Bible Commentaries
Apocalipsis 1

Comentario de Coke sobre la Santa BibliaComentario de Coke

Introducción

Juan escribe la Revelaci�n de Jesucristo a las siete iglesias de Asia, representada por los siete candeleros de oro. La aparici�n de Cristo: su glorioso poder y majestad.

Anno Domini 96.

Versículo 1

La Revelaci�n de Jesucristo, - El libro se abre con el t�tulo o inscripci�n, el alcance y dise�o del mismo; para predecir cosas, que pronto deber�an comenzar a cumplirse, y tener �xito en su debido tiempo y orden, hasta que todo se haya cumplido; y con la bendici�n pronunciada sobre el que la lea y explique, y sobre los que la oir�n y atender�n. Es notable la distinci�n del que lee y de los que oyen:pues los libros que estaban entonces en manuscrito, estaban en muchas menos manos; y era una forma mucho m�s f�cil de publicar una profec�a, o cualquier cosa, mediante lectura p�blica, que transcribiendo copias. Tambi�n en esa �poca era costumbre leer todos los escritos apost�licos en las congregaciones de los fieles; pero ahora este excelente libro de Apocalipsis rara vez se lee, o solo algunas partes de �l, en las congregaciones.

En lugar de y �l lo envi� y lo manifest�, etc. el griego podr�a traducirse mejor lo que significaba, enviando por su �ngel. En el estilo de la profec�a, de donde se toman principalmente las expresiones de este libro, todo se llama �ngel que notifica un mensaje de Dios, o ejecuta su voluntad; un sue�o prof�tico es un �ngel;la columna de fuego, que iba delante de los israelitas, se llama �ngel de Dios. Los vientos y las llamas de fuego son �ngeles para nosotros, cuando Dios los usa como voces para ense�ar, o como varas para castigarnos: de modo que su �ngel dice con propiedad que Dios nos revela lo que da a conocer ya sea por voz o por sue�os. , por visi�n, o cualquier otra forma de verdadera revelaci�n prof�tica.

El obispo Bosuet ha observado con precisi�n, en el prefacio de su Exposici�n del Apocalipsis, "que en el Evangelio de San Juan leemos la vida de Cristo en la tierra como un hombre que conversa con los hombres, humilde, pobre, d�bil y sufriente; contemplamos un sacrificio listo para ser ofrecido, y uno destinado a los dolores y la muerte; pero en el Apocalipsis de San Juan tenemos el evangelio de Cristo, quien ahora resucit� de entre los muertos. �l habla y act�a como si hubiera conquistado la tumba y triunfado.

sobre la muerte y el infierno; como entr� en el lugar de su gloria, se le sujetaron �ngeles, principados y potestades; y ejerciendo el poder universal supremo que ha recibido del Padre sobre todas las cosas en el cielo y en la tierra, como nuestro Salvador ,para la protecci�n de su iglesia, y para la segura felicidad de sus fieles servidores al final ". Todo esto �l es como Mediador, siendo al mismo tiempo, con respecto a la Deidad," Dios sobre todos, bendito por los siglos ".

Versículo 2

Quien dio testimonio: "Quien, siendo honrado con un mensaje tan importante, no fall� en declararlo fielmente, sino que testific� la palabra de Dios, que, en esas visiones prof�ticas, le lleg�; y el testimonio de Jesucristo, (cuyo mensajero el �ngel estaba,) exactamente informando todo lo que vio ".

Versículo 4

Juan a las siete iglesias� El ap�stol dedica su libro, Apocalipsis 1:4 a las siete iglesias del Asia Lidia o Proconsular, dese�ndoles gracia y paz de Dios el Padre, como autor y dador; de los siete esp�ritus, los representantes del Esp�ritu Santo, como instrumentos; y de Jesucristo el Mediador, mencionado en �ltimo lugar, porque el discurso posterior se relaciona m�s inmediatamente con �l.

