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Salmos 127

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-5

Excepto que el Se�or construya la casa.

Autor�a de este salmo

Varias consideraciones tomadas en conjunto requieren la opini�n de que este Cantar de los Grados intermedio fue compuesto por Salom�n. Concuerda con la �poca de pac�fica construcci�n de viviendas y asentamientos civiles y el progreso durante el cual rein�. Utiliza una palabra que responde a su nombre, Jedidiah, que significa amado del Se�or, y parece referirse a la promesa de "un coraz�n sabio y comprensivo", "riquezas y honor" no solicitadas y, si debe demostrarle fidelidad, la duraci�n de los d�as, hecha a �l �en un sue�o de noche.

�Entonces,� �l da a su amado el sue�o �, o� a su amado en el sue�o �( 2 Samuel 12:25 ; 1 Reyes 3:5 ). Parece sugerir que las pretensiones del templo a los esfuerzos de los constructores son superiores a las de cualquier otra construcci�n prevista.

Y est� de acuerdo con el estilo sentencioso de Salom�n en sus Proverbios, uno de los cuales expresa exactamente su sustancia y ense�anza: "La bendici�n del Se�or enriquece, y �l no a�ade dolor", o "y el trabajo no a�ade nada". ( Proverbios 10:22 ). ( EJ Robinson. )

Bendici�n en el trabajo, en el descanso y en la paternidad

I. Trabajo humano sin Dios.

1. Su posibilidad.

2. Su infructuosidad.

(1) No asegura la aprobaci�n del gran Maestro.

(2) No produce satisfacci�n moral.

II. Reposo humano (vers�culo 2).

1. Una bendici�n generalmente reconocida.

(1) Corporal. El mundo trabajador saluda la hora en que su cuerpo exhausto puede acostarse a dormir.

(2) Mental. Tener la mente libre de las preocupaciones acosadoras y las dolorosas molestias de la vida. Todos desean esto.

2. El reposo de un verdadero trabajador es una bendici�n especial. El reposo corporal que da a su �amado� en la quietud de la noche tiene un valor especial: la almohada tan suave y la cama tan protegida. El reposo mental que �l da tambi�n es de un tipo mucho m�s elevado. Es el reposo de la conciencia, el reposo de un alma que centra en �l todos sus amores y esperanzas.

III. Descendencia humana ( Salmo 127:3 ). El tutor de Alejandro Magno una vez propuso la pregunta, �si una familia numerosa es un bien o un mal? Y respondi� as� a su propia pregunta: �Todo depende del car�cter de los ni�os. Si de excelente disposici�n, bienaventurado el padre que tiene muchos de ellos, si de mala disposici�n, cuantos menos mejor, y mejor a�n, �ninguno! ( Homilista. )

La verdadera fuente del �xito

I. No hay casa que Dios no construya, ya sea que la casa signifique el hogar, el negocio, el car�cter o la iglesia; porque la suficiencia humana es cimiento de arena ( Proverbios 14:11 ).

II. Ninguna ciudad es segura que Dios no guarde, ya sea interpretada pol�ticamente como perteneciente al Estado o religiosamente como la del coraz�n: porque el brazo de la carne es baluarte de barro ( Proverbios 11:11 ; Proverbios 29:8 ).

III. NING�N trabajo es provechoso que no bendiga, ya sea manual o mental: porque sin la gracia aumenta el dolor o multiplica la maldad ( Proverbios 10:16 ).

IV. Ning�n sue�o es pac�fico si �l no lo da, siendo quebrantado por sue�os abrasadores o impedido por idear planes ( Proverbios 4:16 ).

V. Ninguna familia es bendecida si no es su herencia ( Proverbios 3:33 ). ( JO Keen, DD )

Todas las cosas son de dios

1. Aqu� no se dice nada en contra del trabajo. La Biblia no simpatiza con la indolencia. Se nos ordena ser diligentes en los negocios y fervientes en esp�ritu; a trabajar con nuestras propias manos, para que no nos falte nada a nosotros mismos, y tengamos algo para darle al que lo necesita.

(1) El trabajo es una necesidad.

(2) El trabajo es honorable.

(3) El trabajo de parto es agradable.

Promueve la alegr�a, preserva nuestras facultades en el ejercicio saludable y da elasticidad tanto a la mente como al cuerpo.

2. Tampoco hay censura de vigilar. Una ciudad contiene propiedades valiosas y vidas caras; y, si hubiera enemigos externos, seguramente es un acto de com�n prudencia colocar centinelas en las murallas, para que no se produzca un ataque inesperado.

3. �Qu� es, entonces, condenado el h�roe maligno? Es depositar una confianza indebida en nuestro trabajo y en nuestra vigilancia. El esp�ritu reprendido es la presunci�n que atribuye �xito a nuestros propios esfuerzos y que excluye cuidadosamente a Jehov� de toda consideraci�n. Se construye una casa; pero nunca se piensa en el Se�or. Se nombran centinelas para proteger la ciudad; pero no se hace referencia al Guardi�n de Israel, que no duerme ni duerme.

Se inicia una empresa que involucra cuestiones importantes; pero en todos los c�lculos no queda m�s lugar para Dios que si estuviera dormido en las profundidades de los cielos y no tuviera conocimiento de los asuntos humanos. �Qu� es esto sino ate�smo? ( N. McMichael. )

El constructor divino

El Se�or construye la casa. �sta es nuestra primera gran consideraci�n: somos muy propensos a olvidarlo; pensamos que es nuestro trabajo, pero "El que construy� todas las cosas es Dios". El Se�or construye el Estado. La sociedad civil es una casa que no se hace con las manos: sus componentes muestran el dedo de Dios; el lenguaje, la simpat�a, la ley, son de Dios. �Pero cu�n cierto es que la Iglesia es una casa construida por Dios! Los hombres pueden perseguirlo o ayudarlo, pero "a menos que el Se�or edifique", etc.

La Iglesia de Dios es como una casa de seguridad y fortaleza. Como nunca has o�do hablar de hombres que vivan en ning�n lugar sin casas de alg�n tipo, tampoco hemos o�do ni le�do de cristianos que vivan en ning�n lugar sin formar comunidades, familias o iglesias. Disolver la familia y la sociedad perecer�a; disolver la Iglesia, y el cristianismo perecer�a! Luego, consideremos c�mo el Se�or construye la casa. "Sobre esta roca edificar� mi Iglesia", etc. "Nadie puede poner otro fundamento", etc. "No con ej�rcito ni con fuerza, sino con mi Esp�ritu, dice el Se�or de los ej�rcitos". ( B. Kent, MA )

El se�or, el constructor

La antigua m�xima latina "Ex nihilo nihil fit", "De la nada, nada viene", es el punto de partida de todos nuestros razonamientos sobre la obra de Dios en la tierra. No puede haber surgido de la nada, por lo tanto, debe ser debido a alguna fuerza positiva que act�a primero sobre ella y luego a trav�s de ella. Esa fuerza debe tener inteligencia para impartir inteligencia al trabajo de su mano; y todos los fen�menos sabios, curiosos e intrincados del universo atestiguan que nada menos que una inteligencia infinita podr�a haber vertido tales corrientes de poder y sabidur�a a lo largo de los canales de la creaci�n.

Esa inteligencia infinita la llamamos Dios. Los m�todos por los cuales Dios lleva a cabo el cumplimiento de sus prop�sitos en la tierra - ya que esos prop�sitos incluyen y dan forma a la materia y la mente - son simplemente los m�todos por los cuales �l da forma a la materia y la mente, para elaborar a partir de ellos por separado, y de su interfuncionamiento, sea cual sea el resultado que le plazca obtener.

