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Bible Commentaries
Salmos 148

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-14

Alabad al Se�or desde los cielos.

El grande, el mayor y el mayor: -

I. El grande. Sol, luna, estrellas, etc.

1. Cu�n ilimitada en variedad.

2. Cu�n inconmensurable en extensi�n.

II. El mayor.

1. Existencias racionales y responsables.

(1) Existencias angelicales.

(2) Existencias humanas.

2. Este universo moral es m�s grande que el no moral.

(1) Refleja m�s a Dios. Refleja Su espiritualidad, Su libertad, Su conciencia, etc. Se ve m�s de Dios en un alma santa que en todo el universo estelar. Este universo moral es mayor porque ...

(2) Lo no moral no es m�s que el s�mbolo, el instrumento, la vivienda, el vestido de la moral. Por grande que sea el universo no moral, �qu� es sin una mente moral? Un teatro sin espectador, una escuela sin alumno, un templo sin adorador, una casa sin inquilino.

III. La mayor. �Qu� es lo m�s grande? "El Se�or." �Su nombre solo es excelente; Su gloria est� sobre la tierra y el cielo ". Lo mejor porque ...

1. �l es el Autor de todo.

2. �l es la estabilidad de todos.

3. �l es la ley de todos. El universo entero es Su voluntad en acci�n. ( David Thomas, DD )

Versículo 3

Alabadle, todas las estrellas de luz.

Lecciones de las estrellas

1. Una de las lecciones m�s impresionantes que aprendemos del estudio de las estrellas es la inmensidad de la creaci�n. Mientras abarrotan el cielo en una noche clara y brillante, vemos la belleza y la fuerza de las palabras empleadas en la antig�edad para expresar el aumento de Israel: "Dios te ha hecho como las estrellas del cielo para la multitud". La distancia entre el planeta m�s lejano y la estrella m�s cercana es de veinti�n billones de millas. Si pudi�ramos viajar tan r�pido como viaja la luz, deber�amos dar la vuelta al mundo cuatrocientas ochenta veces por minuto; y, sin embargo, viajando al mismo ritmo, nos llevar�a tres a�os y siete meses llegar a la estrella m�s cercana.

La distancia de Sirio es tan grande que se necesitar�a un viaje de veinti�n a�os para llegar a ella. Hay otra estrella, visible a simple vista, tan lejana que no pudimos cubrir la distancia en menos de setenta y dos a�os. Viajando al mismo ritmo, se necesitar�an setecientos mil a�os para visitar el grupo, remoto y parecido a una nube, que Sir William Herschell descubri� con su telescopio.

2. Aprendemos de las estrellas la existencia de una ley y un orden permanentes en la creaci�n. Los cuerpos celestes realizan sus revoluciones en per�odos fijos; y aunque algunos parecen una excepci�n a esta regla, sin embargo, s�lo la ejemplifican de manera m�s sorprendente, porque sus irregularidades, que ocurren en momentos determinados, tienen tanto m�todo como sus movimientos uniformes. Byron canta de ...

�Un cometa sin camino y una maldici�n,

La amenaza del universo ".

Pero ahora se sabe de algunos, y se puede inferir de todos, que son tan obedientes a la ley como los planetas mismos. Otra ilustraci�n de la ley la tenemos en los movimientos el�pticos de los cuerpos planetarios. Le debemos a Kepler el descubrimiento del hecho de que todos se mueven en �rbitas el�pticas: que si trazas una l�nea desde el planeta hasta el sol, las �reas descritas por esa l�nea en su movimiento alrededor del sol son proporcionales a los tiempos empleados en el movimiento, y que los cuadrados de los tiempos peri�dicos son como los cubos de la distancia.

El primero de ellos es una ley de formas, los otros dos son leyes de n�meros. Por sus atracciones mutuas, los planetas a veces producen perturbaciones entre ellos. Observando los movimientos irregulares de Urano, los astr�nomos descubrieron a Neptuno; sin embargo, incluso en esos momentos reina el orden. La ley primordial de la gravitaci�n, descubierta por Sir Isaac Newton, esa ley que mantiene a todas las estrellas en su lugar y regula el descenso de un copo de nieve, permanece para siempre.

La ley y el orden se ven en los movimientos de las estrellas dobles. En muchas partes de los cielos se ven dos o m�s estrellas, aparentemente cerca una de la otra, y conectadas entre s� como parte de un sistema. En algunos casos, estas estrellas compa�eras giran una alrededor de la otra; en otros casos, dos o m�s giran alrededor de un centro com�n. Est�n a una distancia mucho mayor entre s� que el planeta m�s alejado de nuestro sistema del sol.

El per�odo de su revoluci�n var�a de treinta a m�s de setecientos a�os. Sin embargo, todos viajan de acuerdo con una ley fija. Y este reino de la ley se puede observar tanto en la parte m�s remota de los cielos como en la m�s cercana. Cada nuevo descubrimiento revela su existencia y funcionamiento.

3. Las estrellas nos recuerdan la belleza y la grandeza de la creaci�n. En la forma esferoide de los planetas y sus sat�lites tenemos la belleza de la forma. Entonces tenemos grados de magnitud y brillo. Se requiere la luz de cien estrellas de sexta magnitud para hacer la de una de primera magnitud. Una estrella difiere de otra estrella en gloria. Hay una variedad de colores, as� como de tama�o y brillo.

�A trav�s de la atm�sfera clara y transparente de una noche siria, sin ning�n tipo de ayuda �ptica, se ve una estrella brillar como una esmeralda, otra como un rub�, una tercera como un zafiro y una cuarta como un topacio: toda la noche los cielos parecen brillar con un resplandor de joyas ". Hay estrellas individuales, cada una brillando con un esplendor propio. Hay racimos de estrellas que cuelgan del cielo como frutos en un �rbol.

Algunos son de forma extremadamente irregular, mientras que otros muestran formas regulares de una tendencia redonda, espiral u otra. La Osa Mayor es una constelaci�n grandiosa y sorprendente. Las Pl�yades resplandecen y se estremecen con resplandor como una coraza de joyas. Ori�n, con su cintur�n de bronce, no solo es la constelaci�n m�s gloriosa de los cielos, tambi�n es una de las pocas visibles en todas las partes del globo habitable.

4. Las estrellas dan testimonio de Dios. Un l�der ateo de la Revoluci�n Francesa le dijo un d�a a un aldeano cristiano: "Vamos a derribar la torre de tu iglesia, para que no te quede nada que te recuerde a Dios o la religi�n". �No solo tendr�s que derribar la torre de la iglesia�, dijo el hombre, �tambi�n tendr�s que borrar las estrellas antes de que puedas destruir todo lo que nos recuerda a Dios. Nos hablan de �l �.

(1) Hablan de Su presencia viva y omnipresente; e ilustran as� las palabras de Cristo: "Mi Padre hasta ahora obra". �l los sostiene mediante la acci�n constante de Su poder.

(2) Dan testimonio de la condescendencia y el cuidado de Dios. Mientras hablan de su majestad y poder, hablan al mismo tiempo de nuestra peque�ez. Sin embargo, el poder que hizo y sostiene las estrellas hizo y sostiene al hombre. ( W, Walters. )

Versículo 8

Nieve y vapores.

Los glaciares como profetas

De lo visible adivinamos lo invisible. En lo f�sico encontramos par�bolas concernientes a lo espiritual, e incluso discernimos la ley natural en el mundo espiritual. El Maestro de maestros tomaba a menudo Sus textos de la Biblia m�s libre de la Naturaleza cuando expon�a la constituci�n de Su Reino o los atributos de la Deidad. Hoy "entremos en los tesoros de la nieve" y recordemos algunas lecciones preciosas all�.

