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Salmos 36

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-12

La transgresi�n de los imp�os dice en mi coraz�n: No hay temor de Dios ante los ojos de los montes.

Un marcado contraste de pecado y santidad

I. el car�cter de los malvados (vers�culos 1-4). La depravaci�n es el or�culo del pecador. Sus impulsos le llegan como las respuestas de fuentes sobrehumanas que exigen la reverencia y la obediencia de la humanidad. Se rinde a la influencia seductora y avanza con la ilusi�n de que lo descubrir�n. Y as�, disipado el miedo al castigo, se vuelve completamente malo de coraz�n, habla y comportamiento.

II. la excelencia divina ( Salmo 36:5 ). El salmista comienza con la bondad amorosa de Jehov� y Su fidelidad, Su cumplimiento de las promesas, incluso para los que no las merecen. �stos llenan la tierra y llegan hasta el cielo. Trascienden todo pensamiento y deseo humanos ( Efesios 3:18 ).

La justicia de Jehov�. Su rectitud en general se compara con las monta�as de Dios, monta�as que, al ser producidas por el poder Todopoderoso, son un emblema natural de inmensidad. Los juicios, por otro lado, es decir, actos particulares de justicia, se comparan con el gran abismo en su inmensidad y misterio. "�Cu�n inescrutables son sus juicios!" ( Romanos 11:33 ).

La siguiente cl�usula muestra una de las caracter�sticas m�s conmovedoras de la poes�a hebrea en la transici�n instant�nea de la consideraci�n de la excelencia inaccesible de Dios a la de su cuidado providencial, que se extiende a todo ser viviente, racional o irracional ( Salmo 104:1 ; Salmo 145:13 ).

El pensamiento de estas cosas hace que el cantante estalle en un arrebato devoto: "�Cu�n preciosa es tu bondad amorosa!" Es valioso m�s all� de todos los tesoros, ya que brinda una protecci�n amplia y segura a todos los que se refugian bajo las alas extendidas de Jehov� ( Rut 2:12 ). Dios es representado como un anfitri�n lleno de gracia que provee para todos los que vienen a Su casa y Su mesa ( Salmo 23:5 ; Salmo 34:9 ).

Est�n saciados con la comida m�s rica y beben de la corriente de los placeres de Dios o �Ed�n� ( G�nesis 2:10 ). Para los creyentes, si disfrutan de la presencia y el favor de Dios, un trozo de pan y un vaso de agua son incomparablemente mejores que un banquete real sin tal disfrute. Porque con �l est� la fuente de toda vida, animal y espiritual.

�Qu� importa que todos los arroyos se corten cuando uno se para cerca de la fuente y tiene acceso directo a ella? Pero as� como Dios es el manantial de la vida, tambi�n El es el manantial de la luz ( Daniel 2:22 ), y sin �l todo es tinieblas. El alma creyente vive en un elemento de luz que al mismo tiempo aviva y satisface la facultad espiritual por la cual se captan el cielo y las cosas celestiales.

III. La oraci�n final ( Salmo 36:10 ). A su resplandeciente descripci�n de la bienaventuranza que reside en Dios y que fluye hacia los objetos de Su favor, el salmista agrega una oraci�n para que se extienda o prolongue a la clase a la que dice pertenecer. Esta clase se describe, primero, como aquellos que conocen a Dios, "y, como consecuencia necesaria, lo aman, ya que el conocimiento genuino del Dios verdadero es inseparable de los afectos rectos hacia �l"; en segundo lugar, como los �ntegros, no meramente en apariencia o comportamiento exterior, sino en el coraz�n.

Por grande que sea la bondad amorosa de Dios, no es indiscriminada ni se prodiga con quienes no la aprecian ni la desean. El �ltimo vers�culo es un poderoso triunfo de la fe. Es como si David dijera: ��Ah�! ya han ca�do ". Los malvados pueden hincharse de insolencia y el mundo los aplaude, pero �l ve su destrucci�n desde lejos como desde una torre de vigilancia, y la pronuncia con tanta confianza como si fuera un hecho consumado.

La derrota es definitiva e irrecuperable. "�Qu� est� haciendo ahora el hijo del carpintero?" Era la pregunta burlona de un pagano en los d�as de Juliano, cuando el emperador ap�stata part�a en una expedici�n que parec�a probable que terminara en triunfo. "Est� haciendo un ata�d para el emperador", fue la tranquila respuesta. La fe que est� anclada en las perfecciones del Alt�simo no puede vacilar, no puede ser decepcionada. ( TW Chambers, DD )

Un diagn�stico de pecado

Los primeros vers�culos del salmo se refieren a un an�lisis del m�todo y la destructividad del pecado. Los primeros cuatro vers�culos describen los estragos exitosos que el pecado causa en la vida humana. Nos dan un diagn�stico del mal, desde su aparici�n m�s temprana en el germen hasta su triunfo final y completo. Ahora bien, �c�mo comienza el pecado? Debo tomarme un poco de libertad con la redacci�n del salmo que tengo ante m�. Supongo que es uno de los salmos m�s dif�ciles de traducir.

Encontrar�, si observa la traducci�n marginal en el RV, que para casi todas las cl�usulas los traductores nos han dado una lectura alternativa que difiere mucho de la lectura colocada en el texto. Elijo la lectura marginal de la primera cl�usula, que creo que nos da el germen, las primeras apariciones, los inicios del pecado en la vida humana. �La transgresi�n pronuncia su or�culo�, habla dentro de s� mismo en tonos de autoridad imperiosa, da ciertas seguridades, interpola ciertas sugerencias y las reviste de autoridad imperial.

El diablo comienza su ministerio con sugerencias oraculares, susurros misteriosos, sutiles tentaciones para pecar. �sa es la obra germinal del diablo; un or�culo m�stico y secreto que busca inducir a la vida a pecar. La seducci�n secreta es seguida por una estratagema igualmente sutil. "�l" (es decir, el or�culo) "lo lisonjea en sus ojos para que no se descubra ni aborrezca su iniquidad". Dos cosas dice el or�culo, y las dice con autoridad imperial.

Primero, que el pecado no ser� descubierto, y segundo, que por lo tanto no hay temor a la reprobaci�n. Es s�lo una repetici�n de una palabra con la que estamos muy familiarizados en la primera parte del libro antiguo. �S�, �ha dicho Dios: No comer�is de �l, ni le tocar�is, para que no mur�is? .. �No morir�is ciertamente! " Pasemos ahora al tercer paso de la gran degeneraci�n. El hombre ha estado escuchando el or�culo secreto.

Se ha sentido halagado por su sugerencia. Ahora est� persuadido por la tentaci�n, y la degradaci�n moral comienza r�pidamente. "Las palabras" - las primeras cosas que ser�n golpeadas - "Las palabras de su boca son iniquidad y enga�o". Lo primero que sucede tan pronto como un hombre escucha al diablo es que la flor se deshace de la veracidad de su vida. Entra ahora en el reino del equ�voco y el enga�o, su seducci�n comienza a dar sus frutos en los labios.

�Ha dejado de ser sabio�; entonces pierde el sentido; ahora no ejerce el sentido com�n; �Cierra un ojo! Su inteligencia se reduce, se contrae y se reduce. Pero a�n m�s: "Ha dejado de hacer el bien". �La p�rdida de la hermandad! Puede seguir dando dinero; pero ha dejado de entregarse. Los reclamos de servicio filantr�pico ya no apelan a su esp�ritu, pasan desatendidos e ignorados.

Ahora veamos qu� sucede en las etapas de decadencia moral. �El maquina la iniquidad�; su imaginaci�n se contamina. �Se pone en un camino que no es bueno. Su voluntad se esclaviza. "No adora el mal". Ha llegado ahora a la llanura del entumecimiento moral; su paladar moral ha sido profanado; la distinci�n entre dulce y amargo ya no es aparente, el sabor dulce y amargo por igual.

No aborrece el mal ni se complace en el bien. Ha perdido su poder de discernimiento moral; es moralmente indiferente y casi moralmente muerto. Tal es el diagn�stico del pecado, comenzando en el or�culo susurrado y procediendo a la esclavitud absoluta, pasando por las etapas intermedias de enga�o y deleite. Esa es la condici�n moral de miles. Nos rodea por todas partes, y cuando nos enfrentamos a su devastaci�n generalizada, �qu� podemos hacer? Los primeros vers�culos de este salmo, que dan lo que he llamado "un diagn�stico" del pecado, nunca fueron m�s confirmados que en la literatura de nuestro propio Lima.

La literatura de nuestro tiempo abunda en an�lisis del pecado. Si recurre a �Tess of the D'Urbervilles� o �Jude the Obscure�, encontrar� que Thomas Hardy simplemente est� elaborando cuidadosamente los primeros cuatro vers�culos de este salmo. Pero, entonces, mi problema es este: que cuando su l�gubre salmo llega a su fin, cierro su libro con un desconcierto inerte y sin rayos. Ah� es donde me deja gran parte de nuestra literatura moderna.

Me da un buen diagn�stico, pero no tiene poder de remediaci�n. Pero aqu� est� el salmista contemplando un espect�culo similar: los estragos del pecado, y �l mismo est� temporalmente desconcertado; �l mismo se inclina profundamente en un estado de �nimo indefenso y desesperado. �Qu� �l ha hecho? Estoy muy contento de que nuestra versi�n revisada ayude por la misma manera en que se imprime el salmo. Despu�s del vers�culo cuatro hay un gran espacio, como si el salmo fuera casi cortado en dos, como si el salmista se hubiera alejado de la contemplaci�n de ese espect�culo, como en verdad lo ha hecho.

�Y a d�nde se ha ido? Se ha ido para poder preguntar en silencio si las cosas malas que ha visto son las cosas m�s grandes que puede encontrar. Cuando el salmo se abre de nuevo despu�s de la pausa, el salmista proclama con alegr�a las cosas m�s importantes que ha encontrado. �Qu� son?" Tu misericordia, oh Se�or, est� en los cielos ". Observe la inmensidad de las figuras en las que busca consagrar la inmensidad de su pensamiento.

�Tu misericordia, oh Se�or, est� en los cielos�, inclin�ndose como los brazos de una madre, �el cielo resplandeciente y sin nubes! La m�s incierta de todas las incertidumbres, y sin embargo, "�Tu fidelidad llega hasta las nubes!" Esos aparentes hijos del capricho, yendo y viniendo nadie sabe c�mo, est�n bajo el control amoroso de Dios y obedecen los mandatos de Su voluntad m�s soberana. �Tu justicia es como las grandes monta�as.

��Qu� majestuosa la figura! Las monta�as, los s�mbolos del Eterno, perdurando a trav�s de las generaciones; contemplando las habitaciones de los hombres, imperturbables, inmutables, inmutables. Tu justicia es como las grandes monta�as. No es que todo se aclare cuando un hombre habla as�; el misterio permanece! �Tus juicios�, Tus maneras de hacer las cosas, �Tus juicios son un gran abismo�, tan inmenso e insondable como el incalculable mar.

Pero entonces uno puede soportar el misterio de las profundidades cuando est� seguro de la monta�a. Cuando sabes que Su fidelidad incluso domina las nubes, puedes confiar en el mar inconstante. �D�nde hab�a estado para descubrir estas cosas maravillosas? No est� contando un cat�logo escueto de atributos Divinos; est� anunciando un testimonio nacido de una experiencia profunda y real. Donde ha estado Ha sido el invitado de Dios.

"Bajo la sombra de Tus alas". �La seguridad de eso! �La absoluta perfecci�n del refugio! �Qu� calidez! �Qu� tranquila paz! Ha estado en la casa de Dios, refugi�ndose all� como un polluelo bajo las alas de su madre. Y luego nos cuenta lo que recibi� en la casa, lo que ten�a cuando era hu�sped, cuando se escond�a debajo de las alas: �Se saciar�n en abundancia de la grosura de tu casa.

"La gordura es la cima, es la crema de todas las delicias espirituales". �Es lo primero, lo principal! �Se saciar�n en abundancia� con los manjares de Tu mesa. "Les har�s beber del r�o de tus placeres". No es solo lo que hay sobre la mesa; es la conversaci�n y el compa�erismo en la junta. Tu discurso, tu compa�erismo, tus susurros, tus promesas, fluyen hacia sus almas como un r�o, y su gozo ser� pleno.

"�Contigo est� la fuente de la vida!" Empezaba a sentirse vivo de nuevo; comenzaba a sentirse revitalizado y renovado. "Me estoy inspirando de nuevo". Y luego a�adi�: �En tu luz�, mi Dios viviente, �en tu luz veremos la luz� para hacer nuestro trabajo all� en los campos del pecado. Las dos cosas que �l quer�a: vida y luz. Inspiraci�n y consejo. ! ��nimo y esperanza! Cuando el salmista se apart� de la C�mara de la Presencia para afrontar de nuevo el espect�culo de la depravaci�n, ofreci� una oraci�n, y esta fue su oraci�n: "�Contin�a tu misericordia para con los que te conocen, y tu justicia para los rectos de coraz�n!" Y luego, como si temiera que cuando regresara a la basura nuevamente, y al pecado nuevamente, �l mismo pudiera ser vencido, atrapado en la terrible deriva y arrastrado, agreg� esta oraci�n:

��No me dejes meterme en la tendencia general de las cosas, y dejarme llevar por la tendencia general! Ofreci� una oraci�n para que estas cosas cardinales, las cosas m�s grandes, permanecieran con �l, y que cuando se fuera al campo bald�o del mundo pudiera mantenerse en pie. �Y entonces este hombre sali� de la c�mara secreta como un caballero de Dios! �l regresa, como todos los hombres deber�an ir a trabajar cuando han estado en la c�mara de presencia de Dios. Debemos dedicarnos a nuestro trabajo cantando, cantando siempre, y los c�nticos deben ser, no c�nticos de contienda y guerra, sino c�nticos de victoria. ( JH Jowett, MA )

El car�cter de los imp�os y la oraci�n de los buenos

I. El car�cter de los malvados.

1. Ate�smo pr�ctico.

2. Auto-halagos.

3. Habla perversa.

4. Dispositivos traviesos.

II. La gloria de Dios. Aqu� se adora al Eterno.

1. Por lo que �l es en s� mismo.

(1) Su misericordia no es un mero sentimiento o pasi�n, sujeto a cambios, sino un principio establecido como la verdad misma.

(2) Su rectitud est� tan asentada como las colinas eternas, y las dispensaciones de Su providencia son como un oc�ano ilimitado y sin caminos.

2. Por lo que �l es para sus criaturas.

(1) El Conservador de todo.

(2) Su amante guardi�n.

(3) Su saciador del alma. La felicidad del hombre es la participaci�n en la propia felicidad de Dios.

III. La oraci�n de los buenos.

1. El tema de la oraci�n.

(1) La continuaci�n del favor divino.

(2) Protecci�n contra el mal.

2. La respuesta ( Salmo 36:12 ). ( Homilista )

El remedio para la maldad del mundo

Considere la estimaci�n que se hace aqu� del car�cter del hombre y su causa. El lenguaje del texto no es solo el de David, sino el de Cristo, con respecto al mundo que nos rodea. La transgresi�n del hombre pose�a un lenguaje que hablaba a su coraz�n, y lo que dec�a era esto: "No hay temor de Dios ante sus ojos". Cristo sab�a cu�l era el temor de Dios, porque �en lo que tem�a fue escuchado�; no, en verdad, con el miedo ego�sta y servil al castigo, que es incompatible con el amor e impotente para lograr la obediencia; sino ese santo temor filial que es inseparable del amor, y que es un t�rmino comprensivo para todo lo que constituye la verdadera religi�n en el hombre.

Conocemos el poder de esto en el car�cter del hombre, su poder pr�ctico para dar al hombre la victoria sobre el mundo, y por lo tanto, cuando vio las transgresiones de los hombres, supo que la causa era: "No hay temor de Dios". Luego va a la ra�z de la enfermedad; no presenta ninguna de las excusas plausibles que los hombres se hacen a s� mismos sobre la base del temperamento, las circunstancias y cosas por el estilo: pero va a la ra�z, porque conoce tambi�n el verdadero y �nico remedio.

Todos los dem�s son vanos: ya sean intentos seculares de mejorar la condici�n del hombre o de ampliar sus conocimientos, o de mejorar las instituciones del gobierno civil. Los hombres creen en estas cosas y desprecian esa religi�n vital que es la �nica que puede ayudar. Lo que el hombre llama sabidur�a, riqueza y ciencia, poco puede hacer bien, porque todas terminan en criaturas; no se elevan a Dios. No hay nada en ellos que altere el verdadero car�cter del hombre.

La raz�n es que el hombre, pr�cticamente considerado, est� bajo el dominio, no de su intelecto, sino de sus afectos. No hay verdad, relacionada con nuestra composici�n, que requiera y exija a los sabios un examen m�s preciso y minucioso que �ste; porque hay una teor�a del derecho en la mente de los hombres, y se enga�an a s� mismos en la autocomplacencia por la admiraci�n de la teor�a, en el momento en que pr�cticamente la est�n transgrediendo.

Sin embargo, fortalecido el intelecto por el aprendizaje natural, todav�a es demasiado d�bil para el conflicto. El objeto atrayente, que solicita los afectos, gana al hombre; y exhibe otra muestra del reconocimiento de los c�lebres paganos, que "conoc�an lo mejor y, sin embargo, persegu�an a los peores". �Qu� se puede hacer por �l? �Su transgresi�n dice en mi coraz�n, que no hay temor de Dios delante de sus ojos.

