa compa��a y decir: "He aqu� el Cordero de Dios, a quien Dios puso como propiciaci�n por su" sangre, para mostrar su justicia. por haber pasado por alto los pecados cometidos antes, para que �l mismo sea justo y el que justifica al que tiene fe en Jes�s �- si Pablo pudiera decirles eso, y esa compa��a pudiera aceptar a Cristo como su Daysman, transfiri�ndose por arrepentimiento sincero y fe de su culpa hacia �l, y consintiendo en sus mentes que �l deber�a descargar su castigo con Su cuerpo y sangre, entonces afirmo, en el nombre de millones de cristianos, que encontrar�n la paz.

Y afirmo que este sentimiento de deuda con la justicia, que es igual en el seno de Dios y en el seno del hombre, estando satisfecho, Job y sus amigos, Byron, Shakespeare y Coleridge, y todos los hombres pecadores saldr�an a su encuentro. pies y decir, con Juan y Pablo y toda esa otra compa��a de los salvos en el cielo: �Al que nos am� y nos lav� de nuestros pecados en su propia sangre, a �l sea la gloria, el imperio, la honra y el poder, por los siglos de los siglos. siempre.

�Am�n!" Tales son algunos de los hechos en la conciencia de los hombres que un breve examen nos permite advertir. La l�gica de la naturaleza humana es Cristo. Ning�n Humboldt, Cuvier o Darwin, con un ojo cient�fico agudo, jam�s not� tal variedad de hechos f�sicos, todos apuntando hacia un fin en el mundo f�sico, como lo encontramos en el reino moral, todos tendiendo hacia Jes�s. Tertuliano afirm� que el testimonio de la mente era naturalmente cristiano.

Su reclamo es justo. Los hombres pueden balbucear ante estos hechos en conciencia; pueden declarar que hacen de Dios un Moloch, y que la doctrina de la expiaci�n es una invenci�n sangrienta de hombres de mente burda, pero los hechos permanecen quietos, y su tendencia cient�fica y su deriva es totalmente hacia el Hombre Bendito del Calvario. Si alguien no se siente as� ahora, est� drogado con el pecado; ha tomado opi�ceos; �l no es �l mismo. ( JC Jackson, DD )

Versículo 4

�Qui�n se endureci� contra Dios y prosper�?

Endurecido contra dios

Este pasaje insin�a:

I. Que Dios dirige los llamamientos a los hombres para atraerlos a �l. La conducta imputada a los hombres s�lo es susceptible de explicaci�n si se asume la existencia de tales apelaciones.

1. Dios nos ha llamado por medio de la conciencia. La conciencia es el testimonio de un juicio secreto en la mente de un hombre en cuanto a la calidad moral de sus propios pensamientos y acciones. Los verdaderos dictados de la conciencia se ajustan al extenso principio de la ley divina; y los juicios de uno son sustancialmente los juicios del otro.

2. Por la instrumentalidad de la providencia, los eventos que suceden bajo la superintendencia de Dios en la esfera temporal y afectan los intereses temporales del hombre, est�n destinados siempre a hablar poderosamente en su nombre. Job reconoci� este hecho cuando pronunci� el idioma que ten�amos ante nosotros.

3. Por la instrumentalidad de la verdad revelada. Toda la Escritura es �til �para ense�ar, para redarg�ir, para corregir, para instruir� y para lo que pertenece a la justicia.

II. Los hombres tratan los llamamientos de Dios con obstinada resistencia. El texto toma el caso de los hombres que �se endurecen contra Dios�, indicando un h�bito que es atroz en su naturaleza y que es progresivo en su influencia. Es enf�ticamente la resistencia, la entrega del coraz�n y la vida a los objetos contra los cuales Dios ha abogado, y la retenci�n del coraz�n y la vida en medio de las indulgencias contra las cuales Dios ha protestado y condenado.

Esta resistencia se introduce como voluntaria. Tambi�n se presenta como continuaci�n. Esa continuaci�n aumenta la culpa. Tal resistencia se vuelve m�s atroz y agravada en la medida en que las llamadas dirigidas por Dios son solemnes y pesadas. La resistencia tambi�n es progresiva en su influencia. En la medida en que contin�a en la indulgencia, ejerce un poder y una autoridad crecientes sobre el alma. Se vuelve m�s estable, m�s estable, m�s confirmado, de acuerdo con lo que sabemos de las tendencias de todos los h�bitos para fortalecerse y establecerse.

III. La resistencia obstinada a los llamamientos hechos por Dios expone a terribles y fatales consecuencias. Ning�n ser humano que se ponga en oposici�n voluntaria y continua contra Dios puede escapar del castigo final y la ruina. Dios infligir� a los que se endurezcan contra �l un dolor temporal; y si su resistencia contin�a hasta el final, la p�rdida irremediable de sus almas. Habr� una proporci�n entre el castigo y la culpa. ( James Parsons. )

Problema fatal de la impenitencia final

Estas palabras implican que existe tal cosa como para que un hombre se endurezca hasta el punto de contender con Dios.

I. Investigue en qu� consiste esta dureza de coraz�n.

1. La palabra significa un esp�ritu obstinado e incorregible.

2. Describe un esp�ritu rebelde, que se descubre a s� mismo bajo las diversas dispensaciones de Dios, tanto en forma de misericordia como de juicio.

3. Tambi�n hay una dureza judicial a la que los pecadores son responsables, en forma de juicio justo por sus iniquidades. Esto no se debe a ning�n defecto en el Evangelio o en las dispensaciones de Dios para con nosotros; sino a la depravaci�n del coraz�n humano, que pervierte los medios de salvaci�n en los de destrucci�n.

II. Observe algunos de los casos en los que todav�a se comete este pecado.

1. Aparece complaciendo pensamientos duros de Dios, de Su gobierno y de Su santa ley; en estimarlo como un amo duro, y en considerar las propensiones pecaminosas como una excusa para acciones pecaminosas, aunque nadie piensa en excusar la ofensa de otros contra s� mismo sobre la base de tal s�plica. La complacencia de tales pensamientos conduce a la impenitencia final.

2. Se manifiesta en un rechazo o desagrado por el camino de salvaci�n de Dios.

3. Persistir en una mala conducta, en medio de muchas convicciones y temores, es otro ejemplo de este tipo de depravaci�n. El fara�n sab�a que estaba equivocado y, sin embargo, se atrevi� a persistir.

4. Esta dureza de coraz�n se manifiesta en la resistencia que se ofrece a la mano de Dios en la providencia en lugar de ser humillado por ella.

5. Tentar presuntuosamente a Dios, en medio de los medios de salvaci�n m�s conmovedores, es otro ejemplo de esta dureza de coraz�n. As� sucedi� con Israel en el desierto.

III. El tema fatal de la impenitencia final. "�Qui�n se endureci� contra �l y prosper�?"

1. Cuanto m�s Efesios 4:19 en este estado, m�s endurecido te Efesios 4:19 , hasta que por fin Efesios 4:19 sentir ( Efesios 4:19 ).

2. Esta tambi�n es la forma en que Dios castiga a los hombres por su impenitencia ( Isa�as 6:8 ).

3. Un ap�stol describe con temor el fin de esta impenitencia y dureza de coraz�n, y deber�a advertirnos de nuestro peligro ( Romanos 2:5 ). ( T. Hannam. )

El hombre endureci�ndose contra Dios

Todo acto de pecado endurece el coraz�n del hombre, pero el calor de la blasfemia lo muestra y lo pone a la vez en el extremo de la dureza. El hombre se endurece contra Dios de cuatro maneras especialmente.

1. Por presunci�n de misericordia. Muchos hacen el mal porque escuchan que Dios es bueno. Convierten su gracia en libertinaje y no tienen ning�n temor del Se�or, porque hay mucha misericordia para con el Se�or.

2. La paciencia de Dios, o sus demoras en el juicio, endurecen a otros. Debido a que Dios es lento para atacar, ellos son r�pidos en pecar.

3. La gran ignorancia endurece a muchos.

(1) Ignorancia de s� mismos.

(2) Ignorancia de Dios.

Al que no sabe lo que debe hacer, no le importa mucho lo que hace. Ninguno es tan aventurero como los que desconocen su peligro.

4. La dureza de coraz�n al pecar se contrae de la multitud de los que pecan. Piensan que nadie sufrir� por lo que tantos hacen. El hombre no se endurece enseguida, mucho menos se endurece; pero una vez que comienza a endurecerse, no sabe d�nde llegar� a su fin. El primer paso es tomarse el tiempo y dejar de meditar sobre el pecado, y enrollarlo en los pensamientos. Un coraz�n duro deja que los pensamientos vanos lo moren.

Un coraz�n santo no les permitir�a alojarse con �l. Un segundo paso es, algunos gustos de placer y deleite en el pecado. Demuestra un bocado dulce debajo de su lengua. El tercer paso es la costumbre de pecar. Argumenta gran audacia aventurarse a menudo. Con el cuarto paso de dureza viene a defender y mantener su pecado.

5. El coraz�n endurecido se enoja y se apasiona con aquellos que dan consejos contra el pecado; est� resuelto; y un hombre que se resuelve en su camino, se enoja si desea apartarse de su camino. El que est� decidido a dormir, ama que no lo despierten.

6. Los corazones duros se vuelven demasiado duros para la Palabra. Son a prueba de sermones; pueden sentarse debajo del predicador y escuchar todos los d�as, pero nada los toca.

7. El coraz�n es tan duro que la espada de la aflicci�n no lo traspasa; el hombre es a prueba de juicio. Deje que Dios lo golpee en su persona o en su estado, deje que Dios le prenda fuego al mundo en sus o�dos, pero �l sigue adelante. Es como el hombre de quien habla Salom�n ( Proverbios 23:34 ), que yace durmiendo en una tormenta sobre la cima del m�stil.

8. El coraz�n duro se sienta en la silla del escarnecedor. Se burla de la Palabra y se burla de los juicios de Dios. ( J. Caryl. )

Contendientes con Dios

Un caballero vino a verme en las calles de Liverpool hace unos a�os y me cont� un incidente en el ministerio de mi padre, del cual �l fue testigo presencial, muchos a�os antes. �Su padre�, dijo, �estaba predicando en un terreno entonces vac�o cerca de donde ahora se encuentra St. George's Hall. Justo enfrente del lugar donde se encontraba, un publicano imp�o, al ver interferido en su negocio, sali� y trat� de interrumpir los procedimientos, imitando los modales y gestos del predicador, y usando un lenguaje muy horrible.

Recuerdo �, dijo el caballero,� cu�n solemnemente tu padre se volvi� hacia �l y le dijo: 'Cuidado, amigo m�o, no soy yo, sino mi Maestro de quien te est�s burlando, y recuerda que no puedes burlarte de Dios impunemente; tenga cuidado de no atraer sobre su cabeza su justa venganza. Luego anunci� que predicar�a en el mismo lugar el pr�ximo domingo por la tarde, lo cual hizo; y mientras daba su texto, puede imaginarse el sentimiento de asombro que se apoder� de la multitud cuando vieron un coche f�nebre acercarse a la puerta de la taberna para llevarse el cad�ver de ese mismo hombre que una semana antes hab�a estado desafiando a Dios e insultando a Su mensajero ". ( W. Hay MH Aitken, MA )

Versículos 5-9

Que quita los montes.

Dios en la naturaleza

I. Su omnipotencia es abrumadoramente grandiosa en sus manifestaciones. �Quita las monta�as�, etc. Todo el pasaje impresiona a uno con la ilimitada energ�a de Dios.

1. Su omnipotencia deber�a impresionar a todos con un sentido de su absoluta insignificancia.

2. Su omnipotencia deber�a impresionar al pecador con su imp�a dureza.

II. Su omnipotencia es coextensiva con el universo. Job aqu� toca cada parte de la naturaleza material - la tierra, el mar, los cielos - y ve a Dios obrando en todo.

1. Su agencia universal explica todos los fen�menos materiales.

2. Su agencia universal obliga a los hombres pr�cticamente a reconocerlo en cada parte de la naturaleza. �l es la Fuerza de todas las fuerzas, el Pulso de toda vida, el Esp�ritu de todas las formas. ( Homilista. )

Inter�s religioso por la naturaleza

Hay algunos que no sienten ning�n inter�s por la naturaleza, otros sienten un mero inter�s comercial en ella, otros sienten un inter�s art�stico o cient�fico en ella, pero cu�n pocos sienten un inter�s religioso en ella: lo consideran el producto, el espejo, el �rgano, de la Mente Infinita. Si le temo a un artista, no me preocupan sus cuadros; si le temo a un autor, no siento ning�n inter�s por su obra. Si los hombres amaran, en lugar de temer a Dios, qu� hermosa les parecer�a la naturaleza. La pintura y el poema de un padre, �qu� interesante para su hijo! ( R. Venting. )

Versículos 10-24

Lo que hace grandes cosas m�s all� de descubrirlas.