A la dedicaci�n adjunta un breve y solemne prefacio, Apocalipsis 1:7 para mostrar la gran autoridad de la Persona divina que lo hab�a comisionado para escribir el Apocalipsis. Grocio opina que el caso nominativo no var�a en la cl�usula que se deriva de �l que es, y que fue, &C.

en el genitivo, como lo requieren las reglas comunes de la gram�tica, est� dise�ado para representar la veracidad eterna y la invariabilidad de Dios, y la inmutable majestad de Cristo, en el testimonio de su evangelio y la gloria de su reino. El Esp�ritu Santo, como se insinu� anteriormente, se refiere a los siete esp�ritus que est�n delante del trono. Siete, en el lenguaje de la profec�a, a menudo expresa perfecci�n, y se puede entender mejor del m�s perfecto Esp�ritu de Dios, el Autor de todas las bendiciones espirituales, que de siete �ngeles, como una interpretaci�n m�s natural de la expresi�n en la profec�a, tambi�n. tanto m�s agradable a la manera de la bendici�n del evangelio, del Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo.

Esto tambi�n es m�s consistente con la prohibici�n de la oraci�n a los �ngeles; y, si no tomamos esto por la verdadera interpretaci�n, ser� una gran dificultad dar cuenta de la omisi�n del Esp�ritu, cuya dignidad debe permitirse infinitamente superior a la del �ngel creado m�s alto.

Versículo 5

El testigo fiel, - En el original, el caso nominativo es nuevamente usado por San Juan, contrariamente a la analog�a de la gram�tica, para significar que, como hab�a insinuado la inmortalidad de la Deidad, as� tambi�n Cristo no era menos inmutable en su reino y en su testimonio. Cristo es llamado Pr�ncipe de los reyes de la tierra, para animarlos en la profesi�n del cristianismo, a pesar de la oposici�n de los reyes, a quienes f�cilmente podr�a derrotar y destruir en un momento. Ver Juan 13:34 ; Juan 15:9 . 1 Juan 1:7 .

Versículo 7

He aqu�, viene con nubes, etc. Este vers�culo contiene la gran moraleja que todo el libro est� dise�ado para ilustrar; a saber, que, aunque deber�a haber una gran oposici�n contra la causa y el reino de Cristo, sin embargo, deber�a ser completamente en vano, y su reino deber�a triunfar de la manera m�s ilustre; para que todos los que se le hab�an opuesto, tuvieran la mayor raz�n para llorar; para lamentar esa fatal oposici�n, por la cual, en lugar de prevalecer en lo m�s m�nimo contra �l, s�lo han efectuado su propia destrucci�n: y como comienza esta serie de profec�as divinas, as� termina con este sentimiento, y con el gozoso consentimiento de sus fieles. siervos de esta gloriosa verdad, que deber�a llenar a los enemigos de Cristo de tal terror y consternaci�n.

Comp. ch. Apocalipsis 22:20 . La �ltima cl�usula, Aun as�, Am�n, puede interpretarse as�: "S�, Se�or, repetimos nuestro gozoso asentimiento; sea as�; Ven, Se�or Jes�s, en las nubes del cielo; toma para ti tu gran poder, y reina: Tu pueblo fiel alzar� la cabeza con gozo y triunfo, con la seguridad de que se acerca su completa redenci�n ".

Versículo 8

Yo soy Alfa y Omega, - "Yo era antes de todos los mundos, y continuar� siendo el mismo, cuando todas las revoluciones de este mundo hayan terminado, y las escenas finales relacionadas con �l hayan concluido". Este vers�culo nos brinda un testimonio glorioso de la Divinidad de nuestro gran Se�or y Salvador; y, aunque algunos se han esforzado por debilitar su fuerza interpretando las palabras pronunciadas por el Padre, todo lector sin prejuicios debe discernir que nada puede ser m�s inconsistente con el contexto.

Adem�s, la mayor�a de las frases que se utilizan aqu�, se aplican posteriormente a nuestro Se�or Jesucristo. Ver Colosenses 1:17 . Hebreos 1:3 .

Versículo 9

I Juan: El ap�stol, en este vers�culo y en los siguientes, menciona el lugar donde se dio el Apocalipsis y describe la manera y las circunstancias de la primera visi�n: el lugar era Patmos. La historia eclesi�stica nos dice que San Juan estaba aqu� empleado en la excavaci�n de una mina, siendo desterrado aqu� por el emperador Domiciano, despu�s de haber salido ileso de un caldero de aceite hirviendo; pero la evidencia hist�rica producida para este �ltimo evento es muy incierta. El obispo Newton opina que San Juan fue desterrado por Ner�n.

