Bible Commentaries
Romanos 10

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-13

Hermanos, el deseo de mi coraz�n y mi oraci�n a Dios por Israel es que puedan ser salvos.

El deseo y la oraci�n de Pablo

I. La predestinaci�n no debe ser una barrera en el camino de la oraci�n. El texto despierta un inter�s especial por la misma posici�n que ocupa. Aquel que vio m�s lejos en los consejos de la Divinidad arriba, no vio nada all� que pudiera afectar la diligencia o la devoci�n de cualquier adorador humilde abajo. No importa cu�n indeleblemente est�n escritos en el libro del cielo los �ltimos porvenir del hombre, esto no deber�a excluir, sino estimular sus oraciones.

Dejemos de arduas especulaciones y sigamos por obvio deber, tomando nuestra lecci�n de Pablo, quien, aunque acaba de descender de los atrevidos ascensos entre las pasadas ordenaciones de la Deidad, inmediatamente se ocupa de los deberes sencillos y actuales del cristiano humilde. . La teolog�a tiene sus alturas dispar�ndose hacia el cielo hasta perderse en el envoltorio nublado que las rodea. Sin embargo, hay un camino despejado que serpentea alrededor de su s�tano, y por el cual el m�s humilde de los viajeros de Sion puede encontrar un camino ascendente que lo llevar� a un lugar de transparencia m�s pura, donde conocer� incluso como se le conoce.

II. A menos que el deseo del coraz�n lo anteceda, no es una oraci�n en absoluto. La virtud no est� en la articulaci�n, sino en el deseo que la impulsa. As� es como podemos orar sin cesar. En el caso de la oraci�n, Dios se ha comprometido con las m�s amplias promesas de cumplimiento; pero no est� comprometido con el cumplimiento de ninguna oraci�n en la que el deseo del coraz�n no origine la expresi�n de la boca.

La falta de tal deseo anula la oraci�n; e imaginar lo contrario ser�a tolerar la superstici�n de que un servicio religioso consiste en un mero ceremonial. Tenga la seguridad de esta y de todas las dem�s ordenanzas del cristianismo, que, a menos que est� impregnado de vida y significado, no es m�s que un cuerpo sin alma, un mero servicio que la mano puede realizar, pero que el coraz�n con todas sus altas funciones tiene. no compartir.

Mantiene la misma relaci�n de inferioridad con la religi�n genuina que el trabajo penoso de un animal con la devoci�n de un seraf�n. En una palabra, si al hacer cualquier ordenanza no hay relaci�n de mente con mente, sustancialmente no hay nada; y, sin embargo, tememos que sea una nulidad como la que dan muchos que son regulares en la oraci�n y que caminan con decencia y orden a trav�s de las rondas de un sacramento.

III. El tema de la oraci�n. "Para que Israel sea salvo".

1. No todo es deseo lo que se encontrar� con la aceptaci�n en el cielo, porque la misma Escritura que ofrece la promesa de "pedid y recibir�is", tambi�n ha ofrecido la advertencia de que muchos piden y no reciben "porque piden mal."

2. A�n as�, la Escritura proporciona los principios por los cuales discriminar lo justificable de lo injustificable, y as� clasifica los temas de la oraci�n. Est� escrito "que si pedimos algo conforme a Su voluntad, �l nos oye". Esto no confiere una sanci�n a todos los juicios, pero ciertamente a un gran n�mero de ellos. Por lo tanto, seguramente, cada petici�n en el Padrenuestro puede ser preferida con la mayor confianza; y as� es que si bien no tenemos autorizaci�n para orar por las riquezas de este mundo, tenemos una autorizaci�n perfecta para orar por el pan de cada d�a.

El mismo principio de conformidad con la voluntad de Dios sostiene nuestra fe, cuando oramos por la salvaci�n de nosotros mismos o de los dem�s, siendo expresamente dicho que Dios desea que tales intercesiones se hagan por todos los hombres, y tambi�n sobre esta base que �l desea que todos los hombres ser salvado.

3. Dios nos trae la salvaci�n tan cerca que no hay obst�culo entre nuestro sincero deseo y nuestra posesi�n segura de ella. Al menos hay un trampol�n entre ellos; y esa es la oraci�n. Por tanto, pidamos hasta recibir, busquemos hasta encontrar, llamemos hasta que se nos abra la puerta de la salvaci�n.

IV. Todo el alcance y la importancia del t�rmino salvaci�n.

1. Su aceptaci�n com�n es una liberaci�n del castigo del pecado. Mientras que, adem�s de esto, significa liberaci�n del pecado mismo. �Ser� llamado Jes�s, porque �l salvar� a su pueblo de sus pecados�, los salvar� de mucho m�s que el tormento del castigo del pecado, incluso de la tiran�a del poder del pecado. El primero asegura al pecador un cambio de lugar, el segundo un cambio de principio. Esta �ltima es la esencia constitutiva de la salvaci�n; el otro m�s el acompa�amiento. El que tiene lugar despu�s de la muerte. El otro tiene lugar ahora.

2. El leg�timo deseo, entonces, que debe animar el coraz�n cuando la boca pronuncia una oraci�n de salvaci�n es por una felicidad futura, pero tambi�n por una santidad presente. Al hombre le gustar�a ser puesto en un estado de felicidad sin santidad; pero a Dios no le agrada que le sea conferida tal felicidad. Ciertamente, no es la voluntad de Dios que el cielo est� poblado por personas que no sean de la misma familia que �l.

Ama la felicidad de sus criaturas, pero ama m�s sus virtudes. Y as�, del Para�so todo lo que ofende ser� desarraigado. Ahora recuerde que al orar para ser salvo, simplemente ora para que ese cielo sea el lugar de su asentamiento por toda la eternidad. De lo contrario, su oraci�n no tiene ning�n significado. No es suficiente que te apoyes por fe en un acto de justificaci�n. Debes entrar de inmediato en un ajetreado proceso de santificaci�n.

Ahora que est� abierto un camino para los redimidos del Se�or, no olvidemos que es un camino de santidad. Hay una obra de salvaci�n que se lleva a cabo en el cielo, y por la cual Jesucristo est� all� empleado para preparar un lugar para nosotros. Pero tambi�n se est� llevando a cabo una obra de salvaci�n en la tierra, y por la cual Jesucristo, a trav�s de Su Palabra y Esp�ritu, est� aqu� empleado para prepararnos para el lugar. Y nuestro negocio distintivo es estar siempre practicando y mejorando en las virtudes de esta preparaci�n. Este deseo de salvaci�n, entonces, si se entiende correctamente, es deseo de una santidad presente.

V. Pero esta es una oraci�n de intercesi�n, y sugiere lo que debemos hacer por la salvaci�n de aquellos a quienes amamos. Pablo hab�a hecho muchos esfuerzos en vano por la salvaci�n de sus compatriotas; pero despu�s de que todos los esfuerzos fracasaron, todav�a recurri� a la oraci�n. El deseo de su coraz�n no fue extinguido por la decepci�n que encontr�.

1. Esto podr�a servir como una advertencia para aquellos cuyo coraz�n est� puesto en la salvaci�n de parientes o amigos, para la madre que ha velado y trabajado durante a�os para que la buena semilla tenga futuro en el coraz�n de sus hijos, pero no encuentra que este dep�sito preciosos, pero tambi�n se ha instalado o no ten�a ocupaci�n, etc ., etc . Que nunca olviden que lo que hasta ahora ha sido impracticable para la ejecuci�n puede no ser impracticable para la oraci�n.

Con el hombre puede ser imposible; pero para Dios todo es posible. Aquella causa que tantas veces ha sido derrotada y que ahora est� desesperada en el campo del esfuerzo, puede triunfar en el campo de la oraci�n y de la fe. Dios quiere que se hagan intercesiones por todos los hombres, y quiere que todos los hombres se salven. Estas declaraciones los colocan en una posici�n ventajosa y firme para orar por las almas. Sin embargo, este es un asunto en el que los padres pueden enga�arse a s� mismos.

Pueden alegrarse de quedar exonerados de las fatigas de la ejecuci�n y refugiarse en las formalidades de la oraci�n. Esa oraci�n nunca puede servir si no es la oraci�n de honestidad, y no es la oraci�n de honestidad si, aunque ores al m�ximo por la religi�n de los dem�s, tambi�n no act�as al m�ximo. ( T . Chalmers, DD ).

El deseo y la oraci�n de Pablo

F�jate aqu�:

I. El ap�stol. Observar&mdash

1. Que los ministros no solo deben predicar contra los inicuos y exhortar a su pueblo a la obediencia, sino tambi�n a orar por ellos, como lo hicieron Samuel y Jerem�as ( 1 Samuel 12:23 ; Jeremias 13:17 ).

2. Cuando los ministros han de hablar de un asunto que pueda desagradar, deben prevenir sabiamente toda ofensa preparando la mente de los oyentes y mostrando que hablan por amor y el deseo de su salvaci�n. As� como los m�dicos se preparan y las enfermeras a veces apaciguan a sus peque�os con el canto, los ministros tambi�n deben intentar todo lo que pueda beneficiar a su pueblo.

3. Pablo ama a los jud�os, pero les habla claramente de sus faltas; as� deben hacer los ministros. La forma de conseguir la paz entre los hombres no es reprender, pero esta es la forma de perder la paz de Dios.

4. La condici�n de los ministros es dolorosa. El cuidado de salvar almas para que podamos dar una buena cuenta es infinito. Pero nuestro gozo est� en el cumplimiento consciente de nuestro deber, y por los que reciben la Palabra con reverencia, alabamos a Dios por el gozo con que nos regocijamos por ellos ( 1 Tesalonicenses 3:9 ).

II. El cristiano. Observar&mdash

1. Aunque los jud�os buscan la vida de Pablo, �l los ama. Somos fariseos por naturaleza, amamos a nuestros amigos y odiamos a nuestros enemigos, pero somos cristianos por gracia y, por lo tanto, debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos, como nuestro Salvador ense�� y practic�. Todo hombre puede amar a su amigo, pero solo un hombre piadoso puede amar a su enemigo; y al hacerlo nos hacemos m�s bien a nosotros mismos que a nuestros enemigos. Entonces, si puedes gobernar tu afecto de tal manera que ames a tu enemigo y ores por �l, ser� un dulce consuelo para tu pecho.

2. El amor de Pablo fue sincero; as� sea el tuyo. Algunos, una vez finalizada una pol�mica, prometer�n amistad, pero con una reserva de venganza. Judas bes� a Cristo y lo traicion�; y Joab salud� cort�smente a Amasa y lo mat�. Recuerda que te refieres a la verdad de la que haces alarde.

3. Que tu amor se manifieste en palabras amables y saludos, como Pablo llama a los jud�os hermanos, lo cual condena la pr�ctica de algunos, quienes, si se sienten ofendidos, muestran que est�n pose�dos por un demonio mudo, no hablar�n; o con un diablo de maldici�n; si hablan, ser� con burlas y reproches.

4. Ora por tus seres queridos. Nunca tendr�s ning�n consuelo en su amistad por quien no reces. ( Elnathan Parr, BD .)

El mayor deseo de Pablo por sus compatriotas

I. Un t�tulo que nunca debe olvidarse. �Hermanos� tiene aqu� en sus alrededores m�s de una lecci�n para nosotros. �Recordamos esto en el mundo, qu� mundo mucho mejor ser�a? cu�nto m�s y m�s verdadero inter�s tendr�amos el uno por el otro; cu�nto menos ego�smo, cu�nta m�s simpat�a se sentir�a y manifestar�a. Y, entonces, si lo recordamos en la iglesia, cu�nto m�s parecido a Cristo la Iglesia y los cristianos ser�an.

II. Un matrimonio del que nadie deber�a divorciarse. "El deseo y la oraci�n de mi coraz�n a Dios". Que estos dos est�n siempre unidos. Entonces los deseos de nuestro coraz�n ser�n correctos y nuestras oraciones reales; y entonces tambi�n se conceder�n los deseos de nuestro coraz�n, nuestras oraciones ser�n contestadas. Vea la frase por un momento desde ambos lados. Primero, tal como est�. Cualquiera que sea el deseo de nuestro coraz�n, hag�moslo nuestra oraci�n a Dios.

Por varias razones deber�amos hacerlo; pero mencionar s�lo dos, uno es, si el deseo de nuestro coraz�n fuera incorrecto, nos encontraremos incapaces de orar por �l; o en la misma oraci�n por ella descubriremos su maldad; y as�, rezando contra �l, nos libraremos de �l y tambi�n de la distracci�n que causa. Y el segundo es, si por otro lado el deseo de nuestro coraz�n es correcto, la oraci�n a Dios es el camino verdadero y seguro para lograrlo. Gire tambi�n la frase y aprenda de ella otra lecci�n. Nuestra oraci�n a Dios debe ser, y siempre, el deseo de nuestro coraz�n, y no oramos realmente hasta que sea as� o a menos que sea as�.

III. Un patriotismo por encima de toda sospecha: "por israel". No todo el llamado patriotismo est� por encima de toda sospecha. A veces es simplemente partidismo y se buscan los intereses de una secci�n, no de la naci�n en su conjunto. A veces, nuevamente, el patriotismo no es m�s que personalismo; aparentemente celosos por el pa�s o por el partido, algunos simplemente buscan a trav�s del partido servir y asegurar sus propios intereses individuales. Tal patriotismo lleva el nombre, pero no es la cosa. El patriotismo, sin embargo, ejemplificado aqu�, es de otro sello. Es un patriotismo del m�s alto nivel.

IV. Una necesidad que es la m�s imperiosa. "Para que se salven". Pablo nos dice en otra parte que sinti� que esta necesidad era la m�s imperativa para �l. �l dice, �estimo todas las cosas como p�rdida�, etc . ( Filipenses 3:8). Y por eso aqu� habla de ello de la misma manera para los dem�s. �Y no es as�? �No es esto lo principal? �Qu� pasa con la salud? �qu� pasa con la riqueza? �Qu� pasa con toda la satisfacci�n de los placeres terrenales, la realizaci�n de planes terrenales, el establecimiento de perspectivas terrenales en comparaci�n, o m�s bien en contraste, con esto? Necesitamos ser salvos porque hemos pecado, y porque ya estamos bajo sentencia, y porque somos absolutamente incapaces de eliminar o escapar de esa sentencia por ning�n m�rito o por nuestros propios esfuerzos. Y regocij�monos de poder ser salvado. Dios no quiere que nadie perezca.

V. Una seriedad que puede ser un error. �Porque les doy testimonio�, contin�a, �que tienen celo por Dios, pero no conforme al conocimiento�. Esto tambi�n se puede decir de muchos de nuestros compatriotas. Nos averg�enzan por la atenci�n que prestan a los derechos y deberes religiosos. Tambi�n se podr�a decir de algunos de nosotros. Pero recordemos que la religiosidad no siempre es religi�n. Para ser salvos, debemos llegar al conocimiento de la verdad. La mera seriedad, la mera sinceridad no servir�.

VI. Una ignorancia bastante imperdonable. "Porque ignorando la justicia de Dios". La justicia de Dios significa aqu�, el m�todo de justificaci�n de Dios; y esta frase que sugiere la pregunta, �cu�l es ese m�todo? �No puedo caracterizar su ignorancia como absolutamente inexcusable? Dios lo ha revelado tan clara, completa y repetidamente en Su Palabra, "que un caminante, aunque sea un necio, no tiene por qu� errar en ello". Vea los siguientes vers�culos aqu� del 5 al 10.

VII. Un esfuerzo que siempre debe ser un fracaso. "Y procurando establecer su propia justicia". A muchos les gustar�a ser salvos, pero no les gusta estar en deuda con Cristo por la salvaci�n; o en todo caso, no les gusta estar completamente en deuda con �l. Y as� ellos "van por establecer su propia justicia", cans�ndose de la misma vanidad. La idea o imagen de los ap�stoles aqu� parecer�a ser como si los hombres en este intento estuvieran continuamente tratando de poner sobre sus pies aquello que no tiene pies sobre los que pararse; o como si perseveraran con piedras sin escuadrar y argamasa sin templar para levantar, sobre un fundamento inseguro, un muro que, siempre que lo levantaban, se tambaleaba y volv�a a caer.

VIII. Una obstinaci�n que debe acabar en la ruina. Es decir, debe hacerlo si lo continuamos. Si no nos sometemos a la justicia de Dios; si, en otras palabras, no consentiremos en ser salvos mediante la redenci�n y la justicia de Cristo; luego cerramos por completo la puerta de la esperanza contra nosotros mismos, y no dejamos a Dios otra alternativa que pronunciar nuestra condenaci�n. Cristo puede salvar perpetuamente a todos los que vienen a Dios por medio de �l; pero no hay salvaci�n en ning�n otro.

IX. Una direcci�n que es simple y segura. "Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree". Para la salvaci�n los hombres no pueden hacer nada; pero Cristo lo ha hecho todo; �l "puso fin al pecado y trajo la justicia eterna".

X. A sine qua non de la salvaci�n. Muchos olvidan o no se dan cuenta de esto: y por lo tanto, buscan la salvaci�n solo en la misericordia. No toman en cuenta que si el pecador ha de ser salvo, bajo la administraci�n de Dios, el juez justo no puede serlo mediante la suspensi�n o anulaci�n de la ley; o por el incumplimiento de sus justas demandas de precepto o castigo. En la salvaci�n del pecador, en otras palabras, la verdad y la misericordia deben encontrarse; y la justicia y la paz se abrazan: y estos solo pueden encontrarse, solo pueden abrazarse en �Jesucristo y este crucificado�.

XI. Una oportunidad abundantemente abierta a todos. "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree".

XII. Un medio sublimemente simple para una salvaci�n sublimemente segura y gloriosa. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. ( D. Jamison, BA .)

Un deseo integral

Pablo acababa de hablar con aparente severidad de sus hermanos. Para ellos, sus doctrinas eran especialmente ofensivas. Deben haberlo considerado un traidor. A�n amaba a sus parientes, y su coraz�n amoroso brota en este deseo comprensivo. Est�&mdash

De coraz�n. "El deseo de mi coraz�n". No todos los que est�n interesados ??en la salvaci�n de los hombres est�n influenciados por este deseo. Puede haber&mdash

1. Deseo profesional. El evangelista, el maestro, el pastor pueden tenerlo.

2. Un deseo dudoso. Mejor esto que nada.

3. Un deseo intelectual. El intelecto de Pablo estaba activo, pero era dulcemente sumiso a Cristo. Todo esto le dio poder. Da poder hoy. Esto es cierto para la m�sica, el arte, la poes�a. Sin coraz�n, sin poder. El amor evoca el amor. El coraz�n responde al coraz�n.

II. Devoto. El deseo genuino debe expresarse en la oraci�n. El deseo de nuestro coraz�n es nuestra oraci�n. El coraz�n que se dirige a los hombres debe subir a Dios. A menudo, el camino m�s corto y seguro para llegar a los hombres es a trav�s del trono de Dios.

III. Fraternal. Paul era un hombre cosmopolita; todav�a era un hebreo de los hebreos. El cristiano es el verdadero jud�o. El juda�smo es la ra�z; El cristianismo es la flor y el fruto. El juda�smo el amanecer; El cristianismo es el esplendor del mediod�a. Cuando Pablo se hizo cristiano, encontr� aquello que siempre hab�a buscado. Ahora a�ora a sus hermanos. Nosotros tambi�n deber�amos. Hay un patriotismo santificado.

IV. Evang�lico. "Para que se salven". Esto fue parecido a Cristo. Nada menos que esto podr�a satisfacer al ap�stol. No es suficiente para que se salven del desastre nacional; no lo suficiente de la tristeza terrenal. Deben ser salvados del pecado aqu� y de la muerte en el m�s all�. �Est�s salvo? Entonces haz tuyo el deseo integral de Paul. ( RS MacArthur, DD .)

Patriotismo apost�lico

San Pablo no se distingui� m�s como santo y ap�stol que como patriota. Su patriotismo ten�a una filosof�a que descubri� la causa de los males de su pa�s y una pol�tica exquisitamente adaptada para eliminarlos. Sin ignorar sus intereses temporales, su principal empe�o fue sacar a la luz su intelecto ignorante y convertir la corriente de sus simpat�as morales en el canal de la verdad y la santidad.

No era un sentimiento ocasional que se transmit�a al cantar aires nacionales o al pronunciar discursos floridos; fue con �l un "deseo del coraz�n y una oraci�n a Dios". Fue consistente y un desarrollo de la verdadera filantrop�a. La pasi�n que inspira a los hombres a arruinar otros pa�ses para engrandecer los suyos, no tiene afinidad con la pasi�n del ap�stol. Los estadistas, guerreros, reyes, que violan los derechos eternos del hombre, traen un castigo ruinoso sobre su pa�s. "Con la medida que midas, se te volver� a medir". El patriotismo del ap�stol:

I. Busc� el mayor bien de su pa�s. �Qu� fue eso? �Riqueza aumentada, dominio extendido, un estado superior de cultura intelectual? No, salvaci�n. La salvaci�n es el tema principal de la Biblia, la gran necesidad de la raza. Implica liberaci�n de todo mal y un estado de �nimo recto en el que todo pensamiento ser� verdadero, toda emoci�n feliz, todo acto santo y toda escena reluciente con las sonrisas de un Dios aprobador. Este "deseo del coraz�n" implica una convicci�n:

1. Que sus compatriotas necesitaban la salvaci�n. Sus bendiciones f�sicas fueron grandiosas; sus hermanos "seg�n la carne" viv�an en un hermoso pa�s. �Era una tierra que flu�a leche y miel�. Sus compatriotas ten�an tambi�n las palabras de Dios, etc . Sin embargo, a pesar de todo esto, el ap�stol consideraba perdidos a sus hermanos. Busc� en el coraz�n moral de su pa�s y descubri� que el alma estaba muerta y oscura bajo el pecado y la condenaci�n; por eso busc� su salvaci�n.

Cualquier otra cosa que tenga un pa�s, si no tiene religi�n verdadera, se pierde. Este es su gran deseo. Dale esto y todos los dem�s beneficios vendr�n. Todos los males pol�ticos y sociales surgen de causas morales, y solo la piedad puede eliminarlos. Por tanto, es �til para todas las cosas.

2. La convicci�n de que la salvaci�n de sus compatriotas requiere la interposici�n de Dios. �Por qu� m�s or�? El ap�stol cre�a en la adaptaci�n del evangelio para efectuar la restauraci�n espiritual de la humanidad. Siempre atribuy� con gratitud sus triunfos a la agencia de Dios, y la cooperaci�n de esa agencia fue la gran invocaci�n de sus m�s fervientes oraciones. �Yo plant�, Apolo reg�,� etc . "No con ej�rcito, ni con fuerza, sino con mi Esp�ritu, dice el Se�or".

3. La convicci�n de que esta interposici�n de Dios debe obtenerse mediante la oraci�n intercesora. Por eso ora por los dem�s; por eso pide que otros oren por �l y sus coadjutores apost�licos. No s� c�mo la oraci�n influye en el Todopoderoso, ni por qu� deber�a hacerlo; pero s� que es as�, y que debe emplearse si el trabajo humano en Su causa ha de ser coronado con eficacia. El verdadero patriota es un hombre de oraci�n. Nunca hizo David actuar de manera m�s realmente parte de un patriota que cuando sopl� esta oraci�n al cielo: - �Que la gente te den gracias, oh Dios�, etc .

II. Reconoci� los males caracter�sticos de su pa�s.

1. Fanatismo corrupto (vers�culo 2). �l mismo hab�a sido un fan�tico jud�o y, por lo tanto, estaba calificado para pronunciar un juicio sobre �l. El celo es un elemento importante en toda empresa. No hay mucho �xito donde no lo es. Pero cuando se disocia de la inteligencia, est� plagado de males. El celo cuando se dirige a objetos incorrectos, cuando se dirige a objetos correctos en proporciones incorrectas y cuando no puede asignar una raz�n inteligente para su acci�n, es �celo sin conocimiento.

Este celo era uno de los males cardinales entre los jud�os. El conocimiento y el celo siempre deben estar asociados. El primero sin el segundo es un barco bien equipado en un mar apacible sin la propulsi�n del vapor, las olas o la brisa. Este �ltimo sin el primero es como una barca en las olas con propulsi�n y sin tim�n. Ambos combinados son como un buen barco que comercia de puerto a puerto a voluntad, evitando peligros, lidiando con valent�a con elementos hostiles y cumpliendo la misi�n de sus amos.

2. Ignorancia del cristianismo (vers�culo 3). Por "justicia de Dios", aqu�, no entendemos Su rectitud personal, sino el m�todo misericordioso por el cual �l corrige a los hombres corruptos ( Romanos 8:2 ). De este m�todo los jud�os eran "ignorantes". Los hombres mueren por la falta de este conocimiento. En el caso del jud�o no solo fue ruinoso, sino culpable. Ten�an los medios del conocimiento.

3. Justicia propia (vers�culo 2). Consideraban que su propia justicia consist�a en su ascendencia patriarcal y su conformidad con la letra de la ley. En esto se gloriaban como aquello que los distingu�a de todas las naciones de la tierra y que cumpl�a con las justas demandas del Cielo. El mismo ap�stol una vez sinti� que esta era su gloria ( Filipenses 3:1 ). El fariseo en el templo era un tipo de la principal secta religiosa, y su lenguaje expresa su esp�ritu.

4. Rechazo del evangelio. �No han presentado�, etc . Este es el gran resultado de todos los dem�s males y el pecado supremo de todos. Rechazaron al �nico M�dico que pod�a curar sus enfermedades; el �nico Libertador que pod�a romper sus cadenas, el �nico Sacerdote cuyo sacrificio pod�a expiar su culpa. Tales son algunos de los males que Pablo, como patriota, descubri� y deplor� en su pa�s. No es un patriota que cierra los ojos a los cr�menes de su pa�s y vierte en sus o�dos los elogios m�s elogiosos. No llames patriotismo a esto; ll�malo oblicuidad moral.

III. Propuso el m�todo correcto para salvar a su pa�s (vers�culo 4). Nota&mdash

1. Esa justicia es esencial para el bienestar de la gente. No hay verdadera felicidad sin justicia. Todos los males sociales, pol�ticos, religiosos y morales bajo los cuales gimen todos los hombres y las naciones, surgen de la falta de justicia. As� como ning�n individuo puede ser feliz hasta que haya sido completamente recto de coraz�n, ning�n pueblo o pa�s puede hacerlo. Esta rectitud es el �nico elemento que puede eliminar todos los males que afligen a la humanidad y darles el tono y la bienaventuranza de una salud vigorosa. Esta es la �nica nota clave que puede poner m�sica a los elementos discordantes del mundo. La justicia que es esencial para la salvaci�n de un alma, es la �nica que "exalta a una naci�n".

2. Que el gran objetivo de la ley moral es promover la justicia. La justicia es el fin de la ley. La ley era santa, justa y buena. La conformidad con ella es justicia en la criatura (vers�culo 5).

3. Que la justicia que la ley pretend�a promover debe obtenerse por la fe en Cristo (vers�culo 4). Cristo no aboli� la ley, al contrario, la cumpli�. Forj� sus principios en una vida grandiosa; Demostr� su majestad en una muerte maravillosa. En lugar de liberar a sus disc�pulos de la obligaci�n de la ley, les presenta la ley con un aspecto m�s poderoso y una mayor fuerza de motivaci�n. Y el m�todo del ap�stol para hacer justo al pecador es por la fe en Cristo. ( D. Thomas, DD .)

La preocupaci�n de Pablo por su pueblo

I. su objeto - su salvaci�n.

II. La causa de esto ( Romanos 9:32 ).

III. Su intensidad.

1. Sentido.

2. Inspirado por el Esp�ritu de Dios y creencia en la verdad.

IV. Su expresi�n.

1. Oraci�n a Dios.

2. Esfuerzo. ( J. Lyth, DD .)

La salvaci�n de Israel

I. Contempla la historia del pueblo hebreo y juzga si merece nuestro respeto y veneraci�n. Y primero, reflexiona sobre su antig�edad. Antes de que se fundara el imperio de Persia, cuando Grecia fue invadida por unas pocas hordas de b�rbaros e Italia era un desierto despoblado, la raza de Abraham fue elegida por el Divino Fundador de todos los imperios como un pueblo distinto y peculiar; Incorporado por una carta inviolable del Supremo Monarca del universo, ning�n poder humano ha sido capaz, durante cuatro mil a�os, de disolver su uni�n o hacer tambalear su estabilidad.

Pero si esta naci�n es venerable, como gran depositaria de la verdad hist�rica y la sabidur�a antigua, mucho m�s se distingue y consagra como el instrumento elegido que la Divinidad ha empleado para la instrucci�n religiosa de la humanidad, los guardianes y testigos de toda verdad sagrada; la fuente sagrada que, brotando del santuario de Dios, ha derramado en incesante y abundante profusi�n sus aguas curativas y santas, para purificar y bendecir las regiones circundantes de la tierra.

Pero, m�s all� de todo esto, al considerar las bendiciones derivadas para nosotros y para toda la humanidad de la ley jud�a y del pueblo jud�o, nunca debemos olvidar la claridad y solemnidad con que se promulgan las grandes reglas de conducta moral en el Dec�logo, y las dos grandes principios de amor a Dios y amor al pr�jimo inculcados por la ley jud�a. Qu� poderosa reivindicaci�n del respeto, la gratitud de todo hombre que valora la virtud o venera la religi�n debe poseer un pueblo as�, si lo consideramos simplemente como depositarios y guardianes de la teolog�a natural, los conservadores y maestros de los principios morales; pero est�n conectados con nosotros por lazos mucho m�s estrechos, poseen derechos sobre nuestra consideraci�n mucho m�s sagrados: fueron los instrumentos empleados por Dios para prepararse para el dominio del evangelio de Cristo.

II. A continuaci�n, procedamos a preguntar c�mo han respondido los cristianos a todas estas afirmaciones, c�mo han pagado esta deuda de gratitud. Por desgracia, casi incre�ble de decir, su conducta hacia esta naci�n elegida ha sido una serie casi ininterrumpida de crueldad y calumnia, de opresi�n y persecuci�n. No quiero decir que tal crueldad y persecuci�n fueran gratuitas y sin provocaci�n; pero yo sostengo que por grande que sea la provocaci�n, tal crueldad y persecuci�n fueron injustas y criminales.

Si reivindicamos nuestra santa religi�n del reproche m�s repugnante que jam�s haya manchado su car�cter, expiaremos las opresiones pasadas acumuladas sobre esta antigua aunque infeliz raza, esforzando todos los nervios para promover a partir de ahora su felicidad, tanto temporal como eterna.

III. Pero �cu�les son, preguntas, los signos de los tiempos que nos animan ahora a esperar el �xito en el intento de conversi�n de los jud�os en lugar de en cualquier per�odo anterior del mundo? ( Dean Graves .)

C�mo promover la salvaci�n de otros

I. Nuestros corazones deben estar en el trabajo. Debe ser ...

1. Nuestro m�s ferviente deseo.

2. Nuestra oraci�n constante.

II. Debemos estimar correctamente su estado y condici�n.

1. Valorar lo bueno.

2. Discriminar lo defectuoso.

III. Debemos protegerlos contra ...

1. Error.

2. Ignorancia.

3. Justicia propia.

4. Incredulidad.

IV. Debemos se�alarles a Cristo.

1. El fin de la ley.

2. Por la fe. ( Dean Graves )

Celo por la salvaci�n de los pecadores

La verdadera religi�n consiste principalmente en el amor a Dios y al hombre; y dondequiera que se encuentre uno de estos, tambi�n est� el otro. Observar&mdash

I. Que los cristianos serios perciben claramente el estado peligroso de los pecadores inconversos que los rodean. Este estado aparece de ...

1. Su vivir abiertamente en pecado.

2. Su descuido por la religi�n.

3. Su formalidad en religi�n.

4. Su recepci�n por la verdad de grandes y fundamentales errores en cuanto a las doctrinas de la religi�n.

II. Que los cristianos serios deseen con fervor y sinceridad la salvaci�n de sus vecinos, a quienes perciben as� en un estado peligroso.

1. Temblamos al pensar en su futura miseria ( Romanos 1:18 ).

2. As� como deseamos prevenir su futura destrucci�n, deseamos fervientemente que puedan compartir con nosotros los gozos y las glorias del mundo celestial.

3. Deseamos que conozcan y disfruten los placeres actuales de la verdadera religi�n.

4. Deseamos la salvaci�n de los dem�s por causa de la gloria de Dios, por la que nos sentimos preocupados y que ser� promovida por ella.

5. Adem�s de todo, tenemos cierta visi�n de nuestra propia paz y felicidad. La conversi�n de un alma es el mayor honor y felicidad, junto a nuestra propia salvaci�n, que podemos disfrutar.

III. De qu� manera debe expresarse este deseo.

1. Por la oraci�n.

2. Instando a nuestros amigos a que vengan y escuchen el evangelio.

3. Por la educaci�n cristiana de los ni�os, propios y ajenos.

4. Por exhortaci�n personal.

5. Por una vida santa. ( G. Burder .)

Celo por la conversi�n de familiares

"No puedo morir hasta que vea a mi hermano convertido". Eso le dijo un jefe Karen muy anciano al Sr. Mason. Acababa de regresar de una �ltima visita a este hermano, que viv�a un largo d�a de viaje de �l. Demasiado d�bil para caminar, hab�a hecho el viaje a lomos de un nieto, un buen cristiano inteligente, cuya disposici�n para realizar el laborioso servicio era digna del celo con que el anciano olvid� sus huesos doloridos en el deleite que sent�a por haber una vez m�s exhort� a su hermano, y vio en �l algunas evidencias de la gracia divina. ( Sra. McLeod Wylie .)

Israel es un ejemplo lamentable de la ceguera de la incredulidad

I. Su celo por la ley.

1. Lamentable (vers�culo 1).

2. Ignorante (vers�culos 2, 3).

3. Ruinoso, porque est� equivocado (vers�culo 4).

II. Su rechazo de Cristo.

1. Depender de su propio esfuerzo in�til (vers�culos 5-7).

2. Rechazar la palabra de fe (vers�culos 8-9).

3. Negar la salvaci�n del evangelio. ( J. Lyth, DD .)

En celo

La conversi�n de Pablo no enfri� el ardor de su afecto por sus compatriotas. La fidelidad lo impulsaba a exponer sus errores, pero la caridad lo inclinaba a notar lo encomiable. Eran honestos en su celo; pero la honestidad no puede expiar errores peligrosos o abusos perversos. Eran ignorantes, pero cerraron los ojos a la luz.

I. El ap�stol atribuye aqu� a los jud�os una propiedad esencial y m�s valiosa del cristiano, y m�s especialmente del car�cter ministerial. Dos cosas parec�an estar incluidas en �l: ardor, en oposici�n a tibieza, y actividad, en oposici�n a negligencia. Implica que el objeto que lo ha provocado lo tenemos en la m�s alta estimaci�n; que nuestro coraz�n, comprometido en el amor y animado por su deseo, nos impulse a hacer todos los esfuerzos posibles para lograrlo.

El celo cristiano consiste en el c�lido ejercicio de las gracias del Esp�ritu, desembocando en la producci�n decidida y creciente de los frutos del Esp�ritu. Se basa en una convicci�n iluminada y firmemente arraigada de la verdad del evangelio. En su ejercicio, el celo, como la caridad, debe comenzar en casa. El hombre que busca en el exterior los males que remediar, y pasa por alto los que le ata�en, es un hip�crita o un tonto, o ambos.

Pero el celo, aunque comienza, no termina con nosotros mismos. Siente el honor de Dios y las almas de los hombres, y se esfuerza por hacer avanzar a uno y salvar al otro. Cuando falta este principio, la religi�n es un nombre vac�o, un cad�ver sin vida. Pero aunque no puede haber religi�n sin celo, puede haber celo sin religi�n. Note algunos de los defectos de ese celo que condena el ap�stol.

1. Se esforz� en luchar por asuntos de menor importancia y descuid� los que eran de suprema importancia. Los jud�os gastaron la fuerza de su celo en puntos de forma y ceremonia, y pasaron por alto los asuntos m�s importantes de la ley. Los m�s ignorantes o indiferentes en lo esencial son invariablemente los m�s violentos y tenaces en lo circunstancial.

Es cierto que la liberalidad puede llevarse a un extremo peligroso, pero tambi�n la intolerancia, y es mejor pecar de caritativo que incurrir en la imputaci�n de intolerancia. El objeto del celo es hacer conversos, no pros�litos; traer adhesiones a la Iglesia del mundo, no transferir a los miembros de una denominaci�n religiosa a otra.

2. Fue ostentoso y presumido. Ellos llevaban anchas las filacterias, dijeron largas oraciones en las esquinas de las calles, etc . Nuestro Se�or vio a trav�s del disfraz de sus bellas profesiones y su santidad vac�a, e inculc� un curso de conducta completamente opuesto al de ellos. El celo que �l aprueba no es el que asume singularidades in�tiles, y siempre impulsa sus reclamos a la admiraci�n p�blica. No son los hombres los que hacen m�s ruido los que hacen el mayor bien.

3. Fue autoritario y poco caritativo. Excluyeron de la palidez de la Iglesia a todos los que no pensaban como pensaban y hac�an como pensaban. Hubiera sido bueno que el esp�ritu intolerante de los jud�os muriera con ellos mismos; pero, en esta �poca ilustrada , ha hecho su aparici�n de la forma m�s ofensiva y da�ina. Cuando vemos que los individuos se establecen a s� mismos como los �nicos cristianos verdaderos en la tierra, denunciando la religi�n del mundo entero, excepto la suya propia, no sabemos si la mayor�a debe compadecerse o culpar. Como la perfecci�n no es alcanzable aqu�, probablemente tampoco lo sea la uniformidad.

II. De sus defectos, aprendamos ahora cu�les deber�an ser las caracter�sticas distintivas del celo en nosotros. Para escapar de la acusaci�n en la que los jud�os incurrieron merecidamente, la nuestra debe ser ...

1. Un celo ilustrado formado y regulado por visiones claras, completas y correctas de la verdad y el deber. Sin esto, el celo es un principio sumamente peligroso. No hay extravagancias que no practique; no hay crueldades que no perpetrar�. Antes de su conversi�n, Pablo ten�a celo, pero no era conforme al conocimiento ( Filipenses 3:1 .).

2. Celo puro; un celo influenciado por motivos evang�licos y animado por el Esp�ritu de Cristo. Jeh� se jactaba de su celo por el Se�or; pero no ten�a m�s objetivo que la satisfacci�n de su propia ambici�n. Al pedirle a nuestro Se�or que ordenara fuego del cielo para la destrucci�n de los samaritanos, los disc�pulos descubrieron un celo impuro y hablaron bajo la influencia de prejuicios nacionales y sentimientos irritados.

3. Celo prudente: protegerse contra toda ocasi�n evitable de ofensa a los dem�s; desplegando toda la sabidur�a de la serpiente en la selecci�n de medios y oportunidades para hacer el bien, y utiliz�ndolos con tierna consideraci�n por los sentimientos y prejuicios de los dem�s. Despojado de esta propiedad, el celo est� calculado para hacer mucho m�s da�o que bien, y despierta la aversi�n donde deber�a conciliar el amor.

4. Pac�fica; tranquilo en su ejercicio; incitando a ninguna extravagancia tonta; dispuesto a poner la construcci�n m�s favorable a los dem�s, y descubriendo un sincero respeto por su bienestar.

5. Decidido celo; por encima de la mezquindad de todas las adaptaciones contempor�neas; despreciando el miedo al hombre; decidido a seguir el camino del deber; preparado para soportar las consecuencias.

6. Fruct�fero; no se evapora en palabras, pero abunda en hechos de utilidad. ( J. Barr, DD .)

Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no conforme al conocimiento.

Celoso, pero equivocado

Debemos tener un intenso anhelo por la salvaci�n de todo tipo de hombres, y especialmente de aquellos que nos tratan mal. Veremos m�s conversiones cuando m�s personas oren por conversiones. Debemos orar fervientemente por la conversi�n del tipo de personas que est�n aqu� descritos: auto- personas justas, las personas que lo han hecho ning�n mal, sino que, por el contrario, han trabajado para hacer una gran cantidad de bien.

I. �Por qu� nos preocupan especialmente estas personas? Porque&mdash

1. Son tan celosos. Se ve mucho celo en lo que a pol�tica, moda, arte, etc. se refiere; pero no estamos exagerados en religi�n. Si alguien es un poco celoso por encima de los dem�s, se hacen grandes esfuerzos para humillarlo. Por lo tanto, cuando nos reunimos con personas celosas, nos interesamos por ellas, por equivocado que sea su celo. Nos gusta relacionarnos con personas que tienen coraz�n, no con botellas de cuero secas.

Parece una l�stima que cualquier celo se desperdicie, y que cualquiera que est� lleno de celo todav�a se pierda su camino. Y cuando nos encontramos con alguien que es celoso por una causa equivocada, se vuelve peculiarmente el objeto de las oraciones de un cristiano.

2. Pueden ir muy mal y pueden hacer mucho da�o a los dem�s. Aquellos que no tienen vida ni energ�a pueden arruinarse f�cilmente, pero no es probable que hagan da�o a otros; mientras que un fan�tico equivocado es como un loco con un tiz�n en la mano. �Qu� hicieron los escribas y fariseos en la �poca de Cristo? �Y Sa�l despu�s? Tengan cuidado de que ninguno de ustedes caiga en un esp�ritu de persecuci�n a causa de su celo por el evangelio, como amantes celosas que no tienen un sirviente en su casa que no va a su lugar de adoraci�n, y propietarios celosos que apartan a todo disidente de su lugar de culto. caba�as.

3. Ser�an muy �tiles. El hombre que es desesperadamente serio de una manera equivocada ser� igualmente serio en lo correcto. Vea lo que era el propio Paul.

4. Es muy dif�cil convertirlos. Requiere el poder de Dios para convertir a cualquiera; pero parece haber una doble manifestaci�n de poder en la conversi�n de un fan�tico absoluto.

II. Qu� son estas personas seg�n nuestro texto. Son&mdash

1. Ignorante. �Para ellos, ignorando la justicia de Dios�, etc . puede ser educado bajo la sombra de una iglesia, puede escuchar el evangelio hasta que se sepa cada frase de memoria y, sin embargo, ignore la justicia de Dios. Hay muchos que ignoran ...

(1) La justicia natural del car�cter de Dios, y aquellos que est�n satisfechos con su propia santidad la ignoran.

(2) La justicia de la ley. Es posible que escuche la lectura de los diez mandamientos todos los s�bados, pero no sabr� nada acerca de ellos simplemente escuch�ndolos o ley�ndolos. Hay una profundidad de significado en esos mandamientos que las personas moralistas ignoran. Por ejemplo, "No cometer�s adulterio", incluso una mirada lasciva rompe eso. D�jame extender la l�nea ante ti por un momento. �Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n�, etc . �Qui�n de nosotros ha hecho eso alguna vez?

(3) Los justos requisitos de Dios, es decir, no solo que debes hacer, sino que debes pensar, amar y ser lo correcto. Desea la verdad en lo interior.

(4) Que Dios nos ha preparado una mejor justicia en Cristo.

III. Lo que hacen. Van por establecer su propia justicia, pero, como una estatua mal construida, se derrumba. Usan todo tipo de planes para establecer su justicia sobre sus piernas, pero sin ning�n prop�sito. O tienen malos cimientos para una casa, y malos materiales, y mala argamasa, y de ninguna manera son buenos trabajadores; y cuando han construido suficiente muro para protegerse, se derrumba.

Est�n decididos, de una forma u otra, a construir una justicia propia, que no tiene valor cuando se construye. Al principio, el hombre dice: �Ser� salvo, porque he guardado la ley. �Qu� me falta todav�a? Ahora, un agujero muy peque�o dejar� entrar suficiente luz en el coraz�n del hombre para obligarlo a ver que esta simulaci�n no responde. Ninguno de nosotros ha cumplido la ley. Cuando es expulsado de esta insensata esperanza, el hombre r�pidamente establece otra.

Si no puede trabajar, intenta sentir. O bien grita: �Debo unir un poco de religi�n a mi pura moral. Voy a orar regularmente, etc . Y cuando haya hecho todo esto, �no crees que saldr� bastante bien? " Si la conciencia de un hombre est� despierta, no se arreglar�, y el hombre dir�: ��No, no me siento justo despu�s de todo! Hay algo mal ". La conciencia comienza a gritar: �No servir�.

Quiz� el hombre est� enfermo. Piensa que va a morir, y debe mantener a flote su miserable pretensi�n de alguna manera; y entonces grita, si es rico, "Yo donar� una casa de beneficencia". Seg�n la iglesia a la que pertenece, la persona celosa se convierte en partidaria decidida de su secta. Ahora suponga que llegara al cielo en su camino, �qu� pasar�a? Te levantar�s la gorra y dir�s: "�Lo he logrado despu�s de todo!" Te glorificar�s a ti mismo, y depender�s de ello que los pecadores salvados por gracia glorificar�n a Cristo. Pero nuestro Se�or no va a tener ninguna discordia en el cielo; todos ustedes cantar�n sus alabanzas all�, o nunca cantar�n en absoluto.

IV. Qu� no har�n. "No se han sometido a la justicia de Dios".

1. � Vaya, hay algunos que ni siquiera se han sometido a escucharlo ! Nuestra ley no juzga a nadie antes de que lo escuche, pero estas personas juzgan y condenan el evangelio sin prestarle ni una hora de atenci�n. �No son lo suficientemente buenos por s� mismos? �Qu� puedes decirles mejor de lo que ya saben? Pero siempre es una l�stima no saber ni siquiera aquello que m�s despreciamos. No te har� da�o saberlo.

Y, sin embargo, hay tal prejuicio en la mente de algunos que se niegan a familiarizarse con las verdades que Dios ha revelado. ��Pecadores salvados por gracia! Todo est� muy bien para la comunidad; pero siempre fuimos tan buenos ". Muy bien entonces; hay un para�so para la gente com�n, y es muy probable que ustedes, se�oras y se�ores, sean demasiado buenos para ir all�. �D�nde vas a ir? Solo hay un camino al cielo, y ese camino est� cerrado a los orgullosos.

2. Y luego hay otros que, cuando lo escuchan, no admiten que lo necesitan. "�Que se�or! �Debo arrodillarme y declararme culpable? S�, debes hacerlo, o de lo contrario nunca ser�s salvo. "Los que est�n sanos no tienen necesidad de m�dico, sino los que est�n enfermos".

3. Hay otros que no se someten al esp�ritu de �l, a su influencia, porque el esp�ritu de la gracia gratuita es este: si Dios me salva de balde, entonces le pertenezco por los siglos de los siglos. Si �l me perdona cada pecado simplemente porque creo en Jes�s, entonces odiar� cada pecado y huir� de �l. Lo amar� con todo mi coraz�n, y por el amor que le tengo llevar� una vida santa. La virtud a la que apunt� antes, con mis propias fuerzas, ahora la pedir� a Su Esp�ritu Santo. Muchos no se someter�n a eso; sin embargo, nunca podr�n salvarse del pecado a menos que se entreguen como siervos de Cristo comprados con sangre. ( CH Spurgeon .)

Celo ciego

As� como todo celo sin discreci�n es como una ofrenda sin ojos, que fue prohibida por Dios, as� tambi�n todo celo ciego es una ofrenda ciega que Dios nunca aceptar�. ( Cawdray .)

Celo, cauteloso

Como se dice que Minerva le puso una brida de oro a Pegaso, para que no vuele demasiado r�pido, as� nuestra discreci�n cristiana debe ponerle una brida de oro a nuestro Pegaso, es decir, a nuestro celo, no sea que, si se desenfrena, se hacernos salir corriendo por supuesto. ( Cawdray .)

Celo falso

Hay una clase de hombres que parecen tener un gran celo por la religi�n; pero su coraz�n estalla de esta manera: que llenan el lugar dondequiera que est�n con ruido y clamor, con polvo y humo. No se puede decir nada en su presencia, pero instant�neamente se inicia una controversia, casi nada es lo suficientemente ortodoxo para ellos; porque hilan un hilo tan fino, y tienen una divinidad de telara�a tal, que el m�s m�nimo roce con �l no debe ser soportado y, sin embargo, son igualmente positivos y decretales en sus afirmaciones de que el Papa mismo no es nadie para ellos. Uno pensar�a que eran consejeros privados del cielo. Definen con tanta confianza lo que agradar� y lo que no agradar� a Dios. ( J. Goodman .)

Celo, descarriado

I. Sus caracter�sticas. Se equivoca en ...

1. Sus motivos.

2. Sus objetos.

3. Sus medios.

II. Su prevalencia.

1. En el mundo.

2. En la Iglesia.

III. Su tendencia traviesa. Se reproduce

1. Delirio.

2. Trastorno.

3. Odio.

4. Contenci�n.

5. Ruina. ( J. Lyth, DD .)

La adecuada regulaci�n del celo religioso

I. Debe basarse en el conocimiento y juicio sobre el asunto que compromete nuestro celo. Es por querer esto que el ap�stol culpa al celo de los jud�os. Uno pensar�a que la necesidad de tal conocimiento es obvia, ya que sin �l nuestro celo puede, por lo que sabemos, estar comprometido con una mala causa. El hombre que, con el prop�sito de apresurarse, cierra los ojos o no se da cuenta de ad�nde va, es el m�s propenso a tropezar o extraviarse.

Cuidemos, entonces, de que, antes de permitir que nuestro celo se caliente a favor o en contra de cualquier causa, logremos un conocimiento tan completo como podamos. Y, sin embargo, como muestra la historia, la mayor�a de los que en todas las �pocas han mostrado el mayor celo han descubierto la mayor ignorancia, y donde ha habido m�s conocimiento ha habido mayor franqueza y tolerancia hacia los de una opini�n diferente.

II. Debe estar libre de prejuicios y opiniones partidistas, y proceder de una consideraci�n sincera por la verdad y la virtud. No es que est� completamente familiarizado con una causa lo que justificar� mi celo por ella. Si, sabiendo que algo es falso o il�cito, insisto en�rgicamente en ello, todo el celo que expreso es defectuoso. No, aunque sea verdad o deber, si mi celo es ocasionado por prejuicios, no es del tipo correcto.

Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado con los manantiales de donde fluye nuestro celo. Cuando el coraz�n resplandece con un amor ardiente por Dios y por la causa de la verdad y la virtud, habr� muy poco peligro de llegar a los extremos.

III. Siempre debe ser proporcional al momento de las cosas de las que se ocupa. Cuanto m�s importante es la cosa, m�s c�lido puede ser nuestro celo, ya sea a favor o en contra; y cuanto menos importante, menos necesidad hay de preocuparse mucho por ello. Ese celo es muy irregular, igualmente c�lido en todas las ocasiones. Ser�a interminable contarles qu� asuntos insignificantes han dado lugar a las m�s furiosas contiendas en la Iglesia cristiana.

1. Ya que es mucho m�s importante para nosotros que juzguemos lo correcto en asuntos de doctrina y nos comportemos bien en asuntos de pr�ctica nosotros mismos que que otros lo hagan, se deduce que nuestro celo debe emplearse principalmente de esta manera. Nada es m�s com�n que ver a los mismos hombres que expresan una gran preocupaci�n por que los dem�s piensen y act�en como ellos en asuntos de religi�n, desvergonzadamente descuidados en sus propias b�squedas de la verdad y en la regulaci�n de su propia conducta.

2. Los deberes simples son m�s importantes que los asuntos de especulaci�n, y por lo tanto el celo regular ser� m�s sol�cito con los primeros que con los segundos. Y, sin embargo, como si la humanidad estuviera resuelta a actuar de forma absurda, por lo general ha actuado desde el principio opuesto. Observe cu�n contentos algunos de los fan�ticos m�s fervientes pueden dejar que un borracho, un blasfemo, etc. , viva pac�ficamente con ellos y, sin embargo , se enfurezcan inmediatamente ante la expresi�n de una opini�n contraria. Pero, �no perdonar� Dios mucho m�s f�cilmente un error de juicio que la maldad de la vida?

3. La paz y el amor entre los cristianos son indeciblemente m�s importantes que cualquier forma particular de gobierno de la iglesia o cualquier rito religioso, y por lo tanto, si nuestro celo es regular, estaremos mucho menos preocupados por imponerlos que por asegurar la paz y el amor entre todos. Buen hombre.

IV. Debe ser asistido con caridad cristiana, y nunca debe violar aquellos derechos que todos reclaman en com�n como hombres y cristianos. Nada ha sido m�s com�n que el celo intemperante para hacer los mayores males y cometer las m�s descaradas violaciones de la justicia y la humanidad, bajo el pretexto de la caridad hacia el alma de los hombres y una sincera preocupaci�n por su bienestar eterno.

V. Debe estar bajo la conducta de la prudencia cristiana, por lo que me refiero a la prudencia que dirigir� a la elecci�n, y en el uso de los m�todos m�s adecuados, y las temporadas m�s adecuadas para promover estos buenos fines. ( W. Smyth .)

Celo, verdad

El verdadero celo es algo amoroso y nos hace siempre activos para la edificaci�n y no para la destrucci�n. Si mantenemos el fuego del celo dentro de la chimenea, en el lugar que le corresponde, nunca har� da�o; s�lo nos calienta, nos vivifica y nos da vida; pero si una vez lo dejamos estallar y agarramos la paja de nuestra carne, y encendemos nuestra naturaleza corrupta, y prendimos fuego a la casa de nuestro cuerpo, ya no es celo, fuego celestial, sino un fuego m�s destructivo y destructivo. cosa devoradora.

El verdadero celo es un ignis lambens, una llama suave y tierna que no nos quemar� la mano; no es una cosa depredadora o voraz; pero el celo carnal y carnal es como el esp�ritu de la p�lvora que se prende fuego, que desgarra y hace estallar todo lo que se le presenta. El verdadero celo es como el calor vital en nosotros del que vivimos, que nunca nos sentimos enojados o molestos; pero aunque se alimenta suavemente del aceite radical dentro de nosotros, ese dulce b�lsamo de nuestra humedad natural, vive amorosamente con �l y mantiene aquello de lo que se alimenta; pero ese otro celo furioso y distendido no es m�s que una fiebre en el alma.

Para concluir, podemos aprender qu� tipo de celo es el que debemos usar para promover el evangelio mediante un emblema propio de Dios: esas lenguas de fuego que en el d�a de Pentecost�s se posaron sobre los ap�stoles; que seguro eran llamas inofensivas, porque no podemos leer que hayan hecho da�o, o que se hayan chamuscado un cabello de la cabeza. ( R. Cudworth .)

Celo, verdadero y falso

Andrew Melville, profesor de Teolog�a en St. Andrews durante el reinado de Jacobo VI, fue un hombre muy valiente y celoso por la causa de Dios y la verdad. Cuando algunos de sus hermanos m�s moderados lo culpaban por ser demasiado ardiente y ardiente, sol�a responder: �Si ves que mi fuego se va hacia abajo, pon tu pie sobre �l y ap�galo; pero si sube, que vuelva a su lugar ". ( J. Whitecross .)

