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1 Samuel 8

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-22

CAPITULO X.

EL PUEBLO EXIGE UN REY.

1 Samuel 8:1 .

Cualquiera que sea la impresi�n que el "Ebenezer" de Samuel pudo haber producido en ese momento, desapareci� con el paso de los a�os. El sentimiento de que, en simpat�a con Samuel, hab�a reconocido tan cordialmente en ese momento la ayuda inquebrantable de Jehov� desde el principio, envejeci� y se desvaneci�. La ayuda de Jehov� ya no se consideraba el paladio de la naci�n. Se hab�a levantado una nueva generaci�n que solo hab�a escuchado de sus padres la liberaci�n de los filisteos, y lo que los hombres solo escuchan de sus padres no causa la misma impresi�n que lo que ven con sus propios ojos.

El privilegio de tener a Dios por rey dej� de sentirse cuando pasaron las ocasiones que hicieron su intervenci�n tan apremiante y preciosa. Otras cosas empezaron a presionarles, empezaron a sentir otras ansias que la teocracia no satisfizo. Este doble proceso continu�: los males de los que Dios se libr� se debilitaron m�s y los beneficios que Dios no otorg� se hicieron m�s notorios por su ausencia, hasta que se alcanz� un cl�max.

Samuel estaba envejeciendo y sus hijos no eran como �l; por lo tanto, no proporcionaron materiales para continuar con el sistema de jueces. Ninguno de ellos podr�a ocupar el lugar de su padre. La gente se olvid� de que la pol�tica de Dios hab�a sido levantar jueces de vez en cuando seg�n fuera necesario. Pero, �no ser�a mejor interrumpir este sistema de gobierno precario y tener una sucesi�n regular de reyes? �Por qu� Israel deber�a contrastar desventajosamente a este respecto con las naciones circundantes? Este parece haber sido el sentimiento un�nime de la naci�n. "Todos los ancianos de Israel se reunieron y dijeron a Samuel: Haznos rey para juzgarnos como todas las naciones".

Nos parece muy extra�o que hayan hecho tal cosa. �Por qu� no estaban satisfechos con tener a Dios por rey? �No fue muy gloriosa la lista de logros pasados ??bajo su gu�a? �Qu� podr�a haber sido m�s maravilloso que la liberaci�n de Egipto y el triunfo sobre el imperio m�s grande del mundo? �Alguna vez se hab�a o�do hablar de victorias como las de Sehon y Og? �Hubo alguna vez una campa�a m�s triunfante que la de Josu�, o un asentamiento m�s c�modo que el de las tribus? Y si los cananeos, los madianitas, los amonitas y los filisteos los hubieran molestado, �no eran Barac, D�bora, Gede�n, Jeft�, Sans�n y Samuel, m�s que un rival para el m�s fuerte de todos? Luego estaba la gloria moral de la teocracia.

�Qu� naci�n hab�a recibido alguna vez directamente de Dios, tales ordenanzas, tal pacto, tales promesas? �D�nde m�s se pod�an encontrar hombres que hab�an tenido una comuni�n tan estrecha con el cielo como Abraham, Isaac y Jacob, Mois�s y Aar�n y Josu�? �Qu� otras personas hab�an tenido tales revelaciones del car�cter paternal de Dios, de modo que pudiera decirse de ellos: "Como el �guila que agita su nido, revolotea sobre sus cr�as, extiende sus alas, las toma, las lleva sobre sus alas? : as� lo gui� el Se�or, y no hubo dios extra�o con �l.

�En lugar de desear cambiar la teocracia, Flight hemos esperado que todos los israelitas, capaces de apreciar beneficios s�lidos, se aferraran a ella como su mayor privilegio y su mayor honor.