�Hay miedo al hombre; existe el deseo de obtener la buena opini�n del hombre; pero todos estos son demasiado d�biles para el conflicto. Sigue siendo un transgresor, porque est� desprovisto del "temor de Dios". Los siguientes vers�culos del salmo dan una descripci�n notable de su transgresi�n y muestran que se caracteriza principalmente por el autoenga�o. �Se adula a s� mismo en sus propios ojos hasta que se descubre que su iniquidad es aborrecible.

�Ahora no se percibe como odioso, porque �l hace lo que hace el mundo. Hay transgresiones en las que ning�n hombre puede jactarse de tener raz�n, pero hay otras por las que no se condena porque la sociedad no lo hace. Sobre ellos, en particular, sigue halag�ndose. �Y d�nde est� el remedio? El lenguaje del salmista, inmediatamente despu�s de esto, se�ala el remedio.

�Tu misericordia, oh Jehov�, est� en los cielos; y tu fidelidad llega hasta las nubes. Tu justicia es como los grandes montes; Tus juicios son un gran abismo; Oh Se�or, T� preservas al hombre y a la bestia. �Cu�n excelente es tu misericordia, oh Dios! por tanto, los hijos de los hombres ponen su confianza bajo la sombra de tus alas �. Observa la transici�n. De esta contemplaci�n de la maldad del hombre, no pasa a una clase mejor de hombres, porque no estaba contemplando ese car�cter peculiar de maldad, en la que el hombre difiere del hombre, sino que estaba contemplando la ra�z de la enfermedad del hombre, en la que �hay no hay diferencia, porque todos pecaron y est�n destituidos de la gloria de Dios.

�En contraste inmediato, por lo tanto, se refiere al car�cter de Dios. Aqu� est� el �nico remedio: el car�cter de Dios manifestado en Jesucristo. "Misericordia,. .. fidelidad �,� justicia �,� juicio ,. ... bondad amorosa �- �c�mo se armonizan estas gloriosas perfecciones, sino en la Cruz de Cristo? Aqu�, entonces, encontramos la urgencia de predicar el Evangelio entre los hombres. Aqu� encontramos nuestro basti�n de demanda de todos los esfuerzos para promulgar el Evangelio entre nuestros semejantes.

Aquellos que conocen mejor el car�cter humano, que han observado m�s minuciosamente el punto de inflexi�n de los sentimientos del hombre y su consecuente conducta, saben muy bien que es la manifestaci�n del amor de Dios lo que gana el coraz�n alienado y cambia la conducta alienada. ( Hugh M'Neils, MA )

Porque �l se lisonjea ante sus propios ojos, hasta que su iniquidad le resulta odiosa. -

El enga�o del pecado

Los enga�os con que el pecador se impone as� pueden ser muy diferentes y variados, seg�n las circunstancias y las disposiciones de las personas por las que son admitidos, y no es muy f�cil descubrir cada uno de ellos. Sin embargo, hay algunos capitales y principales, se�alados en las Escrituras o sugeridos por la historia y la experiencia.

I. Una infidelidad estudiada y un esfuerzo afectado por despreciar las pruebas sobre las que se apoya la creencia de las grandes y fundamentales doctrinas de la religi�n; tales como la existencia y perfecciones del Dios Todopoderoso, Su gobierno moral de este mundo y un juicio futuro.

1. Es el colmo de la locura, ya sea rechazar estas doctrinas de la religi�n, o tratarlas con desprecio, hasta que podamos decir que hemos examinado la evidencia sobre la cual han sido recibidas, con la mayor exactitud y sinceridad en nuestro poder.

2. Sin determinar el grado de evidencia que se ofrece en apoyo de las doctrinas de la religi�n, podemos aventurarnos, sin embargo, a afirmar, con firme seguridad, que es al menos igual a la evidencia sobre la que los hombres proceden constantemente, sin el la m�s m�nima vacilaci�n, en todos sus dem�s intereses.

II. Una imaginaci�n cari�osa de su propia inocencia, incluso en el transcurso de una vida irregular y pecaminosa. Se persuaden h�bilmente a s� mismos de que no puede haber tal malignidad o culpa en lo que hacen como para exponerlos al disgusto de su Hacedor, o atraer despu�s de �l un castigo grande o duradero: presumen, por lo tanto, que Dios pasar� por alto las irregularidades y errores de sus vidas, o encontrar alg�n expediente misericordioso por el cual puedan escapar con seguridad y �xito.

1. A pesar de la ignorancia y corrupci�n de nuestro estado actual, queda tanto de nuestra rectitud original, que sin ning�n cultivo laborioso, la conciencia de los hombres todav�a percibe una deformidad muy odiosa en algunos casos de maldad; y conducir, no s�lo a una fuerte indignaci�n contra el criminal, sino a una fuerte persuasi�n de que la Providencia en alg�n momento u otro interpondr� y ejercer� su justicia en su castigo.

2. Las marcas que Dios ya ha dado, en la administraci�n de su providencia, de su disgusto por los pecados de los hombres. �Qu� extrema angustia se han provocado algunos sobre s� mismos por su intemperancia; algunos por su deshonestidad, y otros por su ambici�n inmoderada. Aumenta mucho el peso de esta consideraci�n el hecho de que estas expresiones de desagrado divino se hagan contra las iniquidades que generalmente se disfrazan en los pensamientos de los hombres, bajo la apariencia de inocencia o debilidad; como s�lo una conformidad con los apetitos implantados en nuestra naturaleza, y con la costumbre del mundo, en el que un hombre no tiene deliberada impiedad y malicia en su coraz�n, ninguna intenci�n de afligir a su Hacedor ni de herir a sus semejantes. .

III. Una dependencia presuntuosa y sin fundamento de la misericordia del Dios todopoderoso.

1. Aunque la misericordia del Dios Todopoderoso sea infinita, como lo son todas sus dem�s perfecciones, sin embargo, puede extenderse s�lo a aquellas personas que son los verdaderos objetos de la compasi�n, ya aquellos casos en los que ser�a digno de �l extender misericordia.

2. Obs�rvese que, abstray�ndose del disgusto de Dios Todopoderoso, y suponiendo que no habr�a ning�n ejercicio positivo de Su justicia en el caso, sin embargo, el castigo futuro de los pecadores muy probablemente proceder� de la naturaleza y la influencia de la maldad. en s� mismo ( G�latas 6:7 ; Proverbios 1:31 ; Isa�as 3:10 ).

IV. La esperanza del pecador, al final de una vida culpable, de ser salvo por el m�rito del Hijo de Dios y la virtud de esa gran expiaci�n que hizo por los pecados de los hombres. Si el pecador no es capaz de convencerse a s� mismo de que la misericordia de su Hacedor es suficiente, por s� sola, para asegurar su seguridad futura, conf�a, al menos, en el sacrificio y m�rito suficiente de su Hijo amado. Pero, de acuerdo con las Escrituras, solo pueden ser salvos por el sacrificio y la intercesi�n del Hijo de Dios, quienes son persuadidos por �l para que se arrepientan de sus iniquidades, para que crean y obedezcan el Evangelio ( Hechos 5:31 ; Hechos 3:19 ; Hebreos 5:9 ; Romanos 2:6 ).

Si el asunto fuera de otra manera, si a los pecadores, continuando en su maldad, se les permitiera esperar la salvaci�n a trav�s de los m�ritos de nuestro Salvador, Jes�s se convertir�a en el ministro del pecado, un establecedor en lugar de un destructor de las obras de Satan�s; que el cual, un reproche m�s blasfemo no podr�a arrojarse sobre Su car�cter.

V. Un desprecio precipitado de la religi�n, debido a las representaciones d�biles y err�neas que han hecho de ella algunos de sus amigos equivocados. Este ejemplo de enga�o prevalece infelizmente, incluso entre aquellos que pretenden tener un discernimiento superior. Pero su debilidad puede aparecer con una atenci�n muy peque�a. �Se comporta un sabio de esta manera en alguna de las acciones m�s importantes de su vida? �Desprecia la verdad y la utilidad de la ciencia real debido a la impertinencia y pedanter�a de los meros pretendientes? �Desprecia los esquemas �tiles del comercio, acompa�ados de los efectos m�s s�lidos, por los esquemas quim�ricos y ociosos de los meros proyectores?

VI. Su esperanza y resoluci�n de arrepentirse y volverse a Dios, en alguna oportunidad futura y m�s conveniente; en el m�s lejano, en el �ltimo per�odo de sus vidas, o al acercarse la muerte. No se propone, en la actualidad, mostrar el extremo absurdo y locura de esta conducta, con argumentos extra�dos de la brevedad e incertidumbre de la vida humana; la influencia endurecedora de una conducta pecaminosa, que destruye gradualmente la sensibilidad de la conciencia humana.

Solo deseo, su atenci�n a la prodigiosa presunci�n del pecador que difiere su arrepentimiento y regresa a Dios hasta el �ltimo per�odo de su vida, esperando entonces obtener el perd�n de Dios por su penitencia y sus oraciones. Lo que el Creador puede hacer, o lo que puede haber hecho, independientemente de las leyes establecidas de la providencia, nadie considera importante investigar; y cualquier persona ser�a considerada un loco o un tonto, si dirigiera las medidas de su conducta teniendo en cuenta tales desviaciones inusuales de estas leyes, como la historia del mundo posiblemente pueda proporcionar algunos ejemplos.

Parece igualmente necio y absurdo aquel hombre que busca la admisi�n a la vida eterna de otra manera que no sea conforme a las medidas de su misericordia, declaradas y establecidas por el Evangelio. ( W. Craig, DD )

Sobre el enga�o del coraz�n en cuanto a la comisi�n del pecado

I. Observaciones preliminares.

1. Que todas las pruebas del enga�o del coraz�n que queremos ofrecer con respecto al pecado, no se encuentren en todos, especialmente en los que est�n bajo su poder.

2. Muchas de esas cosas, que son evidencias del enga�o del coraz�n, pueden ser usadas como tentaciones por Satan�s. El viento de la tentaci�n de Satan�s com�nmente sopla junto con la marea de corrupci�n interna, ya sea por enga�o o por violencia. Si no fuera as�, Satan�s estar�a dividido contra s� mismo y oponi�ndose a los intereses de su propio reino.

II. C�mo se manifiesta el enga�o del coraz�n.

1. Al suscitar dudas en la mente, con respecto a lo que Uno est� inclinado, si realmente es pecado.

2. Al tratar de persuadirlo de que es un peque�o pecado. Si el entendimiento no se deja enga�ar por la creencia de que el asunto propuesto no es pecado en absoluto, el coraz�n suplicar� en�rgicamente que apenas merece ese nombre.

3. Representando la mortificaci�n del pecado como un placer mucho menor que su gratificaci�n. Es m�s, presumir� de insistir, no s�lo en la dificultad, sino tambi�n en la irracionalidad, la crueldad de intentar dominar totalmente el pecado.

4. El pecado se exhibe como mucho m�s agradable de lo que realmente se encuentra en la comisi�n. Los placeres del pecado son como las manzanas de Sodoma, las cuales, por hermosas que parezcan a los ojos, cuando se las toma de la mano, se dice que caen a cenizas ( Proverbios 22:8 ; Romanos 6:21 ).

5. Representa una oportunidad renovada de pecado, ya que promete una satisfacci�n mucho mayor que la que se haya encontrado antes.

6. Suplica que uno pueda permitirse un poco el pecado, sin ceder por completo al pecado particularmente en vista.

7. Arroja un velo de olvido sobre toda el alma, con respecto a todas las dolorosas consecuencias del pecado, antes sentido. Esa repugnancia del pecado, el odio a s� mismo a causa de �l, o el miedo a la ira, que la persona experiment� despu�s de una indulgencia anterior, se han desvanecido por completo; y ahora se le aparece a s� mismo como alguien que tem�a donde no hab�a miedo.

8. Atrae la imaginaci�n a su servicio. Esta no es solo la casa de trabajo de Satan�s en el alma; pero puede verse como un proveedor, al que el coraz�n se ocupa en hacer provisi�n para sus concupiscencias.

9. Involucra los sentidos de su lado. Estos son voluntarios del coraz�n corrupto, que arma a su servicio, y por el cual logra sus prop�sitos inicuos, cuando induce a cometer actos externos de pecado. Porque la voz de los sentidos siempre dominar� a la del entendimiento; si no han sido sometidos, o actualmente restringidos por la gracia.

10. En representar el pecado como propio, como algo que pertenece a uno mismo.

11. Insinuando que cometer tal pecado una vez m�s no puede aumentar en gran medida nuestra culpa.

12. Impulsando la vanidad de intentar resistir la tentaci�n. Abogar� por ceder al asalto actual, desde anteriores casos de insuficiencia al oponerse a uno de los de la naturaleza venida.

13. A veces puede intentar persuadir a un hombre de que la presente comisi�n del pecado ser� un ant�doto para el futuro, porque ver� m�s de su odio.

14. El coraz�n a veces insta a la comisi�n del pecado, como allanar inmediatamente el camino para el cumplimiento de alg�n deber necesario ( Romanos 3:8 ; G�nesis 20:11 ; G�nesis 27:19 ; 1 Samuel 13:11 ; 1 Samuel 15:22 ).

15. Persuadiendo a una persona de que ponga la comisi�n del pecado a cargo de la carne y consol�ndola con la idea de que, aunque caiga en ella, en realidad no la ama.

16. Lo disuade de la oraci�n. Tal vez le recuerde que a menudo ha intentado este ejercicio antes, en circunstancias similares, cuando encontr� una inclinaci�n al pecado o fue asaltado por una tentaci�n; y que fue atendido sin �xito. O puede razonar que si Dios ha decidido permitir su ca�da en este momento, la oraci�n no la evitar�.

17. Se esfuerza por desterrar el sentido de la presencia y omnisciencia de Dios.

18. El enga�o del coraz�n acerca del pecado aparece eminentemente en su influencia autoendurecedora. El pecado es el instrumento que usa en esta obra ( Hebreos 13:8 ). La fuerza de toda lujuria es proporcional al poder del enga�o.

19. El coraz�n incluso impulsar� la disposici�n de Dios para perdonar como un entusiasmo por la comisi�n del pecado. Este es de hecho un terrible abuso de la misericordia indulgente.

20. Procurando llevar a uno a la desesperaci�n, despu�s de la comisi�n del pecado, por estar m�s all� del alcance de la misericordia.

III. Medios para obtener la victoria sobre los enga�os del coraz�n con respecto al pecado.

1. En dependencia del Esp�ritu, resista los primeros movimientos del pecado dentro de usted.

2. Cu�dese de albergar dudas con respecto a lo que la Escritura y la conciencia declaran que es pecado. Dudar es comenzar a caer, porque implica incredulidad en el testimonio de Dios.

3. Evite con cuidado las nociones ligeras de cualquier pecado. Pensar a la ligera en el pecado es pensar a la ligera en Dios.

4. Gu�rdese de las solicitaciones de su coraz�n. Si estos te prometen honor, provecho o placer en el servicio del pecado, no los creas.

5. Tenga cuidado de manipular o perder el tiempo con el pecado. La tentaci�n es, para el coraz�n corrupto, m�s cortante que una espada de dos filos, y si la punta entra una vez, puede ser traspasado por muchos dolores.

6. Trate de que todos sus sentidos est�n armados contra el pecado, o mejor dicho, bloqueados contra �l; porque este es el mejor modo de defensa. Como Job, haz un pacto con tus ojos. Esfu�rcese por tapar sus o�dos contra �l. Esfu�rcese por dominar su gusto. Pon un cuchillo en tu garganta, para que no se te d� el apetito.

7. Busque un sentido constante de la Majestad y Omnisciencia de Dios.

8. Ore sin cesar contra el enga�o del coraz�n.

9. Mejore la fuerza de Cristo y la gracia de su Esp�ritu para la mortificaci�n del pecado. ( John Jamieson, DD )

Versículo 4

Trama maldad sobre su cama; se pone en un camino que no es bueno.

El estado y la condici�n de un pecador habitual.

I. El car�cter de un pecador habitual. Es alguien que "maquina el mal en su cama", sus horas de ocio se emplean en �l.

1. El momento de la jubilaci�n es la temporada m�s apta y m�s probable para que ocurran las influencias religiosas y tengan el efecto debido ( Salmo 119:55 ). Si alguna vez nuestra raz�n reafirma su autoridad, deber�a ser cuando no hay nada externo que interrumpa sus pretensiones o se oponga a su pretensi�n. Si alguna vez la religi�n puede elevar nuestras almas a Dios, deber�a ser cuando nuestras almas est�n libres de todos los impedimentos externos.

2. Cuando este tiempo de soledad y ocio se aplica mal a los artificios para el vicio, debe mejorar esas malas disposiciones que encuentra en la mente y difundirlas cada vez m�s con el contagio del pecado.

II. Dar algunas cuentas y mostrar alguna causa de su proceder as�; del abuso que hace en sus horas de ocio. �Se pone en un camino que no es bueno�.

1. El abuso de una confianza depositada en todos nosotros por una Providencia bondadosa. Tenemos un trabajo que hacer y un tiempo asignado para ello. El trabajo es mejorar nuestras almas y disponer todas nuestras facultades a una madurez y capacidad para la bienaventuranza eterna. �Pero cu�n grande ser� la culpa que se contrae cuando el tiempo asignado para hacer la obra de Aquel que nos envi� a este mundo para Su gloria, se emplea para Su deshonra y en desobediencia a Sus leyes! Un poco para olvidar, pero m�s para traicionar una confianza.

2. El que no avanza, ciertamente retroceder�; el que no ha dispuesto una provisi�n adecuada para un buen uso de su tiempo, ciertamente lo destinar� a uno malo. El terreno que podamos ganar en virtud se ganar� para el vicio.

III. Una agravaci�n m�s y, de hecho, una raz�n m�s de su pecado. "No aborrece el mal". Sus afectos est�n todos mal convertidos; y, siendo as�, no es de extra�ar que se rebelen contra la maldad.