Celo sin conocimiento

I. Las calificaciones y propiedades de un celo "conforme al conocimiento".

1. Que nuestro celo sea correcto con respecto a su objeto; es decir, que aquellas cosas por las que tenemos celo sean ciertamente buenas, y que aquellas cosas contra las que tenemos celo sean ciertamente malas. De lo contrario, no es un fuego celestial, sino como el fuego del infierno, calor sin luz.

2. Que la medida y el grado de la misma deben ser proporcionados al bien o al mal de las cosas de las que est� familiarizado. Ese es un celo ignorante que est� familiarizado con las cosas menores y despreocupado por las mayores. Un rigor celoso acerca de los ritos externos y las cuestiones de diferencia, donde hay un descuido visible de los deberes sustanciales de la religi�n, es una ignorancia flagrante de la verdadera naturaleza de la religi�n o una hipocres�a total.

3. Que lo perseguimos por medios y formas l�citos. Ning�n celo por Dios y Su gloria, por Su verdadera Iglesia y religi�n, justificar� el hacer lo que es moralmente malo.

II. Por qu� marcas podemos conocer el celo que "no es conforme al conocimiento". Es un celo sin conocimiento.

1. Que se equivoque en el objeto propio de la misma; que llama al bien mal y al mal bien.

2. Que est� manifiestamente desproporcionado con el bien o el mal de las cosas de las que habla, cuando hay en los hombres un celo mayor y m�s feroz por lo externo de la religi�n que por sus partes vitales y esenciales.

3. Que sea perseguido por medios il�citos e injustificables, por ejemplo, que justifique el hacer el mal para que venga el bien.

4. Que no sea caritativo y sea enemigo de la paz y el orden, y se crea suficientemente justificado para romper la paz de la Iglesia con todo escr�pulo.

5. Que es furioso y cruel, lo que nos dice Santiago tiende a �la confusi�n y toda obra mala�.

6. Un celo por la ignorancia. Este es un celo peculiar de la Iglesia de Roma, que proh�be a las personas el uso de las Sagradas Escrituras en una lengua conocida.

III. Inferencias.

1. Si es tan necesario que nuestro celo sea dirigido por el conocimiento, esto nos muestra cu�n peligroso es el celo en los d�biles e ignorantes. El celo es una herramienta de filo, con la que los ni�os entendidos no deben entrometerse. El celo solo es apto para los sabios, pero est� principalmente de moda entre los necios. Es m�s, es peligroso en manos de los sabios, y ser mantenido con estricta rienda, de lo contrario los transportar� a hacer cosas indebidas e irregulares.

Mois�s, en un ataque de celo, dej� caer las dos tablas de la ley que acababa de recibir de Dios. Un verdadero emblema de un celo incontrolado, en el transporte del cual incluso los buenos hombres tienden a olvidar las leyes de Dios.

2. De aqu� vemos claramente que los hombres pueden hacer las peores y m�s perversas cosas por celo por Dios y la religi�n. As� fue entre los jud�os, que absorbieron la salvaci�n para s� mismos, y negaron la posibilidad de ella a todo el mundo adem�s, y la Iglesia de Roma ha tomado copia de ellos.

3. El celo por Dios y la religi�n no altera la naturaleza de las acciones realizadas por ese motivo. La persecuci�n y el asesinato son pecados condenados, y ning�n celo por Dios y la religi�n puede excusarlos. ( Monse�or Tillotson .)

Celo y conocimiento

Por la presente, hay dos clases de hombres que deben ser detenidos.

1. Los que tienen un defecto no de celo, sino de conocimiento en raz�n de su celo.

2. Los que tienen un defecto no de conocimiento, sino de celo que responde a su conocimiento. Del primero de ellos puede comprobarse el proverbio, pusieron el carro delante del caballo. El segundo puede compararse con los carros de Fara�n cuando las ruedas estaban apagadas, tan lentamente expresan su conocimiento en sus vidas. Los primeros son como un peque�o barco sin lastre ni carga, pero con muchas velas, que pronto se estrella contra las rocas o se vuelca.

Los segundos son como un gran barco, bien lastrado y ricamente cargado, pero sin velas, que cae r�pidamente en manos de los piratas porque no puede hacer velocidad, antes de hacer presa para ellos que un buen viaje para el comerciante. Separe el celo y el conocimiento, y ambos se vuelven in�tiles, pero si se unen sabiamente, perfeccionan al cristiano, siendo como un diamante precioso en un anillo de oro.

No permitas que el celo supere al conocimiento ni se quede atr�s de �l, sino que est� de acuerdo ad equale , yendo de la mano con el mismo. Porque as� como en un instrumento de m�sica hay una proporci�n de sonido en la que est� la armon�a, m�s all� de la cual, si alguna cuerda se tensa, hace un chirrido; y si no se tensa lo suficiente, produce un sonido sordo, sordo y desagradable. Lo mismo ocurre en nuestro celo si es m�s o menos que nuestro conocimiento. ( Elnathan Parr, BD .)

Celo incontrolado

Faet�n se encarg� de conducir el carro del sol; pero a causa de su temeridad hizo que el mundo se incendiara. Lo que es un caballo sin jinete, o un barco sin tim�n, tal es el celo sin conocimiento. San Bernardo golpea de lleno en este punto. La discreci�n sin celo es lenta y el celo sin discreci�n es testarudo; Dejemos, por tanto, que el celo estimule la discreci�n, y la discreci�n controle el celo. ( J. Spencer .)

Celo sin conocimiento

El primer buen uso de algunos textos es esforzarse por prevenir uno malo.

I. El texto se ha citado a menudo con el prop�sito de menospreciar el celo genuino. �Piense en cu�ntos dise�os excelentes se ha citado y qu� habr�a sido de la empresa misionera nacional y extranjera si se hubieran regido ciertas interpretaciones! Con hombres de temperamento indiferente y congelado, el texto ha sido un gran favorito. Lo mismo ocurre con los hombres t�midos, cobardes, con los parsimoniosos, con los id�latras de la costumbre y de todo lo establecido, y con esa clase que se contenta con la mera especulaci�n, que apenas considera nada digno de intentar.

Con la mayor�a de estos, sin embargo, no es el celo en s� lo que se desprecia, porque "nadie ser�a m�s celoso que ellos, en una ocasi�n adecuada". Pero, �cu�ndo puede llegar esa ocasi�n? �Ha de ser provocada expresamente por la Providencia para permitirles mostrar esta virtud? �O ser� cuando todas las cosas est�n enmendadas, de modo que haya menos por hacer? �Pero qui�n, entonces, va a hacer todo esto mientras tanto?

II. Pero todav�a hay en el mundo un celo injusto e injustificable.

1. En efecto, si lo tomamos en su sentido general, perseverante ardor en la persecuci�n de un prop�sito, ha sido, en su depravada operaci�n, el demonio animador de todo mal activo. Y, muchos que son comparativamente inofensivos, que este fuego sea encendido por una antorcha del infierno aplicada al azufre que yace fr�o y tranquilo en su naturaleza, y deber�amos ver.

2. Pero no para detenernos en estas terribles operaciones de celo, vemos su efecto en innumerables cosas de un orden m�s diminuto, por ejemplo, esfuerzos largos y fervientes por la excelencia en alg�n logro m�s insignificante; esfuerzos incansables en el enjuiciamiento de la investigaci�n sobre algo que no vale la pena conocer; una intensa devoci�n por agregar part�cula tras part�cula a la peque�a suma de posesi�n mundana; la seria rivalidad en peque�os puntos de apariencia, consecuencia, precedencia. El celo es un elemento que se combinar� con cualquier principio activo en el hombre; es como fuego, que arder� en la basura y alumbrar� en los cielos.

III. El celo opera as� en todos los intereses activos de los hombres. Pero generalmente se habla de �l como perteneciente a la religi�n, y es en esta relaci�n que tenemos que considerarlo aqu�. "Celo de Dios".

1.�Y qui�n puede evitar desear que hubiera mil veces m�s celo dirigido de esta manera? De la medida total que se est� gastando constantemente, �qu� proporci�n bien podr�a ahorrarse, no, destruirse, para sacar provecho? �Nueve partes de cada diez? Quiz�s m�s. Ahora piense, �si una o m�s de estas porciones mal aplicadas pudieran estar dedicadas a Dios! Mire el celo de un hombre ambicioso; el celo de un hombre avaro; �El celo de un intelectual infatigable y insignificante! nueve partes de cada diez mal aplicadas; desperdiciado en el mejor de los casos; una gran porci�n peor que desperdiciada! As� que va, mientras haya aqu� lo que lo merece todo, como nubes, cargadas de lluvia, pasando de jardines y campos que languidecen bajo la sequ�a, para ser descargado en meros desiertos, marismas o mar. O supongamos que una gran ciudad se incendia en un invierno severo;

2. Despu�s de tal visi�n de la inmensa proporci�n de celo totalmente perdido por Dios, somos reacios a considerar que una parte incluso del celo que se dirige a Dios puede ser �no conforme al conocimiento�. La necesidad del conocimiento para el celo religioso est� terriblemente ilustrada por

(1) Los poderosos imperios de la superstici�n: paganos, musulmanes, papistas. Es cierto que muchos no van m�s all� de una aquiescencia est�pida y servil; y que algunos son esc�pticos, solo preservan las apariencias; pero incontables legiones de ellos arden con un celo fan�tico; no conocen nada mejor.

(2) La terrible historia de persecuci�n. Porque, aunque algunos perseguidores solo han sido pol�ticos, hip�critas infernales, sin embargo, la poderosa hueste de ellos realmente ha cre�do que hac�an servicio a Dios.

(3) Las salvajes novedades del fanatismo que han surgido ocasionalmente en la comunidad cristiana. En vista de todo esto, el buen hombre todav�a tiene que exclamar: ��Oh, por el conocimiento! �para el conocimiento!"

IV. Pasemos ahora a las formas ordinarias en las que el celo religioso est� desprovisto de conocimiento.

1. Aquello de lo que habla aqu� el ap�stol, es decir, que los hombres mantienen celosamente la suficiencia de una justicia propia, que Dios no aceptar� (vers�culo 3). �Fatal ignorancia en el celo! El conocimiento aqu� les revelar�a la santidad, la justicia y la ley de Dios; se les revelar�a; y luego su celo ir�a por otro camino, como cuando un pagano convencido percibe que su dios es un �dolo sin valor.

2. Celo cuando no va acompa�ado de deseo de conocimiento, m�s bien de aversi�n al mismo. Horror del razonamiento libre. La noci�n de que toda especulaci�n religiosa es necesariamente destructiva para el sentimiento religioso, en la medida en que las razones mismas para ser celoso no deben definirse claramente. Cualquiera que sea el fuerte impulso, es evidente que no es "celo conforme al conocimiento" cuando un hombre no sabe por qu� es celoso.

3. Un celo caprichoso y fluctuante, y lo que acabamos de describir es probable que sea as�. Arder� en un momento y parecer� hundido bajo las cenizas en otro, variando con el retroceso cambiante de la mente del hombre. Es cierto que en la mayor�a de las mentes habr� variaciones considerables de sentimientos, de los cuales participar� en cierta medida el celo. Pero uno de los principios m�s importantes que lo contrarresta y lo sostiene es un conocimiento claro y decidido del objeto y las razones del celo.

4. El celo que consiste en un grado considerable de mero temperamento, donde la irritabilidad o impetuosidad e inquietud de un hombre entra en el celo por el objeto, y es confundido por �l con todo celo puro respecto al objeto mismo. De modo que, especialmente en este punto, no es �conforme al conocimiento�, porque �l no se conoce a s� mismo. "No sab�is de qu� esp�ritu est�is"

5. Ese celo que se preocupa menos por el objeto mismo que por el hombre mismo. El celo de Jeh� era, en realidad, por el �Se�or de los ej�rcitos�, pero en realidad no le importaba mucho esa causa sagrada en s�. Fue algo excelente que se le exhibiera como un vindicador conspicuo en las filas de las "huestes" del Se�or.

6. Un gran celo por cosas relativamente peque�as en religi�n. Ahora el conocimiento da la escala de lo mayor y lo menor. Hay puntos menores de doctrina, forma y observancia. Estos a menudo se han magnificado y reforzado como si fueran la vida y la esencia misma del cristianismo.

7. Celo por las grandes cosas por peque�as razones. �As�, el cristianismo ha sido defendido con celo solo sobre la base de que conduce al bienestar temporal de un estado! Innumerables personas mantienen celosamente alg�n modelo de fe cristiana, principalmente porque lo han mantenido sus antepasados. Hemos conocido personas que sostienen celosamente alguna doctrina importante porque ha coincidido con alguna fantas�a o impresi�n particular de la mente de la persona; no a partir de una consideraci�n de sus propias grandes evidencias. Esto es un flagrante abandono de la regla: que el celo debe ser "conforme al conocimiento".

8. Un celo por los puntos �nicos de la religi�n, especialmente los m�s controvertidos, como si toda la importancia de la religi�n convergiera a estos, como vemos en los calvinistas y arminianos m�s en�rgicos. Tal celo empobrece miserablemente el inter�s por la religi�n como un gran todo integral, y por todas las partes de ella menos una. Y as�, el mismo "conocimiento" disminuir� si se toma en cuenta el todo.

9. El celo excesivo por una secta o partido religioso, un mero esp�ritu mundano de competencia y celos. De hecho, esto es "conforme al conocimiento", la "sabidur�a" que Santiago describe como que viene de abajo.

10. El celo que se gasta en alguna forma de intentar servir a la religi�n cuando podr�a aplicarse a un mejor prop�sito en otra. As�, los hombres capaces han agotado sus talentos y trabajos en comparativas nimiedades cuando, con el mismo esfuerzo, podr�an haber servido a los mayores intereses. Y los cristianos ordinarios se han empe�ado de manera invencible en servir a Dios de maneras ajenas a sus logros y situaciones en las que claramente ten�an ante s� otras formas de cierta utilidad.

11. Ese celo que, al intentar hacer el bien, no tiene en cuenta la idoneidad de la temporada y la ocasi�n. El conocimiento mostrar�a la adaptaci�n de los medios a los fines - las leyes y el funcionamiento de las mentes humanas - la coyuntura favorable. El conocimiento tambi�n se�alar�a las consecuencias. Y el celo no deber�a considerarse m�s noble y heroico por desafiar todas las consecuencias.

12. Ese celo que parece dispuesto a permitir que su actividad en los planes y esfuerzos p�blicos al servicio de la religi�n sustituya a la religi�n personal. En tal celo, �d�nde est� el conocimiento del hombre si no lo golpea con una convicci�n irresistible, cu�n indispensable es la religi�n para su propio yo? ( John Foster .)

Celo sin conocimiento

I. Los israelitas ten�an una buena cualidad mientras quer�an otra, y el ap�stol hace que la posesi�n de esta sea la raz�n de su oraci�n: "Porque yo les doy testimonio de que tienen celo por Dios". Uno pensar�a que, si quisieran ambos, tendr�an una mayor necesidad de sus oraciones; y el misterio es c�mo el hecho de que tuvieran algo bueno deber�a ser la causa conmovedora por la que Pablo deber�a orar por su salvaci�n, una insinuaci�n de que si no hubieran estado en posesi�n al menos de esto, no habr�a orado por ellos.

1. La explicaci�n es esta. Es s�lo la oraci�n de fe lo que vale, y en la medida en que esta fe se tambalea o se debilita, la oraci�n pierde su eficacia, por ejemplo, no tienes el mismo coraz�n al orar por alguna improbabilidad que al orar por lo que est� de acuerdo con la voluntad de la gente. Dios. No se puede orar con tanta esperanza por un r�probo confirmado como por un hombre en quien percibe algunos restos acechantes de bien. Pablo a�n no estaba desanimado por los jud�os. A�n observaba un buen punto, incluso ese mismo celo que una vez actu� �l mismo. Y as� todav�a pod�a esperar y orar por ellos.

2. A partir de tal argumento puede construirse un poderoso llamamiento para detener el camino precipitado de ese desesperado moral, que, pasando de una enormidad a otra, est� perdiendo r�pidamente todas las delicadezas de la conciencia, y a quien el Esp�ritu, cansado y provocado por obstinada resistencia, est� quiz�s en v�speras de abandonar. Sepa, entonces, que sus amigos contemplan el progreso de esta impenitencia y suplican al Cielo por usted.

Pero puede llegar el momento en que tu impiedad parecer� tan desesperada que suplicar con fe est� m�s all� de ellos. �Y no es hora de volver sobre tus pasos, sin saber que tan pronto los mismos padres que dieron a luz pueden llorar pero no pueden orar por ti!

II. Esa debe haber sido una propiedad valiosa, en virtud de la cual todav�a se pod�a orar por los jud�os. Pero esa debe haber sido una propiedad muy importante por cuya falta finalmente perecieron. Si hubieran agregado conocimiento a su celo, a�n habr�an sido los favoritos del Cielo.

1. De su historia actual podemos aprender cu�n serio es este deseo. Aquel d�a de su visitaci�n, ante la perspectiva de que nuestro Salvador derramara l�grimas, les sobrevino simplemente porque "no conoc�an las cosas que pertenec�an a su paz". Es cierto que el exterminio les sobrevino porque hab�an matado al Pr�ncipe de la Vida. Pero fue, como testifican Pedro y Juan, por ignorancia que lo hicieron, y si lo hubieran sabido, dice Pablo, no habr�an crucificado al Se�or de gloria. No subestimemos, entonces, la importancia del conocimiento en la religi�n, ni caigamos en la imaginaci�n de que la ignorancia no es un delito responsable ni punible.

2. Pero adem�s de las pruebas hist�ricas de la importancia del conocimiento religioso, abundan las pruebas a�n m�s directas. Se dice que el conocimiento de Dios y de Jesucristo es la vida eterna, y se dice que muchos perecen por falta de conocimiento. Cristo vendr� "para vengarse de los que no conocen a Dios". De hecho, se tratan el conocimiento y la ignorancia, as� como se tratan la justicia y el pecado.

3. Ahora la pregunta es, �deber�a ser esto en justicia moral? La dificultad estriba en concebir sobre qu� base las opiniones del entendimiento deber�an ser sujetos de ajuste de cuentas. Se considera que el hombre es responsable de sus actos, a los que puede ayudar; pero no por sus doctrinas, que dicen que no puede evitar. Pero afirmamos que su creencia en determinadas circunstancias (y el cristianismo es en estas circunstancias) es lo que �l puede ayudar.

Es por un acto de la voluntad que te dedicas a la adquisici�n del conocimiento. Es por un acto continuo de la voluntad que usted contin�a un examen prolongado de los fundamentos de una opini�n. Es por voluntad del testamento, no que usted crea sin evidencia, sino que investiga la evidencia en la que podr�a creer. No es culpa tuya que no veas cuando est� oscuro. Pero es tu culpa en todos los sentidos que no mires cuando la luz del cielo o la revelaci�n del cielo est�n a tu alrededor.

Es as� que la voluntad tiene virtualmente que ver con la creencia �ltima, simplemente porque tiene que ver con los varios pasos de ese proceso que la precede. Donde haya franqueza, que es una propiedad moral, se prestar� la debida atenci�n; cuando existe lo opuesto a la franqueza, la injusticia moral, se rechazar� la atenci�n debida y el hombre se ver� afectado intelectualmente, pero s�lo porque est� equivocado moralmente.

4. Encuentras una ejemplificaci�n m�s impresionante de esto en la historia de esos mismos jud�os. Durante todo el ministerio de nuestro Salvador sobre la tierra, estuvieron repletos de evidencias que, si hubieran prestado atenci�n, habr�an llevado su creencia en la validez de Sus afirmaciones. Pero la creencia les resultaba dolorosa y, a toda costa, resolvieron bloquear las avenidas de sus mentes para que no la admitieran. La suya no era la oscuridad de hombres a quienes ninguna luz hab�a visitado, sino de hombres que obstinadamente cerraban los ojos.

5. Y esto para nuestra amonestaci�n. En este nuestro d�a, la falta de fe todav�a se debe a la falta de una seriedad moral completa. ( T. Chalmers, DD .)

Fanatismo

El peor de los locos es un santo enloquecido. ( Papa .)

Estar furioso en la religi�n es ser irreligiosamente religioso. ( W. Penn .)

El camino de la salvaci�n

I. Camino del hombre.

1. Consiste en el celo por Dios dirigido ignorantemente.

2. Termina en justicia propia e incredulidad.

3. Fracasa por completo, porque Cristo es el fin de la ley, y la ley requiere obediencia absoluta (vers�culos 2-5).

II. A la manera de Dios.

1. Requiere&mdash

(1) Desesperaci�n de nuestros propios esfuerzos.

(2) Una recepci�n humilde del evangelio.

(3) Confesi�n y fe.

2. Termina en la salvaci�n. ( J. Lyth, DD .)

Porque ignorando la justicia de Dios, y tratando de establecer la suya propia ... no se han sometido ... a la justicia de Dios.

Ignorancia de la justicia de Dios, la culpa de

La ignorancia de la que se habla aqu� es algo m�s que la mera ceguera pasiva de quienes no pueden ayudarse a s� mismos debido a la oscuridad total que los envuelve. Fue en gran medida la ignorancia de quienes no abrieron los ojos. Hab�a una actividad, una voluntad en ello, tanto como hab�a en las otras cosas que se les atribu�an en el �andar� para establecer una justicia diferente de aquella a la que no se somet�an.

Esto forma el verdadero principio sobre el que descansa la condenaci�n de la incredulidad. "Aman la oscuridad m�s que la luz". As� como a los gentiles "no les gustaba retener a Dios en su conocimiento", aun as� a los jud�os no les gustaba en este caso admitir a Dios en su conocimiento, o entretener en sus mentes el camino de salvaci�n que �l hab�a ideado para el recobro. de un mundo culpable. Es la parte que tiene la voluntad lo que hace de la ignorancia el objeto propio de la retribuci�n; y as�, cuando Cristo venga, se vengar� "de los que no conocen a Dios y no obedecen al evangelio". ( T. Chalmers, DD .)

La justicia humana solo se puede lograr al someterse a "la justicia de Dios"

1. �La justicia de Dios� es Su verdad, justicia, santidad, sabidur�a y amor mezclados en la perfecci�n eterna, y abarca el odio infinito al pecado con amor infinito por el pecador. Es a la vez el terror de toda conciencia culpable y la esperanza de todo verdadero penitente.

2. El mundo anterior y posterior a los d�as de Lutero ha estado cometiendo el mismo error que �l cometi� al principio. Ha sentido tanto la necesidad de la justicia que ha hecho esfuerzos desesperados por alcanzarla, ahora se eleva a alturas inaccesibles y luego se adentra en profundidades desconocidas, mientras que la bendici�n misma ha estado siempre a su alcance.

I. Los hombres, hasta que llegan al conocimiento de Cristo, en todas partes se esfuerzan en vano por establecer su propia justicia.

1. Si alg�n hombre hab�a tenido �xito, seguramente hab�a sido Pablo. Constancia, escrupulosidad, abnegaci�n, motivos elevados, una vida intachable, etc .; y, sin embargo, cuando se mira en relaci�n con el objeto buscado, �cu�n absolutamente vano! El experimento de Salom�n deber�a haber sido suficiente para satisfacer todos los voluptuosos de la vanidad de las cosas terrenales, y el fracaso de Pablo deber�a convencer a todos los moralistas farisaicos de que la justicia no se puede alcanzar por "las obras de la ley".

2. Pero la verdad s�lo puede ser conocida o la sabidur�a ense�ada por la experiencia. Y as�, el experimento de Paul, en todas sus caracter�sticas esenciales, se ha realizado una y otra vez. Lutero, a su manera, repiti� el experimento con el mismo resultado. Estos hombres recuerdan a uno de los viejos alquimistas, quienes, variaban sus experimentos como pod�an e imitaban el color del oro como lo hac�an, sin embargo, el metal base segu�a siendo metal base despu�s de todo.

3. Y, sin embargo, multitudes contin�an "andando para establecer su propia justicia". Es imposible evitar un sentimiento de respeto y compasi�n por ellos. Este sentimiento llen� el coraz�n de Pablo (vers�culo 1). "Going about to" significa "probar" en ingl�s antiguo. Estaban ansiosos, inquietos, minuciosos, dispuestos a emplear todos los medios para conseguirlo. Pero un d�a de abril antes podr�a establecer su car�cter de constancia y el ancho oc�ano su car�cter de refugio; el cuervo con su croar, y el b�ho con su ulular, establecen el suyo para la melod�a; la penumbra tiene derecho a gobernar el d�a; cada peque�o estanque tiene derecho a ser considerado una fuente; la zarza sus pretensiones de ser rey sobre el bosque, que estas almas descarriadas logran establecer su propia justicia.

Est�n tratando de forjar una llave para abrir la tumba, construir un bote salvavidas para nadar en un mar de fuego, construir una escalera para escalar los cielos, silenciar los truenos del Sina� llen�ndose los o�dos con lana, para detener los rel�mpagos. de la ira de Dios con hilos de gasa de bondad humana, para detener el curso de la justicia divina amontonando peque�os montones de piedras en su camino. Dios pronuncia "nuestra justicia", no nuestra maldad, como "trapos de inmundicia".

4. Ning�n hombre estableci� jam�s su �propia justicia� a su propia satisfacci�n. Este cielo nunca estuvo sin nube, este sol sin mancha, esta vida sin defecto. Fue la conciencia de esto lo que aceler� los pasos de Saulo de Tarso en su persecuci�n de los primeros disc�pulos y lo impuls� a una venganza m�s mortal. En proporci�n a la conciencia del alma de lo que es el pecado, ser� su desdicha al verlo.

Dios ha puesto nuestros pecados "a la luz de su rostro"; y cuando recordamos que puede haber impureza en una mirada y asesinato en un deseo, �el solo pensamiento de �establecer nuestra propia justicia� es la m�s salvaje de las fantas�as, la m�s perversa de las ilusiones!

5. Y los hombres as� cortejan el fracaso, porque son �ignorantes de la justicia de Dios�, tanto de lo que es como de lo que requiere. La blancura de la nieve, la luz de la ma�ana, los cielos azules, son figuras que representan inadecuadamente la justicia de Dios. "Los cielos no est�n limpios ante sus ojos". Dios es tan "glorioso en santidad" que los �ngeles cubren sus rostros y sus pies con sus alas.

Siendo as�, esencial y absolutamente justo, �qu� mera propiedad externa o fina costra de bondad podr�a satisfacerlo? Motivos tan puros como la luz, y caminos tan rectos como una l�nea matem�tica, indican lo que Dios requiere de los hombres si entra en juicio con ellos. Esto no lo comprenden ni se dan cuenta, ni que si el amor de Dios es santo, su justicia es tierna, misericordiosa, paciente para el m�s vil ofensor.

Si los hombres supieran que solo tienen que pedirle a �l, y �l los cubrir�a con el manto de Su justicia, desistir�an de todos sus vanos esfuerzos por "establecer su propia justicia". Su justicia es desconocida por los hombres, y por eso:

II. Su insensato rechazo a someterse a la justicia de Dios.

1. Por la misma raz�n, en la mayor�a de los casos, que "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree". Y, sin embargo, este hecho glorioso es la esencia misma de la verdad salvadora. La salvaci�n por la fe en Cristo se ense�a en tipo, profec�a, historia, promesa y doctrina. El mismo Dios �que ilumina un mundo con otro y sostiene una vida con otro�, se propone salvar a todos los que verdaderamente se arrepienten y creen por medio de la obediencia, muerte, resurrecci�n e intercesi�n de Cristo.

Y, sin embargo, los infieles estigmatizan la doctrina de la salvaci�n por Jesucristo como absurda, cruel, inmoral, y muchos maestros que profesan ser cristianos hablan de la justificaci�n por la justicia de otro en t�rminos despectivos. Y si fuera cierto que los hombres podr�an ser salvos por la fe en Cristo sin un cambio de coraz�n y vida; si la caricatura de esta doctrina de la justificaci�n expuesta por sus enemigos fuera correcta, entonces no podr�a concebirse nada m�s monstruoso.

2. Sin embargo, que el t�rmino de los ap�stoles reprenda su presunci�n ignorante. Los hombres tienen que "someterse a la justicia de Dios". �Ha de ser Dios o el hombre Supremo? Cuando el hombre se somete a Dios, se elimina la causa de la diferencia, se aniquila la distancia moral entre el hombre y Dios. Se ha producido una revoluci�n. Arrepentimiento, justificaci�n, regeneraci�n, conversi�n, reconciliaci�n, adopci�n, santificaci�n son palabras que representan los diversos aspectos de la �nica gran realidad y no exageran la grandeza del cambio que se experimenta.

El entendimiento se ilumina, la conciencia se regocija en la justicia de Dios al condenar el pecado y los pecadores, la voluntad vuelve a su verdadera lealtad y el coraz�n desecha sus �dolos y aborrece su pecado.

3. No debe perderse de vista que es a la justicia de Dios a la que los hombres deben someterse, no a su capricho, ni a su voluntad, divorciados de la pureza y la bondad. Y as�, en el mismo acto de sumisi�n, el hombre adquiere una nobleza que en su condici�n de voluntaria independencia hab�a sido imposible. Nunca puede ser degradante o perjudicial someterse a la justicia. Como la justicia es la gloria de Dios, cuando el hombre se somete a ella, tambi�n es suya.

4. Como Cristo fue aborrecido por los escribas y fariseos a causa de su bondad y pureza, y como los jud�os que escudri�aron las Escrituras en busca de vida eterna, apenas descubrieron que estaba centrada en Cristo, rehusaron venir a �l para tener vida. , entonces la sumisi�n a la justicia de Dios parece m�s dif�cil porque implica un reconocimiento y deleite en el hecho de que �el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.

�Sin embargo, esto coincide exactamente con el caso del hombre como pecador. Cristo ha satisfecho todos los requisitos. La justicia de Dios est� establecida. Su reivindicaci�n es completa, y en el acto de mostrar misericordia "Su verdad y justicia reciben su manifestaci�n m�s brillante".

5. La bendici�n que se recibe tambi�n es retenida por la fe. La fe primero nos une a Cristo, y por la fe se perpet�a la uni�n. No ponemos l�mites al poder de Dios, pero la herencia eterna est� reservada para aquellos que son guardados por ella a trav�s de la fe. "El justo vivir� por la fe". La justicia de Cristo no solo es apropiada y retenida por la fe, sino que tambi�n debe ser atestiguada, mostrada e ilustrada.

Y as�, mientras los pecadores se vuelven justos por la justicia de otro, sin embargo, como dice el ap�stol Juan, "el que hace justicia es justo". Esto, por medio de Su Esp�ritu que mora en nosotros, capacita a los creyentes para que lo hagan. ( FW Bourne, DD .)

Razones por las que los hombres rechazan la justicia de Dios

1. La posici�n del ap�stol fue muy conmovedora. Estaba en plena posesi�n de la gran verdad salvadora. Se hab�a sometido a la justicia de Dios y estaba convencido de que nada podr�a separarlo del amor de Dios. Pero para una mente altruista, la seguridad personal no siempre es perfecta felicidad. Supongamos que un hombre ha encontrado refugio en una fortaleza ante la alarma de una invasi�n repentina, pero no ha logrado llevarse consigo a todos sus parientes, la primera emoci�n, al darse cuenta de la posici�n dominante del castillo, probablemente ser� seguridad, j�bilo. , gratitud.

�Pero Ay! en la llanura abierta, ve a un hermano que hasta ahora ha escapado, pero que, debido a alg�n enamoramiento, pasa corriendo por la puerta del castillo en busca de otra ensenada. En tal caso el hermano salvado solo ver�a con la angustia m�s lacerante la obstinaci�n de ese hermano que hu�a por la puerta de la seguridad. Esta era la situaci�n del ap�stol. Hab�a encontrado el refugio. Estaba mirando por encima de las murallas de la salvaci�n, hasta ahora, un hombre feliz.

Pero all�, en el campo abierto del peligro, estaban sus parientes seg�n la carne. Les hab�a sucedido algo de ceguera, pues apenas uno de ellos se dirigi� a la puerta de la esperanza; y aunque, en la plenitud de su afecto fraterno, hab�a alzado la voz y los hab�a dirigido a la puerta abierta, apenas se cre�a su informe.

2. La raz�n que se da en este cap�tulo de su dolor no fue simplemente su amor patri�tico por sus compatriotas, sino su respeto por los motivos y el car�cter de muchos de ellos. No eran ateos; ten�an un celo de Dios. No eran infieles, reprobados ni libertinos, porque ten�an un gran respeto por la ley y una verdadera ansiedad por establecer una justicia para ellos mismos.

3. Lamentablemente, lo mismo que conmovi� el coraz�n del ap�stol todav�a est� sucediendo en el mundo. Multitudes de personas, los facs�miles de estos celosos jud�os, se est�n quedando cortos del cielo por las mismas razones que resultaron tan fatales en los d�as de Pablo. Consideremos estas razones:

I. Ignorancia de la justicia de Dios.

1. Es la gloria del cielo que no haya nada imp�o all�. Una justicia perfecta es el �nico pasaporte a la presencia de un Dios santo.

2. Pero en este mundo nuestro no existe tal cosa como un alma sin mancha. La �nica justicia real en la tierra es una justicia que descendi� del cielo. El Verbo se hizo carne. �l llev� nuestros pecados, y en Su propio cuerpo sobre el madero hizo amplia satisfacci�n por ellos. Su sangre limpia de todo pecado. Pero no basta con anular la culpa. El atacante del rebelde puede ser removido, pero no puede ser devuelto a su lugar al lado de la persona del soberano, ni puesto de nuevo en sus posesiones patrimoniales.

Una criatura puede ser limpiada de la contaminaci�n del pecado actual y permanecer en toda la insipidez de ninguna justicia positiva. Ahora bien, aqu� consiste la plenitud de la gran redenci�n. Durante los treinta a�os que precedieron a Su obra directamente expiatoria, el Representante del pecador vivi� una vida de obediencia vicaria. A�o tras a�o acumulaba ese m�rito que no necesitaba para s� mismo, sino que era necesario para todos los que entraran en el cielo.

Ahora observe que estas dos cosas van juntas; los ingredientes neutralizantes y positivos componen una justicia - la expiaci�n que cancela el pecado y el m�rito que reclama el cielo - los sufrimientos que cierran el infierno del pecador y la obediencia que abri� el cielo del pecador rescatado. Pero Cristo era Dios. Su obediencia ten�a una virtud divina y sus sufrimientos ten�an una virtud divina. Y por lo tanto, su obediencia y satisfacci�n se llaman "la justicia de Dios".

3. Ahora muchos ignoran la existencia de tal justicia. Esta justicia est� tan escondida en su notoriedad, tan desconcertante en su sencillez, tan pasada por alto en su obviedad estudiosa, que las personas que, en su ansiedad por ser aceptadas con Dios, dar�an todo lo que ten�an por la menor pizca de m�rito incuestionable, nunca sue�an. que la justicia de Dios - ni la justicia de Ad�n, ni la justicia de un �ngel, sino la propia justicia de Dios - era lo que ellos podr�an apropiarse como propios.

Hemos o�do hablar de eruditos que pod�an hablar muchas lenguas, pero que no conoc�an el significado de Jehov� Tsidkenu. Hemos conocido cron�logos que pudieron contar la mayor�a de los eventos notables de la historia, pero que no pudieron decir el a�o que "trajo la justicia eterna". Y hemos escuchado a razonadores agudos y metaf�sicos que pod�an hablar elocuentemente sobre los poderes de la naturaleza humana, y moralistas de gran alma que describ�an la belleza de la verdadera virtud, y te�logos llenos de celo por Dios, pero que nunca advirtieron sobre esa justicia que es la �nica. el ap�stol considerado digno de ese nombre.

II. Algunos son conscientes de que existe tal justicia y no saben c�mo se beneficiar�n de ella.

1. Dicen en su coraz�n: ��Qui�n subir� al cielo? �Mediante qu� proceso de auto-elevaci�n me har� digno de esta justicia? �O qui�n descender� al abismo? �Cu�n humillado debo llegar a ser antes de estar en un estado adecuado para que Dios imparta esta justicia? " Ahora la justicia de Dios se acerca tanto que nada de lo que el pecador pueda hacer puede acercarla m�s.

2. El Se�or Jes�s no compr� el perd�n para luego depositarlo en alguna isla lejana del mar, por lo que ser�a necesario emprender un viaje tedioso y peligroso para llegar a �l. Tampoco lo pos� en alguna nube del firmamento superior, para atormentar la ansiosa invenci�n de descubrir la aerostaci�n que se elevar�a hasta �l, o el hechizo que lo encandilar�a. Y, sin embargo, la complejidad del sistema ha transmitido tal idea a muchas mentes.

Puedes percibir perfectamente que la justicia de Jes�s es la justicia de Dios, pero puedes imaginar que la fe es el barco que necesitas para hacerte flotar sobre este abismo, o las alas que necesitas para llevarte a la aireada elevaci�n donde esta justicia. habita. Pero la justicia no solo se realiza, sino que se acerca tanto que ni un momento de tiempo ni un punto de espacio interviene entre usted y su posesi�n actual.

Si tienes tanto afecto por el Se�or Jes�s como para confesarlo ante los hombres, y esto lo tendr�s si realmente crees que Dios lo ha levantado de entre los muertos como tu Redentor, "ser�s salvo".

3. La acogida del Rey (como nuestro Se�or ense�� en la par�bola) depende enteramente de llevar "un manto de boda", y nadie que lo desee lo necesita, porque se lo da a todos gratuitamente. Ese manto es justicia, no del hombre, sino de Jehov� ( Filipenses 3:8 ). Sed persuadidos: vest�os del Se�or Jesucristo.

�Pobres y ciegos! entra en la fiesta, �te detuviste y quedate mutilado! Entra sigilosamente. Cuando lleguen a la puerta del cielo pregunten por el derecho de qui�n vienes, menciona la justicia de Jes�s, y las puertas eternas se abrir�n para recibirte. Cerca de ti est� la palabra, en tu boca; d�galo. Reconozca su fe en �l mediante la vida y el lenguaje del discipulado. El Se�or no te ha ordenado que hagas nada grande, ni siquiera te ha enviado a lavarte en el Jord�n siete veces.

III. Algunos rechazan la justicia de Dios en su ansiedad por "establecer la suya propia".

1. �He quebrantado la ley de Dios innumerables veces, pero veo que es bueno, y ser�a una verdadera satisfacci�n para m� si pudiera hacer algo para expiar mis transgresiones; y si tan solo pudiera prescribir lo que debo hacer, si solo se revelara desde el cielo cu�ntas oraciones debo ofrecer, cu�ntos ayunos debo mantener, etc. , no guardar�a rencor a ning�n sacrificio ". Cuando a un alma tan convencida del pecado le dices: "Cree y vive; acepta la justicia de Dios y no se necesita nada m�s", la sencillez de la receta es casi provocadora. El alma quiere hacer algo grande. Decidido a establecer una justicia propia, no es f�cil "someterse a la justicia de Dios".

2. En este estado mental hay un sentimiento justo y tambi�n hay una fuerte ilusi�n. Es un sentimiento justo que la ley debe ser reivindicada y que el pecado debe recibir su castigo correspondiente. Pero es un enga�o imaginar que un pecador puede expiar su pecado. Pero el mayor enga�o de todos es que te consideras m�s sabio que Dios cuando prefieres tu plan al Suyo, y m�s poderoso que Emanuel si consideras tu obra m�s perfecta que la Suya. Cree en Cristo, que es el fin de la ley, y eres justo en �l.

IV. Temes que un perd�n tan libre y r�pido sea fatal para la obediencia futura. Descubres, por experiencia entre los hombres, que un perd�n que se obtiene con demasiada facilidad es susceptible de ser abusado, y temes que este plan anime a los hombres a pecar porque la gracia es tan abundante.

1. Observe, sin embargo, que el perd�n evang�lico, aunque tan r�pido y gratuito para el pecador, no es un perd�n barato ni f�cil para Aquel que primero lo obtuvo; debido a la oscuridad del entendimiento humano y la perversidad de la voluntad humana, raras veces el pecador lo alcanza de manera demasiado repentina o liviana, que finalmente lo encuentra como suyo. Y creo que podr�a ser recomendable razonar que la verdadera obediencia comienza solo donde termina el terror servil, y que el principio m�s prol�fico de lealtad y servicios incansables es el amor.

2. Pero el evangelio pone el asunto m�s all� de toda duda con sus declaraciones expresas. Nos asegura que la fe que recibe al Salvador es el primer paso de una nueva obediencia, que el momento en que se acepta la justicia de Dios es el momento en que comienza la moralidad.

V. Algunos buscadores fervientes pierden la salvaci�n porque van demasiado lejos para encontrarla. Hab�a una peque�a colonia plantada en un arroyo de un vasto continente. Su suelo era muy f�rtil, pero sus l�mites eran algo estrechos. En el lado de la tierra estaba rodeado por monta�as rocosas, en el otro, miraba hacia la inconmensurable principal. Se desat� una peste que caus� terribles estragos en toda la poblaci�n, y los m�dicos declararon que estaba m�s all� de sus habilidades.

Justo en el momento en que la plaga se estaba extendiendo, apareci� un extra�o y les habl� de una planta que cur� este trastorno, y dej� un papel en el que, dijo, encontrar�an una descripci�n completa de la misma y las instrucciones para encontrarla. Las noticias difundieron una actividad considerable. Una planta de tal eficacia merec�a la b�squeda m�s diligente. Casi todos estuvieron de acuerdo en que deb�a estar lejos, pero surgi� una discusi�n sobre si estaba m�s all� de los acantilados o al otro lado del mar.

La mayor�a pens� esto �ltimo, y se bot� un barco, al que bautizaron Ecclesia, y enviaron en busca de la famosa planta, y todos los que deseaban escapar de la plaga fueron invitados a tomar pasajes en este buen barco. Algunos otros, sin embargo, pensaron que tendr�an m�s �xito tratando de cruzar los acantilados. Esta fue una empresa ardua, porque los precipicios eran empinados y extremadamente altos.

Se hicieron algunos intentos y, despu�s de muchos esfuerzos agotadores, los escaladores se marearon y retrocedieron, o se permitieron deslizarse hacia abajo nuevamente. Pero otros, m�s inventivos, se afanaron construyendo alas artificiales y motores en serie de diversa �ndole, Imitatio Christi, ascetismo, oraciones penitenciales, y cosas por el estilo; y algunos de ellos respondieron muy bien por un rato, y se elevaron tan alto que sus vecinos realmente pensaron que llegar�an a la cima; pero, despu�s de alcanzar cierta altura, se encontraron uniformemente de nuevo en el lugar desde el que ascendieron por primera vez.

Hab�a pasado mucho tiempo, y multitudes hab�an muerto a causa de la peste, cuando un pobre enfermo que ya hab�a hecho una expedici�n infructuosa en el barco, y por la severidad de su angustia estaba ansioso por probar todos los planes, yac�a arroj�ndose en su cama. . Cogi� un rollo de papel grande que estaba en un estante junto a �l. Estaba muy sucio y la tinta estaba descolorida. Inmediatamente sospech� que era el libro que hab�a dejado el extra�o.

Dio una descripci�n completa de la Planta de renombre, y mientras avanzaba en su ferviente seriedad, esperando que le dijera el mismo lugar donde deber�a buscarla, �encontr� la planta en s�! All� estaba en el coraz�n del volumen largamente descuidado, y los ojos de Lutero brillaron cuando ley�: "Cristo es el fin de la ley, para justicia a todo aquel que cree". �Pero, �d�nde se encuentra Cristo? �Debo ascender a la altura o descender a las profundidades? �Oh no! Cristo est� aqu�, cerca de m�, el presente regalo de Dios para m� transmitido en el volumen de este libro.

Yo lo acepto. Yo creo." El disculpa se ha traicionado a s� mismo prematuramente, pero no importa. La cura para un mundo agonizante y asolado por la plaga estuvo oculta durante mucho tiempo en la Biblia, hasta que, guiado por el Esp�ritu de Dios, Lutero la encontr� all�. Solo tienes que ir a donde fue Luther. ( James Hamilton .)

La tendencia del hombre a confiar en su propia justicia

I. El hombre siente que est� bajo la ley de Dios. Sabe que hay un poder por encima de �l al que est� sujeto. Puede tratar de entregarse y reclamar independencia, pero de vez en cuando se le hace ver que hay una ley moral que le ordena hacer esto y evitar aquello. Puede negarse a obedecer s�lo para encontrar que impone una penalizaci�n en forma de un reproche de conciencia, o frustraci�n de sus planes, etc . Puede que lo ahogue en una locura, pero se vengar� cuando llegue la hora de la reflexi�n. Bajo este sentimiento, todo hombre se da cuenta de que "debe dar cuenta de s� mismo a Dios".

II. Todo el mundo tiene miedo de que su conducta no pueda soportar una inspecci�n cautelosa. De modo que, a veces, siente temor de que el poder que est� por encima de �l pueda ser hostil. Nuestra propia conciencia nos condena, y no podemos dejar de ver que Dios, que es m�s puro que nuestra conciencia, tambi�n debe condenarnos. Por eso nos apartamos de la ley que hemos quebrantado y del legislador. "Cuando me acord� de Dios, estaba preocupado". Estamos preocupados, como lo est� el ni�o por la presencia de su padre, cuya orden acaba de desobedecer.

Nos esforzamos por reprimir el pensamiento, pero es incontenible. Entonces, como consecuencia de la presi�n de estos dos sentimientos entre s�, surge un tercer sentimiento. Este puede ser uno u otro de dos tipos.

III. Podemos desterrar a Dios y su ley de nuestros pensamientos. Este puede ser nuestro primer impulso. Actuamos como el ni�o desobediente que huye de su padre. As� fue con Ca�n y Jon�s. Es cierto que habr� ocasiones en que Dios aparecer� para seducir o advertir, pero los pecadores no quieren ser molestados y le rezan, como lo hicieron los gadarenos cuando Jes�s los visit�, para que �salga de sus costas�; y los dej� para no volver jam�s.

IV. Otra clase act�a de una manera igualmente indigna. Van por establecer su propia justicia. Saben que Dios requiere que sus criaturas inteligentes y responsables obedezcan su real ley de amor. Seg�n el primer pacto, cada uno deb�a obrar justicia por s� mismo. Pero el hombre ha fallado en esto; no puede presentar una obediencia perfecta. S�lo tiene que examinarse a s� mismo para descubrir que ha pecado.

Pero luego, en el futuro, enmendar�a el pasado. Observa al hombre que se justifica por s� mismo mientras anda con tanta diligencia en obrar su propia justicia. Esc�chalo mientras habla consigo mismo en la c�mara de sus pensamientos. Cuando hace un acto inteligente, �l, por as� decirlo, dice: "�Qu� inteligente soy!". Alivia la angustia y le sigue el pensamiento: "�Cu�n tierno soy!". Participa en un servicio religioso y luego se siente muy piadoso.

Esta justicia propia es siempre ofensiva para Dios y susceptible de ser ofensiva para nuestros semejantes. Se muestra de una manera altiva y en las narrativas perpetuas de nuestra capacidad y destreza. Un labrador, a quien Hervey una vez se dirigi� en el sentido de que era nuestro primer deber abandonar de inmediato nuestros pecados, respondi�: �Hay un deber previo, y es abandonar la confianza en nuestra propia justicia.

�Hab�a verdadera filosof�a en esto. Mientras confiemos en nuestra propia justicia, tenemos pocos motivos para investigar nuestros pecados y destruirlos. Si un hombre siente que sus obras son como trapos de inmundicia ante Dios, entonces estar� dispuesto a renunciar a ellas y buscar un vestido mejor. Este esp�ritu de justicia propia es el de los fariseos, tan severamente condenados por nuestro Se�or. Se materializa en la oraci�n: �Se�or, te doy gracias�, etc .

Fue el esp�ritu de los estoicos el que se apoder� de algunas de las mentes m�s elevadas de Grecia y Roma. Las meditaciones de Marco Aurelio contienen preceptos morales muy elevados, pero su �tica es moralista en todo momento; el buen hombre se presenta ante Dios con la fuerza de sus propios m�ritos. Siendo esto as�, podemos entender c�mo los fil�sofos de esta escuela no deber�an haber estado dispuestos a someterse a las humildes doctrinas de la Cruz, que requieren que confiemos en la justicia de otro.

�Qu� humillaci�n debe haber sido para Saulo de Tarso cuando fue arrestado en el camino a Damasco, cuando no solo su persona sino tambi�n su orgullo fueron derribados por tierra! Pero su humillaci�n fue un paso necesario para su exaltaci�n. Dej� de confiar en su propia justicia, y avanz� con la fuerza de Aquel que all� y entonces lo conquist�, y de ese modo le permiti� conquistarse a s� mismo, y lo envi� a proclamar una doctrina que conquist� el mundo romano.

Todo hombre necesita pasar por una crisis as�. Mientras el hombre est� abrigando un esp�ritu de justicia propia, se sentir� reprimido por todas partes. �l aprecia un sentido de m�rito, y sin embargo, no est� satisfecho, hace ahora y mayores esfuerzos, solo para descubrir que no cumplen con todos los requisitos de la ley. Y el pecado no perdonado siempre perturbar� al pecador hasta que sea perdonado. Es mejor someterse de inmediato, y en lugar de la oraci�n del fariseo, eleve la oraci�n del publicano.

Cuando el suelo est� como est� en invierno, podr�amos intentar suavizar la dureza y eliminar el fr�o quitando la escarcha y la nieve con una pala. Pero hay una mejor manera. Tengamos el sol de primavera que regresa, y la frialdad desaparecer�, y la tierra se vestir� del verde m�s hermoso. As� que cuando sintamos que nuestro coraz�n se enfr�a y se endurece, busquemos que la luz del rostro de Dios brille sobre nosotros, y la dureza se disuelva, y las gracias de la paz y el amor fluyan como lo hacen los arroyos en primavera. ( J. McCosh, DD .)

Justicia propia: la ruina de muchos

�Un caballero en nuestras guerras civiles tard�as�, dice Cowley, �cuando su alojamiento fue golpeado por el enemigo, fue hecho prisionero y perdi� la vida despu�s solo por quedarse para ponerse una banda y ajustar su peluca; escapar�a como una persona de calidad, o no del todo, y muri� como el noble m�rtir de la ceremonia y la gentileza ". �Pobre idiota! y, sin embargo, es tan malo el que espera hasta vestirse con los harapos de su propia idoneidad imaginaria antes de venir a Jes�s. Morir� como m�rtir del orgullo y la justicia propia. ( CH Spurgeon .)

Farise�smo

En cuanto a los jud�os, considere:

I. lo que hicieron.

1. Confiaron en su justicia propia.

2. Intentaron establecerlo

3. Trabajaron diligentemente para hacer esto.

II. Lo que no hicieron. Ellos no&mdash

1. Acepte la justicia de Dios.

2. Darse cuenta de su alcance.

3. Incl�nate ante ella.

III. La causa de su ignorancia moralista , que fue ...

1. Voluntaria.

2. Persistente.

3. Destructivo. ( J. Burns, DD .)

Barreras derribadas

El texto presenta tres dificultades en el camino de la salvaci�n de un hombre.

I. Ignorancia.

1. La ignorancia es la �madre de la devoci�n�, seg�n la Iglesia de Roma; �La madre del error�, seg�n la Palabra de Dios.

(1) Los hombres no saben cu�l es la justicia que Dios requiere. Si quieres ser salvo por tu propia justicia, debes saber que debe ser perfecta. Si ha cometido un solo pecado, su esperanza de la justicia perfecta se ha desvanecido. �El que ofende en un punto, se hace culpable de todos�. Si rompo un eslab�n de una cadena de veinte, la he roto. Supongamos que tuviera que regalar a la Reina un jarr�n de cristal perfecto.

Pero se ha astillado un poco. �Lo que se debe hacer? Puedo cementar los pedacitos en sus lugares; pero si debe ser perfecto antes de que la realeza pueda aceptarlo, debo conseguir otro jarr�n. Ahora, mientras hablo de un chip aqu� y un chip all� en tu vida, puedes estar diciendo: �Pero estamos destrozados; y en cuanto a los eslabones rotos, hemos derretido bastante la cadena ". Me alegra o�rlo. Si no tienes justicia propia, has llegado a la casa de salvaci�n a mitad de camino. Cuando desnudas a un hombre, est�s en parte en camino de vestirlo.

(2) Los hombres no saben que Dios ha provisto una justicia. Dios vino aqu� en forma humana y se hizo "obediente a su propia ley, hasta la muerte de cruz". Y Su obediencia es nuestra, si creemos. Cristo fue "hecho pecado por nosotros, que no conoci� pecado, para que nosotros fu�semos hechos justicia de Dios en �l". �Pobre de m�! cu�ntos hay que no saben que Dios justifica al imp�o; que los pecadores pueden ser considerados justos por lo que Cristo hizo y sufri�.

(3) Muchos ignoran c�mo deben recibir esta justicia. La noci�n actual es: �Debo rezar mucho; Debo llorar mucho; Debo sentir mucho ". �Ah! esta es la ignorancia com�n; mientras que los hombres deben saber que "hay vida para mirar al Crucificado".

(4) Lo peor de esta terrible ignorancia es que la mayor�a de la humanidad no conoce a Aquel que es nuestra justicia. ��Qui�n ha cre�do a nuestro anuncio? �Y a qui�n se revela el brazo del Se�or? "

2. Esta ignorancia

(1) Es de los hechos de la verdad. No saben que en medio y coraz�n de Londres hay decenas de miles que no conocen el nombre de Cristo.

(2) De la excelencia del evangelio. No conocen la paz, la alegr�a, el descanso que trae.

(3) Con muchos es voluntarioso. Nadie es tan ciego como el hombre que no quiere ver; nadie tan sordo como el que no quiere o�r.

(4) Algunos son ignorantes con desesperaci�n. El diablo le dice a los hombres, primero, que pueden ser salvos cualquier d�a que quieran; para que puedan posponerlo. Luego dice: "La salvaci�n no es para personas como t�". Pero Cristo dice que cualquiera que se acerque a �l, no lo echar� fuera.

II. Voluntad propia. Los hombres, ignorantes de la justicia de Dios, �van por establecer la suya propia�.

1. Ellos erigieron el pobre �dolo de su propia justicia. Hay un tesoro de oro, y el hombre dice: �No, no quiero eso. Creo que podr�a hacer un soberano en casa con un poco de bronce ". Si estuviera a las puertas del cielo y una voz dijera: "Entra libremente", y respond�: "No, creo que prefiero las colinas de Surrey o un lugar junto al mar", �qu� tonto ser�a! Una cosa humana en el mejor de los casos, �c�mo coincidir� eso con la justicia divina? Una cosa imperfecta en el mejor de los casos, �c�mo comparar� eso con la perfecta justicia de Cristo? Una cosa fugaz, que se desvanece, siempre propensa a ser da�ada por la tentaci�n del momento siguiente, �c�mo puedo ser tan tonto?

