Bible Commentaries
Proverbios 8

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículo 1

�No llora la Sabidur�a?

La personificaci�n de la sabidur�a

Cualquiera que haya sido la satisfacci�n experimentada por las mentes devotas al leer este cap�tulo, como si contuviera las palabras de Cristo y la evidencia de Su Divinidad preexistente, no me atrevo a retener lo que creo que es el verdadero principio de interpretaci�n.

Las objeciones a su significado de Cristo, o el Verbo, antes de que se hiciera carne, cuando �en el principio estaba con Dios y era Dios�, son para m� absolutamente insuperables. Por ejemplo&mdash

1. Debe notarse que el pasaje no se aplica as� en ninguna parte del Nuevo Testamento. Si alg�n escritor del Nuevo Testamento hubiera aplicado expresamente alguna parte del cap�tulo al Hijo de Dios, esta habr�a sido una clave que no podr�amos haber tenido la libertad de rechazar.

2. La sabidur�a aqu� es un personaje femenino. Todo el tiempo este es el caso. Ahora, bajo tal punto de vista, las Escrituras en ninguna otra parte, en ninguna de sus representaciones figurativas del �Cristo�, jam�s lo describen o presentan de esta manera.

3. La sabidur�a no parece concebida como una designaci�n personal, en la medida en que est� asociada con varios otros t�rminos, de importancia sin�nima, o al menos correspondiente.

4. El conjunto es una personificaci�n audaz y sorprendente del atributo de la sabidur�a, que subsiste en la Deidad (ver el vers�culo 12: �La sabidur�a habito con la prudencia y descubro el conocimiento de las invenciones ingeniosas�).

5. Las cosas que son verdaderas de un atributo divino naturalmente ser�an susceptibles de ser aplicadas a una persona divina. ( R. Wardlaw. )

Versículo 2

Ella est� en lo alto de los lugares altos.

El prop�sito y el alcance de la sabidur�a

Instala su torre en todas partes y habla a toda la humanidad. Esa es la verdadera sabidur�a. Cuando lleguemos a comprender el prop�sito y el alcance de la verdadera sabidur�a, nuestro negocio ser� ver cu�ntas personas podemos ingresar, no cu�ntas podemos dejar fuera. A veces nos esforzaremos por agrandar la puerta, si acaso podemos traer a alguien que de otra manera se quedar�a afuera. La sabidur�a no susurra; ella llora: ella lanza su voz; pide la ayuda de la elevaci�n; donde los hombres se encuentran en mayor n�mero, se encuentra en mayor actividad.

La universalidad es una prueba del evangelio. Cualquier evangelio que venga a jugar el truco del eclecticismo debe ser marcado, descartado y nunca preguntado. Queremos ministros que hablen al mundo, en todas sus poblaciones, climas, idiomas y diferencias de civilizaci�n y cultura. ( J. Parker, DD )

Versículo 4

A vosotros, hombres, llamo; y mi voz es para los hijos del hombre.

Dios revelado en el universo y en la humanidad

La verdad, que puede guiarnos a la perfecci�n y a la felicidad, nos est� ense�ando siempre y en todas partes. Dios nos rodea constantemente con Su instrucci�n. La presencia universal de la Verdad es el tema que tenemos ante nosotros. La sabidur�a es omnipresente. Las m�s grandes verdades nos encuentran a cada paso. Dios est� en todos lados, no solo por Su presencia invisible esencial, sino por Sus manifestaciones de poder y perfecci�n. No lo vemos, no por falta de luz, sino por falta de visi�n espiritual.

Al decir que las grandes verdades de la religi�n est�n brillando por todas partes y dentro de nosotros, no cuestiono el valor de la revelaci�n cristiana. La religi�n cristiana concentra la verdad difundida por el universo y la derrama sobre la mente con brillo solar. No podemos encontrar un lenguaje para expresar el valor de la iluminaci�n dada por Jesucristo. Pero �l tiene la intenci�n, no de que escuchemos su voz solamente, sino de que abramos nuestros o�dos a las innumerables voces de sabidur�a, virtud y piedad, que ahora en susurros, ahora en truenos, surgen de toda la naturaleza y de la vida. .

I. La voz de la sabidur�a. Eso es de verdad moral y religiosa que nos habla desde el universo. La naturaleza en todas partes da testimonio de la infinidad de su Autor. Proclama una perfecci�n ilimitada, inescrutable, que trasciende todo pensamiento y expresi�n. Hay un misterio impenetrable en cada acci�n y fuerza del universo que envuelve de asombro nuestra existencia diaria y sublime los procesos familiares de las artes m�s comunes.

Cu�n asombrosamente difiere la naturaleza en sus modos de producci�n de las obras de la habilidad humana. En la naturaleza, vibrando con el movimiento, �d�nde est� la energ�a en movimiento? �Qu� y de d�nde es ese principio llamado vida? La vida, ese poder terrible, tan infinitamente variado en las formas que asume, la vida que llena la tierra, el aire y el mar de movimiento, crecimiento, actividad y alegr�a, vida que nos da vida. &mdash�Qu� es? Un universo infinito se abre a cada momento a nuestra vista.

Y este universo es el signo y s�mbolo del poder, la inteligencia, la pureza, la dicha y el amor infinitos. Es una promesa del Dios viviente de comunicaciones ilimitadas e interminables de felicidad, verdad y virtud. Una voz espiritual impregna el universo, que es tanto m�s elocuente porque es espiritual, porque es la voz con la que el Omnisapiente habla a todas las inteligencias.

II. La voz de la sabidur�a se emite desde el mundo de los seres morales e inteligentes, de cuya humanidad formamos parte. Este tema es inmenso, porque el libro de la naturaleza humana no tiene fin. Se le agregan nuevas p�ginas todos los d�as a lo largo de generaciones sucesivas. Tome una gran lecci�n, que toda la historia atestigua: que hay en la naturaleza humana un elemento verdaderamente Divino y digno de toda reverencia; que el Infinito, que se refleja en el universo exterior, tiene una imagen a�n m�s brillante en el mundo espiritual interior o, en otras palabras, que el hombre tiene poderes y principios, prediciendo un destino al que no se le pueden prescribir l�mites, que est�n llenos de misterio, e incluso m�s incomprensibles que las reveladas a trav�s de la creaci�n material.

1. Quienes menosprecian la naturaleza humana lo hacen por ignorancia de uno de los oficios m�s elevados de la sabidur�a. La principal obra de la Sabidur�a consiste en la interpretaci�n de los signos. El gran objetivo es discernir lo que significa el presente visible, lo que presagia, lo que brota de �l, lo que est� envuelto en �l como un germen. Este mundo real puede definirse como un mundo de signos. Lo que vemos no es m�s que el signo de lo que no se ve. En la vida, un evento es la se�al prof�tica y el precursor de otros eventos venideros. De la naturaleza humana apenas conocemos m�s que signos. Simplemente ha comenzado su desarrollo.

2. Al estimar la naturaleza humana, la mayor�a de los hombres descansan en una sabidur�a a medias, que es peor que la ignorancia. Los que hablan con m�s desprecio del hombre dicen la verdad, pero s�lo la mitad de la verdad. En medio de las pasiones y el ego�smo de los hombres, los sabios ven otro elemento: un elemento Divino, un principio espiritual. La sabidur�a a medias es la ra�z del prejuicio m�s fatal. El hombre, con todos sus errores, es un ser maravilloso, dotado de una grandeza incomprensible, digno de su incesante vigilancia y cuidado, digno de ser visitado con infinito amor del cielo.

El Infinito se imagina en �l de manera m�s visible que en el universo exterior. Esta verdad es el principio central del cristianismo. �Cu�l es el testimonio de la vida humana de lo Divino en el hombre? Toma el principio moral. �Qu� es tan com�n como la idea de derecho? Toda la vida humana es un reconocimiento de una u otra forma de distinciones morales. Y no ha existido ninguna naci�n, en ninguna �poca, que no haya vislumbrado al menos los grandes principios del bien y del mal.

Lo correcto es en conjunto m�s alto en su cualidad esencial que lo provechoso, lo agradable, lo gracioso. Es lo que debe hacerse aunque todas las dem�s cosas se dejen sin hacer, lo que debe ganarse aunque todo lo dem�s se pierda. Todo ser humano es capaz de rectitud. El poder de resistir el mal existe en cada hombre, lo ejerza o no. El principio de la justicia en el coraz�n humano revela el deber para con el individuo.

Aqu�, entonces, aprendemos la grandeza de la naturaleza humana. Este principio moral, la ley suprema del hombre, es la ley del universo. Entonces el hombre y los seres superiores son esencialmente de un orden. Es una confirmaci�n gozosa de la fe encontrar as� en el alma humana firmas claras de un principio divino, encontrar facultades aliadas a los atributos de Dios, facultades que comienzan a desplegarse en la imagen de Dios y presagios de una vida inmortal.

Y tales visiones de la naturaleza humana transformar�n nuestros modos de relaci�n, comunicaci�n y asociaci�n con nuestros semejantes. Nos exaltar�n a una nueva vida social. Transformar�n nuestra comuni�n con Dios. �Qu� poco nos conocemos a nosotros mismos! �Cu�n injustos somos con nosotros mismos! Necesitamos una nueva revelaci�n, no del cielo ni del infierno, sino del Esp�ritu dentro de nosotros. ( WE Channing, DD )

La voz de la Divina Sabidur�a

I. Es una voz que busca el o�do de todos.

II. Es una voz digna de ser escuchada por todos.

1. Sus comunicaciones son perfectas.

2. Son inteligibles.

3. Precioso.

4. Sin escape.

5. Rectificar.

6. Original. Lo que da la Sabidur�a Divina es innegablemente prestado. ( Homilista. )

Cristo llamando a los hombres

Hay dos pretendientes para el coraz�n del hombre. Uno sugiere los placeres de los sentidos, el otro los placeres de la religi�n. El pretendiente terrenal es el mundo, el pretendiente celestial es Cristo.

I. El hablante.

II. El objeto que tiene a la vista. Nuestra salvaci�n: nuestra felicidad temporal y eterna.

III. Las personas a las que habla. No a los �ngeles ca�dos, sino a los hijos de los hombres. �l pronuncia Su voz en cada variedad posible de lugares, si es que por cualquier medio �l podr�a salvar a algunos. La autodestrucci�n del impenitente. ( Charles Clayton, MA )

El asunto del discurso de Sabidur�a

Su exhortaci�n. Su elogio.

I. El cuidado especial de Dios es por los hombres.

1. Porque no hay criatura sobre la tierra m�s asombrosa que el hombre.

2. Porque Dios lo ha hecho m�s capaz de instruir que otras criaturas.

3. Porque el hombre es m�s capaz de obtener el bien mediante la instrucci�n.

4. Porque Dios envi� a su Hijo al mundo para hacerse hombre por el bien del hombre.

II. Dios busca que el hombre aprenda.

1. Dios se esfuerza mucho con �l.

2. Dios tiene un gran costo con �l.

III. La voz de la sabidur�a puede ense�ar a todo tipo de hombres.

1. Queda capacidad en los hombres malos.

2. Los dones comunes de iluminaci�n se otorgan tanto a los hombres malos como a los grandes.

Reprende a los grandes hombres si son ignorantes; y los hombres de menor rango no pueden ser excusados ??si son ignorantes. ( Francis Taylor, BD )

Sabidur�a ofrecida a los hijos de los hombres

La sabidur�a se muestra verdaderamente sabia al reconocer las diferentes capacidades y cualidades de los hombres: �A vosotros, oh hombres, llamo; y mi voz es para los hijos del hombre ". Los ni�os que est�n en la escuela est�n acostumbrados a distinguir entre viri y homines, entre los fuertes y los d�biles. �A ustedes, oh hombres, llamo� - fuerte, viril, macizo - �y mi voz es para los hijos del hombre� - el menor, el m�s d�bil, el m�s limitado en capacidad, pero los hombres a�n - y Acomodar� mi discurso a la capacidad de cada uno, porque he venido a llevar el mundo al templo del entendimiento.

Luego hay m�s discriminaci�n; leemos de los "simples" y de los "necios". �Simple� es una palabra de la que, como hemos visto a menudo, se ha abusado. Deber�a haber pocas palabras m�s hermosas que "simple", sin pliegues, ni duplicidad, ni complejidad, ni involuci�n: tal deber�a ser el significado de simple y simple. La sabidur�a llega a los necios y les dice que obrar� milagros. Si un hombre pudiera decir: "Estoy demasiado lejos para que la Sabidur�a haga algo de m�", con su misma confesi�n probar�a que todav�a est� dentro del alcance de la salvaci�n.

�Conocerse enfermo es la mitad de la cura�: conocerse ignorante es haber dado varios pasos en el camino hacia el santuario de la sabidur�a. Este podr�a ser Cristo hablando; s�, hay hombres que no han dudado en decir que por �Sabidur�a� en este cap�tulo se entiende la Sabidur�a de Dios en la historia, el Loges, el Hijo eterno de Dios. Ciertamente, la sabidur�a de este cap�tulo parece seguir el mismo camino que el mismo Jesucristo sigui�: �l llamar� a todos los hombres a S� mismo: los sencillos, los necios y los lejanos; Har� lugar para todos.

Una casa maravillosa es la casa de Dios de esa manera, tan flexible, tan expansiva; siempre hay lugar para el hombre que a�n no ha entrado. Entonces la Sabidur�a tendr� hombres e hijos del hombre; hombres simples, hombres necios. Por esta universalidad de la oferta juzga la Divinidad del origen. ( J. Parker, DD )

El llamado universal del evangelio

I. La llamada del texto al deber espiritual est� dirigida a todos los hombres.

II. Las llamadas e invitaciones tienen los siguientes prop�sitos importantes.

1. Nos muestran nuestro deber y obligaci�n.

2. Muestran la conexi�n entre el estado al que somos llamados y el disfrute de la bendici�n prometida.

3. Se�alan y sostienen ante nosotros lo que debe lograrse en nosotros, si alguna vez seremos salvos.

4. Tienen la intenci�n de cerrarnos a la fe ahora revelada.

5. Est�n dise�ados para mostrarnos por qu� debemos orar.

6. Deben excluirnos de todo lo que se llama terreno neutral en las cosas espirituales. ( John Bonar .)

Versículo 5

Necios, sed de coraz�n entendido.

�Es usted un tonto?

La palabra "tonto" se deriva de un verbo latino, que significa "estar inflado con aire"; sustantivo, "una bolsa de viento". De modo que un necio es una criatura est�pida y torpe, cuya conducta no est� dirigida por el sentido com�n o el juicio ordinario. Todos los que no sirven a Dios son necios, seg�n la forma b�blica de ver las cosas. Muchos son tontos de la Biblia que no son tontos seg�n la idea del mundo.

I. Es un necio el que compra las riquezas del mundo con las riquezas del cielo. �Acaso el alma no sobrepasa con creces al

�cuerpo? �No es la eternidad m�s grande que el tiempo? Miles eligen el oropel antes que el oro real, como hizo el malvado cardenal, que dijo: "Prefiero una parte en los honores de Par�s a una parte en la felicidad del cielo".

II. Es un tonto que supone que puede permitirse libremente el pecado y a�n as� mantenerlo bajo su control. Los hombres dicen que ir�n tan lejos en la direcci�n de este o aquel pecado, y luego se detendr�n en seco. Lo mismo pod�a hacer un hombre permitir que su tren de vagones cargados descendiera por un empinado declive, hasta hacer la mitad del descenso, antes de aplicar los frenos. El Dr. Johnson dice: "Las diminutas cadenas de h�bitos son generalmente demasiado peque�as para sentirse hasta que son demasiado fuertes para romperlas".

III. Es un tonto que, habiendo recibido una vez una herida, se expone imprudentemente a ella por segunda vez. En otras palabras, es un necio que no aprende nada de su propia locura. El sabio es un hombre cauteloso; y habiendo recibido heridas en cualquier direcci�n una vez, se mantiene alejado de esa costa para siempre. �La experiencia�, ha dicho uno, �es uno de los predicadores m�s elocuentes; pero ella nunca tiene una gran congregaci�n ".

IV. Es un tonto que espera hasta ma�ana antes de volverse religioso. �Qu� tiene alguien que ver ma�ana? �Sabe que alguna vez lo ver�? Los hombres pueden jugar con sus oportunidades religiosas hasta que se pierden m�s all� del recuerdo. Hasta que no entre plena y amorosamente al servicio de Dios, est� viviendo como tontos, porque pone en peligro innecesariamente sus intereses m�s elevados y urgentes, porque est� viviendo en enemistad con Aquel en cuyo favor est� la vida eterna, y en cuyo disgusto est� la muerte eterna. . ( AF Forrest. )

Versículo 6

Escuchar; porque hablar� de cosas excelentes.

La excelencia de la sabidur�a

La sabidur�a se representa haciendo una aparici�n p�blica en un mundo rudo, ignorante y corrupto, proclamando en voz alta sus doctrinas y consejos, y llamando a todos los hombres a escucharlos. �Qu� consideraci�n podr�a ser m�s poderosa para atraer su atenci�n que esta, que ella habla de "cosas excelentes": la apertura de sus labios es de "cosas justas" y su boca dice "verdad"? Propongo mostrar que este es el car�cter justo de las instrucciones y preceptos de la virtud religiosa.

I. La excelencia de las doctrinas y mandatos de la sabidur�a, absolutamente y en s� mismos. Debemos fijar una idea de excelencia, convirti�ndola en el est�ndar para probar todo lo que pretende con ese personaje. Debe haber alguna regla com�n y sencilla en la que todos los hombres est�n de acuerdo, y que debe tener un fundamento tan profundo en la naturaleza como la necesaria determinaci�n invariable de nuestras mentes. Si supone que el car�cter de excelente y derecho es el resultado de constituciones humanas arbitrarias, nunca ser�a uniforme.

Pero nuestras nociones de excelencia y justicia est�n ante la consideraci�n de todas las leyes, nombramientos, �rdenes e instrucciones de cualquier �ndole; porque ponemos todos estos a prueba en nuestras propias mentes, y los probamos con un sentido que tenemos antes que cualquiera de ellos. Este sentido tampoco depende de ninguna declaraci�n positiva de la voluntad de Dios. La idea original de excelencia es esencial para nuestra naturaleza. Es una de esas percepciones a las que necesariamente estamos determinados cuando se nos presenta el objeto apto para excitarlo.

Hay una prueba, o poder de discernimiento, en la mente. Y esto discierne la excelencia de las cosas religiosas. En cualquier caso en el que sean jueces competentes, oponga lo correcto y verdadero a sus opuestos, y ver� a cu�l de ellos debe necesariamente dar preferencia su propia mente. Hay verdad eterna en todos los testimonios de Dios; se basan en m�ximas evidentes.

II. Compare las doctrinas y los preceptos de la sabidur�a con otras cosas que son m�s valoradas por el hombre, y demuestre su valor superior. Se demuestra que la sabidur�a es mejor que los rub�es, las perlas o cualquier otra cosa que pueda describirse en este mundo:

1. En que ninguno de ellos alcanza el car�cter de excelencia en el que antes se insist�a, y que debe atribuirse a la sabidur�a. Todos tienen un valor limitado y relativo.

2. Los tesoros m�s preciados de este mundo no se valoran sino con cierta consideraci�n por la virtud, pero la sabidur�a religiosa se estima necesariamente excelente independientemente de ellos y sin ning�n tipo de consideraci�n hacia ellos.

3. Las cosas de este mundo, que rivalizan con la sabidur�a en nuestra estima, tienen muchos inconvenientes en su adquisici�n y uso, que no afectan a esta posesi�n invaluable. Solicitud:

(1) Debemos escuchar los consejos de la sabidur�a, hacerla nuestra elecci�n y hacer todo lo posible para lograrla.

(2) Debemos entretener nuestras mentes con la excelencia de la sabidur�a como una contemplaci�n muy agradable.

(3) La excelencia de la sabidur�a deber�a afectar el car�cter de los hombres en nuestra estima y regular nuestro respeto por ellos. ( J. Abernethy, MA )

Versículo 7

Porque mi boca hablar� verdad.

Las doctrinas de la religi�n tienen su evidencia en s� mismas.

I. Confirme e ilustre esta proposici�n.

1. Aquellas cosas que la religi�n requiere de nosotros son tales como la Raz�n misma, cuando forma correctamente su juicio, no puede sino aprobar o, a lo sumo, no puede rechazar justamente su asentimiento a ellas. Esto aparecer� con respecto a los mandatos y deberes pr�cticos de la religi�n. Los deberes que parecen ser m�s duros para la naturaleza humana son el arrepentimiento, la mortificaci�n, el desprecio de este mundo, amar a nuestros enemigos, sufrir persecuci�n por causa de la justicia, y cosas por el estilo; que se recomiendan todos a nuestras mentes por su razonabilidad.

Aunque no tenemos la misma pista de la raz�n para conducirnos a trav�s de todos los altos misterios de nuestra fe, sin embargo, aqu� tambi�n la raz�n nos justificar� al rendir un asentimiento mental firme e incontrovertido a ellos, como si tuvi�ramos bases s�lidas de autoridad en las que confiar, por la fe en ellos, que no puede enga�arnos.

II. El juicio y aprobaci�n concurrentes de todos los hombres sabios y buenos tanto en cuanto a la evidencia como a la razonabilidad de estas doctrinas y leyes. El juicio de tales personas debe ser de gran peso y momento , ya que es un juicio basado en la experiencia personal. Estos hombres no solo conocen la verdad, sino que sienten una fuerza y ??un poder tan sensibles en sus mentes, ya que ambos iluminan su entendimiento para discernir su excelencia real y doblegan suavemente su voluntad para recibirla y abrazarla. La fe no es una credulidad apresurada y ciega, sino un asentimiento mental sobrio y racional, construido sobre principios seguros y s�lidos.

III. Aquellas personas que no tengan prejuicios injustos contra la religi�n que prevalecen en sus mentes ser�n llevadas antes a examinar las diversas pruebas y testimonios de su verdad y autoridad divina. Un examen justo de estas pruebas no dejar� de darles plena satisfacci�n. Al tratar con los jud�os, nuestro Se�or Jes�s apel� a la consonancia de Su doctrina con su propia ley establecida. Someti� su vida y su doctrina a prueba.

IV. los que examinen con imparcialidad las verdades de la religi�n y est�n dispuestos a abrazarlas con suficiente evidencia, tendr�n esa iluminaci�n interna del Esp�ritu Santo de Dios que claramente descubrir� la excelencia y agradabilidad de ellos en sus mentes. Dios no les dar� una visi�n completa e intuitiva de los grandes y sublimes misterios de la religi�n. Dios dar� el conocimiento que puedan recibir nuestras facultades actuales.

