Bible Commentaries
2 Reyes 10

Comentario de Coke sobre la Santa BibliaComentario de Coke

Introducción

Las cabezas de setenta de los hijos de Acab son llevadas a Jeh�; �l mata a todos los sacerdotes de Baal en el templo de Baal en Samaria; pero sigue adorando a los becerros de oro. Le sucede su hijo Joacaz.

Antes de Cristo 884.

Versículo 1

Enviado a Samaria, a los gobernantes de Jezreel � Por el contexto, algunos han pensado que las cartas fueron enviadas a los gobernantes de Samaria; y creen que esto es lo m�s probable, ya que la LXX lo traduce como Samaria, y no Jezreel. Le Clerc conjetura que los gobernantes de Jezreel, que ten�an el cuidado de los hijos de Acab, podr�an haber huido con ellos a Samaria. En la Vulgata se lee a los nobles o jefes de la ciudad; una lectura que sigue Houbigant, y piensa, es confirmada por el quinto vers�culo. Vea su nota y las observaciones de Pilkington.

Versículo 6

Tomaos las cabezas, etc. Adem�s del cumplimiento del decreto divino, Jeh� ten�a un prop�sito adicional al solicitar este cruel servicio a los gobernantes, ancianos y grandes hombres de la naci�n; es decir, por la presente involucrarlos en el mismo crimen y conspiraci�n que �l mismo. Porque al prevalecer con ellos para que asesinaran a los parientes de Acab de esta manera, los uni� tan estrechamente a sus intereses, que si alguna de las personas inferiores se hab�a inclinado a oponerse a sus designios, por este medio se vio privado de cualquier hombre de distinci�n para encabezar ellos; y no s�lo eso, sino que mediante este expediente Jeh� pens� que podr�a, en gran medida, disminuir, si no eliminar por completo, el odio de su propia conducta cruel y p�rfida; porque este es el significado de su llamado al pueblo, 2 Reyes 10:9 .

Sed justos, etc. como si hubiera dicho: "Reconozco, de hecho, que fui un gran instrumento para acabar con el difunto rey; pero �soy m�s culpable que los amigos, los consejeros, los oficiales de Acab? Finjo no ocultar mi culpa ; pero la aprobaci�n que le han dado los principales hombres de la naci�n, al tomar las armas contra la casa de Acab, y el maravilloso �xito que ha acompa�ado a esta empresa m�a, no proporcionan una prueba segura de que Dios me ha levantado. para ejecutar su decreto al respecto, �y no deber�as reconocer, en este caso, la interposici�n de su mano? " Ver Calmet.

Versículo 15

Jonadab, el hijo de Recab: V�anse las notas sobre Jeremias 35 y el gui�n de Bedford. Chronol. l. vi. C. 2. Dar la mano significa prometer. Por tanto, cuando se nos dice que Jeh� le pidi� a Jonadab que le diera la mano, no debemos suponer que fuera para ayudarlo a subir al carro, sino que Jonadab le asegurar�a que lo ayudar�a. en la persecuci�n de sus designios. V�anse las observaciones de Pilkington y Esdras 10:19 .

Versículo 21

De modo que no qued� ni un hombre que no viniera. Cabe preguntarse, �c�mo se pudo inducir a todos los adoradores de Baal, seg�n la conducta de Jeh�, a reunirse? A lo que se puede replicar, que como Jeh� era una persona de conocida indiferencia en materia de religi�n, (ver nota en 2 Reyes 10:31 .) Quien en este sentido siempre se hab�a conformado a los humores de la corte, y en el el reinado del rey Acab hab�a sido un ferviente adorador de Baal; la gente no pudo decir, cuando leyeron su proclamaci�n de una gran fiesta a Baal, pero que hab�a regresado en serio a la religi�n que una vez abraz�, y solo desert� por un tiempo en complacencia con los dem�s.