2. � En qu� vanos esfuerzos gastan su tiempo y sus fuerzas! Comprender� mejor el texto si lo leo: "Ellos van por establecer su propia justicia". Es una cosa muerta. El cad�ver de nuestra propia justicia tiene una tendencia a caer, �y se derrumba! �Quiere algo dentro�; porque hasta que no haya vida en el interior, no se mantendr�. Es como un hombre que intenta reparar una casa vieja que no ha sido reparada en cincuenta a�os.

Entonces puso all� una viga, y un puntal all�, y otra madera all�; y, cuando ha gastado tanto como para construir una casa, le queda una ruina muy hermosa, y nada m�s. Carlos I sol�a jurar: "Dios me repare". Alguien dijo que ser�a un trabajo m�s f�cil hacer uno nuevo de �l. Cuando los hombres dicen: "Dios me repare", es mejor que digan "Dios, hazme nuevo".

3. Ellos �andan� para hacer esto.

(1) Lo pusieron en marcha con gran celo. Cuando un hombre dice: "Voy a hacer algo", quiere decir que se va a quitar el abrigo. Recuerdo c�mo me puse a trabajar en mangas de camisa para hacer mi propia justicia; y lo hice muy bien mientras estaba oscuro. Pero cuando entr� un poco de luz de la Cruz, comenc� a ver su suciedad.

(2) Tienen varias formas de hacerlo. Habl� con una persona y le dije: "�Puedes confiar en tus propias obras?" "Oh no." "Bueno, �puedes venir a Cristo y tomar la justicia de Dios?" "Bueno no; No siento lo suficiente mi propio vac�o ". Cada vez que lo sacas de su refugio de mentiras, se apresura a regresar al terreno anterior de nuevo, algo de s� mismo. Hay un barco en el mar y uno de los tripulantes dice: �S� que no nos desviaremos mucho de nuestro rumbo.

" "�Por qu�? �. Porque tenemos un ancla tan grande a bordo ". �Un ancla a bordo no le sirve a nadie! Es cuando "sueltas" el ancla y la pierdes de vista, que sirve para algo. Entonces quieres tener tu ancla a bordo. No le gusta "entrar en lo que est� dentro del velo". Quieres sentir algo, tener algo propio. �Oh voluntad propia! Dios tendr� la salvaci�n para ser todo por gracia, y el hombre la tendr� por deuda.

4. Estos esfuerzos de los hombres por su propia salvaci�n son esfuerzos mortales. Dios los salvar� de una manera, y ellos quieren ser salvos de otra. Dios dice: �Hay medicina; t�malo." El hombre dice: "No, agravar� mi propio f�sico". �Podr� alguna vez mejorar de esa manera? Dios dice: "Perdonar�". El hombre dice: "Intentar� y merezco ser perdonado", como si eso fuera posible.

III. Rebeli�n plana. "�No se han sometido a la justicia de Dios?" Este es&mdash

1. Una palabra extra�a. He aqu� un criminal que no se someter� a ser perdonado; un enfermo que no se somete a ser sanado; un pobre mendigo que no se somete a ser convertido en un caballero.

2. Una palabra de b�squeda. �Me destaco? �Soy tan tonto obstinado que no me someter� ante mi Hacedor, ni siquiera me rendir� para tener la salvaci�n por nada?

3. Una palabra verdadera. Hay muchos pecadores que no tienen nada de qu� enorgullecerse y, sin embargo, son tan orgullosos como Lucifer. Un basurero puede estar tan orgulloso como mi alcalde. Cuanto peor es el hombre, m�s dif�cil es inclinarse ante la justicia de Dios.

4. Una palabra sugerente. No reconocer�n que Dios es Rey. Cuando un hombre niega los derechos del magistrado de condenarlo, �c�mo puede ser perdonado? Debes ceder. Som�tase al hecho de que Dios es Dios, o de lo contrario no se someter� a la justicia de Dios.

5. Una sola palabra. Todo lo que tengo que hacer es someterme. ( CH Spurgeon .)

Versículo 4

Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.

Cristo el fin de la ley

I. �En qu� sentido?

1. Como su gran antitipo.

2. Su �nico sacrificio.

3. La fuente de su poder moral.

II. �Con qu� fin? Para asegurar&mdash

1. Perd�n del pecado.

2. Santidad de vida.

III. �A qui�n?

1. Todos.

2. Que cree. ( J. Lyth, DD .)

Cristo, el fin de la ley para justicia

I. El fin de toda ley es la justicia, la producci�n de los resultados m�s perfectos.

1. En el mundo natural el uso de la ley es para perpetuar resultados esenciales para su bienestar, por ejemplo, la circulaci�n de la atm�sfera, el flujo y reflujo de la marea, alteraci�n de las estaciones, movimientos y influencia de los planetas, etc .

2. El gran objetivo de la ley en el mundo moral es regular la conducta para producir un car�cter recto. El objetivo de la ley de Mois�s era llevar a una vida m�s elevada ( Romanos 7:10 ).

(1) El elemento �tico en la ley mosaica descubri� al hombre los estragos causados ??por el pecado ( Romanos 7:7 ; Romanos 7:11 ; Romanos 7:13 ).

(2) El elemento ceremonial ensombreci� el remedio. Los sacrificios y festivales estaban destinados a mostrar la necesidad de la expiaci�n del pecado, por la expiaci�n de Cristo.

II. En Cristo tenemos el gran fin tanto de la ley �tica como de la ceremonial: la justicia y la santidad. La ley depende para su autoridad del car�cter personal del legislador. El car�cter de Cristo era como su ley: santo, justo y bueno.

1. De Cristo procede la ley moral por la cual se nos descubre el pecado. Su car�cter es una constante reprensi�n para nosotros. Sus palabras traen a casa la conciencia de la ley violada.

2. En Cristo est� el �nico remedio para el pecado. Los arreglos de la ley ceremonial terminaron en �l: la sombra se retir� cuando apareci� la sustancia. En su vida y muerte, cumpli� con los deberes y soport� las penas de la ley, reivindicando as� la justicia de Dios y proporcionando una justicia completa para el hombre pecador.

III. La fe en Cristo se acepta como una perfecta obediencia a la ley. La ley es impotente punitivamente cuando se alcanza el fin para el que existe. Desarmamos la ley obedeci�ndola. Todos nuestros esfuerzos sin ayuda para obedecer la ley, mientras estamos en un estado de anarqu�a sin ley, son in�tiles. Es como correr a lo largo de un camino paralelo en el que intentamos en vano volvernos. La fe, y solo la fe, es el medio de uni�n.

Esto nos coloca en la posici�n en la que la ley nos colocar�a. Siendo el fin de toda ley la producci�n de los resultados m�s perfectos, este fin se responde cuando creemos en Jes�s. Porque Cristo, y todo lo que tiene, se vuelve nuestro. ��l es hecho para nosotros por Dios, sabidur�a y justicia, santificaci�n y redenci�n�. �La ley y el evangelio se evidencian en la naturaleza moral del hombre. La ley el ideal de su vida, el evangelio la vida de su ideal �. Lecciones:

1. Es in�til intentar alcanzar la justicia por la ley, debido a nuestra incapacidad moral para obedecer todos sus requisitos.

2. La fe en Cristo es la �nica y universal forma de obediencia. ( JS Exell, MA .)

Cristo, el fin de la ley para justicia

I. Qu� implican estas palabras.

1. Que la ley de Dios ha sido quebrantada universalmente ( Romanos 3:10 ).

2. Que, por lo tanto, todo hombre est� bajo la maldici�n de esa ley ( G�latas 3:13 ; Romanos 2:8 ).

3. Que, para ser salvo, esta maldici�n debe ser quitada y los pecados deben ser remitidos.

4. Que ning�n hombre por s� mismo puede quitar esta maldici�n u obtener esta remisi�n de sus pecados.

5. Que a pesar de que Dios no puede retirarse de sus pretensiones, ni abatir ni una jota o una tilde de lo que su santa ley exige, ya sea en pena o precepto.

6. Que toda persona que desee obtener la salvaci�n debe buscar una justicia que responda a todas las demandas de la ley, que sea perfectamente satisfactoria para Dios y, por lo tanto, est� disponible para su justificaci�n y paz.

II. �De qu� manera es "Cristo el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree"? Considerar&mdash

1. El significado general de la venida de Cristo ( Salmo 40:6 ; Hebreos 10:1 ; Isa�as 42:6 , Isa�as 42:21 ; Daniel 9:24 ; Jeremias 23:5 , Jeremias 33:15 ; Isa 53: 6, cf .

1 Pedro 2:24 ; 2 Corintios 5:21 ).

2. El car�cter especial de Su mediaci�n. Debemos considerarlo como sustitutivo. Debemos contemplarlo rindiendo a Dios, por aquellos a quienes �l represent�, una perfecta obediencia a la ley que ellos han quebrantado, y sufriendo en su m�xima y completa extensi�n la maldici�n en la que han incurrido. Cristo es el fin de la ley para la justicia, no al abrogar su autoridad o rebajar sus requisitos para satisfacer las exigencias de nuestra condici�n caducada, sino al afirmar su plena obligaci�n y satisfacer todas sus equitativas demandas.

Esta es la gran gloria del evangelio - que Dios puede ser justo - al exigir cada exigencia de la ley y al castigar cada pecado de aquellos a quienes �l salva hasta su pleno desierto - y sin embargo, el justificador de los que creen en Jes�s. .

III. Para qui�nes est� disponible esta prestaci�n o qui�nes se benefician de ella. �Todo el que cree�, y nada m�s. Pero debemos asegurarnos:

1. El testimonio que se da en las Escrituras a esta verdad. Una y otra vez se nos dice que solo la fe es el medio designado por Dios para conceder la eficacia de esta provisi�n a las almas de los hombres.

2. �Por qu� podemos beneficiarnos de esta forma de fe y de ninguna otra? Basta decir que Dios lo ha declarado. Pero no debemos dejar que el tema descanse aqu�. El hombre est� completamente perdido, indefenso y deshecho. Nada de lo que podamos hacer puede servir para nuestra salvaci�n. Nuestra ayuda y esperanza se basan en Uno, que solo es poderoso para salvar. Por lo tanto, es evidente que la �nica manera en que podemos beneficiarnos de lo que otro ha hecho para nuestra salvaci�n, debe ser creyendo en �l para la ejecuci�n de tal interposici�n y para la ventaja de la bendici�n obtenida por ella.

3. �Cu�l es la naturaleza de esa fe por la que nos interesamos en esta justicia? Es el acto de un alma que se hizo voluntaria en el d�a del poder de Dios, bajo un claro descubrimiento de su condici�n perdida, y una clara percepci�n de la mediaci�n de Jes�s, por la cual es llevada a confiar en esa mediaci�n, y a defender que justicia con Dios por su perd�n y paz (cap. 10:10; Hebreos 11:1 ).

4. �Hasta qu� punto ha de llevarse esta verdad en la justificaci�n del pecador ante Dios? En toda la extensi�n para la que est� dise�ado para tal fin. Abarca todo el caso del pecador: pecados, culpa, condenaci�n y la ira merecida. Le trae una plena y completa liberaci�n y justificaci�n de todos. Es m�s, lo reviste con la perfecta justicia de Cristo, como un perfecto cumplimiento de la ley por la cual es aceptado con Dios.

IV. �Cu�l es la importancia y las ventajas que se derivan de ello? Por la presente&mdash

1. La ley se establece en toda su autoridad, obligaciones y pretensiones.

2. Dios es honrado y exaltado en la posesi�n y ejercicio de todas sus perfecciones.

3. Se abre a los culpables un camino seguro y certero de vida y salvaci�n, de perd�n y de paz.

4. Se hace una provisi�n segura para una obediencia amorosa, devota y deliciosa a la voluntad de Dios.

5. Se le concede al alma una roca segura para su seguridad presente y un fundamento firme para su seguridad futura, incluso para siempre.

6. La Iglesia de Dios est� provista de una prueba infalible mediante la cual probar todas las doctrinas propuestas para su aceptaci�n, y un arma indomable para conquistar a todo enemigo anticristiano. ( R. Shittler .)

Cristo, el fin de la ley para justicia

I. La proposici�n. "Cristo es el fin de la ley". El fin de una cosa es matem�tico o moral. El fin matem�tico es la parte m�xima de una cosa, en la que se determina la duraci�n o continuidad; como un punto es el fin de una l�nea, la muerte el fin de la vida, el d�a del juicio el fin de este mundo. El fin moral de una cosa es el alcance y la perfecci�n de la misma. Ahora Cristo es el fin de la ley en ambos sentidos.

1. El fin matem�tico de lo ceremonial y moral. De lo ceremonial por una significaci�n directa, de lo moral por una direcci�n accidental. Las ceremonias significaban a Cristo y terminaban en �l. Propiamente, la ley moral lleva a los pecadores a la maldici�n, pero por cuenta a Cristo, como la enfermedad lleva a la medicina o al m�dico.

2. Tambi�n es el fin moral de ambos. Porque �l es el cuerpo de esas ceremonias y sombras, y cumpli� perfectamente el Dec�logo para nosotros, y esos tres caminos.

(1) En Su concepci�n pura.

(2) En Su vida piadosa.

(3) En sus santos y obedientes sufrimientos, y todo por nosotros.

Porque todo lo que la ley requiri� que seamos, hagamos o suframos, lo ha realizado en nuestro beneficio. Por lo tanto, uno dice ingeniosamente que Cristo es Telos, el fin o tributo, y nosotros, por Su pago, Ateleis, libres de tributo, somos liberados por �l ante Dios. Cristo es ambos fines, pero aqu� se entiende principalmente el �ltimo.

II. La amplificaci�n "por justicia". Cuando vengas a Cristo, no debes desechar la ley, sino usarla todav�a para que te aferres m�s a Cristo y como regla de una vida justa. Cristo es el fin de la ley, no el fin de matar, sino el fin del cumplimiento; no para terminar, sino para instar a tu obediencia. Cuando el mercader sube a bordo de su barco en barco, no ahoga su barco, sino que lo iza en su barco; puede que lo use en otro momento.

O como un noble no descuida a su maestro de escuela cuando llega a sus tierras, sino que lo prefiere a �l. As� que ciertamente, si la ley (aunque rigurosa) te ha tra�do a Cristo, no puedes sino amarla por este oficio; si no lo tienes, no tienes a Cristo. S�, ser� el deleite de un hombre estar haciendo entonces, cuando Cristo est� con �l, como Pedro entonces, voluntariamente y con �xito, arroj� su red. Sin Cristo, la ley es un estudio inc�modo; pero con �l, nada m�s delicioso. ( Elnathan Parr, BD .)

Cristo el fin de la ley

Considerar&mdash

I. Cristo en conexi�n con la ley. La ley es aquello a lo que tenemos que temer; porque el aguij�n de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. �Maldito todo el que no persevera en todas las cosas que est�n escritas en el libro de la ley para hacerlas�. Sin embargo, al igual que la fascinaci�n que atrae al mosquito hacia la vela, los hombres por naturaleza vuelan a la ley para la salvaci�n. Ahora bien, �qu� tiene que ver nuestro Se�or con la ley?

1. �l es su prop�sito y objeto. La ley es nuestro maestro de escuela, o m�s bien nuestro asistente para conducirnos a la escuela de Jes�s; la gran red en la que se encierran los peces para sacarlos del elemento del pecado; el viento tempestuoso que lleva a las almas al puerto de refugio; el oficial del alguacil para encerrar a los hombres en la c�rcel por su pecado, conden�ndolos a todos bajo condenaci�n a fin de que puedan buscar s�lo la gracia gratuita de Dios para su liberaci�n.

Vac�a para que la gracia pueda llenar, heridas que la misericordia pueda curar. Si el hombre nunca hubiera ca�do, la ley habr�a sido de gran ayuda para mostrarle el camino en el que deb�a andar: y al guardarlo, habr�a vivido ( Romanos 10:5 ). Pero desde que el hombre ha ca�do, un camino de salvaci�n por obras se ha vuelto imposible. La ley est� destinada a llevar al pecador a la fe en Cristo, mostrando la imposibilidad de cualquier otra manera. Es el perro para llevar la oveja al pastor, el calor abrasador que lleva al viajero a la sombra de la gran roca en una tierra fatigada. La ley se adapta a esto; por&mdash

(1) Muestra al hombre su pecado. �Qui�n puede poner su propio car�cter al lado de �l sin ver lo lejos que se ha quedado por debajo del est�ndar? Cuando la ley llega al alma, es como la luz en un cuarto oscuro que revela el polvo y la suciedad que de otra manera no se hab�an percibido. Es la prueba que detecta la presencia del veneno del pecado en el alma. Un verdadero equilibrio descubre poco peso, y tal es el primer efecto de la ley sobre la conciencia del hombre.

(2) Muestra el resultado y el da�o del pecado. Los tipos ten�an la intenci�n de llevar a los hombres a Cristo haci�ndoles ver su condici�n inmunda y su necesidad de la limpieza que solo �l puede dar. A los hombres apartados a causa de la enfermedad o la inmundicia se les hizo ver c�mo el pecado los separaba de Dios; y cuando fueron devueltos y purificados con ritos m�sticos, se les hizo ver c�mo solo pueden ser restaurados por Cristo, el gran Sumo Sacerdote. "Sin derramamiento de sangre no hay remisi�n".

(3) Ense�a a los hombres su total impotencia. La santidad que exige la ley, ning�n hombre puede alcanzarla por s� mismo. "Tu mandamiento es muy amplio". ��Qui�n sacar� cosa limpia de inmunda? Ni uno." "�C�mo puede estar limpio el que es nacido de mujer?" En la gracia hay esperanza, pero en la deuda no la hay, porque no merecemos nada m�s que la ira. La ley nos dice esto, y cuanto antes sepamos que es as�, mejor, porque antes volaremos a Cristo.

(4) Nos muestra nuestra gran necesidad. La ley es el bistur� del cirujano que corta la orgullosa carne para que la herida sane. La ley por s� sola solo barre y levanta el polvo, pero el evangelio roc�a agua limpia sobre el polvo. La ley mata, el evangelio da vida; la ley despoja, y luego Jesucristo reviste el alma de hermosura.

2. Cristo es el cumplimiento de la ley.

(1) Dios por necesidad inmutable exige justicia de Sus criaturas, y la ley no se ve obligada a rebajar sus t�rminos, como si originalmente hubiera pedido demasiado; pero Cristo da a la ley todo lo que requiere. La ley reclama obediencia completa, y Cristo ha introducido una justicia como esa y se la da a su pueblo. Solo como justos podemos ser salvos, pero Cristo nos hace justos y, por lo tanto, somos salvos.

(2) Jes�s ha cumplido as� las exigencias originales de la ley, pero desde que la hemos quebrantado hay otras exigencias. Dios "de ninguna manera librar� al culpable", pero toda transgresi�n tendr� su justo castigo. Aqu�, entonces, Cristo es el fin de la ley en cuanto a pena. Las demandas de la ley, tanto como Cristo quebrantado como intacto, ha cumplido: tanto las demandas positivas como las penales quedan satisfechas en �l.

(3) No solo se ha pagado la pena, sino que Cristo ha honrado la ley al hacerlo. Si toda la raza hubiera guardado la ley, no estar�a en una posici�n tan espl�ndida como ahora que el Hijo de Dios le ha rendido reverencia. �Qui�n dir� una palabra contra la ley a la que se somete el mismo Legislador?

(4) Cristo tambi�n ha asegurado la estabilidad de la ley. Solo puede permanecer lo que se demuestra que es justo, y Jes�s ha demostrado que la ley es as�, magnific�ndola y haci�ndola honorable. �l dice: "No he venido para destruir, sino para cumplir". En cuanto al establecimiento de los principios eternos del bien y del mal, la vida y la muerte de Cristo lo han logrado para siempre. "Nosotros establecemos la ley, no invalidamos la ley por la fe".

3. Cristo es el fin de la ley en el sentido de que es el fin de ella en dos sentidos.

(1) Su pueblo no est� sujeto a ella como un pacto de vida. "No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia".

(2) Ya no estamos bajo su maldici�n. Jes�s nos ha dado toda la justicia que exige, y la ley est� destinada a bendecir. "Bienaventurado aquel cuya transgresi�n es perdonada, cuyo pecado est� cubierto".

II. Nosotros mismos en conexi�n con Cristo - para "todo aquel que cree". Creer no es simplemente aceptar un conjunto de doctrinas, sino confiar, confiar, descansar en ellas. �Crees que Cristo estuvo en el lugar del pecador y sufri� el justo por el injusto, y que �l puede salvar hasta lo sumo? ? �Y t�, por tanto, pones todo el peso de la salvaci�n de tu alma s�lo sobre �l? Entonces Cristo es el fin de la ley para justicia para ti, y t� eres justo. Es de ninguna utilidad para llevar algo hacia adelante m�s si no est� creyendo, porque no hay nada hacer uso - sacramentos, oraciones, etc . Observar&mdash

1. No se plantea ninguna duda sobre el car�cter anterior, porque est� escrito: "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree". Pero, Se�or, este hombre antes de que �l creyera era un perseguidor e injurioso. S�, y ese es el mismo hombre que escribi� estas palabras. As� que, si me dirijo a uno que est� contaminado con todo pecado, sin embargo, si crees, tus iniquidades ser�n borradas, porque la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado.

2. No se dice nada a modo de calificaci�n en cuanto a la fuerza de la fe. El es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree, ya sea Little Faith o Greatheart. El v�nculo puede ser muy parecido a una pel�cula, una l�nea de ara�a de fe temblorosa, pero, si va desde el coraz�n hasta Cristo, la gracia divina puede fluir y fluir� por el hilo m�s delgado. Es maravilloso lo fino que puede ser el cable que llevar� el flash el�ctrico.

Si tu fe es del tipo de la semilla de mostaza, si es solo la que toca temblorosamente el borde de la ropa, si es la fe de Pedro que se hunde o de Mar�a que llora, sin embargo, Cristo ser� el fin de la ley para justicia para ti. as� como al jefe de los ap�stoles.

3. Si es as�, todos los que creemos somos justos. No estamos completamente santificados, pero aun as�, ante los ojos de Dios, somos justos y, siendo justificados por la fe, tenemos paz con �l.

4. La conexi�n de nuestro texto nos asegura que siendo justos somos salvos ( Romanos 10:9 ).

Conclusi�n:

1. Si alguien piensa que puede salvarse a s� mismo, y que su propia justicia ser� suficiente ante Dios, yo le preguntar�a, si su justicia es suficiente, �por qu� vino Cristo aqu� para resolverlo?

2. Para que alguien rechace la justicia de Cristo debe perecer eternamente, porque no puede ser que Dios te acepte a ti o tu pretendida justicia cuando hayas rechazado la justicia real y Divina que �l pone ante ti en Su Hijo. ( CH Spurgeon .)

Cristo, el fin de la ley para justicia

I. Qu� es esa justicia, de la que se habla en el texto. Evidentemente lo que es necesario para la vida eterna, y que conduce infaliblemente a ella ( Romanos 5:17 ; Romanos 5:21 ). Se le llama "La justicia de Dios" ( Romanos 10:3 ; cap.

1:17), y se dice que es por fe ( Romanos 3:21 ; Filipenses 3:9 ). Eso implica&mdash

1. Justificaci�n ( Romanos 3:24 ; Tito 3:7 ); sin la cual, como pecadores culpables condenados, no podemos tener derecho a la vida eterna.

2. Regeneraci�n o santificaci�n (ver Filipenses 3:9 ); hablado de Efesios 4:17 ; Tito 3:5 ; Juan 3:5 ; sin el cual no estamos en Cristo ( 2 Corintios 5:17 ; G�latas 6:15 ), y no tenemos aptitud para el cielo.

3. Obediencia pr�ctica ( Efesios 2:10 ); la gran evidencia de que somos justos ( Lucas 1:6 ; 1 Juan 3:7 ). En cuanto a la necesidad de esto, vea Romanos 2:6 ; Apocalipsis 22:14 ; y especialmente Mateo 7:20 .

II. D�nde y c�mo se encontrar� esta justicia.

1. No en, o por, la ley.

(1) La ley moral ( Romanos 8:3 ) que requiere perfecta obediencia. Esto no lo hemos pagado, no lo pagamos y no podemos pagarlo en el futuro. Por lo tanto, nos encuentra culpables y no tiene perd�n que darnos; nos encuentra depravados y no tiene naturaleza nueva para nosotros; nos encuentra indefensos y no tiene ayuda sobrenatural que impartir.

(2) La ley ceremonial. Sus sacrificios no pudieron quitar el pecado ( Hebreos 9:23 ; Hebreos 10:4 ). Sus purificaciones solo pod�an impartir una limpieza ceremonial o eliminar �la inmundicia de la carne� ( Hebreos 9:13 ; 1 Pedro 3:21 ).

Respetando sus instituciones carnes, d�as, etc . Como no hicieron bueno el �rbol, por supuesto que el fruto no pod�a ser bueno ( Mateo 12:16 ).

2. Pero, entonces, �para qu� sirve la ley? En Cristo estaba el fin por el cual se instituy� la ley; siendo la ley moral principalmente para convencer a los hombres de pecado ( Romanos 3:19 ; Romanos 7:7 ), y as� ser un "maestro de escuela para llevarlos a Cristo" ( G�latas 3:19 ), y el ley ceremonial para dar sombra a Su sacrificio y gracia. El final puede significar ...

(1) El alcance; la ley apunta continuamente a Cristo; la ley moral dirige al pecador a Aquel que cumpli� y quit� la maldici�n de la misma, para esa justificaci�n que ella misma no puede dar; y la ley ceremonial lo dirige a mirar desde sus sacrificios y purificaciones hasta la expiaci�n y el Esp�ritu de Cristo.

(2) La perfecci�n o realizaci�n ( 1 Timoteo 1:5 ). Cristo cumpli� la ley moral al explicar plenamente su significado y librarlo de las glosas de los escribas; en obedecerlo, en sufrir su castigo y en disponer que se escriba en nuestro coraz�n; Tambi�n respondi� en Su persona a todos los tipos y sombras de la ley ceremonial.

(3) El per�odo o terminaci�n ( Romanos 6:21 ). As�, toda la dispensaci�n mosaica da paso al evangelio ( 2 Corintios 3:11 ), y Cristo Colosenses 2:14 del camino sus ceremonias ( Colosenses 2:14 ).

3. "Cristo es el fin de la ley para justicia".

(1) Porque la justificaci�n, o justicia imputada, solo se encuentra en Su obediencia hasta la muerte ( Romanos 3:24 ; 1 Corintios 1:30 ; 2 Corintios 5:21 ).

(2) La regeneraci�n, una nueva creaci�n y la entera santificaci�n solo se encuentran en Cristo, por Su Esp�ritu y gracia, quien es hecho por Dios para nuestra santificaci�n ( Juan 1:14 ; Juan 1:16 ; 2 Corintios 5:17 ; 1 Corintios 1:30 ).

(3) La justicia pr�ctica tambi�n se debe tener en �l, Sus leyes nos dirigen c�mo andar; Sus promesas y amenazas hacen cumplir sus leyes; Su ejemplo nos atrae; y Su gracia nos capacita para andar en Sus caminos ( 2 Corintios 12:9 ; Hebreos 4:14 ).

III. Por qui�n se encuentra esta justicia. Por �todo aquel que cree� (vers�culos 5-10).

1. Su objeto es que Dios resucit� a Cristo de entre los muertos. Esta&mdash

(1) Demostr� que era el Hijo de Dios ( Romanos 1:3 ) y, por lo tanto, el �nico Salvador capaz y dispuesto a salvar al m�ximo. De esta fe est� persuadido y, por tanto, conf�a en �l para salvaci�n.

(2) �Fue puesto el amplio sello del cielo a Su doctrina, de la cual la fe est� tan completamente persuadida que la toma en serio y camina de acuerdo con ella?

(3) Deb�a mostrar que Su expiaci�n era suficiente y aceptada; de esta fe tambi�n est� persuadido y, por lo tanto, se basa �nicamente en la propiciaci�n en Su sangre para la justificaci�n ( Romanos 3:23 , etc .; G�latas 2:16 ).

(4) Era para que �l pudiera ascender, interceder y recibir para nosotros �la promesa del Padre�, por la cual la fe tiene sed y viene a �l ( Juan 7:37 ).

(5) Se levant� y ascendi� como nuestro Precursor. Esta fe cree y, en consecuencia, anticipa la inmortalidad y la gloria. Se levant� para dar evidencia de que juzgar� a toda la humanidad ( Hechos 17:31 ). La fe est� convencida de esto y se prepara para encontrarse con �l.

2. Nuestra fe, en estos aspectos, debe ser tal que nos permita �hacer confesi�n con nuestra boca�, por lo tanto, debe ser �con el coraz�n se cree para justicia� (vers�culo 10). En cuanto a la fe que no se separa del pecado y renuncia a todo lo que est� en competencia con Cristo, est� muerta ( Santiago 2:20 ).

3. En cuanto al origen de esta fe (v�anse los vers�culos 11-17). Surge de la Palabra y el Esp�ritu de Dios ( Hechos 16:14 ; Efesios 2:8 ; Colosenses 2:12 ). Por lo tanto, escuchar, leer y orar son los medios importantes. Y en el ejercicio de esa medida de fe que hemos recibido, por peque�a que sea, aumentar�. ( Joseph Benson .)

Cristo, el fin de la ley para justicia

I. La inmutabilidad de la ley es una verdad fundamental. Esto se basa en su naturaleza y la inmutabilidad de Dios. La evidencia se encuentra en la naturaleza y la conciencia.

1. En esto creyeron los jud�os, y fue el fundamento de su error, que era doble.

(1) Que la ley se cumplir�a por su propia justicia.

(2) Que la forma en que la ley era inmutable era el mosa�smo.

2. Este error llev� a

(1) Al esfuerzo por establecer su propia justicia.

(2) Hacer que la justicia consista en la obediencia ceremonial.

3. Pablo ense��:

(1) Que la ley es inmutable.

(2) Que no puede ser satisfecho con nuestra justicia, sino solo con la justicia de Dios.

(3) Que Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree.

(4) En consecuencia, la inmutabilidad de la ley es compatible con su derogaci�n, porque su derogaci�n se efect�a por su cumplimiento.

La ley es inmutable en la medida en que exige la justicia como condici�n indispensable de la justificaci�n. Pero se deroga en la medida en que dice: "Haz esto y vive" , es decir, en la medida en que requiere nuestra propia justicia.

II. �En qu� sentido es Cristo el fin de la ley?

1. No en el sentido de su finalizaci�n. Telos nunca ocurre en el sentido de pleroma .

2. Pero en el sentido de haberlo puesto fin, abolido. Esto ha hecho:

(1) Al satisfacer tanto sus demandas que deja de requerir nuestra propia justicia personal como condici�n de justificaci�n.

(2) Poniendo fin a las instituciones mosaicas, de modo que la obediencia a esa ley ya no sea necesaria para la salvaci�n.

3. En el sentido de ser su fin u objeto. Esto significa:

(1) Que el fin de la ley es justicia. Cristo es el fin de la ley porque �l es nuestra justicia; su dise�o est� asegurado en �l. De modo que es por la fe, no por las obras, que se debe alcanzar el fin de la ley.

(2) O, Cristo es el objeto al que apunta la ley. Fue dise�ado para llevarnos a Cristo.

III. Consecuencias.

1. De Cristo estamos expuestos:

(1) A las inexorables exigencias de la ley.

(2) A su terrible maldici�n.

(3) A su esp�ritu servil.

2. En �l somos justos.

(1) Cumplimos con todas las exigencias de la ley alegando lo que �l ha hecho.

(2) Somos libres de su maldici�n, ya que �l fue hecho maldici�n por nosotros.

(3) Somos liberados del esp�ritu de esclavitud nuevamente al temor y somos llenos del Esp�ritu de adopci�n.

Conclusi�n: Como resultado de la fe en Cristo, nuestra justicia tenemos:

1. Paz con Dios y paz de conciencia.

2. La seguridad de la vida eterna, ya que nadie puede condenar a los que Dios justifica.

3. Un principio de obediencia, porque hasta que no nos reconciliemos no puede haber santidad.

4. Todos los beneficios del triunfo de Cristo. Habiendo obedecido y sufrido por nosotros como nuestro representante, compartimos todas las bendiciones prometidas como Su recompensa. ( C. Hodge, DD .)

Cristo el fin de la ley

Cristo fue revelado para abrogar, aniquilar, completamente para abolir el pecado. Ahora, todos sabemos lo que es tener una cosa abrogada. Algunas leyes se han mantenido vigentes hasta el primero de enero de este a�o con respecto al alquiler de vagones p�blicos, pero ahora est�n bajo una nueva ley. Supongamos que un conductor cumple con la nueva ley, obtiene su licencia, iza su bandera, entrega al pasajero su tarjeta de precios, y luego el pasajero lo cita ante el magistrado por pedir una tarifa no autorizada por la ley anterior; el magistrado dir�a: �Est�s fuera de la corte, no existe tal ley.

No puedes traer al hombre aqu�, no ha quebrantado la antigua ley, porque no est� sujeto a ella. Ha cumplido con la exigencia de la nueva ley, por la cual se declara que ya no est� bajo las viejas reglas, y yo no tengo poder sobre �l ". De modo que el que cree en Cristo Jes�s puede ser convocado por la conciencia cuando est� mal informado ante el tribunal de Dios, pero la respuesta de paz a su conciencia es: "No est�is bajo la ley, sino bajo la gracia". "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree". ( CH Spurgeon .)

La relaci�n de la ley con el evangelio

(texto y 1 Timoteo 1:5 ): - La ley de Dios puede verse en un doble aspecto, distinguir entre cu�l es una salvaguarda tanto contra los errores de legalidad como contra los errores del antinomianismo. Debemos respetar la ley:

I. En relaci�n con la justicia que constituye el t�tulo de sus recompensas.

1. Cuando nos esforzamos por entender esto mediante nuestra propia obediencia, el objetivo es poseer el derecho legal al cielo. Procedemos de la imaginaci�n de un contrato entre Dios y el hombre, cuyos t�rminos contraparte son un cumplimiento de las exigencias de la ley por un lado, y un otorgamiento de las recompensas de la ley por el otro. Uno es el dinero de la compra, el otro es el pago. Est�n relacionados entre s�, como el trabajo con los salarios.

Ahora bien, este esp�ritu de legalidad, como se le llama, es casi el esp�ritu universal de la humanidad. No son solo los israelitas los que van a establecer su propia justicia. De hecho, hay una disposici�n legal en el coraz�n y, mucho despu�s de que se haya demostrado la absoluta brevedad de la virtud humana, el hombre, como por el sesgo de una necesidad constitucional, recurrir� a la vieja imaginaci�n legal, de esta la virtud es cosa del m�rito, y el cielo es la recompensa que se le debe.

2. Ahora, que el hombre establezca un derecho por su justicia, est� en la cara de toda la jurisprudencia. Tanto la ley como el evangelio repudian el derecho legal del hombre a las recompensas de la eternidad; y si es demasiado orgulloso para repudiarlo �l mismo, sigue siendo tanto una v�ctima de la condenaci�n de uno como un desamparado y desesperanzado marginado de la misericordia del otro. Si el hombre persiste en tratar de obtener un t�tulo de propiedad del cielo mediante su propia obediencia, entonces esa obediencia debe ser perfecta.

Incluso si ha cometido un solo pecado, existe la barrera de una necesidad moral en su camino, que es imposible de forzar. El Dios que no puede mentir, no puede recordar su maldici�n sobre todo aquel que no persevera en todas las palabras del libro de su ley para cumplirlas. Y debe suceder una de dos cosas. O bien, con una concepci�n justa de la norma de la ley, se hundir� en la desesperaci�n; o, con una baja concepci�n de ese est�ndar, �l, aunque se arrastra entre las meras decenas de la vida civil o las est�riles formalidades del servicio religioso, no aspirar� m�s lejos y, sin embargo, se considerar� seguro.

3. Aqu� reside la gran peculiaridad del evangelio. Se pronuncia sobre la absoluta insignificancia de todo lo que el hombre puede hacer para establecer su derecho al reino de los cielos; y, sin embargo, debe estar provisto de tal derecho de una u otra manera, antes de que pueda ser admitido all�. No es solo por un acto de misericordia que la puerta del cielo se abre al pecador. Se le debe proporcionar una petici�n que pueda declarar ante el tribunal de la justicia, no la petici�n de sus propios m�ritos, que el evangelio no acepta; y, por tanto, con un motivo fundado exclusivamente en los m�ritos de otro.

Ahora bien, lo que consideramos que es la esencia misma del evangelio es el informe que trae a un mundo pecador de una s�plica s�lida y satisfactoria; y que todo pecador puede usarlo. En defecto de su propia justicia, que debe repudiar, se le habla de una justicia eterna que otro ha introducido; y que se le invita, no se le ordena, que haga menci�n. Es as� que Cristo se convierte en el fin de la ley para justicia.

II. Como presentando un m�todo por el cual podr�amos adquirir una rectitud de car�cter en el cultivo y el ejercicio de sus virtudes solicitadas. El derecho legal que confiere la obediencia es una cosa. La rectitud personal que confiere la obediencia es otra. La obediencia a un derecho legal se denuncia en todas partes en el Nuevo Testamento, pero en todas partes se insta a la obediencia a un derecho personal. Por un lado, la ley ha perdido por completo su eficacia; y nosotros, en nuestra total incapacidad para fundamentar sus afirmaciones, debemos buscar ser justificados solo por la justicia de Cristo.

Por otro lado, la ley conserva su oficio de gu�a perfecta y ejemplar de toda virtud; y; nosotros, empoderados por la fuerza de lo alto para seguir sus dictados, debemos buscar ser santificados por la transferencia de su rectitud ordenada sobre nuestro propio car�cter. Ya no es el dinero de compra con el que comprar su derecho de entrada a la cena de las bodas del Cordero; pero es el vestido de bodas, sin el cual nunca estar�s sentado entre las bienaventuranzas de esa fiesta.

Para ser dignos de la ley y sin violencia contra la jurisprudencia del cielo, debemos estar investidos por la fe de la justicia de Cristo. Para ser id�neos en car�cter y sin ofender o violentar el esp�ritu o el gusto de la sociedad celestial, debemos estar investidos de las gracias de nuestra propia rectitud personal. ( T. Chalmers, DD .)

Versículos 5-11

Porque Mois�s describe la justicia de la ley.

La justicia de la ley

Requiere obediencia absoluta

1. En todos los puntos.

2. En el esp�ritu como en la letra.

3. En el pasado como en el futuro.

II. Es absolutamente imposible para el hombre, porque ...

1. Es pecador.

2. Ha pecado realmente.

III. Mois�s lo describe para prepararnos para Cristo, y descubre nuestro ...

1. Miseria.

2. Desamparo.

3. Peligro. ( J. Lyth, DD .)

La justicia de la ley y de la fe

I. La justicia de la ley requiere:

1. Una naturaleza sin pecado.

2. Una perfecta obediencia.

II. La justicia de la fe requiere:

1. No hay logros imposibles.

2. Pero una recepci�n creyente de la verdad tal como es en Jes�s. ( J. Lyth, DD .)

La justicia de la ley y de la fe

El ap�stol no se opone aqu� al pacto dado por Mois�s al dado por Cristo, porque tanto las �ltimas como las primeras palabras fueron dichas por Mois�s con respecto al pacto que entonces era ( Deuteronomio 30:11 ). Pero es el pacto de gracia, que Dios a trav�s de Cristo ha establecido con los hombres en todas las edades, lo que aqu� se opone al pacto de obras hecho con Ad�n en el Para�so.

I. La justicia que es requerida por la ley:

1. Que el hombre cumpla toda justicia interior y exterior, negativa y positiva.

2. Que esta justicia sea perfecta en grado. No se puede hacer ninguna concesi�n por quedarse cortos en ning�n particular.

3. Que sea perfectamente ininterrumpido.

II. La justicia que es por la fe.

1. Con esto se entiende la condici�n de justificaci�n que Dios dio al hombre ca�do por mediaci�n de Cristo ( G�nesis 3:15 ). Se le revel� un poco m�s claramente a Abraham ( G�nesis 22:16 ; G�nesis 22:18 ), y se le dio a conocer m�s plenamente a Mois�s y los profetas; pero no fue completamente sacado a la luz hasta que vino Cristo.

2. Este pacto no dice que el hombre de pecado, �Realizar la obediencia unsinning y en directo�, o no tendr�a m�s beneficios a trav�s de Cristo que si fuera necesario �ascender al cielo�, etc . Esto era para burlarse de la debilidad humana. Estrictamente hablando, el pacto de gracia no requiere que hagamos nada, sino solo creer ( G�nesis 15:6 ; Romanos 4:11 ; Romanos 4:23 ).

3. �Qu�, entonces, dice este pacto de perd�n? "Cree en el Se�or Jesucristo y ser�s salvo". El d�a en que creas, ciertamente vivir�s.

4. Ahora "esta palabra est� cerca de ti". La condici�n de la vida es sencilla, f�cil, siempre a mano. En el momento en que creas, ser�s salvo.

III. La diferencia entre los dos.

1. Aquel a quien se le da ya es feliz y santo, y prescribe la condici�n en que puede continuar as�; el otro supone que es imp�o e infeliz, y prescribe la condici�n en la que puede recuperar lo que ha perdido.

2. El primero para la continuidad del hombre en el favor de Dios prescrib�a una obediencia perfecta; el segundo, a fin de que el hombre recupere el favor de Dios, prescribe s�lo la fe.

3. El que se requiri� de Ad�n y su posteridad para pagar el precio ellos mismos, en consideraci�n de cu�l iban a recibir la bendici�n de Dios; en el otro, viendo que no tenemos nada que pagar, Dios "francamente nos perdona a todos", siempre que creamos en Aquel que pag� el precio por nosotros. El primero requer�a lo que ahora est� lejos, el segundo lo que est� cerca.

IV. La locura de confiar en "la justicia que es de la ley".

1. Aquellos que hacen esto parten mal; su primer paso es un error fundamental; porque antes de que puedan reclamar cualquier bendici�n en los t�rminos de este pacto, deben suponerse en su estado con quien fue hecho. Y qu� tonto es olvidar que no se le dio al hombre cuando �estaba muerto en delitos y pecados�, sino cuando estaba vivo para Dios, y que nunca fue dise�ado para recuperar el favor de Dios, sino solo para que contin�e.

2. No consideran qu� tipo de obediencia exige la ley, ni su incapacidad para cumplirla. Qu� insensatez ofrecer nuestras pobres obras, mezcladas como est�n con muchos pecados, a Aquel que es estricto en se�alar las malas obras, y ante cuyos ojos ninguna carne viviente es justificada.

V. La sabidur�a de someterse a la "justicia que es de Dios por la fe". Esto surge de tres consideraciones.

1. Que act�a seg�n la verdad y la naturaleza real de las cosas. Porque, �qu� es m�s que reconocer nuestra pecaminosidad e impotencia?

2. Que es la justicia de Dios, el m�todo elegido por Dios mismo. Ahora bien, como no es apropiado que el hombre le diga a Dios: "�Qu� haces?" por eso, es una verdadera sabidur�a consentir en lo que �l ha elegido.

3. Que como fue por mera gracia y misericordia inmerecida que Dios le ha otorgado al hombre pecador cualquier forma de reconciliaci�n consigo mismo, cualquier m�todo que le plazca nombrar, es sin duda nuestra sabidur�a aceptarlo con gratitud.

4. Que es prudente apuntar al mejor fin por los mejores medios. Ahora, el mejor fin que puede perseguir una criatura ca�da es la felicidad en Dios. Pero el mejor, no el �nico, medio de lograr esto es someterse a la justicia que es de Dios por la fe.

Conclusi�n: Entonces no digas en tu coraz�n:

1. �Primero debo hacer esto; conquistar el pecado, ir a la iglesia �, etc. , pero primero cree.

2. "No soy lo suficientemente bueno". Nunca lo ser�s hasta que creas.

3. "No soy lo suficientemente sensible a mis pecados". Puede ser que Dios te haga as� al creer. ( John Wesley, MA .)

Los dos caminos de la salvaci�n

Aqu� se contrastan dos caminos hacia la vida eterna. El uno es haciendo; el otro es creyendo. El de hacer una justicia completa y consumada por nosotros mismos; el otro al creer que Cristo ha hecho una justicia plena y suficiente por nosotros. Hay dos lugares en los que estas respectivas formas pueden compararse entre s�.

I. A la entrada de los dos caminos, cuando el hombre, bajo la primera visitaci�n eficaz de seriedad, decide salir en b�squeda ocupada del bien de su eternidad.

1. Y aqu� se nos presenta una consideraci�n desde el comienzo mismo de la forma de hacer.

(1) �l es quien hace todas las cosas que vivir�n. �Hemos hecho hasta ahora todas las cosas? No es suficiente que exista el prop�sito de la obediencia en todos los tiempos venideros. �Podemos apelar a cada hora de nuestra historia pasada y hablar con seguridad de cada una de ellas, habiendo sido invadidas, sin un solo defecto, por esas dudosas conformidades de un coraz�n siempre resplandeciente de afecto, y una mano siempre resplandeciente de actividad, que la criatura le debe a? el Creador que lo dio a luz? Si hay un solo acto, ya sea de pecado o de deficiencia, para ensuciar la retrospectiva, anula la empresa.

(2) Si la conciencia est� del todo iluminada, esto se sentir� como una dificultad. La sensaci�n de una deuda que ning�n esfuerzo nuestro puede aliviar, de una culpa que por nosotros mismos es totalmente inexpiable, paralizar� los movimientos de un pecador consciente; y solo porque paralizan sus esperanzas. Lo m�s parecido a esto en la experiencia humana es, cuando un decreto de quiebra sin descargo ha llegado al hombre que ha luchado durante mucho tiempo con sus dificultades, y ahora est� irremediablemente hundido bajo el peso de ellas.

Hay una carga eficaz sobre la actividad de este hombre. El esp�ritu de laboriosidad muere dentro de �l cuando descubre que no puede hacer nada por s� mismo ni, con la enorme masa de sus obligaciones, hacer ning�n avance sensato hacia su liberaci�n; y o estalla en la imprudencia o se enfr�a en la inactividad por la desesperaci�n.

2. De todo esto no hay liberaci�n para el quebrantado espiritual, hasta que el evangelio ponga su descarga en sus manos. Por este evangelio se da a conocer un acto de amnesidad, al que todos son bienvenidos. Se nos ha revelado un Fiador que ha asumido la totalidad de nuestra deuda. Y mientras que en la forma de hacer, la misma entrada estaba impracticablemente cerrada para nosotros, esta obstrucci�n inicial se aparta por completo de la forma de creer.

Como el deudor emancipado a quien ahora se le aseguran plenamente los frutos de todo su trabajo y diligencia futuros, se le quita un peso a las actividades de la naturaleza. Nuestro trabajo ya no es en vano, porque ahora es trabajo en el Se�or; y todo esfuerzo se convierte en un paso adelante hacia el cielo.

II. Despu�s de que un hombre se ha puesto en marcha en la b�squeda de esta justicia y ha hecho la fatigosa lucha, pueden pasar meses o a�os para alcanzarla.

1. Se pueden dar mil puntualidades, con el fin de establecer un m�rito a los ojos del Legislador del cielo, que nunca podr� realizarse eficazmente sin una adhesi�n plena e impecable a la ley del cielo. Ahora bien, si la conciencia se siente como debe, durante todo este proceso habr� una inquietud inapagable, una insatisfacci�n con uno mismo que ninguna acci�n o m�rito nuestro puede terminar.

Porque, obs�rvese que, a la altura de la virtud que alcancemos, cuanto m�s alto avancemos, dominaremos una vista m�s lejana de los espacios que a�n se encuentran ante nosotros; o, en otras palabras, estaremos m�s llenos de un sentido de la magnitud de nuestras propias deficiencias. La conciencia, en efecto, crece en sensibilidad, as� como la conducta es m�s objeto de nuestra estricta y escrupulosa regulaci�n. La presuntuosa imaginaci�n de nuestra suficiencia se derrumba cuando as� la llevamos a la prueba; y esa impotencia de la que no fuimos conscientes al principio, se nos hace conocer y sentir experimentalmente.

Mientras tanto, eso es un doloroso trabajo en el que estamos implicados; y tanto m�s fatigoso que sea tan absolutamente infructuoso. Este es el gran fracaso. La mano puede trabajar; pero el coraz�n no puede amar. Y despu�s de consumirnos y cansarnos con los trabajosos trabajosos de una observaci�n m�ltiple, todav�a nos encontramos con que somos impotentes incumplidores del primer y mayor mandamiento.

2. Ahora, es cuando se le acosa de esta manera, cuando se abre la salida necesaria. La justicia, que el pecador ha tratado tan infructuosamente de hacer en su propia persona, ya le ha sido hecha por otro; y ahora miente por su aceptaci�n. El pecado, que hasta ahora lo hab�a endurecido tanto con el desaliento y el remordimiento, ahora es lavado por la sangre de una expiaci�n satisfactoria. Qu� gran aumento cuando se le pone en la mano el t�tulo de propiedad del cielo, por el cual se hab�a estado extendiendo con muchos esfuerzos largos y laboriosos, hasta que finalmente se hundi� en el cansancio y la desesperaci�n.

Pasa de la muerte a la vida. Y cuando se libera del peso de esta imposibilidad sentida, el hombre irrumpe en una escena de ensanchamiento; y con toda la presteza de una criatura emancipada cuyas ataduras se han soltado, procede a ofrecer los sacrificios de acci�n de gracias e invocar el nombre del Se�or.

3. Y no temamos que esta salvaci�n judicial no traiga una salvaci�n moral en su camino. El gran autor de esa econom�a bajo la cual vivimos santificar� y justificar�; y si confiamos en Cristo, seremos sellados con el Esp�ritu Santo de la promesa, quien superar� lo personal a la justicia judicial, y nos har� id�neos en car�cter y conforme a la ley para ese cielo, la puerta de la cual Cristo ha abierto a nosotros. ( T. Chalmers, DD .)

Los cuatro testigos

I. Lo que dice Mois�s ( Romanos 10:5 ). Si deseas ser salvo por la ley, debes cumplir sus mandamientos y vivir�s. La ley est� escrita en los diez mandamientos; usted los conoce; y si desea vivir de acuerdo con ellos, debe conservarlos. �Porque no los oidores de la ley son justos ante Dios, pero los hacedores de la ley ser�n justificados.

Mois�s no rebaja el tono de la ley para que se adapte a nuestro estado ca�do, ni habla de que hagamos lo mejor que podamos y de que Dios est� satisfecho con nuestra obediencia imperfecta si la ley es quebrantada una vez, todo ha terminado para usted en cuanto a la salvaci�n por medio de ella. Ustedes que esperan ser salvados por sus obras se est�n entregando a una esperanza desesperada; hagas lo que hagas o seas en el futuro, el pasado ya te ha arruinado. Si fueras a ser salvo por la ley, deber�as haber comenzado sin pecado, continuar sin pecado, y entonces ser�a necesario terminar sin pecado. Esto es lo que dice Mois�s; esc�chalo y s� humilde.

II. Lo que dice el evangelio ( Romanos 10:6 ).

1. El evangelio afirma ser como la ley en su claridad. Mois�s afirm� que la ley estaba dentro del alcance de su conocimiento y comprensi�n ( Deuteronomio 30:11 ). El evangelio dice: "Cree y vive", tan claramente como dijo Mois�s, "Haz y vive". Nadie duda de que si hubiera cumplido la ley, Dios le dar�a vida; pero es igualmente cierto que si hemos cre�do en Cristo, tenemos vida eterna.

2. Proh�be las cuestiones de la desesperaci�n. �Di no en tu coraz�n: �Qui�n subir�, etc . Cuando un hombre se despierta a un sentimiento de pecado, clama: �Se�ores, �qu� debo hacer para ser salvo? Seguramente necesitar�a que suba al cielo para reconocer mi pecado, o que me sumerja en el infierno para soportar mi castigo. �C�mo es posible que pueda ser salvo? " Este lamento de desesperaci�n toma muchas formas: un hombre lo expresa as�: "�Qu� acciones puedo realizar para salvarme?" Otro, desesperado por ser liberado por sus obras, corre sobre sus sentimientos.

Ahora, el evangelio nos proh�be so�ar de esta manera. Ni siquiera en tu coraz�n digas que se necesita algo en cuanto a hechos o sentimientos para completar la justicia que es obra de Jes�s. Ah, entonces el coraz�n grita tontamente: �Debo saber mucho; tanto como si hubiera estado en el cielo, o como si me hubiera sumergido en las profundidades ". No, no debes: el evangelio es simple; tan f�cil como el abecedario de tu infancia.

No digas en tu coraz�n que debes convertirte en un erudito. No, conf�a en el Salvador del pecador y ser�s salvo. Otro dice: "Debo pasar por una experiencia singular de deleite celestial o desesperaci�n infernal". No, la justicia de la fe radica �nicamente en la confianza en la obra de Jes�s terminada para usted.

3. El evangelio traduce estas preguntas y luego las responde. Una voz grita: "�Qui�n subir� al cielo?" El evangelio responde, si hicieras, �qu� har�as all�, sin el Salvador? Dices: "�Qui�n descender� al abismo?" Escucha. Si descendieras all�, �qu� har�as sin Aquel a quien Dios ha ungido para salvar? Si lo encuentras, no importar� mucho d�nde lo encuentres, en el cielo o en lo profundo, porque �l debe ser todopoderoso en todas partes.

T� dices: "�Qui�n subir� al cielo?" �Por qu�? "�Para derribar a Cristo?" �Escucha esto! Jes�s ha bajado al pesebre, a la cruz, a la tumba. Y nuestra salvaci�n no radica en nuestro descenso, sino en el descenso de Cristo. No es necesario que �resucite a Cristo de entre los muertos�, porque el Se�or en verdad ha resucitado. Y su esperanza radica totalmente en lo que hizo este Hijo de Dios en Su descenso y ascenso. Ahora, alma, no tienes nada que ver con hacer preguntas vanas; tienes que aceptar el resultado de las actuaciones reales del Salvador.

4. El evangelio declara que esta palabra de vida por la fe en Cristo resucitado est� cerca de nosotros. As� como no es dif�cil llegar a la casa de un vecino de al lado, tampoco lo es la salvaci�n por el evangelio.

III. Lo que dice la Escritura ( Romanos 10:11 ).

1. Que �todo aquel� en todo el mundo, a trav�s de todas las edades, que conf�e en Cristo nunca se avergonzar� de haberlo hecho; nunca se volver� en su lecho de agon�a y gritar�: "Comet� un error al confiar en Cristo". El cardenal Belarmino pens� que pod�amos confiar en nuestras obras; pero admiti� que, dado que nadie pod�a estar seguro de que hab�a hecho lo suficiente, era m�s seguro confiar por completo en los m�ritos de Jes�s. Siempre me he sentido agradecido con el Cardenal por esa admisi�n; porque lo mejor me basta.