1. Cuando Dios desee realizar cualquier prop�sito, mienta hacia el resultado que �l desea, todas esas fuerzas ciegas de la naturaleza que tienen en ellas alguna cooperaci�n con ella. Cuando desea dar la paz de la abundancia a cualquier pa�s, env�a su mandamiento al aire, al sol, a los vientos, a los mares ya lo largo de los surcos de la tierra; y su palabra corre muy r�pidamente a ninguna influencia afable y fecundadora, y ellos obedecen su mandato con su tu�tano y grosura, y as� llena sus fronteras con lo mejor del trigo.

Y cuando los rigores del invierno son un preliminar necesario para cualquier obra suya, �l da nieve como lana, y esparce la escarcha como ceniza, y arroja su hielo como bocados, hasta que ning�n hombre puede resistir su fr�o. Y cuando esa obra est� hecha, y los aires m�s suaves son m�s saludables para Sus designios, entonces �l env�a Su palabra y los derrite; �l hace soplar su viento y fluyen las aguas.

Y as� el fuego, el granizo, la nieve, el vapor y el viento tempestuoso cumplen su palabra; y los montes y todos los collados, los �rboles fruct�feros y todos los cedros, las bestias y todo el ganado, los reptiles y las aves voladoras alaban al Se�or cumpliendo Su decreto que no pueden pasar.

2. Cuando Dios desea lograr cualquier prop�sito en la tierra, influye en esa inteligencia que necesita ser puesta en cooperaci�n con Su dise�o por motivos. Esta influencia se ejerce de innumerables formas. A veces es por presi�n directa y por la presencia del motivo inmediato y m�s evidente que el sujeto admitir�; como cuando asegura la elecci�n, por parte del pecador, de "la buena parte que no puede ser quitada", al instar en su alma la culpa de la desobediencia, la belleza de la santidad, el gozo del perd�n, el peligro de la demora, o el horror de la muerte en el pecado.

A veces, es mediante un enfoque tortuoso e indirecto como se logra el trabajo. Alg�n meteoro, al caer la tarde, destella su brillo repentino y desvanecido a trav�s del arco del cielo; o alguna nube de alas blancas arrastra su sombra evanescente a lo largo de una pendiente iluminada por el sol, y la mente, tan a menudo aburrida para todas las ense�anzas, se abre para arrebatar la moraleja de la escena y se aleja, reflexionando tristemente sobre los peligros que acompa�an a un vida que est� apropiadamente representada por la estrella fugaz y la sombra que huye.

O la vista de un ata�d, un coche f�nebre o un cementerio - puede ser, en algunos estados de �nimo, una iglesia, o incluso una Biblia - pondr� en marcha la mente en una serie de meditaci�n que el Esp�ritu bondadoso y bondadoso puede atesore en un motivo lo suficientemente fuerte como para volcar y volcar dentro del alma hasta que sea entronizado all�, cuyo derecho es reinar.

3. Siendo esto as� - el imperio de la materia y el imperio de la mente son iguales en sujeci�n a Su placer - se sigue, puesto que quien puede controlar absoluta y completamente toda la materia y toda la mente debe ser invencible - que Dios puede hacer cualquier cosa que le plazca hacer, sea lo que sea. �l puede hacer una Palabra, o hacer que un hombre no dispuesto est� dispuesto, tan f�cilmente como un carpintero puede clavar un clavo, porque �l sabe c�mo hacerlo, tiene los medios para hacerlo y el poder para hacerlo. eso.

Por lo tanto, tambi�n se sigue, ya que el control de Dios cubre todas las cosas, y Sus voliciones son la causa de todas las cosas, que no se puede hacer nada en este mundo que Dios no se complace en ayudar o, al menos, en permitir. ( HM Dexter. )

El maestro constructor

"Si el Se�or no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican".

1. Eso es cierto incluso en el caso de una casa de piedra y cal. Construir una casa es casi lo m�s interesante que cualquier mortal se compromete a hacer por s� mismo. Cuando un hombre se pone a construir una casa, por lo general est� asentado en la vida en la medida en que le corresponde a �l hacer un asentamiento. La casa que construye es muy probablemente la casa en la que piensa vivir y morir. Si no se levanta literalmente temprano y se sienta tarde y come el pan de los dolores, sin embargo, seguramente tendr� una cantidad extraordinaria de inter�s en su casa, y la mayor�a de los hombres que construyen una casa para ellos mismos preocupan al arquitecto y obstruyen. los obreros con su ansiedad por tener todo en �l seg�n su mente.

Pero, por esa misma raz�n, debido a que la construcci�n de una casa es algo tan interesante y serio en la vida de cualquier hombre, seguramente debe sentir entonces, sobre todo, que su vida est� en las manos de Dios, y que depende de Dios si esto la gran empresa en la que est� comprometido le va a salir bien.

2. Tambi�n es cierto, si tomamos la casa en el sentido en que se usa tan a menudo en la Biblia, de familia. Construir una casa, en la Biblia, a menudo significa fundar o criar una familia; y m�s adelante en el salmo tenemos una referencia a ese sentido (vers�culo 3). �Si el Se�or no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican�, y el m�s ansioso cuidado paterno y maternal puede llegar a la nada, de hecho, es probable que llegue a la nada, en la misma medida en que se olvida de Dios, y en el olvido Dios se pone nervioso, irritable y repugnante, donde deber�a poder atraer.

3. Entonces, nuevamente, este texto es verdadero si tomamos la casa en el sentido en que se usa a menudo en la Biblia, de una naci�n. "Si el Se�or no construye esa casa, en vano trabajan los que la construyen". Hay un lugar, y hay deberes para los estadistas y para los concejales, para todas las personas que asumen las responsabilidades del p�blico sobre ellos; pero no es la ansiedad de los estadistas, no es su propia sabidur�a y su propia inteligencia, no son sus propios planes para ampliar el territorio, o abrir nuevos mercados, ni nada por el estilo en el que la seguridad y la fuerza del pueblo Est�n construidos. Solo hay una cosa sobre la que se puede edificar una naci�n, y es la buena voluntad de Dios que se da a los justos. La justicia exalta a una naci�n.

4. Pero este texto es cierto especialmente cuando pensamos en la casa de la Iglesia. A menudo hablamos de la Iglesia como la casa de Dios. En el Nuevo Testamento leemos de Cristo como su fundamento, de la Iglesia edificada sobre �l. Una de las grandes palabras pict�ricas del Nuevo Testamento es la palabra "edificaci�n", y "edificaci�n" significa el acto de construir o ser construido. Es m�s cierto de la Iglesia que de cualquier otra cosa en el mundo, que "si el Se�or no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican".

(1) Por ejemplo, queremos construir la Iglesia en n�meros. Queremos ver crecer a la Iglesia. Queremos ver entrar a los que est�n afuera. Ahora, podr�amos desearlo en un sentido bastante ego�sta. Podr�amos ser miembros de una congregaci�n muy peque�a donde no se alquilaron la mitad de los bancos; o podr�amos ser miembros de un partido eclesi�stico que estaba en una minor�a muy peque�a en el pa�s y podr�a querer nuevos reclutas.