1. Que no aborrezca el mal es una agravaci�n de su pecado, porque implica que su raz�n est� sometida a �l y la gracia extinguida. Es un progreso com�n defender en principio lo que surgi� de la fragilidad; pasar de la enfermedad a la culpa deliberada; y, de pecar contra la convicci�n, pecar para eliminar toda convicci�n.

2. Si un hombre lo ama y le gusta, en un momento u otro, se ganar� para abrazarlo. Porque un estado de neutralidad entre el vicio y la virtud es impracticable e imposible para la naturaleza humana. El que �no aborrece el mal� pronto aborrecer� lo bueno. ( N. Marshall, DD )

Versículos 5-7

Tu misericordia, oh Jehov�, est� en los cielos; y tu fidelidad llega hasta las nubes.

Cielo, tierra y mar; una par�bola de dios

Esta maravillosa descripci�n del m�ltiple brillo de la naturaleza divina se introduce en este salmo con singular brusquedad. Se coloca al lado de una v�vida imagen de un malhechor, un hombre que murmura en su propio coraz�n su impiedad, y con obstinada determinaci�n planea y trama en el olvido de Dios. Deber�amos volvernos locos cuando pensamos en la maldad del hombre. purifica el mal.

I. Tenemos a Dios en la infinitud de su naturaleza amorosa, su misericordia, fidelidad y justicia est�n ante nosotros. Ahora, la misericordia de la que se habla es la misma que el "amor" que se menciona en el Nuevo Testamento, o, m�s cerca a�n, la "gracia". La misericordia es amor en su ejercicio hacia las personas que podr�an esperar otra cosa al ser culpables. Como un general que llega a un cuerpo de amotinados con perd�n y favor en los labios, en lugar de con condenaci�n y muerte; por eso Dios viene a nosotros perdon�ndonos y bendici�ndonos.

Toda su bondad es paciencia, y su amor es misericordia, a causa de la debilidad, la humildad y el mal merecimiento de nosotros, sobre quienes cae el amor. Y esta misma "cualidad de misericordia" se encuentra aqu� al principio y al final. Todos los atributos de Dios est�n dentro del c�rculo de Su misericordia, como diamantes engastados en un anillo de oro. Pero junto a la misericordia viene la fidelidad. �Tu fidelidad�, etc. Esto implica una revelaci�n verbal y palabras definidas de �l comprometi�ndolo a una determinada l�nea de acci�n.

"�l ha dicho, y no lo har�". "No alterar� lo que ha salido de sus labios". Es solo un Dios que ha hablado a los hombres que pueden ser un Dios fiel. �l no palidecer� con un doble sentido, guardando Su palabra de promesa al o�do y rompi�ndola con la esperanza. El siguiente rayo del brillo Divino es la Justicia. �Tu justicia es�, etc. La idea es simplemente esta, para ponerlo en otras palabras, que Dios tiene una ley para Su ser a la cual �l se ajusta; y que todas las cosas que son hermosas, hermosas, buenas y puras aqu� abajo, esas cosas son hermosas, hermosas, buenas y puras all� arriba.

Todas estas caracter�sticas de la naturaleza Divina son ilimitadas. �Tu misericordia est� en los cielos�, elev�ndose por encima de las estrellas y morando all� como un �ter divino que llena todo el espacio. Los cielos son el hogar de la luz, la fuente de toda bendici�n, arque�ndose sobre cada cabeza, bordeando cada horizonte, sosteniendo todas las estrellas, abri�ndose en abismos mientras miramos, con nosotros de noche y de d�a, sin empa�ar por la niebla y el humo de tierra, inalterada por el paso de los siglos; siempre visto, nunca alcanzado, inclinado sobre nosotros siempre, siempre muy por encima de nosotros.

Porque incluso ellos, sin importar c�mo se disuelvan y quiebren, todav�a est�n sujetos a Su ley inalterable y cumplen Su prop�sito de gracia. Entonces, "Tu justicia es como las grandes monta�as". Como ellos, sus ra�ces son r�pidas y estables; sus cumbres tocan las nubes de la circunstancia humana fugaz: es un refugio y un refugio, inaccesible en sus picos m�s escarpados, pero que ofrece muchas hendiduras en sus rocas donde un hombre puede esconderse y estar seguro.

Pero, a diferencia de ellos, no conoci� principio y no conocer� final. Luego, con maravillosa belleza po�tica y viveza de contraste, sigue a los emblemas de las grandes monta�as de la justicia de Dios el emblema del �abismo poderoso� de Sus juicios. Aqu� se eleva el Vesubio; all� a sus pies se encuentran las aguas de la bah�a. Las monta�as y el mar son las dos cosas m�s grandiosas de la naturaleza y, en su combinaci�n, sublimes; uno el hogar de la calma y el silencio, el otro en perpetuo movimiento.

Pero las ra�ces de la monta�a son m�s profundas que las profundidades del mar, y aunque los juicios son muy profundos, la justicia es m�s profunda y es el lecho del oc�ano. Hay oscuridad, sin duda, en estos juicios, pero es la del mar: no en s� mismo, sino en la penumbra del ojo que lo mira. El mar est� claro, pero nuestra vista es limitada. No podemos ver el fondo. Un hombre en el acantilado puede mirar mucho m�s profundo en el oc�ano que un hombre en la playa llana.

Recordemos que es peligroso juzgar un cuadro antes de que est� terminado; de un edificio antes de que el andamio sea derribado, y es algo peligroso para nosotros decir acerca de cualquier hecho o verdad revelada que es inconsistente con el car�cter Divino. Espera un poco.

II. Demasiado, entonces, para el gran cuadro aqu� de estas caracter�sticas ilimitadas de la naturaleza Divina. Ahora miremos por un momento la imagen del hombre refugi�ndose bajo las alas de Dios. ��Cu�n excelente es tu misericordia, oh Dios! por tanto, los hijos de los hombres ponen su confianza bajo la sombra de tus alas �. La bondad amorosa de Dios, o misericordia, es preciosa, porque ese es el verdadero significado de la palabra traducida como "excelente". Somos ricos cuando tenemos eso para lo nuestro; somos pobres sin �l. Ese hombre es rico que tiene a Dios de su lado; ese hombre es un mendigo que no tiene a Dios por suyo. ( A. Maclaren, DD )

Voces de un paisaje de verano

Aquello de lo que el salmista tom� prestadas sus lecciones con toda probabilidad estaba ante �l mientras meditaba. Lo imaginamos en ese momento fugitivo de Sa�l. De la maldad y el arte de los hombres, se vuelve hacia la bondad y la fidelidad de Dios.

I. La misericordia de Dios. Declara que est� en trono en los cielos. Estos sugieren:

1. Su altura. Sube a la monta�a m�s alta y, sin embargo, te miran desde arriba. Y as� con la misericordia de nuestro Dios. Es el �nico hecho que todo lo abarca y todo lo trasciende en el universo moral de Dios. Es alto; no podemos alcanzarlo.

2. Su edad e inmutabilidad. La tierra que el cielo ensombrece ha experimentado muchas mutaciones. Debajo no hay nada m�s que flujo, inquietud, cambio. Pero el cielo lo ha mirado todo, sereno e invariable, en medio de todos los vuelcos y mutaciones de los incontables a�os. El tiempo no escribe arrugas en su azul firme.

3. Similar a esto hay otro pensamiento: los cielos son omnipresentes, omnipresentes y siempre libres. �Las escenas m�s nobles de la tierra�, se ha dicho, �pueden ser vistas y conocidas por pocos. El cielo es para todos �. S� tu morada en el pantano m�s desolado y l�gubre, sin un �rbol o una colina que diversifique su superficie, todav�a tienes sobre tu cabeza una imagen de belleza y misterio tan a menudo como elijas mirar hacia arriba.

Recorre la v�a m�s estrecha de una ciudad abarrotada, y muy por encima de la suciedad y la miseria, entre los aleros de las casas altas y tambaleantes que te rodean, hay franjas de cielo azul claro, record�ndote que, cualquiera que sea la inquietud, el dolor, y el vicio de abajo, no hay nada arriba sino belleza, pureza y paz. As� tambi�n con la misericordia de nuestro Dios; es muy amplio. Es el atributo de todos los atributos que siempre est� envolviendo el mundo. La misericordia es la esfera misma en la que vivimos y nos movemos.

II. La fidelidad de Dios. La fidelidad tiene su estrecha relaci�n con la misericordia. La misericordia es lo que da la promesa, la fidelidad es lo que la cumple. La misericordia determina el car�cter del trato de Dios con un mundo desamparado y asolado por el pecado, la fidelidad asegura su continuidad. La misericordia define la naturaleza y los t�rminos del pacto de gracia, la fidelidad proporciona su firmeza y la lleva a cabo hasta su finalizaci�n. La fidelidad es la misericordia unida y comprometida.

III. La justicia de Dios. El elemento es uno que no se puede librar de la imagen. Un Dios puede ser misericordioso, puede ser fiel tambi�n, pero �de qu� sirve si ambos atributos no descansan sobre la justicia? La b�veda de la casa de Dios, con cortinas de nubes y llena de innumerables fuegos, se eleva sobre sus pilares. Las colinas eternas lo soportan y sus columnas sostienen la c�pula general. As� ocurre con la justicia de Dios. Se encuentra en la base de sus otros atributos. Es como las monta�as.

1. Estable. Nada, tormenta o tempestad, puede moverlos.

2. Llamativo. Mucho despu�s de que las agujas de la ciudad hayan desaparecido, y el bosque y el r�o, el campo y el vi�edo se hayan perdido en el azul distante, el contorno de las colinas centinelas puede permanecer, masivo y majestuoso como siempre: cada cumbre y desnivel se recorta contra el cielo. As� tambi�n con la justicia divina. Hay mucho que pasar�, pero esto, nunca.

3. Las monta�as son la fuente de muchas bendiciones. A ellos les debemos la humedad que ba�a y que alegra la tierra sedienta. Si las aguas �bajan por los valles�, primero �suben por los montes�, y los r�os que fertilizan nuestros campos, hacen girar nuestros molinos y dan de beber al hombre y a la bestia, tienen sus manantiales en recovecos verdes y frescos. cavernas pedregosas en sus distantes laderas. As� con la justicia de Dios. As�, "los montes traen paz al pueblo, y los collados con justicia".

IV. Los juicios de Dios. Desde el cielo, las nubes y las monta�as, el salmista se volvi� ahora hacia las inundaciones. Aquellos, quiz�s, del "mar grande y ancho". �Cu�les son todos los atributos de Dios que hemos considerado sin sabidur�a para dirigir el todo? �Oh profundidad de las riquezas, tanto de la sabidur�a�, etc. Podemos ver poco, pero eso es suficiente. Demos gracias a Dios. ( WA gris. )

Emblemas terrenales de las cosas celestiales

Los tres objetos m�s grandiosos del reino de la naturaleza son los cielos, las colinas y el mar: los cielos por su claridad, su altura y su circuito que todo lo abarca; las colinas por su fuerza, su seguridad y su sombra; y el mar por su inmensidad ilimitada, su profundidad insondable y su misterio inexplicable.

I. La misericordia de Dios. Esto significa Su bondad amorosa para con un pecador, Su disposici�n misericordiosa para recibir nuevamente en favor a aquellos que en otro tiempo fueron objeto de Su ira. Ahora, esta misericordia, dice el salmista, est� en los cielos, lo que indica:

1. La destacada y destacada posici�n que ocupa en el reino de gracia.

2. Ya que Dios ha puesto Su misericordia en los cielos, debe superar la monta�a m�s alta de la transgresi�n del hombre.

3. Si la misericordia de Dios est� en los cielos, nunca podremos traspasarla.

(1) Esto es cierto en un sentido muy importante para toda la familia del hombre. Porque vivimos en un mundo de misericordia.

(2) Lo que es cierto para la familia humana en su conjunto, es igualmente cierto y preeminentemente cierto para el santo individual. La misericordia de Dios lo rodea como la b�veda azul del cielo.

II. La justicia de Dios. Sin duda, el salmista se refiere al car�cter particular de rectitud que Dios mantiene en todos sus tratos con sus criaturas pecadoras. Al mismo tiempo, no podemos equivocarnos mucho al atribuir al t�rmino su significado neotestamentario de la provisi�n misericordiosa de Dios para salvar a los hombres mediante la obediencia hasta la muerte de su Hijo.

1. Las grandes monta�as, �las monta�as de Dios�, como las llama David, sugieren la idea de estabilidad o fuerza. Por tanto, son emblemas adecuados del car�cter justo de Dios, que nada de lo que pueda suceder podr� impedir que gobierne en todos sus tratos con sus criaturas; y de la obra justa de Cristo por la cual reina la gracia para vida eterna. Es eterna como las altas colinas de Dios ( Isa�as 51:6 ).

2. Las grandes monta�as hablan de seguridad o protecci�n. Sin embargo, la seguridad y protecci�n de los montes son solo emblemas, hermosos y significativos, pero a�n d�biles, de esa defensa inexpugnable de la que disfruta aquel que se viste con el manto de justicia de Cristo y que pone su confianza en el car�cter justo de Dios.

3. Las grandes monta�as dan sombra a los viajeros exhaustos que pasan bajo un cielo ardiente; y el mismo refrigerio disfruta un santo cuando en esp�ritu descansa en la justicia consumada de Cristo.

III. Los juicios de Dios. Estos son Sus caminos, actos, dispensaciones providenciales. Con raz�n se llama juicio, ya que no se trata de operaciones fortuitas, sino de decisiones solemnes de Su mente infinita. Cada paso del procedimiento Divino se sopesa deliberadamente. Los juicios de Dios son como el mar con respecto a:

1. Misterio.

2. Profundidad.

3. Inmensidad.

Se relacionan de hecho con la peque�a part�cula de tiempo en la que vivimos, y la peque�a mancha de tierra en la que estamos, pero tambi�n se extienden m�s all� de los confines de la tumba, hacia las innumerables edades de esa ilimitada eternidad en que vamos r�pido, como el mar se extiende m�s all� de la mirada de los hombres. ( T. Whitelaw, DD )

Dos comparaciones

I. Tu misericordia, oh Se�or, est� en los cielos.

1. Visible.

2. Elevado.

3. Abarcando a toda la familia humana.

II. Tu fidelidad llega hasta las nubes.

1. Las nubes cambian. El peque�o se hace grande. El oscuro se aclara. Uno uni�ndose al otro hasta que toda la faz de los cielos se cubre con ellos. Todas estas mutaciones requeridas y producidas por el Se�or. Proclam�, a trav�s de Jon�s, la destrucci�n de N�nive en cuarenta d�as. Los ciudadanos se arrepintieron y la amenaza no fue ejecutada. Esto muestra que �l cambi� el curso de acci�n propuesto. Todas las amenazas y promesas de Dios son condicionales.

2. Las nubes a veces se mueven lentamente. Arrastrarse tan tarde, como si no estuvieran dispuestos a moverse. Parece detenerse por completo durante horas. Como las promesas y amenazas del Se�or. Las oraciones no fueron respondidas durante diez, veinte y treinta a�os. Espera en el Se�or con paciencia, la mentira lo har� realidad.

3. Las nubes a veces se mueven r�pidamente. Se parecen a los caballos de guerra que corren por el campo de batalla, o los caballos que corren a lo largo del hip�dromo. Cor�n, Dat�n y Abiram, Ac�n, Anan�as y Safira. Muchas muertes repentinas. La espada de la justicia divina est� suspendida sobre la cabeza del pecador. Puede que no caiga por mucho tiempo, puede caer en un momento. �Estad tambi�n vosotros preparados, porque a la hora que no pens�is, vendr� el Hijo del Hombre�. ( A. McAuslane, DD )

Tu justicia es como las grandes monta�as. -

Meditaciones de monta�a

I. Que la justicia de Jehov� era fija e inmutable. Nada en el mundo impresiona tanto a la mente con la idea de inmutabilidad como las grandes monta�as. Todas las cosas sobre, debajo y alrededor de ellos cambian, pero siguen siendo las mismas. Y as� es con la justicia de Dios.

II. S�lo cuando te acercas a las grandes monta�as aparece su verdadera grandeza. Lo mismo ocurre con la justicia de Dios. El hombre que ha subido m�s alto en el camino de la justicia es el que mejor sabe cu�n grande es la distancia que a�n le queda por recorrer.

III. Solo cuando el sol levanta las nubes se revelan claramente las altas cumbres. Y as�, en lo que respecta a Dios, las nubes y las tinieblas lo rodean; y s�lo cuando surge el Sol de Justicia, podemos mirar a Dios. No se pueden ver las monta�as sin el sol, la luna es solo la luz del sol reflejada, por lo que toda la verdadera visi�n de Dios es por medio de Cristo. ( WO Horder. )

Las monta�as de dios

No tengo especial cuidado en preguntar en detalle a qu� se refiere el salmista cuando habla de la justicia del Se�or. �l es completamente justo. Ahora, al igual que todos los continentes, y casi todos los pa�ses, tiene una cadena de monta�as que lo atraviesa, oa lo largo de su longitud, que es, por as� decirlo, la columna vertebral del pa�s, lo que le da car�cter y fija a ciertos perros, y proporciona los arroyos, as� la justicia de Dios, la santidad esencial del Rey de reyes, la justicia inflexible del gran Legislador es como una poderosa cordillera de colinas que recorre toda la extensi�n de los tratos de Dios con Su pueblo.

