Bible Commentaries
1 Samuel 30

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-31

CAPITULO XXXV.

DAVID EN ZIKLAG.

1 Samuel 30:1 .

DESPU�S de que David recibi� del rey Aquis el nombramiento de capit�n de su guardaespaldas, acompa�� con sus tropas al ej�rcito filisteo, pasando por la llanura mar�tima hasta el final de su viaje, hasta el lugar seleccionado para la batalla, cerca de "el fuente que est� en Jezreel ". Parece que fue solo despu�s de que todo el ej�rcito filisteo estuvo alineado en orden de batalla que la presencia de David y sus hombres, que permanecieron en la retaguardia para proteger al rey, llam� la atenci�n de los se�ores de los filisteos, y en su protesta fueron despedidos.

Es probable que el regreso de David a Siclag, y la expedici�n en la que tuvo que emprender para recuperar a sus esposas y sus propiedades, tuvieran lugar en el mismo momento en que Sa�l hizo su viaje a Endor y cuando se llev� a cabo la batalla fatal de Gilboa. furioso. Hemos visto que aunque David nunca, como Sa�l, se despoj� de la autoridad de Dios, hab�a estado siguiendo sus propios caminos, caminos de enga�o e infidelidad.

�l tambi�n se hab�a estado exponiendo al disgusto de Dios, y sobre �l, como sobre Saulo, deb�a caer alguna retribuci�n. Pero en los dos casos vemos la diferencia entre juicio y castigo. En el caso de Sa�l, fue el juicio lo que vino; su vida y su carrera terminaron declaradamente como castigo por su delito. En el caso de David, se levant� la vara para corregir, no para destruir; para traerlo de vuelta, no para ahuyentarlo para siempre; para prepararlo para el servicio, no para cortarlo en pedazos, ni asignarle su parte con los hip�critas. Hay muchas razones para creer que el terrible desastre que le sobrevino a David a su regreso a Siclag fue el medio para restaurarlo a un marco de confianza y veracidad.

Del cap�tulo que ahora tenemos ante nosotros se desprende que, en ausencia de David y su tropa, los amalecitas hab�an tomado severas represalias por la derrota y la destrucci�n total que hab�an infligido �ltimamente a una parte de su tribu. Debemos recordar que los amalecitas eran un pueblo muy disperso, que consist�a en muchas tribus, cada una viviendo separada del resto, pero tan emparentadas que en cualquier emergencia acudir�an r�pidamente en ayuda de los dem�s.

Las noticias del exterminio de las tribus a las que David hab�a atacado, y a las que hab�a destruido por completo, por temor a que alguno de ellos informara a Aquis de su verdadero empleo, se hab�an llevado a sus vecinos; y estos vecinos decidieron vengarse de la matanza de sus parientes. La oportunidad de la ausencia de David se aprovech� para invadir Siclag, para lo cual se hab�a reunido una expedici�n numerosa y bien equipada; y como no encontraron oposici�n, llevaron todo delante de ellos.

Felizmente, sin embargo, como no encontraron enemigos, no sacaron la espada; consideraron mejor pol�tica llevarse todo lo que se pudiera transportar, para hacer uso de los bienes y vender a las mujeres y los ni�os como esclavos, y como ten�an una gran multitud de bestias de carga con ellos ( 1 Samuel 30:17 ) No podr�a haber ninguna dificultad para llevar a cabo este plan.

Parece muy extra�o que David haya dejado Siclag aparentemente sin la protecci�n de un solo soldado; pero lo que nos parece una locura tuvo al final todo el efecto de la sabidur�a consumada; las pasiones de los amalecitas no fueron excitadas por oposici�n o por derramamiento de sangre; sus propensiones destructivas quedaron satisfechas con la destrucci�n de la ciudad de Siclag, y todas las personas y cosas que pudieron ser trasladadas fueron llevadas ilesas. Pero durante los d�as siguientes, David no pudo saber que su expedici�n se hab�a llevado a cabo de esta manera inusualmente pac�fica; su imaginaci�n y sus miedos retratar�an escenas mucho m�s oscuras.