La nieve es el vapor de agua cristalizado. Los �tomos que componen toda la materia tienden, cuando est�n libres, a asumir la forma cristalina, y por el agua, que es un solvente de casi todas las sustancias, los �tomos generalmente se liberan y en su libertad se combinan. Entonces obtenemos cristal de roca de la resoluci�n del pedernal, espato de Islandia como una forma cristalina de los �tomos de tiza, diamantes de carbono y cristales de nieve de la humedad agregada en las nubes directamente, la temperatura es lo suficientemente baja como para congelar esa humedad.

Cuando el aire est� en calma se producen estrellas de seis rayos, como podemos ver a simple vista cuando quedan atrapadas en una superficie fr�a. El hecho de que sean conducidos juntos por corrientes de aire hace que su belleza y su individualidad se pierdan en el copo de nieve informe. Cuanto m�s fr�o est� el aire, m�s peque�o es el cristal. �Podemos dudar de que su forma geom�trica sea una evidencia de la presencia activa y la acci�n en la naturaleza de una mente ordenada? �Que la estructura de todos los cristales basada en leyes y relaciones matem�ticas muestra la obra de un gran Geometrista del Universo? Atrapa algunos cristales de nieve.

Tan ordenados en belleza est�n, que sentimos que a ellos tambi�n se les ha susurrado: "Sed vosotros perfectos, como vuestro Padre es perfecto". Diminutos son cada uno, pero perfectos en la belleza de la forma. Es posible que en nuestros microscopios hayamos aprendido a inscribir, M�ximo en mini- mises: �Inmensurablemente grande eres T� en lo m�s m�nimo, oh Dios! La hermosa escultura de las diatomeas en el reino vegetal, de las pruebas de los infusorios en la base de la vida animal, y el recuerdo de que s�lo el n�mero m�s infinitesimal de sus inconcebibles hu�spedes puede ser visto por el ojo del hombre, que s�lo su Hacedor puede ver. deleitarse en su perfecci�n absoluta, nos invita a estallar con un credo que es un mandamiento.

Podemos, debemos, apuntar a la perfecci�n, porque nada menos que la perfecci�n expresa e imita la calidad de la mente y el trabajo Divinos. Tan hermosos son cada uno y, sin embargo, cu�n variados. Se han observado m�s de mil formas de cristales de nieve, aunque todas tienen la unidad necesaria de tener seis rayos. No hay ning�n acto de uniformidad aqu�, ni en ninguna parte de la Naturaleza, porque la uniformidad es la ignorante parodia del hombre de la unidad que solo Dios desea y crea.

Pero ahora rastreemos estos cristales y estos copos, no hacia atr�s sino hacia adelante, como lo har�a quien los viera caer suavemente sobre la cima de una monta�a. Conducir�n a pensamientos muy distintos de los de la belleza y la bondad, y lo que ha sido una estrella gu�a puede convertirse ahora en un faro de advertencia. Diminutos son cada uno, y casi sin peso. �Pueden los que han tenido relaci�n con los valles por los que hemos ascendido, los barrancos por los que hemos trepado? �Tienen algo que ver con el duro hielo azul del glaciar, sus grietas y su tallado incluso de las rocas de granito? Luz y ca�da silenciosa; blanco por el aire enmara�ado de las escamas y por la mezcla de los colores prism�ticos en su reflejo de las diminutas caras de los cristales; sin embargo, en su multitud causan presi�n mientras yacen hoja sobre hoja;Se forma neve, mitad nieve y mitad hielo.

Pero a�n as�, la presi�n aumenta con las nuevas ca�das de nieve arriba, y finalmente la neve se convierte en el hielo azul y sin aire del glaciar. Pero este poderoso campo de hielo no permanece nivelado ni en reposo; seguramente, y sin pausa, se mueve hacia abajo, aunque imperceptiblemente a la vista. Tampoco deja de tener efecto en todo lo que toca. Esculpe con sus piedras incrustadas surcos en los acantilados que lo delimitan y forman su lecho; alisa, como en una vasta llanura, las rocas m�s duras sobre las que se arrastra, y deja estos testimonios grabados en la roca para ser le�dos en edades lejanas en el futuro, cuando y donde el glaciar mismo haya dejado de estar.

Ahora bien, en todo esto podemos ver una par�bola del curso habitual del mal moral, desde su comienzo en el pecado venial casi inadvertido que no se resiste por ser considerado sin importancia, continuando por la repetici�n y agregaci�n para acumular fuerza y ??poder destructivo, hasta que por fin existe es la fijeza del mal que afecta poderosamente su entorno. Tan ligero es cada cristal de nieve al caer; tan trivial que parece ese poco de amor propio, o voluntad propia, o confianza en uno mismo, la ligera exageraci�n, el �nico albergue moment�neo de un mal pensamiento; ese cuestionable uno por ciento adicional de ganancias; el orgullo que es poco m�s que la conciencia del �xito; el resentimiento que parece justificado, de que, consider�ndolo uno por uno, y olvidando el peso acumulativo de los n�meros, a�n no se ha despertado el sentido del pecado,

E incluso el copo de nieve, formado cuando los cristales se han juntado, se siente s�lo cuando cae sobre la cara descubierta y levantada, y luego como un toque, sin magulladuras, y ciertamente sin heridas resultantes, sin sensaci�n de carga; y tan blanco todav�a por el aire enmara�ado. As� que, junto con los pecados veniales, hay todav�a tanta atm�sfera de gracia habitual, tanta vitalidad espiritual todav�a, tanta actividad en las buenas obras, que no parece haber perspectiva de la eliminaci�n del aire del cielo que, con el tiempo, puede convertir la ventisca que un viento puede entrar en el pesado y aplastante hielo oscuro y sin aire del glaciar.

Sin embargo, el proceso es natural una vez iniciado. La multitud de cristales imponderables provoca peso. La superposici�n de peque�as fuerzas crea un poder que dif�cilmente se puede resistir. Gradualmente, los lechos de nieve se transforman en nevos a medida que su presi�n expulsa el aire; y poco a poco, desapercibidos y sin resistencia, peque�os senos enfr�an el coraz�n, entorpecen la sensibilidad de la conciencia y forman primero la tendencia y luego el h�bito de frialdad y apat�a hacia los intereses e invitaciones, e incluso los mandatos del deber hacia la propia vida superior. -Deberes para con el pr�jimo y de Dios.

No es que el mal manifiesto sea todav�a aparente: nunca, a simple vista, no es tan diferente de la nieve. La respetabilidad permanece, la moral aparentemente no se pierde: la dureza del hielo sin aire a�n no se ha producido. Pero es s�lo una cuesti�n de tiempo y de la continuaci�n de la presi�n creciente como tormenta de nieve sobre tormenta de nieve e invierno tras invierno espesa la masa superincumbente. Por fin se forma el hielo: sin aire, duro y listo para destruirse.

Para el ojo, en un momento dado, no parece haber movimiento, y s�lo mediante una observaci�n minuciosa y cient�fica se nota y calcula el flujo descendente. �No es as� en la decadencia moral del esp�ritu humano? Un d�a no trae consigo un deterioro evidente del car�cter. El esp�ritu let�rgico y congelado piensa y confiesa que es como de costumbre de a�o en a�o, y sin embargo, todo el tiempo, de manera bastante visible para el ojo afligido de su Creador, su Redentor y su Santificador, el curso descendente continuo est� produciendo cualquier detenci�n. de este progreso hacia la muerte menos f�cil.

Los actos crean un h�bito, y el h�bito forma un car�cter permanente con seguridad, aunque quiz�s tan desapercibido, como la nieve se transforma en neve y neve en glaciar. Pero, nuevamente, observamos la corriente de hielo descendente y muerta, no solo en s� misma, sino que afecta todo lo que toca. Nadie vive para s� mismo y nadie muere para s� mismo es un axioma verdadero en el orden econ�mico, social, natural y espiritual de las cosas.