La idea de Job de lo que Dios es para la humanidad

Considera al Eterno como ...

I. inescrutable.

1. En sus obras. "Que hace grandes cosas m�s all� de ser descubierto". �Cu�n grandiosas son sus obras! grande en su naturaleza, minuciosidad, magnitud, variedad, n�mero. Pregunte al qu�mico, al astr�nomo, al entom�logo, al fisi�logo y al anatomista; y cuanto m�s exacto y completo sea su conocimiento de la hechura divina, m�s dispuestos estar�n a reconocer que "Sus obras son incalculables y maravillas innumerables".

2. Es inescrutable en su esencia. �El pasa a mi lado, y yo no le veo; �l tambi�n sigue adelante, y yo no le percibo �. Veo Sus obras, pero no puedo detectar la esencia del Trabajador.

II. Tan irresponsable. �He aqu�, �l quita, �y qui�n lo impedir�? �Qui�n le dir�: �Qu� haces?

III. Tan irresistible. "Si Dios no aparta su ira, los orgullosos ayudantes se inclinan debajo de �l".

1. Dios es un Ser ofensivo. No es un existente impasible, sentado a la cabeza del universo, absolutamente indiferente al car�cter moral de Sus criaturas.

2. Los orgullosos tienen "ayudantes" e c�mplices. Si todo el universo se armara contra �l, su oposici�n ser�a infinitamente menor que la oposici�n del insecto m�s peque�o al �guila o al le�n.

IV. Tan inexorable.

1. Como no influenciado por el hombre.

(1) No influenciado por sus apelaciones. La apelaci�n de la vindicaci�n no tiene poder para �l. ��Cu�nto menos le responder� y escoger� palabras para razonar con �l? A quien, aunque yo fuera justo, no responder�a ". El llamado de la oraci�n. Pero le suplicar�a a mi juez. Si hubiera llamado y �l me hubiera respondido; sin embargo, �no creer�a que �l hab�a escuchado mi voz? " �El estado de �nimo mental m�s melanc�lico es este! El patriarca lo representa como:

(2) No influenciado por sus sufrimientos. �Porque �l me quebranta con tempestad, y sin causa multiplica mis llagas. No me dejar� tomar aliento, sino que me llena de amargura �.

2. No abordado por el argumento humano.

3. Demasiado santo para animar a nadie a confiar en sus propias virtudes. Si el patriarca fuera incluso un hombre �perfecto�, siente que defender sus virtudes ante un Dios tan santo no solo ser�a completamente in�til, sino imp�o y pernicioso.

(1) Implicar�a autocondenaci�n. Ninguna condena es tan terrible como la condena del yo moral de un hombre.

(2) Probar�a auto-ignorancia. "Sin embargo, no conocer�a mi alma". En verdad, un hombre que se atreviera a demostrar sus m�ritos ante Dios demostrar�a con ello una total ignorancia de su propia insignificancia y car�cter moral.

(3) Asegurar�a el autodesprecio. �Despreciar�a mi vida�. Este ser�a el tema de tal conducta. Aqu� est� representado el Todopoderoso:

4. Como absolutamente independientemente de las distinciones morales de la sociedad. �Esto es una cosa, por eso lo dije. �l destruye al perfecto y al imp�o �, etc. (vers�culos 22-24). Aqu� Job toca el punto principal ahora en la discusi�n entre �l y sus amigos. Su posici�n era que Dios trataba a los hombres aqu� de acuerdo con su car�cter moral, y que Job sufr�a porque era inicuo. El patriarca lo refuta nuevamente y afirma el hecho general de que los perfectos y los malvados son tratados por igual. Este no es el escenario de la retribuci�n, es el dominio de la disciplina. ( Homilista. )

Versículo 11

As� que pasa a mi lado.

Dios pasando

Es posible que estos poderosos santos de la antig�edad tuvieran menos libros para leer que nosotros en nuestros d�as, pero ten�an un libro glorioso, el volumen de la naturaleza, cuyas p�ginas siempre abiertas, escritas por dentro y por fuera por el dedo de Dios, estaban extendidas. ante sus ojos asombrados. Y leyeron con atenci�n y devoci�n las grandes verdades acerca de Dios que estas p�ginas siempre les estaban ense�ando. Dios pasaba junto a ellos en el gran panorama de sus obras que sus ojos contemplaban.

Habitaban principalmente en tiendas de campa�a. Viv�an mucho al aire libre, bajo el cielo azul de esas hermosas tierras orientales. Viv�an una vida simple y primitiva, con pocas necesidades y pocas preocupaciones. Ten�an mucho m�s tiempo que nosotros para pensamientos santos y meditaci�n celestial sobre las cosas espirituales y eternas. Muchas tradiciones sagradas pueden haber flotado en la tranquila corriente del tiempo: de la revelaci�n de Dios hecha al hombre, de Su voluntad y prop�sito con respecto a la raza que tan tristemente se hab�a descarriado de �l.

Sab�an que Dios no hab�a abandonado finalmente el mundo y lo hab�a entregado a la destrucci�n total. Siguieron a sus reba�os y manadas todo el d�a en el desierto salvaje y sin huellas o en la llanura f�rtil. Vivieron la mayor parte del tiempo solos, y los hombres que est�n mucho a solas con Dios se vuelven terriblemente serios. Est�n alejados del hombre y de todos sus peque�os caminos, y mantienen comuni�n con Dios a trav�s de Sus obras. Hombres como Mois�s, El�as y Juan el Bautista pueden estar separados de sus semejantes; pero est�n cerca y disfrutan de maravillosas comuniones con el Dios infinito y eterno.

Dios pasa junto a ellos de mil maneras. Observan con ojo ansioso cada variaci�n en las nubes y en las estrellas. Pod�an ver el glorioso juego del rel�mpago bifurcado mientras brillaba, en mil formas fant�sticas, en el seno de la nube de tormenta, descansando en las cumbres distantes de las monta�as. En la tormenta pasaba Dios, ese mismo Dios cuyas salidas han sido desde la antig�edad, desde la eternidad. Sab�an, quiz�s, poco de las leyes de la electricidad o del sonido; pero pod�an escuchar en el trueno, mientras rodaba de roca en roca, o sacud�a la tierra de polo a polo, la voz misma de Dios ( Salmo 29:3 ).

Es posible que estos poderosos santos no tuvieran un sistema teol�gico formulado, en el que Dios fue trazado con todas Sus perfecciones, con toda la sutileza y precisi�n de una figura matem�tica; pero para ellos �l era el Dios omnipresente. Vieron algunos rayos de su gloriosa presencia reflejados en cada nube. O�an su voz en cada brisa que pasaba. Dios pasaba por entonces. Dios, el mismo Dios, pasa a nuestro lado ahora.

Cualesquiera que sean los cambios que hayan ocurrido o que a�n puedan ocurrir en Su universo, �l mismo es inmutable. En el glorioso panorama de los cielos, Dios pasa junto a nosotros. En el paso silencioso de las estaciones, Dios pasa. Primavera y verano, tiempo de siembra y cosecha, oto�o e invierno, cuando vienen y se van silenciosamente, todos cuentan la misma historia: "Dios est� pasando". En la sucesi�n regular del d�a y la noche, en cada sol naciente y poniente, en cada luna creciente y menguante, Dios est� cerca de nosotros y pasa junto a nosotros.

En cada bendici�n nacional y cada castigo nacional, Dios est� pasando. Cuando los arroyos de las comodidades terrenales fluyen llenos y fuertes alrededor de nuestra vida, e igualmente cuando estos arroyos se agotan o se secan, Dios pasa a nuestro lado. Cuando la guerra, con todas las desolaciones que la acompa�an, su miseria, agon�a y aflicci�n, se est� extendiendo por un pa�s, Dios pasa de largo. Y no es menos seguro que �l pasa por nosotros en nuestros d�as de paz y nuestras noches de tranquilidad.

Dios est� siempre cerca de nosotros, aunque no lo veamos. En cada latido de nuestro pulso, en cada latido de nuestro coraz�n, en cada movimiento de nuestro cerebro, Dios est� ah�. Est� en nuestra cama y en nuestro camino. Por encima de nosotros, por detr�s y por delante, estamos inundados con la omnipresencia de la Deidad como con el sol del mediod�a. Pero debido a que no lo vemos con el ojo corporal, nos olvidamos de que �l est� all�. �l tambi�n sigue adelante, pero nosotros no lo percibimos. ( James Carmichael, DD )

La ignorancia del hombre de Dios

1. Que Dios es invisible en Su esencia e incomprensible en muchas de Sus acciones. El ojo del hombre no puede verlo. El entendimiento del hombre no puede comprender lo que hace.

2. Ya que el Se�or en Su naturaleza no puede ser visto en absoluto; de modo que (tal es la debilidad del hombre, que) no podemos verlo plenamente en Su Palabra o en sus obras. As� vemos a los hombres, pero rara vez vemos a Dios en las grandes transacciones y movimientos de los reinos. Y lo vemos menos que nada en el curso de las cosas espirituales, en su obra en nuestros corazones. Dios obra maravillas en nosotros y no lo percibimos.

3. El hombre no es apto para juzgar las obras y los tratos de Dios. �Juzgaremos a Dios por lo que hace, cuando no podamos comprender lo que hace? Un juez debe tener pleno conocimiento del asunto que tiene ante s�, �de qu� otra manera puede dictar sentencia al respecto?

4. Debe ser motivo de gran humillaci�n para Nosotros que veamos tan poco de Dios. ( J. Caryl. )

Presente aunque invisible

Recordamos esta profunda verdad espiritual leyendo el siguiente relato de un hecho que ilustra un hecho cient�fico impresionante que toca lo invisible. Fotograf�as de lo invisible son lo que M. Zenger llama dos fotograf�as que tom� alrededor de la medianoche del 17 de agosto desde una ventana que da al lago de Ginebra. Proporcionaron im�genes tenues pero distintas del lago y del Mont Blanc, que no se pod�an ver en la oscuridad.

Bertrand comenta que la invisibilidad es un t�rmino relativo, cuyo significado depende del poder del ojo del observador. Las fotograf�as fueron tomadas con una luz de muy poca intensidad y no representaban un objeto invisible. As� que las fotograf�as del cielo, tomadas en observatorios, muestran estrellas que no pueden ser discernidas por la visi�n m�s penetrante. ( Revisi�n homil�tica. )

Versículo 12

He aqu�, �l quita.

La conducta a la que deben conducir las dispensas adversas

Job sufr�a. De su propiedad fue privado; de sus hijos estaba desconsolado; en su propia persona estaba muy afligido. No habr�a sido extra�o que Job hubiera dado paso a murmuraciones y quejas. Sin apoyo e inc�modo desde arriba, �qu� m�s se puede esperar del hombre cuando se encuentra en una profunda angustia, sino la expresi�n de inquietud y descontento inquietante? Algunos, de hecho, intentan resistir la adversidad con una insensibilidad de coraz�n duro, y otros con una orgullosa aversi�n a quejarse. Job sinti� lo que soport� y reconoci� lo que soport�, pero su sentimiento y reconocimiento indicaron una sumisi�n tranquila.

I. La doctrina ense�ada: la agencia de Dios. Su agencia en la providencia. No clasificarse con azar o accidente. Ser�a un error representar a Dios sin ejercer ninguna superintendencia providencial, ni control, ni direcci�n, ni gobierno. Algunos sostienen que el albedr�o de Dios es general, no particular, que no se preocupa por los detalles. Pero grandes y peque�os no son para Dios lo que son para nosotros. Lo que no fue degradaci�n para Dios crear, no puede ser degradaci�n para Dios supervisar.

Un albedr�o particular de Su parte es la �nica noci�n inteligible del albedr�o de Dios en la providencia. La manera en que el creyente y el incr�dulo consideran la agencia de Dios, en las diversas dispensaciones de la providencia, respectivamente, constituye una de las distinciones m�s marcadas entre los caracteres de estas dos clases de personas.