1. La religi�n es muy clara e inteligible para todos aquellos que est�n dispuestos a comprenderla.

2. El prejuicio adquiere un poder casi invencible sobre la mente de los hombres.

3. Cuanto m�s mejoren los hombres en el conocimiento y la pr�ctica de la religi�n, mayor ser� su satisfacci�n en ella. A los mejores hombres se les revelar�n los secretos m�s importantes de la voluntad de Dios. ( John Cornwall, DD )

Versículo 10

Recibe mi instrucci�n y no plata.

El elogio de la sabidur�a

I. Se debe recibir conocimiento.

1. No rechace el conocimiento que se le ofrece en el Libro de Dios.

2. No rechace las instrucciones que le ofrecen los ministros de Dios.

II. El conocimiento debe recibirse a trav�s de la instrucci�n. La instrucci�n es necesaria, ya que no viene por naturaleza, y Dios no la ense�a ahora por milagro.

III. El conocimiento debe recibirse m�s f�cilmente que la plata o el oro. Puede hacer lo que el oro y la plata nunca pueden hacer. Son las mejores riquezas. Se obtiene m�s trabajando por el conocimiento que por dinero. ( Francis Taylor, BD )

Versículo 11

Porque la sabidur�a es mejor que los rub�es.

Rub�es

Esta joya se llama sardius en dos lugares de la Biblia. El nombre proviene del lat�n �Ruber�, que significa rojo, y este nombre se le da al rub� por su color. A veces se le llama �ntrax. Podemos considerar que el rub� representa el amor o la caridad. �Qu� hay en el rub� por el que se le pueda comparar el amor o la caridad? �Qu� pensaba la gente en la antig�edad que pod�a hacer el rub�?

I. Cura el dolor. Se pensaba que un rub� ten�a el poder de alejar la tristeza de sus corazones o de curar sus penas. Eso no era cierto, pero es cierto: si tenemos este rub�, un coraz�n de amor por Jes�s, ayudar� a curar nuestros propios dolores y nos ayudar� a curar a otras personas.

II. Brilla en la oscuridad. Se contaba historias de rub�es y otras joyas que se empleaban, en lugar de l�mparas, en cavernas oscuras, para dar luz, como si tuvieran el poder en s� mismas de brillar como tantos soles. Pero esto fue un error. Solo es cierto para el rub� de la Biblia. El amor real a todos, y especialmente el amor de Jes�s, brillar� en la oscuridad. Y cuando hablamos del amor que brilla en la oscuridad, queremos decir que nos brindar� ayuda y consuelo en los problemas. Nos permitir� hacer y sufrir cosas que nunca podr�amos hacer sin �l.

III. Mant�ngalos fuera de peligro. La gente sol�a llevar un rub� como una especie de amuleto. Es solo el rub� de la Biblia el que puede protegerse del peligro. Amar y confiar en Dios ser� un verdadero encanto. El coraz�n de rub� evitar� que nos lastimemos. ( R. Newton, DD )

El valor supremo de la sabidur�a

�Qu� ofrece la sabidur�a? Ella se ofrece a superar en valor todo lo que los hombres hasta ahora han honrado con su aprecio. Ella dejar� a un lado los rub�es y las cosas que son deseables, y todo el oro, y estar� sola, absolutamente �nica en valor. El oro se puede perder, los rub�es se pueden robar; el deseo puede decir: "Ya no puedo jadear y jadear, estoy lleno hasta la saciedad: d�jame morir". Tampoco deben ignorarse estas cosas en cuanto a su valor y usos temporales.

Es un tonto que desprecia el oro, los rub�es, las perlas y la plata selecta; es m�s tonto a�n el que piensa que puede comprarle cualquier cosa que pueda llevarse a la eternidad con �l. En la muerte, todas estas cosas dejan al poseedor. Esa es una triste realidad. �No puede un hombre llevarse las joyas de la familia? No, ni uno. Debe ir al otro mundo con las manos vac�as. S�, con las manos vac�as: no trajo nada a este mundo, y es seguro que no podr� llevarlo a cabo.

Entonces, �tenemos s�lo un derecho de vida en ellos? �Hay algo que pueda llevar a un hombre a los otros espacios? S�: el personaje ir� con �l. El car�cter del hombre es el hombre mismo. El sabio tiene la llave de todos los mundos. Y el necio no tiene la llave de ninguno de ellos. El que no tiene sabidur�a no tiene riquezas. El que tiene sabidur�a tiene todas las riquezas. El sabio nunca est� solo. Tiene pensamientos de siglos.

Es un profeta silencioso; no escribir� sus profec�as, pero, oh, c�mo lo hacen brillar, c�mo env�an un resplandor a su visi�n, c�mo lo hacen despreciar los encantos, las seducciones y los halagos de un mundo mentiroso que agita la bolsa de su vac�o para probar su �Tesoro! ( J. Parker, DD )

Versículo 12

Yo, la Sabidur�a, habito con la Prudencia.

Prudencia

Esto ha sido llevado a un desprecio inmerecido al estar asociado con lo que en realidad es su opuesto. El abuso del t�tulo ha provocado males pr�cticos. Se sabe que los individuos desprecian la prudencia como la m�s miserable de las virtudes, por una aprehensi�n err�nea de sus cualidades. Al se�alar los errores de los mezquinos, los gusanos de la sociedad, algunas personas concluyen de inmediato en contra de la utilidad de la prudencia y leen el texto, "Hay que esparce y, sin embargo, aumenta", en un sentido pervertido.

Nada salvar�n ni proveer�n; y as�, contra la imprudencia en un extremo, instauraron la imprudencia en el otro. No existe tal atajo hacia la felicidad; el derrochador est� tan lejos de la felicidad como el que salva todo. La �nica seguridad reside en una afirmaci�n positiva y una afirmaci�n pr�ctica de toda la doctrina y disciplina de la prudencia en su pureza y verdad. Debemos concebir la idea correcta de la prudencia, definir adecuadamente sus caracter�sticas, llegar a una apreciaci�n honesta de sus dones y gracias, y dedicarnos a ella, como sus fieles ministros, en todas sus relaciones sociales, intelectuales y morales.

Tal prudencia es compa�era de la sabidur�a m�s elevada. El curso de conducta prudencial se recomendar�a a s� mismo como una ilustraci�n de la filosof�a m�s elevada. Ser�a uno con los impulsos m�s ben�volos y ben�ficos del coraz�n humano, y al mismo tiempo asegurar�a los verdaderos intereses de cada individuo que actuara en obediencia a sus preceptos. ( El p�lpito escoc�s. )

De prudencia religiosa

Seg�n el dise�o general de estos escritos proverbiales, la sabidur�a est� antes que la religi�n, y la religi�n se expresa mediante el temor de Dios. La prudencia es universal o particular. La prudencia universal es lo mismo con la doctrina de la moralidad, la aplicaci�n de los medios m�s adecuados, es decir, las acciones virtuosas, hacia la adquisici�n del fin principal, la felicidad del hombre. Y la prudencia particular se distingue por los diferentes objetivos y fines sobre los que est� familiarizado, y es el enjuiciamiento de cualquier prop�sito legal por los m�todos que parezcan mejores, tras la debida consideraci�n de las circunstancias. El texto afirma que existe una conexi�n inseparable entre religi�n y prudencia. Ninguno puede estar sin el otro.

I. No hay verdadera prudencia pol�tica, sino lo que se fundamenta en la religi�n, o en el temor de Dios. Dios ha entregado a los hombres el gobierno del mundo, reserv�ndose un poder sobre la naturaleza y una filosof�a que consist�a en pretender dar cuenta del mundo y de su origen, sin un entendimiento y primer motor infinito. Y la principal corrupci�n de la prudencia consiste en intentar gobernar el mundo mediante la pol�tica humana, sin la debida sumisi�n a la providencia de Dios.

Los razonadores orgullosos, y la parte sensual de la humanidad, o niegan por completo una providencia o atribuyen muy poco a su superintendencia y poder. La historia universal del mundo, y las historias particulares de naciones y familias, est�n llenas del tr�gico final de aquellos pol�ticos orgullosos que pensaban gobernar sin Dios y ser prudentes sin religi�n. Una sagacidad natural no es suficiente para el hombre, que es responsable de sus acciones, que no debe comprometerse con prop�sitos que no sean racionales, ni perseguirlos por ning�n medio que no sea justo y l�cito.

La sabidur�a que degenera en arte es una locura realmente traviesa. Una rectitud de acci�n, una constancia en las virtudes, un estado de �nimo inamovible y la resoluci�n de perseguir siempre lo que es justo y beneficioso para el p�blico, de manera correcta y loable, har�n que un hombre sea afortunado, valioso y reverenciado, apto para cualquier persona. confianza.

II. La persona piadosa en general es la verdaderamente juiciosa. La sabidur�a es el conocimiento de las cosas grandes, admirables y divinas, mediante el cual la mente se eleva y se agranda en contemplaciones deliciosas; y la prudencia es un juicio pr�ctico correcto, o la habilidad de juzgar lo que debemos hacer y lo que no, y de distinguir entre el bien y el mal, y los grados de cada uno. Los antiguos moralistas nunca permitieron que un malvado fuera prudente.

Declaran que una vida inicua corrompe los principios mismos de la verdadera prudencia y la recta raz�n. La prudencia es esa virtud o poder del alma por la cual la mente delibera correctamente y descubre qu� es lo mejor que se puede hacer, cuando se consideran todas las cosas; o nos ayuda a descubrir cu�les son los mejores medios para obtener un buen fin. Ahora bien, es la religi�n la que capacita a la mente para considerar los asuntos pr�cticos en su verdadera naturaleza y consecuencias; que purifica la intenci�n, corrige la inclinaci�n, modera los afectos y hace que nuestras deliberaciones sean tranquilas y sabias.

Es el temor de Dios el que pone l�mites a la prudencia, el que muestra hasta d�nde estamos para actuar en cualquier empresa y d�nde estamos para resignarnos a una Conducta superior. Es la templanza lo que nos da vigor intelectual, lo que nos convierte en due�os de nuestra raz�n. Estas y virtudes semejantes, siendo los prerrequisitos, o ingredientes, de toda verdadera prudencia, es el hombre piadoso el que en lo principal es la persona verdaderamente juiciosa. Pero es el hombre verdaderamente piadoso. Es una noci�n de prudencia muy imperfecta pensar que consiste en un conocimiento exacto del mundo, o en obtener una gran parte y posesi�n de �l.

III. Esa particular prudencia que se requiere en la conducci�n de una vida religiosa.

1. La primera regla para una conducta m�s prudente de la vida religiosa es no comprometerse en cosas que est�n fuera de nuestra esfera.

2. No alcanzar actualmente la perfecci�n y las instancias m�s elevadas de piedad. Hay un orden de deberes y un avance gradual en la religi�n. Los entusiastas se vuelven locos con la religi�n.

3. No comprometerse con demasiada vehemencia en cosas de naturaleza indiferente.

4. No estropear la buena constituci�n del alma con fantas�as supersticiosas o escr�pulos de conciencia innecesarios. La piedad sola mantiene a los hombres en el camino correcto, seguro y placentero. ( Mons. T. Mannyngham. )

Verdadera prudencia

Muchos hombres son prudentes que no son sabios, es decir, son superficialmente cautelosos, sagaces, calculadores; pero nunca son sabios. La verdadera sabidur�a es la metaf�sica de la prudencia. Es la vida y la realidad m�s �ntimas, y se expresa en la gran prudencia que ve m�s puntos de los que se pueden ver con la mera astucia. El que busca su vida, la perder�; el que entregue su vida por amor de Cristo, la encontrar� y, a la larga, demostrar� que es un hombre verdaderamente prudente.

Cuidado con la prudencia que es como un esqueleto. La verdadera prudencia es el cuerpo vivo, habitado por un alma viviente, el alma es sabidur�a. A veces, la sabidur�a impulsa a un hombre a hacer cosas aparentemente tontas, al menos, cosas que no pueden entender quienes viven en rect�ngulos, de dos pulgadas por una y media. Pero "la sabidur�a es justificada por sus hijos"; ella aguanta con calma el tema del tercer d�a, y resucitado, reivindica su origen y declara su destino. ( J. Carter, DD )

Versículo 13

El temor del Se�or a odiar el mal.

Odio al mal

Una definici�n formal del temor del Se�or. Temer el castigo del pecado parece ser el rasgo principal de esa religi�n que, bajo muchas formas, brota nativa del coraz�n humano. Este es el resorte principal que pone en marcha y mantiene en marcha toda la maquinaria de la superstici�n. Era una m�xima de la antig�edad pagana, que "El miedo hizo a Dios". Temer la retribuci�n no es odiar el pecado. Es una sugerencia solemne que siempre la religi�n de los hombres oscuros y no renovados es, en su esencia, el amor por sus propios pecados.

En lugar de odiar el pecado ellos mismos, su gran pesar es que Dios lo odia. Si pudieran estar convencidos de que el juez lo considerar�a tan a la ligera como el culpable, el miedo se derrumbar�a como el vapor bajo el agua fr�a, y toda la maquinaria religiosa que impulsaba se detendr�a. Todas las religiones falsas que alguna vez han desolado la tierra son chispas de la colisi�n de estos dos duros opuestos: el odio de Dios por el pecado y el amor del hombre por �l.

S�lo en Cristo se puede curar este doloroso trastorno. Es cuando el pecado es perdonado que un pecador puede odiarlo. En lugar de odiar a Dios por su santidad, el hombre perdonado detesta instintivamente la maldad de su propio coraz�n y espera con nostalgia el d�a en que todas las cosas en �l ser�n renovadas. Tal es el fruto bendito del perd�n cuando se trata de un pecador a trav�s de la sangre de Cristo. ( W. Arnot, DD )

Una muestra oculta del temor hacia Dios.

No es simplemente en la iluminaci�n de la mente que el temor hacia Dios tiene su resultado. "Por el temor del Se�or los hombres se apartan del mal". Este apartarse del mal es la manifestaci�n pr�ctica de un principio; es una pr�ctica habitual fundada en una fuerte convicci�n del deber. En este texto, el temor del Se�or est� conectado con el sentimiento interno de aversi�n por el mal. El odio, como el amor, es del coraz�n.

I. Este miedo no debe malinterpretarse en cuanto a su naturaleza. Puede ser doble. La alarma que despierta la amenaza de violencia o de privaci�n inmediata es un tipo de miedo. Este es el miedo al pavor o al terror. El otro tipo de miedo es el respeto o la reverencia, y esto solo puede morar en el coraz�n de un amigo hacia un amigo, o de un servidor fiel hacia un amo digno de estima, o de un hijo obediente hacia un padre honrado. Este es el "temor del Se�or". �Qu� otro temor deber�a Dios desear recibir y reconocer de sus manos?

II. Si existe este miedo, tambi�n existir� el odio al mal. El Santo no puede ser tan indulgente como para no diferenciar entre el temor piadoso y el amor al pecado. Dios odia el mal por aborrecer su naturaleza santa. Exigir que odiemos el mal no es m�s que lo que la santidad de Su propio car�cter requiere de S� mismo. Este requisito muestra que Dios nos acercar�a m�s a �l. Como �l odia el mal, quiere que lo odiemos. ( J. Rhenius, MA )

Versículo 14

Tengo entendimiento; Tengo fuerza.

La autoafirmaci�n de Cristo

Aqu� hay m�s que una personificaci�n florida de la sabidur�a. Es la Palabra que es eterna: "Cristo, poder de Dios y sabidur�a de Dios".

I. La autoafirmaci�n de Cristo. Exhibidos de tres formas.

1. Cristo reclama un poder ilimitado para satisfacer las necesidades humanas.

2. Cristo reclama para s� mismo los ideales m�s trascendentes.

3. Cristo reclama la posesi�n de la verdad absoluta, por la misma forma y modo, as� como por la sustancia, de Su ense�anza.

II. La influencia de esa autoafirmaci�n en ciertas dificultades de nuestro tiempo. Tome el tono de gran parte del registro del Antiguo Testamento.

1. El Antiguo Testamento es un sistema progresivo. Entonces, gran parte debe ser imperfecto.

2. El Antiguo Testamento contiene la patolog�a y el diagn�stico del pecado. Al enfrentar las dificultades del Antiguo Testamento, la autoafirmaci�n del "Am�n" es nuestra estancia. El que habl� las palabras dadas en Mateo 5:17 , conoc�a el Antiguo Testamento. Hablamos del exterminio de los cananeos. �Somos m�s amables que �l? Nos ofende la poligamia de los patriarcas. �Podemos contemplar el matrimonio con una mirada m�s pura que la del ojo virgen, que tambi�n es el ojo de Dios? Tomamos el libro tal como es de la mano de Aquel que dice: "Comprendo".

3. Tome las fuentes generales de incredulidad y sus caracter�sticas sobresalientes. La fuente de la incredulidad no siempre es el pensamiento genuino, a menudo es la debilidad de car�cter y la enervaci�n moral. El secreto de la fuerza es creer en Aquel que dice: "Tengo fuerza". ( Monse�or W. Alexander. )

Versículo 15

Por m� reinan los reyes.

Lealtad cristiana

I. La causa especial que tenemos para agradecer m�s a Dios.

1. Debemos estar agradecidos por cualquier evento que tienda a asegurar las bendiciones de la paz a nuestro pa�s.

2. Un estado de paz, ya que es m�s propicio para los intereses temporales de una naci�n, tambi�n es esencial para los intereses de la verdadera religi�n.

II. El deber de orar constante y fervientemente por aquellos que est�n legalmente puestos sobre nosotros. ( HW Sulivan, MA )

Gobiernos civiles y sus s�bditos

En este cap�tulo se encuentra la figura ret�rica conocida como prosopeya, o personificaci�n, en la que cualquier cualidad eminente o atributo distintivo est� investido con poderes y propiedades personales, y se dice que escucha, habla, gobierna, sufre o disfruta, y de hecho, cualquier otra cosa que una persona entre nosotros sea capaz de hacer. Jesucristo, el Mes�as, es la Sabidur�a personal y esencial de Dios. Aqu� una de sus prerrogativas est� alarmada: tiene el control supremo y la influencia autoritaria sobre los grandes de la tierra. La administraci�n de todas las cosas en el reino natural y providencial, as� como en el espiritual, est� confiada en sus manos.

I. El gobierno civil es de instituci�n divina; es una ordenanza de Dios. No es una criatura de la casualidad; ni fundado en el pacto social; o por una especie de convencionalidad entendida entre gobernados y gobernantes; pero se basa en la voluntad de Dios.

1. Demuestre esto apelando a la raz�n. Dios form� a la humanidad con miras a la felicidad, y el gobierno civil es necesario para la felicidad. No puede haber felicidad sin orden, seguridad, libertad. Nunca se ha sabido que los seres humanos, en gran n�mero, hayan existido durante un tiempo considerable sin la intervenci�n de los gobiernos.

2. Demuestre esto apelando a las Escrituras ( Romanos 13:1 ; 1 Pedro 2:13 ). Dios no es el autor de ninguna forma o modo de gobierno espec�fico en Su Santa Palabra. En el caso de Israel, Dios dict� el sistema especial de gobierno pol�tico conocido como la Teocracia. Pero en otros casos, el modo de gobierno se deja a las sugerencias de la sabidur�a humana, las mejoras del tiempo y los reclamos y requisitos de la experiencia y de las circunstancias.

II. Los deberes que los sujetos deben a su gobierno civil.

1. Reverencia y respeto, por causa de la conciencia y por causa del Se�or. El lenguaje de la censura nunca se convierte en un tema para su gobernante, sino bajo las siguientes cuatro restricciones:

(1) Que esta censura est� fundada en la verdad.

(2) Que tenemos un buen motivo para pronunciarlo.

(3) Que tenemos un final correcto.

(4) Que conservamos la debida sinceridad, moderaci�n y tolerancia.

2. Obediencia a las leyes. La desobediencia a las leyes es un pecado contra el p�blico y un ataque virtual al car�cter social del hombre.

3. Nuestra proporci�n de contribuci�n a las exigencias del Estado.

4. Debemos a nuestros gobernantes defenderlos y apoyarlos en el leg�timo ejercicio de su autoridad.

5. Y oraci�n ferviente a Dios pidiendo su bendici�n sobre ellos. Este es el dictado de la benevolencia com�n, y est� sancionado y ordenado por el respeto al bienestar p�blico. El car�cter oficial del gobernador civil es la base sobre la que se reclama la oraci�n por �l. La direcci�n de las facultades y talentos y la influencia del individuo deben interferir materialmente con la seguridad y felicidad de la comunidad. Por tanto, podemos suplicar sabiamente a Dios que ayude en sus consejos a aquellos a quienes, en su providencia, ha exaltado. ( G. Clayton, MA )

La conexi�n de nuestro Se�or Cristo con la soberan�a terrenal

I. Los dones que nuestro Se�or Cristo ha recibido para nosotros.

1. El hablante. Sabidur�a personificada. La sabidur�a en s� misma es perfecta solo en Dios. Cristo es el poder de Dios y la sabidur�a de Dios. Se le llama "la Palabra", que es sabidur�a manifestada en palabras y emitida en corrientes de bendiciones.

2. Los dones. Consejo o sabidur�a pr�ctica. Sabidur�a sana o principios internos. Comprensi�n, demostrada al rechazar el mal y elegir el bien. Fuerza, el don necesario para completar los otros dones.

3. � Para qui�n tiene el Redentor estos dones? Generalmente, para la raza humana. Especialmente para reyes y todos los que est�n en autoridad.

II. La conexi�n de nuestro Se�or con la soberan�a de la tierra. La verdadera soberan�a de toda la tierra pertenece a nuestro Se�or Cristo. Todo otro poder simplemente se deriva de �l. ( E. Bickersteth. )

Acci�n de gracias a Dios Todopoderoso

El origen de los reyes se remonta a la historia aut�ntica. Los reyes que participaron en las guerras persas parecen estar entre los primeros en los que se puede confiar en cualquier conexi�n hist�rica regular; de hecho, debemos recurrir a los escritos sagrados de los jud�os para obtener la informaci�n hist�rica m�s antigua. Los historiadores jud�os frecuentemente atribuyen sus calamidades nacionales a los vicios de sus monarcas. Las palabras de este texto implican:

1. Una autoridad delegada, dada por Dios mismo, en el nombramiento de reyes y gobernantes.

2. Que todas las coronas terrenales deben perecer, que todos los soberanos terrenales son mortales. Incumbe a todos los cristianos sinceros en ocasiones nacionales especiales reconocer con gratitud la mano del Dios Todopoderoso y adornar la providencia divina que supervisa todos los asuntos mundanos; y tengamos la seguridad de que el ejercicio del poder omnipotente y la bondad infinita se combina con esa misericordia que se exhibe tan sorprendentemente en todo el vasto espectro de la creaci�n, y que se manifestar� abundantemente en los reinos de la gloria inmarcesible. ( N. Meeres, BD )

Buen gobierno

1. Los magistrados no pueden gobernar bien sin sabidur�a. Necesitan sabidur�a en la consulta y en la ejecuci�n.

2. Los hombres no pueden hacer buenas leyes sin sabidur�a. En cuanto a materia o forma.

3. Los pr�ncipes no pueden gobernar bien sin leyes justas. Bendice a Dios porque vivimos bajo leyes y no estamos abandonados a la mera voluntad de los hombres. ( Francis Taylor, BD )

La sabidur�a detr�s del gobierno civil

Si las buenas leyes contra los malos modales son, como es cierto, decretos de justicia, estos reyes y pr�ncipes, con magistrados inferiores, ser�n las sociedades gobernantes, aqu� en la tierra, para la reforma p�blica. Los gobernantes civiles deben ser considerados subordinados a esa sociedad siempre bendita del Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo en lo alto, el �nico Dios que, a trav�s del �nico Mediador entre Dios y el hombre, se ha comprometido amablemente a preocuparse por la reforma de un degenerado. mundo, que la iniquidad no sea, al menos tan r�pida o universalmente, su ruina.

