Bible Commentaries
Romanos 3

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Versículos 1-2

�Qu� ventaja tiene entonces el jud�o?

... principalmente, porque les fueron confiados los or�culos de Dios.

Ventaja moral

I. Hay muchas ventajas para aquellos favorecidos con una luz m�s clara y un privilegio m�s alto, en todos los aspectos. Tienen la ventaja

1. De sentir que Dios se preocupa por ellos. Los paganos, algunos de ellos, hab�an perdido el conocimiento de Dios por completo, y otros eran apenas conscientes de Su bondad.

2. De una condici�n temporal superior. Son liberados de las miserias infligidas por las supersticiones crueles, son capaces de mofar el progreso de las inmoralidades degradantes y de promover la libertad, el consuelo, la paz y la hermandad.

3. De mejor oportunidad de realizar lo que exige su mejor puesto. El hombre que pose�a cinco talentos ten�a ventaja sobre sus compa�eros. Ten�a un mejor dominio del mercado y pod�a soportar un mayor impacto de circunstancias adversas. Se ayudar�an mutuamente a crecer; porque cinco unidos son m�s de cinco veces m�s fuertes que uno, y m�s de dos veces y media m�s fuertes que dos. Un israelita o un cristiano puede caminar rectamente a la luz del mediod�a m�s f�cilmente de lo que un pagano puede caminar en su tenue crep�sculo.

4. De obtener, si es fiel, una recompensa absolutamente superior. As� como dos estadistas de igual m�rito, e igualmente a favor, toman posiciones m�s altas y m�s bajas debido a sus diferentes capacidades, as� aquellos que reciben igualmente el elogio del Rey, "Bien hecho, buen siervo y fiel", ser�n a�n diferentes, como una estrella. difiere de otro, en gloria.

II. La mayor ventaja es tener los or�culos de Dios.

1. El conocimiento que imparten es una bendici�n. Como el d�a es m�s bendito que la noche; as� como la libertad de pensamiento es mejor que las cadenas de la ignorancia, la posesi�n de estos or�culos es indeciblemente mejor que la privaci�n de ellos.

2. Es una bendici�n tener asegurada la comunicaci�n Divina. Como el esp�ritu de un plebeyo se levanta con una palabra o una mirada de su rey; As� como el coraz�n de un ni�o ausente se alegra por el exterior de la carta de su padre, as� el hombre es bendecido por el hecho de que Dios le ha hablado.

3. Es una ventaja ser llevado as� a una peculiar relaci�n de pacto con Dios. Cada precepto de estos or�culos es una condici�n de alguna bienaventuranza que Dios se compromete a otorgar; y cada promesa contiene el juramento de fidelidad de Dios a todos aquellos a quienes llegan estos or�culos. Es una gran ventaja saber que somos de Dios y que Dios es nuestro, ya que captamos con fe y obediencia Su sagrada Palabra.

Con respecto a nuestros privilegios superiores, conviene "regocijarnos con el temblor". Con todas tus responsabilidades, tu mayor servicio requerido y tu condenaci�n m�s severa si eres infiel, a�n as� �Feliz eres t�, oh Israel�, �satisfecho con el favor y lleno de la bendici�n del Se�or�. ( W. Griffiths. )

Ventaja moral

1. El hombre tiene una ventaja indescriptible en la posesi�n de los or�culos de Dios.

2. Puede perderlo por incredulidad.

3. No puede por ello invalidar la fidelidad de Dios.

4. Debe finalmente confesarlo y justificarlo. ( J. Lyth, DD )

El excedente de privilegio

Los siguientes supuestos casos pueden servir para explicar la fuerza de la pregunta planteada, y respondida en el texto: Si las becas en Oxford o Cambridge se regalan independientemente de los seminarios de los que provengan los candidatos, �qu� ventaja relativa tiene un joven educado en una de nuestras escuelas p�blicas por encima de otra que se ense�a a vender y con pocas ayudas? Mucho en todos los sentidos; porque ha tenido los mejores libros de texto, maestros h�biles y cosas por el estilo.

O, de nuevo, supongamos que un fil�ntropo emprende la reforma de los desamparados y vagabundos de la sociedad en su propio vecindario, y con este prop�sito seleccionara a ciertos j�venes a quienes recibi� en una instituci�n donde fueron alimentados, vestidos y entrenados especialmente. Ahora bien, si, despu�s de un tiempo, la persona en cuesti�n abriera las puertas de este establecimiento, �no quedar�a todav�a un excedente de privilegio perteneciente a aquellos a quienes hab�a admitido por primera vez? disfrut� elevarlos por encima de sus semejantes y prepararlos para ser los instrumentos m�s calificados en la realizaci�n de los designios generosos y de mente liberal de sus benefactores? ( C. Nell, MA )

Las ventajas de los cristianos sobre los paganos

I. Qu� son.

1. Una gu�a para la fe.

2. Una garant�a de esperanza.

3. Una regla de conducta.

II. La mejora que deber�amos hacer de ellos.

1. Estudiar.

2. Obedezca.

3. Difundir. ( C. Simeon, MA )

La ventaja de poseer las Sagradas Escrituras

I. El nombre que aqu� se le da a las Sagradas Escrituras: los or�culos de Dios.

1. Parece haber una alusi�n a los or�culos paganos. De hecho, se trataba de comunicaciones meramente fingidas de dioses que no ten�an existencia; o, tal vez, en algunos casos, comunicaciones reales de demonios, y las respuestas que se dieron generalmente se expresaron en frases tan ininteligibles o equ�vocas que podr�an f�cilmente ser arrancadas para probar la verdad de los or�culos, cualquiera que sea la verdad ( Hechos 16:16 ).

2. Pero los ap�stoles, cuando llaman a las Escrituras �or�culos� ( Hechos 7:38 ; Hebreos 5:12 ; 1 Pedro 4:11 ), significan que son revelaciones reales del Dios verdadero.

Estos fueron comunicados &mdashviva voce, como cuando Dios habl� con Mois�s cara a cara - en visiones, como cuando un profeta en �xtasis tuvo revelaciones sobrenaturales ( G�nesis 15:1 , G�nesis 46:2 ; Ezequiel 11:24 ; Daniel 8:2 ) - en sue�os, como los de Jacob ( G�nesis 28:12 ) y Jos� ( G�nesis 37:5 ) - por Urim y Tumim, que era una forma de conocer la voluntad de Dios por el efod o coraza del sumo sacerdote.

Despu�s de la construcci�n del templo, la voluntad de Dios fue generalmente dada a conocer por profetas divinamente inspirados, y quienes la conocieron de diferentes maneras ( 1 Cr�nicas 9:20 ).

3. Los ap�stoles, dando a las Escrituras este apelativo, muestran que las consideraban conteniendo la mente y la voluntad de Dios ( 2 Timoteo 3:16 ; 1 Pedro 1:10 ; 1 Pedro 1:23 ; 1 Pedro 1:25 ; 2 Pedro 1:19 ).

Y estos ap�stoles, siendo ellos mismos inspirados ( Juan 14:17 ; Juan 14:26 ; Juan 15:26 ; Juan 16:13 ) no pod�an equivocarse.

Cristo mismo ha dado un testimonio claro de la verdad y la importancia de las Escrituras del Antiguo Testamento ( Juan 5:39 , Juan 10:35 ; Lucas 16:29 ; Lucas 16:31 ).

4. Otras pruebas de su inspiraci�n son: la majestuosidad de su estilo; la evidente verdad y autoridad de sus doctrinas; la armon�a de todas sus partes; su poder en las mentes de mir�adas; el cumplimiento de sus profec�as; los milagros realizados por sus autores. Si estas cosas se pueden afirmar de la escritura del Antiguo Testamento, cu�nto m�s del Nuevo, que consiste en los discursos de la Verdad Encarnada de Dios ( Hebreos 1:1 ), y de Sus siervos divinamente comisionados ( Efesios 4:7 ).

II. Las ventajas que tienen aquellos sobre los dem�s, que se ven favorecidos con ellos.

1. Hay muchas verdades de gran importancia que pueden conocerse por las obras de Dios ( Romanos 1:19 ); sin embargo, la realidad ha demostrado que incluso en lo que respecta a las verdades m�s obvias y primarias, toda carne ha corrompido su camino. Si la existencia de una Deidad ha sido generalmente reconocida, su unidad y espiritualidad no, pero las naciones m�s civilizadas han multiplicado sus dioses sin fin ( Romanos 1:21 ; de ah� Isa�as 40:19 ; Isa�as 41:6 ; Isa�as 44:12 ).

En cuanto a la responsabilidad del hombre, el fatalismo por un lado y la autosuficiencia por el otro prevalecieron incluso entre los griegos y los romanos; en cuanto a la distinci�n entre vicio y virtud, nos referimos al ap�stol ( Romanos 1:26 ). Y en cuanto a un estado futuro de felicidad o miseria, en general estaban "sin esperanza".

2. Pero si estas y otras verdades similares pudieron haber sido descubiertas por la luz de la naturaleza, se ense�an en las Escrituras de manera mucho m�s clara y completa; con m�s autoridad y certeza; y de una manera m�s adaptada a la condici�n de la humanidad, que en general no tiene ni capacidad ni tiempo para investigaciones profundas y dif�ciles. Muchas otras verdades de igual importancia, que no se conocen en absoluto a la luz de la naturaleza, se revelan claramente en las Escrituras.

3. Los or�culos de Dios bien pueden ser llamados por San Esteban "vivos". La palabra de Dios es �martillo y fuego�, �vivo y poderoso� ( Hebreos 4:12 ), �esp�ritu y vida� ( Juan 6:63 ). Participan de la naturaleza espiritual, viva y poderosa de �l, de quien proceden.

El Dios que los dio todav�a est� a la mano para darles la comprensi�n y el sentimiento correctos ( Lucas 24:45 ; 2 Pedro 1:20 ), y todav�a trabaja por y con ellos. Por eso los hombres, de �poca en �poca, han sido �pinchados�, �cortados de coraz�n� ( Hechos 2:37 ; Hechos 5:33 ), �engendrados� ( Santiago 1:18 ), �nacidos de nuevo� ( 1 Pedro 1:23 ), �liberado� ( Juan 8:32 ), �limpiado� ( Juan 15:3 ), �santificado� ( Juan 17:17 ; Efesios 5:26 ), edificado y perfeccionado por ellos ( Efesios 4:12 ; 2 Timoteo 3:15 ).

4. Pero aqu� surge una gran objeci�n; los jud�os, aunque favorecidos con los or�culos de Dios, eran tan malvados como los gentiles (cap. 2); Los cristianos profesantes son tan malvados como los paganos. Este no es de ninguna manera el caso. Se ha producido un cambio muy favorable en los modales de los hombres en general donde se han recibido las Escrituras; y mir�adas, tanto jud�os como cristianos, se han convertido as� en personas verdaderamente piadosas en todas las �pocas; y con respecto a los dem�s, "si algunos no creyeran, �su incredulidad invalidar� la fe de Dios?" (vers�culo 3).

III. Nuestra obligaci�n de mejorar esta ventaja para nosotros y de comunicarla a los dem�s.

1. Los or�culos de Dios solo pueden beneficiar a aquellos que los creen ( Hebreos 3:11 ; Hebreos 4:2 ). Tambi�n deben ser considerados y tomados en serio, de lo contrario no pueden beneficiar a un ser inteligente y libre, porque no operan mec�nicamente en nuestras mentes.

Debemos traer a su consideraci�n una mente seria y ense�able; debe recibirlos con reverencia, gratitud y afecto; practicar la religi�n que describen; y, para todo esto, ruega a Aquel que las dio, que nos imparta el Esp�ritu por cuyas influencias solo podemos entenderlas o cumplirlas.

2. Con respecto a los dem�s - los or�culos de Dios son igualmente necesarios y dise�ados para todos los hombres ( Salmo 22:27 ; Isa�as 2:2 ; Miqueas 4:1 ;, Isa�as 60:8,9 ; Lucas 24:47 ; Marco 16:15 ; Romanos 1:5 ; Apocalipsis 14:6 ).

Todos los que profesan ser cristianos tienen la obligaci�n de ayudar a su circulaci�n, para que sus esfuerzos sean consistentes con sus oraciones, porque oran para que Su "reino venga". ( Joseph Benson. )

Las ventajas y desventajas de comparar los or�culos divinos: una s�plica por las misiones

I. A quien se le da mucho se le exigir� mucho; La cuesti�n, entonces, es si es mejor que se d� o se retenga.

1. El jud�o, que pec� contra la luz de su revelaci�n, tendr� una retribuci�n m�s severa que el gentil que solo pec� contra la luz de su propia conciencia; y las naciones de la cristiandad que han rechazado el evangelio incurrir�n en un destino m�s oscuro que el nativo de China, cuya lejan�a, mientras lo protege de la luz del Nuevo Testamento en este mundo, lo protege del dolor de sus denuncias cumplidas en otro . Y con estas consideraciones, una sombra de incertidumbre parece pasar por alto la pregunta: si la cristianizaci�n de un pueblo deber�a entrometerse en absoluto.

2. Pero sin una soluci�n autorizada de esta pregunta por parte de Dios, realmente no estamos en circunstancias para determinarla. No tenemos todos los materiales de la pregunta ante nosotros. No sabemos c�mo decir cu�l es la adici�n que el conocimiento confiere a los sufrimientos de la desobediencia; o hasta qu� punto un evangelio aceptado exalta la condici�n de aquel que era antes ajeno a �l. Todo es cuesti�n de revelaci�n de qu� lado radica la diferencia; y el que se contente con ser sabio en lo que est� escrito, se apoyar� tranquilamente en la liberaci�n de las Escrituras sobre este tema.

�Id y predicad el evangelio a toda criatura debajo del cielo�, y �id por todo el mundo y ense�a a todas las naciones�. Estas palabras de despedida de nuestro Salvador pueden no ser suficientes para sofocar las ansiedades del cristiano especulativo, pero son suficientes para decidir la conducta del cristiano pr�ctico.

3. Pero los vers�culos que tenemos ante nosotros avanzan un paso m�s y entran en la cuesti�n de las p�rdidas y ganancias que conlleva la posesi�n de los or�culos de Dios; y decidir, por parte del primero, que la ventaja era en todos los sentidos. Y no es solo para aquellos individuos que cosecharon el beneficio que el ap�stol hace el c�lculo. �l mitiga la incredulidad de todos los dem�s; y, equilibrando la diferencia, nos coloca en un c�lculo de clara ganancia para todo el pueblo.

Y tiene que ver de manera importante con esta cuesti�n; porque seguramente podemos aventurarnos a hacer circular estos or�culos cuando se nos cuente acerca de las personas m�s duras y rebeldes de la tierra, que, con todo su abuso de ellos, confer�an una ventaja positiva a su naci�n. Y, sin embargo, qu� terrible deducci�n de esta ventaja debe haber sido hecha por su maldad. Era dif�cil saber la magnitud de la agravaci�n de todo su pecado, ya que era pecado contra la luz de los or�culos de Dios; pero el ap�stol nos dice que, sea la cantidad que sea, fue m�s que compensado por el bien positivo hecho a trav�s de estos or�culos.

II. Algunas observaciones tanto sobre la parte especulativa como sobre la pr�ctica de esta pregunta.

1. La Biblia, cuando se lleva a un nuevo pa�s, puede ser fundamental para salvar a los que se someten a su doctrina; y, al hacerlo, los salva de una condici�n absoluta de miseria en la que estaban previamente envueltos. Si junto con esta ventaja para quienes la reciben, agrava la condici�n de quienes la rechazan, no transforma en miseria lo que antes era goce; y la cantidad total del mal que se ha rendido s�lo puede calcularse por la diferencia de grado entre el sufrimiento que se impone al pecado y el pecado sin el conocimiento del Salvador.

No sabemos cu�n grande es la diferencia, pero entendemos que era mejor para los jud�os, a pesar de toda la responsabilidad y culpa m�s profundas que su posesi�n del Antiguo Testamento impon�a a los desobedientes, sin embargo, que era una ganancia neta. as� traducida al conjunto, entonces podemos inferir que cualquier empresa por la cual la Biblia sea difundida o ense�ada m�s extensamente, es de beneficio positivo para todos los vecindarios.

2. Aunque en la historia jud�a fueron los pocos para quienes los or�culos de Dios fueron una bendici�n, y los muchos para quienes fueron una condena adicional, sin embargo, en general, el bien predomin� de tal manera sobre el mal, que en el Todo era para mejor y no para peor que poseyeran estos or�culos. Pero el argumento cobra fuerza a medida que miramos hacia el futuro, mientras nos detenemos en el hecho de la prevalencia universal del evangelio de Cristo.

Incluso en este d�a de peque�as cosas, la bendici�n directa que sigue en el tren de una Biblia circulada y un evangelio proclamado supera el mal incidental; y cuando pensamos en la gloria de los �ltimos d�as que trae consigo, �qui�n deber�a rehuir la obra de apresurarlo, debido a un espectro conjurado desde el abismo de la ignorancia humana? Incluso si el mal ahora predominaba sobre el bien, todav�a es una empresa misionera como un atrevimiento magn�nimo por un gran logro moral y espiritual, que finalmente recompensar� la perseverancia de sus devotos obreros.

Hay males colaterales que acompa�an al progreso del cristianismo. En un momento trae una espada en lugar de paz, y en otro suscita diferencias en las familias, y en todo momento profundiza la culpa de quienes se resisten a las insinuaciones que les hace. Pero estos son solo los peligros de un viaje que est� ricamente cargado con la riqueza moral de muchosgeneraciones futuras. �stos son s�lo los peligros de una batalla que termina en la m�s orgullosa y productiva de todas las victorias, y si la libertad de un gran imperio es una compensaci�n adecuada por la p�rdida de la vida de sus defensores, entonces es la gloriosa libertad de los hijos de Dios, que por fin se extender� sobre el rostro de un mundo todav�a esclavizado y alienado, m�s que una adecuada retribuci�n a la p�rdida espiritual que sufren quienes, en lugar de luchar por la causa, la han resistido y vilipendiado. .

III. Concluya con algunas observaciones pr�cticas.

1. Es con argumentos como este que nos encontrar�amos con el esp�ritu anti-misionero. No hace mucho, la empresa cristianizar se tradujo como una especie de invasi�n a la seguridad e inocencia del paganismo, y se afirm� que, aunque la idolatr�a es ciega, sin embargo, era mejor no despertar a sus adoradores que arrastrarlos instruy�ndolos sobre los peligros y las exposiciones de una responsabilidad m�s terrible. Pero, �por qu� deber�amos estar restringidos ahora de la obra por un c�lculo, que no fren� a los misioneros de hace dos mil a�os?

2. Si se debe mantener al hombre en la ignorancia porque cada adici�n de luz trae consigo una adici�n de responsabilidad, entonces la especie debe ser detenida tanto en casa como en el extranjero en su progreso hacia un estado de humanidad m�s exaltado; y los males que puedan acompa�ar a la transici�n al conocimiento moral y religioso, deber�an disuadirnos de todo intento de rescatar a nuestros propios compatriotas de cualquier cantidad dada de oscuridad por la que ahora puedan verse rodeados.

3. Por muy seguro que sea poner los or�culos de Dios en manos de otros, sin embargo, consider�ndonos a la luz de aquellos a quienes se encomiendan estos or�culos, es un asunto de urgente preocupaci�n si, para nosotros personalmente, la ganancia o predominar� la p�rdida. Se resuelve, con cada individuo por separado, en la cuesti�n de su cielo asegurado, o su infierno m�s agravado, ya sea de los que convierten el mensaje de Dios en un instrumento de conversi�n; o de los muchos que, por negligencia y despreocupaci�n, lo convierten en el instrumento de su m�s dura condena. ( T. Chalmers, DD )

Los or�culos de dios

I. Sus personajes principales.

1. Verdad y sabidur�a absolutas. La palabra "or�culos" significa un "discurso o respuesta divina". Las palabras que profesan ser de Dios deben tener una fuerte evidencia; y cu�n poderosa e imponente es la evidencia, atestiguada por milagro, ratificada por el cumplimiento de la profec�a, continuando cuando por siglos han reprendido al mundo, dando vida y salvaci�n a esta hora. Entonces, si son de Dios, la cuesti�n de su sabidur�a y verdad est� resuelta.

Y aqu� est� la ventaja de poseer estos or�culos. No hay una pregunta relacionada ni con el deber ni con la salvaci�n para la que no haya aqu� una respuesta. �Es usted un inquilino? Ah� est� el or�culo. Cons�ltalo; porque "hablar�, y no mentir�".

2. Importancia infinita. Sobre aquellas cuestiones que son meramente curiosas, el or�culo guarda silencio, pero sobre ning�n tema que nos corresponda conocer, por ejemplo, el car�cter de Dios; las leyes por las que nos regimos; el verdadero estado del hombre; rescate y redenci�n; la aplicaci�n pr�ctica y el logro de esta misericordia.

3. Vida. Por eso se les llama "vivos" o or�culos vivientes, o como dice nuestro Se�or, "Las palabras que yo os he hablado, son esp�ritu y son vida". Ning�n otro libro tiene esta peculiaridad. Mu�strame uno que teman todos los imp�os; que hiere profundamente la conciencia y despierta temores saludables; que consuela y apoya; y mientras sus benditas verdades tiemblan en los labios de los moribundos, desarma a la muerte de su aguij�n.

Mu�strame un hombre que, cuando habla, despierta las almas de un sue�o mortal; quien a un esp�ritu tembloroso dice: "Cree y vive", y realmente cree y vive; cuyo consejo gu�a, anima y consuela eficazmente; y mu�strame uno que habla solo como los or�culos de Dios. Entre todos los que han sido c�lebres por la oratoria, �qui�n ha profesado producir efectos como estos? Nada explica esto excepto la vida que imparte el Esp�ritu. Con los or�culos de Dios est� presente el Autor. No puedes evitar este poder. Har� que la Palabra sea "olor de vida para vida, o olor de muerte para muerte".

4. Hacen que todos los dem�s or�culos sean vocales.

(1) La naturaleza tiene su voz solemne, pero no se escucha donde no est� el evangelio. En el paganismo, los mismos cielos se convierten en �dolos, y Dios est� excluido de los pensamientos de los hombres. Pero cada vez que vienen los or�culos vivientes, entonces cada estrella, monta�a y r�o proclama a su glorioso Hacedor: "d�a a d�a pronuncia palabras".

(2) La providencia general de Dios en el gobierno de las naciones tiene la intenci�n de mostrar la sabidur�a, el poder, la bondad, la justicia y la verdad de Dios; y terminar en la conversi�n de todas las naciones a la fe de Cristo. Sin embargo, todo esto es desconocido para aquellos que carecen de los or�culos divinos. A ellos les parece que a todos les ocurre un evento. Todo acontecimiento se atribuye al azar, al destino ciego o al capricho de deidades sin Sabidur�a y sin misericordia.

El or�culo viviente da voz a todo esto. Instruidos por �l, marcamos el dise�o de Dios, "quien obra todo en todos". Vemos que todas las cosas tienden a un fin, �la gloria del Se�or ser� revelada; y toda carne a una la ver� �.

(3) Existe tambi�n una providencia particular que nos se�ala nuestra posici�n en la vida, nuestras bendiciones y nuestros dolores. Muchas lecciones est� destinada a ense�arnos esta providencia. "La bondad de Dios te lleva al arrepentimiento". Pero hasta que el or�culo viviente hable, todo es silencio; y no extraemos lecciones de verdadera sabidur�a de los eventos de la vida. Cuando nos familiarizamos con Dios en Su Palabra, entonces todo ministra a nuestra "instrucci�n en justicia".

5. Variedad. Aqu� tenemos historia, proverbios, poes�a, ejemplos, doctrina, profec�a, par�bola, alegor�a y met�fora.

6. Plenitud de la verdad. Por grandes que sean las revelaciones, nada se agota. Como en Cristo habita corporalmente la plenitud de la Deidad, para manifestarse eternamente; as� que en Su Palabra hay plenitud de verdad. Y por eso la Biblia es siempre nueva.

(1) Con respecto a la moral, tenemos principios, as� como actos, aplicables para siempre.

(2) �Qui�n puede agotar la doctrina de la Sagrada Escritura? Doctrinas especialmente relacionadas con Dios y Cristo, y la profundidad del amor que todo lo redime.

(3) Los efectos de todo el plan se desarrollar�n para siempre. En un sentido muy importante, la Biblia ser� los or�culos de Dios para la Iglesia de arriba.

II. Estos or�culos est�n "comprometidos" o confiados a Usted.

1. Para ser le�dos y comprendidos, en consecuencia hay una gran culpa en tratarlos con indiferencia y descuido.

2. Interpretar con honestidad. Son "los or�culos de Dios"; y es un pecado de magnitud no ordinaria pervertir su significado.

3. Darlos a conocer a los dem�s. Es un gran pecado restringir las Escrituras.

III. Su ventaja.

1. Instrucci�n.

2. Direcci�n.

3. Salvaci�n. ( Richard Watson. )

Los or�culos de dios

I. Los or�culos de Dios.

1. El significado del t�rmino.

(1) Entre los paganos, la palabra se us� por primera vez para denotar las respuestas que supuestamente daban sus dioses, y luego se aplic� a los santuarios donde se daban tales respuestas. Si estas respuestas fueron forjadas por los sacerdotes o fueron el resultado de una agencia diab�lica, no es necesario indagar. Baste con que, aunque proverbialmente oscuros, se les mira con veneraci�n y confianza. No se emprendi� ninguna empresa de importancia sin consultarlos; se enviaron espl�ndidas embajadas, con magn�ficos obsequios, desde estados lejanos, con miras a obtener una respuesta propicia; y las naciones contendientes a menudo les presentaban la decisi�n de sus respectivos reclamos.

Estos hechos conoc�an a los gentiles convertidos; en estas opiniones hab�an participado. La palabra, por tanto, no pod�a dejar de despertar en ellos algunas de las ideas y emociones con las que hab�a estado tan �ntimamente asociada durante tanto tiempo. Por tanto, ning�n t�tulo podr�a adaptarse mejor para inspirarles veneraci�n por las Escrituras.

(2) Tampoco parecer�a menos sagrado o importante para el jud�o, asociado como estaba con el Urim y Tumim, y con aquellas respuestas que Jehov� dio desde el santuario interior. En nuestra versi�n, este lugar suele denominarse El Or�culo; y las respuestas que Dios dio all� a las preguntas de sus adoradores fueron completas, expl�citas y definidas; formando un perfecto contraste con los or�culos del paganismo.

Al emplear este lenguaje, en efecto les dijo a los gentiles conversos: Todo lo que una vez supusieron que eran los or�culos de sus compatriotas, las Escrituras realmente lo son. Con al menos la misma fuerza dijo su lenguaje a los jud�os: Las Escrituras no son menos la Palabra de Dios que las respuestas que �l dio anteriormente a sus padres desde el propiciatorio.

2. Este t�tulo se le da a las Escrituras con perfecta verdad y propiedad. De hecho, no se parecen en todos los aspectos a los or�culos paganos. Nunca fueron dise�ados para satisfacer una vana curiosidad; mucho menos para servir a los prop�sitos de la ambici�n o la avaricia, y esta es, probablemente, una de las razones por las que muchas personas nunca los consultan. Pero cualquiera que sea la situaci�n de un hombre, este or�culo, si se consulta en la forma en que Dios lo ha prescrito, responder� satisfactoriamente a todas las preguntas que le corresponda formular; porque contiene toda la informaci�n que nuestro Creador considera mejor que sus criaturas humanas deber�an poseer en la actualidad.

II. Su valor incomparable.

1. Al poseer las Escrituras, poseemos todas las ventajas reales que resultar�an del establecimiento de un or�culo entre nosotros; y m�s. Porque dondequiera que se colocara el or�culo, inevitablemente estar�a a distancia de una gran proporci�n de aquellos que desearan su consejo. Pero en las Escrituras poseemos un or�culo, que puede llevarse a casa a cada familia y a cada individuo en todo momento.

2. Pero como consecuencia de haberlos conocido desde nuestra ni�ez, estamos lejos de ser conscientes de cu�n profundamente estamos en deuda con ellos. Debemos colocarnos en la situaci�n de un investigador serio de la verdad, que ha seguido sus investigaciones hasta donde puede llegar el intelecto sin ayuda; y que ahora se encuentra desconcertado en un laberinto de teor�as en conflicto en el que las investigaciones de hombres no iluminados por la revelaci�n los hunden inevitablemente.

Para un hombre as�, �qu� valor tendr�a la Escritura? �l pregunta: "�Qui�n hizo el universo?" Una voz suave pero majestuosa responde desde el or�culo: "En el principio, Dios cre� los cielos y la tierra". Sobresaltado, el indagador exclama ansiosamente: "�Qui�n es Dios? �Cu�l es su naturaleza?" �Dios�, responde la voz, �es esp�ritu, sabio, omnipotente, santo, justo, misericordioso y misericordioso, sufrido�, etc.

La mente del investigador trabaja, se desmaya, mientras intenta en vano captar el Ser, ahora, por primera vez revelado. Pero un motivo nuevo y m�s poderoso estimula ahora sus indagaciones, y pregunta: "�Existe alguna relaci�n entre este Dios y yo?" ��l es tu Hacedor, Padre, Conservador, Soberano, Juez; en �l vives, te mueves y existes; y al morir tu esp�ritu volver� a Dios, quien lo dio.

"�C�mo", prosigue el interrogador, "entonces me recibir�?" "�l te recompensar� seg�n tus obras". "�Que funciona?" �Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n�, etc. �Toda transgresi�n de esta ley es pecado; y el alma que pecare, esa morir� �. "�He pecado?" pregunta temblorosamente el investigador. �Todos�, responde el or�culo, �han pecado y est�n destituidos de la gloria de Dios.

"Una nueva sensaci�n de culpa consciente oprime ahora al investigador, y con mayor ansiedad pregunta:" �Hay alguna forma de obtener el perd�n del pecado? " �La sangre de Jesucristo�, responde el or�culo, �limpia de todo pecado. El que confiesa y abandona sus pecados, hallar� misericordia �. �Pero, �a qui�n se las confesar�? �D�nde encontrar al Dios a quien he ofendido? �Es un Dios cercano�, responde la voz; �Yo, que te hablo, soy.

"Dios, ten piedad de m�, pecador", exclama el que pregunta, sin atreverse a levantar los ojos hacia el or�culo: "�Qu�, Se�or, quieres que yo haga?" "Cree en el Se�or Jesucristo", responde la voz, "y ser�s salvo". �Se�or, �qui�n es Jesucristo? para que crea en El? �l es Mi Hijo Amado, a quien he propuesto como propiciaci�n mediante la fe en Su sangre; esc�chale, porque no hay salvaci�n en ning�n otro.

Estas son, probablemente, algunas de las preguntas que har�a el supuesto investigador; y esas son, en esencia, las respuestas que recibir�a de los or�culos de Dios. Qui�n puede calcular el valor de estas respuestas.

III. Su inagotabilidad. Pero, �por qu� deber�an consultarlos aquellos que ya est�n familiarizados con las respuestas que les dar�n?

1. �El hombre que pregunta esto ha extra�do de las Escrituras toda la informaci�n que contienen? Se puede dudar razonablemente de que alguien hubiera descubierto que la declaraci�n de Jehov�, "Yo soy el Dios de Abraham, y de Isaac y de Jacob", proporciona una prueba concluyente de la existencia posterior del alma humana. �Y cu�ntas veces podr�amos haber le�do la declaraci�n, �T� eres sacerdote para siempre seg�n el orden de Melquisedec�, antes de haber sospechado que involucra todas esas importantes consecuencias que se deducen de ella en la Ep�stola a los Hebreos? Y quedan muchos otros pasajes para recompensar las investigaciones de futuros investigadores.

2. Muchos de los or�culos contienen una infinidad de significados que ninguna mente puede agotar jam�s. �Qu� mente finita comprender� plenamente todo lo que se contiene en los t�tulos dados a Jehov� y a Cristo, o en las palabras "eternidad", "cielo"; "infierno"? Ahora, el que consulta con m�s frecuencia a los or�culos penetrar� m�s profundamente en su insondable abismo de significado. De hecho, puede recibir las mismas respuestas a sus preguntas; pero estas respuestas le transmitir�n a su mente concepciones m�s claras y ampliadas de las verdades que revelan.

Sus puntos de vista se parecer�n a los de un astr�nomo, que de vez en cuando est� equipado con telescopios de mayor potencia; o lo que al principio parec�a s�lo una sombra indistinta, se convertir� en una imagen v�vida, y la imagen, al final, se destacar� con un relieve audaz. El ni�o ceceo y el astr�nomo usan la palabra "sol" para denotar el mismo objeto. El ni�o, sin embargo, quiere decir con esta palabra, nada m�s que un cuerpo redondo, luminoso, de unos pocos cent�metros de di�metro. Pero requerir�a un volumen que contuviera todas las concepciones de las cuales esta palabra representa el signo en la mente del astr�nomo.

IV. Su poder vitalizador. Quiz�s pueda objetarse que, como las Escrituras no hablan con voz audible, sus respuestas nunca podr�n poseer esa vida que acompa�a a las respuestas de un or�culo viviente, tal como se estableci� anteriormente entre los jud�os. Por el contrario, son bien denominados "or�culos vivientes" o "vivos y poderosos". �Las palabras�, dice Cristo, �que yo os he hablado, son esp�ritu y son vida.

�El Dios vivo vive en ellos y emplea su instrumento para impartir vida. Quite las influencias que lo acompa�an y los or�culos vivientes se convertir�n en "letra muerta". Pero el que los consulta correctamente no los encuentra letra muerta; descubre que el Esp�ritu viviente y vivificante, por quien fueron y son inspirados, le lleva a casa sus palabras con una energ�a que ninguna lengua puede expresar.

V. La forma en que deben ser consultados. Miles, por supuesto, no obtienen ning�n beneficio y no reciben respuestas satisfactorias, porque no las consultan, como siempre deber�a consultarse un or�culo de Dios.

1. No los consultan con reverencia. Los examinan con un poco m�s de reverencia que las obras de un autor humano, como consultar�an un diccionario o un almanaque.

2. La sinceridad tampoco es menos necesaria que la reverencia: un deseo real de conocer nuestro deber, con una determinaci�n total de creer y obedecer las respuestas que recibamos. Si consultamos los or�culos de Dios con miras a complacer nuestras inclinaciones pecaminosas, o para justificar nuestras b�squedas, pr�cticas o prejuicios favoritos cuestionables, el or�culo ser� mudo. La misma observaci�n es aplicable a todo aquel que consulta las Escrituras, mientras que descuida deberes conocidos o desobedece mandatos conocidos. Podemos ver estos comentarios ejemplificados en Saulo. Hab�a sido culpable de desobediencia conocida; y por tanto, cuando consult� al Se�or, el Se�or no le respondi�.

3. Hay otros cuya falta de �xito se debe a su incredulidad. Como ning�n alimento puede alimentar a quienes no lo ingieren; ya que ninguna medicina puede resultar beneficiosa para quienes se niegan a utilizarlas; de modo que ning�n or�culo puede ser �til para aquellos a quienes no se les cree con una fe cordial, pr�ctica y operativa. Las Escrituras pueden hacernos sabios para la salvaci�n solo mediante la fe en Cristo Jes�s.

4. Muchas personas no obtienen ning�n beneficio de los or�culos de Dios, porque intentan consultarlos sin oraci�n. Consultar un or�culo es un acto que, por su propia naturaleza, implica un reconocimiento de ignorancia y una petici�n de gu�a, de instrucci�n. Entonces, quien lee las Escrituras sin oraci�n, realmente no las consulta. ( E. Payson, DD )

Los or�culos de Dios: accesibles a todos

Un sacerdote observando a William Tyndale: �Somos mejores sin las leyes de Dios que las del Papa�, �Desaf�o al Papa y todas sus leyes�, respondi�; y agreg�: "Si Dios me perdona la vida, antes de muchos a�os har� que el muchacho que maneja el arado sepa m�s de las Escrituras que t�". ( Quarterly Review. )

Los or�culos de Dios: accesibles a todos

Un sacerdote cat�lico en Irlanda descubri� recientemente a un campesino leyendo la Biblia y lo reprendi� por atreverse a leer un libro prohibido a los laicos. El campesino procedi� a justificarse refiri�ndose al contenido del libro y a las santas doctrinas que ense�aba. El sacerdote respondi� que las doctrinas s�lo pod�an ser entendidas por los eruditos y que hombres ignorantes las arrebatar�an para su propia destrucci�n.

�Pero�, dijo el campesino, �estoy autorizado, reverencia, a leer la Biblia; Tengo una orden de registro ". "�A qu� se refiere, se�or?" dijo el sacerdote, enojado. �Pues�, respondi� el campesino, �Jesucristo dice: 'Escudri�a las Escrituras; porque en ellos pens�is que ten�is la vida eterna; y ellos son los que dan testimonio de m� '�. El argumento era incontestable.

Los or�culos de Dios: c�mo consultar

"�C�mo voy a conocer la Palabra de Dios?" Estudi�ndolo con la ayuda del Esp�ritu Santo. Como dijo un obispo estadounidense: "No con la luz azul del presbiterianismo, ni la luz roja del metodismo, ni la luz violeta del episcopado, sino con la luz clara del Calvario". Debemos estudiarlo de rodillas, con esp�ritu ense�able. Si conocemos nuestra Biblia, Satan�s no tendr� mucho poder sobre nosotros y tendremos el mundo bajo nuestros pies. ( DL Moody. )

Los or�culos de Dios: se pueden consultar con perfecta confianza

Si un hombre en la noche, a la luz de una l�mpara, est� tratando de distinguir su mapa, y hay tormenta en los cielos y tormenta en el mar, y alguien le quita esa l�mpara de la mano, �qu� se hace? La tormenta est� arriba y la tormenta abajo, y el mapa est� oscuro, de modo que no puede descubrirlo, eso es todo. Si fuera de d�a, podr�a ver el mapa bastante bien; pero no habiendo luz, y la l�mpara de la que depend�a para la luz se le quit� de la mano, no puede valerse de lo que tiene delante.

Y lo mismo ocurre con gran parte de la Biblia. Es un int�rprete. Es una l�mpara a nuestros pies y una luz a nuestro camino. Y aquellas verdades que tienen su exposici�n en la Biblia, y que son una revelaci�n de la estructura del mundo y de la naturaleza y el gobierno Divino, no dependen para su verdad de la Biblia misma. Solo son interpretados y aclarados por �l. ( HW Beecher. )

Los or�culos de Dios: nunca consultados en vano

�Cu�n maravillosa es la adaptaci�n de la Escritura para la raza para la cual fue revelada! En sus p�ginas, cada condici�n concebible de la experiencia humana se refleja como en un espejo. En sus palabras, cada lucha del coraz�n puede encontrar una expresi�n apropiada y contundente. Es absolutamente inagotable en sus recursos para la transmisi�n de los sentimientos m�s profundos del alma. Pone m�sica en el habla del sin melod�a y redondea los per�odos de los iletrados en una elocuencia que ning�n orador puede rivalizar.

Tiene odas marciales para reforzar el coraje del guerrero y proverbios lucrativos para ense�ar sabidur�a al comerciante; todos los estados de �nimo mentales pueden representarse a s� mismos en su amplitud de palabras. Puede traducir la duda de los perplejos; puede articular el grito de los contritos; llena la lengua de los alegres con villancicos de alegr�a agradecida; y da palabras de dolor, no sea que el dolor, que no habla, susurre al coraz�n y lo rompa. Felices nosotros, que, en todas las variedades de nuestra vida religiosa, tenemos este copioso manual divinamente proporcionado a nuestras manos. ( WM Punshon. )

Los or�culos de Dios: supongamos que deber�an ser quitados

Pens� que estaba en casa, y que, al tomar mi Biblia una ma�ana, encontr�, para mi sorpresa, lo que parec�a ser el viejo libro familiar estaba totalmente en blanco; no se inscribi� un car�cter en �l o sobre �l. Al salir a la calle, encontr� a todos quej�ndose con similar perplejidad de la misma p�rdida; y antes de la noche se hizo evidente que se hab�a realizado un gran y maravilloso milagro en el mundo; la Mano que hab�a escrito su terrible amenaza en las paredes del palacio de Belsasar hab�a revertido el milagro y borrado de nuestras Biblias cada s�laba que conten�an, reclamando as� el regalo m�s precioso que el Cielo nos hab�a otorgado y el hombre ingrato hab�a abusado.

Ten�a curiosidad por ver los efectos de esta calamidad en los variados caracteres de la humanidad. Sin embargo, hab�a un inter�s universal en la Biblia, ahora que estaba perdida, como nunca se hab�a unido a ella mientras estaba pose�da. Algunos para quienes el libro sagrado hab�a estado en blanco durante veinte a�os, y que nunca hubieran sabido de su p�rdida de no ser por las lamentaciones de sus vecinos, no fueron menos vehementes en sus expresiones de dolor.

La calamidad no solo agit� los sentimientos de los hombres, sino que inmediatamente estimul� su ingenio para reparar su p�rdida. Muy temprano se sugiri� que toda la Biblia se hab�a citado una y otra vez poco a poco en un libro u otro; que hab�a impreso su imagen en la literatura humana y se hab�a reflejado en su superficie como las estrellas en un arroyo. �Pero Ay! en la inspecci�n se encontr� que cada texto, cada frase que se hab�a citado, ya fuera en libros de teolog�a, poes�a o ficci�n, hab�a sido borrado sin piedad.

Con mano temblorosa algunos intentaron transcribir de memoria los textos borrados. Tem�an que la escritura seguramente se desvanecer�a; pero, para su inefable gozo, encontraron duradera la impresi�n; y la gente finalmente lleg� a la conclusi�n de que Dios los dej� en libertad, si pod�an, para reconstruir la Biblia por s� mismos, a partir de sus recuerdos colectivos de su contenido.

Algunas personas oscuras que no hab�an estudiado nada m�s que la Biblia, pero que la hab�an estudiado bien, llegaron a ser objeto de reverencia entre los cristianos y los libreros; pero aquel que pod�a llenar un abismo mediante la restauraci�n de palabras que s�lo se recordaban parcialmente, era considerado un benefactor p�blico. Finalmente, se proyect� un gran movimiento entre los te�logos de todas las denominaciones para recopilar los resultados de estas recuperaciones parciales del texto sagrado.

Pero aqu� fue curioso ver la variedad de diferentes lecturas de los mismos pasajes en las que insist�an los te�logos en conflicto. Sin duda, los hombres dignos eran generalmente inconscientes de la influencia del prejuicio; sin embargo, de alguna manera, la memoria rara vez era tan clara en relaci�n con los textos que hablaban en contra como en relaci�n con los que hablaban en favor de sus diversas teor�as. Tambi�n era curioso ver por qu� extra�as asociaciones de contraste, o en ocasiones de semejanza, se recuperaban textos oscuros.

Un avaro aportaba una m�xima de prudencia que recordaba principalmente por haber abusado sistem�ticamente. Pronto se recopilaron todas las m�ximas �ticas; porque aunque, como de costumbre, nadie recordaba sus propios deberes o enfermedades particulares, todos recordaban amablemente los de sus vecinos. En cuanto al "tiempo para todo" de Salom�n. pocos pod�an recordar el conjunto, pero todos recordaban algunos. Enterradores dijeron que hab�a "un momento para llorar", y los comediantes dijeron que hab�a "un momento para re�r"; Innumerables se�oritas recordaron que hubo "un tiempo para amar", y gente de todo tipo que hubo "un tiempo para odiar"; todos sab�an que hab�a "un momento para hablar", pero un digno cu�quero agreg� que tambi�n hab�a "un momento para guardar silencio".

Pero lo m�s divertido de todo fue ver la variedad de especulaciones que se abrieron sobre el objeto y dise�o de este extra�o evento. Muchos se preguntaron seriamente si ser�a correcto intentar la reconstrucci�n de un libro del que Dios mismo hab�a privado tan manifiestamente al mundo; y algunos, que estaban secretamente contentos de ser relevados de un monitor tan problem�tico, se mostraron particularmente piadosos en este sentido y exclamaron amargamente contra este temerario intento de contrarrestar los decretos del Cielo.

Algunos incluso sostuvieron que la visitaci�n no fue en juicio sino en misericordia; que Dios, con compasi�n, y no con indignaci�n, se hab�a llevado un libro que los hombres hab�an mirado con extravagante admiraci�n e idolatr�a; y que, si se pretend�a una reprimenda, era una reprimenda a una Bibliolatr�a desenfrenada. Esta �ltima raz�n, que asign� como causa de la reanudaci�n de Dios de su propio don una admiraci�n y reverencia extravagantes por parte de la humanidad, siendo tan notorio que incluso los mejores de los que profesaban creer en su origen y autoridad divinos hab�an tan gravemente descuidado, me pareci� tan rid�culo que estall� en un ataque de risa, que me despert�.

El sol de la ma�ana entraba a raudales por la ventana y brillaba sobre la Biblia abierta que estaba sobre la mesa; y fue con gozo que mis ojos se posaron en esas palabras, que le� con l�grimas de agradecimiento: "Los dones de Dios son sin arrepentimiento". ( H. Rogers. )

La biblia

I. Su posesi�n es una inmensa "ventaja" para cualquier pueblo. Lo que lo distingue de todos los dem�s libros, y le da un valor trascendente, es que contiene los "or�culos de Dios".

1. Son infinitamente valiosos en s� mismos. Son una verdad infalible. Los "or�culos" del mundo pagano fueron burdos enga�os, el de Apolo en Delfos fue una notoria impostura. Ellos dan&mdash

(1) Una verdadera revelaci�n de Dios al hombre.

(2) Una verdadera revelaci�n del hombre a s� mismo. �Qui�n puede estimar el valor trascendente de tales revelaciones?

2. Son infinitamente valiosos en su influencia.

(1) Intelectualmente. Acelera la raz�n y pone las ruedas del envejecimiento del pensamiento.

(2) Socialmente. Abren las fuentes de la simpat�a social y bendicen a la gente con sociedades e instituciones filantr�picas.

(3) Pol�ticamente. Derriban tiran�as, promueven leyes saludables y fomentan el trato justo, la paz y la libertad.

(4) Espiritualmente. Su gran trabajo es generar, desarrollar y perfeccionar la vida espiritual m�s elevada.

II. Hay quienes carecen de verdadera fe en �l. "�Y si algunos no creyeran?" Aunque los jud�os, como pueblo, ten�an los �or�culos�, hab�a multitudes entre ellos que estaban desprovistos de fe. Su conducta durante su peregrinaje, toda su historia en Cana�n y el rechazo del verdadero Mes�as, demostraron que ten�an poca o ninguna fe en los �or�culos� que pose�an. Cu�n pocos, hoy en d�a, que poseen la Biblia tienen alguna fe verdadera en los �or�culos� Divinos. A tal la Biblia:

1. No tiene ninguna "ventaja" espiritual real. No puede transmitir ning�n beneficio real al alma, s�lo en la medida en que se crean y se comprendan sus verdades. A menos que se crea, no tiene m�s poder para ayudar al alma, al hombre, que el genial rayo de sol o la lluvia fertilizante para ayudar al �rbol podrido de ra�z.

2. En �ltima instancia, se convierte en una maldici�n. Aumenta la responsabilidad y aumenta la culpa. �Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no habr�an conocido el pecado�.

III. La falta de fe no afecta su realidad ni disminuye su importancia (vers�culo 3). La falta de fe del hombre no afectar� ni anular� la fidelidad de Dios. Los hechos son independientes de las negaciones o afirmaciones. �Qu� pasa si algunos dicen que no hay Dios? Su negaci�n no destruye el hecho, �l todav�a existe. �Qu� pasa si algunos dicen que no hay infierno? el infierno todav�a arde. Aunque toda Europa neg� que la tierra se moviera, sigui� su curso dando vueltas alrededor del sol.

Pero aunque nuestros estados de �nimo, ya sean cr�dulos o incr�dulos, de ninguna manera afectan esos hechos, afectan de manera vital nuestro propio car�cter y destino. �Y si no creemos? No le importa nada al universo ni a Dios, pero importa mucho, mejor dicho, todo a nosotros. ( D. Thomas, DD )

La Biblia dada como gu�a

Aqu� hay un hombre que cruza una monta�a. Cae la noche y est� perdido. Ve una luz en la ventana de una cabina. Se apresura a hacerlo. El monta�ero sale y dice: "Te proporcionar� una linterna". El hombre no dice: �No me gusta el mango y no me gusta la forma de esta linterna; es octangular; deber�a ser redondo; si no puedes darme uno mejor, no aceptar� ninguno ". Oh no.

Empieza con eso. Quiere volver a casa. Esa linterna brilla en el camino a lo largo de la monta�a. Ahora bien, �qu� es la Biblia? �Tenemos alg�n derecho a decir que no nos gusta esto o aquello en �l, cuando Dios lo dise�� como una l�mpara para nuestros pies y una linterna para nuestro camino para guiarnos a trav�s de nuestra marcha por el desierto, y llevarnos por fin a la casa de nuestro Padre en �elevado? ( T. De Witt Talmage. )

El uso de la Biblia

El reverendo ET Taylor, com�nmente conocido como padre Taylor, al dirigirse a varios marineros, dijo: �Digo, compa�eros de barco, ahora m�renme a la cara. �Qu� deber�amos decir del hombre a bordo del barco que siempre hablaba de su br�jula y nunca la usaba? �Qu� deber�a pensar del hombre que, cuando la tormenta se acerca, la noche a la mano, la luna y las estrellas cerradas, en una costa de sotavento, rompe las olas adelante, luego comienza a recordar su br�jula y dice: 'Oh, qu� br�jula m�s bonita' Me he subido a bordo, 'si antes de ese momento nunca lo hab�a mirado? �D�nde guardas tu br�jula? �Lo guarda en la bodega? �Lo pones en el pique de proa? En ese momento, el rostro de Jack, ese �ndice infalible del alma, mostraba visiblemente que la reductio ad absurdum hab�a comenzado a manifestarse .

Luego vino, por una l�gica natural, tan correcta como la de la escuela, la mejora. �Ahora bien, hermanos, esc�chenme. No creas lo que dicen el burlador y el infiel. La Biblia, la Biblia es la br�jula de la vida. T�ngalo siempre a mano. De manera constante, fija la vista en �l. Estudie su porte con �l. Familiar�cese con todos sus puntos. Te servir� en la calma y en la tormenta, en el resplandor del mediod�a y en medio de la oscuridad de la noche; te llevar� por todos los mares, en todos los climas, y te llevar�, por fin, al puerto del descanso eterno ".

La Biblia, una ventaja nacional

El padre Hyacinths, un sacerdote elocuente e intr�pido en Par�s, mientras recientemente predicaba un serm�n de caridad en Lyon, en nombre del asilo para los pobres, despu�s de haber preguntado a su audiencia, que estaba compuesta por las principales familias cat�licas romanas, si sab�an por qu� Prusia triunf�. en el campo de batalla en la guerra con Austria, dijo: �Es porque la naci�n es m�s ilustrada, m�s religiosa, y porque cada soldado prusiano tiene la Biblia en su mochila.

Agregar� que lo que produce el poder y la superioridad de los pueblos protestantes es que poseen y leen la Biblia en sus propias fogatas. He estado dos veces en Inglaterra y he aprendido que la Biblia es la fuerza de esa naci�n �.

Versículos 3-4

�Y si algunos no creyeran?

La incredulidad del hombre y la fidelidad de Dios

I. La incredulidad del hombre; sus diversas formas; impenitencia; escepticismo.

II. La fidelidad de Dios; Su Palabra permanece fiel; no puede dejar de tener efecto; debe ser glorificado. ( J. Lyth, DD )

Dios justific� aunque el hombre no crea

Tenemos aqui&mdash

I. Un triste recordatorio. Siempre ha habido algunos que no han cre�do.

1. Esto se dice de manera muy suave. El ap�stol podr�a haber dicho "muchos" en lugar de "algunos". Recuerde que todos los que salieron de Egipto, menos dos, cayeron en el desierto por incredulidad; pero el ap�stol no desea presionar indebidamente su argumento ni agravar a sus oyentes. Incluso en su propia �poca podr�a haber dicho: �La mayor parte de la naci�n jud�a ha rechazado a Cristo. Dondequiera que voy, buscan mi vida, porque predico el amor de un Salvador moribundo.

�Sin embargo, esto es algo muy espantoso, incluso cuando se dice as� de manera suave. Si todos los aqu� excepto uno fueran creyentes, y se anunciara que uno ser�a se�alado a la congregaci�n, todos nos sentir�amos en una condici�n muy solemne. Pero hay muchos m�s de uno aqu� que no han cre�do. Si los inconversos no fueran tan numerosos, se los mirar�a con horror y l�stima. Como son tan numerosos, existe una mayor necesidad de nuestra compasi�n.

2. Los t�rminos de la pregunta de Pablo sugieren una mitigaci�n del dolor. "�Y si algunos no creyeran?" Entonces se da a entender que algunos s� creyeron. Gloria a Dios, hay muchos "algunos".

3. Sin embargo, es cierto que, a veces, los "algunos" que no cre�an significaban la mayor�a. Lea la historia de Israel y se entristecer� al descubrir c�mo una y otra vez no creyeron, y puede ser que, incluso entre los oyentes del evangelio, los incr�dulos predominen.

4. Esta incredulidad ha sido generalmente el caso entre los grandes de la tierra. En los d�as de nuestro Salvador dijeron: "�Alguno de los gobernantes o de los fariseos ha cre�do en �l?" El evangelio por lo general ha tenido un curso gratuito entre los pobres, pero "no muchos sabios seg�n la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles", son llamados.

5. Algunos que no han cre�do han pertenecido a los religiosos y al profesorado. Los escribas y fariseos rechazaron a Cristo, aunque eran los l�deres religiosos del pueblo. Y ahora podemos ser predicadores y, sin embargo, no predicar el evangelio de Cristo; puede que seamos miembros de la Iglesia y, sin embargo, no lo sepamos para salvarlo.

6. Lo mismo puede decirse si tomamos toda la gama de naciones favorecidas por el evangelio.

7. "�Qu�, pues, si algunos no creen?" Luego&mdash

(1) Est�n perdidos. "El que no cree, ya ha sido condenado".

(2) Todav�a queda, para aquellos que escuchan el evangelio, la oportunidad de creer; y, creyendo, encontrar�n vida a trav�s del nombre sagrado.

(3) Los que creemos, hagamos de ellos el tema constante de nuestras oraciones; y dar testimonio del poder salvador del evangelio.

II. Una inferencia horrible, a saber, que su incredulidad hab�a dejado sin efecto la fe o la fidelidad de Dios.

1. Algunos dir�n: "Si Fulano y Fulano no creen en el evangelio, entonces la religi�n es un fracaso". Hemos le�do que muchas cosas son fracasos. Hace un tiempo se cuestionaba si el matrimonio no era un fracaso. Supongo que, poco a poco, comer y respirar ser� un fracaso. Se dice que el evangelio es un fracaso, porque ciertos caballeros de cultura y conocimiento profesos no lo creen.

Bueno, ha habido otras cosas en las que personas muy importantes no han cre�do y, sin embargo, han resultado ser ciertas. Antes de que funcionaran los trenes, los viejos cocheros y granjeros no cre�an que se pudiera hacer que una locomotora corriera sobre los ra�les y arrastrara los vagones detr�s de ella. Seg�n los sabios de la �poca, todo iba a irse a la mala, y las locomotoras explotar�an la primera vez que arrancaran con un tren.

Pero no explotaron, y ahora todo el mundo sonr�e ante lo que esos sabios caballeros se atrevieron a decir entonces. Mire a los que ahora nos dicen que el evangelio es un fracaso. Est�n en la l�nea de aquellos cuyo objetivo principal ha sido refutar todo lo que les precedi�. Si alguno de ustedes vive cincuenta a�os, ver� que la filosof�a de hoy ser� un f�tbol de desprecio por la filosof�a de esa �poca.