Versículo 10

Yo estaba en el Esp�ritu en el d�a del Se�or, es decir, el d�a que en general llamamos domingo; denominado el d�a del Se�or, en memoria de su resurrecci�n de entre los muertos. Que los cristianos primitivos apartaron este d�a para el culto religioso, aparece tanto en las Ep�stolas de San Pablo como en la Apolog�a de Justino M�rtir, Ignacio, Tertuliano, etc. Debe observarse que esta Revelaci�n fue dada en el d�a del Se�or, cuando el coraz�n y los afectos del ap�stol, como podemos suponer razonablemente, fueron especialmente sublimados por las meditaciones y devociones del d�a, y se hicieron m�s capaces de recibir inspiraci�n divina.

Las visiones celestiales fueron concedidas a San Juan, como antes a Daniel, (cap. Apocalipsis 9:20 .) Despu�s de la s�plica y la oraci�n; y habiendo dos tipos de revelaci�n prof�tica, en una visi�n y en un sue�o, los jud�os consideraban una visi�n superior a un sue�o, como representando las cosas m�s perfectamente, y la vida; de modo que este libro se representa como el grado m�s alto de revelaci�n prof�tica.

Versículo 11

Al decir, soy Alfa y Omega, la nota del Dr. Doddridge aqu� merece ser particularmente comentada: "Que estos t�tulos (dice �l) deban repetirse tan pronto, en una conexi�n que demuestre que son entregados a Cristo, parecer� muy notable , sea cual sea el sentido que se le d� al vers�culo 8; y no puedo dejar de registrarlo, que este texto ha hecho m�s que cualquier otro en la Biblia para evitar que me entregue a ese plan, que har�a de nuestro Se�or Jesucristo no m�s que una criatura deificada. . " Si estas siete eran las �nicas iglesias asi�ticas, no nos atrevemos a preguntar; sin duda ellos eran los principales. Ver com. Cap. Apocalipsis 2:1 .

Es cierto que las ep�stolas a estas iglesias contienen muchas cosas de inter�s universal; y como hay claramente una intenci�n de representar la consideraci�n de Cristo por los ministros y las iglesias, caminando entre candeleros de oro y sosteniendo estrellas en su mano derecha, se puede mencionar el n�mero siete porque parece que mejor armoniza con algunas otras partes de este libro; es decir, con los siete esp�ritus, siete sellos, siete trompetas, etc. Ver Apocalipsis 1:4 .

Versículo 12

Siete candelabros de oro: la palabra original que se usa aqu� para candeleros, responde casi constantemente a la palabra hebrea que se usa para los candelabros de oro, o candelabros, en el tabern�culo y el templo.

Versículo 13

Uno semejante al Hijo del Hombre, vestido, etc.� La ropa aqu� mencionada es algo as� como la del sumo sacerdote jud�o; y Cristo es descrito de la misma manera que la aparici�n divina en la visi�n de Daniel; Daniel 7:9 . Las fajas eran una especie de faj�n, que pasaba sobre el cuello como un tippet, se cruzaban sobre el pecho y luego giraban por la parte inferior dos o tres veces, como un circulo moderno, y de ah� ca�an casi a el pie.

A veces estaban bordados y otras veces con flecos de oro. Se requer�a que los sacerdotes, por frescura y decencia, usaran ropas de lino y se ce�ieran m�s alto que los dem�s; (ver Ezequiel 44:17 .) Y esta es una de las muchas alusiones al templo, y sus formas y costumbres, con las que encontraremos que este libro abunda tanto. Ver �xodo 39:5 .

Versículo 14

Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, - Los cabellos de su cabeza, etc. La palabra ??????, que traducimos blanco, significa propiamente "de gran brillo". As� cap. Apocalipsis 20:11 . Vi un gran trono blanco, es decir, "un trono con un brillo glorioso". Siendo esta una aparici�n de la Shejin�, debe considerarse, como siempre lo fue, una representaci�n de la Divina Presencia, Majestad y Gloria. Por lo tanto, la gloria en la que apareci� la Shejin� en la profec�a antigua se le aplica muy apropiadamente.

Versículo 15

En lat�n fino, - La palabra original ????????????, significa alg�n tipo de cobre o lat�n fino; el tipo inferior de auri chalcum, en uso entre los romanos. Vea Daniel 10:6 y Parkhurst sobre la palabra.