2. Que a nadie se le proh�be creer ( Romanos 10:12 ). Nunca hubo un pecador a quien Dios le dijera: "No debes confiar en Mi Hijo"; al contrario, est� escrito: "Al que a m� viene, no le echo fuera".

3. Que aunque tu fe solo sea lo suficientemente fuerte para llevarte a orar, te salvar� ( Romanos 10:13 ).

IV. Qu� experiencia dice.

1. Que es la forma de vida m�s grandiosa del mundo.

(1) En tiempos de duda, angustia y pecaminosidad.

(2) En tiempos de j�bilo y �xito. Cuando Dios te d� crecimiento en gracia y fecundidad en buenas obras, ser� tu seguridad confiar en nada m�s que en la obra del Se�or.

2. Que capacita a los hombres para afrontar la muerte con valent�a. ( CH Spurgeon .)

Pero la justicia que es por la fe habla as�.

La justicia de la fe es

I. Pariente.

1. El don de Dios.

2. Por Cristo.

II. F�cil de lograr.

1. No tienes gran cosa que hacer.

2. Pero simplemente crea.

III. Seguro. Ser�s salvo. ( J. Lyth, DD .)

La justicia de la fe

El ap�stol emplea una fuerte personificaci�n, revistiendo �la justicia que es por la fe� con facultades de habla en general, y de habla discriminativa y persuasiva en particular. El objeto personificado se representa como "de" , es decir, "de" la fe. No es que se origine "en" o sea id�ntico "con" la fe. Se transmite al alma del receptor "por" la fe y, como se representa en otras partes, proviene de Dios para que el hombre lo disfrute con la condici�n de la fe.

Si fuera dotado de discurso que dir�a a cada hombre: �Di no en tu coraz�n�, etc . No se requiere tal esfuerzo. Los hombres que han ca�do en la injusticia pueden ser levantados de nuevo. Es un gran trabajo. Pero no debe realizarse mediante un esfuerzo sobrenatural por parte de los hombres mismos. No necesitan, por ejemplo, remontarse para encontrar a Cristo e inducirle a bajar para salvar. La indispensable manifestaci�n sobrenatural de energ�a ya ha sido presentada por alguien que es "poderoso para salvar hasta lo sumo". El ap�stol teje la trama de las declaraciones de su defensor personificado en la urdimbre de una gran s�plica oratoria dirigida por Mois�s a los israelitas. en la v�spera de su desaparici�n dentro del velo ( Deuteronomio 30:11 ).

En Romanos 10:7 se introduce oratoriamente una alternativa, no id�ntica a la establecida por Mois�s, pero sustancialmente paralela. Mois�s habl� de "cruzar el mar". Pero el ap�stol, para su peculiar prop�sito, modifica e intensifica la representaci�n. Deseaba dejar claro el camino para introducir una referencia a la resurrecci�n de Cristo; y por eso habla del mundo del difunto, represent�ndolo, en uno de sus aspectos temibles, como un abismo.

�Ser� necesario descender a esa l�gubre regi�n que, como "sin fondo", nunca ha sido explorada? "No digas �Qui�n har� ese terrible descenso?" La justicia personificada contin�a hablando, y mientras habla, llama la atenci�n sobre �la palabra� en la que se transmite al alma. En Deuteronomio no es la justicia la que habla, sino Mois�s en el nombre de Dios. Por tanto, no hay personificaci�n ret�rica, sino la personalidad viva del legislador.

Y es con su propia voz viva que �l especifica "el mandamiento que Dios orden�, y dice:" No est� escondido, ni lejos, sino cerca ... para que lo cumplas ". �La palabra� a la que se hace referencia es el mandamiento que exhibe el deber que incumbe a los israelitas. La referencia del ap�stol es diferente. La �palabra� para �l es el evangelio - �la palabra de fe�, llamada as� porque es el objeto hacia el cual apunta la fe y en el cual termina.

El evangelio es �una palabra�, aunque no necesariamente o generalmente un mero vocablo. Como puede haber varios vocablos en una palabra de exhortaci�n, en el anuncio de la palabra de fe pueden ser necesarios grupos armoniosos de vocablos. A veces, de hecho, se puede condensar en una sola, tales como �Jes�s�, �Cristo�, �propiciaci�n�, etc . Pero con mayor frecuencia se expande en alguna expresi�n tales redactado como �Dios am� tanto al mundo�, etc .

Estudie el hombre hasta que comprenda esta palabra; o d�jelo dominar los vocablos a los que se refiere, y una gran luz amanecer� en su esp�ritu. El defensor personificado dice de la palabra: "Cerca de ti est�, en tu boca y en tu coraz�n". Se ha acercado mediante proclamaci�n o conversaci�n, o mediante alguna modificaci�n af�n de instrumentalidad, o mediante alguna influencia a�n m�s sutil. Los hombres pronuncian descuidadamente palabras del evangelio con la boca; y tanto antes como despu�s de la pronunciaci�n, las palabras est�n en el coraz�n o en la mente. Sin embargo, al igual que otras palabras, tienen tanto una semilla como una c�scara; y con demasiada frecuencia se ocupa la atenci�n del exterior por descuidar el interior. ( J. Morison, DD .)

�Qu� dice la justicia de la fe?

Buscar&mdash

I. No en el cielo. Cristo esta aqui

II. No en la tumba. Cristo ha resucitado.

III. No muy lejos. Cristo est� cerca de ti.

IV. En tu boca, en tu coraz�n, si puedes creer. ( J. Lyth, DD .)

El grito del alma y la respuesta del evangelio

Un hombre de genio po�tico siempre tiene una fuerte tendencia a las personificaciones. Da vida a las cosas muertas, pensamiento y sentimiento a los objetos inconscientes, y hace hablar hasta la materia tonta. Por eso el ap�stol personifica aqu� el cristianismo; la hace hablar a los hombres que miran a lo lejos el bien que estuvo en toda su plenitud a su lado. Su descripci�n del cristianismo aqu� es simple, compendiosa y expresiva.

�l lo llama la justicia que es por fe, que significa el sistema que debe hacer a los hombres justos al creer en el coraz�n. Una creencia de coraz�n en el evangelio hace que los hombres est�n en lo correcto, en su esp�ritu, motivos, vidas y relaciones. Nota aqu�:

I. El grito del alma, �Di no en tu coraz�n�, etc .

1. El esp�ritu de este grito es id�ntico en toda la carrera. �Qu� es? Es un coraz�n que anhela algo bueno en lo externo, lo distante y lo sobrenatural. Este anhelo explica gran parte de la historia de las edades.

2. Los objetos de este grito son diversos a lo largo de la carrera. Mientras que todos lloran por el bien, no todos lloran por el mismo tipo de bien. El summum bonum var�a seg�n el hombre. El texto implica que los hombres a quienes se dirige buscan el bien mesi�nico y claman por Cristo. Este fue el gran deseo del mundo jud�o. Cristo es el deseo de las naciones. Si analizamos el grito, encontraremos que incluye ...

(1) Una profunda conciencia del deseo. El hombre es una criatura necesitada, y la necesidad m�s profunda del hombre, como pecador, es un "Cristo", alg�n ungido divinamente que enderezar� su alma.

(2) Creencia en la existencia de una provisi�n. Las nociones primitivas del hombre sobre un Dios, y su experiencia de la adecuaci�n del mundo a sus necesidades f�sicas, le dan la convicci�n de que, dondequiera que haya una profunda necesidad, debe haber en alg�n lugar una provisi�n divina.

(3) Una necesidad sentida de alguna agencia para acercar la provisi�n. �Qui�n ascender�? El bien est� en alguna parte, �qui�n lo acercar�? �Qu� sacerdote? �Qu� sabio? �Qu� medidas? �Que hombres?

II. La respuesta del evangelio.

1. La respuesta desalienta esta tendencia. "No digas en tu coraz�n". El cristianismo desalienta la tendencia del hombre a buscar el bien fuera, lo lejano y lo milagroso; le invita a mirar hacia adentro, disfrutar de lo cercano y lo natural.

2. La respuesta revela la provisi�n. �La palabra es cerca de ti�, etc . El bien, para satisfacer los deseos m�s profundos del alma humana, se encuentra en esa Palabra que se hizo carne y habit� entre nosotros. Cristo satisface todas las exigencias y aspiraciones del alma, y ??est� cerca de todo aquel que tiene la revelaci�n. Cerca&mdash

(1) En las Escrituras. Las Escrituras no est�n lejos de ti; no en tierras lejanas, bibliotecas distantes, o iglesias, pero en tu casa, tu casa, etc . Son los que dan testimonio de �l.

(2) En tu memoria. Se te ha ense�ado la biograf�a de Cristo, etc . Constantemente te asaltan pensamientos de �l: "No, est� en tu coraz�n". Gran parte de tu discurso est� formado por sentimientos que le conciernen. Incluso en tu "coraz�n". A menudo ha despertado tus emociones. La predicaci�n de �l a menudo ha suscitado las m�s tiernas simpat�as de tu naturaleza. ( D. Thomas, DD .)

El grito de la humanidad y la respuesta del evangelio

I. El hombre clama por lo sobrenatural (vers�culo 6).

II. El cristianismo responde al clamor del hombre (vers�culo 8).

III. La aceptaci�n pr�ctica de la respuesta es la salvaci�n (vers�culo 9). ( Homilista .)

Respuestas a preguntas importantes

Las preguntas que se hacen pueden ser por incredulidad, verg�enza o ansiedad, o posiblemente por las tres combinadas. El seguidor ansioso de la justicia no es decepcionado por un c�digo impracticable, ni burlado por una revelaci�n ininteligible: la palabra est� cerca de �l, por lo tanto accesible; simple y llanamente, y por lo tanto comprensible; y podemos a�adir con justicia que se trata de un hecho hist�rico definido y, por tanto, cierto; de modo que su salvaci�n no depende de una cantidad de desempe�o que est� m�s all� de �l y, por lo tanto, inaccesible; irracional y, por tanto, inaprensible; indefinido y, por tanto, envuelto en incertidumbre. ( Dean Alford .)

La bendici�n presente

Tu salvaci�n est� en Cristo, y esa salvaci�n est� marcada:

I. Por claridad. "�Qui�n subir� al cielo?" etc. , es el lenguaje de alguien desconcertado. La salvaci�n se siente como un problema dif�cil y desconcertante. El ap�stol nos recuerda que es claro e inteligible. En el vers�culo 9 tienes el Credo del Ap�stol.

1. Es un credo definido. Un metaf�sico alem�n moribundo exclam�: "S�lo un hombre en Alemania comprende mi filosof�a y �l no la comprende". Pero no estamos llamados a luchar con especulaciones incomprensibles, sino a recibir hechos hist�ricos simples. Creer en Cristo: Su encarnaci�n, Su muerte expiatoria, Su resurrecci�n, Su reinado a la diestra de Dios, impartiendo gracia y gozo a todos los que conf�an en �l.

2. Es un credo simple. Pero dices: "Est� lleno de misterios". Es cierto, pero est� llamado a descansar en los hechos, no a comprender los misterios. "Con el coraz�n se cree para justicia". Miles de hombres disfrutan del sol que no saben nada de astronom�a; admiro el arco iris sin saber nada de �ptica. Dios alg�n d�a revelar� m�s completamente la filosof�a de la redenci�n, pero hoy debo tomar a Dios en su palabra y dejar los misterios. Cree que en tu estado perdido Dios te am�, que obr� tu salvaci�n en Cristo, que si solo descansas en Cristo, Dios no te echar� fuera. �Si creyeres�, etc .

3. Es un credo breve. El Dr. Porson declar� que necesitar�a cincuenta a�os para satisfacerse en todos los puntos de la divinidad, pero en cinco horas puede captar la verdad que salva el alma. No hay imposibilidad intelectual. No es tan dif�cil convertirse en santo como convertirse en Homero o Newton. No podemos escribir una �Il�ada� o un �Principia�, pero podemos creer que Dios nos ama y que �l, por amor de Cristo, borra nuestro pecado.

II. Por cercan�a. �La palabra es cerca de ti�, etc . No est� en las alturas ni en las profundidades. Nuestro poeta dice: "Las mejores cosas de un hombre est�n m�s cerca de �l, cerca de sus pies". Es as� en la vida diaria y tambi�n en las cosas espirituales.

1. Todo lo que necesitamos para la curaci�n de nuestra naturaleza est� aqu�. Algunos sostienen que nunca necesitamos recurrir a drogas extranjeras, que Dios ha plantado en cada localidad las mismas plantas que pueden curar las enfermedades de esa localidad. �Dios puso tal y tal planta que cura los dolores de garganta a la orilla del r�o�, nos dicen, �porque donde est� la peste, est� el ant�doto�. Sea como sea, es grandioso saber que la Planta de la Renombre, el �rbol de la Vida cuyas hojas son para la curaci�n de las naciones, est� cerca de nosotros.

2. Todo lo que necesitamos para perfeccionar nuestra vida est� aqu�. En el tercer vers�culo leemos de Israel "yendo a establecer su propia justicia". Una planta no tiene que andar buscando el sol, el roc�o, la lluvia; todo lo que tiene que hacer es desnudar su coraz�n y absorber las preciosas influencias que le esperan. As� que la verdad que salva, el amor que purifica, la fe que eleva, el poder que perfecciona, est�n a nuestro alrededor, esperando solo la apertura de nuestro coraz�n para recibirlos.

Para entonces, un gran n�mero de nuestros ricos compatriotas nos han dejado por climas m�s suaves; pero los pobres y ocupados entre nosotros no pueden emprender nuestro vuelo para encontrar salud y vida m�s all� del mar; debemos quedarnos donde estamos y morir, tal vez, bajo los rigores de un invierno ingl�s. Pero, gracias a Dios, los m�s pobres de nosotros por nuestra salud espiritual y nuestra salvaci�n no necesitan cruzar el mar. �No digas qui�n subir� al cielo o ir� m�s all� del mar.

�El mundo de la salud y la bendici�n ya se trata de nosotros. Los hombres buscan la verdad y el poder como si estuvieran en el cielo, en las profundidades; pero la verdad salvadora ha estado en nuestros labios, la gracia salvadora en nuestro coraz�n desde la ni�ez, y todo lo que tenemos que hacer es darnos cuenta de ese lenguaje, ejercer esa gracia. El Redentor no est� distante ni geogr�fica ni hist�ricamente. La dificultad no es encontrar a Cristo, sino evitarlo. La palabra de salvaci�n est� en tu boca, el poder en tu coraz�n; cr�elo, �sala y conocer�s a tu Salvador de cerca y no de lejos.

III. Por libertad. ��Qui�n subir�, etc . Se contempla alguna tarea imposible. Pero el argumento es que ya se ha hecho todo; todo lo que tenemos que hacer es aceptar con gratitud lo que se nos impone. La justificaci�n y la vida eterna son dones gratuitos. S� que a los hombres no les gusta pensar eso; creen que pueden trabajar con ellos, pero esto est� en estricta coherencia con el m�todo de acci�n de Dios en el mundo intelectual.

Los hombres pueden trabajar d�a y noche, conocer bien la teor�a de su arte, observar estrictamente las reglas y el orden, pero de poco sirve si no son originalmente hombres dotados. �El pobre labrador Robert Burns �aprendi� a hacer poes�a? �Ese chapucero de Bedford �aprendi� a so�ar? No; estaban dotados y les resultaba f�cil cantar, escribir, pintar las cosas m�s grandiosas que el mundo jam�s haya visto.

As� sucede con la verdadera justicia. Sin embargo, el genio es para unos pocos, pero el mismo Se�or sobre todos es rico en gracia para todos los que lo invocan. Algunos de ustedes han buscado durante mucho tiempo cumplir la ley y han fracasado miserablemente. No se pod�a escalar el cielo de la perfecci�n moral, no se pod�a penetrar en sus profundidades; pero encuentra en Cristo abundancia de gracia y el don de la justicia, y deleitadamente cumplir�s el mandamiento en todas sus alturas y profundidades. ( WL Watkinson .)

Pero, �qu� dice? La palabra est� cerca de ti . La importancia de la fe simple en la Palabra: Hacer descender a Cristo de arriba, o levantarlo de los muertos, ser�a hacer de �l un objeto de vista. Un aforismo actual es que ver para creer; sin embargo, la Escritura distingue entre los dos. �La fe es la certeza de lo que no se ve�, y la fe a trav�s de los sentidos se valora mucho menos que la fe en un testimonio ( Lucas 24:25 ; Marco 16:14 ; 1 Pedro 1:7 ; Romanos 4:21 ).

Pero hay una tercera forma en que podemos ver una cosa ausente, a saber, como un objeto de concepci�n, un acto a menudo unido a la fe, pero perfectamente distinto de ella. Uno podr�a concebir una cosa sin creer en su realidad; y, por otro lado, aunque uno apenas puede creer sin alguna concepci�n del objeto de la fe, sin embargo, puede que esa concepci�n sea tan aburrida que casi justifique la expresi�n de nuestro creer en la oscuridad.

Podr�as creer en la existencia de un amigo ausente y en su afecto por ti mismo; y esta creencia podr�a o no ser tan fuerte ma�ana como lo es hoy. Todo su semblante, modales y voz, que expresan la m�xima cordialidad, todo esto puede decirse m�s v�vidamente en la imaginaci�n en un momento que en otro. Esta concepci�n revolotea y fluct�a, como si dependiera del estado de �nimo siempre cambiante del esp�ritu, en un momento brillando hacia la vivacidad de los sentidos y en otro desvaneci�ndose casi hasta la extinci�n.

Pero lo notable es que, bajo todas estas variedades de concepci�n, la fe puede permanecer invariable. Puede haber una penumbra en la contemplaci�n, sin la m�s m�nima mezcla de duda en el objeto contemplado. Lo que es verdad de un amigo terrenal es verdad de nuestro Amigo en el cielo. �l est� muy lejos de nuestra vista, pero puede llegar a ser objeto de fe a trav�s de la palabra que est� cerca de nosotros. Y tambi�n puede convertirse en objeto de concepci�n, que es una especie de sustituto de la vista.

Pero no olvidemos nunca que as� como la fe sin vista es tanto m�s agradable para Dios en cuanto subsiste de su propia fuerza no prestada sin la ayuda de los sentidos, as� podr�a ser la fe en ausencia de una concepci�n l�cida o vivificante, sin tener nada. para sostenerlo sino el simple cr�dito que da a la palabra del testimonio. Sin embargo, aunque consideramos que estos puntos de vista brillantes y estimulantes del Salvador son indescriptiblemente preciosos ( Juan 14:21 ), debemos distinguir entre la concepci�n y la fe, porque si bien uno puede ser un ministro de consuelo sensato, es el otro. que es la garant�a de nuestra salvaci�n.

El hombre que, para reparar la insuficiencia de la palabra, har�a descender a Cristo del cielo, pero ejemplifica al hombre que, como para suplir la misma insuficiencia, se esfuerza pero ineficazmente para enmarcar all� alguna idea pintoresca de �l. El peligro es que pueda rodearse de chispas de su propio encendido, o caminar a la luz de su propia fantas�a o de su propio fuego. Que se mantenga, entonces, con determinaci�n por la palabra que est� cerca, en lugar de por las im�genes con las que puebla los lugares distintos y elevados que est�n lejos de �l.

El que tiene concepci�n pero no fe, al final yacer� en dolor. Al que tiene fe, pero por falta de concepci�n, anda en tinieblas y no tiene luz, se le pide que conf�e en el nombre de Dios y permanezca en su palabra. El que concibe puede tener un consuelo sensato; pero, con o sin esto, el que cree est� a salvo ( Isa�as 50:10 ). ( T. Chalmers, DD .)

El aparato de la salvaci�n cerca

Una vez en la ciudad de Roma, d�ndole a un se�or del lugar un relato de un serm�n que hab�a escuchado predicar a un fraile en el Coliseo, le dije que aunque muchas cosas en �l me agradaban, una no: nunca dio a entender a la gente. para que pudieran ir por la absoluci�n directamente a Dios sin los oficios de un sacerdote. Ese hombre inteligente y noble se inclin� sobre la mesa y, con una mirada ansiosa, dijo: "�Crees que un hombre puede obtener la absoluci�n sin la intermediaci�n de un sacerdote?" Por supuesto, respond� que nuestra visi�n del lugar y la obra del ministro del evangelio era directamente lo opuesto a eso.

En lugar de ser un poder entre Dios y el pecador, sostenemos que su obra m�s feliz es hacer que el pecador sienta que no hay poder, visible o invisible, entre �l y el Salvador, y as� animarlo y llevarlo directamente a el �nico Mediador. Luego hizo una pregunta que parec�a decir: "�Qu� es, entonces, el aparato de la absoluci�n?" Esto, le dijeron, se resolvi� con unas pocas palabras de St.

Pablo. �Cerca de ti est� la palabra� ( Romanos 10:6 ). Aqu� todo el aparato est� "cerca" del hombre, en su propia persona: su coraz�n para confiar en el Salvador, su boca para invocarlo; eso es todo el aparato. Dondequiera que un hombre est� sintiendo su necesidad de salvaci�n, todas las cosas est�n listas ahora: el Salvador amoroso, el perd�n gratuito, la sangre que habla paz, el coraz�n para creer, la boca para invocar al Se�or.

Cuando el romano escuch� esto, mir� hacia arriba y dijo: ��Qu� grandioso es eso! eso se podr�a hacer en un cuarto de hora ". S�, se puede hacer en un cuarto de hora; porque esta salvaci�n es un don gratuito ( Mateo 7:7 ). ( W . Arthur, MA ).

Salvaci�n cerca

Se dice que hace algunos a�os se observ� que un barco que navegaba por la costa norte del continente sudamericano hac�a se�ales de socorro. Cuando los llam� otro barco, se informaron de que estaban "muriendo por agua". "Sum�rgete, entonces", fue la respuesta, "est�s en la desembocadura del r�o Amazonas". Hab�a agua dulce a su alrededor, no ten�an nada que hacer m�s que mojarla, y sin embargo se estaban muriendo de sed, porque se cre�an rodeados por el mar salado.

�Cu�n a menudo los hombres ignoran sus misericordias! �Qu� triste que perezcan por falta de conocimiento! Jes�s est� cerca del buscador incluso cuando es arrojado a oc�anos de duda. El pecador no tiene m�s que inclinarse y beber y vivir; y sin embargo, est� dispuesto a perecer, como si la salvaci�n fuera dif�cil de encontrar. ( CH Spurgeon .)

Incluso en tu boca y en tu coraz�n . En el coraz�n para nuestra salvaci�n personal; en la boca para la gloria de Dios y la salvaci�n de los �teres. En el coraz�n y no en la boca hay cobard�a; en la boca y no en el coraz�n hay hipocres�a. El evangelio cre�do es una fuente en el coraz�n; el evangelio pose�do son los arroyos por la boca. ( T. Robinson, DD .)

Es decir, la palabra de fe que predicamos.

La palabra de fe

I. Su naturaleza.

1. Ense�a fe.

2. Se ofrece a la fe.

3. Inspira fe.

II. Su dispensaci�n.

1. Somos dispensadores.

2. Encargado divinamente.

3. A todos los que lo recibir�n. ( J. Lyth, DD .)

La fe es deseo

La fe es deseo. Nunca en la historia del mundo ha sido, o puede ser, que el anhelo de Cristo sea un anhelo echado hacia atr�s insatisfecho sobre s� mismo. No tienes m�s que confiar y posees. Abrimos la puerta a la entrada de Cristo por el simple acto de fe; y, bendito sea Su nombre, �l puede pasar por una peque�a grieta, y no requiere que las puertas se abran de par en par para que, con algunas de Sus bendiciones, �l pueda entrar ( A. Maclaren, DD . )

Verdadera predicaci�n

La predicaci�n no es la comunicaci�n de informaci�n, la transferencia de una suma muerta o capital de hechos o teor�as de una mente a otra, sino la apertura de fuentes vivientes dentro del coraz�n, el esparcimiento de chispas que se encender�n donde caigan; la siembra de semillas de la verdad que echar�n ra�ces en la tierra nueva donde son echadas, y echando sus ra�ces hacia abajo y enviando sus ramas hacia arriba, se convertir�n en buenos �rboles. ( Abp. Trench .)

Que si confesares con tu boca que Jes�s es el Se�or, y creyeres en tu coraz�n que Dios le levant� de los muertos, ser�s salvo.

Boca y corazon

La gran obra de Pablo fue salvar almas. �sta es una de las razones por las que tan a menudo nos da importantes condensaciones del evangelio. Los prepar� para sus hermanos, como se proporciona a los viajeros carnes port�tiles. Una oraci�n compacta de este tipo es una peque�a Biblia, un �Cuerpo de Divinidad en miniatura�, y quien las compone puede estar trabajando tan eficazmente para la salvaci�n de los hombres como otro que predica. Aviso&mdash

I. Que el evangelio es un evangelio de fe, y este evangelio evidentemente est� destinado a los hombres perdidos.

1. La ley contin�a la vida para aquellos que ya tienen vida suficiente para hacer un buen trabajo (vers�culo 5); pero el evangelio dice no solo que viviremos por �l, sino que seremos salvos por �l, lo que implica que estamos perdidos y arruinados.

2. Jes�s viene a traer la salvaci�n.

(1) Del castigo del pecado.

(2) Del pecado mismo.

(3) Del poder del pecado.

II. Esa fe salvadora se preocupa solo por Jes�s mismo. Lea los vers�culos 6 al 9.

1. La incredulidad dice: ��Qui�n subir� al cielo? �Qui�n descender� al abismo? " La incredulidad es siempre el comienzo de las preguntas. La fe es de otro tipo: toma su posici�n donde est� Cristo y dice: "Si la salvaci�n est� en cualquier parte, es en �l".

2. La incredulidad sue�a con cielos y mares, y todas las cosas inconmensurables. "�Qui�n subir� al cielo?" La imaginaci�n contempla sus poderosos m�ritos al escalar las murallas eternas. En otro momento, cuando est� pesada, su sue�o es el de un miserable buceador en los profundos mares de la angustia, que se sumerge en el abismo para encontrar la perla de la paz. Faith ha terminado con los sue�os, porque ha terminado con el Sina�. Con los ojos abiertos, la fe lee los hechos. Ella reflexiona que Cristo muri�, resucit� y se fue a la gloria.

3. La incredulidad pone un triste insulto a Cristo. Ella habla de subir al cielo: pero eso implicar�a que Jes�s nunca hab�a bajado. Habla de descender al abismo, como si Cristo nunca hubiera resucitado de entre los muertos. El hecho es que se ha hecho todo lo que se puede hacer. �Por qu� quieres hacer lo que ya est� hecho?

III. Esa fe salvadora tiene una confesi�n que hacer. Observar&mdash

1. Esta confesi�n se pone primero.

(1) Porque Pablo estaba citando Deuteronomio y, por supuesto, ten�a que colocar las palabras como all� se dispon�a. Sin embargo, debe haber otras razones.

(2) Porque es m�s probable que se olvide. Tenemos mucha predicaci�n de "Cree y vive". Cristo dijo: "El que creyere y fuere bautizado, ser� salvo". Ahora, el bautismo es la confesi�n de nuestra fe. La fe a la que se promete la salvaci�n nunca es una fe muda; es una fe que es due�a del Se�or incluso ante los adversarios.

(3) Porque es lo primero en lo que respecta a nuestros semejantes. �C�mo puedo saber lo que crees en tu coraz�n? Primero debo escuchar lo que confiesas con tu boca. "Habla para que pueda verte".

(4) Porque en cierto sentido es realmente el primero. Muchas personas nunca reciben consuelo porque nunca han confesado. El Se�or no le dar� el calor de la fe a menos que est� dispuesto a ceder la obediencia de la fe al tomar su cruz y confesarlo.

2. Qu� es lo que se debe confesar: "El Se�or Jes�s".

(1) La Deidad de Cristo. El que niega esto se pone fuera de los tribunales, porque rechaza esa parte del car�cter del Redentor que es esencial para que sea Salvador.

(2) Que Jes�s es el Se�or; es decir, gobernante y maestro. Debes convertirte alegremente en Su disc�pulo, seguidor y sirviente.

(3) Jes�s, es decir, Salvador.

3. Esta confesi�n es muy definida. No debe ser una inferencia extra�da en silencio de tu vida, sino una declaraci�n declarada de la boca. Si el ap�stol quiso decir que deb�amos simplemente obedecer a Cristo, lo habr�a dicho. �Por qu� es esto? Porque la confesi�n con la boca es ...

(1) Una especie de ruptura con el mundo. Cuando un hombre dice: "Creo en Cristo", es tan bueno como decirle al mundo: "He terminado contigo".

(2) Una forma de formar una uni�n visible con Jes�s. Cuando un hombre confiesa a Cristo, se pone del lado de �l y de Su causa.

(3) �til para el mundo exterior como testigo que reprocha su impiedad e invita a mejorar su mente. Las confesiones de los salvos son a menudo el medio de salvar a otros. Este es un dicho dif�cil para algunos de ustedes. Tienes buenos puntos sobre ti, pero no dejas que tu luz brille ante los hombres. Tu vela est� debajo de un celem�n: no puede arder bien en un espacio tan reducido. Si es el propio fuego de Dios, y lo pones debajo de una cama para esconderlo, pronto incendiar� la cama. El da�o proviene de la verdad reprimida.

IV. Esa fe tiene un gran consuelo para disfrutar.

1. Tiene una verdad de la que debe hablar con la boca; pero tambi�n tiene hechos que reflexiona en su coraz�n. �Cree con tu coraz�n que Dios le levant� de los muertos� - no solo significa que usted cree en el hecho, sino que lo cree de tal manera que calienta y consuela nuestro coraz�n.

2. �Por qu� se le promete la salvaci�n especialmente a esto? Porque&mdash

(1) Todo el resto de la historia de Cristo est� impl�cito e incluido en ella. Si resucit� de entre los muertos, entonces debe haber muerto. Si muri�, entonces debe haber sido un hombre y haber nacido.

(2) Confirma el conjunto. Al resucitarlo, el Padre puso Su sello sobre Su persona como Divino, sobre Su oficio como comisionado por Dios, sobre Su vida como agradable y sobre Su muerte como aceptado por Dios para la expiaci�n completa.

(3) Es la fuente del mejor consuelo del coraz�n. Nos elevaremos a la gloria porque �l se levant� a la gloria. �C�mo deber�a alegrar esto a los que est�n al borde de la desesperaci�n! �C�mo deber�a animar a los que yacen a las puertas de la muerte!

V. Esa fe tiene una promesa segura en la que descansar. "Si crees ... ser�s salvo".

1. El pronombre singular, �t��, te marca. Pon tu o�do en este tel�fono; una voz te habla.

2. Observe la ausencia de "si" y "peros". No es "puedes ser salvo", sino "ser�s salvo".

3. Hay una especie de pasividad en la expresi�n "ser salvo". El texto no habla de lo que vas a hacer, sino de algo que se debe hacer por y en ti.

4. Nunca hubo, y nunca habr�, un hombre que con su boca confes� al Se�or Jes�s, y con su coraz�n crey� que Dios lo levant� de entre los muertos, que no fue salvo. ( CH Spurgeon .)

Fe y confesi�n

Distinguidos por este texto de creencia y la confesi�n de esa creencia, los hombres se dividen en cuatro clases. Ah� est�n esos

(1) que ni confiesan tales creencias con la boca, ni creen estas verdades en sus corazones.

(2) Aquellos que creen en verdad de coraz�n, pero que temen confesar su fe en Cristo ante los hombres, o que incluso hacen lo que hizo Pedro, cuando en el tiempo de la prueba neg� conocer al Se�or ( Mateo 26:72 ; cf . Marco 8:38 ).

(3) Aquellos que confiesan con sus labios las verdades reveladas por Dios, pero que no creen en �l con el coraz�n; que Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan a �l, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra ( Tito 1:16 ; cf . Mateo 15:7 ).

(4) Los que lo confiesan con la boca delante de los hombres y creen en �l con el coraz�n. A �stos se les hace la promesa de que ser�n salvos. ( W. Denton, MA .)

Fe y confesi�n

No hay fe cristiana sin confesi�n cristiana y viceversa . La confesi�n es simplemente la fe volteada de su reverso a su reverso. Los dos lados de la preciosa unidad son inseparables y mutuamente indispensables. Cuando la fe surge en el silencio para anunciarse y proclamar la gloria y la gracia del Se�or, su voz es la confesi�n. ( J. Morison, DD .)

Confesi�n de fe

Pablo est� haciendo un esfuerzo ferviente para mostrar cu�n simple es el camino de la salvaci�n tanto para los jud�os como para los gentiles. Es la fe del coraz�n en Jes�s. Es devoci�n de vida a Su honor. Tres principios se establecen con la mayor seguridad.

I. Un hombre debe tener una fe de coraz�n en Cristo para confesar. La profesi�n sin esa vida del coraz�n es un autoenga�o o hipocres�a, y tiene una influencia muy perniciosa sobre el hombre. La vida del coraz�n es algo entre Cristo y el alma. Nadie puede entrometerse en ello. Pero tiene sus pruebas, que lo descubren otros. La fe del coraz�n es ...

1. Sincero y cari�oso.

2. En Cristo: Cristo resucitado: Cristo resucitado por Dios.

3. Tonifica la vida con rectitud.

�Pueden los hombres aplicar ahora estas pruebas a s� mismos? �Pueden los hombres aplicar ahora estas pruebas a sus semejantes? Demuestre que pueden. La respuesta sincera a estos es la confianza inquebrantable de los hombres piadosos.

II. Un hombre deber�a descubrir cu�l es la mejor manera de confesar esa vida de coraz�n. Es debido a Cristo que deber�a hacerlo. Es necesario para �l que lo haga. La vida reprimida est� en peligro. Ilustraci�n. Arqu�medes corriendo hacia la calle, diciendo: �Eureka. Lo he encontrado �, cuando se resolvi� su problema. �Y cu�l es la mejor manera de confesar?

1. Una vida en la que est� el sello de Cristo.

2. Asociaci�n con aquellos que se destacan como manifiestamente de Cristo.

3. La obediencia a Cristo en cualquier acto simb�lico p�blico - como la Cena del Se�or.

Ilustraci�n. C�mo estos volver�an a casa a los t�midos disc�pulos secretos entre los romanos. En estos tiempos cristianos todav�a se exige tal confesi�n.

III. Un hombre seguramente encontrar� que la bendici�n de Dios se basa en la obediencia total: en la fe del coraz�n, en los labios y en la confesi�n de vida. Recuerde las palabras de Cristo: "Avergonzado de m� ante los hombres". Viene la bendici�n

1. Para el hombre mismo - en la fijeza de mente y de vida.

2. A los dem�s: en el ejemplo de su firmeza y en la obra que emprenden los disc�pulos confesos. Conclusi�n: La confesi�n p�blica de Cristo no debe demorarse hasta que ...

(1) Se adquiere un conocimiento adecuado;

(2) o experiencia modelo alcanzada. �Cu�ndo puede el eunuco confesar a Cristo? �Cu�ndo puede Lydia - o el carcelero? �Cu�ndo podemos? Cuando con el coraz�n recibimos al Salvador resucitado como nuestro Salvador, y comenzamos a vivir en el gobierno de Cristo, nuestro Se�or salvador. ( P�lpito semanal .)

Confesi�n de fe, p�blica

Hab�a un Victorino, famoso en Roma como maestro de ret�rica, que en su vejez se convirti� al cristianismo y vino a Simplicianus, que era un hombre eminente, susurr�ndole suavemente al o�do: "Soy cristiano". Pero el santo respondi�: "No lo creer�, ni te contar� as�, hasta que te vea entre los cristianos de la iglesia". Ante lo cual se ri�, diciendo: ��Estos muros hacen a un cristiano? �No puedo ser yo a menos que lo profese abiertamente y deje que el mundo sepa lo mismo? �Un tiempo despu�s de haber sido m�s confirmado en la fe, y considerando que, si continuara as� avergonzado de Cristo, Cristo se avergonzar�a de �l en el d�a postrero, cambi� su lenguaje y fue a Simpliciano, diciendo: Ve a la iglesia: ahora ser� sinceramente cristiano.

"Y all�, aunque una confesi�n privada de su fe podr�a haber sido suficiente, sin embargo, decidi� hacerlo abierto, diciendo:" Que hab�a profesado abiertamente la ret�rica, que no era una cuesti�n de salvaci�n, y deber�a tener miedo de reconocer la �Palabra de Dios en la congregaci�n de los fieles? ( Museo B�blico .)

Confesi�n de fe la gloria de los cristianos

Como el emperador siempre lleva la diadema en la cabeza, as� llevemos por todas partes la confesi�n de nuestro coraz�n. La corona no puede adornar al emperador tanto como la confesi�n y la fe al cristiano. ( Cris�stomo ).

Confesar al Se�or Jes�s

Esta es una cadena corta para llegar de la tierra al cielo. Y Dios quiso que fuera f�cil. Pero su facilidad es su dificultad. �Puede esto ser realmente todo?

I. En cuanto a la fe - �y que has hecho creer�, etc .

1. Toda la fe verdadera reside en el coraz�n, no en el entendimiento; no es el resultado de un razonamiento; ninguna educaci�n lo dar�. Tengo que sentir, en la personalidad m�s cercana, que Jes�s muri� por m�. Si su fe ha sido inoperante, �no es posible que la raz�n sea que a�n no ha sido una obra de coraz�n?

2. Pero, �por qu� Dios dice: "Cree que Dios lo resucit� de entre los muertos" en lugar de "que muri� por ti"?

(1) La resurrecci�n es el sello de todo. Al �resucitarlo de entre los muertos�, el Padre mostr� que aceptaba el rescate que Cristo hab�a pagado.

(2) Esa resurrecci�n es nuestra resurrecci�n. Nos levantamos en �l; ahora, a una vida nueva; en la actualidad, a una vida en gloria.

II. En cuanto a la confesi�n. �Qu� es "la confesi�n de la boca"?

1. Puede ser ese reconocimiento general de Cristo y las grandes doctrinas de su religi�n, lo que deber�a caracterizar nuestra conversaci�n diaria. Y aqu� la mayor�a de nosotros debemos declararnos culpables de la acusaci�n de no mostrar �de qui�n somos ya qui�n servimos�, hablando de Cristo y las grandes verdades de la religi�n cristiana. Y sin embargo, si todos profesamos creer en Cristo son realmente verdaderos - si le debemos todo consuelo y toda esperanza - si �l es realmente mi Hermano, mi Amigo, mi Salvador, mi Rey, �de la abundancia de la coraz�n �, �no hablar�a el mes? Leemos: �Los que tem�an al Se�or se hablaban a menudo unos a otros.

�Hablar de forma generalizada sobre religi�n no requiere esfuerzo y no trae verg�enza. Al mundo le gusta. Pero hablar de Cristo requiere un esfuerzo y ofende a la gente. Y sin embargo se trata de un �yo Todo aquel que confiese,� muy solemnes pensado que Cristo ha dicho, etc . Por lo tanto, no es una prueba insignificante para un creyente, y no podemos sorprendernos de que se convierta en una de las condiciones de la salvaci�n.

2. No cabe duda de que, desde el principio, todos los cristianos estaban obligados a hacer, en alg�n momento, una declaraci�n p�blica de su fe. De esto dice San Pablo a Timoteo: "Has profesado una buena profesi�n ante muchos testigos".

(1) Evidentemente, esto era parte del bautismo de adultos, que, por supuesto, ser�a el m�s frecuente en la iglesia primitiva.

(2) Ahora que el bautismo infantil se ha convertido, y con raz�n, en la costumbre casi universal de la Iglesia, la confesi�n p�blica se ha transferido a la Confirmaci�n, que es un acto mediante el cual una persona que ha llegado a a�os de discreci�n acepta y ratifica el pacto. de su bautismo renueva la dedicaci�n de s� mismo a Dios, y declara su fe en las promesas y privilegios en los que su bautismo lo ha admitido. ( J. Vaughan, MA .)

Confesar a Cristo

I. �Qu� debemos confesar?

1. Que Cristo ha resucitado. La resurrecci�n de Jes�s fue la decisi�n de todas las controversias entre �l y sus enemigos. Hab�an inventado historias para desacreditarlo. Confesar a Cristo, por lo tanto, era declarar a favor de Cristo contra los gobernantes jud�os. Y como los fil�sofos gentiles despreciaron la resurrecci�n, confesar a Cristo era desafiar este desprecio.

2. El car�cter oficial de Cristo como el Mes�as, que suspendi� en su resurrecci�n.

3. Su dignidad personal, como lo prueba el hecho ( Romanos 1:3 ).

4. La suficiencia y la eficacia exclusiva de su justicia y expiaci�n. Confesar su resurrecci�n es gloriarse en su cruz y pasi�n.

5. Su autoridad �nica y suprema. Debemos reconocerlo como el �nico Se�or de la conciencia, y si hacemos esto, seguiremos Su voluntad, que el mundo diga lo que diga. Esta confesi�n pr�ctica es indispensable. En la confesi�n de los labios sin ella no hay sinceridad. El ap�stol habla de algunos que profesaban conocer a Dios, mientras que en las obras lo negaban. La negaci�n pr�ctica fue el verdadero testimonio.

6. Su t�tulo al culto y adoraci�n Divinos. Esto se sugiere en los vers�culos 11-13. En todo esto, la confesi�n debe ser sincera y abierta, sin reserva silenciosa, sin ocultamiento de verg�enza, sin disfrazar y paliar la verdad, sin recortar y evadir ingeniosamente.

II. �Por qu� debemos confesar? Porque&mdash

1. Jes�s tiene todo el derecho a ello, tanto por lo que es como por lo que ha ba�ado ( Juan 1:1 ; 2 Corintios 8:9 ). �Fuera la ingratitud tan vil que repudiar�a o rehuir�a reconocer a un amigo as�!

2. Es una de las evidencias de fe necesarias y razonables. No hay fe donde no hay confesi�n. Y esta evidencia es de suma importancia y valor. La evidencia del inter�s personal en Cristo debe agregarse a la evidencia de la verdad misma para dar estabilidad a la esperanza y confianza personal ( 1 Juan 3:19 ; 2 Corintios 13:5 ).

3. Est� �ntimamente relacionado con la salvaci�n. Los t�rminos que expresan esta conexi�n son igualmente expl�citos que los que expresan la conexi�n de la fe con la justificaci�n. Si no hace una confesi�n que no cree, no est� justificado y no puede ser salvo.

4. Distingue al creyente del mundo y se opone a todo como neutralidad. Un hombre debe estar de un lado o del otro. No debe haber �titubeos entre dos opiniones� y transigir con el llamado mundo cristiano, como tampoco con el mundo de los declaradamente incr�dulos e imp�os. ( R. Wardlaw, DD .)

Confesar a Cristo

I. �Qu� abarca?

1. Una c�lida recepci�n de Cristo ( Lucas 8:40 ; Juan 20:28 ; 1 Pedro 1:8 ).

(1) De s� mismo ( Juan 14:6 , Juan 10:9 ; Efesios 2:18 ).

(2) De su obra ( Efesios 1:7 ; 1 Corintios 15:3 ; G�latas 3:13; 2 Corintios 5:21 ; Romanos 3:24 ).

2. Un reconocimiento del poder del Esp�ritu Santo.

(1) Renovar ( Tito 3:5 ; Juan 3:7 ).

(2) Sostener ( Efesios 1:19; 2 Corintios 12:9 , 2 Corintios 9:8 ; Judas 1:24 ). Dando toda la gloria y alabanza por nuestra salvaci�n a Dios, a trav�s de Jesucristo (1 Corintios 1: 30-31; 2 Corintios 3:5 ; G�latas 1, 4, 5).

3. Un reconocimiento p�blico.

(1) Por uni�n con Su Iglesia visible ( 1 Corintios 12:27 ; Efesios 1:22 ; Romanos 10:9 ).

(2) Reconociendo en todas partes el reclamo de Cristo sobre usted y los suyos ( 1 Corintios 6:19 ; Mateo 16:24 ).

II. Excusas que ofrecen los hombres por no confesar a Cristo.

1. Indignidad personal.

2. Debilidad moral; miedo a la inconsistencia; no resistir�; esclavitud al pecado.

3. No tengo suficientes conocimientos:

(1) De la Palabra.

(2) De las doctrinas de la Iglesia.

4. Lo aplazar� por el momento.

III. Razones dadas en las Escrituras por las que los hombres no confiesan a Cristo. Porque&mdash

1. Incredulidad ( Juan 5:38 ; Juan 5:40 , Juan 8:24 ; 1 Juan 5:10 ; 1 Corintios 2:14 ).

2. Insinceridad ( Jeremias 17:9 ; Jeremias 29:13 ).

3. Miedo al hombre; sensibilidad al rid�culo; avergonzado de Cristo ( Juan 7:13 , Juan 12:42 ; Marco 8:38 ).

4. Amor al mundo ( Santiago 4:4 ; 2 Corintios 4:3 ; 1 Juan 2:15 ; Proverbios 1:24 ).

IV. Razones por las que todos deben confesar a Cristo ( Hebreos 3:12 ; 1 Juan 4:15 ; Romanos 2:4 ; Proverbios 27:1 ; Juan 3:36 ).

"�Cu�l ser� el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios?" ( 1 Pedro 4:17 ; Isa�as 55:7 ). ( WH Van Doren .)

Confesar a Cristo

La confesi�n es ...

1. Decir lo mismo con los dem�s; Estar de acuerdo con.

2. Prometer.

3. Reconocer, declarar que una persona o cosa es lo que realmente es.

II. Confesar a Cristo, por lo tanto, es reconocer que �l es lo que realmente es y se declara a s� mismo:

1. El Hijo de Dios.

2. Dios manifestado en carne.

3. El Salvador del mundo.

4. El Se�or.

III. La naturaleza de esta confesi�n.

1. No es suficiente que abrigamos la convicci�n en nuestro coraz�n, o que la confesemos a nosotros mismos, a los amigos que est�n de acuerdo con nosotros oa Dios.

2. Debe hacerse p�blicamente, o ante hombres, tanto enemigos como amigos, en medio de buenas y malas noticias, cuando trae reproche y peligro, as� como cuando no conlleva ning�n riesgo.

3. Debe ser con la boca. No es suficiente que los hombres puedan inferir de nuestra conducta que somos cristianos, debemos declararlo audiblemente.

4. Esto debe hacerse:

(1) En nuestras relaciones sexuales ordinarias.

(2) A la manera de la designaci�n de Dios, es decir, por el bautismo y la Cena del Se�or.

5. Debe ser sincero. "No todo el que dice: Se�or, Se�or, entrar� en el reino de los cielos". S�lo cuando el acto exterior es una revelaci�n del coraz�n, tiene alg�n valor.

IV. Sus ventajas.

1. Fortalece la fe.

2. Es una prueba de la regeneraci�n, porque supone la aprehensi�n de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.

3. Es una condici�n indispensable para la salvaci�n porque:

(1) Dios lo requiere.

(2) No confesar es negar.

(3) La negaci�n implica falta de fe o devoci�n.

V. Su obligaci�n.

1. No es simplemente un mandamiento.

2. Es el deber moral m�s alto reconocer la verdad, y especialmente reconocer que Dios es Dios.

3. Es el medio m�s directo que podemos tomar para honrar a Cristo y hacer que otros lo reconozcan. Conclusi�n. Lea Mateo 10:32 ; Lucas 12:8 ; Marco 8:38 ; 2 Timoteo 2:12 ; 1 Juan 4:2 , 1 Juan 4:15 . ( C. Hodge, DD .)

Confesando a Cristo, avergonzado de

Un hombre de negocios llam� recientemente a un ministro en Brooklyn, quien dijo: "Vengo, se�or, a preguntar si Jesucristo me aceptar� en la preocupaci�n como un socio silencioso". "�Por qu� preguntas?" dijo el ministro. �Porque deseo ser miembro de la firma, y ??no deseo que nadie lo sepa�, dijo el hombre. La respuesta fue: �Cristo no acepta socios silenciosos. La empresa debe ser, 'Jesucristo & Co.', y los nombres de la 'Compa��a', aunque pueden ocupar un lugar subordinado, deben estar todos escritos en el letrero ".

Confesar a Cristo: decisivo

Un joven marinero, que solo unas noches antes se hab�a convertido, y puso una tarjeta en blanco ante un amigo, le pidi� que escribiera algunas palabras en ella, porque, como �l dijo, "Lo har�s m�s claramente que yo". "�Qu� debo escribir?" dijo mi amigo. �Escriba estas palabras, se�or, 'Amo a Jes�s, �verdad?'�. Despu�s de que las hubo escrito, mi amigo dijo: �Ahora debes decirme qu� vas a hacer con la tarjeta.

�l respondi�: �Me marcho ma�ana, y me temo que si no tomo una posici�n de inmediato, podr�a comenzar a avergonzarme de mi religi�n y dejar que se r�an de ella por completo. Ahora, tan pronto como suba a bordo, caminar� derecho a mi litera y clavar� esta tarjeta en ella, para que todos sepan que soy cristiano y puedan perder toda esperanza de avergonzarme o tener miedo de adherirme a ella. El Se�or." ( Biblioteca clerical .)

Confesar a Cristo, desde la gratitud

En la batalla de Williamsburg, un soldado, al que le cortaron la arteria del brazo con un fragmento de un proyectil y estaba desangr�ndose r�pidamente, vio a un cirujano que iba al frente para recibir �rdenes y, levantando su miembro sangrante, grit�: " �Doctor, por favor! El cirujano desmont�, at� el vaso y dio todo el alivio posible. Al comenzar, el hombre dijo: "Doctor, �c�mo se llama?" La respuesta fue: "No importa". "Pero, doctor", dijo el herido, "quiero decirle a mi esposa e hijos qui�n me salv�".

Confesar a Cristo es inevitable

Es imposible creer con el coraz�n y no confesar con la boca, esto es tener un fuego que no arde, una luz que no ilumina, un principio que no act�a, una esperanza que no estimula. Los cristianos genuinos son templos del Dios vivo; pero �pens�is que sois templos y, sin embargo, ninguna voz saldr� del santuario secreto? No tan. Debe emitir un sonido desde los recovecos del santuario, el sonido como de una deidad que preside, elocuente a todos los alrededores del poder y la autoridad del Ser que habita dentro.

Por lo tanto, aunque admitimos que es la fe el instrumento de la justificaci�n, podemos entender por qu� la confesi�n tambi�n debe darse como lo que produce la salvaci�n; incluso cuando podemos entender por qu� se debe decir que las obras nos procuran la inmortalidad. La confesi�n no es m�s que el resultado necesario de la fe: la demostraci�n y la exhibici�n. No es m�s que la fe que se manifiesta en el habla, as� como las obras no son m�s que la fe que se manifiesta en la acci�n.

El habla es una de las propiedades m�s distintivas del hombre. �Deben, entonces, presionar la mano, el o�do, el ojo al servicio de la religi�n, y la lengua debe estar exenta? No, este mejor miembro debe hacer su parte, de lo contrario, el hombre entero se rebela contra su Hacedor. ( H. Melvill, BD .)

Confesar a Cristo: su necesidad

I. La confesi�n es la expresi�n necesaria de la fe en Cristo.

1. Las emociones animadas suelen encontrar expresi�n.

2. Especialmente aquellos que afectan profundamente a toda la vida.

3. Si, entonces, la fe realmente salva, no puede faltar la confesi�n.

II. La confesi�n valiente es la piedra de toque de la fe.

1. Mientras que la fe est� oculta, su operaci�n est� oculta.

2. La fe d�bil, por su falta de confesi�n, muestra sus defectos. Todav�a no ha alcanzado la seguridad de la salvaci�n. ( J. Lyth, DD .)

La fe que justifica a los hombres

El difunto profesor CS Harrington, muy estimado por sus profundos logros espirituales, as� como por su minuciosa erudici�n, escribi� cerca del final de su vida: �La fe que hace justos a los hombres es la fe que se adhiere simple y confiadamente a el Se�or Jesucristo como el �nico y todo suficiente Salvador expiatorio. Es esa fe en Jes�s lo que borra nuestras transgresiones, aclara nuestro registro.

Es Jes�s el que da vida espiritual. �l es quien lo contin�a. Esta fe fusiona la vida del creyente con la vida de Cristo. No se atreve, no desea, un momento de separaci�n. No conoce pasado hist�rico; s�lo se ocupa de los tiempos presentes. Se hace eco de la oraci�n de Pablo: "D�jame ser hallado en �l". No puedo contar el proceso; No puedo explicar el poder por el cual el carb�n negro se transforma en el diamante reluciente; �Cu�nto menos puedo decir c�mo, por el misterio del nuevo nacimiento, el alma perdida, muerta, vive por el m�rito de Jes�s! No puedo decir c�mo el �rbol vivo obtiene su flor y fruto de la sustancia muerta en la que tiene sus ra�ces y de la que se alimenta; �Cu�nto menos puedo decir c�mo las llagas, la sangre, la muerte de Cristo da vida al alma muerta en delitos y pecados, y la reviste con el fruto de la santidad! �O c�mo puedo decir el final de esta obra divina, cuando el Dador de la vida espiritual la coronar� con la vida eterna? �Cu�ndo el polvo y las cenizas, este cuerpo, brotar� de su sepulcro y aparecer� en el cuerpo glorificado de la resurrecci�n? Pero se har� 'seg�n la obra del poder mediante el cual �l es capaz de someter todas las cosas a s� mismo'. Suficiente para m� que este es el camino de Dios, y la obra es digna de Dios ".

Confiando en Cristo

Si un rey le da un anillo a uno de sus s�bditos y le dice: "Cuando est�s angustiado o deshonrado, simplemente env�ame ese anillo, y har� todo lo que sea necesario por ti", si ese hombre voluntariamente si se niega a enviarlo, pero compra regalos, o hace algunas haza�as de valor singulares para ganarse el favor de su monarca, dir�a: ��Qu� tonto es! He aqu� una forma sencilla, pero no la aprovechar�, desperdicia su ingenio en inventar nuevos dispositivos y se afana en su vida siguiendo planes que deben terminar en desilusi�n.

�No es este el caso de todos los que se niegan a confiar en Cristo? El Se�or les ha asegurado que si conf�an en Jes�s ser�n salvos; pero andan tras diez mil imaginaciones y dejan ir a su Dios, su Salvador.

Creer con el coraz�n

Solo tienes que observar el car�cter de las verdades que revela la revelaci�n, y puedes ver claramente que la fe presupone la posesi�n o requiere el ejercicio de aquellas virtudes cuyo asiento debe ser el coraz�n. Debe haber humildad en el que cree, porque debe confesarse cordialmente inmundo y deshecho. Debe haber sumisi�n del entendimiento a Dios, porque mucho de lo que debe recibirse no se explica.