I. Su sublimidad. Sube al monte del Se�or, sube estos montes de Dios, contempla la justicia del Alt�simo, quien de ninguna manera puede librar al culpable y no ignorar� el pecado. Observa las vastas extensiones de Su justicia y las imponentes masas de Su santidad, y as�mbrate, con gran asombro, de que no te hayan aplastado hace mucho tiempo. En lugar de esa cat�strofe, se le permite escalar entre estas tierras altas y tomar el sol en sus cumbres. Pero, oh, con toda nuestra familiaridad de acercamiento a Dios, no olvidemos cu�n grande y bueno es Dios.

II. Su pureza. �Qu� limpio el aire en esas cumbres iluminadas por el sol! �Qu� brillante el cielo sobre la cabeza del viajero! Me gustar�a entrar, en la medida de lo posible, en una comprensi�n de la absoluta santidad de Dios. "�No har� bien el Juez de toda la tierra?"

III. Su estabilidad. Quiz�s siempre haya un proceso de desintegraci�n; sol y viento y lluvia y nieve, todas estas cosas afectan un poco a nuestras monta�as, pero a pesar de eso permanecen, sus ra�ces clavadas en el coraz�n de la tierra y sus picos perforando las nubes pasajeras. As� ocurre con la justicia de Dios. No puedes sobornar a Dios; ni las amenazas ni las persuasiones lo desviar�n de su curso. �l cumple sus promesas al pie de la letra, cada una de ellas, y el pacto que ha firmado y que Cristo ha sellado con su preciosa sangre, nunca podr� ser dejado de lado.

IV. Su misterio. No se puede escalar ni siquiera una de nuestras peque�as colinas sin correr el riesgo de quedar envuelto en la bruma y en la nube que cae. �Se ha preguntado alguna vez que Dios no es descubierto por el hombre y comprendido por una comprensi�n finita? La maravilla ser�a si lo fuera. Su justicia es como las grandes monta�as.

V. Su utilidad. Son ornamentales, es cierto, pero son incluso m�s �tiles que ornamentales. La justicia de Dios no debe ser simplemente vista desde la distancia, maravillada y admirada; hay que regocijarnos y confiar en �l. Tiene un prop�sito al que nada m�s puede servir.

1. Piense, por ejemplo, en el refugio que brindan las grandes monta�as.

2. Aunque dif�cilmente podemos decir que las monta�as proporcionan pastos, el hecho es que algunas de las mejores tierras se encuentran entre las colinas.

3. Tambi�n hay luz sobre las monta�as. "En tu luz veremos la luz". He o�do hablar de aquellos que han subido a la monta�a durante la noche para ver salir el sol al d�a siguiente. Las cosas que antes eran oscuras e inescrutables se volver�n comparativamente claras cuando brille la luz que se ve desde las cimas de la justicia de Dios.

4. Las monta�as de cada pa�s tienen una influencia muy distinta sobre los pueblos de esos pa�ses, al igual que las llanuras. Encontrar�s una raza diferente all� abajo, donde todo est� nivelado, de los que habitan entre las colinas. Est�n los hombres fuertes y firmes, los hombres de fuerza y ??cerebro. Si tan solo pudi�ramos aclimatarnos para morar, por as� decirlo, entre las elevadas doctrinas de la Palabra de Dios y los nobles pensamientos que hay en la Biblia acerca de nuestro bendito Dios, c�mo nos alterar�a; nuestra tez misma ser�a diferente, nuestra virilidad aumentar�a, nuestra fuerza espiritual se intensificar�a. ( T. Spurgeon. )

La justicia de Dios como las monta�as

Las obras de Dios en la naturaleza parecen estar destinadas por Dios a ser para nosotros im�genes de sus obras en el mundo moral y espiritual.

I. Mientras deambulamos por el mundo de tierra en tierra, ellos impactan en nuestra vista por su prominencia. Desde lejos los vemos, conspicuos sobre la torre y la almena, el templo y la c�pula. Tal en su prominencia es la justicia de Dios ( Salmo 145:17 ). Su trato con sus criaturas ilustra el car�cter de la justicia, el principio de rendir a cada uno lo que le corresponde.

II. La justicia de Dios es como las grandes monta�as en su permanencia. Las "torres cubiertas de nubes" son desmanteladas y destruidas, "los hermosos palacios" de los reyes se desvanecen y perecen, "los templos solemnes" est�n desiertos y se desmoronan en polvo, pero las grandes monta�as permanecen. Las revoluciones de los gobiernos, las conmociones de las naciones en luchas mortales, el flagelo de la pestilencia y la matanza de la guerra no perturban su reposo, e incluso el Tiempo, el gran innovador, en su derrotero destructor los pasa de largo. As� que la justicia de Dios es una justicia eterna.

Su justa ira �se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres� ( Romanos 1:18 ). Pero, por otro lado, Su justa gracia se revela en nuestro bendito Salvador, y todo el orgullo y la rebeli�n, el ego�smo, la hipocres�a y la incredulidad pecaminosa del mundo no cambiar�n Sus prop�sitos de gracia para aquellos que conf�an en Jes�s.

III. La justicia de Dios es como las grandes monta�as en la protecci�n que nos brinda. �Qu� motivo tienen los hombres para bendecir a Dios por las monta�as! Forman una barrera y defensa contra los elementos hostiles de la naturaleza y la cruel opresi�n de los hombres. �Qu� refrescantes son las partes monta�osas de la India en comparaci�n con las llanuras calientes e insalubres! Contempla la cadena monta�osa que separa a Marruecos del gran Sahara y contempla en ellas la �nica barrera contra las invasiones del desierto.

Marruecos no es un desierto por sus monta�as. O, de nuevo, volviendo al mapa pol�tico de Europa, �por qu� mientras Polonia est� dividida y despojada, Hungr�a sometida y Dinamarca lisiada y reducida, Suiza todav�a florece en su antiguo vigor? Seguramente es por sus monta�as. Dentro de esas fortalezas salvajes, la Libertad se ha entrenado, edad tras edad, una generaci�n para llamarla bienaventurada.

Sus monta�as, que se levantan en noble defensa a su alrededor, han desafiado al invasor y al opresor, y la raza resistente de hoy se regocija en la libertad que tanto ama. Y �como los montes rodean esa tierra, as� el Se�or rodea a su pueblo� ( Salmo 125:2 ). La profec�a hablada en el pasado se ha cumplido ( Isa�as 32:2 ). Necesitamos protecci�n

1. Del castigo del pecado.

2. De las acusaciones de Satan�s.

3. De los males de este estado mortal. ( J. Silvester, MA )

La justicia de Dios como las monta�as

I. Las grandes monta�as son inmutables. Toda la revoluci�n de los Alpes ha sido el estado normal durante siglos. Los tronos se tambalearon, los gobiernos cambiaron, los monarcas fueron depuestos; pero el Mont Blanc se ha mantenido impasible en medio de todo esto. En todas partes, las grandes monta�as �se burlan de las eternidades de la historia� y de la permanencia de las instituciones humanas. Lo mismo ocurre con la justicia de Dios; no, infinitamente m�s.

El enamoramiento ha intentado incluso alterarlo, la infidelidad ha tratado de da�ar sus cimientos y subvertirlo; la filosof�a humana lo ha puesto en tela de juicio; el capricho arrogante lo tallar�a seg�n sus propios dise�os; pero tales intentos son tan in�tiles como un hombre que intenta mover los Alpes. La justicia de Dios, como �l mismo, es "sin mudanza ni sombra de variaci�n".

II. Las grandes monta�as son conspicuas. Los viajeros nos dicen que el Himalaya se puede ver a doscientas cincuenta millas de distancia. Y cu�n conspicua es la justicia de Dios. En la historia del mundo no hay nada m�s destacado; en todos los grandes episodios del pasado es lo primero que llama la atenci�n.

III. Las grandes monta�as son ahora oscuras, todo es brillante y soleado; en seguida, todo es oscuro y l�gubre. El viajero inteligente sabe que estos oscurecimientos proceden de abajo; de hecho, ve que el vapor se eleva r�pidamente desde el valle para espesar el dosel sobre su cabeza. De modo que la justicia divina es oscurecible, pero los oscurecimientos son desde abajo. Las brumas de la desconfianza lo esconder�n; las nieblas de la incredulidad la cerrar�n; el vapor de la duda lo envolver�; la atm�sfera oscura, densa y turbia del escepticismo, que bordea la oscuridad misma de la desesperaci�n, lo ocultar� por completo: pero, aunque no lo veas, est� ah�. El viajero puede meter la mano a trav�s de la niebla y sentir la roca palpable.

IV. Es peligroso explorar las grandes monta�as sin un gu�a. Algunos lo han intentado tontamente, y en el intento se han sacrificado vidas valiosas. �Y, ay, qu� posici�n tan peligrosa y qu� doloroso final han llegado los hombres al intentar explorar la justicia de Dios sin un gu�a! La Biblia es el �nico directorio infalible. Oremos al Esp�ritu Divino para que nos gu�e a toda la verdad.

V. LAS GRANDES MONTA�AS SON PROTECTORAS. Es agradable ver muchas ciudades y pueblos de Suiza y Saboya enclavados en una seguridad feliz y pac�fica en valles fruct�feros al pie de las grandes monta�as. No solo est�n protegidos en algunos casos de los vientos del este y las r�fagas del norte, sino que estas ventajas han permitido a los habitantes ganar y mantener una independencia honorable en medio de las grandes potencias militares y agresivas de Europa.

Me mostraron en la primera parte del valle del R�dano, dos l�neas de colinas que casi se cruzan, y all� me informaron que un pu�ado comparativo de valientes suizos derrot� a un ej�rcito invasor. �Y el lugar se considera una especie de Term�pilas en los anales del pa�s hasta el d�a de hoy! La justicia de Dios es protectora y defensiva. Grad�a la salvaci�n presente y la seguridad futura de su pueblo. Todos sus otros atributos, comprometidos en su nombre, tienen su fundamento en esto.

VI. �Grandes monta�as dominan las vistas m�s gloriosas! Vistas que tu imaginaci�n no puede imaginar. Los variados tintes de la luz del sol sobre los pin�culos de la nieve. Los rangos distantes, tan ilusoriamente cercanos. Los valles que se extienden y los tranquilos lagos azules. La armon�a del paisaje, la luz y la sombra se mezclan maravillosamente. As� que desde el monte de la justicia de Dios se obtienen las vistas m�s maravillosas. Aspectos del car�cter Divino, que no pueden verse desde los planos de la raz�n y la ciencia.

Desde lo alto de este atributo se contempla la concordancia de todos los atributos Divinos y se descubre la gloriosa armon�a entre las dispensaciones de la naturaleza, la providencia y la gracia. Desde esta elevaci�n se puede ver "Misericordia y Verdad reunidas, Justicia y Paz bes�ndose". ( Invitado de TJ. )

Justicia y grandes monta�as

La Biblia llena de similitudes. A veces entremezclados, a veces en grupos. Ning�n libro en el mundo es tan rico en ilustraciones, y de �l la poes�a sin inspiraci�n se ha enriquecido con sus mayores bellezas. Por estas semejanzas, Dios ha casado la tierra y el cielo, el tiempo y la eternidad, lo visible y lo invisible.

I. Que la justicia de Dios es como las grandes monta�as porque es duradera. A veces Dios se compara, a veces se contrasta con las monta�as. �Como las monta�as rodean a Jerusal�n, as�, etc. �Las monta�as pueden apartarse, pero su bondad no se apartar�, etc. Despu�s de todo, son relativamente duraderas. La monta�a no es la misma que hace mil a�os. Pero la justicia de Dios es inmutable, por la necesidad de su naturaleza: porque no est� expuesta a accidentes o peligros.

II. En misterio. Hay un misterio sobre todas las monta�as, pero cuanto mayor es una, mayor es la otra. Hay un misterio acerca de la justicia de Dios; sobre su persona. �No ser�a extra�o si pudi�ramos ver el alcance total de la justicia de Dios? El ojo del alma, como el del cuerpo, est� restringido en su poder de visi�n.

III. Tiene alturas peligrosas para escalar. E incluso cuando los hombres escalan las alturas del Monte Rosa y el Matterhorn, no podr�an vivir all�. Y los hombres no pueden vivir m�s en las monta�as de la teolog�a que en estos otros.

IV. Son baluarte y defensa. Y debido a que la expiaci�n de Cristo es justa, su defensa es segura. ( Enoch Mellor, DD )

La justicia de Dios como las grandes monta�as

Las grandes monta�as est�n plantadas en la tierra como se�ales, y son instintivas con la verdad espiritual. Son las manifestaciones externas y visibles de la justicia de Jehov�.

1. Porque, como las grandes monta�as, la justicia de Dios produce un sentimiento profundo y terrible en la mente cuando se la contempla por primera vez en toda su grandeza y gloria trascendente. Ante la justicia de Dios, el esp�ritu humano, lleno de un sentido profundo y permanente de impureza y transgresi�n, se inclina y adora. Una sola mano, la del Gran Arquitecto que plane� y construy� el mundo, transform� la suave sustancia et�rea en la tierra s�lida, suaviz� los valles y elev� las grandes monta�as hasta que besaron los cielos.

Y como ninguna mano humana podr�a crear, ning�n poder humano puede destruir esas grandes monta�as. Es as� con respecto a la justicia de Dios. Fue Dios quien lo plane�, lo elabor� ??y lo encarn�, y lo manifest� plenamente en la persona y obra de Cristo. Y ning�n poder humano puede quitar o destruir la justicia de Dios. La mano que plant� solo puede arrancar. El poder que establece y apoya solo puede eliminar.

Como las grandes monta�as, ce�idas con una fuerza invencible y arraigadas con una firmeza inamovible, es la justicia de Dios. "Tu justicia es como las grandes monta�as".

2. Pero la justicia de Dios es como las grandes monta�as en otro aspecto, a saber, el de la pureza inmaculada. All�, la nieve yace blanca y pura sobre la copa y el seno de los grandes montes, pura y blanca como cay� de la mano del Dios santo. S�lo donde las grandes monta�as hunden sus masivas ra�ces en la tierra, se ven morrenas o masas de rocas desprendidas y tierra suelta o arena que proyectan sus sombras oscuras y dejan sus manchas sobre la blancura pura del glaciar y la virgen. nieve.

Y as� sucede con la justicia de Dios. Es solo en ese punto donde entra en contacto con la justicia del hombre, que es una justicia inmunda, que ves elementos de impureza aparecer y aparecer all�, porque el esp�ritu humano en su mejor momento es tan imperfecto, que mancha y ensombrece. yace sobre �l, y la misma pureza de Dios parece estropeada por el alma humana que reposa en su seno.

Pero m�s all� de la regi�n donde la imperfecci�n humana toca la perfecci�n de Dios, hay una vasta y elevada gama de pureza inmaculada y justicia divina, donde no caen sombras, donde no se puede detectar ninguna mancha.

3. Una vez m�s, la sorprendente comparaci�n de nuestro texto proclama con gran poder y belleza, que para alcanzar la verdadera visi�n de Dios necesitamos ser elevados. Por nuestra pecaminosidad hemos dejado las "alturas" y hemos llegado a "lugares bajos", donde elevamos a una mala eminencia nuestras pasiones y propensiones inferiores. Pero, en la hora de nuestra angustia, instintivamente miramos hacia las monta�as, sintiendo, como verdaderos monta�eses, la atracci�n de la Patria y sabiendo que all� hay ayuda para nosotros.

Y para que nuestras observaciones sean ciertas, no solo debemos tomar sino mantener las alturas. Solo cuando nos paramos en el monte de Dios, cuando examinamos todas las cosas desde el gran monte de la justicia de Dios, llegamos al conocimiento de la verdad eterna.

4. La justicia de Dios es como las grandes monta�as, en cuanto es el trono, la fuente de nuestra ayuda. Se dice que las grandes monta�as prolongan y prolongan el d�a del mundo, para luchar contra sus tormentas, para traer paz, para purificar y aligerar la atm�sfera corrupta y pesada; ensanchan, defienden y bendicen toda la esfera de la vida humana, y mantienen abiertas las ventanas del cielo para que se derrame su justicia, sus generosas libertades.

Las monta�as son como trono de ayuda. Las monta�as defienden y bendicen los valles y las llanuras, como los cielos defienden y bendicen la tierra. Las monta�as representan el hogar tranquilo y majestuoso de la bondad, la verdad y el poder eterno. Las monta�as est�n por encima de los cambios que controlan. Las monta�as juntan y dispersan las nubes; atraen y avivan el aire; condensan la atm�sfera, destilan sus aguas vivas y las env�an para refrescar y fertilizar las llanuras.

Las monta�as son como pulmones de la tierra para devolver a la atm�sfera sus virtudes gastadas. Refuerzan el aire y evitan el moho del ma�z en crecimiento. �Gracias a la poderosa influencia de las monta�as, los valles son siempre verdes, y se proporciona abundante alimento para el hombre y la bestia! Y las monta�as representan la ayuda de otras alturas: la justicia de Dios. Porque nuestra ayuda viene del monte del Se�or. ( Christian Weekly ) .

Tus juicios son un gran abismo. -

Una gran profundidad

I. El misterio de los tratos divinos. Ese oc�ano maravilloso que ocupa dos tercios de todo el espacio de este globo, �qu� poco se sabe de �l! �Cu�n cierto es esto de los caminos de Dios! Ellos, entonces, son tontos que pretenden criticar y quejarse y quejarse de lo que �l hace.