Versículo 16

Ten�a en su mano derecha siete estrellas: - Los candeleros, o iglesias, lo rodeaban: �l, en medio de ellos, sosten�a en su mano derecha las estrellas; es decir, los �ngeles u obispos de las iglesias: las estrellas son los jerogl�ficos que se utilizan para expresar tanto a los gobernantes como a los maestros. Por lo tanto, pueden usarse simb�licamente, con gran propiedad, para los obispos o pastores de la iglesia. Ver sobre Judas, Apocalipsis 1:13 .

Versículo 17

Y cuando lo vi, ca� a sus pies, etc.� "Acabo de estar describi�ndome la aparici�n de Jesucristo, con la que fui favorecido en el d�a del Se�or, mientras estaba envuelto en los sentimientos devotos que eran apropiados. al tiempo y la ocasi�n: y ahora agrego, que cuando lo vi en esta forma espantosa, gloriosa y resplandeciente, me qued� perfectamente abrumado por la majestad de su apariencia, de modo que ca� muerto a sus pies; y �l inmediatamente Condescendi� en levantarme con gran indulgencia; porque puso su diestra sobre m�, y me dijo: No temas, Juan, porque me aparezco a ti con prop�sitos de misericordia; en verdad soy, como me he proclamado a m� mismo, el Primero y el �ltimo, poseedores de divinas perfecciones y glorias, de eternidad en eternidad lo mismo ".

Versículo 18

Am�n; - Esta parece haber sido la exclamaci�n de San Juan, testificando su gozoso asentimiento a las nobles verdades que preceden; despu�s de lo cual el discurso contin�a en la persona de Cristo. A menudo hemos observado que la palabra ????, aqu� traducida como infierno, significa "El mundo invisible". Nuestra palabra inglesa, o m�s bien sajona, infierno, en su significado original, aunque ahora se entiende en un sentido m�s limitado, responde exactamente a la palabra griega, ya que denota un lugar oculto o invisible; y este sentido de la palabra todav�a se conserva en el este, y especialmente en los condados occidentales de Inglaterra: saludar una cosa es cubrirla.

Inferencias.� � Con qu� sublimidad se abre este maravilloso libro! que, aunque pre�ada de misterios inexplicables, est�, al mismo tiempo, pre�ada de instrucci�n; que los m�s d�biles de los humildes disc�pulos de Cristo pueden examinar con sagrada complacencia y deleite. Porque ciertamente no debemos imaginar que ese libro divino no sea apto para nuestra lectura y que no merezca nuestra consideraci�n, acerca de lo cual su divino Autor declara expresamente: � Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profec�a! Gracias a nuestro Padre Celestial, que se lo dio a su Hijo Jesucristo: Gracias al Hijo de Dios, que se lo dio a su siervo Juan, para que lo transmitiera a las generaciones futuras.

Miremos atentamente la gloria divina del Padre y de su Hijo unig�nito, que es el resplandor de esa gloria, y la imagen expresa de su persona y del Esp�ritu Santo, que aqu� est� representado por los siete esp�ritus antes. el trono. De nosotros, y de toda la naturaleza creada, sea gloria al que es, al que fue y al que ha de venir, y al Primog�nito de entre los muertos, que es superior a todos los reyes de la tierra, y a todos los �ngeles del cielo, que est� tan �ntimamente unido al Padre en divinas perfecciones y glorias, que �l tambi�n es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin: que tambi�n �l es Todopoderoso;capaz, por su gran poder, de someter todas las cosas a s� mismo; y es el mismo ayer, hoy y siempre. No olvidemos nunca la condescendencia del Hijo de Dios al llegar a ser, para nuestra redenci�n y salvaci�n, el Hijo del hombre. Que las grandes cosas que ha hecho por nosotros, y las grandes cosas que nos ha ense�ado a esperar de �l, sean siempre familiares en nuestra mente.

�Qu� asombroso fue ese amor, que lo comprometi� a lavar de sus pecados en su propia Sangre a todos los creyentes perseverantes! �Cu�n gloriosa es esa exaltaci�n a la que los eleva! entreg�ndolos, incluso en el mundo presente, reyes y sacerdotes a Dios, e inspir�ndolos con la ardiente esperanza de un reino inmutable y un sacerdocio eterno en el templo de su Dios celestial. �sta es la felicidad sublime y trascendente de todos los que perseverantemente con fe viva esperan esa esperanza bienaventurada y la aparici�n gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.