I. La tendencia del gobierno civil a la reforma p�blica, en la que la seguridad y la felicidad comunes est�n tan manifiestamente preocupadas. El mismo decreto de justicia, o la justicia en leyes buenas y sanas decretadas, tiene una tendencia natural y evidente a la reforma p�blica, con todas sus ventajas impl�citas y consecuentes. Los malos modales han dado lugar a muchas buenas leyes que, aunque sirven para dirigir y confirmar lo bueno, est�n dise�adas principalmente para corregir y reformar lo malo. Es un error y una debilidad intentar gobernar por mera coacci�n.

Todos los m�todos adecuados para tratar con los hombres deben aferrarse a algunos principios, permitidos o supuestos, si no confesados. El gran negocio de las buenas leyes ser� reprimir m�s eficazmente los actos abiertos de esas inclinaciones viciosas que tan a menudo conducen a los hombres, en casos particulares, a contradecir los dict�menes generales de su propio juicio y conciencia deliberados. Vea el asunto y la medida de algunos de los principales decretos de justicia; como&mdash

1. A Dios; para que no se sienta ofendido abiertamente por la negaci�n de su ser, el descuido del deber evidente y la atrevida comisi�n de un pecado notorio.

2. A la comunidad; que los intereses privados ceden el paso al de los p�blicos.

3. Al magistrado; que se proporcione toda la defensa necesaria, con un poder suficiente para hacer valer su justa autoridad.

4. A los temas considerados de forma m�s general. El salvar y asegurarles los derechos y libertades que les sean debidos, ya sea por raz�n com�n o por raz�n particular y contrato fundamental.

5. A los pobres; que se mantenga a los discapacitados y desamparados; que los capaces y los que quieran no quieren trabajar, ni los ociosos un est�mulo para trabajar.

6. A los propios infractores; que los justos odiosos no queden impunes, ni que su castigo supere al delito.

7. A personas de m�rito. El honor y otras recompensas son sin duda un punto de justicia debido a ello. Seguramente tales decretos de justicia son testimonio p�blico de las acciones virtuosas y contra los vicios contrarios. Mientras que la parte preceptiva de tales decretos recomienda acciones virtuosas al entendimiento, sus sanciones de recompensa y castigo sirven de la manera m�s adecuada para presionarlos sobre la voluntad, moviendo poderosamente esos dos grandes resortes de la acci�n humana: la esperanza y el miedo. La ejecuci�n de decretos justos les da una confirmaci�n firme y abierta, como el sentido permanente de nuestros gobernantes. Evidentemente, han sido bien sopesados ??y sabiamente resueltos.

II. El Hijo de Dios, la sabidur�a reformadora y salvadora, de quien depende el gobierno. El t�rmino "hijo" se toma de entre los hombres, y aunque no puede coincidir exactamente con Aquel que es el Hijo de Dios, sin embargo, ciertamente tiene la intenci�n de llevarnos a algunas aprensiones acerca de �l que se permitan a nuestra debilidad, y ser�n suficientes. para nuestro prop�sito. La salvaci�n de los hombres est� representada en todas partes en la Sagrada Escritura como el gran designio y negocio de esta Sabidur�a, que bien sabe que el orgullo, la arrogancia y el mal camino nunca concordar�n con la paz y el bienestar de los hombres, ya sea en su capacidad individual o social.

El gobierno del Hijo como Mediador debe basarse en la redenci�n y ejercerse en forma de reforma. La religi�n en un mundo degenerado no es m�s que otro nombre para la reforma: especialmente la religi�n cristiana, que deb�a corregir no s�lo la irreligi�n sino tambi�n las supersticiones del mundo. Nuestro bondadoso Redentor ha tenido el cuidado de recuperar la reforma en decadencia bajo la feliz influencia de los gobiernos actuales.

III. La dependencia m�s inmediata del gobierno civil del Hijo de Dios. Es cierto que el reino de nuestro Salvador no es de naturaleza secular sino espiritual: pero Sus s�bditos son esp�ritus encarnados y tienen sus preocupaciones tanto temporales como eternas. El gobierno civil decreta justicia.

1. Por compra y adquisici�n de nuestro Salvador.

2. Eliminaci�n providencial.

3. Asesoramiento y ayuda.

4. Nombramiento y autoridad. ( Joshua Oldfield. )

El derecho divino de los reyes

I. La autoridad o derecho por el cual reinan los reyes. Los monarcas y su autoridad tienen una causa reconocida, y esa causa es externa a ellos mismos. Todo se deriva de alguna otra persona. La persona que habla en este pasaje no puede ser otra que el eterno Hijo de Dios. Cuando San Juan contempl� a nuestro Se�or en el Apocalipsis, lo vio como la fuente y el origen del gobierno, con muchas coronas sobre Su cabeza. La soluci�n era que los reyes de los distintos lugares del mundo tuvieran su ser por Aquel que es Rey de todo el mundo; que todas las coronas, tanto la corona de gloria en el cielo como la corona de la m�s alta gloria en la tierra, le correspondan.

Por Cristo, la Sabidur�a de Dios y el Hijo de Dios, los monarcas mantienen su gobierno y los reinos son gobernados. Ellos reinan no por su mera licencia, sino por su expresa comisi�n. Ellos reinan en �l y por �l. �l reina en ellos y por ellos; �l en ellos como sus suplentes, ellos en �l como su autorizador; �l por sus personas, ellos por su poder.

II. El acto de reinar. Consid�relo de tres formas diferentes. Que reinen en absoluto; que reinen por mucho tiempo; que reine bien. Cada uno de estos es igualmente un regalo de Dios. Por �l, Su Palabra y Sabidur�a co-eterna, como por una puerta, entran en su reino. Por �l, como por una l�nea que extiende sobre todo gobierno, sea m�s largo o m�s corto, mantienen su continuidad. Finalmente, por �l, como por regla, reinan; caminan delante del Se�or su Dios; considere a qui�n representan, de qui�n son ministros y vicegerentes.

Es la duraci�n lo que constituye un reinado. Ahora, sin duda alguna, esto depende de Dios. Cuando han comenzado, pueden terminar r�pidamente, si el que crea no preserva tambi�n. Y entonces ese reinado justo, sobre el cual s�lo se promete la continuaci�n del reinado. �Podemos creer que la complicada maquinaria del gobierno se puede preservar si se descuida la religi�n? Pero nuestro negocio ahora es con s�bditos, no con reyes.

Lo dicho les impone un deber. Y as� como, si los pr�ncipes consideraran por qui�n reinan, reinar�an mejor, as� tambi�n, si los s�bditos recordaran la misma verdad, obedecer�an mejor. Porque de �l viene la autoridad, para �l es el deber de lealtad; y estamos obligados a estar sujetos, no solo por la ira, sino tambi�n por el bien de la conciencia. Recuerda qui�n es el que habla. �l es Cristo y se le llama Sabidur�a.

Si Cristo habla, la deslealtad y el desafecto son anticristianos. Si la Sabidur�a habla, es una locura. Locura en s� misma y locura en sus consecuencias. Que la Sabidur�a, entonces, est� todav�a justificada en sus hijos. ( GS Cornish, MA )

Per me reges reinante

�C�mo dicen los hombres ser reyes? �C�mo mantienen su autoridad soberana? por la subvenci�n de qui�n? De las cuatro palabras del lema, las dos �ltimas ( reges y regnant ) son dos asuntos tan importantes como cualquier otro en el mundo. Uno, las personas mismas, ya que son reyes. El otro, el acto de su reinado o su dominio sobre las naciones. Estas dos �ltimas palabras dependen de las dos primeras, por m� . Por medio de �l, los reyes se establecieron por primera vez en sus reinados. Por y a trav�s de �l desde entonces en sus reinados. Por medio de �l concedi� muchas preservaciones milagrosas en sus reinados.

I. Los reyes y reinos tienen su "per." No son bajas. Hay una causa del reinado de un rey. Esa causa es una persona. �Por M� - es decir, no hombre o �ngel, sino solo Dios; Dios manifestado. Por el&mdash

1. Porque era hombre.

2. Porque es sabidur�a.

3. Porque a El el Padre le ha conferido todos los reinos de la tierra.

III. Los reyes reinan. Considere esto reinando de tres maneras.

1. Como tiene un comienzo.

2. Como tiene continuidad.

3. Como incide la rectitud u oblicuidad en todo acto.

Estos tres est�n debidamente puestos en la cabeza de cada rey a lo largo de toda la historia de la Biblia. Se dice que un rey as� ten�a tantos a�os cuando comenz� a reinar. Rein� en Jerusal�n, o Samaria, tantos a�os. Y rein� bien o mal. ( Mons. Lancelot Andrewes. )

La autoridad de la Sabidur�a Divina

La sabidur�a aqu� habla de s� misma como la reina del mundo. La sabidur�a, en el ejercicio de su autoridad,

I. Determina el destino de los gobernantes.

1. Inspira todas las buenas acciones de los reyes.

2. Controla todas las malas acciones de los reyes.

II. Tiene un respeto especial por el bien. La sabidur�a divina tiene coraz�n adem�s de intelecto; resplandece de simpat�a e irradia consejos.

III. Tiene la distribuci�n de las m�s selectas bendiciones para la humanidad. ( David Thomas, DD )

Versos 17. Yo amo a los que me aman.

Emoci�n y evidencia

La mente debe alcanzar el credo de la religi�n con la ayuda del coraz�n. La raz�n no debe dejarse de lado, pero, con el valor de la facultad racional exaltado a su m�s alto honor, los afectos del coraz�n deben ayudar constantemente a la facultad racional si se espera que logre mucho en el �mbito de la verdad moral. Debe haber una sinton�a de los dos instrumentos, la verdad objetiva y el hombre subjetivo, de modo que la m�sica del primero no pueda ser rechazada como una discordia o perdida por inaudible.

La sabidur�a siempre ha distribuido su verdad a quienes la aman. Esas ideas especiales llamadas �religi�n� se convertir�n en verdades o doctrinas solo con la ayuda de la amistad del coraz�n. A menos que los hombres puedan alcanzar alg�n deseo a su favor, alguna parcialidad hacia ellos, dif�cilmente puede suponerse que la mera l�gica los forzar� alguna vez a las pr�cticas individuales o p�blicas. El poder de la mente para rechazar conclusiones que no son bienvenidas por los sentimientos es enorme.

Es posible que la pobreza de la evidencia, que se confiesa en este mundo en cuanto a vastas proposiciones morales, provenga del hecho de que la tierra fue hecha, no para una raza malvada sino para una raza virtuosa. El pecado pudo haber destruido la evidencia al destruir los sentimientos que la hac�an visible. Las ciencias exactas proclaman sus ideas a todos y no piden favor de ning�n tipo. Las evidencias del cristianismo deben ser sopesadas por una mente no adversa a la virtud, no adversa al ser y la presencia de un Dios justo, pero llena de tierna simpat�a por el hombre. Por un alma capaz de tristeza y esperanza. ( David Swing. )

Los personajes que ama Cristo

El amor que Cristo tiene por su pueblo es un afecto cuya naturaleza y extensi�n s�lo pueden aprenderse de una consideraci�n de las causas que lo producen.

I. El fundamento de ese amor fue puesto en la eternidad.

II. Cristo ama a los que le aman porque ha hecho y sufrido mucho por su salvaci�n. Los compr� con Su sangre. Desde el nacimiento hasta la muerte de Su pueblo, �l los cuida con atenci�n incesante. �l perdona sus pecados, alivia sus penas, se compadece de sus pruebas, sana sus descarr�os, enjuga sus l�grimas, escucha sus oraciones, intercede por ellos ante su Padre, les permite perseverar y los acompa�a por el valle de la sombra de muerte. Todo este cuidado y atenci�n tiende naturalmente a aumentar su amor por ellos.

III. Cristo ama a los que le aman porque est�n unidos a �l por lazos fuertes e indisolubles. La uni�n entre Cristo y su pueblo se presenta bajo varias figuras: novios y novios, vid y p�mpanos, cabeza y miembros, alma y cuerpo. El v�nculo de esta uni�n de nuestra parte es la fe, pero la uni�n misma est� formada por el nombramiento de Dios.

IV. Cristo ama a los que lo aman porque poseen Su esp�ritu y llevan Su imagen. La similitud de car�cter siempre tiende a producir afecto y, por tanto, todo ser del universo ama su propia imagen cada vez que la descubre. Cristo ama su propia imagen en sus criaturas porque esencialmente consiste en la santidad, que es de todas las cosas m�s agradables a su Padre y a �l mismo.

V. Cristo ama a los que lo aman porque se regocijan y devuelven su afecto. Es la tendencia natural del amor a producir y aumentar el amor. Incluso aquellos a quienes amamos durante mucho tiempo, ya sea por su relaci�n con nosotros o por sus cualidades amables, se vuelven incomparablemente m�s queridos para nosotros cuando comienzan a apreciar nuestro amor y devolverlo. Mejora:

1. Este tema puede capacitar a todos para responder a la importante pregunta: �Me ama Cristo?

2. Si Cristo ama a los que lo aman, entonces amar� m�s a los que est�n m�s dispuestos a devolverle su afecto, a hacer todas las cosas ya sufrir todas las cosas por su causa.

3. � Qu� felices son los que aman! �Qu� felicidad, entonces, deben gozar los que aman y son amados por la fuente infinita del amor, el Hijo eterno de Dios!

4. Estas verdades ofrecen los motivos m�s poderosos para inducir a los pecadores a amar a Cristo. ( E. Payson, DD )

�A qui�n le dar� la sabidur�a cosas buenas?

A los que la aman, les volver� a dar amor. A los que la busquen rectamente, ella se entregar�. Hay un gran uso de la Sabidur�a, y ella tiene una gran cantidad de riquezas para otorgar. �C�mo obtendremos esta Sabidur�a? �mala y cons�guela. El amor es el mejor maestro de artes, el maestro m�s seguro. As� como el buen fruto del estudio de la Sabidur�a es muy grande, as� el trabajo de los que la respetan no es en vano. Disfrutar�n tanto de su amor como de ella misma.

I. La sabidur�a ama a los que la aman.

II. La sabidur�a debe buscarse pronto y con diligencia.

III. Los que buscan la sabidur�a con diligencia, la encontrar�n. ( Francis Taylor, BD )

El amor a la sabidur�a necesario para alcanzarla.

I. Explicar el amor a la sabidur�a y mostrar los sentimientos y disposiciones que se importan en ella. Los afectos y pasiones de la naturaleza humana son los resortes que mueven nuestras fuerzas activas. Varios son los m�todos por los cuales los objetos de afecto se introducen en la mente. Algunos enteramente por los sentidos, otros por reflexi�n, indagaci�n, comparando cosas y formando nociones generales de ellas. Lo que se importa en el amor a la sabidur�a es:

1. Una alta estima de su excelencia superior como resultado de una consideraci�n madura.

2. Que lo deseemos sobre todas las cosas. Este Salom�n propone como calificaci�n y medio para alcanzar la sabidur�a.

3. El amor se manifiesta naturalmente en la complacencia que siente la mente al disfrutar o incluso al meditar sobre los objetos amados.

II. C�mo contribuye a que obtengamos sabidur�a.

1. En los asuntos humanos ordinarios vemos que el deseo pone a los hombres en el trabajo y la diligencia que son los medios ordinarios del �xito.

2. El amor a la sabidur�a es una disposici�n muy agradable a Dios, y le ha hecho promesas de gracia. Debemos concebir al Ser Supremo como un amante de la virtud y la bondad, de todo lo que es verdaderamente amable en raz�n de la excelencia moral; y si es as�, se complace en aquellos de la humanidad cuyos afectos est�n puestos en lo mismo que es Su deleite. Por lo tanto, tenemos los mayores est�mulos y ventajas para alcanzar la sabidur�a, y debemos usar toda la diligencia en concurrencia humilde y afectuosa con Aquel que obra en nosotros. ( J. Abernethy, MA )

Dios ama a los que lo aman

I. Qu� tipo de amor ejerce Dios hacia los que le aman. Existe el amor a la benevolencia y el amor a la complacencia. Estos dos tipos de amor son de la misma naturaleza, pero se distinguen por los objetos en los que terminan. El amor a la benevolencia termina en el ser perceptor y se extiende a todas las naturalezas sensibles, sean racionales o irracionales, tengan un car�cter bueno, malo o no moral.

Dios desea y considera el bien de todas sus criaturas, desde el �ngel m�s alto hasta el insecto m�s bajo. El amor a la complacencia se limita por completo a los seres morales que poseen excelencia moral. Nada m�s que la virtud, la bondad o la verdadera santidad es el objeto de la complacencia de Dios.

II. �Qu� est� impl�cito en el amor de Dios de los hombres?

1. Alg�n conocimiento verdadero de Su car�cter moral.

2. El verdadero amor a Dios implica estima adem�s de conocimiento. La estima siempre surge de una convicci�n de excelencia moral en la persona o ser estimado. Todos los hombres tienen un discernimiento moral de los objetos morales. Los pecadores no pueden contemplar la infinita grandeza y bondad de Dios sin discernir su infinita dignidad para ser amados.

3. Su amoroso Dios implica verdaderamente una suprema complacencia en su car�cter moral. En el ejercicio del amor verdadero por cualquier objeto, hay un placer en el objeto mismo. Cuando los hombres aman verdaderamente a Dios, se complacen en cada parte de su car�cter moral.

III. �Por qu� Dios solo ama a los que lo aman primero? Antes de amarlo por primera vez, no son amables. Sus corazones est�n llenos de maldad y totalmente opuestos a todo lo que es bueno. Est�n bajo el dominio del ego�smo, que es enemistad total contra toda santidad. Pero hay algo en Dios que lo vuelve encantador y glorioso antes de amar a los pecadores; y por lo tanto pueden amarlo a �l antes que �l los ama a ellos. Mejora:

1. Si Dios no ama a los pecadores antes de que ellos lo amen primero, entonces es un punto de mayor importancia al predicar el evangelio hacerlos sentir que los odia que que los ama.

2. Entonces el primer ejercicio de amor hacia �l debe ser antes de que sepan que �l los ama.

3. Entonces deben amarlo, sabiendo que �l los odia y est� dispuesto a castigarlos para siempre.

4. Entonces los pecadores son naturalmente tan reacios a abrazar el evangelio como a obedecer la ley.

5. Si Dios ama a los que primero lo aman, entonces est� dispuesto a recibirlos en Su favor en los t�rminos m�s misericordiosos y condescendientes.

6. Si Dios no ama a los pecadores antes de que ellos lo amen, entonces ellos no tienen derecho a desear u orar para que �l se reconcilie con ellos mientras contin�an odi�ndolo y oponi�ndose a �l.

7. Si Dios ama a los pecadores tan pronto como lo aman, entonces, si lo buscan adecuadamente, ciertamente lo encontrar�n. ( N. Emmons, D. D. )

El amor regres�

Estas palabras tampoco expresan:

1. Que el amor de Cristo es producido por el nuestro. Su fuente es �l mismo.

2. O que el amor de Cristo es desde el nuestro. Es eterno.

3. O que el amor de Cristo depende del nuestro. Inmutable.

4. O que el amor de Cristo es solo para aquellos que lo aman. �l dio la mayor prueba de ello mientras �ramos enemigos.

I. Aquellos que devuelven el amor de Cristo tienen la evidencia de su amor por ellos.

II. Aquellos que devuelven el amor de Cristo reciben de �l manifestaciones especiales de gracia. Oraciones contestadas, consuelo del Esp�ritu, �xito en el trabajo, gozos de comuni�n.

III. Aquellos que devuelven el amor de Cristo tienen la posici�n y el t�tulo de sus amados. Hermanos, amigos, hijos de Dios.

IV. Aquellos que devuelven el amor de Cristo le dan una alegr�a especial. ( RA Griffin. )

Y los que me buscan temprano me encontrar�n.

La diligencia en la b�squeda de la sabidur�a siempre tiene �xito.

Los placeres de la vida son dispensados ??por la mano indiscriminada de la Providencia, y con frecuencia en una medida tan grande a los ingratos y malos como a los buenos y virtuosos. Pero la sabidur�a es de una naturaleza peculiar y no impide ninguna disposici�n y esfuerzo calificativo en aquellos que la obtienen. El fundamento de esto se establece en las facultades de la mente. Nada puede probar suficientemente la sinceridad de nuestro profeso afecto por la sabidur�a, sino la b�squeda temprana que se recomienda en este texto.

I. Explique c�mo buscar sabidur�a temprano. Significa esto, que tiene el espacio principal en nuestros cuidados y aplicaci�n. Aquello que es m�s alto en nuestra estima, m�s fervientemente deseado y deleitado, naturalmente involucrar� nuestras primeras preocupaciones y esfuerzos, mientras que los asuntos de consideraci�n inferior se posponen con justicia.

1. Si queremos buscar sabidur�a, debe ser mediante el uso constante de los medios adecuados para obtenerla.

2. La diligencia, o "b�squeda temprana", importa utilizando los mejores medios con frecuencia, y con esp�ritu y vigor.

II. Muestre la ventaja de ello. Tenemos la garant�a de �xito. El texto contiene una promesa expresa en nombre de la sabidur�a.

1. La diligencia importa las disposiciones mentales que deben complacer al Ser Supremo.

2. La diligencia en la b�squeda de sabidur�a o religi�n es realmente practicarla. Elogie la importancia de buscar la sabidur�a y la religi�n al comienzo de cada d�a y en la juventud, que es la ma�ana de la vida. ( J. Abernethy, MA )

Los primeros buscadores de Cristo dirigidos y alentados

I. Qu� es buscar a Cristo temprano. La expresi�n se usa a veces para el deber de la oraci�n, a veces para toda la religi�n. Buscar a Cristo es buscar el verdadero conocimiento de Cristo y un inter�s salvador en �l. Es buscar que �l sea todo eso para nosotros, y que nosotros podamos ser todo eso para �l, por lo cual �l es dado a conocer y propuesto en el evangelio. Buscar temprano significa con cuidado, seriedad y diligencia.