Tengo que decir, con Paul, "�Y si algunos no creyeran?" No es nada nuevo; porque siempre ha habido algunos que rechazaron la revelaci�n de Dios. �Entonces que? Ser� mejor que usted y yo sigamos creyendo y prob�ndonos a nosotros mismos y probando la fidelidad de Dios. El evangelio no es un fracaso, como muchos de nosotros sabemos.

2. �Ha fallado Dios en cumplir su promesa a Israel porque algunos israelitas no creyeron? Paul No, No. �l s� llev� a Israel a la tierra prometida, aunque todos menos dos que salieron de Egipto murieron por incredulidad en el desierto. Una naci�n surgi� de sus cenizas, y Dios guard� Su pacto con Su antiguo pueblo; y hoy lo guarda. La "simiente elegida de la raza de Israel" es "un remanente, d�bil y peque�o"; pero llegar� el d�a en que ser�n recogidos; entonces tambi�n ser� la plenitud de los gentiles cuando Israel haya llegado a poseer a su Se�or.

3. Debido a que algunos no creen, �no se cumplir� la promesa de Dios para los que creen? Te invito a que vengas y pruebes. Cuando dos de los disc�pulos de Juan preguntaron a Jes�s d�nde viv�a, �l les dijo: "Venid y ved". Si alguno de los presentes prueba a Cristo, como yo lo prob�, no tolerar� ninguna duda. Una dijo que cre�a en la Biblia porque conoc�a al Autor de ella, y usted creer� en el evangelio si conoce al Salvador que lo trae.

4. �Ser� Dios infiel a su Hijo si algunos no creen? Doy gracias a Dios por no tener miedo por eso. "Ver� el fruto de la aflicci�n de su alma, y ??quedar� satisfecho". Supongamos que dices con maldad: "No queremos que Cristo reine sobre nosotros". Si cree que le robar� el honor con su rechazo, comete un gran error. Si usted no lo quiere, otros lo tendr�n. Esta palabra a�n se har� realidad: "Los reinos de este mundo han llegado a ser los reinos de nuestro Se�or y de Su Cristo", etc.

5. Si algunos no creen, �cambiar� Dios el evangelio para adaptarlos a ellos? �Debemos cambiar nuestra predicaci�n debido al �esp�ritu de la �poca�? Nunca; a menos que sea para luchar contra �el esp�ritu de la �poca� m�s desesperadamente que nunca. No pedimos t�rminos entre Cristo y sus enemigos, excepto estos, rendici�n incondicional a �l. El evangelio no se puede alterar a tu gusto; por lo tanto, modif�quese para cumplir con sus requisitos.

III. Una respuesta indignada a esta horrible inferencia.

1. Pablo da una negativa solemne: "�Dios no lo quiera!" Todos los que se oponen al evangelio no pueden moverlo ni un pelo; no pueden da�ar una sola piedra de este edificio Divino.

2. Expresa una protesta vehemente: "S�, sea Dios veraz, pero todo hombre mentiroso". Usted sabe que si la mayor�a va en una direcci�n particular, es probable que diga: "Debe ser as�, porque todo el mundo lo dice". Pero lo que todo el mundo dice no es, por tanto, cierto. Si Dios dice una cosa y todos los hombres del mundo dicen otra, Dios es verdadero y todos los hombres son falsos. Dios habla la verdad y no puede mentir. Debemos creer la verdad de Dios si nadie m�s la cree.

3. Utiliza un argumento b�blico. Cita lo que David hab�a dicho en el Salmo cincuenta y uno: "Para que seas justificado en tus dichos, y vencer cuando seas juzgado".

(1) Dios ser� justificado en todo lo que ha dicho. Dios tambi�n ser� justificado cuando juzgue y condene a los hombres.

(2) Aqu� se usa una expresi�n muy sorprendente: "Para que puedas vencer cuando seas juzgado". Piense en este enorme mal; aqu� hay hombres que realmente intentan juzgar los juicios divinos y sentarse como si fueran el dios de Dios. A�n as�, el veredicto estar� a favor de Dios. Se probar�a que no hab�a dicho nada falso ni hecho nada injusto. Conclusi�n:

1. Quiero que el pueblo del Se�or sea valiente en las cosas de Dios. Ha habido demasiadas concesiones, disculpas y compromisos.

2. Si te opones a Dios, te ruego que abandones tu oposici�n de inmediato. Esta batalla no puede terminar bien para ti a menos que te entregues a Dios. ( CH Spurgeon. )

Sea Dios veraz, pero todo hombre mentiroso .

Dios trillado

El significado principal de "verdad" en griego es apertura: lo que no est� oculto; pero en hebreo, aquello que sostiene, que no falla ni defrauda nuestras expectativas. Por tanto, la verdad es:

I. Lo real frente a lo ficticio o imaginario. Jehov� es el Dios verdadero, porque �l es realmente Dios, mientras que los dioses de los paganos son vanidad y nada.

II. Aquello que llega completamente a su idea, o lo que pretende ser. Un verdadero hombre es un hombre en quien la idea de virilidad se realiza plenamente. El Dios verdadero es Aquel en quien se encuentra todo lo que la Deidad importa.

III. Aquello en lo que la realidad corresponde a la manifestaci�n. Dios es verdadero porque realmente es lo que declara ser; porque �l es lo que nos manda que creamos que es; y porque todas sus declaraciones corresponden a lo que realmente es.

IV. Aquello de lo que se puede depender, que no falla, ni cambia, ni decepciona. En este sentido, Dios es verdadero como inmutable y fiel. Su promesa no puede fallar. Su palabra nunca defrauda: "permanece para siempre". ( C. Hodge, DD )

La verdad de dios

1. Sobrevivir� a todas las mentiras humanas.

2. Estar� ampliamente justificado.

3. Ser� reivindicado triunfalmente. ( J. Lyth, DD )

De pie a lo que Dios ha dicho

Admiro el esp�ritu del ni�o que mencion� algo que dijo su madre. Uno dijo: �No es as�, y �l dijo: �Es as�; mi madre lo dijo ". "Pero", dijo el otro, "no es as�". �l dice: �Si mi madre lo dijo, es as�; y si no es as�, es as� si mam� lo dijo �. Y lo mantendr� con Dios. Si Dios lo ha dicho, es as�, y lo demostrar�s si quieres que no sea as�; pero es as�, y all� estar�.

"Y s� un tonto", dice uno. S�, un tonto; porque �l ha escogido procurar hacer cosas que hagan que otros que no creen se queden pasmados: s�lo cree y resiste, y ser� imposible para ti, hijo de Dios, ser impulsado a desconfiar de tu Padre. . Deber�a ser as�. ( CH Spurgeon. )

La bondad y la sabidur�a de la ley de Dios intachable

Siempre se ha tenido la m�s alta sabidur�a de que un hombre no se someta simplemente a la necesidad, la necesidad lo har� someterse, sino que sepa y crea bien que la cosa severa que la necesidad hab�a ordenado era la m�s sabia, la mejor, la cosa deseada. all�. Para cesar su fren�tica pretensi�n de explorar este gran mundo de Dios en su peque�a fracci�n de cerebro; saber que en verdad, aunque m�s all� de sus sondeos, ten�a una ley justa, que el alma de ella era buena, que su parte en ella era ajustarse a la ley del todo, y en devoto silencio seguirla; no cuestionarlo, obedecerlo como incuestionable. ( T. Carlyle. )

Est�ndares ideales de deber

El ap�stol les hab�a mostrado a los jud�os que hab�an fracasado por completo en llegar a ser verdaderamente religiosos por medio de la antigua ley. Y surgi� la pregunta: ��Qu�! Entonces, �la ley no sirvi� para nada? La ley era buena, pero el hombre d�bil; por lo tanto, no logr� lo que su tendencia espiritual interior habr�a producido si no se hubiera controlado. �Pero entonces Dios intent� hacer lo que no pudo hacer! Si la ley fue deshonrada en la conducta de los jud�os, �c�mo deber�a retener el honor el Legislador? La tendencia del objetor jud�o era defenderse derribando el car�cter y el gobierno de Dios; y el ap�stol respondi�: "Que la justicia y la bondad de Dios permanezcan sin tacha, sin importar c�mo pueda afectar la reputaci�n de los hombres". Y la doctrina que deducimos de este pasaje es:

I. La tendencia del coraz�n a buscar disminuir la intensidad de la autocondena al rebajar el est�ndar del deber. Todo sentido de autocondena surge de una comparaci�n de las acciones, el car�cter, la vida y los motivos de uno mismo, con ciertos est�ndares del deber. Si no hubiera habido ley, no habr�a habido ning�n sentido de violar la ley y, por lo tanto, no habr�a habido pecado. Hay una cosa que soportamos menos voluntariamente que cualquier otra, a saber, un agudo sentido de verg�enza en la autocondena.

No hay otro sentimiento que parezca asfixiar m�s a un hombre que estar preocupado por su propia conciencia acusadora y condenadora. Si bien, entonces, este sentimiento es tan insoportable, no es de extra�ar que los hombres intenten deshacerse de �l. Refuerzan su conducta, por as� decirlo, para que el yugo no soporte tanto donde se sienten doloridos. Por tanto, los hombres se dicen m�s mentiras en esta direcci�n que en cualquier otra.

Se enga�an deliberadamente a s� mismos, y por la misma raz�n por la que los hombres toman opi�ceos. �No es bueno�, dijo el m�dico, �que tome opi�ceos para eliminar ese dolor agudo. Ser� mejor que elimine la causa y, por lo tanto, elimine el dolor ". �Pero�, dices, �debo dedicarme a mi negocio; y, aunque no sea lo mejor, dame el opi�ceo ". Los hombres no soportar�n, si pueden evitarlo, el dolor de la autocondena; y por todos los medios a su alcance est�n tratando perpetuamente de deshacerse de �l.

El m�todo ordinario es menoscabar esa regla de conducta, o ese ideal de luz, que los condena. Atacan lo que les ataca. Los hombres defienden la fuerza de las circunstancias para violar las leyes que les resultan m�s dolorosas. Intentan demostrar que no tienen la culpa. Alegan que violar la ley no es muy pecaminoso. Es decir, para salvarse, destruyen la dignidad y la importancia de la ley. Rastreemos esta tendencia.

1. Comienza en la vida temprana.

(1) Un ni�o que no obedece las �rdenes judiciales de sus padres comienza, despu�s de un tiempo, a criticar el rigor con el que se lo controla; ya medida que envejece, encuentra fallas y se esfuerza por deshacerse de la autoridad paterna. �Sin duda�, dice, �he salido a horas intempestivas, me he salido con la m�a en contravenci�n de la autoridad expresa; pero entonces, yo no tengo tanta culpa. �Qui�n podr�a vivir en una familia tan jodida como esta? Un hombre debe tener algo de espacio ". �Qu� es todo esto sino un intento de excusar su propia desobediencia, arremetiendo contra la ley bajo la cual tiene lugar la obediencia?

(2) Cuando los j�venes van al campo de entrenamiento de la vida, manifiestan la misma tendencia. El ausente y aburrido de la escuela se vuelve contra el maestro y, finalmente, contra la escuela. Declara que no es culpa suya. O, si admite que es culpa suya en parte, alega la provocaci�n; y as� el ni�o rebelde en la escuela empa�a la buena reputaci�n del maestro y se queja de la escuela.

2. Se ejecuta a trav�s de formas industriales.

(1) Si en un oficio o profesi�n, un hombre prefiere el deporte al trabajo, y es indolente e inestable, cuando la presi�n de la culpa y la condena comienza a apoderarse de �l, se vuelve instant�neamente para culpar a todos y a todo menos a su propio. O tal vez se insta a la petici�n de que tal o cual llamado no se puede seguir con �xito sin oblicuidad moral. �Qu� es esto sino destruir su reputaci�n por proteger la suya?

3. Encuentra su camino en las relaciones sociales. Cuando los hombres desaf�an el sentimiento p�blico que expresa la conciencia social de la comunidad, caen bajo su prohibici�n y comienzan a irritarse, atacan ese sentimiento. Si es un curso de impureza lo que han seguido, cargan el sentimiento con mojigater�a; si han ido por caminos en los que han dejado la verdad muy atr�s, la acusan de fanatismo. Y, m�s que eso, no creen que haya nada en la comunidad mejor que ellos.

4. Impregna las alegaciones con las que los delincuentes buscan defenderse. A medida que los hombres comienzan a violar las leyes de la comunidad, a medida que comienzan a sufrir por la p�rdida de reputaci�n, buscan excusarse de la culpa y atribuirla a otros. Incluso cuando la ley no pueda imponerles la mano; o cuando, poni�ndola sobre ellos, no puede retenerlos; y cuando comienzan a sentir que la ley no escrita, de la que ning�n hombre puede escapar, el juicio de los pensamientos de los buenos hombres, la r�faga invernal de la indignaci�n de los buenos en torno a ellos, se les llama "agudos" y se les trata como tales, quejarse de que es una indignidad acumulada sobre ellos; que es un mal que se les ha hecho y decir: �La sociedad est� mal organizada.

Si estuviera mejor organizado, los negocios se llevar�an a cabo de manera diferente y los hombres actuar�an de manera diferente. Pero, �c�mo se puede esperar que un hombre tenga raz�n cuando todo est� organizado sobre principios err�neos? "

5. Se manifiesta en los argumentos de los hombres sobre el tema del vicio.

(1) Aqu� hay un hombre que dice: �No soy m�s intemperante que cualquier otra persona. Soy franco y abierto. Bebo y lo muestro. Simplemente ve detr�s de la puerta y mira lo que hacen estos hombres de la templanza ". �Qu� es esto sino la s�plica de un hombre que, no satisfecho con ser un borracho, est� destruyendo el ideal mismo de la templanza?

(2) Aqu� hay un hombre que se ha alejado completamente de la castidad. Eso es bastante malo; Pero eso no es todo. �l dice: ��Soy impuro? Bueno, creo que tengo bastante compa��a en este mundo. Nadie es puro. Es porque no pueden, y no porque no quieran, que no incurren en excesos ". Tales hombres est�n arremetiendo contra la memoria de su propia madre y aplastando la reputaci�n de las hermanas puras y nobles, y un hombre que ha perdido el respeto por la feminidad en la vida real puede considerarse entregado.

(3) Hay quienes siguen el mismo camino en lo que respecta a la probidad. Ellos mismos no son hablantes de la verdad; tampoco creen que nadie diga la verdad. �Soy un estafador�, dice uno. ��Pero qui�n no lo es? Todo hombre tiene su precio." �Y qu� hace �l? Destruye el ideal mismo de la honestidad al declarar que nadie es honesto.

6. Tambi�n se puede rastrear en los razonamientos de los hombres sobre el tema de la verdad religiosa. A los hombres les importa muy poco lo que ense�a la teolog�a, siempre que no les llegue a casa, ya sea como restricci�n o como criterio de juicio; pero cuando empiezan a sentirse inc�modos; cuando por una u otra raz�n el p�lpito es un poder, y lo encuentran en el camino de su ambici�n, ganancia o comodidad; cuando la teolog�a comienza a incitarlos y juzgarlos, entonces se desarrolla en ellos una fuerte tendencia a encontrar faltas en la verdad y a justificarse adoptando lo que les agrada llamar "una visi�n m�s liberal". Y as� los hombres encuentran fallas en los principios fundamentales de un gobierno moral. Y en tales circunstancias van de iglesia en iglesia para encontrar un p�lpito m�s indulgente.

II. La importancia de mantener nuestro ideal del deber a pesar de todas las imperfecciones humanas. La destrucci�n de las normas ideales es absolutamente ruinosa para nuestra hombr�a.

1. �Qu� es un ideal? Una percepci�n de algo m�s alto y mejor de lo que hemos alcanzado, ya sea en acciones individuales o en nuestra vida y car�cter. �Necesito preguntarles cu�l es su ideal, ustedes que han buscado de mil maneras llegar a esa misma concepci�n? El m�sico est� encantado con la canci�n que parece o�r cantar a los �ngeles; pero cuando intenta escribirlo con las manos, maldice la torpe descortes�a de las cosas materiales, por las que no puede encarnar algo tan espiritual como su pensamiento.

El verdadero orador es un hombre cuyo habla t�cita es mil veces mejor que su expresi�n. El verdadero artista es un hombre que dice: ��Oh! si pudieras ver lo que vi cuando intent� hacer esto por primera vez, pensar�as que esto es muy hogare�o ". Este excelsior de cada alma; este sentido de algo m�s fino, m�s noble, m�s verdadero y mejor, mientras dure, un hombre dif�cilmente puede descender al vulgarismo. Un hombre que est� satisfecho de s� mismo porque es mejor que sus semejantes.

Nunca pensaste tan bien como deber�as pensar. Nunca planeaste con tanta nobleza como deber�as. Nunca ejecut� tan bien como deber�a hacerlo. Sobre cada producci�n deber�a flotar, perpetuamente, tu bendito ideal, dici�ndote: �Tu trabajo es pobre, deber�a ser mejor�; para que cada d�a te eleves m�s y m�s alto, con una b�squeda eterna de esperanza que solo terminar� en la perfecci�n cuando llegues a la tierra m�s all�.

2. Pero, �qu� pasa si alg�n gas mef�tico apaga esta vela de Dios que arroja su luz sobre nuestro camino para guiarnos y dirigir nuestro curso hacia arriba? �Y si el aliento del hombre, para quien fue enviado, lo apagara y lo dejaran en la oscuridad para hundirse hacia la bestia que perece? Ay de ese hombre cuyo ideal se ha desvanecido y lo ha dejado al nivel vulgar de la vida com�n sin motivo ascendente.

Y, sin embargo, lo que nuestro texto revela, y lo que revela condena, es universal, es decir, el intento de los hombres de encontrar fallas en la ley, o en Dios, la fuente de la ley, en el ideal de rectitud, en lugar de fallar en ellos mismos. . No, "Sea Dios veraz, pero todo hombre mentiroso". ( H. Ward Beecher. )

Versículos 5-8

Pero si nuestra injusticia alaba la justicia de Dios, �qu� diremos?

El pecado del hombre y la justicia de Dios

1. Nuestra injusticia posiblemente elogie la justicia de Dios.

2. Este resultado es involuntario, no meritorio.

3. Por lo tanto, suponer que el pecado es menos punible porque el bien sigue es un grave error.

4. Persistir en el pecado para que venga el bien, es positivamente blasfemo y malvado.

5. Por tanto, Dios castigar� con justicia a los que lo hagan. ( J. Lyth, DD )

El pecado del hombre y la justicia de Dios

1. El pecado del hombre ha ocasionado las manifestaciones de la justicia de Dios.

2. No pierde por ello su enormidad.

3. Debe, si no se arrepiente, ser vengado.

4. De lo contrario, todo juicio justo debe cesar. ( J. Lyth, DD )

�Es injusto el Dios que se venga? (texto y G�nesis 18:25). -

La actitud de Dios hacia el pecado

1. Dios subordina la iniquidad y la incredulidad de los hombres a su gloria.

2. Los responsabiliza por sus pecados, a pesar del resultado.

3. Ense�a que la moralidad de una acci�n no depende de las consecuencias de la misma, sino de su acuerdo o desacuerdo con Su ley.

4. Condena la difamaci�n de que el evangelio sanciona el principio de hacer el mal para que venga el bien. ( J. Lyth, DD )

La actitud de Dios hacia el pecado

�l&mdash

1. Lo invalida;

2. Lo juzga;

3. Lo condena rotundamente. ( J. Lyth, DD )

El reposo del coraz�n en la justicia de Dios

Miles de a�os separan esas dos preguntas, pero en esencia son lo mismo. La primera ocurre en una tierna y sublime intercesi�n; el segundo en una argumentaci�n dura y ardiente. Nota&mdash

I. Que ambos se refieren a la providencia retributiva de Dios declarada en actos particulares y decisivos. Ambos actos estaban determinados por las condiciones morales de los hombres, aunque sus efectos operaban en esferas diferentes. Uno fue temporal, el otro un juicio espiritual.

1. Intentemos conseguir su posici�n. Piense en Abraham cuando Dios le revel� un prop�sito espantoso. Piense en Pablo escribiendo con pleno conocimiento de que Dios hab�a puesto a Israel bajo proscripci�n. De diferentes maneras, a estos dos hombres se les pidi� que miraran el interior de la casa del tesoro de la ira divina. Tuvieron que pararse en el lado oscuro de la providencia de Dios. Y la mano de �l que conocieron como amor los coloc� all�.

2. Ambos sintieron la presi�n moral sobre su raz�n y conciencia, y se vieron obligados a preguntar: �Est� bien que Dios haga esto? Uno trat� de desviar el juicio, con tanta fuerza que la dificultad se abr�a paso. Las perplejidades de Pablo eran m�s complejas, y su esfuerzo por liberar su raz�n y conciencia es una gran lucha con el Esp�ritu de la Verdad.

3. Ahora, mirando estas dificultades de Abraham y Pablo, �no reconocemos las nuestras? Nuestros pensamientos y sentimientos se forman, casi sin nuestra voluntad, en el antiguo interrogatorio: "�Destruir�s tambi�n al justo con el imp�o?" �No estamos listos para protestar, "lejos de ti estar para hacer de esta manera"? En cu�ntas calamidades devastadoras los justos mueren junto con los malvados.

Terremoto, tormenta, inundaci�n, incendio, no hagas elecciones; toman todos y cada uno por igual. En una crisis comercial, a menudo algunos de los mejores hombres se encuentran entre los escombros, acurrucados ignominiosamente con los p�caros. �D�nde est� la respuesta a esto? No encuentro ninguno en la narrativa del Antiguo Testamento. Hay un rayo de luz. Lot fue salvo. Sin embargo, en vista de la historia posterior, uno est� dispuesto a preguntar: �Por qu�? Y si tomamos las preguntas de Pablo sobre el pecado, la responsabilidad y el castigo, nuestros desconciertos aumentan, en todo caso.

Los hechos impenetrables est�n con nosotros. El hecho del pecado: lo que los te�logos llaman pecado original, y los hombres de ciencia, herencia. Millones nacen n�ufragos, vienen al mundo bajo la ira. �Qu� pasa con su responsabilidad? �Y su destino?

II. La verdad �ltima en la que confiaron quienes las pusieron para encontrar una soluci�n. Dios no los dej� sin respuesta; ni nos ha dejado sin uno. Su respuesta es la nuestra, porque la Biblia es para siempre. Encontraremos nuestra respuesta en las preguntas mismas; porque contienen una verdad bastante igual a la eliminaci�n de dudas, aunque no de dificultades.

1. Abraham y Pablo comprendieron la justicia eterna de Dios. Eso se convirti� en una concepci�n formulada del car�cter de Dios. La raz�n y la conciencia se basaron en �l, y no pudo conmoverlo. Depende de nosotros hacer eso nuestro. Antes de emitir un juicio, o tratar de formar un juicio sobre cualquier secci�n de la historia humana, o cualquier problema de la vida y el destino humanos, aferremos firmemente a la verdad manifestada: Dios es justo.

Eso es m�s grande que la declaraci�n: Dios lo hace con justicia. Significa m�s de lo que �l no hace nada malo. Significa que no puede hacer nada malo. Y adem�s, su sabidur�a es tal que no puede cometer un error.

2. Estas preguntas no solo expresan una verdad del car�cter de Dios, sino tambi�n la exigencia moral de la conciencia de la criatura. Tanto la raz�n como la conciencia exigen que el Juez de toda la tierra sea justo. Y Dios no ha constituido al hombre de tal manera que pueda burlarse de �l. Y observe en relaci�n con esto que "El Se�or dijo: �Ocultar� a Abraham lo que hago?" �No parece que Dios anhelara la simpat�a y la aprobaci�n del hombre? No querr�a que esas demandas intuitivas que ha impuesto a las almas sean violadas por sus actos.

El Creador estar�a justificado a los ojos de Su criatura. Dios no reprende la demanda de que �l haga lo correcto. Y cuando comprendamos plenamente, como lo hicieron estos hombres, que Dios es justo, cada acto especial de �l ser� probado por esa conclusi�n. Las preguntas m�s espinosas que puedan surgir deben tener su respuesta en la justicia de Dios.

III. La profunda aquiescencia moral a la voluntad divina que revelan los textos. La acosada raz�n del patriarca y ap�stol encontr� reposo en la justicia eterna de Dios.

1. Siempre debemos comenzar all�, y tomarlo como nuestra l�mpara para iluminar nuestros pies por senderos sinuosos y peligrosos, y rara vez tropezaremos o perderemos nuestro camino. No es una verdad para la reflexi�n solamente, sino para una gu�a pr�ctica, y debe exigir nuestra aquiescencia en la voluntad divina.

2. No es que debamos dejar de investigar. Solo debemos cuestionar con fe en nuestro coraz�n; especialmente la fe en que Dios es justo.

3. La aquiescencia de la que se habla no significa despreocupaci�n por el destino de los hombres. No significa indiferencia al pecado y la tristeza, al sufrimiento y al destino. A Abraham le importaba. �C�mo suplic�! Claramente, ahora nos encontramos en medio de los abrumadores misterios del gobierno moral. Vemos que los hombres pueden volverse tan malos que no queda nada, ni siquiera para Dios, sino un golpe de ira determinante. Pero no debemos contentarnos con dejar a los hombres a su suerte.

No debe haber voluntad de que perezcan. La voluntad de Dios es que se salven. Pablo dijo: �Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi coraz�n por el reprobado Israel�. ( W. Hubbard. )

Dios no lo quiera: porque entonces, �c�mo juzgar� Dios al mundo? -

La justicia de Dios y el juicio futuro

La justicia de Dios

I. Es la base de la esperanza de un juicio futuro. Las cosas no son ahora si se ven desde un punto de vista estrictamente temporal; porque los buenos a menudo obtienen lo peor, y los malos, lo mejor. La esperanza de que estas desigualdades se ajusten en el Juicio ha sido el consuelo y el pilar de los santos de Dios bajo ambas dispensaciones.

II. Necesita este juicio.

1. Si los asuntos del mundo son administrados por un Gobernador Justo, entonces las cosas que ahora son manifiestamente incorrectas deben ser corregidas en alg�n momento, y la fecha asignada por el Gobernador Justo del mundo es el D�a del Juicio.

2. Habiendo asignado esa fecha, la justicia de Dios le prometi� que la cumplir�a. Dios est�, por as� decirlo, comprometido con �l, y no es "el hijo del hombre para que se arrepienta".

III. Gobernar� sus decisiones. Los hombres ser�n juzgados con equidad. Las decisiones judiciales ahora son a menudo inequitativas, porque algunos tecnicismos legales se interponen en el camino; o porque no se conocen todos los hechos, o algunos de ellos no se colocan en su verdadera luz; o porque la elocuencia del abogado, o algo sobre el acusado, influye en el jurado. Pero entonces los laudos ser�n seg�n los m�ritos del caso, todas las circunstancias de las cuales ser�n desnudas y abiertas. Conclusi�n: Podemos consolarnos con esta doctrina:

1. En medio de todas las perplejidades del presente. No estimamos las cosas por su apariencia moment�nea, ni al hombre por una acci�n solitaria. Por lo tanto, debemos estimar a Dios y Su procedimiento de manera integral. �l tiene toda la eternidad para trabajar, y cuando adoptemos una perspectiva m�s amplia, reconoceremos que el Juez de toda la tierra har� lo correcto.

2. En medio de todas las perplejidades sobre el futuro. Todo lo que suceda con los imp�os, el Juez de toda la tierra har� lo correcto. ( JW Burn. )

Justicia y juicio

Se cuenta la siguiente historia del juez Gray, ahora en la Corte Suprema de los Estados Unidos: - Un hombre fue llevado ante �l que fue acusado justamente de ser un delincuente de la clase m�s mezquina. Por alg�n tecnicismo, el juez se vio obligado a destituirlo honorablemente, pero al hacerlo eligi� el momento para decir lo que pensaba del asunto. �Creo que es usted culpable�, dijo, �y desear�a condenarlo severamente, pero por un peque�o tecnicismo me veo obligado a despedirlo.

S� que eres culpable y t� tambi�n; y quiero que recuerdes que alg�n d�a pasar�s ante un Juez mejor y m�s sabio, cuando ser�s juzgado conforme a la justicia y no conforme a la ley �.

El estandarte de la justicia de Dios

En el reinado del rey Eduardo I hubo mucho abuso en el tr�fico de todo tipo de ropajes, mucho da�o entre hombre y hombre debido a la diversidad de sus medidas, cada hombre midiendo su tela por su propio patio, que el rey percibiendo, siendo un hombre muy apropiado, tom� un palo largo en su mano, y habiendo tomado la longitud de su propio brazo, proclam� en todo el reino, que siempre despu�s de la longitud de ese palo deber�a ser la medida para medir, y no otro.

Por tanto, la justicia de Dios no es m�s que una conformidad con Su ser, el placer de Su voluntad; de modo que el consejo de su voluntad es la norma de su justicia, por la cual todos los hombres deben regularse tanto en la justicia conmutativa como distributiva, y tanto m�s justo que su pr�jimo parecer� cada hombre, por lo pr�ximo que sea en este sentido. gobernar, y menos justo como �l es el m�s remoto. ( J. Spencer. )

Versículo 8

Y no m�s bien� Hagamos el mal para que venga el bien.

Haciendo el mal para que venga el bien

I. Dios Todopoderoso puede y con frecuencia anula las malas acciones para su propia gloria y hace que los malos medios conduzcan a un buen fin.

1. Esto est� suficientemente insinuado al comienzo de este cap�tulo, que dio lugar a la reflexi�n realizada en el texto. Los jud�os hab�an sido favorecidos con ventajas especiales para conocer al Mes�as, pero lo rechazaron hasta su ruina. Sin embargo, su pecado ilustr� la justicia de Dios al castigarlos por su crimen; y al dar ocasi�n a los ap�stoles para que se volvieran de ellos a los gentiles, result� ser un medio para promover la gloria de Dios.

Los gentiles, por otro lado, hab�an sido graves pecadores; sin embargo, al o�r el evangelio predicado, muchos de ellos lo aceptaron, lo que tambi�n dio ocasi�n a magnificar la gracia de Dios hacia ellos al perdonarlos y recibirlos en Su favor. Esto demostr� el ...

1. Ocasi�n en la que los jud�os le imputan a Pablo el principio de hacer el mal para que venga el bien ( cf. Romanos 6:1 ).

2. La Escritura proporciona muchos ejemplos similares. El libro de Ester parece haber sido escrito para declarar la sabidur�a y la bondad de Dios, al vencer el orgullo y la malicia de un hombre inicuo para Su propia gloria y el bien de Su Iglesia. El mayor pecado que jam�s se cometi�, el crucificar al Hijo de Dios, fue anulado por la sabidur�a y la bondad divinas, para convertirse en un medio del mayor bien.

3. Y la raz�n de todo esto es evidente. Ese Ser que ve todas las cosas en un solo punto de vista, que discierne la tendencia y la consecuencia de cada acci�n, y que tiene todo el poder en Sus manos, puede f�cilmente burlar y sobrepasar al m�s astuto de los hombres, y disponer sus designios para otros prop�sitos. Y como Su bondad es igual a Su poder y sabidur�a, podemos concluir con seguridad que �l gobernar� los asuntos de tal manera que saque el bien del mal. As� que argumentamos desde la perfecci�n de Su naturaleza, que �l nunca habr�a permitido que el mal viniera al mundo a menos que pudiera haberlo dominado con fines sabios y buenos.

II. No obstante todo esto, es un principio detestable que se puedan utilizar medios il�citos para lograr un fin bueno. Ves con qu� aborrecimiento el ap�stol en el texto lo niega. Es un desaf�o tan abierto a Dios y la bondad; una contradicci�n tan tajante con la verdad y la raz�n, as� como con el cristianismo, que le convino muy bien expresarse as�.

1. Pablo ha testificado en otra parte su sentido de este asunto ( Hechos 26:11 ; 1 Timoteo 1:13 ). Y Cristo tambi�n ( Juan 16:2 ). Y como el Nuevo, as� tambi�n el Antiguo Testamento ha nacido plenamente su testimonio ( Job 13:7 ).

2. Pero, ciertamente, podemos concluir ciertamente sin la afirmaci�n de un ap�stol o profeta, que este es un principio detestable. Es absurdo y contradictorio. Dise�ar y hacer el bien es el negocio propio de un ser razonable. Es la gloria de Dios mismo, y es lo que requiere de todos, a quienes hizo a su imagen. Ahora bien, eso es bueno, ya sea dise�arlo o hacerlo, seg�n la voluntad del Creador; de modo que hacer el mal, para hacer el bien, es contradecir y frustrar su voluntad para realizarla; es quebrantar sus mandamientos para guardarlos. En una palabra, es hacer aquello que es directamente opuesto al fin al que profesamos apuntar. Porque ning�n mal tiene por naturaleza una tendencia al bien, sino todo lo contrario.

III. Es una pr�ctica difamatoria y, por tanto, injusta y detestable, acusar de este principio a quienes no s�lo lo repudian, sino que no dan justa ocasi�n para tal imputaci�n. Este es, en verdad, un principio tan lascivo que los que act�an de acuerdo con �l probablemente no lo reconozcan. Pero, sin embargo, si act�an en consecuencia, entonces no es una injusticia decir que lo hacen. Pero si, por el contrario, no solo repudian el principio, sino que no dan un fundamento justo para tal acusaci�n, entonces es sin duda un informe difamatorio.

As� lo afirma San Pablo en el texto, usando la misma palabra, que, cuando se aplica a Dios, se traduce como �blasfemia�; y cuando a los hombres, "hablar mal" o "calumniar". Y aquellos jud�os que levantaron este informe difamatorio, cuando sab�an, o al menos podr�an haber sabido f�cilmente que era una difamaci�n, estaban justamente sujetos a condenaci�n por hacerlo; para que Dios los castigara, no solo por rechazar el evangelio cuando se les predicaba, sino tambi�n por calumniar la doctrina del cristianismo y difamar a sus predicadores. ( Monb. Bradford. )

Haciendo el mal para que el bien sea imposible

El que hace el mal para que venga el bien, paga un peaje al diablo para que lo deje entrar al cielo. ( Adivina la verdad ) .

No debemos hacer el mal para que venga el bien

I. Esto surgir� de la naturaleza del bien y del mal moral.

1. Para que una acci�n se denomine moralmente buena, deben concurrir todas las condiciones que se le exigen. Si el objeto es l�cito, la forma de la ejecuci�n regular y las circunstancias adecuadas, pero si se hace con un fin perverso, esto estropea la acci�n y la vuelve pecaminosa; y por la misma raz�n que la intenci�n nunca sea tan buena, el final nunca tan excelente, sin embargo, si lo que hacemos est� prohibido por las leyes de Dios, es una acci�n viciosa.

2. M�s a�n, tal es la contrariedad entre el bien y el mal, que lo que es realmente malo no puede ser elegido como un medio adecuado para producir el bien, como tampoco las tinieblas pueden engendrar luz, o las falsas premisas infieren una verdadera conclusi�n, o un �rbol malo da buenos frutos. Hacer el mal para obtener el bien es como si un hombre pusiera la mano en la llama para enfriarla.

II. Hacer el mal para que venga el bien es una gran afrenta y desconfianza hacia la providencia divina y el gobierno del mundo. As� dice Job: "�Hablar�is imp�amente por Dios y hablar�is enga�osamente por �l?" ( Job 13:7 ).

1. �Tiene necesidad de nuestros pecados para ayudarlo en un levantamiento muerto para llevar a cabo Sus designios? �No puede �l preservar Su religi�n sin que, en una ocasi�n especial, nos aventuremos a forzar un punto y transgredir nuestro deber por el bien de ello?

2. Esto se ve en aquellos que, imaginando con cari�o que nuestro Salvador y Sus ap�stoles no hab�an obrado suficientes milagros para confirmar su doctrina, han acu�ado otros milagros; los cuales fraudes piadosos son sumamente deshonrosos para nuestro Salvador, insinuando como si Su evangelio hubiera sido imperfecto, a menos que los hombres hubieran interpuesto su propio ingenio y picard�a para completarlo.

3. Supongamos que Dios ha hecho con sabidur�a y consideraci�n en todo lo que ha mandado o prohibido, y entonces debe seguirse necesariamente que nunca debemos ir en contra de su voluntad, aunque parezca que nunca tiende a ser tan grande o bueno. fin.

III. Agregue a esto los ejemplos en las Escrituras de que Dios condena lo que se ha hecho en contra de su mandato, aunque con buena intenci�n y con un fin digno. En el Antiguo Testamento, para no insistir en el caso de Uza, encontramos al rey Sa�l ( 1 Samuel 15:1 ) recibiendo el mandamiento de Dios de destruir a todos los amalecitas.

Con mucho celo se pone a trabajar, pero salva lo mejor y m�s gordo del ganado para ofrecerlo en sacrificio. Este acto de desobediencia, a pesar de la piedad de su intenci�n, le cost� su reino. �He aqu�, obedecer es mejor que sacrificar�, etc. En el Nuevo Testamento leemos acerca de Pedro, quien, por gran amor a su Maestro cuando fue aprehendido, �desenvain� su espada, e hiri� a un siervo del sumo sacerdote, e hiri� fuera de su oreja.

�Fue hecho en defensa de Cristo; estaba en contra de la violencia injusta. Sin embargo, Mateo 26:52 la reprensi�n de nuestro Salvador ( Mateo 26:52 ).

IV. Las malas consecuencias de una concesi�n como esta, que se puede hacer el mal para un buen fin. Este �nico principio nos libera de toda autoridad, ya sea divina o humana, y cada uno puede hacer lo que crea conveniente, por lo que su intenci�n y su fin son buenos.

1. Lo que debemos hacer, o evitar, si esta doctrina es admitida como verdadera, no debemos aprender de la ley de Dios. Las cosas son buenas o malas seg�n nos parecen, y nuestro propio juicio es la medida de lo l�cito y lo il�cito, y por tanto somos enteramente nuestros propios amos y legisladores.

2. Es m�s, este principio derroca claramente toda la justicia y la fe entre los hombres, toda la paz y la seguridad en las sociedades, y hace que todo gobierno sea precario, ya que todo el mundo es un s�bdito arbitrario y puede obedecer o resistir las leyes como le parezcan serlo. o contra el bien com�n; y la vida y la fortuna de cada hombre est�n a mi disposici�n, si alguna vez pienso que es mejor para la gloria de Dios y la seguridad de la religi�n que sean quitadas.

Usted sabe que nuestro Salvador les dice a Sus disc�pulos de algunos que deber�an levantarse, que pensar�an que le hicieron un buen servicio a Dios al matarlos. Seg�n esta doctrina, San Pablo era inocente cuando estaba tan enojado contra la Iglesia. ( B. Calamy, DD )

Derecho a no ser alcanzado haciendo mal

Debemos pensar mucho m�s en caminar por el camino correcto que en llegar a nuestro fin. Deber�amos desear la virtud m�s que el �xito. Si por una mala acci�n pudi�ramos lograr la liberaci�n de millones, y de ninguna otra manera, deber�amos sentir que este bien, por el cual quiz�s hab�amos rezado con una agon�a de deseo, nos fue negado por Dios, estaba reservado para otros tiempos. y otras manos. ( Channing. )

El bien no deber�a confabularse con el mal

No ceda a las reglas establecidas si implican una mentira. No hagas el mal para que salga bien. ��Consecuencias!� - este es el argumento del diablo. Deje las consecuencias a Dios; pero hazlo bien. Si los amigos te fallan, haz lo correcto. Si enemigos te rodean, haz lo correcto. Sea genuino, real, sincero, verdadero, recto, divino. La m�xima del mundo es recortar las velas y ceder a las circunstancias. Pero si quieres hacer algo bueno en tu generaci�n, debes estar hecho de un material m�s duro y ayudar a hacer tu tiempo en lugar de ser hecho por ellos.

No debes ceder a las costumbres, sino, como el yunque, soportar todos los golpes hasta que los martillos se rompan. Cuando lo tergiversen, no use medios torcidos para aclararse. Las nubes no duran mucho. Si en el desempe�o del deber te pone a prueba la desconfianza de tus amigos, ci�e tus lomos y di en tu coraz�n: No fui impulsado a la virtud por el aliento de mis amigos, ni su frialdad me rechazar�. Finalmente, s� justo y no temas; �La corrupci�n no gana m�s que la honestidad�; la verdad vive y reina cuando la falsedad muere y se pudre. ( T. Guthrie, DD )

Versículos 9-20

�Entonces que?

Somos mejores que ellos? No ... todos est�n bajo pecado.

Cristianos nominales comparados con paganos

1. Tenga mucha ventaja en todos los sentidos ( Romanos 3:2 ).

2. No son mejores.

3. Todos somos iguales bajo el pecado. ( J. Lyth, DD )

Hombre bajo pecado

ya que&mdash

I. Est� bajo imputaci�n de pecado. �Y de qui�n es el pecado? De Ad�n; porque hab�a sido colocado por su Hacedor en la situaci�n de jefe y representante de todos sus descendientes. Y como se hizo culpable, nosotros, estando en �l e identificados con �l, fuimos hechos part�cipes de su culpa. �sta, por supuesto, es una afirmaci�n contra la que se rebelar� el orgullo de la raz�n humana. Pero si escuchas la Palabra de Dios, ve a Romanos 5:12 , etc.

Y lo que pone este asunto m�s all� de toda duda es la forma en que a lo largo de ese pasaje Pablo representa nuestro pecado y condenaci�n en Ad�n, como paralelo y correspondiente a nuestra justicia y salvaci�n por Cristo. �l te dice aqu�, que as� como los creyentes son contados como justos en la justicia de Cristo, tambi�n fueron considerados pecadores a causa del pecado de Ad�n. As� como la obediencia de Cristo ahora los justifica, porque fue contado como de ellos, tambi�n lo fue la desobediencia de Ad�n.

II. Su naturaleza est� bajo la influencia degradante y contaminante del pecado. Ahora bien, esto tambi�n lo hereda de Ad�n. �El pecado original es culpa y corrupci�n de la naturaleza de todo hombre, que naturalmente es engendrado de la descendencia de Ad�n; por lo cual el hombre est� muy lejos de la justicia original, y por su propia naturaleza se inclina al mal �(Art. 9; G�nesis 6:5 , G�nesis 8:21 ; Salmo 51:5 ; Romanos 7:18 ; Romanos 8:7 ) . En apoyo de esto, podemos apelar:

1. A la conciencia individual.

2. A la p�gina de la historia.

3. Al testimonio de los viajeros.

4. A los reportajes de los peri�dicos.

III. Est� esclavizado por la tiran�a del pecado. Esto es m�s que ser depravado y corrupto: es una esclavitud positiva de la voluntad. El hombre no puede por s� mismo volverse del mal a Dios. La condici�n del hombre despu�s de la ca�da de Ad�n es tal que no puede volverse y prepararse, por su propia fuerza natural y buenas obras, para la fe e invocar a Dios. Por tanto, no tenemos poder para hacer buenas obras, agradables y agradables a Dios, sin que la gracia de Dios por medio de Cristo nos lo impida, para que tengamos buena voluntad, y trabaje con nosotros cuando tengamos esa buena voluntad �(Art.

10; Romanos 5:6 ; Efesios 2:1 ; 1 Corintios 2:14 ).

1. Bien que este pensamiento nos impulse a clamar a Dios para que env�e Su Esp�ritu y nos d� la fuerza que solo �l puede comunicar.

2. El pecado, de hecho, susurrar�a: �No puedes hacer nada y, por lo tanto, no necesitas preocuparte; la culpa no es tuya ". �Dios nos libre! No, m�s bien diga: �No puedo hacer nada; por tanto, oh Dios, crea un coraz�n limpio y renueva un esp�ritu recto dentro de m� �.

IV. Est� bajo la condenaci�n y la maldici�n del pecado.

1. Como participante de la culpa de Ad�n, est� incluido en la sentencia del castigo de Ad�n.

2. Como es corrupto, incurre en la ira debido a su propia iniquidad.

3. Como alguien vendido bajo el pecado, debe, si se deja a s� mismo, ser consignado a un estado de miseria sin esperanza ( Efesios 2:3 ; Romanos 7:5 ; Romanos 6:23 ).

Conclusi�n:

1. �Hemos sentido estas verdades como para clamar: "�Qu� debo hacer para ser salvo"? �sa es la cuesti�n que constituye el primer paso en el camino de la salvaci�n.

2. El evangelio nos trae en lugar de la culpa de Ad�n, la justicia de Cristo; en lugar de la corrupci�n inherente, el b�lsamo contrarrestante del Esp�ritu Santo; en lugar de la esclavitud del pecado, "la gloriosa libertad de los hijos de Dios"; en lugar de "la paga del pecado", que "es muerte", el "regalo de Dios, la vida eterna". ( J. Harding, MA )

El pecado revelado por la conciencia y las Escrituras

I. Pablo hab�a apelado a la conciencia de los jud�os, y en el cap. 2. afirmado y ampliado sobre su culpa. Dif�cilmente puede decirse que lo haya probado; s�lo les hab�a acusado de ello; y, sin embargo, a trav�s de la conciencia de aquellos a quienes nos dirigimos, es posible que tan pronto como se pronuncie una acusaci�n, la condena pueda venir detr�s de ella. A menudo hay un poder en una simple declaraci�n que no se mejora en absoluto, sino que se ve menoscabado por el razonamiento.

Si lo que dices de un hombre concuerda con su propia experiencia, hay un peso en tu simple afirmaci�n que no necesita ser reforzado. Fue esto lo que mayormente gan� la aceptaci�n de los ap�stoles. Revelaron a los hombres los secretos de sus propios corazones; y lo que los maestros inspirados dijeron que eran, se sent�an a s� mismos. Esta manifestaci�n de la verdad a la conciencia sigue siendo el gran instrumento.

Esa obstinaci�n de la incredulidad, que en vano intentamos llevar con el poder de cualquier demostraci�n elaborada, puede dar paso, tanto con los ignorantes como con los cultos, a la mera declaraci�n del predicador, cuando simplemente atestigua la impiedad del coraz�n humano.

II. Ahora remite a los jud�os a sus propias Escrituras y, al hacerlo, se sirve de un instrumento peculiarmente apropiado. As�, Cristo expuso lo que estaba escrito en la ley de Mois�s y en los profetas, y en casi todas las entrevistas que los ap�stoles tuvieron con los hebreos, se encontrar� con esto como una peculiaridad que est� ausente cuando solo se habla a los gentiles , por ejemplo , Esteban. , Pedro, Pablo en Antioqu�a, Tesal�nica, etc. El que era todo para todos, era jud�o entre los jud�os. Razon� con ellos sobre sus propios principios, y en ninguna parte con m�s frecuencia que en esta ep�stola.

III. Es este acuerdo entre la Biblia y la conciencia lo que imprime en el Libro de Dios una de sus evidencias m�s satisfactorias. Es esto quiz�s m�s que cualquier otra cosa lo que atrae el inter�s y la atenci�n de los hombres hacia �l. Porque no hay forma de captar la atenci�n del hombre con tanta fuerza como sosteni�ndole un espejo de s� mismo; y no hay sabidur�a que �l valore m�s que la que con su mirada penetrante e inteligente pueda abrirle los secretos de su propio coraz�n y obligarlo a reconocer una maravillosa concordancia entre sus posiciones y todas las variedades de su propio �ntimo y hogare�o. experiencia.

Entonces, la pregunta que tenemos ante nosotros es: �Este pasaje guarda tal concordancia con el car�cter real del hombre? Abunda en afirmaciones de amplia universalidad, y en cada coraz�n se encuentra una prueba de su verdad o de su falsedad. El ap�stol ha asumido aqu� un compromiso sumamente aventurero; porque todos los asuntos que se abordan aqu� se encuentran dentro de las bien conocidas c�maras de la propia conciencia de un hombre, y un solo caso de desacuerdo ser�a suficiente para despojarlo de todo el cr�dito que alguna vez ha tenido en la estimaci�n del mundo.

Por supuesto, debido a la naturaleza del caso, se debe conceder un retiro a favor de aquellos que est�n bajo el evangelio, sin embargo, estamos preparados para afirmar que Pablo no ha cobrado de m�s la cuenta que ha dado de la depravaci�n de los que est�n bajo el evangelio. la ley, ya sea la ley de la conciencia o la de Mois�s, o incluso la moral m�s pura de Cristo, de tal manera que todos los que rechazan los misterios de su gracia est�n universalmente equivocados.

Tenga la seguridad, entonces, de que hay una ilusi�n en toda la complacencia asociada con la justicia propia. Es la falta de un principio piadoso lo que esencialmente vicia el todo: y adem�s de esto, con todas las generosidades y equidades que tanto han hecho por su reputaci�n entre los hombres, hay un ego�smo que acecha en su seno; o una vanidad que la hincha y la enciende; o una preferencia de su propio objeto al de otros, que puede llevarlo a actos o palabras de una severidad insensible; o una consideraci�n por alguna gratificaci�n particular, junto con una indiferencia por cada inter�s que se encuentra en el camino, que puede convertirlo, en la estimaci�n de Aquel que medita el coraz�n, en un vagabundo tan remoto como �l en el camino de cuya historia visible hay Ocurrieron en otras �pocas las atrocidades de la crueldad salvaje y la violencia salvaje.

Ser�a una barbaridad dec�rselo si no ten�amos remedio que ofrecerle. La vida tiene mucho que afligirla y perturbarla; y fue realmente cruel aumentar la presi�n de una criatura tan acosada y soportada al decirle de su inutilidad, si no estuvimos ante �l acusados ??de las nuevas de su posible renovaci�n ( Romanos 2:21 ). ( T. Chalmers, DD )

Pecado: revelado por la conciencia

Una dama elegante entr� a la iglesia en un lugar extra�o y escuch� un serm�n sobre la depravaci�n humana. Durante la semana el predicador la visit�, cuando ella le dijo que no cre�a en la doctrina de su serm�n. Le pidi� a la dama que probara el tema revisando su vida, sola ante Dios, para ver si todos sus actos se hab�an realizado por motivos correctos, lo que ella prometi� hacer. Al d�a siguiente, el predicador volvi� a llamar, cuando la se�ora confes� que no hab�a encontrado ni un solo punto brillante de amor consciente por Dios en toda su vida pasada. Una mirada al interior la hab�a convencido de la verdad de la doctrina. Sintiendo ahora la enfermedad del pecado, fue al Gran M�dico y encontr� una cura.

Pecado: revelado por gracia

Cuando la luz de la gracia de Dios entra en tu coraz�n, es algo as� como la apertura de las ventanas de un viejo s�tano que ha estado cerrado durante muchos d�as. Abajo, en ese s�tano, que no se ha abierto en muchos meses, hay todo tipo de criaturas repugnantes y algunas plantas enfermizas blanqueadas por la oscuridad. Las paredes est�n oscuras y h�medas por el rastro de los reptiles: es un lugar horrible y sucio, en el que nadie entrar�a de buena gana.

Puede caminar all� en la oscuridad con mucha seguridad y, excepto de vez en cuando por el toque de alguna criatura viscosa, no creer� que el lugar sea tan malo y sucio. �Abre esas contraventanas, limpia un cristal, deja entrar un poco de luz y ahora mira c�mo mil cosas nocivas han hecho de este lugar su habitaci�n! Claro, no fue la luz lo que hizo que este lugar fuera tan horrible; pero era la luz la que mostraba lo horrible que era antes. As� que dejemos que la gracia de Dios simplemente abra una ventana, y dejemos que la luz entre en el alma de un hombre, y se quedar� asombrado al ver a qu� distancia est� de Dios. ( CH Spurgeon. )

El reino del pecado

I. Universal.

1. Sobre todos los hombres.

2. Sobre todas las facultades del hombre.

II. Ruinoso.

1. A la felicidad.

2. A la paz.

3. Al poder moral.

4. Esperar. ( J. Lyth, DD )

Pecadores superiores

Recuerdo a un caballero que se opuso a un discurso basado en este texto. Dijo: ��Quieres decir que no hay diferencia entre un hombre honesto y uno deshonesto? entre un hombre sobrio y un hombre templado? �No�, coment�, �no afirm� que no hubiera lugar para la comparaci�n entre tales casos; pero mi posici�n es que si dos hombres estuvieran de pie aqu�, el uno intemperante y el otro sobrio, dir�a del uno: �Este es un pecador intemperante, y el otro un pecador sobrio.

Mi amigo no sab�a c�mo afrontar la dificultad, pero respondi�: "Bueno, no me gusta esa ense�anza". Muy tranquilamente respond�: �Entonces har� alguna concesi�n y enfrentar� tu dificultad. Admitir� que hay muchos 'pecadores superiores' y que t� eres un 'pecador superior' �. No olvidar� pronto la expresi�n de semblante de mi amigo cuando hizo un balance del argumento. ( H. Varley. )

Depravaci�n humana

I. Universal. Jud�o y gentil. Ninguno justo, sabio, fiel.

II. Total. En&mdash

1. Palabra;

2. Escritura;

3. Pensamiento;

4. Objeto.

III. Ruinoso. Todos&mdash

1. Culpable;

2. Condenado;

3. Sin esperanza. ( J. Lyth, DD )

Depravaci�n humana

I. En qu� consiste ( Romanos 2:9 ).

II. C�mo se demuestra. Por la ley ( Romanos 2:20 ).

III. �Cu�l es el efecto ( Romanos 2:19 )? ( J. Lyth, DD )

La depravaci�n humana: su enga�o y la ocasi�n de su manifestaci�n

En una vasija llena de agua fangosa, el espesor se hundi� visiblemente hasta el fondo, y dej� el agua m�s y m�s pura, hasta que por fin pareci� perfectamente l�mpida. El menor movimiento, sin embargo, trajo el sedimento de nuevo a la cima; y el agua se volvi� espesa y turbia como antes.
�Aqu�, dijo Gotthold, cuando lo vio, �tenemos un emblema del coraz�n humano. El coraz�n est� lleno del barro de las concupiscencias pecaminosas y los deseos carnales; y la consecuencia es que no puede fluir agua pura, es decir, pensamientos buenos y santos.

Es, en verdad, un pozo fangoso y un cenagal del pecado, en el que se cr�an y se arrastran todo tipo de reptiles feos. Muchos, sin embargo, son enga�ados por ella y nunca imaginan que su coraz�n es ni la mitad de perverso de lo que realmente es, porque a veces sus concupiscencias descansan y se hunden hasta el fondo. Pero esto dura s�lo mientras no tenga oportunidad ni incitaci�n al pecado. Deje que eso suceda, y los deseos mundanos crezcan tanto, que todos sus pensamientos, palabras y obras no muestren rastro de nada m�s que limo e impureza.

Uno es manso siempre que no se frustre; lo cruzan, y �l es como p�lvora encendida por la chispa m�s peque�a, y resplandeciendo con un fuerte informe y efecto destructivo. Otro es templado mientras no tenga compa�eros joviales; una tercera casta mientras los ojos de los hombres est�n sobre �l.