Si estos fueran nuestros objetos, entonces, por supuesto, tendr�amos que lograrlos con nuestros propios recursos. No ser�a algo en lo que Dios tuviera ning�n inter�s. Pero si queremos construir la Iglesia en n�meros en un sentido real; si queremos acercar a los que est�n lejos de Cristo; si queremos que el amor de Cristo se d� a conocer a los que no lo conocen; si queremos que los que est�n solos y solitarios, y quiz�s ego�stas, sean llevados al hogar y la familia del amor, y den y reciban todo tipo de servicios amorosos y encuentren un hogar para sus almas solitarias en la casa de Dios y la familia de Dios: si eso es lo que estamos luchando, seguramente sentimos de inmediato que no podemos hacerlo nosotros mismos, que el �nico poder que puede alcanzar a las personas con ese fin y llevarlas a la Iglesia es el poder que Dios mismo otorga.

(2) Queremos construir la Iglesia no solo en n�mero, sino tambi�n en seguridad. Queremos que la Iglesia sea un lugar seguro. La Iglesia deber�a ser una casa tan segura, tan defendida, tan vigilada que ser�a imposible que prevaleciera un asalto contra ella e imposible que alguno de sus miembros se perdiera. Ahora, la �nica manera en que podemos obtener el esp�ritu correcto de vigilancia, el esp�ritu que nos capacitar� para velar y no perder ninguno, es obteni�ndolo del Se�or Jes�s mismo.

"El que guarda a Israel, no se adormece ni duerme". Es solo cuando venimos a Dios y recibimos el Esp�ritu de Dios puesto en nosotros por Dios mismo, es solo entonces �l nos usa para construir Su casa en una morada segura para los ni�os, de la cual no pueden salir. perdido, que la casa se construir� como debe ser.

(3) Queremos edificar la Iglesia, no s�lo en n�mero y seguridad, sino, sobre todo, en car�cter, santidad y amor. No tengo ninguna duda de que en cada Iglesia hay mucha gente profundamente insatisfecha con su propio car�cter, sabiendo muy bien que juzgados por cualquier est�ndar de santidad y amor est�n muy lejos de lo que deber�an ser. No tengo ninguna duda de que hay muchos aqu� que luchan contra sus pecados, a veces pecados groseros, groseros, malos deseos y pasiones, falsedad, pereza, ego�smo, codicia, envidia, orgullo, obstinaci�n y pecados por el estilo, y no solo luchando contra ellos pero fracasando y siendo decepcionados y derrotados en su lucha.

E incluso las personas que no han recibido ofensas duras y groseras como esa contra las que luchar al principio, pueden estar luchando por partes m�s finas y hermosas del car�cter cristiano, y simplemente con la misma sensaci�n de derrota y desilusi�n. Y la raz�n de esto en casi todos los casos es que lo est�n haciendo solos y no se puede hacer solos. �Si el Se�or no construye esa casa, en vano trabajan los que la edifican.

�Trabaja en tu propia salvaci�n�, no porque Dios te deje eso para que lo hagas, sino porque es Dios quien obra en ti tanto el querer como el hacer, en cumplimiento de Su buena voluntad. ( J. Denney, DD )

Colaboradores de Dios

I. Lo que no podemos esperar, es decir, que Dios construir� la casa sin nuestro trabajo, que Dios guardar� la ciudad sin que el centinela se despierte, o que nos d� pan sin que trabajemos por �l. Este principio puede aplicarse a:

1. Nuestra vida ordinaria. Una de las cosas que el cristianismo no puede soportar es la pereza. Si en los negocios no soy diligente, no puedo esperar prosperar. Si deseo ser un hombre de conocimiento, no puedo conseguirlo simplemente rezando por ello; Debo estudiar, incluso hasta el cansancio de la carne. Si un hombre est� enfermo, puede confiar en Dios tanto como quiera; eso debe ser lo primero que debe hacer, pero que tambi�n use los remedios que Dios le ha dado si puede encontrarlos o aprender de otros.

2. El gran asunto de nuestra salvaci�n.

3. Nuestro crecimiento espiritual. Si un hombre no se alimenta del pan del cielo, �puede esperar que se fortalezca?

4. Nuestro trabajo cristiano, tratando de llevar almas a Cristo. No podemos esperar que los hombres se conviertan si no somos sinceros en decirles esa verdad que salvar� el alma. Es obra del Esp�ritu convertir a los pecadores; regenerar debe ser siempre la �nica obra de Dios; sin embargo, el Se�or nos usa como sus instrumentos.

II. Qu� podemos esperar; Podemos esperar el fracaso si intentamos el trabajo sin Dios. Podemos esperarlo y no nos decepcionar�.

III. Lo que no debemos hacer.

1. En nuestros asuntos ordinarios no debemos inquietarnos, preocuparnos y afligirnos.

2. En el asunto de la salvaci�n del alma, el hombre debe estar ansioso, pero su salvaci�n nunca vendr� por su obra y por correr de uno a otro y al otro. "Es en vano que te levantes temprano, que te sientas tarde, que comas el pan de los dolores", porque a los que est�n en Cristo, a los que simplemente creen en �l, "�l da el sue�o a su amado".

3. Ahora, con respecto al crecimiento en la gracia, creo que es muy parecido. Es una tonter�a estar siempre inquieto y preocupado, y decir: "No soy lo suficientemente humilde, no creo lo suficiente, no soy esto o aquello"; ve a Cristo y descansa en �l, y cree que lo que �l ha comenzado a hacer por ti y en ti ciertamente lo cumplir� y lo perfeccionar�.

4. Aqu� entra nuevamente nuestro trabajo para el Se�or. Es una manera dulce de trabajar para que Cristo �haga lo siguiente�, lo siguiente que debe hacerse hoy, no siempre pronosticando todo lo que vamos a hacer ma�ana y el d�a siguiente, sino con calma. y creyendo tranquilamente que hay tantos d�as en los que un hombre podr� caminar y trabajar, y mientras los tengamos caminaremos y trabajaremos en la fuerza de Dios. ( CH Spurgeon. )

La construcci�n de la casa de la vida.

La historia del hombre sobre la tierra es principalmente, �ay! la historia de una lucha por establecer vidas, hogares y Estados sobre una base que no es el fundamento de Dios, y por una regla que no es la ley de Dios. �sta es la empresa de la voluntad propia del hombre, su libertad pervertida y prostituida, a trav�s de todas las edades; y Dios desde lo alto nunca ha dejado de confundirlo, de escribir en �l a Babel y de dejarlo en el polvo por los estremecedores choques de su providencia.

La concordia del pensamiento y la actividad del hombre con la de Dios es el secreto sobre la tierra de toda obra verdadera, real y permanente. El constructor y el obrero humanos pueden ser maestros en su arte y celosos en su oficio, pero la pregunta fundamental es, �est�n construyendo seg�n la regla que Dios les ha dado a conocer y seg�n las l�neas que �l ha establecido? Y es igualmente la prueba de todo arte noble y noble. El poeta es un hacedor, es el significado exacto de la palabra; no importa si trabaja en palabra, en color, en arcilla, el principio es el mismo.

�Es un sue�o de su propia vana fantas�a, o es una visi�n de Dios? �Es lo que el Se�or le ha dicho o mostrado lo que est� interpretando a sus semejantes? El hombre, de todos los seres, est� hecho para esta noble comuni�n, esta alta cooperaci�n de pensamiento y voluntad con su Hacedor. El hombre, creado a imagen de Dios, puede comprender los planes, significados y fines de Dios. Un Newton puede pensar despu�s de �l el pensamiento por el cual �l hizo la creaci�n; a Pablo puede comprender y exponer el plan por el cual atar redimi� y renovar� el mundo.