Debe haber voluntad de sufrir, porque el cristianismo convoca a la tribulaci�n. Debe haber voluntad de trabajar, porque el cristianismo coloca al hombre en los deberes m�s arduos. �Entonces que? �Es la fe nada m�s que un acto involuntario, que depende simplemente de la cantidad de evidencia y, por lo tanto, totalmente indigno de ser exaltado a una condici�n para el otorgamiento de bendiciones? �No es nada que en el que cree debe haber franqueza y libertad de prejuicios, sinceridad de prop�sito, un abandono de toda buena opini�n de s� mismo, una completa resignaci�n de su juicio a Dios, una voluntad de someterse al insulto, una determinaci�n de entrar? en combate con el mundo, la carne y el diablo? �Se nos va a decir que, aunque debe haber en verdad esta gran combinaci�n en todo hombre que cree cordialmente en la revelaci�n, es, sin embargo, �Es sorprendente que la fe sea tan digna en la Biblia, que se use como prueba de admisi�n a los privilegios del evangelio? Por nuestra parte, cuando consideramos lo que presupone la fe, qu� obst�culos hay en la constituci�n del hombre para la creencia de las verdades cristianas, solo podemos sentir que si Dios no obrara en el coraz�n humano, el mundo entero ser�a infiel.

No conocemos ning�n logro tan notable, tan poco esperado, de una criatura orgullosa, prejuiciosa y depravada como lo es naturalmente el hombre, como creer en un historial tan humillante, tan condenatorio de la lujuria, tan r�gido al imponer dificultades. deberes como el evangelio de Jesucristo. ( H. Melvill, BD .)

Fe redentora

I. La fe por la cual el hombre es justificado y salvo es la fe del coraz�n. La fe en general es la convicci�n que surge de la evidencia.

1. La fe del intelecto se basa en la evidencia de los sentidos o en los resultados del razonamiento. El razonamiento matem�tico, con sus definiciones, postulados, axiomas, etc. , las pruebas metaf�sicas de la existencia de Dios, las evidencias externas de la revelaci�n divina, apelan a la mente a diferencia del coraz�n. La educaci�n, los prejuicios, las circunstancias y las asociaciones con frecuencia condicionan la mente a una l�nguida aceptaci�n de diversas doctrinas.

2. La fe del coraz�n supone el asentimiento del entendimiento, la aprobaci�n del juicio, la sumisi�n y elecci�n de la voluntad.

(1) Brota del coraz�n. Es la confianza del amor. El coraz�n conf�a cuando la mente no puede explicar. Es el coraz�n el que conf�a en el car�cter. El sentimiento acelera y fortalece la fe de la mente. Las emociones de la penitencia preparan el coraz�n del hombre para confiar en el coraz�n del Salvador. �Nuestros ojos fueron hechos para llorar, pero tambi�n para ver. Nuestros corazones fueron hechos para sufrir, pero tambi�n para creer �. ( V. Hugo ).

(2) Lleva consigo el coraz�n. Muchas de nuestras creencias intelectuales son inoperantes. Muchos hombres est�n firmemente convencidos del deber y las ventajas de levantarse temprano, pero a�n acarician la almohada del perezoso. Lo que el coraz�n cree, pone en movimiento a todo el hombre.

(3) Reacciona sobre el coraz�n. La evidencia suficiente permite a la mente disipar la duda. Las facultades est�n en reposo. Entonces, cuando el coraz�n conf�a en Dios, los afectos est�n en paz. Las inquietudes de la ansiedad espiritual se alivian y la agitaci�n del miedo cede. �Yo s� a qui�n he cre�do�, etc . �T� guardar�s en completa paz�, etc .

II. El objeto de esta fe es la resurrecci�n del Se�or Jes�s de entre los muertos por el poder de Dios. Se presenta la resurrecci�n:

1. Como objeto de nuestra fe, en lugar de Su muerte.

(1) Porque esta creencia es distintiva de un cristiano. Los paganos e infieles admitir�n f�cilmente que Cristo naci�, vivi� y muri�, pero niegan Su resurrecci�n. Los fariseos y los fil�sofos niegan el hecho ( Hechos 17:32 ); Los saduceos negaron su posibilidad. Por lo tanto, creer en �l era un art�culo de fe capital en aquellos d�as.

(2) Todo lo que Cristo hizo y sufri� nos habr�a beneficiado de poco, a menos que hubiera resucitado. Por su resurrecci�n, triunf� sobre la muerte y el infierno, y pudo ascender a su trono.

(3) La resurrecci�n presupone todos los dem�s hechos de la vida de Cristo, como su encarnaci�n, sacrificio y exaltaci�n.

2. Desde un punto de vista especial, a saber, como realizado por el poder de Dios. En otros pasajes, la resurrecci�n de Cristo se atribuye a su propio poder, oa la energ�a del Esp�ritu Santo. Como un acto del Padre, est� dise�ado:

(1) Reconocer y reivindicar las afirmaciones de Cristo de ser el Hijo y el enviado de Dios.

(2) Para confirmar sus ense�anzas.

(3) Para declarar Su aceptaci�n de Su expiaci�n.

(4) Para cumplir su promesa a Cristo. �Porque no dejar�s mi alma en el infierno�, etc .

III. La confesi�n abierta del Se�or Jes�s es un acompa�amiento indispensable de esta fe.

1. �Qu� se debe confesar? Jes�s, como ...

(1) Se�or.

(2) El Se�or.

(3) Nuestro Se�or.

2. �Por qu� se ordena esta confesi�n? Es requerido&mdash

(1) Por Cristo. �Todo aquel que me confiese�, etc .

(2) Por los intereses de la causa de Cristo. "Vosotros sois mis testigos".

(3) Por gratitud.

El instructor a quien le debe su carrera, el abogado que ha salvado su propiedad, el m�dico que le ha salvado la vida, �no hablar� agradecido de ellos? Cu�nto m�s deber�a hablar del gran M�dico, Maestro, Abogado. �C�mo se hace? Confiesa tus principios. �nase a Su Iglesia. Confi�selo con valent�a, sinceridad, sabidur�a, mansedumbre y reverencia.
Conclusi�n:

1. El camino de la salvaci�n es:

(1) No tan f�cil como se suele representar. El ejercicio de la fe a menudo se encuentra dif�cil; confesar a Cristo ante los hombres requiere valor moral.

(2) Ni tan dif�cil; el evangelio es f�cil de entender; los t�rminos de la salvaci�n son simples, etc .

2. Es necesaria una profesi�n de religi�n. Cristo lo demanda, y nosotros no somos sus disc�pulos, y comprometemos nuestra salvaci�n si desobedecemos. "Con la boca se confiesa para salvaci�n".

3. La fe debe ir acompa�ada de la confesi�n y la confesi�n por la fe. ( WC St. Freare .)

Salvaci�n asegurada a todos los creyentes, sean d�biles o fuertes

Al cruzar el mar, supongo que habr� un buen viento fuerte y que el barco se desviar� de su rumbo y correr� peligro. Mientras camino por cubierta, veo a una pobre chica a bordo; ella est� muy d�bil y enferma, un gran contraste con ese pasajero fino, fuerte y corpulento que est� de pie a su lado, aparentemente disfrutando de la niebla salina y el viento �spero. Supongamos ahora que llega una tormenta, �cu�l de estos dos es m�s seguro? Bueno, no veo ninguna diferencia, porque si el barco va al fondo, ambos ir�n, y si el barco llega al otro lado del canal, ambos aterrizar�n con seguridad.

La seguridad es igual cuando la cosa de la que depende es la misma. Entonces, si el cristiano m�s d�bil est� en el barco de la salvaci�n, es decir, si conf�a en Cristo, est� tan seguro como el cristiano m�s fuerte; porque si Cristo le fallaba al d�bil, tambi�n le fallar�a al fuerte. Si el cristiano m�s peque�o que cree en Jes�s no llega al cielo, entonces el mismo Pedro no ir� al cielo. Si la estrella m�s peque�a que Cristo alguna vez encendi� no resplandece en la eternidad, tampoco lo har� la estrella m�s brillante. ( CH Spurgeon .)

Salvaci�n

I. Su importancia. Liberaci�n&mdash

1. Del pecado.

2. De sus consecuencias.

II. Sus condiciones.

1. Confesi�n de Cristo como nuestro �nico Salvador y Se�or.

2. Fe en Su resurrecci�n.

III. Su proceso.

1. La fe trae justicia.

2. La rectitud incita a la confesi�n.

3. La confesi�n fiel asegura la salvaci�n.

IV. Su seguridad.

1. La palabra y promesa de Dios.

2. En los que se puede confiar.

3. Sin miedo a las decepciones. ( J. Lyth, DD .)

Salvaci�n

es&mdash

I. Un asunto personal.

1. Todos lo necesitan.

2. Se ofrece a todos en Cristo.

3. Te lo predicamos.

II. Suspendido por conducta humana. "Si quieres" -

1. Confiesa.

2. Cree.

III. Asegurado por la promesa y el prop�sito de Dios. ( J. Lyth, DD .)

El evangelio de la resurrecci�n

I. El evangelio satisface las necesidades generales del hombre, y esto puede probarse por el hecho de la resurrecci�n de Cristo.

1. El hombre es ignorante y necesita instrucci�n autorizada. No de artes, gobierno y ciencias; no afectan el bienestar eterno del hombre. Esa es la verdadera sabidur�a que se adapta a nuestra naturaleza m�s elevada y destino eterno. El hombre, por naturaleza, no conoce ni disfruta a Dios. "El mundo por sabidur�a no conoci� a Dios". Pero el evangelio se adapta al caso. Jesucristo ense�� todas las verdades necesarias para iluminar el entendimiento y dirigir la conciencia, y Dios lo levant� de entre los muertos como Su gran sello confirmatorio de la verdad de Sus doctrinas.

2. El hombre es culpable y necesita una propiciaci�n aceptable. Ahora Cristo resucit� de entre los muertos; por tanto, Su muerte es una expiaci�n disponible.

3. El hombre es depravado y necesita una renovaci�n completa. El evangelio se encuentra con este caso. Cristo declara que el hombre debe ser sujeto de un cambio sobrenatural y promete enviar el Esp�ritu para este prop�sito. Pero el Promotor muri�, pero resucit�; y �por tanto, exaltado por la diestra de Dios, recibi� del Padre la promesa del Esp�ritu�.

4. El hombre es supino y necesita motivos poderosos. Y el evangelio presenta motivos para despertar a los m�s supinos: motivos extra�dos de la eternidad. Cristo declara, "el que no creyere, ser� condenado" - "el que no creyere, ya ha sido condenado". Sus motivos m�s fuertes se derivan de su doctrina del d�a del juicio. Pero todas Sus doctrinas se basan en la Resurrecci�n, como la gran prueba de Su mesianismo. Y �Dios ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan� ( Hechos 17:30 ).

5. El hombre es incr�dulo y necesita pruebas s�lidas. �Y qu� evidencia puede ser m�s fuerte que que �l se levant� de entre los muertos seg�n Su propia predicci�n?

II. El evangelio tiene una provisi�n especial para la justificaci�n del pecador, y la resurrecci�n de Cristo es un gran objeto de su fe. Perm�tanos notar

1. Los requisitos previos de la fe. �Si confesares con tu boca que Jes�s es el Se�or�, es decir, reconoce a Jesucristo como tu �nico Salvador. Esta es una de las tareas m�s dif�ciles para la naturaleza humana. Nos aferramos a nuestras propias actuaciones y les damos m�ritos. "Primero debo reformarme - llorar m�s - traer un coraz�n m�s suave - orar m�s", no es "confesar al Se�or Jes�s".

2. El objeto de la fe. �Que Dios resucit� a Jesucristo de los muertos�. En las Escrituras, una parte a menudo se pone por el todo: as� que aqu�, la resurrecci�n de Cristo se pone por la totalidad de Su obra mediadora, porque por ese milagro Dios dio seguridad de que Cristo era Su Hijo, que Su sacrificio era aceptable y eficaz; y que sus leyes eran obligatorias, sus doctrinas verdaderas y sus promesas seguras.

3. El ejercicio de la fe. "Cree con tu coraz�n". A veces usamos el t�rmino "fe en la cabeza"; con lo que nos referimos a una convicci�n instintiva y racional. Esto no est� excluido; pero es solo el cofre de la joya, una c�scara de la fruta. La justicia de la fe est� en el coraz�n. Los afectos tienen ahora m�s que ver que el intelecto. En este ejercicio de fe se te pide que apruebes cordialmente la manera en que Dios salva a los pecadores; �No entender c�mo te beneficia la muerte de Cristo!

4. El est�mulo de la fe (vers�culos 12, 13). ( JA Oeste .)

Versículo 10

Con el coraz�n se cree para justicia; y con la boca se confiesa para salvaci�n.

Observe la relaci�n armoniosa entre

1. El coraz�n y la boca.

2. Fe y confesi�n.

3. Justicia y salvaci�n. ( J. Lyth, DD .)

Fe y confesi�n de fe

1. Era un dicho del Dr. Johnson, que "la cita cl�sica era la libertad condicional de los literatos", y podemos entender c�mo una simpat�a similar a la que existe entre los eruditos se obtendr�a entre Pablo y los jud�os a quienes escribi�, y ellos lo encontr� adaptando las palabras de la ley en su exposici�n del evangelio. Una comparaci�n de Romanos 10:6 con Deuteronomio 30:11 mostrar� claramente que est�n adaptados en lugar de citados.

2. En el vers�culo 9, la confesi�n viene antes de creer, habiendo un juego de palabras con las palabras citadas en el vers�culo 8; pero en el vers�culo 10 tenemos, m�s l�gicamente, la fe antes que la confesi�n.

I. "con el coraz�n se cree para justicia".

1. Naturaleza de la fe evang�lica.

(1) No es una mera fe intelectual, como cuando los hombres creen en el C�sar o en Napole�n, porque esto lo tienen los demonios cuando �creen y tiemblan� ( Santiago 2:19 ).

(2) En la creencia del coraz�n, tanto la mente como los afectos est�n impl�citos, porque en el lenguaje de las Escrituras se dice que el coraz�n razona ( Marco 2:6 ), medita ( Lucas 3:15 ) y comprende ( Mateo 13:15 ).

2. Esta fe debe estar en la resurrecci�n de Cristo.

(1) Con esto se demostr� la divinidad de la ense�anza de Cristo (cap�tulo 1: 4).

(2) Una vez m�s, Cristo fue "el resplandor de la gloria del Padre, y la imagen expresa de Su persona" ( Hebreos 1:3 ). En �l vemos encarnados las perfecciones divinas.

(3) La verdadera fe, por lo tanto, en la resurrecci�n de Cristo implica una creencia en todo el esquema mediador, y un sentido de conciencia de Dios tal que conducir� al servicio santo.

3. Por lo tanto, es una creencia "para justicia"; es decir,

(1) La justicia forense por la cual se elimin� la dificultad objetiva para el acercamiento del hombre a su Padre celestial (contexto y Romanos 3:22 ).

(2) Y tambi�n la justicia obrada en nosotros (subjetiva) al imitar la vida santa de Cristo ( 1 Juan 2:29 ; 1 Juan 3:7 ; 1 Juan 3:10 ).

(3) La justificaci�n por la fe es �el art�culo de una Iglesia en pie o en G�latas 5:6 �, pero la fe que justifica es la �fe que obra por el amor� ( G�latas 5:6 ).

II. �Con la boca se confiesa para salvaci�n�.

1. Se ha supuesto que esto se refiere a la confesi�n de fe primitiva en el bautismo. Si es as�, el texto corresponder� a Marco 16:16 .

2. Podemos, consecuentemente con lo que se ha dicho en el punto I. 3, tomar la "confesi�n" para representar el cristianismo pr�ctico, ya que confesar a Cristo con la boca es s�lo una de las "obras" realizadas por la fe amorosa.

(1) Hay una confesi�n con la boca a la que Dios nos llama. Si nuestro coraz�n est� lleno de Cristo, debemos confesarlo ( Mateo 12:34 , Mateo 10:32 ; ver tambi�n Juan 12:42 y 1 Juan 4:15 ).

(2) Pero �la Palabra est� cerca de nosotros para que la Deuteronomio 30:14 � ( Deuteronomio 30:14 ).

(a) Al hombre del mundo le resulta dif�cil comprender c�mo los cristianos profesantes pueden creer mientras sus acciones no se ven afectadas por sus creencias. En el comercio, la creencia en la deshonestidad de cualquiera con quien tiene que tratar, lo lleva a guardarse y protegerse contra posibles males. El marinero, de nuevo, cuyas cartas revelan rocas y bancos de arena, mantiene su barco a una distancia segura de ellos; hace uso de sus conocimientos.

(b) Pero el verdadero cristiano debe actuar. Su fe trae ante �l las �cosas que no se Hebreos 11:1 � ( Hebreos 11:1 ), y ya no camina bajo la influencia de las cosas que ven, como los hijos de este mundo ( 2 Corintios 5:7 ).

A medida que aumenta la salud espiritual, se desechan los viejos caminos del pecado, se limpia y purifica el coraz�n, y la vida diaria del hombre tiene una fragancia celestial que bendice a sus semejantes. Conclusi�n: El secreto de la incredulidad de los hombres reside en su mayor parte, no en la mente, sino en los afectos. No pueden decidirse a abandonar su mundanalidad y pecado, y por lo tanto llegan a considerar el mensaje del evangelio, si es que lo consideran, con mentes prejuiciosas. ( JC Pilkington, MA .)

La fe y la confesi�n la condici�n subjetiva de la salvaci�n

I. "con el coraz�n se cree para justicia".

1. La fe y la fe son una. Con respecto a los asuntos mundanos, recibimos el testimonio de los hombres; mientras que en los asuntos relacionados con el mundo invisible, recibimos el testimonio de Dios. La fe en el hombre sostiene todo el tejido de nuestro conocimiento cient�fico y secular, y la fe en Dios es el soporte de nuestro conocimiento espiritual y religioso. Si, para asegurar la salvaci�n de nuestras almas, debemos tener la �ltima fe, aun as�, para la preservaci�n y el consuelo de nuestros cuerpos, debemos tener la primera.

�Sin fe es imposible agradar a Dios�; y sin fe, sin fe, es imposible disfrutar de las ventajas de la vida civilizada. Y ya sea que tenga respeto por el hombre o por Dios, la fe es creer en el testimonio ( 1 Juan 5:9 ).

2. El ap�stol quiere claramente por �el coraz�n� lo interno, en contraste con el hombre externo; y no el emocional, en contraposici�n al hombre inteligente. Porque el contraste no es entre coraz�n y cabeza, sino entre coraz�n y boca. Los autores sagrados a menudo hablaban de �rganos corporales como si les proyectaran valores mentales. Con ellos, el "coraz�n" no denotaba especialmente los afectos que se distinguen del entendimiento (Dt 29: 4; 1 Reyes 3:9 , 1 Reyes 3:12 ; Marco 7:21 , Marco 2:6 ; Hechos 11:23 ; Proverbios 16:21). El coraz�n representaba el centro mismo de la persona, donde el pensamiento ten�a su fuente, la inteligencia su puesto de observaci�n y se atesoraban las reservas de conocimiento y experiencia.

3. Aqu� se habla del testimonio en el que se debe creer como un "informe"; es decir, la cosa anunciada por los testigos y escuchada por aquellos a quienes se dirigi�. Era un informe acerca del Salvador, y dado por testigos competentes y fieles, y confirmado por el sello de testimonio de Dios, no hab�a necesidad de que ning�n hombre saliera de s� mismo o m�s all� de s� mismo por Cristo. Porque la palabra estaba cerca de �l.

4. Pero, �por qu� creer especialmente que Dios resucit� a Cristo de los muertos? Porque el testimonio es que �l muri� por nuestros pecados, y Su resurrecci�n es la prueba de que el pecado es purificado; porque nuestro Sustituto ha sido despedido y devuelto a una vida inmortal. Por tanto, la fe segura de que Dios le levant� de los muertos lleva consigo la fe segura de que nuestra vida eterna est� asegurada.

5. Pero aunque la fe, considerada en s� misma, es simplemente la creencia en el testimonio, sin embargo, sirve para despertar diversas emociones del coraz�n de acuerdo con el car�cter del testimonio cre�do y la clase y cantidad de inter�s personal involucrado. Si no tenemos un inter�s consciente en aquello que es el tema del testimonio, entonces ninguna emoci�n resultar� de su creencia. Pero si lo hemos hecho, entonces la creencia dar� lugar a alegr�a o tristeza, esperanza o miedo, triunfo o pavor, seg�n sea el caso.

Las noticias provienen de un terrible hurac�n en el Atl�ntico medio, en el que muchos barcos se han hundido, y la fe en las noticias llena instant�neamente muchos hogares hasta ahora brillantes y felices con la tristeza de la desesperaci�n y la muerte. Pero que ahora tengan la seguridad de que los barcos particulares que conten�an sus esperanzas se han escapado y han llegado sanos y salvos al puerto, y, creyendo esto, �cu�n instant�neamente descubren que su dolor y desesperaci�n dan lugar a la gratitud y la alegr�a! Y aqu� hay un pobre vagabundo culpable, que durante mucho tiempo y gravemente ofendi� a su Padre celestial.

Ha llegado a darse cuenta del temor de su peligro. �Alguien puede extra�ar que deba �rugir� debido a la inquietud de su esp�ritu? Pero ahora escuche y crea que "Cristo Jes�s vino al mundo para salvar a los pecadores", y que "todo aquel que en �l cree, no se perder�, mas tendr� vida eterna", y qu� cambio de los terrores de la desesperaci�n al gozo de la salvaci�n es consciente de inmediato!

II. �Con la boca se confiesa para salvaci�n�.

1. La �salvaci�n� de la que se habla no est� ya alcanzada, pero para la cual, o para la cual, se confiesa. Por tanto, es algo que a�n es futuro. Aunque un hombre cristiano es salvo aqu� y ahora, sin embargo, esta salvaci�n presente no es m�s que una cosa comenzada, no completada ( 1 Corintios 15:2 ; Fil 2:12; 1 Tesalonicenses 5:8 ; Romanos 8:24 ; Hebreos 1:14 ; Rom 13:11; 1 Pedro 1:5 ; Hebreos 9:28 ).

2. Ahora es con respecto a esta redenci�n continua y finalmente completa que se confiesa con la boca para salvaci�n. "La justicia obtenida por la fe, en verdad, volver�a a caer a tierra, y no ser�a asistida por la salvaci�n, si la fe no tuviera la fuerza vital para producir la confesi�n de la boca, que habla desde la plenitud del coraz�n". Porque la confesi�n indicada no es meramente de labios, sino el reconocimiento verdadero y audaz de Cristo tanto en hechos como en palabras, Jesucristo �ante Poncio Pilato dio testimonio de la buena confesi�n� ( 1 Timoteo 6:13 ) - una que le cost� Su vida; y cualquier uni�n con �l que no tenga el esp�ritu de lealtad devota hacia �l, incluso hasta la muerte, si es necesaria, es vana ( Mateo 10:28 ; Apocalipsis 21:8; Hebreos 11:33 ). ( W. Tyson .)

Creer con el coraz�n

I. El objeto de la fe (vers�culo 9). Hay muchos que durante muchos meses se preguntan si tienen la fe correcta; mientras que lo har�an mejor si miraran para ver si su fe descansa sobre un fundamento correcto. Ahora, la fe que salva almas se basa en Cristo:

1. Como encarnado.

2. En su vida. La fe percibe que �l es perfecto en obediencia, santificado por completo para Su obra, y aunque "tentado en todo seg�n nuestra semejanza, pero sin pecado".

3. Pero principalmente en Su muerte. Faith escucha al portador del pecado que expira gritar con voz fuerte: �Consumado es�, y agrega un alegre Am�n: �Consumado es. "

4. En Su resurrecci�n. Puesto que Cristo fue puesto en la prisi�n de la tumba como reh�n y fianza para su pueblo, la fe sabe que nunca podr�a haber vuelto a salir si Dios no hubiera estado completamente satisfecho con su obra sustitutiva. "�l nunca hab�a estado en libertad". La fe, por tanto, percibe que si Cristo ha resucitado, el alma est� justificada.

5. En Su ascensi�n. La fe lo contempla en su sesi�n a la diestra de Dios, lo ve suplicando como el gran Sumo Sacerdote y esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. F�jense, no hay ni un pelo de la base de la fe en Cristo. La fe no se basa en su propia experiencia, en ning�n conocimiento que haya obtenido mediante la investigaci�n, o en el m�rito que imagina haber adquirido mediante un servicio prolongado y ardiente.

II. La naturaleza de la fe. "Con el coraz�n se cree".

1. Generalmente atribuimos el acto de fe a la mente, pero nuestro texto hace que sea una obra de los afectos.

(1) Para simplemente afirmar que la fe debe ser sincera, debemos creerla de todo coraz�n. No debe ser una fe te�rica que posea un hombre, porque su madre era de la misma convicci�n, o porque ser�a singular si fuera un infiel.

(2) Hacer una distinci�n entre la fe doctrinal y la fe que acepta a Cristo. Conozco decenas que est�n bien le�dos en teolog�a, que son ortodoxos hasta el �ltimo giro de la escala, y que luchan como tigres por un solo cabello de la cabeza de un credo, y sin embargo, nunca ser�n salvados por su fe, porque es simplemente una creencia de ciertas proposiciones abstractas que nunca afectaron su naturaleza.

2. �Qu� es esto de creer con el coraz�n?

(1) La primera obra del Esp�ritu Santo en el hombre no es ense�arle doctrinas, sino hacerle sentir un gran hambre y sed de algo, apenas sabe qu�. Su coraz�n, como la aguja, tocado con el im�n, no puede descansar porque no ha encontrado su polo. Ahora, cuando Cristo se presenta como un Salvador completo, capaz de dar salvaci�n ahora, entonces el coraz�n dice: �Bueno, eso es exactamente lo que he estado esperando.

�As� como las flores que han estado encerradas toda la noche, apenas sale el sol, abren sus copas como si sintieran -� �Ah�! �eso es lo que quer�amos! " El coraz�n extiende su brazo hacia Cristo, y Cristo entra en ese coraz�n, y el coraz�n lo aprieta contra s� mismo. Creer con el coraz�n es la propia convicci�n del coraz�n de que Jesucristo es justo lo que quiere. Muchos de ustedes tienen una fe verdadera en Cristo y, sin embargo, nunca han le�do �Las evidencias de Paley� ni �Analog�a de Butler.

�Usted apenas sabe sobre qu� base se acepta la Biblia como verdadera, y por lo tanto, los infieles astutos le dan una buena sacudida cuando se apoderan de usted en ese punto. Pero hay una cosa por la que nunca te conmover�s, sientes que el evangelio debe ser verdadero, porque se adapta a las necesidades de tu coraz�n. Si alguien te dijera cuando tienes sed: "El agua no es buena", mediante un proceso m�s fuerte que la l�gica, podr�as demostrar que el agua es buena porque apaga tu sed.

Cuando tienes hambre, si un fil�sofo te dijera: "No entiendes el suelo sobre el cual el pan nutre el cuerpo humano", dir�as: "Una cosa s�, el pan es bueno para comer si tengo hambre, y Yo te mostrar�." As� que el coraz�n creyente tiene hambre, por eso se alimenta de Jes�s; tiene sed, por eso bebe el agua viva.

(2) De nuevo, �no es el coraz�n del hombre el que se ve inducido a percibir la dificultad de reconciliar los atributos divinos? �No recuerdas cuando tu coraz�n dijo: �Dios es justo; est� bien que deber�a estarlo. Sin embargo, s� que es misericordioso, pero no puedo entender c�mo puede ser ambos, porque si es justo, ha jurado castigar, y si es misericordioso, perdonar� ". Subiste al santuario cuando tu coraz�n estaba as� perplejo, pero escuchaste al predicador mostrar claramente que Cristo se convirti� en el sustituto del hombre, entendiste c�mo Dios hab�a satisfecho toda Su justicia en la muerte de Su amado Hijo, y tu coraz�n dijo: �Ah�, esta es la respuesta que estaba esperando.

"Ahora," veo c�mo la justicia y la paz se han besado ". �Oh! el gozo y la alegr�a con que tu coraz�n se aferr� a un Redentor crucificado, diciendo: "Basta, mi angustia se ha quitado".

(3) Creer con el coraz�n implica amar el plan de salvaci�n. Mientras lo piensas, algo susurra: "�Por qu�? Un plan como ese debe ser cierto". Entonces, la dulce promesa pasa por tu mente: "Todo aquel que en �l cree, no ser� avergonzado"; y tu coraz�n dice: �Entonces, creer� en �l; ese plan tan magn�fico en su generosidad es digno de mi amorosa aceptaci�n ".

3. Lo que es verdad de nosotros cuando comenzamos nuestra carrera espiritual es verdad durante toda nuestra vida. La fe que salva almas es siempre la creencia del coraz�n. Creo que veo a un hombre canoso que se levanta y dice: �En mi juventud le entregu� mi coraz�n a Cristo y tuve una paz y un gozo como nunca antes hab�a conocido. Desde ese momento, esta frente se ha fruncido con muchos cuidados, pero el Se�or ha sido el apoyo y la confianza de mi coraz�n. Cuando el problema se ha apoderado de m�, he podido sostenerlo.

4. Esta es la manera correcta de creer en Jes�s, porque esta es la manera en la que puedes creer en �l cuando vengas a morir. Has o�do hablar del renombrado obispo en su lecho de muerte. Sus amigos le dijeron: "�No nos conoces?" Hubo un movimiento de cabeza. A continuaci�n, los ni�os le ruegan que los recuerde. Pero �l niega con la cabeza. Por �ltimo, lleg� su esposa, y la hab�a olvidado. Al fin, uno le dijo al o�do: "�Conoces a Jes�s?" La respuesta fue instant�nea.

"�Conocerlo?" dijo �l: "S�, �l es toda mi salvaci�n y todo mi deseo". Aunque el coraz�n pueda conocer a la esposa y al hijo, nunca podr� el coraz�n conocer el objeto terrenal m�s querido como conoce a Cristo. El que cree de coraz�n, tiene a Cristo en �l, no en �l, la esperanza de gloria.

5. Es una cosa muy bendita que �con el coraz�n se crea�; porque algunos de ustedes dir�n: "No tengo suficiente cabeza para ser cristiano". Incluso los necios todav�a pueden creer. "El caminante, aunque sea necio, no se equivocar� en ello".

III. El resultado de la fe. "A la justicia". El hombre que cree en Cristo es justo; es justo a la vez, en un momento; es justo en el germen. ( CH Spurgeon .)

Creer con el coraz�n

El asiento de la fe, merece ser observado, no est� en el cerebro, sino en el coraz�n; No es que desee entrar en disputas sobre la parte del cuerpo que es el asiento de la fe, pero como la palabra "coraz�n" generalmente significa un afecto serio, sincero y ardiente, deseo mostrar la confianza de la fe en ser un principio firme, eficaz y operativo en todas las emociones y sentimientos del alma, no una mera noci�n desnuda de la cabeza. ( J. Calvino ).

Juicio del coraz�n

1. La impresi�n popular es que el argumento produce una creencia, y que no se puede sostener una creencia fundada con justicia a menos que el hombre haya tenido razones intelectuales claras para esa creencia.

2. La vida contradice este punto de vista al por mayor. Los hombres creen miles de cosas de las que no han tenido demostraci�n, y hay multitud de cosas que los hombres pueden demostrar que no creen. �Qu� es evidencia? Es aquello que satisface el intelecto, la conciencia, el gusto y las emociones. Algunos hombres quieren evidencia que toque el intelecto; alguna evidencia que toca la imaginaci�n; alguna evidencia que toca el sabor; alguna evidencia que golpea el sentido moral. La evidencia que convence a un hombre no tiene ning�n efecto sobre otro.

3. Ahora, con respecto a la evidencia, la creencia tiene un amplio rango. En las cosas materiales, un hombre cree en la evidencia de los sentidos. Pero en lo que respecta a las cosas cient�ficas, no hay evidencias que sean menos fiables que las operaciones obvias de los llamados cinco sentidos. Eso te lo dir�n Huxley y Tyndall. Aqu�, un intelecto entrenado es el maestro de la evidencia. Un investigador apasionado se deja llevar. Los hombres insisten en que debes descargar todo sentimiento, dejar a un lado todas las nociones preconcebidas y venir con tu mente tan transparente como el cristal a la investigaci�n.

4. Pero el alcance de la verdad que se incluye as� en el �mbito de nuestra investigaci�n es relativamente peque�o. Las verdades que contribuyen a la madurez, el car�cter y la conducta son innumerables e inmensamente m�s importantes. La mayor parte de las preguntas sobre las que los hombres deben creer o no, se refieren a un tipo de verdad que nunca se puede juzgar con un intelecto puro y fr�o. Todas las verdades sociales y morales dependen de los afectos.

Un hombre que lleva una mente puramente matem�tica a la lectura de Milton es un tonto. Un hombre que leyera a Tennyson como un microscopista examinar�a un insecto, �qu� absurda ser�a su conducta! En el departamento m�s grande, entonces, la fe depende de los sentimientos. No quiero decir que excluya al intelecto, sino que el intelecto investigador est� obligado a estar en armon�a con los sentimientos que dominan el departamento donde reside la verdad.

Las verdades de la belleza, que abarcan todo el �mbito del arte, no pueden ser concebidas por un intelecto puramente especulativo. El intelecto debe estar atravesado por los elementos de lo bello para poder apreciarlo. Hay una gran cantidad de matem�ticas en la ciencia de la m�sica; sin embargo, la m�sica misma no puede ser apreciada por el simple hombre de ciencia sin el sentido o la facultad de la m�sica en �l.

5. Las grandes verdades religiosas que determinan la conducta y el car�cter no pueden entenderse sino a trav�s del estado del coraz�n. Las pasiones animales m�s bajas se entregan a nublar el sentimiento moral y el intelecto de tal manera que excluyen la verdad y la investigaci�n de ellos. El hombre natural no puede discernir las cosas del Esp�ritu. Un hombre furioso no puede comprender las emociones de la paz. Un hombre codicioso e injusto no est� en condiciones de considerar la justicia y la equidad.

�C�mo puede un hombre engre�do de vanidad tener dentro de s� una comparaci�n adecuada de sus estados morales? El ego�smo distorsiona y perturba tanto la luz de la raz�n que no puede formarse un juicio justo de las verdades ni comprenderlas incluso cuando son expuestas por otros. Recientemente, en la Universidad de Cornell, un profesor dijo: "Espero que nunca establezcan un observatorio aqu�". "�Por qu�?" �Porque la localidad es totalmente inadecuada para observaciones celestiales.

El lago Cayuga llena cada noche la atm�sfera con tanto vapor que no es hasta tarde en el d�a que se puede tener una vista clara del cielo, y apenas tres noches en todo el a�o han sido aptas para una observaci�n cr�tica de los cielos. " Las nubes que se elevan alrededor del observatorio humano impiden que los hombres vean con claridad. No pueden hacer observaciones de cosas celestiales.

6. Observe cu�n cuidadosos son los hombres al formar sus creencias sobre temas cient�ficos. Aunque las verdades de la ciencia son materiales, en gran parte, los hombres sienten la necesidad de una buena salud, de un ojo limpio y de todas las condiciones que los protejan de diversas interrupciones adversas. Hasta aqu� se lleva esto a cabo que los hombres no conf�an en s� mismos; hay lo que se llama una "ecuaci�n personal" entre ellos.

Cuando una estrella en tr�nsito pasa por una l�nea determinada, y un hombre registra el momento exacto en que golpe� la l�nea, suceder� que un cerebro embotado no la vio durante un per�odo de tiempo medible despu�s de un cerebro sensible y r�pido; y el astr�nomo tiene una ecuaci�n personal de sus propias peculiaridades de rapidez o lentitud, seg�n reglas que se han establecido, de modo que al hacer las sumas o restas, siempre lo tiene en cuenta como parte de sus c�lculos.

Esto es por el bien de las observaciones f�sicas. �Qui�n pens� en hacer una ecuaci�n personal en el juicio de los hombres sobre las grandes cuestiones morales? Mire la forma en que un juez se siente obligado a llegar a la consideraci�n de los hechos, la ley y el razonamiento. Si es un hombre obstinado por naturaleza y tiene la sombra de una idea previa en el caso, se necesitar�n el doble de evidencia y l�gica coercitiva para desalojarlo de sus prejuicios.

Un hombre honorable se negar�a a sentarse en cualquier caso en el que fuera consciente de que ten�a una descalificaci�n anterior. Ahora, mire c�mo con respecto a la justicia, la ciencia y todos los departamentos, los hombres son conscientes de las fuerzas perturbadoras que se sienten de una forma u otra; y ver c�mo se preparan para llegar a juicios correctos y corregirlos tanto como sea posible mediante revisi�n y reformulaci�n. Pero compare la forma en que los hombres abordan estos tremendos temas de la religi�n y juzgan la equidad divina y las cuestiones del derecho y el deber.

Vea c�mo los j�venes, algo inquietos desde sus viejos cimientos, se sumergen en la incredulidad. Leen sus pruebas en el peri�dico, yendo de su casa a su negocio. �Oh, he le�do sobre ese tema; Lo se todo acerca de eso." Qu� poco han le�do los hombres, qu� poco han meditado, qu� poco han tenido la menor idea de que sus juicios han sido influenciados por sus disposiciones, por su conducta, por sus deseos y anhelos, por su autocomplacencia - qu� poco �Han llegado a formarse un juicio contra las influencias demoledoras que act�an sobre ellos!

7. Ahora bien, a menudo ocurre que un hombre sincero y de mente simple, que cree en los evangelios sin una part�cula de evidencia intelectual, pero con un coraz�n hambriento y con un verdadero amor por las cosas espirituales, es inducido a creer. , Casi hab�a dicho, sin la operaci�n de su raz�n en absoluto. No puede dar una raz�n de la fe que hay en �l, como tampoco un artista puede dar la raz�n por la que se pone un poco de rojo all�, excepto que su ojo estaba hambriento de ello.

Es posible que un hombre puro de coraz�n llegue a una conclusi�n justa con respecto a las poderosas verdades, que involucran el tiempo y la eternidad, de tal manera que ser� el hazmerre�r y la burla de eminentes fil�sofos, o incluso eminentes te�logos. Pero hombres tan sencillos creen con el coraz�n. La temperatura del coraz�n era tal que los inclinaba a aceptar estas cosas y, acept�ndolas, cre�an en Dios y se sent�an bien.

8. Vea c�mo esta es la doctrina de la Biblia. Tomemos, por ejemplo, Juan 1:1 , �La luz brilla en las tinieblas; y las tinieblas no lo comprendieron ". Pasa a Juan 1:20 . Nuestro Salvador da testimonio una y otra vez en el Evangelio de San Juan, que registra sus controversias con los engre�dos y eruditos del templo, cuando les declar� que les dio a conocer las verdades invisibles de Dios, que deber�an ser apreciadas por sensibilidad moral, pero que no pod�an verlos, e incluso negarlos, debido a la condici�n de sus corazones.

Este es el testimonio de las Escrituras y corrobora la experiencia de los hombres. En la vida secular, los hombres han llegado a comprender que deben prepararse antes de llegar a un juicio o apreciar algo con precisi�n. Pero en religi�n los hombres todav�a est�n pidiendo pruebas intelectuales que vendr�n como una demostraci�n matem�tica. Creen esto y no creen aquello, sobre la base de pruebas que no pertenecen en absoluto al tema.

�Bienaventurados los de limpio coraz�n; ellos ver�n a Dios �. Los hombres de coraz�n alterado, inmundos e impuros, nunca lo ver�n. Cu�dense, entonces, de la perturbaci�n de sus propios corazones. Cuidado con todos esos juicios que son meramente abstractos o f�cticos, como en la ciencia. Acepta esos juicios que te vienen del coraz�n, y se te reportan irresistiblemente como verdaderos, que brotan de las m�s altas condiciones morales, de la conciencia, la raz�n, la esperanza, la fe, el amor. ( HW Beecher .)

Creencia del coraz�n necesaria para la justicia

Dado que el fin de la religi�n es la obediencia, se desea el coraz�n. Saber lo que debemos hacer y hacerlo son dos cosas muy distintas. Para el primero: quiz�s, la mente sea adecuada; para el segundo tenemos necesidad del coraz�n. �Veo mejor y tomo el peor camino�, dijo uno de los antiguos. �Por qu�? Porque no hab�a una fuerza lo suficientemente fuerte como para impulsarlo hacia el mejor camino. Eso es lo que todos queremos. Lo que los fil�sofos llaman la fuerza din�mica - para obligarnos a obedecer lo que vemos que deber�amos.

La mayor�a de nosotros tenemos suficiente conocimiento sobre la forma correcta; lo que nos falta es el impulso de caminar en �l. El cuerpo es como una delicada pieza de maquinaria accionada por el coraz�n, que env�a la sangre pulsando a trav�s de cada vena y arteria. Sin eso, todo ser�a en vano. Lo que el coraz�n es para el cuerpo, las emociones son para el alma: la fuerza impulsora. Pero, se puede decir, el coraz�n es, de todas las partes de nuestra compleja naturaleza, el que menos est� bajo nuestro control.

La fe surge espont�neamente o no surge. Pedir a los hombres que crean o amen es una p�rdida de aliento. Dios, por tanto, se hace visible en su Hijo Jesucristo, y cuando as� lo vemos realmente, la fe debe brotar en nuestro coraz�n, tan ciertamente como lo hace la admiraci�n en el coraz�n de quien contempla una puesta de sol resplandeciente o de quien escucha una m�sica noble. o el espectador de alg�n hecho heroico. Un ni�o se hunde en un arroyo; ves a un hombre que corre el riesgo de perder la vida y que se lanza para salvar la preciosa vida.

No se necesita ning�n comando para hacer que su coraz�n brille de gratitud hacia tal libertador. Salta ante la vista. Mirar a Jesucristo toca el coraz�n, de modo que est� constre�ido por el amor de Cristo, para vivir, no para s� mismo, sino para �l. ( WG Horder .)

La fe del corazon

Recordamos haber escuchado a un predicador describir este acto de fe de la siguiente manera: - �Mira a ese hombre que se ahoga, apresurado r�o abajo por el torrente furioso con el que est� luchando convulsivamente. Sus miradas y gritos denotan la agon�a que siente. Poco a poco su atenci�n se dirige a un salvavidas, que sus amigos est�n colocando en la posici�n m�s favorable posible. De inmediato ve que si es salvo en absoluto, debe ser por ese instrumento; y aqu� est� el ejercicio de su entendimiento.

Pero es muy cuestionable si podr� alcanzarlo. La corriente parece llevarlo en otra direcci�n; sin embargo, hay esperanza; est� dando otro giro. Poco a poco se est� acercando al instrumento de su seguridad; y ahora hay esperanza, mezclada con su agon�a; se acerca cada vez m�s: sus amigos gritan "coraje" y ven con qu� energ�a se apodera del salvador de su vida. Hab�a coraz�n en ese apret�n.

Pero no m�s que cuando el pobre pecador tembloroso se aferra a Cristo. Se le se�ala la cruz, pero la corriente de sus sentimientos lo empuja a superarla. Llora y se lamenta, gime y reza; sus amigos razonan y animan; el esp�ritu opera; la esperanza brota; inmediatamente se cambia la direcci�n de la corriente; se acerca a cada momento; mira, llora, grita: "Salva, por amor de tu nombre"; y en agon�a, con todo su coraz�n, y con todos los afectos y poderes de su alma, se aferra al Salvador ". ( Manual de doctrinas de las Escrituras ).

Fe y rectitud

Mire ciertas doctrinas y vea lo que deben producir cuando se cree con el coraz�n. Es una parte de la revelaci�n de las Escrituras que Dios es omnisciente y omnipotente, que est� siempre a mano para anotar las acciones humanas y registrarlas para el juicio. �Se puede realmente creer esto y, sin embargo, el creyente deja de ser intensamente serio para aprobarse a s� mismo ante los ojos de Dios? M�s bien, �no producir� su fe una santa reverencia del Todopoderoso y lo har� caminar con prudencia, porque camina junto a su Hacedor y su Juez? La Biblia le cuenta, adem�s, de un asombroso plan de rescate planeado y ejecutado por Dios en su nombre y en el de sus semejantes.

Pone a Dios ante �l como dando a Su propio Hijo, y a ese Hijo como entreg�ndose a s� mismo a la ignominia y la verg�enza para que el perd�n pueda ser puesto al alcance de los pecadores. �Se puede creer esto y, sin embargo, el creyente no resplandece de intenso amor hacia un Dios tan misericordioso? s�, y hacia sus semejantes, viendo que son objetos de la misma misericordia y, por lo tanto, igualmente preciosos a los ojos del Creador. Pero a�n m�s.

Junto con la revelaci�n de este esquema de misericordia, la Biblia establece condiciones aparte de las cuales no podemos participar en las bendiciones de la muerte de Cristo, imponiendo deberes de cuya ejecuci�n depender� nuestra porci�n futura, y anexando amenazas y promesas justas. como si fu�ramos a ser juzgados por nuestras obras independientemente de la sangre del Redentor. Nos habla del cielo; nos habla del infierno; y, trat�ndonos como con criaturas responsables, nos conjura con las alegr�as de un estado y los terrores del otro a �vivir sobria, justa y piadosamente en el mundo.

�Ahora dime, �qui�n cree esto? �El hombre que vive como si no hubiera cielo ni infierno, haciendo las mismas cosas, obedeciendo las mismas pasiones, descuidando los mismos deberes, que est�n prohibidos o mandados, para con todos los que escapar�an de la ira y encontrar�an misericordia en el m�s all�? Imposible. Estas cosas no las puede creer el hombre sensual, el codicioso, el orgulloso o el ambicioso. La fe en estas cosas debe conducir al esfuerzo, a la obediencia, a la abnegaci�n. ( H . Melvill, BD ).

Confesi�n de fe

I. el orden divino de la salvaci�n.

1. Fe.

2. Confesi�n.

II. El resultado de este pedido.

1. Justicia.

2. Salvaci�n.

III. Inferencias.

1. Estos requisitos son una cuesti�n de deber actual.

2. La incredulidad y el silencio son pecaminosos. ( WW Wythe .)

Confesi�n con la boca

1. No debe haber confesi�n donde no haya un creyente. Profesar lo que no tienes es convertirte en un comerciante enga�oso, que finge estar llevando a cabo un negocio muy grande, mientras no tiene acciones ni capital. Hacer una profesi�n, sin tener una posesi�n, es ser una nube sin lluvia, un lecho de r�o sin agua, un mero actor de teatro, un �rbol podrido, verde por fuera, pero por dentro, como dice Bunyan, " s�lo sirve para ser yesca para la yesca del diablo ".

2. Sin embargo, la fe verdadera produce obras; y, entre los dem�s, la confesi�n de Cristo. La fe, sin obras, es ra�z muerta, que no da fruto; un pozo lleno de vapor mortal; un �rbol dos veces muerto , arrancado de ra�z, como algunos de esos monstruos del bosque que bloquean la navegaci�n del Mississippi, sobre el que han naufragado muchas buenas embarcaciones. As� como hab�is de huir de la profesi�n sin fe, huid igualmente de una fe que no produce una buena profesi�n.

I. Confesar a Cristo con la boca abarca toda la obra de vida del cristiano. Consiste en

1. Unirse en actos de culto p�blico. Tan pronto como fueron discernibles las dos simientes distintas de la mujer y de la serpiente, "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Se�or", mientras que los que no tem�an a Dios se fueron a sus diversas ocupaciones. Cuando Jeroboam instal� los becerros en Betel, el acto de estar con la multitud alrededor de los patios del templo fue una clara confesi�n de lealtad a Jehov�.

En los tiempos apost�licos, los que cre�an eran constantes en la doctrina del ap�stol, en el partimiento del pan y en la oraci�n. En los primeros d�as de la cristiandad, es posible que vea una imagen como esta: Hay un arco bajo, como la abertura de una alcantarilla. All� llega una doncella, que se agacha y emerge a una de las catacumbas de Roma. Una antorcha hace visible la oscuridad, y alg�n hermano vigilante la observa; pide su contrase�a.

El hecho de que est� all� la prueba como cristiana. Ella no habr�a estado all� para adorar a Dios entre esos parias de la sociedad si no hubiera amado al Se�or. Mucho lo fue en tiempos posteriores. Cuando el Lollard predic� a un pu�ado en alguna granja remota, con un vigilante afuera; o en los d�as del Pacto, mientras los dragones de Claver-house olfateaban a su presa, es posible que tenga claro que eran para el Se�or de los Ej�rcitos, que se enfrentaron con peligro de sus vidas.

Hoy es tan para muy pocos. Hay algunos, quiz�s, cuyas �ltimas palabras de su esposo fueron: "Si vas a la iglesia, nunca volver�s a entrar a mi casa"; pero no es as� con novecientos noventa y nueve de mil. Nos mezclamos santo y pecador. Y si esta fuera la �nica profesi�n, no cumplir�a la intenci�n de mi texto. En tiempos de persecuci�n lo har�a; pero ahora es poca o ninguna confesi�n para la mayor�a de nosotros sentarse c�modamente en nuestros asientos y escuchar al predicador, y luego seguir nuestro camino.

2. Una atenci�n diligente a esas dos ordenanzas que Cristo pretende que sean la insignia distintiva de los creyentes. Bajo la antigua dispensaci�n mosaica, las ordenanzas eran solo para los israelitas. Y bajo la dispensaci�n cristiana no hay ordenanzas para los extranjeros. El et�ope viaj� desde el reino de Candace para poder estar presente en el culto distintivo del jud�o. Recuerda cu�n cuidadosamente eran los jefes de las casas jud�as que ellos y todos sus hijos estaban presentes en la Pascua.

(1) El bautismo es la marca de distinci�n entre la Iglesia y el mundo. Es el cruce del Rubic�n.

(2) La Cena del Se�or establece la distinci�n entre el creyente y el mundo en su vida y aquello por lo que su vida se nutre.

(3) Ambas ordenanzas traen consigo una cruz hasta cierto punto, especialmente la primera.

3. Una asociaci�n con el pueblo del Se�or. As� fue en los tiempos antiguos. Mois�s puede, si se debilita, vivir en la corte del Fara�n, pero considera que el oprobio de Cristo es mayor riqueza que los tesoros de Egipto. Qu� ilustraci�n conmovedora de este punto tenemos en Rut 1:16 . Encontramos en la Iglesia primitiva, que tan pronto como un hombre se hac�a cristiano, iba a su propia compa��a.

Pablo no se content� con ser bautizado; y dondequiera que hubiera gente de Dios, siempre se les form� en una Iglesia. Aquellos que hablan a la ligera de la comuni�n en la Iglesia hacen da�o. Supongamos que, en lugar de la compacta falange de esta �nica Iglesia, fu�ramos divididos en cristianos individuales, algunos de los m�s c�lidos entre ustedes se enfriar�an; los peque�os de entre nosotros estar�an sujetos a falsas doctrinas; mientras que incluso los m�s fuertes de aqu� sentir�an que es un duelo muy solemne.

4. La toma de la cruz en la familia. Puede ser que seas el primero en convertirse. Oras, y hay una risa resonante dentro de las paredes. �Perseverar! porque ahora es que debes hacer confesi�n para salvaci�n. Tu fe no puede salvarte a menos que digas: "No puedo amar a padre o madre m�s que a Cristo". Esto es duro; pero recuerda el ejemplo de tu Se�or, por quien lo haces.

5. Dar testimonio en tiempos de tentaci�n. La respuesta del joven Jos� fue: "�C�mo puedo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?" El caso de Nehem�as es igualmente pertinente. "�Puede un hombre como yo huir?" Christian, alg�n truco sucio en los negocios se interpone en tu camino. Ahora, juegue al hombre y diga: "Preferir�a morirme de hambre que hacerlo". Un s�bado por la ma�ana, cuando le inviten a perder sus horas santas, diga: "No, soy cristiano".

6. Testificar siempre que seamos llamados a juicio por causa de Cristo. Recuerde a los tres ni�os hebreos, Daniel, Pedro y Juan. Me he dado cuenta de que siempre que es probable que los hombres pierdan algo por Cristo, los m�s t�midos suelen salir en ese momento. No escuchas de Jos� de Arimatea mientras Jes�s vive. Pero cuando el cuerpo de Cristo est� en la Cruz, suplica Su cuerpo. �Y qui�n ayudar� a envolverlo en especias? Nicodemo, que vino a Jesucristo de noche.

El ciervo vuela delante de los sabuesos, pero cuando se trata de aullar, lucha con la valent�a de la desesperaci�n. Erasmo dijo que no estaba hecho de la materia adecuada para ser un m�rtir. As� que los papistas lo imaginan colgando en alg�n lugar entre el cielo y el infierno. Sab�a la verdad, pero no ten�a el valor de confesarla; mientras que Lutero golpe� la triple corona en la frente del Papa. �Si Jehov� es Dios, seguirle�, etc .

7. El salir de su camino a veces para dar testimonio. ��Qui�n est� del lado del Se�or? que venga a m� ". De vez en cuando no podremos confesar a Cristo, a menos que hagamos algo que parezca duro y extra�o. Seguramente, los El�as de Dios no pueden estar callados mientras miles de sacerdotes de Baal encienden sus fuegos. Encontraremos necesario entrometernos en las delicadezas de la etiqueta y, como el profeta que vino a Betel, tendremos que clamar contra los altares en los que otros pagan sus votos.

8. El uso de nuestra posici�n como m�todo de confesi�n. Joshua es el cabeza de familia que usa esa posici�n: "En cuanto a m� y mi casa, serviremos al Se�or". Que se erija el altar de la familia. Usted tiene influencia, tal vez, donde puede ayudar a la Iglesia de Cristo. Ester vino al reino "para un tiempo como este". Algunos de ustedes son grandes empleadores o miembros del Parlamento. Toda esa influencia es mucho dinero que se te da para que lo pongas en inter�s de tu Se�or.

9. Predicaci�n. Algunos de ustedes tienen la habilidad de hablar. Puedes hablar sobre pol�tica y ciencia; pero si amas a Jes�s, �vas a prestar toda tu atenci�n a estos temas inferiores? Me dices que est�s nervioso. No importa. Si se descompone media docena de veces, int�ntelo de nuevo; descubrir�s que tus talentos aumentan. Esta confesi�n, entonces, es una obra de por vida. El cristiano debe ser algo as� como un m�dico.

Hay una placa de lat�n en su puerta y una campana grande. �De qu� otra manera profesa ser m�dico? No ves una caja de lancetas colgando a su lado, ni lo ves vestido con un traje peculiar. Su profesi�n la lleva a cabo su pr�ctica. As� es como debe llevarse a cabo la profesi�n de cristiano. Cuando fuimos a la escuela dibujamos casas, caballos y �rboles, y se utiliza para escribir �casa� debajo de la casa, etc .