1. Debemos buscar temprano con respecto a la �poca de la vida, o en la parte m�s joven de nuestros d�as. La mayor y m�s importante preocupaci�n de todos los dem�s es no dejarse llevar por el ajetreado tiempo de la vida, que est� imbuido de las preocupaciones y las prisas de este mundo; ni a la vejez, debilitada por las caries y cargada de enfermedades. Nunca es demasiado pronto para buscar a Cristo, pero puede que sea demasiado tarde.

2. Debemos buscarlo temprano con respecto al d�a de la gracia, o nuestras oportunidades de buscarlo. Siempre que Dios nos llame por Su Palabra o providencia, debemos ser tempranos y r�pidos en atender esos llamados.

3. Es buscarlo temprano con respecto a todas las dem�s cosas, o por encima y antes que nada. Esto se relaciona con la seriedad y el fervor con que se le debe buscar en la juventud de nuestros d�as. Es buscarlo con todo el coraz�n.

II. Qu� est�mulos peculiares hay para los que buscan

cristo temprano.

1. La b�squeda temprana le agrada mucho.

2. Es el curso ordinario de la gracia divina que se encuentra en los primeros buscadores.

3. Los que tienen menos obst�culos en la b�squeda.

4. Hay promesas peculiares para tales. ( J. Guyse, DD )

La santa b�squeda

La leyenda del �Santo Grial� nos dice que Jos� de Arimatea tom� posesi�n del plato del que comi� el Salvador, o, seg�n otra versi�n, de la copa de la que bebi�, cuando celebr� la �ltima Pascua en el aposento alto. con sus ap�stoles. Cuando Jos� estuvo en la Cruz, parte de la sangre que proven�a de las heridas de Cristo cay� en este vaso, y Jos� siempre llev� esta reliquia con �l en todos sus vagabundeos, hasta que finalmente lleg� a Inglaterra.

La sola presencia de este recipiente sagrado ten�a una influencia m�stica: se efectuaban curaciones milagrosas. Pero finalmente, como consecuencia de la maldad de la tierra, ya no se permiti� que este vaso sagrado permaneciera visible entre los hombres. �Qu� podr�a ser una tarea m�s digna de los caballeros cristianos que ir en su b�squeda? El hombre es, por la misma constituci�n de su naturaleza, un buscador. Por buenas y sabias razones, Dios nos ha hecho criaturas de deseo.

Es de suma importancia que este instinto de b�squeda de nuestra naturaleza sea sabiamente dirigido. Este Libro de Proverbios te habla de un tesoro que es digno de tu b�squeda y que es el m�s valioso de todos los tesoros.

I. Esta sabidur�a es un tesoro escondido. Nunca se deje enga�ar por esa mentira del diablo, que las cosas que se pueden ver son las m�s reales y sustanciales. Es un enga�o que es el padre de toda vida innoble. La existencia de Dios es la realidad m�s grande de todas y, sin embargo, su ojo no puede ver a Dios. No puedes ver el amor de tu madre.

II. Esta sabidur�a es un tesoro sagrado. El grial se llamaba santo grial porque ten�a asociaciones sagradas. La propia sabidur�a de Dios es lo que estamos invitados a compartir. Por sabidur�a no se entiende mero conocimiento, sino esa sabidur�a celestial pero pr�ctica que tiene que ver con la regi�n m�s sagrada de nuestro ser - la conciencia, los afectos, la voluntad - y que capacita al hombre para caminar por la vida con rectitud. y direcci�n sabia, y en un esp�ritu comprensivo con la mente de Dios.

No se puede decir que viva sabiamente ning�n hombre que no est� en armon�a con el prop�sito de Dios con respecto a �l. La verdadera sabidur�a nos permite hacer un uso sabio de todo el conocimiento terrenal, pero es en s� misma un tesoro celestial y sagrado.

III. Esta sabidur�a es un tesoro invaluable. A veces, la sabidur�a puede poner a un hombre en el camino de la obtenci�n de riquezas; pero ninguna riqueza puede comprar sabidur�a. La verdadera sabidur�a te conducir� por los caminos del deber, el honor y la integridad. Ninguna cantidad de riqueza puede ser una compensaci�n por la falta de un tesoro invaluable.

IV. Esta sabidur�a es un tesoro vivificante.

1. Es una influencia curativa.

2. Una influencia nutritiva.

3. Una influencia renovadora de vidas.

V. Esta sabidur�a es un tesoro que puede encontrar todo buscador sincero. En la manera en que&mdash

1. Reverencia.

2. Oraci�n.

3. Coraje.

4. Pureza.

He dicho que el hombre nace buscador. Tambi�n es cierto que los elementos del hero�smo est�n incrustados en la propia constituci�n de nuestra naturaleza. Todav�a hay mucho espacio para la caballer�a cristiana, para la verdadera caballerosidad de coraz�n y vida. Cristo es la Divina Sabidur�a encarnada, la Palabra de Dios en la naturaleza humana. Entonces busca a Cristo. ( T. Campbell Finlayson. )

Ventajas de buscar a Dios temprano

El favor del Todopoderoso siempre ha sido otorgado a quienes lo recuerdan en los d�as de su juventud. Vea los casos de Jos�, Samuel, Salom�n, Jos�as, Ana, Rut, Timoteo, etc.

1. Hay una ventaja incalculable en comenzar de temporada una obra que sabemos que es larga y dif�cil.

2. Otra ventaja es la defensa que se establece as� contra las usurpaciones del vicio. La juventud es la temporada de los afectos c�lidos y generosos: la �poca en que la inexperiencia atrae a mil trampas; la temporada para el esfuerzo activo. En la juventud, decimos, el futuro depende del presente. Si los pensamientos y sentimientos son puros, el alma brillar� de felicidad.

3. Otra ventaja es la promoci�n de la felicidad en el c�rculo familiar y la influencia ben�fica que se ejerce sobre los compa�eros y amigos.

4. Otra ventaja es la satisfacci�n indescriptible que se brinda a los padres y amigos.

5. Otra ventaja es el f�cil acceso que brinda al trono de la gracia.

6. Otra es que as� estamos preparados para enfrentar con una sonrisa los oscuros ce�os de la adversidad.

7. Hay un gran aliento para buscar temprano a Dios, porque as� estamos capacitados para esperar, con serena y santa resignaci�n, la llegada de la muerte. ( John N. Norton. )

Buscando a Dios temprano

La palabra hebrea usada denota buscar al amanecer o al comienzo de un d�a. De las palabras �Yo amo a los que me aman� se podr�a inferir que el hombre debe amar a Dios como condici�n previa o condici�n para el hombre amoroso de Dios. Sin embargo, la verdad es que el amor de Dios por el hombre debe preceder en todo caso al amor del hombre por Dios y ser su principal causa productora. �Lo amamos porque �l nos am� primero�. No hay poder natural en los hombres de amar a Dios.

Ninguno de nosotros amar� a Dios porque todo lo que nos rodea prueba que Dios lo ama. Nuestro amor por Dios no es m�s que el reflejo del amor de Dios por nosotros. �Qu� produce amor a Dios? No pueden obligarse a amar a Dios. Es solo Dios quien puede hacerte amar a Dios. Cuando respondemos a Su amor, convirti�ndonos en nuevas criaturas a trav�s de los movimientos de Su Esp�ritu, entonces, como si �l no nos hubiera amado antes, tan entra�able es la relaci�n a la que somos introducidos, que �l dice: �Yo amo a los que me aman.

Si no podemos hacer que nosotros mismos amemos a Dios, podemos pensar en las pruebas de Su amor, podemos mirar Su imagen, leer Sus cartas, y as� ponernos en el camino de recibir esas influencias que solo pueden cambiar el coraz�n. De las palabras �Aquellos que me buscan temprano, me encontrar�n� no necesitamos argumentar que si no lo han buscado temprano, es en vano buscarlo tarde. �Cu�les son los motivos que deber�an conspirar para instar a los j�venes a prestar atenci�n inmediata a las cosas que pertenecen a su paz?

1. La vida de los j�venes es tan incierta como la de los ancianos. La salud y la fuerza no son una seguridad contra los r�pidos acercamientos de la muerte. Ahora es el �nico momento del que est�s seguro.

2. Tendr�n mucha mayor dificultad en su b�squeda si no lo hacen temprano. Muchos suponen que un momento ser� tan apropiado como otro, tarde como temprano, para buscar al Se�or. Piensan que, si viven, el arrepentimiento estar� tan a su alcance dentro de veinte o treinta a�os como ahora. Pero esta es una suposici�n para la que no hay justificaci�n. Un antiguo escritor dice: �Dios, de hecho, ha prometido que en todo momento perdonar� al penitente, pero no encuentro que haya prometido que en todo momento dar� penitencia al pecador.

�Al continuar en el pecado, se forman h�bitos que se fortalecer�n hasta convertirse en capataces y que, cuando los hombres envejezcan, ser�n casi irresistibles. Muy peque�a es la probabilidad de producir alguna impresi�n moral en aquellos que han envejecido en el olvido de Dios. No conocemos un sujeto de ataque moral tan poco prometedor como un pecador anciano, siempre suponiendo que haya escuchado el evangelio en su juventud. Entonces dale a Dios lo mejor de tu fuerza, la flor de tus d�as, el vigor de tu intelecto, el ardor de tus afectos. ( H. Melvill, BD )

Sobre la ventaja de la piedad temprana

Que la religi�n de Cristo est�, m�s all� de todas las dem�s, calculada para producir felicidad privada y p�blica, ning�n hombre que est� familiarizado con esa religi�n puede dudar.

1. Aquellos que disfrutan del beneficio singular de una educaci�n piadosa tienen la mayor probabilidad de �xito y perseverancia en su curso. De dos viajeros que tienen que hacer el mismo viaje, es mucho m�s probable que lo realice el que, levant�ndose temprano por la ma�ana, se pone en marcha con toda la vivacidad y vigor de su fuerza que el que duerme so�oliento hasta el mediod�a y en el calor y El trabajo del d�a apenas puede arrastrar sus d�biles pies. Los buenos principios y h�bitos, asimilados y formados temprano, son de tal poder que dif�cilmente permitir�n una gran desviaci�n de lo correcto.

2. Como ning�n bien es ni puede ser perfeccionado en la mente humana sin la gracia omnipotente, tenemos la m�s s�lida seguridad de esa asistencia divina cuando, en nuestros primeros d�as, apreciamos cuidadosamente las influencias del Esp�ritu Santo de Dios. Nuestro texto no es solo una promesa, es el llamado m�s condescendiente del Se�or de la sabidur�a, invit�ndonos a su amor. Amor engendra amor. Nuestro amor por �l ser� recompensado con Su amor por nosotros.

3. De ah� surgen muchas ventajas sorprendentes. La primera tintura se le da as� a la mente, la primera predisposici�n a los afectos; de ese modo, los h�bitos correctos y los principios correctos obtienen la primera posesi�n y preservan la inclinaci�n y la pr�ctica de esas costumbres y opiniones deformantes y destructivas que es dif�cil volver a doblar y reducir a su rectitud original y necesaria. Todos sabemos cu�n fuertes son las preferencias y los prejuicios de la educaci�n - las malas prejuicios y los infelices prejuicios - y podemos estar perfectamente satisfechos de que las buenas preferencias y los prejuicios sean igualmente frecuentes y poderosos.

�La barrica conserva durante mucho tiempo el olor del licor con el que se sazon� por primera vez� (Horacio). Cu�n dif�cil es ganar la superioridad sobre los h�bitos y costumbres, incluso en los asuntos m�s insignificantes, ning�n hombre es ignorante; sino para someter h�bitos que han vivido con nosotros durante mucho tiempo y han ganado nuestra aprobaci�n, h�bitos de vicio, a los que los afectos sensuales han anexado placer en la gratificaci�n; para alterar totalmente nuestra conducta, para arrancar el ojo derecho de una preciosa concupiscencia, para cortar la mano derecha de un pecado provechoso - �oh, qu� arduo, qu� doloroso! Aqu�, entonces, discernimos la inefable ventaja de los buenos h�bitos y principios tempranos, que, manteni�ndonos en el camino del deber, nos protegen de esta tarea muy dif�cil, si no, en algunos casos, imposible, de corregir h�bitos viciosos y enmendar. costumbres y nociones corruptas, que, a trav�s de una larga posesi�n,

Y la dedicaci�n temprana de nosotros mismos a Dios no ser� menos c�moda que ventajosa. Te ense�ar� contenidos en cada estaci�n, te permitir� navegar por la vida con tanta facilidad y serenidad como lo permitan las inevitables dificultades de este estado transitorio; dar� a tu mente los placeres m�s puros y los goces m�s satisfactorios; te convertir� en un consuelo para ti mismo, una bendici�n para tus amigos y un adorno para la sociedad. ( W. Dodd, LL. D. )

Piedad temprana

1. Los hombres tienen almas y mentes capaces de ser muy buenas o muy malas, de disfrutar mucho y de sufrir mucho. Es importante que en la vida temprana se d� una direcci�n correcta a toda la naturaleza del hombre. Esto no puede lograrse de ninguna manera sino con una piedad viva y sincera.

2. La piedad temprana tendr� un buen efecto al dirigirnos a la vocaci�n correcta en la vida ya la elecci�n de compa�eros y asociados adecuados.

3. La piedad primitiva por s� sola seguramente puede protegernos de lanzarnos a esas rocas donde tantos han naufragado, tanto para este mundo como para el pr�ximo.

4. Si no nos volvemos piadosos en la juventud, es muy incierto si alguna vez lo seremos. Cuando los hombres envejecen, su coraz�n se vuelve m�s duro, su voluntad m�s obstinada y su sana conversi�n menos probable. Y una gran cantidad de la raza humana muere antes de que haya pasado el per�odo de la juventud.

5. Si debe vivir en la juventud, �c�mo puede soportar las pesadas cargas de la mediana edad sin la gracia de Dios? Si uno llega a la vejez, con todas sus debilidades, y no tiene la gracia de Dios en �l, �qu� triste es su condici�n, qu� triste es su perspectiva!

Solicitud:

1. �Eres joven? No seas sabio en tu propia opini�n. Viva por fe en el Hijo de Dios.

2. �Eres de mediana edad? �Es pesada la carga de las preocupaciones? Echalo sobre el Se�or. Conf�a en el Se�or y haz el bien. Glorifica a Cristo en tu cuerpo y esp�ritu, que son Suyos.

3. �Tienes edad? Entr�gate a la devoci�n. D� un ejemplo de dulce sumisi�n a la voluntad de Dios. Cuanto m�s te acerques al cielo, m�s luz y paz brillar�n en tu rostro, animar�n tu coraz�n y har�n de tu vida una bendici�n para los dem�s. ( WS Plumer, DD )

Buscando a Cristo temprano

I. Considere lo que es buscar a Cristo temprano. Buscar a Cristo es buscar el verdadero conocimiento de �l y un inter�s salvador en �l. En lo que se refiere al acto de buscarlo, es prestar atenci�n a todos los medios de gracia con seriedad, fe, esperanza, amor y deleite. Debemos buscar temprano. Con respecto a todas las dem�s cosas, o antes y sobre todas las cosas. Esto se relaciona con la seriedad y el fervor con que se le debe buscar. Debemos buscarlo con todo el coraz�n.

II. Considere qu� est�mulos seculares hay para aquellos que buscan a Cristo temprano para encontrarlo.

1. La b�squeda temprana le agrada mucho.

2. Es el curso ordinario de la gracia divina que se encuentra en los primeros buscadores.

3. Los primeros buscadores tienen menos obst�culos para buscar y encontrar a Cristo que otros.

4. Hay promesas peculiares hechas a los primeros buscadores. ( T. Hannam. )

Buscando al Se�or

Al buscar al Se�or,

I. Mantenga dos cosas a la vista perpetuamente: Su verdad y las influencias de Su Esp�ritu Santo. Sin su verdad no podemos tener regla, y sin las influencias de su Esp�ritu Santo no podemos tener disposici�n para apreciar la regla correcta: ambos son absolutamente necesarios.

II. Bajo la influencia del Esp�ritu Divino, invariablemente buscaremos a Dios como un Dios de misericordia.

III. Como Dios de paz.

IV. Como rey.

V. Como gu�a.

VI. Como porci�n. Ahora d�jame aplicar mi tema.

1. Hay algunos de ustedes que no buscan al Se�or; pueden vivir perfectamente sin �l.

2. Hay otros que buscan al Se�or, y quiz�s te preguntes por qu� no lo encuentras. Ahora examinen ustedes mismos; �No hay mucha hipocres�a y enga�o en ti?

3. Hay otros que lo buscan, y lo buscan honestamente, y piensan que no lo encuentran, cuando en realidad lo encuentran. No lo encuentran en el consuelo que parecen necesitar; pero lo encuentran en principio, lo encuentran al sacar la culpa de la conciencia, lo encuentran al capacitarlos para triunfar sobre la tiran�a del pecado.

4. Hay otros que se regocijan en el Dios de su salvaci�n, que pueden decir: �S� que he buscado y encontrado al Se�or; mi Salvador es en m� la esperanza de gloria. No puedo dejar de regocijarme en �l en el momento presente ". Al�grate con el temblor. Recuerde, tiene muchos y poderosos enemigos dentro y fuera. ( W. Howels. )

Se alienta la b�squeda temprana de Cristo

I. �Qu� implica buscar al Se�or Jes�s?

1. Una convicci�n decidida de la absoluta insuficiencia de cualquier otro objeto para nuestra felicidad y salvaci�n.

2. Una convicci�n decidida de que en Cristo Jes�s se encuentra toda bendici�n que el alma requiere.

3. Un fuerte deseo de interesarse en Cristo.

4. Esfuerzos perseverantes en el uso de todos los medios designados para obtener este objeto.

II. Qu� es encontrar a Cristo y la felicidad que resulta de ello.

1. La expresi�n, encontrar a Cristo:

(1) Es figurativo, y puede considerarse como un indicio de que obtuvieron un descubrimiento salvador de Su car�cter.

(2) Que insin�e tambi�n que forman una conexi�n salvadora con Cristo.

(3) Sugiere que obtengan todas las bendiciones de la salvaci�n.

2. La felicidad que produce encontrar a Cristo.

(1) Los que encuentran a Cristo obtienen liberaci�n de los peores males: horror de conciencia, carga de culpa, temor a la ira de Jehov�, tiran�a de las malas pasiones, servidumbre de Satan�s.

(2) Obtienen las ventajas m�s valiosas. Obtienen inter�s en el favor de ese Dios que tiene todas las bendiciones a su disposici�n; las gracias que embellecen el car�cter y dan paz y alegr�a al alma en su ejercicio; una iluminaci�n que resuelve sus dudas, esparce sus miedos y abre ante ellos escenas que resplandecen con el esplendor del d�a eterno. El coraz�n encuentra ahora un objeto que puede satisfacer sus m�s amplios deseos y puede regocijarse de que estas ventajas no perezcan en el uso y permanezcan seguras m�s all� del alcance del accidente.

(3) Abrigan las esperanzas m�s benditas con respecto al futuro.

III. Aquellos que buscan a Cristo temprano tienen la raz�n m�s fuerte para esperar el �xito.

1. El Redentor se deleita de manera peculiar con los movimientos de la piedad primitiva. �stos, de manera especial, honran Su suprema excelencia.

2. Es probable que los j�venes lo busquen con un coraz�n indiviso y con una elecci�n afectuosa.

3. Los j�venes tienen una raz�n especial para esperar la ayuda del Esp�ritu al buscar a Cristo.

4. El lenguaje del texto sugiere que aquellos que no buscan al Se�or Jes�s en su juventud tienen muchas razones para temer que nunca lo encontrar�n.

Conclusi�n:

1. Perm�tanme suplicar a los j�venes que busquen al Se�or mientras pueden encontrarlo.

2. Exhorto a quienes hayan buscado al Salvador desde el principio a que mantengan su sinceridad en la religi�n.

3. Que los que est�n en la vida avanzada consideren sus caminos y sean sabios. ( H. Belfrage. )

Buscadores que no buscan en vano

Todas las personas del mundo son buscadores, solo algunas personas dedican su tiempo a buscar cosas tontas e in�tiles. Un rey del que he o�do hablar, en lugar de gobernar adecuadamente a su pueblo, descuid� sus deberes y pas� su tiempo yendo de un reino a otro en busca de un rat�n de ojos rosados. �Qu� p�rdida de tiempo para un hombre as�! Aquellos que son realmente instruidos han acumulado su sabidur�a al estar listos para aprender.

I. Aquellos que comienzan a buscar a Dios temprano tienen m�s tiempo para aprender acerca de �l. Las personas que estudian m�sica despu�s de haber crecido rara vez se convierten en buenos int�rpretes o cantantes; tampoco creo que alguien domine realmente la gram�tica si no comienza a estudiarla a fondo a una edad temprana. Empiece, pues, de inmediato a aprender, porque ya ha perdido m�s tiempo del que puede dedicar.

II. Empiece temprano, porque tendr� menos que desaprender. S�crates, un hombre sabio, cobr� una tarifa doble a uno de sus disc�pulos porque, dijo, no solo ten�a que ense�arle a hablar, sino tambi�n a callarse. Un herrero nunca podr�a convertirse en pintor, al menos no muy f�cilmente, porque tendr�a que desaprender muchas cosas. Si llena su mente con ideas tontas, se requerir� una gran cantidad de tiempo para deshacerse de estas tonter�as antes de que pueda ser instruido en sabidur�a.

III. Tambi�n creo que ser� m�s ardiente y ansioso en la b�squeda de la sabidur�a si comienza joven, y encontrar� que la historia confirma la verdad de mi opini�n. No se desanimar� tan f�cilmente y dominar� sus dificultades m�s f�cilmente que las personas mayores. Los ni�os peque�os estudiantes, se nos asegura aqu�, no buscar�n en vano, pero se les pedir� que se esfuercen. Col�n de alguna manera tuvo la idea de que Am�rica exist�a, y fue a buscar la gran tierra desconocida.

D�a tras d�a navegaba sin verlo, pero un d�a divis� unas algas de un tipo diferente al que se conoce en Europa. Esto lo anim� a continuar su b�squeda. As� que t� tambi�n a veces te sentir�s inclinado a rendirte en la desesperaci�n, pero sigue adelante; vale la pena todos los problemas que pueda dedicarle para volverse sabio. �Y qu� alegr�a te impartir� cuando por fin veas lo que deseas! ( N. Wiseman. )

Busque a Jes�s temprano

Nuestro negocio es buscar a Jes�s temprano en la vida. �Felices los j�venes que pasan la ma�ana con Jes�s! Nunca es demasiado pronto para buscar al Se�or Jes�s. Los primeros buscadores hacen ciertos buscadores. Debemos buscarlo temprano con diligencia. Los comerciantes pr�speros son madrugadores, y los santos pr�speros buscan a Jes�s con entusiasmo. Aquellos que encuentran a Jes�s para enriquecerse, entregan su coraz�n a buscarlo. Debemos buscarlo a �l primero y, por lo tanto, lo m�s temprano posible.