El hombre est� constituido de tal manera que Dios puede obrar en �l sin estropear su libertad; es m�s, el pensamiento, la palabra y el trabajo en el ser humano s�lo alcanzan su plenitud cuando son fruto de la inspiraci�n; esa es la acci�n eficaz de ese Esp�ritu viviente que da vida a todo lo que vive en todos los mundos. Primero, veamos la influencia de este principio en la construcci�n de la casa de la vida. Con esto me refiero a aquellos principios y h�bitos de juicio y acci�n moral que son la verdadera casa del alma, en la que habita y de la que surge para obrar benigna o malignamente para s� misma y para la humanidad.

De esa casa el arquitecto es el hombre, no Dios; esa casa que �l est� construyendo diariamente, y ese edificio permanecer� y ser� el hogar o la prisi�n del alma por la eternidad. La naturaleza y el mundo proporcionan los materiales; la forma y la sustancia de la estructura que cre�is para vosotros, es vuestra, vuestra, vuestra obra, producto de vuestro ser, de vuestra verg�enza o de vuestra corona mientras ese ser perdura. Una naturaleza con ciertos temperamentos y tendencias viene a ti, c�mo no sabes, de d�nde no sabes, salvo que es un regalo de Dios para ti, tu dote, tu talento, tu capital en la vida, mediante el sabio comercio con el que tu riqueza crecer�. .

Hablo de esto como un regalo de Dios; por su diversa dotaci�n de hombres, la rica diversidad de dones y facultades originales, �l mantiene esa espl�ndida variedad, esa acci�n y reacci�n de agencias e influencias ampliamente diversas que es Su prop�sito asegurar tanto en el mundo f�sico como en el humano. Y as� mantiene la presi�n constante de su mano sobre ambos. Tambi�n de Dios proviene la voluntad y el poder de obrar sobre la investidura original y de darle la forma y la forma en que se deleita el coraz�n interior.

El car�cter crece como un cuadro o una estatua mediante innumerables toques de luz sobre la sustancia rugosa de la naturaleza. Los h�bitos morales de acci�n son marcados como un camino por la multitud de ligeros pasos que van y vienen. Debe haber la voluntad y el juicio moral para determinar la direcci�n, y luego son las pisadas diarias las que forman el h�bito de la vida. Y es un poder terrible, este poder de enmarcar juicios fijos y h�bitos de acci�n, vastos y horribles son los temas a los que tiende.

Puede hacer que la actividad santa, hermosa y bendita sea tan f�cil y natural como la salida de la luz del sol; puede hacerlos tan duros, tan imposibles como la cortes�a en un rufi�n, o un impulso generoso al coraz�n de un avaro. Diariamente se construye la casa, d�a a d�a el alma se viste o se encierra en su h�bito, y se va asentando la forma y posibilidad de su futuro. Y primero, si quiere construir sabiamente, observe los cimientos.

Y construya diariamente en una dependencia consciente y bendita de la cooperaci�n de una mano superior. Recuerde que en este asunto usted es el colaborador, el colaborador de Dios, cuyo inter�s en su edificaci�n trasciende el suyo. Diariamente, cada hora, permita que haya una gu�a de su elecci�n, un fortalecimiento de su mano, una bendici�n de su trabajo desde lo alto. Deje que el Esp�ritu Divino more en su esp�ritu como en Su templo; deja que �l llene tu vida con la luz de Su sabidur�a, deja que �l toque tu coraz�n con el resplandor de Su amor. ( JB Brown, BA )

Excepto que el Se�or guarde la ciudad. -

Dios guardando la ciudad

I. �Excepto.� - Dios no puede quedarse con la ciudad. �Puede haber algo m�s falso que atribuir la miseria humana en nuestros pueblos y ciudades a causas ajenas a los hombres mismos? Sin autocontrol, sin las altas virtudes de la templanza, la pureza y la providencia, el oro, si pudiera ser recogido en las calles, �s�lo alimentar�a enfermedades en lugar de mejorar la vida! �Ese hombre es un mero charlat�n que esconde la gran verdad de que los bares, los salones de m�sica y las alegres Alhambras de nuestras grandes ciudades est�n arruinando las excelencias morales y las energ�as de nuestra gente!

II. �Excepto el Se�or.� - La vida moral es la fuerza de una ciudad. �Hay algo que pueda exigir nuestra simpat�a en esta �poca como los movimientos que tienen que ver con la vida moral? Y debemos recordar que todos los movimientos elevadores tienen que ver con la vida moral. El cristianismo trabaja en detalle, y la vida cristiana se conserva cuidando los detalles. Dada la impresi�n en la casa de Dios, dada la convicci�n de pecado y viniendo a Cristo, luego vienen los a�os posteriores, las horas ociosas, las tentaciones, los innumerables acosos, y si as� puedes proveer para el sano desarrollo del car�cter, est�s haciendo mucho para salvar la Inglaterra del futuro, para bendecir a su pa�s y para sostener los pilares del Estado.

Y donde todas nuestras b�squedas est�ticas e intelectuales tienen el escudo del cristianismo sobre ellas, cuando el genio del Evangelio impregna nuestras instituciones e inspira nuestros esfuerzos, podemos buscar ese mantenimiento de lo que habla nuestro texto.

III. �Excepto que el Se�or guarde�. Todas las ciudades necesitan mantenimiento. �Hay algo m�s seguro que una ciudad guardada por Dios? Ya sea que se aplique a un reino, a un pueblo o al maravilloso coraz�n del hombre, la palabra es sugerente. Una ciudad, un lugar donde est� la riqueza, donde est� el tesoro, donde est� el poder activo y energ�tico. �Parece que vemos a los centinelas en las puertas de Jerusal�n! Hombres capaces de barrer el horizonte y notar el avance de las cabalgatas. Se nos ense�a en el texto que toda observaci�n es en vano sin Dios.

IV. "A menos que el Se�or guarde la ciudad, el centinela". �Puede haber algo tan equivocado como para suponer que el cuidado de Dios excluye el cuidado humano? Debemos vigilar, aunque Dios guarda. Esta verdad nos es familiar a todos. Actuamos sobre ella en el mundo, aunque estamos desconcertados por ella en la Iglesia. Dios mantiene la lluvia en el gran dep�sito de las nubes y los vientos en el hueco de su mano, y los regula con miras a la conservaci�n y productividad de la tierra.

�l mantiene la temporada. Vigila todos los procesos de la naturaleza, y nos dice, rompan la tierra en barbecho, aran, rasguen y sembren. De modo que Dios no quiere que estemos sin vigilancia porque �l est� alerta. �No! este hecho debe ser un incentivo para la actividad, no una excusa para la negligencia. Nuestro Salvador nos recuerda que debemos velar y orar para no caer en la tentaci�n. y cuando hayamos hecho todo, debemos descansar en Cristo como nuestra �nica protecci�n segura.

V. "si el Se�or no guarda la ciudad, el centinela, pero en vano despierta". �Nunca podremos prescindir de Dios! Podemos ser lo que el mundo llama despiertos, completamente despiertos, pero nuestra propia habilidad, astucia o oficio no nos salvar�. Fui sabio, dice el hombre; Consegu� los mejores y m�s capaces m�dicos para mis hijos. Fui sabio, dice el viajero de la l�nea Cunard, todav�a nunca han tenido un naufragio. Qu�date, qu�date, "Excepto el Se�or", �oh! pensamos lo suficiente en eso; se nos ha impedido salir y entrar, pero �qui�n nos ha retenido? ( WM Statham. )

Versículo 2

Para comer el pan de los dolores.