Pero fue de otra manera. Comparativamente ciegos a sus glorias, deseaban ser como otras naciones. Es una caracter�stica demasiado de nuestra naturaleza humana el que sea indiferente a Dios y a las ventajas que le confieren Su aprobaci�n y Su bendici�n. �Cu�n completamente dejan algunos a Dios fuera de sus c�lculos! �Cu�n absolutamente indiferentes est�n en cuanto a si pueden contar con Su aprobaci�n de su modo de vida, cu�n poco parece contar! T� que con falsas pretensiones vendes tus mercanc�as y te aprovechas de los simples e incautos; t� que no prestas atenci�n a la decepci�n o al dolor y la miseria que infliges a los que te creen, siempre que obtengas su dinero; t� que te haces rico con el trabajo de mujeres y ni�os mal pagados, cuya vida se convierte en esclavitud para satisfacer tus duras demandas, �Nunca piensas en Dios? �Nunca tomas en cuenta que �l est� en tu contra, y que alg�n d�a vendr� a contarte contigo? T� que frecuentas las guaridas de la maldad secreta, t� que ayudas a enviar a otros al diablo, t� que dices: "�Soy yo el guardi�n de mi hermano?" Cuando est�s haciendo todo lo posible para confirmar a otros en el libertinaje y la contaminaci�n, �no es nada para �T� que tienes que contar un d�a con un Dios airado? Tengan la seguridad de que Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre sembrare, eso tambi�n segar�; porque el que siembra para la carne, de la carne segar� corrupci�n, mientras que el que si siembra para el Esp�ritu, del Esp�ritu segar� vida eterna.

Pero la lecci�n del texto es m�s bien para aquellos que tienen el favor y la bendici�n de Dios, pero no est�n contentos y a�n anhelan las cosas mundanas. Est�s en pacto con Dios. �l los ha redimido, no con cosas corruptibles como plata y oro, sino con la preciosa sangre de Cristo. Ahora son hijos de Dios, y todav�a no parece lo que ser�n. Te est� reservada una herencia incorruptible, sin mancha y que no se marchita.

Sin embargo, tu coraz�n anhela las cosas del mundo. Tus conocidos y amigos est�n mejor. Su casa desnuda, su mobiliario hogare�o, su pobre vestimenta, su comida sencilla le angustian, y le gustar�a estar en una esfera mundana superior, disfrutando de m�s consideraci�n y participando m�s libremente en los placeres mundanos. Amigos m�os, tengan la seguridad de que no se encuentran en un estado de �nimo saludable. Despreciar los extraordinarios dones que Dios les ha dado, y exagerar los que �l ha retenido, est� lejos de ser una condici�n saludable.

Deseas ser como las naciones. Olvidas que tu misma gloria no es ser como ellos. Su gloria es que son una generaci�n escogida, una naci�n santa, un sacerdocio real, un pueblo peculiar, sus cuerpos templos del Esp�ritu Santo, sus almas unidas al Se�or Jesucristo.

Una vez m�s, hay congregaciones que, aunque en circunstancias humildes, han disfrutado de muchas bendiciones espirituales. Sus c�nticos han subido, llevando el incienso de mucho amor y gratitud; sus oraciones han sido humildes y sinceras, muy reales y verdaderas; y el Evangelio les ha llegado no s�lo con palabras, sino con poder, y en el Esp�ritu Santo, y con mucha certeza. Sin embargo, ha crecido una generaci�n que piensa poco en estas inestimables bendiciones y extra�a la arquitectura fina, la m�sica elaborada y los servicios altamente cultos.

Quieren tener un rey como las naciones. Independientemente de c�mo pongan en peligro la bendici�n espiritual, es de suma importancia tener este entorno.Es una posici�n peligrosa, tanto m�s quiz�s que muchos no ven el peligro, que muchos tienen poca o ninguna consideraci�n por los altos intereses que est�n en tales situaciones. peligro de ser sacrificado.

Esta, entonces, fue la petici�n de todos los ancianos de Israel a Samuel: "Danos un rey que nos juzgue como todas las naciones". A continuaci�n, debemos considerar c�mo fue recibido por el profeta.

"La cosa desagrad� a Samuel". A primera vista, era una afrenta para s� mismo. Daba a entender que estaba insatisfecho con el arreglo que lo hab�a hecho juez del pueblo que estaba bajo Dios. Evidentemente estaban cansados ??de �l. Les hab�a dado las mejores energ�as de su juventud y de su virilidad. Indudablemente les hab�a conferido muchos beneficios reales. Por todo esto, su recompensa ser� apagada en su vejez.