Cu�n absolutamente imposible es la existencia de confianza en el dicho com�n, "�l no es el enemigo del hombre sino el suyo", y a�n m�s en la excusa popular, "Si lo hago, no hago da�o a nadie m�s que a m� mismo". El coraz�n fr�o debe helar a otros corazones. No solo el fervor del celo, sino la par�lisis de la indiferencia y la inacci�n es contagiosa. Nuestros amigos, nuestros asociados y la mayor parte que, desconocidos para nosotros, deben ser y son influenciados para bien o para mal por lo que decimos, escribimos o hacemos, y por la mayor elocuencia de lo que somos, forma, como eran, las orillas del r�o de nuestra vida, y cada �tomo de esa orilla est� emocionado por nuestro movimiento.

�Parecen algo m�s duro que nosotros? Sin embargo, incluso los acantilados de granito est�n alisados ??por el hielo m�s suave del glaciar que pasa y marcados por los fragmentos de roca que ha absorbido. Y, por �ltimo, las cicatrices quedan cuando el glaciar ha desaparecido, derretido por un clima m�s benigno. Los glaciares en Inglaterra fallecieron siglos antes de la memoria hist�rica o incluso tradicional, pero sus efectos permanecen. No s�lo �las acciones de los justos huelen dulcemente y florecen en el polvo�, sino que igualmente las acciones injustas son una fuente de infecci�n mucho despu�s de que se olvide a los hacedores.

Estos pensamientos han sido solemnes, sombr�os por as� decirlo, pero la naturaleza es un sal�n de clases, no simplemente un patio de recreo, y es al soportar la dureza, intelectual y espiritualmente, que uno se convierte en el soldado de Cristo, el profeta de Dios. Nuestros paseos por las monta�as derivan su encanto de la mezcla de lo que siempre es terrible con lo que es hermoso; precipicios negros permanecen en nuestra mente, as� como la riqueza de flores en los prados; el rugido alarmante de una avalancha resuena en nuestra memoria, as� como la suave armon�a de campanas y riachuelos abajo; y as�, aunque la mayor�a de las veces estamos notando con j�bilo agradecido todas las cosas que parecen ondulaciones centelleantes en la corriente del amor de un Hacedor, bien puede escucharse el tono de advertencia: s� cortejado por la vida; tener miedo de la muerte. Canta tu Eucarist�a ante las evidencias del amor; Canta tambi�n tu Letan�a ante el recordatorio de la necesaria justicia de Dios. (JW Horsley, MA )

Viento tempestuoso que cumple su palabra. -

El uso divino de fuerzas destructivas

Algunos de nosotros recordamos un paseo por un parque el d�a despu�s de un hurac�n: hojas, ramitas, ramas arrancadas violentamente de sus troncos esparcieron el suelo en todas direcciones; robles que se han mantenido erguidos tal vez desde los d�as de los Plantagenet ahora yacen postrados. Tampoco es la vida vegetal la �nica v�ctima. El ojo se posa en lo que queda de un nido de pichones arrojados al suelo desde su hogar destrozado; o quiz�s aqu� y all� el cad�ver de un animal que hab�a corrido a refugiarse bajo la cubierta de un �rbol que ya se tambaleaba hacia su ca�da.

O estamos en la costa del mar, las olas furiosas est�n amainando, y mientras las miramos, ahora ponen a nuestros pies las vigas de lo que conocemos hace unas horas debe haber sido el hogar de los seres humanos; y luego flota uno y otro fragmento del mobiliario de un barco, y luego, quiz�s, por fin, un cuerpo humano, tan magullado y herido por su rudo contacto con las rocas que apenas se reconoce.

�Cumpliendo su palabra�. De una forma u otra, entonces, Su palabra se cumple en esta devastaci�n y desfiguraci�n de lo que Sus propias manos han hecho; y el agente que lo inflige obedece a una ley tan regular como la que rige el movimiento del planeta, aunque con condiciones m�s complejas. En su historia temprana, esta tierra parece haber sido el escenario de una serie de cat�strofes, cada una de ellas producto de la ley existente, cada una de ellas la preparaci�n para algunas formas superiores de vida.

A medida que pasamos del mundo f�sico e inanimado y entramos en lo humano, lo espiritual y lo moral, encontramos nuevas y ricas aplicaciones de las palabras que tenemos ante nosotros. Aqu� el viento y la tormenta se convierten en expresiones metaf�ricas, sin embargo, tienen contrapartes reales en las pasiones y la agencia del hombre. Tambi�n aqu�, como en otras partes, los vemos cumpliendo la palabra de Dios.

I. Comencemos por el Estado. Toda persona reflexiva debe saber cu�n �ntimamente est� ligado el bienestar de la humanidad al mantenimiento del orden social, y la estabilidad y vigor de las instituciones existentes con buen gobierno, con la debida seguridad de vida y propiedad: es el Estado el que organiza y combina las condiciones de una vida humana bien ordenada. El Estado responde en la vida social del hombre a la naturaleza f�sica en la vida animal del hombre.

Su fuerza y ??orden invariable son garant�a del bienestar del hombre; y, sin embargo, el Estado est� expuesto a tormentas destructivas que rivalizan en su esfera con las cat�strofes m�s violentas de la naturaleza: y la pregunta es c�mo tales tormentas est�n cumpliendo la palabra de Dios.

1. Est�, por ejemplo, la tormenta de la invasi�n, el resultado extremo y m�s temido de la tormenta de la guerra. Probablemente, antes del establecimiento del Imperio Romano, nunca antes del establecimiento del Imperio Romano se pudieron asegurar tales bendiciones como un gobierno bien ordenado para una proporci�n tan grande de la familia humana como entonces. Tras el sometimiento de una serie de peque�os Estados que estaban continuamente en guerra entre s�, los romanos establecieron un vasto sistema de leyes y polic�as, que era casi contiguo con el mundo civilizado.

Se extend�a desde el �ufrates hasta el Estrecho de Gibraltar, desde las colinas de Grampian hasta los desiertos de �frica. Este maravilloso edificio pol�tico, que fue iniciado por los soldados de Roma, que fue construido y completado por sus abogados y sus administradores, era tal que su aparente fuerza, su compacidad y su sabidur�a pr�ctica hicieron que los hombres creyeran que durar�a para siempre. Pero pasaron los siglos y las corrupciones morales, importadas principalmente de Oriente, devoraron el coraz�n y la fibra de la fuerza romana; y luego vino la tormenta de las invasiones b�rbaras.

Vinieron, godos, hunos y v�ndalos; Siguieron avanzando, ola tras ola, rompiendo las debilitadas defensas de la civilizaci�n en decadencia; Luego vinieron, destruyendo ciudades, devastando provincias, rompiendo por completo el viejo tejido de la sociedad y estableciendo en su lugar un estado de cosas del que Roma hab�a librado al mundo, una serie de peque�os Estados en constante guerra entre s�, y carentes de en no pocos casos las condiciones primarias del orden social.

Y sin embargo, este viento y esta tormenta, podemos verlo, cumpli� la palabra de Dios. Roma hab�a hecho su trabajo, y el mal que se pudr�a bajo su ordenado esplendor al final sobrepasaba con creces el bien que pod�a ser asegurado por su mayor permanencia. Dej� al mundo sus grandes concepciones de la ley y el gobierno que nunca fueron mejor apreciadas que en nuestros d�as; ten�a que dar cabida a naciones nuevas y vigorosas, instintivas de esp�ritu m�s sano, guiadas desde la infancia de su existencia por una religi�n divina; y las escenas de ruina en las que pereci� ten�an una sanci�n que ha sido justificada por el suceso.