II. Su incesante actividad. M�s que nada en toda la creaci�n, adem�s, creo que el oc�ano es el tipo de actividad incansable y perpetua. Y es bueno para nosotros, si podemos creer en lo mismo en lo que respecta al gobierno y al gobierno: la providencia ben�fica del Dios Todopoderoso. Es el pulso de la creaci�n y siempre late, incluso cuando la creaci�n duerme. Es el maquinista cuya mano est� en el mango y cuyo ojo est� en el medidor de vapor, sin embargo los pasajeros pueden leer o dormir, o deportarse en el barco o en el tren. Dios es, Dios obra, Dios quiere, Dios gobierna, y as� como el mar nunca descansa, Dios camina siempre,

III. Su poder saludable y ben�fico. Las tormentas del oc�ano han enviado a muchos marineros a una tumba prematura; pero sabemos que la conmoci�n salvaje de la tormenta y las olas, cuando las aguas saladas se mezclan en un caldero hirviente de espuma de levadura, significa cargar los vientos con el ozono, el yodo y otros elementos de la vida que dan salud; estas furiosas tempestades significan mantener frescas, puras y saludables las aguas que ruedan hacia cada costa, las olas que ba�an y lamen cada orilla.

Un oc�ano en calma, un mar estancado, una profundidad inactiva, significar�a la pestilencia m�xima y la muerte para el vasto mundo del hombre y la bestia. No, la tormenta y las tempestades tienen su misi�n de bien, su misi�n de misericordia para el hombre, y en esto los juicios de Dios son un gran abismo, por sus tormentas y tempestades, sus dolores y desenga�os, sus salvajes olas de angustia as� como sus chispeantes ondas de paz, son saludables, �tiles, saludables y ben�ficas, tanto para el cuerpo como para el alma. ��l hace todas las cosas bien�.

IV. Su cambio inmutable. Los cambios repentinos, diversos, inexplicables y aparentemente sin ley del oc�ano tienen, sin embargo, en y a trav�s de todos ellos, fijeza y certeza. Todos est�n sujetos a leyes determinadas que las cuales nada es m�s exacto y seguro. Y as�, de todo lo que nos sucede aqu�, nada, aunque aparentemente sea as�, es realmente una casualidad. "El Se�or sabe el camino que tomo, y cuando soy probado", etc.

V. Su poder sustentador. El mar es muy profundo, muy misterioso y, a veces, muy tormentoso, pero �qu� espl�ndida v�a fluvial! �Qu� grandioso barco bien capitaneado, flotando orgulloso sobre su superficie para buscar alguna costa lejana y obtener las cosas preciosas de la tierra lejana! Inglaterra es la Inglaterra que es, rica y grande, poderosa y pr�spera, porque ha aprendido a confiar en el mar. S�, la gran profundidad es algo grandioso para navegar; pero no tan grandioso como lo es la providencia y el misericordioso gobierno de Dios.

Conf�a en eso; zarpar en ese mar; extiende las velas de la oraci�n para atrapar la brisa del cielo; dirija su curso por el propio sol y la estrella de Dios; y ten por seguro que, cualesquiera que sean los vientos en contra con los que te encuentres, cualesquiera que sean los mares agitados con los que puedas enfrentarte, cualquier tormenta y vendaval que amenacen tu seguridad o agiten tu embarcaci�n, esa gran profundidad te llevar� hacia arriba; ese oc�ano Divino te llevar�; ese mar insondable te asegurar� un viaje seguro. La fe nunca sufre un naufragio.

VI. Sus preciosos tesoros. Las cosas preciosas se esconden en misteriosos recovecos. El oc�ano contiene innumerables tesoros enterrados. All� se guardan oro, plata y piedras preciosas. Pero "cu�n grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen". Tesoros tanto de gracia como de gloria, para la vida que es ahora y para la que est� por venir. ( J. Jackson Wray. )

Preparaci�n para las providencias oscuras

Al decir "Tu justicia es como las grandes monta�as", afirma que la justicia y la equidad de Dios son fijas e inamovibles; demasiado profundamente arraigado y demasiado elevado para ser derrocado o incluso sacudido. Al decir: "Tus juicios son un gran abismo", debe entenderse que declara que, a pesar de la justicia y equidad de Dios confesadas, hay muchas cosas inescrutables en sus tratos, muchas cosas que no podemos comprender. en nuestro estado actual de ser.

Y cuando procede a la simple pero conmovedora exclamaci�n: ��Oh Se�or, t� preservas al hombre ya la bestia!�, Podemos considerarlo como refugiado de lo desconcertante y misterioso en lo que es claro e incuestionable; disipar las dudas que pudieran surgir de las oscurecimientos de la providencia, en referencia a esa tutela general y bondadosa que demuestra que Dios es el protector de todo ser viviente. Ahora bien, no es necesario insistir en las verdades del texto.

Son suficientemente evidentes. Todos sabemos que hay mucho de misterioso en el trato de Dios con los hombres y que, en consecuencia, sus juicios pueden llamarse apropiadamente "un gran abismo". Y todos sabemos que es Dios quien preserva tanto al hombre como a la bestia. Pero aunque la verdad de las diversas proposiciones se confiesa f�cilmente y, por lo tanto, no necesita ser probada, puede haber algo en el orden en que el salmista las dispone, que sugiera un tema para una reflexi�n importante. Adem�s, la segunda de las dos proposiciones bien puede obtener una seria consideraci�n de nuestra parte, porque los hombres a menudo est�n desconcertados e insatisfechos por el hecho que declara.

I. Considere las razones para esperar que los juicios de Dios sean "un gran abismo". Incluso ahora, entre los hombres, el trato de los sabios se basa a menudo en m�ximas que la gran masa de sus semejantes no comprende ni aprecia; de modo que esa conducta parece irresponsable, que, sin embargo, procede de una sagacidad alt�sima. �Es, entonces, asombroso que Dios, cuya sabidur�a est� tan por encima de la de los m�s sabios de la tierra como el cielo est� por encima de esta creaci�n inferior, sea inexplicable en sus actos, haciendo a menudo lo que no conseguimos? comprender.

Y puede haber otras razones de la inescrutable de la que ahora hablamos. �Por qu� no puede suponerse que Dios, con un prop�sito determinado, a menudo se cubre con un velo de nubes, obrando de un modo que trasciende nuestro entendimiento, a fin de conciliar nuestra reverencia y mantener la fe en el ejercicio? Si siempre fu�ramos capaces de discernir las razones de los tratos Divinos, �qui�n no ve que nuestra propia sabidur�a pronto llegar�a a ser considerada casi igual a la de Dios? Y luego, nuevamente, �qu� lugar habr�a para la fe, si no hubiera profundidad en los juicios divinos? �Si todas las razones fueran tan claras, todos los designios tan palpables, que nadie pudiera hacer otra cosa que aceptar la idoneidad y bondad de todos los nombramientos de Dios? Es muy f�cil, si echa un vistazo superficial a los tratos del Ser Divino, observe los empujones y la confusi�n que parecen casi universales, y marque el giro inesperado que toman las cosas, para tratar de asignar el motivo de esta cita, o asignar el posible uso de aqu�lla; Es muy dif�cil estar seguro de que todo est� ordenado para mejor, de que no hay un resorte en movimiento que Dios no regule, ni una fuerza en acci�n que �l no controle.

Sin embargo, cuando llegamos a investigar lo que se esperaba, no encontramos que razonablemente podr�amos haber buscado cualquier otro estado de cosas. �No deber�amos sentir que son las mismas tinieblas en las que mora el Todopoderoso lo que obtiene para �l la reverencia de criaturas como nosotros, excita su fe y les recuerda perpetuamente el juicio venidero?

II. La posici�n en la que se colocan estas palabras. Se insertan entre otras dos proposiciones, de las que derivan y sobre las que no arrojan luz desde�able. Considere, entonces ...

1. La conexi�n entre las dos primeras cl�usulas del texto. Ahora bien, no hay mejor manera de preparar la mente para contemplar la inescrutable de Dios que asentarla en su persuasi�n de la justicia de Dios. Porque no podemos estar completamente persuadidos de la justicia de Dios, y no estar completamente persuadidos de que, incluso cuando Sus tratos sean los m�s oscuros, solo deben verse a la luz de Su sabidur�a, y se elogiar�n a s� mismos como los mejores que puedan. han sido ideados.

Y esta es la raz�n por la que los hombres buenos, pr�cticamente, est�n tan poco perplejos por las complejidades de la providencia divina. Est�n seguros de la justicia de Dios. De esta manera, se puede decir que el salmista se fortalece para considerar la inescrutableidad de los tratos divinos asegur�ndose de la justicia divina. Y as�, pose�do de aquello que debe evitar que se hunda, se lanza a lo vasto y profundo y exclama: �Tus juicios son un gran abismo.

S�, es de esta manera que todos debemos esforzarnos por prepararnos para la prueba. Nos lanzamos al gran abismo de los juicios de Dios con una tenue aprensi�n de la justicia de Dios; y no es de extra�ar, entonces, si ahora somos como marineros sin br�jula, y clamamos como si Dios se hubiera olvidado de ser misericordioso. Pero si estamos ocupados, aunque a�n no nos hemos empujado sobre ese vasto oc�ano, certificando que Dios no puede desviarse de Su prop�sito, que Dios no puede dejar de gobernar el mal, no podr�amos fallar, cuando nos encontr�ramos en las aguas oscuras, para tener nuestro ojo en la estrella que nos ense�ar� a conducir.

Las im�genes empleadas en este salmo son muy hermosas. El salmista combina los montes y el abismo. Se debe considerar que las monta�as surgen de las aguas y las ci�en por todos lados. Sabemos, por las partes de las monta�as que son visibles, que hay partes bajas ocultas de nosotros por las aguas, y con la misma certeza de que las partes bajas forman la cuenca de donde fluyen las aguas.

Y as� deber�amos aprender al ver, cuando miramos hacia los cielos, que hay justicia alrededor de esta oscuridad inferior que somos incapaces de penetrar, que los cimientos que est�n debajo de las olas son de los mismos materiales que las cumbres que est�n arriba. , y que a menudo brillan a la luz del sol, aunque a veces pueden estar ocultos en la niebla. Esta, decimos, es la idea expresada en sentido figurado por la expresi�n del salmista.

Una vez que haya dado el car�cter de "monta�as" a la justicia, considere esa justicia como inamovible y como ci�endo a toda la econom�a de la Providencia, y dif�cilmente puede suceder que usted se sienta abrumado por los tratos divinos, por peque�o que sea. capaz de sondearlos. Y as� es la transici�n de la "justicia" a los "juicios" de Dios en nuestro texto exactamente indicativo del proceso que debe tener lugar en nuestras mentes. Y ahora considera ...

2. La conexi�n entre las dos �ltimas proposiciones del texto. Parece haber algo muy abrupto en esta segunda transici�n, pasar del gran abismo de los juicios de Dios al hombre y la bestia que preservan; desde tan grandes misterios hasta las misericordias cotidianas que se derraman sobre el mundo. Pero incluso un creyente en la justicia de Dios puede, al contemplar el gran abismo de la Providencia, desear alguna evidencia clara y visible de esa bondad de Dios que parece tan opuesta a toda esta oscuridad y confusi�n.

Y esto es lo que le da la �ltima cl�usula de nuestro texto. Porque de toda la creaci�n se convocan testigos para dar testimonio de la bondad de Dios. El hombre y toda bestia del campo, toda ave de los cielos, s�, todo lo que pasa por los senderos del mar, debe proporcionar prueba del cuidado y el amor de Dios. �Dir�a usted que toda la animaci�n que se mantiene en el universo, y todo el sustento que se proporciona tan generosamente a cada tribu, debe referirse al funcionamiento de ciertas leyes y propiedades independientemente de la agencia inmediata de un siempre presente, Divinidad siempre activa? Esto no es nada mejor que la idolatr�a de las segundas causas y la negaci�n de la Primera; esto es sustituir la naturaleza - un ideal - para Aquel que es el Creador y Preservador de todo.

�C�mo es posible que, ma�ana tras ma�ana, el sol despierte a las grandes ciudades y haga que los bosques silenciosos resuenen con el gorjeo de los p�jaros y ponga en actividad a miles de criaturas en cada monta�a y en cada valle? De todas las hordas interminables as� revividas en cada amanecer, �no est� el ser solitario para quien no hay provisi�n en los graneros de la naturaleza? �Puede ser que Dios no tenga en cuenta el mundo, que no est� estudiando en lo que ordena y designa, el bien de sus criaturas, cuando se muestra atento a las necesidades y comodidades de los seres vivientes m�s humildes? Nos parece que, por tanto, hay un razonamiento hermoso, aunque t�cito, en el texto, y que la segunda proposici�n se sit�a admirablemente entre la primera y la �ltima.

Es como si David hubiera dicho: �Ven, reflexionemos sobre la justicia de Dios. No ser�a Dios si no fuera justo en todos Sus caminos; y por lo tanto podemos estar seguros de que todo lo que �l hace es lo mejor que se puede hacer, podamos percibir o no su excelencia. Una vez establecido esto, habiendo determinado que su "justicia es como las grandes monta�as", consideremos sus "juicios".

�Ah! �Qu� abismo de aguas oscuras hay aqu�! �Cu�n inescrutables, cu�n insondables son estos juicios! S�, pero estando previamente convencidos de la justicia de Dios, no deber�amos dejarnos asombrar por lo oscuro de Sus dispensaciones. Cierto; sin embargo, la mente no parece satisfecha con este razonamiento. Puede resultar m�s convincente para el intelecto, pero no se dirige a los sentimientos. Pues bien, pase de lo oscuro en los tratos de Dios a lo claro.

"Se trata de tu camino y de tu cama". �Los ojos de todos esperan en �l; El abre su mano, satisface el deseo de todo ser viviente �. �Es este un Dios de quien sospechar? �Es este un Dios de quien desconfiar? No, seguro. Si puedes decir: "Tu justicia es como las grandes monta�as", �no te prepar� del todo para el hecho de que "Tus juicios son un gran abismo", toda sospecha restante se dispersar� cuando puedas unirte a la confesi�n? "Oh Se�or, T� preservas al hombre y a la bestia". ( H. Melvill, BD )

Insondable

I. Los tratos de Dios con su pueblo son a menudo insondables. Pero, �por qu� nos env�a el Se�or una aflicci�n que no podemos comprender?

1. Porque �l es el Se�or. �l es Dios, y por lo tanto, a menudo nos conviene sentarnos en silencio y sentir que debe ser correcto, aunque igualmente sabemos que no podemos ver c�mo es as�.

2. Dios nos env�a pruebas de este tipo para el ejercicio de nuestras gracias. Ahora hay lugar para la fe. Cuando puedes rastrearlo, no puedes confiar en �l. Aqu� tambi�n hay espacio para la humildad. La sensaci�n de que todo est� m�s all� de nuestro conocimiento nos trae humildad y nos sentamos a los pies del trono de Jehov�. Creo que dif�cilmente hay una gracia a la que no le ayuden mucho las profundidades de los juicios de Dios.

Ciertamente, el amor se ha desarrollado con frecuencia en un alto grado de esta manera, porque el alma finalmente llega a decir: �No, no desear� la raz�n; Yo le amo tanto; que su voluntad se mantenga por una raz�n; eso ser� suficiente para m�; es el Se�or; que haga lo que bien le parezca �.

3. Tenemos pecados que no podemos sondear, y por tanto, no es de extra�ar que tengamos tambi�n castigos que no podemos sondear.

II. Los juicios de Dios son un gran abismo: entonces navegan a salvo. Los barcos nunca chocan contra las rocas en las grandes profundidades. Cuando el marinero comienza a remontar el T�mesis, entonces es que primero hay un banco de arena y luego otro, y est� en peligro; pero en las aguas profundas, donde no encuentra fondo, tiene poco miedo. As� en los juicios de Dios. Cuando nos est� tratando con aflicci�n, es la navegaci�n m�s segura que puede tener un cristiano.

Pues entonces no tiene por qu� temer la ca�da; cuando est� deprimido, no debe temer el orgullo; cuando se humilla bajo la mano de Dios, es menos probable que se deje llevar por cada viento de tentaci�n. Los juicios de Dios son un gran abismo, pero navegan con seguridad, y bajo la gu�a y presencia del Esp�ritu Santo no solo son seguros, sino que son ventajosos. Me pregunto mucho si alguna vez crecemos mucho en gracia, excepto cuando estamos en el horno.

III. Los juicios de Dios son un gran abismo, pero esconden un gran tesoro. Abajo en esas grandes profundidades, �qui�n sabe qu� puede haber? Las perlas se encuentran profundamente all�. Y as� con los juicios profundos de Dios. Qu� sabidur�a se esconde all�, y qu� tesoros de amor y fidelidad, y lo que David llama "ternura extrema", "porque con ternura extrema", dice, "me has afligido". Quiz�s, todav�a, no recibimos, ni siquiera percibimos el beneficio presente e inmediato de algunas de nuestras aflicciones.

Puede que no haya un beneficio inmediato; el beneficio puede ser para aqu� y para el futuro. La disciplina de nuestra juventud puede estar destinada a la madurez de nuestra era. No s� que esa hoja requer�a la lluvia en un d�a as�, pero Dios no miraba a febrero como tal, sino a febrero en su relaci�n con julio, cuando se deb�a recoger la cosecha. Consider� la hoja no simplemente como una hoja, y en su necesidad actual, sino como lo ser�a en el grano lleno en la mazorca.

IV. Los juicios de Dios son muy profundos: entonces hacen mucho bien. El gran abismo, aunque la ignorancia piensa que todo es un desierto, un desierto salado y est�ril, es una de las mayores bendiciones para este mundo redondo. Si ma�ana �no hubiera m�s mar�, ser�a la mayor de todas las maldiciones. Es del mar de donde surge la perpetua niebla que, flotando en el aire, desciende por fin en abundantes aguaceros sobre colinas y valles para fertilizar la tierra.

El mar es el gran coraz�n del mundo; podr�a decir, la sangre circulante del mundo. No hay desperdicio en el mar; todo es querido. Debe estar ah�; no hay una gota de ella de m�s. �As� con nuestras aflicciones que son tus juicios, oh Dios! Son necesarios para nuestra vida, para la salud de nuestra alma, para nuestro vigor espiritual. �Es bueno para m� haber sido afligido�, dijo David.