Quieren deshacerse de �l y de su manera de instruirlos en los caminos del Se�or. Y el tipo de funcionario que desean tener en su habitaci�n no es muy halagador. Los reyes de las naciones en su mayor parte eran un grupo pobre de hombres. Desp�ticos, crueles, vengativos, orgullosos, no eran muy dignos de admiraci�n. �Sin embargo, los ojos de Israel se vuelven hacia ellos con envidia! Posiblemente Samuel estaba fallando m�s de lo que pensaba, porque los ancianos son lentos para reconocer el progreso de la descomposici�n y muy sensibles cuando se les insin�a sin rodeos.

Adem�s de esto, hab�a otro punto doloroso que los ancianos tocaron con rudeza. "Tus hijos no andan en tus caminos". Sin embargo, esto pudo haber sucedido, fue un pensamiento triste para su padre. Pero los padres a menudo tienen la sensaci�n de que, si bien pueden reprender a sus hijos, no les gusta que lo hagan As� fue como el mensaje de los ancianos lleg� a Samuel, en primer lugar, en su orientaci�n personal, y lo hiri� grandemente.

Fue una afrenta personal, fue dif�cil de soportar. Todo el asunto de su vida parec�a frustrado; todo lo que hab�a intentado hacer hab�a fallado; toda su vida hab�a fallado en su objetivo. No es de extra�ar que Samuel estuviera muy preocupado.

Pero en el ejercicio de ese admirable h�bito que hab�a aprendido tan a fondo, Samuel llev� el asunto directamente al Se�or. E incluso si no se hubiera dado una respuesta articulada a su oraci�n, el efecto de esto no pudo sino haber sido grande e importante. El mismo acto de ir a la presencia de Dios fue adecuado para cambiar, en cierta medida, la estimaci�n de Samuel sobre la situaci�n. Lo coloc� en un nuevo punto de vista: el punto de vista de Dios.

Cuando lleg� a eso, el aspecto de las cosas debi� haber cambiado. La relaci�n de la transacci�n con Dios debe haber salido de manera m�s prominente que su relaci�n con Samuel. Y esto se expres� plenamente en las palabras de Dios. "No te rechazaron a ti, sino que a m� me rechazaron". Samuel no era m�s que el sirviente, Dios era el se�or y rey. El siervo no era m�s grande que su se�or, ni el disc�pulo m�s grande que su Maestro. El gran pecado del pueblo fue su pecado contra Dios. �l era a quien se le hab�a hecho la afrenta; �l, si lo hab�a, era el que ten�a motivos para protestar y quejarse.

Tan propensos son incluso los mejores siervos de Dios a ponerse delante de su Maestro. Tan propensos son los ministros del Evangelio, cuando alguno de sus reba�os ha actuado mal, a pensar en el enojo hacia ellos mismos, en lugar del pecado cometido ante los santos ojos de Dios. Tan propensos somos todos, en nuestras familias, en nuestras iglesias y en la sociedad, a pensar en otros aspectos del pecado, adem�s de su dem�rito esencial a los ojos de Dios.

Sin embargo, seguramente esta deber�a ser la primera consideraci�n. Que Dios sea deshonrado es sin duda algo mucho m�s serio que que el hombre deba ofenderse. El pecado contra Dios es infinitamente m�s atroz que el pecado contra el hombre. El que ha pecado contra Dios ha incurrido en una pena terrible: �qu� pasar�a si esto recayera en su conciencia para siempre, sin confesarlo, sin perd�n? Es terrible caer en manos del Dios viviente.

Sin embargo, a pesar de este aspecto muy serio de la ofensa del pueblo, Dios instruye a Samuel a '' escuchar su voz, pero protestarles solemnemente y mostrarles la manera del reino. '' Hab�a buenas razones por las que Dios deber�a tomar este camino. El pueblo se hab�a mostrado indigno del gran privilegio de tener a Dios por rey, y cuando los hombres se muestran incapaces de apreciar un gran privilegio, es justo que sufran la p�rdida de �l, o al menos una disminuci�n de �l.

Hab�an mostrado una tendencia perpetua a esas formas id�latras por las que Dios fue deshonrado de la manera m�s grave. Una teocracia, para funcionar con �xito, necesitar�a un pueblo muy leal. Si Israel hubiera sido leal, si hubiera sido una cuesti�n de conciencia y una cuesti�n de honor para ellos obedecer la voz de Dios, si hubieran tenido un santo retroceso de cada acto ofensivo para �l, la teocracia habr�a funcionado de la manera m�s hermosa.