2. Est� la tormenta de la revoluci�n, m�s terrible en sus fases extremas que la tormenta de la invasi�n o la tormenta de la guerra, as� como la crueldad o el mal a manos de los parientes es m�s insoportable que a manos de extra�os. Tal tormenta fue la que estall� sobre Francia en los �ltimos a�os del siglo XVIII. De hecho, podemos ir muy lejos para encontrar un paralelo con el terror jacobino en el punto de la ferocidad deliberada perpetrada en nombre y en medio de una civilizaci�n avanzada.

Las brutalidades del Comit� de Seguridad P�blica son m�s repugnantes por el contraste que presentan con las altas profesiones de una sensible filantrop�a en medio de la cual la Revoluci�n fue introducida. Y sin embargo, al mirar hacia atr�s en esos a�os terribles que ocuparon toda la atenci�n de nuestros abuelos, tambi�n podemos rastrear en ellos el viento y la tormenta que cumplieron la palabra de Dios. La vieja sociedad as� destruida era incompatible con el bienestar de la mayor parte del pueblo franc�s; y las agon�as de la Revoluci�n han sido contrarrestadas por el intercambio que millones han hecho de una vida de grandes penurias y opresi�n por una vida en la que todos los hombres son iguales ante la ley.

El que hace de las nubes de la pasi�n humana sus carros, el que camina sobre las alas del viento de la violencia humana, permiti� que una compa��a de rufianes pedantes, que por el momento controlaban los destinos de Francia, obrar su miserable voluntad, porque �l ten�a en vista un futuro m�s amplio que mostrar�a que, aunque inconscientemente, estaban cumpliendo Sus elevados prop�sitos de benevolencia y justicia.

II. En la Iglesia, la sociedad divina, seguimos las operaciones de la misma ley. La Iglesia est� expuesta a tormentas que en su vida superior corresponden a tormentas de invasi�n y tormentas de revoluci�n en la vida del Estado.

1. Por lo tanto, est� la tormenta de persecuci�n que en las Escrituras se atribuye claramente a la agencia de Satan�s. Bien pudo haber parecido a los primeros cristianos dif�cil y casi ininteligible que el Padre todopoderoso y amoroso hubiera llamado de entre la humanidad a la existencia de la sociedad de Sus verdaderos hijos y adoradores s�lo para exponerla a la feroz prueba que la golpe� con tal fuerza. despiadado, con una furia casi incesante durante los tres primeros siglos de su existencia; y sin embargo, al mirar hacia atr�s, podemos ver que esta educaci�n en la escuela del sufrimiento no fue innecesaria ni desechada.

Si el Jefe de la nueva sociedad hubiera sido coronado de espinas, los miembros no podr�an esperar ser coronados con rosas y, al mismo tiempo, estar en verdadera correspondencia y comuni�n con el Jefe. Si la tormenta de la persecuci�n barri� la cuna de Bel�n cuando los santos inocentes fueron enviados a sus tronos designados por la espada de Herodes; si golpe� con furia implacable sobre esa cruz donde �l colg�, el Infinito y el Eterno, expiando el pecado humano, no podr�a ser sino que Sus miembros se perfeccionar�an a trav�s del sufrimiento.

2. Y est� la tormenta de la controversia. Entre el car�cter sagrado de las verdades divinas y las furiosas pasiones que se enfurecen a su alrededor cuando se abren las compuertas de la controversia, est� el espantoso contraste que todos sentimos m�s profundamente en nuestros mejores momentos; y sin embargo, el viento y la tormenta de la controversia tienen su lugar y uso en el gobierno providencial de Dios de Su Iglesia. Si San Pablo no hubiera resistido a St.

Pedro en su cara en Antioqu�a, parece probable que, humanamente hablando, la Iglesia de Cristo nunca hubiera excedido las dimensiones de una secta jud�a. Si Atanasio no se hubiera opuesto a Arrio en Alejandr�a, es dif�cil ver c�mo, si no fuera por una intervenci�n milagrosa, la Iglesia habr�a continuado ense�ando la Divinidad de Jesucristo. Si Agust�n hubiera permitido que Pelagio y sus coadjutores pasaran sin oposici�n, la cristiandad occidental al menos habr�a dejado de creer que somos salvos por gracia.

Las controversias del siglo XVI hundieron a gran parte de Europa en la anarqu�a espiritual; pero al mismo tiempo despejaron las brumas que deb�an haber colgado en una corrupci�n cada vez m�s espesa sobre el rostro de la cristiandad. A nuestra propia �poca no le ha faltado toda su parte de disputas religiosas, y no hemos escapado de las angustias y los otros males que siempre las acompa�an. Pero esos vientos y tormentas de controversia han cumplido en su medida la palabra de Dios al rescatar del olvido verdades casi olvidadas; recordando a los cristianos un est�ndar de vida y una pr�ctica m�s verdadero y m�s elevado que casi hab�an olvidado; sacando a la luz el acuerdo que a menudo subyace en aparentes diferencias, as� como las profundas diferencias que a menudo atraviesan un acuerdo enga�oso; persuadiendo a los hombres de buena voluntad para que combinen el valor en la defensa de la verdad con un porte caballeroso y caritativo hacia sus oponentes; profundizando nuestro sentido de la preciosidad de ese pozo de verdad de Dios que est� atestiguado por nuestros malentendidos, por nuestras luchas, por nuestras faltas de conducta y de temperamento que acompa�an el esfuerzo que se hace para reconocerlo y proclamarlo. S�, incluso la controversia puede tener sus bendiciones.

III. Y no menos aplicables son las palabras a la experiencia de la vida individual que es asaltada por tormentas que en sus diversas formas cumplen la voluntad o la palabra de Dios. Est�n los problemas externos de la vida; p�rdida de medios, p�rdida de amigos, p�rdida de reputaci�n, la mala conducta de los ni�os, las incursiones de la mala salud, la lenta decadencia de esperanzas que alguna vez fueron brillantes y prometedoras; estas cosas son lo que los hombres solo quieren decir cuando usan la met�fora en su charla com�n.

Las tormentas de la vida tambi�n representan desastres y fracasos de tipo m�s o menos externo. Y sin duda, cuando caen sobre nosotros en r�pida acumulaci�n, quebrantan los nervios y el esp�ritu, nos derriban, como dice el salmista, �hasta el polvo�. Pero estas tormentas seguramente no son raras veces nuestras mejores amigas si tan solo lo supi�ramos. Rompen la clase de alianza que el alma, a pesar de su origen y destino superiores, est� siempre demasiado dispuesta a hacer con el mundo exterior de los sentidos.

Nos arrojan del reino de las sombras al otro reino que est� tan cerca de nosotros, que olvidamos tan f�cilmente, pero donde todo es vida. La vida est� llena de ilustraciones de la verdad de que estas tormentas est�n destinadas a cumplir y cumplen la palabra de Dios al promover la conversi�n y la santificaci�n de las almas. Hay, por ejemplo, almas que est�n expuestas a feroces pruebas intelectuales, porque de ninguna otra manera, seg�n parece, aprender�an o podr�an aprender la paciencia, el coraje, la humildad, la desconfianza en s� mismos que son tan esenciales para el Car�cter de Christian.

No hay duda de que existe un terrible riesgo de que la violencia de la tormenta los desgaste y se hundan desanimados, se acuesten y mueran. Pero la lucha no debe abandonarse en ning�n caso; y la gracia de Dios es suficiente para todos los que la buscan, ya que "su poder se perfecciona en la debilidad". ( Canon Liddon. )

La palabra de Dios cumplida en la naturaleza

Tenemos tendencia a pensar y hablar como si todo hubiera sido hecho para nosotros, como si el sol, la luna y las estrellas, las monta�as y colinas, los �rboles fruct�feros y todos los cedros, las bestias y todo el ganado, los reptiles y las aves voladoras hubieran tenido ning�n otro objeto que nuestro placer y comodidad. Considerando que, en verdad, todos estos fueron dise�ados para alabar a Dios. Primero, entonces, cada uno de estos glorifica al Se�or al obedecer la voluntad de su Hacedor.