La depravaci�n humana: su desarrollo externo de los g�rmenes latentes del mal

Hace unos a�os, se construy� una casa en Newcastle-upon-Tyne; y la tierra que se extrajo de los cimientos se ech� sobre un pedazo de tierra en el frente, destinado a un jard�n. En la primavera siguiente surgieron varias alcaparras: no eran comunes en esa parte del pa�s, y su aparici�n provoc� una gran sorpresa. Tras una investigaci�n, se descubri� que, a�os antes, ese terreno hab�a sido un jard�n p�blico: por lo tanto, parec�a seguro que esas semillas hab�an permanecido inactivas mientras estaban enterradas profundamente en la tierra, y hab�an cobrado vida tan pronto como fueron llevadas a la influencia. de calor y luz. �Qu� parecido a nuestro coraz�n! �Qu� semillas de maldad pueden permanecer dormidas en ellos! ( CH Spurgeon. )

La depravaci�n de Am�n: su universalidad

Los m�s grandes de los hombres no regenerados necesitan tanto corazones nuevos como los m�s malos de sus semejantes. Hay algunos hombres que nacen en este mundo como esp�ritus maestros, que caminan como gigantes, envueltos en mantos de luz y gloria. Me refiero a los poetas, hombres que se elevan, como Colosos, m�s poderosos que nosotros, que parecen descender de esferas celestes. Hay �teres de agudo intelecto que, escudri�ando los misterios de la ciencia, descubren cosas que se han ocultado a la creaci�n del mundo; hombres de aguda investigaci�n y gran erudici�n; y, sin embargo, de cada uno de estos �poeta, fil�sofo, metaf�sico y gran descubridor� hay que decir: "�La mente carnal es enemistad contra Dios!" Puedes entrenar a un hombre no renovado, puedes hacer que su intelecto sea casi angelical, puedes fortalecer su alma hasta que desenrede los misterios en un momento; lo har�is tan poderoso, que puede leer los secretos de hierro de las colinas eternas, arrancando la verdad oculta de las entra�as de las maravillas antiguas; puedes darle un ojo tan agudo que pueda penetrar los arcanos de las rocas y las monta�as; pod�is a�adir un alma tan poderosa, que pueda matar a la Esfinge gigante, que durante siglos hab�a perturbado a los m�s poderosos eruditos; sin embargo, cuando lo hay�is hecho todo, su mente ser� depravada, y su coraz�n carnal todav�a estar� en oposici�n a Dios, a menos que el Esp�ritu Santo lo cree de nuevo en Cristo Jes�s. ( cuando lo hay�is hecho todo, su mente ser� depravada, y su coraz�n carnal todav�a estar� en oposici�n a Dios, a menos que el Esp�ritu Santo lo cree de nuevo en Cristo Jes�s. ( cuando lo hay�is hecho todo, su mente ser� depravada, y su coraz�n carnal todav�a estar� en oposici�n a Dios, a menos que el Esp�ritu Santo lo cree de nuevo en Cristo Jes�s. (CH Spurgeon. )

La importancia del gobierno civil para la sociedad

I. La conclusi�n del ap�stol es que ante Dios todo el mundo es culpable, y si destacamos aquellos vers�culos que colocan al hombre en su relaci�n sencilla con Dios, veremos la justicia de la sentencia.

1. "No hay justo, ni aun uno". Para ser considerado cumplidor de la ley de nuestro pa�s, debemos guardarlo en su totalidad. No es necesario que acumulemos la culpa de traici�n, falsificaci�n, asesinato. Uno de estos actos es suficiente para condenar. Cien actos de obediencia no borrar�n ni expiar�n uno de desobediencia; y s�lo tenemos que suplicar por la misma obediencia a un Divino que rendimos a una administraci�n humana, para probar que no hay justo delante de Dios.

2. "No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios". Ning�n hombre que no se haya sometido a la doctrina de la justificaci�n por la fe tiene un conocimiento claro de la base sobre la cual descansa su aceptaci�n ante Dios. Puede que tenga alg�n concepto oscuro de Su misericordia, pero nunca ha llegado a un compromiso entre Su misericordia y Su justicia. Lo que sucede con todo aquello que imprime autoridad a una ley y exhibe la Majestad de un Legislador es un asunto que �l no comprende y no le interesa comprenderlo. Est� buscando muchas cosas, pero no est� buscando a Dios. �Cu�ndo sus esfuerzos de esta manera fueron m�s all� de una ronda vac�a de observancias?

3. �Todos se desviaron, juntos se hicieron in�tiles, no hay quien haga el bien; no, ni uno ". No decimos que se hayan apartado del camino del honor, la equidad o la vecindad. Pero todos est�n fuera del camino de la piedad. El profeta no afirma que hayamos convertido a todos en un camino de injusticia o crueldad; pero lo considera una condena suficiente el hecho de que hayamos vuelto a cada uno a su propio camino, un camino de independencia de Dios, si no de iniquidad contra nuestros semejantes en la sociedad.

Es esto lo que hace que todas las obras de los simples hombres naturales sean tan in�tiles, es decir, sin valor en el c�mputo de la eternidad. Quieren la gran infusi�n moral que los hace valiosos. No hay nada de Dios en ellos.

II. Pasemos ahora a otra serie de acusaciones, que pueden no ser tan f�ciles de fundamentar, de delitos contra los intereses m�s queridos de la sociedad. Es cierto que el ap�stol abandona aqu� el estilo de la universalidad y cita las acusaciones de David, no contra la raza, sino contra sus enemigos. Pero, sin embargo, se encontrar� que, aunque la imagen de la atrocidad no se exhiba en nuestros d�as tan ampliamente como en los per�odos m�s rudos, sin embargo, sus principios siguen funcionando; que aunque la ley, la civilizaci�n y el inter�s hayan tapado la boca de muchos volcanes desoladores, los materiales ardientes todav�a existen en el seno de la sociedad.

De modo que nuestra naturaleza, aunque aqu� personificada por el ap�stol en un monstruo, con una garganta como un sepulcro abierto, emite todo lo ofensivo; y una lengua practicada en las artes del enga�o; y labios de los que la hiel de la maldad cae siempre en destilaci�n incesante; y una boca llena de venenosa aspereza; y pies que corren al asesinato como un juego; y con el camino por el que corre marcado por la ruina y la angustia que acompa�an a su avance; y con una desde�osa aversi�n en su coraz�n a la paz; y con un aspecto de desaf�o al Dios que le dio todas sus partes y todas sus energ�as, aunque este bosquejo fue originalmente tomado por el salmista de banditti merodeando, sin embargo, el ap�stol, al admitirlo en su argumento, le imprimi� una perpetuidad. y lo hizo universal, d�ndonos a entender que si tal era el car�cter del hombre,

Para ilustrarlo: los juramentos eran m�s frecuentes en un momento que ahora, pero si bien puede haber menos blasfemia en la boca, puede haber tanta como siempre en el coraz�n. El asesinato en el acto puede ser menos frecuente ahora, pero si el que odia a su hermano es un asesino, puede ser tan feo y frecuente en el principio. El hurto real ya no puede ser practicado por quien da rienda suelta a un grado igual de deshonestidad a trav�s de los enga�os de la mercader�a. Y as� puede acechar bajo los disfraces de ciudadan�a bien educada lo suficiente para demostrar que, con los deberes de la segunda mesa como con la primera, el hombre se ha alejado mucho del camino de la rectitud.

III. Todo esto, si bien da una estimaci�n muy humillante de nuestra especie, deber�a servir para realzar en nuestra mente las bendiciones del gobierno regular. Dejemos que nuestra polic�a y magistrados depongan el efecto que tendr�a en la sociedad si se disolviera la tutela civil. Si se introdujeran todas las restricciones del orden, conciba el efecto y luego calcule cu�n poco hay de moral y cu�nto hay de simple contenci�n animal en las virtudes aparentes de la sociedad humana.

Hay un beneficio doble en tal contemplaci�n. Realzar� en toda mente cristiana la causa de la lealtad y lo llevar� a considerar el poder que es, como ministro de Dios para �l para bien. Y tambi�n lo guiar� a trav�s de muchos enga�os para apreciar con justicia el car�cter del hombre; distinguir correctamente entre la apariencia de principio y su realidad.

IV. Aprenda tres lecciones de todo lo que se ha dicho.

1. En cuanto a la teolog�a de esta cuesti�n. Confiamos en que usted percibe cu�nto y qu� poco es lo que se puede obtener de la relativa paz y dulzura de la sociedad moderna; cu�nto se debe a las restricciones f�sicas impuestas por el gobierno de este mundo, y qu� poco se debe a las restricciones morales impuestas por el gobierno invisible del Cielo: demostrar que la naturaleza humana se parece m�s a la tratabilidad de un animal dirigido alrededor por una cadena, que de un animal interiormente ablandado en docilidad.

En este punto, la observaci�n y la ortodoxia van de la mano; y una de las ilustraciones m�s convincentes que el ap�stol puede derivar de su propia doctrina puede tomarse del testimonio de los funcionarios legales. Que simplemente averig�en cu�l ser�a el resultado si todas las salvaguardas terrenales de la ley y del gobierno fueran eliminadas; y solo est�n predicando la ortodoxia a nuestros o�dos.

2. La misma l�nea argumental que va a iluminar la teolog�a de este tema, sirve tambi�n para profundizar y establecer los principios de la lealtad. Ese punto de vista del car�cter humano, sobre el cual lo divino sostiene que a menos que sea regenerado no puede haber idoneidad para el cielo, es el mismo punto de vista sobre el cual el pol�tico sostiene que a menos que sea refrenado, no habr� seguridad contra el crimen y la violencia a lo largo del curso de la peregrinaci�n que conduce a �l.

Un cristiano iluminado reconoce la mano de Dios en todo el abrigo que se le arroja de la furia de los elementos naturales; y lo reconoce igualmente en todo el abrigo que se le arroja de la furia de los elementos morales que lo rodean. Si tuviera una visi�n m�s favorable de nuestra naturaleza, no considerar�a al gobierno como algo tan indispensable; pero, con el punto de vista que realmente tiene, no puede perder la conclusi�n de que es la ordenanza del Cielo para el bien de la Iglesia en la tierra; y se regocija en la autoridad de las leyes humanas como un instrumento en la mano de Dios para la paz de sus s�bados y la paz de sus sacramentos.

3. Que nuestros legisladores reconozcan el valor de la religi�n verdadera. Cuando Salom�n dice que es la justicia la que exalta a una naci�n, se refiere a algo de car�cter m�s profundo y sagrado que la mera justicia de la sociedad. Quitemos el sustrato de la piedad, y nos preguntamos c�mo se hallar� que la justicia secundaria y nacida de la tierra prospere en la tierra restante que la naturaleza provee para criarla. Pero para muchos, y estos tambi�n los poseedores de una gran y ascendente influencia en nuestra tierra, la piedad es puritanismo; y as� es posible que en sus manos el �nico alimento de la virtud p�blica sea retenido o convertido en veneno. La forma patente de desarmar a la Naturaleza de sus ferocidades es cristianizarla. Por nota&mdash

(1) Aunque la virtud social y la lealtad pueden existir en los �mbitos superiores de la vida aparte de la piedad, sin embargo, la piedad, en el coraz�n de aquellos que tienen la peor parte de todas las tentaciones comunes y populares a las que enfrentarse, es el sost�n principal y eficaz. que tenemos sobre ellos para asegurar la justicia de sus vidas.

(2) Los despreciadores de la piedad son enemigos del verdadero inter�s de nuestra naci�n; y es posible que, bajo el nombre de metodismo, pueda desecharse ese mismo instrumento que es el �nico que puede recordar las virtudes que partieron de nuestra tierra.

(3) Donde existe la piedad, existe la lealtad; y ning�n enga�o plausible - ning�n fuego de su propio encendido, encendido por la antorcha del patriotismo falso o espurio, eclipsar� jam�s la luz de esta clara Escritura autorizada - �Honra al rey, y no te entrometas con los que est�n dados para cambiar . "

(4) Aunque el cristianismo solo puede lograr la salvaci�n de unos pocos, eleva el est�ndar de moralidad entre muchos. La influencia refleja de un personaje sagrado sobre su vecindad puede suavizar, purificar y sobrecoger a muchos otros, incluso cuando no los espiritualiza. Para empezar, esto es un est�mulo.

(5) Por alarmante que sea el aspecto de los tiempos, y profundamente contaminado e imbuido como la mente de muchos lo est� con la infidelidad, y ampliamente difundido como se ha vuelto el h�bito de la alienaci�n de todas las ordenanzas de la religi�n, sin embargo, la buena voluntad honesta y perseverante de alguien que est� imbuido de la sincera benevolencia del evangelio siempre recibir� respeto. Aquel que, si hubiera conocido a un ministro de religi�n o del estado, lo hubiera maldecido, si hubiera conocido al maestro de escuela sab�tica que se aventur� a cruzar su umbral, podr�a haber tratado de soportar un frente repulsivo en su contra, pero lo habr�a descubierto. imposible.

Aqu� hay un sentimiento que ni siquiera la irreligi�n de la �poca ha borrado, y ha dejado, por as� decirlo, una puerta de acceso abierta, a trav�s de la cual podr�amos encontrar finalmente nuestro camino hacia el lugar de aterrizaje de una generaci�n m�s pura y mejor. ( T. Chalmers, DD )

No hay justo, ni aun uno .

Ninguno justo

Si hubiera habido un justo, Dios lo habr�a descubierto. ( T. Robinson, DD )

No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.

La ignorancia y la perversidad humanas

I. No hay quien entienda.

1. �Qu�? No se afirma la ignorancia de muchas cosas de mayor o menor importancia. Un hombre puede ser un cient�fico consumado, un erudito profundo, muy le�do en la literatura general y, sin embargo, no comprender:

(1) Su culpa;

(2) Su deber;

(3) Su responsabilidad;

(4) Su Salvador;

(5) Su destino.

2. �Por qu�? Porque&mdash

(1) No quiere. La ignorancia es una dicha imaginaria. No le preocupan los escr�pulos de conciencia, el sentimiento de la ira de Dios, la anticipaci�n del juicio. Un conocimiento pr�ctico de estas cosas le preocupar�a.

(2) No lo har�; y eso a pesar del testimonio tanto de la Naturaleza como de la Revelaci�n. �l podr�a entenderlo si lo hiciera.

II. No hay quien busque a Dios. Hay muchos que "buscan" asuntos infinitamente menos importantes: beneficio temporal, placer, etc.

1. La locura de esto.

(1) Los enfermos no buscar�n a su M�dico.

(2) El ignorante en pos de su Maestro.

(3) Pecadores en pos de su Salvador.

2. La necesidad y la bendici�n de revertir esto.

(1) Se debe buscar a Dios, porque los hombres lo han perdido.

(2) Cuando se busque, se encontrar� a Dios, y como todo lo que el alma pueda desear. ( JW Burn. )

Todos han salido del camino .

Error practico

I. Su fuente.

II. Sus manifestaciones.

III. Su predominio.

IV. Sus efectos. ( J. Lyth, DD )

El progreso en el pecado es inevitable

Cada pecado que cometemos es como dar un paso m�s lejos de Dios: y el regreso se vuelve imposible sin la ayuda divina, ya que Satan�s corta los puentes detr�s del hombre en su camino descendente en retirada; y tambi�n como cada paso en falso requiere otro - en realidad muchos - como el autor de Waverley Novels supo a su costa, y lo dej� registrado: "�Oh, qu� telara�a enredada tejemos, cuando por primera vez practicamos para enga�ar!" O de nuevo, como dice Schiller de manera m�s filos�fica: "Esta es la maldici�n misma de la mala acci�n, la del nuevo mal se convierte en la semilla".

El pecado y la locura de ignorar a Dios

�Por qu� no pensaste en Dios? Uno considerar�a que el pensamiento de �l debe, para una mente seria, estar en segundo lugar a casi cualquier otro pensamiento. El pensamiento de la virtud sugerir�a el pensamiento tanto de un legislador como de un recompensador; el pensamiento del crimen, de un vengador; el pensamiento del dolor, de un consolador; el pensamiento de un misterio inescrutable, de una inteligencia que lo comprende; el pensamiento de esa actividad en constante movimiento que prevalece en el sistema del universo, de un agente supremo; el pensamiento de la familia humana, de un gran padre; el pensamiento del todo-ser, de un creador; el pensamiento de la vida, de un preservador; y el pensamiento de la muerte, de un eliminador incontrolable.

�Con qu� destreza de precauci�n irreligiosa evitaste precisamente cada pista donde la idea de �l te hubiera encontrado, o eludiste esa idea si llegara? Y qu� debe pronunciar la sana raz�n de una mente que, en el tren de millones de pensamientos, ha vagado a todas las cosas bajo el sol, a todos los objetos permanentes o apariciones que se desvanecen en la creaci�n, pero nunca fij� su pensamiento en la realidad suprema; nunca se acerc�, como Mois�s, "para ver esta gran vista". ( J. Foster. )

Sepulcro abierto es su garganta.

La garganta de un imp�o comparada con un sepulcro abierto

I. Debo mencionar algunos detalles en los que la garganta del hombre es �un sepulcro abierto� con respecto a lo que recibe: es decir, con respecto al aire que respiramos y los alimentos y bebidas que comemos y bebemos.

1. Esto es cierto universalmente para todo hombre no regenerado. Cada soplo de aire que respira un hombre que no es nacido de Dios, y cada bocado de comida que come, es como llevar un cad�ver putrefacto a una b�veda. �l est� sosteniendo su cuerpo para la deshonra de Dios. No es al servicio de su Padre celestial, sino al servicio de los enemigos de su Padre, que usa toda su fuerza y ??salud, y todas sus facultades corporales; es culpable de abusar de los dones de la gracia de Dios; est� avanzando constantemente hacia una corrupci�n cada vez mayor.

2. Pero si de esta manera es bueno para todos los que no han sido restaurados a Dios, incluso los m�s abstemios, que "su garganta no es mejor que un sepulcro abierto", cu�nto m�s nos da una vista impactante de los desdichados. estado del intemperante: el glot�n y el borracho? Bien compara la sabidur�a de Dios las gargantas de todos esos miserables pecadores con un sepulcro abierto, corrupto en s� mismo, contagioso para los dem�s y ofensivo para Dios.

�Puede un hombre as� esperar vivir con Dios en santidad y gloria? �Aceptar�ais vosotros mismos tener un �sepulcro abierto�, con todas sus abominaciones, en vuestra casa? �Tolerar�as algo tan ofensivo? Mucho menos puedes suponer que Dios permitir� que un borracho est� en cualquier lugar menos en las profundidades del infierno.

II. Procedo ahora a enumerar algunos detalles en los que la garganta de todo hombre no regenerado es tambi�n como "un sepulcro abierto" en lo que procede de �l.

1. Pero primero perm�tanme decirles una palabra en general a aquellos que son cristianos solo de nombre. Como en lo que respecta a lo que entra, as� en lo que respecta a lo que sale de tu garganta, no es m�s que un "sepulcro abierto".

2. Al descender a los detalles, debo contentarme con mencionar s�lo uno de la multitud de pecados que hacen de la �garganta de los pecadores un sepulcro abierto�; y esto es, el pecado de blasfemia, juramento y blasfemia. Y si un sepulcro abierto es odioso porque emite olor a muerte, bien podemos decir que la boca del profano es semejante, porque respira el aliento de la muerte espiritual y eterna. ( John Tucker, BD )

La dignidad de la naturaleza humana se muestra desde sus ruinas.

1. Una imagen de la humanidad sumamente oscura y deprimente y, sin embargo, tiene dos aspectos. Desde un punto de vista, es el cuadro de la debilidad, la miseria y la verg�enza; en el otro presenta un ser terriblemente grande; grande en su mala voluntad, sus pasiones demon�acas, su desprecio del miedo, el esplendor de su degradaci�n y la magnificencia de su aflicci�n.

2. Ha sido el camino de muchos para magnificar a la humanidad rastreando sus capacidades y su afinidad con Dios y la verdad; y con ese tipo de evidencias rechazan lo que llaman la doctrina insultante de la depravaci�n total. Y no sin alguna demostraci�n de raz�n, cuando la doctrina se afirma para excluir la admisi�n de altas aspiraciones y propiedades amables; porque algunos maestros han formulado una doctrina de depravaci�n humana en la que no queda la humanidad adecuada.

3. Ahora bien, uno de estos extremos hace que el evangelio sea innecesario, porque no hay depravaci�n que restaurar; el otro lo hace imposible, porque no queda nada a lo que se pueda hacer una santa s�plica; pero me comprometo, con un desprecio parcial de ambos, a mostrar la grandeza esencial del hombre desde la ruina misma en que se convierte; confiado en esto, que en ning�n otro punto de vista demostrar� la sublimidad espiritual de su naturaleza de manera tan convincente.

I. Formamos nuestras concepciones de muchas cosas por sus ruinas.

1. De las antiguas dinast�as. Cayendo en parches de camino pavimentado que sale de la antigua Roma, aqu� para Gran Breta�a, aqu� para Alemania, aqu� para �feso, etc .; imaginar a los correos volando de un lado a otro, llevando los mandatos de la autoridad central, seguidos de las legiones militares para ejecutarlos; recibimos una impresi�n del imperio que ninguna palabra podr�a darnos. Entonces, para formarnos una opini�n de la dinast�a de los faraones, de quienes la historia nos da las tradiciones m�s oscuras, solo tenemos que mirar las monta�as monumentales, y estos historiadores mudos en piedra nos mostrar�n m�s de ese vasto y populoso imperio que historia y geograf�a juntas.

2. De ciudades antiguas. Aunque descritos por los historiadores, no nos formamos una concepci�n suficiente de su grandeza hasta que miramos sus ruinas. Incluso la elocuencia de Homero produce s�lo una concepci�n d�bil y poco impresionante de Tebas; sino pasar por las ruinas de Karnac y Luxor, una vasta desolaci�n de templos y avenidas con columnas que empeque�ecen todas las estructuras actuales del mundo. Esto revela una concepci�n adecuada de la ciudad m�s grandiosa del mundo, ya que no hay palabras para describirla.

De modo que Jon�s se esfuerza por levantar una opini�n adecuada de N�nive, y Nahum lo sigue, magnificando su esplendor en t�rminos de alta descripci�n; pero nadie ten�a una concepci�n adecuada de ella hasta que un viajero se abre a la vista, en puntos a muchas millas de distancia, recoge las muestras de arte y esplendor, y dice: "Esta es la 'ciudad sumamente grande'". Y as� es con Babilonia , �feso, Tadmor del Desierto, Baalbec y las ciudades y pir�mides sin nombre de la extinta raza americana.

II. As� sucede con el hombre. Nuestra impresi�n m�s verdadera, aunque m�s triste, de su grandeza, la derivaremos de la magn�fica ruina que despliega.

1. Y esta es la representaci�n b�blica del hombre, como ap�stata del deber y de Dios. �Cu�n sublime debe ser una criatura capaz de enfrentarse al Todopoderoso y separarse de Su trono! Y, como para prohibir que tomemos su profunda miseria y verg�enza como muestras de desprecio, se muestra a los primeros hombres viviendo mil a�os de energ�a lujuriosa y desafiando al Todopoderoso en un fuerte desaf�o hasta el �ltimo.

Contemplamos una raza de titanes que llenan la tierra, incluso hasta el cielo, con un tumulto demon�aco, hasta que Dios ya no puede sufrirlos. As� que de la imagen en el cap. 1, y la imagen del texto corresponde.

2. Pero llegamos a la ruina tal como est�, y miramos ...

(1) Sobre las religiones falsas del mundo; ritos pomposos y costosos celebrados ante cocodrilos y cebollas; magn�ficos templos construidos sobre monstruosas criaturas, tallados por manos de hombres; ni�os ofrecidos por sus madres; hermosos palacios y majestuosos adornos tachonados con escarabajos en oro o piedras preciosas, para servir como protecci�n contra pestilencias, venenos y accidentes. Un cuadro de ruina, pero �qu� magn�fico! �Cu�n elevada debe ser la naturaleza que debe preparar tales pompas, incurrir en tales sacrificios y poder elevar tales bagatelas de impostura a un lugar de reverencia! Si decimos que en todo esto se siente por Dios, entonces �cu�n inextinguibles y grandiosos son esos instintos religiosos por los que se une a �l!

(2) Las guerras del mundo. �Qu� opini�n deber�amos tener de la pavorosa pasi�n de una raza de animales, que se re�nen por cien mil, marchando a trav�s de reinos y desiertos, "veloces para derramar sangre" y sembrando leguas de tierra de muertos? (vers�culo 16). Una raza es esa figura en estos actos heroicos, a saber, la peque�a raza de hormigas, a quienes Dios ha convertido en un espect�culo para burlarse de la gloria de las guerras humanas.

Es evidente que el hombre es una criatura en ruinas, pero �qu� magn�fico! Significa como la hormiga en sus pasiones, pero erigiendo, sobre las desolaciones que hace, tronos de honor y renombre; porque, �qui�n de nosotros puede vivir contento sin un h�roe al que admirar y adorar?

(3) Las persecuciones de los buenos; veneno para S�crates, una cruz para Jes�s. �Qu� significa? Nada m�s que esto, que la maldici�n y la amargura, el veneno incluso de �spides, y m�s, se introducen en el coraz�n del hombre. Odia con un odio diab�lico. �Y qu� ser es este que puede ser picado con tanta locura por el espect�culo de una vida buena y santa! Los animales m�s feroces no son capaces de tal instigaci�n diab�lica.

(4) Los grandes personajes del mundo. En una peque�a isla del Atl�ntico sur est� encerrado un prisionero notable, que se desgasta en una d�bil mezcla de mal humor y celos, no consolado por grandes pensamientos ni por un esp�ritu heroico. Y este es el gran conquistador del mundo moderno; un hombre que se llev� las mayores victorias y dijo las m�s mezquinas mentiras; quien, desprovisto de magnanimidad privada, ten�a estupendas facultades de entendimiento y voluntad.

�Cu�n grande debe ser un ser que presenta ante el mundo un punto de tanta dignidad, a pesar de tantas cosas despreciables! Pero �l no est� solo. El inmortal Kepler, pilotando la ciencia hacia los cielos y comprendiendo la inmensidad del cielo, solo prueba la magnificencia del hombre como una ruina, cuando descubres el extra�o fermento de irritabilidad y "superstici�n salvaje", en el que se elaboran sus grandes pensamientos, y su poderosa vida se disolvi�.

As� tambi�n Bacon - "El m�s grande, m�s sabio y m�s malo de la humanidad". Probablemente nadie se haya elevado a un nivel m�s alto de renombre por su genio superlativo que Shakespeare; floreciendo, sin embargo, en tal eminencia de gloria, en un abono de bufonadas y otras cosas viles, que cubre de tal manera con esplendor e irradia con belleza, que la repugnancia misma se pierde en la vehemencia de la alabanza.

III. Pero debemos mirar m�s directamente a los contenidos de la naturaleza humana y la ruina interna por la que se manifiestan. Y f�jense ...

1. La sublime vehemencia de las pasiones.

(1) � Qu� criatura debe ser esa que, por mera venganza, deliberadamente quitar� la vida a un pr�jimo y luego enviar� la suya para evitar la ignominia de una ejecuci�n p�blica! Ning�n tigre ha sido instigado jam�s por una pasi�n tan intensa y terrible.

(2) O tome la pasi�n de la codicia. �Cu�n grande debe ser esa criatura que es incitada por un af�n de adquisici�n tan inquieto, tan abnegado, tan insaciable! El pobre y demacrado avaro ser�a incluso el m�s grande de los h�roes si pudiera negarse a s� mismo con tanta paciencia por una buena causa.

(3) Lo mismo es cierto incluso de las lujurias licenciosas. Ninguna raza de animales puede mostrar el paralelo de tales vicios, porque ninguno de ellos es instigado por una naturaleza tan grande en necesidades que no encuentran ning�n bien para satisfacerlas.

2. Las salvajes mezclas de pensamientos que se muestran tanto en la vida de vigilia como en los sue�os de la humanidad. �Qu� grandioso! �que malo! Es como si el alma fuera una ruina pensante. El �ngel y la vida demon�aca parecen estar compitiendo en �l. Y, sin embargo, una ruina que N�nive o Tebas s�lo pueden igualar en el m�s m�nimo grado; comprendiendo todo lo que es m�s puro, m�s brillante, m�s Divino; todo lo que es peor, m�s mezquino, m�s deformado.

3. El significado del remordimiento. �Cu�n grande debe ser una criatura que, mir�ndose a s� misma desde alguna alta cumbre en s� misma, se marchita en una condena implacable de s� misma, se muerde y se castiga en el sentido de lo que es!

4. La disonancia y obstinaci�n de su mala voluntad. Es disonante por no estar en armon�a con Dios y el mundo, y adem�s en el alma misma, es decir, la raz�n, la conciencia, las necesidades, las esperanzas e incluso los recuerdos del alma. �Cu�n grande criatura es la que, conociendo a Dios, puede separarse de Dios y resistirle! "No hay temor de Dios ante sus ojos". Seg�n un punto de vista, hay suficiente miedo, el alma est� toda su vida perseguida por este miedo, pero hay una desesperaci�n de voluntad que la hace como si no lo fuera.

5. Las aspiraciones religiosas y las capacidades de atracci�n religiosa que se van acumulando y a�n viven en las ruinas de la humanidad.

IV. Las cuestiones pr�cticas de nuestro tema.

1. Es una gran esperanza de nuestro tiempo que la sociedad se deslice hacia algo mejor: mediante la educaci�n, las reformas p�blicas y la filantrop�a. Tenemos un nuevo evangelio que corresponde, que predica la fe en la naturaleza humana, que propone desarrollo, no regeneraci�n. �Ay, que estemos tomados por una locura tan grande! Como si el hombre, o la sociedad, enloquecida y enloquecida por el frenes� demon�aco del pecado, fuera a reconstruir la armon�a destrozada de la naturaleza. Tan pronto como las desolaciones de Karnac recojan sus fragmentos. Nada se ajusta a nuestro caso m�s que nacer de Dios. Solo �l puede reconstruir las ruinas.

2. La gran dificultad del cristianismo en nuestro tiempo es que es demasiado grande para creerlo. Despu�s de todos nuestros supuestos descubrimientos de la dignidad en la naturaleza humana, normalmente no tenemos m�s que la m�s mezquina opini�n del hombre. �C�mo podr�amos imaginar que una historia como la de Jesucristo es un hecho, o que el Dios infinito ha realizado semejante maravilla para el hombre? �Dios manifestado en carne! Es extravagante, desproporcionado, �qui�n puede creerlo? Cualquiera que no haya perdido la magnitud del hombre.

Restaurar esta tr�gica ca�da requiri� una tr�gica salvaci�n. Tampoco ning�n pecador, que hab�a sentido la esclavitud de su pecado, pens� ni por un momento que Cristo era un Salvador demasiado grande. �Oh, era un Salvador todopoderoso lo que quer�a! �Ninguno m�s que eso fue suficiente! �l pod�a creer en �l, simplemente porque era grande, igual a la medida de su necesidad, capaz de romper la esclavitud de su pecado.

3. La magnitud y la importancia real del alma se descubren en el sujeto como en ning�n otro lugar. El alma aparece bajo el pecado, por ego�sta que sea, para encogerse y hacerse peque�a ante sus propios ojos. Quiz�s esto se deba, en parte, a la conciencia que tenemos, en el pecado, de la peque�ez y la mezquindad moral. Mientras que, en otro sentido, el pecado es poderoso y desaf�a a Dios. Precisamente aqu� es donde obtendr�s tus impresiones m�s verdaderas de tu inmortalidad; incluso cuando obtienes tu mejor impresi�n de los ej�rcitos, no por el conteo de n�meros, sino por el trueno de la batalla y la carnicer�a del campo cuando termina.

En las tr�gicas desolaciones de la inteligencia y el genio, de la pasi�n, el orgullo y el dolor, he aqu� la importancia de su eternidad. Y, sin embargo, a pesar de todo esto, sigues intentando y esforz�ndote por ser feliz: �una feliz ruina! El destino eterno est� en ti y no puedes liberarte de �l. Con tus sobornos de centavos tratas de silenciar tus estupendos deseos. Oh, esta alma grande y poderosa, si fuera algo menos, podr�as encontrar qu� hacer con ella.

Cualquier cosa le agradar�a y aportar�a contenido. Pero es el alma divina, capaz de descansar en nada m�s que en Dios; capaz de ser lleno y satisfecho con nada m�s que Su plenitud. ( H. Bushnell, DD )

Maldad de palabra y obra

I. En el habla. Estos vers�culos se refieren a los diferentes �rganos del habla y los muestran a todos ejerciendo su poder de herir bajo el dominio del pecado.

1. La garganta (laringe) se compara con un sepulcro; esto se refiere al lenguaje del hombre grosero y brutal, de quien se dice en el lenguaje com�n: parece como si quisiera comerte. La siguiente caracter�stica es un contraste: la lengua azucarada, que te encanta como un instrumento melodioso. Estos son tomados de la descripci�n de los enemigos de David en Salmo 5:9 .

3. El siguiente est� tomado de Salmo 140:3 calumnia y la falsedad que profieren los labios malignos, como una serpiente infunde su veneno.

(4) Vers�culo 14. La maldad que arroja a tu rostro una boca llena de odio o amargura ( Salmo 10:7 ).

II. De hecho (vers�culos 15-18). De las cuatro proposiciones, las tres primeras est�n tomadas de Isa�as 59:7 .

1. Los pies como emblema del caminar simbolizan toda la conducta.

2. El hombre act�a sin tener en cuenta a su pr�jimo, sin temor a comprometer su bienestar o incluso su vida ( Proverbios 1:16 ). Oprime a su hermano y llena su vida de miseria, de modo que el camino marcado por tal curso se riega con las l�grimas de los dem�s.

3. No puede existir paz ni en el coraz�n de tales hombres ni en su vecindad.

4. Y este desbordamiento de depravaci�n y sufrimiento surge de un vac�o; la ausencia de ese sentimiento que deber�a haber llenado el coraz�n - "el temor de Dios". Este t�rmino es la expresi�n normal de piedad en el Antiguo Testamento; es esa disposici�n que tiene a Dios siempre presente en el coraz�n, la voluntad y el juicio. Las palabras �ante sus ojos� muestran que pertenece al hombre libremente evocar o suprimir esta visi�n interior de Dios de la que depende su conducta moral ( Salmo 36:1 ). ( Prof. Godet. )

Veneno de �spides hay debajo de sus labios. -

Habla venenosa

Veneno escondido en una bolsa debajo de un diente suelto o un colmillo: el colmillo presiona la bolsa, el veneno se emite con la mordedura. Miel en los labios, veneno debajo de ellos. Veneno transmitido

1. En una conversaci�n ordinaria.

2. En canciones lascivas y licenciosas.

3. En expresiones profanas y blasfemas.

4. En la ense�anza infiel y no b�blica.

5. En corromper obras de ficci�n.

6. En el lenguaje del drama. ( T. Robinson, DD )

El veneno de la lengua

Supongamos que abro una bolsa de serpientes y las dejo salir donde est�n jugando los ni�os, o en un campamento donde hay soldados, y digo de m� mismo: "�Loco, tonto!" e ir a cazar mis serpientes? No puedo encontrarlos. Era m�o dejarlos salir, pero no m�o atraparlos y volverlos a meter en la bolsa. Ahora bien, nunca hubo una bolsa de serpientes en este mundo como la boca de un hombre. Abrirlo est� en tu poder, pero cerrarlo de nuevo sobre todo lo que has emitido no est� en tu poder.

No me refiero a casos en los que un hombre mismo sufre directamente del mal que ha cometido; sino a aquellos casos peores en los que otros sufren por el mal que hemos hecho. Porque, a medida que un hombre se vuelve espiritual, a medida que un hombre se acerca a Dios, llega a sentir que los males que se le hacen a otro son indeciblemente peores que los que se hacen a s� mismo; y que ninguna transgresi�n irremediable es tan mala como aquellas por las que �l ha golpeado el bienestar de otro.

Paralelamente a �stas, aunque difieren de ellas, est�n las cosas por las que los hombres hieren el coraz�n de aquellos a quienes deben proteger. Su ira puede arder venenosamente. Tus celos pueden causar un da�o en una hora corta que toda tu vida no puede reparar. Tu cruel orgullo puede hacer el trabajo de toda una edad en un d�a. No puedes recuperar las heridas que le has hecho a aquellos cuyos corazones palpitan junto al tuyo.

�Todos! cuando el invierno ha congelado mis heliotropos, no importa que a la ma�ana siguiente los descongele. All� yacen los heliotropos, un mont�n negro y repugnante; y es posible que enfr�es una naturaleza tierna para que ninguna descongelaci�n pueda restaurarla. Puede ceder, pero la escarcha ha estado all�, y no puede devolver la frescura y la fragancia a la flor. No puedes endulzar el coraz�n amargado al que tus palabras han sido como escorpiones. Es algo terrible para un hombre tener el poder de envenenar los corazones de los dem�s y, sin embargo, llevar ese poder descuidadamente. ( HW Beecher. )

Autores inmorales y sus efectos venenosos

Es un hecho notable que el veneno de la serpiente de cascabel se segrega incluso despu�s de la muerte. El Dr. Bell, en sus disecciones de las serpientes de cascabel que llevaban muertas muchas horas, descubri� que el veneno segu�a siendo secretado con tanta rapidez que era necesario secarlo de vez en cuando con una esponja o un trapo. El autor inmoral, como estas serpientes de cascabel, no solo envenena durante su vida, sino despu�s de la muerte: porque sus libros poseen el poder sutil de secretar el veneno en un grado horrible. Una esponja moral es constantemente solicitada para borrar su veneno durante muchos a�os despu�s de que �l mismo ha muerto. ( Louis Figuier. )

No hay temor de Dios ante sus ojos .

Hombres impetuosos, privados de santidad

El texto nos da el car�cter nativo del hombre. As� es hasta que el Esp�ritu de Dios lo ha santificado.

I. Muchos han confundido el car�cter nativo del hombre, por haberlo visto capaz de afectos y hechos dignos de alabanza. No negamos que se ha visto en hombres no santificados.

II. Se ha inducido a los hombres a contradecir esta doctrina porque no son conscientes de los motivos err�neos por los que se mueven. Lo que el profeta dice del hacedor de �dolos es m�s o menos cierto para todos los hombres no regenerados de todas las edades: �Un coraz�n enga�ado lo ha apartado, para no librar su alma, ni decir: �No hay mentira en mi diestra? " No consideran importante saber cu�les son sus dise�os y no tienen esa familiaridad con el coraz�n que los har�a f�cil de descubrir.

III. La doctrina del texto a menudo es controvertida para apoyar esquemas con los que este sentimiento no se comparar�a. Toda la depravaci�n del pecador es una doctrina fundamental sobre la que solo se puede construir una, y esa es el sistema del evangelio. Haga que esta doctrina sea verdadera, y barrer�, como con la escoba de la destrucci�n, todos los credos menos uno de la faz del mundo. Resuelve la cuesti�n de que Dios puede ejecutar su ley con rectitud sobre todos los hombres no regenerados; que "por las obras de la ley nadie ser� justificado"; que las acciones de los hombres no regenerados son imp�as; que una expiaci�n, como la que Dios ha provisto, es el �nico medio a trav�s del cual podemos purgar nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo.

IV. Esta doctrina ha sido controvertida por el orgullo del coraz�n humano. La depravaci�n es una doctrina sumamente degradante, y la depravaci�n total es intolerable, hasta que el coraz�n ha sido humillado por la gracia de Dios. Hay en los hombres ap�statas un gran orgullo de car�cter. Con la prontitud con que volamos, el toque de fuego resiste el orgullo a la imputaci�n. Por eso pregunta el hombre no regenerado: �Me negar�as el cr�dito de amar a mi Creador, Conservador y Benefactor? �Nunca obedezco su ley, o hago un acto por motivos que le agradan? �Y hay, entre mis m�s nobles acciones de bondad hacia los hombres, nada que se parezca al amor?

V. Procedo a ofrecer algunas razones para considerarla una doctrina muy importante.

1. El hecho de que se haya revelado claramente da testimonio de su importancia. Dios no habr�a obstaculizado Su Palabra con una doctrina sin valor.

2. La doctrina del texto se considera importante, ya que es una de las primeras verdades utilizadas por el Esp�ritu de Dios para despertar y santificar a los pecadores.

3. La doctrina del texto se considera importante, ya que es la base de todo el esquema del evangelio. ( DA Clark. )

Versículos 19-20

Ahora sabemos que todo lo que dice la ley, se dice a los que est�n bajo la ley.

La Ley

I. Sus afirmaciones - son universales.

II. Sus ense�anzas, distintas y autorizadas.

III. Sus efectos: condena, completa y sin excepci�n. ( J. Lyth, DD )

Ley y la ley

En su mayor parte, la palabra "ley" se refiere al principio general "Haz esto y vive"; las palabras "la ley", a la forma hist�rica y literaria en la que este principio tom� forma en los o�dos, ojos y pensamientos de los jud�os. ( Prof. JA Remolacha. )

La convincente Torre de la ley

1. �Las cosas que dice la ley�, sus santos preceptos, sus solemnes sanciones, sus terribles sentencias, constituyen el instrumento de su poder. Son la mano que agarra, el brazo que vence al transgresor.

2. El alcance de su operaci�n es para "todos los que est�n sujetos a la ley". �Son obedientes? Entonces es un medio de vida y paz. �Son desobedientes? Entonces es el instrumento de su condena y muerte.

3. Su poder convincente se manifiesta ya sea en el d�a de la gracia para traer a Cristo, o en el d�a del juicio para desterrarlo.

4. Es la agencia del Esp�ritu Santo. En sus manos es viva y poderosa, m�s cortante que una espada de dos filos, pero en s� misma es letra muerta.

I. Las cosas de las cuales est� hecha la ley para convencer al pecador. "Dice" -

1. �Haz esto y vivir�s�; pero "el que ofende en un punto, se hace culpable de todos". La ley reclama una obediencia completa, perpetua e inmaculada, y en el ejercicio de su poder convincente compara la vida del pecador con el rigor de sus exigencias. De este modo, pone de manifiesto su oblicuidad al imponer su regla perfecta e inflexible sobre la perversidad de toda su conducta. Lo acusa de ...

(1) Pecados presuntuosos.

(2) Pecados de inadvertencia e ignorancia.

(3) Pecados secretos, pensamientos corruptos, deseos imp�os.

(4) Omisi�n de deberes sagrados.

(5) Deficiencias en el esp�ritu que impulsa a la acci�n.

(6) Una naturaleza corrupta en estado de rebeli�n contra Dios.

2. "Maldito todo el que no persevera en todas las cosas que est�n escritas en el libro de la ley para hacerlas". Con esto convence al pecador de su exposici�n a la ira de Dios. La condenaci�n de los imp�os no es futura sino presente. El transgresor "ya est� muerto" y, aunque, como un preso en su celda, tiene un respiro antes de la ejecuci�n, su caso debe considerarse como completamente resuelto.

Puede que ignore su condici�n y la niegue; pero esta es una de las cosas que dice la ley, y su obra es hacer que el pecador la crea y contemple su peligro. Pero aunque bajo esta operaci�n gime de angustia, no est� m�s condenado que antes. Estaba dormido, pero ahora est� despierto. El rel�mpago que hace que un viajero ignorante vea el precipicio frente a �l no crea el peligro, solo lo revela.

3. �Mois�s describe la justicia que es por la ley, que el hombre que hace estas cosas vivir� por ellas�. "El alma que pecare, esa morir�". Por estas "cosas" la ley convence de la imposibilidad de la autojustificaci�n.

(1) Propone s�lo dos m�todos posibles por los cuales el hombre ser� justo con Dios: ofrece vida a quienes han obedecido perfectamente sus preceptos; presenta libertad a todos los que han soportado plenamente sus penas. �Bajo cu�l puede haber esperanza para el hombre?

(a) �l nunca puede obtener aceptaci�n por su obediencia, porque hay imperfecci�n y contaminaci�n en cada deber.

(b) �l no puede ser justificado dando satisfacci�n por la desobediencia, porque no se puede recibir satisfacci�n alguna que no sea la pena completa: la muerte eterna.

(2) El pecador convencido ve este estado desesperado y se ve obligado a renunciar a todo esfuerzo de justificaci�n legal. El conocimiento del perd�n y la vida debe provenir de la revelaci�n de un Redentor que, como garant�a del pecador, ha obedecido los preceptos y soportado el castigo.

II. Las personas a las que debe aplicarse. �A los que est�n bajo la ley� - el jud�o, por supuesto, pero toda la humanidad nace bajo las obligaciones de la ley, y lo que ella dice, dice a toda la familia del hombre. Y si no hay un individuo que sea liberado de la obligaci�n de amar a Dios con todo su coraz�n, no hay uno que no sea justamente acusado de transgresi�n y, por lo tanto, condenado. �Todos pecaron�, etc. El correcto funcionamiento de la ley como poder convincente es, por tanto, sobre todo ser humano.

III. El resultado al que conduce.

1. "Para que se cierre toda boca". Los pecadores no convencidos se quejan del rigor y la severidad irrazonables de los mandamientos divinos, e inventan mil excusas para el pecado y ruegos de exenci�n del castigo. Pero cuando la ley ejerce su funci�n convincente, la justicia de Dios se vuelve tan aparente, la culpa tan clara, que son incapaces de quejarse o excusarse.

2. �Y todo el mundo se hace culpable ante Dios� - consciente y penitentemente. ( SH Tyng, DD )

Apelar a la ley

El nuevo Recaudador del Puerto de Nueva York no se ve acosado por disputas como lo fueron sus predecesores. Ha puesto a su alcance todos los libros que regulan el servicio de aduanas, y cuando se le pide su decisi�n, sus ojos grises claros se iluminan al responder: "La ley dice esto y aquello sobre esa pregunta, �no es as�?". Generalmente se le responde afirmativamente, y sin m�s pre�mbulos despide a su visitante, diciendo: "La ley sobre el tema fue hecha para que yo la cumpla, y la seguir�". ( Christian Herald. )

La autoridad de las Escrituras

Siento profundamente que la palabra �autoridad� es una palabra vital en todas las consideraciones sobre las Escrituras. Hay controversias sobre la inspiraci�n y su modo, controversias que son legi�n, pero pueden girar, como olas alrededor de una roca, en torno a la cuesti�n de la autoridad. Lo que separa a la Biblia de todos los dem�s libros, por elevado que sea, no es, despu�s de todo, tanto que contenga tales tesoros de informaci�n hist�rica, de belleza po�tica, de an�lisis moral, como que contenga la autoridad de Dios y la certeza de Su palabra.

S�, es esto, despu�s de todo. Hay otros libros, por los cuales se agradece a Dios, escritos en otras �pocas, que han tenido su influencia en la elevaci�n del hombre, pero la diferencia entre ellos y este Libro es que no hay cantidad concebible de informaci�n o influencia de ellos, como tal , es vinculante para la conciencia; pero afirmamos para este Libro que una vez que hemos determinado su significado, nos une.

No es simplemente atractivo y elevador, es todo esto, sino que nos vincula; dice en nombre de un mayor que �l mismo: �Cree esto, porque yo lo digo; haz esto, porque yo lo ordeno ". ( HGC Moule, MA )

Por tanto, por las obras de la ley ninguna carne ser� justificada. -

Justificaci�n por obras imposibles

I. La afirmaci�n del texto es que toda nuestra raza es incapaz de ser justificada jam�s por haber guardado los requisitos de la ley moral de Dios.

1. Esto se puede ilustrar f�cilmente con una referencia a las Escrituras.

(1) Declara que la ley moral, bajo la cual fuimos creados, nos manda amar al Se�or nuestro Dios con todo nuestro coraz�n, y amar a nuestro pr�jimo como a nosotros mismos.

(2) Tambi�n afirma que el hombre est� desprovisto de ese amor; y que, en lugar de ello, abriga un esp�ritu de enemistad hacia su Hacedor; y la constituci�n de la sociedad civil en todas partes se basa en el supuesto de que los hombres son ego�stas, infieles, violentos y crueles, y en todas partes se hacen leyes para contrarrestar esas tendencias odiosas.

(3) Nos revela que nuestros primeros padres desobedecieron a Dios y transmitieron una mancha pecaminosa a su posteridad. As� vemos que el pecado no es un accidente, sino un hecho universal en la naturaleza humana. �Por un hombre, el pecado entr� en el mundo�, etc. Tales son las declaraciones de las Escrituras, y nuestra propia conciencia da testimonio indudable de la veracidad de ellas. Tan pronto como uno de nosotros comienza a compararse con la ley bajo la cual fue creado, o incluso con la norma moral imperfecta que sostiene su propia conciencia, se reconoce a s� mismo como un pecador, sin alcanzar la alabanza de Dios. Nadie se encuentra solo en esta condici�n. Est� rodeado por esos seres, un habitante de un mundo sumido en la maldad.

II. Pero aqu� surge la pregunta, ya que no podemos ser justificados por motivos de inocencia, �no podemos hacerlo por algunas obras propias? Esta pregunta, desde el principio, ha agitado profundamente el alma humana.

1. El primer expediente, que parece haberse sugerido universalmente, fue el ofrecimiento de v�ctimas expiatorias. Pero un expediente como �ste pierde inevitablemente su eficacia en cuanto el hombre escucha la voz de su propia conciencia. Entonces siente que la culpa es algo personal y que �l mismo es un pecador. Es �l, en su propia persona, quien debe responder ante el tribunal de la justicia ofendida. La culpa no se puede transferir a un bruto, ni se puede imponer a voluntad a la conciencia de otro.

Por lo tanto, el adorador regres� del sacrificio insatisfecho y sin bendiciones. El jud�o confes� que no era posible que la sangre de toros y machos cabr�os quitara el pecado. El pagano se retir� de la libaci�n que flu�a y de la hecatombe humeante que llevaba dentro una conciencia todav�a cargada con la culpa del pecado no perdonado.

2. Otro expediente ha sido ofrecer reparaci�n a la ley violada mediante el arrepentimiento y la reforma. Pero si esta doctrina es verdad ...

(1) Debe proceder con un cambio completo de la ley moral. La ley que han revelado las Escrituras es que la paga del pecado es muerte. Sin embargo, declarar que si un hombre se arrepiente, tiene derecho a la justificaci�n, es introducir otra ley y declarar no que el pecado en s� mismo merece la muerte, sino s�lo el pecado sin arrepentimiento. Ahora, pregunto, �d�nde encontramos la autoridad para anunciar tal ley? La revelaci�n no lo ense�a. Ning�n gobierno de la tierra podr�a administrarse seg�n este principio.

(2) Conducir�a a nuevas visiones de la justicia divina. Si un pecador puede reclamar la justificaci�n de manos de Dios en virtud del arrepentimiento, entonces parecer�a haber poca distinci�n entre la inocencia y la culpa. El que hab�a guardado toda la ley sin falta, y el que hab�a quebrantado todos los mandamientos a lo largo de la vida, y finalmente se hab�a arrepentido, ambos permanecer�an en la misma condici�n moral ante Dios; ambos, sobre la base de sus propias acciones, tienen derecho a ser tratados como inocentes.

(3) Nos llevar�a a creer que Dios mismo no tuvo ning�n desagrado moral contra el pecado, sino solo contra el pecado del que no se arrepinti�. El anuncio de su ley parecer�a ser que la santidad y el pecado del que se arrepinti� eran igualmente hermosos a sus ojos, en la medida en que por su ley ten�an derecho a la misma recompensa. La Deidad parecer�a, pues, sentir menos aborrecimiento del pecado que el penitente mismo.

(4) Derrotar�a su propio objeto; porque si esta fuera la ley, el arrepentimiento ser�a imposible. El arrepentimiento s�lo puede surgir de la convicci�n de la bajeza moral del pecado; es un aborrecimiento del acto puramente a causa de su mal moral. Pero, sobre la suposici�n en cuesti�n, el pecado en s� mismo no es malo ni odioso a los ojos de Dios, sino s�lo el pecado del que no se arrepiente. Pero, si el acto en s� no es moralmente detestable, �de qu� podemos arrepentirnos? Debemos ser penitentes no por el acto, sino por nuestra impenitencia, mientras que la penitencia en s� es imposible, porque el acto no es en s� mismo digno de condenaci�n.

Entonces, para m�, las Escrituras parecen afirmar que el arrepentimiento no puede ofrecer expiaci�n por el pecado. Si la ley es santa, justa y buena, es santo, justo y bueno que se cumpla. Si un hombre se arrepiente de sus pecados, est� bien; pero bajo un sistema de ley, esto no puede reparar las transgresiones pasadas. El hombre confiesa que la ley es justa; pero esta confesi�n no la hace menos justa. Reconoce que merece morir; pero esto no altera su desierto. �Por tanto, por las obras de la ley nadie puede ser justificado�, etc.

III. El evangelio es una oferta de perd�n universal por mediaci�n de Cristo.

1. Revelar esta gran y asombrosa verdad es el gran designio de la religi�n revelada. La religi�n natural nos insinuaba nuestro pecado y presagiaba vagamente nuestro destino. Pero de la religi�n natural misma no pod�a proceder ninguna noticia de reconciliaci�n. Es el evangelio solo el que saca a la luz la vida y la inmortalidad.

2. Para el anuncio de esta gran verdad central, toda la historia previa de nuestro mundo fue una preparaci�n magn�fica.

3. Aunque, entonces, por las obras de la ley ninguna carne puede ser justificada, sin embargo, no debemos desesperar, �porque nuestra ayuda est� puesta sobre el Poderoso�, el que puede salvar perpetuamente a todo aquel que cree. ( F. Wayland, DD )

Justificaci�n legal imposible porque

I. El hombre es carne.

1. Depravado por la corrupci�n original.

2. Odioso por transgresi�n real.

II. La mejor obediencia a la ley que puede cumplir es imperfecta.

III. Todo lo que hace o puede hacer es una deuda que tiene con la ley.

1. �l debe toda la obediencia posible a la ley como criatura.

2. Pero al cumplir con todas sus deudas como criatura, nunca podr� pagar sus deudas como transgresor.

3. Solo Cristo puede justificarlo. ( W. Burkitt, MA )

Las obras no pueden justificar

No importa cu�nto estudi� y or� �l (Lutero), no importa cu�n severamente se castig� a s� mismo con el ayuno y la vigilia, no encontr� paz en su alma. Incluso cuando imaginaba que hab�a cumplido la ley, a menudo se desesperaba de deshacerse de sus pecados y de obtener la gracia de Dios.

Un moralista condenado

El Dr. Rogers, de Albany, relata la conversi�n de un moralista por un sue�o. El hombre pens� que hab�a muerto y, acerc�ndose a la puerta del cielo, vio por encima de ella: "Aqu� nadie puede entrar sino los que han llevado una vida estrictamente moral". Se sent�a perfectamente capaz en esa condici�n, pero fue detenido por uno y otro a quien de alguna manera hab�a perjudicado. Estaba desesperado, hasta que las palabras sobre la puerta se desvanecieron gradualmente, y en su lugar llegaron: "La sangre de Jesucristo limpia de todo pecado". Se despert� y se dio cuenta de que sin el perd�n a trav�s de la expiaci�n no hab�a esperanza para el hombre. ( Semillas y gavillas. )

A su vista .

El hombre en el juicio divino

En el juicio de Dios, �una adici�n de importancia solemne! El Ojo que todo lo busca probar� nuestros actos tanto internos como externos. Nadie puede sobresalir del escrutinio de Cristo Divino. El mundo puede canonizar e inmortalizar, ensalzar y deificar a sus h�roes; pero Dios percibir� en un momento sus defectos, como el artista que, cuando una pieza de m�rmol hab�a sido seleccionada como perfectamente adecuada para su escultura, en un instante detect� una peque�a falla que hab�a pasado desapercibida, traduciendo, a sus ojos, la bloque in�til; y se neg� a emplear su tiempo y sus herramientas, sus dolores y su genio en ello. ( C. Neil, MA )

Porque por la ley es el conocimiento del pecado .

El conocimiento del pecado por la ley

I. La naturaleza de la ley.

1. El pecado no existe sino en relaci�n con la ley; porque "donde no hay ley, no hay transgresi�n". La ley puede compararse con una regla pura. El pecado es la desviaci�n de esta regla, y la enormidad del pecado puede medirse por el grado de oblicuidad en cualquier acto.

2. Las leyes son de diversa �ndole, seg�n la naturaleza de sus sujetos. El universo est� bajo control, porque el Creador es un Dios de orden. Pero nuestra investigaci�n se relaciona con la ley dada al hombre, como agente moral responsable. Esta ley fue escrita originalmente en el coraz�n humano, pero, debido al predominio de la ignorancia y el error, esta ley ha sido enormemente desfigurada; agrad� a Dios hacer una revelaci�n completa de ella, bajo dos grandes mandamientos, que exigen el amor a Dios y al pr�jimo. Pero como los jud�os entendieron mal la naturaleza espiritual y perfecta de la ley, y muchos de los preceptos fueron desechados por glosas falsas, nuestro Se�or dio su verdadera interpretaci�n.

