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Bible Commentaries
1 Corintios 7

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-40

Cap�tulo 11

MATRIMONIO

Hay dos consideraciones preliminares que arrojan algo de luz sobre este pasaje tan controvertido. Primero, Pablo tuvo que hablar sobre el matrimonio tal como lo encontr�, tal como exist�a entre aquellos a quienes deseaba servir. Por tanto, no hace alusi�n a lo que entre nosotros es el principal argumento a favor, o al menos el �nico motivo que justifica el matrimonio, a saber, el amor. El matrimonio se trata aqu� desde un punto de vista inferior al que habr�a sido si esta carta hubiera sido escrita originalmente para los ingleses.

La Iglesia a la que iba dirigida era compuesta. Jud�os, griegos y romanos, en las proporciones que no es f�cil de decir, introdujeron en �l sus usos peculiares y nacionales. En los matrimonios de jud�os y griegos, el amor ten�a, por regla general, poco que ver. El matrimonio fue concertado por los padres de las partes contratantes.

"Rostros extra�os y lenguas desconocidas

Haznos suyos con una oferta "

es la protesta de la doncella griega contra la costumbre antinatural que prevalec�a de no permitir ninguna intimidad, y apenas ning�n conocido real, antes del matrimonio. La falta de calidez e inter�s personal que caracteriza a las obras griegas se debe principalmente a la circunstancia de que entre los griegos no exist�a en absoluto ese amor antes del matrimonio del que incluso nuestras mejores obras de ficci�n dependen uniformemente para su inter�s. Entre los romanos no hab�a nada de este aislamiento oriental de las mujeres, y si no fuera por otras causas, el matrimonio entre esta secci�n de la poblaci�n de Corinto podr�a haber servido de ejemplo para el resto.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que Pablo no solo tuvo que hablar del matrimonio tal como lo encontr�, sino tambi�n que estaba aqu� solo dando respuestas a algunas preguntas especiales, y no discutiendo todo el tema en todos sus aspectos. Puede que haya otros puntos que a su juicio le parezcan igualmente importantes; pero al no haberle preguntado su consejo sobre estos, los pasa de largo. �l presenta el tema de una manera adecuada para recordarnos que no tiene la intenci�n de exponer sus puntos de vista sobre el matrimonio de una forma completa y sistem�tica: "En cuanto a las cosas que me escribiste, me escribiste".

"En la Iglesia de Corinto hab�an surgido ciertos escr�pulos sobre el matrimonio; y como la Iglesia estaba compuesta por personas que, naturalmente, adoptar�an puntos de vista muy diferentes sobre el tema, estos escr�pulos podr�an no desaparecer f�cilmente. Entre los jud�os se cre�a que el matrimonio era un deber, "tanto que el que a la edad de veinte a�os no se hab�a casado se consideraba pecado". Entre los gentiles la tendencia al celibato era tan fuerte que se consider� necesario contrarrestarlo mediante una promulgaci�n legal.

En una comunidad que antes estaba dispuesta a adoptar puntos de vista tan opuestos sobre el matrimonio, seguramente surgir�an dificultades. Quienes estaban predispuestos a menospreciar el estado matrimonial lo despreciar�an como una mera concesi�n a la carne; al parecer, incluso instaron a que, siendo los cristianos nuevas criaturas, todas sus relaciones anteriores se disolvieran. Por tanto, se hace un llamamiento a Pablo.

Las preguntas referidas a Pablo se resuelven en dos: si los solteros se casar�n y si los casados ??continuar�n viviendo juntos.

En respuesta a la pregunta anterior, si los solteros deben casarse, primero establece el deber de las personas solteras mismas (en 1 Corintios 7:2 ; 1 Corintios 7:7 ); y luego (en 1 Corintios 7:25 ) explica el deber de los padres para con sus hijas solteras.

I. Primero, tenemos el consejo de Pablo para los solteros. Esto se resume en las palabras: "Por tanto, digo a los solteros y a las viudas: Bueno les es si permanecen como yo"; es decir, si permanecen solteros, siendo Pablo probablemente el �nico ap�stol soltero. Pero si el temperamento de alguien es tal que no puede instalarse sin distracciones en su trabajo sin casarse; si est� inquieto e inc�modo, y lleno de antojos naturales que le hacen pensar mucho en el matrimonio y le hacen sentir seguro de que estar�a menos distra�do en la vida matrimonial, entonces, dice Paul, deje que tal persona se case.