El cumplimiento de su designio al hacerlos es, de acuerdo con su propio nombramiento, la prueba de que los ha hecho bien y, por lo tanto, de que es digno de ser alabado. Tambi�n lo alaban al realizar su obra. A veces les conf�a encargos especiales. El fuego que vino, en la oraci�n de El�as, para decidir la elecci�n del pueblo entre Baal y el Se�or, cumpli� una palabra distinta de Dios; tambi�n lo hizo el granizo que destruy� las cosechas de los egipcios; as� lo hizo la nube que recibi� a nuestro Se�or ascendente; y el fuerte viento que azot� el barco de Jon�s; y la gran lluvia que comenz� en la peque�a nube de la promesa concedida al profeta arrodillado.

Y as�, de nuevo, la gloria de Dios es servida por estos, cuando despiertan las mentes de Sus hijos e hijas para considerar en estas fuerzas materiales las operaciones de Sus manos. �Qu� bueno, qu� honor se le rinde al Se�or de todas las cosas, cuando se nos ense�a por las visiones y los sonidos de la naturaleza que son los instrumentos de Dios, discernir incluso a �l, el Se�or mismo, en la tormenta de nieve y en el cielo! la tempestad del oc�ano, y el fuego de la pradera, y las grandes piedras de granizo, y las brumas impenetrables. Cu�n gloriosamente, tambi�n, todos estos pueden ensalzarlo al sugerirnos analog�as, ense�anzas de ese mundo espiritual, del cual encontramos tantas im�genes y par�bolas a nuestro alrededor por todos lados.

Estos no son fantasiosos, Dios no permita que pensemos as�. Nuestro bendito Se�or los emplea una y otra vez, en Su doctrina del Evangelio, cuando muestra el significado celestial de las escenas terrenales. Y as� como el Hijo Eterno, as� tambi�n el Padre Eterno, en la profec�a del Evangelio, usa solo esta imagen ( Isa�as 55:10 ).

1. Una de las primeras lecciones que se pueden aprender de tales visitaciones es nuestra total dependencia de Dios. Mire la forma en que la compleja maquinaria de este gran pa�s se ha descompuesto repentinamente por unas pocas horas de nieve: c�mo nuestro servicio postal, nuestros tel�grafos, nuestro negocio com�n, nuestros mercados, nuestro comercio, nuestras escuelas, nuestro Las relaciones mutuas han sido interrumpidas como en un momento por las m�s peque�as part�culas de nieve que se unen contra nosotros en masas irresistibles: un gran ej�rcito del Se�or, tan poderoso como las langostas de Su env�o. Aqu� est�, de hecho, una revelaci�n del poder de Dios para sujetarnos y mostrarnos Su gran fuerza en cualquier momento.

2. Ya que nosotros mismos dependemos enteramente de �l, debemos recordar, con caridad abnegada, a aquellos a quienes �l ha sufrido para ser golpeados por las aguas turbulentas, o el viento furioso, o la helada y la nieve cortantes. No solo debe haber, aunque �l lo desee, el fruto de nuestros labios que dan gracias a Su Nombre: adem�s de esto, no debemos olvidar hacer el bien y distribuir, porque es con tales sacrificios que Dios est� muy contento.

3. Aunque el coraz�n es el asiento de la santa gratitud, los labios son las puertas por las que pasa al trono de la gracia celestial. Nuestra oraci�n debe ser �sta, la petici�n familiar, pero muy poco la nuestra: �Oh Se�or, abre nuestros labios; y nuestra boca anunciar� tu alabanza �? ( GE Jelf, MA )

La mano de Dios en el viento y la tormenta

La mano de Dios est� en el viento y la tormenta. �l lo eleva, lo dirige y lo gobierna, y lo silencia de nuevo.

I. Dios emplea el viento tempestuoso para cumplir sus juicios amenazados. No digo ni supongo que los hombres que perecen en la tormenta sean m�s pecadores que los dem�s, m�s que los hombres sobre quienes cay� la torre de Silo�, o los hombres cuya sangre Pilato mezcl� con la sangre de sus sacrificios. Se nos proh�be juzgar el estado eterno de cualquier hombre por la forma de su muerte. Pero sabemos y estamos seguros de que la muerte nunca es un accidente, que en todos los casos, y como efecto com�n del pecado, siempre es un juicio; y que, tan a menudo como lo hace el viento tempestuoso, este es el ministro del juicio que Dios ha decretado y amenazado.

II. El viento tormentoso cumple la palabra de la misericordia prometida por Dios. Directamente, y por su propio efecto, es el ejecutor del juicio; indirectamente, Dios lo usa para el resultado opuesto. Porque, �es necesario que les diga que Dios persigue un plan de misericordia a favor de nuestro mundo, as� como un juicio, que en Su obra maravillosa lo cumple en parte por el mismo juicio que env�a a la tierra? Los mismos eventos en la providencia, ya saben, obran para los fines m�s opuestos con respecto a diferentes individuos, ya que la columna de nube, que infundi� temor y confusi�n en las huestes del Fara�n, anim� el campamento de Israel con coraje y confianza.

�Y qui�n de todos ustedes, que tiene cuidado de marcar los tratos de Dios con ustedes, pero tiene, en relaci�n con la tormenta, raz�n para cantar de misericordia as� como de juicio, que, en medio de sus frecuentes exposiciones, ha sido preservado? �Que te has librado de esos peligros en los que ha perecido este y aquel otro de tus compa�eros? Esto seguramente exige de ti, al menos, que reconozcas las riquezas de la bondad, la paciencia y la paciencia de Dios para contigo, pues no queriendo que perezcas, sino que llegues al arrepentimiento.

III. El viento tormentoso cumple la palabra de Dios al servir de muchas maneras para promover el gran fin de la disciplina moral.

1. Recordar a los hombres al sentido de un Dios olvidado.

2. Para reprender y castigar a los hombres.

3. Probar la gracia del pueblo de Dios, explorar su debilidad o manifestar su fuerza. ( J. Henderson, DD )

Versículo 9

Monta�as y todas las colinas.

Im�genes de monta�as en las Escrituras

En las Escrituras, las monta�as se usan para establecer:

I. El lugar de especial comuni�n con Dios. La Biblia a menudo se refiere a las monta�as como si, en un sentido especial, pertenecieran a Dios. En realidad, todas las cosas son de Dios: los valles y las colinas, las llanuras y las monta�as. Pero creo que nunca te encuentras con Dios hablando de estas otras cosas como lo hace con las monta�as. �l no dice, �Mis valles�, �Mis r�os�, pero s� dice, �Mis monta�as.

�Y cuando nos paramos y miramos una monta�a, con su cima traspasando las nubes, bien puede venirnos el pensamiento: Si los valles y las llanuras le han sido entregadas al hombre, Dios ha reservado las monta�as para �l mismo. Si el hombre puede escalarlos, no podr� vivir de ellos. Y hay algunos cuyas cumbres nunca podr�n alcanzarse. S�, si queremos desterrar los peque�os pensamientos nacidos en la tierra, las preocupaciones y los problemas, si los excluimos mediante la entrada de pensamientos mayores, entonces escala la monta�a, ve a su cima si puedes, y es probable que vengas. volver a otro hombre.

De acuerdo con todo esto, nuestro Salvador, cuando quiso que sus tres disc�pulos perdieran de vista la tierra mientras contemplaban su gloria celestial, los llev� a la cima de una monta�a. Y cada vez que �l mismo quer�a dejar el mundo atr�s y encontrar un lugar donde pudiera sentir que su Padre estaba muy cerca y tener una comuni�n �ntima con �l, �sub�a a un monte a orar�.