II. Las lecciones que ense�a esta doctrina.

1. La privaci�n y la p�rdida son obra de Aquel que ni nos hace ni puede hacernos ning�n mal. Dios nunca es arbitrario, nunca caprichoso, nunca injusto. Es esencialmente justo. En ning�n sentido puede hacer lo que es injusto. No puede hacerlo por ignorancia o por designio.

2. La privaci�n y la p�rdida son obra de �l, todas cuyas acciones con respecto a nosotros est�n de acuerdo con lo que �l mismo es: sabio y misericordioso. �l no solo es sabio, sino omnisciente; en realidad, absolutamente, s�, necesariamente todo sabio. Su comprensi�n es infinita. �l es amable. Su naturaleza es el amor. �Qu� prueba de esto dio �l al dise�ar un plan mediante el cual los pecadores podr�an ser rescatados de las consecuencias penales del pecado!

3. La privaci�n y la p�rdida son obra de Aquel que puede, y tan dispuesto como puede, educar, seg�n nuestra experiencia, el bien del mal. Fuera del estrecho en el que estamos involucrados, puede que no haya una aparente v�a de escape. Pero, �es irremediable para Aquel cuyo brazo est� lleno de poder, que es igual a nuestro apoyo y liberaci�n, cualquiera que sea nuestra condici�n? Este tema exige gratitud; debe producir resignaci�n; deber�a llevarnos a prepararnos para los cambios. ( A. Jack, DD )

�Qui�n le dir�: �Qu� haces?

Las dispensaciones divinas no deben ser cuestionadas

En la copa de la vida hay muchos ingredientes amargos. Desde el d�a en que nacemos hasta el d�a en que morimos, hay una mezcla invariable de alegr�a y tristeza. El mundo est� lleno de incertidumbres. Sus mejores satisfacciones no son sustanciales ni permanentes. La religi�n no se contenta con dirigir nuestra atenci�n a causas segundas. Nos lleva por encima de ellos a la Primera Causa de todas las cosas. Nos conduce a Dios; y nos lo presenta bajo el aspecto apacible de un Padre, siempre atento a nuestra felicidad; y quien nos ha dado tantas pruebas de esto en la naturaleza, la providencia y la gracia, como para merecer toda nuestra confianza y sumisi�n sin reservas.

Hay muchas cosas en el estado actual de las cosas que dejan perplejo al entendimiento y que hieren el coraz�n. Encuentro en la revelaci�n que me ha hecho la religi�n otro mundo mejor, donde mis perplejidades ser�n resueltas y mis problemas cesar�n. En las cenas de la tristeza, la filosof�a no tiene ninguna ayuda eficaz para nosotros. Se nos pueden instar varias y contradictorias m�ximas, ya todos debemos responder, con el anciano sufriente: �Miserables consoladores sois todos.

�Pero no es en vano dirigir nuestros pensamientos a Dios; para hacerle una oblaci�n de nuestra voluntad. Hay demasiada disposici�n en la humanidad para ignorar la providencia de Dios; pasar por alto Su albedr�o en los acontecimientos de la vida. �Qu� ser�a de nosotros si nuestra vida fuera una porci�n indiferente de bien? si nuestro d�a nunca se hubiera oscurecido con las nubes de la adversidad? Las aflicciones est�n destinadas a ser instrumentos de bien para nosotros. Las aflicciones, correctamente mejoradas, son verdaderas bendiciones. ( C. Lowell. )

Sumisi�n a la soberan�a divina

Job fue afligido no m�s por su propio beneficio que por el de los dem�s. Sus discursos con sus amigos le dieron una buena oportunidad de justificar la soberan�a de Dios, en las dispensaciones de su providencia. Los amigos insist�an en que Dios trataba a cada hombre seg�n su car�cter real, en su conducta providencial hacia �l; pero Job sostuvo que Dios actu� como soberano, sin ning�n prop�sito de distinguir a sus amigos de sus enemigos, por misericordias y aflicciones externas. En los vers�culos anteriores, da una sorprendente descripci�n de la soberan�a divina.

I. Es la tendencia natural de las aflicciones hacer que los amigos de Dios se den cuenta y se sometan a Su soberan�a. Las aflicciones siempre muestran la soberan�a de Dios. Siempre que Dios aflige a sus hijos, da una evidencia pr�ctica y sensata de que tiene el derecho de deshacerse de ellos en contra de sus puntos de vista, sus deseos y sentimientos m�s tiernos. De todas las aflicciones, aquellas que se llaman duelos, dan la muestra m�s clara de soberan�a divina.

II. Este sentido consciente de la soberan�a de Dios en las aflicciones tiene una tendencia natural a excitar la verdadera sumisi�n en todo coraz�n piadoso.

1. Si bien se dan cuenta de la naturaleza de Su soberan�a, no pueden evitar ver el verdadero fundamento o la raz�n de la sumisi�n.

2. Dios se propone as� someter a sus hijos.

3. Con tanta frecuencia ha producido este efecto deseable en sus corazones. Aplicar el tema.

(1) Si todas las aflicciones est�n dise�adas y adaptadas para llevar a los hombres a una sumisi�n cordial a la soberan�a divina, entonces toda sumisi�n verdadera debe ser absoluta y sin reservas en su propia naturaleza.

(2) Podemos asumir que tendremos que someternos a la soberan�a Divina en el mundo venidero.

(3) La doctrina de la sumisi�n incondicional a Dios debe ense�arse e inculcarse claramente.

(4) Si las aflicciones est�n dise�adas y adaptadas para hacer que los hombres se den cuenta de la soberan�a divina, entonces siempre ponen a prueba sus corazones, ya sean amistosos o hostiles con Dios.

(5) Las aflicciones que someten a los hombres deben hacerles bien. ( N. Emmons, DD )

Divina providencia

Estas palabras hablan de tres verdades solemnes y de peso.

I. La agencia soberana del Se�or. Vemos esto en las familias, lo vemos en las provincias, lo vemos en naciones enteras. Percibimos que la prosperidad o la adversidad, la paz o la discordia, la alegr�a o la miseria, llegan tanto a los individuos como a las comunidades sin su conocimiento y, a menudo, sin su consentimiento. La raza humana est� sujeta a otras influencias adem�s de la propia. De la Biblia aprendemos que los asuntos m�s peque�os, as� como los m�s importantes, est�n bajo la supervisi�n y el control de Cristo.

Nada surge en este nuestro mundo por casualidad o por accidente. La misma agencia soberana se ve en los asuntos de la vida. Las llaves del mundo invisible est�n confiadas a la custodia exclusiva de Cristo. Todas las segundas causas cumplen la voluntad soberana de la Gran Primera Causa. Es �l quien fija el momento preciso para sacar a los hombres por la muerte de sus ocupaciones ocupadas.

II. Su poder irresistible. Esta es la base del argumento del patriarca en el pasaje que tenemos ante nosotros. �Qui�n puede estorbarlo? �Lo har� el sabio? �Evitar� el amor de un padre el golpe amenazante? �Ser�n las l�grimas de una esposa? �Ser�n los lamentos de una naci�n admiradora?

III. Su inescrutable sabidur�a. El Todopoderoso hace bien todas las cosas. Desde toda la eternidad, el Se�or ha tenido ciertos prop�sitos que cumplir. En algunos asuntos, la sabidur�a del proceder del Se�or es tan palpable que nos vemos obligados a consentir. En otras temporadas, todos estamos a oscuras. Entonces tenemos el privilegio de ejercer fe en el cuidado paternal y el amor inquebrantable de nuestro Redentor Todopoderoso. ( C. Clayton, MA )

Versículo 16

Sin embargo, no creer�a que �l hab�a escuchado mi voz.

Requisitos previos para creer

Es dif�cil creer en eso, alguna tenue seriedad que no encontramos en nuestras propias almas. Un hombre no puede creer en hechos que est�n en el fondo de sus afinidades y disposiciones instintivas. Los cazadores de cabezas de Borneo necesariamente tratar�an como f�bulas las mil una instituciones humanas que son producto de la civilizaci�n cristiana. Una raza de b�rbaros dalt�nicos, si existiera tal raza, ridiculizar�a la idea de descubrir los elementos de los que se forman las estrellas distantes observando las bandas y l�neas de colores reveladas por el espectroscopio.

Debe haber el comienzo de la visi�n en nosotros si queremos recibir los cuentos de hadas del microscopista y el astr�nomo. Dios se nos puede dar a conocer s�lo en aquellos aspectos en los que deseamos, aunque sea d�bilmente, ser como �l. ( TG Selby. )

Versículos 20-21

Si me justifico.

La locura de la autojustificaci�n

Uno de los ancianos del reverendo Murray M'Cheyne estuvo en una profunda oscuridad y angustia durante algunas semanas, pero un domingo despu�s de la fiel predicaci�n del pastor, encontr� el camino hacia el Se�or. Al final del servicio, le dijo al Sr. M'Cheyne, quien conoc�a su preocupaci�n espiritual, que hab�a encontrado al Se�or. Cuando se le pidi� que explicara c�mo se hab�a producido este feliz cambio, dijo: �He estado cometiendo un gran error.

Siempre he venido al Se�or como algo mejor de lo que era, y he ido por la puerta equivocada para pedir entrada; pero esta tarde fui a la puerta del pecador y por primera vez clam�, como el publicano: "Se�or, ten piedad de m�, pecador"; y, oh, se�or, �recib� tal bienvenida del Salvador! " �Es alguno de nuestros lectores como el fariseo moralista? Los tales no tienen lugar para el Salvador; porque el Se�or "no vino a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento".

Si digo que soy perfecto.

Nuestro valor exacto

Un peque�o individuo brillante estaba en la balanza y, ansioso por pesar m�s que su compa�ero de juegos, infl� las mejillas y se hinch� como una peque�a rana. Pero el compa�ero de juegos era el chico m�s sabio. "�Oho!" grit� con desprecio, �eso no hace ning�n bien; �solo puedes pesar lo que eres! " �Cu�n cierto es eso de nosotros, hijos mayores, que tratamos de impresionar a nuestros vecinos y amigos, e incluso a nosotros mismos, y, s�, a veces a Dios Todopoderoso, por las virtudes que nos gustar�a tener! No sirve de nada.

Puedes imponer el juicio de tu vecino y hacer que te diga que eres un buen tipo: noble, generoso, valiente, fiel, amoroso; pero si no es verdad, eres una farsa. "Solo puedes pesar lo que eres".

No del todo perfecto

Un editor de Londres decidi� una vez publicar un libro sin un solo error tipogr�fico. Hizo que sus propios lectores corrigieran las pruebas hasta que le aseguraron que eran impecables. Luego envi� pruebas a las universidades ya muchas otras editoriales, ofreciendo un premio de varias libras por cada error tipogr�fico encontrado. Se descubrieron algunos y se public� el libro. Se consider� una muestra perfecta del arte de la imprenta.

Seis u ocho meses despu�s de la publicaci�n, el editor recibi� una carta llamando su atenci�n sobre un error en una determinada l�nea de una determinada p�gina. Luego vino otra y otra carta, hasta que antes de que terminara el a�o se encontraron media docena de errores. San Pablo dice que los cristianos son ep�stolas le�das y conocidas por todos los hombres; y ciertamente no requiere tanto escrutinio como este para descubrir que no estamos libres de fallas. Debemos esperar la nueva edici�n de nosotros que se publicar� en otro mundo, revisada y enmendada por el Autor. ( Carcaj. )

Un golpe a la justicia propia

Desde que el hombre se convirti� en pecador, ha sido farisaico. Cuando tuvo una justicia propia, nunca se glori� de ella, pero desde que la perdi�, ha fingido ser su poseedor.

I. La alegaci�n de la justicia propia se contradice. "Si me justifico, mi propia boca me condenar�". Porque el mismo alegato es una pieza de alta y arrogante presunci�n. Dios lo ha dicho, que los jud�os y los gentiles cierren su boca, y que todo el mundo sea culpable ante Dios. Lo tenemos por autoridad inspirada, que "no hay justo, ni aun uno". Adem�s, �no ves, criatura vana y tonta, que has sido culpable de orgullo en el mismo lenguaje que has usado? �Qui�n sino un hombre orgulloso se pondr�a de pie y se elogiar�a a s� mismo? Pero adem�s, la alegaci�n de la justicia propia es contradictoria en s� misma en otro terreno; porque todo lo que un hombre moralista suplica es justicia comparativa.

�Pues�, dijo �l, �yo no soy peor que mis vecinos, de hecho mucho mejor; No bebo." As� es, pero todo lo que afirmas es que eres justo en comparaci�n con los dem�s. �No ves que esta es una s�plica muy vana y fatal, porque de hecho admites que no eres perfectamente justo; que hay algo de pecado en ti, solo que afirmas que no hay tanto en ti como en otro? ? Supongamos ahora por un momento que se env�a una orden a las bestias del bosque para que se conviertan en ovejas.