Pero no me malinterpretes, dice; Este es un permiso que te doy, no un mandamiento. No digo que debas o debas casarte; Yo digo que puede, y en determinadas circunstancias debe hacerlo. Aquellos entre ustedes que dicen que un hombre peca si no se casa, dicen tonter�as. Aquellos de ustedes que sienten una silenciosa superioridad porque est�n casados ??y piensan en las personas solteras como estudiantes universitarios que no han obtenido un t�tulo igual al suyo, se equivocan mucho si suponen que soy de su opini�n.

Cuando digo: "Que cada hombre tenga su propia esposa, y que cada mujer tenga su propio marido", no quiero decir que todo hombre que desee acercarse lo m�s posible a la perfecci�n debe ir y casarse, pero lo que yo hablo, lo digo a modo de permiso; Permito casarse a todo hombre que crea deliberadamente que ser� el mejor en casarse. Lejos de pensar que todo hombre deber�a casarse, o que los casados ??tienen de alguna manera la ventaja sobre los solteros, pienso todo lo contrario, y ojal� todos los hombres fueran igual que yo, s�lo s� que para muchos hombres no es as�. tan f�cil como me resulta vivir soltero; y por eso no les aconsejo ni una sola vida.

Pero este consejo de Pablo procede, no de una tendencia asc�tica, sino del sesgo pr�ctico de su mente. No ten�a idea de que el matrimonio era una condici�n moralmente inferior; al contrario, vio en �l el s�mbolo m�s perfecto de la uni�n de Cristo y la Iglesia. Pero pensaba que los hombres solteros probablemente estar�an m�s disponibles para la obra de Cristo; y, por tanto, no pod�a dejar de desear que fuera posible, aunque sab�a que no era posible, que todos los hombres solteros permanecieran solteros.

Su raz�n para pensar que los hombres solteros ser�an m�s eficientes en el servicio de Cristo se da en los vers�culos treinta y dos y treinta y tres: "El soltero se preocupa por las cosas que son del Se�or, c�mo agradar al Se�or". ; pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, c�mo agradar a su esposa, ( 1 Corintios 7:32 ) "una opini�n muy similar a la que pronunci� Lord Bacon cuando dijo:" Ciertamente el las mejores obras, y de mayor m�rito para el p�blico, han procedido de los hombres solteros o sin hijos, que tanto en afectos como en medios se han casado y donado al p�blico.

"Dados dos hombres con el mismo deseo de servir a Cristo, pero el uno casado y el otro soltero, es obvio que el hombre soltero tiene m�s medios y oportunidades de servicio que el que tiene una familia numerosa que mantener. Sin duda, una buena esposa puede estimular a un hombre a la liberalidad, y puede aumentar en gran medida su ternura hacia los objetos de caridad que lo merecen; pero el hecho es que quien tiene siete o diez bocas que llenar no puede tener tanto para regalar como si tuviera que sostenerse a s� mismo.

Entonces, nuevamente, por muy parecidos en sentimientos que el esposo y la esposa puedan ser, hay sacrificios que un hombre casado no puede hacer. Con el hombre soltero no hay necesidad de otra consideraci�n que esta: �C�mo puedo servir mejor a Cristo? Con el hombre casado siempre debe haber otras consideraciones. No puede ignorar o renunciar a los lazos con los que se ha atado; no puede actuar como si solo tuviera que considerar a s� mismo.

El hombre soltero tiene la vida y el mundo por delante, y puede elegir el estilo de vida m�s ideal y perfecto que le plazca. Puede que busque darse cuenta, como muchos se han dado cuenta en los �ltimos tiempos, la idea apost�lica exacta de c�mo es mejor pasar una vida humana. Puede optar por dedicarse a la elevaci�n de alguna clase de la comunidad, o es libre de ir a los confines de la tierra a predicar el Evangelio.

No tiene nada que considerar m�s que c�mo agradar al Se�or. Pero el hombre casado ha limitado su rango de elecci�n y se ha apartado de algunas de las formas m�s influyentes de hacer el bien en el mundo. Por tanto, es a los solteros a quienes el Estado busca la dotaci�n del ej�rcito y la marina; es a los solteros a quienes la sociedad busca la atenci�n de los enfermos y la ocupaci�n de los puestos de peligro; y de los solteros depende la Iglesia en gran parte de su trabajo, desde la ense�anza en las escuelas dominicales hasta ocupar puestos de avanzada insalubres y precarios en el campo misionero.