II.El gran poder de Dios. Los antiguos maestros hebreos, cuando quer�an mostrar a la gente lo fuerte que era el brazo de Jehov�, usaban, en efecto, para se�alar las monta�as y decir: �Perm�tanme decirles lo que Jehov� puede hacer con ellos�. Isa�as es rico en im�genes de este tipo. En un momento, el profeta quiso hacer que la gente sintiera la inmensa disparidad entre ellos y Dios, y les hizo la importante pregunta: "�Qui�n pes� los montes en balanza?" Cuando el profeta nuevamente desea decirnos las cosas poderosas que Dios ha hecho, y especialmente para llamar la atenci�n sobre la manera tranquila, f�cil y silenciosa en que Dios puede llevar a cabo eventos maravillosos, cu�n espl�ndidamente efect�a esto al decir: �Los montes fluyeron Tu presencia �! Cuando Jerem�as quiso retratar v�vidamente a la gente los terribles juicios que su ojo prof�tico pod�a ver que Dios estaba a punto de traer sobre su tierra porque hab�an sido rebeldes, entre otras cosas dice: �Contempl� las monta�as, y �he aqu�! ellos temblaron.

Cuando Nahum busca hacer que el pecador impenitente sea sensible a los terrores del Se�or, aunque es lento para la ira, dice: �Los montes tiemblan ante �l, los collados se derriten y la tierra se quema ante Su presencia�. Y Habacuc muestra que no se debe jugar con el poder de Jehov� cuando, m�s de una vez, dice: �Las monta�as te vieron y temblaron�. S�, estas colinas inamovibles tiemblan cuando ven a Dios; y qu�, entonces, har�n los pecadores impenitentes: hombres que no se dan cuenta de lo que Dios tiene que decirles; que mantienen sus pensamientos atados a las cosas terrenales, y nunca reconocen a Dios en ninguno de Sus caminos?

III. Gran antig�edad e inmutabilidad ( Habacuc 3:6 ; Salmo 90:2 ; Isa�as 54:10 ).

IV. S�mbolos de inmensos obst�culos y dificultades ( Mateo 17:20 ; 1 Corintios 13:2 ).

1. El camino de la vida de cada individuo tiene sus obst�culos. No solo pasamos a trav�s de nubes y sol, y por lugares accidentados y lisos, sino que a veces tenemos que enfrentar obst�culos que parecen estar tan lejos de nuestro poder para movernos a un lado como lo estar�a la alta monta�a. �Pero an�mate, amigo! porque si no puede quitarlo, si no puede quitarlo de su camino en un instante, como a la mayor�a de nosotros en nuestra impaciencia nos gustar�a hacer con todas nuestras dificultades de la monta�a, pero con un esfuerzo constante y persistente puede dominar la monta�a y obtener el lado correcto de ella poco a poco.

2. Pero las monta�as tambi�n aparecen en las Escrituras como s�mbolos de las dificultades que se interponen en el camino de la conquista del mundo por parte de Cristo. Los Alpes se interpon�an en el camino de An�bal y Napole�n cuando buscaban conquistar Italia; y monta�as m�s vastas todav�a parecen interponerse en el camino de la conquista del mundo por parte de Cristo. La falta de voluntad del pueblo para escuchar el mensaje de reconciliaci�n es una monta�a poderosa en el camino de la marcha victoriosa del Salvador; e incluso cuando escuchan, la incredulidad y la fr�a indiferencia de los hombres se destacan como una gran monta�a con cumbre nevada y lados cubiertos de hielo.

Bien podr�amos creer que estas dificultades nunca se superar�an si Dios no hubiera dicho que deber�an serlo. Pero Dios puede hacer temblar y derretir incluso estas monta�as heladas. Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. De estas mismas monta�as Dios puede abrir un camino. Puede convertir a un Saulo, el perseguidor e incr�dulo, en Pablo, el predicador persuasivo. Y si tenemos fe, no solo escalaremos monta�as con un esfuerzo incesante, sino que podremos apartar algunas de ellas ( Isa�as 40:4 ). ( J. Clarke, BA )

Las monta�as declaran la majestad de la obra de Dios

La majestad del Creador se establece de nuevo en la clasificaci�n reciente del vasto trabajo de la naturaleza de lo que Warren Upham, del Servicio Geol�gico de los Estados Unidos, denomina "construcci�n de monta�as". Upham dice que encuentra seis modos de construcci�n de monta�as en todo el hemisferio occidental; a saber: plegado, arqueado, abovedado, inclinado, erupcionado y erosionado. Los sistemas de los Apalaches-Laurentinos son espec�menes de la cordillera plegada; partes del cintur�n cordillerano en el oeste de Estados Unidos, de la construcci�n arqueada; las monta�as Henry en el sur de Utah, de las c�pulas; la Sierra Nevadas, de las inclinadas; la Cordillera de los Andes, de la erupci�n como se ve en las huellas de gran acci�n volc�nica a lo largo de toda la extensi�n; y, por �ltimo, los restos de vastas �reas una vez levantadas, muestras del modo erosionado de la arquitectura de monta�a. ( Revisi�n homil�tica.)

Versículo 12

Tanto j�venes como doncellas.

Feliz trabajo para todos

I. Qu� es alabar al Se�or. Alabanza es el canto del coraz�n. Queremos el coraz�n que ve y siente lo bondadoso que es nuestro Padre celestial y lo ama por todo. Un d�a, mientras iba por la carretera, vi un gran rollo de cable telegr�fico amontonado. All�, manteni�ndose solo para s� mismo, aburrido y pesado, era lo �ltimo de lo que uno esperar�a obtener m�sica. Poco despu�s, mientras �bamos de nuevo por ese camino, mi ni�a me dijo: ��Oye! �Qu� es eso jugando? " Se�al� el cable, el mismo cable que estaba enrollado en un pesado silencio.

Ahora se extend�a de un puesto a otro y estaba haciendo m�sica todo el d�a. Y as� es con nosotros. Guardamos nuestro amor en nosotros mismos y envuelto alrededor de nosotros mismos, y luego no hay m�sica. Pero cuando nuestro amor se extiende a Jes�s, entonces hace la m�sica constante de alabanza, en casa o en la escuela, en el trabajo o en el juego.

II. Razones por las que debemos alabar al Se�or.

1. Porque nos am� y se entreg� a s� mismo por nosotros.

2. Somos las �nicas criaturas en el mundo que pueden alabarlo. Despu�s de todo, los dragones y las grandes profundidades no pueden realmente alabarlo a �l, ni al sol ni a las estrellas. Es como el cable de tel�grafo de nuevo. Cuando el viento ha llegado al alambre, entonces llega la m�sica. El aire que hay en esta capilla se insufla en el �rgano, pero no tiene sonido hasta que pasa por los tubos del �rgano. As� que todas las cosas en el gran mundo de Dios son mudas hasta que llegan a nosotros. Somos el arpa y el �rgano por el cual su alabanza sube al cielo.

3. La alabanza es lo �nico que podemos dar al Se�or.

4. La alabanza amorosa es lo �nico que puede satisfacer a nuestro amado Se�or.

5. Es la obra feliz que haremos en el cielo. Practic�moslo aqu� abajo. ( MG Pearse .)

Versículo 13

Alaben el nombre del Se�or.

Alabanza universal debida a Dios

I. La bondad de Dios para las criaturas irracionales. Aunque la naturaleza est� fuera de lugar, incluso en su alteraci�n, me sorprende encontrar la felicidad casi universal de la creaci�n animal. En un d�a de verano, cuando el aire y la hierba est�n m�s poblados de vida, no oir� un sonido de angustia a menos que, tal vez, un escolar desalmado haya robado un nido de p�jaro, o un cazador haya roto un ala de p�jaro o un prado. ha sido despojado de un cordero, y sube un balido de los reba�os.