Debi� de ser un momento terrible para David, apenas menos que para Sa�l cuando vio al ej�rcito de los filisteos cerca de Jezreel, llegar a lo que recientemente hab�a sido un hogar tan pac�fico y encontrar una masa de ruinas humeantes. Si hubiera estado dispuesto a felicitarse por el �xito de la pol�tica que hab�a dictado su huida de la tierra de Jud� y su asentamiento en Siclag bajo la protecci�n del rey Aquis, �c�mo en un momento la podredumbre de todo el plan se le habr�a ocurrido? �l, �y cu�n asombrado debe haber estado ante la prueba ahora tan claramente ofrecida que todo el arreglo hab�a sido desaprobado por el Dios del cielo! En qu� agon�a de suspenso y angustia debi� de estar hasta que pudo obtener noticias m�s precisas; y qu� estallido de desesperaci�n debi� haberse escuchado en todo el campamento cuando sus seguidores se enteraron de que hab�a sucedido lo peor que pod�a concebirse: que sus casas fueron destruidas, sus propiedades confiscadas y sus esposas e hijos llevados a ser deshonrados, vendidos o masacrados, como convenga a la imaginaci�n de sus amos. Y luego, esa masacre sin remordimientos que �ltimamente hab�an infligido a los parientes de sus invasores, �qu� probable que exasperara sus pasiones contra ellos! �Qu� misericordia mostrar�an cuyos vecinos no hab�an recibido misericordia? �Qu� terrible destino estar�an experimentando ahora estas mujeres y ni�os indefensos! �como se adapte a la fantas�a de sus amos! Y luego, esa masacre sin remordimientos que �ltimamente hab�an infligido a los parientes de sus invasores, �qu� probable ser�a que exasperara sus pasiones contra ellos! �Qu� misericordia mostrar�an cuyos vecinos no hab�an recibido misericordia? �Qu� terrible destino estar�an experimentando ahora estas mujeres y ni�os indefensos! �como se adapte a la fantas�a de sus amos! Y luego, esa masacre sin remordimientos que �ltimamente hab�an infligido a los parientes de sus invasores, �qu� probable ser�a que exasperara sus pasiones contra ellos! �Qu� misericordia mostrar�an cuyos vecinos no hab�an recibido misericordia? �Qu� terrible destino estar�an experimentando ahora estas mujeres y ni�os indefensos!

Probablemente fue una de las m�s amargas de las muchas horas amargas que jam�s pas� David. Primero estaba el sentimiento natural de decepci�n, despu�s de una marcha larga y fatigosa, cuando las comodidades del hogar hab�an sido tan ansiosas por esperar, y cada hombre parec�a ya en el abrazo de su familia, para encontrar el hogar completamente borrado y su lugar. marcado por ruinas ennegrecidas. Luego estaba el dolor mucho m�s intenso en todo coraz�n afectuoso, causado por el secuestro de los miembros de sus familias; este, al parecer, era el sentimiento predominante en el campamento: "el alma del pueblo estaba afligida, cada uno por sus hijos y sus hijas.

"Y de alguna manera se culp� a David, en parte tal vez por ese sentimiento apresurado pero injusto que culpa al l�der de una expedici�n por todos los contratiempos que la acompa�an, y en parte tambi�n, puede ser, porque Siclag hab�a quedado completamente indefenso". �Si �l nos hiciera marchar a todos detr�s de estos filisteos incircuncisos, como si tuvi�ramos que hacer una causa com�n con ellos solo para hacernos marchar de regreso tal como vinimos, para no ganar nada all� y perder todo aqu�! " a�adi� un elemento m�s de emoci�n: no fueron simplemente las calamidades conocidas y vistas las que obraron en la mente de la gente; la tristeza de los horrores temidos pero inciertos ayud� a excitarlos a�n m�s.

La imaginaci�n ocupar�a r�pidamente el lugar de la evidencia al imaginar la situaci�n de sus esposas e hijos. Los sentimientos de las tropas estaban tan atemorizados contra David que hablaron de apedrearlo. Los mismos hombres que �ltimamente se hab�an acercado a �l con el hermoso saludo: "Paz, paz a ti y paz a tus ayudantes, porque tu Dios te ayuda", ahora hablaban de apedrearlo. Cu�n parecido al esp�ritu y la conducta de sus descendientes mil a�os despu�s, gritando a la vez, "Hosanna al Hijo de David", y pocos d�as despu�s, "Crucif�calo, crucif�cale".