Sobre todas las cosas Jes�s. Jes�s primero, y nada m�s ni siquiera como un mal segundo. La bendici�n es que �l ser� encontrado. �l se revela cada vez m�s claramente a nuestra b�squeda. �l se entrega m�s plenamente a nuestra comuni�n. ( CH Spurgeon. )

Buscando a Cristo en los albores de la vida

La palabra "temprano" no est� en el original. Por tanto, el pasaje podr�a leerse as�: "Y los que me buscan, me encontrar�n". Sin embargo, no podemos descartar por completo la palabra "temprano"; parece completar el ritmo. La palabra "buscar", tal como se emple� originalmente, es una palabra que implica el significado de buscar en el amanecer, as� como el este se blanquea un poco, as� como el d�a nace. Por lo tanto, tenemos alg�n derecho a la palabra temprano.

Hay hombres que no esperan hasta el mediod�a para reanudar su viaje despu�s de haber sido ignorados; de hecho, han sucumbido a las circunstancias, diciendo: "La oscuridad nos ha alcanzado, y aqu� tenemos que acostarnos"; pero en el momento en que hay una racha en el este hacia arriba, comienzan, el personal se reanuda y el viaje se prosigue con renovada energ�a. Esta es la imagen del texto: �los que me buscan al amanecer, me encontrar�n; los que me buscan al amanecer; los que vengan despu�s de m�, antes de que suba el roc�o, me encontrar�n, y tendremos juntos una larga conversaci�n matutina: cuando el alma sea joven, cuando la vida sea libre, cuando el coraz�n no sea sofisticado, los que me buscar�n al amanecer. encu�ntrame, porque los he estado esperando, s�, de pie junto a ellos mientras dorm�an, y medio esperando que en el momento en que abran los ojos me ver�n,

�Necio es el que comienza el d�a sin oraci�n, que se toma la vida en sus propias manos: en verdad, al hacerlo, mete su dinero en bolsas con agujeros, y por la noche no tendr� nada. ( J. Parker, DD )

Versículo 18

Las riquezas y la honra est�n conmigo; s�, riquezas duraderas y justicia.

Sobre ganar y usar riquezas

Cualquier cosa que sea verdadera y sustancial felicidad, incluso en esta vida, tiene una dependencia necesaria de la moralidad y la religi�n. Las riquezas y las riquezas no son m�s que cargas pesadas y madera in�til si no se utilizan para recompensar a los buenos, excitar a los diligentes y aliviar a los oprimidos. Pero que la religi�n debe ser el camino que conduce a la riqueza y la sustancia, y que ser bueno es el camino para hacerse rico, parece ser una paradoja contraria a los sentimientos de la humanidad.

La piedad puede ciertamente consolarnos en nuestras necesidades y apoyarnos en nuestras aflicciones; pero que deber�a ser el mejor factor para ganarlos y almacenarlos es una afirmaci�n tan opuesta a la persuasi�n de los hombres que parece la afirmaci�n salvaje de quien defiende una novedad.

I. La piedad es el medio m�s eficaz para obtener riquezas.

1. Las riquezas son un don de Dios, no los bienes de la fortuna. Si hay un Gobernador del mundo sabio y providente, el �xito de todas las empresas humanas depende de Su disposici�n de las cosas. Si los hombres de virtud y piedad son los favoritos del Todopoderoso, pueden esperar recompensas como signos de Su amor; si son sus fieles servidores, como recompensa de su fidelidad.

2. Vea lo que es la piedad, exam�nela en s� misma y en sus consecuencias, y encontraremos que es naturalmente productora de riquezas y abundancia. La piedad es la pr�ctica habitual de las virtudes morales y divinas, cada una de las cuales tiende a enriquecer a sus seguidores, por ejemplo, la laboriosidad, la templanza, la humildad, el amor fraternal, la liberalidad y la caridad.

3. El cr�dito y la reputaci�n en el mundo dependen en gran medida de la honestidad y una vida recta, y son cosas absolutamente necesarias para la promoci�n de nuestra salud e inter�s mundano. La �nica base s�lida de un buen nombre es la piedad y la virtud.

4. La piedad y la virtud se dirigen al uso de aquellos m�todos que son honestos y l�citos. Los medios m�s honestos son siempre los m�s dulces.

II. Asegurar riquezas o hacerlas duraderas. Esto puede considerarse en un doble aspecto:

1. En relaci�n con nosotros mismos.

2. En relaci�n con la posteridad. Todo lo que se obtiene por medios que son repugnantes a la piedad no debe guardarse, sino que debe separarse. Todos los vicios tienen una tendencia natural a empobrecer a la humanidad. Es bueno notar que la eficacia de la piedad no est� limitada aqu�; llega m�s all� de la tumba y conlleva sus bendiciones para las generaciones futuras. La generaci�n de los fieles ser� bendecida. ( William Hayley, MA )

Versículo 20

Encamino por el camino de la justicia.

Sustancia la herencia de los santos

I. Jes�s conduce por el camino de la justicia.

1. Gui�ndolos a Su santa, estricta y condenadora ley.

2. Implantando sinceridad y rectitud.

II. Jes�s conduce en medio de los caminos del juicio. Estos caminos de juicio son cuando �l, con Su ojo santo, escudri�a el coraz�n y saca a la luz sus obras secretas. Dirige al establecer un tribunal de justicia en el coraz�n, acusando al alma en su barra; no con venganza, como castigar a un criminal, sino como padre, despu�s de que el ni�o ha estado haciendo ausentismo todo el d�a.

III. Jes�s hace que el alma herede la sustancia. Algo s�lido, pesado, poderoso, real y eterno. Poder y vida y sentimiento, y el reino bendito de Dios establecido con autoridad en el alma. Una religi�n sustancial, algo que cae en el alma de Su propio ser bendito, algo que sale de �l mismo y de la plenitud de Su propio coraz�n amoroso, para hacerlos regocijarse y alegrarse. ( JC Philpot. )

En medio de los caminos del Juicio.

La media dorada

En este pa�s, si camina en medio de la calle del pueblo, o en medio del camino en el campo, est� expuesto al peligro de caballos y veh�culos, para lo cual esa parte del camino estaba reservada, y por lo tanto. Se han habilitado veredas y aceras, donde refugiarse del tr�fico. Es diferente en Oriente. All� las carreteras est�n tan mal hechas y tan poco frecuentadas, que siempre est�s m�s seguro en el medio.

Quiz�s haya una roca en este lado y un precipicio o una zanja en el otro, y los bordes de la carretera son siempre tan accidentados y desiguales que solo el camino desgastado en el medio est� disponible para viajar con facilidad. Y de esta condici�n de los caminos orientales ha surgido la lecci�n moral de que el medio del camino de la conducta es el m�s seguro y el mejor. El sentimiento puede ejemplificarse en todo lo moral y religioso.

Los griegos de anta�o siempre hablaban de la media dorada entre dos extremos, y les gustaba probar que la verdad y la seguridad siempre estaban en el medio. El sabio habla de las sendas del juicio. Estos senderos est�n a menudo a ambos lados del camino de la justicia, que es el medio; y se llaman sendas de juicio porque, si te desv�as por ellas por el camino estrecho y angosto de la justicia, encontrar�s peligros y males que seguramente te castigar�n.

Las virtudes que dan las bendiciones de la vida est�n en el medio, entre los vicios que arruinan y arruinan tu vida. Un poco demasiado de un lado o del otro hace toda la diferencia en el mundo; y tan cerca unos de otros vienen los males que deben evitar, que angosto es el camino que conduce a la vida, y pocos son los que lo encuentran. El camino lateral puede, por tanto, ser suave y agradable, pero conduce al peligro. El medio del camino puede ser dif�cil y dif�cil, pero es seguro: el camino de la justicia, entre los senderos del juicio. ( H. Macmillan, DD )

Versículo 21

Para hacer heredar sustancia a los que me aman.

El enriquecimiento del hombre por Dios

I. Amor: el amor de Dios como fuente de toda bendici�n.

II. El amor al ser creado es excitado por alg�n bien, real o imaginario, en el objeto amado.

III. Pecados, deseos y necesidades individuales del hombre.

IV. Observa la forma en que el hombre debe enriquecerse. Dios se da a s� mismo, involucrando todo bien.

V. Dios mismo ser� la riqueza de su familia para siempre. (W. Howels.)

Sustancia real en las cosas espirituales

Este es uno de los dichos de oro del libro. En el texto hay un est�mulo a la religi�n extra�do del beneficio incomparable de la misma. �Los que me aman, no ser�n por m� perdedores�. La palabra hebrea para sustancia significa aquello que es: aquello que tiene una consistencia firme y s�lida.

1. Por sustancia puede entenderse Cristo. Necesita ser sustancia quien da ser y sustancia a todo.

2. Por sustancia se entiende la gracia del Esp�ritu. Debe ser una sustancia que participe de la plenitud de Dios.

3. Por sustancia se entiende la salvaci�n, expresamente llamada sustancia ( Hebreos 10:34 ).

I. La calificaci�n de las personas. "Los que me aman".

1. El cari�o: el amor. El amor suaviza y perfuma los deberes santos. El amor es aquello con lo que m�s se deleita el Se�or.

2. El objeto del amor: Cristo. Si los hombres conoc�an a Cristo, era imposible evitar que lo amaran.

II. La especificaci�n del privilegio. �Por qu� se llama sustancia a la gracia?

1. Por su preciosidad.

2. Por su idoneidad.

3. Por su necesidad.

4. Por su satisfacci�n.

5. Por su certeza.

6. Por su durabilidad.

Sustancia significa algo que corre paralelo a la eternidad. Que las cosas espirituales deben tener un ser real y una sustancia en ellas aparece mediante dos argumentos convincentes.

(1) Porque Dios, que es el modelo original de la verdad, lo ha afirmado.

(2) Esto es m�s consistente con la naturaleza racional.

Aprender&mdash

1. La incomparable excelencia de la gracia.

2. Vea la diferencia entre las cosas de Dios y las cosas del mundo.

3. Ver la locura atroz de aquellos a quienes les importan las cosas de menor importancia, pero no se preocupan por la sustancia ( Isa�as 4:2 ).

�Por qu� los hombres no se afanan m�s en pos de la sustancia espiritual? Respuesta:

1. Ignorancia.

2. Presunci�n.

Si tenemos esta sustancia espiritual, podemos recordar un momento en que la deseamos. Sabemos c�mo lo conseguimos. Lo valoramos mucho. ( T. Watson. )

Versículos 22-36

El Se�or nos posey� al principio de su camino.

Sabidur�a la primera creaci�n de Dios

He aqu� la noble idea que anula de un tir�n todas las especulaciones mitol�gicas sobre el origen de las cosas �una idea que est� en profunda armon�a con todo el mejor conocimiento de nuestro tiempo� de que no hay nada fortuito en la creaci�n del mundo; el Creador no es una Fuerza ciega, sino un Ser inteligente cuya primera creaci�n es la sabidur�a. �l es el origen de una ley por la cual quiere obligarse a s� mismo; la arbitrariedad no tiene cabida en sus consejos; el accidente no tiene parte en sus obras; con sabidur�a los form� a todos.

Aqu� hay un claro reconocimiento del principio de que la ley de Dios es una ley tambi�n para �l mismo, y que su ley es sabidur�a. �l crea el mundo como resultado de Su propio dise�o sabio y santo, para que "nada camine con los pies sin rumbo". De esta concepci�n teol�gica depende la posibilidad de la ciencia. ( RF Horton, DD )

La autobiograf�a de la sabidur�a

I. Como habiendo existido antes de todos los tiempos.

II. Como habiendo estado presente en la creaci�n.

III. Como habiendo estado en asociaci�n externa con el creador.

IV. Como habiendo sentido ante todos los mundos un profundo inter�s por el hombre. ( D. Thomas, DD )

Versículo 23

Fui creado desde la eternidad.

Cristo levantado desde la eternidad

Doctrina: Que as� como Cristo es el Dios eterno, as�, desde toda la eternidad, fue preordenado y establecido para el gran servicio de la redenci�n del hombre.

I. Para probar que Cristo es el Dios eterno.

1. Que existi� antes de la encarnaci�n es evidente por la aparici�n que hizo a nuestros primeros padres en el para�so.

2. Encontramos Su existencia y agencia en la producci�n de todos los seres creados.

3. Corre a las edades sin fin antes de la creaci�n del mundo, y lo encontramos a �l existiendo o siempre existi� la tierra.

II. Lo que importa en Su ser establecido desde la eternidad.

1. Supone el concilio de paz, o una transacci�n eterna entre el Padre y el Hijo acerca de la redenci�n de los pecadores perdidos.

2. Implica la infinita complacencia que el Padre y el Hijo tuvieron el uno en el otro desde toda la eternidad.

3. Implica una ordenaci�n y un decreto divinos, por los cuales �l fue elegido desde la eternidad para el gran servicio de la redenci�n del hombre.

4. Implica que, como consecuencia del decreto, fue llamado por Dios para emprender la obra de redenci�n.

5. Implica Su propio consentimiento voluntario y su complacencia con el llamado de Su Padre. En realidad, se estableci� a tiempo.

(1) Su primera aparici�n fue en la promesa hecha a nuestros primeros padres.

(2) Establecido t�picamente bajo el Antiguo Testamento.

(3) Establecer prof�ticamente.

(4) Personal y realmente, en Su encarnaci�n, obediencia y muerte.

(5) En Su resurrecci�n y ascensi�n.

(6) Sacramentalmente, en el bautismo y la �ltima cena.

(7) En conversi�n.

(8) Se establecer� en Su segunda venida.

III. Con qu� fines y prop�sitos Cristo fue as� establecido.

1. Como un sol, para dar luz a este mundo inferior.

2. Como segundo Ad�n, cabeza de un nuevo pacto de gracia y promesa.

3. Como reparador de brechas entre Dios y el hombre.

IV. El fundamento y las razones por las que se estableci� Cristo.

1. Porque era la voluntad y el placer del Padre.

2. Debido a la buena voluntad que tuvo con el hombre en la tierra.

3. Por su habilidad para la empresa.

4. Porque se ofreci� voluntariamente para la obra y el servicio.

5. Porque desde la eternidad Dios previ� el ingreso de gloria que recibir�a la corona del cielo a trav�s de Su mediaci�n.

V. Aplicaci�n de la doctrina. Vea la antig�edad y la actividad del amor de Dios; la estabilidad y perpetuidad de la alianza de gracia y de la Iglesia; la raz�n por la que todas las manos deben trabajar para exaltarlo. ( E. Erskine. )

Versículo 30

Y yo era su deleite todos los d�as.

La felicidad de Cristo antecedente de su encarnaci�n

Los placeres entre el Padre y el Hijo, antes de que asumiera nuestra naturaleza, fueron dobles.

1. Se deleitaban el uno en el otro sin comunicar sus alegr�as a nadie m�s; pues entonces ninguna criatura exist�a salvo en la mente de Dios.

2. Se deleitaron en la salvaci�n de los hombres; ante la perspectiva de ese trabajo, aunque a�n no existe. La condici�n y el estado de Jesucristo antes de Su encarnaci�n fue un estado del m�s indecible deleite en el disfrute de Su Padre. Considera esto&mdash

I. Negativamente.

1. No se humill� a la baja condici�n de una criatura.

2. No estaba bajo la ley en este estado.

3. No fue responsable de ninguno de esos dolorosos consecuentes y acompa�antes de ese fr�gil estado de humanidad que luego asumi� con esa naturaleza. Desconocido con los dolores. Nunca pellizcado por la pobreza y el deseo. Nunca sufri� reproches y verg�enza. Nunca se ofendi� con sugerencias impuras. Nunca sensible a las torturas y los dolores. No hubo escondites ni retiradas de Su Padre. Sin experiencia de muerte.

II. Afirmativamente.

1. Un estado de felicidad incomparable.

2. Un estado de intimidad, cari�o y unidad con Su Padre.

3. Un estado de deleite puro, puro y arrebatador.

III. Comparativamente.

1. Comp�relo con el deleite que algunas criaturas se sienten entre s�, y pronto descubrir� que se quedan infinitamente cortas en esto.

2. Comp�relo con el deleite que Dios toma en algunas de sus criaturas; encontrar� que no llega al deleite que Dios toma en Cristo.

3. Comp�relo con el deleite que las mejores criaturas sienten en Dios y en Cristo; �Cu�n infinitamente breve es el deleite que Dios toma en Cristo!

Conclusi�n:

1. � Qu� amor tan asombroso fue este para que el Padre diera el amado de su alma por los pobres pecadores!

2. Adore el amor de Jes�s por los pecadores, para que siempre consienta en dejar tal seno.

3. El inter�s en Jesucristo es el verdadero camino a toda preferencia espiritual en el cielo.

4. Jesucristo es digno de todo amor y deleite.

5. Es doloroso ver al amado Hijo de Dios despreciado, despreciado y rechazado por los pecadores.

6. Estemos dispuestos a abandonar y dejar todo por Cristo. ( John Flavel. )

La felicidad eterna de cristo

I. Cristo estaba con el Padre al principio. Esto censura a los arrianos.

II. Dios Padre, como se deleit� en Cristo al principio, as� lo hace siempre.

1. Porque es Su Hijo.

2. Porque nunca lo ofendi�.

3. Porque siempre est� dispuesto a agradar a su Padre.

III. Cristo se regocij� en Dios Padre desde el principio, y lo hace siempre. Algunos dicen: "Me regocijo, o me divierto, siempre delante de �l". ( Francis Taylor, BD )

Regocij�ndonos siempre ante �l.

Sabidur�a eterna regocij�ndose en los acontecimientos que ser�n revelados

Si contemplamos el car�cter de la Sabidur�a Divina dirigida a la tierra, habitando entre los hombres, anticipando las preocupaciones y circunstancias y la historia de este mundo humano, vamos a:

1. D�jese llevar a percibir una importancia que se atribuye a todas las ramificaciones de esa historia, a todas sus �pocas y todos sus acontecimientos.

2. Adem�s de esto, seremos inducidos a depender, con cierto grado de deleite y alegr�a, de todos los arreglos y desarrollos de esta Sabidur�a en relaci�n con nuestras circunstancias.

3. Y percibiremos la impropiedad de nuestra murmuraci�n; y que existe la mayor medida de locura, as� como de peligro, en permitirnos disputar cualquier parte de los procedimientos divinos.

4. Tal punto de vista nos inducir� a mirar con mentes inteligentes e instruidas sobre todas las cosas que nos rodean, ya observar en las diversas circunstancias que suceden ante nuestro punto de vista, la ejecuci�n real de un plan dispuesto antes de la eternidad.

5. Consideraremos al gran Supremo con profunda solicitud, a fin de que nosotros mismos seamos llevados a ver la verdad y los resultados de todo lo que nos rodea.

6. Anticiparemos la gloria de esa escena en su plenitud que ahora percibimos en fragmentos. Cristo esperaba la producci�n del mundo por el bien de los hombres que habitar�an en �l. �Qu� es m�s maravilloso que el ser intelectual, f�sico, moral y espiritual, el hombre? Considere las pruebas de esta anticipaci�n y deleite, y la raz�n de donde surge todo este deleite. ( RS McAll, LL. D. )

Versículo 31

Regocij�ndose en la parte habitable de Su tierra.

El regocijo de la sabidur�a

I. �D�nde se regocij� el Hijo de Dios por anticipaci�n? "Parte habitable de Su tierra". "Hijos de los hombres".

1. El simple hecho en s� mismo. De toda la creaci�n se destaca este insignificante globo terr�queo. Y de este globo su parte habitable. Es con las almas que tendr�a que hacer. Era el imperio de la mente sobre la tierra que �l esperaba asumir con el tiempo. Esto otorga un honor y una dignidad a nuestra pobre naturaleza humana que es imposible estimar plenamente.

2. Ciertas circunstancias relacionadas con este hecho. �Qu� derechos ten�an los habitantes de la tierra sobre su consideraci�n? No podemos pensar en ninguno. El hombre es un ser insignificante y pecador.

II. �Por qu� el gozo eterno del Hijo de Dios se centr� en esta tierra? Esta alegr�a no podr�a haber surgido de la contemplaci�n de nuestra miseria y mucho menos de nuestra culpa. Cuando lanz� una mirada a esta tierra, �qu� descubri� el ojo de su mente en sus partes habitables? Vio hombres arruinados y se propuso salvarlos. Su expiaci�n fue el motivo principal de gozo para �l mismo, porque fue la gran ocasi�n de gloria para Su Padre y de bien para Su pueblo. Lecciones

1. De la reprensi�n de los pecadores descuidados y sin Cristo.

2. De consuelo para los creyentes. ( N. Morren, MA )

El gozo de Cristo en la Iglesia antes de su encarnaci�n

La sabidur�a aqu� es una persona real, no aleg�rica. Es el Verbo Eterno. Nuestro Salvador nos informa que, tan pronto como se cre� el mundo, sus partes habitables se convirtieron en el escenario y el tema de Su regocijo. Sus delicias estaban con los hombres m�s que con los �ngeles. Sin embargo, sab�a que el mundo estar�a mojado con sus l�grimas y manchado con su sangre. Entonces, �por qu� se regocij� en los habitantes humanos de la tierra? No podr�a deberse a la excelencia intelectual o moral del hombre. Debe ser porque en el mundo se iba a ejecutar el plan de redenci�n, y porque los hombres eran el objeto de �l. Nuestro Redentor se regocij� en el mundo porque:

I. Estaba destinado a ser el lugar en el que deber�a realizar la m�s maravillosa de Sus obras. All� obtendr�a Su mayor victoria, har�a la demostraci�n m�s gloriosa de Sus perfecciones morales y de la manera m�s notable glorificar�a al Padre.

II. Porque las partes habitables de la tierra eran la residencia destinada de Su futura Iglesia en ese momento. Todos est�n destinados a ser llenos de sus disc�pulos. En todas partes se establecer�n iglesias.

III. Los principales deleites y placeres de nuestro Redentor estaban con los hombres.

1. Porque ten�a la intenci�n de convertirse en hombre.

2. Para muchos, el Divino Redentor estar�a a�n m�s relacionado. Como Su Iglesia.

3. Su deleite radica en parte en que es m�s bienaventurado dar que recibir. �Cu�n ingrato e imperdonable aparece el trato que Cristo ha recibido de los hombres cuando se lo mira a la luz de este tema! ( E. Payson, DD )

La voz de la Sabidur�a eterna de Dios

I. Desde el principio, el bienestar del hombre involucr� la consideraci�n complaciente de Dios nuestro Salvador.

1. Aqu� se representa a s� mismo como quien se deleitaba con el espect�culo incluso de la creaci�n material, porque estaba subordinada al hombre. Consideraba los objetos materiales como realizaciones visibles de tipos eternos. Al compararlos con los originales en Su propia mente infinita, vio la semejanza perfecta y qued� satisfecho. Los contempl� en su aplicaci�n prospectiva, sirviendo como �ndices o indicios de Su infinita grandeza para mir�adas de mentes que se propuso crear.