Toda la tierra est� llena de deleite animal: alegr�a con plumas, escamas, cuernos y pezu�as. La abeja lo tararea; la rana lo croa; la ardilla lo parlotea; la codorniz lo silba; la alondra lo villancica; la ballena lo escupe. El caracol, el rinoceronte, el oso pardo, el sapo, la avispa, la ara�a, los mariscos tienen sus delicias hogare�as, una alegr�a tan grande para ellos como la nuestra para nosotros. Cabra trepando por las rocas; anaconda arrastr�ndose por la jungla; b�falos que se precipitan por la pradera; cocodrilo tomando el sol tropical; foca resoplando en el hielo, avestruz caminando por el desierto, son tantos paquetes de alegr�a; no andan deprimidos ni melanc�licos; no s�lo se suministran a medias; Dios dice que est�n llenos de bien.

Los gusanos que se retuercen por el c�sped levantado de la reja del arado y las hormigas que suben y bajan por la loma est�n felices de d�a y felices de noche. Toma una gota de agua bajo el microscopio y ver�s que dentro de ella hay millones de criaturas que nadan en un aleluya de alegr�a. Los sonidos de la naturaleza que son repulsivos para nuestros o�dos a menudo son solo expresiones de alegr�a: el gru�ido, el graznido, el ladrido, el aullido.

El buen Dios hizo estas criaturas, piensa en ellas siempre, y no permitir� que una reja de arado levante el nido de un topo, ni que los anzuelos de un pescador atraviesen un gusano, hasta que, por decreto Eterno, haya llegado su hora. La mano de Dios alimenta a todas estas cr�as, y pastorea todos estos reba�os, y cuida de todos estos reba�os. La an�mona de mar, mitad animal, mitad flor, aferrada a la roca en medio del oc�ano, con sus tent�culos extendidos para atrapar su alimento, tiene al Due�o del universo para que la provea.

Nos repugna la fealdad del elefante, pero Dios, para la comodidad y conveniencia del monstruo, pone cuarenta mil m�sculos distintos en su prob�scide. Bajo a la playa �rida y digo: "Ning�n animal puede vivir en este lugar desolado", pero a lo largo de la arena hay mir�adas de peque�os insectos que saltan con vida feliz. Bajo por el pantano y digo: "En este lugar h�medo, y en estos odiosos estanques de agua estancada habr� la quietud de la muerte"; pero �he aqu�! Veo las tortugas en el tronco podrido tomando el sol, y escucho los pantanos temblar con multitud de vida.

Cuando los petirrojos sin pelo tienen hambre, Dios le muestra al viejo petirrojo d�nde puede conseguir comida para llevarse a la boca abierta. No se permite que llegue el invierno hasta que las hormigas hayan granizado su cosecha y las ardillas hayan llenado su bodega con nueces. Dios le muestra al icneum�n hambriento d�nde puede encontrar los huevos del cocodrilo; y en los climas �rticos hay animales que Dios viste tan generosamente que pueden permitirse caminar a trav�s de las tormentas de nieve con la m�s fina marta, armi�o y chinchilla, y tan pronto como se gasta un juego de pieles, Dios les da uno nuevo.

Ayuda a la ara�a en la arquitectura de su puente de gasa, cuida el color del ala de la mariposa, ti�e la cochinilla y ayuda a la polilla a salir de la cris�lida. La creaci�n animal tambi�n tiene su ej�rcito y su armada. Lo m�s insignificante tiene sus medios de defensa: la avispa su aguij�n, el reptil su diente, el oso su garra, el perro su hocico, el elefante su colmillo, el pez su escama, el p�jaro su veloz ala, el reno sus cuernos. , la hueva su pie ligero. Nos repugna la idea de aguij�n, colmillos y pezu�as, pero la bondad de Dios los proporciona para la defensa de los derechos de los animales.

II. La adaptaci�n del mundo a la comodidad y felicidad del hombre. Hab�a llegado el sexto d�a de la creaci�n. Se hizo el palacio del mundo, pero no hab�a rey que viviera en �l. Leviat�n dominaba las profundidades; el �guila, el aire; el le�n, el campo; pero �d�nde estaba el cetro que deb�a regir a todos? Se cre� un nuevo estilo de ser. El cielo y la tierra estaban representados en su naturaleza. Su cuerpo de la tierra debajo; su alma desde el cielo arriba.

Uno le recuerda su origen, el otro le habla de su destino: �l mismo es el eslab�n de conexi�n entre la creaci�n animal y la inteligencia angelical. En �l una extra�a mezcla de lo temporal y lo eterno, lo finito y lo infinito, polvo y gloria. La tierra por su piso, y el cielo por su techo; Dios por su Padre; la eternidad por toda su vida.

1. El anatomista cristiano, al contemplar la conformaci�n del cuerpo humano, exclama: "Hecho con temor y maravilla". Ning�n bordado tan elaborado, ninguna gasa tan delicada, ning�n color tan exquisito, ning�n mecanismo tan elegante, ning�n trabajo manual tan divino. El cuerpo humano realiza sus funciones de manera tan silenciosa y misteriosa que no fue hasta cinco mil a�os despu�s de la creaci�n de la raza que se descubri� la circulaci�n de la sangre; y aunque los anatomistas de todos los pa�ses y edades llevan tanto tiempo explorando este castillo de la vida, apenas han comenzado a comprenderlo. Se han escrito vol�menes de la mano. �Maravilloso instrumento! He aqu� la mirada que, en su galer�a fotogr�fica, capta en un instante la monta�a y el mar.

2. Doy un paso m�s alto y miro la constituci�n mental del hombre. Contempla la benevolencia de Dios en los poderes de percepci�n, o la facultad de transportar este mundo exterior a tu propia mente, reuniendo en tu cerebro la majestad de la tormenta y los esplendores del amanecer, y elevando a tu mente el oc�ano. tan f�cilmente como si se pusiera un vaso de agua en los labios. Observa la ley de asociaci�n, o la misteriosa uni�n de todo lo que alguna vez pensaste, o supiste o sentiste, y luego te da el poder de tomar la l�nea de la pista y dibujar a trav�s de tu mente el largo tren con una velocidad indescriptible. -uno pens� comenzando a cien, y esto de nuevo a mil arena- como el gorjeo de un p�jaro a veces despierta todo un bosque de voces, o el repiqueteo de una cuerda despierta a una orquesta.

Cuida tu memoria, ese encuadernador que sale a recoger la cosecha del pasado y la trae al presente. Tu poder y velocidad de pensamiento: piensa en el ala veloz y el pie rel�mpago; pensamiento que supera en velocidad a la estrella, y da vueltas a trav�s de los cielos, y pesa mundos, y, desde el equilibrio en medio de constelaciones que giran, desciende para contar las flores en un mech�n de mignonette, luego comienza de nuevo a probar la bruja de las profundidades, y el sellamiento de lo insuperable, para ser absorbido en lo incomprensible y perdido en Dios.

3. Doy un paso m�s y miro la naturaleza moral del hombre. Hecho a imagen de Dios. Gran capacidad de disfrute; capaz al principio de un gozo eterno y, aunque ahora desordenado, todav�a, mediante la fuerza recuperadora de la gracia celestial, capaz de alcanzar m�s que su felicidad original; facultades que pueden florecer y dar frutos inagotables. Inmortalidad escrita en cada capacidad; un alma destinada a extenderse en esferas ilimitadas de actividad mucho despu�s de que el mundo se haya puesto cenizas, y el sistema solar habr� roto su eje, y las estrellas que, en sus cursos, lucharon contra S�sara, habr�n sido asesinadas y enterradas en medio de los truenos del �ltimo d�a. ( T. De Witt Talmage. )

Versículo 14

Pueblo cercano a �l.