Pero hab�a habido una ausencia tan habitual de este esp�ritu, que Dios ahora les permiti� instituir una forma de gobierno que interpusiera un funcionario humano entre �l y ellos, y que los someti� igualmente a muchos inconvenientes. Sin embargo, aun al permitir este arreglo, Dios no les retir� por completo Su bondad amorosa. La teocracia no ces� por completo. Aunque descubrir�an que sus reyes los exigir�an mucho, habr�a entre ellos algunos que reinar�an con justicia y pr�ncipes que gobernar�an con juicio.

El rey ser�a aprobado por Dios hasta el punto de llevar el nombre de "el ungido del Se�or": y as�, en cierto sentido, ser�a un tipo del gran Ungido, el verdadero Mes�as, cuyo reino, justo, ben�fico, santo. , ser�a un reino eterno, y su dominio de generaci�n en generaci�n.

La siguiente escena en el cap�tulo que tenemos ante nosotros encuentra a Samuel nuevamente reunido con los jefes del pueblo. Ahora les est� mostrando "la manera del rey", la relaci�n en la que �l y ellos se mantendr�n el uno con el otro. No debe ser un rey que da, sino un rey que toma. Sus exacciones ser�n muy variadas. En primer lugar, los tesoros m�s sagrados de sus hogares, sus hijos y sus hijas, ser�an llevados para hacer un arduo trabajo en su ej�rcito, en sus granjas y en su casa.

Entonces, sus propiedades territoriales ser�an tomadas con alg�n pretexto - los vi�edos y los olivares heredados de sus padres - y entregados a sus favoritos. Tambi�n �l reclamar�a la d�cima parte del producto de lo que quedaba para sus oficiales y sirvientes, y la d�cima parte de sus reba�os. Cualquier sirviente, joven, o animal, que fuera particularmente guapo y valioso, seguramente se encandilar�a y se encari�ar�a con su servicio.

Esta ser�a normalmente la forma de actuar de su rey. Y la opresi�n y la aflicci�n relacionadas con este sistema de expoliaci�n arbitraria ser�an tan grandes que clamar�an contra �l, como de hecho lo hicieron en los d�as de Roboam, pero el Se�or no los escuch�. Tal era la descripci�n de Samuel de lo que tanto deseaban, pero no les impresionaba; la gente todav�a estaba decidida a tener su rey.

�Qu� contraste hab�a entre este rey exigente y el verdadero Rey, el Rey que en la plenitud del tiempo vendr�a a Su pueblo, manso y con salvaci�n, montado sobre el potro de un asno! Si hay algo m�s que otro que hace que este Rey sea glorioso, es Su naturaleza generosa. "El Hijo de Dios", dice el Ap�stol, "me am� y se entreg� a s� mismo por m�". �Se dio a s� mismo! �Qu� comprensiva la palabra! Todo lo que era como Dios, todo lo que se hizo como hombre.

Como profeta se dio a s� mismo para ense�ar, como sacerdote para expiar e interceder, como rey para gobernar y defender. "El buen pastor su vida da por las ovejas". "Este es Mi cuerpo que es entregado por ustedes". "Si conocieras el don de Dios, y qui�n es el que te dice: Dame de beber, le habr�as pedido, y �l te habr�a dado agua viva". tierra.

��l esparci� los dones de salud y felicidad entre los afligidos y los desamparados! "Jes�s recorri� toda Galilea, ense�ando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia entre la gente". M�renlo, mientras colgaba indefenso en la cruz, ejerciendo Su prerrogativa real dando al ladr�n a Su lado el derecho al Reino de Dios - "De cierto te digo que hoy estar�s conmigo en el Para�so.

"M�ralo igualmente, exaltado en su trono" a la diestra de Dios, para ser Pr�ncipe y Salvador para dar a Israel arrepentimiento y perd�n de pecados. "�Cu�n diferentes son los atributos de este Rey de aquel a quien Samuel deline�! todo lo que es nuestro, el otro dando todo lo que es suyo!

La �ltima escena del cap�tulo nos muestra al pueblo ignorando deliberadamente la protesta de Samuel y reiterando su resoluci�n deliberada: "No, pero tendremos un rey sobre nosotros; para que tambi�n seamos como todas las naciones, y nuestro rey pueda juzgadnos, salid delante de nosotros y pelead nuestras batallas ". Una vez m�s, Samuel lleva el asunto al Se�or, repite todo lo que ha o�do; y una vez m�s el Se�or le dice a Samuel: "Escucha su elecci�n y hazlos rey". El asunto ya est� decidido, y solo queda encontrar a la persona que llevar� la corona.

