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1 Samuel 25

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-44

CAPITULO XXXII.

DAVID Y NABAL.

1 Samuel 25:1 .

Deber�amos estar formando una estimaci�n demasiado baja del car�cter del pueblo de Israel si no crey�ramos que se sintieron profundamente conmovidos por la muerte de Samuel. Incluso admitiendo que s�lo una peque�a proporci�n de ellos probablemente sintieron una c�lida simpat�a por su ardiente piedad, era un hombre demasiado notable y hab�a sido una figura demasiado conspicua en la historia de la naci�n, no muy extra�ado, y mucho hablado y pensado, cuando falleci�.

Echado en el mismo molde con su gran l�der y legislador Mois�s, ejerci� una influencia en la naci�n s�lo superada por la que estaba relacionada con el profeta del �xodo. No se le hab�a asociado con acontecimientos tan conmovedores en su historia como Mois�s; tampoco hab�a sido su funci�n revelarles la voluntad de Dios, ni de manera tan sistem�tica, ni tan comprensiva, ni tan sobrenatural; pero estaba marcado por la misma gran espiritualidad, la misma intensa reverencia por el Dios de Israel, la misma profunda creencia en la realidad del pacto entre Israel y Dios, y la misma convicci�n de la conexi�n inseparable entre una adoraci�n pura y una fluida prosperidad. por un lado, y la deserci�n id�latra y la calamidad nacional por el otro.

Ning�n hombre excepto Mois�s hab�a hecho m�s para clavar esta verdad en la mente y el coraz�n del pueblo. El objetivo y el esfuerzo de toda la vida de Samuel fue mostrar que para ellos era la mayor diferencia en todos los aspectos en la forma en que actuaban para con Dios, en la forma de adoraci�n, confianza y obediencia. �l hizo una guerra incesante contra ese esp�ritu mundano fr�o, tan natural para nosotros todo lo que deja a Dios fuera de cuenta como una fuerza en nuestras vidas, y se esfuerza por promover nuestros intereses simplemente aprovechando al m�ximo las condiciones de la prosperidad material.

Sin duda, para muchas mentes, el nombre de Samuel estar�a asociado con una severidad y una espiritualidad y una falta de mundanalidad que les repugnaban, como indicando a alguien que llev� el asunto, para usar una frase com�n, demasiado lejos. Pero a la muerte de Samuel, incluso estos hombres podr�an ser visitados con una convicci�n algo arrepentida de que, si Samuel hab�a ido demasiado lejos, no hab�an ido lo suficientemente lejos. De la retrospectiva de su carrera, podr�a surgir una sana reprimenda a su mundanalidad y descuido de Dios; porque seguramente, ellos sentir�an, si hay un Dios, debemos adorarlo, y no puede ser bueno para nosotros descuidarlo por completo.

Por otro lado, la carrera de Samuel ser�a recordada con intensa admiraci�n y gratitud por la gente m�s seria. �Qu� testimonio tan impresionante de todo lo que era bueno y santo si no hubieran tenido entre ellos! �Qu� templo vivo, qu� divina ep�stola, escrita no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del coraz�n! �Qu� gloria y qu� honor no hab�a sido la vida de ese hombre para la naci�n, tan uniforme, tan consistente, tan alto en el tono! Qu� reproche llev� a una vida humilde y ego�sta, qu� espl�ndido ejemplo dio a viejos y j�venes del verdadero camino y el final de la vida, y qu� impulso bendito fue apropiado para darles en la misma direcci�n, mostr�ndolos con tanta claridad " lo que es bueno y lo que pide el Se�or de ti sino que hagas la justicia, que ames la misericordia y que andes humildemente con tu Dios ".