El pan de trabajo y el fruto de justicia

El trabajo es la ley de vida, y a esta ley no se opone nada en la Palabra de Dios. �El hombre sale a su trabajo y a su labor hasta la tarde� es una descripci�n v�lida para todos los tiempos. �Activo en los negocios�, si podemos creerle a San Pablo, es un h�bito verdaderamente cristiano. Pero la pregunta es, �qu� forma debe tomar esta actividad? El trabajo se puede hacer de dos modos o temperamentos, como se insin�a en el texto: se puede hacer a pesar de Dios, o se puede hacer a trav�s de �l; puede hacerse con un esp�ritu que no le mira, o puede hacerse con un esp�ritu que se apoya en �l.

En el primer caso, el pan del trabajo no est� asegurado en absoluto, o cuando est� asegurado es verdaderamente �el pan de la diligencia�, ansiedad, desilusi�n. En la otra facilidad, el pan del trabajo no es �el pan de la diligencia� ni de la ansiedad, sino el pan de la paz. Dios se lo da a sus amados en su reposo.

I. Los mejores resultados de cualquier pensamiento o esfuerzo nuestro se alcanzan inconscientemente. Sir Isaac Newton, acostado de espaldas en un huerto y adquiriendo una percepci�n de la gran ley de la gravitaci�n al ver una manzana que cae, es un tipo familiar del principio que estoy describiendo. �Sin embargo, no ofrece ninguna prima a la inactividad! Se han realizado atentos c�lculos; los razonamientos inevitables se han recorrido fielmente, pero al fin el resultado, la recompensa, el �pan� de todos, ha ca�do, por as� decirlo, sobre el fiel trabajador del cielo.

�Hab�is o�do, quiz�s, del gran compositor musical que dorm�a siempre con l�piz y papel al alcance, para que en el mismo momento de despertar pudiera registrar las inspiraciones de armon�a que lo hab�an visitado en sus sue�os? Y muchos de nosotros, que no somos ni m�sicos ni fil�sofos, hemos experimentado exactamente lo mismo. Nos hemos acostado perplejos con razonamientos enredados, avergonzados con reflexiones mal ordenadas; hemos desviado la vista de todos ellos, y nos hemos entregado a nosotros mismos y nuestros pensamientos a Dios; y he aqu�! nos hemos levantado por la ma�ana a una percepci�n clara o una resoluci�n incuestionable. En vano nos demoramos en descansar para comer el pan de la prudencia. �Dios se lo ha dado a sus amados mientras dorm�an!

II. En, a trav�s y m�s all� de sus labores, Dios da a su propio pueblo la seguridad de la paz, una paz que, si bien puede manifestarse en el �xito de sus planes, no se ve anulada por el fracaso de ellos. Para aquellos que saben con certeza que la "providencia inagotable" de un Padre "ordena todas las cosas tanto en el cielo como en la tierra", el deseo se convierte en una garant�a de que todo lo "provechoso" ser� dado, y lo "perjudicial" lejos.

III. De todos los dones de Dios, el m�s alto y mejor es la paz. Si tomamos el texto de acuerdo con la lectura com�n, no violentamos la palabra �dormir� interpret�ndola como descanso espiritual. Si lo leemos como declarando la condici�n bajo la cual el pueblo de Dios recibe su pan, estamos cerca de la misma verdad. Si Dios alimenta a los suyos mientras duermen o descansan en �l, entonces ese sue�o o descanso, ya sea como se les da o como se usan, puede ser considerado como santificado por Dios, como incluso apropiado por �l para ser el canal o veh�culo de sus bendiciones a la alma.

�El fruto de la justicia es la paz�, y en el fruto tenemos, elaborados y comprendidos, los dones de la tierra y el cielo, la grosura de la tierra y el calor de la luz del sol, las suaves lluvias de la ma�ana y el roc�o. de la marea enening. As� tambi�n esta paz divina, que "sobrepasa todo entendimiento", por igual en su fuente, canales e influencias, lleva a la vida espiritual del cristiano la m�s alta evidencia de la presencia cercana de Dios. ( COMO Thompson, BD )

As� que da sue�o a su amado . -

Dormir

Durante el sue�o, el cerebro se vuelve inactivo, la conciencia y la voluntad est�n en suspenso; en el cuerpo se reduce el gasto de energ�a, las fuerzas constructivas dominan las destructivas. Es el momento de fortalecer el sistema despu�s del desgarro y el desgaste de un d�a. Dios es el gran dador del sue�o.

I. El durmiente profundo. El ejercicio del cuerpo y la mente durante el d�a favorece el sue�o por la noche.

II. El que duerme mal.

1. Est� el hombre ambicioso que se sienta a altas horas de la noche planeando el ma�ana; poco a poco se va a la cama, con la mente todav�a ocupada. Puedes ver a este hombre rodando de un lado a otro de la cama. �Qu� est� haciendo? �Est� formulando alg�n gran plan en beneficio de sus semejantes? No, no es probable; est� planeando c�mo puede ganar dinero. �l tiene la "fiebre del oro", y cuando la gente tiene fiebre de cualquier tipo, su cuerpo se enferma y no pueden dormir. Una experiencia as� es el primer paso hacia un manicomio.

2. El hombre de mala conciencia. El pecado, como un gusano terrible, est� royendo su vida interior; el fuego del pecado arde por dentro y las llamas calientes ahuyentan el sue�o.

III. El buen durmiente. Nuestro texto deber�a decir: "�l da a su amado en el sue�o", como si les impartiera un regalo en las horas tranquilas de la noche. El sue�o en s� mismo es un regalo precioso; nos ayuda a olvidar los cuidados y preocupaciones de la vida diaria. No podr�amos vivir en medio de las grandes angustias de la vida a menos que Dios viniera a nosotros noche tras noche, infundiera sobre nosotros el esp�ritu de paz y nos acunara para dormirnos; as� como la madre mece al ni�o cansado para que descanse, as� Dios se coloca junto al lecho de su amado y les da sue�o.

El amado del Se�or puede acostarse de noche sin temor; El d�a puede haber sido duro y agotador, enemigos conspirando y calumniando, pero en los brazos de Dios, su amado encuentra la paz. ( WK Bryce. )

Amado de dios

Aqu� hay una hermosa combinaci�n de dos elementos opuestos pero no totalmente diferentes. El amor a la tierra se eleva y es coronado por el amor al cielo. El esposo y padre ausente, en su afecto y gratitud, ve no solo a la esposa cari�osa, o al hijo obediente, cumpliendo su deseo en el trabajo de la casa, o la labranza del campo, o el cuidado de la vi�a. Tiene otra visi�n, m�s justa y santa.

Cuando cada voz en ese hogar distante se silencia en la quietud de la noche, cuando cada mano o pie ocupado descansa bajo el poderoso hechizo del sue�o, �l ve al "�ngel de la presencia de Dios" como constante en su custodia de esa morada sagrada. y de esos seres queridos en medio de las horas ocupadas o las necesidades variadas del d�a. �l ve c�mo esos durmientes est�n acurrucados bajo el ala protectora de Dios con m�s suavidad y fidelidad en sus momentos indefensos e inconscientes, que cuando estaban en movimiento en la casa o diligentes en el campo.