"El estado de los sentimientos de David debe haber sido tanto m�s terrible por la conciencia inquieta que ten�a en el asunto, porque ten�a demasiados motivos para sentir que la pol�tica de disimulo que hab�a estado siguiendo hab�a causado otra masacre, m�s espantosa que la de los sacerdotes despu�s de su visita a Nob.

Es probable que en este terrible momento la mente de David fuera visitada por una bendita influencia de lo alto. El lamento de aflicci�n que se extendi� por su campamento, y las l�gubres ruinas que cubr�an el lugar de su reciente hogar, parecen haberle hablado en ese tono de reproche que las palabras del profeta transmitieron despu�s: "�T� eres el hombre!" Bajo una gran excitaci�n, la mente trabaja con gran rapidez y pasa casi con la velocidad del rayo de un estado de �nimo a otro.

Es muy posible que bajo la misma descarga el�ctrica, como podemos llamarlo, que llev� a David a un sentido de su pecado, fue guiado de regreso a su antigua confianza en la misericordia y la gracia de su pacto con Dios. En un instante, podemos creer, el miserable vac�o de todos esos dispositivos carnales en los que hab�a estado confiando destellar�a en su mente, y Dios, su propio Padre amoroso y Dios del pacto, aparecer�a esperando para ser misericordioso y anhelando su regreso. .

Y ahora el hijo pr�digo est� en los brazos de su Padre, llorando, sollozando, confesando, pero al mismo tiempo sintiendo el lujo del perd�n, regocij�ndose, confiando y deleit�ndose en Su protecci�n y bendici�n.

De hecho, se puede objetar que nos estamos basando demasiado en la mera imaginaci�n al suponer que el regreso de David a una condici�n de santa confianza en Dios se efectu� de esta manera r�pida. La vista puede estar equivocada y no insistimos en ello. Lo que encontramos es el intervalo muy corto entre su �ltimo acto de disimulo al profesar el deseo de acompa�ar a Aquis a la batalla y su restauraci�n manifiesta del esp�ritu de confianza, evidenciado en las palabras, que se le aplic� cuando la gente hablaba de apedrearlo. , "Pero David se fortaleci� en el Se�or su Dios" ( 1 Samuel 30:6 ).

Estas palabras muestran que por fin ha vuelto al verdadero camino y, a partir de ese momento, vuelve la prosperidad. Qu� bendici�n fue para �l que en esa hora de extrema necesidad pudiera sacar fuerzas del pensamiento de Dios, capaz de pensar en el Alt�simo mir�ndolo con inter�s, y todav�a listo para librarlo.

Fue un incidente algo similar, aunque no precedido por tal retroceso previo - una manifestaci�n similar del poder m�gico de la confianza - que tuvo lugar en la vida de un David m�s moderno, uno que al servir a Dios y hacer el bien al hombre ten�a que encuentro una vida de vagabundeo, privaciones y peligro rara vez superado: el misionero y explorador africano, David Livingstone. En el transcurso de su gran viaje desde St.

Paul de Loanda en la costa occidental de �frica hasta Quilimane en el este, tuvo que encontrarse con muchas tribus furiosas y codiciosas, a quienes era demasiado pobre para poder pacificar con el m�todo ordinario de los regalos valiosos. En una ocasi�n, en la bifurcaci�n de la confluencia del r�o Loangwa y el r�o Zambesi, se encontr� con una de esas tribus hostiles. Para �l era necesario tener canoas para cruzar, solo le prestar�an una.

En otros aspectos, mostraron una actitud de hostilidad, y todas las apariencias apuntaban a un ataque furioso al d�a siguiente. Livingstone estaba preocupado ante la perspectiva, no porque tuviera miedo de morir, sino porque parec�a que todos sus descubrimientos en �frica se perder�an, y sus esperanzas optimistas de plantar el comercio y el cristianismo entre sus tribus ignorantes y rebosantes golpearon en la cabeza. . Pero record� las palabras del Se�or Jesucristo: "Id, pues, por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, y he aqu�, yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.