Por una conexi�n notable, aunque quiz�s no por dise�o, dos nombres se unen en este cap�tulo que representan fases muy opuestas del car�cter humano: Samuel y Nabal. En Samuel tenemos al siervo noble de Dios, entrenado desde la infancia para sofocar su propia voluntad y prestar atenci�n ilimitada a la voluntad de su Padre celestial; en Nabal vemos al devoto del dios de este mundo, esclavo de sus concupiscencias mundanas, quej�ndose y gru�endo cuando se ve obligado a someterse a la voluntad de Dios.

Samuel es la imagen del creyente sereno y santo, que disfruta de una comuni�n invisible con Dios y encuentra en esa comuni�n un b�lsamo bendito para las aflicciones y pruebas de un esp�ritu herido; Nabal es la imagen del rico pero miserable mundano que ni siquiera puede disfrutar de las recompensas de su suerte, y se siente tan aterrorizado por el mero temor de perderlas que realmente se hunde en la tumba. Debajo de una imagen colocar�amos las palabras del Ap�stol en el tercer cap�tulo de Filipenses: "cuyo dios es su vientre, cuya gloria est� en su verg�enza, que se preocupan por las cosas terrenales"; debajo de la otra, las palabras que siguen inmediatamente: "Nuestra conversaci�n est� en el cielo.

"Tales fueron los dos hombres a quienes se envi� la convocatoria de comparecer ante Dios casi al mismo tiempo; el uno maduro para la gloria, el otro reunido para la destrucci�n; el uno trasladado al seno de Abraham, el otro al abismo de la aflicci�n; cada uno para el amo a quien serv�a, y cada uno al elemento en el que hab�a vivido. Mira esta imagen y aquella, y di a qui�n te parecer�as. Y mientras miras, recuerda cu�n cierto es que como los hombres siembran, cosechan .

El que sembr� para la carne, y de la carne, cosech� corrupci�n; el otro, sembrado para el Esp�ritu, y del Esp�ritu cosechaba vida eterna. La continuidad de la vida de los hombres en el mundo venidero da una solemnidad terrible a la parte de sus vidas que pasan en la tierra: "El que es injusto, sea injusto todav�a; y el que es inmundo, sea inmundo todav�a". y el que es justo, sea justo todav�a; y el que es santo, sea santo todav�a ".

Hay otra lecci�n que extraer de una cuesti�n de orden externo antes de pasar a los detalles de la narraci�n. Este cap�tulo, que registra la colisi�n de David con Nabal y nos muestra c�mo David perdi� los estribos y se volvi� caliente, impetuoso e impaciente como consecuencia del tratamiento de Nabal, se encuentra entre la narraci�n de sus dos grandes victorias sobre el esp�ritu de venganza e impaciencia.

Nos da una lecci�n muy enf�tica: c�mo el siervo de Dios puede vencer en una gran pelea y, sin embargo, ser derrotado en una peque�a. La historia de toda la guerra espiritual est� llena de casos as�. En presencia de un gran enemigo, se mantiene la m�xima vigilancia; se tensa todo esfuerzo, se aplica todo est�mulo. En presencia de un peque�o enemigo, el esp�ritu de confianza, la sensaci�n de seguridad, pueden dejar sin vigilancia todas las avenidas y allanar el camino para una derrota se�alada.

Cuando me enfrento a una gran prueba, re�no todos mis recursos para soportarla, me doy cuenta de la presencia de Dios, digo: "T� Dios me ves"; pero cuando se trata de una peque�a prueba, estoy dispuesto a enfrentarme a ella desarmado y desprotegido, y experimento una ca�da humillante. As� es que los hombres que tienen en s� el esp�ritu de m�rtires, y que desafiar�an una mazmorra o la muerte misma en lugar de renunciar a un testimonio o vacilar en un deber, a menudo sufren la derrota bajo las tentaciones m�s comunes de la vida cotidiana, pierden su temperamento ante las provocaciones m�s insignificantes; casi sin figura, son "aplastados ante la polilla".