Consideraba estos objetos como los primeros de una serie interminable que estaba por venir. En sus primeros actos de creaci�n, el Gran Arquitecto estaba sentando las bases de un templo eterno y que lo abarca todo. Y todo estaba presente en Su mente, y se regocij� en la gloriosa perspectiva.

2. Hubo la felicidad de contemplar prospectivamente la actividad, la ampliaci�n y el progreso de todo el sistema de creaci�n y providencia. La perspectiva de este desarrollo de su gran plan le proporcion� una profunda satisfacci�n. Esto es evidente porque en ocasiones ha tratado de llevar a Su Iglesia a un �xtasis de deleite brind�ndoles vislumbres de su curso hacia adelante; porque las revelaciones de la profec�a son tales vislumbres.

3. Hubo la alegr�a de contemplar prospectivamente los efectos que surgen de su interposici�n gratuita para la salvaci�n humana.

4. Luego estaba la felicidad que se deriva de saber que, por importante que sea la recuperaci�n del hombre, para lograrla debe estar alcanzando un fin a�n mayor, logrando el mayor de todos los fines, la manifestaci�n de la gloria divina.

II. Todas las comunicaciones y relaciones del Mediador con nosotros est�n hechas para armonizar tambi�n con nuestro bienestar. D�ganos las necesidades distintivas de la naturaleza humana y le diremos las excelencias distintivas de la revelaci�n divina.

1. De sus ansiosas indagaciones y sus signos de reflexi�n se infiere que son seres inteligentes, y de otros signos se infiere que los temas que m�s les interesan son los que se refieren a su origen, su car�cter y su relaci�n con lo invisible. y el futuro. La soluci�n del hombre a estos problemas es pueril, contradictoria y absurda. �Cu�l es la explicaci�n divina del misterio?

2. El hombre es manifiestamente sufriente. El dolor tiene s�lo dos lugares de refugio: el santuario y la tumba.

3.El hombre es un ser personalmente pecador. El Mediador ha hecho una provisi�n especial para las necesidades que as� surjan. El sacrificio vicario de Cristo, si bien proporciona una completa satisfacci�n por la culpa humana, proporciona lo que igualmente requerimos: medios para la renovaci�n de nuestra naturaleza pecaminosa y motivos para un progreso constante en la santidad. Tan maravillosamente adaptada a las susceptibilidades, tan exquisitamente ajustada a todos los manantiales de nuestra naturaleza est� la Cruz de Cristo, que en la mano del Esp�ritu alivia nuestras aprensiones, al tiempo que aviva nuestra sensibilidad, da paz a la conciencia mientras aumenta. su actividad y poder - inspira esperanza mientras produce humildad, por la misma magnitud y esplendor de los objetos que la inspiran - exige perfecci�n, al presentar los afectos con un objeto calculado para producirlo.

4. Pero el hombre no es s�lo un ser racional, sufriente y pecaminoso. Est� gimiendo y sufriendo dolores de parto, echando ansiosas miradas al futuro, contemplando la lejana oscuridad, invocando a los muertos. La carga de su gran ansiedad es esta: "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" Respondiendo a eso, Jes�s es "la Resurrecci�n y la Vida". Tales son partes de ese gran sistema de verdad salvadora mediante el cual el Salvador busca realizar esos prop�sitos de misericordia para con nosotros, cuya mera contemplaci�n lo llen� de deleite.

III. El Salvador se regocija en aquellas partes de la tierra que est�n apartadas para la difusi�n de Su verdad y la promoci�n de Sus designios. El hombre deb�a haberse movido sobre la faz de la tierra como en medio de los tipos y servicios simb�licos de un templo, donde todo estaba adaptado para recordarle a Dios. El pecado ha perturbado este ajuste y lo ha confundido. Si esto se va a remediar, se debe emplear alguna fuerza contraria.

IV. �Qu� espera Cristo de un lugar as� distinguido?

1. �l espera que simpatice con �l en su consideraci�n por la felicidad humana.

2. �l espera que usted apunte a los resultados y los busque.

3. No solo espere los resultados, sino que anticipe las consecuencias de esos resultados. ( J. Harris, DD )

Y mis delicias estaban con los hijos de los hombres.

El deleite de Cristo en los hijos de los hombres

1. "Regocij�ndonos en la parte habitable de Su tierra".

(1) �Las partes habitables de Su tierra� son esos lugares donde viene el evangelio, trayendo las buenas nuevas de Jesucristo y Su salvaci�n para los pecadores perdidos.

(2) �La parte habitable de su tierra� est� especialmente destinada a aquellos que, por gracia, se convierten en �la morada de Dios por el Esp�ritu� ( Efesios 2:22 ; Efesios 3:17 ; Juan 4:13 ). El Se�or Jesucristo se regocij� en esta parte habitable de esta tierra desde la eternidad, antes de que hubiera una tierra para ser habitada.

2. Las delicias de Jesucristo, desde toda la eternidad, fueron "con los hijos de los hombres".

(1) Sab�a que al ser un fiador de su pueblo y cargar con la culpa y el castigo de ellos, tambi�n llevar�a sus pecados.

(2) Sab�a que al salvar a Su pueblo, a trav�s de Su obediencia en la vida y en la muerte, todas las perfecciones Divinas ser�an exhibidas y glorificadas m�s notablemente que en todas las otras obras de Dios.

(3) Su deleite proced�a de la agradable perspectiva que ten�a de que los hombres se unieran a �l por la fe.

(4) Se deleitaba con la perspectiva de transmitir las riquezas de la gracia a sus almas.

(5) Se deleitaba con la perspectiva de sus sinceros servicios prestados con fe y amor.

(6) Se deleitaba con la perspectiva de actuar hacia ellos, como Profeta de Su Iglesia, para ense�arles la mente y la voluntad de Dios para su salvaci�n.

(7) Se deleitaba en la perspectiva que ten�a desde la eternidad, de que todo su pueblo fuera llevado a casa a la gloria, para estar para siempre con �l. El mayor honor que Jesucristo puede hacer a los hombres en la tierra es deleitarse en ellos. �Tal honor tienen todos sus santos� ( Isa�as 62:4 ). Esto implica&mdash

1. Su inter�s en ellos.

2. Su continuo recuerdo de ellos.

3. Su disposici�n a otorgarles sus mejores favores. �Se deleit� Jesucristo en su pueblo desde la eternidad? entonces todos los disc�pulos de Cristo deber�an deleitarse en �l ( 1 Pedro 2:7 ; Cantares de los Cantares 5:10 ). ( W. Notcutt. )

Sabidur�a residente en el mundo

La sabidur�a se regocija en las partes habitables de la tierra, no en los retiros mon�sticos de un l�gubre desierto o p�ramo. Las delicias de la sabidur�a est�n entre los hijos de los hombres, no entre los libros. Las inestimables ventajas obtenidas en esos lugares, solo se convierten en sabidur�a cuando se usan entre los hombres, as� como el trigo, que crece en alguna pradera lejana, donde pocos ojos se posan en sus bellezas, se convierte en alimento solo cuando llega a la ciudad abarrotada, donde los hombres lo anhelan y morir�an sin �l.

La sabidur�a est� en el mundo donde est�n los hombres; ella se deleita en estar ah�; no necesitamos dejar el mundo para encontrarla si solo escuchamos la voz de Dios justo donde estamos. Los pecados y las faltas de los hombres pueden darnos advertencias; las necesidades de los hombres pueden agitar nuestras actividades; la bondad y la bondad de los hombres pueden se�alar el mayor amor de Dios. En todas partes las manos se�alan a Dios y nuestras verdaderas relaciones con �l, si tan solo permiti�ramos que �l sea tan real, tan verdaderamente personal, como el resto del mundo lo es para nosotros.

.. La sabidur�a se deleita en las partes habitables de la tierra, y se regocija de estar entre los hijos de los hombres. �Puede ser siempre as�? �Cu�n a menudo nos cansamos del ruido mismo de nuestros semejantes y deseamos huir lejos y descansar! La sabidur�a no puede sentir ese agotamiento. �Pero cu�n a menudo las partes m�s habitables de la tierra son el hogar mismo de la necedad del pecado! Vemos su maldad y necedad: �no debe la Sabidur�a misma verlo mucho m�s? �Es probable que las regulaciones sociales de nuestra vida actual complazcan al coraz�n de Sabidur�a y la hagan desear estar entre ellas? �Cu�nta sabidur�a verdadera cultivan entre aquellos que les son devotos? La sabidur�a puede estar en nuestras calles, pero debe ser como un residente muy triste, ya que ve alma tras alma que ama perdida en el deseo de ganancia, asoci�ndose con su pr�jimo solo con prop�sitos ego�stas.

Las almas podr�an deleitarla y hacer que se quedara, pero �lo har�an las vidas que ella vio que llevaban esas almas? �Qu� podemos hacer para que la sociedad y la vida en general sean dignas de esta gran presencia que siempre est� en ella? Ninguna ley, ninguna costumbre, ninguna instituci�n que podamos establecer para los negocios o el Estado, ninguna receta que podamos hacer para la vida social, har�n el trabajo; porque son impersonales, y lo que hemos visto valioso para el mundo es la presencia personal de la Sabidur�a.

Y eso debe encontrar su expresi�n en nuestra vida personal. Todo lo que hace que la sociedad sea atractiva o que la vida de la ciudad sea pr�spera hoy proviene de Dios, y en ese hecho tiene su poder para nosotros. Por esa raz�n, no se puede ignorar ni ocultar. Pero, entonces, �por qu� es tan peligroso para nosotros? Porque destruye nuestro sentido de responsabilidad personal, que es la gran cosa por la que debemos mostrar el verdadero car�cter de la sabidur�a de Dios.

Sean seguidores de Cristo, amigos personales de Jes�s. Reconozca el hecho de que Cristo est� en todo lo que es bueno, y que siendo fiel a �l no es posible salir de la corriente de la verdadera vida del mundo. Tendr�s que dejar algunas cosas que son falsas, tendr�s que condenarlas dej�ndolas; pero todo lo que verdaderamente pertenece a los hombres debe ser en �ltima instancia posesi�n de aquellos que tienen la Sabidur�a, cuyas delicias est�n entre los hijos de los hombres. ( Arthur Brooks. )

Sabidur�a divina

I. El gozo de Dios en este mundo material. La Sabidur�a Divina aprob� el resultado del poder y la habilidad Divina.

II. Sus delicias estaban con los hijos de los hombres. La humanidad siempre ha ocupado un lugar destacado en los pensamientos de Dios.

1. El hombre como criatura de Dios. La obra m�s noble que Dios ha puesto sobre la tierra; �l es la corona y la gloria de esta creaci�n terrestre.

2. El hombre ha pecado. El ojo prof�tico de Dios desde la eternidad mir� al hombre, no solo como una criatura dotada de altas capacidades, y como un transgresor de la ley y sufriente a causa del pecado, sino que lo mir� como un transgresor redimido. Mir� a los hombres no solo en su conexi�n con el primer Ad�n, sino tambi�n en su conexi�n con el segundo Ad�n. �l previ� el �xito que deber�a coronar la misi�n y el sacrificio de su amado Hijo. ( T. Stephens. )

Sobre la benevolencia de Cristo para con la raza humana

I. Nuestro bendito Se�or se regocij� en la parte habitable de la tierra porque previ� que las perfecciones de Dios ser�an manifestadas y glorificadas. La raza humana parece haber sido creada con un doble prop�sito.

1. Para glorificar a Dios sobre la tierra.

2. Que nuestro Se�or derrote los prop�sitos infernales de los esp�ritus malignos, destruya las obras del diablo.

II. Sus delicias estaban con los hijos de los hombres, para poder ministrar el consuelo y la felicidad de sus cuerpos. �Qu� asombrosa constelaci�n de virtudes exhibi�, y cu�n ilimitado debe haber sido ese amor que lo condujo d�a tras d�a, en medio del hambre, la sed, la fatiga, el sufrimiento y la tristeza, para aliviar las necesidades de los necesitados y restaurar a �la solidez de la salud y la actividad, los miserables y desamparados que sufren calamidades y aflicciones!

III. Sus delicias estaban con los hijos de los hombres, a fin de iluminar sus mentes por Su Palabra y Esp�ritu. Se han propuesto muchas teor�as para resolver el misterio de la introducci�n del mal moral en el mundo, pero ninguna hip�tesis es tan cre�ble o inteligible como la del relato b�blico de la ca�da del hombre. Nuestro bendito Se�or intervino en nuestro favor y se comprometi� generosamente a redimirnos de la maldici�n de la ley y recuperar esa vida inmortal que hab�amos perdido por nuestra desobediencia. �C�mo podemos explicar tal exhibici�n de benevolencia incomparable sino de Su ardiente deseo de promover los mejores intereses de los hombres?

IV. Sus delicias estaban con los hijos de los hombres, a fin de santificar sus almas y prepararlos para los placeres del cielo. Debemos estar sumamente sol�citos por la salvaci�n de nuestras almas, y nunca atrevernos a imaginar que, porque Cristo muri� por nuestros pecados, seremos salvos sin esa santidad de coraz�n y vida que son los frutos del Esp�ritu en todos los que creer. ( D. Davidson. )

Delicias de la sabidur�a con los hijos de los hombres

En estas palabras se revelan cosas concernientes a la Sabidur�a personal, sustancial y autoexistente.

I. "Mis delicias estaban con los hijos de los hombres". La sabidur�a, entonces, tiene sus delicias; y donde los encuentra? La primera de estas delicias es la que encuentra en s� mismo. Tiene un deleite complaciente en s� mismo, porque solo �l es perfecci�n, independiente y eterno. Las comunicaciones de sus gloriosos atributos tambi�n son su deleite. Estos descansan sobre los hijos de los hombres pecadores. Las palabras incluyen la idea de habitar con los hijos de los hombres. �Qu� llev� al Salvador a tal condescendencia? Fue puramente de Su tierno amor hacia la humanidad. �De d�nde se origina este amor? En Su propio seno, y no podemos decir m�s y no ver m�s lejos.

II. Regocijo en las partes habitables de la tierra de Dios. El hebreo es contundente y po�tico: "jugar o divertirse en el orbe de la tierra de Dios". Dios form� la tierra y el mundo con sabidur�a, pero tambi�n con amor, y no solo para el beneficio, sino tambi�n para la felicidad de sus criaturas, y con una mirada especial al placer de los hijos de los hombres. En Cristo, la Sabidur�a de Dios, contin�a la misma maravillosa condescendencia.

Se adapta a nuestras concepciones humanas; nos acerca Sus misterios de la manera m�s graciosa; y la misma gracia se ve en la comuni�n diaria de Dios con sus amados hijos. La palabra "regocijo" recuerda la m�sica dulce, y toda la m�sica de la tierra est� hecha por Cristo o para �l. ( FW Krummacher, DD )

Versículo 32

Bienaventurados los que guardan mis caminos.

Los reclamos de la Sabidur�a Divina

I. Estos son muy simples.

1. Estudie diligentemente sus consejos.

2. Obedece constantemente sus preceptos. Las ense�anzas de la Sabidur�a Divina no son especulativas, sino reguladoras. Son m�ximas para regir la vida.

II. Muy importante.

1. La obediencia a ellos es felicidad.

2. Descuidarlos es ruina. ( David Thomas, DD )

Versículo 33

Escucha la instrucci�n y s� sabio.

Motivos para escuchar sermones

El desprecio de los s�bados de Dios y el desprecio de la instrucci�n ministerial son caracter�sticas melanc�licas de la �poca en que vivimos.

I. La tendencia de predicar y significar la palabra para promover nuestro mejor inter�s. Esta tendencia es suficiente para hacer cumplir el deber recomendado en mi texto. Los or�culos sagrados son provechosos. Las doctrinas que en ellos se revelan no son especulaciones dudosas, ni asuntos livianos y triviales, sino verdades de certeza infalible, de la m�s sublime y excelente naturaleza, y, para nosotros los hombres, de infinita importancia.

Tanto los eruditos como los analfabetos necesitan ir a la iglesia por su propia cuenta. Nadie, en este estado imperfecto, llega a tal grado y exactitud del conocimiento cristiano que no necesite m�s ayuda para saber m�s. Por sabias razones, la Biblia no se escribi� de forma sistem�tica. Al escudri�ar las Escrituras, debemos utilizar los medios m�s adecuados y eficaces a nuestro alcance. �Qu� puede ser m�s adecuado para ayudarnos en el logro del conocimiento religioso que los discursos de aquellos que no solo se han ocupado del estudio de los or�culos sagrados como su principal tarea, sino que, al cultivar sus poderes racionales, han adquirido la facilidad de formar distintos concepciones de las cosas, y de expresar esas concepciones con sencillez y correcci�n? Y el conocimiento, por extenso que sea, si no tiene la influencia adecuada en el coraz�n y la vida de los hombres,

Por tanto, los hombres necesitan un monitor fiel, que despierte en nosotros un sentido pr�ctico del peligro y del deber. Tan sensato era Juliano el ap�stata cu�n sabia era una instituci�n que predicaba para promover el conocimiento y la pr�ctica de la religi�n, que nombr� hombres para predicar la filosof�a moral y arengar p�blicamente en defensa del paganismo.

II. Escuchar la Palabra de Dios es un mandato expreso de la autoridad divina. En la dispensaci�n del Antiguo Testamento ( Deuteronomio 24:8 ; Eclesiast�s 12:9 ; Nehem�as 8:7 ; Hageo 2:11 ; Malaqu�as 2:7 ) la adoraci�n en la sinagoga ten�a que ser asistida regularmente.

Los mandamientos del Nuevo Testamento son Efesios 4:11 ; 1Ti 4:16; 2 Timoteo 2:15 ; 2 Timoteo 4:2 ; Tito 1:9 ; Tito 2:1 ; Tito 2:7 .

III. Las terribles amenazas denunciadas y ejecutadas contra quienes se niegan a escuchar la Palabra de Dios. Como Proverbios 1:24 ; Proverbios 21:16 ; Proverbios 28:9 ; Mateo 10:14 ; Hebreos 2:2 ; Hebreos 10:28 ; Hebreos 12:25 .

Por otro lado, Dios ha prometido Su presencia especial y bendici�n a la predicaci�n fiel y al escuchar concienzudamente Su Palabra. Para apoyar y fortalecer nuestras esperanzas, revisemos los logros anteriores de estas preciosas y grandiosas promesas. De qu� manera milagrosa ha triunfado a menudo la Palabra de Dios sobre la mayor oposici�n. ( J. Erskine, DD )

Versículo 34

Bienaventurado el hombre que Me oye, vigilando cada d�a a Mis puertas, esperando en los postes de Mis puertas.

Se recomienda asistir a la instrucci�n p�blica

I. La razonabilidad de atender todos los medios instituidos de nuestra instrucci�n. Si Dios nunca hubiera concedido a los hombres una revelaci�n positiva, deber�amos habernos visto obligados a sentir la virtud si acaso pudi�ramos encontrarla. Y es sorprendente hasta qu� punto han llegado algunos sin la ayuda de esa "gracia que trae la salvaci�n". Pero cuando a Dios le ha placido erigir un reino en el mundo, es una gran ingratitud, un desprecio atroz de la autoridad de Dios, una afrenta a su amor, y por eso debe ser una locura inexcusable descuidar nuestro propio inter�s verdadero.

II. Lo que se importa en audiencia. La Escritura representa esto como la suma de ese deber y respeto que Dios demanda por Cristo, quien es Su Sabidur�a y el gran revelador de Su voluntad a la humanidad. Cualquier cosa que se signifique escuchar a Cristo, la Sabidur�a del Padre, se ordena y se hace cumplir con toda la autoridad y el poder obligatorio con el que se puede hacer cumplir cualquier precepto divino. Escuchar implica una consideraci�n seria y atenta, y una aplicaci�n diligente de la mente, para comprender los importantes contenidos del mensaje divino. Debemos entender escuchando:

1. Una atenci�n atenta a la instrucci�n. La Sabidur�a de Dios tiene el primer derecho a ser escuchada, y lo que �l prescribe, ser atendido.

2. Escuchar significa una disposici�n sumisa. Escuchar es volverse ante las reprensiones de la Sabidur�a, temblar ante las amenazas de Dios, esperar en Sus promesas y practicar lo que �l ordena.

3. Escuchar la sabidur�a significa una obediencia absoluta y sin reservas.

III. La disposici�n mental adecuada y la manera de escuchar y utilizar todos los medios.

1. Importa un sentido de nuestra constante necesidad de instrucci�n, para que podamos seguir progresando en el conocimiento y en la gracia. Si este es el temperamento de nuestras mentes, nos inclinar� a una asistencia diaria a las puertas de la Sabidur�a; es decir, un uso diario de los medios designados para aumentar nuestro conocimiento y nuestras virtudes.

2. Un cuidado y una solicitud constantes para que no se pierda el beneficio de ellos; y particularmente una estricta vigilancia sobre nuestro propio esp�ritu y todo nuestro comportamiento.

3. Tambi�n se necesita paciencia, que significa esperar. Nuestro progreso hacia el conocimiento y la virtud religiosos es gradual. La paciencia es el car�cter de una continuaci�n en el bien, as� como de las aflicciones duraderas. Esfu�rcese siempre con presteza y vigor por utilizar los medios de nuestra instrucci�n y mejora religiosa. ( J. Abernethy, MA )

Diligencia vigilante

I. El camino a la felicidad es escuchar diligentemente las palabras de la sabidur�a.

1. No podemos encontrar por nosotros mismos el camino a la verdadera felicidad.

2. Ning�n hombre puede mostr�rnoslo.

II. No solo debemos escuchar, sino estar atentos a la sabidur�a. No omitas ninguna ocasi�n de aprendizaje y haz el mejor uso posible de cada ocasi�n.

III. No solo debemos mirar por un tiempo, debemos esperar mucho, si queremos obtener sabidur�a. No deis lugar a la holgazaner�a y la pereza, para que no os volv�is incapaces de aprender e incapaces de sabidur�a. ( Francis Taylor, BD )

Esperando en dios

La profesi�n sin principios es in�til. El que no es un cristiano de todos los d�as no es cristiano en absoluto.

I. Las caracter�sticas de un cristiano de todos los d�as. Son&mdash

1. Oyentes. Muchos oyen y no oyen. Escuchar implica una audiencia rentable. Muchos no se benefician. Vienen a escuchar, pero no a aprender ni a practicar. Algunos vienen frescos de las preocupaciones del mundo. Otros vienen con corazones inmundos. Si quieres recibir el bien asistiendo a la casa de Dios, debe haber un deseo de beneficiarte; y con fe viva.