"En esta promesa descans� y estabiliz� su coraz�n palpitante." Es la palabra de un caballero ", dijo," la palabra de uno de los m�s perfectos honores. No intentar�, como pens� una vez, escapar de noche, pero esperar� hasta ma�ana y me ir� antes que todos. �Deber�a tener miedo un hombre como yo? Tomar� mis observaciones de longitud esta noche, aunque deber�a ser la �ltima. Mi mente est� ahora bastante tranquila, gracias a Dios.

Esper� como hab�a dicho, y a la ma�ana siguiente, aunque los arreglos de los nativos a�n presagiaban batalla, a �l y a sus hombres se les permiti� cruzar el r�o en destacamentos sucesivos, sin molestias, �l mismo esperando hasta el �ltimo, y ni un pelo. de sus cabezas siendo lastimadas. Fue un buen ejemplo de un cristiano creyente fortaleci�ndose en su Dios. Cuando la fe es genuina, y el h�bito de ejercitarla es activo, puede remover monta�as.

El primer resultado del restablecimiento del sentimiento de confianza en David fue que honr� la ordenanza se�alada por Dios al pedirle consejo, a trav�s del sacerdote Abiatar, sobre el camino que deb�a seguir. Es la primera vez que leemos que lo hace desde que dej� su propio pa�s. Al principio, uno se pregunta c�mo pudo haber interrumpido un medio tan precioso de determinar la voluntad de Dios y el camino del deber.

Pero la verdad es que cuando un hombre se deja a s� mismo, no le importa ning�n consejo o direcci�n que no sean sus propias inclinaciones. No desea ser guiado; solo desea ir c�modamente. La indiferencia hacia la gu�a de Dios explica gran parte del descuido de la oraci�n.

David ha presentado su solicitud y tiene una respuesta clara y decidida. Ahora puede sentir que est� pisando tierra firme. �Cu�nto m�s feliz debe haber sido que cuando conduc�a de aqu� para all�, maquinando y fingiendo, y vacilando de un dispositivo de sabidur�a carnal a otro! En cuanto a su gente, ahora puede pensar en ellos con mucha m�s tranquilidad; �No han estado todo el tiempo bajo la custodia de Dios, y no es cierto que el que guarda a Israel no se adormece ni duerme?

No necesitamos detenernos mucho en los incidentes que siguieron inmediatamente. Ning�n acontecimiento podr�a haber resultado m�s favorable. Un tercio de sus tropas estaba tan exhausto que tuvieron que dejarlos en el arroyo Besor. Con los otros cuatrocientos parti� en busca del enemigo. La providencia especial de Dios, tan clara y frecuentemente mostrada en esta ocasi�n, proporcion� una gu�a para David en la persona de un esclavo egipcio, quien, habiendo ca�do enfermo, hab�a sido abandonado por su amo, y hab�a estado tres d�as y tres noches sin comer. o beber.

Tras haber resucitado a este joven con un trato esmerado, y habi�ndole dado la solemne seguridad de que no ser�a asesinado ni devuelto a su amo (esta �ltima alternativa parece haber sido tan terrible como la otra), las conduce sin p�rdida de tiempo. al campamento de los amalecitas. El viaje de cada d�a los acercaba cada vez m�s al gran desierto donde, unos quinientos o seiscientos a�os antes, sus padres hab�an encontrado a Amalek en Refidim, y hab�an obtenido una gran victoria sobre ellos, despu�s de no pocas fluctuaciones, a trav�s de los brazos en alto de Mois�s, la se�al de confianza en la fuerza de Dios.

Por la misma buena mano con David, los amalecitas, sorprendidos en medio de un tiempo de fiesta descuidada y alborotada, fueron completamente derrotados y casi destruidos. Todos los art�culos que hab�an robado, y todas las mujeres y ni�os que se hab�an llevado, fueron recuperados ilesos. Tal liberaci�n fue m�s all� de lo esperado. Cuando el Se�or volvi� de nuevo el cautiverio de Siclag, eran como hombres que sue�an.

El feliz cambio de circunstancias fue se�alado por David con dos actos memorables, uno un acto de justicia y el otro un acto de generosidad. El acto de justicia fue su interferencia para reprimir el ego�smo de la parte de sus tropas que estaban enzarzados en la lucha con Amalek, algunos de los cuales deseaban excluir a la parte discapacitada, que deb�a permanecer en el arroyo Besor, de compartir el bot�n. Los objetores se llaman "los malvados y los hombres de Belial".