No sabemos con certeza si la muerte de Samuel trajo tal tregua a David que le permiti� unirse a la gran reuni�n nacional en su funeral; pero inmediatamente despu�s lo encontramos en una regi�n llamada "el desierto de Par�n", en las cercan�as del Carmelo de Judea. Fue aqu� donde habit� Nabal. Este Carmelo no debe confundirse con el famoso promontorio de ese nombre en la tribu de Aser, donde El�as y los sacerdotes de Baal despu�s tuvieron su c�lebre contienda; era una colina en la tribu de Jud�, en las cercan�as del lugar donde David ten�a su campamento.

Descendiente del coraz�n de le�n de Jud� y del valiente Caleb, este Nabal proced�a de una noble estirpe; pero maldito con un coraz�n estrecho, una cabeza insensata y una naturaleza humillante, cay� tan por debajo de la humanidad promedio como sus grandes antepasados ??se hab�an elevado por encima de ella. Con toda su riqueza y conexi�n familiar, nos parece ahora la criatura m�s pobre que jam�s haya vivido, una especie de "bestia dorada", como se dijo del emperador Cal�gula; y no podemos pensar en �l sin reflejar cu�n poca verdadera gloria o grandeza confiere la mera riqueza o posici�n mundana, cu�n infinitamente m�s dignas de honor son las excelentes cualidades de un coraz�n cristiano generoso.

Es evidente que, desde un punto de vista equitativo, Nabal le deb�a mucho a David; pero lo que deb�a no pod�a hacerse cumplir mediante una acci�n judicial, y Nabal era una de esas pobres criaturas que no reconocen ninguna otra obligaci�n.

La cortes�a y la modestia estudiadas con las que David prefiri� su afirmaci�n son interesantes; no pod�a dejar de ser contra la corriente decir algo sobre el tema: si Nabal no hubiera tenido su "entendimiento cegado" le habr�a ahorrado este dolor; el coraz�n generoso siempre piensa en los servicios que otros est�n prestando, y nunca someter� la modestia al dolor de exigir los suyos. "Lo saludar�is en mi nombre" dijo David a sus mensajeros; y as� dir�is al que vive en prosperidad: Paz sea a ti, y paz a tu casa, y paz a todo lo que tienes.

"Sin envidia de su prosperidad, sin rencor a �l por su abundancia; pero solo el cristiano desea que �l pueda tener la bendici�n de Dios con ella, y que todo se convierta en algo bueno. Era el tiempo de la esquila de ovejas cuando los reba�os probablemente estaban contado y el aumento con respecto al a�o pasado comprobado; y por una hermosa costumbre antigua Era com�nmente la temporada de la generosidad y la bondad Un tiempo de aumento siempre debe ser as�; es el momento de ayudar a los parientes pobres (un deber que a menudo se pasa por alto de manera extra�a) , por reconocer las bondades antiguas, por aliviar la angustia y por idear cosas liberales para la Iglesia de Cristo.

David le record� gentilmente a Nabal que hab�a venido en este buen momento; luego hizo alusi�n a los servicios que �l y sus seguidores le hab�an prestado; pero para demostrar que no deseaba presionarlo con fuerza, simplemente le pidi� que le diera lo que pudiera llegar a su mano; aunque, como rey ungido de Israel, podr�a haber asumido un t�tulo m�s imponente que le pidi� que se lo diera a "tu hijo, David". Una aplicaci�n tan modesta, gentil y cari�osa, saboreando tan poco del forajido perseguido y distra�do, saboreando tanto el apacible caballero cristiano due�o de s� mismo - merec�a un trato muy diferente al que recibi�.

La detestable mezquindad del coraz�n de Nabal no le permitir�a desprenderse de nada que pudiera encontrar una excusa para retener. Pero la codicia tan desmesurada, incluso a sus propios ojos, debe encontrar alg�n manto que la cubra; y uno de los m�s comunes y m�s agradables para los corazones de piedra es la indignidad del solicitante. El avaro no se contenta simplemente con rechazar una solicitud para los pobres, debe agregar alguna acusaci�n abusiva para ocultar su codicia: son perezosos, imprudentes, inmoderados; o si se le pide que apoye un objeto cristiano, esta gente irracional siempre est� preguntando.