3. Muchos albergan ideas muy inadecuadas sobre la naturaleza y las obligaciones de la ley.

(1) Algunos creen que su rigor ahora se ha relajado y que ha tenido �xito una regla m�s indulgente. Pero ninguna conclusi�n es m�s segura que la naturaleza inmutable de la ley. Surge de la naturaleza de Dios y de la relaci�n del hombre con �l. Como Dios es infinitamente santo, nunca puede requerir menos santidad en sus criaturas de la que ellas son capaces. La idea de derribar la ley para adaptarla a la capacidad del hombre ca�do es absurda.

(2) Los antinomianos sostienen que, como consecuencia de la perfecta obediencia de Cristo, la ley no tiene exigencias sobre aquellos en cuyo lugar obedeci�. Este es un flagrante abuso de una doctrina cardinal. Y si la cosa fuera verdad, no ser�a un privilegio, sino un perjuicio real para el creyente; porque descubre que la observancia de los mandamientos de Dios va acompa�ada de una gran recompensa.

(3) Otros, nuevamente, sostienen la opini�n de que la ley fue alterada y mejorada por nuestro Se�or; y se refieren al Serm�n de la Monta�a. Pero la alteraci�n no est� en la ley en s�, sino en la interpretaci�n de la ley. La raz�n dicta que un agente racional que elige debe emplear todas sus facultades y dirigir todas sus acciones para la gloria de su Creador; y como este fin no puede alcanzarse de otra manera que obedeciendo la voluntad de Dios, la manifestaci�n de la voluntad divina debe ser la ley de todas las criaturas racionales.

4. Es evidente que la ley de Dios requiere una obediencia perfecta. Suponer que cualquier ley podr�a satisfacerse con una obediencia imperfecta implica el absurdo de que la ley requiere algo que no requiere. Si se alegara que no se debe insistir en la perfecci�n uniforme de la obediencia, ya que el hombre es una criatura falible y descarriada, yo responder�a que si se permite cualquier indulgencia al pecado, no puede haber l�mite fijo al que deba ser. extendido.

Tal principio destruir�a la obligaci�n de la ley moral. Una vez m�s, estas debilidades no pertenecen a nuestra naturaleza, ya que vino perfecto de la mano del Creador, sino que pertenecen a nuestra naturaleza pecaminosa, a la que una ley santa no puede mostrar indulgencia. El motivo de la dificultad est� en nuestra naturaleza depravada, que ha perdido todo gusto por el servicio de Dios. Para un alma correctamente constituida, el ejercicio m�s intenso de santo afecto est� tan lejos de sentirse como una carga o tarea, que proporciona el placer m�s dulce del que jam�s participamos. Ser perfectamente obediente a los mandamientos de Dios es ser completamente feliz. Seguramente nadie deber�a quejarse de que se le pida que busque su propia felicidad m�s grande.

II. "Por la ley es el conocimiento del pecado".

1. Si nuestras acciones siempre hubieran sido conforme a los preceptos de Dios, la aplicaci�n m�s estricta de esa ley no producir�a ninguna convicci�n de pecado. Y que tal perfecci�n de obediencia es posible para la naturaleza humana se manifiesta por el ejemplo de Cristo.

2. La naturaleza humana puede compararse con una m�quina complicada, que tiene en su interior poderosos resortes para mantenerla en funcionamiento. Pero tal m�quina requiere una balanza o regulador, que pueda preservar todas las partes en sus lugares apropiados y dar la debida energ�a y direcci�n a cada parte. Si se quita el volante, la m�quina no pierde nada de su potencia, pero su acci�n se vuelve irregular y ya no sirve al prop�sito para el que se puso en movimiento.

Puede que se mueva m�s r�pidamente que antes, pero hacia su propia ruina. As� sucede con el hombre. Es un agente que posee poderes, apetitos, afectos y pasiones que requieren ser regulados y debidamente dirigidos; de lo contrario, su acci�n m�s poderosa ser� de car�cter ruinoso. Dos cosas son necesarias para dar armon�a y una direcci�n correcta a las complejas facultades y afectos del hombre. La primera es la luz; el segundo, el amor: una conciencia iluminada y un amor uniforme y constante a Dios. Pero cuando se introdujo el pecado, la mente se ceg�, la conciencia se desvi� y el amor de Dios en el alma se extingui�.

3. Aunque la mente del hombre ha ca�do en un terrible estado de ceguera y desorden, la conciencia no se borra: en la medida en que tiene luz, todav�a se queja contra el pecado. Afortunadamente, algunas acciones se perciben intuitivamente como moralmente incorrectas; pero con respecto a una gran parte de los actos u omisiones pecaminosos, la mayor�a de los hombres los ignora porque desconocen el alcance y la espiritualidad de la ley.

El mero conocimiento te�rico de la ley no es suficiente: requiere que la luz convincente del Esp�ritu Santo brille sobre la conciencia y haga que la mente se vea a s� misma, por as� decirlo, en el espejo de la santa ley de Dios. Esta convicci�n por la ley es el trabajo preparatorio com�n antes de que se otorgue la misericordia.

Conclusi�n:

1. Esforc�monos por obtener una visi�n clara del alcance, la espiritualidad y la pureza de la ley moral, a fin de que podamos saber algo de la multitud y maldad de nuestros pecados. Y, como todo verdadero conocimiento espiritual proviene del Esp�ritu Santo, debemos orar incesantemente por esta inestimable bendici�n.

2. Como la ley convence a todo hombre de pecado, la justificaci�n por ella es imposible; porque incluso un pecado har�a imposible que el transgresor recibiera una sentencia de absoluci�n; �Cu�nto m�s imposible es cuando nuestros pecados son literalmente innumerables!

3. Si la ley descubre que el pecado de todo tipo es una cosa vil y odiosa, deber�amos estar sol�citos para ser limpiados de su contaminaci�n; y, para ello, debe acudir con frecuencia a la fuente del pecado y de la inmundicia, abierta por la muerte de Cristo.

4. El conocimiento espiritual de la ley es la verdadera fuente del arrepentimiento evang�lico.

5. El conocimiento del pecado, producido por la ley, tender� a hacer que el verdadero arrepentido desee la perfecta santidad del cielo.

6. El beneficio m�s importante del conocimiento del pecado, por la ley, es que nos muestra nuestra absoluta necesidad de una justicia mejor que la nuestra, y nos impulsa a buscar la salvaci�n en la Cruz de Cristo. ( A. Alexander, DD )

El conocimiento del pecado por la ley

"Pecado", en el Nuevo Testamento, significa, literalmente, "perder aquello a lo que se apunta". Un pecado cometido por el bien de la felicidad nunca trae felicidad; y si el verdadero objetivo del hombre es la gloria de Dios, ciertamente ning�n pecado alcanza esa marca. "El pecado es la transgresi�n de la ley", porque si no hubiera "ley", no habr�a "transgresi�n". "Transgresi�n" es un paso sobre una cierta l�nea, y la �nica l�nea es "la ley".

I. Hay muchas "leyes".

1. La "ley" natural de la conciencia. Por esto los paganos son gobernados, porque ellos, "no teniendo la ley, son una ley para s� mismos", etc. Los transgresores de esta ley ser�n "azotados con pocos azotes".

2. La "ley" del Antiguo Testamento, que es principalmente negativa. "No." Esta ley es m�s alta que la ley de la naturaleza, m�s clara, minuciosa, estricta.

3. Pero por encima de ambos est� la "ley" del amor, la ley del evangelio. Dios te ama, ama tambi�n a �l y muestra tu amor por medio de la obediencia.

II. A medida que estas leyes se elevan en su car�cter, tambi�n lo hacen en su obligaci�n para con nosotros; y los pecados cometidos contra ellos crecen en la misma proporci�n. �Seremos juzgados por el est�ndar m�s alto! Ahora bien, no hablo de los pecados m�s graves prohibidos por los Diez Mandamientos, sino de aquellos que, para algunos, casi no son pecados en absoluto, pero que, medidos por la ley del evangelio, son quiz�s los m�s graves para Dios. Como es la luz, as� es la sombra; y el pecado comparativamente peque�o de un hijo aflige m�s a un padre que el pecado m�s grande de un extra�o.

Desde este punto de vista, entonces ...

1. Debe ser pecado en un cristiano no ser feliz. Porque esto debe ser porque no conf�as en el Padre, quien ha dicho que tus pecados fueron "borrados".

2. O, si crees que amas y eres amado por Dios, est�s ansioso, no solo desobedeces un mandamiento, sino que cuestionas el cuidado y la promesa de un Padre.

3. O, si su religi�n es solo una religi�n de miedo, obediencia sin afecto, a los ojos de Dios no vale nada, porque "El amor es el cumplimiento de la ley". Luego es pecado.

4. O, si amas al mundo tanto como a Dios, �c�mo puede el gran Dios que dice: "Dame tu coraz�n", que no es una parte de �l, estar satisfecho? Y si no est� satisfecho, eso es pecado.

III. Si quiere medir el pecado, calc�lelo en el Ed�n o en el Monte Calvario. �En el Ed�n, un trozo de fruta prohibida arruin� el mundo! En el Calvario, se necesit� la muerte del Hijo de Dios para reparar el naufragio. Recuerde esto la pr�xima vez que sienta la tentaci�n de pecar. Piense: "Si cometo ese pecado, le costar� la sangre del Hijo de Dios lavarlo". Esa es la ley del cielo; y por esa ley conocemos el pecado. ( J. Vaughan, MA )

La oficina de la ley

La esposa de un borracho encontr� una vez a su marido en un estado de inmundicia, con la ropa rasgada, el pelo enmara�ado, la cara magullada, dormido en la cocina, despu�s de haber vuelto a casa despu�s de una fiesta de borracheras. Ella mand� llamar a un fot�grafo, hizo que le tomaran un retrato con toda su miserable apariencia, y lo coloc� en la repisa de la chimenea junto a otro retrato tomado en el momento de su matrimonio, que lo mostraba guapo y bien vestido, como lo hab�a estado en otros tiempos. dias.

Cuando se volvi� sobrio, vio las dos im�genes y se despert� a la conciencia de su condici�n, de la cual se levant� a una vida mejor. Ahora, el oficio de la ley no es salvar a los hombres, sino mostrarles su verdadero estado en comparaci�n con el est�ndar Divino. Es como un vaso en el que se ve "qu� clase de hombre es". ( DL Moody. )

El conocimiento del pecado por la ley

Cuando se nos dice lo que debemos hacer, aprendemos que no estamos haciendo lo que debemos.

1. La m�s leve chispa de conciencia natural en un seno salvaje sirve al menos para este fin, que los actos m�s groseros de traici�n o crueldad del b�rbaro le parecen malvados incluso a �l mismo. La conciencia educada de un antiguo griego o romano le impuso un est�ndar m�s severo y lo avergonz� de cr�menes menos flagrantes. El c�digo m�s noble de Mois�s, dado por Jehov� mismo, ense�� al pueblo hebreo gradualmente a considerar pr�cticas pecaminosas que las naciones vecinas llamaban inocentes, y exalt� todo vicio instintivo de la sangre en la transgresi�n expresa de un estatuto registrado.

La moral del Nuevo Testamento ha hecho que la conciencia moderna sea m�s r�pida que nunca para detectar y m�s fuerte que nunca al condenar lo que es falso, deshonroso, impuro y poco generoso. As�, cada adici�n a la ley revelada ampl�a el conocimiento de los hombres de lo que es pecaminoso y empuja hacia adelante la frontera de lo prohibido un poco m�s cerca de la l�nea ideal que prescribe la naturaleza de Dios.

2. Una vez m�s, cuando una ley ha logrado educar la conciencia para que reconozca que lo que est� prohibido es en s� mismo malo, que lo que se manda es correcto, se sigue un cierto deseo de guardar esa ley, un esfuerzo incluso despu�s de guardarla. No podemos aprobar lo que es bueno y no queremos perseguirlo. La presi�n moral as� ejercida sobre los gustos naturales de un hombre sirve, en muchos casos, para revelarse a s� mismo su impotencia moral.

El bien que le gustar�a hacer en su mejor humor no lo logra en el momento de la tentaci�n; y cuando llega el retroceso, y el deseo se ha reducido a cenizas blancas y fr�as, y la ley despierta de nuevo dentro de la conciencia para juzgar al hombre por ese d�bil y malvado que cede a un deseo impropio, entonces llega un conocimiento nuevo y muy amargo del pecado. . Es el conocimiento del pecado como algo fuerte, m�s fuerte que yo, un poder odioso y hostil, un d�spota ajeno, que se ha atrincherado en mi naturaleza y se ense�orea de todo lo que es sano en m�.

3. Supongamos, adem�s, que un hombre se ha convertido en una criatura de la ley hasta el punto de que, mediante una larga educaci�n, ha sido entrenado para caminar con satisfacci�n dentro de sus estrechas vallas; se ha acostumbrado a controlar su temperamento y sofocar sus pasiones, y llevar siempre un rostro suave y decoroso; supongamos que �l es as� todo lo que la ley puede hacer de �l, irreprochable en presencia de la sociedad, hablado con justicia, escrupuloso, "como toca la ley intachable" - por qu� entonces s�lo est� en el camino hacia un conocimiento a�n m�s profundo del pecado.

Porque un hombre as�, si es honesto y meticuloso, admitir� para s� mismo que en el fondo de este exterior intachable no se apagar�n las viejas pasiones ni se matar� la vieja voluntad propia. Admitir� que al hacer violencia a sus gustos no los ha cambiado. Simplemente se ha entrenado a s� mismo en la prosperidad exterior, pero en la ra�z sigue siendo imp�o. �Es injusto decir que tal justicia es poco mejor que una m�scara, �til en la sociedad, pero que seguramente ser� detectada por el juicio del Cielo? �Que el coraz�n de tales hombres se asemeja a un volc�n sobre el que la lava se ha enfriado mientras tanto? �Qu� tremendo conocimiento del pecado hay aqu�! �Qu� descubrimiento de lo incurable de la maldad del coraz�n! �Qu� revelaci�n de la impotencia de la ley y lo inalcanzable de la justicia genuina bajo cualquier sistema de represi�n legal! Ciertamente, seg�n la ley, haz lo que quieras, �No hay camino hacia una justicia satisfactoria a los ojos de Dios, sino solo hacia un conocimiento cada vez m�s profundo del pecado! (J. Oswald Dykes, DD )

La ley el est�ndar

Cuando Chicago era una ciudad peque�a, se incorpor� y se convirti� en una ciudad. Hab�a una cl�usula en la nueva ley que dec�a que ning�n hombre deber�a ser polic�a si no ten�a cierta altura, digamos cinco pies y seis pulgadas. Cuando los comisionados llegaron al poder, anunciaron a los hombres como candidatos, y en el anuncio dec�an que ning�n hombre necesitaba postularse si no pod�a traer buenas credenciales para recomendarlo. Recuerdo que un d�a pas� por la oficina y hab�a una multitud esperando para entrar.

Bloquearon bastante el lado de la calle; y estaban comparando notas en cuanto a sus posibilidades de �xito. Uno le dice a otro: "Tengo una buena carta de recomendaci�n del alcalde y otra del juez supremo". Otro dice: �Y tengo una buena carta del Senador Fulano de Tal. Seguro que voy a entrar ". Los dos hombres se acercan juntos y depositan sus cartas sobre el escritorio de los comisionados.

"Bueno", dicen los funcionarios, "ciertamente tiene muchas cartas, pero no las leeremos hasta que lo midamos". �Ah! se olvidaron por completo de eso. De modo que el primer hombre est� medido y s�lo mide cinco pies. �No hay oportunidad para usted, se�or; la ley dice que los hombres deben medir cinco pies y seis pulgadas, y usted no cumple con el est�ndar ". El otro dice: �Bueno, mi oportunidad es mucho mejor que la suya.

Soy un poco m�s alto que �l ". Empieza a medirse por el otro hombre. Eso es lo que la gente siempre est� haciendo, midi�ndose a s� misma por los dem�s. M�dete por la ley de Dios, y si lo haces, encontrar�s que te has quedado corto. Se acerca a los oficiales y lo miden. Mide cinco pies y cinco pulgadas y nueve d�cimas. �No es bueno�, le dicen; �No est�s a la altura.

"Pero s�lo me corto una d�cima parte de una pulgada", protesta. "No importa", dicen, "no hay diferencia". Va con el hombre que med�a metro y medio. Uno se queda corto de seis pulgadas y el otro s�lo un d�cimo de pulgada, pero la ley no se puede cambiar. Y la ley de Dios es que nadie entrar� en el reino de los cielos con un solo pecado. El que ha quebrantado la ley m�s peque�a es el culpable de todos. ( DL Moody. )

El conocimiento del pecado solo por la ley

Todo lo que hace la ley es mostrarnos cu�n pecadores somos. Pablo ha estado citando de las Sagradas Escrituras; y verdaderamente arrojan una luz espeluznante sobre la condici�n de la naturaleza humana. Esta luz puede mostrarnos nuestro pecado; pero no puede quitarlo. La ley del Se�or es como un espejo. Ahora, un espejo es una cosa fundamental para saber d�nde est�n las manchas en tu cara; pero no puedes lavarte en un espejo, no puedes deshacerte de las manchas mirando en el espejo. La ley est� destinada a mostrarle al hombre cu�nto necesita ser purificado; pero la ley no puede limpiarlo. La ley prueba que estamos condenados, pero no nos trae nuestro perd�n. ( CH Spurgeon. )

Versículos 21-26

Pero ahora se manifiesta la justicia de Dios sin la ley.

La justicia de Dios es

I. Preparado por Dios. Ideado; aprobado; conferido por �l.

II. Atestiguado por la ley y los profetas.

III. Asegurado por Cristo. Gracia gratuita; redenci�n; propiciaci�n.

IV. Dise�ado para todos. Todos lo necesitan; todos son criaturas de Dios.

V. Recibido por fe. Sin m�rito; sin obras.

VI. No invalida, pero establece la ley. ( J. Lyth, DD )

La justicia de dios

El ap�stol muestra:

I. Que es una justicia divina, no humana. Esa justicia que hab�amos perdido en Ad�n no era m�s que una cosa humana, finita como el que la perdi�; pero lo que ganamos es Divino y forma una compensaci�n infinita. Se llama la justicia de Dios, porque es:

1. Proporcionado por �l.

2. Fundada en las obras y sufrimientos del Hijo de Dios.

3. Proporciona tal compensaci�n por la injusticia humana, que no solo lo quita todo, sino que brinda una base nueva, mucho m�s alta y m�s segura para que el pecador descanse.

II. Que es una justicia sin ley. No una justicia il�cita, una que no se base en la ley, o una que disponga qu� ley ha sido anulada, sino una que, en lo que a nosotros respecta, no tiene nada que ver con la ley en absoluto. No es una justicia que pide que hagamos u obedezcamos nuestra parte para completarla, porque entonces dejar�a de ser "la justicia de Dios" y se convertir�a en "la justicia del hombre". En lo que concierne a Dios y a Cristo, tiene todo que ver con la ley, pero en lo que a nosotros respecta, no tiene nada que ver con ella.

III. Que ha sido "manifestado". No es algo oculto a la vista. Dios se ha esforzado infinitamente en llevarlo adelante tanto por nuestra cuenta como por la suya.

IV. Que es una justicia testificada por la ley y los profetas. No es algo que ahora salga a la luz por primera vez; es algo que se ha proclamado desde el principio. A esto se ha dirigido la mirada de cada santo, desde Abel hacia abajo; en esto se han apoyado los pies de cada santo, esto ha establecido todo tipo, profec�a y sacrificio.

V. Que es una justicia que es por la fe de Jesucristo. No es nuestra fe la que es nuestra justicia. Si fuera as�, entonces la fe ser�a una obra, y entonces deber�amos ser justificados por nuestros propios actos. Es al creer que nos identificamos con Cristo, de modo que su obra se vuelve nuestra; Su sufrimiento el nuestro; Su cumplimiento de la ley y nuestra obediencia.

VI. Que es justicia para los injustos. "Porque no hay diferencia: por cuanto todos pecaron y est�n destituidos de la gloria de Dios". Es nuestra injusticia la que nos sirve para esto. Qu� tonter�a, entonces, decir: "Soy un pecador demasiado grande para ser perdonado". Es como el sol. Es un sol, pero es suficiente y gratuito para todos. ( H. Bonar, DD )

La justicia de dios

En varios lugares, esta frase significa o esa santidad y rectitud de car�cter que es el atributo de Dios, o esa justicia distributiva por la cual �l mantiene la autoridad de Su ley; pero cuando se refiere a la salvaci�n del hombre, significa, como en Romanos 3:21 , el cumplimiento de la ley o la perfecta conformidad con ella en todas sus exigencias, que, de acuerdo con su justicia, Dios ha designado y provisto para la salvaci�n de los pecadores.

Esto implica que la justicia infinita de su car�cter requiere lo provisto, y tambi�n que sea aprobado y aceptado; porque si es la justicia de Dios, debe ser requerida y aceptada por la justicia de Dios. La justicia de Dios, que se recibe por fe, denota algo que se convierte en propiedad del creyente. Entonces, no puede ser aqu� el atributo divino de la justicia, sino la obra divina que Dios ha realizado a trav�s de su Hijo.

Esta es, en verdad, la justicia de Dios, porque ha sido provista por Dios, y desde el principio hasta el final ha sido efectuada por Su Hijo Jesucristo, quien es el Dios poderoso y el Padre de la eternidad. A esa justicia debe dirigirse siempre el ojo del creyente; en esa justicia debe descansar; de esa justicia debe vivir; en esa justicia debe morir; en esa justicia debe comparecer ante el tribunal; en esa justicia debe permanecer para siempre en la presencia de un Dios justo ( Isa�as 61:10 ). Esta justicia difiere esencialmente de todas las dem�s justificaciones:

I. En su autor, porque es la justicia no de las criaturas, sino del Creador ( Isa�as 45:8 ).

1. Es la justicia de Dios en el sentido en que el mundo es obra de Dios. El Padre lo cre� por el Hijo de la misma manera que por el Hijo cre� el mundo; y si el Padre efectu� esta justicia porque Su Hijo la efectu�, entonces Su Hijo debe ser uno con �l mismo ( 2 Pedro 1:1 ).

2. Fue durante Su encarnaci�n que el Hijo de Dios obr� esta justicia. Antes actu� como el Creador y Soberano del mundo, pero luego como un siervo. Antes de ese per�odo, �l era perfectamente santo, pero esa santidad no pod�a llamarse obediencia, porque se ejerc�a al hacer la ley y gobernar el mundo. Pero en su �ltima condici�n se someti� a la ley, y en nuestra naturaleza confiri� m�s honor a la ley que la obediencia de todas las criaturas inteligentes, y m�s honor del que hab�a recibido de deshonra de todos sus transgresores ( Isa�as 42:21 ).

3. La obediencia de Jesucristo magnific� la ley porque fue dictada por designaci�n divina ( Zacar�as 2:10 ). Por tanto, es imposible albergar una idea demasiado exaltada de la consideraci�n que Dios tiene por el car�cter de su santa ley.

II. En su naturaleza, esta justicia es doble, cumpliendo tanto el precepto como su castigo. Esto, por cualquier criatura m�s exaltada, es imposible. El cumplimiento de los preceptos es todo lo que se podr�a exigir a las criaturas en su condici�n impecable. Pero el estado del Segundo Hombre era esencialmente diferente. Cristo fue creado bajo la ley, pero fue una ley quebrantada; y, en consecuencia, fue hecho bajo su maldici�n ( G�latas 3:13 ).

La justicia, por tanto, requer�a que �l cumpliera tambi�n la pena. Una simple criatura puede obedecer el precepto de la ley o sufrir la pena que denuncia, pero no puede hacer ambas cosas. Pero Jes�s fue capaz al mismo tiempo de sufrir de la mano de Dios y de obedecer el precepto de amar a Dios. Esto se puso de manifiesto durante todo el per�odo de Su encarnaci�n, as� como en Su muerte. Por los sufrimientos de Cristo, la ejecuci�n de la ley fue completa; mientras que ning�n castigo que pudieran sufrir las criaturas puede designarse as�.

�l es el �nico que puede quitar el pecado mediante el sacrificio de s� mismo. Al soportar el castigo amenazado, satisfizo plenamente la justicia. En se�al de haber recibido una descarga completa, sali� de la tumba; y cuando �l aparezca por segunda vez, ser� sin pecado: el pecado que hab�a tomado sobre �l y todos sus efectos ser�n eliminados para siempre. Pero si nada m�s que el sufrimiento del castigo hubiera tenido lugar, los hombres s�lo habr�an sido liberados del castigo debido al pecado: si hubieran obtenido la recompensa de la obediencia, sus preceptos tambi�n deben ser obedecidos; y esto fue logrado al m�ximo por Jesucristo.

III. En su extensi�n. Cada criatura est� obligada por s� misma a toda esa obediencia a su Creador de la que es capaz. Tiene la obligaci�n de amar a Dios con todo su coraz�n, etc., y m�s all� de esto no puede avanzar. Es evidente, por lo tanto, que no puede tener una justicia abrumadora que se coloque en el camino del m�rito para la cuenta de otro. Y, adem�s de esto, si ha pecado, est� obligado a sufrir por s� mismo toda la pena.

Pero la obediencia de Jesucristo, que es �l mismo infinito, as� como el castigo que sufri�, siendo en s� mismos de infinito valor, pueden ser trasladados en sus efectos sin disminuci�n alguna de sus respectivos valores.

IV. En su duraci�n. La justicia de Ad�n o de los �ngeles solo podr�a estar disponible mientras continuara realiz�ndose. Por tanto, en el momento en que transgredieron, cesaron las ventajas derivadas de toda su anterior obediencia. Pero la justicia de Dios, tra�da por Su Hijo, es una �justicia eterna� ( Daniel 9:24 ).

Se realiz� dentro de un per�odo de tiempo limitado, pero en sus efectos nunca puede terminar ( Isa�as 51:6 , Isa�as 51:8 ; Salmo 119:142 ; Hebreos 10:14 ; Hebreos 9:12 ).

V. En su influencia. Es el �nico motivo de reconciliaci�n de los pecadores con Dios, de su justificaci�n y tambi�n de su intercesi�n ( 1 Juan 2:1 ). Es el precio que se paga por esos nuevos cielos y esa nueva tierra donde habita la justicia. El hombre fue hecho m�s bajo que los �ngeles, pero esta justicia lo exalta por encima de ellos.

El pueblo redimido de Dios est� m�s cerca del trono, mientras que los �ngeles los rodean. Entran en el cielo vestidos con una justicia infinitamente mejor que la que poseen los �ngeles o en la que Ad�n fue creado. ( J. Haldane. )

La justicia de Dios, el temor del hombre y la esperanza del hombre.

Un hombre pobre que hab�a pasado una vida de ignorancia y pecado fue encontrado por un cl�rigo de Londres aparentemente muriendo en un desv�n miserable. Estaba muy angustiado por una causa aparentemente accidental. Una hoja perdida arrancada de un Testamento se encontr� con su mirada. Formaba parte de este cap�tulo. Hab�a le�do la v�vida descripci�n de un pecador y la hab�a aplicado a su propia comodidad. Pero, �d�nde estaba el remedio? donde el evangelio? �Pobre de m�! el peri�dico terminaba, "Pero ahora la justicia de Dios sin la ley es" ... "�Es qu�?" dijo el hombre ansioso.

"�Las siguientes palabras dan alguna esperanza para un pecador como yo?" El resto del cap�tulo le fue le�do y explicado, y las buenas nuevas fueron como agua fr�a para su alma sedienta. ( W. Baxendale. )

El m�todo de justicia de Dios

No hay un episodio m�s interesante en la historia de Inglaterra que la historia del sitio de Calais por Eduardo III. El rey hab�a asediado la ciudad durante un a�o, cuando la guarnici�n se rindi� y el monarca enfurecido exigi� que se le enviaran seis de los principales ciudadanos con las llaves de la ciudad, con ronza al cuello. Seis hombres valientes se ofrecieron como voluntarios para ir a esta cruel embajada, y al instante se les orden� ejecutarlos.

Sin embargo, la reina Filipo intercedi� en�rgicamente por ellos, obtuvo su liberaci�n, los entretuvo y los despidi� a salvo. Ahora compare este ejemplo tan alabado de la clemencia humana con el de Dios y luego confesar� cu�n diferentes son sus caminos a los nuestros y sus pensamientos a nuestros pensamientos. Esos burgueses merec�an no sufrir, y el rey solo les concedi� la vida en hosca sumisi�n a la importunidad de su reina.

Y ella no los hizo sus amigos, sino que solo los despidi� de una manera honorable para ella. �Con cu�nto mayor amor nos ha tratado nuestro Dios ofendido! Aparecimos ante �l como culpables condenados, y si �l hubiera ordenado nuestra ejecuci�n instant�nea, no podr�amos haber impugnado Su justicia. Sin esperar ser conmovido, fue el primero en pedirnos la reconciliaci�n; y luego, perdon�ndonos nuestros pecados, nos recibe como ni�os. Nota&mdash

I. La relaci�n que subsiste entre Dios y el hombre.

1. Dios es un gran Rey; y todos somos Sus s�bditos naturales. Esto es bastante independiente de nuestra elecci�n o sufragios. Una persona nacida en Inglaterra se encuentra rodeada de leyes que no fueron ni de su invenci�n ni de su adopci�n, pero a las que est� obligado bajo pena de cumplir. Por una necesidad anterior similar, nace bajo un sistema de leyes f�sicas. De lo humano y pol�tico podemos escapar; pero de lo Divino y natural no hay escapatoria.

Ahora bien, as� como naces necesariamente en medio de estos dos sistemas de leyes, tambi�n naces bajo sujeci�n a un tercero, que posee un car�cter superior y m�s terrible. Est�s dispuesto a obedecer las leyes morales de Dios, que son m�s escrupulosas en su aplicaci�n, m�s estrictas en sus requisiciones, m�s tremendas en sus sanciones, m�s duraderas en su funcionamiento que las otras dos. Puede escapar de las espirales de las leyes nacionales viajando a otro pa�s; y ser�s liberado de las leyes f�sicas cuando la muerte te traslade a otro mundo; pero ni siquiera entonces escapar�s del control de la ley moral de Dios.

2. Se prueba que el mundo entero es culpable a los ojos de Dios.

(1) Recurrimos a Su autoridad y sentimos la sumisi�n como una dificultad, simplemente porque somos rebeldes conscientes ante �l. Nuestros son los sentimientos de los culpables que odian las leyes que han violado y cuya violaci�n les ha tra�do problemas. Esto es cierto para toda la humanidad, sin limitaci�n ni excepci�n. Esta es la verdad que San Pablo demuestra en los cap�tulos 1 y 2.

(2) Pero otro modo de razonamiento se adopta en el cap. 5. All�, Pablo anuncia audazmente, como principio fundamental del trato de Dios con la humanidad, la unidad org�nica de nuestra raza. Por lo tanto, si alguna parte es naturalmente repugnante y vil, todo lo es tambi�n; si uno es culpable ante Dios, todos deben ser iguales. Somos una raza pecadora por heredar el pecado de Ad�n.

II. Siendo ese el caso, pregunt�monos: "�C�mo puede un hombre ser justo con Dios?" La respuesta constituye la m�dula y la m�dula del evangelio. Y lo que aprendemos es ...

1. Que Dios puede salvarnos de nuestros pecados y recuperarnos a Su favor.

2. Que �l puede hacer esto perdon�ndonos libre y generosamente todos nuestros pecados, y perdonando absolutamente su castigo.

3. Que este perd�n de los pecados del hombre no es un acto lascivo y arbitrario de la clemencia divina que pueda ultrajar su propia santidad y deshonrar su ley.

4. Tampoco es la recompensa, merecida o inmerecida, de las obras de justicia y obediencia legal, que podemos ofrecer en el futuro como contrapeso y compensaci�n de nuestras transgresiones en el pasado.

5. Pero es posible gracias a los sufrimientos sacrificiales y la muerte de Su Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, quien se entreg� a S� mismo en rescate por nuestras almas.

6. Que este beneficio nos llega simple y �nicamente con la condici�n de fe o confianza en la sangre de Cristo, asumiendo solo que tenemos un conocimiento verdadero del pecado que nos lleva a arrepentirnos de coraz�n y a buscar la liberaci�n de la maldici�n. de una ley quebrantada.

7. Esa delgadez es una forma de hacernos justos a los ojos de Dios en completa armon�a con Su propia justicia perfecta de car�cter y ley.

8. Que este m�todo de justificaci�n se aplica por igual a toda la humanidad, porque as� como no hay una diferencia esencial en su pecaminosidad, tampoco hay ninguna en el camino de su recuperaci�n a la santidad y la vida.

9. Que este plan de misericordia no deja motivo de jactancia al hombre, sino que asegura toda la gloria a Dios.

10. Que es el mismo que ha existido desde el principio, de lo que se habla, aunque vagamente, tanto de Mois�s como de los profetas. La inferencia es clara de que nadie necesita desesperarse; para que todos se salven; que la culpa de la p�rdida de cualquier hombre, a quien se env�a la palabra de esta salvaci�n, debe recaer en �l mismo y no en Dios; y que es deber de aquellos a quienes se ha confiado el ministerio de la reconciliaci�n proclamar una salvaci�n libre, plena y presente a todo aquel que cree. ( TG Horton. )

C�mo alcanzar la justicia

Este pasaje contiene la esencia y el n�cleo de toda la ep�stola. Todo lo que precede simplemente despeja el terreno para ello. Todo lo que sigue est� relacionado con �l como explicaci�n, ilustraci�n, confirmaci�n o aplicaci�n.

I. La justicia es el gran fin del evangelio. Esto se da por sentado en toda la ep�stola.

1. Con inspiraci�n inspirada, Pablo examin� la condici�n de la humanidad y se�al� de inmediato la gran ra�z del mal. Esto no era pobreza, dolor, muerte, sino corrupci�n moral. Vio que ese era el evangelio m�s grande que pod�a sacar a los hombres del lodo de la maldad y poner sus pies sobre la roca de la justicia.

2. Su justicia es justicia real, no la cobertura del leproso con un hermoso manto, sino la curaci�n de la lepra. La justicia del evangelio es la bondad interior de la cual fluyen todas las virtudes. Nada menos que esto satisfar� ...

(1) Los requisitos de Dios. No soportar� la bondad falsa. El Dios de verdad, odiando todas las mentiras, no puede ver a un hombre justo si no lo es.

(2) Los fines de la redenci�n. Ese ser�a un evangelio sumamente inmoral que promet�a la remisi�n de la pena dejando sin corregir la disposici�n de la maldad. El verdadero prop�sito del evangelio es ( Tito 2:14 ).

(3) Las necesidades de nuestras propias almas. Desde que comenz� la guerra entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente, la humanidad ha sentido que el pecado era miseria y la justicia una bendici�n. El hambre y la sed de justicia pueden sofocarse con ansias morbosas de cosas malas. Pero en nuestros mejores momentos se despierta, y luego sentimos que no es suficiente que la piel est� segura si el coraz�n est� enfermo. No queremos simplemente no ser heridos. Queremos "ser buenos".

3. Pablo a veces usa "justicia" en el sentido "forense", es decir, tratar como justo en lugar de hacer justo ( Romanos 4:1 ; Romanos 5:1 ). Pero sab�a que "justificar" significaba tanto hacer justo como perdonar; y as� pasa de uno a otro con poca discriminaci�n aparente, porque ve que son s�lo dos caras de un mismo hecho.

Por un lado, el acto de perdonar es el incentivo m�s poderoso para un cambio de car�cter. Aquellos que son perdonados m�s aman. As� la justificaci�n produce justicia. Por otro lado, dado que Dios es consciente de esta influencia del perd�n, debe conferir el perd�n con una referencia a �l. Debe ver que al perdonar al pecador est� dando el mejor paso para destruir el pecado.

II. La justicia es un don de Dios. San Pablo ha demostrado la imposibilidad de que el hombre adquiera la justicia por s� mismo. La noche no puede producir d�a. El agua no se elevar� por encima de su nivel. Marah nunca se endulzar�. No podemos volvernos justos mediante el desarrollo natural, ya que solo se puede evolucionar lo que ha estado involucrado anteriormente, y todos hemos perdido la bondad de la inocencia original. La historia ha demostrado que la mejor de las leyes no pudo asegurar este fin.

La ley es buena para detectar la maldad. Es el est�ndar por el cual somos medidos, pero no tiene poder para elevarnos a ese est�ndar. Ahora podemos ver el valor de la gran promesa de la nueva dispensaci�n, de una justicia de Dios, hecha por Dios, dada por Dios. �sta es la idea esencial de la religi�n de la gracia. Por lo tanto, el gran requisito es estar en tal relaci�n con Dios que podamos recibir el don. Si estamos lejos de �l o en enemistad con �l, seremos excluidos de �l. Por tanto, necesitamos reconciliarnos con Dios. Como consecuencia&mdash

III. La justicia se recibe mediante la fe en Cristo. Esta fe no es la mera creencia en una doctrina, sino la confianza activa en Cristo, la confianza pr�ctica en Su gracia, la lealtad obediente a Su voluntad ( Juan 15:10 ).

1. Por la fe en Cristo como sacrificio por el pecado, somos reconciliados con Dios. Cristo, habi�ndose ofrecido a s� mismo a Dios en nuestro nombre, estamos llamados a mirarlo como "el camino" al Padre. Si por orgullo o incredulidad pensamos que podemos prescindir de un Salvador, no debemos sorprendernos si Dios rechaza nuestras propuestas hacia la reconciliaci�n ( Hechos 13:38 ).

La ofrenda de Cristo no solo asegura el perd�n, sino que a trav�s de esto limpia nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo ( Hebreos 9:14 ).

2. Por la fe en Cristo como la revelaci�n de Dios, crecemos a la imagen Divina. Cristo es el hombre modelo porque es el Hijo de Dios. Ser justo es ser como Dios, como Cristo. Cuando confiamos en �l fielmente, caminaremos en Sus pasos en el deseo irresistible de estar cerca de �l, y as�, inconscientemente, creceremos a la semejanza de �l y compartiremos Su justicia.

3. Por la fe en Cristo como nuestro Se�or y Maestro somos conducidos a una obediente lealtad a Su voluntad. El que conf�a en Cristo debe confiar en �l en todas sus relaciones. As�, la fe que se basa en un Salvador se convierte en lealtad cuando se vuelve hacia un Rey. Entonces, la justicia que se neg� a venir a la fr�a y severa orden de la ley brota como una verdadera pasi�n de devoci�n. ( WJ Adeney, MA )

El anuncio de la justicia por la fe

I. Que nadie puede ser justificado por la ley a los ojos del Legislador es evidente; por&mdash

1. Nadie ha hecho las obras de la ley.

2. La ley, cuando se pone en contacto con las obras de los hombres, siempre descubre el pecado y pronuncia la condenaci�n.

3. La ley es solo ley; una regla de vida meramente, y en ning�n sentido o manera un medio de restauraci�n a un estado sin culpa.

II. La justicia o libertad de condenaci�n que revela la dispensaci�n del evangelio, es una justicia que:

1. Dios dise�a; el plan es de Su invenci�n.

2. Dios provee; la preparaci�n es de Su obra.

3. Dios confiere; el otorgamiento es de Su gracia y soberan�a.

4. Dios aprueba; Lo acepta como completo ante sus ojos y lo aceptar� en el �ltimo d�a. Es irreprensible, con rectitud.

(1) Adquirido.

(2) Otorgado.

(3) Considerado como perfecto impecable.

III. Esta justicia es "sin la ley"; enteramente distinto de �l y sus prop�sitos, perteneciendo a otra provincia por completo.

1. No est� previsto por la ley.

2. No deriva ninguna ayuda, direcci�n, eficacia de ning�n tipo de la ley.

3. No tiene ninguna referencia o conexi�n con la ley, excepto cuando la ley muestra la necesidad que debe satisfacerse.

III. Es atestiguado o testificado como una provisi�n divina, tanto por la ley que revela el pecado como por la profec�a que lo denuncia.

1. Seg�n sea necesario. La ley, en el libro o en el coraz�n, asiente silenciosamente su necesidad, siendo muda con respecto a cualquier otro medio de justificaci�n.

2. Como es posible. En toda la voz de la ley, tal como Dios la ha hablado, se mezcla un indicio de un posible perd�n, no de la ley, sino de la misericordia de Dios.

3. Como se proporciona. En toda la ley escrita y la profec�a del Antiguo Testamento se anuncia formalmente el perd�n gratuito, como justicia de Dios. La "justicia" del perd�n evang�lico:

(a) No es nada nuevo. Obtenido por Abel, Enoc, Abraham, sin la ley.

(b) Se manifiesta ahora en los medios de su provisi�n, la plenitud del amor que lo proporciona, los signos y sellos de su aprobaci�n Divina, y la plenitud de su restauraci�n a favor y privilegio.

(c) Est� en perfecta armon�a con la ley, aunque pertenezca a otra esfera; ya que reconoce, respeta y satisface las demandas de la ley, y prev� su mantenimiento como una regla de vida justa; por eso la ley lo testifica de buena gana.

IV. Esta "justicia" siempre se ha obtenido por fe (v�ase el cap�tulo 4) . Ahora, por la fe que descansa no solo en Dios como perdonador, sino tambi�n en Cristo como procurador del perd�n. Fe&mdash

1. Est� de acuerdo con la necesidad y suficiencia de esta justicia.

2. Consentimiento para su otorgamiento.

3. Se basa en la obra de Cristo y la palabra de promesa.

4. Reclama, busca, capta y sostiene esta justicia.

V. Se lleva a todos en la manifestaci�n del evangelio, y se confiere a todos los que creen, sin distinci�n.

1. La necesidad es universal; entonces el remedio.

2. No hay distinci�n en la condenaci�n (ver Romanos 2:6 ); ninguno en la justificaci�n.

3. Fe, una condici�n de la que todos somos capaces; y lo �nico de lo que son capaces (vers�culo 23).

(1) Todos realmente han transgredido.

(2) Por lo tanto, todos se han �quedado atr�s en la carrera� por la aprobaci�n divina o el otorgamiento de gloria ( Romanos 1:10 ).

(3) Todos han hecho imposible que est�n justificados por la ley.

(4) Dios, por tanto, dado que la provisi�n es tan grande como la necesidad, la pone al alcance de todos. ( W. Griffiths. )

Justificando la justicia

De todos los temas, ninguno es tan importante como: �C�mo puede el hombre ser justo con Dios? y, sin embargo, no hay ninguno en el que los hombres se enga�en tan f�cilmente. La conciencia le dice al hombre que ha pecado y, sin embargo, cuando se le pregunta c�mo espera obtener la felicidad futura, o elude la pregunta o se refugia en alg�n refugio de mentiras. Y la raz�n es que el hombre est� completamente ciego a su verdadera condici�n, no conoce la malignidad de la enfermedad y, por lo tanto, no puede aprehender el remedio.

Antes de que un pecador pueda siquiera entender el evangelio, debe ver y darse cuenta de su verdadera posici�n bajo el gobierno de Dios. Su posici�n es claramente esta: ha transgredido la ley y est� condenado a muerte. Entonces, �c�mo puede ser restaurado al favor de Dios? �C�mo puede el gobierno de Dios permanecer inmutable mientras esta criatura es salva? A esta pregunta tienes la respuesta, que el pecador es justificado y salvo por medio de la justicia.

Esto se desprende del texto y de la naturaleza del caso. Fue la justicia lo que Dios requiri� del hombre al principio, al no cederla perdi� su derecho a la vida; y como el car�cter de Dios es inmutable, s�lo cuando puede alegar una justicia amplia como las exigencias de la ley puede ser restaurado a favor.

I. Esta justicia no es del pecador, sino de otro (ver tambi�n Romanos 1:17 ; Romanos 3:20 ). Y, sin embargo, ante esto, multitudes buscan entrar al cielo por una puerta que sus propios pecados les han cerrado.

Preg�ntele a ese hombre del mundo cu�l es el fundamento de su esperanza por la eternidad, y su respuesta es que nunca ha sido culpable de una transgresi�n abierta y flagrante. Preg�ntele a ese sensualista, y su respuesta es que �l conf�a en que sus obras de caridad expiar�n estas debilidades. El profesor de religi�n responde que hace lo mejor que puede, que es sincero y que conf�a en que Dios tomar� la voluntad por el acto.

Pero vosotros, que quer�is ser justificados por vuestra obediencia a la ley, �hab�is considerado realmente lo que exige la ley? Exige perfecta obediencia y condena la menor transgresi�n. �Tienes una justicia como esta? Por lo tanto, �no est� claro que si alguna vez la ley se afloja en ti, la raz�n no debe ser tu justicia, sino la justicia de otro?

II. Esta justicia solo se puede conocer por revelaci�n. Siendo una justicia provista por Dios, nadie m�s que Dios puede descubrirla. Fue revelado al principio en el Ed�n como el fundamento de la esperanza del pecador - el ritual jud�o era una revelaci�n continua de �l - los profetas dieron testimonio de ello, hablando de Aquel que deber�a magnificar la ley y hacerla honorable, y el Todo el Nuevo Testamento es una revelaci�n brillante de que Dios ha provisto una justicia, a trav�s de la cual �l puede ser justo cuando justifica a los imp�os.

Una conciencia despierta le dice al pecador que no tiene recursos propios para satisfacer las demandas de una ley violada; y, si mira a su alrededor y le pregunta a toda la creaci�n, �c�mo puede Dios ser justo y yo ser salvo? La creaci�n permanece en silencio y est� cubierta de oscuridad. Pero una voz viene de la Biblia que lo salva de la desesperaci�n ( Romanos 10:6 ).

III. Esta justicia se forj� en la naturaleza humana. Las circunstancias lo hicieron necesario. Dios fue deshonrado en la tierra y, por tanto, debe ser glorificado en la tierra. "Los ni�os eran part�cipes de carne y sangre", y su Redentor, por tanto, "debe formar parte de los mismos". La primera revelaci�n de esta justicia, en consecuencia, se hizo en la promesa de que la simiente de la mujer herir�a la cabeza de la serpiente; y, a su debido tiempo, esta promesa se cumpli� en el Segundo Ad�n, de pie en la habitaci�n de Su pueblo como su representante y cabeza ( Romanos 5:19 ). El que as� naci� de mujer, fue "hecho bajo la ley"; es decir, se enfrent� a la ley como garant�a de su pueblo, y cumpli� al m�ximo todas sus demandas contra ellos.

IV. Esta justicia es la justicia de Dios. Es cierto que el Redentor era un hombre; pero bajo ese velo de humanidad, la fe contempla a Jehov�. Sin este fuera el caso, la salvaci�n de su pueblo ser�a imposible. Tuvo que hacer expiaci�n por su pecado, pero la justicia de una simple criatura habr�a sido completamente insuficiente, porque una criatura ya le debe a Dios toda la obediencia que puede rendir.

Por tanto, la justicia por la cual el pecador es justificado es la justicia de una persona divina. Por tanto, le�ste que este es el nombre con el que ser� llamado Jehov� justicia nuestra. Es la justicia del Mediador, de Dios manifestada en carne, de Aquel que es Dios y hombre en dos naturalezas distintas y una sola persona; y como tal responde, s�, m�s que responde, a todas las exigencias de una ley violada. Porque, �qu� mayor honor puede recibir la ley que el hecho de que Dios mismo se convirtiera en su siervo y obedeciera todos sus mandamientos?

V. Esta justicia "es para todos". Est� tan completamente al alcance del pecador, que si una vez se entera de ello, no puede perecer sin apartarlo de �l y rechazarlo. La serpiente de bronce era un regalo gratuito de Dios para todos; a todos se les orden� mirarla; y as� como Mois�s levant� la serpiente en el desierto, as� ha sido levantado el Hijo del Hombre, etc. Las ciudades de refugio estaban abiertas a todo homicida. Y as� es con la justicia de Cristo; Todo pecador que se entera de ello es invitado y se le ordena que huya en busca de refugio.

VI. Esta justicia est� sobre todos los que creen. El creyente est� vestido y cubierto con �l. Siendo uno con Cristo por la fe, la justicia de Cristo es suya; se le trata como alguien que obedeci� cuando Cristo obedeci�, como alguien que sufri� cuando Cristo sufri�, como alguien que es, por tanto, tan justo como Cristo. ( Soy McGillivray. )

Versículo 22

La justicia de Dios que es por la fe de Cristo para todos y sobre todos los que creen.

Esta justicia es

I. Divino en su naturaleza.

II. Libre en su dispensaci�n - para y para todos los que creen.

III. Ilimitado en su oferta, no hay diferencia. ( J. Lyth, DD )

La gracia de Dios abundante

La gracia de Dios se asemeja a un diluvio de agua, que no solo llega a los creyentes, sino que cae sobre ellos como las olas del mar, para cubrir toda su injusticia y ahogar toda su culpa. Sus pecados se hunden en sus profundidades como piedras en medio del oc�ano, para nunca m�s ser recordados contra ellos para siempre. ( TG Horton. )

Porque no hay diferencia.

Todos involucrados en el mismo peligro

Cuando naufraga el barco, �qu� importa que algunos se ahoguen en el mar y otros se acerquen a tierra y se pierdan? �O incluso que uno est� a un brazo de distancia de la orilla cuando se hunde para siempre y se pierde de vista? �De qu� sirve? Est�n todos perdidos. Este mundo es un mundo destrozado; el alma m�s fuerte no puede alcanzar el refugio de un estado perfecto de ser con sus propias fuerzas. Todos estamos indefensos ante la tormenta de rel�mpagos, viento y olas. "No hay diferencia, porque todos pecaron". ( H. Elvet Lewis. )

La plataforma adecuada

1. La verdad establecida aqu� y en Romanos 3:23 es de inmenso momento. Debe tomar la posici�n correcta si desea viajar en la direcci�n correcta. En un gran cruce ferroviario, lo principal es llegar al and�n correcto de la estaci�n a la que desea llegar. Lo mismo ocurre con todos los que desean llegar al cielo. Pero, �cu�l es esa plataforma? El de la autocondena. Es dejar de lado toda s�plica moralista y justificable, y tomar el lugar de un pecador ante los ojos de Dios.

2. La Versi�n Antigua, �No hay diferencia�, apenas pone la verdad tan claramente como la Nueva. Existe una gran diferencia entre uno y otro en cuanto a la medida de la responsabilidad y la cantidad de culpa. Grande es la diferencia entre un ingl�s y un �rabe; entre un joven que cede por primera vez a alguna sutil tentaci�n y el pecador canoso que ha sido el medio de tropiezo para multitudes.

3. Pero a pesar de estas diferencias "no hay distinci�n". No hay quien haya guardado la ley. "Todos est�n destituidos de la gloria de Dios". En un partido de tiro con arco, muchos prueban su habilidad y algunos se acercan m�s que otros; pero la �nica cuesti�n de importancia es si alguien realmente da en el clavo. Si de lo contrario, todos fallan por igual. En el asunto que tenemos ante nosotros, la santidad perfecta es el fin de la ley de Dios. �Pero qui�n lo ha alcanzado? Sin duda, algunos pueden acercarse m�s que otros, pero �d�nde est� el que nunca ha fallado?

4. Reconozca esto ante Dios. No presente ning�n reclamo para la detenci�n del juicio. No intente adormecer la conciencia imagin�ndose que no es peor que los dem�s. Un pecado es suficiente para probar que eres culpable, �cu�nto m�s miles?

5. Por tanto, aprenda la lecci�n. Agacharse y ocupar el lugar m�s bajo, dispuesto a ser salvado en pie de igualdad con un criminal. �Dios, ten misericordia de m�, pecador� debe ser tu �nica s�plica. Entonces est�s en la direcci�n correcta. Mant�ngase en esa l�nea y llegar� al final de su viaje. ( G. Everard, MA )

Versículo 23

Por cuanto todos pecaron y est�n destituidos de la gloria de Dios.

El pecado como un hecho

I. La necesidad de un claro sentido del pecado.

1. El evangelio es un remedio glorioso para una enfermedad universal y por lo dem�s incurable; y el primer paso debe ser siempre hacernos sensibles a esa enfermedad. Porque uno de sus s�ntomas m�s peligrosos es que hace que los hombres se vuelvan insensibles. Y, dado que el remedio no es uno que pueda tomarse simplemente de una vez por todas, sino que requiere una aplicaci�n prolongada, el hombre debe estar completamente persuadido de que tiene la enfermedad antes de tomarse las molestias necesarias para curarse de ella. Intentemos y veamos qu� significa "todos habiendo pecado".

2. Cuando alguno de nosotros mira con dureza a la humanidad, o dentro de s� mismo, una cosa dif�cilmente puede dejar de golpearlo. Es la presencia del mal. Desde el principio, la historia del hombre ha sido una historia de equivocarse y obrar mal. Desde el principio, nuestra propia historia personal ha sido una historia de bien interrumpido y mal entrometido.

3. Algunos han dicho: �No se lo digas a la gente; olvida que hay maldad en ti; y t� y ellos se volver�n buenos. Puede ser cierto que exista una mancha tan oscura en la naturaleza; pero mirarlo es doloroso e in�til; mira el lado positivo." Pero, �cree usted que el mal de nuestra naturaleza se puede eliminar as�? Pru�belo durante un d�a, durante una hora; entonces ten estricta y despiadada cuenta. Y si se quiere m�s tiempo, pru�belo durante un a�o; luego ret�rate y sigue tu camino durante el tiempo.

�No ven todos los hombres que volver�a a ser simplemente el cuento del tonto avestruz, que se imagina a s� mismo a salvo del cazador ocult�ndolo de su vista? No; un hombre que quiera deshacerse del mal debe abrir los ojos, enfrentarse a �l y conquistarlo.

II. El pecado se distingue de todos los dem�s males.

1. Hay dolores corporales, malestares, miserias, comunes a nosotros ya todos. Ahora bien, si conseguimos huir de ellos, nos deshacemos de ellos. No necesitamos estudiar su naturaleza. Pero el hombre que desea evitar el mal en este mundo debe estar despierto y consciente de las formas y accesos del mal. Su misma seguridad consiste en ello. Por lo tanto, el mal es un asunto de un tipo totalmente diferente al dolor corporal, la miseria o la muerte.

2. El mal no es de ninguna manera nuestra �nica fuente interna de molestias y obst�culos. Todos tenemos defectos y enfermedades. Pero no miramos a ninguno de estos como miramos al mal. Que se demuestre que somos torpes, d�biles o inferiores a otros, lo aguantamos, lo disculpamos, nos acomodamos todo lo que podamos debajo de �l; pero que se demuestre una vez que hemos deseado, dicho, hecho, lo que es malo, y sabemos de inmediato que no hay excusa para ello.

Podemos tratar de demostrar que lo hicimos sin darnos cuenta, o por la fuerza de las circunstancias, o de alguna manera para disminuir nuestra propia participaci�n en ello, pero el mismo trabajo para construir una excusa muestra que consideramos que el mal en s�, como mal, es inexcusable. Hasta ahora, entonces, este mal es algo de lo que nuestra propia naturaleza nos ense�a a rebelarnos y aborrecer. Ning�n hijo de hombre jam�s dijo o podr�a decir, desde lo m�s �ntimo de su coraz�n: "Mal, s� t� mi bien". Se requiere m�s que un hombre para decir esto.

III. El pecado es transgresi�n de la ley.

1. Lo que hemos dicho muestra que hay una ley implantada en nuestra naturaleza por la cual se evita el mal y se desea el bien. Todas nuestras leyes, la opini�n p�blica, incluso nuestras formas de pensar y hablar, se basan en esto.

2. Ahora bien, cuando el hombre dice o act�a mal, �qu� tipo de cosas hace? �Es una condici�n necesaria de nuestras vidas que debamos pactar con el mal? Ciertamente no. Cada protesta, resistencia, victoria sobre �l, prueba que el mal no es necesario para nuestro ser. Pero por cierto que esto es, la libertad y la victoria sobre el mal no es aquello por lo que todos los hombres se esfuerzan. Un hombre busca la gratificaci�n sensual; otra riqueza; un tercer poder; una cuarta reputaci�n, etc.