"Es una circunstancia significativa que David no hab�a sido capaz de inspirar a todos sus seguidores con su propio esp�ritu - que incluso al final de su residencia en Siclag hab�a hombres malvados y hombres de Belial entre ellos. Sin duda estos fueron los mismos hombres que hab�a sido m�s fuerte en sus quejas contra David, y hab�a hablado de apedrearlo cuando se enteraron de la calamidad de Siclag. Los hombres que se quejan son generalmente hombres ego�stas.

Se opusieron a la propuesta de David de compartir el bot�n con todo el cuerpo de sus seguidores. Su propuesta fue especialmente desagradable para David en un momento en que Dios les hab�a dado tales muestras de bondad inmerecida. Fue del mismo tipo que el acto del siervo implacable de la par�bola, quien, aunque perdonado por sus diez mil talentos, se abalanz� con una ferocidad sin paliativos sobre el consiervo que le deb�a cien denarios.

El acto de generosidad consisti� en distribuir por las ciudades vecinas el bot�n que hab�a tomado de los amalecitas. Si hubiera sido ego�sta, podr�a haberse quedado todo para �l y su gente. Pero fue "el bot�n de los enemigos del Se�or". David deseaba reconocer a Dios en relaci�n con este bot�n, tanto para mostrar que no hab�a atacado a los amalecitas con fines personales, como para reconocer, al estilo real, la bondad que Dios le hab�a mostrado.

Se puede reconocer f�cilmente que fue un acto de pol�tica y un reconocimiento de Dios. Sin duda, David deseaba ganarse la consideraci�n favorable de sus vecinos, como una ayuda para su reconocimiento cuando el trono de Israel se vaciar�a. Pero seguramente podemos admitir esto, y sin embargo reconocer en sus acciones en esta ocasi�n la generosidad as� como la piedad de su naturaleza. Fue uno de esos hombres a los que es m�s bienaventurado dar que recibir, y que nunca son tan felices ellos mismos como cuando hacen felices a los dem�s.

El Betel mencionado en 1 Samuel 30:27 como el primero entre los lugares beneficiados dif�cilmente puede ser el lugar com�nmente conocido por ese nombre, que estaba muy lejos de Siclag, sino alg�n otro Betel mucho m�s cerca de la frontera sur de la tierra. El m�s septentrional de los lugares especificados de cuya situaci�n se nos asegura fue Hebr�n, muy al sur de Jud�, y que pronto se convertir�a en la capital donde reinaba David. La gran cantidad de lugares que compartieron su generosidad fue una prueba de la liberalidad real con la que se difundi� en el exterior.

Y en esta generosidad, esta profusi�n real de dones, seguramente podemos reconocer un tipo adecuado de "el gran Hijo del gran David". Cu�n claramente parec�a desde el principio que el esp�ritu de Jesucristo ejemplificaba su propia m�xima que acabamos de citar: "Es m�s bienaventurado dar que recibir". S�lo una vez, y en su infancia, cuando los sabios puesto a sus pies su mirra, incienso y oro, leemos de algo parecido a una generosa contribuci�n de los dones de la tierra que se le han dado.

Pero s�guelo a trav�s de todo el curso de Su vida y ministerio terrenales, y vea cu�n justa era la imagen de Malaqu�as que lo compar� con el sol: "el Sol de justicia con sanidad en Sus alas". �Qu� naturaleza tan gloriosamente difusiva ten�a, arrojando obsequios de precio fabuloso en todas direcciones sin dinero y sin precio! "Jes�s anduvo por toda Galilea" (ahora era el turno del norte para disfrutar del beneficio), "ense�ando en sus sinagogas y predicando el evangelio del reino, y sanando toda clase de dolencias y toda clase de dolencias entre los pueblos. gente.

"Escuchen las palabras iniciales del Serm�n de la Monta�a; �qu� gota de miel como del panal tenemos en esas bienaventuranzas, que tan maravillosamente elogian las preciosas virtudes a las que est�n apegadas! Siga a Jes�s a trav�s de cualquier parte de su carrera terrenal. , y hallar�s el mismo esp�ritu de generosidad real. Permanece junto a �l incluso en la �ltima hora de Su vida terrenal, y cuenta Sus obras de bondad.