Cualquier excusa en lugar de decir la pura verdad: "Adoramos nuestro dinero; y cuando lo gastamos, lo gastamos en nosotros mismos". As� fue Nabal. �Qui�n es David? �Qui�n es el hijo de Isa�? Hoy en d�a hay muchos siervos que se separan cada uno de su se�or. �Tomar� entonces mi pan, mi agua y mi carne por la que mat�? mis esquiladores, y d�rselo a los hombres, sin que yo sepa de d�nde son. "

Como sucede a menudo, el ego�smo excesivo se extralimit�. El insulto a�adido a la herida fue m�s de lo que David decidi� soportar; por una vez, perdi� el dominio de s� mismo y se dej� llevar por una pasi�n impetuosa. Los hombres mansos, una vez que se despiertan, suelen ir a grandes extremos. Y si el prop�sito de David no hubiera sido detenido providencialmente, Nabal y todo lo que le pertenec�a habr�a sido barrido antes del amanecer hasta la destrucci�n.

Con la rapidez y la certeza instintiva del juicio de una mujer inteligente, Abigail, la esposa de Nabal, vio de inmediato c�mo iban las cosas. Con m�s que la calma y el dominio propio de muchas mujeres inteligentes, dispuso y despach� el remedio casi instant�neamente despu�s de infligir el mal. C�mo una mujer tan superior pudo haberse unido a un hombre tan in�til, dif�cilmente podemos conjeturar, a menos que se base en la suposici�n vulgar y demasiado com�n de que la riqueza y la familia del churl ten�an algo que ver con el matrimonio.

Sin duda hab�a tenido su castigo. Pero el lujo no hab�a afectado la energ�a de su esp�ritu y la riqueza no hab�a destruido la regularidad de sus h�bitos. Su rapidez y prudencia todos deben admirar, su habilidad de comisariado fue maravillosa a su manera; y el exquisito tacto y la astucia con que mostr� y reprimi� el crimen intencionado de David - todo el tiempo parec�a hacerle un cumplido - no podr�a haber sido superado.

Ahora pues, se�or m�o, vive Jehov� y vive tu alma, que ya que Jehov� te ha impedido venir a derramar sangre y a vengarte con tu propia mano, ahora tus enemigos y los que buscan el mal en mi Se�or sea como Nabal ". Pero la m�s notable de todas sus cualidades es su fe; nos recuerda la fe de Rahab de Jeric�, o la fe de Jonat�n; ten�a la firme convicci�n de que David era propiedad de Dios, que �l ser�a el rey de Israel, y que todos los artilugios que los hombres pudieran usar contra �l fracasar�an; y ella se dirigi� a �l, a pesar de que era un pobre forajido, como uno de cuya elevaci�n al poder soberano, despu�s de lo que Dios hab�a dicho, no pod�a haber la menor sombra de duda.

Su generosidad tambi�n fue muy grande. Y hab�a un tono sincero y honesto en ella. Tal vez habl� con demasiada franqueza de su marido, pero la ocasi�n no admiti� ning�n tipo de disculpa para �l; no hab�a enga�o en ella, y tan pocos halagos. Sus palabras ten�an un aire sano y honesto, y algunas de sus expresiones eran singularmente felices. Cuando habl� del alma de mi se�or como "atada en el haz de la vida con el Se�or tu Dios", pareci� anticipar el mismo lenguaje en el que el Nuevo Testamento describe la uni�n de Cristo y Su pueblo, "Tu vida est� escondida con Cristo en Dios ". Ten�a un concepto claro de las "seguras misericordias de David", ciertamente en el sentido literal, y podemos esperar tambi�n en el sentido espiritual.