, etc .; y as�, no el objetivo m�s elevado del hombre de ser bueno, sino un objetivo muy por debajo de este, es seguido incluso por los mejores de la humanidad a veces. Ahora bien, cada uno de estos objetos inferiores, si se sigue como un objeto, necesariamente pone al hombre en contacto y se compromete con el mal. La codicia, la intemperancia, la injusticia, la crueldad, la opini�n arrogante de uno mismo y un centenar de otras cosas malvadas acosan a todos en esos cursos de la vida.

3. Cuando un hombre vive de esa manera, est� desobedeciendo esa gran primera ley de nuestro ser por la cual elegimos el bien y aborrecemos el mal. Ahora, siempre que hacemos esto, pecamos. "Todo pecado es transgresi�n de la ley".

4. Ahora, el pecado se comete contra una persona. Y esta ley del bien y del mal de la que hemos estado hablando, surge de ese Santo y Justo que nos hizo y ante quien somos responsables. Todo pecado est� en su contra.

IV. Todos han pecado. Y al insistir en esto, el hecho de que todos los hombres hayan heredado la disposici�n al pecado es necesariamente lo primero. Y, heredando esta disposici�n, pero heredando tambi�n la gran ley interior de la conciencia que nos advierte contra el mal, hemos seguido una y otra vez, no la buena ley, sino la propensi�n al mal. En la infancia rebelde esto ha sido as�; en la juventud apasionada; en una hombr�a tranquila y deliberada. Ahora bien, siendo as�, �puede el pecado estar a salvo? �Puede un pecador ser feliz? El pecado es y debe ser la ruina del hombre, en cuerpo y alma, aqu� y en el m�s all�. ( Dean Alford. )

La acusaci�n de pecado universal

I. La acusaci�n aqu� presentada es la de haber pecado, y es la acusaci�n m�s solemne y terrible. "Necios", de hecho, "se burlan del pecado"; y que lo hagan, es una prueba de su insensatez. Dios es amor; y en consecuencia, su ley requiere amor. Amar a Dios con todo el coraz�n, ya sus semejantes como a s� mismos, es la esencia de esa ley. Quebrantar esta ley es pecado; y el pecado s�lo produce miseria y ruina.

Acusar a una persona de haber pecado es acusarla de haber actuado en contra del prop�sito para el cual fue creada; con haber fallado en amar y obedecer al mejor y m�s grande de los seres; con ser culpable de la misma conducta con el que ech� a los �ngeles del cielo y al hombre del para�so. Seguramente este es un cargo solemne. �Queremos otros ejemplos de la maldad de haber pecado? �Por qu� el Diluvio? �Por qu� el fuego sobre la gente de Sodoma y Gomorra? etc. Porque hab�an pecado. O, para dar un ejemplo m�s terrible y decisivo, �por qu� muri� el Hijo de Dios en la Cruz? Porque hab�a asumido la naturaleza y la causa de los pecadores.

II. Las personas contra las que se lleva. "No hay diferencia; por cuanto todos pecaron �, en su progenitor y representante, y tambi�n en sus propias personas. Pero esta es una verdad desagradable para el orgullo del hombre. Y bajo la influencia de este principio, estar� m�s dispuesto a preguntar: ��Qu�! no hay diferencia? �No hay diferencia entre el justo Abel y el malvado Ca�n? entre el impenitente Sa�l y el contrito David? �Son todos igualmente culpables ante Dios? " En cierto sentido, todas estas personas no son iguales.

No todos han pecado de la misma manera, en la misma medida, en el mismo grado. Aqu� hay una gran diferencia entre ellos. Pero en el sentido mencionado en el texto, todos son iguales. Todos han pecado; y aqu� no hay diferencia. Aunque no sean igualmente culpables, todos son culpables ante Dios.

III. El alcance de la acusaci�n aqu� tra�do. �Todos pecaron y, al hacerlo, est�n destituidos de la gloria de Dios�. Esta expresi�n significa:

1. No rendir a Dios la gloria a la que tiene derecho. Requiere que todas sus criaturas le glorifiquen. Los ha creado para su gloria; y cuando cumplen el prop�sito para el que �l los cre�, entonces lo glorifican. As�, "los cielos cuentan la gloria de Dios". Entonces, �cu�l fue el fin y el prop�sito para el que fue creado el hombre? Amar, obedecer y servir a su Hacedor. Al oponerse a su voluntad, est� �destituido de la gloria de Dios.

�El hombre, un ser viviente y racional, est� colocado, no como las otras obras de la creaci�n, bajo una ley de necesidad que no puede violar, sino bajo una restricci�n moral, por la cual debe mantenerse en el camino del deber. Pero eso no lo retiene tanto. Deshonra a Dios en sus propios dones y se esfuerza, de acuerdo con su poder, para introducir confusi�n en sus obras y derrotar sus grandes y bondadosos designios.

2. El no obtener esa gloria que Dios originalmente dise�� para el hombre. Dios originalmente dise�� al hombre para una gloriosa inmortalidad. Pero por el pecado no alcanz� esa gloria; lo perdi� y lo perdi�. Esto, en verdad, fue la consecuencia de no rendir a Dios la gloria que le correspond�a. Al no haber estado dispuesto a glorificar a Dios, ya no pod�a esperar ser glorificado con Dios. Conclusi�n: Tal vez usted diga: �Vaya, esta doctrina quita toda esperanza.

�Nos llevar�as a la desesperaci�n? No, no a la desesperaci�n de la salvaci�n, sino a la desesperaci�n de justificarse ante Dios. Pero en Cristo hay un perd�n pleno y lleno de gracia por todos sus pecados; se te ofrece nuevamente la gloria. ( E. Cooper. )

La prueba de un pecador

Un joven me dijo una vez: "No creo que sea un pecador". Le pregunt� si estar�a dispuesto a que su madre o hermana supieran todo lo que hab�a hecho, dicho o pensado, todos sus motivos y deseos. Despu�s de un momento dijo: "No, de hecho, no para todo el mundo". "Entonces, �puedes atreverte a decir, en presencia de un Dios santo, que conoce cada pensamiento de tu coraz�n, 'No cometo pecado'?" ( JB Gough. )

La pecaminosidad e incapacidad del hombre

I. Se admite universalmente que algo anda mal en la naturaleza del hombre.

1. En cada uno de nosotros hay algo bueno que percibe algo malo; tambi�n algo que susurra un estado ideal, una especie de reminiscencia de una condici�n perdida.

2. Para dar cuenta de esto, es suficiente si pensamos que nuestra naturaleza ha tenido, originalmente control�ndola, un amor supremo que se ha perdido en gran parte, pero de ninguna manera por completo. Eso en nosotros que nos acusa cuando hacemos lo malo y nos elogia cuando hacemos lo correcto no puede ser pecaminoso, sino santo. Y as� hay en todos nosotros un virrey que afirma la realeza en nombre del verdadero Soberano de nuestras almas. De hecho, nos consideramos unos a otros como seres que no son del todo dignos de confianza. Si el hombre no es una criatura depravada, �por qu� esta sospecha universal? Y, sin embargo, no somos tan depravados como para no saber que somos depravados.

3. A menudo se argumenta que estamos aqu� en un estado de prueba. Pero el hombre como hombre ha tenido su probaci�n y ha ca�do. El "�rbol del conocimiento del bien y del mal" de Ad�n puso a prueba su obediencia. Nuestro �rbol de la vida, Jesucristo, prueba nuestra obediencia. Solo con una diferencia. El primer hombre, que s�lo conoc�a el bien, quer�a saber qu� era el mal. Nosotros, teniendo en nosotros el conocimiento del bien y del mal, se nos pone a prueba si nos adheriremos persistentemente a lo bueno, lo bueno personalizado en Cristo.

II. �Qu� significa esta condici�n?

1. Se sugiere la explicaci�n de la incompletitud. Nuestra naturaleza, dicen algunos, avanza gradualmente hacia la perfecci�n. Dale tiempo y saldr� de acuerdo con la idea m�s elevada que el mejor y m�s inteligente hombre tenga de �l. Lamentablemente, excepto en determinadas condiciones y en un determinado entorno, el hombre a medida que envejece no mejora. Y esta idea no explica nuestro sentimiento de culpa. Deja demasiado de lado. Hay demasiados hechos que quedan fuera de �l. Solo cubre una parte del suelo.

2. Necesita junto con ella la idea de la depravaci�n. La sensaci�n de no estar en lo correcto, de estar equivocado, est� en todos nosotros. Y es un problema interno del que los hombres se escapar�an si pudieran. Pero ning�n hombre puede escapar de s� mismo. Ninguna condici�n externa puede erradicarlo. Los hombres prueban todo tipo de dispositivos para deshacerse de �l. A veces cambian de opini�n, pero eso no altera la condici�n interior.

La mala conciencia est� ah� todo el tiempo, y no hay otra palabra m�s que pecaminosidad que expresar� su naturaleza. Porque es cierto que hay en el hombre no s�lo defectos que significan debilidad, sino tambi�n un defecto paterno que significa culpa.

III. Esta degeneraci�n es total. Afecta a toda la naturaleza. Nuestra naturaleza est� tan conectada, parte con parte, que la degeneraci�n en una regi�n significa degeneraci�n en todas las regiones. Si un hombre es injusto en sus sentimientos, ser� injusto en sus pensamientos y acciones. Es una simple tonter�a hablar de un hombre que es bueno de coraz�n y malo en todas partes. Todo lo que afecte al centro de nuestra naturaleza afecta tambi�n a todas sus partes hasta las extremidades m�s externas.

Si hay sangre impura en el coraz�n, habr� sangre impura en cada vena. Y no hay bondad en ninguna ense�anza que lleve a los hombres a asumir que la pecaminosidad es solo una erupci�n en la piel y no una enfermedad del coraz�n. Solo "los necios se burlan del pecado".

IV. La opini�n que adoptemos de este hecho de la pecaminosidad influir� en nuestra estimaci�n de todas las dem�s verdades vitales. Si la pecaminosidad es solo ignorancia, solo necesitamos un Maestro; aunque solo sea una enfermedad, un m�dico; si solo es un error, un ejemplo. Pero si es algo m�s, necesitamos en Aquel que nos librar� de �l un poder diferente al que posee el Maestro, etc. Pecaminosidad significa ignorancia, error, enfermedad; pero significa mucho m�s.

En muchos casos significa ese estado del coraz�n en el que la idea de Dios es m�s odiosa que la idea del diablo. He conocido hombres y mujeres ca�dos que nunca dejaron de orar "Dios, ten misericordia de m�, pecador", y no puedo olvidar las palabras de Cristo: "Los publicanos y las rameras entran en el reino de Dios antes que t�". Hay pecados de la carne que destruyen la reputaci�n, que traen miseria, degradaci�n social y mucho m�s.

Hay pecados del esp�ritu que no traen ninguno de estos y, sin embargo, colocan a hombres y mujeres a una distancia a�n mayor de Dios. �De qu� condici�n de coraz�n es el que es amable y apacible hasta que alguien le dice una verdad como �Dios es amor�, �Dios es luz�, �tanto am� Dios al mundo�? etc. Errar es humano, pero despreciar y rechazar las afirmaciones de la Deidad, que no es humano, sino diab�lico. Nadie ha tomado una medida verdadera de lo que es el pecado hasta que lo ha considerado en esta, su forma m�s terrible.

Quiero que sienta "la extrema pecaminosidad del pecado", porque s�lo entonces podr� apreciar la inmensa bondad de Dios que "no quiere la muerte del pecador, sino que todos procedan al arrepentimiento". �Donde abund� el pecado, la gracia sobreabund�. Ning�n hombre que aparta la mirada de su pecado y mira a su Salvador necesita desesperarse, pero luego debe mirarlo a �l como su Salvador. Si un hombre puede superar esta condici�n de pecaminosidad mediante el desarrollo natural; si todo anciano est� m�s cerca del ideal de la hombr�a que cuando era joven, entonces un Maestro, etc.

, es necesario; pero si el hombre no puede librarse de la pecaminosidad, entonces el que debe satisfacer las necesidades del caso debe ser humano para comprenderlo, pero m�s que humano para librarlo de un enemigo m�s fuerte que el hombre mismo. ( Reuben Thomas, DD )

Qued�ndose destituido de la gloria de Dios

Diferentes personas, seg�n la diferencia de sus h�bitos de pensamiento, su educaci�n o sus logros morales, adoptan un est�ndar muy diferente de lo que es el pecado. Pero aqu� tenemos la definici�n de Dios: todo lo que "est� destituido de la gloria de Dios", eso es "pecado".

I. Dios mide el pecado por el grado en que el acto, la palabra o el pensamiento lo lastima o lo entristece. Debe ser as�. La �nica regla verdadera para estimar cualquier pecado debe ser quitada de la mente de Aquel cuya mente es la ley, y contra quien ofender constituye pecaminosidad. No digas: ��No tenemos prohibido buscar nuestra propia gloria? Entonces, �c�mo puede Dios buscar su propia gloria? La raz�n por la que ninguna criatura debe buscar su propia gloria es porque toda la gloria pertenece al Creador.

�Qu� significa �estar destituido de la gloria de Dios�? Puede significar estar destituido del cielo, o ser indigno de cualquier alabanza de Dios, o estar destituido de lo que en verdad es la gloria de Dios: Su perfecta imagen y semejanza; no alcanzar, en su pureza, el �nico motivo que Dios aprueba: el deseo de su propia gloria. Me parece que aunque todos los dem�s sentidos est�n incluidos en las palabras, su gran intenci�n primaria es la �ltima.

II. Esto me lleva al motivo de la acci�n humana.

1. T� que puedes leer s�lo lo que habla a los sentidos externos, piensa la mayor�a de las palabras y acciones. Y, como es natural, Dios mirar� las fuentes m�s que las corrientes del ser moral de cada hombre. As� ser� en la �ltima gran cuenta. Todos los hechos y dichos de un hombre aparecer�n entonces para dar evidencia de un cierto estado interior del hombre, seg�n el cual todos recibir�n su sentencia.

2. Y, sin embargo, incluso nosotros juzgamos las cosas por sus motivos. �Por qu� valoramos el regalo m�s trivial, el acto de un momento, una sonrisa, una mirada a los ojos, m�s que todos los tesoros de la sustancia?

3. Tenga en cuenta algunos de los motivos leg�timos que pueden impulsarnos.

(1) Es leg�timo desear ser feliz. Por tanto, Dios nos despierta con promesas y nos exalta con bienaventuranzas. Ser�a contrario al sentido com�n decir que no podemos hacer nada por ir al cielo.

(2) Es un paso por encima de eso: hacer o soportar el deseo de que seamos m�s santos.

(3) Pero m�s alto, porque es menos ego�sta, es el motivo de una verdadera ambici�n de hacer felices a los dem�s.

(4) Y a�n m�s alto el enfoque elevado, semejante al de Cristo, concentrando toda la voluntad en esto: "Padre, glorif�cate en m�".

4. A todos estos principios de acci�n, excepto al �ltimo, hay una sombra. El deseo de ser feliz, incluso cuando las cosas que deseamos son espirituales, puede degenerar en ego�smo religioso. El anhelo de ser santo a menudo se convertir� en un autoexamen m�rbido y una inquietud incesante. La ambici�n de ser �til se vicia f�cilmente con �no dir� el amor por el aplauso humano� sino con el deseo de agradar.

Pero el motivo para hacer cualquier cosa por la gloria de Dios no tiene sombra, y es el que hace que todos los dem�s motivos sean correctos. Es correcto esforzarse por ser felices, principalmente porque nuestra felicidad da gloria a Dios como resultado de la obra consumada de Cristo. Es correcto estudiar para ser santo, porque donde Dios ve la santidad, �l ve su propio reflejo y est� satisfecho. Es justo que nos propongamos ser �tiles, porque ampl�a el reino de Dios. Aqu�, entonces, radica la maldad de todo lo que se hace sobre un principio inferior: "est� destituido de la gloria de Dios". ( J. Vaughan, MA )

Perdiendo la marca

La palabra "pecado" tanto en hebreo como en griego significa "err� el blanco", como har�a un arquero. Cuando uno est� interesado en disparar con rifle, la imagen se realiza f�cilmente y no se olvida f�cilmente.

I. La marca, el centro, la diana, que el hombre debe hacer su objetivo a lo largo de la vida, es "la gloria de Dios".

1. �Y qu� es eso? El resplandor de los atributos de Dios; Cristo es el resplandor de su gloria y la imagen expresa de su persona. En el mejor de los casos, no podemos ser m�s que im�genes rotas, rayos interrumpidos de Su luz. Pero a�n as�, eso es lo que debemos apuntar: convertirnos en nosotros mismos y reflejar en el mundo que nos rodea algunas im�genes de la santidad, la bondad y el amor de Dios.

2. En este rodaje somos un espect�culo para los hombres. V�anos que lo har�n, y juzgue por nosotros el car�cter y el valor de la religi�n que profesamos. Las diversas profesiones u oficios que podemos seguir no son m�s que los cursos que toman nuestras balas en medio de las diversas influencias hacia la derecha o hacia la izquierda, que debe permitir el tirador. Nuestras balas deben atravesarlos sin errar, y en todos por igual el objetivo es ser uno: manifestar el car�cter del Dios al que servimos. Esas ocupaciones no son en s� mismas el verdadero centro al que se debe aspirar; no son m�s que el medio para alcanzar la gloria de Dios.

II. Perder esta marca es pecado. San Pablo lo pone a cargo de todos por igual.

1. La norma es alta: apuntar directa y siempre a la gloria de Dios. Pero, entonces, el hombre ocupa una alta posici�n, hecho sobre toda creaci�n, bendecido con facultades sobre todas las criaturas para ser la gloria de Dios; colocados con oportunidades de serlo ahora, y la promesa de serlo m�s en el futuro.

2. �Nos quejamos de que estamos tan arriba en la creaci�n, o nos agacharemos complacientes de ella y perderemos la corona que nos tendieron para que la tomemos, como el hombre de Bunyan con el rastrillo de esti�rcol? �No estaba perdiendo la marca de la vida? Tom�, como muchos lo hacen, un pu�ado de tierra: perdi� la corona de oro. Hablamos de hombres que han dado un buen golpe cuando han tenido �xito en un discurso contundente, o una especulaci�n exitosa, o un partido afortunado, pero �qu� han logrado si no han buscado honrar a Dios? Ciertamente no es la gloria de Dios, ni han promovido los verdaderos prop�sitos de la vida.

3. Ahora un rifle est� hecho para disparar directamente; si no lo hace, por muy perfecto que sea el pulido de su ca��n, o el acabado de su cerradura o de su culata, es in�til, y lo tiras a un lado o lo rompes. Cuanto m�s completo parece, m�s molesto est�s con �l por su total fracaso en el �nico trabajo para el que lo hiciste. Dios nos ha hecho con el �nico objeto de glorificarlo, y si fallamos en eso, entonces cualquier otra cosa que tengamos que nos decore (intelecto, cortes�a, ciencia, arte, posici�n, riqueza) no tiende a disminuir sino a aumentar. nuestra condenaci�n.

4. No pretendo comprender cu�l sea nuestra condenaci�n; pero si las palabras no significan m�s que haber sido hechas para el prop�sito m�s elevado, y luego haber fracasado por completo, de ahora en adelante somos arrojados a un lado como in�tiles, nuestros poderes rotos y nuestras oportunidades arrebatadas, significar�n lo suficiente para mot�vanos a redimir el tiempo. No nos gustar�a enfrentarnos a la exposici�n de tal verg�enza. P�ndaro describe el regreso de un combatiente de los grandes Juegos Nacionales.

Habla de �l como si se escondiera a lo largo de los caminos, sin aventurarse a entrar por las puertas de su ciudad ni a ser visto en ning�n lugar p�blico. �Por qu�? Porque hab�a errado el blanco. Sali� en nombre de su ciudad, equipado por sus conciudadanos, para ganar honor para su nombre y darles gloria. Pero ha fallado y no se atreve a enfrentarse a ellos. Hemos fallado y debemos "comparecer todos ante el tribunal, para que todos reciban las cosas hechas en su cuerpo".

III. �A qu� nos lleva esto?

1. Debemos darnos cuenta cada vez m�s de nuestra condici�n de pecadores. Que cualquier hombre se pregunte solemnemente: �Cu�nto de Dios ha visto el mundo en m�? �Cu�nto de Su gloria he reflejado?

2. Debemos volver a los mismos extremos y disparar de nuevo para una punter�a m�s acertada. Vaya a su esca�o en el Parlamento, o sus libros, o su tienda, y apunte de nuevo a elevarse a la gloria de Dios, "olvidando las cosas que quedan atr�s", etc. Es cierto, no ser� tan f�cil ahora que la mano es inestable al descuidar el objetivo correcto; cierto, no ser� tan simple ahora que muchos Ere miran y se preguntan en qu� diablos est�s cambiando, para disparar directamente bajo su ojo cr�tico; pero ese sentimiento de pecado, ese volverse de �l hacia Dios en Cristo de nuevo, esa esperanza confiada de que con su ayuda podamos tener �xito, traer� consigo su perd�n por el pasado y su gu�a para el futuro; y a�n podemos, con Su aliento, dar en el blanco y glorificarlo. ( Canon Morse. )

Versículo 24

Ser justificado gratuitamente por su gracia.

Justificaci�n

I. Su modo - "libremente". No es una cuesti�n de salario, es un obsequio.

II. Su origen - "Su gracia". La buena voluntad de Dios lo inclina hacia el hombre pecador para otorgarle un favor. Aqu� no hay una necesidad ciega. Estamos cara a cara con una generosa inspiraci�n de amor divino.

III. Los significados. La liberaci�n obrada en Jesucristo. ( Prof. Godet. )

Justificaci�n

I. El beneficio del que se habla - Justificaci�n. En esto hay ...

1. El perd�n de los pecados. "La remisi�n de los pecados".

2. Una restauraci�n al favor de Dios.

3. Un trato de la persona perdonada y aceptada como justa.

II. Su fuente original, o primera causa motriz, y la gracia gratuita de Dios ( Romanos 11:6 ).

1. Por la gracia de Dios, que excluye todo m�rito.

2. Libremente, que excluye toda presunci�n.

III. Su causa meritoria o procuradora. "La redenci�n que es en Jesucristo".

IV. La ordenaci�n de Dios al respecto. �l ha "presentado a Cristo como propiciaci�n". La palabra "exponer" significa que:

1. Dios se ha propuesto que Cristo sea una propiciaci�n por el pecado ( Efesios 1:9 ; 1 Pedro 1:18 ).

2. Dios nos ha exhibido y propuesto a Cristo como propiciaci�n.

(1) �l lo present� de antemano, en las promesas, tipos y profec�as ( Romanos 3:21 ; Juan 5:46 ; Hechos 10:43 ).

(2) Y cuando lleg� el cumplimiento del tiempo, Dios realmente lo exhibi� en la carne ( G�latas 4:4 ).

(3) Entonces estall� el gran decreto, y el Salvador prometido vino a quitar el pecado mediante el sacrificio de S� mismo.

(4) �l ahora se presenta como una propiciaci�n en los claros descubrimientos que se hacen de �l en el evangelio ( 1 Pedro 1:20 ; Romanos 3:21 ; G�latas 3:1 ).

(5) Y esto se propone a nuestra fe para la remisi�n de nuestros pecados y la aceptaci�n de Dios ( Romanos 1:17 ).

3. Dios ha preferido a Cristo como propiciaci�n a todo lo dem�s. Los sacrificios bajo la ley no pod�an quitar el pecado. Dios no se complaci� en ellos con ese prop�sito; pero en Cristo su alma est� complacida, y su ofrenda es de olor grato a Dios ( Efesios 5:2 ).

V. La forma en que se nos hace part�cipes de este beneficio: "por la fe en su sangre". Conclusi�n:

1. Esto nos da una visi�n viva de la gran maldad del pecado y las abundantes riquezas de la gracia de Dios.

2. Aqu� no hay lugar para que nadie se anime a s� mismo con la esperanza de ser perdonado y aceptado por Dios mientras sigue pecando.

3. Aqu� hay un terreno bendecido de alivio para los pecadores pobres convencidos que est�n desanimados por los temores, como si no pudiera haber perd�n por sus pecados.

4. Aqu� est�n los m�s ricos consuelos y las m�s altas obligaciones para con quienes han obtenido esta bendici�n. ( J. Guyse, DD )

De justificaci�n

I. Qu� es justificar a un pecador. La justificaci�n es un t�rmino de la ley tomado de los tribunales de justicia, en el que una persona es acusada, juzgada y, despu�s del juicio, absuelta. Por lo tanto, se opone a la acusaci�n y la condenaci�n (cap. 8:33, 34; Deuteronomio 25:1 ). Por tanto, se declara pecado justificar a los imp�os ( Proverbios 17:15 ), no hacerlos justos, sino pronunciarlos justos. De ah� se sigue que la justificaci�n:

1. No es un cambio real sino relativo del estado del pecador.

2. Es un acto hecho y pasado en un instante en la corte del cielo, tan pronto como el pecador cree en Cristo, y no una obra llevada a cabo gradualmente.

II. Las partes de la justificaci�n.

1. Para que podamos abordar este asunto con mayor claridad, debemos ver el proceso de la justificaci�n del pecador.

(1) Dios mismo se sienta a Juez en este proceso. �l dio la ley; y como �l es el Legislador, �l es el Juez. Y s�lo �l puede justificar con autoridad e irreversiblemente. Para&mdash

(a) �l solo es el Legislador, y solo �l tiene poder para salvar o destruir, y por lo tanto, el juicio debe dejarse a �l ( Santiago 4:12 ).

(b) Contra �l se comete el crimen, y s�lo �l puede perdonarlo.

(2) El pecador es citado para responder ante el tribunal de Dios por los mensajeros de Dios, los ministros del evangelio ( Malaqu�as 3:1 ). Cada serm�n es una llamada puesta en la mano del pecador para que responda por su pecado. �Pero Ay! los pecadores est�n tan seguros que menosprecian la convocatoria y no aparecen. Algunos se apartan del camino del mensajero; algunos nunca leyeron la convocatoria; otros la despedazan o afrentan a los mensajeros ( Mateo 22:6 ). Y as� act�an hasta que la Muerte los somete a su vara negra ante el tribunal en otro mundo, donde no hay acceso a la justificaci�n.

(3) El Juez env�a otros mensajeros que apresan al pecador para llevarlo ante el tribunal. Y estos son, el esp�ritu de servidumbre y una conciencia despierta ( Juan 16:8 ; Proverbios 20:27 ; Jeremias 2:27 ).

Apretaron a Pablo y no lo dejaron hasta que apareci� y se someti�. Pero algunos, cuando son capturados, son prisioneros rebeldes y luchan contra el Esp�ritu y sus propias conciencias ( Hechos 7:51 ); no van m�s lejos con ellos de lo que son arrastrados. Obtienen el dominio al fin y se van a su propia ruina; como Ca�n, Saulo, F�lix, etc.

(4) Cuando finalmente el prisionero, encadenado por la culpa, es llevado al Hechos 16:29 ( Hechos 16:29 ), �qu� temor y dolor se apoderan de �l mientras ve a un Juez justo en el trono, se le presenta una ley estricta! �Y una conciencia culpable en su interior!

(5) Luego se lee la acusaci�n y el pecador se queda sin habla ( Romanos 3:10 ). Y se exige sentencia conforme a la ley ( G�latas 3:10 ).

(6) Entonces el pecador debe declararse culpable o no. Si fuera inocente, podr�a declararse no culpable y, por lo tanto, estar�a justificado. Pero esta s�plica no es para nosotros. Para&mdash

(a) Es completamente falso ( Romanos 3:10 ; Eclesiast�s 7:20 ; Santiago 3:2 ).

(b) La falsedad nunca puede confirmarse ante el tribunal de Dios. No faltan pruebas. La conciencia es como mil testigos y el Juez es omnisciente. El pecador debe entonces declararse culpable.

(7) El pecador que est� siendo condenado se le pide que alegue por qu� la sentencia no debe dictarse en su contra. �Abogar� por misericordia por simple misericordia? La justicia interpone que el Juez de toda la tierra debe hacer lo correcto. La verdad de Dios interpone que la palabra que ya se ha emitido debe cumplirse: que sin derramamiento de sangre no hay remisi�n. �Ad�nde se volver� ahora el pecador? Tanto los santos como los �ngeles est�n indefensos. Entonces&mdash

(8) El Mediador despreciado, el Abogado en esta corte, que toma en sus manos las causas desesperadas de los pecadores, se ofrece a S� mismo ahora, con Su justicia perfecta y toda Su salvaci�n. El pecador por la fe se aferra a �l, renuncia a todos los dem�s reclamos y se entrega a sus m�ritos y fianza �nicamente. Ahora tiene el pecador una s�plica que lo har� desaparecer infaliblemente. Suplica, en verdad es culpable; sin embargo, no debe morir, porque Cristo ha muerto por �l. Las demandas de la ley eran justas, pero todas ya est�n respondidas.

(9) A continuaci�n, el juez que sostiene la alegaci�n dicta la sentencia de justificaci�n sobre el pecador, seg�n el pacto eterno ( Isa�as 53:11 ), que ahora est� fuera del alcance de la condenaci�n (cap. 8: 1).

2. Este gran beneficio consiste en:

(1) El perd�n del pecado ( Hechos 13:38 ). Aqu� te mostrar� ...

(a) Qu� es el perd�n. No es quitar la naturaleza del pecado; Dios justifica al fumador, pero nunca justificar� su pecado. Tampoco es la eliminaci�n del dem�rito intr�nseco del pecado; todav�a merece la condenaci�n. Tampoco es una simple demora del castigo; un indulto no es un perd�n. Hay cuatro cosas en el pecado: - Su poder, que se rompe en la regeneraci�n ( Romanos 6:14 ); su mancha y mancha, que se quita en la santificaci�n ( 1 Corintios 6:11 ); su morada, que se quita en glorificaci�n ( Hebreos 12:23 ); su culpa.

Ahora bien, el perd�n es quitar la culpa, la terrible obligaci�n de castigar. El perd�n corta el nudo por el cual la culpa ata al pecado y la ira, cancela el v�nculo que obliga al pecador a pagar su deuda y lo pone fuera del alcance de la ley.

(b) Sus propiedades - plenas ( Miqueas 7:19 ; Colosenses 2:13 ); gratis; irrevocable ( Romanos 11:29 ).

(c) Sus nombres descubriendo su naturaleza. Es un borrado del pecado ( Isa�as 43:25 ), una alusi�n a un acreedor que, al saldar una deuda, la anota en su libro de cuentas; a no imputar el pecado ( Salmo 32:2 ), una met�fora de los comerciantes, quienes, cuando un amigo rico se compromete por uno de sus pobres deudores, no le cobran m�s sus cuentas; quitar la carga del pecado del pecador ( Salmo 32:1 ; Oseas 14:2 ); un lavamiento de �l ( 1 Corintios 6:11 ; Salmo 51:2 ; Isa�as 1:18 ; 1 Juan 1:7 ); un despido o remisi�n del pecado ( Mateo 6:12 ; Romanos 3:25), como el chivo expiatorio se llev� las iniquidades del pueblo; la disipaci�n de una nube espesa ( Isa�as 44:22 ), que el perd�n, como el sol resplandeciente, se abre paso y se disuelve, o, como un viento impetuoso, dispersa; arrojar el pecado a espaldas del Se�or.

( Isa�as 38:17 ); arroj�ndolo a lo profundo del mar ( Miqueas 7:19 ); una cubierta del pecado ( Salmo 32:1 ); un no recordar el pecado ( Jeremias 31:34 ).

(2) La aceptaci�n de la persona como justa a los ojos de Dios ( 2 Corintios 5:2 ; Romanos 4:6 ; Romanos 5:19 ). Hay una doble aceptaci�n que debe distinguirse cuidadosamente.

Primero, de las obras de un hombre como justas ( G�latas 3:12 ). Por tanto, se aceptan obras en plena conformidad con la ley. Pero como el juicio de Dios es conforme a la verdad, no puede considerar las cosas como lo que realmente no son; es evidente que incluso las obras de un creyente no son justas a los ojos de la ley. De modo que esta aceptaci�n no tiene lugar en nuestra justificaci�n.

En segundo lugar, de la persona de un hombre como justo ( Efesios 1:6 ). Esto se puede hacer, y se hace, al creyente. Este es un beneficio indescriptible; porque de ese modo ...

(a) Se quita el obst�culo en el camino de la misericordia abundante, para que los r�os de la compasi�n fluyan hacia �l ( Romanos 5:1 , etc .; Job 33:24 , etc.)

(b) Se le adjudica la vida eterna ( 2 Tesalonicenses 1:6 ; Hechos 26:18 ).

(c) Las acusaciones de Satan�s y los clamores de la mala conciencia deben acallarse por la presente ( Romanos 8:33 ). ( T. Boston, DD )

Justificaci�n: un cambio de estado acompa�ado de un cambio de car�cter

Entre los hombres puede haber un cambio de estado sin ning�n cambio de car�cter. Un preso puede ser expulsado del colegio de abogados, absuelto del cargo; o puede ser condenado, pero indultado; pero puede ir con todos los principios de la maldad tan fuertes como siempre dentro de �l. Su condici�n cambia, pero no su car�cter. Pero nunca es as� en el trato de Dios con los hombres. En todo caso en que hay justificaci�n, la santificaci�n la acompa�a. Dondequiera que haya un cambio de estado, habr� un cambio de car�cter. ( R. Wardlaw, DD )

Justificaci�n por gracia

I. La redenci�n que es en o por Cristo Jes�s. Cuando un prisionero ha sido convertido en esclavo por alg�n poder b�rbaro, debe pagarse el precio de rescate. Ahora, siendo, por la ca�da de Ad�n, virtualmente culpables, la Justicia nos reclam� como sus esclavos para siempre a menos que pudi�ramos pagar un rescate. Pero �ramos �deudores en quiebra�; se puso una ejecuci�n en nuestra casa; todo lo que ten�amos fue vendido, y de ninguna manera pudimos encontrar un rescate; Fue entonces cuando Cristo pag� el precio del rescate para que pudi�ramos ser librados de la maldici�n de la ley y quedar libres. Nota&mdash

1. La multitud que ha redimido, "una multitud que nadie puede contar".

2. Este rescate se pag� y se pag� de una vez. El sacrificio del Calvario no fue un pago parcial. Todas las demandas de la ley fueron pagadas all� mismo. Tan invaluable fue el rescate que uno podr�a haber pensado que Cristo deber�a pagarlo a plazos. Los rescates de los reyes a veces se han prolongado durante a�os. Pero nuestro Salvador de una vez por todas se dio a s� mismo en sacrificio, sin dejar nada que hacer ni para �l ni para nosotros.

3. Cuando Cristo pag� todo este rescate, �lo hizo todo �l mismo! Sim�n, el de Cirene, podr�a llevar la cruz, pero no ser clavado en ella. All� estaban con �l dos ladrones; no hombres justos, para que nadie hubiera dicho que su muerte ayud� al Salvador. Pis� el lagar solo.

4. Fue aceptado. Se han ofrecido precios que nunca fueron aceptados y, por lo tanto, el esclavo no sali� libre. Pero esto fue aceptado, y la prueba de ello es ...

(1) Su resurrecci�n.

(2) Su ascensi�n al cielo.

II. El efecto del rescate "siendo justificado gratuitamente por su gracia".

1. �Cu�l es el significado de justificaci�n? No existe tal cosa en la tierra para el hombre mortal, excepto de una manera , es decir, debe ser declarado inocente. Si lo encuentra culpable, no puede justificarlo. La reina puede perdonarlo, pero no puede justificarlo. Quedaba que el rescate de Cristo efectuara lo que es imposible para los tribunales terrenales. Ahora vea la forma en que Dios justifica al pecador.

Un preso ha sido juzgado y condenado a muerte. Pero supongamos que se pudiera presentar alg�n segundo partido que pudiera convertirse en ese hombre, �l, el hombre justo, poniendo al rebelde en su lugar y convirtiendo al rebelde en un hombre justo. No podemos hacer eso en nuestros tribunales. Si me entregan a un a�o de prisi�n en lugar de a un desgraciado que fue condenado ayer, podr�a recibir su castigo, pero no su culpa.

Ahora, lo que la carne y la sangre no pueden hacer, eso lo hizo Jes�s mediante Su redenci�n. La forma en que Dios salva a un pecador no es pasando por alto el castigo, sino poniendo a otra persona en el lugar del rebelde. El rebelde debe morir. Cristo dice: "Yo ser� su sustituto". Dios lo consiente. Ning�n monarca terrenal podr�a tener el poder de consentir tal cambio. Pero el Dios del cielo ten�a derecho a hacer lo que quisiera.

2. Algunas de las caracter�sticas de esta justificaci�n.

(1) Tan pronto como un pecador arrepentido es justificado, recuerde, es justificado por todos sus pecados. En el momento en que cree en Cristo, recibe su perd�n de inmediato, y sus pecados ya no son suyos; se colocan sobre los hombros de Cristo y se han ido.

(2) Pero lo que es m�s, se vuelve justo; porque en el momento en que Cristo toma sus pecados, toma la justicia de Cristo.

(3) Esto es irreversible. Si Cristo pag� la deuda una vez, la deuda est� pagada y nunca m�s se volver� a pedir; si se le perdona, se le perdona una vez para siempre.

III. La forma de dar esta justificaci�n.

1. "Gratis", porque no hay que pagar ning�n precio por ello; �Por su gracia�, porque no es de nuestros merecimientos. Si traes alguno de tus merecimientos, o algo para pagarlo, �l no te lo dar�. Rowland Hill, en una feria, not� que los empleados vend�an sus productos en subasta; entonces dijo: �Yo tambi�n voy a hacer una subasta, para vender vino y leche, sin dinero y sin precio. Mis amigos de all� encuentran una gran dificultad para hacer que usted pague su precio; Mi dificultad es bajarte a la m�a.

�As� es con los hombres. Si pudiera predicar la justificaci�n para ser comprado, o para ser obtenido caminando cien millas, o mediante alguna tortura, �qui�n no la buscar�a? Pero cuando se ofrece gratuitamente, los hombres se apartan. Pero no puedo decir: �Se�or, justif�came porque no soy tan malo como los dem�s�; o �porque voy a la iglesia dos veces al d�a�; o "porque quiero ser mejor"? No; es "por Su gracia". Insulta a Dios al traer su moneda falsa para pagar sus tesoros.

�Qu� pobres ideas tienen los hombres del valor del evangelio de Cristo si creen que pueden comprarlo! Un hombre rico, cuando se estaba muriendo, pens� que pod�a comprar un lugar en el cielo construyendo una hilera de casas de beneficencia. Un buen hombre dijo: "�Cu�nto te vas a dejar?" "Veinte mil libras". Dijo �l: �Eso no comprar�a lo suficiente para que tu pie est� en el cielo; porque las calles est�n hechas de oro all�, y por lo tanto, �de qu� valor puede ser tu oro, no se tomar�a en cuenta, cuando las mismas calles est�n pavimentadas con �l? "

2. �Pero c�mo conseguirlo? Por fe. Se cuenta la historia de un capit�n de barco de guerra cuyo ni�o subi� por el m�stil hasta que por fin subi� al cami�n principal. Entonces la dificultad fue que no era lo suficientemente alto para bajar de este cami�n principal, alcanzar el m�stil y as� descender. Estaba aferrado al cami�n principal con todas sus fuerzas, pero en poco tiempo caer�a sobre la cubierta como un cad�ver destrozado.

El capit�n grit�: "Vaya, la pr�xima vez que el barco se tambalee, t�rate al mar". El pobre muchacho mir� hacia el mar; fue un largo camino; no pod�a soportar la idea de arrojarse. De modo que se aferr� al cami�n principal, aunque no hab�a duda de que pronto deb�a soltarse y morir. El padre, apunt�ndole con un arma, dijo: "�Si no te arrojas al mar, te disparar�!". El muchacho cay� al mar y sali� con brazos musculosos tras �l y lo llev� a cubierta.

Ahora nosotros, como el ni�o, estamos en una situaci�n de peligro extraordinario. Desafortunadamente, tenemos algunos buenos trabajos como ese cami�n principal, y nos aferramos a ellos. Cristo sabe que a menos que los abandonemos, seremos hechos pedazos. Por lo tanto, dice: "Pecador, deja ir tu propia confianza y sum�rgete en el mar de Mi amor". Miramos hacia abajo y decimos: ��Puedo ser salvo confiando en Dios? Parece como si estuviera enojado conmigo y yo no pod�a confiar en �l.

"Ah, �no te persuadir� el tierno grito de la misericordia? -" El que creyere, ser� salvo ". �Debe apuntarle directamente a usted con el arma de destrucci�n? �Debes escuchar la terrible amenaza: "El que no creyere, ser� condenado"? �Debes dejarlo ir o morir! Eso es fe cuando el pecador suelta su agarre, cae, y as� es salvo; y la misma cosa que parece que lo destruir�a es el medio de su salvaci�n. ( CH Spurgeon. )

El modo y los medios del perd�n

I. Justificaci�n.

1. Negativamente no es declarar justo:

(1) Por la prueba de que los pecados as� llamados no eran pecados; son tan abominables como siempre.

(2) Por prueba de que los pecados de la acusaci�n nunca se cometieron; todos est�n probados y confirmados.

(3) Por prueba de que tales pecados no involucran al pecador en culpa y condenaci�n; la ira se revela contra ellos hasta el extremo.

2. Positivamente. Se trata de declarar justo, pero perdonando, mediante la prueba de que las necesidades que surgen en el caso, para el mantenimiento de la ley y la exhibici�n de la justicia, se satisfacen satisfactoriamente por otros medios que no sean el castigo del culpable. El perd�n no es una misericordia descuidada y descuidada, y no proviene del silenciamiento o el encubrimiento del pecado del pecador.

II. Es un acto y un regalo de gracia gratuita.

1. No es comprado por el infractor.

2. No se adquiere por ning�n medio que recompense al Perdonador.

3. No est� constre�ido en �l por ning�n motivo interesado; No corre peligro del culpable ni beneficio del perdonado.

4. No es envidiado, retrasado, vendido o intercambiado.

III. Viene a trav�s de la redenci�n de Cristo o el pago de un precio.

1. No conciliar a Satan�s o al pecado.

2. No conciliar a Dios en su manera de sentir hacia nosotros.

3. No dar al Perdonador un valor equivalente por el indulto.

4. Pero pagando Su propia vida, como lo requer�a el Juez Real, antes de que, como Padre Real, pudiera permitir que fluyera Su misericordia voluntaria, un pago que tiene todo el efecto, y algo de la naturaleza, de un precio de rescate. pagado por un cautivo leg�timo.

IV. La redenci�n se efect�a al presentar a Cristo como propiciaci�n ( Romanos 3:25 ). Cristo es presentado

1. En Su Divinidad, como todo en todos, y todo suficiente.

2. En Su humanidad, como uno con nosotros en naturaleza, simpat�a y devoci�n hacia nosotros.

3. En su pureza e inocencia inmaculadas, como si no debiera nada a la justicia y tuviera una vida preciosa para dar.

4. En su obra propiciatoria, como sacrificado, aceptado de Dios, exaltado donde la redenci�n en �l afecta todos los consejos y administraciones divinas. Su propiciaci�n no apacigua ninguna mala voluntad o sed de venganza en Dios, porque no exist�a ninguna; cumple con los requisitos que dicta la justicia. Por tanto, Dios no se hace propicio en sus sentimientos; pero siendo ya propicio en s� mismo, ahora puede ser propicio en sus acciones reales.

V. Esta propiciaci�n es eficaz para con nosotros y sobre nosotros, mediante la fe en la sangre de Cristo.

1. Que la sangre es lo central en el trabajo propiciatorio; porque la sangre es la vida, y en ella se derram� la vida que fue aceptada en el lugar de nuestra vida perdida.

2. Que el derramamiento de sangre es la base de la promesa del perd�n.

3. La fe que ha sido derramada, derramada por m�, y que propicia aceptablemente, me trae el perd�n que proporciona.

VI. El prop�sito expreso de la propiciaci�n es la declaraci�n de la justicia de Dios.

1. Demostrar mientras perdona que fue sincero en su condenaci�n del pecado y sentencia de muerte, y que tiene bases irreprochables para perdonar el pecado.

2. Hacer tal exhibici�n de Su justicia que el pecado no parezca ser alentado o ignorado.

3. Para justificar su aparente indulgencia en la larga paciencia y el perd�n mostrado hacia los pecadores en el pasado, antes de Cristo. Declarar en todo tiempo presente y venidero, que mientras justifica, es justo. ( W. Griffiths. )

Por la redenci�n que es en Cristo Jes�s.

Redenci�n

Con una imagen, contundente, porque verdadera, la Sagrada Escritura nos habla de �esclavos del pecado�, �vendidos bajo �l�, �esclavos de la corrupci�n�. No solo est�bamos bajo su poder, sino bajo su maldici�n. De esa culpa y poder del pecado fuimos redimidos, rescatados, comprados; y el rescate que se pag� fue "la Preciosa Sangre de Cristo". Se ha dicho: �La Escritura guarda silencio, a qui�n se pag� el rescate y por qu�.

�La Escritura dice� para qu� �, el perd�n de los pecados. "En quien", es decir, en Jes�s, "tenemos redenci�n por Su Sangre, la remisi�n de nuestros pecados seg�n las riquezas de Su gracia". Dice, "de qu�". Porque dice: "Cristo nos compr� de la maldici�n de la ley". Dice a qui�n cuando dice, "fuisteis redimidos por la sangre preciosa de Cristo como de un Cordero sin defecto y sin mancha". Porque el sacrificio fue ofrecido solo a Dios. ( EB Pusey, DD )

Redenci�n: liberaci�n

Al pagar o mediante el pago de un precio. Combina las ideas de liberaci�n y precio.

1. En algunos casos, el contexto sugiere la liberaci�n de cautivos mediante el pago de un rescate. Pero h�roe, el siguiente vers�culo nos recuerda que la palabra se usaba con frecuencia para aquellos sobre quienes la ley mosaica ten�a un derecho, pero a quienes liberaba por un precio o un sustituto. Por ejemplo, Dios reclam� al primog�nito, pero rechaz� Su reclamo mediante el pago de cinco siclos cada uno ( �xodo 13:13 ; N�meros 18:15 ).

La palabra tambi�n se puede estudiar en Lev�tico 27:27 ; N�meros 3:46 . Como la mayor�a de las palabras que denotan una combinaci�n de ideas, a veces se usa cuando solo una de las ideas est� presente, es decir, liberaci�n ( �xodo 6:6 , �xodo 15:13 , etc.

) Pero en el caso de aquellos a quienes pretend�a la ley mosaica, la liberaci�n se efectu� �nicamente mediante el pago de un precio. Por tanto, preguntamos si es as� en este caso. Las palabras que siguen, y la ense�anza de Pablo y de todo el Nuevo Testamento, dan una respuesta decisiva. Constantemente se nos ense�a que la salvaci�n es por compra; y que la sangre y la vida de Cristo son nuestro rescate ( 1 Corintios 6:20 ; G�latas 3:13 ; 1 Timoteo 2:6 ; Mateo 20:28 ; Apocalipsis 5:9 ).

2. Nuevamente, la idea de un precio es la de cambio. El precio reemplaza lo que se compra. Por lo tanto, que la vida de Cristo es nuestro rescate se explica y confirma por los pasajes que ense�an que �l muri� en nuestro lugar ( 2 Corintios 5:21 ; G�latas 3:13 ). Por lo tanto, las palabras de Pablo implican que en Cristo hay una liberaci�n provocada por alguien o algo que toma nuestro lugar. De esta manera los creyentes son justificados. ( Prof. JA Remolacha. )

El costo de la redenci�n

Ese armi�o, colgado tan descuidadamente sobre el hombro de la orgullosa belleza, cost� terribles batallas con el hielo polar y el hurac�n. Todas las cosas m�s selectas se consideran las m�s queridas. Tambi�n lo es en los inventarios del cielo. El universo de Dios nunca ha sido testigo de nada que pueda compararse con la redenci�n de un mundo culpable. Ese poderoso rescate que ninguna cosa tan despreciable como la plata y el oro podr�an obtener.

Solo por un precio podr�a la Iglesia de Dios ser redimida del infierno, y que la sangre preciosa del Cordero - el Cordero sin defecto ni mancha - el Cordero fuera inmolado desde la fundaci�n del mundo. ( TL Cuyler. )

Redenci�n: gloria de

Puedo concebir que a la mente de Dios, al mirar una sola alma y desenrollarla tal como se revelar� a trav�s de los ciclos de la eternidad, puede llegar, en la perspectiva lejana, tal pensamiento de la magnitud de una sola alma, como que, en opini�n de Dios, esa alma tendr� m�s importancia que la suma total de los gobiernos y las poblaciones del mundo en cualquier per�odo de tiempo en particular. Puedo entender que Dios pueda sondear un alma a una profundidad mayor de la que la tierra jam�s tuvo la medida para penetrar, y encontrar razones suficientes de simpat�a para sobrestimar todos los intereses temporales y terrenales de la humanidad.

Y puedo concebir que Dios deber�a asumir el derecho de ejecutar Su gobierno de amor sufriendo por una sola alma de tal manera que deje de lado los cursos ordinarios de la idea secular y humana de la justicia. En mi opini�n, esta es la idea redentora. No creo que sea un juego entre un sistema legal abstracto y un derecho a la misericordia. Creo que en ning�n lugar del mundo hay tanta ley como en la redenci�n, ni tanta justicia como en el amor. ( HW Beecher. )

Redenci�n: gratitud por

�Hay algo comparable con el amor y la gratitud del alma que se siente redimida de la muerte y la destrucci�n? Con casi una agon�a de amor, tal se aferra a su libertador. Hay quienes se aferran al ministro de Cristo que, como instrumento y representante del Maestro, ha sido el medio para abrirles los ojos y sacarlos de las tinieblas a la luz. Y no hay nada m�s natural ni m�s noble que este deseo instintivo de quien se ha salvado de la ruina de estar siempre presente con su benefactor. Y cuando un alma es rescatada de la destrucci�n, �qu� natural es que desee y ore para estar con Aquel por quien ha sido rescatada! ( HW Beecher. )

Versículo 25

A quien Dios ha puesto como propiciaci�n:

I.

Habla de Cristo como una propiciaci�n, o muestra lo que puede implicar en �l que se diga que es una propiciaci�n por el pecado:

1. Que fue designado por Dios el Padre para hacer expiaci�n por los pecados de los hombres.

2. Que fue sustituido en la habitaci�n de los pecadores, y al sufrir y hacer satisfacci�n a la justicia divina por sus pecados, represent� a sus personas y fue considerado como uno con ellos a los ojos de la ley.

3. Que condescendi� a tomar sobre s� toda la culpa de su pueblo.

4. Que sufri� el castigo que su pueblo merec�a a causa de sus pecados.

5. Que todos los que tienen inter�s en Su muerte y el sacrificio que �l ofreci�, sean liberados de la culpa del pecado y no est�n m�s sujetos al castigo por �l.

6. Que al sufrir la muerte amenazada en la ley por su transgresi�n, y al satisfacer las demandas de la justicia en la habitaci�n de los pecadores, puso los cimientos de un trono de gracia, al que los m�s desamparados, s�, los m�s culpables que pertenecen a la raza ca�da de Ad�n tienen libre acceso, y de la cual Dios les concede todas las bendiciones, sin eclipsar la gloria de Su justicia, santidad y otras gloriosas perfecciones.

II. Cristo es presentado como propiciaci�n para beneficio de los pecadores culpables ante Dios y condenado a muerte eterna por su ley.

1. Se puede decir que Cristo fue presentado como una propiciaci�n en el prop�sito y decreto de Dios desde la eternidad.

2. Cristo fue exhibido como propiciaci�n en la primera promesa del evangelio ( G�nesis 3:15 ).

3. Cristo fue presentado como propiciaci�n en todos los tipos y ceremonias pertenecientes a la econom�a del Antiguo Testamento, particularmente en los sacrificios legales, todos los cuales eran t�picos de ese gran sacrificio que el Hijo de Dios, el Mes�as prometido, iba a ofrecer en la naturaleza humana para expiar la culpa del pecado.

4. Cristo fue exhibido como propiciaci�n en las diversas profec�as y promesas con respecto a �l que fueron entregadas a la Iglesia bajo la dispensaci�n del Antiguo Testamento.

5. Cristo fue presentado como propiciaci�n en su encarnaci�n y asunci�n de la naturaleza humana.

6. El Se�or Jes�s se exhibe, o se presenta, como una propiciaci�n en la dispensaci�n del evangelio eterno: El mismo dise�o del evangelio es exhibir un Redentor crucificado a los pecadores culpables. Por eso la predicaci�n del evangelio se llama predicaci�n de la cruz y predicaci�n de Cristo crucificado.

7. Cristo se presenta como propiciaci�n en los sacramentos del Nuevo Testamento, particularmente en la Cena del Se�or.

III. Confirme la doctrina, o demuestre que as� como Jesucristo es por la autoridad y el nombramiento del gran Jehov� establecido para los pecadores culpables como una propiciaci�n, todos aquellos a quienes el evangelio viene, pueden reclamar leg�timamente el beneficio de esa propiciaci�n en una forma de creer. Esto es muy evidente en las palabras del texto; porque el evangelio se predica por designaci�n divina a toda criatura, y en �l se presenta a Cristo como propiciaci�n a todo pecador que lo oye. Es m�s evidente

1. De los tipos que lo prefiguraron bajo la econom�a del Antiguo Testamento. El man� que llovi� del cielo para alimentar a los israelitas en el desierto ( �xodo 14:13 ) fue un tipo notable de Cristo, que es el Pan de Vida; es como una propiciaci�n, porque se dice que dio su carne, es decir, ofreci�ndola como sacrificio para expiar la culpa del pecado, por la vida del mundo ( Juan 6:51 ); y era lo que todos los que pertenec�an al campamento de Israel pod�an reunir y aplicar para su propio uso ( �xodo 16:15 ).

La serpiente de bronce tambi�n era un tipo de Cristo, y que se levantaba sobre un asta para beneficio de todos los que pertenec�an a la congregaci�n de Israel, de modo que todos los que hab�an sido heridos por las serpientes ardientes estaban autorizados a mirarla. para que sea sanado ( N�meros 21:8 ; Juan 3:14 ). El chivo expiatorio tambi�n fue un tipo notable de Cristo, y fue dise�ado para prefigurar la eficacia de Su muerte para procurar la remisi�n de los pecados a todos los que creen en �l.

2. Que todos los que escuchan el evangelio puedan reclamar el beneficio de la propiciaci�n del Nuevo Testamento de que se habla en el texto, o confiar en el Se�or Jes�s para la remisi�n de los pecados, es evidente por las similitudes bajo las cuales Cristo y Su gracia se presentan. a nosotros en la Escritura ( Zacar�as 13:1 ; Apocalipsis 22:2 ; Isa�as 25:6 ; Proverbios 9:1 ; Mateo 22:4 ).

3. La verdad de la doctrina es m�s evidente por la naturaleza misma del evangelio, que no es un sistema de preceptos que requieran de los hombres la obediencia a la ley de Dios, a cualquier ley, como condici�n para la vida, sino que consiste enteramente en promesas de gracia que exhiben la vida, la salvaci�n y todas las bendiciones espirituales gratuitamente, como el regalo de Dios para los pecadores que perecen.

4. Lo mismo es evidente por el prop�sito y el dise�o declarados del evangelio, que es que los pecadores pueden creer en Cristo revelado y exhibido en �l ( Juan 20:31 ).

5. Que todos los que escuchan el evangelio tienen una garant�a suficiente para reclamar el beneficio de la propiciaci�n mencionada en el texto, o para aplicar a Cristo y los beneficios de la redenci�n a sus propias almas, se desprende de los muchos llamamientos e invitaciones llenos de gracia dirigidos a los pecadores. en el evangelio.

6. El imperativo mandamiento de Dios que obliga a todos los oyentes del evangelio, como su deber indispensable, a creer en el nombre de Su Hijo, pone el asunto m�s all� de todo debate ( 1 Juan 3:23 ).