Es en vano que el oso se acerque y suplique que no era una criatura tan venenosa como la serpiente; igualmente absurdo ser�a que el lobo dijera que, aunque sigiloso, astuto, demacrado y sombr�o, no era un gran murmurador ni una criatura tan fea como el oso; y el le�n podr�a alegar que no ten�a la astucia del zorro. Un Dios santo no puede mirar ni siquiera el m�s m�nimo grado de iniquidad.

Pero adem�s, la s�plica del hombre engre�do es que ha hecho todo lo posible y puede reclamar una justicia parcial. Es cierto, si lo tocas en un lugar tierno, reconoce que su ni�ez y su juventud estuvieron manchadas de pecado. Debes tener una justicia perfecta, o de lo contrario nunca ser�s admitido en ese banquete de bodas.

II. El hombre que usa esta s�plica condena la s�plica �l mismo. La s�plica no solo se corta la garganta, sino que el hombre mismo se da cuenta, cuando la usa, de que es un refugio malo, falso y vano. Ahora bien, esto es una cuesti�n de conciencia, y si no digo lo que has sentido, entonces puedes decir que estoy equivocado. Los hombres saben que son culpables. La conciencia del hombre m�s orgulloso, cuando se le permite hablar, le dice que merece la ira de Dios.

III. El motivo es en s� mismo una prueba contra el autor. Aqu� hay un hombre no regenerado que dice: "�Yo tambi�n soy ciego?" Respondo con las palabras de Jes�s: "Pero ahora dec�s que vemos, por tanto, vuestro pecado permanece". Ha probado con su s�plica, en primer lugar, que nunca ha sido iluminado por el Esp�ritu Santo, pero que permanece en un estado de ignorancia. Un sordo puede declarar que no existe la m�sica.

Un hombre que nunca ha visto las estrellas, es muy probable que diga que no hay estrellas. Pero, �qu� prueba �l? �Demuestra que no hay estrellas? Solo prueba su propia locura y su propia ignorancia. Ese hombre que puede decir media palabra acerca de su propia justicia nunca ha sido iluminado por Dios el Esp�ritu Santo. Pero, de nuevo, en la medida en que dice que no es culpable, esto prueba que es impenitente.

Ahora bien, el impenitente nunca puede llegar a donde est� Dios. Adem�s, el hombre moralista, en el momento en que dice que ha hecho algo que pueda recomendarlo a Dios, prueba que no es un creyente. Ahora, la salvaci�n es para los creyentes y solo para los creyentes. Los sedientos son bienvenidos; pero los que se creen buenos no son bienvenidos ni al Sina� ni al Calvario. �Ah! alma, no s� qui�n eres; pero si tienes alguna justicia propia, eres un alma sin gracia.

IV. Arruinar� al defensor para siempre. D�jame mostrarte dos suicidios. Hay un hombre que ha afilado un pu�al y, buscando su oportunidad, se apu�ala en el coraz�n. �Qui�n culpar� a nadie por su muerte? Se mat� a s� mismo; su sangre caiga sobre su propia cabeza. Aqu� hay otro: est� muy enfermo y enfermo; apenas puede gatear por las calles. Un m�dico lo atiende; le dice: �Se�or, su enfermedad es mortal; debes morir; pero conozco un remedio que sin duda te curar�.

Ah� est�; Te lo doy libremente. Todo lo que te pido es que lo tomes libremente ". �Se�or�, dice el hombre, �usted me insulta; Estoy tan bien como siempre en mi vida; No estoy enfermo." �Qui�n mat� a este hombre? Su sangre sea sobre su propia cabeza; es un suicida tan vil como el otro. ( CH Spurgeon. )

Versículos 25-26

Ahora mis d�as son m�s r�pidos que un correo. .. como los barcos veloces.

Ilustraciones de la vida

I. El texto nos ense�a la brevedad de la vida humana. "Mis d�as son m�s r�pidos que un correo". Son mensajeros de pies r�pidos, como mensajeros, como medio de comunicaci�n de una provincia a otra. Son "m�s veloces que los barcos veloces"; que el "�guila que se apresura hacia su presa". Hay ilustraciones de la tierra, el mar y el cielo. A menudo hablamos de la brevedad de la vida; es s�lo de vez en cuando que estamos realmente impresionados con el hecho.

Nuestros d�as son breves como el prefacio de una vida nueva e imperecedera. Nuestros d�as son breves como el per�odo de la cultura de toda nuestra naturaleza. Qu� gran parte de la vida presente es necesaria como introducci�n al resto. Nuestra naturaleza f�sica requiere crecimiento y desarrollo. Cu�n lentamente se abren nuestras facultades mentales. La cultura de nuestra naturaleza espiritual parece exigir un per�odo m�s largo que la vida actual, porque es la educaci�n de una naturaleza que no muere; que llevar� consigo todo el entrenamiento de la tierra.

Nuestros d�as son breves, cuando pensamos en las solemnes realidades con las que tienen que ver. Nuestros d�as son breves, porque de ellos depende nuestro destino. En estos d�as que pasan tan r�pido, todo el futuro pende; estos d�as dan color a toda una eternidad.

II. El texto nos ense�a la naturaleza insatisfactoria de la vida. "No ven nada bueno". "Qu� sombras somos y qu� sombras perseguimos".

1. Nuestros d�as llevan consigo la frescura y la alegr�a de la vida. Nuestros d�as nos roban la frescura y la belleza de la juventud y, a medida que pasan, llevan consigo todo lo que consideramos m�s preciado: amigos, parientes, alegr�as, esperanzas.

2. La vida es insatisfactoria, por el car�cter fragmentario e inacabado de su obra. La providencia de Dios contrasta fuertemente con la del hombre.

3. Si el presente lo es todo, la vida debe ser de lo m�s insatisfactoria, porque no podemos ver nada bueno.

III. Nuestro texto nos sugiere la importancia de la vida. Nuestros d�as son como una publicaci�n.

1. Llevan consigo los registros e impresiones de nuestra mente. Los pensamientos para bien o para mal deben vivir, deben vivir para ser una bendici�n o una maldici�n.

2. Nuestros d�as llevan consigo los tesoros de nuestro coraz�n. Qu� tesoros llevan los veloces barcos de una tierra a otra; c�mo enriquecen un pa�s con la riqueza de otros. Nuestros d�as llevan la riqueza, los afectos invaluables de nuestra naturaleza. ( HJ Bevis. )

La ligereza de la vida

I. Como hecho prof�tico. �Puede ser que esta corta vida sea el final de nuestra existencia?

1. Abandonamos esta vida con poderes no desarrollados. El �rbol crece hasta que agota sus poderes latentes y los animales no mueren (a menos que sean destruidos) hasta que se agotan. Pero el hombre tiene que dejar esta vida justo cuando algunos de sus poderes est�n comenzando a florecer, y otros sin medida se han subdesarrollado y no se han acelerado.

2. Abandonamos esta vida con planes incumplidos.

II. Como un hecho tremendo. �Para qui�n es terrible? A todos aquellos cuyos corazones est�n centrados en este mundo.

1. Que su riqueza se vuelve relativamente menos valiosa para ellos cada d�a.

2. Que la eternidad se vuelve relativamente m�s terrible para ellos cada d�a.

III. Como un hecho alentador. �A qui�n est� animando? A los que, aunque est�n en el mundo, no son del mundo, a los que han nacido en el reino divino de virtudes cristianas y esperanzas imperecederas. ( Homilista. )

Versículos 27-35

Si digo, olvidar� mi queja.

Acerca de los sufrimientos de Job

I. Demasiado grande para hacer efectivo cualquier esfuerzo de autoconsuelo. Se sugieren tres cosas.

1. Un valioso poder mental. El poder de aliviar los sufrimientos. "Si digo, olvidar� mi queja". Aqu� est� el poder impl�cito. Todos lo tienen. Es una fuerza reparadora que el cielo bondadoso ha puesto dentro de nosotros. Si no puede apagar la llama, puede enfriarla; si no puede soltarse de la carga, con sus propios pensamientos puede hacerla comparativamente ligera. Puede entrar en un c�rculo de ideas tan fascinante y delicioso como para experimentar transportes de �xtasis en el calabozo o en las llamas. �Qu� es el dolor sino una sensaci�n mental? Y dondequiera que arda esa sensaci�n mental, sus fuegos pueden apagarse en el r�o de pensamientos nobles y aspiraciones elevadas.

2. Una tendencia natural de la mente. �Qu� es? El ejercicio de este poder mitigante dentro de nosotros bajo el sufrimiento; un esfuerzo por "olvidar" la "queja", por "dejar de lado" la "pesadez", por "consolar". �Qui�n, bajo sufrimiento, no prueba esto?

3. Un triste defecto en la mente. �Tengo miedo de todos mis dolores; S� que no me considerar�s inocente ". �Por qu� fracasaron sus esfuerzos mentales por autoconsuelo? Simplemente porque no ten�a el sentido interior de la inocencia. Aunque siempre sostuvo que era inocente del pecado de hipocres�a que le acusaban sus amigos, siempre sinti� que ante el Santo era culpable, y ah� estaba el fracaso de su mente para mitigar su dolor. �l considera sus sufrimientos.

II. Como demasiado merecido para justificar cualquier esperanza de alivio.

1. Siente que ninguna autolimpieza le servir�a ante Dios. �Si soy imp�o� - o, como deber�a ser, soy imp�o - ��por qu� entonces trabajo en vano? Si me lavo con agua de nieve y nunca me limpie tanto las manos; pero me hundir�s en el hoyo, y mis propias ropas me aborrecer�n �.

2. Siente que no hay nadie que act�e como �rbitro entre �l y su Hacedor. "No hay entre nosotros ning�n hombre de d�a que nos ponga la mano encima a los dos".

3. Siente que sus aflicciones ven�an directamente de Dios, y hasta que no fueron quitadas no hab�a esperanza para �l. �Quite de m� su vara, y no me aterrorice su temor; entonces hablar�a y no le temer�a; pero a m� no me ocurre lo mismo �. ( Homilista. )

Versículos 30-32

Si me lavo con agua de nieve.

Una estimaci�n de la moralidad que no tiene piedad.

A los ojos del Dios puro, el hombre que ha hecho la aplicaci�n m�s copiosa de su poder de agua de nieve a la conducta visible, puede ser todav�a objeto de aborrecimiento; y que si Dios entra en juicio con �l, lo har� aparecer como hundido en el hoyo, su justicia como trapo de inmundicia, y �l mismo como cosa inmunda. Hay mil cosas que, en el lenguaje popular y entendido, el hombre puede hacer.

Es un sentimiento bastante generalizado, que puede abstenerse de robar, mentir y calumniar, que puede dar de sus bienes a los pobres, asistir a la iglesia, orar, leer su Biblia y seguir adorando a los pobres. Dios en su familia. Pero, como ejemplo de distinci�n entre lo que puede hacer y lo que no puede hacer, hagamos la afirmaci�n indudable de que puede comer ajenjo, y simplemente planteemos la pregunta, si tambi�n puede saborear el ajenjo.

Ese es un asunto diferente. Puedo ordenar la actuaci�n; pero no tengo tal dominio sobre mis �rganos de los sentidos como para dominar el gusto o el gusto por la ejecuci�n. La ilustraci�n es hogare�a; pero es suficiente para nuestro prop�sito si es eficaz. Puedo lograr hacer lo que Dios manda; pero no te complazco en Dios mismo. La contenci�n forzosa de la mano puede revelar muchos actos visibles de obediencia; pero el deleite del coraz�n puede negarse a acompa�arlo.

El hombre exterior puede estar muy preocupado por los mandamientos de Dios; mientras que para el hombre interior Dios es esc�ndalo y fatiga. Sus vecinos pueden mirarlo; y todo lo que puedan alcanzar sus ojos puede estar tan limpio como el agua de la nieve puede hacerlo. Pero el ojo de Dios llega mucho m�s lejos. �l es el que discierne los pensamientos y las intenciones del coraz�n; y puede ver la suciedad de la idolatr�a espiritual en cada uno de sus recept�culos.