El prop�sito vengativo y el voto precipitado de David no fueron el resultado de una consideraci�n deliberada; se formaron bajo la influencia de la excitaci�n, muy diferente de la manera solemne y piadosa en la que se hab�a emprendido la expedici�n en Keilah. Dios no reconocido hab�a dejado a David por caminos mal encaminados. Pero si culpamos a David, como debemos, por su pasi�n descuidada, no debemos menos admirar la prontitud con que escucha el consejo razonable y piadoso de Abigail.

Con el instinto listo de un coraz�n lleno de gracia, reconoce la mano de Dios en la venida de Abigail, esta misericordia tuvo un origen celestial; y lo alaba cordialmente por su providencia restrictiva y su gracia restrictiva. �l admite con franqueza que se hab�a formado un prop�sito muy pecaminoso; pero �l la abandona francamente, acepta su ofrenda y la despide en paz. "Bendito sea el Se�or Dios de Israel, que te envi� hoy a m�; y bendito sea tu consejo, y bendita t� que me has impedido hoy venir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano." Es una se�al de piedad sincera y genuina no estar menos agradecido por no haber pecado que por haber sido rescatado del sufrimiento.

Y no pas� mucho tiempo antes de que David tuviera pruebas convincentes de que es mejor dejar la venganza en manos de Dios. "Sucedi� que, unos diez d�as despu�s, el Se�or hiri� a Nabal y muri�". Habi�ndose abandonado en su fest�n a la m�s bestial sensualidad, su sistema nervioso sufri� una depresi�n correspondiente a la excitaci�n que hab�a acompa�ado al libertinaje. En este miserable estado de colapso y debilidad, la noticia de lo sucedido le dio un susto del que nunca se recuper�.

Unos d�as de miseria, y este desdichado se fue a su propio lugar, all� para unirse a la gran multitud de hombres ego�stas e imp�os que le dijeron a Dios: "Ap�rtate de nosotros", y a quienes Dios s�lo har� eco de su propio deseo - " �Ap�rtate de m�! "

Cuando David se enter� de su muerte, su satisfacci�n por la interposici�n manifiesta de Dios en su nombre y su agradecimiento por haber sido capaz de vencer su impetuosidad, super� por el momento cualquier otra consideraci�n. Lleno de este punto de vista, bendijo a Dios por la muerte de Nabal, y se regocij� por su final prematuro m�s tal vez de lo que era del todo normal. A nosotros, al menos, nos hubiera gustado ver a David derramar una l�grima sobre la tumba de alguien que hab�a vivido sin gracia y que muri� sin consuelo.

Sin embargo, tal vez no podamos simpatizar con la seriedad del sentimiento producido por la vindicaci�n visible de Dios hacia �l; un sentimiento que ser�a a�n m�s ferviente, porque lo que le hab�a sucedido a Nabal debe haber sido visto como un tipo de lo que seguramente le suceder�a a Sa�l. En la muerte de Nabal, David vio por fe la destrucci�n de todos sus enemigos; no es de extra�ar, aunque su esp�ritu se enalteci� al verlo.

Si no fuera por una sola expresi�n, deber�amos, sin dudarlo, anotar el Salmo trig�simo s�ptimo como est� escrito en este per�odo. El vers�culo vig�simo quinto parece conectarlo con un per�odo posterior; incluso entonces parece bastante seguro que, cuando David lo escribi�, el caso de Nabal (entre otros casos quiz�s) estaba completo en su opini�n. El gran hecho de la providencia sobre el que gira el salmo es la r�pida y segura destrucci�n de los imp�os; y la gran lecci�n del salmo para los siervos de Dios es no preocuparse por su prosperidad, sino descansar pacientemente en el Se�or, quien har� que los mansos hereden la tierra.

Muchas de las expresiones y comentarios menores tambi�n est�n en armon�a con esta ocasi�n: "Conf�a en el Se�or y haz el bien, as� habitar�s en la tierra, y en verdad ser�s alimentado ". '' Cesa la ira y abandona la ira ; no te preocupes de ninguna manera por hacer el mal "." Los mansos heredar�n la tierra "." La boca del justo habla sabidur�a ", a diferencia de Nabal, necio por nombre y necio por naturaleza.