Aprende c�mo el Dios de toda gracia ama a su esposa e hijos m�s y mejor que �l; que el Padre Perfecto protege y bendice a Su amado incluso mientras duermen, incluso cuando no pueden estar haciendo activamente Su voluntad, o devolviendo Su bondad, o cantando Su alabanza.

I. Tratemos de darnos cuenta un poco m�s plenamente del hermoso significado del hecho de que aquellos a quienes amamos y por quienes vivimos son, de hecho y en verdad, mucho m�s �amados de Dios�. Una de las ra�ces m�s profundas y los frutos m�s sublimes de la religi�n cristiana es esta: la convicci�n de que todas las cosas terrenales en su forma m�s verdadera y mejor no son sino sombras, tipos, s�mbolos de lo celestial; que el amor a la tierra no es m�s que el reflejo o la par�bola del amor m�s hermoso y divino del cielo.

Por lo tanto, para un hombre de mente pura y de coraz�n noble, el amor de la esposa o el hijo est� al lado de la influencia del don inefable de Dios: el Cristo, el bautismo o sacramento m�s profundo en las cosas santas que el cielo concede. Las estad�sticas brindan muchas pistas sugerentes en esta direcci�n, y cuentan c�mo la vida conyugal tiende a disminuir la vulgaridad y el crimen en los hogares de la gente. Los observadores agudos de la vida notan estos hechos sagrados, al igual que ella, quien escribi� esas palabras casi id�licas: �En los viejos tiempos hab�a �ngeles que vinieron y tomaron a los hombres de la mano y los llevaron lejos de la ciudad de la destrucci�n.

Ahora no vemos �ngeles de alas blancas. Pero, sin embargo, los hombres se apartan de la destrucci�n amenazante: se pone una mano en la suya que los conduce suavemente hacia una tierra tranquila y luminosa, para que no miren m�s hacia atr�s; y la mano puede ser la de un ni�o ". Digo que rastreamos estas �tiles condiciones de una vida mejor, pero s�lo el que escudri�a los corazones, s�lo el Padre de nuestros esp�ritus puede conocer plenamente qu� fuentes de bendici�n, qu� �ngeles de misericordia, qu� sacramentos del cielo se encuentran en medio marital, paterno, filial. ataduras, ganando a los hombres de caminos que son ego�stas, duros y bajos, y elev�ndolos hacia cualquier cosa que sea pura, justa y verdadera.

�Y qu� sigue, cuando los hombres son as� sensibles a estas exigencias m�s elevadas, vivos a estas voces m�s santas? �Los hombres interpretan a estos mensajeros del bien solo a la luz de su propio bienestar o gratificaci�n? �No est�n m�s bien preparados para creer y comprender que todos estos afectos terrenales no son sino la revelaci�n y la promesa de los celestiales y eternos?

II. Recordemos dos de las principales indicaciones de que somos "los amados de Dios".

1. Hay uno que, por su propia naturaleza, ocupa el primer lugar en todos los razonamientos sobre este tema. Me refiero a la estimaci�n que Dios tiene de los ni�os. Jes�s, la �nica explicaci�n adecuada de cuya maravillosa persona me parece que es esta, que �l era el mism�simo amor del. Padre "manifestado en la carne" - Jes�s en nada dio tanto la estimaci�n de Dios de nuestro ser, nuestra naturaleza, nuestro destino como en Su tributo a la grandeza y santidad de cada ni�o.

Ahora, lo que Jes�s pensaba de la infancia o la ni�ez, que, por paridad de raz�n y la naturaleza misma de las profundas relaciones subyacentes, pensaba igualmente en la juventud, la masculinidad, la feminidad, la vejez.

2. Nuevamente, encontramos la mayor seguridad de que somos �los amados de Dios� en el alcance general y el esp�ritu del Evangelio de Su Hijo. En cada �poca ese Evangelio se vuelve m�s literal y expl�citamente "buenas nuevas" para el mundo. Son buenas nuevas que hablan de edades y edades sin fin, para las cuales los siglos no son m�s que d�as o momentos, en los que Dios tiene los medios y el espacio para satisfacer los deseos de su buena naturaleza en el bien de sus hijos.

�Oh, qu� fuentes de bondad, de cuidado y de simpat�a revelan estos prop�sitos en la naturaleza divina! �Qu� confirmaciones ofrecen del amor eterno que resplandeci� en el rostro y la cruz de Jesucristo? �Qu� garant�as deben inspirar en nuestro coraz�n de que ninguno de nosotros, por desconocido, por m�s abandonado, por despreciado que sea, podr� jam�s reprochar a su Padre? con negligencia o crueldad, o para acusar a Dios de haberlo convertido en un marginado o un hu�rfano.

III. Busquemos consolarnos unos a otros con algunas de las esperanzas pr�cticas en el presente que este hecho de ser �los amados de Dios� permite y exige. Habla de se�ales, de alivio, de compensaciones del coraz�n del Padre Perfecto al coraz�n de Sus hijos necesitados y sufrientes, mucho m�s all� de la medida de nuestras simpat�as o el esp�ritu de nuestras oraciones. El pobre cerebro puede estar nublado, y la raz�n ha perdido su reino, pero qu� momentos de calma, qu� intervalos de lucidez se sabe que llegan a la hora de la oraci�n, o de la menci�n del nombre de Dios.

El pobre sufriente en su postraci�n puede haber perdido el conocimiento y parecer sordo a todo lo que nos rodea, o haber pasado m�s all� de nuestro poder para consolar o ayudar, y sin embargo, �qu� interminables comunicaciones puede haber dentro del Alma, qu� reconfortantes miradas de �ngel de la presencia de Dios �, �qu� suaves pliegues del ala protectora, qu� dulces presagios del sentido y del fin! ( JT Stannard. )

Los dones de Dios en el sue�o

Protecci�n ( Salmo 121:3 ; Salmo 91:1 ; Salmo 91:5 ; Salmo 91:9 ).

II. Refresco ( Eclesiast�s 5:12 ; Jeremias 31:26 ).

III. Iluminaci�n ( G�nesis 46:2 ; Daniel 7:1 ; Hechos 16:9 ; Hechos 18:9 ).

Nadie es tan tonto como para pensar que hay una Providencia, una voz de Dios, en todos nuestros sue�os. Quiz�s la mayor�a de ellos son de origen propio. Pero, sin duda, hay dones de Dios: revelaciones de Dios a Sus probados, afligidos y fieles que duermen. Quiz�s haya pocos de Sus hijos que no hayan escuchado Su voz en la noche. �l no solo nos protege y refresca, sino que nos ilumina.

No despreciemos esos dones buenos y perfectos que vienen de arriba en las horas de tristeza y soledad. Demos gracias y bendigamos a Dios por todas esas cosas preciosas que da a sus amados mientras duermen. ( AG Maitland. )

El peculiar sue�o del amado

El sue�o del cuerpo es un don de Dios. As� dijo Homero de anta�o, cuando lo describi� como descendiendo de las nubes y descansando sobre las tiendas de los guerreros alrededor de la vieja Troya. Y as� cant� Virgilio, cuando habl� de Palinuro qued�ndose dormido en la proa del barco. El sue�o es un don de Dios; y ning�n hombre cerrar�a los ojos, si Dios no le pusiera los dedos en los p�rpados; �No envi� el Todopoderoso una influencia suave y bals�mica sobre su cuerpo que adormeci� sus pensamientos en la quietud, haci�ndolo entrar en ese estado dichoso de descanso que llamamos sue�o?