2. Son observadores. Esto implica frecuencia, perseverancia, abnegaci�n, auto-humillaci�n y cierto grado de ansiedad.

3. Ellos "esperan en los postes de sus puertas". Es decir, asista a esos lugares, y asista con frecuencia a ellos, donde se espera a Cristo.

II. Un hombre as� nunca perder� su recompensa.

1. Encuentra la vida. San Juan dice: "El que tiene al Hijo, tiene la vida". Encontrar a Cristo es encontrar vida. Encontrar a Iris implica perd�n. Con perd�n tenemos paz.

2. La recompensa consiste en el favor de Dios. Este favor es perdurable. Apoya al pecador en el momento de su angustia.

Lecciones:

1. Aunque pueda ser un oyente, un vigilante, un mesero en Cristo, debe esperar sus pruebas. No se sorprenda ni del n�mero ni del grado de sus pruebas.

2. Procure venir con esp�ritu de oraci�n y fe. ( H. Montagu Villiers, MA )

Esperando a las puertas de la sabidur�a

La Biblia rara vez habla, y ciertamente nunca sus palabras m�s profundas y dulces, a aquellos que siempre la leen con prisa. La naturaleza s�lo puede contar sus secretos a aquellos que se sientan quietos en su templo sagrado, hasta que sus ojos pierdan el resplandor de la gloria terrenal y sus o�dos est�n en sinton�a con su voz. �Y la revelaci�n har� lo que la naturaleza no puede? Nunca. El hombre que obtenga la bendici�n de escucharla debe vigilar diariamente a sus puertas y esperar en los postes de sus puertas. ( FB Meyer. )

Versículo 35

Quien me encuentra, encuentra la vida.

La vida cristiana delineada: Cristo se encuentra en las ordenanzas, con los efectos importantes y felices de encontrarlo

I.Las ordenanzas son el lugar donde Cristo se encuentra entre los pobres pecadores

1. �Qu� son las ordenanzas? La ordenanza divina de la meditaci�n. Conferencia cristiana sobre asuntos espirituales. Canto de alabanzas al Se�or. Oraci�n. La palabra. Bautismo y Cena del Se�or.

2. Confirme esta doctrina. Las ordenanzas son, por designaci�n del propio Cristo, los lugares de encuentro donde �l ha prometido ser hallado por aquellos que lo buscan. Lugares de encuentro para los pecadores, donde puedan ser convencidos, convertidos y regenerados. Lugares de encuentro para los santos, donde puedan recibir vida en abundancia. Son los lugares donde su pueblo lo busca, el que mejor sabe d�nde se encuentra. Son lo que el Se�or le ha permitido a su pueblo suplir la falta del cielo, hasta que llegue all�.

3. Aplicar esta doctrina. Reprueba a los que menosprecian la asistencia a las ordenanzas; aquellos que vienen a encontrarse con algunos con quienes tienen negocios mundanos; que vienen, pero no para encontrar a Cristo all�; que se interponen en el camino de otros que asisten a las ordenanzas. Insta a buscar a Cristo en las ordenanzas. Vale la pena buscarlo.

II. Las personas pueden acudir a las ordenanzas y no encontrar a Cristo.

1. Razones del lado del pecador. Algunos no tienen el prop�sito de encontrar a Cristo en las ordenanzas. Muchos son indiferentes si encuentran a Cristo o no. Algunos desean no verlo en absoluto. Algunos no pueden esperar pacientemente en las puertas.

2. Mejore este punto. B�squelo con sinceridad y rectitud con todo su coraz�n. B�scalo honesta y generosamente para �l mismo. B�scalo con fervor, humildad, diligencia y tristeza. B�scalo hasta que lo encuentres.

III. Entonces, la gente encuentra a Cristo cuando, tras un descubrimiento salvador de Cristo hecho a sus almas, se acercan a �l por fe.

1. Cosas en general relacionadas con el hallazgo de Cristo. Hay un doble hallazgo de �l, inicial y progresivo. El efecto inmediato del primero es la uni�n, del otro la comuni�n actual con Cristo. Algunas cosas a tener en cuenta. Los pecadores en su estado natural han perdido a Dios. El hombre es una criatura que busca. No hay satisfacci�n del alma hasta que llega a Dios. Dios est� en Cristo y se encuentra solo en �l.

2. Explique m�s particularmente el hallazgo de Cristo por el alma. El alma descubre y discierne salvamente a Jesucristo por una nueva luz que entra en ella. Hay un doble descubrimiento de �l en el evangelio, objetivo y subjetivo. Hay seis cosas que el alma ve en Cristo: Una excelencia trascendente. Una plenitud para el suministro de todos los deseos. Idoneidad para afrontar su caso y glorificar a Dios. La sabidur�a de Dios en �l.

Una habilidad para salvar. Voluntad de salvar. Tras este descubrimiento de Cristo hecho en y por el alma, el alma se cierra con Cristo por la fe. Tal descubrimiento no se le hace al alma hasta que est� hambrienta. La naturaleza del objeto descubierto habla por s� misma. Y el descubrimiento siempre va acompa�ado de un poder que conquista el coraz�n.

IV. Los pecadores que encuentran a Cristo encuentran vida.

1. Despliega esa vida que encuentran los pecadores. Es una vida de gracia, en regeneraci�n. Una vida de gracia ante Dios. Una vida de nueva obediencia. Una vida de comodidad. Y vida eterna.

2. �Cu�les son las cualidades de esta vida? Es una vida divina. Una vida de todo el hombre. Una vida placentera. Una vida perseverante. Una vida en crecimiento.

3. Confirme esta doctrina. El pecador que encuentra a Cristo encuentra todas las cosas necesarias para hacerlo feliz. Mire toda la compra de Cristo, lo que compr� para los pobres pecadores con Su sangre; y el alma que encuentra a Cristo lo encuentra todo, y puede decir: "Todo es m�o". ( T. Boston, DD )

Recompensas de la sabidur�a

Alg�n hombre podr�a decir: ��Por qu� debemos velar tanto por la Sabidur�a? �Qu� conseguiremos con tanto trabajo? Para que nadie rechace y desprecie a la Sabidur�a, aterrorizada por la menci�n de tantos dolores en conseguirla, la Sabidur�a promete grandes recompensas de vida y el favor de Dios. Cosas pesadas crece la luz , cuando se propusieron grandes recompensas. Y si alg�n hombre tiene curiosidad por saber cu�l es la bienaventuranza prometida a los que se esfuerzan por obtener la Sabidur�a, ella les dice que su diligencia en buscarla ser� recompensada con una recompensa muy copiosa.

Como si hubiera dicho: "Los que me encuentran, no obtendr�n alguna materia vulgar de poco peso, sino un tesoro incomparable de todas las cosas buenas, a saber, la vida, que todos los hombres desean naturalmente, y la vida eterna, que solo Dios puede". da, y todo lo que un hombre pueda desear con justicia; y as� ser� plenamente feliz en el favor de Dios �. ( Francis Taylor, BD )

Vida

La vida que se encuentra en Cristo, que es nuestra vida, la vida que, si se busca con diligencia, se encontrar� con certeza y que, cuando se encuentra, llena el alma de gozo y paz.

I. La ventaja de buscar a Cristo. No solo lo buscamos a �l personalmente, sino todo lo que hay en �l. Buscamos a Aquel en quien habita toda plenitud, y busc�ndolo, toda la plenitud que habita en �l llega a ser nuestra. Al encontrar a Cristo encontramos la felicidad, la santidad y el cielo; perd�n, paz, una conciencia tranquila, alivio de la carga fatigosa del pecado.

II. �Qu� encontramos en Cristo? La vida es el gran objetivo de todos los seres sintientes; obtener la vida, y habi�ndola obtenido, conservarla. Pregunte, por el contrario, �qu� se gana con esa vida que se encuentra en otra parte que en Cristo? A veces la vida se busca en el placer, en el mundo, en el amor a las cosas del mundo y en el pecado. Al confundir el gran objeto de la vida y seguir una carrera de pecado, los hombres descubren que el pecado trae la muerte: muerte del cuerpo y del alma, muerte por el tiempo y muerte por toda la eternidad.

Hay un camino m�s excelente, un camino que tiene la promesa de la vida que es ahora y de la que vendr�. La verdadera vida comienza aqu�. Esta vida nuestra es una peregrinaci�n. �El que halla la vida� encuentra una vida vestida de inmortalidad, que se deleita en el d�a eterno, que trepa incansablemente las colinas eternas, que lleva la corona de la victoria eterna. ( Robert Maguire, MA )

Y obtendr� el favor del Se�or.

Pecadores interesados ??en que Cristo obtenga el favor del Se�or

I. Muestre algunas cosas que se suponen en esta verdad tendientes a aclarar el significado de la misma.

1. Hay un tesoro de favor para los pobres pecadores con el Se�or. Un tesoro habla de preciosidad, variedad y abundancia.

2. Este tesoro est� encerrado para los pecadores fuera de Cristo, no tienen acceso a �l.

3. El pecador una vez interesado en Cristo tiene libre acceso al tesoro, para sacar de all� lo que necesite.

4. El pecador, cuando est� interesado en Cristo, todav�a lo necesitar� mientras est� en este mundo.

5. Es el privilegio y el deber de los creyentes sacar y buscar provisiones para todas sus necesidades de ese tesoro.

II. Muestre en qu� el alma que una vez estuvo interesada en Cristo obtendr� el favor del Se�or.

1. En prosperidad. Tendr�n gracia equilibrante, para que se lleven de manera uniforme y �til. Equilibrio de providencias; alguna mezcla de amargura en su copa que les impide confundirse a s� mismos.

2. En atletismo exterior personal. Pero ser�n mejorados por ella; sostenido debajo de ella, y ser� librado a su debido tiempo.

3. En deserci�n. Nunca ser�n abandonados total o definitivamente.

4. En tentaci�n. Se les obligar� a mantenerse firmes contra la tentaci�n, o al menos no se permitir� que la tentaci�n obtenga una victoria completa sobre ellos.

5. Incluso cuando haya ca�do en el pecado, el Se�or no los dejar� ni los desechar�.

6. En tiempos de calamidad p�blica. O ser�n escondidos, o el favor de la gracia se mezclar� con la angustia, o se quitar� el aguij�n de ella.

7. Muerte. Entonces ser�n liberados del pecado y libres de problemas.

III. Confirma esta doctrina.

1. Los pecadores tienen derecho a todo el tesoro del favor en Cristo, en quien est�n interesados.

2. Jesucristo es el dispensador del tesoro, el gran mayordomo de la casa del cielo.

3. El disfrute est� asegurado por el pacto de promesas.

4. Cada uno tiene una clave privada del tesoro, y eso es fe. Mejora esta doctrina:

(1) A modo de informaci�n;

(2) a modo de aliento. ( T. Boston, DD )

Lo que encontr� con sabidur�a

I. Se puede encontrar sabidur�a. De lo contrario, estas promesas fueron anexadas en vano.

II. Si se encuentra la sabidur�a, tambi�n se encuentra la vida.

1. Natural.

2. Espiritual.

3. Vida eterna.

III. No solo la vida, sino tambi�n el favor de Dios se obtiene al adquirir sabidur�a.

1. Encontrar� el favor de Dios al recibirlo.

2. Encontrar� el favor de Dios al recompensarlo aqu�.

3. Encontrar� el favor de Dios al protegerlo de muchos peligros.

4. Recibir� el favor de Dios al preferirlo o coronarlo con gloria eterna en el cielo.

Usar&mdash

1. Refutar la doctrina del fondo.

2. Busque la sabidur�a con seriedad y verdad; no d�bil e hip�critamente, ya que busc�is no s�lo la vida, sino tambi�n el favor de Dios desde all�, que es la causa misma de la vida, y la vida misma de la vida misma. ( Francis Taylor, BD )

El favor de Dios obtenido por la sabidur�a

La intenci�n de este texto es representar una gran bienaventuranza para los hombres buenos, ya sea en el presente o en el futuro, anexada a la sabidur�a, oa la virtud religiosa, como consecuencia de haber obtenido el favor de Dios.

I. Cu�n grande, sustancial y completa es esta felicidad. Se permitir� f�cilmente, si consideramos nuestras nociones m�s obvias de la Deidad, como un Ser infinitamente perfecto y todo suficiente, la fuente de la vida y la felicidad. Juzgamos de la importancia del favor de cualquier persona, y de la seguridad y ventaja que puede derivarse de �l, por su poder y capacidad. Es imposible que los favoritos de Dios sean infelices, porque �l no quiere el poder para realizar lo que Su buena voluntad se inclina, ni la sabidur�a para idear el mejor m�todo para su seguridad y ventaja.

Aunque hay objetos adecuados a las inclinaciones que Dios ha plantado en nuestra naturaleza, aun suponiendo que se busquen y se disfruten sin pecado, no llegan a ser nuestra verdadera felicidad, tanto en la perfecci�n del grado como en la duraci�n de ellos. No pueden dar un contentamiento y satisfacci�n s�lidos a la mente del hombre, porque son demasiado bajos en su tipo para su alta capacidad; y son de naturaleza perecedera; el placer es s�lo por una temporada, el honor s�lo una sombra vac�a; nada puede ser m�s variable e incierto de lo que es.

Pero el favor de Dios es un bien sustancial y un fundamento inagotable de esperanza y fuente de consuelo; se extiende a todos los casos posibles y es un apoyo en las situaciones m�s angustiosas.

II.�Sobre qu� base podemos esperar que, si encontramos sabidur�a, obtengamos el favor del Se�or? �C�mo pueden los hombres hacer algo bueno por respeto a la Deidad, a menos que primero crean que �l es bueno y amante de la virtud? Las mayores corrupciones de la religi�n y la moral han surgido de nociones err�neas de Dios. Pero, �c�mo parece que los sabios y virtuosos obtienen el favor del Se�or, ya que su providencia no los distingue por signos de favor, sino que, por la confesi�n de los mismos escritores sagrados, est�n en tan mala condici�n con respecto a la asuntos de esta vida como los malvados? Esta objeci�n se ha presentado contra la equidad y la sabidur�a de la Providencia, y parece probar que los asuntos de este mundo no est�n bajo una direcci�n inteligente, sino que se han dejado al azar o la necesidad ciega;

1. El estado actual est� designado en la sabidur�a de Dios para ser un estado de disciplina y mejora.

2. Los sufrimientos de los hombres buenos en el estado actual pueden considerarse pruebas, y es coherente con el favor de Dios para con sus siervos que �l los pruebe para que crezcan en la virtud y as� se conviertan a�n m�s en objetos de inter�s. Su favor.

3. Debemos recordar las cosas prometidas en el evangelio. Dos reflexiones pr�cticas.

(1) Vea cu�l es el fin m�s noble de la vida, el m�s digno de nuestros afectos, nuestra elecci�n y de nuestros esfuerzos m�s diligentes y constantes, para que podamos alcanzarlo.

(2) La manera de obtener este fin nos est� claramente se�alada en las Escrituras, y es una locura y una falta de pensamiento muy inexcusables si la equivocamos. ( J. Abernethy, MA )

Versículo 36

El que peca contra m�, se perjudica a s� mismo.

El pecador hace da�o a su propia alma

I. �Qu� debemos entender por un hombre que peca contra Cristo?

1. Tener puntos de vista parciales de Su glorioso evangelio.

2. Cuando �l envolver�a Su suave yugo alrededor de nuestros cuellos, para patear la restricci�n y rechazarla.

3. Escuchar fr�amente las ofertas de Su gracia y entristecer a Su Esp�ritu Santo al no aceptarlas completa y espiritualmente.

II. �C�mo se puede decir que odiamos al �nico ser que puede salvarnos? Esta expresi�n parece totalmente incompatible con las disposiciones naturales de los hombres. Sin embargo, de hecho, podemos ver a los hombres a nuestro alrededor amando los caminos de la muerte.

1. Se puede decir que amamos la muerte cuando sufrimos y alentamos nuestros deseos a salir y holgazanear por sus alrededores. Los pensamientos y deseos de un hombre nos dicen lo que es.

2. Amamos el cautiverio de la muerte cuando hacemos pocos y d�biles esfuerzos para romper sus cadenas.

III. �C�mo hace da�o a su propia alma un pecador que ama la muerte?

1. Lo hace eligiendo ser un mendigo en medio de las riquezas.

2. Lo hace cuando trata su alma como una cosa mortal pasajera. Lo hacemos muy mal cuando nos esforzamos por llenarlo con demasiado de la criatura y con muy poco de Cristo. ( FG Crossman. )

Los pecadores se equivocan a s� mismos

1. Le arrebatan el alma a la sabidur�a.

2. Ellos estropean (roban) sus almas.

3. Infectan sus almas con la culpa del pecado.

4. Los corrompen con la inmundicia del pecado.

5. Deshonran sus almas.

6. Atormentan sus almas con dolores de conciencia.

7. Traicionan sus almas al pecado.

8. Los destruyen eternamente. ( Francis Taylor, BD )

Equivocarse a uno mismo

Ser�a repugnante para nuestro sentido moral pasar por alto las consecuencias del pecado y poner en el mismo plano a alguien cuya vida hab�a sido de pureza inmaculada y a un pecador canoso que a la hora und�cima hab�a encontrado el perd�n. �Todo lo que el hombre sembrare, eso tambi�n segar� es una ley inflexible. Note ciertos detalles en los que se ve el principio.

1. Se pierden oportunidades. Un hombre se da�a su propia alma por el negligencia pecaminosa de los mandamientos de Dios en sus primeros a�os. Esos grandes a�os llenos de oportunidades doradas de servicio a Dios y a la humanidad, nunca podr�n ser recordados.

2. Se detiene el crecimiento moral. Puede asegurar la reanudaci�n de procesos detenidos en un cristal o una planta, pero a medida que asciende, las dificultades aumentan. En la naturaleza moral de uno, la ley que ilustramos tiene un dominio inexorable. El que peca contra Dios empeque�ece, amortigua y embrutece sus mejores facultades. Tome una sola facultad, como la memoria. Hay retenci�n y recepci�n. El pensamiento pasajero, el impulso moment�neo, el deseo fugitivo que abrigamos, todo esto es nuestro; s�, ellos somos nosotros. Siempre estamos enriqueciendo o desfigurando nuestra vida moral a trav�s de la facultad de la memoria.

3. Mira el verdadero final de nuestra vida aqu�, el servicio a Dios y al pr�jimo. Si ese servicio no se presta, permanecer� sin realizar para siempre.

4. Observe los efectos de nuestro pecado en los dem�s. La verdadera religi�n en un hombre es aquella que con seriedad y habitualmente contribuye a la justicia y la santa obediencia. Si no evita el pecado, no es una religi�n suficiente para salvar. ( HA Stimson, DD )

Equivocando el alma

De todas las cosas creadas, el alma del hombre se parece m�s a la Deidad. Es como �l mismo en su naturaleza. El alma es un ser dotado de voluntad, con poderes para imaginar los temas m�s elevados, para concebir y resolver las preguntas m�s dif�ciles. La imagen divina todav�a est� trazada en el alma. Por tanto, es cierto que "el que peca contra Dios, peca contra su propia alma".

I. El pecador da�a su propia alma en este mundo, degrad�ndola. La complacencia en el vicio perjudica y destruye la naturaleza moral. Incluso la facultad intelectual est� herida y agraviada por el pecado. La sensualidad degrada la mente. El que es esclavo del pecado ocupa una posici�n m�s baja en la creaci�n que el hombre que por virtud afirma la alta prerrogativa de la naturaleza, que por su bondad y justicia se esfuerza por asimilar su alma a Dios.

Da�a al alma que la somete a los requisitos b�sicos del cuerpo. La facultad intelectual censurar� el pecado, y tambi�n lo har� la facultad moral. Por lo tanto, estas propiedades deben cultivarse. La conciencia est� cauterizada por la indulgencia en el pecado, y el Esp�ritu Santo est� contristado.

II. El pecado da�a el alma al someterla al castigo en el mundo venidero. Que esto es cierto es evidente a partir de la ense�anza de la naturaleza y tambi�n de la religi�n. La mente ha razonado correctamente cuando elabor� ??por s� misma la doctrina de la inmortalidad del alma y prob� una existencia m�s all� de la tumba. El ser vivo no es el marco exterior. La conciencia se percibe como un poder simple e indivisible, una propiedad esencial de la mente.

La destrucci�n de la materia no puede considerarse necesariamente como la destrucci�n de agentes vivos. La destrucci�n del cuerpo y de todos sus �rganos no implica necesariamente la destrucci�n de los poderes reflectantes; ni siquiera pueden ser suspendidos en la muerte. Sobre la inmortalidad del alma, la filosof�a habla de los preceptos de la religi�n. He aqu�, pues, la excelencia del alma y la culpa del que la agravia.

�C�mo es posible que el que ofende la Esencia celestial pueda escapar de los justos juicios de Dios? Pero el cristiano puede darse cuenta de la dignidad del alma a partir de otras consideraciones. Tiene la evidencia de su propio coraz�n. El cristianismo requiere la sumisi�n de todo el coraz�n; la aceptaci�n de sus misterios; la abnegaci�n m�s noble, la virtud m�s exaltada, la santidad m�s alta, la perfecci�n de la humanidad. Pero, �qui�n, excepto el cristiano, puede darse cuenta de esto? Desde el lecho de muerte de los incr�dulos se puede aprender la miseria, aqu� y en el m�s all�, de aquellos que hacen da�o a su propia alma. ( David Ross, BA )

El alma agraviada

I. El pecado equivocado afecta la naturaleza del alma.

1. El pecado es inhumano.

2. El pecado no es natural.

3. El pecado es la degradaci�n de la naturaleza humana.

II. El pecado equivocado afecta las capacidades del alma. El alma del hombre tiene una gran capacidad para Dios. No hay castigo peor que el h�bito de pecar, que proviene de pecar. Hacer el mal es peor que sufrir cualquier calamidad. El dolor pasa pronto, la desgracia es por un momento, la calamidad es temporal. Pero el pecado es permanente. Hace un da�o irreparable al alma. Mantiene al hombre fuera de su herencia. Derrota el fin para el que fue creado el hombre. Dios nos hizo a su imagen.

III. El pecado equivocado hace el poder del alma.

1. La conciencia, que es ese poder del alma por el cual reconocemos la calidad moral de las acciones.

2. El pecado tambi�n perjudica la voluntad. El pecado debilita al hombre en la parte m�s vital de su naturaleza. El pecado da�a el alma en todas sus facultades y poderes. Conclusi�n:

(1) De todos los males que el hombre puede conocer o sufrir, el pecado es el peor.

(2) El pecador hace su propio m�s all�. Recuerda que el cielo es un alma santa en un lugar santo.