, porque algunas personas podr�an haber pensado que el caballo era una casa. As� que hay algunas personas que necesitan llevar una etiqueta en el cuello para demostrar que son cristianos, o de lo contrario podr�amos confundirlos con pecadores. Evita eso. Deje que su profesi�n se manifieste por su pr�ctica.

II. No se disculpe por esto, porque ninguna excusa ser� v�lida. �Perder� su negocio! �Pi�rdalo y gana tu alma, y ??estar�s pasado de moda! �Qu� es estar de moda? �Ser�s despreciado por los que te aman! �Amas a tu esposo o esposa m�s que a Cristo? Si es as�, no eres digno de �l. �Pero eres tan t�mido! Tenga en cuenta que no es tan t�mido como para perderse al fin, porque los temerosos e incr�dulos tendr�n su porci�n en el lago que arde.

En el silencio de la hora de la enfermedad o de la muerte, ninguna excusa, por enga�osa que parezca hoy, responder� a su conciencia; y si es as�, responda a su conciencia, dependa de si no satisfar� a Dios. Conclusi�n:

1. Recuerde lo deshonroso que es decir que cree y, sin embargo, no confesar. Eres como una rata detr�s del friso, que sale de vez en cuando cuando nadie est� mirando y luego vuelve a correr detr�s. �Qu�! �Debe tratarse a Cristo como si su nombre fuera algo que se declarara en agujeros y esquinas? No, que se diga frente al sol: "Amo a Jes�s, que se entreg� a s� mismo por m�". Muri� a la faz del sol, rodeado de burladores; y con burladores a nuestro alrededor, declaremos nuestra fe en �l.

2. Cu�n honorable ser� la confesi�n para ti. Si tuviera que alistarme en un ej�rcito y encontrara para mis camaradas raspaduras de la calle, no creo que me gustar�a ser soldado; pero si encontraba a mi coronel un gran conquistador, y que ten�a como competidores a hombres que hab�an ganado renombre, me sentir�a honrado de que se me permitiera ser tamborilero. As� que cuando leo la lista y encuentro a Abraham, Isaac, Jacob, Mois�s, David, Daniel, Isaac, Jesucristo mismo, los ap�stoles, Lutero, Calvino, etc. , considero un honor si mi nombre se encuentra escrito con suyo, como el soldado m�s humilde del ej�rcito.

3. Les insto a esto, porque los har� �tiles. Un cristiano secreto es una vela debajo de un celem�n, sal sin sabor.

4. La gracia es suficiente. Si la gracia te coloca en la cima del templo, conf�a en ella, la gracia te mantendr� all�.

5. La recompensa es espl�ndida. "El que me confiesa delante de los hombres, yo le confesar� delante de mi Padre que est� en los cielos". Hab�a una vez un pr�ncipe que viaj� a una parte distante de los dominios del rey, donde era poco conocido y cuidado. La gente dijo: �Este es el heredero; vamos a insultarlo ". Otros dijeron que no era heredero en absoluto. Y acordaron ponerlo en la picota. Mientras estaba all�, dijeron: "�Qui�n se atreve a reconocerlo y estar a su lado?" Uno de la multitud, que dijo: "�Me atrevo!" se sentaron al lado del pr�ncipe; y cuando arrojaron su inmundicia o hablaron duras palabras del pr�ncipe y de �l, �l se qued� all�, sonriendo, y lo recibi� todo.

Pasaron los a�os, el rey entr� en esos dominios y los someti�; y lleg� un d�a de triunfo. El pr�ncipe lleg� a las puertas y los traidores, todos encadenados, se pararon ante �l temblando. Destac� de entre la multitud a un solo hombre, y dijo a los traidores: ��Conoc�is a este? �l estuvo conmigo el d�a en que me trataste con desprecio. �l estar� conmigo en el d�a de mi gloria. �Sube ac�! " Y el pobre y despreciado ciudadano de esa ciudad rebelde cabalgaba por las calles al lado de su rey. Esta es la par�bola. �V�velo! ( CH Spurgeon .)

La confesi�n de Cristo indispensable

A veces se dice que la piedad deber�a ser retra�da y no ser vista. �Pero por qu�? No hay nada de eso en la Biblia. Se reprendi� la hipocres�a; pero pido un solo pasaje donde se reprenda la manifestaci�n de la religi�n pura. �As� alumbre vuestra luz delante de los hombres�, �El que se averg�ence de m�, etc . Se supone que la religi�n es manifiesta, si es que existe. Es constituir el car�cter y distinguir al hombre.

Les se�alo el ejemplo de Cristo. La religi�n lo es todo en su vida. Les se�alo el ejemplo de Paul. No ves nada m�s en su vida que su religi�n. Les se�alo a David, Isa�as, Juan y los santos m�rtires. Los hombres eran hombres modestos; pero su religi�n era abierta y audaz. Y as� es en todas las obras y hechos de Dios. �Oculta el sol sus rayos del mediod�a bajo el argumento de que la luz pura no debe ser ostentosa? �Es la luna - que, como el cristiano, brilla por la luz reflejada - o las estrellas se averg�enzan de enviar sus rayos sobre un mundo oscurecido? De hecho, la luz no brilla para exhibirla, sino para usarla; no para su propia gloria, sino como la luz que deber�a irradiar de la vida del cristiano, para ilustrar la gloria del gran Creador.

El oc�ano que �l ha hecho no se averg�enza de rodar, el rel�mpago del cielo para jugar, el roble para extender sus ramas, la flor para florecer. La violeta m�s humilde no se averg�enza de exhibir su belleza y exhibir la alabanza de su Hacedor. Y si la luz cristiana no brilla en la vida, tenemos la m�s alta evidencia de que nunca se ha encendido en el seno. ( A. Barnes, DD .)

La confesi�n de Cristo indispensable

Durante una serie de servicios evangel�sticos en Irlanda, un joven encontr� la paz con Dios, pero tres noches despu�s lo encontr� nuevamente en la sala de consultas. "�Qu� ocurre?" Yo dije. �Estaba demasiado precipitado la otra noche; no hay ning�n cambio en m� ". �No, se�or, esa no es la raz�n. No has confesado a Cristo ". Casi salt� de asombro. "�C�mo lo sabes? �Quien te lo dijo?" �Nadie me lo dijo, o necesitaba dec�rmelo.

Cuando un hombre se va confiando una noche y vuelve dudando la siguiente, es una se�al infalible de que no ha confesado a Cristo �. Luego dijo: �Tienes raz�n; Vivo solo con mi madre, que es cristiana. Mientras caminaba a casa pens� que se lo dir�a, pero mi coraz�n fall�. Entonces me dije a m� mismo: 'Se lo dir� ma�ana por la ma�ana', pero al d�a siguiente me pareci� m�s dif�cil en lugar de menos, y se me ocurri� que ella dir�a: '�Por qu� no me lo dijiste anoche? ' Entonces surgi� el pensamiento: 'Si hubieras encontrado un billete de cinco libras, se lo habr�as dicho lo suficientemente r�pido.

Sin embargo, aqu� has ??encontrado a Cristo y la vida eterna, y no pronuncias un sonido: por qu� todo es un enga�o '. Y me dije a m� mismo: 'No soy salvo en absoluto. Si lo hubiera sido, no hubiera podido evitar confesarlo '�. Dije:� S�, amigo m�o; en lugar de que el diablo te tiente, t� tentaste al diablo, y �l comenz� su antiguo juego de hacerte desconfiar de la Palabra de Dios ". Le entreg� su coraz�n de nuevo al Salvador y se fue a cont�rselo a su madre.

A la noche siguiente lo encontr� en la sala de consultas, se�alando con el alma a Cristo. Lo toqu� de pasada y le dije: "�C�mo te va ahora?" �l mir� hacia arriba con una sonrisa brillante y dijo: "�Le dije a mi madre!" ( DL Moody .)

Necesidad de confesi�n

El teniente Watson, una vez un joven arist�crata alegre, se despert� y se convirti� por medio de unas pocas palabras serias pronunciadas por un oficial hermano (el capit�n Hawtry), cuando se estaba preparando para un baile. Creciendo r�pidamente en gracia y confesando a Cristo desde el principio y constantemente, pronto fue llevado, mientras serv�a en la Pen�nsula, bajo Wellington, a celebrar reuniones en su propio cuartel para los soldados, que estaban espiritualmente en una condici�n muy desamparada.

Muchos de ellos se convirtieron, pero los oficiales generalmente se burlaron y llamaron al Teniente. Watson "Coachie", diciendo que condujo el coche de correo al cielo y llorando tras �l: "�Hay espacio para pasajeros dentro o fuera de esta noche?" Un oficial, sin embargo, el teniente. Whitley, un hombre de mente refinada y cient�fica, se comport� de manera diferente y, aunque razon� con Watson, siempre se comport� como un caballero. El resultado de conversaciones tranquilas fue que se interes� seriamente en el evangelio.

�Un d�a�, dice el Sr. Watson, �al repetir la pregunta, '�C�mo voy a obtener el Esp�ritu?' Respond�: 'El Se�or dijo:' Pidan, y recibir�n '. �l dijo:' Espero haber pedido, aunque d�bilmente '. Le coment�: 'Jes�s dijo de nuevo: "Si un hombre quiere ser mi disc�pulo, debe negarse a s� mismo, tomar su cruz y seguirme". "�Qu� quiso decir con eso?" �l dijo. Le dije: 'Ahora puedes tener una prueba pr�ctica.

Sabes que tenemos una reuni�n p�blica. �Tomar�s tu cruz y vendr�s esta noche? "Cualquier cosa menos eso", dijo. 'Pero debes recordar las palabras de Jes�s', le dije: 'Cualquiera que se averg�ence de m� y de mi doctrina en esta generaci�n pecadora, yo me avergonzar� de �l cuando venga en mi gloria'. exclam�: "Ir�". Y se someti� a un gran ejercicio mental.

�Por supuesto que la marcha fue muy bendecida para �l, y poco despu�s� el Se�or lo llen� de gozo y paz al creer. Ahora se volvi� sumamente valiente por la verdad, y no cesaba, dondequiera que estuviera, de hablar de Jes�s �.

Poder de la confesi�n

Al relatar su experiencia durante la Guerra de la Independencia, el Capit�n Watson dice: �Fui nominado para sentarme en una corte marcial de guarnici�n. En la ocasi�n estuvieron presentes varios oficiales de diferentes rangos y regimientos, y antes de que comenzaran los procedimientos, algunos de ellos se entregaron a observaciones vagas y esc�pticas. '�Ay!', Pens�, 'aqu� hay muchos que no se averg�enzan de hablar abiertamente en nombre de su amo, y �callar� y me abstendr� cuando se cuestione el honor y la causa de Aquel que ha tenido misericordia de m�?' Busqu� sabidur�a y ayuda de lo alto, y pude hablar durante un cuarto de hora de una manera que asombr� a mis oyentes y a m� mismo. El Se�or se complaci� en dar una recepci�n favorable a lo que dije, y no pronunciaron otra palabra inapropiada durante mi estad�a en esa habitaci�n �.

Versículos 11-13

Todo aquel que en �l cree, no ser� avergonzado (ver Romanos 9:33).

El creyente no se averg�enza

Eso es o ...

I. No se avergonzar� del incumplimiento de aquello que es objeto de su confiada expectativa. Es una confianza que bien podr�an apreciar y confesar, seguros como est�n de la burla de cualquier fracaso o decepci�n en sus esperanzas. Todas las promesas de Dios en Cristo Jes�s son s� y am�n; y es por su realizaci�n segura y puntual, que la esperanza que inspiran es una esperanza que �no averg�enza.

�Cuando el vers�culo se considera as�, su referencia es al futuro, cuando todas las promesas se cumplir�n. Entonces el creyente levantar� la cabeza y se regocijar�. De lo contrario, avergonzado de la imaginaci�n vana e ilusoria en la que antes se hab�a apoyado, se hundir�a en la desesperaci�n.

II. O no se avergonzar� ahora, cuando las promesas solo se han cre�do todav�a. Incluso en esta etapa, la fe podr�a tener un efecto presente y poderoso en reprimir la verg�enza y, m�s especialmente, la verg�enza de hacer la confesi�n de s� misma y, por lo tanto, de testificar de Cristo. Como cualquier otro principio de urgencia fuerte y sentida en su interior, puede deleitarse en el desahogo y la expresi�n de su propia expresi�n, y en derribar las restricciones, ya sea de verg�enza o de miedo, que de otro modo podr�an haber interceptado su expresi�n (Sal. 116: 10). ; Sal_39: 8; Mateo 12:34 ).

El ap�stol no se avergonz� por la certeza que sent�a en Aquel en quien cre�a y la firme convicci�n que ten�a de su capacidad para salvarlo. Por tanto, pide a Timoteo que no se averg�ence del testimonio de nuestro Se�or, quien nos dice que cualquiera que se averg�ence de �l y de sus palabras, tambi�n el Hijo del Hombre se avergonzar� de �l. Nos gusta esta vista del texto. Vincula as� la creencia de su primera cl�usula con la confesi�n de la segunda, y armoniza el dicho de que "la confesi�n es para salvaci�n" con el dicho de que "el fin de nuestra fe es la salvaci�n de nuestras almas".

III. De la proposici�n de este vers�culo podr�a extraerse cierta proposici�n inversa que bien podr�a usarse como un criterio por el cual probar y determinar la realidad de nuestra fe. Si es cierto que todo aquel que en �l cree no se averg�enza, entonces deber�a ser cierto que todo el que se averg�enza de �l no cree. O el que no le confiesa con la boca, no le cree de coraz�n.

�C�mo es posible, entonces, que Cristo y todo lo expresamente cristiano sean excluidos tan sistem�ticamente de la sociedad como temas de conversaci�n? La emigraci�n generalizada de todo un barrio de un pa�s a otro en este mundo ser�a la conversaci�n constante de todos sus partidos. �C�mo es que no nos encontramos con nada como esto sobre el tema de esa emigraci�n universal de un mundo a otro? �Es porque no hay atuendos, ni preparativos y, por lo tanto, no hay perspectivas de las que hablar, que no tienen lugar en el rec�proco solo porque no tienen lugar en el negocio o en el coraz�n de los hombres? Rara vez o nunca son sujetos de conversaci�n, simplemente porque rara vez o nunca son sujetos de pensamiento.

O si hay alguien que piensa en ellos, pero se averg�enza de hablar de ellos, tal decimos que es la magnitud abrumadora del inter�s que est� en juego, que solo necesita un sentido consciente de ellos para poner en fuga tanto el miedo como la verg�enza. de este mundo. ( T. Chalmers, DD .)

El cristiano no se averg�enza

I. De Cristo ( 2 Timoteo 1:12 ; Marco 8:38 ).

II. Del evangelio ( Romanos 1:16 ).

III. En la venida de Cristo ( 1 Juan 2:28 ).

IV. Del pueblo de Dios ( Rut 1:16 ; Flp 5:16).

V. De la revelaci�n de Dios ( Salmo 119:6 ; Salmo 119:31 ; Salmo 119:46 ; Salmo 119:80 ).

VI. Sufrir como cristiano ( 1 Pedro 4:16 ).

VII. Efesios 2:1 su estado anterior ( Efesios 2:1 ).

VIII. Para llevar el oprobio de Cristo ( 2 Timoteo 1:8 ; 2 Timoteo 1:16 ).

IX. En el �ltimo gran d�a ( Daniel 12:1 ).

X. De �nada� ( Filipenses 1:20 ). "No se avergonzar�n los que te esperan". ( Homil�tica Mensual .)

El creyente no se averg�enza

I. Todo aquel que conf�e en otra cosa que no sea en Cristo, ser� avergonzado. Los jud�os de su confianza en la ley. Tambi�n los que, con el rey Asa, conf�an en los m�dicos y no en Dios en el d�a de la enfermedad, as� tambi�n los que conf�an en sus riquezas contrariamente al mandamiento del Esp�ritu, a quienes Cristo llama necios. Estos tambi�n que buscan p�rdidas a los magos y no a Dios. Muchos conf�an en las cosas externas sin Dios, pero son pocos los que conf�an en Dios sin las externas.

II. Hay mucho temor y duda sobre d�nde est� la fe, pero al final los creyentes no se avergonzar�n. Esto les da confianza ante el oprobio que les arroja el mundo. Aunque se hable contra el evangelio en todo lugar, Pablo no se avergonzar� de �l. Esto tambi�n consuela contra la culpabilidad del pecado, que es la verdadera causa de la verg�enza. La fe obtiene el perd�n y, por lo tanto, nunca seremos avergonzados, y cuanto m�s creemos, menos tememos a la verg�enza.

Peter camin� sobre el agua y se avergonz� de s� mismo, porque comenz� a hundirse. Cual fue la causa? No el viento ni las olas, sino el defecto de la fe. Haz, pues, preciosa cuenta de tu fe, y esfu�rzate por aumentarla. Cierto capit�n, que estaba en una escaramuza ardiente, fue derribado y dado por muerto. Tan pronto como se recuper�, primero pregunt� si su objetivo estaba a salvo, ya que sus enemigos no deber�an conseguirlo. As� que mira tu fe, porque el diablo, tu enemigo, la mirar�, y no ser�s avergonzado.

III. Los imp�os y los incr�dulos son desdichados por la verg�enza que les sigue. Casi no puede haber un argumento m�s fuerte contra el pecado que decir que lo avergonzar�. Algunos, como bestias desvergonzadas, se enorgullecen de su verg�enza, convirtiendo eso en un pasatiempo con el necio de Salom�n ( Proverbios 10:23 ), que deb�an lamentar con l�grimas de sangre.

Es un rostro de bronce que no se averg�enza de la blasfemia, la embriaguez, el adulterio y el orgullo. Aunque muchas de estas cosas no se averg�encen ahora, sin embargo, en el d�a de la muerte o del juicio ser�n avergonzadas, y entonces no habr� cobertura para su verg�enza. Si eres uno de ellos y te sonrojas, hay esperanzas en ti. Cuando un ladr�n es apresado, �c�mo se inclina ante los hombres? �Pobre de m�! Si no crees, ni te arrepientes, �c�mo podr�s mirar a Cristo a la cara cuando venga al juicio? Por tanto, vivamos de tal manera que cuando �l aparezca seamos valientes y no nos avergoncemos ante �l en Su venida. ( Elnathan Parr, BD .)

El creyente no se averg�enza

La fe es una fuente frecuente de verg�enza. �Con qu� frecuencia la confianza infundada en nosotros mismos o en los dem�s nos ha tra�do deshonra y desilusi�n? En una direcci�n, y solo en una direcci�n, podemos decir con confianza ilimitada que todo aquel que crea no ser� avergonzado.

I. El creyente podr�a avergonzarse.

1. De Cristo, �fue �l?

(1) Ignorables - fueron, por ejemplo, que demostr� ser simplemente el Nazareno y no el Verbo hecho carne; el Hijo de Mar�a y no el Hijo de Dios.

(2) Moralmente imperfecto. Si �l, quien se declar� sin pecado, se mostr� sorprendido en una falta.

2. De su servicio. �Podr�a demostrarse que es ...

(1) Ignominioso, que implica bajeza y servilismo;

(2) Malvado y contra la conciencia;

(3) Doloroso e impracticable, entonces el creyente podr�a avergonzarse de su obediencia cr�dulo.

3. De su ense�anza. �Fue ...

(1) Fr�volo e indigno de un estudio inteligente.

(2) Inmoral y ofensivo para el sentido moral.

(3) Impracticable e inadecuado para la vida cotidiana.

4. De Su influencia, si fuera ...

(1) Inactivo;

(2) Transitorio; o

(3) No para siempre.

5. De sus recompensas prometidas, si fueran:

(1) Sin fundamento, o

(2) In�til. Probado por estas pruebas, �qui�n podr�a salir indemne?

Mencione a uno de quien en todos estos aspectos se podr�a decir que el que cree en �l no ser� avergonzado. �Es Cristo una excepci�n? Si.

II. El creyente no puede avergonzarse,

1. De Cristo. Considerar&mdash

(1) La dignidad de Su persona. �El resplandor de la gloria de Dios�, etc .

(2) La perfecci�n de su car�cter. "�l no cometi� ning�n pecado". "Se fue haciendo bien".

2. De su servicio.

(1) Es de los m�s nobles, como se muestra en:

(a) Su car�cter;

(b) Aquellos que se han involucrado en �l.

(2) Es de los m�s santos. Su motivo animador es el amor perfecto a Dios y al hombre.

(3) Es el m�s bendito: perfecta libertad y plenitud de gozo.

3. De su ense�anza, que es

(1) El m�s profundo. El trabajo combinado de los m�s grandes intelectos no ha agotado su significado.

(2) La �nica instrucci�n que se encuentra con la perfecta aprobaci�n de la conciencia imparcial.

(3) Perfectamente practicable. �Si sab�is estas cosas, felices ser�is si las hac�is�. �Vosotros sois mis amigos si hac�is�, etc .

4. De su influencia. �C�mo puede uno avergonzarse de lo que en todas partes contribuye a la justicia? Estamos avergonzados de mucho de lo que hicimos antes de caer bajo Su influencia; pero ahora nos da verg�enza s�lo que antes no estuvi�ramos sometidos a ella.

5. De sus recompensas prometidas. Estos son&mdash

(1) Puro. Sabemos esto porque ya hemos recibido las arras.

(2) Del valor m�s alto e infinito. �En tu presencia hay plenitud de gozo�, etc .

III. Entonces no te averg�ences,

1. Confesar a Cristo. El es digno.

2. Participar en Su servicio, y eso con la mayor seriedad.

3. Estudiar y practicar su ense�anza. Vivir� cuando se olvide la sabidur�a de este mundo.

4. Ceder por completo a su influencia.

5. Cumplir las condiciones bajo las cuales �l ha prometido Sus recompensas. �S� fiel hasta la muerte�, etc . ( JW Burn .)

Porque no hay diferencia entre el jud�o y el griego.

Verdadera igualdad

No hay diferencia, porque ...

1. Existe el mismo Se�or.

2. Es rico para con todos. Los jud�os no necesitan resentir la llegada de los gentiles; no tendr�n menos, porque Dios puede enriquecer a todos. Como el sol, aunque todos los d�as da su luz a todos, sin embargo, ni la tiene ni nosotros menos, as� aunque miles de un extremo de la tierra al otro acuden en manada para recibir misericordia, Dios tiene reserva, y la fuente es por encima de nuestra sed.

3. Una condici�n igual propuesta para todos, "Si le invocan", que, si los gentiles lo hacen, la puerta de la misericordia estaba abierta y libre para �l como para el jud�o. Los favores de Dios con respecto a la justificaci�n y la salvaci�n se dispensan, sin ning�n respeto a las personas, a los que creen y le invocan ( Hechos 10:34 ; Romanos 3:29 ; G�latas 3:28 ).

I. En este mundo, en su mayor parte, los pobres est�n condenados. Si hay alg�n favor, cae en la boca del rico. Si hay alg�n peligro, el rico pasa, cuando el pobre es atrapado en la red de la ley. El pobre es escaso en las cosas de esta tierra, pero en el favor de Dios y las cosas celestiales comparte con los mejores. Los ricos no pueden sobornar por estos. Dios respet� la baja condici�n de Mar�a, su sierva; s�, L�zaro fue al cielo cuando Dives fue al infierno.

II. Si eres rico, s� humilde. No pases por alto con desd�n a tu pobre vecino. �l es heredero de la misma gracia, sirve al mismo Maestro y, puede ser, con el mismo favor que t�. Los ricos y los pobres son todos uno por creaci�n; hay la misma entrada al mundo y el mismo camino para partir a ambos, a menos que la plenitud del rico abra m�s puertas de muerte que el vac�o del pobre. En las peores cosas, como el pecado y la corrupci�n, el m�s rico es igual al m�s pobre. En las mejores cosas, como justificaci�n y vida eterna, el m�s pobre es igual al m�s rico.

III. No hay diferencia entre ricos y pobres en lo espiritual. En lo civil hay una gran diferencia, incluso por ordenanza de Dios. Porque el evangelio no anula el orden. Debemos honrar a nuestros superiores. No podemos decir: �En qu� est� mejor que yo? Todos venimos de Ad�n. Cuando los contadores se colocan en la bolsa, no hay diferencia entre ellos, pero mientras se lanza la cuenta, hay una gran diferencia. Uno representa una libra, otro un centavo. As� que en el d�a del juicio y en Cristo no hay diferencia; pero mientras vivimos aqu� hay una diferencia y hay que reconocerla.

IV. Est�n en unidad, porque existe el mismo Se�or. Todos somos sirvientes de un Maestro; Nos preferir� a todos; no tenemos por qu� envidiarnos unos a otros. Somos todos de una familia y usamos una sola librea, y la insignia es el amor. �Soportar� alguien que sus sirvientes o sus hijos se peleen? De hecho, si servimos a diversos maestros, a veces se ver�an espadas desnudas, pero ahora las contiendas deben ser odiosas. Una Iglesia en divisi�n es como una casa en llamas. Apague y no aumente esta llama con sus opiniones est�pidas.

V. La forma de ser rico en toda gracia es pidiendo. Pide y tendr�s; Es rico para con todos los que le invocan. Da generosamente y no echa a nadie en los dientes. No defiendas tus propios m�ritos, debes demandar in forma pauperis . Los mendigos obtienen; los ricos son despedidos con las manos vac�as.

VI. Todo hombre desea servir a un amo liberal, para que sea preferido. Sirve a Dios y ser�s rico. �Por qu�, jurando, mintiendo, etc. , sirves a ese mendigo amo del diablo, que no tiene nada que dar a sus seguidores sino el infierno? Si Dios es tu Maestro, eres hecho para siempre. No es de extra�ar que Pablo estalle en acciones de gracias tan pat�ticas porque Dios lo entretuvo en su servicio. Ponte al servicio de Dios y, cuando est�s, mantenlo all�. Hay dos cosas por hacer para que podamos mantener nuestro servicio.

1. Conocer bien a nuestro Maestro.

2. Para hacerlo. Y entonces, como Dios fue rico con Abraham por su fe, con David por su celo, con Esteban por su constancia, as� ser� rico contigo. As� como Dios es rico en misericordia para con los buenos, as� tambi�n en juicios, plagas, aflicciones, maldiciones, es rico para con todos los imp�os y perversos. ( Elnathan Parr, BD .)

La universalidad del evangelio

El evangelio se adapta admirablemente para satisfacer las necesidades del hombre. En cualquier momento, en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia, satisface sus preguntas sobre la salvaci�n y un mundo futuro. No reconoce diferencias

I. De tipo nacional. El jud�o y el griego est�n en perfecta igualdad en lo que respecta al evangelio. Nuestro Salvador dice: �Id por todo el mundo�, etc . As�, el evangelio corta la ra�z de todo ego�smo y animosidad nacional, y extiende sus bendiciones a todos; porque "Dios ha hecho de una sangre todas las naciones de la tierra"; y los redimidos cantan: "Digno es el Cordero ... que nos redimi� de todas las naciones".

II. De tipo social. Por grandes que sean las diferencias de condici�n social entre los hombres, el evangelio no reconoce ninguna. El evangelio le dice al pr�ncipe: "Cree", y si cree, es salvo; pero si no lo hace, est� condenado, aunque sea un pr�ncipe. Simplemente le dice lo mismo al esclavo. El rico y el pobre, el amo y el siervo, deben participar de la salvaci�n por la misma fe en el Hijo de Dios.

III. De tipo denominacional. El independiente y el bautista, el eclesi�stico y el disidente, todos y cada uno por medio de Cristo pueden ser salvos. El fan�tico de la religi�n levanta su peque�a barrera y, habiendo encerrado en ella a todos los que est�n de acuerdo con �l, excluye a todos los dem�s y los considera fuera del �mbito de la salvaci�n. El Se�or Jesucristo derriba todas esas barreras y, de pie sobre sus ruinas, proclama la salvaci�n a todos los que creen en Su nombre.

IV. De tipo mental. El erudito refinado y el aburrido sin instrucci�n; el hombre de agudo intelecto y el de sorda aprensi�n, todos y cada uno de Jesucristo pueden salvarse. Pablo era deudor tanto de los sabios como de los insensatos. No se glor�e el sabio en su sabidur�a, ni se desespere el ignorante. Cristo ofrece las riquezas de su gracia a todos.

V. De tipo moral. Ninguno est� excluido de las bendiciones del evangelio debido a su mal car�cter. ( C. Hargreaves .)

El evangelio y su publicaci�n

I. La salvaci�n revelada en el evangelio. Consiste en la liberaci�n del castigo y el poder del pecado, y se efect�a por la muerte de Jesucristo. Aviso&mdash

1. La riqueza de sus bendiciones. De acuerdo con las necesidades del pecador, tambi�n lo son las bendiciones presentadas en el evangelio. �Est� abatido bajo el sentido de la culpa de sus transgresiones? El Evangelio le dice: �Tanto am� Dios al mundo�, etc . �Es consciente de la profunda contaminaci�n de su alma? Aprende que "la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado". �Siente su incapacidad para honrar a Dios guardando toda la ley? El Evangelio le muestra que �Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree�, etc .

�Est� el alma acosada por el poder de la tentaci�n y lista para la desesperaci�n? El evangelio revela las promesas de liberaci�n y apoyo. �Se estremece ante la proximidad de la muerte como el rey de los terrores? El Evangelio dice: �Cristo vino a librar a los que, por temor a la muerte, estaban sujetos a servidumbre�, etc . �Satan�s suscita dudas y temores en cuanto al resultado final? El evangelio revela a Dios jurando por dos cosas inmutables, etc. , que podr�a tener un gran consuelo.

2. La amplitud de su eficacia. Sus bendiciones no se limitan a ninguna naci�n en particular, pero son adecuadas para todos, en todo lugar ( Romanos 10:12 ).

3. Los medios por los cuales se asegurar�n sus bendiciones. Debemos "invocar a Dios". Pero esto debe ser mucho m�s que el discurso de los labios, que en muchos es solo el resultado de la educaci�n y el ejemplo. El llamado a Dios del que se habla aqu� es el resultado de convicciones sinceras de la verdad del evangelio y de la importancia de la salvaci�n. No puede haber arrepentimiento sin un descubrimiento de la terrible naturaleza del pecado y sin una visi�n correcta de la santidad de Dios. Solo en la medida en que veamos que las bendiciones de la salvaci�n son adecuadas y necesarias, invocaremos a Dios por ellas.

II. La necesidad de publicar el evangelio en toda la tierra. Esta necesidad es grande y aumenta.

1. Por el estado natural de la mente humana. La raz�n produjo grandes resultados en las artes y las ciencias, etc .; le ha permitido al hombre rastrear el ser y los atributos de Jehov� ( Romanos 1:19 ). Por esto tambi�n se puede alcanzar el conocimiento del pecado ( Romanos 2:14 ).

Pero, por grandes que sean los poderes de la mente humana, no revelan la forma en que puede apaciguarse la ira de Dios, la forma en que el hombre debe ser justo con Dios ( Miqueas 6:6 ). El hombre es consciente de la culpa, del castigo merecido: la autoconservaci�n induce el deseo de escapar, pero no sabe ad�nde. Cristo se presenta como una propiciaci�n por los pecados del mundo; s�lo mediante la fe en �l se obtiene el perd�n y la salvaci�n; pero millones de nuestros semejantes nunca han o�do hablar de �l y, por tanto, �c�mo creer�n en �l? De ah� la necesidad de publicarlo.

2. Por el nombramiento divino de Jehov�. Somos bendecidos con la luz de la verdad Divina; el esp�ritu de verdadera benevolencia cristiana, por tanto, deber�a impulsarnos a difundirlo. El evangelio est� dise�ado tanto para jud�os como para gentiles. Esta doctrina se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Sin embargo, en el cumplimiento de sus designios, Dios obra por medios. �l ha designado la predicaci�n de su evangelio.

�Id por todo el mundo y predicad�, etc . La salvaci�n es por fe; y si la fe es esencial para la salvaci�n, es necesario escuchar; porque "la fe viene por el o�r y el o�r por la Palabra de Dios". Y bien podemos preguntar: "�C�mo oir�n sin un predicador?" etc .

Conclusi�n: aprendamos de este tema:

1. El privilegio indescriptible de aquellos que profesan el evangelio.

2. Los deberes que incumben a los poseedores de estos privilegios. ( JC Williams .)

Porque el mismo Se�or de todos es rico para con todos los que le invocan.

El se�or�o de cristo

Cristo es el Se�or.

1. La palabra es frecuentemente un equivalente de Jehov�. Ya sea que sea as� aqu� o no, el ap�stol reconoci� la unidad de Cristo con Dios incluso cuando Cristo profes� lo mismo. Sobre esto est� arraigado el reclamo de nuestro Se�or al homenaje de la raza.

2. Lo m�nimo que puede significar la palabra es soberano. Cristo es el Rey de los hombres. Este oficio corre el peligro de ser pasado por alto en favor de sus oficios sacerdotales y prof�ticos. Es m�s agradable ser salvo por Su sacrificio y escuchar Sus palabras de gracia que pelear Sus batallas y hacer Su voluntad. Sin embargo, qu� honor ser los s�bditos de tal Rey; qu� seguridad estar bajo Su protecci�n; qu� honor debe venir de la obediencia a su gobierno.

II. Cristo es el Se�or de todo.

1. Hay un solo Se�or: "El mismo Se�or". El paganismo ten�a muchos se�ores, lo que implicaba confusi�n religiosa. De ah� la confusi�n y el malestar moral. Cristo es el �nico gobernante moral autoritario y perfectamente coherente.

2. �l est� por encima de todos, sin distinci�n. Sus derechos se basan en:

(1) Creaci�n;

(2) Conservaci�n;

(3) Redenci�n.

El que cre�, que preserva y que redimi� a todos, debe ser el Se�or de todos. La inferencia es la igualdad esencial de la raza. Las diferencias de rango, etc. , son accidentales y desaparecer�n. Que ricos y pobres, etc. , sean s�bditos comunes de un mismo Rey, nunca fallecer�. Dejemos que esto ablande las asperezas raciales, sociales y sectarias.

III. Cristo, Se�or de todos, es rico en todos. Rico en s� mismo, no usa su riqueza para s� mismo. �Por nuestro bien �l� una vez �se hizo pobre�; pero ahora, siendo nuevamente exaltado, da dones a los hombres.

1. Esto debe entenderse en el sentido m�s amplio. Sus riquezas providenciales se distribuyen universalmente. Los buenos y los malos, los enemigos y los amigos, son part�cipes de Su generosidad.

2. Esto debe entenderse en un sentido m�s limitado. Sus favores m�s selectos se ofrecen ciertamente a todos, y la condici�n de su aceptaci�n es posible para todos; pero se limitan a aquellos que "lo invocan".

(1) Aquellos que reconocen Su Se�or�a. Todos pueden hacer esto, pero es razonable que quienes lo hacen reciban el beneficio. Un monarca puede extender el beneficio de su gobierno a todos sus s�bditos, pero dif�cilmente conceder� los favores de la corte a los desleales.

(2) Quienes los soliciten. �Qu� puede ser m�s razonable y f�cil que esto? Pedir implica querer, y �podemos esperar que Cristo derroche las riquezas de su gracia en aquellos que no las apreciar�n? ( JW Burn .)

Las riquezas de dios

La palabra "rico" se utiliza aqu� en su sentido �tico, como equivalente a liberal o generoso. De ah� la notable expresi�n "rico para". En la esfera de la vida ordinaria, cuando los hombres se vuelven ricos, en general simplemente se dice que son ricos; a veces se puede decir que son ricos en las posesiones de este mundo, o que son ricos en la posesi�n de amigos devotos, o rico en genio, pero aqu� se representa a Dios como �rico para�, es decir, es abundante en bondad. ( J. Morison, DD .)

Si los hombres no se salvan, la culpa es suya

porque&mdash

I. Dios est� dispuesto a salvar a todos.

1. No hace ninguna diferencia.

2. Es rico para todos.

3. Ofrece salvaci�n a todos los que lo invocan.

II. Dios proporciona medios para todos.

1. �l env�a su evangelio a todos ( Romanos 10:14 ).

2. Convence a los hombres de incredulidad ( Romanos 10:16 ).

3. Hace que Su palabra sea eficaz para producir fe ( Romanos 10:17 ).

III. Los hombres se roban su salvaci�n por su incredulidad.

1. No mejoran los medios ( Romanos 10:18 ).

2. Son a menudo m�s infieles que otros menos favorecidos ( Romanos 10:19 ).

3. Hacer el prop�sito de Dios sin efecto por su desobediencia. ( J. Lyth, DD .)

Porque todo aquel que invocare el nombre del Se�or, ser� salvo.

El inclusivo "quienquiera"

John Berridge dijo una vez, despu�s de haber entregado estas palabras como su texto: �Preferir�a que se escribiera: 'Todo aquel que invocare el nombre del Se�or, ser� salvo' - que 'Si John Berridge gritara el nombre del Se�or ser� salvo '; porque �dijo �l,� �c�mo s� que podr�a no haber otro John Berridge en el mundo a quien esas palabras fueran dirigidas? Pero cuando leo, 'Cualquiera que llame', etc. , s� que debo ser incluido �.

Salvaci�n

1. Su importancia.

2. Sus condiciones.

3. Su oferta universal. ( J. Lyth, DD .)

Salvaci�n

�sta es la sustancia del gran evangelio. Eso implica&mdash

1. Que no somos salvos por nuestras opiniones, teor�as, iglesias u ordenanzas.

2. Que somos salvos por Cristo.

3. Debe hacerse esa solicitud a �l para salvaci�n.

4. Que al conceder la salvaci�n, Cristo no hace acepci�n de personas.

Cu�n agradecidos deber�amos estar por esta declaraci�n simple y completa. Cu�n instant�nea y seria debe ser nuestra aplicaci�n. Cu�n esperanzado y seguro de una respuesta favorable. ( J. Parker, DD .)

La salvaci�n es

I. Necesitado por todos.

II. Est� destinado a todos.

III. Est� al alcance de todos.

IV. Puede ser asegurado por todos. ( J. Lyth, DD .)

La salvaci�n, su autor y condici�n

Pablo abri� este cap�tulo con una expresi�n de sincero deseo por la salvaci�n de Israel; pero la masa de la naci�n actuaba en antagonismo directo con el �nico m�todo de salvaci�n. En su opini�n, su rechazo del plan divino de salvar a los hombres era un crimen que no admit�a paliaci�n. No hubo dificultades f�sicas en el camino (vers�culos 6, 7). No hubo dificultades intelectuales en el camino (vers�culo 8).

No hubo dificultades morales en el camino, salvo en su propia ignorancia e incredulidad voluntarias. El infierno es elegido por ellos mismos, tanto por jud�os como por gentiles. "Porque todo aquel que invocare el nombre del Se�or, ser� salvo".

I. El hombre quiere la salvaci�n.

1. Del mal presente. "El mundo entero es culpable ante Dios".

2. Del mal futuro. Viviendo para pecar, la tendencia de su alma es hacia abajo, y ninguna plomada puede sondear las profundidades a las que puede descender. Perecer es el dis�labo oscuro que se usa para describir el estado final del impenitente.

II. La salvaci�n que el hombre desea es alcanzable. "Ser�s salvo". La salvaci�n incluye:

1. Liberaci�n de los grandes males morales del presente.

2. Aptitud para el disfrute de las grandes realidades del futuro. El poder salvador crea un cielo en el coraz�n, antes de introducir un cielo a los ojos.

III. La salvaci�n que el hombre desea es alcanzable solo por Cristo.

1. Lo obtuvo como el Salvador del mundo. "�l nos redimi� para Dios con su sangre". Podr�a haberlo destruido; pero cuando a�n �ramos pecadores, muri� por nosotros.

2. �l otorga la salvaci�n como soberano del mundo.

IV. La salvaci�n que el hombre desea y es alcanzable solo por Cristo, se suspende bajo la condici�n de la oraci�n.

1. Esta condici�n encarna todo lo que es instrumentalmente necesario para la salvaci�n del hombre. Eso implica&mdash

(1) Autocondena.

(2) Confesi�n del pecado a Dios.

(3) Fe. La oraci�n del publicano mezcl� estos elementos.

Hubo autocondena. Golpeando su conciencia abrumada, exclam�: "Dios, ten misericordia de m�" ... Hubo una confesi�n de pecado a Dios: "Dios, ten misericordia de" ... "un pecador". Hab�a fe.

2. Esta condici�n es sorprendentemente simple comparada con los grandes resultados de su ejercicio. "Todo aquel que llamare ... ser� salvo". No tenemos que atravesar desiertos arenosos y escalar escarpadas pendientes con los musulmanes, ni soportar la maceraci�n con los papistas para obtener la salvaci�n. No tenemos ning�n trabajo de supuesto m�rito que realizar; no para comprar, no para sufrir, sino para mendigar.

3. Esta condici�n est� ligada a un nombre que hace de la salvaci�n el resultado seguro de su ejercicio. La condici�n es que oremos a Cristo. Cumpliendo con esta condici�n, el nombre de Cristo es garant�a de �xito.

4. Esta condici�n podr� ser ejercida con �xito por cualquiera de la carrera. �Cualquiera que,� etc . El cristianismo invita a la confianza del mundo. Aparece el catolicismo

(1) En todo lo que el Salvador ha hecho por el hombre.

(2) En los llamados y ofrecimientos del evangelio.

"Todo aquel" es una palabra que neutraliza por completo los intentos que los hombres han hecho imprudentemente para limitar la compasi�n de Dios y obstruir el camino del pecador para acercarse al propiciatorio. Conclusi�n: El tema nos recuerda:

1. Que existe un solo m�todo de salvaci�n. �No hay otro nombre dado a los hombres�, etc .

2. Para morir sabiendo esto, el hombre debe suicidarse en el alma. ( G. Wallis .)

Salvaci�n gratuita

I. La bendici�n. Salvaci�n de ...

1. La culpa.

2. El poder.

3. Los resultados del pecado.

II. El deber. Llamar&mdash

1. Sobre Dios.

2. Por mediaci�n de Cristo.

3. Con la ayuda del Esp�ritu.

4. Con disposici�n a ser salvo.

III. La promesa. A todos&mdash

1. Naciones.

2. Rangos.

3. Condiciones.

4. Personajes. ( WW Wythe .)

Las buenas nuevas

I. Su naturaleza.

II. Dispensa.

III. Recepci�n.

IV. Efecto. ( WW Wythe .)

Invocando el nombre del Se�or

Invocar el nombre del Se�or implica:

I. Fes justas, para invocarlo como es.

II. Conf�a en �l, apoy�ndote en �l.

III. Recta devoci�n, invoc�ndolo, como �l ha designado.

IV. Vida recta, nosotros que lo pedimos siendo, o convirti�ndonos, por Su gracia, en lo que �l quiere.

No invocan al Se�or, sino a alg�n �dolo de su propia imaginaci�n, quienes lo invocan como alguien distinto de �l mismo se ha revelado, o permaneciendo ellos mismos distintos de aquellos a quienes �l ha declarado que escuchar�. ( EB Pusey, DD .)

Llamando en serio

I. Este llamado no siempre se expresa en palabras, sino que es el discurso del Esp�ritu y es bien entendido por el Padre celestial, quien busca escuchar a los que lo adoran en esp�ritu y en verdad.

II. No es una llamada artificial. El simple hecho de decir oraciones es un acto de superstici�n grosera; la forma es in�til a menos que su coraz�n sienta e impulse la expresi�n.

III. No es una llamada por la forma, sino un grito agonizante de ayuda. Un franc�s que iba a la capilla a rezar, encontr� que hab�a obreros en la capilla y que el altar estaba cubierto con una tela sucia. Entonces, caminando silenciosamente por el centro de la capilla y haciendo una cort�s reverencia, coloc� su tarjeta sobre el altar y se retir�. Pero tambi�n hab�a en el lugar una mujer pobre, que hab�a sido conducida, quiz�s por la pobreza y la cruel tentaci�n, al pecado.

Agachada en el suelo, sus l�grimas cayeron sobre el aserr�n y su alma clam� a Dios. En un caso fue una cuesti�n de forma, en el otro fue un deseo ferviente por el perd�n y la paz de Dios.

IV. Es una llamada intensamente seria. El llamado que mover� a Dios a salvarnos no es una simple oraci�n cantada, sino el clamor en el coraz�n: "Dios, ten misericordia de m�, pecador".

V. Es el llamado del indefenso, que est� quebrantado bajo la carga del pecado.

VI. Es el llamado de los que se tientan f�cilmente. VII. Es el llamado de un cautivo. VIII. Es un llamado del alma desesperada. ( W. Birch .)

Un simple serm�n para buscar almas

1. En la medida en que nuestro texto habla de la salvaci�n de los hombres, implica que los hombres necesitan ser salvados; pero si los hombres hubieran sido como Dios los cre�, no habr�an necesitado salvaci�n. Sin embargo, no debemos echarle la culpa a Ad�n; ning�n hombre fue condenado jam�s por el solo pecado de Ad�n. Los ni�os que mueren en la infancia son, sin duda, salvos mediante la expiaci�n. Pero no somos ni�os. No necesitamos hablar ahora de los pecados de Ad�n. Tenemos el nuestro para dar cuenta.

2. La salvaci�n significa escapar del castigo del pecado y tambi�n del h�bito del pecado.

3. �C�mo pueden salvarse los hombres? La respuesta est� en el texto.

I. Explicaci�n. �Qu� significa invocar el nombre del Se�or?

1. Adoraci�n. �Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre del Se�or� , es decir, edificaron altares en Su nombre, ofrecieron sacrificios, doblaron sus rodillas y alzaron la voz. Ahora, todo aquel que sea capacitado por la gracia para adorar a Dios, a la manera de Dios, ser� salvo.

2. Oraci�n. El�as, cuando los profetas de Baal buscaron hacer llover de su dios falso, dijo: "Invocar� a Dios" , es decir, "rogar� a Dios que env�e la lluvia". Ahora, todo aquel que ore a Dios por medio de Cristo, con oraci�n sincera, ser� salvo. No puedes orar y morir. Puede ser un gemido, una l�grima o una oraci�n en un ingl�s quebrado; pero si es una oraci�n desde lo m�s �ntimo del coraz�n, ser�s salvo.

3. Confianza. Un hombre no puede invocar el nombre del Se�or, a menos que conf�e en ese nombre, y el que conf�e en Cristo, invocando su nombre, ser� salvo.

4. Profesar su nombre. Anan�as le dijo a Saulo: "Lev�ntate y baut�zate, y lava tus pecados, invocando el nombre del Se�or". Ahora, algunos de ustedes dicen: "Creeremos y seremos cristianos secretos". O�r esto, entonces - �Si alguno se averg�enza de m�, etc . �Qu� pensar�a Su Majestad de sus soldados, si prefirieran no usar nada que los identificara como soldados?

II. Refutaci�n. Hay algunos errores populares que deben subsanarse mediante la refutaci�n., A saber:

1. Que un sacerdote o un ministro es absolutamente necesario para ayudar a los hombres en la salvaci�n. La necesidad de un predicador radica en decir cu�l es el camino de la salvaci�n; pero su oficina no va m�s all�. Ni Pablo ni un �ngel del cielo pueden ayudarte en la salvaci�n. Cada uno de nosotros debe ir a la fuente, suplicando esta promesa.

2. Que un buen sue�o es algo espl�ndido para salvar a la gente. Rowland Hill, cuando una mujer suplic� que se salvaba porque so�aba, dijo: �Bueno, es muy agradable tener buenos sue�os cuando est�s dormido; pero quiero ver c�mo act�as cuando est�s despierto; porque si tu conducta no es consistente en religi�n cuando est�s despierto. No dar� un chasquido de dedo por tus sue�os ". Algunas personas se han alarmado con los sue�os; pero confiar en ellos es confiar en una sombra.

3. Que se debe experimentar cierto tipo de sentimiento para la salvaci�n. Ahora, el �nico sentimiento que quiero es que soy un pecador y que Cristo es mi Salvador. Pueden guardar sus �xtasis y �xtasis para ustedes mismos; el �nico sentimiento necesario es el arrepentimiento profundo y la fe humilde; y si lo tienes, eres salvo.

4. Que de una u otra forma la salvaci�n est� relacionada con el aprendizaje. Ahora, le aconsejo que sepa todo lo que pueda; pero en lo que respecta a ir al cielo, el camino es tan sencillo, que "el caminante, aunque sea necio, no errar� en �l". Todo lo que quieres saber son las dos cosas que comienzan con S: pecado y salvador.

III. Exhortaci�n. Cree en el mensaje. �Te parece dif�cil de creer? Nada es demasiado dif�cil para el Alt�simo. Usar� algunas razones para inducirlo a creer esta verdad. Si invocas el nombre de Cristo, ser�s salvo.

1. Porque eres elegido. Esa doctrina que desconcierta a muchos y asusta a m�s, nunca necesita hacerlo. Si invocas el nombre de Cristo, eres elegido.

2. Porque eres redimido. Cristo te compr� y pag� por ti.

3. Porque Cristo dice: �En la casa de mi Padre hay muchas mansiones�, y hay una para ti. ( CH Spurgeon .)

La obligaci�n de las misiones cristianas

I. El evangelio est� dise�ado para el mundo (vers�culo 13).

II. El mundo lo necesita (vers�culo 14).

III. La iglesia tiene el encargo de dispensarlo. ( J. Lyth, DD .)

Pasos esenciales para la fe

I. La fe es esencial para la adoraci�n (vers�culo 13). �El que se acerca a Dios crea que le hay,� etc . La adoraci�n aceptable no es el discurso, el ritual o el servicio corporal, sino la devoci�n de un alma animada por una fe viva.

1. No es una fe corporativa, la fe actual de una comunidad a la que pertenecemos.

2. No es una fe tradicional.

3. Pero una fe individual que ha sido alcanzada por nuestro propio examen de hechos y pruebas, y que se ha convertido en un poder vivo dentro de nosotros.

II. La informaci�n es esencial para la fe (vers�culo 14). La fe implica objetos que conocemos. No podemos creer en algo, por cierto que sea, que se desconoce. Los hombres no saben nada de Dios hasta que se les informa. El conocimiento no llega ni como una intuici�n, ni como una verdad transmitida por la naturaleza. "El mundo por sabidur�a no conoci� a Dios". Debe llegar una revelaci�n especial.

III. La predicaci�n es esencial para el conocimiento. "�C�mo oir�n sin un predicador?" Que la palabra �predicador� represente a todos los que transmiten de Dios la informaci�n necesaria: profetas, ap�stoles y todos los verdaderos expositores modernos del bendito Libro. �No hubieran aparecido mensajeros a quienes Dios hizo �rganos de comunicaci�n para los hombres? �Qu� hubi�ramos sabido de �l? �Qu� producir una fe viva? La publicaci�n del evangelio mediante la predicaci�n es el instrumento establecido por Dios para dar al mundo el conocimiento de las grandes cosas de la fe.

IV. La comisi�n divina es esencial para la predicaci�n. "�C�mo predicar�n si no fueran enviados?" Los hombres que dan el verdadero conocimiento son los �nicos a quienes Dios env�a. Hay muchos predicadores no enviados que proclaman sus nociones. �Qui�nes son los enviados? �Cu�les son los criterios para determinar el punto: volubilidad, calidez animal, popularidad? No necesariamente es as�. �l es el enviado que est� divinamente calificado por tener las concepciones correctas, las simpat�as correctas, el discurso correcto. ( D. Thomas, DD .)

Eslabones en la cadena redentora del alma

I. Oraci�n. "�C�mo, pues, le invocar�n?" etc . Esto implica&mdash

1. Conciencia de dependencia de �l.

2. Un ferviente deseo por �l.

II. Fe. "�C�mo, pues, invocar�n a aquel en quien no han cre�do?" F� en&mdash

1. Su existencia personal.

2. La entra�abilidad de Su naturaleza.

III. Conocimiento. "�C�mo creer�n en Aquel de quien no han o�do?" La fe est� en la base de todo conocimiento: la fe redentora del alma requiere conocimiento, no del Dios creador y sustentador, sino del Dios redentor, Dios en Cristo.

IV. Predicaci�n. El Dios redentor ha sido dado a conocer al hombre por medio de la predicaci�n. Enoc, No�, Mois�s, los profetas, los ap�stoles y Cristo todos predicaron. Y el tema de toda su predicaci�n fue el Dios redentor. Nadie puede predicar esto correctamente a menos que sea enviado. ( D. Thomas, DD .)

La disposici�n de Dios para perdonar

Macaulay habla de James II como duro y orgulloso de la oportunidad de aplastar a otro. Una de las im�genes m�s conmovedoras de la Real Academia de este a�o muestra al rey en el acto de aplastar al pobre duque de Monmouth derrotado. En una habitaci�n adornada con tapices, el rey est� erguido, lacio, enfermizo y despectivo. El pobre duque, cuya rebeli�n hab�a despertado el odio del rey, pens� para conmoverlo.

Sus brazos fueron �atados detr�s de �l con un cord�n de seda, y as� asegurado fue conducido a la presencia del pariente implacable a quien hab�a agraviado. Entonces Monmouth se tir� al suelo y gate� hasta los pies del rey ". El artista lo representa con el rostro en el suelo liso, los ojos hinchados por el llanto y la mirada, esforz�ndose por conmover al rey en piedad. Fue en vano. El rey solo aplastado con dureza y desprecio.

No es de extra�ar que el historiador diga en�rgicamente: "Verlo, y no perdonarlo, fue un ultraje a la humanidad y la decencia". �Cu�ntos atropellos de este tipo cometen en un d�a los de rango inferior? 1 Aquellos que sienten que han pecado y que acuden implorantes a los pies de la misericordia divina, no tienen por qu� temer que ser�n tratados con dureza. Dios "no quebrar� la ca�a cascada", es amable con nosotros. �l perdona, eleva, fortalece y salva. ( Tesoro de la Madre ).

Llorando por la salvaci�n

Hace algunos a�os, un barco choc� contra las rocas. Ten�an un solo bote salvavidas. En ese bote salvavidas, los pasajeros y la tripulaci�n estaban desembarcando. El barco se hab�a hundido y se hund�a cada vez m�s profundo, y ese barco no pod�a llevar a los pasajeros muy r�pidamente. Una ni�a estaba en cubierta esperando su turno para subir al bote. El barco iba y ven�a, iba y ven�a, pero su turno no parec�a llegar.

Despu�s de un rato no pudo esperar m�s, salt� sobre la barandilla y luego salt� al mar, gritando al barquero: ��S�lvame ahora! �S�lvame ahora! " �Oh, cu�ntos han desembarcado en la misericordia de Dios y, sin embargo, ustedes se aferran al naufragio del pecado! Otros han aceptado el perd�n de Cristo, pero t� est�s en peligro. �Por qu� no, en este momento, te apresuras por tu rescate inmortal, llorando hasta que Jes�s te escuche, y el cielo y la tierra resuenen con el grito: �S�lvame ahora! �S�lvame el pr�ximo �?

Versículos 14-15

�C�mo, pues, invocar�n a aquel en quien no han cre�do?