Este personaje ilustre viene en las nubes, y nuestros ojos lo ver�n: muchas veces ya lo hemos traspasado; Lament�monos ahora por nuestros pecados, para que no derramemos un torrente de l�grimas in�tiles en ese d�a terrible, como har�n todas las tribus de la tierra, que se han atrevido a oponerse al reino de Cristo; un reino que entonces triunfar� sobre toda oposici�n, siendo vencido y destruido el �ltimo de sus enemigos.

Mientras tanto, �qu� inefable felicidad puede conferir nuestro bendito Redentor a sus fieles siervos, mientras sufre por su causa! �Cu�n miserable era C�sar en su trono imperial, comparado con este disc�pulo de Cristo despreciado y perseguido, en su vejez desterrado a la desolada isla de Patmos! All� su Se�or condescendi� a visitarlo, le abri� los ojos a visiones prof�ticas y difundi� a su alrededor glorias celestiales. Que en ning�n caso nos avergoncemos de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, un celo por el cual fue tan graciosamente reconocido, tan gloriosamente recompensado.

Fue en el d�a del Se�or cuando el ap�stol estaba en el Esp�ritu: cu�ntas veces el Esp�ritu de Dios ha visitado a su pueblo en ese tiempo sagrado, lo ha visitado tanto en sus retiros secretos como en la asamblea p�blica; �cuando la mano de la Providencia, como en el caso que tenemos ante nosotros, y no su propia negligencia e indiferencia hacia las ordenanzas divinas, ocasion� su ausencia de ellos!

Dejemos que nuestras almas vuelvan a inclinarse, en humilde veneraci�n, a Aquel que es el Primero y el �ltimo, el Alfa y la Omega. Y si hemos escuchado en efecto su voz terrible proclam�ndose con estos t�tulos ilustres y divinos, volvamos , por as� decirlo, a contemplarlo;y mediante estas maravillosas visiones en las que se manifest� a San Juan, procuremos formar algunas ideas imperfectas de nuestro bendito Se�or, y la magnificencia y gloria con que se aparece a los habitantes de las regiones celestiales. Cada circunstancia, sin excepci�n de la m�s m�nima e insignificante, que acompa�a a esta aparici�n de Cristo a su amado ap�stol, parece dise�ada para transmitir alguna verdad divina, alguna lecci�n importante, para la contemplaci�n e instrucci�n de las edades futuras.

En general, sin lugar a dudas, ten�a la intenci�n de impresionarnos con la m�s alta reverencia de nuestro Redentor glorificado, para que podamos rendirle nuestra adoraci�n humilde y devota, y as�, en cierto grado, anticiparnos al placer con el que esperamos aparecer. en su presencia inmediata arriba.

REFLEXIONES.� 1�, El libro se abre,

1. Con un prefacio, declarando su contenido sagrado. La revelaci�n de Jesucristo, que viene de �l, como el gran Profeta de su iglesia, y que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; algunas de ellas para que se cumplan r�pidamente, y las dem�s en orden hasta el fin de los tiempos; y lo envi� y lo manifest� por medio de su �ngel, a quien emple� en esta misi�n, a su siervo Juan, quien dio testimonio de la palabra de Dios, y hab�a hablado antes, en su evangelio y ep�stolas, de la gloria y los oficios del Verbo encarnado, y fue uno de los fieles testigos del testimonio de Jesucristo, de su evangelio y de todas las cosas que vio; los milagros, la vida, la muerte y la resurrecci�n del gran Redentor, y esas asombrosas visiones que aqu� se registran.

2. Se pronuncia una bendici�n sobre los oyentes, lectores y observadores de este libro. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profec�a, marcando atentamente las profec�as aqu� reveladas e indagando en la mente del Esp�ritu; y guarda las cosas que en �l est�n escritas; reteni�ndolos en su memoria, y dirigidos por ellos en su pr�ctica: porque el tiempo est� cerca, cuando comenzar� su cumplimiento. Nota; (1.) Aquellos que estudien diligentemente las Escrituras, encontrar�n el feliz fruto de sus labores. (2.) Cuanto m�s corto sea el per�odo de tiempo que se nos ha asignado, mayor diligencia debemos dar para mejorarlo.