El pobre no ha conquistado sus afectos rebeldes m�s de lo que ha conquistado su disgusto por el ajenjo. Puede temer a Dios; puede escuchar a Dios; y, en el exterior, obedecer a Dios. Pero �l no ama ni amar� a Dios; y mientras arrastra una pesada carga de tareas, deberes y observancias tras �l, vive en la violaci�n cada hora del primero y m�s grande de los mandamientos. �Alg�n padre de ustedes considerar�a lo suficiente que haya obtenido un servicio como este de uno de sus hijos? �Estar�as satisfecho con la obediencia de su mano, mientras sab�as que los afectos de su coraz�n estaban totalmente lejos de ti? El servicio se puede realizar; pero todo lo que pueda ministrar satisfacci�n en el principio del servicio, se le puede negar; y aunque se representa el �ltimo elemento de la ejecuci�n de la oferta,

Dios es el Padre de los esp�ritus; y la sujeci�n voluntaria del esp�ritu es lo que �l requiere de nosotros - �Hijo m�o, dame tu coraz�n�; y si el coraz�n es reprimido, Dios dice de todas nuestras actuaciones visibles: "�Para qu� es la multitud de vuestros sacrificios para m�?" El coraz�n es Su exigencia; y en verdad completo es el t�tulo que �l prefiere. �l nos dio vida; y es �l quien ha trazado un c�rculo de goces, amistades e intereses a nuestro alrededor.

Todo aquello en lo que nos deleitamos, nos es ministrado de Su mano. �l nos obsequia a cada momento con Su bondad; y cuando por fin el don rob� el coraz�n del hombre al Dador, de modo que se convirti� en un amante de su propio placer en lugar de en un amante de Dios, aun as� no nos dejar�a morir en la culpa de nuestra rebeli�n. El hombre se hizo un extra�o, pero Dios no quiso abandonarlo; y, en lugar de perderlo para siempre, ide� una forma de acceso para cortejarlo y darle la bienvenida nuevamente.

El camino de nuestro recobro es en verdad un camino en el que se puso Su coraz�n; y para probarlo, envi� a su propio Hijo Eterno al mundo, quien lo despoj� de todas sus glorias y se despoj� de su reputaci�n. Si, despu�s de todo esto, la antipat�a de la naturaleza hacia Dios todav�a se adhiere a nosotros - si, bajo el poder de esta antipat�a, el servicio que prestamos es el servicio fr�o y involuntario de la restricci�n - si, con muchas de las manifestaciones visibles de obediencia, hay tambi�n las luchas de un coraz�n reacio para quitar de esta obediencia toda su alegr�a, �no es Dios estafado de su ofrenda? ( T. Chalmers, DD )

Lavado a mayor suciedad

Las similitudes del dolor aqu� se amontonan en montones, con lo que un antiguo autor ha llamado la "ret�rica del dolor". Los sufrimientos f�sicos hab�an manchado la mente de Job, y busc� alivio expresando su angustia. Como un prisionero solitario en el l�gubre torre�n de un viejo castillo, sepulta en las paredes im�genes de los abyectos abatimientos que lo atormentan.

I. Al principio observamos que las almas vivificadas son conscientes de la culpa. Ellos lo saben; lo sienten; y se sonrojan al descubrir que no tienen excusa para ello. Todos los hombres son pecadores: para la mayor�a de los hombres, sin embargo, el pecado parece ser una moda de la �poca, una necesidad de la naturaleza, una locura de la juventud o una enfermedad de la edad, que una peque�a disculpa ser� suficiente para eliminar. Hasta que los hombres no son vivificados por la gracia divina, no saben realmente que son pecadores.

�C�mo es esto? Algunas enfermedades son tan insidiosas que los que las padecen se imaginan que est�n mejorando, mientras que en realidad se apresuran a ir a la tumba. De esta manera el pecado enga�a a los hijos de los hombres: se creen salvos cuando a�n no han sido renovados. �C�mo es esto, preguntas de nuevo? Son pocos los que se toman la molestia de pensar en estos asuntos. La nuestra es una �poca en la que los pensamientos de los hombres se centran en la pol�tica y las mercanc�as, la ciencia pr�ctica y las invenciones econ�micas.

A la ignorancia natural podemos atribuir gran parte de la indiferencia ordinaria de los hombres a su propia pecaminosidad. Viven en una �poca ignorante. En vano se jacta de la ilustraci�n de este siglo XIX: el siglo XIX no es uno m�s ilustrado en cuanto a la depravaci�n de la naturaleza humana que el siglo primero. Los hombres ignoran hoy la plaga de sus propios corazones como lo eran cuando Pablo se dirigi� a ellos.

Apenas un destello de la humilde verdad de nuestra depravaci�n natural amanece en la sorda aprehensi�n de los sabios mundanos, aunque las almas ense�adas desde arriba lo saben y est�n horrorizadas por ello. El descubrimiento llega de diversas formas a aquellos a quienes el Se�or ordena salvar. A veces, un predicador enviado por Dios deja entrar la luz espantosa. Muchos hombres, como el falso profeta Mokanna, ocultan su deformidad. Puede caminar a trav�s de un s�tano oscuro sin discernir por el ojo que hay algo repugnante escondido all�.

�Que se abran las contraventanas! �Haz que entre la luz del d�a! Pronto percibes ranas sobre el fr�o y h�medo pavimento, sucias telara�as colgando de las paredes en largos festones, asquerosas alima�as arrastr�ndose por todas partes. Sobresaltado, alarmado, horrorizado, �qui�n no querr�a huir y encontrar un ambiente m�s saludable? Los rayos del sol, sin embargo, no son m�s que una imagen tenue de esa luz Divina derramada por el Esp�ritu Santo, que penetra las sombras m�s espesas de la locura y el enamoramiento humano, y expone la traici�n del coraz�n m�s �ntimo.

II. Pasamos a notar que a menudo sucede que las almas despiertas usan muchos medios ineficaces para obtener la limpieza. Job se describe a s� mismo como lav�ndose con agua de nieve y haciendo que sus manos nunca est�n tan limpias. Sus expresiones me recuerdan mi propio trabajo en vano. �Con cu�ntos experimentos intent� purificar mi propia alma! Ver una ardilla en una jaula; el pobre est� trabajando, tratando de montar, pero nunca se eleva ni un cent�metro m�s.

En el mismo caso es el pecador que busca salvarse a s� mismo por sus propias buenas obras o por cualquier otro medio: se afana sin resultado. Es asombroso los dolores que los hombres sufrir�n en esta in�til labor. Al tratar de obtener la absoluci�n de sus pecados, establecer una justicia propia y asegurar la paz mental, los hombres ponen a prueba su ingenio al m�ximo. Job habla de lavarse "con agua de nieve". Sin duda, las im�genes est�n destinadas a ser instructivas. �Por qu� se selecciona el agua de nieve?

1. La raz�n probablemente fue, primero, porque era dif�cil de conseguir. En general, es mucho m�s f�cil obtener agua de los arroyos que de la nieve derretida. Los hombres valoran mucho lo que es dif�cil de conseguir. Las formas de adoraci�n que son costosas y dif�ciles se ven muy afectadas por muchos, ya que en los d�as de Job se pensaba que el agua de la nieve era un ba�o para los reyes; pero, despu�s de todo, es una moda ociosa, que puede inducir a error.

2. Adem�s, el agua de la nieve disfrutaba de una reputaci�n de pureza. Si tuviera agua filtrada natural, recoja la nieve reci�n ca�da y la derrita. A�n quedan entre nosotros ejemplares de piedad m�s que posible para los hombres, religiosidad por encima del rango de los mortales; cuya piedad, sin embargo, no es de la gracia de Dios, y por lo tanto es una vana demostraci�n. Aunque deber�amos usar las ceremonias m�s puras, multiplicar las mejores buenas obras y agregarle los dones m�s costosos, no deber�amos ser capaces de limpiarnos ante Dios. Puedes lavarte hasta negar la existencia de una mancha y, sin embargo, ser inmundo.

3. Una vez m�s, esta agua de nieve probablemente sea ensalzada porque desciende de las nubes del cielo, en lugar de brotar de los terrones de la tierra. La religiosidad que puede te�irse a s� misma con una apariencia de lo sobrenatural es muy cautivadora para muchos. Si "nunca dejo las manos tan limpias", es una expresi�n peculiarmente picante en el original. La palabra hebrea tiene una alusi�n a jab�n o salitre. Ese era el m�todo ordinario y obvio que cualquiera tomar�a para blanquear sus manos cuando estaban sucias.

La tradici�n cuenta que ciertas manchas de sangre se pegan al suelo. La idea es que la sangre humana, derramada en un asesinato, nunca puede limpiarse o rasparse de las tablas. As� es ciertamente con el tinte del pecado. La sangre de las almas est� en tus faldas, es el terrible lenguaje de Jerem�as ( Jeremias 2:34 ). Estos experimentos in�tiles para limpiarse ustedes mismos terminar�an de una vez por todas si tuvieran en cuenta la gran verdad del Evangelio: "Sin derramamiento de sangre no hay remisi�n. La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado".

III. Pero tan seguro como siempre que las almas vivificadas tratan de obtener la pureza de la manera incorrecta, Dios las arrojar� al pozo. Esta es una situaci�n terrible. Encuentro, al mirar el pasaje de cerca, que significa "cabeza sobre las orejas en la zanja". A menudo sucede con aquellos que tratan de mejorar por sus propias buenas obras, que su conciencia se despierta por el esfuerzo y est�n m�s conscientes del pecado que nunca.

La palabra aqu� traducida como "zanja" se traduce en otros lugares como "corrupci�n". Por eso, en el Salmo diecis�is: "Ni permitir�s que tu Santo vea corrupci�n". El lenguaje no puede pintar la humillaci�n, el reproche o la ignominia en t�rminos m�s fuertes. "Me hundir�s en la cuneta". �No es como si Dios mismo se encargara de hacer saber a su pueblo que por sus vanas abluciones se estaban volviendo a�n m�s viles a sus ojos? �No podemos considerar esto como la disciplina del amor de nuestro Padre Celestial, aunque al pasar por la prueba no lo percibamos como tal? "Yo reprendo y castigo a todos los que amo; s�, pues, celoso y arrepi�ntete". Quiz�s la experiencia que estoy tratando de describir les llegue a trav�s de la predicaci�n de la Palabra.

Con frecuencia nuestro gran Se�or deja un alma pobre y descarriada para que coma los frutos de sus propios caminos, y esta es la forma m�s severa de hundirse en el hoyo. Mientras lucha por la justicia de una manera incorrecta, el hombre tropieza con el mismo pecado contra el cual luch�. Su engreimiento vac�o podr�a no haber sido desalojado de su escondite secreto en su naturaleza depravada sin una ca�da tan peligrosa. As� nosotros, en nuestras diferentes esferas, volamos de esto a aquello y de aquello a lo otro.

Algunos esperan limpiar el pecado mediante un esfuerzo supremo de abnegaci�n o de fe milagrosa. No juguemos a la purificaci�n, ni esperemos en vano satisfacer la conciencia con aquello que no da satisfacci�n a Dios. Las personas de disposici�n sensible y h�bitos sedentarios tienden a buscar la rectitud de los sentimientos internos. Oh, que pudiera pasar del sentimiento a la fe; y miren fijamente, fuera de la sensaci�n interior, a la obra terminada de una vez por todas por el Se�or Jes�s.

IV. Mediante un entrenamiento tan severo, el que est� despierto es llevado a mirar solo a Dios en busca de salvaci�n y a encontrar la salvaci�n que busca. ( CH Spurgeon. )

Versículo 33

Tampoco hay ning�n dayman.

El hombre del d�a

En este punto del poema vemos a Job en su peor momento. Se ha desesperado por las miserias acumuladas. En este cap�tulo Job responde a Bildad. Admite que Dios es justo; pero por Su infinita justicia, santidad y poder, concluye que el mejor hombre no tiene esperanza de ser aprobado por �l. Su protesta lo viste con la figura de un juicio legal. Dios viene a la corte, primero como demandante, luego como acusado; primero afirmando Sus derechos, arrebatando lo que �l tiene en mente para reclamar, luego respondiendo a la cita del hombre que desaf�a Su justicia.

En cualquier caso, la causa del hombre es desesperada. Si el sujeto de su poder le pide cuentas, aparece en el bar, s�lo para aplastar al apelante y, con su infinita sabidur�a, para encontrar fallas en su s�plica. A medida que estudiamos, ciertos instintos profundos comienzan a tomar forma en anhelos de algo que la teolog�a actual no proporciona. El que sufre comienza a sentir m�s que a ver que el problema de su aflicci�n necesita para su soluci�n el factor adicional que fue suministrado mucho despu�s en la persona y obra de Jesucristo, un mediador entre Dios y el hombre.