IV. Mejora pr�ctica de la doctrina.

1. El gran error de los socinianos que niegan que Cristo muri� para hacer expiaci�n por el pecado y satisfacer la justicia de Dios en la habitaci�n de los pecadores, sufriendo el castigo que merec�an sus pecados; o que el sacrificio que ofreci� fue un sacrificio adecuado.

2. De ah� que aprendamos que los hombres, por naturaleza, se encuentran en una condici�n miserable y deplorable. Est�n bajo la culpa y la ira, de lo contrario no habr�a habido necesidad de ofrecer un sacrificio propiciatorio por ellos.

3. Por lo tanto, aprovechemos la ocasi�n para admirar el amor de Dios hacia los pecadores de la humanidad, manifestado en la provisi�n de tal sacrificio.

4. Por tanto, podemos ver cu�l fue el gran final de la encarnaci�n del Redentor, y de c�mo llev� nuestra naturaleza a una uni�n personal con �l.

5. Por lo tanto, podemos aprender cu�l fue la naturaleza, el fin y el uso de todos los sacrificios que fueron ofrecidos por designaci�n divina bajo la dispensaci�n del Antiguo Testamento. No ten�an m�rito ni eficacia para satisfacer la justicia de Dios y apaciguar su ira. Eran s�lo t�picos del sacrificio que el Mes�as iba a ofrecer en el cumplimiento de los tiempos para estos fines.

6. Por lo que se ha dicho, podemos ver que la dispensaci�n del evangelio en pureza es un gran privilegio, una bendici�n inestimable. ( D. Wilson. )

Propiciaci�n mediante la fe en la sangre de Cristo

Cristo, una propiciaci�n. El pecado atrae sobre el pecador la santa ira de Dios, aunque no puede apagar el amor de Dios. Y que no pudo apagar Su amor se demuestra por Su provisi�n y presentaci�n como propiciaci�n de Su propio Hijo, a trav�s del cual �l puede mirarnos ya no con ira, sino con complacencia. Esto lo ha hecho. Muchas veces nos cuesta mucho, muchas veces tenemos mucho que superar para dejar que el cari�o que hay en nuestro coraz�n hacia alg�n ser humano se salga con la suya, para ayudarlo y socorrerlo por alg�n descarr�o en �l.

�Qu� no dar�an el padre o la madre de un ni�o libertino para poder prodigar con el ser degradado muestras de afecto con tanta libertad como lo hicieron cuando lo abrazaron a un ni�o feliz e inocente, si sintieran que pod�an hacerlo sin su la bondad siendo abusada por �l para su propio da�o y para su verg�enza, o siendo considerado por �l como una prueba de que no miraban sus vicios con gran detestaci�n o pesar? Lo que el sacrificio del Hijo unig�nito y bienamado de Dios implic� para �l, en vano intentamos concebirlo.

�No escatim� ni a su propio Hijo, sino que lo entreg� a la muerte por todos nosotros�. Observe que no se dice aqu� que el Salvador ha hecho propiciaci�n, sino que es una propiciaci�n. As� dice tambi�n el ap�stol Juan: "�l es la propiciaci�n por nuestros pecados". En el Salvador mismo, en la persona viva del Dios-hombre, se encuentra la base del perd�n y la aceptaci�n. La virtud de Su obediencia y muerte est� centrada en Su persona e irradia de ella.

II. La forma en que se efect�a la propiciaci�n. Cristo es una propiciaci�n "por la fe en su sangre". Por Su sangre y por fe - no fe en Su sangre - sino por Su sangre, por la cual expi� el pecado, �l es una propiciaci�n por fe como el medio subjetivo de apropiaci�n de esta propiciaci�n. Debes mirar, por un lado, a la muerte sacrificial de Cristo, y por el otro, a la fe en Cristo, para dar cuenta de que el pecador ha sido recibido en el favor de Dios y reconciliado con �l.

1. Fue al dar su vida santa en sacrificio que Jes�s propici� a Dios en nuestro favor, o apacigu� la ira y nos libr� de la maldici�n de Dios debida por el pecado.

2. Cristo es s�lo real y efectivamente una propiciaci�n para ti y para m�, si creemos en �l. �l es una propiciaci�n solo a trav�s de la fe. En esto tambi�n se ve la justicia de Dios. Ser�a injusto justificar a cualquiera que no creyera en Jes�s, o que Dios fuera propiciado por medio de Cristo a favor de cualquiera que no creyera en Cristo. Porque por la fe llegamos a una uni�n de vida con el Hijo de Dios.

III. Cristo, como nuestra propiciaci�n, es presentado por Dios. Ese tipo de Cristo de anta�o, que proporciona el nombre y explica el aspecto bajo el cual Cristo se presenta aqu�, la propiciaci�n, propiciatorio o propiciatorio, estaba escondido en el santuario m�s rec�ndito de la morada de Dios. No lo ve�a ning�n ojo mortal, excepto el del sumo sacerdote, y eso solo cuando, una vez al a�o, entraba con esp�ritu atemorizado detr�s del velo. Pero Jesucristo, la gran realidad, de la cual ese trono dorado de la gracia era se�al y sombra, no est� oculta, sino que se expone abiertamente. En palabra y ordenanza �l se exhibe.

1. Est� la Biblia, sobre la que hoy en d�a se aventuran opiniones tan atrevidas, y de la cual, en sus corazones secretos, muchos tienen dudas y sentimientos que no se atrever�an a expresar; que muchos, que leen tanto que es delet�reo, nunca o rara vez abren; que muchos leen tan descuidadamente y con tan poco prop�sito! Amigo m�o, �has pensado alguna vez que en ese Libro Dios ha presentado a Su Hijo como propiciaci�n? Este es el gran fin para el que est� escrito.

2. Est� el evangelio eterno, que es de poca importancia para muchos, un cansancio, una superfluidad, que incluso en su opini�n podr�a ser desterrado del santuario; o, si no se puede desterrar, se puede arrinconar lo m�s posible en un rinc�n y ocupar su lugar muy agradablemente con algo que calme y deleite los sentidos y el gusto. Pero �oh! aseg�rate de no estar ciego a lo que se manifiesta en el atuendo de Sus palabras y pensamientos: Jesucristo, la propiciaci�n mediante la fe en Su sangre. Mira sobre todo que no olvides que, aunque con voz de hombre y en lenguaje de hombre, y a menudo con mucha debilidad, Dios realmente presenta a Cristo como propiciaci�n.

3. En los sacramentos, Dios expone as� a su Hijo. ( W. Wilson, MA )

Cristo la propiciaci�n

I. Seg�n lo establecido por Dios.

1. Las palabras "expuesto" significan "preordenado"; y tambi�n �lugares a la vista del p�blico�; como bienes expuestos a la venta, o como recompensas de la victoria se exhibieron en los Juegos Griegos. As� Dios ha hecho conspicuo a Jes�s como propiciaci�n del pecado.

(1) Por decreto divino. Cristo no asumi� el cargo de Sumo Sacerdote sin haber sido elegido para ello. Pero esto no fue independiente de Su propia elecci�n, porque en el volumen del Libro est� escrito de �l: "Me deleito en hacer tu voluntad, oh Dios".

(2) En sus promesas antes del Adviento, �no habl� Dios constantemente, mediante promesas verbales y t�picas, a multitudes de hombres santos la venida de Aquel que herir�a la cabeza de la serpiente y librar�a a su pueblo del poder de la maldici�n?

(3) Cuando Cristo vino, Dios lo present� por mensajeros angelicales y por la estrella en el Este. A lo largo de Su vida, �cu�n constantemente lo present� Su Padre! La voz de Dios estaba en la voz de Juan: "He aqu� el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Y en la Cruz misma, �cuando quiso que el Padre lo golpeara y lo entristeciera�, �qu� exhibici�n hubo a los ojos de jud�os y gentiles de la propiciaci�n!

(4) � Cuando descendi� el Esp�ritu Santo en Pentecost�s! �Y qu� han sido todas las conversiones desde entonces sino sellos repetidos del mismo testimonio?

(5) En ti Dios ha cumplido bondadosamente el texto.

2. Qu� es lo que Dios ha manifestado tan manifiestamente. La palabra griega puede significar:

(1) Un propiciatorio. Ahora Dios le ha dicho al pecador: ��Deseas encontrarme? �Dejar�as de ser mi enemigo? recibir�as mi bendici�n? Les presento a Cristo como el propiciatorio, donde puedo encontrarme con ustedes y conmigo. "

(2) Una cubierta; como el propiciatorio cubr�a las tablas de la ley, y as� cubr�a lo que era causa de la ira divina, porque hab�amos quebrantado su mandamiento. ��Quieres algo que pueda encubrir de m� tu pecado, para que no tenga que ser provocado a la ira; de ti para que no tengas que temblar? �Quieres un refugio que esconda todos tus pecados? Te lo expuse en Jes�s. Conf�a en su sangre, y tu pecado quedar� cubierto �.

3. Dios ha presentado a Cristo ante cada uno de ustedes, en la predicaci�n de la Palabra y en el Libro Inspirado, como muriendo, para que sus pecados murieran; sepultado, para que sean sepultadas vuestras iniquidades; resucitado para que puedas resucitar a una vida nueva; ascendi�, para que pueda ascender a Dios; recibido en triunfo, para que t� tambi�n seas recibido en triunfo; hecho para reinar, para que t� reines en �l; eternamente amado, eternamente coronado, para que t� en �l seas eternamente amado y eternamente coronado tambi�n.

II. Seg�n la mirada del creyente.

1. Podemos confundir el objeto apropiado de la fe. Podemos mirar ...

(1) El arrepentimiento como una gracia, en verdad, sin la cual no puede haber salvaci�n, sino un acto que puede ser sustituido por la fe en la propiciaci�n.

(2) Evidencias. Las pruebas son buenas como segunda cosa, pero como primera cosa son usurpadoras y pueden resultar anticristos.

(3) las promesas de Dios. Conozco a muchos cristianos que, cuando est�n en peligro, toman la Biblia para encontrar una promesa, un muy buen plan, si van primero a Cristo. Hay un hombre que desea mucho una propiedad, al mismo tiempo que su coraz�n est� enamorado de la belleza de una bella heredera. Obtiene los t�tulos de propiedad de su propiedad. Bueno, los t�tulos de propiedad son buenos, pero las propiedades no son suyas, aunque �l tiene los t�tulos de propiedad.

Poco a poco se casa con la dama y todo es suyo. Consigue a la heredera y tienes la propiedad. As� es en Cristo; las promesas son los t�tulos de propiedad de sus propiedades. Un hombre puede recibir la promesa y no recibir a Cristo, entonces no le ser�n de utilidad.

2. Dios ha presentado a Cristo para que sea la propiciaci�n mediante la fe en Su sangre, y debemos aceptar eso como:

(1) Una propiciaci�n suficiente. Nunca hemos tenido la idea completa de Cristo hasta que sepamos que todo pecado de pensamiento, palabra, obra encuentra su muerte.

(2) Una propiciaci�n inmutable. Nuestra posici�n ante Dios, cuando hemos cre�do en Jes�s, no depende m�s de nuestra estructura y sentimientos de lo que el sol depende de las nubes y la oscuridad que est�n aqu� abajo.

III. Seg�n lo establecido por nosotros y considerado por Dios.

1. Si en este p�lpito se presenta a Cristo, Dios mirar� desde arriba a ese Cristo presentado, y honrar� y bendecir� la palabra. Podr�a predicar una doctrina clara, pero Dios nunca podr�a menospreciar la doctrina, ni los ensayos morales, ni la filosof�a. Dios no menospreciar� el ministerio de ning�n hombre a menos que ese hombre establezca lo que Dios establece. Entonces Su Palabra no volver� a �l vac�a; prosperar� en aquello a donde lo envi�.

2. Como en el caso del ministerio, en sus s�plicas por las almas debe presentar a Cristo. La sangre de Abel exig�a venganza; La sangre de Cristo exige perd�n y debe tenerlo.

3. Al igual que al suplicar por las almas de los dem�s, al suplicar por las nuestras, debemos presentar la propiciaci�n. ( CH Spurgeon. )

Cristo la propiciaci�n

En el �nico otro lugar donde aparece la palabra en el Nuevo Testamento ( Hebreos 9:5 ) se traduce como "propiciatorio".

I. A la instituci�n del �propiciatorio�, por lo tanto, debemos mirar, para que entendamos correctamente la alusi�n ( �xodo 25:17 ). Es a partir de esta descripci�n que se le da el apelativo a Jehov� del Dios que "habita entre los querubines", un apelativo, por lo tanto, equivalente en importancia a "el Dios de misericordia", "el Dios de toda gracia", "el Dios de paz �: y la posici�n del� propiciatorio �o propiciatorio, sobre� el arca del testimonio �, parece indicar que Su aparici�n, en este car�cter benigno, para comulgar con criaturas culpables, estaba en plena coherencia con las afirmaciones y sanciones de su ley perfecta; de modo que cuando Jehov� as� se manifest�.

"La misericordia y la verdad se unieron, la justicia y la paz se abrazaron". Todo esto no puede dejar de recordarnos a Aquel que recibi� de Dios el Padre honor y gloria, cuando le lleg� una voz de la excelente gloria: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Es en �l, como sujeto de la promesa, de la profec�a, del tipo o del testimonio directo, que Dios desde el principio se ha dado a conocer a los hombres en el car�cter del "Dios de paz". Es "en �l" que "reconcilia consigo a los pecadores, sin imputarles sus ofensas".

II. Si no se hubiera dicho nada m�s sobre el �propiciatorio�, podr�amos haber llegado a la conclusi�n de que Jehov� apareci� all� en el ejercicio de mera misericordia, aparte de cualquier satisfacci�n por el pecado. Por lo tanto, debemos conectar esta descripci�n del propiciatorio con el relato que se da de la manera en que el adorador deb�a abordarlo ( Lev�tico 16:2 ; Lev�tico 16:11 ).

Deb�a acercarse con la sangre de la "expiaci�n" (vers�culos 6, 30, 34), que se roc�a sobre y antes del "propiciatorio"; y mientras se presentaba as� la sangre del sacrificio, el incienso ardiente deb�a difundir su olor agradecido, en testimonio emblem�tico de la satisfacci�n divina; que, en consecuencia, se expresa en otra parte en relaci�n con el sacrificio de Cristo, y las ofrendas por las que fue tipificado, por el "olor grato de Jehov�" ( cf.

G�nesis 8:21 con Efesios 5:2 ; Apocalipsis 8:3 ; y ver tambi�n Salmo 141:2 )

. El �propiciatorio�, entonces, para que Jehov� aparezca all�, consistentemente con la gloria de Su nombre, como el Dios de gracia, debe estar manchado con �la sangre rociada�, la sangre �que hace expiaci�n por el alma�. ; y en esto se nos presenta la necesidad del derramamiento de la sangre de Cristo, para que Dios sea "complacido en �l". Y, de acuerdo con esto, la declaraci�n divina "de la gloria excelente", de satisfacci�n en su Hijo amado, se hizo en relaci�n con el tema de la conferencia en el monte santo - "la muerte que Jes�s iba a realizar en Jerusal�n . "

III. La idea apropiada de "propiciaci�n" es hacer favorable al Ser Divino.

1. Debemos tener cuidado, sin embargo, de entender por esto cualquier cosa que se parezca a la producci�n de un cambio en el car�cter Divino; como si Dios necesitara un incentivo para ser misericordioso. Debemos concebir a Jehov� como eternamente compasivo y misericordioso. Pero si bien Dios es infinita e inmutablemente bueno, es al mismo tiempo infinita e inmutablemente santo, justo y verdadero. Nunca debemos hablar de �l actuando en un momento seg�n la misericordia y en otro seg�n la justicia. Sus atributos, aunque podemos hablar de ellos claramente, son inseparables en su ejercicio.

2. �Cu�l es, entonces, la luz en la que la idea de la expiaci�n coloca al Ser Divino? Como gobernador justo, a Jehov� le desagradan sus criaturas culpables; mientras que, al mismo tiempo, por la infinita benignidad de su naturaleza, se inclina al perd�n. Pero si Su gobierno es justo, sus pretensiones, en toda su extensi�n, deben necesariamente mantenerse invioladas. La gran pregunta, entonces, sobre este tema trascendental viene a ser: �De qu� manera se puede extender el perd�n al culpable, para satisfacer las demandas de la justicia? La interpretaci�n del Ser Divino propicio, desde este punto de vista, se refiere, es obvio, no a la producci�n de amor en Su car�cter, sino simplemente al modo de su expresi�n.

La pregunta es: �C�mo puede Dios expresar amor para expresar al mismo tiempo aborrecimiento del pecado? y as�, al �dar a conocer las riquezas de su misericordia�, �mostrar la inflexibilidad de la justicia y la perfecci�n inmaculada de la santidad? Cuando decimos que Dios est� disgustado con alguna de sus criaturas, no hablamos de ellas como criaturas, sino como pecadores. �l �no se complace en la muerte del imp�o�, pero odia el pecado; y el castigo es requerido tanto por la gloria de Su justicia como por la consideraci�n de la felicidad general de la creaci�n inteligente, que el pecado tiende directamente a destruir.

Es en este punto de vista que se dice que el Dios bendito est� "enojado con los imp�os todos los d�as", para "odiar a todos los que hacen iniquidad"; haber "revelado desde el cielo su ira contra toda impiedad e injusticia de los hombres": y cuando perdona la iniquidad, en coherencia con tales expresiones, se le describe que "se ha desviado su ira". Esta es la propiciaci�n; y es en Cristo Jes�s, en virtud de Su sacrificio expiatorio, que Dios es propicio a los pecadores.

Los sacrificios de animales del Antiguo Testamento, de los cuales se declar� que la sangre (porque era la vida) era "la expiaci�n del alma", ten�an la intenci�n de prefigurar la verdadera "propiciaci�n por el pecado". ( R. Wardlaw, DD )

La historia de las relaciones de Dios con el pecado humano

I. Antes de la muerte de Cristo, los pecados de los hombres fueron pasados ??por alto en la paciencia de Dios, es decir, Dios permiti� que pasaran sin venganza. �l "gui�� un ojo a los tiempos de la ignorancia". Tan lejos se llev� esta extra�a tolerancia, que la misma justicia del Juez Divino corri� alg�n peligro, y si no hubiera juicio por venir, los hombres realmente no podr�an afirmar que el mundo se reg�a por principios de perfecta rectitud.

En la providencia del mundo, la venganza cojea pero tard�amente en las huellas del crimen; mientras que, por no hablar de los impenitentes que quedan impunes, �qu� diremos de los penitentes precristianos que pidieron perd�n por sus pecados, pero no encontraron expiaci�n por ellos? La sangre de toros y machos cabr�os nunca podr�a quitar el pecado. La pol�tica divina era dejar pasar el pecado, ni vengado ni expiado, dejando todav�a un juicio abierto.

II. Por fin Dios aclar� Su administraci�n nublada y vindic� Su justicia (vers�culo 25). Present� a la mirada p�blica una expiaci�n del pecado que satisfizo la justicia y demostr� la severa e imparcial rectitud de los juicios divinos. La muerte de Jesucristo se �presenta� como un acto p�blico realizado por Dios mismo para ilustrar Su propia justicia. La palabra "propiciaci�n" (o propiciatorio) puede significar una v�ctima ofrecida en sacrificio para recuperar el favor divino, o puede referirse a la tapa de oro del arca en el lugar sant�simo, donde Dios se sent� entronizado y propicio porque en �l fue rociado anualmente con la sangre de un sacrificio expiatorio.

La muerte de Cristo es en cualquier caso el �nico sacrificio a trav�s del cual los pecados del mundo han sido expiados y Dios ha sido capacitado para extender el favor a sus criaturas culpables. Y este acto solemne e incomparable es al mismo tiempo la exhibici�n m�s impresionante de la venganza divina contra el pecado. En lugar de que los pecados pasados ??por tanto tiempo quedaran sin venganza, Dios ofreci� a su Hijo como expiaci�n.

Con esto ha quitado a los hombres la tentaci�n de malinterpretar su anterior tolerancia de los pecados, o su falta de voluntad para perdonarlos. �l pretermiti� el pecado en Su paciencia; pero fue s�lo porque se hab�a propuesto en Su coraz�n alg�n d�a ofrecerle una satisfacci�n como esta. Por esto, �l pudo callar durante largos siglos bajo sospechas injustas, porque sab�a que un d�a la terrible Cruz de Su propio Hijo silenciar�a todas las cavilaciones y dar�a al universo una demostraci�n enf�tica de que �l es un Dios justo, que de ninguna manera lo har�. aclarar al culpable.

III. Miremos el impacto de la muerte de Cristo en "este tiempo presente". La misma satisfacci�n p�blica por el pecado es adecuada para justificar a Dios al perdonar el pecado ahora (vers�culo 26). Antes, su actitud hacia el pecado era de tolerancia. M�s que eso, no pod�a ser, porque todav�a no se hab�a ofrecido una satisfacci�n adecuada por el pecado. Pero ahora, desde que Cristo muri�, Dios no tiene necesidad de "ignorar" el pecado y pasarlo por alto.

Ya no les ofrece a los penitentes como sol�a hacerlo con la esperanza de que alg�n d�a pueda borrar sus pecados. Porque ahora puede enfrentarse al pecado de manera definitiva y eficaz. La justicia ha recibido toda la satisfacci�n que necesita o puede pedir. Ninguna sombra de sospecha, ya sea de debilidad o de injusticia, puede descansar sobre el car�cter divino, al absolver de inmediato a cualquier hombre por cuya culpa Cristo haya expiado por completo.

Ahora, por lo tanto, Dios est� en una posici�n, no s�lo para pretermitir pecados, sino para perdonarlos; no s�lo para prometer perd�n, sino para conferirlo. Vale la pena analizar en detalle esta nueva actitud.

1. Habiendo sido sobradamente adecuada esta propiciaci�n para reivindicar la justicia divina, la muerte de Cristo se convierte evidentemente en nuestra redenci�n; es decir, sirve como un rescate, una ofrenda en consideraci�n de la cual nosotros, que est�bamos detenidos como prisioneros de justicia condenados, ahora podemos salir libres. El Hijo del Hombre ha dado su vida como precio de rescate en lugar de muchos; y que el rescate expiatorio es adecuado, tenemos �redenci�n por su sangre, el perd�n de pecados.

�De modo que est� tan lejos de ser injusto en Dios absolver a aquellos por quienes se ruega la muerte de Cristo, que ser�a claramente injusto hacer cualquier otra cosa. El Libertador ha pagado el precio de la sangre por la p�rdida de vidas de hombres culpables; y la Justicia misma ahora abrir� de par en par las puertas de su prisi�n, romper� su letra de condenaci�n y proclamar� que los redimidos ser�n justificados del pecado. Este San Pablo llama "la redenci�n que es en Cristo Jes�s" (vers�culo 24).

2. Sobre la base de esta redenci�n, tal justificaci�n debe ser totalmente gratuita (vers�culo 24). Debe ser as�, porque obviamente es independiente de cualquier acci�n de los hombres. Manifest� la imparcialidad judicial y la rectitud del Legislador; pero se hizo por mandato del amor por los condenados, y su resultado es la gracia gratuita y sin l�mites para los que no la merecen. Dios debe ser justo; pero eligi� esta manera de manifestar su justicia, para que a trav�s de ella tambi�n pudiera manifestar misericordia; y la misericordia se regocija en el juicio.

3. Una forma de justificaci�n tan totalmente gratuita debe ser imparcial y cat�lica. Se ofrece en t�rminos tan f�ciles, porque los hombres indefensos y condenados no podr�an recibirlo en t�rminos m�s duros. Pagano o jud�o, no hay distinci�n entre hombres (vers�culo 22) que pudiera limitar una justicia gratuita a un grupo de ellos en lugar de a otro. Todos ellos pecaron por igual; por lo tanto, deben justificarse sobre una base que elimine toda distinci�n de mejor o peor entre ellos, de m�s merecedores o menos merecedores. Una justicia que se regala gratuitamente debe estar destinada a todos.

4. S�, a todos los que conf�en en �l (vers�culo 26). Porque nuestra justificaci�n se limita a la fe, y eso simplemente porque se limita a la obra de Cristo. Nuestra fe es la contraparte natural de la expiaci�n de Cristo; es nuestra respuesta a Su sacrificio; es nuestra aceptaci�n de los t�rminos de Dios. Dios se ofrece a justificarnos, pero lo hace solo porque Cristo ha propiciado por nuestros pecados. Si aceptamos su oferta, aceptamos ser justificados sobre la misma base de la propiciaci�n de Cristo, porque no se ofrece nada m�s.

Los mismos t�rminos en los que Dios hist�ricamente reivindic� Su justicia y obr� la redenci�n nos atan y nos limitan a la fe que descansa en Cristo como el instrumento de nuestra justificaci�n. ( J. Oswald Dykes, DD )

Por fe en Su sangre. -

La sangre de cristo

Escuche, aparte de todo argumento, lo que Cristo dice de �l, y piense: �Es posible que todo esto no pueda significar m�s que lo que dicen los hombres que no creen en su poder expiatorio, derramado por nosotros? Se hundir�n m�s profundamente en sus mentes, si se estudian en la Palabra de Dios. Pero mire este bosquejo m�s simple de ellos. Ser�n la meditaci�n, la alabanza y la acci�n de gracias de la eternidad; y por toda la eternidad anhelaremos agradecer cada vez m�s por ellos, cuando todo nuestro ser sea acci�n de gracias y amor.

�Est�bamos lejos [de Dios], pero fuimos hechos cercanos [a �l] por la Sangre de Cristo� ( Efesios 2:13 ); �Fuimos justificados por su sangre� ( Romanos 5:9 ); �Padeci� para santificarnos con su sangre� ( Hebreos 13:12 ); �Tenemos�, como posesi�n continua, �redenci�n por su sangre, la remisi�n de pecados� ( Efesios 1:7 ); �La sangre de Cristo, que por el Esp�ritu Eterno se ofreci� a s� mismo sin mancha a Dios, purifica nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo� ( Hebreos 9:14 ); �La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado� ( 1 Juan 1:7 ); �Hemos sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo� ( 1 Pedro 1:18); �Compr� la Iglesia con su propia sangre� ( Hechos 20:28 ); �Dios hizo la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de �l, en cuanto a las cosas de la tierra y de los cielos� ( Colosenses 1:20 ): �Cristo, por su propia sangre, entr� una sola vez en el lugar santo, habiendo obtuvo redenci�n eterna �( Hebreos 9:12 ).

�Nosotros� tambi�n, desde entonces, �tenemos confianza para entrar en el Lugar Sant�simo por la sangre de Jes�s, por un camino nuevo y vivo que �l nos ha consagrado por Su carne� ( Hebreos 10:19 ). Somos �elegidos, seg�n la presciencia de Dios, en santificaci�n del esp�ritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo� ( 1 Pedro 1:2 ).

�Hemos venido a Jes�s, el Mediador del nuevo pacto, y la sangre rociada que habla mejores cosas que la de Abel� ( Hebreos 12:22 ). Y cuando el disc�pulo amado vio el cielo abierto, vio �al Fiel y Verdadero, la Palabra de Dios, vestida con una vestidura te�ida de sangre� ( Apocalipsis 19:13 ), y escuch� el c�ntico nuevo de los que cantaban: �T� fuiste inmolado y por tu sangre nos compraste para Dios de toda tribu y lengua y pueblo y naci�n �( Apocalipsis 5:9 ); y escuch� que hab�an �lavado sus ropas y las hab�an blanqueado en la sangre del Cordero� ( Apocalipsis 7:14 ), y hab�an �vencido al acusador con la sangre del Cordero� ( Apocalipsis 12:11 ).

Y la doxolog�a de San Juan es: �Al que nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su propia sangre, a �l sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Am�n �( Apocalipsis 1:5 ). ( EB Pusey, DD )

Versículo 26

Para declarar, digo, en este momento Su justicia.

La Cruz, una manifestaci�n de la justicia Divina

I C�mo. De dos maneras tan estrechamente unidos que cualquiera de los dos separados perder�a su valor.

1. Por el mismo hecho del sacrificio y muerte sangrienta de Cristo. Si Pablo no ve en este castigo un equivalente cuantitativo del tratamiento que todo pecador hab�a sufrido, esto es lo que claramente se desprende de dichos como 2 Corintios 5:21 ; G�latas 3:13 .

Ahora bien, aqu� consiste precisamente la manifestaci�n de la justicia realizada por la Cruz. Dios se revela aqu� como uno contra quien ning�n pecador puede rebelarse sin merecer la muerte; y aqu� el pecador es puesto en su lugar en el polvo como malhechor digno de muerte. Tal es la manifestaci�n objetiva de la justicia.

2. Esta demostraci�n, sin embargo, estar�a incompleta sin la manifestaci�n subjetiva o moral que la acompa�a. Todo pecador podr�a ser llamado a morir en la Cruz; pero ning�n pecador estaba en condiciones de sufrir este castigo como lo hizo Jes�s, acept�ndolo como inmerecido. Esto es lo que s�lo �l pudo hacer en virtud de Su santidad ( Juan 17:25 , Juan 17:25 ). La resignaci�n tranquila y muda con que se dej� llevar al matadero, manifest� la idea que �l mismo form� de la Majestad de Dios y de la juicio que estaba pasando sobre el pecado del mundo; de Su Cruz se elev� el m�s perfecto homenaje rendido a la justicia de Dios.

En esta muerte, por lo tanto, el pecado de la humanidad fue doblemente juzgado y la justicia de Dios doblemente manifestada, por el hecho externo de este doloroso e ignominioso castigo, y por el acto interno de la conciencia de Cristo, que ratific� este trato del cual el pecado fue el objeto en Su Persona.

II. Pero, �qu� hizo necesaria tal demostraci�n? Debido a la tolerancia de los pecados pasados. Durante cuatro mil a�os el espect�culo presentado por la humanidad a todo el universo moral ( cf.1 1 Corintios 4:9 )

fue, por as� decirlo, un esc�ndalo continuo. Con la excepci�n de algunos grandes ejemplos de juicios, la justicia divina parec�a dormida; los hombres pecaron y, sin embargo, vivieron. Continuaron pecando y, sin embargo, alcanzaron la seguridad de una vejez. �D�nde estaba la paga del pecado ? Fue esta relativa impunidad la que hizo necesaria una solemne manifestaci�n de rectitud. Dios juzg� esencial, a causa de la impunidad de que gozaron durante tanto tiempo estas mir�adas de pecadores que se sucedieron en la tierra, finalmente manifestar Su justicia mediante un acto sorprendente; y lo hizo al darse cuenta en la muerte de Jes�s del castigo que cada uno de estos pecadores habr�a merecido sufrir.

Pero si se pregunta por qu� Pablo se refiere solo a los pecados del pasado y no a los del futuro, la respuesta es f�cil: la justicia de Dios, una vez revelada en el sacrificio de la Cruz, esta demostraci�n permanece. Pase lo que pase, nada podr� volver a borrarlo de la historia del mundo, ni de la conciencia de la humanidad. De ahora en adelante, todo pecado debe ser perdonado o juzgado. ( Prof. Godet. )

Para que sea Justo y el que justifica al que cree en Jes�s .

Justicia satisfecha

(texto y 1 Juan 1:9 ).

I. �C�mo ha quedado tan satisfecha la justicia que ya no se interpone en el camino de Dios para justificar al pecador? La �nica respuesta a eso es, mediante la sustituci�n de Cristo. Cuando el hombre pecaba, la ley exig�a su castigo. La primera ofensa fue cometida por Adam, el representante de la raza. Cuando Dios castigaba el pecado, pensaba en el bendito recurso, no en castigar a su pueblo, sino a su representante, el segundo Ad�n. Muri�: "el justo por los injustos, para llevarnos a Dios". Demostremos cu�n plenamente se cumple la ley. Nota&mdash

1. La dignidad de la v�ctima. El eterno Hijo de Dios condescendi� a hacerse hombre; vivi� una vida de sufrimiento y finalmente muri� de agon�a. Si piensas en la persona maravillosa que fue Jes�s, ver�s que en sus sufrimientos la ley recibi� una vindicaci�n mayor de la que podr�a haber recibido incluso en los sufrimientos de toda la raza. Hay tal dignidad en la Deidad que todo lo que hace es infinito en su m�rito; y cuando se inclin� para sufrir, la ley recibi� mayor honor que si todo un universo se hubiera convertido en un sacrificio.

2. La relaci�n que tuvo Jesucristo con el Gran Juez. Bruto era el m�s inflexible de los jueces y no conoc�a distinci�n de personas. Pero cuando sentenci� a su propio hijo, vemos que amaba a su pa�s m�s que a su hijo, y a la justicia mejor que a ambos. Ahora, decimos, Brutus es de hecho. Ahora, si Dios nos hubiera condenado a cada uno de nosotros uno por uno, o toda la raza en masa, la justicia habr�a sido reivindicada.

�Pero he aqu�! Su propio Hijo toma sobre �l los pecados del mundo, y "agrad� al Se�or quebrantarlo". Seguramente, cuando Dios golpea a su Hijo, unig�nito y bienamado, entonces la justicia tiene todo lo que puede pedir; y este Cristo lo dio gratuitamente,

3. Las agon�as de Cristo, que soport� en lugar de los pecadores. Todo lo que deber�a haber sufrido lo ha sufrido mi sustituto. No puede ser que Dios pueda herirme ahora. La justicia misma previene, porque cuando la justicia se satisface una vez, ser�a una injusticia si se pidiera m�s. Dios puede ser justo y, sin embargo, el justificador.

II. Es un acto de justicia por parte de Dios perdonar al confesar el pecado. No es que el pecador merezca el perd�n. El pecado nunca puede merecer otra cosa que el castigo. No es que Dios est� obligado por alguna necesidad de su naturaleza a perdonar a todo el que se arrepienta, porque el arrepentimiento no tiene por s� mismo suficiente para merecer el perd�n. Sin embargo, es cierto que, debido a que Dios es justo, debe perdonar a todo pecador que confiesa su pecado. Porque&mdash

1. �l ha prometido hacerlo; y un Dios que pod�a romper su promesa era injusto. Cada palabra que Dios pronuncie se cumplir�. Ve, entonces, a Dios con: �Se�or, t� has dicho: 'El que confiesa su pecado y lo abandona, hallar� misericordia'. Confieso mi pecado y lo dejo; Se�or, �ten piedad de m�! No dudes que Dios te lo dar�. Tienes Su propia promesa en tu mano.

2. Se ha inducido al hombre a actuar en consecuencia; y por lo tanto, esto se convierte en un doble v�nculo para la justicia de Dios. Dios ha dicho: "Si confesamos nuestros pecados y confiamos en Cristo, tendremos misericordia". Lo has hecho por la fe de la promesa. �Te imaginas cuando Dios te ha hecho pasar por mucho dolor mental para arrepentirte y confiar en Cristo, luego te dir� que no quiso decir lo que dijo? No puede ser.

Supongamos que le dijeras a un hombre: "Renuncia a tu situaci�n y alquila una casa cerca de m�, y te emplear�". Supongamos que lo hace, y luego dices: "Me alegro por tu propio bien de que hayas dejado a tu amo, pero no te aceptar�". �l respond�a: "Renunci� a mi situaci�n por la fe de tu promesa, y ahora t� la rompes". �Ah! pero esto nunca se puede decir de Dios.

3. Cristo muri� a prop�sito para asegurar el perd�n de toda alma que lo buscara. �Y supones que el Padre le robar� lo que compr� tan caro?

III. Los deberes ense�ados en los dos textos.

1. Confesi�n. No esperes que Dios te perdone hasta que confieses. No debes confesar a un hombre, a menos que lo hayas ofendido. Si es as�, deja tu ofrenda sobre el altar, ve y haz las paces con �l, y luego ven y haz las paces con Dios. Debes confesar tu pecado a Dios. No puede mencionar todas las ofensas, pero no esconda ninguna.

2. Fe. ( CH Spurgeon. )

Justicia y redenci�n

�Cu�l fue el prop�sito principal de los sufrimientos de Cristo?

I. La pregunta se responde de muy diversas formas.

1. Hay quienes dicen que no ten�an ning�n prop�sito, sino que fueron provocados por la operaci�n de fuerzas ciegas, que act�an a veces por obra de la naturaleza inanimada, a veces por la malignidad de la voluntad humana. No necesitamos mirar m�s all� de ellos para dar cuenta del espect�culo de lo mejor de las vidas humanas que termina como si hubiera sido lo peor; por esa anomal�a, que mientras Tiberio estaba entronizado en Roma, Jes�s deber�a haber sido crucificado en Jerusal�n.

Discutir esto ser�a abrir la pregunta de si existe alg�n gobierno Divino. Baste decir que si hay un Ser omnipotente y de car�cter moral, entonces el mundo est� gobernado por �l. Si se permite que suceda mucho en �l, lo cual es una contradicci�n con la naturaleza moral de tal gobernante, esto solo muestra que, por ciertas razones, �l ha permitido que el pecado entre y estropee Su obra, y en su tren. , dolor y muerte.

Por lo tanto, los sufrimientos de Cristo son solo una ilustraci�n extrema de lo que vemos en todas partes a nuestro alrededor en una escala m�s peque�a, pero no ofrecen fundamento para la opini�n de que las vidas humanas se desv�an impotentes ante fuerzas que carecen completamente de prop�sito moral como la ola o el hurac�n. carece de inteligencia o de simpat�a.

2. Un relato m�s satisfactorio de los sufrimientos de nuestro Se�or es que fueron la caracter�stica culminante del testimonio que dio del car�cter sagrado de la verdad. Este, se puede insistir sinceramente, es Su propio relato del asunto. "Con este fin nac� ... para dar testimonio de la verdad". Pero la pregunta es si este era el �nico objeto o el m�s importante. Si lo fue, entonces �l no se diferencia de los sabios, profetas y m�rtires, quienes han prestado este servicio a la verdad. Hay un prop�sito m�s importante en la muerte de nuestro Se�or que lo distingue de todos los dem�s.

II. La verdadera respuesta es que la muerte de Cristo ten�a la intenci�n de poner en acci�n un Atributo de Dios.

1. Este atributo no es, como podr�amos esperar, el amor o la misericordia de Dios, aunque sabemos que si Dios dio a su Hijo unig�nito a morir, fue porque �tanto am� al mundo�; pero el atributo en el que piensa San Pablo es la rectitud o justicia de Dios.

2. Cuando hablamos de justicia presuponemos la existencia de una ley de derecho, una ley que la justicia defiende. Esta ley tiene su testimonio en parte en la estructura de la sociedad, en parte en la conciencia del hombre. Si la sociedad humana es en gran parte infiel a esta ley, no puede descuidarla por completo sin desmoronarse, tarde o temprano. Y la conciencia de cada hombre da fe de la existencia del bien, en contraposici�n al mal.

Sin violentar la mente que Dios nos ha dado, no podemos concebir un tiempo en el que lo correcto no sea lo correcto y la justicia no sea una virtud; y si es as�, el derecho y la justicia son eternos; y dado que nada distinto de Dios puede concebirse como eterno �pues en ese caso habr�a dos eternos� se sigue que el derecho y la justicia pertenecen a la naturaleza esencial de Dios. Pensar en Dios como injusto es solo una forma de pensar que �l no existe en absoluto.

3. Esta gran verdad fue el principal prop�sito de la revelaci�n jud�a para ense�ar. De generaci�n en generaci�n, su voz es: "Justo eres t�, oh Se�or, y verdadero es tu juicio". Su ley era una proclamaci�n de justicia aplicada a la vida humana; sus profetas fueron predicadores de justicia; sus penas fueron las sanciones de la justicia; sus sacrificios eran un recordatorio perpetuo de la justicia divina; sus promesas apuntaban a Aquel que aclarar�a m�s que nunca al hombre la belleza y el poder de la justicia divina.

Y as�, cuando vino, fue nombrado el "Justo" y "Jesucristo el Justo", y fue s�lo de acuerdo con estos t�tulos que tanto en su vida como en su muerte revel� al hombre la justicia de Dios como lo hab�a hecho. nunca se ha revelado antes.

III. Pero, �c�mo fue la muerte de Cristo una declaraci�n de la justicia de Dios?

1. Aqu� debemos considerar que la justicia es un atributo activo. No existe una distinci�n funcional entre una justicia te�rica y una pr�ctica. Y si esto es cierto en el hombre, mucho m�s cierto lo es en Dios. Pensar que Dios es justo en s� mismo, pero indiferente a los estrictos requisitos de la justicia, ser�a, podr�a pensarse, imposible para cualquier mente clara y reverente. Y, sin embargo, muchos han dicho: �Si yo fuera Dios, perdonar�a al pecador, como un hombre de buen car�cter perdona una ofensa personal, sin esperar un equivalente.

�Aqu� hay una confusi�n entre una ofensa contra el hombre y una contra Dios. Una ofensa contra nosotros no implica necesariamente una infracci�n de la eterna ley del derecho. Pero con el Maestro del universo moral es diferente. El hecho de que las violaciones del derecho deban ir seguidas de un castigo forma parte de la ley absoluta del derecho tanto como lo es la existencia del derecho mismo. Si la m�xima se mantiene en la ley humana, que la absoluci�n del culpable es la condena del juez, es verdadera en un sentido superior de Aquel cuya rectitud sin pasi�n es tan incapaz de ser distorsionada por una falsa benevolencia como por una animosidad prejuiciosa.

2. La muerte de nuestro Se�or fue una proclamaci�n de la justicia de Dios al exigir la pena que se debe al pecado. Si tomamos la medida del mal moral, no lo rastreemos simplemente hasta el asilo, la prisi�n, la horca, ni siquiera hasta la condici�n eterna de los perdidos; estemos en esp�ritu en el monte Calvario, y veamos c�mo Cristo fue "hecho pecado por nosotros, que no conoci� pecado, para que nosotros fu�semos hechos justicia de Dios en �l".

3. Pero aqu� se preguntar� si la justicia de Dios no se compromete en el mismo acto de su afirmaci�n, si la pena pagada por el Sufridor sin pecado no es incompatible con la regla de justicia de que el verdadero pecador debe ser castigado por sus pecados. Pero considere ...

(1) Que una pena indirecta no es injusta, por ejemplo, cuando la persona que la paga tiene un t�tulo natural para representar al criminal. La ley natural y civil se acuerda al responsabilizar al padre de la mala conducta del hijo y al exigirle el pago que el ni�o no puede presentar. Por otro lado, la conducta de un padre, buena o mala, afecta profundamente el destino de sus descendientes.

Sus h�bitos templados o su estilo de vida relajado tienen un efecto presente en nuestras vidas; y el buen o mal nombre que un padre deja a sus hijos da color y moldea sus vidas de mil maneras. Ser hijo de David supuso para Salom�n la demora de la pena que merec�an sus propias fechor�as. Ser descendiente de Jeroboam era ascender a un trono que ya estaba perdido. Los romanos acogieron con entusiasmo al in�til hijo de Marco Aurelio, aunque ya sab�an algo de su car�cter.

La muerte de Luis XVI no se debi� totalmente a la ferocidad jacobina, ni a su propia mala conducta, sino a la pol�tica de los antepasados ??que hab�an legado el legado fatal del descontento y el descontento de un gran pueblo. Ciertamente, la aplicaci�n de este principio se modifica en parte por la doctrina evang�lica de la responsabilidad individual: pero no se deroga ni se olvida. San Pablo aplica esta consideraci�n a la relaci�n de nuestro primer padre con toda la familia humana.

"Por la desobediencia de un hombre, muchos fueron hechos pecadores". La relaci�n representativa de Ad�n hizo representativos sus actos, y todo hijo de Ad�n debe decir en consecuencia: "He aqu�, en maldad fui formado, y en pecado me concibi� mi madre". Este personaje representativo pertenec�a a nuestro Se�or no menos verdaderamente que a nuestro padre natural Ad�n. Este es el significado m�s profundo de Su nombre, el Hijo del Hombre, y es por eso que St.

Pablo lo llama el segundo Ad�n. Por supuesto, existen diferencias importantes. Ad�n representa a todos los descendientes que obtienen su vida f�sica de �l; Cristo representa a todos los que obtienen su vida espiritual de �l. Pero la representaci�n es tan real en un caso como en el otro, y alivia los sufrimientos indirectos de nuestro Se�or de la imputaci�n de injusticia caprichosa. �l es "el Padre Eterno", o el padre de la era venidera, quien paga el castigo por las fechor�as de Sus hijos; y al reclamar por la fe nuestra participaci�n en su obra, estamos recurriendo a una ley de representaci�n que es com�n a la naturaleza y a la gracia, y que solo puede ser acusada de injusticia si Dios debe ser excluido por alg�n motivo arbitrario de tratar a sus criaturas. como miembros de un organismo com�n, as� como a t�tulo individual.

Fue un gran placer para Cristo ocupar nuestro lugar en la Cruz. Seguramente no hay injusticia en aceptar una satisfacci�n que se ofrece gratuitamente. Cuando una tribu salvaje expiar�a sus ofensas sacrificando una v�ctima en contra de su voluntad, esta destrucci�n de una vida contra la voluntad de su due�o implicar�a por s� sola la p�rdida de cualquier valor moral asociado al proceso. Si pudi�ramos concebir alguna compulsi�n en el caso de nuestro Se�or, ser�a imposible hacer una buena base moral para la virtud expiatoria de Su muerte; pero �Nadie�, dijo, �me quita la vida, sino que yo la doy por m� mismo.

�Cristo por el Esp�ritu eterno se ofreci� a s� mismo sin mancha a Dios�; y, por lo tanto, debido a que nuestro Se�or tom� una naturaleza que representaba a la raza, y libremente quiso el acto, y sufri� en esa naturaleza como su representante, Su muerte tiene sin ning�n menoscabo de la ley de la justicia una virtud propiciatoria.

4. Pero, �c�mo podr�a aceptarse la pena pagada por un hombre como una pena suficiente para expiar los pecados de millones, los pecados de los siglos venideros y de las �pocas pasadas? Si la vida que se ofreci� hubiera sido solo una vida humana, no podr�a haber hecho tal expiaci�n. El que muri� en el Calvario fue m�s que un hombre, y es su naturaleza superior y divina la que imparte a todo lo que Cristo hizo y sufri� un valor infinito.

Si contemplamos la infinitud de Dios, nuestro asombro no ser� que la muerte de Cristo haya tenido tanto efecto, sino m�s bien, hasta donde sabemos, que haya tenido tan poco efecto. Digo hasta donde sabemos, porque puede haber tenido relaciones con otros mundos de los que no sabemos nada, aunque puede haber tenido ning�n efecto m�s all� de la redenci�n ganada y ofrecida al hombre. Para lograr esa redenci�n, era claramente m�s que igual.

Qu� gran n�mero de flores caen sin dar fruto; qu� pocas semillas caen donde pueden germinar, y de las que s� echan ra�ces, qu� peque�a proporci�n hace algo m�s; �Cu�n desproporcionados son los preparativos para la vida en el mundo animal con respecto a las vidas que realmente sobreviven! Estas cosas han llevado a la gente a preguntarse si no habr�a sido mejor crear solo la vida que se quisiera.

Este es el razonamiento de una criatura finita que examina desde su mezquino punto de vista los recursos ilimitados y la magn�fica profusi�n del gran Creador. Y si, como podemos pensar, �l hace m�s de lo necesario para salvarnos sin alterar Su propia ley eterna de justicia, es porque Sus recursos y Su generosidad inquebrantable son iguales sin l�mite. De todos modos, si la muerte de nuestro Se�or ofreci� m�s que una satisfacci�n, no puede haber duda de que la satisfacci�n que ofreci� fue totalmente adecuada, que la sangre de �l, el Hijo de Dios, limpia de todo pecado. ( Canon Liddon. )

La necesidad de la expiaci�n

I. La expiaci�n fue necesaria enteramente a causa de Dios. Es f�cil ver que no podr�a ser necesario a causa de los pecadores. Cuando Ad�n pec�, Dios pudo haberlo destruido a �l y a la raza, o podr�a haberlos salvado de una manera soberana, sin hacerles injusticia a ellos ni a ning�n otro ser creado. Pero el ap�stol nos asegura que era necesaria una expiaci�n por cuenta de Dios, para que �l pudiera ser justo y el que justifica.

II. Por qu� la expiaci�n era necesaria a causa de Dios.

1. Si tan solo podemos descubrir por qu� Ad�n, despu�s de haber pecado e incurrido en el castigo, perdi� la esperanza del perd�n, veremos esto. Ad�n sab�a que Dios era bueno, pero tambi�n sab�a que Dios era justo; que era moralmente imposible que ejerciera su bondad de manera incompatible con su justicia; y que su perfecta justicia implicaba una disposici�n inflexible para castigar al culpable. No es probable que Ad�n pensara en una expiaci�n; y si lo hac�a, no pod�a ver c�mo se pod�a hacer una expiaci�n.

Ahora bien, as� como Dios no pudo haber sido justo consigo mismo al perdonar a Ad�n, tampoco puede perdonar a ninguno de Su posteridad culpable sin una expiaci�n. Y as� como Dios decidi� mostrar misericordia a los pecadores, era absolutamente necesario que Cristo hiciera una expiaci�n por sus pecados, y su necesidad se origin� enteramente en Su justicia inmutable. No hab�a nada en los hombres que requiriera una expiaci�n, y no hab�a nada en Dios que requiriera una expiaci�n, excepto Su justicia.

2. Ahora bien, nunca hubo ninguna dificultad en que Dios hiciera el bien al inocente, ni en castigar al culpable; pero era dif�cil perdonar a los malvados.

(1) La bondad de Dios es una disposici�n a hacer el bien al inocente; Su justicia una disposici�n para castigar al culpable; y su misericordia una disposici�n para perdonar y salvar al culpable. La gran dificultad, por tanto, fue reconciliar la disposici�n de Dios a castigar con su disposici�n a perdonar.

(2) Esta fue una dificultad en el car�cter Divino, y una dificultad a�n mayor en el gobierno Divino. Porque Dios hab�a revelado Su justicia en Su gobierno moral. Hab�a una clara exhibici�n de justicia retributiva en la primera ley dada al hombre. "El d�a que de �l comieres, ciertamente morir�s". Esta ley, revestida de toda la autoridad de Dios, la viol� el hombre e involucr� a toda su posteridad.

�Qu� se pod�a hacer ahora? Los �ngeles ca�dos hab�an sido condenados por su primera ofensa. Pero, �c�mo podr�a mostrarse la gracia perdonadora? Nadie de la creaci�n inteligente podr�a decirlo. Los �ngeles de la luz no pudieron decirlo; porque hab�an visto a los que no guardaban su primer estado, excluidos del cielo. El hombre no podr�a decirlo. Esta pregunta solo Dios pudo resolverla. �l sabe que podr�a ser justo consigo mismo, si su justicia se mostrara mediante los sufrimientos de un sustituto adecuado en la habitaci�n de los pecadores. Cristo fue el �nico sustituto que se encontr� que era competente para la gran obra. �l, por lo tanto, el Padre se propuso ser una propiciaci�n, para declarar su justicia para la remisi�n de los pecados.

III. �Que sigue? Si la expiaci�n de Cristo fue necesaria enteramente a causa de Dios, para que �l pudiera ser justo al ejercer la misericordia perdonadora, entonces ...

1. Fue universal y suficiente para el perd�n de todos. �Qu� puede ser m�s injusto que castigar a los pecadores por no aceptar una salvaci�n que nunca les fue proporcionada? Y nunca les fue provisto, si Cristo, con sus sufrimientos y muerte, no hizo expiaci�n por ellos.

2. No satisfizo la justicia hacia los mismos pecadores. Nada de lo que Cristo hizo o sufri� alter� su car�cter, obligaciones o m�ritos. Su obediencia no los liber� de su obligaci�n de obedecer la ley divina, ni sus sufrimientos los libraron de su merecimiento de sufrir el castigo.

3. Cristo no mereci� nada de la mano de Dios para s� mismo ni para la humanidad. No hay frase m�s incomprendida que "los m�ritos de Cristo". Aunque Cristo sufri� el justo por el injusto, sin embargo, no puso a Dios bajo la m�s m�nima obligaci�n, en el punto de la justicia, de perdonar. Dios est� por encima de estar atado por nadie; y no puede obligarse a s� mismo de otra manera que no sea mediante una promesa gratuita y gratuita. La promesa de Dios de perdonar es un acto de gracia y no un acto de justicia.

En consecuencia, el ap�stol dice que los creyentes son "justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redenci�n que es en Cristo Jes�s". Y como Cristo no mereci� el perd�n de los creyentes por sus sufrimientos, tampoco mereci� una recompensa por ellos por su obediencia. Es cierto, Dios ha prometido recompensarlo por su obediencia hasta la muerte, pero su promesa es una promesa de gracia y no de justicia. As� que ha prometido recompensar a todo hombre por el menor bien que haga, incluso por dar un vaso de agua fr�a con sinceridad.

Pero su promesa es una promesa de gracia, no de justicia, y sin la menor consideraci�n de la obediencia de Cristo como fundamento de ella. Al obedecer y sufrir en la habitaci�n de los pecadores, solo hizo que Dios perdonara o recompensara a Dios.

4. Dios ejerce la misma gracia gratuita al perdonar a los pecadores mediante la expiaci�n, como si no se hubiera hecho ninguna expiaci�n.

5. Es absurdo suponer que la expiaci�n fue meramente conveniente. No hab�a otra forma posible de salvar a los pecadores. No hay raz�n para pensar que Dios hubiera sometido al Hijo de Su amor a la Cruz si hubiera podido perdonarlo sin una expiaci�n tan infinitamente costosa.

6. Podemos concluir con seguridad que la expiaci�n consisti� en los sufrimientos de Cristo y no en su obediencia. Su obediencia fue necesaria por Su causa, para calificarlo para hacer expiaci�n por los desobedientes; pero sus sufrimientos eran necesarios a causa de Dios, para mostrar su justicia.

7. Dios puede perdonar consistentemente a cualquier pecador penitente y creyente a causa de la expiaci�n de Cristo. Ahora puede ser justo y justificar a todo aquel que cree. ( N. Emmons, DD )

Versículos 27-30

�D�nde est� entonces la jactancia?

Est� excluido.

Jactancia - Jud�a y Cristiana

I. La jactancia era una caracter�stica nacional jud�a de una especie peculiar, porque tomaba la forma de presunci�n religiosa.

1. No pod�an jactarse de ser ricos o fuertes; pero cuando sus fortunas estaban en su punto m�s bajo, les quedaba una fuente de orgullo nacional para sostener su importancia personal. Al ser los favoritos escogidos del cielo, encontraron un consuelo tan halagador que miraron a sus conquistadores como extranjeros marginados de Dios. Ahora bien, hab�a suficiente fundamento para que este orgullo lo hiciera muy excusable en ellos, aunque en el caso de muchos tom� una forma que result� fatal para la vida religiosa.

2. Habiendo llegado a la terminaci�n natural de su propio argumento, a saber, que Dios, mediante el sacrificio de Jesucristo, puede justificar a todos los que conf�an en �l, Pablo se detiene de repente, como si estuviera buscando algo que se hab�a desvanecido, y pregunta abruptamente: "�D�nde, entonces, est� la jactancia de los jud�os?" Respuesta: No queda m�s espacio para ello. Pero, �qu� lo cierra? No la ley de las obras, que se entiende que prescribe la obediencia como medio de recompensa; porque si un hombre gan� una recompensa, entonces, por supuesto, tiene alg�n motivo para jactarse.

No; la jactancia est� realmente excluida s�lo bajo la nueva y mejor manera de ser justo ante Dios. Ese nuevo principio de aceptaci�n con Dios corta la justicia propia hasta las ra�ces como ninguna otra cosa lo hace. Eso lo deja como deudor solo a la gracia soberana.