V. Si los juicios de Dios son muy profundos, entonces se convierten en un camino de comuni�n consigo mismo. En un momento pensamos que lo profundo separaba a diferentes pueblos; que las naciones fueron separadas por el mar; pero �he aqu�! el mar es hoy la gran calzada del mundo. Los veloces barcos lo cruzan con sus velas blancas, o con sus motores palpitantes pronto destellan sobre las olas. Y as�, nuestras aflicciones, que pensamos en nuestra ignorancia que nos separar�an de nuestro Dios, son el camino por el cual podemos acercarnos m�s a Dios de lo que podr�amos de otra manera.

Los que descienden al mar en barcos, que hacen negocios en las grandes aguas, �stos ven las obras del Se�or y sus maravillas en las profundidades. T� que te mantienes cerca de la orilla y tienes peque�as pruebas, no es probable que conozcas muchas de sus maravillas en las profundidades. ( CH Spurgeon. )

Versículo 6

Oh Se�or, T� preservas al hombre y a la bestia.

La providencia de Dios en la preservaci�n de sus seres vivientes

Como hizo a todas las criaturas vivientes, son objeto de su cuidado continuo. Como hizo el mundo con asombrosa magnificencia; la preside y la gobierna para los fines para los que fue hecha: Su mano sostiene la tela que Su poder ha levantado. As� como la producci�n de las criaturas vivientes m�s humildes es obra del poder y la sabidur�a divinos, su preservaci�n en vida es el efecto de su providencia: y resulta de la perfecci�n de la naturaleza y providencia divinas, que a pesar de la inmensa grandeza y multiplicidad de Sus obras, y la superior dignidad e importancia de algunas criaturas en comparaci�n con otras, ninguna parte, aunque sea tan diminuta, se pasa por alto.

Las mentes vulgares son m�s propensas a verse afectadas por un sentido de la providencia divina cuando ven algo extraordinario y maravilloso y, como imaginan, m�s all� o en contra del curso habitual de la naturaleza. Pero este es el efecto de su debilidad e ignorancia. Las operaciones constantes y el curso uniforme de la naturaleza deben considerarse como la gran prueba y efecto de una providencia divina, mucho m�s que cualquier desviaci�n aparente.

Todo el que reflexiona ser� consciente de su propia insuficiencia para sostener su propio ser o satisfacer sus propias necesidades. Sentimos nuestra dependencia de algo que est� por encima de nosotros, y somos conscientes de un poder superior que nos sostiene y preserva. Del todo podemos observar:

1. El derecho de Dios al dominio sobre sus criaturas; que se basa no s�lo en Su poder creativo, sino en Su sabidur�a gobernante y providencia preservadora.

2. Tenga pensamientos de admiraci�n y agradecimiento por el cuidado y la bondad Divinos en nuestra preservaci�n.

3. Imitemos, seg�n nuestra capacidad, la divina providencia y la bondad, extendiendo nuestro cuidado y contribuyendo con nuestra parte al apoyo y bienestar de nuestros semejantes.

4. Conf�e en la protecci�n Divina para el futuro. Los cuidados t�midos y ansiosos por nuestra propia preservaci�n son incompatibles con la piedad verdadera o una confianza justa en el cuidado y la bondad Divina. ( S. Bourn. )

Versículos 7-8

Cu�n excelente es tu misericordia, oh Dios.

La excelencia de la bondad amorosa de Dios

I. El tema del texto. "Tu misericordia, oh Dios".

1. Manifestado

(1) En la creaci�n.

(2) En providencia.

(3) En gracia.

2. Sentido o experimentado

(1) En conversi�n.

(2) En reconciliaci�n y adopci�n.

(3) En compa�erismo cristiano y comuni�n con Dios.

(4) En ordenanzas y promesas.

(5) En el cielo.

II. Su excelencia. Esto parece ...

1. En manifestarse a los m�s indignos.

2. En la multitud de bendiciones de las que es fuente.

3. Da seguridad en todos los peligros y genera confianza.

4. Es infinitamente satisfactorio.

5. Es constante.

6. Est� pre�ada de una futura bienaventuranza y una gloria inefable.

Solicitud.

1. �Su experiencia le lleva a admirar esta bondad amorosa?

2. Si no es as�, es una prueba de pereza y esterilidad, y exige arrepentimiento.

3. Por mucho que disfrutes ahora de esta bondad amorosa, no es m�s que un anticipo. ( Ayuda para el p�lpito ) .

Los invitados del Se�or

"�Cu�n excelente es tu misericordia, oh Se�or!" He aqu� un estallido de doxolog�a nacido de una gran contemplaci�n. Este hombre canta pero como canta el pardillo; canta porque debe hacerlo; su canci�n es el estallido espont�neo de un alma jubilosa. Muchas de nuestras doxolog�as son forzadas y artificiales; no son naturales e inevitables. La canci�n de este hombre es el resultado seguro y cierto de las condiciones preparadas y definidas.

Ha estado examinando el maravilloso poder de Dios. �Y d�nde ha tenido lugar la meditaci�n? En el aire libre. Es un gran amante de la naturaleza, y mientras fija su mirada asombrada en sus glorias, la naturaleza se convierte para �l en una literatura y discierne el car�cter de Dios. Es una meditaci�n larga y pausada. Momento a momento parece mirar hacia las profundidades cada vez m�s profundas en el cielo inconmensurable. "�Tu misericordia, oh Se�or, est� en los cielos!" �Tu misericordia es como lo que estoy mirando! �Profundidad m�s all� de la profundidad y una comprensi�n que rodea a todos! Y luego se vuelve hacia las nubes que se acumulan, que se preparan en el suroeste, y vienen con sus tesoros cargados para humedecer las laderas del Carmelo y empapar las llanuras secas con su riqueza fertilizante.

Y nuevamente su coraz�n lee el evangelio espiritual tra�do por este mensajero material. "�Tu fidelidad llega desde las nubes!" La tormenta que se avecina, la oscuridad que se avecina, no son fuerzas ca�ticas que enfurecen a voluntad sin orden; �todos est�n a cargo del Dios Todopoderoso! "�Las nubes caen gordura!" Luego sus ojos se desv�an a las monta�as elevadas, a Herm�n y al lejano L�bano, o al otro lado de las colinas de Moab.

Estos son los �nfasis en el paisaje, las realidades perdurables en medio de todos sus estados de �nimo cambiantes. El r�o va y viene; �Hay tiempo de sequ�a y tiempo de abundancia! Las generaciones surgen y pasan, pero cada d�a siguiente el cosechador mira hacia arriba desde las llanuras febriles y ve las alturas frescas y elevadas del L�bano inmutable. "�Tu justicia es como las grandes monta�as!" �Pase lo que pase, eso perdura! Y as� su mirada contemplativa vaga por este gran campo de simbolismo espiritual, hasta que el coraz�n brilla y arde en la gloria acumulada.

"�Cu�n excelente es tu misericordia, oh Dios!" Seguramente podr�amos imitar al salmista en este fruct�fero m�todo de devoci�n. Ahora bien, esta bondad amorosa, tan preciosa y tan excelente, se representa para el salmista como un hogar para el alma, un hogar en el que todos los hijos de los hombres pueden ser hu�spedes de Dios. �La bondad amorosa de nuestro Se�or es solo la casa de hu�spedes del alma! Porque, �qu� nos asegura el salmista que podemos encontrar en este hogar lleno de gracia? Primero.

, nos ofrece refugio. "Por tanto, los hijos de los hombres se refugian bajo la sombra de tus alas". Creo que hay algo muy pat�tico en la conjunci�n. Despu�s de las imponentes monta�as, los cielos lejanos, los batallones de nubes de tormenta y el mar misterioso, menciona a "los hijos de los hombres". Parece estar medio aterrorizado y medio confiado en la asociaci�n. El hombre parece tan lamentablemente peque�o al lado de los fen�menos colosales del mundo material.

Y sin embargo, aunque el salmista tiembla por un momento en el sentido de su propia insignificancia, pronto recupera la confianza de su alma. "Por tanto, los hijos de los hombres fingen refugio bajo la sombra de tus alas". Ese es el privilegio de los hijos de Dios. Podemos escondernos en la presencia inmediata del Creador de todas las cosas, podemos convertirnos en la bondad amorosa de Dios mientras los pollitos se abrazan bajo las alas de su madre.

Hay espacio para todos, siempre y en todas partes. El peligro o la crisis nunca nos encuentra lejos de casa. Pero en la casa de hu�spedes no solo encontramos refugio y seguridad, encontramos un sustento lleno de gracia y perfecto. �Se saciar�n en abundancia de la grosura de tu casa�. El Se�or siempre le da a Su invitado lo mejor. La palabra "gordura" significa literalmente la parte superior de una cosa. La parte superior de la leche es la nata, y siempre es la nata de las cosas con las que nuestro Se�or entretiene a Sus hijos.

"Los alimentas con lo mejor del trigo". �l proporciona visiones gordas para la mente, libr�ndonos de concepciones pobres y delgadas de Dios, del hombre, de la vida y del deber. Proporciona gordas promesas para el coraz�n, salv�ndonos de los afectos delgados y pobres, de las emociones en las que no hay fuerza ni ministerio sacrificial. Y proporciona energ�as gordas para la voluntad, aliment�ndonos en poderes de resoluci�n que nos hacen invulnerables en el camino del peregrino.

Y con esta gordura debemos estar "abundantemente satisfechos". Hay tanta gente insatisfecha en nuestras calles, que posee comodidades, pero ninguna comodidad, que ha encontrado tranquilidad pero no ha ganado la paz. Pero la comida del Se�or ha de saciar en abundancia, y el coraz�n ha de descansar. "Satisface tu boca de bienes". Pero se nos debe dar m�s que refugio y sustento. Nuestro gran Anfitri�n entretiene a Sus invitados con extra�os placeres.

�T� los haces beber del r�o de tus placeres�. Esto puede significar los placeres que Dios nos proporciona, o puede significar los propios placeres de Dios, o probablemente puede significar ambos. Las cosas que agradan al Se�or son para darnos gozo. �En qu� encuentra nuestro Se�or Su deleite? "�Se deleita en la misericordia!" Y debo beber de este r�o, saborearlo y encontrarlo como un grato deleite.

"�Hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente!" Y de este r�o beber�, y mi coraz�n se alegrar� por el regreso del hijo pr�digo. Cuando vea a otro regocijarse, me regocijar�, y en mi deleite compartir� el gozo del Se�or. Y todos estos placeres vendr�n en mi camino como un r�o. No deben ser como un estanque, expuestos a la sequ�a inmediata, secos en el d�a cr�tico.

Y el salmista, antes de cerrar su doxolog�a, nos da el gran secreto de esta hospitalidad suficiente. "Contigo est� la fuente de la vida". Todo el bien se encuentra en Dios. �Todas nuestras fuentes est�n en �l�, las fuentes del impulso, del deseo, de la voluntad y de toda vitalidad. ( JH Jowett, MA )

La excelencia de la bondad amorosa de Dios

I. Tome las palabras directa y absolutamente, ya que se encuentran en s� mismas.

1. La bondad amorosa de Dios es sumamente excelente, es decir, Su favor y buena voluntad ( Salmo 30:5 ; Salmo 63:3 ; Salmo 106:4 ).

(1) En cuanto al tema del mismo, considerando de qui�n es.

(2) En cuanto a su plenitud. El que tiene el favor de Dios, �qu� se puede decir que desee? No hay nada aqu� en el mundo, pero cuando un hombre tiene tanto como su coraz�n puede desear, todav�a querr� algo de �l, y eso a veces de lo que menos puede prescindir; pero al que tiene inter�s en la bondad amorosa de Dios, se le entregan todas las cosas buenas, en la medida en que las usa y las necesita.

(3) En cuanto a la eficacia de la misma, es de dulce influencia dondequiera que est�; hace que las comodidades sean mucho m�s c�modas, y hace que los cruces sean mucho m�s tolerables y beneficiosos.

(4) Por su franqueza e imparcialidad.

(5) Por su permanencia y duraci�n. A quien ama, ama hasta el fin ( Isa�as 54:8 ).

2. El salmista bendice a Dios por su actividad de bondad para con su iglesia, por esa bondad amorosa que se manifiesta en sus procedimientos y dispensaciones hacia ellos. Ahora bien, esto tambi�n, as� como el primero, es muy excelente, y eso en estos aspectos.

(1) En cuanto a su sustancia y las materias que la componen, que son diversas. Dios ha mostrado su bondad amorosa a su iglesia en diversas expresiones. Al darles a su Hijo para su redenci�n y reconciliaci�n consigo mismo; cu�n excelente es su bondad amorosa aqu� ( Romanos 8:32 ). En las ordenanzas y los medios de gracia. En Su Esp�ritu y en el funcionamiento del mismo, mediante el cual Sus ordenanzas y ministerio se hacen efectivos para quienes los disfrutan. En su cuidado y providencia hacia �l.

(2) En cuanto a su extensi�n, ampli�ndose y difundi�ndose.

(3) En cuanto a la peculiaridad y apropiaci�n de la misma.

II. Considere las palabras reflexivamente, como si vinieran del salmista.

1. Aqu� hay un buen juicio.

2. Un favor especial. David no solo habla aqu� por juicio y la fuerza de su entendimiento; pero fuera del sentido y la certeza de su experiencia, que hab�a encontrado y sentido el funcionamiento de este favor especial, y en consecuencia habla triunfalmente de ello. Los pensamientos frecuentes sobre este punto son los que pueden ser muy beneficiosos para nosotros; y puede tener una gran influencia en nuestras vidas.

(1) Para apresurarnos al deber y hacernos mucho m�s diligentes en nuestro negocio.

(2) Para restringirnos del pecado y hacernos mucho m�s t�midos de nuestros abortos espont�neos.

(3) Para satisfacernos en nuestras aflicciones y hacernos m�s satisfechos con nuestra condici�n.

3. He aqu� un agradecimiento.

4. Aqu� hay una publicaci�n gozosa ( Salmo 92:2 ) que llama a mostrar la bondad amorosa del Se�or ( Salmo 63:8 ). ( T. Herren, DD )

Por tanto, los hijos de los hombres ponen su confianza bajo la sombra de Tus alas. -

El car�cter y los privilegios del pueblo de Dios

I. Su car�cter. Valoran mucho la bondad amorosa de Dios.

II. Sus privilegios.

1. "Quedar�n en abundancia", etc.

2. Beben del r�o de sus placeres. Toda la alegr�a es de ellos. ( D. Rees. )

Versículos 8-9

Se saciar�n en abundancia de la grosura de tu casa, y les har�s beber del r�o de tus placeres.

Lo que los hombres encuentran bajo las alas de Dios

I. Satisfacci�n. Se hace alusi�n, sin duda, a la comida festiva de sacerdotes y fieles en el templo, con motivo de la ofrenda de paz. Y tambi�n existe la met�fora m�s simple de Dios como el anfitri�n en Su mesa, en la que somos invitados. En cualquier caso, la clara ense�anza del texto es que por el poder de una tranquila confianza en Dios se llena y satisface toda la masa de los deseos de un hombre. El coraz�n, la mente, la voluntad, los apetitos, los gustos, las inclinaciones, las debilidades, las necesidades corporales; toda la multitud de ellos clama por su carne. Ahora bien, �d�nde se encontrar�n provisiones para todos estos? La �nica respuesta es Dios; Dios solo es el alimento del coraz�n. Jes�s dijo: "Yo soy el pan de vida, el que a m� viene, nunca tendr� hambre".

II. Alegr�a. �T� les haces beber�, etc. Quiz�s �los r�os� apunten a los r�os del Jard�n del Ed�n, porque �Ed�n� es el singular de la palabra que aqu� se traduce como �placeres�. Se restaura el para�so para quienes conf�an en el Se�or. Toda la concepci�n de la religi�n en la Biblia es alegre. No tiene nada de tristeza puritana. Es cierto que un cristiano tiene fuentes de tristeza que otros hombres no tienen.

La vida parecer� m�s grave y triste que las vidas �que s�lo resuenan con risa idiota�, y no tienen m�sica porque no tienen melancol�a. Eso no se puede evitar. Pero, �qu� importa si se tapan dos o tres corrientes superficiales, si el r�o puro del agua de la vida se convierte en vuestros corazones? Escuchamos mucho sobre otros deberes cristianos. No escuchamos tanto como deber�amos sobre el deber cristiano de gozo.

Se necesita una fe muy firme para decir: "Aunque la higuera no florezca, ni fructifique en la vid, yo me regocijar� en el Se�or, me gozar� en el Dios de mi salvaci�n". Qu� bendici�n es para nosotros tener, como podemos tener, una fuente de alegr�a, congelada por ning�n invierno, seca por ning�n verano. Solo tenemos que lamer un bocado apresurado de alegr�as terrenales mientras corremos, pero no podemos beber tragos demasiado llenos de este r�o de agua pura que alegra la ciudad de Dios.

III. Vida. "Contigo est� la fuente de la vida". Las palabras son verdaderas con respecto al significado m�s bajo de "vida" - existencia f�sica - y dan una idea maravillosa de la conexi�n entre Dios y todas las criaturas vivientes. Donde hay vida, est� Dios. Pero es de una vida superior a la f�sica que dice nuestro texto: la vida del esp�ritu en comuni�n con Dios. Existe la muerte en la vida: los hombres vivos pueden estar "muertos en delitos y pecados".