Es cierto que existen algunas drogas y narc�ticos mediante los cuales los hombres pueden envenenarse casi hasta la muerte y luego llamarlo sue�o; pero el sue�o de un cuerpo sano es un don de Dios. �l lo otorga; �l mece la cuna para nosotros todas las noches; �l corre la cortina de las tinieblas; Le pide al sol que cierre sus ojos ardientes; y luego viene y dice: �Duerme, duerme, hijo m�o; Te doy el sue�o ".

I. Hay un sue�o milagroso que Dios a veces le ha dado a su amado, que ahora no se lo concede. En esa especie de sue�o milagroso, o m�s bien trance, cay� Ad�n, cuando dorm�a triste y solo; pero cuando despert� ya no lo era, porque Dios le hab�a dado el mejor regalo que entonces le hab�a otorgado al hombre. El mismo sue�o que tuvo Abram, cuando se dice que le sobrevino un sue�o profundo, y lo acost�, y vio un horno humeante y una l�mpara encendida, mientras una voz le dec�a: �No temas, Abram; Yo soy tu escudo, y tu recompensa inmensa.

�Tal sue�o santificado tambi�n fue el de Jacob ( G�nesis 28:12 ); Jos� ( G�nesis 37:5 ); Daniel.

II. �l le da a su amado el sue�o de una conciencia tranquila. Creo que la mayor�a de ustedes vio esa espl�ndida imagen, en la Exposici�n de la Real Academia, el Sue�o de Argyle, donde yac�a durmiendo la misma ma�ana antes de su ejecuci�n. Viste a unos nobles all� de pie, mir�ndolo casi con remordimiento; el carcelero est� all�, con sus llaves tintineando; pero positivamente el hombre duerme, aunque ma�ana por la ma�ana su cabeza ser� separada de su cuerpo, y un hombre la levantar� y dir�: �Esta era la cabeza de un traidor.

Dorm�a porque ten�a la conciencia tranquila: porque no hab�a hecho nada malo. Entonces mira a Peter. �Alguna vez not� ese pasaje notable donde se dice que Herodes ten�a la intenci�n de sacar a Pedro al d�a siguiente? pero he aqu�, mientras Pedro dorm�a entre dos guardias, �el �ngel lo golpe�? �Durmiendo entre dos guardias, cuando al d�a siguiente iba a ser crucificado o asesinado! No le importaba, porque su coraz�n estaba claro; no hab�a cometido ning�n mal. Podr�a decir: "Si es justo servir a Dios o al hombre, juzgad"; y, por tanto, lo acost� y se durmi�.

III. Est� el sue�o de la alegr�a que disfruta el cristiano. Cu�n pocas personas en este mundo est�n satisfechas. Ning�n hombre debe temer ofrecer una recompensa de mil libras a un hombre contento; porque si alguien ven�a a reclamar la recompensa, por supuesto, demostrar�a su descontento. Todos estamos en cierta medida, sospecho, insatisfechos con nuestra suerte; la gran mayor�a de la humanidad est� siempre en vuelo; nunca se conforman; nunca encienden ning�n �rbol para construir su nido; pero siempre est�n revoloteando de uno a otro.

Este �rbol no es lo suficientemente verde, no es lo suficientemente alto, no es lo suficientemente hermoso, no es lo suficientemente pintoresco; por lo que siempre est�n en vuelo y nunca construyen un nido pac�fico en absoluto. Cu�n pocos son los que tienen ese contento bendito, que pueden decir: �No quiero nada m�s; Quiero poco aqu� abajo, s�, no deseo nada m�s, estoy satisfecho, estoy contento ".

IV. Dios da a su amado el sue�o de la tranquilidad del alma en cuanto al futuro. �Oh, ese oscuro futuro! El presente puede estar bien; pero �ah! el pr�ximo viento puede secar todas las flores, y �d�nde estar�? �El futuro! Todas las personas tienen necesidad de temer el futuro, excepto el cristiano. Dios da a su amado un sue�o feliz con respecto a los eventos del tiempo venidero.

V. Est� el sue�o de la seguridad. Salom�n durmi� con hombres armados alrededor de su cama, y ??as� durmi� seguro; pero el padre de Salom�n durmi� una noche en el suelo desnudo, no en un palacio, sin foso alrededor de la muralla de su castillo, pero durmi� tan seguro como su hijo, porque dijo: �Me acost� y dorm�, y me despert�, porque el Se�or me sosten�a ".

VI. El �ltimo sue�o que Dios da a su amado es el sue�o de una feliz renuncia. �Queridos siervos de Jes�s! �Ah� los veo! �Qu� puedo decir de ellos, sino que �as� duerme a su amado�? �Oh! �Feliz sue�o! ( CH Spurgeon. )

Regalos en el sue�o

(a los ni�os): - El comienzo del salmo es bastante claro. Se han construido muchas casas hermosas y fuertes; y quiz�s la misma noche antes de que la familia entrara en �l, un incendio lo quem� todo. Lo mismo con una ciudad; los guardias vigilaron, pero el enemigo entr� y la ciudad fue incendiada y destruida. Cuando la gente ve cosas as�, dice: �No podemos evitar que ocurran accidentes; es Dios quien lo hace; todo est� en manos de Dios.

Luego, el poeta contin�a diciendo algo m�s. �Trabajas tan duro como puedes; te levantas temprano y te sientas tarde; y est�s haciendo todo eso para que puedas comer pan; �Y sabes que en toda esa obra tuya no puedes prescindir de la ayuda de Dios? Nunca te conseguir�a tu comida si Dios no te la diera. Dios no duerme cuando t� duermes. 'No es solo nuestra comida y nuestras casas que Dios nos da cuando dormimos, sino que tambi�n nos da las mejores cosas.

Cuando no estaba pensando en ello, muchas de las amistades m�s dulces que han hecho la vida mejor y m�s brillante me han llegado; no las buscaba. Donde los hombres se entregan a ser guiados por Dios, les llega lo mejor. No los plane�; fueron arrojados a mi vida de alguna manera. Cuando la gente se convierte, es constantemente de la manera m�s inesperada. ( WG Elmslie, DD )

Versículos 3-5

Los hijos son una herencia del Se�or.

Ni�os - Dones divinos

Los ni�os no vienen al mundo por casualidad o destino. Dios los env�a como sus dones.

I. Son regalos de gran valor.

1. Son de gran valor en s� mismos.

(1) Las posibilidades intelectuales de un ni�o. En el beb� que la madre por primera vez aprieta contra su pecho, puede haber poderes que se manifestar�n en el m�s grande de los poetas, sabios, ap�stoles, reformadores e incluso �ngeles.

(2) Las posibilidades emocionales de un ni�o. Qu� capacidades de amor y odio, ira y ternura, �xtasis y miseria.

2. Son de gran valor para los padres.

(1) Observe la influencia de un ni�o en la mente de un padre. Abre una nueva fuente de amor. Crea un nuevo mundo de inter�s, proporciona nuevos motivos para la diligencia, la sobriedad y la virtud.

(2) Mire el poder de un ni�o para bendecir a sus padres. Viene con el instinto filial profundamente arraigado en su naturaleza, instinto que, a medida que se desarrolla correctamente, convierte al padre en objeto de su afecto m�s fuerte y puro, de su servicio m�s leal y devoto. Cuando Dios les da a los padres un hijo amoroso y leal, les da lo que es m�s valioso para ellos que las propiedades se�oriales o incluso los reinos poderosos.