Vea c�mo �l sana el o�do de Malco, aunque no cur� sus propias heridas. Esc�chalo despreciando las l�grimas de las mujeres que lloran y volviendo su atenci�n a los males entre ellas que ten�an m�s necesidad de ser lloradas. Escuche los tonos tiernos de su oraci�n: "Padre, perd�nalos, porque no saben lo que hacen". Observa la mirada llena de gracia que lanza al ladr�n que est� a su lado en respuesta a su oraci�n: �De cierto te digo que hoy estar�s conmigo en el para�so.

Observa cu�n afectuosamente provee a su madre. M�ralo despu�s de su resurrecci�n, diciendo a Mar�a que llora: Mujer, �por qu� lloras? Cuenta la multitud de peces que ha tra�do a las redes de sus disc�pulos, en se�al de las riquezas espirituales. �xito con el que ser�n bendecidos. Y f�jate, en el d�a de Pentecost�s, cu�n ricamente desde Su trono en gloria derrama el Esp�ritu Santo, y anima a miles juntamente con el aliento de vida espiritual. "Has ascendido a lo alto, Has llevado cautiva la cautividad. Has recibido dones para los hombres; s�, tambi�n para los rebeldes, para que el Se�or Dios more entre ellos ".

Es algo muy bendito y saludable para todos ustedes apreciar el pensamiento de la munificencia real de Cristo. Piense en el dador m�s bondadoso y generoso que jam�s haya conocido, y piense c�mo Cristo lo supera en esta misma gracia hasta donde los cielos est�n sobre la tierra. �Qu� est�mulo te da esto para confiar en �l! �Qu� pecado te muestra cometer cuando te alejas de �l! Pero recuerde tambi�n que Jesucristo es la imagen del Dios invisible.

Recuerde que vino a revelar al Padre. Quiz�s estemos m�s dispuestos a dudar de la munificencia real del Padre que de la del Hijo. �Pero cu�n irrazonable es esto! �No era Jesucristo mismo, con toda la gloriosa plenitud contenida en �l, el don de Dios, su don inefable? Y en cada acto de generosidad realizado por Cristo, �no somos simplemente una exhibici�n del coraz�n del Padre? A veces pensamos mal en la generosidad de Dios en relaci�n con su decreto de elecci�n.

Deja eso en paz; es una de las cosas profundas de Dios; recuerde que toda alma llevada a Cristo es fruto del amor inmerecido y de la gracia infinita de Dios; y recuerde tambi�n la vasta compa��a que son los redimidos, cuando en la visi�n apocal�ptica, una parte temprana de ellos - los que salieron de "la gran tribulaci�n" - formaron una gran multitud que ning�n hombre podr�a contar. A veces pensamos que Dios no es generoso cuando quita comodidades muy preciosas, e incluso los tesoros m�s preciados de nuestro coraz�n y nuestro hogar.

Pero eso es amor disfrazado; "Lo que yo hago, t� no lo sabes ahora, pero lo sabr�s despu�s". Y a veces pensamos que no es generoso cuando tarda en contestar nuestras oraciones. Pero �l s�lo se propone animarnos a perseverar, aumentar y finalmente recompensar a�n m�s nuestra fe. S�, de verdad, sean cuales sean las anomal�as que presente la Providencia, y son muchas; Cualesquiera que sean las aparentes contradicciones que podamos encontrar con la doctrina de las abundantes riquezas de la gracia de Dios, atribuy�moslo todo a nuestra visi�n imperfecta y nuestro entendimiento imperfecto.

Corrijamos todas esas impresiones estrechas en la cruz de Cristo. Razonemos, como el Ap�stol: "El que no escatim� ni a su propio Hijo, sino que lo entreg� por todos nosotros, �c�mo no nos dar� tambi�n con �l todas las cosas?" Y estemos seguros de que cuando por fin se aclaren los caminos y el trato de Dios, incluso con este mundo descarriado, la �nica conclusi�n que llegar�n a establecer para siempre ser�: que DIOS ES AMOR.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 30". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-30.html.