IV. Luz. "En tu luz veremos la luz". Dios es "el Padre de las luces". El sol y todas las estrellas son solo luces encendidas por �l. Es la corona misma de la revelaci�n que Dios es luz y que en �l no hay tinieblas en absoluto. Todas las cosas alegres vienen con �l. Aporta calidez y fruto, plenitud y vida. La pureza, la alegr�a y el conocimiento han sido simbolizados por �l en todas las lenguas. Esta gran palabra aqu� parece apuntar principalmente a la luz como conocimiento.

Este dicho es cierto, como lo era la cl�usula anterior, en relaci�n con toda la luz que tienen los hombres. La inspiraci�n del Todopoderoso le da entendimiento. Ahora, el resumen de todo el asunto es que toda esta bendici�n cu�druple de satisfacci�n, gozo, vida, luz, se te da, si aceptas a Cristo. Y si no lo quieres, morir�s de hambre, y tus labios se agrietar�n de sed; y vivir�s una vida que es muerte, y por fin te hundir�s en las tinieblas de afuera. �Es ese el destino que vas a elegir? ( A. Maclaren, DD )

La gordura de la casa de Dios

I. El hijo de Dios recibe lo necesario.

1. La comida se fortalece; es alimentado con la gracia de Dios. Lo que Satan�s da debilita; lo que Dios da fortalece.

2. Es rico, rico como corresponde a la casa de un monarca, la mesa de un rey. Es el amor de Dios. La vida sin amor es muerte. �Nadie tiene mayor amor que este, aquello�, etc. Y esta es la seguridad del amor de Dios para con nosotros.

3. Y es abundante. Un subsidio ser�a m�s que nuestro derecho, pero Dios nos da todo. Abran entonces sus corazones para recibir Su misericordia. As� que estaremos contentos y en reposo.

II. Con lo agradable. "Los r�os de los placeres de Dios". Habr� sensaci�n de seguridad: elevaci�n del pensamiento y alta comuni�n con Dios y con los santos: anticipos del cielo. ( Potencia PB, MA )

Verdadera felicidad humana divina

I. La Divinidad suministra la fuente de nuestra felicidad. Es "el r�o de tu placer". Dios es feliz, el Dios siempre bendito. Su felicidad es un "r�o", puro, sin l�mites, desbordado. �Qu� es este r�o? Implica ...

1. Una conciencia aprobatoria.

2. Conciencia de seguridad.

3. Una naturaleza amorosa.

4. Una actividad ben�fica.

Dios mismo no podr�a ser feliz sin ellos. El hombre es feliz porque participa de la felicidad de Dios.

II. La divinidad conduce a su fuente. �Les har�s beber�, etc. El alma humana se ha alejado tanto de este r�o que nadie m�s que Dios puede traerlo de regreso. Esto lo ha hecho, lo est� haciendo y lo seguir� haciendo por medio de Cristo. "El, todo el que tenga sed, ven", etc. ( D. Thomas, DD )

La gordura de la casa de Dios

Un hidrante no tiene agua en su composici�n. Est� hecho de madera, hierro y lat�n. Pero cuando est� terminado, y las autoridades competentes lo hayan puesto en su lugar, es entonces cuando puede salir agua de �l. Un vaso ardiente no tiene fuego. Solo tiene el s�lice y el �lcali, con su banda y asa de metal. Pero cuando se hace y se guarda correctamente, encender� un fuego, porque enfoca los rayos de calor del gran sol.

Pero no esperar�as encontrar a nadie tan tonto como para alejarse del hidrante y morir de sed, porque no tiene agua en su composici�n. Es de esperar que la gente vaya al hidrante cada vez que necesite agua, y lo premiar� porque es una de las salidas constituidas para las aguas del lago. Y usted esperar�a que usaran el vidrio ardiente y lo apreciaran, como medio para obtener el fuego del sol, para consolarlos y suplir sus necesidades.

Ahora, esta casa de Dios no tiene nada de gracia, justicia o gloria en estas vigas, tablas y clavos. No hay ninguna de las aguas curativas en estos bancos, pasillos y este p�lpito. Ninguno de los fuegos del cielo en su pintura, pared y techo. Pero Dios ha ordenado esta casa para que sea el lugar del cual brotar�n las aguas de Su salvaci�n; para ser el punto en el que los rayos fundidos de Su amor se juntar�n a medida que pasa el tiempo.

I. Admire la gordura de la casa de Dios. Esto incluye todas las bendiciones que Dios otorga a trav�s de Su casa.

1. Vida ( Salmo 36:9 ). Es la vida comprada para nosotros por la muerte de Cristo, y tra�da a nosotros por las ministraciones del Esp�ritu Santo; la vida que saldr� ilesa de la muerte que guarda el fin de este mundo y pasar� sin ser tocada por las explosiones de fuego de la segunda muerte; la vida que crecer� y resplandecer� en medio de las bellezas y glorias de la Nueva Jerusal�n mientras Dios mismo dure.

2. Amor ( Salmo 36:7 ). El amor de Dios mismo: infinito, inmerecido.

3. Protecci�n ( Salmo 36:7 ). Contra el mundo, la carne, el diablo.

4. Refrescante ( Salmo 36:8 ). Este refrigerio eliminar� la incomodidad, el cansancio, el dolor, la debilidad, la tristeza y la angustia de los corazones de todos los que esperan en Dios. Har� que el alma se alegre, cantando a lo largo de la vida, cantando en la muerte y cantando a trav�s de las alegr�as de la eternidad.

5. Limpieza ( Salmo 36:8 ).

6. Luz ( Salmo 36:9 ) Esta es la luz que �brilla en las tinieblas�, de la cual Juan vino a dar testimonio. Es la verdadera luz. Brilla en la oscuridad de nuestra ignorancia y hace desaparecer las sombras profundas del error y el prejuicio, iluminando el camino de la verdad con tanta claridad "para que corra el que lee".

7. Calidez (vers�culo 9). La luz aporta calidez.

II. Est�n satisfechos en abundancia con la grosura de la casa de Dios.

1. La vida es la necesidad de tu alma. No la vida del cuerpo, para eso tienes; ni la inmortalidad del alma, porque eso no se puede perder. Pero necesitas algo dentro de ti que vivir� cuando se apague la luz de esta vida. Esta vida que Dios puede darte en Su santuario. Ponga su alma en conexi�n con Jesucristo el Dios-hombre ahora, mediante una solicitud penitente y creyente de Su favor, y sentir� el comienzo, la emoci�n y el resplandor de esta nueva vida movi�ndose en su alma.

2. El amor es deseado por tu alma. Los zarcillos de tu afecto salen a buscar algo a lo que puedan aferrarse y sobre lo que puedan trepar. Pero ha aprendido que muchos de los objetos de su confianza resultan indignos; m�s de ellos insuficientes, y todos los terrenales, susceptibles de marchitarse y morir. Cuando est�s cansado de los desenga�os, los enga�os y los fracasos del amor terrenal, puedes venir a la casa de Dios, y aqu� encontrar�s las ofertas de la ternura divina y el cari�o infinito listas para envolverte en su abrazo bendito.

3. Tu alma necesita protecci�n. Y aqu�, en esta casa de Dios, puedes experimentar la bendici�n de poseerla. Cu�n d�bil eres para resistir el mal, tu propia experiencia te ha ense�ado a fondo. Necesitas protecci�n contra las crecientes olas de los problemas de este mundo, las poderosas olas del d�a del juicio.

4. Tu alma busca lo refrescante. Aqu� puede que haya disfrutado de un anticipo de la gloriosa compa��a y los felices empleos del cielo.

5. Tu alma necesita una limpieza y la puedes obtener aqu�. La cubierta inmunda de su alma ser� reemplazada por el manto inmaculado de la justicia de Cristo.

6. Tu alma necesita luz. Y al llegar a esta casa de Dios, te iluminar�. Es un remedio seguro para toda oscuridad y ceguera. Brilla en el futuro, mostr�ndote c�mo evitar el pozo de la desesperaci�n y c�mo alcanzar las glorias del mundo celestial.

7. Tu alma necesita calor. Y puedes conseguirlo en esta casa de Dios. Este calor es el encendido del esp�ritu; el resplandor que proviene de las pulsaciones de la vida, del abrazo del amor, de la conciencia de protecci�n, de la copa refrescante, de las aguas purificadoras y de los rayos de luz. ( HD Williamson )

El r�o de tus placeres

�Cu�nto podemos aprender de los placeres de un hombre! Creo que ser�a casi cierto decir que los placeres de un hombre constituyen sus medidas. Seguramente podemos probar el car�cter de un hombre al analizar el ministerio en el que se deleita. Y cu�nto var�an nuestros placeres. "La carne de un hombre es el veneno de otro." Lo que satisface a un hombre es resentido por otro. Un hombre busca y encuentra disfrute en los canales de los sentidos, en los pasillos y pasajes exteriores de la vida, y nunca se retira a las salas de estar interiores del alma.

Otro hombre se deleita con las esencias espirituales de todas las cosas y descubre que el camino de la vida est� provisto de raras delicias. Mi texto eleva nuestras mentes al plano superlativo del placer, incluso los placeres de nuestro Dios. Y se nos dice que hay hombres y mujeres que han sido llevados al mismo aprecio refinado y que pueden entrar en el gozo del Se�or. Su parentesco es tan �ntimo que sus placeres son uno.

Lo que Dios ama, ellos aman. "�l se deleita en la misericordia". Aqu� est� uno de los placeres de nuestro Dios. No recurre a la misericordia de mala gana, por as� decirlo con un paladar resentido; Se vuelve hacia �l ansiosamente, como un hombre hambriento se volver�a para recibir comida. La misericordia es agradable al Se�or, y �l se regocija en su ejercicio. �Cu�n diferentes son muchos de los paladares de los hijos de Dios! No podemos beber de ese r�o con profunda y deliciosa satisfacci�n.

Nuestro paladar enfermo anhela sensaciones de otro tipo. Para muchos de nosotros, �la venganza es dulce�, y un goce tan repugnante testifica de la depravaci�n de nuestras almas. Pero podemos cambiar nuestra naturaleza, y en la renovaci�n de nuestro ser se transformar� nuestro paladar. Nos deleitaremos en la misericordia. Es innecesario analizar los ingredientes de una disposici�n misericordiosa. Quiz�s sea suficiente decir que el comportamiento de un hombre misericordioso tiene siempre dos caracter�sticas.

En primer lugar, siempre busca explicaciones favorables de hechos aparentemente desfavorables. No salta ante la primera explicaci�n molesta de las cosas y se sienta en un trono de juicio sumario. Es "lento para la ira y grande en misericordia". Agota todas las alternativas posibles antes de aceptar lo peor. Y, en segundo lugar, incluso cuando se han probado todas las alternativas, y la peor sigue siendo molesta, la disposici�n misericordiosa est� dispuesta a perdonar lo que no puede explicarse favorablemente.

El hombre misericordioso encuentra su deleite en la misericordia, y al ser misericordioso se inclina por sus propias inclinaciones. "Al�grate conmigo, porque he encontrado mi oveja que se hab�a perdido". Este es otro de los placeres del Se�or. �Lo comparto con �l? �Bebo de este r�o y encuentro deleite y satisfacci�n en el trago? �Ah! pero hay una condici�n preparatoria antes de que tal alegr�a pueda ser remos. Ning�n hombre puede realmente participar en una victoria a menos que haya tenido alguna participaci�n en la lucha.

Realmente nunca podremos cantar la canci�n de la cosecha hasta que hayamos soportado algo de las labores del campo: "El Se�or se complaci� en los que le temen". No solo se deleita en el regreso al hogar del hijo pr�digo; el deleite contin�a en la comuni�n �ntima de la vida subsiguiente. Al Se�or le encanta estar cerca de esas personas, le encanta verlas, escucharlas y acompa�arlas en sus andanzas.

�Bebemos del r�o de este placer? �Encontramos alg�n deleite en tales personas? Adem�s, se me dice, en las palabras que preceden inmediatamente a mi texto, que las satisfacciones de estos placeres no deben ser parciales y transitorias, sino completas y permanentes. �Se saciar�n en abundancia de la grosura de tu casa�. No podemos decir eso de muchos de nuestros placeres. Bebemos de los placeres del mundo, y no dejan un sabor dulce ni un descanso placentero.

Es �como cuando un hombre hambriento duerme, y he aqu�! come; se despierta y tiene hambre. " Dios ha puesto el anhelo eterno en nuestro esp�ritu, y nada que sea meramente temporal puede apaciguar el anhelo. Pero los placeres de Dios brindan abundante satisfacci�n. �Satisfacer� es una gran palabra b�blica. La Biblia lo usa abundantemente, porque en todas partes proclama su secreto perdurable. �C�mo podemos adquirir el aprecio Divino para que podamos beber de los placeres del Se�or y encontrar nuestro deleite en ellos? �Diremos que se adquiere el gusto? Mejor digamos que el gusto se comunica. "Les har�s beber del r�o de tus placeres". �l rehacer� nuestras vidas de tal manera que el paladar se renovar�. ( JH Jowett, MA )

Versículo 9

Porque contigo est� el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz.

Vida y luz

Pensamos en la Pascua como la fiesta de la derrota de la muerte: no es menos la fiesta de la gloria de la vida. Es una de las muchas pruebas de que Dios desea y ama nuestra salud y no nuestra enfermedad, nuestra felicidad y no nuestra miseria. Por muchas causas, la principal de todas, el pecado de la �poca, habitualmente tomamos una visi�n demasiado desfavorable y demasiado desagradecida de nuestra vida terrenal. El c�nico, el mundano, el despilfarro notorio, el cristiano irreal, parecen asumir como axioma que la vida es un mal absoluto, y que s�lo se puede superar porque debemos hacerlo y lo mejor que podamos.

E incluso los buenos hombres se quejan de la vida. Pero Dios escucha y soporta todo, as� como la madre perdona la irritaci�n de su hijo. Los cristianos nunca deben albergar opiniones oscuras. Si los tenemos, recuerde que no son cristianos y se deben principalmente a nuestras propias faltas. No deseo permitirme un d�bil optimismo. S� que la vida exterior de muchos es aburrida y humilde, y debe ser as�, pero lo que me gustar�a mostrarte es que lo exterior de la vida no es vida, y que, en lo que respecta a todos los gloriosos elementos esenciales de la vida, puedes Sea a�n bendecido sobre todo lo que este mundo puede dar.

No cierro los ojos a la realidad del mal, pero sigo diciendo que el sentimiento del poeta amargado y mundano, "Sepa que todo lo que has sido, es algo amargo para no ser", es un falso y no cristiano. sentimiento. Casi todos le damos demasiada importancia a los pocos grandes males de la vida y muy poco a la multitud de sus placeres inocentes. Vea estos cuerpos mortales: c�mo se adaptan a nuestras necesidades. Piense en cu�nto bien hay en cada per�odo de la vida, desde la infancia hasta la vejez.

Los pesimistas se compadecen de la vejez. Tampoco las Escrituras. Dice que "una cabeza canosa es una corona de gloria si se encuentra en el camino de la justicia". ��Ser�as joven de nuevo? Yo tambi�n ". Una hermosa y pac�fica hace en su calma y sabidur�a puede ser como la puesta del sol al d�a. Y aqu� Dios anula nuestras pruebas para bien para que las pruebas realmente se conviertan en misericordias. Mira, entonces, con suerte, con suerte la vida.

No es la vida la que arruina al hombre: es el hombre el que arruina la vida. Y muchos hacen esto, de modo que su vida no ha sido como Dios quiso que fuera, sino como un espejismo del desierto enga�oso, una ruina perdida en el barro y la arena. El hombre ha sido un m�rtir de Satan�s y no de Dios. Pero Cristo quisiera glorificar nuestra vida. El secreto de la vida, el secreto de la felicidad est� con �l o en ninguna parte. Pero est� con �l, y es para los que le temen.

Transfigura el mundo de la naturaleza, convirti�ndolo en el aut�grafo mismo de Su amor. Y Dios nos ha dado el arte, la literatura, la ciencia, apelando no a los sentidos sino al alma. Cu�n grandes son los placeres de la mente, y m�s a�n los de naturaleza moral, y el esp�ritu del hombre es capaz de gozos m�s trascendentes todav�a; inalcanzable, en verdad, sin Cristo, pero en �l, abierto a todos. Piense en dos de ellos, Hope y Love.

C�mo el amor transfigura la vida. �No lo sabemos todos nosotros y muchos por bendita experiencia? �Y para qu� sirve la Pascua si no es para ense�arnos la vida? As�, pues, Cristo nos ilumina y en su luz vemos la luz. ( Decano Farrar. )

La fuente de la vida

I. Ilustre la doctrina del texto. Como las aguas de una fuente se elevan y fluyen continuamente, as� la vida en Dios brota naturalmente y se desborda incesantemente. Vida natural, intelectual, espiritual. La vida en su forma m�s simple y la vida en sus formas m�s sublimes. El pensamiento nos lleva de regreso al pasado infinito cuando nada m�s que Dios exist�a. As� podr�a haber permanecido y la felicidad de Dios no obstante.

Pero le agrad� manifestar Su gloria por medio de la creaci�n. Primero los cielos, luego la tierra, luego las tribus de la naturaleza animada, todos los que deambulan por el bosque o nadan en el mar. Entonces fue creado el hombre, como completando la cadena de la vida natural, y al mismo tiempo conectando este mundo con otros, que puede ser la esfera de la existencia intelectual y espiritual. As�, la Fuente de aguas vivas ha llenado este mundo inferior con corrientes de vida - y desde los memorables d�as de la creaci�n - de �l han flu�do esas corrientes, suministrando todo lo necesario para la sucesi�n ininterrumpida, y cualquiera que sea la forma de La vida, por gloriosa y ben�fica que sea para Dios, el hombre est� en deuda con todos ellos. Pero la vida m�s elevada es la espiritual, la vida de Dios en el alma. Ahora, el hombre tuvo esto al principio, pero lo perdi� por el pecado, pero lo recibe de nuevo a trav�s de Cristo.