La salvaci�n predicada

I. Salvaci�n por gracia.

1. Todos esperamos ser salvos. La salvaci�n no puede ser un m�rito para nadie que usted o yo hayamos conocido. Debe ser por gracia, si la gracia es posible: no hay otro camino. Y existe este camino - un camino antiguo, un camino eterno - preparado y abierto muy atr�s de todos los tiempos, cuando el Cordero fue inmolado. Esto nos lleva de regreso a profundidades misteriosas y espantosas. Pero la revelaci�n abre el camino. Seguramente estrechamos a Dios, a menos que pensemos en �l como Trino. Ciertamente calumniamos a Dios, a menos que hagamos la expiaci�n tanto obra del Padre y del Esp�ritu como del Hijo.

2. C�mo ser recto y limpio, c�mo ser considerado y generoso, c�mo no ser ego�sta y obstinado; c�mo no tener miedo o verg�enza de morir: este es el gran problema de la vida. Dime c�mo hacer esto y me dir�s c�mo ser salvo. La gracia no pisotea ninguna ley. La salvaci�n por gracia es por la fe, obrando por el amor que, como el fuego, limpia el coraz�n y limpia la vida.

3. La salvaci�n de la sociedad, amenazada ahora, amenazada siempre, por el apetito y las pasiones humanas en su juego desorganizador, debe venir por el mismo camino. No se requiere una forma de gobierno en lugar de otra, no meras fuerzas ego�stas. Hasta que la sociedad se haya vuelto altruista, no se ha salvado ni puede serlo. Y para volverse altruista, debe aprender, no de los reformadores socialistas, que declaran imposible el altruismo, sino de Aquel que fue el altruismo encarnado.

II. Esta salvaci�n debe predicarse.

1. El cristianismo es una de las grandes religiones del libro, de las cuales hay preeminentemente tres, siendo el juda�smo y el mahometismo las otras dos. Esta palabra "Libro-Religi�n" significa mucho.

(1) Significa que tenemos algo definido e inmutable por el cual medir todo lo que se llama cristiano, sujet�ndolo a la regla.

(2) Significa que el pobre marinero juramentado, n�ufrago que flota en tierra sobre su pecho, si tiene en ese ba�l la Biblia que le dio su madre, y seca sus hojas al sol, y lee el tercer cap�tulo del Evangelio de Juan, con los ojos llorosos y el coraz�n quebrantado y creyente, puede salvarse solo all� en la playa de arena de la isla desierta. Y si muere all� solo, sin ning�n barco que navegue en esa direcci�n para ver su se�al de angustia, ir� tan directamente al cielo como el propio Whitefield fue del serm�n que predic� en Exeter.

2. Y, sin embargo, el cristianismo no comenz� como un volumen, sino como una voz. Cristo mismo probablemente no escribi� nada, ni una l�nea. Mientras tanto, el reino de Cristo ha ido marchando y conquistando, de norte a sur, hacia el sol naciente y hacia la puesta. Sus estandartes blancos como la nieve, que persegu�an a las �guilas romanas, hab�an sobrepasado a esas �guilas m�s all� del Danubio, el �ufrates y el Indo. �Qu� provoc� ese triunfo? La necedad de la predicaci�n lo produjo.

Cristo no es Confucio, ni S�crates, ni Sol�n, sino Dios Encarnado. El que nos salva habl�, y como ning�n hombre habl�. De modo que el mensaje sagrado corri�, y corre, de labio a labio. Est� en el aire todo el tiempo.

3. Una Biblia en cada habitaci�n humana es algo que vale la pena intentar lograr. Pero puedo decirte algo mejor a�n. Es Cristo mismo, en cualquiera de sus disc�pulos m�s humildes, proyectando Su sombra sobre la pared. Los hombres que respiran, no los libros que respiran, deben llevar la salvaci�n a todo el mundo. Debe ser predicado; predicado por hombres a quienes se les ha predicado; predicado a los pecadores por hombres que han pecado ellos mismos; de hombres moribundos a hombres moribundos.

III. Los predicadores deben ser enviados.

1. Nuestro texto no dice por qui�n, pero el contexto lo deja bastante claro. Dios debe enviarlos.

2. A quien Dios env�a a predicar, primero convierte. Y luego enciende en �l, m�s all� de la media, lo que hemos tenido la costumbre de llamar amor por las almas; ll�melo, si lo desea, entusiasmo, un gran y buen coraz�n, una r�pida simpat�a por los hombres como hombres y por las necesidades y costumbres cotidianas de los hombres.

3. En la Iglesia apost�lica y primitiva, que obr� tales maravillas, la predicaci�n no era exclusivamente una prerrogativa oficial. Estrictamente hablando, no hab�a ning�n orden de predicadores. Cualquiera pod�a predicar si ten�a algo que decir que valiera la pena decir. Hasta cerca del final del siglo IV no se prohibi� predicar a los laicos. Y luego la Iglesia hab�a avanzado por el mal camino. Confieso que no veo c�mo el cristianismo va a salir adelante, a menos que la gran mayor�a de los miembros de nuestra Iglesia se convierta tambi�n en un ministerio.

Un ej�rcito griego, con o sin l�deres, posiblemente se habr�a mantenido firme de todos modos en Marat�n, salvando Grecia y salvando la civilizaci�n de Occidente. Pero Milc�ades, solo all�, con su pu�ado de oficiales, no habr�a detenido ni un momento la marcha persa sobre Atenas. ( RD Hitchcock, DD .)

La necesidad de la revelaci�n a la fe.

La creencia es imposible, donde es imposible transmitir alg�n conocimiento de los sujetos de la creencia; el cuerpo no puede digerir sin nutrientes para realizar sus funciones digestivas; la mente no puede creer sin hechos y proposiciones para ocupar su facultad de creer (vers�culo 17). La voz de Dios, el o�do del hombre, la consiguiente fe, son los tres eslabones necesariamente sucesivos de la cadena de oro de la salvaci�n revelada. Corta la continuidad de dos cualesquiera y la chispa el�ctrica no se puede transferir a trav�s del intervalo. ( W. Archer Butler, MA .)

�C�mo oir�n sin un predicador? -

Predicaci�n

I. Sus ventajas.

1. Econom�a de esfuerzo. Cu�nto se hace con relativamente poco hablar.

2. Muchos reciben instrucci�n religiosa que de otro modo no la tendr�an.

3. La religi�n se mantiene como algo conspicuo.

4. Todos son testigos de todo lo que han o�do.

5. Hay algo en �l para que la opini�n popular se apoye.

6. Tiende a asegurar para la religi�n un estudio profundo, al menos en algunas partes de la comunidad.

II. Sus requisitos.

1. Poder del pensamiento.

2. Facilidad de expresi�n.

3. Conocimiento de las Escrituras. ( John Foster .)

La utilidad y autoridad de un ministerio establecido

I. La necesidad de un ministerio para oficiar en la Iglesia de Dios.

1. Establecer y preservar un ministerio para oficiar en la Iglesia es un ejemplo de nuestro respeto al Dios Todopoderoso. Dios es el Dios del orden, no de la confusi�n, y espera que su servicio se lleve a cabo de una manera regular y decente, libre de negligencia por un lado y descuido por el otro; especialmente requiere que los actos de adoraci�n p�blica vayan acompa�ados de una reverencia y solemnidad adecuadas a la majestad de tal presencia.

Ahora bien, no se puede suponer razonablemente que esto sea ejecutable con tanta precisi�n por aquellos que est�n frecuentemente envueltos en los asuntos del mundo, y por ese medio tienen sus pensamientos y afectos m�s alejados de las contemplaciones celestiales. Por lo tanto, ha sido la pr�ctica universal de todas las naciones nombrar a algunas personas peculiares para atender el servicio de Dios m�s inmediatamente, quienes, al dedicarse continuamente a las cosas que le eran aceptables, se supon�a que ten�an alg�n inter�s en �l, para estar calificadas. comprender Su voluntad y estar autorizado para revelarla a otros.

Ahora bien, as� como esto fue hecho por el com�n consentimiento de todas las naciones paganas en relaci�n con sus falsas divinidades, as� fue m�s eminentemente puesto en pr�ctica por aquellos que ten�an una noci�n m�s clara de la verdadera Deidad; una de cada doce tribus fueron apartadas por los jud�os y consagradas al servicio de Dios y de Su Templo, sin que se permitiera que interfirieran preocupaciones mundanas, sino que todo el empleo y negocio de sus vidas consist�a en estudiar Su voluntad y los m�todos de Su adoraci�n.

2. Procedo, a continuaci�n, a hacer valer la necesidad de un ministerio para oficiar en la Iglesia de Dios a partir de las grandes ventajas que de ello se derivan para los dem�s miembros del cuerpo de Cristo.

(1) Consid�relo en relaci�n con las oraciones o intercesiones para obtener misericordias o desviar los juicios.

(2) Una segunda ventaja que se obtiene para toda la Iglesia del oficio del ministerio es la de instrucci�n y reprensi�n, la declaraci�n imparcial de su deber hacia ellos y reprenderlos oportunamente por su negligencia.

II. La autoridad por la que act�an. "�C�mo predicar�n si no fueran enviados?" Nuestro bendito Salvador, a fin de llevar a cabo el dise�o universal de nuestra redenci�n, consider� apropiado seleccionar un cierto n�mero de hombres para que fueran sus misioneros o ap�stoles, investi�ndolos con alguna parte de su propia autoridad ( Marco 3:14 ).

De �l, pues, �que es Sacerdote para siempre seg�n el orden de Melquisedec� deriva para sus ministros una plenitud de poder proporcional a la majestad de tan augusto Fundador. Tenemos Su propia Palabra para eso, que no puede mentir ( Juan 17:18 ). Por lo tanto, dado que el Autor y Consumador de nuestra fe ha testificado expresamente en relaci�n con Sus ministros que as� como �l fue enviado, tambi�n envi�, el cuestionamiento de la autoridad por la cual act�an arrojar� una imputaci�n sobre Cristo mismo, y una duda la validez de su misi�n mirar� con tristeza y se reflejar� en la suya. Cerrar� ahora todo lo que se ha dicho con una o dos palabras de aplicaci�n.

�No pueden o�r sin un predicador? �Es tan grande la necesidad y la ventaja de un ministerio establecido? Entonces, oremos de todo coraz�n al gran Se�or de la mies para que contin�e enviando obreros capaces a su mies. Consideremos tambi�n cu�ntas almas miserables se ven privadas de los beneficios que poseemos. Y que esta consideraci�n provoque en nosotros gratitud y acci�n de gracias por el gozo feliz de tan inestimables bendiciones.

�No pueden predicar si no son enviados? �No pueden oficiar a menos que su vocaci�n sea de arriba? Entonces, es extremadamente importante que cumplan su misi�n. Y la manera m�s segura de probar que es innegablemente cierto es acomodar su doctrina a la Palabra de Dios y cuadrar sus vidas de acuerdo con su doctrina. Pero m�s all�: �Su comisi�n es tan completa y su autoridad tan grande? Esto, entonces, deber�a obligarnos a hacer alguna distinci�n entre los que vienen debidamente autorizados y los que se inmiscuyen en el mismo empleo. ( N. Brady .)

Escuchar versus leer

Coges un libro y lees un poema. Lentamente, con cuidado, destila el significado, lo admira, se lo apropia. Es muy probable que imagines que has obtenido toda la significaci�n del autor y extra�do de ella todo el disfrute y el provecho posibles. Pero deja que alg�n amigo lo recite, enunciando con claridad, articulando con simpat�a, dando a cada l�nea su expresi�n adecuada, y lo m�s probable es que veas y sientas m�s que antes.

Un misionero experimentado y capaz ha comentado: �Nunca he visto a un chino llorar por un libro; pero he visto a un chino llorar bajo un serm�n. Yo mismo he hecho llorar muchas veces a un chino con la proclamaci�n del evangelio �. Tenemos los sermones de George Whitfield y las oraciones de Edward Irving, y �cu�l es la primera experiencia de quienes los examinan? En la mayor�a de los casos es una decepci�n.

"�Puede ser este el hombre renombrado que conmovi� tan poderosamente los esp�ritus de sus contempor�neos?" �sa es nuestra asombrada pregunta. S�, es el hombre renombrado; pero, �no ves c�mo es que sus discursos no te afectan como a otros? Es porque ellos escucharon, mientras que t� solo lees. Entonces, sabiamente est� ordenado que se predique el evangelio. ( TR Stevenson .)

Predicaci�n: su necesidad

1. La predicaci�n es el m�todo ordenado por Dios para comunicar el conocimiento divino.

2. Sin el conocimiento divino, los hombres no pueden creer.

3. Sin fe, los hombres no pueden invocar a Dios.

4. Sin invocar a Dios, no pueden ser salvos. ( J. Lyth, DD .)

Obligaci�n misionera

El evangelio debe ser predicado a toda criatura siendo un mensaje universal del cielo a la tierra. Una comisi�n as� universal deber�a haber tenido en nuestras manos un cumplimiento universal; pero s�lo tenemos que abrir los ojos y ver cu�n palpablemente ha quedado corto de esto. Y, sin embargo, nos asombramos de que las bendiciones del cristianismo se limiten a una parte tan peque�a de la familia humana. Pero seguramente no es el momento de acusar al Todopoderoso, o de acusar los m�todos de Su administraci�n, hasta que hayamos preguntado hasta qu� punto este precepto se ha llevado a la pr�ctica; y luego, cu�les son los casos en los que, cuando el precepto se cumpli� plenamente, esta promesa se ha retenido alguna vez.

Los vers�culos 14, 15 dan la primera y m�s r�pida respuesta a la pregunta: �C�mo es que no se cristianiza toda la tierra? Dios pudo, mediante un acto de soberan�a, lograr este resultado en el instante en que su voz lo ordene, incluso cuando dijo que haya luz, y fue la luz. Pero Dios, en el ejercicio de una sabidur�a, en perfecta analog�a con los muchos procesos de la naturaleza y la providencia, ha elegido ordenar un instrumento para la difusi�n de la religi�n cristiana en el mundo.

Ahora bien, sucede que los hombres son la parte principal de este instrumento; y primero debemos preguntarnos c�mo han hecho su parte, para saber si no somos nosotros los culpables, antes de atrevernos a echar la culpa a Dios. Es una s�lida teolog�a doctrinal que reconoce, en medio de la incontable diversidad de operaciones que nos rodean, que es Dios quien obra todo en todos. Pero Dios obra por medios; y cuando una determinada agencia humana prescrita entra en ese sistema de medios que �l ha instituido, es una s�lida teolog�a pr�ctica trabajar tan asiduamente de la manera ordenada como si el hombre trabajara todo.

Dios pudo haber obrado una fe salvadora en el coraz�n de Cornelio por una sugerencia inmediata de Su propio Esp�ritu, o por la boca de un �ngel. Y envi� un �ngel a Cornelio, pero no para que le predicara el evangelio, sino para pedirle que enviara a buscar a Pedro y recibiera ese evangelio de labios de un compa�ero mortal. Y Dios tambi�n envi� a Pedro una comunicaci�n del cielo para prepararlo para el mensaje, duplicando as� la cantidad de albedr�o milagroso, a fin de que el evangelio pudiera ser escuchado por un hijo de Ad�n a�n no convertido, no por medio de sobrenatural y angelical, pero por medio de una expresi�n natural y humana.

Sin embargo, no para que lo natural sustituya o desplace a lo sobrenatural, porque mientras Pedro hablaba, el Esp�ritu Santo cay� sobre todos los que o�an. La funci�n de Pedro era la misma que la de un ministro o misionero en la actualidad: era decirle a Cornelio las palabras por las cuales �l y toda su casa deber�an ser salvos. Y la funci�n del Esp�ritu Santo con el prop�sito de dar demostraci�n y eficiencia a la palabra, es la misma ahora que siempre: �l todav�a cae sobre nosotros como lo hizo sobre ellos al principio.

Nadie separe las cosas que Dios ha unido. La aplicaci�n de todo esto a la cuesti�n de las misiones, ya sean nacionales o extranjeras, es bastante obvia. Que estos se multipliquen al m�ximo, sin embargo, todo ser� in�til y deca�do, si no es bendecido o no est� acompa�ado por el Esp�ritu de Dios. la extensi�n del reino de nuestro Redentor.

Hay otros, hombres ajetreados y emprendedores, que piensan que triunfar�n mediante la persecuci�n atareada de esquemas y sociedades. Ambos deben estar unidos, y es a esta uni�n prol�fica de corazones devotos y deseosos con manos ocupadas, que la Iglesia de Cristo est� en deuda por toda su prosperidad. ( T. Chalmers, DD .)

�Y c�mo predicar�n si no son enviados? -

La necesidad de una comisi�n adecuada para un ministro.

No es la habilidad de un hombre en los asuntos estatales lo que lo convierte en embajador, ni la habilidad en la ley lo que lo convierte en magistrado, sino el llamado a estos lugares: ni los regalos hacen a un hombre un ministro, sino su misi�n. ( W. Gurnall .)

�Qu� hermosos son los pies de los que predican el evangelio de la paz ! Este es un cuadro en el lienzo de la imaginaci�n. En un momento de intensa ansiedad y peligro inminente, muchas son las miradas serias y melanc�licas que se dirigen al paso de monta�a en la distancia. Por fin, cuando la esperanza diferida se convert�a en desesperaci�n, se divisa al mensajero. Camina apresuradamente, agitando una muestra de las buenas nuevas que tiene el encargo de comunicar. Los pies que lo llevan r�pidamente son hermosos a la vista, hermosos a los ojos del esperanzado. ( J. Morison, DD .)

Los pies del predicador hermosos

Tres cosas los hacen as�:

1. La preciosidad de su mensaje.

2. El ardor de su celo y amor.

3. La santa consistencia de su vida. ( T. Robinson, DD .)

El mensajero de la misericordia

I. Su comisi�n.

1. De Dios.

2. De la Iglesia.

II. Su mensaje.

1. Buenas nuevas.

2. De paz.

3. De las cosas buenas.

III. Su bienvenida.

1. Por el mundo que perece.

2. Por el pecador arrepentido. ( J. Lyth, DD .)

El misionero cristiano

I. �Cu�n necesaria su misi�n!

II. �Qu� bienvenida su venida!

III. �Qu� glorioso su mensaje!

IV. �Qu� hermosa su pista! ( J. Lyth, DD .)

El evangelio de la paz

I. La importancia general del evangelio. Buenas noticias o buenas nuevas. Un mensaje que lleva esta designaci�n:

1. Debe relacionarse con algo que sea real y sustancialmente bueno. Las malas noticias pueden encontrar el o�do abierto, pero el coraz�n se cerrar�. Ahora el evangelio revela lo que es verdaderamente bueno para nuestras almas inmortales. Sus promesas y provisiones son inestimables. Pone los tubos cerca de la fuente del bien, y a trav�s de ellos vierte una profusi�n de bendiciones.

2. Debe relacionarse con un bien que nos concierne inmediatamente. Para decirle a un hombre en miseria, de abundancia; o un hombre enfermo, de curaci�n; o un hombre en peligro, de liberaci�n, que se coloca completamente fuera de su alcance, es s�lo para agravar su angustia. Pero la religi�n de Jes�s proporciona curaci�n, ayuda y alivio adecuado.

3. Debe ser verdad y certeza. �De qu� sirven las cosas grandes y buenas que se nos ofrecen de manera precaria? Las buenas noticias que publicamos est�n bien autenticadas. La omnipotencia lo ha confirmado y ratificado.

II. Algunas razones por las que la palabra sagrada se llama enf�ticamente el evangelio de la paz. La paz es una bendici�n del m�s alto valor. En nuestro texto se utiliza en su acepci�n m�s completa, como denota:

1. Paz con Dios o reconciliaci�n ( Colosenses 1:19 ). Los t�rminos de esta reconciliaci�n se establecen en Romanos 5:1 .

2. Paz con nosotros mismos o paz de conciencia. "No hay paz, dice mi Dios, para los imp�os". Intentan una variedad de recursos, pero todos fracasan por completo. Es necesario que el evangelio sea realmente recibido, para tranquilizar el coraz�n ( Hebreos 10:19 ).

3. La paz con nuestros hermanos o la paz de la amistad. El cristianismo es una religi�n de paz. Alivia la furia de esas pasiones que son la fuente de la contienda y la amargura. Sus doctrinas y principios del cristianismo respiran un esp�ritu de benevolencia universal. ( Recuerdo congregacional de Essex .)

El evangelio de la paz

1. El efecto de la predicaci�n del evangelio es gozo en aquellos que lo escuchan. As� que en Antioqu�a hubo gran alegr�a; as� en Galacia y en otros lugares.

2. Este efecto se establece en la comparaci�n de los menos; porque Isa�as ( Isa�as 52:7 ) habla de la recepci�n real de los mensajeros de la liberaci�n de Israel del cautiverio de Babilonia. Entonces, si las nuevas de tal liberaci�n temporal fueron tan bien recibidas, mucho m�s deben ser bienvenidas las buenas nuevas del evangelio: y como esos mensajeros eran de Dios, mucho m�s estos. En estas palabras hay dos cosas.

I. Un elogio del evangelio. "�Qu� hermosos" - como si no pudiera expresar tanta belleza - "son los pies!" Algunos toman pies por hombres; otros por los afectos, siendo los del alma los pies del cuerpo: estos afectos aparecieron en los ap�stoles, por su dulce entrega y expresi�n; algunos por la velocidad de los ap�stoles en la conversi�n del mundo; algunos su constancia y valent�a.

Algunos toman la belleza por la santidad de los ap�stoles; otros por una belleza carnal con adornos, como zapatillas bordadas de oro y perla; ya que se abusa de esta Escritura para la consagraci�n del dedo del pie del Papa. Pero el significado claro es que la venida de los ap�stoles con las buenas nuevas de la salvaci�n fue aceptable: dice los pies porque son los instrumentos para andar; como familiarmente decimos de los pobres, se ganan la vida de la punta de los dedos, que son los instrumentos de su trabajo.

Hermosa. La palabra hebrea puede significar ser deseado y anhelado, o bello y bienvenido. La belleza de una cosa la hace desear, como la belleza de Cristo enferma de amor a la Iglesia. El t�rmino griego proviene de una ra�z que significa:

1. Hora. Generalmente tiempo, o tiempo de temporada: y por eso algunos lo leen, "�Qu� de temporada!" Una palabra dicha en temporada es hermosa. Todo es hermoso en su temporada. Muchas de nuestras carnes m�s deliciosas no lo son, pero el Evangelio siempre est� a tiempo; en el invierno de la adversidad, en el verano de la prosperidad, en la primavera de la juventud y en el oto�o de la vejez.

2. La primavera: y por eso algunos han comparado la llegada de los predicadores del evangelio a la primavera. Porque as� como los campos en la primavera comienzan a adornarse con flores, en las que se regocijan todas las criaturas, as� la predicaci�n del evangelio convierte nuestra esterilidad invernal en fecundidad, haci�ndonos florecer con gracias y virtudes celestiales.

3. Madurez, por lo que algunos han comparado la llegada de los ap�stoles con la fruta madura. La fruta inmadura es peligrosa y no tan bien coloreada, pero la que est� madura tiene buen sabor y buen color. No hay fruto de delicados colores tan hermoso y saludable como el evangelio.

4. Belleza; eso que llamamos el orgullo y las flores de la vida; tambi�n la juventud, en la que est� esa mezcla de blanco y rojo que se llama belleza. As� como se dice que Cristo es m�s justo, tambi�n lo es el evangelio.

II. Una raz�n. Porque es el evangelio de paz y buenas nuevas de cosas buenas. Esta redundancia sirve para hacernos m�s estimables por ella. Es el hechizo del Fantasma, una palabra reconfortante y salvadora de almas.

1. Paz. Somos enemigos de Dios por la corrupci�n de la naturaleza; el evangelio revela una paz triple: con Dios, con nosotros mismos, con los hombres; seg�n el c�ntico de los �ngeles en el nacimiento de Cristo.

2. Cosas buenas. S�, lo mejor en grado superlativo, cosas buenas celestiales: una libertad de todo mal del pecado, del castigo.

Conclusi�n: Nada debe ser tan bienvenido como la predicaci�n y los predicadores del evangelio. Que Cristo vino a salvar a los pecadores es un dicho fiel y digno de la mejor acogida ( 1 Timoteo 1:15 ). Se le llama la palabra de vida, de salvaci�n, el evangelio del reino. Incluso la llave del cielo; porque la vida y la inmortalidad son reveladas por el evangelio ( 2 Timoteo 1:12 ).

1. El deber esencial de un ministro es predicar el evangelio. La ley debe ser predicada tambi�n, tanto como una introducci�n al evangelio, como para una direcci�n de c�mo llevar nuestras vidas cuando hemos recibido el evangelio, porque el pecado rompe la paz de Dios; pero principalmente somos enviados a predicar el evangelio.

2. No riquezas ni dignidades, pero predicar el evangelio es el principal honor y belleza de un ministro, quien, aunque muy avanzado, si no predica el evangelio, ser� despreciado.

3. Algunos aman a sus ministros porque mantienen la hospitalidad, lo cual es encomiable; algunos porque ganan con ellos, lo cual es carnal; algunos porque nunca predican, lo cual es abominable; algunos porque ellos mismos ser�an bien contados, lo cual es hip�crita. Pero amarlos por el trabajo de ellos es consciente y conforme al mandamiento ( 1 Tesalonicenses 5:13 ). Es un argumento de gran corrupci�n estimar mezquino a un predicador; cuando el que trae noticias de un buen trato, o es un instrumento de nuestros placeres, ser� bien recibido y recompensado.

4. Si el ministro tiene dones d�biles, pero si predica el evangelio, debes considerar hermosos sus pies. No son los dones de los hombres, sino la Palabra de Dios la que obra la haza�a en nuestra conversi�n.

5. Si es el evangelio de la paz, los profesores deben ser pac�ficos. ( Elnathan Parr, BD .)

La musica del evangelio

�Qu� m�sica se ha escuchado alguna vez en este mundo que se pueda comparar con la m�sica del evangelio? Va al coraz�n de la humanidad universal. Es m�s rico en sus tonos que todas las voces de los hombres. Es mucho m�s emocionante que todas las sinfon�as de Handel y Mozart, de Beethoven, Mendelssohn, Rossini y de todos los poderosos maestros del canto. Es m�s suave que el murmullo de la brisa vespertina; m�s relajante que el sonido de la cascada distante.

Es m�s dulce que los gorjeos de los p�jaros de verano; m�s armonioso que el coro del susurro de las hojas del bosque. Es m�s grandioso que los aleluyas de las olas del oc�ano; m�s abrumador que el redoble del �rgano del trueno reverberante. S�, y m�s fundente y delicioso que el arpa de esas inteligencias celestiales a las que Dios designa como las "estrellas de la ma�ana". El evangelio se apodera del seno de los desolados e inexpresablemente tristes.

Deja caer su b�lsamo reconfortante sobre los o�dos de los quebrantados y cansados, los abandonados, los afligidos, los solitarios. Encanta el desaliento de los trabajadores y cargados. Su juglar penetra dentro de los barrotes de la prisi�n del cautivo y flota hasta el o�do de la v�ctima encadenada de la tiran�a en el calabozo subterr�neo. Su consuelo alegra a los que se sientan en las cenizas, a los que se visten con las vestiduras del luto y se desmayan bajo el esp�ritu de la pesadez. Viene con fuerza inquebrantable a los quebrados, a los arruinados y deshechos, a los culpables, a los traicionados, a los desesperados. , el contaminado y el perdido.

Cuando todas las dem�s voces est�n quietas, con un acento m�s suave que el de una madre, exhala esperanza y recuperaci�n para los ca�dos y los marginados. Ning�n Orfeo legendario jam�s afect� tanto a las rocas, los �rboles y las bestias salvajes, con el arpa y el canto, como Cristo, con la m�sica del evangelio, lo ha atra�do, en feliz cautiverio, al m�s aburrido, rudo y salvaje de la humanidad, oblig�ndolos a dejar sus instintos carnales, sus h�bitos de depravaci�n, sus caminos de pecado, para que, abandonando todo lo dem�s, por todo el mundo le sigan. ( J. Somerville .)

El evangelio de la paz

Es una gran misericordia disfrutar del �evangelio de la paz�, pero a�n m�s grande disfrutar la paz del evangelio. ( J. Dyer .)

El evangelio indiferente a los medios de su transmisi�n.

La mezquindad del vaso de barro, que transmite a otros el tesoro del evangelio, no quita nada del valor del tesoro. Una mano moribunda puede firmar una escritura de donaci�n de valor incalculable. El muchacho de un pastor puede indicarle el camino a un fil�sofo. Un mendigo puede ser portador de un regalo invaluable. ( W. Cecil, MA .)

Versículo 16

Pero no todos han obedecido al evangelio.

Porque dijo Isa�as: Se�or, �qui�n ha cre�do a nuestro anuncio?

Obediencia al evangelio

1. Pablo evita una objeci�n a lo que se dijo acerca de la predicaci�n del evangelio a los gentiles, que era de Dios. Como si un jud�o dijera: No, Pablo, Dios nunca te envi� a predicarles, porque si lo hubiera hecho, te habr�a enviado primero a nosotros y habr�a bendecido tus labores; pero la mayor parte no os obedece, ni jud�os ni gentiles. A esto Pablo responde con una concesi�n, con una correcci�n adjunta, como si dijera: En verdad, no todos obedecen el evangelio, pero ustedes los jud�os no deben ofenderse, porque, como se predijo nuestro env�o, tambi�n su incredulidad y la de ellos; y tambi�n se predijo el fruto peque�o y el efecto.

2. No todos obedecieron, es decir, creyeron. Se llama as� porque la obediencia es un efecto inseparable de la fe. As� decimos de los �rboles de nuestros huertos, esto es una pera, que una ciruela, cuando son los �rboles que dan tal fruto; as� que la fe es el �rbol que da fruto de la obediencia. La obediencia de la fe es doble. Primero, de la raz�n, cuando da lugar y camino al evangelio, aunque no lo concibe.

Para el Evangelio va m�s all� de la raz�n, como en el punto de la Trinidad, la encarnaci�n de Cristo, la justificaci�n de un pecador ante Dios, la resurrecci�n, etc . Abraham crey� ( 2 Corintios 10:5 ) por encima o en contra de la raz�n, y se dice que el evangelio somete nuestra raz�n. El de las obras es cuando observamos la ley, porque la fe obra por el amor ( G�latas 5:6 ), y debe ser mostrada por nuestras obras.

3. Cuando se predica el evangelio, no todos se convierten por �l y lo creen ( Juan 3:32 , Juan 12:37 ; Mateo 20:16 ; 2 Tesalonicenses 3:2 ).

I. La fe se llama obediencia. Obedece en la vida y haz que tu raz�n obedezca. Ning�n hombre que se basase en su propia raz�n crey� jam�s; un ingenio no santificado es un gran obst�culo para la fe. Los m�s grandes fil�sofos ( Hechos 17:18 ) m�s resistieron a Pablo, como nuestros m�s grandes pol�ticos se burlan m�s de la predicaci�n de la Palabra.

II. Todos est�n obligados a escuchar, y nada tan digno de ser escuchado como el evangelio. Digamos de o�r, como Pablo habla de saberlo, es decir, que �l estim� no saber nada m�s ( 1 Corintios 2:2 ). El canto de la nodriza no calma tanto al ni�o como la predicaci�n del evangelio a la conciencia. Es la mano de Dios que nos ofrece el perd�n de los pecados.

Por tanto, el que tiene o�dos para o�r, oiga. Si no has de o�r que ahora que pueden beneficiarse de ti, y oir�s un d�a que lo que har� que tu coraz�n a doler, incluso esto, �Go, malditos�, etc .

III. Los ministros deben sentirse afectados y afligidos cuando ven la compa��a de oyentes reverentes tan escasa y sus labores tan infructuosas. El profeta aqu� se queja de esto; as� Cristo gime por la dureza del coraz�n del pueblo, y llora por la terquedad de Jerusal�n. El acto m�s astuto que se le puede hacer a un ministro es privarlo del gozo de sus labores, y la manera de regocijarlo es abrazar el evangelio que predica.

IV. Isa�as y Pablo no se dieron por vencidos, aunque ten�an motivos para quejarse. Como el m�dico no omite ning�n punto de su arte, aunque la recuperaci�n de su paciente sea desesperada, as�, aunque predicamos a muchos oyentes desesperados y burlones, no debemos darnos por vencidos, sino usar m�s diligencia.

V. Aunque la fe no puede existir sin la predicaci�n que la precede, la predicaci�n puede ser sin la fe que la sigue. Como lo que ha de ser conocido puede ser sin el conocimiento de ello. Hay dos cosas que se requieren para la fe: la determinaci�n de lo que se debe creer y la inclinaci�n y persuasi�n del coraz�n para creer. La predicaci�n determina, pero es Dios quien persuade con la predicaci�n. Dios puede hacerlo sin predicar, pero la predicaci�n no puede hacerlo sin Dios. Nuestra voz puede decir arrepent�os, pero es solo Dios quien da el arrepentimiento. Pablo predica el cuidado de Lidia, pero Dios tiene la llave de su coraz�n. ( Elnathan Parr, BD .)

Desobediencia al evangelio

1. El hombre es la misma criatura desobediente bajo todas las dispensaciones. Lamentamos su rechazo del evangelio, al igual que Isa�as, quien habl� en nombre de toda la compa��a de los profetas.

2. Una de las mayores pruebas de la depravaci�n del coraz�n del hombre es que no obedecer� m�s al evangelio que a la ley, sino que desobedece a su Dios, ya sea que le hable en amor o en la ley. Los hombres se perder�n antes que confiar en su Dios.

3. Cuando alguien recibe el evangelio, es una obra de gracia: �el brazo del Se�or se revela�; pero cuando lo rechazan, es su propio pecado: "no han obedecido el evangelio".

I. El evangelio llega a los hombres con la fuerza de un mandamiento. No es opcional para los hombres aceptarlo o rechazarlo a placer ( Hechos 17:30 ; Marco 1:5 ). Negarse a creer es incurrir en un gran pecado ( Juan 16:8 ). Hay una pena de muerte asociada a la desobediencia ( Marco 16:16 ). As� es ...

1. Asegurar el honor de Dios. No es la oferta de un igual a un igual, sino del gran Dios a un pecador condenado.

2. Envalentonar a quien lo proclama. El ministro ahora habla con valent�a con la autoridad de su Maestro.

3. Para recordarle sus obligaciones. El arrepentimiento y la fe son deberes naturales de los cuales el evangelio no exonera al hombre, aunque lo bendice al otorg�rselos.

4. Animar al buscador humilde. Debe tener plena libertad para creer en Jes�s, ya que se le ordena que lo haga, y se le amenaza si no lo hace.

5. Sugerir a los hombres el deber urgente de velar por el bienestar de su alma. El suicidio, ya sea del cuerpo o del alma, es siempre un gran crimen. Descuidar la gran salvaci�n es una grave ofensa. El evangelio se presenta como una fiesta, a la que los hombres deben asistir, bajo pena del disgusto del Rey ( Mateo 22:1 ). El hijo pr�digo ten�a raz�n al regresar con su padre; y si �l ten�a raz�n al hacerlo, tambi�n estar�amos todos haciendo lo mismo.

II. Entonces, �cu�les son las afirmaciones del evangelio sobre la obediencia?

1. La autoridad del remitente. Todo lo que Dios ordena, el hombre est� sujeto a la obligaci�n de hacerlo.

2. El motivo del remitente. El amor brilla en el mandamiento del evangelio, y ning�n hombre debe despreciar el amor infinito. Negarse a obedecer el evangelio de salvaci�n es un insulto al amor divino.

3. El gran don del remitente: nos ha dado a su Hijo unig�nito. Rechazar a Jes�s es una gran afrenta al amor inconmensurable.

4. La razonabilidad de la demanda del remitente. �No deber�an los hombres creer en su Dios y confiar en su Salvador?

5. La seriedad del remitente. Todo su coraz�n est� en el evangelio. Note la alta posici�n que ocupa el plan de salvaci�n en la estima de Dios. �No obedeceremos un llamamiento que se nos presente con tanta energ�a de compasi�n? Preg�ntele a su propia conciencia si hace bien en rechazar o descuidar el evangelio de la gracia de Dios. Pregunte a los que ahora son salvos qu� piensan de su larga incredulidad. No incurra en un mundo de arrepentimientos en a�os posteriores por largas demoras. No pongan en peligro sus almas al rechazar el evangelio.

III. �Cu�l es la obediencia requerida por el evangelio? No meramente escuchar, acreditar, gustar, profesar o proclamar; sino una sincera obediencia a sus mandamientos. Afirma ...

1. Fe en el Se�or Jesucristo.

2. Renuncia a la justicia propia y confesi�n de culpa.

3. Arrepentimiento y renuncia pr�ctica al pecado,

4. Discipulado bajo el Se�or Jes�s; y esto significa obediencia tanto a su ense�anza como a su ejemplo.

5. La confesi�n p�blica de su nombre, a su manera, es decir, mediante el bautismo. Conclusi�n: Si se niega a obedecer el evangelio, su coraz�n se endurecer� a una incredulidad m�s profunda. Otros obtendr�n la bendici�n que rechazas; y esto profundizar� su propia condenaci�n ( Romanos 10:19 ). Morir�s en tus pecados, con tu sangre sobre tu propia cabeza. ( CH Spurgeon .)

Un rumor increible

Aproximadamente en el 700 a. C. hubo un gran avivamiento en Israel. Los c�nticos de adoraci�n pura se volvieron a escuchar en el templo, y el pueblo se postr� ante los altares de Jehov�. Este regreso a la verdad y la justicia fue, sin embargo, meramente temporal. Era como el destello de la aurora boreal: la oscuridad que regresaba era m�s profunda que nunca. El rey y el pueblo volvieron a sus abominaciones, y el profeta desapareci� en la oscuridad de la noche que se acercaba, profiriendo este triste lamento: '�Qui�n ha cre�do a nuestro anuncio? �Y a qui�n se revela el brazo del Se�or? " Pasaron setecientos a�os, y alrededor de la estribaci�n del monte de los Olivos pas� una procesi�n camino de la Ciudad Santa.

�Hosanna! �Hosanna al Hijo de David! " gritaron los que fueron antes y los que siguieron despu�s. Jes�s entr� en el templo y desde el p�rtico donde Isa�as hab�a rogado en vano a la gente que se arrepintiera y creyera que �l predic� el glorioso evangelio. Pero en �l no hab�a forma ni hermosura de que los hombres lo desearan. El coraz�n del pueblo no cambi� de ninguna manera, como hab�a escrito Isa�as: ��Qui�n ha cre�do a nuestro anuncio? �Y a qui�n se le revela el brazo de Dios? " Cuando todo termin� y la gloriosa obra fue verificada por el triunfo del Salvador sobre la muerte, Pablo, escribiendo a la gente de Roma, les pide que crean que su salvaci�n est� cerca; �l quiere que se regocijen en las buenas nuevas de liberaci�n del pecado.

Sin embargo, el mensaje fue rechazado, y el ap�stol encuentra expresi�n de su decepci�n en las palabras del profeta: ��Qui�n ha cre�do a nuestro anuncio? �Y a qui�n se revela el brazo del Se�or? " Y aqu� estoy yo, mil ochocientos a�os despu�s, predicando el mismo evangelio. �Ha cambiado la naturaleza humana mientras tanto? Hay multitudes que todav�a rechazan la oferta de redenci�n en Jesucristo. �Qu� es este informe que la gente rechaza con tanta insistencia? Es la historia de la intervenci�n de Dios a favor de nuestra raza arruinada. El mayor error que puede cometer un alma humana es rechazar la oferta de salvaci�n en Jesucristo. Y el orgullo est� en el fondo.

I. Orgullo del intelecto. Todos sabemos algo y ninguno sabe demasiado. "Un poco de aprendizaje es una cosa peligrosa." La tentaci�n es rechazar todo lo que no est� al alcance de la raz�n. Observe algunos de los hechos fundamentales del evangelio con los que tropezamos porque nos desconciertan.

1. El pesebre. Ni por un momento debe suponerse que una mente finita puede comprender el misterio de la Encarnaci�n. Sin embargo, eso no es motivo alguno por el que debamos rechazarlo.

2. La Cruz. �C�mo puede sufrir el inocente por el culpable? �C�mo puede el Dios Infinito cargar con los pecados de sus criaturas? �C�mo se puede satisfacer la justicia con un dolor indirecto? Pero el misterio de la muerte vicaria de Dios en nuestro favor no es realmente m�s incre�ble que el misterio inferior, pero similar, del amor de una madre. Y el amor de una madre es lo m�s com�n del mundo.

3. El sepulcro abierto. El que estaba muerto est� vivo de nuevo. Esto tambi�n repugna a nuestra raz�n. Y, sin embargo, la vida de la muerte, el misterio de los misterios, est� a nuestro alrededor y siempre se impone sobre nosotros.

II. Orgullo moral. El peor de nosotros piensa moderadamente bien de s� mismo.

1. La sugerencia de pecado es aborrecible para nosotros. Altera nuestra ecuanimidad; perturba nuestro sue�o. Cristo arranca el c�sped de nuestra asunci�n de virtud y expone una tumba de "huesos e inmundicias de muertos". No es de extra�ar que un pecador no acepte nada de eso.

2. No nos gusta la noci�n de arrepentimiento. Todos matar�amos a Juan el Bautista si lo atrap�ramos.

3. La doctrina de la gracia gratuita nos repugna. Pagar�amos alegremente; pero Creso mismo no pudo, con todas sus generosas posesiones, comprar uno de los racimos de la vi�a del rey. Estar�amos felices de sufrir si el sufrimiento pudiera expiar el pasado mal vivido; pero no podemos. Cristo ha sufrido una vez por todas. �Qu� queda entonces? �C�mo se salvar� un pecador? Simplemente aceptando la oferta de perd�n y vida.

El que crea, ser� salvo. �Esto es todo? S�; y es su ligereza lo que nos ofende. Debemos convertirnos en nada en la presencia de Cristo, con el fin de que Cristo se convierta en todo para nosotros. Hay dos pensamientos finales.

(1) El informe de que Dios nos am� y se dio a s� mismo por nosotros es cierto. Esta es la noticia, el dios-hechizo, el glorioso evangelio del Dios bendito.

(2) Y si no fuera cierto, conserv�moslo. Si es s�lo un enga�o cari�oso, sigamos en todo caso en �l. Si solo es un sue�o, no dejes que ninguna mano grosera o voz desagradable nos despierte. Si no hay Dios, ning�n Amigo Todopoderoso que se preocupe por este mundo y sus criaturas que sufren, sigamos so�ando con una Providencia bondadosa y murmuremos en nuestros sue�os: "Abba Padre". Pero el evangelio es verdadero. Hablamos que sabemos y testificamos que hemos visto. El brazo de Dios ha sido desnudo por nosotros. ( DJ Burrell, DD .)

El informe del evangelio

I. El evangelio es un informe.

1. No es un informe nuevo. Es lo que escucharon por primera vez nuestros primeros padres: "Le herir�s la cabeza". Es el mismo que recibieron los patriarcas y profetas, de quienes se dice: "Todos estos murieron en la fe". Es lo mismo que comenz� a hacer Cristo, cuando en el cumplimiento de los tiempos sac� a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio. A veces se alega novedad contra los predicadores del evangelio. De hecho, hay un sentido en el que es nuevo; su excelencia s�lo puede conocerse por experiencia.

2. Pero, si no es nuevo, est� lleno de verdad. Quiz�s su atenci�n se excite con un informe que no es cierto, ya que algunos de ustedes pueden haberse emocionado por la imitaci�n del escenario, o cuando otros pueden haber derramado l�grimas de sensibilidad por un romance. Pero todo es verdad, todo es realidad aqu�.

3. Pero suponiendo que sea cierto, �es interesante? �Es este informe importante? S�, es tan bueno como verdadero, tan verdadero como bueno. Hay algo sorprendente en el esquema del evangelio. En �l se despliega sabidur�a infinita, se manifiesta gracia infinita en �l; es infinitamente glorioso en sus efectos. D�jelo caer en una ciudad, en un pueblo, en una familia, su influencia pronto se sentir�. Hace m�s que toda la sabidur�a del Senado, que todas las m�ximas de los fil�sofos, que todo el poder de los ej�rcitos.

II. Este informe est� relacionado con la fe. De lo contrario, se hace en vano. La queja es: "�Qui�n ha cre�do a nuestro informe?" No me refiero a una fe familiar, a cuyo ejercicio un hombre no puede atribuir otra raz�n que la de que su padre as� lo crey� antes que �l. Tampoco me refiero a una fe geogr�fica, por la cual un hombre hace una profesi�n de cristianismo simplemente porque vive en un pa�s cristiano. Hablo de fe genuina.

Este es un principio Divino y produce efectos Divinos. Es obra del Esp�ritu y siempre va acompa�ada de los frutos adecuados. Dondequiera que se lleve el informe del evangelio, conlleva la obligaci�n de creerlo, porque hay:

1. Suficiencia de objeto. Cristo, quien fue "hecho pecado por nosotros, aunque no conoci� pecado", y que est� tan dispuesto como puede y tan capaz como est� dispuesto a "salvar perpetuamente".

2. Suficiencia de autoridad para garantizar todo lo que el pecador espera. El Salvador vino a buscar y salvar a los pecadores. �Y no es este tu personaje?

3. Suficiencia de invitaci�n. El lenguaje de este informe es "Ven". El Antiguo Testamento dice: �Ven� - �Ven, y razonemos juntos�, etc . �A todos los sedientos�, etc . El Se�or Jesucristo dice: �Ven� - �Si alguno tiene sed, venga a m� y beba� - �Venid a m� todos los que la mano de obra�, etc . �Y el Esp�ritu y la Esposa dicen: Ven�, etc . ( W. Mann, AM .)

El trato que el hombre da al evangelio

I. Dean Vaughan considera que esta cita es la cita de un caso paralelo. �El evangelio se env�a a todos; pero �(se puede objetar)� no todos obedecen. Es verdad. Esa queja es tan antigua como la �poca de Isa�as: �qui�n crey�? mensaje ahora ".

II. El Dr. Hodge lo considera una prueba. �La queja del profeta no se limit� a los hombres de su generaci�n. Se refer�a principalmente al rechazo general del evangelio, especialmente por parte del pueblo teocr�tico. "Cristo vino a los suyos, y los suyos no le recibieron". Y esto fue predicho en la antig�edad ".

Escuchar y escuchar: -

I. Todos lo hab�is o�do. Estos son los d�as en los que el conocimiento aumenta en la tierra, y muchos corren de un lado a otro. Los maories de Nueva Zelanda han o�do hablar del amor de un Salvador y muchos de ellos se han regocijado en �l con fe. En todo el mundo el evangelio est� ganando su camino cada vez m�s amplio, y sobre las alas del gran amor vuela, esparciendo sus tesoros en su vuelo. Pero, aparte de la condici�n del mundo pagano, el hecho es que todos ustedes han escuchado el evangelio.

Hablo con alguien que, aunque todav�a est� sentado en la oscuridad, no puede alegar que no ha aparecido ninguna estrella del d�a. Recuerda, sin duda, la conmovedora historia del ni�o gitano moribundo que, al ser visitado por una se�ora que le habl� de Jes�s, el Salvador de los pecadores, derram� este lamento doloroso en los o�dos del misionero: ��Nadie me lo dijo jam�s! �Nadie me lo dijo nunca! " Muri� murmurando palabras que para su madre eran completamente ininteligibles, pero que la buena dama comprendi�; porque, cuando su esp�ritu se desvaneci�, sacudi� la cabeza y llor� amargas l�grimas, diciendo: "�Nadie me lo dijo jam�s!" Amigos m�os, no pueden presentar esa excusa ante el trono de Dios, porque todos han escuchado el evangelio.

II. D�jame intentar mostrarte la diferencia entre escuchar y obedecer. El hecho de que el ap�stol se lamenta de que no todos obedecieron, implica que algunos lo hicieron. Dondequiera que se predique el evangelio, algunos recibir�n la verdad en el amor por �l. Pero, ay, debo confesar que en Nueva Zelanda, as� como en la Vieja Inglaterra, hay muchos que, aunque lo escuchan, no lo escuchan. Intentar� mostrarte la diferencia.

Tenemos en las Colonias una costumbre en relaci�n con el Cuerpo de Bomberos que ilustrar� mi punto. La ciudad est� dividida en distritos numerados, y cuando suena la alarma, la campana da el n�mero del distrito en el que se ha producido el incendio. Mediante este arreglo, los que est�n desde casa, asistiendo a un servicio o visitando a sus amigos, son informados de la localidad del incendio. Supongamos que el sistema pudiera amplificarse, de modo que se indicaran todas las calles y casas; �Qu� ansiosa escucha habr�a! Cuando la campana termin� de hacer sonar su alarma, �no contar�an todos los due�os de casa los golpes? y el que oyera el n�mero de su casa, tendr�a alas en los talones inmediatamente y se apresurar�a a salvar a sus hijos y sus bienes del elemento ardiente.

Ahora, es cuando el evangelio llega a casa para un hombre as�, cuando escucha su n�mero sonar y siente que su alma est� en peligro de quemarse eternamente, cuando el dedo de Dios lo se�ala como lo hizo Nat�n a David. , y una voz severa declara "T� eres el hombre" - entonces es que ha dejado de o�r por escuchar, y escuchar se vuelve equivalente a obedecer. Luego se apresura hacia el Salvador, diciendo: �Huyo a Ti para esconderme.

Quiz� otra ilustraci�n lo aclare a�n m�s. Hay una gran multitud en la calle, y escucho el timbre del botones y su voz estent�rea que grita: ��Oh, s�! �Oh si! �Oh si!" Contin�a anunciando que mientras los habitantes del pueblo mueren por falta de pan y tiemblan por falta de ropa, algunos amigos han abierto un comedor de beneficencia all� y otros en otro lugar est�n regalando mantas y ropa.

La gente hambrienta y temblorosa escucha con gran inter�s. �Oh, qu� buenas nuevas es para ellos: pan suficiente y de sobra! "Oh", dicen, "esto es lo mejor para nosotros". No, no paran de decir eso. Se van, sin comentarios, para recibir la recompensa. Primero escuchan y luego escuchan. Apenas oyen, obedecen. Pero, mientras la multitud escuchaba al botones, una elegante dama en un gran carruaje le dijo al cochero: �John, �qu� pasa all�? Solo det�ngase un minuto.

Me gustar�a ver qu� est� mal ". Entonces el espl�ndido carruaje se acerc� a la multitud, pero no se qued�, porque su se�or�a se disgust� tan pronto como vio a tanta gente pobre, hambrienta y mal vestida, y dijo, malhumorado: �Contin�a, John; conducir a casa ". Ella no quer�a sopa ni mantas, no ella. Ella f�cilmente podr�a haber ahorrado la mitad del suyo para los pobres y necesitados, as� que, por supuesto, no obedece al botones. Estoy convencido de que la gran raz�n por la que hay tan pocos oyentes entre tantos oyentes de las buenas nuevas es que no se dan cuenta de sus necesidades.

III. Ahora, por �ltimo, perm�tanme instarlos a que obedezcan. Has escuchado las nuevas. No se puede dudar de que son buenas nuevas. No pospongas m�s las cosas. Acepte las gozosas nuevas y al Salvador de quien hablan las nuevas. �Por qu� tantos desobedecen esta visi�n celestial? O no se dan cuenta de su necesidad o no reconocen la riqueza de la oferta. Debe ser uno u otro. Est�rate imaginando en un sof�.

Est�s medio dormido en una habitaci�n en la pared de la cual hay una simple imagen. En la puerta de una caba�a, un pobre caminante se sienta sobre un tronco ca�do. Parece hambriento y cansado; y justo en el porche hay una campesina de aspecto amable con un beb� en brazos y un ni�o peque�o a su lado con una palangana de avena o sopa en las manos. Su madre le est� ense�ando al peque�o a ser bueno y amable con los pobres.

�C�mo es que la miseria y el cansancio no aceptan con entusiasmo la bondad y el refrigerio? La respuesta se encuentra en el hecho de que no es la vida real en absoluto; es solo una imagen. El hombre no tiene necesidades reales, en realidad no tiene hambre, ni es una palangana de avena, y la sonrisa en el rostro de la mujer solo se muestra. No hay nada real en todo ello, o la cena pronto ser�a demolida, los hambrientos alimentados y el dador satisfecho.

Hay quienes no aceptan la misericordia ofrecida porque su gloriosa realidad nunca se les ha ocurrido; tampoco son conscientes de la realidad de su necesidad, aunque pueden tener una sensaci�n so�adora del hecho de que algo les falta. ( Thos. Spurgeon .)

El trato que el hombre da al evangelio, la indiferencia

�Cu�ntos escuchan el evangelio con indiferencia! Un telegrama en la Bolsa - lo leen con los dos ojos - �Habr� una subida o bajada de las acciones? Un art�culo a partir del cual pueden juzgar la corriente general del comercio: c�mo lo devoran con la mente, absorben el significado y luego van y practican lo que han aprendido de �l. Un serm�n escuchado, y he aqu�, el ministro es juzgado por c�mo lo predic�, como si un hombre que lee un telegrama dijera que la letra may�scula no est� bien escrita en la prensa, o que el punto a la "i" se ha ca�do. la carta; o como si un hombre que lee un art�culo de negocios deber�a simplemente criticar el estilo del art�culo en lugar de buscar su significado y actuar de acuerdo con sus consejos.

�Oh, c�mo los hombres escuchar�n y pensar�n que es correcto, ser el colmo de la perfecci�n para decir que les gust� o desaprobaron el serm�n! Como si al predicador enviado por Dios le importara un carajo si a usted le gustaba o no su serm�n, su negocio no era complacer sus gustos, sino salvar sus almas; no para ganar su aprobaci�n, sino para ganar sus corazones para Jes�s y llevarlos a reconciliarse con Dios. ( CH Spurgeon .)

Indiferencia: la causa del des�nimo

"�Por qu� me siento como si estuviera dormido cuando juego?" dijo Rubinstein, en respuesta a una pregunta. Con mucho gusto te dir� c�mo es eso. Hace unos cinco a�os di un concierto en Londres. Mi audiencia parec�a muy interesada y yo mismo estaba bien dispuesto. Mientras tocaba el 'Appassionata' de Beethoven, sin pensar mir� a mi alrededor, y all�, en el otro extremo del piano, �vi a una dama chismorreando lo m�s r�pido posible! Fue como una ducha de agua helada. Cerr� los ojos de inmediato, y desde entonces nunca me he atrevido siquiera a echar un vistazo al p�blico ".

La indiferencia no es motivo de desesperaci�n

Un ministro con una gran congregaci�n lleg� a casa un d�a con grandes problemas y le dijo a su esposa que estaba casi desanimado y que ten�a muchas ganas de renunciar a su lugar y dejar su trabajo. "�Y qu� te hace sentir as�?" respondi� su esposa. �Bueno�, dijo el ministro, �todo parece ir mal. Es muy dif�cil mantener a la gente interesada en la religi�n, y muchos parecen ser casi completamente indiferentes.