II. Esta viciosa jactancia no es algo esencialmente jud�o. En el fondo, es hijo del orgullo humano. A ning�n hombre le gusta admitir que literalmente no tiene ni una pulgada de terreno para pararse ante el tribunal de Dios, ni el peso de un escr�pulo de m�rito para suplicar all�. No hay nada que le disguste m�s a un hombre que eso. Sin importar cu�n andrajosa sea nuestra justicia, o cu�n inmunda sea, no podemos dejar que se quede en total verg�enza, sin ser apantallados a la luz o indefensos ante el juicio que hemos merecido.

No podemos? Entonces no hay salvaci�n para nosotros. La salvaci�n es para los hombres que conf�an en la manera en que Dios encuentra misericordia, y ese principio excluye la jactancia. Solo, desnudo, sin excusas, condenado, pecador simplemente debes sentirte y confesar que lo eres.

III. Esta jactancia autojustificadora se alimenta de cada punto de ventaja que se supone que eleva a un pecador un poco por encima de su compa�ero pecador. Vive haciendo comparaciones odiosas. Hay diversidad entre los hombres en cuanto al grado de su depravaci�n moral, y la providencia de Dios da a algunos una inmensa ventaja sobre otros con respecto al privilegio religioso. Pero cuando Dios selecciona una raza de otras razas, o una clase en la sociedad antes que otra clase, o un individuo entre otras, por ventajas religiosas excepcionales, ciertamente no tiene la intenci�n de inflar al favorecido con vanidad espiritual.

No es nada m�s que el funcionamiento anormal de la propia naturaleza maligna del hombre lo que pervierte lo que Dios quiso decir como una bendici�n. Por lo tanto, no podemos permitirnos arrojar piedras al antiguo Israel. �Los cristianos nunca nos jactamos de estar muy por encima de los jud�os ignorantes o los paganos? Su israelita hace mucho tiempo se concibi� a s� mismo a salvo por la eternidad, porque hab�a sido debidamente circuncidado y hab�a observado las festividades. �Su cristiano nunca construye ninguna esperanza en el cielo sobre su buen ser eclesi�stico o su profesi�n cristiana indiscutida? Los jud�os trabajaron duro para merecer el para�so con un gran celo por la ortodoxia y llevando una vida escrupulosa.

�Nadie ha o�do hablar de alg�n cristiano que haya hecho algo parecido? Para usted, as� como para el jud�o, es fatalmente f�cil perder el camino humilde que conduce a la vida a trav�s de una humilde confianza en Cristo. Tambi�n para usted es peligrosamente f�cil basar su confianza religiosa en una justicia propia.

IV. En contra de esta suposici�n, vea las poderosas m�quinas que Pablo pone en marcha.

1. El argumento es uno en este sentido.

�Si me equivoco al decir que todo hombre debe ser justificado sin la ley, y si tienes raz�n al pensar que la observancia de los ritos mosaicos es la base de tu aceptaci�n, entonces en ese caso Dios es solo el Dios de los jud�os, ya que s�lo a los jud�os les ha dado esta ley mosaica. Pero, �no est� esto totalmente en contra del punto primordial de su confesi�n, en contra del polite�smo, de que hay un Dios vivo y verdadero de todos los hombres por igual? El fundamento de este razonamiento radica en el monote�smo, la doctrina de la unidad de Dios y su relaci�n com�n con todos.

La hendidura que divide a la raza humana en jud�os y gentiles corta mucho; pero no puede llegar tan lejos como la cuesti�n fundamental de la aceptaci�n del pecador con su Hacedor. �C�mo podr� el hombre tener paz con Dios? es un problema que solo puede tener una respuesta, no dos. El mismo Dios, justo y misericordioso con todos sus hijos, debe justificar con justicia a todo pecador de la misma manera.

2. Pero el argumento nivelador del ap�stol es bueno para m�s que para los jud�os. Basta con mirar nuestra propia posici�n a la luz de este argumento. Somos hombres privilegiados, como cristianos, como ingleses, como hijos de padres devotos que se encargaron de que nos bautiz�ramos pronto en la fe y la educaci�n de los santos. �Descansaremos entonces con jactanciosa confianza en esto, y consideraremos que la puerta de la vida es menos recta para nosotros que para los id�latras o los marginados? �No es eso repetir el error del jud�o, postular, por as� decirlo, un Dios de dos caras? Un Dios que distribuye a las personas ignorantes y malvadas su propia porci�n de gracia, como algo sobre lo que no tienen derecho. , por pura consideraci�n a la obra de Jesucristo, pero que recibe a los cristianos respetables en una base diferente y m�s f�cil.

No tengo miedo de que alguno de ustedes diga tales cosas. Pero lo que temo es que algunos de ustedes puedan albergar gradualmente una confianza moralista en su posici�n y car�cter, lo que significar�a sustancialmente lo mismo. Contra un temperamento tan seguro de s� mismo, por lo tanto, lucho con el arma de San Pablo. Dios no tiene dos formas de salvar a los hombres. ( J. Oswald Dykes, DD )

Jactancia excluida

1. El t�rmino "ley" puede significar m�s que una regla autorizada; puede significar el m�todo de sucesi�n por el cual un evento sigue a otro; y es as� que hablamos de una ley de la naturaleza o de la mente. Tanto la ley de las obras como la ley de la fe pueden entenderse aqu� en este �ltimo sentido. Una es aquella por la cual la justificaci�n de un hombre sigue despu�s de haber realizado las obras; la otra es aquella por la cual la justificaci�n de un hombre sigue a su fe, as� como la ley de la gravitaci�n es aquella sobre la cual todos los que se encuentran sobre la superficie de la tierra, cuando se les quita el apoyo, caer�n hacia su centro.

2. Ahora bien, el objetivo del ap�stol es probar que por la ley de las obras nadie es justificado, y quiero que noten c�mo aquellos a quienes no les gusta la exclusi�n absoluta de las obras se esfuerzan por evadir esto.

I. Sostienen que la afirmaci�n de Pablo es de la ley ceremonial y no de la moral. Est�n lo suficientemente dispuestos a descartar la obediencia al primero, pero no al segundo. Todos los ritos, sean jud�os o cristianos, tienen en su estimaci�n un lugar muy inferior a las virtudes de la vida social, o al afecto de una piedad interior e iluminada en un hombre, aunque sea ajeno a los rigores puritanos del s�bado y del sacramento.

1. Estamos lejos de discutir la justicia de su preferencia; pero les indicar�amos el uso que deber�an hacer de ella al aplicarle la afirmaci�n de que de la justificaci�n se excluye toda jactancia. �No apunta la declaraci�n m�s a aquello de lo que los hombres tienden a jactarse m�s? Dejar a un lado la ley de las obras no es excluir la jactancia, si solo se dejan de lado aquellas obras que no engendran reverencia cuando las hacen otros, y no se complacen cuando las hacen ellos mismos.

La exclusi�n de la jactancia podr�a parecerle a un viejo fariseo como lo que barri� con todo el ceremonial en el que se gloriaba. Pero por la misma raz�n deber�a parecerle al admirador de buen gusto de la virtud barrer los logros morales de los que se glor�a. En una palabra, este vers�culo tiene la misma fuerza ahora que ten�a entonces. Luego redujo al jud�o jactancioso al mismo terreno de la nada ante Dios con el gentil a quien despreciaba. Y ahora reduce al moralista jactancioso al mismo terreno que al esclavo de los ritos, a quien tan profundamente desprecia.

2. Pero que Pablo se refiere a la ley moral es claro, porque en el hurto, el adulterio y el sacrilegio del cap. 2, y en la impiedad, el enga�o, la calumnia y la crueldad del cap. 3, vemos que era la ofensa de un mundo culpable contra ella lo que el ap�stol ten�a principalmente en sus ojos; y cuando dice que por la ley est� el conocimiento del pecado, �c�mo podr�a referirse a la ley ceremonial, cuando eran pecados morales que �l hab�a estado especificando todo el tiempo?

3. Esta distinci�n entre lo moral y lo ceremonial es, de hecho, un mero recurso para ahuyentar una doctrina por la cual la naturaleza alienada se siente humillada. Es un opi�ceo con el que le gustar�a deleitarse con la persistente sensaci�n que con tanto cari�o retiene de su propia suficiencia. Es agarrarse de una ramita con la que ella puede sostenerse, en su propia actitud favorita de independencia de Dios.

Pero esta es una propensi�n a la que el ap�stol no concede cuartel cuando aparece; y nunca su mente y la de �l estar�n en una sola hasta que se reduzca a un sentido de su propia nada, y apoyando todo su peso en la suficiencia de otro, usted recibe la justificaci�n como totalmente de gracia, y siente sobre esta base que todo alegato de jactancia es derrocado.

II. A veces permiten que la justificaci�n sea totalmente de fe, pero hacen de la fe una virtud. Toda la glorificaci�n a la ley asociada con la obediencia ahora la transferir�an a la aquiescencia en el evangelio. La docilidad, la atenci�n, el amor a la verdad y la preferencia de la luz a las tinieblas confieren un m�rito al creer; y aqu� har�an una �ltima y desesperada posici�n por el cr�dito de una participaci�n en su propia salvaci�n.

1. Ahora bien, si este vers�culo es cierto, tambi�n debe haber un error en esto. No le alegra al pecador nada de qu� jactarse en absoluto; y si contin�a asociando cualquier gloriarse con su fe, entonces est� convirtiendo esta fe en un prop�sito directamente opuesto al que el ap�stol pretende con ella. No hay gloria, permitir�n, al ver el sol con los ojos abiertos, cualquier gloria que pueda corresponder a Aquel que visti� a esta luminaria con su brillo y los dot� de ese maravilloso mecanismo que transmite la percepci�n de ella.

Y tenga la seguridad de que, en todos los sentidos, hay muy poco de qu� jactarse por parte de quien ve la verdad del Evangelio o de quien conf�a en sus promesas despu�s de percibirlas como verdaderas. Su fe, que se ha llamado acertadamente la mano de la mente, puede aprehender el don ofrecido y apropiarse de �l; pero hay tan poca alabanza moral que se puede rendir por ese motivo, como al mendigo por apoderarse de la limosna ofrecida.

2. Y para eliminar toda pretensi�n de gloriarse, la fe misma es un don. El evangelio es como una oferta que se hace al que tiene la mano seca; y el poder debe ir con la oferta antes de que la mano pueda extenderse para tomarla. No es suficiente que Dios presente un objeto, tambi�n debe despertar el ojo a la percepci�n del mismo. ( T. Chalmers, DD )

Gracia exaltada - jactancia excluida

El orgullo es lo m�s detestable para Dios. Como un pecado, su santidad lo odia; como traici�n, su soberan�a lo detesta, y todos sus atributos est�n unidos para derribarlo. La primera transgresi�n tuvo en su esencia el orgullo. El ambicioso coraz�n de Eva deseaba ser como Dios, y Ad�n lo sigui�; y conocemos el resto. Recuerda a Babel, Fara�n, Nabucodonosor, Senaquerib y Herodes. Dios ama a sus siervos, pero aborrece el orgullo incluso en ellos.

Piense en David y Ezequ�as. Y Dios ha pronunciado las palabras m�s solemnes y ha emitido el juicio m�s terrible contra el orgullo. Pero para poner un estigma eterno sobre �l, ha ordenado que la �nica forma en que salvar� a los hombres ser� una forma en que el orgullo del hombre sea humillado en el polvo. Nota aqu�:

I. El plan rechazado. Hay dos formas en las que un hombre podr�a haber sido bendecido para siempre. El primero fue por obras: �Haz esto y vivir�s; s� obediente y recibe la recompensa �; el otro plan era: "Recibe la gracia y la bienaventuranza como un regalo gratuito de Dios".

1. Ahora bien, Dios no ha elegido el sistema de obras, porque nos es imposible.

(1) Porque la ley nos exige:

(2) Perfecta obediencia. Un solo defecto, un delito y la ley condena sin piedad. Y si fuera posible guardar la ley en su perfecci�n exteriormente, es necesario mantenerla tambi�n en el coraz�n.

(3) Porque si hasta este momento su coraz�n y su vida han estado completamente libres de ofensas, se requiere que as� sea incluso hasta el d�a de su muerte. �Pero piensa en las tentaciones a las que estar�s sujeto!

(4) Recuerda, tambi�n, que no estamos seguros de que ni siquiera esta vida terminar�a con ese per�odo de prueba, ya que mientras vivieras, el deber seguir�a siendo debido y la ley seguir�a siendo tu acreedor insaciable. Ahora, ante todo esto, �alguno de ustedes preferir� ser salvo por sus obras? O, mejor dicho, �preferir�s ser condenado por tus obras? porque ese ser� sin duda el problema, espere lo que pueda.

2. Ahora supongo que muy pocos se entregan a la esperanza de ser salvos por la ley en s�; pero hay un enga�o en el exterior de que tal vez Dios modifique la ley.

(1) Que aceptar� una obediencia sincera aunque sea imperfecta. Ahora, en contra de esto, Pablo declara: �Por las obras de la ley ning�n ser viviente ser� justificado�, de modo que eso es respondido de inmediato. Pero m�s que esto, la ley de Dios no puede alterar, nunca puede contentarse con tomar menos de lo que exige. Dios, por tanto, no puede aceptar nada m�s que una perfecta obediencia.

(2) Pero algunos dicen: "�No podr�a ser en parte por gracia y en parte por obras?" No. El ap�stol dice que la jactancia est� excluida; pero si dejamos entrar la ley de las obras, entonces el hombre tiene la oportunidad de autogratificarse por haberse salvado a s� mismo.

(3) �Bueno�, dice otro, �no espero ser salvo por mi moralidad; pero luego, he sido bautizado; Recibo la Cena del Se�or; Yo voy a la iglesia." Estas ordenanzas son medios benditos de gracia para las almas salvadas; pero para los que no son salvos, de nada pueden servir para bien, sino que pueden aumentar su pecado, porque tocan indignamente las cosas santas de Dios.

(4) Otros suponen que al menos sus sentimientos, que son s�lo sus obras en otra forma, pueden ayudar a salvarlos; pero si conf�a en lo que siente, perecer� con tanta certeza como si confiara en lo que hace.

(5) Hay otros que conf�an en su conocimiento. Tienen un credo s�lido, sostienen la teor�a de la justificaci�n por la fe y se regocijan con sus compa�eros profesores porque sostienen la verdad. Ahora bien, esto no es m�s que salvaci�n por obras, solo que son obras realizadas por la cabeza en lugar de por la mano.

II. La jactancia est� excluida: Dios ha aceptado el segundo plan, a saber, el camino de la salvaci�n por la fe mediante la gracia. El primer hombre que entr� en el cielo, entr� por fe. "Por la fe Abel", etc. Sobre las tumbas de todos los piadosos que fueron aceptados por Dios se puede leer el epitafio: "Todos estos murieron por la fe". Por la fe recibieron la promesa; y entre toda aquella multitud resplandeciente y resplandeciente, no hay quien no confiese: �Hemos lavado nuestras vestiduras y las hemos blanqueado en la sangre del Cordero.

�Como dice Calvino,� No se puede admitir ni una part�cula de jactancia, porque no se admite una part�cula de obra en el pacto de gracia �; no es de hombre ni por hombre, no del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia, y, por tanto, la jactancia est� excluida por la ley de la fe.

III. No tienen m�ritos propios. La misma puerta que cierra la jactancia, cierra la esperanza para el peor de los pecadores. Dices: "Nunca asisto a la casa de Dios, y hasta este momento he sido un ladr�n y un borracho". Bueno, hoy est�s al mismo nivel que el pecador m�s moral y el incr�dulo m�s honesto en el asunto de la salvaci�n. Est�n perdidos, ya que no creen, y t� tambi�n.

Cuando venimos a Dios, lo mejor no puede traer nada y lo peor no puede traer menos. S� que algunos dir�n: "Entonces, �cu�l es el bien de la moral?" Te lo dir�. All� hay dos hombres por la borda; un hombre tiene la cara sucia y el otro la cara limpia. Se tira una cuerda desde la popa del barco, y solo esa cuerda salvar� a los hombres que se hunden, ya sea que tengan la cara hermosa o sucia. Por tanto, subestimo la limpieza.

Ciertamente no; pero no salvar� a un hombre que se est� ahogando, ni la moralidad salvar� a un hombre moribundo. O tome este caso. Aqu� tenemos a dos personas, cada una con un c�ncer mortal. Uno de ellos es rico y est� vestido de p�rpura, el otro es pobre y est� envuelto en algunos harapos; y les digo: �Ahora ambos est�n a la par, aqu� viene el m�dico, su toque puede curarlos a los dos; no hay diferencia alguna entre ustedes.

�Por tanto, digo que la t�nica de uno no es mejor que los harapos del otro? Por supuesto que son mejores en algunos aspectos, pero no tienen nada que ver con la cuesti�n de curar enfermedades. De modo que la moralidad es una pulcra tapadera para el veneno repugnante, pero no altera el hecho de que el coraz�n es vil y el hombre mismo est� bajo condenaci�n. Supongamos que yo fuera un cirujano del ej�rcito. Hay un hombre all�, es un capit�n y un hombre valiente, y est� desangrando su vida por una herida terrible.

A su lado yace un soldado, y tambi�n un gran cobarde, herido de la misma manera. Les digo: "Ambos est�n en la misma condici�n y puedo curarlos a los dos". Pero si el capit�n dijera: �No te quiero; Soy un capit�n, ve a ver a ese pobre perro de all� ". �Su valor y rango salvar�an su vida? No; son cosas buenas, pero no salvadoras. As� ocurre con las buenas obras.

IV. El mismo plan que excluye la jactancia nos lleva a una misericordiosa gratitud a Cristo. ( CH Spurgeon. )

�Por qu� ley? ... la ley de la fe .

Jactancia excluida por la ley de la fe

I. La fe es una ley.

1. Como la forma de aceptaci�n designada por Dios.

2. Como econom�a seg�n la cual Dios trata con los hombres.

3. Como norma vinculante a la que debemos sujeci�n.

4. Como una justificaci�n relacionada con ello como resultado seguro.

II. Esta ley excluye la jactancia.

1. De la naturaleza de la fe. La fe simplemente conf�a, acepta un regalo ofrecido. No puede haber jactancia en creer que Dios dice la verdad; ni en un pecador indefenso apoyado en la omnipotencia; ni en un mendigo que recibe limosna. La fe mira completamente lejos de s� misma hacia otro, es decir, Cristo. Solo mira la justicia de Cristo, no la suya propia; viene con las manos vac�as y recibe de la plenitud de Cristo ( Juan 1:16 ); es la ventana por la que pasa la luz, no la luz; se glor�a en la obediencia de Cristo, pero no en la suya propia. Por tanto, la fe es una gracia humilde, dependiente y abnegada.

2. Del procedimiento de Dios al justificar por �l. Todos son considerados al mismo nivel como pecadores culpables, porque los hombres son justificados como imp�os ( Romanos 4:5 ), el mayor pecador tan libre y plenamente como el menor ( 1 Timoteo 1:15 ). Los pecados carmes�, te�idos doblemente, no son un obst�culo para la aceptaci�n ( Isa�as 1:18 ; 1 Corintios 6:9 ); ni los logros m�s elevados de la naturaleza una promoci�n de ella ( Marco 10:17 ).

Todos necesitan igualmente la salvaci�n y todos son bienvenidos a ella. El �nico motivo de aceptaci�n para todos es la justicia de Cristo, porque el vestido de bodas era tanto para los m�s pobres como para los m�s ricos ( Mateo 22:11 ).

3. Desde el origen de la fe misma. La fe para recibir es el regalo de Cristo ( Hebreos 12:2 ; Efesios 2:8 ; Filipenses 1:20 ). La mano marchita se recuper� para aceptar la recompensa ofrecida. ( J. Robinson, DD )

Versículo 28

Por tanto, concluimos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley.

Justificaci�n

I. Los t�rminos de esta conclusi�n.

1. "Justificaci�n" significa, literalmente, absoluci�n. En un tribunal de justicia, dicha absoluci�n se puede realizar por motivos de:

(1) Inocencia.

(2) De suficiente satisfacci�n. El punto de vista b�blico de la justificaci�n es absoluci�n por motivos consistentes con las demandas de la justicia.

2. "Escrituras de la ley". "Ley" es la voluntad de un superior debidamente sancionado; y Pablo emplea el t�rmino para denotar en general la voluntad de Dios.

(1) Como se dio a conocer por alguna impresi�n profunda y poderosa donde no se ha dado una revelaci�n escrita.

(2) Como dado a conocer mediante un registro escrito. El conjunto puede llamarse ley moral; y cuando el ap�stol habla de "hechos de la ley", se refiere a la conformidad con sus requisitos, el actuar de acuerdo con la ley escrita en el coraz�n por parte de los gentiles - el actuar de acuerdo con la ley inscrita en tablas de piedra por los jud�os.

3. La �fe� es un reposo en Jesucristo que se nos dio y se nos ofreci�: una confianza apropiada en el hecho de que �l muri� por nosotros, por m�.

II. El modo por el cual el ap�stol llega a esta conclusi�n. El ap�stol ha mostrado:

1. Que la humanidad todos son pecadores.

(1) Que los gentiles est�n tan moralmente ca�dos que apenas hay un solo crimen que no se les pueda imputar.

(2) Los jud�os no son menos criminales. Ahora, mire c�mo se presenta esto como parte del argumento. Si un hombre est� justificado por las obras de la ley, toda su conducta debe ajustarse a la ley. De ello se deduce, por tanto, que si toda la humanidad ha quebrantado la ley, un hombre no puede ser justificado por las obras de la ley. Pero es m�s importante que nos apliquemos esto a nosotros mismos.

2. Que somos justificados �nicamente por Cristo y, en consecuencia, por la fe. La m�s m�nima atenci�n a las perfecciones de Dios debe convencernos de que �l nunca puede dispensar misericordia excepto en conexi�n con Su justicia y verdad. Dios, habi�ndonos dado una ley, y habiendo sido quebrantada esa ley, estaba obligado en Su justicia a castigar al pecador, a menos que alguien fuera castigado por �l, y �l, en Su infinita sabidur�a y amor, se complaci� en presentar a Jes�s. Cristo sea una propiciaci�n. Ahora se deduce que si vamos a ser salvos solo a trav�s de nuestro Se�or Jesucristo, solo podemos ser justos confiando en �l.

III. La mejora que el ap�stol hace de esta doctrina.

1. Reivindica al sujeto del cargo de novedad. Todo lo que sea perfectamente nuevo en la religi�n debe ser falso. Pablo muestra que la doctrina era tan antigua como Abraham y que entr� en todo el sistema jud�o. Luego cita el caso de David ( Salmo 32:1 ) y muestra que, como fue la experiencia de David, fue la doctrina de la Iglesia jud�a en general.

2. Protege al sujeto contra el abuso licencioso. Lo que tiene una tendencia inmoral en la religi�n debe asumirse como una falacia. Fue una conclusi�n muy natural para algunas personas llegar a la siguiente: "�Por qu�, si no estamos justificados por las obras de la ley, la ley no sirve de nada?"

(1) "Al contrario", dice, "nosotros establecemos la ley". Somos justificados por la fe en Aquel que sufri� el castigo de la ley por nosotros. La ley queda as� cumplida, ya que fue plenamente honrada por Aquel en quien descansamos, que fue hecho nuestro Sustituto.

(2) Nosotros �establecemos la ley� de otra manera, porque inmediatamente trae el alma a la uni�n con Dios, y Dios env�a el Esp�ritu de Su Hijo al coraz�n; y tan pronto como sintamos que amamos a Dios. Aqu� est� el principio de toda santidad. No hay nada tan poderoso en el mundo como el amor: "la fe obra por el amor".

3. Utiliza el tema para despertar confianza. ��Es �l solo el Dios de los jud�os? �No es tambi�n �l de los gentiles? ( AE Farrar. )

Justificaci�n

Nuestra posici�n ante los ojos de Dios y nuestra relaci�n con su gobierno son de suma importancia para nosotros.

1. Somos exactamente lo que Dios ve que somos. No somos necesariamente lo que pensamos que somos, porque nuestro juicio puede ser err�neo. Puede que ignoremos lo que constituye un verdadero cristiano. O, sabiendo lo que es un verdadero cristiano, podemos ver con demasiada ventaja ciertos signos falsos de vida religiosa y, en cualquier caso, podemos decidir que somos cristianos cuando no lo somos. De la misma manera, nuestros semejantes pueden estar equivocados acerca de nosotros. Pero Dios no comete errores.

2. Y seremos exactamente lo que el trato de Dios con nosotros tiende a convertirnos. Nuestro futuro ser� el fruto y el efecto del trato de Dios con nosotros aqu�. Y, sin embargo, a menudo pensamos m�s en ser justificados por el hombre que por Dios. La raz�n de esto es que estamos indebidamente influenciados por el presente. El rostro insignificante de un hombre a unos pocos pies de ti ocultar� el rostro del Dios infinito y eterno. Pero al leer las Escrituras y al abrir nuestro coraz�n al Esp�ritu de Dios, nuestra atenci�n se aleja de los hombres hacia Dios, y del juicio del hombre hacia Dios, el Juez de todos.

3. Las palabras que tenemos ante nosotros son una conclusi�n derivada de dos proposiciones.

(1) La injusticia universal del hombre, tal como la ven los gentiles, la exhiben los jud�os, la declaran la Palabra de Dios y la manifiestan la ley de Dios.

(2) La provisi�n que Dios ha hecho para la justificaci�n gratuita. Si es verdad que todos los hombres son injustos; que �Dios ha presentado a Cristo como propiciaci�n�, etc., no es posible que un hombre pueda ser justificado por las obras de la ley. Mirar&mdash

I. En los medios de justificaci�n aqu� rechazados. "Las obras de la ley".

1. Las obras de la ley son el medio natural de justificaci�n. Los �ngeles son justificados por ellos, al igual que Ad�n. Los medios justos tambi�n son estos y necesarios. �Por qu� los hombres, en sus intentos de magnificar el evangelio, denuncian la ley? �No es el Legislador el Dios redentor, y el Dios redentor el Legislador? Y si el evangelio es el evangelio glorioso, el mandamiento es santo, justo y bueno.

2. Pero estamos en tal posici�n que no podemos utilizar estos medios para justificarnos. �Y por qu� no? Porque por la desobediencia de un hombre muchos fueron hechos pecadores, y porque individualmente hemos seguido a nuestro primer padre.

II. Los medios reconocidos y exhibidos. �Cu�l ser�a nuestra posici�n si tuvi�ramos simplemente una revelaci�n que nos dijera que no podemos ser justificados por las obras de la ley? Con la imaginaci�n, ub�quense en esta posici�n. A veces es necesario que los ricos se pongan con el pensamiento en la posici�n de los pobres para despertar el agradecimiento por sus misericordias. Ahora hazlo con respecto a la gracia de Dios.

Piensen en ustedes mismos como antes del Sina�; Piense como si nunca hubiera visto el Calvario, y entonces podr� apreciar mejor toda la bienaventuranza involucrada en las palabras, �El hombre es justificado por la fe�, etc.

1. � Por fe en qu�? No fe en nada. Puede tener fe en Dios y en muchas de sus palabras y, sin embargo, no ser justificado. La fe a la que Pablo dirige su atenci�n aqu� es la fe en la manifestaci�n de la justicia de Dios sin la ley.

2. � Fe en qu� sentido y en qu� medida? No la creencia de que se ha hecho tal manifestaci�n, sino la creencia que lleva al uso de ella. "La fe sin obras est� muerta." La fe a la que Pablo apunta aqu� es la fe que obra, que es obra. Es el tipo de fe que tendr� un hombre hambriento en la provisi�n de comida que le traigas.

Conclusi�n: Ahora, suponiendo que esta sea la doctrina del texto, �qu� aprendemos?

1. La culpa no impide por s� misma la justificaci�n. Tus pecados no te arruinar�n, sino tu incredulidad.

2. Ninguna circunstancia de ning�n tipo en el caso de los que escuchan el evangelio constituye una excepci�n al modo de justificaci�n. Di que eres hijo de padres piadosos, que siempre has sido notable por la moralidad, a�n debes ser justificado por la fe sin las obras de la ley. Pero la justificaci�n est� al alcance de todos los que pueden creer. Es un privilegio presente. ( S. Mart�n. )

Justificaci�n por la fe

San Pablo es enf�ticamente el ap�stol de la Reforma, de las razas occidentales vigorosas e intelectuales y del avance de la civilizaci�n del mundo. Pocos lo entendieron en su propia �poca. La Iglesia pronto dej� caer un velo sobre su ense�anza y desarroll� la idea de la gracia sacramental, cuyos principios fundamentales aborrec�a su alma. Durante mil quinientos a�os, el polvo del tiempo se pos� sobre su doctrina; luego Lutero con un movimiento audaz lo dispers� y traslad� al hombre una vez m�s de un mundo de formalidades sin vida a un mundo de vida espiritual y v�vida.

Las iglesias, jud�a y romana, ten�an obras muertas; El cristianismo tiene una fe viva. Y como las obras muertas no engendran m�s que corrupci�n, mientras que la fe viva es fruct�fera de todas las gracias excelentes, puede estimar cu�nto valen para el mundo.

I. Para comprender el argumento, primero debemos comprender la distinci�n vital entre obras y frutos. Suponga que est� lisiado y necesita atenci�n constante. Un criado a cambio de una buena paga puede permit�rselo; pero habr� cierta dureza en ello, y su obra ser� la base de una pretensi�n. Pero si tienes una esposa o un hijo, cuyo �nico deseo es ser el ministro de tus necesidades, su alegr�a por cualquier alivio que pueda permitirse se eleva a otra regi�n muy distinta.

El �nico retorno que anhela ese servicio es el que crea, el aumento del amor. Ahora el mundo del hombre est� lleno de obras; Dios est� lleno de frutos. �Cu�nto del trabajo del hombre est� sometido a una dura obligaci�n: el trabajo por sueldo, que el oro paga! Pero en el gran mundo de Dios llegamos a otra regi�n. Los campos gimiendo por las cosechas, los �rboles doblados con frutos, los p�jaros cantando maitines a la puerta del cielo, los insectos tarareando la canci�n de cuna de la v�spera, rinden alegre servicio a su Hacedor; y su recompensa es el manto de belleza que Su sonrisa arroja sobre todos los mundos. Y en esto tenemos la clave de las dos teolog�as. La religi�n en las escuelas jud�as y romanas es un trabajo; en la escuela de Pablo, en la de Cristo, es una vida.

II. Y ahora apliquemos esto al asunto que nos ocupa. Las obras de la escuela farisaica est�n esbozadas por una mano infalible ( Mateo 23:23 ). Sus obras fueron abundantes, su fruto en ninguna parte. Todo lo que dentro de ellos pod�a dar fruto estaba muerto. El mal en la Iglesia probablemente comenz� por una mala interpretaci�n de Santiago.

Lo que Santiago llama �fe y obras�, Pablo llama fe, es decir, fe que est� viva y puede probar su vitalidad por su fecundidad. Pero la Iglesia pronto comenz� a poner el �nfasis principal en las obras. Son la parte del asunto de la que el sacerdocio puede ocuparse m�s provechosamente. Siga el rastro de Tetzel y vea lo que inevitablemente se convierte en la doctrina farisaica del trabajo con el tiempo. Y el fruto de ello es doble.

Para los m�s serios, la vida se convierte en un trabajo pesado y sin esperanza, un �yugo� que ni nosotros ni nuestros padres pudimos soportar; con lo que comparar la descripci�n de Lutero de su agon�a mental mientras era un monje romano; mientras que con lo sensual se desarrolla un libertinaje imprudente que, mediante un peque�o arreglo inteligente con la Canciller�a del cielo, todo puede arreglarse por fin.

III. �Por tanto, concluimos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley�, y salimos de inmediato a un mundo nuevo y celestial ( G�latas 3:10 ; G�latas 3:21 ). La posici�n de Pablo y la de Lutero es que un alma angustiada a causa de la transgresi�n debe barrer todas las ansiedades en cuanto a lo que puede hacer para agradar al Padre, m�s all� del acto filial de mirarlo a �l a trav�s de Aquel que vino a revelarlo. "Cree en el Se�or Jesucristo, y ser�s salvo".

1. Bien, pero, dijeron los te�logos judaizantes a San Pablo, y los te�logos romanistas a Lutero, esto es acabar con los fundamentos mismos de la moralidad. Pero esto depende totalmente de lo que entendamos por fe. Si se trata simplemente de un consentimiento mental a las declaraciones b�blicas, entonces los judaizantes y los romanistas tienen raz�n. Pero si creemos con Pablo y Lutero, que el acto de fe es un acto vital por el cual el pecador se vuelve "muerto al pecado, pero vivo para Dios por medio de Jesucristo su Se�or", entonces tienes la garant�a de los frutos de la fe, que pueden ser consideradas como las obras m�s nobles de la ley, transfiguradas, glorificadas por la vida.

Es un gran misterio; tambi�n lo es la vida de la naturaleza. Es el don de Dios; tambi�n lo es la vida de la naturaleza. As� como Dios ha ordenado la ley por la cual la vida de la naturaleza se aviva en el embri�n, as� ha ordenado que en la esfera espiritual "el justo por la fe vivir�".

2. Y la concepci�n de Pablo del significado de la justificaci�n era muy amplia y grandiosa. Justificado por la fe, la ley no tiene derecho contra ti, el diablo no tiene acusaci�n. Dios te contempla como eres en Cristo, cuya imagen, formada en tu interior, brilla a trav�s de todas las locuras y debilidades que contaminan tu fr�gil humanidad y las borra de la vista celestial. Su t�tulo al nombre de hijo y la herencia del hijo es absoluto.

No tienes que ganarlo. Una sola cosa lo vicia: la incredulidad. Deja que la fe falle, la vida falla. Fija de nuevo el ojo de la fe en Cristo, clama a �l: �Se�or, yo creo; ayuda mi incredulidad �, y la vida vuelve a surgir en los manantiales. Buenas obras fluir�n de ti como frutos de verano de la tierra soleada, m�sica de un arpa con cuerdas o luz de la fuente del d�a. Y le son hermosos, porque �l los crea; qu� gloria hay en ellos, el reci�n nacido yace como tributo a sus pies. ( J. Baldwin Brown, BA )

Justificaci�n por la fe

I. Qu� se entiende por justificaci�n. La justificaci�n aqu� significaba ...

1. No es ...

(1) Lo que sobreviene a todos los hombres, incluso a los ni�os, mediante la justicia de Cristo (Cap. 5: 14, 15, 18).

(2) Lo que suceder� en el d�a del juicio ( Romanos 2:13 ; Mateo 12:37 ), que ser�, en verdad, no por el m�rito ( Romanos 6:23 ), sino por la evidencia de las obras ( Apocalipsis 20:12 ; Apocalipsis 22:12 ).

2. Pero lo que el verdadero pueblo de Dios posee en la tierra ( 1 Corintios 6:11 ; Tito 3:7 ); cual es&mdash

(1) No la declaraci�n de inocencia, que es el significado de la palabra en los tribunales de justicia ( Salmo 143:2 ; Cap. 3:20).

(2) No el hecho de ser inocente o santo, que lo confundir�a con la regeneraci�n o la santificaci�n.

(3) Pero el que tiene justicia nos fue contado; pecado no imputado, pecado perdonado; o la sentencia de condenaci�n contra nosotros revocada, y nuestra obligaci�n de castigar cancelada por un acto judicial de Dios. Esto implica, y se deriva de ello, aceptaci�n y adopci�n.

II. En qu� sentido debemos ser "justificados por la fe". Cuando el ap�stol dice que somos "justificados por la fe" -

1. No habla de ...

(1) La causa conmovedora de la justificaci�n que es la gracia divina; y por eso se dice que somos justificados por gracia (vers�culo 24; Tito 3:4 ).

(2) Ni de la causa meritoria, que es la redenci�n de Cristo (vers�culo 24, 25; Isa 53:11; 2 Corintios 5:1 , ult. ); y por eso se dice que somos �justificados por Cristo� ( G�latas 2:17 ).

(3) Ni de la causa eficaz, ni de la preparaci�n necesaria, como convicci�n y arrepentimiento del pecado, ni de un sentido de esta justificaci�n; este es el Esp�ritu Santo ( Tito 3:7 ).

(4) Ni de la causa instrumental de parte de Dios, que es parte de Su Palabra, es decir, Su declaraci�n y promesas respecto al perd�n del penitente ( Juan 15:3 ).

2. Pero de la causa instrumental de nuestra parte, que es la fe - en Cristo, como el Hijo de Dios, el Mes�as, el Salvador, capaz y dispuesto a salvar ( Juan 3:16 ; G�latas 2:16 ); esto implica&mdash

(1) Que venimos a �l ( Juan 6:37 , Juan 7:37 ; Mateo 9:28 ).

(2) Que confiamos en �l como �entregados por nuestras ofensas� ( Romanos 4:25 ), confiamos en Su sangre ( Romanos 3:25 ).

(3) Que lo recibamos ( Juan 1:12 ) en Dios ( Romanos 4:24 ), en Su misericordia y promesas a trav�s de Cristo ( Romanos 4:17 ). Aquellos que tienen esta fe son justificados, y nadie sin ella. As�, en diferentes sentidos, somos justificados por gracia, por Cristo, por el Esp�ritu, por la Palabra, por la fe.

III. C�mo es esto "sin las obras de la ley". ( J. Benson. )

Justificaci�n por la fe

I. La doctrina de la justificaci�n.

1. Sobre este tema prevalece un gran error. Hay dos extremos en los que se traiciona a los hombres.

(1) Esa justificaci�n se origina en la criatura, en lugar del Creador.

(2) La exclusi�n del hombre de toda preocupaci�n activa en la recepci�n de la bendici�n. En el primero, los pecadores, como el antiguo Israel, intentan establecer su propia justicia; en el segundo, la justificaci�n se considera un acto del gobierno divino, independientemente de la producci�n de car�cter moral en los objetos predestinados del mismo. Contra ambos enga�os debemos estar en guardia. Uno est� cargado de confianza legal, el otro con licencia antinomiana.

2. Para que podamos adjuntar ideas distintas a la justificaci�n, es necesario que la consideremos en referencia a los atributos y la voluntad revelada del Legislador Divino. �Dios es el que justifica�; y los principios en consecuencia por los cuales se conducen Sus decisiones son los de la sabidur�a infalible y la excelencia inmutable. Ahora, la base revelada de la justificaci�n, cuando el hombre estaba en un estado de inocencia, era una perfecta conformidad con la voluntad de su Padre celestial.

�Y el Dios inmutable se satisfar� ahora con una devoci�n menos pura a su voluntad? �Imposible! Pero, en el caso de Ad�n, la justicia era suya; ahora es el de nuestra Fianza. Sin embargo, el principio de justificaci�n es uno y el mismo, satisfaciendo a la vez los reclamos de la justicia y reivindicando la equidad de la ley. Las dispensaciones patriarcal y mosaica estaban en armon�a con la cristiana en el terreno revelado de la aceptaci�n.

La v�ctima presentada en el altar fue una confesi�n de que el pecado hab�a perdido la vida del oferente y que la ley de justicia era obligatoria. Los verdaderos creyentes adoraban al santo Se�or Dios como tambi�n misericordioso y misericordioso. A ellos, como a nosotros, la justificaci�n les fue concedida como un acto de amor perdonador.

3. La justificaci�n incluye el perd�n del pecado y la aceptaci�n de Dios. Ambos se deben a la sustituci�n voluntaria del Hijo de Dios en nuestra naturaleza, quien mediante la obediencia activa cumpli� la ley al m�ximo y con el sufrimiento penal nos redimi� de su maldici�n.

4. De este esquema las obras humanas quedan completamente excluidas. El origen, el progreso, la revelaci�n, la ejecuci�n son todos divinos por igual. Fue ideado en los consejos de una Sabidur�a inescrutable, fluye de las riquezas inmerecidas de la compasi�n soberana y glorifica el gobierno divino en la estimaci�n de todas las �rdenes de seres inteligentes.

II. La naturaleza de esa fe por la que somos justificados.

1. Note la relaci�n que la fe tiene con el acto justificativo de Dios como causa instrumental pero no eficiente. Un marinero cae del costado del buque y corre peligro inminente de hundirse; se le arroja una cuerda; �l cree que esto presenta una forma de escapar, y se puede decir que su fe lo salvar� de una tumba de agua. A menos que hubiera confiado en la cuerda, la muerte habr�a sido inevitable.

Ahora, es en un sentido an�logo a esto que somos "justificados por la fe". No es nuestra fe la que imparte el derecho a las bendiciones de la redenci�n. La fe simplemente conecta al receptor necesitado pero indigno con el Dador generoso. Es la apertura de la boca para el pan de vida; el estiramiento de la mano seca hacia el M�dico Divino; el ponerse el manto protector contra las inclemencias de la tormenta.

2. Tenga en cuenta sus propiedades.

(1) Su origen divino. Como cualquier otro buen regalo, viene de arriba. "Nadie", dice nuestro Se�or, "puede venir a m�, si no lo trae el Padre que me envi�". "Por gracia sois salvos mediante la fe, y que no de vosotros mismos, es don de Dios". De ah� que percibamos una importante distinci�n entre un asentimiento meramente especulativo o hist�rico a la verdad de Dios y ese santo ejercicio del coraz�n del hombre con el que cree para justicia.

(2) Su car�cter apropiado. Podemos admitir la existencia y el valor de muchas cosas en las que sentimos poco inter�s personal. Sin cuestionar un solo hecho o doctrina de la Sagrada Escritura, podemos quedarnos indiferentes ante sus representaciones m�s solemnes y conmovedoras. Es de otra manera cuando se rompe el sue�o de la muerte espiritual. En lugar de jactarse como hasta ahora de buenas obras y aspiraciones virtuosas, el lenguaje es: "�Dios, ten misericordia de m�, pecador!" Pero, �ad�nde se llevar� �l mismo para remisi�n? �Estar� satisfecho con meras generalidades, como que Cristo Jes�s "vino al mundo para salvar a los pecadores" y que, por tanto, no necesita desesperar de la misericordia? Seguro que no. No est� satisfecho hasta que puede decir: "Me am� y se entreg� a s� mismo por m�".

(3) Est� inseparablemente conectado con todas las dem�s gracias cristianas. La fe "obra por el amor"; �Purifica el coraz�n�; es "la sustancia de lo que se espera". ( J. Sawer, MA )

La doctrina de la justificaci�n por la fe

I. La justificaci�n de los pecadores ante Dios excluye por completo sus propias obras.

1. Cuando dice que un hombre es justificado por fe sin obras, no quiere decir que existen diferentes medios de justificaci�n para diferentes pecadores, sino que cada pecador individual de la familia humana que es justificado obtiene este privilegio por la fe.

2. La ley moral no pod�a justificar a los pecadores; porque por ella, dice el ap�stol, es el conocimiento del pecado. Se�ala el mal del pecado como opuesto a s� mismo ya la naturaleza divina; criminaliza a los pecadores por sus ofensas y amenaza con el castigo merecido; cosas tan opuestas a la justificaci�n como cualquier otra cosa puede serlo.

3. Los pecadores no pueden ser justificados por las obras de la ley moral, porque, en su condici�n natural, no pueden obedecer ninguno de sus preceptos. Su naturaleza est� corrompida y todas sus acciones est�n contaminadas con el pecado. Pero las acciones de una fuente impura no pueden justificar, sino que deben hacer que los hombres sean susceptibles de condenaci�n. Adem�s, todos los hombres en su condici�n natural est�n bajo la maldici�n de la ley.

4. Si se alega que la obediencia sincera, aunque imperfecta, justificar� a los pecadores, perm�tanme preguntar: �Ha requerido Jehov� en alguna parte de Su Palabra obediencia sincera, o alg�n grado de ella, como base para la aceptaci�n? �O puede ser probado por los sagrados or�culos que un pecador individual de la raza humana siempre rindi� sincera obediencia a la ley divina, hasta que una vez fue renovado por la gracia de Dios y aceptado por el m�rito de Cristo? No puede.

5. Es digno de observaci�n sobre este tema, que todas las buenas obras realizadas por los creyentes en Cristo Jes�s est�n tan excluidas de ser motivo de justificaci�n como las obras de los pecadores anteriores a la conversi�n. Todas las obras real e instrumentalmente buenas se realizan en un estado de justificaci�n, son los efectos propios y naturales de la misma y, por tanto, no pueden ser la causa de la misma. Son apropiados y necesarios para evidenciar la realidad de la justificaci�n a la conciencia de los creyentes y al mundo, pero nunca fueron dise�ados por Dios para ser el fundamento de este importante privilegio.

II. La doctrina evang�lica de la justificaci�n por la fe.

1. La justicia, que es el �nico fundamento de la aceptaci�n del pecador, consiste en la justicia perfecta y sin mancha de la naturaleza y la vida del Redentor, y en la completa satisfacci�n que �l cedi� a la justicia divina. Glorifica la administraci�n moral de la Deidad y la hace amable y terriblemente venerable.

2. Investiguemos a continuaci�n la influencia de la fe en la justificaci�n y c�mo justifica.

(1) El ap�stol se�ala esta influencia cuando declara en el texto: "El hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley". No es una fe natural sino salvadora la que justifica. Por fe natural debe entenderse el asentimiento del entendimiento a las verdades de la revelaci�n divina que los pecadores son capaces de ceder en su condici�n natural y no renovada.

(2) Determinemos ahora el sentido particular en el que la fe justifica. No justifica simplemente por ser una gracia implantada en el coraz�n, pues en este sentido es obra de Dios y no del hombre; aunque todav�a la existencia del principio es necesaria para todas sus operaciones subsiguientes, y sienta una base para ellas en el alma. Tampoco justifica por su propio acto, separado de su objeto, el m�rito del Redentor, tal como lo recibe el pecador creyente; porque a este respecto es un deber, y est� tan excluido del fundamento de la justificaci�n como todas las dem�s gracias y deberes.

Tampoco se justifica por ning�n m�rito intr�nseco en su principio o ejercicio, considerados abstractamente por s� mismos; porque aunque tiene en �l un alto grado de excelencia espiritual, como una gracia del Esp�ritu, sin embargo, los dones de Dios no pueden encontrar motivo de m�rito personal en aquellos que los reciben. Tampoco la fe justifica al asentir a esta proposici�n, que el m�rito de Jes�s es el �nico fundamento de la aceptaci�n del pecador ante Dios; porque esta doctrina puede ser aceptada como una doctrina verdadera por los pecadores que nunca son justificados ni salvos.

Como en los primeros aspectos la fe no justifica, �en qu� sentido determinado justifica? Respondo, que la fe justifica, como es el medio o instrumento divinamente designado, por el cual el pecador renovado aprehende y aplica al Mediador glorioso en Su justicia absolutamente perfecta y meritoria para el perd�n del pecado, la aceptaci�n en el favor divino y como el fundamento de su t�tulo a todas las bendiciones del evangelio.

La justicia mediadora es el objeto de la fe justificadora, y la fe justifica ya que es el instrumento por el cual el alma creyente se aferra a la justicia del Redentor como el �nico fundamento de la justificaci�n ante Dios. La justicia mediadora justifica meritoriamente y la fe instrumentalmente. Es necesario tambi�n observar, que cuando la fe justifica instrumentalmente, es su acto primario el que justifica, y no ninguno de sus actos subsecuentes.

Por los actos continuos de fe, se promueve la santificaci�n, se evidencia la justificaci�n, se vigoriza la fe misma y las dem�s gracias cristianas, se confirman las resoluciones piadosas, se mantiene la comuni�n con Dios, se experimenta el poder y la dulzura de la religi�n, se reciben los suministros divinos, Dios y la religi�n honrado, y el creyente madura gradualmente para la herencia de los santos en luz.

Cuanto m�s vivos sean los actos de fe, m�s vigorosa se volver� la vida de la gracia en el alma, se sentir�n crecientes grados de consuelo divino, y el cristiano avanzar� con mayor ardor hacia el glorioso premio de su suprema vocaci�n.

III. Las peculiares excelencias de este m�todo evang�lico de justificaci�n.

1. Es un dispositivo asombroso de sabidur�a infinita, por el cual las perfecciones y el gobierno de Dios son eminentemente glorificados.

2. Excluye la jactancia en los creyentes, oculta el orgullo de sus ojos y los conduce a una humilde dependencia del m�rito redentor, que es un temperamento que se convierte en criaturas sumamente pecaminosas y adecuadas a su condici�n.

3. Coloca a todos los hijos de Dios en el mismo nivel, de modo que todos son uno en Cristo Jes�s, y ninguno de ellos tiene superioridad alguna sobre el resto. Hay muchas otras diferencias entre ellos, pero aqu� no hay ninguna, ya que todos est�n sobre el mismo fundamento inamovible. �Qu� poderoso motivo surge de esto para el amor fraterno y para cada oficio de la m�s entra�able amistad! �Qu� noble incentivo para la gratitud a Dios y al Salvador, y al cultivo de la santidad en el coraz�n y en la vida!

4. Este m�todo divino de aceptaci�n establece la fe y la esperanza de los cristianos sobre un fundamento inamovible y eterno. Si sus propias gracias, marcos o deberes hubieran sido motivo de perd�n y aceptaci�n, debieron haber quedado en la mayor incertidumbre acerca de su inter�s en el favor de Dios, y sus corazones se llenaron de desconcertantes dudas y temores. Pero la mediaci�n y el m�rito de Jes�s eliminan todo terreno de incertidumbre y perturbaci�n.

Los creyentes no necesitan volverse hacia adentro a sus gracias y marcos, ni hacia afuera a sus deberes, para encontrar el motivo de su justificaci�n. Esto les es provisto en abundancia por la gracia de Dios en el m�rito de Jesucristo, cuya obediencia inmaculada y sufrimientos sin igual son, por el sabio y benigno nombramiento de Jehov�, la �nica base del perd�n y la vida de los hombres culpables.

5. Este plan divino de aceptaci�n brinda apoyo, consuelo y tranquilidad a los verdaderos cristianos bajo las presiones de la vida, las revoluciones del mundo y los desaf�os de la conciencia.

6. La doctrina de la justificaci�n por la fe en el m�rito de Cristo proporciona los m�todos m�s poderosos para el amor, la gratitud y la obediencia. �No engendra amor naturalmente el amor? �Y no engendrar� amor en el pecador justificado una demostraci�n del amor de Dios al justificar al imp�o mediante la mediaci�n de Su Hijo? y si ama a Dios, �no lo obligar� el amor a guardar sus mandamientos? ( P. Hutchinson. )

Salvaci�n por la fe sin las obras de la ley

El arca del evangelio de Cristo no necesita llevar a bordo un bote salvavidas creado por humanos. ( Canon Miller. )

Salvaci�n por la fe sin las obras de la ley

Hace algunos a�os, dos hombres, un barquero y un minero, estaban en un bote cerca de las Cataratas del Ni�gara y se vieron incapaces de manejarlo, ya que era arrastrado por la corriente con tanta rapidez que ambos inevitablemente deb�an ser arrastrados hacia abajo y aplastados. Al fin, sin embargo, un hombre se salv� flotando una cuerda hacia �l, que �l agarr�. En el mismo instante en que un tronco flot� junto al otro hombre. El barquero desconsiderado y confuso, en lugar de agarrar la cuerda, agarr� el tronco.

Fue un error fatal, por aferrarse al tronco flotante suelto lo llevaron irresistiblemente y nunca m�s se supo de �l, mientras que el otro se salv� porque ten�a una conexi�n con la gente de la tierra. La fe tiene una conexi�n salvadora con Cristo. Cristo est� en la orilla, por as� decirlo, sosteniendo la cuerda, y cuando la agarramos con la mano de nuestra confianza, �l nos lleva a la orilla; pero nuestras buenas obras, al no tener conexi�n con Cristo, se ven arrastradas solas al abismo de la desesperaci�n. Aferremos nuestras virtudes con tanta fuerza como podamos, no pueden servirnos en el m�s m�nimo grado; son el tronco desconectado que no tiene agarre en la orilla celestial. ( CH Spurgeon. )

Matrimonio de fe y obras

El segundo cap�tulo de la Ep�stola de Santiago parece, en mi opini�n, describir una boda espiritual. Estamos "invitados a un matrimonio"; y, como en las bodas m�s antiguas de Can� de Galilea, el santo Maestro est� presente y consuma las nupcias. Las partes que se van a unir no son m�s que personajes simb�licos y, sin embargo, tambi�n son reales y realistas. La novia es joven y hermosa, siempre joven y siempre vestida de luz como con un manto.

Su rostro est� claro como el d�a; su mirada es firme y, sin embargo, confiada. Ella no es de la tierra, sino nacida del cielo, y luce su parentesco celestial en cada l�nea de su rostro radiante. Su nombre es "Faith". Ella es la hija de Dios. Y junto a ella est� uno cuya forma lujuriosa fue hecha para actos de osad�a y resistencia. Es musculoso y atl�tico. Hay valor en su ojo, "astucia en sus diez dedos" y fuerza en su brazo derecho.

Fue creado para actuar, para hacer, para sufrir. Fue formado para la lucha y la lucha. Su nombre es "Acci�n". Con ritos solemnes los dos se unen en matrimonio. Ambos deben amar y ambos deben obedecer. Siempre deben vivir, moverse, sufrir y conquistar juntos. Deben ser los padres fruct�feros de todo lo bueno de la tierra. Sobre ellos, mientras est�n unidos, Jehov� pronuncia una �bendici�n� m�s rica que la que alegr� las nupcias de Isaac y Rebeca, o de Jacob y Lea.

Mientras est�n unidos, deben vivir, crecer y conquistar; cuando se separan, se inclinar�n y perecer�n. El uno para el otro, el uno en el otro y el uno con el otro, sus d�as de lucha y victoria deben pasar, hasta que el tiempo ya no exista. Y as� �fe� y �obras� fueron unidas por la Sabidur�a infinita; y en la presencia del mundo se anunci� solemnemente: "Lo que Dios junt�, nadie lo separe". ( TL Cuyler, DD )

Credo y conducta

(texto y Santiago 2:14 ): -

1. La Biblia ciertamente ense�a que cierto tipo de fe, que incluso Santiago elogiar�a, es esencial para la salvaci�n.

(1) Vemos bondad y sabidur�a de Dios en este arreglo, ya que es una condici�n muy f�cil de cumplir. Y el hombre no solo tiene la capacidad de creer, sino que tambi�n tiene la propensi�n a hacerlo. Es un ser cr�dulo; vive, trabaja, espera, ama y descansa por la fe. La fe es la base de la sociedad, la rueda del comercio, el lazo de la amistad, el canal de las relaciones sociales.

(2) Tampoco es m�s amable que sabio. No veo c�mo el hombre podr�a haberse salvado sin cierto tipo de fe. Antes de cambiar su car�cter, debe tener nuevas convicciones. El hombre debe convertirse en cristiano, como se convierte en agricultor, marinero, m�dico, por fe.

2. Algunos han pensado que Santiago menosprecia la fe y se opone a Pablo. Pero tenga en cuenta ...

(1) La diferencia en las tendencias mentales de los ap�stoles. La tendencia natural de la mente de Paul era especulativa. Le encantaba la ciencia de la religi�n. La tendencia de James fue pr�ctica. Pensaba m�s en actos que en ideas. Calcul� el credo de un hombre por sus obras. Con esta diferencia mental, si bien ambos sostendr�an la misma gran verdad vital, uno estar�a naturalmente m�s ocupado con el aspecto especulativo y el otro con el pr�ctico.

(2) La diferencia en los personajes a quienes escribieron los ap�stoles. Pablo ten�a en mente al legalista; James ten�a a la vista a aquellos que combinaban un credo ortodoxo con una pr�ctica poco ortodoxa. Uno estaba en contra del legalismo y el otro en contra del antinomianismo. Para ilustrar mejor la verdadera armon�a entre los dos hombres inspirados, observe:

I. Que puede haber cierto tipo de trabajo relacionado con la religi�n donde no hay una fe genuina. Aquellos que brotan

1. Del sentimiento de m�rito. Tales eran las obras de los antiguos fariseos. �Qu� trabajo se hace ahora en relaci�n con la religi�n a partir de este sentimiento!