Pero aunque Paul no tiene escr�pulos en decir que para muchos prop�sitos el hombre soltero es el m�s disponible, tambi�n dice: Cuidado con c�mo individualmente se piensa que es un h�roe y que puede renunciar al matrimonio. Tenga cuidado no sea que, al elegir una parte para la que no es apto, le d� a Satan�s una ventaja sobre usted, se exponga a la tentaci�n constante y pase por la vida distra�do por privaciones innecesarias. "Lejos de m�", dice Paul, "echarte una trampa", invitarte o animarte a una posici�n contra la cual tu naturaleza se rebelar�a incesantemente, para impulsarte a intentar aquello para lo que no eres apto constitucionalmente, y para hacer de tu vida una tentaci�n cr�nica.

"Todo hombre tiene su propio don de Dios, uno seg�n esta, otro despu�s". Y si alg�n hombre cree que, porque hay ventajas en no estar casado, ese es el mejor estado para �l, o si, por otro lado, alg�n hombre cree que, debido a que la mayor�a de los hombres parecen encontrar una gran felicidad en el matrimonio, �l tambi�n necesita el matrimonio para completar su felicidad, ambos hombres dejan de lado lo que principalmente debe tenerse en cuenta, a saber, el temperamento especial, la vocaci�n y las oportunidades de cada uno.

El sentido com�n y el sabio consejo de este cap�tulo a veces se dejan a un lado medio en broma por el comentario ocioso de que Pablo, siendo �l mismo soltero, tiene una visi�n parcial del tema. Pero el principal m�rito de todo el pasaje es que Pablo, de manera positiva y expresa, se niega a juzgar a los dem�s por s� mismo, oa s� mismo por los dem�s. Lo que es bueno para un hombre a este respecto no es bueno, dice, para otro; cada hombre debe averiguar por s� mismo qu� es lo mejor para �l.

Y esto es precisamente lo que falta en el sentimiento popular y en el habla sobre el matrimonio. Las personas comienzan en la vida y se les anima a comenzar en la vida, en el entendimiento de que su felicidad no puede ser completa hasta que se casan; que en cierto sentido son miembros incompletos e insatisfactorios de la sociedad hasta que se casan. Ahora, por el contrario, se debe ense�ar a las personas a no seguirse como ovejas, ni a suponer que encontrar�n infaliblemente la felicidad donde otros la han encontrado.

Se les debe ense�ar a considerar su propia marca y su inclinaci�n, y a no dar por sentado que los antojos que sienten por una adici�n indefinida a su felicidad ser�n satisfechos por el matrimonio. Se les debe ense�ar que el matrimonio es solo uno de los muchos caminos hacia la felicidad, que es posible que el celibato sea el camino m�s recto hacia la felicidad para ellos, y que muchas personas est�n constituidas de tal manera que es probable que sean mucho m�s �tiles solteras que casadas. .

Sobre todo, se les debe ense�ar que la vida humana es muy amplia y multifac�tica, y que, para llevar a cabo sus fines, Dios necesita personas de todo tipo y condici�n, por lo que es necesario prejuzgar la direcci�n en la que deben correr nuestra utilidad y felicidad. para dejar a Dios fuera de nuestra vida. No cabe duda de que la forma opuesta de hablar del matrimonio como el gran asentamiento en la vida ha introducido mucha miseria e inutilidad en la vida de miles de personas.

Es esto, entonces, lo que no s�lo ilustra de manera significativa el equilibrio judicial de la mente del Ap�stol, sino que al mismo tiempo nos da la clave de todo el cap�tulo. La capacidad para el celibato es un don de Dios para quien la posee, un don que puede ser de un servicio eminente, pero al que no se le puede atribuir ning�n valor moral. Hay muchas diversidades de dones entre los hombres, dones de inmenso valor, pero que pueden pertenecer tanto a hombres malos como a hombres buenos.