II. Mejoralo,

1. Que la Fuente de toda vida tenga la gloria debida a Su nombre.

2. Que los poderes de la vida natural e intelectual, que hemos recibido, se dediquen al Autor de ellos. Dejemos que todo lo que tenemos se dedique al Se�or que los dio. Pero el tema nos llega a casa tambi�n con toda la fuerza de la obligaci�n evang�lica. El Redentor de nuestra vida tambi�n dice: "Vosotros no sois vuestro propio".

3. Especialmente busquemos la vida espiritual en Dios, la "fuente de vida".

4. Que los creyentes se regocijen en la esperanza del tiempo en que se perfeccionar� la vida espiritual. ( Yo Jacob. )

La fuente de la vida

I. La vida natural. Este es un don noble, otorgado con prop�sitos nobles; nuestros cuerpos son materiales, compuestos de materia, es decir, de sustancia terrena; evidentemente hecho del polvo, como el polvo que regresa. �De d�nde viene, entonces, que una parte de la materia sea dotada de vida y dotada de facultades que tienen un poder viviente, mientras que otra parte yace aburrida, pesada e incapaz, como fue creada originalmente? La Iglesia nos llama a dar gracias a Dios por nuestra creaci�n: veamos que es realmente una bendici�n.

II. De Dios es nuestra vida providencial, la preservaci�n de nuestra existencia; y cuando consideramos las innumerables bajas a las que estamos expuestos, esta preservaci�n es una maravilla continua, nada menos que el ejercicio constante de la omnipotencia de Dios a nuestro favor, de d�a y de noche.

III. Nuestra vida espiritual s�lo puede derivarse del Padre de los esp�ritus, del �Dios de los esp�ritus de toda carne�: nuestro bendito Se�or ha puesto esto sobre la base m�s clara posible, �lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Esp�ritu, esp�ritu es �.

IV. Hay otra vida que profesamos estar buscando, otro mundo al que estamos en nuestro viaje; el mism�simo prop�sito y fin de nuestro presente ser espiritual. As� dice nuestro bendito Se�or: �El que beba del agua que yo le dar�, no tendr� sed jam�s; pero el agua que yo le dar� ser� en �l un pozo de agua que brotar� para vida eterna �.

V. Entonces "En su luz veremos la luz". Todas las sombras de la imperfecci�n terrenal volar�n ante el sol de justicia, que es el sol de gloria. Y as� como condujo a Israel por el desierto, con la columna de nube y la columna de fuego, as� �l, con la luz de Su Esp�ritu y Su Palabra, conducir� a todo siervo humilde y obediente a trav�s del desierto del mundo, y lo llevar� a salvo a la orilla celestial. ( J. Slade, MA )

La fuente de la vida

Sentimos lo que es la vida mejor de lo que podemos definirlo. Es mucho m�s que existencia. La vida significa vigor incansable, goce pleno, crecimiento constante, fecundidad abundante.

1. Ay, algunos no tienen vida, no tienen vida espiritual; lo f�sico, lo intelectual, lo social est�n ah�, lo suficientemente vigorosos; pero hay muerte para con Dios. "Echa mano de la vida que es la vida", escribe Pablo, y muchos han llegado a sentir que incluso lo mejor de la vida sin Dios no es "la vida en verdad". "La vida de un hombre no consiste en la abundancia de las cosas que posee". La vida separada de Dios no es m�s que otro nombre para la muerte.

2. Algunos tienen la vida deteriorada. Han vuelto. No son lo que eran en sus sentimientos hacia Cristo y su servicio. Es como cuando, despu�s de meses de intensa tensi�n f�sica, no tenemos �nimo para nada; Estamos cansados ??de todo, y sobre todo de nosotros mismos, y necesitamos alejarnos a la ladera de una monta�a para beber con nuevas fuerzas. As� como repentinos torrentes de las nieves reci�n derretidas descienden por los canales medio vac�os de la llanura y barren las cosas repugnantes all� reunidas, y despiertan con fragancia y vigor la vegetaci�n ca�da en sus orillas, as� la avalancha hacia el alma de m�s vida. de las colinas eternas barrer�a nuestro mal humor, y los frutos de la santidad embellecer�an una vez m�s nuestro car�cter.

3. Y algunos tienen una vida insuficiente. Tienen sed de m�s. El deseo de m�s vida es caracter�stico de la piedad superior m�s que de la inferior. Cuanto m�s tenemos, m�s queremos. Cuanto m�s nos adentramos en las cosas divinas, m�s insatisfacci�n tenemos con los logros presentes y anhelamos algo m�s elevado. Leemos promesas de una herencia que no poseemos. �Ojal� todo esto, esta vida m�s grande, mejor y m�s rica fuera m�a! Y, intensificando ese deseo, vemos que nos enfrentamos a la tentaci�n, al trabajo, o tal vez a los dolores, que necesitan m�s vida de nuestra parte de la que tenemos.

La vieja vida no es suficiente para ellos; Caeremos en el conflicto, o fracasaremos en la tarea, o seremos aplastados por la carga sin m�s vida. �Pero m�s vida! Entonces, deber�amos superar nuestras dificultades y derrotar a nuestros adversarios, nuestro car�cter y nuestro habla estar�an cargados de una inspiraci�n irresistible, y nosotros mismos, al caminar, o incluso escalar, deber�amos subir como en alas a los altos. lugares que est�n ba�ados por la plena luz del sol del rostro de Dios. ( Charles New. )

Ser y bienestar

La vida y la luz son las mayores bendiciones de las que tenemos alguna concepci�n. Todos sienten que la vida es valiosa. �Qu� ser�a de la vida sin luz? Un mundo sin luz ser�a fr�o, oscuro y mon�tono. Dios es la fuente de ambos.

I. �l es la fuente del ser. "Fuente de vida". La palabra fuente sugiere:

1. Causalidad.

2. Plenitud.

3. Actividad.

II. �l es la fuente del bienestar. �l es la luz, la bienaventuranza del ser. Su car�cter revelado es la luz del alma. Dos cosas son necesarias para hacer de la luz una bendici�n:

1. Una facultad visual sana. Si el ojo del alma no es sano, la luz puede ser un dolor, una maldici�n.

2. Hermosos objetos de visi�n. Si se hace que el ojo mire lo monstruoso y lo horrible, la luz ser� una pesadilla. ( Homilista. )

En tu luz veremos la luz. -

Dios solo puede revelar a un Dios

La luz tiene esta propiedad, que es a la vez el veh�culo y lo que lleva el veh�culo: es la revelaci�n y su canal, y esta doble propiedad de la luz sigue siendo la misma, ya sea que la consideremos como una emanaci�n real de part�culas o s�lo una ondulaci�n o vibraci�n de alg�n �ter invisible en reposo. Y as� con la revelaci�n de Dios. Sin duda, �l se ha revelado por medio de profetas, etc.

( Hebreos 1:1 .). Pero toda esa revelaci�n fue parcial e incompleta; lo que el profeta vio o escuch� fue solo un destello de la verdad real. Por tanto, se necesitaba a Cristo como Revelador de Dios. Y de la misma manera el Esp�ritu Santo es el Revelador de Cristo. ( JB Heard, MA )

Luz a la luz de Dios

I. A la luz de las Escrituras divinas, vemos luz sobre la naturaleza humana y sobre la vida humana. La Escritura contiene la soluci�n de Dios de los misterios m�s profundos del hombre. La luz que la tierra no pod�a suministrar ha sido revelada desde arriba. Las Escrituras no son solo una revelaci�n de Dios al hombre, son una revelaci�n del hombre a s� mismo. A la luz de la verdad Divina se resuelven nuestros misterios, o se aquietan las almas, salimos de las tinieblas para seguir a Aquel que es la Luz del mundo.

Sentimos que no estamos abandonados a nuestras propias fantas�as, a meros fantasmas de nuestra propia imaginaci�n; pero eso, sobre todo, guiar a todos y permitirnos notar Sus caminos, es el cuidado y la gu�a Divinos del Dios viviente.

II. A la luz de la expiaci�n divina, vemos la luz de la salvaci�n humana. Aqu� est� la cura del cielo para los dolores m�s profundos de la tierra, la soluci�n de Dios al misterio m�s oscuro de la tierra.

III. A la luz de las promesas divinas, vemos luz sobre la adversidad y el cuidado humanos. Nos aseguran que todos los cuidados est�n bajo el control Divino, que cada prueba tiene su prop�sito y que ninguna carga demasiado grande recaer� sobre nuestros corazones.

IV. A la luz de la revelaci�n divina, vemos luz sobre el destino humano. Para el hombre sin ayuda no hay oscuridad tan densa como la que descansa sobre el futuro. No podemos anticipar la conclusi�n de una sola hora. Pero en esta oscuridad hay luz. Si un hombre muere, sabemos que vivir� de nuevo; si un hombre muere en Cristo, vivir� para siempre con Cristo. ( WH Rey. )

En tu luz de dios

La imagen en la mente de quien escribi� este salmo es muy clara. Los hombres buscan luz. Con esa pasi�n insaciable que pertenece a su humanidad, corren de aqu� para all� buscando saber. Y el que escribe siente verdadera simpat�a por su b�squeda. Para �l, la luz le parece la cosa m�s preciosa de la tierra. El conocimiento le parece el tesoro que m�s vale la pena poseer. Pero le parece que hay algo que hay que sugerir a estos buscadores de luz.

Le parece que cuestionan esto y aquello, como si el secreto de su ser, su poder para ser comprendido y comprendido, la luz con la que debe brillar, fuera algo que lleva en s� mismo. Ve las cosas de otra manera. Para �l todo es comprensible y s�lo puede entenderse como existe dentro de la gran presencia envolvente de Dios. Lo primero que pod�a hacer cualquier hombre que quisiera conocimiento era someterse a Dios, hacerse hombre de Dios; porque tanto el que quer�a saber como lo que quer�a saber ten�an a Dios como su verdadero elemento, y eran lo mejor que pod�an e hicieron lo mejor que pod�an solo mientras viv�an en �l.

I. Cuatro hechos concernientes al conocimiento humano que confirman la doctrina del salmo.

1. El sentido constante de la unidad esencial del conocimiento. Los hombres estudian muchas cosas. Cada hombre encuentra por un tiempo contentamiento en su ciencia especial en el dominio de sus hechos peculiares; pero a medida que cada hombre profundiza en el conocimiento del tema elegido de su estudio, se da cuenta de cu�n imposible es para �l conocer bien ese tema, a menos que sepa mucho m�s que eso. Toda la verdad forma un gran todo; y ning�n estudiante de la verdad domina correctamente su propio estudio especial, a menos que recuerde constantemente que es s�lo una parte de la vasta unidad del conocimiento, una cepa en la m�sica universal, un rayo en la luz completa y perfecta.

2. Un segundo hecho con respecto al conocimiento humano es su necesidad de inspiraci�n y elevaci�n de alg�n prop�sito puro y espiritual. Es un hecho que est� asegurado por todo el testimonio de la experiencia de estudio del hombre, que, no en las bases inferiores de la econom�a y la utilidad del conocimiento para las necesidades f�sicas y sociales del hombre, sino por alg�n sentido de un valor inherente en s� mismo, de una adecuaci�n entre �l y la naturaleza del hombre, de una gloria en buscarlo y un deleite en encontrarlo por su propio bien puro, que s�lo as� han llegado a la humanidad todas las grandes revelaciones de la verdad.

3. Otra caracter�stica de la mejor b�squeda de la sabidur�a es la forma en que despierta el sentido de la obediencia. En otras palabras, toda la b�squeda m�s elevada del conocimiento por parte del hombre siempre ha parecido tener conciencia, no solo de dos partes en la gran transacci�n, sino tambi�n de una tercera, no solo de un conocimiento que debe buscarse y de un hombre que debe obtenerlo. , sino tambi�n de un dador de conocimiento, que deb�a interponerse entre el tesoro y la vida humana necesitada, y dar a la humanidad obediente la bendici�n que buscaba.

4. Estrechamente aliado a este hecho est� el otro que a�n queda por mencionar respecto a la b�squeda del hombre del conocimiento, que es la tendencia constante que siempre ha mostrado a vincularse con el car�cter moral. Todas las antiguas iniciaciones a los misterios del conocimiento llevaban conocimiento a este instinto. El hombre a quien ma�ana se le abrir�an los secretos m�s profundos y conocidos de las cosas, debe ser purificado esta noche con lustraciones que denoten su bautismo interior.

II.�No existe una concepci�n en la que estas cuatro convicciones se unan, y en cuyo abrazo se conviertan no en descubrimientos dispersos o resultados de diversas experiencias, sino en partes de una idea completa que las necesita y que las armoniza todas? Si es verdad que en el pensamiento de Dios m�s simple y ampliamente comprendido, es decir, en el pensamiento de un Padre grande, fuerte y amoroso, que conoce toda la verdad, ama a todos los hombres y alimenta a los hombres con la verdad como un el padre alimenta a sus hijos con pan, haci�ndolos con cada alimento nuevo apto para un alimento m�s rico que todav�a tiene que darles: estas cuatro concepciones encuentran su lugar de encuentro; si cuando el joven buscador de luz va con estas cuatro convicciones trabajando juntas en su alma, casi necesariamente se buscan y se unen en lo que al principio es el sue�o, y poco a poco se convierte en la fe de una presencia personal, elevada, divino, amoroso y sabio; si esto es cierto, �no hemos llegado como resultado de todo este largo an�lisis a algo como lo que David pone con tan majestuosa sencillez en su resplandeciente verso?

La combinaci�n de estas conciencias hace, casi por necesidad, la conciencia de Dios. As� como son necesarios para la b�squeda de la luz, as� es el Dios en quien encuentran al verdadero inspirador y ayudador de la b�squeda eterna. Mira la vida de Jesucristo. Conoc�a las calles de Jerusal�n y las calles de Galilea y la historia de su misterioso pueblo hebreo, y los corazones de los lirios y las almas de los hombres; pero los conoc�a a todos de manera diferente a como los conoc�an los escribas y eruditos hebreos.

Para �l, todos estaban llenos de luz. No hay otra descripci�n de Su conocimiento que pueda decir su car�cter especial y peculiar de esa manera. Todo estaba lleno de luz. Tambi�n estaba lleno de Dios. Sab�a todo como hijo de Dios en la casa de Dios. Fue la luz de Dios en la que vio la luz m�s profunda en todo. �Imag�nese a Jes�s de Nazaret sentado en Roma con todo el destellante esplendor del poder imperial a su alrededor! o en Atenas, con la sabidur�a de los fil�sofos por todos lados.

�Habr�a desechado el joven jud�o su fe? �Demasiado reales para �l las visiones que le hab�an llegado en Nazaret! �Demasiado real para �l la gloria de Su Padre, que hab�a llenado la casa de Su Padre! Se habr�a aferrado a esa verdad y ese amor que nunca hab�a necesitado tanto hasta ahora. Habr�a permanecido sin deslumbramiento en la gloria romana, sin deslumbramiento en la sabidur�a griega, porque habr�a sabido que en Su coraz�n �l llevaba la luz por la cual deb�an iluminarle.

El conocimiento de Dios est� detr�s de todo, detr�s de todo conocimiento, toda habilidad, toda vida. Esa es la suma de todo el asunto. �El conocimiento de Dios! Y luego viene la gran verdad, que todas las religiones han sentido vagamente, pero que el cristianismo ha convertido en la consigna misma de su vida, la verdad de que s�lo el alma conoce a Dios; s�lo por las experiencias del alma, s�lo por la penitencia del pecado, s�lo por la lucha paciente por la santidad, s�lo por la confianza, por la esperanza, por el amor, se da a conocer Dios al hombre. Entonces, que �l nos d� toda la gracia para conocerlo m�s y m�s. ( Bp. Phillips Brook ,. )

Versículos 10-12

Contin�a tu misericordia para con los que te conocen.

1. La verdadera marca de un hombre piadoso reside en la conjunci�n de la fe en Dios con el estudio sincero de la obediencia a �l, porque "�l es el hombre que conoce a Dios y es recto de coraz�n".

2. Aunque lo que el creyente ha encontrado en Dios por experiencia, puede esperar que le sea continuado, tanto para su entretenimiento de Dios como para la defensa y liberaci�n en su justa causa de sus enemigos; sin embargo, debe seguir su confianza con la oraci�n: "Contin�a tu misericordia".

3. Como no tenemos derecho a ning�n beneficio, sino en la medida en que somos del n�mero de creyentes de coraz�n recto, as� deber�amos buscar todos los beneficios que tendr�amos, siendo de este n�mero, y buscando que otros puedan ser part�cipes con nosotros, como lo hizo David antes.

4. Solo el Se�or puede desviar a los orgullosos perseguidores, que no lastimen a sus hijos, y solo el Se�or puede mantener a sus hijos en el curso de la fe y la obediencia, cuando los malvados emplean su poder contra ellos.

5. La ruina de los enemigos de los piadosos es tan segura como si ya hubiera pasado; s�, la fe puede mirarlo a trav�s de la perspectiva de la Palabra de Dios, como si fuera a ser visto y se�alado a otros para que lo contemplen con sus ojos. All� han ca�do los obradores de iniquidad.

6. La ca�da de los imp�os no es como la ca�da de los piadosos, porque aunque los piadosos caen varias veces, sin embargo recuperan los pies; pero se prepara una ca�da para los malvados, despu�s de la cual no se recuperar�n, �Fueron derribados y no podr�n levantarse�. ( D. Dickson ).

Salmo 37:1

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Psalms 36". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/psalms-36.html. 1905-1909. Nueva York.