2�, El ap�stol,
1. Se dirige a las siete iglesias que est�n en Asia; y a�ade su bendici�n: Gracia sea a vosotros en toda su plenitud de bendiciones, y paz en vuestras conciencias por un sentimiento de amor redentor, que fluye de aquel que es, y que era y que ha de venir, del Padre eterno, en su naturaleza y perfecciones son inmutables por los siglos de los siglos; y de los siete esp�ritus que est�n delante de su trono, ese Esp�ritu Santo cuyos dones y gracias son variados y perfectos; y de Jesucristo, por quien, como Mediador, descienden sobre su pueblo fiel todas las bendiciones del Dios trino; quien es el Testigo fiel,el Profeta ungido para declarar la voluntad del Padre; y el Primero, sea resucitado de entre los muertos, quien resucit�, como nuestro glorioso Sumo Sacerdote, con su propia sangre para presentarse ante Dios por nosotros; y el Pr�ncipe de los reyes de la tierra, exaltado al trono mediador, y convertido en Cabeza de todos los principados y potestades, como Rey universal , para proteger a su pueblo fiel y someter a sus enemigos.

2. Atribuye gloria al Jes�s encarnado. Al que nos am� con el m�s incomparable afecto, y nos lav� de nuestros pecados con su propia sangre, la cual derram� para redimirnos de toda iniquidad; y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios y su Padre, nos investi� con dominio sobre todo el poder del mal y nos consagr� para su bendito servicio, para ofrecer aquellos sacrificios espirituales que son agradables a Dios por Jesucristo; a �l, a este Jes�s muy amable y adorable, sea ??gloria e imperio por los siglos de los siglos.

Am�n. Nota; (1.) Jes�s con su sangre expi� nuestros pecados; y esta sangre sola puede limpiar nuestras almas culpables de todo pecado. (2.) Todo hijo de Dios est� ahora consagrado al m�s alto oficio y dignidad; es heredero de un trono de gloria y tiene acceso con denuedo al lugar m�s santo de todos a trav�s de la sangre expiatoria. (3.) Quienes conocen al divino Redentor y se interesan por su amor, no cesar�n en sus adoraciones habituales.

3. Con arrebatamiento, el ap�stol espera la venida gloriosa de Jes�s como el Juez eterno; y al verlo presente para el consuelo y el gozo de su pueblo, clama: He aqu�, con asombro y deleite, viene con nubes en terrible majestad, rodeado de �ngeles y arc�ngeles, diez mil veces diez mil y miles de miles; y todo ojo le ver�, sentado en el trono del juicio; y tambi�n los que lo traspasaron, con imp�a y sanguinaria crueldad lo clavaron en el madero; y todos los linajes de la tierra se lamentar�n por �l,cuya culpa no perdonada ahora los mirar� a la cara, y horrores indecibles se apoderar�n de sus conciencias; mientras que con transporte los fieles recibir�n su llegada, aprobando y aplaudiendo todas sus justas decisiones; y ahora est�n deseando el d�a de su aparici�n; aun as�, �Am�n! ven r�pido.

Nota; (1.) Un d�a de juicio sembrar� el terror en el mundo inicuo. �Ay de los que traspasaron al Redentor, ya sea en su propia persona o en los insultos hechos a su pueblo! Recibir�n una terrible recompensa. (2.) Bienaventurados y felices aquellos que, en la perspectiva de este d�a, pueden decir c�modamente: � Aun as�, am�n!

4. El gran Juez describe su propio honor trascendente. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, dice el Se�or, la suma y sustancia de las Escrituras, que poseo todas las perfecciones y cumplo todos mis deseos; que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso, el autoexistente e incomprensible Jehov�, capaz de salvar o destruir hasta lo �ltimo.

En tercer lugar, tenemos la gloriosa visi�n que se le apareci� al divino autor de este libro.
1. Se llama a s� mismo Juan, tu hermano y compa�ero en la tribulaci�n, y en el reino y la paciencia de Jesucristo; porque todos sus siervos lo siguen con su cruz a la gloria, y deben esperar y estar contentos de sufrir pacientemente por causa de su gran nombre. Ahora estaba desterrado en la isla de Patmos, por su fidelidad a su bendito Maestro; y, aunque alejado de los consoladores terrenales, todav�a encontr� la presencia de Dios, que hizo de su solitaria morada un para�so de delicias.