Por ejemplo, dos hombres viajan juntos; el uno puede pasar doce horas sin comer, el otro no, pero si reparas sus fuerzas cada cinco horas, puede pasar por tanta fatiga como el otro. Este poder de la abstinencia es un regalo valioso y con frecuencia ha permitido a los hombres, en determinadas circunstancias, salvar vidas o realizar otros servicios importantes. Pero a nadie se le ocurrir�a argumentar que, debido a que un hombre pose�a este don, era mejor hombre que su amigo menos duradero.

Desafortunadamente, no se ha tenido en cuenta una distinci�n tan simple. En la Iglesia m�s poderosa del mundo, el celibato se considera una virtud en s� mismo, de modo que los hombres que no tienen un don natural para �l se han animado a apuntar a �l, con qu� resultados no necesitamos decir.

Pero si bien no hay virtud en permanecer soltero, s� hay virtud en permanecer soltero por el bien de servir mejor a Cristo. Algunas personas se mantienen solteras por mero ego�smo; Habiendo estado acostumbrados a formas ordenadas y tranquilas, evitan que su paz personal sea interrumpida por los reclamos de los ni�os. Algunos rehuyen estar atados a un asentamiento definitivo en la vida; les gusta sentirse libres y libres de cambiar de tienda en poco tiempo.

Algunos temen la responsabilidad y las peque�as y grandes angustias de la vida familiar. Algunos tienen el sentimiento del avaro y prefieren la posibilidad de muchos matrimonios concebibles a la realidad de uno. Que tales personas hagan de su celibato una virtud es absurdo. �Pero todo honor para aquellos que reconocen que est�n llamados a alg�n deber que no podr�an cumplir si estuvieran casados! �Todo honor para ese hijo mayor de una familia hu�rfana que ve que no le corresponde a �l complacerse a s� mismo, sino trabajar para aquellos que no tienen a nadie a quien mirar m�s que a �l! Hay aqu� y all� personas que por motivos superiores rechazan el matrimonio: personas conscientes de alguna debilidad hereditaria, f�sica o mental; personas que, en un examen deliberado de la vida humana, les han parecido reconocer que est�n llamadas a una especie de servicio con el que el matrimonio es incompatible.

Podemos estar agradecidos de que en nuestro propio pa�s y tiempo haya hombres y mujeres de molde suficientemente heroico para ejemplificar la sabidur�a del consejo del Ap�stol. Tal devoci�n no es para todos. Hay personas de temperamento suave y dom�stico que necesitan los apoyos y comodidades de la vida hogare�a, y nada puede ser m�s cruel y desaconsejado que alentar a esas personas a convertir su vida en un canal por el que nunca se pretendi� correr.

Pero es igualmente lamentable que, donde hay mujeres muy capaces de una vida de auto-devoci�n a alg�n trabajo noble, deban desanimarse de tal vida por las falsas, tontas y mezquinas nociones de la sociedad; y se les debe ense�ar a creer que la �nica forma en que pueden servir a su Se�or es ocup�ndose de los asuntos de una sola casa. Ning�n llamamiento es m�s noble o m�s digno de una mujer cristiana que el matrimonio; pero no es la �nica vocaci�n. Hay otros llamamientos tan nobles, y hay llamamientos en los que muchas mujeres encontrar�n un campo mucho m�s amplio para hacer el bien.

II. El consejo de San Pablo a los casados. Algunos de los corintios parecen haber pensado que, por ser nuevas criaturas en Cristo, deb�an abandonarse sus antiguas relaciones; y le preguntaron a Pablo si un creyente que ten�a una esposa incr�dula no deb�a abandonarla. Pablo tuvo la astucia suficiente para ver que si un cristiano pod�a separarse de una esposa incr�dula por el solo hecho de ser cristiano, este modo f�cil de divorcio podr�a conducir a una afluencia grande y muy desagradable de supuestos cristianos a la Iglesia.

Por lo tanto, establece la ley de que el poder de la separaci�n debe descansar en el incr�dulo y no en el creyente, socio. Si la esposa incr�dula desea separarse de su esposo cristiano, que lo haga; pero el cambio del paganismo al cristianismo no fue motivo para romper la uni�n matrimonial. Con frecuencia suced�a en las primeras edades de la Iglesia que cuando un hombre se convert�a a la fe cristiana en la mediana edad y juzgaba que pod�a servir mejor a Dios sin el estorbo de una familia, abandonaba a su esposa e hijos y se iba a un monasterio. . Esto contradec�a directamente la ley aqu� establecida para permanecer en la vocaci�n en la que lo hab�a encontrado el llamado de Dios.