Pero tanto si se enga�aban con esta persuasi�n como si no, sab�an por experiencia que Jeh� era un hombre de temperamento feroz y sanguinario, que no dejar�a de ejecutar sus amenazas; y por eso leyendo en el mismo preg�n: El que falte no vivir�, �xodo 10:19 se vieron reducidos a este triste dilema, o irse o morir; y por tanto, pensaron que era el m�todo m�s sabio correr el riesgo y entregarse a su misericordia; teniendo esto al menos para defender por s� mismos, que no fueron desobedientes a sus mandamientos. Ver Calmet y Poole.

Versículo 22

Sacar vestiduras � Era costumbre de casi todos los id�latras, sentir mucha curiosidad por la pompa externa de sus ceremonias, en las que, de hecho, consist�a la parte principal de su adoraci�n. Todos los sacerdotes de Baal estaban vestidos de lino fino, y su sumo sacerdote, sin duda, ten�a algunos adornos especiales para distinguirlos. Baal y Astart� eran deidades fenicias; y por tanto, como Silius Italicus, lib. 1: en su descripci�n de las fiestas de H�rcules, nos ha dado cuenta de qu� manera los sacerdotes fenicios, cuando en sus oficinas, estaban habitados, tenemos raz�n para suponer que la vestimenta de los precios de Baal era muy similar amable. Los adoradores de Baal,en el texto, probablemente no se refiera a toda la gente en general, porque no usaban vestimentas distintas en su adoraci�n, ni a Dios ni a Baal, sino s�lo a los sacerdotes y ministros. Estos fueron el gran apoyo de la idolatr�a actual; y, por lo tanto, Jeh� podr�a concluir que si los destru�a una sola vez, todos los adoradores comunes se apartar�an, por supuesto.

Sin embargo, tomando las palabras siervos y adoradores ( 2 Reyes 10:19 ; 2 Reyes 10:21.) en su m�xima latitud, el templo de Baal, que fue construido en la ciudad capital, y cerca del palacio real, y, siendo el principal en su tipo, fue dise�ado para el uso del rey y la reina, y particularmente para tales grandes y elevadas solemnidades, podr�an ser lo suficientemente grandes y espaciosas para contenerlas todas. Porque, al lado del edificio principal, podr�a haber varios patios exteriores, como hab�a en el templo de Jerusal�n, donde el pueblo estaba de pie mientras adoraba, como lo hac�a en el servicio del templo; y estos, junto con el templo mismo, podr�an proporcionar suficiente espacio para todos los id�latras de esa clase, tanto ministros como personas, que estaban entonces en todo el reino; porque, desde los d�as de Acab, por el ministerio de El�as, Eliseo, y el resto de los profetas, as� como por la matanza que Hazael en sus guerras contra Israel hab�a hecho entre muchos de ellos, el n�mero de adoradores de Baal hab�a disminuido enormemente. Vea a Patrick y Poole.

Versículo 25

Y los capitanes los expulsaron� Y los capitanes fueron despedidos. Houbigant.

REFLEXIONES.� Jeh� persigue su golpe con diligencia infatigable; y mientras conduce a Samaria,

1. Se encuentra con Jonadab, hijo de Recab, un hombre de piedad eminente, que viene a felicitarlo por su ascenso ya animarlo a perfeccionar lo que hab�a comenzado. Jeh� lo saluda con todo respeto y pregunta si Jonadab abraz� su causa con tanto entusiasmo como lo reverenciaba y respetaba. Al recibir la m�s cordial seguridad de sus buenos deseos, Jeh� lo invita a subir a su carro, para que est� convencido de su celo por la causa del Se�or; y por la presencia de un hombre tan bueno, sin duda, concluye ganarse la mayor reputaci�n para s� mismo. Nota; (1.) Es una pregunta que a menudo necesitamos hacernos a nosotros mismos y a los dem�s: �Tiene raz�n tu coraz�n? rectos y sinceros en el servicio de Dios.

Toda profesi�n de celo sin eso, no es m�s que hipocres�a y designio. (2.) Siempre que aparezca una profesi�n justa de celo por Dios, un buen hombre no puede sino desear caritativamente el �xito y aprobar la obra. Los corazones deben dejarse a la b�squeda de Dios. (3.) Los que se jactan mucho de su celo dan motivo para sospechar de su sinceridad. (4.) Muchos parecer�n servir a Dios, siempre y cuando sus propios intereses sean adelantados por ello, cuyo celo se enfr�a r�pidamente cuando ya no pueden servirse m�s a s� mismos.