II. Son dones que involucran grandes fideicomisos.

III. Son regalos que pueden convertirse en grandes maldiciones. El hombre tiene la facultad de perversi�n. En la naturaleza, puede convertir la comida en veneno, hacer que el rayo de sol vivificante sea su propio destructor y transformar las bendiciones de la Providencia en maldiciones. De este modo, puede tratar con su propio hijo, su regalo m�s selecto de Dios. ( D. Thomas, DD )

Sobre los ni�os

I. Los ni�os son un tesoro divino. Dios premia a los ni�os porque son ...

1. Sus im�genes.

2. Sus instrumentos. Desde un ni�o santo, el Alt�simo puede hacer brillar su gloria con tanta verdad como desde un santo anciano. En la bondad que �l puede formar en los j�venes, hay una belleza atractiva por la que todos los corazones se derriten y que est� capacitada para convencer al m�s orgulloso contradictorio. No son las flores m�s grandes las que el jardinero aprecia con m�s ternura, ni las que se�ala a sus visitantes como la mejor prueba de su habilidad y gusto.

II. Los ni�os son un regalo divino.

1. Uno de inestimable valor. Deben ocupar nuestros lugares cuando nos vayamos, reparar las p�rdidas causadas por la remoci�n de otros, trabajar en aquello con lo que ahora estamos ocupados, continuar y llevar m�s all� cualquier esfuerzo noble y �til que hagamos. han comenzado, no solo para reemplazarnos, sino para superarnos.

2. Uno de influencia feliz. Difunden una armon�a Divina sobre los corazones de quienes los toman como de Dios y los entrenan como para �l. Mantienen vivos nuestros sentimientos m�s nobles. A ellos les debemos mucho de esa ternura de coraz�n, que est� tan amenazada por los negocios, las preocupaciones y la maldad del mundo. Son un testimonio de Dios que no podemos suprimir.

III. Los ni�os son una confianza divina.

1. Debemos esforzarnos por mostrarles un ejemplo correcto.

2. Debemos darles una formaci�n cuidadosa.

3. Debemos mostrar un amable inter�s por ellos.

4. Debemos ofrecerles nuestras fervientes oraciones. ( A. MacEwen, DD )

Ni�os, regalo de Dios

Lo que queremos es que cada padre y cada madre se conmuevan cuando un peque�o es puesto en sus brazos, �Este ni�o es una herencia del Se�or, un signo del favor divino hacia nosotros, una preciosa carga de amor para ser�. educado en su disciplina y amonestaci�n ".

I. Trate de estimar su valor. Como dones de Dios, poseen un valor inestimable. Nada de lo que env�a puede ser in�til. La flor m�s humilde que ��l dibuja en la belleza con un rayo de sol no debe pasarse por alto. De cada obra que lleva la marca de Su toque creativo, por insignificante que sea, se puede pronunciar la exhortaci�n: "Mirad que no despreci�is a ninguno de estos peque�os". Cu�nto m�s se dir� - y dicho por el mismo Maestro de los hombres - de esas florecitas de la humanidad que brotan y brotan y florecen en nuestros hogares.

Las esperanzas de dos mundos, del tiempo y la eternidad, se encuentran en cada ni�o que nace en nuestros hogares. �Nos hemos dado cuenta alguna vez tan completamente como podr�amos hacer de lo que son y en lo que pueden llegar a ser? Si hemos intentado esto, entonces todas las relaciones en las que puedan estar con nosotros no son nada comparadas con esta, para que puedan convertirse en herederas de la inmortalidad y la vida eterna.

II. Trate de comprender sus caracteres individuales. Una familia es un peque�o mundo. Cada miembro tiene una personalidad propia. Pero, �qu� es eso que puede decir? No existe un m�todo m�gico para descubrirlo. Dios tiene la intenci�n de salvarnos del problema de la vigilancia constante enviando con cada ni�o una descripci�n tabulada de su car�cter. Todo est� informe, sin embargo, hay una individualidad distinta que yace y trabaja debajo, y eso se manifiesta a medida que la educaci�n y las circunstancias desarrollan la mente y el coraz�n. Lo que tenemos que hacer es esperar, vigilar y guiar; reconociendo la existencia de la variedad, pero entren�ndola de manera sana.

III. Trate de apreciar el poder de su influencia. �Aprenden de nosotros a honrar y alcanzar los principios m�s elevados? �Ven que nosotros, como hombres y mujeres cristianos, estimamos la piedad y la verdad por encima de todas las dem�s cosas? Sea nuestra influencia tal que alimente en ellos un ferviente amor por lo que es correcto porque es correcto, y un profundo aborrecimiento por todo lo que es mezquino, ego�sta, de doble �nimo, impuro, no cristiano, y entonces sus mentes responder�n. con r�pida sensibilidad a todas las formas de bondad, y se aparta con odio espont�neo de lo que es contrario a la rectitud y la verdad. ( W. Braden. )

El placer que dan los ni�os

Hay un pasaje pat�tico en la autobiograf�a de Herbert Spencer, que se public� hace alg�n tiempo. A la edad de setenta y tres a�os escribi�: �Cuando en Brighton en 1887, sufriendo el hast�o de una vida inv�lida, pas� principalmente en la cama y en el sof�, un d�a, mientras pensaba en las formas de matar el tiempo, pens� que el la sociedad de los ni�os podr�a ser una distracci�n deseable ". Entonces le escribi� a un amigo: "�Me prestar�s algunos ni�os?" Los ni�os le fueron enviados, y de ellos escribi�, �en lugar de simplemente distraerme un poco. ... me proporcion� una gran gratificaci�n positiva ". Y el gran cient�fico que no ten�a hijos a quienes amar anhelaba los dones que no le hab�an sido otorgados.

Versículo 4

Como flechas en la mano de un valiente, as� son los hijos habidos en la juventud.

Ni�os comparados con flechas

1. Una flecha es peque�a pero poderosa. Uno mat� a Acab. Capacidades latentes de un ni�o.

2. Se debe afilar una flecha. Un ni�o debe ser educado, sus facultades desarrolladas. Tenga en cuenta su nitidez natural.

3. Una flecha viaja lejos. �Qui�n puede medir la influencia de un ni�o?

4. Su poder depende de la fuerza y ??el juicio con el que se env�a. Una lecci�n para los padres.

5. Est� firmemente incrustado, si la ramita est� doblada, por lo que crecer�.

6. No enviemos al mundo flechas envenenadas. ( Revisi�n homil�tica. )

Los ni�os como flechas

Hijos, pueden percibir aqu� cu�l es el deber que les deben a sus padres. Los proteger�s en su vejez y ser�s para ellos como flechas en las manos del guerrero. Prot�jalos de los asaltos de la pobreza, en caso de que requieran su ayuda a este respecto. La pobreza y la vejez son compa�eros inadecuados: que sea un placer para ti aliviar este yugo angustioso tanto como puedas. No te dejaron a la fr�a caridad de extra�os cuando eras m�s d�bil de lo que ellos son ahora.

�Por qu� deber�a actuar de manera diferente con ellos y pagar su deuda con una inmensa ingratitud? Debes protegerlos de todas las enfermedades de los a�os en declive. Si no puedes soportar la inquietud de la enfermedad y las sombras cada vez m�s profundas de aquellos a quienes bajo Dios debes tu existencia, y que trabajaron para ti y cuidaron de ti cuando no pod�as hacer nada por ti mismo, qu� simpat�a se puede esperar de los dem�s. ? ( N. McMichael. ).

Salmo 128:1

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Psalms 127". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/psalms-127.html. 1905-1909. Nueva York.