"As� que te gustar�a que todo el mundo y todo estuviera bien, �verdad?" Dijo su esposa. "Eso es." �Muy bien�, continu� la esposa, �entonces podr�as renunciar; entonces tu trabajo no ser�a necesario. Pero tal como est�n las cosas, debes mantenerte firme en tu lugar, porque la raz�n que has dado es la raz�n por la que debes seguir trabajando ".

Indiferencia: su prevalencia

�Est� decayendo la fe sincera? La tendencia parece ir decididamente en esta direcci�n. Incluso en los asuntos seculares, The Times nos dice: �Nada es m�s notable que la completa extinci�n de ese gran inter�s, esa fe intensa y esa ansiosa esperanza, que inspiraron manifiestamente a los pol�ticos de hace medio siglo e hicieron sentir su influencia entre todas las clases de la comunidad ". En los c�rculos religiosos es com�n escuchar comentarios sobre la indiferencia de un gran n�mero de personas que van a la iglesia, la ausencia en sus mentes de convicciones poderosas y la despreocupaci�n f�cil con la que pasan ante grandes y solemnes preguntas, la importancia de los cuales sol�a ser sentido por casi todos.

Los ministros del evangelio, por lo tanto, que tienen la responsabilidad de guiar a la Iglesia, deben recordar que si quieren ver una fe ferviente de parte de su pueblo, nada es m�s necesario que sus propios corazones sean penetrados por ella, y si quieren ver que la fe controla la vida de otros hombres, realmente debe controlar la suya propia. ( AM Fairbairn, DD .)

Indiferencia: lo predominante

La forma m�s grosera de indiferencia es el cinismo. Cuando uno oye a ciertos hombres hablar de Cristo y su religi�n con un tono medio condescendiente, o lee sus escritos en los que su car�cter y sus obras est�n sujetos a una cr�tica que es simplemente insolente, uno se horroriza ante tan flagrante indecencia. Sin embargo, esta es una indiferencia que no es com�n, pero sin embargo, su infecci�n puede extenderse r�pidamente si alguna vez el veneno de una irreverencia profana ha preparado a alg�n sector de la sociedad para su recepci�n.

La indiferencia que est� de moda es formalista. Hay miles para quienes la religi�n es simplemente la adaptaci�n de un cierto h�bito convencional de observancia respetable. Son cristianos porque viven en la cristiandad; Protestantes porque viven en Inglaterra; Gente de la iglesia porque sus padres lo eran. En la iglesia hay indiferencia por el servicio, las oraciones, el serm�n. Es una ceremonia que se realiza, no para la gloria de Dios, sino por la costumbre, como "lo correcto", no porque sea un privilegio y un gozo.

Y de un domingo a otro, a menos que exista la costumbre de las oraciones familiares, la cuesti�n de la religi�n simplemente ni una sola vez les parece que forma parte de la vida cotidiana. El servicio, el predicador, la doctrina, el estilo, pueden discutirse ocasionalmente en intervalos entre otros temas del d�a - pol�tica, diversiones, el clima - pero eso es todo. Acerca de las cosas de Cristo y de Dios hay la m�s suprema indiferencia. A trav�s de la suave superficie de esa despreocupaci�n mental y espiritual, ning�n soplo de vida de arriba ni ninguna r�faga de terror de abajo despierta ni una onda. ( RFL contundente ).

Versículo 17

Entonces, la fe viene por el o�r y el o�r por la Palabra de Dios.

�C�mo puedo obtener fe?

Si tengo sed, �c�mo podr� apagar mi sed? Por una corriente de agua. Pero, �de qu� manera puedo obtener agua? Basta decirme que vaya al grifo oa la fuente. No hace falta explicar que el agua la suministra un embalse, que primero se extrajo del r�o, que la recibi� de las nubes. Para los sedientos, todo lo que quieres decirles es: "Ah� est� el agua, bebe". Un hombre tiene hambre y te pregunta: ��C�mo puedo conseguir pan? �.

Ve a la panader�a �, dices. Si quiere saber c�mo se obtiene el pan, se lo podemos dar en otro momento. Y cuando se trata de una persona ansiosa, ser� suficiente decir: "La fe viene por el o�do"; se puede proporcionar m�s informaci�n en circunstancias m�s felices.

I. El camino por el cual la fe llega a los hombres. "Oyendo".

1. Negativamente. No viene

(1) Por ascendencia hereditaria. Los herederos de la salvaci�n nacen, "no de sangre, ni de la voluntad de la carne, sino de Dios". Lo que nace de la carne es carne, y nada m�s.

(2) Por los sacramentos. �No es la fe un concomitante de la regeneraci�n? �Y qu� vale esa regeneraci�n que deja a una persona incr�dula? La fe no puede ser rociada sobre nosotros, ni podemos sumergirnos en ella. No debe ser derramado en nosotros de un c�liz, ni generado en nosotros por el pan consagrado.

(3) Sintiendo. Hasta que ciertos hombres han sentido lo que han o�do descrito en una biograf�a religiosa, no pueden creerlo. Puede obtener el mejor sentimiento de la fe, pero pasar� mucho tiempo antes de que encuentre alguna fe que valga la pena tener en los marcos y sentimientos.

(4) Por sue�os y visiones. La noci�n todav�a est� vigente de que si sue�as con ver a Jes�s, o si un pasaje de las Escrituras te golpea, o si imaginas que escuchas una voz habl�ndote, entonces eres un creyente. Ahora, aunque deber�a ver a todos los �ngeles en el cielo, no probar�a que ir�a al cielo, como tampoco el haber visto al guardaespaldas del Papa ser�a una prueba de que ser� cardenal. Adem�s, los hombres vieron a Cristo y, sin embargo, lo blasfemaron.

(5) A trav�s de la elocuencia, seriedad o cualquier otra buena cualidad del predicador. Si es as�, al nacer del poder de la carne, morir� y, por lo tanto, resultar� diferente a la fe que brota de la palabra incorruptible de Dios, que vive y permanece para siempre.

2. Positivamente: "La fe viene por el o�r". A veces, la fe ha entrado en la mente de los hombres al o�r:

(1) La simple declaraci�n del evangelio. Todo lo que algunos han querido ha sido simplemente ser informados del camino de la salvaci�n.

(2) De la adecuaci�n del evangelio al caso individual. Si bien algunos lo han escuchado predicado como un evangelio para los pecadores, han sentido que ciertamente estaban entre esa clase.

(3) De la piedad condescendiente y el amor que se derrite de Jes�s. Cuando se han predicado tales textos sobre "Este a los pecadores recibe", "Venid a m� todos los que est�is trabajados", etc. , esa tensi�n ha tocado el coraz�n y ha llevado a los m�s endurecidos a creer en un Salvador tan bondadoso con los indignos. .

(4) De su autoridad. Hay personas que, cuando han escuchado el evangelio, no lo han cre�do al principio, pero si el ministro ha sido inducido a mostrar que Dios ha puesto su sanci�n sobre �l, han cedido y renunciado a toda pregunta adicional.

(5) De la veracidad de los escritores sagrados.

(6) La explicaci�n del evangelio. Cuando el predicador aborda una por una las dificultades del alma que impiden que un hombre mire a Cristo, y cuando un hombre muestra que toda su ayuda para la salvaci�n est� puesta sobre uno que es poderoso, a menudo ha sucedido que la fe ha llegado a trav�s del o�do. de una palabra tan explicativa.

(7) El evangelio predicado con peculiar precisi�n que revela el alma. Recuerda a la mujer samaritana.

(8) La experiencia de quienes han gustado la palabra de vida; cuando el predicador cuenta c�mo confi� en Jes�s y encontr� la paz; cuando es capaz de se�alar a otros que han sentido lo mismo, entonces la convicci�n y la fe se forjan en la mente. Para aclarar todo el asunto: suponga que est� sufriendo una enfermedad muy grave y un m�dico profesa curarle, �c�mo podr�a tener fe en �l? Oyendo.

Lo oyes hablar y percibes que comprende tu caso, porque describe exactamente todos tus s�ntomas. A continuaci�n, le describe todo el m�todo de curaci�n que pueda comprender. Luego pregunta sobre el car�cter del hombre; descubre que es un practicante h�bil. Adem�s, supongamos que lo hace todo gratis, movido �nicamente por un bondadoso deseo de eliminar el dolor y salvar la vida. Pero si, adem�s, te muestra su libro de casos y te pide que leas un caso tras otro similar al tuyo en el que ha efectuado una curaci�n perfecta, y si algunos de ellos son tus propios conocidos, no lo insultar�s dici�ndole , "Ojal� pudiera creerte". De la misma manera viene la fe en Cristo.

II. Las obstrucciones que a menudo bloquean este camino.

1. Falta de intenci�n. Muchas personas vienen a escuchar, pero no desean ser conducidas a la fe. Como las mariposas que revolotean de flor en flor, no extraen miel porque no vienen para tal prop�sito; mientras las abejas se sumergen en las copas y campanillas de las flores, y suben cargadas con su exquisita comida.

2. Falta de atenci�n. No es probable que los oyentes somnolientos sean llevados a la fe. Los corazones descarriados pierden el beneficio de la verdad y las mentes vanas trivian el privilegio de un ministerio evang�lico.

3. Falta de franqueza. Si un hombre escucha con un coraz�n prejuicioso, no es probable que se convenza.

4. La falta de meditaci�n despu�s. El miembro del jurado que tiene m�s probabilidades de llegar a la verdad de un caso dado ser� el hombre que, habiendo escuchado con atenci�n, toma las notas de la evidencia, la sopesa y se esfuerza por escudri�ar la verdad. As� que cuando nos escuches predicar, tamiza el serm�n despu�s, hazle agujeros si quieres, pero busca la verdad y no te contentes hasta que la encuentres. Aqu� hay una bolsa, y la meto libra tras libra, pero encuentro que la bolsa est� tan vac�a como antes; la raz�n es que tiene agujeros y el dinero cae. Demasiados oyentes son como una bolsa llena de agujeros, y los sermones de oro no los bendecir�n porque voluntariamente se olvidan de todo.

III. La importancia de que la fe nos llegue por esta v�a. Si has escuchado y la fe no ha llegado a ti, est�s, en este momento, en la hiel de la amargura y en los lazos de la iniquidad. La ira de Dios permanece sobre ti. ( CH Spurgeon .)

La fe escuchando la palabra de Dios

I. �Qu� es la fe?

1. Un hist�rico ( Santiago 2:19 ).

2. Un dogm�tico ( Hechos 8:13 , Hechos 8:33 ; Lucas 4:41 ).

3. Un temporal ( Lucas 8:13 ; Juan 5:35 ).

4. Una fe de milagros ( Lucas 17:6 ; 1 Corintios 13:2 ).

5. Una fe salvadora ( Romanos 10:10 ; Hechos 16:31 ; 1 Pedro 2:6 ).

II. �Qu� es lo que lleva el o�r de que viene la fe?

1. No es palabra de hombres.

2. No de �ngeles ( G�latas 1:8 ).

3. Pero de Dios.

III. �Qu� significa escuchar esta palabra? Al escucharlo ...

1. Leer.

2. Expuesto.

3. Predic�.

IV. �C�mo se obra la fe por la palabra? No como por la causa principal, sino solo instrumental. Por lo tanto&mdash

1. El ministro comisionado por Dios lo habla al o�do, a veces de la misericordia de Dios, a veces del deber del hombre ( 2 Timoteo 4:2 ).

2. Los o�dos del oyente captan lo que habla el predicador y lo transmiten al entendimiento. Pero el que no puede recibirlo ( 1 Corintios 2:14 ), por lo tanto:

3. El Esp�ritu acompa�a la palabra y permite que el entendimiento la reciba.

4. Habiendo hecho esto, el Esp�ritu inclina el coraz�n a abrazarlo ( Filipenses 2:13 ; Romanos 7:15 ; Hebreos 4:12 ).

V. Uso de la reprimenda.

1. A los que se creen por encima de las ordenanzas.

2. A los que no se acerquen a ellos. Esta doctrina se encuentra, como el �ngel con Balaam, con una espada desenvainada:

(1) Los que ni siquiera vendr�n a escuchar.

(2) Los que vendr�n, pero no para o�r, sino por costumbre, o para tapar la boca de una conciencia pendenciera.

(3) Los que vendr�n a o�r, pero no oir�n cuando vengan ( Ezequiel 33:31 ). Vienen y traen sus o�dos tambi�n, pero o est�n tapados ( Salmo 58:4 ), apagados ( Mateo 13:15 ) o con comez�n ( 2 Timoteo 4:3 ).

(4) Los que oir�n cuando vengan, pero no les importe ni entiendan lo que oigan ( Ezequiel 33:32 ; Hechos 9:7 ; cf. Hechos 22:9 ).

(5) Los que se preocupan por lo que oyen, pero no creen lo que les importa.

(6) Los que creen en lo que les importa, pero no se resuelven a practicar lo que creen ( Ezequiel 33:1 ).

(7) Los que resuelven practicar lo que creen, pero nunca practicar�n lo que resuelven ( Santiago 1:23 ).

VI. Motivos. Considerar&mdash

1. De qui�n es la palabra.

2. Qu� palabra es ( Salmo 19:7 ; Romanos 1:16 ; Santiago 1:21 ).

3. Lo que puedes conseguir viniendo a �l; lo que puedes perder si te alejas de �l.

4. Llegar� el momento en que te maldecir�s por cada oportunidad perdida, o bendecir�s a Dios por todos los abrazados ( Mateo 23:39 ).

VII. Direcciones.

1. Antes de escuchar:

(1) Considere lo que est� haciendo y a qui�n va antes.

(2) Ponga a un lado todos los pensamientos mundanos, como Abraham sus siervos y Nehem�as (13:19, 20), especialmente los pecados ( Santiago 1:21 ).

(3) Si quieres que Dios derrame sobre ti sus bendiciones al predicar, derrama tu esp�ritu delante de �l en oraci�n ( Salmo 10:17 ; Salmo 65:2 ).

(a) Para el ministro ( Romanos 15:20 ).

(b) Por ustedes mismos, que Dios ayude a la palabra ( Isa�as 8:11 ).

(4) Ven ...

(a) con apetito ( Mateo 5:6 ; Job 29:23 ).

(b) Con grandes expectativas.

(c) Con fuertes resoluciones para practicar.

2. En audiencia. Escuchar&mdash

(1) Con reverencia.

(2) Con diligencia, tanto con corazones como con o�dos.

(3) Mansedumbre ( Santiago 1:21 ).

(4) Con fe ( Hebreos 4:2 ).

(5) Con autoaplicaci�n ( Job 5:27 ).

3. Despu�s de escuchar:

(1) Medita ( 1 Timoteo 4:15 ).

(2) Consultar con otros.

(3) Cuadr�tete de acuerdo con �l, para que tu vida sea un comentario del serm�n ( Santiago 1:22 ; Mateo 7:24 ). ( Bp. Beveridge .)

Los dos grandes instrumentos designados para la propagaci�n del evangelio; y tu deber del p�blico cristiano de mantenerlos a ambos en vigorosa operaci�n

I. La lecci�n general del texto.

1. Como todo est� suspendido en Dios, y �l reina con un dominio tan supremo en el coraz�n del hombre como en el mundo que nos rodea, todo lo relacionado con la salvaci�n del alma es Su obra. Pero en la mano del �ter, es evidente que aunque solo Dios obra, sin embargo, obra por instrumentos. Nadie qued� m�s impresionado que Pablo con el sentimiento piadoso de que todo depende de Dios; sin embargo, dice: �La fe viene por el o�r y el o�r por la palabra de Dios.

Si, en esa �poca extraordinaria, cuando el Autor de la naturaleza interrumpi� la constancia de sus operaciones por medio de milagros, uno de Sus propios mensajeros inspirados no pasa por alto el uso de los instrumentos, no ser�a bueno que los pasara por alto.

2. Observe ahora que el funcionamiento de los dos instrumentos que se nos presentan en el texto es algo diferente en la actualidad de lo que era en los d�as de los ap�stoles. Eran los d�as de la inspiraci�n; y la fe vino por el o�do de maestros inspirados; y el o�r vino por medio de la �Palabra de Dios, porque los ap�stoles s�lo hablaban cuando Dios pon�a la palabra en su boca. Pero todo lo que se puede decir tambi�n se puede escribir; y no pas� mucho tiempo antes de que los maestros cristianos se comprometieran a escribir la doctrina de la salvaci�n; y si lee lo que escribieron con la impresi�n de que es una producci�n genuina de hombres inspirados, es probable que reciba fe.

Ahora, sin embargo, hay un cambio en uno de los instrumentos. En lugar de que el mensajero entregue el mensaje en persona, usted tiene la esencia del mismo en una comunicaci�n escrita. Y ahora la fe viene leyendo y leyendo la Palabra de Dios.

3. Sin embargo, no debemos suponer que la lectura sustituye al o�do. Es cierto que ya no puedes escuchar a los mensajeros inmediatos del cielo; pero puedes escuchar a los descendientes de estos mensajeros. Y aunque tiene los documentos inspirados, el cielo todav�a le da una influencia salvadora a la energ�a viva de una voz humana.

4. De hecho, en ninguna �poca de la Iglesia parece que un instrumento haya reemplazado al otro. Nehem�as no solo "ley� claramente el libro de la ley de Dios, sino que dio el sentido e hizo que la gente entendiera la lectura". Y esta lectura y exposici�n de la ley de los d�as de Esdras form� una instituci�n permanente entre los jud�os. Nos encontramos con vestigios de su existencia en el Nuevo Testamento ( Hechos 13:14 , etc .

; Lucas 4:16 , etc. ). Y ha descendido, sin interrupci�n, a trav�s de todas las edades del culto cristiano. Los ap�stoles consideraron necesario dejar algo m�s que el volumen escrito de inspiraci�n detr�s de ellos. Dejaron maestros y capataces; y hasta el d�a de hoy, las lecturas, las explicaciones y los sermones de los pastores cristianos se a�aden a la lectura silenciosa del pueblo cristiano; y ambos son instrumentos de poderosa operaci�n para la edificaci�n del cuerpo de Cristo.

5. No se debe prescindir de ninguno de los instrumentos.

(1) Si escuchas sin leer, expones a la Iglesia a todas las corrupciones del papado. Tienes sacerdotes, pero no tienes Biblias. Aprendes la lecci�n de la sabidur�a del hombre y arrojas fuera de ti toda la luz y el beneficio de la revelaci�n. Entonces , mant�ngase firme en su Biblia. No dejes que tu fe venga solo por o�r; pero deja que tu o�do sea probado por la Palabra de Dios. No se diga que lo que crees es simplemente lo que has escuchado.

(2) Pero si lee sin o�r, pierde el beneficio de un ministerio p�blico, una instituci�n aprobada por la Biblia. Aunque no tienes conocimientos que recibir, tienes recuerdos que refrescar; mentes que, por puras que sean, necesitan ser estimuladas por medio del recuerdo.

II. Su aplicaci�n a la evangelizaci�n del mundo. La propagaci�n del evangelio es una causa cuyo mantenimiento consiste en la provisi�n de Biblias y la provisi�n de agentes humanos. Este �ltimo, al ense�arles a leer, ense�a a los analfabetos a utilizar uno de los instrumentos del texto; ya este �ltimo le corresponde la funci�n exclusiva de hacer que el otro instrumento les toque: el aud�fono.

La sociedad cuyo oficio es proporcionar lo primero es la Sociedad B�blica. La sociedad cuyo oficio es proporcionar este �ltimo instrumento es la Sociedad Misionera. Es deber del p�blico cristiano mantener ambos instrumentos en vigoroso funcionamiento. Cada una de estas sociedades tiene poderosos derechos sobre ti. Los dos van de la mano. Uno ara mientras el otro siembra; y que no se instaure oposici�n alguna entre sus reclamos sobre la generosidad del p�blico. ( T. Chalmers, DD .)

Escuchar y vivir

Un hombre pobre que estaba en su lecho de muerte pidi� que le leyeran el cap�tulo cincuenta y cinco de Isa�as. Aunque d�bil y desfallecido, y lleno de dolor, cuando escuch� las palabras: �Inclina tu o�do y ven a M�; oye, y tu alma vivir� �, reuni� sus fuerzas para decir,� �Qu� misericordia, se�or, que no sea 'Lee, y tu alma vivir�', porque si lo hubiera sido, no podr�a haber sido salvo, porque sabes que no soy un erudito. Pero, bendito sea Dios, es 'Oye, y tu alma vivir�'. He o�do y he cre�do, y conf�o en que ser� salvo ".

Poder para escuchar, una bendici�n

Se dice que una hermosa condesa de una de las Islas Orcadas era sordomuda. Un d�a, cuando su primog�nito ten�a unos meses, mientras dorm�a en su cuna, se acerc� suavemente a su costado, ante el terror de la nodriza, con una gran piedra en sus manos, y la dej� caer al piso, ansiosa. mirando la cara del beb� para ver el efecto del ruido. Para la alegr�a inexpresable del coraz�n de la madre afectuosa, la ni�a se sobresalt� y se despert�, de modo que supo que ten�a el sentido del o�do. Abraz� tanto al ni�o como a la nodriza, y llor� l�grimas de gratitud a Dios porque su propia triste aflicci�n no se hab�a transmitido a su descendencia.

Versículos 18-21

Pero yo digo: �No han o�do?

S�, en verdad, su sonido se fue a toda la tierra.

Observar

I. La aplicaci�n original de estas palabras: voces en la naturaleza.

II. El uso apost�lico de ellos - la multitud de predicadores.

III. La analog�a establecida entre lo natural y lo espiritual: la universalidad de la revelaci�n de Dios en la naturaleza es la promesa de la difusi�n universal del evangelio. ( J. Lyth, DD .)

La labor apost�lica es una evidencia de la verdad cristiana

El alcance general del ap�stol es suficientemente claro. Al jud�o se le ense�an sus responsabilidades en presencia del evangelio que avanza en las p�ginas de su Biblia hebrea. Aprende a contrastar la religi�n de la sinagoga con la de la Iglesia, vista en su esp�ritu, m�todo y fin. Y esto, no de labios de evangelistas, sino de los libros de Lev�tico y Deuteronomio ( Romanos 10:5 ; Lev�tico 18:5 ; Romanos 10:6 ; Deuteronomio 30:12 ).

Profetas como Isa�as y Joel le anuncian sucesivamente la recompensa de la fe en Cristo y la cercan�a �ntima y ben�fica del Se�or de todos a todos sus verdaderos adoradores ( Romanos 10:11 ; Isa�as 28:16 ; Romanos 10:13 ; Joel 2:32 ) y, como consecuencia, la abolici�n del nacionalismo judaico y la catolicidad de la religi�n que le suced�a.

Y cuando se pregunta c�mo puede haber tal adoraci�n verdadera sin fe en su objeto, o fe sin una educaci�n religiosa, o esto nuevamente sin un mensaje del cielo y una comisi�n autorizada para proclamarlo, la respuesta se da en las palabras del profeta evang�lico ( Isa�as 52:7 ), para cuya alma embelesada los siglos intermedios no tienen ni fuerza ni significado, y el futuro lejano y contingente es un hecho realizado y presente.

Junto con los mensajeros que anuncian al cautivo Israel el r�pido regreso de la paz y la libertad, se mezclan, en la visi�n del profeta, otras formas de semblante y grandeza apost�lica, y sus pasos caen sobre todas las monta�as del mundo, mientras llevan adelante el mensaje que emancipa a la humanidad y que proclama una alianza entre la tierra y el cielo. A�n m�s, este mayor de los profetas prev� la aceptaci�n parcial del evangelio con tanta precisi�n como predice su promulgaci�n universal ( Romanos 10:16 ; Isa�as 53:1 ): y la profec�a se cierra alrededor del jud�o, que se niega a creer en el informe del ap�stoles, al describir no solo la verdad que enfrenta, sino su propia actitud hacia ella.

Para que no haya ning�n error en cuanto al peso y la presi�n de la responsabilidad del jud�o, el ap�stol pregunta en el texto con cierta brusquedad, si los hombres de Israel no han escuchado el mensaje del evangelio. Y no responde se�alando el hecho literal de que los mensajeros de Cristo ya hab�an penetrado por todas partes en cualquiera de las grandes ramas de la Dispersi�n, mientras que Jerusal�n misma era el hogar y el centro de la doctrina cristiana; �l cita a un salmista que canta sobre los cuerpos celestes, y que cuenta c�mo hablan en nombre del Creador glorioso en t�rminos que todos pueden entender, mientras que d�a a d�a y �poca a �poca transmiten su poderosa tradici�n de la verdad, que todos las lenguas del hombre confiesan, y todos los climas y regiones de la tierra han o�do.

El ap�stol lee la historia de la Iglesia a la luz de las palabras de su Maestro: "Id, instruid a todas las naciones". Los siglos intermedios no cuentan para nada; al igual que cuando miramos la estrella fija, normalmente no reflexionamos sobre ese centelleo de los rayos de su luz a trav�s de un espacio casi inconmensurable que la ciencia nos revela todav�a en toda su maravilla con minuciosa precisi�n. Y el ap�stol lo ve todo de una sola mirada: ignora la alternancia de reflujo y flujo - el juego constante de luces y sombras - que nos encontramos en la historia actual de la Iglesia; olvidamos, mientras leemos sus palabras, esa lucha por la vida, mantenida durante siglos, mantenida contra fuerzas abrumadoras.

Parece que estamos viendo un proceso que tiene toda la belleza y la facilidad de un movimiento natural; Tenemos ante nosotros lo que es menos la historia de un triunfo logrado y duramente ganado que el espect�culo de una provisi�n ben�fica o ley del universo, en la que no hay lucha, esfuerzo, resistencia, y en la que el cielo celestial. La sabidur�a ya alcanza poderosamente de un extremo a otro, y ordena todas las cosas con suavidad y dulzura. �Su sonido se difundi� por todas las tierras, y sus palabras hasta los confines del mundo�. Y aqu� hay dos puntos que exigen nuestra consideraci�n.

I. El mandato de nuestro Se�or y la profec�a de Su ap�stol implican, ante todo, que el evangelio resistir� la prueba del tiempo. De todas las formas de poder, como de todas las formas de pensamiento que son meramente humanas, el tiempo es el gran enemigo. Tan pronto como una doctrina o un sistema ha tomado su lugar en la arena del pensamiento humano, como el oc�ano que derrocha imperceptiblemente la base de un acantilado de monta�a, el tiempo comienza inmediatamente su incesante trabajo de demolici�n progresiva.

Una vez m�s, el tiempo trae consigo lo que llamamos oportunidad en nuestra ignorancia; trae consigo combinaciones de circunstancias y de agentes sobre los que ning�n genio puede calcular y contra los cuales ninguna prudencia puede tomar sus medidas. Una vez m�s, el paso del tiempo implica la tendencia a la decadencia interna: quienes han alcanzado el poder, se entregan a su disfrute; aquellos que creen que son due�os seguros del mundo del pensamiento, no est�n vivos para la descomposici�n que aguarda o se alimenta de su sistema estancado.

Y, por �ltimo, a medida que pasan los a�os sobre una doctrina o un sistema, lo someten inevitablemente a la prueba decisiva de la oposici�n. Y esto no necesariamente porque tenga fallas y fallas, sino porque existe, y por su existencia invita a la cr�tica hostil, ya que agota algo, por peque�o que sea, de la atenci�n, el trabajo y la sustancia, que de no ser por el hecho de su existencia sea otorgada a otra parte.

Necesito decir que el que vino del cielo para redimirnos y salvarnos sab�a lo que hab�a delante de �l. Previ� la frialdad que suceder�a a un primer fervor de bienvenida a su verdad; Permiti� las conjunciones desfavorables de las circunstancias, y la intimidaci�n y los errores de quienes pudieran representarlo, y la oposici�n que un evangelio como el suyo (no aceptaba, como lo hizo, ning�n sentimiento o convicci�n humana que fuera posible). incompatible con los derechos de Dios), no pod�a dejar de encontrarse en las pasiones del hombre.

Predijo un momento en que el amor de muchos ser�a enfriar�, etc . ( Mateo 24:9 ; Mateo 24:11 ; Mateo 24:24 ). �l acept�, expuso la idea del odio intenso que Su evangelio debe encontrar forzosamente en el mundo, tan en�rgicamente, que �l, el Pr�ncipe de Paz, se describi� a S� mismo enviando no paz, sino una espada.

Sin embargo, al prever estos elementos de destrucci�n que se acumulan a su alrededor, est� tranquilamente seguro de la perpetuidad de su doctrina ( Marco 13:31 ). Seguramente el evento no ha falsificado la predicci�n. Desde la Encarnaci�n, todo lo dem�s ha cambiado; nuevas razas, nuevos moldes de pensamiento, nuevos lenguajes, nuevas instituciones, pol�ticas y sociales, suplantan a otras que parec�an destinadas a existir para siempre y que han desaparecido.

Pero, reinando en medio de las ruinas del pasado, reinando en medio del avance del presente hacia el futuro, Jesucristo est� aqu�. Puede afirmar que aqu� y all� Su obra est� estropeada o rota; se puede insistir en la propagaci�n desoladora de las grandes herej�as de los primeros tiempos, o en la p�rdida de las Iglesias de Oriente y de la Iglesia de Cipriano y de Agust�n, pisoteadas como est�n bajo los pies de los infieles.

Ahora, como en la antig�edad, est� crucificado en debilidad, mientras reina en poder: est�, por la misma presi�n y ferocidad de sus enemigos, uniendo amigos que han estado separados por mucho tiempo; Sus vastas providencias consiguen los servicios incluso de hombres que conocen solo fragmentos de Su verdad; Tiene corazones m�s leales que conf�an en �l y lo adoran que en cualquier �poca anterior. Porque observe, que �l no se limita a mantenerse firme: �l est� extendiendo Su Imperio.

De nuevo est� asediando esas ciudadelas de supersticioso pero de idolatr�a filos�fica - las religiones orientales - que durante tanto tiempo le han resistido; �l est� pidiendo a las islas del mar que esperen en Sus pasos que avanzan.

II. Observe un segundo rasgo de la energ�a misionera predicha de la Iglesia, que, no menos que la ya mencionada, parecer�a poseer un valor probatorio. Porque nuestro Se�or no asegur� simplemente Su religi�n contra el triunfo de aquellas causas que, en el caso de las instituciones u opiniones humanas, deben finalmente producir decadencia y disoluci�n. La piedra que arrojas pierde fuerza y ??rapidez al obedecer el impulso que le diste; se entierra, suponemos, bajo las aguas de un lago quieto, y de nuevo la ondulaci�n que irradia desde el punto de perturbaci�n, se vuelve, momento a momento, menos clara a la vista, como de este lado y de aqu�l sus c�rculos cada vez mayores acercarse a la orilla.

Lo mismo ocurre con las religiones humanas: se gastan mientras ganan el prestigio de la antig�edad; y nuestro Se�or, como hemos visto, invirti� esta ley del agotamiento, en el caso de Su evangelio. Pero hizo m�s: presumi�, apel�, porque se sab�a capaz de crear y mandar, un entusiasmo siempre joven y activo, que en las �ltimas edades de la fe, no menos que en las primeras, llevar�a adelante. Su doctrina en todas las regiones de la tierra y, a cualquier riesgo, la presionar�a estrechamente en su perfecci�n y su poder sobre la conciencia de los hombres.

Mire las otras grandes religiones que han gobernado, o que todav�a gobiernan, el pensamiento o el coraz�n de la raza humana. �D�nde han estado los sacerdocios antiguos, como el egipcio, agencias misioneras? �D�nde han estado las especulaciones filos�ficas, como las de las Escuelas de Grecia, m�s que el lujo y el orgullo de unos pocos ego�stas? �D�nde y cu�ndo han mostrado alguna capacidad de convertirse en la herencia del coraz�n y el pensamiento de los muchos que luchan? Seguramente no ser�a descabellado conjeturar que si el Dios Infinito y Eterno nos ha hablado de verdad a sus criaturas, s�lo puede haberlo dicho as�, como al principio s�lo nos ha podido dar el ser, de los libres y puros. el amor que nos dio.

Y as�, junto con el regalo de la verdad, vendr�a el regalo del amor que lo acompa�aba; y debemos anticipar lo que en realidad es el caso, que �l, nuestro Se�or Encarnado, a quien adoramos como la Verdad m�s alta y absoluta, es tambi�n la Caridad m�s tierna y ciertamente ilimitada. Combinando en S� mismo la verdad y el amor de manera tan perfecta, Jes�s, de �poca en �poca; domina la devoci�n m�s inteligente y heroica de la que jam�s haya sido capaz el hombre.

No creas que la verdadera devoci�n a Cristo nuestro Se�or es un lujo de la Iglesia Primitiva, que no puede encontrar un hogar duradero en medio de nuestra civilizaci�n moderna. Puede ser cierto que los credos mutilados no pueden provocar, y que los corazones cobardes no pueden comprender, tal devoci�n. Pero dondequiera que se ense�e la verdad en su integridad a corazones que son "honestos y buenos", se repetir�n los mismos fen�menos de abnegaci�n absoluta que ilustraron tan gloriosamente las primeras edades y los hijos de la fe.

Ciertamente ha hecho que los hombres se amen a s� mismo; porque alrededor de �l y de Su obra hay un manto tal de infalible y siempre joven belleza, que en Su Persona Divina, Su forma humana, Sus palabras, Su sacrificio redentor del mundo, Su intercesi�n incesante, Su don del Esp�ritu Bendito, Su la unidad con Su pueblo a trav�s de los sacramentos de Su Iglesia, el alma encuentra aquello que responde a sus m�s altas imaginaciones, no menos que a sus necesidades m�s profundas. Encuentra en �l, como en ning�n otro, su reposo. ( Canon Liddon .)

La difusi�n del evangelio

En el salmo habla de obras, aqu� de la Palabra.

1. Algunos dicen que Pablo argumenta desde los menos. Si Dios ense�a todo por el gran volumen de los cielos, mucho m�s ense�ar� a todos por la doctrina celestial del evangelio.

2. Creo que aqu� se esconde una profec�a de la predicaci�n del evangelio, porque la �ltima parte del salmo habla mucho en el elogio del mismo; y Pablo lo aplica aqu�. Y, de hecho, existe una dulce analog�a entre los cielos encontrados y el evangelio. Los cielos son obra de la mano de Dios; as� es el evangelio revelado por Dios. Los cielos muestran la obra de Dios: as� el evangelio, que somos justificados por la obra de Dios, que es la fe, no por las obras del hombre.

La doctrina del evangelio es pura y luminosa como los cielos. La influencia de los cielos conforta y acaricia lo inferior: as� es el evangelio la conciencia. La diversidad de naciones y lenguas es m�ltiple que no se entienden entre s�; sin embargo, todos comprenden la excelencia de los cielos y la obra maravillosa de Dios en ellos. As� que Dios permiti� a los ap�stoles ense�ar a todas las naciones en sus propias lenguas las maravillosas obras de Dios ( Marco 16:20 ; Hechos 1:8 ; Colosenses 1:6 ).

I. Esa es la religi�n verdadera que concuerda con la que los ap�stoles predicaron en todo el mundo.

II. Fue un milagro que el evangelio, una doctrina que ense�a la negaci�n de nosotros mismos y el llevar la cruz, llevado por personas pobres y mezquinas, oprimidas por poderosos emperadores y reyes, se opusiera a los hombres y demonios, en el espacio de cuarenta a�os, sea ??tan publicado en todo el mundo. Que todos los enemigos dejen de oponerse a ella con el recuerdo de esto.

III. Obedeced el evangelio, no sea que el que lo envi� nos lo quite, y quite nuestro candelero por nuestra incredulidad y desprecio hacia �l. Por esta causa, el turcismo y el papismo poseen muchos lugares, que hasta ahora han sido famosos por el evangelio. �Te ha resplandecido la gracia de Dios? Aproveche mucho esta luz y camine en ella. �Has o�do su sonido? �Por qu� vives en pr�cticas lascivas, como si nunca hubieras escuchado ning�n indicio de ello? Donde el pecado gobierna, no se recibe el evangelio. ( Elnathan Parr, BD .)

La voz de la verdad

Yo se escucha ...

1. En la naturaleza.

2. En la Palabra de Dios.

3. En el evangelio.

II. Se difunde

1. Como ondas de sonido.

2. A trav�s del tiempo.

3. Por el mundo.

III. Exige atenci�n universal. ( J. Lyth, DD .)

El mundo condenado por incredulidad

I. �A qui�n se aplican estas palabras? Para los incr�dulos:

1. Jud�os.

2. Gentiles.

II. �Qu� implican? La suficiencia de la revelaci�n en todos los aspectos:

1. Su claridad.

2. Su difusi�n.

III. Qu� debemos inferir.

1. La culpa inexcusable del hombre.

2. La justicia de Dios. ( J. Lyth, DD .)

El trato de Dios con su pueblo antiguo

I. Sus comunicaciones con ellos.

1. Limpiar.

2. Repetido.

3. En todas partes escuchado.

II. Sus advertencias de rechazo.

1. Por Mois�s.

2. Por Isa�as.

III. Su paciente paciencia.

1. Rog�ndoles amablemente.

2. Durante el largo per�odo de la historia del Antiguo Testamento.

3. A pesar de la desobediencia.

IV. La transferencia final de su favor a los gentiles. ( J. Lyth, DD .)

Pero yo digo: �No lo sab�a Israel? &mdashObservar&mdash

I. C�mo Dios disciplina a un pueblo rebelde. �l&mdash

1. Instruye.

2. Advierte.

3. Lleva pacientemente.

4. Al final transfiere su favor a otros, a quienes desprecian.

II. C�mo se aplica esto a nosotros. Hemos sido&mdash

1. Igualmente privilegiado.

2. Igualmente rebelde.

3. Si Israel no pudo escapar, �c�mo lo haremos nosotros? ( J. Lyth, DD .)

De Israel

1. Privilegio.

2. Advertencia.

3. Desobediencia persistente.

4. Castigo. ( J. Lyth, DD .)

Campanas del evangelio

Estuve dos o tres d�as cerca de la torre de Amberes. Cada quince minutos suenan las campanas de esa torre, tan dulcemente que parece que los �ngeles de Dios que pasan volando se han posado en la torre. Pero cuando llega la hora completa, entonces el reloj, con lengua pesada, da la hora, agregando impresionante y solemnidad al repique de campanas. As� que esta gran torre del evangelio suena cada quince minutos, no, a cada momento.

Tonos de misericordia. Tonos de amor. Tonos de compasi�n. Tonos de perd�n. Y ocasionalmente, para hacerle saber que los pesos se est�n agotando y que el tiempo est� pasando, la pesada lengua de esta campana baja con �nfasis, diciendo: ��C�mo escaparemos nosotros si descuidamos una salvaci�n tan grande? " "Ahora es el tiempo aceptado - �Ahora es el d�a de salvaci�n!" ( CH Spurgeon .)

Pero Esa�as es muy atrevido.

Considere las palabras

I. En su importancia prof�tica cumplida:

1. En la vocaci�n de los gentiles.

2. El rechazo de los jud�os.

II. Como descriptivo del procedimiento real de Dios.

1. Recibe a los pecadores y marginados.

2. Pero los hijos del reino son echados fuera.

III. Como ilustrando toda la econom�a del evangelio.

1. Es un sistema de gracia inmerecida.

2. Quienes no participan en �l tienen toda la culpa. ( CH Spurgeon .)

Fui hallado de los que no me buscaban.

Dios encontr� sin buscar

Es algo singular encontrar a un escritor inspirado llamando a otro "audaz". Pero no debemos entender que el ap�stol dudara de lo que dijo el profeta, ni que temiera que algunos pensaran que Isa�as hab�a arriesgado una declaraci�n peligrosa. Simplemente record� dos consideraciones sumamente comunes, pero muy importantes, acerca de la �poca en que vivi� Isa�as. Entonces fue algo atrevido decir que Dios hab�a rechazado a los jud�os y elegido a los gentiles; entonces realmente no hay se�ales de una revoluci�n como esa.

Adem�s, tal declaraci�n enojar�a a toda la naci�n y, por lo tanto, pondr�a en peligro la popularidad del profeta, as� como su vida. Pero Isa�as lo dijo, y Pablo lo repite aqu�. El texto es un anuncio de un hecho en el gobierno de Dios; a saber, que hay un amor soberano de Dios que sale en pos de un alma humana antes de que esa alma haya comenzado tan lejos hacia Dios como para desearlo.

I. Dios nunca ha abandonado su dominio sobre toda la raza humana. El pecado entr� en el mundo y arruin� la carrera. Pero el Todopoderoso no lo ha entregado a la destrucci�n, y va a recuperar los suyos.

II. Dios incluso ahora afirma Su pleno derecho a un pueblo especial suyo en medio de la rebeli�n terrenal y el repudio de Su Hijo. Su llamado es: �Qui�n est� del lado del Se�or? y afirma la autoridad en una tierra, sin consultar a los pobres magnates que la encabezan. �l comision� a Jon�s para que fuera a N�nive, envi� a Mois�s a Egipto con �rdenes al fara�n de despedir a un mill�n de sus s�bditos para siempre en una sola noche.

No importaba en absoluto que el rey dijera que no sab�a qui�n era este Jehov� ; el Hacedor del universo asumi� que era asunto de todas Sus criaturas inteligentes comprender la autoridad que pertenec�a a un monarca como �l. Ahora asume la misma preeminencia. La �nica pregunta que puede surgir es la del comportamiento individual, �qui�n se reunir� primero en torno a Su est�ndar y le servir�? Y esto lo decide �l mismo (vers�culos 11-13).

Tampoco deja esta elecci�n a una mera aceptaci�n casual. �Necesita un rey? Entonces es ungido el hijo de Isa�, de pelo rubicundo. �Necesita un sacerdote? Llam� a Melquisedec. �Necesita un profeta? Entonces los labios renuentes de Balaam se convertir�n de maldici�n en bendici�n. As� re�ne a Sus agentes a Su propia voluntad soberana, a menudo de forma inesperada para ellos mismos, as� como sorprendentemente para los dem�s. Literalmente, ��l se encuentra de los que le buscamos�, etc .

III. El Dios omnisciente ha originado y anunciado un plan mediante el cual �l puede traer a Su pueblo a S� mismo sin ning�n fracaso.

1. � Dios asume al principio que los hombres est�n completamente perdidos? Ya estamos condenados. La ira de Dios permanece sobre cada uno de nosotros.

2. Que Dios prefiere salvar al transgresor antes que castigarlo. Dios dice que no se complace en imponer castigos. Ha ofrecido una v�a de escape (vers�culo 4). Y esta es la �nica forma

3. Que la voluntad humana es obstinada y siempre rechaza la gracia gratuita. Precisamente aqu� entra el mayor misterio del evangelio. Dios mismo ejerce cierta presi�n espiritual. El Esp�ritu Santo constri�e la entrega del coraz�n desobediente.

IV. En la ejecuci�n de su plan, Dios a veces lucha directamente con hombres impenitentes, sin que ellos lo esperen, e incluso sin que lo comprendan. As� es que a menudo se le encuentra "entre los que no le buscaban". Tiene derecho a todos, y cuando desea a un hombre, env�a a buscarlo. No se emplea ninguna fuerza real, pero ciertos procesos Suyos se ponen en funcionamiento. El pecador no siempre sabe exactamente lo que significa todo esto, pero siente un sorprendente poder impulsor, activo en el centro mismo de su ser.

Se despierta para ver sus propias necesidades. Se ve obligado a reflexionar sobre los problemas de otra vida. Ahora es Dios en persona quien se hace a s� mismo para ser encontrado, incluso cuando el hombre no lo busca. Y act�a con mucha gentileza. Hay, en la vida cotidiana, dos formas de despertar a un hombre de un sue�o peligroso. Puedes gritarle al o�do o sacudir su persona con rudeza; o lleva una l�mpara a la habitaci�n y d�jala encendida.

Esta �ltima es la forma en que Dios obra. Adem�s, la Providencia a veces obra con gracia. Se utiliza una adversidad o una bendici�n como instrumento en el despertar del alma. Pero s�lo apunta a llevar a los hombres al comienzo de su trabajo; No se propone hacerlo por ellos. A los que no le buscan, les dice: B�scame. �l llama a los que no oran, Oren; a los que no tienen pensamientos, Piensen.

V. Este momento, en el que el Esp�ritu de Dios se esfuerza, es el momento por encima de todos los dem�s en el que ceder a su llamado. Por ahora, si nunca antes, un hombre tiene una oportunidad. Si Dios es sincero, ofrece ahora un perd�n personal. ( C. S .. Robinson, DD .)

Gracia soberana y responsabilidad del hombre

Sin duda, estas palabras se refieren principalmente a la expulsi�n de los jud�os y a la elecci�n de los gentiles. Sin embargo, esto no es m�s que un tipo de hecho universal. El sistema de la verdad no es una l�nea recta, sino dos. Ning�n hombre tendr� una visi�n correcta del evangelio hasta que sepa c�mo mirar las dos l�neas a la vez. Se me ense�� que lo que sembr�, segar�; tambi�n se me ense�� que "no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Veo en un lugar, a Dios presidiendo todo en la providencia; y sin embargo veo que el hombre act�a como le place, y dos verdades no pueden ser contradictorias entre s�. Tenga en cuenta entonces ...

I. Soberan�a divina. Si alguien se salva, es salvo por la gracia divina solamente. Ahora, al hablar de los actos bondadosos de salvaci�n de Dios, f�jense:

1. Que son completamente inmerecidos. Las personas aqu� mencionadas ciertamente no merec�an la gracia de Dios. Lo encontraron, pero nunca lo buscaron; Se les manifest�, pero nunca lo pidieron.

2. Soberano, es decir, Dios tiene el derecho absoluto de dar gracia donde quiera y de retenerla cuando le plazca. Ciertamente, es misericordia cuando Dios salva a un buscador; pero �cu�nto mayor misericordia cuando �l mismo busca al perdido! Marque la par�bola de la oveja perdida. �C�mo llegaste a buscar a Dios? "Pues, porque �l te gui� a hacerlo". La naturaleza nunca puede elevarse por encima de s� misma. Pones agua en un dep�sito, y se elevar� tan alto como eso, pero no m�s alto si se deja solo. Por lo tanto, debe haber una presi�n extraordinaria del Esp�ritu Santo sobre el coraz�n para llevarnos primero a pedir misericordia.

II. La responsabilidad del hombre (vers�culo 21). Ahora, se hab�a buscado a estas personas a quienes Dios hab�a desechado, se les hab�a suplicado que fueran salvas; pero no quisieron, y dado que no fueron salvos, fue el efecto de su desobediencia y su contradicci�n. Note el cortejo de Dios y de qu� tipo es.

1. Muy cari�oso. Dios dice que extendi� Sus manos. Ustedes que no son salvos hoy no tienen excusa, porque Dios extendi� sus manos hacia ustedes y les dijo: �Ven, ven�.

2. Muy frecuente. �Todo el d�a� puede traducirse como �todos los d�as�. Desde el primer amanecer de tu vida te cortej� a trav�s de tu madre. �Y en su ni�ez c�mo su maestro de escuela dominical se esforz� por llevarlo al Salvador! Y seguramente todav�a no has olvidado cu�ntos s�bados has pasado y cu�ntas veces has sido advertido. Es probable que Dios contin�e extendiendo sus manos hacia ti hasta que tus cabellos se vuelvan grises, invit�ndote continuamente; y quiz�s cuando te acerques a la muerte, todav�a te diga: �Ven a m�, ven a m�.

�Pero si a�n rechazas a Cristo, nada te haga imaginar que quedar�s impune. "�C�mo puedes escapar, si descuidas una salvaci�n tan grande?" Nadie ser� responsable de tu condenaci�n, excepto t�, en el �ltimo gran d�a. ( CH Spurgeon .)

Dios encontr� sin buscar

Esa fue una voz extra�a, seguramente la m�s extra�a de la que he o�do hablar, que lleg� hace poco tiempo en un pueblo italiano a uno de los elegidos de Dios all�. Estaba tan depravado que en realidad se dedic� a adorar al diablo en lugar de a Dios. Un d�a pas� por la ciudad el rumor de que un protestante ven�a a predicar. El sacerdote, alarmado por su religi�n, dijo a la gente desde el altar que los protestantes adoraban al diablo, y les orden� que no se acercaran a la sala de reuniones.

La noticia, como puede juzgar, no provoc� horror en la mente del adorador del diablo. �S�, pens�, �entonces me reunir� con los hermanos�, y fue a escuchar a nuestro amado misionero que ahora trabaja en Roma. Nada m�s habr�a atra�do al pobre infeliz a escuchar la buena palabra, pero esta mentira del sacerdote fue anulada con ese fin. Fue y escuch�, no del diablo, sino del vencedor del diablo, y al poco tiempo fue encontrado a los pies de Jes�s, un pecador salvo. ( CH Spurgeon .)

Todo el d�a he extendido mis manos.

La conducta de Dios y el hombre

I. La conducta de Dios hacia los hombres.

1. Amable.

2. Serio.

3. Tolerante.

4. Paciente.

II. Conducta del hombre hacia Dios.

1. Ingrato.

2. Malvado.

3. Obstinado.

4. Insultar. ( J. Lyth, DD .)

Las s�plicas de Dios

Nada puede ser m�s maravilloso. Que el hombre extienda sus manos hacia Dios, la criatura dependiente y pecadora que suplica al Creador supremamente justo y santo, as� es como debe ser. Pero aqu�, el Creador extiende Sus manos a la criatura; Dios suplica al hombre; �El soberano ofendido suplica al sujeto ofensor! Pero, �no hay algo a�n m�s maravilloso, por lo que deber�a tener que quejarse de la falta de �xito? �Sin embargo, ese era el lamentable hecho! Las s�plicas de Dios fueron:

I. Condescendiente. Cuando un padre suplica a un hijo, un amo a un sirviente, un monarca, un s�bdito, hay condescendencia. Pero, �qu� es toda la condescendencia de una criatura a otra? �De la criatura m�s exaltada a la criatura m�s insignificante y mezquina? Pero, �cu�l es la diferencia entre una criatura y cualquier otra, en comparaci�n con la diferencia entre el Dios Eterno y el m�s alto de todos?

II. Tolerante - porque hab�a un principio en la naturaleza Divina, que atra�a poderosamente en la direcci�n opuesta - el odio infinito de Dios por el pecado. Toda su conducta no fue m�s que una expresi�n pr�ctica de la pat�tica s�plica: "�C�mo voy a abandonarte?" ( Oseas 11:8 ).

III. Serio. La postura o actitud expresa esto.

IV. Perseverantemente importuno. �Durante todo el d�a�, etc .

V. Desinter�s. Cuando escuchamos hablar de "llamar" y "extender las manos" a otro, naturalmente pensamos en alg�n deseo profundo, o en alg�n mal sufrido o temido; cuyo suministro se desea fervientemente o se desaprueba el aguante. Un hombre hambriento extiende su mano para comer; los oprimidos por la liberaci�n; el esclavo de la libertad; el criminal por el perd�n; la v�ctima de asesinato de por vida.

Pero, �necesita Dios algo de sus criaturas? Lo necesitaban; no �l a ellos. El peligro era de su parte, no de �l; el da�o resultante de su negativa a escucharlo, todos los suyos. La suma de Sus ruegos es: "No te hagas da�o", y Su amable seguridad, al rogarles que obedezcan Su voz: "No te har� da�o". Lejos estaba de Su coraz�n hacerles da�o. El juicio fue su obra extra�a. Sus amenazas y sus solicitudes fueron igualmente misericordiosas. ( R. Wardlaw, DD .)

Sordera a los llamamientos de Dios

Dios ofrece no solo una tregua, sino tambi�n una paz, y ha sido muy activo en instar a una reconciliaci�n. �Puede manifestar Su disposici�n con m�todos m�s claros que el de enviar a Su Hijo para reconciliar al mundo consigo mismo? �Puede �l evidenciar m�s sinceridad que por Su repetida y reiterada presi�n de nuestras almas para que lo acepten? Dios llama a nuestro coraz�n y le hacemos sordos; �l truena en nuestros o�dos, y no lo miramos; �l espera que aceptemos Su amor y nos enojamos m�s contra �l; �l nos suplica, y con ingrata y orgullo lo rechazamos; �l abre su seno y nosotros le damos la espalda; �l nos ofrece sus perlas y las pisamos bajo nuestros pies; Nos vest�a de lino puro, pero a�n as� nos pon�amos nuestros harapos inmundos; Nos dar�a pan de �ngeles y nos alimentamos de cascarilla con cerdos.

La sabidur�a de Dios brilla sobre nosotros, y la consideramos necedad; la infinita bondad de Dios nos enamora, y la rechazamos, como si fuera la mayor crueldad. Cristo llama y ruega, y no lo escucharemos ni ordenando ni suplicando. Amar a Dios es nuestro privilegio, y aunque sea nuestro deber indispensable, sin embargo, hab�a sido una presunci�n en nosotros aspirar tan alto como para pensar que el verter nuestros afectos terrenales sobre un objeto tan trascendente, deber�a serle querido, de no ser as�. lo autoriz� por Su mandato, y lo anim� por Su aceptaci�n.

Pero es extra�o que Dios nos corteje con tales variedades de bondad hacia aquello en lo que no consiste Su felicidad, sino nuestro afecto; Y mucho m�s extra�o, que tales pedazos de tierra y arcilla den la espalda a un objeto tan admirable y sean enemigos de Aquel que se muestra en tantos atractivos para sus almas, y fijen su odio en ese Dios tierno que demanda por sus almas. afectos. ( S. Charnock .)

Despreciando a Dios

Conozco a una madre que tiene un hijo idiota. Por ello abandon� toda la sociedad, casi todo, y le dedic� toda su vida. �Y ahora�, dijo ella, �durante catorce a�os lo he cuidado, y lo he amado, y ni siquiera me conoce. �Oh, me est� rompiendo el coraz�n! " Oh, c�mo el Se�or podr�a decir esto de cientos aqu�. Jes�s viene aqu�, y va de uno a otro, preguntando si hay un lugar para �l. Oh, �no lo aceptar�n algunos de ustedes en sus corazones? ( DL Moody .)

Irresponsable a Dios

Un hombre no puede obtener estas bendiciones divinas si no las quiere. Tomas una botella herm�ticamente cerrada y la pones en el mar, puede flotar en medio del oc�ano durante un siglo, rodeada por un oc�ano sin orillas, y al final estar� tan seco y vac�o por dentro como al principio. As� que t� y yo flotamos, vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en ese gran oc�ano del amor Divino en Cristo, pero pueden taponar sus corazones y encerarlos con una cubierta impenetrable, a trav�s de la cual esa gracia no llega. Y lo hacen, algunos de ustedes. ( A. Maclaren .).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Romans 10". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/romans-10.html. 1905-1909. Nueva York.