2. Habiendo destruido en Samaria a todos los amigos y familiares de Acab, como lo hab�a hecho en Jezreel, se las ingenia para cortar de un plumazo a los adoradores de Baal de la tierra. El dise�o era bueno, pero la mentira que allan� el camino fue mala. Profesando un celo poco com�n por la adoraci�n de Baal, que durante el reinado de Joram; que hab�a quitado la imagen de Baal, podr�a haber sido menos p�blico y solemne, convoca a todos los sacerdotes, y quiz�s tambi�n a todos los adoradores celosos de Baal, a Samaria, para participar de un gran sacrificio que �l tiene la intenci�n de su Dios, con amenaza de muerte. al hombre que deber�a faltar. Esto reuni� un gran concurso, las puertas del templo de Baal est�n abiertas, la casa atestada y todos los fieles vestidos para el servicio solemne: y ahora fingiendo celo por la pureza del sacrificio,

Estando todo listo, se colocan guardias en las avenidas, para que ning�n hombre pueda escapar: cada alma es masacrada en el templo, el edificio se derrumba, las im�genes quemadas y el culto de Baal para el tiempo completamente exterminado. Nota; (1.) La sabidur�a de la serpiente puede usarse legalmente en la causa de Dios, siempre que nada del veneno de la serpiente se mezcle con ella. (2.) Los verdugos de la venganza de Dios, m�s terribles que los guardias de Jeh�, pronto ejecutar�n sin misericordia su comisi�n sobre todo siervo de iniquidad. (3.) La maldici�n de Dios, aunque oprimida durante mucho tiempo, se levantar� victoriosa al final; y cuando Jes�s haya echado a los imp�os al infierno, entonces reinar� gloriosamente sobre sus santos.

Versículo 31

Pero Jeh� no hizo caso, etc.� Jeh� en verdad hizo gran ostentaci�n de su celo por el Se�or;y debe reconocerse que por su cumplimiento de los mandamientos divinos a este respecto, recibi� elogios de Dios; sin embargo, todav�a era un mal hombre, aunque hizo bien en ejecutar lo que era recto ante los ojos del Se�or, como a la abolici�n del culto a Baal; pues, su obstinada persistencia en el pecado de Jeroboam puede ser justamente alegada contra �l como un argumento de su falsedad en todas sus otras acciones. Las razones por las que continu� en este tipo de idolatr�a fueron las mismas con �l, como lo fueron con el primer instituyente de ella; es decir, no sea que, al permitir que sus s�bditos vayan al lugar designado para el culto divino, pueda abrir una puerta para que regresen a la obediencia de la casa de David; y no s�lo eso, sino que tambi�n desacredita a una gran parte de la nobleza de la naci�n, que para entonces ya estaba acostumbrada,

En esto, sin embargo, hizo un claro descubrimiento de su locura y su pecado, al no atreverse a confiar en Dios con la preservaci�n de ese reino que tan libremente le hab�a otorgado. La verdad es que Jeh� era un hombre valiente, malvado, furioso e implacable; pero un hombre de esta complexi�n, considerando el trabajo que iba a realizar, era un instrumento apropiado para ser empleado; y tan lejos est� de tender al oprobio, que es infinitamente para la gloria de Dios, que pueda valerse de esas pasiones tan bulliciosas y rebeldes de la humanidad para la realizaci�n de sus justos designios; Salmo 76:10 . Esto lo hizo claramente en el caso de Jeh�: porque, despu�s de que el Se�or lo hubo establecido en la posesi�n de un reino, y descubri� que a�n persist�a en su idolatr�a pol�tica, derrib� al rey de Asiria sobre �l, quienGolpe� las costas de Israel, y destruy� por completo toda la parte de su reino que estaba al otro lado del r�o Jord�n. Vea los siguientes vers�culos y Poole.

Información bibliográfica
Coke, Thomas. "Comentario sobre 2 Kings 10". Comentario de Coke sobre la Santa Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tcc/2-kings-10.html. 1801-1803.