Seg�n �l lo ve, el demandante y el demandado no tienen puntos en com�n. Dios es un ser diferente en naturaleza y condici�n a �l mismo. Si ahora hubiera un lado humano en Dios. Si s�lo hubiera alg�n d�a, alg�n �rbitro o mediador, que pudiera ponernos la mano encima a los dos, comprender ambas naturalezas y ambos conjuntos de circunstancias, entonces todo ir�a bien. Este deseo de Job debe ser estudiado, no como un simple individuo, sino como una experiencia humana.

El anhelo de Job por un mediador es el anhelo de la humanidad. El alma fue hecha para Dios. Cristo satisface una necesidad existente. La humanidad fue hecha para Cristo. Con Cristo va este hecho de mediaci�n. Hay un lugar para la mediaci�n en las relaciones del hombre con Dios. Hay un anhelo de mediaci�n en el coraz�n humano al que Job da voz aqu�. Solo se necesita un conocimiento moderado de la historia de la religi�n para ver c�mo este anhelo instintivo de que alguien o algo se interponga entre el hombre y Dios se ha afirmado en las instituciones del culto.

Esta demanda de un mediador est� respaldada e impulsada por dos grandes hechos interrelacionados: el pecado y el sufrimiento. La pregunta de Job aqu� es: �C�mo ser� el hombre justo con Dios? Insiste en que el hombre tal como es no puede ser justo con Dios tal como es. Sea tan bueno como pueda, su bondad es la impureza misma junto a la perfecci�n infinita del Todopoderoso. Dios no puede escuchar ninguna s�plica del hombre basada en su propia justicia. Nuevamente, este anhelo de un mediador es despertado por la experiencia humana del sufrimiento; un hecho que est� entrelazado con el hecho del pecado.

Necesitamos, nuestra pobre humanidad necesita, tal hombre del d�a, participante de ambas naturalezas, la Divina y la humana, para mostrarnos el sufrimiento en su lado celestial as� como en su lado terrenal, e inundar su lado terrenal con luz celestial por la revelaci�n. . En Cristo tenemos la experiencia humana del dolor y su interpretaci�n Divina. Por tanto, el anhelo de Job se satisface literal y plenamente. No desprecies a este Mediador. Busque su intervenci�n. ( Marvin R. Vincent, DD )

El hombre del d�a

Este pasaje es uno cuya dificultad no surge de la crudeza de la traducci�n, sino m�s bien de las sutiles secuencias del pensamiento movido por la pasi�n. Consiste en un lamento por la ausencia de un �rbitro, o ayudante de d�a, entre Dios y el alma herida por el pecado, y un vehemente anhelo de tal. En la noci�n de �rbitro, hay tres pensamientos generales aparentes desde el principio. Existe una oposici�n profundamente arraigada entre las dos partes implicadas: s�lo se puede eliminar reivindicando la derecha; y el resultado que se busca es la reconciliaci�n.

�En qu� medida se diferencia ese arbitraje de la mediaci�n? Es una mediaci�n, con el elemento adicional de un acuerdo celebrado entre las partes contrarias. Un jornalero es un mediador que ha sido designado o acordado por ambos. Veamos c�mo estos pensamientos generales se aplican a este grito de Job.

I. Est� trabajando bajo un sentimiento de pecado sin esperanza. Esto no es menos cierto porque no es persistente a trav�s del Libro de Job, sino intermitente; a veces se siente ligeramente, en otras ocasiones aplastante. Por eso es s�lo una verdadera exhibici�n del car�cter humano. Aqu� la sensaci�n febril de ello es m�s fuerte.

1. Est� "hundido en la cuneta", en el fango, en la "cloaca"; para que su "ropa lo aborrezca". El cieno es su cubierta: �todo es pecado!

2. En este estado, se condena a s� mismo. �l no puede "responder a Dios", �no puede entrar en juicio con �l! Ese es probablemente el verdadero significado de estas palabras, y no la explicaci�n com�n, que tiene miedo de responder a Dios. Dios no es un hombre; No debe ser respondido. �l mismo es el juez; Debe tener raz�n. Ese no siempre fue el esp�ritu de Job, es cierto; pero ese es su esp�ritu en el presente pasaje.

3. Por otra parte, no puede deshacerse de su contaminaci�n. No puede purificarse a s� mismo. "Si me lavo con agua de nieve y nunca dejo mis manos tan limpias ('l�mpialas con lej�a'), sin embargo, me sumergir�s en la cuneta". Luchar por liberarse solo muestra la absoluta impotencia.

4. �Y por qu� se siente tan indefenso? �Qu� es lo que le revela su pecado? �Es el car�cter de Dios! �Santidad de Dios! La ley de Dios! No hab�a conocido el pecado sino por esa ley. El requisito de Dios, la inspecci�n de Dios del alma despu�s de que ha hecho todo lo posible, parece "hundirla en la zanja".

II. Es este sentimiento de pecado sin esperanza lo que le ha ense�ado a Job la necesidad de un Mediador.

1. Hasta ahora no puede encontrar ninguno. Sus palabras no llegan al extremo de afirmar que no hay un d�a entre Dios y ning�n hombre; est�n confinados a su propia necesidad en el momento presente: "�Entre nosotros!" Para �l no hay ninguno, y ese es su gran problema.

2. Pero hay una necesidad. Anhela (m�s de una de las palabras hebreas resaltan el anhelo) de un �rbitro que deba mediar entre �l y Dios.

3. Este mediador debe poder "poner su mano sobre nosotros a los dos". Seguramente no en el sentido pobre e irreverente (porque es ambos), que por una mano restrictiva del poder podr�a controlar la acci�n del Todopoderoso. El significado es seguramente el m�s simple, que el �rbitro debe ser alguien que pueda llegar a ambas partes.

4. Por un lado, debemos hacer justicia a la santidad de Dios. En la mediaci�n eso debe ser sagrado. Debe surgir del juicio no menos glorioso que antes.

5. Y por otro lado, el mediador debe confesar y lidiar con el pecado del hombre. No debe ocultarlo ni excusarlo; pero, admitiendo y midiendo correctamente el hecho, debe poder afrontarlo para satisfacer a Dios y salvar al hombre.

III. Se indican los resultados de dicha mediaci�n. Generalmente hay reconciliaci�n, la eliminaci�n de ese estado de enemistad que existe entre el pecador y su Dios.

1. Espec�ficamente, hay perd�n. "�Que Dios me quite su vara!" El castigo de Dios, cualquiera que sea su forma, pasar� por completo. "�Tus pecados te son perdonados!" Eso vendr�a de un "hombre del d�a".

2. Luego viene la paz "�No dejes que su temor me aterrorice!" Que pueda mirar a Dios, el Dios omnipotente y santo, y decir: No tengo miedo; �porque he sido reconciliado con �l! El mediador ha puesto una mano sobre ambos, ha alcanzado la santidad de Dios y ha alcanzado mi pecado.

3. Entonces pasa el miedo y llega la confianza. "Entonces hablar�a y no le temer�a". No puede haber comuni�n con Dios hasta que el hombre del d�a haya expulsado el temor que tiene el tormento. Hasta entonces no podr� hablarle ni o�rle.

IV. Tenemos en el Nuevo Testamento la ant�tesis de este grito anhelante de Job. �La ley (dice Pablo, G�latas 3:19 ) fue ordenada en la mano de un mediador. Ahora bien, un mediador no es un mediador de otro; pero Dios es uno ". �Y qui�n es la otra parte? Es un hombre pecador. Y �Jes�s es el Mediador del nuevo pacto� ( Hebreos 12:24 ), �poniendo una mano sobre ambos�, mediando entre dos que han estado larga y dolorosamente en desacuerdo; el �d�a entre nosotros� y Dios, que �intercede como un hombre a Dios, como un hombre intercede por su pr�jimo� ( Job 16:21 ).

Entonces, la necesidad de un mediador, como una necesidad espiritual del pecador que ha venido a mirar dentro de su propio coraz�n y compararlo con la santidad de Dios, es una de las extra�as ense�anzas del Libro de Job. ( J. Elder Cumming, DD )

La necesidad de un jornalero

Hay dos atributos de Dios: Su poder y Su justicia. Uno es un atributo natural y el otro un atributo moral. Uno manifestado en la creaci�n, el otro vagamente discernible en la naturaleza moral, es decir, la conciencia del hombre, y sin embargo, necesita una revelaci�n para llevarla al coraz�n del hombre con una realidad y un poder espantosos. Evidentemente, los pensamientos de Job estaban ocupados en este cap�tulo con estos dos atributos.

Pero si se nos pregunta en cu�l est� m�s ocupado, debemos responder, no con lo m�s alto, no tanto con la justicia como con el poder de Dios. Estos vers�culos parecen mostrar un sentimiento doble en la mente de Job, correspondiente a los dos atributos: la justicia y el poder de Dios; pero el sentimiento predominante era el del poder irresistible de Dios. Job anhelaba algo para salvar el terrible abismo entre el Creador y �l mismo, y no solo algo, sino alguna persona viva, alg�n �hombre del d�a�, que pusiera su mano sobre ambos.

"Tomado de manera cr�tica e hist�rica, la palabra" dayman "parece significar un" �rbitro ". Si Job sintiera �el poder de Dios� m�s que su justicia, y su propia debilidad m�s que su culpa, esto es precisamente lo que querr�a. Sent�a que no pod�a contender con Dios mismo; no pod�a estar al mismo nivel que el Creador en esta gran controversia. Por tanto, sinti� la necesidad de un �rbitro.

Pero, �cu�l es la diferencia entre un �jornalero� as� explicado y un mediador? La diferencia no es grande, pero tal como es, corresponde a la diferencia entre sentir el "poder" y la "justicia" de Dios. La sensaci�n de querer un mediador es mayor. La conciencia de culpa y corrupci�n interior es un sentimiento m�s elevado que el de debilidad; y el anhelo de un "Mediador", un anhelo mayor que el de un "hombre del d�a". ( George Wagner. )

Mediador entre Dios y el hombre

Cuando ning�n hombre pudo redimir a su pr�jimo de la tumba, Dios mismo encontr� un rescate. Cuando ninguno de los seres que hab�a formado pudo ofrecer una expiaci�n adecuada, el Se�or de los ej�rcitos despert� la espada de la venganza contra su pr�jimo. Cuando no hab�a ning�n mensajero entre los �ngeles que rodeaban Su trono, que pudiera proclamar y comprar la paz para un mundo culpable, �se manifest� Dios en carne, descendi� envuelto en majestad entre nuestros tabern�culos terrenales y derram� Su alma hasta la muerte? por nosotros, y comprar la Iglesia con Su propia sangre, y salir de la tumba que no pudo retenerlo, ascender al trono de Su mediadora designada; y ahora �l, el lujuria y el postrer, que estaba muerto y est� vivo, y que intercede por los transgresores, "puede salvar perpetuamente a todos los que por �l se acercan a Dios"; y,

Pero no es suficiente que el Mediador sea designado por Dios; debe ser aceptado por el hombre. Y para incitar nuestra aceptaci�n, presenta toda clase de argumentos contundentes. �l arroja al exterior sobre toda la faz del mundo una garant�a amplia y universal de bienvenida. "Todo el que a m� viene, no ser� expulsado". �Venid a m� todos los que est�is trabajados y cargados, y yo os har� descansar.

"Donde el pecado abund�, sobreabund� la gracia". "Todo lo que pid�is en mi nombre, lo recibir�is". El camino de acceso a Cristo est� abierto y libre de todo obst�culo, que manten�a al hombre temeroso y culpable a una distancia impracticable del Legislador celoso y no pacificado. Ha dejado a un lado el obst�culo y ahora est� en su lugar. Sigamos solamente el camino del Evangelio, y no encontraremos nada entre nosotros y Dios, excepto el Autor y Consumador del Evangelio, quien, por un lado, le hace se�as para que el hombre se acerque con todas las se�ales de la verdad y de ternura; y por otro lado defiende nuestra causa ante Dios, y llena Su boca de argumentos, y aboga por esa misma expiaci�n que fue ideada con amor por el Padre, y con el incienso del cual �l estaba muy complacido, y reclama, como el fruto de la aflicci�n de su alma, todos los que conf�an en �l; y as�, al poner Su mano sobre Dios, lo aparta por completo del ardor de Su indignaci�n.