Estaba en el Esp�ritu en el d�a del Se�or; mientras que en ese d�a santo, observado por la iglesia cristiana, en memoria de la resurrecci�n del Salvador, estaba ocupado en meditaci�n y oraci�n sagrada, sinti� el poder descendente del Santo y se llen� de inspiraci�n prof�tica. Nota; Aquellos que en el d�a del Se�or empleen en ejercicios espirituales su tiempo y pensamientos, retir�ndose del mundo y de todos sus afanes y pasatiempos, encontrar�n una relaci�n bendita con el cielo y experimentar�n esa comuni�n con Dios, que es un anticipo de la bienaventuranza eterna.

2. Declara lo que escuch� y vio. Una gran voz, como de una trompeta detr�s de �l, despert� su atenci�n, y escuch� claramente la voz de Jes�s, que dec�a: Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el �ltimo; y orden�ndole que escribiera lo que en visi�n estaba a punto de ver y o�r, y enviarlo a las siete iglesias de Asia, cuyos nombres se especifican. Volvi�ndose para ver de d�nde proced�a la voz, un Personaje glorioso se encuentra con su asombrada vista, cuya majestad describe. Vi siete candeleros de oro, siete brazos que brotaban del mismo objeto, como el que estaba en el tabern�culo de anta�o, los emblemas de esa luz de verdad y fuego de amor que Jes�s env�a en medio de sus iglesias y de su pueblo, y que ellos en su conversaci�n se presentan al mundo.Y en medio de los siete candeleros, uno estaba de pie, como el sacerdote cuando ven�a a arreglar las l�mparas, como el Hijo del Hombre, vestido con un manto hasta los pies, no diferente del vestido sacerdotal; y ce�ido alrededor de los paps con un cinto de oro, superando con creces el costoso cinto del efod, e insinuando cu�n listo y capaz est� para desempe�ar su oficio sacerdotal en nombre de su pueblo creyente: su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, como el Anciano de d�as, blanco como la nieve; y sus ojos eran como una llama de fuego, penetrando y penetrando en los secretos m�s �ntimos de las almas de los hombres, y lanzando rel�mpagos contra sus enemigos; y sus pies como bronce fino, como quemados en un horno,poderoso para apoyar las preocupaciones de su iglesia y su pueblo, y para pisotear a sus enemigos; y su voz como el sonido de muchas aguas, que difunde hasta los rincones distantes de la tierra su bendita palabra evang�lica, y terrible en sus providencias y juicios como las olas rugientes.

Y ten�a en su diestra siete estrellas, los fieles obispos y pastores de su Iglesia, a quienes �l defiende y preserva, y que resplandecen en el lustre de su gracia; y de su boca sali� una espada aguda de dos filos, la palabra de su ley y evangelio, que pinchaba a los pecadores en el coraz�n y cortaba toda oposici�n; y su rostro era como el sol brilla en su fuerza, reviviendo como la luz y el calor de sus vigorizantes rayos. Y cuando lo vi, ca� como muerto a sus pies, vencido por el resplandor de su gloria. Y puso su mano derecha sobre m�, para reavivar mi mente intimidada por su poderosa gracia, dici�ndome: No temas, yo soy el primero y el �ltimo,el gran origen y el fin �ltimo de todas las cosas.

Yo soy el que vive, esencialmente pose�do de vida en y para m�; y estaba muerto, en esa naturaleza humana que asum�; y he aqu�, estoy vivo para siempre, �am�n! as� es, infaliblemente cierto y verdadero: y tengo las llaves del infierno y de la muerte, para salvar o destruir, seg�n su sagrado placer y divinas perfecciones, para abrir las puertas del sepulcro a mi pueblo fiel, y callar los imp�os en la prisi�n de las tinieblas eternas.

Escribe las cosas que has visto, las cosas que son y las cosas que suceder�n despu�s, hasta el fin de los tiempos; y el misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los �ngeles o mensajeros de las siete iglesias; y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias. �Que por la fe contemplemos al mismo Jes�s y sintamos la influencia vivificante de su presencia en nuestras almas!

Información bibliográfica
Coke, Thomas. "Comentario sobre Revelation 1". Comentario de Coke sobre la Santa Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tcc/revelation-1.html. 1801-1803.