En la superficie misma de la narrativa, vemos cu�nto influy� en la gente el deseo de ser "como todas las naciones". Esto no indica un tono de sentimiento muy exaltado. Ser como todas las naciones era ciertamente en s� mismo una cosa pobre e infantil, a menos que las naciones estuvieran a este respecto en mejores condiciones que Israel. Sin embargo, �cu�n com�n y casi irresistible es este sentimiento!

Ciertamente, la singularidad no debe verse afectada por la singularidad; pero tampoco debemos conformarnos a la moda simplemente porque es moda. �Cu�n crueles y horribles son a menudo sus mandatos! La ni�a china tiene que someterse a que le vendan los pies y la encierren hasta que caminar se convierte en una tortura viviente, e incluso las horas de lo que deber�an ser descanso y sue�o, a menudo se ven interrumpidas por un dolor amargo. Las mujeres del lago Nyassa se insertan un trozo de piedra en el labio superior, agrandando de vez en cuando hasta que hablar y comer se convierte en operaciones muy inc�modas y dolorosas, y el labio mismo a veces se rasga.

Nuestros padres tuvieron una terrible experiencia de la tiran�a de las costumbres de beber de su �poca; ya pesar de la mayor libertad y la mayor templanza de nuestro tiempo, todav�a hay no poca tiran�a en las leyes sobre la bebida de muchas clases entre nosotros. Todo esto es solo el resultado del esp�ritu que hizo que los hebreos desearan tanto un rey: el encogimiento del coraz�n de los hombres para no ser diferentes a los dem�s, el deseo de ser como el mundo.

Lo que los hombres temen en tales casos no es el mal, no el pecado, no ofender a Dios; pero incurriendo en la reprimenda de los hombres, siendo ridiculizados, boicoteados por sus compa�eros. �Pero no es este un curso muy indigno? �Puede cualquier hombre respetarse verdaderamente a s� mismo que diga: "No hago esto porque lo crea correcto, ni siquiera porque lo considere para mi inter�s, sino simplemente porque lo hace la generalidad de la gente"? �Puede alguien justificarse a s� mismo ante Dios, si la expresi�n honesta de su coraz�n debe ser: "Tomo este curso, no porque lo considere agradable a Tus ojos, sino porque si lo hiciera de otra manera, los hombres se reir�an de m� y despreciar�an? �me?" El propio enunciado del caso en t�rminos expl�citos lo condena.

No menos es condenado por la noble conducta de aquellos a quienes se les ha dado la gracia de resistir la voz de la multitud y defender fielmente la verdad y el deber. �Hubo alguna vez una actitud m�s noble que la de Caleb, cuando resisti� el clamor de los otros esp�as y sigui� al Se�or plenamente? �O el de Sadrac, Mesac y Abednego, cuando solos entre mir�adas, se negaron a inclinarse ante la imagen de oro? �O el de Lutero cuando, solo contra el mundo, se mantuvo firme en sus convicciones de la verdad?

Dejemos que los j�venes reflexionen especialmente sobre estas cosas. A ellos les parece a menudo algo terrible resistirse a la voz general y mantener la conciencia y el deber. Confesar a Cristo entre una escuela de despreciadores es a menudo como un martirio. �Pero piensa! �Qu� es negar a Cristo? �Puede eso traer paz o satisfacci�n a aquellos que conocen Su valor? �No debe traer miseria y autodesprecio? Si el deber de confesarle es dif�cil, busque la fuerza para el deber.

Ore por la fuerza que se perfecciona en su debilidad. Dirija sus pensamientos hacia el d�a de la segunda venida de Cristo, cuando la opini�n y la pr�ctica del mundo se reduzcan a su inutilidad esencial, y las promesas a los fieles, firmes como las colinas eternas, se cumplir�n gloriosamente. Porque en ese d�a, el c�ntico de Ana tendr� un nuevo cumplimiento: '' �l levanta del polvo al pobre y alza al mendigo del muladar, para ponerlo entre los pr�ncipes y hacer que herede el trono de la gloria. "

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 8". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-8.html.