Pero Jesucristo es algo m�s que el agente de nuestra justificaci�n; tambi�n es el agente de nuestra santificaci�n. De pie entre nosotros y Dios, �l recibe de �l de ese Esp�ritu que se llama "la promesa del Padre"; y lo derrama en dispensaci�n gratuita y generosa sobre los que creen en �l. Sin este Esp�ritu, en algunos de los mejores ejemplares de nuestra raza, puede haber en nosotros el juego de lo bondadoso en el sentimiento constitucional, y sobre nosotros la exhibici�n de lo que es propio de una virtud constitucional; y el hombre que as� nos juzga, puede emitir su veredicto de aprobaci�n; y todo lo que es visible en nuestras acciones puede ser puro como por la acci�n del agua de la nieve.

Pero la total irreligiosidad de nuestra naturaleza seguir� siendo tan completa y obstinada como siempre. La alienaci�n de nuestros deseos de Dios persistir� con vigor insuperable en nuestro pecho; y el pecado, en la esencia misma de su principio elemental, todav�a se ense�orear� del hombre interior con todo el poder de su ascendencia original, hasta que lo profundo, la b�squeda y la influencia predominante del amor de Dios se derrame por todas partes. en nuestros corazones por el Esp�ritu Santo.

Este es el trabajo del gran Mediador. Este es el poder y el misterio de esa regeneraci�n, sin los cuales nunca veremos el reino de Dios. Este es el oficio de Aquel a quien se conf�a todo el poder, tanto en el cielo como en la tierra, quien, reinando en el cielo y uniendo su misericordia con su justicia, los hace fluir sobre la tierra en una corriente de influencia celestial; y reinando en la tierra, y obrando poderosamente en los corazones de su gente, los hace aptos para la sociedad del cielo, completando as� la maravillosa obra de nuestra redenci�n, por la cual, por un lado, hace que el ojo de un Dios santo mire aprobando al pecador, y por otro lado hace que el pecador sea apto para la comuni�n y completamente preparado para el disfrute de Dios.

Tales son los grandes elementos de la religi�n de un pecador. Pero si te apartas del uso prescrito de ellos, la ira de Dios permanece sobre ti. Si no besas al Hijo mientras est� en el camino, provocas su ira; y una vez que comienza a arder, solo son bendecidos los que han puesto su confianza en �l. Si, sobre la supuesta suficiencia de una justicia sin piedad, descuidas la gran salvaci�n, no escapar�s de las severidades de ese d�a cuando el Ser con quien tienes que tratar entrar� contigo en juicio; y es solo huyendo al Mediador, como lo har�as de una tormenta venidera, que se hace la paz entre t� y Dios, y que, santificado por la fe que es en Jes�s, se te hace abundar en frutos de justicia tales como �Deber� alabar y gloriarse en el �ltimo y solemne juicio? (T. Chalmers, DD )

El hombre del d�a

�C�mo est� constituido este jornalero, Jesucristo, para ocupar este cargo? Job sab�a cu�les eran sus verdaderas necesidades; no sab�a c�mo se iban a satisfacer estas necesidades y, sin embargo, nos da en el contexto toda la constituci�n del oficio de un jornalero. En lo m�s profundo de su aflicci�n, en el valle de su degradaci�n, mientras estaba sentado en el polvo y las cenizas, suspir�: �Si me lavo con agua de nieve y nunca me limpie tanto las manos; pero me hundir�s en el hoyo, y mis propios vestidos me aborrecer�n.

Porque �l no es un correo, como yo, para que yo le responda, y nos juntemos en juicio. Tampoco hay entre nosotros ning�n hombre de d�a que pueda poner su mano sobre los dos ". Marque este contexto. Aqu� el patriarca da expresi�n a un pleno reconocimiento de su culpa, de su conciencia de la ira que hab�a descendido del cielo sobre �l, de la imposibilidad de hacerse justo con Dios.

�l habita en la zanja de la corrupci�n y se aborrece a s� mismo; y Dios, a quien ha ofendido, �no es hombre� para que le responda, para que se enfrenten cara a cara, para que razonen juntos. "�l no es un hombre como yo". Mir� a Dios como lo miraban los paganos: un Dios de majestad, un Dios de santidad, un Dios de sublimidad y gloria, inaccesible al hombre. Dios no es un hombre para que yo me acerque a �l, dijo Job, y no tengo quien me lo presente.

Esa fue su miseria: �Dios no es un hombre�, que yo le hablara, y no tengo a nadie que se interponga entre Dios y yo para presentarle mi oraci�n. �Patriarca desesperado, desventurado y miserable! Lo que quer�a era un ayudante entre los dos para poner la mano sobre ambos. He venido aqu� para decirles que ese hombre del d�a es Cristo, "el hombre Cristo Jes�s". �Y qu� dice �l? �He aqu�, soy conforme a tu deseo en lugar de Dios; Yo tambi�n soy formado de arcilla.

�Esa es mi s�plica, y esa es mi gloria, que Dios se ha hecho hombre como yo, y ahora puedo responderle. Ahora puedo acercarme a �l cara a cara; Ahora puedo llenar mi boca de argumentos; Ahora puedo venir, y por Su propia invitaci�n, razonar con �l. Est� "formado de arcilla"; as� es �l el que est� entre Dios y el hombre; y �l pone su mano sobre nosotros. Este es Jes�s; por tanto, se constituye en Mediador entre Dios y el hombre; y esto lo ha logrado mediante Su sacrificio expiatorio.

�Expiaci�n! - �Cu�l es el significado de esa palabra? Lo pronunciamos como una palabra; pero en realidad son tres palabras, � expiaci�n �; y ese es su significado. A causa de nuestro pecado, hay dos partes opuestas la una a la otra; no hay un elemento de uni�n, sino cada elemento de antagonismo para separarnos y mantenernos separados. Cristo es el sacrificio expiatorio y Su expiaci�n es una completa satisfacci�n.

Esto se debe a que Cristo, nuestro hombre de los d�as, es tanto Dios como hombre, ambas naturalezas en una sola persona. Para ser mediador es necesario tener poder e influencia con ambas partes. Cristo, como nuestro hombre de los d�as, tiene poder para con Dios, porque �l mismo es Dios; y para obtener influencia sobre el hombre se hizo hombre, y soport� nuestros dolores y sufri� nuestros dolores. Se convirti� como uno de nosotros, "salvo el pecado". �He aqu� la simpat�a de Jes�s!: Participante de nuestros sufrimientos, participante de nuestros dolores y familiarizado con nuestro dolor.

Es cierto que la majestad de Dios era inaccesible; ning�n hombre pod�a acercarse a �l; la gloria inmaculada de esa Presencia era demasiado deslumbrante para la vista de los mortales; Su santidad era demasiado pura para entrar en contacto con el pecado; la altura de esa gloria estaba m�s all� de lo que el hombre pod�a alcanzar. Entonces Dios en Cristo descendi� a nosotros. �Oh, qu� gracia! Y mientras que la Majestad de la Deidad era demasiado augusta, la dej� all� sobre el trono de Su Padre, y se envolvi� por un tiempo en el manto familiar de nuestra humanidad; Se convirti� en un hombre como nosotros.

Puesto que el hombre no pod�a acercarse a Dios, Cristo llev� la Deidad al nivel de nuestra humanidad, para poder levantar a la raza humana de la muerte y el pecado para disfrutar de la vida de justicia. �sta es la verdadera dignidad del hombre, que Cristo lo ha dignificado y elevado a la gloria de Su Padre. �Al que venciere, le conceder� sentarse conmigo en mi trono, as� como yo tambi�n he vencido y estoy sentado en el trono de mi Padre.

Este es el Daysman que pone Su mano sobre nosotros. �No atraviesa el golfo? Usted sabe que un puente, para ser �til y �til, debe apoyar su arco de resorte sobre una orilla y sobre la otra. Pararse a mitad de camino estropea el puente. La escalera que se levanta debe tocar el lugar en el que est�s parado y el lugar donde estar�as. As� es Cristo el hombre del d�a. �l pone su mano sobre ambas partes. Con una mano se aferra a Dios, porque �l mismo es Dios, y con la otra se inclina hasta que se aferra al hombre pecador, porque �l mismo es hombre; y estableciendo as� su mano sobre ambas partes, �l trae tanto a uno - Se efect�a un en- uno ment, y �Dios est� en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo.

��Oh, bendito encuentro! feliz reconciliaci�n! donde la misericordia y la verdad se unieron, y la justicia y la paz se besaron. Una vez m�s: un mediador por el pecado debe sufrir, y con sus sufrimientos debe satisfacer. Aqu�, nuevamente, la necesidad de que este hombre de los d�as sea tanto Dios como hombre. Si hubiera sido solo Dios, no podr�a sufrir, y si hubiera sido solo hombre, con todos Sus sufrimientos no podr�a satisfacer. �l es Dios y es hombre.

Como hombre sufre y como Dios satisface. Hermanos, �qu� pens�is de esto? �l es el intermediario entre nosotros. Y ahora podemos contemplar a Dios, no solo como el legislador enojado, sino, por medio de Cristo, como "misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia". Ahora estamos en nuestra libertad cristiana, y en la adopci�n de hijos capacitados para mirar a Dios, no como envuelto en un trueno, no como si estuviera ce�ido de indignaci�n, no como vestido con una luz deslumbrante, a la que ning�n hombre puede acercarse, sino Puedo mirarlo como un hombre como yo, conmovido por el sentimiento de mis debilidades - �en todo punto tentado como nosotros, pero sin pecado.

�Veo en �l no un maestro, sino un hermano; no un enemigo, sino un amigo; no un juez enojado, sino un abogado comprensivo que suplica por m�. �Y cu�l es su s�plica? �Nuestra inocencia? No, no, �l sabe que somos pecadores; �l admite nuestro pecado, lo admite todo; No ofrece ni una sola palabra de disculpa o atenuaci�n por nuestra falta; pero aboga por su propia justicia, aboga por sus propios sufrimientos en nuestro lugar, y su muerte por nosotros. �l es el sustituto y, como tal, es el intermediario entre Dios y el hombre. �l pone su mano sobre ambos. ( Robert Maguire, MA )

El d�a del pecador

Todo lo que un pecador necesita, puede encontrarlo en el Salvador.

I. El pecador necesita un "jornalero". Nada m�s que un sentimiento de pecado llevar� a un hombre en realidad a buscar un Salvador.

1. Marque la situaci�n en la que el pecador se encuentra ante su Dios: un criminal condenado

2. El pecador no puede defender su propia causa.

3. No hay nadie que se haga amigo de su causa.

II. Se proporciona un "jornalero". El Evangelio se llama el "ministerio de la reconciliaci�n". Lleva este nombre porque se�ala a Jes�s como el "hombre de los d�as" del pecador. Est� preparado para el car�cter que sostiene y desempe�a eficazmente el cargo.

III. La importancia de buscar inter�s en este "hombre del d�a". �l no es nuestro "hombre de los d�as" a menos que lo hayamos buscado. Debemos acudir a �l, y debe ser por fe. El inter�s en �l seguramente debe buscarse de inmediato. ( G. Hadley. )

El gran caso del arbitraje

El patriarca Job, cuando razonaba con el Se�or acerca de su gran aflicci�n, se sinti� en desventaja y declin� la controversia, diciendo: ��l no es un hombre como yo, para que yo le responda y nos unamos�. en juicio ". Sin embargo, sintiendo que sus amigos estaban exagerando cruelmente su caso, todav�a deseaba difundirlo ante el Se�or, pero deseaba que un mediador, un intermediario, actuara como �rbitro y decidiera el caso.

Pero lo que Job deseaba tener, el Se�or nos lo ha provisto en la persona de Su propio Hijo amado, Jesucristo. Hay una vieja disputa entre el Dios tres veces santo y Sus s�bditos pecadores, los hijos de Ad�n.

I. En primer lugar, perm�tanme describir cu�les son los elementos esenciales de un �rbitro, un �rbitro o un jornalero.

1. Lo primero esencial es que ambas partes est�n de acuerdo en aceptarlo. D�jame ir a ti, pecador, contra quien Dios ha puesto su demanda, y te plantee el asunto. Dios ha aceptado a Cristo Jes�s como Su �rbitro en Su disputa. Lo nombr� para el cargo y lo eligi� para �l antes de que pusiera los cimientos del mundo. �l es el compa�ero de Dios, igual al Alt�simo, y puede poner Su mano sobre el Padre Eterno sin temor porque �l es muy amado por el coraz�n de ese Padre.