(3) No puedo, no me atrevo, cerrar sin una palabra de esperanza para cualquier alma atribulada y arrepentida. ( List�n SZ. )

El autodestructor

La verdad particular del texto es que el pecado no es solo una ofensa para Dios, a quien ning�n hombre ha visto ni puede ver, sino que es una injuria distinta e irreparable para el hombre, el pecador mismo. Y esa es la �nica forma de apoderarse del hombre. D�gale a un hombre que al pecar est� lastimando al Dios invisible, y �qu� le importa? Solo puedes apoderarte de un hombre en la medida en que cualquier verdad que ense�es o cualquier requisito que exijas incida en �l. Toca el peque�o Yo y habr�s puesto un gancho en la nariz del leviat�n. Dios puede hacerte poseer en tus huesos los efectos de tu acci�n moral. ( J. Parker, DD )

El mal hecho al alma por la incredulidad

I. La incredulidad, o el pecador no creer, aceptar, cerrarse y descansar en Cristo para la salvaci�n, es el pecado contra Cristo por la v�a de la eminencia. �Qu� trato de Cristo es este pecado contra �l? Hay un tratamiento doctrinal y pr�ctico de �l. Viviendo ignorante de Cristo y las verdades fundamentales del evangelio. Viviendo insensibles de nuestra absoluta necesidad de Cristo. No creer en las doctrinas del evangelio.

De este trato de Cristo hay dos evidencias: no lo buscan con la mayor diligencia; su b�squeda de la vida y la salvaci�n de alguna otra manera: el camino del pacto de obras o el camino de la misericordia no pactada.

II. Confirma esta doctrina.

1. La fe en Cristo es honrarlo de una manera especial; por tanto, la incredulidad debe ser una deshonra especial.

2. La incredulidad es el gran Anticristo en el coraz�n, sentado all� en franca oposici�n al Hijo de Dios.

3. Este pecado absorbe toda el alma contra Cristo.

4. Es el pecado que arruina a los oyentes del evangelio, con quienes Cristo tiene que ver.

5. Es igual a los pecados m�s graves contra la luz de la naturaleza.

6. Est� por encima de estos pecados en atrocidad.

7. No tiene nada que vaya m�s all� que el pecado contra el Esp�ritu Santo.

8. Es un pecado que golpea directamente el glorioso oficio con el que Cristo est� investido, y mientras est� en el ejercicio real de ese oficio.

III. La incredulidad es pecado contra Cristo a modo de eminencia, y esto aparece a la vista de algunas piezas particulares de malignidad envueltas en �l.

1. Es despreciarlo a �l como la elecci�n del Padre.

2. Es un pisoteo de su amor al asumir el cargo de mediador.

3. Es tratarlo como si fuera un impostor.

4. Es un desprecio derramado sobre su preciosa sangre.

5. Es una frustraci�n de los fines de la muerte de Cristo, en lo que se refiere al poder del incr�dulo.

6. Es una decadencia de Su gobierno de la manera m�s reprochable. De esta doctrina aprendan lecciones para los santos, para los pecadores, para todos.

IV. El pecador contra Cristo por la incredulidad da�a su propia alma.

1. Realmente se equivoca en su propia alma. De hecho, se lastima y se da�a a s� mismo, en cuerpo y alma. Mantiene su alma en un estado de alienaci�n de Dios. Mantiene su alma bajo la culpa de todos sus pecados. En un estado de incapacidad para hacer lo que es bueno o aceptable a los ojos de Dios. Fija el alma en un estado de condenaci�n.

2. Da�a su propia alma solamente; no a Cristo contra quien peca. Todo pecado est� en contra de la mente y el honor de Cristo, pero ning�n pecado est� en contra de Su felicidad. ( T. Boston, DD )

La indignidad del pecado

Hay varias definiciones de pecados, cada una de las cuales es verdadera seg�n nuestro punto de vista. Si consideramos el pecado como una violaci�n del verdadero destino del hombre, destino que leemos no solo en el mandato amoroso de Dios, sino tambi�n en la ley misma del propio ser del hombre, entonces el pecado es la transgresi�n de la ley. Si consideramos el pecado como una variaci�n de lo correcto, lo bueno, lo verdadero, entonces el pecado es injusticia. Si consideramos el pecado como la negaci�n de la verdadera naturaleza del hombre como ser espiritual, y la identificaci�n de �l con las cosas de los sentidos, entonces el pecado es materialismo.

Si consideramos el pecado como la fijaci�n de los afectos, afectos que estaban destinados a glorias m�s all� de las estrellas, sobre la cosa que perece de este mundo, entonces el pecado es mundanalidad. Y, finalmente, si consideramos el pecado como el fracaso o el rechazo del alma a aprehender y confiar en lo invisible, entonces el pecado es incredulidad. Pero siempre es la misma cosa, la misma cosa l�gubre y espantosa: en el hombre imp�o del mundo, y en el rufi�n que ultraja la ley, y en el suave libertino y ladr�n vulgar; en el ateo respetable que dice que no hay Dios, y en el valiente proscrito que vive su credo y act�a de acuerdo con su creencia.

Porque, aunque los pecados difieren, el pecado, la ra�z maligna de la que proceden todos los pecados, es el mismo. Los pecados no son m�s que s�ntomas; la enfermedad llamada pecado se encuentra m�s profundamente en el alma. Y �oh! Es un pensamiento terrible, bien calculado para humillarnos a todos hasta el mismo polvo, que no importa cu�les sean nuestros pecados, no importa cu�n decentes, respetables o secretos, todos proceden del mismo desorden. como los pecados del m�s miserable que ultraja las leyes del hombre y agota la paciencia del hombre con su maldad. Y ahora que el pecado ha sido rastreado hasta su �ltimo an�lisis, consideremos sus resultados en el alma.

Fue la Sabidur�a la que pronunci� en la antig�edad las palabras de mi texto, y su voz a�n se eleva entre los hijos de los hombres: "El que peca contra m�, agravia su propia alma". Es cierto que tambi�n da�a las almas de los dem�s. Pero no es de esto de lo que hablo ahora. El peor mal, la m�s profunda indignidad, se le hace al alma que comete el pecado.

1. Da�a su alma con la degradaci�n que le inflige, el mal que esparce a trav�s de ella. El alma viene como una nueva creaci�n de Dios. Est� encerrado en un cuerpo que hereda el mal: propensiones al mal, afectos insurgentes; y tiene una lucha dif�cil en el mejor de los casos, y no puede ganar la victoria sino con la ayuda de Dios. Pero el que peca hace una entrega voluntaria de lo m�s noble a la parte m�s baja, y as� se apropia de la fragilidad de la naturaleza m�s baja y la convierte en parte del ser de su alma.

Cada pecado, por una determinada acci�n refleja, propaga el desorden por toda la naturaleza del hombre. De esta manera, el mismo apetito corporal puede convertirse tambi�n en apetito del alma. �Oh, sombr�os y espantosos son los males que el pecado inflige al cuerpo! Embota el ojo, paraliza la mano, desvanece la gracia varonil de la frente, y embrutece y embrutece el rostro humano Divino. Pero algo mucho m�s terrible que esto le sucede al pecador.

El alma toma el vicio del cuerpo. El peor s�ntoma de la embriaguez, por ejemplo, no es el anhelo del cuerpo, sino el anhelo del alma. El alma del borracho comienza a anhelar la falsa excitaci�n de la bebida, y una oblicuidad correspondiente a la del cuerpo comienza a instalarse en el alma. El ojo del borracho ve falso o ve doble: el ojo de la mente comienza a ver falso tambi�n. Y as� sucede que el alma del borracho se vuelve mentira.

�sta es la raz�n por la que los hombres no pueden confiar en la palabra de un borracho. As� tambi�n el pecado mortal de la impureza. La misma mente y conciencia se contaminan. La mente complace al cuerpo. �Oh, horrible degradaci�n! Y entonces encontramos que existe una correspondencia y correlaci�n entre diferentes tipos de pecado. El hombre sensual es siempre un hombre cruel. El borracho es un mentiroso. El ladr�n es simplemente codicioso y ego�sta, al igual que el mundano y el avaro. En todas estas cosas se averg�enza y deshonra toda la naturaleza del hombre. En todo su ser est� degradado y vulgar por su pecado.

2. Y esto se vuelve a�n m�s evidente cuando examinamos el da�o que el pecado hace a los poderes caracter�sticos del hombre. Y primero, sus facultades intelectuales, su raz�n, su poder de saber. Es una verdad grande y terrible, poco atendida, poco comprendida, que todos los poderes del intelecto del hombre est�n embotados y debilitados por el pecado. �Qui�n no ha visto el esplendor de alg�n intelecto se�orial primero atenuado y luego oscurecido por el exceso o la locura, hasta que su luz intermitente resplandec�a a intervalos y luego se apagaba en una penumbra lastimera o se desvanec�a en una imbecilidad a�n m�s lamentable? Pero a�n m�s lamentable, si es posible, es ver el intelecto real del hombre forzado al vil servicio del mundo y obligado a trabajar como un esclavo en aras del vicio s�rdido, la avaricia u otro ego�smo.

�Qui�n no sabe c�mo tal intelecto se convierte en enga�o o astucia bestial, y busca como un zorro la oportunidad de enga�ar, o como una bestia depredadora para apoderarse de su presa? Para un hombre as�, los pensamientos elevados y los prop�sitos nobles se vuelven simplemente imposibles. No menos desastrosa y deshonrosa es la influencia del pecado en la naturaleza moral del hombre, en su poder para discriminar y elegir entre el bien y el mal.

Del efecto debilitador del pecado sobre la voluntad del hombre, no necesito hablar mucho. Toda observaci�n y toda experiencia prueban que �ste es su efecto inmediato, invariable e inevitable. El que una vez cede a hacer el mal, la pr�xima vez le resultar� m�s dif�cil hacer el bien, hasta que r�pidamente se vuelva impotente para elegir a Dios y resistir el mal. Pero del efecto oscurecedor y paralizador del pecado sobre un sentido moral, no se piensa tanto com�nmente, aunque tal efecto no es menos inmediato e inevitable.

El sentido moral, que al principio discrimina r�pidamente, comienza, bajo la presi�n del pecado, a perder la agudeza de la percepci�n. El alto sentido del honor y la veracidad se embota. El bien parece ser menos bueno, y el mal no parece ser tan malo, hasta que al fin esa alma llama al mal bien y al bien mal. �Ay del alma que est� en tal caso! Ha abdicado de su trono, ha perdido su estado real, ha roto su cetro y ha arrojado su corona.

Finalmente, a�n m�s degradante es el efecto del pecado sobre los afectos. Esta parecer�a ser la peor degradaci�n de todas: que el hombre no s�lo pecara su intelecto, voluntad y conciencia, sino que ame su verg�enza, que su alma se enamore de su degradaci�n. Y, sin embargo, �qui�n no sabe que incluso este es el efecto del pecado? A trav�s de �l, los hombres aprenden a amar las cosas viles de este mundo y pierden el poder de amar las cosas m�s nobles.

�Qu� es la vida para un alma as� sino la verg�enza? �Qu� ser� la muerte sino el comienzo de un duelo eterno? Una palabra para concluir. Todos los efectos del pecado pueden resumirse en una palabra terrible: muerte. La muerte del alma, la decadencia de sus facultades, la languidez de su fuerza, la progresiva e interminable muerte de un alma inmortal, con toda su interminable angustia de lengua insatisfecha, deseo insatisfecho, esperanza frustrada, arrepentimiento despiadado, deseo irremediable ... esta es la terrible realidad ante la que los hombres deber�an temblar.

No es una quimera de la imaginaci�n; no es un espectro del futuro, es una realidad presente. Est� haciendo su obra espantosa incluso ahora en cada alma donde reina el pecado. Porque el alma que peca est� muriendo. La paga del pecado es muerte. ( Mons. SS Harris. )

La autolesi�n del pecado

La sabidur�a, como se usa aqu�, es la ley de Dios con respecto a la vida y la conducta humanas, y el pecado es la transgresi�n de esa ley. El texto, no con un esp�ritu de denuncia altiva, sino con una advertencia triste y bondadosa, declara que quien transgrede esa ley da�a su propia alma, es el autor de su propio dolor, sufrimiento y p�rdida. Las leyes de Dios, bajo Su direcci�n inmediata, resuelven el castigo de su propia violaci�n; en parte aqu�, completamente de aqu� en adelante.

Todos los prop�sitos de Dios en nosotros se cumplen mediante la operaci�n de la ley ben�fica. Quebrantar la ley es frustrar sus prop�sitos y traer la ruina que naturalmente sigue ese curso. La ley del piano es que sus cuerdas se afinar�n en armon�a, y que bajo el h�bil toque de la tecla, martillos acolchados con luz los golpear�n para que produzcan m�sica genuina. Pero si no logras sintonizarlos en armon�a, y luego, al levantar la tapa, los golpeas con martillos de hierro, obtienes discordia y destrucci�n.

Has transgredido la ley del piano. La ley del reloj es someterse al volante y al regulador; qu�tese uno y extrav�e el otro, y su reloj informa falsamente todo el tiempo. Has transgredido su ley. La ley de la circulaci�n de la sangre va del coraz�n a la arteria, a los capilares y viceversa por las venas; ya medida que avanza, repara los desperdicios, se lleva la materia in�til y da salud y fuerza.

Pero si abre una arteria y env�a la sangre fuera de su curso, muere. Has transgredido la ley. �Cu�n pecaminosa y autodestructiva es, entonces, la violaci�n de la ley, y cu�n fatalmente el que as� peca se da�a su propia alma!

I. Pecado contra la ley espiritual.

1. La ley de la nutrici�n. El hambre, el sabor y el deleite del paladar son los arreglos de Dios para asegurar la ingesta de alimentos adecuados para reparar los desechos y suplir el crecimiento del cuerpo. Romper la ley y comer para agradar el paladar o aumentar la sociabilidad, luego le siguen la indigesti�n, el embotamiento, el insomnio por la noche y la lentitud durante el d�a. �Qui�n juzgar� el pecado contra el templo del alma?

2. El sistema nervioso. Su potencia motriz est� destinada a llevar mensajes de la mente a los m�sculos, ordenando el trabajo realizado y el movimiento realizado. Si se gobierna adecuadamente y se usa con moderaci�n, �qu� utilidad, salud y abundancia de valiosa labor realizada puede resultar! Abusa de �l, y sigue el agotamiento, la postraci�n y la par�lisis.

II. El dolor espiritual.

1. A las facultades que perciben la verdad. El juicio y la raz�n, actuando bajo la restricci�n de una conciencia pura, conducen a la verdad de mil maneras: en los negocios, la sociedad, el placer, los h�bitos, las indulgencias, en todas las cosas necesarias, y la vida se gu�a en la rectitud y la sabidur�a. . �Pero dejemos que la ambici�n imp�a, el deseo impropio de ganancia, cualquier forma de ego�smo perverso, controle estas facultades y c�mo se deforman, cegan y descarr�an!

2. Al poder del autocontrol. �sta es la batalla de los malos h�bitos crecientes contra la voluntad, cada vez m�s impacientes de la moderaci�n, cada vez m�s desafiantes de la conciencia y la voluntad, hasta que el apetito, fortalecido en el h�bito, lleva cautiva a la humanidad y borra toda esperanza y alegr�a.

3. A la naturaleza religiosa. Si el Esp�ritu Santo act�a correctamente sobre ella, se convierte en la c�mara de audiencia de Dios en el alma; la c�mara natal de los prop�sitos m�s sagrados; el lugar de donde viene la fuerza que da poder de m�rtir. Pecado contra, los demonios de la superstici�n, la desconfianza, el odio al bien, los afectos viles, el escepticismo y el ate�smo fr�o y oscuro vienen a atormentar el alma. A los placeres del recuerdo y la esperanza.

Cada vida recoge todo su pasado y lo mantiene en su posesi�n presente para siempre mediante la fiel memoria; y si ese pasado fue de santo prop�sito y noble esfuerzo, cada registro que guarde ser� un gozo para siempre; sus dolores se convertir�n en placer, sus penurias en victorias, sus luchas en triunfos. Pero si sus registros son de enga�o y deshonestidad, de lujuria e imprudencia, entonces el remordimiento derrama su amargura en cada recuerdo.

III. El que peca contra la sabidur�a interfiere con los prop�sitos de Dios para su futuro. Dios tiene grandes ambiciones para nosotros.

1. �l edificar�a en nosotros un car�cter noble. El pecado vence Su deseo y nos hace innobles por nuestro car�cter.

2. �l nos har�a �tiles; el pecado nos hace da�inos para los dem�s.

3. �l nos har�a felices; el pecado nos hace miserables, por siempre y para siempre.

4. Quiere que crezcamos en belleza espiritual, simetr�a y poder; el pecado deforma, debilita y estropea nuestro ser. ( CN Sims, DD )

El mal que el pecado le hace a la naturaleza humana

El pecador hace un mal, de hecho, a los dem�s. El pecado es, para todos los intereses m�s queridos de la sociedad, un poder desolador. Trae miseria a la cantidad diaria de millones. Pero todo el da�o, por grande y terrible que sea, que el pecador hace o puede infligir a otros, no es igual al da�o que se inflige a s� mismo. �Alguien dice que se alegra de que sea �l mismo a quien m�s da�e? �Qu� sentimiento de justicia desinteresada es ese! Debido a que no solo ha hecho da�o a otros, sino que se ha arruinado a s� mismo, �es su conducta menos culpable, infeliz o antinatural? Digo antinatural; y este es un punto en el que deseo insistir, en la consideraci�n del mal que el ofensor moral se hace a s� mismo.

El mundo, �ay! no solo est� en la terrible condici�n de estar lleno de pecado y, en consecuencia, lleno de miseria, sino de pensar que este es el orden natural de las cosas. El pecado es una cosa, por supuesto; se da por sentado que debe existir en gran medida de la forma en que lo hace; y los hombres en todas partes se muestran tranquilos, como si estuvieran actuando seg�n los principios de su constituci�n moral, y casi como si estuvieran cumpliendo la voluntad de Dios.

1. El pecado hace un mal a la raz�n. Hay casos en los que el pecado, en diversas formas de vicio y vanidad, destruye absolutamente la raz�n. Hay otros casos m�s numerosos en los que emplea la facultad, pero la emplea en un trabajo muy degradante para su naturaleza. Ciertamente, hay razonamiento en la mente de un avaro; la aritm�tica solemne de p�rdidas y ganancias. Hay razonamiento en los esquemas de ambici�n sin escr�pulos; la intriga absorbente y agitadora por el cargo o el honor.

Existe un razonamiento sobre las modalidades del placer sensual; y todo el poder de una mente muy aguda a veces se emplea y se absorbe en planes, proyectos e imaginaciones de indulgencia maligna. Pero qu� profanaci�n antinatural es, por la raz�n - raz�n soberana, majestuosa, omnipresente - contraer su alcance ilimitado a la medida de lo que la mano puede agarrar; estar tan hundido como para idolatrar el bien externo o sensible; hacer que su dios no sea de madera o piedra, sino de un sentido o de un nervio.

2. El pecado es una especie de locura. Hasta donde llega, convierte al hombre en una criatura irracional; lo vuelve un tonto. La consumaci�n del pecado es siempre, y en todas sus formas, el extremo de la locura. Y es esa locura m�s lamentable la que se envanece con arrogancia y autosuficiencia. El enamoramiento del hombre ebrio, que est� euf�rico y alegre justo cuando deber�a estar m�s deprimido y triste, lo entendemos muy bien.

Pero es igualmente cierto que todo hombre que est� intoxicado por cualquiera de sus sentidos o pasiones, por la riqueza, el honor o el placer, est� enamorado, que ha abjurado de la raz�n. �Qu� dictado de la raz�n es m�s claro que preferir el bien mayor al bien menor? Pero todo ofensor, todo sensualista, todo hombre avaro, sacrifica el bien mayor, la felicidad de la virtud y la piedad, por el bien menor, que encuentra en sus sentidos o en el mundo que perece.

Tampoco es esta la opini�n m�s fuerte del caso. Sacrifica lo mayor por lo menor, sin necesidad de ello. Podr�a tener ambos. Una mente pura puede obtener m�s placer de este mundo y de los sentidos que una mente impura. �Qu� hombre malo alguna vez dese� que su hijo fuera como �l? �Y qu� testimonio es este, qu� testimonio tan claro y desinteresado, de la infelicidad de una conducta pecaminosa! Cu�n verdaderamente, y con qu� sorprendente �nfasis, respondi� el venerable Cranmer, cuando se le dijo que cierto hombre lo hab�a enga�ado: "No, se ha enga�ado a s� mismo".

3. El pecado perjudica la conciencia. Hay una conciencia en cada hombre, que es tan verdaderamente una parte de su naturaleza como la raz�n o la memoria. El infractor contra esto, por lo tanto, no viola ninguna ley desconocida ni norma impracticable. Por la misma ense�anza de su naturaleza, �l sabe lo que es correcto y sabe que puede hacerlo; y su propia naturaleza, por lo tanto, en lugar de proporcionarle disculpas por el mal intencionado, lo considera inexcusable. Tendr� la gratificaci�n deseada; y para obtenerlo pone su pie sobre esa conciencia y la aplasta hasta la deshonra y la agon�a peor que la muerte.

4. El pecado hace da�o a los afectos. �C�mo estropea incluso esa imagen de los afectos, ese misterioso santuario del que brotan sus revelaciones, �el rostro humano Divino�; �Dejando al mundo de m�s de la mitad de su belleza! �Alguna vez puedes contemplar el mal humor que nubla la frente clara y hermosa de la infancia, o la mejilla enrojecida de la ira, o los rasgos apartados y retorcidos de la envidia, o los ojos oscuros y hundidos y el aspecto demacrado del vicio, o las se�ales rojas de un exceso hinchado? colgado en cada caracter�stica, proclamando el fuego que consume por dentro, sin sentir que el pecado es el despojador de todo lo que los afectos hacen m�s santificado y hermoso? Pero estos son s�lo indicios del mal que se ha cometido y de la ruina que se produce en el coraz�n.

La naturaleza ha hecho que nuestros afectos est�n llenos de ternura; ser sensible y estar vivo a cada toque; a aferrarse a sus objetos preciados con un agarre del que nada m�s que la violencia cruel puede separarlos. Pero el pecado entra en este mundo de los afectos y se esparce en torno a la frialdad mortal de la desconfianza; la palabra de ira cae como un golpe sobre el coraz�n, o la avaricia endurece el coraz�n contra todo sentimiento m�s fino; o la loca alegr�a, o el hosco estupor del borracho cae como un rayo en medio del c�rculo de parientes e hijos.

�Oh! los corazones donde el pecado ha de obrar deben ser m�s duros que la piedra de molino inferior; sin embargo, entra entre los afectos, todos c�lidos, todos sensibles, todos rebosantes de ternura; y, sordo a todas sus s�plicas, hace su trabajo como si fuera un demonio de la ira que no conoci� la piedad, ni oy� gemidos, ni sinti� ceder. ( O. Dewey, DD ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Proverbs 8". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/proverbs-8.html. 1905-1909. Nueva York.