El gran deber que se impone es el de esperar en el Se�or; no meramente porque es correcto en s� mismo hacerlo, sino porque "�l har� resplandecer tu justicia como la luz y tu juicio como el mediod�a".

El cap�tulo termina con el matrimonio de Abigail con David. Se nos dice, al mismo tiempo, que ten�a otra esposa, Ahinoam el jezreelita, y que Mical, la hija de Sa�l, le hab�a sido quitada y entregada a otra. Estas declaraciones no pueden dejar de agradarnos al o�do, indicando una laxitud en las relaciones matrimoniales muy alejada de nuestro est�ndar moderno tanto del deber como de la delicadeza. No podemos absolver a David de falta de paciencia y dominio propio en estos asuntos; sin duda es una mancha en su car�cter, y es una mancha que lo llev� a resultados muy serios.

Era un elemento de tosquedad en una naturaleza que en la mayor�a de las cosas era muy refinada. David perdi� el verdadero ideal de la vida familiar, el verdadero ideal del amor, el verdadero ideal de pureza. En efecto, su poligamia no le fue imputada como delito; fue tolerado en �l, como hab�a sido tolerado en Jacob y en otros; pero no se obviaron sus efectos naturales y casi necesarios. En su familia engendr� contiendas, animosidad, divisi�n; engendr� terribles cr�menes entre hermanos y hermanas; mientras que, en su propio caso, su animalismo incontrolado manchaba su conciencia con los pecados m�s profundos y desgarraba su coraz�n con terribles dolores.

�Cu�n peligroso es incluso un punto vulnerable: un deseo incontenible del mal! La f�bula representaba que el tal�n de Aquiles, la �nica parte vulnerable de su cuerpo, porque su madre lo sujet� por �l cuando lo sumergi� en la Estigia, fue el lugar donde recibi� su herida fatal. Fue a trav�s de una lujuria inmortal de la carne que casi todos los dolores de David vinieron. Cu�n enf�tica en este punto de vista es la oraci�n del Ap�stol: "Ruego a Dios que todo tu esp�ritu, alma y cuerpo sean preservados sin mancha hasta la venida del Se�or.

"Y cu�n necesaria y apropiada la exhortaci�n," P�nganse toda la armadura de Dios "- cinto, pectoral, sandalias, yelmo, espada - todo; no dejen ninguna parte sin protecci�n," para que puedan resistir en el d�a malo, y habiendo hecho todo para estar en pie ".

As�, pues, parece que a pesar de todo lo bello de David, no era un car�cter perfecto, y no sin manchas que afectaban gravemente la integridad y la coherencia de su vida. En esa parte m�s importante del deber de un joven: obtener el pleno dominio de s� mismo, no ceder a ninguna indulgencia corporal ilegal y no hacer nada que, directa o indirectamente, pueda tender a rebajar el car�cter o perjudicar la delicadeza de las mujeres, David, en lugar de un ejemplo, es una baliza.

Aunque sus primeras pruebas fueron bendecidas en la mayor�a de las cosas, no fueron bendecidas en todas las cosas. No debemos, por eso, apartarnos de �l como hacen algunos, con desprecio. Debemos admirar e imitar las cualidades que eran tan buenas, especialmente en los primeros a�os de vida. �Ojal� muchos de nosotros fu�ramos como �l en su ternura, su piedad y su apego a su pueblo! Su nombre es uno de los nombres embalsamados de las Sagradas Escrituras, tanto m�s que cuando se hizo consciente de su pecado, ning�n hombre se arrepinti� m�s amargamente; y el esp�ritu de ning�n hombre, cuando estaba magullado y quebrantado, enviaba m�s fragancia como "de mirra, �loe y casia de los palacios de marfil".

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 25". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-25.html.