Pero tambi�n es un hombre como t�, pecador. Una vez sufri�, tuvo hambre, tuvo sed y conoci� el significado de la pobreza y el dolor. Ahora, �qu� piensas? Dios lo ha aceptado; �Puedes estar de acuerdo con Dios en este asunto y estar de acuerdo en tomar a Cristo como tu hombre de los d�as tambi�n? �Est� dispuesto a que tome este caso en sus manos y arbitre entre usted y Dios? porque si Dios lo acepta, y t� tambi�n lo aceptas, entonces �l tiene una de las primeras calificaciones para ser un jornalero.

2. Pero, en segundo lugar, ambas partes deben estar totalmente de acuerdo en dejar el caso enteramente en manos del �rbitro. Si el �rbitro no posee el poder de resolver el caso, entonces interceder ante �l solo es una oportunidad para discutir, sin ninguna posibilidad de llegar a un arreglo pac�fico. Ahora Dios ha confiado "todo el poder" en las manos de Su Hijo. Jesucristo es el plenipotenciario de Dios y ha sido investido con plenos poderes de embajador.

Si el caso es resuelto por �l, el Padre est� de acuerdo. Ahora, pecador, �la gracia mueve tu coraz�n a hacer lo mismo? �Est�s de acuerdo en poner tu caso en manos de Jesucristo, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre? �Seguir�s su decisi�n?

3. Adem�s, digamos, que para ser un buen �rbitro o �rbitro, es esencial que sea una persona apta. Si el caso fuera entre un rey y un mendigo, no parecer�a exactamente correcto que otro rey fuera el �rbitro, ni otro mendigo; pero si se pudiera encontrar una persona que combinara a los dos, que fuera a la vez pr�ncipe y mendigo, ambos podr�an elegir a ese hombre. Nuestro Se�or Jesucristo resuelve precisamente el caso.

Hay una gran disparidad entre el demandante y el acusado, porque �cu�n grande es el abismo que existe entre el Dios eterno y el pobre hombre ca�do? �C�mo se puede salvar esto? Por nadie, excepto por uno que es Dios y que al mismo tiempo puede convertirse en hombre. Ahora, el �nico ser que puede hacer esto es Jesucristo. �l puede poner Su mano sobre ti, inclin�ndose a toda tu enfermedad y tu dolor, y puede poner Su otra mano sobre la Majestad eterna, y afirmar ser co-igual con Dios y co-eterno con el Padre. �No ves, entonces, Su aptitud? Seguramente no puede haber un jornalero m�s h�bil o m�s juicioso que nuestro bendito Redentor.

4. Sin embargo, hay algo m�s esencial de un �rbitro, y es que debe ser una persona deseosa de llevar el caso a un feliz acuerdo. En el gran caso que est� pendiente entre Dios y el pecador, el Se�or Jesucristo tiene una sincera ansiedad tanto por la gloria de Su Padre como por el bienestar del pecador, y que debe haber paz entre las dos partes contendientes. La vida y el objetivo de Jesucristo es hacer la paz.

No se deleita en la muerte de los pecadores, y no conoce mayor gozo que el de recibir pr�digos en su seno y de traer de nuevo al redil la oveja descarriada. T� ves entonces, pecador, c�mo es el caso. Dios evidentemente ha elegido al �rbitro m�s adecuado. Ese �rbitro est� dispuesto a hacerse cargo del caso, y t� puedes depositar toda tu confianza en �l; pero si vives y mueres sin aceptarlo como tu �rbitro, entonces, la comodidad va en tu contra, no tendr�s a nadie a quien culpar sino a ti mismo.

II. Y ahora querr�, con su permiso, llevarlo al tribunal donde se est� llevando a cabo el juicio y mostrarle el procedimiento legal ante el gran Daysman. �El hombre, Cristo Jes�s�, que es �Dios sobre todo, bendito por los siglos�, abre Su corte estableciendo los principios sobre los cuales �l tiene la intenci�n de dictar juicio, y esos principios ahora tratar� de explicarlos y exponerlos. Son dos aspectos: primero, justicia estricta; y en segundo lugar, amor ferviente.

El �rbitro ha determinado que si se deja el caso como sea, se har� justicia plena, justicia hasta el extremo, ya sea a favor o en contra del acusado. Tiene la intenci�n de tomar la ley en su aspecto m�s severo y severo, y juzgar de acuerdo con su letra m�s estricta. No ser� culpable de parcialidad por ninguna de las partes. Pero el �rbitro tambi�n dice que juzgar� seg�n la segunda regla, la del amor ferviente.

�l ama a Su Padre y, por lo tanto, no decidir� nada que pueda alcanzar Su honor o deshonrar Su corona. Ama tanto a Dios, el Eterno, que permitir� que el cielo y la tierra pasen antes de que haya una mancha en el car�cter del Alt�simo. Por otro lado, ama tanto al pobre acusado, hombre, que estar� dispuesto a hacer cualquier cosa en lugar de infligirle un castigo a menos que la justicia lo requiera absolutamente.

Ama al hombre con un amor tan grande que nada lo deleitar� m�s que decidir a su favor, y se alegrar� demasiado si puede ser el medio para establecer felizmente la paz entre los dos. Que la justicia y el amor se unan si pueden. Habiendo establecido as� los principios del juicio, el �rbitro pide a continuaci�n al demandante que exponga su caso. Escuchemos Mientras habla el gran Creador. �O�d, cielos, y escucha, tierra; porque el Se�or ha hablado: Yo cri� y cri� hijos.

�El Eterno Dios nos acusa, y perm�tanme confesar de una vez que nos acusa de la manera m�s justa y verdadera, de haber quebrantado todos sus mandamientos, algunos de ellos de hecho, algunos de palabra, todos de coraz�n y de pensamiento, e imaginaci�n. Nos acusa de que contra la luz y el conocimiento hemos elegido lo malo y abandonado lo bueno. Todo esto, serena y desapasionadamente, de acuerdo con el gran Libro de la ley, est� a nuestro cargo ante el Daysman.

No se nos presenta ninguna exageraci�n de pecado. Habiendo sido as� expuesto el caso del demandante, el Dayman llama al demandado por el suyo; y creo que lo escucho cuando comienza. En primer lugar, el pecador acusado tembloroso suplica: �Confieso la acusaci�n, pero digo que no pude evitarlo. He pecado, es cierto, pero mi naturaleza era tal que no pod�a hacer otra cosa; Debo echarle toda la culpa a mi propio coraz�n; mi coraz�n era enga�oso y mi naturaleza era mala.

El hombre del d�a dictamina de inmediato que esto no es excusa alguna, sino una agravaci�n, porque en la medida en que se concede que el coraz�n del hombre mismo es enemistad contra Dios, esto es una admisi�n de una malicia a�n mayor y una rebeli�n m�s negra. Luego, el acusado suplica en el siguiente lugar que, si bien reconoce los hechos que se alegan en su contra, no es peor que otros delincuentes, y que hay muchos en el mundo que han pecado m�s gravemente que �l.

El pecador insiste adem�s, que aunque ha ofendido, y ofendido muy grande y gravemente, sin embargo, ha hecho muchas cosas buenas. Es cierto que no amaba a Dios, pero siempre iba a la capilla. El acusado no tiene fin de s�plicas, porque el pecador tiene mil excusas; y al ver que nada m�s servir�, comienza a apelar a la misericordia del demandante y dice que en el futuro lo har� mejor.

Confiesa que est� endeudado, pero no acumular� m�s facturas en esa tienda. �Qu� va a hacer ahora el pobre acusado? Esta vez est� bastante derrotado. Cae de rodillas, y con muchas l�grimas y lamentos grita: �Veo c�mo est� el caso; No tengo nada que alegar, pero apelo a la misericordia del demandante; Confieso que he quebrantado sus mandamientos; Reconozco que merezco Su ira; pero he o�do que �l es misericordioso y suplico perd�n total y gratuito.

Y ahora viene otra escena. El demandante al ver al pecador de rodillas, con los ojos llenos de l�grimas, responde: �Estoy dispuesto en todo momento a tratar con bondad y bondad amorosa a todas Mis criaturas; pero el �rbitro sugiri� por un momento que yo deber�a da�ar y arruinar Mis propias perfecciones de verdad y santidad; para que contradiga Mi propia palabra; para que ponga en peligro Mi propio trono; �Que haga sospechar de la pureza de la justicia inmaculada, y derribe la gloria de Mi santidad inmaculada, porque esta criatura Me ha ofendido y ahora anhela misericordia? No puedo, no perdonar� a los culpables; �Ha ofendido y debe morir! Por mi vida, no me agrada la muerte del imp�o, sino que prefiero que se vuelva de su maldad y viva.

A�n as�, este 'preferir�a' no debe ser supremo. Soy misericordioso y perdonar�a al pecador, pero soy justo y no debo negar Mis propias palabras. Hice un juramento: "El alma que pecare, morir�". Lo he establecido por decreto firme: "Maldito todo el que no persevera en todas las cosas que est�n escritas en el libro de la ley para hacerlas". Este pecador est� justamente maldecido e inevitablemente debe morir; y sin embargo lo amo.

El �rbitro se inclina y dice: �Aun as�; la justicia exige que el delincuente muera, y yo no quiero que seas injusto ". El �rbitro, por lo tanto, despu�s de una pausa, lo expresa as�: �Estoy ansioso de que estos dos se junten; Los amo a ambos: No puedo, por un lado, recomendar que Mi Padre manche Su honor; Por otro lado, no puedo soportar que este pecador sea echado eternamente al infierno; Yo decidir� el caso, y ser� as�: pagar� a la justicia de Mi Padre todo lo que anhele; Me comprometo a que en el cumplimiento del tiempo sufrir� en Mi propia persona todo lo que el pecador que llora y tiembla deber�a haber sufrido.

Padre m�o, �resistir�s t� a esto? �El Eterno Dios acepta el terrible sacrificio! S�, pecador, y �l hizo m�s que decirlo, porque cuando lleg� el cumplimiento del tiempo, usted conoce la historia. Aqu�, entonces, est� el arbitraje. Cristo mismo sufre; y ahora tengo que hacer la consulta, "�Has aceptado a Cristo?"

III. Veamos ahora el �xito del hombre del d�a.

1. Por cada alma que ha recibido a Cristo, Cristo ha hecho una expiaci�n completa que Dios el Padre acept�; y su �xito en este asunto es de gozo, en primer lugar, porque el pleito ha sido resuelto de manera concluyente. Hemos conocido casos que van a arbitraje y, sin embargo, las partes se han peleado despu�s; han dicho que el �rbitro no fall� con justicia, o algo por el estilo, por lo que se ha vuelto a plantear todo el asunto. Pero, oh amados, el caso entre un alma salva y Dios est� resuelto de una vez y para siempre. No queda m�s conciencia de pecado en el creyente.

2. Una vez m�s, el caso se ha resuelto sobre la base de los mejores principios, porque, como ve, ninguna de las partes puede oponerse a la decisi�n. El pecador no puede, porque todo es misericordia para �l: ni siquiera la justicia eterna, porque ha tenido su merecido.

3. Una vez m�s, el caso ha sido tan resuelto que ambas partes est�n muy satisfechas. Nunca escuchas a un alma salva murmurar por la sustituci�n del Se�or Jes�s.

4. Y a trav�s de este Daysman ambas partes han llegado a estar unidas en el v�nculo de uni�n m�s fuerte, cercano, querido y cari�oso. Esta demanda ha terminado de tal manera que el demandante y el acusado son amigos de por vida, no, amigos hasta la muerte y amigos por la eternidad. �Qu� cosa tan maravillosa es esa uni�n entre Dios y el pecador! Todos hemos estado pensando mucho �ltimamente en el cable del Atl�ntico.

Es un intento muy interesante de unir dos mundos. Ese pobre cable, ya sabes, ha tenido que ser hundido en las profundidades del mar, con la esperanza de establecer una uni�n entre los dos mundos, y ahora estamos nuevamente decepcionados. Pero �oh! qu� maravilla infinitamente mayor se ha logrado. Cristo Jes�s vio los dos mundos divididos y el gran Atl�ntico de la culpa humana se interpuso. Se hundi� profundamente en las aflicciones del hombre hasta que todas las olas y las olas de Dios lo sobrepasaron, para que pudiera ser, por as� decirlo, la gran comunicaci�n telegr�fica entre Dios y la raza ap�stata, entre el Sant�simo y los pobres pecadores. Perm�teme decirte, pecador, que no hubo falla en el tendido de ese bendito cable. ( CH Spurgeon. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 9". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-9.html. 1905-1909. Nueva York.