El principio, "Que cada uno permanezca en el mismo llamamiento al que fue llamado", es de amplia aplicaci�n. El esclavo que escuch� el llamado de Dios para que se convirtiera en su hijo no deb�a pensar que deb�a resentirse de ser un esclavo y afirmar su libertad cristiana al exigir la emancipaci�n de la servidumbre terrenal. Por el contrario, debe contentarse con la posesi�n interior de la libertad que Cristo le ha dado, y debe mostrar su libertad con la voluntad y la espontaneidad de su sumisi�n a todas sus condiciones externas.

No son las cosas externas las que hacen a un cristiano: y si la gracia de Dios ha encontrado a un hombre en circunstancias inveros�miles, esa es la mejor evidencia que puede tener de que encontrar� la oportunidad de servir a Dios en esas circunstancias, si no hay pecado en ellas. Arroja mucha luz sobre la relaci�n que los cristianos mantenemos con las instituciones de nuestro pa�s y, en general, con las cosas externas, cuando entendemos que el cristianismo no comienza por hacer cambios externos, sino que comienza por dentro y poco a poco encuentra su camino hacia afuera, modificando y modificando. rectificando todo lo que encuentra.

Pero el principio en el que Pablo conf�a principalmente, lo enuncia en el vers�culo veintinueve: "Esto digo, hermanos, que el tiempo es corto: queda que tanto los que tienen esposas como si no tuvieran ninguna, y los que lloran como aunque no lloraron, porque la moda de este mundo pasa ". Las formas en las que ahora se moldea la vida humana, el tipo de negocio en el que nos dedicamos, los placeres que disfrutamos, incluso las relaciones que mantenemos entre nosotros, desaparecen.

Sin duda, hay relaciones que el tiempo no puede disolver, matrimonios tan en forma y uni�n de esp�ritus tan esencialmente afines que ning�n cambio puede disolverlos, afectos tan puros y aferrados que si el futuro no los renueva, pierde gran parte de su encanto para nosotros. . Pero sea lo que sea que sea temporal en nuestra relaci�n con el mundo presente, es una tonter�a poner nuestro coraz�n en tal modo que la muerte parezca acabar con todo nuestro gozo y toda nuestra utilidad.

Puede que nos moleste que nos pidan que seamos moderados y moderados en nuestra dedicaci�n a tal o cual actividad, pero el hecho es que el tiempo es corto y que la moda de este mundo pasa; y sin duda es parte de la sabidur�a adaptarse a los hechos. En esta vida que llevamos ahora, y debajo de todas sus actividades, formas y relaciones, tenemos la oportunidad de aferrarnos a lo permanente; y si, en lugar de penetrar a trav�s de las cosas externas hasta el significado eterno y las relaciones que conllevan, nos entregamos enteramente a ellas, abusamos del mundo y lo pervertimos hasta un fin para el que no fue destinado.

El hombre que es enviado al extranjero durante cinco a�os considerar�a una locura acumular una gran colecci�n de los lujos de la vida, muebles, pinturas y estorbos; �Cu�ntas veces esperamos vivir cinco a�os, que deber�amos estar muy preocupados por acumular bienes que no podemos llevar a otro mundo? Este mundo es un medio y no un fin; y quienes lo usan mejor quienes lo usan en relaci�n con lo que va a ser.

Lo usan no con menos vigor, sino m�s sabiamente, sin despreciar el molde que los modela a su forma eterna, pero siempre teniendo en cuenta que el molde debe romperse y que solo queda lo que es moldeado por �l. El pensamiento de nuestro gran futuro es lo �nico que nos da el valor y la sabidur�a suficientes para afrontar las cosas presentes con intensidad y seriedad. Porque, como un pagano vio y dijo hace mucho tiempo, "si Dios da tanta importancia a las criaturas en las que no hay nada permanente, �l es como mujeres que siembran semillas de plantas dentro de la tierra encerrada en una concha de ostra". La misma intensidad de nuestros intereses y afectos nos recuerda que no podemos enraizarnos en esta vida presente, sino que necesitamos una habitaci�n m�s grande.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 7". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-corinthians-7.html.
 
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