Creyentes cerca de Dios

I. La posici�n del pueblo cerca de Dios, o la relaci�n indicada por la cercan�a.

1. Una cercan�a legal. �Hecho cercano por la sangre de Cristo�.

2. Una relaci�n de pacto. Una promesa mutua solemne, sellada en la Cruz.

3. Una relaci�n filial. No es m�s seguro que el afecto se sienta en el coraz�n tanto del padre como del hijo entre las familias de los hombres que en el "Abba Padre" del alma creyente, y la tierna piedad del misericordioso seno de Dios.

4. Una uni�n m�stica entre Cristo y el alma. Todo lo Suyo se vuelve tuyo y lo tuyo se vuelve Suyo.

5. Participantes de la naturaleza Divina.

II. Los privilegios del pueblo cercano a Dios. �Qu� diremos a la protecci�n que esta cercan�a asegura a tu alma, viendo que el lugar de tu defensa ser�n las municiones de las rocas, que tu pan te ser� dado y tu agua ser� segura? Jehov� es como muro de fuego alrededor de su pueblo. �Qu� diremos de esa provisi�n hecha para ti en este desierto, donde toda posible necesidad del cuerpo y del alma encuentra su suministro pleno y perpetuo en las riquezas de la bondad divina, que te son prometidas por el amor y la fidelidad de tu pacto con Dios? �Qu� diremos de las promesas "muy grandes y preciosas", hechas a todos colectivamente, y a una por una personalmente?

�Qu� diremos de las providencias, todas ordenadas por la sabidur�a que nunca se equivoca, y el amor que nunca falla, y controladas por un poder que nunca se cansa, para promover de la manera m�s eficaz la salvaci�n de sus almas?

III. La eficacia transformadora de esta cercan�a a Dios. Vea c�mo funcionar� y debe operar a partir de principios necesariamente en funcionamiento.

1. Existe la solemnidad de su posici�n. Si la cercan�a de Dios es reconocida justa y plenamente, si �l es visto como �l es, y usted es visto como usted es, a la luz de Su pureza, �podr�, podr�, atreverse a estar contento de permanecer en la corrupci�n de la naturaleza?

2. Hay admiraci�n por el car�cter de Dios. Que su car�cter se vea y se sienta como revelado en el camino del perd�n del pecado por la Cruz en infinito poder y sabidur�a, santidad y verdad, todo desplegado en dulce armon�a e inefable gloria, mientras que la misericordia arroja su brillante resplandor sobre todos ellos para asegurar el temblor. pecador, y lo obligas a acercarse; Entonces, �puedes ver todas tus perfecciones comprometidas del lado del pecador, comprometidas a santificar y salvar su alma, y ??no sentir una alta admiraci�n por la belleza del Se�or?

3. Pero la admiraci�n engendra deseo. Si sentimos admiraci�n por alguna persona, �no deseamos hacerle amigo? En el momento en que cesa la admiraci�n por algo, cesa tambi�n el deseo de tenerlo y disfrutarlo. Pero la belleza del Se�or se manifiesta en tu fe solo para que sientas el deseo de ser Suyo y de ser como �l en Su hermosura.

4. Pero seguramente el alma que tiene tales deseos estar� en comuni�n frecuente, solemne y cercana con este Dios infinitamente hermoso y bendito. Tal comuni�n da una conciencia de la realidad de las cosas divinas y est� preparada para estimularlos y estimularlos en el esfuerzo de llegar a ser como su Dios. Por lo tanto, conduce necesariamente a:

5. Imitaci�n. Este es el final del proceso, la imitaci�n de "Dios manifestado en carne". Su Palabra te har� sabio. Su verdad te har� veraz. Su justicia te llevar� a la rectitud. Su soberan�a te har� y te mantendr� humilde. Su pureza te llevar� a la santidad de coraz�n. Su misericordia y piedad te har�n tierno, amoroso y gentil. ( John Walker. )

Cercan�a a Dios

I. En qu� aspectos los verdaderos creyentes est�n cerca de Dios.

1. Se cura la terrible brecha y se reconcilian. El muro de separaci�n del pecado ha sido derribado, y tienen audacia y acceso con confianza a Aquel que de otro modo ser�a un fuego consumidor.

2. El poder del pecado est� subyugado, y est�n cerca en cuanto a uni�n y semejanza. La cercan�a, como la primera, es por la sangre de Cristo; la segunda, por la influencia del Esp�ritu Santo.

3. Est�n cerca de la comuni�n y el compa�erismo. Jacob ten�a su Betel, David su colina Mizar, y Pablo, aunque a veces presionado fuera de medida, tambi�n ten�a sus raptos en el tercer cielo ( Isa�as 12:1 ).

4. Est�n cerca de �l en una forma de cari�o, siendo preciosos a sus ojos. Est�n cerca de su coraz�n y de sus ojos, y su o�do est� atento a sus quejas.

5. Est�n tan cerca de �l que pronto estar�n con �l, en casa y en reposo. La fe te da inter�s en el favor divino, y la muerte te traer� a disfrutarlo plenamente. Tu guerra se cumplir� y la victoria ser� completa.

II. Las razones por las que esta cercan�a es motivo de j�bilo y alegr�a.

1. Esta cercan�a es duradera: los que as� se acercan a Dios, lo estar�n para siempre.

2. Los que est�n cerca de Dios tienen a Dios tambi�n cerca de ellos. �l guiar�, proteger� y consolar� a su pueblo en medio de todas sus dificultades y peligros.

3. Tienen bendiciones y privilegios que nadie m�s puede disfrutar. Pueden escuchar de �l, y �l de ellos; puede contemplar Su gloriosa majestad y tener comuni�n con �l, por as� decirlo, cara a cara.

4. Al estar cerca de Dios, tambi�n est�n cerca del cielo. Mejora&mdash

(1) Cu�n vanas son todas nuestras esperanzas de felicidad sin Dios ( Salmo 73:27 ).

(2) Reconcili�monos con aquellas providencias que tienden a acercarnos. Las pruebas m�s severas se encuentran a menudo entre los medios que Dios emplea para traernos a �l.

(3) Que la cercan�a a Dios sea el objeto buscado en todo deber santo, tanto p�blico como privado. Bien podemos estar en Gesur como en Jerusal�n, a menos que veamos el rostro del Rey.

(4) No s�lo deseemos acercarnos por inter�s, sino estar cerca de comuni�n. Esto suavizar� las aflicciones, aumentar� nuestras misericordias, nos fortalecer� contra el miedo a la muerte y ser� nuestro mejor preparativo para el cielo.

(5) Si el pueblo del Se�or le es cercano y querido, que lo sea para nosotros. ( B. Beddome, MA )

El privilegio de vivir cerca de Dios

La comuni�n con Cristo es la vida m�s feliz. Si ganaras todo el mundo y no perdieras tu alma, sino que solo perdieras la luz del semblante de Cristo por unos d�as, har�as un mal negocio. Hay cielo en cada mirada de Sus ojos. Hay un gozo infinito en cada palabra de Su boca cuando habla c�modamente a Sus siervos. No te alejes de �l. Sea como el �ngel de Milton, que vivi� bajo el sol.

Permanece en Cristo y deja que Sus palabras permanezcan en ti. M�s cerca, m�s cerca, m�s cerca, este es el camino a la riqueza espiritual. Seguir de lejos y vivir a distancia de Cristo, aunque no haga perecer tu alma, sin embargo, marchitar� tus alegr�as y te har� sentir un hombre infeliz, una mujer infeliz. ( CH Spurgeon. ).

Salmo 149:1

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Psalms 148". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/psalms-148.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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