2. De la simpat�a por los sentimientos y las acciones de los dem�s. Es costumbre en el c�rculo al que pertenece el hombre asistir a los lugares de culto y contribuir a las instituciones religiosas; y �l, por supuesto, debe hacer lo mismo. Ciertos actos religiosos est�n de moda; y el amor por la moda y el miedo a la singularidad los impulsar�.

3. Desde cargo oficial. Un hombre asume alg�n cargo relacionado con el cristianismo: maestro de escuela sab�tica, di�cono, etc.

y puede cumplir con los deberes de su cargo sin una fe genuina.

4. Del amor de una secta. El sentimiento partidista en la religi�n es siempre maravillosamente activo.

II. Puede haber cierto tipo de fe en relaci�n con la religi�n donde no existe una fe genuina. Hay una especie de fe, algo as� como esa caridad sentimental que habla con fluidez y ternura sobre los sufrimientos de los pobres, pero no har� nada para aliviar sus sufrimientos.

1. Una fe tradicional. Como las personas obtienen de sus padres, su secta, que es adoptada sin ninguna b�squeda honesta a la luz del sentido com�n y la Biblia ante Dios. Las personas cuya fe es de esta descripci�n, si hubieran nacido en Turqu�a, habr�an sido mahometanos; en la India, hind�es. Esta fe es un mal grave: deforma el intelecto, encierra la nueva verdad y obstruye el pensamiento libre, la piedad y el progreso. Est� peleando eternamente, anatematizando a los herejes.

2. Una fe especulativa. Las personas de esta fe creen en Dios, Cristo, el cielo y el infierno como proposiciones, pero no se dan cuenta de su relaci�n con ellos mismos.

3. Una fe sentimental. Las personas de esta clase se mueven con todo viento de doctrina; est�n ocupados con este predicador hoy y ma�ana. Son arminianos un domingo y antinomianos el siguiente. Estos son ni�os mentales, nubes sin agua; las criaturas del clap-trap y la novedad.

III. Que ni las obras que no est�n relacionadas con la fe genuina, ni la fe que no est� relacionada con las obras genuinas, son de ning�n servicio moral.

1. Las obras que no est�n relacionadas con la fe genuina no tienen ning�n servicio moral. Porque&mdash

(1) El valor de una obra a los ojos de Dios es el motivo. "Como un hombre piensa en su coraz�n, as� es �l".

(2) La felicidad de una obra est� en el motivo. En el empleo del hombre, el acto exterior da valor a vuestro servicio. Mientras pueda arar, sembrar y construir bien, no importa lo que piense o sienta. Pero, en religi�n, el sentimiento del acto lo es todo. El �caro de la viuda es "m�s que todo".

2. La fe que no est� relacionada con las buenas obras no tiene ning�n servicio moral. �Qu� valor tiene una semilla si no tiene el principio de germinaci�n? �Qu� valor tiene la sal sin su sabor? Lo que queremos ahora es que se desarrolle el credo de las iglesias. Esto har� m�s contra la infidelidad que todas sus bibliotecas. �No todo el que me dice: Se�or, Se�or�, etc.

IV. Que la fe del evangelio conducir� necesariamente a buenas obras, y que las obras del evangelio necesariamente surgen de la fe del evangelio. Y as� Pablo y Santiago est�n de acuerdo.

1. La naturaleza de la facilidad lo demuestra. La fe en el evangelio es fe en el amor infinito de Dios por los pecadores. �Puede un hombre realmente creer en esto sin que el amor se eleve en su coraz�n hacia Dios? �Cu�l es la primera pregunta del amor? �C�mo voy a complacer? etc.

2. Las biograf�as de los creyentes muestran esto. �Cuando agrad� a Dios�, dice Pablo, �revelar a Su Hijo en m�, inmediatamente no consult� con carne y sangre�, etc. Santiago predic� contra el mero creedista, y Pablo contra el mero traficante de obras; y predicadores que cada �poca requiere. ( D. Thomas, DD )

Versículos 29-31

�Es �l solo el Dios de los jud�os?

Las unidades divinas

I. Un Dios.

II. Una ley.

III. Una fe.

IV. Un prop�sito �ltimo. ( J. Lyth, DD )

�No es tambi�n de los gentiles? -

El padre universal

Los escritos de Pablo se han encontrado con un destino singular. Ten�an la intenci�n de revelar el amor universal e imparcial del Padre; se han utilizado para representarlo como un soberano exclusivo y arbitrario. Fueron dise�ados para abrir el reino de Dios a todos los hombres; y han sido tan distorsionados como para cerrarlo a la mayor�a y limitarlo a unos pocos. El gran plan de Pablo fue vindicar el derecho espiritual de la raza contra el fanatismo exclusivo de los jud�os; manifestar a Dios como el Padre de todos los hombres, ya Cristo como el Salvador, no de una naci�n estrecha, sino de todo el mundo. N�tese, entonces, del texto:

I. La doctrina de que Dios es "el Dios de los gentiles". Para comprender el significado de ca�da de esto, debemos considerar que para los jud�os los gentiles eran odiosos. Pens� que era contaminaci�n comer con ellos. Los llam� perros. Reclam� a Dios como exclusivamente su Dios. Si pudi�ramos comprender esto completamente, deber�amos estar llenos de admiraci�n por la grandeza moral manifestada en el texto. Pablo, al escribirlos, no solo ofreci� violencia a todas sus primeras y m�s profundas impresiones, sino que puso su vida en peligro.

1. Dios es "el Dios de los gentiles", y �no respondemos a esta verdad? Los paganos ciertamente se hab�an alejado de Dios; ya los jud�os les parec�a haberlos abandonado por completo. Pero, �c�mo pudo el Padre universal abandonar a los millones de sus criaturas? Judea no era m�s que una mota en el globo. �El Infinito deb�a limitarse a esto? �Podr�a su amor limitarse a los pocos a quienes les hab�a revelado especialmente su voluntad? En las edades m�s oscuras, Dios era �el Dios de los gentiles.

�Tuvieron su revelaci�n. La luz del cielo descendi� a sus almas. Ten�an la ley divina "escrita en sus corazones". Dios nos guarde del horrible pensamiento de que las mir�adas de personas enterradas en la oscuridad pagana son marginados de Su nivel. Sus necesidades espirituales deber�an mover nuestra compasi�n; y se nos da la luz superior para que podamos enviarla a estos hermanos.

2. Que Dios es �el Dios de los gentiles�, aprendemos del maravilloso progreso que hizo la naturaleza humana en las edades paganas. Recuerda Grecia. El don del genio de Dios, una forma de inspiraci�n, se derram� sobre ese peque�o territorio como en ninguna otra regi�n bajo el cielo. A Grecia le fue entregada la revelaci�n de la belleza, que ha hecho de su literatura y arte, junto a las Sagradas Escrituras, el legado m�s preciado de �pocas pasadas.

En ese maravilloso pa�s en medio de degradantes vicios se manifestaron las m�s sublimes virtudes. Sin duda alguna, la filosof�a griega fue una gu�a intelectual imperfecta e impotente como maestro moral. Pero, �no era Dios el Dios de los gentiles cuando despert� en los griegos tan nobles facultades de la raz�n, y con su hero�smo patri�tico llev� adelante la educaci�n de la raza humana?

3. Dios es "el Dios de los gentiles"; y fue tan justo cuando separ� de ellos a su pueblo escogido. Porque, �por qu� se apart� al jud�o? Que "todas las familias de la tierra sean bendecidas". El juda�smo era una escuela normal para formar profesores para todo el mundo. El profeta hebreo se inspir� para anunciar una era en la que el conocimiento de Dios cubrir�a la tierra como las aguas cubren el mar. Nada en la historia de los jud�os nos los muestra como los favoritos personales de Dios, porque su historia es un registro de reprensiones, amenazas y castigos divinos.

Sus mismos privilegios les trajeron calamidades peculiares. En �pocas de idolatr�a universal, fueron llamados a presentar la luz del te�smo puro. Traicionaron su confianza, y cuando lleg� el momento de postrar la �pared divisoria� y de que los jud�os recibieran al mundo gentil en hermandad, se apartaron de su gloriosa tarea; y al rechazar a la humanidad, ellos mismos se convirtieron en los rechazados por Dios.

Mientras tanto, la fe en el �nico Dios verdadero se ha extendido por todo el mundo gentil. As� vemos que, en el mismo acto de seleccionar al jud�o, el Padre universal estaba demostrando ser el Dios de los paganos, incluso cuando parec�a rechazarlos.

4. Esta doctrina es una que los cristianos a�n necesitamos aprender. Porque somos demasiado aptos, como los jud�os, para exaltarnos por encima de nuestros hermanos menos favorecidos. Es la doctrina de la masa de cristianos incluso ahora que los paganos son el objeto de la ira de Dios. Pero, �c�mo puede un hombre cuerdo creer por un instante que Dios ha abandonado a la mayor parte de la raza humana? Pero el cristianismo en ninguna parte ense�a esta fe horrible. Y, m�s a�n, ning�n hombre en su coraz�n cree o puede creer una doctrina tan espantosa.

II. El principio universal contenido en esta doctrina. El lenguaje del texto contiene una verdad inmutable para todas las edades, a saber, que Dios ama por igual a todos los seres humanos; que el Padre no tiene favoritos; que en Su mismo ser �l es Amor imparcial y universal.

1. Esta gran verdad se ense�a en la naturaleza. Las obras de Dios tienen la misma autoridad que Su Palabra. El universo ense�a que Dios es el Dios de todos y no de unos pocos. Dios gobierna por leyes generales, que se aplican por igual a todos los seres, y est�n claramente instituidas para el bien de todos. Estamos bajo un sistema equitativo, que se administra con imparcialidad inflexible. Este sol, �no env�a un rayo tan alegre a la choza como al palacio? �Cae la lluvia sobre algunos campos favorecidos? �O la savia se niega a circular excepto a trav�s de las flores y los �rboles de cierta tribu? La naturaleza es imparcial en sus sonrisas.

Ella es imparcial tambi�n en sus ce�os fruncidos. �Qui�n puede escapar de sus tempestades, terremotos, olas furiosas? J�venes y viejos, buenos y malos, est�n envueltos en la misma llama destructora o sumergidos en el mismo mar abrumador. Providence no tiene favoritos. El dolor, la enfermedad y la muerte rompen las barreras de los fuertes y ricos, as� como de los humildes y los pobres.

2. En la religi�n, el Padre universal se revela obrando en el alma humana e impartiendo al hombre su propio Esp�ritu. El Esp�ritu de Dios no conoce l�mites. No hay alma a la que no hable, ni morada humana en la que no entre con sus mejores dones. De las chozas de los pobres, de los mismos lugares del vicio, del revuelo de los negocios muy activos, as� como de la quietud de la vida jubilada, han surgido los hombres que, llenos de dones espirituales, han sido gu�as, consoladores. , luces, regeneradores del mundo.

III. Este principio aplicado a nosotros mismos.

1. �Es Dios el Padre de los ricos solamente? �No es tambi�n el Padre de los pobres? Los pr�speros tienden a sentirse como si fueran una raza diferente a la de los indigentes. Pero para el Poseedor del cielo y la tierra, �cu�n insignificante debe ser la mayor magnificencia y opulencia! �Selecciona el Esp�ritu Infinito como Su morada especial el palacio y vuela desde la caba�a? Por el contrario, si Dios tiene un lugar escogido en la tierra, �no es la humilde morada de la pobreza virtuosa, confiada, paciente y que no se arrepiente? De las moradas de los abatidos, de la severa disciplina de las estrechas circunstancias, �cu�ntos de los esp�ritus m�s nobles de la tierra han crecido! �No podemos aprender todav�a una lecci�n de sabidur�a divina del pesebre de Bel�n?

2. �Es Dios el Dios de los buenos solamente, o no es tambi�n el Dios de los malos? Podemos creer que Dios en verdad mira con peculiar aprobaci�n lo bueno. Pero no desea la perfecci�n espiritual y la felicidad eterna para ellos m�s que para los m�s depravados. Las Escrituras incluso parecen representar a Dios como peculiarmente interesado en el mal. �Hay alegr�a en el cielo�, etc. Los buenos no absorben ni deben absorber el amor de Dios.

Nosotros, en nuestra engre�da pureza, podemos apartarnos de ellos, podemos pensar que es contaminaci�n tocarlos, podemos decir: "Ap�rtate". Pero Dios le dice a su hijo marginado: "Ac�rcate". �Hablo con aquellos que han escapado del vicio grosero? Bendice a Dios por tu felicidad, pero no establezcas una barrera insuperable entre t� y los ca�dos. Para concluir, pregunt�monos: �Cu�l fue la culpa de los jud�os contra la cual protest� el ap�stol? �Qu� fue lo que esparci� a su naci�n como paja por toda la tierra? Su orgullosa separaci�n de ellos mismos de su raza.

�Y no traer� el mismo esp�ritu la misma ruina sobre nosotros? La separaci�n de nosotros mismos de nuestra raza es la muerte espiritual. Es como cortar un miembro del cuerpo; la extremidad cortada debe morir. Este esp�ritu de humanidad universal es el alma misma de nuestra religi�n. Hasta ahora, su poder celestial apenas se siente. Por eso es que tan pocas de las bendiciones del cristianismo aparecen en la cristiandad. Sostenemos esta verdad en palabras.

�Qui�n siente su poder vitalizador? Cuando se lleve a casa como una realidad en la vida social, transformar� el mundo. Todas las dem�s reformas de la sociedad son superficiales. Pero se acerca un d�a mejor. �No podemos convertirnos en heraldos de este d�a mejor? �Que nuestros corazones le den la bienvenida! �Dejemos que nuestras vidas revelen su belleza y su poder! ( WE Channing, DD )

El evangelio para toda la humanidad

Sucedi� una noche, poco despu�s de comenzar mi viaje por el campo, que encontr� mi camino hacia la casa de un b�er holand�s, a quien le rogu� una noche de alojamiento. Era de noche y la familia deb�a ir pronto a descansar. Pero primero, �les dir�a el extra�o algunas palabras de consejo cristiano? Con mucho gusto asent� y se recurri� al gran granero. Mirando a mi congregaci�n, vi a mi anfitri�n y anfitriona con su familia.

Hab�a multitudes de formas negras rondando cerca, pero nunca hab�a una en el granero. Esper�, esperando que pudieran venir. Pero no; nadie vino. Aun as�, esper� como esperando algo. "�Lo que te pasa?" dijo el granjero. "�Por qu� no empiezas?" "�No pueden venir tambi�n tus sirvientes?" Respond�. "�Servicio!" grit� el maestro; �Te refieres a los hotentotes, hombre? �Est�s loco por pensar en predicar a los hotentotes? Ve a las monta�as y predica a los babuinos; o, si quieres, ir� a buscar a mis perros, �y puedes predicarles! " Esto fue demasiado para mis sentimientos, y las l�grimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

Abr� mi Nuevo Testamento y le� para mi texto las palabras: "Verdad, Se�or: pero los perros comen de las migajas que caen de la mesa de su amo". Por segunda vez se leyeron las palabras, y luego mi anfitri�n, vencido por la flecha del propio carcaj de Dios, grit�: ��Alto! debes salirte con la tuya. Te conseguir� a todos los hotentotes y te escuchar�n ". El granero pronto se llen� de hileras de formas oscuras, cuyas miradas ansiosas miraban al extra�o. Luego prediqu� mi primer serm�n a los paganos. Nunca olvidar� esa noche. ( Dr. Moffat. )

Los favores de Dios no deben limitarse a un solo pueblo

Pero, claramente, un evangelio como este no estaba destinado a uno o dos hombres, ni a una compa��a de hombres, ni a una naci�n favorita, ni a una raza. "�Es �l el Dios de los jud�os solamente?" fue la pregunta indignada de San Pablo, dirigida a quienes hubieran limitado sus favores a un solo pueblo. Como el sol natural en los cielos, el Hijo de Justicia Encarnado es la propiedad, podemos atrevernos a usar la palabra, es propiedad de todos los miembros de la familia humana.

Todos tienen derecho a la luz y al calor que irradia de Su persona sagrada y de Su Cruz redentora; y esto explica el sentido de justicia de San Pablo de proclamar las buenas nuevas de la reconciliaci�n de la tierra y el cielo por la fe en Cristo a todos los miembros de la familia humana. Todo hombre, como tal, tiene derecho a participar en el Evangelio, as� como todo hombre tiene derecho al aire, al agua, a la libertad y, al menos, a la comida suficiente para preservar la vida corporal; y no predicar el evangelio y tratarlo como si fuera el lujo de una peque�a camarilla como cualquiera de las viejas filosof�as, como un libro raro en una biblioteca, como un retrato de familia, era ofender el sentido de la justicia natural. . ( Canon Liddon. )

�Entonces invalidamos la ley por la fe? -

Ley y fe, las dos grandes fuerzas morales de la historia de la humanidad

"La ley" significa lo que est� escrito en el alma de cada hombre y publicado nuevamente en el Sina�. "Fe" significa el evangelio, "las buenas nuevas" del amor soberano a un mundo arruinado. Estas dos grandes fuerzas morales del mundo pueden considerarse en tres aspectos.

I. Como estoy de acuerdo en algunos aspectos.

1. En autor�a. Ambos son divinos.

2. En esp�ritu. El amor es la esencia moral, la inspiraci�n de ambos.

3. En prop�sito. El bienestar de la humanidad es el gran objetivo de ambos.

II. Como diferente en algunas caracter�sticas.

1. Uno es m�s antiguo en la historia de la humanidad que el otro. La ley es tan antigua como el alma humana. El evangelio comenz� con el hombre despu�s de la Ca�da ( G�nesis 3:15 ).

2. Uno se dirige al hombre como criatura, el otro como pecador. La ley llega al hombre como un existente racional y responsable, y exige su homenaje; el evangelio le llega como un pecador arruinado y le ofrece asistencia y restauraci�n.

3. Uno habla imperativamente, el otro con compasi�n. �T� har�s�, �no har�s�, es la voz de la ley. El evangelio invita, "Deje el imp�o su camino"; �Venid a m�; "Jo, todo el que tiene sed".

4. La "ley" exige, el "evangelio" entrega. La ley dice, haz esto y aquello, o desiste de esto o aquello, y no escuchar�s excusas. El evangelio viene y ofrece liberaci�n del estado moralmente d�bil y condenado en el que ha ca�do el hombre.

III. Como cooperando para un resultado. La ley prepara para el evangelio llevando la convicci�n de pecado y ruina. El evangelio exalta y entroniza la ley. Este es el punto del texto: ��Entonces invalidamos la ley por la fe? Dios no lo quiera." �C�mo establece el evangelio la ley?

1. Se lo presenta al hombre en los aspectos m�s dominantes.

2. Lo entroniza en el alma.

3. Lo glorifica en la vida. ( D. Thomas, DD )

C�mo la ley puede ser invalidada o establecida por la fe

I. C�mo puede anularse.

1. Al no predicarlo en absoluto.

2. Ense�ando que la fe reemplaza la necesidad de la santidad.

3. Continuando en el pecado.

II. C�mo se puede establecer.

1. Insistiendo en toda la doctrina de la piedad.

2. Impulsando la fe en Cristo como medio de santidad.

3. Estableci�ndolo en nuestro coraz�n y en nuestra vida. ( J. Wesley, MA )

La ley anulada y establecida

I. La ley queda sin efecto.

1. Imaginando que el pacto en Cristo es incondicional.

2. Esa justificaci�n es eterna.

3. Por consiguiente, que un creyente no est� bajo la ley en absoluto.

II. La ley est� establecida

1. En el coraz�n.

2. Como parte del pacto.

3. Por la obediencia de la fe. ( J. Lyth, DD )

La ley establecida por la fe

Dios no puede negarse ni contradecirse a s� mismo. No puede recordar Sus propias palabras ni anular Su propia ley ( Malaqu�as 3:6 ). Sin embargo, podr�a parecer, a primera vista, como si la gracia se opusiera a la ley, de modo que cualquiera que se estableciera, la otra debe caer. San Pablo anticipa y afronta esta dificultad. Considerar&mdash

I. El terreno u objeto de la fe.

1. En los vers�culos anteriores encontramos dos puntos importantes.

(1) Somos �justificados gratuitamente por su gracia� ( Romanos 3:24 ). Dios perdona nuestros pecados de la manera m�s franca y absoluta, sin tener en cuenta ninguna buena obra de nuestra parte, a modo de compensaci�n. Pero

(2) �l hace esto "mediante la redenci�n que es en Cristo Jes�s". Aqu� vemos la condici�n de calificaci�n de la clemencia divina. El defiende su ley. Si �l nos perdona nuestros pecados, es porque primero nos redimi� con el sacrificio de Su Hijo. Dios lo ha hecho nuestro sustituto y lo ha tratado como merecemos ser tratados.

2. Aqu� surgen dos preguntas.

(1) �Se permite tal propiciaci�n en la justicia? Respondemos que ser�a injusto que Dios obligara a un tercero a sufrir por los pecadores; pero cuando Uno se presenta voluntariamente, no es un ultraje para nuestro sentido de justicia que Su oferta sea aceptada. Pero a�n as� podr�a parecer injusto que un sustituto inocente sufra la pena para siempre. Instintivamente sentimos que la pena debe ser temporal.

Pero, adem�s, si persistiera alguna sensaci�n de mal, seguramente se eliminar�a si pudi�ramos ver al sustituto compensado por su autosacrificio. Mira c�mo todas estas cosas se encuentran en Cristo. En cuanto a la voluntariedad (ver Juan 10:17 ). En cuanto a la duraci�n de los sufrimientos de Cristo, sabemos que, aunque terribles y severos, fueron de corta duraci�n. Y luego mire su recompensa resultante. Si hubo "los sufrimientos de Cristo", tambi�n hubo "la gloria que vendr�a despu�s".

(2) �Es esta propiciaci�n en particular adecuada para la ocasi�n? Si todo lo que Cristo sufri� lo hubiera soportado un simple hombre, o incluso un �ngel, no deber�amos estar convencidos de su eficacia. Pero Cristo es una encarnaci�n de la Deidad. El Creador inmortal no puede morir �l mismo; pero �l puede aliarse a una naturaleza humana que puede sufrir y morir, y en Su sufrimiento y muerte, Jehov� mismo puede estar tan implicado como para justificar la expresi�n de que "Dios ha comprado la Iglesia con Su propia sangre", y que los jud�os " crucific� al Se�or de la gloria.

�Aqu� es donde vemos la base de la infinita meritoriedad y eficacia expiatoria de la muerte de Cristo. En lugar de que la ley sea quebrantada, o que el pecado quede impune, Dios entrega a su propio Hijo. �Qu� puede persuadirnos m�s eficazmente de que la "paga del pecado" es la muerte? �Qu� puede inspirarnos m�s v�vidamente el odio al pecado, o disuadir m�s poderosamente a los tentados de la rebeli�n, arrestar al criminal o incitar a los obedientes a la diligencia vigilante y al temor reverencial?

3. As� se aseguran los altos fines de la justicia con la muerte de Cristo: y as� se establece la ley en sus m�s amplios mandatos morales y se satisface en sus m�s profundas exigencias morales. De aqu� ser� f�cil ver c�mo tambi�n en un sentido inferior la ley se establece por la fe.

(1) �Hablas de la ley ceremonial? Era la sombra de las cosas buenas por venir: su sustancia es Cristo, y ahora que ha venido, ha pasado, en lo que concierne a su forma; pero a�n vive en su sustancia y antitipo, por quien ha sido ratificado.

(2) De manera similar con las Escrituras prof�ticas. Todos los profetas testificaron de Cristo, y en �l su palabra se cumple y se confirma a la vez. Y as�, en todo sentido, podemos decir con valent�a con Pablo: "Nosotros establecemos la ley".

II. Las condiciones y operaciones de la fe. Aqu� el mismo principio es v�lido.

1. En el acto de fe, el penitente conf�a en la muerte expiatoria de Jesucristo como fundamento de su aceptaci�n. Ahora bien, este acto de fe:

(1) Est� de acuerdo con el mandato de Dios ( Juan 6:29 ). As�, la fe es esencialmente obediencia a la ley de Dios, y por ella se reconoce y establece la autoridad de Dios en su ley.

(2) Acepta la obra expiatoria de Cristo: como un arreglo que reivindica la justicia divina. Por tanto, reconoce la validez de la ley de Dios y la necesidad de mantener su autoridad.

2. La condici�n preliminar de la fe es el arrepentimiento. No es el pecador endurecido y sin humillar a quien se le dice que crea en Cristo, sino a aquellos que reconocen que la ley es santa, y tiemblan y lloran al pensar en c�mo la han quebrantado.

3. Lo mismo ocurre con el fruto de la fe. Cuando somos perdonados es para que no sirvamos m�s al pecado ( Tito 2:11 ).

Conclusi�n:

1. El mayor pecador puede ser perdonado ( 1 Corintios 6:9 ).

2. El menor pecador debe ser salvo por gracia mediante la fe.

3. Vea la culpa de negarse a ser justificado por la fe.

4. El deber del hombre perdonado de seguir el camino de los mandamientos de Dios ( 1 Pedro 1:13 ). ( TG Horton. )

La ley establecida por la fe

I. La objeci�n declarada. La fe reemplaza

1. La autoridad de la ley al liberar al pecador de su maldici�n.

2. La justicia de la ley como base de la justificaci�n.

II. La objeci�n fue obviada. La fe establece la ley al restaurar:

1. Su poder de mando.

2. Su poder de condena.

III. La objeci�n replic�. El objetor que mezcla la fe y las obras socava.

1. Su poder de condenaci�n.

2. Su poder de mando. ( J. Lyth, DD )

La ley establecida por la fe

I. La fe establece la ley.

1. En su car�cter de santo.

2. En sus pretensiones de justa.

3. En sus amenazas tan seguro.

II. El evangelio promueve la obediencia a la ley.

1. En los motivos que proporciona.

2. En la fuerza que proporciona. ( T. Robinson, DD )

La ley establecida por la fe

1. El ap�stol aqu� quiere decir que la ley divina debe ser considerada por nosotros como inmutable, y que cualquier interpretaci�n del evangelio en desacuerdo con ese hecho debe ser una interpretaci�n falsa. Las distinciones entre el bien y el mal son eternas, y esa ley de la que habla el ap�stol nos ayuda a hacer la distinci�n.

2. Te relacionas con ...

(1) Un ser santo. Entonces debes reverenciar a ese Ser debido a Su rectitud y veracidad.

(2) Un buen Ser: bueno, debes amar esa bondad. Piensa en un Ser santo y bueno que ha presentado estas propiedades para protegerte del mal y conferirte mucho bien. �Por qu�, entonces, no debes sentirte agradecido con ese Ser? Una cosa m�s. Supongamos que ese Ser es infinitamente bueno y santo, y supongamos que �l ha puesto en pr�ctica esas perfecciones para asegurarle, ya sea de hecho o de prop�sito, infinitas bendiciones, entonces usted no deber�a reverenciarlo y amarlo con todo su coraz�n y alma, y mente y fuerza?

3. No necesito recordarles que tal es el car�cter de Dios, y que tales son las relaciones en las que estamos con �l.

(1) Y mientras estos duren, durante tanto tiempo debe ser obligatoria para nosotros esa ley que requiere nuestra m�xima consagraci�n a �l simplemente como un acto de justicia, dando a Dios las cosas que son de Dios. La rectitud de Dios, por lo tanto, lo obliga a vindicar Su ley y castigar el mal.

(2) Su benevolencia debe atarlo a esto. Porque el pecado no es simplemente poner tanto mal en lugar de tanto bien; es poner lo que contamina la obra de Dios en lugar de lo que le da belleza; de deformidad y miseria en lugar de aquello que dar�a nobleza y bienaventuranza a Sus criaturas, y el hilo de la retribuci�n que se forja con las formas del pecado en este mundo son tales que claramente marcan c�mo �l aborrece este mal.

Mira c�mo la borrachera y el libertinaje hacen que la misma carne de los hombres clame contra los agravios que se le hacen; y c�mo esas malas pasiones del alma, como el orgullo, la ira, la malicia y cosas por el estilo, se convierten en escorpiones para la naturaleza en la que se encuentran. S�, Dios ha constituido la naturaleza del esp�ritu humano de esta manera, que encontrar� felicidad solo donde �l encuentre felicidad; que sepa rendir homenaje a la justicia y amar el bien. En otras palabras, esta ley de Dios es lo que es porque Dios es lo que es. Viene de Su propia naturaleza y est� dise�ado para defender a los que se asemejan a Dios.

4. Ahora bien, hay quienes consideran que el evangelio est� en desacuerdo con la ley. Esto no puede ser.

(1) La fe es un don de Dios; y si la ley proviene de Su naturaleza, y esta fe tambi�n proviene de Su naturaleza, �l no puede ser una fuente que emite aguas dulces y amargas.

(2) La fe es obediencia al mandamiento divino; y si el mandato es que debemos creer en Su Hijo Jesucristo, no puede haber nada inconsistente entre la conformidad a una ley que viene de �l y la obediencia a este mandato particular que viene de �l.

(3) Las cosas que se crean a partir del mismo acto de creer aseguran que esto no sea as�. Porque creer en Cristo es creer en su ense�anza, por ejemplo, la doctrina de la ruina por el pecado. Bueno, el pecado es transgresi�n de la ley. Creer en Cristo es creer en la redenci�n del pecado, de la condenaci�n que el pecado ha tra�do sobre nosotros. Si la condenaci�n que me ha sobrevenido por el pecado no es justa, entonces la redenci�n que se dice que me ha tra�do Cristo debe ser superflua; de modo que la fe en Cristo proviene necesariamente de la creencia en la ley. No puedes recibir el evangelio sin recibir la ley; no se puede comprender a uno sin aprehender al otro.

(4) Entonces, las mismas verdades que se aprenden tienen en ellas una aptitud natural para cambiar el esp�ritu del hombre, de modo que el que est� en enemistad con la ley vuelve a la lealtad. El prop�sito de estas cosas es hacer obediente al desobediente.

(5) Sumado a esto, tenemos la seguridad de que cualquier obediencia posible a nosotros en cualquier forma, ya sea en un estado convertido o inconverso, nunca debe permitirse entrar en el lugar - imperfecto como debe ser necesariamente - de ese perfecto justicia que exige la ley. Y no se puede anular la ley m�s que tratando de poner su propia obediencia real o supuesta en el lugar de esa obediencia perfecta que la ley requiere.

5. Ahora, no quiero decir que no haya un estado y una tendencia mental correctos en la experiencia del hombre que cree en Cristo: debe ser un estado mental correcto en s� mismo - correcto desde el mandato de Dios, correcto de la naturaleza de la cosa; entonces lo similar producir� lo similar. Pero aunque hay una rectitud - o justicia - en la fe y que fluye de la fe que es buena hasta donde llega, lo que el hombre quiere cumplir con las exigencias de la ley divina no es una rectitud buena hasta donde llega, sino una rectitud bien en conjunto.

La ley se anula, se deja de lado, se reduce a nada, cuando se elimina la necesidad de la perfecta obediencia que exige. Cualquier intento de construir sobre su propia santidad personal como base de aceptaci�n ante Dios debe ser un error. Si confiamos en la justicia de Cristo en absoluto, no podemos presumir de pensar que necesita ser aprovechada y perfeccionada por la nuestra. ( R. Vaughan, DD )

La ley establecida por la fe

I. La doctrina de la fe es la doctrina de la salvaci�n mediante la sangre y la justicia del Hijo de Dios. Ninguna buena disposici�n o calificaci�n alguna, nada, en suma, que distinga a un hombre de otro, puede unirse a la justicia de Cristo como fundamento de nuestra confianza en Dios. Aqu� no hay lugar para jactarse. Debemos ser salvos completamente por gracia o completamente por nuestras propias obras.

II. Dos formas en que se puede decir que la ley se destruye o se anula.

1. En principio; cuando se ense�a cualquier doctrina que, en sus justas consecuencias, tiende a relajar nuestras obligaciones de obedecer la ley de Dios.

2. En la pr�ctica; cuando las personas se animan por opiniones equivocadas de las verdades del Evangelio para continuar en el pecado, o para ser menos puntuales en el desempe�o de los deberes que le deben a Dios oa sus semejantes.

III. La ley de Dios no se invalida, sino que se establece mediante la fe.

1. La autoridad sagrada y la obligaci�n perpetua de la ley de Dios son vindicadas de la manera m�s fuerte por la doctrina de la fe.

2. Hay nuevas obligaciones sobrea�adidas por el evangelio para hacer cumplir la obediencia.

(1) Seguramente se debe permitir que la convicci�n de su maldad infinita sea un motivo poderoso para apartarse del pecado. Pero, �por qu� medios puede producirse esta convicci�n hasta el punto de creer firmemente en la doctrina de la fe relacionada con los sufrimientos y la muerte de Cristo?

(2) Siempre se ha encontrado que las aprehensiones justas de la santidad de Dios producen efectos correspondientes en el car�cter de las personas que las entretienen. Ahora, la doctrina de la fe nos da la m�s alta demostraci�n de este glorioso atributo de la naturaleza divina.

(3) Los motivos en los que se insiste principalmente en el Nuevo Testamento, y que el evangelio de una manera peculiar inspira, son el amor y la gratitud. Ahora bien, �d�nde podemos encontrar tales objetos para despertar nuestro amor y gratitud como en el evangelio de Jesucristo?

3. La ley se establece mediante la fe, porque la obediencia es uno de los principales fines por los que estamos llamados a creer en el evangelio de Jesucristo.

4. La ley se establece por la fe, porque la doctrina de la fe proporciona al creyente los m�s poderosos est�mulos en sus esfuerzos por alcanzar la santidad.

(1) Por lo que se ha dicho, puede juzgar si posee verdadera fe en el evangelio. �Ha llegado a usted, no solo en palabras, sino tambi�n en poder y en el Esp�ritu Santo?

(2) A partir de este tema, perm�tanme exhortar a los verdaderos creyentes a justificar la sinceridad de su profesi�n por la santidad de sus vidas. ( D. Negro. )

La ley establecida por la fe

Fe&mdash

1. Mejor lo explica.

2. Mejor lo hace cumplir.

3. Asegura mejor los fines que propone. ( J. Lyth, DD )

La ley moral establecida por la fe en Cristo

La ley ceremonial era una mera ley de conveniencia, y serv�a para responder a los prop�sitos divinos en los tiempos de la ignorancia jud�a, hasta la introducci�n de un mejor pacto al que apuntaban los tipos; y cuando fueron desechados como una escritura de ordenanzas, no se infringi� la ley moral, que, como un c�digo inmutable de requisitos morales, permanecer�a en plena vigencia hasta el fin de los tiempos.

I. Esta ley moral es ...

1. Exaltado trascendentemente en su fuente. Es una transcripci�n de la naturaleza divina. Y as� como, a partir de sus infinitas perfecciones, Dios solo puede querer lo que es correcto, as� todas las inteligencias creadas est�n obligadas a obedecer sus mandamientos.

2. Razonable en sus requisitos. Todas las leyes deben ser para el bienestar de los s�bditos y la dignidad del trono, de modo que el inter�s propio pueda llevar a la obediencia, y el amor al monarca lleve al debido respeto por la administraci�n. Se hallar� que las leyes de Jehov� est�n admirablemente adaptadas para lograr estos fines, ya que solo prescriben lo que contribuye a nuestra felicidad y proh�ben lo que tender� a nuestra desdicha. "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos".

3. Universal en su aplicaci�n. No requiere m�s de lo que el hombre deber�a realizar; es decir, amar al Se�or su Dios, etc.

4. Inmutable en su naturaleza. Por ser santo, justo y bueno, Jehov� tan pronto podr�a cambiar las perfecciones de Su naturaleza como cambiar la pureza de la ley moral, o sustituirla por una opuesta.

5. Indispensable en sus exigencias. Debe ser obedecido; su violaci�n debe ser perdonada o su pena debe ser soportada.

II. La fe establece la ley.

1. Como regla de acci�n moral durante toda nuestra probaci�n.

(1) Cristo no podr�a ser el autor de ning�n sistema de salvaci�n que lo reemplazara. Porque de lo contrario, su misi�n ser�a una maldici�n en lugar de una bendici�n, al favorecer la iniquidad al abolir esa norma de justicia que disuadir�a del pecado.

(2) Y si negamos que estamos obligados a cumplir esa ley, entonces no tenemos un est�ndar infalible por el cual medir las acciones morales. Porque la conciencia, salvo que est� regulada por la ley de la moral, no es una gu�a segura. Esto est� plenamente establecido por la experiencia; porque cuando se deja de lado la regla revelada, los hombres, con la aprobaci�n de sus propias conciencias, a menudo corren a los extremos m�s vergonzosos.

2. Como medio de felicidad ( Salmo 1:1 ). En cada circunstancia de la vida, la ley de Dios iluminar� nuestro camino con una luz que no podr� ser atenuada por las pruebas y los dolores por los que pasemos. Y mientras andamos de acuerdo con esta regla, "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudar�n a bien". La obediencia trae una evidencia del amor de Dios, una paz de conciencia, un gozo en el Esp�ritu Santo y una clara perspectiva del cielo.

3. Como norma infalible en el d�a del juicio, por la cual seremos probados, aprobados o condenados. Este estricto procedimiento de ese d�a exige un est�ndar adecuado por el cual el bien y el mal ser�n discriminados y juzgados.

4. Como est�ndar correcto y eterno de la cantidad adecuada de recompensas y castigos. ( W. Graneros. )

La doctrina de la justificaci�n por la fe solo se reivindica del cargo de fomentar el libertinaje

I. La objeci�n de que la fe invalida la ley.

1. La ley moral es esa regla a la que por nuestra relaci�n con Dios estamos obligados a conformarnos. Esta obligaci�n se basa en la naturaleza de las cosas, que nada puede disolver jam�s. Si una doctrina, entonces, tiende a justificar la inferencia de que podr�a ser relajada, esto constituir�a un motivo suficiente para rechazarla. Pero esa no es la tendencia de nuestra doctrina. Al contrario, presupone esta obligaci�n.

No habr�a habido ocasi�n para tal m�todo de liberaci�n de los efectos penales de los delitos cometidos contra la ley, sino sobre el supuesto de la obligaci�n antecedente de obedecer la ley. �Y el pecador est� menos obligado a rendir obediencia cuando es perdonado que cuando estaba en un estado de culpa?

2. Con respecto a la medida de la obediencia requerida, la objeci�n cae al suelo. Esta ley requiere obediencia universal y sin pecado, y considera que toda desviaci�n es pecado. Entonces, si se avanzara alguna interpretaci�n de la Escritura que redujera esta medida de obediencia, ser�a justamente rechazada, por ser deshonrosa para Dios, contradictoria a las Escrituras y a los intereses de la moralidad.

Pero la tendencia de nuestra doctrina es exactamente la opuesta. Nos ense�a que debemos ser justificados por la fe, porque la obediencia sin pecado requerida por la ley hace imposible que podamos ser justificados por las obras. Si la ley fuera menos santa, menos rigurosa en sus exigencias, no habr�a necesidad de este m�todo de justificaci�n. Pero como la justicia no se puede alcanzar por la ley, la justicia de la fe se manifiesta en el evangelio. Entonces, �la fe invalida la ley? No. Implica de la manera m�s fuerte la naturaleza extensiva de esa obediencia que la ley requiere.

3. Pero, �no puede la doctrina reemplazar la necesidad de cualquier obediencia? No; por&mdash

(1) Se�ale los fundamentos sobre los que se fundamenta la necesidad de la obediencia a la ley moral. Porque sin ella el hombre no estar�a en condiciones de entrar en la presencia de Dios, y no podr�a participar de la santa felicidad del cielo ( Hebreos 12:14 ; Mateo 5:8 ).

(2) Anuncio junto a la naturaleza particular de la justificaci�n. Es simplemente una parte de la salvaci�n, esa parte por la cual se quita la culpa del pecado y el pecador se reconcilia con Dios. Si bien declara que ninguna santidad tiene parte en la expiaci�n del pecado o en reconciliarnos con Dios, por lo tanto, no insin�a que no se requiere santidad para calificarnos para el disfrute de nuestra herencia comprada.

Un criminal inv�lido recibe un perd�n. Si afirmamos que el estado de su salud no tiene relaci�n con la misericordia recibida, tal afirmaci�n nunca podr�a interpretarse en el sentido de que su recuperaci�n de la enfermedad no est� relacionada con su felicidad futura. Dado que su obligaci�n de castigar ha sido remitida mediante un acto de gracia, no se puede inferir, por tanto, que la salud sea innecesaria para el disfrute de la generosidad real.

Es m�s, deber�amos decir m�s bien que su liberaci�n de la sentencia hizo que la eliminaci�n de su trastorno fuera una bendici�n m�s deseable que nunca. De modo que la justificaci�n proporciona un remedio para las consecuencias penales en las que ha incurrido la desobediencia pasada; pero deja que la necesidad de la santidad personal descanse sobre el mismo fundamento sobre el que siempre hab�a descansado, sobre la imposibilidad de tener comuni�n con Dios y participar de su felicidad, sin poseer las disposiciones correspondientes, y hacerse part�cipes de su santidad.

Entonces, si el m�todo de justificar al pecador por la fe no tiende a debilitar la obligaci�n de obedecer la ley moral, ni a reducir la medida de la obediencia requerida, ni a reemplazar la necesidad de la obediencia, en qu� sentido anula �la Ley? En ning�n sentido cualquiera.

II. La afirmaci�n de que la fe establece la ley. Lejos de producir efectos desfavorables para la causa de la moralidad, tiende a fortalecerla y promoverla por motivos de la naturaleza m�s exaltada y de la obligaci�n m�s apremiante.

1. �Cu�l es el estado del pecador justificado? Bajo la convicci�n del peligro y la miseria del pecado, mirando a Jes�s, ha encontrado paz y gozo al creer. La base de toda su paz presente y sus perspectivas futuras es una c�moda esperanza de su aceptaci�n en el amado. Dejemos que esta esperanza se destruya una vez, su paz se rompa, sus perspectivas se nublan. Todav�a est� bajo condenaci�n. Mantener viva, entonces, esta esperanza es un objetivo principal que el pecador justificado tiene constantemente a la vista.

Pero, �c�mo se logra el objetivo? Sin duda, el Esp�ritu Santo es el autor de esta experiencia bendita, "quien da testimonio con nuestro esp�ritu de que somos hijos de Dios". Pero generalmente �l nos evidencia nuestra adopci�n al reflejar luz sobre Su propia obra de gracia en el coraz�n, y as� capacit�ndonos para rastrear la existencia de la causa por los efectos evidentemente producidos. La santificaci�n, como es la prenda de la gloria futura, es una evidencia, porque es una consecuencia, de nuestra reconciliaci�n presente con Dios.

La liberaci�n del poder del pecado es una bendici�n anexada por la promesa a un estado de justificaci�n (cap. 6:14). Observe qu� motivo restrictivo se proporciona as� para el logro de la santidad universal. La paz, la esperanza, el gozo de un pecador est�n inseparablemente conectados con la evidencia de su inter�s en Cristo.

2. Pero la fe que lleva a un pecador a Cristo para su justificaci�n incluye una convicci�n, no solo del peligro, sino tambi�n del dem�rito del pecado. �Bajo qu� luz se ve a s� mismo? Como un tiz�n arrancado del fuego; como un criminal indultado, como un rebelde graciosamente investido con todos los privilegios de un s�bdito leal. �Qu� sentimientos de amor, gratitud, obediencia inspira este punto de vista!

3. Estos sentimientos a�n aumentan enormemente al considerar los medios que se han empleado en esta obra de misericordia ( G�latas 3:13 ). Redimidos con tal rescate, �se negar�n los pecadores a entregar su vida a Cristo? ( 1 Corintios 6:20 ; Tito 2:14 ). ( E. Cooper. )

La salvaci�n del evangelio confirma la obediencia,

amueblando&mdash

I. Nuevas visiones de la verdad. El creyente recibe nuevos puntos de vista sobre:

1. La perfecci�n de la ley en s� misma. Su coraz�n natural se rebel� contra �l y anhelaba alguna norma que le concediera indulgencia a sus enfermedades pecaminosas. Incluso la letra de la ley era demasiado estricta, y por la amplitud de su aplicaci�n espiritual retrocedi�. Odiaba los mandamientos por su pureza. Con un coraz�n renovado, este esp�ritu est� completamente sometido, y se reconoce con gratitud que la ley es santa, justa y buena. Por lo tanto, ahora hay nuevos y fuertes incentivos para seguir la santidad que exhibe, y as� el evangelio no ha destruido sino confirmado la ley.

2. Su propio car�cter y vida. Su esp�ritu orgulloso y seguro de s� mismo se derrumba bajo la conciencia de la culpa, que aviva el deseo de santidad y aumenta el aborrecimiento de la transgresi�n. Por lo tanto, rebajar el est�ndar de obediencia no traer�a ninguna satisfacci�n. Anhela hacer la perfecta voluntad de Dios, y s�lo se contenta cuando puede quitarse del viejo y ponerse el nuevo, que se renueva en santidad.

3. Cristo y su cruz. En esto no se da piedad al pecado.

(1) Es la manifestaci�n m�s solemne de la justicia de Dios al tratar con el pecado. Al contemplar la justicia y la severidad de Dios as� mostradas, el pecador justificado siente el aborrecimiento del pecado m�s profundamente impresionado; y al mirar a su Se�or crucificado, muerto por el pecado y por el pecado, la ley adquiere un nuevo poder sobre �l.

(2) Es la manifestaci�n m�s asombrosa del amor de Dios por el hombre culpable. El creyente, por lo tanto, regocij�ndose en la confianza de que Su sangre fue derramada por �l para que no sufriera condenaci�n, �c�mo, si contin�a en el pecado, crucificar� de nuevo al Hijo de Dios?

II. Nuevos motivos de conducta.

1. Sincero agradecimiento y amor a Cristo que lo ha redimido de la esclavitud de la ley. Se ve a s� mismo como un cautivo, comprado por un precio, y el amor por su Redentor lo obliga a servirle y agradarle. Por esto, es llevado a la "perfecta santidad en el temor de Dios".

2. Conciencia de privilegio exaltado, es un hombre perdonado, y todo su miedo a las consecuencias de su culpa pasada es reemplazado por la esperanza del cielo. �l es adoptado en la familia de Dios, y por lo tanto tiene todos los derechos vinculados a la Filiaci�n Divina, etc. �Qu� conjunto de motivos para la santidad! �C�mo puede un hombre invalidar la ley que tiene tales privilegios?

3. La perfecta pureza del cielo. El hombre justificado espera esto como la perfecci�n del car�cter y, en consecuencia, anhela la pureza personal que es la �nica que lo puede encontrar. Entonces, �c�mo puede la fe invalidar la ley cuando la obediencia a ella es la �nica preparaci�n para la herencia que espera la fe?

III. Nuevos medios para lograr esta obediencia. La obra del Esp�ritu Santo es peculiar del evangelio, y �l da cualquier santidad que cualquier hombre obtenga. En su propia naturaleza, el hombre no tiene fuerzas para obedecer la ley; pero toda la influencia del Agente celestial se dirige al punto �ltimo de la completa obediencia del hombre a Dios. Para lograr esto, mantiene una lucha incesante dentro del alma renovada, y habi�ndolo llevado al glorioso privilegio de ser un hijo de Dios, lo capacita para caminar digno de su alta vocaci�n. ( SH Tyng, DD )

Religi�n y moralidad

1. Hay muchos que no pueden ver la diferencia entre criticar un argumento d�bil y atacar lo que se propone probar. San Pablo hab�a estado diciendo aqu� cosas severas de esa falsa moralidad que consiste simplemente en la obediencia a las reglas externas; y hubo necios auditores que concluyeron que estaba atentando contra la ley moral, lo expresado en estas reglas. Su respuesta es que no estaba atacando la ley, sino el legalismo. San Pablo sostiene que, al intentar sustituir el principio de la fe por el de la obediencia ciega a una regla externa, lejos de invalidar la ley, realmente estaba estableciendo la ley.

2. La cuesti�n aqu� discutida, desde un punto de vista moderno, es la de la relaci�n entre religi�n y moralidad. �Puede ser virtuoso un hombre que no es piadoso o, si puede, su virtud carece de una cualidad que s�lo la piedad puede infundir en �l? Son pocos los que sostendr�an que la religi�n cristiana ha tenido una mala influencia sobre la virtud; s�lo sostienen que la virtud es independiente de la religi�n. Y creo que hay muchas consideraciones plausibles que prestan, al menos, un pretexto colorido a esta afirmaci�n.

(1) Nadie, por ejemplo, cuestionar� que no son pocos los que tienen vidas intachables y que albergan serias dudas en cuanto a la fe cristiana. �Debemos negar la realidad de la virtud de estos hombres? o, si no es as�, �debemos concluir que no importa si un hombre es un hombre religioso o no? Una vez m�s, se ha insistido con frecuencia en que, si bien la conducta es una prueba, el car�cter religioso y las creencias no lo son. A veces, la creencia religiosa es un mero accidente. �Inclinarse muchos de los que se conforman con la fe y el culto de nuestro pa�s habr�an dado una adhesi�n igualmente firme a la fe y el culto de otro pa�s?

(2) Por otro lado, �nunca encontramos que la religi�n pueda existir sin moralidad? �No hay alg�n fundamento para afirmar que es en el mundo religioso y no en el secular donde la intolerancia, la falta de caridad y cosas por el estilo alcanzan a menudo su mayor crecimiento?

3. �Somos los cristianos, entonces, impulsados ??a admitir que no hay conexi�n entre nuestra fe cristiana y nuestra bondad de vida? �O, al menos, nos lleva a la confesi�n de que la moralidad no gana nada con la religi�n? No. A pesar de todas las aparentes incongruencias, sostengo que la religi�n y la moral est�n inseparablemente unidas; que esa moralidad es, en el mejor de los casos, una cosa pobre y superficial que no se alimenta de la fuente de una fe cristiana genuina.

Siempre que, en su poder y realidad, la fe de Cristo toma posesi�n de un alma, encontramos que transfigura en nueva belleza y nobleza todos los elementos superiores de nuestra naturaleza, ampliando el horizonte de la inteligencia, encendiendo la imaginaci�n espiritual mediante una visi�n de una belleza m�s hermosa que la terrenal, infundiendo una nueva y m�s aguda sensibilidad en la conciencia, una nueva ternura en los afectos, armando la voluntad con un nuevo poder dominante sobre las pasiones, respirando, en medio de todas nuestras luchas y esfuerzos en esta vida pasajera, un dulce , paz m�s serena en el coraz�n, y derramando sobre todo el futuro oscuro y oscuro la luz de una esperanza m�s divina y celestial.

4. Hay muchas formas en que se puede mostrar la influencia de la fe cristiana en la vida moral, como, por ejemplo , se�alando la influencia del sentido del amor redentor de Dios en Cristo Jes�s, y de la esperanza de la inmortalidad en la moral. vida; pero al pasar por estos, fijo la atenci�n en el hecho de que ...

I. La fe de Cristo nos revela un nuevo e infinito ideal o est�ndar de bondad.

1. Hace mil ochocientos a�os irrumpi� en el mundo una visi�n de la perfecci�n humana, una revelaci�n de las posibilidades ocultas de nuestra naturaleza, que trascend�a mucho todo lo que la raza hab�a presenciado o concebido; y si preguntamos hoy cu�l es el secreto del maravilloso poder sobre el coraz�n y la vida de los hombres que ha tenido la vida de Cristo, �responderemos que Cristo nos dio simplemente un ejemplo perfecto de la virtud humana? Si no hubiera sido nada m�s, creo que hay vagas aspiraciones en estos pechos nuestros que nunca hab�an cobrado vida; que hay secretas anticipaciones de un destino inmortal que nunca habr�a despertado dentro de nosotros. Pero creo que el secreto del poder transformador de la vida del Hijo de Dios radica simplemente en esto, que nos llama a ser hijos de Dios.

2. Bien puedo concebir que para muchos esta concepci�n de la vida religiosa pueda tener un aire de extravagancia. Cuando uno piensa en las multitudes sumidas en la ignorancia y el vicio, y en la aburrida rutina de la respetabilidad vulgar, que es lo mejor de lo que la mayor�a de nosotros podemos jactarnos, puede parecer un exceso de fanatismo hablar de tal naturaleza que su el destino apropiado es nada menos que compartir la vida de Dios. Y, sin embargo, piensa por un momento. Fuera de la esfera de la religi�n, hay en las almas indicaciones de infinitud, un sentido de una naturaleza que es una con Dios.

(1) Cuando, por ejemplo , el libro de la naturaleza se vuelve inteligible, cuando bajo una confusi�n aparentemente sin orden, o una contingencia y accidente en los fen�menos y hechos del mundo, el hombre de ciencia comienza a comprender la presencia de leyes invisibles pero eternas que arrojan la luz. del dise�o, del orden, de la raz�n sobre el mundo visible, �cu�l es el significado de todo esto? Qu� sino esto: que en el estudio de la naturaleza simplemente estoy pensando en los pensamientos de Dios despu�s de �l; Simplemente estoy probando que la mente dentro de m� responde a la mente que est� impresa en todas las cosas sin m�.

(2) �Cu�l es, nuevamente, el significado de esa simpat�a a�n m�s profunda con la naturaleza que encuentra expresi�n en lo que llamamos el sentido de lo bello, el sentimiento de las personas sensibles, con una especie de �xtasis cuando contemplan las escenas m�s grandiosas de este? mundo glorioso? Qu� sino esto, que el hombre no puede simplemente observar la gloria y la belleza de la naturaleza, sino que, como un rostro responde a otro en un espejo, el alma del hombre se une en simpat�a con la misma mente que la hizo.

(3) As�, en la esfera de un arte superior y m�s divino, en la vida de empe�o en pos de la bondad. �C�mo explicaremos esto, que cuanto mejor es un hombre, menos contento est� consigo mismo? �Por qu� en la vida moral nuestras aspiraciones se vuelven m�s elevadas, y cada vez que ascendemos vemos que la vida moral sin sellar se levanta ante nosotros? �Por qu�, sino por esta raz�n, que el alma del hombre fue hecha para Dios, que con nada menos que una perfecci�n divina puede alguna vez ser satisfecha?

II. La religi�n de Cristo no solo nos revela un ideal infinito de bondad, sino que nos asegura el poder para realizarlo. No solo te dice: "Esto es lo que debes ser", sino "Esto es lo que puedes y puedes ser". Aparte de esto, el evangelio no ser�a una buena noticia. Como sabes, el primer rayo de luz que capta tu mirada, dorando el horizonte oriental por la ma�ana, es para ti la promesa segura y la profec�a del d�a perfecto que viene; o, como saben, que la futura planta est� potencialmente contenida en la peque�a semilla o germen, por lo que el primer movimiento en un pecho humano de verdadera vida espiritual, el primer latido de genuina devoci�n a Cristo est� plagado de la perfecci�n reci�n nacida y belleza de la vida que est� escondida con Cristo en Dios.

En efecto, la vida religiosa, como cualquier otra vida, es progresiva, y aqu�, como en todas partes, el esfuerzo, la lucha, el conflicto son las condiciones inevitables del progreso. Aqu� radica el poder sobre el mal, el impulso conquistador de la vida cristiana, que si somos fieles a Dios y a nosotros mismos, la victoria final es segura. El sol, la lluvia y el roc�o, todas las influencias geniales de la naturaleza, no har�n crecer una piedra, pero el m�s m�nimo germen, la fr�gil planta, que asoma por encima del suelo, tiene un principio secreto que puede transmutar el aire, la tierra, la luz del sol. , la humedad en medio de su desarrollo, y as� la vida nacida del cielo tiene en s� las fuerzas vitalizadoras y asimiladoras que har�n que "todas las cosas" en esta nuestra existencia terrenal, "todas las cosas" en la atm�sfera moral, "trabajen juntas para su bueno �y llevarlo adelante a la perfecci�n. Si el Esp�ritu de Cristo mora hoy en su coraz�n y moldea su vida, nada en el cielo, la tierra o el infierno podr� impedirle jam�s su esperanza cristiana. (Director Caird. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Romans 3". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/romans-3.html. 1905-1909. Nueva York.